Santoral Mes Junio
Santoral Mes Junio
Santoral Mes Junio
1 JUNIO
Nuestra Señora de la Luz (Patrona de los empleados del gas y de la electricidad).
Santos: Justino, Simeón, Esteban, Benito, Juvencio, Felino, Gratiniano, Tespesio,
Firmo, mártires; Gerardo, Conrado, Gaudencio, obispos; Floro, Cándida, Claudio,
Zenón, confesores; Iñigo, abad; Juan, soldado.
1 de junio San Justino, mártir (s. II) Justino, filósofo y mártir, nació en Flavia Neápolis
(Nablus), en Samaría, a comienzos del siglo II, de familia pagana. Convertido a la fe,
escribió diversas obras en defensa del cristianismo; de entre ellas se conservan únicamente
dos «Apologías» y el «Diálogo con Trifón». Abrió en Roma una escuela donde sostenía
discusiones en tiempos de Marco Aurelio, hacia el año 165.
2 JUNIO
Santos: Marcelino, Pedro, Erasmo (Elmo, Telmo), Potino, Bíblides, Atalo, Alejandro,
Amelia, Blandina, mártires; Eugenio I, papa; Nicolás peregrino, confesor; Esteban,
obispo; Ulrico, eremita.
2 de Junio San Marcelino y San Pedro, mártires (s. IV) Nos ha dejado noticias de su
muerte el papa san Dámaso que las oyó de boca del mismo verdugo. El martirio tuvo lugar
durante la persecución de Diocleciano. Fueron decapitados en un bosque, per sus cuerpos
fueron trasladados y sepultados en el cementerio llamado Ad duas lauros, en la vía
Labicana, donde después de la paz de Constantino se erigió una basílica.
3 JUNIO
Santos: Carlos Lwanga y sus compañeros mártires de Uganda; Cecilio, Alberto,
Atanasio, confesores; Pergentino, Laurentino, Luciniano y los niños Claudio, Hipacio,
Pablo y Dionisio, mártires; Hilario, obispo; Isaac, monje; Paula, Olivia, vírgenes;
Clotilde, reina; Juan Grande, Patrono de la Diócesis de Jerez (España).
3 de Junio San Carlos Luanga y compañeros, mártires (s. XIX ) Entre los años 1885 y
1887 muchos cristianos de Uganda fueron condenados a muerte por el rey Muanga;
algunos eran funcionarios de la corte o muy allegados a la persona del rey. Entre éstos
sobresalen Carlos Luanga y sus veintiún compañeros que, firmes en la fe católica, fueron
degollados o quemados por negarse a satisfacer los impuros deseos del monarca.
4 JUNIO
Santos: Francisco Caracciolo, fundador; Quirino, Clato, Metrófanes, Optato,
Alejandro, obispos; Rútilo, Alonio, Croidano, Medano, Dagano, Sofía, Saturnina,
mártires; Rut, matrona bíblica.
4 de junio Francisco Caracciolo, fundador (1563-1608) El ambiente temporal en que
Dios quiso ponerlo en el mundo es justo cuando soplan aires nuevos en la Iglesia después
del concilio de Trento. Se estrena el barroco exuberante en el arte y hasta en la piedad que
lleva a fundaciones nuevas, a manifestaciones y estilos vírgenes que intentan reformar todo
aquello que peleó Trento. Languidece el Renacimiento que emborrachó a Roma hasta
llegar a embotarla y hacerla incapaz de descubrir los males que gestaba y que explotaron
con Lutero. Es por eso tiempo de santos nuevos: Pío V, Carlos Borromeo, Ignacio, Juan de
Ribera, Teresa, Juan de la Cruz, Francisco de Sales, Neri, Cariacciolo... y tantos. Papas,
poetas, maestros, obispos, escritores y apóstoles para un tiempo nuevo -crecido con las
Indias- que intenta con seriedad volver a la oración, huir del lujo, llenar los confesonarios,
adorar la Eucaristía y predicar pobreza dando testimonio con atención a los desheredados y
enfermos. El año 1563 fue interpretado por alguno de los biógrafos de Francisco
Caracciolo como un presagio; fue cuando termina el concilio de Trento y es también el año
de su nacimiento en la región de los Abruzos, justamente en Villa Santa María, el día 13 de
octubre, hijo de Francisco Caracciolo y de Isabel Baratuchi; es el segundo de cinco hijos y
le pusieron el nombre de Ascanio. Después de cursar los estudios propios del tiempo,
Ascanio fue militar. Pero una enfermedad diagnosticada por los médicos como lepra va a
cambiar el curso de su vida; por el peligro de contagio le han abandonado los amigos; la
soledad y el miedo a la muerte le lleva a levantar los ojos al cielo y, como suele suceder en
estos casos límite, llegó la hora de las grandes promesas: si cura de la enfermedad, dedicará
a Dios el resto de sus días. Y así fue. Nobleza obliga. Curado, marcha a Nápoles y pide la
admisión en la cofradía de los Bianchi, los Blancos, que se ocupan de prestar atención
caritativa a los enfermos, a los no pocos que están condenados a galera y a los presos de las
cárceles. El sacerdote Adorno, otro hombre con barruntos a lo divino y pieza clave en la
vida de Caracciolo, ha pedido también la admisión en la cofradía de los Blancos. En
compañía de un tercero, también pariente de Ascanio y con su mismo nombre, se reúnen
durante cuarenta días en la abadía de los camandulenses, cerca de Nápoles, para redactar
los estatutos de la fundación que pretenden poner en marcha porque quieren hacer algo por
la Iglesia. Sixto V aprobará la nueva Orden en Roma y la llamará de los «Clérigos
menores»; además de los tres votos comunes a la vida religiosa se añade un cuarto voto
consistente en la renuncia a admitir dignidades eclesiásticas. La terna de los fundadores
constituye tres primeros socios. A partir de la profesión hecha en Nápoles, Ascanio se
llamará ya Francisco. Pronto se les unen otros diez clérigos, con idénticas ansias de
santidad y que desprecian frontalmente los honores, esa búsqueda de grandeza que tanto
daño ha hecho a la Iglesia en el tiempo del Renacimiento. Ahora se reparten los días para
mantener entre todos un ayuno continuo y se distribuyen las horas del día y de la noche
para mantener permanente la adoración al Santísimo Sacramento. Hace falta fundar en
España pero Felipe II no les da facilidades. Piensa el rey que hay demasiados frailes en el
Imperio y ha dictado normas al respecto. Regresando a Roma, insisten en el intento,
consiguen nueva confirmación del papa Gregorio XVI para cambiar los ánimos de Felipe
II. Ahora muere Adorno y Francisco Caracciolo es nombrado General. Nuevo intento hay
en el Escorial, con mejor éxito, pero hubo borrasca de clérigos en Madrid, con suspenso. El
papa Clemente VIII intercede y recomienda desde Roma y llegan mejores tiempos con el
rey Felipe III. En Valladolid consiguió fundar casa y en Alcalá montó un colegio que
sirviera para la formación de sus «Clérigos Regulares Menores». Siguen otras fundaciones
también en Roma y Nápoles. La fuerte actividad obedece a un continuo querer la voluntad
divina a la que no se resistió ni siquiera protestó cuando las incomprensiones y enredos de
los hombres se hicieron patentes. Vive pobre y humilde fiel a su compromiso. Siempre se
mostró delicado con los enfermos y generoso con los pobres. Llama la atención su espíritu
de penitencia con ayunos y mortificaciones que se impone a sí mismo. Pidió se admitiese
su renuncia al gobierno para dedicarse a la oración y, aceptada, eligió para vivir el hueco
de la escalera de la casa que desde entonces es el único testigo mudo de su oración y
penitencia. El amor a Jesucristo fue tan grande que a veces es suficiente la mirada a un
crucifijo para entrar en éxtasis y el pensamiento elevado a la Virgen María le trae a los ojos
lágrimas de ternura. Cuando sólo tiene 44 años, murió en Nápoles el 4 de junio de 1608,
con los nombres de Jesús y de María en la boca. El papa Pío VII lo canonizó en 1807. Su
cuerpo se conserva en la iglesia de Santa María la Mayor de Nápoles y la iconografía
muestra a Francisco Caracciolo con una Custodia en la mano, como símbolo del amor que
tuvo a la Eucaristía y que debe mantener su Orden para ser fiel hasta el fin del tiempo.
5 JUNIO
Bonifacio, obispo y mártir; Sancho, Florencio, Julián, Ciriaco, Marcelino, Nicanor,
Faustino, Apolonio, Marciano, Zenaida, Ciria, Valeria, Marcia, Doroteo, Claudio,
Adalaro, Lupercio, mártires; Eutiquio, obispo; Doroteo, presbítero; Félix, monje; beato
Fernando de Portugal.
5 de Junio San Bonifacio, Obispo y mártir (c.a. 673-754) Nació en Inglaterra hacia el
673. Hizo su profesión religiosa en el monasterio de Exeter. El año 719 marcho a
Alemania a predicar la de cristiana, lo que hizo con notable éxito. Consagrado obispo de
Maguncia, fundó o instauró, con ayuda de varios compañeros, numerosas Iglesias en
Baviera, Turinga y Franconia, congregó diversos concilios y promulgó leyes. Fue
asesinado por unos paganos durante la evangelización de los frisones, el año 754, y su
cuerpo fue sepultado en la abadía de Fulda. 5 de Junio Fernando de Portugal, mártir
(beato) (1402-1443) Hijo de Juan I de Portugal, empleaba desde muy joven sus rentas
personales en el rescate de cautivos cristianos de las manos sarracenas. Parte en 1434, con
su hermano Enrique el Navegante a una expedición contra Marruecos, entonces en manos
de una dinastía de piratas. ¿Acaso sería una premonición sobre la situación actual? Nada
nuevo hay bajo el sol. Lo cierto es que la expedición fue un fracaso y la armada lusitana
hubo de rendirse y dejar a Fernando como garantía del pago de enormes cantidades de
dinero. Las Cortes de Portugal, después de nueve años de negociaciones, dejaron morir de
disentería y en manos del enemigo a su príncipe. Fernando vivió como esclavo, encadenado
y obligado a los más sucios trabajos. Soportó su desdicha con dignidad y puso su esperanza
en Dios con enorme entereza, sin renunciar a la fe ni a unos compatriotas tan olvidadizos
de su terrible suerte. Las fuentes históricas musulmanas hablan de su vida edificante u de
la veneración que suscitaba en los más piadosos habitantes de Fez. Fernando optó por la
pobreza, castidad y obediencia, en radical fidelidad a su propia conciencia. Su cadáver
descuartizado se pudrió colgado en las torres de las murallas. Debiera ser patrono de los
millones de esclavos que todavía quedan en el mundo; o de los héroes olvidados por los
suyos, o bien de los que son víctimas de los vaivenes políticos. Cuando el sacerdote don
Pedro Calderón de la Barca llegó al cielo, le recibió Fernando agradecido por esa maravilla
de drama llamada El Príncipe constante.
6 JUNIO
Santos: Norberto, Claudio, Juan, Justo, Vicente, Eustorgio, obispos; Artemio,
Cándida, Paulina, Bonifacio, Amancio, Lucio, Alejandro, mártires; Hilarión el Joven,
confesor; Felipe, diácono; Marcelino Champagnat, fundador.
6 de Junio San Norberto, obispo (c.a. 1080-1134) Nació alrededor del año 1080 en
Renania. Canónigo de la catedral de Colonia, una vez convertido de su vida mundana, se
sujetó a la disciplina regular y fue ordenado sacerdote el año 1115. Se entregó al
apostolado y a la predicación, principalmente en Francia y Alemania. Junto con un grupo
de compañeros, puso los fundamentos de la Orden Premonstratense y fundó algunos
monasterios. El año 1126 fue elegido arzobispo de Magdeburgo, dedicándose entonces a la
reforma de la vida cristiana y logrando que la fe se propagase a las regiones vecinas.
Murió el año 1134. 6 de junio Marcelino Champagnat, fundador (1789-1840) Marcelino
Champagnat nació en Lyon (Francia), en los comienzos de la revolución francesa, en 1789,
y falleció contando cincuenta y un años, el seis de Junio de 1840. Fundó la Orden de los
Hermanitos de María, o Maristas de la Enseñanza. Su madre afirmó con llaneza que «lo
eduqué, como a mis otros nueve hijos, con sencillez y lejos de los caprichos; le enseñé a
hablar y a rezar». En el interior de esta afirmación se descubre la claridad de ideas y la
vida recta de su buena madre; debió influir muy notablemente en su calidad de vida
cristiana y ello estaba en los planes de Dios ya que nació en unos tiempos nada favorables
para la coherencia de la fe. Es admirable que una persona que no sabía ni leer ni escribir
llegara a ser todo un modelo educativo. Estudió sus tres últimos años en el seminario de
Lyon; y se ordenó de sacerdote el 22 de Junio de 1816. Al día siguiente de la ordenación
marchó con una docena de compañeros al santuario de Nuestra Señora de Fourvière y allí
se consagraron a María, naciendo el compromiso de fundar la Sociedad de María. Desde el
principio tuvo clara la idea de la nueva fundación había de incluir una rama de Hermanos
que dedicasen su vida a la enseñanza, trabajando con niños, principalmente con aquellos
que por vivir en zonas rurales tuviesen menos oportunidades. Vivió la caridad de un modo
exquisito polarizado con la preocupación por instruir a la niñez y a la juventud, abierto al
descubrimiento y aplicación de nuevas fórmulas para dar respuesta adecuada a las nuevas
situaciones que se van presentando. Supo vivir su entrega a Dios poniendo remedio en
aquello que de modo muy particular impide a los hombres el aprecio de su personal
dignidad. Fue muy consciente de que la ignorancia es una de las peores lacras que soporta
la humanidad; impide el reconocimiento de la propia dignidad, dificulta el descubrir de
Dios y puede incapacitar para abrirse a los demás, haciendo, además, a las personas fácil
objeto de manipulación por parte de los poderosos. En menos de un siglo se extendió
rápidamente por Europa el nuevo viento con una espiritualidad y modos concretos de
entrega. Luego, se traspasó a otros continentes. Con su canonización el día 18 de Abril del
año 1999, a la caída del siglo, por el papa Juan Pablo II, queda reconocida y actualizada su
obra, su compromiso educativo y espiritualidad. Es el reconocimiento del modo heroico de
vivir la caridad un cristiano que desborda en frutos de bien social para todos.
7 JUNIO
Santos: Pablo, Cándido, Venancio, obispos; Licarión, presbítero; Pedro, presbítero y
mártir; Walabanso, diácono y mártir; Isaac, Habencio, Jeremías, Sabiniano,
Wistremundo, monjes y mártires; Acacio, Alderico, Eugenia, Valentín, Juan, Tarasio,
Sancho, mártires; Antonio María Gianelli, confesor; Roberto, abad.
7 de junio Isaac y compañeros, mártires cordobeses († 851) En la ciudad los moros
están cansados de matar; los cristianos que conviven allí están cansados también de
aguantar insolencias y de sufrir humillaciones con peligro. Bastantes han preferido la salida
y se han instalado en los alrededores, ocupando las cuevas de la montaña donde viven
como ermitaños. Son más de los que se esperaba; casi se puede decir que han formado un
cinturón cercando la ciudad de los emires. Con frecuencia reciben la visita de Eulogio que
les conforta con la palabra clara, fuerte y enérgica que deja en sus almas regustos de mayor
entrega a Dios, mezclada con deseos de fidelidad a la fe cristiana y a los derechos de la
patria. Gran parte de ellos avivan en el alma deseos sinceros de perfección. Pasan el día y
la noche repitiendo las costumbres ascéticas de los antiguos anacoretas entre la meditación
y la alabanza. Las numerosas ermitas de la montaña forman un gran monasterio que sigue
la Regla de los antiguos y pasados reformadores visigóticos Leandro, Isidoro, Fructuoso y
Valerio quienes muy probablemente recopilaron, adaptándolas, las primeras reglas
cenobíticas de los orientales recogidas por Pacomio, Casiano, Agustín y Benito. El más
importante es el Tabanense. Estalló la tormenta con el martirio del sacerdote cordobés
Perfecto que fue arrastrado al tribunal, condenado y degollado. Hay revuelo en la ciudad y
protesta e indignación en el campo. Ha nacido un sentimiento por mucho tiempo tapado;
muchos, llenos de ánimo, se lanzan en público a maldecir al Profeta y se muestran deseosos
de morir por la justicia y la verdad. El mismo Eulogio pretendió serenar los ánimos, pero
de todos modos sostiene que «nadie puede detener a aquellos que van al martirio inspirados
por el Espíritu Santo». Isaac es un joven sacerdote de Tábanos, hijo de familia ilustre
cordobesa; de buena educación, conocedor excelente del árabe, hábil en los negocios,
servidor en la administración de Abderramán y de sus rentas. Pero amargado en la casa de
su amo por la insolencia de los dominantes, por su prepotencia altanera, o quizá por
escrúpulos de conciencia, decidió irse y entrar en Tábanos donde le trató Eulogio. Ahora,
indignado por la persecución de los musulmanes, toma la decisión de presentarse al cadí
con la intención de ridiculizar la injusticia y acabar en el martirio. Simula querer tener
razones para aceptar la religión del Profeta y las pide con ironía y sarcasmo al juez que cae
en la trampa. Tan de plano rechaza ante el público reunido la mentira del Profeta, la bajeza
de la vida del mahometano y la falsía de la felicidad prometida que, resaltando la verdad
del Crucificado, la dignidad que pide a sus fieles y la verdad del único Cielo prometido,
que, fuera de sí el improvisado y timado maestro, abofetea a Isaac, contra la ley y la
usanza. La crónica del suceso narrada por Eulogio coincide con la versión árabe relatada en
las Historias de los jueces de Córdoba, de Alioxaní, por la que sabemos hasta el nombre
del cadí, Said-ben Soleiman el Gafaquí, que le juzgó. Abderramán II mandó aplicar el rigor
de la ley a su antiguo servidor; y para que los cristianos no pudieran hacer de su cadáver un
estandarte dándole veneración, lo mantuvo dos días en la horca, lo hizo quemar y
desparramar después sus cenizas por el río Guadalquivir. Eso sucedió el miércoles 3 de
junio. Dos días más tarde, el mártir es Sancho, un joven admirador de Eulogio, nacido
cerca del Pirineo, que era un esclavo de la guardia del sultán; a éste, por ser culpado de alta
traición además de impío, lo tendieron en el suelo, le metieron por su cuerpo una larga
estaca, lo levantaron en el aire y así murió tras una larga agonía; esa era la muerte de los
empalados. Seis hombres que vestían con cogulla monacal se presentaron el domingo, día
7, ante el juez musulmán, diciéndole: «Nosotros repetimos lo mismo que nuestros
hermanos Isaac y Sancho; mucho nos pesa de vuestra ignorancia, pero debemos deciros que
sois unos ilusos, que vivís miserablemente embaucados por un hombre malvado y perverso.
Dicta sentencia, imagina tormentos, echa mano de todos tus verdugos para vengar a tu
profeta». Eran Pedro, un joven sacerdote y Walabonso, diácono, nacido en Niebla, ambos
del monasterio de Santa María de Cuteclara; otros dos, Sabiniano y Wistremundo,
pertenecían al monasterio de Armelata; Jeremías era un anciano cordobés que había sido
rico en sus buenos tiempos, pero había sabido adaptar su cuerpo a los rigores de la
penitencia en el monasterio de Tábanos que ayudó a construir con su fortuna personal y ya
sólo le quedaba esperar el Cielo y, otro tabanense más, Habencio, murieron decapitados.
En unos días, ocho hombres fueron mártires de Cristo.
8 JUNIO
Santos: Maximino, Medardo, Gildardo, Clodulfo, Gaudencio, Eutropio, Eustolio,
Heraclio, Fortunato, Guillermo, obispos; Salustiano, Sira, Victorino, confesores;
Calíopa, mártir; Mario, eremita; Sabiniano, abad.
8 de junio Medardo, obispo (c. 456- c.545) Los datos históricos sobre su persona y obra
están en la penumbra, hay penuria de historia fiable y, por el contrario, contamos con
abundancia de fábula. Pero nada de esto fue obstáculo para que los franceses de la Edad
Media recurrieran a él para pedir lluvia y verse libres de pedrisco, y posteriormente toda
Francia le invocara contra el dolor de muelas por tomarle como protector contra este mal;
de hecho, se le representa con una amplia sonrisa que deja ver sus hermosos dientes, y
quedó para la cultura popular el dicho: «ris qui est de saint Médard - le coeur n’y prend
pas grand part» (En la risa de san Medardo - el corazón no toma mucha parte). Nació en
Salency de padre franco y madre galorromana cuyos nombres aportados por la imaginación
posterior son Néctor y Protagia. Dicen que estudió en la escuela episcopal de
Veromandrudum, lugar que sitúan cerca de la actual Bélgica, en donde hay recuerdos
históricos para los hispanos por la victoria de Felipe II en san Quintín -Saint Quentin- que
nos valió el Escorial. Ya como estudiante se distinguió -según las crónicas- por su caridad
limosnera dando a algún compañero famélico su comida y a un peregrino caminante un
caballo de la casa paterna. Con estos antecedentes se ve natural que se decida por la Iglesia
y no por las armas. Se ordena sacerdote y de nuevo la fábula lo adorna con corona de actos
ejemplares, aleccionadores y moralizantes para adoctrinar a los amigos de lo ajeno sobre el
respeto a la propiedad: unos desaprensivos que robaron uvas y no supieron luego descubrir
la salida de la viña sirven para demostrar que el pecado ciega; de los ladrones de miel en
las colmenas propiedad de otros y que fueron atacados por el enjambre saca la conclusión
que el pecado es dulce al principio, pero después castiga con dolor; de aquel que,
merodeando, se llevó la vaca del vecino y cuyo campanillo no dejó de sonar día y noche
hasta su devolución dirá que es el peso de la conciencia acusadora ante el mal. Y es que el
tiempo de su vida entra dentro de las coordenadas del lejano mundo merovingio. Meroveo,
rey de los francos, ha prestado un buen servicio a Roma peleando y venciendo a Atila
(541), Childerico ha comenzado a poner las bases de un reino al que Clodoveo dará unidad
política y religiosa cuando se convierta al catolicismo por ayuda de su esposa Clotilde y del
obispo Remigio, después de las batallas de Tolbías (496) en la que venció a los francos
ripuarios y alamanes y de Vouille (507) apoderándose de los territorios visigóticos con la
expulsión de los arrianos. Ni la conversión de Clodoveo -que siempre apreció los
dictámenes de su talento político más que los de su conciencia- ni la de sus francos
consiguió un súbito cambio al estilo de vida cristiana; hizo falta más bien la labor callada y
paciente de muchos para mejorar a los reyes, al ejército y a los paisanos. A Medardo lo
hacen obispo a la muerte de Alomer; con probabilidad lo consagra Remigio. Y se encuentra
inmerso en el difícil y cruel mundo de restos de paganismo con resistencia a la fe; deberá
luchar contra la superstición de sus gentes, contra la ignorancia, las duras costumbres, la
haraganería, rapiña y asesinatos. A ese amplio trabajo evangelizador se presenta Medardo
con las armas de la bondad y de la comprensión más que con el báculo, el anatema o el
látigo. Por ello la fuente popular que describe graciosamente su persona y obra la adorna,
agradecida, con el aumento de detalles que la fantasía atribuye al santo con la bien ganada
fama de bondad. Detrás de la narración ampulosa que hacen los relatos se descubren, entre
el follaje literario, los enormes esfuerzos evangelizadores de los -sin organización aún, ni
derecho- primitivos francos. Murió en torno al año 560 y sus restos se trasladaron a la
abadía de Soissons donde le veneraron durante toda la Edad Media los ya más y mejores
creyentes francos.
9 JUNIO
Santos: Efrén Siro, diácono y doctor; Jorge, Ricardo, Maximiano, obispos; Tecla,
Mariana, Marta, Amai (o Enneim), Diómedes, Ananías, Cuadrado, mártires; Primo,
Feliciano, Vicente, mártires; Pelagia, virgen; Columba, abad; Julián, monje; beato
José Anchieta.
9 de Junio San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia (c.a. 306-373) Nació en Nisibe, de
familia cristiana, hacia el año 306. Se ordenó de diácono y ejercitó dicho ministerio en su
patria y en Edesa, de cuya escuela teológica fue el iniciador. A pesar de su intensa vida
ascética, desplegó una gran actividad como predicador y como autor de importantes obras,
destinadas a la refutación de los errores de su tiempo. Murió el año 373.
10 JUNIO
Santos: Timoteo, Máximo, Asterio, Alejandro, Aureliano, Bardón, obispos; Blanco,
Diosdado, Arecio, Rogato, mártires; Críspulo, Restituto, Zacarías, Getulio, Cereal,
Amancio, Primitivo, Trípodes, Benjamín, Félix, Victoriano, diáconos; Maurino, abad;
Juan Dominici, cardenal.
10 de junio Juan Dominici, cardenal († 1420) Paula y Domingo se llamaban sus buenos
padres; eran cristianos excelentes, piadosos, pobres y muy conocidos por su honradez. Juan
pidió ser admitido en el convento en Santa María Nova y lo rechazaron; las malas lenguas
chismosas, confundiendo las cosas por pensar que el dinero es el talismán que abre todas
las puertas, ya dijeron que preveían el fracaso porque la familia no tenía más bienes
económicos que los del trabajo diario. Siempre hubo gente así; pero en este caso estaban
del todo equivocados. La razón última del rechazo a aquella solicitud fue que los frailes
aquellos consideraron al sujeto lo menos propio para un convento de dominicos; Juan no
había acudido cuando niño a las escuelas por arrimar el hombro en la casa de los padres:
era ignorante y, además, tartamudo. Lo intentó una segunda vez y la insistencia hizo que
los frailes pasaran por alto las dificultades y probaran sacar algo del joven de aspecto rudo
y torpeza en el decir. Tanto empeño y tanta vocación hicieron de Juan todo un fraile en el
convento. Su noviciado fue un encuentro de la gracia de Dios y su cooperación; el silencio,
la oración y su esfuerzo le hicieron aprovechar bien el tiempo durante el noviciado que le
aseguró en su piedad sólida, le adiestró en la obediencia y le consiguió un adelantamiento
poco común en las ciencias. Goza de un talante natural simpático, agradable y servicial. Se
dio a conocer, sobre todo, por la austeridad de su vida y el espíritu de penitencia. Además
es artista; dedica tiempo a pintar en los libros, miniaturizando con dibujos exquisitos,
escenas de la vida de Jesús. Corona su esfuerzo con la ordenación sacerdotal. Ya puede dar
marcha a su celo por el sacrificio y por el ministerio de la predicación; pero,
desgraciadamente, dada su dificultad en la expresión, los sermones le salen torpes y
ridículos. Se siente curado de la torpeza en la dicción en Siena, cuando lleno de tristeza,
pide a la santa Catalina por amor a Dios, la curación. Obtenida, es un ciclón con las
palabras que le salen ágiles y expeditas. Siena, Florencia, Venecia y muchas ciudades y
villas de Italia le escuchan con fruición no exenta de rencores y amenazas porque lo que
predica es la renovación de la vida cristiana y eso no siempre gustó. Le obsesiona la idea
de renovar los conventos. Su Orden está relajada como tantas otras. Son tiempos malos. La
peste de 1384 ha asolado los monasterios; en el suyo de Santa María murieron en cuatro
meses setenta de sus frailes; el resto no se encontraba con fuerzas para vivir en el rigor
primero de la Orden. Lo eligen prior de los conventos de Santo Domingo de Venecia, Città
di Castello, el de Fabriano y otros que ansían la reforma; es también vicario general de
todos los conventos observantes del estado de Venecia. Pero a pesar de su buen hacer, Juan
se percata de que el futuro estaba en la juventud y a ella se dedicó fundando un noviciado
en Cortona; ahora sí se podrían poner las piedras claves donde pudieran los jóvenes apoyar
el espíritu que no quiere saber de improvisaciones. También las religiosas, sus hermanas, se
benefician de la reforma en los conventos femeninos del Corpus Domini y San Pedro
Mártir, de Florencia, donde su madre terminó sus días. Casi podría decirse que ya fue
bastante importante, por su firmeza y proyección, la obra de este predicador y reformador
dominico que antes fue tartamudo y se hacía notar por su poca finura. Pero el santo se
alegra y sufre con las alegrías y sufrimientos de la Iglesia. Y eso le llevó a la entrega más
incondicional para el bien general. No supo ni quiso permanecer al margen de los
gravísimos problemas que tenía en su tiempo el universo mundo católico, interviniendo
muy directamente en su solución trabajando con todas sus fuerzas. Papas y antipapas,
concilios y elecciones inválidas. Pisa y Constanza. Tres tiaras a un tiempo. Confusión y
desorden con desorientación, apostasías y relajos. Era una pena. Tantos años, tantos
apegos, tantos sufrimientos, tanta desunión, tan gran mal. Él se puso a rezar y a hacer y a
hablar con unos y con otros, y a hacer gestiones y a conseguir compromisos y ...obispo y
cardenal ya, inicia gestiones al más alto nivel. Tres renuncias de papas y antipapas obtuvo
para poder elegir al nuevo Sumo Pontífice, que devolviera a la Iglesia la unidad y la paz y
que fue Martín V. Resultó un trabajo intensísimo y bien hecho para utilidad de la Iglesia
exento de las actitudes propias de los «trepas» que intentan por encima de todo escalar
puestos mirando su bien personal o ampliar las esferas de influencia y poder, casi siempre
hermanadas con afán de lucro. De hecho, al leer la renuncia pública del verdadero papa
Gregorio XII, él mismo se despojó ante los presentes de sus insignias cardenalicias, en
señal de renuncia al cardenalato, yéndose a ocupar un sitio entre los obispos, con lo que se
ponía de manifiesto la ausencia de toda intención de medrar. Si en otro tiempo aceptó la
ordenación episcopal y el cardenalato contra su voluntad fue para estar capacitado a entrar
en el círculo de la cúpula jerárquica y trabajar por la unidad. No se limitó a contemplar o a
quejarse de los males; quiso «complicarse» la vida con todo un compromiso personal. Es lo
propio de los santos. Aún tuvo tiempo para ser legado apostólico en las tierras de Hungría y
Bohemia. Murió humilde y santamente el 10 de junio de 1420.
11 JUNIO
Nuestra Señora de la Capilla, patrona de Jaén. Santos: Bernabé, apóstol; Félix,
Fortunato hermanos, mártires; Remberto, Apolo, obispos; Alejo, Aleida, Juan,
Teófilo, confesores; Hugo, abad; Parisio, monje; María Rosa Molas, fundadora de las
HH. Ntra. Sra. de la Consolación.
11 de junio San Bernabé, Apóstol (s. I ) Nacido en la isla de Chipre, fue uno de los
primeros fieles de Jerusalén, predicó en Antioquía y acompañó a Pablo en el primer viaje.
Intervino en el Concilio de Jerusalén. Volvió a su patria, predicó el Evangelio y allí murió.
12 JUNIO
Santos: Juan de Sahagún, confesor; León III, papa; Olimpio, Anfión, Nicolás, Esquilo,
Gereboldo, obispos; Antonina, Basílides, Cirino, Nabor, Nazario, mártires; Onofre,
anacoreta; Plácido, abad.
12 de junio Juan de Sahagún, religioso (c.a. 1430-1479) Dentro de la catedral de
Salamanca, a ambos lados del altar Mayor, pueden rezarse oraciones ante las urnas de plata
que contienen los restos mortales de santo Tomás de Villanueva y san Juan de Sahagún. La
vida y milagros del último es la que narramos hoy. Nace en el año 1430, o a lo más en el
1341, del matrimonio formado por don Juan González del Castrillo y doña Sancha
Martínez, cuando su padre peleaba contra moros en tiempos de Juan II. El famoso obispo
converso Alonso de Cartagena, que entonces lo era de Burgos, lo eligió entre otros posibles
por sus buenas condiciones y lo protegió haciéndolo su paje, ayudante de cámara, sacerdote
y canónigo con prebenda de lujo. Así se hacían las cosas entonces. Por su propia honradez
renuncia a todo lo que tiene en palacio -era una buena base augurante de aún mejores
puestos- y se dedica a la cura directa de las almas como sencillo -era un descenso- párroco
de santa Gadea, la iglesia donde el Cid tomó tiempo atrás juramento a Alfonso VI de no
haber tenido parte en la muerte de su hermano Sancho. En la parroquia lo hizo bien según
parece, pero no la rigió demasiado tiempo. Con veintiséis años lo vemos ahora sentado en
los bancos de Salamanca aprendiendo cánones. Vive en el colegio de san Bartolomé
fundado por don Diego de Anaya, obispo de Salamanca, para la flor y nata de los
estudiantes de la época, todos con certificación de «limpieza de sangre» que quiere decir
sin judíos ni moros en su árbol genealógico. Terminados los estudios resulta que el gran
protegido del obispo, el párroco sencillo y el simple estudiante llama a las puertas de los
agustinos y, como novicio, monda patatas, cuida del fogón, sirve la comida a los frailes y
lava sus escudillas. Sí, parece que le iba el convento. Pero los planes divinos llevan su
curso y lo sacan del retiro recoleto. Están pasando cosas tristes en Salamanca; son sucesos
graves sin cuento; el alboroto es muy grande y ha habido sangre por medio; todo está
revuelto: dos nobles de la familia de los Manzanos han matado a dos hijos de doña María
de Monroy, y la madre enfurecida -la llaman la Brava- ha perseguido a los criminales hasta
Portugal y ha puestos sus cabezas en Salamanca sobre el sepulcro de sus hijos para
escarmiento. Hay división, odio, peleas, dos bandos y mucho deseo de venganza. Juan
decide hacer algo por el bien cristiano del pueblo. Sale, predica, habla con los de arriba y
los de abajo, convence, reza, visita y logra su intento de caridad cristiana. ¡Claro que tuvo
que oír de todo y soportar burlas e insultos de unos y de otros, y desprecios y amenazas;
pero la purificación bien merecía ese precio! Todavía hoy se mantiene el recuerdo y se
celebra a diario el éxito con la plaza que lleva el nombre de la Concordia. En Alba de
Tormes tuvo problemas serios con el duque por la clara y dura predicación que censuraba
vicios de los nobles que tenían vasallos - y eso que por el gracejo con que solía adornar sus
sermones le llamaban «el fraile gracioso»-. De Ledesma fue expulsado por cantar verdades
a los señores que abusaban de colonos y criados. Incluso las damas elegantes se molestaban
al verse retratadas en la predicación que ponía de relieve como ofensa a Dios lo que todos
sabían y de lo que nadie hablaba. Así se fue ganando a pulso malas caras, comentarios
maledicientes, repulsas, calumnias y odios hasta el punto de morir en el convento de san
Agustín, cuando sólo tenía cuarenta y nueve años, en el 1479, y, según parece, envenenado
por la ira de una mujer a la que privó de la compañía y agasajo de su amante convertido al
buen camino en una plática predicada en la iglesia de san Blas. Lo canonizó el papa
Inocencio XII en 1691. Es reconocido por la predicación de la doctrina de Cristo expuesta
con claridad y valentía. Pero no lo es menos si se tiene en cuenta la devoción a la
Eucaristía; se sabía bien cuándo comenzaban sus misas, pero no cuando acababan porque,
de vez en cuando, Jesús se le aparecía en la Hostia santa y desde allí la hablaba. La
iconografía lo representa con algunos de los muchos atributos con que la aurea popular lo
solía coronar; bien con un ciprés luminoso que le alumbró en sus rezos, o con una cuba
recuerdo del vino que multiplicó una vez en el convento de los frailes agustinos. 12 de
Junio San Onofre, anacoreta († 400) Si no lo hubiera encontrado el abad san Panufcio,
ya moribundo, y no hubiera escrito su vida es seguro que no conoceríamos a este personaje
originalísimo. Es un ermitaño, morador de una cueva del desierto egipcio de la Tebaida.
Allí mismo donde la civilización faraónica había florecido siglos antes, ahora, en las
primeras centurias del cristianismo, los monjes pueblan el despoblado y viven en solitario
su intensa experiencia interior y espiritual. A nuestra sociedad lo profundo le sabe a raro y
los compromisos definitivos o las decisiones comprometedoras de por vida no están de
moda. Onofre, sin embargo, nos ofrece un testimonio admirable de profundidad interior
capaz de abarcar todo su paso por la tierra. Se dedicó a la oración y, después de orar, a dar
buen consejo a quien se lo requería. ¿Nada más? Y... nada menos: dejar que el alma rebose
amor de Dios para que otros puedan descubrirlo y amarlo; dejarse afectar desde el centro
de la propia personalidad por la Gracia y contagiarla a otros como la gran curación, la gran
salud, la gran salvación. Si en la Iglesia no existieran estos absolutos testimonios del
Absoluto, todo sería aún más relativo de lo que es. ¡Estaríamos buenos! Gracias, san
Onofre, por liberarnos de relativismos estériles con tu testimonio.
13 JUNIO
Santos: Antonio de Padua, presbítero y doctor; Ana, Juan Antípatro, Arnobio, Pedro,
Asquirón, Argénides, Belfijo, confesores; Felícula, Aquilina, vírgenes; Fandila,
Aventino, Primo, Feliciano, Concorde, Fortunato, Luciano, mártires; Trifilio, Prisco,
Ceteo, obispos; Jacobo, monje.
13 de Junio San Antonio de Padua, presbítero y doctor de la Iglesia († 1231) Nació en
Lisboa a finales del siglo XII. Primero formó parte de los canónigos regulares de san
Agustín, y, poco después de su ordenación sacerdotal, ingresó en la Orden de los frailes
Menores, con la intención de dedicarse a propagar la fe cristiana en África. Sin embargo,
fue en Francia y en Italia donde ejerció con gran provecho sus dotes de predicador,
convirtiendo a muchos herejes. Fue el primero que enseñó teología en su Orden. Escribió
varios sermones llenos de doctrina y de unción. Murió en Padua el año 1231. 13 de Junio
San Fandila, mártir cordobés ( s. IX ) San Fandila fue un sacerdote natural de Guadix y
gran catequista en Córdoba. Lo degollaron por su actividad apostólica entre los cristianos
el día13 de junio. Es uno de los mártires cordobeses martirizados por el Califa en su intento
de suprimir a toda persona significativa y cualificada que pudiera mantener en los demás la
fe de Cristo. Esta fue la manera de «evangelizar» de nuevo el califato, muy propia de los
fundamentalismos de todas las épocas y nada respetuosa con la libertad de las conciencias,
ni con el respeto a la dignidad de las personas. Sus cenizas fueron arrojadas al
Guadalquivir.
14 JUNIO
Santos: Metodio, Eterio, Quinciano, Gerásimo, confesores; Valerio, Rufino, Félix,
mártires; Marciano, Fortunato, Gervoldo, obispos; Anastasio, presbítero; Digna,
virgen y mártir; Ricardo, abad; Eliseo, profeta.
14 de Junio Santa Digna, virgen y mártir y San Félix, mártires cordobeses ( s. IX)
Fueron martirizados en Córdoba el 14 de Junio. Ella era una religiosa contemplativa y
Félix un monje de un convento de la capital y natural de Alcalá de Henares. Después de
degollados, sus cuerpos fueron quemados y las cenizas arrojadas al río Guadalquivir.
Sufrieron el martirio como tantos cristianos significativos en la era de persecución
cordobesa.
15 JUNIO
Santos: María Micaela del Santísimo Sacramento, fundadora; Vito (Guy), Modesto,
Crescencia, Esiquio, Dulas, Benilde, Livia (Olivia), Leónida, Eutropia, Felipe, Zenón,
Narseo, mártires; Germana de Cousin, virgen; Landelino, abad; beata Yolanda
(Elena); Alberico, confesor; Bernardo de Menthon, patrono de los montañeros y
alpinistas.
15 de Junio Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, virgen (1809-1865) Santa
María Micaela del Santísimo Sacramento nació en Madrid en 1809 y allí, al visitar el
Hospital de San Juan de Dios, nació su vocación de consagrarse a la educación de la
juventud inadaptada socialmente. El amor a Cristo en la Eucaristía fue el alma de su obra.
Fundó el Instituto de Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad.
Murió en Valencia, víctima de su caridad, al atender a los enfermos de cólera, el 24 de
agosto de 1865. Fue canonizada en 1934. 15 de Junio Santa Benilde, mártir cordobesa
(† 853) Era bastante anciana ya cuando se desató en su Córdoba natal una persecución
califal contra el cristianismo de las que hacen época; nunca mejor dicho: la gran era de los
mártires cordobeses. Desde hacía dos años no cesaban los muertos por la fe cristiana. San
Fandila, sacerdote natural de Guadix y gran catequista, fue degollado por su actividad
cristiana el 13 de Junio de este año 853 y al día siguiente lo fueron santa Digna, religiosa
contemplativa, y san Félix, monje de un convento de la capital y natural de Alcalá de
Henares. Es decir, todo cristiano significativo estaba siendo eliminado para desarraigar la
fe de Cristo y «evangelizar» Córdoba en el espíritu del Corán. Como los moros eran bien
conocedores de las costumbres cristianas, después de la ejecución, se quemaban los cuerpos
de los mártires y sus cenizas las esparcían en el río Guadalquivir para evitar la creación de
santuarios en las tumbas de los mártires. Benilde, a pesar de sus muchos años, se llenó de
valentía evangélica, alzó su grito de libertad en contra de la tiranía y proclamó en voz alta
que prefería la fe a la vida y la coherencia creyente al silencio cómplice con aquel
«terrorismo de estado». Su gesto claro, generoso y valiente le costó el cuello y también fue
incinerada para desperdigar sus restos en el río. Dicen los entendidos que las aguas del
Guadalquivir bajan, desde entonces, «contaminadas» por el único barro que, en lugar de
ensuciar, fecundan a la Iglesia andaluza: la riada del amor que no puede engañarse ni
engañarnos. No, si ya veréis como los viejos que están cerca de la Iglesia van a poder
darnos, al final, más de una lección de vida comprometida con el evangelio. Al tiempo...
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16 JUNIO
Santos: Ferreol, Ferrucio, Quirico, Julita, Aureo, Justina, mártires; Aureliano,
Cecardo, Ticón, Benón, Siminíalo, Domnolo, obispos; Cunegunda, Mentonia,
Lutgarda, Vibranda, Criscona, Juan Francisco Regis, confesores; Armando, eremita;
Bernabé, monje.
16 de junio Juan Francisco de Regis, confesor (1597-1640) La tensión entre los católicos
y los calvinistas franceses -los que recibieron el nombre de hugonotes-, alimentada por los
intereses políticos de la Casa de Valois y la Casa de Guisa, fue aumentando en Francia;
estallará la guerra civil en el siglo XVI y se prolongará durante el siglo XVII. En uno de
los períodos de paz en que se despierta el fervor religioso con manifestaciones polarizadas
en torno a la Eucaristía y a la Santísima Virgen, en nítido clima de resurgimiento católico,
nace Juan Francisco en Foncouverte, en el 1597, de unos padres campesinos acomodados.
Cuando nació, ya había pasado la terrible Noche de san Bartolomé del 1572 en la que miles
de hugonotes fueron asesinados en París y en otros lugares de Francia, con Coligny, su jefe.
Y faltaba un año para que el rey Enrique IV, ya convertido al catolicismo, promulgara el
Edicto de Nantes que proporcionaría a los hugonotes libertad religiosa casi completa. Juan
Francisco decidió entrar en la Compañía de Jesús. Estaba comenzando los estudios
teológicos, cuando se declara en Touluose la terrible epidemia de peste del año 1628. Hay
abundantes muertes entre enfermos y enfermeros hasta el punto de fallecer 87 jesuitas en
tres años; y como hacen falta brazos para la enorme labor de caridad que tiene ante los
ojos, no cesa de pedir insistentemente su plaza entre los que cooperan en lo que pueden
para dar algo de remedio al mal. Se hace ordenar sacerdote precisamente para ello, aunque
su decisión conlleve dificultades para la profesión solemne. Este hombre es tan de Dios
que, cuando la obediencia le manda desempeñar su ministerio sacerdotal en la región de
Montpellier, se hace notar por su predicación a pesar de que su estilo no goza del cuidado y
pulcritud que tienen los sermones y pláticas de otros predicadores. Tan es así que, ante el
éxito de multitudinaria asistencia y las conversiones que consigue, grandes figuras de la
elocuencia sagrada van a escucharle y salen perplejos del discurso que han escuchado por
la fuerza que transmite a pesar de la pobreza de expresión. Alguien llegó a decir que «se
creía lo que predicaba». De hecho, llegó a provocar celotipias entre los oradores de fama
hasta el punto de llegar a acusarle ante su padre provincial declarando que deshonraba el
ministerio de la predicación por las inconveniencias y trivialidades que salían de su boca.
¿Por qué el santo suscita envidia precisamente entre los más capacitados que él? ¿Por qué
la envidia de los demás es casi consustancial al santo? ¿Cómo es posible que se dé tanta
envidia precisamente entre los eclesiásticos? Son preguntas a las que no consigo dar
respuesta adecuada. Quiso ir al Canadá a predicar la fe; pretendía ir con deseo de martirio;
hace gestiones, lo solicitó a sus superiores que le prometieron mandarlo, pero aquello no
fue posible. Su Canadá fue más al norte de Francia, en la región del Vivarais, donde vivió
el resto de su vida. Allí fue donde se pudo comprobar más palpablemente el talante de
aquel religioso grandote y flaco que con su sotana raída y parcheada buscaba a las almas.
La región era el reducto inexpugnable de los hugonotes que habían ido escapándose de las
frecuentes persecuciones. La diócesis de Viviers se encontraba en un deplorable estado
espiritual; la mayor parte de los puestos eclesiásticos se encontraban en mano de los
protestantes; sólo veinte sacerdotes católicos tenía la diócesis y en qué estado. La
ignorancia, la pobreza, el abandono y las costumbres nada ejemplares habían hecho presa
en ellos. Le ocupó la preocupación de atenderles y esto volvió otra vez más a acarrearle
inconvenientes, ya que algunos que no querían salir de su «situación establecida» le
culparon ante el obispo de rigorismo excesivo y de que su predicación -llena de sátiras e
invectivas- creaba el desorden en las parroquias; y la calumnia llegó hasta Roma desde
donde le recomiendan los jefes prudencia y le prohiben exuberancia en el celo. Creyeron
más fácilmente a los «instalados» que al santo. ¿Por qué será eso? Si los sacerdotes estaban
así, no es difícil imaginar la situación de la gente. A pie recorre sube por los picos de la
intrincada montaña, camina por los senderos, predica en las iglesias, visita las casas,
catequiza, convence y convierte. Allí comienzan los lugareños a llamarle «el santo» y se
llenan las iglesias más grandes de gente ávida de escucharle. Organiza la caridad. Funda
casas para sacar de la prostitución a jóvenes de vida descaminada. No le sobra tiempo. Pasa
noches en oración y la labor de confesonario no se cuenta por horas, sino por mañanas y
tardes. Así le sorprendió la muerte cuando sólo contaba él 43 de edad: derrumbándose
después de una jornada de confesonario, ante los presentes que aún esperaban su turno para
recibir el perdón. Cinco días después, marchó al cielo. Era el año 1640. Y «si hay un santo
a quien pueda invocarse como patrón de las misiones rurales en tierras de Francia, este es
san Juan Francisco de Regis», lo dijo Pío XII.
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17 JUNIO
Santos: Gregorio Barbarigo, Antidio, Imerio, Gundulfo, obispos; Basilio, Inocencio,
Félix, Peregrino, Hermias, Sabel, Ismael, Nicandro, Marciano, Montano, Valeriana,
mártires; Isauro, diácono; Avito, abad; Hipacio, Rainiero, confesores; Julián, monje;
Besarión, anacoreta; Alena (Elena), santa.
17 de junio Avito, abad († 530) La lejana historia de Avito la conoce plenamente sólo
Dios; los documentos que tenemos hoy muestran el núcleo histórico de su existencia santa,
pero a falta de otros datos, los relatos posteriores hablan de él con los adornos añadidos por
la fábula y la devoción popular menos exigente con la verdad histórica y más
condescendiente con los efluvios de la piedad. Se dice de él que nació en la zona de
Orleáns, teniendo por padres a unos cristianos pobres y que, cuando era pequeño conoció a
los monjes de la abadía de Micy que está próxima a la ciudad; llevado de la curiosidad
propia de los niños, les preguntó, quienes eran, qué hacían, por qué vivían lejos de la gente
y para qué servían. Esas preguntas, contestadas con simpatía y desparpajo por alguno de
aquellos frailes que tenía gracejo y estaba lleno de sentido sobrenatural, dichas al alcance
de una cabecita pequeña dieron fruto con el paso de los años. Un buen día, aquella
curiosidad se convirtió en deseo de imitarlos, pero con tal gana y empeño que el joven
Avito ruega al abad Maximino o Mesmino que le admita en el monasterio y que si no
puede ser como monje, que lo admita como criado. Está dispuesto a no dejar la puerta del
convento y a morir de frío y de hambre hasta conseguir lo que pide. Cuentan de él que la
primera época de fraile la vivió tan amable, servicial y obediente que su sencillez y deseos
de agradar a la comunidad a veces fue considerado por algunos como una actitud que
rayaba con lo estúpido. De todos modos, el abad experimentado descubre el regalo que les
ha llegado del cielo; el abad le encomienda muy pronto el oficio de ecónomo y pasa a ser el
responsable de preparar las cosas que atañen en el convento al alimento de los frailes; debe
cuidar de que no les falte el alimento necesario, ha de disponer el orden de las comidas,
cuidar del pobre almacén, reponer alimentos y reservar una parte para los pobres cosa en la
que siempre se mostró lleno de generosidad. Que lo hiciera bien o mal en preparar la
intendencia sólo Dios lo sabe, pero el resultado fue la continua crítica y murmuración que
provocó en los compañeros de salmos. La situación de aparente fracaso le llevó a
replantearse con mayor seriedad sus deseos de soledad. Resuelve el asunto, después de
haberlo rezado y pensando Dios le pedía un cambio; organiza una trama nocturna
consistente en introducirse en la celda del abad, esperar a que lo rinda el sueño y meter bajo
su almohada las llaves de ecónomo, simbolizando con ello su renuncia al cargo. Se marcha
del monasterio. Ahora sí que podrá en el bosque cercano dedicarse a la oración y penitencia
a sus anchas sin necesidad de escuchar las protestas de sus hermanos y dando cuenta al
abad de su vida de vez en cuando. Intentará imitar a los ermitaños comiendo la yerba,
raíces y frutas que encuentre por el campo. Hizo falta el ruego de los frailes y la
intervención del obispo de Orleáns para sacarlo del retiro de Solaña y conseguir que
aceptara el gobierno de la abadía, en el año 520, después de la muerte de Maximiano. El
nuevo abad hace más con humildad y ejemplo que con mandatos; pero por su medio se
restablece la primera disciplina y se eleva el tono sobrenatural del monasterio. Las cosas
marchan bien, pero a él le sigue hormigueando en el alma el run-run de la soledad. Ahora
será Percha, más distante y menos accesible el nuevo lugar donde plantará su residencia
entre cuevas o chozas de ramas de árboles. Allí no será fácil que le encuentren los monjes
en caso de que le busquen; ha llevado con él a otro fraile que también tenía las mismas
ansias de soledad. Vivirán como en la primera época en la contemplación y penitencia,
metidos en el alejamiento y el silencio. Sólo que no pudo ser por mucho tiempo porque lo
descubrió el milagro de Avito: un porquero mudo desde niño, por mandato del santo ha
comenzado a hablar, y ya es imposible hacerlo callar. Y la gente se entera ¡Adiós soledad!
La noticia del hecho se transmite y la gente acude a ver y a tocar; él catequiza, enseña, reza
y hace rezar. Vienen discípulos y, sin quererlo, no hay más remedio que fundar el
monasterio que con el tiempo llevará su nombre. Dicen que a ruegos de Avito, llegaron a
soltar en Orleáns a los presos de la cárcel. Y además hablan del ciego curado
milagrosamente; y el mismo Lubin, el obispo de Chartres, relata la resurrección de un
monje. Y con el rey Clodomiro, el hijo de Clodoveo y Clotilde, tiene palabras de paz
intercediendo por el preso rey de Borgoña, Segismundo y su familia. Después de muerto,
refieren de él muchos milagros y le atribuyen bastantes victorias guerreras logradas por su
intercesión. Avito terminó sus días el 17 de junio del año 530. Chateaudrum y Orleáns se
distribuirán posteriormente sus preciosas reliquias.
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18 JUNIO
Santos: Marcos, Marceliano (Marcelino), Ciriaco, Paula, Leoncio, Eterio, Germán,
Paulino, Equicio, Hipacio, Teódulo, Martiria, Félix, Emilio, Crispín, mártires;
Amando, obispo; Marina, santa; Erasmo, anacoreta.
18 de Junio Santos Marcos y Marcelino, mártires. Son mártires y patronos secundarios
de la Diócesis de Badajoz —hoy Archidiócesis de Mérida-Badajoz—. Un rayo que cayó en
el castillo fue la causa del terrible fuego que amenazaba a todas luces alcanzar el polvorín o
almacenes de pólvora de la ciudad y cuya explosión hubiera sido una catástrofe tanto en
pérdida de vidas humanas como de viviendas y bienes. El apresurado rezo a los santos del
día en aquel apuro hizo que milagrosamente se detuvieran las llamas en la misma zona
inmediatamente próxima al almacén de munición. Las personas que se supieron protegidas
por la intercesión de los santos mártires Marcelino y Pedro pidieron a las autoridades
eclesiásticas sea oficialmente reconocida la protección de los santos que les libraron al final
de aquella terrible tormente. Un decreto de la Sagrada Congregación de Ritos faculta al
Deán y Cabildo para elegirlos patronos menos principales de la ciudad de Badajoz. Una vez
ejecutado, es aprobado por el Obispo Juan Marín Rodezno, el 13 de junio de 1699. Su
celebración es sólo para la ciudad.
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19 JUNIO
Santos: Romualdo, Diosdado, obispos; Gervasio, Protasio, Andrés, Gaudencio,
Culmacio, Ursicinio, Zósimo, Bruno, Bonifacio, Lamberto, mártires; Nazario,
patriarca; Juliana de Falconeri, virgen y fundadora.
19 de Junio San Romualdo, obispo († c.a. 1027) Nació en Rávena, hacia la mitad del
siglo X. Practicó la vida eremítica y, durante varios años, recorrió diversos lugares en
busca de la soledad y fundando pequeños monasterios. Luchó denodadamente contra la
relajación de costumbres de los monjes de su tiempo, mientras se esforzaba en adquirir la
propia perfección. Murió hacia el año 1027.
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20 JUNIO
Santos: Silverio, papa; Aldegunda, Florentina, vírgenes; Macario, Inocencio, obispos;
Regimberto, Bertoldo, Mernico, confesores; Novato, Pablo, Ciriaco, mártires; José,
anacoreta; Dermot O’Hurley, Margarita Bermingham viuda de Ball, Francisco
Taylor, Ana Line, Margarita Cltheroe, Margarita Ward y compañeros mártires
ingleses, beatos.
20 de junio Mártires ingleses (1535-1679) Fueron hombres y mujeres, clérigos y laicos
que dieron su vida por la fe entre los años 1535 y 1679 en Inglaterra. Ya habían surgido
dificultades entre el trono inglés y la Santa Sede que ponían los fundamentos de una
previsible ruptura; el motivo fue doble: el trono se reservó unilateralmente el
nombramiento de obispos para las diferentes sedes -lo que suponía una merma de libertad
de Roma para el desempeño de su misión espiritual-, al tiempo que ponía impuestos y
gravámenes tanto a clérigos como a bienes eclesiásticos -lo que suponía una injusticia y
merma en los presupuestos económicos de la Santa Sede-. Luego vinieron los problemas de
ruptura con Roma en tiempos de Enrique VIII, con motivo del intento de disolución del
matrimonio con Catalina de Aragón y su posterior unión con Ana Bolena, a pesar de que el
rey inglés había recibido el título de Defensor de la Fe por sus escritos contra la herejía
luterana en el comienzo de la Reforma. Pero fue sobre todo en la sucesión al trono, después
de la muerte de María, hija legítima de Enrique VIII y Catalina de Aragón, cuando
comienza a reinar en Inglaterra Isabel, cuando se desencadenan los hechos persecutorios a
cuyo término hay que contar 316 martirios entre laicos hombres y mujeres y clérigos altos
y bajos. Primero fueron dos leyes -bien pudo ser la gestión del primer ministro de Isabel,
Guillermo Cecil- principalmente las que dieron el presupuesto político necesario que
justificase tal persecución: El Decreto de Supremacía, y el Acta de Uniformidad (1559).
Por ellas el Trono se arrogaba la primacía en lo político y en lo religioso. Así la Iglesia
dejaba de ser «católica» -universal- pasando a ser nacional -inglesa- cuya cabeza, como en
lo político era Isabel. Y el juramento de fidelidad necesario supuso para muchos la
inteligencia de que con él renunciaban a su condición de católicos sometidos a la autoridad
del papa y por tanto era interpretado como una desvinculación de Roma, una herejía, una
cuestión de renuncia a la fe que no podía aceptarse en conciencia. De este modo, quienes se
negaban al mencionado juramento -necesario por otra parte para el desempeño de cualquier
cargo público- o quienes lo rompían quedaban ipso facto considerados como traidores al
rey y eran tratados como tales por los que administraban la justicia. Vino la excomunión a
la reina por el papa Pío V (1570). Se endurecían las presiones hasta el punto de quedar
prohibido a los sacerdotes transmitir al pueblo la excomunión de la Reina Isabel I. En
Inglaterra se emanó un Decreto (1585) por el que se prohibía la misa y se expulsaba a los
sacerdotes. Dispusieron de cuarenta días los sacerdotes para salir del reino. La culpa por ser
sacerdote era traición y la pena capital. En esos años, quienes dieran o cobijo, o comida, o
dinero, o cualquier clase de ayuda a sacerdotes ingleses rebeldes escondidos por fidelidad y
preocupación por mantener la fe de los fieles o a los sacerdotes que llegaran desde fuera
por mar camuflados como comerciantes, obreros o intelectuales eran tratados como
traidores y se les juzgaba para llevarlos a la horca. Bastaba con sorprender una reunión
clandestina para decir misa, unas ropas para los oficios sagrados descubiertas en cualquier
escondite, libros litúrgicos para los oficios, un hábito religioso o la denuncia de los espías y
de malintencionados aprovechados de haber dado hospedaje en su casa a un misionero para
acabar en la cuerda o con la cabeza separada del cuerpo por traición. No se relatan aquí las
hagiografías de Juan Fisher, obispo de Rochester y gran defensor de la reina Catalina de
Aragón, o del Sir Tomás Moro, Canciller del Reino e íntimo amigo y colaborador de
Enrique VIII, -por mencionar un ejemplo de eclesiástico y otro de seglar- que tienen su día
y lugar propio en nuestro santoral. Sí quiero hacer mención bajo un título general de todos
aquellos que -hombres o mujeres, eclesiásticos tanto religiosos como sacerdotes seculares-
dieron su vida con total generosidad por su fidelidad a la fe católica, resistiéndose hasta la
muerte a doblegarse a la arbitraria y despótica imposición que suponía claudicar a lo más
profundo de su conciencia. Ana Line fue condenada por albergar sacerdotes en su casa;
antes de ser ahorcada pudo dirigirse a la muchedumbre reunida para la ejecución diciendo:
«Me han condenado por recibir en mi casa a sacerdotes. Ojalá donde recibí uno hubiera
podido recibir a miles, y no me arrepiento por lo que he hecho». Las palabras que
pronunció en el cadalso Margarita Clitheroe fueron: «Este camino al cielo es tan corto
como cualquier otro». Margarita Ward entregó también la vida por haber llevado en una
cesta la cuerda con la que pudo escapar de la cárcel el padre Watson. Y así, tantos y
tantas... murieron mártires de la misa y del sacerdocio. En la Inglaterra de hoy tan
modélica y proclive a la defensa de los derechos del hombre hubo una época en la que no
se respetó la libertad de conciencia de los ciudadanos y, aunque las medidas adoptadas para
la represión del culto católico eran las frecuente y lastimosamente usadas en las demás
naciones cuando habían de sofocar asuntos políticos, militares o religiosos que supusieran
traición, pueden verse aún hoy en los archivos del Estado que las causas de aquellas
muertes fue siempre religiosa bajo el disimulo de traición. Y, después de la sentencia
condenatoria, los llevaban a la horca, siempre acompañados por un pastor protestante en
continua perorata para impedirles hablar con los amigos o rezar en paz. Así son las cosas.
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21 JUNIO
Santos: Luis Gonzaga, confesor; Eusebio, Terencio, Ursicino, Martín, Simplicio, Raúl
(Radulfo), Inocente (Inocencio), obispos; Rufino, Marcia, Ciriaco, Apolinar, Albano,
Tecla, Basilisco, mártires; Demetria, virgen; Leufrido, abad.
21 de Junio San Luis Gonzaga, religioso (1568-1591) Nació el año 1568 cerca de
Mantua, en Lombardía, hijo de los príncipes de Castiglione. Su madre lo educó
cristianamente, y muy pronto dio indicios de su inclinación a la vida religiosa. Renunció a
favor de su hermano al título de príncipe que le correspondía por derecho de
primogenitura, e ingresó en la Compañía de Jesús, en Roma. Cuidando enfermos en los
hospitales. contrajo él mismo una enfermedad que lo llevó al sepulcro el año 1591. 21 de
Junio San Inocente (Inocencio), obispo emeritense, confesor (s. VII) Su vida hizo honor
a su nombre. Parece ser que su candidez y humildad jalonaron su ministerio en Mérida,
capital de la provincia Lusitana, en el tiempo de la España visigoda. Se cuenta de él que su
santidad y penitencia las ponía al servicio para impetrar las lluvias, tan deseadas en los
tiempos de sequía, presidiendo rogativas, que siempre eran escuchadas por el Omnipotente.
Cuando lo eligieron para ser consagrado obispo, era, según se nos dice, el último en el
orden de los diáconos. Y lo consagraron para servir a la diócesis emeritense como sucesor
del gran obispo visigodo Masona que abrió la «Edad de Oro» del episcopado de Mérida.
«Después de él fue elegido un virtuoso varón, de suma santidad y llaneza, llamado
Inocencio, cuya condición la expresa bien su propio nombre. Inocente, en verdad, y
cándido; que a nadie juzgó, a nadie condenó, a nadie enjuició; y vivió humilde y piadoso
todos los días de su vida» Asistió al Concilio de Toledo del año 610 que preside San
Leandro de Sevilla en tiempos de Gundemaro. Debió estar pocos años al frente de su sede.
Su fiesta es el 21 de junio.
22 JUNIO
Santos: Paulino de Nola, Adán, Nicetas, Liberto, obispos; Juan Fisher, cardenal;
Tomás Moro, Canciller y mártir; Pompiano, Galación, Heraclio, Saturnino, Albano,
Flavio, Clemente, mártires; Inocencio V, papa; Consorcia, virgen; Lamberto, abad;
Arón, eremita; Domiciano, monje.
22 de Junio San Paulino de Nola, obispo (355-431) Nació en Burdeos (Francia), el año
355. Siguió una carrera política llena de honores, se casó y tuvo un hijo. Deseando llevar
una vida austera, recibió el bautismo y, renunciando a todos sus bienes, comenzó el año
393 a practicar la vida monástica, estableciéndose en Nola, ciudad de la Campania.
Ordenado obispo de aquella ciudad, promovió el culto de San Félix, ayudó a los peregrinos
y alivió solícitamente las miserias de su tiempo. También compuso una serie de poemas
notables por la elegancia de su estilo. Murió el año 431.
22 de Junio San Juan Fisher, obispo, (1469 - 1535) y Santo Tomás Moro, seglar,
(1477 - 1535), mártires. Juan Fisher nació el año 1469; fue hijo de un modesto mercero de
Beberly, en el condado de York (Inglaterra); estudió teología en Canbridge, fue ordenado
presbítero, por privilegio, cuando solo contaba veintidós años, y a los treinta y cinco ya era
Vicecanciller de la Universidad. Consumado humanista, fundó los Colleges de Cristo y de
san Juan, amplió bibliotecas y fundó cátedras con la ayuda de Lady Margaret, madre de
Enrique VII. Erasmo llegó a afirmar que no había en el país «hombre más culto, ni obispo
más santo». Fue nombrado obispo de Rochester en el año 1504, cargo que ejerció con una
vida llena de austeridad y de entrega pastoral, visitando con frecuencia a los fieles de su
grey. Se mostró como decidido apologista antiprotestante. Mantuvo una postura firme y
clara ante los proyectos de Enrique VIII sobre su anulación matrimonial, defendiendo la
validez y la indisolubilidad del contraido con la reina Catalina de Aragón. Miembro de la
Cámara de los Lores, arremete contra ciertas medidas anticlericales y hace añadir una
cláusula fatalmente restrictiva al nombramiento de Enrique VIII como Cabeza de la Iglesia
en Inglaterra. Su actitud le llevó a estar dos veces en la cárcel, a sufrir atentados e intentos
de asesinato y a soportar bajas calumnias. Por su negativa a prestar el juramento de
Supremacía, se le encarceló en la Torre de Londres, le despojaron de su título episcopal y
declararon a Rochester «sede vacante». Tomás Moro nació el año 1477, y completó sus
estudios en Oxford; se casó y tuvo un hijo y tres hijas. Ocupó el cargo de Canciller del
reino. Intimo compañero y amigo personal del rey Enrique VIII, abogado distinguido,
notable humanista de gran cultura, amigo de Erasmo, cariñoso padre de familia, caballero
simpático por su buen humor y, además católico fevoroso. Cuando vió que era
incompatible con su religión el juramento de sumisión a Enrique como cabeza de la Iglesia
en Inglaterra, presentó du dimisión, intentando vivir una vida tranquila con su familia, sin
más complicaciones. Pero fue apresado y metido en la Torre de Londres. A todos los
esfuerzos de sus amigos para convencerle de que debía prestar su juramento contestó
sencillamente que no podía reconciliarlo con su conciencia. Cuando su propia mujer le
insiste a hacerlo por lo que ella juzgaba que era bien para su casa, le constestó: «¿Cuántos
años crees que podría vivir en mi casa?» «Por lo menos veinte, porque no eres viejo», le
dijo ella. «Muy mala ganga, puesto que quieres que cambie por veinte años toda la
eternidad». Escribió varias obras sobre el arte de gobernar y en defensa de la religión.
Ambos, por haberse opuesto al rey Enrique VIII en la cuestión de su pretendida anulación
de matrimonio, fueron decapitados el año 1535: Juan Fisher el día 22 de Junio, Tomás
Moro el día 6 de Julio, después de quince meses de cárcel donde escribió «Diálogo en
tiempo de tribulación». El obispo Juan Fisher, mientras estaba en la cárcel, fue designado
cardenal por el Papa Pablo III. Claro, la fe no es sólo una cuestión de cabeza, de saber,
quiero de decir de instrucción o de conocimiento; implica a toda la persona creyente y la
lleva a determinaciones prácticas que, en ocasiones «límite», se resuelven con la entrega de
la vida.
23 JUNIO
Santos: Juan, presbítero; Jacobo, obispo; Agripina, Zenón, Zenas, Félix, Gotilas,
Ardames, Baraclas, Moisés, Eustoquio, Gayano, Proba, Lolia, Urbano, mártires;
Aristocles, Demetriano, Atanasio, confesores; José Cafasso, presbítero; Editrudis
santa.
23 de junio José Cafasso, confesor (1811-1860) A pesar de no haber durado su existencia
cincuenta años, llenó de fruto espiritual y de testimonio cristiano su paso por el siglo XIX y
dejó estela de singular santidad rompedora de moldes acuñados y ejemplar para el resto del
tiempo. Nació el 15 de enero del año 1811 en Castelnuovo Don Bosco, que entonces se
llamaba Castelnuovo d’Asti. Cristalizó su deseo de consagrarse a Dios en los principios del
verano de 1827, cuando estrenaba su juventud, comenzando a vestir el traje talar. Hizo los
estudios filosóficos y teológicos preparatorios al sacerdocio que se le confirió el 21 de
setiembre de 1833. Las corrientes que mandaban la moda en aquellos momentos estaban
inficionadas de jansenismo y regalismo con vientos que dificultaban fuertemente la marcha
de la Iglesia. La piedad, como expresión de la fe, estaba sofocada por un excesivo
rigorismo que señalaba tanto la distancia entre el Creador y la criatura que dificultaba la
expresión genuina de la relación con Dios visto como Padre bueno; por ello, la relación
amorosa y confiada a la que debe llevar la verdadera piedad permanecía oculta por la
rigidez estéril y el temor nocivo a Dios observado como justiciero, lejano y extraño. Por la
otra parte, la consideración regalista del poder civil en los Estados conducía a un
absolutismo regio que oscilaba entre la elección de los obispos para las diferentes diócesis
por parte del rey y la manipulación arbitraria de los bienes eclesiásticos por parte del poder
civil, mermando así la autoridad del Papa y su libertad para el gobierno de la Iglesia y la
predicación del Evangelio. Era la consecuencia de la Ilustración. Enmarcado en estas
formas de pensamiento y de actitudes prácticas comienza el ejercicio del ministerio
sacerdotal José Cafasso. Renuncia a la «carrera» de los eclesiásticos, desperdiciando
voluntariamente las posibilidades de subir que tuvo desde el principio por su buen cartel.
Se instala, con la intención de mejorar su formación sacerdotal, en el "Convitto" de San
Francisco de Asís, en Turín, que habían fundado en el 1817 Pío Brunone y Luis María
Fortunato. Allí vivían, rezaban, se formaban y pastoralmente se animaban jóvenes
sacerdotes para bien del Piamonte. Pero lo que comenzó con ánimos de mejora personal
terminó siendo la ocasión de su amplísimo apostolado. De alumno pasa a maestro de
teología moral y luego a rector del Convictorio por su piedad profunda, solidez de cultura
teológica y madurez ascética. Frente a la práctica religiosa antipática y a la pastoral
sacramental rigorista imperante en su época, allí se entresacan los filones de la vida
espiritual católica de todos los tiempos. Con trazos seguros y vivos se enseña, recuerda y
habla del fin de esta vida, del valor del tiempo, de la salvación del alma y de la lucha
contra el pecado; con naturalidad se tratan las verdades eternas, la frecuencia de los
sacramentos, el despego del mundo... y todo ello en clima de cordialidad, de sano
optimismo y de confianza en la bondad de Dios manifestado en Cristo; por eso, se adivina
que la religión ha de ser el continuo ejercicio de amor para acercarse al Dios lleno de
infinita bondad y misericordia de quien debe esperarse siempre todo el perdón. Con formas
nuevas, la piedad resulta agradable y fuente de permanente alegría cristiana. Así se da
sentido al cuidado de las cosas pequeñas y en la misma mortificación corporal se descubre
el verdadero sentido interior que encierra en cuanto que la renuncia al gusto no es más que
liberación del amor y unión más perfecta con Dios. Pero, además, se le llamó «el padre de
la horca» y el «consejero de los inciertos». La primera paráfrasis calificativa recuerda a los
sesenta y ocho condenados a la pena capital que asistió en el último tramo de su vida sin
que ninguno se resistiera a la Gracia, por más que -llanamente- algunos fueran verdaderos
monstruos de maldad. La segunda hace referencia a las incontables horas de confesonario
donde impartía el perdón de Dios y aconsejaba a importantes y sencillos que decidían
guardar cola para encontrar consuelo y orientación cristiana. Hay que resaltar la influencia
que José Cafasso ejerció en san Juan Bosco, algo más pequeño que él, cuando José era un
joven y Juan un niño y cuando, más tarde, le facilita fondos económicos para ayudarle en la
obra evangelizadora que comenzaba para el bien profesional y cristiano de la juventud. No
se puede dejar de mencionar ni por olvido que en la tierra tuvo tres amores: Jesús
Sacramentado, María Santísima y el Papa. Murió santamente el 23 de junio de 1860 y lo
canonizó Pío XII en el año 1947. Encontró a Dios y le sirvió en el cumplimiento ordinario
del ministerio sacerdotal, viviendo fielmente a diario -y esto es lo heroico- su entrega.
24 JUNIO
El Nacimiento de San Juan Bautista. Santos: Teodgaro, Bartolomé, confesores;
Orencio, Farnacio, Eros, Fermín, Ciriaco, Firmo, Longinos, hermanos; Fausto,
Agilberto, Agoardo, mártires; Teodulfo, Simplicio, Gunardo, obispos; Iván, eremita.
24 de junio Nacimiento de Juan Bautista (A.T.) Su patria chica es Ain Karim. La
madre, Isabel, había escuchado no hace mucho la encantadora oración que salió
espontáneamente de la boca de su prima María y que traía resonancias, como un eco lejano,
del antiguo Israel. Zacarías, el padre de la criatura, permanece mudo, aunque por señas
quiere hacerse entender. Las concisas palabras del Evangelio, porque es así de escueta la
narración del nacimiento después del milagroso hecho de su concepción en la mayor de las
desesperanzas de sus padres, encubren la realidad que está más llena de colorido en la
pequeña aldea de Zacarías e Isabel; con lógica humana y social comunes se tienen los
acontecimientos de una familia como propios de todas; en la pequeña población las penas y
las alegrías son de todos, los miedos y los triunfos se comparten por igual, tanto como los
temores. Este nacimiento era esperado con angustiosa curiosidad. ¡Tantos años de espera!
Y ahora en la ancianidad... El acontecimiento inusitado cambia la rutina gris de la gente.
Por eso aquel día la noticia voló de boca en boca entre los paisanos, pasa de los corros a los
tajos y hasta al campo se atrevieron a mandar recados ¡Ya ha nacido el niño y nació bien!
¡Madre e hijo se encuentran estupendamente, el acontecimiento ha sido todo un éxito! Y a
la casa llegan las felicitaciones y los parabienes. Primero, los vecinos que no se apartaron
ni un minuto del portal; luego llegan otros y otros más. Por un rato, el tin-tin del herrero ha
dejado de sonar. En la fuente, Betsabé rompió un cántaro, cuando resbaló emocionada por
lo que contaban las comadres. Parece que hasta los perros ladran con más fuerza y los
asnos rebuznan con más gracia. Todo es alegría en la pequeña aldea. Llegó el día octavo
para la circuncisión y se le debe poner el nombre por el que se le nombrará para toda la
vida. Un imparcial observador descubre desde fuera que ha habido discusiones entre los
parientes que han llegado desde otros pueblos para la ceremonia; tuvieron un forcejeo por
la cuestión del nombre -el clan manda mucho- y parece que prevalece la elección del
nombre de Zacarías que es el que lleva el padre. Pero el anciano Zacarías está inquieto y se
diría que parece protestar. Cuando llega el momento decisivo, lo escribe con el punzón en
una tablilla y decide que se llame Juan. No se sabe muy bien lo que ha pasado, pero lo
cierto es que todo cambió. Ahora Zacarías habla, ha recuperado la facultad de expresarse
del modo más natural y anda por ahí bendiciendo al Dios de Israel, a boca llena, porque se
ha dignado visitar y redimir a su pueblo. Ya no se habla más del niño hasta que llega la
próxima manifestación del Reino en la que interviene. Unos dicen que tuvo que ser
escondido en el desierto para librarlo de una matanza que Herodes provocó entre los bebés
para salvar su reino; otros dijeron que en Qunram se hizo asceta con los esenios. El oscuro
espacio intermedio no dice nada seguro hasta que «en el desierto vino la palabra de Dios
sobre Juan». Se sabe que, a partir de ahora, comienza a predicar en el Jordán,
ejemplarizando y gritando: ¡conversión! Bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar.
Todos dicen que su energía y fuerza es más que la de un profeta; hasta el mismísimo
Herodes a quien no le importa demasiado Dios se ha dejado impresionar. Y eso que él no
es la Luz, sino sólo su testigo.
25 JUNIO
Santos: Guillermo, abad; Orosia, Lucía, Febronia, vírgenes; Galicano, Máximo,
obispos; Próspero de Aquitania, Sosípatro, Amando, Adalberto, Emiliano, confesores;
Agatón, Lucía, Diógenes, mártires; Bodoaldo, monje; Félix, eremita; Salomón, rey de
Bretaña.
25 de junio Próspero de Aquitania, seglar († c. a. 455) Si no fuera por sus escritos, todos
marcados por la controversia semipelagiana, y por el testimonio del historiador Gennadio
no sabríamos gran cosa de su vida que destaca por su virtud, por la perseverancia en la
lucha por la ortodoxia y por el apasionamiento por la verdad. Parece ser que era natural de
Aquitania y así se añade a su nombre, como apellido, el de su patria y vió la luz a finales
del siglo IV. Debió recibir una buena y sólida formación y parece ser que frecuentó la
compañía de los monjes que estaban en el monasterio de san Víctor, en Marsella, al sur de
Francia. Consta que nunca entró en el mundo de los clérigos, siempre permaneció en el
estado seglar y hay indicios prudentes que llevan a pensar que estuvo casado; de hecho, se
le atribuye el «Poema de un esposo a su esposa» en cuyo caso no habría duda sobre su
estado matrimonial e incluso se le podría aplicar la profundidad de pensamiento y las claras
actitudes de vida cristiana que en él aparecen, pero no puede afirmarse con total seguridad
por negar algún autor de peso la autoría prosperoniana del poema. Bien conocida es la
controversia teológica suscitada en el siglo V por la desviada enseñanza de Pelagio
contraria al pensar cristiano poseído pacíficamente en la Iglesia. La reacción de san
Agustín -con toda clase de argumentos bíblicos y teológicos- no se hizo esperar en defensa
de la fe y la sanción de los concilios de Cartago en los años 416 y 418 con la posterior
aceptación del papa parecía haber solucionado para siempre el problema. Pero no fue así y
es aquí donde entra en juego Próspero de Aquitania. Los monjes de san Víctor en Marsella
empiezan a inficionar las Galias con un pelagianismo camuflado que enseña el abad
Casiano, escritor y teólogo, secundado por sus monjes. Dice en sus «Colaciones» que
admite la doctrina contra los pelagianos expuesta por san Agustín y aprobada por los
concilios y los papas, pero sostiene con sus monjes que depende del hombre la primera
elección que en términos teológicos se denominará desde entonces el «initium fidei». Este
es el pensamiento teológico que en el siglo XVI recibirá el nombre de semipelagianismo.
Próspero detecta el mal larvado y habla, y discute, y visita, y escribe a Agustín propiciando
la escritura de los tratados maduros agustinianos «Sobre el don de la perseverancia» y «De
la predestinación de los santos» que escribió, ya anciano, el obispo de Hipona. Es toda una
controversia de alto nivel. Como es laico y su fuerza termina en su pobre persona, no cede
en la verdad teológica y marcha a Roma para implicar en la defensa de la fe al mismo papa
Celestino I que era ya un hombre avezado en este tipo de discusiones y escribió a los
obispos galos pidiendo sometimiento al magisterio de la Iglesia recogido de san Agustín.
Se trataba de intrincadas cuestiones que, en sus matices, son para especialistas teólogos y
en las que los incautos son fácil presa al engaño. En juego está la idea de Dios y del
hombre, el valor de la Redención y la necesidad de los sacramentos. No era poca cosa la
que estaba sobre el tapete. Había que saber conciliar la evidencia del absoluto poder de
Dios, su voluntad salvífica universal, y su absoluta libertad con la libertad del hombre que
es un ser dependiente y el papel que le concierne en su propia salvación, correspondiendo
personalmente a la gracia. Si se concedía excesivo protagonismo a la libertad humana se
llegaba al extremo inaceptable de que el hombre puede llegar a la salvación sobrenatural
por sus propias fuerzas; si, por el contrario, se acentuaba la absoluta dependencia del
hombre con respecto a Dios, se hacía a Dios responsable de la condenación, cosa
igualmente imposible. Llegar a la expresión técnica de la fe era cosa de preclaras
inteligencias, grandes teólogos y extraordinarios santos. Muerto Casiano y fallecido
también san Agustín, no se acabó la discusión entre los seguidores del fraile y tuvo que ser
el laico o seglar Próspero quien mantuviera firme y alta la bandera de la ortodoxia. Que se
sepa, escribió «La vocación de todos los gentiles», «Contra el autor de las Colaciones»,
«Sobre la Gracia y el libre albedrío» y «De los ingratos». Terminó sus días el seglar
Próspero siendo secretario nada menos que del papa san León Magno y hasta se piensa que
pudo poner su aportación en la Epístola Dogmática escrita a los Orientales para exponer
magisterialmente el misterio de la Encarnación, declarando la unión Personal en Cristo
contra la herejía de Nestorio y contra Eutiques y los monofisitas las dos naturalezas de
Cristo. Murió después del año 455, sin que se pueda aventurar con más exactitud la fecha
de su muerte en el actual estado de investigación. Da gusto ver en el siglo V la entrega de
un laico sabio y santo responsable de su misión y puesto en la Iglesia sin renunciar al
estado que Dios quiso para él. Aunque en aquella época no se hablaba aún de
«promocionar al laicado», ni de «laicos comprometidos», se demuestra una vez más que,
para cada uno en particular, la santidad no depende del modo de ser Iglesia en la Iglesia,
sino de la fidelidad a la gracia de Dios y del esfuerzo por poner en juego todos los dones
recibidos.
26 JUNIO
Santos: Pelayo niño, Salvio, Superio, mártires; Juan, Pablo, hermanos; Antelmo,
Virgilio, Rodolfo, Constantino, Marciano, obispos; Majencio, presbítero;
Perseveranda, virgen; David, eremita; José María Escrivá de Balaguer, fundador,
beato.
26 de Junio San Pelayo, mártir († 925) Pelayo (o Pelagio) es el mártir de la castidad en el
umbral de la juventud. Nacido en Galicia, fue llevado a la cárcel de Córdoba con su tío
Hermigio, obispo de Tuy. El califa se sintió atraído por su figura y, al no poder doblegar
su virtud, lo hizo martirizar, a los catorce años de edad, el 26 de junio del año 925. Su
cuerpo fue trasladado a León, y más tarde a Oviedo, donde se venera actualmente en el
monasterio de benedictinos que lleva su nombre.
27 JUNIO
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, Patrona de la S.S. y de Hacienda, de los Médicos
Católicos Españoles y del Cuerpo de Sanidad Militar. Santos: Cirilo de Alejandría,
obispo y doctor; Crescente, obispo; Zoilo, Aniceto, Crispo, Crispiniano, Benedicta,
mártires; Juan, Adelino, presbíteros; Ladislao, rey.
27 de Junio San Cirilo de Alejandría, Obispo y Doctor (370-444) Nació en el año 370.
Practicó la vida monacal. Una vez ordenado presbítero, acompañó a su tío, obispo de
Alejandría, y el año 412 le sucedió en su cargo. Combatió con energía las enseñanzas de
Nestorio y fue la figura principal del Concilio de Éfeso. Escribió mucho y sabiamente con
el din de explicar y defender la fe católica. Murió el año 444.
28 JUNIO
Santos: Ireneo, obispo y mártir; Benigno, Gerón, Zacarías, obispos; Plutarco, Sereno,
Heráclies, Herón, Papio, Eraida, Basílides, Potamiena, Marcela, mártires; Paulo I,
papa; Vicenta, Gerosa, vírgenes; León, Sergio, confesores; Argimiro, monje.
28 de Junio San Ireneo, Obispo y mártir (c. a. 130-c. a. 200) Nació hacia el año 130 y
fue educado en Esmirna; fue discípulo de san Policarpo, obispo de aquella ciudad. El año
177 era presbítero en Lyon (Francia), y poco después ocupó la sede episcopal de dicha
ciudad. Escribió en defensa de la fe católica contra los errores de los gnósticos. Recibió la
palma del martirio, según se cuenta, alrededor del año 200.
29 JUNIO
Santos: Pedro y Pablo, Apóstoles; Marcelo, Atanasio, mártires; Siro, Casio, obispos;
Benita, Enma de Gurk, vírgenes; Coca, abad; María, madre de S. Marcos.
29 de junio Pedro, Apóstol (s. I ) Creció entre el agua y la arena. Luego fue su gozo la
humedad plateada y saltarina de los peces que se agitaban en la red. Recorría las calles de
Batsaida con las cestas llenas acompañado de su padre Jonás y su hermano Andrés para
vender la pesca. También pasaron horas remendando las redes, recomponiendo maderas y
renovando las velas. Se casó a su edad, más bien joven. Era amigo de los Cebedeos, de
Santiago y Juan, que eran de su mismo oficio. A veces, se sentaban en la plaza y, con voz
queda, comentaban lo que estaba en el ambiente pleno de ansiedad y con algo de misterio;
hablaban del Mesías veniente y de la redención de Israel. En la última doctrina que se
explicó en la sinagoga el sábado pasado se hablaba de Él. Juan, el hijo de Zacarías e Isabel,
ha calentado el ambiente con sus bautismos de penitencia en el Jordán. Andrés está fuera de
sí casi, gritándole: ¡Lo encontré! ¡Llévame a él!, le pidió. Y la aventura hacia el encuentro
se realizó con un resultado que casi no se puede describir por la mezcla de sorpresa, alegría
y misterio; desde entonces no se le quita de la cabeza lo que le dijo el Rabbí de Nazaret:
¡Te llamarás Cefas! Un día se montó en su barca y desde ella habló a la gente embelesada;
luego entraron mar adentro y quiso que echara la red precisamente cuando no había peces,
pero, maravillado, observa que se llena tanto que está para romperse, ¡milagro! Y...
¡pescador de hombres! Lleno de entusiasmo es Pedro el capitán de los doce. Piensa que se
presenta un buen porvenir. Continúa siendo tosco, rudo, quemado por el sol y el aire; pero
él es sincero, explosivo, generoso y espontáneo. Cuando escucha atento a Jesús que dijo
algo a los ricos, tiempo le faltó para afirmar «nosotros lo hemos dejado todo, ¿qué será de
nosotros?» Oye hablar al Maestro de tronos y piensa de repente, sin pensarlo «Seré el
primero». Aquello le mereció una reprimenda del Señor, pero es que dice unas cosas que
son tan difíciles de entender, que uno se hace un lío; el otro día le oyó decir que eran
felices los pobres y los que sufrían y los que recibían humillaciones. Lo vió transfigurado
en el monte Tabor y aquello sí que le iba, quiso quedarse allí un buen rato. Es el fanfarrón
humillado en la Pasión. Pedro es arrogante para tirarse al agua del lago y al mismo tiempo
miedoso por hundirse. Cortó una oreja en Getsemaní y luego salió huyendo. Es el
paradigma de la grandeza que da la fe y también -sin tapujos- de la flaqueza de los
hombres. Se ve en el Evangelio descrita la figura de Pedro con vehemencia para investigar;
protestón ante Cristo que quiere lavarle los pies y noble al darle su cuerpo a limpiar. Es el
primero en las listas, el primero en buscar a Jesús, el primero en tirar de la red que llevaba
ciento cincuenta y tres peces grandes; y tres veces responde que sí al Amor con la humildad
de la experiencia personal. Ahora es Papa infalible sobre corderos y ovejas porque lo
cambió Jesús a pastor. Con el Espíritu Santo, después de aquél pentecostal huracán celeste,
va por las plazas y calles en Jerusalén, y de pueblo en pueblo, contando la vida de Jesús de
Nazaret, lo que enseñó y lo que hizo, afirma que murió en la cruz y está vivo, asegura que
él lo ha visto; dice estas cosas en la casa del amigo, junto al fuego, y en el pórtico del
templo. Crecido el pequeño aprisco primero y con muchos más peces en la red, en un
concilio determina lo que es bueno para todos. Roma no está tan lejos. Está hablando a los
miserables y a los esclavos prometiendo libertad para ellos, hay esperanza para el enfermo
y hasta el pobre se llama bienaventurado; los menestrales, patricios y militares... todos
tienen un puesto; ¿milagro? resulta que todos son hermanos. Y saben que es gloria sufrir
por Cristo. Nerón, el monstruo humano, se divierte con incendio y lira en mano. Para no
ser acusado, desvía el golpe mirando a los cristianos. Sí, son ellos los enemigos del pueblo
y del género humano, son ellos los incendiarios. Decreto, sangre y muerte. En la cárcel
Mamertina está encerrado, sin derechos; no es romano, es sólo un judío y es cristiano.
Comparte con el Maestro el trono: la cruz, cabeza abajo. En el Vaticano sigue su cuerpo
unificante y venerado de todo cristiano. 29 de junio Pablo, Apóstol (s. I ) Dejó escrito:
«He combatido bien mi combate; he terminado mi carrera; he guardado la fe. Ahora me
está reservada la corona de justicia que Dios, justo juez, me dará en su día; y no sólo a mí,
sino a todos los que aman su venida». Y fue mucha verdad que combatió, que hizo muchas
carreras y que guardó la fe. Su competición, desde Damasco a la meta -le gustaba presentar
la vida cristiana con imágenes deportivas- no fue en vano, y merecía el podio. Siempre hizo
su marcha aprisa, aguijoneado con el espíritu de triunfo, porque se apuntó, como los
campeones, a los que ganan. En otro tiempo, tuvo que contentarse con guardar los mantos
de los que lapidaban a Esteban. Después se levantó como campeón de la libertad cristiana
en el concilio que hubo en Jerusalén. Y vió necesario organizar las iglesias en Asia, con
Bernabé; ciega con su palabra al mago Elimas y abre caminos en un mundo desconocido.
Suelen acompañarle dos o tres compañeros, aunque a veces va solo. Entra en el Imperio de
los ídolos: países bárbaros, gentes extrañas, ciudades paganas, caminos controlados por
cuadrillas de bandidos, colonias de fanáticos hebreos fáciles al rencor y tardos para el
perdón. Antioquía, Pisidia, Licaonia, Galacia. Y siempre anunciando que Jesús es el hijo de
Dios, Señor, Redentor y Juez de vivos y muertos que veinte años antes había ido de un lado
para otro por Palestina, como un vagabundo, y que fue rechazado y colgado en la cruz por
blasfemo y sedicioso. Los judíos se conjuraron para asesinarle. En la sinagoga le rechazan
y los paganos le oyen en las plazas. Alguno se hace discípulo y muchos se amotinan, le
apedrean y maldicen. Va y viene cuando menos se le espera; no tiene un plan previo
porque es el Espíritu quien le lleva; de casi todos lados le echan. Filipos es casi-casi la
puerta de Europa que le hace guiños para entrar; de allí es Lidia la primera que cree; pero
también hubo protestas y acusaciones interesadas hasta el punto de levantarse la ciudad y
declararlo judío indeseable haciendo que termine en la cárcel, después de recibir los azotes
de reglamento. En esta ocasión, hubo en el calabozo luces y cadenas rotas. Tesalónica, que
es rica y da culto a Afrodita, es buena ciudad para predicar la pobreza y la continencia.
Judío errante llega a Atenas -toda ella cultura y sabiduría- donde conocen y dan culto a
todos los diosecillos imaginables, pero ignoran allí al Dios verdadero que es capaz de
resucitar a los muertos como sucedió con Jesús. Corinto le ofrece tiempo más largo. Hace
tiendas y pasa los sábados en las sinagogas donde se reúnen sus paisanos. Allí, como
maestro, discute y predica. El tiempo libre ¡qué ilusión! tiene que emplearlo en atender las
urgencias, porque llegan los problemas, las herejías, en algunas partes no entendieron bien
lo que dijo y hay confusión, se producen escándalos y algunos tienen miedo a la parusía
cercana. Para estas cuestiones es preciso escribir cartas que deben llegar pronto, con
doctrina nítida, clara y certera; Pablo las escribe y manda llenas de exhortaciones, dando
ánimos y sugiriendo consejos prácticos. En Éfeso trabaja y predica. Los magos envidian su
poder y los orfebres venden menos desde que está Pablo; el negocio montado con las
imágenes de la diosa Artemis se está acabando. Las menores ganancias provocan el
tumulto. Piensa en Roma y en los confines del Imperio; el mismo Finisterre, tan lejano,
será una tierra bárbara a visitar para dejar sus surcos bien sembrados. Solo el límite del
mundo pone límite a la Verdad. Quiere despedirse de Jerusalén y en Mileto empieza a
decir «adiós». La Pentecostés del cincuenta y nueve le brinda en Jerusalén la calumnia de
haber profanado el templo con sacrilegio. Allí mismo quieren matarlo; interviene el
tribuno, hay discurso y apelación al César. El camino es lento, con cadenas y soldado, en el
mar naufraga, se producen vicisitudes sin cuento y se hace todo muy despacio. La
circunstancia de cautivo sufrido y enamorado le lleva a escribir cartas donde expresa el
misterio de la unión indivisible y fiel de Cristo con su Iglesia. Al viajero que es místico,
maestro, obrero práctico, insobornable, valiente, testarudo, profundo, piadoso, exigente y
magnánimo lo pone en libertad, en la primavera del año sesenta y cuatro, el tribunal de
Nerón. Pocos meses más tarde, el hebreo ciudadano romano tiende su cuello a la espada
cerca del Tíber.
30 JUNIO
Ss. Protomártires de la Iglesia Romana. Santos: Marcial (Marciano), Beltrán,
obispos; Cayo; Lucinia, Emiliana, Donato, mártires; Ostiano, Teobaldo, Alrico,
Alpiniano, Andrónico, Apolo, confesores; Cayo, presbítero; León, subiácono; Agabo,
profeta.
30 de Junio Santos Protomártires de la Santa Iglesia Romana (c. 64) Tanto el
historiador pagano Tácito, en su obran Annales, como el Papa Clemente, en su Carta a los
Corintios, testifican que muchos cristianos sufrieron martirio en medio de indecibles
tormentos con la persecución desencadenada por el emperador Nerón después del incencio
de Roma, en el año 64.