200 Baldosas Al Infierno - VVAA
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200 Baldosas Al Infierno - VVAA
Coordinar una antologa de terror es un desafo apasionante. Desde el primer da en que comienza
el trabajo de escritura, seleccin, acercamiento a los participantes y difusin de la convocatoria,
hasta el da en que al fin el libro queda terminado y dispuesto para poner en manos de un tercero,
hay todo un mundo increible.
ndice:
Vctor Piedra
La cara oculta de Leningrado
Una sombra detrs de m
El ngulo de las tijeras
Rewind
La vida en colores
Voces inculpatorias
La puerta abierta
El Purgatorio
El hombre que saba contar cuentos
Danza en mcula
Ojos despiertos
Medicina experimental
Rutina
Fundido en negro
200 baldosas
Tengo un problema. Siempre tengo problemas, mi vida ha sido y es un puto problema. Pero en
esta ocasin , es un problema grave.
Muy grave.
Tengo que encontrar a alguien. Una persona. Un demente.
Pero no a uno cualquiera, no. Es a uno cuya mente camina en otra
realidad, mientras su cuerpo deambula por la nuestra. En su realidad, la
que l vive como nica, pues la mente es lo que somos mientras nuestro
cuerpo no es ms que una marioneta que obedece las rdenes del intelecto,
habitan seres primigenios cuyo nico fin es la destruccin, la absorcin de
todo hlito de vida. Y esos engendros lo buscan a l. A mi demente. Pues es
la llave para pasar a nuestro mundo, y ansan hacerlo porque en su
universo, Arkham, la vida se ha extinguido debido a sus depredaciones.
Pero el nuestro rebosa vida, un alimento que son capaces de percibir aun a
travs de las corrientes del tiempo que separaron nuestros universos
cuando fueron creados.
La creacin, el gran latido. The Big Beat. Cada latido es una
corriente, un impulso, un universo. No somos el fruto de una gran
explosin, the Big Bang. Qu memez!
Una sucesin interminable de latidos sin origen conocido. Como el
crculo.
Nuestro latido fue inmediato al de ellos, el de Arkham. Tan cercanos
y lejanos a la vez. El tiempo nos separa, y aunque el intervalo entre latidos
es apenas inexistente, una mil millonsima de segundo, esa distancia es
insalvable. Ms que si fueran millones de aos luz, que slo es espacio y se
puede salvar con velocidad. El tiempo necesita de otros impulsos para ser
traspasado. Impulsos como mi presa. l es la clave. El camino entre dos
mundos, el de Arkham y el nuestro. He de hallarlo antes que ellos. Hasta
ahora, ha sobrevivido, pero eso no durar. Acabarn cazndole si no lo
hago yo antes. Cuando d con l, le matar. Pero no ser sencillo, pues su
mente afronta tales peligros en su realidad, que el cuerpo responde con
una violencia brutal en la nuestra. Por eso lo llaman demente, un
trastornado. Sin embargo, me vais a permitir que yo lo denomine
Apomente, que significa mente alejada .
Apomente reside en un sanatorio mental. Uno especial. No se me
permite la entrada. Yo sola trabajar all, pero algo ocurri. No pude
controlarme para intentar averiguar quin era. Me acusaron de maltratar
a los enfermos. Qu sabrn ellos!
Vctor Piedra
Carlos L. Hernando
El suelo se tragaba sus pisadas con una voracidad que no dejaba sobras,
slo silencio. La luz tena el mismo efecto con los colores. Caminar por
aquel pasillo era como caminar por la nada. Esa nada que uno se imagina
como un eterno lienzo en blanco, y que precede a las puertas del cielo. Sin
embargo, el umbral al que se diriga Leman Echea poco tena que ver con
las praderas celestiales.
Un guardia malhumorado y corpulento lo preceda canturreando una
cancin que slo deba de existir en su cerebro. Apenas era un tatareo, pero
de vez en cuando distingua ciertas palabras, todas ellas malsonantes.
Aunque Leman sola quedarse con todos los detalles de cuanto lo rodeaba,
la luz se introduca en su cerebro como si fuera un hierro al rojo que le
asara vivas las crneas. Estaba acostumbrado a trabajar de noche, en
lugares sucios y decadentes, mientras que aquel pasillo era el sueo
hmedo de todo director de hospital. Un ambiente tan asptico que haca
que hasta las motas de polvo se avergonzaran de estar all, as que no
estaban. La atmsfera era tan pura como el agua destilada.
Por ello, haba decidido que el guardia no era importante, que no
mereca ocupar un lugar relevante en su memoria, al menos no mientras
pensar fuera doloroso. Lo clasific en su archivo mental de informacin
desechable como Guardia Estndar .
Tampoco se haba molestado en quitarse las gafas de sol. Era el tipo
de persona que despreciaba las convenciones sociales, y slo las segua si
poda sacar beneficio de ellas. Como no consideraba que dejar que la luz
mutilara sus pupilas hasta la desintegracin fuera precisamente un
beneficio, las llevaba bien caladas, aunque su proteccin resultaba
insuficiente.
Hemos llegado anunci Guardia Estndar, sacando con su
manaza una inestable masa de llaves que deba de rondar el medio
kilogramo de peso.
dijo mientras apoyaba las manos en la mesa y posaba su cabeza sobre ellas
. Una vez capture su alma, lo conocer mejor que su madre, mejor que su
esposa, si es que tiene. Mejor que Dios. Por ahora, yo tengo la sartn por el
mango, yo soy el rbitro de este partido, el pintor de este oscuro lienzo en
el que estamos atrapados
Aquel tipo daba escalofros, pero Leman no se dej amedrentar.
Est bien, usted tiene algo que ofrecerme, y yo a usted no, lo he
pillado. Cules son las condiciones?
Reljese, lo noto tenso. Es sencillo. En primer lugar, necesito que
respire hondo.
Respirar hondo?
S, joder estall incorporando la cabeza y apoyando las manos
sobre la mesa Reljate! Si no puede hacer eso, dudo mucho que pueda
cumplir las otras condiciones. Respira hondo! Inspirar!, espirar!,
inspirar!, espirar!...
Vale, vale. Joder con el perturbado , pens terminando la
frase para sus adentros. Mientras, el perturbado segua con su retahla de
rdenes respiratorias. Leman las sigui al pie de la letra no una, sino varias
veces.
Estupendo, es suficiente dijo el otro con una sonrisa de trazas
rojas. Vale, esa era la parte fcil, pero la siguiente tampoco es lo que se
dice complicada. Quiero que la coloque en su dormitorio, sobre su cama.
Que domine su habitacin, que tenga buena vista. Y la tendr en su poder
al menos una semana. Negociaremos su futuro en prximas reuniones.
Est bien. La peticin era excntrica, pero sencilla de cumplir,
sin complicaciones.
Y no se olvide de saludarla por las maanas. No queremos que se
encuentre sola ahora que va a pasar una temporada sin sus amigas,
verdad? pregunt girando la cabeza, pero manteniendo sus ojos
clavados en el asombrado rostro de Leman. No, no queremos. Saldela
cada vez que entre en su dormitorio y despdase cada vez que lo abandone.
A cualquier otra persona la habra mandado a la mierda, o
directamente habra continuado la conversacin con los puos, pero deba
mantener la calma. De verdad ese jodido luntico vea a los cuadros como
seres humanos, o simplemente se estaba riendo de l? No le gustaba
ninguna de las dos opciones.
Vale, lo har.
como Margharet puede tener una sensibilidad tan exquisita como para
lograr crear algo tan hermoso?
El alma humana est llena de claroscuros.
Es posible Sus palabras se quedaron suspendidas en el aire,
mientras los ojos de su hija la mantenan hipnotizada. Casi pareca que
podra lanzarse contra el lienzo y abrazarla como antao. Necesito este
cuadro.
Lamentablemente, no puede salir de mi casa contest l con
voz tona. Es un prstamo.
Bueno, pues consgamelo. Debera ser mo!
Estoy de acuerdo, pero es de Vctor Piedra.
No pronuncie ese nombre en mi presencia!
Lo sientoreplic Leman apesadumbrado. Mire, haremos una
cosa, intentar conseguir el cuadro, pero no puedo prometerle nada. Y
supongo que las otras dos madres querrn el suyo.
Hay ms?
Dos por lo menos, uno por vctima, el cabrn los tiene en su
celda e, inexplicablemente, me dijo que me quedara ste unos das.
Esos cuadros nos pertenecen. A las familias, quiero decir.
Estoy de acuerdo, pero no puedo simplemente llevrmelos. De
hecho, ni aunque quisiera infringir la ley podra, pues el sitio donde lo
tienen est mejor protegido que una fortaleza medieval. Y se parece
bastante , repuso para sus adentros.
Tiene que haber algo que pueda hacer, puedo pagarle ms si hace
falta dijo ella, aunque fueron sus lgrimas las que realmente hablaron.
No es cuestin de dinero. Las instalaciones donde se encuentra
Bueno, apenas s nada de ellas, dudo mucho que mucha gente conozca su
existencia. Yo logr acceder a ellas gracias a mis contactos, pero ni aun as
me fo de la gente que las administra. Record con una mueca al
corpulento guardia que lo haba acompaado aquella maana.Y recuerde
que, mientras no se encuentren los cadveres, no hay caso. El hijo de puta
asegura que los destruy, pero no dio detalles claros, y lo nico que le
inculpa es su propio testimonio. Sin pruebas no hay delito, y ni siquiera lo
podemos meter en la crcel. Por lo tanto, no podemos obligarle a
desprenderse de los cuadros.
Entonces?
Djemelo a m. Slo ha pasado un da. Seguir con mis
investigaciones e intentar que los cuadros sean para vosotras, las madres.
Pero no prometo nada, me temo que es probable que ellos tambin estn de
por medio.
Ellos? Quines son ellos?
Los que lo retienen dijo Leman maldicindose por hablar
como el luntico pintor. Desconozco su identidad, slo tengo algunos
nombres, probablemente falsos. Es algn tipo de organizacin
gubernamental, yo qu s. Son muy quisquillosos y, en general, hacen lo
que quieren.
Est bien, pero por favor, encuentre el cuerpo de mi nia y haga
justicia. Y si hay alguna posibilidad consiga el cuadro.
Me pondr a ello, no se preocupe.
Gracias, millones de gracias. Saba que poda confiar en usted.
Por supuesto. Como ya le dije cuando me contrat, soy el mejor.
Vuelta al pasillo, vuelta a los pasos, vuelta a ese mundo demasiado lmpido
como para sentirlo tangible. Buenos das , haba dicho saludando al
cuadro aquella maana, pero nadie le contest. Al menos, no con palabras.
Una sonrisa, una mirada tan verde como intensa, y la sensacin de que el
destino era cruel al no haberles hecho coincidir en algn bar cuando
todava tena tiempo para vivir, cuando todava haba aire para ella.
Sin embargo, s que haba odo su voz en sueos, lo cual era una
locura, pero el mundo de Morfeo es as. En l se dibujan realidades que no
podemos alcanzar, a veces reconstrucciones imposibles de la nuestra. Sus
palabras, como una nebulosa, se perdieron entre las legaas del amanecer,
pero recordaba haber sentido su desesperacin, su miedo y su rabia. La
chica odiaba a Vctor Piedra, pero quin no odia a su asesino?
Los pasos engullidos por el abrumador silencio del lugar lo llevaron
de nuevo hasta la puerta nmero XX: Vctor Piedra, un artista capaz de
evocar la realidad hundindola hasta el alma con sus pinceles, y al mismo
tiempo, el ser perverso que arranc la vida a los cuerpos de sus musas,
estuvieran donde estuvieran. Tena que mantener la calma, ni su sueo ni
sus sentimientos, ni siquiera el recuerdo de la desconsolada plegaria de la
seora Fluxx, deban descomponer su templanza. Toda aquella mixtura de
emociones e imgenes no haca otra cosa que hacerle desear convertir la
cara de aquel tipo en un muestrario de jirones amoratados y sangrientos, y
en otro tipo de casos, una accin directa y violenta podra haber tenido su
No saba si llegara o no a alguna parte con todo aquello, algo muy comn
en las primeras etapas de una investigacin; pero la sensacin de que
todos, el pintor, los ellos , la madre de Margharet aunque a ella no
poda reprocharle nada jugaban con l lo sacaba de quicio.
Cuando lleg a su destino tras otro da insustancial, se consol a s mismo
con la idea de que, al menos, ahora conoca un poco mejor a su enemigo.
Tambin ayud contemplar a la segunda vctima. Se pregunt si le estaba
dando los cuadros por orden cronolgico de defuncin por alguna razn, o
haba sido simple azar.
Daba igual, al menos por el momento. Tras despedir a los operarios
que colocaron el segundo cuadro junto al otro, se detuvo a contemplarlo
mejor. Paula era preciosa y, tal y como haba sealado Vctor Piedra,
pareca tmida. Tena una expresin en su rostro redondeado que la haca
parecer un animalillo asustado de cuanto la rodeaba. Sin embargo, su
lenguaje corporal deca lo contrario. Estaba erguida, con su vestido blanco
de verano azotado por un viento que casi se llegaba a sentir, desafiando a
quien se atreviera a contemplarla. Era una dicotoma extraa pero
poderosa, y una vez ms el artista la haba separado de su envoltura carnal
y la haba inmortalizado con su sobrecogedora tcnica.
El fondo volva a ser negro, como un trozo de carbn oculto en una
cueva jams hallada por el hombre. Por ello, resultaba difcil determinar la
longitud de su pelo, tambin nice hasta la raz, que pareca fundirse con el
mismo lienzo, integrndose en el pequeo universo que delimitaba el
marco. No pudo evitar fijarse en que variaciones interminables del nombre
Vctor Piedra se retorcan por toda su superficie conformando una obra
de arte encapsulada por otra obra de arte.
Leman tuvo la impresin de que estaba convirtiendo su habitacin en
un purgatorio. Como si estuviera colgando almas en pena sobre sus paredes
para que alcanzaran en algn momento la felicidad que se haba llevado
aquel satans con nfulas pictricas que habitaba dentro de Vctor Piedra.
En ese momento, un destello de claridad se adue de su mente. Tuvo
la absoluta certeza de que al da siguiente su conversacin con el pintor
tambin sera exigua. Apenas sacara nada, excepto el ltimo cuadro.
Aquel tipejo estaba jugando con l. Estaba claro que quera sacar los
cuadros de all, y lo estaba utilizando como vehculo humano. Las razones
se le escapaban, pero tena que hacer algo. En su intento por no enfadarle
Creo que esta vez s que he llegado a atisbar su alma dijo Vctor
Piedra mientras sala.
En esta ocasin, fue Leman el que llam al guardia. El proceso fue
ms rpido que los otros das, hasta pareca que los encargados de aquel
sitio parecan satisfechos. Aquello le puso nervioso. Tena que acabar con
aquello cuanto antes. No se senta seguro ni en su casa. Senta que estaba
desnudo ante los ojos de las paredes y que, a su vez, ellos, quienesquiera
que fueran, lo estudiaban, lo medan y lo calibraban como a un
experimento en ciernes.
Una vez hubo despedido al enjambre de obreros que pusieron a la tercera
en discordia en su pared, se sent en la cama para observarla. Julia era
rubia, y le llegaba su pelo hasta los pies. Leman supuso que se trataba de
una licencia artstica del autor, porque en las fotos que haba visto le
llegaba como mucho a media espalda. Como sus compaeras, la chica era
arrebatadoramente hermosa o, en palabras de Leman, jodidamente
bella . Vctor Piedra era bueno eligiendo a sus modelos.
Pareca estar desnuda, y era su propia cabellera la que conformaba
sus vestiduras ocultando sus partes ms sensuales, pero sugiriendo sus
formas con una precisin cargada de erotismo. El fondo volva a ser negro
como el vaco que deja la muerte. Leman Echea se pregunt si sus
inquilinas llegaron a ver las obras terminadas. Si se sintieron abrumadas
por sus propios reflejos pictricos.
Aunque aquel da haba vuelto a casa antes de lo normal, se
encontraba cansado y somnoliento, por lo que se acost pronto, pese a que
tema volver a soar. Lo tema y lo deseaba. Con la mente dividida, se
qued dormido. Lo ltimo en lo que pens momentos antes de arrojarse en
las corrientes onricas fue en los labios de Julia, entreabiertos a
perpetuidad sobre su rostro pintado.
Obviamente, tambin fue lo primero que vislumbr al abandonar la
consciencia. Al principio, fue slo eso, aunque no estaban paralizados
como en el lienzo, sino que susurraban palabras que no llegaba a
comprender. Despus todo se volvi incluso ms difuso, como un
torbellino de rostros, caricias, risas y sangre. La belleza sobrenatural de las
tres mujeres se mezclaba con la aversin visceral que sentan por Vctor
Piedra. El propio Leman Echea lo odiaba, por lo que no le result difcil
fundir sus propias emociones con las suyas que, implorantes, le pedan que
hiciera justicia.
Los seis ojos suplicantes parecan a punto de ofrecer algo a cambio,
tal era su desesperacin, pero en ese momento despert. Simplemente
pedan justicia, no se rebajaran a negociar.
Eran las cuatro de la maana, y ya no volvi a dormirse en toda la
noche. Los ojos le dolan y apenas poda abrirlos, pero el sueo no acuda a
l. Sin embargo, escuchaba susurros desde las paredes y, en los pocos
momentos en los que lograba hacer el esfuerzo mprobo de crear una leve
rendija de ojos bajo los prpados, que parecan haber cicatrizado sobre sus
crneas, le pareci ver cmo las figuras de las paredes se movan.
Bailaban, temblaban, saltaban y cambiaban de marco. Quizs s estaba
soando, quizs era una pesadilla tan exquisita que le quitaba horas de
sueo.
Los rayos del sol devolvieron la realidad a su cuarto y algo de
ligereza a los acartonados trozos de piel que en algn momento de su vida
haba llamado prpados. Su mente pareca un almacn de despojos. Con
pensamientos mezclados con sueos mezclados con pilas de cansancio
mezcladas con ms sueos, estos ltimos de segunda mano.
La ducha de aquel da sera sagrada, decidi. De cualquier forma,
tena tiempo. Aunque la maana ya se hubiera manifestado en todo su
doloroso esplendor, quedaban horas para que sonara el despertador, horas
para ponerse en marcha.
A pesar de todo, Leman Echea era un hombre fuerte. El agua recorriendo
su cuerpo y el desayuno en su estmago le haban devuelto las energas, al
menos en parte, y tambin la emocin de enfrentarse al primer da de
verdadero trabajo. Sin embargo, su cerebro segua siendo un trastero
mental destartalado. No se le permita llevar nada metlico en sus visitas,
pero aquel da haba sustituido los cordones de sus zapatos por unos de
fibra de carbono especiales en negociaciones especialmente arduas.
Aquel da decidi saludar a Guardia Estndar utilizando su nombre,
por alguna razn lo haba memorizado. Eladio respondi con un gruido de
aprobacin y tarare su cancioncilla mientras abra la puerta que
transformaba el blanco en negro y el tiempo presente en tiempo locura, que
pareca haberse agudizado desde el da anterior. Los bocetos en tiza que
cubran las lbregas paredes del mundo de Vctor Piedra hacan que aquel
lugar fuera todava ms siniestro. Pero lo peor era verse reconocido cien
creado. De hecho, lo crea o no, mi arte preserva una parte del nima que
inmortalizo.
Chorradas.
Sus ojos no opinan lo mismo replic con una carcajada. Estoy
seguro de que ha sentido la presencia de las seoritas ms de lo que
esperaba. Estoy seguro de que duda de si est alucinando o no.
Usted no sabe nada.
Lo que usted diga. Pero le dir que estos tres das he dormido como
nunca. Lejos de susurros y amenazas. Le juro que a veces me daban ganas
de suicidarme. Menos mal que el bueno de Eladio me libraba del tedio de
vez en cuando.
Y por qu conservar los cuadros si le perturbaban tanto?
Son mi obra! Jams podra deshacerme de ella sin saber que est
en buenas manos. Ya se lo dije el primer da. Este sitio no slo corrompe
las mentes, la pintura acabara deteriorndose. El ambiente est viciado,
por eso le hice respirar hondo el primer da, quera probarlo.
Hay drogas en el aire?
Eso creo. Quizs no. Pero estoy casi seguro. Eso explicara los
sueos, no? El problema es que eso ya vena de antes.
Las escuchaba en su estudio?
Claro. Por qu cree que me entregu? Me volvan loco. Quera
escapar. Pero era incapaz de tocarlas. Su naturaleza pictrica era su
inmunidad diplomtica. Cmo diablos iba a maltratar una de mis obras
maestras? aull con lgrimas en los ojos. Me desesper tanto que me
entregu. Pero no hubo juicio por falta de pruebas. Sinceramente, no me
apeteca revelar mis secretos y, tras unos das alejado de ellas, me senta
mucho ms fuerte y seguro. Entonces vinieron ellos y me trajeron aqu.
Supongo que hicieron bien, porque es obvio que habra seguido matando.
Lo peor fue que trajeron los cuadros. Por un lado, era lo mejor, aqu
estaban protegidos, y no negar que me encanta contemplarlos. Pero me
atormentaban. Despus apareci usted, y todo mejor. Vuelvo a ser el de
antes. Aunque me est prohibida la sangre, me han dicho que podr pintar
otra vez. Llenar de cuajarones de pintura el lienzo una vez ms.
Una historia realmente perturbadora, aunque con fallos que
escapan a la lgica.
Piense lo que quiera, pero sus dudas me escupen a la cara, cada vez
estoy ms cerca de leer en su alma. Ser un cuadro magnfico. Sera
Carolina Cristbal
PLANTA 7, REA 2: Unidad de Archivo Clnico
Santos, empiezo a estar ms que harto de tanto traslado y tanta
reorganizacin. Cada dos aos lo mismo.
Ya, nuevo director, nuevas estructuras. Necesitan demostrar
su proactividad. Que son capaces de dar el toque revolucionario
definitivo. Parece que, si cambian las cosas de planta, mejoran la
activad de este hospital Es un autntico coazo pero, amigo, no nos
queda otra, al menos, ya vamos por la uve.
En la planta siete se alojaban los archivos despus de ser
mudados de su anterior ubicacin, la ms amplia y difana planta dos.
El nuevo director del hospital haba pedido a cada gerente y
responsable un anlisis, para un control de costes acorde con las
nuevas medidas sociales llegadas del gobierno central, por lo que el
director de la unidad de archivo clnico, haba solicitado unos cambios
significativos en la organizacin fsica del centro.
Mientras, en la planta dos todo estaba organizado por ao y
alfabticamente. Pretenda, en esta ocasin, continuar con la
digitalizacin de los documentos fsicos y separar por reas los casos
complicados de los casos comunes. Pero la sptima planta, veinte
metros cuadrados ms pequea que la segunda por un recodo donde se
encontraba el conducto fluvial, constaba de dos reas separadas por un
control vetado por seguridad de reconocimiento digital, cortesa de las
ayudas a asuntos sociales, redireccionadas a estos y otros menesteres.
El seor Marcos Garca, responsable de planta, una vez obtenidas las
aprobaciones de reestructura, solicit poner en marcha
inmediatamente dichos cambios, para tenerlo todo listo en seis meses.
Esto implicaba que los secretarios, trabajadores sociales y apoyos
administrativos emplearan en su totalidad la jornada laboral para
ms. A sus ojos, somos las putas espaolas a las que dan por el culo
cada vez que salen a combate. Me cago en mi puta vida, coo!
bram preso de una ira que le herva la sangre.
Era la quinta jornada en la que se vean obligados a retroceder,
hasta mayo no llegaban ms voluntarios de Espaa, y pareca que se
iban a quedar solos hasta recibir ayuda. Para colmo, semanas
anteriores, descubri que algunos hombres haban traficado con
comida y tabaco a cambio de diferentes placeres. Esto haba mermado
considerablemente las provisiones. Por ello, una de las prostitutas
alemanas obligadas a ejercer haba sido violada y golpeada
brutalmente por el comandante de la brigada. Haban atado a las vigas
del barracn a la mujer, en cruz. Manos y pies inmovilizados, y con
una bayoneta la obligaron a confesar quines haban recibido el caf,
las galletas y las lentejas que haba recibido por sus servicios.
Habla, sucia zorra, o te rajo el coo. Dnde te has metido el
chocolate? Te lo has metido en ese culito nazi que tienes? Igual
quieres que te lo rompa con mi bayoneta, la tengo muy grande y muy
gorda. Quieres verla?
Lassen Sie mich! Schmutzige Schweine! gritaba la
muchacha, aterrorizada.
Ese grito significaba: Soltadme, sucios hijos de puta
bastardos . Todos all saban algo de alemn y dominaban los
insultos a la perfeccin. El comandante se baj los pantalones y, con
su mano derecha, sostuvo su miembro erecto por la excitacin que le
provocaba la joven presa.
Valcrcel, abre los armarios de todas estas putas y trae toda la
comida que tengan, no les dejes ni una migaja. Me oyes? El grito
paraliz unos segundos al teniente, pero rpidamente reaccion y se
puso en marcha.
Cuando regres con tan slo unas tabletas y algo de tabaco de
liar, se encontr el mutilado cuerpo de la ya muerta prostituta. Hilos
de sangre marcaban los muslos de la muchacha con su pubis desollado
y en carne viva. Le haban arrancado los dos pezones con la bayoneta
oxidada, la haban violado y golpeado, su rostro estaba hinchado y
amoratado.
Aguantan poco estas zorras alemanas. Casi me muerde la
polla, Valcrcel, le he tenido que dar un par de bofetones para que
momento preciso. Eso haba fomentado que los mximos dirigentes de las
SS le encargaran el trato directo con los responsables espaoles de la
Divisin Azul.
Teniente, supongo que ya sabe que, en total, suman un nmero
cercano a los siete mil los espaoles voluntarios que vinieron a defender el
nacional socialismo de las sucias manos de los rojos. Estamos perdiendo
profundidad, terreno, teniente Valcrcel, y las SS me van a pedir
responsabilidades. Si durante las prximas semanas no mantenemos
nuestra posicin, me ver obligado a tomar medidas drsticas. Si quiere
volver a casa, le pido encarecidamente que sea firme.
El marcado acento alemn, acompaado de su parche en el ojo y una
cicatriz en la barbilla que desfiguraba su rostro, preocupaba a Valcrcel.
No quera ni siquiera plantearse cules seran esas medidas drsticas
que mencionaba el capitn si no consegua estabilidad en el sector.
Comprendo, capitn. Aunque, con todos los respetos, considero
humildemente que la tctica es equivocada.
Tal vez, teniente, tenga usted ideas innovadoras que haran avanzar
nuestro destacamento. La ltima frase fue pronunciada con lentitud y
acercndose an ms al teniente. El metro noventa del capitn impona
respeto.
Necesitamos un equipo trmico para los hombres. Con el fro, son
incapaces de empuar y disparar con acierto. La falta de provisiones hace
que se empiecen a dar casos de anemia. Si, al menos, tuviramos ms
botellas de alcohol disponibles para los cadetes, podran entrar en calor.
Sugiere usted que presentemos hombres borrachos frente a las
bestias soviticas? Creo, teniente, que lo ms acertado es que se concentre
en llevar a cabo las rdenes delegadas, y deje el trabajo tctico a quien le
corresponde.
Muy bien, seor, as lo har. Mis hombres estn listos para salir a
la estepa. Valcrcel saba que la prudencia era una gran aliada para los
locos alemanes de las SS. No le convena ser un insubordinado.
Buenos das, teniente. Recuerde que yo no me ando por las ramas.
Si no obtenemos una mejora logstica, se arrepentir de haber venido a este
asqueroso lugar, y de no haberse cambiado la camisa azul.
El orgullo tocado de Valcrcel hizo que mirara fijamente al nico ojo
que le quedaba al capitn y, levantando la cabeza, se colocara el cuello de
su camisa azul. Un pequeo gesto simblico entre idealistas.
Maldito hijo de la gran puta, te voy a sacar las tripas y se las voy a
dar de comer a los cerdos pens en voz alta.
Slo se escuchaba al mdico. Valcrcel se acerc a la puerta y se
asom por una ventana circular. El mdico estaba solo, aunque hablaba con
un cuerpo humano, de sexo indeterminado, colgado del techo y sujeto por
unas cadenas. Toda la sala estaba plagada de cuerpos cual matadero.
Debajo de cada uno reposaba un cubo metlico, que recoga la sangre que
goteaba de ellos. Valcrcel se preguntaba qu clase de pesadilla era
aquella, mientras se sorprenda de la falta de sentimiento ante el macabro
espectculo. No esper ms. Se precipit en la habitacin y cogi un
gancho de los que pendan los cadveres. Intent atacar al mdico, pero sus
fuerzas le jugaron una mala pasada. No atin a dar al mdico. ste grit y
maldijo en alemn:
Wie ist es mglich! Fr ein Pferd tragen Ansthesie!
Se alemn, cabrn, y no debiste ponerme tanta anestesia si estoy
despierto le dijo mientras le agarraba del cuello. Qu cojones me
habis metido en la cabeza? Qu es esto? pregunt hablando como
mejor poda en su rudimentario alemn.
Valcrcel sac el chip de su bolsillo y se lo ense al mdico.
Estis destinados a ser los superhombres del ejrcito sovitico. El
sitio de Leningrado se ha despertado, a mi me capturaron y me obligan a
llevar a cabo ciertas intervenciones experimentales. Se os ha implantado
un circuito integrado experimental a aquellos que conservis vuestro
cuerpo intacto o poco deteriorado. Se os ha puesto una plancha metlica en
el esternn para proteger el corazn de la metralla. El doctor Frainergft
pareca disfrutar de todo aquello.
Para qu sirve ese chip? Habla o te trincho.
Muchas de las capacidades neuronales se han atrofiado, se ha
extirpado el ganglio que provoca el miedo. El chip est interconectado con
ciertas neuronas clave que anulan el comportamiento autogestivo, y
domina el resto del cuerpo. Tienes suerte, espaol. Al menos, no vas a
formar parte de la cena de los soldados soviticos.
No me toques los cojones, que te mato aqu mismo y te trincho
como a estos infelices.
Un estridente pitido, acompaado de un dolor intenso, retorci al
teniente, paralizndolo por completo.
Te has precipitado. Ese calor insoportable que ests
No.
El mdico mir los papeles de la polica, pasando rpidamente las
hojas, sin encontrar a todas las mujeres que mencionaba Daniel. Escuchaba
por encima de las pginas la perorata que continuaba evocando un nmero
verdaderamente increble de vctimas. No poda creerlo, deban de ser una
gran cantidad de decenas.
Me ests diciendo que mataste a todas esas mujeres?
NO! YO NO MAT A NADIE!
Dani vio cmo el doctor tomaba nota entre sus papeles y le
devolva la mirada.
Daniel, llevamos mucho tiempo con esta terapia, pero sta es la
primera vez que hablas conmigo. Hasta el momento, no habas abierto la
boca ni para contarme lo ms mnimo. Por qu debera creer todo esto?
Es fcil creer que todo esto debe de ser mentira si se compara
con cualquier otro que haya matado a alguien, pero yo no he matado a
nadie. No tengo tampoco nada que perder, y el caso es que todas esas
mujeres no han muerto por un instinto asesino, sino por apetito.
La claridad en las ideas de Daniel sorprendi al psiquiatra, que
hasta el momento no haba credo que tuviera la elocuencia suficiente
como para saber expresar lo que senta. En la mayora de los casos de su
tipo, o el tipo que empezaba a no tener tan claro, los enfermos solan ser
ms simples, incluso hasta pusilnimes. Pero en este caso, Daniel pareca
tener muy claro todo lo que deca, y estaba logrando que dudara en su
diagnstico inicial. Y si era verdad que no eran solo cuatro las mujeres
que haban muerto a manos de Daniel? Y si no las haba matado l? No,
eso no poda ser.
Y las mat ese ser que te acompaa afirm el doctor.
S.
Y est ahora con nosotros?
No. Dani mir en torno suyo, sabiendo de antemano que no lo
vera, y no porque nunca lo vea, sino porque no lo senta tras de s.
Dnde est entonces?
El silencio fue la nica respuesta ante la pregunta. Dani no saba a
dnde se haba podido ir o por qu no estaba en ese momento; no recordaba
que el ser hubiera dejado de estar junto a l durante los ltimos aos,
muchos aos. Siempre detrs. Mir a su espalda y se vio en el espejo que
haba en la pared. Su cara estaba descompuesta, como haba estado todos
todo aquello que est a su alcance, para darle una explicacin a los sucesos
con los que no se quiere enfrentar. Aunque no sean reales.
Dani mir al psiclogo con el ceo fruncido.
Pretende decirme que me lo estoy inventando?
No, pretendo decir que no es real.
Pero yo vi a todas esas personas, todas esas mujeres, la sangre
Yo no toqu a ninguna de ellas pero murieron. Cada vez que me peda
sangre, cada vez que tena apetito, una mujer deba morir. Yo no le hice
dao a ninguna.
El doctor miraba al paciente sin terminar de tener claro si se senta
aliviado o dolido al pensar que era l el causante de todos aquellos
asesinatos. Por un lado, pareca aterrado por el remordimiento, en verdad
daba la sensacin de que Daniel senta cada una de las muertes que le haba
comentado. Por otro lado, el agobio que siempre le haba notado y el
nerviosismo parecan desaparecer de esa mirada torva y esquiva. De nuevo,
el paciente recorri la sala con la mirada, como si quisiera constatar que no
haba nadie ms all, junto a ellos. Al verse de nuevo libre de la carga que
haba supuesto tener al silencioso espectro detrs de l, respir como si al
fin comenzara a creer en el doctor.
Entonces fui yo.
S, Daniel.
Todas esas mujeres, todas ellas. El polica Marta
El psiclogo lo mir sin pronunciar palabra, dejando que se hiciera
a la idea. No poda esperar que, de pronto, y en la primera sesin en que la
Daniel participaba, todo fuera limpio y fcil. Tena que lograr que se
enfrentara a sus monstruos.
Ese ser que te ha acompaado todos estos aos, puede ser una
representacin de algn miedo oculto, algo reprimido. Pero debemos hacer
lo necesario para que desaparezca y no vuelva a surgir.
S, doctor dijo Dani con cierto miedo, an sin atreverse a creer
en las palabras del psiquiatra del todo.
Qu era lo que quera?
Nunca me lo dijo.
Estaba siempre ah?
No recuerdo que no estuviera. Siempre notaba su respiracin
detrs de m.
Nunca se te mostr?
Vaca. No hay nadie. O quiz s. Quiz algo se agita en los rincones del
cuarto. Pero no es el que busco, ni yo una de sus presas. Al menos, eso
creo. No me entretengo. Sea lo que sea, es pura maldad. Me marcho.
**
No hay locura tras la puerta frente a m. Hay miedo, odio y un fuerte deseo
de venganza. Las relaciones entre padres e hijos nunca son sencillas...
haciendo un gesto hacia el suelo cubierto con una gruesa alfombra. Ah,
justo al lado del sof. Tumbado boca arriba y con unas tijeras
sobresalindome del ojo derecho. El izquierdo lo tengo de cristal desde
hace dos aos confes, casi avergonzado. Judit lo mir con expresin
neutra y no dijo nada. Gabriel solt un gruido exasperado. Unas tijeras
en el ojo! Es lo bastante asqueroso como para que a nadie se le ocurra
preguntarse si ha sido o no un asesinato, no? Quin iba a suicidarse as?
buf. La expresin de Judit no cambi.
Ya me lo explicaste anoche se avino a contestar al fin en tono
pausado. Tijeras. Ojo. Ojo de cristal. Me dijiste incluso el ngulo que
harn las tijeras al clavarse para atravesarte el cerebro a la primera y que ni
siquiera llegues a enterarte. Y el tamao del charco que formar tu sangre.
Lo s todo, Gabriel aadi, permitindose el lujo de esbozar una sonrisa
amarga. Lo que no s es por qu no lo haces t mismo. En nuestro caso,
el alumno nunca ha llegado a superar al maestro concedi con un amago
de reverencia.
Si me suicido, a la mierda el seguro resopl Gabriel. Y yo no
he pasado dcadas pagando religiosamente a esos cabrones para que ahora
se lo queden todo. Quiero dejarle algo a mi hijo. S, quiero que lo tenga
todo.
Judit lo mir, dubitativa.
Pero si no te habla desde hace veinte aos tuvo que decir,
incapaz de contenerse. Gabriel se encogi de hombros.
Los del seguro tampoco. Puestos a dejarle mis bienes a alguien que
me ignora, prefiero que sea a Rafael, que no es un hijo de puta ni se le
salen los euros por todos los orificios. Bueno aadi, vas a matarme,
o tengo que provocarte antes?
Judit no pudo evitar rer al ver cmo el rostro de Gabriel se arrugaba
en una mueca que, aos atrs, habra resultado atractiva.
El cliente manda respondi, estirndose los guantes de ltex en
las muecas y en los espacios interdigitales antes de meter la mano en el
bolsillo de la gabardina y sacar unas tijeras.
***
Cmo haba odiado a aquel hombre. Y sin embargo, ahora, al final, todo el
odio se dilua, y slo quedaba una sensacin clida, muy parecida al afecto.
O a lo que ella pensaba que deba ser el afecto, un sentimiento que no crea
haber llegado a conocer jams.
De pie en mitad del recibidor, Judit dej que sus brazos cayeran a
ambos lados de su cuerpo mientras observaba, inexpresiva, el charco de
sangre que creca con lentitud exasperante bajo la cabeza de Gabriel.
Cunto dijiste que tardara en llegar hasta la alfombra? Treinta segundos,
cuarenta? Judit suspir. Nadie como Gabriel haba sido capaz de calcular
esas tonteras. Intent ensearle, pero Judit nunca tuvo paciencia para las
cosas que, a su juicio, eran intiles o inservibles. Y de qu sirve saber
cunto va a tardar tu sangre en manchar tu mejor alfombra?, gru, dando
un paso atrs para evitar que el creciente charco manchase las punteras de
sus botas.
Gabriel era as. Para l, el conocimiento nunca poda ser intil.
Siempre serva para algo. Todo sirve para algo. Eso fue lo que pens
cuando decidi llevarse a casa a la nia aterida y medio muerta de hambre
que haba tenido el atrevimiento de pedirle una moneda en la calle.
Si mi hijo ha volado lejos con sus alitas de ngel le haba dicho
aquella noche, esbozando una sonrisa, tendr que asegurarme de que t
no tengas alas No, alas no murmur, pensativo. Rafael ha heredado
las alas de su padre y las ha utilizado para alejarse de l. T tendrs que
heredar mis otras armas. Y haba vuelto a sonrer, acariciando su pelo
cortado en mechones desiguales antes de que sus ojos comenzasen a brillar
de regocijo. Judit. S, Judit, la que mata a sus enemigos en nombre de su
Dios... Una mujer que no necesita alas. Rio quedamente. Y tu Dios
ser yo.
Al final, Judit haba encontrado sus propias alas. Mirando sin
pestaear el rostro sereno de Gabriel, inmerso en un plcido sueo que slo
desmentan las incongruentes tijeras que brotaban de su ojo, volvi a
suspirar. Qu edad tena cuando se convirti en Judit? Diez, once aos?
No lo recordaba. Tampoco recordaba cul era su nombre antes de encontrar
a Gabriel. Slo saba lo que l haba hecho de ella: su Judit, su arma
perfecta, la mujer que mataba en su nombre con la exquisitez que l haba
inoculado en su cuerpecito agradecido por el calor y el alimento.
Cunto tard en encontrar sus alas? Otros diez aos. Brotaron de
pronto, una noche, cuando descubri que no quera seguir siendo el
instrumento de Gabriel. Mi propia arma, mi propio Dios. Jur no volver a
ver al hombre que la haba convertido en su Judit. Y cumpli su promesa
manos por todo su cuerpo. Grit de angustia cuando todos sus msculos se
rebelaron contra su voluntad y se tensaron, separando sus rodillas,
elevando sus caderas, arqueando su espalda en una invitacin clara que l
acept sin un sonido, entrando en ella con un rpido movimiento que lanz
oleadas de placer por su interior, que se extendan como ondas
concntricas cada vez que la penetraba, con una violencia que no haca sino
incrementar el anhelo que ya senta, pese a que en su mente no haba sitio
ms que para el miedo y la repugnancia. Logr estirar un brazo y, con un
golpe brusco, encendi la luz de la mesilla. Abri los ojos.
Sobre su cuerpo no haba nadie. Nada. Pero en ese mismo instante,
sinti el ltimo espasmo del miembro en su interior, un ltimo empujn
que lo clav en sus entraas y la hizo aullar de placer, y mezcl el eco de
su grito estrangulado con el sollozo que se ahog en su garganta mientras
vea cmo su cuerpo se agitaba sobre la sbana, desnudo y sudoroso, solo.
Cerr los ojos y se ech a llorar, respirando entrecortadamente.
Parpade cuando su cuerpo se relaj de nuevo, sintiendo el sabor del
miedo y de la bilis en la lengua, el empalagoso olor de las rosas en el
paladar. La luz de la mesilla segua encendida y brillaba, mortecina, bajo
los rayos ms potentes del sol naciente. Deba de haberse dormido de
nuevo despus de despus de Se frot los ojos con los dedos e hizo
una mueca al sentir el escozor entre las piernas. No, suplic, no, por favor,
por favor, no Las lgrimas brotaron de sus ojos hinchados y cayeron
sobre sus mejillas y sobre la almohada.
Se incorpor y se abraz las rodillas, temblando de miedo y de asco.
Me estoy volviendo loca. Pero el dolor que senta all donde l la haba
penetrado una y otra vez hasta hacerla aullar de placer era real, tanto como
real era lo que su cerebro suplicaba que fuera un sueo. Apoy la mejilla
hmeda en la rodilla y se acun a s misma, permitindose por una vez
sucumbir al llanto sin tratar de contenerlo.
El primer sollozo se congel en su garganta cuando la luz del sol
reluci en la superficie metlica de las tijeras que descansaban sobre su
mesilla de noche, con las puntas manchadas de sangre.
***
Teresa viva en un piso tan decrpito como ella. Los cientos de tapetes de
ganchillo que cubran casi todas las superficies eran el complemento ideal
para el olor a repollo cocido que inundaba el saln, tan repleto de muebles
viejos que apenas haba espacio para moverse entre ellos. La bola de cristal
que coronaba una mesa camilla era lo nico que impeda que la casa
pudiera servir de escenario para una pelcula costumbrista. Judit arrug la
nariz al entrar, y slo su estoicismo, entrenado durante aos, logr hacerla
reunir el valor suficiente para sentarse frente a la anciana y tenderle con
cuidado el bulto envuelto en papel de plata.
Teresa cogi las tijeras como si fueran un insecto especialmente
repugnante y se las acerc a los ojos. Frunci el ceo.
Gabriel dijo. Torci el gesto y dej las tijeras sobre la mesa
antes de clavar los ojos en los de Judit. Lo mataste con ellas, verdad?
Ella baj el rostro.
l me lo pidi respondi en voz baja.
Teresa no dijo nada durante unos minutos interminables, hasta que
Judit volvi a alzar la vista hacia ella. Entonces, la anciana sonri.
Una muerte violenta impide que las almas se vayan explic en
tono indiferente. Una muerte violenta es lo que un alma necesita para
tener la fuerza suficiente para no abandonar del todo este mundo. Y
Gabriel lo saba aadi, mirndola sin pestaear. Una muerte violenta
es lo que necesitaba.
Se levant con esfuerzo y anduvo arrastrando los pies hasta el
aparador, de donde cogi un vaso y una botella de ginebra.
Gabriel tena cncer explic, volviendo a sentarse y sirvindose
un dedo de licor. Me lo cont hace unos diez das, cuando pas a verme
para preguntarme precisamente por este tema. Creo que le quedaban unas
tres semanas de vida, tal vez cuatro. Y si mora de muerte natural
Su alma se habra marchado a a dondequiera que van las almas
despus de morir. Judit sinti un escalofro.
Gabriel no quera irse susurr. No, Gabriel quera morir de
forma que su alma pudiera quedarse. Para. Para qu? pregunt con
voz dbil. La anciana la mir con insistencia antes de dejar el vaso sobre la
mesa.
Creo que t sabes mejor que yo la respuesta a esa pregunta.
***
Un fuerte olor a rosas llen sus fosas nasales. Judit se agit, luchando por
respirar.
No jade al sentir cmo la penetraba, su cuerpo incorpreo
entrando en ella con toda la violencia de un amante que supiera que, en
realidad, ella estaba tan ansiosa como l. No repiti, horrorizada,
cuando su cuerpo reaccion arquendose hacia el miembro incorpreo,
buscndolo, implorando ms
Grit de angustia al sentir cmo el orgasmo la golpeaba con fiereza,
enviando oleadas de placer por todo su cuerpo, que se sacudi entre las
sbanas hmedas de sudor. No solloz, agitndose sin poder
contenerse. Tante en el aire, frentica, hasta que sus dedos temblorosos se
cerraron alrededor del metal fro y liso de las tijeras que volvan a estar
sobre la mesilla. No! aull, incorporndose, ignorando los gritos de
protesta de sus msculos, presa todava de los temblores del placer que
segua aumentando en su vientre hasta hacerse insoportable. Alz la mano
y la baj con fuerza, buscando el ngulo exacto para clavar el arma que
sujetaba con los dedos rgidos.
Se qued inmvil, con los ojos absortos en las tijeras que sobresalan
entre sus muslos, el sbito dolor mezclndose con el placer en un ltimo
estremecimiento que ascendi hasta su nuca. Despus, el placer se escurri
de su cuerpo al mismo ritmo que la sangre que manaba del lugar donde las
tijeras haban sustituido a su amante inexistente. Se dej caer sobre la
cama, emiti un ltimo suspiro y cerr los ojos, esperando a que, igual que
el macabro placer, su vida fluyese hacia el exterior de su cuerpo con su
sangre.
***
Judit.
Parpade.
Gabriel.
Not su sonrisa como una caricia.
Judit, mi Judit susurr l. Gracias.
Ella no contest. Saba por qu lo deca, saba qu era lo que haba
deseado Gabriel, lo que ahora le agradeca. De alguna manera, lo haba
sabido siempre.
Mi cuerpo es mo dijo con voz tensa. l sacudi lo que, de haber
tenido un cuerpo, habra sido la cabeza.
Rewind
Magnus Dagon
Siempre que veo el crepsculo ensangrentado me viene a la cabeza el
recuerdo de mi amigo Carlos. Fue extraa la amistad que nos uni, y el
motivo es, sin duda, la propia naturaleza de mi compaero, compleja y
llena de matices a tener en cuenta.
Antes no lo vea as, de hecho, pero es posible que lo que le ha
ocurrido a Carlos sea en parte por mi culpa. Por no haber estado con l en
todo momento. Por no haber intentado escarbar en su pequeo mundo de
tinieblas. Y aunque yo tengo mis propios problemas y estoy entre las
cuatro paredes de un centro psiquitrico, en el que ingres por propia
voluntad, tratando de acallar el eco de lo que he vivido, s que eso no es
nada comparado con la tragedia de mi amigo.
En realidad, creo que estoy escribiendo esto del mismo modo que
un asesino escribira su confesin de culpabilidad. Sereno, pero al mismo
tiempo paralizado por dentro del miedo.
Conoc a Carlos en el Instituto Ciudad de los Poetas, donde ambos
estudiamos secundaria. No era la persona con la que mejor me llevaba por
aquel entonces. Ni siquiera estbamos en la misma clase, que es tanto
como decir que pertenecamos a universos paralelos. Su grupo, de hecho,
era uno de los ms conflictivos del centro, y eso teniendo en cuenta que ya
el centro en s resultaba ser globalmente conflictivo.
Carlos y yo entramos a la vez en el instituto, pero por lo que en un
principio pens que era una cuestin meramente aleatoria, a l le toc
aquella clase de repetidores que, de media, eran dos cursos mayores que l.
El caso es que, afortunadamente para su integridad fsica, en los aos
posteriores los grupos se mezclaron, y coincidimos ms adelante. Luego,
por otro lado, no llegamos a ser verdaderos amigos hasta que no
coincidimos nuevamente en el ltimo ao, en clase de Economa, pero sa
es otra historia. El caso es que fue entonces cuando me enter de por qu le
haba tocado en suerte estar en el grupo de los pandilleros al entrar en los
sospechaba, que en todo ese tiempo no haba pensado en otra cosa, y llegu
a dudar que hubiera ido tan siquiera a trabajar. Le respond que deba salir,
que sera una buena idea si quedaba conmigo para tomar algo y me lo
contaba con ms detalle. En realidad, slo una pequea fraccin de m
mismo quera escuchar ms de aquella historia, lo que quera de verdad era
sacarlo de aquella casa opresiva y alejarlo de aquel montn de cintas
endiabladas que estaban agravando su salud mental.
Sorprendentemente, Carlos accedi sin reservas a salir a la calle, y
se fue el verdadero comienzo de mis dudas. Porque esperaba haber tenido
que insistir ms, haber tirado de l para lograr que le diera el aire, y en vez
de eso, accedi gustoso a contrmelo, como si pudiera demostrarme que no
estaba loco, que aquello no era producto de su enfermiza imaginacin.
Vino hasta mi casa, donde le ofrec un caf. Trajo consigo una de
aquellas cintas, como si fuera la prueba definitiva que deba ver cuanto
antes. Como sea que yo tambin tena el vdeo sepultado entre trastos
viejos, dej la cinta en la mesa y se limit a contarme lo que haba visto.
Como esperaba, insisti en el hecho de que si vea las cintas
normalmente, slo haba interferencias, tal y como me relat brevemente
en el mensaje, pero que al pasarlas al revs, pulsando el botn de rewind,
aparecan imgenes grabadas. Imgenes un poco ms rpidas de lo normal
y sin sonido, como ocurre cuando se visiona el contenido de una cinta al
revs, pero imgenes que distaban mucho de ser nieve.
Varias veces relat e insisti en ello, que siempre que intentaba
apretar el botn de pausa la nieve regresaba, y al apretar rewind de nuevo,
la imagen volva a aparecer. Desmont una de las cintas, mir el rollo una
y otra vez, pero pareca estar en perfecto estado, aunque no saba mucho de
aquellas cosas. Lleg a desmontar incluso el televisor, algo que me
preocup, pues una vez, en una crisis anterior, se comport de manera
similar.
Pero lo que me hizo estremecerme y preocuparme por su salud fue
cuando relat que lo que haba en las cintas eran fragmentos de su propia
infancia.
Por supuesto, por ms que lo intent, no logr convencerme de
semejante historia. Pero lo intent una y otra vez, con una vehemencia que
no haba visto antes en l. Dijo que tenan detalles que l mismo haba
olvidado, como el color de las paredes de su antigua habitacin, o el coche
de Majorette que siempre sola llevar consigo. Dijo tambin que haba algo
estaba derrumbada casi por completo. A pesar de ello, una triste verja lo
rodeaba, y no me qued ms remedio que esperar mi ocasin para saltarla
sin que nadie me viera hacerlo y resguardarme acto seguido tras los muros
de ladrillo desnudo que haba en el exterior, junto a una canasta oxidada y
sin aro.
Al avanzar por el interior del colegio, not que era ms grande por
dentro de lo que pareca por fuera. Muchas paredes tenan agujeros, y en
algunas se notaba el vaco dejado por algn mueble importante que alguien
decidi llevarse de all. Haba unas pocas sillas y algunas mesas, pero
salvo eso, poco ms de importancia, al menos en los pasillos.
De repente, escuch ruido proveniente de la zona superior y sub
corriendo las escaleras. Al mismo tiempo que lo haca, not cmo desde
las ventanas con barrotes del descansillo se colaba una luz clida que no
slo pareca confirmar que finalmente no llovera, sino que, adems, el sol
estaba en proceso de esconderse.
Cuando llegu arriba, comprob que la entrada al segundo piso estaba
cerrada desde el otro lado, y por eso segu subiendo. La tercera planta, sin
embargo, estaba abierta. Gir el pomo y me encontr con un espectculo
desolador.
Gran parte de las paredes del lugar estaban cadas, y algunas de ellas
formaban ondulaciones como si fueran una montaa rusa, cortando la
hilera de ladrillos de manera abrupta. El suelo estaba lleno de escombros, y
haba ms trastos tirados.
En el suelo, junto a un gran mueble con televisor, haba un vdeo.
Me acerqu lentamente, como si fuera el cadver de un animal
peligroso. Era un Sanyo Betacord VTC 5000. Estaba conectado a un
televisor de la misma marca y en condiciones bastante deplorables, pero
que tal vez todava poda emitir. El conjunto no estaba enchufado, pero al
contrario que el resto de los trastos tirados por la zona, se encontraba
vagamente limpio. Como si alguien le hubiera quitado el polvo, aunque
fuera con la mano. En concreto, la tapa superior del vdeo, por donde se
metan las cintas Beta, estaba libre de toda la mugre y porquera que lo
rodeaba por las dems zonas.
Me levant y mir por uno de los enormes agujeros de la pared hacia
el horizonte, preguntndome dnde estara Carlos. Ms o menos al mismo
tiempo, el sol estaba descendiendo en el horizonte, y una luz roja ba toda
esa planta del colegio.
La vida en colores
aguantarse la risa. A saber de quin seran los guantes con los que pensaba
obsequiarle.
Muy amable por su parte, pero no hace falta. Con un gesto, el
celador cogi a la joven de los hombros y se la llev de all.
No estaba muy seguro de si deba cambiar a la joven o no de
habitacin. No le pareca seguro que estuviera cerca de la 506.
***
Hoy decidi llamarse Tristn, porque se senta un personajillo de opereta y,
siendo un da tan especial, le apeteca darle teatralidad. Le gustaba. Se
asom por la ventanilla de su cuarto, al escuchar pasos, y sonri. Pudo ver
cmo en las paredes reptaban roturas de su realidad, mostrando los colores
que deberan tener el mundo. Sergio deba de estar trayendo a alguien
nuevo, l siempre provocaba ese tumulto en su visin monocromtica de la
vida. Prepar su mano y, con una rutina muy calculada, esper. Deba de
estar muy cerca de su puerta.
Para su sorpresa, tard mucho ms en llegar, y cuando alz la mano
para agarrar una de esas rasgaduras de la realidad, el celador la golpe.
Tambin saba cmo se deba jugar en ese momento. Pero, para su
sorpresa, era la joven quien trastocaba su mundo bicolor, tanto como para
ver que las paredes del hospital eran verde vmito y no grises. Lo que se
poda descubrir al lado de la persona adecuada.
Eres t, realmente eres t la escuch murmurar, y se centr en
ella.
Estaba mirndole con ojos castaos, pelo negro y, por qu no
decirlo?, con una cara preciosa aun a pesar de su palidez, le pareca
demasiado esculida. Su voz era dulce, y la escuch balbucear incansable.
Tristn tir de la fractura y se sacudi los dedos. Odiaba la aspereza del
blanco y el negro en la piel.
Tristn se pregunt cmo sera abrirle la cabeza a la joven y robarle
el color, sus sentimientos Cmo sera que las emociones de aquella
criatura palpitasen dentro de l. Tal vez incluso no tendra que estar
matando cada poco tiempo. Su brazo se atasc, y con un tirn, lo volvi a
colocar en su sitio mientras sacuda una de las cadenas que lo ataban. La
muchacha no haba parado de hablar, aunque no pareca que tuviera nada
interesante que decir.
otros.
La historia es esta, nia.
Me llam Carola hip la muchacha desde el otro lado del
pasillo.
Bonito nombre, nunca he matado a una Carola reconoci
intentando ser amable o dulce, o algo as.
No era fcil intentar ser algo a travs de otros, y ms cuando te
mandaban mensajes tan contradictorios. No debera haber matado a los
psicpatas de la 313 y la 422, intercedan en los mensajes buenos.
Como te iba diciendo, slo mato porque, por m mismo, no s
sentir. Slo quiero lo que los dems me pueden dar, lo entiendes?
No, se supona que debas amarme.
Tristn suspir un tanto cansado por aquella situacin. Mir en
ambas direcciones, observando que no haba nadie por el corredor, y se
acerc hasta su cama. Se agach y comenz a toquetear por el muro de
ladrillo.
Te vas a llevar una decepcin conmigo si crees que ah, aqu!
Cogi el arma que haba creado con una piedra afilada y comenz a
pulirla contra la pared.
Qu es ese ruido?
Tristn sonri. Aquello s se le daba bien: el miedo.
Lo que usar para matarte, no puedo romper huesos con las
manos desnudas.
Jams podrs tocarme, los celadores te lo impedirn asever la
muchacha, volvindose a centrar en sus penas.
Llegada la noche, una sirena se oy por todo el lugar, y Tristn
sonri ampliamente. No tardaran en llegar hasta ellos.
Qu ha sido eso? pregunt Carola con la voz ronca de tanto
llorar.
La alarma para advertir en otros sectores que hay un motn.
Deberas prepararte, pronto voy a romperte la cabeza.
***
Carola podra haberse sentido mal por la situacin. Ella slo haba
intentado hacer justicia y conseguir al amor de su vida, aunque slo fuera
con retazos de cadveres. Era mucho pedir? En las pelculas que le
Voces inculpatorias
Cada vez que lea el historial o cualquier informe referido a aquel paciente,
senta crecer el odio en su interior, un ansia de violencia que la desbordaba.
Intent calmarse y se dispuso a leer el informe de lo que haba sucedido y
le haban avisado cuando vena:
Paciente: Sinesio Gonzlez, habitacin 29
Atendido por: Adela Galado, enfermera
Comentario: Episodio psictico agudo, con actuacin
autodestructiva. Sujeto por correas: tobillos al pie de la
cama, cintura y muecas en el centro. Se ha incorporado y
retorcido hasta llegar a morderse en diferentes zonas de los
brazos: superior de muecas, antebrazos y sangraduras.
Prdida de sangre limitada. Aplicacin de sedante por
inoculacin directa. Se procede a limpieza superficial. Se
aplican apsitos cicatrizantes y vendajes protectores. Se
proceder a observacin continuada.
Dej los documentos en el escritorio y se dispuso a continuar con sus
tareas cotidianas, como acercarse a la seccin de internamiento estricto,
situada en la parte trasera del edificio, para visitar al paciente de la 29.
Tambin intentara aprovechar para seguir con los preparativos de su plan.
Las habitaciones de aislamiento formaban un rea separada, con una
nica puerta de acceso que estaba siempre controlada por un celador, las
veinticuatro horas del da.
Buenos das, Jos! Me abre la puerta?
Tal como me vio entrar, se puso histrico. Intent calmarle, pero no haca
caso a nada, no haba forma de que se relajase. En eso, ya se haca la hora.
Slo me dio tiempo a quitarle los cascos, salir de la habitacin, dejar la
bata donde estaba antes y volver a mi sitio.
Una bata de mdico? De quin era?
Debera de ser del doctor Estrada, ya que pasa visita cada da, pero
la verdad es que no me fij.
Loreto se sorprendi por la respuesta. Por un momento, pens que
haba una relacin, pero no poda ser, aquello era imposible. El doctor
Estrada no sera el culpable de... o tal vez s. La asalt un mar de dudas.
Tambin record la extraa sensacin que senta al verlo. Su insistencia.
Tambin su aspecto de alguien que siempre gana, sin que le importe lo que
cueste. Decidi que investigara aquella posibilidad.
Interesante, Alberto, me parece que te has ganado un premio.
Se acerc a l. Se detuvo al lado, mirndole fijamente. Not como
creca la tensin en l. Puso la mano sobre su pecho, un contacto suave.
Luego fue bajando, con lentitud. El leve roce provocaba en el hombre un
espasmo continuado de placer. Segua mirndolo y comprobando su
reaccin. Justo al llegar debajo de la cintura, separ la mano y le susurr al
odo:
Esta noche descubriremos la verdad. Estate preparado a las nueve.
Cuando la enfermera del turno de noche haya efectuado el primer control y
se vaya a cenar, entras con tu uniforme normal y le pones los cascos de
nuevo. Quiero que est escuchando las voces desde un rato antes de que yo
llegue. Ahora vete.
Alberto, confuso y extasiado a la vez, sali por la puerta. Loreto se
qued sola con sus pensamientos. Pareca que lo ocurrido daba una pista,
pero tendra que comprobarlo. Esa noche podra llegar la respuesta que
tanto ansiaba. Poco ms tarde, apag la luz para que no se viese desde el
exterior que ella todava segua all. Esperara en la oscuridad el momento
adecuado.
Eran las nueve y diez cuando a enfermera sali de la planta de
aislamiento y Alberto pudo cumplir las instrucciones de Loreto. Luego
muera, al menos, no todava. Slo que caiga al suelo, inerme, sin que pueda
defenderse, comprendes?
Pero es fuerte... y se levantar...
Por tu bien, espero que no se levante.
Alberto sinti la furia de su mirada y se prometi a s mismo que no
habra ningn problema, aunque hiciese falta un segundo golpe.
No se levantar, doctora, descuide.
Bien. Loreto se volvi hacia la cama y luego mir qu ms haba
en el trastero. Ah, encima de esas cajas, hay unas cuantas correas de
sujecin viejas. Seal hacia un montn que haba junto a otra de las
paredes. Sers capaz de sujetarlo de brazos y piernas?
S, claro.
Qudate aqu, ya no falta casi nada, y tienes que estar preparado.
Ella se gir y subi por la escalera hacia su despacho, consciente de
que ahora era Alberto quien tendra la mirada fija en ella y sus
movimientos. Sinti una sensacin agradable y los acentu algo ms.
Apenas tuvo que esperar en el despacho. Unos faros aparecieron por
la pista de acceso y giraron hacia el aparcamiento lateral. Baj con rapidez,
el jadeo provocado por la prisa le resultara muy sugerente.
Abri la puerta, y all estaba l, impecable como siempre y con una
amplia sonrisa seductora.
Ven... pasa, Eulogio... vamos arriba, aqu no es sitio... all
estaremos bien muy bien. Loreto haba mantenido el hablar
entrecortado para darle sensacin de urgencia y que pensase que lo estaba
deseando.
Sin esperar ms, se gir y empez a subir la escalera, con lentitud,
marcando cada movimiento, atrayendo su mirada a la fatalidad.
El doctor Estrada dio un par de pasos tras ella. No dio ms. Haba
llegado a la posicin adecuada, y Alberto lo golpe con toda la fuerza de
que fue capaz.
menos por un par de das. Se agach para comprobar si segua vivo. Not
el pulso en su cuello, aunque irregular y dbil, an conservaba un hlito de
vida. Busc las llaves del vehculo entre sus ropas, las encontr enseguida.
Sali del almacn y cerr la puerta.
Antes de salir al exterior, mir hacia ambos lados por precaucin. No
haba nadie. Se asegur de que la puerta de acceso quedase abierta para
poder entrar despus. Lleg hasta el coche, entr, lo puso en marcha y se
dirigi hacia una pista forestal que haba hacia atrs del recinto. Condujo
despacio para evitar que nadie la oyese. Se intern por la pista hasta
encontrar un desvo. Entr unos cincuenta metros, algo ms all de un
cambio de direccin, para que quedase oculto de quien pasase por la pista.
Cerr el coche y se guard las llaves.
Veinte minutos ms tarde, ya estaba de vuelta. En el patio comprob
su mvil, que haba puesto en silencio. All estaba la llamada perdida de la
enfermera y tambin el aviso de que haba un mensaje. No se entretuvo
ms y lleg hasta el edificio.
Cuando entr de nuevo en el almacn, vio que el doctor Estrada
volva a estar consciente. Pens que era mejor as, pues no sentira ninguna
satisfaccin si no se enteraba. Por otra parte, ya casi tendra que ir para la
sala, la estaran esperando. Se acerc a la cama y contempl su mirada de
terror.
Decidi no esperar ms, ya se haba desahogado antes, y ahora slo
quera acabar con l. Cogi de nuevo el atizador y lo blandi encima del
doctor Estrada, que intent forcejear una vez ms, pero en vano, contra las
sujeciones que lo mantenan inmovilizado, mientras negaba repetidamente
con el gesto de su cabeza y segua con ojos aterrorizados el movimiento
del hierro.
Loreto le dedic una ltima mirada, dura y fra, antes de empujar el
trapo al fondo de su garganta con el atizador. No quera mancharse las
manos y tampoco que intentase morderla. La agona fue breve, el doctor
Estrada ya estaba debilitado por los golpes y la posicin forzada. Unos
segundos bastaron para poner fin a su vida. Loreto suspir, haba cumplido
su venganza.
Antes de salir del almacn, cogi la llave de la puerta, que estaba
La puerta abierta
Laura Luna
Mira mi ltima adquisicin.
Pero si es un pobre diablo.
No me gusta esa expresin. Ninguno de nosotros es pobre, y lo
sabes.
Ya me entiendes.
Consegu dos al mismo tiempo. Los dos pringados. Pero ste an es
ms pringado que el otro.
Y dnde est el otro?
Donde debe estar. En casa. Luego te enseo para que veas cmo
grita cuando jugamos con l. Pero l no se lo pasa tan bien como nosotros.
Te imaginas sufrir toda la eternidad? Es que me mareo slo de pensarlo.
Yo prefiero aceptar lo que soy y divertirme. Y conseguir caramelitos como
ste.
El jefe te dara una buena recompensa.
Digamos que me lo supo agradecer bien. Soy de las que ms almas
le proporcionan. Y sin tener que meterme en los sueos de nadie, como
hacen las otras.
Cundo lo vamos a tener?
Es joven, podemos esperar a que se haga viejo. O podemos dejar
que nos oiga, que sepa lo que pas, o jugar con l a que lo averige.
Venga, prueba t, hblale al odo, que no sepa de dnde vienes, aunque en
el fondo lo sepa. Yo tambin le hablar con la voz de ella. Yo lo met aqu y
tengo su alma, que saborearemos bien cuando vaya a casa. A ver si eres
Enrique era un muerto viviente enterrado en la celda 214, con los ojos
secuestrados por la puerta blindada y la certeza fija de que Elena le
aguardaba detrs de ella, lista para entregarse de nuevo, sin consecuencias
legales. Se lo decan al odo todas las noches.
Slo tienes que abrir la puerta. Es tu cuarto, y la puerta tambin.
Hazlo. Si no le quitas la llave al enfermero, brela con las manos, a
golpes, con la cabeza. Ella puede sacarte de ah. T la salvaste, y te
perdona. Te perdona tanto que te dar las gracias por salvarla. Y no ser
con palabras. Es tuya. Slo tienes que cogerla. Qu tienes que perder
ahora? En este cuartucho no tienes nada. Ni la bata que llevas puesta es
tuya. Ella te la arrancar con los dientes y te llevar lejos, muy lejos,
donde la poseers sin tener en cuenta el tiempo, el espacio ni las leyes.
Solos ella y t. Slo tienes que...
Enrique se proyect contra la puerta.
El Purgatorio
Karol Scandiu
El aroma all era distinto. Ni tan siquiera el eco en el aire produca el
mismo escalofro. Todo era diferente. Un mundo aparte dentro de un
mismo planeta de desolacin y penas.
All, en el angosto espacio que, en ocasiones, ola a sopa de pollo y,
en otras, a crema de verduras, muchos entraban con la simple intencin de
respirar, de huir de todo lo dems.
Pero no. No se trataba de un lugar seguro, y si lo observaran con la
correspondiente atencin, con los ojos bien abiertos y la mente puesta en
ms all que robarle los panecillos a los enfermos que seguro no se daran
cuenta de ello, veran que, en ocasiones, una ventana no da al exterior, y
una puerta que se cierra a tus espaldas no es signo de seguridad.
No. Esa puerta, pequea y metalizada, cuya inscripcin parece ser la
nica no notoria de todo el inmenso edificio, oculta mucho ms que las que
indican tener prohibido el paso. Ese pequeo habitculo no es ms que un
claustro oculto, adornado con especias y limn, con un montacargas de
subes y bajas coordenados; desayuno, comida, merienda, cena, tan slo
como tapaderas para lo que se cuece en los verdaderos fogones.
Las puertas y ventanas de una casa tienen y cumplen con su funcin:
encerrar lo que haya dentro e impedir que entre lo que est fuera. Pero en
aquel lugar, solo cumpla con una: encerrar, y que no salga el que entre.
Nunca.
Por ello, aquel discreto prtico, sin seguridad especial, cierres o
cadenas, se haba convertido en la jaula perfecta. La trampa idnea y la
ms deseada.
Se dice que lo que perdura de un acto no es la accin en s, sino la
fuerza, el poder de sus consecuencias. El aire lo absorbe y se contamina, el
suelo, por mucho que se limpie, nunca quedar exento del todo de la
suciedad del horror cuando ste va ms all de la comprensin del bien y
del mal.
apartar las voluminosas y pesadas cajas que haban sido apoyadas contra la
pared. El hueco de la puerta abierta y rota del antao ascensor de metal le
pareci hermoso, la luz que haba en la cocina gracias a las ventanas
todava sin tapar y las tejas faltantes se colaba y desapareca en la
oscuridad en su parte ms interna, en el mismo hueco que haca pocas
horas haba abierto y contemplado desde arriba.
La luz al final del tnel siempre sabe mejor desde el otro lado,
detrs de los focos , sonri complacido. Eso de hacer metforas empezaba
a drsele bastante bien.
Jorge retom su tarea y at el arns y la gruesa cuerda a la punta del
cordel que antes haba tirado por aquel mismo espacio. Una vez el ltimo
nudo marinero estuvo hecho, se alej lentamente a contemplarlo. Sera
perfecto.
Empez a caminar hacia atrs, observando orgulloso cmo su plan
estaba cada vez ms cerca de ponerse en marcha, acabando por chocarse
con el fogn sobre el cual estaban sus cosas.
Maldijo en voz alta y se gir a recoger la mochila ya vaca y las
dems cosas que se haban cado, cuando vio el pequeo letrero.
222 buf ensimismado. Tena una sensacin extraa, y ya no
estaba tan seguro de que se tratara de sus espasmos ya conocidos; aquel
latigazo que le suba por la nuca y acababa en su entrecejo no le saba
como los dems que llevaban acompandole desde la infancia.
Jorge agarr el trozo de peridico en el cual haba estado la pieza de
metal, y ya dispuesto a guardarlo, el enunciado de la noticia que rezaba le
hizo detenerse:
Hallados los 17 cadveres de las jvenes desaparecidas .
El conserje termin por sentarse en el suelo para seguir leyendo,
ahora con atencin:
Las desapariciones que desde el pasado ao azotaban el norte del
estado por fin han sido aclaradas tras la detencin de una joven enfermera
del hospital psiquitrico del condado. Los vecinos se vieron alertados por
el mal olor que desprenda su vivienda tras el pasado apagn que dej sin
luz a la ciudad durante casi dos das, lo que propici la descongelacin de
un bal refrigerador que mantena la acusada en su hogar, llevando al
hallazgo de las diecisiete cabezas de las muchachas desaparecidas.
Tras semanas de interrogatorios, Vera Luca Quesada al fin confes
los crmenes, y tras un acuerdo con el fiscal, que adems no ha sido nada
La noche cay tan rpido que apenas la vio llegar. Se pas las horas
tumbado en su cama, mirando el recorte de peridico y maquinando en su
mente los crmenes de su nuevo modelo de vida.
Era rubia, ojos claros, dientes alineados y blancos como la cal pura.
Cunto deseaba haberla conocido en persona. Estaba seguro de que habran
hecho una pareja perfecta. Perfectos.
Lleg al hospital cinco minutos antes del principio de su turno. Era
importante mantener sus costumbres y no levantar sospechas.
Con el uniforme ya puesto, Jorge sali del cuarto de trabajadores y
empez con el largo recorrido por los pasillos con su gastado carro de
ruedas chirriantes. Por donde pasaba saludaba como de costumbre a los
internos y enfermeros. Los mdicos eran escasos en los turnos nocturnos, y
tan solo un facultativo de emergencias permaneca en el centro tras su
cierre, y no es que trabajara demasiado viendo partidos de ftbol o
durmiendo en su sala privada.
Lleg al largo pasillo de las habitaciones pares y suspir
profundamente. El silencio tan solo se vea roto por algn que otro susurro
de las enfermeras o la radio con un volumen especialmente bajo del
guardia de seguridad en su salita de dos por dos, que ya haba dejado tras
l, al principio del corredor.
Sigui avanzando, y de pronto las inapropiadas seas de su verdadera
personalidad se hicieron ms patentes. Resultaba difcil contener su lado
sediento una vez el ciclo haba empezado. Se detuvo frente a la puerta y
respir profundamente el aroma a pino que desprenda la sala. Se haba
encargado de limpiarla antes de marcharse, y de pronto la pureza verdosa
de aquella esencia le trajo los rostros y figuras de sus vctimas, haciendo
estallar su cuerpo en un frenes silencioso y catico, disparando adrenalina
y latigazos a sus extremidades; desde su frente al coxis, el cosquilleo
bajaba caliente, y tuvo que recordarse el frenar sus instintos al darse cuenta
de los movimientos automticos que hacan cerrarse y abrirse las falanges
de sus dedos, mientras que sus dientes chirriaban y su mandbula chascaba
deseosa.
Jorge abri el cubo negro que cargaba en su carro, el que estaba
destinado a la basura, y sac el trozo de peridico que haba estado
admirando durante horas. La placa de metal con el nmero de la habitacin
brill bajo los fluorescentes; el orgullo le inund ante la belleza del
detenindose a la altura de los dems y tirando de las cintas que ataban los
raquticos brazos de la muchacha. Aun estando inconsciente, su rostro se
torci por el dolor.
Jorge estuvo seguro de haberse quedado sin respiracin en todo lo
que haba durado aquella escena. Se dio cuenta entonces de que temblaba,
puesto que el manojo de llaves que llevaba atado a la cintura se meneaba
como una bailarina loca. Sus dedos se abran y cerraban sonoramente, y
entonces mir hacia su mano y vio que todava sostena el cuaderno con
fuerza.
Aquello empezaba a ir mucho ms all de todo lo que en su
existencia hubiese podido contemplar. Ya no estaba seguro de haber odo
lo que la chica le haba dicho; estaba nervioso, la escena le haba
transpuesto por lo inusual de la misma. Cmo poda una chiquilla hacer
todo aquel desastre ella sola...? Joder. S, s que lo haba odo, alto y claro,
y su nombre en boca de aquella muchacha todava resonaba y botaba
dentro de su crneo. Necesitaba ir all. Y lo necesitaba ya.
El conserje se mantuvo escondido al final del pasillo a la espera de
que todos se marcharan. Las enfermeras heridas y los dos enfermeros
tardaron casi una hora en rellenar el dichoso y obligatorio papeleo, pero
Jorge daba las gracias de que no se les hubiera ocurrido llamar al mdico
de guardia; lo ltimo que necesitaba era ms gente all.
Al or el timbre de las cuatro y media, decidi que ya bastaba de
tonteras. Ira all con o sin pblico, al menos necesitaba ver con sus
propios ojos que aquella joven no haba sido fruto de su imaginacin. Y,
como si un dios en el que l desde haca mucho no crea hubiese odo sus
plegarias, todo se tranquiliz rpidamente, y las enfermera que seguan con
su turno retomaron su no hacer nada encerradas en la saleta.
Sus botas golpeaban el suelo haciendo un eco nada agradable. Quera ir
ms despacio, pero no poda hacerlo.
Se detuvo frente a la puerta y respir hondo antes de mirar por el
pequeo hueco de cristal. Y la estampa le supo decepcionante: tirada en
una postura extraa y menuda, la joven yaca en la esquina ms alejada de
la sala, con su camisa de fuerza y el pelo convertido en nudos hmedos. Un
charco amarillo al lado de su cara tan slo era una seal ms de que la
medicina haba hecho efecto y le haba provocado el vmito.
Mir hacia los lados, y entonces el tintineo de las llaves al moverse le
haba utilizado, luego la camisa de fuerza y, por ltimo, las dos correas que
llevaba colgando de los brazos, sustituyendo stas por el cordel de
alambre, atndola de manos y pies a las patas de la mesa, que seguramente
haban utilizado para trinchar pollo y cerdo en el pasado.
La dej tumbada todava bajo los efectos de las drogas y volvi hacia
su mochila, esperara a que se despertara, y mientras tanto, un poco de
lectura no le vendra mal.
Jorge se sent sobre la encimera y abri el cuaderno negro una vez
ms.
Ha vuelto a ocurrir. He vuelto a quedarme en blanco y ya no s qu
hacer. Miro, leo y releo lo que s que est escrito por mi puo y letra, pero
no lo reconozco. sa no soy yo... quin demonios es mi amiga nmero
ocho?! No s qu me est pasando, y lo nico de lo que estoy segura es de
que al parecer estoy hiriendo a la gente... Dios, por favor, aydame! Me
estoy volviendo loca. Necesito recordarlo, saber qu ocurre, qu es lo que...
Disfrutando de la lectura, Jorge?
La voz lleg trada de ultratumba, fina y contundente, haciendo que el
cuaderno que sostena entre los dedos volara lejos mientras saltaba al
suelo.
Con el corazn a punto de salirse por sus odo, el conserje mir a la
figura de la chica que, atada a la mesa de metal, ahora lo miraba con la
cabeza ladeada y sonriendo.
Cmo cojones sabes
Tu nombre? le interrumpi. Oh, Jorge. Pobre Jorge... s
muchas cosas, caro amigo. La cuestin es: Qu sabes t?
Ya deca mi madre: no hables con los locos o acabars como ellos
el conserje se gir haca el viejo fogn y abri la puerta del horno donde
haba guardado su instrumental. No saba qu ocurra all, y antes de que
acabara perdiendo la cabeza, todava ms, mejor terminar con aquello de
una vez por todas.
Yo, si fuera t, no lo hara.
Ignorando la voz a sus espaldas, Jorge abri la bolsa y empez a
disponer sus cosas. Se puso el mantel, las botas, los guantes y, con las
gafas a medio bajar sobre su frente, desenroll el rulo de cuero donde
guardaba lo ms importante.
Bueno, no creo que ests en posicin de discutir qu puedo o no
hacer.
dicho, pero nadie pregunta a los mazapanes por qu creen que son ms
tontos de lo que son.
Las manos se retorcieron bajo las correas. Pero no para
escaparse, parecan querer seguir el ritmo de aquella sarta de idioteces,
como si fueran batutas de una orquesta de imbecilidades. Aquello volvi a
desconcentrarlo, y estuvo a punto de perder el placer del primero de sus
premios.
No obstante, Oruga era arrojado, Pez no le iba a la zaga y
Hombre Pjaro no crea en el peligro.
El chirrido interrumpi a su vctima. Al fin, la placa metlica
produca un hermoso arco voltaico con la pinza que sostena alrededor de
la venita invisible. El chisporroteo de la grasa y la sangre hirviendo se
acompaaron, al fin, del olor a carne quemada.
Era un aroma acre, intenso y maravilloso. Sin duda, despertaba
instintos fagocticos, casi caninos. Llamaba al canbal atvico. Pero eso
slo era el principio. Ese olor, ese aroma, era la manifestacin de que parte
de su vctima se evaporaba bajo el poder del rayo concentrado en su mano.
Maravilla de la tecnologa, el bistur elctrico, coagulaba los vasos de la
grasa hipodrmica mientras, a su vez, volatilizaba la esencia de su vctima,
la transformaba en suspensin armnica que l aspiraba con gula. Saba
que, al terminar todo, ese aroma se quedara atado a su nariz, a sus manos,
a su alma. Y con l, la esencia de su vctima, un retazo de su alma
torturada, que sera su trofeo eterno.
Y adems, en el bosque de espinos esperaba Saltimbanqui, que
era el mejor amigo de Hombre Pjaro, Oruga y Pez, y si todas las setas
decan la verdad (y las setas no saben mentir, porque tienen el sombrero
rojo y pintas blancas), Saltimbanqui estaba en un terrible peligro.
Un pequeo vasito, un tubo de carne, apareci en su camino. Sin
contemplaciones, sujetndolo con las pinzas como una pequea mariposa
sin alas, quem aquel pellejo hasta que se transform en un pequeo hilo
carbonizado para, finalmente, cortarlo limpiamente y sin sangre. Continu
su diseccin de la capa grasa cuando, de improviso, una pequea fuente de
sangre comenz a manar.
El segundo de sus premios. La exquisitez del arco que formaba la
sangre al salir propulsada, pulstil, de una arteriola.
Con seguridad, y sin perder ms que un instante en aquel bello
espectculo, sujet la boca del vaso con una pinza, cerrando el flujo. Sec
caricia amante.
Pronto dej de destripar animales. A sus padres no les gustaba.
En lugar de eso, se dedic a coleccionar mariposas. Mariposas pequeas y
hermosas, que cazaba con gran maa y dulzura para poder clavetearlas en
sus cuadros estando an vivas.
No le olan tan bien las manos como con los animales
destripados, pero se senta ms satisfecho de su trabajo. Pronto se convirti
en su Obra.
Cuando llegaron Hombre Pjaro, Oruga y Pez, Saltimbanqui no tena
piernas. Y no se puede ser Saltimbanqui sin piernas, porque sus padres rana
se sentiran terriblemente decepcionados, as que Saltimbanqui lloraba
desconsolado.
La repulsiva chchara que deba soportar debi de filtrarse a
pesar de sus desvelos, pues lo primero que pens al ver la primera de las
meninges, la duramadre, fue en una coliflor cerrada. Sacudi la cabeza,
harto de las estupideces de su vctima, y se prepar, cuchillo en mano, para
abrir el recio tejido, con cuidado de no daar las arterias y las venas que
circulaban debajo, entre las mil patas de la aracnoides.
Como un libro abierto, tras retirar suavemente las meninges, la
corteza cerebral se revelaba al fin ante l. Era lo que llevaba tanto tiempo
buscando. Pos un dedo en la superficie, ms resistente de lo esperable por
su color.
Las circunvoluciones eran montes de suave ladera, rosa brillante,
que descendan blandos a los estrechos valles de las cisuras. Como gusanos
gordos y bien cebados, los vasos sanguneos aparecan aqu y all, azules o
bermellones, dibujando un paraje extrao.
Introdujo una mano en el interior de la calota, palpando el duro
cuerpo calloso que una ambos hemisferios. Su Obra llegaba a su punto
cumbre.
Hombre Pjaro prometi que recuperaran las piernas de Saltimbanqui.
Oruga lo jur por una nube con forma de telfono. Pez no dijo nada, porque
no haca falta.
El cuchillo comenz su trabajo. En ese instante, pareciese que
una voluntad superior guiara su mano. Un filo recto y fro, prolongacin
natural de sus dedos, que en su mano volaba grcil. Un primer corte hizo
saltar a su vctima.
As que partieron a buscar...
Aquello era todo lo que necesitaba. Quizs no encontrase placer
en la msica, pero aquello era su propia msica, su particular danza. La
danza del cuchillo sobre el cerebro. En su mano, las uniones entre ambos
hemisferios iban segndose una tras otra, como puentes que desaparecen
bajo las llamas y el hacha enemigos.
Como prueba de su xito, el lenguaje de su vctima pas a ser
ms pastoso e incomprensible. Se permiti contraer la comisura de sus
labios.
Volva a tener el control.
Coliflor tembl...
Su vctima notaba poco a poco cmo se apagaban las luces. Lo
saba. Lo notaba. El espectculo de su vida se iba diluyendo bajo el trueno
que l, y slo l, manejaba.
Saltimbanqui...
Ahora dnde estaban todas esas palabras? Esos cuentos? Esas
historias?
Sal...
Todo borrado, seccionado y arrancado de su sitio por su mano, y
no otra. El poder absoluto.
Rememora una escena. Una criatura pequea, filiforme, que se
mova lenta, desesperada y desequilibrada. Sus patitas apenas aguantaban
bien su forma, tambalendose. Algo no iba bien, pero no era capaz de saber
qu era.
Acarici el lbulo frontal derecho de su vctima. De su
animalillo filiforme, lento, desesperado y desequilibrado que abra y
cerraba la boca sin decir nada.
l saba qu era lo que no iba bien.
l sostena las hermosas alas de la mariposa. En sus manos. Una
en cada. Eran de las ms hermosas que haba visto en su vida, azules y
brillantes, llenas de arabescos y de una textura similar a la purpurina. Sin
ellas, la mariposa poco se diferenciaba de una hormiga torpe.
l sostena el trozo de cerebro. En su mano enguantada. Cada vez
ms exange. Sin l, su vctima no era ms que un gusano balbuceante y
torpe.
Y l. l era el dios de mariposas y hombres, capaz de conceder
Danza en mcula
Elena le sonri.
se? No era tan guapo. Ya sabes lo que siempre digo: si vas a
hacerlo, que sea con uno que valga la pena.
Diego esboz una mueca dolorida y se llev la mano al pecho,
parodiando una afrenta a su amor propio, mientras su mujer ampliaba la
sonrisa. Observaba al hombre alto alejarse, an curioso. En sus enrgicas
zancadas haba algo indistinguible que llamaba la atencin.
Pues cualquiera lo dira. Se ha largado como si os hubiera pillado
in fraganti. Quin es?
Elena haba abierto el maletero y ya estaba depositando la compra en
su interior.
No lo conozco. Ha preguntado si poda ayudarle.
Diego sigui mirando al extrao alejarse, an pendiente de sus pasos.
Bueno, y qu quera? insisti.
No saba cmo coger la entrada correcta a la autopista.
Ya lo tena. No era su andar lo que le extraaba, sino el movimiento
que lo acompaaba arrastrndose por el suelo. Ahora distingua con
claridad dos juegos de sombras acortadas por el medioda. Una de ellas se
extenda a su lado izquierdo, un dinmico trazo oscuro que perfilaba a su
dueo en la forma correcta, pues el sol se alzaba ligeramente a su derecha.
La otra segua sus pasos justo detrs, ms borrosa, indefinida, como si un
foco de luz lejano alumbrara su cuerpo justo enfrente. Claro que no haba
luces encendidas a esta hora, ni ningn astro celeste en el firmamento
rivalizando con el original.
Oye, te has fijado en eso? le coment a Elena.
Qu? dijo ella. Pero ya no haba nada en lo que fijarse. De un
momento a otro, la sombra imposible que culebreaba en pos de su dueo
haba desaparecido, dejando en Diego la sensacin de haber observado un
curioso efecto ptico. Mientras el extrao avanzaba en la lejana, slo el
lado izquierdo del pavimento que pisaba era oscurecido por su figura, en
ngulo correcto con el sol. Parpade un par de veces para constatar su error
y, con un suspiro cansado, ayud a Elena con las pesadas bolsas de
plstico.
Nada, no es nada. Pero no me acaba de convencer lo que me has
contado. Es la tpica historia que uno se inventa con rapidez para que no le
pillen en falta. Si vas a engaarme con otro, haz el favor de preparar con
mimo y cuidado unas coartadas crebles y unas excusas convincentes.
madera noble.
Elena
Pero ella segua negando, retorcindose a ciegas, dndose impulso
con las piernas, como si pudiera seguir retrocediendo. Entonces, un dibujo
grcil de trazo firme se expandi en simetra desde sus costados a la altura
de sus hombros, creciendo en tamao y dificultad, ejecutando arabescos y
curvando lneas con la precisin de un maestro. Sobre la pared, un rbol de
ramas alzadas se retorca sin parar, desdoblndose cada poco,
multiplicando sus oscuros retoos con frenes primaveral. Eran sombras
que prescindan de cualquier objeto slido que las definiera, y crecan
bifurcndose, invadiendo la pared de color crema, hasta llegar a formar un
mural de indudable belleza. Diego observ el fenmeno atnito. Elena
segua movindose, y el dibujo sombro pareca actuar en consonancia,
mecindose como si una brisa lo agitara. Tras unos instantes eternos, el
cuadro se complet por no disponer de ms lienzo, y entonces se congel,
esttico, sobre el muro donde se apoyaba el cabezal. Demostrando la
correlacin entre ambos, Elena qued forzadamente quieta, sujeta a los
negros trazos como si llevara un arns a su espalda. Baj lentamente sus
manos, descubrindose, y retorci su cabeza para contemplar aquello que
pareca haber secretado de su interior. Luego dirigi una mirada suplicante
a su marido.
Diego
ste alternaba su atencin entre el trazado arborescente de la pared,
una figura de Lichtenberg surgida sin descarga elctrica alguna, y el cuerpo
encogido de Elena, firmemente anclado a ella. De repente, las lneas de
sombra parecieron rebosar por sus extremos, como si un exceso de tinta se
hubiera depositado en un surco demasiado pequeo. Las manchas se
extendieron, rellenando el espacio en blanco y destruyendo la grcil
imagen pintada, hasta que dos abismos se extendieron a lado y lado de su
mujer, cernindose sobre ella como alas oscuras a punto de plegarse.
Cayeron con suavidad, conscientes de su inmovilidad, arrastrndose por la
pared hasta el cabezal y, de ah, hasta las sbanas de la cama. Ella
mantena los ojos abiertos con pnico, revelando una pupila diminuta,
apenas una cabeza de alfiler, en reaccin a la luz que invada la habitacin.
La envolvieron con mimo, cubriendo sus extremidades, su torso y su
cabeza con un fondo oscuro, insondable; al completarse el proceso, cuando
no qued un centmetro de blanca piel por cubrir, todo desapareci como
derecha.
La he trado conmigo, no? sonri el desconocido Pero antes,
unas preguntas, unas respuestas. Despus, si se tercia, la diversin.
Blanchart respondi a la sonrisa con una propia, ms forzada.
Mi nombre es Diego. Me recuerda?
El mago asinti, ensanch la sonrisa y cruz las piernas con
comodidad.
En el aparcamiento, un descuido por mi parte. El marido
rezagado. Pens que su mujer estaba sola. Hace un tiempo de eso,
verdad?
Ms de siete meses.
Y cmo est su mujer? Sigue tan guapa como siempre?
Diego salt de improviso y le golpe en el odo derecho con el puo
cerrado. Blanchart perdi el equilibrio y cay al suelo, arrastrando a la silla
consigo. Un intenso rubor cubra el rostro de Diego.
He tenido que convencerme de hacer esto con la mano libre. En la
prxima burla notar un corte o un pinchazo, ningn golpe.
El ilusionista solt una agria carcajada.
Y qu ms me da, si va a terminar matndome? Cree que anso
responder a sus estpidas preguntas por unos latidos ms en mi corazn?
Cree que quiere respuestas? Slo quiere una cosa; lo que sucede ahora es
un prembulo, un calentamiento para armarse de valor y echarle huevos.
Se equivoca.
Blanchart se incorpor, cubrindose el costado de la cabeza, y con
lentitud, volvi a colocar la silla cada en su sitio. No haba dejado de
sonrer en todo momento.
Pues esto tiene mal arreglo. Ya sabe cul es la regla de oro de todo
mago: nunca se explican los trucos.
A m me importa una mierda lo que ha hecho ah fuera. Cmo crea
sombras, cmo las manipulapuede guardarse ese truco. S que mat a mi
mujer, el resto son detalles.
El mago alz las cejas, interrogativo. Diego se recost en el asiento e
inspir hondo.
He asistido a todos sus espectculos de la ltima semana, como
un fiel admirador. Era la forma ms sencilla de verlo en persona, de
asegurarme de que la foto del cartel era real. Y entonces vi esa silueta.
Suspir con suavidad, para aadir:
Elena.
Su oponente ya no sonrea. Su cara era una mscara vaca, ajena a
toda expresin.
Es la primera en salir y la ltima en marcharse, con ese gesto de
despedida que todo el mundo comenta y tanto xito tiene. Es la nica
figura que danza sola por unos instantes, antes de que el resto inunden la
lona. Ha sido una buena decisin hacerla bailar, para su espectculo, digo.
A ella se le daba realmente bien de joven. Sus movimientos, su silueta
perfilndose, los pasos que dabasin duda es Elena. La primera vez que la
vi, danzaba en un escenario. Teniendo en cuenta que he pasado el resto de
mi vida con ella, comprender que es un recuerdo que atesoro con cuidado.
Blanchart hizo un gesto de desdn, molesto.
No s quin es quin. Y aunque tuviera razn, no veo a dnde nos
lleva esto.
Quiero que me la d susurr Diego , su sombra, su reflejo.
Lo que sea que es Elena ahora.
Por primera vez en toda la conversacin, el hombre alto pareci perder el
control de sus facciones. Sus ojos se abrieron bruscamente, su mandbula
inferior colg en un gesto de sorpresa. Luego explot en carcajadas. Diego
se levant y clav la navaja en su muslo hasta la empuadora; con la otra
mano tap la boca abierta de Blanchart, que empezaba a formar un grito de
dolor. Lo empuj con fuerza hasta que la silla cay con un golpe seco, y se
sent a horcajadas sobre su cintura. Los entrecortados resuellos del
ilusionista fueron todo lo que pudo orse en la habitacin durante un
minuto entero.
No se ra. No se atreva. Usted es un asesino, alguien que quita
vidas y utiliza susrestos para obtener un beneficio. No espero que
entienda lo que es amar a alguien. Pero no se ra, no se lo consiento.
Los ojos de Diego brillaban en un reflejo de histeria. Sus facciones se
crisparon, revelando la tensin de das o semanas surgiendo en un torrente.
Blanchart contemplaba el rostro de alguien ido, alejado de la razn.
Cree que no he intentado continuar solo? Olvidarla? Me es
imposible, no es as como estoy hecho. Sin ella no soy nadie. Antes de
verle expuesto por la calle, antes de que mi momento de epifana llegara,
haba intentado suicidarme tres veces. Soy un intil incluso para realizar el
acto ms ntimo y personal que existe.
Quit su mano de la boca de Blanchart, agachndose para acercar sus
caras.
Cuando lo vi, pens en matarle. De forma lenta, en mil y una
maneras de prolongar la agona, para que sufriera como lo hizo ella. Pero
ha tenido usted suerte de que reconociera a Elena. La venganza iba a ser mi
ltimo acto relevante antes de mi propia muerte, y ahora empiezo a pensar
que puedo salir del hoyo en el que estoy metido. Que puedo seguir
viviendo con una parte de Elena. Una parte bastar, estoy seguro. Una
lgrima abandon la comisura de su ojo y cay en la mejilla del ilusionista.
Por eso debe drmela, del modo en que slo usted sabe.
La figura de Diego apareca encogida, empequeecida; efluvios de
tristeza parecan irradiar de su cuerpo, tal era su fuerza. Blanchart pens
que, slo en los momentos ntimos, despojados de toda pose, uno poda ver
a una persona tal y como era; en los ojos de Diego observ cmo la tristeza
haba dejado espacio para una insania febril, una alienacin irrecuperable.
Entonces pens que deba darle lo que estaba buscando.
Diego se incorpor primero y ayud al cado a levantarse. Blanchart
haba recuperado la compostura, y slo el mango de madera que sobresala
de su pierna pona en duda esa tranquilidad. Su captor haba cambiado, ya
no exiga, suplicaba. No haba amenazas, slo ruegos. Se levant con
esfuerzo, acercndose, y le habl en un idioma confuso, con palabras
ajenas y silabas rotas. Diego asenta a todo, como si comprendiera lo
incomprensible. Un suave contacto en su hombro finaliz la liturgia.
Ya est hecho?
Est hecho.
Diego se derrumb en la silla, confuso y sonriente.
Cundo la ver? Cundo podr verla?
Blanchard agarr el telfono para llamar a la polica. Mientras los
tonos cantaban, le ofreci una sonrisa amable.
Pronto. Muy pronto.
Cincuenta das desde el segundo encuentro
La celda meda siete pies de largo y cinco de ancho. El bao ocupaba una
esquina, la dura cama se extenda a lo largo de la pared, y no haba nada
ms. Orientarse en este espacio era pan comido para alguien como l, que
haba vivido semanas a oscuras en un apartamento de cien metros
cuadrados con incontables obstculos a cada paso. La ventana que todas las
celdas tenan haba sido tapada con una gruesa tela, primero, y finalmente
tapiada, despus de que Diego montara varias escenas desagradables con
los guardianes. Despus de todo, la fotofobia vena perfectamente
registrada en su historial mdico y era algo que deberan haber previsto,
junto con la extraccin de la bombilla que colgaba del techo.
Pensaba en Elena, como cada da. Imaginaba que la tena justo al
lado, bailando si se encontraba de buen humor, o simplemente sentada,
hacindole compaa. Haba momentos en que la promesa de un roce entre
ellos pareca a punto de convertirse en realidad, pero de momento nada
suceda. La oscuridad era un estupendo acicate imaginativo.
Pensaba en Blanchart, ms de lo que hubiera deseado. An no haba
decidido si haba hecho bien dejndole vivir, probablemente nunca lo
sabra. Slo poda confiar en que los asesinos tuvieran corazones
susceptibles de ser tocados por personas tan lastimeras como l.
Y as transcurran los das. Su comida era introducida por la ranura
situada a ras del suelo (excepto la vez que ese imbcil olvid esa parte del
protocolo), las sesiones de terapia eran realizadas con la mnima
iluminacin posible en su propia celda, se lavaba el cuerpo con una esponja
hmeda para evitar desplazarse a las duchas. Esperaba a que algo
sucediera, para bien o para mal.
Ese da, entre el desayuno y la comida, dos de los fornidos
enfermeros llegaron hasta su puerta. Su voz se alzaba lo suficiente para
entender las palabras.
Celda 17, Diego Ribalta. ste es.
Diego se alarm al escuchar el tintineo de unas llaves luchando con la
cerradura.
Eh! No pueden hacer esto! No pueden abrir la puerta!
Haciendo caso omiso de sus palabras, dos figuras se perfilaron en la
entrada, dejando que el temido resplandor del pasillo penetrara en el
interior de la celda.
Bueno, esto es fcil. No habr paliza que darte, muchacho. En tu
expediente dice que te causa ms dolor otra cosa.
Ambos alzaron sus manos e iluminaron con sus linternas a Diego.
ste se tap los ojos y cay de la cama aturdido por la conmocin.
No, no, no por favor
Se arrastr por el suelo buscando proteccin, arrinconndose en el
otro extremo de la celda. Los dos potentes haces de luz lo siguieron hasta
Ojos despiertos
Raelana Dsagan
Patricia tena miedo. Llevaba mucho tiempo all, tanto que conoca cada
centmetro de las paredes blancas que la rodeaban. Se pasaba los das
mirndolas fijamente hasta que le pareca que se estrechaban, que el techo
se precipitaba sobre ella. Cerraba entonces un momento los ojos, hasta que
su visin volva a ser normal. Mantena el control, aunque no sera por
mucho tiempo. Tena miedo. Saba que no poda hacer nada, y se quedaba
inmvil, tumbada en la cama, temiendo el momento en que la puerta se
abriera y entrara el enfermero a inyectarle la medicacin.
La dosis haba cambiado. Lo notaba. Eso era lo que le daba miedo.
Si al menos pudiera descansar. Dormir. Nunca dorma. No deba hacerlo.
Patricia se quedaba horas mirando al techo, temiendo que las cosas
cambiaran, que todo volviera a ser como antes, que las sensaciones no las
provocara su imaginacin. Ese miedo que la mantena despierta.
Estaba enferma. S, lo saba. Aquella habitacin estrecha y sin
ventanas estaba en un hospital. No era el primero, aunque otros en los que
haba estado s tenan ventanas. El exterior siempre era gris y feo. Era
mejor as.
Era por su bien. Siempre haba sido por su bien.
Ya no la sujetaban con correas. Llevaba tiempo tranquila, la
medicacin pareca ser suficiente. No le dolan las muecas. Ahora era
como si no tuviera cuerpo. Sin cuerpo nadie podra hacerle dao.
Era por su bien.
Si dejaba los ojos cerrados, podra dormir. Imaginara que estaba
lejos, en un lugar hermoso, en campo abierto, un sitio tranquilo, sin
paredes blancas que se precipitaran sobre ella. Un lugar al que realmente
no quera ir. No quera volver a sentir el cuerpo. No quera correr, ni saltar.
Estaba tan cansada. Quedarse dormida era peligroso. No poda. Tena que
permanecer despierta da y noche.
Era por su bien.
Estaba en un hospital.
Paredes blancas. Sin ventanas. No era la primera vez que estaba
ingresada en uno. No era la primera vez que los mdicos queran hablar
con ella. No sera la primera vez que no podran curarla.
Esta vez sera distinto. Saldra de all. Podra empezar de nuevo.
Sola.
Terminar de nuevo, y esta vez lo conseguira.
Cunto tiempo llevo aqu? Notaba el efecto del sedante, su
lengua pareca de trapo, pero el mdico la entendi.
Siete meses. No lo recuerdas, Susana? Qu recuerdas?
Nada No recuerdo nada pesadillas que ni siquiera le
parecan suyas, que no quera contar.
El mdico pareca dudar entre marcharse, como haba dicho, o
continuar hablando con la paciente. Quiz si perda esta oportunidad,
Susana volviera a encerrarse en su mutismo. Haba hecho un avance, haba
sido un acierto bajarle la medicacin.
Llevas mucho tiempo sin hablar, sin querer levantarte. Si hablas
conmigo, saldrs antes de aqu. Es lo que quieres no? Puedo ayudarte.
No lo recuerdo Cada vez le costaba ms hablar. Lo
intent. Empez a convulsionar. Intent gritar. Senta las manos del
mdico sosteniendo su brazo. Las correas le apretaban. Se detuvo de
pronto, el calmante la estaba dejando dormida. Se tranquilizaba, pero
segua temblando.
Volver ms tarde, Susana.
Era una promesa, pero Susana apenas lo escuch. Ese hombre no
poda salvarla. Nadie poda. Por qu esa habitacin no tena ventanas?
Recordaba otros hospitales, haca mucho tiempo.
Dnde he estado? Qu he hecho todos estos meses? Siempre he
estado aqu? Por qu no puedo acordarme?
Recordaba aquella habitacin pequea, vaca. La ventana, el dolor
de la mano al romper el cristal, la sangre resbalando por su brazo. Mir al
exterior. El cielo era muy azul, la calle estaba muy cerca. Era un primer
piso. Poda gritar y la oiran, pero no iba a gritar. La sangre corra lenta.
Los trozos de cristal formaban picos todava anclados al marco de la
ventana. Acerc las muecas. La sangre se vea menos roja sobre el cristal,
como aguada. Se sent en el suelo, bajo la ventana rota, mirando cmo la
sangre se derramaba. Disfrutando el dolor. Despus ya no sentira nada
Medicina experimental
Irene Comendador
Bien, Samantha, ahora quiero que me cuentes todo lo que suceda en tu
sueo.
El sol despuntaba en lo ms alto, supongo que sera medioda, el
parque estaba desierto, las madres con sus hijos se acababan de retirar para
comer. Yo segua all porque Chelsea me haba suplicado que le dejara un
ratito ms en la rueda esa que gira todo el rato. Su pelo castao y lleno de
bucles ensortijados se meca con el aire. La sonrisa de mi hija era
resplandeciente, risuea me gritaba que le diera ms fuerte al trasto en
cuestin, y ste giraba rpido. Mam, mira cmo vuelo, soy una
mariposa.
Intentaba que no se mareara cambiando de sentido cada ciertas
vueltas, pero su carita en un momento torn mas seria, y preocupada par
inmediatamente. Chelsea se lanz a mis brazos y escondi su rostro en mi
pecho. Con sus piernecitas temblorosas se recost sobre m, al yo estar en
cuclillas me venci y camos contra el suelo. Preocupada por la reaccin de
la nia, la separ de mi cuerpo, asindole de la cintura y estirando los
brazos. Mi hija estall en carcajadas al ver mi cara de preocupacin, y las
dos remos entonces con ganas. Cuando el mareo pareca haber pasado,
decidimos volver a casa. Mi marido y mis dos hijas mayores estaran
preocupndose por nuestra tardanza. Pasebamos de la mano por la acera
cuando Mili nos intercept. Jo, mam, ya iba a buscarte, Julieta dice que
llegar tarde a clase de msica si no comemos enseguida.
Ya le he contado que mis hijas mayores se llevan pocos meses
entre ellas, Mili tiene catorce y Julieta quince aos. En cambio, Chelsea
fue, como dicen algunos, la tercera inesperada, ahora era el juguete de la
casa, con tan solo cuatro aos nos tena a todos a su servicio. Una vez
llegamos las tres a casa, Gregory, mi marido, ya haba preparado la mesa
con lo necesario para la comida, por suerte el estofado reposaba en la
encimera, puesto que haba madrugado para hacerlo a primera hora.
mi familia tal y cmo estaba, as, juntos y bajo el mismo techo, slo para
m.
Fui a la cocina, rebusqu en uno de los cajones superiores del
aparador donde guardbamos los cuchillos mas afilados; con toda la
decisin y entereza que pude reunir, me acerqu hasta el silln donde se
encontraba Gregory de espaldas. Al mismo tiempo que se percataba de mi
presencia y volva la cabeza en mi busca, yo ajustaba el filo del cuchillo en
el hueco de su cuello. Fue un movimiento rpido, seco. Sus ojos tornaron
blancos en el acto, y de su garganta empez a manar una fuente roja y
caliente, sangre que llegaba hasta las fundas del silln donde se
encontraba, tindolo todo a su paso. Sujet con las dos manos la cabeza de
mi marido y lo bes en los labios mientras exhalaba su ltimo aliento.
Perdona amor mo, ahora estaremos juntos para siempre, ahora sers mo,
solo mo Le repeta al odo mientras acariciaba sus cabellos negros y
rizados. Mi hija pequea sac eso de su padre, aquellos preciosos rizos que
le daban un aspecto angelical.
Cuando me asegur de que su corazn haba dejado de latir,
levant sus piernas sobre las almohadas, estirando el cuerpo en el sof,
para que no se hiciera dao con aquella postura tan poco natural. Y fue
cuando pens en mis nias, Julieta y Mili dorman en la misma habitacin;
antes del nacimiento de la pequea, cada una tena su propio cuarto, pero
ahora a alguna de las dos le tocaba ocupar espacio con la recin llegada, y
tras noches en vela por los llantos, ellas mismas decidieron compartir la
habitacin ms grande. Esto complicaba mi plan.
Ya no quiero seguir por hoy, de verdad que estoy cansada. Esto no
me hace bien, doctor se quejaba Samantha, mientras abundantes
lagrimas mojaban el escote de su blanco pijama.
Ya lo hemos hablado muchas veces, tu enfermedad es la culpable
de lo sucedido, t no eres responsable de nada, y para que ests del todo
curada, tienes que rememorar y exteriorizar todos tus recuerdos. Gracias a
la medicacin que te suministramos, has mejorado mucho, pero tambin
has de poner de tu parte y cooperar. As pues, sigue contndome qu pas
despus, por favor. Y el doctor Mathews pos una mano en la rodilla de
la paciente, intentando con ese gesto insuflar valor para que continuara.
Samantha Stone solloz violentamente y trag la bilis que se le
acumulaba en la boca, creyendo incluso ahogarse con ella. Era el
procedimiento habitual, lo haba hecho miles de veces, pero cada una de
Rutina
veces los nios iban por la tarde a ver a su padre al mercado para pasar un
rato con l.
Muchas veces, la abuela de los pequeos, Adela, se encargaba de
darles la merienda y preparar la cena, ya que haba das en los que Mara
tena que quedarse en la oficina para hacer horas extra. La madre de Mara
tena mucha paciencia con los nios, pero ms an con su propia hija.
Pensaba que si el matrimonio se organizara mejor, su ayuda no debera ser
tan necesaria.
As era cada da, cada semana, cada mes, cada ao. Desde que naci
Carlos, el matrimonio se empez a agrietar, hasta dejar surcos irreparables.
Doce aos de olvido a cuentagotas de horas y horas en la carnicera, y de
una mujer cansada de perder su propia identidad. El bufete la absorba, le
coma la vida. Exigencias, prisas, imprevistos de ltima hora. Una locura.
El abogado con el que trabajaba careca de escrpulos y educacin, y la
vida familiar de Mara era el menor de sus problemas.
Ocho, siete, sientes el ruido de fuera llegando desde ms lejos, todo a tu
alrededor comienza a perder sentido.
Mara decidi acudir una vez a la semana a un psiclogo, aunque no
recordaba cmo haba llegado a ella el contacto. En la consulta descubri
rpidamente que all calmaba sus nervios, apagaba sus fuegos y enterraba
sus fobias y miedos. Santiago, era as como se llamaba el psiclogo, saba
cmo calmarla. Le dio una manera nueva de ver la vida, de afrontarla, de
hacerse cargo de su familia. Santiago pronto se convirti en una necesidad
en su vida. Consegua que Mara le contara todo lo que le quitaba el sueo.
Sus consejos y recomendaciones eran seguidos por ella de manera
exhaustiva, consiguiendo ser ms paciente y comprensiva en su da a da.
Santiago le coment que haba tratado casos realmente complicados,
aunque en su historial figuraban pacientes que finalmente haban acabado
realmente mal.
A Ernesto no le gustaba que fuera a ver a ese psiclogo, pues pensaba
que era un comecocos de tres al cuarto, y que slo quera robarle los
emolumentos que cobraba por semana. No tena pgina web, ni se
publicitaba en ningn lugar que hubiera visto. No tena la consabida placa
que se podra encontrar en la entrada de cualquier otra consulta. Incluso
yendo ms all, Ernesto no haba tenido oportunidad de conocerlo en
quera ensearle a vivir su vida, como si tuviera ocho aos. Ella slo vea a
Ernesto con su encanto y su don de gentes, sobre todo con las mujeres de
generoso escote, a sus hijos con la violencia que le reportaban del colegio,
a su jefe con su maltrato y los gritos que le dedicaba a diario. Mara estaba
a punto de estallar, pero ya no le importaba. No le importaba nada.
Ya no solo vea a Santiago en la consulta, lo vea all donde fuera, en
las tiendas de ultramarinos y en el mercado, en el colegio cuando recoga a
sus hijos, o cuando se encontraba en casa y tena que aguantar a su madre
con su retahla. Mara lo senta dicindole al odo lo que deba hacer o
cmo deba responder ante los estmulos. Lo escuchaba como si estuviera
siempre a su lado, con ese tono oscuro y sosegado, aconsejndola sobre lo
que le ocurra o qu se esperaba de ella. Pensaba que Santiago era su
salvador y no se daba cuenta que estaba sustituyendo su vida, la Mara que
era realmente, por la persona en que se estaba transformando. Todo ello
por un hombre que le indicaba cmo deba pensar y qu personalidad era la
apropiada para ella.
Cuatro, tres, tus prpados se cierran, y te sientes an ms dormida. Ya no
puedes mover tus brazos ni tus piernas. Slo escuchas mi voz.
Con el paso de los meses, Ernesto decidi irse de casa con los nios. Tras
hablarlo con Adela y varios amigos, alquil un pequeo piso de un barrio
cercano y contrat a una niera para atender todas las tareas que haba
dejado de hacer su mujer. Tuvo que contratar a un chico para que le
ayudara en la carnicera, ya que no poda dedicarle tantas horas. Adela
apoyaba a su yerno; a sus ojos, la irresponsabilidad de Mara haba llegado
a lmites despreciables. No era la hija que ella haba criado. Mara siempre
fue cariosa, sociable y muy buena madre, pensaba. Siempre estaba para
los dems sin esperar nada. El estrs del trabajo la deba de haber hecho
ms impaciente y seria con la gente que la quera, pero pensaba que slo
era una mala racha. Jams habra pensado que su propia hija se estuviera
convirtiendo en puro veneno para todos ellos.
Estos cambios los vea Santiago a travs de la mente de Mara, que
segua con la terapia destructiva que la estaba transformando poco a poco.
Manipulaba sus pensamientos y obraba sobre ellos. Posea su cuerpo
siempre que le vena en gana, y saboreaba sus penas con la lengua de la
perversin. Le susurraba al odo todo lo que tena que hacer y decir en su
calle.
Santiago se haba ocupado de envenenarla hasta lo ms hondo. Mara
ya no recordaba nada de lo que hablaban en la consulta, ni una sola palabra.
Saba que todos los das le dedicaba al menos una hora, pero no sabra
decir qu era lo que trataban, ni cundo comenzaba y cundo acababa el
tratamiento. Cuando se daba cuenta de nuevo de la realidad que la rodeaba,
estaba en su domicilio, encerrada en su cuarto, pensando en sus hijos y en
su marido. En su trabajo. Todo eso se estaba convirtiendo en una obsesin
que le quitaba el sueo. Una idea se abra paso en las neuronas de Mara.
Cero, ests completamente dormida. No eres duea de tus actos, ya nada de
lo que opinas te pertenece. Slo escuchas mi voz.
Aquella tarde haba conseguido, tras muchos ruegos y disculpas, pasar la
tarde con sus hijos tras varios meses sin poder hacerlo. Ernesto cedi por
evitar otro bochornoso altercado delante de los vecinos. Saba que Mara
no estaba bien por no poder ver a los pequeos, y ya conoca la noticia de
que no trabajaba en el bufete y el desagradable final del abogado para el
que trabajaba. Quizs sera una buena idea que pasara algo de tiempo con
sus hijos. Un chocolate caliente con magdalenas, juguetes nuevos, la
videoconsola, una buena pelcula y el calor del hogar. La tarde perfecta
para pasarla con mam tras mucho tiempo sin poder hacerlo. Los nios
estaban contentos de ver a su madre sonrer a su lado. Mara saba de los
problemas de sus hijos en el colegio y de lo solita que se senta la pequea.
La culpa la tena Ernesto. Eso escuchaba en su cabeza cada segundo.
Santiago estaba all, en las paredes de su cerebro.
Mara pensaba que todo se podra arreglar si su rutina cambiaba del
todo. El futuro prometa para los pequeos y para toda la familia. Pero ella
quera su felicidad, una nueva vida sin tener que preocuparse de nada ms.
Ya tena a los nios a solas con ella, empezaba el cambio.
Habitacin 117, Psiquitrico El Monte, Madrid.
Oscuridad, gritos en la lejana, fro, preguntas, olor a muerte. No se dorma
bien en aquel lugar. No saba muy bien por qu estaba all. Su vida haba
cambiado, pero no pensaba que comenzara de nuevo en aquel lugar. Desde
que entr, no haba vuelto a ver a Santiago. Ni una visita, ni una llamada,
todo lo dems y slo responders ante ti misma. Ahora voy a chasquear los
dedos y te despertars. No recordars el tratamiento, no te preocupars por
l, y no volvers a vivir para otro antes que para ti. Uno, dos, tres.
Despierta.
Recordaba lo feliz que fue aquella tarde, mientras estaba sentada en la
habitacin 117; sus hijos no volveran a pensar de ella que haba sido una
mala madre. Lo hizo por el bien de todos. Santiago estara muy orgulloso
de Mara, haba logrado hacer lo que l le haba ordenado, al milmetro, al
detalle. Lstima que no pudiera seguir adelante si l segua existiendo. l
se lo haba dicho, haz lo que sea necesario, y ella lo haba hecho. Cada
tendn, cada msculo, cada trozo de piel arrancado del cuerpo de sus hijos
haba sido cuidado con mimo. El cadver del psiclogo seguira an en su
consulta, probablemente abandonado hasta que los vecinos del inmueble
olieran la podredumbre. Los perros se haban portado muy bien con
Alonso, la pena era que la rubia ya estaba dentro del coche, pero lo que
recordara para el resto de su vida no tena precio.
No entenda tanto revuelo con lo sucedido, si era por el bien de
todos!
Su vida haba cambiado, con o sin Santiago, con o sin su marido. Pese
a estar encerrada, se senta libre, libre porque ya no iba a seguir todos los
das la misma rutina.
Y por Ernesto, no habra por qu preocuparse por ese infeliz, debera
estar contento y agradecido. Seguro que nunca ms servir una carne tan
fresca y tierna como la que despach aquel da.
Fundido en negro
Los dos camilleros, junto con el mdico que se encarga del paciente,
ingresan en la habitacin colocndolo en la cama. Primero le quitan la
camisa de fuerza para pasar, posteriormente, a tumbarlo en la cama y
atarle con las correas. Forcejean durante minutos mientras el enfermo no
deja de moverse. El hombre queda atado y respirando fuertemente.
CAMILLEROS
Doctor, cuando quiera.
El doctor entra en la habitacin, desenfunda una aguja y le inyecta algo en
el brazo.
DOCTOR
(Voz en off) Cada vez es ms difcil diferenciar entre los estados de vigilia
y sueo. No s si estoy dormido o despierto, no recuerdo nada al poco
tiempo. No s cunto tiempo llevo aqu. Siento que no puedo moverme e
intento gritar, pero algo me lo impide, una mordaza quiz, o alguna otra
cosa puede ser.
ENFERMERA
Parece que nuestro nuevo inquilino est despierto
(Voz en off) Parece que el efecto de las drogas comienza a desaparecer. Mi
cerebro se despierta, y cuando intento mirar a mi alrededor, me doy cuenta
de que no puedo mover la cabeza. Veo una luz sobre m y escucho un ruido
metlico cada vez que sacudo el cuello intentando ver qu es lo que pasa,
pero no lo consigo.
DOCTOR
Llame a un auxiliar para que lo bae, deje bien claro que no lo desaten para
nada, de acuerdo?
ENFERMERA
S, doctor, lo que usted mande.
DOCTOR
Tranquilo, muchacho, que en un rato vuelvo y charlamos un poco, jajaja.
(Voz en off) Escucho de nuevo ese ruido metlico, quiz sea la puerta, y
vuelvo a sentir ese opresivo silencio que parece pesar sobre m. Me vuelvo
a hacer la misma pregunta: Qu hago aqu?
4. Int. Habitacin 237
(Voz en off) No s cunto tiempo ha pasado, pero cuando abro los ojos me
encuentro a oscuras. Escucho un ruido, la puerta, creo, y siento que alguien
pasa a la habitacin. No puedo mirar en la direccin de la que viene el
ruido, y eso me vuelve loco. Siento unas manos que me sacuden, algo que
hace que mi cuerpo se mueva como si fuera un mueco. Por qu no me
puedo mover? Por qu no puedo mover nada? Escucho algo lquido, y
recuerdo las palabras del doctor, puede que vengan a lavarme.
DOCTOR
Enfermera, ya est todo?
AUXILIAR
S, doctor, puede empezar las pruebas cuando quiera.
(Voz en off) Siento fro. No s cmo explicarlo, pero tengo la sensacin de
que el fro se va apoderando poco a poco de m, entrando en mi interior.
Cada vez tengo ms sueo
(Voz en off) Sigo muy confuso, no s si es de da o de noche, ni qu hora
es. La comida est a mi lado, junto a la camilla, pero no puedo alcanzarla.
Quiero irme a casa, quiero poder moverme, quiero dejar de sentir fro.
5. Int. Habitacin 237
(Voz en off) No s cunto tiempo llevo aqu, podran ser das, meses o aos
igual. Atado de pies y manos, sin poder moverme, mirando al trozo de
techo que puedo ver y la lmpara, que a veces est encendida y a veces
apagada. No s qu est sucediendo. Noto el cuerpo lleno de moratones,
aunque no puedo girar el rostro para comprobarlo. No soy capaz de hacer
que mi cerebro funcione como es debido, no recuerdo nada ms que el
fluorescente apagndose cada vez que se inclinan sobre m.
6. Int. Habitacin 237
(Voz en off) Me he despertado o sigo dormido. No s si lo que suena son
voces en mi cabeza o realmente estn aqu. No entiendo lo que dicen, no s
si me estoy volviendo loco.
(Voz en off) Tengo la sensacin de salir del cuerpo, de verme desde fuera.
Me siento levitar y miro cmo estoy tendido sobre una camilla, plido,
rgido, tapado por una sbana de quirfano verde. Tengo una extraa
sensacin agnica.
DOCTOR
Deje esto en la bandeja, por favor.
ENFERMERA
Un kilo trescientos cuarenta gramos.
(Voz en off) Qu estarn haciendo? Quiz me sucede algo. Igual estn
intentando salvarme. Qu es lo que sujeta la enfermera?
7. Int. Habitacin 237
Se abre la puerta y pasa el director del centro.
DIRECTOR
Bueno, Jos, lo estn tratando bien mis compaeros?
JOS
S, aunque, es normal que tenga pesadillas?
DIRECTOR
Sera interesante que soara que es un paciente, no cree?
JOS
Cmo lo sabe?
DIRECTOR
No lo saba, aunque es interesante ver que alguien se somete a un
internamiento voluntario y se ve a s mismo como paciente. No se
preocupe, no creo que sea recurrente.
JOS
Eso espero (el director comienza a salir de la habitacin). Ah, por cierto,
qu da es hoy?
DIRECTOR
An le queda un da.
JOS
Gracias, director.
8. Int. Habitacin 237
(Voz en off) He escuchado una conversacin por la que he sacado en claro
que me quedan dos das. Lo que no s es para qu. Dos das para salir?
Dos das para que me cambien de habitacin? Dos das para morir?
PACIENTE
Por favor, que alguien me diga algo, qu son esos dos das?
(Voz en off) He podido hablar. S, he podido. Es un paso, an no puedo
moverme, no ms que los ojos, pero ya puedo hablar.
AUXILIAR
Necesito ayuda en la habitacin 237
DIRECTOR
Sepa que es el primer paciente en el que hemos logrado trasplantar el
cerebro sin que se produzca la muerte cerebral.
(Voz en off) De qu est hablando? Pero si yo
DIRECTOR
La sensacin de humedad que igual siente es por el formaldehdo en el que
se encuentra suspendido.
Sepa que ser de gran ayuda para las generaciones venideras.
(Voz en off) No puede ser, no puedo ser tan slo un cerebro en un frasco.
Yo vena por unos das. NI SIQUIERA ESTABA ENFERMO!
El director del centro le hace un ltimo gesto con la mano, despidindose
de l, y cierra la puerta, sumiendo la imagen en sombras.
FUNDIDO EN NEGRO
200 baldosas
y cada uno de los empleados del psiquitrico. Tena tiempo, de hecho, era
lo nico que tena en aquel lugar. Y no slo eso, tambin memoriz cules
eran los momentos de salida y visita de los dems enfermos y de sus
familiares. Lo tena todo bajo control, podra llevar el centro sin ningn
tipo de problema, incluso podra enumerar de memoria todos y cada uno de
los nombres de los enfermos all recluidos. Sobre todo, de los que
compartan con ella aquel pasillo.
Una de ellas, Sara, tena graves problemas de conducta, trastorno de
la personalidad y esquizofrenia paranoide severa. Una joya del
psiquitrico. Inexplicablemente, cuando ingres, se convirti en una de las
personas ms afables y colaboradoras del recinto. Un joven que atenda al
nombre de Daniel, y que siempre estaba mirando detrs de s, como si
hubiera alguien a su espalda. O Rafael, que haba matado a su novia porque
aseguraba que era otra persona. Luego estaba Luis, un hombre de
veinticinco aos con mana persecutoria, agravada con una depresin
producida por la muerte prematura de su madre. Apenas se relacionaba con
los dems internos, solamente con una chica que pernoctaba en la
habitacin de al lado. Luca, as se llamaba, siempre le sonrea al pasar, y
con la mirada alimentaba la imaginacin del muchacho.
En una de las habitaciones del fondo del pasillo, a la altura de la
baldosa 135, se encontraba Romn, un paciente ya veterano y
prcticamente rehabilitado de su depresin. Apenas le quedaban seis
semanas de internamiento para que los mdicos le dieran el alta. Sola
colaborar con ellos en los talleres de carpintera y manualidades que, dos
veces por semana, el centro imparta con los enfermos.
Luna los conoca. Oh, s, vaya si los conoca. A esos internos y a
otros que haba en aquel pasillo. Y no paraba de pensar en el sabor. Ese
sabor diferente, nico y especial le haca olvidar el verdadero motivo por
el cual ingres all. El alcohol. Ahora su droga era la sangre, esa sangre que
corri por su boca, escapndose por la comisura de sus labios hasta llegar
al cuello para, despus, bajar descarada hasta su generoso escote. Esa
sensacin de verse impregnada de aquel maravilloso lquido, le excitaba
sobremanera, notando un calor asfixiante en su entrepierna. Cada noche, al
cerrar los ojos, sus recuerdos giraban en torno a ese dulce momento vivido
das atrs. Sus manos se deslizaban atrevidas hacia su sexo, mientras
buscaban encontrar la misma sensacin. Pero sus caricias ntimas eran en
vano. Quera volver a sentir esa sensacin, y lo quera ya, no poda esperar
maleza.
Los cristales rotos se presentaban amenazantes, y sus muros
desconchados presentaban graffitis y evidentes signos de deterioro.
Joder, esto da mucho cague, to. Por qu no lo dejamos para otra
ocasin? coment Ral, observando los ventanales rotos del enorme
edificio.
Ya est la gallina de siempre. Hemos venido desde muy lejos a
visitar el psiquitrico de los horrores, en Internet es muy conocido por los
amantes de este tipo de sitios. Joder, no te puedes echar atrs ahora!
protest Jos airado, visiblemente excitado por poder entrar dentro de sus
muros.
Eran cuatro amigos que, mochila al hombro, venan dispuestos a
pasar la noche dentro del centro abandonado. Antes del anochecer, cuando
la luz del sol an mostraba con cierta claridad el interior del psiquitrico,
los chavales entraron por uno de los ventanales rotos. Lo primero que
vieron fue los restos de una hoguera que algn indigente haba encendido
en el interior del recibidor, mientras que algn colchn viejo adornaba el
suelo lleno de porquera y papeles.
Joder, qu asco de sitio, est todo manga por hombro protest
Karol mientras pateaba una lata de Coca-Cola medio oxidada en el suelo.
Qu te creas, que ibas a dormir en el Palace? Mira la pija.
Todos los amigos rieron a carcajadas, incluida Karol, que
evidentemente no esperaba encontrarse una limpieza extrema.
Bueno, vamos a investigar un poco por ah antes de que termine de
anochecer, saquemos las linternas para no perder detalle coment una
emocionada Irene.
Todos avanzaban por el interior del psiquitrico, iluminando las
paredes con sumo detalle para no perderse nada interesante. Una vez
recorrido uno de los pasillos donde estaban los cuartos de la ropa sucia,
giraron hacia otro bastante ms largo y extraamente oscuro. Todos
enfocaban con sus linternas hacia el fondo del pasillo, donde una pintada
emborronaba la pared blanca que daba fin al pasillo.
Tos, esto me da muy mal rollo, volvamos a la entrada y
acomodmonos all, por favor. Ral estaba bastante asustado.
Joder, no seas aguafiestas, vamos a ver qu pone en aquella pared,
que me pica la curiosidad insisti Jos ante las protestas de su amigo.
A Ral no le qued otra que seguir a sus colegas si no quera
Doctor Cristbal