Elogio de La Irreligion - John Allen Paulos

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Existen razones lgicas para creer en la existencia de Dios?

A lo largo de los siglos, la


humanidad ha tratado de formular argumentos supuestamente basados en la razn para
fundamentar la fe en un ser a primera vista todopoderoso, mximamente bondadoso y
omnisciente. El matemtico John Allen Paulos, que en anteriores ensayos ya nos haba
guiado por el insondable mundo del analfabetismo numrico, se propone desenmascarar
ahora los argumentos de los testas, desde los clsicos de toda la vida, basados en
definiciones y primeras causas, hasta los que presentan un aspecto ms moderno, centrados
en la borrosa nocin del diseo inteligente.
Pero por qu las reflexiones de este tipo tienen que ser siempre tan solemnes y
grandilocuentes? Allen Paulos no slo tritura las trampas y errores de razonamiento que se
ocultan tras estas pruebas de la existencia de Dios, sino que lo hace con una irona y un
humor autnticamente contagiosos que, sin embargo, no nos llevan a olvidar aquella
sentencia de Voltaire que afirmaba que quien nos hace creer en cosas absurdas pronto nos
har cometer atrocidades.

John Allen Paulos

Elogio de la irreligin
ePub r1.0
mangel19 25.11.13

Ttulo original: Irreligion. A mathematician explains why the arguments for God just dont add up.
John Allen Paulos, 2009.
Traduccin: Ambrosio Garca Leal
Retoque de portada: mangel19
Editor digital: mangel19
ePub base r1.0

Prefacio
Hay alguna razn lgica para creer en Dios? Miles de millones de personas durante miles de aos han
considerado esta cuestin y, desde luego, el tema no ha dejado de tener relevancia en el mundo de hoy.
Los abismos que separan a creyentes literales, creyentes moderados y no creyentes son profundos.
Muchos parecen dejarse impresionar por el argumento de que Dios existe tan slo porque as lo afirma
un tomo muy ensalzado supuestamente inspirado por l. Muchos otros se adhieren con un grado de
conviccin variable a justificaciones ms sofisticadas de la existencia de Dios, mientras que ateos y
agnsticos no se sienten persuadidos por ninguno de tales argumentos.
Las cuestiones de la existencia y la fe, si no los argumentos formales mismos, siempre me han
intrigado. Recuerdo que de nio les segua la corriente a mis padres cuando me hablaban de Santa
Claus. No quera delatar mi conocimiento de su inexistencia, as que me haca el crdulo. Mi hermano,
tres aos menor que yo, era slo un beb, as que no era a l a quien yo no quera desilusionar. Mis
clculos cualitativos me haban convencido de que haba demasiados nios expectantes en todo el
mundo para que el seor Claus pudiera completar su ronda de Nochebuena a tiempo, aunque no hiciera
una pausa ni para tomarse un chocolate caliente. Esto puede sonar jactancioso para el autor de un libro
titulado El hombre anumrico, pero recuerdo haber hecho clculos aproximados de orden de
magnitud que me indicaban que la tarea de Santa Claus era inacabable.
Como he escrito en otra parte, si existe una predisposicin innata al materialismo (en el sentido de
que la materia y el movimiento son la base de todo, no en el sentido de quiero ms coches y
casas), entonces sospecho que he nacido con ella. A riesgo de resultar un tanto empalagoso, recuerdo
otro indicador temprano de mi psicologa adulta. Hacia los diez aos de edad, durante una de mis
peleas con mi hermano, tuve la revelacin de que el material de nuestras dos cabezas no era
esencialmente distinto del de la rasposa alfombra en la que yo acababa de dejar parte de la piel de mi
codo o el de la silla en la que l acababa de estampar su hombro. La constatacin de que en ltima
instancia todo estaba hecho de la misma materia, de que no haba una diferencia esencial entre las
composiciones materiales de mi yo y del no yo, fue neta, clara y tonificante.
Mi materialismo infantil pronto evolucion hacia un escepticismo adolescente, desdeoso de los
cuentos de as fue sin evidencia alguna. A mis ojos, la ausencia de respuesta a la pregunta Qu
caus, precedi o cre a Dios? converta la existencia de ste en un misterio antecedente innecesario.
Por qu introducir una divinidad? Por qu postular una perplejidad aadida, sin contenido
explicativo alguno, para explicar nuestro ya ms que desconcertante y bello mundo? O, si uno estaba
comprometido con dicho misterio innecesario, por qu no introducir an ms antecedentes, como el
Creador del Creador, o su To Abuelo?
Esta disposicin mental vagamente cuantitativa y lgica sin duda me predispuso a escoger la
carrera que he seguido (soy un matemtico reconvertido en escritor) y a ver el mundo tal como lo veo.
Es lo que me ha animado a escribir los libros y artculos que he escrito, en algunos de los cuales he
tocado lo que llamo irreligin: temas, argumentos y cuestiones que se derivan de una incredulidad no
slo hacia la religin, sino hacia la credulidad de los otros. Como sugieren las ancdotas anteriores,
los diversos argumentos en defensa de la existencia de Dios siempre me han parecido defectuosos.
Todos estos argumentos adolecen de una falta de lgica inherente que nunca he examinado a fondo. En

este libro me he animado a hacerlo.


El enfoque que he adoptado es informal y gil (al menos espero que lo sea), no ceremonioso ni
farragoso (al menos espero que no lo sea). Entre argumento y argumento se intercalarn numerosas
digresiones sobre una variedad de temas irreligiosos que van desde la naturaleza de los milagros hasta
la probabilidad de las ilusiones cognitivas postuladas por los creacionistas o las apuestas prudenciales.
En la mayora de captulos partir de una presentacin esquemtica de un argumento y, tras
examinarlo brevemente, expondr lo que he pretendido que sea un desmantelamiento sucinto. Los
argumentos considerados van desde lo que podramos llamar las viejas glorias del pensamiento
religioso hasta los que tienen un aire ms contemporneo. La lista incluye el argumento de la causa
primera, el argumento del designio, el argumento ontolgico, los argumentos de la fe y los
criptogramas bblicos, el argumento del principio antrpico, el argumento de la universalidad moral y
otros. Estos argumentos se solapan en mayor o menor medida, pero los he clasificado en un orden que
puede parecer natural.
Los lectores cuyas habilidades matemticas estn oxidadas, o incluso perdidas del todo, no deben
preocuparse. Aunque soy matemtico, no he incluido una sola frmula en el libro. Esto no significa
que las matemticas tengan poco que ver con lo que sigue. Para empezar, por todo el libro invoco
elementos de lgica y probabilidad, siempre esforzndome en exponerlos sin necesidad de frmulas,
ecuaciones, clculos complicados o jerga tcnica. En segundo lugar, y lo que es ms significativo, la
matemtica, o al menos mi sensibilidad matemtica, se manifiesta en el enfoque analtico, en la
eleccin de ejemplos y en la aversin por lo superfluo. (Los matemticos son un poco como el
lacnico habitante de Vermont, a quien una vez le preguntaron si haba vivido toda su vida en su lugar
de residencia, y respondi: An no).
La discusin a fondo de las justificaciones de la existencia de Dios y su refutacin, junto con los
montones y montones de comentarios y metacomentarios que continan generando, me trae a la mente
el apuro de Tristram Shandy, el personaje de ficcin que tard dos aos en escribir la historia de los
dos primeros das de su vida. En un intento de eludir el destino de Shandy y no perder de vista el
bosque entre los rboles, en este libro (que tiene ms de manual o compendio que de tratado) he
procurado sintetizar con un toque ligeramente hertico slo las refutaciones ms incisivas de la
existencia de Dios. Esto es, slo la esencia, con algo de irreverencia. Estas refutaciones (algunas
nuevas y propias, y otras que se remontan a siglos o incluso milenios atrs) ya no son tan ampliamente
conocidas como lo han sido en algn momento, por lo que creo que vale la pena reuniras todas en una
misma obra (de ah que haya adaptado algunas secciones de otros escritos anteriores sobre el tema).
Este empeo es especialmente importante en el momento presente, dado el desenfreno religioso de
mi pas y las polticas y debacles a los que ya ha llevado y puede llevar. Un representante de la
Ilustracin que, por desgracia, a veces parece estar en proceso de desautorizacin, Voltaire, observ
profticamente: Los que pueden hacerte creer absurdidades tambin pueden hacerte cometer
atrocidades. Esta sombra prediccin se hace ms que probable cuando los polticos, y en particular
una fraccin sustancial de un partido grande, estn entre los promotores ms efectivos de creencias
como el xtasis. (Por otro lado, no me preocupan demasiado los que reconocen la ausencia de
pruebas fehacientes de la existencia de Dios, pero mantienen una nebulosa aunque perseverante
creencia en algo ms).
El primer paso para poner en evidencia los absurdos religiosos es advertir que las justificaciones

de la existencia de Dios dependen de la definicin de la divinidad. Quin o qu es Dios? Algunos


autores dicen que es inefable o lo definen a su manera como sinnimo de la naturaleza o de las leyes
fsicas, o de otras maneras.
Sin embargo, las caracterizaciones monotestas ms convencionales de Dios (Yav, Al) lo
definen como una entidad o ser extraordinariamente poderoso, si no omnipotente; sumamente sabio, si
no omnisciente; ntimamente conectado con el origen del universo, si no su Creador; poseedor de toda
clase de caractersticas positivas, si no absolutamente perfecto. Esta formulacin general ser mi
definicin de Dios, y las numerosas justificaciones de su existencia sern mi foco de atencin
primario. Las distintas tradiciones adornan esta creencia con diferentes relatos y atributos, pero no me
entretendr en discutir las culturas y actitudes ligadas a religiones concretas.
Por ateo entender quien cree que dicha entidad no existe, y por agnstico entender quien cree
que la existencia de Dios es desconocida, incognoscible o una cuestin carente de sentido. (No
considerar casos intermedios complicados, representados en mi mente por un amigo que se declara
ateo, pero cuando se le pregunta por qu se adhiere estrictamente a las celebraciones religiosas
replica: Obro como Dios manda). A diferencia de algunos, pienso que es posible ser ateo y
agnstico a la vez. Pinsese, por ejemplo, en los innumerables personajes o hechos histricos en cuya
realidad no creemos, pero cuya existencia u ocurrencia no podemos negar con absoluta certeza. Por
supuesto, las definiciones de estos trminos son sensibles a la definicin de la divinidad que uno
suscribe. Defnase Dios de una manera lo bastante nebulosa como belleza, amor, la complejidad
misteriosa o el sabor etreo de una tartaleta de fresas, y casi todos los ateos se volvern testas. Aun
as, aunque uno adopte una pose afectada y afirme que cuando uso una palabra, significa lo que
quiero que signifique, ni ms ni menos, los otros no tienen por qu seguirle el juego.
Una pregunta que me hacen a menudo los interesados en los asuntos que se discuten en este libro
es si, a pesar de mis opiniones actuales, alguna vez he profesado, o quiz todava profeso de algn
modo, una religin formal. Obviamente, hay una diferencia significativa entre la religin formal de
nacimiento o a la que uno est ligado y lo que uno cree de verdad. Hay muchas vas hacia la
irreligiosidad, y la ma, como he indicado, es un tanto directa. Simplemente nunca pas por una fase
religiosa. En consecuencia, no estoy renunciando a una fe que haya tenido antes, ni este libro pretende
ser una suerte de Epstola de Paulos el Apstata a los Telogos. Aunque crec en el seno de una
familia nominalmente cristiana (mis abuelos eran emigrantes griegos) y ahora estoy cmodamente
integrado en una familia juda laica, ninguna de las dos doctrinas religiosas me han parecido nunca
intelectual o emocionalmente apetecibles, y mucho menos convincentes.
Esto no significa que no valore al menos parte de las tradiciones, ideales y celebraciones religiosas
(desde la Pascua hebrea hasta el Loy Krathong tailands). Tampoco significa que no reconozca que ha
habido gente annima que ha servido desinteresadamente a los otros en nombre de su Dios. Tambin
reconozco que muchas personas inteligentes son religiosas. Lo nico que quiero decir es que soy y
siempre he sido ateo/agnstico, e intentar explicar por qu mis lectores tambin deberan serlo.
Para concluir estos preliminares, permtaseme sealar que, aunque no soy creyente, siempre me he
interrogado sobre la posibilidad de una protorreligin bsica aceptable para ateos y agnsticos. Con
esto quiero significar una religin sin dogmas, ni relatos, ni afirmaciones de existencia, pero que
reconozca lo esencial y sobrecogedoramente maravilloso del mundo, y quizs admita tambin un

pice de serenidad. Lo mejor que he sido capaz de concebir es la religin Sista, cuya respuesta a la
intrinca a y misteriosa belleza del mundo es una simple afirmacin de aceptacin, S, y cuya nica
plegaria es la palabra S. Esta religin minimalista es consistente con otras religiones ms
complejas (salvo la religin Nosta), as como una tica irreligiosa y una actitud liberadora y autoconfortadora ante la vida y sus historias. Adems, es compatible con una perspectiva cientfica y con
la idea de que la nica certeza que podemos esperar es la certeza de a incertidumbre.
S, vayamos a los argumentos en defensa de la existencia de Dios.

Cuatro argumentos clsicos

El argumento de la causa primera


(y los intermediarios necesarios)
La primera frase del Gnesis, En el principio, sugiere el argumento de la primera causa para la
existencia de Dios. Para aclarar la estructura de dicho argumento, Bertrand Russell cita un relato a
primera vista distinto: el mito hind de que el mundo descansa sobre un elefante y ste sobre una
tortuga. Cuando se les pregunta sobre qu descansa la tortuga, los hindes replican: Cambiemos de
tema.
Pero no cambiemos de tema. Como har a lo largo de todo el libro, comienzo con un esquema del
argumento en cuestin:
1.
2.
3.
4.
5.

Todo tiene una causa, o quiz muchas.


Nada es su propia causa.
Las cadenas causales no pueden continuar indefinidamente.
Por lo tanto tiene que haber una primera causa.
Esa causa primera es Dios que, por lo tanto, existe.

Si aceptamos el sentido cotidiano de la palabra causa y damos por bueno el argumento anterior,
entonces es natural identificar la causa primera con Dios. Como dice un conocido mo religioso, Dios
fue quien ech la bola a rodar. Una ligera variacin de esta idea es el llamado argumento
cosmolgico, que se remonta a Aristteles y depende de la teora de la gran explosin (o algn
precursor antiguo de esta explicacin del origen del universo). El razonamiento es que todo lo que
tiene un principio debe tener una causa y, puesto que se piensa que el universo tuvo un principio,
entonces debe tener una causa.
Hemos encontrado a Dios, pues? Se trata simplemente del Primer Lanzador, o del Gran
Detonador? Zanja esto la cuestin? Ni mucho menos. Una gran fisura en el argumento es la premisa
1, que podra formularse mejor como: o todo tiene una causa, o hay algo que no la tiene. El argumento
de la causa primera cae en este agujero por muchos tablones que pongamos para intentar cruzarlo. Si
todo tiene una causa, entonces Dios tambin debe tenerla, as que no hay primera causa. Y si hay algo
que no tiene causa, lo mismo puede ser Dios que el mundo fsico o una tortuga.
A quienes afirman que Dios es la causa primera sin causa (y luego se pavonean como si hubieran
explicado algo) deberamos preguntarles por qu no podemos tomar el mundo fsico mismo como tal.
Despus de todo, el venerable principio de la navaja de Occam nos aconseja afeitar las premisas
innecesarias, y tomar el mundo fsico como la primera causa sin causa tiene la gran virtud de no
introducir la hiptesis innecesaria de Dios.
Adems, todas las preguntas suscitadas por la aceptacin de la acausalidad del mundo fsico (por
qu est ah, cmo surgi y, por supuesto, qu lo caus) pueden plantearse con la misma propiedad a
propsito de Dios.
Por qu est Dios ah? Cmo empez a existir? Qu lo caus? (Estas preguntas no estn del
todo desligadas de las inquisiciones infantiles del estilo de y tu mam? O, peor an, y tu pap?). La
contundencia de esta rplica al argumento de la causa primera viene indicada por la exasperada

reaccin de san Agustn a una de sus variantes. Se dice que, cuando alguien le pregunt qu haca Dios
antes de crear el mundo, san Agustn replic: Estaba creando un infierno para la gente que pregunta
estas cosas.
Una objecin relacionada es que la causa primera acausal no necesita tener ninguno de los
atributos divinos tradicionales. Simplemente es la primera, y como sabemos de otros campos, ser el
primero no significa ser el mejor. Nadie presumira de seguir usando el primer ordenador personal que
sali al mercado. Aunque existiera una primera causa, podra ser simplemente un hecho bruto (o, an
peor, un bruto de verdad).
Adems, el empeo de algunos en situar a Dios, la presunta causa primera, fuera del espacio y el
tiempo le quita todo sentido a la nocin de causa, que se define en trminos del tiempo. Despus de
todo, A es causa de B si y slo si A viene antes que B, y la primera causa oh sorpresa! viene antes
que sus consecuencias. (Situar a Dios fuera del espacio y el tiempo tambin excluye cualquier
intervencin divina posterior en los asuntos mundanos). De hecho, el lenguaje corriente fracasa
cuando contemplamos estos asuntos. La expresin comienzo del tiempo, por ejemplo, no puede
sustentarse en los mismos presupuestos que comienzo de la pelcula. Antes de que comience una
pelcula hay compra de palomitas y anuncios, pero antes del universo no hay ni palomitas, ni
anuncios, ni nada de nada.
La nocin de causa plantea otros problemas. Nunca ha vuelto a ser tan clara y robusta como antes
de que el filsofo dieciochesco escocs David Hume y la mecnica cuntica del siglo XX la pusieran
en entredicho. Hume argument que la proposicin A es causa de B slo significa que A ha sido
seguido por B en todos los casos examinados. Cada vez que soltamos una piedra, sta cae. Puesto que
no cuesta nada imaginar que nuestra suelta de la piedra no vaya seguida de la cada de sta, la
conexin entre causa y efecto no puede ser una conexin lgicamente necesaria. La conexin entre un
suceso y su causa es contingente y bastante escurridiza. No podemos pasar de un suceso a su(s)
causa(s) tan confiadamente como tendemos a creer. Las causas son descubribles por la experiencia, no
por un razonamiento a priori de silln, de lo que se desprende que la nocin de causa es mucho
menos robusta de lo que presupone el argumento de la causa primera. Construir una estructura de
acero es mucho ms fcil que construir una de tallarines, y la metfora puede valer para los
argumentos filosficos.
Y si a la crtica de Hume y otras discusiones modernas de la causalidad y la induccin cientfica
sumamos la implicacin mecanocuntica de que la causa a escala microscpica es en el mejor de
los casos un concepto probabilstico (por no hablar de todas las rarezas cunticas catalogadas por los
fsicos), el argumento de la causa primera pierde mucha de su fuerza, ya de por s limitada. Es ms,
algunas versiones de la mecnica cuntica descartan explcitamente una causa primera. Otras
interpretaciones implican que la gran explosin y el nacimiento del universo son fenmenos
recurrentes.
Un punto interesante es que el llamado argumento de la ley natural para la existencia de Dios tiene
una estructura similar al argumento de la causa primera, lo que lo hace igualmente vulnerable a un
poco de jujitsu. Esto puede entenderlo incluso el tpico nio pesado del asiento de atrs del coche, ese
que pregunta Y esto por qu es as, pap? y responde a nuestra explicacin con otro Y por qu?,
y luego responde a nuestra explicacin ms general con otro Y por qu?, y as sucesivamente,

hasta que acabamos con un Porque as son las cosas. Si esto contenta al cro, la partida se acaba,
pero si aguanta otro asalto y uno es religioso, puede responder con un Porque Dios lo quiso as. Una
vez ms, si esto contenta al nio la partida se acaba, pero y si no se da por satisfecho?
Enunciado un poco ms formalmente, el argumento de la ley natural llama la atencin sobre las
regularidades fsicas laboriosamente desentraadas por los fsicos y otros cientficos de la naturaleza
y postulan a Dios como el legislador. La fuerza de este argumento queda muy disminuida si, como
nuestro simptico nio, preguntamos Y por qu Dios lo quiso as?. En otras palabras, por qu
Dios cre las leyes naturales particulares que rigen nuestro universo, y no otras? Si lo hizo de manera
arbitraria, sin razn alguna, entonces hay algo que no est sujeto a ninguna ley natural. La cadena de la
ley natural se rompe, as que, en vez de Dios, podramos tomar las mismas leyes ms generales como
el porqu final arbitrario. Por otro lado, si Dios tena alguna razn para promulgar las leyes que
conocemos y no otras (obtener el mejor universo posible, por ejemplo), entonces la divinidad misma
est sujeta a ligaduras, estndares y leyes preexistentes. En tal caso tampoco tiene demasiado sentido
introducir un intermediario divino en primera instancia.
Aun as, los filsofos, desde Aristteles hasta Toms de Aquino y Gottfried Leibniz, han insistido
en que algo debe explicar el universo, sus leyes y su propia existencia. Leibniz lo expres
sucintamente con esta famosa pregunta: Por qu hay algo en vez de nada?. Para responderla invoc
su principio de la razn suficiente, que establece que debe haber una razn (o causa) suficiente para
todo hecho. La razn suficiente para el universo, sentenci, es un Ser necesario que conlleva la razn
de su existencia en s mismo. El ser necesario es Dios, causa primera no slo del mundo fsico sino,
de algn modo, de s mismo.
Esto sugiere que una reaccin razonable a las refutaciones expuestas de los argumentos de la
primera causa y de la ley natural es cuestionar la premisa 2 de que nada es su propia causa. Algunos
han intentado dar sentido lgico a la idea de una causa primera no slo de la segunda y dems causas,
sino de s misma o, anlogamente, la ley ms general que explica no slo la siguiente ley ms general,
sino a s misma. En su libro Philosophical Explanations, el ya fallecido filsofo Robert Nozick
considera un principio autosubsuntivo abstracto, P, que establece que cualquier enunciado nomottico
con la caracterstica C es verdadero. El principio P se emplea para explicar por qu se cumplen otras
leyes menos generales: se cumplen porque tienen la caracterstica C. Y cmo se explica que se
cumpla P? Una respuesta podra ser que el propio P tiene la caracterstica C. En otras palabras, si P se
cumple, entonces se explica a s mismo.
El propio Nozick reconoce que este razonamiento parece bastante estrafalario, un malabarismo
filosfico. Pero no hay muchas alternativas. La cadena de causas (leyes) es finita o infinita. Si es
finita, la causa ms bsica (la ley ms general) o es un hecho bruto arbitrario o es autosubsuntiva.
Nozick tambin escribi sobre ciertos ejercicios msticos yguicos que ayudan a provocar el anlogo
experiencial de la autosubsuncin: Uno de los actos que ejecutan los yoguis durante sus experiencias
de identificacin con la infinitud es la autofelacin, mediante la cual tienen una intensa y exttica
experiencia de autogeneracin, del universo y ellos mismos vueltos hacia s en una autocreacin.
sta no es la imagen tradicional del Creador, y aqu los lectores que se sientan inspirados pueden
aportar un chiste de su propia cosecha.

El argumento del designio


(y algunos clculos creacionistas)
Los rboles mecindose en la brisa, los apacibles valles y colinas, los lagos atestados de peces, todo
ello es de una belleza exquisita. Cmo puede pensarse que no hay un Dios? ste es uno de los
sentimientos ms familiares que se hallan detrs de las justificaciones de la existencia de Dios, y ha
inspirado el argumento de la complejidad y propsito inherente a la naturaleza. Los llamados
argumentos teleolgicos (o finalistas) pueden variar algo en su forma, pero todos atribuyen esta
finalidad o complejidad percibida a un creador divino. sta es su estructura bsica:
1. Algo (la diversidad de formas de vida, la belleza del paisaje, las estrellas, las constantes de
estructura fina) es demasiado complejo (o demasiado perfecto) para ser producto del azar o un
mero accidente.
2. Este algo debe haber sido la obra de un creador.
3. Luego Dios, el Creador, existe.
Una versin alternativa apela al propsito que segn algunos impregna la naturaleza:
1. El mundo en general o las formas de vida que contiene parecen evidenciar una clara intencin o
direccin.
2. Detrs de este propsito debe haber un planificador.
3. Esta entidad debe ser Dios y, por lo tanto, Dios existe.
Quiero empezar diciendo que hay usos inobjetables de las explicaciones teleolgicas que hacen
referencia al propsito y la intencin, sobre todo cuando tales explicaciones pueden reformularse
fcilmente en trminos no intencionales. Por ejemplo, El termostato procura mantener la casa a una
temperatura constante puede reescribirse en trminos de tasas diferenciales de expansin de metales.
Cuando la temperatura ambiente aumenta, un metal se expande ms que el otro y abre un interruptor
que apaga el calefactor, y cuando la temperatura disminuye, el metal se contrae y cierra el interruptor
que enciende el calefactor. Nadie est atribuyendo ninguna intencionalidad real a los metales.
El argumento teleolgico se remonta a los griegos, pero su proponente ms conocido quiz sea el
telogo ingls William Paley, cuya analoga del relojero es citada a menudo por los creacionistas y
otros. Paley nos pide que imaginemos que estamos dando un paseo por un campo silvestre y acertamos
a ver un reloj en el suelo. Luego compara la evidencia del designio en el reloj, que todos
reconoceramos sin dudarlo, con la evidencia del designio en la naturaleza (plantas, animales y
dems). As como est claro que el reloj es obra de un creador humano, argumenta Paley, los diseos
naturales han de ser obra de un creador divino. (Exclamar Dios mo! al descubrir un Rolex de oro
al lado de un manojo de bonitas flores no cuenta a favor del argumento).
Curiosamente, la analoga del reloj se remonta a Cicern, en cuya poca los relojes eran de sol y
de agua. Tambin podran valer los relojes de pulsera con componentes simples de cuarzo y slice y
sus futuros refinamientos. Aunque todos estos dispositivos de medicin del tiempo podran tomarse
por otra cosa (los ltimos podran confundirse con arena de la playa, por ejemplo), la gente est

familiarizada con sus propios artefactos culturales y no dejara de reconocer su procedencia humana.
Conocemos los artefactos humanos, pero dicha familiaridad no puede presuponerse cuando se trata de
supuestos artefactos divinos.
La debilidad ms notoria de los argumentos ideolgicos es la premisa 1. Cul es la probabilidad
de tal complejidad? Cmo sabemos que algo es demasiado complejo para haber surgido
espontneamente? Cul es el origen de dicha complejidad? Los creacionistas explican la complejidad
de las formas vivas, que contemplan como absurdamente improbable, y postulan por ello un creador.
Que este creador tenga que ser de una complejidad enormemente mayor y mucho ms improbable que
las formas de vida que cre no parece preocuparles. Pero es de lo ms natural preguntarse lo mismo
del creador que de sus presuntas creaciones. Poniendo sobre la mesa una carta recursiva similar a la
jugada contra el argumento de la causa primera, preguntmonos sobre el origen de la complejidad del
creador. Cmo surgi? Existe toda una jerarqua de creadores, cada uno creado por un creador de
orden superior, y todos ellos, excepto los ms inferiores (nosotros), creadores a su vez de otros
creadores de orden inferior?
Permtaseme reescribir esta ltima idea irreligiosa de manera ligeramente distinta. Si cierta
entidad es muy compleja y se considera extraordinariamente improbable que semejante complejidad
pueda haber surgido por s sola, qu se explica, entonces, al atribuir la complejidad improbable de la
entidad a una fuente an ms compleja y an ms improbable? Este esquema de Ponzi[1] creacionista
pronto conduce a una bancarrota metafsica.
Me viene a la memoria la novia de un compaero de habitacin de mis aos de estudiante que, por
lo visto, haba entendido mal alguna cosa que haba ledo sobre trucos mnemotcnicos. Para
memorizar un nmero de telfono, por ejemplo, tena que recordar que su mejor amigo tena dos hijos,
que su dentista tena cinco, que su compaera de habitacin tena tres, que el vecino de al lado tena
tres perros, que el de la acera de enfrente tena siete gatos, que su hermano mayor tena ocho hijos
contando los de sus ex esposas, y que ella misma era una de cuatro hermanos. El nmero tena que ser
el 253-3784. Su mnemotecnia era tortuosa, inventiva, divertida, no relacionada con ninguna otra
estructura y siempre mucho ms larga que aquello que deba ayudar a recordar. Los creacionistas
parecen cometer el mismo error cuando explican la complejidad invocando una complejidad mayor.
La sugerente metfora a la que apela el argumento del designio tambin puede expresarse a partir
de un gran modelo de, digamos, la catedral de Notre Dame hecho con piezas de Lego. Si nos
topramos con l, nos veramos impelidos a pensar que las piezas fueron ensambladas por seres
humanos inteligentes. Es ms, si el modelo se desmontara y se colocara en una gran bolsa, nos
resistiramos a la idea de que, a base de agitar la bolsa, las piezas puedan acabar reemsamblndose por
s solas de manera accidental reconstruyendo la catedral.
Por supuesto, el problema real con la premisa 1 es que, a diferencia del modelo de Lego, hay una
explicacin alternativa bien confirmada para el origen de la complejidad de la vida (y su maravillosa
unidad y diversidad). sta no es otra que sonido de trompetas la teora de la evolucin de Darwin.
Pero la ciencia de la creacin y su descendiente pretendidamente ms cientfica, la teora del diseo
inteligente, aducen que la evolucin es incapaz de explicar la complejidad de la vida. Los
creacionistas insisten en que los nucletidos del ADN son como piezas de Lego que no pueden haberse
ensamblado por accidente, ya que, argumentan, tal cosa sera demasiado improbable.
Dicho sea de paso, hay que decir que a veces los creacionistas citan la segunda ley de la

termodinmica en apoyo de su postura. Esta ley establece que, en un sistema cerrado, la entropa (o,
ms o menos, el desorden) siempre aumenta. La jarra de vidrio que se hace aicos, el caf que se
dispersa en la leche, el aire que escapa de un globo pinchado: todas estas cosas nunca ocurren al revs.
Algunos creacionistas aducen que los seres humanos, los animales y las plantas son contraejemplos de
la segunda ley, ya que a menudo ganan orden con el tiempo. Hay una rplica muy detallada a este
argumento, pero he aqu una muy corta: puesto que los seres vivos estn abiertos a su entorno y la
Tierra est abierta al Sol, est claro que no son sistemas cerrados, por lo que no pueden tomarse como
contraejemplos de la segunda ley. El decrecimiento local de entropa en un sistema abierto es
perfectamente compatible con las leyes termodinmicas.
Un reciente estudio internacional publicado en la revista Science por el profesor Jon Miller, de la
Universidad de Michigan, y colaboradores documenta la prevalencia de creencias de signo
antievolucionista sobre el origen de la vida. Resulta que no slo un nmero creciente de
estadounidenses no cree en la teora de la evolucin, sino que, de treinta y dos naciones europeas ms
Japn, slo Turqua tiene un mayor porcentaje de ciudadanos que rechazan a Darwin. Los autores del
estudio atribuyen el cuestionamiento de la evolucin en Estados Unidos al fundamentalismo religioso,
la inadecuada educacin cientfica y las maniobras polticas partidistas. Respecto de esto ltimo,
Miller seala que no hay ningn partido poltico relevante en Europa y Japn que incluya la
oposicin a la evolucin en su programa poltico.

Hay otro factor que contribuye a este rechazo de la evolucin, y que quiero discutir brevemente
aqu. Se trata de la confabulacin creacionista para vestir con un traje matemtico las afirmaciones
fundamentalistas sobre el origen del hombre y concentrar la crtica en la presuntamente minscula
probabilidad del proceso evolutivo. (Incluso la biloga y sermoneadora de la televisin conservadora
Ann Coulter se ha prestado a este ejercicio matemtico en su reciente libro Godless: The Church of
Liberalism.)
Los creacionistas argumentan que la probabilidad de que surja una nueva especie de caballo, por
ejemplo, es absurdamente pequea. Lo mismo vale, dicen, para la evolucin del ojo o cualquier
sistema o mecanismo fisiolgico.
Precisando un poco, el argumento viene a decir lo siguiente: para que evolucione una especie o un
proceso biolgico debe tener lugar una secuencia muy larga de mutaciones individualmente
improbables. Si damos por sentado que se trata de sucesos independientes, entonces la probabilidad de
que se den todos ellos en el orden correcto es el producto de sus respectivas probabilidades, que
siempre es un nmero muy pequeo. Por ejemplo, la probabilidad de obtener la secuencia 3, 2, 6, 2 y 5
al tirar un dado cinco veces es 1/6 x 1/6 x 1/6 x 1/6 x 1/6 = 1/7776 (una posibilidad de cada 7776). La
secuencia mucho ms larga de sucesos fortuitos necesaria para la evolucin de una nueva especie o
proceso conlleva las minsculas probabilidades que, segn los creacionistas, prueban que la evolucin
es tan improbable que a todos los efectos es imposible.
Pero esta lnea de razonamiento est profundamente equivocada. Ntese que siempre hay un
nmero fantsticamente grande de trayectorias evolutivas que podra seguir un organismo (o un
proceso), pero slo se tomar una. Si, a posteriori, observamos una trayectoria evolutiva particular y

calculamos la probabilidad a priori de su ocurrencia, obtendremos la cifra minscula que los


creacionistas asignan equivocadamente al proceso entero.
Dejando de lado los temas de la independencia, los relieves adaptativos y la aleatoriedad (todas las
analogas tienen sus lmites), ofrezco otro ejemplo. Supongamos que tenemos una baraja de cartas
ante nosotros. Hay casi 1068 un uno seguido de 68 ceros ordenaciones posibles de las 52 cartas de
la baraja. Cualquiera de ellas podra ser la primera, cualquiera de las 51 restantes podra ser la
segunda, cualquiera de las 50 restantes podra ser la tercera, y as sucesivamente. ste es un nmero
inimaginablemente grande, pero no es difcil concebir situaciones cotidianas que dan lugar a nmeros
mucho mayores. Pues bien, si barajamos las cartas durante un buen rato y luego miramos la
ordenacin resultante, estara justificado concluir que la probabilidad de esa ordenacin en particular
es aproximadamente una posibilidad entre 1068. Una probabilidad ciertamente minscula.
Ahora bien, no estara justificado concluir que esa ordenacin concreta no poda resultar de unas
cartas barajadas al azar porque su probabilidad a priori era minscula. Alguna ordenacin tena que
resultar, y fue sa. Por supuesto, tampoco estara justificado concluir que el proceso entero de pasar de
una ordenacin a otra barajando las cartas es tan improbable que puede considerarse imposible.
Cualquier resultado concreto del reordenamiento aleatorio siempre tendr una probabilidad
minscula, pero, a menos que uno sea creacionista, eso no significa que el proceso por el que se
obtiene el resultado sea dudoso en absoluto. El estudio de Science es preocupante por muchas razones,
la menor de las cuales no es cunto seguir alargndose la trompa creacionista del elefante
republicano.
Michael Behe, un sealado defensor del diseo inteligente, ha ofrecido un argumento creacionista
relacionado con el anterior. Behe compara la complejidad irreducible de fenmenos como la
coagulacin de la sangre con la complejidad irreducible de una trampa para ratones. Basta con que
falte una pieza (sea el muelle, el soporte de metal o la tabla) para que la trampa no funcione. La
implicacin es que todas las partes de la trampa tendran que haber aparecido simultneamente, lo que
es imposible a menos que haya un diseador inteligente. Los proponentes del diseo inteligente
argumentan que lo que vale para una humilde ratonera vale an ms para los fenmenos biolgicos
inmensamente complejos. As, por ejemplo, si una cualquiera de la veintena de protenas implicadas
en la coagulacin de la sangre estuviera ausente, el proceso no tendra lugar, por lo que dichas
protenas deben haber aparecido simultneamente por obra de un diseador.
Pero la teora de la evolucin explica perfectamente la aparicin de organismos y fenmenos
biolgicos complejos, y el argumento de Paley ha quedado ms que refutado. Tmese nota: la
seleccin natural es un proceso altamente no aleatorio que acta sobre la variacin genrica producto
de la mutacin aleatoria y la deriva gentica, y se traduce en organismos con rasgos que les confieren
una aptitud diferencial para la supervivencia y la reproduccin. No estamos hablando de monos que
componen obras de Shakespeare aporreando al azar una mquina de escribir especial que,
marginalmente, retiene las letras correctas y borra las incorrectas ms a menudo que al contrario. (Es
muy curioso que el hecho de que nosotros y todas las formas de vida hayamos evolucionado a partir de
formas ms simples por seleccin natural soliviante a los fundamentalistas, que en cambio no tienen
inconveniente en aceptar la afirmacin bblica de que venimos del barro).
Mi objetivo no es profundizar ms en la defensa de Darwin o la refutacin de Paley. A fin de
cuentas, los que rechazan la evolucin suelen ser inmunes a tales argumentos. Mi intencin ltima es

desarrollar algunas analogas reveladoras entre estos temas biolgicos y algunos temas econmicos
relacionados y, secundariamente, mostrar que dichas analogas apuntan a un sorprendente cruzamiento
de lneas polticas.
Cmo han llegado las economas de libre mercado modernas a ser tan complejas como son, con
sus asombrosamente elaborados sistemas de produccin, distribucin y comunicacin? En casi
cualquier drugstore podremos encontrar nuestra chuchera favorita. Cualquier supermercado tiene
nuestra marca de salsa para espaguetis, y si no, estar en la tienda de abajo. En cada vecindario
podemos encontrar nuestra talla y estilo de pantalones.
Y lo que vale a escala personal tambin vale a escala industrial. De algn modo, las fbricas de
todo el pas disponen de cojinetes y microprocesadores en los sitios precisos. La infraestructura fsica
y las redes de comunicacin tambin son prodigios de complejidad integrada. Los proveedores de
petrleo y gas estn all donde se necesitan. El correo electrnico nos llega estemos en Miami o en
Milwaukee, por no hablar de Barcelona o Bangkok.
La pregunta natural que, en primer lugar abord Adam Smith y luego Friedrich Hayek y Karl
Popper entre otros, es: quin concibi esta prodigiosa complejidad? Qu comisario decret el
nmero de paquetes de hilo dental para cada minorista? La respuesta, por supuesto, no est en ningn
dios econmico. El sistema surgi, creci y evolucion por s mismo, lo que constituye un ejemplo
ostensiblemente obvio de orden espontneo. Nadie pretende que todos los componentes del sistema de
distribucin de chucheras deban haberse emplazado simultneamente, o no habra chocolatinas en la
tienda de la esquina.
Hasta aqu muy bien. Lo que resulta ms que curioso, sin embargo, es que algunos de los ms
fervorosos oponentes a la evolucin darwiniana (como muchos fundamentalistas cristianos) tambin
estn entre los ms fervorosos defensores del libre mercado. Esta gente acepta la complejidad natural
del mercado sin reparos, pero insisten en que la complejidad natural de los fenmenos biolgicos
requiere un diseador.
Los creacionistas rechazaran la idea de que hay, o debera haber, una planificacin central de la
economa. Replicaran correctamente que los intercambios econmicos simples beneficiosos para
todas las partes se afianzan y gradualmente se modifican y mejoran al convertirse en parte de sistemas
de intercambio ms amplios, mientras que los que dejan de ser beneficiosos desaparecen. Aceptan la
afirmacin de que el orden espontneo de la economa moderna viene de la mano invisible de Adam
Smith. Estos mismos creacionistas, en cambio, se niegan a creer que un proceso ciego como la
seleccin natural pueda conducir a un orden biolgico igualmente espontneo. Y sus exabruptos, si las
respuestas a mis escritos de tinte irreligioso son una muestra representativa, van de lo vituperioso a lo
ponzooso (ms de lo segundo que de lo primero).
El orden espontneo no requiere una gran inteligencia. Los programas que se remontan al juego de
la vida del matemtico John Horton Conway hacen uso de reglas de interaccin sumamente simples
entre agentes virtuales, a pesar de lo cual generan complejidades comparables a las de la economa
real. Lo mismo ocurre con los algoritmos genticos y los autmatas celulares de Stephen Wolfram y
muchos otros, a los que volver ms adelante.
Estas ideas no son nuevas. Como he mencionado, Smith, Hayek, Popper y otros las han hecho ms
o menos explcitas. En los ltimos tiempos se han odo ms ecos matemticos de estas analogas que

invocan las redes, la complejidad y la teora de sistemas, entre los que cabe mencionar un ensayo de
Kelley L. Ross, junto con comentarios ms breves de Mark Kleiman y Jim Lindgren.
Por supuesto, entre los sistemas biolgicos y los econmicos hay diferencias bien significativas
(una es que la biologa es una ciencia mucho ms sustantiva que la economa), pero esto no debera
impedirnos apreciar sus similitudes ni enmascarar las analogas obvias.
Estas analogas plantean dos preguntas finales. Qu pensaramos de alguien que estudiara las
entidades econmicas y sus interacciones en una economa de libre mercado y que, a pesar de disponer
de una explicacin de su desarrollo evolutivo perfectamente razonable y sustentada por la evidencia
emprica, insistiera en que son la consecuencia de algn legislador econmico todopoderoso y
obsesivamente detallista? Seguramente le tacharamos de terico de la conspiracin.
Y qu pensaramos de alguien que estudiara los procesos y organismos biolgicos y que, a pesar
de disponer de una explicacin darwiniana de su evolucin perfectamente razonable y sustentada por
la evidencia emprica, insistiera en que son la consecuencia de algn legislador biolgico
todopoderoso y obsesivamente detallista?

Una pseudociencia personalizada


Como anticipo de los argumentos basados en el principio antrpico y en la coincidencia que expondr
en captulos posteriores, quiero ofrecer una caprichosa receta matemtica para construirse una
pseudociencia propia. El astrnomo holands Cornelis de Jager, quien urdi el algoritmo que sigue
para personalizar las constantes fsicas, la emple para proponer una deliciosa teora sobre las
propiedades metafsicas de las bicicletas holandesas.
He aqu la receta: tmense cuatro nmeros cualesquiera asociados con uno mismo (nuestra
estatura o peso, el nmero de nuestros hijos, la fecha de nuestro cumpleaos, lo que sea) y etiqutense
como X, Y, Z y W. Ahora considrese el producto de potencias Xa Yb Zc Wd, donde los exponentes a, b,
c y d pueden ser 0, 1, 2, 3, 4, 5, 1/2, 1/3, 1/4 o los negativos de estos nmeros. (Para cualquier nmero
N, las potencias N1/2, N1/3 y N1/4 equivalen a la raz cuadrada, la raz cbica y la raz cuarta de N
respectivamente, y N elevado a un exponente negativo, digamos N-2, es igual a 1 partido por la
correspondiente potencia positiva de N, 1/N2). Puesto que cada uno de los cuatro exponentes puede ser
cualquiera de estos diecisiete nmeros, el nmero de elecciones posibles de a, b, c y d es 83 521 (17 x
17 x 17 x 17), lo que quiere decir que la expresin Xa Yb Zc Wd puede tomar otros tantos valores
posibles.
Entre todos esos valores probablemente habr varios que coincidan, al menos hasta el segundo
decimal, con constantes universales como la velocidad de la luz, la constante gravitatoria, la constante
de Planck, la constante de estructura fina, el punto de ebullicin del dixido de carbono, etctera. Si
no es as, las unidades en las que se expresan dichas constantes o nuestros nmeros personales pueden
alterarse para obtener la igualdad requerida. Es fcil escribir un programa de ordenador que
compruebe cul de esas constantes universales coincide con alguno de los 83 521 nmeros generados a
partir de nuestros cuatro nmeros personales originales.
As, podramos comprobar que el nmero X2 Y1/3 Z-3 W-1 es igual a la distancia entre el Sol y la
Tierra en millas (o kilmetros, o pulgadas). Podramos descubrir cualquiera de entre una hueste de
correspondencias entre nuestros nmeros personales y las constantes universales. La receta puede
revisarse y elaborarse ms, pero alguna versin de esta frmula puede deleitarnos con alguna
maravillosa correspondencia entre nuestros humildes nmeros y las constantes csmicas.
De Jager, entusiasta de la bici, encontr que el cuadrado del dimetro del pedal de su bicicleta
multiplicado por la raz cuadrada del producto de los dimetros del timbre y del faro daba 1836, que
es la razn entre las masas del protn y del electrn. Dicho sea de paso, la razn entre las alturas de la
torre Sears de Chicago y el edificio Woolworth de Nueva York comparte las mismas cuatro primeras
cifras significativas (1.836). Bien puede ser que las correspondencias as generadas prefiguren un Dios
personal. S!
Aunque lo anterior no es especialmente divertido, no deja de ser irreverente, y sugiere un par de
preguntas sobre religin y humor. Por qu la idea de un cmico fundamentalista se nos antoja
chistosa, o al menos extraa? Por qu la idea de un Dios cmico parece ms atractiva (al menos para
m) que la visin tradicional de la divinidad? Por qu la solemnidad tiende a infectar casi todas las
discusiones sobre religin? Parte de la respuesta ciertamente reside en la incapacidad o la reticencia a
situarse fuera del marco favorito de uno. Tambin est la intolerancia a la experimentacin y la

fantasa. La incongruencia necesaria para apreciar el humor slo es reconocible con una mente abierta
y una perspectiva fresca. (Acude a mi mente una famosa discusin para una proposicin abstracta
simbolizada por p. Se atribuye al filsofo Sidney Morgenbesser, e ilustra, o quiz ridiculiza, esta
caprichosidad fluida: Si no p, entonces qu? Acaso q?)
Da igual: un sacerdote catlico, un rabino, un imn y un ateo furibundo, cada uno creyente en la
verdad estrictamente literal (o la falsedad literal) de sus sagradas escrituras, debutaban en el Club de
la Comedia y

El argumento del principio antrpico


(y un juicio final probabilstico)
El mundo parece estar hecho para nuestras humildes personas. sta es una idea tenaz, como muestra la
burla de Voltaire: Obsrvese, por ejemplo, que la nariz est hecha para sostener las gafas. Por
supuesto, algo debe explicar este ajuste. Actualizada y formulada con ms precisin, la idea se
convierte en el principio antrpico, que afirma que las constantes fsicas bsicas de nuestro universo
estn sintonizadas para permitir nuestra existencia, y que si no estuvieran ajustadas con tanta
precisin no estaramos aqu para observar el mundo que nos rodea. Esto conduce a una versin
cientficamente ms sofisticada del argumento del designio, con Dios como sintonizador:
1. Los valores de las constantes fsicas, la descompensacin materia-antimateria y otras leyes
fsicas son requerimientos para la existencia de seres humanos.
2. Los seres humanos existen.
3. Las constantes de la fsica deben haberse sintonizado en los valores que hacen posible nuestra
existencia.
4. Por lo tanto existe un sintonizador, Dios.
Est claro que el salto de las premisas 1 y 2 a la 3 en el argumento anterior es uno de sus aspectos
ms dbiles. Lo que se sigue de las dos primeras premisas es simplemente que los valores de las
constantes son los que son. La discusin del principio antrpico depende de cul de sus muchos
sabores (que van de lo vacuo a lo injustificado) le encontremos. Algunos cientficos dicen que es
tautolgico, una manera sofisticada de decir que si las cosas las constantes, las estrellas, las
formas vivas fueran diferentes, pues seran diferentes. Estos crticos sealan que no se explica
nada entonando que, si estamos aqu para observar el universo, es porque sus leyes y constantes deben
permitir la existencia de observadores como nosotros.
Otra rplica al principio antrpico es que no se puede excluir la posibilidad de unas formas de vida
diferentes, quiz no basadas en el carbono, que pudieran evolucionar si las constantes o leyes fsicas
fueran diferentes, o si los intervalos de valores paramtricos compatibles con la existencia de vida son
ms amplios de lo que presupone el principio (como muy bien podra ocurrir). En otras palabras, si las
constantes o las leyes fsicas fueran distintas, podran evolucionar formas de vida diferentes,
posiblemente hasta el punto de discutir el ajuste universal que les permite existir. Otras rplicas
sealan que las leyes y constantes fsicas podran no ser invariantes en todo el universo (de manera
que nuestra regin permitira la evolucin de la vida, pero otras no) o podra haber mltiples
universos, cada uno con sus propias leyes y constantes.
El fsico Lee Smolin incluso ha postulado una suerte de seleccin natural de universos, a travs del
nacimiento de universos hijos a partir de agujeros negros formados en otros universos maternos.
Estos universos hijos tienen leyes y constantes fsicas ligeramente distintas, y Smolin ha supuesto que
los universos que dan lugar a ms agujeros negros (y, por ende, tienen ms descendencia) tendran
leyes y constantes fsicas semejantes a las del nuestro. Aunque de entrada parece una teora fantstica,
Smolin subraya que al menos es falsable.

Menos cargado de fsica especulativa y metafsica dudosa que el principio antrpico es el


fenmeno relacionado de la autoseleccin, la extraccin de inferencias a partir de nuestra propia
existencia. Una aplicacin interesante de la autoseleccin que tiene un aire cuasirreligioso es el
llamado argumento del juicio final.
El da del juicio pueden ocurrir muchas cosas. Caern los cielos sobre nuestra cabeza? Y si es as,
cundo? Aunque a menudo carecen de base, los informes sobre proliferacin de armas nucleares, las
pandemias como la gripe del pollo, las guerras en Oriente Medio o el calentamiento global, entre otras
catstrofes medioambientales, reviven esas cuestiones perennes y generan intranquilidad, como
tambin lo hizo el paso reciente de un asteroide de casi treinta metros de dimetro a menos de veinte
mil kilmetros de la Tierra.
Estas noticias evocan en muchas mentes cristianas (y no cristianas) escenarios calamitosos y un
montn de chchara sobre el Apocalipsis (o Gog y Magog, el Armagedn, el Anticristo, el retomo del
Imn Oculto y dems). Algunos incluso las toman por signos que auguran la Segunda Venida, cuando
Jesucristo se los llevar con l directamente al cielo, y dejar a los no creyentes como chicas sin
comerse un rosco en un guateque divino. Una respuesta a tales acontecimientos que no rompe tanto
con la ciencia y el sentido comn es un reciente experimento mental abstracto. Concebido por el
filsofo de Oxford Nick Bostrom y el fsico de Princeton J. Richard Gott, entre otros, el argumento del
juicio final (o al menos una de sus versiones) viene a consistir en lo siguiente:
Hay un gran bombo de lotera delante de nosotros que contiene bolas numeradas
consecutivamente, y nos dicen que puede haber 10 o 10 000 bolas. El bombo es opaco, as que no
podemos hacemos idea de la cantidad de bolas, pero estamos bastante seguros de que hay muchas, de
manera que estimamos en un 95 por ciento la probabilidad de que haya 10 000 bolas, y slo en un 5
por ciento la probabilidad de que haya 10 bolas.
El bombo se pone a girar y abrimos una portezuela lateral por donde sale una bola al azar. Vemos
que es la nmero 8, y la devolvemos al bombo. Seguiremos concediendo slo un 5 por ciento de
posibilidades a que haya 10 bolas en el bombo?
Puesto que 8 es un nmero muy bajo, parece razonable pensar que las posibilidades de que haya 10
bolas en el bombo estn muy por encima del 5 por ciento inicialmente estimado. Dados los datos del
problema, podemos aplicar el llamado teorema de Bayes para concluir que nuestra estimacin de la
probabilidad de que haya 10 bolas en el bombo debera revisarse al alza y pasar del 5 al 98 por ciento.
Igualmente, la estimacin de la probabilidad de que haya 10 000 bolas debera rebajarse del 95 al 2
por ciento.
Qu tiene esto que ver con el juicio final? Para verlo, intentemos imaginar un bombo csmico
que contiene los nombres y rdenes de nacimiento de todos los seres humanos pasados, presentes y
futuros. Digamos que sabemos que el bombo contiene 100 000 millones de nombres o el cuadro
optimista 100 billones de nombres.
Y cmo sacamos una persona al azar del conjunto de toda la humanidad? Simplemente pensemos
en nosotros mismos. Si consideramos que no tenemos nada de especial, y tampoco nuestra poca,
cualquiera de nosotros puede considerarse una eleccin al azar del conjunto de seres humanos
pasados, presentes y futuros. (Esta parte del argumento puede completarse ms).

Si suponemos que hasta ahora han existido unos 80 000 millones de seres humanos (esta cifra es
slo ilustrativa), la primera alternativa corresponde a un final de la humanidad relativamente
inminente (slo quedan por nacer 20 000 millones ms de nosotros antes de que nuestra especie se
extinga). La segunda alternativa, en cambio, corresponde a un ms que largo futuro por delante de
nosotros.
Aunque inicialmente creyramos que tenemos un muy largo futuro por delante, cuando sacamos
un nombre al azar del bombo y su orden de nacimiento resulta ser slo el nmero 80 000 millones,
deberamos revisar nuestras creencias y reducir drsticamente nuestra estimacin de la probabilidad
de que lleguemos a sumar 100 billones de nacimientos (o as lo aconseja el argumento del juicio
final). La razn es la misma que en el ejemplo de la lotera: el resultado relativamente bajo de una
eleccin al azar sugiere que no hay muchas bolas (o personas) en el bombo.
Ahora otro ejemplo ligeramente distinto. Supongamos que Al recibe unos veinte mensajes diarios
por correo electrnico, mientras que Bob recibe una media de 2000 mensajes diarios. Alguien escoge
un mensaje al azar de una de sus cuentas y comprueba que es el nmero 14 de los recibidos ese da.
De quin es la cuenta de la que es ms probable que se haya extrado el mensaje?
Hay otros ejemplos concebidos para sortear las numerosas debilidades del argumento del juicio
final. Algunas pueden remediarse, pero, segn mi parecer, otras no. Aplicando el mismo argumento,
hasta un hombre prehistrico (que entendiera el teorema de Bayes de las probabilidades
condicionadas) habra concluido que el fin de la humanidad estaba cerca, lo que constituye una
objecin que al menos debe tenerse en cuenta. Las inferencias y suposiciones acerca de la humanidad
futura y su comportamiento son mucho ms problemticas.
Aunque sin duda queda tiempo de sobra para conocer mejor el argumento del juicio final y los
usos sospechosos del llamado principio antrpico en filosofa, cosmologa e incluso la vida diaria, la
famosa mxima existencial de Ralph Waldo Emerson sigue siendo vlida: Ningn hombre ha
aprendido nada como es debido hasta que sabe que cada da es el da del juicio.
En cualquier caso, mantengmonos en buena sintona.

El argumento ontolgico
(y un abracadabra lgico)
La ontologa es el rea de la filosofa que se ocupa de la naturaleza abstracta del ser, y el argumento
ontolgico es una de las justificaciones de la existencia de Dios ms extraas y lgicamente
intrincadas. A muchos les parece una suerte de juego de manos teolgico, como sacar a Dios de una
chistera. Por esta razn me desviar de mi norma de comenzar con un razonamiento esquemtico y,
para hacemos una idea del cariz del argumento, examinar brevemente unas cuantas extraezas
lgicas marginalmente relacionadas.
Una es el siguiente dilogo del Eutidemo de Platn:

Dices que tienes un perro?

DIONISODORO:

CTSIPO:

S, y con mal genio.

Y tiene cachorros?

DIONISODORO:

CTSIPO:

S, y se parecen mucho al padre.

Y el perro no es tuyo?

DIONISODORO:

CTSIPO:

Por supuesto que es mo.

Pues si es padre, y es tuyo, entonces es tu padre, y los cachorros son tus

DIONISODORO:

hermanos.

ste es un argumento deliberadamente estpido, pero en qu difiere su lgica de la del siguiente


razonamiento?: Fido es un perro; Fido es tuyo. Por lo tanto, Fido es tu perro. La misma estructura
gramatical de antes parece incuestionable en este caso. El lgico Raymond Smullyan ha expresado un
razonamiento igualmente equivocado: algunos coches traquetean; mi coche ciertamente es un coche,
as que no es extrao que traquetee.
El argumento ontolgico tambin evoca paradojas autorreferenciales que se remontan a los lgicos
estoicos de los siglos V y IV antes de Cristo. La ms antigua y ms conocida de tales paradojas se

atribuye al cretense Epimnides, quien sentenci: Todos los cretenses son mentirosos. La esencia de
la llamada paradoja del mentiroso se aprecia mejor si la formulamos de manera ms simple como
Estoy mintiendo o, mejor an, Esta frase es falsa. Para aclarar esto un poco ms, llamemos Q a la
proposicin Esta frase es falsa. Si Q es verdadera, entonces, por lo que dice, debe ser falsa. Por otro
lado, si Q es falsa, entonces lo que dice es verdad, por lo que Q debe ser verdadera. As pues, Q es
verdadera si y slo si es falsa. Una pescadilla que se muerde la cola!
El enunciado Q y sus variantes tambin estn ntimamente conectados con algunas de las ideas
ms profundas e importantes en lgica y filosofa, y hasta puede que con la conciencia misma. A pesar
de ello, a menudo se los rebaja a la categora de divertimentos ftiles, slo para regodeo de lgicos y
otros fantoches de pensamiento literal. Debo admitir que hay das que comparto esta opinin, y ya que
este ciertamente es un da, como ltimo preliminar del argumento ontolgico describir el argumento
abracadabra. Esto es, mostrar cmo usar una extensin de Q para demostrar la existencia de Dios.
Considrense las dos proposiciones siguientes:
1. Dios existe.
2. Estas dos frases son falsas.
La segunda proposicin es o verdadera o falsa. Si admitimos que es verdadera, entonces, por lo
que dice, ambas proposiciones son falsas. En particular, la segunda es falsa. La nica manera de que
esto sea as es que la primera sea verdadera. As pues, en este caso Dios existe. Por otro lado, si
admitimos que la segunda proposicin es falsa, entonces la nica manera de que esto sea as es que la
primera sea verdadera. As que Dios existe tambin en este caso. Por lo tanto, Dios existe en cualquier
caso.
Por supuesto, de manera similar podemos demostrar que Dios tiene un padrastro, que no existe o
que George W. Bush est enamorado de Britney Spears.
Un truco autorreferencial relacionado puede ilustrarse con el siguiente enunciado, que simbolizar
como S.

S: Si este enunciado es verdadero, entonces Dios existe.

Admitamos por el momento que S es verdadero. Qu podemos concluir de nuestra suposicin?


Bueno, si S es verdadero, entonces, por lo que dice, podemos concluir que Dios existe. Se podra
objetar que hemos supuesto que S era cierto, pero no podemos estar seguros de ello. Ahora bien, lo que
hemos demostrado es que si S es verdadero, entonces Dios existe. Pero esto es precisamente lo que
dice S, as que S es verdadero y, por lo tanto, Dios existe.
Por desgracia, aplicando el mismo razonamiento al enunciado T: Si este enunciado es verdadero,
entonces Dios no existe, podemos demostrar lo contrario.
(Una solucin de estas paradojas consiste en tener en cuenta la estratificacin de los enunciados.
Esto es, debemos diferenciar los enunciados tales como La eleccin fue un robo o Enrique dice que
est enfermo de los metaenunciados sobre dichos enunciados, como La queja del candidato era

infundada o Gertrudis cree que Enrique est exagerando lo mal que se encuentra. Esta distincin
nos retrotrae a la teora de los tipos de Russell y todas sus derivaciones, cuya discusin nos apartara
del asunto que nos ocupa).

Pero basta de juegos. Abordemos ya la cuestin ms seria del argumento ontolgico para la
existencia de Dios, que suele atribuirse a san Anselmo, arzobispo de Canterbury en el siglo XI. A
grandes rasgos, Dios se define como el ser ms grandioso y perfecto posible. El argumento contina
presuponiendo que este ser mximamente perfecto debe poseer todas las caractersticas de la
perfeccin. Puesto que es mejor existir que no existir, la existencia es una caracterstica de la
perfeccin, as que, presto, Dios existe por definicin.
El contenido de este argumento es fcil de pasar por alto, as que examinemos una formulacin
algo ms larga y ms cercana a la versin de san Anselmo:
1.
2.
3.
4.

Dios es un ser tal que no puede concebirse nada ms grandioso.


Entendemos la idea de Dios, as como la idea de un Dios realmente existente.
Supongamos de entrada que Dios no existe.
Si entendemos la idea de un ser positivo que existe realmente, entonces este ser es ms grandioso
de lo que sera si slo entendiramos la idea del mismo.
5. De estas premisas concluimos que, si Dios no existiera, podramos concebir un ser ms grandioso
que Dios (un ser como Dios, pero cuya existencia fuese real). Esto es una contradiccin, ya que
Dios es un ser tal que no puede concebirse nada ms grandioso.
6. Queda as refutada la premisa 3, lo que implica que Dios existe.
Como otras presuntas pruebas de la existencia de Dios, sta prueba demasiado. Incluso
Gauniln, un contemporneo de san Anselmo, ya se dio cuenta. Gauniln nos pide que imaginemos la
isla ms perfecta concebible, aquella que no puede ser superada por ninguna otra isla. El mismo
argumento de antes sirve para demostrar que esta isla mximamente perfecta debe existir. (Mi
candidata a isla ms perfecta sera Mount Desert Island, en Maine, donde estoy escribiendo esto. No
es perfecta, pero pasear en bicicleta a lo largo de la orilla del mar con mi mujer o contemplar a nuestra
hija hacer malabarismos con un pollo de goma y a nuestro hijo encender una impetuosa hoguera
probablemente est todo lo cerca de la perfeccin que se puede alcanzar). El argumento de Gauniln
se puede generalizar para demostrar la existencia de toda suerte de entidades perfectas.
Por supuesto, un partidario del argumento ontolgico podra replicar que las islas no son cosas que
puedan ser perfectas, y que los ideales de perfeccin varan de una persona a otra. La nocin abstracta
de un ser, dira, s admite la perfeccin absoluta. Es cierto esto? Y acaso la existencia es una
caracterstica de algo como lo es el color rojo o la dureza?
Incluso el filsofo francs Descartes se adhiri a una versin del argumento ontolgico, derivada
de su conviccin de que Dios es un ser perfecto. Esta idea debe tener una causa externa a su persona,
ya que l no es perfecto. Por lo tanto, concluye Descartes, la nica causa posible es un ser externo
perfecto: Dios. Donald Harington ha incluido una parfrasis slo ligeramente caricaturesca de la
versin de Descartes del argumento ontolgico (adems de un ingenioso giro de su Pienso, luego

existo) en un pasaje de su novela The Architecture of the Arkansas Ozarks . Uno de los personajes
argumenta: Soy cosquilloso, luego existo. Puedo hacerme cosquillas, por lo tanto t existes.
Aunque ms serio, el argumento de Anselmo de Canterbury y sus refinamientos (incluido el del
lgico Kurt Gdel) parecen tener el mismo poder persuasivo que el argumento abracadabra antes
mencionado. Como observ David Hume, la nica manera de demostrar una proposicin slo
mediante la lgica y el significado de las palabras es que su negacin lleve a una contradiccin; pero
de la inexistencia de Dios no se sigue ninguna contradiccin.
(Para ahondar ms en esta idea es relevante la bien conocida distincin filosfica entre enunciados
analticos y sintticos. Un enunciado analtico es aquel que es cierto en virtud del significado de las
palabras que contiene, mientras que un enunciado sinttico es aquel que es cierto en virtud de cmo es
el mundo. Ejemplos respectivos son: Los solteros son hombres no casados frente a Los solteros
son lascivos, o Los ovnis son objetos volantes no identificados frente a Los ovnis albergan
hombrecillos verdes. Cuando el pomposo doctor de Molire anuncia que la pocin para dormir es
efectiva por su virtud dormitiva, est haciendo un juicio analtico vaco, no uno sinttico basado en los
hechos. Esta distincin es un refinamiento de la original de Kant, que a su vez se deriva de
distinciones relacionadas atribuidas a Hume y Leibniz. Algunos filsofos, en particular el
norteamericano W.V.O. Quine, han argumentado que la distincin no es limpia y clara, sino que
depende del grado de conveniencia. Pero, aunque no sea absoluta ni inmutable, sigue siendo una
distincin til).
Curiosamente, hay un argumento irreligioso clsico contra la existencia de cierta clase de Dios que
s depende slo de la lgica y el significado de las palabras. Si se admite que Dios es a la vez
omnipotente y omnisciente, surge una contradiccin obvia. Al ser omnisciente, Dios conoce todo lo
que pasar: puede predecir la trayectoria de cada copo de nieve, la fructificacin de cada mata de trigo
y las acciones de cada ser humano, adems de sus propias acciones. Pero, al ser omnipotente, puede
actuar como le venga en gana, lo que incluye alterar su comportamiento predicho, lo que hace que sus
expectativas sean inciertas y falibles. As pues, no puede ser a la vez omnipotente y omnisciente.
A pesar del argumento anterior, no hay manera de descartar concluyentemente la existencia de
Dios. La razn es consecuencia de la lgica bsica, pero no resulta demasiado alentadora para los
testas. De hecho, las proposiciones existenciales que afirman la existencia de una entidad no
matemtica con cierta propiedad (o conjunto de propiedades no contradictorias) nunca puede
descartarse de manera concluyente. No importa lo absurda que sea la afirmacin de existencia (existe
un perro que habla un ingls perfecto por el trasero), no podemos escudriar hasta el ltimo rincn
para afirmar con absoluta confianza que no existe ninguna entidad con la propiedad en cuestin. En
cambio, las afirmaciones de existencia pueden probarse sin ms que presentar un ejemplo de la
entidad hipottica (en este caso un canino con un discurso flatulento bien articulado).
Por el contrario, los enunciados universales que afirman que toda entidad no matemtica de cierto
tipo tiene cierta propiedad (o conjunto de propiedades no contradictorias) no pueden demostrarse
concluyentemente. No importa lo plausible que sea la afirmacin universal (todas las esmeraldas son
verdes), no podemos escudriar hasta el ltimo rincn para afirmar con absoluta confianza que todas
las entidades del tipo considerado tienen la propiedad en cuestin. En cambio, los enunciados
universales pueden refutarse sin ms que presentar un contraejemplo (como una esmeralda roja), una
entidad que no posee la propiedad presuntamente universal.

Entonces, los argumentos y contraargumentos expuestos en este libro demuestran que no hay
Dios? Por supuesto que no, pero tampoco hay ningn argumento que demuestre concluyentemente que
no hay ningn perro que hable un ingls perfecto por el trasero, como tampoco hay ninguna
demostracin concluyente de la inexistencia de Pap Noel, de Satn o del Flying Spaghetti Monster
(como propone el portal de Internet www.venganza.org). A pesar de la enorme diferencia de
significado, gravedad y resonancia entre todos estos enunciados existenciales, ninguno de ellos, por su
propia naturaleza lgica, es demostrable de manera concluyente.
Por ltimo, un relato apcrifo ilustra la a veces intimidadora naturaleza de la lgica y las
matemticas en estos asuntos. Catalina la Grande haba pedido al famoso filsofo francs Denis
Diderot que se incorporara a su corte, pero le incomod descubrir que Diderot era un ateo declarado,
as que llam al matemtico visitante Leonhard Euler para enfrentarlo con l. Cuando se le dijo que
haba una nueva demostracin de la existencia de Dios, el anumrico Diderot expres su deseo de
orla. Entonces Euler dio un paso adelante y sentenci: Seor, (a + bn)/n = x. Por tanto Dios existe.
Responda a eso. Se dice que Diderot, que no saba nada de matemticas, se qued boquiabierto y se
sinti tan derrotado que se volvi a Pars.
Tengo serias dudas acerca de la veracidad de esta historia, pero puede dar idea de cun fcilmente
una tontera formulada de una manera aparentemente seria y profunda puede forzar la aquiescencia.

Autorreferencia, recursin y creacin


Dedicar esta breve digresin semicaprichosa a exponer una interesante interrelacin entre las
nociones de autorreferencia, recursin, creacin y algunas de las justificaciones de la existencia de
Dios. Ya he hablado de los enunciados autorreferenciales en conexin con un par de paradojas bien
conocidas. En los captulos anteriores tambin estaba implcita la nocin de recursin, que surge de la
manera ms natural cuando especificamos el valor de una magnitud sobre la base de los valores
anteriores.
Ms precisamente, una definicin recursiva de una funcin matemtica especifica su valor para un
nmero (N + 1) en trminos de sus valores para nmeros menores o iguales que N. Por ejemplo,
consideremos la funcin factorial simbolizada por el signo de admiracin (!). Cul es el valor de 5!?
Es 5 x 4! Y cul es el valor de 4!? Es 4 x 3! Y cul es el valor de 3!? Es 3 x 2! Y cul es el valor de
2!? Es 2 x 1! Por ltimo, cul es el valor de 1!? Es 1. A pesar de su aparente simplicidad, la recursin
es una idea muy poderosa e indispensable para la informtica. De hecho, con su empleo caracterstico
de los bucles (la ejecucin iterada de algn procedimiento para varios valores de alguna variable y el
empleo de subrutinas y otras estrategias para reducir procedimientos complejos a operaciones
aritmticas simples) la recursin est en el ncleo mismo de la programacin de ordenadores.
Las funciones y algoritmos que pueden definirse de manera recursiva resultan ser precisamente
aquellos que pueden manejar los ordenadores. Es decir, una funcin es recursiva si y slo si es
calculable por un ordenador. (Con mucho acierto, esta equivalencia se conoce como la tesis de
Church-Turing). Adems, estas definiciones recursivas pueden anidarse e iterarse indefinidamente y, a
travs de codificaciones y correspondencias apropiadas, pueden extenderse a toda suerte de
actividades que no parecen tener mucho que ver con la computacin.
El empleo de la recursin, la autorreferencia y los bucles en algunos contraargumentos de las tesis
testas (en particular los argumentos de la causa primera y del designio) recuerda aquel chiste infantil
en el que un nio le plantea a otro este acertijo: Pite y Repite corren calle abajo, Pite cae al suelo,
quin queda?. El otro responde Repite, y el primero vuelve a empezar: Pite y Repite corren calle
abajo, Pite cae al suelo, quin queda?. Y as sucesivamente. Igualmente, considrese lo siguiente:
Quin cre al Creador? El Creador del Creador. Y quin cre al Creador del Creador? El Creador
del Creador del Creador. Y as sucesivamente.
Para enlazar estas ideas, ntese que la creacin, una actividad divina, est relacionada con la
reproduccin, la creacin de descendientes. Todo esto nos lleva finalmente al siguiente enunciado que,
como Dios (y como los virus informticos), proporciona directrices y materia prima para su propia
reproduccin:
Formar esta frase con las siguientes palabras y luego copiar el
entrecomillado: y entrecomillado: luego Formar siguientes copiar las
palabras con frase esta el.
Lase el enunciado anterior detenidamente e interprtese de manera literal. Expresado de manera

menos concisa, dice que se ordenen las palabras tras los dos puntos para formar la misma frase y
luego se copie el entrecomillado tal cual. Presto! El enunciado se ha reproducido, y sus descendientes
harn lo mismo y proliferarn hasta donde puedan.
Podemos insuflar un poco de humo sagrado teolgico a esta pequea muletilla, como dar un
sentido literal al siguiente pasaje bblico: En el principio fue el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y
el Verbo era Dios. Cmbiese la palabra verbo por frase y, zas!, otro argumento abracadabra.
Otro ejemplo de creacin de algo a partir de nada es la definicin recursiva de los enteros
positivos (los llamados nmeros naturales) ofrecida por el matemtico John von Neumann. Se
requieren dos nociones preliminares. La primera es la unin de dos conjuntos A y B, que es el
conjunto de los elementos de A, de B o de ambos. Se simboliza como A B. La segunda nocin es la
de conjunto vaco, que es aquel que no contiene ningn elemento. A veces se simboliza como {}. Von
Neumann define el nmero 0 simplemente como el conjunto vaco. Luego define el nmero 1 como la
unin del 0 y el conjunto que contiene el 0, el nmero 2 como la unin del 1 y el conjunto que
contiene el 1, el nmero 3 como la unin del 2 y el conjunto que contiene el 2, y as sucesivamente.
Cada nmero es la unin de todos sus predecesores, y todos se derivan en ltima instancia del
conjunto vaco.
ste es un llamativo ejemplo de creacin matemtica ex nihilo que fcilmente podra reclutarse
para sustentar toda clase de tonteras seductoras. Por ejemplo, Dios podra haber creado el universo de
la nada igual que los nmeros naturales pueden crearse de la nada. De hecho, buena parte de la
teologa, me parece a m, es una suerte de ilusionismo verbal.
Una maniobra mucho ms prosaica del razonamiento religioso es el enunciado hipottico que
parece afirmar algo. Si tal y cual es el caso, entonces se sigue necesariamente esto y aquello. La lgica
que se emplea para establecer la hiptesis puede ser engaosa, pero si las premisas no tienen por qu
cumplirse, tampoco las conclusiones. Aqu viene al pelo una bien conocida cita de Bertrand Russell.
La matemtica pura consiste enteramente en aseveraciones del estilo
de: si tal y tal proposicin es verdadera en algn caso, entonces tal y tal
otra proposicin es verdadera en ese caso. Es esencial no entretenerse en
si la primera proposicin es realmente verdadera, por no hablar del caso
en el que se supone que es verdadera [] Si nuestra hiptesis es sobre
cualquier cosa y no sobre una o ms cosas concretas, entonces nuestras
deducciones son matemticas. As, la matemtica puede definirse como
la disciplina en la que nunca sabemos de qu estamos hablando, ni si lo
que decimos es verdad.
Al discutir los enunciados condicionales del tipo anterior, Russell tambin ilustra
humorsticamente cmo un enunciado falso implica algo y, en particular, algo de naturaleza religiosa.
A la pregunta: Quiere decir que si 2 + 2 = 5, entonces usted es el Papa?, Russell responde
afirmativamente: Si admitimos que 2 + 2 = 5, entonces estaremos de acuerdo en que restar 2 de cada
lado de la ecuacin nos da 2 = 3. Trasponiendo tenemos 3 = 2, y restando 1 de cada lado obtenemos 2

= 1. Ya que el Papa y yo somos dos personas y 2 = 1, entonces el Papa y yo somos uno. Por lo tanto yo
soy el Papa.
Y si partimos de 2 + 2 = 6, entonces por la misma aritmtica esotrica podemos establecer que 3 =
1 y, con ello, la doctrina cristiana de la Trinidad. Obviamente esto es una estupidez, pero, por
desgracia, la estupidez comparable de otras versiones ms sofisticadas de lo anterior no es tan obvia.

Cuatro argumentos subjetivos

El argumento de la coincidencia
(y 9/11 curiosidades)
El superventas involuntariamente divertido de James Redfield, las nueve revelaciones, nos aconseja
prestar mucha atencin a extraos acontecimientos que dan la sensacin de que estaban
predestinados, y resueltamente afirma que en realidad se trata de eventos sincronizados cuya
interpretacin nos indicar el camino hacia la verdad espiritual. La fascinacin por las coincidencias
y la tendencia psicolgica a encontrarles significados se convierte para muchos en un argumento a
favor de la existencia de Dios, y para otros en una incitacin a la paranoia. Esta tendencia se hace
especialmente fuerte cuando los fenmenos implicados tienen resonancias emocionales.
El resumen esquemtico del argumento viene a ser:
1.
2.
3.
4.

La coincidencia en el tiempo de todos esos sucesos no puede ser un accidente.


Debe haber una razn para dicha coincidencia.
Esa razn es Dios.
Luego Dios existe.

Este argumento pocas veces se expresa explcitamente, pero unas cuantas bobadas comunes se le
acercan mucho. Es el caso del perenne Todo pasa por alguna razn, No creo en las coincidencias,
Estaban destinados a encontrarse aquella noche en aquel sitio o Estas cosas raras que estn
pasando deben tener un significado. Tambin pueden explicar en parte la popularidad del libro de
Redfield.
Hay incontables ejemplos de coincidencias que podran servir de ilustracin, pero, ya que he
hablado del aspecto emocional, repasar algunas de las muchas coincidencias relacionadas con los
atentados del 11 de septiembre de 2001 contra el World Trade Center y el Pentgono. (Incluso las
pocas coincidencias que s pueden ser significativas, que no discutir aqu, sin duda se explican por
razones prosaicamente humanas). Otra razn para centrarme en estas coincidencias paradigmticas es
que la repeticin constante del 9/11 [2] se ha convertido en una suerte de mantra icnico, lo que
constituye una resonancia aadida con la religin.
Para empezar, estn los numerlogos aficionados que comenzaron a decir que, en ingls, la fecha
del 11 de septiembre se escribe 9/11, el nmero de telfono de emergencias. Adems, la suma de las
cifras (9 + 1 + 1) es 11, el 11 de septiembre es el da nmero 254 del ao, y la suma de 2, 5 y 4 vuelve
a ser 11, y despus del 11 de septiembre an quedan 111 das para terminar el ao. Estirando an ms
las cosas, algunos hicieron notar que las torres gemelas del WTC se parecan al nmero 11, que el
nmero de vuelo del primer avin que impacto contra las torres era el 11, y que varias expresiones
significativas, como New York City, Afghanistan y El Pentgono tienen 11 letras.
Menos conocido es que las cifras de 9/11 tienen una propiedad replicadora en el siguiente sentido
bastante rebuscado: tmese cualquier nmero de tres cifras, multiplquese por 91 y luego por 11 y,
voil, las cifras siempre se repiten. As, 767 x 91 x 11 da 767 767. Es una premonicin?
Hay muchas ms de estas manipulaciones a posteriori, pero lo que nos ensean debera ser claro.
Con un poco de esfuerzo, uno puede conseguir algo parecido con casi cualquier fecha o conjunto de

palabras y nombres. Algo parecido ocurre con los criptogramas de la Biblia, a los que volver ms
adelante. En los das posteriores al 11 de septiembre hubo comunicaciones por Internet que afirmaban
que la Biblia contiene secuencias de letras equidistantes que forman los nombres Saddam Hussein y
bin Laden, y otras mucho ms largas que describen los sucesos de aquella fecha.
El bulo que ms ha circulado es la presunta conexin con las profecas de Nostradamus, el mstico
y astrlogo del siglo XVI. Se han citado muchos pasajes, la mayora inventados. Otros son variaciones
sobre pasajes autnticos cuyo lenguaje florido y vago, como un test de Rorschach verbal, admite
incontables interpretaciones. Uno de los ms populares era La gran guerra comenzar cuando la gran
ciudad se incendie el onceavo da del noveno mes, en que dos pjaros de metal chocarn con dos altas
estatuas, y poco despus ser el fin del mundo. Aparentemente premonitoria, esta cita fue
simplemente maquillada al estilo de tabloide de supermercado. El aspecto autnticamente ominoso de
las Profecas de Nostradamus es que en la semana posterior a los atentados alcanz el nmero 1 en la
lista de ventas de Amazon, y otros cinco libros sobre el personaje estaban entre los veinticinco
primeros. Las bsquedas de la palabra Nostradamus por Internet llegaron incluso a superar
temporalmente a sexo.
Todos estos bulos y coincidencias tenan que ver con la atribucin de pautas a nmeros y palabras.
Lo mismo vale para las fotografas que presuntamente mostraban la figura del diablo en las nubes
sobre el WTC o en el humo de los incendios. Estas fotos tambin aparecieron en muchas pginas de
Internet.
La atribucin de significado a imgenes, escrituras y smbolos numricos tiene una larga historia.
Considrense los hexagramas del I Ching, smbolos geomtricos que permiten un nmero indefinido
de interpretaciones, ninguna de las cuales es demostrablemente correcta o incorrecta, precisa o
imprecisa, predictiva o no predictiva. La numerologa general tambin es una prctica muy vieja
comn a muchas sociedades antiguas y medievales. Suele consistir en asignar valores numricos a
letras y en descifrar trabajosamente el significado de las igualdades numricas entre diversas palabras
y frases. Estas lecturas numricas han sido empleadas por griegos, judos, cristianos y musulmanes no
slo para confirmar doctrinas religiosas, sino para hacer predicciones, interpretar sueos, como simple
diversin y hasta como mnemotecnia.
Por supuesto, todos tendemos de manera natural a buscar pautas y orden, pero algunos quieren
encontrarlas tanto si existen como si no. A veces es difcil decir si algo es significativo o no. Por
ejemplo, si lanzamos una moneda muchas veces y coloreamos las casillas sucesivas de una cuadricula
de blanco o negro segn si ha salido cara o cruz, la pauta aleatoria resultante de cuadrados blancos y
negros a menudo contendr una representacin de alguna clase. El efecto es an ms pronunciado en
una cuadrcula tridimensional. Pero los asuntos humanos son mucho ms polifacticos que las
cuadrculas en blanco y negro. Hay tantas conexiones posibles entre nmeros, nombres, sucesos,
organizaciones y nosotros mismos que es casi imposible no encontrar toda suerte de coincidencias
vacuas y predicciones nebulosas. Esto es especialmente cierto cuando uno se ve inundado de
informacin descontextualizada (como en Internet) y embargado por la emocin.
Otra propiedad de las coincidencias es que son acumulativas: la gente recuerda asociaciones
pasadas, olvida los muchos casos no confirmatorios y acopia ejemplos para demostrar lo que quiere.
Una ilustracin del efecto acumulativo de las coincidencias entre el 11/9/01 y la misma fecha del ao

siguiente demuestra que todas las grandes historias estn conectadas (como dicen los tabloides de
supermercado): los atentados de 2001 en Norteamrica, la lotera de Nueva York, el colapso de
WorldCom, la declaracin de guerra a Irak por la Administracin Bush, la muerte del jugador de
ftbol americano Johnny Unitas y muchos otros asuntos privados. Como culminacin de todo ello, por
lo visto Arthur C. Clarke, el gran escritor de ciencia ficcin, anticip parte de estos incidentes hace
unas cuantas dcadas.
A riesgo, tal vez considerable, de darle demasiadas vueltas al tema, de gastar plvora en salvas,
o de ser repetitivo, dar un poco de marcha atrs. El mircoles 11 de septiembre de 2002, el nmero
premiado de la lotera del tro en el estado de Nueva York fue el 911, una inquietante coincidencia que
dio que pensar (o, mejor, no pensar) a mucha gente. Una vez ms surge una pregunta natural: cun
probable es este hecho? Despus de todo, la lotera se celebr en Nueva York con ocasin del
aniversario de los atentados justo un ao antes. Pero estos factores no son relevantes. En un da
cualquiera, cada una de las mil posibilidades (000, 001,, 233,, 714, 998, 999) es tan probable
como cualquier otra. Lo mismo vale para el 11 de septiembre, as que hay una posibilidad sobre mil de
que el nmero premiado sea el 911. Es una probabilidad pequea, s, pero no minscula.
No obstante, la pregunta ms amplia que deberamos hacernos es: cul es la probabilidad de que
algn suceso de esta clase general, que tenga alguna reminiscencia de la fecha o pueda llevarnos a
pensar en ella, tenga lugar el 11 de septiembre? Es imposible calcularla con precisin, pero puedo
afirmar que es bastante alta.
Para empezar, hay dos sorteos diarios del tro de Nueva York, as que haba dos posibilidades de
que saliera el 911 aquel da, lo que incrementa la probabilidad a (casi) 1/500. Ms importante an es
que haba muchas otras posibles coincidencias llamativas. Cuntas direcciones o matrculas de
automvil, por ejemplo, contienen el 911? En cada una de estas direcciones y para cada uno de estos
vehculos podra haber ocurrido algo que llevara a la gente a pensar en el 11 de septiembre. Las
posibilidades incluyen un accidente, asesinato o detencin de alguien sospechoso de terrorismo,
relacionado con alguna vctima de los atentados o ligado a ellos de alguna otra manera.
Ahora consideremos las anotaciones y estadsticas deportivas. Hay innumerables posibilidades de
que aparezca el nmero 911. Una coincidencia en la que yo mismo repar atae a la muerte de Johnny
Unitas, la antigua estrella de los Baltimore Colts, el 11 de septiembre. Posiblemente el mejor
quarterback de la historia, podra ser el nmero 1 de la liga en su puesto. Combnese esta posicin con
su nmero de camiseta, el 19, y tendremos otro 911, aunque con las cifras cambiadas de orden. Uno
dira que no hay ningn mensaje asociable con la muerte de Unitas, pero ni siquiera los que creen
firmemente en la significacin de tales coincidencias pueden decir cul era ese mensaje.
La Bolsa tambin es un gran productor de nmeros, muchos de ellos totalmente ficticios. Esto me
trae a la mente el hundimiento de WorldCom, que empequeeci el de Enron, y cuyas acciones haban
llegado a cotizarse a casi 64 dlares. Ahora esos tres mil millones de acciones no valen nada, as que
los inversores han perdido ciento noventa y un mil millones de dlares. Otra vez las mismas tres
cifras! Curiosamente, esa cantidad estaba muy cerca del coste estimado por el Pentgono de la
inminente guerra de Irak, nacin acusada por el Gobierno estadounidense (basndose en evidencias
entre dudosas y manipuladas) de albergar miembros de Al-Qaeda, lo que nos devuelve al 11 de
septiembre. Se cierra el crculo!
Otro ejemplo cercano fue el valor del ndice S&P 500 al cierre de la jomada del 11 de

septiembre. Lo han adivinado: 911. Y, volviendo a la lotera, otra coincidencia de este estilo tuvo
lugar el 12 de noviembre de 2001, cuando sali el nmero 587 el mismo da en que se estrell el vuelo
587 en Queens.
Pero insisto en que todo esto es un ejercicio demasiado fcil. Como he escrito en otra parte, la
coincidencia ms asombrosa imaginable sera la ausencia de toda coincidencia. La letana anterior
intenta ilustrar que hay un nmero indeterminado de vas por las que pueden producirse tales
casualidades, aunque la probabilidad de cualquiera de ellas sea minscula. Y, como ocurre con los
argumentos probabilsticos de los creacionistas, cuando se da una coincidencia llamativa la gente se
deja deslumbrar por su exigua probabilidad y no se plantea la pregunta ms pertinente: cun probable
es que ocurra algo vagamente parecido?
Esto debe tenerse en mente al leer el siguiente extracto de la novela Cita con Rama, escrita por
Arthur C. Clarke en 1973: A las 9:40 (hora del meridiano de Greenwich) de la maana del 11 de
septiembre, en el verano excepcionalmente esplndido del ao 2077, la mayor parte de los habitantes
de Europa vio aparecer en el cielo oriental una deslumbrante bola de fuego [] En algn punto sobre
Austria comenz a desintegrarse Las ciudades de Padua y Verona fueron barridas de la faz de la
Tierra, y las ltimas glorias de Venecia se hundieron para siempre. Quin habra pensado que
Clarke fuera el cerebro detrs de Osama bin Laden?
Puede parecer que esto se aparta mucho de las cuestiones de la (ir)religin y la existencia de Dios.
Pero los desvaros psicolgicos que suscitan la creencia en la significacin de ciertas coincidencias no
estn desconectados de algunos de los argumentos a favor de la existencia de Dios. Las casualidades
antes apuntadas, sostengo, tienen muchos anlogos directos en diversas tradiciones religiosas.

El argumento de la profeca
(y los criptogramas bblicos)
Un telogo que daba una charla sobre argumentos para creer en la existencia de Dios explic que hay
exactamente diez de stos. Desde el fondo de la sala, un filsofo exclam que en realidad eran once.
El telogo no le hizo caso y reiter que haba diez y slo diez justificaciones de la existencia de Dios;
pero el filsofo volvi a exclamar que eran once. El telogo, manteniendo el tipo, prosigui diciendo
que el primer argumento era el de la profeca bblica. Entonces el filsofo replic: Oh, me haba
olvidado de ste. Son doce.
Aunque los filsofos lo tengan en baja estima, el argumento de la profeca se sintetiza as:
1.
2.
3.
4.

Un libro sagrado hace profecas.


El mismo libro o sus adherentes cuentan que esas profecas se han cumplido.
El libro es incuestionable y afirma que Dios existe.
Luego Dios existe.

Los videntes tambin hacen toda suerte de predicciones y, por supuesto, algunas se cumplen, lo
que no es motivo suficiente para creer que tienen acceso a alguna autoridad divina. De igual modo, el
cumplimiento de las profecas de un libro sagrado no constituye un argumento convincente a menos
que el porcentaje de profecas cumplidas sea estadsticamente anmalo y no haya otras explicaciones
de dicha anomala, un estado de cosas del que no hay evidencia alguna.
El argumento de la profeca es un caso particular del argumento de la presuncin, que se sintetiza
as:
1.
2.
3.
4.

Al presentar su relato divino, un libro sagrado presupone que Dios existe.


La gente lee y acepta el relato.
El relato debe ser verdadero.
Luego Dios existe.

Incluso despus de haber ledo una novela sobre un personaje de ficcin y haberla discutido a
fondo con otros, puede resultar extrao decir que el personaje no existe. Suele ocurrir que, cuantos
ms detalles contiene un relato, ms verosmil parece. Pero, desde el punto de vista probabilstico,
cuantos ms detalles hay en un relato, menos probable es la conjuncin de todos ellos. Qu es ms
probable, que el congresista Smith se dejara sobornar por un grupo de presin el ao pasado, o que el
congresista Smith se dejara sobornar el ao pasado, hiciera lo mismo este ao, gastara parte del dinero
en alquilar un apartamento secreto para su joven ayudante y el resto en lujuriosos viajes de
descubrimiento con ella? Aunque el segundo guin es consistente, la primera alternativa es ms
probable. Para cualesquiera proposiciones A, B y C, la probabilidad de A siempre es mayor que la
probabilidad de A, B y C juntos, ya que siempre que ocurren A, B y C ocurre A, pero no siempre que
ocurre A ocurren B y C.
Integrar a Dios en un relato detallado de un libro sagrado y construir toda una cultura en torno a
dicho relato parece conferirle alguna clase de existencia. Fiestas, tradiciones, identidades culturales e

ideales ocasionalmente valiosos parecen dar robustez a las presunciones gratuitas que subyacen tras
todo ello. Su familiaridad tambin sirve para habituarnos a los aspectos vengativos, mezquinos y
repelentes del carcter de Dios.
Suspndase el descreimiento durante el tiempo suficiente y uno puede acabar creyendo. No hace
falta decir, espero, que escribir sobre un personaje no basta para conjurar su existencia. Las
proposiciones o expresiones pueden tener sentido aunque no tengan referente. Un ejemplo es la
clebre frase de Bertrand Russell: El actual rey de Francia es calvo. Esta frase puede interpretarse
como Hay una persona que es rey de Francia, y esa persona es calva. La proposicin tiene sentido,
pero es falsa y no implica la existencia de un rey de Francia en la actualidad. Un ejemplo ms a
propsito es Dios cre todos los animales y las plantas, que debera entenderse como Hay una
entidad, Dios, y esa entidad cre todos los animales y las plantas. Esta ltima proposicin tambin
tiene sentido, pero es falsa.
Podra pensarse que la objecin irreligiosa obvia acudira a la mente de casi todo el mundo al leer
un libro religioso. Y si no creemos en las presunciones y el relato del libro sagrado y simplemente
exigimos una justificacin o evidencia independiente de la existencia de Dios? Y si el argumento de
que Dios existe porque la afirmacin de que existe y el relato de sus diversas proezas aparecen en
cierto libro, que segn los creyentes est inspirado por l, no nos persuade?
Si soy lo bastante impertinente para expresar una opinin escptica en medio de una discusin
sobre Dios o la religin, los creyentes a menudo me remiten a la Biblia (o al Corn, o a otro libro
sagrado comparable) y a sus detalles, profecas y revelaciones. Pero remitirme a un retazo de historia
bblica o teologa esotrica del que no tengo noticia no es ninguna razn para hacerme creer en las
afirmaciones de la Biblia. De modo parecido, mi incapacidad de hacer horscopos o cartas astrales no
es una razn para hacerme creer en la astrologa. Si insisto en un tema diferente, los creyentes a
menudo repiten que est en la Biblia y actan como si la cuestin hubiera quedado zanjada. (Esto
me recuerda un adhesivo que deca: Dios lo dijo, yo lo creo, y no hay ms que hablar. Un apostrofe
revelador). A veces estos individuos, de los que no se puede decir que sean los creyentes ms
sofisticados, recurren al argumento de enrojecer de ira y elevar la voz (un argumento tan difcil de
refutar como de formular). Confirman el aforismo de que los fanticos doblan sus esfuerzos cuando el
apoyo a sus posturas se reduce a la mitad. Puesto que los proponentes del argumento del cabreo lo
aplican de manera reiterada, reitero que pretender que las afirmaciones de un libro sagrado son
innegables porque el libro mismo lo dice slo convence a los convencidos.
Quiero hacer notar que el testimonio de que alguien est diciendo la verdad se vuelve contra uno si
la probabilidad de decir la verdad es inferior a 1/2. Si la gente est confundida, miente o engaa de
otro modo ms a menudo de lo que dice la verdad, entonces sus expresiones de respaldo mutuo son
literalmente menos que intiles. Por poner un ejemplo simple pero explcito, imaginemos que algunos
individuos dicen la verdad 1/4 del tiempo, mienten o se equivocan 3/4 del tiempo, y mezclan sus
verdades y falsedades de manera aleatoria. Supongamos que Alice y Bob son de stos y que Alice hace
una afirmacin. Por hiptesis, la probabilidad de que sea verdadera es 1/4. Luego Bob la respalda
afirmando que Alice dice la verdad. Teniendo en cuenta la declaracin de Bob, cul es ahora la
probabilidad de que Alice diga la verdad?
Si lo prefiere, el lector puede saltar hasta la ltima frase de este prrafo, pero puede que se

pregunte cun probable es que Alice diga una verdad y Bob diga una verdad en apoyo de Alice. Puesto
que ambos dicen la verdad 1/4 del tiempo, lo que dicen ambos resultar ser verdadero 1/16 del tiempo
(1/4 x 1/4). Ahora preguntmonos cun probable es que Bob haga una declaracin de respaldo. Puesto
que Bob apoyar a Alice cuando ambos digan la verdad o ambos mientan, la probabilidad es 10/16 (1/4
x 1/4 + 3/4 x 3/4). As pues, la probabilidad de que Alice diga la verdad si Bob la respalda es 1/10 (1/16
dividido por 10/16). Moraleja: la confirmacin de lo que dice una persona no fiable por otra persona no
fiable hace la afirmacin an menos fiable.

Una variante matemtica del argumento de la profeca y la coincidencia es el argumento de los


criptogramas bblicos. (Hay otras manipulaciones numerolgicas similares que tienen que ver con el
Corn y otros libros sagrados, as como muchas otras curiosidades religiosas de tinte matemtico,
entre
ellas
una
elucubracin
de
mi
propia
cosecha
disponible
en
www.math.temple.edu/paulos/bibhoax.html). El ltimo intento de encontrar significaciones ocultas en
la Biblia comenz despus de que un artculo publicado en una revista estadstica sugiriera que la
Tor, los cinco primeros libros de la Biblia, contena muchas secuencias de letras equidistantes que
profetizaban relaciones significativas entre personas, eventos y fechas.
Una secuencia de letras equidistantes es un conjunto ordenado de letras, en este caso hebreas, cada
una de las cuales (salvo la primera) sigue a su precedente por un nmero fijo de otras letras. (No se
cuentan los espacios entre palabras). Un ejemplo simple es la palabra generalizacin, que contiene
la palabra nazi geNerAliZacIn si se toma un intervalo entre letras de longitud 2.
Habitualmente, los intervalos entre letras son mucho ms largos: 23, 47, 69 o 92 letras, e incluso ms.
Los autores del artculo citado haban identificado en el texto de la Tor secuencias de letras
equidistantes correspondientes a los nombres (o algunas variantes) de rabinos famosos que vivieron en
siglos posteriores a los tiempos bblicos, junto con secuencias a menudo contiguas correspondientes a
sus fechas de nacimiento u otros eventos relacionados, la probabilidad de lo cual era minscula.
Los editores de la revista que public el artculo lo vean como un enigma matemtico: qu haba
detrs de aquella anomala aparente? Pero otros no lo vieron as. Gentes de diversas confesiones
esgrimieron esta evidencia al lado de muchos otros hallazgos numerolgicos cristianos e islmicos
como la prueba de la inspiracin divina de la Tor. El superventas internacional de Michael Drosnin,
El cdigo secreto de la Biblia, iba an ms lejos y llegaba a afirmar que la Tor contena profecas
acerca de numerosas figuras y hechos contemporneos.
Una vez que se tiene noticia del descubrimiento de secuencias de letras aparentemente profticas,
es natural preguntarse sobre la probabilidad de su ocurrencia. Si, como primera aproximacin,
admitimos que las letras de la Tor (o cualquier otro cuerpo de texto en cualquier lengua) se
distribuyen con frecuencias conocidas, la probabilidad de observar, digamos, cuatro letras concretas
en posiciones equidistantes dentro de cualquier secuencia es fcil de calcular. Todo lo que se requiere
es multiplicar las probabilidades de aparicin de cada una de las cuatro letras en la secuencia. (Por
ejemplo, si la lengua es el ingls, entonces, en cualquier posicin dada, las probabilidades respectivas
de las letras l, i, f y e son 0.039, 0.068, 0.022 y 0.124, as que la probabilidad de la secuencia life en
cuatro posiciones dadas es simplemente 0.039 x 0.068 x 0.022 x 0.124, lo que da aproximadamente

0.0000072.) El producto de estos cuatro nmeros llammoslo P es una probabilidad muy


pequea. Las secuencias de letras equidistantes ms largas seran an ms improbables.
Dada una probabilidad tan minscula, podramos pensar que la aparicin de la palabra life en
una secuencia de letras equidistantes particular dentro de cualquier texto en ingls es un suceso
extraordinario, pero debemos ser cautos a la hora de interpretar semejante improbabilidad. El
significado es ste: si escogiramos un texto entre otros similares y especificramos una lista
ordenada de cuatro posiciones particulares y luego comprobramos si las letras estaban en las
posiciones especificadas, la probabilidad de que estuvieran all sera P.
Pero este procedimiento no refleja el que se sigui para descubrir la secuencia life. En nuestro
clculo de probabilidades presuponemos que la secuencia de letras y las posiciones estaban
especificadas de antemano, y que el texto se seleccion y observ despus. Pero ste no fue el caso. En
realidad, la observacin vino primero. Es decir, podemos imaginar que un diligente erudito bblico
detect la secuencia life y otras secuencias relacionadas dentro del documento. Tan pronto como se
sabe que las secuencias se encontraron de esta manera, no est tan claro que la probabilidad de su
descubrimiento sea necesariamente muy baja.
Otro punto no menos importante es que las secuencias de letras equidistantes no tienen por qu
aparecer en una localizacin particular del texto. No estamos especialmente interesados en que una
secuencia comience, digamos, en la posicin 14 968, sino que puede comenzar en cualquier parte del
texto. Esto es, buscamos todas las posiciones a partir de las cuales puede identificarse una secuencia
de letras equidistantes (siendo X el nmero de posiciones de letras dentro del texto) para ver si
podemos encontrar al menos una. La probabilidad de encontrar la secuencia life aumenta
considerablemente, pues ahora viene a ser P x X.
A continuacin supongamos que no nos limitamos a un intervalo fijo de, pongamos, 76 posiciones
entre las letras de life, sino que buscamos la secuencia de letras equidistantes para cualquier
intervalo posible entre, digamos, 1 y 1000 letras. Con este procedimiento las cifras vuelven a cambiar.
La probabilidad de que observemos la secuencia viene a ser P x X x 1000, un nmero que ya no es tan
pequeo.
Podemos incrementar an ms la probabilidad de encontrar la secuencia ampliando el nmero de
maneras en que podra darse. Podemos buscarla de derecha a izquierda, o en diagonal o, como es el
caso de los criptogramas bblicos, permitir distintas secuencias de letras equidistantes para los dos
trminos relacionados, que estn cercanos pero separados en el texto, o buscar caracterizaciones y
nombres alternativos, o relajar las restricciones de muchas otras maneras.
Por ltimo, si nuestra bsqueda de secuencias no se ejecuta de manera abierta, si se omiten las que
no tienen inters para nosotros (secuencias cercanas a zucchini o squash, por ejemplo), si slo
aireamos las secuencias que nos interesan, y si calculamos su probabilidad de manera simplista,
entonces est claro que dichas secuencias no significan lo que superficialmente puede parecer.
Proceder de una manera y calcular una probabilidad asociada a otro procedimiento es, por no decir
algo peor, engaoso. La autntica cuestin no es la probabilidad de una secuencia particular surgida
en posiciones particulares del texto, sino la probabilidad de que alguna secuencia de significado
vagamente similar aparezca de algn modo y en alguna parte del texto.
No es de extraar que, cuando la gente busca secuencias de letras equidistantes en distintos textos,
las encuentre. En la traduccin inglesa estndar de Guerra y paz hay secuencias de letras equidistantes

para las palabras Jordan, Chicago y Bulls, lo que sin duda prueba la clarividencia
balonceststica de Tolstoi.
Casi todos los criptogramas hallados en los libros sagrados, ya se trate de fuentes judas,
cristianas, islmicas o modernas, tienen defectos similares a los comentados a propsito de los
criptogramas bblicos. El artculo estadstico antes citado tambin puede ilustrar otro defecto ms
sutil que tiene que ver con sesgos no intencionados en la eleccin de las secuencias buscadas,
procedimientos definidos vagamente, la variedad y las contingencias de la ortografa del hebreo
antiguo y las diversas versiones de la Tor, o incluso el teorema de Ramsey, un profundo resultado
matemtico sobre la inevitabilidad del orden en cualquier secuencia de smbolos lo bastante larga.
El sentido comn nos advierte de la estupidez de basar cualquier juicio espiritual en estas
curiosidades numerolgicas sacadas de contexto.
Dicho sea de paso, escog life (vida, en ingls) como mi secuencia ilustrativa porque las
puntualizaciones anteriores no estn desconectadas de los argumentos probabilsticos creacionistas en
contra de la evolucin mencionados en captulos previos.

Una ancdota sobre la necesidad emocional


Me encontraba en un pueblecito costero de Tailandia, adonde haba ido a pasar la Navidad de 2006,
cuando entr en un cuchitril habilitado como cibercaf, donde tres risueas jvenes corran
peridicamente de uno a otro de los diez ordenadores del recinto. Tras echar un vistazo a mi correo
electrnico, advert que todos los ordenadores disponan de cmaras que captaban imgenes de las
chicas mientras stas enviaban mensajes instantneos en rpida sucesin a nueve farangs
(extranjeros, en tailands) solitarios que aoraban a sus amores verdaderos en Navidad. Por lo
visto los hombres (todos con pinta de cuarentones) haban conocido a las jvenes en visitas anteriores
a Tailandia. Cuando reciban una nueva imagen de alguno de sus admiradores, las chicas rean y la
experta en ingls escriba un mensaje seductor cuyo fin ltimo era sacarle dinero, y as de uno a
otro de sus sameys (novios o maridos, en tailands).
Viendo mi inters, de vez en cuando me preguntaban por el significado de ciertas expresiones de
los mensajes. Les expliqu que suspiro por ti significaba que la echaba de menos, que colado por
ti quera decir que pensaba en ella todo el tiempo, etctera. Luego me preguntaron qu podan aadir,
as que las asesor un poco, y mis palabras merecieron buenas respuestas de sus sameys, lo que suscit
un gran jolgorio. Me agradecieron mi ayuda y me pidieron ms, a lo que acced de buen grado. De una
u otra manera, casi todas prometan un 2007 de ensueo en Tailandia.
Fue muy divertido ayudarlas a desplumar a farangs de tres continentes a travs de la oficina
contigua de la Western Union. (Puede que desplumar no sea la palabra ms adecuada, ya que
considero que la transaccin era justa y nada onerosa: una fantasa navidea a cambio de unos pocos
dlares). Record que Christopher Moore, un novelista afincado en Bangkok cuyas intrigas estn
ambientadas en Tailandia, seal jocosamente que el tailands no tiene ninguna palabra o expresin
corriente para la integridad estricta, y s muchas para diversin y risa.
La ancdota puede parecer muy alejada del tema de este libro, pero sirve para introducir los dos
argumentos que siguen acerca de la fe y los milagros. El incidente me vino a la memoria al pensar en
la intensa necesidad que tiene mucha gente de creer en una divinidad. Aunque son conscientes de las
fisuras en las justificaciones de la existencia de Dios, quieren creer, igual que los farangs queran
creer en sus novias tailandesas, que en cierto modo eran sus diosas. Y sospecho que estas ltimas
tambin albergaban ms sentimientos de lo que su desenfadado regodeo y su comportamiento
aparentemente mercenario podran sugerir. Y qu decir de mi propio papel en esta historia, el cual, a
pesar de mi anterior justificacin, no deja de ser un tanto problemtico? Porque estuve haciendo lo
contrario de lo que intento hacer en este libro: promover una ilusin (si bien emocional, que me
inspira ms simpatas que su anlogo religioso-intelectual).
Es posible que esto no sea ms que un jugoso rodeo para decir que, aunque no creo en Dios, s creo
en el amor. O para sugerir que hay ms cosas en el cielo y en la Tierra (o al menos en la Tierra) de lo
que mi filosofa da a entender. Pero lo ms probable es que no sea ms que una ancdota
marginalmente relevante. En cualquier caso, no pretendo ridiculizar la necesidad emocional de creer
en Dios. Simplemente, yo no la tengo.

El argumento de la subjetividad
(y la fe, el vaco y el yo)
Simplemente lo s. Lo noto en mis entraas. sta es una de las variantes del argumento de la
subjetividad para la existencia de Dios. La idea es simple y est muy extendida, pero me abstendr de
exponer la larga y fastidiosa historia que hoy se considera casi obligatoria incluso en la literatura
cientfica. (Mientras contemplaba el tranquilo ocano, Sara se acord del tutor de su escuela, quien le
haba advertido de que).
El argumento apuntado carece de toda validez, pero es casi irreductible. Nunca he encontrado la
manera de entablar una discusin fructfera sobre religin con gente que te mira con unos ojos
extraamente resplandecientes, una sonrisa beatfica en el rostro y un aire de certeza absoluta, y que
responden a cualquier razonamiento lgico diciendo que tengo su compasin. Tampoco encuentro
respuesta a los comentarios sobre libros o artculos mos de gente que dice que rezar por m y que,
curiosamente, casi siempre comienza sus misivas llamndome Seor. Estos creyentes fervorosos
suelen concluir con un Dios le bendiga que, dicho en persona, a menudo suena tan sincero como el
perdoon que uno escucha cuando tropieza sin querer con alguien en un supermercado. No es que
sea un gran problema, desde luego, pero la mejor respuesta que se me ocurre es una sonrisa de
compromiso o un inspido mensaje por correo electrnico.
Expresado linealmente, el sentimiento visceral al que aludo da lugar a esta versin del argumento
de la subjetividad:
1. Hay quienes sienten en lo ms profundo de su ser que existe un Dios.
2. Este sentimiento se reviste con unas cuantas banalidades no relacionadas, irrelevantes y no
falsables para dar un salto de fe kierkegaardiano y concluir que Dios existe.
3. Luego Dios existe.
Por supuesto, las banalidades no falsables cumplen una funcin. S por experiencia que, en
igualdad de condiciones, a mucha gente le impresiona ms la charlatanera fatua e incomprensible que
las observaciones simples. En lugar de aplicar la navaja de Occam, prefieren las explicaciones
enmaraadas.
Hay muchas variantes del anterior argumento. Una es la del fervor:
1. Creo fervientemente en Dios.
2. Esto, aquello y un sinnmero de otras experiencias me han conducido a mi fe absoluta en Dios.
3. Luego Dios existe.
Otro argumento similar es el del vaco:
1. La gente se pregunta si esto es todo lo que hay, y cunto importarn nuestras cuitas dentro de mil
aos.
2. Esta perspectiva les parece tan deprimente que deciden que debe haber algo ms.
3. Este algo ms es lo que llaman Dios.

4. Luego Dios existe.


Por supuesto, a la cuestin de la importancia de nuestras preocupaciones dentro de mil aos
podramos responder con una resignacin estoica. Pero tambin podemos darle la vuelta. Si nada de lo
que hagamos ahora tendr importancia dentro de mil aos, entonces tampoco nada de lo que pueda
importar dentro de mil aos tiene ninguna trascendencia ahora. En particular, no tiene ninguna
trascendencia que lo que hagamos ahora no tenga importancia dentro de mil aos.
Como ya he dicho, no debera menospreciar este anhelo de trascendencia. Despus de todo, quin
no entiende este sentimiento? Pero pasar del anhelo a la afirmacin es otra cosa. Los argumentos
anteriores me recuerdan una vieta de Sid Harris en la que se ven dos matemticos ante una pizarra
llena de smbolos abstrusos y ecuaciones tortuosas. En un paso crucial de la demostracin aparecen las
palabras: Entonces sucede un milagro. Uno de los matemticos le dice al otro: Creo que en el
segundo paso deberas ser ms explcito.
Me parece que est claro que los argumentos de subjetividad anteriores, como otros aqu
considerados, slo convencen a quienes comparten esos mismos sentimientos viscerales. Puesto que
mis jugos gstricos no me inclinan a tragarme unos argumentos tan poco persuasivos, y somos legin
los que compartimos esta opinin, qu ms pueden ofrecer sus proponentes? Una respuesta, que
podemos lanzar ya mismo a la papelera, es simplemente el ejemplo de su propia fe y su efecto en sus
vidas. Este efecto puede ser impresionante, pero no prueba nada. Claro que uno no debera desdear
los sentimientos e intuiciones de aquellos que entonan a la perfeccin slo porque carece de odo
musical. O, cambiando de analoga, sera insensato por parte de un ciego no dejarse guiar por los
videntes.
Lo que falla en esta analoga es que un ciego puede confirmar las observaciones de un vidente. Por
ejemplo, si el vidente le dice que para llegar al portal del edificio tiene que dar once pasos en lnea
recta y luego otros ocho pasos despus de torcer a la izquierda, el ciego no tiene ms que seguir la
indicacin para confirmar si el portal est ah. Cmo puede un agnstico o ateo confirmar lo que dice
alguien que simplemente pretende saber que Dios existe? En el caso del ciego, las indicaciones de los
distintos videntes para llegar al portal sern ms o menos coincidentes. En cambio, el conocimiento
que pretenden poseer las distintas personas y comunidades religiosas es bastante contradictorio. Un
ciego podra poner en duda la validez de la informacin visual si otro vidente le dijera que, para llegar
al mismo portal, debe dar cuatro pasos en lnea recta en vez de once, y diecisiete pasos a la izquierda
en vez de ocho.

Por supuesto, existe una marcada tendencia entre algunos creyentes a omitir las profundas
diferencias entre la visin fsica y la visin espiritual y, ms en general, entre la ciencia y la fe. Esta
omisin est implcita en el siguiente argumento:
1. La evolucin y la perspectiva cientfica constituyen una visin del mundo. De modo similar, la
ciencia de la creacin y la perspectiva bblica constituyen una visin del mundo.
2. Todas las visiones del mundo son equivalentes e igual de aceptables y verdaderas.
3. La visin bblica del mundo implica que Dios existe.

4. Luego Dios existe.


El supuesto gratuito de la equivalencia me recuerda una ancdota que contaba Bertrand Russell.
Cuando entr en prisin por declararse objetor de conciencia durante la primera guerra mundial, el
funcionario de recepcin le pregunt por su religin, y cuando Russell le respondi que era agnstico,
el hombre sacudi la cabeza y le dijo que nunca haba odo hablar de aquella religin, pero que todas
rinden culto al mismo Dios.
Lo nico que debera comportar la incompatibilidad de todas esas visiones del mundo es cierto
grado de tolerancia, aunque sea de la clase descrita por H.L. Mencken, quien sugiri que debemos
respetar al que profesa otra religin, pero slo en el sentido y en la medida en que respetamos su
teora de que su mujer es guapa y sus hijos son listos. Me repele que los ateos o agnsticos dirijan
ataques personales y agresivos contra la fe de otros o la tilden de bobada propia de ignorantes o algo
peor. Los que as actan merecen la etiqueta de arrogantes y dspotas. Pero mi experiencia, al menos
en Estados Unidos, me dice que es ms probable que sea el creyente el que dirija ataques agresivos y
personales contra los ateos y agnsticos y los califiquen de autistas prosaicos o algo peor. Esta actitud
parece especialmente arrogante y dspota, ya que no hay ningn argumento convincente para la
existencia de Dios. (Lo cual no impide la frecuente cita de expresiones de fanatismo intolerante que
van desde la maldicin de los infieles hasta pasajes bblicos como el salmo 14:1: Dicen los necios
para sus adentros: no hay Dios. Se han corrompido, cometen actos abominables, y no hay quien haga
el bien).
Adems, aunque hubiera algn argumento vlido, qu se seguira del mismo? No mucho, ya que
desde luego no hay argumentos racionales universales para la larga lista de preceptos divinos
especficos de cada secta o confesin particular. Cuesta imaginar argumentos que justifiquen, por
ejemplo, la prohibicin de ciertos alimentos o la obligacin de dejarse crecer la barba. Aun as,
aunque los irreligiosos rechacen los mandatos de este estilo, sospecho que la mayora no tendra
ningn conflicto autntico con la gente que simplemente elige creer en alguna suerte de poder superior
nebuloso (cuanto ms nebuloso mejor). Es probable que les incomodasen ms los intentos de tender
un puente entre el tesmo y una confesin concreta, como el del genetista cristiano Francis Collins en
su libro Cmo habla Dios. Pero no hace falta ser un lgico consumado para tener claro que la creencia
en la divinidad de Jess no se sigue de la creencia en Dios (como tampoco la belleza de las cascadas
heladas, una afirmacin bien curiosa por su parte).
Con frecuencia me he preguntado por qu los adeptos de una religin particular, de sus figuras y
relatos asociados, afirman ser incapaces de comprender a los ateos y agnsticos. Como se ha sealado
a menudo, suelen tener alguna experiencia relevante a la que apelar. Su religin les ensea a negar las
figuras, incluso los dioses, de otras confesiones y tradiciones (Zeus, Osiris, Odn y dems). Los ateos
y agnsticos simplemente dan un paso ms y hacen extensiva esta negacin a cualquier Dios.
Las justificaciones subjetivas de la existencia de Dios suelen pretender establecer ms que una
conexin entre Dios y una religin concreta: pretenden establecer la existencia de un Dios personal
que se ocupa de nosotros individualmente, escucha nuestras plegarias y ocasionalmente interviene con
un milagro salvador. Un anhelo quiz comprensible, pero absurdo. (Aqu es relevante la definicin de
Ambrose Bierce de plegaria: pedir que las leyes del universo se anulen en favor de un nico
peticionario confesadamente indigno). Como mnimo, esta concepcin de Dios sugiere un sentido

bastante presuntuoso del propio yo y de su importancia. Mi sentimiento personal se deriva en parte de


la revelacin, mencionada en el prlogo, que tuve a los diez aos mientras peleaba con mi hermano en
el suelo de nuestra casa familiar en Milwaukee, Wisconsin. En un sentido importante, medit, no
haba una diferencia esencial entre yo y no yo: todo estaba compuesto por tomos y molculas, y
aunque su configuracin difiriera, la alfombra bajo mi cabeza y el cerebro dentro de ella estaban
hechos de la misma materia.
Esta revelacin preadolescente madur en la conciencia de que la nocin del yo podra ser algo as
como una quimera conceptual. Dudar de la existencia de Dios es casi banal en comparacin con la
duda ms radical acerca de nuestra propia existencia, al menos como algo ms que entidades
nominales marginalmente integradas con etiquetas convenientes como Myrtle y Oscar. Por
supuesto, sta es la idea de Hume y de Buda de que el yo es una coleccin siempre cambiante de
creencias, percepciones y actitudes, no una entidad esencial y persistente, sino, como ya he dicho, una
quimera conceptual. Realmente soy la misma persona que el nio que se pona pantalones con
dobladillos anchos donde poder esconder aquellos detestables huevos revueltos? Sigo siendo aquel
joven que pasaba las noches de verano en vela ante el televisor viendo reposiciones de la serie Pjaros
de acero junto a mi otro hermano?
No slo el mandamiento de Amars al prjimo como a ti mismo se vuelve problemtico si la
nocin de yo pierde su integridad, sino que si la creencia en la naturaleza efmera del yo se hiciera
lo bastante extendida y visceral (en virtud de los avances en neurobiologa, las ciencias cognitivas, las
disquisiciones filosficas o lo que sea) sus efectos en la sociedad seran incalculables. O as lo piensa
a veces este complejo de creencias, percepciones y actitudes.

El argumento de las intervenciones


(y los milagros, las oraciones y los testigos)
Fue un milagro! Cuntas veces hemos odo exclamaciones de este estilo? El argumento de los
milagros es una justificacin de la existencia de Dios cuya fuerza depende del testimonio de los
testigos. Los milagros descritos por estos testigos pretenden poner de manifiesto la intervencin y,
por ende, la existencia de Dios.
1. Sea de manera espontnea o como respuesta a una plegaria, sucede un milagro.
2. Esto constituye una evidencia de la intervencin divina.
3. Luego Dios existe.
A veces me parece que la cobertura periodstica de estos milagros es ms amplia que la de los
avances cientficos. Los relatos populares de milagros (y de profecas misteriosas) siempre han sido
un tema favorito de los tabloides de supermercado, junto con las celebridades cadas en desgracia. En
los ltimos aos, sin embargo, han asomado cada vez ms en revistas y peridicos, en la radio y la
televisin, y en libros y pelculas. Los estudios sociolgicos revelan que una gran mayora de
norteamericanos de diversas confesiones religiosas cree en los milagros.
Dos historias de milagros en particular merecieron especial atencin en Philadelphia, mi ciudad
natal. Puesto que proporcionan un prisma conveniente para analizar el concepto de milagro,
permtaseme exponer muy brevemente cada caso (aunque otras historias tambin serviran) para luego
hacer algunas observaciones generales acerca de los milagros y otras cuestiones relacionadas.
La protagonista de la primera historia es la madre Drexel, una monja, trabajadora social y herona
de Philadelphia. Casi cincuenta aos despus de su muerte en 1955, el largo proceso de su
canonizacin estaba llegando a su fin, tras la certificacin oficial, completada slo unos meses antes,
de dos milagros pstumos atribuidos a su persona. Ambos tenan que ver con la curacin inexplicable
de nios enfermos.
La conocida historia de Ftima data de 1917. Se dijo que tres nios campesinos de la pequea villa
portuguesa de Ftima haban sido testigos de una secuencia de visiones milagrosas de la Virgen
Mara, durante las cuales les fueron reveladas tres profecas. Las dos primeras se interpretaron hace
tiempo como augurios de la segunda guerra mundial y el posterior auge y declive del comunismo
sovitico, mientras que la tercera se ha querido ver como un presagio del atentado contra el papa Juan
Pablo II.
Tengo pocas dudas de que la madre Drexel fue una mujer admirable, compasiva y abnegada que
invirti su considerable fortuna en hacer del mundo un lugar mejor donde vivir. Tampoco tengo
reservas sobre la sinceridad de los nios portugueses ni la piedad de los muchos devotos de Ftima. Lo
que encuentro difcil de aceptar, por decirlo suavemente, es la idea general de milagro.
Qu significa esta palabra? Si un milagro no es ms que un suceso altamente improbable,
entonces ocurren milagros a diario. Pregntesele a cualquier agraciado en la lotera o jugador de
bridge. Cada mano de trece cartas tiene una probabilidad de una entre 600 000 millones. Pero sera
ms que estpido mirar las trece cartas y proclamar que ha ocurrido un milagro o, peor an, que la

improbabilidad de esa mano en particular es una evidencia de que no ha podido darse por azar. Incluso
nuestro genotipo personal es un accidente extremadamente improbable. Un espermatozoide diferente
podra haberse fusionado con el mismo o con otro vulo, y no existiramos. Pero eso no quita que la
explicacin de nuestro genotipo personal dependa de la improbable unin de un espermatozoide y un
vulo concretos.
Hasta aqu ningn problema. Pero si se entiende que un suceso milagroso indica alguna clase de
intervencin divina, habra que hacerse algunas preguntas. Por ejemplo, por qu los medios de
comunicacin se refieren tantas veces al rescate de unos pocos nios vivos tras un terremoto o
tsunami como un milagro, y en cambio atribuyen la muerte de quiz cientos de otros nios en el
mismo desastre a una causa geofsica? Parecera que ambos sucesos deberan ser o bien producto de
una intervencin divina o bien consecuencia del deslizamiento de placas tectnicas.
La misma observacin irreligiosa vale para otras tragedias. Si la recuperacin de una enfermedad
se considera un milagro, a qu atribuimos su presentacin en primera instancia? Nadie, aparte de los
ms reaccionarios, mantiene que el sida es un castigo divino. Dicho de otra manera, por qu no se
habla de un milagro cuando una barandilla se desprende a las 3:06 de la madrugada y cae sobre la
cabeza de la nica persona que caminaba por debajo a esa hora, o cuando un predicador televisivo
pone sus manos sobre un hombre en silla de ruedas y a continuacin ste comienza a tener
convulsiones?
Aos despus de que la madre Drexel muriera, dos nios muy enfermos le rezaron, y pronto
experimentaron una mejora espontnea e inexplicable. Pero tales recuperaciones se dan a veces, como
tambin los empeoramientos no menos espontneos e inexplicables, aunque ms corrientes. No
conocer las causas de un fenmeno no significa que sea un caso de intervencin divina. De hecho, a
menudo los cientficos se ven incapaces de atribuir una causa especfica ni al inicio ni al fin de una
enfermedad. Ni siquiera los ensayos clnicos y evaluaciones estadsticas efectuados no sobre una o dos
personas, sino sobre grandes muestras de poblacin, permiten determinar causas probables en todos
los casos.
Objeciones parecidas pueden hacerse en el caso de Ftima. Adems, aqu hay que decir que las
profecas eran tan vagas que admitan muchas interpretaciones distintas. No es especialmente
arriesgado predecir que en un futuro indefinido habr guerras y desrdenes. Si uno quisiera investigar
en serio la validez de las profecas, stas deberan ser ms precisas y algo ms falsables, y habra que
establecer protocolos estrictos para evaluarlas.
De igual modo, si uno realmente quisiera buscar una conexin causal entre oraciones y curaciones,
habra que examinar gran nmero de casos, imponer lmites temporales a las pretendidas curaciones,
comparar las tasas de recuperacin de los que rezan con las de quienes no lo hacen, y guardarse de
caer en el autoengao y el anhelo de obtener el resultado esperado. En todos estos casos, los creyentes
siempre pueden aducir que los milagros de Dios, aunque consistentes con las leyes naturales, explotan
los cada vez ms reducidos vacos de nuestro conocimiento cientfico. Pero, como seal Einstein,
este recurso es demasiado fcil: Desde luego, la doctrina de un Dios personal que interfiere en el
acontecer natural es irrefutable porque dicha doctrina siempre puede refugiarse en los dominios an
no hollados por el conocimiento cientfico.
Otro problema conceptual importante planteado por los milagros fue sealado hace tiempo por
David Hume, quien escribi: Un milagro es una violacin de las leyes de la naturaleza; y como estas

leyes han sido establecidas por una experiencia firme e inalterable, la prueba en contra de la
posibilidad de un milagro, por la misma naturaleza del hecho milagroso, es tan completa como
cualquier argumento imaginable derivado de la experiencia. Es decir, todo el peso de la ciencia es
una evidencia inmediata contra la posibilidad de un milagro. La mxima de Carl Sagan: Las
afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias, es otra manera de decir lo mismo y,
dicho sea de paso, puede formalizarse mediante el teorema de Bayes. Esto no significa que las leyes
cientficas sean siempre correctas. Cualquier prueba de que cierto fenmeno milagroso viola una ley
cientfica concreta tambin es evidencia de que la ley en cuestin puede ser errnea. Por ejemplo, si
antes de la invencin del telfono alguien hubiera odo la voz de un conocido que estaba a cientos de
kilmetros de distancia, podra haber considerado este hecho un milagro. Pero la evidencia de este
hecho milagroso sera tambin la evidencia de que la ley fsica que parece violar (digamos la
velocidad del sonido en el aire) es errnea o no se aplica.
Y sobre el testimonio de los testigos Hume escribi: Ningn testimonio es suficiente para
establecer un milagro, a menos que el testimonio sea de tal ndole que su falsedad fuera ms
milagrosa que el hecho que pretende establecer. Qu es ms probable, que una madre angustiada
estuviera mintiendo, engandose o equivocndose, o que su hijo terminalmente enfermo se
recuperara de manera espontnea y milagrosa?
Se est poniendo de moda sostener que religin y ciencia estn creciendo juntas y han dejado de
ser incompatibles. En mi opinin, esta convergencia es ilusoria. Es ms, no creo que ningn intento de
combinar estos cuerpos de conocimiento tan dispares pueda prosperar intelectualmente. Ni que decir
tiene, esto no significa que los religiosos y los irreligiosos no puedan respetarse mutuamente en sus
respectivos intentos de dar sentido al mundo.
En cualquier caso, fueran cuales fuesen las causas de sus notables recuperaciones, incluso los
irreligiosos pueden alegrarse de que los dos nios que rezaron a la madre Drexel se curaran y de que el
papa Juan Pablo II sobreviviera al atentado. En cambio, el reciente empeo de las autoridades
religiosas en urdir un milagro atribuible a Juan Pablo II para acelerar su canonizacin no merece un
aplauso tan universal.
El recurso a sueos, premoniciones, conexiones absurdas e intervenciones pstumas en la
argumentacin de los milagros es irracional, pero, honradamente, no lo es tanto como el argumento de
los surrealistas para la existencia de Dios, que se reduce a una palabra: limpia-pipas.

Observaciones sobre Jess y otras figuras


Durante su larga permanencia en las pantallas, la pelcula de Mel Gibson La Pasin de Cristo suscit
incontables reacciones de catlicos, judos, cristianos fundamentalistas y otros. Millones de
espectadores contribuyeron a unas ganancias de millones de dlares. Una legin de crticos
cinematogrficos y analistas culturales de todas las confesiones la comentaron. Jess es una figura
esencial para la fe de muchos cristianos, y algunos aspectos de su historia se aplican tambin a
Moiss, Mahoma (algunas semblanzas de Buda) y otros profetas, maestros, avatares y mrtires. Por
todas estas razones, la pelcula es un punto de partida adecuado para la discusin de algunas
cuestiones relevantes para el tema principal de este libro. A fin de cuentas, estas figuras en s mismas
son esgrimidas por muchos como pruebas de la existencia de Dios.
Mi primera observacin es que incluso las historias contemporneas de gran cobertura meditica
resultan a menudo oscuras. Han pasado ya ms de cuarenta aos desde el asesinato del presidente John
F. Kennedy, y seguimos sin nada ms que una vaga idea de las motivaciones del asesino o,
posiblemente, asesinos. Y hace algo ms de treinta aos, el caso Watergate estall ante una hueste de
cmaras y micrfonos, y todava no sabemos quin orden qu. Y hace slo unos aos, ya bien
entrados en la era de Internet, el World Trade Center y el Pentgono fueron atacados, Estados Unidos
respondi invadiendo Irak, y an no conocemos la historia completa de los atentados, el
entrenamiento de los atacantes, los prolegmenos de la guerra, etctera.
Estos (y muchos otros) ejemplos de nuestra ignorancia de los detalles histricos de
acontecimientos recientes no nos sorprenden. Estamos acostumbrados a posponer juicios, a estimar
probabilidades. Sabemos que la gente disimula, tergiversa, exagera y malinterpreta. Y sabemos que,
con ms frecuencia an, los hechos transcurren sin testigos. Por eso hemos adquirido un conveniente
escepticismo acerca de las historias y opiniones de la prensa.
Pero algunos dejan aparcado este escepticismo cuando se trata de hechos histricos ms distantes
en el tiempo. Esta actitud me parece de lo ms extraa, ya que los historiadores estn ms limitados
todava que los periodistas y cronistas de la actualidad. Despus de todo, la prensa escrita y los
ordenadores no existen desde hace tanto tiempo como los nada fiables cronistas de odas (o as me lo
han contado).
Como ya he dicho, estas observaciones las hago a propsito de la pelcula gore de Gibson y un
punto poco comentado acerca de su base histrica: la prueba histrica externa de los detalles
expuestos en las versiones bblicas, un tanto inconsistentes, de la crucifixin es, en el mejor de los
casos, escasa. A menos que creamos al pie de la letra los relatos del Nuevo Testamento sobre Jess,
escritos muchas dcadas despus de su ejecucin (entre los aos 70 y 100 de nuestra era),
simplemente no tenemos conocimiento de lo que ocurri de verdad hace casi dos milenios, aparte de
una idea sumamente vaga. Por supuesto, esto explica en parte por qu El cdigo Da Vinci de Dan
Brown, que pretende rellenar los detalles de la historia y sus repercusiones, se mantuvo en lo ms alto
de la lista de Amazon durante tanto tiempo, y ha vendido millones de ejemplares hasta la fecha.
Dejemos de lado los obvios absurdos biolgicos del nacimiento virginal y la resurreccin de Jess
(hechos cuya verdad es aceptada sin discusin por el 80 por ciento de los norteamericanos) y
centrmonos en la situacin poltica del momento. Por ahora supongamos que acaban de salir a la luz

documentos histricos convincentes que permiten confirmar las afirmaciones bblicas de que un grupo
de judos fue el brazo ejecutor de la muerte de Jess, de que Pilatos, el gobernador romano, tuvo un
papel benigno y pasivo, etctera. Aunque as fuera, no parece odioso, por no decir anticristiano, hacer
extensiva la culpa a los judos contemporneos? La culpa es un concepto ms que inapropiado si el
sufrimiento de Jess es, como afirman muchos telogos cristianos, una condicin para la salvacin de
los dems.
Podemos ver las cosas con algo ms de perspectiva si comparamos la crucifixin de Jess con la
muerte de otro maestro de la antigedad: Scrates (la pasin de Cristo frente al envenenamiento de
Scrates, si se quiere). Una vez ms, la versin oficial resulta un tanto problemtica, pero aunque
demos pleno crdito al relato escrito por Platn hace veinticuatro siglos, qu fantica caterva de
clasicistas o filsofos responsabilizara a los griegos de hoy?
La pregunta ofende. Sera absurdo, por no decir antisocrtico, trasladar cualquier culpa a los
atenienses de la actualidad. (Dicho sea de paso, Scrates necesita un Mel Gibson o un Dan Brown; por
desgracia, la Apologa de Scrates siempre est en el furgn de cola de las listas de ventas de
Amazon). El caso de Scrates sugiere otra comparacin. Se centrara una versin cinematogrfica de
su muerte en la implacable exposicin de cmo se apretaba la garganta y se convulsionaba agonizante
tras ingerir la cicuta? Contribuira en algo esta imaginaria pelcula, con sus sobrecogedoras escenas y
sus actores hablando en griego arcaico, a incrementar la probabilidad de que las cosas hubieran
ocurrido tal como se retratan?
Con independencia de la fe (o su ausencia) de cada cual, Scrates y Jess (al menos tal como los
retratan Platn y los autores del Nuevo Testamento) fueron grandes lderes morales cuyas ideas
constituyen buena parte de los cimientos de nuestra cultura. En mi opinin declaradamente laica, sus
vidas y enseanzas, tal como nos han llegado, son ms importantes que los detalles de sus muertes,
que probablemente seguirn siendo oscuros en el mejor de los casos.
Dos comentarios perifricos. El primero es sobre el libro Mero cristianismo y las declaraciones
pblicas de su autor, C.S. Lewis, a quien le incomodan sobre todo aquellos que ensalzan las
enseanzas morales de Jess, pero niegan su divinidad. Lewis se preguntaba si Jess fue un impostor,
un luntico o el Seor. Citando pasajes bblicos donde Jess afirma que es el Hijo de Dios, Lewis
mantena que si Jess fuese un manipulador o un luntico, no podra dar lecciones de moral. As pues,
cualquiera que acepte sus enseanzas morales debe rechazar ambas posibilidades y reconocer que es el
Seor.
Aparte de su aliteracin, lo menos que puede decirse de la argumentacin de Lewis es que no es
convincente. Dijo Jess realmente que era el Hijo de Dios? No lo sabemos. Y si lo dijo, hablaba de
manera literal o metafrica? No lo sabemos. Y si en realidad es una amalgama de figuras reales y
mticas? Ni siquiera sabemos esto. (Las suposiciones no comprobables sobre Jess y otras figuras me
recuerdan a aquel erudito que public una tesis revolucionaria: La Ilada y La Odisea no fueron
escritas por Homero, sino que en realidad fueron obra de otro poeta griego ciego del mismo nombre).
En cualquier caso, hay muchas maneras de resolver este trilema que no obligan ni a dejar de admirar
las enseanzas de Jess (o al menos buena parte de ellas) ni a aceptar su divinidad.
El segundo comentario atae al ya mencionado El cdigo Da Vinci, que parte de la premisa de que
Jess se cas y tuvo hijos, y que hoy sobrevive un nico descendiente directo suyo. Ahora bien, la
teora de la probabilidad nos dice que, si Jess hubiera tenido hijos, es casi seguro que su linaje se

habra extinguido al cabo de unas cuantas generaciones o bien habra crecido exponencialmente, de
manera que hoy da habra millones de descendientes de Jess.
De hecho, sta no es una peculiaridad del linaje de Jess. Si los hijos de Julio Csar y su progenie
no hubieran desaparecido, entonces muchos millones de personas podran presumir hoy de ser
descendientes de Csar. Lo mismo puede decirse del vil Calgula y de incontables personajes
annimos que vivieron hace dos mil aos. No es imposible que hoy quedaran slo unos cuantos
descendientes de alguien que vivi hace dos milenios, pero la probabilidad es menos que minscula.
La investigacin que conduce a estas conclusiones, una aplicacin de una subdisciplina de la teora
de la probabilidad conocida como teora de ramificaciones, es parte de la obra de Joseph Chang, un
estadstico de Yale, y Steve Olson, autor de Mapping Human History: Genes, Race, and Our Common
Origins. Para obtener una idea intuitiva del resultado se puede pensar que todo el mundo tiene dos
progenitores, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, diecisis tatarabuelos y, en general, 2 N ancestros de la
ensima generacin. Si nos remontamos cuarenta generaciones atrs, algo menos de un milenio, cada
persona viva debera tener un billn de ancestros, mucho ms que la poblacin mundial actual, y
mucho ms an que la poblacin de entonces. As pues, entre ese billn de antepasados tiene que
haber muchos repetidos. Hace un milenio, los ancestros del lector y los mos, como los de George
Bush, Osama bin Laden, Oprah Winfrey, Mao Zedong, Albert Einstein y el repartidor de pizzas eran
ms o menos los mismos.
Si nos remontamos 3000 aos atrs, hasta un milenio antes de Cristo, podemos afirmar algo an
ms sorprendente. Si todos los que vivieron entonces tuvieran descendientes en la actualidad, entonces
todos nosotros estaramos entre ellos. Es decir, descendemos de todos los europeos, asiticos,
africanos y dems que vivieron hace tres mil aos y tienen descendientes vivos hoy. Considrense las
implicaciones para las generaciones futuras. Si uno tiene hijos y su linaje biolgico no se extingue,
entonces cada ser humano sobre la Tierra dentro de tres mil aos ser su descendiente directo.
Volviendo a El cdigo Da Vinci, podemos concluir que si la herona de la novela fuera
descendiente directa de Jess, entonces debera compartir esa condicin con muchos millones, si no
miles de millones, de otras personas. Esto hace que la trama del libro sea an ms difcil de digerir,
pero la probabilidad nunca ha sido el fuerte de los autores de esta clase de libros, pelculas o, ya
puestos, los textos bblicos. Y otro problema con el nacimiento virginal del Jess humano es la fuente
de su ADN, sus Genes Divinos si se quiere, pero este asunto es demasiado perifrico para tratarlo aqu.
Muchas historias importantes del pasado reciente contienen grandes lagunas y puntos oscuros, y
an ms las del pasado remoto. Expresar pblicamente la incredulidad que suscitan o, al menos,
reconocer las incertidumbres que las envuelven requiere, volviendo a Gibson, un corazn ms bravo
que el que se necesita para negarlas.

Cuatro argumentos psicomatemticos

El argumento de la redefinicin
(y la complejidad irreducible)
Diversos argumentos sobre la existencia de Dios lo redefinen como alguna otra cosa. Las ideas
pantestas a menudo identifican a Dios con la vida, la naturaleza o la existencia misma. Algunos
pensadores, como Albert Einstein, Stephen Hawking y Baruch Spinoza, parecen identificarlo con las
leyes de la fsica o la estructura del universo. Einstein escribi: No he encontrado una expresin
mejor que religiosa para la confianza en la naturaleza racional de la realidad, en la medida en que es
accesible a la razn humana. Paul Erdos, el prolfico matemtico hngaro, pareca expresar un
sentimiento similar acerca de las matemticas. Aunque ateo, Erdos aluda a menudo a un libro
imaginario en el que Dios haba impreso todas las demostraciones matemticas ms bellas. Siempre
que crea que una demostracin o razonamiento conduca a una revelacin particularmente exquisita,
deca: sta es de las del libro. (Por desgracia, ninguna de las justificaciones de la existencia de Dios
merece ni de lejos figurar en el libro divino).
Por supuesto, si uno define o se refiere a Dios de una de estas maneras atpicas, entonces ser un
testa religioso resulta mucho ms digerible intelectualmente. Me gustara pensar (pero no lo
pienso) que tales redefiniciones explican en parte por qu tanta gente se define a s misma como
creyente.
El esquema del argumento de la redefinicin es:
1. Dios es en realidad esto, aquello o lo otro.
2. La existencia de esto, aquello o lo otro es hasta cierto punto plausible, si no obvia.
3. Luego Dios existe.
Un trmino ms peyorativo para algunos ejemplos de redefinicin es subterfugio. Una de mis
ilustraciones favoritas de esto ltimo es la respuesta dada al siguiente problema de un examen de
lgebra: Expandir (a + b)4. (Recurdese que esto significa escribir el producto (a + b)(a + b)(a + b)(a
+ b).) La solucin del alumno fue la siguiente secuencia:
(a+b)4, (a+b)4, (a + b)4, (a+b)4, (a+b)4
Proclamar que Dios es Amor y que uno cree en el Amor, por lo tanto cree en Dios, no es mucho
ms convincente.
Otra redefinicin ms enjundiosa identifica a Dios con lo incomprensiblemente complejo. Este
argumento puede incluso hacer que los agnsticos y ateos admitan que creen en Dios. Despus de
todo, quin puede creer que lo comprende todo? Todos podemos estar de acuerdo en que somos
entidades finitas capaces slo de procesar informacin de una complejidad bastante limitada. De
hecho, una reformulacin del famoso teorema de incompletitud del lgico Kurt Gdel debida a
Gregory Chaitin muestra que cualquier sistema formal (como nosotros) slo puede generar
informacin de complejidad menor que la suya propia. Y, como ha observado Chaitin, no podemos

demostrar diez libras de teoremas con cinco libras de axiomas. En consecuencia, la comprensin
completa de la naturaleza y la sociedad, sistemas de complejidad mucho mayor que la nuestra, est
literalmente ms all de nuestro horizonte de complejidad.
Es ms que concebible que la autntica teora de todo, el santo grial de los fsicos
contemporneos, est ms all de nuestro horizonte de complejidad colectivo. Comprese esto con la
frase de Arthur C. Clarke: Cualquier tecnologa lo bastante avanzada es indistinguible de la magia.
En cualquier caso, el truco verbal de definir a Dios como lo incomprensiblemente complejo, una
variante del Dios de los vacos, tiene la ventaja de obtener algo en este caso Dios de nada.
Pero hasta de lo incomprensiblemente complejo podemos decir algo. Siempre nos ha atrado la
idea de que, por muy catico que sea el mosaico de la vida, es inevitable que haya algn orden de
alguna clase a algn nivel. Ningn universo puede ser completamente aleatorio a cualquier nivel de
anlisis. Ninguna confusin puede ser absoluta. Es imposible que furamos incapaces de encontrar
alguna regularidad, alguna invariancia en alguna parte, con independencia de los detalles confusos de
cualquier particular estado de cosas. Uno podra al menos describir la confusin, o enunciar alguna
prediccin de orden superior para el efecto que no admite ninguna prediccin de orden inferior. Puesto
que la ausencia de orden tambin es una clase de orden a otro nivel, la idea de la inevitabilidad del
orden, como la identificacin de Dios con lo incomprensiblemente complejo, es vacua y tautolgica
(aunque quiz sea una tautologa fructfera).
En fsica, la idea de la inevitabilidad del orden surge de la teora cintica de los gases. Aqu, la
presuncin de desorden a un nivel formal de anlisis (el movimiento aleatorio de las molculas del
gas) conduce a un orden de nivel superior: las relaciones entre variables macroscpicas como la
temperatura, la presin y el volumen determinadas por las leyes de los gases. Dichas relaciones se
siguen de la aleatoriedad al nivel molecular y unas cuantas premisas mnimas ms. Generalizando,
cualquier estado de cosas, por desordenado que sea, puede describirse simplemente como aleatorio, y
entonces, ipso facto, a un nivel superior de anlisis tenemos al menos una metaley til: en el nivel
inferior impera la aleatoriedad.
Adems de las distintas leyes de los grandes nmeros estudiadas en estadstica, una nocin que
pone de manifiesto otro aspecto de esta idea es la mxima del estadstico Persi Diaconis: si uno
observa una poblacin lo bastante grande durante el tiempo suficiente, entonces casi cualquier
condenada cosa ocurrir.
Una versin ms profunda de esta lnea de pensamiento puede remontarse hasta el matemtico
britnico Frank Ramsey, quien demostr un teorema que establece que para un conjunto lo bastante
grande de elementos (personas o nmeros o puntos geomtricos), cada par de los cuales est, digamos,
o conectado o desconectado, siempre habr un subconjunto grande del conjunto original con una
propiedad especial. O todos los elementos del subconjunto estarn conectados entre s, o todos estarn
desconectados. Dicho subconjunto es una inevitable isla de orden en el conjunto desordenado que lo
contiene. Es el almuerzo gratis (Dios) cuya oferta est garantizada si la cafetera (el universo) es lo
bastante grande.
(Este resultado se describe a veces en trminos de invitados a una cena. El problema de Ramsey
para la isla de orden 3 es: cul es el menor nmero de invitados que deben estar presentes para que
sea seguro que al menos tres de ellos se conocern o al menos tres no se habrn visto nunca antes?
Supongamos que si Martha conoce a George, entonces George conoce a Martha. La respuesta es seis, y

la demostracin, que omitir, no es difcil. Para la isla de orden 4, el nmero de invitados mnimo es
18. Es decir, tiene que haber al menos 18 invitados para que sea seguro que al menos cuatro se
conocern entre s o al menos cuatro no se habrn visto nunca. Para la isla de orden 5, el nmero est
entre 43 y 55. Para nmeros mayores, el anlisis se vuelve mucho ms complicado, y slo se conocen
respuestas a problemas de Ramsey para muy pocos nmeros).
Desde la muerte de Ramsey en 1930 se ha desarrollado toda una subdisciplina matemtica
dedicada a demostrar teoremas de la misma forma general: cun grande debe ser un conjunto para
que siempre contenga algn subconjunto de tamao dado que posea algn patrn regular, una isla de
orden de alguna clase? El ya citado Paul Erdos descubri muchas de tales islas, algunas de una belleza
etrea. Los detalles de las islas particulares son complicados, pero la respuesta general a la cuestin
del tamao mnimo del conjunto que las contiene a menudo se reduce a la mxima de Diaconis: si es
lo bastante grande, casi cualquier condenada cosa ocurrir. Los teoremas de este estilo pueden
incluso explicar en parte las secuencias de letras equidistantes que constituyen los cdigos bblicos.
Cualquier secuencia de smbolos lo bastante larga, y ms si est escrita con el vocabulario restringido
del hebreo antiguo, contendr secuencias que parecen tener significado.
Ms directamente relevante para la evolucin y el origen de la complejidad es la obra de Stuart
Kauffman. En At Home in the Universe: The Search for Laws of Self-Organization and Complexity ,
Kauffman discute el orden gratuito, o al menos la complejidad a un precio barato. Motivado por la
idea de cientos de genes que activan y desactivan otros genes, y el orden y las pautas existentes,
Kauffman nos insta a considerar una coleccin de diez mil bombillas, cada una de las cuales est
conectada a otras dos bombillas del conjunto.
Con esta nica ligadura, se conectan las bombillas al azar. Supongamos tambin que, a intervalos
de un segundo, cada bombilla se enciende o apaga conforme a alguna regla arbitraria. Para algunas
bombillas la regla podra ser apagarse a menos que las otras dos a las que est conectada estn
previamente encendidas. Para otras bombillas podra ser encenderse a menos que las otras dos estn
apagadas. Dadas las conexiones al azar y la asignacin aleatoria de las reglas, sera natural esperar que
la coleccin de bombillas parpadeara caticamente sin ninguna pauta aparente.
Lo que ocurre, sin embargo, es que muy pronto se observa orden gratuito, ciclos ms o menos
estables de configuraciones de luces, diferentes para distintas condiciones iniciales. Hasta donde yo
s, el resultado es slo emprico, pero sospecho que puede ser una consecuencia de un teorema de la
familia de Ramsey demasiado difcil de demostrar. Kauffman propone que algn fenmeno de esta
clase suplementa o acenta los efectos de la seleccin natural. Aunque ciertamente no hay necesidad
de otro argumento ms contra la aparentemente inerradicable estupidez de la ciencia de la creacin,
estos experimentos y el orden inesperado que se obtiene de manera tan natural parecen ofrecer uno.
En cualquier caso, el orden gratuito y la complejidad a partir de la simplicidad son esperables y no
sirven de base para creer en Dios, tal como se le define tradicionalmente. Si redefinimos a Dios como
una inevitable isla de orden o, como cree Kauffman, una suerte de entidad emergente, entonces las
consideraciones anteriores nos dicen que slo existe en este sentido inusual y restringido.

El argumento de la tendencia cognitiva


(y algunos programas simples)
Algunos sesgos y espejismos cognitivos innatos estn entre los factores que inclinan a la gente a creer
en Dios (o, sin olvidar a Mammn, a invertir irracionalmente). Otros, sin embargo, contemplan estas
mismas propensiones como mensajeras de la verdad. Una expresin de esta idea en forma de
argumento viene a ser la siguiente:
1. Algunas tendencias cognitivas sugieren la existencia de un agente todopoderoso.
2. Estas tendencias y metforas no son ilusiones, sino que apuntan a un agente real.
3. Luego este agente, Dios, existe.
Como los otros argumentos considerados hasta ahora, ste tampoco tiene ninguna validez, porque
el salto del punto 1 al punto 2 no est justificado. El que una disposicin mental sea innata o natural
no necesariamente la convierte en defendible racionalmente. Un ejemplo es el racismo. Aun as, estas
propensiones proporcionan una explicacin parcial de la fe de algunos. Como han sealado Daniel
Dennett y otros, a la hora de buscar explicaciones y pautas la gente tiene una tendencia innata a querer
ver agentes o intenciones en vez de causas accidentales o impersonales. Adems, es ms probable que
atribuyan un suceso a un agente que al azar si tiene implicaciones trascendentales o emocionales, y
qu tiene ms importancia visceral para muchos que la religin?
En un experimento relevante, a un grupo de sujetos se le dijo que una persona aparc su vehculo
en una cuesta, olvid echar el freno de mano y se fue caminando; entonces el coche se desliz cuesta
abajo hasta colisionar con una boca de incendios. A otro grupo se le cont la primera parte de la
misma historia, cambiando el final por el atropello de un peatn que resulta gravemente herido. Los
miembros del primer grupo tendan a contemplar el suceso como un accidente y disculpaban al
conductor. Los del segundo grupo, en cambio, responsabilizaban al conductor y se mostraban muy
crticos con su persona. Huelga decir que en ambas situaciones la infraccin es la misma: fue un
accidente y el responsable fue el conductor. Pero result que el nfasis en la contingencia o la
responsabilidad dependa de las emociones despertadas en cada caso.
O considrese el asesinato de John F. Kennedy, para muchos un suceso desgarrador. Dada su
trascendencia, la gente busc una razn consecuentemente trascendental del atentado. Lee Harvey
Oswald era un don nadie demasiado vulgar para el papel de magnicida. Tena que haber algo ms, y
quiz lo hubiera, pero una razn adicional para la intensa fascinacin por otras posibilidades era la
seductora supersticin de que las consecuencias significativas deben necesariamente ser obra de
perpetradores significativos. Lo mismo vale para la muerte de la princesa Diana.
De nuevo, qu tiene mayor significacin que el origen del universo, la naturaleza del bien y del
mal y los otros grandes temas en los que se mueve la religin? De ah que haya una tendencia natural a
buscar un agente Dios en vez de aceptar una explicacin accidental, impersonal o irreligiosa.
Otra inclinacin cognitiva relevante para la fe religiosa es el llamado sesgo de confirmacin, la
tendencia psicolgica a buscar la confirmacin en vez de la refutacin de cualquier hiptesis que
hemos adoptado, aunque sea provisional. La gente advierte con ms prontitud y busca con ms

diligencia cualquier posible confirmacin de sus creencias que aquello que las contradice. La
perpetracin de la innecesaria (por decirlo suavemente) guerra de Irak es un ejemplo de libro de esta
absurdamente obstinada miopa y la increble enormidad de las consecuencias a las que puede
conducir. Francis Bacon ya era consciente en el siglo XVII de este sesgo cuando escribi: En cuanto la
comprensin humana ha adoptado una opinin saca todo lo que puede para apoyarla y convenir con
ella. Y aunque los ejemplos de lo contrario sean ms numerosos y de ms peso, son ignorados o
desestimados. Los considerables avances en la imaginera cerebral han permitido incluso localizar la
regin del cerebro donde parece residir el sesgo de confirmacin.
La obstinada ceguera a los hechos contrarios inducida por el sesgo de confirmacin en algunas
personas religiosas siempre me recuerda la cancioncilla de William Hughes Mearns:
Estando sentado en mi silla,
supe que el trasero no estaba ah,
ni las piernas, ni la espalda, pero yo sigo sentado,
ignorando pequeas cosas como sta.
El sesgo de confirmacin tambin interviene en el desarrollo de la personalidad religiosa y otros
estereotipos peligrosos. Aunque a menudo sean simplificaciones tiles, los estereotipos pueden llevar
a una caracterizacin inicialmente errnea que luego se vuelve casi inmune a la revisin. Y as como
el sesgo de confirmacin tiene un papel importante en las obsesiones del mercado de valores, tambin
es relevante para las obsesiones del mercado de visiones del mundo, donde una disposicin inicial a
creer derivada de la formacin escolar o la mentalidad social imperante puede convertirse en una
certeza incuestionable.
Un concepto relacionado con la idea de la mentalidad religiosa imperante es el error de
disponibilidad, otra curiosidad cognitiva descrita a fondo por los psiclogos Amos Tversky y Daniel
Kahneman. Se trata tan slo de la inclinacin a contemplar cualquier historia, sea poltica, personal o
religiosa, a travs de la lente de una historia superficialmente similar que acude pronto a la mente o
est psicolgicamente disponible. As, cada empresa militar norteamericana es descrita de forma
inevitable como otro Vietnam, los escndalos polticos se comparan enseguida con los casos
Lewinsky o Watergate, los malentendidos entre cnyuges reabren viejas heridas, y las nuevas
empresas de alta tecnologa tienen que luchar contra la memoria de la burbuja del punto-com. Del
mismo modo, cualquier historia con un asunto vagamente religioso se disuelve en un relato familiar
de la religin propia.
Y puesto que el tema de Dios es ubicuo en la mayora de religiones (con la feliz y notable
excepcin de algunas versiones del budismo), los otros cultos se esgrimen como confirmacin de la
existencia de Dios. Esto no suele ser suficiente para inducir el acercamiento, y menos la conversin, a
otras religiones. La poderosa dinmica familiar y grupal, entre la que no falta el mencionado sesgo de
confirmacin, asegura que la mayora de familias comparta la misma religin. Los hijos de baptistas,
episcopalianos y catlicos suelen mantenerse en la confesin de sus padres (a lo sumo cambian de
iglesia cristiana). Lo mismo vale para los judos reformistas, conservadores y ortodoxos, los

musulmanes sunitas y chitas y otras confesiones religiosas: puede haber cierto movimiento entre
sectas, pero poco entre religiones.
Este fenmeno de la herencia religiosa y sus muchas consecuencias no es necesariamente
perverso ni insultante, como ha sugerido Richard Dawkins, pero s indica que, en general, las
creencias religiosas no son producto de una bsqueda racional, sino de tradiciones culturales y hbitos
psicolgicos. El venerable argumento de la tradicin probablemente es la justificacin ms potente de
la existencia en Dios, en concreto el Dios de nuestros ancestros. Por qu si no los hijos se adhieren
tan a menudo a la misma religin que sus padres? Hablar de familias catlicas, protestantes o
musulmanas implica dar por sentado que los hijos heredan automticamente la visin del mundo de
sus padres. Aunque a menudo es as, no estamos hablando de un hecho biolgico y, como ha sealado
Dawkins sabiamente, sera saludable que referirse a los nios como catlicos, protestantes o
musulmanes sonara tan absurdo como hablar de nios marxistas o capitalistas.

La ltima distorsin cognitiva que considerar es una forma de pensamiento primitivo relacionada
con el error de disponibilidad. Se resume de la mejor manera como lo mismo causa lo mismo. Por
ejemplo, los mdicos antiguos crean que los pulmones de un zorro curaban el asma y otros achaques
pulmonares. La sabidura popular presuma que los excrementos de las aves de corral eliminaban las
costras, superficialmente similares, de la tia. Los psiclogos freudianos afirmaban que la fijacin en
la fase oral daba fumadores, comedores y besucones compulsivos.
Quiz no sorprenda, pues, que la gente haya pensado desde hace tiempo que la complejidad de las
producciones de un ordenador es resultado de programas complejos. Pero es bien sabido que esto no es
necesariamente as. Los informticos y los matemticos, en especial John von Neumann en los
cincuenta y John Horton Conway en los setenta, han estudiado reglas y algoritmos simples y han
observado que sus consecuencias a veces adquieren una complejidad desmesurada. Lo mismo vale
para el famoso conjunto de Mandelbrot, que es generado por unas pocas ecuaciones sencillas. La
relevancia de este hallazgo para los argumentos del designio y de la primera causa est clara:
1.
2.
3.
4.

El mundo es enormemente complejo.


Lo mismo causa lo mismo.
Por lo tanto, algo muy complejo caus el mundo.
Esa causa es Dios, luego existe.

Aunque no es una idea nueva, nadie ha tratado el tema de la simplicidad conducente a la


complejidad tan exhaustivamente como Stephen Wolfram en su libro A New Kind of Science. Es un
volumen de mil doscientas pginas, as que me centrar en lo que Wolfram llama la regla 110, un
algoritmo muy simple capaz de generar una asombrosa intrincacin y, al menos en teora, de computar
cualquier cosa que un ordenador de ltima generacin pueda computar.
Imaginemos una cuadrcula (o, si se prefiere, un colosal damero) cuya fila superior tiene una
distribucin aleatoria de cuadros blancos y negros. La coloracin de la primera fila determina la
coloracin de la fila de debajo como sigue: para cada cuadrado de esta segunda fila, se miran los
colores de los tres cuadrados de encima (el que est justo a la izquierda, el que est justo encima y el

que est justo a la derecha). Si los colores de estos cuadrados son BBN, BNB, BNN, NBN o NNB,
entonces se le asigna el color negro al cuadrado inferior; en los dems casos se le asigna el color
blanco. De esta manera se asignan colores a todos los cuadrados de la segunda fila.
Aplicando la misma regla, los colores de los cuadrados de la segunda fila determinan la coloracin
de la tercera fila y, generalizando, la coloracin de una fila determina la coloracin de la fila de abajo.
Esto es todo; y sin embargo, argumenta Wolfram, los patrones de cuadrados blancos y negros
resultantes son asombrosamente similares a los que surgen en biologa, qumica, fsica, psicologa,
economa y una hueste de otras ciencias. Estos patrones no parecen aleatorios, ni tampoco regulares o
repetitivos. Son enormemente complejos, al menos segn algunas medidas de complejidad (pero no
todas).
Es ms, si tomamos los cuadrados blancos como ceros y los negros como unos, y la primera fila
como la secuencia de entrada, entonces cada fila sucesiva puede considerarse el resultado de una
computacin que transforma un nmero binario en otro. (Ntese que la primera lila de cuadrados
blancos y negros distribuidos aleatoriamente corresponde a la complejidad y contingencia de las
condiciones fsicas iniciales, mientras que las reglas simples corresponden a las leyes deterministas de
la fsica). Este programa simple, llamado autmata celular unidimensional, no slo ejecuta el clculo
descrito, sino que, como demuestra Wolfram, es capaz de ejecutar todos los clculos posibles! Es una
computadora universal que, mediante las codificaciones apropiadas, puede emular las acciones de
cualquier otra mquina de un solo propsito, entre ellas el procesador de texto que estoy empleando
ahora para escribir.
Se han estudiado unos cuantos de tales ordenadores idealizados (que van desde las mquinas de
Turing hasta los modelos ms recientes, pasando por el juego de la vida de Conway), pero la regla 110
de Wolfram es particularmente simple. De sta y una mirada de otras consideraciones demasiado
numerosas para exponer aqu, Wolfram concluye que los cientficos deberan dirigir sus energas
hacia los programas simples en vez de las ecuaciones, porque los programas son ms adecuados para
aprehender las interacciones que caracterizan los fenmenos de la ciencia.
Wolfram tambin propone un principio de equivalencia computacional que, entre otras cosas,
afirma que casi todos los procesos, artificiales (como su regla 110) o naturales (como los de la
biologa o la fsica), que no sean trivialmente simples pueden dar lugar a computadores universales.
Esto es una reminiscencia de un viejo teorema conocido como la tesis de Church-Turing, que
establece que cualquier proceso de computacin reglado ejecutable puede ser ejecutado por una
mquina de Turing o un computador universal equivalente. Wolfram ampla este principio, le da un
nuevo giro y lo aplica a todo.
Los programas simples, afirma, pueden emplearse para explicar el espacio y el tiempo, las
matemticas, el libre albedro y las percepciones, adems de arrojar luz sobre la biologa, la fsica y
otras ciencias. Tambin pueden explicar cmo podra haber surgido un universo tan aparentemente
complejo y diverso como el nuestro: las teoras fsicas subyacentes proporcionan un conjunto de
reglas simples para actualizar el estado del universo, y tales reglas son, como demuestra Wolfram
repetidamente, capaces de generar la complejidad que nos rodea (y la nuestra) si se les permite
desplegarse durante un tiempo lo bastante largo.
Espero que ahora resulte obvia la relevancia de la ilusin del lo mismo causa lo mismo para el
argumento del designio. Las reglas de Wolfram, el juego de la vida de Conway, los autmatas

celulares en general, el conjunto de Mandelbrot y el genoma de bombillas de Kauffman muestran que


las fuentes de la complejidad no tienen por qu ser complejas (aunque a menudo lo sean).

Mi intercambio onrico de mensajes con Dios


Mientras escriba los dos captulos anteriores sobre los sesgos cognitivos humanos y las muchas
redefiniciones de Dios, so que tena un crptico intercambio de mensajes con una entidad bastante
razonable y modesta que afirmaba ser Dios. sta es mi reconstruccin de nuestra conversacin:

YO:

Vaya, dices que eres Dios. Espero que no te ofendas si te digo que no creo en ti.

No, no me ofendo. Dudo de que yo mismo creyera en m si yo fuera t. A veces incluso


dudo de que crea en m aun siendo yo mismo. Tu escepticismo es vivificante. Me temo
que no tengo mucha paciencia con todos esos miserables creyentes que se postran ante m.

DIOS:

YO:

Bueno, comparto ese sentimiento, pero no te entiendo. En qu sentido eres Dios, aparte
de tu direccin de correo electrnico: [email protected]? Eres todopoderoso? Eres
omnisciente? Tienes algo que ver con la creacin del universo?

No, no y no. Pero a partir de un comienzo humilde me he vuelto ms poderoso, he ido


comprendiendo ms, me he convertido en lo que sea que soy, y s lo bastante para no
prestar demasiada atencin a preguntas sin sentido sobre la creacin del universo.

DIOS:

YO:

Es interesante que afirmes ser Dios y, en cambio, uses comillas para distanciarte de lo que
escriben algunos que creen en ti.

Ya te he dicho que estoy un poco cansado de esa gente. Yo no cre el universo, sino que
surg gradualmente de su seno o, si lo prefieres, evolucion a partir de su naturaleza
biolgico-socio-cultural. Qu me dices ahora de las comillas? Diras que sugieren
que a veces quiero distanciarme incluso de mis propios textos?

DIOS:

YO:

Me gusta que no seas literalista. Cualquier evidencia de irona o humor me parece una
buena seal. Pero no estoy seguro de haberte entendido. Ests diciendo que viniste a
evolucionar a partir de algo ms simple, quizs algo como nosotros los seres humanos?

DIOS:

Supongo que puede decirse as, slo que mi bagaje es mucho ms abarcador que el de

vosotros los humanos. Y contemplando la que habis liado, estoy tentado de decir
Gracias a Dios, pero eso parece un poco narcisista. Lo cierto es que vosotros tambin
habis hecho muchas cosas buenas, y yo he tenido mi parte de fracaso y desventura, pero
an estoy aprendiendo.

YO:

As que eres un poco como un comediante frustrado. Debo entender que eres un ente
natural y no sobrenatural?

Bueno, s y no. Soy natural en el sentido de que cualquier explicacin de mi


procedencia, existencia y desarrollo progresivo sera de carcter cientfico. Soy
sobrenatural slo en el sentido de que ciertamente estoy por encima de vosotros. Esto no
quiere decir que aspire a ser vuestro seor (con perdn). Slo significa que, a lo largo de
muchas dimensiones (pero no todas), he alcanzado una comprensin de las cosas mayor
que la vuestra. As que quiz sea ms correcto decir que soy relativamente superior.

DIOS:

YO:

Pero slo relativamente. Un poco ms poderoso, pero no todopoderoso. Correcto?

DIOS:

YO:

Es una manera elegante de decirlo.

Y los creyentes? Como relativamente superior, es probable que te parezcan bastante


ignorantes, quiz como los profesantes de los cultos cargo del Pacfico, que adoran cosas
fuera de contexto sin demasiada comprensin real de su naturaleza.

No, mi disposicin hacia ellos es ms amable. De hecho, amo a esas pobres almas
benditas. Por supuesto, empleo la palabra entrecomillada en sentido figurado.

DIOS:

YO:

Todava no lo entiendo. Aunque seas un poco ms poderoso, te confundes alguna vez?


Te debates a veces entre diferentes alternativas, sin una certeza absoluta?

Dios mo, s. Cada dos por tres me sumo en la confusin, la indecisin y la


incertidumbre sobre toda clase de asuntos. No puedo estar a la altura del Dios perfecto de
san Anselmo, y eso me hace sentir inferior. Por ejemplo, deseara poder contener a mis
creyentes ms superficialmente fervientes y decirles que se serenen, que miren a su
alrededor y piensen un poco, que se maravillen de la comprensin que han alcanzado y

DIOS:

procuren difundir este conocimiento cientfico. Pero luego lo pienso mejor y decido que
tienen que entenderlo por s mismos.

YO:

Si sabes tanto como dices, por qu al menos no nos explicas a los inferiores cmo curar
el cncer, por ejemplo?

DIOS:

YO:

Ahora mismo no puedo hacerlo.

Por qu no? No puedes intervenir en el mundo?

Bueno, el mundo es muy complicado, as que todava no puedo hacer lo que me pides de
una manera consistentemente efectiva. Es ms, puesto que yo mismo soy una parte del
mundo, cualquier futura intervencin ma no sera ms misteriosa que las
intervenciones de un sabio antroplogo sobre las gentes que estudia, que a su vez podran
influir en el antroplogo. Nada de entidades que se afectan mutuamente de manera
milagrosa. Tampoco nada de predicciones sencillas de los resultados de estas
interacciones. Por eso dudo de si debo interferir.

DIOS:

YO:

Has dicho que ests adelantado en muchos aspectos, pero te crees nico? Existen otros
dioses u otros un poco ms poderosos un poco ms poderosos que t? Existen otros
universos superiores? Mira, yo tambin s usar las comillas. Y dnde ests t? En el
espacio? Eres inherente a la conciencia? Eres parte de alguna suerte de cerebro
universal?

Ni siquiera estoy seguro de si estas preguntas tienen sentido. Cmo distingues entre
entidades o universos? Y qu entiendes por existir? Existir como existen las rocas, o
los nmeros, o el orden y los patrones, o quiz la efmera floracin de una planta? Como
he dicho, ni siquiera estoy seguro de si soy Dios, y tampoco jurara que t no lo eres.
Puede que Dios no sea otra cosa que nuestros ideales, nuestras esperanzas, nuestros
proyectos, o puede que los seres humanos seis supersimulaciones dentro de algn
superingenio como Mtrix.

DIOS:

YO:

Mtrix, domintrix, lo que sea. Manido, no? Es igual, aun suponiendo que existas en
algn sentido, desde luego no eres Dios tal como se le concibe convencionalmente. Crees

que hay un Dios as?

DIOS:

YO:

No s de ningn argumento lgico o prueba convincente que sustente esa creencia.

Estoy de acuerdo, pero tambin sospecho que la mayora de gente te considerara un


sustituto muy pobre de ese Dios.

Eso s que es malo. Alguien como yo es lo mejor que tienen a su alcance, suponiendo
que lo tengan. Pero, como he dicho, no estoy seguro de nada de esto, as que olvidemos
toda esta chchara por ahora. Si tuviera cabeza, ya me dolera. Qu me dices?

DIOS:

YO:

Hgase tu voluntad. Propongo que escuchemos msica, suponiendo que tengas orejas en
tu inexistente cabeza.

DIOS:

YO:

Muy bien. (Risas divinas).

Pues muy bien. (Me despierto).

El argumento de la universalidad
(y la relevancia de la moralidad y las matemticas)
C.S. Lewis escribi: Si alguien se tomara la molestia de comparar las enseanzas morales de,
digamos, los egipcios, babilonios, hindes, chinos, griegos y romanos de la antigedad, lo que
realmente le chocara sera lo mucho que se parecen entre s y a las nuestras. Lewis concluy que el
sentido moral, lo que Immanuel Kant llam la ley moral, o nuestro sentido intuitivo de lo correcto y
lo incorrecto, es universal y fue infundido en nosotros por Dios.
Esquemticamente, el argumento de la universalidad de los valores morales reza as:
1. Las similitudes interculturales en lo que se considera bueno o malo son patentes.
2. La mejor explicacin de estas similitudes es que emanan de Dios.
3. Luego Dios existe.
La versin kantiana del argumento es algo ms sutil, pero tambin presupone que los estndares
morales son reales, objetivos y universales.
Por supuesto, los proponentes de este argumento no dicen mucho sobre los blasfemos, los hijos
desobedientes, los homosexuales, los que trabajan en sbado y otros que, segn demanda la Biblia,
deberan ser lapidados. Por fortuna, la mayora de creyentes actuales no cumple esta norma al pie de la
letra. Tampoco se explayan sobre las similares restricciones draconianas de la libertad de las mujeres
(solteras, casadas o viudas) sancionadas por las teologas cristiana, musulmana e hind. La objecin
general es que, en contra del supuesto 1, la similitud de los cdigos morales entre las diversas culturas
es ms bien dudosa (salvo en cuestiones muy generales: asesinato, robo, cuidado de los hijos,
honestidad bsica), cosa que sus proponentes no estn por la labor de pregonar.
El supuesto 2 an es ms endeble. Una alternativa convincente y no religiosa es la explicacin
evolucionista de la similitud de los cdigos morales. Los seres humanos, desde antes incluso de que lo
furamos, siempre hemos tenido que satisfacer una serie de requerimientos bsicos: obtener comida,
abrigarse, protegerse de los predadores y los enemigos, emparejarse y reproducirse. Cualquier grupo
que desatienda estas exigencias bsicas no puede durar mucho tiempo.
Adems, dichos requerimientos son bastante restrictivos, y conducen de manera ms o menos
directa a la prohibicin del robo y el asesinato no provocado, la insistencia en una honestidad bsica,
la preocupacin por los hijos, etctera. Los detalles son interesantes e intrincados y han sido el tema
de varios libros recientes, en particular La mente moral, del bilogo Marc D. Hauser. La conclusin a
grandes rasgos, sin embargo, es que los grupos que permiten las infracciones de estos cdigos de
conducta generales lo tienen ms difcil para prosperar y multiplicarse. Matar al vecino o a los propios
hijos no son actos que promuevan el xito de ningn grupo. Estas ligaduras naturales, y no los
mandamientos de ningn Dios, explican cualquier similitud entre los cdigos morales de las distintas
culturas.
Otro contraargumento que merece atencin, similar al argumento de la fuente de la ley natural, se
deriva de la cuestin de por qu Dios eligi las leyes morales que eligi (o, de acuerdo con la tradicin
judeocristiana, grab en tablas de piedra) y no otras. Si la eleccin fue caprichosa, entonces tiene poco

sentido decir que Dios es bueno, porque la bondad misma sera una nocin arbitraria. Por otro lado, si
Dios eligi esas leyes y no otras porque son las justas y encierran el bien, entonces lo justo y lo bueno
son nociones independientes que no requieren divinidad alguna. Es ms, tambin Dios est
presumiblemente sujeto a leyes morales preexistentes, en cuyo caso, una vez ms, hay pocos motivos
para introducir una divinidad intermediaria entre las leyes morales y la humanidad.
La bondad de Dios tambin es el asunto del problema clsico del mal, que se remonta al filsofo
griego ateo Epicuro: O Dios quiere erradicar el mal y no puede, o puede y no quiere, o ni quiere ni
puede, o quiere y puede. En los tres primeros casos Dios no es muy divino que digamos: o es dbil, o
malvolo, o ambas cosas. Slo en el ltimo caso es todo lo divino que se le supone, lo que invita a
preguntarse sobre la prevalencia y persistencia del mal. Imagnese, por ejemplo, un asesino de nios
con su trigsima vctima atada ante l. Muchos rezan por el nio. Si Dios es incapaz de detener al
asesino o no se molesta en hacerlo, hasta qu punto es bueno? Parece que la respuesta usual a esta
pregunta es que los caminos de Dios son inescrutables, pero, si as fuera, una vez ms debemos
cuestionar la necesidad de su introduccin en primera instancia. Acaso no hay ya bastantes cosas que
no entendemos para fabricarnos otra ms?
Por supuesto, no es difcil encontrar incoherencias incluso en las doctrinas y confesiones religiosas
ms bsicas. Por ejemplo, segn los cristianos Dios sacrific a su Hijo, Jess, para que pudiramos
vivir por siempre jams. Pero por qu debera recurrir al sacrificio un ser omnipotente? Acaso sus
recursos son limitados? Y si Dios hizo esto por nosotros, por qu no fue ms transparente en sus
actos y ofertas en vez de exigimos suscribir ciegamente los enunciados escritos en un libro opaco y
contradictorio? Si nos ama tanto, por qu amenaza a los que optan por el escepticismo en vez de la fe
con tormentos interminables? Por qu sentencia que quienes no crean en l lo van a pasar muy mal
(en el infierno)? Etctera.
Casi me siento estpido al hacer estas observaciones. Algunos diran que son inmaduras, pero sera
ms apropiado caracterizarlas como infantiles. Me parece que cualquier nio no lastrado por el dogma
impuesto se hara estas preguntas obvias y apreciara las incongruencias sealadas.
Dichas incongruencias, como la que hay entre omnisciencia y omnipotencia, traen a la mente una
cuestin lgica ms amplia de gran relevancia para las especulaciones teolgicas (y de otro tipo): el
llamado problema de la satisfacibilidad booleana. A pesar de esta enrevesada denominacin, lo que se
plantea es una cuestin natural. Supongamos que estamos comprometidos con una coleccin de
enunciados complicados sobre nuestras creencias, el mundo y Dios. Hay algn modo rpido de
determinar si esta coleccin de proposiciones simples ligadas mediante los conectores lgicos y,
o y no es satisfacible? Es decir, cmo podemos determinar si hay alguna manera de asignar
verdad o falsedad a las proposiciones simples de modo que todos los enunciados complicados de la
coleccin sean simultneamente verdaderos?
Hay pginas de Internet que ilustran este problema en el caso de los postulados teolgicos. Se pide
a los visitantes que digan si unos enunciados complicados sobre sus creencias, el mundo y Dios son
verdaderos o falsos. A continuacin, en la mayora de los casos, se informa a los visitantes de que sus
respuestas son incongruentes. En general, probablemente no hay una manera rpida (tcnicamente, en
tiempo polinmico) de determinar la congruencia de grandes colecciones de enunciados. Si as
fuera, habra un montn de otros problemas matemticos y lgicos ms rpidamente resolubles de lo
que se piensa. (El problema de la satisfacibilidad es un tema importante de la informtica terica cuyo

equivalente en lgica es la clase de problemas NP-completos, donde NP es un acrnimo de


nondeterministic polynomial time).

Continuando con cuestiones de lgica matemtica, cabe sealar que una solucin similar a la del
argumento de la universalidad de los valores morales es aplicable tambin a un argumento comparable
basado en la universalidad y aplicabilidad de la lgica y las matemticas.
Los matemticos han estado interesados desde antiguo en las aplicaciones de las matemticas y
hace tiempo que advirtieron su universalidad. Por ejemplo, el nmero pi, la razn entre la
circunferencia de un crculo y su dimetro, es el mismo nmero en cualquier parte del mundo,
aproximadamente 3.14 (salvo en la Biblia, donde se le asigna el valor entero 3). Y tanto en la fsica y
la qumica como en la economa, en Brasil, India o Italia, las matemticas resuelven una gama dispar
de problemas que van desde algo tan mundano como la contabilidad hasta algo tan etreo como la
astronoma.
Tanto los matemticos como los fsicos han estado particularmente fascinados por esa ltima.
Arqumedes se interrog sobre el nmero de granos de arena necesarios para rellenar el universo
entero, la posibilidad de mover la Tierra con una palanca muy larga y la suma de unidades minsculas
de tiempo y otras magnitudes cuya acumulacin necesariamente exceda cualquier escala, todo lo cual
habla del temprano origen de la asociacin entre la fascinacin por los nmeros y las cavilaciones
sobre el tiempo y el espacio. Blaise Pascal se interrog sobre la fe, el clculo y el lugar del hombre en
la naturaleza, que segn l estara a medio camino entre el infinito y la nada. Nietzsche pens en un
universo cerrado e infinitamente recurrente. Henri Poincar y otros autores con un enfoque
intuicionista o constructivista de las matemticas han comparado la sucesin de los nmeros enteros
con nuestra concepcin preterica del tiempo como una sucesin de instantes discretos La teora de
conjuntos de Georg Cantor y el anlisis de Augustin Cauchy, entre otros, resolvieron muchas
paradojas del infinito, pero llevaron otras. Riemann, Gauss, Einstein, Gdel y muchos otros han hecho
conjeturas sobre el espacio, el tiempo y el infinito que, como muestra esta corta lista, han dado pbulo
a las reflexiones matemtico-fsico-espirituales.
No obstante, la aplicabilidad y universalidad de las matemticas no suele esgrimirse como
justificacin de la existencia de Dios. Si lo hiciramos, el argumento podra esquematizarse as:
1. Las matemticas parecen idealmente adecuadas para describir el mundo fsico.
2. Esta misteriosa idoneidad no es accidental.
3. Es la prueba de una armona y universalidad superiores, atribuibles en ltima instancia a un
creador.
4. Luego este creador, Dios, existe.
Como he apuntado, estas ideas tienen un pedigr matemtico distinguido, pero nadie las haba
expresado de manen tan explcita como el fsico Eugene Wigner en un famoso artculo publicado en
1960, The Unreasonable Effectiveness of Mathematics in the Natural Sciences. En este artculo,
Wigner sostena que la capacidad de las matemticas para describir y predecir el mundo fsico no es
casual, sino la demostracin de una armona profunda y misteriosa, y aada que la enorme utilidad

de las matemticas en las ciencias de la naturaleza es algo que bordea lo misterioso y no existe una
explicacin racional de este hecho.
La utilidad de las matemticas es indudable, pero de vedad es tan misteriosa? A m me parece
que, como ocurre con el argumento de la universalidad moral, hay una explicacin alternativa ms que
convincente. Por qu son tan tiles las matemticas? Bueno, el caso es que las actividades de contar,
medir y aplicar la lgica bsica fueron estimuladas por aspectos ubicuos del mundo fsico.
Experiencias tan cotidianas como estar de pie, empujar o tirar de objetos y desplazarse por el mundo
nos preparan para concebir ideas cuasimatemticas e internalizar las asociaciones entre ellas.
Por ejemplo, el tamao de una coleccin (de piedras, uvas o animales) se asocia con la magnitud
de un nmero, y mantener un registro de dicho tamao conduce a contar. Juntar colecciones se asocia
con la adicin de nmeros, y as sucesivamente. La nica condicin que deben cumplir estas
operaciones aritmticas bsicas es que los objetos mantengan su identidad; no se pueden juntar
colecciones diferentes de gotas de agua. En contra de la famosa frase del matemtico Leopold
Kronecker: Dios hizo los enteros, el resto es obra del hombre, incluso los nmeros enteros son obra
del hombre.
Otra metfora estimulante asocia el dominio familiar de las varas de medir (trozos de rama o de
cuerda, por ejemplo) con el dominio ms abstracto de la geometra. La longitud de un palo se asocia
con la magnitud de un nmero, una vez que se asocia un segmento especfico con el nmero 1, y a
partir de ah se llega, por ejemplo, a las relaciones entre los nmeros asociados a un tringulo.
Montones de metforas de este estilo, subyacentes tras otras disciplinas matemticas ms avanzadas,
han sido reveladas por el lingista George Lakoff y el psiclogo Rafael Nez en su interesante libro
Where Mathematics Comes From.
Una vez integradas en las actividades prcticas humanas, estas nociones se abstraen, idealizan y
formalizan para crear una matemtica bsica. Despus, la naturaleza deductiva de las matemticas
saca partido de esta formalizacin en dominios slo indirectamente relacionados. Empleamos la
lgica para progresar desde los axiomas manifiestamente obvios que nos sugiere la prctica diaria
hasta proposiciones mucho menos evidentes e incluso teoremas contrarios a la intuicin sobre, por
ejemplo, la serie de Fibonacci. (Puesto que parece que todo libro popular que toca el tema de la
religin debe incluir la obligada mencin de la serie de Fibonacci, no dejar que su completa
irrelevancia aqu me impida cumplir con este trmite igualmente irrelevante).
Las propiedades simples de la multiplicacin pronto conducen a identidades combinatorias cuya
capacidad para conectar fenmenos muy dispares parece casi increble. Los hechos obvios de la
geometra cotidiana llevan a descubrimientos asombrosos sobre la naturaleza del espacio.
Construimos los nmeros reales, como la raz cuadrada de 2, a partir de los ms prosaicos nmeros
enteros (tcnicamente, a partir de clases de equivalencia de series de Cauchy o cortaduras de Dedekind
de los nmeros racionales). En un sentido difcil de definir, todos estos objetos matemticos, aunque
derivados de nuestra experiencia cotidiana, tienen una existencia independiente de nosotros, slo
aparentemente en algn reino platnico ms all del tiempo y del espacio.
El universo acta sobre nosotros, nos adaptamos a l, y las nociones que concebimos como
resultado de esta interaccin, incluyendo las matemticas, han sido inculcadas en cierto sentido por el
universo. La evolucin ha seleccionado a aquellos de nuestros ancestros (humanos y no humanos)
cuyo comportamiento y pensamiento eran consistentes con los mecanismos del universo. El ya citado

matemtico francs Henri Poincar, que estuvo a un suspiro de descubrir la relatividad especial,
expres la misma idea: Nuestra mente se ha adaptado por seleccin natural a las condiciones del
mundo externo. Ha adoptado la geometra ms ventajosa para la especie o, en otras palabras, la ms
conveniente. As pues, parece que la utilidad de las matemticas no es tan incomprensible.
Mucho de lo que se ha escrito sobre los principios abstractos y la utilidad de la moralidad nos hace
recordar el comentario de Bertrand Rusell sobre la belleza fra y austera de las matemticas. Las
fuentes evolutivas de la moralidad y de las matemticas nos hacen recordar los cuerpos clidos de los
que han surgido su belleza y su utilidad.

El argumento de la apuesta
(y las emociones, desde la prudencia hasta el miedo)
Pavor y esperanza, prudencia y clculo: stos son los ingredientes del argumento del miedo y el ms
matemtico argumento de la apuesta. De este ltimo hay muchas variantes, la ms conocida de las
cuales se remonta a la famosa apuesta del filsofo francs del XVII Blaise Pascal:
1. Podemos elegir creer que Dios existe, o podemos elegir no creer.
2. Si rechazamos a Dios y actuamos en consecuencia, nos arriesgamos a un tormento eterno si
resulta que Dios existe (lo que los estadsticos llaman error de tipo I), pero disfrutaremos de los
pasajeros placeres terrenales.
3. Si aceptamos a Dios y actuamos en consecuencia, arriesgamos poco si resulta que no existe (lo
que los estadsticos llaman error de tipo II), pero disfrutaremos de una eterna felicidad celestial.
4. Por nuestro propio inters, nos conviene aceptar la existencia de Dios.
5. Luego Dios existe.
La apuesta de Pascal, formulada originalmente desde una perspectiva cristiana, era un argumento
para profesar el cristianismo, aunque slo tena algn poder persuasivo si uno ya crea en la doctrina
cristiana de antemano, como era el caso de Pascal. Pero el argumento en s tiene poco que ver con la
cristiandad, y los practicantes del islam y otras religiones podran hacerlo valer para racionalizar otras
creencias ya instauradas.
El argumento de Pascal se formula a veces segn la nocin matemtica de valor esperado. El valor
medio o esperado de una magnitud es la suma de los valores que podra tomar multiplicados por sus
probabilidades respectivas. Imaginemos, por ejemplo, una lotera especialmente dadivosa que ofrece
un 99% de posibilidades de ganar 100 dlares y un 1% de posibilidades de ganar 50 000 dlares. En
este caso, la ganancia esperada sera (0.99 x 100) + (0.01 x 50 000) = 599 dlares.
En el caso de la apuesta de Pascal podemos intentar calcular los valores esperados de ambas
opciones (creer o no creer). Cada valor esperado depende de la probabilidad de que Dios exista y de
los beneficios derivados de ambas posibilidades (que exista o que no). Si multiplicamos cualquier
valor numrico enorme que asignemos al beneficio de una felicidad celestial eterna por una
probabilidad incluso nfima, el valor resultante se impone sobre cualquier otro factor, y la prudencia
dicta que deberamos creer (o al menos intentarlo con todo nuestro empeo).
Otro problema asociado con la asignacin de beneficios tan desproporcionados a la existencia de
Dios y el premio de la felicidad eterna por obedecerle es que la misma asignacin puede servir para
justificar la ms vil de las acciones. En contra de la advertencia de Dostoievsky de que si Dios no
existe, todo est permitido, tenemos la amenazadora conviccin del creyente fantico de que si Dios
existe, todo est permitido. Matar miles y hasta millones de personas podra estar justificado a los
ojos de algunos devotos si con ello slo violan leyes humanas terrenales y sufren penas terrenales,
pero en cambio se ganan la aprobacin de Dios al defender leyes divinas superiores.
Entre parntesis, debo hacer notar que asignar una probabilidad a la existencia de Dios en el
argumento anterior o a cualquier otro efecto es una empresa ftil y perversamente equivocada. Incluso

la frase la probabilidad de la existencia de Dios, como buena parte del discurso y los escritos
religiosos, parece estar infectada de errores de categorizacin y otros desrdenes lingsticos
cuyo tratamiento ha ocupado desde hace tiempo a filsofos analticos que se remontan a Ludwig
Wittgenstein, Gilbert Ryle y J.L. Austin.
Pero olvidmonos de la probabilidad por un momento. Est siquiera claro qu significan los
enunciados del tipo Dios es? Evocando a Bill Clinton, dependen del significado de es. Aqu, por
ejemplo, hay tres significados posibles de es: 1 Dios es complejidad; 2 Dios es omnisciente; 3
Dios es. El primero es un es de identidad, y se simboliza por G = C. El segundo es un es
predicativo: G tiene la propiedad de omnisciencia, simbolizada por O(G). El tercero es un es
existencial: existe una entidad divina, simbolizada por xG(x). (No es difcil pasar equivocadamente
de un significado a otro de es para llegar a conclusiones ms que dudosas. Por ejemplo, a partir de
Dios es amor, El amor es ciego y El hermano de mi padre es ciego podramos concluir que
Existe un Dios, y es mi to).
Por supuesto, no deberamos hacer una lectura demasiado literal. Muchas referencias aparentes a
Dios pueden reescribirse de manera natural sin ninguna alusin a la divinidad. Por ejemplo, slo
Dios lo sabe a menudo quiere decir nadie lo sabe, y si Dios quiere a veces no significa ms que
ya veremos. Ms en general, frases que tienen la misma gramtica en un lenguaje natural no tienen
por qu compartir la misma lgica ni los mismos presupuestos. Considrese seguir hasta el infinito
frente a seguir hasta Nueva York, la honestidad me obliga frente a la mafia me obliga, antes
de que comenzara el mundo frente a antes de que comenzara la guerra, o la probabilidad de una
escalera de color frente a la probabilidad de un Dios.
En lo que respecta a la ltima oposicin, la probabilidad de una escalera de color tiene sentido
porque podemos calcular cuntas manos de pquer y escaleras de color son posibles, determinar que
todas las manos son igualmente probables, etctera. Pero no puede decirse lo mismo de la
probabilidad de un Dios, en parte porque el universo es nico. Y aunque algunas teoras fsicas
sugieran otra cosa, no tenemos manera de saber cuntos universos hay, si todos son igualmente
probables, cuntos tienen un Dios, etctera. Est claro que estas cuestiones bordean el sinsentido, con
independencia de lo nebulosa que sea nuestra nocin de probabilidad. Desafortunadamente, nada de
esto disuadi al matemtico y fsico Stephen Unwin de intentar asignar valores numricos a estas
posibilidades en su libro La probabilidad de Dios.
En cualquier caso, a pesar de su ptina matemtica, la apuesta de Pascal posee un atractivo no muy
diferente del que ejerce el poderoso y clsico argumento del miedo, el miedo de perder la felicidad
celestial, el miedo de sufrir tormentos sin fin, el miedo a la muerte:
1. Si Dios no existe, nosotros y nuestros seres queridos vamos a morir.
2. Esto es triste, inquietante y pavoroso.
3. Luego Dios existe.
Como antes, es fcil entender la persuasin inicial del argumento. Cualquiera que haya perdido
algn ser querido anhela su retomo. Pero es tan triste como obvio que esto no ocurre. Cuando muri
mi padre entend mejor el placebo divino y la profunda diferencia entre la perspectiva religiosa de
nuestro Padre, que est en el cielo y la perspectiva irreligiosa de mi padre, que no est en ninguna

parte. Aun as, si se piensa con la cabeza, el argumento es claramente espurio y hasta ofensivo.
Una razn diferente para la persuasin del argumento del miedo es la tendencia psicolgicopoltica a aglutinarse en torno a un lder poltico en los malos tiempos. La gente busca proteccin
cuando se siente amenazada. De ah que los polticos recurran con frecuencia al discurso del miedo
para alcanzar o mantenerse en el poder. Y quin sino Dios puede ser el lder ms grande de todos?
No resulta sorprendente que esta dinmica tambin sea comn en los contextos polticos. Una
ilustracin reciente de esto es el libro de Ron Suskind La doctrina del uno por ciento. Suskind relata
que el vicepresidente Dick Cheney sostena con vehemencia que la guerra contra el terror daba poder a
la Administracin Bush para actuar sin necesidad de una prueba firme. Suskind describe as la
doctrina de Cheney: Aunque slo haya un 1% de posibilidades de que sobrevenga lo inimaginable,
hay que actuar como si fuera una certeza. Esta doctrina simplista es especialmente inquietante en los
conflictos internacionales, porque el nmero de amenazas infladas (por unos u otros) para superar el
umbral del 1% es enorme, y las consecuencias de las acciones militares son terribles e irrevocables.
Como en la apuesta de Pascal, las consecuencias extremadamente negativas de la incredulidad se
consideran suficientes para ignorar su baja probabilidad y asegurar que el valor esperado de la accin
exceda el de la inaccin.
Las conexiones entre la moralidad, la prudencia y la religin son complicadas y no voy a
entretenerme en ellas aqu. Pero s querra rebatir la afirmacin habitual de los religiosos de que los
ateos y agnsticos tienen menos sentido de la moral y el respeto a las leyes que ellos. No hay ningn
testimonio que respalde este prejuicio, y sospecho que cualquier diferencia media que haya a lo largo
de la nebulosa dimensin de la moralidad tiene el signo algebraico opuesto.
A pesar de la apuesta de Pascal, los estudios de tasas de criminalidad (y otras medidas de
disfuncin social) demuestran que los no creyentes estn extremadamente poco representados en las
prisiones estadounidenses. Lo mismo ocurre en Japn, uno de los pases con una tasa de criminalidad
ms baja, y donde slo una minora de sus ciudadanos declara creer en Dios. Igual que esos creyentes
monomaniacos de quienes ya he hablado, cuya sonriente seguridad a menudo oculta una intolerancia
envenenada. (Aqu conviene recordar la humorada del fsico Steven Weinberg: Con o sin religin, la
gente buena har el bien y la gente mala har el mal, pero para que la gente buena haga el mal hace
falta la religin). Tambin vale la pena mencionar el muestrario de canallas, hipcritas y charlatanes
religiosos en la vida pblica. No tan maligno, pero tambin lejos de admirable, es el oportunismo
social que sin duda est detrs de muchas expresiones de falsa piedad. Como una fingida aficin al
golf para prosperar en el mundo de los negocios, aparentar la debida devocin religiosa puede mejorar
las perspectivas en el mundo de la poltica.
En cierto sentido, los ateos o agnsticos que obedecen principios morales simplemente porque les
parecen correctos son personas de moral ms elevada que los que slo intentan evitar la condenacin
eterna o, en el caso de los mrtires, ganarse el cielo. Los primeros optan por la moralidad sin esperar
el beneficio del soborno divino de Pascal. Esta opcin resulta especialmente impresionante cuando un
ateo o agnstico sacrifica su vida para, por ejemplo, rescatar a un nio que se est ahogando, sabiendo
que no obtendr ningn premio celestial por su valor. Esto contrasta marcadamente con los actos
motivados por un valor esperado calculado o el miedo inesperado no calculado (o, peor, la ausencia de
miedo).
Aun as, mucha gente insiste, a menudo con vehemencia, en que las creencias religiosas son

necesarias para asegurar la moralidad. Aunque esta afirmacin es claramente falsa en general, hay un
sentido en el que podra ser cierta si uno se ha criado en un entorno muy religioso. Un experimento
clsico sobre el llamado efecto de sobrejustificacin a cargo de los psiclogos David Greene, Betty
Sternberg y Mark Lepper es relevante aqu. Se expuso a escolares de cuarto y quinto grado a una
variedad de juegos matemticos y se midi el tiempo que los nios dedicaban a jugar. Los
investigadores vieron que los nios parecan poseer un considerable inters intrnseco en los juegos y
los encontraban divertidos. Al cabo de unos das, los psiclogos comenzaron a recompensar a los
nios: los que jugaban ms tiempo tenan ms posibilidades de ganar un premio. Los premios
incrementaron el tiempo dedicado por los nios a los juegos, pero cuando los investigadores dejaron
de ofrecer recompensas los nios perdieron casi todo inters en los juegos. Las recompensas
extrnsecas haban menoscabado el inters intrnseco. Igualmente, los castigos y premios religiosos
prometidos a los nios por ser buenos podran reducir drsticamente el tiempo dedicado al juego de
ser bueno si uno reniega de la religin ms adelante. sta es otra razn para no basar la tica en
enseanzas religiosas.
La conclusin es que los argumentos emocionales del miedo, la esperanza y el fervor son fciles
de refutar, pero especialmente difciles de doblegar, ya que, a pesar de su ocasional ropaje
matemtico, su persuasin elude, subvierte, sortea y menoscaba las facultades crticas de muchos.
Adems, puesto que la verdad literal no siempre es la principal preocupacin de la gente, parece que
las mentiras subyacentes tras la fe pueden hacer ms soportable la vida diaria.

Ateos, agnsticos y brillantes


Dada la manifiesta debilidad de los argumentos a favor de la existencia de Dios, uno podra sospechar
(si viviera en otro planeta) que el atesmo debera ser bien tolerado, incluso aprobado. Pero viviendo
en este planeta, y ms concretamente en Estados Unidos, cuyas figuras pblicas no se cansan de hacer
referencia una y otra vez a Dios y a la fe, no debera sorprender que no sea ste el caso. As lo
confirma un estudio reciente (entre muchos otros que extraen conclusiones similares) segn el cual los
norteamericanos no aprecian a los ateos y confan menos en ellos que en otros colectivos.
La profundidad de esta desconfianza es un tanto sorprendente, por no decir turbadora y
deprimente. En 2006, investigadores de la Universidad de Minnesota entrevistaron a ms de dos mil
personas seleccionadas al azar. A la pregunta de si desaprobaran que un hijo o hija quisiera casarse
con una persona atea, el 47.6% respondi que s. El porcentaje de rechazo bajaba al 33.5% para los
musulmanes, el 27.2% para los afroamericanos, el 18.5% para los asitico-americanos, el 18.5% para
los hispanos, el 11.8% para los judos y el 6.9% para los cristianos conservadores. El margen de error
estaba algo por encima del 2%.
A la pregunta de qu grupos no compartan su visin de la sociedad norteamericana, el 39.5%
mencion a los ateos. Para los musulmanes y los homosexuales el porcentaje bajaba al 26.3% y al
22.6% respectivamente, mientras que para los hispanos, judos, asitico-americanos y afroamericanos
los porcentajes respectivos caan al 7.6%, al 7.4%, al 7.0% y al 4.6%.
El estudio reportaba otros resultados, pero stos son suficientes para extraer su esencia: los ateos
son vistos por muchos estadounidenses (sobre todo por los cristianos conservadores) como ajenos a su
cultura y, en palabras de la sociloga Penny Edgell, conductora del estudio, son una llamativa
excepcin a la regla de una tolerancia creciente en los ltimos treinta aos.
Edgell tambin sostiene que los ateos parecen estar fuera de los lmites de la moralidad
norteamericana, definida mayormente por la religin. Muchos de los entrevistados vean a los ateos
como intelectuales elitistas o materialistas amorales dados al delito o a las drogas. El estudio concluye
que nuestros hallazgos parecen descansar sobre una visin de los ateos como individuos que slo
atienden al inters propio y no al bien comn. Por supuesto, repito (espero que, a estas alturas, sea
innecesario) que la creencia en Dios no es en absoluto obligada para adoptar una tica de preocupacin
por los dems, a pesar de la arrogante certeza de los ofuscados. Un curioso ejemplo de esta ofuscacin
es que el estado de Arkansas an no se haya planteado derogar el artculo 19 (sin duda incumplido) de
su constitucin: Ninguna persona que niegue la existencia de un Dios ostentar ningn cargo en los
departamentos civiles de este estado, ni ser competente para declarar como testigo ante ningn
tribunal. Otros seis estados tienen leyes similares.
Otros estudios similares, as como muchos otros ejemplos de estas actitudes obtusas, sugieren un
par de remedios muy parciales, uno un tanto divertido, el otro ms serio. El primero es una analoga
cinematogrfica de Brokeback Mountain, la pelcula que trata de unos viriles vaqueros que se debaten
contra su homosexualidad. Una versin que mostrara la dramtica lucha de una persona (o una pareja)
devota contra la lenta constatacin de su falta de fe puede abrir los ojos a muchos. La adaptacin
cinematogrfica de la novela The Fligh of Peter Fromm, del escritor cientfico Martin Gardner, podra
servir. En esta obra Gardner cuenta la historia de un joven fundamentalista y su un tanto tortuoso

trnsito hacia el escepticismo librepensador. Una telenovela o serie de televisin irreligiosa con el
mismo argumento tambin podra ayudar (se aceptan propuestas de ttulo).
La segunda y ms sustancial respuesta al prejuicio contra los ateos y agnsticos ha sido la
propuesta de llamarlos de otra manera. Pero cmo denominaramos a los no religiosos? Y es
realmente necesario buscarles otro nombre? El filsofo Daniel Dennett y otros as lo creen, y han
promovido la adopcin de un nuevo trmino para quienes se decantan por una visin naturalista del
mundo (en oposicin a la religiosa). Para justificar la necesidad de dicho trmino, Dennett ha
esgrimido la encuesta de 2002 del Pew Forum on Religin and Public Life, segn la cual veinticinco
millones de norteamericanos son ateos, agnsticos o (la categora ms numerosa) no tienen
preferencias religiosas.
Esta estadstica no es definitiva, por supuesto. Las encuestas como esta y el estudio antes citado
son instrumentos rudimentarios para poner de manifiesto las variedades de creyentes y no creyentes.
Adems, si se tiene en cuenta que las encuestas se basan en la declaracin de opiniones a veces
impopulares, podra ser que el nmero de no creyentes fuera mucho mayor.
En cualquier caso, la controvertida denominacin propuesta para la gente no religiosa que valora
las pruebas y rehye la ofuscacin es brillante, un trmino acuado por Paul Geisert y Mynga
Futrell, quienes han fundado un grupo en Internet con intencin de incrementar su influencia. En su
pgina declaran:
En la actualidad, la visin naturalista del mundo tiene una expresin
insuficiente en la mayora de culturas. El propsito de este movimiento
es crear una circunscripcin de Internet que sirva de paraguas para
individuos con reconocimiento y poder social y poltico. Hay una gran
diversidad de personas con una visin naturalista del mundo. Bajo este
amplio paraguas, como brillantes, esta gente puede ganar influencia
social y poltica en una sociedad imbuida de sobrenaturalismo.
No me gusta demasiado la propuesta. Encuentro preferibles las alternativas clsicas y ms
honestas: ateo, agnstico y hasta infiel. Adems, no hace falta ser titulado en relaciones
pblicas para esperar que la etiqueta de brillante le parezca a mucha gente pretenciosa o algo peor.
Ante esta crtica, sus proponentes insisten en que esta nueva acepcin del trmino no debera
confundirse con la ordinaria. As como el trmino gay (alegre en ingls) tiene ahora un nuevo
significado adicional, bien distinto del antiguo, lo mismo ocurrir con brillante. Por supuesto,
habra que decir que entre los estadounidenses no slo hay millones de brillantes, sino tambin
millones de personas religiosas brillantes, como tambin gente con pocas luces en ambas categoras.
Dejando de lado las objeciones al trmino elegido, s creo que el intento de reconocer a este gran
grupo de poblacin es un avance ms que bienvenido. Una razn es que hay muchos brillantes, y
siempre es saludable reconocer los hechos. Otra es que, como dijo Darwin acerca de la evolucin,
hay grandeza en esta visin (naturalista) de la vida. Pero otra razn es que estas personas, se les
llame como se les llame, tienen intereses que alguna clase de organizacin podra promover.

El retraimiento de los no creyentes y su reticencia a hacerse or puede ser un factor, por ejemplo,
en el por desgracia robusto matrimonio entre Iglesia y Estado en Estados Unidos. Desde sus muchas
iniciativas basadas en la fe hasta su jactanciosa concertacin de asuntos religiosos y laicos, la
Administracin Bush se ha mostrado particularmente antiptica hacia los brillantes. (Aqu viene al
pelo, como en otras partes de este libro, la frase de William Butler Yeats: A los mejores les falta toda
conviccin, mientras que los peores estn llenos de apasionada vehemencia. Menos elocuente, pero
ms personal, es una de las palabras favoritas de mi padre, dislate, que pronunciaba siempre que oa
a algn bocazas decir algo disparatado. Educado como era, sola conformarse con murmurar sus
dislates a su familia).
Este debate no es partidista. Seguro que ningn partido poltico anda corto de brillantes. Puesto
que los no creyentes distan mucho de ser escasos, es razonable demandar a los futuros candidatos a
presidente u otro cargo poltico que den a conocer su actitud hacia ellos (se hagan llamar como
prefieran). Tambin podramos especular sobre candidatos que podran ser brillantes que no han salido
del armario. Olvidmonos del atesmo o el agnosticismo. Quines de entre ellos daran siquiera
seales de parecerse en algo a librepensadores testas como Thomas Jefferson o Abraham Lincoln?
Quines propondran un candidato brillante al tribunal supremo? Quines apoyaran a brillantes
declarados en puestos de autoridad sobre la infancia? Quines incluiran a los brillantes en el
repertorio de tpicos sobre catlicos, protestantes, judos y musulmanes? Quienes as actuaran podran
ser buenos polticos. Aunque desorganizados y relativamente invisibles, los irreligiosos constituyen
un gran grupo al que los polticos casi nunca se dirigen. Es ms, sera interesante ver y or las
embarazosas respuestas de los candidatos a las preguntas anteriores.
Volvamos al trmino brillante. Richard Dawkins, quien acu el til trmino meme (que se
refiere a cualquier idea, hbito, palabra, letra de cancin, moda y dems que pasa de una persona a
otra mediante una suerte de mimetismo vrico), est particularmente interesado en lo contagioso que
pueda ser este meme concreto. Se pregunta si proliferar tan deprisa como las gorras de bisbol al
revs y los ombligos al aire o simplemente se marchitar y desaparecer. Ser Internet un factor
relevante? Se le considerar fresco, impactante?, una moda estpida?
Se les llame librepensadores, no creyentes, escpticos, ateos, agnsticos, humanistas laicos,
antitestas, irreligiosos, sistas o lo que sea, los brillantes han estado rondando en gran nmero al
menos desde la Ilustracin (el Abrillantamiento?). As que, aunque esta denominacin particular se
desvanezca (y, a pesar de que la he empleado aqu, espero que lo haga), lo que no desaparecer es su
determinacin para pensar serenamente por s mismos y no dejarse aborregar por la ignorante y
desptica religiosidad de tanta gente pomposa y sin sentido del humor.
Para acabar con una observacin implcita a lo largo de este libro, pienso que el mundo se
beneficiara de que personas de diversas formaciones admitieran su irreligiosidad. Una esperanza
quiz ms realista es que haya ms gente que al menos reconozca sus propias dudas privadas acerca de
Dios. Aunque no sea una panacea, reconocer honestamente la ausencia de buenos argumentos lgicos
para creer en la existencia de Dios, dejarse de aliados y abogados divinos, as como amos y
torturadores, y valorar una perspectiva humana, razonable y valiente, podra contribuir a que este
mundo se aproximara un poco ms a un cielo en la Tierra.
Y tanto los brillantes como los que mantienen la duda, religiosos e irreligiosos, pienso que eso es

lo que quiere el 96.39% de nosotros.

John Allen Paulos (4 de julio de 1945) es un profesor de matemticas y escritor estadounidense


conocido principalmente por sus ensayos divulgativos sobre las matemticas y su implicacin en la
sociedad.
Paulos se crio en Chicago y Milwaukee y obtuvo un doctorado en matemticas por la Universidad
de Wisconsin. Actualmente ejerce como profesor en la Universidad Temple de Philadelphia. Su
trabajo acadmico se centra en la lgica matemtica y teora de la probabilidad.
Es colaborador en diversos medios de comunicacin, incluso ha ejercido como profesor adjunto en
la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia. Tambin ha pronunciado numerosas
conferencias y ha recibido premios por su tarea divulgativa.

Notas

[1]

Un esquema de Ponzi es un sistema de inversin que promete grandes beneficios sin base en un
negocio real, y que se mantiene por la incorporacin continuada de nuevos inversores. (N. del T.) <<

[2]

Como se sabe, en el ingls de Estados Unidos, el orden del da y el mes en las fechas es inverso al
europeo, con lo que el 11 de septiembre se convierte en el mencionado 9 del 11 (N. del T.) <<

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