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La Figura de Savonarola
Este personaje vivió en los tiempos de Alejandro VI. Nació Jerónimo de Savonarola en
Ferrara en el año 1452. Su vocación se fue gestando ante el espectáculo de la corte de dicha
ciudad, con el florecimiento artístico y literario del Renacimiento. Impresionado
negativamente por el exceso desplegado por Julio II al dirigirse al concilio de Mantua, se
resolvió ingresar a la orden de Santo Domingo (dominicos). Pronto fue destinado al
convento de San Marcos en Florencia. Fue un predicador fervoroso, tajante y visionario,
encontraría una magnifica plataforma en la Florencia renacentista. Savonarola tenía una
idea fija: el mundo se encontraba corrompido por los pecados; Florencia era una ciudad
viciosa y depravada; en la curia papal reinaban la lujuria. Ante esto sino se llevaba a cabo
una reforma, pronto caerá como rayo el castigo de Dios.
Savonarola, invitado a la ciudad por Lorenzo el Magnífico, comenzó a exponer el
Apocalipsis, y luego otros libros de la Sagrada Escritura. Era muy escuchado por los
florentinos. En los sermones, el fogoso predicador, reprendía los vicios de los malos
cristianos así como la mala conducta de los pastores incitando a una reforma individual,
social y eclesiástica. El entendía que Dios lo había elegido para iniciar dicha reforma.
Siendo prior en San Marcos, comenzó la reforma por su convento logrando en los frailes
mayor pobreza y dedicación al estudio de la teología y de las Sagradas Escrituras lo que
significó cierto florecimiento.
Se ha planteado si el florentino era amigo o enemigo de las artes y de las letras. En uno
de sus sermones dijo que “lo único bueno de Platón y Aristóteles es que han proporcionado
numerosos argumentos que pueden utilizarse contra los herejes. Pero tanto ellos como
otros filósofos están en el infierno.”
Sin embargo su buen sentido tomista le hacía valorar como corresponde todo lo que
tienen de aprovechable las expresiones artísticas y los conocimientos literarios cuando se
subordinan a los fines religiosos y sobrenaturales. Hubo momentos en que condeno
desmedidamente los excesos de las artes y de las letras como así en otras ocasiones hablo
de ellas con estima. En una de sus cartas se pueden leer fragmentos como el siguiente:
“jamás ha sido mi ánimo el condenar el arte de los poetas, sino solamente el abuso que
muchos hacen de ello…”
En las escuelas, según su opinión, la lectura de los clásicos debía reducirse a Homero,
Virgilio y Cicerón, completándose lo que falta con San Jerónimo y San Agustín.
El predicador florentino estaba cada vez más convencido de ser un verdadero profeta y
pronto afirmo que tenía visiones divinas. Sus imprecaciones se volverían cada vez más
rigurosas. Tanto contra los prelados (aquellos prelados que se envanecen de su dignidad y
desprecian a los demás; son los que desean ser venerados y temidos) como contra los
príncipes.
Hacia unos meses que venía hablando del rey de Francia, Carlos VIII, pensando en la
espada de dicho rey que libraría a Florencia. Así lo predico desde el púlpito. Enterado
Savonarola, que el rey Carlos VIII piso Italia, el pueblo aclamo al fraile como profeta
veraz. El fraile en medio de predicas eufóricas afirmó el “cumplimiento” de la profecía de
la espada que libraría a Florencia.
Luego Savonarola se lanzó a reformar la ciudad oponiéndose al gobierno de los Medici
y a las costumbre paganizantes del renacimiento. Carlos VIII es vencido y se retira de
Italia. Savonarola logra mejorar las costumbres y propone un gobierno de tinte democrático
tratando de poner al mando a una persona adecuada. Pero al no encontrarla se le ocurre
proclamar a Cristo Rey de Florencia. Bajo la bandera de Cristo, el fraile organizó a grupos
de jóvenes de 10 a 20 encomendándoles diversos oficios; desde inquisidores pasando por
mantenedores del orden hasta correctores de faltas; estos jóvenes se permitían entrar a Las
casas y revisarlo todo procurando sacar objetos de costumbres vanas y paganizantes.
Dichas acciones fueron bautizadas como bruciamento de la vanitá: la gente llevaba a la
plaza los instrumentos de vanidad o de pecado. Esta tensión ascética comenzó a ganarle
más enemigos al fraile que se autodenominaron los “arribati” por la ira que sentían. En
este grupo de iracundos se pudieron contar a dominicos y franciscanos que no querían al
fraile Savonarola.
Ocurrió que cuando Savonarola tenía prohibido predicar, subía al púlpito otro dominico
fanático suyo, fray Domingo Buonvivini no menos arrebatado que su maestro. Desde el
pulpito de la Santa Croce le salió al cruce un franciscano, francisco de Puglia, quien no solo
le contesto sino que lo desafío a la prueba del fuego a fin de comprobar la falsedad o
veracidad de la predica de Savonarola. Llegado el día y la hora en que ambos frailes debían
cumplir con el reto (ingresar al fuego) ante un pueblo expectante, ninguno de los
contendientes ingreso a la hoguera. El pueblo montado en cólera fue no ya por fray
domingo sino más bien a por Savonarola porque de él y de su doctrina se trataba. El
populacho había sido desengañado y fray Jerónimo Savonarola perdió todo prestigio. Se le
inicio un proceso judicial que culminó con la condena a muerte de Savonarola el cual
asumió la muerte cantando el credo.
3. La Pre-reforma católica
El análisis de lo acontecido en el siglo XV demuestra que aquel movimiento católico de
reforma tiene raices muchas mas hondas y se extiende por todo el siglo precedente. Lo
mejoer de la iglesia de aquel tiempo entendia la necesidad urgente de una reforma.
Gracias a Dios surgio en aquella epoca una pléyade de fervorosos predicadores que se
abocaron con gran celo apostólico a la reforma de los miembros. Estos predicadores con
gran elocuencia y santidad incitaban a la penitencia y reforma de las costumbres. Ellos
fueron San vicente Ferrer y San Juan de Capsitrano. El primero de ellos comenzó por la
region de la provenza hasta llegar a España, habiendo pasado antes por Suiza e Italia. A la
par se encontraba San Bernardino de Siena en Italia. San Juan de Capistrano fue el alma de
la expedicion militar que dio por resultado el triunfo sobre los turcos en belgrado en el año
1456.
Se intento una reforma en clero regular como asi mismo en las ordenes religiosas. En
cuanto a lo de las ordenes, los reformadores establecieron dentro de la misma orden una
“congregación de observancia”. En los procesos de reforma hubieron muchos
enfrentamientos entre conventuales y “observantes” hasta que el Papa intervino dando
primado a los observantes sobre los conventuales.
Ya en el siglo XIV habian aparecido allí varios misticos que tenian algo de humanistas
en el mejor sentido de la palabra. Entre ellos podemos encontrar al famosos maestro
Eckhart, contemporaneo de Dante. El maestro jamas ocultó su gran interes por el
pensamiento griego. Alguna de sus ultimas doctrinas no fueron aceptables, por lo que
despues de su muerte la iglesia condeno ciertas proposiciones suyas, que parecían abrir la
puerta al quietismo y al panteismo. A el le siguieron Juan de Taulero y Enrique Suso,
ambos discipulos suyos atenuaron la doctrina espiritualista de Eckhart.
Esta mistica de gran nivel que florecio en los Paises Bajos durante el siglo XIV, sufrio
luego un evidente empobrecimiento en la llamada Devotio Moderna. Se entiende por ella
una corriente espiritual llevada a cabo por Gerardo Groote (diacono), quien privado de
predicar por el obispo, propiciaba en sus predicas un rigorismo exagerado, minimizando el
valos del matrimonio, de la amistad natural y de la vida de familia. Ademas al recomendar
cpn tanto enfasis la vida espiritual parecia subestimar las obras exteriores y los
sacramentos.
Groote tenia un discipulo que lo admiraba mucho. Era Florencio Radewijns quien ya
siendo sacerdote y habiendo creado una especie de asociacion de “hermanos de la Vida
común”, crea luego una congregación monástica de Windesheim. Estos si eran religiosos y
fueron muy bien considerados por su labor en pro de la reforma escleciastica tanto con su
ejemplo como con sus escritos. A este grupo perteneció Tomas Hemerken de Kempis. Este
religiosos escribio el famoso libro “Imitación de Cristo” cuya espiritualidad es mas
franciscana de dominica.
¿Por qué esta devoción se llama moderna? Por que busca distinguise de la antigua, es
decir, la predominante hasta entonces, de carácter mas escolastico y especulativo. Tomas de
Kempis reaccionaban contra aquella mistica alemana encabezada por el maestro Eckhart,
por eso se lee en un pasaje del libro de Kempis “es mejor sentir compunción que saber su
definición”.
La obra de Erasmo fue mas critica que constructiva. El preconizaba una reforma del
cristianismo proponiendo despojarlo de todo lo accesorio, rompiendo con las formas en la
piedad, sin tantas ceremonias, dejando de confiar asi en las obras exteriores, lo que a su
juicio eso era fariseismo. Su pensamiento era mas propenso a la duda y al escepticismo. Su
programa de reforma era mas que defectuoso e impotente por el hecho de quedarse solo con
los hechos negativos: vicios y abusos cometidos por los pastores. Se ha dicho que Erasmo
has sido el precursor de su amigo lutero. Erasmo puso los huevos, lutero extrajo los pollos.
a. La pre-reforma en España
La situación allí era muy especial, ya que aún no habían salido de la cosmovisión medieval
y fue esto lo que posibilitó que llegasen intactos (los españoles) al siglo de Oro español los
ricos contenidos de la Edad Media, ya desaparecidos en casi todos los otros pueblos.
Es en esta época cuando sube al trono la reina Isabel la católica. Desde su corte se fue
propagando un brillante movimiento renacentista que logró introducir en las escuelas de
España la cultura clásica que se había recogido en Italia.
El Renacimiento español fue eminentemente católico, sin interferencias paganas o
mundanas. Quizás ello se debió en buena parte al gran esfuerzo de Fernando e Isabel en pro
de esta causa. A dicho buen influjo, entre otras cosas, se debió que el Papa Alejandro VI les
otorgase el apelativo de “Reyes Católicos”.
La religiosidad de la reina era tan autentica como profunda. Rezaba cada día el oficio
entero. Su fe estaba sólidamente arraigada, ya que la alimentaba con la lectura de la Biblia,
de algunos tratados de San Agustín, san Juan Crisóstomo, san Gregorio y la Summa contra
Gentiles.
Isabel entendió la perentoria necesidad de reformar la iglesia en España. Lo hicieron
recurriendo al consejo de algunos eclesiásticos inteligentes y virtuosos, y con la anuencia
del Papa.
Los reyes quería evitar que sucediese en España lo que pasaba en Italia y por eso en sus
suplicas al Papa le señalaban los graves inconvenientes que se seguían de los arbitrarios
nombramientos hechos por Roma. Los reyes pedían que los postulantes poseyesen
competente formación teológica, moral y canónica y de ser posible hubiesen estudiado en
alguna Universidad. El Papa secundo tales propósitos. Así surgió en España una legión de
obispos tan doctos como celosos, inmediatos precursores de los que aparecerían luego del
Concilio de Trento, mereciendo este gran elogio de san Carlos Borromeo: “el clero de
España es el nervio de la Cristiandad”. Un gran triunfo de los reyes fue la Bula Ortodoxae
fidei de 1486 por la que el Papa, a la sazón Inocencio VIII, le concedía el derecho de
patronato y presentación para todas las iglesias catedrales y monasterios del reino de
Granada cuya renta pasase de los doscientos florines.
Los Reyes Católicos encontraron una persona por ellos convocada. Hablamos de Francisco
Jiménez de Cisneros, de recia personalidad de imponente grandeza, hombre polifacético,
que era la admiración de todos por sus virtudes de santo, que reformaba los conventos y
promovía climas de espiritualidad como el mejor de los reformadores. Era una persona de
un excelente gobierno de su diócesis sirviendo de modelo a otros pastores. Era una persona
muy sabia y erudita en sus discusiones. Isabel lo llamó para que le oriente en su conciencia
y el acepto bajo condición de vivir en el convento más cercano a ella y no en un palacio.
Cisneros con toda humildad fue recorriendo en burro buena parte de España. Entraba en los
conventos munido de la autoridad papal y real; reunía a los frailes y les daba una plática
sobre la necesidad de observar sus reglas y costumbres primitivas; mandaba le presentasen
los privilegios y dispensas y los quemaba inmediatamente; les imponía luego mayor
austeridad en sus bienes y posesiones… en algunas partes fue bien recibido y en otras muy
resistido.
El Rey lo hizo nombrar arzobispo de Toledo. En su programa reformista encontramos la
dignificación del culto divino, erigió iglesias, monasterios y hospitales. Convocó varios
sínodos locales a fin de reformar el clero, y fundamentalmente en orden al humanismo
cristiano, fundó la universidad de Alcalá. Buscó implantar en España los estudios
humanísticos. De hecho esa universidad llego a ser el más rico florón del humanismo
española. Maestros españoles formados en París ocuparon las principales cátedras. Se
entendía que la teología era la reina de las ciencias, a la cual debían supeditarse todas las
demás como servidoras suyas. Lo extraño y paradojal en Cisneros es que no optó por
alguna escuela teológica en particular, sino que dispuso que se enseñaran las tres corrientes
teológicas; la tomista, la escotista (Dum Escoto) y la Nominalista. Es extraño que haya
aceptado la nominalista.
Unos de los frutos de la naciente universidad fue la edición de la naciente Biblia Sacra
Polyglotta, llamada complutense por que se imprimió en Alcalá (complutum era el antiguo
nombre de Alcalá).
La reforma del clero para ser completa tenía que incluir la revisión de los estudios teológicos. En
Italia el renacimiento no supo empalmar con la ciencia medieval de los escolásticos por lo que se
produjo una ruptura entre teólogos y literatos; solo en España se acertó en hermanar la formación
clásica con la teológica, la teología bíblica y positiva con la especulativa para provecho de ambas.
Depues de Trento, en otras naciones se cultivó la teología a imitación de España y casi
siempre por medio de profesores españoles.
La universidad de Salamanca representaba la tradición y la madurez, que se renovaba
lentamente conservando lo sustancial del medioevo. La universidad de Salamanca, influida
por la de Alcalá, propone una fórmula de reforma. El inventor de esta fórmula es Francisco
de Vitoria, el cual emprendió la tan esperada reforma teológica. Dicha fórmula constaba de
cuatro pasos:
1- Eliminación de cuestiones minúsculas y sutilezas bizantinas, en favor de cuestiones
trascendentales candentes; zanjó la cuestión del derecho de España en la conquista.
2- Exposicion sencilla y sobria, con claridad y método de los temas en cuestión.
3- Instauracion de la Suma Teológica de Santo Tomas como libro de texto en lugar del
libro de las sentencias de pedro lombardo.
4- Insta a acudir a las fuentes como la Sagrada Escritura, los Santos Padres, Concilios,
Documentos eclesiásticos.
Tal fue la reforma española que los frutos se vieron reflejados en el concilio de Trento.
Lástima que Vitoria no aceptó la invitación del rey a asistir al concilio pero si lo hizo su
colega Domingo de Soto, gracias a su participación por que pudo hacer en el concilio la
apología y defensa de la auténtica teología escolástica frente a muchos padres conciliares,
juristas o humanistas que no conocían otra escolástica que la decadente de los viejos
tiempos.
Que la juventud asuma el humanismo y cultive el estilo, decían aquellos primeros jesuitas,
pero que no se nos paganicen las costumbres ni se enfríe la fe.
San Ignacio ponía sus ojos en la enseñanza de los jóvenes y considerando la importancia de
las primeras expresiones que en ellos quedan por la formación que se les imprima, en carta
al padre Fursio le habla de la importancia de los buenos libros de las letras humanas: “bien
considerando todo lo dicho, sería muy conveniente que de estos libros de humanidades se
quitasen las cosas deshonestas y nocivas, poniendo en lugar de ellas cosas de mayor
edificación, o bien si nada añadir quedasen las buenas solas, cercenadas las contrarias.”
Hemos visto el fervor con que el Renacimiento redescubrió el mundo y los textos clásicos.
La estima de que universalmente gozaban las lenguas y la literatura antigua en la Europa
del siglo XVI favoreció este proyecto de los colegios cuyas aulas rebosaban de estudiantes
ansiosos de adquirir allí aquella cultura clásica, y sobre todo el dominio sobre la lengua
latina.
La compañía insistirá mucho en los estudios humanísticos. No son los jesuitas los
inventores del llamado “método humanístico”. Cuando la Compañía de Jesús comenzó a
abrir sus primeros institutos de enseñanza en el siglo XVI, existía ya una tradición
pedagógica de esta índole en las Universidades europeas. Fue providencial que pasase San
Ignacio de Loyola por tres universidades tan célebres como la de Alcalá, Salamanca y
París. Ahí es donde el conoce la bondad de dicho método. El P. Jerónimo Nadal, rector del
primer colegio que abrió la compañía, junto con el P. Polanco trabajaron junto a San
Ignacio para organizar lo relativo a los estudios, dándole ya una gran importancia a las
humanidades clásicas. Tras muchos intercambios de tentativas que se realizaron durante
casi medio siglo en los 293 colegios que había erigido la Orden, se fue gestando la llamada
Ratio Studiorum, que apareció en 1599. Allí se contenía lo mejor del humanismo
renacentista.
La Ratio se distingue por su índole eminentemente práctica y por aquella serenidad y
madurez que imprimía en todas sus obras el espíritu ignaciano, tanto en el adelanto
espiritual del individuo como en su progreso intelectual.
En la estructuración de la Ratio, las letras humanas preceden a la filosofía, y ésta a la
teología, ascendiéndose así de lo sensible-racional a lo filosófico-especulativo, y de allí al
nivel de lo sobrenatural.
Lo que se busca es la solidez intelectual, lejos de todo enciclopedismo acumulativo.
La solides de método humanístico logró regular la pedagogía durante mas de tres siglos sin
necesidad de reforma salvo algunos minúsculos retoques.
Un poco más y el paganismo habría invadido el santuario mismo, y la iglesia habría perdido
su identidad sobrenatural, convirtiéndose en un apéndice de la cultura antigua.
Godefroid Kurth señala que si la iglesia, frente a la oleada intelectual de aquella época, se
hubiera limitado a protestar y a reaccionar, habría sido rebasada, perdiendo toda influencia
sobre la sociedad. La iglesia prefirió patrocinar un Renacimiento católico. Aceptar todo lo
bueno que había en aquella admiración por la antigüedad clásica, pero canalizándolo y
poniéndolo en confluencia con el cristianismo.
El Castellani en su libro sobre el apocalipsis dice: “el llamado renacimiento no fue un
nuevo nacimiento de la civilización, como se ilusionó el mundo moderno; ni una nueva
creación, ni una resurrección de la cultura; eso es un engaño. Los historiadores protestantes
y liberales crearon esa burda ilusión, de que el Renacimiento –y la reforma- marcan el fin
de épocas oscuras, y el Alba de los gloriosos y refulgentes tiempos… en que vivimos: más
oscuros que nunca.”
Uno de los frutos positivos de esta experiencia, gloriosa y dolorosa a la vez, fue la decisión
que se tomó de instaurar una educación católica superior, donde ninguno de los grandes
elementos de la cultura greco-latina quedara al margen de la cosmovisión católica.
La moderna civilización europea –dijo un estudioso contemporáneo-, desde la Edad Media
hacia abajo, es el resultado de dos factores: la religión cristiana para el alma del hombre y
las disciplinas griegas para la inteligencia. He aquí los grandes ingredientes de una
formación integral: la doctrina cristiana, por una parte, y por otra, la formación clásica,
guardándose la debida jerarquía y subordinación.
Como decía el padre Cayuela hablando del conocimiento de los dioses de la antigüedad: “es
bueno haber conocido religiones y dioses en quienes uno no creía, para mejor conocer y
amar al solo Dios que llena los deseos.”
Fin.