Rostow Crecimientoeconomico
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W.W ROSTOW
CAP II
RESUMEN
Es posible identificar las sociedades, en sus dimensiones económicas, dentro de una de
estas cinco categorías: la sociedad tradicional, las condiciones previas para el impulso
inicial, el impulso inicial, la marcha hacia la madurez y la era del gran consumo en
masa.
La sociedad tradicional
Primero consideraremos la sociedad tradicional. Sociedad tradicional aquella cuya
estructura se desarrolla dentro de una serie limitada de funciones de producción,
basadas en la ciencia, la técnica y una actitud prenewtoniana en relación con el mundo
físico. Empleamos en este caso a Newton como un símbolo de esa fase de la historia en
que los hombres llegaron a creer que el mundo exterior estaba sometido a unas pocas
leyes conocibles, y que sistemáticamente era susceptible de una manipulación
productiva.
Sin embargo, este concepto de la sociedad tradicional no es, en modo alguno, estático;
y no elimina la posibilidad de incrementos en la producción. Puede ser ampliada la
superficie de tierra cultivable; pueden ser introducidas en el comercio, la industria y la
agricultura algunas innovaciones técnicas ad hoc, a menudo muy productivas; puede
aumentarse la productividad, por ejemplo, con el mejoramiento de obras de irrigación
o con el descubrimiento y difusión de un nuevo tipo de cultivo. Pero el hecho
fundamental relacionado con la sociedad tradicional era que existía un tope al nivel de
la producción obtenible per capita. Este límite provenía del hecho de que no eran
asequibles las posibilidades científicas y técnicas modernas o que no se podían aplicar
en forma regular y sistemática.
Tanto en el pasado remoto como en épocas recientes la historia de las sociedades
tradicionales fue así un relato de cambios incesantes. Por ejemplo, entre ellas y dentro
de ellas, fluctuaba la extensión y el volumen del comercio de acuerdo con el grado que
alcanzaran las turbulencias políticas y sociales, la eficacia del gobierno central o el
mantenimiento de los caminos. La población -y, dentro de ciertos límites, el nivel de
vida- aumentaba y disminuía no sólo con la sucesión de las cosechas, sino también con
la incidencia de las guerras y de las epidemias. Se desarrollaron diversos grados de
producción; pero, a semejanza de la agricultura, el nivel de la productividad estaba
limitado por lo inaccesible de la ciencia moderna, de sus aplicaciones y del marco
intelectual.
Hablando en términos generales, como consecuencia de la limitación de la
productividad, estas sociedades tenían que dedicar una gran parte de sus recursos a la
agricultura; y del sistema agrícola dimanaba una estructura jerárquica social, con un
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margen relativamente estrecho aunque existente para su movilidad vertical. Los nexos
fa- miliares y de clan desempeñaban un papel importante en la organización social.
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En un principio, las condiciones previas para el impulso inicial se desarrollaron,
claramente, en la Europa occidental de fines del siglo xvII y principios del xvIII, a
medida que las interioridades de la ciencia moderna comenzaban a traducirse en
nuevas funciones de producción, en la agricultura y en la industria, en un marco
dinámico que provenía de la expansión lateral de los mercados mundiales y de la
competencia internacional entre unos y otros. Pero toda la quietud anterior al
resquebrajamiento de la Edad Media fue apropiada a la creación de las condiciones
previas para el impulso inicial en Europa occidental. De todos los estados que la
componían, Inglaterra, favorecida por la geografía, los recursos naturales, las
posibilidades comerciales y la estructura política y social, fue la primera en desarrollar
plenamente tales condiciones previas para el impulso inicial.
Sin embargo, la historia moderna vio surgir en la forma más general esta etapa de las
condiciones previas como consecuencia de una intrusión externa de sociedades
adelantadas más que de manera endógena. Estas invasiones en sentido literal o
figurado- sacudieron la sociedad tradicional y comenzaron o aceleraron su
desintegración; pero pusieron también en marcha ideas y sentimientos que iniciaron el
proceso que construiría, partiendo de la antigua cultura, una nueva alternativa de la
sociedad tradicional.
No sólo se propagó la idea de que era posible el progreso económico, también que
éste era una condición necesaria para la consecución de otros objetivos igualmente
convenientes: la dignidad nacional, la ganancia personal, el bienestar general o un
medio mejor de vida para la juventud. La educación, al menos para algunos, se hace
más extensa y se adapta a las necesidades de la actividad económica moderna. Se
forman nuevos tipos de hombres de empresa en la economía privada, en el gobierno,
en ambos- dispuestos a movilizar ahorros y a correr riesgos en busca de utilidades o de
modernización. Aparecen bancos y otras instituciones para el manejo del capital.
Aumentan las inversiones, principalmente en el transporte, las comunicaciones y en las
materias primas de interés económico para otras naciones. Se expansiona el campo
acción del comercio interno y externo. Y surgen, aquí y campo allá, empresas
manufactureras modernas que utilizan los nuevos métodos. Pero toda esta actividad
camina a ritmo lento en una sociedad y una economía que se encuentran todavía
caracterizadas, principalmente, por métodos tradicionales de baja productividad, por
una estructura y valores sociales anticuados y por instituciones políticas de base
regional formadas a su tenor.
En muchos casos actuales, por ejemplo, persiste la sociedad tradicional al lado de las
actividades económicas modernas, guiada con fines económicos limitados por una
potencia colonial o semicolonial.
Aunque el periodo de transición entre la sociedad tradicional y el impulso inicial fue
testigo de grandes cambios en la propia economía y en el equilibrio de los valores
sociales, el rasgo decisivo fue por lo general de índole política. Desde un punto de vista
político, la construcción de un Estado nacional centralizado y efectivo -fundado en
coaliciones influidas por un nuevo nacionalismo opuesto a los intereses tradicionales
sobre tierras regionales, a la potencia colonial o a ambos- constituyó un aspecto
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decisivo del periodo de las condiciones previas; y, casi universalmente, fue condición
necesaria para el impulso inicial.
Existen muchas cosas más que es preciso decir acerca del periodo de las condiciones
previas, pero pensamos tratarlas en el capítulo I en el que se examina la anatomía de
la transición de una sociedad tradicional a una moderna.
El impulso inicial
Hemos llegado ahora a la gran línea divisoria en la vida de las sociedades modernas: la
tercera etapa, o sea, el impulso inicial. Esta fase es el intervalo en el que, por fin, se
superan todos los viejos obstáculos y resistencias contrarios a un crecimiento
permanente. Las fuerzas tendientes al progreso económico, que producían brotes e
inclusiones limitadas de actividad moderna, se expanden y llegan a dominar la
sociedad. El crecimiento llega a ser su condición normal. El interés compuesto se
transforma, por decirlo así, en parte integrante de sus hábitos y de su estructura
institucional.
En la Gran Bretaña y en aquellas partes del mundo bien dotadas por la naturaleza que
fueron pobladas, principalmente, por Inglaterra (los Estados Unidos, el Canadá, etc.), el
estímulo inmediato de la fase inicial fue esencialmente (aunque no en su totalidad) de
índole tecno- lógica. En el caso más general, el impulso inicial tuvo que esperar la
formación de capital social fijo y una oleada de desarrollo tecnológico en la agricultura
y la industria, así como la aparición en el poder público de un grupo preparado para
considerar la modernización de la economía como asunto trascendental y de gran
categoría política.
Durante el impulso inicial la tasa efectiva de ahorro e inversión puede aumentar, por
ejemplo, del 5% del ingreso nacional al 10% o más; aunque, cuando se necesitó una
fuerte inversión de capital social fijo para crear las condiciones técnicas previas al
impulso inicial la tasa de inversión en el periodo de condiciones previas pudo ser
mayor del 5% como, por ejemplo, en el Canadá antes del año de 1890 y en la Argentina
antes de 1914. En tales casos la importación de capital constituyó comúnmente una
gran proporción de la inversión total durante el periodo de las condiciones previas y,
algunas veces, aun en el curso del propio impulso inicial, como en Rusia y el Canadá en
la época de sus bonanzas ferroviarias anteriores a 1914.
Durante el impulso inicial nuevas industrias se expansionan con rapidez produciendo
utilidades, de las cuales una gran proporción se reinvierte en nuevas plantas; y estas
nuevas industrias estimulan, a su vez, a través de la necesidad cada día mayor de
obreros fabriles, de servicios en su ayuda y de más productos manufacturados, una
mayor expansión en zonas urbanas y en otras plantas industriales modernas. El
proceso total de expansión del sector moderno produce un incremento del ingreso de
los que realizan ahorros en gran proporción y los ponen a disposición de los
encargados de activar dicho sector. Se multiplica esta nueva clase de empresarios y
orienta las grandes corrientes de inversión hacia el sector privado. La economía hace
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uso de recursos naturales y métodos de producción que hasta entonces no habían sido
explotados.
En la agricultura y en la industria se difunden nuevas técnicas a medida que se
comercializa la agricultura y crece el número de agricultores preparados a adoptar los
nuevos métodos y los cambios profundos que ocasionan en el medio de vida. Los
cambios revolucionarios en la productividad agrícola constituyen una condición
fundamental para un exitoso impulso inicial, pues la modernización de una sociedad
aumenta, en forma radical, su lista de productos agrícolas. La estructura económica
básica y la estructura social y política de la sociedad se transforman en una o dos
décadas de tal manera que, en lo sucesivo, puede sostenerse con regularidad, un ritmo
fijo de crecimiento.
Como se indica en el capítulo IV podemos situar el impulso inicial de Inglaterra en las
dos décadas posteriores a 1783; el de Francia y los Estados Unidos a varios decenios
antes de 1860; el de Alemania, en el tercer cuarto del siglo xix; el de Japón en los
últimos veinticinco años del siglo xix; el de Rusia y el Canadá en el cuarto de siglo, poco
más o menos, anterior a 1914; en tanto que la India y China, en forma completamente
diferente, no lo han conseguido sino en 1950.
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enfoque de las industrias del carbón, del hierro y de la ingenie ría pesada de la fase
ferroviaria a las industrias de herramientas, productos químicos y equipo eléctrico.
Esta, por ejemplo, fue la transición por la que pasaron Alemania, Inglaterra, Francia y
los Estados Unidos a fines del siglo xix, o poco tiempo después. Pero otros modelos
sectoriales se han seguido también entre el impulso inicial y la madurez, que se
analizan en el capítulo v.
En su aspecto formal podemos definir la madurez como la etapa en la cual la economía
demuestra su capacidad para desplazar las primeras industrias que propiciaron su
impulso inicial, y absorber y aplicar, efectivamente, sobre un amplísimo conjunto de
sus recursos-o a su totalidad-los frutos más adelantados de la tecnología considerada
entonces como moderna. En esta etapa la economía pone de manifiesto la adquisición
de la suficiente habilidad técnica y de empresa para fabricar aquello que necesite,
aunque no todo lo producible en el mercado mundial. Pudiera ser que carezcan (como,
por ejemplo, la Suecia y la Suiza contemporáneas) de las materias primas o de otras
condiciones de sustitución que se requieren para producir económicamente un tipo
dado de rendimiento, pero su dependencia es más bien asunto de selección
económica o de prioridad política que de necesidad técnica o institucional.
Desde un punto de vista histórico, parecen necesarios algo así como unos sesenta años
para encaminar a una sociedad desde el principio del impulso inicial hasta la madurez.
La explicación analítica de un intervalo de esa naturaleza puede apoyarse en la
poderosa aritmética del interés compuesto aplicada al monto de capital, en
combinación con las consecuencias, de mayor alcance, debidas al poder de una
sociedad de absorber la tecnología moderna de tres generaciones sucesivas que viven
bajo un régimen en el que el crecimiento constituye su estado normal. Pero es obvio
que no se justifica ningún dogmatismo acerca de la longitud exacta del intervalo que
transcurre desde el impulso inicial hasta la madurez.
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Como complemento de estos cambios económicos, la sociedad dejó de aceptar la
extensión adicional de la tecnología moderna considerándola como objetivo
supeditado. En esta etapa de la posmadurez, por ejemplo, las sociedades occidentales,
a través del proceso político, han optado por asignar grandes recursos para el
bienestar y la seguridad sociales. El surgimiento del Estado benefactor constituye la
manifestación de una sociedad que se desplaza más allá de la madurez técnica; pero es
también en esta etapa cuando los recursos tienden, cada vez más, a ser dirigidos hacia
la producción de bienes duraderos de con- sumo y a la difusión de servicios en gran
escala, siempre que predomine la soberanía de los consumidores. Gradualmente se
fue propagando el uso de la máquina de coser, de la bicicleta y, posteriormente, de los
diversos artefactos eléctricos para uso doméstico. No obstante, desde un punto de
vista histórico, el elemento decisivo ha sido la barata producción en masa del
automóvil con sus efectos completamente revolucionarios, tanto sociales como
económicos, sobre la vida y perspectivas de la sociedad.
El punto culminante para los Estados Unidos fue, tal vez, la implantación de la banda
sin fin de montaje por Henry Ford en los años de 1913 a 1914; pero fue en el decenio
de 1920 y, de nuevo, en la dé- cada de la posguerra, 1946 a 1956, cuando esta etapa
de crecimiento fue virtualmente obligada a llegar a su conclusión lógica. Europa
occidental y el Japón parecen haber entrado de lleno en esta fase en el decenio de
1950, como respuesta esencial a un impulso de sus economías totalmente inesperado
en los primeros años de la posguerra. En el aspecto técnico, la Unión Soviética se
encuentra preparada para esta etapa y tiene todos los visos de que sus ciudadanos la
esperan con ansiedad; pero si se llega a iniciar, los dirigentes comunistas tendrán que
encarar difíciles problemas sociales y políticos de adaptación.
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probablemente la economía norteamericana durante la próxima década por encima de
la mayor difusión de los bienes duraderos de consumo.
He aquí, pues, en forma más impresionista que analítica, las etapas de crecimiento que
pueden destacarse una vez que una sociedad tradicional inicia su modernización: el
periodo de transición, en el cual se crean las condiciones previas para el impulso inicial,
en respuesta, generalmente, a la intrusión de una potencia extranjera, coincidiendo
con ciertas fuerzas nacionales que contribuyen a la modernización; el propio impulso
inicial; la marcha hacia la madurez que, por lo general, abarca aproximadamente la
vida de dos generaciones más; y luego, por último, si el aumento del ingreso ha
logrado igualar la difusión de la maestría técnica (lo que, como veremos, no es
necesario de inmediato), la desviación de la economía en plena madurez hacia el
abastecimiento de bienes y servicios duraderos de consumo (así como el Estado
benefactor) para su creciente población urbana-y, posteriormente, a la suburbana.
Queda, aparte de esto, el problema de si se producirá o no un estancamiento espiritual
secular y, si es así, cómo podrá defenderse el hombre de éste: tema que se considera
en el capítulo VI.
En los cuatro capítulos siguientes examinaremos con más detenimiento y vigor las
condiciones previas, el impulso inicial, la marcha hacia la madurez y los procesos que
han conducido hacia la época del alto consumo en masa. Pero, aun en esta
introducción, debemos darle claridad a una característica del sistema.
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propios de sectores particulares de la economía. El tema siguiente tiene por base dicha
teoría flexible y desintegrada de la producción.
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sectores. Que en el principio de su vida los sectores tengan tendencia a una rápida fase
de crecimiento es, en esencia, lo que hace posible y útil considerar la historia
económica como una sucesión de etapas y no, simplemente, como un todo uniforme y
continuo, dentro del que la naturaleza jamás avanza a saltos.
Sin embargo, las etapas de crecimiento requieren igualmente que se tomen en cuenta
las elasticidades de la demanda y que se amplíe este conocido concepto, ya que estas
fases de rápido crecimiento en los sectores provienen de la discontinuidad de las
funciones de producción de las grandes elasticidades precio a elasticidades ingreso de
la de manda. Los sectores principales se determinan por el curso cambiante de la
tecnología y la cambiante disposición de los hombres de empresa para aceptar las
innovaciones disponibles y, en parte, por aquellos tipos de demanda que han dado
muestras de gran elasticidad en relación con el precio, el ingreso a con ambos.
Sin embargo, la demanda de recursos es resultado de las exigencias impuestas por las
decisiones sociales y por las políticas de los gobierno estén acordes o no con el sistema
democrático y no sólo por las apetencias y opciones particulares. Es necesario, por lo
tanto, observar las selecciones hechas por las sociedades al disponer de sus recursos
en condiciones que superen a los procedimientos convencionales del mercado. Es
preciso considerar las funciones de su bienestar, en el sentido más amplio, incluyendo
en ellas los procesos no económicos que las determinaron.
Por ejemplo, el curso que sigan los índices de natalidad representa una forma de
selección de bienestar realizada por las sociedades a medida que cambia el ingreso.
Las curvas en la gráfica del movimiento de población reflejan (además de los índices
cambiantes de mortalidad) la manera como se calculó el tamaño de la familia en las
distintas etapas. A partir del descenso normal (aunque no universal) de los índices de
natalidad, durante el impulso inicial o poco después, a medida que se afianza la
urbanización y el progreso se convierte en una posibilidad a la vista, al aumento
reciente, los norteamericanos (y otros pueblos de sociedades caracterizadas por su
alto consumo en masa) parecen buscar, dentro de familias más numerosas, otros
valores aparte de los que les puedan brindar la seguridad económica y un extenso
abastecimiento de servicios y bienes duraderos de consumo.
Existen, asimismo, otras decisiones que han ido adoptando las sociedades a medida
que las opciones que se les ofrecen han sido alteradas por el proceso evolutivo del
crecimiento económico. Estas amplias decisiones colectivas, determinadas por muchos
factores que están fuera del mercado-con profundas raíces en la historia, la cultura el
proceso activo de la política- han actuado a la recíproca con la dinámica de la demanda
de mercado, la tecnología y el espíritu de empresa, aceptando los riesgos para
determinar el contenido específico de las etapas de desarrollo en cada sociedad.
¿Cómo debería reaccionar la sociedad tradicional, por ejemplo, ante la intromisión de
una potencia más adelantada? ¿Con cohesión, prontitud y energía, como los
japoneses? Haciendo de la debilidad una virtud, a semejanza de los oprimidos
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irlandeses del siglo XVIII? ¿O alterando lentamente y de mala gana la sociedad
tradicional, como los chinos?
¿Cuándo se ha alcanzado el nivel de nación independiente moderna? ¿Cómo debe
disponerse de las energías nacionales? ¿Deben emplearse para la agresión exterior,
para corregir viejos errores o para explotar posibilidades recientemente creadas o
advertidas, con el fin de aumentar el poder nacional? ¿Para completar y perfeccionar
la victoria política del nuevo gobierno nacional sobre los viejos intereses regionales?
¿Para modernizar la economía?
Una vez que, con el impulso inicial, se pone en marcha el crecimiento, ¿hasta qué
punto deben reducirse las necesidades de difusión de la tecnología moderna y elevarse
hasta el máximo la tasa de des- arrollo por el deseo de incrementar el consumo per
capita y el bienestar?
¿Cuándo se ha logrado la madurez tecnológica y la nación tiene bajo su control un gran
aparato industrial moderno y diferenciado, ja qué fines debe destinarlo y en qué
proporciones? ¿Al aumento del seguro social, a través del Estado benefactor? ¿A
expandir el alto consumo en masa de servicios y bienes duraderos de consumo? ¿Al
crecimiento del nivel y el poderío de la nación en el escenario mundial? ¿O a aumentar
la ociosidad?
Entonces aparece el problema de lo que vendrá después, del cual la historia
únicamente nos ofrece fragmentos: ¿qué habrá de hacerse cuando pierda su atractivo
el incremento del propio ingreso real? ¿Au- mentar la natalidad, llegar al hastío,
descansar tres días cada fin de semana, ir a la luna o crear nuevos límites internos a la
ambición humana en sustitución de los imperativos de la escasez?
Por ello al estudiar los vastos contornos de cada una de las etapas de crecimiento no
examinamos simplemente la estructura sectorial de las economías, a medida que se
transformaron, ajustándose al crecimiento, y crecieron; estamos también analizando
una serie de opciones estratégicas adoptadas por varias sociedades en relación con la
forma de disponer de sus recursos, las cuales incluyen, y sobrepasan, las elasticidades-
ingreso y las elasticidades precio de la demanda.
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