Grupos Operativos en La Ensenanza Bleger
Grupos Operativos en La Ensenanza Bleger
Grupos Operativos en La Ensenanza Bleger
José Bleger.
La estructura de equipo sólo se logra mientras se opera; gran parte del trabajo del grupo
operativo consiste, sucintamente expresado, en el adiestramiento para operar como
equipo. En el campo de la enseñanza, el grupo se adiestra para aprender y esto sólo se
logra en tanto se aprende, es decir, mientras se opera.
El grupo operativo tiene propósitos, problemas, recursos y conflictos, que deben ser
estudiados y atendidos por el grupo mismo, a medida que van apareciendo; su examen
se efectuará en relación con la tarea y en función de los objetivos propuestos. A través
de su actividad, los seres humanos entran en determinadas relaciones entre sí y con las
otras, más allá de la mera vinculación técnica con la tarea a realizar, y este complejo de
elementos subjetivos y de relación constituye el más específico factor humano de la
misma.
No hay ningún instrumento que funcione sin el ser humano. Nos oponemos a la vieja
ilusión, tan difundida, de que una tarea se realiza mejor cuando se excluyen los
llamados factores subjetivos y sólo se la considera “objetivamente” por el contrario,
afirmamos y sostenemos operativa, prácticamente, que el más alto grado de eficiencia
en una tarea se logra cuando se incorpora sistemáticamente a la misma al ser humano
total.
Por otra parte, con esto no hacemos sino aceptar los hechos tal cual ocurren:
incorporamos al ser humano en la teoría y en la conducción operativa de la tarea porque
ya estaba incluido de hecho. Pero esta inclusión es ahora “des-alienante”, de tal manera
que el todo quede integrado (alienado) a los seres humanos. En el mundo humano, la
mayor objetividad se alcanza incorporando al ser humano (incluso los factores
subjetivos), es decir, tomando las cosas tal cual ocurren, para entenderlas y poder lograr
que ocurran mejor.
De ninguna manera estas consideraciones caen fuera de nuestro tema, porque entre los
instrumentos sociales de enajenación se cuenta, en lugar relevante, la enseñanza y la
forma en que – en general – se realiza: deshumanizada y deshumanizante. Para la
presente exposición me he basado en la “Experiencia Rosario”, en la de grupos
operativos de la Escuela Privada de Psiquiatría (que cumplió ya tres años de existencia)
y en la realizada en distintas cátedras en varias facultades.1
Aunque sin seguir estrictamente este orden, voy a tratar de desarrollarlas siguientes
cuestiones: a) cómo se lleva a cabo el aprendizaje en los grupos operativos; b) por qué
se procede así; c) la experiencia recogida al respecto, y d) en forma general, qué se
puede decir sobre el aprendizaje en función de esta experiencia con grupos operativos.
Enseñanza o aprendizaje
En el planteo tradicional, hay una persona o grupo (un status) que enseña, y otro que
aprende. Esta disociación debe ser suprimida, pero tal supresión crea necesariamente
ansiedad, debido al cambio y abandono de una estereotipia de conducta. En efecto, las
normas son, en los seres humanos, conductas, y toda conducta es siempre un rol; el
mantenimiento y repetición de las mismas conductas y normas —en forma ritual—
acarrea la ventaja de que no se enfrentan cambios ni cosas nuevas y de ese modo se
evita la ansiedad.
El cuerpo docente teme la ruptura del status y el caos consiguiente, y en este sentido es
necesario analizar las ansiedades de quedar “desnudo”, sin status, frente al estudiante,
que aparece entonces con toda la magnitud de un verdadero objeto persecutorio; se debe
crear conciencia de que la mejor “defensa” es conocer lo que se va a enseñar y ser
honesto en la valoración de lo que se sabe y lo que se desconoce.
El nivel del “no se” se alcanza con la posibilidad de problematizar, y con la posesión de
los instrumentos necesarios para resolver los problemas que se suscitan. No estoy
defendiendo ni haciendo proselitismo de la ignorancia, sino enfatizando la necesidad de
colocar las cosas dentro del límite de lo humano y señalando con ello la posibilidad de
una mayor integración y perfeccionamiento en la tarea.
No hay ser humano que no pueda enseñar algo, aunque más no sea por el simple hecho
de tener cierta experiencia de vida. Aclaremos, además, que no se trata sólo de aprender
en el sentido limitado de recoger información explicitada, sino de convertir en
enseñanza y aprendizaje toda conducta y experiencia, relación o quehacer. Aprendizaje
y enseñanza están tan solidariamente relacionados que, con frecuencia, en los grupos
operativos que se ocupan de este tema se acuñó un neologismo, que primero apareció
como lapsus, y que integra ambos términos: “Enseñaje”.
Y la respuesta es que eso es cierto y que los estudiantes tienen razón si piensan así, y
que nosotros también tenemos que admitirlo como verdad. La organización de la
enseñanza en grupos operativos exige que se desarmen y rompan una gran cantidad de
estereotipias, que se vienen repitiendo y que sirven como defensa de la ansiedad, pero
que paralizan el proceso dialéctico de la enseñanza y el aprendizaje.
Los sistemas educativos y pedagógicos son, por otra parte, instituciones que se modelan
en la pugna de intereses de clases sociales, y los métodos anticuados de enseñanza son
instrumentos de bloque y control que en ese sentido llenan ampliamente sus objetivos
políticos, sociales e ideológicos.
La enseñanza grupal
¿Qué es aprender?
El ser humano está íntegramente incluido en todo aquello en lo que interviene, de tal
manera que cuando existe una tarea sin resolver hay, al mismo tiempo, una tensión o un
conflicto psicológico, y cuando se halla solución a un problema o una tarea,
simultáneamente se ha resuelto una tensión o un conflicto psicológico. El conocimiento
que se alcanza de un objeto es, al mismo tiempo, no otra cosa que una conducta del ser
humano. Cuando se opera sobre un objeto, no solo se está modificando el objeto, sino
que se está modificando el sujeto y a la inversa; y ambas cosas ocurren al mismo
tiempo. No se puede operar más allá de las posibilidades reales y momentáneas del
sujeto; y las posibilidades psicológicas del sujeto son tan reales y objetivas como las del
objeto.
De esta manera, todo impedimento, déficit o distorsión del aprendizaje es, al mismo
tiempo, un impedimento, déficit o distorsión de la personalidad del sujeto, y —
viceversa— todos los trastornos de la personalidad (neurosis, psicosis, caracteropatías,
perversiones) son trastornos del aprendizaje. El tratamiento psicoanalítico tiende a
romper estas estereotipias de conducta, a reabrir y posibilitar de nuevo un aprendizaje y
—por lo tanto— una rectificación del logrado anteriormente.
Esto no quiere decir, de ninguna manera, que cualquier tarea realizada en cualquier
condición sea terapéutica ni tampoco que baste con poner a trabajar a un enfermo —
individualmente o en grupo— para lograr su curación.
En esto último radica, en gran medida, el error de muchos sistemas de laborterapia que
creen que el trabajo cura. El trabajo en sí es una abstracción que no cura ni enferma; lo
que cura, enriquece la personalidad o la enferma son las condiciones humanas e
inhumanas en que se lo realiza, el tipo de vínculo o relación interpersonal que se tiene
establecido mientras se trabaja. El grupo operativo tiende a lograr un vínculo óptimo
que enriquezca la personalidad y la tarea y rectifique pautas estereotipadas y
distorsionadas. Al respecto, conviene además aclarar que la “simple” estereotipia o
bloqueo del aprendizaje es, de por sí, y ya sólo por esto, una distorsión de la conducta
(neurótica o psicótica).
La praxis enriquece la tarea y enriquece al ser humano, y es esto lo que debemos lograr
en el grupo, rompiendo las disociaciones entre teoría y práctica, en cada una y en todas
las modalidades en que ellas pueden darse, inclusive la disociación y contradicción (tan
frecuente) entre ideología y acción. Todas ellas no son sólo perturbaciones de la tarea,
sino también, al mismo tiempo, disociaciones de la personalidad, y al resolverlas el
resultado es doble.
Pensar y aprendizaje
Todas estas formas distorsionadas del pensar no son sólo conductas psicológicas con
motivaciones individuales, sino que, fundamentalmente, son pautas culturales y forman
parte de la superestructura de la organización socioeconómica vigente. Parte de este
arsenal ideológico está constituido por la lógica formal, que fragmenta, “elementariza”
el proceso del pensamiento. Éste es siempre un proceso dialéctico; la lógica formal no
es un pensamiento creador, sino la estereotipia y el control del pensamiento.
Para poder pensar es preciso haber llegado a un nivel en el que sea posible admitir y
tolerar en cierto monto de ansiedad, provocada por la aparición de la espiral, con la
consiguiente apretura de posibilidades y pérdida de estereotipias, es decir, de controles
seguros y fijos. En otros términos, pensar equivale a abandonar un marco de seguridad y
verse lanzado a una corriente de posibilidades. En el pensamiento coinciden siempre el
objeto con el sujeto, y no se puede “remover” el objeto sin “remover” y problematizarse
uno mismo; en el miedo a pensar esta incluido el temor a pasar ansiedades y
confusiones y quedar encerrado en ellas sin poder salir. Ansiedades y confusiones son,
por otra parte, ineludibles en el proceso del pensar y, por lo tanto, del aprendizaje.
Una de las mayores virtudes del grupo operativo es la posibilidad que ofrece de
aprender a actuar, pensar y fantasear con libertad, a reconocer el nexo estrecho y el
insensible pasaje que existe entre el imaginar, fantasear, pensar y postular hipótesis
científicas. En este sentido, un miedo muy común es el de caer en la locura o el
descontrol del pensamiento y la fantasía (“la loca de la casa). Sin embargo, sin fantasía
y sin imaginación no hay pensamiento creador. La realidad sobrepasa en imaginación y
fantasía a la de todos los hombres juntos. Hay que ayudar al grupo a elaborar este miedo
a la locura y al descontrol, enseñar a admitir el juego con el pensamiento y con la tarea
y a encontrar y tener placer con ellos.
Y cuando se logra que el grupo acepte sin culpa el placer de pensar y el placer del
trabajo, hay que enfrentar problemas ligados al sentimiento de culpa por enseñar a
pensar y por el placer y la gratificación que ello provoca en el cuerpo docente. No hay
mayor gratificación en la docencia que el enseñar a pensar, a actuar según lo que se
piensa y a pensar según lo que se hace, mientras se lo hace.
Los integrantes del grupo no sólo aprenden a pensar, sino que la apertura de la espiral
permite que se aprenda a observar y escuchar, a relacionar las propias opiniones con las
ajenas, a admitir que otros piensen de distinto modo y a formular hipótesis de una tarea
de equipo. Conjuntamente con esto, los integrantes del grupo aprenden también a leer y
estudiar.
Para que el grupo realice todo esto, su coordinador debe manejar, fundamentalmente, la
estereotipia, y realizar el análisis de los esquemas referenciales del grupo. Tanto como
mantener un nivel óptimo de ansiedad. No es preciso hacer nada para que se establezca
el proceso dialéctico del pensar, porque es espontáneo; pero hay mucho que hacer para
quitar las barreras y bloqueos que impiden su funcionamiento.
Esquema referencial
La táctica en el grupo operativo debe ser dirigida a la revisión del esquema referencial,
y este debe ser objeto de constante indagación. Si no hay un esquema referencial
adecuado, los fenómenos no son percibidos, pero para que se forme el esquema
referencial necesario es imprescindible mantenerse en contacto y en interjuego con el
objeto de indagación. Cuando descubrimos el fenómeno, estamos además creando
conscientemente el esquema referencial para percibirlo; pero para que esto se logre se
debe haber pasado por una larga experiencia previa con el objeto, de manera tal que se
produce una impregnación del sujeto por el objeto en forma progresiva y gradual, hasta
el momento en que ocurre el salto dialéctico, y el esquema referencial se hace
consciente.
Pero lo importante no es sólo el esquema referencial consciente, sino todos sus
componentes inconscientes o disociados que entran en juego y que, desconocidos,
distorsionan o bloquean el aprendizaje.
El esquema referencial constituye, en síntesis, una cierta integración unitaria del mundo
y del cuerpo, y con el se controlan tensiones y se impide la irrupción traumática de
situaciones o de hechos nuevos. Para la revisión del esquema referencial constituye un
factor importante la graduación de las ansiedades. En el grupo operativo se construye
paulatinamente un esquema referencial grupal, que es el que realmente posibilita su
actuación como equipo, con unidad y coherencia.
Esto no quiere decir que todos piensen igual, lo cual, en la ultima instancia, seria todo lo
contrario de lo que deseamos del grupo operativo. Unidad no significa, en su sentido
dialéctico, exclusión de opuestos, sino que, inversamente, la unidad incluye e implica la
existencia de opuestos en su seno. Esta es la verdadera unidad de un grupo operativo.
Lo óptimo se da cuando existe una máxima heterogeneidad de los integrantes con
máxima homogeneidad de la tarea.
El esquema referencial es siempre una parte integrante de las ideologías, y estas entran,
indefectiblemente y siempre, en el grupo operativo tanto como en toda tarea de
enseñanza y aprendizaje. Hay que obtener que cada miembro opere con su ideología, y
este es el mejor examen y revisión de la misma; no se trata de que la defienda en una
exposición teórica; sino de que la use. Aparecerán entonces las dificultades y
disociaciones, tanto como las contradicciones y coexistencia de ideologías excluyentes
o de segmentos no integrados. La ideología se integra y se defiende operando con ella y
no hablando sobre ella.
Estamos incluyendo en estas consideraciones de ideologías de todo tipo: políticas,
científicas, sociales, económicas, religiosas, etcétera, tanto como las especificas de
algunos campos científicos: psiquiatría, psicología, etcétera. En esta tarea del grupo
operativo se tiende a resolver un hecho muy difundido: el de la ambigüedad y
coexistencia de elementos de ideologías opuestas, sin integración.
Debemos obtener que la ideología sea un instrumento para el ser humano y no que este
último se transforme en instrumento de la ideología. No se trata tampoco de considerar
las ideologías como fenómenos nocivos; se trata, eso si, de que el grupo las utilice, y de
que, operando con ellas, las someta a prueba y verificación; de que puedan ampliarse y
rectificarse, tanto como de que tengan integración, coherencia, fuerza directriz y
convicción. En el grupo operativo tratamos permanentemente de que cada uno utilice su
esquema o esquemas referenciales tanto como su o sus ideologías.
El resto se hace solo.
El grupo operativo trabaja a partir de cierta información, pero esta puede aparecer de
maneras distintas en el grupo; puede ser aportada directamente en forma intelectual y,
en este caso, el grupo reconstruye la totalidad a partir de lo aportado fragmentariamente
por sus miembros, y se examinan las dificultades en función del fraccionamiento y de
las omisiones y distorsiones.
Sin ansiedad no se aprende, y con mucha, tampoco. El nivel óptimo es aquel en el cual
la ansiedad funciona como señal de alarma. Al respecto, hay dos conductas grupales
extremas y típicas; una es aquella en la cual hay mucha ansiedad y falta distancia, y
otra, aquella en la cual no hay ansiedad y el grupo no trabaja; ya “lo saben todo” y no
hay dudas, de modo que resulta bloqueada la aparición de todo nuevo emergente.
De esta manera aprender es, en realidad, no otra cosa que aprender a indagar. No hay
investigación posible sin ansiedad en el campo de trabajo, provocada por lo
desconocido y, por lo tanto, peligroso. Para investigar es preciso seguir manteniendo a
cualquier edad, incluso en la madurez, un poco de la desorganización, o de la facilidad
para la desorganización del niño y del adolescente, la capacidad de asombrarse. En
realidad, los problemas del adolescente no se resuelven jamás, y lo que se logra es
solamente bloquearlos.
Para investigar, y por lo tanto para aprender, es necesario retener o conservar siempre,
en cierta proporción, esa angustia del adolescente frente a lo desconocido. En todo
aprendizaje aparecen en forma simultánea, coexistente o alternante tanto ansiedades
paranoides como depresivas: las primeras, por el peligro que implica lo nuevo y
desconocido, y las segundas, por la pérdida de un esquema referencial y de un cierto
vínculo que el mismo siempre implica.
Se debe graduar el monto y el momento de la información, para que no se hagan
masivas las ansiedades, en cuyo caso la desorganización puede llegar a una ansiedad
confusional. En todo aprendizaje hay siempre, en el momento de ruptura de
estereotipias, ciertos momentos de confusión, como etapas normales, pero su monto se
debe graduar de modo tal que puedan ser discriminadas, manejadas y elaboradas.
En el grupo operativo, resumiendo, pueden existir tres reacciones típicas, según el tipo
de ansiedad predominante; una es la reacción paranoide, otra la depresiva, y la tercera,
la confusional, que aparece cuando el objeto de conocimiento sobrepasa la capacidad de
discriminación y de control del Yo o, también, por la irrupción de temas no conocidos,
no discriminados: de objetos que confunden.
Este problema fue especialmente estudiado utilizando cuestionarios entre los estudiantes
inscritos en un curso de Introducción a la Psicología en la Facultad de Filosofía y Letras
de Buenos Aires. Este cuestionario tendía a detectar la actitud de los estudiantes frente a
la psicología como objeto de conocimiento. Se obtuvieron así respuestas típicas. Todas
las estudiadas o diagnosticadas aparecen normalmente (como momentos) en el proceso
de aprendizaje; cada momento de este proceso implica una estructura de conducta, o un
rol, asumidos por el grupo o algunos de sus miembros; los mismos pueden ser reducidos
a ocho, en sus formas típicas:
El adiestramiento del grupo para operar como equipo depende de la inserción oportuna
de cada rol (de cada momento del aprendizaje) en el proceso total, de tal manera que,
como totalidad, se logre un aprendizaje y una elaboración de un alto nivel y de gran
resultado. Como ejemplo, tomemos el caso del rol esquizoide: el individuo que lo
asume tiene la cualidad de ser un muy buen observador, pero comunica con dificultad
sus datos y los elabora deficientemente. Individualmente considerado, tiene, por su
estereotipia en el rol, una perturbación del aprendizaje, porque sólo realiza un momento
del mismo.
Si la tarea del grupo operativo se redujera a esto, estaríamos alienando seres humanos y
convirtiéndolos en instrumentos, en “tornillos” de una sola maquinaria. Pero el proceso
de la comunicación hace que, en la tarea del grupo, cada uno incorpore al “otro
generalizado”, según ha denominado G. Mead a la introyección de los roles de los otros
integrantes. De esta manera, cada uno va incorporando momentos de los demás y
rectifica así, paulatinamente, su estereotipia: con ello se logra no sólo un alto
rendimiento grupal, sino también una integración de la información, del aprendizaje y
del yo de cada miembro.
Información y acción.
Aunque hicimos ya una breve referencia de este tópico, su importancia justifica que nos
ocupemos ahora más detalladamente del mismo. La información que recibe un grupo es
mayor de la que el mismo puede verbalizar, y esto es válido también para sus
integrantes considerados individualmente; en otros términos, siempre se aprende más de
lo que se cree, de lo que se puede demostrar verbalmente o acusar conscientemente.
Si la información cera demasiada ansiedad, es mucho más factible que aparezca una
dramatización o actuación de la información, que puede ser así considerada como una
primera introyección del tema, aunque sin la distancia óptima necesaria, de manera tal
que se obtiene una verdadera identificación introyectiva, pero en el nivel corporal.
Genéticamente, este es el aprendizaje más primitivo, porque todo comienza y todo
termina en y con el cuerpo. En un comienzo todo es acción. A este nivel se produce la
regresión cuando la información recibida crea mucha ansiedad.
Entre el pensar y el actuar hay relaciones muy estrechas, y el aprendizaje debe ser
completado con la intervención de ambos; pero con gran frecuencia se disocian,
excluyen o reemplazan. Así, por ejemplo, en el rol obsesivo se reemplaza la acción por
el pensamiento, al cual el sujeto queda adherido perseverantemente sin poder trascender
a la acción, mientras que en el histérico se reemplaza fácilmente el pensamiento por la
acción (dramatización). En el grupo operativo, cada uno actúa en su medida personal
con su propio “repertorio” de conducta, y en su forma característica; el coordinador no
debe esperar nada específico de nadie; lo que cada cual da es suficiente, y no existe
manera de no dar.
El hablar puede ser el rol especializado de un miembro del grupo, y tanto puede
implicar facilitación de la comunicación grupal como su bloqueo y control: esta última
alternativa se da, por ejemplo, en el caso de los que hablan y no dicen nada, de los que
sólo lo hacen para poner “la tapa a otro”, como un total despliegue narcisístico, o como
una utilización neurótica de la información o de la bibliografía. En todos estos casos hay
perturbaciones de la comunicación, una degradación del nivel simbólico del lenguaje y
una consiguiente perturbación del aprendizaje: deben ser rectificados en la tarea grupal,
convirtiéndolos en útiles para el trabajo de conjunto.
Aquí también, como en el caso de los momentos del aprendizaje, pensar, hablar y
actuar, considerados en forma excluyente y aislada, son dificultades del aprendizaje,
pero en el grupo operativo coexisten, se suceden y potencian. Se observa con relativa
facilidad que existen “expertos” con más sensibilidad para percibir determinados
aspectos de la información o para detectar cierto tipo de conducta, conflicto o
enfermedad y, de igual manera, hay quienes cuentan con tópicos específicos para
bloquearse o presentar escotomas, o para distorsionar la información.
Aun contando ya con cierta experiencia, no deja a veces de asombrar la distorsión que
sufre una información y la diferencia entre lo que se dijo o quiso decir y lo que el
auditorio entendió, sin dejar de tener en cuenta que este último tampoco es un conjunto
uniforma, sino una totalidad heterogénea y polifacética.
Cada grupo escribe su propia historia y debe ser respetado en sus características
peculiares, sin pretender forzar su operancia ni su rendimiento; el grupo trabaja en el
mejor nivel que puede, en cada momento y como totalidad. El coordinador del grupo,
opera con su técnica en el tema de que se trate y de acuerdo con los objetivos que el
grupo se proponga alcanzar, pero su tarea habrá de centrarse en los seres humanos que
integren el grupo. La forma de tratar la tarea es el contenido normativo de la tarea.
En otros términos, cuando se integra una tarea, al mismo tiempo se logra una
integración de las personalidades de los seres humanos que en ella intervienen,
integración que abarca tanto las funciones instrumentales (yo) como las normativas
(superyó). La espiral del proceso del conocimiento no sólo funciona en la tarea grupal,
sino que cada uno de los integrantes introyecta al grupo total, y la espiral sigue
funcionando en él, aun considerado aisladamente.
El grupo operativo nos enseña que, en un grupo, no sólo puede ocurrir una degradación
de las funciones psicológicas superiores y una reactivación de niveles regresivos y
psicóticos (según los estudios que van desde Le Bon hasta Bion), sino que el grupo
puede lograr el más completo grado de elaboración y funcionamiento de los niveles más
integrados y superiores del ser humano, con un rendimiento que no puede alcanzar
individualmente. Todas estas grandes diferencias en su dinámica y sus resultados no
constituyen cualidades esenciales del grupo, sino emergentes de su organización.
El grupo puede, así, tanto enfermar como curar, organizar como desorganizar, integrar
como desintegrar, etcétera. Lo que se diga del grupo se convierte en una abstracción o
entelequia si no se singularizan y relacionan el grupo, el momento y la organización o
estructura, y si no se especifica si ésta (por ejemplo, regresiva) es posible, permanente o
funcional. La técnica del grupo operativo sólo se puede aprender a través de la
experiencia personal de la misma manera que la base fundamental de una preparación
psicoanalítica sólo puede ser aprendida pasando uno mismo por el análisis.
No debe ser desestimada ninguna opinión ni sugerencia en forma apriorista o por meras
razones de sentido común; si ello ocurre, el señalamiento por parte del coordinador del
grupo se hace indispensable. Hay que seguir el sentido de lo posible, sin que ello impida
examinar las líneas o direcciones más inesperadas, de la misma manera que se debe
vigilar el ajuste plástico de los fines u objetivos a los medios disponibles en el
momento. Hay que ayudar al grupo a salir de las estereotipias de lo ya conocido; no es
difícil que el coordinador del grupo resulte canalizado hacia sí agresión u hostilidad
cuando se proponga romper estas estereotipias. Subrayo que lo que debe hacer es ayudar
y no imponer, respetando el tiempo que el proceso de elaboración por el grupo requiere.
El aferrarse al pasado (en todo orden de cosas) es un estereotipo neurótico, que tiende a
evitar las ansiedades del presente y de lo nuevo. De la misma manera, el coordinador
devuelve las preguntas que se le hacen y desarma las dependencias: en el caso de un
integrante del grupo que dice, por ejemplo: “Perdone, yo quisiera decir…”, el
coordinador puede, para intentar desaparecer la dependencia sencillamente contestar:
“¿Y por qué pide perdón?”
El coordinador debe hacer lo posible para establecer el diálogo entre los componentes
del grupo y no acaparar ni centrar todo en sí, de tal manera que cuando el diálogo y la
comunicación funcionen bien, el coordinador no debe intervenir. No se debe ser crítico
ni coercitivo con ningún integrante, sea cual fuere el carácter de su intervención; es el
grupo mismo quien debe aprender a manejar y rectificar las actitudes o intervenciones
evasivas, paranoides o “en disco”, es decir, la de aquellos que siempre repiten lo mismo
o citan bibliografía, en lugar de participar con su propio aporte, pensando e
interviniendo activamente.
Por supuesto, quedan excluidos los concejos por parte del coordinador, quien tampoco
debe asumir los roles que le proyectan, como en el caso, por ejemplo, de los grupos que
preguntan insistentemente y piden información. Que quieren aprender rápidamente y se
quejan de estar perdiendo el tiempo. Las cualidades del coordinador se pueden resumir
en tres palabras: arte, ciencia y paciencia.
Para que esto se entienda mejor, pensemos en el ejemplo siguiente: supongamos que
una madre enseña a su hijo a jugar con plastilina y le indica cómo se hace un muñeco
con ella. En esta tarea, el niño está aprendiendo un hábito instrumental o, en otros
términos, está formando o integrando su yo. Pero hay algo más: la forma en que la
madre le enseña (con cariño, impaciencia, irritabilidad, agresión, etcétera) es un aspecto
normativo de la personalidad del niño, en el sentido de que lo lleva a aprender normas
de relación y de convivencia o, en otra palabras, a formar o integrar su superyó. Lo
propio ocurre en los grupos operativos, en los que el aprendizaje se propone mucho más
que la formación de un equipo para operar con conocimientos.
Nuestro propósito es que el ser humano se enriquezca en la tarea; esto –además de otras
cosas— diferencia al grupo operativo de técnicas tales como el brainstorming
(promoción de ideas, tormenta o traqueteo cerebral), en las cuales la atención está
puesta fundamentalmente en la obtención de nuevas ideas y no en el mejoramiento de
los seres humanos y de la relación interpersonal (técnicas de Osborn, Gordon, Philips;
etcétera).
El tiempo
El grupo operativo debe funcionar con un tiempo limitado y previsto, y con una
frecuencia regular. Se ha observado, sin lugar a dudas, que es mejor hacerlo en sesiones
de más de una hora de duración, porque es generalmente después de los primeros 50 ó
60 minutos cuando empieza el rendimiento óptimo.
Esto entra en total contradicción con las normas tradiciones de las clases de una hora,
basadas en el hecho de que la atención se agota al cabo de ese tiempo; si se opera de
manera diferente, el grupo recién entonces se relaja o distiende y empieza a trabajar en
su nivel superior. E. Pichón-Rivière ha insistido reiteradamente en el alto rendimiento
del trabajo acumulativo, es decir, durante varias horas seguidas, e inclusive diariamente.
La experiencia confirma ampliamente esta afirmación; resulta llamativa la falta de
cansancio en los grupos que operan bien, sin tensiones, o resolviéndolas a medida que
aparecen.
Lo mismo ocurre con aquellos que se disponen a estar siempre en contra de todos (los
“contreras”), y en ello hacen consistir fundamentalmente su “aprendizaje”. No se trata
de impedir que el estudiante tenga una posición ideológica, filosófica o política, sino
que la emplee de tal manera que perturbe su propio desarrollo y el desarrollo de su
ideología.
Con frecuencia solicitan que el examen continúe y que les pregunte más y de otras
cosas. Vienen dispuestos —con toda razón— a mantener en el examen un diálogo con el
profesor y no a que se les exija respuestas concretas y rápidas.
Otro problema que se ha comprobado con cierta frecuencia es que los exámenes
parciales coinciden con momentos de elaboración o de confusión en el aprendizaje y,
por lo tanto, resulta que los estudiantes no han terminado de elaborar e integrar el tema
cuando ya se les exige que rindan estas pruebas.
Los estudiantes manifiestan con cierta frecuencia que la materia les resulta fácil porque
han aprendido a trabajar y estudiar con placer, y también es frecuente que entreguen
“trabajos” en los que han estudiado un tema y emitido opiniones personales y soliciten
la opinión de los profesores.
La tarea a sido en total muy provechosa y placentera. Los problemas que se suscitan
dependen, más bien, de la relación con el ordenamiento institucional de la enseñanza.
Pero —como dijo Freíd— una vez que se ha invocado a los fantasmas no es cuestión de
salir corriendo cuando ellos aparecen.
Bibliografía:
Temas de Psicología, (Entrevista y grupos)
Ed. Nueva Visión, Buenos Aires 1978.