Actas Jornadas Clínica Sexualidades

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Actas de las VIII Jornadas de Investigación y Extensión de la Cátedra de Psicología Clínica:
sexualidades / Arturo Frydman... [et al.] ; compilado por María Rosa Aveni ; María Carolina
Piovano Gil ; Marina Potts. - 1a ed. - Mar del Plata: Universidad Nacional de Mar del Plata, 2018.
Libro digital, PDF

Archivo Digital: descarga y online


ISBN 978-987-544-866-7

1. Psicología. 2. Investigación. 3. Sexualidad. I. Frydman, Arturo II. Aveni, María Rosa, comp.
III. Piovano Gil, María Carolina, comp. IV. Potts, Marina, comp.
CDD 150
ACTAS
VIII Jornadas de Investigación y Extensión de la Cátedra Psicología
Clínica:

Sexualidades
Síntoma-Cuerpo-Discurso

Presentación
Esta publicación reúne los trabajos presentados por los expositores en mesa
de trabajo libres y en los Paneles de las VIII Jornadas “Sexualidades.
Síntoma-Cuerpo-Discurso” organizadas por la Cátedra Psicología Clínica de la
Facultad de Psicología de la UNMDP. Un lugar destacado presenta la
Conferencia de ​Ci​ erre a cargo del Mg. Arturo Frydman ​“Te demando que
rechaces lo que te ofrezco porque no es eso​”, corregida por el autor.
El término ​acta ​viene del latín y significa ​hecho o acto escrito y​ es un desafío
muy alentador encontrarnos con el interés de colegas y estudiantes de que sus
trabajos leídos y presentados en las Jornadas consten aquí, ya que la escritura
es un acto en sí mismo.
Son estas Actas testimonio de que allí donde no hay relación se produce el
acto, dicho de otro modo, de la imposibilidad de la relación sexual o de la
relación entre praxis y teoría queda un resto a transmitir que hace escritura.
Esperamos que sean solo las primeras de una larga serie orientada por el
interés en la interrogación de la clínica actual y la transmisión del Psicoanálisis
en la Universidad que en tanto no son discursos complementarios motorizan el
trabajo.

Comité editorial
Octubre 2018
Universidad Nacional de Mar del Plata

Facultad de Psicología

Cátedra Psicología Clínica

Composición del equipo docente

Profesora Titular​: Mg. Vanesa Baur

Profesora Adjunta:​ Lic. Rosana Scándalo

JTP​: Lic. Isabel Giles

Ayudantes:​ Lic. Isabel Giles

Lic. Favio Di Sábatto

Lic. Paola Grufi

Lic. Elisabet Arougueti

Esp. María Rosa Aveni

Lic. Laura Rangone

Lic. Germán Montenegro

Lic. Fernanda Valota

Adscriptos:​ Lic. Florencia Toma

Lic. Natalia Miranda Sant Ana

Lic. Luciana Esquivel

Lic. Ivana Baisplelt

Lic. Marina Potts

Lic. María Candela García Sánchez

Lic. Agustina Martínez

Lic. María Carolina Piovano Gil

Lic. María Paula González

Lic. Samanta Stenta

Lic. Pilar Nieto

Comité Editorial:

Lic. María Carolina Piovano Gil, Lic. Marina Potts, Esp. María Rosa Aveni
ÍNDICE

Arturo Frydman “​Te demando que rechaces lo que te ofrezco porque no es eso.”
Conferencia de cierre. Corregida y ampliada por el autor.

Ponencias en Paneles y Trabajos libres

(Por orden alfabético del apellido del autor-a o del primer autor-a si son varios)

Alvarez, A. “​Estar impedido”: dimensiones de la inhibición y del cuerpo en


psicoanálisis

Arougueti, E., De Espirito, J., Valota, F​​. ​Síntoma y posición del analista. Un caso de
fobia a las gallinas de H. Deusch

Aveni, M.​​ ​La sexualidad del analista

Baldini, D., Lamas V. ​Locura, cuerpo y discurso

Baisplelt, I. ​Caerse de la escena (Panel)

Baur, V. ​Sexualidades prácticas y discursos (Panel)

Bedin P., Meske, V. ​ exo y opresión: reflexiones interdisciplinarias desde los


S
estudios de género y sexualidad

Blasco, F., Giles I., Miranda, N. ​1)​“Te desilusioné”. Amor de transferencia y


reelaboración en un caso clínico y 2) Sobre angustias, actuaciones y sexualidades.
Relatos clínicos

De la Vega, C. ​Fetichismo y masoquismo: ¿posición perversa o fantasma perverso?

Doña, G. ​¿​Culpable o inocente? Sobre la conciencia de culpabilidad del hombre


primitivo y el neurótico obsesivo

Esquivel, L. ​Cuerpo y escena: avatares de la configuración corporal (Panel)


Ferro, M. ​Síntoma​, ​Repetición y….familia. De la legalidad familiar a la legalidad de la
justicia

García Sánchez, C. ​Sexualidad femenina y estrago

Holball, P. ​1) El parricidio de Palth y 2) Los mitos del origen

Iglesias, L. ​Educación sexual para decidir: revisando prácticas y discursos.

Montenegro, G. ​Dificultades en el aprendizaje en la clínica con niños: entre el saber y


el conocimiento (Panel)

Palomo, P. ​ ¿Niños trans o en transformación?

Piazza, L. ​Algunas tibias reflexiones nocturnas

Piovano Gil, C. ​“Necesito darle de comer a mi hija como una madre”

Potts, M. ​“Me ama, no me ama”

Quiquinto M. ​Perversión: la sexualidad en sus versiones

Rangone, L. ​Comentarios sobre el llamado Caso M ¿masoquismo perverso o


suplencia psicótica?

Sullivan, E. ​Sexualidad y muerte: el límite de lo simbólico

Tarrero, M. ​Partener delirante

Vera, L. ​Sexo plural-Clínic@ singular, una política del quiasmo


Conferencia Mg. Arturo Frydman: ​“Te demando que rechaces lo que te
ofrezco porque no es eso”

Presentación a cargo de la Titular de la Cátedra Psicología Clínica Mg. Vanesa Baur

En el cierre de estas Jornadas los organizadores estamos muy contentos, con una
gran sensación de satisfacción ya que son las octavas jornadas y cada año han ido
creciendo. Creciendo en convocatoria y también en entusiasmo, en el intercambio que
se va produciendo en las Jornadas mismas. Es muy grato año a año reencontrarnos y
conocernos también, conocer rostros nuevos que se acercan, estudiantes de primer
año y de distintos años de la carrera, colegas de la ciudad, de diferentes instituciones.
Es muy grato poder generar este espacio y sentimos que realmente vale la pena el
trabajo que implica, efectivamente, llevar adelante las jornadas. Como dije en la
apertura, la facultad nos apoya, acompaña y sostiene durante estas Jornadas; pero el
trabajo del día a día lo hacemos el equipo de Cátedra, así que nuevamente les quiero
agradecer a mis colegas por comprometerse en esto. También aprovecho para
contarles que este año por primera vez nos estamos poniendo a trabajar en la
publicación en Actas de los trabajos, los paneles, la conferencia. Un comité editorial
conformado por colegas de la cátedra, ha tomado a su cargo la tarea de confeccionar
las normas, estandarizar los trabajos, de manera tal de que puedan ser publicados
científicamente y van a estar disponibles on - line estimamos que a fin de este año.
Quiero agradecer una vez más a todos la presencia, las ganas de venirse hasta acá un
sábado invernal marplatense, y muchas gracias por estar y por acompañarnos en
estas Jornadas. Los voy a dejar con el querido Arturo Frydman para escuchar su
Conferencia. Arturo fue hasta hace muy poquito Profesor Titular de la asignatura, y
tiene mucho que ver con que seamos como somos y como venimos trabajando, y tiene
mucho que ver también en la gestión de las Jornadas; fue su idea cuando
comenzamos en 2011 y siempre ha apoyado, como hace él, apoya dando libertad, y
eso es una de las cosas que, creo, más nos ha sostenido en el equipo de cátedra,
contar con el apoyo de un maestro. Así que los dejo con Arturo para que lo
escuchemos y disfrutemos.

(Aplausos)
Conferencia

Bueno, buenos días a todos, quiero agradecerles en principio a los que se han
acercado y están presentes y que han venido a escuchar, participar de estas
Jornadas. Quiero agradecer por supuesto a las autoridades, a la Sra. Decana de la
Facultad que ha apoyado este evento, y fundamentalmente, quiero agradecerles a la
comisión organizadora de las Jornadas, todas las compañeras, compañeros, amigos
de la Cátedra que me han invitado nuevamente a hablar, para mi es una satisfacción
doble, primero por la emoción de volver a estar acá, pero en segundo lugar que
después de tanto tiempo de trabajo crean que puedo decir algo que les llegue a
interesar a ustedes realmente es sorprendente, porque mi esposa lo que dice es que
siempre hablo de lo mismo (risas). He conseguido engañarlos y siempre para creer
que esta vuelta voy a decir algo diferente, seguramente que no lo va a ser.

Bueno empezamos con un título largo y para qué este título. Les quiero anticipar los
temas por los que vamos a estar deambulando, en principio ese título es una frase de
una clase del Seminario “…O Peor” de Lacan que Miller la extrajo para ponerle de
título de la clase, y los temas que nos vamos a posibilitar tratar son la cuestión de la
demanda, su articulación con la verdad y con la creencia, por lo tanto el poder de la
palabra, una nueva u otra aprehensión del Objeto a y sus correlatos a nivel de la
clínica en términos de discurso analítico y manejo de la transferencia. Es decir, que
estos son los ítems por los que vamos a ir pasando.

El marco en el que se introduce esta frase es en el marco en el que Lacan plantea


que esta frase: “Te demando que rechaces lo que te ofrezco porque no es eso” es el
paradigma de la carta de amor, es decir, es lo típico de la carta de amor pero además
lo verdadero de la carta de amor. Como siempre acostumbras de criticarnos de ser
antiguos, quiero decirles que las cartas de amor eran esas cartas largas que venían
por correo, pero una carta de amor puede ser un graffiti, una carta de amor puede ser
un SMS o un WhatsApp, así que cada una de ellas responde, según Lacan, a esta
estructura como carta de amor. El punto es como tal pensar en principio la función de
la palabra. Ustedes saben que la función de la palabra lo vemos desde la lingüística,
alcanza para definirlo con una determinada estructura que es la estructura del
lenguaje, una estructura del lenguaje conformado por ciertos conjuntos o estructura
fonológica más cierta estructura sintáctica y un individuo que hace uso de ese aparato
y toma la palabra. El psicoanálisis complejiza un poco esto para pensar la función de la
palabra y no es suficiente con una estructura del lenguaje sino que la interrogación es
cómo se articula ahí un sujeto. ¿Por qué cómo se articula un sujeto? porque ustedes
saben que cada vez que se hace uso de la palabra, inmediatamente emerge la
pregunta ¿qué es lo que me está diciendo?, ¿qué me quiere decir? y ahí aparece la
función subjetiva y la cuestión de la verdad y una cierta articulación con el goce. ¿Qué
queremos decir con una cierta articulación con el goce? que la palabra erotiza, la
palabra erotiza ustedes lo saben perfectamente el encanto de la conversación y lo
lindo que es conversar y “estuvimos conversando tres horas” y el chamuyo necesario
para levantarse a alguien, y todas esas cosas que entonces, función de la palabra para
el psicoanálisis articula una estructura, un sujeto, la cuestión de la verdad y una
función, que es una función de goce porque la palabra impacta de lleno en el cuerpo.

Es, a partir de esto, que la frase que nos convoca a estar planteada como
paradigma de la carta de amor. Ustedes dirían es medio raro presentar una carta de
amor, una propuesta, una carta de amor es una propuesta amorosa “Te pido que
rechaces lo que te ofrezco porque no es eso”, uno diría con eso no voy a ningún lugar
(risas). Bueno, tratemos de indagar un poco. Esta carta de amor, ustedes saben, que
le posibilita a Lacan a partir entre la homofonía entre amor y muro, armar una suerte
de neologismo que es la carta de amuro. Y la pregunta es ¿qué hace el muro metido
en medio del amor? ¿Por qué una carta para Lacan, una carta de amor, es una carta
de amuro? Precisamente por el tema de la relación con el Otro, hay una relación con el
Otro o el máximo de las relaciones a las cuales podemos aspirar es una relación a los
fantasmas que tenemos del Otro. Por lo tanto, no tenemos un genuino acceso al Otro
sino a los fantasmas que nos hacemos del Otro. Si esto es así, si la relación que
tenemos es con los fantasmas que nos hacemos del Otro, el amuro presentifica,
justamente, la imposibilidad de llegar al Otro. En ese muro ¿qué vamos a ver? vamos
a ver esos fantasmas, esas sombras, sombras de nuestro deseo que se proyectan
sobre ese muro, y hablar de imposibilidad en la relación con el Otro nos da una
pequeña pista de altillo que Lacan después va a decir, va a nombrar: “No hay relación
sexual”, porque hay relación con el muro que nos separa del Otro. Entonces, ayer
Vanesa en su exposición traía un poema que Lacan termina justamente planteando
entre el hombre y la mujer un muro. Por lo tanto, si entre el hombre y la mujer es un
muro, la carta que mandamos es una carta de amuro porque no llega al Otro
propiamente. Bien, el único acceso que tenemos al Otro, si hay un muro, es por vía del
lenguaje e imagínense si es por vía del lenguaje lo que tenemos son avatares del
lenguaje, tropiezos del lenguaje, es decir, que al único partener al que podemos
acceder es esa sombra que se proyecta en el muro, esa sobra del Otro. Sombra en la
cual Lacan va a poner ahí, esa sombra que está en el muro es el Objeto a. Bueno
entendemos por qué esa sombra es el Objeto a, pero esta idea de la sombra que se
proyecta en el muro nos hace acordar mucho a la caverna de Platón. Es decir, no es
un invento propiamente Lacaniano, sino que ustedes conocen esa construcción de
Platón, donde los hombres viven metidos en una caverna y lo único que conocen del
exterior son sombras que se proyectan desde afuera a través de la luz que penetra
desde la boca de la caverna y que se proyecta en el fondo, es decir, la única prensión
que tenemos es con esas representaciones de un exterior que desconocemos y que si
giramos para ver qué es lo que proyecta esa sombra, esa luz es tan deslumbrante que
nos impide ver qué es eso real, qué se proyecta como sombra en el fondo de la
caverna.

¿Qué encontramos, decíamos antes, en los muros? En los muros encontramos


graffiti, poemas, cuando digo muro basta que ustedes vayan al baño de cualquier lugar
y que entren en alguno de esos cubículos, se sienten y lean la pared, las puertas,
donde van a encontrar toda una gran exposición de graffiti de cualquier tipo o tenor.
Algunas serán cartas de amor, otras serán reflexiones filosóficas (risas) No se rían. He
entrado en un baño de una Facultad de Psicología donde decía: “¿has actuado de
acuerdo con tu deseo?” (Risas) Fíjense la escena en la cual uno sentado en ese
lugar, tiene que interrogarse a ver si ha actuado de acuerdo con su deseo. Así que no
crean que hoy los muros no dicen cosas, ustedes sacan la cuestión del muro
propiamente dicha, algunos son los muros de facebook, ¿no? Es decir, muros hay por
todos lados, sino piensen exclusivamente en las parejas.

Esta es la introducción para que pasemos a uno de los temas, que es el tema de la
demanda porque la frase empieza con “Te demando”, te pido, te demando. Una frase
extraña, una frase que nos provoca sorpresa, sorpresa porque es “Te demando que
me rechaces”, inclusive en la traducción en español dice “Te demando que ME
rechaces”. La experiencia psicoanalítica, nos presenta que uno de los efectos de la
asociación libre, siempre la frustración de tal manera que en las antiguas
producciones, la frustración era uno de los elementos necesarios que distinguía la
clínica. Frustración, agresión represión era un tempo de la clínica. ¿Por qué
frustración? frustración porque evidentemente aquel que habla espera algo, y aquello
que espera no lo obtiene, entonces necesariamente eso produce frustración. De ahí
que podemos recuperar, absolutamente, que el que habla espera, por lo tanto,
demandar es pedir, pero el ser hablante pide porque habla, pide porque pide, pide
cuando está pidiendo, pero cuando habla pide, parece que yo estoy hablando pero les
estoy pidiendo. Les estoy pidiendo que estén de acuerdo conmigo, que me escuchen,
que me respondan, que me interroguen, es decir, el que toma la palabra pide. El mero
hecho de hablar implica una demanda. Entonces, en términos de demanda se capta
fácil y perfectamente que esta demanda, es demanda de algo que implícitamente
podríamos definir pero que en cierta dispersión siempre es demanda de otra cosa y lo
ilustramos mil veces, justamente, con la demanda de los niños que quieren una cosa y
después otra y otra y otra, y esa demanda se dispersa, se infinitiza de tal manera que
Lacan termina diciendo que “toda demanda es en última instancia una demanda de
amor”, y esa dispersión de la demanda nos lleva a entender que efectivamente hay
una hiancia, una fractura, entre lo que se pide articulándolo y lo que se quiere.
Entonces, la demanda para el psicoanálisis termina siendo no lo que se pide, explícita
o implícitamente, sino esa fractura entre lo que se demanda y lo que se quiere. Eso
que se quiere, siempre está velado, justamente por esta infinitización, porque siempre
se pasa a otra cosa, eso que se quiere está velado, experiencia común, lo he
escuchado ayer en una de las mesas, unas colegas que hablaban de un paciente que
iba a cierto dispositivo y que decían “no entendemos para qué venía, porque seguía
viniendo y seguía viniendo y seguía viniendo, pero ¿para qué venía?”. Pero el mero
hecho de venir, o el mero hecho de hablar implica una demanda, pero quedaba
siempre velado el ¿qué quería este tipo en su concurrencia?

De esta manera Lacan en la “Dirección de la cura” dice que “en ese punto extremo
del más allá de lo explícito o lo implícito de la demanda, el sujeto llega a un punto
donde puede retroceder ante la sombra de la demanda”. La sombra de la demanda,
algo que se le presentifica ¿cuándo? En el silencio del analista, donde capta algo de
esa presencia. Hay algo de esa sombra que se hace ominosa y que lleva al paciente a
callar. Es decir, entonces tenemos una algo, un algo que puede ser explícito puede ser
implícito y más allá una sombra de la demanda. Hasta aquí tenemos la cuestión de lo
que podemos decir de la demanda pero, una pregunta que hay que hacerse
inmediatamente es: ¿por qué compulsivamente o imperativamente respondemos a la
demanda? Habrán advertido lo difícil que es sustraerse a que alguien le diga “ah che
quería…”, inmediatamente, ¿no? Dejar de atender el teléfono, el celular es
maravilloso, uno dice ¿por qué la gente no puede parar de atender el teléfono?, son
demandas lo que llegan permanentemente, son demandas y tengo que responder en
cualquier lugar, en cualquier situación. Creo que en la Jornada pasada estuvimos
hablando de ¿qué pasa con los pacientes que atienden el teléfono en medio de una
entrevista?, ¿qué pasa con los alumnos que están whatsappeando en el medio de la
clase?, ¿qué pasa en las reuniones de Cátedra donde cada quien whatsappea?
Quiere decir responde a demandas del Otro. ¿Qué tiene esa demanda de imperativo
que nos impulsa a responder?, y ahí es donde viene cuál es el poder de la palabra,
cuál es el poder de la demanda que hace tan difícil que uno se pueda sustraer a eso.
Entonces pasamos a otro punto, que es el punto de la demanda a la verdad.

¿Dónde reside el poder de la demanda?, en tanto la demanda esté articulada,


este explícita, este dicha, no podemos suponer que este en otro lugar que en la
palabra misma porque no hay otra cosa que palabras. Palabras, una voz, el ring del
celular que suena en ese momento en que es imperativo responder. Entonces,
tenemos una palabra que convoca pulsionalmente al Otro, pero no solamente la
palabra convoca pulsionalmente al Otro, sino que lo hace existir al Otro. En este
momento donde yo estoy acá y de repente el celular llama, da lugar a la existencia y
la aparición del Otro, y si la palabra de ese Otro lo llega, lo secuestra, verdaderamente
se trata de un punto de secuestro. Cuando escribí la palabra secuestro, cómo la
palabra lo secuestra, me acorde que es exactamente la matriz con la cual operan los
secuestradores virtuales. Una atiende el teléfono y dice “Mamá!!!”; “Si hijo qué te
pasa”; “estoy acá secuestrado”. Bueno, todo el operativo. He escuchado cosas
disparatadas, un hombre que entregó plata porque su hijo que vive en Canadá estaba
secuestrado en Canadá. Escuchó “Papá” y era su hijo que estaba en Canadá, pero
cómo boludo ¿no te diste cuenta?, “no, no era mi hijo, era la voz de mi hijo que me
convocaba”. Es decir, la dimensión del secuestro es tal que efectivamente es imposible
no apagar... La gente vive con el teléfono prendido, y lo atiende a cualquier hora,
duerme con el teléfono prendido. Entonces, se exponen a ese lugar del Otro, pero son
permanentemente secuestrados por esa demanda del Otro. Un analizante llama por
teléfono a una amiga después de mucho tiempo, y después se queda reflexionando y
dice “qué derecho tenía yo en meterme en la vida de ella, ella estaba lo más bien y yo
la llamo , “hola que tal, cómo te va, qué haces, ella estaba en su… ¿qué derecho
tengo yo en meterme en la vida del otro?” Efectivamente, cuando uno se mete,
introduce, produce, perfora, destruye, en ese punto de la llamada “la vida del otro”.
Esta llamada del Otro, este poder, hace emerger un efecto, no solamente que
secuestra, sino que por suerte hace emerger un efecto que nosotros llamamos efecto
sujeto, efecto sujeto que cuestiona, que interroga, que pone en duda la palabra del
Otro, a través de qué, a través de una fórmula que conocemos que es ese “qué me
quiere, me llamo pero qué me quiere, qué me quiere decir, qué quiere de mí.” Es la
única respuesta que tenemos ese secuestro, es decir, esta pregunta y una respuesta
fantasmática hacia ese enigma de qué quiere el Otro. Entonces, ya tenemos un
movimiento que va del secuestro del ser hablante por la palabra del Otro y un
entramado posible, fantasmático a construir como defensa ante esa llamada del Otro.

Para entender esto tenemos que recurrir, o Lacan recurre a desarrollos que
vienen desde la lingüística. La diferencia entre el plano del enunciado y el plano de la
enunciación, es decir, aquello que se sitúa a niveles diferentes. De tal manera que,
mientras en un plano, en el plano del enunciado uno puede aseverar el “yo miento”.
Una mamá dirá ¿qué te pasa hijo?, ¿no? Es decir yo miento, hay otro plano de la
enunciación que a eso le da una veracidad absoluta. Es en esta articulación entre la
mentira y la verdad donde Lacan ubica una posición en la cual siempre creemos que
es la del engaño, un inconciente que engaña, pero ¿por qué engaña? Es un engaño
estructural, es un engaño que resulta justamente de esta división entre lo que a nivel
de un plano, que es el plano del enunciado, no coincide, no se superpone con un plano
inconciente de la enunciación. Entonces, más allá de la paradoja que resultaría, que
conocen esas historias, esas paradojas y estudios de las paradojas griegas, la
paradoja del mentiroso. Es una paradoja decir “yo miento”, si yo digo “yo miento” se
dan cuenta que ustedes no pueden resolver si estoy diciendo la verdad, o, “qué tipo
honesto esta diciendo la verdad” o ,si justamente, estoy diciendo “yo miento” porque
todo lo que les dije es un verso, es una mentira, entonces decir yo miento ya configura
en sí una estructura paradojal, porque ese yo miento a lo mejor estaba más que el
enunciado que responde a un deseo inconciente de “yo te deseo engañar”. Es decir,
inconcientemente la lectura, la inscripción, la enunciación de un deseo: “yo te deseo
engañar”. De tal manera que, y esto es absolutamente clínico, “cuando vos pienses
que es verdad lo que te digo te estoy mintiendo, y cuando pienses que te estoy
mintiendo puede ser verdadero”.

Ayer escuchaba en una mesa esta cuestión de la dimensión del engaño en


términos de un hombre que planteaba algo y que la sorpresa fue de los practicantes
que atendían que pudieron verificar que eso que decía era verdadero. Era más
verdadero porque sucedía en el exterior, cuando en realidad lo que la pregunta
respecto del engaño es por qué sostenía esa posición, parece haberse revelado el
misterio en el punto donde en el exterior encontraron esa referencia de que eso era así
como este hombre decía. Entonces, cuando estamos escuchando un paciente,
estamos en este punto precisamente, ahí donde se planta siempre la cuestión de la
verdad, una posición que Lacan plantea como un inconciente que engaña pero en
estos términos: engaña en términos que eso que pensamos como mentira puede ser
una verdad pero eso que pensamos como verdad podría ser una mentira. Y llegar a
creer que en el inconciente pueda inscribirse algo de esa paradoja del mentiroso lo
que quiere decir es que no se puede afirmar que te estoy mintiendo, pero tampoco se
puede afirmar que te estoy diciendo la verdad. Y si se trata de demandas, fíjense que
a uno se le presenta esto.

Claramente, la dimensión de la demanda se presenta en este marco de la


cuestión de la verdad. ¿Qué implica la cuestión de la verdad? Que hay un elemento
que descompleta todo enunciado, de tal modo que ese punto de “des-
completamiento” hace que haya, nos lleve a interrogar permanentemente respecto de
la dimensión de la verdad de lo que se enuncia. Todos los enunciados son engañosos.
Ejemplo paradigmático de esto, de nuestra clínica, es el Caso llamado “La joven
homosexual”: Una paciente que soñaba que supuestamente iba a tener una vida
heterosexual con esposo, hijitos, etc., ese sueño era tomado por Freud como mentira,
y por lo tanto, desde esa lectura llegó a la interrupción del tratamiento porque le
mentía. Pero ¿es posible un enunciado que no sea mentiroso? Y a eso va la frase esta
que titula esta conversación. De modo tal, que si un paciente dijera “yo miento” y uno
le respondiera “tu dices la verdad en tanto deseante, porque tu lo que deseas”,
tendríamos la ilustración perfecta de esa construcción de Lacan que diría que el
analizante recibe del receptor su propio mensaje en forma invertida. Eso no quiero
decir de que sirviera de nada, ustedes saben, que decirle “tu dices la verdad”.
Entonces, lo que tenemos que entender que todo enunciado es engañoso pero al
mismo tiempo todo enunciado se enuncia en un marco de la verdad porque no hay
ningún enunciado que no se plantee como verdadero. Es decir, ustedes no estarían
acá sentados “no este tipo es un versero”. En algún lugar, vamos a ver si podemos
decir algo de la creencia, están sostenidos en que hay algo verdadero en ese decir.
¿Qué es este tema tan remanido de la post-verdad muchachos? Es que creemos en la
post-verdad como si fuera una verdad. ¿Qué post-verdad? no hay ninguna. Eso que se
dice está sostenido en una estructura de verdad, entonces yo te digo “todo esta bien”,
“uh todo está bien, que bueno, fenómeno” “eh, pero eso es la post- verdad”. Pero lo
cierto es que ganamos elecciones por la post verdad. Entonces, cómo es que la post-
verdad…La gente no es boluda. Pero hay algo estructural y es que todo lo que se dice
está planteado en un “yo digo la verdad”, y ese yo digo la verdad tiene un peso tal que
tenemos que poder diferenciar. Lo que se plantea en el nivel donde se podría
discriminar lo verdadero de lo falso, este enunciado es verdadero, este enunciado es
falso en términos de adecuación, pero más allá de este nivel donde por adecuación
uno podría decir es verdadero o es falso, más allá, el mismo enunciado está basado
en una estructura de verdad, en tanto enunciado algo de la verdad lo sostiene. Lo que
no quiere decir que sea verdadero. Es la verdad lo que lo sostiene pero puede no ser
verdadero, es decir, que hay otra verdad, una verdad que se interna al decir. Por eso,
es que cuando alguien nos habla “disculpe señor”, uno se da vuelta, ¿por qué uno se
da vuelta? “Disculpe señor”, ¿qué es eso?. Uno podría decir es el objeto que te
convoca, si pero también hay algo en ese “disculpe señor”, porque si fuera enunciado
de otra manera tal vez uno seguiría de largo.

De tal modo que, ustedes saben el trabajo Freudiano que, el trabajo que Freud
hace respecto de la formulación el paciente, la negación que dice “no es mi madre”.
Entonces, Freud dice que ese es el modo de decir el deseo, decir por vía de la
negación, enunciar un deseo que no sería enunciable si no es por vía de la negación,
pero al decir “no es mi madre”, estoy diciendo “si! es mi madre”. Esto es lo que nos
verifica que hay algo donde “no es mi madre”, y “es su madre”, están sostenidos en
esta verdad interna al decir, y que es un punto fundamental en la interpretación del
psicoanalista. Tan fundamental que, los post freudianos, advirtieron, lo menciona
Lacan en “La dirección de la cura” que una interpretación inexacta puede producir
efectos de verdad. No podría ser posible en términos lógicos que una interpretación
inexacta produciera efectos de verdad si no tuviéramos esta estructura de una verdad
interna al decir y que más allá de lo que se dice, hay algo que puede ser verdadero y
tener hasta una eficacia analítica. Y es esta verdad, más allá de lo verdadero y lo falso,
lo que da lugar a toda la doctrina Freudiana. No habría doctrina freudiana sino
estuviera basada en esta concepción de verdad. “Decí lo que quieras, porque digas lo
que digas vas a decir la verdad. Asocia libremente, decí cualquier cosa
incongruente…” El mismo anunciado de la asociación libre está sostenida en este
precepto: “digas lo que digas hay una verdad en juego”.

Entonces, fuimos de la dimensión de la demanda a la verdad y ahora tenemos


que tratar de esta cuestión de la verdad, qué articulación tiene con la creencia. Por qué
creemos en la demanda, “¿me das un vaso de agua?; “¡si espera Arturo!”. ¿Por qué
creemos, y respondemos y nos arrojamos? Entonces, primer cuestión en relación a la
creencia que la creencia es lo que nos permite determinar lo que es, creemos en lo
que es.

Será muy antiguo, sabemos que paso el pasó el camino Descartes, ¿qué fue lo
que hizo Descartes?, Descartes hizo un trabajo, justamente, de debatir con las
creencias que lo llevaban a creer lo que es. Es decir, a romper todas esas creencias, a
poner en dudas todas esas creencias, que en relación a lo que es, en términos de lo
perceptual; en términos de lo aprendido; de los saberes de la época, todo eso que es
lo incorporamos por qué, por una cuestión de creencias. Y la operación cartesiana fue
“pongo en duda todas mis creencias respecto de lo que es, dudo”, duda metódica,
¿para qué? para alcanzar una certeza, certeza de lo que es, y a la única certeza de
que pudo arribar es que hay un sujeto que lo llamó cogito. En tal sentido, Lacan hace
una operación de asimilar ese trabajo cartesiano con lo que es el psicoanálisis.
También, una operación de ir fracturando creencias para llegar a lo que es más allá de
la creencia. Pero entonces, ¿qué es lo que hace la creencia si la creencia es lo que
nos permite relacionar la cosa, sea cosa, objeto, saber, Dios lo que sea, a la mente?
digamos. La creencia afirma el Otro: Otro cosa, Otro como Dios, Otro como saber.
Escuchamos permanentemente el campo que nosotros trabajamos, el campo del
psicoanálisis, hay gente que dice “no, pero yo no creo en el psicoanálisis”, es decir,
que el psicoanálisis mismo puede ser un objeto de creencia o no y tal vez estemos
todos acá reunidos, simplemente por una cuestión de creencia, ¿no? Cuando creemos
que tenemos un corpus conceptual que tiene su valor y a lo mejor lo único que nos
reúne es una creencia, y que es lo mismos estar acá que en la iglesia universal (risas)
y honramos a nuestro padre y después pasaremos la gorra para que…

Creer en el Otro, es creer en la palabra voluntad del Otro. No es casual hablar


de la Iglesia, porque la creencia es justamente el sostén fundamental de la Iglesia.
Creemos en la palabra voluntad, en Otro que existe, o que al menos hacemos existir
con nuestra creencia. Si se trata, entonces, de la relación el sujeto con Otro a través
de este elemento que es la creencia, la demanda del sujeto esta dirigido a Otro, al que
hace existir, pero no solamente lo hace existir, hay que seducirlo a ese Otro, para que
ese Otro nos devuelva su amor. Operación de seducción de la vida cotidiana. La
operación de seducción con Dios, ¿qué es el sacrificio? Voy a la iglesia, voy a cumplir
todo, me voy a sacrificar a los fines de que el Otro me demuestre su amor. Entonces,
ya hay un poder que le adjudicamos al Otro, lo hacemos existir pero en definitiva lo
que pretendemos es seducirlo para que nos brinde su amor. Vayan llevándolo a esto a
la demanda en análisis, no se trata de otra cosa para el paciente que cómo seducir al
Otro para que el Otro le de su amor. Es decir, que por este lugar de la demanda, la
creencia en el Otro, el sacrifico que hay que hacer para hacer existir al Otro es por
este lado que ingresan todos los juegos del amor. Entonces, la palabra es indisociable
de un Otro al que hay que seducir para que nos demuestre y nos devuelva su amor.

El Otro puede estar en Internet, y uno permanentemente escribe en Instagram


o en Facebook, ¿para qué? para contar cuántos likes recibí (risas) “¿No sabes cuantos
like me mandaron?, ¿no sabes cuántos seguidores?, ¿no sabes a partir de que puse
esa nota cómo me aumentaron los seguidores?”. ¿Qué otra función tiene esto si no
una palabra dirigida al Otro para seducirlo, para que él Otro me devuelva su amor a
través de sus like? “I like” (risas). No se rían, hemos comentado con las colegas de las
cátedra ese episodio maravilloso de “Black Mirror” donde toda la sociedad esta
articulada a través de la tecnología para recibir likes del Otro, puntajes del Otro y
estamos en la puerta de eso.

“Bueno Arturo todo muy bien, pero nos convocaste por una frase que dice que
“Te pido, te demando que me rechaces lo que te ofrezco porque no es eso” y hasta
ahora no nos hablaste de eso, estuviste dando vueltas”, entonces les tengo que decir
algo de esto. Hay en estará formula una nueva concepción, una vuelta si ustedes
quieren, como solemos decir, de la concepción de la demanda. En términos ya no
binarios, todos nos acordamos de una frase, tal vez porque hacia a nuestra inserción
profesional y así teníamos o no teníamos pacientes, que Lacan decía en “La dirección
de la cura” con la oferta y generado demanda, y uno ofrece, hace cartelitos, pone una
chapita en el consultorio y no viene nadie, no, no alcanza que la oferta genere
demanda. Como por suerte en el 50 y pico creemos que paso de moda, no, no paso
de moda, esa es la concepción binaria de la demanda: “te oferto -me demandas”, “mira
qué lindas manzanas tengo”, “¿me las compras?” “¡Ah si!, qué buenas que están tus
manzanas”, en si es la concepción binaria. Ahora, vamos a pasar si ustedes quieren a
una concepción trinitaria de la demanda. Que es crucial para captar la demanda en
psicoanálisis por lo que hemos venido hablando, pero también crucial como crítica de
la comunicación que ustedes saben que se plantea entre dos términos: un emisor, un
receptor y un mensaje que va y viene, y que los lugares van cambiando. Esta
demanda esta armada a partir de tres verbos (escribe en el pizarrón).

Fíjense que lo trinitario de esta demanda no es simplemente oferta - demanda,


sino que entra un elemento más que es el rechazo. Y la operación de Lacan es
verificar como estos tres verbos se van trenzando entre si y que es necesario verificar
su anudamiento para comprobar su eficacia o no. No es casual que se vayan
armando, se vayan trenzando, porque justamente en este momento donde se
encuentran con una conocida, colega, y él lo dice en el Seminario que lo invita a cenar,
con la cual se va a cenar y la chica saca de la cartera un nudo borromeo, y Lacan
queda enamorado… del nudo borromeo. ¡Pobre! Tal vez ella creía que…Es decir, que
la historia de los nudos aparece exactamente en este punto. Porque entonces dice se
pueden trenzar por qué no los verbos, también son trenzables. Y se ubica esta
demanda, en lo que podríamos llamar el “cénit” de la demanda de amor. Porque la
demanda de amor es una demanda de engaño: “no sabes lo que yo tengo para darte,
nena”. Pero yo sé que es una mentira, y sería una mentira que vos aceptes esta
mentira. Entonces, qué más amoroso que decir “No te creas esto que te ofrezco; tenes
que rechazarlo, porque no es eso”. En ese punto, podemos decir, es el “cénit” de lo
amoroso, no engañar al objeto amado: “No te voy a hacer ningún verso; te voy a decir
que todo eso, no es”.

Primera cuestión: su formulación en francés, no la podemos captar en el


español. En “Yo te demando que rechaces lo que te ofrezco porque no es eso”, la
función de enunciador se pierde, se extravía; está formulado de tal modo que no es
importante quién lo diga. No es importante que sea un “yo”, aunque vamos a ver que
hay un lugar para un “yo” y para un “tú”, porque se trata de una articulación entre “yo” y
“tú”. Pero en su modo de enunciado, el enunciador no es relevante; ni siquiera, es
relevante ubicar un sujeto del enunciado. ¿Quién lo dice eso?; eso no importa, es
propio de la estructura de la demanda. ¿Qué es propio de la estructura de la
demanda? Que la rechace, porque eso que se ofrece no es. Entonces, no lo piensen
en términos de una voluntad de engaño o una voluntad de desengaño. Es propio y
estructural de la demanda misma.

Esto de lo binario y lo trinitario, no solamente corresponde a aquel lugar de dos


verbos (“demandar”, “ofertar”); hay un tercer verbo que rechaza. Estos tres verbos (y
Lacan va a decir que esto es fundamental, es una diferencia esencial) son verbos que
él llama ternarios, a diferencia de los verbos binarios. Hay verbos binarios y verbos
ternarios. Nosotros lo estudiábamos en el colegio primario, cuando yo era chico, como
transitivos e intransitivos.

El verbo binario es el verbo en el cual hay un sujeto y un verbo, que el verbo


mismo recae como acción. Digamos como ejemplo, “Te amo”. En ese “Te amo”, el
acto de amar, objetaliza al otro. Somos muy prejuiciosos y creemos que poner en lugar
de objeto al otro, es hacerle no se qué porquería, pero morimos porque alguien nos
diga “Te amo”. Y cuando nos dicen “Te amo”, nos están poniendo en el lugar de
objeto. “¿A quién?” “Te amo a vos” “¿Y quién soy yo?”, “Ehh… Te amo, no puedo
decirte otra cosa que te amo”. Fijense que es incómodo decir “Te amo a ti”, esto ya
haría del “Te amo” un verbo ternario, que separa el objeto de la acción. Es “Te amo a
ti” en tanto objeto. En cambio, el “Te amo” es acción, recae directamente sobre el
objeto.

Ustedes sabrán lo que sucede cuando el “Te amo” queda en términos binarios.
Es decir, todas esas incertidumbres. Lacan lo formula, en el Seminario 11, cuando dice
que amo en ti más que a ti, por eso te mutilo. Porque si te amo a vos como objeto,
amo algo que no es a ti. Amo un objeto por eso te mutilo, en el sentido que hago de
vos un objeto. Esa frase del Seminario 11 “Amo en ti algo más que a ti, por eso te
mutilo” es esa concepción del amor en términos binarios.

Hay una parte del diálogo amoroso (que no sé qué actualidad tiene, pero en mi
época tenía su actualidad) que es: “Decime que me amas”, “Te amo”, “¿Pero por qué
me amas?”, “Te amo por esto, por aquello”. Y del otro recibía una profunda ofensa: “Yo
quería que me digas que me amas por mí, por todo”. No se sabe qué es ese todo, pero
denuncia perfectamente que este amor recorta al otro en pedacitos y que objetaliza
necesariamente.

¿Qué quiere decir que “Te amo” objetaliza? Quiere decir que toma al otro como
objeto de los objetos pulsionales. Fíjense que todos los verbos que corresponderían a
las pulsiones aisladas por Lacan son binarios: “Te chupo”, “Te como”, “Te cago”, “Te
oigo”, “Te veo”. Son todos verbos binarios. Y si nos acordamos de Freud y las
pulsiones y sus destinos, él habla de la pulsión sadomasoquista, y de repente habla
del amor. Es sorprendente como mete al amor en la pulsión y sus destinos. Pero es
que justamente en términos pulsionales, la pulsión (cuando se dice, cuando se articula
verbalmente) es binaria.

“Te amo” es un verbo binario, y quiere decir que te objetalizo, y quiere decir que
el amor está reducido a lo pulsional. En cambio, “Te amo a ti” implica ya un
reconocimiento del otro y un más allá del objeto. “Es a vos a quién te amo”. Doy un
caricia y es lo mismo, ¿dónde recae? El objeto recae sobre la caricia misma.
Entonces, lo binario es que el otro es reducido exactamente a la acción del verbo. En
cambio, en el ternario, hay una separación entre la acción del verbo y el objeto.

Entonces, tenemos que estas partículas de nuestro lenguaje que se llaman


verbos, tienen ese poder. Es interesante pensarlo, porque hablamos muchas veces de
acto, acto analítico, pasaje al acto, acting out; y no estudiamos demasiado los verbos,
porque si hay acto, las partículas del lenguaje que nombran y mencionan los actos son
los verbos. ¿Y qué es lo que hace un verbo? Un verbo articula un sujeto, un otro a
quien se dirige la acción, y un objeto. ¿Cuál es ese objeto? Entonces, vayamos a
nuestros verbos.

Ahí dice “Te demando”, en español esto refiere a un yo demando. Pero si en


vez de eso, hubiera puesto “demandar”, las preguntas que tendríamos que hacernos
necesariamente es “¿Quién demanda?” y “Qué es lo que demanda?” Entonces, como
ternario, todo verbo anuda; en este caso, el que demanda a aquél a quien le demanda
y qué cosa se le demanda. Y en este caso “Te demando”; ¿qué cosa? “Te demando
que rechaces”. De vuelta, tenemos un ternario; un ternario que, nos tenemos que
preguntar por el rechazo, a quién se le dirige el rechazo y qué es lo rechazado. Lo
vamos a ver más adelante, pero fíjense que un motivo de inhibición muy fuerte de
alguien para no poder hacer algo es que se va a sentir rechazado. Es decir, “yo voy a
ser el rechazado”. Se colocan en el lugar del rechazado, cuando la demanda es que
rechaces. ¿Qué cosa? No sabemos.

En este caso, es que rechaces. No es que me rechaces a mí, no es que te


demando que me rechaces a mí. Porque me estas reconociendo, si decís “te demando
que rechaces”. ¿Qué cosa? Y aquí la cosa es, lo que te ofrezco. “Te demando que
rechaces lo que te ofrezco”. Y de vuelta embutimos un tercer verbo, también ternario,
donde la pregunta de “¿Quién es el que ofrece?”, “¿A quién se le ofrece?” y “¿Qué es
lo ofrecido?” es, digamos, lo que conforma la estructura de este verbo ternario y…
¿Qué cosa es lo que te ofrezco? Y la respuesta es: “No es eso”.

Repasemos: “Te pido”, “¿Qué cosa?”, “Que rechaces”, “¿Qué cosa?”, “Lo que
te ofrezco”, “¿Qué cosa?”, “No es eso”. Este repaso, ¿adónde nos lleva? Nos lleva a
algo que Lacan va a decir, que en ese no es eso, podemos atisbar al objeto a. Es
decir, que no es que esta secuencia nos lleva a cómo surge el sentido, sino cómo
surge un objeto. Un objeto que él va a llamar objeto a. Entonces, no es el sentido de la
demanda, sino cómo en un modo particular de articulación de la demanda, emerge un
objeto. Capítulo siguiente, el objeto a. Vamos a animarnos a decir algo del objeto a.

La frase ésta empezó como un pedido, se hace tres veces alusión a un


referente. “¿Qué cosa?”, “Te demando”, “¿Qué cosa?”, “Te ofrezco”, “¿Qué cosa?”,
“Rechazar”. Ese referente siempre queda en suspenso, porque ahí donde debería
aparecer el referente del “Te demando”, me aparece un verbo. Cuando me tendría que
aparecer el referente del “Te rechazo”, me vuelve a aparecer un verbo; y cuando
debería aparecer el referente del “Te ofrezco”, “No es eso”. Así que, fíjense cómo en
esta operación el referente, referente en el sentido de qué cosa, es inhibido todo el
tiempo. Es decir, que si para Lacan éste es un ejemplo de la emergencia del objeto a,
podríamos decir claramente que ese objeto a, que no sabemos lo que es, no emerge a
partir de la manifestación de una demanda y lo que se demanda. Ni siquiera a partir de
la manifestación del rechazo a esa demanda. Es el juego de este objeto circulando en
esos tres verbos y esta dialéctica en estos tres verbos.

Notemos que si desaparecería uno de los verbos, ya se nos extraviaría esta


noción, esta aprehensión de un objeto. Uno podría decir “¿Qué es el objeto?” Mirá, no
sé qué es, pero si me demandan algo, y me demandan que rechace aquello que me
ofrece y, además, no es eso; por ahí, anda algo que podemos llamar o que se trata de
un eso. ¿Pero, y qué es ese eso? No lo puedo decir.

Entonces, es un objeto que no está en la demanda, no está en el rechazo de la


demanda; está en lo que te ofrezco, en la medida que lo rechaces, porque no es eso.
Entonces, tenemos un nudo; Lacan lo llama “un nudo de sentido”. Y en un nudo de
sentido, surge un objeto. Fíjense que tenemos una nueva concepción, una nueva
aprehensión del objeto a. No es una parte del cuerpo pulsional, cedido al campo del
Otro. No es algo real, sino que es lo que surge en un nudo de sentido. Y este objeto
surge sin sentido, pero no hay palabra que lo alcance. Es decir, surge, él no tiene
sentido, no hay palabra que lo alcance, no se puede decir nada de él, ¿por qué?
Porque no es eso. Ahora, la nada que hablábamos antes la hago surgir en un circuito
de la demanda y la articulación de una demanda.

Hagamos un triángulo que, por un lado, nos articula los tres verbos, pero por el
otro lado, las líneas punteadas que van por adentro, que llegan a las líneas que unen a
las aristas, marcan cierto corte, cierta imposibilidad. Ven que necesitamos los tres para
anudar, pero cada uno de ellos opera como imposibilitando la relación de los otros dos
como binarios. Eso es lo que implican esas líneas binarias que van hacia la arista
opuesta y la cortan. ¿Qué quiere decir esta representación? Cada uno de ellos impide
que los otros dos operen como una díada. El rechazo opera la díada de la oferta y la
demanda. “Señora, ¿me compra esta manzana?” “No, no quiero, tengo manzanas”. No
hay oferta y demanda.

La oferta impide la relación entre la demanda y el rechazo. Es decir, ¿qué


relación podría haber entre demanda y rechazo, si no hubiera oferta? Y por otro lado,
la demanda misma secuestrando, sacando, quitando la demanda, ¿qué sentido tendría
que haya una relación entre oferta y rechazo? ¿Qué vas a rechazar sino te demando
nada? Entonces, fíjense como es necesaria la articulación de los tres. Cada uno de
ellos hace de obstáculo y de imposible para que funcione de a dos.

¿Qué es, en esta concepción, el objeto a? En esta concepción, el objeto a es el


producto de un cierto número de relaciones, que no tiene una entidad por sí. “No es
eso”, no tiene una entidad. Ya había sido planteado el objeto a como el resultado de
alguna operación, como por ejemplo, a nivel de los discursos. En el discurso del amo,
el objeto a estaba en el lugar del producto, en articulación de un agente y un otro; en el
discurso del amo, lo que se produce es objeto a, objeto de la plusvalía. Pero aquí, es
el resultado de un nudo, de un nudo de sentido, de tal modo que si pudiéramos
desanudar este nudo, desaparece el resultado. Lacan hace el juego y dice que lo
planteemos al revés: “Si sé que no es eso, lo que te ofrezco; entonces, no es eso lo
que podés rechazar”. “Y si no es eso lo que podés rechazar, tampoco es eso lo que te
demando.”

Es decir, que desarmamos todo el circuito como si fuera uno de esos tejidos
que uno empieza a tejer y tira del piolín, empezando a desarmarse. Lacan empieza a
desarmar y dice que si quiero empezar al revés, si quiero capturar el “no es eso”, se
me desarma todo como ese piolín, que al estirar desarma toda una construcción.

Entonces, la cuestión no es saber qué es lo que ocurre, aprehender, captar ese


“no es eso” en su sustancia o característica. Lo que es ese “no es eso” está a nivel de
los tres niveles verbales. Sino que la cuestión es darnos cuenta que al desanudar cada
una de estas verdades, se pierde ese efecto de sentido que llamamos objeto a. De ahí
entonces, viene lo que todo esto podría ser aplicado a una clínica, a una
psicopatología de la vida cotidiana.

Cómo esta aprehensión del objeto a como un “no es eso”, nos permite entender
cómo en el discurso universitario, en el lugar del agente, está el objeto a. ¿Por qué?
Porque el objeto a, según esta caracterización, implica ese efecto de rechazo de un
“no es eso”. Es decir, que el semblante que hace el analista es semblante de “no es
eso”. “¿De qué me estás hablando?” “No es eso”. En el seminario 17, dice el objeto a
es efecto de rechazo, efecto de rechazo del discurso. ¿Qué es efecto del rechazo del
discurso? Fíjense lo tenemos en esta fórmula: “Te demando que rechaces lo que te
ofrezco porque no es eso”. Y creo que en el seminario 11, Lacan había lanzado un
comentario respecto que el problema del paciente, es que el analista se deje engañar.
Es decir, el analista en vez el lugar del objeto a, es el lugar del que está en esta
posición de “no es eso”, efecto de rechazo.

Pero además, ¿de dónde viene el principio de abstinencia? ¿Qué la demanda


de amor del paciente y bla, bla, bla, y todas las fantasías de revolcón? No, Freud lo
dice claramente, abstinencia simplemente, porque “no es eso”. Porque sos un
subrogado, porque no es eso lo que te están demandando. Entonces, ese lugar del
psicoanalista, haciendo semblante del objeto a, es encarnar este lugar del que
entiende que el objeto a es un nudo de sentido, que culmina en un anudamiento de
términos, donde finalmente se trata de “no es eso”.

Después, cada uno de ustedes, lo pensará en su vida cotidiana, con sus


partenaires y cómo pueden jugar una partida con ese “no es eso” que el otro demanda
y ustedes le demandan al otro. Nada más, de mi parte.

(Aplausos).

Voy a decir algo más que se me ocurrió. El analista también es un creyente. Si


hubieran leído literalmente esta frase, no tendrían que haber venido; porque les estaba
proponiendo hablar de algo que no era. Entonces, ¿para qué iba a venir? Me quedo en
casa, en cama viendo Netflix. Fíjense lo difícil que es substraerse del poder de la
demanda; uno cree en la demanda, hay algo que atrapa. Bueno, tienen ustedes la
palabra, si quieren conversar, si quieren objetar.

Auditorio: Cuando hablabas sobre si uno engaña o dice la verdad, pensaba


que uno es esclavo de decir la verdad, tanto como es esclavo de decir la mentira; de
ambas cosas a la vez, lo cual es paradójico.

A.F.: ​Sí, sí. Estamos esclavizados. Pero justamente el discurso del analista
plantea cómo uno poder, desde la famosa posición del analista, tomar un lugar
excéntrico de esta esclavitud para producir algo diferente que es la repetición de los
distintos modos de relación del lenguaje que son relaciones de demanda como
decíamos ayer. Cada uno de los discursos aislados por Lacan plantean una relación
de asimetría, pero una relación de dominancia, entre el agente y el Otro. Y por lo tanto,
un relación de demanda: del amo al esclavo, del profesor al alumno, del síntoma al
querer ocuparse del síntoma. Cada uno de los discursos, tiene inscripta una demanda.
Y en términos de funcionamiento del lazo social de ese discurso, es necesario que
ambos participen y jueguen ese juego de la demanda. Es interesante que el discurso
analítico plantee que su final es la desaparición de la transferencia, la caída de la
transferencia. Es decir, que la demanda caduca.

Auditorio: Estaba pensando en el objeto a y en la fuga de sentido. Hay algo


del sentido que siempre se escapa. Lo digo para pensar la diferencia entre religión y
psicoanálisis. Lacan dice que el sentido es siempre religioso; y me parece que, lo que
nos diferenciaría de la religión, es precisamente ubicar este punto de fuga de sentido.
¿Cómo lo pensás?

A.F.: ​¿Qué puedo decir? Acá es un nudo de sentido, porque justamente es el


sentido de cada uno de estos verbos, en su acción como tal y en su anudamiento. No
es una fuga. Es un término de Lacan, es un nudo de sentido que produce objeto. No
en la caída o la pérdida del sentido, sino en ese anudamiento de sentido. Es lo que
hace que, en última instancia, el síntoma de uno se ligue, se anude, al síntoma del
otro.

Auditorio: ​Me parecía haber entendido el planteo del nudo y que lo que no se
puede atrapar es el referente, ¿no es cierto? En ese sentido, la fuga de sentido es una
manera de nombrar el objeto a, como algo del sentido que nunca se atrapa. Es una
expresión de Miller, nombra al objeto a de esa manera. Pensaba en esto que somos
creyentes, creemos en el Otro, entonces, ¿qué nos separa de la religión? Lacan
también dice que el sentido es siempre religioso; lo dice en “La tercera”. Me parece
que la diferencia entre el psicoanálisis y la religión, es que justamente hay un elemento
del sentido que se pierde, que es el objeto a. No sé si se entiende el planteo.

A.F.: Sí, lo entiendo. Seguramente esto que planteas responde al lugar desde
dónde lees al objeto a. Por eso decía que esta concepción de Lacan del objeto a
responde a un determinado momento, y no responde como pérdida; pérdida en ese
punto donde se va perdiendo metonímicamente y nunca se alcanza. Lo plantea en un
punto donde se atrapa. ¿Pero cómo se atrapa? Se atrapa como nudo de sentido, pero
sin tener una esencia, un cuerpo en sí. Entonces, eso que vos decís se articula desde
otro momento, desde otra concepción, de las distintas elaboraciones que hace Lacan.
En este punto en el cual estamos hablando, no hay diferencia entre psicoanálisis y
religión. Porque es en el mismo punto, donde creemos en la demanda, creemos en el
Otro y creemos en el sacrificio al Otro para ser amados. La posición de “Si yo fuera a
misa”, “Si yo comería kashe” o cualquier otro sacrificio, ¿para qué es? Para que Dios
te ame. Pero es la misma estructura de cuando yo les estoy hablando a ustedes; no
hay diferencia en ese sentido. Ese punto sacrificial para entregar al Otro, para que el
Otro exista y para que te ame. La diferencia del psicoanálisis es cómo hacer caer toda
esta estructura, hacer caer la demanda, hacer caer al Otro y quedarse con ese enigma
de eso que reguló la vida y el síntoma de uno durante tanto tiempo. Pero no es una
diferencia estructural; estructuralmente, están en el mismo lugar. Podríamos decir:
Sujeto, Otro y en el medio, el campo donde está el objeto a y cómo hacer para
entregarle al Otro un objeto a para que el Otro me ame. ¿Qué son las flores, los
bombones, llamar a la pareja para que no se enoje? Esos pequeños sacrificios que
uno entrega al otro para sostener ese amor, pero a costa de una entrega. Es una
posición religiosa.

Auditorio: La posición del analista en el lugar del objeto, como agente, no es


una posición religiosa, no es el sacerdote. Entiendo que es estructural lo que planteás,
pero ¿en dónde hace diferencia el psicoanálisis? No responde desde el sentido, sino
desde el sin sentido.

A.F.: ​En el único punto donde hace diferencia, es en la abstinencia del analista.
En lugar de decirle “Te absuelvo” y “Resate tres padres nuestros”, le dice “No es eso”.
Pero la posición de ir al consultorio e ir al confesionario, se parece bastante. Hay un
libro de Allouch que se pregunta si el psicoanálisis es una práctica espiritual. Como
decía un prócer argentino, se parecen bastante y hay que ser un verdadero experto
para poder distinguirlos. Y yo creo que el punto de distinción es ese, la abstinencia. No
hay absolución del pecador. Ya sea que digas la verdad o digas la mentira, “no es
eso”. Los dispositivos se parecen bastante, pero la diferencia está en la posición del
analista, qué hace el analista con eso. Creo yo.

Auditorio: ​Me quedé pensando en otro anudamiento, que tenemos así como
una suerte de latiguillo, entre amor, goce y deseo. En términos del amor, permite
condescender el goce al deseo. Pero nos ofreciste una lectura del amor más pulsional,
quería preguntarte más sobre esta lectura. ¿Son las dos incompatibles?, ¿podemos
aprovechar más esta lectura pulsional del amor?

A.F.: ​Bueno, la respuesta a eso está en el comienzo cuando Lacan dice que es
una carta de (a)mur o una carta de amuro. ¿Por qué? Por ese punto de imposibilidad.
Entonces, ¿qué es lo que te queda? Te queda la representación de lo pulsional, el no
hay relación, y la suplencia de esa no relación a través de lo pulsional. Y las fantasías
de amor. ¿Con quién? Con una sombra. Todos tenemos nuestros sueños románticos y
siempre tropezamos con el muro. Vos lo dijiste ayer, entre el hombre y la mujer hay un
muro, pero como estamos en épocas de igualdad de género, hay que decir que entre
el hombre y el hombre hay un muro, y entre la mujer y la mujer también hay un muro.
No se salva nadie.

Auditorio: ​Dos cosas. Una, tiene que ver con un agradecimiento, porque me
sirvió para pensar un caso. Es una mujer que viene y cuenta unas historias que uno
piensa que no pueden ser ciertas, que los padres han venido a decirme que no son
ciertas y uno se siente un boludo. Pero pienso si no tienen que ver con los inicios de
análisis, con esto de intentar secuestrar al analista, ¿no? Lo cual invierte la cuestión,
porque uno siempre piensa que es el analista el que ofrece y acá es como al revés. Y
por otro lado, si se puede pensar ahí algo así como una suerte de estructura de la
desmentida. Esto que trabajaba Octave Mannoni. “Yo sé que no es cierto pero así y
todo…”.

A.F.: Estoy de acuerdo que la estructura de entrada al análisis se trata de esto,


cómo uno para posibilitar una entrada en análisis no tiene que estar sosteniendo
férreamente el “no es eso”. Y cómo hay que tragarse ciertas galletitas para dar la
posibilidad. Ayer se hablaba de esto cuando hablaban de la posición del analista en el
acting. ¿Cuál es la posición del analista en el tratamiento, en la dirección de la cura, en
el sostén de un paciente? Y además, responde a esta estructura. El Hombre de las
Ratas, ¿qué hizo, pobrecito? Se tuvo que leer toda la “Psicopatología de la vida
cotidiana”, contar en 1900 intimidades de la vida sexual que recién ahora, casi en el
2020, pueden ser manifestadas. ¿Para qué? Para que Freud lo ame. Freud dice que lo
sorprendió eso que le estaba diciendo. Entonces, le pregunta por qué le contaba eso.
Ceder algo al campo del Otro para ser amado por el Otro. Con respecto a la segunda
cuestión que planteas, es muy interesante para pensar el “cómo”. La posición del
analista de sostener un no, que “no es eso” es un trabajo en un campo muy jabonoso,
muy resbaloso, porque efectivamente piensen cómo uno responde inmediatamente a
cualquier demanda. Está en juego la desmentida; no es eso pero hay algo como en
espera. Lo que les decía a ustedes sobre el estrago, desde mi punto de vista, que
hace actualmente, el celular. No poder sostener ninguna actividad sin la presencia
constante de estar entregado a la demanda del otro. Tiene que ver con eso. O tiene
que con lo que decíamos antes, con fijarme a ver quién me llamó. ​“Quiero que me
llamen mucho, mucho”. Uno necesita muchos likes, tener muchos seguidores, qué se
yo. Son todos temas para seguir pensando. Como dijimos en un comienzo, nuestra
clínica siempre la pusimos bajo la rúbrica de una práctica de la dificultad. Nada
tenemos resuelto; todos son temas que nos siguen convocando a investigar, a
verificar, a comprobar, a seguir discutiendo. Y sostener esa rúbrica de práctica de la
dificultad, me parece que es lo único que nos da sentido seguir trabajando.
"ESTAR IMPEDIDO": DIMENSIONES DE LA INHIBICIÓN Y EL CUERPO EN
PSICOANÁLISIS

Autora: Lic. Ana Sol Alvarez

Mail: [email protected]

Resumen: El presente trabajo intenta abordar la inhibición como un modo de


posicionamiento subjetivo diferente al del síntoma; siendo además, un modo
particular de afectación del cuerpo.

Freud en ​Inhibición, síntoma y angustia ​(1926) señala que la inhibición y


el síntoma no han crecido en el mismo suelo. Mientras que la primera está
ligada a la limitación de una función yoica; el síntoma es indicio de un proceso
patológico y de una nueva operación que no sucede dentro del yo.

Cuando se padece de inhibiciones neuróticas el análisis demuestra que


la renuncia a la función se debe a una erotización hiperintensa de los órganos
que se requieren para realizarla.

Lacan en el Seminario sobre La Angustia ​(1962-63) define a la inhibición


como un "síntoma metido en el museo". Esta definición conduce a interrogarse
sobre la posición del analista frente a la inhibición y si es posible alguna
maniobra vía transferencia para hacer de ella un síntoma.

El presente trabajo intenta abordar el fenómeno de la inhibición como un


modo de presentación clínica distinta a la del síntoma. Es así que surge el
interés teórico, pero fundamentalmente clínico, de poder repensar tales
nociones como diferentes modos de posicionamiento que adquiere el sujeto
frente al padecimiento.

1
Freud en el primer apartado de ​Inhibición, síntoma y angustia ​(1926) se
dedica a distinguir la inhibición del síntoma por el hecho de que muchas veces
se presentan a consulta casos de enfermedad que sólo muestran inhibiciones y
ningún síntoma. En este sentido señala que "No han crecido los dos en el
mismo suelo" (Freud, 1926, p.83).

Mientras que la inhibición aparece ligada a las funciones del yo, en el


sentido de una rebaja o de una limitación funcional de la misma; en el síntoma
de lo que se trata es de una nueva operación que no sucede dentro del yo, sino
que se caracteriza por su extraterritorialidad; como un cuerpo extraño.

Allí mismo menciona las distintas causas que conducen a la inhibición


destacando el factor económico ya sea por exceso o a consecuencia de un
empobrecimiento de energía.

El análisis demuestra que cuando se padece de inhibiciones neuróticas,


como por ejemplo el escribir o el caminar; la renuncia a tales funciones es
consecuencia directa de una erotización hiperintensa de los órganos que se
requieren para llevarla a cabo.

Es interesante esta idea freudiana en la medida en que relaciona la


inhibición con lo económico pero, pero no por falta de energía sino por exceso
de la misma sobre el órgano de esa función.

En este sentido Freud obtiene una intelección de carácter universal: ​"la


función yoica de un órgano se deteriora cuando aumenta su erogenidad, su
significación sexual" ​(Freud, 1926, p.85).

Es decir, que si el acto que el sujeto debe realizar ha adquirido esta


significación simbólica, se detendrá, en tanto que ejecutarlo sería como realizar
la acción sexual prohibida. Entonces el yo renuncia a tales funciones y, podría
decirse, se paraliza, con el fin de evitar un conflicto con el ello y realizar una
nueva represión (Freud, 1926).

En esta línea podríamos hacer un contrapunto entre la inhibición y el


síntoma en la medida en que este último conlleva una satisfacción sustitutiva

2
de la moción pulsional. Se produce, como dice Freud, una nueva operación
psíquica. En cambio, en la inhibición no existiría tal transacción sino más bien
una detención en la cual la pulsión se ve obstaculizada a encontrar sustitutos
para su satisfacción.

Otra de las causas de la inhibición son las llamadas por Freud como
inhibiciones generales del yo, en las cuales

​"el yo es requerido por una tarea psíquica particularmente gravosa,


verbigracia un duelo, una enorme sofocación de afectos o la
necesidad de sofrenar fantasías sexuales que afloran de continúo,
se empobrece tanto en su energía disponible que se ve obligado a
limitar su gasto de manera simultánea en muchos sitios, como un
especulador que tuviera inmovilizado su dinero en sus empresas"
(Freud, 1926, p. 86).

Añade que éstas inhibiciones generales del yo le permitieron comprender la


inhibición característica de los estados depresivos, así como también el más
graves de ellos como lo es la melancolía.

Podríamos decir que esta "tarea psíquica particularmente gravosa" que


el sujeto se ve compelido a realizar puede deberse a distintos acontecimientos
de su vida, como por ejemplo una situación traumática, la pérdida de un ser
amado, enfermedades o accidentes en las que el cuerpo quedó
permanentemente afectado.

La viñeta clínica que presentaré a continuación está signada de dificultades; no


sólo por el escaso material obtenido durante las entrevistas al momento, sino
también por las dificultades en la dirección de las mismas y, sobre todo, en lo
que respecta a la posición del analista. ¿Qué hacer frente a la inhibición como
un modo de respuesta subjetiva?

Oscar tiene 57 años e ingresa al hospital a rehabilitar secuelas motoras


luego de un accidente automovilístico. El diagnóstico médico es una paraplejía

3
que no le permite caminar. Está casado desde hace 30 años con María, pero
no tienen hijos.

Hasta el momento del accidente se desempeñaba laboralmente como


carpintero; actividad que realiza desde los 20 años de edad. Refiere ser una
persona sociable, con un amplio círculo de amigos que lo acompañan en todo
momento; aunque en la primera entrevista señala que desde hace un par de
años sólo se limitaba a ir de su casa al trabajo y luego a su casa nuevamente.

Le pregunto si logra localizar algún cambio en su vida para que tomara


semejante rutina, frente a lo cual dice no saber. Respecto al accidente relata,
sin mucho detalle, que se encontraba yendo de vacaciones a Mendoza con su
esposa cuando el conductor del carril contrario se duerme, y él se ve obligado a
realizar una maniobra, produciendo el vuelco de su vehículo. Accidente que le
lesionará la médula y no le permitirá volver a caminar.

Se escucha un relato indiferente y sin afecto sobre los hechos. Menciona


que dos años atrás realizo una consulta psicológica por lo que él llama
"ataques de pánico". Al indagar al respecto, se desprende que en realidad fue
un único episodio en el que se sintió confuso y angustiado y que los médicos
de la guardia lo catalogaron de ese modo.

En ese momento, intento que cuente más al respecto y así lograr armar
una escena de lo sucedido; pero Oscar solo recuerda que se encontraba
dormitando luego de un almuerzo con sus amigos cuando se despertó confuso
y con un estado angustioso que lo invadía. Le ofrezco tener algunas entrevistas
más mientras dure su internación, ante lo cual acepta favorablemente.

Durante este tiempo el paciente se mostraba inabordable; respondía a


las preguntas que le realizaba pero no presentaba de manera espontánea
algún tipo de material. Hecho que llamaba mucho la atención ya que asistía
"religiosamente" en día y horario para ser escuchado, pero una vez allí hablaba
muy poco. Se quejaba de fuertes dolores físicos que lo aquejaban gran parte

4
del día. De ellos decía "nunca sufrí un dolor así, son como puntazos. En lo
único que pienso es en cuando se irán".

Todo intento de mejoría en su cuadro motor así como lograr mayor


autonomía se veía imposibilitado por los dolores y por el desgano en el que se
encontraba el paciente. A medida que transcurrían las semanas se mostraba
con menor vitalidad e indiferente a todo tipo de indicación médica.

La dificultad principal radicaba en que nada parecía afectarle. El equipo


tratante comienza a señalarle su falta de voluntad para realizar los tratamientos
así como también su desentendimiento a tener una existencia autónoma.

En este sentido, el historial del ​Hombre de los Lobos (​ 1918) adquiere un


valor clínico fundamental, ya que Freud describe que al inicio del tratamiento el
paciente se mostraba indócil; si bien comprendía y escuchaba, no permitía
aproximación alguna.

A su vez, destaca que su inteligencia se encontraba intacta, aunque


obstaculizada por fuerzas pulsionales que gobernaban su comportamiento y las
pocas relaciones vitales con las que contaba el enfermo. (Freud, 1918)

Fue preciso esperar hasta la instalación de la transferencia para que


Freud hiciera jugar como recurso técnico la fijación de un plazo en la duración
del tratamiento, y de esta manera, permitir la emergencia de un nuevo material
que le permitiera abandonar su condición de enfermo.

De acuerdo a lo dicho anteriormente y teniendo en cuenta esta


indicación freudiana decido proponerle al paciente verlo con menor regularidad
y fijar tiempos en la duración del tratamiento.

Se muestra sorprendido y refiere no entender el motivo de tal decisión; y


en una suerte de psicoeducación, le explico que para que pueda ayudarlo en
algo de lo que lo aqueja es preciso que él hable. En ese momento lo cito para
un día y un horario determinado.

5
Oscar se presenta al servicio antes del día pautado y me pide si puedo
atenderlo. Le pregunto qué es lo que le pasa que no puede esperar, ante lo
cual dice "es que me di cuenta que creía ser de una manera y ahora todo el
mundo me dice que no alcanza nada de lo que hago. Me pasa que estoy
impedido, que quiero pero no puedo". Expresión que permite ubicar cierta
división subjetiva.

Al indagar quiénes son todos, dirá que tanto su esposa como los
médicos le piden que tenga mayor participación en el tratamiento, que sea más
activo. Intervengo preguntando si para él eso es un problema; porque tal vez lo
sea para los otros. Expresa que sí, que se quiere curar, pero que no sabe
cómo.

Lacan en las primeras clases del Seminario sobre ​La Angustia (​ 1961-62)
trabaja el trípode freudiano y aclara que se trata de términos que no están en el
mismo nivel, que son heteróclitos y que es preciso distinguirlos.

Así, la inhibición se encuentra del lado del movimiento, ya que el


movimiento se hace presente en toda función, aunque ésta no sea locomotriz.
Es decir, que de lo que se trata en la inhibición es de la detención del
movimiento.

Allí dice "Nuestros sujetos están inhibidos cuando nos hablan de sus
inhibiciones, y nosotros mismos, cuando hablamos de ellas en congresos
científicos, pero cada día, ciertamente, están impedidos. Estar impedido es un
síntoma, estar inhibido es un síntoma en el museo". (Lacan, 1961-62, p.18)

Es interesante esta propuesta del pasaje de la inhibición al impedimento


como una operación que permita restarle ese carácter museístico, haciendo
posible la conformación de un síntoma.

Mas adelante, en el mismo seminario, establece que la inhibición no es


otra cosa que la intromisión de un deseo distinto de aquél que satisface la
función de manera natural.

6
Por tanto, el lugar de la inhibición aparece como aquel lugar donde el
deseo se ejerce, y donde además, es posible captar una de las raíces de la
represión primaria (Urverdrängung). Se trata de la ocultación estructural del
deseo en la inhibición. (Lacan, 1963)

Contrariamente a lo que se podría pensar, no es falta sino exceso de


deseo en la inhibición. En este sentido, el escritor que sufre de calambres en su
mano, no puede llevar a cabo el acto porque erotiza el órgano de esa función.

Ahora bien, de lo dicho anteriormente, se desprende que la inhibición afecta al


cuerpo del sujeto. Lo hace rigidizándolo y obstaculizando que se relance el
movimiento pulsional.

Cuando Oscar dice "estar impedido" lo adjudica a las disfunciones de su


cuadro motor asociadas directamente al cuerpo orgánico. Si bien estas
disfunciones existen en la realidad del organismo, no las desconocemos; al
mismo tiempo, existe una parálisis que trastoca la función y que produce una
detención que, podría decirse, es del orden del cuerpo pulsional, aquel
marcado por el significante y, por tanto, del cuerpo en tanto dicho.

Colette Soler (S/F) trabaja la noción de cuerpo en la obra de Lacan y


plantea una proposición al respecto: "el cuerpo es una realidad (...) Decir que el
cuerpo es una realidad, implica decir que el cuerpo no es primario, que no se
nace con un cuerpo (...) es algo que se construye, es secundario" (Soler, S/F)

Allí señala que lo que se desprende de esta proposición es que lo


viviente no basta para hacer un cuerpo, sino que es preciso, desde el estadio
del espejo, un organismo vivo mas una imagen . Se trata de esa unidad que le
es dada al sujeto como una gestalt y que es aprehendida por él a partir de la
idea de completud de su forma en el espejo.

A su vez, agrega que el sujeto es hablado incluso mucho antes de que


pueda hablar. Esto quiere decir que el sujeto está en la palabra antes de tener

7
un cuerpo. Es pues el lenguaje el que nos atribuye un cuerpo y luego nos lo
otorga al unificarlo. (Soler, S/F)

Para finalizar, quisiera retomar la pregunta referida a la posición del analista


frente a la inhibición como un modo de presentación diferente a la del síntoma.

Cuando el sujeto viene representado por su síntoma, interrogado por él,


nos permite pensar, de algún modo, que la división subjetiva está operando. Es
decir, que el retorno de lo reprimido se produjo vía sustitutos y que conlleva al
desciframiento inconsciente.

En cambio, en la inhibición lo que se produce es, justamente, una


coagulación del sentido que no permite la creación de algo nuevo, la posibilidad
del equívoco. Para ello, es preciso un tiempo en el que sea posible alivianar el
exceso de sentido y que algo de lo dicho interrogue al sujeto para conmoverlo
de esa posición. En este punto, la apuesta en la dirección de la cura es por vía
de la sintomatización.

Bibliografía

● Freud, S. (1926). Inhibición, síntoma y angustia. En Obras Completas.


Tomo XX. Buenos Aires. Amorrortu. 1992
● Lacan, J. (1962-63). El Seminario, libro 10. La Angustia. Buenos Aires.
Paidós, 2007.
● Soler, C. (S/F) El cuerpo en la enseñanza de Jaques Lacan.

8
SÍNTOMA Y POSICIÓN DE LA ANALISTA. UN CASO DE FOBIA A LAS
GALLINAS DE HELEN DEUTSCH

Autoras: Lic. Elisabet Arougueti (​[email protected]​), Lic. Jorgelina De


Espirito, Lic. Fernanda Valotta

Resumen: El siguiente trabajo rondará en torno a las intervenciones clínicas


realizadas por la psicoanalista Helene Deutsch en su célebre caso de “Fobia a
las gallinas”. Desarrollaremos los efectos terapéuticos ligados a la constitución
de la demanda y la entrada en análisis y por otra parte a la reelaboración en el
análisis del encuentro traumático con lo real del goce sexual.

Palabras clave:​ ​Transferencia – Síntoma – Goce - Trauma

Introducción

En el marco del Proyecto de Investigación ​Hacer modelo de la


1
neurosis. Sus efectos sobre la repetición la pregunta que va a guiar nuestro
recorrido teórico es aquella ligada a los efectos terapéuticos del psicoanálisis,
su eficacia, en Un caso de fobia a las gallinas de Helen Deutsch (1930) el cual
está construido y analizado según la lógica y los conceptos del psicoanálisis.

A diferencia de los efectos de la sugestión, los efectos terapéuticos, son


aquellos que producen cambios en la economía libidinal del sujeto y van a
depender del inter juego entre la singularidad del caso (tipo clínico, grado de
consentimiento al trabajo analítico, decisión del sujeto, inercia libidinal, etc) y la
posición e intervenciones del analista en el campo transferencial. Es decir, son
efectos que resultan del trabajo analítico.

1
Proyecto que se desarrolla actualmente en la Facultad de Psicología de la UNMDP.
Se trata de “​aquellas modificaciones en la posición del sujeto y en sus
respuestas, que le permiten hallar una solución diferente al encuentro con lo
real traumático y poder emplear sus recursos subjetivos de una nueva manera,
menos sufriente” ​(Rubistein 2012, 295)

Dichas modificaciones se pueden producir en:

1. La posición subjetiva inicial: es decir aquellos efectos, que a partir de


la intervención de la analista, dan cuenta de la entrada en transferencia
constituyendo la singularidad de la demanda.

2. La relación del sujeto con el síntoma: es decir si a partir del trabajo


analítico, se produjo un acotamiento de la angustia, el levantamiento de una
inhibición o una segunda escritura de lo traumático, por ejemplo en relación al
caso seleccionado a partir de la elaboración de un sueño transferencial, esta
sería una posible hipótesis.

2
Particularidades del Caso, una lectura psicoanalítica

“La ​experiencia traumática de nuestro paciente, constituyó por así


decir, el estereotipo tanto para su posterior neurosis en la pubertad, como para
su perversión.

A los siete años jugaba en cuclillas en el patio de la casa donde había


nacido y se había criado. De pronto el hermano mayor saltó sobre él desde
atrás lo aferró por la cintura y gritó “yo soy el gallo y tú eres la gallina” Se
trataba de un ataque sexual “en broma” del hermano que terminó en pelea,
dado que el niño se rehusaba terminantemente ser una gallina.

2
El caso al que hacemos referencia, ha sido trabajado por otros analistas argentinos contemporáneos
tales como Alicia Hartmann, Silvia Amigo y Federico Blasco.
De todas formas tuvo que ceder ante la fuerza del hermano mayor que
lo siguió aferrando en la misma posición hasta que furioso dijo “no quiero ser
una gallina” (cita pag.6 del caso de HD).

HD interroga la significación de la escena: donde parece constituirse el


síntoma analítico que por efecto de la amnesia infantil había sido olvidado:
¿Por qué aparece allí la angustia? ¿Qué conexión establece la analista a partir
del juego anal con su madre y la broma de su hermano diez años mayor?

Consideremos el lugar de las fantasías en la contingencia del ​trauma


ocasionado por la broma de su hermano. Las fantasías originarias
inconscientes son elementos indispensables de las neurosis y constituyen la
realidad psíquica. Los síntomas son la expresión patológica de las escenas
fantasmáticas.

Es probable que el apareamiento entre gallos y gallinas haya quedado


conectado a la fantasía de escena primaria, dicha fantasía sitúa el presenciar el
origen de los niños e implica estar excluido de ese lugar (Grinbaum, P. 66).

Trauma, repetición y reelaboración.

Cuando HD afirma que “la experiencia traumática (…) constituyó el


estereotipo tanto para su posterior neurosis como para su perversión”
podríamos pensar que estaría haciendo referencia a elementos, situaciones,
escenas que se repiten, con ciertas variaciones, desde su niñez hasta la
juventud.

Por otra parte, recordemos que la primera vez que el joven consulta a
HD lo hace a instancias de sus familiares, quienes habían descubierto que era
un homosexual manifiesto y que le exigen a la analista la eliminación de su
orientación sexual mediante el análisis. Veremos más adelante cómo la
posición de la analista logra, a nuestro criterio, permitir la entrada en análisis
del joven.
Una posible línea teórica para dar cuenta de la articulación clínica entre
los conceptos mencionados, la encontramos inicialmente en algunos
fragmentos de la obra freudiana.

En el caso de la neurosis traumática, la causa eficiente de la


enfermedad no es la ínfima lesión corporal; lo es, en cambio el afecto de horror,
el trauma psíquico (…) En calidad de tal obrará toda vivencia que suscite los
afectos penosos del horror, la angustia, la vergüenza, el dolor psíquico y desde
luego de la sensibilidad de la persona afectada dependerá que la vivencia se
haga valer como trauma (Freud 1895, 31).

Es decir que en la escena del juego con el hermano – segunda en el


orden cronólogico, si tenemos en cuenta la predisposición a la analidad
primaria, resultante de la relación analítica con la madre- se produce en el
joven un encuentro traumático con lo real del goce sexual. Específicamente, la
pasividad frente al “ataque sexual del hermano”.

Hasta el momento del estallido de la fobia, el pequeño estaba preso del


goce materno: ser una gallina ponedora. La fobia, bajo la forma de un miedo
angustiante, lo resguarda. El miedo fóbico del pequeño, en tiempos de
constitución subjetiva, marca un afuera de lo materno, del goce incestuoso. La
fobia cumple una función de suplencia: viene a remediar por vía del síntoma, el
fracaso de la función paterna, siempre fallida (Lacan, Sem 4 ). La fobia indica
un tiempo que es estructural y estructurante a la vez y que va a estar
estrechamente ligado a la articulación del Complejo de Edipo y el Complejo de
Castración.

La articulación hasta aquí es la siguiente: Anaclisis---infantilismo de la


sexualidad---perversión: desear ser gratificado por su madre de forma anal.

Continuando con el desarrollo del concepto de trauma, en 1938 Freud


puntualiza: “Llamamos traumas a esas impresiones de temprana vivencia,
olvidadas luego, a las cuales atribuimos tan grande significatividad para la
etiología de las neurosis. (…) Los efectos se remontan de manera inequívoca a
una o varias impresiones de esa época temprana que se han sustraído de una
tramitación normal. (…) Los traumas son vivencias en el cuerpo propio o bien
percepciones sensoriales, las más de las veces de lo visto y lo oído, vale decir,
vivencias o impresiones. (…) El trabajo analítico, el único que ofrece una
noticia sobre las vivencias olvidadas (…) el único capaz de devolverlas al
recuerdo.

(…) de los fenómenos neuróticos, corresponde destacar dos puntos. a)


Los efectos del trauma son de índole doble, positivos y negativos. Los primeros
son unos empeños por devolver al trauma su vigencia, vale decir, recordar la
vivencia olvidada o todavía mejor, hacerla real-objetiva (real) vivenciar de
nuevo una repetición de ella: toda vez que se tratara sólo de un vínculo afectivo
temprano, hacerlo revivir dentro de un vínculo análogo con otra persona.
Resumimos tales empeños como ​fijación al trauma y como ​compulsión de
repetición.​ (…) Las reacciones negativas persiguen la meta contrapuesta: que
no se recuerde ni se repita nada de los traumas olvidados. Podemos resumirlas
como ​reacciones de defensa. ​Su expresión principal son las llamadas
evitaciones, pueden acrecentarse hasta ser inhibiciones y fobias”. (Freud,
1938, 72-73)

El concepto de trauma, en este momento de la teoría da cuenta de


vivencias e impresiones formadas a partir de lo visto y oído; cuya característica
es que poseen gran Intensidad psíquica, y que además se sustraen a las leyes
del pensar lógico. Podemos decir, el sujeto no disponía de palabras para dar
cuenta de las mismas.

Podríamos pensar que cuando Freud afirma que sólo el trabajo analítico
es capaz de convertir las vivencias traumáticas en recuerdo, estaría diciendo
que el trabajo analítico es capaz de producir nuevos nexos en las huellas
mnémicas por medio de un reordenamiento, una transcripción ​umschrift y así
producirse el recuerdo? Abrimos aquí un interrogante sobre la temporalidad de
la repetición; algo requiere ser representando por medio del lenguaje para
poder ser olvidado, sino permanece actual, ¿se repite?
Son algunos elementos de la historia infantil que se repiten con cierta
variación:

-De la manipulación de la madre hacia las gallinas, al aseo del niño por
parte de la madre: sensación de placer intensa al ser ​palpado​ por la madre.

-Desplazamiento de la madre al hermano. Repudio del deseo


homosexual pasivo “yo (no) soy gallina”

-Desplazamiento de lo experimentado con el hermano “cosquilleo” al


desmayo. Repetición de su rendición pasiva ante el fracaso para defenderse.

La fobia a las gallinas nos indica la proyección directa de una tendencia


libidinal o del peligro de castración ligado a la satisfacción del deseo libidinal.
Es evidente que el efecto de lo traumático: broma de su hermano, está
articulado al lugar que ocupaban las gallinas en sus fantasías: ambos
elementos: fantasía y trauma tienen un efecto patógeno y desencadenan el
síntoma fóbico. El niño rechaza de manera consciente su identificación
inconsciente a la gallina.

Efectos terapéuticos ligados a la entrada en transferencia.

a) El establecimiento durante el análisis, de una conexión entre la


experiencia “aparentemente” inofensiva del juego con el hermano, con
sus dificultades neuróticas posteriores. La presencia de mecanismos
fóbicos ante el padecimiento de la irrupción de los impulsos
homosexuales.
b) Responsabilización subjetiva: papel de seductor activo como efecto de la
represión del impulso homosexual por temor a la propia pasividad. Al
momento del inicio del análisis el joven tenía experiencias homosexuales
donde cumplía un papel de seductor activo con ciertas características.
No debo temer el ataque de mi hermano, porque yo soy el atacante.
c) Conmoción identificatoria: producción del sueño transferencial.
Efectos terapéuticos ligados a la constitución de la demanda y a la
repetición.

Como ya hemos mencionado, el joven había comenzado el análisis por


insistencia de sus familiares y en un estado de inmensa autosatisfacción. Al
comienzo del análisis manifestó estar “violentamente” enamorado de un joven
actor. Este actor, una elección de objeto típicamente narcisista, encarnaba
todas las cualidades que el paciente deseaba para sí. Al mismo tiempo,
profesaba la misma admiración por su propia persona, y era tan vanidoso y
autocomplaciente como si poseyera todas las cualidades que encontraba en su
amigo. La analista sitúa su primera intervención ​contrariando su
autoglorificación narcisista,​ y el joven decide abandonar el tratamiento. El
análisis reactivo el conflicto en sus raíces más profundas perturbando su paz
interior; y al derrumbar el muro protector narcisista el proceso terapéutico tuvo
una oportunidad. Al poco tiempo el joven solicita con insistencia ser tomando
nuevamente en análisis por HD, ya que “no sabía qué hacer”.

Celebró su regreso con el siguiente sueño: ​Al apagar la luz para irse a
dormir, siente una presión en el cuello, una asfixia en la garganta: una silueta
pesada aferra su cuerpo, trata de aplastarle el pecho. Él se defiende se
muerden y ruedan por el piso golpeándose, estrangulándose. Logra alcanzar la
perilla de la luz y la enciende. Entonces ve una figura femenina con ropas
oscuras que se aleja de prisa. Siente que sus fuerzas lo abandonan y
comprende que va a morir. Reconoce en su rival a un joven conocido suyo y
dice. “Me suicide” mientras piensa: “No merezco otra cosa” Al mismo tiempo
sabe que el otro lo asesinó a pesar de afirmar que se suicidó. Finalmente
piensa: Cuan noble soy en asumir la culpa y se despierta. El paciente
diagnosticó que yo era la figura femenina en el sueño, la causa de sus
conflictos en el análisis. (​ Deutsch, 1930)

Podríamos pensar que es a partir de la intervención de la analista en


detrimento de su ​autoglorificación narcisista​, lo que permite pensar la demanda
como un efecto propiamente analítico. Acaso su narcisismo y elección de
objeto habrían sido la invención de un reemplazante en esa relación vacía?.
Soler dice que apenas sea este signo así acogido, el síntoma cambia de uso,
trueca su valor de goce insuficiente por un valor de saber, y ello, es la entrada
a la transferencia. El acto hace de disparador para la palabra, permite que allí
donde se hallaba el goce del síntoma y donde, por poco, se hubiera hallado el
vacío, vaya lo que va a producir el trabajo de la transferencia, a saber, las
migajas de saber inconsciente. Esta es la entrada. El síntoma deja de hacer
signo cuando deviene un nombre, y este es un objetivo que podría proponerse
como fin de la cura: poder decir el nombre de cada analizante, su nombre de
síntoma.

Por otra parte, teniendo en cuenta que según las asociaciones del joven,
la figura femenina del sueño es la analista, nos preguntamos ¿es posible
pensar que el trabajo analítico incide en la economía libidinal del joven,
produciendo un modelo de la neurosis en transferencia?

Finalmente, el hacer modelo de la neurosis tendría efectos en la


repetición, dado que es a partir de una nueva escritura, el sueño, que el sujeto
siguiendo la huella de una marca, anterioridad significante cifra de goce
viviente, realiza otra escritura, que implica la lectura de la marca y su
diferencia. El desprendimiento de la incidencia significante es del orden
escrito. (Lacan, 1967)

Bibliografía

Amigo, S. (2012) ​Clínica de los fracasos del fantasma.​ Buenos Aires: Letra
Viva.

Grinbaum, G. (2002) Un buceo por el fantasma, en Lombardi y otros. ​Vestigios


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Deutsch, H. (1930/1981) Un caso de fobia a las gallinas e
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histéricos : comunicación preliminar. S. Freud., ​Estudios sobre la histeria : J.
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C La analogía en ​Moisés y la religión monoteísta. Esquema del psicoanálisis y
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Aires: Paidós.

Lacan, J. (1962-1963) ​El Seminario. Libro X La angustia.​ Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J (1967-1968) ​Seminario 15 El Acto Psicoanalítico.​ Inédito.

Rubinstein, A. Compiladora y autora (2012) ​Algunos resultados de la lectura de


casos​. ​La terapéutica psicoanalítica: efectos y terminaciones.​ Buenos Aires,
Argentina: JCE Ediciones.
Soler. C. (2014) ​Los ensayos. Finales de análisis​. Buenos Aires, Argentina:
Manantial.
La sexualidad del analistai

Autora: Esp. María Rosa Aveni

Mail: [email protected]

Resumen: El psicoanálisis en tanto discurso en movimiento presenta ciertos


conceptos que se caracterizan por la resistencia en su transmisión. Uno de los
más resistidos es el de contratransferencia. Situaremos su actualidad y
alcances al pensar la sexualidad en el dispositivo analítico.

Palabras Claves: resistencia- contratransferencia-sexualidad- función deseo del


analista

¿Cómo armar o construir una pregunta clínica fecunda, que oriente hacia a
la novedad y no a la repetición de la idéntico? ¿Cómo leer la clínica por
ejemplo de los historiales freudianos, apelando a lo singular y no a lo universal
ejemplar?

Como practicantes del psicoanálisis estamos concernidos no solo por la


pregunta que podamos formular sino también sobre el lugar desde el cual
formulamos esa pregunta más allá del contenido de su enunciado. Lacan dice
de distintas maneras y con su estilo que la posición del que habla es
extraterritorial de lo que dice en sus dichos y pone a trabajar los fundamentos
de esa posición.

Es indispensable que el analista sea al menos dos, no que tenga doble


conciencia sino que pueda ocupar al menos dos posiciones en tiempos
distintos: la posición del analista para tener efectos en el tratamiento a su cargo
y la posición del analista que a los efectos de su acto transmite y teoriza. Es de
esperar que pueda ocupar dos posiciones distintas. Si esto es posible se abre
la pregunta de cómo situar el método en este segundo tiempo para que no se
subvierta la ética que le es inherente ya que el psicoanálisis es método clínico
y al mismo tiempo de investigación.

Recordemos a Freud cuando refiere en uno de sus historiales: “también en


este caso me ha guiado el propósito de no sacrificar nada para dar a mi trabajo
la apariencia de algo sencillo, completo y acabado: mi propósito es no ocultar
los problemas ni negar las inseguridades. En ningún otro sector de la labor
científica sería lícito ufanarse de tales propósitos de seriedad y rigor, pues en
todos es cosa natural y no otra cosa espera el público”.

Subrayo el propósito de no sacrificar nada ni negar inseguridades para dar


apariencia de seriedad y rigor. Y también subrayo es lo que espera el público.
Qué tema complejo entonces, ocupar esta segunda posición de forma rigurosa
pero sin cerrar finales completos, mostrando las inseguridades y sin escribir
para agradar al público….

En el Escrito “La ciencia y la verdad”, Lacan escribe “de nuestra posición de


sujetos somos siempre responsables”…hago extensiva la afirmación y formulo
una pregunta: cuál es la responsabilidad que nos atañe en este segundo
tiempo donde se interroga y elabora la experiencia clínica? ¿Cómo guiarnos
por la misma ética que es la del psicoanálisis, en los dos tiempos? Llevando al
límite la pregunta: ¿es pertinente que el primer tiempo se oriente por la ética
del discurso analítico y el segundo por los ropajes del Ideal, sostenido por el
público oyente o lector?

Lacan en su Seminario 5 explica mejor esta idea de los ropajes ideales o del
Ideal: “se trata del discurso corriente, común a una comunidad, como lo admite
el código del discurso que yo llamaría el discurso de la realidad que damos por
supuesto. Es también el nivel donde se producen menos creaciones de sentido,
porque ahí en el sentido ya está de cierto modo dado. La mayor parte del
tiempo, este discurso solo consiste en una fina mezcla de los ideales admitidos.
En este nivel es donde se produce el famoso discurso vacío…”

Tomemos un tema de fácil observación que podemos situar dentro de lo que


llama Freud inseguridades, que están presentes cuando dirigimos un
tratamiento pero cuesta escucharlo en el segundo tiempo clínico, el tiempo
donde se ausenta el paciente y se presenta la elaboración de la experiencia en
ateneos, casos clínicos y demás dispositivos de transmisión.

Las inseguridades por lo general circulan entre los colegas amigos, la charla
del café, el mate en la cocina del consultorio, irrumpe en las supervisiones a
modo de confesión seguido de un respetuoso velo (a veces con el: “velo en tu
análisis”). Me estoy refiriendo a una de las inseguridades más frecuentes que
circulan y es lo que se denomina Contratransferencia.

Hay pocas nociones en psicoanálisis tan privilegiadas como esta para pulsar
los avatares de los amores, pasiones, adhesiones y rechazos de los
psicoanalistas. Sabemos que fue erigida como llave maestra de la conducción
de un tratamiento en el apogeo del kleinismo. De convocar congresos,
encender polémicas en la IPA y en particular en la APA, pasó a ser un tema
tabú para los practicantes del psicoanálisis que quieran ser reconocido
fundamentalmente por los lacanianos.

La idea que circula más contundentemente es que el concepto lacaniano de


“deseo del analista” recubre con pertinencia lo que antes se malentendía como
contratransferencia. Sin embargo son dos conceptos engendrados en dos
teorías distintas, por lo tanto no homologables ni fácilmente intercambiables.

La defenestración actual entiendo, parte de una temprana y fuerte aseveración


de Lacan en su Seminario 1: “En el lenguaje cifrado en el cual estamos
estancados se llama ambivalencia al hecho de odiar o amar a alguien y
contratransferencia al hecho de ser un imbécil”. No fue lo único que dijo, pero
esta especie de condena pesó demasiado… ¿quién quiere ser un imbécil ante
los ojos de los demás? ¿Quién puede, después de esta aseveración decirse
lacaniano y al mismo tiempo hablar de contratransferencia?

Así se erigen censuras y silencios que fomentaron la estructura de religiosidad


o de pertenencia a las instituciones o grupos psicoanalíticos.

Tampoco hace falta ser psicoanalista para percatarse de esto. Hace muchos
años Christian Andersen escribió un cuento “Los vestidos nuevos del
emperador” también conocido como “La capa del rey”.

Si seguimos la enseñanza de Lacan, en su seminario La Transferencia dice:


“pues bien la contratransferencia de la cual se trata, la cual admito que
tenemos que tener en cuenta, si bien permanece en discusión lo que debemos
hacer con ella –y van a ver a qué nivel- la contratransferencia, es ésta de lo
que se trata, a saber de los sentimientos experimentados por el analista en el
análisis, determinados a cada instante por sus relaciones con el analizado”.

Les propongo un breve recorrido teórico teniéndola en cuenta ya que como las
brujas, nadie las ve pero que las hay, las hay o al modo del cuento de
Andersen, intentando no dejarnos idiotizar ni por su efecto ni por la condena
inmediata apresurada del público.

Propongo repensar la contratransferencia desde su origen en los textos


freudianos, en su momento de esplendor en el kleinismo y las preguntas que
quedan abiertas a partir de la enseñanza de Lacan.

En Freud:

1) en su obra, emplea este término en dos oportunidades y 2) en otros


textos como las correspondencias Freud- Jones ya está implicada la
noción de contratransferencia antes de que sea nombrada, desde el
advenimiento mismo del psicoanálisis.

Su aparición en 1910 en el texto Las perspectivas futuras de la terapia


psicoanalítica plantea la problemática “Otras innovaciones de la técnica
atañen a la persona del propio médico. Nos hemos visto llevados a prestar
atención a la “contratransferencia” que se instala en el terapeuta por el
influjo que el paciente ejerce sobre su sentir inconsciente y no estamos lejos
de exigirle que la discierna dentro de él y la domine”. Quedan planteadas
dos preguntas ¿qué es la contratransferencia? Y ¿qué se hace con ella? El
otro texto donde la menciona es de 1915, Puntualizaciones sobre el amor
de transferencia.

En una carta del 20 de febrero de 1913 a Binswanger escribe: “Se encuentra


entre los problemas técnicos más complicados del psicoanálisis. Teóricamente
creo que es más fácilmente solucionable. Lo que se da al paciente no debe ser
jamás afecto inmediato, sino siempre afecto conscientemente otorgado, en
mayor o menor grado según las necesidades del momento. En ciertas
circunstancias se puede conceder mucho pero nunca tomándolas de su propio
inconciente. Esta sería para mí la fórmula” ¿No encontramos en estas palabras
de Freud la marca indeleble y fundante del psicoanálisis en las complicadas
relaciones de Breuer y Bertha Pappenheim? En otra carta, esta vez de 1932 a
Stefan Zwueig, Freud da razones de porqué Breuer “se llenó de horror
convencional y dióse a la fuga, abandonando a la paciente” (Freud, S.
Epistolario 1873-1939 Nueva Visión).

Freud está muy preocupado por la aparición del lado del analista de elementos
inconscientes “no reconocidos” en la relación con su paciente y recién con el
kleinismo el movimiento psicoanalítico eleva el estatuto de la
contratransferencia a llave de apertura del inconciente del paciente. Es decir, lo
que le ocurre al analista con el paciente son cuestiones inconcientes del pte y
dirigen la intervenciones. Es la que conocemos como interpretar la
transferencia y la contratransferencia seria el aporte que el analista hace al
resorte de la transferencia. Aquí ubicamos los desarrollos sobre la
identificación.

Una de las críticas de Lacan al kleinismo es que intentan borrar la


responsabilidad del analista en la dirección de la cura.

En el texto que presenta en 1958 “Dirección de la cura y los principios de su


poder” una cita de Holderlin “….pero donde está el peligro, ahí crece también lo
que salva” para trabajar exhaustivamente los pagos necesarios para que el
analista pueda dirigir el tratamiento y no al paciente en nombre de algún ideal
social, teórico, etc. Y nos preguntamos ahora: ¿cuáles son los pagos para
poder transmitir la clínica de acuerdo a la ética que la soporte?

Cuando Lacan desecha la contratransferencia de todo argumento teórico


acusándola de idiocia no se detiene en las vacilaciones que sí reconoce en el
Seminario de la Angustia. Por otro lado deja abierto trabajar qué debemos
hacer con ella en el Seminario de la Transferencia. Es ésta la pregunta que me
interesa retomar: ¿qué debemos hacer con ella?

De hecho hay algo que podemos observar en nuestra experiencia cotidiana: el


analista se angustia, se fastidia o se fascina en determinados momentos del
discurso del paciente. Con otros se erotiza, se enoja, se duerme, comete actos
fallidos, olvida un horario, etc., etc., y de esto no se salva por su pertenencia a
una escuela analítica, años de experiencia o habilidad clínica.
Por supuesto que no es lo mismo quedarse dormido que producir un acto
fallido pero podríamos afirmar que en cada una de estas situaciones hay una
cierta verdad de la que el analista no puede dar cuenta sino siendo afectado
por ella como sujeto. Tal vez la contratransferencia pueda ser considerada en
relación a la presencia de la represión que le da lugar pero deja de ser fecunda
si la cubrimos con capas y capas de racionalizaciones teóricas. Esto supone
un duelo por el analista idealizado, siempre santo (en términos superyoicos),
siempre muerto (referido a la imposibilidad de que haya sujeto del inconciente
de su lado), siempre analista.

Entendida en estos términos la contratransferencia advendría en el punto de la


falta de respuesta del analista, allí donde respondiendo como sujeto barrado,
nos detenemos en una identificación, hacemos un acting o nos revelamos en el
síntoma. ¿Por qué rechazarla de la teoría como vergonzante? Nos muestra el
borde, el punto de deuda con respecto a la función.

En ese borde, donde en principio aparece la impotencia, es quizás donde


pueda advenir algo nuevo o… se cae el análisis. Esta verdad bordeada por el
sgte. que aparece es pensable desde la función deseo del analista.

Para finalizar me interesa subrayar la oposición entre la contratransferencia


pensada como efecto de la identificación con el analizante y el concepto deseo
del analista planteado por Lacan.

La operación analítica estará dirigida a mantener la distancia entre el Ideal y el


objeto del deseo. El analista puede encarar este Ideal en los avatares de la
transferencia y deberá caer para ser soporte del a separador con lo cual
sostiene el rechazo radical a la promoción de la identificación a él. Es una
función que opera una separación más allá del narcisismo y más allá de lo que
quiera escuchar el paciente o el público, en el caso de una presentación
clínica.

La función deseo del analista aparta, separa, el deseo de la identificación


para remitirlo a su objeto causa. Cuando el analista no opera desde el
semblante de a sosteniendo como único deseo el deseo inconsciente del
analizante, aparece como sujeto dividida o capturado en la relación imaginaria.
Para decirlo de otro modo: en el punto de encuentro con lo reprimido entre un
analista y un paciente tienen lugar los sentimientos, angustias y anhelos del
analista y esto hace a los avatares de la transferencia. Queda expuesto el
requisito del análisis del analista que posibilita ocupar una posición en la
dirección de la cura aunque sin garantías de poder ocuparla todo el tiempo.

La diferencia entre contratransferencia y función deseo del analista queda


planteada como eje de la cura y es más, hay autores que sitúan el estilo entre
ambos términos. Resumiendo, la función deseo del analista en sus momentos
de imposibilidad revela y pone en juego la contratransferencia y queda en cada
uno situar la vergüenza o culpa (las inseguridades como la presenta Freud,)
sostenidas por algún Ideal, favoreciendo la desorientación del deseo y sus
condiciones éticas en juego, tanto cuando dirige y produce efectos en un
tratamiento como en el otro tiempo cuando el analista a esos efectos teoriza y
transmite.

Bibliografía

Freud, S (1910) Las perspectivas futuras en la técnica psicoanalítica, OC t 11 Bs. As. Amorrortu

(1915)Puntualizaciones sobre el amor de transferencia, OC tomo 12 Bs As Amorrortu

(1979) Carta a Stefan Zwueig en Epistolario (1873-1939) Madrid Biblioteca Nueva

Lacan, J. (2010) Seminario La Transferencia. Bs. As Paidós

(1984) Seminario 1 Los escritos técnicos de Freud Bs As Paidós

Silvestre (1999) Transferencia y contratransferencia en la práctica analítica en Cómo se

analiza hoy? Bs As. Manantial

i
Es importante tener en cuenta al momento de la lectura que el presente trabajo fue escrito para ser
leído y comentado en las Jornadas y por lo tanto tiene ciertas licencias de redacción.
CAERSE DE LA ESCENA.

Autora: Lic. Ivana Lía Baisplet

Mail: ​[email protected]

Resumen: En este trabajo se expone el caso clínico de un adolescente con intento de


suicidio. Se trabaja el concepto de pasaje al acto y los dispositivos utilizables para el
tratamiento de este tipo de casos.

Palabras clave:​ suicidio, adolescencia, clínica, psicoanálisis

Introducción.

En este encuentro voy a intentar dar cuenta del trabajo que hacemos con
adolescentes en el servicio público de salud mental, contando un recorte clínico en el
marco de un dispositivo grupal para adolescentes.

Para trabajar con adolescentes en el servicio decidimos abrir un espacio


diferenciado de admisiones sólo para ellos. También los vamos a buscar en las escuelas,
dado que como particularidad no suelen concurrir al servicio por voluntad propia. Creamos
también para su atención un dispositivo grupal, donde reunimos a varios de ellos.

Desde el servicio recibimos cada vez más demanda de las instituciones que
trabajan con adolescentes, por los casos de gravedad que se presentan,
incrementándose las autolesiones y el suicidio adolescente.

Las demandas llegan al servicio, o por vía judicial, o por demanda del EOE de la
escuela, y menos veces, por parte de algún padre. Los padres muchas veces los traen ya
cansados de la insistencia escolar. El objetivo es llevarse un certificado de asistencia y
no, atenderse.

Sumado a esto es una especificidad de estos casos, el no poder poner en


palabras la angustia. Entonces generalmente permanecen mudos, afirmando que “está
todo bien”. A veces cuando nos quedamos a solas, algunos pueden referir algo de su
sufrimiento, pero en general no son pacientes que demanden un tratamiento.

Nuestro objetivo es poder acercarnos a ellos, poder instaurar una etapa preliminar
de transferencia imaginaria, para que empiecen a poder hablar de algo y así empezar a
delimitar su angustia con palabras. Son pacientes más bien impulsivos, que ni ellos saben
por qué están angustiados.

Presentación de un recorte clínico. El caso de Pablo.

Pablo es un chico de 15 años que se ahorcó colgándose de una cuerda en su


casa. Su madre lo encontró poco después y lo descolgó a tiempo como para que
sobreviva. Estuvo internado varios meses hasta que lo derivaron al servicio.

El paciente se presenta con la cicatriz de la traqueotomía en su cuello. No hablaba


mucho, a la vez que se mostraba simpático, pero como un muñeco sin alma. Con una
sonrisa no sentida, aseguraba que “estaba todo bien”. No es que se quedara callado, pero
se las ingeniaba para hablar sin decir nada, con frases que no terminaban, con muletillas,
o hablaba de cosas que nada tenían que ver con él, y mucho menos de la ocasión que lo
había llevado a la consulta.

Sobre lo sucedido dice no recordar qué le pasó. Ni registro del ahorcamiento. A lo


largo de todas las entrevistas jamás pudo hacer referencia a ese hecho, ni pudo
nombrarlo.

Otra característica que tenía era que llegaba a cualquier hora. Si lo citábamos a las
9 de la mañana, llegaba a las 3 de la tarde. O llegaba más temprano, pero en lugar de
sentarse en nuestra sala de espera, se sentaba en la sala de espera de otro servicio,
donde no lo podíamos ver. Se volvía a su casa sin decir nada, y nunca nos enterábamos
de su asistencia. Podía estar horas sentado afuera del consultorio, pero jamás iba a tocar
la puerta.

Por todos estos desencuentros, lo que lo teníamos que llamar regularmente para
recordarle el turno.
Sobre el padre.

El paciente es el mayor de 12 hermanos, con una madre muy joven. Convive con
uno de los padres de sus hermanos, a quien llama padrastro, pero no parece tener mucha
relación.

El padre de Pablo se fue de la casa cuando él era muy chiquito y en la actualidad


tienen trato esporádico.

Sobre la madre.

La madre es quien trajo a Pablo al servicio de psicología en la primera consulta.


Su rasgo principal es que no demuestra angustia alguna. Sí, interés por el hijo, pero habla
sin afecto de su ahorcamiento, o del momento donde lo “des-colgó”. Como si fuera algo
de lo más normal que pasa en todas las familias.

Sobre el grupo de pares.

Tenía varios amigos del barrio, algunos lo acompañaban a las consultas. Dice que
estaba de novio con una chica, pero que después de la internación ya no la tenía más.
No recuerda que pasó, no sabe por qué se separó, supone que él se “re calentó por algo
grave que ella hizo”.

Sobre el tratamiento.

A Pablo lo hacemos pasar por entrevistas individuales alternado con un dispositivo


grupal con otros adolescentes. Ahí jugamos a un juego que fue creado en la sala por
pacientes adolescentes con vidas muy traumáticas, que se llama: “El juego de la vida de
mierda”.

En resumen, es un juego de casilleros, que va desde el nacimiento hasta la vejez.


Se arranca tirando el dado para saber si se va a nacer en una familia rica, pobre o hija de
puta. De ahí se sigue tirando el dado, y según la suerte se cae en tal o cual casillero.
Hay ocasiones donde hay que tomar decisiones, como si uno va a estudiar o no, si
va comprar una casa, asegurarla, seguro médico, casarse o tener hijos. También el
juego enfrenta a jugadores en situaciones conflictivas. Finalizado el juego se leen las
vidas de cada uno.

El juego se presenta como una herramienta fundamental, en el punto donde se


empiezan a armar escenas que reconectan a los chicos con la palabra. Presta fantasmas
que el paciente no tenía y lo confronta con elecciones, que por más que sean en juego,
implican una pérdida, no solo para uno, sino para todos, evidenciando que todo Otro esta
barrado. Es el juego donde todos pierden. A nadie le va tan bien en la vida.

Pablo participa de este dispositivo, logrando con el tiempo empezar a hablar.

Las escenas de Pablo.

Escena 1: La prima.

Pablo relata con mucha angustia, que hacía unos años había desaparecido una
prima, que él amaba muchísimo. Simplemente había “desaparecido” y nadie hablaba más
de esto. Nadie la nombraba ni la buscaban.

Escena 2: Su papá.

Se quejó de su ausencia. Lo nombra como un “boludo”. No le parecía bien que su


padre se haya ido de la casa siendo el tan chico, lo critica mucho, y si bien el padre
actualmente lo buscaba, él lo rechazaba sistemáticamente.

Escena 3: Su mamá.

Según el paciente ella está “allá arriba” y es intocable. Se culpaba por hacerla
renegar en algunas ocasiones y la describía como una mujer superpoderosa por llevar
adelante a la familia. No le reclamaba nada, ni permitía que se la cuestione. Pablo decía
que no la quería molestar con sus cosas, ni darle más trabajo. Ella se ocupa de sus 11
hermanos más chicos, y Pablo “para no molestarla” se mudó a una casa tomada.
Algunas consideraciones:

En la clase 9 del seminario 10, Lacan describe la estructura del pasaje al acto
como un “dejarse caer”, donde el sujeto, dice: “​se precipita desde allí donde está, desde
el lugar de la escena donde sólo puede mantenerse en su estatuto de sujeto como sujeto
fundamentalmente historizado, y cae esencialmente fuera de la escena. “ ​(Lacan 1963,
Pag. 128)

Lo ubica “en el fantasma, del lado del sujeto, en tanto que aparece borrado al
máximo por la barra. En el momento del mayor embarazo, con la adición comportamental
de la emoción como desorden del movimiento.”​ ​(Lacan 1963 Pag. 128)

Pablo entra al servicio tras un pasaje al acto. Él se deja caer de una escena que en
el principio del tratamiento aún no puede ser relatada.

Al pasar por el dispositivo del juego, se intenta traer de vuelta a ese sujeto, desde
el frío y oscuro vacío al que se precipitó, hacia el abrigo de una escena. Al reconectarse
con el Otro, y poder empezar a poner palabras a su sufrimiento, se empiezan a armar
diferentes relatos donde él se recupera a sí mismo como sujeto dentro de una historia.
Ese fue nuestro objetivo principal. Hacerlo hablar.

Si tenemos que pensar como es la escena desde donde él se deja caer, podemos
situar varias cuestiones.

En principio vemos a una madre incapaz de angustiarse, que le enrosca la cuerda


en su garganta, en el punto donde lo asfixia, no lo deja hablar, le impide los duelos. Es
una madre que lo descuelga, pero no en el sentido de quitarle la soga del cuello aquella
vez, sino al revés, lo des-cuelga, lo des-conecta, del Otro.

Una madre con serias dificultades para angustiarse. Lacan en la misma clase se
interroga si la angustia no es lo común entre el sujeto y Otro. Entonces qué lugar
encontraría Pablo en una Madre que no se angustia.

Con la reconexión a la palabra, Pablo puede tomar posición en su relato, con


respecto a su padecimiento.

En principio, y yo lo ubicaría como, esa bocanada de aire, que el necesitaba para


vivir, pudo decir que a él, Pablo, no le da lo mismo que su prima este muerta, o que esté
desaparecida. No da lo mismo una cosa que otra para él. Y también que la extraña
muchísimo, porque para él fue como “una madre”.

También dice, por otro lado, que ante su madre que él tiene “tan arriba”, él se
siente “el boludo de mamá”, que él no puede resolver sólo ni siquiera sus cosas más
básicas.

Ser “el boludo de mamá”, pone a su ser en función de una articulación significante.
Se trata entonces de la producción de un significante que alivia su falta en ser.
Representado por esto: “Hola buen día, yo soy el boludo de mi madre”, él se asegura un
lugar para su ser en el Otro, teniendo esto como efecto cierto alivio para su alma, y cierto
amarre al calorcito del más acá de la escena. Es decir que es preferible ser el “boludo de
mamá”, a no ser nada.

Porque cuando ubicamos un pasaje al acto, se trata de estar o no estar en una


escena, aunque el papel que nos toque jugar, sea el de ser un boludo.

Por otra parte este significante que lo representa, no es poca cosa, en el punto
donde es el que usa para describir a su papá. Él es un boludo como su papá.

En este camino de producción de saber, Pablo se topa con un recuerdo: la imagen


de su mamá triste por algo, mirando para otro lado, capturada por otra cosa. Y en efecto
debió haber sido una madre así, una madre des-colgada ella, que por más buena
voluntad que puso para alojar a sus hijos en algún deseo, no pudo salirse del shock, de lo
traumático de su infancia. Y otra vez volvemos al mismo interrogante: qué lugar hay para
un hijo, cuando la madre no puede perderlo. A veces no tiene que ver con retenerlo, sino
con no poderlo alojar.

Nunca supimos cuál fue la escena que lo precipitó al suicidio. Él tampoco lo


recuerda. Suponemos que algo de este dejar a su novia por “algo grave” que lo hizo
calentar un montón, como él dijo, fue la coyuntura que lo motivó, que le dió ese toqué de
“emoción” como dice Lacan, para que se descuelgue del todo, y se cuelgue en lo real.
Ese desaire amoroso, probablemente lo despistó en relación al Otro. Otro Otro que no le
da lugar. Que le miente. Una escena que se monta al modo de repetición, sobre la
insoportable escena de la desaparición de esta prima, que lo había sabido alojar en su
deseo, supliendo quizá las dificultades de la propia madre. Entonces, ese sujeto
responde con su barra al máximo y se despide como desecho de la escena.

En el contexto familiar, se evita hacer circular la palabra. Porque la palabra


angustia. Pablo no quiere molestar a su madre, no quiere angustiarla. Parece que es él el
que no quiere que ella se caiga. Pareciera que están todos agarrados con alfileres. No
molestarla implica, no hablar de lo que le pasa, de su angustia, o hacer preguntas que
puedan llegar a comprometer emocionalmente a su mamá.

El espacio analítico propone otra escena.

Pablo se maneja de igual manera, dice que no toca la puerta para avisar que llegó,
porque “no quiere molestarnos”. Pero contrariamente a lo que sucede en su casa, en el
consultorio sí se puede hablar. Y cuenta con Otros capaces de soportar su angustia sin
desarmarse. También él, puede llevarse cierto registro de su falta, cuando nosotras
llamamos para certificarle que nos dimos cuenta, que ese día, él no asistió a sesión. Es
un espacio donde se lo puede perder. Un Otro al que le puede faltar. No hace falta
arrojarse al vacío.

Por otra parte, la escena del juego propuesto en el dispositivo grupal, no sólo
reconecta a los chicos con la palabra. La imposibilidad de la expectativa del plus de gozar,
se vive con decepción y sufrimiento, para todos. Esto es importante porque cada chico
ve, que el juego de la vida de mierda, los enfrenta a todos y cada uno de ellos con lo
imposible. La no relación sexual los atraviesa a todos. Cuando azarosamente, se cumple
el deseo de caer en tal o cual casillero, valorado según su expectativa, paradójicamente
lo que se experimenta es la pérdida.

Entonces en la medida en que uno va tratando de recuperar un goce perdido, ya


sea jugando, o hablando con su analista, lo que obtiene es el registro de una pérdida.
Pero no todo son malas noticias. “Algo tiene que compensar, lo que de entrada es un
numero negativo”, dice Lacan (Lacan 1970, Pag. 52). En este movimiento uno también
se produce un gocesito, un objeto, algo que se puede chupar, cagar, oír, mirar, de modo
que valga la pena seguir de este lado de la escena.

Pablo continúa su tratamiento con muchas dificultades para ocupar el espacio que
se le ofrece, pero ahora empieza a excusarse por sus faltas, diciendo “perdón que no
vine la otra vez, lo que pasa es que me colgué”.
Bibliografía

Lacan, J. (1968-1969) Seminario XVI, De un Otro al otro. Buenos Aires, Argentina. Paidós

Lacan, J. (1969-1970) Seminario XVII. El reverso del psiconálisis. Buenos Aires,


Argentina. Paidós

Lacan, J. (1962-1963) Seminario X. La Angustia. Buenos Aires, Argentina. Paidós


LOCURA, CUERPO Y DISCURSO

Cuando la Transferencia no es la puesta en acto de la realidad sexual del


Inconsciente

¿Qué es servirse del padre? "Un día, mi padre me dio su paleta y sus pinceles. De
momento, no entendía por qué. Yo era muy joven. Me alegré y basta ... Mucho después
comprendí todo el alcance de su gesto" (Picasso).

Autoras: Lic. Daniela Bardini (​[email protected]​)​, ​Lic. Verónica Gabriela Lamas.

Resumen: El encuentro con el lenguaje agujerea los cuerpos aventurándonos ​en el enigma
del sin sentido y, al mismo tiempo, ​invita a tomar de él los elementos para inventar un
sentido posible. Sin embargo, en nuestra clínica, a menudo nos encontramos con
manifestaciones que no responden a esta lógica. ¿Cómo bordear entonces las dificultades
de aquellas presentaciones que saltean las formaciones del inconsciente, dando lugar como
respuesta posible fenómenos que se encuentran a nivel del cuerpo o la locura? Del lado del
lenguaje, agujero y algún sentido posible; del lado de la locura o de la presentaciones
psicosomáticas, fijeza coagulada de sentido que lleva a un callejón sin salida. En este
escrito intentaremos, a partir de dos relatos clínicos, recortar el modo de respuesta y en
torno a esto pensar algunas intervenciones posibles. Respuesta de cada ser hablante,
respuesta singular que no sabe del armado de un cuerpo, ni de orden, ni de cordura.

Consideramos necesario poder afinar nuestra escucha y nuestros conceptos en pos


de poder introducir alguna legalidad que posibilite hacer ingresar estos discursos en
transferencia.

Palabras clave: Presentaciones actuales -Cuerpo - Locura- Transferencia- Discurso


Analítico.

C​omo practicantes del psicoanálisis en un ​Hospital, a m​enudo en nuestra clínica


nos confrontamos con presentaciones que redundan en el exceso, en las que el goce se
torna desmedido y donde la transferencia, entendida en su sentido clásico, como la puesta
en acto de la realidad sexual del inconsciente, parece difícil de instaurar. Surge el
interrogante entonces ¿Cómo operar con estos sujetos, como los que describiremos más
adelante, ​donde más que un síntoma aparecen manifestaciones enloquecidas o un padecer
inhabilitante desligado de todo sentido? Respecto a aquellas presentaciones que no
responden a la clínica de las formaciones del inconsciente, Heinrich sostiene que si bien no
suele existir una demanda de análisis, no significa que no haya demandas. Menciona que
éstas en su mayoría se presentan de forma intempestiva ​hablando por el sujeto antes que
los síntomas, haciendo que los tiempos del análisis también se vuelvan decisivos​. Es
entonces donde la apuesta por la palabra, permite al practicante del psicoanálisis y al
hablante, construir a partir de las intervenciones, la trama de aquello que quedó truncado,
un tejido que habilite el armado de una historia y un lugar en la transferencia. Apuesta que
intenta que aquellos elementos imaginarios y/o reales rechazados puedan simbolizarse en
el discurso. Pasemos a los casos.

Victoria llega al hospital enferma, en su presentación dirá: ​“Dra. estoy muy mal, yo
no quería contar nada pero mi marido (Carlos) me enferma. Es celoso de todos, se hace el
bueno delante de los demás y después me dice: A vos te encanta ir al médico para que te
manosee”. ​Victoria fue operada de una patología uterina, operación que venía postergando
hace varios años​, “no quería que me corten la panza, para mí, mi panza era perfecta,
cuando veía la cicatriz me descomponía, no pude mirarme la panza hasta hace muy poco”.
Dicha intervención implicó que Victoria permanezca en reposo durante dos meses, período
en el cual se recrudecen las discusiones con su marido lo que, según sus palabras, la trae
enloquecida a consultar con un psiquiatra del Hospital quien luego realiza la derivación a
Psicología.

Refiere no soportar la mugre y limpiar varias veces al día los mismos lugares, ​“siento
como una separación entre la mente y el cuerpo, mi mente me dice que no lo haga pero mi
cuerpo lo, me dicen que estoy loca, pero me enferman” ​Su cuerpo también se hace
presente en una variada sintomatología, dolor de cabeza ​“insoportable”, dolor de oído y
afonías recurrentes, que trae entrevista tras entrevista sin lograr ubicar o recortar alguna
causa.

Sostiene Muñoz, P. que al encuentro con la propia división subjetiva “puede


responderse enloqueciendo, respuesta distinta a la respuesta sintomática neurótica. O bien
la respuesta loca puede acontecer justamente en el punto en el que no hay respuesta de
estructura neurótica posible, cuando la neurosis está en suspenso” (1) Fernández, E. señala
que al historizar encontramos en la locura detección de movimientos en relación a
padecimientos y duelos que el sujeto viene atravesando. Sostiene que en las locuras “falta
el significante del deseo del Otro (...) una falla de la inscripción edípica que normatiza el
deseo con relación a la posición fálica, significante cuya falta se vincula con una caída de la
potencia fálica del padre que hasta entonces no se había revelado” (2) El sujeto no tiene
con qué responder frente a una pérdida que se superpone con algún otro duelo, dando lugar
a “un saber que se ha vuelto insoportable, imposible de decir”.Continuemos con el caso.

Victoria nació en Misiones, su madre la deja a cargo de una tía de 14 años y


​ compañan ​a esta tía los abuelos maternos de Victoria quienes jugarán un
desaparece​. A
papel fundamental en su historia. Conoce a Carlos a sus 18 años y a los 19 se va de su
casa. Dirá que se fue por capricho, frente a la negativa de su abuelo a que Carlos ​“la visite.”
Recuerda que su abuelo le dijo ​“antes de que ese venga a verte, te mato.” ​Piensa que no
estaba preparada para irse pero su abuelo le había enseñado desde siempre, que ​“si se
lucha, hay que ganar” ​primer mandato que Victoria hará suyo. Hará suya también la
agresividad, es así como frente a un piropo, una mirada en la calle de algún desconocido,
ya sea hombre o mujer, Victoria respondía con golpes.Dimensión de la locura, posición
subjetiva, que insiste en el discurso de la paciente, que puede ser leída en el marco de las
entrevistas, en el despliegue de la escena transferencial y de su propia vida. Posición
alienada, en la que el yo colma la escena.

Eidelsztein plantea, siguiendo al Lacan del Seminario XI la “petrificación” del sujeto,


es decir, la fijación de la posición del sujeto en el punto del Ideal simbólico “Tal identificación
ideal es tomada como destino, punto de arribo final del recorrido subjetivo”(4). La locura
implicaría el “cortocircuito” en el recorrido subjetivo evitando de este modo el pasaje
(mediatizador) por el campo de la palabra y el Otro. Recordemos algunas de las
“enseñanzas” del abuelo de Victoria: si se lucha, hay que ganar, nadie te puede tocar. En
una de nuestras entrevistas Victoria relata: ​“ayer pasé caminando delante de un hombre
que estaba calentando agua, me mira y me dice: nos tomamos unos mates juntos? seguro
​ s posible
que con vos el agua se calienta más rápido. Me acerque y le di una trompada”. E
pensar que los mandatos de su abuelo son reactualizados, actuados frente al goce del Otro,
Victoria actúa respondiendo desde su coagulación imaginaria. Momentos en los que no está
disponible el intervalo entre S1 y S2, aquel intervalo necesario para que se produzca un
efecto sujeto.

En esta misma línea, en la falta de intervalo entre S1 y S2 nos encontramos con


presentaciones en las que las perturbaciones en el cuerpo son un fenómeno observable
pero que no se pone a trabajar en una cadena significante, existen allí, en lo real o
discursivo, indialictizables como en el caso de Majo. Ella llega a consulta hace un año,
derivada por su médico clínico, portando un diagnóstico de fibromialgia. Luego de haber
renunciado a su trabajo, dice encontrarse peor que nunca, los dolores en todo su cuerpo
son insoportables, no puede dormir por ellos; se encuentra irritable y es presa de una
angustia que lo colma todo y que, por tanto, no permite señalar nada. A su vez, menciona
otra particularidad, dirá que sufre fallas mnésicas asociadas a la fibromialgia- según su
neurólogo-, que también se han recrudecido. Según sus dichos, esto le genera una gran
​ n
dificultad para relacionarse y hasta poder realizar actividades de la vida cotidiana. E
relación a su trabajo hace mención a un episodio en el que, llevando a los niños que
​ n la cual pierde las referencias de dónde se
cuidaba al colegio, le da “como una ausencia” e
encuentra, generandole temor de chocar y lastimar a los niños “al otro día dije que no podía
más y renuncié”. “Me hice demasiado cargo, me seguía quedando por las nenas”, “en un
momento sentí que mi vida era de ellos”, ​dirá​. “Se volvió muy exigente, el cuerpo no me dio
​ nte este relato, su cuerpo incómodo en la silla por los dolores
más, me quede sin vida”. A
parece desinflarse “hablar me agota, cuando hablo siento que me aplasto, ya estoy agotada
la vengo peleando sola desde hace mucho... bah desde que nací”. ​Ante un acontecimiento
traumático, una irrupción de lo Real, esos significantes “ausencia” y “dolor” pasan a ser
puros signos holofrásicos. Pareciera que ese goce quedó marcado en el cuerpo como rasgo
indescifrable, como si hubiese que responder con el cuerpo allí donde lo simbólico "no tuvo
tiempo" de responder.

​ acan da cuenta del surgimiento del significante en el campo


En su Seminario XI​, L
del Otro. Es en este contexto que va a plantear que en el fenómeno psicosomático "la
inducción significante a nivel del Sujeto ha transcurrido de un modo que no pone en juego la
​ etengámonos aquí, sabemos que el S1 surge en el campo del Otro
afanisis del Sujeto." (5) D
y condena al sujeto a desaparecer bajo ese otro significante, el S2, dando lugar a lo que
llamamos “afánisis” estableciendo su carencia, la falta en ser, proceso que se establece en
el momento de “alienación-separación”. Es así que se produce un intervalo donde se aloja
la pregunta por el deseo. Ahora bien, cuando esta operación falla, los significantes “pueden”
holofrasearse y decimos pueden en contraposición a una posición fija como lo es en la
psicosis o la debilidad mental. En este sentido Heinrich hace un interesante aporte al
plantear una diferenciación entre "efecto" afánisis -en tanto efecto de la alienación
significante, y definido por Lacan como la desaparición del Sujeto bajo los significantes que
lo representan- de la "función" afánisis, que sería un tiempo posterior y que consistiría en la
puesta en juego de esa desaparición. Al respecto dirá: “podemos suponer que en el
fenómeno psicosomático el efecto afanísico si se ha producido,(...) fallaría accidentalmente
la posibilidad de ponerlo en juego, en tanto función para interrogar los significantes del
Otro”. (7) A partir de esta distinción podemos plantear que, como falla de la instauración de
la pregunta por el deseo que permite el intervalo, la norma fálica quedará suspendida dando
lugar a todas las particularidades que escuchamos en el relato de Majo: una imposibilidad
de poner un límite a los excesos laborales, la predominancia de rivalidades imaginarias que
dan lugar a la continua agresividad; la incapacidad de mediatizar las demandas que vienen
del Otro; la escasez de recursos que le permitan historizarse y además la dificultad en dirigir
su palabra en la transferencia sin que estas tomen un peso que lleguen a “aplastarla”

Según Lacan, la función biológica es desarmable y articulable con algo que funciona
como significante. Si dicha función se articula según la legalidad del significante, la
respuesta es una formación del Inconsciente. Por el contrario, si lo que el Otro dice es
escuchado como signo u holofrase, en el lugar de una legalidad inconsciente aparecerá una
respuesta refleja y automática. Consideramos que es posible pensar que algo de esto último
ocurre cuando Majo, ante el pedido de sus empleadores, de permanecer más tiempo en su
trabajo, escucha un signo ininterrogable, que se traduce luego en ​“mi vida era de ellos”,​
impactando directamente en el cuerpo en forma de un dolor insoportable, indialectizable.
Indialectizables resultan también, en principio, los mandatos del abuelo de Victoria,
dejándola fijada a una posición incuestionable que la aliena.

¿Cómo operar un cambio de lógica para lograr habilitar un orden distinto al goce
congelado o fijado que permita la invención del inconsciente? ¿Cómo inventar el
​ Cómo encontrar otra respuesta para el sujeto? Respuesta que posibilite un
inconsciente? ¿
intervalo, que dé lugar al efecto sujeto. Pensamos que poner en palabras, historizar sus
historias comenzará a generar movimientos que permitan esbozar algún cuestionamiento.
En el caso de Victoria, conmover algo de la versión del Padre que se transmite encarnada
en este abuelo, versión que pareciera no mantenerse reprimida sino ser transmitida en lo
real del acto y en Majo al menos comenzar a construir una versión posible de su novela
familiar.

Interrogar este “pelearla sola” le permite a Majo comenzar a hablar de su historia,


dirá que siempre está “pendiente del ​resto, nadie estuvo pendiente de mí, me dieron
​ odrá relatar que su madre “de crianza” enfermera de profesión, asiste el
cuando era bebé”. P
parto de su madre biológica y, ante las dificultades económicas de esta última,
​ anorama
“​simplemente decidió quedarse conmigo, pero no me dio amor porque no sabía”. P
desolador pero permite los primeros esbozos de una historia y dar cuenta que ​el hecho de
no haber ocupado un lugar para el Otro, representado en este “no saber ser madre”, impide
la operatividad de la función de afánisis, que le permitiría al sujeto recubrir imaginariamente
su falta en ser, haciendo el duelo por ella.

Majo comienza a relatar un episodio fundamental que aún no había mencionado, la


pérdida de un hijo de 5 meses, del cual no recordaba ni su fecha de nacimiento ni su fecha
de defunción, situación que algunos de sus otros hijos desconocen. Dirá que le angustiaba
mucho “​no poder registrarlo en su memoria”​ razón por la cual aparece casi totalmente
borrado del discurso familiar. A su vez logra situar que es en ese momento que aparece su
lesión en la columna y su dolor. Se le señala que quizás hay ausencias demasiado
dolorosas como para recordarlas y que quizás puede recordar otras cosas sobre su hijo.

En su discurso comienza a circular que otras cosas más que duelen además de su
cuerpo. A partir de los señalamientos realizados algo empieza a moverse: comienza a
hablar con otros, se muestra menos irritable cuando hay cosas a las que no puede
responder y los dolores comienzan a ser menos mortificantes, al menos le permiten
descansar por las noches. Retomando la pregunta acerca de la invención del inconsciente
¿Es posible pensar que el localizar la coyuntura desencadenante de su lesión permite abrir
una nueva cadena significante que le habilita a Majo el comenzar a construir una escena,
escena que da lugar al inicio de escritura de una parte de su historia familiar y delinear allí
los primeros trazos de una pregunta por su lugar en el deseo del Otro? ¿Se podría
establecer este movimiento como un descongelamiento de la holofrase? En las siguientes
entrevistas aparecerán nuevos olvidos y pérdidas, pero ya no tendrán el estatuto de lo
orgánico sino que comenzará a preguntarse por qué “olvida cosas esenciales”. Así puede
comenzar a iniciar la cuenta de sus pérdidas, contabiliza sus agujeros, siendo que el olvido
pone en juego su responsabilidad, pudiendo quizás ser leído y no encarnado.

Como relatamos con anterioridad, Victoria acudió a varias entrevistas afónica. Es así
como en una de ellas relata: que siente que “se le cierra la garganta.”Decíamos, algo
imposible de decir, de asimilar, suspensión de la neurosis, que se expresa como locura
frente a la interrupción del movimiento subjetivo. Al decir de Lacan “el sujeto desarrolla en el
discurso analítico su verdad, su integración, su historia. Pero en esa historia hay huecos: allí
donde se produjo lo que fue un rechazo originario.” (8) Continuemos con el relato de
Victoria. “Nunca nadie me tocó, cuando era chica, yo sabía que nadie me podía tocar, ese
había sido el consejo de mi abuelo. Creo que por eso me costó tanto lo del Dr. cuando me
operó, él fue el primero que me tocó el cuerpo, que me dejó una cicatriz.” ​Operación que
Victoria posterga, posterga una marca que viene del Otro y la “descompone”. Se interviene
preguntando qué le pasa en el cuerpo cuando la tocan, ¿Qué pasa cuando Carlos la toca?
Recuerda que cuando se fue con Carlos él la ​“tocó íntimamente” ​ella no quería, por lo que él
rompe sus pantalones y la obliga a tener relaciones. No se angustia al relatarlo, para ella no
fue una violación. Frente al asombro de la analista (en formación) aclara: ​“Al casarme con él
pase a ser de él, eso fue lo que dijo mi abuelo”. ​Segundo mandato: ​“si te casás es para toda
la vida.” Precepto incuestionable, sin importar el maltrato, la violencia y las infidelidades de
su marido. Trabajamos durante mucho tiempo en las entrevistas los motivos que enunciaba
Victoria para quedarse junto a Carlos Allí se escucha “no se debe hacer” y se cuestiona-
​ Y cómo
¿Dejar a Carlos es algo que no se debe hacer?- ​Sí, respondió, ​lo tengo tan claro! ¿
es eso?-​“Es como algo sagrado”.

A raíz de un sueño recuerda que cuando era niña en la casa de su abuelo se


realizaban fiestas. Sus abuelos siempre se alcoholizaban y ella siempre estaba atenta,
cuidando a su abuelo para que nadie le hiciera nada. ​“Ahora que pienso, mi abuelo decía
muchas cosas pero hacía lo contrario.​ ​Eso que dijo mi abuelo, me lo saqué de la cabeza,
eso era lo que me enfermaba. Ahora me doy cuenta que a lo mejor el que nos faltaba el
respeto era él”.

¿Encuentra Victoria, una salida a la locura? Salida que implica haber podido
cuestionar la palabra del Padre, “mi abuelo decía una cosa pero hacía otra” ¿para comenzar
a servirse de un Padre castrado, ser de goce pero también de deseo?

Victoria acude afónica a nuestra última entrevista y comenta​“-otra vez estoy así, sin
voz, estoy pensando en la muerte de un familiar. Creo que es mi hijo menor. Me acuerdo
que cuando me dijeron que otra vez estaba embarazada me quería morir, ​nunca se lo había
podido contar a nadie ¿serán las cosas que no puedo decir, las que me enferman?”.

Hemos descrito dos casos clínicos, de aquellos que se presentan con más sombras
que luces, aquellos que a menudo denominamos " presentaciones actuales" como lo son el
llamado fenómeno psicosomático y las locuras al igual que la anorexia, la bulimia, las
adicciones, etc. Cuadros clínicos que no se adaptan al dispositivo analítico tal como fuera
establecido en relación a la neurosis, cuadros en los que la asociación libre aparece
impedida. Nos encontramos con sentidos coagulados, fijados, estatuidos como única
respuesta. Nuestra propuesta se basa darle lugar a la palabra ​no unívoca que posibilite
instalar una multiplicidad de sentidos ​necesarios para que un discurso se construya.
Construcción para la cual se requiere que algo del orden de la falta pueda advenir. En
ambos casos la dirección de la cura es acompañar el armado de algo del orden del mito, en
tanto no unívoco y, a la vez, matriz de una posibilidad de historizar. En el caso Victoria
pudiendo establecer otra versión posible de su padre en tanto figura que no encarne el ideal
de la locura; en Majo el tejido mismo de al menos una historia. Si como describimos al
comienzo, no es cuestión de comprender, en estos casos se trataría más de ficcionalizar
que de interpretar. La ficción opera como una discontinuidad, como un intervalo en la
sucesión indefinida, un punto vacío que hace al establecimiento de un límite posibilitador de
un límite a la locura y borde al padecimiento en el cuerpo. La ficción introduce a su vez, una
dimensión temporal, tanto en el sentido cronológico en la posibilidad de inventarse un
pasado otro, como en el sentido lógico, en relación a la posibilidad de una escansión.
La ficción no es tanto una extracción ni tampoco un complemento, sino un suplemento que
permite producir las coordenadas para plantear un "otro lugar", una otra escena en la que
pueda advenir un síntoma que pueda ser dicho y en ese decir implicar una subjetividad.

Referencias Bibliográficas

1 Muñoz, P (2011) “Las locuras según Lacan”. Consecuencias Clínicas Éticas y


Psicopatológicas. Editorial Letra Viva. Buenos Aires.

2 Fernandez, É. (2005) “Algo es posible”. Clínica psicoanalítica de locura y psicosis.


Buenos Aires. Letra Viva.

3 Muñoz, P (2011) “Las locuras según Lacan”. Consecuencias Clínicas Éticas y


Psicopatológicas. Editorial Letra Viva. Buenos Aires.

4 Eidelsztein, A. (2008) “Las estructuras clínicas a partir de Lacan”. Buenos Aires, Letra
Viva, Vol. I. Cap. 3.

5 ​Lacan, J (1964) El Seminario XI “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”.


Ed. Paidós, Buenos Aires.

6 y 7 Heinrich​, H. (1996) Cuando la neurosis no es de transferencia. Ed. Homo Sapiens,


Buenos Aires.

8 Lacan Jacques. (1995) El Seminario. Libro 1. “Los escritos técnicos de Freud”. Buenos
Aires. Paidos.
SEXUALIDADES. LO INVARIANTE, LAS DIFERENCIAS Y LA CREENCIA

Autora: Mg. Vanesa Baur

Mail: [email protected]

Resumen: La siguiente comunicación formó parte de un panel convocado en torno


a las prácticas y los discursos en relación con las sexualidades. Recorro aquí el
planteo de la irreductibilidad de la dimensión de la sexualidad para el ser hablante,
en interlocución con textos filosóficos y literarios. Situando la dimensión real y
traumática de lo sexual como una invariante del humano, planteo algunas
preguntas acerca del ejercicio de la sexualidad y el consentimiento y artículo las
mismas con la importancia de la creencia en las relaciones entre semejantes.

Palabras clave​: sexualidad- invariante- real- consentimiento- creencia

El título del panel –Sexualidades, prácticas, discursos- invita al plural, se sitúa


desde los plurales como un signo de época. Una época en la cual no habría un
discurso unitario acerca de la sexualidad y en la cual hay lugar y visibilidad para
(casi) todas las prácticas y las identidades. Sin embargo, hay algo inquietante en
la corrección política a que nos invita el plural, que encontré expresado por la
psicoanalista Silvia Ons de la siguiente manera:

Si en la época victoriana el psicoanálisis cuestionaba la pretensión de igualación de los


ideales en sus ambiciones totalitarias y hegemónicas, hoy también le compete
realizar esa operación respecto del intento de homogeneizar los goces: se los
pluraliza, sin duda, pero de cada diversidad se hace un pequeño todo y, al igual
que ayer, hoy lo más singular es lo más recóndito (Ons, 2018, p.124)
Este es el marco que quisiera darle a estas reflexiones, la invitación a que el
psicoanálisis no cese de interrogar por lo más singular en y entre los todos
diversos.

Entre prácticas y discursos no hay homología, ni creo que el psicoanálisis pueda


reducirse a una teoría meramente performativa del lenguaje. Discursos y prácticas
pueden no coincidir, lo sabemos. Y los discursos no necesariamente engendran
las prácticas que se proponen. La teoría de los discursos nos enseña que el
producto de un discurso amo es un objeto resto. Y de un discurso cuyo agente es
el saber (llamado universitario), la producción es un sujeto dividido, vale decir
sintomatizado. Señalo estos mojones para ir situando que hay disparidades y
desavenencias entre discursos y prácticas, así como en el terreno de las
sexualidades.

Discursos, sexualidad, prácticas, son tres términos que nos remiten a los
laboriosos trabajos de Foucault agrupados con la vocación de una “historia de la
sexualidad”. En 1976 se publicaba “La voluntad de saber”, el que se constituiría en
punto de partida de una serie sobre la historia de la sexualidad. Allí Foucault
problematiza la que denomina hipótesis represiva, visibilizando en su lugar la
conformación de la sexualidad como un dispositivo, en cuyo marco se produce
una proliferación de discursos sobre el sexo ​en el campo de ejercicio del poder
mismo​. El dispositivo entrama el sexo con la verdad en una multiplicidad de
discursos institucionalizados. Y el psicoanálisis encuentra allí su lugar: “con el
psicoanálisis, la sexualidad da cuerpo y vida a las reglas de la alianza
saturándolas de deseo” (Foucault, 1976). De la trama de discursos, prácticas y
saberes el psicoanálisis forma parte, ligándose con la genealogía de la confesión y
cabalgando en la ​scientia sexualis​. La problematización que propone Foucault es
política y el contrapunto con el psicoanálisis entra en esa lógica.
El devenir del trabajo de Foucault lo llevó a profundizar en otros análisis, con lo
cual retornó a la tematización de la sexualidad revisando incluso el dominio de lo
que se proponía estudiar. Así lo asume en el inicio del volumen 2: “El uso de los
placeres”. En este se refiere, ya lo indica su título, a cierto aspecto práxico de la
sexualidad: las prácticas, las regulaciones, la conformación de un dominio de
cuidado de sí.
Se trataba, en suma, de ver cómo, en las sociedades occidentales modernas, se había ido
conformando una «experiencia» por la que los individuos iban reconociéndose
como sujetos de una «sexualidad», abierta a dominios de conocimiento muy
diversos y articulada con un sistema de reglas y de restricciones. El proyecto era
por lo tanto el de una historia de la sexualidad como experiencia, si entendemos
por experiencia la correlación, dentro de una cultura, entre campos de saber,
tipos de normatividad y formas de subjetividad” (Foucault, 1984, p.15)

Foucault hace el movimiento brillante de no reducir su indagación al dominio de


los preceptos morales, elige en cambio, metodológicamente, ampliar la
perspectiva estudiando una ética como aquel tratamiento del sujeto respecto de sí
mismo. Si bien él aclara que no quiere referirse a la sexualidad como una
invariante; hay algo que excede, desborda, violenta, des-gobierna al sujeto y
queda implícito en las prácticas de auto-control, de auto-tratamiento que cada
época se pudo supo dar (lejos de la supuesta libertad paradisíaca de los griegos,
allí también operaba un tratamiento de los placeres del cuerpo). Por la vía de los
discursos y los preceptos encontramos un tope ya que la sexualidad que irrumpe
en la clínica psicoanalítica, como señalaba Freud tempranamente ​los síntomas
figuran la práctica sexual de los enfermos​, no es tematizada por Foucault, quien
pone el acento en el efecto subjetivante (con toda la carga de sujeción que tiene el
término en su pensamiento), unificador, yoificante (eso que hace defenderse con
un sí mismo, dominio posible de un ejercicio de libertad) de las prácticas griegas
de cuidado de sí. Pero ¿y eso que acosa al hablante? Eso que no se reduce por
las buenas intenciones, ni por el saber, eso que se articula en fantasías, en
pudores, en vergüenzas?
Es que hay algo de la sexualidad que no entra en el discurso y que resiste a la
historicidad. Más bien se ubica del lado de lo insistente, lo que vuelve siempre al
mismo lugar, lo que no cesa de no inscribirse. Si, son modos de rodear lo real,
registro de la experiencia humana. A riesgo de ser dogmática, afirmaré que la
sexualidad es una invariante de lo humano. Lo invariante, lo real del sexo insiste
en la práctica psicoanalítica. Esa sexualidad, tal como ironiza Houellebecq en ​Las
partículas elementales (1998), que nos hace criaturas deseantes en extinción. Me
acordé de la novela del polémico francés y decidí invitar su voz al texto ya que en
esa especie de distopia en la que concluye, la ironía ilumina regiones que nos
interesan. Una mutación sin precedentes en la especie humana se produce a
partir de los estudios científicos de un presumible psicótico, quien descubre la
clave de la reproducción por clonación de cualquier especie animal. La
consecuencia es el nacimiento de una nueva especie asexuada e inmortal, que
habría superado la individualidad, la separación y el devenir, hecha a imagen y
semejanza del hombre. Una especie que prescinde de la diferencia sexual y de la
reproducción sexuada, aquello propiamente humano que se extingue. Y que
propone la fantasía de un goce ilimitado gracias a la ciencia, claro:

…acabar con la sexualidad como modo de reproducción no significaba en absoluto-muy al


contrario-acabar con el placer sexual. Las secuencias del código que
provocaban, en el momento de la embriogénesis, la formación de los corpúsculos
de Krause, ya se habían identificado; en el estado actual de la especie humana,
estos corpúsculos estaban escasamente repartidos por la superficie del clítoris y
del glande. No había nada que en un estado futuro impidiera repartirlos por toda
la superficie de la piel, ofreciendo así, dentro de la economía de los placeres,
sensaciones eróticas nuevas, casi inauditas (Houellebecq, 1998)

Dicen los narradores de la nueva especie


Hemos roto el vínculo filial que nos unía a la humanidad y estamos vivos. Según los
hombres, vivimos felices; cierto que hemos sabido superar los impulsos, para
ellos insuperables, del egoísmo, la crueldad y la ira; de todos modos vivimos una
vida distinta… Esa especie torturada, contradictoria, individualista y belicosa, de
un egoísmo ilimitado, capaz a veces de explosiones de violencia inauditas, pero
que sin embargo no dejó nunca de creer en la bondad y en el amor (Houellebecq
1998)

La ironía es precisa: los seres humanos somos seres violentos, complejos,


deseantes, en falta, que sin diferencia sexual nos extinguimos. Houllebecq nos
aproxima algo de eso que no entra en el discurso: sexualidad y muerte se
emparentan íntimamente y hay algo impronunciable e indecible en ellas y en ese
vínculo constitutivo de lo humano.

Hablando de sexualidad y muerte, vale decir de erotismo, convoquemos a otra


voz, la de Bataille, zona media entre Foucault y Lacan. En sus primeros trabajos,
en la monumental historia de la locura, Foucault se refería a Bataille, junto a
Nietzsche y Artaud, como aquellos portavoces de la sinrazón, de esa experiencia
excluida ¿o forcluida? de la modernidad. Allí Foucault abre un vínculo, un corredor
que conduce hasta Freud. Hay una parte, la no medicalizada del decir del
psicoanálisis que en aquel Foucault hacía lugar a esa voz de la sinrazón.
En ese punto de experiencia con lo no simbolizado, ni calculado, Bataille dice que
“es evidente que el desorden sexual nos produce lágrimas, pero siempre nos
trastorna, a veces nos devasta y una de dos: o nos hace reír o nos compromete en
la violencia del abrazo” (Bataille, 1951).
A ese aspecto diabólico de la sexualidad aludía Bataille, como aquello
propiamente humano que hace del erotismo más que la actividad sexual: se trata
de la presencia de la muerte en la conciencia o de ser estos seres afectados por la
conciencia de la finitud.
En efecto, según las apariencias el erotismo está ligado para todo el mundo al nacimiento,
a la reproducción que reconstruye sin fin sobre los estragos de la muerte. No es
menos cierto que el animal, el mono cuya sensualidad a veces exaspera, ignora
el erotismo. Lo ignora en la medida en que le falta el conocimiento de la muerte.
Contrariamente, es a causa de que somos humanos y de que vivimos en la
sombría perspectiva de la muerte, que conocemos la violencia exasperada, la
violencia desesperada del erotismo (Bataille, 1951)

En el discurso de Bataille, además, el erotismo no es una región pacífica,


tomemos nota de su violencia intrínseca. Bataille remonta su historia del erotismo
a las pinturas halladas en las cuevas de Lascaux y advierte que en ellas está
presente un elemento diabólico, una maldición ligada a la actividad sexual. Para el
poeta, allí se encuentra el tema del pecado original: la muerte ligada al erotismo.
Nudo inaugural cuyo origen perturbador intentamos situar, punto indecible del que,
además, nos defendemos. Pascal Quignard, prolífico escritor francés da voz al
sexo y el espanto, en su ensayo que se desliza metonímicamente y se detiene en
textos literarios y en la pintura: no sólo como representación, también como
resonancia de un modo de relación con el goce. De esta manera presenta el
drama en juego para nosotros, quienes “llevamos con nosotros las marcas de
nuestra concepción”.
El eros es una placa arcaica, prehumana, totalmente bestial, que aborda el continente
emergido del lenguaje humano adquirido y de la vida psíquica voluntaria bajo las
dos formas de la angustia y de la risa. La angustia y la risa son las cenizas
dispersas que caen lentamente de ese volcán. (…) Las sociedades y el lenguaje
no dejan de protegerse ante ese desborde que las amenaza (…) son los sueños
para los animales homeotérmicos entregados al dormir cíclico; son los mitos para
las sociedades; son las novelas familiares para los individuos. Inventamos
padres, es decir, historias a fin de darle sentido al azar de un arrebato que
ninguno de nosotros —ninguno de los que son frutos de él tras diez oscuros
meses lunares —puede ver (Quignard, 2005 p.9).

Inventamos historias, inventamos fantasmas, inventamos padres para cubrir, velar,


significar, hacer soportable ese punto enigmático de nuestra existencia que nos es
éxtimo. Pecado original, el momento de la concepción ¿el núcleo de nuestro ser,
el punto umbilical-real, ese “núcleo de nuestro ser constituido por el oscuro ello”?
“Renán decía que no se podía citar en el pasado de los hombres ninguna cosa
importante que se hubiera realizado de manera confesable. Al igual que no se
puede ver a Dios sin morir. Al igual que no se puede examinar la animalidad del
hombre sin ser castigado. La visión del sexo masculino es terrorífica, incluso en
las sociedades donde su ostensión la vuelve banal y su frecuencia irrisoria”
(Quignard, 2005, p. 37)
Hay algo enigmático que permanece velado e indecible. Y que de esa manera es
vivible. Lo sexual se vive articulado en fantasmas, la pulsión se soporta en la
mezcla, en la intrincación.

Entre el hombre y el amor/ Hay la mujer/Entre el hombre y la mujer/ Hay un


mundo./ Entre el hombre y el mundo/ Hay un muro cito a Lacan citando a Tudal
(Lacan 1966, p289), ya que es uno de los tantos modos de situar lo opaco e
indecible y no complementario de las relaciones. No, el falo no es el significante
que dice lo sexual. No, no hay representación de la muerte. Lacan lo formulaba
apelando a un proverbio árabe: Hay cuatro cosas que no dejan ninguna huella, el
pie de la gacela sobre el peñasco, el pez en el agua, el dedo del usurero en la
moneda y el hombre en la mujer ya que

…no podemos partir de ninguna huella para establecer el significante de la relación


sexual. Todo se reduce a ese significante, el falo, que justamente no está en el
sistema del sujeto porque no representa al sujeto sino, si puede decirse así, el
goce sexual por cuanto está fuera del sistema… (Lacan, 1968-69, p.291)

El goce está fuera del sistema simbólico del sujeto y no hay sujeto del goce
sexual. Ese fuera de sistema es equiparado por Lacan a lo forcluido, y su modo de
retorno es en lo real, desde allí toca al cuerpo.

Entre sexualidad y muerte hay una intersección y es la castración. La sexualidad


nos divide, nos confronta con la castración y con la salida de uno mismo.
Podríamos decir incluso, que la sexualidad humana es traumática en tanto tal. Lo
sexual puede ser como una toxina, decía Freud en referencia a las neurosis
actuales, para las que suponía una etiología en la que faltaba una tramitación
psíquica de lo sexual que, por ello se tornaba tóxico. En 1926 Freud la ubicaba
(junto al desvalimiento originario) como una de las condiciones de la neurosis: la
vida sexual que se desarrolla en dos tiempos adquiere significatividad patógena ya
que las exigencias pulsionales de la sexualidad infantil son tratadas como peligros
por el yo, quien se defiende de ellas como si fueran tales. Luego de la interrupción
de la latencia, las marcas de la represión de la sexualidad infantil provocan un
tratamiento similar de las mociones sexuales de la pubertad.
A la dimensión de lo sexual que no logra ser apresada por las palabras ni por las
imágenes, el psicoanálisis, la práctica psicoanalítica, llega por la vía de los
padecimientos, los síntomas, el resto irreductible a la interpretación y el sentido.
Se anoticia de ella por la puesta en acto de una realidad sexual del inconsciente,
tal la definición de transferencia que nos es familiar. Llega a ella ubicando un
concepto necesario para dar cuenta de lo que no cesa: la pulsión. Esta es un
esfuerzo constante, un estímulo del que no se puede huir porque proviene del
interior. Una incitación a conmover lo placentero homeostático. Una incitación que
conmueve. Un fuego en el trasero, decía Lacan. Los hablantes nos estabilizamos,
luego de algunas vueltas en la historia y las represiones, en algunas
identificaciones para portar eso que nos aguijonea el cuerpo. Esas identificaciones
se ven conmovidas, cuestionadas, incluso ampliadas… pero así y todo lo
irreductible del sexo ahí insiste.

De lo que insiste, como seres hablantes y divididos y seres de lenguaje que


somos, nos defendemos. Reprimimos, no queremos saber nada de eso que nos
lleva a encontrarnos con la castración. Si la sexualidad condujera a un natural
curso de encuentros placenteros con los objetos… quizás no seríamos humanos:
seríamos seres satisfaciéndonos autoeróticamente, en un goce de lo uno sin
peligro y sin Otro. Decirlo me hace evocar esas imágenes de hospital, de algún
paciente excluido del Otro que puede sumergirse en el goce masturbatorio… sin
hacerse representar como sujeto en el Otro. Los humanos somos seres sexuados
y no tenemos más remedio que acudir a algo Otro para hacer con eso que pulsa y
nos quema: “cómo este animal con el fuego quemándole el trasero llega a tener
que promoverse como sujeto en el Otro” (Lacan, 1968-69, p.331). Vale decir, el
enganche, la ligazón al Otro, el hacernos representar, está articulado por un goce
que quema en el cuerpo. Hacemos fantasías, nos vestimos de señuelos, nos
imposibilitamos o nos sostenemos en la insatisfacción… gozamos en el síntoma. A
veces, con suerte, nos amigamos un poco con la pulsión y creamos y gozamos
artísticamente.
Como fuere, lo sexual nos confronta con la castración, esa que se anuncia con un
afecto de separación y supone, entre otras cosas, atravesar una barrera narcisista.
Con el yo no alcanza para hacer algo con el sexo.

Hasta aquí nos paseamos por los decires de Foucault, quien aborda las prácticas
y discursos para hacer algo con eso; a lo cual alude más directamente Bataille
dando voz al erotismo en su vínculo con la violencia y la muerte. Nos servimos de
Quignard, que en esa línea señala lo disruptivo de la sexualidad y el necesario
velo defensivo. Perspectivas que confluyen con el descubrimiento freudiano,
insistente y rechazado con insistencia.
Freud se planteaba en el cuarto prólogo a sus tres ensayos, el que escribía en
1920, la insistencia en el rechazo de lo sexual:

Si los hombres supieran aprender de la observación directa de los niños, estos tres
ensayos podrían no haberse escrito. Pero, además, es preciso recordar que una
parte del contenido de este trabajo, a saber, su insistencia en la importancia de la
vida sexual para todas las actividades humanas y su intento de ampliar el
concepto de sexualidad, constituyó desde siempre el motivo más fuerte de
resistencia al psicoanálisis (Freud, 1905, p120-121)​.
Podemos bien hacernos la pregunta por ¿qué modalidad asume el rechazo del
sexo en la época? ¿Qué dicen de nosotros algunas prácticas, algunos discursos?

Me gustaría referirme, sé que polémicamente, al problema del consentimiento. A


principios de julio de 2018 corrió la noticia de que en Suecia entraba en vigencia
una modificación de la ley por la cual toda relación sexual en la que no haya
consentimiento expreso puede ser considerada violación. La noticia se difundió
junto a esta otra: el mercado puso a disposición una app para registrar el
consentimiento al acto sexual antes del mismo. La corrección política es evidente,
en alguna medida se apunta a un cambio en la conciencia social respecto de lo
que se considera aceptable y lo que no. En este marco, la pasividad no será ya
signo de voluntad y sólo se considera consentimiento el sí explícito. Desde el
punto de vista de los derechos, entendemos su inscripción en el marco contractual
de las regulaciones del lazo que predomina en la época, de acuerdo a la
caracterización de C. Soler (2000). Y, desde la perspectiva psicoanalítica
aparecen interrogantes respecto de su articulación en las singularidades.

Esta legislación ¿no se sostiene en una concepción de la sexualidad desde el uno


entero de la conciencia y la individualidad? ¿Da algún lugar al desconocimiento
del sujeto respecto de los goces que lo habitan? ¿Y la existencia de barreras
defensivas y singulares respecto de la sexualidad?

La sexualidad nos divide ¿Quién está entero en la experiencia sexual que implica
poner el cuerpo? ¿Cómo pensamos aquello de que el goce sexual no está en el
sistema del sujeto? ¿A nadie le pasó estar en una escena de la que luego se
pregunta ¿por qué dije que si? O al revés ¿por qué dije que no? Y la pregunta, el
juicio consciente puede ser reemplazado por la decisión represiva: no querer
saber nada de eso.

Seguramente hay muchas cuestiones a revisar y resignificar a la luz de la época.


Pienso como otros colegas que en nuestro presente Freud hubiera estado a la
altura de la época y es oportuno revisitar el artículo “Sobre el tabú de la virginidad”
que el mismo Freud incluyó en 1917 en su serie “Contribución a la psicología de la
vida amorosa” (recuerdo sin desarrollar aquí que las otras dos contribuciones
están dedicadas a las complicaciones amorosas del varón, por la degradación que
sufre su vida amorosa y la particular elección de objeto, modos estos que
sintomatizan en impotencia psíquica). Allí Freud se refiere a algo pasado de moda
para nosotros: la estima por la virginidad. Rastrea estudios antropológicos acerca
del tabú de la virginidad en los primitivos, encuentra sus ramificaciones en el
presente y analiza su motivación en relación con los descubrimientos del
psicoanálisis. El primer encuentro sexual supone para la mujer cosas que pasan
en el cuerpo no necesariamente placenteras (hay dolor) que a su vez implican una
afrenta narcisista, una reactivación de las lógicas edípicas, una confrontación con
la castración y con su ​fase masculina.​ La hostilidad que puede derivar de esta
constelación no sorprende, aunque esta se manifieste de manera explícita (menos
frecuente) o de manera inhibitoria en la frigidez. La reacción hostil al varón es una
respuesta posible, muy posible, de la mujer al encuentro con el sexo. Otra es la
servidumbre, efecto de la enorme resistencia vencida para sostener las relaciones.
Desde su mirada clínica Freud destaca zonas oscuras, relaciones en las cuales la
determinación inconsciente exterioriza sus efectos:

Ahora bien, es interesante que en calidad de analistas encontremos mujeres en quienes


las reacciones contrapuestas de hostilidad y servidumbre hayan llegado a
expresarse permaneciendo en estrecho enlace recíproco. Hay mujeres que
parecen totalmente distanciadas de sus maridos, a pesar de lo cual son vanos
sus esfuerzos para desasirse de ellos. Toda vez que intentan dirigir su amor a
otro hombre se interpone la imagen del primero, a quien ya no aman. En tales
casos, el análisis enseña que esas mujeres dependen como siervas de su primer
marido, pero ya no por ternura. No se liberan de él porque no han consumado su
venganza en él, y en los casos más acusados la moción vengativa ni siquiera ha
llegado a su conciencia (Freud, 1917, p.203)

¿Entrarán en juego algunas de estas mociones hostiles, conflictivas, desconocidas


para quien participa de un acto sexual? ¿Es posible que el consentimiento
consciente se vea perturbado, trastornado, conmovido por estos ecos de la propia
subjetividad de cada quien?

Las complejidades del consentimiento son puestas de manifiesto en una


1
posiblemente incómoda película francesa llamada ​Elle . Allí la protagonista,
exitosa mujer de negocios, que lleva adelante su propia empresa, independiente y
autosuficiente es objeto de una violación, es tomada por asalto en su casa por un
hombre enmascarado que la viola y la golpea. Sin embargo, ella no hace la
denuncia y continúa viviendo con temor pero también corriendo el riesgo de que
ese encuentro traumático se repita. Claro que su posición se encuentra entramada
con su historia, dramática por cierto. El caso es que la escena de la violación será
repetida con el violador, quien exige la idéntica reproducción de las condiciones de
goce, universo en el cual ella se sumerge. A la vez, se siente perturbada por una
burla sexual que hacen en su trabajo: comienza a circular un video en el que le
han puesto su rostro (gozante) a la protagonista de un videojuego de tintes
eróticos (el ser que lleva su rostro es una suerte de dominatrix alienígena).
Abusada se siente respecto de la intromisión de un subordinado en su
computadora. Investiga con el supuesto de que el autor de la broma tiene que ver
con el violador… mientras se enreda eróticamente con el violador real.

Es un film polémico, las críticas oscilan entre ubicarla como una heroína feminista
y una cínica desafectivizada. El detalle que me parece interesante ubicar es que
señala la relación entre trauma y repetición en tanto aparece un paradójico
consentimiento a la violación, hecho que la divide y que transita algo de su goce
sexual. Y que la protagonista pierde la confianza allí donde aparece la
transparencia, donde la violada es su computadora y donde circula entre los
colegas su imagen bizarramente erotizada.

Ahí donde nos conmueve que alguien consienta a su violación, esa paradoja nos
señala la propia opacidad. O más bien, la pertinencia de preguntarnos por

1
​Película estrenada en 2016, dirigida por P. Verhoeven
nuestras propias zonas de opacidad y de desencuentro entre nuestras pulsiones y
nuestras aspiraciones yoicas. Claro que esto no es compatible con la época, en la
cual el Otro garante parece ser el de la tecnología y el control y en la cual el ideal
es la transparencia. Pero, como señala el coreano Han, la transparencia se opone
a la confianza, argumento que Ons reconstruye de esta manera:

En efecto, la exigencia de transparencia se hace oír precisamente cuando no se cree y


cuando la diferencia entre los sujetos es vivida como oposición. La sociedad de la
desconfianza y la sospecha que, a causa de esa falta de confianza se apoya en
el control (Ons, 2018, p.66)

Sexo, amo tu sexo mujer/ no creo en nada si no hacemos el amor​. Cantaba


Spinetta y transmitía este saber. Hay un entramado entre la posibilidad del
encuentro con otro cuerpo sexuado y la creencia. Creencia que no se sustenta en
el control de todos los detalles o en el conocimiento de todos los secretos. La
alternativa a la falta de confianza es la paranoidización de las relaciones,
sustentada en la increencia. Término acuñado por Freud para dar cuenta de que el
paranoico justamente adolece de una incredulidad de origen. Como decía una
paciente “”el miedo no es tonto” y por ello la paranoia supone una atención
absoluta a los detalles para ser cautos. Una vez más, hay que ser un poco
incautos para errar por las vías del deseo y el amor. Los no incautos yerran, decía
2
Lacan, homofónicamente con los nombres del padre . En nuestra época parece
que estamos tan amenazados que el semejante se nos presenta en su faz
ominosa, lo familiar demasiado al borde de tornarse no familiar.

Como sistematiza Colette Soler (2009): está el trauma, el encuentro con lo real
que rompe las protecciones simbólicas del sujeto. Y está la respuesta del sujeto al
encuentro. Soler advierte también que nuestra época parece ser la de todos
traumatizados, una en la que adolecemos de pantallas discursivas defensivas para

2
​Les non dupes errent,​ expresión homófona con ​les nomes du père
el encuentro con lo real ¿será que el encuentro con el otro sexual vivido como
abuso es una manera de defenderse del encuentro real con el sexo?

Sexo, tu paso es confundir los besos con el dolor. Experiencia humana,


irreductible, a la que nos acerca la poesía ¿nos privaremos de ella y sus
paradojas?

Bibliografía

Bataille, G. (1951) Breve historia del erotismo. Publicación en epub

Foucault, M. (1976) La voluntad de saber. Siglo XXI. 2007

Foucault, M. (1984) El uso de los placeres. Siglo XXI. 2007

Freud, S. (1905) “Tres ensayos para una teoría sexual” en Obras Completas vol.
VII, Bs. As., A.E., 1996

Freud, S. (1917) “El tabú de la virginidad” en Obras Completas vol. XI, Bs. As.,
A.E., 1996

Houellebecq, M. (1998) Las partículas elementales. Anagrama. Madrid

Lacan, J. (1966) “Función y campo de la palabra en psicoanálisis” en Escritos, vol.


I. Siglo XXI. Bs. As. 1995.

Lacan, J. (1968-69) El Seminario. Libro XVI. De un Otro al otro. Paidós. Bs. As.
2008

Ons, S. (2018) El cuerpo pornográfico. Paidós, Bs. As.

Quignard, P. (2005) El sexo y el espanto. Minúscula. Barcelona.


SEXO Y OPRESIÓN: REFLEXIONES INTERDISCIPLINARIAS DESDE LOS
ESTUDIOS DE GÉNERO Y SEXUALIDAD

Autoras:​ ​Dra. Paula Bedin (​[email protected]​); Lic. Verónica Meske.

La intersección entre los estudios de género y los estudios de la sexualidad desde la


década de los 80´s ha abierto un campo de discusión interdisciplinario en torno a cómo
conceptualizar la relación entre la opresión de género y la sexualidad. Estas posiciones
configuran en la actualidad distintos modos de comprender dicha relación, que se
encuentran en disputa en el marco de debates políticos y en el diseño de políticas
públicas ligadas al acoso sexual y el consentimiento. El objetivo del presente trabajo es
reconstruir los puntos fundamentales de este debate, recuperando los aportes
realizados por las teóricas feministas Gayle Rubin, Catherine Mackinnon y Judith
Butler. Estas teóricas coinciden en adoptar una concepción constructivista de la
sexualidad, pero difieren en el modo de concebir la relación entre género y sexualidad.
Para Catherine Mackinnon la sexualidad es considerada universalmente como dominio
masculino y sometimiento de la mujer. Gayle Rubin y Judith Butler entienden que dicha
concepción es tautológica y heterosexista. El trabajo pondrá en evidencia que estos
desacuerdos hunden sus raíces en las críticas de la teoría feminista de los 80´s y en
las distintas interpretaciones de supuestos teóricos fundamentales de la obra de
Foucault, Freud y Lévi-Strauss.

Palabras clave: género - sexualidad - opresión - consentimiento.

Introducción
Besos apasionados, manos que recorren el cuerpo... los preliminares se interrumpen para que
un miembro de la pareja tome el teléfono, abra una app y ponga su firma digital bajo la
frase "sí quiero", antes de volver a centrarse en el acto sexual (Clarín, 01/07/2018)

De este modo describían distintos portales de noticias la iniciativa de


reformulación de la ley de consentimiento sexual, en discusión en Suecia en los
últimos meses. La noticia, celebrada y acogida por numerosas feministas en los
diversos portales en los que fueron divulgadas, anunciaba la implementación de una
aplicación virtual mediante la cual resultaría posible manifestar explícita y previamente
el consentimiento sexual. Si bien la propuesta legislativa, impulsada en el marco de las
discusiones internacionales generadas a raíz del impacto de la campaña ​#metoo,​ no
incluye la implementación de la aplicación, si se basa en el principio de que el sexo
debe ser libre y que los involucrados deben dar su consentimiento explícito.
Las polémicas en torno al consentimiento se han intensificado
internacionalmente en el último tiempo, siendo la denuncia de la violencia sexual uno
de los principales rasgos que unificaría al feminismo contemporáneo. No obstante, la
cuestión del consentimiento sexual ha atravesado al feminismo desde la década de los
70´s. En este sentido, consideramos que resulta fundamental reconstruir ciertos
debates teórico-políticos que ha llevado adelante el feminismo en relación al vínculo
entre opresión de género y sexualidad. Entendemos que en ellos se encuentra la clave
para problematizar algunas propuestas que, aunque celebradas como eficaces y
emancipadoras, asumen acríticamente presupuestos sobre el género, la sexualidad y
el consentimiento que han sido puestos en cuestión por el feminismo desde distintas
perspectivas.
Por este motivo, nos proponemos recuperar los debates abiertos por el diálogo
entre los estudios de género y los estudios de la sexualidad desde la década de los
80´s. Nos enfocaremos en los aportes realizados por las teóricas feministas Gayle
Rubin, Catherine Mackinnon y Judith Butler, ya que coinciden en adoptar una
concepción constructivista de la sexualidad, pero difieren en el modo de plantear la
relación entre género y sexualidad al presentar lecturas contrapuestas de ciertos
supuestos teóricos fundamentales de la obra de Foucault, Freud y Lévi-Strauss. Su
reconstrucción nos permitirá, por un lado, poner en discusión las concepciones
liberales del consentimiento sexual, basados en una idea de contrato llevado adelante
por individuos libres e iguales. Por otro, ofrecer una perspectiva capaz de pensar en un
ejercicio autónomo e incluso subversivo de las prácticas sexuales.

Gayle Rubín y el parentesco como el origen de la opresión de género


Uno de los grandes aportes del feminismo radical de los 70´s ha sido su
conceptualización de la desigualdad de los sexos en términos de opresión sistemática
y, en este marco, de la sexualidad como una construcción política desde la cual se
ejerce. Durante la década de los 70´s la principal preocupación de la teoría feminista
fue discutir su origen. El interés por la sexualidad en el contexto de dichas discusiones,
diferenció al feminismo radical tanto de los feminismos precedentes como del
feminismo liberal. Obras capitales de este período (Millet 1969, Firestone 1970),
denunciaron la sexualidad como una categoría impregnada de política, señalando que
el patriarcado y la opresión femenina se asientan en la violencia sexual.
La conceptualización del sistema sexo-género desarrollada por Gayle Rubin
(1986), fue pionera en abordar el diálogo crítico con el marxismo y la teoría liberal,
acudiendo a las obras de Freud y Lévi-Strauss. Si bien allí sostiene que ninguno de
ellos leyó su obra a la luz de una mirada centrada en la opresión femenina, entiende
que sus teorías proporcionan los instrumentos conceptuales necesarios para describir
del origen social de la opresión de las mujeres y las minorías sexuales. A partir del
análisis de estos factores opresivos de la vida social, y desarrollando las premisas
fundamentales de las teorías de ambos autores, definirá al ​sistema sexo-género como
“el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad
biológica en productos de la actividad humana y en el cual se satisfacen esas
necesidades humanas transformadas”​ (​ Rubin, 1986: 97).
Gracias a su relectura de ​Las estructuras elementales del parentesco de
Lévi-Strauss (1969) conceptualiza el origen de la opresión de las mujeres, recurriendo
a la noción de ​intercambio de mujeres como articulada por el ​regalo ​y el ​tabú del
incesto.​ En dicha obra, el tabú del incesto no es tanto una regla que prohíbe el uso
sexual de una madre, una hermana o una hija sino una regla que obliga a entregar el
derecho sobre ella a otro hombre. El matrimonio es una forma básica de intercambio
de regalos, en el que las mujeres constituyen el más preciado y cuyo resultado es
establecer una relación de parentesco, la cual garantiza la exogamia. Esta forma de
conceptualizar el intercambio permite ubicar la opresión de las mujeres en sistemas
sociales antes que en la biología. No obstante, implica afirmar que el origen mismo de
la cultura implicó la derrota de las mujeres, siendo su pre-requisito. Rubin sostiene que
el intercambio de mujeres no es ni una definición de la cultura ni un sistema en y por sí
mismo. “El concepto es una aprehensión aguda, pero condensada, de algunos
aspectos de las relaciones sociales de sexo y género” (Rubin, 1986:112).
A la luz de estas teorías, se propone desarrollar la estructura lógica que
subyace al análisis del parentesco, mostrando cómo la organización social de los
sistemas sexuales supone la división socialmente impuestas de los sexos, la
heterosexualidad obligatoria y la constricción de la sexualidad femenina. La teoría
psicoanalítica, entendida como una teoría sobre la reproducción del parentesco, le
permitirá describir los mecanismos mediante los cuales las convenciones de sexo y
género son asumidas por los niños. Para esta autora, la mejor documentación de los
efectos que producen sobre las mujeres los sistemas socialmente dominados por los
hombres se encuentra en la literatura clínica, la cual devela los severos costos que
tiene para las mujeres alcanzar una ¨femineidad normal¨. Además, el psicoanálisis
ofrece una descripción de los mecanismos por los cuales los sexos son divididos y
deformados, y de cómo los niños, andróginos y bisexuales, son transformados en
niños y niñas (Rubin, 1986:). En este sentido, afirma que el psicoanálisis es una teoría
feminista frustrada, que posibilitaría dar cuenta de que en el drama edípico aquello que
la niña advierte es la diferenciación entre quienes tienen y no tienen el derecho a la
posesión de una mujer. Es por ello que sostiene que si bien la teoría freudiana ha sido
objeto de la crítica feminista, ésta crítica se encuentra justificada en la medida en que
se la interprete como una racionalización de la subordinación de las mujeres, pero no
lo está si se lo hace como una descripción de cómo la cultura fálica domestica a las
mujeres y de los efectos que produce sobre ellas dicha domesticación (Rubin,
1986:130). Su propuesta, en vistas a la emancipación femenina, consiste en producir
una revolución en las relaciones de parentesco para la cual las obras de Freud y
Lévi-Strauss resultan fundamentales.

Opresión de género y sexualidad: G. Rubin, C. Mackinnon y J. Butler.


En los trabajos posteriores de Rubín, se advierte un desplazamiento de la
cuestión del parentesco hacia una preocupación centrada en el fenómeno mismo de la
sexualidad. La constitución de este campo de estudios se ha desarrollado a partir del
supuesto básico de la existencia de una cierta autonomía de la sexualidad respecto del
parentesco y de la hipótesis constructivista de la sexualidad, que la concibe como un
fenómeno social no determinado por la biología.
En “Reflexionando sobre el sexo” (2018) Rubín presenta críticamente lo que
denomina al ​esencialismo sexual,​ concepto que supone la idea de que el sexo es una
fuerza natural que existe con anterioridad a la vida social y que da forma a
instituciones. Su profundo arraigo en al saber popular de las sociedades occidentales
ha impedido la problematización del carácter histórico y social de la sexualidad, junto a
otros supuestos ideológicos. Entre estos, resulta especialmente relevante resaltar el
supuesto de la negatividad sexual​, en virtud del cual las culturas occidentales
consideran generalmente al sexo como algo peligroso y destructivo. Su corolario es la
falacia de la escala extraviada​, según la cual, los actos sexuales se encuentran
gravados con un exceso de importancia. Por otra parte, de acuerdo a una valoración
jerárquica de los actos sexuales, se premia a los individuos cuya conducta sexual,
heterosexual y reproductiva, figura en lo alto de la jerarquía. A medida que
descendemos en la escala, los individuos se ven sujetos a la presunción de
enfermedad mental, a la ausencia de respetabilidad, pérdida del apoyo institucional y
sanciones económicas. (Rubin, 2018)
Rubin cuestiona la idea de que la teoría de la sexualidad deba asentarse en una
teoría de la desigualdad de género. Si bien el pensamiento feminista ha analizado la
opresión de género, no ha realizado un intento similar de ubicar las distintas formas de
persecución sexual dentro de un sistema más general de estratificación sexual (Rubin,
2008:28). Desde esta perspectiva, reconoce en la obra de Catherine Mackinnon el
mayor esfuerzo teórico por incluir la sexualidad en el pensamiento feminista. Sin
embargo, los enfoques de estas teóricas representan las dos posturas que el
feminismo adoptará sobre la sexualidad en el marco de las llamadas ​guerras
feministas del sexo,​ que tuvieron lugar en EEUU en la década de los 80´s. A pesar de
que coinciden en pensar la sexualidad de manera constructivista, disienten en cuanto a
la relación entre la opresión de género y la sexual. Para Rubin la teoría de la
sexualidad no puede derivarse linealmente de una teoría de la opresión de género.
Mackinnon, por el contrario, deriva la opresión de género del fenómeno de la
sexualidad y considera que la liberación sexual es una mera extensión de los
privilegios masculinos.
En el texto ¨Sexualidad¨ de 1987, Mackinnon sostiene que el dominio masculino
es sexual y, por tanto, la teoría de género ha de ser en primera instancia una teoría de
​ s la dinámica de control mediante la
la sexualidad. Lo que se denomina ​sexualidad e
cual el dominio masculino erotiza y define al hombre y a la mujer, la identidad de
género y el placer sexual, convirtiendo a la mujer en un objeto de uso sexual. Su
fuerza motriz fundamental es la excitación producida por la reducción de una persona
a una cosa, a algo que es menos que un ser humano. En este sentido, para
Mackinnon, la teoría sobre la sexualidad se vuelve feminista de manera metodológica,
si trata la sexualidad como un constructo social de poder masculino: definido por los
hombres, impuesto a las mujeres, constituyente del significado de género y basado,
fundamentalmente, en el abuso sexual generalizado y su erotización. Desde esta
perspectiva, se opone a distinguir entre la violación como violencia,
independientemente del sexo y, por tanto, claramente distinguible del sexo consentido,
pues considera que la misma sexualidad se encuentra estructurada por la violencia a
través del dominio masculino.
El principal problema del planteo de Mackinnon es que analiza la relación entre
lo normativo y las experiencias como si estas estuviesen siempre moldeadas a imagen
y semejanza de la norma, sin recuperar experiencias que den cuenta de otros modos
de vivir la sexualidad, considerándolas siempre construidas por la mirada del dominio
masculino. De este modo, deduce ¨las experiencias¨ de la norma sin preguntarse, por
ejemplo, cuánto afectaron efectivamente esas experiencias de abuso a la sexualidad
de las mujeres o si ellas vivieron esas experiencias en términos de abuso. El hecho de
que para ellas mismas haya significado un dato poco relevante en sus vidas, es algo
que la misma autora dice desestimar.
Además, Mackinnon asume la subordinación heterosexual como el escenario
exclusivo de la sexualidad y del género, y lo convierte así en un medio regulador para
la producción y el mantenimiento de las normas de género dentro de la
heterosexualidad (Butler 2007: 86). La explicación del género como dominio sexual y
de la sexualidad como violencia de género, presupone la heterosexualidad como único
modelo desde el cual pensar la totalidad del fenómeno de la sexualidad. En contraste,
la teoría radical de la sexualidad propuesta por Rubin, al centrarse en el
cuestionamiento de las jerarquías sexuales, se enfoca en la necesidad de atender al
consentimiento como un elemento fundamental del criterio de distinción entre las
prácticas sexuales socialmente deseables y promovibles. El criterio que propone radica
en la presencia o ausencia de coerción y en los placeres que aporta. “El que los actos
sean homosexuales o no, en parejas o grupos, desnudos o en ropa interior, libres o
comerciales, con o sin vídeo, no debiera ser objeto de preocupación ética” (Rubin,
1986: 22).

Conclusión
Al abordar las distintas propuestas que han aparecido en los medios en el último
tiempo en relación a cómo minimizar y erradicar la violencia sexual contra las mujeres,
advertimos algunos presupuestos sobre cómo dichas iniciativas entienden al
consentimiento sexual. Las propuestas legislativas constituyen un avance positivo en
relación a la protección de las mujeres frente a la violencia sexual socialmente
considerada legítima. Asimismo, estas iniciativas se asientan sobre la base de la crítica
feminista al matrimonio como modelo de contrato que garantiza el derecho sexual del
varón sobre la mujer. Sin embargo, la reiteración de la expresión del consentimiento en
cada caso, incluso en relaciones casuales, implicaría no sólo la matrimonialización de
cada acto sexual sino también la invocación del Estado como posibilidad de
intervención de la ley. Frente a esto, efectivamente, resulta necesario que el Estado
garantice políticas para prevenir la violencia sexual, pero: ¿hasta qué punto es
deseable que estas traspasen la esfera de lo íntimo-privado con tal omnipresencia?
Las propuestas fundamentadas en la idea de que el sexo debe ser libre y que,
para ello, los involucrados deben dar su consentimiento explícito, adoptan una posición
liberal contractualista. Esto es así en tanto presuponen que quienes participan de un
encuentro sexual consensuado lo hacen de modo libre y voluntario y, gracias a lo cual,
pueden pactar las condiciones de dicho encuentro en términos igualitarios. Aunque
están orientadas a eliminar las desigualdades que el género impone a lo sexual, dan
por sentado que los individuos involucrados en ese contrato, entran al mismo como
libres e iguales. De este modo, el contrato legitima una relación sexual que, al estar
atravesada por relaciones desiguales de poder, en cualquier momento puede tornarse
violenta o no consentida.
Por otra parte, quienes consideran que la violencia sexual se reduce si
elaboramos un contrato cada vez que se va a producir un encuentro sexual,
desconocen cómo los contratos implican siempre la exclusión de quienes no se ajustan
a los requerimientos previos del contrato, es decir, a quienes no son considerados
siquiera como sujetos desde los criterios propios de dichos marcos reguladores. De
igual modo, desconocen las consecuencias reguladoras para la sexualidad de este tipo
de iniciativas. “La instauración de una práctica contractual como preludio al acto sexual
(...) puede conducir a nuevas e ingratas formas de jerarquía social, a una obstrucción
precipitada del campo sexual y a nuevas formas de apoyar y extender el poder del
Estado” (Butler, 2007:167). Bajo esta óptica podemos advertir, por un lado, que el
contrato normaliza y ritualiza con una estructura rígida los modos de comunicación del
consentimiento, en los cuales en cada caso se juega parte de la negociación con la
norma sexual imperante y en la cual interviene la justicia virtualmente como potencial
agente de dicha relación. En este sentido, el Estado se vuelve omnipresente en
relación con la vida sexual de las personas.
Por otra parte, estas propuestas reproducen y fortalecen las jerarquías sexuales
al estructurar un modelo de contrato de aplicación para todos los casos. De este modo,
impone límites materiales concretos a otro tipo de prácticas sexuales que quedarían
desprotegidas al ser expulsadas de la esfera del reconocimiento. Si, como plantean las
propuestas, se trata de que ¨un miembro de la pareja¨ exprese su consentimiento, ya
de antemano se presupone una pareja heterosexual. Por ello, estos marcos excluyen
de las prácticas legítimas aquellas que están por fuera de la heterosexualidad
normativa.
En contraposición a los marcos liberales, las propuestas de la Teoría Queer en
torno a la apropiación paródica de la idea de contrato liberal, se convierte en un medio
posible de puesta en discusión sobre cómo se produce esta legitimidad de la
sexualidad al presuponer la explicitación de aquellos términos en los cuales se
considera qué es la sexualidad y las ficciones naturalizantes que fundamentan las
prácticas sexuales (matrimonio, pareja, romanticismo, heterosexualidad). En tanto
paródica, esta idea de contrato no adquiere ningún tipo de valor legal ni exige la
intervención del Estado ni el mercado. Implica, simplemente, un compromiso entre
quienes intervienen activamente en la parodia, con prácticas capaces de subvertir las
relaciones de poder basadas en el género y las jerarquías sexuales. Estas propuestas
exponen una idea de contrato que, si bien resulta poco efectiva para dar respuestas
concretas al problema del abuso en términos punitivos, ofrece un modo alternativo
para pensar en el consentimiento atendiendo a las desigualdades presentes en el
dominio de la sexualidad.

Bibliografía

• Agencia DPA (1/7/2018) “¿Por app o por contrato? Entra en vigor en Suecia una ley
sobre el consentimiento sexual que trae polémicas​”, Clarín, ​Recuperado de:
http://ituzaingo.clarin.com/mundo/entra-vigor-suecia-ley-consentimiento-sexual-trae-polemicas_0_rkONsIUfX.html

• Butler, Judith (2007) ​El género en disputa. El feminismo y la subversión de Ia


identidad, ​Buenos Aires: Paidós.
• Lévi-Strauss, C. (1969) Las estructuras elementales del parentesco, Bs.As,Paidós.
• Mackinnon, Catherine, (1995) ¨Sexualidad¨, en ​Hacia una teoría Feminista del
​ adrid: Ediciones Cátedra.
Estado, M
• Millett, Kate (1969)​ Política sexual,​ Madrid: Ediciones Cátedra.
• Rubín, Gayle (1986) ¨El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del
sexo¨. Nueva Antropología, Vol. 8, N​o​30, México. Originalmente: Rubín, G. (1975) “The
Traffic in Women: Note on the ‘Polítical Economy’ of sex” in: Reiter, Rozana (comp.),
Toward an Anthropology of Women,​ Monthly Review Press, Nueva York.
• Rubín, Gayle (1989) ¨Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la
sexualidad¨ en Vance, Carole, “Placer y peligro: hacia una política de la sexualidad” en:
​ lacer y peligro: ​explorando la sexualidad femenina.
Vance, Carole, (comp.) P
Madrid:Talasa Ediciones.
• Shulamith Firestone (1973)​ La dialéctica del sexo, ​Barcelona: Kairos​.
SOBRE ANGUSTIAS, ACTUACIONES Y SEXUALIDADES. RELATOS
CLÍNICOS

Autores: Lic. Federico Blasco ([email protected]); Lic. Isabel Giles; Lic.


Natalia Miranda.

Resumen: En el presente trabajo se abordarán fragmentos clínicos en los


cuales la modalidad de presentación de los pacientes muestra un predominio
de la angustia y las actuaciones, dando cuenta del fracaso simbólico-imaginario
para dar respuesta a lo real. Actuaciones que convocan ruidosamente al Otro,
sin tomar la forma cifrada del mensaje, por lo cual en principio no resultan
susceptibles de interpretación. Se pondrá en juego entonces la respuesta del
analista ante estas presentaciones, para las cuales deberá apelar a otras
intervenciones en la dirección de lograr cierta inscripción significante.

Palabras clave: Angustia, Pasaje al acto, Acting out, Maniobras


transferenciales.

Introducción.

El presente trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación de la


Cátedra Psicología Clínica​: “Hacer modelo de la neurosis. Sus efectos sobre la
repetición. Estudio de casos. La orientación del mismo se dirige a establecer
los efectos analíticos que inciden sobre el goce neurótico y que responden al
desarrollo de la transferencia y a las maniobras en dicho campo. En otro
trabajo abordamos un relato clínico actual articulándolo con los tópicos:
transferencia, repetición y reelaboración. La configuración del padecimiento al
modo de las actuaciones e impulsiones nos llevaron a pensar en otro relato
clínico que tiene puntos en común en este sentido. Este predominio de lo
pulsional en los casos que revela el fracaso de lo simbólico-imaginario para
anudar el padecimiento, nos condujo a interrogarnos por las nociones clásicas
de pasaje al acto y acting out. Es así que nuestro desarrollo intentará ubicar en
los fragmentos clínicos el estatuto de las mencionadas “actuaciones”
intentando discernir su estructura, vinculándola con el pasaje al acto y el
acting out. Y además articular la posición del analista y sus maniobras cuando
se pone en acto en la transferencia estas modalidades de relación al Otro. Otro
cuya estructura se caracteriza por su desfallecimiento, lo que tendrá
consecuencias para el sujeto y por ende, para el tratamiento.

Pasaje al acto, acting out.

Nos interesa retomar las nociones de acting out y pasaje al acto para
pensar su valor clínico y la orientación de las intervenciones en los casos en
que, como adelantamos, se pone en acto en la transferencia
predominantemente la vertiente pulsional. Incluso interrogar la posibilidad de
que estas estructuras puedan transformarse en la cura; vale decir, ¿es posible
pensar que un pasaje acto devenga acting? ¿O a la inversa?, ¿qué función
cumple el analista en esta operatoria?. En el seminario X Lacan establece que
"...​el acting out es esencialmente algo, en la conducta del sujeto, que se
muestra. El acento demostrativo de todo acting out, su orientación hacia el
Otro, debe ser destacado"​ . Más adelante: "​El acting out es esencialmente la
demostración, la mostración, sin duda velada, pero no velada en sí.​ ” (Lacan,
1962-1963, p. 128). Al respecto Victor Iunger (1993), refiere que tanto acting
out como pasaje al acto son escenas, con cierta actividad por parte del sujeto.

El acting out es una mostración en esa escena, que un sujeto le dirige a


Otro, quien se encuentra fallando en su función. Falla en su función de lector y
de intérprete. El ​acting out consiste en una mostración del objeto de deseo a
este Otro, no se trata del objeto causa, sino del objeto señuelo, el objeto al cual
el deseo parece dirigirse. Es un pedido de lectura. Entonces, el sujeto le
muestra al Otro su deseo, que no está siendo leído por éste, mediante la
acción. Hay mostración porque hay una falla en la articulación significante,
esperando que el Otro pueda aprehender eso, es decir, que ocupe su lugar. El
pasaje al acto es otra cosa, refiere Iunger (1993). En éste no se trata de una
escena que se sostiene, sino que concluye, y en la cual se distinguen dos
momentos. El primero se da cuando la escena se va gestando y amplificando
en la vida del sujeto y un segundo momento, en el que la escena se corta
repentinamente.

Este segundo tiempo es lo que propiamente se designa como pasaje al


acto. Es el tiempo de la conclusión. Así, del lado del sujeto, podemos
comprobar en el pasaje al acto un movimiento progresivo por el cual éste se va
encontrando cada vez más identificado al objeto a en tanto desecho, resto. Por
otra parte, el Otro va quedando configurado, también paulatinamente, como
absoluto, en un borramiento cada vez más acentuado de su barradura. El Otro
se totaliza en una dimensión de goce, y el sujeto, en tanto objeto-resto, es
objeto de ese goce. Aplastamiento del sujeto, renuncia a su deseo. Entonces,
el sujeto se identifica al objeto como desecho, se arroja de la escena y corta la
escena. Cuando el Otro queda absolutamente del lado del Ideal, y el sujeto del
lado del objeto, hay un pequeño disparador para que aparezca el pasaje al
acto. Ese disparador es descripto por Lacan en el Seminario de La Angustia
como emoción. Se trata de un hecho donde el sujeto se siente desbordado
desde el punto de vista de sus parámetros emocionales que sostienen su
imaginario.

Lugar del analista. Maniobras transferenciales.

Iunger (1993) plantea como una operación importante para la ​dirección


de la cura en el acting y el pasaje al acto que el analista logre hacer
“semblante del Otro barrado”, tiene que ser Otro en falta, preocupado, (no
angustiado), ya que la preocupación es una señal de barradura. Allí donde el
Otro está totalizado, el analista debe sostener su presencia barrada, dando
lugar para el analizante como sujeto. Otra operación consiste en que el
analista se haga cargo, aunque sea provisoriamente, de sostener y activar la
transferencia. Se trata de alojar al paciente, de no dejarlo caer. Por último, este
autor hace referencia a otra operación que se da a nivel pulsional y tiene que
ver con el objeto. El analista debe poner el objeto desde su costado. La mirada
y la voz del psicoanalista son particularmente aptos para esta intervención, que
apunta al clivaje entre el sujeto y el objeto a. Por ejemplo, se le puede pedir al
paciente que llame por teléfono cuando lo necesite, o hacerlo el analista si lo
considera oportuno. Muchos pacientes se tranquilizan al escuchar la voz de su
analista, y esto puede impedir un pasaje al acto. Estas operaciones apuntan a
sostener al paciente y alojarlo en el Otro, buscan crear las posibilidades para
que el sujeto logre vincularse con su verdad.

Articulaciones clínicas.

Primer relato​. Se trata de una paciente de 22 años que llega a la


consulta a instancias de su madre luego de haber tenido un intento de suicidio
que determinó su internación clínica. En la primera entrevista la madre comenta
sobre cuatro intentos anteriores. En su relato se escucha el desprecio hacia su
hija. Fastidio más que preocupación y ningún rastro de angustia. Verónica por
su parte refiere temor por lo que hizo y por la posibilidad de volver a hacerlo.
Expone las determinaciones de estos actos: se corresponden al abandono de
sus parejas. Estas coyunturas remiten en su relato a la separación de sus
padres. El padre se va con otra mujer cuando ella tiene 4 años. En su novela
familiar, ella no es elegida por él, sí sus hermanos, a quienes el padre habría
querido llevarse con él. Ella mantiene una relación con un hombre que tiene
novia y es espectadora de escenas en las que él se va con aquella. Su posición
es al menos pasiva. La analista se lo señala y expresa que nunca lo había
pensado. Comienza a referir las bondades del espacio analítico y sobre todo de
la persona de la analista. Refiere que le hace muy bien concurrir a sesión,
sentirse escuchada. No obstante, al mismo tiempo comienza a faltar a algunas
sesiones, se olvida. La analista la llama para acordar otro horario. Ella se
disculpa a la vez siguiente. No sabe por qué se olvida. Algo de la transferencia
comienza a instalarse y estas intervenciones se orientan a alojarla y hacerle un
lugar. Intervenciones que apuntan al sostenimiento apelando a la presencia, la
voz, la mirada. En ocasión de una ausencia de la analista por enfermedad , a
los 7 meses de iniciadas las entrevistas, falta a la sesión siguiente. La
profesional la llama y al no encontrarla le deja un mensaje. A la semana
siguiente concurre acompañada por su madre. Volvió a tomar pastillas. Le pide
perdón a la analista, muy angustiada, le dice “-Te desilusioné-”. Refiere que
estaba bien, pero el sábado fue a bailar y se encontró con Juan. Ella quiso
hablar con él y él la rechazó. “-Yo no me quiero morir, pero no sé cómo hacer
para salir, para no sentirme tan mal-”. Allí la analista realiza una intervención, le
dice a la joven: “-No me hagas más esto, yo te quiero ayudar pero vos me
tenes que ayudar”- . Le expresa que tiene que decidir por el tratamiento.
Sancionando el acting se le otorga el estatuto de mensaje dirigido a Otro, ahora
a la analista. Este llamado al Otro se constituye como escena inaugural de la
transferencia. Repite en la transferencia, lo que marca la direccionalidad al
lugar en el Otro. La paciente refiere que ha desilusionado a la analista. El amor
de trasferencia irrumpe en la cura de este modo virulento. La madre se
encontraba muy enojada con la joven y con la psicoanalista. Pasan varias
semanas. La analista la llama en varias oportunidades, pero no responde.
Finalmente concurre a sesión: plantea que quiere continuar el tratamiento, que
la apabullaron entre su madre y una amiga planteándole que cambiara de
profesional. Cree que no fue del todo sincera con la analista, muchas veces no
decía que no estaba bien para convencerse y convencer a los demás, incluida
la profesional, de que estaba bien. Al angustiarse temía que esto implicara un
retroceso en el tratamiento. Consideramos que la intervención leída
retroactivamente fue una apuesta a reintegrarla a la escena analítica. Desde la
posición del Otro, intervenir esa relación al Otro materno. Nos preguntamos
¿Cuál es el estatuto de esta intervención , qué efectos tiene?¿Podría pensarse
como el viraje del pasaje al acto al acting out?. De un primer tiempo, en donde
sus actuaciones no tenían inscripción en otro, más bien la paciente quedaba
identificada al objeto como resto, al tiempo de la instalación de la transferencia,
en donde hay un Otro que registra, lee y sanciona?. Intervención que supone
que el analista, al decir de Iunger, hace semblante de otro barrado.
Segundo relato. La madre de Sol, una adolescente de 14 años, consulta
desesperada al descubrir que su hija se hace cortes en diferentes partes de su
cuerpo. Sol se presenta como homosexual. De esto su padre no sabe nada, sí
sabe su mamá, quien se ha enterado al encontrar e-mails que la joven se envía
con una chica con la que mantiene un vínculo amoroso. Sol y su madre viven
juntas desde la separación de sus padres acontecida cuando ella era bebe. En
el curso de las sesiones, la joven da cuenta de la angustia que le genera “ser
diferente”. Afirma que no se encuentra a gusto con su cuerpo, rechaza la
imagen que le devuelve el espejo. Refiere que a los 12 años, momento en el
que empieza a desarrollar su cuerpo femenino, comienza a descubrir su
orientación sexual hacia el mismo sexo. Asimismo, recuerda que de niña se
vestía con las ropas del padre, en la casa de éste, a escondidas. De los cortes
refiere que le sirven a modo de “alivio” de la angustia que siente, “-prefiero el
dolor en el cuerpo-”, manifiesta, en lugar del dolor psíquico. Ambos padres se
muestran desorientados e impotentes frente a los cortes de su hija. La analista
le ofrece a Sol la posibilidad de escribir lo que siente, ya que le cuesta hablar
sobre lo que le sucede, le propone que la llame o envíe mensajes si aparece la
idea de lastimarse. En ocasiones es la analista la que se comunica; a veces
suma alguna sesión. Esto funciona los primeros meses de tratamiento.
Maniobras que tienden a ser soporte de la transferencia y sostener el
desarrollo del tratamiento; clivaje entre el sujeto el objeto, este último quedando
del lado del analista. Por otra parte, la analista interviene con el padre, a modo
de ‘portavoz’, ya que ella se lo pide. Éste se entera en sesión que a su hija no
le atrae el sexo opuesto. Le cuesta aceptarlo. Refiere sentirse por fuera de la
crianza de Sol y se muestra totalmente desautorizado ante la madre de la
joven. Está presente, la visita diariamente, pero se muestra poco consistente
en su función. Por otra parte, la madre evidencia dificultad para propiciar la
diferenciación entre ambas, otorga poco lugar a la intimidad. Madre e hija
duermen en la misma cama, lo que a la paciente le produce enojo, pide que le
construyan un cuarto para ella sola. A la madre, en cambio, el compartir cama
parece no preocuparle demasiado. ¿Cómo pensar la posición de este Otro?
Algo de la separación parece resistirse, lo que no será sin consecuencias en el
devenir sintomático de Sol. Aproximadamente a los siete meses de haber
comenzado el tratamiento, emerge un tiempo de mayor angustia. Vuelve a
hacerse cortes, presenta marcada dificultad para conciliar el sueño, también
surgen terrores nocturnos. La analista cita a los padres, acuerdan una
interconsulta con psiquiatría. Intervención que tiene sus efectos: Poco a poco la
paciente se estabiliza, duerme mejor. Comienza un proceso de transformación
en el cual se viste con ropas de varón y se corta el pelo como tal. En una
sesión lee algo que escribió : “-Quiero empezar a sentirme como realmente
soy, una chica que se siente bien sintiéndose como un chico-…”. Cambios que
empiezan a gestarse no sin angustia. Sol registra que su madre no acepta este
proceso, y esto le duele. En otra sesión lleva algunos dibujos y frases de tinte
melancólico, se pregunta“ -¿por qué soy así?-, denota marcada angustia,
refiere: “-No soy lo que mis papas querían que fuera…una chica-”. La analista
le envía un mensaje a los pocos días para ver cómo se encuentra, (se queda
preocupada, ya que hace alusión a la idea de no seguir viviendo). Intenta de
ese modo poner en continuidad la escena del análisis con la escena de la vida
de la paciente, con el objetivo de sostener la transferencia. El analista hace
semblante del Otro barrado, decíamos más arriba. Da aviso a los padres
acerca de este estado de aplastamiento subjetivo en que la escucha. Estos
parecen no poder registrar estos señalamientos. Comenta que ha estado
averiguando en Internet acerca del tratamiento con hormonas y operaciones de
cambio de sexo. Rechaza sus pechos femeninos, utiliza fajas para disimularlo.
La profesional le propone acompañarla en el difícil proceso que atraviesa. En
realidad… ¿para alguien es fácil el proceso de asunción sexuada? Le pide que
converse con sus padres, que les cuente el proceso que se propone atravesar.
La analista coordina un encuentro con estos, pero algo se precipita : el fin de
semana previo a la entrevista con éstos, la madre de Sol se comunica para
avisarle que su hija se encuentra internada, por un intento de suicidio. Toma
pastillas y se hace cortes en el brazo, en el baño de la casa, mientras su madre
se encuentra en un cuarto contiguo. ¿Qué coordenadas determinan este acto?
¿Cómo leerlo? Y como asociarlo a la posición del analista entendiendo que la
transferencia está instalada. La madre comenta que la noche anterior al
episodio, Sol asiste a una primer fiesta de 15. La madre dice “ -Se puso un
vestido cortito y los zapatos altos, estaba re linda-”, agrega “-A mitad de la
noche me llamó para que la fuera a buscar, estaba angustiada, no podía parar
de llorar-”. Asimismo afirma que sabe desde hace unos días que su hija “quiere
ser varón”, porque se lo contó una prima que vive en otra ciudad, con la cual la
hija había estado chateando. Pero la paciente no sabe que la madre posee
esta información. Nos preguntamos: ¿por qué la mamá la deja ir -¿caer?- a la
fiesta a su hija, vestida de mujer, `re linda´, cuando sabe que quiere ser un
chico? Punto contradictorio, confusional, incluso renegatorio en esta madre,
-¿qué lugar para el deseo de esta hija?-. ​Sol responde con un acting a este no
querer saber nada por parte de su madre. No logra cortar la escena de otro
modo, accede al anhelo de la madre de verla como una mujer, pero la
respuesta es contundente. Se precipita el acto, llamado al Otro , mensaje que
no llega a cifrarse, sino que se actúa. ¿Qué decir de la posición del analista?,
De qué se trata este acting ¿da cuenta de una falla en la posición de escucha
de la psicoanalista? ¿o se vincula principalmente al desfallecimiento de la
instancia del Otro, en el caso de esta adolescente como algo estructural?, lo
cual desembocaría en un análisis que no cesa de no instaurarse? Unas
semanas después del ¿intento de suicidio?, Sol decide retomar el tratamiento.
La analista le dice que la acompañará en su proceso de transformación, pero la
condición es no volver a dañarse. Intervención que sanciona el acting, dándole
estatuto de mensaje y ubicando a la analista en el lugar de Otro que escucha,
registra y aloja. Diferencia al Otro materno cuya posición es confusa y
vacilante. ¿Cómo leer sus efectos? Ya transcurrieron más de dos años de este
episodio. No se han vuelto a presentar actuaciones. La analista comienza a
llamarlo con el nombre de varón que él elige. Adquiere su documento de
identidad masculino. Cambia de escuela, hace lazos, tiene amigos, se
enamora, desenamora. Hace cursos, tiene proyectos; ya no se daña el cuerpo.
Es un adolescente más.
A modo de conclusión.

Sostenemos, siguiendo a Abad (2015), que ante algunas


presentaciones, la dirección de la cura toma un nuevo curso en el que la
partida se juega en el aquí y ahora de la sesión, y si bien toda acción del
analista posee estatuto significante, no todo se resuelve en el campo de la
palabra, también es determinante su acto​. ​Respecto del primer relato, las
maniobras previas de la analista y la posterior sanción del acting como mensaje
dirigido al Otro, parecen inscribir un punto de inflexión en la cura, en el cual
inicia un tiempo de reelaboración mediante la palabra. En cuanto al segundo
recorte clínico, el acto de nombrarlo (como varón) no es sin consecuencias. A
la operatoria inicial de tomar registro del acting out, se sucede esta intervención
en acto. Dar lugar a las condiciones de su trans-sexualidad. Al menos esa es la
apuesta analítica: la emergencia del deseo.

Bibliografía

Abad, G. (2015). ​Escena y escenarios en la transferencia​. Recuperado de


https://books.google.com.ar/books?isbn=0990444597

Freud, S. (1912) ​Recordar, Repetir, Reelaborar.​ Buenos Aires. Editorial


Amorrortu, tomo XII.

Iunger, V. ​Acting Out y Pasaje al Acto.​ Conferencia realizada en el Hospital


General de Agudos de Mar del Plata del 15 de Noviembre de 1993. Biblioteca
de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.

Iunger, V. ​Clínica del Pasaje al Acto en la neurosis​. Trabajo presentado en la


Reunión Lacanoamericana de Porto Alegre,1993.

Lacan, J. (1962-1963). ​El seminario, Libro 10: La angustia​. Buenos Aires.


Editorial Paidós.
Lacan, J. (1964-1965) ​El seminario, Libro 11: Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis.​ Buenos Aires. Editorial Paidos.
“TE DESILUSIONÉ”. AMOR DE TRANSFERENCIA Y REELABORACIÓN EN
UN CASO CLÍNICO.

Autores: Lic. Federico Blasco ([email protected]); Lic. Isabel Giles; Lic.


Natalia Miranda.

Resumen​: Se aborda en el presente escrito el relato de un caso clínico, que se


caracteriza por el recurso a la actuación por parte de la paciente como modo de
resolución de la angustia. Se realiza una lectura sobre cómo la instalación de la
transferencia y las maniobras del analista tienen como efecto posibilitar el
trabajo de reelaboración vía la palabra, incidiendo de este modo en el goce
jugado en la repetición.

Palabras claves​: transferencia, repetición, reelaboración, maniobra


transferencial.

Introducción.

El presente trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación de la


Cátedra Psicología Clínica​: “​Hacer modelo de la neurosis​. Sus efectos sobre la
repetición. Estudio de casos.” La orientación del mismo se dirige a establecer
los efectos analíticos que inciden sobre el goce neurótico y que responden al
desarrollo de la transferencia y a las maniobras en dicho campo. Asimismo, el
objetivo general es la caracterización de un modelo de la neurosis y sus
efectos sobre la repetición y el goce en casos clínicos actuales. Es así que
pondremos en relación un relato clínico de nuestra práctica con los tópicos
mencionados: transferencia, repetición, reelaboración y maniobras
transferenciales.

El relato clínico que presentamos se caracteriza por el recurso a la


actuación por parte de la paciente como modo de resolución de la angustia.
Modalidad actual en la que el malestar no se anuda de forma sintomática, sino
que se presenta configurado a modo de impulsiones, actuaciones; vale decir,
con un predominio de lo pulsional que revela el fracaso de lo
simbólico-imaginario para anudar el padecimiento. La posición del analista
como objeto de investiduras transferenciales no es sin efecto. Y el manejo de la
transferencia (estrategia) resulta indispensable para el devenir de la cura. Lo
que nos convoca a la articulación de estas demandas con nuestra posición
analítica: trabajo preliminar de alojar a los pacientes con estas modalidades de
presentación en la relación transferencial, formas que probablemente pongan
en el centro de la escena el agieren del paciente o del analista. Es decir, nos
confrontan con las dificultades en nuestra operatoria. ¿Qué hacer, cómo
intervenir?

Nos proponemos entonces, una lectura sobre cómo la instalación de la


transferencia y las maniobras del analista tienen como efecto posibilitar el
trabajo de reelaboración vía la palabra, incidiendo de este modo en el goce
jugado en la repetición.

Relato clínico.

Primer tiempo. La llegada a la consulta

Se trata de una paciente de 22 años que llega a la consulta a instancias


de su madre luego de haber tenido un intento de suicidio que determinó su
internación clínica. En la primera entrevista la madre comenta 4 intentos
anteriores. En las entrevistas con la madre se escucha el desprecio hacia su
hija. Fastidio, más que preocupación y ningún rastro de angustia. Refiere que
no entiende por qué hace lo que hace, la ve débil, hermética y reservada. Por
su parte la joven aclara que viene por su madre. Manifiesta temor por lo que
hizo y por la posibilidad de volver a hacerlo. Expone las determinaciones de
estos actos: se corresponden al abandono de sus parejas. Actualmente tiene
una relación nueva, sobre la cual dice: “Siempre me elijo tipos imposibles”, o
son casados o están comprometidos con otras mujeres. Ella queda en la
posición de “segunda”, refiere saber esto de antemano y agrega: “no hay
expectativas, sin embargo sigo adelante....me siento más segura así que
teniendo una relación normal”, esto debido a que no cree estar a la altura de
las circunstancias: -“No tengo mucho para ofrecer”. Se define como muy tímida,
temerosa, con dificultades para integrarse. No encuentra el motivo. No se
siente a gusto en el ámbito familiar ya que, como percibe ella: “no hay
comunicación”. El relato no muestran ninguna marca de afecto: ni tristeza, ni
angustia. Sin embargo su posición es de una notoria fragilidad. En una sesión
dice algo referido a la reaparición de su padre como efecto de su internación.
No lo veía desde hacia mucho tiempo. Se conmueve.

Llegado este punto, decido avanzar en el análisis de Verónica. Hacerle


un lugar, darle la palabra y correr a la madre, apostando a la instalación
transferencial de la joven. Trae un recuerdo: su padre se quiso llevar a los
hermanos varones con él y a ella no. Nunca habló con su madre de esto. El
contacto con el padre fue muy esporádico.

El recurso a la actuación ya había sido usado por la paciente en


ocasiones anteriores como intentos fallidos de resolución de la angustia
provocada siempre por el abandono de sus diferentes parejas, ¿pérdida de que
lugar? ¿Algo reclama del padre? ¿Por qué asume una posición de antemano
degradada, en el vínculo amoroso? La repetición comienza a interrogarme: La
posición de desamor y el sostenimiento de un otro que la humilla, la abandona.
Guion fantasmático que actúa sin saber.

En este primer tiempo despliega su novela familiar: el padre deja a la


madre por otra mujer. La madre no logra superarlo, según la paciente. Queda
fijada a ese acontecimiento ocurrido veinte años atrás. Nunca se hablo del
tema. Recuerda que su madre vivía obsesionada por él y que él era muy
mujeriego. Ella mantiene una relación con un hombre que tiene novia y es
espectadora de escenas en las que él se va con la novia. Su posición es al
menos pasiva. Se lo señalo y dice que nunca lo había pensado.

Después de un tiempo comienza a referir las bondades del espacio


analítico y sobre todo de mi persona. Le hace muy bien venir, sentirse
escuchada. Aunque al mismo tiempo comienza a faltar a algunas sesiones, se
olvida. Yo la llamo para acordar otro horario. Ella se disculpa a la vez siguiente.
No sabe por qué se olvida. Entiendo que algo de la transferencia comienza a
instalarse.

Segundo tiempo-Puesta en acto en la escena transferencial.

En ocasión de una ausencia mía por enfermedad, a los 7 meses de


iniciadas las entrevistas, falta a la sesión siguiente. Yo la llamo y al no
encontrarla le dejo un mensaje. A la semana siguiente concurre acompañada
por su madre. Volvió a tomar pastillas- Cuando me ve me pide perdón, y muy
angustiada dice: -“Te desilusioné”. Refiere que estaba bien, pero el sábado fue
a bailar y se encontró con Juan. Ella quiso hablar con él y él la rechazó. “Yo no
me quiero morir, pero no sé cómo hacer para salir, para no sentirme tan mal”
(Intervención: Le digo que no me haga más esto, que yo la quiero ayudar pero
que ella me tiene que ayudar. Que tiene que decidir por el tratamiento)
Sanciono el acting, otorgándole el estatuto de mensaje dirigido a otro, ahora el
analista. Entiendo que este llamado al Otro se constituye como escena
inaugural de la transferencia. Repite en la transferencia, lo que marca la
direccionalidad al lugar en el Otro: en esta otra escena puede ilusionar y
desilusionar. La madre estaba muy enojada con la paciente y conmigo. Pasan
varias semanas. La llamo en varias oportunidades, pero no responde.

A la semana viene a sesión: Plantea que quiere continuar el


tratamiento, que la apabullaron entre su madre y una amiga planteándole que
cambiara de profesional. Cree que no fue del todo sincera conmigo, que
muchas veces no decía que no estaba bien para convencerse y convencer a
los demás, incluida yo, de que estaba bien. Al angustiarse temía que esto
implicara un retroceso en el tratamiento. “El amor, sin duda es un efecto de la
transferencia, pero en su faz de resistencia”. (Lacan, p. 261, 1999).

¿Qué efectos tiene el acting y su sanción ¿Cómo leer esta


intervención?¿Qué movimientos se produjeron? Como dice Lacan, la repetición
es del mismo malogro. Situación paradojal. Al instalarse la transferencia, la
vertiente de la actuación toma la escena. El “qué me quiere”, comienza a
jugarse en la relación con el analista. Tal el planteo freudiano: la palestra donde
se despliega el pulsionar patógeno, el analista tomado como objeto… cualquier
traspié, se paga. Entiendo que la intervención leída retroactivamente fue una
apuesta a reintegrarla a la escena analítica. Desde la posición del Otro,
intervenir esa relación al otro materno. ¿Cuál es el estatuto de esta
intervención? ¿Qué efectos tiene? El material que comienza a desplegar es la
relación con la madre. Muy angustiada (por primera vez) refiere que siempre
“la menospreció y desvalorizó”. Desde chica la consideró poco inteligente en
comparación con sus hermanos. Dice de la madre que es muy hostil, la agrede.
Ella siempre se replegó, nunca pudo oponerse. El malestar en su casa se
acrecienta. Relata detalles de una fuerte pelea con su madre en donde se
evidencia la humillación de la madre para con ella. Trae un sueño a sesión:
quiere decirle algo a la madre quien mira por la ventana. Siguiente escena:
quiere hablar y no puede. Grita, y no escucha sus palabras, intenta levantarse,
no puede. Se despierta angustiada. Asocia algo en relación a la madre mirando
por la ventana: el interés de su madre estaba puesto en lo que su padre hacía.
Y dice: “nunca nos acercamos. No puedo”. –“¿A quién?”, le pregunto. -“A ella, a
nadie”, responde.

Surge un periodo de hostilidad hacia su madre. Experimenta enojo y


esto la sorprende. Algo se transmuta en esta relación. Se empiezan a
evidenciar ciertas provocaciones de Verónica hacia su madre. Retoma
actividades que había abandonado por pérdida de interés. Comienza a
trabajarse el tema de qué causa la pérdida de interés por cosas que le gustan.
Plantea que esto sucede cuando advierte que los otros pierden interés por ella.

En una sesión relaciona lo que le pasa con los otros con su madre. Ahí
es donde ella siente el vacío. “Mi defensa fue aislarme en mi mundo”, por eso
piensa que es tan retraída y que no tiene confianza en sí misma.

Lectura clínica​.
Freud en distintos textos habla de dos factores que prestan auxilio al
médico al inicio del tratamiento: la alianza con el yo normal del paciente (Freud,
2013, p. 3352) y el deseo de curación del mismo (Freud, 1997, p. 1674).

La alianza con el yo permite el dominio de partes del Ello incontroladas,


mientras que el deseo de curación, se trata de una fuerza motivacional a la cual
se le resta la ventaja secundaria de la enfermedad. (Freud, 1997, p. 1674).

En la presentación de este caso, nada de esto aparece, pues la paciente


está allí “por su madre”, es llevada por ella a la consulta. A partir de las
maniobras del analista, empieza a aparecer algo de este “deseo de curación”
que Freud establece como principal aliado en la cura: “El primer motor de la
terapia está en las dolencias del enfermo y en el deseo de curación por ellas
engendrado” (Freud, 1997, p. 1674).

La paciente llega luego de un intento de suicidio “a instancias de su


madre”. En principio, expone las determinaciones de sus actos: el abandono de
sus parejas. El intento de suicidio se constituye como respuesta a lo que el otro
de turno “le hace”. Por otro lado, también manifiesta un temor “a la posibilidad
de volver a hacerlo”. Tal vez sea este temor un indicio de algo desconocido en
ella, y la posibilidad de buscar ayuda en otro. Un primer interrogante planteado
es el de cómo intervenir durante este trabajo preliminar de “alojar” a pacientes
con esta modalidad de presentación, que pone “en el centro de la escena el
agieren del paciente o del analista”. ¿De qué clase de repetición de trata?

Freud en “Más allá del principio del placer” diferencia dos clases de
sucesos que se repiten: Por un lado, los que se agrupan bajo la categoría de
“lo reprimido inconsciente”, aquellos placenteros para un sistema y
displacenteros para otro; y los “otros sucesos”, aquellos que nunca fueron
placenteros, y que remiten a la cicatriz narcisista. Estos últimos, sitúan al sujeto
como víctima del desprecio, y se asocian a situaciones de pérdida de amor y
fracaso: “Todas estas dolorosas situaciones afectivas y todos estos sucesos
indeseados son resucitados con gran habilidad y repetidos por los neuróticos
en la transferencia” (Freud, 1993, p. 2516).

Asistimos en este caso a una posición subjetiva ubicada del lado del “yo
no pienso” desde la cual se positiviza el ser de la pulsión, como objeto de
desvalorización (Leyack, 2017). Posición que la analista describe como “un
recurso a la actuación”, evitando la angustia de castración. Actúa un guión, de
manera repetida, en la que el otro la humilla, la abandona.

Puede leerse como una posición masoquista en el fantasma, en la que


se sitúa bajo la férula, único modo en el que encuentra el reconocimiento del
Otro, por medio de una regresión en el que el castigo quedaría erogenizado, de
acuerdo a la lectura que realiza, primero Freud, después Lacan acerca de este
fantasma (Freud, 1993. Lacan, 1999).

Se trata de una repetición vana, siempre el mismo desenlace, intento


fallido de inscripción. Falla la inscripción en tanto hay algo que no pasa por el
(– fi).

Luego de una ausencia de la analista, seguida por un nuevo intento de


suicidio (volvió a tomar pastillas), aparece también algo nuevo: la dirección al
analista en su discurso posterior, que queda manifiesta en la frase: “te
desilusioné”. Por otra parte, el “no saber” cómo hacer para salir, para “no
sentirse tan mal”. Tras esto la analista sanciona el acting, dándole estatuto de
mensaje, al tiempo que señala que allí hay algo del orden de la responsabilidad
y la elección. ¿Cómo pensar esta intervención? Una cita servirá para un
esbozo de comprensión.

“La escucha está atenta también a todo aquello que se deja oír en el
discurso o es mostrado en la escena a veces, pero que el yo no ha pensado
aún. Es lo que viene del Ello” (Leyack, 2017, p. 35).

El par ilusionar-desilusionar a la analista no es posible sin que esta sea


habitada por una falta. Falta que la paciente intenta colmar dando lugar al amor
de transferencia, “estableciendo su sitio en el lugar del Otro”. Esto permite
plantear una hipótesis: los llamados de la analista cuando la paciente falta, son
un modo de sanción que, justamente, implican que la paciente “hace falta”. Por
otro lado, cabría preguntarse cómo se jugó esta “ausencia por enfermedad”
que, por un lado sitúa a la analista como castrada, al tiempo que como alguien
que puede “faltar”. En esta ilusión amorosa propuesta por la paciente, intentaba
convencerse y convencer a los demás de que estaba bien, al punto de “no ser
del todo sincera” (Aquí se ve como infringe la regla fundamental y como el
amor de transferencia opera en forma resistencial).

La hipótesis planteada sobre la intervención es leída retroactivamente


por la analista como “una apuesta a reintegrarla a la escena analítica”. A
propósito de esto, Freud en “Análisis terminable e interminable” plantea la
cuestión de la “domesticación (bändigung) de la pulsión, como la integración a
la armonía del yo. Esto se logra mejor, dice Freud, si las experiencias
patógenas pertenecen al pasado, pudiendo el yo del paciente hallarse a cierta
distancia.

Haciendo una relectura, podríamos establecer que más que una


integración a la armonía Yo, el logro está en que el discurso que encuentra al
analista en su posición, vía la palabra como “diafragma de goce” (Braunstein,
2006), permite que haya una inscripción al pasar por el –fi.

Leyack dice que “cuando lo que impera en el discurso son huellas no


pensadas aún por el sujeto, dominio del Ello, es el análisis el que las recorta
para que, ​trabajadas,​ queden a cuenta del sujeto” (2017, p. 47).

Algo de esto puede seguirse en el relato, del cual parece desprenderse


el inicio del trabajo de reelaboración (durcharbeiten), “trabajar a través de”,
durante el cual la paciente relata un sueño y comienza a relacionar lo que le
pasa con los otros, con su madre.

“Rememora uno porque se cura” dice Lacan, por lo que el recuerdo


quedaría como efecto de la cura y no como medio (Lacan, 2003, p. 604)
El “trabajo a través de”, puede pensarse como “a través del fantasma”.
Las intervenciones de la analista, su invitación a decir, a bordear lo real
pulsional por medio de lo simbólico, permiten dicha construcción, armando una
ficción. De este modo, al final, se lee cierto viraje en el discurso, desde sus
intentos de suicidio que se repiten poniendo en riesgo su vida, a través del
falso ser que le otorga el fantasma de manera regresiva, haciendo consistir un
Otro que la humilla y desvaloriza, a la pregunta por el deseo y la dificultad de
sostenerlo (por fuera de la madre).

Finalmente, llegamos en este recorrido al planteo de la siguiente


hipótesis: el deseo del analista permite que haya durcharbeiten. Para esto tiene
​ l Icc. El inconsciente se produce en la medida en que hay
que ​producirse e
analista, en tanto éste forma parte del mismo. A esto apunta la intervención
sobre el acting: es un mensaje a ser leído y como tal, obedece a las leyes del
lenguaje y a la ambigüedad del significante.

Bibliografia

Braunstein, Néstor A. ​El goce: Un concepto lacaniano​. - 1 ed. - Buenos Aires :


Siglo XXI Editores Argentina, 2006.

Freud, S. (1997) ​La iniciación del tratamiento.​ En Obras Completas De


Sigmund Freud.Editorial Losada S. A. Buenos Aires (Trabajo original publicado
1913).

Freud, S. (1993) Pegan a un niño​. Obras completas. Volumen 13. Buenos


Aires. Argentina. Editorial Losada S. A. (Trabajo original publicado 1919).
Freud, S. (1993) ​Más allá del principio del placer​. En Obras Completas.
Volumen 13. Buenos Aires. Argentina. Editorial Losada S. A. (Trabajo original
publicado 1920).

Freud, S. (2013) ​Análisis terminable e interminable​. En Obras completas:


volumen 24.- 1ª ed. (especial) – Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores (Trabajo
original publicado 1937).

Lacan, J. (1999) ​El seminario, Libro 5. Las formaciones del inconsciente​.


Buenos Aires. Argentina. Ediciones Paidós (Trabajo original publicado 1958).

Lacan, J. (1999) ​El seminario, Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales
del psicoanálisis. Buenos Aires. Argentina. Ediciones Paidós (Trabajo original
publicado 1964).

Lacan, J. (2003) ​La dirección de la cura y los principios de su poder.​ En


Escritos 2.- 2ª.Ed.- Buenos Aires. Siglo XXI Editores Argentina (Trabajo original
publicado 1958).

Leyack, P. (2017) ​Escrituras en el análisis​. – 1ª ed – Ciudad Autónoma de


Buenos Aires :Paidós.
FETICHISMO Y MASOQUISMO:

¿POSICIÓN PERVERSA O FANTASMA PERVERSO?

Autora: Lic. Carla A. de la Vega.

Mail: [email protected]

Resumen: En el presente escrito me propondré interrogar el concepto de masoquismo y


fetichismo en tanto perversión, desde una perspectiva psicoanalítica que nos permita dar
cuenta de dichos conceptos viéndolo plasmado en dos viñetas clínicas tomadas de mi
experiencia como residente de psicología en el Hospital Subzonal Especializado
Neuropsiquiátrico Dr. Domingo Taraborelli de Necochea.

Palabras Clave:​ ​Perversión – Fantasma – Masoquismo - Fetichismo

Dos presentaciones, varios interrogantes.

Uno de los principales aspectos que he aprendido a lo largo de mi experiencia en la


clínica con adultos, es que uno no piensa al caso partiendo de la teoría, sino que es a partir
del encuentro con los pacientes, con sus particulares modos de gozar, que nos
zambullimos en la teoría psicoanalítica con el fin de poder pensar con mayor claridad cuál
es la lógica del caso, así como la dirección de la cura y las intervenciones posibles.

Es en este marco que varios interrogantes surgieron en mí a partir del encuentro


con una paciente que nombraré como Ana y que tomé en tratamiento a lo largo de un año
y medio; mismo período de tiempo en que se sostiene el tratamiento al día de la fecha, de
quién nombraré como Franco. Ambas presentaciones que, a mi entender, permiten
esclarecer aquellos conceptos teóricos que leemos repetidamente; favoreciendo que se
reduzca la distancia entre la teoría y la práctica clínica.

Conozcamos un poco a Ana. Es una mujer de mediana edad, que consulta por
guardia a causa de su ​“depresión”. Al momento de la entrevista refiere que está casada
hace 25 años y tiene tres hijos, mencionando diferentes problemas clínicos: desde
desmayos, ataques de pánico, hemorragias, presión alta, tiroides, gastritis, entre otros,
ubicando la presentación de dicha sintomatología como posterior a “​hacerse mala sangre​”
por algo: lo cual es, según refiere, sufrir de violencia por parte de su marido. Se la orienta a
la admisión, a la cual concurre un año después, a partir de la cual decido tomarla en
tratamiento. Desde aquel entonces, se encuentra separada de su marido, quien no sólo le
habría sido infiel, sino que también ejercido violencia física hacia ella y la habría estafado
económicamente con el emprendimiento que llevaban adelante, quedándose en la calle
por unos meses, donde intentó suicidarse (por lo cual concurre a admisión).

Rápidamente comenta su historia de vida, marcada por la desprotección,


agresividad y violaciones que condujeron a que desde sus 16 años deje la casa de su
madre, donde además se practicaba la prostitución; para vivir con su marido donde relata
otras situaciones de violencia física y simbólica. Dirá que ante dichas situaciones vividas,
siempre ha respondido callándose, llorando ó reaccionando violentamente insultando y
golpeando. O tal como se desprende de sus dichos, aparecen los síntomas físicos.

Una vez que obtiene un trabajo estable, se repiten las situaciones de violencia y
abuso, pero esta vez con distintos personajes que lo llevan a cabo: la pareja de ancianos,
dueños de la casa donde trabaja, le exigen y obligan a trabajar en negro, donde no sólo
cuida, cocina y limpia la casa, sino que también higieniza al señor, quien la manosea y de
lo cual dirá no poder decir nada por miedo a perder el trabajo. En suma, tolera que la
señora no le pague lo correspondiente e incluso la insulte gravemente, así como que
divulgue cuestiones íntimas en los locales del barrio que la paciente frecuenta.

Por otra parte, relata en forma de queja pero sin angustia alguna escenas violentas
y sexualmente bizarras a las que accede a demanda de su nueva relación de pareja, tales
como ​“quiere que juguemos a que me viola” “me ahorca y tira del pelo fuerte haciendome
doler, me asusta” “me muerde y deja marcada” “me pide cosas asquerosas todo el tiempo”​;
lo que genera en mí la necesidad de detenerme a pensar acerca de su estructura y
posición fantasmática, escuchando el modo en que queda ubicada repetidamente como
objeto de abuso del Otro en las múltiples situaciones. ¿Cómo explicarlo? Resuena en mí el
término masoquismo: ¿Cómo pensar esta posición de objeto? ¿Se trata el masoquismo de
un concepto exclusivo de la estructura perversa? ¿Es lo mismo decir estructura que
posición subjetiva perversa? ¿O más bien estamos frente a la manifestación de un
fantasma perverso dentro de una estructura neurótica? ¿Cuáles son los elementos a tener
en cuenta para distinguir cada uno de estos conceptos.

En relación a tales preguntas, conozcamos a Franco. Es un paciente de 25 años de


edad que consulta por lo siguiente: ​“vengo porque mi problema son los celos y la envidia.
Es incontrolable. Cuando siento celos y envidia me enojo y rompo cosas, salgo a caminar o
duermo. Duermo todo el día por amargarme y envidiar”.​ Franco vive junto a su madre y
hermanos mayores, circulando socialmente sólo por internet. En suma, no tiene amigos,
pero sí habla permanentemente con personas anónimas vía internet de argentina y de
otros países; socializando únicamente mediante la pornografía y grupos donde lo
compartido son fetiches sexuales, anécdotas, dibujos humanoides y fantasías sexuales,
aunque otras veces es explícitamente cybersexo con distintas modalidades; interesándose
con mayor énfasis en la zoofilia.

Franco relata sesión tras sesión los conflictos que tiene en los distintos grupos,
mencionando que es debido a sus ​“celos y envidia” que provoca que lo echen, o se pelea
con los participantes generando que lo ignoren: ​“provoco drama y discordia”. Menciona que
los celos le suceden cuando le refriegan ​“los días de gloria que yo no pude presenciar”​:
experiencias de incesto, zoofilia… o también cuando uno de sus partenaires elige
mantener una sesión múltiple, en lugar de permanecer sólo con él; mientras que la envidia
le surge cuando se siente que está “por detrás de los demás”, como por ejemplo con la
invención de los ​“furri”​ (dibujos de animales humanoides).

Sobre sí mismo dirá ​“creo que sé todo, y eso es un obstáculo para empezar a ser
productivo. Me importa demasiado tener la razón. Comparo todo el tiempo la atención que
recibo, y cuando no me dan la razón, no me gusta y me pongo mal.” ​“doy consejos de
vida...me invento una imagen de mí que no existe”​. ​“En realidad, busco razones para estar
mal y autocompadecerme. Tengo el fetiche ​de sentirme desvalido. Se ha empezado a
mezclar con la realidad: ser indefenso, estúpido, dejarme a merced de cualquiera que se
ocupe de mí. El infantilismo o la degradación sexual donde te dicen cosas como si fueran
mimos. Se me borran los límites” “Espero tener a todo el mundo de mi lado, busco generar
lástima” “que me tengan compasión”, “me regodeo en la miseria” “disfruto del beneficio” “es
lo único bueno que tengo”.​ En la actualidad, su principal dificultad es autorregularse en su
vida cotidiana, pretendiendo acceder a sostener una vida en la realidad no virtual.

Nuevamente escucho cierta posición de objeto ante los otros (ser el objeto lástima
del otro) lo cual quiere - según sus dichos - abandonar. ¿Qué implica en este caso dicha
posición? ¿Podemos afirmar a la ligera que es fetichista dado sus intereses sexuales
particulares? ¿A qué lugar vienen o qué nos permite teorizar aquella modalidad de lazo
social?

Oposición neurosis- perversión​.

Según Castanet (2014): “toda actitud, comportamiento, ritual o pasaje al acto que
pone de manifiesto al polimorfismo de la sexualidad humana, ya sea en sus formas más
aberrantes o sorprendentes, no permiten establecer el diagnóstico de perversión” (pág.
17).

Por su parte, Mazzuca (2003) concluye que las conceptualizaciones freudianas no


proporcionan un fundamento para la categoría clínica de la perversión como distinta de la
neurosis y psicosis. Los desarrollos de Freud acerca del masoquismo, así como del
fetichismo y la homosexualidad, no permiten dar cuenta de una diferenciación entre una
estructura neurótica de una perversa. Retomando a Castanet (2014), entendemos que la
pulsión no es la perversión, sino que el punto determinante será la relación del sujeto con
su partenaire sobreestimado, la que está condicionado por la estructura de ficción del
fantasma, sin lo cual la perversión no puede aparecer. La autora afirma que será la
posición subjetiva pero más precisamente, la ficción del fantasma lo que dé cuenta de la
estructura que organiza dichas prácticas. Ficción que anuda el sujeto a un punto de goce.
Encontrándome de este modo, con la encrucijada teórica acerca de la distinción entre el
fantasma en la neurosis y en la perversión.

La posición perversa inicial.


Ahora bien, Marta Nardi (2013) nos recuerda que los hablantes nacemos como
objetos del campo del Otro, es decir que somos el objeto de deseo del Otro, lo cual implica
que, al Otro, le falta algo, el Otro está castrado. De este modo, el goce todo no es posible y
de esa relación del sujeto con el Otro, lo único que queda es el objeto a, invento de Lacan.

Prosiguiendo con la referencia de los tres tiempos del Edipo desarrollados por
Lacan, Mazzuca (2003) nos explica que ya en la identificación del niño al falo imaginario,
sucede un reconocimiento de la falta en el Otro así como del deseo del Otro. No obstante,
si bien en un principio el niño se complace en ese juego perverso imaginario con la madre,
es el mismo juego que a partir de determinado momento, lo angustiará. Será la carencia en
el cumplimiento de la función del segundo tiempo, lo que determinará una fijación en la
identificación del primero, constituyendo el principio de las perversiones. En consecuencia,
siguiendo al autor, el concepto de perversión “forma parte del Edipo normal” (pág. 158),
entendido como aquel momento donde el niño se identifica con el falo como objeto
imaginario que colma el deseo materno, es decir, colmando una falta en el Otro;
considerándose en un primer momento de la teoría de Lacan, a la perversión como
normalizadora. En otras palabras, en la relación del niño con la madre, a Lacan le
interesará subrayar, no la relación de dependencia, sino la particularidad de taponar la falta
en el Otro.

Funciones del fantasma.

El fantasma será lo que nos permite distinguir entre neurosis y perversión: en el


primer caso, el fantasma sostendrá el deseo, mientras que en el segundo, el perverso
articula el fantasma en relación con el goce del acto sexual. En este sentido, el perverso es
un demostrador: muestra que no existe una relación complementaria entre hombre y mujer,
sustituyéndolas por otros recursos de producción de goce. (Mazzuca, 2003)

Lo desconocido del fantasma, parafraseando a Jorge Faccendini (2016), es


precisamente su función. El autor proporciona una definición del fantasma en tanto
“respuesta del hablante-ser a los efectos de la demanda, que es el deseo” (pág. 92); en
otras palabras, aquel guion que da cuenta de la posición subjetiva respecto del deseo. El
fantasma dice: “desvanecido yo como sujeto fading $, lo que me rescata es desear <> un
objeto a” (pág. 92). El a sitúa que, en la causa no hay un objeto, sino un vacío.

Sin el guion fantasmático, el deseo seria pura falta mortificante por lo cual el
fantasma proporciona el pasaje del deseo como pura perdida al deseo como un
movimiento. Constituyéndose el fantasma como lo que vela esa pura perdida, es decir, la
falta de objeto, la castración.

Se vislumbra cómo el fantasma maniobra de tal modo que el objeto pasa de causa a
condición. A la falta, se la designa como objeto a - causa del deseo -; mientras que a todo
objeto que represente la condición vinculada con la imaginarizacion del fading, se lo
conocerá como objeto del deseo. “Sería creer estar frente a lo que deseo o frente a aquello
que de poseerlo me completaría- ante aquello que aparenta causar mi división” (pág. 97).

En la histeria, según el autor, sería posible ubicar lo siguiente: “soy objeto a para el
Otro, pero algo me falta; por lo cual sostengo una falta, en relación a un deseo de sostener
al Otro sin fallas. Sostengo a un Otro elevado a la categoría de Amo y sin falla ya que yo
encarno la falta que lo atraviesa” (pág. 109). La trampa a la cae la histérica según el autor,
es que no opera la función del objeto del deseo porque coloca allí a un Amo sin barrar; se
sacrifica el deseo manteniéndolo insatisfecho para que el Otro conserve su “misterio de
Amo”, generando un círculo vicioso en el cual el amo caerá para relanzarse en su
búsqueda mediante el armado de escenas que sostengan dicha insatisfacción.

Ahora bien, la diferencia con la perversión se resume en la escritura del escenario


imaginario y la estructura inconsciente del fantasma: en la escena imaginaria, el perverso
es sujeto activo; mientras que en la estructura es objeto congelado y rígido. El perverso
trata de hacerse equivaler al objeto, apareciendo en una escena. Es en el Seminario 16
donde Lacan establece que el perverso se hace objeto a para restituir al Otro ese objeto
del cual él habría estado descompletado para la operación significante. Interroga lo que
falta al Otro con el fin de suplementarlo. Aquí viene el concepto lacaniano de plus de goce:
“hacerse objeto a es, para el perverso, un medio para restituir el goce al cuerpo” (Castanet,
pág. 139).
Toda la expectativa del perverso - el deseo -, es poder encontrar ese punto en el
otro que le confirme que él sabe. El perverso dice: yo se distribuir el goce de un modo tal,
que a vos no te va a faltar; esa es la promesa que le hace al neurótico, pero es al mismo
tiempo, una promesa para sí mismo identificándose con esa posición para que no le pueda
faltar un goce. En el punto en el que el otro cayó y se dejó hacer por esa voluntad del
perverso, el deseo se perdió y tiene que volver a empezar.

En fin, la mira del perverso será asegurar el goce del Otro; y su medio será hacerse
objeto, evidenciándose en el llevado a cabo de las prácticas y rituales el fracaso reiterado y
sistemático. Esto es lo que significa hacerse fetiche cosificado: mientras él se propone
alcanzar un goce del Otro más allá de los semblantes; sus rituales, aun los más rudos, se
reducen a un semblante en donde sobre el escenario, el goce volvería a ganar el cuerpo.

De este modo, manifiesta un estilo de deseo de satisfacerse en una captura


imaginaria del deseo del otro. El sujeto se agota en la persecución del deseo del otro que
jamás podrá captar como su propio deseo, porque es el deseo del otro. Esa imposición de
lo especular explica que la perversión siempre explorará los callejones de la experiencia
imaginaria. (Castanet, pág. 134)

Dos estrategias ante la falta.

Muchas veces se sostiene que la desmentida es especifica de la perversión, cuando


en realidad la desmentida también está presente para cualquier sujeto; por eso es que el
rasgo perverso es transestructural según Castanet (2014). La diferencia radica en el efecto
de la desmentida: mientras que en la perversión se mantiene mediante la erección de un
fetiche en edad adulta, en la neurosis, la apuesta a la desmentida es retomada por el
síntoma y el fantasma. Por lo cual, dirá que existe tanto un uso perverso como un uso
neurótico de la desmentida.

Retomemos las viñetas clínicas. Ana se plantea en relación a su pareja: ​“¿en qué
lugar encajo yo en la vida de él? ¿En qué fallo?” “Me usa, viene a tener sexo y se va” “le
doy todo lo que soy y del otro lado no consigo nada”. “yo reclamo y reclamo” “yo quiero una
familia...que me abrace y me bese” “Cuando me quise matar fue porque pensé: no puedo
mantener a un hombre” “Vivo en estado depresivo, voy a trabajar y después me la paso
llorando en la cama por él” “es una relación enfermiza pero lo quiero; no lo puedo dejar”.

Mientras que Franco sostiene que no puede evitar pasar horas en internet
chateando en las comunidades, de lo cual menciona ​“busco un compañero que tenga los
mismos gustos sexuales, pero como no lo encuentro busco muchas personas con la ilusión
de tenerlas a todas para mí, pero no me gusta cuando alguien elige a otra persona, no lo
tolero, ahí rompo todo o duermo todo el día”. “vivo quejándome en las redes de la vida que
tengo y sé que hay gente peor que yo, pero no puedo evitarlo”.

​ emos entonces en la neurosis, al sujeto sosteniendo el enigma para descifrar el


V
deseo del Otro, pero para lograrlo se ubica según Ferreyra y Kirsch (2013) como
masoquista en tanto dice: “quiero ser tu objeto” (pág. 101). En otras palabras, Tendlarz
(1999) nos explica que las mujeres tras su esfuerzo por hacerse amar, por ser el objeto
amado, están dispuestas a sacrificar su tener. Esta demanda de ser le permite contornear
la propia falta, extendiendo un velo sobre la propia castración. “La falsa solución del
masoquismo femenino es que, entre el todo y la nada, el sujeto quiere asegurarse un lugar
en el fantasma del hombre. Es una falsa solución ya que en la verdad de la posición
femenina se trata de ser, no todo o nada, sino de ser Otro, ser Otro para un hombre.”
(Laurent, 1999, pág. 86). Entonces, sufrir por un hombre no es la expresión del
masoquismo femenino, sino que expresa una estrategia frente a la falta, que sostiene la
adoración de un amante castrado o un hombre muerto. Tendlarz (1999)

Por otro lado, y para ir finalizando, en Franco vemos el modo en que prima el
escenario virtual, manteniendo relaciones especulares que disparan en él la envidia y
celos. En dichos momentos, Franco arrebata con publicaciones no permitidas en los
grupos, comentarios fuera de lugar, chistes inapropiados, etc. lo que genera que lo
expulsen por no respetar las reglas establecidas ¿por generar angustia en el otro?. El
perverso según Ferrreyra (2013), pone en juego el a de su lado para el otro, donde se va a
jugar el lugar de la víctima. Es un movimiento que apunta a dividir al sujeto en la victima.
Esto es el fetiche negro: en el transcurso de la escena acontecida, la víctima sufre pudor,
angustia, vergüenza, impotencia, todas formas de división del sujeto.
Se entiende cómo ya no estudiamos al fetiche sólo como condición erótica, sino que
es el modelo de todas las perversiones debido al mecanismo de sustitución, de la puesta
de un objeto en el lugar donde no hay, así como también aparecen - en el producto de la
identificación con el objeto perdido, por el cual el sujeto se sustituye al objeto - quejas y
ambivalencia, propias al proceso de sustitución, lo que da cuenta de la renegación; y por
otra parte, logramos acercarnos a lo largo de este escrito, a la conclusión teórica lacaniana
a partir del Seminario 10, de tomar como referencia clínica para toda lógica perversa, al
masoquismo.

Bibliografía

● Berraute, G.; Nardi, M. (2013) En: ​MELANCOLIA, PERVERSIÓN, PSICOSIS.


COMUNIDADES Y VECINDADES ESTRUCTURALES. (2015) Ediciones Kliné.
Ediciones Oscar Masotta. Buenos Aires.

● Castanet, H. (2014) ​La perversión​. Grama Ediciones. Buenos Aires.

● Faccendini, J. (2016) ​Una clínica del grafo del deseo.​ Letra Viva. Buenos Aires.

● Ferreyra, N.; Kirsch, U. (2013). En: ​MELANCOLIA, PERVERSIÓN, PSICOSIS.


COMUNIDADES Y VECINDADES ESTRUCTURALES. (2015) Ediciones Kliné.
Ediciones Oscar Masotta. Buenos Aires.

● Lacan, J. (1969) Seminario 16. ​ De un Otro al otro.​ Paidós.

● Laurent, E. (1999) ​Posiciones femeninas del ser.​ Editorial tres haches. Buenos
Aires.

● Mazzuca, R. (2003). ​PERVERSIÓN. DE LA PSYCHOPATIA A LA SUBJETIVIDAD


​ erggasse 19 Ediciones. Buenos Aires.
PERVERSA. B

● Tendlarz, S. E. (1999). ​El masoquismo femenino y los estragos del amor.​ Revista
Actualidad psicológica. Argentina.
¿CULPABLE O INOCENTE?
SOBRE LA CONCIENCIA DE CULPABILIDAD DEL HOMBRE PRIMITIVO Y EL
NEURÓTICO OBSESIVO

Autora: Lic. Gisela Doña

Mail: [email protected]

Resumen: El siguiente trabajo tendrá por objeto pensar las articulaciones


teórico-clínicas pasibles de plantearse frente al mito de la constitución del orden
cultural a partir del asesinato del padre, culpa retrospectiva y sentimiento
inconsciente de culpa y la conformación de la neurosis: trauma temprano, defensa,
latencia, estallido de la neurosis, retorno de lo reprimido. Para tal fin, se tomará en
consideración el recorte clínico de un caso de neurosis obsesiva.

Palabras clave: complejo paterno–ambivalencia–conciencia de culpabilidad–


hombre primitivo–neurótico obsesivo.

Introducción.

“… Tal es el juicio que nos merecen los puebos llamados salvajes y semisalvajes,
y la vida psíquica de estos pueblos adquiere para nosotros un interés particular
cuando vemos en ella una fase anterior, bien conservada, de nuestro propio
desarrollo.”
Sigmund Freud, Tótem y tabú

Freud se propone en “Tótem y tabú”, establecer una comparación entre la


psicología de los pueblos primitivos y la psicología del neurótico. Para este
propósito comienza definiendo qué es un tótem. Se refiere a él como un animal
comestible que puede ser inofensivo o peligroso o más raramente una planta o
fuerza natural que se halla en una relación particular con la totalidad del grupo. El
mismo es un antepasado del clan y su espíritu protector.

El tótem comporta la ley según la cual “(…) los miembros de un único y


mismo tótem no deben entrar en relaciones sexuales y, por tanto, no deben
casarse entre sí. Es esta la ley de la exogamia, inseparable del sistema totémico”.
(Freud S, 1912-3: 1748,1749).

Respecto del tabú Freud señala, que para nosotros presenta dos
significaciones opuestas: la de lo sagrado y la de lo prohibido. “Wundt dice que el
tabú es el más antiguo de los códigos no escritos de la Humanidad, y la opinión
general lo juzga anterior a los dioses y a toda religión”. (Op cit: 1758).

Más adelante se refiere a las analogías que presenta tal tabú con las
prohibiciones obsesivas (en los neuróticos): la carencia de toda motivación y el
enigma de sus orígenes. El sujeto se vuelve obligado a observarla bajo la coerción
de una irreprimible angustia puesto que la violación de la prohibición traería
consigo una terrible desgracia. La prohibición principal de esta neurosis es, como
en el tabú, la del contacto.

Prohibiciones obsesivas y tabús.

Para el caso de las neurosis obsesivas, la intención de algunas de estas


prohibiciones y prescripciones resultan en ocasiones comprensibles, en cambio,
otras parecen inexplicables y absurdas. A estas últimas se les da el nombre de
“ceremoniales”, lo mismo que ocurre en las costumbres tabú. “Las prohibiciones
obsesivas son susceptibles de grandes desplazamientos y utilizan todo género de
enlaces para extenderse de un objeto a otro y hacerlo a su vez imposible (…). (Op
cit: 1764)
Dice Freud:

“Resumiendo ahora los puntos en los que más claramente se


manifiesta la coincidencia de los síntomas de la neurosis obsesiva con las
prohibiciones tabú, hallamos que son en número de cuatro:

1. La falta de motivación de las prohibiciones

2. Su imposición por una necesidad interna

3. Su facultad de desplazamiento o contagio

4. La causación de actos ceremoniales y de prescripciones, emanados


de las prohibiciones mismas.” (Op cit: 1765)

Según un ejemplo clínico que el mismo Freud desarrolla, el desarrollo


ulterior de la neurosis se deriva de una fijación psíquica que da cuenta del
duradero conflicto ante la prohibición y la tendencia. La principal característica de
esta constelación psíquica así fijada reside en aquello que Bleuler llama actitud
ambivalente del sujeto con respecto al objeto. La prohibición, entonces, debe su
energía (su carácter obsesivo) a sus relaciones con su contrapartida inconsciente
(el deseo oculto insatisfecho).

Para pensar el tabú de acuerdo al aporte de las elucidaciones


psicoanalíticas, es preciso señalar que, “las dos prohibiciones tabú más antiguas e
importantes se presentan en las leyes fundamentales del totemismo: respetar al
animal tótem y evitar las relaciones sexuales con los individuos del sexo contrario,
pertenecientes al mismo tótem.”(Op cit: 1767) Las mismas parecen haber
constituido los dos placeres más antiguos e intensos de los hombres.

En resumen:

“El tabú es una prohibición muy antigua, impuesta desde el


exterior (por una autoridad) y dirigida contra los deseos más intensos del hombre.
La tendencia a transgredirla persiste en lo inconsciente. Los hombres que
obedecen al tabú observan una actitud ambivalente con respecto a aquello que es
tabú. La fuerza mágica atribuida al tabú se reduce a su poder de inducir al hombre
en tentación: se comporta como un contagio, porque el ejemplo es siempre
contagioso y porque el deseo prohibitivo se desplaza en lo inconsciente sobre
otros objetos (…)” (Op cit: 1769)

Siguiendo a Freud, el acto obsesivo, es “aparentemente” un acto de


defensa contra lo prohibido, pero no es en realidad sino la reproducción misma de
lo prohibido. La “apariencia” se correspondería entonces con la vida psíquica
consciente y la “realidad” con la vida inconsciente. Es así, que en la neurosis
obsesiva, los síntomas, muestran la solución de compromiso que pone en
evidencia ambas tendencias coexistentes.

Viñeta clínica.

Se trata de un sujeto, al que llamaremos Matías, de 32 años. El mismo llega al


consultorio por derivación psiquiátrica. Se presenta de manera muy formal, tal
como luce, refiriendo que no es su primera vez. Cuenta que empezó un
tratamiento tres años atrás con un psiquiatra y hace un año lo dio por finalizado.

Cuenta que el motivo original de su primera consulta, que no difiere


demasiado del actual fueron los “desórdenes de la vida”. Al indagar, asume que su
angustia se debe a las voces de mando que escucha sin poder ignorar desde que
tiene ocho años y lo llevan a poner en práctica rituales “estúpidos” pero que no
puede dejar de hacer.

Pese a hablar de su familia con mucho afecto, reconoce y subraya


peleas muy fuertes con su padre. Luego de un tiempo considerable en tratamiento
logra asumir que el mismo fue responsable de cantidad de situaciones de máxima
violencia que su madre por temor no pudo evitarle. Cuenta que se separaron hace
diez años. Tiene un hermano, Ulises, de 28 años que vive con su madre, Laura (a
la cual llama por su nombre, al igual que a su padre, Ricardo). Respecto de su
familia actual refiere, “Vivo con mi mujer, Mariela y mi hijo de cuatro meses”. Hace
quince años que está en pareja pese a una ruptura de alrededor de dos años por
sus celos. “Era terrible, la volví loca a la flaca, hasta que me dejó”. Al indagar
refiere que cuando volvieron no volvió a sentirse nunca más como en ese
entonces.

Sin embargo, a “los rituales” no logra evitarlos, como así tampoco, el


temor a que algo malo suceda si no los lleva a cabo. No deja de quejarse de ellos,
los cuales, no puede dejar de reproducir rigurosamente. Incluso indaga
preocupado qué podría suceder si los interrumpe buscando asesoramiento
profesional. Relata, al mismo tiempo, sueños llenos de detalles y plagados de
escenas violentas de rivalidad y muerte.

Al poco tiempo de comenzar abandona su trabajo por no conseguir


el aumento que deseaba para continuar. Su profesión es independiente, sin
embargo, no logra hacer suficientes clientes para que su aporte sea comparable al
de su esposa. Asimismo, no parece ser esta su principal preocupación en tanto
continúa insistiendo en la necesidad de reproducir permanentemente sus rituales
para evitar que algo malo le suceda a él o a alguien querido.

Comparte su inquietud de haber sido afectado tempranamente por la


sobreprotección de su madre habiendo sido el primer hijo nacido de una gestación
previa interrumpida involuntariamente. Agrega que a él lo siguieron dos
gestaciones más interrumpidas involuntariamente antes de la llegada de su
hermano, después del cual perdió aún, un embarazo más.

Volviendo a Freud, el mismo se refiere a quien ha perdido un ser


querido del siguiente modo “… los supervivientes pasan a ser presa de penosas
dudas, a las que calificamos de reproches obsesivos, y se preguntan si no habrán
contribuido por alguna negligencia o imprudencia a la muerte de la persona
amada” (Op cit: 1785).
Con el padecimiento de la madre de nuestro paciente frente a cada
una de sus pérdidas nos encontramos con un primer hijo que adviene al mundo en
este contexto. Parafraseando a Freud, no se trata de la culpabilidad real de una
persona de la muerte de su ser querido. Significa, sin embargo, que la muerte del
mismo ha procurado la satisfacción de un deseo inconsciente del sujeto. Nos
preguntamos pues, por el deseo inconsciente de nuestro paciente que en sus
síntomas insiste en purgar alguna culpa que no puede terminar de asumir.

Algunas dilucidaciones teóricas.

Freud propone la comida totémica como el acto mítico criminal y memorable que
constituyó el punto de partida de las organizaciones sociales, de las restricciones
morales y de la religión. El mismo sostiene que la horda fraterna rebelde abrigaba
con respecto al padre aquellos mismos sentimientos contradictorios que forman el
contenido ambivalente del complejo paterno en los niños y en los neuróticos.

Es así como la consciencia de culpabilidad del hijo engendra los dos


tabúes fundamentales del totemismo, los cuales coinciden con los deseos
reprimidos del complejo de Edipo: respeto al animal totémico o al padre y
prohibición del incesto.

La conciencia de culpabilidad no se basa entonces, en ningún acto,


sino en impulsos y sentimientos orientados hacia el mal pero que jamás se han
traducido en una acción. El agobio del neurótico se basa en realidades puramente
psíquicas, no materiales. Sin embargo, conduce a esgrimir defensas que en
ocasiones coinciden con fuertes y arraigados síntomas que intentan satisfacer
algo del deseo inconsciente irrealizable a la vez que aliviar el apremio de la
angustia.

Conclusiones.
En “El Yo y el Ello” Freud agregará respecto de lo dicho en “Introducción al
narcisismo” que el Superyó proviene de una identificación con el padre que no
deviene del abandono de una carga de objeto sino que es directa e inmediata y
anterior a toda carga de objeto a diferencia del Yo que resulta de las
identificaciones de las cargas de objeto abandonadas. La identificación al ideal
paterno sería entonces primaria.

El Superyó es un residuo de las primeras elecciones de objeto así


como una formación reactiva contra las mismas. Como tomó su energía del
carácter del padre, a mayor intensidad y mayor represión, aparecerá con más
severidad como consciencia moral o como sentimiento inconsciente de
culpabilidad en la vida psíquica. Volviendo al recorte clínico, podría agregarse que
el advenimiento al mundo del paciente acontece en un entorno de muerte y
violencia de la que ya no logrará desprenderse con facilidad.

Inferimos que sus síntomas obsesivos son un modo fallido pero


eficaz de defenderse contra un mundo hostil y amenazante que pone en jaque su
propia vida. Este modo, sin embargo, no le ahorra padecimiento, en tanto que su
deseo inconsciente de anular este padre tan peligroso alimenta su sentimiento
inconsciente de culpa que lo inunda de ceremoniales expurgatorios.

Bibliografía

Freud, S. (1907) “Los actos obsesivos y las prácticas religiosas”, en Obras


completas Tomo II – 1ª. ed. - Buenos Aires, 2003.

Freud, S (1912-3) “Tótem y tabú”, en Obras Completas Tomo II – 1ª. ed. - Buenos
Aires, 2003.

Freud, S (1923) “El Yo y el Ello”, en Obras Completas Tomo III– 1ª. ed. - Buenos
Aires, 2003.
Falfani, Liliana “El Superyó como expresión de lo real pulsional, su manifestación
clínica en neurosis y perversión”
CUERPO Y ESCENA: AVATARES DE LA CONFIGURACIÓN CORPORAL

Autora: Lic. Luciana Esquivel

Mail: [email protected]

La situación del sujeto está caracterizada esencialmente por su lugar en el mundo simbólico,
dicho de otro modo, en el mundo de la palabra” (sem 1
pag 130)

Resumen: ​Para poder abordar las cuestiones de la subjetividad es necesario pensar que hay
una relación entre el ser humano y el lenguaje que no encontramos en los animales. El
psicoanálisis sostiene que el sujeto humano es un ser de lenguaje: la palabra forma su
subjetividad, la relación con el propio cuerpo, los modos de relación con el Otro.

El autismo de cuenta de las fallas en las operaciones de constitución subjetiva. Los


fracasos que se producen en relación a la alienación al lenguaje, a su inscripción y al
anudamiento con el cuerpo, determinan rupturas en el pensamiento, el habla, la
representación del cuerpo y la organización libidinal.

En el presente trabajo se abordarán los avatares del proceso de constitución subjetiva


a partir del relato de un fragmento de tratamiento con una niña.

Palabras clave:​ Subjetividad- Lenguaje- Autismo

Estas VIII jornadas de Investigación y Extensión de la Cátedra de Psicología Clínica


tituladas “Sexualidades”, nos convocan a pensar lo complejo de la sexuación para todo ser
hablante. Para éste la posición sexual no se presenta dependiente de la genitalidad sino que
es el resultado de un proceso que, (pasando por el Complejo de Edipo y los avatares de la
función materna y paterna que suceden en él) da como resultado un sujeto que se posiciona
de un lado o del otro de la sexualidad.

“La prenda del análisis no es sino reconocer qué función asume el sujeto en el orden de las
relaciones simbólicas que cubre todo el campo de las relaciones humanas, y cuya
célula inicial es el Complejo de Edipo, donde se decide la asunción del sexo”.
(Seminario 1. Pág 111)

Como parte del proceso que los seres hablantes tenemos que hacer para sexuarnos
está la cuestión de cómo se conforma primeramente un ser hablante, lo cual nos lleva a
pensar que hay una relación entre el ser humano y el lenguaje que no encontramos en los
animales. Cuando se habla entonces de los avatares del Complejo de Edipo y de la
castración debemos tener en cuenta que ésta se refiere a qué se hace con el hecho de que
se está castrado/atravesado por el lenguaje, después cómo se simboliza esa castración si
dependerá del Edipo.

El psicoanálisis sostiene que el sujeto humano es un ser de lenguaje: la palabra forma


su subjetividad, la relación con el propio cuerpo, los modos de relación con el Otro.

Lacan dice en su Seminario sobre los escritos técnicos de Freud:

No es ajeno a la esencia de la palabra (…) engancharse al otro. La palabra es sin duda


mediación, mediación entre el sujeto y el otro, e implica la realización del otro en la
mediación misma. Un elemento esencial de la realización del otro es que la palabra
puede unirnos a él. (Seminario 1 pág 82)

El autismo de cuenta de las fallas en las operaciones de constitución subjetiva. Los


fracasos que se producen en relación a la alienación al lenguaje, a su inscripción y al
anudamiento con el cuerpo, determinan rupturas en el pensamiento, el habla, la
representación del cuerpo y la organización libidinal.

En los niños con autismo fracasa la operación de corporización ya que al haber un


rechazo de la inscripción del trauma de la lengua no se dejan tocar por el significante y
entonces la superficie del cuerpo y sus bordes no se inscriben.

Lacan plantea que el Estadio del Espejo no es simplemente un momento del


desarrollo que se presenta naturalmente sino que debe producirse. Considera al cuerpo
como algo que se construye y dice que al viviente necesita agregársele una imagen que le
provea de unidad al organismo no unificado, fragmentado. Entonces al ser el Otro el que
inscribe un orden pulsional y libidinal podemos ver la afectación al nivel del cuerpo que estos
sujetos presentan al tener perturbada esta relación con el Otro. Son niños que teniendo el
organismo biológico disponible no hacen uso de él, pudiendo oír no convalidan que
escuchan, pudiendo ver no dirigen la mirada, no acusan recibo del dolor infligido en su propio
cuerpo, y hallándose inmersos en el lenguaje no hablan.

Voy a compartir un recorte clínico del trabajo con una paciente a la que llamaré
Mariana

Recibo en el consultorio a los padres de la niña quienes refieren que a los dos años y
medio notaron que no hablaba a la par de una prima de su misma edad, pero desestimaron
el hecho y no realizaron ninguna consulta sino hasta un año más tarde cuando en el jardín
maternal se lo señalan y allí luego de idas y vueltas para sacar los turnos correspondientes
se realiza una evaluación que determinó como diagnóstico un retraso madurativo global por
el cual se sugiere una integración escolar. La integración la empieza a los 4 años al mismo
tiempo que tratamiento de fonoaudiología y será ésta profesional una aliada en el tratamiento
al momento de trabajar las cuestiones de corporización que empezaron a emerger en su
transcurso. Al momento de llegar a mi consultorio Mariana tiene 4 años y medio.
En relación al modo de comunicar de la niña comentan lo siguiente: ​“imita mucho,
sobre todo de películas, nos dijeron que eso era típico de lo que ella tiene”.

Sesiones con Mariana.

Entra al consultorio sin registrarme y sube la escalera con un caminar llamativo, su


espalda rígida y erguida con la cabeza inclinada hacia atrás, con cada paso se ladea
considerablemente y aunque me da la impresión que se va a caer logra el equilibrio para
avanzar y no tocar ni apoyarse en las paredes. No me mira, no habla, parece no mirar nada
en particular. De manera automatizada abre los placares, saca juguetes, los pone en el piso,
los deja allí tirados, desparramados. Las sesiones duran pocos minutos, lo que tarda en
vaciar las cajas y cajones, y así se sostiene el espacio durante varias semanas. A pesar de
que los padres me contaron que dispone de algunos fonemas y palabras sueltas yo no la he
escuchado emitir sonido alguno, pareciera que no busca comunicarse, está en el consultorio
como si no pasara nada, la realidad para ella tiene un carácter uniforme, todo le es
igualmente indiferente, el mundo no es nombrable ni nombrado. Pero un buen día un objeto
que siempre había estado ahí resalta de los demás, una muñeca de plástico duro, una de las
chicas superpoderosas: la agarra y sale del consultorio con ella. Al llegar a la puerta de
salida la madre le pide que me la deje y la niña estalla en llantos y gritos. La mamá intenta
calmarla y explicarle pero los gritos no permiten oír nada y su técnica no produce efecto,
luego con más nerviosismo le quita el juguete, la niña empeora aún más y se tira al piso
donde se retuerce, patea y llora. Le pido a la mamá que se siente en el piso conmigo y le
digo a la niña que puede llevar el juguete, el llanto se va apagando lentamente, yo me
acuesto en un almohadón grande que hay en la sala de espera, la niña se recuesta al lado
mío. Comienzo a hablarle del juguete nombrando las partes de la muñeca, su pelo, sus ojos,
su vestido (ella la sostiene cerca mio pero yo cuido de no tocarla, de mantener una distancia
corporal y sostener el momento con las palabras porque siento que me está escuchando) le
cuento que a mí me gusta mucho esa muñeca, que la quiero, que puede llevársela pero yo la
voy a extrañar, asique le pido que la traiga la próxima vez y se la prestaré todas las veces
que ella quiera. Al rato que ya está calmada se va con el juguete. Me permito pensar que
dispone de algunos elementos del aparato simbólico sino no me hubiese entendido y mi decir
no hubiese producido el efecto de calmarla. En la siguiente sesión aparecerán más efectos
de esta intervención.

La madre trae el juguete en la cartera y me lo dá a escondidas de la niña. Si Mariana


había podido restarme algún objeto llevándose la muñeca, la madre ocultándolo de la niña
para reintegrármelo no permitía que ese objeto faltara, que se inscribiera la falta. Vuelvo a
poner la muñeca en la caja de siempre y se reinicia la escena de la sesión anterior: al salir
del consultorio con la muñeca la cara de desesperación de la madre es notoria, yo le digo
que se la presto otra semana. La próxima vez ya la madre lo traerá en la mano a la vista
diciendo ​“lo traigo yo porque ella sino se olvida”. Le hablo a Mariana como un sujeto diferente
de la madre: ​“asique vos sos un poco distraída que te olvidas las cosas?, gracias por cuidar
la muñeca, me alegro de verla porque la extrañé mucho”​. Esta escena de llevar y traer el
juguete se sucede unas cuatro o cinco veces de este modo hasta que un día pone ella
misma la muñeca en la caja con los demás juguetes, saca todos, no usa ninguno, no guarda,
quedan desparramados, y la muñeca es una más del desparramo. Para mi sorpresa ese día
en que la muñeca volvió a la masa indiferenciada del mundo , un objeto se destacó
sobremanera, la voz de Mariana apareció en la escena y luego de semanas de silencio total
y mirada esquiva, me mira y lanza en un lenguaje propio sin cortes ni inflexiones de voz algo
como lo siguiente: tiggoferlibactreinfaldorsajutrendporftriregafliste. Ante la ausencia de la
oposición significante, al no entender absolutamente nada decidí no sancionar ese mensaje
hablado, pero respondí sosteniendo la mirada que ella inició y mostrándome interesada en
escucharla.

Pienso en la función que tiene la sanción del Otro en la constitución del sujeto. En el
estadio del espejo la mirada de la madre asintiendo a la imagen de su hijo, determina la
incorporación de una imagen unificada de sí. Esta sanción opera como un reconocimiento de
existencia para el niño en tanto sujeto. Se requiere que alguien lo escuche, lo mire o lo
comente, como registro y constatación. (Berraute pag 21). Estas expresiones tan
elementales tienen enormes efectos, sobre todo cuando faltan o cuando el mensaje que
devuelven no es coherente sino más bien alocado, como estos padres que sancionaban a la
palabra interminable con objetos diferentes cada vez, probando pero a la vez no generando
cierta estabilidad en las respuestas, entonces “to” una vez era agua, otra era baño, otra era
papá y así.

Observo en cada encuentro que al llegar al consultorio los padres la incitan a


saludarme, como así también a otras personas que ocasionalmente están en la sala de
espera. Les pregunto porque piensan que hacen eso. Ellos se incomodan, se sonríen, se dan
cuenta que están respondiendo por ella pero no pueden decir mucho más que lo hacen para
que la nena sea “​educada”​ . Hay padres que no esperan generalmente del tratamiento una
emergencia de sujeto, sino el logro de adquisiciones y adaptaciones para la vida
cotidiana.(Berraute p 62). Trabajo con estos padres para que puedan empezar a ubicar en su
hija que hay alguien allí que produce ciertas extravagancias que le son propias y que
consideren que puede no tener ganas de saludar a extraños por ejemplo. Lo intentan
vanamente. Sesión tras sesión digo “hola Mariana!” y la madre me responde “hola Luciana”.
Yo le devuelvo “hola Josefina”, hola Mariana”. y la madre se ríe. A las pocas semanas la niña
comienza a saludarme con un beso al llegar y un abrazo al salir, sobre lo cual la mamá
siempre tiene algo que decir o una cara que poner.

Suceden varias sesiones donde ella emite fonemas que no logro puntuar, y aunque
sigo sosteniendo mi interés con mi disposición corporal y mi mirada cada vez que ella
muestra su voz, desde la palabra le respondo que no puedo entender lo que dice: “​cómo
dijiste?”, “uy no endiendo lo que querés decir?​”. Una de esas veces busca de un rincón del
placard de juegos en el que nunca habia agarrado objetos uno muy particular, un objeto que
contiene palabras: un libro. Me lo dá y se acuesta en el diván tapándose con una sábana y
cierra los ojos. Yo sanciono esto como un juego, y me digo “ella hace que duerme”,
entonces abro el libro y empiezo a contar una historia. Si dejo de contarle el cuento se
despierta. Yo Juego con la voz, presencia ausencia, ella juega con sus ojos,
duerme-despierta. Un día pongo la sábana entre dos sillas, ella deslumbrada se mete abajo y
empiezo a preguntar dónde está Mariana?. Luego de varios minutos de silencio de su parte y
la insistencia de mi pregunta puedo escuchar un pequeño ruido, que sanciono como tal “uy,
escucho un ruido por acá, a ver si escucho otro ruido?” ella responde con otro ruido muy
tenue y me habilito a quitar la sábana y descubrirla, se ríe mucho y así se incorporara la
repetición de este juego/escena al trabajo en las sesiones.

Lo que para otro observador puede ser un golpeteo, un ruido molesto, una actividad
tonta, para el analista puede ser la oportunidad de ingresar en la ficción lúdica. Por eso la
sanción es parte de la tarea del analista, sancionar algo como juego por ejemplo pensando
que el juego funciona como el artificio, la escena que permite en el análisis introducir una
diferencia en relación al A, permite la inscripción significante. Y en particular el juego del fort
da, con la alternancia de presencia ausencia que es el inicio de la posibilidad de
simbolización.

En una ocasión agarra un palito chino y lo balancea y yo me hago la congelada. Esto


la divierte mucho. Me congela y me descongela mientras se ríe de mis caras raras al quedar
estática. A este palito lo busca en sesiones posteriores llamándolo ella misma “garita”, siendo
esta la primera palabra que se recorta en el tratamiento.

Con la fonoaudióloga están conociendo las partes del cuerpo: el nombre, la función y
ubicación de cada parte. Sugiero trabajar con pintura, tizas, para que el cuerpo vaya
escribiendo alguna marca. Le pintó las manos con témpera y se las hizo apoyar en una hoja,
la reacción al levantar las manos fue de desconcierto y alegría, Mariana se miraba las
palmas y miraba la hoja descubriendo que esa marca era una parte de ella misma pero ella
seguía teniendo permanencia más allá de la marca. Momento de descubrimiento de que se
porta un cuerpo.

Luego del receso de vacaciones de verano comentan estar sorprendidos porque


estuvieron en eventos sociales, cumpleaños y Mariana se va a jugar con otros niños sin tener
que acompañarla. Pide gaseosa y comida a otros adultos que no son ellos, la madre no
puede creerlo. Dice el papá ​“le hacemos las cosas más difíciles. Cosas que estaban a la
mano se las pusimos lejos y las tiene que pedir. Se elije la ropa, se cambia sola, pide hablar
con la Abu, la llama por teléfono”. Tienen que esconder las tijeras de la casa porque si
encuentra una corta papeles y libros. ​“Hasta hace un mes a todo el mundo le decía ma.
Ahora diferencia seño, abuela, el resto sigue siendo ma​. ​Y a la madre le dice Mariana (su
nombre)”. “​Está jugando a las escondidas, a veces nos cuesta encontrarla de lo bien que se
esconde!.”.​ Mamá: “​tiene carácter. Te contesta, dice que no”.

Intervenciones en juegos: 2015.

Al retomar los encuentros con Mariana noto que su caminar es diferente, la espalda ya
no está rígida ni la cabeza hacia atrás, sino sostenida. El balanceo al caminar es mucho
menor y se agarra de la baranda al subir la escalera. Las propuestas de juego las hace ella
directamente, pone la sábana, arma la casita juega adentro a la cocinita. Me congela con la
varita y me saca la comida, luego me descongela y yo me quejo, ella se rie mucho y reinicia
la secuencia. Se interesa por unos ponys, los pone en la cama y los tapa con una manta, les
da de comer, los baña, los cuida.

Empieza a escribir su nombre espontáneamente para alegría de toda la familia, hasta


que escribe con birome en la espalda de su campera del colegio un Mariana de tamaño
considerable.

Es una función del tratamiento con un niño que éste se recorte del cuerpo de la
madre, que forme su propio cuerpo para que más tarde también se recorte para acceder al
cuerpo del Otro en la adolescencia. El trabajo con esta niña es el de la inscripción
significante que organice el mundo en adentro y afuera, en yo y otro, inscripción significante
que organice un cuerpo propio, que pueda disponer de vocablos pero también asumirlos para
comunicar y hacer lazo social.
Bibliografía

Berraute, G. (2014). Presentaciones psicóticas en la infancia. Buenos Aires, Argentina. Letra


Viva.

Manzotti, M. (2012). Clínica del autismo infantil: el dispositivo soporte. Buenos Aires,
Argentina: Grama ediciones.

Lacan, J. (1953/54/2007). El seminario 1. Los escritos técnicos de Freud. Buenos Aires,


Argentina: Paidós
SÍNTOMA, REPETICIÓN Y… FAMILIA. DE LA LEGALIDAD FAMILIAR A LA
LEGALIDAD DE LA JUSTICIA.

Autora: María Inés Ferro.

e-mail: [email protected]

La mediación en familia es una instancia pre-judicial que implica la intervención de


un tercero que haga de intermediario entre las partes para que puedan arribar a
determinadas condiciones que les sean favorables, tanto para ellos, como para las
demás personas afectadas. Así, lo que se presenta es una configuración del
conflicto, de tal manera, que se manifiesta necesaria para su resolución, que las
partes acudan a una instancia que facilite diversos mecanismos (por lo general
vinculados a la comunicación) que posibilitarían llegar a un acuerdo. Esta
instancia, sería a su vez, representante de una regulación exterior, que podríamos
pensar que vendría a suplir o a complementar la regulación propia que en ese
sistema familiar estaría presentando dificultades para arribar a acuerdos, pactos,
regulaciones creadas en su propio seno.

La mediación es un proceso que se lleva a cabo mediante audiencias, a partir de


que una de las partes solicite su intervención. En las mismas, las familias exponen
la situación conflictiva, sus expectativas y dificultades para con la misma, además
de su historia individual y familiar. De manera que toda esta información es tenida
en cuenta al momento de elaborar un acuerdo a partir de lo que ambas partes
planteen como demandas y sus posibilidades para ofrecer.

Ahora bien, tenemos un dispositivo que funciona intermediando, regulando


algunos aspectos de una configuración para nada sencilla como lo es una familia,
y más aún cuando la misma se encuentra en una situación de crisis.

En este punto resulta interesante lo que plantea sobre la familia Eric Berenguer
(2006) ya que dice que la misma siempre está en crisis, más allá de sus
contingencias, por su propia naturaleza, que lejos de ser natural es discursiva,
social, política, económica, en fin. El autor presenta a los conceptos de familia y
crisis como indisolubles, porque la familia es en sí respuesta a algo más que una
crisis: a una imposibilidad de estructura. Recurre a la expresión de Lacan que dice
“la relación sexual no existe”, agregando que la familia es en gran medida un
modo de suplencia frente a la inexistencia de la relación sexual. Entonces, si la
familia está construida en torno a este agujero central, no es de extrañar que las
crisis existan siempre, que adoptarán formas concretas y diversas en función de
los condicionantes presentes en cada caso. Luego, el autor va un paso más allá y
plantea que en esta perspectiva de la familia como suplencia, la misma se trata de
un síntoma, como forma de anudar aquello que de entrada estaría desanudado.
Un síntoma es un modo privilegiado de anudamiento entre real, simbólico e
imaginario y por ende, una forma fundamental de respuesta a la inexistencia de la
relación sexual. Así, desde la doctrina de Lacan, ese no ir bien del síntoma, es la
única forma en que algo puede ir de un modo verdaderamente estable, por un
motivo de peso, ya que los síntomas contienen una fuerza interna de estabilidad al
estar intrínsecamente ligados con la repetición. Lo cual no significa que todos los
síntomas sean iguales, los hay mejores y peores.

A continuación, presentaré uno de los casos que venimos trabajando desde la


puesta en marcha del dispositivo. Considero que en el mismo, se podrá observar
lo que venimos viendo acerca de la vinculación familia, crisis, síntoma, repetición.

El mismo se inicia a partir de que Roxana se dirige a la Defensoría para solicitar


audiencia, ya que Roberto, su ex pareja, había quedado sin trabajo y no estaba
pudiendo cumplir con el acuerdo de alimentos anteriormente realizado en la
Defensoría; por lo que solicitaba una reelaboración del mismo y del régimen de
comunicación del padre con sus hijos. La mediadora en el encuentro con las
partes, detectó algunas cuestiones que consideró que ameritaban la intervención
de la psicóloga del equipo técnico. Por lo que la misma tuvo entrevistas con los
cuatro miembros de la familia: Roxana, Roberto y sus dos hijos: Malena de 6 años
y Federico de 8 años. A partir de estos encuentros, la profesional consideró
pertinente la intervención de nuestro equipo, dado que le había resultado
alarmante la situación en la que se encontraban los niños: cómo las condiciones
familiares actuales los podían estar afectando, así como también el efecto y afecto
que la situación familiar pasada podía haber producido en ellos, dado que ambos
siendo muy pequeños, hasta la separación de sus padres, habían presenciado las
escenas de violencia física y verbal del padre hacia su madre. Además, el padre
en esta reunión expresó su preocupación respecto a que una prima de Roxana,
muy cercana, les habla mal de él a los niños, generando según este, que los
mismos se angustien.

Dado que Roxana se encontraba asistiendo a un dispositivo grupal dirigido a


mujeres víctimas de violencia de género, decidimos iniciar nuestra intervención
con Roberto. Al inicio, llevamos adelante los encuentros con una compañera del
proyecto, para luego, continuarlo quien presenta este trabajo.

Así es que mantuvimos una serie de entrevistas, con algunas interrupciones entre
algunas de ellas, fundamentalmente provocadas por ausencias por parte de
Roberto dado que en el medio de su búsqueda laboral, en algunas ocasiones
debía ausentarse. En estos encuentros, Roberto relató su historia con Roxana, y
muy poco de su historia individual, de su familia de origen. Se conocieron
terminando el secundario para adultos. Pasaron algunos años y empezaron a salir.
Cuenta que ella se muda con él, quien vivía con su madre, motivada por una
salida en la que también estaba la familia de ella y él observó que la maltrataban,
la humillaban y la trataban despectivamente, la definió como la sirvienta de la
casa. Ante eso, éste le propone que vaya a vivir con él cuando quiera.

Así, cuenta que un día ella se apareció en su casa, llevando consigo en una bolsa
su ropa. Su vida en pareja la relata como conflictiva, dice que el motivo era que
ella no ponía voluntad, que él iba a trabajar y esperaba que al regresar al hogar
ella lo estuviera esperando con los niños, con la comida lista, pero que, al
contrario, no era así como sucedía, ya que en ocasiones ella se iba a la casa de
su madre o no había realizado las tareas del hogar que él esperaba. Acerca de los
episodios de violencia física, lo menciona como una “cagada” que cometio,
resultado de una discusión con Roxana, más acalorada que otras, donde le dio un
“sopapo”.

Discutieron mucho, se mudaron mucho, dado que por la magnitud de los episodios
de enfrentamientos y violencia, terminaban cambiando de residencia, por “la fama”
que se hacían con los vecinos. Cada mudanza era planteada como un nuevo
comienzo, donde se proponían, cuenta, “vamos a hacer las cosas bien”, pero en
cada oportunidad el nuevo comienzo tenía el mismo final que el comienzo anterior.
Lo mismo que cada situación de conflicto, que iniciaba más o menos en los
mismos términos, con motivos similares y terminaba de la misma manera:
teniendo ellos dos relaciones sexuales.

Los niños presenciaban todo el enfrentamiento, Federico con 2 o 3 años, se iba a


llorar a un rincón y Malena, en el cochecito los miraba de cerca, escuchaba,
mientras ellos “se decían de todo”. Ahora Malena tiene 7 años, el año pasado tuvo
que repetir el primer grado, tiene dificultades para hablar y escribir, no puede
expresarse correctamente.

Contó que tuvieron varias separaciones, antes de la última. En las mismas, ella se
iba con los niños a lo de su madre, pero a los días regresaba al hogar que
compartía con él. La última vez que ella se fue con sus hijos, lo hizo sin llevarse
nada, resalta él, dejó la ropa, los juguetes y demás objetos. Él se había ido a
trabajar y cuando regresó, ellos ya no estaban. Roberto, dos años después, sigue
viviendo en la misma casa, y conserva todos esos elementos y define a esa
vivienda como la casa de Roxana, Federico y Malena.

En los encuentros con Roberto, fueron recurrentes las expresiones de queja


respecto de la situación actual, conformada según su relato por su preocupación
acerca del discurso que sobre él mantiene la prima de su ex mujer y que dirige a
sus hijos, ante lo cual dice que Roxana no interviene, sino que, al contrario, le da
un lugar que a él le resulta excesivo. Así mismo, cuando expresaba su
preocupación sobre el tema, se centraba en su hijo, siendo casi nulas las
referencias sobre su hija. Resulta notable, que esta cuestión era presentada como
un conflicto sin solución, en el que él nada tenía por hacer, y las alternativas
posibles eran inútiles, dado que no generarían modificación alguna. Esto se
extendía a su vinculación con Roxana, a la cual parecía no comprender, aunque
por momentos sí aparecía algo del orden de la empatía hacia ella, declarando que
aún la ama. No la entendía en su decisión de vivir con su tío (padre de la prima de
Roxana, de ahí el contacto cercano de los niños con ella) cuando él estaba
dispuesto a dejar la casa que él habita para que se muden allí la mujer y los niños.
No la entendía en el lugar que le permite ocupar a su prima, lo cual según él,
deterioraba su relación tanto con Roxana, como con sus hijos. No la entendía en
las circunstancias en las que ella de repente, sin explicación alguna según él, se
enojaba o presentaba una actitud tendiente al enfrentamiento, mientras que unos
instantes atrás habían logrado conformar una escena familiar. No la entendía ante
que a pesar de su situación de estar separados, ella se escapara de la mirada de
su familia para visitarlo a él cuando los niños están en la escuela. Frente a
cualquier pregunta acerca de por qué él creía que pasaban algunas de estas
cuestiones, su respuesta más recurrente se basaba en la creencia firme de que
Roxana estaba siendo presionada por su familia, para que no tenga contacto con
él, así como también los niños. Fundamentaba este accionar de parte de la familia
de ella en la historia conflictiva que ellos han tenido, refiriendo que el entorno de
Roxana no lo ha superado.

También, aparecía esta postura de queja y resignación ante el contacto


interrumpido con sus hijos, el incumplimiento del acuerdo de comunicación
realizado en la Defensoría, así como también ante los avatares de su búsqueda
laboral, dado que la misma resultaba infructuosa o no pasaba más allá de
conseguir alguna “changa”.
A partir de considerar haber arribado a un punto en el que resultaba complicado
lograr alguna modificación, ya que Roberto se hallaba en una posición casi
absoluta de queja, principalmente con respecto a la prima de Roxana, siendo la
resignación protagonista; decidimos continuar el dispositivo llevando a cabo
entrevistas con ella, basando esta decisión en la demanda inicial de la Defensoría,
en torno a la preocupación sobre la situación que atravesaban los menores.

En este segundo momento, nos encontramos con Roxana. En ella hallamos una
modalidad discursiva por completo diferente, con un posicionamiento subjetivo
distinto frente a las situaciones conflictivas. Es notable el trabajo que ha ido
realizando en el espacio grupal que comparte con mujeres víctimas de violencia
de género. Ella también relata su historia con Roberto, la cual difiere en gran
medida de aquella por él contada, dado que incluye detalles y eventos omitidos
por Roberto, además de que en ella sí se observa la afectación que genera el
rememorar situaciones que han sido dolorosas. Al respecto, refiere que ha logrado
superarlas, aunque no puede evitar angustiarse al recordarlas. A pesar de los
diversos tipos de violencia de las que fue víctima, dice perdonar a Roberto,
creyendo que él no tuvo la intención de hacerle daño. Reconoce aún amarlo, y que
no vive con él con motivo de preservar a sus hijos, ya que no puede tener la
seguridad de que él realmente haya cambiado. Refiere que los episodios violentos
se iniciaban cuando contradecía a Roberto frente a un reclamo que él dirigía hacia
ella, ya sea porque la comida no le había salido bien o porque había ido de visita a
lo de su madre, ante lo cual para evitar el enojo de él, se escapaba cuando estaba
en el trabajo, para poder salir de su casa. Por lo que ella, y también los niños,
llegaron a vivir en un estado de tensión tal, que en cierto momento se dio cuenta
de que estaban todos enfermos con motivo de la calidad de vida que estaban
teniendo y pide ayuda, una vez más, para poder salir de esa situación.

En su situación actual, se encuentra viviendo con sus dos hijos en la casa del
papá de su prima. Es importante decir que esta familiar fue quien ayudó a Roxana
a “escapar” de la casa en la que vivía con Roberto, le brindó la posibilidad de vivir
con su padre, y proveerle la comida diaria, a cambio de hacerse cargo de las
tareas del hogar y cuidado de su tío. Por otro lado, mantiene un vínculo cercano
con Roberto, como por ejemplo, él la acompaña al médico, ella lo visita en su casa
cuando los niños están en la escuela, ocasiones en las que mantienen un vínculo
erótico; comparten salidas en familia, ella le lleva a él alimentos. Situaciones que,
si bien transcurren la mayor parte en armonía, no están exentas de que se genere
un conflicto entre ambos. Estos encuentros son ocultados a la familia de Roxana,
particularmente a su prima, debido a la oposición de ésta a que ella y los niños
tengan contacto con él.

Si bien actualmente Roxana dice sentirse mejor, haberse recuperado del deterioro
que las situaciones violentas le habían provocado, tener proyectos de vida; es
destacable que nuevamente se halla en una coyuntura en la que debe sustraerse
de la mirada de un otro que prohíbe que se produzca algo en relación a su deseo.
Tal es así, que en un mismo encuentro ella define, en momentos diferentes del
mismo, que tanto Roberto como su prima son “absorbentes”. Lo cual abre el
interrogante acerca de qué sucede con ella entre medio de estos dos
“absorbentes”, proponiéndole en el último encuentro, dedicar este espacio como
un lugar que propicie que algo propio de ella pueda empezar a surgir, sin la
necesidad de sustraerse de la mirada de otro, sin la necesidad de ocultar, de crear
distintas versiones simultáneas, para comenzar a construir una propia.

Considero que en este relato se puede observar la particular configuración que


presenta el síntoma en esta familia, la estabilidad y persistencia que el mismo
presenta en virtud de su fuerza interna, de la repetición. Se puede observar que
ambos continúan sosteniendo un vínculo que excede al meramente parental, ya
que continúa siendo un vínculo erótico en el que ambos dicen amarse, y que
también es conflictivo. Claro que con la introducción de variantes, ya que la
relación que actualmente mantienen, no es la misma que hace dos años. Aquí
resulta interesante remitirse a algunas elaboraciones que expone Colette Soler en
su libro “la Maldición Sobre el Sexo”, ya que en él plantea, siguiendo a Freud y a
Lacan, que hay algo entre los hombres y las mujeres que no funciona y agrega
que se trataría de un problema de nudo: el nudo del amor. Ya que el problema es
justamente anudar el goce a otro, a un semejante, pero que al ser otro sexuado,
ya no es tan semejante. Pero, igualmente y a pesar de esto, la autora plantea que
“la cosa va”, termina funcionando, dado que hay soluciones, que a pesar de ser
tales, también son problemas y reciben el nombre de síntomas. Claro que, como
dijimos con anterioridad citando a Eric Berenguer, los hay mejores y peores.
Retomando el título del libro, plantea que “La maldición del inconsciente que
condena a la sexualidad a ser sintomática obedece al hecho de que el
inconsciente dice mal: dice mal el sexo. El sentido sexual está por doquier, sin
duda, pero el sexo no está en ninguna parte en el discurso del inconsciente…”
(Soler 2000, p.25).

La autora más adelante retoma el planteo de Lacan en el que expresa un clivaje


de todo lazo social y los asuntos amorosos. Y expone que entonces “Si la
institución familiar se funda sobre lo que está más clivado del lazo social,
efectivamente hay un problema” (Soler 2000, p. 111). Y propone como una posible
lectura generalizada de esta afirmación lacaniana que “(…) se puede constatar
que la pasión amorosa, cuando se produce, se presenta como ruptura del lazo
social común, el que regla la satisfacción de lo cotidiano, de lo corriente, sus
formas y sus límites, y todas las satisfacciones compartidas por una comunidad.
En una vida, la pasión siempre crea un paréntesis (…) que más bien arranca al
sujeto de su mundo” (Soler 2000, p.111)

Resultan pertinentes estos planteos al caso expuesto, dado que nos abre la
posibilidad de pensar la relación que se presenta en el mismo entre la familia, la
pareja, los partenaires de la misma, con la regulación que ejercería el acuerdo
realizado mediante la Defensoría, que si bien tiene inferencia en algunos
aspectos, no los tiene en aquellos ligados más cercanamente con lo sintomático
de la relación. Y si, de acuerdo a lo que venimos viendo, la relación toda es un
síntoma, junto a que la relación amorosa se encuentra clivada del lazo social,
podríamos aventurar, que en relación a esto se encuentra el motivo de que el
acuerdo no se pueda implementar tal como se elabora, sino que va a ir
atravesando diversos avatares, en función de los avatares que la familia,
entendida de la manera en que se ha desarrollado, vaya atravesando.

Así se puede plantear, una doble legalidad: por un lado aquella de la Justicia, que
interviene regulando ciertos aspectos, tales como los encuentros de los niños con
su padre, los alimentos por los que el mismo debe hacerse responsable; y por
otro, la legalidad propia de esta familia, que paralelamente implementan lo que se
ha generado en el ámbito de la justicia, el acuerdo, con su propia impronta,
instalando circuitos en los que lo más ligado a lo pulsional, a lo real, al goce, no
puede ser enteramente envuelto por lo simbólico, no puede ser reducido a él, e
insiste.

BIBLIOGRAFÍA

- Berenguer, E. (2006) El lugar de la familia en la actualidad:


Desanudamientos y reanudamientos. Virtualia. Recuperado de:
http://www.revistavirtualia.com/articulos/522/dossier-nuevas-ficciones-famili
ares/el-lugar-de-la-familia-en-la-actualidad

- Highton E., Álvarez G. (1995) Mediación para resolver conflictos. Buenos


Aires, Argetina: Editorial AD-HOC S.R.L.

- Soler, C. (2000) La maldición sobre el sexo. Buenos Aires, Argentina:


Editorial Manantial.

- Suares, M. (2002) Mediando en sistemas familiares. Buenos Aires,


Argentina: Editorial Paidós.
SEXUALIDAD FEMENINA Y ESTRAGO MATERNO

Autora: Lic. María Candela García Sánchez

Mail: [email protected]

La sexualidad femenina desde el psicoanálisis aparece como una


cuestión preliminar al trabajo analítico con niños. Colette Soler se cuestiona
acerca de la mujer y la madre, planteando: “La pregunta entonces no lo es
tanto por el amor de la madre como por su deseo…en la madre busquen a la
mujer… ¿Qué mujer fue esa madre?”(Soler, 2006). Es decir, pensar la
Sexualidad Femenina como estructural en la constitución subjetiva de esa
mujer. Frente a esta cuestión es necesario dar cuenta de cómo esa madre
atravesó su Complejo de Edipo y si hay una ley interdictora, reguladora de
goce operando en ella. La posición de una mujer respecto a la falta determina
su modo de amar y su transmisión de la castración. El lugar al cual el niño
podrá advenir estará íntimamente vinculado al lugar que el inconsciente
materno le reserve. Situarnos en el deseo de la madre, implica pensar en la
prehistoria de ese niño, Lacan lo plantea en Los Complejos Familiares: “El
insondable vínculo que une a los pensamientos que han rodeado su
concepción”.

Habrá que ver en cada caso, qué solución le dio cada mujer como
madre a la falta fálica y el modo en que el niño se ubica allí. Lo determinante no
es el amor de la madre si no su deseo. Es como sujeto sexuado que ella se
relacionará con su hijo. De ahí la indicación de Lacan de hacer hincapié en el
deseo de la madre en tanto deseo por otra cosa, más allá del niño, no colmado
por él y que permite limitar la pasión materna: hacer de ella no-toda madre,
no-toda para su hijo.

En el Seminario 10, Lacan dirá que la angustia no es sin objeto,


produciéndose ante la emergencia del deseo del Otro. Un deseo que generará
siempre un interrogante, una x. A su vez, referirá que no hay superación de la
angustia sino cuando el Otro se ha nombrado. “Es necesario que el amor de
una mujer sea referible a un nombre. Aquí, el nombre de un hombre puede ser
cualquiera, pero que por el solo hecho de se pueda nombrar se constituirá en
un límite a la metonimia del falo y a la opacidad del Otro absoluto. Solamente
bajo esta condición, el niño podrá ser inscripto en un deseo
particularizado”(Lacan, 1962). La condición de posibilidad para que el niño
pueda separarse de su identificación fálica o para que no quede capturado
como objeto del fantasma materno implicaría, del lado de éste, que la madre no
lo sea todo para él y, del lado de ella, que su amor en tanto mujer sea referible
a un nombre: el de un hombre. Esto posibilitaría que el niño no lo sea todo para
la madre. Miller plantea que ​“Que la madre sólo es suficientemente buena si no
lo es demasiado, sólo lo es a condición de que los cuidados que prodiga al niño
no la disuadan de desear como mujer​” (Miller, 2017).

La madre opera de distintas maneras en los tres tiempos del Edipo. En


el primer tiempo, como una ley incontrolada y omnipotente que a la vez
mediatiza la simbolización primordial. El niño se identica con el objeto de
deseo de la madre. Pero este deseo guarda la ambigüedad de que, por un
lado, está fuera de la ley del padre, pero, por otro lado, actúa bajo el amparo de
la castración de la madre que antecede a su maternidad. Lacan en el
Seminario 17 plantea “​El papel de la madre es el deseo de la madre. Esto es
capital. El deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que
pueda resultarles indiferente. Siempre produce estragos. Es estar dentro de la
boca de un cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a
picarle de repente va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre​” (Lacan,
1969).

En esta ocasión propongo presentar a María, una adolescente de 14


años que se encuentra en tratamiento desde hace algún tiempo, derivada por
su médico por presentar diagnóstico de anorexia nerviosa. Sus papás se
encuentran separados desde los 8 años de María, ella convive con su mamá y
su hermana menor de 10 años, con quien expresa no tener una buena relación.
Siempre se presenta del mismo modo, un tono de voz bajo, mirando al suelo y
su relato se caracteriza por un reproche continuo hacia su madre, María
expresa que no tiene interés por nada, ni nadie “mi mamá no me deja hacer
nada de chicas de mi edad, por eso me quedo en mi casa”. En relación a las
dificultades en su alimentación, la joven explica que en las situaciones en las
cuales discute con su mamá, se le cierra el estómago. Se queja continuamente
no de poder hacer nada de lo que hacen las chicas de su edad, al indagar en
relación a esto explica que le gustaría vestir otro tipo de ropa, reunirse con sus
amigas, y tener su celular todo el tiempo, el cual comparte con su mamá.
Cuando se le pregunta a María por la relación con su papá, no puede decir
mucho, lo ve muy poco. En relación a los permisos para poder realizar
actividades sociales, María explica que de eso se encarga su mamá y él no se
mete. Explica que sus papás nunca se llevaron bien y si o se cruzan mejor.

Sostengo varias entrevistas con su mamá Norma, desplegándose una


dinámica similar a los encuentros en los que concurre su hija. Norma explica
que siempre le costó relacionarse con María, es una chica difícil, siempre hizo
lo mismo con la comida, quiere llamar la atención. Cuando se indaga en
relación a la dinámica familiar y el escaso contacto social que presenta María,
su mamá refiere que aún es muy chica para andar por ahí. Ella se quiere
manejar sola y eso me hace enojar. En relación al vínculo de María con su
papá, explica que siempre fue igual, a él nunca le importo demasiado qué
hacíamos, qué pasaba, un día decidió irse.

Convoco al padre a una entrevista y no concurre a la misma, explicando


que sus horarios no se lo permiten.

¿Cómo pensar esta relación madre hija? ¿Podemos ubicarla del lado del
estrago materno? El deseo materno es en sí mismo estragante por estructura.
Es necesario que el niño colme a la madre, pero también que la divida. Cuando
esto no se evidencia podemos estar frente a las consecuencias del estrago
materno en la subjetividad del niño. Hablar de la relación estragante madre e
hija implica pensar la confluencia tanto la sexualidad femenina de la madre
como la de la hija. En la adolescencia el despertar sexual de la hija conlleva a
un despertar en la madre, con la sucesiva reactualización de la relación con su
propia madre, una repetición, un real que se actualiza. Se hace necesario dar
cuenta y hacer una lectura de los efectos de la tramitación del Complejo de
Edipo y la presencia o no del estrago materno en las generaciones que
anteceden al niño. Durante las entrevistas con Norma, se destaca el relato
continuo de la relación con su madre y la comparación en el modo de actuar
con su hija cuando ella era adolescente.

En este caso el papel pasivo del padre, resulta fundamental para poder
comprender cómo opera la metáfora paterna en este caso. Lacan en el
Seminario 17, cuando se refiere al deseo materno como el estar dentro de la
boca de un cocodrilo, agrega: “… trate de explicar que había algo
tranquilizador. Hay un palo, de piedra por supuesto, que está ahí, en potencia
en la boca y eso la contiene, la traba. Es lo que se llama el falo. Es el palo que
te protege si, de repente, eso se cierra. (…) Así que fue en este nivel como
hable de la metáfora paterna” (Lacan, 1969). ​Se puede decir que hay estrago
materno cuando la función paterna se demuestra cómo no haciendo un punto
de pacificación, manifestándose al servicio del capricho de la madre y no como
agente de la privación. Así, el padre aparece como impotente frente a una
madre arrasadora. Como referí anteriormente, para que el niño no quede
ubicado en el lugar de objeto del fantasma materno es necesario por parte de
ella que su amor en tanto mujer sea referible a un nombre: el de un hombre. Se
podría inferir que en este caso, el papá de María no logró operar y ubicarse en
ese lugar, Desde el discurso materno se escucha una indiferencia constante
cuando se intenta convocar desde el discurso al papá de María. La maternidad
como versión de la feminidad, como suplencia, no obtura el ser mujer, y su
dirección al hombre asegura que no se produzca este recubrimiento. En Norma
es posible que esta suplencia no esté operando de modo adecuado, retomando
la metáfora de Lacan en relación al estar dentro de la boca del cocodrilo,
podríamos pensar que en este caso, ese palo que debería asegurarnos que la
boca no se cierra, no tiene la fuerza suficiente para contener, el deseo
omnipotente materno.
María expresa continuamente enojo y rencor hacia su madre, podemos
hipotetizar este reproche como un modo de soportar el lugar omnipotente de
una madre que no da y no cede frente al pedido de su hija porque no quiere,
destacándose la potencia y el capricho materno. María queda alojada ahí de un
modo gozoso tanto desde su posición como desde la posición materna.

Para finalizar es necesario dar cuenta y comprender los avatares de la


sexualidad femenina como preliminar al abordaje de niños y adolescentes, no
sólo limitarse a la madre, si no poder comprender un poco más allá, sondear
más de una generación para poder comprender qué efectos pueden estar
operando en ese niño por el cual se consulta.

En María particularmente, la apuesta está ubicada en que algo de su


posición se conmueva y puede hacer un viraje de hija estragada a sujeto
deseante.

Bibliografía

Colette, S. (2006) ​“La cosa materna en el inconsciente del niño” Buenos Aires.
Ed. Paidós.
Lacan, J. (1957) ​“El Seminario, Libro 4, La Relación de Objeto”. Buenos Aires.
Ed. Paidós.
Lacan, J. (1957) ​“El Seminario, Libro 5, Las Formaciones del Inconsciente ”.
Buenos Aires. Ed. Paidós.
Lacan, J. (1962) ​“El Seminario, Libro 10, La Angustia”. Buenos Aires. Ed.
Paidós.
Lacan, J. (1969) ​“El Seminario, Libro 17, El Reverso del Psicanálisis”. Buenos
Aires. Ed. Paidós.
Miller, J-A. 2017 "El niño, entre la mujer y la madre", en Lacan XXI, Revista
Electronica de la Federación Americana de Psicoanalisis de orientación
Lacaniana.
EL PARRICIDIO DE PLATH

Autor: Lic. Paul Holboll

Mail: [email protected]

Resumen: El trabajo transita un poema de Sylvia Plath, “Daddy”, escrito


poco antes de que la autora corte su relación con el mundo suicidándose la
madrugada del 11 de febrero de 1963.

El suicidio es pensado aquí como una abrupta salida de escena, un


pasaje al acto criminal en el propio cuerpo que se escinde fatalmente del
orden simbólico y de la palabra.

Lo trágico del pasaje al acto final resignifica, de un modo


especialmente turbulento, el sentido melancólico que conlleva el poema. En
él se muestra, encarnizadamente, la obsesión hacia su progenitor: "Mi
obsesión con mi padre", decía ella, "me duele, padre, me duele, oh padre al
que nunca he conocido."

Por un lado, “Papi he tenido que matarte” y por el otro, “me


acostumbré a rezar para que volvieras”. Esta ambivalencia de sentimientos
tiernos y hostiles se inclinó por los últimos. Agresividad hacia él y hacia ella
misma, a modo de introyección en el yo.

“Papito, papito: escúchame bastardo, acabada estoy”, resulta ser la


frase lapidaria y final del poema. No pudiendo acabar con el padre real se
mata ella, borrando así todo resquicio de aquella imagen tan amada y tan
odiada.

Palabras claves:​ Padre – Parricidio - Suicidio – Melancolía.


El parricidio de Plath

“El no ser perfecta, me hiere”, Sylvia Plath, 1957

El título del trabajo condensa el deseo de parricidio inconsciente con


el pasaje al acto suicida de la escritora estadounidense Sylvia Plath.
Ahondando en sus demonios internos, resulta central la lectura del poema
“Papi”, escrito poco antes de que la autora corte su relación con el mundo.

El suicidio es pensado aquí como una abrupta salida de escena, un


pasaje al acto en el propio cuerpo que se escinde del orden simbólico.

Lo trágico de su muerte puede reflejarse en el sentido melancólico


que conlleva el poema y que genera fascinación. Tanto la vida como la
muerte de Sylvia Plath constituyen una potente obra de arte.

SU VIDA

Sylvia Plath nace 27 de octubre de 1932 en Boston.

Su padre Otto Plath había llegado a Estados Unidos desde Alemania


a los 15 años. En 1935 se enferma. Luego de autodiagnosticarse
equivocadamente “cáncer de pulmón”, se niega a buscar atención médica.

En 1940, Otto ve a un médico debido a una infección en su pie y es


diagnosticado con un caso avanzado de diabetes. Su pierna es amputada
después de que la infección de su pie sea identificada como gangrena.
Finalmente muere el 5 de noviembre de 1940. Sylvia, que en ese entonces
tenía ocho años, nunca pudo sobrellevar el duelo. “De pie estás en la

2
pizarra, papi, en la fotografía que tengo de ti”, escribiría en su poema ​Daddy
(Plath, 1985).

En 1953 (a los 20 años) Plath tiene su primer intento de suicidio.


Ingiere una gran cantidad de píldoras para dormir. Al tercer día la encuentran
casi muerta. El exceso de píldoras la había forzado a vomitar y eso le habría
salvado la vida. Luego de su recuperación, es internada en el Hospital
McLean de Belmont, para someterse a un intensivo tratamiento psiquiátrico.

En 1954 retoma sus estudios y en febrero de 1956 le presentan a Ted


Hughes con quien se casa el 16 de junio de ese año en Londres.

El 1 de abril de 1960 nace Frieda Rebecca, primera hija de la pareja y


el 17 de enero de 1962 nace Nicholas Farrar, su segundo hijo. En octubre de
1962 el matrimonio se separa. Sylvia ya había descubierto -en el mes de
julio - que Ted tenía un affaire. La ruptura del vínculo matrimonial la sumerge
en un agujero oscuro y tortuoso. Aquello que la mantenía unida al mundo
finalmente se ha perdido: el padre primero y su esposo después.

En 1962 Sylvia escribe “Ariel” donde se incluye el poema “Papi”


consagrado al parricidio. En octubre del mismo año le escribe a su madre:

(…) de pronto he experimentado un cambio increíble; estoy contenta y feliz,


como no lo había estado desde hacía muchísimo tiempo (…) Cada
mañana, alrededor de las cinco, cuando se disipa el somnífero, ya
estoy en mi estudio tomando café y escribiendo como una loca; he
conseguido escribir un poema cada día, antes del desayuno. (Plath,
1989, p. 359,360).

DADDY

3
Sylvia hace la presentación de Daddy en la BBC del siguiente modo:

Quien habla en este poema es una chica con complejo de Electra.1 Su padre
murió cuando ella creía que él era Dios. Su caso es más complicado
de lo habitual debido al hecho de que su padre era nazi, y su madre,
probablemente, en parte judía. En la hija, esas dos fuerzas se unen,
paralizándose mutuamente, y ella ha de representar esa pequeña
pero espantosa alegoría una y otra vez, antes de librarse de ella.
(Plath, 2016).

Ramón Buenaventura (1985) compara el poema con su vida personal:

En su presentación de la BBC Sylvia omite toda referencia a su marido. Pero


es evidente el papel de sustituto del padre que atribuye a éste en la
segunda mitad del poema.

Aunque, cuidado: hay algunas referencias autobiográficas manipuladas. Está


muy claro que quien habla no es Sylvia Plath, sino un personaje. Por
ejemplo: ella no tenía diez años cuando murió su padre, sino ocho.
Tampoco se le conocen antecedentes judíos de ninguna clase, y,
además, Otto murió al año de empezar la segunda guerra mundial, sin
haber participado para nada en el movimiento nazi. (p. 200,201).

Según Jillian Becker (2004), amiga personal de Sylvia, ella “(…)


estaba furiosa contra su padre difunto y su infiel marido -el primero por haber
muerto y por ser alemán y el otro por ser infiel y tan brutal como un nazi (…)”
(p. 77). De ahí vendría la asociación del Padre con el nazismo.

En “Papi” se palpa un agregado muy sombrío de emociones, mezcla


de ira y tristeza, que dejan al lector en sensación de impotencia:

1
Sylvia leía mucho psicoanálisis y en particular la obra de Carl Jung. Este autor asimilaba el “complejo
de Electra” al complejo de Edipo desarrollado por Freud, pero en el caso de las hijas.

4
“PAPI” (síntesis)

“Ya no me quedas, no me calzas más,

zapato negro, nunca más.

Allí dentro vivía como un pie,

durante treinta y tantos años, pobre y blanca,

sin atreverme a respirar ni decir achú.

Papi he tenido que matarte.

Estabas muerto antes de que hubiese tenido tiempo

Pesado como mármol, talega llena de Dios, (…)

Me acostumbré a rezar para que volvieras. (…)

Yo nunca pude hablarte

Se me pegaba la lengua al paladar. (…)

Apenas si podía hablar,

Creía que todo alemán eras tú

Y el obsceno lenguaje (…)

No Dios, sino una esvástica (…)

De pie estás en la pizarra, papi,

En la fotografía que tengo de ti,

Una hendidura en la barbilla

En vez de en tu pie.

5
Pero no menos demonio por eso, no,

No menos que el hombre de negro.

Qué puso freno a mi lindo y rojo corazón

Tenía diez años cuando te enterraron.

A los veinte intenté morir

Y regresé, regresé a ti

Pensé que hasta mis huesos volverían también.

Pero me sacaron de la talega

Y me reconstruyeron con goma.

Y entonces supe qué hacer.

Hice un modelo de ti

Un hombre de negro con aire de Mein Kampf.

Amante del tormento y la deformación (…)

Si yo he matado a un hombre, he matado a dos2

Al vampiro que dijo ser tú

Y bebió de mi sangre todo un año,

Siete años si quieres enterarte,

Papito, puedes descansar en paz ahora.

2
Sylvia vuelca en el poema la rabia, desesperación, amor y odio que siente por el abandono reciente
de su marido, quien podría pensarse encarnando el frágil lugar del Padre.

6
Hay una estaca en tu negro, burdo corazón, (…)

Papito, papito: escúchame bastardo, acabada estoy”.

El Psicoanálisis se ocupa del sujeto del Inconsciente, que se


encuentra determinado por un lenguaje y las normas de la sociedad que le
preceden. En el poema puede observarse cómo el inconsciente de Sylvia se
escenifica a través de sus versos. La tristeza se expone abiertamente, el
dolor resulta desbordante. Se instala en ella una suerte de identificación
melancólica con el padre. Freud (1917) dice sobre la melancolía:

La melancolía se singulariza en lo anímico por una desazón profundamente


dolida, una cancelación del interés por el mundo exterior, la pérdida
de capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja
en el sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y
autodenigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa de
castigo (p. 242).

“¿Por qué, después de tres aplicaciones de electrochoques, estaba


cuesta arriba? ¿Por qué siento que era necesario recibir castigo,
castigarme?”, escribía en su diario luego de su internación en el Hospital
McLean.

A lo largo de su vida Sylvia se debatió entre la búsqueda de la


perfección y la frustración lacerante de no alcanzar sus imposibles ideales, lo
que le generaba largos y profundos estados de depresión que, finalmente, le
condujeron al abismo de la desesperanza.

En Plath primó la pulsión de muerte por encima del deseo de vivir,


transitó su existencia, casi siempre, más inclinada hacia el abismo de la
muerte que al sabor de la vida. Freud (1920) sostiene la hipótesis de que

7
todas las pulsiones quieren reproducir algo anterior. Así como todo lo vivo
muere, regresando a lo inorgánico, la meta de toda vida es la muerte. De ahí
nació la primera pulsión, la de regresar a lo inanimado. Allí donde Sylvia
finalmente decidió regresar por voluntad propia.

Freud (1923) sostiene: “en el caso de la melancolía el superyó ha


arrastrado hacia sí a la conciencia. Pero aquí el yo no interpone ningún veto,
se confiesa culpable y se somete al castigo”. Luego agrega: “el objeto, a
quien se dirige la cólera del superyó, ha sido acogido en el yo por
identificación” (p. 52).

A los diez años (ocho en realidad) se sintió morir por la pérdida de un


padre encumbrado a la categoría de Dios, a los veinte años tuvo un primer
intento de poner fin a su propia vida y la salvaron milagrosamente, a los 31
consumó definitivamente el acto suicida que repetía de un modo incesante…
“Tenía diez años cuando te enterraron. A los veinte intenté morir. Y regresé,
regresé a ti”; en su inconsciente, se juega la idea de que alguien debe morir
(es decir… “ella”) y repite… y repite… en acto...

“El no ser perfecta me hiere” es la aseveración de una búsqueda


inefable de un superyó demasiado exigente, hasta el extremo de una
crueldad tal, que la empuja incansablemente hacia la muerte.

El 16 de octubre de 1962 le escribe en una carta a su madre:

(…) estoy enferma psíquicamente… soy una escritora genial… Estoy


escribiendo los mejores poemas de mi vida; llevarán mi nombre a la
fama. Podría terminar mi novela en seis semanas si escribiera todo el
día, y estoy muy inspirada para escribir otra. (Motos T., 2012, p.22).

Sylvia Plath había sido diagnosticada con “Trastorno Bipolar”.


Fernández E. (2008) establece que la psicosis maniacodepresiva o

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enfermedad bipolar evoluciona a partir de agudos accesos de manía o
melancolía dentro de un proceso crónico y con una frecuencia variable. Algo
destacable es que entre acceso y acceso suele ocurrir un período de
intervalo lúcido en el que el paciente se encuentra totalmente libre de
patología y en el que es consciente de su enfermedad. En esos momentos
Sylvia sacaba el mayor provecho a su poder creativo.

Hay autores que coinciden en que hoy probablemente habría sido


diagnosticada de trastorno bipolar II. El DSM-IV-TR lo clasifica de la
siguiente manera: episodios de depresión mayor más, al menos, un episodio
hipomaníaco. Los episodios hipomaniacos no llegan a los extremos de la
manía, es decir, no provocan alteraciones sociales u ocupacionales y
carecen de rasgos psicóticos.

Enfrentada con la carencia radical del significante Nombre del Padre,


Sylvia sólo pudo evitar el desencadenamiento de una psicosis desplegando
su arte como suplencia. Lacan (1975/6) propone el ​sinthome como una
solución que anuda la estructura de una manera original, supliendo la
ausencia del Nombre del Padre en la psicosis, y a través de la cual el sujeto
se reconstituye de un modo nuevo.

“Papito, papito: escúchame bastardo, acabada estoy” dice el final del


poema. No pudiendo matar al padre real, pone fin a la vida de la hija de
aquel, ya que era lo único que quedaba para identificarlo como “padre”.
Borró de un plumazo todo resquicio de aquella imagen tan amada y tan
odiada. Por un lado, “Papi he tenido que matarte” y por el otro, “me
acostumbré a rezar para que volvieras”. Esta ambivalencia de sentimientos
tiernos y hostiles se inclinó por los últimos. Agresividad hacia él y luego
hacia ella misma, a modo de introyección en el yo.

La madrugada del 11 de febrero de 1963 Sylvia termina así:

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Se levanta a las seis de la mañana y lleva al cuarto de los niños una
bandeja de desayuno, con pan y mantequilla y dos jarritas de leche.
Se encierra en la cocina. Tapa todos los resquicios con toallas. Luego
mete la cabeza en el horno y abre el gas. Cuando la encuentran,
todavía está tibia. (Plath, 1985-2016, p. 17-18).

Jillian Becker (2004), al final de su libro, reflexiona sobre Sylvia de la


siguiente manera:

Bastaba ya con haber sido abandonada, repudiada, abrumada con la carga


de unos hijos que era incapaz de atender a pesar de amarlos. No le
hacían falta explicaciones más grandiosas ni más apremiantes.
Suenan a falso. En lugar de hacer su dolor más impresionante y
extremo, lo reducen hasta el punto de que uno acabe por preguntarse
por qué necesitaba exagerar de ese modo. La exageración unida a su
suicidio hace muy probable que el acto final por ella representado, al
igual que las “cartas a mi madre”, estuviera dedicado a la Posteridad.
(p. 73).

El parricidio de Plath permitió darle sentido a una culpa inconsciente


que la invadía incesantemente… Una gran poetisa… Una gran mujer… Se
convierte en el Dios que crea a su padre para tener derecho a matarlo… y lo
hace… lo mata…

Bibliografía

● Becker Jillian (2004). Los últimos días de Sylvia Plath. Barcelona. CIRCE
Ediciones S.A.
● Fernández E. (2008) ​Diagnosticar las Psicosis​. Bs As, Letra Viva: 80-81.
● Freud S. (1917/1992). Duelo y Melancolía. En Obras Completas vol. XIV.
Bs As: Amorrortu editores: 235-255.

10
● Freud S. (1920-2015). Más allá del principio del placer. Bs As. Amorrortu
editores: 71-72.

● Lacan J. (1975-1976/2006). El Sinthome. Seminario 23. Bs As: Paidós

● Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM- IV)


(1995). Barcelona: MASSON, SA.

● Motos Teruel Tomás (2012). Sylvia Plath: creatividad y trastorno bipolar.


Revista RecreArte 12 + 1 Disponible en: www.revistarecrearte.net

● Plath Sylvia (1985/2016). Ariel (traducción, notas y apéndice de Ramón


Buenaventura). Madrid. Ediciones Hiperión S.L.

● Plath Sylvia (1989). Cartas a mi madre. Barcelona: Grijalbo. P. 359-360.

11
LOS MITOS DEL ORIGEN

Autor: Lic. Paul Holboll

Mail: [email protected]

Resumen: El propósito del trabajo es repensar el postulado, según el


cual el origen, tanto de la cultura como de la Ley, se sostiene en un mito.

Para el Psicoanálisis el mito surge a raíz del totemismo. El banquete


totémico sería la celebración recordatoria del asesinato del padre de la
horda, una hazaña memorable y criminal con la cual tuvieron comienzo las
organizaciones sociales, las limitaciones éticas y la religión.

A partir del mito de dicho parricidio, el sujeto debe comparecer como


culpable para responder por aquel crimen. Este asesinato primordial daría
origen y soporte a la Ley Simbólica que opera en el ser humano.

En la religión católica hay algo que se parece mucho, como ritual, al


totemismo y es, justamente, la celebración del banquete pascual en la misa.

El Derecho, por su parte, también arma todo un orden simbólico a


partir del mito del Contrato Social, que da origen a la Ley.

El mito que crea la Ley ya sea que refiera al Contrato, al Padre o a


Dios, es un modo de simbolizar y de taponar, parcialmente, una gran Falta
que atraviesa al ser humano, ya sea como castrado o como pecador.

Palabras claves:​ Mito – Ley – Derecho – Psicoanálisis.

Los mitos del origen.


La Ley no se sostiene en la racionalidad sino en un mito. Un relato
fantástico, o fórmula discursiva, que resulta indispensable para simbolizar el
origen desconocido de la existencia misma, pues el ser humano no puede
concebirse sin una causalidad que lo haya fundado, como así tampoco
puede imaginar el final de la vida. La muerte, es decir la inexistencia misma,
resulta imposible de representar en el inconsciente. De este modo, el sujeto
humano cree, desea y proyecta cosas, amasando ilusiones y esperanzas,
como si fuere a vivir por siempre, aplazando temporalmente un final seguro.
El mito, entonces, es un modo de de dar cuenta de aquello que no tiene
explicación, porque no puede arribarse a un conocimiento racional sobre el
principio de las cosas. Todo Mito es una cuestión de Fe y de ella se nutre y
fortalece una Ley que busca continuamente racionalidad en sus preceptos.

Legendre se pregunta “¿En qué consiste el principio de Razón en una


sociedad? A lo que responde: Yo diría: es la construcción cultural de una
imagen fundadora gracias a la cual toda sociedad define su propio modo de
racionalidad, es decir, su actitud ante el problema humano de la causalidad.
Esta construcción produce un cierto tipo de instituciones, una política de la
causalidad, de la que procede ese montaje de lo prohibido que llamamos en
Occidente el Estado y el Derecho”. (Legendre, 1994, p. 43-44).

A partir del mito fundador se instauran las leyes que rigen la vida de
los hombres. Leyes que confieren racionalidad y prescriben lo que está bien
y lo que está mal, lo que debe hacerse y lo que no, lo que salva al hombre y
lo que lo condena, ya sea a nivel consciente o inconsciente.

En Psicoanálisis el mito tiene su origen en una historia que Sigmund


Freud relata en “Tótem y Tabú”, por medio de la cual la humanidad se
conforma como tal, es decir, como miembros sujetos a una cultura. Según
Freud (1913), los sentimientos morales y religiosos habrían nacido de una
estructura semejante a la del complejo de Edipo y que, además, la

1
fundamenta: el totemismo. Esta formación originaria se hallaría en el límite
de la humanidad o cultura, y el campo de la naturaleza. Sería la primera
organización social forjada por seres “casi” humanos, donde aparecen
normas que regulan, básicamente, dos relaciones: las que se dan entre los
miembros del clan y las que se suscitan entre los mismos y Dios. Esta masa
delimitada por clanes reconoce un principio generador o tótem: un
antepasado procedente del campo de la naturaleza, es decir, un animal que
opera como un Padre y que ofrece un vínculo de filiación. De algún modo,
todos los integrantes del clan se reconocen herederos de ese tótem.

Paralelamente a la existencia de dicho tótem y como derivación de él,


aparecen una serie de prescripciones o reglas sociales que son los tabúes.
Estas prohibiciones se resumen en dos mandatos, que tendrán la categoría
de Ley y que coinciden con los crímenes de Edipo, a saber:

1) No cometer parricidio, es decir, no matar al tótem (ni a los


miembros del clan); y

2) La ley de la prohibición del incesto.

Si el animal totémico es el padre, los dos principales mandamientos del


totemismo, los dos preceptos tabúes que constituyen su núcleo, el de
no matar al tótem y no usar sexualmente a ninguna mujer que
pertenezca a él, coinciden por su contenido con los dos crímenes de
Edipo, quien mató a su padre y tomó por mujer a su madre, y con los
dos deseos primordiales del niño, cuya represión insuficiente o cuyo
nuevo despertar constituye quizás el núcleo de todas las
psiconeurosis. (Freud, 1913, p. 134).

Con la aparición de estos dos tabúes, precursores de la cultura, se


precipita el viviente al universo simbólico. Ambos preceptos constituyen los

2
pilares simbólicos que sostienen la estructura del viviente, dentro de un
ámbito que se encuentra mediatizado por el lenguaje.

El crimen perpetrado por la horda implica un asesinato real que


refunda al muerto, pues éste comienza a adquirir, a partir de ese momento
inaugural, la consistencia simbólica de un Padre. Cualquier acción parricida
posterior viene a romper y socavar el mito del origen, haciendo añicos la
primera Ley por aquel construida.

El incesto también remite al origen, al deseo sexual ilícito que se


impone en toda cultura. Hay actos que se atribuyen como prohibidos y por
ello incitan al inconsciente a desearlos. Muerte y sexualidad, pues, son las
dos aristas del alma humana. Marcan a fuego el inconsciente y se hacen
constantemente presentes en el pensamiento y en los actos. Por desearlos y
por temerlos, es que el hombre ha contraído una deuda simbólica con algo
que es irrepresentable en palabras, pero que lo hace responsable de su
existencia y, a la vez, le genera una culpa inconsciente que nunca se
extingue.

Freud construyó el mito del asesinato del padre y el consiguiente


pacto entre los hermanos parricidas, para que, a partir de aquel crimen
primordial, el sujeto deba comparecer como culpable para responder por esa
deuda simbólica, que no cesa de pagar cada vez más en su neurosis.
(Seguí, 2012).

Este primer gran crimen es el origen y soporte de la Ley Simbólica.


Este único crimen es aceptado como la instauración de la filiación en el ser
humano. Lo prohibido, es decir, el asesinato y el incesto pasan a ser un
atentado al vínculo de filiación.

El banquete totémico, acaso la primera fiesta de la humanidad ​sería la


repetición y celebración recordatoria de aquella hazaña memorable y

3
criminal con la cual tuvieron comienzo tantas cosas: las organizaciones
sociales, las limitaciones éticas y la religión. (Freud, 1913).

La fiesta totémica representa la vida social al revés, no porque antaño


fue tal, sino porque jamás fue así. Lo que hubo en el origen, en realidad, es
tan solo un mito. Y si este mito encuentra representaciones en la religiosidad
y en las historias particulares de cada sujeto, es porque la existencia de la
cultura, con sus leyes arbitrarias e irracionales, crean un deseo de
contraorden: el de que alguna vez esta ley no existiera o que cada tanto
pudiera dejar de funcionar. Un anhelo enquistado de volver, aunque fuera
por un breve período, al estado de naturaleza. Una nostalgia contenida en
aras de la cultura. En verdad, el deseo inconsciente del hombre es volver a
ser lo que nunca fue. Es por esto por lo que no existe un comportamiento
natural en él, ni estado de naturaleza al cual se pueda regresar. Incluso
antes de nacer, el niño humano se encuentra atravesado por la cultura y por
el lenguaje.

En lenguaje lacaniano, aquel padre muerto de la horda primitiva


referiría al significante Nombre del Padre. Es un padre alegórico que cumple
una función y bajo ningún punto de vista refiere al padre real. Es un símbolo,
entre todos creado, que se relaciona con un vacío, un agujero, con un lugar
que no se puede ocupar.

En las religiones contemporáneas esto se representa de diversas


formas. Freud lo trabaja en el texto “Moisés y la religión monoteísta”
resaltando el impacto que tiene para el pueblo judío el hecho de que Dios no
se pueda representar de ninguna manera. En contraposición a la costumbre
católica cristiana, la religión judía no tiene imágenes y, por lo tanto, refiere a
un Dios que se le presentifica al creyente como un vacío puro de

4
representación. En las sinagogas hebreas no hay nada que represente a
Dios, ningún símbolo, salvo aquel vacío de representación.

Ahora bien, del lado católico tenemos algo que se parece mucho,
como ritual, a la comida totémica y es, justamente, la celebración del
banquete pascual en la misa. Una celebración que rememora un crimen del
que todos se hicieron responsables y que es expiado mediante el acto de la
comunión. La evocación de aquel sacrificio que Jesucristo (el hijo de Dios
encarnado) realizó para salvar el alma inmortal de los hombres, transforma
al cristiano en un hombre nuevo. Ante esto uno podría preguntarse: ¿cómo
puede un cristiano arreglárselas para acallar el fuego de la culpa, festejando
el crimen que una vez cometió y del cual se quiere desvincular? La culpa no
se va, pero el ritual liga la historia del Hombre con un origen fundador y
dador de sentido.

Según Freud, “en épocas antiquísimas, el mismo animal del sacrificio


era sagrado y su vida era inviolable; sólo con la participación y la
culpabilidad conjunta de la tribu entera podía ser tomado para brindar la
sustancia sagrada, tras comer la cual los miembros del clan se aseguraban
su identidad sustancial entre ellos y con la divinidad. El sacrificio era un
sacramento, y el propio animal sacrificial, un miembro del linaje. En realidad,
era el antiguo animal totémico, el dios primitivo mismo, a través de cuya
matanza y devoración los miembros del clan refrescaban y reafirmaban su
semejanza divina”. (Freud, 1913, p.140)

El Derecho, por su parte, también arma todo un orden simbólico que


justifica y da origen al hombre como tal, un hombre que deja de ser salvaje y
que se convierte en cultural, delegando su poder de venganza, sus primitivas
pulsiones (como diría Freud), al poder del Estado. El Estado se convierte en
la Ley, tal como en el inconsciente individual, lo hace el nombre del Padre.
Así, el origen lo encontramos en el mito del Contrato Social. Un pacto

5
gracias al cual, todos los hombres, que previo al mismo eran considerados
salvajes, o en estado de naturaleza, reprimen sus instintos egoístas y
asesinos en pos de un bienestar general que sólo podrá vislumbrarse a partir
de la construcción de una sociedad. La venganza de todos contra todos ya
no genera satisfacción y emerge el deseo de vivir bajo el yugo de un Estado
que regule, por medio de sus leyes, el accionar de todos y que castigue al
que violare ese pacto. Pero como dirá Rousseau, esta teoría del contrato
social es tan solo una hipótesis de trabajo, pues no es posible mostrar que
dicho estado salvaje haya existido. Sin embargo, esta fábula ingeniosa ha
servido para justificar el origen del Estado. Este hombre natural, que reprime
sus instintos para vivir más tranquilo y seguro, encuentra la paz a partir de la
seguridad jurídica que brinda la Ley. Así, los instintos de venganza
originarios se satisfacen, al verse representados por ese Estado coercitivo y
sancionador que velará porque la ley se cumpla.

Thomas Hobbes, ​Leviatán​ (​1651​), sostiene que el origen del Estado


es el pacto que realizan todos los seres humanos entre sí, mediante el cual
se subordinan desde ese momento a un gobernante, quien a su vez procura
el bien de todos los súbditos y de sí mismo. De ese modo se conforma la
organización social.

Su visión del ​estado de naturaleza​, anterior a la organización social,


es de una "guerra de todos contra todos". La vida en ese estado es solitaria,
pobre, brutal y breve. Como no se puede vivir en un estado de guerra
continua, el hombre renuncia voluntariamente a su derecho y delega en el
estado la suma del poder público, es decir la facultad de decidir sobre los
conflictos interpersonales. Desde el momento en que el pueblo pacta la
sumisión al ​dominio de un soberano, se abre una nueva posibilidad de paz,
que resulta ser el fundamento del derecho.

6
Según Rousseau, el hombre sale de su estado natural de libertad
porque le surgen necesidades de supervivencia que le imponen la creación
de algo artificial, ya que el hombre no es sociable por naturaleza y no nació
para estar asociado con otros. Es voluntariamente que se unen los unos a
los otros y fundamentan este vínculo con el desarrollo de la moralidad y la
racionalidad para satisfacer las necesidades que la naturaleza le ha
impuesto. La moral y la razón se hacen evidentes en la sociedad al
establecer un modelo normativo capaz de crear un orden social que evite la
dominación de unos sobre otros ​y que involucre una representación
participativa de todos los miembros de la sociedad.

La ley establece los parámetros de lo prohibido y de lo permitido, sin


embargo, la humanidad toda y la subjetividad que se aloja en ella,
mantiene una tentación siempre renovada a franquear los bordes que
demarcan lo prohibido pues, desde el momento en que se señalan los
límites, se abre el espacio a una transgresión siempre posible. Aun
para tentarse a transgredir la ley es preciso que el marco de la ley
exista, sin ley no es posible pensar en ninguna transgresión porque
sin ley no es posible pensar, tampoco, en ninguna organización
humana. La ley hace posible el sostenimiento del lazo social en tanto
regula ese lazo, pero, como nada es gratuito, el don que otorga la ley
deja como lastre una deuda y una tentación. Una deuda simbólica que
es preciso pagar respetando la ley y de la cual el sujeto es
responsable, pero también una tentación a trasponer los límites de lo
prohibido, conformada como oscura culpa, oscuro goce. (Gerez
Ambertín, 2004, p.19).

Un contrato artificial, creado para socavar o menguar las pulsiones de


muerte, no siempre resulta perfecto. Muchas veces deja intersticios de luz
para que brote la barbarie que antaño fue enterrada con dicho contrato. Se

7
pregunta Braunstein: “¿Está el ser humano, el hablante, inclinado
naturalmente al bien y a la justicia o, por el contrario, su inclinación natural
es a aprovecharse del otro desconociéndolo en su humanidad física y
anímica para hacerlo servir a sus fines y entonces necesita de leyes que
pongan frenos a sus tendencias dañinas?” (Gerez Ambertín, 2006, p.19).

Con la Ley aparece la Falta. La constitución subjetiva del ser humano


no hay que buscarla en un hipotético origen sino en dicha Falta. Y
justamente a partir de ella, de la “Castración”, es donde el niño comienza a
simbolizar, distinguiendo lo lícito de lo ilícito.

El mito que crea la Ley ya sea que refiera al Contrato, al Padre o a


Dios, es un modo de simbolizar y de taponar, parcialmente, una gran Falta
que nos marca, exponiéndonos a los otros semejantes como sujetos
vulnerables por naturaleza: delincuentes, castrados o pecadores. Todas las
nominaciones refieren a lo mismo: la fragilidad del cachorro humano, que se
encuentra marcado por la dependencia hacia un orden simbólico en el que el
origen está propuesto al modo de un mito.

Bibliografía

● Braunstein, N. (2006). Los dos campos de la subjetividad: Derecho y


Psicoanálisis. En: Culpa, Responsabilidad y Castigo en el discurso
jurídico y psicoanalítico. Vol. I. Gerez Ambertín (comp.). Bs As: Letra
Viva.

● Freud S. (1913/1986). Tótem y Tabú. En Obras Completas vol. XIII.


Buenos Aires: Amorrortu editores: 1-164.

8
● Freud S. (1939/1991). Moisés y la religión monoteísta. En Obras
Completas vol. XXIII. Bs As: Amorrortu editores: 1-132.

● Gerez Ambertín, M. (2006). Culpa, Responsabilidad y castigo en el


discurso jurídico y psicoanalítico. Vol. I. Gerez Ambertín (comp.) Bs As:
Letra Viva.

● Gerez Ambertín, M. (2004). Culpa, Responsabilidad y castigo en el


discurso jurídico y psicoanalítico. Vol. II. Gerez Ambertín (comp.) Bs As:
Letra Viva.

● Hobbes T. (2015) LEVIATÁN. En:


https://ebooks.adelaide.edu.au/h/hobbes/thomas/h68l/contents.html

● Lacan J. (1957-1958/2003). La metáfora paterna. En: El seminario 5. Las


formaciones del inconsciente. Bs As: Paidós: 165-183.

● Legendre, P. (1994). Lecciones VIII. El crimen del cabo Lortie. Tratado


sobre el Padre. México, D.F.: Siglo Veintiuno.

● Rousseau J. (2004). El Contrato Social. Discurso sobre el origen de la


desigualdad entre los hombres. Barcelona: Pérez Galdós.

● Seguí, L. (2012). Sobre la Responsabilidad Criminal. Psicoanálisis y


Criminología. Madrid: FCE.

9
EDUCACIÓN​ ​SEXUAL PARA DECIDIR... REVISANDO PRÁCTICAS Y DISCURSOS

Autora: Lic. Laura B. Iglesias

Mail: [email protected]

Resumen: La lucha actual por la despenalización del aborto se fundamenta sobre


una triple consigna: “Educación sexual para decidir, Anticonceptivos para no abortar y
Aborto legal para no morir”.

El presente trabajo se propone revisar la primera consigna a fin de repensar sus


implicancias y sus dificultades en la práctica concreta.

La sexualidad humana se ha transformado en un problema de política de salud y


de educación. La Ley de Educación Sexual Integral nº 26.150 fue promulgada en el 2006
y al día de hoy su estado de implementación en la Argentina sigue siendo deficiente y
problemático.

Psicólogos y psicoanalistas ​¿somos convocados a participar o contribuir en


programas y talleres entorno a la temática sobre sexualidad en el ámbito educativo?
¿Tenemos algo que aportar?

En el campo epistémico cada teoría encarna una forma de saber hacer con el sexo
y una modalidad de tropiezo con ese real. ​La educación y el psicoanálisis comparten las
problemáticas subjetivas que niños y jóvenes les plantean. Como tareas imposibles,
ponen en primer plano que saber-hacer y tropiezos van juntos de manera estructural.
Será necesario ubicar el marco de lo no sabido para producir un saber. Esto no puede ser
aplastado con informaciones, conocimientos preestablecidos ni políticamente correctos.

Palabras clave​: Ley - Sexualidad –Educación – Psicoanálisis

El interés en la temática sobre Educación sexual surge a partir de mi inserción en

1
el ámbito municipal de salud pública. Hace varios años, en muchos de los centros de
atención primaria de nuestra ciudad, se realizan talleres entorno al Programa Nacional de
Salud Sexual y Procreación responsable. El objetivo de este programa (enunciado en la
Ley 25673, promulgada en el año 2002) es g​arantizar a toda la población el acceso a la
información, orientación, métodos y prestaciones de servicios referidos a la salud sexual y
procreación responsable, delegando explícitamente a la comunidad educativa la tarea de
formación. ​En las salas municipales, estos talleres o consejerías son llevados a cabo
generalmente por los servicios de ginecología, enfermería y servicio social y consisten
principalmente en la entrega y asesoramiento sobre el uso de métodos anticonceptivos.
Las destinatarias son, en su amplia mayoría, mujeres. En algunos CAPs esta actividad se
extiende también a las escuelas cercanas que solicitan “la charla de educación sexual”.

Si bien este programa constituyó un avance, en tanto permitió el acceso a


información y métodos, se hace evidente cómo la sexualidad es pensada y reducida a la
genitalidad. Su fin es la procreación “responsable” y por ende se aconseja entorno a una
adecuada planificación familiar. La sexualidad es primordialmente abordada desde un
modelo biomédico basado en ​la prevención de enfermedades y embarazos no
planificados, con un enfoque prescriptivo que refuerza conductas correctas en oposición a
las inadecuadas o riesgosas​. ​La biologización de prácticas sociales no es novedosa, sino
que integra uno de los recursos más frecuentes para sostener las relaciones de poder y
de saber en las que se inscriben los cuerpos​. Siguiendo a Paul Beatriz Preciado (2002)
“La medicalización de la sexualidad, reduciéndola a números de contactos y a riesgos de
embarazos y de transmisión de enfermedades, la descontextualiza de la historia, de la
cultura y del complejo deseo-placer” (p.22)

El sujeto humano, sexual, social, queda eludido y es tratado como un usuario de


sexo al que se le dedica un manual de técnicas, como los que traen los
electrodomésticos: botones para su buen uso y cuidados para no correr riesgos.

Educación sexual integral.

En el año 2006, se promulga la Ley 26.150 que establece el Programa Nacional de

2
Educación Sexual Integral. ¿​Qué propone la llamada ESI? En su primer artículo
establece que todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en
los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada. ​La ley s​eñala la
obligatoriedad de las escuelas de ofrecer ESI de manera continua y transversal
basándose en los principios constitucionales de igualdad y de no discriminación. Por fin
parece que se reconoce que somos seres sexuados desde el nacimiento y por ello la
Ley insta a comenzar la instrucción desde el nivel inicial y atravesar los demás niveles de
educación formal, de manera gradual.

Lo novedoso y superador de esta Ley es que amplía la concepción de la


sexualidad desde un enfoque ​integral que articula aspectos biológicos, psicológicos,
sociales, afectivos y éticos. L​a sexualidad en sentido amplio, intenta desbancar la
concepción reduccionista biomédica.

Lamentablemente, a doce años ya de su existencia, el estado de implementación


de esta Ley en la Argentina sigue siendo deficiente y problemático. En principio, no todas
las provincias han adherido a la Ley e incluso se han mostrado muy reticentes a hacerlo.
Gran parte de los docentes no la consideran una materia prioritaria ni han recibido
capacitación específica, al tiempo que persisten otras dificultades entorno a mitos y
prejuicios aún vigentes. Uno de ellos, muy difundido, es que son los padres los que tienen
que decidir si sus hijos reciben o no educación sexual en la escuela: aquí se “olvida”
considerar el estatuto de los niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos. Otro
prejuicio, al que asistimos a diario, es creer que hablar sobre sexualidad o repartir
preservativos acelera la iniciación sexual y habilita la promiscuidad entre los jóvenes.

En su obra Historia de la sexualidad, Michel Foucault sostiene que la represión


sexual, propia de la era victoriana, no había hecho otra cosa que hacer de la sexualidad
un discurso omnipresente. Pero en la escuela no se hablaba de sexualidad. En la escuela
solo se abordaban las cuestiones públicas y la sexualidad integraba el orden de lo
privado: de “eso” no se hablaba. Los últimos tiempos vemos cómo la sexualidad humana
es concebida como una política pública de salud sexual y de educación sexual. Sobre
sexualidad debemos educar/nos.

3
Particularidades de la ESI.

La ESI plantea en su artículo 5º que “cada comunidad educativa incluirá en el


proceso de elaboración de su proyecto institucional, la adaptación de las propuestas a su
realidad sociocultural, en el marco del respeto a su ideario institucional y a las
convicciones de sus miembros”

Esto no deja de constituir un obstáculo, si de lo que se trata es de adaptar los


contenidos a convicciones de tinte moral o religioso. ​El Ministerio de Educación de la
Nación editó manuales para capacitar a docentes de los diferentes niveles, pero su
distribución fue deficiente. Asimismo, si bien el espíritu de la Ley aparece desde un
enfoque superador, es llamativo que los manuales sean ilustrados, por ejemplo, con la
imagen de una mujer/madre embarazada que es abrazada tiernamente por su hijo varón.

Por otro lado, la Conferencia Episcopal Argentina publicó en 2007, bajo el nombre
“Educación para el amor”, un Plan General y Cartillas de Estudio y Trabajo que se
distribuyó entre las escuelas afines. Este manual evidencia una perspectiva que retoma
un modelo prescriptivo, la sexualidad se expresa centralmente en la genitalidad y se pone
especial énfasis en su control mediante la abstinencia.

Es importante tener en cuenta que​, aún con la libertad de construcción del proyecto
pedagógico institucional de la que gozan los establecimientos y la libertad de elección por
parte de las familias, existen leyes nacionales e internacionales respecto de los derechos
de niños/as y jóvenes que limitan y brindan un marco común de ciudadanía que ningún
proyecto educativo debería omitir.

También llama la atención que en su artículo 3 inciso e, se incluye entre los


objetivos de la ley: “Procurar igualdad de trato y oportunidades para varones y mujeres”.
La referencia al par binario varón-mujer, ligado a una distinción biológica de la sexualidad,
y la omisión del término género evitan la problematización de identidades que escapan a
ser representadas por dichas categorías. Esta ausencia intentó remediarse incluyendo
referencias explícitas al género en la redacción de los Lineamientos Curriculares de ESI.

4
Revisando prácticas.

El primer informe sobre el impacto de la esta Ley Nacional, llevado a cabo en 2017,
concluye que ​los temas tratados en la escuela siguen concentrándose en la cuestión
biológica y de prevención (tanto de embarazos como de enfermedades de transmisión
sexual). Asimismo, se ha observado que sigue siendo considerablemente escasa la
inclusión de las temáticas vinculadas a derechos, alternativas frente a situaciones de
embarazo no deseado, violencia hacia las mujeres, respeto a la diversidad sexual y acoso
y abuso sexual (este tema es sobre el que menos se debate).

Valgan como ilustración, dos anécdotas muy recientes : en un colegio privado de


nuestra ciudad, los alumnos del secundario reclamaban debatir acerca del aborto y los
directivos justificaron su negativa con el argumento de que para los padres era un tema
muy controversial. Esta posición quedó reafirmada con el comentario del papá de un
alumno que, vía whatasapp, sostenia vehementemente que la escuela no debia ocuparse
de cuestiones sexuales, ya que eso era tarea exclusiva de la familia: “A la escuela se va a
estudiar”. El Estado no desconoce a la familia como ámbito esencial en el que este tipo de
aprendizajes se desarrollan. Por ello, la ESI define a la educación sexual como una tarea
que debe ser desarrollada en conjunto.

La otra vivencia muy próxima ocurrió en un jardín municipal en relación al acto por
el dia de la bandera. Las niñas representaban porristas que alentaban el partido que
jugaban los varones, disfrazados de los padres de la patria. En tiempos de mundial, qué
mejor representación que ésta? En términos de relaciones de género y sexualidades, la
educación formal, en forma contradictoria, silencia pero a la vez es un espacio de
performance de los cuerpos sexuados: las normas de vestimenta y apariencia aceptables
y no aceptables, el uso del cuerpo en clase y en los recreos, las diferencias en los
deportes ofrecidos en educación física entre otras. Sabemos que l​as sociedades educan
intencionadamente en materia sexual a sus miembros, a veces de manera activa y
explicita y otras de forma implícita, como parte de los procesos de socialización de su
cultura y como matriz generadora de múltiples aprendizajes sociales que se traducirán en
patrones, comportamentales asignados arbitrariamente a los géneros y esperables para

5
las diferentes etapas de la vida. Pero también sabemos que pueden producirse
transformaciones en el movimiento de lo instituido y lo instituyente.

Psicólogos y psicoanalistas ¿somos convocados a participar o contribuir en


programas y talleres entorno a la temática sobre sexualidad en el ámbito educativo?
¿Tenemos algo que aportar?

Lamentablemente, dentro de los textos de capacitación docente para la ESI,


consultados a los fines de esta exposición, casi no hay referencia a nociones teóricas
psicoanalíticas. Los conceptos de pulsión, zona erógena, placer, deseo, sexualidad infantil
no forman parte de los contenidos. Sin embargo, afortunadamente, hay textos para la
formación docente muy interesantes como el titulado “Toda educación es sexual” a cargo
de Graciela Morgade. Este libro corresponde a una investigación que indaga en los
discursos hegemónicos presentes en la escuela media en torno a la sexualidad a partir de
las voces de los docentes y los jóvenes y remite a conceptualizaciones actuales de Judith
Butler y Paul Beatriz Preciado que resultan sumamente actuales y enriquecedoras. La
autora invita a cuestionar, por ejemplo, la práctica más que habitual que se realiza en los
talleres sobre sexualidad en las escuelas donde se lleva una réplica de un pene hecha en
madera, para mostrar la colocación correcta de un preservativo...¿puede que sin darnos
cuenta esto muestre cómo se tiende a reducir el erotismo a este órgano, privilegiándolo
como único centro mecánico de producción del impulso sexual? Siguiendo a Graciela
Morgade (2011) “El pene en el centro de la escena de la educación sexual expulsa de la
escuela las experiencias de transgeneridad, transexualidad, intersexualidad, lesbianismo”
(p.151).

¿Puede educarse la sexualidad humana? ​La pregunta se impone. ​A favor o en


contra de la despenalización y legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, la
mayor parte de la población en lo que coincide rotundamente es en la importancia de la
ESI. ​¿El enigma de la sexualidad puede ser reducido por el conocimiento?¿Dar
información puede evitar que el sexo funcione sin tropiezos? El fracaso de las estrategias
educativas meramente informativas está suficientemente documentado por las
investigaciones en educación. En el campo epistémico cada teoría encarna una forma de
saber hacer con el sexo y una modalidad de tropiezo con ese real. Educar y analizar,

6
como tareas imposibles, ponen en primer plano que saber-hacer y tropiezos van juntos de
manera estructural. En su imposibilidad aseguran que el resultado siempre estará
marcado por cierta insuficiencia, que no puede ser absolutamente satisfactorio, que
siempre acarreará un resto de malestar. En rigor, y desde el psicoanálisis, se tiene la
convicción de que no todo se puede educar, que no todo se puede transmitir, que no todo
se puede saber, ni todo se puede decir. Habiendo sido atravesado por el lenguaje, éste
condena al hombre al hecho de que no alcanza jamás a decir todo lo que necesitará decir
sobre sexualidad. Sexualidad y muerte no pueden terminar de decirse. ¿Cuál es entonces
la función de la educación? ¿En qué podemos contribuir desde el Psicoanálisis? ​Sigmund
Freud, en Lección XXXIV Aclaraciones, aplicaciones y observaciones (1932, p.3184)
escribe:

Sólo un tema me es más difícil silenciar, aunque no porque lo domine


especialmente o haya laborado intensamente en sus dominios. Por el contrario apenas
me he ocupado de él. Pero entraña tan extraordinaria importancia y está tan lleno de
posibilidades de desarrollo, que puede considerarse como la actividad capital de análisis.
Me refiero a la aplicación del psicoanálisis a la Pedagogía, a la educación de las
generaciones venideras (…) La educación tiene forzosamente que inhibir, prohibir y
sojuzgar, y así lo ha hecho ampliamente en todos los tiempos. Pero el análisis nos ha
demostrado que precisamente este sojuzgamiento de los instintos (trieb) trae consigo el
peligro de la enfermedad neurótica. En consecuencia, la educación tiene que buscar su
camino entre el escollo del dejar hacer y el escollo de la prohibición. Y si el problema no
es insoluble, será posible hallar para la educación un camino óptimo, siguiendo el cual
pueda procurar al niño un máximo de beneficio causándole un mínimo de daños. Se
tratará, pues, de decidir cuánto se puede prohibir, en qué épocas y con qué medios. Y
luego habrá de tenerse en cuenta que los objetos de la influencia educadora entrañan
muy diversas disposiciones constitucionales; de manera que un mismo método no puede
ser igualmente bueno para todos los niños. La reflexión más inmediata enseña que la
educación no ha cumplido hasta ahora sino muy imperfectamente su misión y ha causado
a los niños graves daños. Si encuentra el camino óptimo y llega a realizar de un modo
ideal su misión, podrá abrigar la esperanza de extinguir uno de los factores de la etiología
de la enfermedad: el influjo de los traumas infantiles accidentales. El otro -el poderío de

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una constitución insubordinable de los instintos (trieb)-, nunca podrá suprimirlo. Si
pensamos en los difíciles problemas que al educador se plantean: descubrir la
peculiaridad constitucional del niño; adivinar, guiándose por signos apenas perceptibles,
lo que se desarrolla en su vida anímica; otorgarle la justa medida de cariño y conservar,
sin embargo autoridad eficaz. Si pensamos en todos estos difíciles problemas, habremos
de reconocer que la única preparación adecuada para la profesión del educador es una
preparación psicoanalítica fundamental, la cual deberá comprender el análisis del sujeto
mismo, pues sin experiencia en la propia persona no es posible asimilar el psicoanálisis.
El análisis de los maestros y educadores parece ser una medida profiláctica más eficaz
aún que el de los niños, y menos difícil de llevar a la práctica.

El Estado asegurando los derechos de los educandos responsabiliza a la


educación, obliga a los docentes a brindar una educación sexual integral. En la definición
de este adjetivo; integral encontramos “que comprende todos los aspectos o todas las
partes necesarios para estar completo”. Tal vez el adjetivo de Integral también termine
resultando un ideal (la ilusión de unidad totalizante del saber) y por ende, un obstáculo.
¿Podemos pensar en una educación que, sabiéndose imposible, no deje de apostar por lo
posible? ​La apuesta es hacia una educación que se aleje de una concepción
de-subjetivizante, a-histórica y de-socializante de la sexualidad, que reconozca el carácter
social y político del proceso de sexuación y cómo la cultura y las relaciones de poder
“hacen” cuerpos, una educación que incorpore la afectividad y la corporeidad, que habilite
la curiosidad. ​Freud nos recuerda que el interés por el saber se vincula a la curiosidad
sexual y a la vez saber alude a saber que no se puede saber todo, marca de castración,
tope inevitable de toda empresa cognitiva. ​Será necesario ubicar el marco de lo no sabido
para producir un saber. Esto no puede ser aplastado con informaciones, conocimientos
preestablecidos ni políticamente correctos​.

Santiago Kovadloff (1993) resalta la idea de que el eje vertebral de la educación


clásica para los griegos era la poesía cuya función era dejar ver lo oscuro, no para
iluminarlo, no para aclararlo, sino para que la oscuridad pueda ser percibida. “La poesía
tenía para los griegos la función de dejar ver la impenetrabilidad de lo real...” (p. 48)

Los que trabajamos en salud y en educación pública somos convocados a ​entrar

8
en discusión e interacción con otros saberes e intentar realizar articulaciones y
contribuciones. Se hace imprescindible asumir el desafío de ​repensar las prácticas que
acompañamos y sostenemos en el ámbito educativo.

Para concluir, podemos volver a la educación clásica y servirnos de Galeano, para


abrir un espacio de palabras y escucha junto a los jóvenes en nuestros espacios de taller.

La pequeña muerte​.

No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su
vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces del dolor,
aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es
una alegría que duele. Pequeña Muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo,
que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza.
Pequeña Muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace.

Bibliografía

Corea, C. Lewkowicz, I. (2004) ​Pedagogía del aburrido. Escuelas destituidas, familias


perplejas​.Buenos Aires: Edit. Paidós educador.
Fiorilli, F. ​Educación Sexual Integral (ESI). Prospectivas y perspectivas Recuperado en:
option=com_content&view=article&id=477:educacion-sexual-integral-esi-prospectivas-y-pe
rspectivas&catid=15:actualidad&Itemid=1

Foucault. M. (1984) ​Historia de la sexualidad.​ Buenos Aires: Edit. Siglo XXI

Freud, S. (1932). ​Conferencia nº 34. Nuevas Conferencias de Introducción al


Psicoanálisis​. Buenos Aires: Amorrortu editores.

Freud, S (1929) ​El malestar en la cultura​ .O.C., T. XXI .Buenos Aires: Edit. Amorrortu.

Informe ESI Recuperado de :


http://dato.chequeado.com/dataset/6af1711a-6579-4be2-b67b-234bfe6093d6/resource/6f0
29089-6327-4654-92c6-67f8435cf1ff/download/informe-esi.pdf

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Galeano, E. (1987) ​El libro de los abrazos​. Bs. As.: Edit Siglo XXI.

Kovadloff, S. (1993). ​Lo posible y lo imposible en educación.​ Cuadernos Sigmund Freud.

Lacan, J. (1992) ​El Seminario 20. Aún.​ Buenos Aires: Edit. Paidós.

​ s. As. : La
Morgade, G. (2011) ​Toda educación es sexual: hacia una educación sexuada. B
Crujia ediciones.

Preciado, P. (2002) ​Manifiesto Contrasexual.​ Barcelona: Edit Anagrama.

Tesone, J. (2015) ​Psicoanálisis y sexualidad contemporánea. Interrogantes y


reformulaciones teóricas El sigma.com Recuperado de :
http://www.elsigma.com/columnas/psicoanalisis-y-sexualidad-contemporanea-interrogante
s-y-reformulaciones-teoricas/130

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DIFICULTADES EN EL APRENDIZAJE EN LA CLÍNICA CON NIÑOS: ENTRE
EL SABER Y EL CONOCIMIENTO

Autor: Lic. Germán Montenegro

Mail: ​[email protected]

Resumen: ​El presente trabajo propone abordar la problemática de las


dificultades en el aprendizaje y las problemáticas en niños vinculadas al
escenario escolar tales como dificultades en la memorización, desatención,
inhibiciones intelectuales, aburrimiento escolar, hiperactividad. El aprender,
como acto, hunde sus raíces en lo pulsional y en los momentos constitutivos
del sujeto. Conocer es un acto, que incluye una mediación a través de la
relación con el otro. Muchos de los síntomas que presentan los niños en la
escena escolar giran en torno al ser examinados y estar bajo la mirada de otro.
El psicoanálisis con niños enseña que el conocimiento no es algo a
aprehender, rígido, ritualizado y cristalizado sino acompañar a los pequeños
analizantes en el descubrimiento de que el saber no es algo a ser tomado sino
se trata de algo a dar en un intercambio con otros.

Palabras claves:​ Aprendizaje - Saber – Conocimiento - Déficit Atencional

Desde hace un tiempo es común recibir consultas de padres, acerca de


problemáticas en niños vinculadas al escenario escolar tales como dificultades
en la memorización, desatención, inhibiciones intelectuales, aburrimiento
escolar, hiperactividad. Este tipo de presentaciones, a primera vista quedarían
fuera del espacio de una consulta analítica y se hallarían más cercanas al
campo psicopedagógico y educacional.

Se nos impone entonces iniciar el camino con un interrogante: ¿cómo es


que los niños aprenden?
Habitualmente desde el campo del psicoanálisis se explicó las
dificultades en el aprendizaje a partir del atravesamiento del complejo de Edipo:
el niño debe constituir sus diques psíquicos por lo cual esa energía es
transmutada y produce que el deseo de saber disminuya. El aprender, como
acto, hunde sus raíces en lo pulsional y en los momentos constitutivos del
sujeto.

Discurso psicoanalítico y discurso pedagógico; dos discursos, con


diferentes objetos de estudio pero con algo en común: ambos operan con
sujetos y con la palabra.

Recordemos que el funcionamiento de la institución escolar, caracteriza


a la Modernidad. La disciplina, el castigo, la docilidad, el control del tiempo, el
examen y el diseño del espacio son conceptos claves que se introducen con la
creación de esta institución. El acceso masivo a la educación proyectó
individuos homogéneos, siendo al principio su objetivo fundamental que los
niños pasen tiempo en un ámbito estructurado en tiempos, y espacios mientras
sus padres pudieran salir a trabajar a la escena social. La escuela sería
producto de la Revolución Industrial en este sentido.

Para Mannoni (1998: 81), el aprendizaje escolar sólo adquiere sentido cuando
empieza por insertarse en la red simbólica, que son todos aquellos lugares,
momentos e interacciones afectivas que permitan al niño acceder a la
re-creación y la fantasía; son las fiestas y tradiciones, la historia, los cuentos y
los mitos; en pocas palabras, el lenguaje. La educación entonces no puede
operar ciegamente dejando de lado el saber y el deseo del niño. La pedagogía ,
en nombre de los saberes establecidos y políticamente correctos recurren a
medicar a los niños, a someterlos a evaluaciones psicopedagógicas, a veces
con el único fin de la imposición de estándares de conducta.

El acto docente opera entonces entre sujetos. Corresponde aquí la


distinción entre yo y Sujeto. Para el psicoanálisis el sujeto es de entrada un
Sujeto dividido y se produce en el interior de una trama discursiva, en el Otro
del lenguaje. Entonces, si el sujeto no es el yo consistente de la identidad, no
es el hombre pleno de la psicología tradicional, no hay coincidencia entre el
sujeto de la pedagogía y el sujeto del psicoanálisis. Para que un niño acepte
alienarse en el saber de los profesores o maestros es necesario que la
represión psíquica sea una condición estructural del dispositivo escolar.

Los cambios producidos con la incorporación de las nuevas tecnologías


al campo del conocimiento produjeron que éste se encuentre horizontalizado y
que ese supuesto saber que se detentaba en otras épocas por la sola posición
de adulto es una figura casi inexistente. Son los niños los que enseñan en
muchos casos a los adultos. En este sentido se expresa el filósofo italiano
Giorgio Agamben (2015: 7-9) “…cualquier discurso sobre la experiencia debe
partir de la constatación de que ya no es algo realizable. Pues así como fue
privado de su biografía, al hombre contemporáneo se la ha expropiado su
experiencia: más bien la incapacidad de tener y transmitir experiencias quizás
sea uno de los pocos datos ciertos de que dispone sobre sí mismo (…) Porque
la experiencia no tiene su correlato necesario en el conocimiento, sino en la
autoridad, es decir en la palabra y el relato. Actualmente ya nadie parece
disponer de autoridad suficiente para garantizar una experiencia y si dispone
de ella, ni siquiera es rozado por la idea de basar en una experiencia el
fundamento de su propia autoridad”

Como definen varios autores de la actualidad tales como: Luciano


Lutereau, Santiago Ragonesi y Pablo Peusner, la infancia es “un modo de
hablar”. Más allá de cualquier precisión cronológica, la posición infantil se
caracteriza por un modo particular de relación con el Otro: la pregunta. Así lo
trabaja Lacan por ejemplo en el seminario nº 11: Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis (Lacan 1964: 222): “El sujeto aprehende el
deseo del Otro en lo que no encaja, en las fallas del discurso del Otro, y todos
los porqué del niño no surgen de un avidez por la razón de las cosas – más
bien constituyen una puesta a prueba del adulto, un ¿por qué me dices eso?
Resucitado de lo más hondo – que es el enigma del deseo del adulto”
Estas preguntas se dirigen al decir más que a los dichos. La experiencia
con niños testimonia del compromiso de la relación a la palabra en su valor de
acto. Es por eso que un niño de 4 años no reflexiona, no porque no piense,
sino porque la reflexión es una consecuencia del efecto de la instalación de la
represión. Aquella posición espontánea desaparece con la entrada en la
latencia, y se modifica también en la pubertad. Esta diferencia resulta
importante de poder tenerla en cuenta al hablar de las dificultades en el
aprendizaje. Al respecto, podría resultar orientador ubicar el momento en que
se encuentra el niño, la temprana infancia, la latencia o la pubertad, como
momentos diferentes frente al ordenamiento del orden simbólico, es decir que
el aprender depende de la estructuración en su relación al lenguaje. Una vez
más entonces, la infancia, la latencia y la pubertad son modos distintos de
hablar y de relación a la satisfacción pulsional.

Un primer acceso para pensar esta falta de paridad en el lazo entre un


niño y el otro encarnado por la figura del profesor o maestro, lo encontramos
tempranamente en Tres ensayos de teoría sexual (1905).​ ​Para Freud hay una
imposibilidad intrínseca del ser humano frente a la educación puesto que la
sexualidad está regida por la satisfacción pulsional, y si bien el esclarecimiento
sobre lo infantil que en su momento el creador del psicoanálisis delimitó no
podría objetarse, aún hoy encuentra sus obstáculos a la hora de su
comprensión, porque al ser caracterizada como perverso polimorfa​,​ no se trata
en absoluto de que la sexualidad del niño se asemeje a una pseudo genitalidad
como la del adulto.

Desde esta perspectiva la educación fracasa de manera estructural. Si la


salida del complejo de Edipo supone la resignación de las investiduras de
objeto parental, con la entrada al período de latencia advienen los diques
psíquicos –el asco, la vergüenza y la moral-. Esto permitirá por un lado que un
niño se pueda quedar sentado en un aula durante una hora por ejemplo, pero
por otro será a través de estos diques que la pulsión encontrará su nuevo modo
de expresión: el niño se vuelve hipermoralista, con vergüenza para actuar en
los actos escolares, así como el asco de repente reduce el abanico sobre el
gusto alimenticio, etc. En última instancia, la latencia no escapa como período
del desarrollo del niño al fracaso de la represión, y la satisfacción pulsional.

En consonancia con lo planteado a nivel del a educación, en Análisis


terminable e interminable (1937)​ ​Freud sostendrá: que educar, gobernar y
psicoanalizar son quehaceres que comportan ciertos puntos de imposibilidad.

Conocer es un acto, que incluye una mediación a través de la relación


con el otro. Muchos de los síntomas que presentan los niños en la escena
escolar giran en torno al ser examinados y estar bajo la mirada de otro. De ahí
que muchas consultas de los padres tuvieron su punto de partida en los
señalamientos de psicopedagogos o maestros particulares que afirmaban que
en los encuentros con ellos “hace todo bien pero cuando va a la escuela no
puede reproducir ese mismo desempeño”. Conocer es un modo de relación
intersubjetiva. El alumno, afirma Lutereau (2018: 167) siguiendo la etimología
de la palabra, “es aquel que debe “dejarse alimentar”, señalando que la
posición oral del estudiante se impone a una primera consideración para
pensar el fundamento pulsional del aprender: de este modo nunca un niño
podrá adquirir el lugar de alumno en el ingreso a la escuela si la relación con el
otro no se establece desde esta perspectiva nutricia. El deseo de saber
contiene también fundamentos eróticos y se encuentra implicado en la relación
con otros más que en función de una capacidad individual.

Los niños del Déficit Atencional.

Uno de los síntomas que se registra más a menudo y que es motivo de


consulta frecuente es la distracción ante cualquier episodio menor, dificultad
para concentrarse o inhibiciones intelectuales. La cantidad de niños que llegan
al consultorio porque desde el colegio piden informes y psicodiagnósticos es
cada vez mayor. El motivo de preocupación es que no atienden, no acatan
límites y están en permanente movimiento. Esto último es lo que resulta
molesto y por eso no es frecuente que se rotule con este diagnóstico a un niño
que no atiende al mundo y raramente se medica cuando no hay hiperactividad.
Creo que no se puede pensar un síntoma si no es en relación con el momento
en el cual aparece. El síntoma se inscribe en una época y expresa el malestar
proveniente de elementos que toma del entorno cultural, de sus mitos y
creencias. Las variables a tener en cuenta para diagnosticar este síndrome,
Déficit Atencional, son cuestiones como que los niños no pueden terminar lo
que inician, parecen no escuchar, se distraen con facilidad, tienen dificultades
para concentrarse en la tarea. Generalmente​ ​actúan antes de pensar, cambian
de una actividad a otra, no pueden organizarse solos, les cuesta esperar su
turno. Corren de un lado para otro, se mueven excesivamente, les cuesta
permanecer sentados.

Antes del síntoma hay un cuerpo en padecimiento que se ofrece al goce


del Otro. Por eso a veces nos encontramos con comportamientos (estilos que
se perfilan), a veces con padecimientos y, a veces, con síntomas.

La infancia podría pensarse como un recorrido en términos de ganancia


subjetiva. El inicio de la escolaridad, el tiempo de la lecto-escritura, requiere de
un nuevo recorte de lo imaginario, lo cual implica otra vuelta más en los
tiempos de la falta de objeto.

Para poder sostenerse en el espacio escolar es necesario una


reiteración de las operaciones de suspensión de goce, recién posibles en la
latencia que es cuando se legitima la represión, y se pasa de ser el falo que
completa al Otro a tenerlo o no. De hecho, en este tiempo los juegos varían. Ya
no se tratará del juego del personaje sino que aparecen los juegos reglados. El
cuerpo se sustrae de la escena y ya no se muestra sino que se esconde al otro
en la fantasía.

Desde el psicoanálisis, la atención tiene que ver con un recorte de la


realidad a la cual se inviste libidinalmente. El interés afectivo anima a la
atención, la dirige a un objeto. La atención nunca está separada del objeto y del
Otro, ya que el recorte de los objetos viene dado por el Otro. El infans se
encontrará, en primera instancia, con los objetos que el Otro libidiniza. Prestar
atención supone el sostener, durante un tiempo, una investidura sobre un
recorte de la realidad. Si el Otro primordial no sostiene las operaciones
necesarias para libidinizar al niño y al mundo, éste difícilmente pueda sostener
la atención.

Hay distintos tipos de desatenciones que nos hablan de distintos


tiempos en la relación del sujeto al Otro y de tiempos (cumplidos o no) de la
falta de objeto: no es lo mismo la deriva metonímica, del interés por todo al
mismo tiempo, que el desfallecimiento del yo en relación al mundo. Desde la
clínica me parece muy importante diferenciar si el déficit de atención tiene que
ver con lo escolar o si se extiende al resto del mundo. Lo que el DSM IV
denomina "trastorno por déficit de atención" es, en general, la dificultad de
prestar atención en forma sostenida a la tarea propuesta por la docente.

La motricidad desenfrenada, la desmesura, nos dicen que algo falla en


el armado del cuerpo, en la apropiación de este cuerpo que fue marcado por la
demanda del Otro. Al no poder hablar de la pulsión, la muestran, lo que
aparece asociado con grandes dificultades para poner en palabras lo que les
pasa y sabemos que cuando lo simbólico no organiza lo imaginario, el cuerpo
no se anuda y aparece el descontrol. No hablan pero muestran en la escena. A
veces muestran el objeto que son para el otro.

Conclusiones.

En un ensayo titulado “Sobre lo que podemos no hacer” de Giorgio


Agamben el filósofo describe una forma inédita del ejercicio del poder en
nuestros tiempos. Ésta operación de poder, la que caracteriza como
“engañosa” no actúa de forma inmediata sobre aquello que los hombres
pueden hacer – sobre su potencia, sino más bien sobre su impotencia, es decir
sobre lo que no pueden hacer, lo que “pueden no hacer”. Que la potencia
también es siempre constitutivamente impotencia, que todo poder es ya
siempre un poder no hacer. Sobre todo, poder no ejercer la potencia. Separado
de su impotencia, privado de la experiencia de lo que puede no hacer, el
hombre de hoy se cree capaz de todo (Agamben 2011: 63-64). Versión
descriptivamente lucida de lo que es para el psicoanálisis la castración. El
pasaje por el Complejo de Edipo deja al niño instalado en una posición
paradójica en relación a la falta, pero también lo aliena en otra que es la
relación con el Saber. En el caso del Saber no puede ser acumulado, en
unidades cada vez más potente, el sujeto está siempre como cuando empezó
exiliado del mundo de la certeza, ya que la castración cuando opera lo
desplazó de la posición de objeto. El deseo de saber implica el reconocimiento
de una falta. Es la pulsión de apoderamiento la que, junto con la pulsión de ver,
constituyen la pulsión de saber. La energía de la pulsión de ver deriva en la
curiosidad, en el mantenimiento de las investiduras con respecto al mundo
exterior.

Por esta vía, el psicoanálisis con niños enseña que el conocimiento no


es algo a aprehender, rígido, ritualizado y cristalizado sino acompañar a los
pequeños analizantes en el descubrimiento de que el saber no es algo a ser
tomado sino se trata de algo a dar en un intercambio con otros.

Bibliografía

Agamben, G. (2011). Desnudez. Adriana Hidalgo editora. Buenos Aires

Agamben, G. (2015). Infancia e historia. Adriana Hidalgo editora. Buenos Aires

Lacan, J. (1964). El seminario. Libro 3 : Los cuatro conceptos fundamentales


del psicoanálisis. Paidós: Buenos Aires, 2006.

Freud, S. (1905). “Tres ensayos de teoría sexual”, en Obras Completas,


Amorrortu editores, Buenos Aires, 2007, tomo VII

Freud, S. (1937). “Análisis terminable e interminable”, en Obras Completas,


Amorrortu editores, Buenos Aires, 2007, tomo XXIII
Lutereau, L. (2018) “Más crianza, menos terapia. Ser padres en el siglo xxi”.
Editorial Paidós, Buenos Aires, 2018.

Mannoni, M. (1998). Un saber que no se sabe. Gedisa editorial. Barcelona


¿NIÑOS TRANS O EN TRANS-FORMACIÓN?

Autora: Lic. Paula Palomo.

Mail: ​[email protected]

Resumen: Es evidente que las minorías sexuales LGBTQ van logrando la


conquista de su paulatina inclusión y visibilización en el espacio social,
imponiéndose el significante amo Género por sobre el de Sexo. Y, como
consecuencia, el efecto de sentido de una identidad autopercibida y unificada que
desconoce la triple sujeción real, simbólica e imaginaria del hablante ser.

En relación al transexualismo, he planteado en trabajos anteriores la


importancia de contraofertar nuestra escucha frente a la uniformante y
generalizada oferta de la ciencia de que HAY RELACION SEXUAL.
En la apuesta de que en el trabajo analítico la falta de objeto sea bordeada,
recorrida y, de alguna manera, inscripta.
En el último tiempo, ha sido paulatina la multiplicación de aparentes casos
trans en la infancia como la premura intervencionista de diversas disciplinas con
frecuentemente poca argumentación teórico-clínica.
Pero ¿quién habla allí? ¿No es paradojalmente patologizante normalizar
bajo la rúbrica de “trans” la investigación sexual infantil? ¿Qué posibilidades de
trabajo tiene el analista en estos casos?
Los psicoanalistas debemos seguir sosteniendo la verdadera peste que las
cuestiones del sexo hoy y siempre han significado frente a los normalizantes
discursos amos, intentando asimismo hacer lectura de las nuevas demandas que
la época nos presenta.

Palabras claves​: género - sexo- transexualismo- infancia


En el último tiempo, las minorías sexuales LGBTQ van logrando la
conquista de su merecida inclusión y visibilización en el espacio social,
imponiéndose el significante amo Género por sobre el de Sexo y reingresando por
la puerta , el planteo jungiano que Freud sacó por la ventana.
Como consecuencia, se genera el efecto de sentido de una identidad
autopercibida y unificada que desconoce la triple sujeción real, simbólica e
imaginaria del hablante.
En relación específicamente al transexualismo, he planteado en trabajos
anteriores la importancia de contraofertar el discurso analítico frente a la
uniformante y generalizada oferta de la ciencia de que HAY RELACION SEXUAL.
En la apuesta de que en ese recorrido los agujeros del cuerpo sexuado sean
bordeados, recorridos y, de alguna manera, inscriptos.
Cuestión que no es sin necesarias y no siempre exitosas torsiones
discursivas que el analista en entrevistas preliminares debe operar en el pasaje,
frecuentemente, de un discurso universitario a un discurso histérico.
Comentaba en una oportunidad el encuentro en entrevistas con quien se
presentaba como Graciela , hombre genética y estéticamente, de mediana edad,
que tras una bizarra vestimenta femenina se autoproclamaba transexual;
desplegaba un discurso comandado por los saberes instituidos sobre el género,
pretendiendo un urgido cambio de sexo. En un discurso armado punto por punto
con los ítems del DSM IV.
En el primer encuentro decía: “Quiero tener el rol de la mujer. Hace poco
leí a Rolón y decidí adoptar ese modelo”.
De ser un hombre nunca antes había dudado y por un traspiés lenguajero
que le señalo, relataba los contactos sexuales homosexuales interrumpidos días
antes de la consulta, tras ser nombrado por su partenaire como su “puta”.
Por no soportar un goce sexual femenino con un hombre, la solución que
pretendía era la transexualización mediante una (precaria) transformación en lo
imaginario y en lo real biológico del cuerpo.
Si nos situamos en el algoritmo del discurso universitario que Lacan
propone en el Seminario XVII El reverso del psicoanálisis, podemos ensayar la
matematización de su posición subjetiva:

S2 a
S1 S

Alguien en posición de agente y comandado por los saberes instituidos


sobre el género se dirige a otro (psi, médico, analista) demandándole algo (el
objeto) y no situándolo transferencialmente como SSS.
Recordemos que Lacan dice que en el amo moderno a diferencia del amo
antiguo, el saber se une al poder y es del amo, a diferencia de la Antigüedad que
el saber era del esclavo.
En ese punto, la teoría de género stolleriana inicialmente y hasta hoy día,
se ha mantenido unida al poder de mediático de turno.
Ya hasta la app de turismo AIRBNB ofrece entre sus servicios tours por
comunidades trans para la mirada gozosamente vouyeur del turista que se
deslumbra por espeluznantes apariencias.
Entonces volviendo a la fórmula, la producción resultante es una división, S,
la del analista o de quien intenta oficiar de tal, si no maniobra a tiempo un giro
discursivo tendiente a la histerización de ese consultante.
División que, como efecto, no le permite operar porque aparece entonces
como S y no como a en tanto objeto causa como en el discurso del analista.
El analista de no revelar ni rebelarse de esa posición, queda de este modo
como un instrumento, un tecnócrata del poder diría Foucault en su “Microfísica del
poder”.
Diferente y tras ciertas maniobras discursivas en entrevistas preliminares
escucho la posición Esteban (transexual femenino) que en sus sesiones y a partir
de sus constantes peleas con su novia por intensos celos y temor de que se vaya
con otro, a su frase “es que yo compito” le puedo interpretar “es que vos sin pito
precisamente”.
Que posibilita como efecto el trazado de una cierta inscripción significante
de un real sexual que se monta sobre un angustiante agujero de su cuerpo
imaginarizado fálicamente masculino.
Sabemos que en el último tiempo y coherente con la dominancia en el
discurso social del significante amo género, vienen multiplicándose los aparentes
casos “trans” incluso también en la primera infancia , del cual el caso Luana es el
más paradigmático.
Casos de personas (padres, exponentes sociales) que representados por el
S1 amo género pretenden imponer al otro y al A un cambio de sexo incluso
nominal sin pasar a veces por ningún tipo de procedimiento (jurídico, terapéutico,
etc).
Sin pasar por el A y sus leyes. Desde una posición A del A que deja poco
lugar para el planteo y menos aún para la práctica, del psicoanálisis.
Fue noticia meses atrás que en la ciudad de Tucumán se abrió un colegio
exclusivamente “trans” bajo el lema paradójico de lograr una mayor inclusión y
aceptación de la diversidad sexual.
Lo cual abre nuevos interrogantes: ¿Nuevas formas de contagio psíquico?
¿Una nueva forma de autoexclusión amparada en un narcisismo de las pequeñas
diferencias?
Una de las máximas exponentes del tema, la filósofa Judith Butler, en el
prólogo al libro best seller “El Género en disputa” escribía:

“El objetivo de mis planteos era abrir las posibilidades para el género sin
precisar qué tipos de posibilidades debían realizarse”. (Butler Judith, 1999, p 11).
Entonces, ¿no es paradojalmente patologizante normalizar bajo la rúbrica
de trans la investigación sexual infantil de niñas de 3, 4, 5 años que en el
atravesamiento (lógico) de su fase fálica enuncian querer tener pene? ¿O
proclamar la transexualidad de un varón de la misma edad sólo por jugar con
muñecas , elegir el color rosa o ponerse trapos femeninos?
Y más aún, el sufrimiento de estos niños que es lo que en estos casos sus
padres suelen aducir cuando reivindican un transexualismo y que sabemos que
Freud teorizó como angustia de castración, ¿es privativa de esos niños?
Si el testimonio vertido por Daniel Paul Schreber en su libro “Memorias de
un neurópata” le sirvió en 1911 a Freud para elaborar su teoría de la paranoia,
acaso el libro “Yo nena yo princesa” escrito por Gabriela Mansillla en el 2014 nos
pueda dar algunas pistas para profundizar estos planteos.
Biológicamente Manuel, su madre cuenta en el libro que desde sus 20
meses de edad el niño padecía recurrentes crisis de llanto, trastornos del sueño y
ocasionales autolesiones como pegarse o arrancarse los pelos.
Tempranamente y en escenas en intimidad con la madre
fundamentalmente, empieza a usar polleras como su madre telas para ponerse
encima o sus remeras que, según ella, “le quedaban como un vestido”. Cuestiones
éstas que ella no duda en interpretar como un deseo de ser niña:

“Ya no era un juego, era lo que decías ser” escribe su madre (Mansilla
Gabriela, 2014 , p. 45)

Paulatinamente va afianzándose en Manuel un frágil y poco consistente


imaginario de su ser nena que durante los primeros 3 años se acompaña del
pedido de una muñeca, de su negativa al uso de pantalón en algunas salidas del
hogar y del enunciado un día de “yo nena yo princesa” mientras bailaba y veía la
película La Bella y la bestia.
“Vos sos una nena diferente y está bien, a mí también me gustaría ser una
nena diferente”, le dice su madre. (Mansilla, Gabriela, 2014, p.70)

Al poco tiempo se produce la afectación de lo real biológico: aparecen


síntomas de micción y Manuel le dice que no podía hacer pis porque no tenía
pene.
El padre, por su parte, aparece con poca presencia real para Manuel y para
su madre, quien ante sus apariciones le imputa una presencia
atemorizadoramente castradora frente a su hijo.
Un día su madre lo encuentra con la funda de la almohada puesta en su
falda y le pregunta:
-¿Estás jugando como una nena?
-No mamá, estoy bailando, yo soy un nene.

La madre en el libro escribe: “Aprendiste a decir lo que queríamos


escuchar” (Mansilla Gabriela, 2014, p. 87) y avanza en ésta, su lucha, hasta que
en el año 2012 y a sus 5 años le dan el nuevo DNI como Luana luego de que un
día a sus 4 años diga querer llamarse así .
Su marido al finalizar el trámite le dice: “Te felicito, lo lograste”.
Simultáneamente y con los típicos juegos eróticos en el jardín, es que
Manuel prosigue en una vigorosa investigación sexual infantil, en un camino de
idas y venidas entre una Luana que parece (en el sentido de la apariencia) nacer y
un Manuel que no termina de morir .
Su madre relata sobre esa época epistemofílica: “lo perturba que todas las
nenas tienen vagina y ella sola penecito” pero, ante la angustia de castración de
Manuel (“cuando sea grande, no lo tendrá más”) , su madre un día toma una
muñeca y le pone un pene.
Luego de la obtención del DNI Gabriela relata que persisten los episodios
autolesivos y que, coherente con un niño más en trans-formación que trans, un día
le dice: “Cortáme el pelo y decime Manuel. Los nenes tiene pene, entonces yo
tengo que ser un nene”.

“Cuando la distancia entre la identificación con el ideal del yo y la parte


tomada del deseo de la madre I (A) no tiene mediación (función del padre como
encarnación de la Ley en el deseo), el niño queda expuesto a todas las capturas
fantasmáticas” (Lacan Jacques, 1969, p. 55 y 56)
Otra vez los significantes amos, no sociales sino y en este caso las
insignias maternas del Ideal, en los que el niño puede quedar gozosamente
capturado por el fantasma materno.
Y frente a lo cual el analista, en su práctica, debe estar a la altura de su
acto si acuden a él.
Aún muchas veces yendo a contrapelo de ideales sociales fuertemente
instituidos.
La vida del psicoanalista no es de color de rosas, nos recuerda en algún
lado Lacan.
Finalizo con una viñeta de una colega española que dice así:

“El niño que le dice a su madre creo que me estoy volviendo niña, tiene 8
años y se trata de una escena de la vida cotidiana. A él le gusta una chaqueta, la
madre se la compra aunque piensa que “es de niña” y le dice que a lo mejor en la
escuela le dicen algo. El niño le contesta que ya tiene la respuesta pensada, que
los colores no tienen género” (Ramírez Lidia, 2017, p. 2)

Bibliografía
-Butler, Judith (1999): ​El género en disputa. El feminismo y la subversión de la
identidad.​ Barcelona: Ibérica.

-Lacan, Jacques (1969) : ​Seminario XVII El reverso del psicoanálisis​. Buenos


Aires –Barcelona –Mexico: Paidós.

-Lacan, Jacques (1966): ​Dos notas sobre el niño,​ Intervenciones y textos II.
Buenos Aires: Manantial.

-Mansilla, Gabriela (2014): ​Yo nena, yo princesa. Luana , la niña que eligió su
propio nombre.​ Buenos Aires: UNGS.

-Ramírez, Lidia (2017): ​Mamá , creo que me estoy volviendo niña.​ XVI Jornadas
de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis: Madrid. Recuperado de:
http://identidades.jornadaselp.com/1617/construccion/mama-creo-que-me-estoy-vo
lviendo-nina/
“NECESITO DARLE DE COMER A MI HIJA COMO UNA MADRE”

Autora: Lic. María Carolina Piovano Gil

Mail: ​[email protected]

Resumen:​ Andrea tiene 32 años, concurre porque “a veces le vuelven” los


ataques de pánico que había sufrido a los 23/24 años. Es de Salta, sus padres y su
hermano viven allá, describe a sus padres como homofóbicos y su hermano de 38,
tiene problemas con el juego.

A Andrea siempre le gustaron las chicas, pero sus relaciones visibles


fueron con hombres. Tiene una hija de 4 años: Magali, a la cual no puede ver llorar.

En el momento de la consulta, estaba con dos mujeres, Adriana y Carmen.


Adriana le ofreció cocaína, Andrea aceptó, “me tomé como 8 líneas la primera vez”.
Ahora, ya toma en su casa con su hija. A mi pregunta de cuándo toma, dice que a la
noche, la levanta, “necesito darle de comer a mi hija, dormirla, como una madre”.

Este caso nos invita a pensar las patologías actuales, las cuales presentan
al síntoma como real, en palabras de Verhaghe (1996) es la angustia en tanto afecto
“que no engaña”, así como todos los equivalentes somáticos (generalmente
concentrados en la esfera respiratoria) el sujeto no utiliza este síntoma; por el
contrario es utilizado por él. (p.109)

Nombradas “otras presentaciones del síntoma”, esta paciente “sufre”


ataques de pánico, pasa por adicciones, hasta que comienza simbolizar algo de
este real. “Es necesario que la terapia ‘envuelva lo real’ con los significantes que
antes faltaban y que son susceptibles de canalizar la angustia” (Verhaghe, P., 1996;
p.113)
Palabras claves​: Otras presentaciones del síntoma- ataques de pánico-
adicciones- envoltura de lo real- envoltura del síntoma.

1. Caso.

Andrea concurre por primera vez a sesión debido a que a veces “le
vuelven” los ataques de pánico que había sufrido a los 23/24 años. Actualmente,
tiene 32. Es de Salta, sus padres y su hermano viven allá, describe a sus padres
como homofóbicos y su hermano de 38, tiene problemas con el juego, su mamá le
hace todo, aún vive con ellos. En cuanto a ella, acude siempre a su mamá, “mi
mamá manda”. A Andrea siempre le gustaron las chicas, pero sus relaciones visibles
fueron con hombres.

La paciente hace 8 años que vive en Mar del Plata, está separada y tiene una
hija de 4 años: Magali. El padre de la nena, es colectivero y tiene 45 años. Andrea
perdió un hijo de otro hombre, a los 23 aproximadamente y luego este la dejó, en
base a esta perdida se entera que tiene trombofilia. Este chico la dejó. Pero su
mamá no.

Actualmente, está con una mujer, Adriana, la cual le ofreció cocaína, Andrea
aceptó, “me tomé como 8 líneas la primera vez”. Durante las primeras sesiones
viene sin dormir, situación que confiesa a lo largo del tratamiento. Comenta que
trabaja en un centro de estética, y también tiene su gabinete en la casa, además es,
Profesora y Maestra de Arte, Pinta, e hizo varios cursos. Siempre trabajo mucho.
En cuanto a Mariano, su ex pareja, padre de su hija, esta muy enojada porque no le
pasa plata, va a contratar un abogado. Ella no llega con la plata, siempre acude a su
mamá. Andrea gasta de más, por eso no llega. Pelea bastante con el papá de la
nena, “me miente y me quiere cagar”, y a continuación dice “no puedo creer que sea
el padre de mi hija”, “a él no se parece en nada de nada”. En cada encuentro, realiza
un sinfín de reclamos hacia el padre de Magali, así y todo Andrea le prestó la tarjeta
para que le compre un celular a la madre, teniendo como único seguro un “no me
cagues”. Su ex pareja, no le pagó el celular, y ahora le esta reclamando todo junto,
“yo no me doy cuenta pero Magali esta ahí y escucha, quedó como la loquita” en
base a esto, comenta que le rompió el vidrio del auto, y recuerda que “viviendo con
él me tenía que aguantar un montón de cosas”, en ese momento Andrea se angustia
y narra un episodio donde fue la policía, ella tenia que ir a un cumpleaños, y Mariano
no la quería llevar, le dijo que le daba $50 pesos, “si querés mas plata anda a
laburar”, Andrea se enoja, y amenaza con irse a Salta, se empujaron y lo quemo con
la plancha.”

A la siguiente sesión, afirma que le gustan las mujeres, los hombres la aburren.
Son muy pocos los que le gustaron, un chico a los 18 años con el cual estudiaba
Servicio Social, se hizo un tatuaje, con él fumaba mucha marihuana, y luego
recuerda con el que perdió a su bebé. “Ese me dejó re sola, a dos meses de perder
el bebé. Me quería morir, sentí una tristeza que jamás sentí”.

Mariano siempre le habló mal, habla fuerte como Adriana. Acá no tiene a
nadie de confianza. Intervengo diciendo que es ella quién eligió a Mariano. Dice que
lo eligió por que era más fácil, quería tener un hijo, lo conoció al tiempo de perder su
bebé, “quería ser mamá”, dejó de tomar las pastillas sin decirle nada.

Andrea falta, luego de algunas sesiones vuelve a concurrir, dice “se me estaba
complicando con mi hija”. Hace silencio y menciona, “todavía sigo con Adriana,
quiero cortar, no me gusta ella”, dice que la ahoga, quiere que la deje en paz.

Parece que le gustan los hombres, conoció a un chico, pero no le gustó.


Cuenta que siguen las disputas con el padre de su hija. Había dicho que iba a pagar
el salón de cumpleaños de Magali, y luego se echó para atrás, “¿a quién llamé?, a
mi vieja, y la madre le mando dinero. Pensé que un hijo era más fácil, yo la quiero
cuidar bien a Magali. Cuando era más chica, ella lloraba y yo me ponía a llorar con
ella”. Agrega, “a veces, me siento re sola con Maga”.

Durante el mismo encuentro plantea que no sabe como correrse de esta mujer
con la que está saliendo. Luego cuenta que se quedó dura después de tomar
cocaína, “no me doy cuenta de la edad que tengo”, “me dio miedo de perder a mi
hija, si perdía a Magali me moría”. Adriana, le ofreció una bolsita, ella toma
solamente cuando está con esta mujer

A la semana siguiente nos reencontramos, “no dormí nada, estuve con


Adriana, es una droga, estoy acá por inercia”, Cuenta que comieron juntas, no iba a
tomar, pero que con ella no puede no tomar. Ahora, ya toma en su casa con su hija.
A mi pregunta de cuándo toma responde: “durante a la noche”, la levanta. “Necesito
darle de comer a mi hija, dormirla, como una madre”. “Mi hija es re especial, tengo
que hacer una comida para mi y otra para ella”, “haría cualquier cosa para que no
llore”. En cuanto a la sesión de ese día fue porque es hacer un poco las cosas bien.

Dice “no fumo porro, no fumo tabaco, se está poniendo un toque adictivo, yo se
que está mal, estoy en la cocina y Magali en la pieza y yo tomo, porque ella se
duerme re tarde”. Le cuesta decirle que se tiene que ir a dormir.

Me muestra una foto de la hija. “es perfecta para mi”, cometo “tan perfecta
que no tiene que llorar. “Me hace mal que llore cuando era bebé lloraba y le daba la
teta”. En ese momento, le digo si le pregunta por qué llora, y dice que no. Antes no
lloraba cuando entraba al jardín, pero ahora si quiere ir con ella, “cuando llora le
digo, tengo que trabajar para comprarte cosas, igual a mi me pasó más o menos lo
mismo, mi papá era todo si, si, si, cuando me decían que no era muy frustrante”.

Un día, tuvo un episodio luego de consumir, empezó a transpirar, sentía que se


iba a morir, e inmediatamente pensó en Magali “el papá me la va a sacar, me voy a
quedar sola, me voy a morir”. Asocia esa sensación a los ataques de pánico a los
que no quería volver.

Cuenta que fueron a comer con su hija, y se estaba portando mal, casi se cae
“ahí me enojé en serio”, “lloró como nunca, pero hice como que no me importaba” y
agrega que ayer parecía una loca”. “Ahora estoy más mala, la dejo llorar”. Menciona
que para ella poner límites es nuevo. “Me cuesta más de lo que pensé”. “Mi hermano
si que la tiene fácil mi mamá le hace todo”. Le pregunto por su papá, su papá no
opina, es como que está pero no está, él sigue con su vida, conmigo si está,
hablamos por teléfono, a mi hermano lo echa, pero mi mamá lo trae de vuelta”.
A la siguiente sesión, menciona que se había peleado con Adriana “yo se que
estoy haciendo mal cuando consumo, pero lo sigo haciendo. Siempre me falta algo,
cuando estoy con ella quiero estar con un flaco. Siento un re vacío, cuando nació
Maga, me sentí feliz”

Luego de un tiempo, menciona algo más de la relación d con sus padres. A


veces quiere irse a otro lado de vacaciones, pero siempre va a ver a sus papás, los
extraña. “Cuando voy no hago nada, y ella no me dice nada. Ir a ver a mis viejos es
convertirme en mi hermano.” Ese día, recuerda que a los 5 años, estaba con el
papá, el padre la deja jugar en la vereda, se cae al cemento, y estuvo internada por
3 meses, su mamá no se movía de su lado, esta siempre lo culpó al padre de
Andrea por lo que le sucedió. Si se despertaba y su mamá no estaba se ponía a
llorar, no podía faltar su mamá, si su papá. Agrega nuevamente que le molesta que
su mamá le dé todo a su hermano, “me siento abandonada”. Dice “a mi me quedó re
grande lo de madre, no me siento una buena madre”, pregunto a qué se refiere con
buena madre, y dice: mi mamá no es mala”.

A la siguiente sesión dice que se dio cuenta que quiere estar sola, sola con su
hija. Adriana, le mando un audio muy extenso. A ella no le gusta mucho hablar, dice
que en el lugar que más habla es en sesión. “No me gustan más las mujeres, va ella
no me gusta”. “Había salido con ella y consumido, ya no me importa si no me da,
cuando tomaba sentía que el papá de Magali me la iba a sacar, así que no tome más
sola”.

Vuelve a salir con Adriana, vuelve a consumir. “Cuando consumo siento que no
me falta nada, lo uso para tapar, soy como otra persona”.

Otro día llega y dice que ya no le está gustando cómo está, ahora no está
leyendo nada. Cuenta que la primera vez que consumió fue con Adriana, una amiga
de esta mujer le ofreció, “no” dijo Adriana, y Andrea se enoja “¿qué sos mi mamá?,
Si dame”. “Me dijo que no, por eso empecé”. A continuación, se queja: “Mi mamá
siempre esta con el tema de la plata, no quería pedirle, pero me ofrece y después no
le pago”.
En el transcurso de las sesiones, Andrea cuenta que ha bajado su consumo.
“Me cuesta la palabra madre”, dice en una oportunidad, y menciona nuevamente
que se siente sola.

En una ocasión la tienen que operar, y eso le atemoriza, se siente sola, su


mamá no pudo venir, se angustia. A la sesión siguiente comenta que le molesta que
su mamá le este ofreciendo todo el tiempo plata, quería arreglárselas así, sola. Me
cuenta ¿sabes qué me hizo no tomar más? falleció hace unas semanas el hijo de
una prima, él tomaba, no quiero terminar así”. “Creo que no la necesito más… a
Adriana”.

Algunas sesiones después, llega diciendo que a veces Magali la tiene cansada.
Si bien cuando planteaba sus dificultades a la hora de establecer límites, le hacía
pequeñas intervenciones, es a partir de este momento cuando intervengo diciendo
que “a veces no se puede con todo y que las madres también se cansan”.

Durante los próximos encuentros, comienza a contar la historia de sus papás,


se conocen en Mar del Plata, ambos trabajaban en el mismo hotel, la mamá era
encargada, y el papá era chef, ambos están jubilados. Su mamá se burlaba de su
papá diciendo que estaba en un puesto mejor. La mamá es quien maneja la plata.
“¿Y tu papá?”, pregunto. “Mi papá es re sumiso, re bueno, mi mamá dice que es un
inútil, no sabe ni cambiar un foquito de luz, ella es la que tiene que pagar todo, papá
nunca paga. Ella tiene que tener el poder de la plata. Ayer me pelee, parece que le
va a comprar un auto a mi hermano, le dije si le compras un auto a él a mi también”,
señalo que tiene un costo para su hermano recibir tanto de su mamá. Un costo que
ella también paga, a lo cual me responde, “si, no puedo ser quien soy”.

La semana siguiente, Andrea concurre al espacio y cuenta que necesitaba plata


porque el cajero se había tragado la tarjeta y en vez de pedirle a su mamá le pidió a
un amigo suyo, no le gustó la idea, pero como este siempre le ofrece su ayuda,
accedió.

2. Algunas cuestiones teóricas.


Andrea concurre por primera vez al espacio, manifestando malestar ya que
había vivenciado sentimientos similares, que cuando tenía 24 años, momento donde
había padecido lo que ella llama “ataques de pánico”, dicho padecer ocurre después
de perder a su bebé, luego de no poder ser madre. Cuestión que atraviesa el
discurso de Andrea a lo largo de todo el relato. Es posible pensar algunos
interrogantes en relación a este atravesamiento ¿cómo poder ser madre?, ¿cómo
poder ser su madre?, ¿cómo poder con todo, como su madre?

Andrea concurre a sesión por primera vez, por estos “ataques de pánico”
(sudoración en las manos, falta de aire), en palabras de Verhaghe (1996) es la
angustia en tanto afecto “que no engaña”, así como todos los equivalentes
somáticos (generalmente concentrados en la esfera respiratoria) el sujeto no utiliza
este síntoma; por el contrario es utilizado por él.” (p.109) En algunos casos, estas
sensaciones están relacionadas con el consumo.

Andrea no se pregunta nada, quiere que ese padecer desparezca. Es luego de


haber podido comenzar a elaborar algo de ese real, aquello que no se podía poner
en palabras, que más tarde le da lugar a la paciente a comenzar a hablar de su
madre, es decir, luego de un tiempo determinado comienza a poder elaborar algo de
aquello que no sabía pero que le sucedía. Dice Verhaghe (1996) “Cuando falta la
elaboración simbólico- imaginaria, desde un punto de vista terapéutico parece
deseable hacerla advenir para que el sujeto aprehenda por qué cosa está apresado.”
Continua, “Es necesario que la terapia ‘envuelva lo real’ con los significantes que
antes faltaban y que son susceptibles de canalizar la angustia” (p.113) Por lo cual,
como señala el autor, “se tratara de producir a partir de una neurosis actual una
psiconeurosis” (p. 114)

Pensando el acto del consumo desmedido, 8 líneas la primer noche, donde el


detonante fue que Adriana le dijo que no podía, resulta interesante, interpretarlo
como un acting, tomando a Lacan (1963) “El acting out es esencialmente algo en la
conducta del sujeto, que se muestra. El acento demostrativo de todo acting out, su
orientación hacia el Otro, debe ser destacado.” (p.136) Ella no puede no poder,
muchas veces había tenido la posibilidad de tomar cocaína antes, pero nunca había
sentido la necesidad, en esta ocasión le dicen que no puede, Andrea actúa y
consume, ella sí puede. Desde ese momento el consumo queda ligado a Adriana, la
cual la había puesto en falta, falta que no puede sostener. En relación a esto último,
son pertinentes estas palabras de Héctor López (2007), “Para que un objeto,
cualquiera sea, adquiera una propiedad- permítaseme el neologismo- “adictógena”,
se requiere de algo más que una cualidad química: requiere del desplazamiento
significante por el cual dicho objeto pasa a ocupar un lugar en el deseo “de otra
cosa” del sujeto”. (p.14)

En el momento que menciona que tiene que darle de comer a su hija como una
madre, es en el momento donde toma cocaína sola, tiene que ser una madre que
todo lo puede, una madre todo poderosa, de esta manera sostiene a su madre
desde este lugar poderoso. Hay un lugar muy degradado del padre, donde se podría
empezar a pensar que algo de la ley no esta trabajando.

Cuando “no puede ser madre”, ya que pierde a su bebé, comienza con “ataques
de pánico”. Este hombre la deja, y es allí donde busca desesperadamente ser
madre nuevamente, tan desesperadamente, que se encuentra eligiendo a un padre
que luego padece, un padre inútil, que cuestiona constantemente.

Comienzo a pensar las intervenciones, comenzar a elaborar que no es algo tan


terrible no poder, que existe la posibilidad de que una madre a veces no puede, se
cansa, se angustia. Tanto con los actings que realiza (romper el vidrio, o en su
momento quemar a su pareja con una plancha) interpretarlos, como dice Lacan
(1963) “está condenado a tener pocos efectos”. (140) En el caso del consumo de
cocaína menciona López, H. (2007) “no se podría decir que exista un tratamiento
psicoanalítico específico de las adicciones, ni que el psicoanalista conduzca la cura
con el fin explicito de la supresión del habito” (p.13) Luego agrega que, “el analista
no define a un sujeto por su adicción sino por su estructura inconciente, donde la
droga ocupa un lugar de “efecto” y no de causa.” (p.14)

Para finalizar, al poder comenzar a armar algo de lo que le sucede se producen


efectos terapéuticos, como reza Rubinstein, A. (2012) “Lo terapéutico para el
psicoanálisis pasa por hacer una reducción del sufrimiento sabiendo de lo imposible
de su eliminación” (p.78). Pero, agrega, “Lo terapéutico en psicoanálisis no se
produce como consecuencia del “querer curar”, ambición terapéutica que puede
llevar a “lo peor”, sino como efecto de un trabajo subjetivo que tiene como correlato
el deseo el analista y su peculiar modo de intervención, que opera sobre la
economía libidinal”. La autora continua “El psicoanálisis no cura al modo de la
​ o se trata de
medicina, pero produce efectos. No se trata de ​furor curandis, n
sugestión, pero tiene consecuencias, consecuencias de un trabajo que tendrá como
condición una posición del oyente que da lugar a un reposicionamiento del sujeto en
la relación con su deseo y con su goce” (p. 81)

Bibliografía

▪ Lacan, J (1963) El Seminario. Libro 10. La angustia. Clase IX. Paidós. Bs. As.
2010

​ ditorial Lazos.
▪ López, H. (2007) ​“Las adicciones. Sus fundamentos clínicos.” E

▪ Rubistein, A. et al. (2012) ​La terapéutica psicoanalítica: efectos y


terminaciones.​ JCE Ediciones.

▪ Verhaege, P. (1996) “El diagnóstico psicoanalítico: el síntoma entre neurosis


actual y psiconeurosis” en Diversidad del síntoma​. ​EOL. Bs. As.
ME AMA, NO ME AMA

Autora: Lic. Marina Potts

Mail: ​[email protected]

Resumen: Lacan define al amor como “​dar lo que no se tiene​”, lo cual implica
reconocer que, dentro de la dimensión del amor, está el encuentro con la propia
falta: amar es mostrar la falta. Y de esto, es precisamente de lo que el obsesivo se
defiende encarnadamente. Al respecto, la duda, la posposición, los rituales
obsesivos se constituyen en las defensas fundamentales que le permiten no
acceder a ello: “​No sé si la amo o no”; “¿Será la ideal o no?”. ​Defensas que
pueden conducir a fallas en el acto sexual, al ir al encuentro erótico con la mujer
que ama.

A partir de estos lineamientos, en el presente trabajo se realizará una


articulación teórica clínica a raíz de un recorte de una viñeta.

Palabras clave:​ Neurosis obsesiva – Deseo – Amor – Falta.

Una aproximación teórica.

El psicoanalista Serge Leclaire, al referirse al obsesivo y su deseo,


menciona que un obsesivo: "​Pasará una noche con la mujer que ama sin lograr
abrazarla nunca; su mano, más pesada que una roca, no logrará ceñir su talle, sus
labios habladores no llegarán hasta los de ella; si, por ventura, la tomará de algún
modo, el encuentro se desvanece y su deseo se apaga de inmediato. Más
despiadado que un muro, lo que se interpone allí, realmente, es un sortilegio​".
(Leclaire, S. 1991, p. 110).
Lacan define al amor como “​dar lo que no se tiene​”, lo cual implica
reconocer que, dentro de la dimensión del amor, está el encuentro con la propia
falta: “​Me hacés falta​”, se dicen los enamorados. Amar es mostrar la falta. Y esto,
particularmente en los obsesivos, tiene una importancia fundamental; es
precisamente de lo que el obsesivo se defiende encarnadamente. Al respecto,
ponen en marcha diversos mecanismos y recursos para defenderse del riesgo que
lleva enamorarse: la posposición, las ideas obsesivas, los rituales ceremoniales, la
duda: “​No sé si la amo o no”; “¿Será la ideal o no?”,​ me pregunta insistentemente
​ efensas estas que hasta incluso, pueden conducir a fallas en el acto
Fernando​. D
sexual, al ir al encuentro erótico con la mujer que ama.

Antes de continuar, quisiera hacer una mención. Se suele escuchar que el


psicoanálisis caracteriza a la histeria como la que habla “la lengua del cuerpo” y a
la neurosis obsesiva, la que habla “la lengua del pensamiento”; con lo cual el
cuerpo devino como eje privilegiado para estudiar el síntoma histérico. Pero la
práctica clínica nos muestra, día a día, la imposibilidad de concebir una praxis
psicoanalítica ajena al cuerpo. El recorte intencional de la viñeta clínica que
presento a continuación pretende reflexionar en torno a los lineamientos teóricos
antes mencionados; y también, pensar los acontecimientos del cuerpo en relación
al síntoma obsesivo.

Una pequeña viñeta clínica.

Fernando, hombre de mediana edad y profesional exitoso, concurre a


consultar a una institución dedicada al tratamiento de adicciones, tras varios
episodios de intoxicación con alcohol. Su última “recaída” fue hace cuatro meses
aproximadamente; manifiesta sentirse bien y que la idea de concurrir a consulta
proviene de sus hijos, quienes le otorgan una especie de “ultimátum”: o realiza
tratamiento o cortan lazo con él.
Fernando recorta que sus episodios de consumo mayor suceden cuando se
siente solo: ​“No me ha ido bien en el amor”​. Tiene tres hijos de dos parejas
distintas: ​“pero, en general, todas las mujeres me han fallado”; “Tengo una mala
suerte”​. En la primera entrevista que mantenemos, comenta que se encuentra
“​saliendo​” con Mónica desde hace unos meses (no puede precisar bien), pero aún
no decide qué quiere con ella, qué siente.

Fernando se casa muy joven con Julia, tras unos meses de noviazgo. “​Con
Julia, el plan era claro”,​ explica. Julia era conocida de toda la vida, tranquila,
agradable, ​“el prototipo de ama de casa normal, ¿viste?”. ​Comenta que toma esta
decisión (“cómo si se pudiera elegir en el amor”, diría Cortázar) tras mucha
reflexión interna para no repetir lo que fue su primera decepción amorosa. Cuenta
que, de adolescente, se enamora de una muchacha de su edad, despertando la
desaprobación de sus padres, rígidos y autoritarios con él, que desaprobaban la
elección hecha por una chica desconocida y de un nivel social inferior.

Una noche se escapa de su casa para ir a encontrarse con su amada: ​“Era


la noche, ¿entendés? Mis viejos lo sabían por eso salí sin que me vieran… No
quiero hablar mucho de esto. Pero fue desastroso, una experiencia desastrosa…
​ continuación, relata que fueron a dar un paseo por la
estaba tan nervioso”. A
costa, ​“para descomprimir la situación incómoda”,​ en donde se encuentran con un
amigo en común. Tras pasar unas agradables horas, este amigo en común se
ofrece a acompañar a la casa a la enamorada de Fernando, al cual le genera una
duda que lo angustia hasta el día de hoy, que continúa pensando en ella: ​“¿Me
ama o no me ama?”​ ;“​¿Habrá pasado algo entre ellos?”; “¿​Me sigue amando a mi
o no?”​. Estas vacilaciones traen como efecto que comience a alejarse de su novia;
sin embargo, vuelven a encontrarse, pero las cosas no mejoran: Fernando sufre
de eyaculación precoz. Realiza una consulta a su médico particular, sin
resultados. La relación con su novia se deteriora, hasta que ella finalmente lo
corta. Fernando cuenta que entró en un período que describe como “depresivo”,
evitando contactarse con mujeres, hasta que llega Julia.

Su matrimonio con Julia es descrito por él como “​muy tranquilo”​ ; aunque


impresiona más bien ser una suerte de solución de compromiso entre su deseo
por una mujer y aprobación de sus padres. La familia de ella era amiga de la
familia de él, con lo cual sus padres quedaron satisfechos con la unión: ​“Cada uno
hacía lo que tenía que hacer. Tuvimos dos hijos, relaciones sexuales normales,
diálogos normales… la pasábamos normal”. O sea… no pasaba nada. “​Ella era
una madraza, se ocupada de todo de la casa. A mí la verdad me empezó a ir
excelente en los negocios”​. ​Este ideal de matrimonio que Fernando construye
supone la dificultad fundamental de la neurosis obsesiva en su relación con el
Otro, ubicándose no en el plano del deseo sino en el de la demanda, con la
aspiración de que, a palabras de Lacan, “​para encontrar la felicidad de la vida
baste con ponerse de acuerdo, baste con no infringir a los demás las frustraciones
de las que uno mismo ha sido objeto​”.

El matrimonio sigue en esta línea varios años, hasta que Julia empieza a
expresar que quiere trabajar; le echa la culpa a él de no haber podido
desenvolverse en esa área. Una vez que se abrió la canilla de las demandas, se
hizo agua por todos lados. Luego de los reclamos sobre el supuesto impedimento
marital para trabajar, Julia comenzó a reclamar que él nunca pudo satisfacerla
sexualmente. Fernando describe que en esta época, empezó a ​“sentirse mal y a
tomar alcohol encerrado en un rincón”;​ lo cual fue aumentando
considerablemente.

En esta etapa y en plena conmoción dentro de su matrimonio “normal”,


conoce a Lorena, en un curso correspondiente a su profesión. “​Me sentí como un
adolescente, con mariposas en la panza, como si estuviera destinado a
conocerla”. Se vieron varias veces; Fernando rememora cada uno de esos
encuentros: cenas, bailes, encuentros de profesionales, etc. Ella le exige que deje
a su mujer, él acepta pero no lo hace. Un día, Lorena le trae una noticia: está
embarazada y decidida a ser madre. Fernando se enoja, sospechando la
posibilidad de cierta intencionalidad en lo ocurrido.

Tras un divorcio complicado cargado de autoreproches y sentimientos de


culpabilidad (en el cual cede propiedades, derechos, decisiones respecto a sus
hijos), se casa con Lorena. Al poco tiempo, reaparece un antiguo síntoma: la
eyaculación precoz. Esta vez realiza un largo recorrido de profesionales médicos
especializados y distintos tratamientos, en el cual no se detecta una etiología
específica: por momentos, se alivia más; por momentos, se intensifica, pero su
síntoma se fija. El matrimonio con Lorena sufre el mismo destino que la relación
de aquel primer “cruel” amor.

En un boliche, conoce a Mabel. Tras intercambiar mensajes, se encuentran


en un café. Fernando la describe como tímida, callada, pareciera que no tienen
grandes aficiones comunes… Fernando se aburre con ella. Pero mantiene la
relación, porque le dijeron que trate de no quedarse solo, ya que son los
momentos en que toma. Se sorprende que sea capaz de mantener relaciones
sexuales con ella, no presentó ningún síntoma. Sorprendido pero lejos de hacerle
alguna pregunta, se queja porque los encuentros no lo satisfacen: Mabel no lo
excita, “​Mabel es frígida​”, dice Fernando.

Meses atrás al primer encuentro que tenemos, conoce a Mónica a través de


Facebook: le interesan sus publicaciones, comparten intereses en común y pasan
largos ratos chateando. En dos oportunidades quedan para ir a tomar un café,
citas que Fernando disfruta enormemente. La espera en línea por horas, hasta
que ella se conecta. Le pregunto por qué no la llama, si la quiere ver, si ella le
interesa: “Si ella tuviera interés, me buscaría ella”. Esta idea se cristaliza y
empieza a contar las veces que ella saluda primero, los minutos que tarda desde
su conexión hasta la primera palabra. La cuenta no le da un resultado concreto;
impresiona que se contactaba de forma bastante aleatoria: ​“Qué histérica, al final
no sabe qué quiere”​, se queja Fernando. Posteriormente, calcula cada
comportamiento y cada palabra que debe pronunciar para no quedar como
“demasiado interesado”. Pero, ¿cómo se puede decir a priori cómo uno se va a
manejar con un amor? ¿Cómo calcular anticipadamente los efectos que va a tener
el Otro sobre uno?

Pasan los meses, no concreta el encuentro y Mónica cada vez se conecta


menos. Fernando vuelve a tener encuentros sexuales ocasionales con Mabel y
vuelve a quejarse de que durante el acto ​“no pasa nada”.​

Sobre un estilo particular de amar.

En la neurosis obsesiva se juega un estilo particular de amar: un estilo que


se caracteriza por la duda, la postergación, así como también los rituales y actos
obsesivos... Mecanismos simples, pero altamente eficientes. Por supuesto que
todos los interjuegos del fenómeno amoroso involucran necesariamente de la
ambivalencia entre amor y odio y de los desencuentros que zarandean no
solamente a los que padecen neurosis obsesiva, sino a todo sujeto neurótico.
Recordemos que la histérica también es una experta en no querer saber nada
sobre su deseo y en mantenerse en estado de insatisfacción. Cada neurosis tiene
sus mañas a la hora de enfrentarse al deseo. Pero es un hecho de corroboración
clínica que la duda del amor se hace presente con una fuerza importante en la
obsesión.

Mientras que el pensamiento va tomando un lugar privilegiado, junto con las


ideas obsesivas y los actos compulsivos, los vínculos con las personas pasan a un
plano distante, pues de esa manera el sujeto se protege de los sentimientos
ambivalentes que seguramente aparecerán en esas relaciones. Frente al
encuentro con la propia falta, frente a la castración a la que el acto amoroso lo
invita, el dilema del obsesivo se encarna en sus síntomas, lo cuales no son sin
conexión al estatuto del cuerpo.

El neurótico obsesivo elude la pregunta “¿Qué me quiere?”, pregunta por el


deseo del Otro. Rehúsa el signo del deseo del Otro, reduciéndolo por el camino de
la demanda; de ahí la imposibilidad de su propio deseo.

Para concluir.

Pudimos recorrer en la historia de Fernando y su “mala suerte” en


cuestiones amorosas, un largo continuo y una serie de elecciones, que
representan respuestas a lo imposible de la relación sexual. Todo sujeto neurótico
hace de esta imposibilidad la posibilidad de una respuesta, que, generalmente en
el varón (aunque no exclusivamente) presentarían ciertos rasgos comunes con la
respuesta en su modo obsesivo. En este punto nos encontramos con la
degradación de la vida amorosa como síntoma masculino por el que el sujeto se
divide entre el amor y el deseo. Según la elaboración freudiana, en los encuentros
amorosos quedan partidos entre elecciones amorosas sin deseo y elecciones sin
amor en las que se enciende para ellos el deseo.

Para finalizar, quisiera nombrar el campo de profesión en el cual se ha


desempeñado tan exitosamente Fernando: los seguros. Pero las elecciones y los
enredos laberínticos que ha tomado (jugando un poco con ese significante,
“tomar”) para preservarse del amor, nos muestra que para estas cuestiones y para
todos, tomando una expresión de Alain Badiou, no hay seguro contra todo riesgo.

Bibliografía

● Badiou, A. (2012): ​Elogio del amor.​ Ed. Paidós.


● Lacan, J. (1956 – 1957). ​El Seminario 4: La relación de objeto.​ Ed. Paidós.
● Leclaire, S. (1981). ​Desenmascarar lo real. El Objeto en psicoanálisis.​ Ed.
Paidós
PERVERSION: LA SEXUALIDAD EN SUS VERSIONES

Autora: Lic. María Cecilia Quiquinto

Mail: ceci_mcq @hotmail.com

Resumen: El presente artículo surge como secuela del trabajo final de tesis de
la autora, donde desarrollaba el concepto de perversión a partir de la literatura de la
psiquiatría clásica francesa y alemana y desde psicoanálisis freudiano y lacaniano. A
partir de la pesquisa de los desarrollos de autores de la psiquiatría y el psicoanálisis,
se realiza un análisis crítico de dichas conceptualizaciones en torno a la perversión
como manifestación de la sexualidad humana, en sus aristas: aberrantes según lo
social; como patológicas según la psiquiatría de siglo xx y la actual; como estructura
en los desarrollos del psicoanálisis; para luego analizar el movimiento queer y las
transexualidades, finalizando con una reflexión acerca de la postura que toma el
psicoanálisis respecto a la perversión en tanto versiones del padre.

Palabras claves:​ Perversión, psiquiatría, psicoanálisis, versiones del padre.

Hablar de sexualidad, ha llevado a lo largo de la historia del hombre, a la


puesta en escena de una serie de luces y de sombras que llevan a interrogar los
saberes que sobre ella se han ido construyendo: Sexo, procreación, satisfacciones,
carnalidad, tabú, sacralidad, perversidad, patología, entre otras palabras, nombran la
sexualidad en sus diferentes tonalidades, dependiendo de las diferentes aristas,
sociales, políticas y clínicas que les han dado tratamiento.

Lo social ha brindado un especial tratamiento a lo sexual a partir del marco


regulatorio de cada época. La estela victoriana de fines del 1800 y los movimientos
de la revolución industrial, recubrieron todos los actos humanos enlazándolos a los
modos de producción y la burguesía( Foucault, 1976), dejando de lado, todo modo
de satisfacción que excedía lo laboral, encerrando así los deleites sexuales a la

1
sombra nombrándolos como perversiones, tal como lo hizo anteriormente la iglesia
en el medievo, donde la concebía como una forma particular de perturbar el orden
natural del mundo y convertir los hombres al vicio para descarriarlos y corromperlos
(Montejo González, 2003).El discurso dominante sobre la sexualidad quedaba así
teñido por lo perverso, lo oscuro de la sociedad (Roudinesco, 2009), tratándose de
actos que eran intervenidos con una serie de estrategias políticas y sociales de
índole moral, que buscaban su represión o bien, su eliminación.

Durante el siglo XIX, lo perverso, estuvo tratado por los grandes avances en la
clínica psiquiátrica que estuvo abocada a dar un fundamento semiológico y un
tratamiento a quienes manifestaban perversiones, considerados como sujetos
patológicos y anormales (Finoquetto, 2010) de prácticas desviadas, peligrosos,
siniestros, oscuros, insultantes para la moral de la sociedad moderna.

Desde la psiquiatría clásica francesa, Joseph Magnan consideraba la perversión


como una enfermedad en donde los diferentes actos ejecutados por el sujeto
perverso eran signos de un desequilibrio mental así como la expresión de defectos
psico-morales ((Huertas y García, 1990). El autor destacaba el punto de vista
neuroanatómico alejado de las influencias morales que poseían los desarrollos de la
época como los propuestos por Pinel, Esquirol y Morel (Bercherie, 1980).

Respecto a la psiquiatría clásica alemana, Richard Von Krafft-Ebing ​, a partir


de su obra ​Psychopathia sexualis​, propuso una descripción de los trastornos
presentes en la condición sexual humana a partir de un conjunto de observaciones
empíricas y clasificaciones que organizaron el campo de la conducta sexual
desviada (Krafft-Ebing en Mollo, 2011), nombrando así como perversión a la
desviación de la conducta sexual normal, como una patología sintomática de ciertas
enfermedades sexuales de la mente, quedando de esa manera lo mental
emparentado de modo unilineal con lo cerebral, no permitiendo espacio a
satisfacciones que provenían del cuerpo.

Todos los movimientos sociales, y clínicos de ésta época, proponían un


discurso normatizador sobre la sexualidad, entendiendo ésta solo a partir de su

2
relación unilineal con el acto procreativo, asemejando al hombre a la condición de
animal, escotomizando sus impulsos por considerarlos enfermos. Todo lo que
escapaba de la relación -hombre+mujer=procreación- , quedaba subsumido en el
orden de la enfermedad, orden que continua en la actualidad en el mundo de las
ciencias médicas. El manual diagnóstico y estadístico de desórdenes mentales
–DSM- en sus versiones IV TR (1952), y V(2013), menciona bajo el término de
parafilias, a las perversiones señaladas por los clásicos, denotando su carácter de
conducta sexual alejada del fin procreativo, en donde actos como fetichismo,
exhibicionismo, zoofilia, necrofilia, pedofilia, entre otros, se asemejan a las
clasificaciones que Kraft-Ebing señalaba en su tratado.

Sin embargo, más allá de la continuidad del discurso patologizador por parte
de la medicina, en lo social actual se nota un desdoblamiento respecto a la posición
que adopta frente a la sexualidad en tanto perversa.

Por un lado, grupos conservadores respondientes a la iglesia, siguen


considerando estos actos como inmorales, lo cual se hace visible en el horror que
les ocasiona la sexualidad y sus efectos. Por otro lado, a partir de los años 60´con la
liberación sexual enlazada a movimientos de lucha social, emergió un nuevo
discurso, que deja obsoleto la idea de la sexualidad desviada de fin procreativo
como perverso, bregando por la consideración de la misma como derecho humano
de satisfacción. Hoy, movimientos sociales enmarcados dentro de lo que promovió la
revolución queer (Bultler, 1990), ofrecen un sinfín de nombres que capturan la
sexualidad en múltiples manifestaciones: lesbianas, gays, transexuales,
transgéneros, bisexuales, entre otros, que reclaman respeto y reconocimiento social
de múltiples modos de satisfacción sexual.

Frente a esta revolución en los discursos, en donde la sexualidad, las


perversiones, las manifestaciones sexuales, lo queer se presentan como saberes
que se imponen estableciendo modos de lazos sociales, cabe preguntar: ¿Qué
posición tiene el psicoanálisis frente a esta realidad?

3
Para poder cernir una respuesta, es necesario remitirnos en un primer
momento a los desarrollos freudianos, los cuales proponen un modo diferente de
pensar las perversiones, consecuente de una manera particular de tratar la
sexualidad, desinvistiendola de moralidad y de patología, sacando a la luz, el
interrogante - x- que la misma conlleva.

Tomando como punto de inicio en su estudio de las perversiones ​Los tres


ensayos de teoría sexual (1905)​, se observa que Freud, en su abordaje de las
llamadas aberraciones sexuales, propuso demostrar que la sexualidad humana no
tenía por fin la reproducción, sino la satisfacción de las necesidades sexuales cuyo
motor se encuentra en las pulsiones. En relación a esto, enunció que las
perversiones son variaciones, desviaciones respecto de la norma en cuanto al objeto
y la meta sexual normal. A partir de este texto, siguieron otros en donde los
desarrollos del autor respecto a la pulsión, las fases de desarrollo psicosexual, la
diferenciación anatómica de los sexos (Freud,1923), el Complejo de Edipo(Freud,
1924), entre otros escritos, fueron complejizando esta concepción para llegar a una
construcción de la Perversión como un proceso evolutivo, fruto del nudo de
relaciones o complejo edípico que involucra a un sujeto, teniendo esto repercusiones
en el modo de constitución psíquica y no como una enfermedad o un insulto a la
moral. Más allá de dirigirse a la cuestión fenoménica de las perversiones, se orientó
a ver su origen desde la consideración del inconsciente como motor de los procesos
anímicos humanos. Corta con la impronta evolucionista de ver el coito solo con fines
reproductivos proponiendo las necesidades sexuales del hombre orientadas a
obtener satisfacción, permitiéndole esto, una construcción teórica que puso fin a las
ideas degenerativas, para abocarse a la subjetividad en la conceptualización de un
grupo de comportamientos sexuales considerados aberrantes en su época.

La perversión vista entonces, como un modo de constitución psíquica, inserta


un cambio respecto a la visión medico-cientificista. No se trata más de enmarcarla
dentro de la patología, o de lo amoral, sino que se la concibe como una estructura
subjetiva particular, consecuencia de la desmentida de la castración, como ​otra
versión en la relación edípica. Freud denota de esta manera una formulación

4
novedosa, el estudio de las perversiones revelaba también, la existencia de la
sexualidad en la infancia cuyo desarrollo podía desembocar o no, en la constitución
perversa, señalando de modo fehaciente, que la sexualidad infantil es de por si
perversa y polimorfa, porque involucra la satisfacción de pulsiones parciales en
fuentes erógenas localizadas en el cuerpo, que buscan de modo constante aquel fin.

Siguiendo en los desarrollos psicoanalíticos, Lacan, retoma el estudio de la


perversión que realiza Freud, haciendo hincapié, en un primer momento, en la
consideración de la misma como estructura psíquica particular. A lo largo del
seminario IV , toma por eje central la Relación de Objeto dando cuenta, de la
constitución y el origen de la estructura perversa, sumando a la consideración
edípica, la preponderancia de la dimensión imaginaria, y por tanto la valorización de
la imagen como molde de lo perverso. Considera la propuesta freudiana de la
relación entre madre e hijo, en donde aspectos como la madre entendida como Otro
primitivo, el falo, su privación, el deseo y el sujeto cumplen un papel importante en la
misma. Lacan explica que lo que se desarrolla es una especie de juego en el cual el
falo, fundamental como objeto significante en ese imaginario de la madre
omnipotente está y no está, aparece y desaparece en un juego en donde su
ausencia refiere a su presencia, un falo que al no estar brilla por su ausencia. “Se
trata de ver dónde está y dónde no está. Nunca está verdaderamente donde está,
nunca está del todo ausente donde está. En esto debe basarse toda la clasificación
de las perversiones” (Lacan, 1956-1957, p.195).

Siguiendo a Freud, Lacan expresa que este hecho se sitúa antes del Edipo,
etapa en la que el niño se introduce en la dialéctica del señuelo para satisfacer lo
que no puede ser satisfecho en la madre, éste sabe que no es todo para la madre,
que no está solo en esta relación (hay también un padre), y que el objeto en cuestión
es el pene del cual la madre está privada, siendo un objeto que se presenta en
estado simbólico, es decir como falo. El niño siente que el falo es el centro del deseo
materno, llevándolo esto a situarse en diferentes posiciones para mantener
engañado tal deseo en una suerte de señuelo, mediante el cual le asegura a la
madre que puede colmarla, no sólo como niño, sino en cuanto a su deseo, es decir

5
como falo. Este interjuego de posiciones que se lleva a cabo en la relación entre
madre-hijo, es lo que permite la aparición de la Perversión como estructura.

Otros aporte importante en torno a la Perversión en Lacan, se encuentran


entre los años 1968-1969, período en que dicta el seminario titulado ​De un Otro al
otro, allí propone una fórmula para explicar el modo de funcionamiento de la
Perversión a partir de la posición del sujeto en relación al Otro omnipotente, en
donde es destacable también el concepto de ​objeto a:​

● S(A) _Falta en el Otro

● Objeto a _ Es la falta, agujero

La fórmula S(A) es el significante por el cual aparece la profunda incompletud


de lo que se produce como lugar del Otro. Lugar abierto al juego de funciones, algo
que en sí mismo está estructurado por la incidencia significante (la barra). Esto es
precisamente lo que introduce la falta, este agujero que se distingue como ​objeto a​.
Dicho de otra forma, la fórmula S(A) remite a la falta en el Otro y esta falta o agujero
se configura como ​objeto a.​ ​Frente a esto señala que la función que desempeña el
perverso es tapar el agujero del Otro, es partidario de que el Otro existe, “Es
defensor de la fe” (Lacan, 1968-69, p .213) de que éste Otro es Omnipotente,
suplementa el campo del Otro.

Más adelante, en el desarrollo de su ultísima enseñanza, Lacan, en el


seminario XXIII sobre El Sinthome, enuncia el concepto de Père-version,
proponiendo un cambio respecto a lo que anteriormente había desarrollado.
Presenta el significante père-version por homofonía con el de perversión,
resignificandolo como versiones del padre, ampliando su uso a los desarrollos en
torno a las estructuras de neurosis y psicosis; en la neurosis, el fantasma puede
ubicarse como père-version, y también el goce fálico en la medida en posibilita la
localización de goce. En la psicosis, la père-versión en tanto sinthome, como
elemento que suple el nombre del padre no inscripto.

6
Esta propuesta, introduce un nuevo modo de abordar las
perversiones/père-versiones en la clínica del psicoanálisis, diferenciándose de las
propuestas sociales y psiquiátricas de la época actual. Ya no se trata de emparentar
perversión/père-versión con aberración, ni patología, sino como versiones del padre
que tiene por función mantener anudados los tres registros, más allá de la estructura
de la que se trate: sinthome.

Frente a esto último, cabe preguntarse si todas las propuestas del movimiento
queer, al brindar nombres a las manifestaciones de la sexualidad, antes llamada
perversa, con otros nombres como transexualidad, transgénero, entre otros, no
aparece como otras versiones del padre en tiempos donde el mismo ha perdido
eficacia simbólica apareciendo ésto como suplencias siguiendo la lógica del
​ acan ubica la equivalencia que hay
sinthome. Con el concepto de père-version​, L
entre la función del padre y la función de síntoma. Por un lado, dice que la función de
síntoma puede escribirse como una función matemática: f(x), donde la función f
tiende a repetirse como modo de goce. Por otro lado, la función del padre es la de un
padre que transmite al hijo su versión de cómo se las ha arreglado para gozar con
una mujer en tanto objeto ​a, c​ ausa de deseo. Entonces, decir que la función del
padre es equivalente a la función de síntoma implica que la función del padre, al
elegir a una mujer como objeto ​a ​causa de deseo, es la de transmitir una marca de
goce destinada a repetirse sintomáticamente: insignia. A partir de esto, Lacan
sostiene que la función del padre y la del síntoma son equivalentes, y por lo tanto el
concepto de ​père-version ​es aplicable no sólo a la neurosis, sino también a la
perversión y la psicosis, en tanto de que trata de lo repetitivo, y por esa razón Lacan
hace el juego de palabras entre la ​père-version y​ la perversión, dado que en ésta,
hay un goce que se repite siempre igual, de modo localizado.

En, relación a lo- trans-, en la ​Cuestión preliminar Lacan, define lo que llama
el ​goce transexualista ​a partir del análisis del caso Schreber. En sus intento de
cultivar en su cuerpo la voluptuosidad femenina Schreber tenía la certeza de llegar a
ser la mujer de Dios .Este goce transexualista aparece como la solución,
pére-versión del presidente Schreber a ese real que lo excedía, aparece como

7
recurso que anuda lo simbólico, lo imaginario y lo real a partir de un ideal en donde:
ser la mujer de Dios en el plano simbólico, le permite a Schreber sustituir al padre, y
cómo la identificación imaginaria, tener un cuerpo femenino, le permite sustituir al
falo: esas dos sustituciones circunscriben un modo de goce, la voluptuosidad
femenina, con la que los tres registros permanecen articulados en la metáfora
delirante, la père-version de Schreber, en tanto modalidad de goce que logra
localizarse y repetirse.

Esta clínica del sinthome, y la propuesta de la solución de Shreber a partir del


goce transexualista, ponen en evidencia la postura del psicoanálisis frente al
fenómeno trans. No se trata de hacer apología ni lucha de derechos en el campo
social, no se trata tampoco de acarrear a la patología como propone la clínica
psiquiátrica, se trata de poner la sexualidad, sus per-versiones, como modos
significantes, soluciones que anudan y localizan un modo específico de gozar.

Nuestra posición como analistas está orientado en saber hacer con aquello
que acontece en la subjetividad de la época, teniendo hoy esto que ver también, con
los modos en que los discursos nombran a la sexualidad, generando esto, efectos en
los cuerpos y en el modo singular en que cada sujeto anuda sus père- versiones.
Esto nos insta a abrir el espacio analítico a nuevas presentaciones anudadas en
sinthome , no cerrando el sentido en propuestas que la cristalicen en la patología, o
en un saber acabado, sino prestando una escucha abstinente que relance la puesta
en escena de estas versiones que dan fe, de un saber hacer con lo real que excede.

Bibliografía

Álvarez, Patricia (2016) El empuje a la mujer como pere-version. Consecuencias de


la ultísima enseñanza. Artículo presentado en Revista Virtualia n°31. Disponible en
pdf.

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saber psiquiátrico.​ Buenos Aires: Manantial.

8
Bercherie, Paul (1980) “Cap.11 Magnan​” Los fundamentos de la clínica: Historia y
estructura del saber psiquiátrico. ​Argentina: Manantial.

Butler, Judith (1990) El género en disputa. El feminismo y la subversión del


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Finoquetto, Guillermo (2010) ​Los destinos inciertos de la raza maldita.

Consideraciones histórico-epistemológicas en orden a las perversiones​. Trabajo


presentado en mesa de trabajos libres en Congreso Panamericano de Psicología,
Universidad Católica de Salta, Salta, Argentina.

Foucault, Michel (1996). “5.Los anormales”. En ​La vida de los hombres infames​. La
Plata Argentina: Altamira. Colección Caronte Ensayos.

Foucault, M (1076) Historia de la Sexualidad. Voluntad de Saber 1. Biblioteca


esencial del pensamiento contemporáneo. Argentina: Siglo veintiuno editores.

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Buenos Aires: Amorrortu, 2008.

​ .C., t XIV, Buenos Aires:


Freud, S (1915) Pulsiones y destinos de pulsión, O
Amorrortu, 2008.

Freud, S (1919) Pegan a un niño. Contribución al conocimiento de la génesis de las


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​ .C., t XVII, Buenos Aires: Amorrortu,


Freud, S 1940(1922)] La cabeza de Medusa, O
2008.

Freud, S (1923) La organización Genital infantil. Una interpolación a la teoría de la


sexualidad,​ O.C., t XIX, Buenos Aires Amorrortu, 2008.

9
Freud, S (1924) El sepultamiento del Complejo de Edipo, O. C., t XIX, Buenos Aires:
Amorrortu, 2008.

Freud, S (1925) ​Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los


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​ .C., t n XXI, Buenos Aires: Amorrortu, 2008.


Freud, S (1927)​ El fetichismo, O

Huertas y García (1990) ​El concepto de Perversión sexual en la medicina positivista”


Asclepio II Revista de historia de la Medicina y la Ciencia (pdf)

Lacan, Jacques (1956-1957) ​La relación de Objeto.​ Lacan el Seminario IV. Buenos
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Lacan, Jacques (1964) ​Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis. Lacan
el Seminario XI. Buenos Aires: Paidós.

Lacan, Jacques (1968-1969) ​De Otro al otro.​ Lacan el Seminario XVI. Buenos Aires:
Paidós 2010.

Lacan, Jacques (1955-56) “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de
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Lacan, Jacques (1975) Le Sinthome el seminario XXIII. Buenos Aires: Paidós 2010.

Lacan, Jacques (1972) El atolondradicho. Otros Escritos. Buenos Aires, Paidos


2013.

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COMENTARIOS SOBRE EL LLAMADO CASO M. ¿MASOQUISMO PERVERSO
O SUPLENCIA PSICOTICA?

Autora: Lic. Laura Rangone.

Mail: [email protected]

Resumen: El presente trabajo aborda, desde un caso, un tema que nos convoca
de continuo en nuestra clínica, el diagnóstico diferencial, lo que resulta
fundamental para la dirección de la cura. En este caso la problematización del
deslinde la ubicamos en torno a las estructuras perversa y psicótica.

En 1972 Michel de M’ Uzan publica su llamado caso M, entendiéndolo


como un caso de masoquismo perverso y describiendo al detalle las practicas
perversas a las que se entregó con empeño este sujeto, prácticas que no
perduraron toda su vida, sino un tramo de ella, pero que alcanzaron gran
espectacularidad y marcaron el cuerpo de M para siempre. Años después
Jean-Claude Maleval pone en cuestión el diagnóstico de de M’ Uzan sobre este
caso, afirmando que M era en verdad un psicótico y que las manifestaciones
perversas que presentaba oficiaban de suplencia a su estructura. Palabras clave:
Clínica – estructura - perversión - psicosis

Un acercamiento al caso.

De M’ Uzan entrevista a M, cuando este tenía 65 años, no es alguien que


recurre al análisis, sino que acepta que lo vea el analista por sugerencia de una
radióloga, y confiesa que tiene la esperanza de “comprender mejor su extraño
estatuto” (de M’ Uzan, 1972, p.14), reconoce al tiempo que su caso pude ser útil a
personas que tuvieran la misma perversión que él. Su actitud frente al interlocutor,
si bien parecía amena, era en verdad artera y provocante, afirmaba que habiendo
leído todo sobre el masoquismo, había quedado particularmente decepcionado.
Vemos entonces que se presentaba, fundamentalmente como alguien que deja el
saber de su lado, ¿quién podría saber del goce más que él?

Como contrapartida el analista reconoce, ya en la primera carilla del


artículo, que las prácticas de M eran tal llamativamente espectaculares, crueles,
extremas, que él se sentía de entrada incapacitado. Sus encuentros con M se
limitaron a dos largas entrevistas, existiendo la posibilidad de continuar viéndolo,
el analista decidió no hacerlo. Hay que destacar también que le toma 10 años,
empezar a escribir sobre M. De M’ Uzan no esconde su fascinación, su horror y
sus propias limitaciones frente a este caso, llegando a considerar que cualquier
cosa que se diga sobre este asunto solo será una racionalización defensiva más o
menos exitosa, lo que nos recuerda ese comentario de Lacan que refiere que
como neuróticos solo podemos soñar con la perversión.

M estaba ya retirado de su trabajo, había sido un obrero calificado con


participación sindical; tenía la apariencia de un señor muy tranquilo, vivía con su
hija adoptiva y el marido de esta en un hotel pequeño. Su familia nada sabía de su
perversión y él prefería que así permanezca. Su cuerpo, que ocultaba a los ojos
de sus familiares, era la imagen misma de las consecuencias de su perversión.
Tatuajes con leyendas obscenas cubrían todo su cuerpo, a excepción del rostro,
entre ellos encontramos: “No soy ni hombre, ni mujer, sino un puta carne de
placer.” “Soy un inodoro viviente”. “Me hago mear y cagar en la boca…”.
Completaban el cuadro cicatrices, laceraciones, amputaciones con elementos
cortantes, quemaduras con hierro, introducción de elementos o materiales en el
cuerpo (agujas o plomo fundido), por ejemplo un dedo de sus pies faltaba, se lo
había cortado el mismo con una sierra por orden de su pareja, en la espalda había
sido cortadas lonjas para pasar por ahí ganchos a fin de que M pudiera ser
suspendido mientras un hombre lo penetraba. El recto fue ensanchado por medio
de una operación para que parezca una vagina, el ombligo estaba deformado por
que se había introducido plomo fundido, numerosas púas fueron fijadas al interior
de los testículos, durante años ingirió de forma cotidiana orina y excrementos, el
pene también mostraba importantes sevicias, era azul por haber recibido
inyecciones de tinta china, tenía clavada una aguja imantada capaz de desviarse
como una brújula, etc.

La espectacularidad de las prácticas de M, lleva a De M’ Uzan a dudar de


ellas o creer que exageraba, sin embargo eran, en su mayoría comprobables, por
las secuelas en el cuerpo, que habían sido largamente examinadas por diferentes
profesionales. La incredulidad del analista se liga tal vez al rechazo y angustia que
experimentó en sus entrevistas con el sujeto. Rechazo que muchas veces ha
hecho de la perversión la estructura olvidada, apartada del campo psicoanalítico.

Otros puntos del relato de M que levantaban las sospechas del analista son
un pasaje al acto que describe y el hecho de que en sus vacaciones recorría
distancias de cientos de kilómetros caminando. Respecto del pasaje al acto
consiste en un supuesto asesinato, no corroborado. Cierta vez fue víctima de una
agresión nocturna, al parecer en la calle por un transeúnte, M reaccionó
ahorcando al agresor y creyó que lo había matado ya que al día siguiente vió la
noticia de la muerte de un hombre en circunstancias análogas, por lo que supuso
que era el sujeto que había intentado atacarlo.

M era hijo único de padres de edad avanzada, madre tierna, padre un poco
rígido. Sus prácticas masoquistas comenzaron tempranamente a la edad de 10
años, precocidad que según De M’ Uzan coincide con lo planteado por diversos
autores en relación al tema del masoquismo. En el colegio buscaba castigos
corporales y mostraba ya atracción por la orina. Fue sodomizado por un supervisor
y objeto de sevicias sexuales por parte de varios compañeros, que sin embargo
retrocedían, no osaban pasar directamente al acto, por ejemplo para atravesarle el
brazo con agujas. En los juegos sexuales adoptaba exclusivamente una posición
femenina, era la “joven pública” y eso lo satisfacía.
Se casa a la edad de 25 años, con una prima 10 años menor, que también
era masoquista, lo que de alguna manera parece asombrar al autor que afirma
que no se trataba de la clásica mujer cruel y autoritaria compañera del
masoquista.

Se infligen mutuamente algunas sevicias por “afecto mutuo”, durante los


primeros tres años de casados muestran una actividad sexual normal en paralelo
a las prácticas masoquistas. Este matrimonio dura 8 años, tiempo tras el cual M
enviuda, su esposa muere de tuberculosis, empero no se descarta que en su
muerte hayan participado otros factores directamente relacionados a la severidad
de su vida sexual, por ejemplo, esta esposa gustaba de ser crucificada. Las
prácticas sexuales por general incluían a otros partenaires, siempre hombres
sádicos.

De su matrimonio M tiene una hija. La muerte de su esposa lo afecta


terriblemente y cae en un estado depresivo, también contraer tuberculosis, pero se
cura luego de una internación de dos años. Las prácticas masoquistas
disminuyeron en ese tiempo, siendo retomadas con hombres. M se casa
nuevamente, ahora con una prostituta, este matrimonio termina en divorcio, ya que
las actividades ilegales de esta esposa lo podrían exponer a procesos judiciales,
cosa que M pretendía evitar. Dice además el analista “Deja entender por otra
parte, que le había chocado la falta de moral de su nueva compañera.” (de M’
Uzan, 1972, p. 17). Antes del divorcio, adoptan a una joven de 14 años que era
empleada en su casa. M tenía entonces 47 años y sus prácticas perversas cesan
por completo; se vuelca a la vida familiar, con su hija biológica mantiene vínculo
por medio de cartas; dirá de ella que no cree que sea masoquista, salvo que tuvo
10 hijos.

Maleval versus de M’ Uzan (y de M’ Uzan versus de M’ Uzan).


Para Michel de M’ Uzan, su caso no presenta dudas respecto al diagnóstico
estructural: perversión. Sus argumentos son múltiples, incluyendo el factor
constitucional, al modo de la vieja psiquiatría, en cierto pasaje del artículo
menciona que es indudable que el padre de M fue masoquista, lo era además la
prima con la que se casó, y se hace referencia en relación a este punto a la hija
biológica, es decir, se busca allí un dato.

Los fenomenales actos masoquistas son remitidos por el autor a la


estructura perversa, para de M’ Uzan solo un perverso es capaz de las sevicias y
actos de M. Sitúa tres elementos en el análisis del caso: la evolución del
masoquismo, el papel del dolor y las relaciones con los otros. En relación al primer
punto (el de la evolución) ya hemos indicado que la apoyatura en cierta bibliografía
le permitió afirmar que al igual que el resto de los masoquistas existía en M, una
aparición temprana de su perversión, en los tiempos infantiles. Respecto del dolor
dirá que es un elemento central ya que se encuentra ligado a la excitación sexual
y es un medio para el placer en este sujeto y dice: “De ahí la actitud característica
del masoquista que exige sin cesar a su acompañante un incremento de las
torturas. (…) en ese momento no teme nada más y es el sádico quien retrocede
ante el carácter extremo de la demanda: “en el último momento el sádico se
desinfla siempre.””(p. 19). De M’ Uzan se centra en un tema cuantitativo (siguiendo
a Freud), por eso insiste en la cuestión del incremento de las torturas.

Respecto de las relaciones con los otros, se destaca en el texto como M y


su mujer “eran ​realmente esclavos” (p. 21) de los amantes ocasionales. (La
cursiva me pertenece). Lo que denota alguna articulación con la tradicional idea
que liga masoquismo con pasividad, sin embargo bien señala el autor, en relación
a lo que plantea como la renuncia de la voluntad en M, que éste no resultaba mero
objeto pasivo de las sevicias ejercidas por otros, pasaba a la acción de forma
discreta, silenciosa diríamos, haciendo de su radical o excesivo renunciamiento
algo que en verdad (y secretamente) le permitía la iniciativa. De M’ Uzan no se
detiene demasiado en este hecho, que es empero, fundamental en el
masoquismo, y que hace de la dialéctica del amo y el esclavo una referencia
filosófica obligada en este asunto.

En función de distintos pasajes del texto podemos afirmar que allí donde de
M’ Uzan sitúa los elementos que lo llevan a pensar en esta estructura, allí es
donde la perversión no está, (como ejemplo el peso que el atribuye a lo
constitucional) mientras que aquellas cosas que le parecen una excepción o algo
inexplicable, que no cuadra, allí si se nota la perversión masoquista (por ejemplo
un partenaire no sádico).Una vez más la filosofía, en este caso Deleuze, nos
socorre, al subrayar suficientemente la no compatibilidad entre sádico y
masoquista, no hay pareja sadomasoquista, no hay relación sado-masoquista,
asumir tal ensamble perfecto es un fantasma neurótico que responde a negar una
negativa fundamental, que no hay relación sexual.

Volvamos a la propuesta de la que parte este trabajo. ¿Qué lectura hace


Maleval del caso?

Tomado desarrollos tardíos de Lacan, que corresponden al año 1976,


aproximadamente, es decir algunos años después de la publicación del caso de
Michel de M’ Uzan, Maleval fundamenta que el caso M corresponde a un
diagnóstico de psicosis y que su perversión tiene una función en esa estructura,
pero no es la estructura en juego. Establece un parangón con el análisis que
Lacan hace de Joyce, y el caso M. En términos de estructura la forclusión del
nombre del padre, presente en la psicosis, puede ser “remediada” (diría más bien
remendada, en términos de intento de sutura), por lo que se llama propiamente
una suplencia, en Joyce lo que ocupa ese lugar de suplencia sería la escritura.
Para Maleval la perversión de M, cumpliría el mismo papel que la escritura en
Joyce, es decir, sería suplencia en una estructura psicótica y afirma que
(…) la asociación de la estructura psicótica a prácticas perversas me
parece constituir un dato que la clínica permite constatar con
frecuencia, de la misma manera que la presencia de trastornos
psicosomáticos y la tendencia a escribir. Según mi experiencia,
cuando un sujeto psicótico se dirige a un analista y no hay
alucinaciones, ni delirio, es raro que no presente alguna de
estas tres características. Lo mismo ocurre con Joyce que
combina las tres. (Maleval, 1976, p 1)

Resulta interesante resaltar entonces que fenómeno psicosomático,


tendencia a escribir y prácticas perversas, pueden ocupar un lugar particular en la
psicosis, en especial cuando no hay alucinaciones o delirio.

Si bien el diagnóstico de estructura es diferente en los autores que estamos


trabajando, ambos le otorgan un lugar a lo psicosomático, de tan elemental
presencia en aquellos sujetos con fallas constitutivas tempranas. Dice de M’ Uzan
sobre el final de su texto:

El masoquismo erógeno puede ser considerado como un mecanismo


fisiológico ultra precoz (…) En cuanto al masoquismo
perverso del tipo presentado por nuestro sujeto, vería ahí la
reactivación de ese mecanismo arcaico con motivo de un
alcance de la integridad del ser psicosomático, de una
amenaza de despersonalización por la cual el sujeto está
expuesto a recaer en la primera indiferenciación de sus
límites. El masoquismo erógeno tiene entonces una función
de reconstrucción: recuperación de la integridad narcisística,
función por cierto aleatorea, pero en este caso probablemente
la única posible (…) La dimensión perversa, tanto como la
psicótica, debe volver a ser puesta en su lugar (…) (1972, p.
32)

La argumentación de de M’ Uzan que ubica al masoquismo como función


de reconstrucción, parece acercarlo a la idea de suplencia que permite cierta
estabilidad narcisística de la estructura. El autor por entonces no contaba con la
noción de suplencia, con la que sí cuenta Maleval. Al parecer para de M’ Uzan, la
dimensión perversa y la psicótica no se hallarían muy alejadas en lo referido a la
constitución, de forma que Maleval y de M’ Uzan tienen puntos en común en sus
argumentaciones, pero con resultados diferentes.

Entre otros argumentos plantados por Maleval para pensar en el


diagnóstico de psicosis en este caso encontramos una referencia, diríamos del
orden de la transferencia, menciona que la angustia que experimentó el analista
(que lo llevó a no continuar sus encuentros con M, por otra parte posibles y a
demorarse 10 años en poder escribir sobre el caso), esa angustia es un indicador
diagnóstico para pensar en psicosis, se basa en una referencia de Lacan que
dirigiéndose a los psiquiatras afirmó que es porque el loco es el hombre libre que
uds están en su presencia a justo título angustiados. (Nosotros podemos pensar
que lo mismo es válido para la perversión.)

Otras argumentaciones para hablar de psicosis, son la falla de lo imaginario,


evidenciada tanto en la puesta a distancia del cuerpo (lo que le permite a M,
soportar las extremas sevicias), como en la reducción a un objeto caído.
(Nuevamente es posible para nosotros ubicar allí al masoquismo perverso, donde
la identificación con el ​a como resto, como objeto caído, versión más descarnada
del desecho, es plena en M).
Un tema interesante lo constituye a su vez lo que se llama empuje a la
mujer, Maleval ve esta cuestión (que por ejemplo uds pueden recordar por
Scheber) en M, como objeto feminizado. Aquí podemos preguntarnos qué estatuto
darle a esa feminización… ¿es al modo en que ocurre en la psicosis? ¿o es una
maniobra más de la degradación masoquista?

Hay algo más a destacar y tiene que ver con el tema de las identificaciones
dice de M’ Uzan:

(…) las personas se confunden: él es como su mujer, su mujer es como


él, ella es su pariente, él es como sus padres. No son
identificaciones en sentido activo y diferenciado que toma el
proceso en las estructuras neuróticas, sino fenómenos
puramente reduplicativos. En estas condiciones, se concibe
que su personalidad se haya esencialmente estructurado por
fuera de la problemática edípica. (p. 25, 26)

Maleval, que también cita este párrafo se asombra del hecho de que de M’
Uzan siga insistiendo con el diagnóstico de perversión e ignorando la estructura
psicótica del sujeto, en particular luego de haber constatado la naturaleza
imaginaria y no simbólica de las identificaciones.

Conclusiones.

La importancia del diagnóstico estructural es inseparable de una dirección


posible para la cura. Sin embargo, el caso M, no constituyó propiamente una cura,
implicó sólo dos prolongadas entrevistas, que parecen haber dejado mayor efecto
en el analista, que en el sujeto en cuestión. M no se conmovió con el psicoanálisis,
los psicoanalistas se conmovieron con M, tal como lo atestiguan los debates que
despertó, los argumentos y contraargumentos, los intentos de corroboración
médica de su condición. Si como neuróticos solo podemos “soñar con la
perversión”, su aparición en la clínica de la manera más cruda, al estilo de M, deja
el impacto de lo “pesadillesco”, de un real que el carácter inevitablemente
simbólico de la teoría pretende bordear, acotar, en un intento de producción
conceptual; así avanza la teoría y la clínica.

En el trabajo he podido abordar de forma muy breve, diría simplemente


nombrar algunas consideraciones y argumentos que ponen el juego tanto de M’
Uzan como Maleval.

Los elementos que Maleval asila del caso son solventes para pensar en
psicosis, él mismo se asombra de que su colega - que es quien ha escuchado a M
- no se rinda ante las evidencias de la estructura psicótica. De M’ Uzan, por su
parte, presenta justificaciones un tanto más enmarañadas, su lectura permite
evocar esos largos procedimientos matemáticos que han encontrado el valor
​ ero en el camino han tomado desviaciones innecesarias, recurrido
correcto de ​x, p
a fórmulas inapropiadas y a equivalencias poco elegantes. Es ello lo que subyace
en el nombre que elegí para el aparado ​Maleval versus de M’ Uzan (y de M’ Uzan
versus de M’ Uzan)​, destaque allí que de M’ Uzan eleva a indicios de la estructura
perversa elementos que no lo son y a la inversa descuida o ubica como excepción
“detalles” clave de la perversión masoquista.

Bibliografía

Maleval, J-C. (1981/2007). Suplencia perversa en un sujeto psicótico. ​Ancla


Psicoanálisis y Psicopatología. Revista de la Cátedra II de Psicopatología
de la UBA, 1.
M’ Uzan, M. (1972/1991). Un caso de masoquismo perverso. Esbozo de una
teoría. ​Imago. Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, 14​, 13-32.
SEXUALIDAD Y MUERTE. EL LÍMITE DE LO SIMBÓLICO

Autor: Mg. Eduardo S. Sullivan

Mail: ​[email protected]

Resumen: Sexualidad y muerte, indican el límite del posible atrapamiento por la


palabra. El texto se propone encuadrar el concepto sexualidad y a lo que ello
remite en dos tiempos diferentes de la enseñanza lacaniana. Por un lado ligado a
la significación fálica y por otro a la función fálica. El intento de Lacan de avanzar
sobre el enigma de la sexualidad femenina que había dejado abierto Freud, le
permite progresar sobre las particularidades de la “lettre”, a partir de la
incorporación del vacío y de la lógica modal.

Palabras clave:​ Sexualidad- sexuación- vacío- contingencia- escritura

SEXUALIDAD Y MUERTE. EL LÍMITE DE LO SIMBÓLICO

1. Introducción

A partir de la introducción de la operatoria de la significación fálica el Sujeto


no sólo quedará ligado a la muerte sino a la eventualidad de serlo o tenerlo; lógica
divalente que en el contexto de la metáfora indica que la sexualidad es una nueva
condición que se anuda a la muerte, cuya traducción establece la ligazón
necesaria a la inscripción de la castración como condición de posibilidad. El
símbolo como tal surge a partir de una apuesta primera, donde se dirime la
eventualidad de que algo sea. Ese movimiento que rodea la presencia-ausencia
contiene en su centro a la falta.

La sexualidad queda amarrada desde la perspectiva del psicoanálisis al


reconocimiento de lo simbólico establecido por las marcas del Edipo y con ello la
asunción de la condición sexual como normativizada y regulada por el lenguaje. La
carencia de materialidad de lo simbólico hace de esa ausencia la existencia de
una no equivalencia: lo simbólico allí es pura diferencia.

2. Desarrollo

La historia de la subjetividad y de la sexualidad femenina se ha ido


abordando en forma gradual por el psicoanálisis. Lo femenino invita a la pregunta
por la singularidad de las inscripciones sexuadas en nuestra época.
Freudianamente lo femenino es un continente oscuro, arribando por esa razón a
un impasse que no le permite atravesarlo. El logro de Lacan es haber podido
avanzar sobre la “questión femenina” (pregunta), ¿qué quiere una mujer?; obtiene
una respuesta que deja de lado el enigma del ​Penisneid ​para ir en busca de una
inscripción significante, más allá de la condición biológica.

Se trata, entonces de posiciones discursivas. La doble perspectiva de la


mujer respecto del falo va anticipando paulatinamente aquello que luego va a
conceptualizar como “no hay relación sexual”, es decir que no existe un
complemento entre los lugares hombre-mujer. La diferencia de los sexos, es sin
duda, además, una diferencia histórica que nos convoca a pensar por qué las
mujeres han sido privadas de ciertos lugares. Este espacio de la mujer en la
historia nos permite también interrogar la diferencia de los sexos. No ha sido en
exclusividad un tema del psicoanálisis sino que se lo ha abordado también por
otros discursos.
a. La mujer y la verdad son inaccesibles.

El punto de vista de Lacan para afrontar este tema es introducir una


terceridad que permita salirse de las relaciones duales. Son estructuras que
contienen una falta como un cuarto elemento contenido en ellas. Esta interposición
de la falta entre los sexos es tomado de Hegel y de Heidegger. En las fórmulas de
la sexuación se aprecia la presencia del Փ como indicador de la imposibilidad de la
escritura del goce. Va a haber un pasaje en la obra lacaniana del falo como
significante al falo como función que habilita avanzar sobre la lógica divalente del
ser y tener y poder de este modo relacionar a lo femenino con la escritura, con la
“lettre”. El falo como función indica lo imposible de escribir. Ese agujero que deja
abierto esa imposibilidad deviene de la falta de objeto simbólico (privación) que
permite a su vez la creación de saberes que intentan rellenar con esa escritura. La
privación de la mujer es un hecho de estructura, pero como dijimos, además es un
problema político y cultural. Indica como tal la existencia de una economía política
en la distribución de los goces. Expresa la perplejidad frente a aquello que denota
la imposibilidad de atrapar el todo; la mujer despierta un interrogante porque no
queda atravesada únicamente por la lógica fálica.

Sexuación es un vocablo inventado por Lacan para poder pensar cómo se


producen las inscripciones sexuadas en relación a la diferencia y a los atributos.
Para poder cernir lo femenino debemos hacer lugar al equívoco, aquello que deja
entrever que no-todo puede decirse. La sustancia que se vislumbra así, establece
que ese ser femenino configura lo particular, radicado en otra naturaleza respecto
del goce que Lacan denominó suplementario. El advenimiento en el discurso de
algo que no puede decirse es lo que denominamos goce femenino. Es una
apertura hacia lo infinito, no hacia la atadura de un significante a otro significante.
Lo femenino como posición discursiva queda relacionado así con la locura y con la
muerte por ese carácter inconmensurable que toca lo imposible “lo que no cesa de
no inscribirse”.

b. Lógica y sexuación.

¿Sobre qué pilares está basada la última obra de Lacan?

El no-todo está indicando otra manera de pensar, introduciendo lógicas


disímiles de la aristotélica, donde aparece una concepción diferente a la de Freud
respecto del placer. Para Aristóteles placer y Bien quedan en polos opuestos, lo
que importa es la existencia de una energía que busca un fin, que algo se
produzca en los sentidos. El goce es una satisfacción muy primitiva relacionada al
cuerpo cuya búsqueda es autoerótica. A partir de esta lógica lacaniana que
mencionamos, los goces empiezan a tener existencia uno por uno y se delinea lo
que denomina el goce femenino.

El sexo, el saber y el sujeto como imposibles, sólo pueden ser abordados


desde la falta. Lo femenino, abre una pregunta, pone en jaque al psicoanálisis,
hace síntoma en relación a la imposibilidad de escritura. A partir de ​El Seminario
18 De un discurso que no fuera el del semblante pone en cuestión el lugar del que
sabe, relacionándolo al sexo como lo imposible de saber y el sujeto quedaría
conminado a la certeza de esa imposibilidad.

La sexualidad, entonces, hace límite a la posibilidad de saber y subvierte


todo orden lógico. De esa subversión se vale el discurso capitalista produciendo
una apertura desde la lógica fálica a la cuestión de género quedando vinculado a
la influencia de cómo el sujeto es visto culturalmente en relación a la presencia o
ausencia de los atributos sexuales.
Esta palabra sexuación -inventada por Lacan como dijimos- trata de hacer
contraste con aquello que venía planteando anteriormente para poder
conceptualizar las diferentes posiciones discursivas.

¿Qué le compete a un decir masculino y qué a un decir femenino? El punto


es escuchar cómo se enuncian los discursos más allá de la posición sexuada. Se
trata de atender otra cosa, no cómo hacen el amor los pacientes. La inscripción
sexuada es un hecho de lenguaje. Hay que distinguirlo de todo aquello que se
construye en relación al género porque responde a los ideales de la cultura de
cada época y en este sentido queda más cerca de pensarlo como una posición
fantasmática. La apariencia puede ser de hombre o mujer; como signo en sí no
nos dice nada, la singularidad sólo aparece respecto del goce. En ​El Seminario 20
Encore surge este goce diferente al goce fálico y desde ahí se cava el lugar para
lo femenino. Se trata de otro goce que no entra en la convención pero que otorga
la posibilidad de que algo se escriba (cesa de no escribirse); la contingencia queda
anudada a la indeterminación: puede que sí, puede que no.

¿Por qué una lógica? Insiste en la necesidad de escribir sin perturbación de


sentido, intentando una modalidad de relación que salga de lo anecdótico,
aspirando a llegar a la formulación máxima: que no todo se puede atrapar por el
discurso. Establece un punto de vacío y de imposibilidad que objeta la pregnancia
de lo imaginario. Este vacío cumple una función, no es la nada misma, indica que
el todo está mediado por la castración. La función fálica hace vacío y permite
nombrar algo que existe a partir de cómo está sostenido respecto de su posición
en los cuadrantes de las fórmulas.

La operatoria de la sexuación se puede armar sólo a partir del sustento que


otorga las consecuencias que introduce la negación de la función. La castración
revela la posibilidad de decir no, que no indica necesariamente callarse, sino
poder decir otra cosa o decirlo de otra manera. La negación abre al goce femenino
como no-todo y con él a la multiplicidad de sentidos que enclava el equívoco
significante.

El decir masculino, por su parte trata de dominar el todo. El encuentro con


el analista le confiere al sujeto la posibilidad de que se tropiece con el no-todo,
haciéndose evidente por ello, algo que no lo es. La contingencia es la que rompe
con el saber hacer de alguien; son hechos de palabras que se agrupan en
discursos. El decir permite introducir algo distintivo mediante la posibilidad de decir
que no. Hay personas que no pueden ingresar a esta lógica porque no pueden
decir que no. Esa condición que abre el no, radica en la emergencia de acotar el
goce, no de eliminarlo. Como sabemos gozamos por el sólo hecho de hablar.

3. Consideraciones finales.

Lacan se acerca a esta lógica despacio, no era suficiente la lógica divalente


del ser y tener para pensar lo femenino, tanto a Freud como a Lacan le llevan
muchos años poder conceptualizarlo. La primera parte de la obra de Lacan trabaja
el lado izquierdo del cuadro de la sexuación, indicando las condiciones de lo
universal. Luego de ​El Seminario 18 ​desarrolla lo particular. Lo imposible y lo
contingente: ningún ser hablante puede quedar fuera de la lógica de la castración
y la contingencia por su parte indica que ese encuentro puede ser una gran
posibilidad.

Lo que abre la lógica del no-todo, es que no-todo puede decirse. Ese lugar
de la causa (la ​causa sui​) le permite a su vez, a la mujer crear con nada. Todo
análisis debería atravesar un decir femenino, pudiendo escribir a partir de la
insistencia de aquello que no puede decirse ni escribirse.

Bibliografía:
Lacan, J. (1964). ​El Seminario de Jacques Lacan. Libro 12. Problemas cruciales
del psicoanálisis​. (Rodríguez Ponte, R. Trad.). Versión crítica para la
Escuela Freudiana de Buenos Aires.

Lacan, J. (2008). ​El Seminario de Jacques Lacan. Aun. Libro 20.​ (1ª Edición. 9ª
Reimpresión). (Rabinovich, D. Trad.). Buenos Aires: Paidós. (Trabajo original
publicado en 1975).

Lacan, J. (2009​). El Seminario de Jacques Lacan. Libro 18. De un discurso que no


fuera el del semblante. ​ (González, N. Trad.). Buenos Aires: Paidós. (Trabajo
original publicado en 2006).

Lacan, J. (2012). ​El Seminario de Jacques Lacan. …o peor.​ ​Libro 19. (​ Arenas, G.
trad.) Buenos Aires: Paidós.
PARTENAIRE DELIRANTE

Autor: Lic. Martín Nicolás Tarrero

Mail: ​[email protected]

Resumen: Solemos entender al amor articulado a la operación del Nombre del


Padre, la castración y el deseo. La estructura de las psicosis aparece como
deficitaria en cuanto a estas funciones, lo cual genera una particular dificultad a
la hora de pensar estos temas. Vanesa Baur, en su libro ''Figuras del amor en
las psicosis'', no retrocede frente a estos obstáculos y abre el juego a pensar
qué hay de posible en estos sujetos en lo referido al amor, afirmando un lugar
de enunciación y alejándose de la pretensión de buscar ideas totalizantes,
propuesta anti-segregativa en la que se rescata el “valor humano de las
psicosis”.

La noción de Figura habilita para este trabajo el recorte de una


experiencia clínica de mi residencia de pre-grado, en la cual se observa una
relación amorosa que participa en la estabilización del cuadro psicótico de un
sujeto. Las experiencias sexuales del mismo con su reciente pareja no
constituyen un encuentro con lo real del sexo, sino que ubica a su partenaire en
el lugar de i(a); posición idéntica a la que debería ocupar el analista en el
tratamiento de las psicosis, a los fines de acotar el goce del Otro no barrado.

Palabras clave​: Psicosis – Amor – Folie à deux - Sexualidades

Observaciones Clínicas.

El presente trabajo surge a partir de observaciones realizadas durante


mi residencia de pre-grado en el Hospital de Día de la Clínica de
Psicopatología del Mar durante el primer semestre de 2017. Este dispositivo
establece un régimen de semi-internación para sus pacientes, los cuales, en su
mayoría, presentan diagnóstico de psicosis. En tanto residente psicólogo se me
asignaron varios casos para que les realizara un seguimiento. Uno de ellos es
descrito a continuación:

Francisco, de 34 años de edad, posee diagnóstico presuntivo de


esquizofrenia paranoide. Vive con su hermana, cuñado y sobrinos. Su madre
murió cuando él tenía 13 años a causa de un ACV. No se trata de un paciente
que se me asignó desde un comienzo, sino que el mismo obtiene un reingreso
en el dispositivo del hospital del día a finales de marzo. Este paciente había
logrado el alta unos meses atrás y venía realizando tratamiento ambulatorio.

Francisco aparece un día “de visita” a sus ex compañeros. La directora


de la institución lo intercepta y decide hablar con él: “Las visitas de ex
pacientes a pacientes no se permiten”, aclara la directora. Francisco cuenta
algo de su problemática actual y relata: “Me estoy sintiendo mal, vengo a pedir
ayuda, no puedo con lo que me está pasando, la muerte de mi tía abuela hace
poco, la muerte de mi padre y hermano. Si no venía acá a pedir ayuda termino
alucinando y quedo internado”. Es así que la directora decide reingresarlo a la
institución, ya que el tratamiento ambulatorio venía resultando insuficiente
frente a su estado de urgencia subjetiva. Se le había indicado, en el marco de
su tratamiento ambulatorio, una reducción en la medicación que venía tomando
y que, según él, lo dejaba sensible y desvelaba. Se propuso entonces que la
psiquiatra de la institución revisara el esquema psicofarmacológico y se me
asignó el seguimiento del caso.

Desde entonces Francisco comienza a asistir nuevamente al dispositivo


del hospital de día. En las charlas que tengo a solas con él aparece el llanto
con respecto a la muerte de su padre unos años atrás. Me dice “nunca lo voy a
poder superar”. Se trataba de un padre ausente durante los primeros veinte
años de su vida y que recompondría la relación con su hijo una vez radicado
definitivamente en Mar del Plata.

Tanto en la psicoterapia individual como grupal Francisco menciona


aspectos de su vida que no coinciden con la realidad objetiva: Dice tener una
mujer, la cual es contadora y posee una flota de camiones con los cuales sale a
hacer repartos los fines de semana trabajando como camionero. Dicho oficio lo
heredó de su padre y hermano, a quienes les atribuye dotes de seducción con
las mujeres y haber tenido distintas parejas a lo largo y ancho del país.

Su mujer viene a decirle, además, que tiene un hijo de él de tres años.


Francisco cuenta que intenta convivir con su nueva familia pero la relación no
funciona y por ello vuelve a vivir con su hermana. Francisco muestra la foto de
fondo de pantalla de su celular en la que se encuentra un niño, refiriendo ser su
hijo.

Luego de algunas semanas algunas cosas cambiaron. Empezó una


relación con una paciente del lugar llamada Viviana, con la cual hablan de
cosas íntimas y salen a pasear los fines de semana. Paralelamente a que se va
construyendo esta relación, Francisco dice que su mujer lo dejó y que el hijo
que tenían juntos “al final no era de él”, con lo cual ese era “un tema ya
resuelto”. Dice no hacer más los repartos en camión y en su lugar habla de su
trabajo de trapito en la calle, labor que cumple y le permite ganar algún dinero,
el cual administra para poder salir los domingos con Viviana. La foto del niño de
su celular resultó ser de su sobrino (sin que él lo admitiese) y fue reemplazada
por una selfie que se sacó con Viviana. Sus intereses se agotan sobre la figura
de esta última.: “No me interesa pasar mi cumpleaños con nadie, sólo quiero
guardar plata para verme con ella”.

En el espacio de psicoterapia grupal menciona que su ex mujer vendió la


flota de camiones y que a través de un abogado pudo cobrar el 50% de la
venta que le correspondía. Estaríamos hablando de mucho de dinero.

Este delirio fantasioso es clave para entender el vínculo que estableció


con Viviana. En la trama de su delirio aparece como un hombre portador de
grandes bienes y con la experiencia de un pasado amoroso en su haber. Es
todo lo que Francisco viene desplegando e indudablemente esta figura potente
sedujo a su compañera de hospital.
La realidad empezó a chocar con esta construcción: Un día Viviana
pierde su bicicleta y le pide a Francisco 1000$ para poder comprarse una
nueva. Francisco le dice que no tiene el dinero, con lo cual termina llorando y
pidiéndole perdón. En una charla a solas con él abordamos el tema: Francisco
dice tener mucho dinero, pero como aún tiene camiones trabajando bajo su
dirección necesita de ese capital para poder pagarle a los choferes, pagar el
gasoil, etc., por lo tanto, le resultaba imposible darle los 1000$ a Viviana. Su
postura frente a este punto parece infranqueable, aportando elementos ad hoc
a su discurso para poder sostenerlo lógicamente.

En cuanto a sus encuentros sexuales, Francisco me comenta: “Fuimos a


un telo, pero el amigo no funcionó”. A la vez que advierte: “No voy a hacer
como Barrios (ex paciente del Hospital de Día), que dejó la medicación para
poder ponerla y terminó internado”. Sus problemas de erección y la dificultad
para establecer el coito no evitaron que estos encuentros busquen repetirse.

Por su parte, la paciente Viviana es considerada por los profesionales


tratantes como la que tiene más recursos dentro de los pacientes del hospital:
Maneja un discurso coherente, mantiene hábitos higiénicos, genera amores y
odios en sus compañeros a través del despliegue de su personalidad. Tiene un
diagnóstico de psicosis maniaco-depresiva, el cual no deja de ser cuestionado
por los profesionales tratantes a partir de conceptos como “psicosis ordinaria”,
“locura histérica”, “psicosis con uso histérico de sus síntomas”.

El conjunto de profesionales tratantes se preguntaba por ese entonces:


¿Qué hace Viviana saliendo con Francisco? Esta pregunta, lejos de intentar ser
respondida por quienes la enunciaban, iba acompañada de la presunción de
que la relación que mantenían representaba un retroceso en la evolución de su
cuadro, en tanto se alejaba del principio de realidad al creer en la realidad del
delirio de Francisco.

Una figura del amor.


Es común entender al amor articulado a la operación del Nombre del
Padre, la castración y el deseo. “Dar lo que no se tiene” remite inevitablemente
al concepto de falta. La estructura de las psicosis aparece como deficitaria en
cuanto a estas funciones, lo cual genera una particular dificultad a la hora de
pensar estos temas. Vanesa Baur, en su libro “Figuras del amor en las
psicosis” (2016), no retrocede frente a estos obstáculos y abre el juego a
pensar qué hay de posible en estos sujetos en lo referido al amor, afirmando un
lugar de enunciación y alejándose de la pretensión de buscar ideas
totalizantes, propuesta anti-segregativa en la que se rescata el “valor humano
de las psicosis”.

La noción de Figura habilita el recorte de esta experiencia clínica, en la


cual se observa una relación amorosa que participa de la estabilización del
cuadro psicótico de uno de los sujetos. “El amor participa de la estabilidad
como del desencadenamiento; tanto puede ser amor de pareja como
erotomanía, platonismo, amor que enloquece o amor que pareciera sanar”
(Baur, V., pp. 19, 2016)​.

Las experiencias sexuales de este paciente con su nueva pareja no


constituyen un encuentro con lo real del sexo, sino que ubica a su partenaire en
el lugar de i(a); posición idéntica a la que debería ocupar el analista en el
tratamiento de las psicosis, a los fines de acotar el goce del Otro no barrado.

Llegado a este punto surgen los interrogantes ¿El delirio hace pareja?
¿Qué beneficios obtienen cada una de las partes con esta relación? Estos
interrogantes son abordados teóricamente por Baur en “Figuras del amor” y
resultan de interés para pensar este caso en particular. Para avanzar en este
camino es necesario considerar el concepto de folie à deux (locura de a dos) y
preguntarnos si se corresponde con la vivencia romántica de estos sujetos​.

¿Folie á deux?
La folie à deux surge en el discurso psiquiátrico a finales del siglo XIX.
Lasegue y Falret (1877) coinciden en plantear que se trata de un delirio
compartido pero de modo asimétrico por cada uno de los participantes. El
delirante principal “r​ eúne las características de un enfermo mental que trata su
síntoma psicótico por medio de un delirio, elaborado en torno de una certeza
autorreferencial irreductible” (Lasegue y Falret, 1877). El partenaire delirante,
en cambio, no posee la certeza autorreferencial del delirante principal, sino que
adopta el delirio de éste movido por un interés personal, acomodando su
credibilidad frente a los otros.

Pensando este caso como una folie à deux podemos situar a Francisco
como el delirante principal de la pareja. Su delirio fantasioso viene a
recomponer la relación con el mundo y sus objetos, constituyendo un
tratamiento de los retornos de lo real por medio de una metáfora de suplencia
del Nombre del Padre forcluido (Soler, C. ,1989).

Del lado del partenaire delirante ubicamos a Viviana, impulsada por el


interés que le suscita la trama del delirio pero no siendo afectada por los
mecanismos que lo constituyen, es decir, no estando al nivel del fenómeno
elemental. El delirante secundario “sólo consiente en este juego de la locura de
a dos si la historia le interesa personalmente y su inteligencia no se rebela”
​ u lugar es de participación en el
(Vialet - Bine, G. y Coriat, A., pp. 241, 2000). S
sostenimiento del delirio, aun habiendo claros indicios del carácter irreal del
mismo.

Alomo y Lombardi (2013) utilizan las nociones de beneficio primario y


beneficio secundario para hacer una lectura psicoanalítica de la folie à deux.
Estos conceptos son originalmente referidos al síntoma neurótico por Freud.
Allí se emplea un uso análogo pero estableciendo algunas precisiones:

El beneficio primario corresponde al síntoma, y lo referiremos aquí al


síntoma psicótico. Éste se ve reflejado en el extrañamiento de la realidad
propio de dicho fenómeno y en la exclusión del lazo social, puesto de
manifiesto entre otros modos en el rechazo del orden discursivo.

La posición del partenaire, el delirante secundario, el encargado de


adecuar el delirio a las condiciones de algún discurso establecido, aunque sea
malamente, es otra. Éste, por lo general, sí parece estar orientado por la
significación fálica en el plano de la realidad. Movido por su interés, aunque no
tenga la convicción proveniente de la certeza autorreferencial que anima al
delirante principal, adopta el delirio y lo difunde, de modo tal que al menos
durante algún tiempo y en ciertos contextos, puede llegar a ser creído por
algunos otros (Alomo, M. y Lombardi, G., pp. 6, 2013​).

Comentarios finales.

Luego de pasado un año del registro de estas experiencias, me anoticio


a través de residentes actuales que esta pareja continúa su relación. La
experiencia del amor, entendida como vínculo en donde se juega la intimidad y
la sexualidad, pareciera estar sostenida en este caso por la locura de dos. Esta
experiencia forma parte de la estabilización del cuadro psicótico y constituye
una tentativa de lazo social del sujeto en cuestión:

La alucinación, el delirio y el arte son tentativas espontáneas de cura


promovidas por el sujeto de la esquizofrenia (...) Todas las manifestaciones
consideradas patológicas del esquizofrénico son intentos de reestablecer el
vínculo con los otros o, según Freud, con los objetos. (...) En otro sentido, son
tentativas de hacer lazo social: el delirio puede llegar a inventar un otro del
amor, del cual el sujeto se enamora​ (​ Quinet, A., pp. 64-65, 2006).

Hablar de “Sexualidades” me lleva inmediatamente a pensar en


multiplicidad de prácticas e identidades en torno a lo sexual. En este caso, se
hizo referencia a sexualidades que quedan por fuera de la significación fálica.
Desde este lugar radica el interés en dar cuenta de estas observaciones, donde
se busca hacer lugar a lo diverso, interpelando nuestros marcos de referencia y
alcances teóricos.

Bibliografía

ALOMO, M. y LOMBARDI, G. (2013) “Observaciones clínicas sobre la folie à


deux” en Revista Diagnosis N°10 segundo semestre 2013, Fundación
PROSAM

BAUR, V. (2016) “Figuras del amor en las psicosis” Buenos Aires, Letra Viva,
2016

LASÉGUE, Ch. y FALRET, J. (1877): “La folie à deux”. En J. C. Stagnaro


(comp.): Alucinar y delirar, Tomo I. Buenos Aires: Polemos, pp. 43 – 78, 1998

QUINET, A. (2006) “Psicosis y lazo social: Esquizofrenia, paranoia” Buenos


Aires, Letra Viva, 2016

SOLER, C. (1989): “Estudios sobre las psicosis”. Buenos Aires, Manantial, pp.
15-31, 1989.

VIALET-BINE, G. Y CORIAT, A. (2000) “Un caso de Jacques Lacan: Las


hermanas Papin o la locura de a dos”. En: Nasio, J. D. (comp.): Los más
famosos casos de psicosis, Buenos Aires, Paidós, 2000.
SEXO PLURAL - CLÍNIC@ SINGULAR, UNA POLÍTICA DEL QUIASMO

Autor: Lic. Leonardo Vera

Mail: ​[email protected]

“Sin embargo, si se percibe que una paranoia lograda aparecería igualmente como la
clausura de la ciencia, si fuese el psicoanálisis el que estuviese llamado a representar
esa función; si por otra parte se reconoce que el psicoanálisis es esencialmente lo que
reintroduce en la consideración científica el Nombre-del-Padre, vuelve a encontrarse aquí
el mismo callejón sin salida aparente, pero se tiene la impresión de que de este callejón
sin salida mismo se progresa, y que puede verse desanudarse en algún sitio el ​quiasmo
que parece obstaculizarlo”.

Jacques Lacan, La ciencia y la verdad.

Argumentos

El quiasmo como figura de la retórica es un paralelismo cruzado de cuatro términos


que contiene una repetición entre el sustantivo y el adjetivo que se permutan en cruz. De
​ x. Ejemplo: “Se le puede quitar un derecho a un hombre, pero no se
la letra griega ​chi=
puede quitar al hombre del derecho”. Irónico sobre el significante “hombre”, en tanto no
puede sustituirse a humano.

El plural de nuestro título supone que la clínica de lo singular no va sin una reflexión
sobre las sexualidades… pero ¿Hay una clínica de la sexualidad, y por extensión de las
sexualidades, en plural? Antes bien, diremos que no hay una política para la clínica
psicoanalítica sin desanudar este quiasmo. Solidario de la clausura de la ciencia y la
sutura del sujeto.
La respuesta del psicoanálisis en la orientación de Jacques Lacan es diferenciar, entre
sexualidad y sexuación y no sólo entre lo sexual y las sexualidades (dónde sexuación (1)
quiere decir elección de sexo). Para Sigmund Freud si de “sexualidades” se trata, hay
dos: la perversa y la normal (2). Primero somos perversos, luego existe una elección más
o menos sintomática. La partición se producirá ante la ausencia de objeto y su búsqueda
correlativa vía identificación: la única forma de reorientar en el aparato aquello que
recubre su falta. Proceso que encuentra su límite en la imposibilidad de alcanzar la
identidad, identidad de percepción.

A fines del siglo XIX Freud creaba el psicoanálisis y la psiquiatría inventaba la


perversión. De las dos estructuras clínicas refractarias a la transferencia (perversión y
psicosis) solo la primera operó de tercero excluido, visibilizando en la transitividad el
continuismo clínico actual neurosis-psicosis, que disloca las categorías y transforma las
clases. Efectivamente el psicoanálisis triunfó donde la política y la psiquiatría fracasaban.
Esta última, por no contar con el argumento de la transferencia, se refugió en las
estadísticas (dado que nunca pudo abandonar del todo la etiología de la degeneración y
hoy se las rebusca como puede en su casamiento químico con la neurofisiología del
cerebro). Por su parte el psicoanálisis franquea el estructuralismo que dura lo que dura. Y
da paso a un psicoanálisis blando, que emprende la reconquista de su campo con el
últimísimo​ Lacan.

Pero la novedad de las sexualidades disidentes comenzaron a manifestarse ya en el


siglo XVIII cuando la Revolución Industrial instituye la “neutralidad sexual” que convenía
al trabajo indiferenciado que redistribuye las clases según los géneros
masculino/femenino del que nació la familia nuclear y la pareja reproductiva, aplastando
al amor (que nada tiene de neutral, ni natural). Pero el amor, el amor en sentido amplio…
se emancipó y se hizo revolucionario de la mano del joven Marx, que lo consideraba una
de las vías del ascenso social (y no una alienación) como lo explicita en ​La sagrada
familia o Crítica a la crítica-crítica (3). Lo contrario será denostado por él y atribuido a una
izquierda pretendidamente lúcida. Sobre todo en Occidente, que por carecer de prácticas
instituidas de iniciación sexual (saber del mejor placer), se embarcó en la búsqueda de un
conocimiento sobre la sexualidad a la manera de la ciencia. La Cosa tomo vuelo con lo
del inconsciente, que atravesó como pudo las dos grandes guerras y sobrevivió en EEUU
donde se volvió adaptacionista y reaccionario. Lo cierto que entre las respuestas
epistémicas más progresistas encontramos a ​John Money​, psicólogo y médico
neozelandés, emigrado a Estados Unidos, especializado en sexología e identidad sexual,
quien en 1955 pasó a definir masculino y femenino desde lo cultural, es decir; más allá de
las diferencias biológicas. Rebautizando en términos fenomenológicos al «género» como
aquello independiente del sexo. Posteriormente, ​Robert Stoller introdujo la distinción
sexo/género buscando un concepto que pueda diagnosticar a quienes teniendo un
cuerpo de hombre se sentían mujer, introduciendo el término «identidad de género». Así
en su libro ​Sexo y género​, de 1968 distingue entre “sexo” ligado a lo biológico y “género”
ligado a la convicción subjetiva. Lacan lo cita en 1971 como transexualista, destacando
aquello que ya “…aprenderemos” (nos dice): “lo inoperante de la dialéctica familiar para
pensar el deseo…” y el desconocimiento del autor sobre el mecanismo de las psicosis, la
forclusion lacaniana.

A fines del ´70, los estudios de género se extendieron a las letras junto con el
feminismo académico anglosajón, y se profundizó la oposición sexo/género, que como
instrumento para el análisis de las estructuras sociales tiene el objeto de distinguir entre
la biología y lo social; el discurso de género va a utilizarse para demostrar que los
comportamientos, los hábitos, lo femenino y lo masculino, que pasan a ser
construcciones sociales/culturales carentes de cualquier tipo de ontología. Concepción
que avanza amplificada con ​Judith Butler​.

Resumamos entonces en tres autores, los tres argumentos: el primero instituye la


noción de género, pero no puede pensarlo prescindiendo de la diferencia sexual
biológica. Esto se aplica también al primer feminismo. El segundo, contrario al anterior,
plantea al género como una construcción socio-cultural independiente de la diferencia
sexual. Esta posición abre a una multiplicidad de posiciones posibles y lleva a cuestionar
al género como categoría, abriendo la vía de una tercera posición: La izquierda
deconstructivista y performativa del género de Judith Butler, referente de la ​Queer
Theory.​ Partiendo del rechazo al binario hombre-mujer, cuestiona la identidad de género,
proponiendo en su lugar la idea de ​transgénero:​ multiplicidad de rasgos y modalidades
que rechazan el ordenamiento del “dispositivo de la sexualidad”, término de Michel
Foucault (4). Para Butler, el sexo no puede ser pensado como anterior al género sino que
es desde el género que piensa al sexo como natural. Género, será el resultado de una
disputa, un modo de funcionamiento consecuencia del performativo lingüístico. La
identidad de género entonces, ya no será una experiencia sino un ideal regulatorio y
normativo. Un artificio, una ilusión discursiva para regular la sexualidad en el marco de la
heterosexualidad reproductiva (5). La política que se desprende de la Queer Theory, toma
consistencia al desexualizar los cuerpos, desnaturalizar los sexos, promover la parodia de
las identidades hombre-mujer, y exponer su artificialidad en rasgos que nosotros
llamamos modalidades de goce. Butler eyecta su “X”: su quiasmo expulsa la ilusión del
complemento, llevando la proporción levistrosiana (antropológica al fin) del sexo,
diciendo: “...el «sexo» es a Ia naturaleza o a «lo crudo», lo que el género es a la cultura o
a «lo cocido».” (6). Efectivamente no nos esperaron para sentarnos en su mesa. Ya sea
porque tenemos nuestras costumbres, o porque nos lo comimos, y lo estamos digiriendo,
dado que; si bien entre nosotros los temas de la sexualidad no son tabú, algunas
reflexiones universitarias hicieron del ​Más allá del principio del placer una “moral de la
naturaleza humana” que se termina, antes de acabar en la pulsión de muerte. Erótica
funeraria que con ese estilo de catacumba, pretendió dar así autoridad académica al
psicoanálisis. El imperio del goce, rebautizado como la ciencia de lo real, de lo real
lacaniano. Es el precio pagado por ignorar la relación entre la política (la policía) (7) y la
moral.

Hoy por Jorge Alemán (8) y otros, tratamos de entender por qué la “subjetividad” es
uno de los nombres privilegiados de la política y por qué entonces el sujeto del
inconsciente no es un defecto de discurso... (y tampoco es sólo un efecto). Es el
inconsciente objeto (un inconsciente saber sin sujeto, más próximo a lo real, al misterio
del cuerpo hablante). Si en su estatuto de objeto del saber, el inconsciente todavía no es
una pieza de museo es porque hay el inconsciente real. Es esto lo que es puesto de
relieve por Jacques-Allan Miller cuando rescata de la indiferencia la expresión de Lacan:
“inconsciente político”. Expresión que está en el nudo del problema, ya que tiene su
origen en la torsión que Freud realiza de la sentencia, que Napoleón dirige a Goethe: “La
anotomía es el destino”. Sentencia que es el reproche que el emperador le formula al
​ or el destino dado al joven protagonista... En realidad
autor de ​El joven Werther p
sabemos que en realidad le dijo: “La política, he ahí el destino!”. Frase de la que Freud
realiza una transliteración o interpretación desde el receptor, diríamos hoy. Nos lo dice así
“La anatomía es el destino” no sin razón. De allí que la expresión de Lacan “el
inconsciente es la política”, irá más allá de los dos destinos... Más allá de lo
anatomo-político, diríamos haciendo una retroconversión. O mejor dicho, como se dice
ahora, yendo más allá de la biopolítica. La raíz del problema está en que la relación
Lacan-Foucault, se cargó de implicaciones y operaciones tácitas, malentendidos sin
dilucidar. Hasta el punto que muchos autores foucaultianos se vuelven contra Lacan con
argumentos lacanianos, lo sepan o no! (Butler incluida). El estallido foucaultiano que
Miller supo describir, es que a través de la táctica de “hablar de sexo”, Foucault se
encontró con algo “transhistórico”, lo real del sexo, que como nunca se historiza sino que
nos histeriza, hace posible todas las historias. Es por eso que el debate sobre:
“esencialismo-deconstrucción-construccionismo” debe ser retomado en sus fundamentos
y no sólo en sus consecuencias, pues dicho debate encubre una cuestión determinante;
la elección entre el nominalismo histórico o el realismo lacaniano. Insistamos: para los
foucaultianos es el poder y no el lenguaje el que causa el sujeto. En cambio, la
subjetivación analítica ensaya una respuesta de subversión por resignificación (algunos
hablan de ​resignación como volver signar y designar) o al menos de un resistencia
distinta de la sujeción, en el acto.

Políticas

Sucede que el nuevo debate cultural (nuevo de hace 60 años) que hoy se reabre entre
nosotros, puso en función conceptos muy caros al último Lacan: elección del sexo, no
complementariedad-relación sexual, el carácter cultural del género (identificatorio y no
biológico), la contingencia del encuentro, la inexistencia de La mujer, la verdad ligada al
goce, el goce mismo como semblante, etc. Conceptos que sin pedirle permiso al Amo
bajaron a la calle. Pero atención, porque entre ellos el acento esta puesto en la dimensión
social del sexo, desconociendo lo asocial del goce y su real. Avanzan sí, pero pagando el
costo de desarticular lo corrosivo de la noticia: “No hay relación sexual”, desligándola de
la dimensión de síntoma. Justamente del síntoma: último refugio del sentido por el cual el
hablante-ser se desorienta y que sólo el psicoanálisis cierne. Avanzan? Avanzan. Pero
cómo? Como si aquello que está en el fundamento de la no-relación-sexual, no tuviera
nada que ver con la locura…

Es la vía del ​katapugon aquel vocablo de la antigua Grecia, que Jean Allouch
redescubre como la función agujero de lo sexual. Y que se ha traducido como vergüenza
(desvergüenza, humillación, sumisión, etc.) en ​Para introducir el sexo del amo (9). Si es
por este autor, debemos aceptar que ya es tarde para la verdad, y más aún para la
verdad sobre el sexo (…ya era tarde a fines de los ‘90…). Y que debíamos ponernos a
constatar cierto fracaso material, de la sexualidad en el campo freudiano.

Pueden estudiar con Jean Allouch “las teorías del coger” (10) en Lacan, toda esa
opacidad donde se constata que el Sado/Masoquismo, por ejemplo, no tiene nada que
ver con el dolor, ni con la perversión, sino con la sumisión, o interrogarnos sobre la
existencia del orgasmo anal, la excitación uretral y sutilezas por el estilo. Por el contrario,
nosotros entendimos que la vía de reducir el psicoanálisis a un dominio, a un coto de
caza en erotología, carece de perspectiva científica. Del mismo modo que la vía que hace
alianza con la psiquiatría -y algunos psico- con las llamadas neurociencias, es una
ceguera política... Pero atención, la nuestra sería seguir sosteniendo la indiferencia
política (aquella que elogiaba Lacan en Freud) por fuera de la institución psicoanalítica.
Por fortuna –y por Jorge Alemán- hemos aprendido de los callejones sin salida por los
que se avanza tras abandonar la neutralidad política. Aquella indiferencia sólo la
encontraremos hoy en el acto del médico cuando realiza la cirugía sobre un cuerpo
órgano a-sexuado, y en la sanción nominalista del discurso jurídico. Por su parte el otro al
que se dirige el transexualista lo sostiene en el fiasco de su exsexo (11), y en sus intentos
fallidos por desalojar lo singular por la vía de lo sexual.

Clínica y ética

Por el Observatorio de Género y Biopolítica de la Escuela Una (12) sabemos: que de


las 20 demandas de reasignación de sexo en nuestro país y los 14 casos derivados y
analizados, que a excepción de uno, el resto confirman las psicosis. De los tres niños
observados, dos son niños y una niña, originalmente. Los tres son diagnosticados como
psicosis. Una de ellas comienza tratamiento a los 3 años, y los otros dos a los 8 años.
Dos de los casos presentan lo que François Ansermet llama una “certeza temprana”, es
decir la certeza inicial de ser del otro sexo. Lo determinante en los tres casos es el
encuentro de un real con ​lalengua​, en tanto condición de goce y modo de habitar las
identificaciones.
Ahora bien, retomando nuestros argumentos: ¿No está presente desde el comienzo de
la formalización lacaniana, en los esquemas, grafos, fórmulas, la impronta: desexualizar?
Efectivamente no hay clínica sexual. Existe una clínica irónica de los inclasificables, una
clínica borrosa o borronea del sinthome, otras de la errancia y del yerro, pero todas
llaman a la prudencia cuando las metáforas se extinguen y buscan anclaje (ver: ​Ser loco
sin estar loco​ de Emilio Vaschetto).

En este sentido, una clínica acorde a nuestra ética pero que responda a la dislocación
actual -donde las fronteras se borran- deberá considerar la vida pulsional (13), a partir de
abrir una distancia entre los ideales sociales y la singularidad de cada uno, dando lugar a
aquello por lo que alguien podría extraerse de un colectivo, posibilitando una nueva
nominación, una nominación por el ​sínthoma.​ En tal sentido es que seguimos la
propuesta de Enrique Acuña (14) quien recomienda leer una intervención de Jacques
Lacan de 1975 ​El placer y la regla fundamental,​ (15) donde éste interviene para
diferenciar lo singular de lo particular. Lo particular se define por cómo cae del universal
(etimología de casus, caras de un dado que cae). Es algo simbólico lo que está en lo real
del síntoma, ese real del síntoma se alcanza por la regla fundamental, ese real no es un
destino inevitable, ese es un límite a forzar para hacer aparecer la buena hora, la
oportunidad de desprenderse de ese real, haciéndolo pasar por el buen agujero. Y nos
propone esta grilla para ordenar nuestros ejemplos clínicos:

Universal -------- Estructura - realismo - IMAGINARIO


(lenguaje-discuntinuo)

Particular ------- Síntoma - nominalismo - SIMBOLICO


(anudamiento-continuo)

Singular --------- Goce - destino - REAL (x)

El problema sin resolver es lo singular, elemento real –no decidido- resultado de la


operación del sentido, e interrogarnos por cómo alojamos a esta “X” no clasificable.

Testimonios

Para terminar me interesaría comentar a modo de ejemplo tres testimonios, dos tienen
la forma de libro y una poesía. Situados del lado izquierdo en las fórmulas de la
sexuación. Porque considero que es la perspectiva menos comentada. El libro: ​Machos,
sin ánimo de ofender​, testimonio de Franco La Cecla (16). Como se ve antepone desde
su título un pedido de disculpas que parece imponerse, ya que el tema “macho” tampoco
se lo tolera bien. Dice: “Hay una angustia masculina frente a la necesidad de demostrar
que se es macho” (...) [ya que] “Nunca se es lo suficientemente macho y no siéndolo se
es peligrosamente, no macho… La ostentación de masculinidad, la masculinidad como
prueba, se sitúa del lado de una vergüenza que hay que superar. Como si la
masculinidad fuese una respuesta poco connotada que corre el peligro de caer no sólo en
la vaguedad sino en el mundo de las madres. Por eso los hombres deben aislarse juntos,
y estar con otros hombres”. –Nos dice también, que “el hombre tiene un sexo invisible, de
ahí que no le ha sido reservada ninguna cultura del espejo. Es como si el cuerpo del
macho no estuviera hecho para ser mostrado”. Sin embargo el cuerpo masculino en su
invisibilidad, soporta lo femenino. Por el contrario si se muestra, deberá hacerlo como
“des-agraciado”, desgraciado... y hace el juego de palabras. La Cecla cita a Lacan en ​La
significación del falo para señalar que la demostración de virilidad deviene por si misma
femenina. La virilidad, que como cualidad variable se define por la presencia de
caracteres acentuadamente masculinos dan a la masculinidad un carácter virtual. Se
puede ser hombre y no ser viril. Ser varón y “no tener huevos” como se dice. El libro
revisa épocas y culturas que muestran cómo el ideal de masculinidad deja en evidencia
su inadecuación en todas las culturas. Lo ​viril​, es llamado a contener el étimo ​vir, (valor)
​ e presta a la relación etimológica con virtus,​ pero justamente
que comparte con virtud. S
también con ​virtualis.​ Destaquemos su homenaje a Ivan Ilich que vale aquí también, por
haberse anticipado a muchas de las discusiones actuales.

El segundo testimonio es ​Mi análisis con Freud,​ de Joseph Wortis (17) en donde quien
testimonia sin saberlo es Sigmund Freud, quien soltando buena parte de sus prejuicios,
nos dice algo que está más allá de las objeciones, y de la insistencia del estudiante
resistente. Aclaremos que Wortis es un comunista norteamericano (hijo de padres rusos
exiliados) que viaja en 1927 a Europa para conocer a Havelock Ellis y Adolf Meyer, un
año antes del segundo congreso de la Liga Mundial para la Reforma Sexual sobre Bases
Científicas. En 1932, cuando Wortis vuelve a Europa éstos le ofrecen una beca para
investigar la homosexualidad en Freud, y acepta. El dinero de la beca solo le cubrirá
cuatro meses de análisis, en una misión que más que un análisis fracasado, es un
espionaje controlado. A pesar de los esfuerzos denodados del autor (y del libro como
artefacto) comunista, para denostar a Freud, decimos que fracasa. Porque Freud se hace
oír más allá de los buenos modales y recatos políticamente correctos, su decir nos brinda
de nuevo su posición singularísima. Comenta Wortis: “Expresó que el término de
Hirschfeld [travestismo] no era feliz, que los casos a su entender eran homosexuales. El
travestismo masculino, dijo, constituía una indicación de que inclusive los homosexuales
preferían signos de femineidad en los hombres que elegían –una prueba más de que la
homosexualidad rara vez era cabal. “Pero no existen reglas [agregó], y no se puede
catalogar a todos los casos en la misma ​clase.​ ” [las bastardillas son nuestras] (p.128).

Otro ejemplo, Wortis infiere de la hipótesis freudiana de la bisexualidad “la


conveniencia de tornarnos bisexuales en nuestras actividades; [y que] quizás fuera
deseable una reforma en esa dirección. Freud manifestó desacuerdo: “No sería práctico.
No se puede dar libre salida a los impulsos. Hay que mantenerlos en control, sin
reprimirlos; el hecho de que los mantengamos bajo control no conduce a las neurosis, en
el peor de los casos, únicamente al descontento.” (…) “-Pero [objeta Wortis] por qué
controlar un impulso que a nadie perjudica y que lleva a una relación puramente privada
entre dos individuos?” “Eso jamás resultaría,” aseguró Freud. “Cómo conservar la
disciplina en un ejército, por ejemplo, si los oficiales estuvieran enamorándose
continuamente de los soldados o entre sí?” (p.92). Los golpes de humor de Freud se
reparten junto con su furia, cuando localiza la posición inanalizable del norteamericano.

Y el tercer ejemplo es poético. Es una canción de Moris del ‘70 muy conocida:
Escúchame entre el ruido (18). Que bien podría sonar como música de fondo de mi
trabajo a modo de cierre, y que les dejo como deber para la casa.

1) Ver.: Sexuación. p. 309. Dominique Laurent, ​Las psicosis ordinarias y las otras
bajo transferencia.​ ​Scilicet​ Ed. Grama 2018.
2) "Desde este punto de vista no existe entre la sexualidad normal y la perversa otra
diferencia que la de las tendencias parciales respectivamente dominantes,
diferencia que trae consigo la de los fines sexuales. Puede decirse que tanto en
una como en otra existe una tiranía bien organizada, siendo únicamente distinto el
partido que la ejerce. Por el contrario, la sexualidad infantil, considerada en
conjunto, no presenta ni centralización ni organización, pues todas las tendencias
parciales gozan de iguales derechos y cada una busca el goce por su propia
cuenta. Tanto la falta como la existencia de una centralización se hallan en
perfecto acuerdo en el hecho de ser las dos sexualidades, la perversa y la normal,
derivaciones de la infantil." Sigmund Freud Lecciones introductorias al
psicoanálisis. Parte III. Teoría general de las neurosis. 1916-1917. Obras
Completas, trad. L. L. Ballesteros. Ed. Biblioteca Nueva.
3) El amor en sentido amplio como vía de ascenso social, y no como una alienación
es destacada por el joven Marx en ​La sagrada familia (Lo contrario, será
denostado como ​la crítica-crítica de un socialismo pretendidamente lúcido). Ver.:
La Sagrada Familia, o Crítica de la crítica crítica.​ 1938 Editorial Claridad: F. Engels
& C. Marx. 2da. ed. de 1971.
4) Quien afirma: “El sexo, fuera de duda, no es sino un punto ideal vuelto necesario
por el dispositivo de sexualidad y su funcionamiento”. [Para terminar concluyendo
una política al respecto]: “Contra el dispositivo de sexualidad, el punto de apoyo
del contraataque no debe ser el sexo-deseo, sino los cuerpos y los placeres”
Foucault, M., Historia de la sexualidad. 1-la voluntad de saber, Siglo XXI, México,
1991.
5) Judith Butler, Cuerpos que importan Sobre los límites materiales y discursivos del
"sexo". Ed. Paidos Buenos Aires 2002.
6) Judith Butler, El género en disputa. El feminismo y Ia subversión de Ia identidad.
p104 . Ed. Paidos Buenos Aires. 1990.
7) Carl Schmitt diferencia entre la política y lo político con relación al Estado: “política
hacia fuera, policía hacia adentro y cortesía ("​politesse"​ ) como "pequeña política" o
juego cortesano”.Carl Schmitt, El Concepto de Lo Político. Folios Ediciones. 1984
8) Jorge Aleman, ​Existencia y diferencia sexual:​ Foucault y el “construccionismo”.
Ornicar?
http://www.wapol.org/ornicar/articles/220ale.htmTransexualismo y travestismo desde la
perspectiva del psicoanálisis.
9) Jean Allouch, ​Para introducir el sexo del amo,​ y Acoger los ​gay and lesbian
​ evista Litoral 27. La opacidad sexual. Ed.: Edelp. 1999.
studies. R
10)Marcelo Mazzuca, “Lacan estableció una teoría del coger”. Reportaje al
psicoanalista frances Jean Allouch, que visitó Buenos Aires.
https://www.pagina12.com.ar/2000/suple/psico/00-08/00-08-17/psico01.htm
11)Exsexo,​ es la traducción propuesta por Germán García para el libro ​Exsexo -
Ensayo sobre el Transexualismo,​ de Catherine Millot. Ed. Catálogo, 1984. La
expresión Horsexe de Jacques Lacan, se explicaría no sin ambigüedades como:
estar por fuera de sexo​, o ​desalojo del sexo​.
12)Patricio Álvarez, Alejandra Antuña, Paula Husni, Esteban Klainer, Viviana Mozzi y
Débora Nitzcaner en Virtualia #32 Julio-Agosto - 2016. Transexualismo y
travestismo desde la perspectiva del psicoanálisis. Segundo informe del
Observatorio de Género y Biopolítica de la Escuela Una.
http://www.revistavirtualia.com/articulos/21/observatorio-de-genero-y-biopolitica-de-
la-escuela-una/transexualismo-y-travestismo-desde-la-perspectiva-del-psicoanalisi
s
13)Enrique Acuña (Compilador), Vidas Pulsionales. Ed. El Ruiseñor del Plata, 2018.
14)Enrique Acuña en ​Desclacificar, La función del diagnóstico en Psicoanálisis​.
Desclasificar (un no-destino para lo singular), Cuadernos de Psicoanálisis N2. La
Plata, noviembre de 2003, p13.
15)Jacques Lacan, Intervención realizada en París, junio de 1975.
http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/obligat
orias/114_adultos1/material/archivos/lacan-el_placer_y_la_regla_fundamental.pdf
16)Franco La Cecla ​Machos sin ánimo de ofender​, Ed. Siglo XXI de Argentina
Editores. 2005.
17)Joseph Wortis​ Mi análisis con Freud​, Ed. Universitaria, Buenos Aires. 1965.
18)El hombre tiene miedo de ver la verdad, / de ver que él era algo que no podía
definir.. / de ver que al fin su sexo pudo ser o no ser / que no era absoluto, que
podía ser la flor... / El hombre tiene miedo de su sexo también / y niega a la mujer
que lleva dentro de él / ¿Qué flor le daré a aquel que vive sin amor? / la flor de mil
y un sexos, la flor de un creador... / Cuando él era muy pequeño, él sabía vivir, /
todo era pureza, mamá y papá /si después creció, sufrió y lloró / ¿dónde estará la
flor, dónde está el que se fue? / Un día la farsanta, nuestra gran sociedad... / Le
dijo mil mentiras, lo metió en un corral, / le dijo que su sexo él tenía que ocultar, / la
flor se marchitó, no pudo ver el sol.../ También le dijo como él tenía que pensar, /
sentir, vivir, amar y ser un ser normal, / después le regalo, el caos, la maldad / y la
publicidad por fin lo convenció... / Te engañaron, ya lo sabes, sino lo sabes
también / con la pluma y la palabra; y con silencio también... / aunque bien bien lo
sabía, la bendita sociedad / que eras algo más que un sexo y tu cédula de
identidad... / Lo miro a mi abuelo, él era muy viril / igual que yo, era hombre o
mujer / díganme ustedes, dueños de la moral!! / la voz de ese viejito ¿es de
hombre o de mujer? / Escúchame, hermano, entre este ruido actual... / hermano, te
lo pido!! ayúdame a seguir / no esperes que te entiendan ¿por qué lo habrían de
ser? / son solo maquinitas que no pueden fallar... / -Las maquinas fabrican frases
para vivir, / y todos repetimos, sin nunca descubrir / que la libertad del hombre no
era de metal!! / La máquina triunfó, y el hombre se acabó.../ -Ustedes dicen macho,
varón y que se yo, / me meten en un molde como si fuera un flan / y para recibirme
de hombre, no es verdad, / me tengo que pelear, no tengo que llorar... / -Hablar de
las mujeres como cosa que hay que usar, / tener la pose macha y la voz del
arrabal, / pero yo bien los conozco. No me pueden engañar, / tienen mucho miedo
que los llamen anormal... / Cuando un niño te sonríe, y él te quiere acariciar, /
cuando lloras y estás solo, y no hay nadie a quien llamar, / cuando mueres un
instante porque estás con ella al fin, / cuando abrazas a un amigo que lo quieras
como a un Dios, / ¿Están ciegos, son idiotas? / ¿O qué es lo que pasa aquí? / ¿O
qué es lo que pasa aquí?/ ¿O qué es lo que pasa aquí?...

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