Constitución Del Psiquismo en Discapacidad
Constitución Del Psiquismo en Discapacidad
Constitución Del Psiquismo en Discapacidad
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
Modalidad: Monografía
PARÁLISIS CEREBRAL
RESUMEN……………………………………………………………………………………………………1
INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………………………….2
CAPÍTULO 1 Discapacidad…………………………………………………………………………………4
CONCLUSIONES FINALES……………………………………….…………………………………..30
RESUMEN
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INTRODUCCIÓN
El interés por la temática surgió a raíz de una película (Mi pie izquierdo) trabajada en
el seminario “La Constitución Psíquica del niño” dictado en el séptimo semestre del
ciclo de graduación. La misma trata sobre un niño con parálisis cerebral que tiene su
cuerpo inmovilizado excepto su pie izquierdo. En el transcurso de la película se puede
ver la relación de este individuo con su familia y en especial con su madre, utilizando
su pie izquierdo para comunicarse ya que es la única parte de su cuerpo que no se ve
afectada por la parálisis. En relación a esto, la monografía estará centrada en cómo la
discapacidad motora, que imposibilita la autonomía, incide en la constitución psíquica
del niño.
En este sentido, desde el psicoanálisis la relación del niño con la figura materna es la
base del desarrollo, es por esto que se considera importante poder abordar esta
relación, para poder entender la constitución psíquica de los niños con parálisis
cerebral.
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hace en países de bajos ingresos, la mayoría son pobres y no tienen acceso a servicios
básicos ni de rehabilitación. Las discapacidades infantiles (0-14 años) se estiman
presentes en 95 millones de niños (5,1 %), 13 millones de los cuales (0,7 %) tienen
discapacidad grave. (Meresman, 2013, p.20)
Es por todo lo expuesto anteriormente que se decidió elaborar una monografía desde
el psicoanálisis para trabajar en relación a la temática, ya que dentro de esta corriente
psicológica la constitución psíquica del individuo se piensa desde la relación y vínculo
con el entorno, en especial la madre, donde el cuerpo y sus capacidades motrices y
autónomas adquieren un papel importante en el desarrollo. En base a esto, podemos
pensar que el proceso de constitución psíquica de un niño con parálisis cerebral,
puede tener particularidades interesantes para analizar, producto de sus limitaciones
como ser autónomo. En este sentido, la pregunta central del trabajo se platea de la
siguiente manera ¿Cómo se construye la constitución psíquica de un niño con parálisis
cerebral, en los primeros años de vida?
Para poder desarrollar la temática, se abordarán otros aspectos del desarrollo en base
a las preguntas que se fueron desplegando: ¿qué impacto tiene en la subjetividad de
la madre el nacimiento de un hijo con discapacidad? ¿Cómo se estructura el
psiquismo de ese niño que no posee todas las herramientas a nivel motriz para poder
desarrollarse? Un niño con parálisis cerebral ¿logra adquirir autonomía como ser
independiente respecto de su madre?
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CAPÍTULO 1: DISCAPACIDAD
Esta definición, sintetiza tres categorías importantes para abordar la temática, como
son: función corporal, limitaciones de la actividad y restricciones de la participación.
Estos tres ejes son importantes para entender la construcción subjetiva del niño, ya
que a través de las funciones motrices del cuerpo, el mismo lograra ir adquiriendo au-
tonomía como ser independiente. Entendemos que en la Parálisis Cerebral, la función
motriz se ve afectada, limitando la adquisición de la autonomía y de la interacción del
niño con su entorno.
Por último, esta definición es pertinente para nuestro trabajo, ya que integra a las defi-
ciencias orgánicas de la discapacidad y el entorno social del individuo, ampliando el
análisis de la discapacidad, teniendo en cuenta la influencia del entorno en relación al
niño y su desarrollo.
En este sentido, sostiene que por un lado la infancia comienza a valorizarse a partir
del Renacimiento ya que hasta el momento el niño era considerado un adulto pequeño,
sin derechos ni espacios propios para el momento evolutivo.
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mortalidad infantil, ya que los adultos comenzaron a propiciar determinados cuidados
necesarios para los infantes, y la ciencia desarrolló estudios exclusivos para el estudio
de la infancia, es por eso que en siglo XVIII se desarrolla la pediatría como rama
especifica de la medicina en relación a los niños.
Bastidas, señala que “En la India, respaldados por el código Manú, estaba permitido
abandonar a los niños ciegos, considerados impuros…” (2013, p. 52). El no tener un
interés específico hacia la infancia lleva a que la discapacidad infantil tampoco tenga
un lugar de interés para su abordaje y estudio; en la antigüedad, los niños
considerados anormales eran abandonados o incluso victimas de infanticidios; como
termino precedente al de discapacidad, encontramos el concepto de “anormal”
desarrollado durante el siglo XIX donde se los consideraba como: “individuos que a
consecuencia de un déficit ocasionado después del nacimiento o en tierna edad, no
quedan en las mismas condiciones que los demás hombres para vivir su vida y no son
capaces de dirigir sus propios asuntos.” (Bastidas 2013 p 53).
Bastidas (2013) señala que dentro del ámbito pedagógico, María Montessori introdujo
una nueva visión sobre la educación y la discapacidad; a partir de sus ideas sobre las
mejoras que pueden tener los niños con discapacidad a través del juego y la
interacción con el medio, comenzaron a crearse instituciones educativas
especializadas para niños con discapacidad. Estas escuelas creadas para los niños
con discapacidad, tuvieron su auge en la segunda mitad del siglo XX en el periodo
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llamado “principio de normalización”, donde a través de los test de inteligencia se fue
estudiando y separando a los niños diferentes del resto de la población. El interés por
el estudio de la discapacidad infantil, comenzó a crecer, apareciendo nuevas
disciplinas como la fonoaudiología (entre otras) que junto con la educación especial
delimitaron un espacio y lugar para los niños discapacitados dentro de la sociedad.
El término “niño especial” fue instalado por la medicina y la pedagogía para referirse a
todos los niños que “…presentan una desviación notable de todos los niños de tipo
medio.”(Bastidas 2013 p 54). En la actualidad, este término es muy discutido, ya que
se entiende que cada niño transcurre por circunstancias específicas y subjetivas, que
dificultan poder categorizar un niño “de tipo medio”.
Bastidas (2013) expone que a partir del año 1950, la discapacidad comienza a ser
más visible, y los niños que la poseen se integran de a poco a la vida del niño sin
discapacidad de la modernidad; de todas formas la segregación y discriminación hacia
este sector de la sociedad sigue siendo evidente, ya que el mundo está construido con
la lógica de personas sin ningún tipo de discapacidad.
Cúpich Z., Paredes M., (2013) muestran como las relaciones humanas a través del
tiempo, siempre están vinculadas desde la exclusión, naturalizando conceptos
formadores de identidad que excluyen a las minorías. En esta línea, es interesante el
análisis que se hace sobre la discapacidad en la historia.
Siguiendo a Cúpich (2013) podemos decir que para que una persona sea señalada
como discapacitada, no alcanza con la condición en sí misma, es preciso que existan
una serie de representaciones sociales que ubiquen a ese sujeto bajo la etiqueta de
discapacitado. Bajo estas etiquetas que diferencian a los sujetos entre sí, están
construidas las relaciones sociales, es decir, es necesario que existan determinados
parámetros que ubiquen a las personas para lograr diferenciarse del otro, diferenciarse
como ser individual del resto. En este punto, podemos cuestionar qué sucede cuando
esas etiquetas son basadas en la exclusión de las minorías, y qué repercusiones tiene
en las relaciones sociales.
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una brecha entre los niños “normales” y los discapacitados. Bajo esta premisa
podemos preguntarnos como incide en el niño el asistir a un centro educativo especial,
donde tiene un trato diferente, donde todos poseen alguna discapacidad, donde todos
son “diferentes”.
En esta reforma del modelo educativo que trajo la modernidad, existe la idea de
transformar el concepto de discapacidad por el de diversidad, ir dejando atrás
conceptos que estigmatizan y excluyen, para ir formando construcciones sociales en
base a términos más integradores, ya que toda constitución del sujeto está
íntimamente ligada a las construcciones identitarias de la sociedad. Construcciones
que existen antes que el sujeto, es decir, este último llega a un lugar donde ya juegan
identificaciones de pertenencia y exclusión.
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Es pertinente un análisis de esta discapacidad en relación a la construcción subjetiva
del individuo, ya que entendemos que el poseer determinadas deficiencias, producto
de la parálisis, engloba particularidades en relación a la construcción subjetiva de un
niño que no posea ningún tipo de discapacidad; como mencionamos en capítulos
anteriores, la autonomía corporal y la relación del niño con la madre son claves a la
hora de pensar esta temática y nos interesa poder profundizar sobre estos puntos
cuando la discapacidad se hace presente.
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CAPÍTULO 2: LA CONSTITUCIÓN DEL PSIQUÍSMO PARA EL PSICOANÁLISIS.
designar el modo de relación del sujeto con su mundo, relación que el resultado
complejo y total de una determinada organización de la personalidad, de una
aprehensión más o menos fantaseada de los objetos y de unos tipos de defensa
predominantes ( Ramirez, 2010, p.223)
En referencia a Mahler, Ramirez (2010) expresa que para la autora, la constitución del
psiquismo se construye de forma gradual durante los primeros tres años del niño, en
este caso también la figura de la madre cobra un rol fundamental ya que es la
encargada de decodificar las necesidades del niño para poder ir integrando los objetos
del exterior.
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Representaciones objetales internalizadas, que incluya miembros significativos de la
familia, amigos cercanos, grupos sociales y una identidad cultural, constituye un mundo
interno en continuo crecimiento, capaz de dar amor, confirmación, apoyo y guía dentro
del sistema de relaciones objetales del yo. (p. 229)
En este sentido, Freud (1914) entiende que el narcisismo primario de los padres, es la
base del amor parental; los padres cuidan, protegen, y aman a ese niño, ya que el
mismo viene a reconstruir las heridas narcisistas que sus progenitores atravesaron en
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su infancia
Freud (1914) entiende que esta atribución de todo tipo de cualidades y bondades
hacia el hijo (propio del amor parental), trae como consecuencia que el niño construya
una imagen sobre sí mismo desde la omnipotencia y la perfección que sus
progenitores proyectaron en él; más adelante, entenderá que no es la imagen ideal
que sus padres esperaron de el en algún momento, y esa herida narcisista la intentará
reparar con el nacimiento de un hijo.
En relación a lo dicho, Franco (2010) señala la importancia que tiene el deseo de los
padres sobre ese hijo, incluso antes de su nacimiento. Ese bebé incorporado en el
imaginario de los padres trae consigo toda una carga cultural y social en relación a la
imagen de ese niño, una imagen que en parte corresponderá a determinados
estereotipos según el contexto histórico y social en el que se encuentre. Ese sujeto ya
tiene un nombre, un rostro, un lugar y el momento del nacimiento rompe con ese
imaginario de los padres para enfrentarse con ese sujeto real, por lo que siempre el
nacimiento de un sujeto traerá consigo un duelo de los padres por ese cuerpo
imaginado.
En suma, comenzaremos a pensar la relación de ese bebé con su madre incluso antes
de su gestación, ya que la construcción de ese bebé comienza a gestarse en el
imaginario de los padres incluso antes del nacimiento, y el momento en el que se
concreta la llegada de ese individuo produce un fuerte impacto a nivel subjetivo en la
madre, pasando por primera vez de la construcción imaginaria de ese hijo, a la
realidad concreta de tenerlo en brazos, rompiendo muchas veces con la imagen que
había construido sobre su propio hijo.
Siguiendo con la línea teórica de Freud, en los primero tiempos, el niño no diferencia el
mundo externo como algo ajeno, no se reconoce como sujeto autónomo, es en el
vínculo con la madre que se diferenciará de esta como algo externo a él,
independiente; si entendemos que en la mirada con la madre el niño se ve reflejado y
que este vínculo primario será el antecedente de la construcción Yo no -Yo, lo que ese
rostro exprese tendrá consecuencias inmediatas en ese sujeto, por lo tanto es de
suma importancia que ese otro transmita seguridad y que a través de gestos, palabras
y tonos de voz pueda mostrarle a ese niño que lo reconoce como sujeto. Si la madre
ve al niño pero no lo mira, ese niño no se identificara con ese rostro y la separación de
la madre como algo externo será más complejo; se trata en definitiva, que esa persona
en la que el niño refleja sus emociones, pueda decodificar el mensaje para expresar
con su rostro lo que el niño está sintiendo y que de este modo el niño pueda verse
reflejado y así desarrollar su capacidad simbólica.
Podemos pensar al niño desde su desarrollo motriz y sus funciones a nivel orgánico,
pero la transformación en sujeto implica siempre de un tercero, no existimos si no en
función de que otro nos vea y nos reconozca; en este punto podemos hacer una
diferenciación entre ver y mirar, tomando a la primera como el simple acto de ver a una
persona u objeto pero sin que esto implique un reconocimiento de ese otro como
sujeto.
Para Winnicott(1967) el niño poco a poco empieza a salir de ese estado simbiótico con
la madre, para empezar a diferenciarse de la misma como ser independiente, y en
este proceso el rostro de la madre comienza a funcionar como espejo para el niño. El
objeto estructurante de la subjetivación lo encontramos referido al rostro de la madre,
la importancia de la mirada del otro para que esa acción tenga un sentido a nivel
estructural en el psiquismo del niño es indiscutible. Un niño puede mirarse al espejo
por horas, pero no va a tener el mismo impacto si encuentra a otro que le dé sentido a
esa imagen, otro que lo mire y lo reconozca como sujeto; la importancia del rostro
materno para la diferenciación del Yo no Yo es importante, pero no basta con que el
niño vea ese rostro, la madre debe poder expresar con su mirada, gestos, palabras
que reconoce a ese niño como sujeto.
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Winnicott (1967) expone tres funciones maternas que son primordiales: el
sostenimiento o sostén (holding), la manipulación o manejo (handling) y la
presentación objetal (objet-presenting). El sostenimiento está ligado a la etapa de
dependencia absoluta, donde la madre se encuentra en un estado de simbiosis con el
sujeto; la forma en cómo logre sostener “emocionalmente” a ese sujeto, mediante
susurros, cuidados y decodificación de sus necesidades repercutirá directamente en la
integración psíquica del sujeto. La segunda función llamada manipulación, refiere a
ayudar al sujeto a diferenciar lo real de lo irreal, a través del funcionamiento corporal y
coordinación, es una función que intenta integrar la psiquis del sujeto con el soma. Por
último se encuentra la función objetal, que consiste en presentarle de forma gradual
objetos del mundo externo, para que pueda construir una relación con el medio, más
allá de su madre.
Cristína López de Caiafa (2009) escribe en base a lo expuesto por Winnicott sobre la
idea de “madre objeto” y “madre ambiente”, y estos dos conceptos se refieren a lo que
venimos hablando hasta el momento. En una primera instancia la madre no es
separada por el niño como algo ajeno a él, el bebé considera a la mamá como un todo,
solo después de poder reflejarse en ese tercero que satisface todas sus necesidades y
poder identificarse como un sujeto autónomo e independiente, será cuando el niño
pueda considerar a la madre como un ser independiente. “La madre como objeto que
posee el objeto parcial capaz de satisfacer sus necesidades acuciantes y la madre
como la persona que lo protege y le proporciona un cuidado activo por medio de sus
manipulaciones y cuidados.”(López de Caiafa, 2003 p. 40). La unión de estas dos
“madres” que para el niño cumplen funciones independientes, será el paso previo a
poder identificar al otro como sujeto externo y autónomo.
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necesidades, ya que no posee autonomía como sujeto.
Winnicott (1963) clasifica el desarrollo del niño dentro de tres categorías: dependencia
absoluta, dependencia relativa y hacia la independencia. Dentro de la primera
categoría, plantea la dependencia total del sujeto en cuanto a su madre, ya que sin
esta él sería incapaz de cubrir sus necesidades básicas, como por ejemplo la
alimentación cuando es bebé. Un término muy relevante en este punto es el de
"Proceso de maduración" el cual refiere a la evolución del ego y la personalidad, en
este proceso la figura que provee el niño de todas las herramientas necesarias para su
desarrollo es la materna, acompañada de figuras importantes del entorno familiar y
social.
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ya que raras veces llegan los adultos a alcanzar la madurez plena," (Winnicott 1963,
p.110)
Siguiendo con la obra de Winnicott (1967), otro concepto que es interesante para
entender ese pasaje que desarrolla el bebé desde la dependencia absoluta con su
madre, hacia la autonomía como ser independiente, es el de objetos transicionales.
Los objetos transicionales son los primeros indicios del sujeto donde muestra que
empieza a elaborar un diferenciación entre Yo-no Yo, son aquellos objetos a través de
los cuales el sujeto comienza a simbolizar su mundo interno y de esa forma manifestar
diferente formas de vínculos con el medio que lo rodea. Es una etapa que comienza
aproximadamente a los 4 meses y finaliza cerca del año, ya que el objeto pierde
significado. Es un punto importante en el desarrollo, por lo que se cree pertinente
desarrollar este punto en el trabajo.
Son objetos que sirven al niño como mediadores entre él y el mundo externo,
generalmente el infante acude a ellos en situaciones de angustia, ya que el objeto
genera cierto estado de seguridad. Según Winnicott (1967), es con la incorporación de
los objetos transicionales que el niño pasa de un estado de omnipotencia absoluta a
un estado de manipulación, donde el cuerpo y la coordinación comienzan a ocupar un
lugar significante en las acciones del sujeto. Para que el niño comience a manipular el
objeto transicional, es indispensable que exista y posea un significado determinado;
para que esto suceda, el objeto primero tiene que existir en el en el mundo interno del
niño “El bebé puede emplear un objeto transicional cuando el objeto interno está vivo,
es real y lo bastante bueno…” (Winnicott 1967, p. 27)
Spitz (1966) en referencia a las relaciones objetales, parte desde el supuesto de que
no existen innatamente, es una relación que se va desarrollando en el primer año de
vida del niño en relación a la figura materna y su entorno. “El objeto de la libido se
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describe por su historia, por su génesis. No permanece idéntico a sí mismo.” (Spitz,
1966 p. 13). Para el autor, la relación afectiva que el niño establezca con su madre, va
a tener un impacto directo en su desarrollo “El niño ha nacido provisto de un bagaje
congénito individual que ejercerá su influencia en los sentimientos de la madre. Y
según la personalidad de la madre, la diferencia será muy grande si el niño es precoz
o retrasado (…)” (Spitz, 1966 p. 26). El autor entiende que el bebé es un organismo
que no posee estructura psíquica, esta se va formando junto con las estructuras del
desarrollo en el primer año de vida. Para este autor, dentro del ambiente que rodea al
niño, durante el primer año de vida, la figura materna es indispensable para el
desarrollo, por lo cual, la imagen que esa madre le devuelva al niño de su propio
cuerpo, va a ser determinante
Spitz expone una clasificación en tres estadios: estadio preobjetal, estadio del objeto
precursor y estadio del objeto propiamente dicho. El estadio preobjetal está gobernado
por la indiferenciación, ya que el recién nacido no diferencia objetos del mundo externo,
no se diferencia con el afuera. A partir del segundo mes, comienza a visualizar a los
seres que lo rodean, pero no los reconoce como sujetos ajenos a él, son estímulos del
mundo externo que comienza a reconocer con la mirada; el niño reacciona a estos
rostros en función de lo que Spitz (1966) llama percepción de un impulso insatisfecho,
el rostro humano es asociado por el niño en cada situación en la que necesita cubrir
alguna necesidad básica, como el alimento.
Este estadio sin objeto, podemos señalar que corresponde a la etapa de narcisismo
primitivo de Freud, donde el niño no se diferencia de su madre ni estructura un Yo-no
Yo.
Es importante destacar que el niño no reconoce ese rostro de perfil, “el niño reconoce
en ella no las cualidades esenciales del objeto (…) sino atributos superficiales. Esto es
justamente lo que distingue al objeto de la libido de las cosas;” (Spitz, 1966 p.
21).Luego de esta etapa, encontramos el objeto precursor en la percepción donde la
aparición del lenguaje cobra un rol fundamental en el desarrollo, el niño transita
mediante este por un estado de pasividad hacia una actividad intencionada de
descarga. La imitación de los sonidos que percibe del exterior, nos muestra cómo el
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individuo pasa de un estado narcisista al estadio objetal, donde comienza a
diferenciarse como sujeto independiente del mundo exterior.
Para Spitz (1966) hay dos factores que influyen en el desarrollo del sujeto, por un lado
los factores congénitos, referidos a los aspectos fisiológicos hereditarios y las
vivencias intrauterinas y por otro lado el factor ambiental. Dentro de este último, la
figura materna es primordial para este sujeto, durante el primer año esta relación
pasará de un estado de dependencia absoluta hacia una estructura de relación
“jerárquica”. Una madre que influirá de forma directa en el niño, todo el entorno es
importante y repercute en el sujeto, pero la madre es la encargada de transmitir y
mediar la información del exterior para con su hijo. Es por ello que la relación madre
hijo junto con el bagaje congénito estructuraran la construcción subjetiva del niño,
punto clave en nuestro análisis.
Malher (1977) coincide con los autores antes mencionados en cuanto a la importancia
de la figura materna en el desarrollo del sujeto, pero entiende que la dependencia de
sujeto con su madre es absoluta, mientras que por el contrario, la dependencia de la
madre para con su hijo es relativa. Nuevamente, vemos como el desarrollo del sujeto,
depende en gran medida de las posibilidades adaptativas que la figura materna ponga
en juego con el sujeto.
Otro punto importante a destacar dentro de la teoría de Malher (1977), son los
conceptos de separación e individuación. A diferencia de Spitz (966), plantea que el
desarrollo se basa en gran medida en estos dos procesos del desarrollo y no en el
progreso del desarrollo libidinal. La separación consiste en poder diferenciarse de ese
estado simbiótico con la madre, para luego lograr la individuación del sujeto, el cual
conlleva a incorporar las características individuales propias del sujeto.
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CAPÍTULO 3: DISCAPACIDAD Y PSICOANÁLISIS
En relación a lo dicho, cuando ese hijo que llega posee algún tipo de discapacidad
Manonni (1964) entiende que la mujer “ no solo va a despertar los traumas y las
insatisfacciones anteriores, sino que impedirá más adelante, en el plano simbólico, que
la madre pueda resolver su propio problema de castración.”(p.22). En relación a esto,
si pensamos lo que implica un hijo para la mujer en relación a la sexualidad infantil,
podemos relacionar el postulado teórico de Freud, que entiende que ese hijo es la
sustitución del deseo del pene en la sexualidad infantil de la niña; Freud (1931)
entiende, que al momento de enfrentarse a la ausencia del pene, la niña reaccionara
en base a esta diferencia, sustituyendo el deseo de tener un hijo, en primer lugar del
padre, para luego sustituir ese deseo por otro hombre.
En este sentido, Manonni (1964), señala una actitud más pasiva en el hombre en
relación a un hijo con discapacidad, en contraposición a la madre y plantea que “…la
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madres se siente hasta tal punto comprometida con su niño que le es difícil renunciar.”
(p.22). La autora plantea esta actitud de la mujer, entendiendo que la herida narcisista
para esta, es mucho más profunda que para el hombre, ya que ella a través de su hijo
aplacaría la angustia y restauraría lo que estaba mal en su cuerpo, producto de la
vivencia de castración.
Es importante poder trabajar con autores actuales para contextualizar algunas teorías.
En este sentido, Grinspon (2007) es un autor que parte desde una perspectiva
narcisista, donde la imagen que devuelven esos cuerpos diferentes, generan en el
Otro rechazo y miedo. Se trata de cuerpos fragmentados, que despiertan en el
inconsciente temores no dichos que muchas veces se pueden ver plasmados en
chistes naturalizados por el entorno, como es el caso de los chistes sobre rengos,
chuecos entre otros. Para el autor, no es la discapacidad motriz el problema, sino la
inscripción psíquica que el individuo pueda construir de su deficiencia, y en este punto
la deficiencia motriz se inscribe en el sujeto como una deficiencia psíquica y esa
imagen representacional del individuo sobre su minusvalía depende en gran medida
del lugar que ocupe la discapacidad en el discurso de su entorno. Si partimos de la
base Freudiana de que el Yo en primera instancia es un Yo corporal, todo lo que le
suceda al cuerpo afectara al psiquismo directamente.
En relación a lo dicho anteriormente, Freud (1933) señala que: “una persona con
inferioridad orgánica puede sentirse inferior, no lo es por la inferioridad per se sino,
más bien, debido a la retirada del amor de la madre como respuesta a la
minusvalía.”(Grinspon, 2007, p. 708). Una retirada de amor que penetra en el
narcisismo de ese sujeto, no logrando una identificación con la Madre, lo que deriva en
una problemática al momento de construirse como sujeto. Grinspon (2007) plantea la
problemática que existe cuando se manifiestan daños corporales en la infancia, ya que
estos atentan contra la imagen integradora que debe formar el sujeto de su propio
cuerpo, para entenderse como unidad, cuando esto ocurre y la discapacidad se
presenta a temprana edad, es determinante que el niño logre formar una imagen
corporal unificada y sana más allá de su deficiencia. En referencia a esto plantea:
En términos de la psicología del yo, el individuo tiene que tener un self discriminado,
un yo que se diferencie del ello, que funcione con relativa autonomía, que haya
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formado una imagen corporal primitiva, que tenga identidad y representaciones de
objetos y del mundo (Grinspon, 2007, p. 710)
Se trata de lo que rebasa, de lo que va más allá, de lo que nos baste con rastrear en
el imaginario del paciente para descifrar la clave cuando hay que reconstruir material
de otras generaciones (…) algo significante que se repite bajo transformaciones de
generación en generación (Rodulfo, 1989, p. 22)
En este sentido para que un significante sea considerado como tal para el
psicoanálisis, debe atravesar por tres criterios. Primero debe repetirse para que cobre
valor y pueda considerarse un significante para el individuo, son frases que no
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corresponden a ningún miembro de la familia en particular, es el sentido que cobra a
nivel familiar lo que afectará en el sujeto. El segundo criterio refiere a las metamorfosis
que sufren los significantes para cada individuo, de modo que al ser transmitidos
adquieren diferentes significados. En última instancia el significante tiene una dirección,
a través del mito logra conectar al sujeto con procesos familiares precedentes a su
existencia, pero que juegan un rol importante en la actualidad.
Rodulfo (1989) entiende que el niño forma parte de su historia en base a estos mitos
que le son presentados, pero con significantes propios, de otra forma quedaría
anclado a una historia con significantes que le son ajenos, quedando en una actitud
pasiva en cuanto a la constitución psíquica. En este punto, podemos pensar la
importancia extrema que tiene para los niños con parálisis cerebral, el poder tomar una
actitud activa frente a los significantes que le son presentados, para no quedar
marcados por significantes invalidantes en relación a su deficiencia.
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obstáculo. En este punto, se refiere a la lucha constante de ese niño, por lograr
alcanzar el ideal del yo impuesto por los padres, pero sin superar en gran medida a
estos para no generar una rivalidad parental. Es una tensión constante en el vínculo,
ya que el sujeto es formado para lograr todo lo que sus padres esperan de él, pero sin
que estos logros opaquen y superen a las figuras parentales, que de este modo
ocuparían un lugar jerárquico más homogéneo en comparación con sus hijos.
En base a todo lo expuesto, podemos inferir que para la madre es muy importante lo
que el entorno le devuelva en relación a su hijo. Ya mencionamos que a través de ese
bebé, la mamá revivirá su narcisismo más primario, y es por esto que todo lo que el
entorno pueda opinar, será muy influyente en ese vínculo.
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hijo con discapacidad, un impacto más complejo aún, ya que no solo tiene que lidiar
contra la construcción simbólica que se había formado sobre su hijo, sino que además
tendrá que enfrentar la llegada de un hijo donde no se reconoce, invistiendo esta
situación contra su narcisismo más primitivo.
En la siguiente frase, “Tengo tres hijos y (…) el de parálisis cerebral” (Franco, 2010)
se puede visualizar, el impacto que tiene en la madre tener un hijo con estas
características, y como el diagnostico constituye a ese hijo. La significación que la
madre construya en relación a su hijo, creemos será determinante para que este
último pueda o no desarrollarse como sujeto independiente. Si la madre se relaciona
con su hijo desde lo invalidante de su discapacidad, será esto lo que trasmitirá al niño,
creando en éste una construcción simbólica de su cuerpo, donde las limitaciones
conforman su estructura, dificultando una posible autonomía como sujeto
independiente, más allá de las limitaciones propias de la patología.
Como vimos hasta el momento, los autores trabajados, entienden que la figura
materna es la principal promotora del desarrollo del sujeto en los primero tiempos. A su
vez, Nuñez (2003) elabora un análisis más detallado, en relación al núcleo familiar y el
rol que ocupa este nùcleo en el desarrollo del niño.
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Para Nuñez (2003), las mujeres que tienen un hijo con discapacidad, se vuelcan a una
“ideología del sacrificio” de ese “niño eterno” alimentada por el entorno tanto familiar
como de profesionales que la rodean; su vida debe estar al servicio pleno de esa
criatura, la cual necesita de cuidados especiales que socialmente son atribuidos a la
madre. Teniendo en cuenta, que en ese hijo la mujer revive su narcisismo más
elemental, intentara “reparar y cuidar” de esa criatura para poder embestirla de la
mayor cantidad de atributos posibles.
Según las autoras, esto trae consecuencias en el desarrollo del sujeto, ya que al no
dejar espacio para que el niño experimente sus posibilidades de manipulación para
con el entorno, su capacidad de adquirir autonomía queda restringida, y su grado de
dependencia hacia la figura materna es cada vez mayor. Esta sobreprotección hacia el
sujeto, lo priva de fallar en sus actos, punto importante para ir perdiendo la idea de
omnipotencia inicial del bebé. Con ese cuidado excesivo, la madre no logra establecer
un vínculo que permita al niño desarrollarse como sujeto autónomo. La
sobreprotección de las madres con niños discapacitados, nace como consecuencia de
la culpa o el rechazo que sienten, y la necesidad de cubrir este sentimiento con un
cuidado excesivo para con el niño.
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yo se estructura desde una base muy frágil y débil, los vínculos con el exterior, cuando
la madre no se encuentre presente serán difíciles de transitar para el niño, ya que se
sentirá desprotegido y no poseerá las herramientas necesarias para vincularse con el
entorno. La simbiosis del sujeto para con su madre, lleva a que su identidad se
encuentre difusa, no pudiendo encontrar un lugar de pertenencia como sujeto, no
pudiendo diferenciarse de los otros, no logrando un desarrollo pleno como sujeto
independiente.
Podemos expresar, que buena parte de los autores mencionados hasta el momento,
consideran que los padres sienten responsabilidad absoluta de todo lo que pueda
sucederle a ese niño. Cuando ese hijo posee algún tipo de discapacidad, esa culpa se
encuentra más marcada, y es necesario para esos padres, encontrar un diagnóstico
clínico, que explique la discapacidad del niño, para poder ubicar la responsabilidad en
el afuera. “El niño, que ya era anticipado con un nombre, llega a convertirse en un hijo
anónimo, sin filiación con los padres, pero si en un hijo del síndrome” (Franco ,2010).
En este punto, se puede pensar que la dificultad para la identificación con ese niño, y
la necesidad de un diagnóstico, pueden llevar a estigmatizar al sujeto dentro de los
parámetros de la discapacidad que posee, delimitando su identidad en el diagnóstico
clínico.
Dolto (1986) escribe sobre la imagen inconsciente del cuerpo, diferenciando en este
sentido esquema corporal de imagen corporal. La primera refiere al cuerpo real con el
cual intercambiamos experiencias sensoriales con el mundo exterior, y por otro lado
existe la imagen inconsciente que construimos sobre nuestro cuerpo y que muchas
veces no condice con la realidad.
Para estudiar sobre el tema de la imagen del cuerpo creada en el inconsciente, Dolto
(1986) utilizo la experiencia clínica con niños, lo cual le demostraba que a través de
sus dibujos y expresiones plásticas expresaban en sus asociaciones, la imagen del
cuerpo que para ellos los representaba. En este sentido, Dolto afirma: “la imagen del
cuerpo no es la imagen dibujada, o representada en el modelado; ha de ser revelada
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por el diálogo analítico con el niño.” (Dolto, 1986, p. 16)
La autora sostiene la idea de que en un niño, pueden existir un esquema corporal sano
y una imagen corporal dañada y viceversa. Para hacer referencia a este punto, señala
que en los niños con parálisis, es elemental que exista una madre que pueda transitar
la deficiencia de su hijo sin transmitirle angustia y explicando al niño de forma clara y
precisa las características de su discapacidad. En este sentido, la autora entiende que
es importante que la madre pueda simbolizar a través del leguaje, las actividades que
su hijo no podrá llevar a cabo, ya que de esta pude trasmitir y devolver al niño una
imagen sana de su cuerpo, más allá del esquema corporal dañado.
Siguiendo con lo dicho en el párrafo anterior, Dolto expresa: “Hablar así de sus deseos
con alguien que acepta con el este juego proyectivo, permite al sujeto integrar dichos
deseos en el lenguaje a pesar de la realidad, de la invalidez de su cuerpo.” ( Dolto,
1986, p. 19). La importancia que tiene la madre en cuanto mediadora con el medio y
decodificadora de las necesidades de su hijo es vital para un desarrollo de la imagen
del cuerpo sana, que le permita al niño participar en el entorno y construirse como niño
sano más allá de su discapacidad.
Dolto entiende que la relación de los padres cuando su hijo posee alguna
discapacidad es compleja, ya que este niño no responde de la forma esperada y
puede terminar en una relación con ese hijo, donde la comunicación se nutre en
función de satisfacer las necesidades que el niño demanda. Es por esto, que es
importante lograr establecer un vínculo con el niño, más allá de la discapacidad, para
no etiquetar a ese niño, bajo el esquema corporal dañado.
Pelegrí y Romeu (2011) ,en el texto “Más allá del dolor” expresan en relación al duelo,
que el ser humano se enfrenta durante su desarrollo evolutivo a diferentes pérdidas,
tanto físicas (como lo puede ser la muerte de un ser querido), o simbólicas (como una
ruptura de pareja). En el transcurso de su desarrollo, el sujeto se ve atravesado
constantemente por diferentes procesos de duelos, y dependiendo de la naturaleza de
la pérdida y de otros factores emocionales, el mismo pueda transformarse en
patológico o no. Para Freud (1920), los procesos de duelo son necesarios en la
elaboración de una pérdida, y consisten en el logro de la persona por retirar
paulatinamente la libido del objeto perdido, para poder dirigirla a otros objetos. Retirar
la libido, también requiere de desligar todos los significantes simbólicos vinculados al
objeto. Esta pérdida a la que el sujeto se enfrenta, para Freud es sinónimo de
castración, y la estructura psíquica del sujeto logra restructurarse con mayor facilidad
dependiendo del tipo de pérdida. La significación de la pérdida para el sujeto, va a
depender de muchos factores emocionales, sociales y culturales. En este sentido no
todas las pérdidas tienen el mismo impacto, por ejemplo no genera el mismo impacto
la pérdida de un padre como la pérdida de un hijo, ya que estamos preparados para
asumir determinadas ausencias más que otras.
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discapacitado.
La relación de los padres para con ese hijo, se encuentra en un estado permanente de
tensión. Por un lado, la discapacidad del sujeto, lleva a la necesidad de querer
sobreproteger al niño, ya que por sus capacidades diferentes requiere de una mayor
atención para cubrir sus necesidades. Pero, en paralelo, se despierta en los padres un
sentimiento de rechazo hacia ese hijo, con el cual deben luchar y lidiar
constantemente, sentimiento que entendemos, debe generar culpa y angustia para
esos padres.
Para Vallejo (2011) los padres deben poder elaborar un duelo “sano” con el hijo que
imaginaron para poder crear un vínculo con el hijo real, pero no es el único duelo que
deben afrontar, en palabras del autor “otros duelos” que los padres deben elaborar son:
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Ya mencionamos la importancia que marca Vallejos (2011) en cuanto a la posibilidad
de elaborar un duelo sano, en relación a esto, marca algunas pautas que pueden ser
indicadores de un duelo mal elaborado:
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CONCLUSIONES FINALES
El objetivo principal del trabajo fue elaborar un análisis sobre la constitución psíquica
de niños con parálisis cerebral, desde el psicoanálisis. En las conclusiones finales
exponemos las ideas centrales del análisis, a partir de los aportes de los diferentes
autores citados, intentando responder las preguntas que nos planteamos.
Se pudo constatar con los escritos de Bastidas (2013) y Cúpich (2013), que los
cambios conceptuales que han sufrido la discapacidad y la infancia, influyen
directamente en las construcciones sociales, y en el trato que se les brinda desde el
ámbito educativo y de la salud, a las personas, y especialmente a los niños, que
poseen algún tipo de discapacidad. Si bien es cierto, que varios autores
contemporáneos se encuentran trabajando en una construcción más integradora sobre
la discapacidad, introduciendo el concepto de diversidad a través de diferentes
prácticas (como puede ser la inclusión en el ámbito educativo), todavía falta trabajar
mucho sobre el tema. Una pauta sobre esto, surgió en la búsqueda bibliográfica para
la elaboración de la monografía, donde se pudo constatar el poco material que existe
en relación a la parálisis cerebral como discapacidad y el impacto en la constitución
psíquica.
En los niños con dificultades motrices esta tarea (construcción simbólica del cuerpo a
través del otro) conlleva un doble trabajo. En primer lugar darle significado a ese
cuerpo, simbolizarlo, y en segunda instancia no determinar a ese sujeto a través de un
diagnóstico. “De ser fijado al diagnóstico, el niño quedará anclado, a la misma posición
siempre: la del cuerpo-órgano enfermo, marginándolo de la posibilidad de ser alguien
más ” (Franco, Oliveto & Gómez, 2010).
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Cuando pensamos en la existencia del sujeto en el imaginario de la madre, incluso
antes de su gestación, Freud (1914) señala que el nacimiento produce un quiebre con
esa imagen, ya que el bebé no poseerá todas las características del sujeto imaginado.
Si pensamos la situación en niños con parálisis cerebral, Vallejo (2011) señala que la
madre no solo deberá romper con esa imagen creada de su hijo, también se deberá
enfrentar a un sujeto con discapacidad, una imagen que generará dificultades para un
proceso de identificación.
Podemos pensar que ese quiebre (con la imagen creada), genera en una madre con
un hijo con discapacidad, un impacto más complejo aún, ya que no solo tiene que lidiar
contra la construcción simbólica que se había formado sobre su hijo, sino que además
tendrá que enfrentar la llegada de un hijo donde no se reconoce, invistiendo esta
situación contra su narcisismo más primitivo.
En este sentido, es importante pensar la actitud que toman las madres de niños con
alguna deficiencia en torno a esto, luego de entrar en este estado de preocupación
total por ese niño ¿logran salir de este estado o la discapacidad del niño las lleva a
una preocupación maternal primaria eterna? Si no logran salir de ese estado ¿tiene
repercusiones en el niño? Siguiendo esta línea, Winnicott (1966) plantea la noción de
preocupación patológica, para aquellas mujeres que no logran pasar esa etapa de
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preocupación primaria, quedando estancadas y en un estado de preocupación
constante hacia ese hijo.
En este punto, podemos preguntarnos ¿qué pasa con esa madre cuando no recibe del
entorno una devolución favorable respecto a su hijo? ¿Cómo repercute en el
narcisismo de esa mujer? ¿Influirá en lo que esta trasmita a su hijo?
Es importante que esa madre pueda identificarse con ese hijo para que pueda
reconocerlo como sujeto más allá del diagnóstico clínico, y en este sentido,
entendemos que es fundamental que los padres puedan elaborar un duelo con el hijo
construido simbólicamente, para poder vincularse con el hijo real. Estos padres, no
solo deben afrontar un duelo con ese hijo donde no se reconocen, sino que también
deberán atravesar la culpa y el enojo que les genera esta situación, producto de la
herida narcisista que conlleva el traer al mundo un niño con discapacidad.
Es por esto que tenemos la obligación como psicólogos, de trasmitir a ese niño y a sus
padres, que las dificultades motrices trascienden al niño como sujeto, y que el vínculo
entre ambos, debe simbolizarse a partir de otra herramientas que puedan elaborar
juntos, como puede ser el juego, el lenguaje entre otros. Lo importante, es que logren
decodificar lo que su hijo les quiere transmitir, más allá de las dificultades motrices que
se le presenten, producto de la parálisis cerebral.
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