Rostow W W - Introduccion - Las Cinco Etapas de Crecimiento
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La sociedad tradicional
Primero consideraremos la sociedad tradicional. Sociedad tradicional
es aquella cuya estructura se desarrolla dentro de una serie limitada
de funciones de producción, basadas en la ciencia, la técnica y una
actitud prenewtoniana en relación con el mundo físico. Empleamos
en este caso a Newton como un símbolo de esa fase de la historia en
que los hombres llegaron a creer que el mundo exterior estaba some
tido a unas pocas leyes conocibles, y que sistemáticamente era sus
ceptible de una manipulación productiva.
Sin embargo, este concepto de la sociedad tradicional no es, en
modo alguno, estático; y no elimina la posibilidad de incrementos en la
producción. Puede ser ampliada* la superficie de tierra cultivable;
pueden ser introducidas en el comercio, la industria y la agricultura
algunas innovaciones técnicas ad hoc, a menudo muy productiva^;
puede aumentarse la productividad, por ejemplo, con el mejoramiento
de obras de irrigación o. con el descubrimiento y difusión de un nuevo
tipo de cultivo. Pero el hecho fundamental relacionado con la socie
dad tradicional era que existía un tope al nivel de la producción
obtenible per capita. Este límite provenía del hecho de que no eran
asequibles las posibilidades científicas y técnicas modernas o que no
se podían aplicar en forma regular y sistemática.
Tanto en el pasado remoto como en épocas recientes la historia de
las sociedades tradicionales fue así un relato de cambios incesantes.
Por ejemplo, entre ellas y dentro de ellas, fluctuaba la extensión y el
volumen del comercio de acuerdo con el grado que alcanzaran las
turbulencias políticas y sociales, la eficacia del gobierno central o el
mantenimiento de los caminos. La población —y, dentro de ciertos
límites, el nivel de vida— aumentaba y disminuía no sólo con la
sucesión de las cosechas, sino también con la incídenciá de las guerras
y de las epidemias. Se desarrollaron diversos grados de producción;
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LA SOCIEDAD TRADICIONAL 27
pero, a semejanza de la agricultura, el nivel de la productividad esta
ba limitado por lo inaccesible de la ciencia moderna, de sus aplica
ciones y del marco intelectual.
Hablando en términos generales, como consecuencia de la limita
ción de la productividad, estas sociedades tenían que dedicar una gran
parte de sus recursos a la agricultura; y del sistema agrícola dimanaba
una estructura jerárquica social, con un margen relativamente estre
cho —aunque existente— para su movilidad vertical. Los nexos fa
miliares y de clan desempeñaban un papel importante en la organi
zación social.
El sistema de valores de estas sociedades estaba ligado, por lo ge
neral, a lo que pudiera llamarse un fatalismo a largo plazo; es decir,
el supuesto de que las posibilidades abiertas para los nietos serían
poco más o menos las mismas que había tenido el abuelo. Mas este
fatalismo a largo plazo de ningún modo excluía la opción a corto
plazo de que, dentro de un margen considerable, fuese posible y le
gítimo que una persona luchara por mejorar su condición de vida.
En las aldeas chinas, por ejemplo, existía una lucha interminable por
adquirir o retener las tierras, lo que hacía que la tierra rara vez per
teneciera a la misma familia durante más de un siglo.
Aunque en las sociedades tradicionales existía con frecuencia —en
una u otra forma— una autoridad política central, que superaba a la
de provincias relativamente autosuficientes, el centro de gravedad del
poder político se encontraba, en las provincias, en manos de los que
poseían o controlaban la tierra. El terrateniente mantenía una influen
cia variable, aunque comúnmente profunda, sobre el gobierno político
central existente, apoyado por su séquito de servidores civiles y sol
dados, imbuido de actitudes que trascendían la provincia y controlado
por intereses que también la sobrepasaban.
Así, pues, con la frase “sociedad tradicional” agrupamos histórica
mente a todo el mundo prenewtoniano: las dinastías en China; la ci
vilización del Mesoriente y él Mediterráneo; el mundo de la Europa
medieval. Y agregaremos a éstos las sociedades posnewtonianas que,
durante algún tiempo, permanecieron intactas y sin ser movidas por la
nueva capacidad humana de manejar regularmente su circunstancia
para su propio beneficio económico.
Incluir dentro de una sola categoría a tales sociedades infinitamen
te variadas y mutables, basándonos en la limitada productividad de sus
técnicas económicas es, en verdad, decir bien poca cosa. Pero, después
de todo, estamos simplemente despejando el camino con el objeto de
entrar de lleno en el tema de este libro, es decir, el de las sociedades
28 LAS CINCO ETAPAS DE CRECIM IENTO
postradicionales, en las que se alteraron las diversas características pri
mordiales de toda sociedad tradicional de manera que les permitiera
un crecimiento regular: su política, su estructura social y, en cierto
grado, sus valores, así como su economía.
El impulso inicial
Hemos llegado ahora a la gran línea divisoria en la vida de las socie
dades modernas; la tercera etapa, o sea, el impulso inicial. Esta fase
es el intervalo en el que, por fin, se superan todos los viejos obstáculos
y resistencias contrarios a un crecimiento permanente. Las fuerzas ten
dientes al progreso económico, que producían brotes e inclusiones li
mitadas de actividad moderna, se expanden y llegan a dominar la so
30 LAS CINCO ETAPAS DE CRECIMIENTO
ciedad. El crecimiento llega a ser su condición normal. El interés
compuesto se transforma, por decirlo así, en parte integrante de sus
hábitos y de su estructura institucional.
En la Gran Bretaña y en aquellas partes del mundo bien dotadas
por la naturaleza que fueron pobladas, principalmente, por Inglaterra
(los Estados Unidos, el Canadá, etc.), el estímulo inmediato de la
fase inicial fue esencialmente (aunque no en su totalidad) de índole
tecnológica. En el caso más general, el impulso inicial tuvo que espe
rar la formación de capital social fijo y una oleada de desarrollo
tecnológico en la agricultura y la industria, así como la aparición en
el poder público de un grupo preparado para considerar la moderni
zación de la economía como asunto trascendental y de gran categoría
política.
Durante el impulso inicial la tasa efectiva de ahorro e inversión
puede aumentar, por ejemplo, del 5% del ingreso nacional aj 10%,
o más; aunque, cuando se necesitó una fuerte inversión de capital so
cial fijo para crear las condiciones técnicas previas al impulso inicial,
la tasa de inversión en el periodo de condiciones previas pudo ser
mayor del 5% como, por ejemplo, en el Canadá antes del año de 1890
y en la Argentina antes de 1914. En tales casos la importación de
capital constituyó comúnmente una gran proporción de la inversión
total durante el periodo de las (condiciones previas y, algunas veces,
aun en el curso del propio impulso inicial, copio en Rusia y el Canadá
en la época de sus bonanzas ferroviarias anteriores a 1914.
Durante el impulso inicial nuevas industrias se expanden con ra
pidez produciendo utilidades, de las cuales una gran proporción se
reinvierte en nuevas plantas; y estas nuevas industrias estimulan, a su
vez, a través de la necesidad cada día mayor de obreros fabriles, de
servicios en su ayuda y de más productos manufacturados, una mayor
expansión en zonas urbanas y en otras plantas industriales modernas.
El proceso total de expansión del sector moderno produce un incre
mento del ingreso de los que realizan ahorros en gran proporción y
los ponen a disposición de los encargados de activar dicho sector. Se
multiplica esta nueva clase de empresarios y orienta las grandes co
rrientes de inversión hacia el sector privado. La economía hace uso
de recursos naturales y métodos de producción que hasta entonces no
habían sido explotados.
En la agricultura y en la industria se difunden nuevas técnicas a
medida que se comercializa la agricultura y crece el número de agri
cultores preparados a adoptar los nuevos métodos y los cambios pro
fundos que ocasionan en el medio de vida. Los cambios revolucionarios
EL IMPULSO INICIAL 31
en la productividad agrícola constituyen una condición fundamental
para un exitoso impulso inicial, pues la modernización de una sociedad
aumenta, en forma radical, su lista de productos agrícolas. La estruc
tura económica básica y la estructura social y política de la sociedad
se transforman —en una o dos décadas— de tal manera que, en lo
sucesivo, puede sostenerse con regularidad, un ritmo fijo de creci
miento.
Como se indica en el capítulo iv podemos situar el impulso inicial de
Inglaterra en las dos décadas posteriores a 1783; el de Francia y los
Estados Unidos a varios decenios antes de 1860; el de Alemania, en el
tercer cuarto del siglo xix; el de Japón en los últimos veinticinco años
del siglo xix; el de Rusia y el Canadá en el cuarto de siglo, poco más
o menos, anterior a 1914; en tanto que la India y China, en forma
completamente diferente, no lo han conseguido sino en 1950.