Acerca de La Pubertad y La Adolescencia
Acerca de La Pubertad y La Adolescencia
Acerca de La Pubertad y La Adolescencia
Más por la avanzada época en que tiene lugar la maduración sexual, se ha llegado el momento
en que es necesario alzar, al lado de otros diques sexuales, los que han de oponerse a la
tendencia al incesto… El respeto de estos límites es una exigencia civilizadora de la sociedad,
que tiene que defenderse de la concentración en la familia, de intereses que le son necesarios
para la constitución de unidades sociales más elevadas, para desatar o aflorar los lazos
contraídos en la niñez con la familia.
La cuestión de la pubertad está entonces, en Freud, articulada a la ley de la prohibición del
incesto, que va a ser rearticulada en Lacan a la función paterna. Si existe ser humano en tanto
ser hablante, si existe condición humana, es por la ley paterna. Si hablamos de pubertad, es en
referencia a esa Ley y es por esto que ya desde Freud, podemos decir que la función paterna
esta puesta en primer plano en cuestión de la pubertad y esto no deja de tener consecuencias
en la clínica.
A partir de los últimos desarrollos de Lacan, se puede decir que frente a la castración, el sujeto
responde con su fantasma, fantasma que sostiene su goce, y que a lo largo de la pubertad esta
respuesta se decide. Lo traumático de la sexualidad no remite a otra cuestión que a la
castración y a ésta, el sujeto responderá con su fantasma. Entonces, desde Lacan sabemos que
es a partir de las fantasías de un sujeto que se construye el fantasma del mismo. Fantasma que
será sostén de su goce. Es aquí en el momento de la pubertad, que se termina de decidir la
posición subjetiva en relación al mismo.
El púber es convocado a tomar la palabra
- Acerca de la adolescencia.
El largo camino entre el momento en que un sujeto comienza a tomar la palabra por primera
vez y a hacerse responsable de la misma y de sus actos, hasta que social y jurídicamente es
reconocido en ese lugar es llamado en nuestra sociedad adolescencia. El adolescente demanda
ser escuchado y reconocido como responsable de su palabra. En caso de no serlo, puede traer
dificultades en la posibilidad afectiva de realizar su deseo, cuestión que tiene consecuencias en
la clínica.
Nuestra responsabilidad como analistas con los púber será poder escuchar esta palabra en el
momento que el sujeto es convocado a tomarla.
Planteos hechos por Colette Soler en relación a la diferencia entre el análisis de un niño y el de
un adulto; La pubertad pone en primer plano a cuestión de la función paterna. La fallida de la
misma, va a determinar que la operación de separación se efectué también fallidamente
(siempre lo es), entonces vamos a tener por un lado, que el sujeto, pese a que es convocado a
tomar la palabra no lo puede hacer, y responderá a esta convocatoria con el derrumbe de la
estructura, en el caso de la psicosis, con sus síntomas, actuaciones o ubicándose en lugar de
objeto del goce del Otro alineado a la palabra de ese Otro. En casos donde responde con
actings, prima un llamado al Otro que encarna la función paterna para que esté a la altura de
dicha función (solo lo podrá hacer quien no haya renunciado a su propio deseo) para que
pueda escuchar el deseo del joven sujeto y pueda sostenerlo en el mismo.
La ética del psicoanálisis es siempre la misma. La de conducir al sujeto a que pueda hacerse
responsable de su deseo , con todas las dificultades que implica en estos casos el hecho de
tratarse de sujetos que pese a comenzar a tomar la palabra y hacerse responsables desde sus
actos, todavía no son independientes en cuestiones centrales de la vida.
En este trabajo se busca interrogar los avatares de la función del padre en un momento
particular de la historia del hombre, marcado por el sello del progreso de la ciencia.
Esta modificación de la función del padre tiene consecuencias directas sobre la forma
que toma el síntoma, en la que se presiente una cierta gestión del goce que estabiliza
un cierto tipo de comportamiento. En esta configuración, “lo social” adquiere una
función especial en la medida en que va a tomar el relevo de la función del padre.
Consideramos ahora, las vías de acceso a nuestro problema; la primera que se impone
es una revisión, lo más precisa posible, del sentido y de la historia de la palabra
adolescencia. Hay un rasgo que es constante: la adolescencia es siempre un momento
de la vida que encuentra su especificidad en el hecho de cerrar un ciclo que va de la
infancia a la vida adulta. Entre estos dos momentos se sitúa la adolescencia. Es una
verdadera zona de paso; un periodo que encuentra su razón de ser en su resolución.
La segunda vía de acceso, será interrogar los escritos freudianos con el fin de precisar si
existe realmente un adolescente freudiano diferente del que surge de las definiciones
anteriores. Comenzó a buscar entre los escritos de Freud, un punto de apoyo para
entrar en el laberinto freudiano, con su pregunta respecto a la adolescencia. Es a partir
de estos escritos, que postula 4 tesis.
La elección del sexo en las mujeres sufre avatares nada comparables a la que se le
impone a los hombres, a lo que Lacan llegará a decir “que la identificación sexuada solo
se encuentra al alcance de una mujer ya que el hombre esta “torcido por su sexo”. Este
difícil recorrido encuentra en la pubertad un momento crítico y determinante ya que s
allí que la pulsión sexual hasta entonces predominantemente autoerótica; encuentra
por fin el objeto sexual.
Allí donde el nombre del padre como nominación simbólica falla en dar nombre a ese
Otro goce, se ubicara la imagen del cuerpo, la inhibición de la sexualidad como
nominación imaginaria.
La barrera de lo bello.
Lacan ya anticipa en sus estudios del estadio del espejo: “El problema es que el goce
fálico se sobreagrega al cuerpo”.
Plantea que para que una mujer alcance su identificación sexuada, es necesario que
ella pase por el goce fálico que es justamente lo que le falta. Es allí donde la imagen del
cuerpo fracasa. Cuerpo y falo no coinciden, y es esta pequeña diferencia la que deja a
los sujeto femeninos cuya posición se determina “en nombre del cuerpo” en un lugar
“entre-dos-muertes”, lugar de lo bello. Las referencias al registro de la estética en
relación al propio cuerpo tienen una presencia constante en el discurso de las
anoréxicas. Lo bello como última barrera al goce será el semblante con el que ellas se
defienden de lo real. Este real debe ser ubicado aquí como el campo de la cosa, el
objeto perdido freudiano que solo puede volver a encontrarse como nostalgia, cuyo
lugar es ocupado por la madre.
Lo bello es una función temporal que Lacan ejemplifica con la naturaleza muerta. Es el
brillo de la cercanía con la muerte, es la muerte insinuándose en el dominio de la vida,
la vida insinuándose en el dominio de la muerte, lo que detiene, fascina, suspendió el
deseo, pero también produciendo una acomodación sobre el mismo, que comparte
con lo bello la estructura del señuelo.
Allí ubicaremos nosotros la posición anoréxica. Un decir que yerre a la muerte. Pero el
deseo del analista no es un deseo puro.
Lacan ha preguntado a una anoréxica porque come nada. La respuesta es muy clara: es
para desalentar el deseo de saber (saber si come) supuesto en el Otro, que ella se
habría dejado reventar de hambre. Una acción que enuncia un rechazo es equiparable
a un decir que deniega. En ambos casos el deseo es desplazado al lugar de la muerte.
Conjunción sin salida, a no ser por la inexistencia de la relación sexual, que abre la
puerta al discurso analítico.
Se trata, efectivamente, de hacer fracasar el saber para que se produzca como síntoma.
Pero no a través de la denegación, como hacen las anoréxicas, sino introduciendo la
dimensión del enigma que representa alguna verdad. Es en la medida en que la
anoréxica puede descansar de su acción de rechazo, por efecto de su encuentro con un
analista que podrá despertar de la muerte. “el goce femenino está mucho más ligado a
decir de lo que uno se imagina” (Lacan).
El termino errar deriva de la confusión de dos palabras diferentes. La primera viene del
latín errare, que significa equivocarse o extraviarse. La segunda, es un verbo antiguo
derivado del latín “errare”, que significa simplemente progresar, avanzar, caminar.
La preocupación principal, es sobre todo que el destino de estos sujetos sea menos
catastrófico, y que el sentimiento de estar condenados, que acompaña fuertemente
sus existencias en nuestros días, no les impida hacer justicia por la necesidad de tener
acceso a los cuidados de los que tienen derechos. Si finalmente el comportamiento de
nuestros sujetos errantes nos parece que resulta de un entorno simbólico que induce a
hacer elecciones forzadas, el impasse en el que se encuentra el sujeto provoca una
anulación de todas las forma de intercambio. La cuestión, parece ser e el tratamiento,
poder llevar al sujeto a volver a su elección en la que se encontró precipitado y que lo
condena en el fondo a una suerte de muerte psíquica. Se trata de hacer nacer, de
marcar la contingencia ahí donde el sujeto se ve encadenado en una necesidad ciega,
en un universo deshabitado y desértico. En tal caso, la errancia tendrá la posibilidad de
volver a ser lo que es para cada uno de nosotros: el teatro de su deseo.