Rostow W W - Introduccion - Las Cinco Etapas de Crecimiento

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ROSTOW, W.W. (1961): “Introducción” y “Las cinco etapas de crecimiento. Resumen”.

Las etapas del crecimiento económico:


manifiesto no comunista. Fondo de Cultura Económica, México, pp. 23-39.
I. INTRODUCCIÓN

E ste l ib r o es una generalización de la marcha de la historia moderna,


hecha por un historiador de la economía. Esta generalización reviste
la forma de una serie de etapas de crecimiento.
He llegado gradualmente a ser del parecer de que es posible y,
para ciertas finalidades limitadas, útil subdividir la historia de cada
economía nacional —y algunas veces la historia de las regiones— de
acuerdo con esta serie de etapas. Éstas constituyen, a la postre, tanto
una teoría sobre el crecimiento económico como una teoría más ge­
neral, aun cuando todavía muy parcial, acerca de la historia moderna
en su conjunto.
Pero cualquier forma de considerar las cosas que pretenda incluir
en su órbita, digamos, los aspectos más importantes de la Inglaterra
de fines del siglo x v i i i y de la Rusia de Jruschiov, del Japón del pe­
ríodo Meiji y del Canadá en la época del auge ferroviario anterior
a 1941, de los Estados Unidos de Alexander Hamilton y de la China
de Mao, de la Alemania de Bismarck, y del Egipto de Nasser — todo
proyecto de esta naturaleza está destinado, en el mejor de los casos, a
tener ciertas limitaciones.
No puedo insistir bastante, desde el principio, en que las etapas de
crecimiento representan una manera arbitraria y limitada de conside­
rar la sucesión de acontecimientos que forman la historia moderna, y
que, de ninguna manera, constituyen la forma correcta. De hecho,
están ideadas para esclarecer no solamente las uniformidades en la se­
cuencia de la modernización, sino también —e igualmente— el carác­
ter sui generis de la experiencia de cada nación.
Como dice Croce al exponer los límites del materialismo histórico:
“ . . . en tanto que es posible reducir a conceptos generales los factores
particulares de lá realidad que aparecen en la h istoria.. . no es po­
sible darle la forma de conceptos generales al único y complicado total
constituido por estos factores” .1 Asi, pues, nos ocuparemos aquí de
ciertos “factores particulares de la realidad” que aparecen en el trans­
curso de la historia del mundo moderno aproximadamente desde
el año 1700.
Al aceptar y hacer hincapié en la naturaleza limitada de la empre­
sa, debe observarse que las etapas de crecimiento se han ideado con
1 B. Croce, Historical Materialism and - the Economics of Kart Marx, trad.
ingl. de C. M. Meredith, pp. 3-4.
23
24 INTRODUCCIÓN
el fin de abordar una serie considerable de problemas. ¿Qué impulsos
influyeron en las sociedades agrícolas tradicionales para iniciar el pro­
ceso de su modernización? ¿Cómo y cuándo se transformó el creci­
miento normal en una característica innata de cada sociedad? ¿Qué
fuerzas dieron impulso al proceso de crecimiento sostenido y determi­
naron sus límites? ¿Qué rasgos comunes sociales y políticos del pro­
ceso del crecimiento pueden discernirse en cada etapa? ¿En qué sen­
tido se pone de manifiesto,®etapa por etapa, el carácter único de cada
sociedad? ¿Qué fuerzas han determinado las relaciones entre las zo­
nas más desarrolladas y las de escaso desarrollo; y ^ u é conexión, sí
la hubo, guardó el proceso de desarrollo con el estallido de la guerra?
Y, por último, ¿hacia dónde nos llevará el interés compuesto?2 ¿Nos
conducirá hacia el comunismo, hacia los ricos barrios residenciales ha­
bilitados generosamente con un capital social fijo, ¿ la destrucción, a
la Luna, o a dónde?
H e ideado las etapas de crecimiento para averiguar estas cuestio­
nes; y como constituyen una alternativa a la teoría de la historia mo­
derna de K arl M arx, he dedicado totalmente el capítulo final a esta­
blecer una comparación entre su manera de interpretar las cosas y
la mía.
Pero hay que dejar esto bien claro: aunque las etapas de crecimiento
representan una forma económica de considerar a las sociedades en su
totalidad, de ninguna manera significa que los mundos de la política,
de la organización social y la cultura sean una simple superestructura
construida y obtenida exclusivamente de la economía. Por lo contra­
rio, aceptamos desde el principio la idea a la que M arx volvió final­
mente la espalda, y que Engels, ya muy anciano, estaba dispuesto a
reconocer de todo corazón; a saber, que las sociedades son organismos
de acción recíproca. Si bien es cierto que las variaciones de índole
económica tienen consecuencias políticas y sociales, el cambio econó­
mico, en sí, es considerado aquí como el resultado de fueraas políticas
y spciales, así como estrictamente económicas. Y en términos de la
motivación humana, muchos de los cambios más profundamente eco­
nómicos son vistos como consecuencia de motivos y aspiraciones
humanas de naturaleza no económica. Quien estudia el crecimiento
económico desde su fundamento en los motivos humanos, jamás debe
olvidar el aforismo de Keynes: “Si la naturaleza hum ana no sintiera
2 Se emplea esta frase como una forma abreviada de sugerir que normal­
mente el desarrollo se produce por progresión geométrica, a semejanza de una
cuenta de ahorros en la que se deja que el interés se acumule al capital
principal.
INTRODUCCIÓN 25
la tentación de probar suerte, ni satisfacción (abstracción hecha de la
ganancia) en construir una fábrica, un ferrocarril, una mina o una
hacienda, no habría mucha inversión como resultado simplemente de
cálculos ponderados.” 8
La exposición principia con una definición impresionista de las cin­
co principales etapas de crecimiento y un breve enunciado de la teoría
dinámica de la producción que constituye su estructura central. Los
cuatro capítulos que siguen consideran en forma más analítica, con
ejemplos de la historia y de la experiencia contemporáneas, las etapas
que superan la sociedad tradicional: el periodo de las condiciones pre­
vias, el impulso inicial o despegue, la madurez y el periodo de difu­
sión en masa de bienes y servicios duraderos de consumo.
En el capítulo vil se examinan los modelos comparativos del creci­
miento de Rusia y los Estados Unidos durante el siglo pasado, tema
que tiene interés tan to ,histórico como contemporáneo.
El capítulo vm aplica las etapas de crecimiento al problema de la
agresión y la guerra, hasta principios de 1950, problema que se conoce
por lo común bajo el rubro de imperialismo.
El capítulo rx continúa este análisis de la relación entre el desarro­
llo y la guerra en el futuro, teniendo en cuenta la naturaleza del
problema de la paz, si se examina a partir de la perspectiva de las
etapas de crecimiento.
Y, por último, en el capítulo x examinamos en forma expresa lá re­
lación que existe entre las etapas de crecimiento y el sistema marxista.
Ahora podemos ya preguntamos ¿qué son estas etapas de creci­
miento?

3 Teoría general de ¡a ocupación , el interés y el dinero , 5* ed,, Fondo do


Cultura Económica, México, 1958, p. 149.
II. LAS CINCO ETAPAS DE CRECIM IENTO.
RESUM EN
Es p o s i b l e identificar la s sociedades, en sus dimensiones económicas,
dentro de una de estas cinco categorías: la sociedad tradicional, las
condiciones previas para el impulso inicial, el impulso inicial, la m ar­
cha hacia la madurez y la era del gran consumo en masa.

La sociedad tradicional
Primero consideraremos la sociedad tradicional. Sociedad tradicional
es aquella cuya estructura se desarrolla dentro de una serie limitada
de funciones de producción, basadas en la ciencia, la técnica y una
actitud prenewtoniana en relación con el mundo físico. Empleamos
en este caso a Newton como un símbolo de esa fase de la historia en
que los hombres llegaron a creer que el mundo exterior estaba some­
tido a unas pocas leyes conocibles, y que sistemáticamente era sus­
ceptible de una manipulación productiva.
Sin embargo, este concepto de la sociedad tradicional no es, en
modo alguno, estático; y no elimina la posibilidad de incrementos en la
producción. Puede ser ampliada* la superficie de tierra cultivable;
pueden ser introducidas en el comercio, la industria y la agricultura
algunas innovaciones técnicas ad hoc, a menudo muy productiva^;
puede aumentarse la productividad, por ejemplo, con el mejoramiento
de obras de irrigación o. con el descubrimiento y difusión de un nuevo
tipo de cultivo. Pero el hecho fundamental relacionado con la socie­
dad tradicional era que existía un tope al nivel de la producción
obtenible per capita. Este límite provenía del hecho de que no eran
asequibles las posibilidades científicas y técnicas modernas o que no
se podían aplicar en forma regular y sistemática.
Tanto en el pasado remoto como en épocas recientes la historia de
las sociedades tradicionales fue así un relato de cambios incesantes.
Por ejemplo, entre ellas y dentro de ellas, fluctuaba la extensión y el
volumen del comercio de acuerdo con el grado que alcanzaran las
turbulencias políticas y sociales, la eficacia del gobierno central o el
mantenimiento de los caminos. La población —y, dentro de ciertos
límites, el nivel de vida— aumentaba y disminuía no sólo con la
sucesión de las cosechas, sino también con la incídenciá de las guerras
y de las epidemias. Se desarrollaron diversos grados de producción;
26
LA SOCIEDAD TRADICIONAL 27
pero, a semejanza de la agricultura, el nivel de la productividad esta­
ba limitado por lo inaccesible de la ciencia moderna, de sus aplica­
ciones y del marco intelectual.
Hablando en términos generales, como consecuencia de la limita­
ción de la productividad, estas sociedades tenían que dedicar una gran
parte de sus recursos a la agricultura; y del sistema agrícola dimanaba
una estructura jerárquica social, con un margen relativamente estre­
cho —aunque existente— para su movilidad vertical. Los nexos fa­
miliares y de clan desempeñaban un papel importante en la organi­
zación social.
El sistema de valores de estas sociedades estaba ligado, por lo ge­
neral, a lo que pudiera llamarse un fatalismo a largo plazo; es decir,
el supuesto de que las posibilidades abiertas para los nietos serían
poco más o menos las mismas que había tenido el abuelo. Mas este
fatalismo a largo plazo de ningún modo excluía la opción a corto
plazo de que, dentro de un margen considerable, fuese posible y le­
gítimo que una persona luchara por mejorar su condición de vida.
En las aldeas chinas, por ejemplo, existía una lucha interminable por
adquirir o retener las tierras, lo que hacía que la tierra rara vez per­
teneciera a la misma familia durante más de un siglo.
Aunque en las sociedades tradicionales existía con frecuencia —en
una u otra forma— una autoridad política central, que superaba a la
de provincias relativamente autosuficientes, el centro de gravedad del
poder político se encontraba, en las provincias, en manos de los que
poseían o controlaban la tierra. El terrateniente mantenía una influen­
cia variable, aunque comúnmente profunda, sobre el gobierno político
central existente, apoyado por su séquito de servidores civiles y sol­
dados, imbuido de actitudes que trascendían la provincia y controlado
por intereses que también la sobrepasaban.
Así, pues, con la frase “sociedad tradicional” agrupamos histórica­
mente a todo el mundo prenewtoniano: las dinastías en China; la ci­
vilización del Mesoriente y él Mediterráneo; el mundo de la Europa
medieval. Y agregaremos a éstos las sociedades posnewtonianas que,
durante algún tiempo, permanecieron intactas y sin ser movidas por la
nueva capacidad humana de manejar regularmente su circunstancia
para su propio beneficio económico.
Incluir dentro de una sola categoría a tales sociedades infinitamen­
te variadas y mutables, basándonos en la limitada productividad de sus
técnicas económicas es, en verdad, decir bien poca cosa. Pero, después
de todo, estamos simplemente despejando el camino con el objeto de
entrar de lleno en el tema de este libro, es decir, el de las sociedades
28 LAS CINCO ETAPAS DE CRECIM IENTO
postradicionales, en las que se alteraron las diversas características pri­
mordiales de toda sociedad tradicional de manera que les permitiera
un crecimiento regular: su política, su estructura social y, en cierto
grado, sus valores, así como su economía.

Condiciones previas para el impulso inicial


La segunda etapa de crecimiento abarca las sociedades que se hallan
en proceso de transición, es decir, el periodo en que se desarrollan las
condiciones previas para el impulso inicial; pues requiere tiempo trans­
form ar una sociedad tradicional de manera que pueda explotar los
frutos de la ciencia moderna, defenderse de los rendimientos decre­
cientes y gozar de los beneficios y opciones debidos al progreso a ritmo
de interés compuesto.
En un principio, las condiciones previas para el impulso inicial se
desarrollaron, claramente, en la Europa occidental de fines dél" si­
glo x v j i y principios del xvm, a medida que las interioridades de la
ciencia moderna comenzaban a traducirse en nuevas funciones de pro­
ducción, en la agricultura y en la industria, en un marco dinámico
que provenía de la expansión lateral de los mercados mundiales y de
la competencia internacional entre unos y otros: Pero toda la quietud
anterior al resquebrajamiento de la Edad Media fue apropiada a la
creación de las condiciones previas para el impulso inicial en Europa
occidental. De todos los estados que la componían* Inglaterra, favo­
recida por la geografía, los recursos naturales, las posibilidades co­
merciales y la estructura política y social, fue la primera en desarrollar
plenamente tales condiciones previas para el impulso inicial.*
Sin embargo, la historia moderna vio surgir en la forma más gene­
ral esta etapa de las condiciones previas como consecuencia de una in­
trusión externa de sociedades adelantadas más que de manera endó­
gena. Estas invasiones —en sentido literal o figurado— sacudieron la
sociedad tradicional y comenzaron o aceleraron su desintegración; pero
pusieron también en m archa ideas y sentimientos que iniciaron el
proceso que construiría, partiendo de la antigua cultura, una nueva
alternativa de la sociedad tradicional.
No sólo se propagó la idea de que era posible el progreso económico,
sino también que éste era una condición necesaria para la consecución
de otros objetivos igualmente convenientes: la dignidad nacional, la
ganancia personal, el bienestar general o un medio mejor de vida para
la juventud. La educación, al menos para algunos, se hace más extensa
CONDICIONES PREVIAS PARA EL IMPULSO INICIAL 29
y se adapta a las necesidades de la actividad económica moderna. Se
forman nuevos tipos de hombres de empresa —en la economía privada,
en el gobierno, en ambos— dispuestos a movilizar ahorros y a correr
riesgos en busca de utilidades o de modernización. Aparecen bancos
y otras instituciones para el manejo del capital. Aumentan las inver­
siones, principalmente en el transporte, las comunicaciones y en las
materias primas de interés económico para otras naciones. Se expan­
de el campo de acción del comercio interno y externo. Y surgen,
aquí y allá, empresas manufactureras modernas que utilizan los nuevos
métodos. Pej*o toda esta actividad camina a ritmo lento en una so­
ciedad y una economía que se encuentran todavía caracterizadas,
principalmente, por métodos tradicionales de baja productividad, por
una estructura y valores sociales anticuados y por instituciones polí­
ticas de base regional formadas a sú tenor.
En muchos casos actuales, por ejemplo, persiste la sociedad tradicio­
nal al lado de las actividades económicas modernas, guiada con fines
económicos limitados por una potencia colonial o semicolonial.
Aunque el periodo de transición —entre la sociedad tradicional y
el impulso inicial— fue testigo de grandes cambios en la propia eco­
nomía y en el equilibrio de losx valores sociales, el rasgo decisivo fue
por lo general de índole política. Desde un punto de vista político, la
construcción de un Estado nacional centralizado y efectivo —fundado
en coaliciones influidas por un nuevo nacionalismo opuesto a los inte­
reses tradicionales sobre tierras regionales, a la potencia colonial o a
ambos— constituyó un aspecto decisivo del periodo de las condiciones
previas; y, casi universalmente, fue condición necesaria para el im­
pulso inicial.
.Existen muchas cosas más que es preciso decir acerca del periodo
de las condiciones previas, pero pensamos tratarlas en el capítulo iii
en el que se examina la anatomía de la transición de una sociedad
tradicional a una moderna.

El impulso inicial
Hemos llegado ahora a la gran línea divisoria en la vida de las socie­
dades modernas; la tercera etapa, o sea, el impulso inicial. Esta fase
es el intervalo en el que, por fin, se superan todos los viejos obstáculos
y resistencias contrarios a un crecimiento permanente. Las fuerzas ten­
dientes al progreso económico, que producían brotes e inclusiones li­
mitadas de actividad moderna, se expanden y llegan a dominar la so­
30 LAS CINCO ETAPAS DE CRECIMIENTO
ciedad. El crecimiento llega a ser su condición normal. El interés
compuesto se transforma, por decirlo así, en parte integrante de sus
hábitos y de su estructura institucional.
En la Gran Bretaña y en aquellas partes del mundo bien dotadas
por la naturaleza que fueron pobladas, principalmente, por Inglaterra
(los Estados Unidos, el Canadá, etc.), el estímulo inmediato de la
fase inicial fue esencialmente (aunque no en su totalidad) de índole
tecnológica. En el caso más general, el impulso inicial tuvo que espe­
rar la formación de capital social fijo y una oleada de desarrollo
tecnológico en la agricultura y la industria, así como la aparición en
el poder público de un grupo preparado para considerar la moderni­
zación de la economía como asunto trascendental y de gran categoría
política.
Durante el impulso inicial la tasa efectiva de ahorro e inversión
puede aumentar, por ejemplo, del 5% del ingreso nacional aj 10%,
o más; aunque, cuando se necesitó una fuerte inversión de capital so­
cial fijo para crear las condiciones técnicas previas al impulso inicial,
la tasa de inversión en el periodo de condiciones previas pudo ser
mayor del 5% como, por ejemplo, en el Canadá antes del año de 1890
y en la Argentina antes de 1914. En tales casos la importación de
capital constituyó comúnmente una gran proporción de la inversión
total durante el periodo de las (condiciones previas y, algunas veces,
aun en el curso del propio impulso inicial, copio en Rusia y el Canadá
en la época de sus bonanzas ferroviarias anteriores a 1914.
Durante el impulso inicial nuevas industrias se expanden con ra­
pidez produciendo utilidades, de las cuales una gran proporción se
reinvierte en nuevas plantas; y estas nuevas industrias estimulan, a su
vez, a través de la necesidad cada día mayor de obreros fabriles, de
servicios en su ayuda y de más productos manufacturados, una mayor
expansión en zonas urbanas y en otras plantas industriales modernas.
El proceso total de expansión del sector moderno produce un incre­
mento del ingreso de los que realizan ahorros en gran proporción y
los ponen a disposición de los encargados de activar dicho sector. Se
multiplica esta nueva clase de empresarios y orienta las grandes co­
rrientes de inversión hacia el sector privado. La economía hace uso
de recursos naturales y métodos de producción que hasta entonces no
habían sido explotados.
En la agricultura y en la industria se difunden nuevas técnicas a
medida que se comercializa la agricultura y crece el número de agri­
cultores preparados a adoptar los nuevos métodos y los cambios pro­
fundos que ocasionan en el medio de vida. Los cambios revolucionarios
EL IMPULSO INICIAL 31
en la productividad agrícola constituyen una condición fundamental
para un exitoso impulso inicial, pues la modernización de una sociedad
aumenta, en forma radical, su lista de productos agrícolas. La estruc­
tura económica básica y la estructura social y política de la sociedad
se transforman —en una o dos décadas— de tal manera que, en lo
sucesivo, puede sostenerse con regularidad, un ritmo fijo de creci­
miento.
Como se indica en el capítulo iv podemos situar el impulso inicial de
Inglaterra en las dos décadas posteriores a 1783; el de Francia y los
Estados Unidos a varios decenios antes de 1860; el de Alemania, en el
tercer cuarto del siglo xix; el de Japón en los últimos veinticinco años
del siglo xix; el de Rusia y el Canadá en el cuarto de siglo, poco más
o menos, anterior a 1914; en tanto que la India y China, en forma
completamente diferente, no lo han conseguido sino en 1950.

La marcha hacia la madurez


Después del impulso inicial sigue un largo intervalo de progreso sos­
tenido aunque fluctuante a medida que la economía, en crecimiento
normal, ptigna por hacer extensiva la tecnología moderna al frente
total de su actividad económica. De un 10 a 20% del ingreso na­
cional se invierte continuamente, lo que permite que la producción
sobrepase, por lo común, al aumento de la población. A medida que
mejora la técnica cambia incesantemente la estructura de la economía,
se acelera el desarrollo de nuevas industrias y se nivelan las más anti­
guas. La economía del país encuentra su sitio dentro de la economía
internacional: bienes que antaño se importaban se producen ahora en
el país; se crean nuevas necesidades de importación y, con el fin de
equipararlas, se fabrican nuevas mercancías para la exportación. De
acuerdo con las necesidades de la eficiente producción moderna la so­
ciedad fija las condiciones que desea, equilibrando los valores e insti­
tuciones nuevos con los más antiguos o modificando éstos de tal m a­
nera que mantengan el proceso de crecimiento y no que lo retarden.
Unos sesenta años después de comenzar el impulso inicial (digamos,
unos cuarenta años después del fin de esta etapa) se ha alcanzado
generalmente lo que puede denominarse madurez. La economía, con­
centrada durante el impulso inicial alrededor de un complejo industrial
y tecnológico relativamente limitado, ha ampliado su radio de acción
hacia procedimientos más refinados y, desde el punto de vista técnico
y con frecuencia, más complicados; por ejemplo, puede haber un cam ­
32 LAS CINCO ETAPAS DE CRECIMIENTO
bio de enfoque de las industrias del carbón, del hierro y de la ingenie­
ría pesada de la fase ferroviaria a las industrias de herramientas,
productos químicos y equipo eléctrico. Ésta, por ejemplo, fue la
transición por la que pasaron Alemania, Inglaterra, Francia y los
Estados Unidos a fines del siglo xix, o poco tiempo después. Pero
otros modelos sectoriales se han seguido también entre el impulso
inicial y la madurez, que se analizan en el capítulo v.
En su aspecto formal podemos definir la madurez como la etapa
en la cual la economía demuestra su capacidad para desplazar las
primeras industrias que propiciaron su impulso inicial, y absorber y
aplicar, efectivamente, sobre un amplísimo conjunto de sus recursos
— o a su totalidad— los frutos más adelantados de la tecnología con­
siderada entonces como moderna. En esta etapa la economía pone
de manifiesto la adquisición de la suficiente habilidad técnica y de
empresa para fabricar aquello que necesite, aunque no todo lo pro-
ducible en el mercado mundial. Pudiera ser que carezcan (como, por
ejemplo, la Suecia y la Suiza contemporáneas) de las materias primas
o de otras condiciones de sustitución que se requieren para producir
económicamente un tipo dado de rendimiento, pero su dependencia
es más bien asunto de selección económica o de prioridad política que
de necesidad técnica o institucional.
Desde un punto de vista histórico, parecen necesarios algo así como
unos sesenta años para encaminar a una sociedad desde el principio
del impulso inicial hasta la madurez. La explicación analítica de un
intervalo de esa naturaleza puede apoyarse en la poderosa aritmética
del interés compuesto aplicada al monto de capital, en combinación
con las consecuencias, de mayor alcance, debidas al poder de una so­
ciedad de absorber la tecnología moderna de tres generaciones suce­
sivas que viven bajo un régimen en el que el crecimiento constituye
su estado normal. Pero es obvio que no se justifica ningún dogma­
tismo acerca de la longitud exacta del intervalo que transcurre desde
el impulso inicial hasta la madurez.

La era del alto consumo en masa


Llegamos ahora a la era del gran consumo en masa, en la cual, a su
debido tiempo, los sectores principales se mueven hacia los bienes y
servicios duraderos de consumo: fase de la que los norteamericanos
comienzan a salir, cuyas satisfacciones no inequívocas empiezan a
probar, con toda energía, Europa occidental y el Japón, y con la que
la sociedad soviética se encuentra empeñada en inquieto coqueteo.
LA ERA DEL ALTO CONSUMO EN MASA 33
A medida que las sociedades fueron alcanzando la madurez en el
siglo xx sucedieron dos cosas: el ingreso real per capita aumentó a tal
punto que un gran número de personas alcanzaron un nivel superior
de consumo que sobrepasó a los productos básicos: habitación, vestido
y sustento, y cambió de tal modo la estructura de las fuerzas del
trabajo que incrementó la proporción de la población urbana en re­
lación con la población total y más tarde también la proporción de
la población empleada en oficinas o en labores fabriles calificadas
—conocedora y ávida de adquirir los beneficios de consumo de una
economía madura.
Como complemento de estos cambios económicos, la sociedad dejó
de aceptar la extensión adicional de la tecnología moderna considerán­
dola como objetivo supeditado. En esta etapa de la posmadurez, por
ejemplo, las sociedades occidentales, a través del proceso político, han
optado por asignar grandes recursos para el bienestar y la seguridad
sociales. El surgimiento del Estado benefactor constituye la manifes­
tación de una sociedad que se desplaza más allá de la madurez técni­
ca; pero es también en esta etapa cuando los recursos tienden, cada
vez más, a ser dirigidos hacia la producción de bienes duraderos de
consumo y a la difusión dte servicios en gran escala, siempre que pre­
domine la soberanía de los consumidores. Gradualmente se fue propa­
gando el uso de la máquina de coser, de la bicicleta y, posterior­
mente, de los diversos artefactos eléctricos para uso doméstico. No
obstante, desde un punto de vista histórico, el elemento decisivo ha
sido la barata producción en masa del automóvil con sus efectos
completamente revolucionarios, tanto sociales como económicos, sobre
la vida y perspectivas de la sociedad.
El punto culminante para los Estados Unidos fue, tal vez, la im­
plantación de la banda sinfín de montaje por Henry Ford en los años
de 1913 a 1914; pero fue en el decenio de 1920 y, de nuevo, en la dé­
cada de la posguerra, 1946 a 1956, cuando esta etapa de crecimiento
fue virtualmente obligada a llegar a su conclusión lógica. Europa oc­
cidental y el Japón parecen haber entrado dé lleno en esta fase en el
decenio de 1950, como respuesta esencial a un impulso de sus econo­
mías totalmente inesperado en los primeros años de la posguerra. En
el aspecto técnico, la Unión Soviética se encuentra preparada para
esta etapa y tiene todos los visos de que sus ciudadanos la esperan
con ansiedad; pero si se llega a iniciar, los dirigentes comunistas ten­
drán que encarar difíciles problemas sociales y políticos de_adap-
tación.
34 LAS CINCO ETAPAS DE CRECIMIENTO

Más allá del consumo


Es imposible predecir hasta qué grado pueda llegarse más allá, salvo
quizá cuando observamos el hecho de que en la última década los
norteamericanos, por lo menos, han procedido como si, tras un mo­
mento crítico, la utilidad marginal relativa decreciente se hubiera fra­
guado en los bienes duraderos de consumo; y han optado, de manera
marginal, por familias más numerosas —actitud acorde con el modelo
de la dinámica de Buddenbrook— Se han comportado como si, por
haber nacido bajo un sistema que les proporcionó seguridad económica
y alto consumo en masa, concedieran valor inferior a la obtención de
aumentos adicionales al ingreso real y convencional, como opuesto a
las ventajas y valores que representa una familia más numerosa. Pero
aun en esta aventura que se hace general es un poco prematuro crear,
fundándose en un solo caso, una nueva etapa de crecimiento basada
en bebés, como siguiente paso a la época de los bienes duraderos de
consumo: como lo expresarían los economistas, la elasticidad-ingreso
de la demanda de bebés de sociedad a sociedad puede variar conside­
rablemente. Pero lo cierto es que las implicaciones del auge de la
natalidad junto con el déficit, no del todo inconexo, del capital social
fijo dominarán probablemente la economía norteamericana durante la
próxima década por encima de la mayor difusión de los bienes dura­
deros de consumo.
He aquí, pues, en forma más impresionista que analítica, las etapas
de crecimiento que pueden destacarse una vez que una sociedad tradi­
cional inicia su modernización: el periodo de transición, en el cual se
crean las condiciones previas para el impulso inicial, en respuesta, ge­
neralmente, a la intrusión de una potencia extranjera, coincidiendo
con ciertas fuerzas nacionales que contribuyen a la modernización; el
propio impulsó inicial; la marcha hacia la madurez que, por lo ge­
neral, abarca aproximadamente la vida de dos generaciones más, y
luego, por último, si el aumento del ingreso ha logrado igualar la di-
1 En la novela de las tres generaciones [Los Buddenbrook], de Thomas
Mann, la primera buscó el dinero; la segunda, que habia nacido en la riqueza,
trató de adquirir la posición cívica y social; la tercera, nacida en la opulencia
y el prestigio familiar, consagró su vida a la música. De donde el argumento
está formulado para sugerir las aspiraciones cambiantes de las generaciones, a
medida que éstas conceden escaso valor a lo que dan por sentado y buscan
nuevas formas de satisfacción.
UNA TEORIA DINÁMICA DE LA PRODUCCION 35
fusión de la maestría técnica (lo que, como veremos, no es necesario
de inmediato), la desviación de la economía en plena madurez hacia
el abastecimiento de bienes y servicios duraderos de consumo (así
como el Estado benefactor) para su creciente población urbana —y,
posteriormente, a la suburbana—. Queda, aparte de esto, el problema
de si se producirá o no un estancamiento espiritual secular y, si es
así, cómo podrá defenderse ef hombre de éste: tema que se considera
en el capítulo vi.
En los cuatro capítulos siguientes examinaremos con más deteni­
miento y vigor las condiciones previas, el impulso inicial, la marcha
hacia la madureAy los procesos que han conducido hacia la época del
alto consumo en masa. Pero, aun en esta introducción, debemos darle
claridad a una característica del sistema.

Una teoiñq dinámica de la producción


Estas etapas no son sólo^descriptivas. No representan, simplemente,
una forma de generalizar ciertas observaciones de los hechos relaciona­
dos con la secuela del desarrollo de las sociedades modernas. Poseen
continuidad y lógica internas y tienen un fundamento analítico, arrai­
gado en una teoría dinámica de la producción.
La teoría clásica de la producción se formula de acuerdo con su­
puestos esencialmente estáticos que se congelan —o permiten úni­
camente un solo cambio— en las variables más adecuadas para el
proceso del crecimiento económico. A medida que los economistas mo­
dernos han tratado de fusionar la teoría clásica de la producción con
el análisis keynesiano del ingreso, han ido introduciendo las variables
dinámicas: población, tecnología, espíritu de empresa, etc. Pero se
han inclinado por hacerlo de manera tan rígida y general que sus
modelos no pueden captar los fenómenos esenciales del crecimiento
tal como se le aparecen a un historiador de la economía. Tenemos
necesidad de una teoría dinámica de la producción que aísle no sólo
la distribución del ingreso, entre el consumo, el ahorro y la inversión
(y el equilibrio de la producción entre consumidores y bienes de ca­
pital), sino que se concentre, directamente y con algún detalle, en la
composición de la inversión y en desarrollos propios de sectores par­
ticulares de la economía. El tema siguiente tiene por base dicha teoría
flexible y desintegrada de la producción.
Cuando se amplían los límites convencionales de la teoría de la
producción es posible definir las posiciones teóricas del equilibrio
36 LAS CINCO ETAPAS DE CRECIMIENTO
para la producción, la inversión y el consumo como un todo y para
cada sector de la economía.2
Dentro del marco fijado por las fuerzas que determinan el nivel
total de producción, en el lado de la demanda, las posiciones sectoria­
les óptimas son establecidas por los niveles de ingreso y población y
por la naturaleza de los gustos; en el lado de la oferta, por el estado
de la tecnología y la calidad del espíritu de empresa, tal como ésta
determina la proporción de las innovaciones disponibles por la técnica
y lucrativas en potencia, que se encuentran realmente incorporadas a
los bienes de capital.3
En suma, se debe presentar una hipótesis empírica que es en extre­
mo significativa: que la desaceleración constituye la trayectoria nor­
mal óptima de un sector debido a la variedad de factores que operan
en ella, desde la oferta y la demanda.4
Los equilibrios resultantes de la aplicación de estos criterios forman
un conjunto de trayectorias sectoriales, de las que, como primeros de­
rivados, surge una serie de modelos óptimos de inversión.
Naturalmente, los modelos históricos de inversión no fueron una
réplica exacta de estos ejemplares óptimos. Sufrieron una distorsión
como consecuencia de las imperfecciones en el proceso de la inversión
privada, de las políticas seguidas por los gobiernos y del impacto pro­
ducido por las guerras. En forma transitoria, las guerras alteraron las
finalidades lucrativas de la inversión al crear demandas arbitrarias y
cambiar las condiciones de la oferta, destruyeron capital y, ocasional­
mente, aceleraron el desarrollo de una nueva tecnología adecuada a la
economía de paz, modificando la estructuración social y política por
medios conducentes al crecimiento de tiempos de paz.6 De estas des­
viaciones de los modelos óptimos, que ocurren en la realidad, resulta
la sucesión histórica de los ciclos económicos y de los periodos de ten­
dencias; y, conjuntamente con el impacto de las guerras, tales fluctua­
ciones producen trayectorias históricas de crecimiento que difieren de
las señaladas por los modelos óptimos calculados con anterioridad.
2 W. W. Rostow, The Process of Economic Growth ^Oxford, 1953), espe­
cialmente el capítulo iv. También, “Trends in the Allocation of Resources in
Secular Growth”, capítulo xv del Economic Progress, ed. León H. Dupriez,
con ayuda de Douglas C. Hague (Lovaina, 1955).
8 En un modelo cerrado, una teoría dinámica de la producción debe tener
en cuenta, como aspectos sectoriales de la inversión, las existencias variables
de la ciencia básica y aplicada, lo que se ha hecho en The Process of Econo­
mic Growth, especialmente en las pp. 22-25.
< Ibid., pp. 96-103.
6 The Process of Economic Growth, capítulo vn, especialmente pp. 164-167.
UNA TEORIA DINÁMICA DE LA PRODUCCION 37
Con todo, la historia económica de las sociedades en crecimiento ad­
quiere parte de su forma imperfecta del esfuerzo que hacen tales so­
ciedades a fin de aproximarse a las trayectorias sectoriales óptimas.
En cualquier periodo, la tasa de crecimiento de los sectores variará
considerablemente; y en las etapas iniciales de su evolución es posible
aislar empíricamente ciertos sectores principales, cuyo rápido ritmo de
expansión desempeña, directa e indirectamente, un papel fundamental
en el mantenimiento del impulso integral de la economía.6 Es con­
veniente, con ciertos propósitos, caracterizar a una economía en térmi­
nos de sus sectores principales; y cierta parte de la base técnica de las
etapas de crecimiento estriba en la sucesión cambiante de estos mismos
sectores. Que en el principio .de su-vida los sectores tengan tendencia,
a una rápida fase de crecimiento es, en esencia, lo que hace posible y
Útil considerar la historia económica como una sucesión de etapas
y no, simplemente, como un todo uniforme y continuo, dentro del que
. la naturaleza jamás avanza a saltos.
Sin embargo, las etapas de crecimiento requieren igualmente que se
tomen en cuenta las elasticidades de la demanda y que se amplíe este
conocido concepto, ya que estas fases de rápido crecimiento en los sec­
tores provienen de la discontinuidad de las funciones de producción
y de las grandes elasticidades-precio o elasticidades-ingreso de la de­
manda. Los sectores principales se determinan por el curso cambiante
de la tecnología y la cambiante disposición de los hombres de empresa
para aceptar las innovaciones disponibles y, en parte, por aquellos
tipos de demanda que han dado muestras de gran elasticidad en re­
lación con el precio, el ingreso o con ambos.
Sin embargo, la demanda de recursos es resultado de las exigencias
impuestas por las decisiones sociales y por las políticas de los gobier­
nos —estén acordes o no con el sistema democrático— y no sólo por
las apetencias y opciones particulares. Es necesario, por tanto, ob­
servar las selecciones hechas por las sociedades al disponer de sus
recursos en condiciones que superen a los procedimientos convencio­
nales del mercado. Es preciso considerar las funciones de su bienestar,
en el sentido más amplio, incluyendo en ellas los procesos no econó­
micos que las determinaron.
Por ejemplo, el curso que sigan los índices de natalidad representa
una forma de selección de bienestar realizada por las sociedades, a
* Una exposición de los sectores principales, sus consecuencias directas e
r los divtno* camino» de sus choques pueden verse en “Trends in
tfer ABoCJiíon nf Rrv>urc« in Secular Grow’th1', loe. cit.
38 LAS CINCO ETAPAS DE CRECIMIENTO
medida que cambia el ingreso. Las curvas en la gráfica del movimien­
to de población reflejan (además de los índices cambiantes de morta­
lidad) la manera como se calculó el tamaño de la familia en las distin­
tas etapas. A partir del descenso normal (aunque no universal) de
los índices de natalidad, durante el impulso inicial o poco después, a
medida que se afianza la urbanización y el progreso se convierte en
una posibilidad a la vista, al aumento reciente, los norteamericanos
(y otros pueblos de sociedades caracterizadas por su alto consumo en
masa) parecen buscar, dentro de familias más numerosas, otros valo­
res aparte de los que les puedan brindar la seguridad económica y un
extenso abastecimiento de servicios y bienes duraderos de consumo.
Existen, asimismo, otras decisiones que han ido adoptando las so­
ciedades a medida que las opciones que se les ofrecen han sido alte­
radas por el proceso evolutivo del crecimiento económico. Estas am­
plias decisiones colectivas, determinadas por muchos factores que están
fuera del mercado —con profundas raíces en la historia, la cultura y
el proceso activo de la política— han actuado a la recíproca con la
dinámica de la demanda de mercado, la tecnología y el espíritu de
empresa, aceptando los riesgos para determinar el contenido específico
de las etapas de desarrollo en cada sociedad.
¿Cómo debería reaccionar la sociedad tradicional, por ejemplo, ante
la intromisión de una potencia más adelantada? ¿Con cohesión, pron­
titud y energía, como los japoneses? ¿Haciendo de la debilidad una
virtud, a semejanza de los oprimidos irlandeses del siglo xvm? ¿O
alterando lentamente y de mala gana la sociedad tradicional, como los
chinos ?
¿Cuándo se ha alcanzado el nivel de nación independiente moder­
na? ¿Cómo debe disponerse de las energías nacionales? ¿Deben em­
plearse para la agresión exterior, para corregir viejos errores o para
explotar posibilidades recientemente creadas o advertidas, con el fin
de aumentar el poder nacional? ¿Para completar y perfeccionar la
victoria política del nuevo gobierno nacional sobre los viejos intereses
regionales? ¿Para modernizar la economía?
Una vez que, con el impulso inicial, se pone en marcha el creci­
miento, ¿hasta qué punto deben reducirse las necesidades de difusión
de la tecnología moderna y elevarse hasta el máximo la tasa de des­
arrollo por el deseo de incrementar el consumo per capita y el bien­
estar?
Cuando se ha logrado la madurez tecnológica y la nación tiene
bajo su control un gran aparato industrial moderno y diferenciado, ¿a
qué fines debe destinarlo y en qué proporciones? ¿Al aumento del
UNA TEORIA DINÁMICA DE LA PRODUCCIÓN 39
seguro social, a través del Estado benefactor? ¿A expandir el alto
consumo en masa de servicios y bienes duraderos de consumo? ¿Al
crecimiento del nivel y el poderío de la nación en el escenario mun­
dial? ¿O a aumentar la ociosidad?
Entonces aparece el problema de lo que vendrá después, del cual
la historia únicamente nos ofrece fragmentos: ¿qué habrá de hacerse
cuando pierda su atractivo el incremento del propio ingreso realih
¿Aumentar la natalidad, llegar al hastío, descansar tres días cada fin
de semana, ir a la Luna o crear nuevos límites internos a la ambición
humana en sustitución de los imperativos de la escasez?
Por ello al estudiar los vastos contornos de cada una de las etapas
de crecimiento no examinamos simplemente la estructura sectorial de
las economías, a medida que se transformaron, ajustándose al creci­
miento, y crecieron; estamos también analizando una serie de opcio­
nes estratégicas adoptadas por varias sociedades en relación con la
forma de disponer de sus recursos, las cuales incluyen, y sobrepasan,
las elasticidades-ingreso y las elasticidades-precio de la demanda.

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