Ciencia Espanola Menendez y Pelayo
Ciencia Espanola Menendez y Pelayo
Ciencia Espanola Menendez y Pelayo
ESPAOLA.
Pen6s Hispanos ea laus fait eritque sefflper ut summi hio phosophi ac tlieclogi, vene ac catholiccfldeipropug'natores prastantissimi reperiantur.
^ANDRS S C O T T . )
LA
CIENCIA
ESPAOLA
POR EL DOCTOR
eon un prlogo de
Si'
'
MADRID
IMPRENTA CENTRAL CARGO DE VCTOR CALLE DE LA COLEGIATA, NM. 6 SAIZ
1879
y\
ADVERTENCIA.
El inusitado, aunque poco merecido favor con que el pblico acogi estas cartas ligersimas y escritas vuelapluma, agotando en pocos meses la primera edicin, me mueve hacer esta segunda, del todo refundida y en ms del doble aumentada. No slo he corregido las erratas, inexactitudes, omisiones y faltas de elocucin que not en la primera, sino que he aadido una segunda parte, formada con diferentes escritos acerca de nuestra ciencia por m publicados en La Espaa Catlica y en la Revista de Espaa. En el texto de las cartas ya conocidas he hecho considerables adiciones, sobre todo en la parte bibliogrfica. Suprimo, en cambio, la introduccin y plan de mi Historia de los herejes espaoles, porque esta obra comenzar publicarse muy luego, y ya no es necesario aquel specimen. Quiera Dios que con tales perfiles y retoques haya quedado este librejo menos indigno de la benevolencia de los doctos!
A GUISA D E P R O L O G O .
Sr. D. Marcelino Menndez y Pelayo. Mi muy querido amigo y paisano: Pasan los aos, marchtanse las ilusiones, las esperanzas terrenales se disipan, los desengaos aumentan, desfallecen una cuerpo y espritu, el crculo de la existencia se va cerrando, pero el amor al suelo natal permanece vivo en mi corazn: ni el tiempo, ni la ausencia, ni los trabajos y dolores le extinguen, antes bien crece con ellos de dia en dia, hacindose cada vez ms ntimo, enrgico y profundo. Parceme estar oyendo de continuo, tristes y dulces al alma como la memoria de las pasadas alegras, los ecos vagos y soledosos de las distantes campias y de las apacibles tonadas, cuyo arrullo dorm los sueos primeros, cual si me llamasen terminar esta vida de tribulaciones all donde empec correrla, feliz y descuidado, entre juegos y risas, caricias y flores. Sumido en amargura y desaliento, sin porvenir ya en el mundo, pocas ideas me apenan tanto como la de exhalar el ltimo suspiro fuera del suelo bendito en que reposan las cenizas de mis abuelos y aun alien-
tan mis padres y hermanos may amados. Cuan menudo se me vienen los labios, con indecible emocin y humedecidos los ojos, aquellos tiernos versos de Lista: Dichoso quien nunca ha visto Ms rio que el de su patria, Y duerme anciano la sombra Do pequeuelo jugaba! Poseido yo de tales sentimientos, natural es que me complazca en explayar la imaginacin por esas tierras cntabroasturianas, como para consolarme de su ausencia, recorriendo en espritu sus amensimos valles y enriscadas cumbres, evocando sus antiguas glorias, fantaseando mejoras y progresos y deleitndome con el cuadro halageo de su futura prosperidad y bienandanza. As, nadie extraar que experimente indecible gozo al recibir de esas montaas y marinas seales de cario, noticias de hechos que enaltezcan sus hijos, testimonios de su saber y cultura, tan elocuentes como las notabilsimas epstolas literarias que usted ha tenido la bondad de encabezar con mi humilde nombre, honrndole sobre todo encarecimiento y poniendo el suyo y el de nuestra comn patria grande altura. Nuevo y muy preciado ttulo de gloria ser el libro de usted para nuestra literatura regional, hoy en alto grado rica y floreciente; pues, aparte de otros prosistas'y poetas estimabilsimos, "posee-uno de los primeros filsofos contemporneos en Fr. Zeferino Gonzlez, enCampoamor uno de los lricos ms "egregios, un insuperable novelista y pintor de costumbres en Pereda, un tan soberano artfice y/maestro de la palabra como Jian Garda, y anticuarios y eruditos tan hbiles, laboriosos y concienzudos como Caveda, Arias de Miranda, Assas y Rios y Rios, dignos sucesores de los Compomanes, La Serna Santander, Cean,
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Floranes, Martnez Marina, La Canal y Pidal de otras pocas. Justo era que de ella saliese la valiente y animada defensa de los merecimientos del espritu nacional que usted hace en sus Cartas. Angustame slo el motivo que le indujo escribirlas, que es ciertamente para afligir al ms insensible el ver que, en el ltimo tercio del siglo XIX, cuando tanto ha avanzado en todas direcciones el genio de la investigacin histrica, aun est casi enteramente inexplorada la ciencia ibrica de los pasados tiempos, hasta el punto de que escritores, nada vulgares por otros estilos, no teman desconceptuarse negndola menosprecindola con singular uniformidad insistencia, y haya sido preciso desenterrar la pola apologlca de Matamoros, Lampillas, Forner y Cavanilles, no contra menguados enciclopedistas traspirenaicos, ni frivolos abates italianos de la anlerior centuria, sino contra famosos literatos y filsofos espaoles del da presente. Pero bien mirado todo, no tenemos por qu lamentarnos de su conducta. Oportet hcpreses esse. Si ellos no hubiesen cado en la mala tentacin de remedar lus aejas ocurrencias del asendereado colaborador de la Enciclopedia, habriale faltado usted ocasin de enriquecer la literatura espaola con sus preciosas Cartas, en que tan brillantes muestras da de estar csrtado por el palroivdelosNebrijas, Vives y Brocenses. El caudal de doctrina y de noticias (muchas harto nuevas), la madurez y penetracin de juicio, la destreza polmica, el orden amplo y desembaraza^ do, y la soltura, originalidad y abundancia de estik que usted ostenta en ellas, hcenlas dignas de ponerse con los dechados del gnero en nuestra lengua. Maravilloso en verdad es, en un joven de veinte aos, tal conjunto de
cualidades, que pocas veces aparecen reunidas. Y el asombro sube de punto al considerar que esas Cartas han sido improvisadasecp abundantia coris, sin desatender otras tareasliterariaSjdemuchomayorempeo algunas. Ahiestn, para no dejarme por hiperblico, los Estudios poticos, donde en breve conocer el pblico la maestra envidiable con que usted, mulo dichoso de Burgos, Castillo y Ayensa y otros preclaros traductores nuestros, interpreta en verso castellano las inspiraciones de la musa griega, latina, italiana, lemosina, portuguesa, francesa inglesa; los Estudios clsicos, de que es un fragmento el bello discurso acerca de La Novela entre los latinos, por usted leido al recibir la investidura de doctor en filosofa y letras; el Horacio en Espaa, curiossimo ensayo bibliogrfico y crtico sobre los traductores, comentadores imitadores que entre nosotros ha tenido el gran poeta venusino; el Bosquejo de la historia cientfica y literaria de los jesutas espaoles desterrados d Italia por Carlos III, del cual han salido luz, valindole usted no pocos plcemes, diversos interesantes trozos en La Espaa Catlica; los Estudios crticos sobre escritores montaeses, inaugurados con el tomo relativo Trueba y Cosi, modelo de esta clase de monografas, dignamente ensalzado por el sabio Mil y Fontanals en el Polybiblion; la Biblioteca de traductores espaoles, vasto tesoro de erudicin biogrfica y bibliogrfica, en su mayor parte, y con infatigable aplicacin y diligencia, ya reunida y ordenada; la Historia de la Esttica en Espaa, en que, por decirlo asi, saca usted de bajo tierra una de las corrientes ms fecundas y copiosas de la ciencia patria; y finalmente, la de los Heterodoxos espaoles, C^Oplan, que ahora se publica anticipadamente y manera de specimen, manifiesta bastante la magnitud
importancia de la empresa, y el talento y saber con que, de fijo, ser desempeada. Opimos frutos prometa para el porvenir la lucidsima carrera universitaria de usted, discpulo fiel de la escuela catalana, educado por los Mil, fes Rubio y los Llreos, que supieron cultivar y desarrollar sus nativas disposiciones... la cosecha lleva trazas de exceder las ms galanas esperanzas. Niegenle su admiracin con afectada superioridad la ruin envidia y la vanidosa pedantera; yo no s reprimirla, ni quiero disimularla; hallo en abandonarme ella especial fruicin, mezclada de noble y legtimo orgullo. Qu mucho, si me cabe parte en la gloria de usted por conterrneo, por amigo y por identificado con sus ideas, sentimientos y aspiraciones? Pero volvamos la materia de sus Cartas, de la cual insensiblemente me he venido apartando. Comprendo cuan en lo vivo heriran usted en su corazn de espaol y en su alma de erudito los reiterados menosprecios y negaciones de que es objeto nuestra ciencia, y no extrao, por tanto, el tono custico y desenfadado con que veces habla de sus, en esta parte, desalumbrados autores. Qu buen hijo, y ms en el hervor de la juventud, si acaso tiene que vindicar la honra de su madre, pertinaz y sistemticamente denigrada (no por malicia de la voluntad, sin duda, pero denigrada al cabo), sabe contener su indignacin, medir con absoluta serenidad sus expresiones y respetar escrupulosamente al agresor, sobre todo cuando la reputacin do ste es lo nico que da alguna fuerza y autoridad sus palabras en la opinin del vulgo circunstante? Paciencia heroica habria menester, y los Job son rara; aves. Harto ms duros incisivos, y de ordinario sin tantas circunstancias que lo atenuaran, han sido la mayor parte de los polemistas antiguos y modernos. Al cabo usted so-
lamente descarga su vis satrica sobre flaquezas literarias, cuando ellos se entraban por la vida privada de sus contradictores, y hasta de sus defectos fsicos hacan chacota, si ya no es que apelasen, para hundirlos, la difamacin y la calumnia. Recurdese, si no, cuan feroces y envenenadas solan ser las contiendas literarias del Renacimiento. Dejando aparte Filelfo, Poggio, Lorenzo Valla, Scalgero, Scioppio y otros, justamente calificados por Nisard de gladiadores de la repblica de las letras, con qu rudeza atac Erasmo sus adversarios en religin y en filologa! qu armas acudi para defenderse! Qu invectivas dispararon contra l Esliga, Carvajal y Seplveda! Y en lodo aquel siglo, qu carcter tan personal y virulento no tuvo casi siempre la controversia entre catlicos y protestantes, aunque fuesen hombres doctos y pasasen por juiciosos y moderados los sustentadores! El tratarse recprocamente de locos, asnos, ebrios, licenciosos, ministros de Satans, demonios, incendiarios y otros excesos, era cosa comn y corriente en las disputas que los humanistas trababan, siquier versasen sobre la ms insignificante cuestin gramatical la interpretacin de algn pasaje de los clsicos. Una rociada de improperios pareca la salsa de aquellas brutales pelamesas literarias. Y aun en tiempos de mayor delicadeza social, en el siglo XVII, qu maligno y punzante no aparece Pascal, bien que con formas templadas, en las famosas Provinciales, donde la par vulnera no pocas veces los fueros de la verdad y de la justicia! Mas no necesitamos salir de nuestra propia casa. Recorramos la historia de las guerras de pluma en el siglo pasado, y encontraremos repetidos ejemplos de intolerancia y descomedimiento increbles. El P. Feijo, por lo
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comn tan prudente y circunspecto, mostrse iracundo y altanero en la Ilustracin apologtica de su Teatro critico, proporcionada en verdad al modo descorts con que le impugnaran Maer, Soto Marne, y otros escritores de aquella poca. Del P. Isla nadie ignora que en toda polmica, aun de las ms graves, sazonaba con sangrientos chistes todos los rasgos de su pluma. Y quin ha igualado Forner en el uso de la stira despiadada contra todo linaje de enemigos? Lean los que usted le tildan de acre y mordaz sus opsculos crticos, y entonces sabrn lo que es dureza, furia y personalidades. Ni fu slo Forner quien se desmandase en este punto: lo mismo hacian sus contrarios; Iriarte, Huerta, Sedao, Snchez, Vargas, Ponce, Ayala, no le iban en zaga por lo tocante aspereza y destemplanza. Y en este mismo siglo, no hemos presenciado las dursimas fraternas de D. Fermin Caballero Miano y otros gegrafos del ao 29, y ms ac, y prescindiendo de lides menos ruidosas, la increible por lo extremada entre Gallardo, . Adolfo de Castro y Estbanez Caldern con motivo de la publicacin del Buscapi en 1848? Ha llamado usted caco ni biblia-pirata ninguno de los herederos de Mr. Masson? No vengan decirnos que esas eran rias de plazuela entre literatos y biblifilos, gente levantisca y revoltosa, como que no conocen los mandamientos del Ideal de la humanidad ni saben poner atento oido al Imperativo categrico; ni tampoco nos repitan que muy de otra manera se han en sus controversias los publicistas formales, los cientficos y filsofos eximios. Nadie negar que esta categora pertenece el sabio escocs Hamilton, el cual, no obstante, empeado en polmica con el doctor Brovv^n, djole cosas, por lo menos, tan speras como us-
led sus adversarios, llegando afirmar de l que rara vez citaba autores antiguos, sin mostrar su absoluta incompetencia en las materias sobre que tan intrpid(\mcnte discurra. Esto escribi Hamilton en la sesuda y flemtica Revista de Edimburgo , por juzgar comprometida en aquella lucha la causa de la filosofa escocesa. No ha ido usted ms lejos, pesar de su sangre meridional y viveza juvenil, en una contienda en que andaban empeados juntamente el crdito cientifico de Espaa y el honor y la vida de la filosofa espaola. No dejar de aconsejarle, sin embargo, que en lo sucesivo, llegado el caso de habrselas de nuevo con los empedernidos sedaos de Mr. Masson, imite en lo que pueda al santo Patriarca idumeo, aunquei ellos disten mucho de proponrsele por modelo. As no les dejar usted, para encubrir su derrota, el tradicional recurso de exclamar: Esos neos (por lo visto, vuelve estar de moda la palabrilla, que, para calificar los admiradores de Vives, no tiene precio) siempre los mismos! siempre empleando, en lugar de razones, insultos y diatribas! Cmo discutir en serio con tales gentes? Y privados de esta puerta falsa, por dnde se escaparan? Porque, los ojos del buen sentido y de la critica imparcial, que no se para en la corteza de las cosas, usted ha conseguido sobre ellos sealadsima victoria. Empezaron asentando rotundamente que la vida cientfica do Espaa estuvo oprimida y paralizada casi por completo durante el periodo que corre desde los Reyes Catlicos hasta la guerra de la Independencia. Slo considerando cunto suelen ofuscar aun las ms perspicuas inteligencias los prejuicios sistemticos, acierto explicarme cmo mi digno amigo y tocayo el Sr. Azcrate pudo aventurar proposicin
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semejante, mxime tenindola de antemano refutada nada menos que en la Exposicin histrico-critica de los sistemas filosficos modernos, escrita por el sabio autor de sus dias, ferviente panegirista del movimiento intelectual de Espaa en el siglo XVI. El convencerla de errnea no era por cierto difcil, y usted lo ha hecho cumplidamente, recordando los principales mritos de la filosofa espaola, enumerando los autores ms ilustres que entre nosotros cultivaron las varias ramas del rbol enciclopdico, encomiando cual se merecen sus producciones y enseanzas, y dando alguna idea de los adelantamientos debidos su meditacin y estudio. Su primera carta es un excelente resumen de la inmensa actividad intelectual desplegada por nuestros compatriotas en los tres siglos, precedentes, la vez que una demostracin palmaria de la ligereza y falta de verdad con que se pinta al despotismo inquisitorial como la causa nica y ms eficaz de nuestra decadencia cientfica y del menor progreso que en algn orden de conocimientos alcanzamos. Qu obstculos puso el Santo Oficio Vives para sealar las mltiples fuentes de la corrupcin de los estudios, ni al P. Feijo para fulminar su critica incansable contra toda casta de errores y preocupaciones? En qu vej Valles, Gmez Pereyra, Isaac Cardoso y tantos otros por sus hiptesis y teoras fsicas y psicolgicas, para aquel tiempo tan osadas? Qu persecuciones descarg sobre nuestros polticos y economistas en castigo de os principios y mximas, con frecuencia asaz radicales, que en sus libros expusieron? Si no impidi el florecimiento de las ciencias mdicas, por los mismos adversarios reconocido, con qu justicia puede imputrsele nuestra relativa pobreza en las exuctas, fsicas y naturales''
Desalojados as de sus primeras posiciones, todava no se dieron por vencidos los massonianos. Reconociendo, aunque regaadientes, que el espritu cientfico no estuvo del todo muerto en nuestros abuelos, han pretendido amenguar su importancia con sostener que aquellos sabios no pasaron de voces aisladas sin enlace ni consecuencia con el proceso de la cultura europea, por donde nada valen en la historia general de las vicisitudes del entendimiento humano. Mas como la negacin, sobre todo en absoluto, es siempre arriesgada, tropezaron de nuevo con la formidable oposicin de usted, que en otras dos cartas, amplificando especies ya apuntadas en la primera, puso de resalto poca costa la inanidad de sus juicios y el ningn fundamento de sus aseveraciones. No se habrian metido en tan mal paso, si en vez de medir, como sin duda miden, lo pasado por lo presente, parasen mientes en ciertos datos histricos y reflexionaran sobre ellos. Hoy, es verdad, nuestra ciencia halla eco muy-dbil fuera de los lindes de la Pennsula. Para qu han de venir los extranjeros buscar plidas y desfiguradas reproducciones de su saber y enseanzas? Tenemos en el dia pensamiento propio, digno de ser estudiado? Esto hemos adelantado con el insensato empeo de divorciarnos de la tradicin nacional y abrirnos lodo viento de doctrina. Excepto un corto nmero, casi todos producto de neos y oscurantistas como Balmes, Donoso Corts, Fr. Zeferino Gonzlez, Caminero... qu libros modernos de ciencia espaola han salvado los Pirineos? No sucedia as en el siglo XVI, y aun en el decadente XVI. Entonces se traducian y reimpriman y lean con avidez en toda Europa las producciones de Fr. Antonio de Guevara, paisano nuestro muy ilustre, las de Granada, Quevedo,
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Saavedra Fajardo, Gracian y otros mil, originalmente escritas en castellano, tal punto, que una bibliografa de sus versiones sera inmensa y para Espaa gloriossima. Pues si esas obras, no todas de primer orden, obtenan tanta circulacin entre los extranjeros, qu no acontecera con las compuestas en latn, cuando este era el idioma comn de los sabios en el orbe cristiano? Dejaran de infiltrarse y germinar en el espritu de Europa y contribuir su educacin intelectual las doctrinas, las ideas nuevas, los descubrimientos en ellas contenidos? Por otra parte, multitud de sabios espaoles desempeaban la sazn ctedras en las principales Universidades italianas, francesas y alemanas; hasta en Polonia y Dinamarca tuvimos profesores. Cabe en lo posible que sus lecciones cayesen como semillas muertas sobre los innumerables alumnos que orlas acudan? Si tan pobre y estadiza fuese nuestra ciencia, habran merecido tal aceptacin en todas partes los libros y los doctores que la explicaban? No prueba esto que bamos, no la cola, sino la cabeza? Cundo se ha visto que los pueblos menos cultos manden en tanta abundancia lecturas y maestros los ms adelantados? Numerosos hechos, cuya certeza importancia sera monstruosa temeridad poner en duda, vienen en confirmacin de estas inducciones tan obvias como legtimas. Juan Luis Vives sembr los grmenes del baconismo, del psi~ cologismo escocs y aun del cartesianismo, que tuvo tambin antecedentes ms inmediatos en otros filsofos peninsulares; las doctrinas metafsicas y teolgicas de Molina, Vzquez y Suarez, que modificaron el tomismo en puntos capitales, dando origen empeadas controversias, extendironse con la Compaa de Jess hasta los ltimos confines del globo; los telogos espaoles fueron los orculos
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del Concilio de Trento y de todas las escuelas del continente, adjuiriendo superior concepto, aun entre los protestantes; con las obras de los msticos, recibidas donde quiera con extraordinario aplauso, nutrieron su espritu San Francisco de Sales, Bossuet, Fenelon, etc., que no les superan ciertamente en profundidad ni en grandeza; en las de nuestros escritores filosico-jurdicos, Vitoria, Ayala, Suarcz, Domingo de Soto, bebieron Grocio y demas orcjanizadores del Derecho natural y de gentes lo ms selecto, puro y slido de sus teoras; las de Huarte, Pujasol, Venegas y Bonet algo representan en el desarrollo histrico de la Frenologa y de la Pedagoga, como en el de la Gramtica general y de la Filologa comparativa las del Brcense, Arias Montano y Hervas y Panduro; qu ms? hasta las de nuestros fsicos y naturalistas, eu tan baja eslima tenidos, aportaron no despreciables aumentos al acervo comn de la ciencia europea. De todo esto ha hablado usted acertadamente. Y ante hechos de tal calibre, hay doctores espaoles, y de primera nota, que crean posible escribir la historia del saber humano sin contar para nada con Espaa! No es de admirar, vista de semejante fenmeno, que los extranjeros miren con poco aprecio la ciencia espaola y desconozcan sus servicios. As, no extrao que Rousse!ot en su monografa de Los mislicos espaoles hable de Raimundo Lulio como de un loco verosiinil slo en el pas de Don Quijote, y llame simples moralistas todos nuestros pensadores del siglo XV, citando entre ellos algunos que, como Scplveda, poco de moral escribieron, y hasta regateo su admiracin los sublimes msticos objeto de su libro, con tener por cierto y averiguado que fueron ellos nueslra nica filosofa. Menos extrao an que Emi-
lio Saisset, que la cualidad de francs une la de no presumir de hispanta, en su obrita de los Precursores de Descartes, ni siquiera miente los nombres de Vives, Juan de Valds. Foxo, Hcnao, Bernaldo de Quirs, Arriaga, Valles, doa Oliva Sabuco, Gmez Pereiro, etc., de cuyos libros sac pudo sacar el filsofo de la Ifaye la duda metdica, el entimema famoso, la doctrina del pensamiento y la extensin considerados como constitutivos esenciales respectivamente del espritu y de la materia, la de las ideas innatas, la teora de las pasiones, la localizacion del alma en la glndula pineal, el mecanismo, el automatismo de las bestias, etc. Ni tampoco me sorprende que otros escritores franceses, que, como, por ejemplo, M. Levequecnla fevue des Denx Mondes, han ventilado recientemente este ltimo puntohoy de alguna entidad por lo que se relaciona con la psicologa comparativa,hagan caso omiso de la Anloniana Margarita y de sus impugnadores. Por dnde pretenderamos que los extraos nos diesen ejemplo de espaolismo, cuando no saben (salvo sus intenciones) drnosle los propios? Desde el comienzo de la presente contienda vise asomar, en medio de las varias negaciones, digmoslo as, concntricas, que la ocasionaron, y cual ncleo de ellas, una negacin capital, en cuyo mantenimiento han revelado mayor empeo los massonianos, as como usted, por su parte, lo ha puesto no menor en echarla abajo; la negacin de la filosofa espaola. Arrollados por la erudicin y la lgica de usted, fueron abandonndolas todas sucesivamente; esta de que hablo no renunciaron hasta el postrer momento, encastillndose en ella como en su ltimo y ms preciado baluarte. Eran harto dbiles sus fundamentos para que pudiese sostenerse mucho tiempo. No s con qu de-
recho exigen los adversarios, como condicin sine qua non, para que un pueblo pueda blasonar de tener filosofia propia y con ella opcin figurar honrosamente en los anales de la ciencia, el que ofrezca una serie de filsofos regimentados en forma de escuela, y que el influjo de sta haya trascendido al resto del mundo. Parceme que con poseer cierto nmero de pensadores ilustres que, reflejando la ndole del genio nacional, apareciesen unidos por comunes caracteres externos, bastaria. No tuvo ms Italia, y de los chinos no sabemos que sus luces hayan llegado mucho ms ac de las fronteras del Celeste Imperio. Con todo, nadie se le ha ocurrido la peregrina idea de calificar de mitos las filosofas italiana y china, y menos de privarlas de los honores de la historia. Pero no necesit usted valerse de esta clase de argumentos, supuesto que podia acometer de frente al enemigo, ooonindole no una, sino Ires creaciones filosficas espaolas, tres escuelas originales, de infiuencia en el pensamiento europeo, saber: el lulismo, el suarismo y el vivismo, aun sin contar elsenequismo, el averroismo y el maymonismo. La existencia del lulismo y del suarismo por ningn escritor razonable habia sido hasta ahora puesta en tela de juicio; la del vivismo era ms disputada; yo me atrev afirmarla aos h; usted la demuestra con pruebas irrefragables, evidenciando ai propio tiempo sus extensas y profundas ramificaciones en la variada trama de las modernas teoras filosficas. Cuan fuera de camino van los que slo consideran Vives como censor de la Escolstica, cuando su poderosa critica alcanz todos los sistemas entonces conocidos, y de todos form proceso, y en todos encontr delectes y perfecciones! No sera absurdo un paralelo entre la obra cientfica de Vives y la de Santo Toms de
Aquino. Si el ngel de las Escuelas supo encauzar por-las vas catlicas las torcidas corrientes filosficas de su siglo, depurando las doctrinas anteriores y organizndolas en una vasta sntesis; el polgrafo valenciano acrisol la escolstica decadente, conribin con el oro que de ella extrajo lo ms acendrado de otros sistemas, abri nuevo sendero la especulacin dando importancia al procedimiento inductivo, reform el mtodo, seal reglas para evitar los extravos intelectuales, y crishaniz la filosofa del Benacimiento, milagros todos de su espritu imparcial y comprensivo, que le hizo, no entrever, sino formular con claridad y precisin incomparables cuantos principio? haban de disputarse la arena filosfica en aquella edad y en las siguientes; pero sin extremar ninguno, ni sacarlo de su lugar propio y valor respectivo. Por tal razn, tuvo menos discpulos completos, que secuaces exagerados de alguna parte de su doctrina, los cuales, dividindose la herencia del maestro, corrieron en diversas y aun opuestas direcciones, porque no abundan las inteligencias tan sintticas y universales como la de nuestro filsofo, siendo, por el contrario, achaque frecuente, aun en pensadores esclarecidos, el contentarse con un solo principio y deducir de l las ltimas consecuencias. As Bacon, exagerndola experiencia proclamada por Vives, par en el empirismo y engendr Locke, como Locke Condillac, y Condillac Destutt-Tracy y Cabans. As, Beid, huyendo del escepticismo de David Hume, se refugi en aquel juicio nalural 6 instintivo de que habla Vives, y imitacin suya el Padre Buffier, y no acertando salir del sentido comn ni desprenderse de las reminiscencias baconianas, estableci un empirismo psicolgico, sabio y fecundo, pero estrecho, que su vez extrem Hamilton, desterrando de la filosofa
toda especulacin acerca de lo absoluto incondicionado, por donde vino convertirse en fautor del positivismo. As, Descartes, tomando de los vivislas espaoles su m cionalisiito, pero sin atenuacin ni lmites, dej al descubierto altas verdades y, conscia inconsciamente, abri la puerta todos los idealismos posteriores. Y h aqu cmo de Vives procede toda la filosofa moderna anterior Kant, lo mismo en lo bueno que en lo malo, sin que, esto no obstante, se le puedan achacar las erradas consecuencias que inieles alumnos derivaron de principios suyos mal entendidos trastrocados del nico lugar en que teman solidez y fuerza dentro del conjunto de sus especulaciones. La Europa entera es discpula, aunque ingrata, de Vives, y no sin razn le reputaba Forner por igual a los mayores sabios de todos los siglos. Espaa debe estimarle como la ms elevada personificacin de su genio cientfico, y ver en su sistema el molde ms propsito, por lo amplio y conciliador, para reducir unidad armnica las diferentes teoras de nuestros doctores, y de esta manera dar cuerpo visible, si se me permite la expresin, la filosofa nacional. En toda s'u apologa, pero ms, si cabe, en esta ltima parte de ella, hace usted ver prcticamente que no son incompatibles la cualidad de crtico profundo y la de consumado biblifilo, desplegando, al par que un gran conocimiento de los pormenores histricos, recto juicio y perspicacia suma para examinarlos y discernirlos, clasificarlos y componerlos segn su respectiva importancia y mutuas conexiones. La notable participacin que en el crecimiento y desarrollo de la cultura cientfica europea, sobre todo de la filosfica, tuvo Espaa, resulta patente y puesta en su debido punto, aunque con la brevedad propia de una po-
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lmica. De estii demostracin broto otra no menos palmaria, y es que la historia de la ciencia, y especialmente de la filosofa moderna, tal como anda escrita, dejando nuestra patria en casi completo olvido, carece de integridad y de i^erdad, puesto que no abraza toda la materia que le corresponde abrazar, ni refleja con exactitud el enlace real de las causas y de los efectos, y que por tanto debe rehacerse radicnlmenle, dando cabida en ella A la exposicin de las ideas de los sabios espaoles, y partiendo de Vives, centro de la vida intelectual de Europa en la era del Kenacimiento y progenitor de las principales doctrinas que florecieron antes de la kantiana. Abundantes y preciosos materiales para esta obra ha reunido usted en sus CMT(as, dirigiendo la atencin de los estudiosos hacia puntos poco conocidos, sacando de la oscuridad libros y autores dignos de remembranza y loa, rectificando noticias y juicios equivocados que corrian como indudables, sealando relaciones de que nadie se percataba entro unos y otros pensadores y sistemas, y determinando la existencia y entronques de ciertas escuelas hasta ahora confundidas en la masa comn c inclasificada de nuestro caudal filosfico. Por ello merece usted bien de la ciencia, ya en cuanto acrecienta desde luego considerablemente sus dominios, ya tambin en cuanto le abre camino para nuevas y fecundas conquistas. No es menor el servicio que usted presta la patria volviendo por sus timbres cientficos, de cierto ms altos y estimables que las conquistas y hazaas sin cuento registradas en nuestros anales. Desmoronse el podero fundado en la fuerza militar y en las artes de la poltica; no perecern nunca el genio de nuestros sabios ni la levantada inspiracin de nuestros poetas. Los segundos son univer-
salraente conocidos y celebrados. Pero de los primeros, quin se acuerda? quin los lee ni estudia? Tarea en sumo grado loable es la de renovar su memoria y procurar que vuelvan adquirir popularidad y fama; que al par de los nombres de Fr. Luis de Len, Ercilla, Cervantes, Lope, Caldern, Tirso y Quevedo, suenen de nuevo con aplauso, entre propios y extraos, como sonaban en mejores tiempos, les de Lulio, Vives, Foxo, Valles, Gmez Pereira, Vzquez, Molina, Suarez, Domingo de Soto, ngel Manrique, Isaac Cardoso, Caramuel y tantos otros, y que, convirliendo la vista sus enseanzas y tomndolas por base de sus ulteriores disquisiciones, recobre Espaa su prstina personalidad influencia en el mundo cientfico. Triste de la nacin que deja caer en el olvido las ideas y concepciones de sus mayores! Esclava alternativamente de doctrinas exticas entre s opuestas, vagar sin rumbo fijo por, los mares del pensamiento, y, como usted con mucho acierto indica, cuando acabe de perder los restos de la ciencia castiza, perder, la corta la larga, los caracteres distintivos de su lengua, y los de su arte y los de sus costumbres, y luego... estar amenazada de perder tambin basta su integridad territorial y su independencia, que, mejor que con lanzas y caones, se defienden con la unidad de creencias, sentimientos y gloriosos recuerdos, alma y vida de los pueblos. Y cuan cerca de tan desdichada suerte nos hallamos en Espaa! La demolicin comenzada en el siglo XVIII, se ha proseguido con ardor creciente en el XIX, amontonando ruinas sin medida ni trmino. Por el campo de nuestra filosofa han penetrado sucesivamente el cartesianismo, el sensualismo Ae. Lockey Condillac, el materialismo de Cabanis y Destutt-Tracy, el
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sentimentalismo e Laromiguiire, el eclecticismo de Cousin y Jouffroy, el psicologism,o de Reid y Dugald-Stewart, el tradicionalismo de Bonald y el P. Ventura de Rulica, el kantismo, el hegelianismo, el krausiamo, y ahora andan en moda el neo-kantismo y el positivismo, estrechamente aliados. La ciencia espaola ha ido, entre tanto, desapareciendo del comercio intelectual. Precedentes insignes tenian en ella algunas de las referidas escuelas; pero (con una sola excepcin) los dedicados propagarlas aquende el Pirineo, de todo se han cuidado menos de empalmar sus doctrinas con las antiguas, espaolizndolas en lo posible, para que as corriesen rodeadas de mayor autoridad y prestigio. Lejos de eso, hasta la forma de exposicin ha solido ser anrquica, mestiza, desapacible y de todo punto ajena la naturaleza del habla castellana. No Ignoro (como habia de ignorarlo?) que la ciencia es una y que la verdad no tiene patria; mas nadie negar tampoco que la verdad y la ciencia adoptan formas y caracteres distintos en cada tiempo y pas, segn el genio historia de las razas, cuyas peculiares condiciones se atenta con la mana de introducir lo extranjero sin asimilarlo lo propio. Infrngese una ley fundamental de la vida as espiritual como fsica cuando la asimilacin se sustituye la superposicin, nunca duradera ni fructuosa. De muy diverso modo proceden los misioneros catlicos en las regiones donde reina el paganismo. Van difundir la verdad, la verdad absoluta, superior las opiniones y juicios varios de los hombres; no, por eso, prescinden de las creencias anteriores de las gentes quienes intentan evangelizar; las examinan fondo, las cotejan con los dogmas de la Iglesia, y siempre que de estos no difieren pueden, mediante plausibles interpretaciones, armoni-
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zarse con ellos, las Iraen y ulilizan en su apoyo. Qu hizo San Pablo cuando empez su discurso en el Arepago diciendo los Atenienses que, al entrar en la ciudad, habia visto la estatua del Dios jnoto, y que cabalmente de ese mismo Dios iba predicarles? La tradicin es-elemento y auxiliar capitalsimo del progreso en todo. La falta de ella, la solucin de continuidad entre lo viejo y lo nuevo, explica por qu en la Espaa moderna aparecen y mueren tan pronto los sistemas fdosficos sin llegar jams aclimatarse, y la facilidad con que sus adeptos pasan de unos otros, como si en ninguno encontrasen estabilidad y reposo. A qu debe, en cambio, Alemania el vuelo y preponderancia de sus escuelas sino haber permanecido fiel en lo que va de siglo al espritu nativo de su ciencia, con tener esta tantos deslumbramientos y trampantojos^ como creacin de los que Hamilton llama visionaiios filosficos, Gens ratione ferox el mentem pasla chimeris? A qu debi su prosperidad importancia la escuela escocesa, sino su rigurosa consecuencia y disciplina, solo por el Dr. Brovvn quebrantada, y su conformidad con el sentido prctico de la gente britnica? Por qu ha prevalecido en Francia el moderno eclecticismo, sino por sus conexiones con la doctrina cartesiana invocarla constantemente en favor suyo? Por qu, en fin, ray tanta altura la filosofa italiana en los dias de Gallupi, Gioberli,. Rosmini, Mamiani y Sanseverino, sino por el colorido nacional que stos le dieron, presentndose como intrpretes y vivificadores de la antigua sabidura de su patria? Qu diferencia entre el auge y esplendor que entonces tuvo, y la pobreza que ha venido desde que, abandonada aquella
senda, la Pennsula trasalpina se ha dejado invadir y dominar de las escuelas alemanas y francesas ms funestas, favorecidas por el espritu revolucionario y anti-catlico! Qu es al presente, ni qu supone Italia en el terreno de la especulacin filosfica? Salta la vista, pues, que importa eff extremo los pueblos no renegar do su abolengo doctrinal, ni limitarse repetir ms menos servilmente lo que otros pueblos discurren y escriben. Imistere vestigiis, debe ser su divisa; acoger la verdad, s, venga de donde viniere, pero ingirindola en el cuerpo de lasque los siglos les legaron, y no aceptndola como prestada siempre que puedan ostentarla como de cosecha propia. Solo de esta suerte lograrn en la linea cientfica vida robusta independiente, consideracin y respeto. Imprtale Espaa muy especialmente seguir esa pauta, ya que, por fortuna, su filosofa de antaodonde, lo menos en germen, se contiene casi todo cuanto de razonable y slido encierran los libros de los modernos pensadores, y aun ms que en ellos respecto no pocas cuestionesle ofrece, la vez que seguros mtodos, inagotable mina de excelentes materiales para las ms variadas, atrevidas y grandiosas construcciones. Restaurarla, ilustrarla, ampliarla, embellecerla, siguiendo los designios de Vives, sea por tanto, de hoy ms, su principal empeo, si quiere de influida convertirse en influyente en los futuros desarrollos de la razn humana. A este fin han de contribuir sobremanera las eruditas epstolas de usted, y los atinadsimos proyectos que en ellas disea. Muy conducente sera asimismo, en mi sentir, la composicin de una obra metdica, extensa y minuciosa acerca de la Filosofa espaola comparada con la antigua y la moderna, por el estilo de la relativa la cristiana
xxvm que tan justo renombre ha dado a! napolitano Sanseverino. Al par que como diligente obrero de la ciencia y como hijo amante de la patria, ha cumplido usted como buen catlico vindicando la verdad histrica en punto al estado intelectual de Espaa en las edades pretritas, pues con esto pulveriza ipso fado uno de los argumentos que ms su sabor emplean frecuentemente los multicolores devotos del Gran Pan contra la Iglesia de Jesucristo, cual es el suponer efecto de su accin y predominio la que llaman decadencia de las naciones dciles al magisterio de la ctedra de San Pedro. En la guerra que se hace nuestra antigua cultura cientfica, entran por mucho, entre otras causas, la escasez de conocimientos bibliogrficos, la poca aficin leer libros viejos y en latin, la preocupacin y el espritu de secta y de sistema; pero el mvil principal usted lo ha dicho sin rodeoses el odio al catolicismo, el insaciable afn de desacreditarle. La adhesin inquebrantable este ha sido en todos tiempos una de las notas cai-actersticas del pueblo espaol; de ella nacieron la mayor parte de las proezas y maravillas obradas por nuestros padres. La heterodoxia intent en repetidas ocasiones borrarla; siempre en vano. Nunca doctrinas impas ni herticas echaron races en a Pennsula ibrica; fueron, alo sumo, accidenlea transitorios. Usted lo patentiza admirablemente en su Historia de los Heterodoxos espaoles. Qu son, en el glorioso y dilatado curso de nuestra civilizacin, ms que aberraciones de un dia el gnosticismo de Prisciliano y el adopcionismo de Flix y Elipando? Qu significan los olvidados desvarios de Hostigesis, Arnaldo de Vilanova, Gonzalo de Cuenca y Pedro de Osma? Ni el protestantismo en el siglo XVI, ni el enciclopedismo fines del XVIII y principios del actual, consiguieron torcer la
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ndole unitaria de nuestra raza. Y en cuanto los que, fuera de estos grupos, extravagaron de la ortodoxia, sabido es que, no obstante ser veces hombres de talento privilegiado y mucha doctrina, ni hicieron proslitos ni dejaron rastros en pos de s, apareciendo en la historia patria como fugaces meteoros, como fenmenos aislados, sin antecedentes ni consecuencias. Hoy nos embiste el error nuevamente y con formidable aparato, valindose de todo linaje de armas, y para abrirse paso con mayor facilidad pone singular empeo en hacernos ver que todas las dolencias histricas de Espaa provienen de su catolicismo. Una de ellas, acaso la ms grave, es, sus ojos, nuestra pretendida nulidad cientfica desde el Renacimiento hasta la edad que denominan novsima, y por eso se la cuelga las trabas imposiciones dogmticas, prevalido de la ignorancia que en orden nuestra pasada actividad intelectual reina generalmente entre doctos indoctos. Sealado obsequio hace usted, pues, la religin, trabajando por destruir esta ignorancia y dejar, como deja, fuera de duda que no hubo semejante anulacin del pensamiento ibrico, y que, por tanto, carecen de base cuantas deducciones en ella se fundan. Tambin la falsa filosofa del siglo ltimo llam ese argumento en pro de sus daados propsitos; tambin hubo entonces quien, nombre de ella, preguntase enfticamente: qu se debe Espaa?; y entonces como ahora, salieron la palestra valentsimos defensores de la cultura nacional. Quiz en algn punto anduvieron escasos; quiz en otros comprometieron demasiado su generosa causa. No ha de dudarse, sin embargo, que en la mayor parte de ellos obtuvieron sobre sus adversarios completsimo triunfo. Con todo, aquellas memorables apologas no han im-
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pedido M. Masson resucitar en el ao de gracia 1876, ni hecho innecesarios los denodados esfuerzos de usted para repeler sus tenaces acometidas y hundirle de nuevo en el sepulcro; y temme que, semejante los vampiros, aun vuelva levantar, cuando menos se piense, la cabeza. Para evitarlo, es indispensable emprender con energa y constancia la ilustracin bibliogrfica histrico-crtica del saber de nuestros antepasados en sus diversas ramas, particularmente en la filosfica, llevando cabo el magnfico programa por usted expuesto, que ha sido siempre el sueo dorado de mi vida. De vano, utpico irrealizable s que han de calificarle boca llena los hombres de voluntad dbil y tibio patriotismo; los espaoles netos, los verdaderos amantes de las luces, los catlicos fervorosos y de elevadas miras no dejarn de tener fe en su xito, y con fe contribuir l, moviendo montaas, si preciso fuere; que la fe tanto alcanza. En ningn caso desmayemos: la obra es grande, es santa; requiere el concurso de todas las voluntades no marchitas, de todos los entendimientos no pervertidos por el error, de todos los corazones que no han apostatado de la religin ni de la patria. Con su directa colaboracin los doctos, con sus simpatas y aplauso los no letrados, coadyuven todos esta empresa regeneradora, todava posible, porque, dicha, aun alienta el genuino espritu de Espaa, la cual no est reducida las dos docenas do doctores ms menos flamantes que se arrogan el derecho de representarla en el estadio de la inteligencia. Pero acudamos pronto; el mal se ha hecho crnico, y cuanto ms dilatemos la curacin, ms difcil ser extirparle. A los catlicos exhorto muy principalmente. Ni en los campos de batalla, ni en las, de ordinario, estriles luchas polticas,
sino en el ancho palenque donde usted bizarramente lidia, deben concentrar sus facultades y recursos. No cabe dar ms til aplicacin los talentos y vigilias del apologista ortodoxo; pocas materias, de seguro, la reclaman tanto. Vengan, pues, los sabios todos del orbe cristano A defender y sacar del olvido la ciencia espaola. Defendindola, defendern el catolicismo; sacndola del olvido, franquearn un arsenal riqusimo los paladines de la Iglesia. Multipliqense los diccionarios bibliogrficos, las monografas, las publicaciones de todas especies acerca de nuestro pasado cientfico; acbese de descorrer el velo que lo cubre; lio quede en l rincn alguno donde no lleguen las luces de la erudicin y de la recta critica; dsele conocer, en una palabra, plena, clara y detalladamente, y entonces M. Masson, que slo favor de la oscuridad revive, habr muerto para siempre. Levantada tengo aos h esa bandera, y loado sea Dios! no todo ha sido desden hacia ella. Poco poco va creciendo el nmero de los cjuc creen en la ciencia espaola y desean que su historia se escriba y que su savia torne vigorizar el espritu nacional. Usted slo vale por un ejrcito.! Fh\co siempre de entendimiento, y ahora, amn de esto, enfermo y dolorido, nada me es dado hacer ya para unir la predicacin el ejemplo: estas lineas, salvo un milagro, pueden considerarse como mi testamento literarioi Qu importa? Non omnis moriar. Queda en pi usted, joven alentado, corazn sano, cabeza potentsima, para continuar la tradicin de mis ideas y proyectos, y si, como ardientemente le pido, el cielo se digna otorgarle vida larga, salud y sosiego-, conducirlos todos felice trmino y remate. Lo que en mi fu humilde brote, ser en usted rbol corpulento y lozano, cargado de sabrossimo fruto.
Cunto me regocija y consuela, en medio de mis angustias y melancolas, el pensar que es usted, como yo, hijo de la gran montaa en quien guardada La fe, la sangre y la lealtad estuvo, Que pura y no manchada, Ms limpia que su nieve la mantuvo, y que, tal vez, esa comarca est reservada la gloria de \ dar, como dio los primeros, el ltimo y ms avanzado paso en el camino de la restauracin cientfico-patritica que anhelamos! Cuan dulcemente me lisonjea el poder finalizar la presente carta, y con ella mi carrera de escritor, apropindome esta afectuosa estrofa de la oda de Cadahalso Melendez Valds: Y yo, siendo testigo De tu fortuna, que tendr por mia. Dir: Yo fui su amigo, Y por tal me tenia, Y en dulcsimos versos lo deca! Reciba usted el ms cordial abrazo de
GUMERSINDO LAVERD.
LA CIENCIA ESPAOLA.
PRIMERA PARTE.
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LA CIENCIA ESPAOLA.
que, con el ttulo de El Self Government y la Monarqua doctrinaria, est publicando en la acreditada Revista de Espaa su tocayo ele usted D. Gumersindo de Azcrate, escritor docto, y en la escuela krnusisu sobrcnianero estimado, he leido con asombro y mal humor (como sin duda le habr acontecido usted) el prrafo continuacin trascrito: Segn que, por ejemplo, el Estado ampare niegue la libertad de la ciencia, as la energa de un pueblo mostrar ms menos su peculiar genialidad en este orden, y podr hasta darse el caso de que se ahogue CASI POR COMPLETO su actividad, como ha sucedido en Espaa durante tres siglos.y) Sentencia ms infundada, ni ms en contradiccin con la verdad histrica, no se ha escrito en lo que va del presente. Y no es que el ilustrado Sr. Azcrate sea el nico
sustentador de tan errneas ideas, antes con dolor hemos de confesar que son barto vulgares entre no pocos hombres de ciencia de nuestro pas, ms versados sin duda en libros extraos que en los propios. Y achaque es comunsimo en los pronombres del armonismo juzgar que la actividad intelectual fu nula en Espaa hasta que su maestro Sanz del Rio import de Heidelberg la doctrina regeneradora, y un el mismo pontice y hiero/ante de la escuela jactse de ello en repelidas ocasiones, no yndole en zaga sus discpulos. Y si fueran ellos solos! Pero es por desdicha frecuente en los campeones de las ms distintas banderas filosficas, polticas y literarias, darse la mano en este punto slo, eslimar en poco el rico legado cientfico de nuestros padres, despreciar libros que jams leyeron, oir con burlona sonrisa el nombre de filosofa espaola, ir buscar en incompletos tratados extranjeros lo que muy completo tienen en casa, y preciarse ms de conocer las doctrinas del ltimo pensador alemn francos, siquiera sean antiguos desvarios remozados trivialidades de todos sabidas, (|ue los principios fecundos y luminosos de Lulio, Yives, Suarcz Foxo Morcillo. Y en esto pecan todos en mayor menor grado, as el neo-escolstico que se ihsira en los artculos de La Civill y en las obras de Libieralore, de Sansevcrino, de Prisco de Kleutgen (sabiendo no pocas veces, gracias ellos, que hubo filosofa y filsofos espaoles), como el alemanesco doctor que refunde Hegel, se extasa con Schelling, martiriza la lengua castellana con traducciones detestables de Kant y de Krausc. Cul se proclama neo-kantista; cul se acoge al cslandarle de Schopenhauer; unos se van la derech? hegeliana; otros se corren la extrema izquierda y de all al 'positivismo; algunos se alistan en las filas del caido cdeclicisrno francs, disfrazado con el nombre de espiritualismo; no faltan rezagados de la escuela escocesa; cuenta algunos secuaces el tradicionalismo, y una numerosa falange se agrupa en torno de la ensea tomista. Y en esta agitacin y arrebatado movimientofilosfico,cuando todos leen y hablan de metafsica y se sumergen en las profundi-
dades ontolgicas, cuando en todos los campos hay fuertes y aguerridos luchadores, y todos los sistemas cuentan parciales y todas las escuelas discpulos, nadie procura enlazar sus doctrinas con las de antiguos pensadores ibricos, nadie se cuida de investigar si hay elementos aprovechables en el caudal filosfico reunido por tantas generaciones, nadie se proclama luliano, ni levanta bandera vivista, ni se apoya en Suarez, ni los esccpticos invocan el nombre de Snchez, ni los panteistas el de Servct; y la ciencia espaola se desconoce, se olvidan nuestros libros, se ios estima de escasa importancia, y pocos caen en la tentacin de abrir tales volmenes, que hasta los hibliplos desprecian en sus publicaciones, teniendo sin duda por ms dignos de conservarse el Libro de las aves de caza, el De la cmara del Principe D. Juan, La Lozana Andaluza, La desordenada codicia de los bienes ajenos, que los tratados De causis corruptarum artiiim y De tradendis disciplinis, \os De justitia et jure, la Antoniana Margarita, el libro de Gouvea Adversas Petrum amum, (A de Sanche? Quod nihil scitur, e\ De marte et inmortalitnte de Mariana, las obras todas de Foxo Morcillo, hoy rarsim.as, sin otra multitud de produciones por varios conceptos notables y algunas excelentes. Y qu diremos del olvido en que polticos, economistas y escritores de ciencias sociales suelen tener sus predecesores? R'aros son asimismo los que conocen y estudian nuestros fillogos y humanistas. Y de este comn descuido nace, cual forzosa consecuencia, el que se sostengan y repitan afirmaciones como la que i3a ocasin esta carta. A usted, amigo mo, campen infatigable de la ciencia espaola, conocedor, como pocos, de sus riquezas, toca oponerse con ardor creciente los descomedidos ataques que contra iiuestro pasado intelectual cada dia y en todas formas se repiten. Yo, pobre de erudicin 7 dbil de entendimiento; yo, que slo en la modesta condicin de rebuscador y bibligrafo puedo ayudar la generosa cruzada por usted desde 1855 emprendida, y por pocos, aunque, valiosos sustentadores, apoyada, voy exponer brevsimas
consideraciones sobre el prrafo del distinguido filsofo krausista que me ha dado pi para estas mal pergeadas reflexiones. Dice el Sr. Azcrate que se ahog casi por completo la actividad cientfica de Espaa durante tres siglos, que sern sin duda el XVI, XVII y XVII. Vamos verlo. En cul de las esferas del humano saber tuvo lugar esa opresin y muerte del pensamiento? Fu en lafilosofa?Precisamente el siglo XVI puede considerarse como su edad dorada en Espaa. En l continuaron, se rejuvenecieron y tomaron nuevas formas las escuelas todas, ya ibricas, ya de otros pases importadas, que entre nosotros dominaron durante la Edad Media. El lulismo, la ms completa, armnica y pujante de todas ellas, conserva sus ctedras mallorqunas, penetra en Castilla amparado por el cardenal Jimnez, recibe decidida proteccin del opresor y tirano Felipe II, y cuenta entre sus sectarios nada menos que Fray Luis de Len y nuestro egregio conterrneo el arquitecto Juan de Herrera. Llega su apogeo el escolasticismo en sus diversas sectas de tomistas, escotistas, etc., brota lozana y vigorosa la de los suaristas, y mulliplcanse los volmenes en que semejantes doctrinas se exponen, hasta el punto de que ninguna nacin nos excede ni en el nmero ni en la calidad de tales escritores. De lo primero responda, sin ir m lejos, la Bibliotheca hispana nova de Nicols Antonio, que sobre la mesa tengo, en cuyos ndices, con ser tan incompletos, figuran innumerables filsofos peripatticos, autores, ya de Cursos de artes, ya e Dialctica y Smulas, ya de Fsica, ya de las materias en las escuelas comSrendidas bajo el dictado genrico De Anima, ya, en fin, e Metafsica. Del mrito importancia de muchos de estos trabajos den testimonio los preclaros nombres de Gabriel Baez (1),
7 Domingo de Soto ( i ) , Tellez (2), Vzquez (3), Rodrigo de Arriaga (4), Toledo (8), Bernaido de Quirs (6), Pererio (7), Molina (8), Marsilio Vzquez (9), ngel Manrique (10), Juan de Santo Toms (11), y sobre todo el de Suarez, en cuyos libros fuera no difcil hallar, abundante y de subidos quilates, aquel oro que Leibnitz reconocia en la escolstica, con resultados tan notables beneficiada en nuestros dias. Y no insisto ms en este punto, porque harto s que hoy ningn hombre serio osa despreciar aquella prodigiosa labor intelectual, de significacin tan grande, de tan notable inITujo en la historia de la ciencia. Harto se me alcanza asimismo que los parciales de ciertas escuelas modernas (en una de las cuales milla el distinguido escritor quien combato) miran, no slo con respeto, sino con veneracin excesiva, envuelta en cierto temor, al renaciente escolasticismo, hoy tan en boga, quiz porque creen descubrir en l su ms valiente enemigo, sin que se atrevan tampoco dirigirle cargos en cuanto la rudeza y literaria incorreccin de las formas, como culpables que son, hasta Con creces, del mismo pecado. Justo es, pues, que amigos y enemigos de esa remozada teora tributen los nombres y obras de nuestros escolsticos insignes el mismo culto que, no s si con rendimiento extremado, ofrecen alas doctrinas y^libros de ciertos extranjeros contemporneos.
(1) Tomista. Su obra ms celebrada es la Bejustitia etjwre. Merecen leerse adems sus comentarios Aristleles. M. en 4560. (2) Baltasar Tellez, jesuta y suarista. Summa iMiwerseB phosophicB. M. en 1675. (3) Jesuta insigne. M. en 1604. Con las cuestiones metafsicas esparcidas en su obras se lia formado un lomo. (4) Jesuta, de ingenio acre independiente, que en algunas cosas se aparta de Suarez. Cursus Philosophicus (1632). Fu profesor en Praga. (5) Jesuta y cardenal. M. en 1596. Escribi de lgica, de fsica, de generatione y de anima en cuatro volmenes. (6) Jesuta. M. en 1668. Opus Philosophicum (1656). h) Jesuta. M. en 1610. Deprincipiis y De anima. (8) Jesuta celebrrimo. M. en 1600. Dejustitia etjv/re. (9) Cisterciense. M. en 1611. Gomm^ntaria in Aristotelis Philoiophiam. (10) Cisterciense. M. en 1649. Comentarios la Suma. (11) Dominico. M. en i644. Arte lgica, PMlosopUa Natv/ralif-
Y saliendo del campo escolstico, que conozco mal,-y del que, en ocasiones, instintivamente me aparta algo de aquella santa ira que dominaba los humanistas del Renacimiento, repulsin en m ms poderosa que la corriente tomista, hoy avasalladora, dirijamos la vista la falange brillantsima de peripatticos clsicos, como usted los apellida (denominacin en todo extremo feliz), y de esos otros pensadores eclcticos independientes que en su bandera pudieron escribir el lema de ciudadanos libres de la repblica de las letras. Qu siglo aquel en que Seplveda vertia al latin y comentaba con exquisito gusto y clara inteligencia del original La tica, La Poltica, los opsculos psi-oi/-os y otros trotados de Aristteles; en que Don Diego de Mendoza parafraseaba las obras todas del Estagirita (1), y Fonseca trasladaba h Metafsica, y Pedro Juafl Nuez, que desde las filas de Pedro Ramus se habia pasado al peripatetismo, explicaba las dificultades de Aristteles, ponia escolios al Or^fanon, y coleccionaba las memorias histricas de los antiguos peripatticos, y Cardillo de Villalpando y Marlinez de Brea extendian sus comentarios los libros todos del discpulo de Platn, defendiendo su doctrina en sabias y elegantes monografas contra los que le acusaban de materialista y reido con la inmortalidad del alma! Quin podr enumerar los ms importantes siquiera de aquellos trabajos de bibliografa, comentario, crtica y exposicin de la doctrina de Aristteles, bebida en las fuentes helnicas'! Cmo olvidar, entre otros no menos dignos de estima (cuyos autores no solan escasear, por cierto, las acerbas invectivas contra la barbarie de los escolsticos, su ignorancia del griego y su incompleto y torcido conocimiento de Aristteles), los de Gouvea (2), Mottes de Oca (3), Luis de Lemus (4), Pedro Monz {%) y
Sl
Esta parfrasis se ha perdido. La cita Paulo Manucio. Adterms Petrum Ramwn. De anima y de Fsica. De errat Dialecticorwny De interpretatioru (1S58). Oomposilio toHiis artis Dialeckes (Valencia, i566).
Simn Abril (1), y las traducciones castellanas fidelsimas y completas (en la Biblioteca nacional se conservan inditas) que principios del siglo XVII trabaj el insigne helenista valenciano Vicente Mariner, ltimo de los peripatticos clsicos y sucesor no indigno de los Sepivedas y de los Nuez? Y en poca de tal y tan prodigioso movimiento dicen que estaba dormida la actividad cientfica de Espaa! Ofreci entonces nacin alguna el espectculo de independencia y agitacin filosfica que caracteriza Espaa en aquella era? Todos los sistemas la sazn existentes tonian representantes en nuestra tierra, y sobre todos ellos se alzaba el atrevido vuelo de esos espritus, osados inquietos los unos, sosegados y majestuosos los otros, agitadores tonos, cada cual su manera, sembradores de nuevos grmenes, y nuncios de ideas y de teoras que profticamente compendiaban los varios y revueltos giros del pensamiento moderno. Slo Italia podia disputarnos el cetro filosfico con su renovado platonismo y con las audaces y ms menos originales doctrinas de susPamponazzis, Telesios, Brunos y Campanelas. Si tienen que envidiarles nada nuestros filsofos, usted lo sabe, amigo mi, que tantas veces se habr detenido, como yo, en la contemplacin y estudio de los tratados admirables de Luis Vives, el ms prodigioso de los artfices del Renacimiento, pensador crtico de primera fuerza (como hoy suele decirse), renovador del mtodo antes que Bacon y Descartes, iniciador del psicologismo escocs, conciliador ciisi siempre, prudente y mesurado aun en la obra de reconstruccin que habia emprendido, dechado de claridad, elegancia y rigor lgico, admirable por la construccin arquitectnica del sistema, filsofo en quien predomin siempre el juicio y el sentido prctico, nunca reidos en l con la alteza del pensamiento, que, para todos accesible, jams se abate, sin embargo, con aparente y menguada facilidad al vulgar criterio. Qu til fuera una resurreccin de la doctrina vivista en esta poca de anar(1) Mroiuctiones ad Logican Aristotelis (1572) y l^ica (1587).
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qua filosfica, ms enamorada de lo ingenioso que de lo slido, ms que de lo razonado de lo abstruso, siquiera en ello se encuentren nicamente esfuerzos de intelectual gimnasia, tiles tal vez como ejercicio, pero perniciosos si se convierten en hbito y se erigen en sistema! Prximo Vives debemos colocar al sevillano Foxo Morcillo, que con sin igual fortuna lanzse, en son de paz, entre platnicos y amoe'/fos, intentando resolver en terreno neutral la eterna lucha del discpulo y del maestro, el eterno dualismo del pensamiento humano, que por s solo explica la historia entera de la filosofa, partida siempre en dos campos rivales, ms en apariencia que en realidad conciliados veces, nunca del todo, en los sistemas armnicos. Afirma Foxo que la idea de Platn, la idea sobre las cosas, es la forma aristotlica, cuando se traduce y concreta en las cosas creadas. Quin no ve equ los elementos de un racionalismo armnico? De siglo de orofilosficohabr de calificar al siglo XVI quien conozca, siquiera someramente, las obras de los ramistas espaoles, muy superiores su maestro en saber ingenio, cuales fueron Nuez (en su primera poca), el protestante Pedro Nuez Vela, amigo de Pedro Ramus y, autor de una Dialctica, y el Brcense, ingenio agitador por excelencia, que llev al campo de la lgica aquella su perspicacia y agudeza de entendimiento, aquel horror la opinin vulgar y la barbarie de la escuela, altamente manifestados enfilolgicascuestiones. Y en punto novedad y extraeza de opiniones, pocos libros pueden compararse al del portugus Snchez Quodnihil scitur, inspirado en lo de Sexto Emprico, y predecesor de los de Montaigne y Charron. Qu diremos de Gmez Pereira, cartesiano antes que Descartes, as en materias fsicas como metafsicas; del divino Valles, adversario terrible, asimismo, de la cosmologa aristotlica, como lo fu despus Isaac Cardoso en. su egregia Philosophia libera; de Huarte, padre de la frenologa y engendrador inconsciente de no pocos sistemas materialistas; de doa Oliva, analizadora sutil de laspasio-
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nes? Qu de nuestros innumerables moralistas, secuaces de Sneca y estoicos su manera los unos, apologistas otros de Epicuro, amalgamndolos con frecuencia bajo superiores principios? Y qu de nuestros msticos, en cuyas obras el entendimiento se abisma, y halla luz la fantasa, y alimento el corazn, y regalo el oido, admirando todos de consuno tanta profundidad y tan seguro ]uicio, tal intuicin dlos misterios ontolgicos y estticos adonde no l.ega la reflexin ni el anlisis alcanza, tal revelacin de maravillas y de grandezas hecha en aquella lengua cuyo secreto se ha perdido, que parece en tales escritores la ms grande de las lenguas humanas y que es, lo menos, la nica entre las modernas que ha logrado expresar algo de la idea suprema, y ha tenido palabras, por grandes y pequeos comprendidas, para penetrar en los arcanos del ser, palabras que en su correr y en su sonar tienen algo de celestial y anglico, como pronunciadas por aquellos que se perdieron en el ancho pilago de la hermosura divina? Imposible es menospreciar el siglo que tales grandezas produjo. Inmortal sera, aunque slo hubiese dado las Morordas teresianas, la Llama de amor viva y la Subida al Carmelo el libro admirable de Los Nombres de Cristo y los Dibgos de la conquista del espiritual y secreto remo de Dios de Fr. Juan de los Angeles. , , Tan por completo se ahog nuestra actividad cientfica en aquella poca! No acierto ver esa opresin ([ne pondera el Sr. Azcrate; por el contrario, me admira aveces la tolerancia y lenidad de los poderes civil y eclesistico de entonces con ciertas ideas de buena intencin expuestas, pero ms menos sospechosas de materialismo o de pantesticas cavilaciones. No encuentro en \os ndices Expurgatorios ms obras defilsofosibricos notables que las de Huarte y doa Oliva, y stas slo para borrar trases muy contadas. Exceptuando al Brcense y Fr. Luis de Len, en cuyos injustos procesos influyeron otras causas, no hallo pensador alguno espaol perseguido por el Santo Oficio; nadie castig aquel Tribunal por haber expuesto doctrinas metafsicas, propias 6 ajenas, acomodadas no
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las ideas dominantes. En las llamas pereci un crudo panteista aragons, pero fu su suplicio en Ginebra, no en Espaa; ordenlo Juan Calvino, no el Tribunal de la Fe. No me empear en trazar una brillante pintura del siglo XVU, que, notable bajo otros aspectos, fu en lo filosfico degenerada secuela del XVI. Pero usted sabe, amigo mi (y discretamente lo ha dado entender en uno de sus preciosos Ensayos), que no puede juzgarse muerta la actividad cientfica de un periodo que cuenta pensadores co* mo Pedro de Valencia, Isaac Cardoso,Quevedo, Caramuel y Nieremberg,. aparte de numerosos escolsticos, discpulos no indignos de los grandes doctores del siglo anterior. Y como la tirantez de la Inquisicin en ese tiempo no fu mayor que en la precedente centuria, claro se ve que, no por falta de libertad, sino por causas de otra ndole, decayeron tan lastimosamente los estudios. El mal gusto literario que extendi sus estragos todas las disciplinas; la universal decadencia de la nacin, de mltiples fuentes emanada; la rigidez y tirana de las escuelas; las intiles guerras filosficas, y la natural tendencia de las cosas humanas ii descender as que llegan la cumbre, dieron al traste con gran parte del edificio levantado en el siglo XVI, sin que en tal destruccin ejerciera grande influjo ese poder opresor quien algunos atribuyen toda la culpa. El tercero efe los siglos ominosos para el Sr. Azcrate es el XVIII, poca de controversia, de discusin y de anlisis, de grandes estudios y de encarnizada lucha; siglo de transicin, falto de carcter propio, si ya no le fijamos en su propia vaguedad indecisin. Pero cmo ha de esti* marae muerta la actividad cientfica en un periodo en que penetraron sucesivamente en Espaa todas las doctrinas extranjeras, buenas malas, tiles daosas, k la sazn corrientes; en que el gassendismo cont secuaces coto el P. Tosca, y el maignanismo fu defendido pore! P. Njera, y la doctrina cartesiana, combinada con reminiscencias de Vives, Gmez Pereira y otros filsofos ibricos^ logr, como ms afine de los sistemas peninsulares, el apoyo, siempre condicional, del P. Feijo, y el ms decidido.
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de Hervs y Panduro y Fornr (1), y el fcil y rastreco sensualismo de Locke y Condillac deslumhr las clarsimas inteligencias de los PP. Andrs y Eximeno, no libres en esta parte del tributo que raros pensadores dejan de pagar, ms menos, las ideas dominantes de su poca? Y no se ha de creer por esto que faltaron en el siglo XVIII paladines de los antiguos sistemas y acrrimos contradictores, ms menos bien encaminados, de las innovadoras doctrinas. Recurdese el nmero prodigioso de libros y folletos que aparecieron con ocasin del Theatro Critico y de las Cartas del P. Feijo; recurdense especialmente las defensas del lulismo hechas por los PP. Tornes, Pascual, Tronchen y Torreblanca; fijese la consideracin en los tratados escolsticos que entonces se dieron la estampa; estudese la porfiada contienda entre revolucionarios y conservadores, primero en el terreno de la Filosofa natural, despus en el de la Melafisica y la Moral, y podr formarse idea del notable movimiento intelectual del siglo que nos precedi; edad en muchos conceptos gloriosa para Espaa, aunque por nosotros poco estudiada, y aun puesta en menosprecio y olvido. Excelente monografa pudiera escribirse sobre este punto, utilizando las indicaciones por usted esparcidas en diversos artculos, (jue dan (como diria un krausista) el concepto, plan, mtodo y fuentes de conocimiento para obra semejante. Y en verdad que no sera excusado, antes muy til y fructuoso, el anlisis y juicio de libros tan notables como la Philosophia Scptica del Dr. Martinez, la Lgica, la Filosofa Moral y los Opisculos de Piquer, La Falsa Filosofa del P. Ceballos, los Desengaos fdosfieos deValcrcel, El Philoteo del cister cense 'D. Antonio Rodrguez, los Discursos fdos fieos sobre el hombre de Fornr, los Principios esenciales del orden de la Naturaleza de Prez y Lpez, Dios y la Nalura(4) Este pasaje requiere algn correctivo. Tosca, si bien gassend, fu libre, no sistemilieamente. Fovner fu vivista elocidicio, y la vez admiradoi" de nuestros grandes escolsticos, sealadamente de Vzquez. Feijo en Fsica ms bien baconiz, pero en todo con libre espritu.
leza de D. Juan Francisco de Castro, las Investigaciones de Arteaga sobre la belleza, y El Hombre Fsico de Hervs, escpticos reformados, sea eclcticos los unos, adversarios los otros del enciclopedismo, un tanto sensualista alguno de ellos, y secuaces los otros del espiritualismo cartesiano. Bastan los nombres de autores y de obras hasta aqu indicados, para demostrar que en dicha poca anduvo muy ajena de ser oprimida ni anulada nuestra peculiar genialidad en este orden de conocimientos. Antes bien observamos que las doctrinas ms funestas y tumultuosas recibieron en ocasiones el decidido apoyo del poder civil, como acaeci con el enciclopedismo francs. En cuanto la Inquisicin, es harto sabido que perdi en aquella era gran parte de su fuerza y prestigio, que desde mediados del siglo estuvo en manos de los jansenistas, convertida veces en instrumento dcil del regalisrao, y que lejos de perseguir ni coartar en ningn sentido la libertad filosfica,- dej crecer y desarrollarse la mezquina planta', del sensualismo, consinti que penetrase en las aulas, y slo tuvo prohibiciones y anatemas para los libros franceses claramente perniciosos la religin las costumbres. Y si molest Olavide, Marchena y algn otro propagandista secuaz del enciclopedismo, ms digna es de encomio que de censura por haberse opuesto, aunque desgraciadamente sin bastante energa, la importacin de doctrinas pobres, rastreras y monstruosamente impas, hoy, para todo honabre de ciencia, de cualquier campo filosfico, dignas de menosprecio y risa. De presumir es que entre las ciencias oprimidas y muertas en los siglos XVI, XVJI y XVIII no incluya el Sr. Azcrate la Teologa catlica, tan'cultivada en esas tres centurias como ha podido serlo en cualquier otro momento histrico (hablemos la manera germanesca como si pudiera haber algn momento qUe no lo fuese!). Sin ms trabajo que el facilsimo de registrar Nicols Antonio (ya que por desdicha no existe una Biblioteca especial de telogos espaoles), se encontrarn nombres de
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escriturarios y expositores, de dogmticos, controversistas, ascticos, moralistas, etc., etc., en nmero verdaderamente prodigioso. Y qu nombres entre ellos! Arias Montano, Maluenda, Maldonado, D. Martin Prez de Ayala, Fr. Luis de Len, Fr. Luis de Granada, Francisco de Vitoria, Fr. Luis de Carvajal, Melchor Gano, Baez, Lemos, Soto, Lainez, Salmern, Molina, Suarez, Vzquez, Valencia, Snchez, Alvarez de Paz, Martinez de Ripalda, Tirso Gonzlez, astros de primera magnitud en el cielo de las letras eclesisticas. En sus libros se explic Ampliamente nuestra genialidad teolgica, que es catlica y no heterodoxa, mal que les pese algunos. Qu inmensa actividad intelectual no desplegaron en las famosas controversias de auxiliis! De qu sutileza y profundidad de pensamiento no hicieron alarde Molina, Vzquez y Suarez en la concepcin y desarrollo del congruismo, sistema teolgico admirable, del todo espaol, que ha llegado ser la doctrina ms corriente en las escuelas catlicas! Confesar de buen grado que la Inauisicion se opuso con mano fuerte la introduccin de toda enseanza hertica; en lo cual obr con suma cordura, dada la condicin de los tiempos y dado el principio fundamental de nuestra civilizacin, entonces harto amenazado; mas no falt por eso considerable grey de disidentes, que mostraron su sabor sus propias genialidades, seguros unos del alcance del Santo-Oficio, y sujetos otros sus rigores. Y quien busque teologa heterodoxa, acuda Valds y Servet, Juan Diaz y al Dr. Constantino, Cipriano de Valera y Juan Prez, Tejeda y Molinos, y advertir que, por haber de todo, no faltaron doctores del mal y sembradores de cizaa, aunque dicha no germin entonces la mala semilla en nuestro sudo. Tampoco creo que nuestro articulista incluya en su casi rotunda afirmacin el Derecho, asi natural como positivo, pues en quien tan-dignamente ha ocupado ctedra de esta ciencia, debe suponerse, no vulgar conocimiento, sino meditacin y estudio, del tratado D Legibus et Deo legislalore del jesuta Suarez, de los sendos De Justtia et
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Jure del dominico Soto y de los jesuitas Molina y Lugo, de los dos De Jure Belli debidos Vitoria y Baltasar de Ayala, de la Mncyclopcedia juris de Cristbal Garca Yaez, y de otras producciones del mismo gnero, estimadas y grandemente puestas contribucin por Grocio y dems renombrados maestros extranjeros de Filosofa del Derecho. Y presumo que han de serle asimismo familiares las obras de los grandes jurisconsultos y canonistas Gouvea, mulo de Cujacio; Martin de Azpilcueta, defensor generoso del arzobispo Carranza; Antonio Agustin, en todo linaje de disciplinas eminente; D. Diego de Covarrubias, honra al par de la mitra y de la toga; Pedro Ruiz de Moros, admirado en Polonia por sus Decisiones litunicas; Ramos del Manzano, el ms erudito de los jurisconsultos; Fernandez de Retes, su discpulo, lumbrera de la Universidad salmantina; Nicols Antonio, tan docto jurisperito como bibligrafo consumado; Salgado, Puga, y en tiempos nosotros ms cercanos, Mayans, Finestres, Castro, y principalmente el insigne conde de Campomanes, por mas que su nombre no suene del todo bien (y con harta razn) en muelles odos. De legistas polticos el trnsito es fcil. Conocidos son los tratados De Itegm ct Regs ofpcio de Seplveda, De Regs insiituiione de Foxo Morcillo, De Rege ct Regis instilUione del P. Mariana, El Consejo y Consejeros del Principe de Fu ri Seriol, El Principe Cristiano del P. Rivadeneira, el libro De Bcphlicay plida cristiana de Fray Juan de Santa Mara, El Gobernador Cristiano del P. Mrquez, la Conservacin de monarquas de Navarrete, la Poltica de Dios de Quevedo, las Empresas de Saavedra, y otros libros semejantes, escritos casi todos con gran libertad de nimo, y llenos algunos de las ms audaces doctrinas polticas. Ninguno de ellos (entindase bien) fu prohibido por el Santo Olicio, ni recogido por mandamiento real. La Inquisicin y el Rey dejaron correr sin estorbo (y perdneseme lo manoseado de la cita, en gracia de su oportunidad) aquel libro famoso de Mariana, en cuyos captulos 6., 7. y 8. se investiga si es licito matar
al tirano', ai es lcilo envenenarle, y si el poder del rey es menor que el de la repblica, decidindose en !a primera y tercera de estas cuestioDCs por la afirmativa, lo cual no deja de ser una prueba de lo oprimida y anulada que estaba la libertad cientfica, cuando tales genialidades se estampaban como cosa corriente. Esa terrible mana del tiranicidio, nacida de clisicas reminiscencias, y en Espaa poco nada peligrosa, porque al poder monrquico nadie lo reputaba tirnico, y era harto fuerte y estaba de sobra arraigado en la opinin y en las costumbres, para que pudieran conmoverle en lo ms mnimo las doctrinas de uno ni de muchos libros, contagi otros escritores, llegando hasta manifestarse en conclusiones tan audaces como las publicadas en 1634 por el P. Agustn de Castro, de la Compaa de Jess, donde la consabida pregunta de si es licxto matar al tirano, va acompaada de las siguientes: Es mejor algn gobierno que ninguno? Es mejor el gobierno democrtico que el monrquico y aristocrtico? E& ms conveniente la monarqua electiva que la hereditaria? Es licito excluir las hembras de la sucesin del trono?!'); tesis todas que el buen Padre se propona sostener en sentido afirmativo; prueba asimismo evidentsima de la formidable opresin y Urania que pesaba sobre el pensamiento espaol en materias polticas. Muy semejante debi de ser la anulacin de nuestra genialidad y carcter en las sociales y econmicas. De ello dan muestra los tratados de Fray Bartolom de las Casas, de Bartolom Fras de Albornoz y de tantos otros contra la esclavitud, y los libros de economa social y hacienda pblica debidos las valientes plumas del doctor Sancho de Moneada, de Francisco Martnez de la Mata, de Fernandez de Navarrete, de Alvarez Osorio, de Mariana, de Pedro de Valencia, del contador Luis Valle de la Cerda, de Martin Gonzlez de Cellorigo, de Damin de Olivares, de Diego Mexa de las Higueras, de Alczar de Arriaza, de Francisco de Cisneros y Jernimo de Porras, de Leruela, de Alberto Slruzzi, de Dormer y tantos otros economistas, ninguno de los cuales dud en poner el dedo
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18 en In lligo, or;\ sealando enlre las causas de la despoblat:ion de Espaa el excesivo nmero de regulares y la amortizacin as civil como eclesistica, ora combatiendo las absurdas disposiciones gubernativas respecto la tasa del pan y la alteracin de la moneda. El nmero de tales escritores es grande: con ellos pudiera lorniarse una coleccin copiossima; y de sus nombres y obras lgrase sin dificultad larga noticia con slo recorrer la Educacin Popular de Cani|)oniancs y su Apndice, la liihlioleca Econinico-Poliiica de Sempere, el Sumario de la Espaa Econmica de Vadillo, y, sobre todo, la Uibliolcca de los econoiiistas espaoles y la Uisloria de la econoinia polilica en Espaa del Sr. Colmeiio. i'or lo que al siglo XVIII respecta, nadie ignora que se dio estos-esludios especial fomento, y basta recordar, entre los nombres de sus economistas, los del marqus de Santa Cruz de Marcenado, el P. Cabrera, (Campillo, Ulloa, Ustariz, Campomanes y Jovellanos, para hacer respetable en lo cremaiistico la poca en f|ue se escribieion Aa Industria Popular y La Ley Aijrana, en (|uc se crearon las Sociedades Econmicas, y con tal suerte y tino se explotaron los veneros todos de la riqueza pblica. Si con tanta amplitud y libertad discurrieron nuestros ingenios sobre materias filosficas, polticas y econmicas, claro es que no haban de encontrar cerrado el campo de las investigaciones lingsticas, crticas, histricas y a r queolgicas. Que Inbu (;i ci.l;i!i:-las, y en especial hebraizanles, dignos de inmortal recuerdo, comprndese con slo traer la memoria las dos Poliglotas, monumentos de gloria para los que las protegieron y realizaron. Que hubieron de tropezar, en Espaa y fuera de ella, con poderosos obstculos los cultivadores de tales estudios, especialmente en el segundo tercio del siglo XVI, explicase bien por el estado de agitacin religiosa de aquella poca. Pero si Arias Montano fu envuelto en dilatados procesos, y Fray Luis de Len gimi en las crceles inquisitoriales, y Pedro de Valencia hubo de luchar con el P. Andrs de Len en defensa de la memoria de su maestro, el resul-
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ido de estns persecuciones y contiendas fu en definitiva favorable los ngraviiidos, pues a! ilustrador de la PoUijlota antucrpicme v " i su libro los escud la proteccin de Felipe II; al mstico autor de la Exposicin del libro de Job valile su inocencia y saber contra los encarnizados ataques de Len de Castro, y fu absuelto, aunque *arde y con alguna restriccin; y el docto filsofo do Za'ra sac salvo de las detracciones de enconados mulos el nombre y los trabajos del inmortal escriturario de la Pea de Aracena. Mas si en el estudio de la lengua y literatura hebraicas encontraron nuestros fillogos alguna contradiccin, no ha de afirmarse otro tanto del de los idiomas clsicos griego y latino, con tanto esmero y gloria cultivados desde fines del siglo XV, en que uno y ilro sealaron rumbo y abrieron camino Arias Barbosa y Antonio de Nebrija. De los posteriores progresos responden las numerosas traducciones de ambas lenguas, las gramticas asi griegas como latinas (estas ltimas en cantidad prodigiosa), los vocabularios, los comentos ilustraciones de diversos autores de la antigedad clsica, los tratados de preceptiva y crtica en que se exponen y a m plan los cnones aristotlicos Koracianos; tareas en alto grado fructuosas, debidas (entre otros mil (]ue al presente omito) los insignes humanistas Vives, el comendador Hernn Nuez, Seplveda, Vergira, la Sigea, Lorenzo Balbo, Encinas, Glida, A. Agustin, Mendoza, Pez de Castro, Diego Gracian, Pedro Juan Nuez, Oliver, Chacn, Gonzalo Prez, Alvar Gmez, Matamoros, Prez de Oliva, Foxo Morcillo, Alvarez, el Brcense, Malara, Medina, Girn, Osorio, Calvete, Simn Abril, el Pinciano, Cscales, Bustamante, Barreda, Espinel, Correas, Gonzlez de Salas, Baltasar de Cspedes, Valencia, Mariner, Tnmayo de Vargas, Perpi, el P. La Cerda, Mart, don Juan de Triarte y todos los latinistas y helenistas egregios que despus de l florecieron en el siglo XVIH. De otras lenguas, como el rabe, escasearon ms los cultivadores, y aun estos no solan proponerse un objeto literario al aprender tal idioma, relegado casi los misioneros que
habiati de usarle en sus predicaciones y enseanzas (1). A la diligencia y celo de estos piadosos varones debironse asimismo gramticas y vocabularios de gran nmero de lenguas exticas, catecismos y traducciones de libros sagrados en caldeo, siriaco, etope, malabar, chino, japons y snscrito, en los dialectos americanos y en los de no pocas islas de la Occeana; riqusima mies lingstica que fines del siglo XVIII habia de cosechar uno de los ms^ esclarecidos hijos del solar espaol, el jesuta llervs y Panduro, de cuyo cerebro, como Minerva del de Jpiter, brot armada y pujante la Filolo/ia comparada. Y qu diremos, amigo uno, do los innumerables cultivadores de las ciencias histricas y arqueolgicas, en esas edades que con tanto desden miran algunos? Materia es esta ya tratada, y en que no insistir por tanto, pues de superfluidad impertinente habra de tacharse el repetir, cual si no fuesen de sobra conocidos, los nombres de A. Agustn, numismtico insigne, de Luis de Lucena, Fernandez Franco, Juan de Vilches, Llanzol de Reman, Ambrosio de Morales, Resende, Rodrigo Caro, Ustarroz, Lastanosa, el den Marti, Sarmiento, Valdeflores, Finestres, Contador de Argote, Flore, Prez Bayer, Floranes, Capmany y tantos otros arquelogos y diligentsimos investigadores; los de nuestros historiadores generales ms menos eruditos, ms menos crticos, Florian de Ocampo, Morales, (laribay, Zurita, Mariana, Terreras, etc.; los de aquellos que. como Gonzalo Fernandez de Oviedo, el inca Garcilaso, Bernal Diaz del Castillo, Antonio de Herrera, etc., etc., dieron conocer la Amrica y los maravillosos sucesos acaecidos en su descubrimiento y conquista por los espaoles; los de tantos y tantos como ilustraroa los anales de ciudades, villas, provincias, moj) Entindase esto con relacin los siglos XVI y XVII y primera mitad del XVIU. A ines de ste ya se cultivaban las letras arbigas en Espaa, con miras puramente literarias, siendo inequvocas seales del llorecimiento a que entonces llegaron semejantes esludios entre nosotros, los trabajos de Casiri, Campomanes, el P. Banqueri, Conde, Fray Patricio de la Torre y otros.
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nasterios, iglesias, de los cuales form.copiosa bibliografa, que aun puede acrecentarse mucho, el Sr. Muoz Romero; los de Sigenza, Yepes y otros doctsimos cronistas de rdenes religiosas; los de Peliicer, Salazar de Castro y otros eruditos respetables entre la inmensa balumba de los genealgicas historiadores de casas nobles, y aun los de los forjadores de falsos cronicones, que demuestran el grande, si bien descaminado, entusiasmo con que se proseguan las indagaciones histricas, entusiasmo que los llevaba fingir historia donde no la haba y llenar con patraas los huecos, no sin que, para gloria de la critica nislnca v.l.^ aosot.'os, encontrasen los osados falsarios, cabalmente en el perodo menos prspero de la cultura espaola, en los llinios dias de la casa de Austria, la formidable oposini'>n 'lo vn.-dno^ tan preclaros como D. Juan Bautista Prez, Pedro de Valencia, Fr. Hermenegildo de San Pablo, el marqus de Mondjar, D. Juan Leas Corts y D. Nicols Antonio. ' Fillogos, humanistas, arquelogos historiadores nos han trado las fronteras de la Repblica literaria, en la cual no entrar, sin embargo, porque el Sr. Azcrate parece referirse slo la actividad cientfica, y ni l ni nadie ha negado ni niega el prodigioso desarrollo de nuestra genialidad arlhlica. antes bien, suelen afirmar (]ue el poder opresor y tirnico de aquellos tiempos di libertad y proteccin la poesa, la novela, al teatro y lodos los ramos de las bellas letras, para entretener y aletargar de esta suerte los espaoles, y hacer que no sintiesen en modo algino el peso de las cadenas que amarraban la libertad del pensamiento. Esto, expresado en ms retumbantes frases y preados conceptos, se oye cada dia en boca de algunos filsofos, y esto quera indicar sin duda Sanz del Rio, cuando asentaba que, por falta de libertad en el llamado siglo de oro, el ingenio espaol se desarroll slo bajo un parcial aspecto, que, segn l piensa, no fu el de la razn ni el del entendimiento; y cierto que seria cosa peregrina un desarrollo intelectual de cualquier especie sin razn ni entcndiniento. Digo, volviendo mi
asunto, que, aunque as hubiese acontecido, siempre tendramos que agradecer mucho aquel lisiado que, en medio de sus iniquidades y Uranias y anulaciones del pensamiento, tanto se desvelaba porque no las sinlicsemos, j procubraba divertirnos con poesas, novelas y comedias, discreta y lozanisimamentc escritas; secreto administrativo, propio de dspotas, al cual deben nuestras letras muchos dias de gloria que jams lesdaria un Eslado krausista en que fuesen norma de buen estilo y elegante decir la Anaiilica el Ideal de la liumanidad para la vida. Hablando en serio, creo haber dejado fuera de duda que, excepto en algn caso particular, no hubo anulacin de la libertad cientfica en materias ilosricas, polticas y sociales, las ms difciles de trotar bajo un gobierno de unidad religiosa y monrquica. Pero se dir: por qu obtuvieron tan escaso florecimiento las ciencias exactas, fsicas y naturales, sino por la rigid con que el Estado nej siempre la libertad de la ciencia? Entendmonos: en primer lugar, niego el s u puesto en tan absolutos trminos formulado: verdad es que no apareci en lspaa ningn Galileo, Descartes, Newton, Lagrange, Lavoisicr Linneo; confieso de buen grado nuestra inferioridad en esta parte; \w lo da Dios todo lodos; quiz el terreno no estaba tan bien piojiuiado; qui/. la yenialidad espaola no tira tanto por ose camino como poi otros; pero er- lo cierio nuc cii i;;(;-, ominusos siglos debieron las ciencias de a naturaleza considerables adelantos muchos espaoles; acaudalronse la Zoologa y la Botnica con las innumerables noticias sobre la Fauna y la Flora de los pases americanos, esparcidas en los libros-de Gonzalo Fernandez de Oviedo y otros primitivos historiadores de Indias, y luego ms cientficamente expuestas en los tratados de Nicols Monardcs, Francisco Hernndez y Jos de Acosta; brillaron Cavanilles y tantos otros sabios ilustradores del reino vegetal, de que en su laureada obra La Botnica y /os liotdnicos de la Pennsula da cumplida noticia el Sr. D. Miguel Colmeiro; hicieron importantes estudios sobre los metales Alvaro Alonso Barba, Bernal
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Prez de Vargas y otros menos conocidos autores; publicronse notables comentarios y traducciones de Aristteles y Teofrasto, de Arqumcdcs y Euclides, do Dioscrides y Plinio; no faltaron malemticos y fsicos tan memorables como Nuez, inventor del nonius, el docto humanista Fernn Perc/, de 01 isa, (|ue escribi l)c viatjnele y empese en hallar modo de que por la piedra imn se comunicasen dos ausentes (1), el complutense Valles, (ue, entre otras novedades, present en su Philosofiu sacra la doctrina del fuego, adoptada dustrada posteriormente por e! clebre qumico Boerhave, el cosmgrafo Santa Cruz, el ya citado Chacn, (pie tuvo parte no secundaria en la correccin gregoriana, el arzobispo Siliceo, profundo aritmtico, el msigne polgrafo Pedro Ciruelo, cuyo tratado De Akjorilmia compite con los'mejores de su clase dados la estampa fuera de Espaa en el siglo XV, el maestro Esquive! que, por encargo de Felipe l, form la topografa de la Pennsula, siglos antes vpic las dems naciones, de E u ropa se ocuparan en trabajos anlogos, el portentoso Caramuel, el gaditano Hugo de 0;'u>ri(]uo, cuyo tratado de Anlisis Ceomlric, im[)re^o en l(J)8 (ntese la fecha), mereci los elogios de Nevvton: v en tiempos ms cercanos, el universal Feijo, ipi;'. I contento con vulgarizar mulitud de conocimientos nuilenilicos y fsicos y propagar el experimentalismo, apuni ideas originales soltre cuestiones geolgicas v se adelael'; los extranjeros en la teora elctrica de los'lrr'vomoto:., los Padres Tosca y Losada, los sabios marinos Llloa y Jorge Juan, sin contar una multitud de tratadistas como los I'adii^ Zaragoza, Cassani y.Cerda, el alfrez Fernandez Medrano, Bails, etc., ue, ms menos atinados en la exposicin de la doctrina, emuestran que nunca fallaron del todo buenos estudios de ciencias exactas y fsicas en nuestro pas. Prueba son tam-
il) No incluyo Blasco de Girny, ^ qiiion cn-adimcnlc so lia supuesto inventor de la aplicacin del vapor la navegacin. Vase demoslradolo conlrario en a Memoria, publicada sobi-c este asunto oor D; J. Ilubi y OS. ^
bien de ello los numerosos tratados de fortificacin, artillera y arte militar en todos sus ramos, dados luz en los siglos XVI y XVl por nuestro conterrneo el beneficiado de Laredo 1). Bernardmo de Escalante, por su homnimo de Mendoza, por Cristbal de Rojas, Lechuga, Firrulno, D. Diego de lava, D. Sancho de Londoo, Luis Collado, etc., hbros que en su mayor parle obtuvieron la honra de ser traducidos extraas lenguas. En otra ciencia aplicada, aunijuc bien diversa de la anterior por su objeto, descollaron notablemente los espaoles. Me refiero la Medicina, (]ue can orgullo registra en sus fastos los DOIIITC i!.' ; .'-!';i, ,) I;; W/. iiuujaiJista, i'adi' y poeta; de Villalobi).-. tan clebre jiUgrufo como ingenioso y agudo literato, por algunos a!>elldado el Fracaslorio espaol; del divino Valles, ya mencionado como filsofo, en unin con Gomo/ IVreira, Huarlc, Cardse y otros mdicos esclarecidos; di Scrvcl, descubridor de la circulacin de la sangre, tan lamoso por ello como por sus teoras a n titrinilarias y su desastrada muert,:: de Valverde, Mercado, Gaspar de los lioy."s. Lobera de -'wila, etc.; y en el siglo pasado, los de S;ilauo de Luque, (uien di universal renombre su doctrina del pulso; do Martin Martnez, el Feijo de la medicina, y Pijuer que, continuando como l la gloriosa serie de mdicos-filsofos, supo la vez traducir Hipcrates, analizar las [rasiones mvestigar doctamente las causas de los errores. Aparte de todo lo expuesto, onviene observar que, dada la menor relacin de las ciencias exaclax, fsicas y naturales con la relijion y la poltica, debieron de ser las menos oprimidas y vejadas, si admitimos la teora de nuestros adversarios. Y es lo cierto que la Inquisicin espaola no opuso trabas la admisin del sistema copcridcmio en las aulas salmantinas, ni impidi (|ue Diego de Estiga le expusiese con toda claridad en su Comentario Job, libro que mand expurgar la Congregacin de Roma, en cuyos ndices figura hasta tiempos muy recienlcp. Y, hablando en puridad, qu temor podia inspirar los puderes pblicos, as civil como eclesistico, los grandes descubrimientos
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astronmicos fsicos? A nadie hubieran dado malos ratos la Inquisicin ni el Rey por formular la ley de alraccion, descubrir el clculo de las fluxiones, por entretenerse en profundos estudios de ptica y de mecnica, bn una nacin en que se permita defender el tiranicidio ^que obstculo habia de encontrar el que se propusiese hacer nueva clasificacin de las plantas, 6 destruir la ant.gua nomenclatura alqumica, revelar la existencia de todos los cuerpos simples hoy conocidos, y de muchos mas si mas tiu!,era? Si como el docto aragons Gmez Miedes escribi un grueso volumen sobre la sal comn, nica que el coca, hubiese tratado de todas las sales hoy descubiertas, hubirale puesto cortapisas alguien? Se opuso el Estado que desarrollase ampliamente su estrafalaria gemaidad maleml'ea el caballero valenciano Falc, lan agudo poeta latino como desdichado gemetra, que gast su tiempo y su dinero en investigar la cuadratura del circulo y se fue al otro mundo pensando haberlo logrado? Como indicios claros de la situacin lamentable que llegaron entre nosotros las ciencias naturales, suelen citarse esos libros llenos de patraas y aberraciones que tine= del siglo XVll aparecieron con los titulas de Maijm Natural, Oculta Filosofa, El Ente dilucidado y otros ejusdem furfuris. Pero fuera de que en la misma poca se escribieron otros tratados con sano juicio y buen seso y dejando aparte tambin el que dichas obras fueron vertidas idiomas extranjeros y acogidas con aplauso, lo cual demuestra que en todas partes cuecen habas, es lo cierto que en ningn siglo han faltado autores y obras extravagantes, y aun en este ilustradsimo en que nos toco nacer, abundan doctrinales de espiritismo y otras /rfl.s de la misma laya, ms estpidos y menos divertidos que el mismsimo Ente dilucidado, que al cabo todos los curiosos leen con placer y ponen sobre las nias de sus ojos como tesoro de recreacin y mina de pasatiempos. Estas breves indicaciones, mi Sr. D. Gumersindo, escritas vuela-pluma y casi sin consultar libros, bastan, en mi juicio, para demostrar lo mal fundado injusto de la
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opinin del Sr. Azcrate respecto nuestra cultura; y eso que he prescindido de los notables esludios esllicos que desde Len Hebreo, Fonseca y Maximiliano Calvi hasta Rebolledo y Nieremberg, desde Barreda y Alczar hasta el P. Fcijo y Arteaga, mantuvieron siempre viva entre nosotros la filosofa del arte y de la belleza, y pasado por alto las sabias esjieculaciones de Salinas, Eximeno y otros sobre la Msica, y hecho caso omiso de la admirable invencin pedaggica del arte de ensear los sordo-mudos, imaginada por el benedictino Ponce de Len y escrita por el aragons Juan I'ablo Boncl, y nada he dicho, en fin, de otros varios aspectos y merecimientos de la ciencia espaola, cuya relacin me habria llevado ms all de lo que consienten los estrechos lmites de una carta. Nunca h u biera enristrado la mal tajada pola contra escritor tan estimable, no estar bien convencido de que refutaba una opinin, no particular suya, sino comn y corriente entre muchos que de doctos se precian. La ignorancia y el olvido en que estamos de nuestro pasado intelectual; las insensatas declamaciones que se enderezan apartarnos de su estudio como de cesa balad y de poco momento; el desacordado empeo de algunos en romper con toda tradicin cien tilica persuadidos de que slo en su secta y escuela se halla la verdad completa; la facilidad que hoy existe para apropiarnos la erudicin forastera,granjeando as fama de sabios poca costa, y las dificultades con (]uc tropezamos para conocer, si(|uiera por encima, la nuestra; el orgullo que caracteriza al siglo actual, entre cuantos recuerda la historia, causas son que producen ese menosprecio de todo lo de casa, esas antipatriticas afirmaciones que afligen y contristan el nimo. El remedio de tanto mal indicado est por usted, amigo mi, en su excelente artculo El plan de (isiudius j la hisloria i?tl('k'(ii/al de Espaa, donde propone el establecimiento de las sois ctedras siguientes para el doctorado dlas respectiva.-^ ;.u.uluiui.o. ILsloria de la teologa en Espaa. Historia de la ciencia jurdica en Espaa. Historia de la medicina espaola.
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Historia, de las ciencias exactas, fsicas y naturales en Espaa. Historia de la filosofa espaola. Historia de los estudios filolgicos en Espaa. Cada dia van siendo ms urgentes las reformcis all pedidas para la enseanza. Qu vastsimo campo abriran ante la clara inteligencia de nuestra juventud estudiosa seis profesores escogidos con acierto, dedicados exclusivamente exponer de palabra y por escrito el magnifico proceso de la vida cientfica nacional en todas sus fases y direcciones! Cunto de honra y provecho no reportaran Espaa! Quiera Dios que el actual director do Instruccin pblica, de cuya ilustracin y patriotismo mucho bueno hay derecho esperar, nos d pronto la satisfaccin de ver realizado algo siquiera de tan oportuno proyecto! De suma necesidad es tambin (y esto puede hasta cierto punto considerarse como condicin precisa para llevar cabo el pensamiento de usted en orden las referidas ctedras) que contine la publicacin, hace aos lamentablemente interrumpida, de las obras bibliogrficas premiadas )or la Biblioteca nacional, y (|ue las Reales Academias, principalmente las de la Historia, Ciencias morales y poticas, y Ciencias exactas, fsicas y naturales, consagren parte de sus cerliiiencsanuncindolos con ms anticipacin de la que acosiumbran promover el estudio de la actividad intelectual de nuestros mayores v de los vanados y copiosos IVutos que produjo en los diversos ramos del saber humano. Qu serie de lemas tan preciosos no ofrecen la primera de dichas Academias los grandes polgrafos espaoles? Qu interesantes monografas no pudiera obtener la segunda si propusiese por asuntos de sus concursos, ya determinados escritores, vg., Soto, Molina, Suarez, Foxo Morcillo, el Padre Ceballos, D. Juan Francisco de Castro, ya ciertos grupos de ellos, como los moralislas, los polticos, los economistas que florecieron bajo la dinasta austraca? Y la ltima, cuan curiosos y tiles estudios no lograra premiando Memorias acerca de nuestros fsicos, astrnom,os, cosmgrafos, metalurgistas y
geopnicos, de los espaoles que han ilustrado los naturalistas y matemticos griegos, de los cultivadores de la Historia natural de Ultramar, y de otros puntos semejantes? Si el gobierno y los Cuerpos sabios no toman este rumbo, mucho me temo que lleguen ser (como ya lo estn siendo en parte) una verdad aquellas palabras de nuestro buen amigo, el ilustre literato 1). Juan Valora: Quiz tengamos que esperar que los alemanes se aficionen nuestros sabios, como ya se aficionaron nuestros poetas, para que nos convenzan de que nuestros sabios no son de despreciar. Quiz tendr que venir Espaa algn docto alemn defender contra los espaoles, que hemos tenido filsofos eminentes.
I!. D ER E BI6LI0GRAPHIGA.
Mi muy docto amigo y paisano: Dias pasados dlrigi usted una breve impugnacin de ciertas erradas afirmaciones acerca del pasado intelectual de Espaa, vertidas por el Sr. D. Gumersindo de Azcrate en sus artculos sobre El Self-Governement y la monarqua doctrinaria. Dolame all del lamentable olvido y abandono en que tenemos las glorias cienlificas nacionales, en especial las filosficas, abandono y olvido que, entre otros daos de menor entidad, trae el gravsimo de mantener nuestra patria faltu de todo carcter propio en las modernas evoluciones del espritu humano, dejndonos merced de cualquier viento de doctrina que sople de extraas tierras, y siendo causa eficacsima de la anarqua y desconcierto que hoy nos aqueja y lleva trazas de prolongarse, si Dios no lo remedia. El solo sabe si es til daoso el sesgo que al presente llevan ciertos estudios en Espaa, y si es el mejor antdoto contra la exageracin innovadora la exageracin reaccionaria. Lo que si puede ahraiarse es que ambos fanatismos se inspiran en libros extranjeros, por ms que uno y otro sean de antiguo abolengo en nuestra historia filosfica, y que, tal vez sin darse cuenta de ello, obedecen los secuaces de tan opuestas ideas las providencia-
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les leyes del pensamiento ibrico, aunque incurriendo en no pocas aberraciones y alejamientos de as escuelas peninsulares, por no detenerse estudiarlas como debierin y buscar dentro de Espaa el anterior desarrollo de sus respectivos sistemas los precedentes histricos que los han motivado. Pero dejando aparte tales consideraciones, vengamos derechamente al objeto de esta epstola y de las que, Dios mediante, han de seguirla, que se enderezarn slo desenvolver algunas indicaciones apuntadas en mi anterior, sobre los medios de reparar la ignorancia, hoy generalmente sentida, respecto nuestra historia cientfica y aun una gran parle (no despreciable por cierto) de la literaria. Estos medios se reducen tres: 1. Fomentar la composicin de monografas bibliogrficas. 2. dem la de monografas exposilivo-crticas referentes cada ramo de la ciencia, ai menos los que tienen historia importante en Espaa. 3. Creacin de seis ctedras nuevas en los Doctorados de las facultades, con otras instituciones encaminadas al mismo propsito. Tratar brevemente de cada uno de estos proyectos, dividiendo mi trabajo, guisa de sermn, en tres puntos.
1.
ESTDJOS BIBLIOGRFICOS.
Acsase con frecuencia la Bibliografa, por los extraos su cultivo, de ciencia rida indigesta, de fechas y de nombres, superficial y pesada al mismo tiempo, como que slo para la atencin en los accidentes externos de! libro, en la calidad del papel y de los tipos, en el nmero de las hojas, y limita sus investigaciones la portada y al colofn, sin cuidarse del interior del volumen.
31 que para ella suele estar tan cerrado como el de los siete sellos. No ha de negarse que hay hartos biblifilos (si tal nombre merecen) acreedores osta y aun otras ms acres y no menos fundadas censuras; y en verdad que se duda veces entre la risa y la indignacin al ver ciertos acaparadores de libros esimav el mrito de os trabajos del humano ingenio por su mayor menor escasez en el mer- cado, despreciando, vg., los clsicos griegos y latinos porque se encuentran toda hora, en cualquier forma y en variedad de ediciones, al paso que dan suma importancia los tratados de yme/rt, de esgrima, de cetrera, de tauromaquia., de herldica de arte de cocina, por raros y difciles de encontrar en venta. Y produce ciertamente triste impresin la lectura de muchos catlogos bibliogrficos, cuyos autores para nada parecen haber tenido en cuenta el valor intrnseco de los libros, fijndose slo en insignificantes pormenores propios ms de un librero que de un erudito. Pero no es ese el verdadero procedimiento del bibligrafo, ni puede llamarse trabajo cientifico, sino mecnico, el descarnado ndice de centenares de volmenes cuyo registro externo arguye lo sumo diligencia y buena fortuna, nunca dotes intelectuales ni saber critico. Y la critica ha de ser la primera condicin del bibligrafo, no porque deba ste formularla con todo el rigor del juicio esttico y de la apreciacin histrica diestramente combinados, sino para que sepa indicar de pasada los libros de escaso mrito, entresacando la par cuanto de til contengan, y detenerse en las obras maestras, apuntando en discretas frases su utilidad, dando alguna idea de su doctrina, mtodo y estilo, ofreciendo extractos si escasea el libro, reproduciendo ntegros los opsculos raros y de valor notable, y aadiendo sobre cada una de las obras por l leidas y examinadas un juicio, no profundo y detenido como el que nace de largo estudio y atenta comparacin, sino breve, ligero y sin pretensiones, como trazado al correr de la pluma por un hombre de gusto; juicio espontneo y fresco (si vale la expresin), como que nace del contacto inspirador de las pginas del libro; impresiones
vertidas sobre el papel con candor ingenuidad erudita Qu obra ms til, la par que deliciosa, es un catlogo bibliogrfico redactado de esta manera! As concebida la Bibliogra/ia, es al mismo tiempo el cuerpo, la historia externa del movimiento intelectual, y una preparacin excelente 6 indispensable para el estudio de la historia ialerna. Los registros de obras hechos sin estas condiciones sern tiles como lo son los catlogos de editores y libreros, pero no sern trabajo de literato, sino de mozo de cordel; ne llamemos sus autores bibligrafos, sino acarreadores y faquines de la repblica de las letras (1). Por dicha, los bibligrafos espaoles (con excepciones raras) han sido fieles al objeto importantsimo que la ciencia por ellos cultivada debe cumplir, y aun algunos pueden presentarse como dechados, si no de todas, de la mayor parte de las cualidades indicadas. No son escasos los frutos de la investigacin erudita entre nosotros; pero aun resta no poco que trabajar en este campo. De los Diccionarios y Catlogos hoy existentes, ya impresos, ya manuscritos, puede hacerse la divisin siguiente: 1 / Bibliotecas generales. 2." Etnogrficas. 3." Corporativas. 4.' Regionales. 5." Por materias. 6." ndices y Catlogos de bibliotecas pblicas y particulares. Tiene nuestra Espaa la gloria de poseer una de las bibliografas generales ms extensas y con ms diligencia trabajadas, doblemente admirable si consideramos el tiempo en quj fu compuesta, en las dos Bibliothecas, Vetus y Novado Nicols Antonio, dadas la estampa, la segunda en 1G72, y postuma la primera en 1696, gracias la munilicencia del cardenal Aguirre y los desvelos del den Marti. Breves y de escasa importancia eran los ensayos an(1) Expresin de Puigblaach.
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tenores al colosal trabajo del ilustre bibligrafo sevillano l comentario elegantsimo De doctis Hispanio' viris, s^ Apologa pro .adserenda hispanorwn ernditione del docto profesor complutense Alfonso Garca Matamoros (vertido al castellano en el siglo pasado por el cannigo nuarte), no es otra cosa que un panegrico de nuestras letras en que se mencionan muy pocos autores y escassimos libros, sin indicaciones tipogrficas de ninguna especie LaBibhotheca Hpania' de Andrs Peregrino (u sea el p. Andrs Scotlo) puede an consultarse con pro^rTs r " f"''"' ' " ' ' ' " ^ ' y <''-'^C' bien de nuestras levZ^A ''"'''f.^J^'-o f'utor, slo por el intento, pero es de hmjad, utilidad bibliogrfica pesar de su vouLen, pues ae IOS tres de que consta, versa el primero sobre la religin universidades, bibliotecas, concilios y reyes de EsmateHas'eir.' ' ' u "uf"' '''' ^ intercalarse asimismo E o s v i T ' ; ' ' ^f\^^^, de los autores que de los
nombre de Andrs Taxandro, ndice 'sucinto y " ! nado que generalmente se atribuye al mismo Scotto. Asi en el Ca/a%o como en la Biblioteca se hace mrito cnsi f a U r r m t ^ ^ " escritores que usaron la lengua l a t i ^ caslel n ? ' ^'^f T "'^''^ ^^^^'-'"^'^ 'Pi^ d obrL
TamaTor' "'V^ "'"'? " ' PP'" ^' ^'"^' de libros I Z Z r f r f r ' ''" ""'''' '"^ '"' ^''^Oua. Manuscrito
permanece en la Biblioteca Nacional este catlogo, hoy de escaso valor como libro de consulta, dado caso que le disfrutaron ampliamente Nicols Antonio y otros bibligrafos Con tan escasos auxilios comenz s J tarca, en v e S herclea el autor de la Censura de Historia Fak^^ r ' v ' T o T r ^ " " " ' T ' ^ ^J^"^^^ igualada d r n cia y logro darle cima en lo posible, consagrando ella el bien aprovechado trabajo de su vida entera. e eterna ada.irac.oa sea dignos sus esfuerzos, pues si reflexiona!
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inos las gravisimus dilicullades con que se tropieza pant formar !a liibliografa del ramo menos cultivado del saber humano, el ndice de los trabajos relativos un solo puni de la ciencia, el catlogo de los escritores de una provincia, de un pueblo de limitada importancia, como no asombrarnos de esa litnica empresa de dar conoccr-cn un libro cuanto en Espaa se liabia escrito desde la era de Augusto hasta finos del siglo XVJl, sobre cualijuier materia y en cualquiera forma! Y quin ha de parar la vista en los errores, en las omisiones, en las faltas de pormenor inevitables en obra semejante? Aunque mucho ms graves fueran, no bastarian contrapesar las singulares excelencias de erudicin y crtica, la riqueza incomparable de noticias recogidas en aquellos cuatro volmenes, que son an, y sern por mucho licrapo, el monumento ms grandioso levantado la gloria de las ciencias y do las letras espaolas. Conviene consultar la obra de Nicols Antonio en la reimpresin matritense de 1783 y 1788, en que se agregaron la liibliotlicca Nova las adiciones manuscritas del mismo autor, y se acrecent la Velus con las copiossimas notas de! sabio hebraizante y numismtico Prez Ba;yer. El segundo ensayo de biblioyrafia general debiosa D. Jos Hodriguez de Castro, que con erudicin notable, an que sin mtodo ni crtica, propsose refundir, acrecentar y continuar hsliihliothecas de Nicols Antonio en la suya Espaola que no pas del siglo XIV, si bien, con haber quedado tan los principios, es obra de indispensable consulta en la parte hispano-roinano y en ia de los tiempos medios, y puede considerarse como el mejor suplemento la Jiihiiolheca Vetas. Al lado de Nicols Antonio, padre de nuestra bibliografa, debemos colocar el nombre del rey de nuestros modernos eruditos, 1). Bartolom J. Gallardo, en cuyas papeletas, diestramente ordenadas por los seore* Zarco del Valle y Sancho Rayen, veo casi realizado (un poco ms de critica no sobrara) el ideal de la labor bibliogrfica, tal como la concibo y expuse al comienzo de esta
pistola. El Ensayo de una bibliotcra espaola de libros raros y curiosos,' riqusimo en extractos y noticias, suple gran parle de las omisiones de Nicols Antonio respecto al siglo XVI, suministra datos y documentos sobre toda ponderacin interesantes para la historia de nuestra literatura y en especial de la poesa lrica y de la dramtica, y es de utilidad ms directa inmediata que ningn otro libro de bibliografa nacional para todo linaje de curiosos y de lectores. Por qu desdicha no han visto an la p blica luz los ltimos volmenes de esta obra excelente, suspendida desde 1866 en la letra F? A qu director de Instruccin pblica estar reservada la gloria de procurar la impresin de lo restante? Empresa es harto difcil el formar la bibliografa del siglo en que vivimos, frtil como ninguno en folletos, opsculos, memorias, peridicos y hojas volantes. En parle muy considerable, realizronlo, sin embargo, los seores D. Dionisio Hidalgo y D. Manuel Ovilo y Otero en sendos Diccionarios de no poco volumen, impreso en cinco tomos el primero, desde 1862 \ 8 7 3 , indito eo la Biblioteca Nacional el segundo, del cual public en Pars un extracto, con titulo de 3anual,h casa de Rosa y Bourel. Como escritos de bibliografa general pueden considerarse, adems de los citados, la Tipografa Espaola del P. Mndez, adicionada por Hidalgo, los Apuntamientos de nuestro paisano D. Rafael Floranes sobre el mismo asunto, y el specimen de Diosdado Caballero De prima tipograpMcB hispana; a'tate, con otros opsculos de menor cuanta relativos al primer siglo de nuestra imprenta (1). Y si agregamos la voluminosa Bihliographia critica (no en todo espaola) del trinitario Fr. Miguel de San Jos, los trescientos artculos que aadi Floranes Nicols A-
il) 1 01 ejemplo, la Disertacin sobre el origen del arte tipogrfico fii 'a ctmad de valencia, de Villaroya, y la de D. aimo. Wipoll sobre la Imprenta de Barcelona; las dos Memorias de Antonio Rbeiro dos Snelos, sobre la imprenta en Portugal hasta fines del siglo X7I (lomo VIII de las Memorias de la Academia de Ciencias de Lisboa.)
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toii'.o, los excelentes que en las Revistas Universitarias j de Inslruccion pblica dio luz el bibliotecario ovetense D. Aquilino Suarez Barcena, y alguna que otra tentativa semejante (1), tendremos casi completo el ndice de los estudios generales de bibliografa espaola realizados hasta el momento en que trazo estas lneas. Y continuando, amigo mi, en esta resea de lo hasta hoy trabajado, para indicar despus con ms holgura lo que aun falta llevar cabo, mencionar las dos nicas bibliotecas etnogrficas que poseemos, la Arbico-IIispanoEscurialensis de Casiri y la liabnico-Espaola de Rodrguez de Castro, ninguna de las cuales satisface las exigencias de la crtica moderna, por ms que la primera fuese, en el tiempo en que sali luz, una revelacin, y hoy mismo parezca de utilidad grandsima, dado caso que no existe obra alguna que pueda con ventaja sustituirla. Pero, aparte de la falta de mtodo, harto sensible, y de los reparos que la ciencia contempornea ha puesto algunas de las traducciones all incluidas, ha de confesarse que la obra AW^asiri, reducida al catlogo de los manuscritos arlapR de una Biblioteca, siquiera sea de las ms ricas en este ramo, no puede suplir, sino en parte y muy indirectamente, la falta de una Bibliografa arbigo-espaola completa, ms necesaria medida que adelantan los estudios orientales, tan interesantes para la historia de nuestra cultura. A los arabistas espaoles toca llenar este vaco, y uno de ellos, el Sr. Fernandez y Gonzlez, est encargado oficialmente de completar y corregir el catlogo de Casiri, lo cual nos da esperanza de ver realizado antes de mucho el comn deseo de nuestros eruditos, si, como creemos, el citado profesor no se limita esta preliminar tarea, sino que emprende la formacin del apetecido ndice de autores rabes-espaoles, ya conservados en nuestras bibliotecas, ya en las extranjeras. En cuanto la obra de (1) En alguna parte hemos ledo que el Si-. D. Carlos Ramrez de Arellano, residente en Crdoba, tiene heclias adiciones Nicols Antonio.
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Rodrguez de Castro, superior en riqueza de noticias las anteriores de Wolfio y Bartholoccio, tchanla no pocos hebraizantes modernos de superficial y poco exacta, y fuera de desear que entre la nueva generacin masortica, educada por el doctor Garca Blanco, se hallase algn oibbfilo, docto, la par, en la lengua santa y en sus afines y derivadas, que tomase su cargo las adiciones y enmiendas al trabajo de nuestro bibliotecario. nn la clase de Bibliotecas corporativas pongo en primer trmino las de comunidades religiosas, limitada alguna de ellas Espaa, generales las ms y obras por lo comn de autores extranjeros. Por la parte considerable que encierran de nuestra bibliografa, son dignos de especial mencin los Anales franciscanos de Wadingo y su continuador Harold; la Biblioteca de la misma orden, formada por Fr. Antonio de San Jos; la excelente de escritores dominicos, de Quetif v nensP Af ''"p P^^^^dieron los ensayos de Antonio S e nense, Alfonso Fernandez y Fr. Ambrosio de Altamira; la Camehtnm de Cosme de Villiers de San Esteban el Alphaheto Ai/;justimai,o, de Fr. Toms de Herrera, los Scvciiln Angustiniana del P. Lanteri (1858-59); la Biblioteca Mercenaria de Fr. Jos Antonio Gari (Barcelona. 1875), las Bibliothecas cislercie?nes, da Vischio y Munz, y otros menos extensos y conocidos catlogos de autores pertenecientes diversas "rdenes, que no mostraron tanto esmero como las anteriores en la conservacin de sus Memorias literarias. A todo lo cual deben agregarse las numerosas historias ae las mismas sociedades monsticas, que, sin ser obras propiamente bibliogrficas, contienen, no obtante, un t e soro de noticias acerca de no pocos escritores, siendo notables, en tal concepto, la Crnica de la Orden de San Benito, de Yepes la que en muy elegante estilo escribi de \os Jernimos el P. Sigenza, y otras que fuera prolijo, V no parece necesario enumerar. Pero ninguna Orden religiosa ha excedido la Compaa de Jess en lo esmerado y completo de su extensa y curiossima bibliografa. Ya
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ea 1608 [jublicse en Ambercs el catlogo de escritores jesuitas, fonnudo pur el ilusle P. Rivudeiieyra. Continuronle Nierenibcrg, Alegumbo y otros egregios varones de la Compaa, as nacionales como extranjeros, y llegados los tiempos de expulsin y cxtraanuento, dos jesutas .de !a provincia de Aragn, Diosdado Caballero y Onofre Pral de Sab, formaron en Italia sendos catlogos de los deportados espaoles que tan gallarda muestra haban dado de su saber en lodo linaje de ciencias y disciplinas. A coronar todos estos ensayos, y otros que al presente no recuerdo, vino C H 1859 h\ muy crudili\ liihliolJwquc dos ecrivaiKs. de la Compayinc de Jess, publicada un Licja por los Padres Agustn y Luis Backer, obra que adolece, no obstante, sin duda por la dificultad de la empresa, de omisiones y aun yerros, por lo menos en la parte espaola. No menos poderosos, inlluyentes, conspicuos y fecundos en ilustres escritores (ue las Ordenes reliyiosas, fueron los llamados Colcf/ios lajores, muertos mano airada por i). Manuel de iloda en tiempo de Carlos 111. De los escritores salidos del seno de tales corporaciones, poseemos notable bibliografa, gracias las vigilias de Rezaba! y Ligarte, y oncuntranse adenii's noticias en la Historia del Colegio Viejo de San iartolom de Salamanca, que orden el marqus de Alvntos. Como incluidos tambin en la seccin bihliogr/ica de corporaciones, pueden estimarse los catlogos de escritores alumnos maestros de las Universidades de Salamanca, Oviedo, Zaragoza y Valencia, que acompaan las /emorias histricas de dichas escuelas, publicadas en estos ltimos aos por los Sres. Vidal y Diaz, Canelb y Secados, Borao y Vcasco, si bien tales apndices son por su naturaleza harto breves, y slo pueden servir de ndices registros para quien emprenda formar la Bibliograjia universitaria ibrica, no intentada an por nadie que yo sepa. Mucho ms rica que la seccin anterior, es la Aafibtioiecas rejionales, en la cual comprendo las de reinos, provincias, comarcas y ciudades. A continuacin va el ndice de las que conozco, muy incompleto, sin duda, pero que
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dennicstra el grado de cultivo olitenido en Espon por esta rama do la erudicin hio-bihliohUjira. PoRTUAr. Excede en este punto las dems regiones peninsulares: posee la magna Bibliothem Lusitana, de Barbosa Machado ( quien precedieron en ?u empresa Juan Franco Brrelo, Jorge Cardnso y algn otro) (I), y e l a d mirahle Dicnonario htblioijrdfco, de Inocencio de Suva, que aumenta y corrige la obra de su predecesor y la contina hasta nuestros dins. En la Biblioteca Nacional se conserva un manuscrito del Sr. D. Domingo Prez, relativo los escritores portugueses que han escrito en lengua castellana. VAI.KNXIA. Sigue Portugal en materia bibliogrfica. Aparte de los ensayos hechos en el siglo XVI por Onofre Esquerdo y I). Diego de Vich, cuenta tres bihiioterax impresas: la del P. Rodrguez, continuada por el P. Savalls; la do Jimeno y la de su adicionador Pastor y Fustr, que la prosigui hasta 1829. Ilnse publicado adems diversos opsculos eruditos sobre puntos aislados de la historia literaria de aqiicl reino, y entre ellos El teatro en Valencia, de D. Luis Lamarca. ARAOON. A ninguna de nuestras bibliotecas regionales cedcria la do Fatassa, si la falta de mtodo y lo farragoso indigesto del estilo no oscurecieran las cualidades do erudicin y exactitud (juc en ella resaltan (-2). Esperamos que los iniciadores de la liibliolrca Aragonesa refundan, amplen y terminen esto trabajo. Acerca do la Imprenta en Zaragoza, conozco un folleto del Sr. Borao (3). CATALUA. Aparte de otros catlogos anteriores de menor importancia, posee el Diccionario de escritores catalaes, de Turres Amat, ligero incompleto, aunrpic rico (t) Hay un epitomo poco estimnblc do !a obra do Bnrliosa, formado por Sousa Farinha.
(2) lia obviado en parto los inconvenientes que resiilUiban de la mala disposicin de los arlicnlos en Lalassa el Sr. 0. Toribio del Campillo con im fnlice Alfabtico de escritores aragoneses, que facilita mucho toda investijacion. (3) AJ.atassa precedii'i en su empresa el cronista \ndr? Ifslarr. con un ndice (!"':v:-''or:-s aM/joneses.
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en noticias, y el Suplemento al mismo, de Corominas y Aleu, que reparu algunas de sus omisiones. Aun resta no poco que trabajar en la bibliografa del Principado, pero es de creer que agote la parte lemosina el docto bibliotecario seor Aguilo, en su obra premiada, h no pocos aos, por la Biblioteca Nacional, aunque por desdicha no impresa todava. Sobre escritores gerundcmes existe una Memoria del Sr. Girbal. ISLAS BALEARKS. D . Joaqum M. Bover ha publicado una extensa y erudita fihliografia balear, de la cual se han hecho dos ediciones, muy aumentada la segunda, que puede considcrai'se como obra nueva. Las regiones del Medioda, Centro y Norte de la Pennsula han sido en osla parte menos afortunadas que Portugal y la corona aragonesa. Los estudios bibliogrficos (con alguna excepcin) lian sido ms breves en Castilla, y m u chos de ellos permanecen inditos. Tengo noticia de los siguientes: ANDALUCA. Sc/villa.Rodrigo Caro {Claros varones en letras, nahtrales de SevillaJ, y sus continuadores don Diego Ignacio de Gongora y I). Juan Nepomuceno Gonzlez de Len, el analista Ortiz de Ziga, Arana de Varflora, sase el P. Valdcrrama flljos ilustres de Seilla), Matute y Gavina, ms que todos diligente; muchos contemporneos nuestros, entre los cuales recordamos los seores Colom, lava, Asensio, Gmez Acevcs, Bueno, Palomo, Lasso, e l e , y h Soriedad de hlhlifilos andaluces., han acopiado innumerables dalos para la bibliografa hispalense, siendo de lamentar qne no se hallen reunidas en una obra de fcil manejo las noticias hoy dispersas en manuscritos, libros no frecuentes, prlogos y artculos de revistas. La Biblioteca Nacional premi tiempo airas la Tipografia Sevillana (siglo XV), del Sr. Escudero y Perosso. Cdiz.Slo he visto el Diccionnrio de Cambiaso, sobremanera incompleto, y los Hijos ilustres de Jerez de la Frontera, obra del Sr. Parada. Crdoba.Hijos ilustres de esta provincia, manuscrito de I). Luis M. HamiiT.z de las Casas Deza, conservado en
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la Biblioteca Nacional. Es ms biogrfico que bibliogrfico y critico. Granada.Bibliografa granadina hasta fines del .sglo XVIII. Ms. de D. Juan F. Riao, premiado por la Biblioteca Nacional. CASTILLA LA NUEVA. Madrid.El Diccionario de A l varez Baena tiene de bibliogrfico muy poco, y esto con frecuencia inexacto. Ms que los escritores atiende los nobles nacidos en Madrid, quienes, por el slo hecho de serlo, considera ilustres, detenindose con fruicin trazar sus genealogas y describir sus escudos de armas (1). Toledo.Es muy de sentir que el docto cronista de la imperial ciudad, Sr.'Gamero, h poco difunto, no hubiese dedicado una parte de sus aprovechadas tareas la formacin de una Biblioteca toledana, Las nicas noticias que sobre el particular se han recogido, hay que buscarlas en su Historia y en las de otros analistas anteriores, que por incidencia traen algo aprovechable para la historia literaria. Cuenca.Posee, no un seco catlogo de ediciones, ni un frrago de apuntes bibliogrficos, como otras provincias menos afortunadas, sino una serie de admirables e s tudios, modelos de erudicin y de crtica, que debieran ser luz y espejo de bibligrafos y eruditos. Cuatro tomos de notable volumen lleva publicados el Excmo. seor don Fermin Caballero, relativos Hervs y Panduro, Melchor Cano, el Dr. Montalvo y los hermanos Juan y Alfonso de Valds. En ellos ha dado conocer, no solla importancia cientfica y literaria de cada uno de sus personajes, sino las ideas y el espritu de la poca en que vivieron y \a atmsfera intelectual que respiraron. La tipografa conquense queda asimismo ampliamente ilustrada en el opsculo La imprenta en Cuenca, del mismo autor (2). (1) El Sr. D. Jos Mara Escudero de la Pea tiene hechos trabajos sobre la Tipografa Matritense del primer siglo. (2) Bien lejano me hallaba yo, al trazar estas'llneas, de tener que deplorar al pi la prdida reciente y dolorossima de este sabio, prdida grande para las letras, inmensa para los que fuimos sus amigos.
i-2 ExTUKMADURA. El Exciiio. Si". D. Viccntc Barrantes, infatigable explorador de las glorias de su pas natal, es autor de un Catlogo biblioi/r/ico ele obras tiles para la historia de Extremadura, premiado por la Biblioteca Nacional, y hoy refundido en el Aparato bibliogrfico, del cual han visto la luz pblica dos tomos. En l anuncia el Sr. Barrantes hallarse ocupado en una bibliogra/ia de extremeos ilustres, que servir de complemento sus notables estudios.
CASTILLA LA VIEJA Y REINO DE LEN. Doloroso es de-
cirlo, pero necesario. Las provuicias castellanas y leonesas han manifestado escassimo inters en la conservacin de sus memorias literarias. Segovia posee el apndice de e s critores que aadi Colmenares su Historia y los Apuntes biogrficos de escritores segovianos do . T. Bae/a (1877). En los anales eclesisticos y seculares de Ins dems capitales y poblaciones de importancia se encuentran esparcidas muchas noticias tiles, pero no expuestas con criterio bibliogrfico ni en forma erudita. Ni aun ciudades de tan gloriosa historia como Valladolid y Burgos (1), ni aun la Atenas espaola, foco de saber y de cultura, centro adems de una escuela literaria en dias no muy lejanos, han cuidado de formar sus catlogos bibliogrficos. Si algo se ha intentado en tal sentido, son tan escasas la extensin importancia de los ensayos, que sus ttulos y los nombres de sus autores se van de la memoria y de la pluma. La Biblioteca Nacional premi en uno de sus ltimos concursos una Coleccin biogrfiro-bibliogrpca de noticias concernientes la historia de Zamora, por D. Cesreo Fernandez Duro. LAS AsTiRiAs. Asturias de Santillana Montaa de Santander.Separla de Castilla, con la cual no tiene otras relaciones que las puramente administrativas y las comerciales, y la asocio, como ms afin, al Principado de {{) Se han publicado unos Apuntes para las biografas de algunos bwgaleses clchres por 0. Nicol.s de (ioyi'i (tSTHK pero son puliros en la parle bibliogrfica.
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Asturias. De extensin territorial harto reducida, pero coa historia y costumbres propias, la comarca montaesa, patria nuestra muy amada, recuerda con orgullo no pocos blasones literarios, alcanzados por naturales y oriundos de su suelo. A pesar de haberse contado entre ellos eruditos y bibligrafos tan eminentes como Florancs, el P. L. Canal y La Serna Santander, ninguno pens en registrar ordenadamente los trabajos cientficos de sus conterrneos. Algo se ha intentado en nuestros das. La Bibliocca Nacional ha premiado en el prsenle ao un Dra'o/iario de obras tiles para la Idsloria de, Santander, obra de un extrao nuestro pas, el Sr. D. Enrique de Leguina, quien debemos agradecimiento por su diligencia. Y aunque parezca de mal tono literario sacar plaza el propio nombre, y ms cuando ste es de sobra oscuro insignificante, sabe usted, amigo mi, que me he propuesto formar una serie de monografias crtico-bibliogrficas acerca de nuestros escritores, de la cual ha visto la luz pviblica el primer estudio, dedicado la apreciacin de las producciones del ilustre santanderino D. Telesforo Trueba y Coso. Asturias do Oviedo.A fines del siglo pasado, el docto cannigo de Tarragona, Gonzlez Posada, acometi la empresa de formar una Biblioteca de eserilores asiitranos. El primer bosquejo de su trabajo, remitido por l Campomanes, ha visto la luz pblica como annimo en el tomo I del Ensayo de una biblioteca espaola formado sobre los apuntamientos de Gallardo. Extendidas con la brevedad que all aparecen, las primeras notas, dio Posada mayor extensin sus trabajos, y con el titulo no muy propio de Memorias histricas del Principado, public un primer tomo que abraza slo la letra A de su Diccionario, no l i mitado ya los escritores, sino comprensivo de todos los asturianos ilustres. Perdise en Tarragona, de la manera que usted sabe, el resto de su obra, harto farragosa y poco crtica, y hasta estos ltimos aos no se pens en reparar su falta con una nueva liihlioleca Asturiatia. lala formado con diligencia el Sr. Fiiertes, catedrtico de este Instituto, y se guarda el manuscrito en la Biblioteca Nacional.
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Existen: un Diccionario de escritores gallei/os (lastimosamente interrumpido en su publicacin), del Sr. Murgufa; un Catlogo de libros tiles para la historia lie aquel reino, formado por el bibliotecario de la Universidad de Madrid D. Jos Villamil y Castro, y el ensayo (manuscrito en la Biblioteca Nacional) sobre La imprenta y la prensa periodstica en Galicia, del Sr. Soto Freir (1). No tengo noticia de ms bibliografas peninsulares, faltando entre otras (y es falta notable en provincias tan apegadas sus tradiciones) la vasco-navarra, para la cual slo se hallan noticias sueltas esparcidas en muy desemejantes libros y folletos (2). Existen adems las siguientes Bibliotecas americanas, sin otras .|ue de seguro no habrn llegado mi noticia (3): Generales.Len Pinelo. Epitome de la Biblioteca Oriental y Occidental, Nutica y Geogrdfi.c.a. Madrid, 1629, en un solo tomo, y con adiciones mucho ms considerables que el texto por D. Andrs Gonzlez Barcia, en Madrid, 1 7 3 7 - 3 8 , tres volmenes. Biblioteca Americana de Ternaux Compans.Tambin son tiles para nuestra bibliografa, la Asitica y la Africana. Bibliothcca Americana Nova de Rich. Londres, 1846. Harrise (Enrique), Biblioteca Americana Vetustissima. A description of imrks relating to America, published belwen the years 1492 and 1 5 5 1 . New-York, 1 8 4 6 . Additions, Paris y Leipzig, 1872.
GALICIA.
(\) Vase adems Ins cdices de las iglesias de Galicia en la Edad, Media, por el Sr. Villamil y Castro (1874). (2) No hacen excepcin los Varones ilustres alaveses, de Landazupi (blanco do las iras de nuestro Flornes), el folelo de D. N. Soraluce Ms biografas y catlogo de mrias obras vasco-navarras, el Diccionario biogrfico de encartados, de D. Martin de los Heros (Ms.), ni los esludios siiellos de varios biblifilos bilbanos. Tambin hay nolicias tiles en Los Vascongados, del Sr. R. Ferrer. Despus de escrito lo que precede, supe que la Biblioteca Nacional habia premiado una Bibliografa del vascjilo, original de mi amigo y condiscpulo D. ngel Allende Salazar. (3) Vanse citadas algunas que no he visto, en el prlogo de la Bibliotheca Vetustissima de Harrise.
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La Imprenta en Amrica, del mismo. New-York, 1866. Hay una traduccin castellana con notables adiciones del Sr. Zarco del Valle. Apuntes para un Catlogo de escritores en lenguas indgenas de Amrica, por D. J. Garca Icazbalceta. Mjico, 1860 {]). Los idiomas de la Amrica latina, por D. F. Cibdad y Sobron. Madrid, 1876. Es una especie de Catlogo bibliogrfico, muestra de otro ms extenso que tiene indito su autor. Mxico.Eguiara y Eguren. Bibliotheca Mexicana, sive erudilorum historia virorum quiin AmericaBoreali nati vel alibi geniti, in ipsam domicilio aut studiis asciti, quavis lingua scripto a.liquid tradiderunt. Mjico, 1755. Un tomo que comprende hasta la letra C. Los borradores del autor alcanzaban hasta la / . Beristain de Souza. Biblioteca Hispano-Americana Septentrional Catlogo y noticia de los literatos que educados en la Amrica Septentrional espaola han dado luz algn escrito, etc. Mjico. 1816-21. Tres tomos en folio. Obra abundante en noticias, aunque le falta rigor bibliogrfico en las descripciones. Isla de Cuba.En la Biblioteca Nacional se conserva un manuscrito moderno, ms biogrfico que bibliogrfico, acerca de los ingenios nacidos en esta colonia. No recuerdo el nombre de su autor. Amrica del Sur.Biblioteca de escritores venezolanos contemporneos, por . Jos Mara Rojas. (Pars, 1875.) Ensayo sobre la historia de la literatura Ecuatoriana. por Pablo Herrera. Quito, 1860. Gutirrez (J. M). Apuntes biogrficos de escritores,
(\) A este infatigable erudito se debe, entre otros excelentes trabajos, una Coleccin de documentos para la historia de Mxico, ciones de la Historia eclesistica indiana de Fr. Jernimo de Mendieta, de tres dilogos latinos de F. Cervantes de Salazar (Mxico en 1554) y de los Coloquios de F. Gonzlez de Eslava, con copiosas ilustraciones.
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oradores, etc., de la lio.phlira Artjcnlina. luenos-Aires, 1.SC0. Jd. lbliografia de la primera imprenta de BucnoxA 7'es ron noticias sobre orgenes del arte de imprimir en Amrica. IJuenos-Aires, 1 8 6 6 . Id. Jutudios biogrficos... sobre algunos poetas sudamericanos anteriores al siglo XIX. Buenos-Aires, 1 8 6 3 . Torres (]iiicedo. Ensayos biogrficos sobre los principales ])/blicistas, oradores, historiadores, pactas y literatos lie la Amrica latina. Filipinas.D. Sebastian Vidal y Soler insert un Catlogo de libros tiles para la historia y geografa de aquellas islas al fin de su Memoria sobre los montes de Filipinas. Vase adems el Apndice Vf las Guerras Pirticas de Mindanao y Jol, publicadas por el Sr. Barrantes, v algunos artculos del Sr. Pao en la lievista de Filipinas. Con intento ms cientlico que el de las bibliotecas regionales, se han formado en Espaa algunas por orden de materias. Su nmero es por desgracia harto breve. Entre ellas merecen especial recuerdo la Historia bibliogrfica de la medicina espaola, de Hernndez Morejon, y la que con el ttulo de Anales public 1). Anastasio Chmchilla; la Bibliografia, mdica-portuguesa, de Fonseca Benavides. Aa Botnica y los Botnicos de la pennsula Jiispanolusitana, obra de] Sr. Colmeiro (D. Miguel); h\ Biblioteca minernlgica, de los Sres. Maffei y Ra Figueroa; el Diccionario fie bibliografa agronmica, de D. Braulio Antn Ramrez; los Apuntes bibliogrfico-forcstales de I). Jos Jordana y Morera (Madrid, 1875); la Biblioteca Martima, de Navarrete; la Bibliografa Militar, del Sr. Almirante (1); la de los Economistas espaoles, de) Sr. Colmeiro (D. Manuel); la Econmico-Poltica, de Sempere y Guarinos; la (1) Hay otros libros tiles para la Bibliografa de la ciencia de la guerra, y para la de militares escritores, \g.. Capitanes ilustres y
Revista de libros militares, por D. M. J. Diana (1851J; Letras y Armas, por D. Luis Vidart (1871); a Pluma y la Espada, por D. Manuel Seco y Shelly (1877).
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(le nistoriadoirs de reinos, nudachs, villas, jlcsias^ y sanluarios, de D. Toms Muoz Romero; el admirable Callojo del teatro anliyuo espaol, del malogrado y eruditsimo La Barrera, libro que en saber y diigoncia deja muy airas los ensayos antecedentes. Si estas obras, nacidas en su mayor parte de los concursos de la Biblioteca Nacional, agregamos la Hispania Orien/alis de l^aulo Colomesio; la .izada Bibliolcca de traductores, de Pelliccr; el Specicomens men, del P. Pou sobre la misma materia; los Apuntos, del Sr. Apraiz, para una historia de los estudios helnicos en Espaa; el Catlogo de piezas dramticas anteriores Lope (le Vega, que acompaa los Orgenes del Teatro Espuol, belb'simo estudio de Moratin; el ndice del teatro del siglo XVIIl, que puso el mismo egregio dramaturgo al frente de sus Comedias; los muy copiosos y esmerados Catlogos de pliegos sueltos y libros que contienen romances, unidos por el sabio Duran la ltima edicin de sus Romanceros; los de Poemas heroicos, msticos, histricos, burlescos, etc., publicados por los Sres. D. Cayetano l o sell y D. Leopoldo A. de Cueto (1) en los lomos XXIX y LXVII de la Biblioteca de Autores Espaoles; los ndices cronolgicos de dramticos del siglo XVJJ, incluidos en la misma coleccin por el Sr. Mesonero Romanos; el de Libros de caballeras espaoles y portugueses, del seor (jayangos; la Biblioleca Gcnenlgico-Herldica, de Franckenau; el Ensayo bibliogrfico sobre los principales poetas portugueses, de Costa Silva (Lisboa, i 8 5 5 ) ; y descendiendo trabajos de menor extensin importancia, la Biblioteca militar espaola, de Garca de la Huerta; la Biblioteca histrica portuguesa, de Figanifere; el ensayo de una Biblioteca antirabnica, de Ribeiro dos Sanlos (lomo Vil de las Memorias de la Academia de Ciencias de Lisboa), el Catlogo de escritores de veterinaria, del Sr. Llrente y Lzaro, la Bibliografa venatoria, de Gutirrez de la "Vega, y la de libros de gineta, de Balen(1) Formada tiene este eminente literato una Resea UbliogrAca depoetat del sigb XVIII, que sera de desear viese la pblica luz.
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chana, tendremos casi completa la lista de las monografas bibliogrficas, por orden de materias, dadas hasta hoy la estampa. Pero inditas se conservan algunas ms, premiadas adquiridas casi todas por la Biblioteca Nacional, cuales son: el Catlogo de escrilores de Bellas Artes en Espaa, del Sr. Zarco del Valle; el de Relaciones y Fiestas, de D. Genaro Alenda, inteligentsimo ordenador de la sala de Varios de dicho establecimiento; la Monojra/ia acerca de las colecciones de refranes, obra del Sr. Sbarbi, que se dispone publicarla, par de la rica y curiosa coleccin que con el ttulo de Refranero da la estampa, llevando ya impresos cinco volmenes; el Calloyo de peridicos, del Sr. Ilartzenbusch (don Eugenio); el de Escritores de matemticas eti el siglo XVI, formado por el Sr. Picatoste; el muy rico y extenso del Moderno teatro espaol, de D. Manuel Ovilo y Otero; la Bihlioleca jurdica, de Fernandez Llamazares, y la de Poetas lricos antiguos y modernos, citada sin indicacin de su autor en la Memoria de la Biblioteca Nacional correspondiente 1872, y como presentados en la misma Biblioteca y no premiados un catlogo de tragedias espaolas y otro de fabulistas. En punto ndices y catlogos de Bibliotecas pblicas y particulares, con mencionar, aparte de los registros inventarios de diversas colecciones formados en los siglos XV, XVI y XVII sin rigor bibliogrfico suficiente (1), el Casiri ya citado, la excelente Bibliotheca Graica-Mafritensis, do Iriarte (D, Juan), trabajo el ms esmerado que ha salido de manos de nuestros helenistas; el Specimen bibliollicca'. /lispano-majansiaiKi;; el ligersimo Catlogo de 3SS. del Escorial, del Sr. Llacayo; el ndice de los manuscritos espaoles conserxiados en las Bibliotecas de Roma, de lcrvs y Panduro, el Catalogue of theSpanish Mss. in the Briiish Musenm, del Sr. Gayangos, el deMa(t) Vanse, entre otros, los de las libreras del Prncipe de Viana, la Reina Catlica, el duque de Calabria, Zurita, Antonio Agustn, Paez de Castro, etc. Entre todos descuella el Regtrwin de D. Fernando Colon, trabajo ya verdaderamente de biblifilo.
nuscros espaoles de las Bibliotecas de Pars, dado la estampa aos h por D. Eugenio de Ochoa; el que tiene dispuesto para la prensa mi docto amigo Morel Patio, corrigiendo los infinitos yerros de su predecesor; los diversos ndices (1) de la Universidad de Salamanca; la Memoria descriptiva de los cdices notables conservados en los Archivos Eclesisticos de Espaa, del Sr. Eguren, y los tres neos y extensos Catlogos de nuestro La Serna Santander (Bruselas, 1803;'o volmenes), del marqus de Morante y de Salva; el Relalorio acerca de la Biblioteca Nacional de Lisboa, por Jos Feliciano de Castilho; el Catalogo de los Mss. de la Biblioteca de vora, formado por Joaqun Heliodoro da Cunha Rivara; y el de Mss. portugueses del Museo Britnico, tendremos expuesto lo ms notable que sobre el particular recuerdo. A estas seis especies de bibliotecas pudieran aadirse otras dos, la de pocas y la de sectas religiosas. Pero no dfvnnll^. P " ^ ' ? ''''^ ^^ ejemplos que el Ensayo reZLlr T d^ los mejores escriores\spaoles del remado de Carlos III, de Sampere y Guarinof, y los dos Diccionarios de autores del siglo XIX, ya mencionados; y estando limitada por hoy la segunda la Biblioteca Wi/feniana del sabio profesor de Strasburgo, doctor Bohemer, relativa los protestantes espaoles del siglo XVI, no he juzgado necesario hacer clase aparte de tales libros. Por razn anloga omito las bibliografas especiales de cada autor, de su escuela, discpulos, imitadores, etc.; pues, tuera de la Biblioteca Luliana, de Resell, indita todava no conozco ninguna que forme libro aparte, dado que sue en acompaar como apndices las monografas criticoOOliograficas de cada autor, que citar en sazn ms oportuna (2). ^ (1) El de Mss. se public en 1858. (2) Trabajos bibliogrficos sueltos de notable importancia diemn
50 A todo este arsenal erudito han de aadirse las bibliografas generales de Briinet, La Serna Santander, Hain y tantos otros que fuera prolijo citar aqu, libros do indispensable consulta, debidos en su mayor nmero autores extranjeros (1). Tal es. (salvas inevitables omisiones) el caudal bibliogrfico hoy existente (2). Cul de los mtodos hasta ahora adoptados para la composicin de este linaje de obras es ms cientfico, ms til y satisface mayor necesidad en Espaa? No dudo responder que el de materias. La Bibliografa general es, hoy por hoy, imposible en Espaa como en todas partes. Debe ser el desidertum de la erudicin y de la crtica, pero no conviene empearnos en tentativas directas, y sin duda infructuosas, para conseguirlo. Deben fomentarse los trabajos eruditos acerca del movimiento intelectual en cada una de las regiones de nuestra Pennsula, para que por tal camino se conserve la autonoma cientfica y literaria de que algunas ciudades, como Barcelona y Sevilla, disfrutan; adquieran otras la independencia, carcter y \'ida propia de que hoy, pesar del nmero y calidad de sus ingenios, carecen; crezca en nosotros el amor las glorias de nuestra provincia, de nuestro pueblo y hasta de nuestro barrio, nico medio de hacer fecundo y provechoso el amor las glorias comunes de la patria, y sea posible contrarestar esa funesta centralizacin la francesa, que pretende localizar en Madrid cuanto de vida literaria existe en todos los mbitos del
(1) No son obras de bibliofjrafa, pero traan incidentalmente de algunos escritores, las Noticias de los arquitectos AQh\g\ino, el Diccionario de profesores de Bellas Artes de Cean Bermudez, y algunas obras de Slirling, as como la Historia de la msica e Soriano Fuertes, ele. (2) Hay una muestra de Bibliografa autobiogrfica, si vate la frase, en la que D. .los l'ellicer de Ossan y Tovar form (fe sus libros y obras publicadas. El periodismo bibliogrfico fu representado entre nosotros por el infatigable D. Dionisio Hidalgo en las Ires series de su Boletia. l mismo da cuenla de otras publicaciones anteriores con el mismo objeto. Hoy no tenemos otra que el Boletn de la Librera que da luz el inleligenle librero Sr. Murillo. Hace dos tres aos aparecieron algunos cuadernos de una Revista Bibliogrfica Catlica.
suelo espaol, borrando por ende toda diferencia y todo sello local, para obtener en cambio una ciencia y un arte reflejos plidos de la ciencia y del arte extranjeros, no pocas.veces antipticos y repulsivos nuestro carcter. Aparte de esta capital consideracin, los catlogos de escritores provinciales conducirn en un trmino lejano la formacin de la bibliografa general; los estudios sobre la imprenta en cada una de nuestras ciudades formarn unidos la Tipografa Espaola, y los ndices de libros tiles para la historia particular son materiales para el Aparato bibliojrfico d la historia de Espaa, obra que falla an, como asimismo faltan el Arqueolgico y el Diplomtico, trabajos preparatorios indispensables, sin los cuales, y numerosas colecciones de documentos ms de las existentes, nunca lograremos poseer una Historia completa, erudita y digna de su nombre. Pero aun ms necesarias que las Bibliotecas regionales, de las cuales existen al cabo gran nmero, son las compuestas por materias, muy escasas todava en Espaa; libros que satisfacen de lleno las condiciones que la historia literaria tiene derecho exigir de la bibliografa, pues su unidad interna no est limitada por las condiciones de tiempo y espacio, sino por la naturaleza de cada rama del saber, apareciendo los escritores en ellos incluidos como eslabones de la misma cadena. De este gnero de bibliografas, formadas con los requisitos que seal al principio de la presente carta, es muy fcil el trnsito las monografas histrico-crticas. Por desgracia, consideraciones materiales de poco levantada ndole limitan en Espaa, del modo que usted sabe, la produccin de libros eruditos. No hay pblico para esta clase de trabajos, y su impresin, con frecuencia harto costosa, suele no ser accesible las fuerzas de un particular, que teme empear sus recursos en un libro de difcil dudosa venta. Por tal razn hallo digna de toda alabanza la institucin de premios anuales para este objeto en la Biblioteca Nacional, institucin provechossima, de que nuestras letras son deudoras al insigne erudito seor
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D. Aureliano Fernandez-Guerra y Orbe. En el escaso tiempo trascurrido desde el primer concurso hasta hoy, ha dado por naturales frutos un nmero de obras bibliogrficas superiores en extensin y en importancia cuanto se habia trabajado en Espaa en el medio siglo antecedente. Algo se ha detenido este movimiento desde el ao 67, por una causa verdaderamente lamentable, que dar ocasin la muerte de toda actividad bibliogrfica, si pronto no se acude al remedio. Desde aquella fecha no se ha im)reso una letra de ninguna de las obras premiadas, y, o que es an ms de sentir, ha quedado incompleto el importantsimo Ensayo de Gallardo, Zarco del Valle y Sancho Rayn. Cul es la causa de semejante atraso? La ignoro: tal vez los malos tiempos que hemos corrido; tal vez la indiferencia con que en Espaa se miran estas cosas. Pero s afirmo que de no remediarlo presto quien puede y debe, darse ocasin que el pblico no tenga medio fcil de apreciar el acierto del Jurado en sus calificaciones, confiscarse en provecho de los pocos literatos que en Madrid residen y pueden toda hora concurrir la Biblioteca Nacional lo que debiera ser patrimonio comn de la erudicin espaola; harse cada dia ms difcil el conocimiento de nuestras riquezas literarias, y la postre faltarn aspirantes los premios, pues no es grande estmulo la mezquina recompensa pecuniaria ellos aneja, ni aun la entrada en el cuerpo de Bibliotecarios, para que consienta nadie en enterrar en la sala de manuscritos una obra, fruto tal vez de largos afanes y vigilias. Es, pues, urgentsima la publicacin de los trabajos hasta hoy premiados, y si arredrare la Superioridad el escassimo coste de tal empresa (pues aqu para todo lo til se tropieza con dificultades increibles, al paso que nadie para mientes en los gastos que ocasionan tantas y tantas cosas suprfluas), creo que fuera preferible suspender por algunos aos los concursos y publicar en tanto las obras existentes, dejar de cumplir lo que se anunci en las condiciones de los concursos como parte (y la ms esencial) del premio.
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Pero tal vez se me dir: A qu tanta proteccin esos estudios? A qu fomentar la composicin de obras bibliogrficas, cuando existen tantas como ya dejo citadas, aparte de las muchas que habr omitido? No se ha trabajado bastante en ese campo? Quedan an puntos sin explorar? No sabemos bastante de nuestros escritores? La respuesta es muy sencilla: continuacin va el ndice de algunos de los Diccionarios bibliogrficos que nos faltan todava. Elijo slo aquellas materias de mayor y ms reconocido inters, prescindiendo de otras muchas que solicitan de un modo menos imperioso la curioridad erudita: /Escriturarios I- Biblioteca de Telogos Escolsticos. jDogmticos. (Moralistas. De Msticos y Ascticos. 3. Filsofos. 4. Moralistas no teolgicos. i). Jurisperitos (Civilistas. , (Canonistas. 6. Polticos y tratadistas de Filosofa poltica. 7. Escritores de Alquimia, Qumica y Fsica. (Pudieran dar materia dos Bibliolcms, cuya formacin incumbe de derecho mi sabio amigo y maestro en materia bibliogrfica don Jos R. de Luanco, autor de la excelente monografa acerca de Raimundo JAIUO considerado como alquimista, y al Sr. Rico y Sinobas, ilustrador de las obras cientficas del Rey Sabio.) ^- Zologos. ^^- Gegrafos y Cronologistas. , 10. Arquelogos. H . Historiadores generales y desucesos particulares. 12. Historiadores de rdenes religiosas y monasterios, Genealogistas, etc., etc. (Sobre el segundo de estos grupos existe la Bihliotheca Geneal(ico-Hcrldica, de Franckenau, 6
54 sea D. Juan Leas Corts; pero es muy i n completa) (1). 1 3 . Estticos, preceptistas, crticos historiadores de la literatura. 14. Orientalistas. -15. Humanistas. 1 Autores (US han escrito de en lenguas exticas. 17. Poetas espaoles que han escrito en griego, en latin en alguna de las lenguas vulgares no habladas en la Pennsula Ibrica. 1 8 . Lricos castellanos, galico-portugueses y I c mosines. 19. Poetas picos. 2 0 . Novelistas. " 2 1 . Bigrafos y Bibligrafos. 2 2 . Annimos, pseudnimos, plagiarios, curiosidades literarias. (Obra anloga al Diccionario de supercheras hihlin/rd/icns, de Querard.) 2 3 . Heterodoxos espaoles. (Completar Bohcmer con la noticia de todos los que en Iberia e x Iravagaron de la fe catlica antes y despus de la Re/on)ia protestante del siglo XVI.) 24. Biblioteca de Traductores de lenguas clsicas y de poetas modernos. (Llevo muy adelantada esta Biblioteca.) 25 Traductores de idiomas vulgares. 2(J Escritores oriundos de Espaa, aunque hayan nacido y escrito en pas y lengua extranjeros. Escritores extranjeros que han usado cualquiera de las lenguas peninsulares en lodos en alguno de sus escritos. 2 7 . Autores extranjeros que han escrito de cosas de Espaa. 2 8 . Matemticos il)rico3 anteriores y posteriores al siglo XVI. 29. Autores cuyas obras se han perdido. (i) Ctase otra de Salazar y Castro, que no hemos visto.
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30. Escritoras espaolas. 31. Obras prohibidas. Pudiera hacerse un trabajo curiossimo cotejndolos diversos ndices expurgatorios de la Inquisicin. Cuando est realizado todo la mayor parte de este programa, podr decirse con fundamento que la bibliografa espaola queda ampliamente ilustrada. Hasta tanto, y mientras sigamos ignorando la mitad de nuestro pasado intelectual, no me cansare de solicitar proteccin y apoyo para este linaje de estudios, de suyo ridos ingratos, que reportan fatigas considerables, aunque no honra ni provecho. En mi prxima epstola tratar del segundo medio de promover el estudio de nuestra historia cientfica, sea de las monografas exposilivo-crlicas. Santander, Junio de 1876.
III. MU. MiSSON REDIVIVO. Mi mu^ querido amigo y paisano: Parece que algn revoltoso duende anda empeado en hacerme prolongar esta correspondencia. No ser para mal, puesto que Dios se lo consiente. H aqu que cuando pensaba continuar hablando con todo reposo acerca de los medios de facilitar la generacin actual el conocimiento de nuestra ciencia antigua, se me atraviesa el ingenioso y agudo critico don Manuel de la Revilla, que en el ltimo nmero de la lievista Contempornea nos larg tremenda filpica, llamando mito la filosofa espaola, y aoadoren i\ los que en ella nos ocupamos, citndonos usted y mi (aunque indigno) nominatim, y honrndonos con un calificativo que por mi parte no acepto, aunque se lo agradezca de veras. Justo parece que, modo de parntesis, nos hagamos cargo de las afirmaciones de este caballero, eco postumo de aquel Mr. Masson de la Enciclopedia tan briosamente refutado un siglo h por Cavanilles, el abate Denina y Forner, ya que no duda en lanzarlas al mundo, suscritas con su nombre y apellido. Y comenzar por advertir que ninguna extraeza me ha causado el verlas en letras de molde en la Revista citada, pues parece que esa publicacin profesa odio mortal todo lo que tenga sabor de espaolismo,
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y yo, por mi parte, juro que desde que apareci por estas playas, ando buscando en ella meco de candil algn artculo, prrafo lnea castellanos por el pensamiento por la frase, y muy pocas veces he logrado la dicha de encontrarlos. Como no s el alemn, ni he estudiado en llcidelberg, ni oido Kuno Fischer, no me explico la razn de (|ue en una revista escrita (al parecer) en espaol y para espaoles, sea extranjero todo, los artculos doctrinales, las novelas, las poesas y hasta los anuncios de la cubierta. Dios nos tenga de su mano. Si esto sigue as algunos aos, qu ser de los desdichados que jams entramos en el Snela Sanrtorum del Deu/sc/icn, y que en vez de leer Ilarlmann y Schopenhauer y otros pensadores y lilsofos eximms, cuyos nombres acaban en o/ y en graf, como los de los hroes de fl Gran Cerco de Viena, gastamos el tiempo y la paciencia en los aejos y trasnochados libros de esos pobres espaoles de las tres centurias antecedentes, que vivieron bajo el Inplc yugoc/e todoa los despolismoi, de todas las intolerancias, de todas las supersticioties? Afortunadamente, los redactores de la Revista Contentpordnea no paran mientes en esa grey servil, aherrojada por el despotismo y la Inquisicin, y siguen impertrritos su camino. Con ellos me entierren, que son intelijencias abiertas d todo viento de doctrina y libres de preocupaciones histricas. Qu extrao (jue menosprecien la filosofa espaola? Cosas ms raras estamos viendo cada dia. Pareeia que ya era tiempo de que callase esa literatura progresista de perversa ralea, cuyas inocentadas han sido la delicia de tres generaciones. Pues h aqu que el eminente lrico Sr. uo/ de Arce (nombre caro nuestras musas), al tomar asiento en la Academia Espaola, se acuerda de haber sido periodista y diputado constituyente y gobernador de Barcelona despus del movimiento setembrino, y con mengua de su buen juicio y talento poderoso (debilidades humanas!) nos regala un Irocito de poesa doceaista, capaz de hacer llorar las piedras. El Sr. Nuez de Arce es de los^que para todo encuentran una explica-
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cion: la intolerancia. Felices ellos que as poseen la clave de nuestra historia! El vulgo de los mortales nos devanamos el seso para comprender cmo esa intolerancia puede producir efectos contradictorios. Unos dicen que las letras espaolas florecieron gracias la intolerancia, pero que sta mat toda actividad cienli/ica: otros allrman que la susodicha intolerancia ech perder ciencia y arte y costumbres, todo en una pieza. De estos es el Sr. Nuez de Arce. Al leer su discurso me pareca tener la vista el estudio crtico que antepuso el abate Marchena sus Lecciones le Filosofa Moral II Elocuencia, algn otro de los alegatos que por el tiempo de este aparecieron en defensa de la imbecilidad y eslupidezdo nuestra raza. El nuevo acadmico csi, por lo \st(), cu talos cuestiones la altura de los crticos del ao de gracia 1820. No le envidio la triste gloria de sustentar causa tan antipatritica y atrasada. El Sr. Nuez de Arce, que como poeta tiene no pocas semejanzas con el gran Quintana, hasta en lo declamador veces, se le parece mucho ms en ideas religiosas y polticas: uno y otro se hacen insoportables cuando se acuerdan de que perteneceti la incorregible y reacia estirpe liberalesca de comienzos del siglo presente. Pero dejemos el discurso del nuevo acadmico, ya que con tanta brillantez le tritur su compaero el Sr. Valora (pocas veces se pudo decir con igual exactitud (juo ahora: Paz los muertos), y hablemos algo del articulo del s e or de la Revilla, al cual dio principal asunto la solemnidad literaria en que fu leido a(]uel sangriento ataque nuestra cultura. El crtico cx-krausista se entusiasma con l y bate palmas de gozo al hallarse con una nueva cotilinaria contra la Inquisicin y la gente de sotana. A otro le causarla empalago tan enfadosa repeticin de lugares comunes; al seor de la Revilla n: en este punto es insaciable: trivialidades, contradicciones, absurdos, lodo sirva para su propsito. Examinemos punto por punto los prrafos que dedica esta materia, y no espere usted, amigo mi, descubrir una idea, ni una noticia nueva; es
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la peroracin eterna con algunas variantes, no siempre atinadas. Ante todo, ha de advertirse que el seor de la Revilla no conviene en absoluto con las ideas del autor de los Gritos del Combate, y hace algunas salvedades respecto la literatura, aunque ninguna en punto la ciencia. Vea usted cmo se explica en cuanto al segundo de estos dos ramos de la cultura patria: A despecho de los que se obstinan en descubrir en aquella poca un supuesto florecimiento de la ciencia espaola, es lo cierto que en este punto caimas bien pronto en lamentable atraso.r> Contradiccin lastimosa en el pensamiento y en la frase. Si caimas en atraso, sera porque hasta entonces estbamos adelantados; sera porque antes floreciera la ciencia en nuestro suelo, pues mal se puede decir que decae lo que primero no ha existido; no se queda atrasado el que no se pone en camino. Ahora quisiera yo que el seor de la Revilla fijase las pocas de florecimiento y de decadencia en nuestra actividad cientfica, no con vagas afirmaciones de es cierto y es indudable, sino con ejemplos al canto, como discuten los mseros mortales que no han penetrado los arcanos de las novsimas filosofas. Yo le aseguro que el determinar estos lmites es ms difcil de lo que parece. En general, el siglo XVII puede eslimarse como de atraso cientfico respecto al XVI; pero, aun en este punto, cabe establecer sus excepciones: la crtica histrica, por ejemplo, ray mucho ms alto en el reinado de Carlos II que en el de Carlos I el Emperador. Sabe el seor de la Revilla que en materias de erudicin conviene proceder con no poco tiento? El ingenio y la agudeza y el desembarazo sirven de mucho; pero en cuestiones de hecho, los hechos deciden. Y aade nuestro crtico: Regstrense los nombres de todos los fsicos, matemticos y naturali,;tas que entonces produjimos, y ninguno se hallar que compita con los de Coprnico y Galileo, Newton y Kepler, Pascal y Descartes. Al seor de la Revilla se debe el asombroso descubr
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miento de que todo gemetra, fsico y astrnomo que no llegue la altura de los citados, es un pigmeo indigno de memoria. Ignora el arrojado critico que esos genios poderosos aparecen muy de tarde en tarde para cumplir una providencial misin en la vida de las ciencias? Ignora que no hay intolerancia que logre cortar su vuelo, ni libertad que baste producirlos? Y si no, dnde estn los grandes astrnomos, fsicos, matemticos y naturalistas ,que ha dado Espaa en este siglo, no ya de libertad y tolerancia, sino de anarqua y desconcierto? Y qu es aqui la intolerancia ms que una palabra vana, una verdadera garrulera, arma de partido, buena para los tiempos en que se quemaban conventos y se degollaba los frailes, pero hoy desgastada y sin uso? Qu influencia buena ni mala habia de ejercer la intolerancia religiosa en ciencias que no se rozaban, se rozaban poqusimo, con el dogma? No naci n Espaa Coprnico, porque no quiso Dios que naciese; pero naci Diego de. Stiga, que abraz inmediatamente su sistema y le expuso con toda claridad sin que nadie le pusiese trabas. Quiere decirme el seor de la Revilla en qu ndice expurgatorio del siglo XVII, en cul de esos libros de proscripcin del entendimiento humano, como dijo el Sr. Nuez de Arce, ha visto prohibidas las obras de Galileo, de Descartes y de Newton? Pues si nadie se prohia su lectura, con qu derecho se afirma hoy que el Santo Oficio coart la libertad cientfica? Luego si no tuvimos Galileos, Kepleros ni Newtones, por otra razn sera, y no por los rigores inquisitoriales. En mi primera carta, que sin duda no ley el seor de la Revilla, porque tan insignificante escrito no mereca solicitar su atencin, apunt algo sobre el particular, y lo dicho entonces me remito. Y sigue hablando el seor de la Revilla: Por doloroso que sea contesarlo, si en la historia literaria de Europa suponemos mucho, en la historia cientfica no somos nada, y esa historia puede escribirse cumplidamente sin que en ella suenen otros nombres espaoles que los de los heroicos marinos que descubrieron las Am-
ricas y dieron por vez primera la vuelta al mundo. -No leemos un solo matemtico, fsico ni naturalista que merezca colocarse al lado de las grandes figuras de la ciencia. Punto y aparte. Cargad aqu la consideracin, como decia aquel predicador portugus. El seor de la Revilla cree, por lo visto, que la historia de la ciencia se reduce las biografas de seis, siete ocho hombres prodigiosos: ellos dieron la luz; en los intermedios completa oscuridad. Pero cualquiera se le alcanza, sin ser filsofo ni crtico de la feista Conlempornca, que una historia de la ciencia escrita de esa manera, ni sera historia ni sera ciencia, sino un libro muy ameno y entretenido a l'usacje des demoisces, como las Vidas de los sabios que publican Luis Figuier y otros franceses. Una historia formal no puede escribirse de este modo: que unidad ha de tener obra semejante? cmo ha de componerse una historia de la astronoma saltando de Coprnico Galileo, y de (>alileo Kepler y Newton, y de Newton Laplace? Concibo que se escriba una historia de la literatura dejando aparte las obras de los autores medianos, no obstante la importancia grandsima que suelen tener bajo el aspecto histrico y pesar de las grandes bellezas que con frecuenoia se hallan en los libros de escritores de segundo orden, merecedores de estudio y de aplauso, aunque no se llamen Homero, Dante, Shakspeare, Cervantes, Caldern Byron; comprendo, repito, que se escriba tal historia, aun riesgo casi seguro de dejar sin explicacin infinitos fenmenos literarios y sociales producidos en el mundo por poetas y prosistas oscuros, y hasta malos; pero en la historia de la ciencia, cmo olvidarla infatigable labor de esos modestos cultivadores que han abierto y allanado el camino los genios (segn en voz poco castellana, aunque necesaria, decimos ahora) y que, si no han sido grandes hombres, han sido por lo menos hombres eminentes tiles para los progresos del entendimiento humano, lo cual vale en ocasiones tanto ms que lo primero? En ciencias de observacin y experimento como las naturales, de clculo
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como las exactas, no significan tanto como los descubridores de leyes y los forjadores de hiptesis, esas generaciones de observadores, analizadores y calculistas que dia tras dia, en incesante lucha y noble cumplimiento de la ley del trabajo, han ido adquiriendo nuevos hechos y demostraciones no sospechadas? Las tareas de esos hombres no merecen un recuerdo en la histeria de sus r e s pectivas ciencias? A qu recompensa pueden aspirar en el mundo, si no se les otorga esta? El seor de la Revilla debe de pensar que los grandes hombres aparecen aislados en el mundo, y que nada les precede ni les sigue nada. Puede afirmarse, por el contrario, y muchas veces se ha demostrado, que cuanto ellos supieron, pensaron, fantasearon y dijeron, oslaba en germen en los trabajos de modestos sabios antecedentes, aunque no expuesto en frmulas claras, ni sistemticamente enlazado, ni reducido unidad cientfica. Siendo esto tan evidente que por sabido debiera callarse, yo le aseguro al seor de la Revilla que gran trabajo haba de costarle escribir la historia de ninguna ciencia sin tropezar una y muchas veces con los espaoles, pesar de la mala voluntad que muestra y el desprecio con que mira cuanto haya salido de monos de sus compatricios. Qu historia de la Botnica sera la que para nada mentase Nicols Monardes, Jos de Acosta, Franci^co Hernndez, quienes debi la Europa el conocimiento de la Flora americana, ni Quer, Mutis, Cavanilles, Lagasca y tantos otros posteriores? Recorra nuestro crtico el Prodromus florae hispanicoR del alemn Will-Komms, y el Genus Planlarum de Endlicher, alemn tambin, y ver continuos elogios y citas de nuestros autores. Desengese el seor de la Rcvi11a: no hay medio humano de omitir los espaoles en esa obra. Tanto exceden los botnicos extranjeros del siglo XVI los espaoles? Aunque esa historia se escribiese con la deliberada intencin de oscurecer nuestros mritos, muchos pocos, podria el narrador (siquier lo fuese el seor de la Revilla) dejar de decir al lleear esa poca: Diversos espaoles dedicados estos estudios die-
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ron conocer infinitas especies de plantas ignoradas en el antiguo mundo? Y no basta esto para que se recuerde con respeto nuestrosfitlogos?Cree el seor de la Revilla que slo marinos y aventureros pasaron al nuevo continente y que slo les debe reconocimiento la humanidad por la exploracin material del territorio? Fuerte cosa es que los espaoles seamos tan despreciadores de lo propio. Los autores de la Biblioteca mineralgica, recientemente dada la eslampa, dicenen su prlogo, que tiempos atrs se les acerc un erudito extranjero pidindoles noticias sobre el particular. Si este erudito, en vez de dirigirse aquellos dos ingenieros de minas, doctos y bien intencionados, que se creyeron en la obligacin de apurar el asunto, hubiese tropezado con el seor de la Revilla, ste no habria dudado en decirle las siguientes parecidas palabras: No hay noticia de que esta tierra, atrasada ignorante, haya producido ningn Hay, Werner ni Beudant; he oido hablar de ciertos rancios librotes que tratan de metales, de minas y de otras cosas semejantes, pero todo ello es despreciable: aqu no se ha hecho nada digno de memoria en esas materias; la Inquisicin y el despotismo nos han impedido estudiar las piedras y los metales, porque, ya ve usted, tales estudios ponfan muy en peligro la inviolabilidad de esa creencia inflexible, divorciada de toda direccin cientfica, que nos ha mantenido apartados de todo comercio intelectual y ha sido causa de todos las plagas de Espaa. Y el extranjero se iria tan persuadido de que los espaoles habamos sido unos salvajes, gracias la Inquisicin, y no' dejaria de decirlo en letras de molde apenas llegase su pas. Porque ese terrorfico nombre de Inquisicin, coco de nios y espantajo de bobos, es para muchos la solucin de todos los problemas, el Deus ex machina que viene como llovido en situaciones apuradas. Por qu no nabia industria en Espaa? Por la Inquisicin. Por qu habia malas costumbres, como en todos tiempos y pases, excepto en la bienaventurada Arcadia de los buclicos? Por la Inquisicin. Por qu somos holgaza-
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lies los espyoles? Por la lnf|iisicion. Por qu huy toros en Espua? Por la Inquisicin. Por qu duermen ios e s paoles la siesta? Por la Inquisicin. Por qu liaLia malas posadas y malos caminos y malas comidas en Espaa, en tiempo de Madama D'Aulnoy? Por la Inquisicin, por el fanatismo, por la teocracia. Qu furor ccro/bico domina ciertos hombres! Hasta son capaces de afirmar que los pronunciamientos y los escndalos del parlamentarismo, y las licencias de la prensa, y las explicaciones de los krausistas, y la jerigonza de la Analtica son efectos postumos de la Inquisicin y obra de osa abominable teocracia ijue quiere desacreditar por el ridculo las ideas instituciones modernas. Volviendo nuestro asunto, yo dira al seor de la llevila si, :'i su juicio, debe mencionarse en una liistoi-ia de la ciencia la invencin de las cartaa os/cn'eas reducidas, y la del nonius. 'ues drs csj^aolps fueron debidas, la primera Alfonso de Santa (]iiz, Li segunda ,'i IVulio ,\, "K/, Preguntarale asimismo si no son dignos de n cuerdo en una historia de las matemticas ( dchmalcm/ica, como dicen los krausistas con insufrible pedantera), aparte del Rey Sabio v de los (pie le ayudaron en sus granditisas tareas cienlicas, aparte de llaimundo Lulio y no poct:s de sus discpulos, Upiellos insignes espaoles que en el siglo XVI ensearon con genera! aplauso las ciencias de la cantidad y de la extensin en aulas espaolas y extranjeras, como fueron, entre otros que al presente omito, el cardenal Silceo Y su discpulo el doctsimo Hernn Prez de Oliva, el aragons Pedro Ciruelo, Alvaro Toms, Pedro Juan Monz, Nuez, los numerosos autores de tratados de la esfera, los no escasos comentadores de luclides y Tolomeo, los que como nuestro paisano Juan de Herrera, fundador de una academia de matemticas protegida poi' el xomhrio despata Felipe II, hicieron estudios acerca de la figura cbica y otras materias semejantes, adiuiriendo fama de aventajados gemetras, los tratadistas de arte militar que lograron renombre europeo y fueron traducidos diversas lenguas, y los celebrados matemticos que en el
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siglo XVUI atijroii la decadencia de estos estudios, cuales fueron (aparte de otros menos conocidos) los PP. Tosca, Cerda, Andrs y Eximeno, y el ilustre autor del Examen Martimo. Yo soy enlerannente extrao tales disciplinas, y aun(jue conozco de visu los libros de iiiuclios espaules cultivadores de las ciencias exactas, nunca lie cado en la tentacin de leerlos (otro tanto digo de los extranjeros, y ju'/go (juo lo propio le habr sucedido al seor dla Re\ illa); pero s puedo airniar que las obras de los autores citados y de otios ;]ue fuera prolijo referir, lograron en su lienipo aceptacin grande y son mentados con aprecio por crticos historiadores, si no como prodigios cienlificos ni mucho menos, como obras apreciables, doctas y juicio^^as, no inferiores ai estado de los coiiociiniciJos en su poca, y que tales cuales son bastan par, doiiii^-ii ; ijiic nii^lra relativa pobreza en este punto no llega cslerilulad absoluta Por lo dems, algn docto nuileniliro incumb! la icr-olucion de este punto, no al seor de la Revilla ni ra, meros [)rofanos que hablamos al aire en tales materias, gracias la mana (|ue hoy reina de generalizar las cuestiones y de confundirlo todo. Trnrtcnl fahril.ia fahri. Pero antes de dejar este asunto y entrar en materias que nos tocan ms de cerca, permtame el seor de la Hevilla aconsejarle que, si desea s;d)cr lo mucho ijue la Medicina debi en todos tiempos los espaoles, hojee las obras conocidsimas de los seores Morejon y Chinchilla, en que, aparte de mucho frrago, hallar noticias copiosas que de plano le convenzan de que es imposible escribir la historia de dicha ciencia sin hacer mrito, no de uno, sino de muchos nombres espaoles. Tengo, no obstante, por cierto, dada su erudicin, que sabe todas estas cosas, v sin duda por eso no incluye nuestros mdicos nominatim en el general anatema que contra la ciencia espaola ulmina. Y aun nos falta la cola por desollar, y la cola es lo siguiente: Sutilcese el ingenio para descubrir portentos y maravillas en las ignoradas obras de nuestros filsofos; bsquense en ellos precursores de Bacon y Descartes; ane-
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miense los nierecimienlos de Vives y Suarez, Percira y Morcillo, Huirle y Olivu Sabuco, y por ms que se haga, foizos ser reconocer que, salvo los que siguipron las corrientes escolasliras, iiiiigii/io,logr fundar escuela ni alcanzar legtima iiiiluencia, siendo por tanto un nulo esa d e cantada filosofa espaola, con cuya resurreccin suean hoy erudilos como Laverde Ruiz y Meiiendcz Felayo. Gracias por la lisonja, y vamos al grano. CuaKjuicra al leer el p'-rafo transcrito y (ijiu-se ci) lo magistral y decisivo de sus afirmaciones, diria (]ue el seor de la Res illa se lia pasado la vida estudiando nuestra filosofa y desempoKando los libros de nuestros filsofos, convertido en hurn literario, y dividiendo sus horas entre los estantes de las bibliotecas pblicas, los dt; las particulares y las madrigueras de los libreros, para sacar por fruto de todas sus insestigaciones, lecturas y molestias, el convenciniicnto tristsimo de que la decantada /iloso/ia espaola era cosa absolutamente despreciable, como engendrada, ya se ve, en pas de Inquisicin y /aiiatismo. Yo tambin juzgu piadosamente que el seor de la Revilla habia licclio esta preliminar indis()ensablc indagacin, auiup.ic algo me daba que sos)ecliar lo rotundo y destem|)lado de sus negaciones, siendo propio de los que han mascado un poco el saludable polvo de los antiguos volmenes, no decidir de ligero y en redondo las cuestiones, hacer en todas no pocas salvedades, desconllar mucho del prof)io juicio y no aventui'ar palabras, todo lo cual ac deja, no para erudilos como el seor de la Reviha, sino para esos /ilsofos(\uc discuten en el Ateneo y sentencian en las/fevistassobro iodo lo'discutible y senteiiciable. Pero volviendo leer con alguna detencin las precitadas lneas, convencmedequo el seor de la Revilla no debe haber penetrado mucho en el estudio de nuestros filsofos, puesto (uo dice que sus obras son ignoradas, y que la filosofa espaola es un mito, palabra (]ue no se aplica lo que es malo, sino d lo que no existe, lo que es fbula y mentira, si no miente la etimologa griega no he perdido yo los papeles desde que regres In liontaa. Y ahora aydeme usted dis-
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currir, amigo mi: el seor de h Revilla dice que la filosofa espafiola es un ini/o y que est ///lorada; ergo el s e or de la Revilla es de los que la jnoran y dudan do su existencia. De lo (jue est jnorado y se tiene porwYo no hay dcrcclio afirmar que sea bueno malo, (jue valga que no valga: la cuestin es de existencia no existencia. Sed sic csl que existe la (ilosc.fa espaola, como est superabundanlcmente demostrado; ergo pngase estudiar el seor de la Sevilla y cuntenos despus sus npresiones. Tome el seor de la Revilta las obras de Lulio, Vives, Foxo ( quien llama Morallo secas, semcianto aquel buen hombre (|ue llamaba (Cervantes I). Miguel de SnavedraJ. Servet. Suarcz, Soto, Gmez Perera y ti/Ifi (unnfi; lalos con la misma atencin y ariiore con que lecrio Darwin nacckol, y entonces podr decirnos con algn fundamento SI tales escritores ^son despreciables dignos de veneracin y loa. Entre tanto, ni en el seor de la Revilla, pesar de su agudeza de ingenio v poca aprensin, ni en el sabio ms eminente ile los nacidos, aunijue se llame Platn, Ansllcics, l.oibnitz, reconozco ni reconocer nunca el derecho de sentenciar sobre doctrinas que no conoce v sobre libros que no ha leido. No se reiria de m el seor d". la Revilla si magistralmer,te comenzase hablar del daririnimio, del positivismo y de otras doctrinas, hoy la moda, ([uc poco ms que de nombre y por relcrencias conozco? Pues en el mismo caso se encuentra l respecto las obras y sistemas de los filsofos peninsulares. El talento ms claro no libra nadie de dar traspis en lo que ignora. Por eso, sin duda, ha tropezado tantas veces el seor de la Revilla en las breves lneas ([ue copi antes. Slo (|uien desconozca por entero la filosofa espaola se le puede ocurrir el citar entre nuestros grandes pensadores Huarte y doa Oliva Sabuco de Nantes, colocndolos en la misma lnea que Luis Vives, Snarez y Foxo Morcillo. Con ser el Examen de ingenios y la Nueva Filosofa de la nnluraleza, del hom/ire dos libros discretos, amenos y originalsimos, por ningn concepto pertenecen ala alta Filosofa, ni pueden, en manera alguna, ser pues-
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ls al mismo nivel que los tres De prima philosophia de Vives y el De Platonis el Aristotelis consensiotic de Foxo Mrcillo, la 31eta/isica y el tratado De Aifflrt de Suarez, ni aun el Quod nihil scilur de Francisco Snchez, el Chrisiianismi rcilutio de Scrvet, la Antoniana Margarita de Gmez Pereira (no le llame Pereira secas el seor de la llevilla, porque corre riesgo de confundirle con otro fdsofo portugus del siglo pasado, autor de una Theodicea escrita en castellano). Apreciables los libros de Huarte y doa Oliva como manifestaciones del enipir!<vio seiisualisla ea nuestra bistona ilusfica, curioso el primero por sus vislumbres de Frenologa, y el segundo por su delicado anlisis de las pasiones, son, pesar de todo, de ms inters en la relacin fisiolgica que en la psicolgica, segn entiendo. El seor de la Revilla se engaa de todo punto si imagina que somos usted y yo los nicos defensores de la fdosofa ibrica. Esta, por el contrario, cuenta, as en la Pennsula como en el extranjero, numerosos aficionados. Sonlo en Espaa el Sr..Valora ( pesar de ciertas proposiciones dubitativas (uc alguna vez aventura), pues le debemos, aparte de otros arlicuios, un notable estudio (inserto en La Amrica) acerca de Quevedo, considerado principalmente como filsofo; el Sr. Campoamor, que en su discurso de entrada en la Academia Espaola, llama Gmez Pereira el fundador del psicologismo moderno, y al canciller Bacon el ms prosaico de los discipulos de Vives; el Sr. Canalejas, autor de una extensa Memoria sobre Las doctrinas del iluminado Dr. Raimimdo Lidio, de las cuales casi se declara partidario, manifestando deseos de su restauracin, y llegando afirmar que el solitario del monte Randa fu ms sintlico que Santo Toms: D. Adolfo de Castro, que ba llegado formar un tomo de filsofos (moralistas los ms) para la Biblioteca de Rivadeneira; D. Luis Vidart, autor de un tomo de Indicaciones hiblioijrpcas sobre nuestros filsofos; los dos krausislas D. Facundo de losRios Portilla y D. Federico de Castro, ex|)ositor el primero de las doctrinas vivistas, bigrafo el segundo de Prez y Lpez; el
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hegeliano de la extrema izquierda Sr. P y Margall, que en su discurso preliminar las obras del P. Mariana encomia altamente el valor filosfico del libro De morte et inmortalilate; el escoldsticoYr. Ceferino Gonzlez, cuya Philosopha Elementaria, aparte de numerosas citas, incluye en la parle histrica noticias de varios filsofo? psninsulares; el Sr. Azcrate (D. Patricio), que muy atinadamente declara nuestro, en el concepto filosfico, el siglo XVT, al analizar los tratados panteistas de Servet en la Exposicin de los principales sistemasfilosficos7nodernos\ el neo-cartesiano Sr. Martin Mateos, que en 1857 apoyaba en In Revista de Instruccin pblica los proyectos de usted, amigo mi, y posteriormente ha dado la estampa esludios acerca de nuestros msticos; el emprico Sr. Weyler y Lavia, expositor y crtico de las doctrinas de Raimundo Lulio; el portugus Lpez Praza, historiador de la filosofa de su pas, y el erudito mallorquin Resell, bibligrafo infatigable del lulismo, sin otros que al presente no recuerdo. Furonlo entre los muertos el doctor D. Ildefonso Martnez, editor ilustrador de Huarte y doa Oliva; el seor Snchez Ruano, panegirista de la segunda; el suarista padre Cuevas, digno de muy honroso recuerdo por haber trazado ya en 18n4 un compendio de nuestra historia filosfica, destinado la enseanza de los Seminarios; el bibliotecario ovetense Suarcz Barcena, erudito bigrafo de los Abarbanelcs, Sabundc y Servet; el Sr. Gonzlez Muzquiz, vindicador "de Vives en 1839; el ilustre Man de Eixal, importador de la filosofa escocesa Catalua, y su sabio y nunca bastante llorado discpulo el doctor Llreos, eminente profesor de Metafsica en la Universidad barcelonesa, de quien todos los que alguna vez tuvieron la dicha de oirle, recordarn el respeto con que citaba siempre Vives, el largo estudio que de sus obras habia hecho, dejando traducida ilustrada la De anima et vita, y las relaciones que hallaba entre las doctrinas del insigne pensador valenciano y la del sense connion de Guillermo Hamilton, por l con tanta gloria defendida. Y no es cosa de ayer la creencia de una tradicin cientfica en Espaa, pues
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quien haya leido las notas sabias y asaz olvidadas de los Discursosfilosficosde Forner, una de las inteligencias ms claras y poderosas que en el siglo XVIII produjo Er-paa, y la Oracin apologtica, el Preservativo contra el A tesmo y otras obras del mismo, no podr menos de contarle con igual mayor razn que usted y m en el nmero de los soadores. En igual categora deber poner Cerda y Rico, editor de diversas obras de nuestros filsofos, y que por desdicha no lleg reimprimir, como deseaba, las de Foxo Morcillo, los PP. Andrs y Lampillas, y al infatigable y eruditsimo Mayans, quien tanto deben estos y otros estudios de parecida ndole. Y en general puede afirmarse que, hasta fines del siglo pasado, nadie dud de que Espaa hubiese tenido en todas pocasfilosofay filsofos eminentes. Pues si al extranjero pasamos, no quiero suponer que el seor de la Revilla desconozca los libros y artculos de de Adolfo Franck, Munk, Ernesto Renn, Roussclot, Saisset, relativos Maimnides, Avicebron, Averroes, los misticos, Miguel Sepvet y otrosfilsofospeninsulares, hebreos, rabes cristianos, ni pienso que ignore la existencia de una Historia alemana de la Psicologa en Espaa, y no dudo que habr leido en la antigua Revista de Edimburgo un estudio de James Mackinlosh propsito de ciertos ensayos de historia de la filosofa publicados por Dugald-Stewart, y en l encarecidos elogios de Suarez, Domingo de Soto, Francisco de Vitoria y otros espaoles cuyos nombres no le sonaban, por lo visto, al crtico escocs tan mal como al seor de la Revilla. Qu ms? Hasta soaron con la filosofa espaola Montaigne, traductor y apologista de Raimundo Sabunde; Lessing, que verti al alemn la obra de Huarte; Ramilln, que llama Vives filsofo tan pro, fundo como olvidado, y cita y aplaude doctrinas suyas sobre la Lgica; Leibnitz, en cuya opinin los libros de nuestros escolsticos contenan mucho oro, y los doctores de la Universidad de Jena que, segn cuenta Puffendorf, no obstante ser luteranos, tenan Suarez, Molina, Vzquez, Valencia y Snchez por escritores dignsimos de eterno
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renombre (con perdn sea dicho del seor de la Revla y de los que como l piensan y juzgan) (1). Todos estos autores y algunos ms, clebres oscuros, espaoles y extranjeros, buenos, medianos y malos, r e presentantes de todas las tendencias filosficas simples eruditos, antiguos y modernos, vivos y muertos, ban soado suean, y continuarn soando los que an viven, con la filosofa y con los fiMsofos espaoles. Hormiguean las contradicciones y los errores en el prrafo del seor de la Revilla. Ante todo conviene advertir que pesar de ser la filosofia espaola un mito, nos concede la existencia de grandes escolsficos v df m'tirn incomparables, esto es, l;i:i do erceras [);irlcs (y me quedo corto) de nuestra filosofa. Excluye los primeros en trminos expresos, salvlos que siguieron las corrientes escolsticas, y comprendo bien que los excluya, porque no invalidan su doctrina. Fuera de cerrar los ojos la luz, no veo otro medio de negar el mrito y la influencia de Suarez y del suarismo, ni la importancia grande de muchos tomistas y escotislas espaoles. Concede, pues, el seor de la Revilla que tuvo un gran florecimiento la ciencia escolstica en Espaa. Y como el escolasticismo abraza sin duda algunos de los-sistemas ms completos, luminosos y prepotentes que han ejercitado al entendimiento humano (aunque no el sistema primero ni (i) fin Italia estn tenidos hoy mismo en altsimo aprecio nuestros pensadores del siglo XVl, sobre todo los escolsticos. Asi lo maniestan recientes ediciones de Irataiios de Suarez, de Molina y de Toledo, hechas en aples, Roma y Bolonia; y as tuve el gusto de oirlo de labios de los bibliotecarios de la Vaticana, de la Larehciana y de la Ambrosiana, que slo elogios tenan para la ciencia espaola del fiM tiempo y hasta para la del siglo pasado. Por decoro nacional no quise decirles que hahta espaoles que menospreciaban lodo esto... No lo hubieran credo.' En Paris ha habido editor con alientos bastantes para reimprimir en 28 gruesos volmenes las obras de Suarez. Casi al mismo tiempo y como en competencia, aunque con mucho mayor esmero, comenz publicarse otra en Bruselas, y el obispo de Brujas, Monseor Malou, dio luz un tomo en folio de obras indilas del insigne telogo granadino. Q,uid tibi videtw?
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nico de la filosofa cristiana, digan lo que quieran losneotomistas), sigese por lgica consecuencia que Espaa, madre .de los ms ilustres escolsticos despus de Santo Toms, ha tenido una grey de verdaderos y profundos filsofos dentro de las vas catlicas, y que aunque esto slo hubiese producido, siempre sera ligereza indisculpable (por no darle otro nombre) llamar mito k la filosofa espaola, y que as como fuera absurdo suprimir el escolasticismo en la historia de la filosofa, absurdo sera, y mayor, omitir en el captulo tal materia dedicado los nombres y obras de los doctores escolsticas peninsulares, por ms que el seor de la Revilla afirme (con admirable patriotismo) que en la historia de ia filosofa puede suprimirse sin gran menoscabo la parte relativa Espaa. Pero aun es ms peregrino lo que dice de los msticos. Para el seor de la Revilla, el misticismo no es filosofa, puesto que pone en parangn y contraste la riqueza del uno con la pobreza de la otra entre nosotros. Bien por l seor de la Revilla, que sabe distinguir, como el Estrepsiades de Aristfanes, la piel de perro de la de perra, y disputa como los conejos de la iibula sobre si son galgos podencos! Todos los catlicos y muchos racionalistas estn de acuerdo en considerar el misticismo, no slo como filosofa, sino como la mis alia v sublime d( las filosofas existentes. Si el seor de la Revilla rae dice que el misticismo es ms que filosofa, que el misticismo empieza donde la filosofa concluye, "y, que slo l resuelve hasta cierto punto las perpetuas dudas de la primera, porque la intuicin del alma iluminada y abragada por el amor divino es siempre ms poderosa "que el mezquino anlisis psicolgico y las eternas logomaquias de los sofistas, estar de acuerdo con l; pero entonces la cuestin ser de palabras, y m me ser licito decir: aEspaa, adems de sus escolsticos y de sus pensadores independientes, precursores de Bacon y Descartes, tuvo una casta de hombres, hoy perdida, que no fueron filsofos, sino mucho ms que filsofos, pues por intuicin soberana y nunca igualada, supieron y entenoie-
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ron lo que nunca han sabido ni entendido los filsofos, dijeron clara y hermosamente lo que hs filsofos han envuelto en labernticos juegos de palabras, y vieron toda luz ]o [ue los filsofos nunca han visto sino medias y envuelto en mil nebulosidades. Tenemos, pues, que el seor de la Revilla admite la existencia y el mrito de nuestros msticos y escolsticos. Del resto de nuestros filsofos dice que son un mito, porque (segn l piensa) no formaron escuela ni ejercieron legitima influencia. Peregrina regla para juzgar el mrito de los filsofos! Figrese el seor de la Revilla que hasta ahora hubiesen estado indita y desconocidas no estudiadas por nadie, aunque impresas, las obras de Platn, y (]ue hoy las publicase reimprimiese, ilustrase y comentase algn erudito aprecindolas en su altsimo valor. Si el seor de la Revilla es consecuente con su doctrina, tendria (jue decir; Platn es uti mito\ no ha formado escuela ni ejercido influencia en el mundo, O bien: imagine el seor de la Revilla que l mismo da maana la estampa un libro portentoso de alta filosofa, que por uno de aquellos azares bibliogrficos tan comunes, habent sua fata libelli, nadie compra, ni lee, ni estudia, hasta que al cabo de los aos mil sale un doctor alemn proclamando su excelencia: quer que, aplicndole entonces sus principios, diga alguno: no leis el libro del seor de la Revilla; de la Revilla es un mito, no ha formado escuela ni ejercido influencia en el mundo? Es mtodo muy aventurado errores el eslimar el mrito de los libros por el ruido que han hecho por el nmero de los secuaces de las doctrinas de sus autores. No se ha dicho en el oiundo absurdo ni desatino que no haya tenido secuaces: ah est, sin ir ms lejos, el m,ormonismo, para comprobarlo. Para el seor de la Revilla, la religin de los niormones ser un sistema prodigioso, porque la voz de Smith se congreg muy pronto numeroso enjambre de ilusos y de truhanes. No hay idea que no tenga partidarios, en religin, en filosofa, en sociologia (como hoy se dice brbaramente), y cuanto msgroficra sea la doctrina, ms elementos de anarqua envuelva
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y ms halague los apetitos humanos, tanto ms seguro ser su efecto. Niego adems que los espaoles quefilosofaronfuera del escolasticismo y de la mstica no formasen escuela ni ejerciesen influencia. Luis Vives es el patriarca de una serie de pensadores crticos: sus discpulos se llaman Dolse, Glida, Melchor Cano, Foxo Morcillo, Gmez Pereira (con ciertas vislumbres de empirismo en ocasiones), Quevedi^ (vacilante tambin, pero con marcada tendencia vivista), Pedro de Valencia y Caramuel, y en el siglo XVIII el den Marti, Tosca, Feijo, Mayans, Viegas, Piquer y su ilustre sobrino Forner, que hace profesin de vivismo clara y descubiertamente en repelidos lugares de sus obras impresas y manuscritas. Esta doctrina crtica, cuya restauracin no sera un sueo ni mucho menos, constituye con el lulismo y el suarismo, la gran triada de los sistemas peninsulares ortodoxos. Un cuanto los peripatticos cinicos, \os ramistas, los partidarios del empirismo sensualista, y los moralistas ya estoicos, ya epicreos, nadie negar que constituyen grupos perfectamente definidos, si bien casi todos ellos pueden considerarse como derivaciones ms menos prximas de la corriente vivista. En cuanto si ejercieron no influencia en el mundo, baste repetir lo que hasta ahora no se ha convencido de falsedad, que Vives y el vivismo son los precedentes histricos de J3acon y el baconismo y de Descartes y el cartesianismo; que el libro De atigmentis scientiarum del famoso canciller ingls en nada supera (si es que iguala) los De discipUnis; que Foxo Morcillo intent, al decir de! sabio francs Boivin, la ms docta conciliacin entre Platn y Aristteles, y que desde su poca hasta la nuestra se viene trabajando en el mismo sentido, sin haber mejorado gran cosa lo que l dej escrito. A algunos ha de extraar la tenacidad sin ejemplo con que los sectarios de ciertas escuelas niegan el mrito de nuestros filsofos, sin haberlos ledo ni querer leerlos. Muy sencilla rae parece la explicacin de esta terquedad y de esta ignorancia (llamemos las cosas por su nombre) en que voluntariamente se mantienen. Si llegasen confesar que
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Espaa liabia dado grandesfilsofosen esa poca de Inquisicin y fanatismo, qu peso tendran sus declamaciones contra la intolerancia? De suerte que, por mantener una vulgaridad y un absurdo, tolerables slo en gacetillas de peridico, consienten en cerrar los ojos, tapiar los oidos y mantenerse apartados'de toda investigacin erudita. El seor de la Revilla desprecia la erudicin, sea en hora buena; dice que expone grandes extravies: mayores expone la falta de ella. Yo estoy firmemente persuadido de que la erudicin conduce siempre algn resultado provechoso; el charlatanismo y las discusiones de omni 7'e scibili h magano. De sofistas y oradores de Ateneo estamos hartos en Espaa. La generacin presente se form en los cafs, en los clubs y en las ctedras de los krausistas; la generacin niguieotc, si algo ha de valer, debe formarse en las bibliotecas: fallan eludius lidos y macizos. Nuestros llamantes filsofos desprecian los antiguos sabios espaoles porque fueron catlicos y escribieron bajo un gobierno de unidad religiosa y monrquica. Muchas veces rae he sentido tentado tomar alguna de sus obras, traducirla en la jerga brbara de la Analtica y ofrecrsela ' esos seores (gente poco escrupulosa en materias bibliogrficas) como traduccin de un libro alemn desconocido. De seguro que les hacia buen efecto y que la ponian en los cuernos de la luna. La prueba de que slo por ser catlica desprecian nuestra ciencia, nos las da el seor de la Revilla cuando, al refutar su modo al seor Valera, dice pocas lneas ms adelante: En esa Inglaterra... nacieron las ms avanzadas sectas del protestantismo (gran progreso, fe mia!) y propagaron Bacon, Hobbes y Locke los ms radicales principios de la filosofa; en esa Francia... min Ramus los fundamentos de la escolstica, abri Gassendi el camino al materialismo, zahiri Rabelais los ms altos ideales, proclamaron escpticas doctrinas Montaigne y Charron, y fund Descartes el racionalismo moderno; y sa Alemania... fu la cuna de la filosofa novsima que ha conmovido los cimientos de toda creencia. Bien por el seor de
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la Revilla. Conque para l significan ms en la historia de la filosofa el pedante Ramus, cuyas innovaciones fueron nicamente de palabras, y el asqueroso Rabelais, que " ni fu filsofo ni hizo cosa de provecho jams, y el sensualista Locke, y Hobbes, apologista de la fuerza bruta y de toda tirana; conque estos escritores, digo, representan ms que Lulio, Foxo, Vives, Suarez y toda nuestra filosofa junta? Conque hasta el Pantagruel, libro estpido si los hay, excede todas las concepciones d(3 nuestros filsofos? Imposible parece que la pasin ciegue tanto hombres de claro entendimiento. Si Montaigne y Charron fueron escpticos, esccptico fu Francisco Snchez y ms radical que ninguno Je cilus. Si Francia engendr el materialismo, gurdese esa triste gloria, que aqu no la necesitamos. Si el seor de la Revilla juzga que la filosofa alemana ha conmovido los fundamentos de las creencias, yo creo y creer siempre que stas permanecen firmes y enteras; y despus de todo, Espaa dio Miguel Servet, que ni en audacia ni en talento cede ninguno de los pretensos demoledores de allende el Rhin. Del resto de la lucubracin del seor de la Revilla nada dir, porque se alarga ya en demasa esta carta, y los restantes prrafos de su articulo no nos interesan de un modo directo. Con decir que constituyen-una .svn/on/W pafriticn sobre motivos inquisitoriales, quedarn calificados como merecen. No falta ninguna de las campanudas expresiones de rbrica, intolerancia sistemticamente organizada, brbara fiereza, crueldad fria y sistemtica, muerte del pensamiento, poder teocrtico implacable y tenaz, uniformidad de la muerte, calma de las tumbas. sangra lenta jams interrumpida, * opresin constante, siglo de hierro, tiranas de todo gnero y otras ejnsdem furfuris, dignas de La Inquisicin sin mscara del recalcitrante novicio cartujo Dr. Puie;blanch, de la His' toire Critique del cannigo volleriaiio Llrente, escritor venal y corrompido, cuya buena fe y exactitud niego, aunque no dispute su erudicin. Respecto la literatura, juzga el seor de la Revilla,
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discorde en esto del Sr. Nuez de Arce, que no fu oprimida por el Santo Oficio, lo cual, dice, da singular prueba del talento y .habilidad de los Inquisidores, porque la actividad intelectual del hombre necesita desahogo, y toda mquina que la comprima ha de tener vlvulas para darla salida. Benditos Inquisidores aquellos que abrian semejantes vlvulas! Dos palabras para acabar. Yo no niego que una de las mil causas ocasionales de la declinacin parcial de la ciencia espaola en el siglo XVII fuese la intolerancia; pero no la de la Inquisicin tan solo, sino ms bien la de las escuelas y sistemas prepotentes, harto ms daosa, como usted apunt ya en uno de sus Ensayos crticos. Y esto ha sucedido y suceder en todos tiempos: las sectas filosficas dominantes, lo propio que los partidos polticos, tienden la intolerancia y al exclusivismo, cohibiendo de mil maneras la iniciativa individual. Sin ir ms lejos, ah estn los krausistas, de cuya tolerancia pueden decir muy buenas cosas los que alguna vez han asistido sus aulas. El seor de la Revilla no es ya krausista, no es sii|uiera hegeliano, por ms que tal se le creyera en algn tiempo; ha renegado de esas sectas por reaccionarias y atrasadas; hoy no gusta de esplritualismos idealismos, segn nos informa'en el mismo artculo que contesto; hoy tiende con toda claridad al materialismo positivista en crudo, y rompe lanzas en pro de la teora darvviniana. Pero en medio de todas estas transformaciones ha conservado el seor de la Revilla la intolerancia de la impiedad, como otros la de la creencia; habla siempre con desden del catolicismo y de los catlicos, y afecta mirarnos con cierta compasin, cual si se tratase de panas ilotas. Yo, por mi parle, ni acepto la compasin ni tolero eMesprecio. El -verdaderamente digno de lstima es quien camina ciegas, sin fe, sin amor ni esperanza en las cosas de este mundo ni en las del otro. Antes de terminar, dir usted que me parece muy dudosa la propiedad de expresin con que el seor de la
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Revilla incluye Feriles entre los dspotas protectores de las letras. El W&max.dspota un hombre que gobern bien y legalmente en una repblica, pasaria por grave lapsus, aun en sujeto de menos campanillas que el crtico de la Revista Contempornea. Santander 2 de Junio de 1816.
IV.
MOSOGEAFIAS KXPOSITIVO-CRIIICAS.
Mi carisimo amigo y paisano: Una vez terminado el incidente que vino torcer el hilo de nuestra literaria correspondencia, hora es ya de continuar las indicaciones de re bibliographica, extendindolas hoy las monografas expositivo-criticas, segundo medio de fomentar el cultivo de la ciencia espaola, y medio an ms til y seguro que el de los diccionarios bio-bibliogrficos. Pero ante todo debo reparar tres omisiones que not en mi segunda carta al releerla. Pas en silencio los elogios en verso de escritores espaoles, no muy recomendables en clase de poesia, ni propiamente trabajos eruditos, pero de utilidad suma, dado el gran nmero de ingenios que sin estas letanas hubieran quedado en olvido. Nombrando slo las que conozco, recordar algunas octavas de la bella imitacin que hizo Boscan del Templo de amor del Bembo, sin las cuales no tendramos hoy noticia del poeta barcelons Gualbes y del andaluz Haro; el canto 38. del Cario famoso, de Luis Zapata; la Casa de la Memoria, de Vicente Espinel; el Viaje de Samnio, de Juan de la Cueva; el Canto del Tuna, de Gil Polo; el de Caliope y el Viaje del Parnaso, de Cervantes; el Laurel de Apolo, el Jardn y algunos
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trozos de la Jerusalem, de Lope de Vega; la epstola de cierta seora peruana Diego Meja, acerca de los poetas de aquellas regiones; la Aganipe de los cisnes aragoneses celebrados en el clarn de la Fama., peregrino poema del cronista Andrs de Ustarroz; la Elega in priscos et celebres Valentni Regni poetas, del docto helenista Vicente Mariner; los Epigramas latinos del P. Toms Serrano en loor de espaoles ilustres; el romance endecaslabo de Gonzlez Posada, en alabanza de diversos poetas asturianos; otro de D. J. Julin de Castro, famlico coplero del siglo pasado, en que se refieren los nombres de gran nmero de dramticos espaoles, buenos y malos; y otros y otros que en este instante no recuerdo. No ha de dudarse que estos catlogos son tilsimos, puesto que slo en el Laurel de Apolo se mencionan ms de 300 poetas, lo cual no es un grano de ans para el investigador curioso. Y sube de punto el inters de semejante mina bibliogrfica, si agregamos los comentarios que algunos de estos registros poticos han merecido, especialmente las preciosas, extensas y eruditsimas notas de Cerda y Rico al Canto del Turia, y las ms breves, pero no menos ricas en noticias, de La Barrera al Canto de Caliope y al Viaje del Parnaso, y de Rossell al Murel de Apolo. Aun en el siglo XV encontraramos algn ensayo, si bien harto breve, de este gnero de poticas coronas, cuyo lado deben ponerse ciertos escritos en prosa, muy semejantes en la ndole, cuyo primer modelo fu la carta prohemio famossimo del Marqus de Santillana. Entre las bibliografas que faltan, y conviene que se formen, omit las relativas un solo escritor, cuando por el gran nmero de ediciones, comentarios, crticas y escritos relativos su persona, por haber fundado escuela y tenido numerosos secuaces, merece estudio y libro aparte. En este caso se hallan, por lo que nosotros toca. Sneca, Averroes, Raimundo Lulio, Suarez, Cervantes y al^no ms. La Biblioteca cervntica, ya preparada por gran nmero de trabajos parciales, saldr poco menos que perfecta de manos del infatigable, erudito y entusiasta cer-
83 vantista barcelons D. Leopoldo Rius, que ha dado en la Crnica de Cdiz una exposicin del plan que se propone seguir en sus tareas. No ha podido caer en mejores manos la empresa: el amor del Sr. Rius su asunto y la riqueza asombrosa de ediciones de Cervantes que ha logrado r e unir en su biblioteca, sin rival en Europa, nos aseguran un pronto y feliz desempeo (1). Ojal pudiramos abrigar igual esperanza respecto las bibliotecas senequista, averroista y suarista! Para qu eruditos estar guardado el dar feliz remate tan gloriosas aventuras? lesdichadamente hoy nos gusta ms discutir pobre el positivismo que revolver libros viejos. Suplidas ya del modo posible las omisiones que cometi, y quede lijo no sern las nicas, en la referida carta, paso tratar en esta del segundo punto de nuestro sermn, sea de las
MONOGRAFAS
EXPOSITIVO-CRTICAS.
Reunidos, clasificados en alguna manera, y aun juzgados brevemente los materiales por el bibligrafo, se ofrece una nueva y ms importante tarea: el estudio detenido y form-al de cada una de las secciones y de cada uno de los escritores, y de su espritu, doctrinas y significacin histrica; obra propia del crtico, destinada por su ndole ser ms leida y ejercer mayor influencia en el comn de las gentes, y aun entre los sabios no biblifilos, que los catlogos y diccionarios de que basta ahora he venido hablando. En esta parte podemos decir con dolor que casi todo est por hacer en Espaa, mucho ms si tenemos en (1) El Si-. D. Jos Mara Asensio de Toledo ha publicado, entre otros curiosos opsculos cervantescos, un Callogo de algunos libros, folelos y artcelos sueltos referentes la vida y obras de Cenantes, 1872.
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cuenta el gran nmero de tales obras, tan tiles como agradables, que poseen las principales literaturas extranjeras. No hay escritor ingls acerca del cual no se hayan publicado en su patria innumerables estudios, unos simplemente biogrficos, otros crticos, no slo de todas, sino de parte de sus producciones: no hay autor francs, por mediano insignificante que los extraos parezca, que no haya dado ocasin prolijas investigaciones y minuciosos anlisis, que veces rayan en lo ridculo. Quin ser capaz de enumerar los estudios sobre Lafontaine, Corneille, Racine, Moliere, Pascal, Voltaire, Rousseau, que cada dia y en todas formas aparecen? Quin contar los trabajos que ha dado motivo el bueno de Rabelais, dolo del seor de la Revilla? Hasta Beaumarchais, autor de dos sanetes interminables, en que es ms lo impertinente y chocarrero que lo chistoso, da asunto un muy curioso y bien escrito libro de L. de Lomme. Selanse algunas de estas obras por la erudicin, otras por la crtica, y muchas por la amenidad y ligereza del estilo, que en ocasiones les quita algo de su valor cientfico. Pero en Espaa, ni las monografas ligeras ni las pesadas abundan, y por dems est decir que las pocas existentes se refieren cosas nacionales, pues nadie tiene vagar para ocuparse en erudiciones extraas, y los mism.os filsofos y literatos germanescos y afrancesados harto hacen con seguir, segn su expresin, el movimiento de la ciencia, pendientes siempre del ltimo libro y de la ltima doctrina que asome por Ultra-Puertos. Y en cuanto lenguas y literaturas clsicas, vale ms no meneallo, porque esto daria ocasin largas lamentaciones que no vienen al propsito de esta carta. Nuestros sabios de Ateneo han olvidado el latin y el griego, si algo aprendieron, y en cambio se han dado al ijem^n^ con todas las potencias de su alma: los D. Hermgenes de nuestros dias hilan ms delead o que el de la Comedia Nueva; en zend y en snscrito suelen ser eminentes, si hemos de atenernos su honrada palabra; no citan en griego la Potica de Aristteles, pero recitan dolcfis del Ramayana; no hablan de la
85 prtasis y de la epitmis, sino del nirvana y mazdeismo; saben al dedillo las leyes de Man y los preceptos de Zoroastro, y de los concilios buddistas entienden ms que del Concilio de Trento. No es maravilla, pues, que anden tan de capa caida ciertos estudios en la patria de Vives y Seplveda, de Nuez y del Brcense; nada tiene de extrao el que, ph"a vergenza nuestra, apenas contemos en el perodo contemporneo tres cuatro opsculos relativos asuntos de literatura griega y romana, cuando en otros pases se suceden sin interrupcin las publicaciones. En modo alguno censurarla esta indiferencia, y dirala hasta cierto punto por bien empleada, si en cambio se dirigiera nuestra actividad cientfica exponer y quilatar los tesoros allegados por las generaciones literarias que nos precedieron en el suelo ibrico. Antes de estudiar lo de fuera, conviene conocer lo de casa; una vez despertada la aficin esta clase de trabajos y de lecturas, lo dems vendra natural y fcilmente. A pesar de no ser grande el nmero de las actuales monografas expositivo-crticas, haylas excelentes entre ellas, as absoluta como relativamente consideradas. No pocas han salido de plumas extranjeras, lo cual, si nos mueve agradecimiento, contrstanos ms y ms por el abandono sin ejemplo que en nosotros revela. Voy formar breve catlogo de las que conozco, aunque con seguridad casi de dejar olvidada alguna, quiz de superior importancia, que no ha llegado mi noticia no ocurre mi memoria en este mopiento. Por su carcter general menciono en primer trmmo (y no me pesa) la excelente monografa del P. Tailhan sobre las bibliotecas espaolas en el primer perodo de la Edad Media (1). Con el ttulo de La Filosofa-espaola; indicaciones bibliogrficas, public el Sr. Vidart en 1866 una colec(1) Appendice sur les BibliotMques Espagnoles du Haut Moyen Age par Mes Tailhan (en las Nouveaux Mlanqes d'Archologie del P. Cahier.Pars, Didot, 1877, pp. 217 346.)
cion de apuntamientos acerca de nuestros filsofos,,apreciable como ensayo, no bibliogrfico (segn impropiamente se intitula), sino expositivo, y ms an que expositivo, critico. Casi igualan al libro del Sr. Vidart en extensin, j en riqueza de noticias le superan, los excelentes artcuos que usted, amigo mi, escribi sobre l en La Abeja Montaesa, peridico santanderino de grato recuerdo, y recogi posteriormente en sus Ensayos criticas. Son tambin dignos de leerse los mplios captulos que, al fin de sus respectivos cursos latinos de Filosofa, han dedicado resear la historia de la espaola los ilustres filsofos asturianos el P. Cuevas y Fr. Ceferino Gonzlez. Por su extensin merece an ms que estos trabajos el nombre de monografa, aunque tampoco se ha,ya impreso aparte, el Discurso preliminar de D. Adolfo de Castro h su coleccin de filsofos espaoles (tomo LXV de la Biblioteca de Autores espaoles de Rivadeneyra). Ullesperger. Historia de la Psicologa y de la Psiquiatra (curacin de las enfermedades mentales) en Espaa, 1871, (en alemn). Fuera de estas tentativas generales, y dejados en silencio, por ser ms conocidos y en gran nmero, los libros y memorias que acerca de Sneca y otros escritores hispanoromanos vienen publicndose desde el siglo XVII (i), hay
(1) Dictamen de la Academia Nacional Greco-Latina acerca d obra De T rustica, de Z.-Junio Modralo Columela. Madrid, 1840 Aunque ligero, merece recuei'do, por ser el nico trabajo espaol (suelto) sobre Columela, de que haya'noticia. Acerca de Marcial, Lucano y Sneca el Trgico, hay numerosos estudios antiguos y modernos. Vanse entre otros el Syntagma tragedim latina del P. Martin del Rio (Paris, 1649), y tres de los Est%dio3 de Nisard sobre poetas latinos de la decadencia (tercera edicin Paris, 1867). Cada uno de ellos puede eslimarse como una monograla ingeniosa, aguda y discreta, aunque de sobra ligera y apasionada. No quise hacer mrito de los trabajos que tienen por asunto Sneca el Filsofo, por ser tantos que. aun limitndonos los espaoles, tenemos una verdadera literatura seneguista, como diran los alemanes. Basten para muestra-la Vida de Sneca, por Mrtir Rizo (Madrid, 162S); Smeca y Nern, por D. Fernando Alvaro Diez do Aux (Madrid, 1641); Sneca impugnado de Stieca en mestiones poltica morales, por D. Alonso Nufiez de Castro; Z. Anneo Sneca ilustrado...
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relativas filsofospeninsulares las monografas siguientes: L'Ecole de Seville sous la monarchie des Visigoths, par VAbb Bourett (Paris, 1855). Averroes et fAverroisme, de Ernesto Renn (Paris, 1852, 2 / ed., 1861); libro erudito y muy agradable de leer, pero lleno de graves errores inspirado con frecuencia por un criterio torcido y falso. De desear seria que algn arabista catlico emprendiese la tarea de completarle, refutando al propio tiempo sus aventuradas aserciones. Estudios orientales, de Adolfo Franck (Paris, 1861). Dos de ellos versan sobre Avicebron y Maymonides. l mismo autor francs ha publicado un libro titulado La Khala (Paris, 1843), muy superior la Kahalla dendala del barn Knor de Rosenroth, contempoi'neo de Leibnitz, y cuya materia es en gran partejudaico-espaola. Sostienen opiniones muy diversas de las suyas, Luzzato (S.) en los Dilogos (hebreos) sobre la Kabala y el Zohar (1852) y Jellinek en su Beitrage zur Geschitche derKabbalaBerVm, 18b2). Del mismo Franck hay otro estudio acerca de Maymonides {El racionalismo religioso en el siglo XITJ en su libro Philosophie et religin. Escribise, lo mismo que el de Saisset, con ocasin del libro de Mank fLe Guide des garsj. Extractos de LA FUENTE DE LA VIDA de Salomn ben
y su impugnador impugnado de s mismo, por D. Juan Baos de Velasco (Madrid. 1650); Comentarios estoicos , Sneca, del mismo, Por Sneca sin contradecirse; Sneca juez de su causa, y muchos ms. Ulil fuera un estudio comparativo de todos estos libros y de los extranjeros inspirados por Sneca compuestos en ilustracin y dpfensa de su doctrina, vg., la Manuducto in pAilosophiam stoicam de Justo Lipsio; el Ensayo, de Diderot (fantico admirador del filsofo de Crdoba), sobre la vida de Sneca el Filsofo, sus escritos, y los reinados de Claudio y de Nern; el estudio sobre las supuestas relaciones entre Sneca y San Pablo, de Aubertin; Sneca y San Pablo, de Fleury; Li Moral estoica en las cartas de Sneca, de Martlia, Z. Annei Senecae disciplinae moralis cum Anioniana contentio et comparaiio, de Doergens (1857), De SenecaepUlosophia dissertatio de Ernesto J. Mauricio Werner (Uratislaviae, 1823).
Gabirol (Avicebron). Miscelneas de filosofa arbiga y judaica, de Munck (Paris, 1859). Al mismo se debe una excelente versin francesa, con eruditas ilustraciones, de El guia de los extraviados Director de los que dudan, obra capital de iVaymonides (Paris, 1856-61-66, 3 vols). Moiss ben Sem Tob. de Len (compilador de la Kbela), por Jellinek (Leipzig, 1851). De la filosofa religiosa de R. Abraham ben David ha~Levi (Ausburgo, 1850). Por Gugenheimer. Maymonides y Spinosa. Estudio de Emilio Saisset, en la Revista de Ambos Mundos de 15 de Enero de 1862 (1). Los cantos del gran poeta toledano Jehud Levi, la par que profundo filsofo, (cuyo libro de El Kuzari puso en castellano Jacob de Avendao), han sido traducidos al alemn por Geiger, rabino de Breslau (1851). La Etica de Maymonides, por Rosen (1876). Eisler. Conferencias sobre los filsofos judos de la Edad Media, anteriores Maymonides. Existen otros estudios alemanes sobre filsofos judos espaoles; pero ni sus ttulos ni los nombres de sus autores han llegado mis oidos(2). Las doctrinas del doctor iluminado Raymundo Lulio, por D. Francisco de P. Canalejas (Madrid, 1872). A este opsculo hay -que agregar varios artculos concernientes Lulio dados luz por el Sr. Canalejas en la Revista de Espaa y en otras publicaciones (3). Raymundo Lulio juzgado por si mismo, obra erudita, aunque sobrado emprica, de D. F . Weiler y Lavia (Palma de Mallorca, 1867). Riografia de R. Lulio, por f). Gernimo Rosell Precede las Obras Rimadas de Lull (Palma, 1864). (1) De artculos de Revistas citar nicamente los que por su extensin inters puedan figurar entre las monografas. (2) Citar algunos otros estudios sobre sabios judos: Mos ben Szra, de Granada pov Dukes (Aliona, 1839). Notkia sobre Hasdai ibn Schaprout mdico del siglo X, por Filoxeno Luzzato (Paris, 1852). (3) Por ejemplo, el titulado R. lulio y D. Jmn Manuel.
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Biografa de Raymundo Lulio, por Delecluze, en la Revista de Ambos Mundos de 15 de Noviembre de 1S40. Raymond Lull und die Anfange der Catalonischen LiteraturJ, por Helfferich (Berlin, i 858). Ramn Lull (Raymundo Lulio) Qonsiderado como alquimista (Barcelona, 1870). Excelente trabajo de mi sabio amigo D. Jos Ramn Luanco, catedrtico de qumica en la Universidad barcinonense (1). Le Romn de Blaquema,j^or A. Morel Fatio {Romana, tomo VI). Ein Katalanische Thiei-epos von Ramn Lull, por Hofman (Munchen, 1872). De Theologa naturali Raimundi Sabunde, por Holberg, impreso en Halle de Sajonia. dem por Kleiber (Berlin, 1856). De RaymundiS. vita et scriptis. Un inconnu clebre, recherchcs historiques et critiques sur Raymond de Sebonde. par l'Abb D. Reulet (Paris, 1875). Raymundo Sabunde, por D. Aquilino Suarez Barcena, en el tomo de la Revista de Instruccin pblica correspondiente 1857. Por ser meramente biogrfico-bibliogrficos, aunque eruditsimos, omitir los estudios sobre Len Hebreo y Miguel Servet, publicados por el mismo escritor en la citada revista, aos de 1856 y 57. Vita Joannis Ludovici Vivis... a Gregorio Majansio, generoso valentino, conscripta. Precede la magnfica edicin valenciana de las obras de Vives, pero por su extensin y mrito debe, como otras producciones anlogas
(i) Por no tener el carcter de monografas expositivo-crticas (gnero que puede calificarse de moderno) omito una multitud do libros que versan sobre lailia,y su doctrina, vg., Doct. Petri Bennazar Breveac compendiosum rescriptum, navitatem, vitam... R. Lulli complecens (Mallorca, 1688). Vtndicia ZulHanm... anctore D. Antonio Raymundo Pascual (Avifion, 1778). Vida y hechos del admirable doctor y mrtir . lull, por el Dr. Juan Segu (Palma, 160(5). Vida admirable del nclito mrtir de Cristo B. Raimundo... por Fr. Damin Cornejo (Madrid, 1686).4cte B. R. Lnlli, por Juan B. Soler (1708).
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de Mayans, colocarse en el catlogo de las monografas. Vindicacin de Juan Luis Vives, por D. Ricardo Gonzlez Muzquiz (Valladolid, 1839). Luis Vives en sus tres libros DE PRIMA PHILOSOPHIA combina las doctrinas de Platn y A ristteles con las de los Padres de la Iglesia. Tesis doctoral de D. Facundo de los ROS Portilla (1864). J. Luis Vives considerado como telogo, monografa holandesa deW. Francken (Rotterdam, 1853). J. Luis Vives como filntropo cristiano ( \msterdam, 1851). Opsculo escrito, tambin en holands, por Bosch Kemper. Mmoire sur la vie et les ecrits de Jean Louis Vives, por A. J. Namfeche (profesor en la Universidad catlica de Lovaina), 1840-41. Se public en las Me'moires conronns de l'Acadmie Royale'des Sciences ct Belles Lettres de Bruxelles (tomo XV). Discurso preliminar las Obras del P. Juan de Mariana, tomo XXX de la Bibl. de Rivadeneyra , por don F. P. M. (Francisco P Margall). Citle en este lugar, por referirse principalmente la filosofa del P. Mariana, que expone y juzga con elocuencia, pero torcidamente. Juan Huarte.Diego Alvarez (autor de una impugnacin indita de la obra de Huarte). Estudios de D. Ildefonso Martnez insertos en el Circulo cienti/ico y literario (Madrid, 1854). Ensayo sobre la obra de Huarte, por J. M. Guardia (Paris, i 855). Doa Oliva Sabuco de Nantes; su vida, sus obras, su valor filosfico, su mrito literario. Tesis doctoral de D. Julin Snchez Ruano (Salamanca, 1867). De vita et scriptis Joannis Genesii Sepulvedce commentarius. Precede la edicin de las obras de Seplveda hecha por la Academia de la Historia, y lo escribi Cerda y Rico (Madrid, 1780). Francisci Sanctii Brocensis vita, scriptore Gregorio Majamio. Al frente de las obras del Brcense en la edicin hecha por los hermanos Tournes (Ginebra, 1766).
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Biografa del Maestro Francisco Snchez de las Brozas. .. Dala luz el marqus de Morante (Madrid, \ 859) en el tomo V del Catalogus librorum. Hay ejemplares sueltos. Compsola el distinguido humanista D. Raimundo de Miguel. Las Escuelas Msticas Espaolas, artculos del Sr. Canalejas en sus Estudios de Filosofa, Poltica y Literatura. El estoicismo en Espaa, artculo de D. Fernando Belmente en la Bevista de Espaa. El tradicionalismo en Espaa durante el siglo X VIIL, artculo de D. Gumersindo Laverde Ruiz en la Revista de Espaa y en los Ensayos Crticos. Luis Vives,Juan Huarte,Diego Alvarez, articules de D. Octavio Marticorena en las Bevistas HispanoAmericana y de Espaa (1). Francisco Suarez, monografa alemana de Werner. Francis Suarez, por el P. Coleridge, en The Month de Londres, (1865). Etudes sur le P. Suarez, por el P. Ramire, en la Revue du monde catholique, (1861 y 62)> Elogio de Suarez, discurso inaugural de D. Francisco J. Simonet, en la Universidad de Granada. Vida religiosa de Suarez, por el P. Guau de Reverseaux (Bruselas, 1857). Vida de Suarez, por el P. Antonio Decamps (Perpian, 1671 y 72).dem por el P. Jos Massei (Roma, 1687, en italiano, traducida al latin por el P. Benito Rogazzi, 1694, en Transilvania).dem por el P. Benito Sartolo (Salamanca, 1693) (2). Foxo Morcillo,Prez y I^opez, artculos del Sr. Laverde Ruiz en sus Ensayos Crticos de Filosofa, literatura Instruccin pblica Espaola.
(1) Apunto todas.eslas que no son verdaderas monografas, sino artculos y Jiscursog, veces muy breves, para completar en lo posible la enumeracin de trabajos tiles para la historia de nuestra filosofa. (2) Otras menos importantes inditas se hallarn enumeradas por el Sr. Simonet. (Vid. La Ciencia Cristiana, nm. 49).
Vida del P. M. Feijo, atribuida Campomanes y uesta al frente de la edicin de 1774 de las obras del saio benedictino. Hay otra extensa y crtica, escrita, segn creo, por Roca y Cornet en la Biografa eclesistica completa (Barcelona, 1847). El P. Feijo, su vida y escritos, oracin inaugural de la Universidad de Oviedo en 1852, por D. Jos Mara Anchoz. Estudio acerca de Feijo, por doa Concepcin Arenal en la Revista de Espaa. Olro por doa Emilia Pardo Bazn, premiado en un certamen de Orense. D. Antonio Xavier Prez y Lpez, estudio del seor D. Federico de Castro en la Revista de la Universidad de Madrid (1813). Los libros y Memorias de Blanche Baffin, Roca y Cornet, Garca de los Santos, etc., sobre Bahnes, y la biografa de Donoso Corts, puesta al principio de las obras de ste por D. Gabino Tejado, cierran la lista de los escritos de algn inters, que recuerdo, relativos nuestros filsofos, en cuya categora deben contarse tambin Piquer, Forner y algn otro, de quienes har mrito ms adelante por distintos conceptos (1). Historia da Philosofia em Portugal, por Lpez Praza. No he visto ms que el primer tomo. Acerca de los telogos ortodoxos espaoles, inclusos escriturarios y msticos, son poqusimos los estudios que existen, cuya escasez contrasta notablemente con la inmensa riqueza del asunto. En cambio, renen mrito nada comn casi todos (2). Prudeniiana, de D. Faustino Arvalo. Es un doctsimo y extenso comentario sobre la vida y escritos de Prudencio, que antecede la edicin de este poeta hecha en
(i) Vid., adems, El Filsofo rancio.--a Unidad Simhlica, da Almrez Querr, artculos del Sr. Caminero en la Revista de Espaa. (2) Incluyo en esta seccin nuestros poetas latino-eclesisticos de los primeros siglos y algn historiador.
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Roma, 1788. Impreso aparte podria formar una voluminosa monografa. Prolegomena in carmina Dracontii. Del mismo Arvalo, en la edicin romana de Draconcio, ITOi. Deben leerse tambin las ilustraciones de Arvalo su edicin de Juvenco y la Himnodia Hispnica. Son excelentes trabajos. Damasus et Laurentius hispanis asacrti et vindicati. Disertacin de Prez Bayer, Roma, 1756. Hosius ver Hosiiis (vindicacin de la santidad de Osio) por el P. Macena (Bolonia, 1790). Disertacin sobre la verdadera patria de Paulo Orosio, que fu Tarragona en Catalua y no Braga en Portugal, por D. Pablo Ignacio de Dalmases y Ros. Barcelona, 1702. De Orosii vita, monografa de Teodoro Morner, 1844. Isidoriana, de Arvalo. Comentario dilatadsimo y muy rico en noticias que antecede la edicin de San Isidoro, hecha en Roma, 1802. Vida, de San Beato de Libana, escrita en latin por el P. Florez, al frente de su comentario al pocalipm, dado luz por vez primera en 1770. Elogio de D. Alonso Tostado, obispo de Avila, por D. Jos Viera Clavijo, en las Memorias y Premios de la Academia Espaola. Elogio de Benito Arias Montano, monografa rica en noticas y bellamente escrita por Gonzlez Carvajal, traductor ilustre de.los Libros poticos de la Biblia. Est inserta en el tonio VII de las Memorias de la Academia de la Historia. Vida de Melchor Cano, obra eruditsima de D. Fermin Caballero (Madrid, 1871). Ocupa el 2. tomo de la serie de Conquenses ilustres. Vida de Fr. Luis de L^eon, por D. Jos Gonzlez de Tejada (Madrid, 1863). Fr. Luis de Len. Ensayo histrico, por el licenciado D. A. Arango y Escanden. Mxico, 1866. Excelente libro, el mejor que tenemos sobre Fr. Luis.
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Fr. Luis de Len y la Inquisicin, estudio alemn del doctor Reusche, publicado en el presente ao. Biografa del Maestro Lean de Castro, por D. "Vicente de la Fuente, en el Catalogus librorum del marqus de Morante. Tirronse ejemplares aparte. Vida del Ven. Fr. Luis de Granada, por el licenciado Luis Muoz. San Juan de la Cruz, por el difunto lectoral de Jan D. Mcnuel Muoz Crnica (Jan, 1875). Histoire du Pre Rivadeneyra, por el P. Prat S. J. (1862). Maldonat et l'Universit de Pars dans le XVI sicle, por el mismo Padre (Paris, 1856). Vida del P. Vieyra, por el P. Prat. Otra prepara Silva Tulio, erudito bibliotecario de Lisboa. Les Mystiqucs espagnols, por Rousselot (Paris, 1867). Sobre el mismo asunto ha publicado una serie de artculos en la Revista de la Universidad de Madrid el docto filsofo D. Nicomdes Martin Mateos. Historia de la vida de D. Flix Amat, arzobispo de Palmira, por su sobrino D. Flix Torres Amat (con un extenso Apndice). Adanse las varias Vidas de Santa Teresa de Jess (1), en especial la compuesta por el obispo de Tarazona Fray Diego de Yepes, y la publicada modernamente en Blgica por los .Tesuitas continuadores de las Acta Sanctorum de los Bolandos, que llena un tomo en folio, riqusimo en erudicin y critica, y tendremos registrado casi todo lo digno de memoria que hay escrito relativamente nuestros telogos catlicos. Mayor ilustracin han recibido, aunque no de plumas espaolas por lo comn, los heterodoxos, con ser infinitamente menos numerosos importantes.
(1) Acta Sanctorum Octobris... iUustraa& Josepho Vanderm et Josepho VanheeJie S: J... (tomus septimus octobris). Bruxellts, typis Alpl Oreusse, d845). Otras muchas obras relativas la Santa pueden verse citadas por el Sr. Lafuenle en los preliminares de su excelente edicin de Santa Teresa. (Biblioteca de Autores Espaoles).
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De secta Prisclianistarum dissertatio, por el P. Girves (Roma, 1753). Estudios histricos sobre el Priscilianismo, por D. Antonio Lpez Ferreiro (Santiago, 1878). Historia adoptianorum, por Walch (se refiere Flix y Elipando), Gottinga, 1755. Historie van Michael Servetus (Rotterdam, 1729), Traduccin holandesa del libro latino de Allwoerden y Mosheim). fHistoria Michaelis Serveti.J Miguel Servet, opsculo annimo, impreso en 1855. Michel Servet, estudio de Emilio Saisset en la Revista de Ambos Mundos (184^). Michael Servet und seinc Vorgaenger. Erstes Buch die Protcstantischen Anlitrinilarier vor Faustus Socin, por Trechsel (Heydelberg, 1839). Das Lehrsyslem Michael Servis... von Tollin. Giitesrloh, 1876. Del mismo autor hay las siguientes memorias: Lutero y Servet, Melancton y Servet, Infancia y juventud de Servet, Servet y la Biblia, Servet y la dieta de Ausburgo, Servet y Ducero, Miguel Servet, como gegrafo Miguel Servet como mdico, Panteismo de Servet, Servet descubridor de la circulacin de la sangre, etc., etc., unas sueltas, y otras en revistas alemanas. Servetus and Calvin... by R. Wilis, (London, 1877). Servet ocupa tambin un lugar sealado entre los filsofos. History of the progress and supression of the reformation in Spain. (Londres, 1829). Obra de M'Crie, muy incompleta. Historia de los protestantes espaoles, por D. Adolfo de Castro. (Cdiz, 1852). Trabajo ms concienzudo. Segn tengo entendido, su ilustrado autor, que hoy ve las cosas por distinto prisma que cuando le escriba, se propone refundirle y ampliarle. Cenni biografici sui fratelH Giovanni Alfonso di Valdesso. Opsculo del Dr. Bohemer que acompaa su edicin italiana de las Consideraciones divinas de Juan de Valds.
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Life and writings of Juan de Valdes otherwise Valdesso, Spanish reformer in the sixtenth century. By Benjamn Barran Wiffen, (Londres, 1865). Obra nota-ble en su lnea. '*'a seguida de la traduccin inglesa de las ex Consideraciones divinas. Alfonso y Juan de Valde's, por D. Fermin Caballero. Tomo IV de la preciosa galera de Conquenses ilustres. (Madrid, 1875). Alfonso y Juan de Valde's, tesis sostenida por Eugenio Stern ante la facultad de teologa protestante en Estrasburgo en 27 de Noviembre de 1868. Damin de Goes y la inquisicin de Portugal, por Lopes de Mendonfa. En los Annaes das Sciencias e Lettraa de Lisboa. Damin de Goes fu crasmista y algo ms. Su proceso se conserva en la Torre o Tombo. No incluyo los Spanish Reformers-Bibliotheca Wiffeniana del Dr. Bohemer por ser obra ms propiamente bibliogrfica que escpositivo-criica. Por igual razn omito los prlogos ilustraciones de Usoz y Rio su coleccin de Reformistas espaoles (1). De otros dos protestantes modernos hay impresas monografas, saber: Life of fleverend Joseph Blanco-White, written by himselfwit portions ofhis correspondence. By John Elapman{i8l8). D. Juan Caldern. Auto-biografia, aumentada por Usoz y Rio (Madrid, 1858). El Abate Marchenn, por D, G. Bono Serrano en su Miscelnea religiosa, poltica y literaria, y por M. Lalour en el ltimo volumen de sus Estudios sobre Espaa (1867). Andrs Mara Santa Cruz, por D. Salvador Bermudez de Castro en El Iris (1841). , La Espaa Protestante, artculos del Sr. Guardia en
los heterodoxos.
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la Revista Germnica, en la Nacional y en Ja de Ambos Mundos. Pasando ahora la clase de humanistas, citar, adems de las de Vives, Seplveda, el Brcense y algn otro mentados ya, las monografas siguientes: Aloysia Sigea et Nicols Chorier, por Mr. Paul AUut (Lion, 1862). Tirada de 112 ejemplares. Elogio de Antonio de Lebrija, por D. Juan B. Muoz, en el tomo V de las Memorias de la Academia de la Historia. Be vita et scriptis Alphonsi Garsice Matamori Commentarius, por Cerda y Rico, al frente de las obras de Matamoros (Madrid, 1769). Emmanuelis Martini Eclesice Alonensis Decani vita... a Gregorio Majansio conscripta. Impresa con las Epstolas latinas y otros opsculos del Dean Mart, por Pedro Wiseling (Amsterdam, 1738). Biografa de Nicols Antonio, por Mayans, en la Censura de Historias fabulosas. Memorias para la vida de Luzan, por su hijo D. Juan Antonio (1789). Elogio de Prez Bayer, por Fuster (incorporado en su Biblioteca Valenciana). dem por D. Gaspar Bono Serrano en su Miscelnea. Elogio delP. Manuel Aponte, por el cardenal Mezzofanti (nico escrito impreso de aquel polgloto estupendo) (1). Biografa de Eximeno, por el Sr. Barbieri, en la edicin del D. Lazarillo Vizcardi que public la Sociedad de Biblifilos Espaoles. Memoria sobre la vida y escritos de Capmany, por D. Guillermo Forteza. Premiada por la Academia de Buenas Letras de Barcelona en 1868. Ensayo bibliogrfico-critico sobre traductores espaoles de Horacio. Estudio del que esto escribe. Juliana Morell. Por D. Joaqun Roca y Cornet, en el
(i) Su ttulo es: Discorso in loie del P. Emanuele... Aponte dalV late Qiuseppe Mezzofanti... (Bologna, 1820). 9
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tomo II de Memoas de la Academia de Buenas letras de Barcelona. Completa la serie de trabajos, harto escasos por desgracia, acerca de nuestros fillogos, la monografa de Hervs y Panduro, que forma el tomo 1. de Conquenses ilustres, por D. F. Caballero. Antes de entrar en el campo de la historia y de las bellas letras, mencionar de pasada, el Examen histricocritico de los trabajos concernientes la Flora hispanolusitana de D. Miguel Colmeiro; las Memorias sobre Valles, Piquer y otros insignes mdicos, premiadas porTa Academii de Medicina de Madrid insertas en El Siglo Mdico; el Discurso sobre los autores de artillera, de D. Vicente de los Rios, y los no mucho ms numerosos estudios que tenemos referentes jurisconsultos, polticos y economistas, y son: Vidas de los jurisconsultos. Ordenlas nuestro eruditsimo Floranes, y existen algunas en la Academia de la Historia y otras en poder del Sr. Gayngos. Noticias del Dr. Alonso Diaz de Montalvo. Tercer tomo de Conquenses ilustres, por D. Fermin Caballero. Vida, de Antonio Agustin, arzobispo de Tarragona, publicada en castellano por Mayans al frente de los Dilogos de armas y linajes, y en latn precediendo la edicin completa de las obras de aquel sabio jurisconsulto y anticuario, hecha en Luca en 1772. El mismo Mayans escribi para el Tesoro de Meerman, biografas de Ramos del Manzano, Puga y otros intrpretes del Derecho romano. De las doctrinas polticas de los espaoles en la poca austraca. Estudio del Sr. Cnovas del Castillo en la Revista de Espaa. De vita et scriptis Josephi Finestres. Elegante biografa latina, escrita por el jesuta cataln D. Luciano Gallis (Cervera, 1802) (4). (i) Vase, adems, el discurso de Do: / /imefv D. Josephi de Finestres en sus Qratulaiiones Oratorice (Barcelona, 1826).
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De los polticos y arbitristas espaoles, discurso del seor Colmeiro. Memorias para la vida de Jovellanos y noticias analticas de sus obras, por D. Juan A. Cean Bermudez (Ma-
drid,
iSii'j.
Vida de Jovellanos. Precede Jas Obras del esclarecido polgrafo asturiano, coleccionadas por el Sr. Nocedal para la Biblioteca de Rivadeneyra. Se ha impreso tambin aparte, en unin con el Discurso preliminar al tomo I de la propia coleccin. Llegamos, por fin, al terreno propiamente literario, ue ha sido el mejor cultivado. A continuacin va el nice de los estudios de esta especie que ofrecen ms carcter monogrfico : Introduccin de Damas Hinard al Poema del Cid. (Pars, 1858). Du Pome du Cid et de ses analogies avec la Chanson de Rolland, por Baret (1863). Estudios sobre los judos de Espaa, por D. Jos Amador de los Ros (Madrid, -1848). Su mayor parte es de crtica literaria, diferencia de la Historia social, poltica y religiosa de los judos de Espaa y Portugal, que el mismo renombrado escritor ha dado recientemente la estampa. Poesa y Arte de los rabes en Espaa y Sicilia, del barn Adolfo Federico de Schak, admirablemente traducida por el Sr. D. Juan Valera (Madrid 867 72) (\). De la poesa religiosa de los judos en Espaa, por el Dr. Miguel Sachs (Berlin, 1845). Obra excelente. De la poesa romance de los judos en Esparia, por Kayserling (Leipzig, 1859). Vale harto poca. Les vieux anteurs castillans (PaTs, 1861). La cour
(1) Sobre la poesa de los rabes andaluces versa una tesis doctoral de mi carsimo amigo D. Leopoldo Eguilaz. Tambin trataron de asuntos de literatura arbigo-hispana D. Jos Moreno Nieto en su discurso de entrada en la Academia de la Historia, D. Francisco X. Simonet en muchos artculos y opsculos, D. Francisco Codera en una oracin inaugural de la Universidad de Zaragoza. De literatura aljamiada el Sr. D. Eduardo Saavedra en su discurso de recepcin en la Academia Espaola.
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litteraire du Ro D. Jean II (Ibid, 1874). Obras eruditas, discretas y amensimcis del conde de Puymaigie. Ricerche intorno al libro de Sindihad, por Coniparetti (Miln, 1869). Los Trovadores en Espaa (Barcelona, 1861). Observaciones sobre la 'poesa popular (1853).Resenya deis antichs poetas catalans (1865).De la poesa hericopupular castellana (1874).Poetes catalans, Les Noves Rimades.La Coco/at/a (Montpellier, 1876).Trabajos del eminente escritor cataln D. Manuel Mil y Fontanals, ue ni en madurez de juicio, ni en copia de datos, ni en elicadeza de anlisis, ni en sobriedad y concisin tienen superiores en nuestra literatura. Essai sur la litterature catalane, por F. R. Camboliou. De primitiva cantilenarum epicarum, vulgo romances, apud Hispanos forma. Tesis de Huber (Berlin, 1844). Darstellung der Spanischen literature in Mittclalter, de Ludovig Clarus (1846). Studien der Spanischen und Porluguesischen National Literature, de Fernando Jos Wolf (Berlin, 1859). Este sabio hispanista public adems diversos estudios sueltos muy notables (i). Recherches sur le texte et les sources du libro de Alexandre, por A. Morel-Fatio (Paris, 1875). Ilustraciones al Conde Lucanor, de D. Juan Manuel, traducido al francs (Pars, 1854), por M. Puibuisque, autor tambin de la Historia comparada de las literaturas francesa y espaola. Sobre las versiones espaolas de la Crnica Troyana (2). Memoria de MussaOa (Viena, 1871). Traductores imitadores espaoles de Dante, erudito articulo de D. Cayetano Vidal y Valenciano en la Revista
(1) Los comprendidos en su obra principal versan, entre otras materias, sobre Juan de la Enzina, la Celestina, los Romances, el drama espaol y la literatura portuguesa. Vid. adems su Vebcr eine Samtimg Spanischer Eomanzen... (18 y otros muchos opsculos. (2) En diversas revistas alemanas hay muchos interesantes trabajos de Mussafia, Knust, etc., que no cito por su corta extensin, aunque el mrito sea grande.
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de Espaa. El autor prepara un trabajo mucho ms extenso sobre la materia. Discurso preliminar y observaciones que anteceden al Romancero general, colectado por el sabio D. Agustin Duran (Madrid, 1859). Reunidos pueden formar una excelente monografa. De la poesa popular gallega, por D. M. Mil (en la Romana, tomo V]). De la poesa castellana en los siglos XIV y XV. E s tudio de D. Pedro Jos Pidal, que sirve de introduccin al Cancionero de Daena (Madrid, 1851). Estudio (en francs) softre el Cancionero de Daena, por D. Leopotdo A. de Cueto en la Revue des Deux Mondes (1857). Crnica del Cid.Poema y Romancero del Cid. E s tudios de D. Pedro Jos Pidal en la Revista de Madrid Sobre la legitimidad del Centn Epistolario, artculos del mismo (1). De la poesa mstica espaola, Maln de Chaide Artculos del mismo en la Revista de Madrid. De estos v los dems estudios literarios, histricos y jurdicos de Pidal tendremos muy pronto coleccin esmerada y completa. Elogio del arzobispo D. Rodrigo Jimnez de Rada, por D. Vicente de la Fuente, en las Memorias de la Academia de la Historia. Vida literaria del Canciller Pero Lpez de Ayala, por D. Rafael de Floranes, en los tomos XX y XX de Documentos inditos para la Historia de Espaa. Vida poltica y literaria de D. Enrique de Villena, por D. Juan A. Llrente. Tinese noticia de esta obra por el catlogo que de sus escritos inserta el mismo Llrente en la auto-biografa que public en Paris (1818). Vida del Marqus de Santillana, antepuesta por don Jos Amador de los Rios su excelente edicin de las Obras de aquel ilustre procer (Madrid, 1852). (1) Se publicaron en la .ffi)%,aJo;a<fiOTosi(/itto Sobre el mismo asunto hay un opsculo de D. Adolfo de Castro do veces impreso Cdiz, 1857.Sevilla, 1875). ' ^ ^^'^^^
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Vida de Alonso de Falencia. Discurso de entrada del Sr. Fabi en la Academia de la Historia Vida de Gonzalo Fernandez de Oviedo, con que encabez el Sr. Amador de los Rios la Historia general y natural de las Indias, publicada por la Academia de la Historia de 1851 1855. Don Fernando Colon, historiador de su padre, por el autor de la Biblioteca americana vetustsima (Harrise). Monografa impresa por la Sociedad de Biblifilos andaluces (Sevilla, 1871). Vida y obras del Dr. Lorenzo Galindez de Carvajal, por D. Rafael Flcranes. (Tomo XX de Documentos inditos para la Historia de Espaa.) Vida de Ambrosio de Morales, por el P. Florez, en su edicin del Viaje Santo. Elogio de Morales, por Vargas Ponce (indito). Progresos de la Historia de Aragn y elogios de sus cronistas, obra comenzada por Andrs de Usfarroz. El tomo I, concerniente Zurita, fu publicado por el arcediano Dormer. El segundo permanece manuscrito. Biografa del P. Juan d^ Mariana. Atribuyese don Vicente Noguera, ilustrador de la edicin de la Historia general de Espaa hecha en Valencia por Benito Monfort fines del siglo pasado. Biografa de D. Diego de,Mendoza, atribuida a Mayans. En la edicin de la Guerra de Granada, hecha en Valencia, 1776, por Montfort. Teniendo en cuenta su brevedad, no apunto las de Moneada y Calvete de Estrella, por Cerda y Rico; la de Mel, por Capmany; la de Sol/s, por Mayans, y otras de historiadores de menor cuanta. El Sr. Fabi prepara una monografa de Fr. Bartolom de las Casas (1). (i) Otra acaba de publicar el escritor americano D. Carlos Gutirrez, con el ttulo de Fr. Bartolom de las Gasas,su tiempo,~sii apostolado. Vanse, adems, las conocidas biografas de Quintana y Llrente, esta ltima en su edicin francesa de las obras de Fr. Bartolom.
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Biogra/ia de D. Carlos Coloma. Discurso de recepcin de D. Alejandro Llrente en la Academia de la Historia. Vida de Garcilaso de la Vega, por D. Eustaquio Fernandez de Navarrete (Madrid, 1850). Vida del Br. Francisco de la Torre. Discurso de recepcin en la Academia Espaola, por D. Aureliano Fernandez-Guerra, y contestacin del marqus de Molins. Historia y juicio critico de la escuela potica sevillana de los siglos XVI y XVII, por D. ngel Laso de la Vega y Arguelles (Madrid, 1870). Pablo de Cspedes. Memoria del Sr. D. Francisco Mara Tubino, premiada por la Academia de San Fernando. Francisco Pacheco, sus obras artsticas y literarias, en especial su libro de Descripcin de verdaderos retratos, etc., por D. Jos Mara Asensio de Toledo (Sevilla, 1867). Estudio sobre Gngora, por D. Leopoldo Eguilaz Yanguas. Todava indito. Biografa de Francisco de ioja, trabajo eruditsimo de D. Cayetano Alberto de la Barrera, preliminar las Poesas de Rioja, edicin de los Biblifilos espaoles (1867). Pueden servirle de complemento: La cancin las ruinas de Itlica, ya original, ya refundida, no es de Francisco de Rioja. Informe leido la Academia Espaola por D. Aureliano Fernandez-Guerra inserto en el tomo 1 de las Memorias de aquel cuerpo literario. Demuestra que el verdadero autor de dicha composicin fu Rodrigo Caro. La Epstola moral Fabio 7io es de Rioja. Descubrimiento de su autor verdadero por D. Adolfo de Castro. (Cdiz, 1875). Evidencia que la escribi el capitn Hernndez de Andrada. Vida de Rodrigo Caro. Preprala por encargo del ayuntamiento de Utrera, patria de aquel insigne anticuario, humanista y poeta, el Sr. D. Antonio Snchez Moguel. Biografa del Maestro Vicente Espinel. Tinela dispuesta para la impresin D. Juan Prez de Guzman. .... los dos Argensolas, por Pellicer en su F:nsayo de
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una Biblioteca de traductores espaoles (Madrid, 1878). Vida de D. Esteban Manuel de Villegas, por D, Vicente de los ROS, la cabeza de las Obras de aquel ingenio, edicin de 1774. De la poesa lrica castellana anterior al siglo X VIII. Discurso preliminar de Quintana los tres primeros tomos de su Coleccin de"poesasselectas castellanas. De la poesa pica castellana. Introduccin de Quintana su Musa pica. Vida de Ercilla, por D. Jos de Vargas Ponce. Qued indita incompleta. Ha aprovechado parte de sus noticias el Sr. Ferrer del Rio para el prlogo de la edicin de La Araucana, hecha por la Academia Espaola en '1867. Estudio sobre Balbuena, por Lista. En la Revista de Sevilla, tomo III. Vida de Quevedo, por D. Pablo A. de Trsia (la primera edicin es de 1663). Vida de D. Francisco de Quevedo y Villegus.Discursos preliminares las Obras del clebre polgrafo en los tomos XXIJl y XLVIIIde la Biblioteca de Rivadeneyra. En ellos luce su autor el Sr. D. Aureliano Fernandez-Guerra exquisita erudicin, mtodo excelente y gallardsimo estilo. Sobre las obras sueltas de Lope de Vega. Artculo de Southey en el Quaterly Review de 1818, n. 35. Orgenes del teatro espaol, obra postuma de D. Leandro Fernandez de Moratin, dada luz en 1830 por la Academia de la Historia. Discursos sobre la tragedia espaola, por D. Agustn Montiano y Luyando (Madrid, 1750 y 53). Lecciones de Literatura dramtica, por D. Alberto Lista (Madrid, 1836). Sobre la tragedia espaola.Sobre la comedia. Sobre la poesa didctica.Sobre el poema pico. Apndices del Sr. Martnez de la Rosa su Potica. Discurso sobre el influjo de la critica moderna en la decadencia del Teatro espaol (Madrid, \S'iH).Estudios sobre Lope de Vega (en la Revista de Madrid], por don
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Agustin Duran, quien se deben asimismo excelentes anlisis de algunas comedias de Tirso. De poeseos dramaticce genere hispnico, prcesertim de Petro Calderone de la Barca (Hafnise, I S I ? , 12) Por Heiberg, poeta dans. Ensayo histrico-filoso/ico sobre el Teatro espaol, diez artculos de D. Fermin Gonzalo Morn (en la Revista de Espaa, de Indias y del extranjero, tomo YII). Historia de la teratura y del Arte dramtico en Espaa, obra preciosa, escrita en alemn por el barn Adolfo Federico de Schack (Berlin, 1845), de la cual empez publicarse en 1862, no pasando del primer tomo, una buena traduccin espaola hecha por el seor don Eduardo de Mier. Del drama religioso chites y despus de Lope de Vega. Prlogos las Farsas de Leas Fernandez y la Josephina de Micael de Carvajal. Opsculos del Sr. Caete, que hacen desear su prometida Historia del Teatro espaol antes de Lope de Vega. Discurso preliminar al tomo de Autos Sacramentales de la Biblioteca de Rivadeneyra. Notable trozo de crtica debido la pluma del malogrado escritor D. Eduardo Gonzlez Pedroso. De las antiguas colecciones dramticas espaolas. Monografa del barn Federico Halm de Mnch-BuUinghausen (Viena, ^852). Carcter dramtico de D Juan Ruiz de Alarcon. Discurso de entrada del Sr. Hartzenbusch en la Academia Espaola. El mismo ilustre literato ha coleccionado ilustrado para la Biblioteca de Rivadeneyra las obras dramticas de Lope, Caldern, Alarcon y Tirso. Don Juan Ruiz de Alarcon y Mendoza, peregrino libro compuesto por el Sr. D. Luis Fernandez-Guerra y premiado por la Academia Espaola. Al propio literato somos deudores de la muy estimable biografa de Moreto, que encabeza las Obras de este preclaro dramaturgo en la tantas veces citada Biblioteca de Rivadeneyra. Life of Lope de Vega... By lord Holland (1806).
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Y acompaada de otra biografa de Guillen de Castro (Londres, 1817). Crnica biogrfica y bibliogrfica de Lope de Vega, manuscrito de La Barrera, premiado por la Biblioteca Nacional, donde se conserva. Vida de Tirso de Molina. Manuscrito que perdi, segn l refiere, D. Bartolom Jos Gallardo en el famoso dia de San Antonio de 1823. Estudios acerca de Caldern, por el Sr. . Patricio de la Escosura en la Biblioteca escogida de Autores espaoles de la Academia Espaola, y en la Revista de Espaa. Sobre la tragedia de Caldern El Mgico prodigioso. Disertacin de Krlos Rosenkranz (Halle y Leipzig, ] 829). Sobre el Prncipe constante, disertacin de Schulze (Weimar, 1811). Die Schauspiele Calderon's dargestellt und erlautert, von Fried. Wilh. Val. Schmidt (Elberfield, 1857). Acerca de Caldern pueden verse, entre otros trabajos breves, el discurso de entrada del Sr. D. Adelardo L. de Ayala en la Academia Espaola, y el discurso sobre los autos sacramentales, leido en la misma corporacin por D. F. de Paula Canalejas. Discurso sobre la primitiva novela espaola, por don Buenaventura Carlos Aribau, en el tomo 111 de la Biblioteca de Rivadeneyra. Discurso sobre la novela espaola, por D. Eustaquio Fernandez de Navarrete, en el tomo XXXIII de la misma publicacin. Discurso preliminar de D. Pascual de Gayangos al tomo de Libros de Caballerias de la propia Biblioteca. De l'Amadis de Gaule, son influence sur les moeurs et la litterature au XV et au XVII sicle (Pars, 1873), por Baret. Kritischer Versuch ber den Romn Amadis von Gallien, del Dr. Braunfels (Leipzig, 1876). Jernimo de Urrea y su libro indito D. Clarisel de las Flores, por D. Jernimo Borao (Zaragoza, 1867). Los estudios relativos Cervantes son innumerables.
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Por evitar prolijilidad, slo mencionar los siguientes, dejando cargo del Sr. Rius la tarea de formar un catlogo completo de esta rama de la bibliografa cervntica. Anlisis del Quijote, por D. Vicente de los Rios (1780). Vida, etc., por D. Martin Fernandez de Navarrele (Madrid, 18i9). Notas la vida de Cervantes, de Navarrete (en la Revista de Sevilla).Noticias biogrficas de Arguijo (en la de Espaa), por D. Cayetano Alberto de la Barrera. Vida de Cervantes, por Quintana Cervantes vindicado en ciento quince pasajes del Ingenioso Hidalgo que no han entendido han entendido mal sus comentadores, por D. Juan Caldern (Madrid, 1854). Cervantes, sa vie, son temps, ses ceuvres, por Emilio Chasles (Paris, 1867). Vida de Cervantes, por D. Jernimo Moran, en la lujosa edicin del Quijote hecha por Dorregaray. Comentariosfilosficosal Quijote (en La Amrica). La Estafeta de Urganda.El Correo de Alquife.Segundo Uviso de Merlin.La verdad sobre el Quijote. Monografas sobre el sentido esotrico del Quijote, por D. Nicols Diaz de Benjumea. De sentir es que este docto ingenioso escritor no lleve cabo el anunciado propsito de publicar reunidos sus numerosos y peregrinos estudios cervnticos. El Quijote y la estafeta de Urganda.Cervantes y el Quijote. Estudios crticos del Sr. Tubino. Sobre el carcter del Quijote, discurso acadmico del Sr. Valera Apologa de Cervantes por Eximeno (Madrid, 1806). Pericia geogrfica de Cervantes, por D. Fermn Caballero.Bellezas de Medicina prctica descubiertas en el Ingenioso Hidalgo, por Hernndez Morejon.Jurisprudencia de Cervantes, por D. Antonio Martin Camero. Cervantes telogo Intraducibilidad del Quijote, por don Jos Mara Sbarbi.Cervantes y la filosofa espaola.
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por D. Federico de Castro.Ideas econmicas del Quijote, por D. Luis Piernas y Hurtado (i). La sepultura de Cervantes, por el marqus deMolins, (1870). . Juicio analiico del Quijote, por Antequera. Lecciones sobre la Literatura espaola, francesa, italiana inglesa del siglo XVIII, dadas en el Ateneo por D. Antonio Alcal Galiano. La parte espaola es harto escasa. El mismo escritor public en El Laberinto notables estudios crticos acerca de Melendez, Cienfuegos, Moratin, Arriaza y otros poetas del siglo pasado, y en la Crnica de ambos mundos otro sobre la Escuela sevillana de la misma poca; asunto tratado tambin por Lista en la Revista de Madrid ( 1 . ' poca) (2). De ki poesa castellana del siglo XVIII. Discurso de Quintana puesto al principio del tomo IV de su coleccin AG Poesas selectas, en la 2." edicin (1830). Juicio critico [c) de los principales poetas espaoles (le la ltima era. Obra postuma de D. Jos Gmez Hermosilla (Pars, 1845). Vale poqusimo. Refutla Gallego en la parte relativa Melendez. Tambin lo hizo Andrs Bello, como puede verse en la Biblioteca Venezolana de Rojas. Bosquejo histrico-critico de la poesa castellana en el siglo XVIII, antepuesto por el Sr. D. Leopoldo Augusto de Cueto la muy copiosa coleccin de Lricos de dicho perodo en la Biblioteca de Rivadeneyra. El ttulo de este precioso trabajo peca de modesto en demasa y no da bastante idea de su mrito importancia: no debiera llamarse Bosquejo, sino Historia crtica. Pluguiera Dios que (i) Confieso que muchos de los estudios sobre Cervantes, en especial los que quieren demostrar la aptitud del gran novelador para tal cual arte o ciencia, ms bien pertenecen una biblioteca tetera que una seria, pero nunca es malo conocer los descarros de la ctica, siquiera para apartarse de ellos. (2) Prestarla un buen servicio las letras quien imprimiese coleccionados los escritos literarios sueltos de estos crticos y de otros contemporneos, como Gallego, Pidal, Estbanez Caldern, Burgos, Enrique Gil, Duran, Ochoa, Hartzenbusch, Caete, etc., etc.
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abundasen en Espaa producciones semejantes esta en riqueza de datos, severidad de j.uicio y amenidad y correccin de estilo! De este Bosquejo se ha hecbo en Pars una edicin fraudulenta en dos tomos con destino Amrica. De esperar es que el Sr. de Cueto lo reimprima por separado, agregndole la Resea bibliogrfica de poetas del siglo XVIII, que tiene indita, y puede considerarse como su complemento. Historia de la critica literaria desde Luzan hasta nuestros dias. Memoria del Sr. D. Francisco Fernandez y Gonzlez, premiada por la Academia Espaola en 1870. Suplemento indispensable esta obra son los artculos que sobre ella public usted en /, Enseanza y reprodujo en sus Ensayos crticos (Lugo, 1868). Noticias para la vida del P. Florez, recogidas por el P. Mndez [M80). Elogio de D. Juan Pablo Forner, leido por D. Joaqun Sotelo en la Academia de Jurisprudencia en 23 de Mayo de l797. Reimprimile el Sr. de Cueto al frente de las Poesas de Forner en el tomo LXII de la Biblioteca de Rivadeneyra. Yida de D. Juan Melendez Valds, por Quintana (1820). Historia y juicio critico (sic) de la escuela -potica sevillana en los siglos XVIl y XIX. Madrid 1876, por D. ngel Laso de la Vega. Breve resea del actual Renacimiento de la Lengua y Literatura Catalanas, por D. Joaqun Rubio y Ors (1877). Batos y apuntes para la historia de la moderna literatura catalana, por D. J. Leopoldo Feu. En el tomo II de Memorias de la Academia de Barcelona. Vida de B. Nicols Fernandez de Moratin, por su hijoD. Leandro (1821). Vida de B. Leandro F. de Moratin, por Aribau. Impresa con la anterior en el tomo 11 de la Biblioteca de Rivadeneyra. Vida de B. Leandro Fernandez de Moratin, por don Manuel Silvela (1845 y-1867).
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Quintana considerado como poeta lineo, discurso leido por el Sr. de Cueto al tomar asiento en la Academia Espaola. Conforme nos vamos acercando la edad presente, disminuyen ms y ms las monografas. As que, relativas contemporneos, slo recuerdo (limitndome las de alguna extensin) la Memoria sobre la vida poltica y literaria de Martinez de la Rosa, por Rebello da Silva; la auto-biografa de D. Joaquin Lorenzo Villanueva (Londres, 1825), la Biografa del Conde de Toreno, y el extenso discurso necrolgico del Duque de Rivas, trabajos ambos del Sr. de Cueto; la vida de D. Prspero Bofarull, escrita por el Sr. Mil y Fontanals, y algunos discursos acadmicos que por sus dimensiones importancia merecen contarse entre las monografas, cual es, por ejemplo, el del Sr. Escosura sobre Espronceda, Vega y Pardo, leido en la Academia Espaola en i 870. No ha sido mucho ms beneficiada mediante monografas la literatura lusitana. Las principales son las siguientes: Ensayo sobre el origen y progreso de las matemticas en Portugal, por Gargao Stockler. Memoria sobre la literatura sagrada de los judos portugueses hasta fines del siglo XV.Biografas de los matemticos Pedro Nuez y Francisco de Mel.Sobre algunas traducciones bblicas en lengua portuguesa.De los orgenes y progresos de la poesa en Portugal, etc. Memorias de Antonio Ribeiro dos Sanctos en las de la Academia Real das Sciencias de Lisboa. Manuscritas dej (entre otros muchos importantsimos trabajos) este docto bibliotecario unas Memorias para la Historia de la poesa en Portugal, con noticias de los antiguos cancioneros. Memoria sobre las controversias de Jernimo de Santa Fe con los judos.Memoria acerca de los libros raros de las bibliotecas de Portugal. Estn entre los manuscritos del mismo Ribeiro dos Sanctos conservados en gran parte en la Biblioteca Nacional de Lisboa. , Sobre los antiguos Cancioneros Portugueses, estudio de Bellerman (Berlin, 1840).
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Uber die erste portuguesische Kust und Hofpoesie, von Friederich Diez. Discurso sobre el Palmerin de Inglaterra y su verdadero autor, por D. N. D. de Benjumea (Lisboa, 1875) (1). Antonio Ferreira, por Julio de Castilho. Los estudios de Tefilo Braga sobre literatura portuguesa llegan 15 volmenes, constituyendo generalmente cade cual monografa separada. Y son: Epopeyas de la raza muzrabe. Trovadores gallego-portugueses. La poesa palaciega en el siglo X V. El Amadis de Gaula. Los Qinhentistas (escritores del siglo XVI): S de Mi randa y su escuela. Bernaldim ibeiro, y los bticlicos. Historia del teatro portugus. Cuatro tomos. 1. Gil Vicente y su escuela. 2. T^a tragedia clsica y las tragi-comedias (teatro del siglo XVII). 3. La BQJa Comedia y la Opera (siglo XVIII.) 4. Almeida-Garret y los dramas romnticos. Historia de Camoens. Forma dos tomos, uno de ellos dividido en dos volmenes. Adems de este extenso y luminoso estudio sobre Camoens, hay otro biogrfico-bibliogrcfico del Vizconde de Juromenha que sirve dt tomo primero en su edicin de las obras del gran poeta lusitano, y en ingls uno de Adamson (Memoirs of Camoens). La Introduccin de Braga su Historia forma un volumen. Ha publicado adems una Historia de la poesa popular portuguesa (introduccin su Romancero) y una coleccin de Estudios da Edade Media. Entre las dems monografas portuguesas mencionar: el Ensayo sobre la vida y escritos de Gil Vicente, antepuesto por Monteiro las obras del Plauto lusitano en la reimpresin de Hamburgo. (1) Sobre el mismo asunto hay un folleto de Manuel Odorico Mandes.
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Biografa deF. Luis de Soma, por D., Francisco Alejandro Lobo, obispo de Viseo. Memoria biographica literaria, acerca de M. M. Barbosa du Bocage, por Luis Augusto Rebollo da Silva (Lisboa, 1854). El mismo public estudios sobre otros ingenios de la Arcadia, como Domingo dos Res Quita, Gargao y Antonio Diniz Le Brsil Litteraire, por Fernando Wolf. (Berlin \ 863.) Los estudios sueltos de lievislas. Memorias de academias, etc., as en Portugal como en Castilla y Catalua, son numerosos importantes; pero ni he pensado nunca en apurar la materia, ni es posible citar todos los que recuerdo sin alargar demasiado este apndice. Con pequeo trabajo podr acrecentar cualquier lector curioso este catlogo. En punto trabajos de escritores castellanos sobre la literatura portuguesa, conocemos slo uno relativo Camoens, escrito por el Sr. Canalejas en la Revista Ibrica; la biografa de Antonio Feliciano de Castilho, impresa en Cdiz, 1837, con las iniciales T. G.; y el erudito libro del Sr. Romero Ortiz, luhdo Literatura portuguesa del siglo XIX. Considerable parecer primera vista este catlogo (sin duda incompleto), y tendrn de fijo por infundadas nuestras quejas quienes ignoren que pocos, muy pocos, de los estudios referidos renen el carcter expositivo-crtico, ue muchos son puramente biogrficos, que otros pecan e brevedad excesiva, y que, por consecuencia de todo esto, conviene rehacerlos casi todos bajo un plan ms amplio y completo. Ntese, adems, que la mayor parte de ellos conciernen la literatura y no las ciencias ni la filosofa, y que muchos de los mejores son parto de plumas extranjeras y aun no han sido castellanizados, habiendo numerosas materias enteramente intactas, no obstante ser de igual superior inters que las hasta hoy dilucidadas. El publicar estudios sueltos sobre determinados escritores cuando stos no son muy conspicuos importan-
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tes, no me parece mtodo tan acertado como el de considerarlos agrupados, historiando el gnero que cultivaron, la escuela que pertenecieron, etc. Por eso convendria que se publicasen libros semejantes Los Msticos espaoles, de Rouselot; Los trovadores en Espaa y La poesa heroico-popular, de Mil; La corle literaria de Juan II, de Puimaigre; la Historia de los falsos cronicones, de Godoy Alcntara; el Bosquejo de la poesa castellana en el siglo XVIII, de Cueto, y algn otro dla misma ndole. A tres puntos principales debe, en mi concepto, dirigirse la actividad erudita por lo que monografas respecta, saber: I. Exposiciones histrico-crticas de la vida y doctrinas de los grandes pensadores ibricos y de las escuelas de que respectivamente fueron cabeza, vg.: Sneca y el Senequismo. Damos este nombre la doctrina moral estoica tal como la formul Sneca, doctrina que en toda la Edad Media y en los siglos XVI y.XVII ejerce muy sealada influencia en Espaa y fuera de ella. San Isidoro y la tradicin Isidoriana Averroesy el Averroismo. Maymonides y el Maymonismo. En este libro deben estudiarse los progresos del pantesmo hispano-judaico hasta Spinosa, y sus relaciones con la moderna filosofa germnica. Lulio y el Lulismo. Vives y el Vivismo. Suarez y el Suarismo. En la misma lnea pueden entrar otros preclaros sabios espaoles que, si no dieron origen escuelas sectas filosficas propiamente dichas, personifican grandes fases de la vida intelectual de la Pennsula, aparecen como iniciadores de trascendentales movimientos en la esfera de las ideas descuellan por la orignalidad y universalidad de su doctrina de tal suerte, que para darlos conocer debidamente es preciso trazar en torno suyo el cuadro de la poca en que
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florecieron, con sus antecedentes y consiguientes. A esta clase corresponden: El arzobispo D. Rodrigo Jimnez de Rada. Alfonso el Sabio. Antonio de Nebrija. Antonio Agustin. Arias Montano. Caramuel. Feijo. Campomanes. Jovellanos. Hervas y Panduro. Ms menos prximos por su significacin histrica los que acabo de mencionar, figuran en los anales de la ciencia espaola otros muchos egregios varones, dignos asimismo de que sus hechos y escritos sean expuestos crticamente, bajo la forma monogrfica, en sendos volmenes. Slo citar, por no ser prolijo, los nombres de Quintiliano, Thofail, Jehudaha Lev, Avicebron, Pedro Hispano, San Raymundo de Peafort, el infante D. Juan Manuel, Arnaldo de Vilanova, el Tostado, los Abarbaneles, Fray Antonio de Guevara, Seplveda, Gouvea, Gmez Pereyra, Foxo Morcillo, Miguel Servet, Valles, Mariana, Fray Luis de Granada, Domingo de Soto, Vitoria, Molina, Vzquez, Fray Luis de Len, Azpilcueta, el Brcense, Martin del Rio, Quevedo, Gracian, Nieremberg, Isaac Cardoso, el Padre Tosca, Martin Martnez, Piquer, Luzan, Mayans, Prez Bayer, Andrs, Exiraeno, el Padre Cebalos, los autores de La Espaa Sagrada, Forner, Martinez Marina, Lista, etc., etc. n . Estudios biogrfico-crticos extensos, por el estilo del Donjun Ruiz de Alarcon, del Sr. Fernandez-Guerra (D. Luis), acerca de los principales ingenios peninsulares, no juzgados todava con el detenimiento y profundidad necesarios, ni menos relativamente su tiempo y la influencia aue tuvieron en las vicisitudes de la bella literatura. Hllanse en este casoy nicamente recuerdo los de primera mar^aLucano, Prudencio, Ausias March,
415 Juan de Mena, Torres Nal\arro, Garcilaso, Ercilla, Balbuena, Gngora, los Argensolas, Lope de Vega, Tirso de Molina, Moreto, Rojas, Caldern, los Iriartes, D. Ramn de la Cruz, los Moratines, Melendez, Arriaza, Quintana, etc., etc., ninguno de los cuales tiene libro aparte de crtica (que yo sepa), cuando en Francia y otras naciones no hay poeta mediano que no est juzgado y aquilatado en todos sus aspectos y relaciones. III. Historia de los principales perodos, ramas y corrientes de nuestra cultura, de determinados grupos de e s critores, y de las opiniones profesadas por los espaoles en orden ciertos puntos de la ciencia, como Los Padres toledanos. Sabios espaoles que brillaron en las Galias bajo la d o minacin Carolingia. Los Kabalistas espaoles. Impugnadores del judaismo y del mahometismo. El escolasticismo tomista en Espaa. Anti-aristotlicos espaoles. La fisiologa filosfica en Espaa. Estudios fisionmicos y frenolgicos. Doctrinas de los filsofos espaoles sobre la naturaleza y origen de las ideas. dem sobre los primeros principios de los cuerpos. dem sobre el alma de los brutos (1). Filosofa del derecho en Espaa. El derecho romano en Espaa. (1) Quien hisloiTe este punto y el anterior deber examinar, entre otras obras, la De opere sex dierwm, de Suarez; los Cursos filosV ?i ", "^'"^^do Quirs, Henao y Arriaga; la Philosophia sacra, de ^ M^'' 1 ^'^'"*^'* Margarita, de Gmez Pereyra; las Objetiones, de Miguel de Palacio; el Endeclogo contra Anoniana Margarita; la Philosoplia libera, de Isaac Cardse; el Diamantino escudo atomstico, de Guzman; los tratados de los PP. Tosca y Njera; El ocaso de las formas aristotlicas, de Zapata; la PMlosophia sceptica, de Martin Martnez; el Theatro crtico y las Cartas eruditas, del P. Feiio- la Fsica moderna y el Discurso sobre el mecanismo, de Piquer- las Instituciones philosophicte et mathematica, de Eximeno, y la Filosofa Jundamental, de Balmes, que ofrecen toda variedad' de opiniones algunas harto orignales y atrevidas. '
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Polticos espaoles. Moralistas. Msticos. Casuistas. Canonistas. Escriturarios rabinicos. dem catlicos. La oratoria sagrada. Heterodoxos espaoles, desde Prisciliano hasta los krausistas. Impugnadores del enciclopedismo ( i ) Las controversias de auxiliis. Ilebraizantes espaoles. Arabistas. Helenistas. Latinistas. Cultivadores de lenguas exticas. Arquelogos. Gegrafos. Historiadores de Indias. Geopnicos. La esttica en Espaa. Las doctrinas sobre la Historia (2). (1) Citar los principales que recuerdo, para facilitar el trabajo (juien emprenda la ilustracin de esta interesante materia. El P. Feijo; el P. D. Antonio Rodripuez (El Philoteoj; Valcrcel (Desengaos filosficos); el P. Ceballos (La Falsa ilosofa, Jniciofinal de Voltaire); Forner (Preservativo contra el Atesmo, Discursos filosficos sobre el hombre); el P. Almeida (Recreacionesfilosficas);el P. Muoz {Impugnacin al Dvfpuis); Olavide (El Evangelio en triunfo); Pealosa (a Monarqua); Pereyra (Theodicea); Prez y Lpez (Princijiios del orden esencial de la naturaleza); el cannigo Castro (Dios y la Naturaleza); Jovellanos (Tratado terica-prctico de educacin); el P. Velez (Apologa del Atar y el Trono); el P. Alvarado (Cartas del filosofo rancio); el P. Dehajo Solrzano (El Hombre en su estado natural/; Kenterfa y Reyes (Filosofa de la Religin); Hermosilla (El Jacobinismo); el P. Vidal (Origen de los errores revolucionarios); Snchez y Soto (El filsofo cristiano impugnando al libertino); Cortinas (Demostracin fsica de la espiritualidad inmortalidad del alma. El triunfo de la verdad y refutacin del materialismo), sin olvidar los escritos de Hervas, Costa y otros jesutas de los desterrados Italia. (2) Sobre esta materia disert el Sr. Godoy Alcntara en su dis-
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Poetas hispano-latinos modernos. El culteranismo en Espaa. La poesa lrico-dramtica. La tragedia clsica. Escuela potica salmantina. Los jesuitas espaoles en Italia fines del siglo XV?II, y otros mil temas semejantes estos que sin orden he ido apuntando medida que acudan la memoria y la pluma. El promover la composicin y publicacin de tales Memorias toca las cinco Academias, segn su especialidad respectiva, pero ms particularmente la de la Historia, que tiene por instituto cultivar, no slo la poltica, civil y religiosa, sino tambin la intelectual de la Pennsula. Y para que esos trabajos se hiciesen con el debido esmero, convendra que dichas corporaciones sealaran para los certmenes plazos ms largos que los de costumbre, teniendo en cuenta las dificultades inherentes la busca de datos, ordenacin del plan y redaccin correcta y elegante. Bien puede asegurarse que cuantos autores han sido laureados por nuestras Academias y en mritos de obras eruditas de cierto bulto, las tenan ya compuestas, cuando menos habian acopiado para ellas gran cantidad de materiales al anunciarse los concursos, siendo, por tanto, una casualidad el que stos no resultasen estriles. Tambin sera medio muy conducente para obtener buenas monografas del gnero indicado, el exigir que las t&is doctorales, en vez de reducirse, cual vemos comunmente, breves disertaciones, sean escritos de mayor extensin, verdaderos libros, como en otras naciones acontece, y que stos versen precisimcnte sobre puntos de la historia cientfica literaria de nuestra patria. Lo que hoy se pide para el caso los graduandos es tan poco y de tan poco momento y utilidad, que bien podra suprimirse sin inconveniente alguno, ms an que por las exiguas dicurso de entrada en la Academia de la Historia, pero con la brevedad que convenia su intento.
118 mensiones de los discursos, por la facilidad de hallar en libros modernos y sin la menor fatiga las especies necesarias para componerlos. No es un dolor el ver cul nuestros aspirantes doctores hacen alarde de una erudicin postiza ante el claustro de la Universidad Central, disertando ostentosamente sobre el Budismo, y Scrates, y el Petrarca, y Descartes, y Kant, y el Darwinismo y otras materias tan poco trilladas como estas, mientras dejan en despreciativo olvido las obras y las doctrinas de nuestros antepasados, sobre las cuales tanto bueno y verdaderamente nuevo pudieran decirnos? Qui potest capere capiat. En la prxma carta seguir conversando con usted, mi seor D. Gumersindo, sobre los medios de fomentar el estudio de nuestra pasada cultura, y lograr, en un plazo ms menos breve, historias de las diversas ciencias en Espaa (1). Soy de usted siempre devoto amigo y servidor. Santander 10 Julio 1876. (1) No terminar esta carta sin hacer mrito de dos notabijfsmas monografas, que slo en parte dicen relacin nuestra literatura.-^ los Apuntes para la historia de la stira en la antiailedad y en la Edad Media, de D. Joaqun Rubio y Ors (Barcelona, 1868), y La Sitira Provenzal, de D. Jos Coll y Vehf. Entre las bibliografas he omitido la Disqvsitio de quibusdam librit hispanis rarioribus, de D. Ignacio de Asso, y su Biblioheca ArabieoAragonensis.
Mi docto y entraable amigo: Apuntados quedan en anteriores epstolas los dos medios primeros indispensables para facilitar el conocimiento de la antigua ciencia espaola y poner trmino (si posible fuere) las eternas insensatas declamaciones, contra ella inspiradas por la ignorancia y el fantico espritu de secta nuestros rimbombantes sabios, y dcilmente repetidas por la juventud dorada, que los venera como orculos. Hoy me toca dar fin esta materia, indicando otros recursos para atajar el mal que lamentamos, recursos tan importantes ms que los diccionarios bibliogrficos y los estudios expositivo-criticos, y de cierto ms generales y ms en grande concebidos, pero que no exigen explicacin tan larga y menuda fdetor liada diria alguno) y pueden sin dificultad agruparse. Y como est de ios que estas cartas han de tener siempre algo de polmica, y que yo, con ser de natural tan inofensivo como usted sabe, he de reir forzosamente con los filsofos cada triquitraque, me har cargo, despus, de las rotundas aseveraciones de otro Mr. Masson, y de primera magnitud, que ya tenemos en campaa. Dios los cria y ellos se juntan. Entrando en el primero de los puntos que'hoy me pro-
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pongo exponer, dir dos palabras de la creacin de nuevas ctedras en los doctorados de las facultades, proyecto ya indicado en mi primera epstola, germen de todas las restantes. Ya ha reunido la bibliogra/icelos materiales; ya han sido aquilatados en las monogrq/iasexposilivo-criticas; tenemos ya elementos para la historia de la ciencia espaola en sus diversas ramas; qu falta, pues? Dos cosas an: primera, ensear esa historia; segunda, escribirla. Ahora bien: entrambas cosas pueden realizarse la par, y conviene que se realicen. Cmo? Creando esas seis ctedras, dotndolas dignamente imponiendo sus profesores la obligacin de componer con extensin y profundidad la historia de las respectivas disciplinas en Espaa. La enseanza en Espaa apenas tiene de espaola en el dia ms que el nombre; est casi del todo desligada de nuestra tradicin cientfica (1), y los esfuerzos de muchos sabios profesores no bastan para infundirle el carcter nacional de que mucho h la despojaron las torpezas oficiales. Las obras de texto que corren en buena parte de nuestras aulas son extranjeras, extranjeros los autores que en ellas se citan, extranjeras las doctrinas en ellas enseadas (y malas, que es lo peor, pues al cabo la verdad no tiene patria, aunque aparece con muy diversas formas, que importa respetar, segn las condiciones del suelo, el carcter y la historia de las razas); todo extranjero. Ha reinado aqu una insensata mana de remedar fuera de propsito todo loque ultrapuertos estaba en boga; y sin pararnos en barras, importamos (siempre tarde, mal y medias) teoras, libros, planes de enseanza, programas, todo medio mascar y sin cuidarnos de si encerraban no elementos discordantes. As, nuestro actual sistema de estudios es un mosaico en que hay de todo y para todos gustos, menos para el gusto espaol puro y castizo. En nuestras ctedras se puede aprender la historia de la filosofa india china, pero ola (1) Gracias^sobre lodo, al infausto plan de estudios de 1845: remedo loi'po (le los diotados por el eclecticismo francs.
de la filosofa espaola: de la escuela Vedanta y de la Mimansa saldrn muy enterados los discpulos, que tal vez no hayan oido en su vida mentar el suarismo; de Gotama y de Patandjal sabrn divinidades, pero ni una palabra de Luis Vives de Foxo Morcillo. Tal vez asistirn ctedras de literatura latina en que no oigan hablar de Sneca, ni de Marcial, ni de Lucano. Y gracias si vergonzantemente y como de limosna tenemos un poco de literatura espaola agregado la literatura general en un solo curso, y una ctedra, una sola, ella excludvamente dedicada en el doctorado de la facultad de Letras, ctedra que (para ignominia nuestra) estuvo suprimida durante algunos aos! Y si esto se hace tratndose del arte literario ibrico, por todos estimado como uno de los ms ricos, esplndidos y poderosos que ha producido la fantasa de ningn pueblo, no sobra motivo para afirmar que si tal estado de cosas contina, ha de llegar dia en que reneguemos hasta de nuestra lengua y de nuestra raza, y acabemos de convertirnos en un pueblo de babilnicos pedantes, sin vigor ni aliento para ninguna empresa generosa, maldiciendo siempre de nuestros padres, y sin hacer nada de provecho jams? Slo un antdoto puede oponerse tanto dao: el cultivo oficial de la ciencia espaola, el establecimiento de esas seis ctedras, cuyos ttulos repetir, aunque peque de prolijo. Historia de la teologa espaola. Historia de la ciencia del Derecho en Espaa. Historia de la medicina espaola. Historia de las ciencias exactas, fsicas y naturales en Espaa. Historia de la filosofa espaola. Historia de los estudios filolgicos en nuestro sueio. Y como la historia de la literatura espaola es de suyo tan extensa y raya en imposibilidad absoluta el exponerla en un solo curso, adems de la ctedra general, hoy dignamente desempeada por un profesor sapientsimo (1), conviene establecer las cuatro siguientes: (1) ralo el Sr. Amador de los Rios (q. d. D. g.) cuando se escri-
Historia de la literatura hispano-latin^. Historia de las literaturas hispano-semticas. Historia de la literatura catalana. Historia de la literatura galico-portuguesa. La primera debiera establecerse en la Universidad de Salamanca, emporio un dia de los estudios clsicos; la segunda en la de Sevilla Granada; la tercera en la de Barcelona, y en la de Santiago la cuarta, pues no parece justo que Madrid disfrute de todo gnero de ventajas y preeminencias, antes conviene vigorizar el espritu provincial en donde quiera. Cuanto Tas seis ctedras primeramente indicadas, convendra asimismo distribuirlas entre nuestras provincias universitarias para evitar su centralizacin en la corte; pero atendiendo la mayor comodidad de profesores y discpulos, la abundancia mayor de libros y medios de investigacin y otras consideraciones hoy meludibles, fuerza ser agregarlas la Universidad llamada (con irritante distincin) central, y aguardar el dia en que puedan extenderse tales estudios los otro nueve centros de enseanza superior que en Espaa poseemos. No existiendo hoy facultad de Teologa en las Universidades, y no ensendose (por desdicha grande) los elementos de la ciencia de Dios y de sus atributos en la facultad de Filosofa, la cual debieran servir de corona, la historia de la misma entre nosotros habr de guardarse para el gran Seminario central, cuya necesidad, cada dia ms urgente para la Iglesia y para la nacin, ha sido encarecida por usted en diversas ocasiones. ' Los catedrticos de estas nuevas asignaturas, retribuidos con menos mezquindad de la que aqu se acostumbra, habran de unir las tareas de la enseanza la composicin de libros, en que largamente diesen conocer el desarrollo de cada una de las ciencias en Espaa, la manera que el ilustrsimo Sr, D. Jos Amador de los Rios ha escrito con diligencia suma y erudicin pasmosa la bi esta carta. Hoy le he sucedido yo, el ms oscuro de sus discpulos.
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Historia critica de la literatura espaola, lastimosamente interrumpida en su publicacin h no pocos aos (1). No faltar quien censure, y con apariencia de fundamento, la proteccin oficial concedida la ciencia espaola. Para no incurrir en grandes errores conviene distinguir cuidadosamente los trminos de la cuestin. La proteccin oficial no debe condenarse en absoluto; ojal pudiramos prescindir de ella! pero no estamos ahora en ese caso, ni veo gran peligro para la dignidad independencia del cientfico (como dicen los krausistas) en que sea subvencionado y protegido en sus estudios investigaciones por el Estado. Hay obras que en ninguna manera deben implorar ni recibir auxilios ni subvenciones: su nico juez natural es el pblico. Tal acontece con las de ingenio. La teoria que sostiene Alfieri en su hermoso tratado de El principe y las Letras es (aparte de sus exageraciones) exactsima: el favor oficial, venga de donde viniere, sir\'e slo para menoscabar la alteza del ingenio, rebajar y empequeecer sus creaciones, y si alguna vez han sido grandes las de las letras protegidas (en general ms elegantes y correctas que enrgicas y sublimes), hnlo sido pesar de la proteccin, no en virtud de ella. En los tiempos que corren es, adems de intil y hasta ridiculo, en alto grado anacrnico todo lo que huela patrocinio y amparo dado por prncipes gobiernos las bellas letras. Estas pueden vivir por si y no mendigar socorros de nadie:
(1) Para completar en este sitio la noticia de las obras histricas relativas nuestra cultura, aparte de las memorias expositifo-crticas y las Ubliografia, mencionar, como trabajos de bastante generalidad, los Orgenes de la poesa castellana de Velazquez, las Menuriat vara la historia de la poesa y poetas espaoles del P. Sarmiento, l Historia de la literatura espaola de los PP. Mohedanos, el Ensayo histrico apologtico de Lampillas, las obras de Bouterweck y Sismondi (conocidsimas entrambas, y traducidas, aunque slo en parte la primera, al castellano), la Historia comparada de las literaturas espaola y francesa de Puibusque, los compendios de Gil y Zarate, Fernandez Espino y algn otro, y la admirable y munca bastante loada Sistorv of Spanish Ziterawg de Jorge Ticknor; el tratado Dt Aispanorwn literatura de Martin Panzano (Mantua, 1750), y el Repertoire de l'Eistoire et de la Litteratwre bspagnole et Poriuoaise A. Augusto Liao (Berln, 1820). * '
pas e! tiempo de los Mecenas y de los Augustos. S la obra favorecida es mala, el pblico se reir de ella, aunque la escuden regios patronos; ses buena, tiene ilustracin sobrada para leerla asistir su representacin, sin que de arriba le avisen que aplauda. Pero hay otros modestos ciudadanos de la repblica de las letras que ni pueden aspirar triunfos ruidosos, ni obtener siquiera para sus libros un despacho que les indemnice de los gastos de impresin, ya que no de las incalculables fatigas y dispendios que ocasionan los investigaciones previas, tal vez por largos aos y con generoso aliento proseguidas. El que en Espaa emprendiese hoy por su cuenta y riesgo la publicacin de ciertas obras, no ser un potentado un capitalista, se arruinaria en la empresa y ni aun tendria el consuelo de terminarla. Quin ha de atreverse lanzar al mundo una Historia de la filosofa espaola una Biblioteca de filsofos, cuando la eterna implacable posteridad de Mr. Masson clamorea sin cesar en libros, revistas y discursos, por boca de sus ms espectables individuos, que la historia de la ciencia puede escribirse sin que en ella se mencione una sola vez Espaa? Qu ms? En Espaa no se pueden publicar libros de literatura espaola. Dgalo la excelente obra del seor Amador de los Rios, cortada en el tomo VII; dgalo la Historia del Teatro, compuesta por Schack y traducida por Mier, que no pas del primero. Apareci, habr dos aos, un admirable trabajo (dechado de sagacidad y erudicin) acerca de la poesa heroico-popular castellana, obra de un eminente profesor cataln, quien no supera ninguno de nuestros crticos contemporneos. En otro pas la prensa se hubiera deshecho en elogios, y agotado la edicin en pocos dias. Aqu sucedi todo lo contrario: los sabios de Madrid no lo leyeron, si lo leyeron no lo entendieron: las Revistas callaron slo dijeron boberias. Doblemos la hoja, pues, y convenzmonos de la verdad tristsima que apunt ms arriba, saber: que si el Estado no protege los estudios de erudicin, poores estudios de erudicin y pobre Estado! Como forzosa consecuencia
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del abandono de aquellos, ir borrndose todo sello nacional en el arte, en la ciencia y en las costumbres; Espaa acabar de perder sus histricos caracteres, y despus... vendr lo que Dios quisiere, porque nada es imposible en un pueblo que olvida y menosprecia las glorias de sus mayores. Y ahora, espritus fuertes, libres de imposiciones dogmticas y esclavos del primer charlatn que os embauque, ^trieos y cejijuntos krausistas, incansables discutidores de Ateneo, traductores aljamiados, sapientsimos autores de introducciones, planes y programas, alegres gacetilleros, generacin novsima de dramaturgos y novelistas fisiolgicos, reos de m carcajada tendida, porque voy proponer como medio indirecto, aunque poderoso, de adelanto para la historia de la ciencia espaola, el restablecimiento de ciertas comunidades religiosas, de frailes, si lo queris ms claro, ya que para vosotros lo mismo son monjes que frailes y frailes que freiles, y no satisfechos con trastrocar el color de los hbitos, solis confundir la corona con el cerquillo. No frailes sino monjes sern los mios, y de la familia de Montfaucon, de Mabillon y de Calmet, hermanos de aquellos que hicieron el Arte de comprobar fechas, la Gallia Christiana, la Antigedad explicada y la Historia literaria de Francia; benedictinos, en fin, como lo fueron Ypes, cronista y palegrafo insigne; Feijo, el humbre quien ms debi la cultura espaola en el siglo XVIIl; Sarmiento, de erudicin universal y portentosa, y tantos otros que hicieron algo ms que artculos de revista y disertaciones sobre el concepto, plan, mtodo y fuentes de enseanza de la ciencia, tareas favoritas de nuestros doctores iluminados, que despus e recoger cou tal objeto todas sus fuerzas, comienzan invariablemente con parrafadas de este jaez: Para saber qu sea la Metafsica, es preciso que la Metafsica venga mi que yo vaya laMetafsica. Y cierto que debe de sudarse el quilo para descubrir verdad tan recndita, semejante aquella filosfica distincin del P, Fernandez en su Crotaloga: Las castauelas pueden tocarse bien y pueden tocarse
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mal;y> la cual slo falta un me/emos por contera, dicho con ademan grave y reposado, para ser acabadsimo modelo de oratoria krausista. Ohcuras hominum! Oh quantum est in rebus inane! Pero volvamos nuestros monjes, y dispense usted esta digresin ligersima. Si en Espaa huoiera de hecho libertad para las sociedades monsticas, como la hay para todp gnero de asociaciones; si fuera menos brutal la intolerancia de los que se dicen sabios y filsofos y polticos, sera tilsimo el establecimiento de dos. tres comunidades de benedictinos, que como la antigua de los Maurinos y la moderna de Solesmes, en Francia, tuviese por instituto el cultivo de la ciencia patria y el de loa estudios de erudicin en general. Recuerdo este propsito, amigo mi, que cuando tiempo atrs hablamos de este asunto, me decia usted en una de sus preciosas cartas familiares: Podria fundarse (un monasterio de San Benito) en Covadonga, en vez del cabildo colegial que ahora existe, compuesto de gente allegadiza y que, en su mayor parte, merece mejores colocaciones y mira aquello como un punto de paso; estara ms en relacin con el carcter venerando de aquel santuario; haria que ste prosperase ms, como ms identificado con su porvenir, y ofrecera, por ende, mayores estmulos la piedad y al patriotismo para contribuir con donativos la ereccin de un templo digno de lugar tan glorioso y memorable. El presupuesto de la actual colegiata bastara para su sostenimiento. Podria, adems, allegar recursos teniendo rebaos en los montes vecinos, riqusimos en pastos. Enviando comisionados idneos los archivos y bibliotecas de dentro y fuera de Espaa para sacar copias extractos de libros y documentos, iria reuniendo all los elementos todos conducentes los fines de su instituto. Tampoco sera difcil montar al lado del monasterio una fbrica de papel y una imprenta para las publicaciones de la comuniaaa. Y anadia usted y repilo yo, aun riesgo de que en altas regiones (si all
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llegan estas lineas) se nos tache de visionarios: Ahora que se piensa en pactar un nuevo Concordato con la Santa Sede sera la mejop ocasin para realizar este pensamiento, tanto ms, cuanto que siendo los benedictinos una orden cuyos individuos han permanecido de todo punto ajenos nuestras discordias polticas, no hay, no debe haber al mhos, prevencin alguna contra ellos... Slo una comunidad semejante responder dignamente la majestad incomparable de aquel sitio, que tan hermosamente describe Ambrosio de Morales. Referase usted en esto al Viaje Santo del docto cronista cordobs, que en el titulo ( captulo) vigsimotercio de su curioso libro pinta, en efecto, con lindeza de frases por extremo notable, el santo lugar cuya extraeza no se puede dar entender bien del todo con palabras. Supongo que todos mis lectores (exceptuando los sabios que no leen libros, y menos libros viejos y construyen por si propios la ciencia en cuya unidad comulgan] tendrn en sus estantes el referido Viaje alguna vez le habrn registrado, y por eso no trascribo las palabras de Morales. Idea es tambin de usted, y no s si ya en alguna parte manifestada, el establecimiento de otra comunidad benedictina en el Sacro Monte de Granada, comunidad Cjue especialmente se dedicase la ilustracin de la historia rabe espaola. Y dando igualmente los benitos de Montserrat el encargo y los medios de explorar las antigedades catalanas y aragonesas, no hay duda que veramos surgir de tales congregaciones trabajos inmensos, hoy inaccesibles las#fuerzas aisladas de eruditos que viven en el siglo, rodeados y distrados de y en (juntemos preposiciones al modo de Sanz.del Rio) mil ocupaciones y cuidados. Pero hoy por hoy, y sin pecar de pesimista, reputo muy difcil el que algo de esto llegue efectuarse, pues en pleno (y ya decadente) siglo XIX hay que luchar an con inverosmiles preocupaciones contra el monacato, hijas de la falsa y mezquina filosofa francesa de la pasada centuria. Y ahora recuerdo que el ilustre literato D. Juan Valera, quien nadie lachar de mstico ni mojigato, conviene en
sustancia con nosotros, pues en su discreto anlisis del Ensayo de Donoso Corts no teme decir: Quisiera yo que se volviesen poblar algunos monasterios, y principalmente los que por ser grandes monumentos de nuestras glorias nacionales deben conservarse siempre. Esto escribia el seor Valera en 1856, y no duelo que lo mismo diria hoy si preciso fuese. Pero repito que estos buenos prqpsitos no llevan camino de ponerse en prctica, quiz porque en Espaa estamos conaenados no tener rdenes religiosas y seguir envidindoselas la volteriana Francia, la protestante Inglaterra y la racionalista Alemania, basta que sintamos imperiosamente su falta, y acabe de cumplirse la tremenda expiacin que sobre nosotros pesa por aquel espantoso pecado de sangre (as le llama el protestante Usoz) cometido en 1834, y que (son palabras del mismo erudito cukero] pesa iiuiclio sin duda en la balanza de la Divina Justicia. Aun puede hacerse mucho en otro sentido en pro de la ciencia patria; dando conocer las obras ya completas, ya escogidas, de los pensadores ibricos en elegantes ilustradas ediciones por el estilo de las que publican las cinco seis sociedades de biblifiloshoy establecidas en Espaa. Algo de esto pudieran hacer las Academias, en especial la de Ciencias Morales y Polticas, ya que no'existe, cual debiera, una especial de Filosofa Espaola. Tampoco ha de desconfiarse en absoluto de la iniciativa y de los esfuerzos particulares, pues si es cierto que hoy no soplan vientos muy favorables nuestras ideas, y son muchos los bien bailados con su ignorancia, no falta^} eruditos curiosos y entusiastas por la ciencia de nuestros padres, y quiz lo que hoy parece difcil no lo sea maana. Abrigo la esperanza de que no ha de quedarse en proyecto aquel generossimo de la Biblioteca de filsofos ibricos, por usted iniciado en Oviedo en 1859. Convendria formar con tal objeto una nueva sociedad de biblifilos, dado que de las actuales poco nada podemos prometernos; de unas por su ndole local (andaluces, catalanes, montaeses, etc.), y de otras por su aficin decidida Celestinas,
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libros de caza, relaciones histricas y otros escritos semejantes, curiosos sin duda, pero de escaso valor cientfico. .Nuestra Sociedad debera ir publicando ediciones (en latin y castellano) de Lulio, Foxo, Vives, Suarez, Snchez, Servet, Gouvea, Gmez Pcreira y sus impugnadores, Valles, Domingo de Soto, Arriaga Isaac Cardoso, etc., y de muchos opsculos de Cardillo de Villalpando, Seplveda, el P. Juan de Mariana, Pedro de Valencia y tantos otros, as como de los ms notables tratados lllosficos escritos en lengua castellana, tanto por msticos y moralistas de los siglos XVI y XVII, como por muchos pensadores del pasado. A las obras de cada autor habra de preceder una introduccin en que, aparte de las noticias bio-bibliogrficas, se hiciese la exposicin y juicio de sus doctrinas, aprecindose la par sus precedentes histricos y su influencia en los sistemas posteriores. Urge asmiismo, y pudiera realizarse por la Sociedad proyectada, la fundacin de una Revista que exclusivamente tuviese por objeto la propaganda en favor del estudio de la Filosofa Espaola, ya que existen revistas dedicadas en lodo la ciencia alemana. Ofrecera, sin embargo, no pocas dificultades la constitucin de tal Sociedad, ora por la indiferencia con que muchos tenidos por sabios miran nuestra cultura, ora por la resistencia y los obstculos que opone siempre toda empresa comn el especialismo, verdadera plaga erudita. Son muy pocos los que saben desprenderse de sus gustos, aficiones y terquedades en pro del inters general. Por. tales razones, es indispensable la iniciativa oficial, cuando menos para abrir la marcha y hacer que tome cuerpo y cobre fuerzas el movimiento favor de dichos estudios. Fuera de que pueden coexistir sin inconveniente, antes bien con notable ventaja, la accin oficial y la particular en sus respectivas formas y con sus peculiares procedimientos. Y ahora que he desarrollado, aunque brevemente, nuesiros planes, paso hacerme cargo, por lo mucho que con
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ellos se rozan, de las magistrales decisiones del nuevo Masson quien alud antes. El cual no es ningn doctrino, sino un hierofante, un pontfice mximo, un patriarca del krausismo, jefe reconocido, por lo menos, de una fraccin cofrada, personaje influyente y conspicuo en pocas no lejanas, varn integrrimo y seversimo, especie de Catn revolucionario, grande enemigo de la efusin de sangre, y mucho ms de la lengua castellana. Todos le conocemos, y yo dejar de nombrarle, porque al cabo me acuerdo de haber sido discpulo suyo, y le debo, entre otros inestimables beneficios, el de afirmarme cada dia ms en las sanas creencias y en la resolucin de hablar claro y la buena de Dios el castellano... per conlrapositionem las enseanzas y estilo del referido maestro. Este, pues, eximio metafsico ha puesto un largo, grave, majestuoso, sibilino y un tanto soporfero prlogo cierto libro crudamente impo de cierto positivista yankee, traducido directamente del ingls por cierto caballero particular, astrnomo excelente, segn nos informa el prologuista, y persona muy honorable (manes de Cervantes, sed sordos!), al cual caballero debe parecerle portentosa hazaa traducir del ingls un libro, supuesto que aade muy OTonAo directamente, como si se tratase del persa, del chino de otra lengua apartada de la comn noticia, siendo as que hay en Espaa ciudades, como esta en que nac y escribo, donde son raros los hombres y aun mujeres de alguna educacin que ms menos no conozcan el ingls y sean capaces de hacer lo que el seor traductor ha hecho. Pero no voy hablar del traductor, ni siquiera del libro que en son de mquina de guerra anticatlica se nos entra por las puertas, libro digno del barn de Holbach deDu puis, escrito con la mayor destemplanza y preocupacin, y Heno de errores de hecho garrafales, coiao los de afirmar que la ciencia naci en A lejandria y que los Santos Padres fueron ignorantsimos, sin instruccin ni criterio. Tampoco hablar detenidamente del prlogo, escrito en la forma campanuda y enftica que caracteriza todas las
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producciones de su autor. Lale usted, amigo mi, y all ver maravillas. All se habla de las pretensiones de imperio temporal en la Iglesia; all se dice que los catlicos estamos sumidos en abyeccin moral y en fanatismo, que la religin y la ciencia son incompatibles (como si no hubiera ms ciencia que la que los impos cultivan y preconizan, y como si ellos mismos hubiesen logrado nunca ponerse de acuerdo en los principios); all de la antropolatria del Pontfice (SEXOOIPEDALU VERBA); all de la mstica, sublime cpula verificada en Alejatidra entre el Oriente y la Grecia; all de la solidaria continuidad y dependencia de unas determinaciones individuales con otras, que permite inducir la existencia de un Todo y medio natural que constituye interiores particulares centros, donde la actividad se concreta con limite peculiar cuantitativo y sustantiva cualidad en intima composicin de esencia factible realidad formable y poder activo formador (1) (esto ser castellano de morera, latn de los EstadosUnidos. Vaya unos rodeos para ir parar en la rancia doctrina del alma del mundo, que puede exponerse clara y hermosii:; 1 :>' ( i, i'.' ji, iljras!); y all, en fin, con tolerancia digna de Alila, de Gcngis-Kan de Timurbeck, se presenta en perspectiva los catlicos la justicia de la espada, y se aplauden las persecuciones y atropellos cometidos por el tolerantsimo, ilustrado y filosfico gobierno de Prusift. Dnde nos esconderemos deesa espada con que se nos amenaza? Aunque tengo para m que la espada de este caballero krausista ha de parecerse a\p^ % la de Bernardo (no el de Roncesvalles, sino el compaero de Ambrosio), aquella hoja toledana del fabulista, la cual fu asador en sus primeros aos. Pero yo voy hacer caso omiso de todo lo anterior y del modo como aprecia el prologuista lo que l llama religiones positivas, como si pudiera haber alguna negativa si la negacin constituyese dogma. No dir tampoco una palabra del lagos platnico y del verbo cristiano, cuya cuestin no s (1) A esto creo que lo llaman alioi-a monmo.
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cmo vuelve nuestro sabio despus de la brillante fraterna que en otra ocasin le enderez Fr. Ceferino Gonzlez. Lo que si nos importa son los yerros y falsedades histricas que, hablando de Espaa, entreteje en sy relato; lo de afirmar, por ejemplo, que se debi al Rey sabio la traslacin de las academias hebreas Toledo, cosa que hasta entonces el fanatismo de la clereca no habia consentido, siendo asi que dichas academias estaban en Castilla deede el tiempo de Alfonso VII, expulsadas de Andaluca por el fanatismo musulmn. Pero aun esto es leve pecado, y tampoco be de hacer grande hincapi en que llame con desden Espaa la patria de k s dom,inicos y de los jesutas, porque nay cosas que slo desprestigian al que las dice, no aquellos quienes se dirige la ofensa. Gloria y muy grande es para Espaa el que de ella saliese el fundador de aquella orden cuyo hbito vistieron Alberto Magno, Santo Toms de Aquino, Savonarola, Fr. Bartolon!) de las Casas, Melchor Cano, Domingo de Soto, Fr. Luis de Granada y tantos otros varones eminentes, hasta nuestros contemporneos Lacordaire y Fr. Zeferino Gonzlez, lumbreras de la ciencia cristiana. Y no lo es menos el que /fuese compatricio nuestro el capitn de aquella compaa en que militaron San Francisco deBorja, San Francisco Javier, Simn Rodrguez, Lainez, Alonso Salmern, Rivadeneira, Molina, Gabriel Vzquez, Suarez, Mariana, la Puente, Martin del Rio, Nieremberg, Codorniu, Andrs, Eximeno, Hervas, etc., etc., y en que aun mihtan hombres como los Padres Secchi, Flix, Kleutgen, Liberatore; la cual con sus misioneros evangeliz (y civiliz por ende) gran parte del mundo, y con sus maestros, insignes humanistas y poetas, adoctrin la juventud desde las ctedras, inicila en el conocimiento de la antigedad clsica, y encarril las tendencias paganas del Renaci' miento, impidindolas llegar la exageracin que alguna vez hablan mostrado en Italia, y de que hoy los pos secuaces del abate Gaume se escandalizan. Unas veinte lneas dedica mi annimo maestro hablar de la Filosofa espaola, repitiendo con escasas variantes
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las absolutas de los seores Azcrate y de la Revilla, y aadiendo de su cosecha nuevos dislates que me limitar registrar con leve comentario, porque hay cosas que si propias se alaban y no es menester alaballss. 1." Mientras los dems pueblos europeos convertian, mediante el Renacimiento clasico-naturalista y la Reforma, propia libre reflexin su espritu, y se despertaban la observacin diligente y profunda, nosotros quedbamos adheridos y como petrificados en las viejas imposiciones dogmticas. (1) Error histrico imperdonable, aunque se explica bien en un snbio que no lee libros viejos y construye su propia ciencia. En Espaa influy el Renacimiento tanto comeen Italia y algo ms que en los pases protestantes. Traiga la memoria nuestro prologuista el nmero prodigioso de humanistas que en el siglo XVI y aun en e! XVI florecieron, y se.convencer del culto tributado la antigedad en nuestro suelo. Espaoles fueron, entre otros mil, Nebrija, Arias Barbosa, Vives, Nuez, Seplveda, Oliver, Encinas, Glida, el Comendador Griego, Antonio Agustin, Paez de Castro, Verzosa, Matamoros, los Vergaras, Luis de la Cadena, Aques Stazo, el Brcense, Alvar Gmez de Castro, Calvete de Estrella, Pedro Chacn, Fernn Ruiz de Villegas, el Padre La Cerda, Vicente Mariner, Gonzlez de Salas, Baltasar de Cspedes, Pedro de Valencia, etc., sin contar no pocas damas que entendian de letras griegas y latinas ms que todos los krausistas juntos (2). De muchos de los citados humanistas ya he hecho mrito anteriormente, debiendo aadir ahora que entre ellos los hubo, y en nmero no escaso, que ni en erudicin ni en sagacidad ceden los Erasmos, Scalgeros, Lipsios,. Casaubones y Sciopiof, por mas que la fama no se haya
(1) Qu &erLpetrificarse en ima imposicin?. Y todava se tie jior exageradas nuestras censuras contra la hrrida barbarie del estilo krausista! {^) Si en lo del Renacimiento clasico-naturalista quiere aludir nuestro sabio aquellos renacientes fanticos que pagnuizron en religin, contestarle que, Dios gracias, de estos locos de alar estu VnnTJS*libres en Espaa.
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mostrado con los nuestros bastante equitativa. Precisamente el escritor que ms fielmente compendia ypersonir fica las ideas todas y el saber acaudalado por el Renacimiento es un espaol, Vives. El padre de la Gramtica general es.otro espaol, Snchez de las Brozas. Pocos hombres influyeron tan activamente en los trabajos filolgicos del siglo XVI como los espaoles Antonio Agustin y D. Diego Hurtado de Mendoza, ya en calidad de obreros, ya en la de Mecenas. El mejor comentario de Virgilio se debi al jesuita P. La Cerda; la mejor ilustracin de Petronio D. Jusepe G. de Salas. Y ciego se necesita ser )ara no advertjr en la poesa lrica, en la historia y en os tratados didcticos del siglo XVI la influencia del Renacimiento clasico-naturalista, como nuestro sabio le apellida. Cabalmente el primero de los h'ricos de esa era, el que cristianiz la musa pagana, trabajando con manos catlicas el mrmol de la antigedad, el que verific la fusin del genio clsico y de la poesa nueva, fu un fraile espaol, telogo de la Universidad salmantina. Y en cuanto la Reforma, si no arraig aqu, Dios gracias, menos por los rigores de la Inquisicin (que no hubieran bastado) que por rechazarla el espritu nacional, tambin tuvo se^acesea Espaa, y de no poco entendimiento y ciencia, (pfelo saben muy bien los biblifilos, soase Ubro-vejeros: los que, al parecer, lo ignoran son los ^/dso/bs de campanillas que hablan de lo que no entienden. Despus de lo transcrito viene un prrafo muy turbio en que se habla de la falta, de intimidad religiosa qi^e degrad la conciencia de nuestro pueblo. Conio no sequ es esto de intimidad religiosa, paso coger el lapsus 2. Voces aisladas lo sumo, sin enlace ni consecuencia directa con el proceso de la Edad Moderna, son las que ofrece Espaa, y aun estas con el sentido y el carcter peculiar los siglos medios (i) Vives, Foxo Morcillo y Gmez Pereira se distinguen sobre todos (2).
(1) Espaa ofrece voces/ Plavdite civesl Pobre lengua! . (2) uines son todos: las voces los siglos? Vaya una concordancia vizcana.'
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Lejos de ofrecer Vives, Foxo Morcillo y Gmez Pereira el espirtu y el carcter de los tiempos medios, son en grado sumo innovadores y revolucionarios, enemigos de la Edad Media y del escolasticismo, hombres, en cuer0 y alma, del Renacimiento. No levant Vives contra la as viejas enseanzas la formidable mquina de sus siete libros De causis corruptanim artium? No maldijo de Averroes invectiv In pseudo-arisloilicos'? Es de la Edad Media el espirtu platnico-conciliador del sevillano Foxo? No fu Gmez Pereira cabeza de motn contra la dominacin de Aristteles? Parece imposible que se digan en serio ciertas cosas, y que pasen por talentazos los que as tropiezan y as escriben la historia! 3. Vives ( quien concede nuestro antiguo profesor saber inmenso, sin duda porque, como aade, se educ en medio de Europa) no lleva su sentido (palabra mal usada y sobre toda ponderacin impropia) ms all de un concierto, que ni siquiera sincretismo, entre las doctrinas de Platn y Aristteles y las de los Santos Padres. Aqu hay cosas estupendas. Yo entend siempre que los sistemas armnicos significaban en la historia de la filosofa ms que los sincrticos, puesto que los primeros entraan verdadera composicin, y los segundos slo yuxtaposicin de elementos. Crea tambin hasta ahora que la palabra concierto era en castellano sinnima de armona (dcelo Capmany, que saba lo que se pescaba en tales materias); pero ahora me ensea el maestro que un concierto es menos que un sincretismo y que, por lo tanto, el racionalismo armnico de Krause es una filfa, de ningn valor respecto al sincretismo, que cualquiera puede formar metiendo juntas en el cesto las doctrinas de Pedro, Juan y Diego, aunque se den de calabazadas. Pero no es esto lo ms grave. El hiero/ante de quien vengo hablando no hace en su juicio de Vives ms que repetir ad pedtm litterce un tema del antiguo cuestionario de la Universidad de Madrid para ejercicios del doctorado, tema que desgraciadamnte estaba equivocado en los trminos, por donde puso en grave aprieto nuestro paisano el Sr. de losRios
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y Portilla cuando le cupo en suerte el explanarle, aunque era, segn parece, parto del cacumen de Sanz del Rio. Luis Vives n intent semejante conciliacin ntrelas doctrinas de Platn y Aristteles y las de los Padres de la Iglesia, ni esto encierra sentido alguno, pues los Padres de la Iglesia colectivamente considerados, no tienen sistema metafsico propio, sino el de Platn unos y el de Aristteles otros (como todo e' mundo sabe), uioclilicaJos nuluialiuente con arreglo al dogma cristiano. Mal pueden conciliarse dos cosas cuando una de ellas no existe. El decir las doctrinas de Platn y de Aristteles, como si fueran lo mismo< y contraponerles las de los Padres de la Iglesia, es una de las ocurrencias ms peregrmas que pueden imaginarse. La verdad es, y nuestro sabio lo sabria si hubiese ledo Vives, que dotado ste de alto sentido eclctico, procede en sus libros De prima philosophia con gran libertad de espritu, acostndose, ya las doctrinas de Platn, ya las de Aristteles, sin soar en sincretismos, ni conciertos, ni Padres de la lylesia, de los cuales no recuerdo que cite ms que San Agustin, al hablar del tiempo. Unas veces se acerca al peripatetismo clsico y otras al platonismo mitigado que ms tarde profes Foxo Morcillo. Y bastan las frases arriba trascritas para calificar Vives, aquel que, segn una expresin tan ingeniosa como profunda y exacta del Sr. Campoamor, sembr no las ideas sino los sistemas granel? Quin negar su importancia como metodlogo? Quin los altos servicios que la ciencia psicolgica prest con el tratado De anima et vita? No son relieves de la mesa de Vives el baconismo, el cartesianismo y, sobre todo, la escuela escocesa? Y es lo ms singular que en el prlogo de que estoy tratando se encomie altamente el mrito de Bacon (sin duda porque fu ingls y protestante) y se menosprecie el de su maestro, quien l qued tan inferior en todos conceptos (1). (i) Barthelemy Saint-Hilaire llama Bacon presuntuoso y soberbio, y Luis Vives aitersaHo serio de Aristteles, encomiando la mesura y el juicio del segundo en contraste con la petulancia del primero.
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4. Gmez Pereira... no pasa de enunciar en forma silogstica un razonamiento anlogo al que constituye el principio del mtodo cartesiano, pero sin el carcter de criterio de indagacin, ni la intencin sistemtica que determina su valor cientfico. (1) Es casi seguro que el maestro no sabe dla Antoniana Margarita otra cosa que lo que ley en el discurso de entrada del Sr. Campoamor en la Academia Espaola. Las citas de segunda mano se conocen luego. Gmez Pereira atac en todas sus partes la 'psicologa aristotlica, con ocasin del automatismo de las bestias; irlontic el hecho del conocimiento con la facultad de conocer, y esta con la sustancia del alma; afirm que las cualidades sensibles no son accidentes enlitalivos de los cuerpos; refut la antigua teora de las especies inteligibles, defendiendo la del conocimiento directo; ech por tierra las forman sustanciales, propugnando el atomismo, como lo hicieron tambin Valles Isaac Cardoso, y asent otros principios fundamentales de filosofas posteriores, de todo lo cual pudiera nuestro sabio estar al tanto, aun sin registrar la Antoniana Margarita (libro rarsimo), con slo haber leido las notas los Discursos Filosficos de Forner. \a Apologa del P. Castro joor la Teologa Escolstica, los Anales de la Medicina Espaola de Chinchilla, y \os Ensayos Crticos de usted, obras todas corrientes y comunes. Pero a'hora reparo que estoy perdiendo la plvora en salvas, pues no era de esperar que mi maestro hiciese justicia Vives y Gmez Pereira, cuando en otro prrafo de su lucubracin advierte que la Critica de la razn pura de Kant redujo un mero inters histrico toda la filosofa precedente. As quedamos todos iguales. Platn, Aristteles, San Anselmo, Santo Toms de Aquino, San Buenaventura, Bacon, Descartes, Leibnitz eran tan men-
de quien dice que nunca comprendi la doctrina que atacaba; y qu destruy la verdadera'Jilosofia. (d) mticaitico... Qu sonsonete tan agradable liacen estos esdrjulos! La prosodia anda tan lucida como la sintaxis, con las lucubraciones krauslstas.
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tecatos como Raimundo Lulio, Vives, Suarez, Foxo Morcillo y Gmez Pereira, Hasta que elfilsofode Koenisberg lanz al mundo su Critica famosa (lo ms indigesto, pesado y mal escrito que ha parido madre), nadie habia pensado ni discurrido en el mundo. Cierto que se ven impresas Cosas que no estn escritatl Resumen: yo comprenda que se construyese ciencia (krausista) sin libros ni otras zarandajas, porque para decir perogrulladas no es menester gran erudicin; mas ya veo con asombro que para juzgar las doctrinas de un autor tampoco es necesario leerle ni hojearle siquiera, y basta con cuatro especies cazadas al vuelo en alguna tesis doctoral en tal cual discurso acadmico. Con esto y el tono de orculo y la severidad estoica y algo de aquella fama que autoriza un hombre para echarse dormir, basta y sobra para decidir ex cathedra de cuanto Dios cri, y mirar con desden los pobres mortales que no han llegado semejante pinculo de sabidura y buena andanza. Pero tanto, tanto... en verdad, que no lo consienten mis tragaderas. Qu menos puede exigirse de un filsofo, si no espaol, nacido en Espaa, que el que con ozca, siuiera por el forro, la Filosofia Espaola? Veremos si espues de su proyectada conversin al positivismo (de la cual ya por estas tierras corren rumores) muda de estilo y tono este mi antiguo inolvidable maestro. Y con esto se despide de usted hasta la primera, su apasionado amigo, admirador y paisano. Santander, 25 de Julio de 1816.
P. D, En-el ltimo nmero de la Revista contempornea vuelve las andadas el Sr. de la Revilla. Dlo que dice dar larga cuenta y razn usted y al pblico en mi prxima epstola. 20 de Agosto de 1876.
VI.
Mi distinguido paisano y amigo: Pic Mr. Masson en el cebo; ya le tenemos en campaa. Si yo no conociera un poquito (aunque de odas) el carcter de mi adversario, extraara una contestacin tan descomedida, contradictoria y poco meditada en asunto que requiere moderacin y estudio. Empieza por decir el seor de la Revilla en el ltimo nmero de la Revista Contempornea, que mi carta rotulada Mr. Masson redivivo est escrita con ira, furia y no s qu ms cosas, y que tiene un carcter personalisimo (1). No s qu ultrajes, furias personalidades' ha visto all el seor de la Revilla. Le he llamado critico ingenioso y agudo, he hablado de su claro entendimiento, y me parece que todo esto (dicho con la mayor sinceridad del mundo) ha de sonar elogio. Qu ms quiere el seor de la Revilla? Que le llamemos ms filsofo que Descartes, ms poeta que Byron, mejor crtico que Villemain, Sainte-Beuve Jeffrey? Que tengamos por obras (i) Dice el seor de la Revilla que no se explica lo que l juzga aervd mia, porque no se acuerda de haberme ofendido nunca. As es, en efecto; pero yo, que jams vengar ofensas propias, gasto poca tolerancia con los desafueros al sentido comuu y la patria.
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inmortales, asombro de ios nacidos, las Dudas y tristezas, el Curso de literatura las revistas crticas que en diversos peridicos ha dado la estampa? Que reconozcamos su competencia hasta en ci^estiones que no ha saludado, como la de la Filosofa espaola? Qu es, pues, lo que quiere el seor de la Revilla? Han de ser los artculos polmicos un continuo sahumerio del autor refutado? Cunto, segn esto, debern de escandalizarle las contiendas literarias de los hum:!nistas del Renacimiento, que se decian en seco ios ms atroces improperios! Convengo en que la cultura moderna exige ms cortesa y miramientos; pero, he faltado ellos por ventura? He proferido alguna expresin que desdore su crdito moral? Si lo que digo de IOS oradores de Ateneo y de las discusiones de omni re scibili es aplicable en algn modo al seor de la Revilla, el pblico y la propia conciencia han de decrselo. Si dicen que s, y l se enoja, qu culpa tengo yo, ni por qu he de ser vctima de sus arrebatos y furores? A todos y ninguno Mis advertencias tocan; Quien haga aplicaciones Con su pan se lo coma. Lo que hay en mi pobre artculo son verdades como el uo, que mi contrincante ha tomado por donde queman, asta el punto de salir desaforado y lanza en ristre contra un oscuro biblifilo, procedente de una ciudad de proviacia y poco nada conocido en la repblica de las letras, sobre todo en el barrio que han tomado por asalto el seor de la Revilla y sus amigos. Y para confundir y aniquilar semejante pigmeo, ignoto estudiantillo y principiante, emplea todo un artculo titulado con mucho nfasis La Filosofa espaola, y en l se defiende y defiende su amada Revista (solidaria sin duda de sus ideas y opiniones, por lo cual hice bien en atacarla), y hasta la redaccin de esta encaja una nota al pi de ciertos cuadros de la enseanza que se da en las Universidades alemanas (muy sustanciosos sin duda para quien asista esos cursos,
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)ero inles poco anos para los espaoles quienes adeantan harto poco con saber que el profesor iVa/oios/?/ explica este verano la teora del sentimiento en la Universidad de CzernowichJ, quejndose de la recelosa y estrecha suspicacia que se abstiene de estudiar la civilizacin de otros pueblos, cuando precisamente la que no se estudia poco ni mucho es la espaola. Pero como ni los exabruptos del seor de la Revilla ni las notas de la Revista Contempornea me hacen perder la tranquilidad ni el aplomo, voy contestar al nuevo Mr. Masson, cuyo artculo (advirtase esto), infinitamente ms destemplado y furibundo que el mi, est escrito en un tono autoritario y dictatorial verdaderamente delicioso. Vo no tengo el mal gusto de enfadarme como el sef^r de la Revilla, ni me reputo agraviado por estas cosas, pues bien s que flechas de pluma no hieren cuando se tiran bulto y desatentadamente. Tengo por honra grandsima el que el seor de la Revilla me llame neo-catlico, inquisitorial, defensor de instituciones brbaras y otras lindezas. Soy catlico, no nuevo ni viejo, sino catlico machamartillo, como mis padres y abuelos, y como toda la Espaa histrica, frtil en santos, hroes y sabios bastante ms que la moderna^. Soy catlico apostlico romano sin mutilaciones ni subterfugios, sin hacer concesin alguna la impiedad ni la heterodoxia en cualquiera forma que se presenten, ni rehuir ninguna de las lgicas consecuencias de la fe que profeso, pero muy ajeno, la vez, de pretender convertir en dogmas las opiniones filosficas de este el otro doctor particular, por respetable que sea en la Iglesia. Estiino cual blasn honrossimo para nuestra patria el que no arraigase en ella la hereja durante el siglo XVI, y comprendo, y aplaudo, y hastn l)endia;o la Inquisicin como frmula del pensamiento de uihlad que rige y gobierna la vida nacional travs de los siglos, como hija del espritu genuino del pueblo espaol, y no opresora de l sino en contados individuos y en ocasiones rarsimas. Niego esas supuestas persecuciones de la ciencia, esa anulacin de la actividad intelectual, y todas esas
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atrocidades que rutinariamente y sin fundamento se repiten, y tengo por de mal gusto y atrasadas de moda lucubraciones como la del seor de la Revilla. No necesitbamos, en verdad, ir Alemania, ni calentarnos mucho los cascos para aprender todo eso. Ya lo sabian los bienaventurados liberales de! ao 20. Por lo dems, no me quitan el sueo los calificativos de enemigo implacable de la civilizacin y de la patria que me prodiga el seor de la Revilla. Creo que la verdadera civilizacin est dentro del catolicismo, y que no es enemigo de la patria el que sale mejor peor su defensa. El seor de la ReviUa dice que nunca ha pertenecido la escuela hegeliana. En hora buena: me interesan poco sus transformacionesfilosficas.Hoy pasa por neo-kantiano, pero no niega sus tendencias al positivismo. Lo averiguado y cierto es que siempre ha militado en las filas de la impiedad, con una otra bandera. No s de qu catlicos ha hablado con respeto el seor de la Revilla; sera sin duda de los llamados catolicn viejos, que tienen tanto de catlicos como yode turco, siendo en realidad unos protestantes nuevos. Y tambin es peregrina ocurrencia la del seor de la Revilla al asegurar que no hace caso de ciertos ataques, y no necesita de ciertas defensas, y empearse en ellas dos lneas antes. Dice que, al censurar de extranjerada su Revista, no he pensado lo que digo, y deb leer los ndices para convencerme de que eran ms los escritos de autores espaoles que los de extranjeros. Sin hacer grande esfuerzo de pensamiento, le su tiempo dichos ndices y aun examin la coleccin entera, y por eso dije lo que vio el seor de la Revilla. Mmj pocas veces (estas fueron mis palabras) he tenido la dicha de encontrar algn articulo, prrafo linea, castellanos por el pensamiento por la /rase. Claro es que, al decir pocas veces, exceptuaba un artculo del Sr. Valera, otros dos del Sr. Escosura, poesas varias del Sr. Campoamor, etc., etc., pero del resto digo que no es espaol ni en el pensamiento ni en la forma, por ms que sean espaoles (sin duda por equivoca-
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cion) sus autores, pues nadie me har creer que son castellanas las ideas ni el estilo de los seores Montoro, del Perojo y tantos otros bien conocidos del seor de la Revilla. Y considero semejante Revista como empresa anticatlica, anti-nacional y anti-literaria, pues lo que hoy importa no es propagar en malas traducciones, arreglos y extractos la ciencia extranjera, que esa por todos lados entra y es de fcil adquisicin, sino trabajar algo por redimir del'olvido la espaola, cuya existencia es muy cmodo negar cuando no se la estudia ni se la conoce. En cuanto los chistes de mal gusto que el seor de la Re- " villa me reprende, ya sabia yo que no hay ms chistes cultos ni delicados que los de la Puerta del Sol los del Casino. Qu chistes, sino frailunos y de sacrista, ha de decir un neo-catlico de provincias, falto de esa chispa cortesana que tanto enaltec' al seor de la Revilla? Tras estos preliminares, el seor de la Revilla entra en materia, dando una en el clavo y ciento en la herradura, aunque l, ofuscado por la pasin y el orgullo, se le antoja lo contrario. Dice que yo no niego por completo su aserto respecto la inferioridad de los espaoles en las ciencias exactas, fsicas y naturales. Esto, que para el seor de la Revilla es curioso, maldita la curiosidad que tiene, pues ni implica contradiccin, ni favorece a mi adversario en nada. Desde mi primera carta vengo diciendo que hay relativa inferioridad en este punto, mas no absoluta pobreza, y el seor de la Revilla, en vez de admirarse de ello, hubiera hecho bien en contestar las proposiciones siguientes, que en diversas partes he sostenido y razonado: 1.' La intolerancia religiosa no influy poco ni mucho en las ciencias que no se rozaban con el dogma. No hubo prohibiciones de libros titiles, ni persecuciones de sabios (sino en casos raros, y eso por otras causas), ni nada, en fin, que impidiese nuestro progreso en dichos ramos del saber. El seor de la Revilla no se ha acordado de destruir ni aun de mentar mi argumentacin en este punto. El sabr la razn... y yo tambin la s.
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2 / Los talentos de segundo orden en las ciencias, los expositores, indagadores, etc., son dignos de muy honrosa memoria en la historia de las mismas; y nunca ser completa la que no.abrace sus tareas y descubrimientos. Sostuve esta Verdad en la carta que el seor de la Revilla contesta hacindose cargo de la fuerza del argumento, pero procurando eludirle con un sofisma de trnsito, que no deslumbraria un mal principiante de lgica. Dice que en la historia literaria suponen poco los autores de segundo orden, y deduce que lo mismo acontecer en la cientfica. Pues cabalmente suceder todo lo contrario, porque en las obras de ndole esttica no se toleran medianas, segn aquello de Horacio:
Mediocribus esse poetis Non Di, non homines, non concessere coliimna,
(jue saben hasta los chicos de la escuela; al paso que eu las destinadas un fin til, cuales son la cientficas, caben los esfuerzos de todo hombre investigador y laborioso, lo cual advirti tambin el Venusino en el muy sabido pasaje cuyo final he recordado. El seor de la Revilla insiste en creer que los sabios nacen y viven como los hongos, y para l nada son ni significan los modestos cientficos (bagte sustantivo por la gracia de Dios: resabios krausistas!) que les allanan el camino, ni los que siguen sus huellas y explican, explanan completan su doctrina. Sera ciertamente lucida la historia de la ciencia que escribiese el seor de la Rcvilla. El no sabe ver ms que cosas grandes y como el puo: lo dems son puerilidades y miserias. El desden soberano con que trata de cuantos en Espaa han cultivado la ciencia, tenindolos por dignos de todo olvido y menosprecio porque no le parecen genios, me recuerda el caso de aquel jmlctlo fachendoso que tiraba con desgaire el pauelo al entrar en su pueblo, aadiendo: Camarada, no e levante, que diez llevo perdidos desde Reinosa. Al seor de la Revilla debe de importarle muy poco perder los pauelos, sase la ciencia espaola, porque, en su entender, todo lo que no sea Galileos, Kepleros y
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Newtones es cosa de ninguna monta. A bien que ahora vamos tener cosecha de ellos, gracias la Revista Contempornea. l que las histerias de la ciencia no hablen, hablen poco de los espaoles, nada tiene de extrao. Son en su mayor parte obra de autorcti exlranjeros que no conocen el desarrollo de nuestra actividad intelectual, muy difcil de estudiar hoy por la rareza de los libros que produjo, y hasta por la falta de Diccionarios bibliogrticos que indiquen sus ttulos y paradero. Siempre fuimos prdigos en hazaas y cortos en escribirlas, y no es maravilla que los de fuera desdeen lo (ue con soberbia ignorancia niegan los de casa. Pero aun en esas historias escritas con falta de noticias en esta parte, hallamos celebrados algunos espaoles. En casi todos los anales de la botnica se habla con elogio de Acosta, Hernndez (1), Laguna, Garca de Orta, Monrdes y los dems que he recordado en otras cartas. Apenas hay historia de la astronoma y de las matemticas en que no suenen las Tablas Alfonsinas y otros monumentos del saber de nuestros antepasados de diversos siglos. La historia de la Medicina (y esto no lo niega el seor de la Revilla) est llciid de nombres espaoles, y sin gran esfuerzo pudieran citarse aqu como famosos y consignados en libros corrientes los de infinitos matemticos, qumicos, nielalurgisfas y geopnicos. <>ebe puiir uu mal rato el seor de la Revila cada vez que ve mentado un espaol en libros de ciencia: tal punto le arrastra el odio ciego que las cosas de su patria le inspiran, slo porque esta patria es y ha sido catlica. Valor se necesita para olvidar la escuela nutica y matemtica de Sagres, fundada por un portugus y dirigida por uu mallorqun, las cartas hidrogrficas planas de los catalanes, el famoso Atlas de la Biblioteca de Pars, y la carta de Juan de la Cosa, la primera que se hizo de los mares americanos: y (1) E\ ca^ esmhi por mandado de Felipe 11, gran protector de estas investigaciones, su asombrosa Rernm Medicarwn nova Hispai<B TAesaurus, seu Plantarum, seu Knimaliuu, seu Mineralium, Meaicanorum Historia.
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no he querido omitirla, puesto que es de un paisano mo. Con habilidad (ilammosla asi) impropia de polmicas serias, dice el seor de la Revilla que, por confesin mia, nicamente dos descubrimientos (fuera de los martimos) se deben los espaoles: las cartas esfricas y el nonius. En ninguna parte he dicho semejante cosa: cit esos dos exempli gralia, como hubiera podido citar otros veinte, vg.: el de la circulacin de la sangre, debido Miguel Servet; el del suco nrveo hecho por Doa Oliva Sabuco de Nanles; el de que los colores no residen en los objetos sino que son la misma lux refracta, reflexa acdisposita, consignado por Issac Cardoso con estas mismas palabras en su Philosophia libera, donde tambin se apart de la escolstica respecto otros puntos fsicos y psicolgicos; el del platino, dado conocer por Ulloa en 1/48; el de infinitos ejemplares de los reinos vegetal y animal; el de algunos medicamentos como el palo santo guayaco, la raz de China y la corteza de la quina; y si libros extranjeros hubiramos de creer, el A cido ntrico y el de la destilacin alcohlica, atribuidos hasta ahora Raimundo Lulio. Pero como la ciencia espaola no necesita engalanarse con ajenas plumas, un espaol, grande amigo nuestro y gran biblifilo, se ha debido la demostracin de lo contrario, como otro sabio espaol, gloria de la moderna literatura catalana, se debe la ms completa aclaracin respecto al verdadero invento de Blasco de Caray. As procede la erudicin, no negando ni condenando en redondo como la ciencia de los contemporneos, sino d6tinguien(j[o y apurando cada cosa. Los nombres mismos de infinitas plantas pregonan la gloria de los botnicos espaoles: Quera, Minuartia, Meletia, Monarda, Ovieda, Ortegia, Salvadora, Bamadegia, Mutisia... eran calmucos daneses los naturalistas en cuyo honor se titularon as estas especies? Y si hasta en los nombres est consignada su memoria, cmo ha de faltar en los libros de historia de la ciencia? Y por ventura son para relegados al olvido los descubrimientos mdicos de Luis Mercado en lo relativo las intermitentes
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(en cuyo estudio se adelant Mrton y Torti), y las observaciones de Solano de Luque sobre el pulso? No amontonar nombres propios, puesto quo no agrada esto al seor de la Revilla, sin duda porque es ms cmodo para l no citarse ms que s propio y sus amigos. Pero s le dir que hiptesis muy clebres (por ms que l lo niegue), vg., la del fuego, como unidad dinmica, claramente presentada por Valles en su Philosophia sacra, y la del P. Feijo sobre los terremotos considerndolos como fenmenos elctricos, son de origen espaol; que Valverde figura al lado de Veslio entre los primeros anatmicos; que hasta fines del siglo pasado fu de autoridad suma en punto metalurgia el libro de Alonso Barba, quien no se desdearon de traducir ingleses, alemanes y franceses; que los astrnomos espaoles del siglo XVI, entre ellos Alfonso de Crdova y Juan de Rojas (1) (de quienes no puede decirse que estn ignorados, puesto que los cita Moutucla en su conocidsima Historia de las Malemticas), eran estimados por de los ms eminentes de Europa, y venian los extraos recibir sus enseanzas; que uez puede estimarse, al igual de Vieta, padre del Algebni, y que no est tan averiguado como c! .-ci r <li !.> Kcvilla supone con ligereza imperdonable, (^ue sean de segundo orden todos los cientificos espaoles, por la sencilla razn de que ni el seor de la Revilla ni nadie que sepamos se ha tomado la molestia de probarlo. Trabajcii ) uverigen estas cosas los doctos en liis ciencia positivas (sin duda en oposicin la negativa muy comn en estos tiempos), pesen y quilalen ellos los mritos respectivos de nuestros sabios y de los extranjeros, y cuando estos doctos matemticos, fsicos, qumi(1) Autor del Oommentarmt, in Astrolabium, qwd Planis/eum oca (1381). Alfonso de Crdova public las Tablas Astronmicas en \Yt\1, y Juan de Aguilera sus Gaones Astrolabii Universales en IS'ii. Entre los matemticos espaoles del gran siglo merece recuerdo muy honroso Pedro Juan Monz por su elegante tratado De locis apud Arisotelem mathematicit (Valencia, 1556). Consideraba, al modo de los antiguos, el estudio de la Aritmtica y el ue la Geo njetrla como preliminares al de la Lgica. (Vid. sus JileM. Arithm. Valen. 1559).
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eos y naturalistas (biblifilos adems, circunstancia precisa para estar en autos) hayan sentenciado en pro en contra, yo acatar su decisin, porque, si soy implacable con la universalidad superficial y el saber aparente, nadie me - gana en respeto al especialismo profundo y tolerante y al saber slido y verdadero. Pero lo que desde luego puede afirmarse, mediante el sentido comn y la ligera noticia que de tales cosas puede tener un profano, es que la ciencia alcanz un desarrollo muy notable en Espaa, produciendo infinidad de libros ms menos tiles (sobre lo cual no ha de decidir el seor de la Revilla sin examinarlos entes uno uno, si tiene competencia para ello) y multitud de descubrimientos y observaciones parciales consignables, y consignados ya algunos, en cualquiera historia formal, todo lo cual es titulo de gloria bastante para que se hable de ciencia espaola, no pomposa sino justamente, y en el tono de piedad filial con que debemos hablar todos de nuestra patria, sin atribuirle ajenas glorias. pero procurando investigar y poner en su punto las verdaderas, sin adularla, pero guardndonos de dirigirle tontas y locas infundadas injurias. Y convnzase el seor de la Revilla de que no hay historia de la ciencia sin Espaa, porque la ciencia no se compone slo de ;]os teoras y de tres cuatro hiptesis y de uno dos principios fundamentales, sino de una larga serie de cabos sueltos^ que suponen el trabajo y el esfuerzo de pueblos y generaciones enteras, esfuerzos que deben quedar registrados en la historia, si esta ha de ser completa, enlazada, til y fructuosa. Y repito que es excusada y sofistica la comparacin Con el arte literario, porque si en este montan poco cien poemas malos medianos, pues que ningn fruto directo saca la humanidad de las tareas poticas realizadas con escaso numen, de trabajos cientficos de segundo orden saca la humanidad incalculables ventajas. Poco aprovecharemos nadie el seor de la Revilla ni yo con lanzar sendos tomitos de poesas lricas al mundo; maldito si la posteridad ha de descalabrarse investigando nuestras vidas y milagros, ni nos ha de levantar estatuas y monumentos; al olvido iremos
149 como tantos otros dignos de mejor suerte; pero cmo ha de olvidarse nunca al que descubre un cuerpo simple, un fenmeno fisiolgico, estudia por primera vez un mineral una planta, demuestra algn ignorado teorema? Y dir, para terminar esta materia, que ms honra un pas, y ms actividad cientfica demuestra en l, la circunstancia de que haya producido doscientos sabios m o destos y tiles que un solo genio, porque el genio le da Dios (as lo creemos los neos y oscurantistas), al paso que el trabajo y la constancia y el estudio, previas ciertas condiciones, dependen en gran parte de la voluntad humana. Olvidbaseme advertir que no est aplicado con bastante propiedad el nombre d descubrimientos al de loi/Sr cartas esfricas y al del nonius, que deben calificarse de invenciones, lo mismo que la del telgrafo elctrico, vislumbrado por Fernn Prez de Oliva, y llevado en parte ejecucin por el fsico cataln Salva en los primeros aos de este siglo, el arte de ensear los sordo-mudos, debido al benedictino Fr. Pedro Ponce y al aragons Juan Pablo Bonet, el de ensear los ciegos, expuesto por el Maestro Alejo de Vengas en su Tratado de ortografa, impreso en \K>M , y tantas otras que fuera prolijo enumerar (1). (1) Oira de las pruebas ms sealadas de l;i gran difusin influencia de la cultura' espaola, y de lo enlazada que estaa con el movimiento general de Europa es el gran nmero de profesores de todas materias y enseanzas que tuvimos en aulas extranjeras. En Paris leyeron filosofa, teologa y matemticas Alvaro Tomas, Gaspar Lax, los hermanos Coronel, Pedro de Lerma, Juan de Celaya, Juan Dolzde fasteilar, Jernimo Pardo, Pedro Ciruelo, Juan Mai-tinez Silceo, Mariana, Juan Maldonado y otros innumerables. En Burdeos fu rector Juan Glida. En Tolosa ense leyes Antonio Gouvea, y melicina Luis de Lucena y el escptico Francisco Snchez. En Dilingen In^olstat Pedro de Soto, Martin de Olave, Alfonso de Pisa, Gregorio de Valencia. En Polonia Pedro Rui'z de Moros y Alfonso Salmern, fin Liluania Manuel de Vega. En Bohemia Rodrigo de Arriaga. En Oxford Vives y Pedro de Soto. En Cambridge Francisco de Encinas. En Lovina Vives, el jurisconsulto .Antonio Prez y muchos jesutas. En Pdua Juan Montes de Oca. En Roma Francisco de Toledo, Mariana, Benito Pererio y otros innumerables. Basta decir que hasta el siglo pasado el catedrtico de Filosofa en el Colegio Romano fu siempre |"i espaol. Todo esto prueba lo alrasada-qa i estaba entonces nuestra ciencia, y lo adelantada que est ahora en que nadie se acuerda <ie nosotros, ni para un remedio. Hace poco vimos que un lamoso
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ice el seor de la Revilla que en la defensa de la filosofa espaola no ando muy afortunado, y que le doy lecciones pueriles, como la de advertirle que Foxo Morcillo y Gmez Pereira se llamaban as, y no Morcillo y Pereira, segn l los nombra. En primer lugar, lo de los nombres es en mi artculo un parntesis, que no inluye poco ni mucho en la argumentacin. En segundo, esta cuestin de los nombres no es tan impertinente como al seor dla Revilla le parece. Hay en nombres y apellidos formas consagradas por el uso, y que no conviene alterar para no exponer al lector confusiones. Al decir Cervantes y Caldern, todos entendemos que se trata del autor de El Ingenioso Hidalgo y del de' La vida es sueo; pero nadie nos entender si al primero le llamamos Saaveara al segundo don Pedro de la Barca, Henao, Barreda Riao, por ms que llevase todos estos apellidos. Y es tal la tirana de la costumbre (fundada siempre en algo) respecto este particular, que nos causaria suma extraeza oir llamar Vega secas Lope, Mendoza al Marqus de Santillana, mucho ms cuando la nueva forma, tras de inusitada, induce errores, como en el cpso de Gmez Pereira. E hice esta observacin (disculpable en un pobre biblifilo que no est la altura de la ciencia moderna), porque he notado que hasta en la manera de citar los titules de los libros y los nombres de los autores, se conoce el grado de faroilifiridad que con ellos tiene el seor critico. Tambin le parece excusado al seor de* la Revilla el que yo insistiese en la distancia que separa Huarte y doa Oliva, de Vives, Suarez y Foxo, y dice (con evasiva sofstica, aunque inocente) que los coloc en la misma lnea de imprenta, no de categoras. Pues qu en el mero techo de citar estos cincofilsofosen los trminos que lo hizo, no dio entender bastantemente que los tenia todos por de primer orden y los estimaba como la flor y nata de oradop do nuestro parlamento se le iba hacer doctor porta Universidad de Oxford, pero luego se averigu que no era por las condiciones cientficas del susodicho, sino... por hSibetprot^ido os interete*
de la Aliania Enomglica n Espaaf
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esa decantada filosofa espaola? Por qu cit Huarte y doa Oliva, y no otros? Por qu se dej en el tintero Alfonso de Crdova, Rodrigo de Arriaga, Gabriel Vzquez, Domingo de Soto, Baez, Fray Juan de Santo Toms, ngel Manrique, Marsilio Vzquez, Pererio, Molina, Miguel de Palacios, Francisco de Vitoria, Fonseca, Toledo, los dos Snchez, Servet, Gouvea, Valds, Seplveda, Pedro Juan Nuez, Montes de Oca, Luis de Lemus, Cardillo de Villalpando, Pedro de Valencia, Mariana, Valles, Caramuel, Nieremberg, Martinez, Piquer, Ceballos, Prez y Lpez y tantos otros? Por qu call el gran nombre de Raimundo Lulio? Sin pecar de malicioso, puede afirmarse que el seor de la Revilla se acord de Huarte y doa Oliva porque escribieron en romance y son de losfilsofospeninsulares ms conocidos, habiendo de sus obras ediciones modernas muy comunes. El seor de la Revilla manifiesta grandes simpatas hacia Huarte, y yo le felicito por ello. Bueno es que se vaya aficionando lecturas espaolas, aunque no escoja, para principiar, un filsofo de los de primera marca. Ve el seor de la Revilla cuan notable es el libro de Huarte con no contarle entre los mejores los aficionados estas cosas? Pues juzgue lo que sern los filsofos que no conoce: ex ungue leonem. Tenga calma el seor de la Revilla, y lea mucho de pensadores espaoles, que su clarsimo entendimiento ha de llevarle reconocer la verdad, por lo menos respetarla, ya que le falte valor para confesar su antiguo yerro. Y si le interesan los discpulos de Huarte, no deje ae leer la Filosofa sagaz y Anatoma de ingenios, escrita en el siglo XVII por el cataln Esteban Pujasol, y el Discernimiento de ingenios, que en el XVHI public el Padre Ignacio Rodrguez, el primero de cuyos libros contiene ideas tan nuevas, atrevidas y peregrinas como el celebrado Examen del mdico de San Juan de Pi de Puerto. Mas, pesar de SHS aficiones huartistas, obstinase por ahora el seor de la Revilla en el quod dixi, diaoi, y truena contra m, sin duda porque dud de su infalibilidad crtica; pecado imperdonable para los amantes de la tole-
rancia y de la libertad del pensamiento. Pero como yo tengo la mala costumbre de decir las cosas muy claras uft sabios como el seor de la Revilla, Y as lo blanco siempre llam blanco, Y Maee le llam siempre alimaa, segn cant all nuestro paisano Jorge Pitillas, repito ahora lo que su tiempo dije y explan largamente, y lo que el seor de la Revilla ha tenido buen cuidado de no mentar en su contestacin, sin duda por miedo de quemarse, es saber: que niego y continuar negando su competencia en esta cuestin, mientras no d pruebas de conocer algo masque de oidas la filosofa espaola. E insisto en este punto, porque no veo en el seor de la Revilla trazas de enmienda, puesto que su llamada contesacion mi artculo deja las cosas tan mal como se estaban, y l le coloca en situacin ms falsa y peligrosa que antes, haciendo patentes la ligereza con que habl primero y la terquedad insigne con que ahora se aferra lo dicho, sin reparar en la calidad de las armas que emplea para sostener una malsima causa. Y si al seor de la Revilla le parece todo esto personalidades, tenga en cuenta que aqu son indispensables y precisas, y que en nada hieren su buena fama, no ser que pretenda ser omniscio 6 tener ciencia infusa, lo cual no sospecho de su perspicaz discernimiento. Dice el seor de la Revilla que, para probar la existencia de la filosofa espaola cito todos los que se han ocupado D E ella, lo cual califica de desahogo de biblifilo. Perdone el seor de la Revilla: no los cit para eso, sino para demostrar que no somos usted y yo solos los creyentes en la existencia de la filosofa ibrica. Ah est mi carta que no me dejar mentir. Entre eso y lo que el seor de la Revilla dice hay bastante diferencia. Aqu vendra bien la usada cortesa de que el seor de la Revilla no me habia entendido; pero como yo me pago poco de frmulas y s que el seor de la Revilla me entiende perfectamente, como yo l, dir sin rebozo (y si es perso-
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nulidad, no le ofenda) que no quiso entenderme, porque as le convenia. Y sepa el seor de la Revilla (aunque nada quiere saber de boca mia) que, aun empleado como argumento de autoridad, ese catlogo seria de gran fuerza: .1. Por contener nombres ilustres y de primera importancia cientfica y bibliogrfica; 2. Por haber entre ellos sectarios de todas las escuelas filosficas desde las tns radicales hasta las ms ortodoxas, lo cual excluye hasta la sospecha de ser el nombre defilosofia espaola bandera de secta de partido; 3. Por haber florecido los autores aU citados en muy diversos tiempos y naciones, lo cual excluye asimismo toda idea de confabulacin y acuerdo. Por eso, y porque no soy tan inmodesto que prescinda de la autoridad de los que me han precedido, me permit aquel desahogo que tan mal ha sentado al seor de la Revilla y tan triste idea le ha hecho formar de la generacin educada en las bibliotecas con estudios de cal y canto. Quiz esa generacin (que aun est por ver) no competir En sal, en garabato, en aire y chiste con la dorada juventud que hoy puebla los Ateneos y habla con sublime aplomo de transformar el Cristianismo, como si se tratase de remendar unos calzones viejos; pero de seguro tendr la buena condicin de no tratar cuestiones que no entienda, ni entretenerse en denigrar y escarnecer por sistema cuanto hicieron y pensaron nuestros abuelos. El seor de la Reviila, que me tiene m (aunque indigno) por de esa generacin, dice que ser divertida, juzgar por la muestra. Es posible que yo no divierta al seor de la Revilla; en cambio, l mo divierte mucho, muchsimo, y sentira verme privado de sus donosas y eruditsimas lucubraciones acerca de la Filosofa espaola. ^ En todos estos preliminares, que en rigor pudieran calificarse de plvora en salvas, gasta el seor de la Revilla muy cumplidas las tres primeras pginas de su articulo.
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Y cuando podamos creer que iba entrar en materia y decirnos grandes cosas, y despus de anunciarnos que v hablar por partes y tratar la nica cuestin seria que apunt en mi artculo, sale con lo siguiente: Cuando hemos dicho que la filosofa espaola es un mito, no hemos querido decir que no haya filsofos espaoles, sino que no existe una creacin filosfica espaola que haya formado una verdadera escuela original, de influencia en el pensamiento europeo, comparable con las producidas en otros pases. Y rengln seguido, y como si no lo hubiera dicho bastante claro, torna remachar lo que l llama argumento, y es slo na escapatoria por los cerros de Ubeda, diciendo que, para que haya filosofa nacional es preciso que constituya escuela y tradicin en un pas; y no contento con esto, dice ms abajo que ha de llevar su influencia ms all de los limites estrechos de la patria; cuyas condiciones (puramente externas y accidentales y que no afectan al mrito de las doctrinas) son, en concepto del seor de la Revilla, indispensables para que se pueda hablar de Filosofa espaola. Pues ahora voy dar gusto al seor de la Revilla mostrndole, no una, sino varias creacionesfilosficasque forman tradicin y escuela influyen en Espaa y fuera de ella. Y se habria ahorrado el seor de la Revilla mucho mal camino y muchos tropiezos si hubiese comenzado por aqu, en vez de adoptar el tono de un artculo de La Iberia y llamarme neo y retrgrado sin venir cuento. Para que el seor de la Revilla vea que no abuso de las ventajas que con ceguedad notoria se empea en proporcionarme, prescindir del senequismo, por ser doctrina ms bien moral que metafsica, y porque tal vez pertenezca nuestro crtico al nmero de los que se niegan reconocer la influencia del genio nacional en las obras de los hispano-romanos. Pero lo que no negar es la grandsima importancia histrica de esa transformacin del estoicismo, que en la Edad media influye sobremanera, llegando bautizar con el nombre del filsofo cordobs no pocos libros ajenos y de origen cristiano, como el De
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quatuor virtutibm de San Martin Bracarense; que en el siglo XV domina sin rival en las inteligencias de nuestros primeros renacientes (D. Alonso de Cartagena, Pedro Diaz de Toledo, el marqus de Santillana, Juan de Lucena, Fernn Prez de Guzman, el rey de Aragn Alfonso V, etc.); que en el XVI y en el XVII llega su apogeo dentro y fuera de Espaa con Justo Lipsio, Montaigne, Quevedo, Saavedra Fajardo, Gracian, Nuez de Castro, Baos de Velasco, Fernandez de Heredia, Ruiz Montiano, Fernandez Navarrete, el portugus \ntonio Lpez de Vega y otros ciento, expositores unos, comentadores y defensores otros, y moralistas los ms, la manera del filsofo de Crdoba; que en el siglo XVIII inspira buena parte de sus paradojas y atrevidos pensamientos Rousseau, y provoca en Francia de parte de Diderot y de Lagrange defensas tan extremadas como las que por entonces hacian en Italia los jesuitas espaoles Serrano y Lampillas. Hago caso omiso de esta doctrina que siempre ha tenido secuaces de bulto en Espaa y en otros pases. Dejo tambin el averroismo, teora del intelecto uno, porque de seguro me negar el seor de la Revilla que sea escuela filosfica espaola, aunque Averroes fuera tan cordobs como Sneca; pero de seguro, tambin, me confesar el predominio incontestable de esta filosofa arbigo-hispana en las escuelas de Occidente desde el siglo XII; predominio que (entre parntesis) de nadie recibi ms duros golpes que del mallorqun Raimundo Lulio, viniendo sucumbir casi, bajo los recios anatemasdel valenciano Luis Vives en los dias del Renacimiento. Tampoco significar nada para el seor de la Revilla, como parte de nuestra historia filosfica, ese pantesmo judaico-hispano, personificado en Avicebrn fBen Gabiroj mejor que en Moiss ben Mayemon (Maymonides) aunque malamente apellidado maimotiismo, sistema tan real y poderoso, que, no slo inspira en el siglo XVI Miguel Serviet y Giordano Bruno (confundindose en ellos con reminiscencias neo-platnicas) y se amalgama en el XVII con el cartesianismo y el mtodo geomtrico en los libros de Benito Espinosa, influye en
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otro panleista, tambin de origen hebraico-portugus, aunque menos conocido, David ben Pinhas, sino que en e presente vive y palpita ms menos modificado en el fondo de muchos sistemas alemanes. De estas tres creaciones del pensamiento ibrico admitir el seor de la Revilla el mrito y la importancia, y dir que formaron tradicin y escuela en la Pennsula y fuera de ella, porque, como no fueron catlicos sus autores, sino paganos,, musulmanes judos, no hay riesgo en alabarlos; pero tendr buen cuidado de advertir que Sneca, Avicebron, Averroes y Maimonides fueron espaoles slo por el hecho de haber nacido en Espaa, sin considerar que grande debi de ser el elemento espaol en Sneca cuando este siguieron imitaron con preferencia nuestros moralistas de todos tiempos, y cuando aun hoy es en Espaa su nombre el ms popular de los nombres de filsofos y una especie de sinnimo de la sabidura, lo cual indica (jue sus doctrinas y hasta su estilo tienen alguna esencial y oculta conformidad con el sentido prctico de nuestra raza y con la tendencia aforstica y sentenciosa de nuestra lengua, manifiesta en sus proverbios y morales advertencias, de expresin concisa y recogida como los apotegmas de Sneca, que pugnan con el genio de la lengua latina y la cortan seca y abruptamente; y sin reparar, en cuanto Averroes y Maimoniaes, que al primero refluye todo el genio filosfico de los rabes espaoles, como al segundo toda la labor intelectual de los hebreos peninsulares, razas ambas sumamente modificadas por las condiciones de nuestro suelo y clima, y partcipes de las condiciones y leyes histricas del pensamiento nacional; leyes y condiciones por las cuales puede explicarse hasta cierto punto la inclinacin al panteismo, manifiesta lo mismo en los filsofos hispano-rabes y judos que en todos los herejes espaoles anlitrinilarios, hayan sido no filsofos, como Prisciliano, Gundisalvo, Miguel Servet, Alfonso Lincurio, Marchena y Martnez Pascual, porque el pensamiento espaol es lgico hasta en sus aberraciones. Pero no cante victoria el seor de la Revilla, que aun
i67 y sabia, aunque incompleta, escuela escocesa, que en punto al anlisis psicolgico tiene sus precedentes en el tratado De anima et vit (1), y en cuanto al criterio de verdad, al sense conmon, en este pasaje del libro I Deprima philosophia, y en otros que pudieran citarse y los cuales corresponde bien la tendencia general de las obras filosficas de Vives: Quod naturale est, non poiest esse ex falso (llama naturale al testimonio de conciencia)... nec potest certius esse veri argumentum, quam omnes naturaliter sic sentir... Nam si magni alicujus et sapientissimi viri auctoritas jure habet momenti plurimum, quanto habebit majus auctoritas generis huiiani?y> Que es, en sustancia, lo que dice Reid: El asentimiento en virtud del cual todos los hombres se afirman si mismos proposiciones verdaderas y universales, es un juicio natero/(expresin idntica la de Vives, que le distingue del juicio artificial segundo), instintivo, que debe afirmarse, pero que no se razona.D Y me preguntar ahora el seor de la Bevilla si el nombre de Vives debe colocarse al lado de los de Descartes, Kant y Hegel? S, por cierto, y aun un poco ms arriba, y si no suena tan alto como debiera, es por una grande injusticia histrica, incomprensible para el seor de la Revilla y otros fanticos adoradores del xito. As como el hemisferio de Colon lleva an hoy el nombre de Amrico Vespucio; as se han bautizado con los pomposos nombres de baconismo, cartesianismo, y escuela escocesa diversos girones del manto de Vives, para quien espero que llegue pronto el dia de la solemne reparacin, hoy retardada slo por el clamoreo de los sofistas. Esperanza tengo de que retoe esa escuela, nunca enteramente muerta en Espaa, escuela de Melchor Cano, de Pedro de Valencia, de Isaac Cardse, de Caramuel, de (1) En l recomienda la observacin interna con preferencia al razonamiento y la disputa: Pro meditalione atque exercilamento est tacita cognitio... quft alliiis in rei notitiam penetramus, quin dispulaiionibiis vel aUercationibiis... Consideratio... mentem quasi in se ipsam reflectit ut rccognoscat quid conlineat, quale, quantumque sit.
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Feijo, de Piquer, escuela cuya restauracin dos veces se ha intentado en el siglo XVllI y en el presente, frustrndose por hado enemigo entrambas tentativas, la del animoso Forner, portento de doctrina, y la del sabio metafsico Llorens, secuaz de la escuela escocesa, la cual procur enlazar con la tradicin de Vives, en cuya empresa le sorprendi la muerte. Ya est servido el seor de la Revilla medida de su deseo; ah tiene, aunque slo rpidamente bosquejadas, las escuelas y las inlluencias que tanto deseaba conocer. Aunque de las seis me rechace tres, tiene que reconocer la existencia y nacionalidad de las restantes. Ya ha visto que hay lulistas, suaristas y vivistas dentro y fuera de Espaa: pereiristas n, pues Gmez Pereira no fu caudillo de secta, porque no tena condiciones para tanto, pesar de su claro entendimiento, perspicuidad y audacia. Y qu dir del resto del artculo del seor de la Revilla, en el cual no hay una idea de provecho ni una noticia erudita, mostrndose el autor cada vez ms desalumbrado y fuera de tino, como quien anda por sendas (|ue no conoce, y cada paso tropieza? No es ridiculo comparar la obra cientfica de Vives, Gmez Pereira y dems filsofos peninsuhires con la misin de San Juan Bautista, que no predicaba una doctrina, precursora ni madre de otra doctrina, sino qui; anunciaba la venida del Salvador, diciendo: Haced penitencia, porque se acerca el reino de los cielos, y bautizaba en el agua para la penitencia, esperando que viniese el que haba de bautizar en el Espritu Santo y en el fuego? Y me pregunta el seor de la Revilla qu me piireceria del que. intentase propagar y defender el juanismo? Pues qu habia de parecerme tal empresa? Un desatino, y ms desatinado me parece el smil y ms trado por los cabellos el argumento [\) seor de la Revilla, <ue sin duda cuenta mucho con la tolerancia de su pblico especial, cuando tales cosas escribe como si fuesen razones slidas y macizas (estas palabras mias se le han indigestado, y no es extrao).
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En cuanto los msticos, el seor de la Revilla se vale de otra evasiva sofstica, distinguiendo entre lo que l llama misticismo y la filosofa mistica, que es lo mismo que si distinguisemos entre el kantismo y la filosofa kantiana. El seor de la Revilla es muy dueo de hacer los distingos que guste y de interpretar las palabras como le plazca; pero el misticismo la filosofa mstica es indudable que ha florecido en Espaa como en ningn otro pas del mundo, y todo el que no sea positivista y haya leido Las Moradas, Los Nombres de Cristo y la Subida al Carmelo reconocer que no hay liiosofa ms alta y sublime que aquella, y tendr Santa Teresa por filsofa tan grande y mayor que Hipotia (de quien despus de todo slo ha quedado la fama), y Fr. Luis de Len y San Juan de la Cruz por filsofos profundos y excelenlsimos, bastante ms que Kant, Ilegel y sus satlites, con cuyos nombres, sin cesar repetidos, quieren aturdimos los crticos germanescos. Ya supongo la idea que tendr el seor de la Revilla de la filosofa, y mal puede admitir en ella el misticismo, la filosofa divina, siendo secuaz de Compte v de Litlr. Mas en cuanto suponer que nadie considera como filsofos los msticos citados, perdneme que dude de su honrada palabra. Sin recurrir neos y oscurantistas, ah estn Rousselot en su libro de Les Mysiiqies Espagnols, el seor Valera en cien artculos y discursos, el Sr. Canalejas en su juicio del libro francs antes citado, el Sr. Martin Mateos en una serie de artculos publicados en la Revista de la Universidad de Madrid, y el malogrado esttico Nuez Arenas en un discurso inaugural de la propia escuela, todos los cuales convienen en estimar como filosofa el misticismo y como filsofos los msticos espaoles. El seor de la Revilla insiste en juzgar por el xito las doctrinas filosficas, y dice que, si Platn no hubiese fundado escuela, sera un gran filsofo, pero no un objeto importante en la historia de la Filosofa. Pues si la historia de la Filosofa no habla de los grandes filsofos y de sus doctrinas, de qu ha de hablar? Esperar que venga el servum pccus para decidir del mrito de los sis-
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temas? Pero bien mirado todo, no es el xito, sino la fama del xito, lo que no lograron los filsofos espaoles. Ms se han olvidado sus nombres que sus doctrinas. Lo dicho de Vives en particular puede aplicarse todos ellos considerados colectivamente. Las limitadas noticias que tenemos de su influencia en el movimiento intelectual de la edad moderna nos bastan para creer fundadamente que aquella fu poderosa y fecunda. La Ontologa, la Teodicea, la Cosmologa, la Antropologa, la Etica, el Derecho natural, la Esllica , todas las esferas de la filosofa les deben copiosas luces; slo falta que reconozcan la deuda, mucho mayor, sin duda, de lo que por los dalos hasta ahora conocidos aparece. Tulit alter honores... Aqu tiene usted, amigo D. Gumersindo, la contestacin del seor de la Revilla, contestada sin aadir, ni quitar, ni desfigurar ninguno de sus argumentos, al revs de lo que l ha hecho con los mios. Escrita su rplica en momentos todava de irritacin y clera, es, bajo lodos aspectos, indigna de su reputacin y notorio talento; nada prueba, nada resuelve; puede pasar nicamente como evasiva. Un solo argumento fastidiosamente desledo, algunas declamaciones de club patritico; mucho contar al pblico lo que yo digo, suprimiendo (cosa es clara) las amenidades contra su persona y con ellas otras cosas que no son pora el ingenioso crtico amenidades, sino espinas; un rebajar poniendo por bajo, cuando lo raro y peregrino sera rebajar poniendo por cima; no poco de aquellas sabidas frases: baste con lo dicho... mucho pudiramos decir... pero ya dijimos... pero no lo diremos... porque el seor Menendez es neo; he aqu el articulo del seor de la Revilla. Al final anuncia que no disentir conmigo mientras no vea que empleo ms comedidas formas. En cambio, yo que de formas me cuido poco, que no soy catedrtico de Literatura como el seor de la Revilla, y que no tengo reputacin literaria buena ni mala que aventurar en este lance, discutir con l en cualquiera forma, aunque use l la peor de todas, la progresista, aunque toque el himno
171 de Riego, y me llame neo y troglodita... y cuanto se le antoje, que por eso no he de ofenderme; pero condicin de que d muestras de haber estudiado la materia y conocer de lafilosofaespaola algo ms que vagas generalidades. De usted apasionado amigo y paisano. Santander 22 de Setiembre de 1876.
SEGUNDA PARTE.
No hace muchos aos que los eruditos y laboriosos i n vestigadores de los tesoros literarios que encierran nuestras bibliotecas, paraban su atencin, solicitada por tan extrao espectculo, en un joven, casi un nio, que con un infolio en pergamino con algn empolvado manuscrito delante, tomaba de cuando en cuando apuntes en unas cuartillas de papel con aquella naturalidad y desembarazo que acu(d) Bien pesar mi, y no por vano alarde, ni por recrearme con elogios que bien conozco no merecer, reproduzco aqu ntegros, y tales como salieron en La Espaa, estos dos artculos del Sr. Pidal. Mi intencin era haber tomado de ellos nicamenie los prrafos en que se contradicen rectifican ideas mas, y que die;'on ocasin la carta In dubts libertas, pero consideraciones editoriales por una parte (pues no hago yo esta reimpresin de mis cartas), y por otra la voluntad de su autor clara y repetidamente manifestada, me obligan cerrar los ojos y consentir en la reproduccin ntegra. Los lectores nada perdern en ver mezclados con los rasgos de mi torpe pluma algunos, y muy brillantes, de la del vigoroso orador parlamentario, denodado y simptico campen de la fe y de la patria, y amigo mi queridsimo.
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san largos hbitos y gran familiaridad en el trato y manejo de tan venerandas antigedades. La asiduidad con que concurra su puesto, el carcter de letra de los manuscritos que estudiaba, el idioma en que estaban escritos los libros que pedia, unido con su tierna edad infantil aspecto, despertaban de tal modo la curiosidad de los observadores, que en breve se esparci el rumor de que un nuevo erudito, ratn de biblioteca y tragador de polvo y de polilla, iba sabr luz en la patria de los Gallardos, Calderones, Gayangos y Duranes. Jusliicaba tal apreciacin el realo de varias ancdotas que corran entre los aficionados. Contbase el caso acaecido uno de nuestros literatos ms ilustres, encargado de comentar los poetas espaoles del siglo decimoctavo, y en cuyas lahoriossim.is investigaciones no habia podido dar con el cdice manuscrito de cierto fraile poeta, vindose obligado consignarlo as en la obra, inclinndose al parecer de que tales versos no existian; cuando das despus recibi una carta suscrita por desconocido nombre, en la que Se le indicaba la biblioteca, la sala, el armario, el estante y el legajo en ipie los tales desconocidos versos dorman el sueo del olvido. Maravillse, al parecer, nuestro literato; corri al sitio que se le indicaba, con gran desconfianza y temor de ser juguete de una broma, y hall en el mismo punto sealado las obras del poeta, i n quiri diligente las seas de la casa del Colon de aquellas desconocidas rimas, y fule visitar agradecido. No le hall en ella, y decidi esperarle. Introdnjronle en una reducida habitacin colmada de papeles y libros, y cul no sera su asombro cuando, pensando hallarse con una honnbre provecto, cuyas canas justificasen su sabidura bibliogrfica, se encontr cuando, de vueltaya nuestro erudito, penetr por fin en su habitacin, con un joven imberbe, vestido con una chaquetilla y con ms trazas de jugador de marro do las cuatro esquinas, que do espolvoreador de archivos y dcsenfcrrador de c')dices apolillados. Entablaron conversacin animada sobre puntos oscuros de nuestra literatura, y horas despus, segn es fama, sala
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el insigne literato hacindose cruces de ver conipendinda tanta erudicin en tan cortos, aunque tan bien aprovechados aos. Estos relatos y otros, como la noticia de que en un solenne certamen abierto por una rica casa editorial, y del que fueron jueces nuestras notabilidades literarias ms ilustres, slo se habian considerado dignas de premio dos obras, y abiertos los pliegos en que vena el respectivo nombre de su autor, se encontraron los jueces con que ambos trabajos llevaban el mismo nombre, que no era otro que el de nuestro joven, vinieron aumentar nuestros ya vivos deseos de conocerle, deseos mezclados con el temor de que fuese el tal joven uno de esos prodigios de memoria en quienes la casi total ausencia de entendimiento abona ia teora de que una facultad se desarrolla siempre expensas de las otras, y justifica el dicho vulgar de que la memoria es el talento de los tontos. Conocmosle por fin una noche en unas modestas velaladas literarias, en que no para hacer aparatosos alardes de postizos conocimientos, sino para estudiar y dilucidar detenidamente las cuestiones ms importantes que nos ofrece la historia cientfica y poltica de nuestra patria, nos reunamos algunos jvenes, deseosos de aprender, y algunos ancianos de nombre ilustre en la repblica de las letras. Tratbase aquella noche de la decadencia de Espaa en el reinado del ltimo representante de la causa de Austria, y de su renacimiento en el del primer representante de la casa de Borbon; y habiendo hecho uso de la palabra personas ilustradsimas que habian estudiado de ropsito el tema, y algn sabio encanecido en el estudio e la historia patria, parecia ya agotado el asunto, cuando el que esto escribe rog al joven recien presentado, que hasta entonces habia permanecido silencioso, que dijese algo de su cosecha sobre el particular, aunque ya nada nuevo pudiese, al parecer, decirnos. Excusse con natural modestia al pincipio; pero vista nuestra insistencia, us de la palabra incontinenti, y sin afectacin ni pretensiones, y en un estilo claro y llano, y i4
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con un lenguaje castizo, desarroll con tal novedad, profundidad y extensin el lema, demostrando tal copia de erudicin, tan serena crtica y tanto ingenio, que desde entonces qued para nosotros inconcuso no slo que el joven en cuestin, adems de una erudicin vastsima, hija de largos y concienzudos estudios, posea profundos conocimientos cientficos, puesto todo al servicio de un entendimiento shdo y elevado, sino que la tan decantada decadencia literaria de Espaa en el reinado de Carlos II, y su tan ponderado renacimiento en el de Felipe V, era uno de tantos lugares comunes, sin fundamento, inventados por la pasin y propalados por la ignorancia, como corren de boca en boca por los labios de los eruditos la violeta del presente siglo. Pocos das despus, en el despacho del director de La Espaa Catlica, escuchbamos atentos unos cuantos aficionados la literatura unas magnficas composiciones poticas debidas al mismo joven. Eran unas versiones escrupulosamente hechas de los clsicos griegos y latinos y de los ms afamados poetas italianos, ingleses, franceses, portugueses y lemosines, y aquel mismo dia,' y en la misma Espaa Catlica, veia la luz el primer articulo de aquella larga serie de estudios acerca de los jesutas espaoles en Italia, que tanto llamaron la atencin de los crticos, y en los que tan soberanamente se demostraba lo atroz del desafuero cometido contra el saber, no menos que contra la justicia, la virtud y la religin, por aquel acto que ha calificado la historia con el nombre de brbaro por boca de los mismos corifeos de la impiedad, que acaso por eso no vacilan en repetirlo. Por aquellos dias tambin adquirimos completas noticias de casi todos sus trabajos, publicados ya unos, inditos otros y algunos por acabar todava, y cuya sola enumeracin asusta, pues fuera bastante cualquiera de ellos ocupar la vida de un hombre, si haban de ser desempeados con la conciencia que su asunto requeria y con la que evidentemente los habia l desempeado todos. Tales eran los Estudios phticos que tetes nos hemos referido; los
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Estudios clsicos, de que forma parte La novela entre los latinos, precioso opsculo que deja agotada la materia y que present el autor como tesis doctoral al recibir este grado en la Facultad de Letras; el Ensayo bibliogrfico y critico sobre los traductores espaoles de Horacio; el Bosquejo de la historia cientfica y literaria de los jesutas espaoles desterrados Italia por Carlos III, de que va hemos hecho mencin; los Estudios crticos sobre escritores montaeses, inaugurados con el tomo referente Trueba y Coso; la Biblioteca de traductores espaoles, que ha merecido el nombre de tesoro de erudicin biogrfica y bibliogrfica; La historia de la esttica en Espaa; y finalmente, La historia de los heterodoxos espaoles desde Prisriliano hasta nuestros das, digno pendant de La historia de los herejes italianos, que con gloria suya y de la Iglesia ha dado luz el inmortal Csar Cant. Tales y tantas obras, fundamentales las ms de ellas, nos llenaron de admiracin ante el mero desarrollo de sus planes. Planes asombrosos por la vastedad de su extensin, por el nmero y novedad de sus datos, por la naturaleza y copia de sus fuentes, por lo ordenado de su mtodo y por la unidad de su pensamiento. y sin embargo, debemos decirlo, y lo diremos, nada de todo esto nos sorprendi tanto como la absoluta imposibilidad en que nos vimos de darle alguna noticia nueva, algn dalo desconocido, alguna fuente ignorada, algn argumento consideracin importante, olvidado en el desarrollo de sus lemas. Siempre que le apuntbamos el nombre de algn autor, el ttulo de algn libro, las aseveraciones de algn crtico, la fuente de algn estudio, siempre nos confunda salindonos al paso, atajndonos en nuestra indicacin y completando todo aquello que-le decamos cou nuevos hechos y razones, que nos probaban, que no slo conoca aquel escritor aquella obra, sino que los conocia fondo y sabia distinguir, tanto en materia de erudicin como de doctrina, lo bueno de lo malo que en ellos ge hallaba. Y lo ms notable de este saber y de esta erudicin era
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(jue, corno se echaba de ver en seguida, no habian sido iidquiridos por segunda mano y en libros de referencia, sino en sus propias fuentes, bien fuesen stas espaolas extranjeras, manuscritas impresas, raras comunes, antiguas modernas; fuentes cuyo detenido anlisis, asi como el de sus comentaristas, traductores y plagiarios, nos hacfa bajo el punto de vista ilosfico de su doctrina, histrico de sus hechos, literario de su estilo, bibliogrfico de su edicin y hasta bibliomnico de sus ejemplares, si estos eran raros. Asi, sin exageracin ninguna de nuestra parte, conocimos nosotros hace tres aos al joven D. Marcelino Menendez Pelayo, natural de la provincia de Santander y de edad de diez y siete aos! Y dicho esto, vamos, con el respeto que nos merece y con la desconfianza de nuestras propias fuerzas que el caso nos impone, juzgar su ltima produccin, verdadera improvisacin literaria, con algunas de cuyas aseveraciones nos atrevemos no estar completament conformes. Titlase esta produccin Polmicas, indicaciones y proyectos sobre la ciencia espaola, y dala comienzo un prlogo tan bien escrito como bien pensado del Sr. D. Gumersindo Laverde Ruiz, bien conocido en la repblica de las letras, paisano del autor, y cuya delicada salud le obliga calificar esta ltima produccin de su bien tajada pluma de su testamento literario. Es el Sr. Laverde y Ruiz el porta-estandarte, por decirlo asi, de los concienzudos entusiastas de la ciencia espaola, que, indignado ante el voluntario olvido en que la profunda ignorancia de los modernos sabios deja sumidos los tesoros de la sabidura patria, para correr A rendir humilde tributo de admiracin y de homenaje ante las ms triviales y .chavacanas producciones de la ciencia extranjera, ha dedicado su vida la investigacin y recuento de nuestros sabios telogos, filsofos, eruditos y naturalistas, y de sus ms notables producciones y descubrimientos ms importantes, dndonos, como resultado de sus trabajos, la evidencia de nuestra superioridad cientfica, y
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como causa de nuestra actual decadencia el desconocimiento de nuestros grandes hombres y de los monumentos que prodvjjeron, sealando al mismo tiempo el modo de remediarla por medio de estudios crticos y de catlogos bibliogrficos, y sobre todo, por la resurreccin de nuestras antiguas universidades y la creacin de ctedras para los diversos ramos de la ciencia espaola. Gast eu esta noble cruzada sus juveniles fuerzas el Sr. Laverde, produciendo curiossimos y eruditsimos trabajos; pero al cabo, pasronle los aos, marchitronsele las ilusiones, disipronse sus esperanzus terrenales, aumentaron sus desengaos, desfallecieron una su cuerpo y su espritu, hasta el punto de retirarse exhalar su ltimo suspiro en el suelo bendito en que reposan las cenizas de sus abuelos; pero sin arriar por eso su bandera, antes bien, mantenindola enhiesta y tremolndola sobre los jvenes adictos de la ciencia espaola. Cuando h aqu que la Providencia le enva, cuando ya enfermo y dolorido, nada le es dado hacer para unir la predicacin al ejemplo, al joven Menendez Pelayo, que, como dice Laverde, l solo vale por un ejrcito, y ante refuerzo tan inesperado, se le ensancha el pecho, se le enardeced corazn, y como si ya no le aterrara la muerte, que plida y callada se le aproxima, arroja el espaol qu importa? exclamando: Non omnis moriar. Si yo rae voy, queda en pi V., joven alentado, corazn sano, cabeza potentsima, para continuar la tradicin de mis ideas y proyectos, y conducirlos todos feliz trmino ^' remate. Y en verdad que el resto de la obra que estamos examinando jusliica plenamente sus esperanzas y consuelo. Constituye su ncleo, como se echa de ver por el titulo, algunas polmicas sobre la existencia de la ciencia espaola, varias indicaciones sobre los medios de generalizar su conocimiento, y el proyecto de una obra fundamental acerca de los heresiarcas espaoles, que no es otro que la introduccin y el ndice de dicha obra, compuesta por el
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autor y que en breve ver la luz, segn tenemos entendido. Con decir que el libro que vamos examinando es, pesar de haber sido escrito al correr de la pluma, para las columnas'de un peridico, y sin ms plan que las exigencias de la polmica, un manantial inagotable de erudicin espaola, un tratado crtico de nuestra cultura intelectual, y un libro amensimo escrito en lenguaje castizo y lleno de sal tica ad usum de los Don Hermgenes del krausismo, tenemos dicho todo cuanto de l se puede decir en conjunto, concluyendo por aadir que todo escritor espaol, ms an, catlico, no puede prescindir de tenerlo sobre su bufete, si ha de contestar fcil y victoriosamente los enemigos de nuestra fe, que niegan sistemticamente la cultura intelectual de Espaa, como prueba evidentsima de las tinieblas en que se sumen las naciones, donde sin rival impera seora y reina absoluta de los corazones y de los entendimienos la Fe catlica revelada por Dios y por su Santa Iglesia. Motiv las cartas que forman este libro una de tantas proposiciones como la soberbia pedantera racionalista, que desprecia bulto y montn los tesoros de la Edad Cristiana, para prosternarse esttica ante la ultima exhumacin de alguna necedad, fiambre ya de muchos siglos, arroja desde lo alto de las ctedras que ha tomado por asalto, merced, antes que nada, al abandono de la juventud catlica, ms gustosa, por regla general, y hasta ahora, de encerrarse en el cmodo pero estril crculo de las declamaciones, exageraciones y pesimismos polticos, ue de trepar por la spera pero gloriosa cumbre del estu0 y dla meditacin, por donde tan airosamente asciende nuestro Menendez Pelayo, y proposiciones (jue arrojan tambin desde las columnas de las revistas que forman ya, comparadas con los peridicos, los estudios serios de estas generaciones tan raquticas de espritu como de cuerpo, para quienes sera empresa inverosmil atreverse con uno de esos libros con que se desayunaban nuestros mayores. La tal proposicin era ms grave por ser hija de uno de los pocos escritores concienzudos que cuenta la secta.
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laborioso y de talento nada comn. El Sr. Azcrate. Pero qu pueden ver los ojos del entendimiento, por poderosos que de suyo sean, cuando los ciega la tupida venda que la pasin amarr sobre ellos? As fu que el Sr. Azcrate afirm que por falta de libertad en la ciencia, Espaa habia perdido por completo su actividad cientfica durante tres siglos. Pocos ms propsito para destrozar esta afirmacin que Menendez Pelayo. Para el que niegue el movimiento no hay mejor razn que moverse. Menendez Pelayo no se movi; pero un solo signo de su pluma brotaron por encanto, como evocadas del fondo de sus olvidados sepulcros, legiones de sabios de todas clases que florecieron en Espaa durante esos tres siglos, y cuyos nombres la fama, pasando callada sobre las cunas de sus ingratos hijos, repite todava por los lejanos pases ue conservan, como cicatrices honrosas, los recuerdos e nuestra potente gloria. Pero Menendez Pelayo no se content con hacer desfilar esta procesin interminable por ante los ojos del escritor krausista; hizo ms: hizo que cada uno de ellos le fuese enseando, por decirlo as, su hoja de servicios, sus mritos, para l totalmente desconocidos. Qu asombro! se nos concedia algunos telogos; pero se creia que telogos era cosa as como sacristanes, no hombres que pasaron su vida pensando en Dios y avalorando sus infinitas perfecciones; se nos otorgaban algunos msticos, como quien dice, algunos beatos, ponderando todo lo ms su lenguaje, pero sin reconocer su intuicin poderosa, la luz de la cual descubrieron los arcanos de la eternidad en medio de las efusiones del amor divino; se confesaban nuestros poetas, novelistas y dramaturgos; pero como vlvula que la conspiracin tenebrosa contra nuestra libertad dej abierta las expansiones inevitables de la inteligencia, no como fruto natural y lozano del rbol frondoso de nuestro ingenio, que engalan con sus flores la imagen de la verdad que en nuestros altares se veneraba. Pero filsofos! pero naturalistas! por dnde?
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Vedlus ah; ahora pasan, con su genio profundo y filosfico verdaderamente espaol, con su erudicin, con sus verdades. No os asombris, racionalistas? Lo comprendo, pero prosternaos ahora y adorad, porque pasan tambin con sus errores. Con sus errores, s; son esos errores que el buen sentido nacional dej morir sobre el para ellos estril suelo de la patria, y que vosotros adoris, hoy que os los presentan con papel dorado y con etiqueta francesa y alemana, como las novsimas revelaciones de lo absoluto. Ah los tenis, la duda de Gartesio, el escepticismo de Hume, el sensualismo de Locke, el empirismo de Bacon, el pantesmo de Espinosa. Ah los tenis, adoradlos. Vives, Gmez Pereira, Snchez, Huarte, Servet, os los presentan; inscribid sus nombres en las lpidas del teftiplo, que el dia que se realice el ideal de la humanidad en el archipilago de la Oceana, elevareis la lenteja. No podis? Lo comprendo; sus errores no eran errores trascendentales. Todos eran errores sometidos la fe. La Iglesia no los persegua; no podis por lo tanto glorificarlos; slo hay aqu una vctima de la intolerancia, Servet; pero no lo ha quemado la inquisicin, le achicharr el libre examen. \Qn desgracia! Y despus de los filsofos como Baez, Soto, Tellez, Vzquez, Rodrigo de Arriaga, Henao, Toledo, Bernaldo de Quirs, Pererio, Molina, Suarez, Seplveda, Fonseca, Pedro Juan Nuez, Cardillo de Villulpando, Martnez de Brea, Gouvea, Montes de Oca, Luis de Lemus, Pedro Monz, Simn Abril, Vicente Mariner, Luis Vives, Foxo Morcillo, Nuez, Herrera, el Brcense, Snchez, Gmez Pereira, Valles, Isaac Cardoso, Huarte, Doa Oliva Sabuco de Nantes, Pedro de Valencia, Quevedo, Caramuel, Nieremberg. Tosca, Njera, Feijo, Hervs y Panduro, Forner, Viegas, Andrs, Eximeno, Martnez, Piquer, Ceballos, Valcrcel, Rodrguez, Prez y Lpez, Castro, y Arteaga, vendrn los polticos, como Foxo Morcillo, Mariana, Furio Seriol, Rivadeneyra, Santa Mara, Mrquez, Navarrete, Quevedo, y Saavedra, que escribieron con ms -
bertad bajo reyes como Felipe II inquisidores como Torquemada, que pueda hoy escribir periodista alguno de oposicin en materias de gobierno, cuyos libros, como dice Menendez Pelayo, escritos casi todos con gran libertad de nimo, y llenos algunos de las ms audaces doctrinas polticas, no fueron (ni uno solo, entindase bien) prohibido por el Santo Oficio, ni recogido por mandamiento real, pesar de que en ellos en los trabajos que de ellos derivaban se sostuviera pblicamente, no ya que fuera licito matar al tirano, sino que el gobierno democrtico era mejor que el monrquico y aristocrtico, como se propuso sostener en sus conclusiones, publicadas en 1634, el Padre Agustn de Castro, de la Compaa de Jess. Hasta tal punto estaba sofocada por la tirana del Estado, como afirma el Sr. Azcrate y su escuela, la actividad libertad cientfica en Espaa durante estos tres siglos! Hacemos gracia nuestros lectores de la interminable tarea de escritores de ciencias sociales y econmicas i|ue la implacable erudicin del Sr. Menendez Peluyo obliga desfilar ante los ojos del escritor krausista, as como la de los orientalistas, hebraizantes, humanistas, griegos y latinos, arquelogos, historiadores y naturalistas, si bien su corazn hubo de ablandarse cuando le lleg el turno la consabida vlvula, sea los grandes astros de nuestra literatura, contentndose slo al fin con cerrar esta gloriosa columna con algunos sabios originales, como el benedictino Ponce de Len, que imagin el arte de ensear hablar los sordo-mudos; y con poner trmino su carta con una instancia los gobiernos y academias para que lomenten los estudios patrios, si no quieren ver realizada la tremenda profeca de Valera con que acaba y dice as: Quiz tengamos que esperar que los alemanes se aficionen nuestros sabios, como ya se aficionaron nuestros poetas, para que nos convenzan de que nuestros sabios no son de despreciar. Quiz tendr que venir Espaa algn docto alemn para defender contra los espaoles que hemos tenido filsofos eminentes.
Esta ltima parte de ia profeca del Sr. Valera ha salido fallida: el alemn no hace falta. Y no por falta de espaoles (si es que basta para serlo haber nacido en Espaa) que niegan la existencia de nuestros filsofos, pues apenas vio la luz pblica la carta del Sr. Menendez Pelayo, cuando, como si se sintiera herido en las entretelas de su corazn, enristr la pluma el seor Revilla, joven de claro y agudo ingenio, de gran facundia y no vulgares conocimientos, aunque afeado todo por un sabor volteriano que ofende, y por las tenebrosas enseanzas de sus sibilticos maestros. El Sr. Revilla ha sido primero krausista; despus conoci lo vacuo de esos idealismos panteistas, y fu positivista. Hoy, como dice el seor Menendez Pelayo, pasa por neo-kantiano; pero lo cierto es que siempre ha militado en las filas de la impiedad, con una otra bandera. Sea de esto lo que fuere, el Sr. Revilla escribi un artculo en la Revista Contempornea con motivo de la entrada en la Academia del Sr. Nuez de Arce, refutando al Sr. Valera, y censurando los Sres. Laverde y Menendez Pelayo, por sus afirmaciones sobre la ciencia espaola; articulo que viene ser una parfrasis de la proposicin del Sr. Azcrate, sazonada con todos aquellos naturales ornatos de la escuela, osean las consabidas declamaciones sobre el despotismo, la supersticin, la intolerancia, y finalmente, la INQUISICIN, coco de nios y espantajo de bobos, como la llama Menendez Pelayo; socorrido Deus ex machina que les viene como llovido en las situaciones apuradas, para resolver los ms intrincados problemas de nuestra historia, ornatos que califica con extremada agudeza el Sr. Pelayo de aSinfonia patritica sobre motivos inquisitoriales. y> En este artculo asevera el seor de la Revilla que en la historia cientfica de Europa no somos nada (los espaoles), que la tan decantada filosofa es unmito,- y que en la historia de la filosofa puede suprimirse sin gran menoscabo la parte relativa Espaa. Oportet hceresoes esse, dijo San Pablo, y repite oportu-
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mente con este motivo el Sr. Laverde en su prlogocarta al Sr. Pelayo. Si el seor de la Revilla no hubiese escrito las anteriores frases, no hubiera escrito tampoco Menendez Pelayo su incomparable refutacin en la carta que lleva por ttulo Mr. Masson Redivivo, y en la que, comparando al seor de la Revilla con el escritor enciclopedista que tan injustamente trat Espaa en aquel monumento de la ignorancia del siglo XVIII, cierra con su eco postumo, y le prueba por activa y por pasiva, con hechos y razones, que somos mucho en la historia cientfica de Europa, que no son un mito losfilsofosespaoles y que no puede suprimirse, sin gran menoscabo de la historia de la filosofa, la parte relativa Espaa; y no es lo peor que le pruebe esto, sino el modo y manera con que se lo prueba, poniendo tan de relieve las contradicciones y las inconsciencias de los modernos sabios, que el lector no sabe qu admirar ms, si la erudicin qu^ atesora si la gracia y el chiste con que la presenta en confirmacin evidente de lo hueco y vaco de las declamaciones de los sabios que construyen su propia ciencia, como inteligencias que son abiertas todo viento de doctrina. Pero como si los Sres. Azcrate y Revilla no se bastaran por s solos para despojar Espaa de sus ms esclarecidas glorias, testimonio vivo de la benfica influencia de su religin, acudi la palestra, bien que indirectamente, no ya un discpulo aventajado de la secta, como los dos citads,, sino un hiero/ante, un Pontfice mximo, un Patriarca del krausismo, jefe reconocido de cofrada, personaje conspicuo, varn inlegrrimo y severisimo, especie de Catn revolucionario, grande enemigo de la efusin de sangre, y mucho ms de la lengua castellana. Todos le conocemos, aade el Sr. Pelayo. Y quin no le conocer ante semejante retrato trazado de mano maestra, por ms que el Sr. Menendez no quiere nombrarle, porque al cabo ha sido discpulo guyo, y le debe, entre otros inestimables bienes, el de afirmarse ms y ms cada dia en las sanas creencias y en la resolucin de hablar claro... per contrapositionem las enseanzas y estilo del referido maestro?
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Este, pues, eximio metafsico, ha puesto un prlogo largo, grave, majestuoso, sibilino, y ua tanto soporfero, al libro de cierto positivista yanke, traducido nada menos que directamente del ingls'!! por una persona muy honorable (manes de Cervantes, sed sordos!) y en el cual despus de aplaudir un libro que dice que .la ciencia naci en Alejandra y que los Santos Padres fueron hombres ignorantsimos, sin instruccin ni criterio, llama la mstica, sublime cpula entre el Oriente y la Grecia, y nos habla en un idioma que, como dice Menendez Pelayo, debe ser castellano de Morera o latin de los Estados-Unidos, e,V solidaria continuidad y dependencia de unas determinaciones individuales con otras que permiten inducir la existencia de un todo y medio natural que constituye interiores y particulares centros, donde la actividad se concreta con lmite peculiar cuantitativo y sustantiva cualidad en intima composicin de esencia factible realidad formable y poder activo forinador. Este escrito, que presenta los catlicos en perspectiva h justicia de la espada, y que aplaude las persecuciones religiosas de Alemania, despus de hablar con evidente ignorancia de nuestra historia del fanatismo de la clereca en Espaa, la que llama con desden Patria de los dominicos y de los jesutas, asegura que, mientras los dems [)ueblos europeos convertan mediante el Renacimiento y a Reforma propia libre reflexin su espritu y se,despertaban la observacin diligente y profunda, nosotros quedabamo:3 adheridos y como petrificados en las viejas imposiciones dogmticas;"^ error histrico imperdonable, aunque, como dice Menendez Peleyo, se explica bien en un sabio que no lee libros viejos y construye su propia ciencia. Pero bien que, si el maestro no sabe, aqu est el discpulo que le ensee, si no con el merecido acompaamiento de palmeta, con cada cogida capaz de poner espanto en el ms imperturbable constructor de ciencias, mediante la propia libre reflexin de su espritu, abierto todo viento de doctrina y libre de todo yugo imposicin dog-
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mtica; y es lo cierto que, si l no aprende, los dems aprendemos que los orculos del krausismo en Espaa son una casta de impios, con cuya impiedad slo compite su ignorancia, siendo ambas slo superadas por el inaguantable barbarigmo de su lenguaje. Dejemos pues, un lado al maestro, y volvamos su antiguo discpulo el seor de la Revilla, que con ms ingenio y ms literatura (causa sin duda de lo poco que pernoct en la escuela), volvi la carga en oi.ro artculo, en el que, ampliando sus aseveraciones anteriores, y confirmndolas de nuevo, se desata en toda clase de invectivas contra la ageneracion educada en las bibliotecas con estudios de ral y canto,v contra los neo-catlicos, inquisitoriales, defensores de instituciones brbaras; que tales son, los ojos de los defensores del moderno germanismo, los paladines sostenedores del buen nombre y de las glorias tradicionales de nuestra patria. Y comprendemos perfectamente la ira del seor de la Revilla, no contra la generacin (dnde est por desgracia?) sino contra los individuos educados en las Bibliotecas con estudios de cal y canto. Al seor de la Revilla le gustan ms, y tiene razn, las generaciones de catlicos educadas en la redaccin de algn peridico donde slo aprenden declamar contra el liberalismo y la civilizacin moderna, sin pararse investigar las razones y causas, y alcance y sentido de su justa condenacin, y donde solo aprenden lanzar excomuniones troche y moche sobre todo el que se permite no seguir las exageraciones de su carcter de su mal humor; generaciones que cuando llega el caso y ven alzarse enfrente de s enemigos serios de la religin y de la patria, se encuentran desprovistos de armas cientficas y doctrinales con que combatirlos, y tienen que limitarse huecas declamaciones de un Vi:go sentimentalismo, reducirse un silencio vergonzoso. Contra esta generacin no le va del todo mal la generacin que, como dice el Sr. Menendez Pelayo, disputa en el Ateneo de Omni re scibili, y se propone transformar el Cristianismo ni miis ni menos que si se tratase de re-
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mendar unos calzones viejos; contra la que siguiera las huellas del Sr. Pelayo, ya sera otra cosa. Esla no declamaria lugares comunes, razcnaria con arreglo la lgica, no negarla los hechos que ignorase, aducirla los pertinentes evidencindolos y explicndolos, no se encerrarla en vanas excomuniones y demostrarla con documentos lo fuera de las vias de la razn y de la verdad que iban los enemigos de la religin y de Espaa. Lean nuestros lectores la segunda carta que el seor Menendez Pelayo dedica, no ya Mr. Masson Redivivo, sino Mr. Masson Redimuerto, y encontrarn de sobra justificado feu ttulo con las inestimables pginas que emplea en probar que la intolerancia religiosa no influy en poco ni en mucho en las ciencias que no se rozaban con el dogma; (]ue los expositores investigadores que florecieron en nuestra patria son dignos de honrosa memoria; que el que en las historias de la ciencia se hable poco de los espaoles, no reconoce otra causa que el ser sus autores extranjeros, y el que siempre fueron los espaoles prdigos en hazaas y cortos en escribirlas; que espaoles se deben las invenciones del nonius, de las cartas esfricas, de la circulacin de la sangre, del suco nrveo, de que los colores son la lux refracta, reflexa ac disposita; del Platino, de los rudimentos del telgrafo elctrico, de infinidad de plantas y minerales; as como de hiptesis geolgicas, de descubrimientos mdicos, del arte de ensear los mudos y del de ensear los ciegos; y en cuanto la filosofa, que no slo hubo filsofos eminentes, sino que stos constituyeron escuelas las que se afiliaron nombres ilustres de otros pases, y que no fu el xito, sino la fama del xito, lo que les falt estos filsofos, de los cuales se puede decir que ms se olvidaron sus nombres que sus doctrinas. Pero, qu digo? lean nuestros lectores esta carta, lean todo el libro; que en l encontrarn, adems de estascartas, tres captulos titulados de Re Bibliographica en que propone tres medios para reparar la ignorancia hoy generalmente sentida respecto nuestra historia cicnlfica.
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Fomentar la composicin de monografas bibliogrficas y de monografas expositivo-crticas, y crear seis ctedras nuevas en los doctorados de las facultades, con otras instituciones encaminadas al mismo propsito. Sabis cules son estas instituciones? Escuchadlo, vespiritus fuertes, libres de imposiciones dogmticas y esclavos del primer charlatn que los embauque, ttricos y cejijuntos krausistas, disculidores de ateneo, traductores aljamiados, alegres gacetilleros, generacin novsima de dramaturgos y novelistas fisiolgicos, escuchadlo: son los frailes. En l encontrarn adems abundante copia de noticias y datos bibliogrficos, curiosas observaciones histricocrticas, prrafos tan elocuentsimos y tan magistralmente escritos como el relativo los msticos espaoles, juicios filosficos tan notables como el del Vivisvo, y profesiones de fe catlicas y espaolas tan magnificas como la siguiente, que, como modelo en el gnero, trasladamos, para contento de los verdaderos sabios y asombro y risa de los que se lo llamen sin serlo: ffSoy catlico, dice con acento firme y sereno el seor Menendez Pclayo, contestando las imputaciones del seor de la Revilla, no nuevo ni viejo, sino catlico machamarlillo, como mis padres y abuelos, y como toda la Espaa histrica, frtil en santos, hroes y sabios, bastante ms que la moderna. Soy catlico, apostlico, romano, sin mutilaciones ni subterfugios, sin hacer concesin alguna la impiedad ni la heterodoxia, en cualquiera forma que se presenten, ni rehuir ninguna dlas lgicas consecuencias de la fe que profeso; pero muy ajeno, la vez, de pretender convertir en dogmas las opiniones filosficas de este el otro doctor particular, por respetable que sea en la Iglesia. Estimo, cual blasn honrossimo para nuestra patria, el que no arraigase en ella la hereja durante el siglo XVI, y comprendo, y aplaudo, y hasta bendigo la Inquisicin como frmula del pensamiento de unidad que rige y gobierna la vida nacional travs de los siglos, como hija del espritu genuino del pueblo espaol y no opresora de l.
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sino en contados individuos y en ocasiones rarsimas. Niego esas supuestas persecuciones la ciencia, esa anulacin de la actividad intelectual y todas esas atrocidades que rutinariamente y sin fundamento se repiten, y tengo )or de mal gusto y atrasadas de moda lucubraciones como a del seor, de la Revilla. No necesitbamos, en verdad, ir Alemania ni calentarnos mucho los cascos para aprender todo eso. Ya lo sabian los bienaventurados liberales del ao 20. Y en l encontrarn por fin un captulo VII, relativo los heterodoxos espaoles, del que no se puede decir una palabra, pues es necesario leerlo para formar cabal juicio de su mrito extraordinario, tanto por los conocimientos que revela, como por la fe ilustrada y el patriotismo sensalo que respira. Todo esto, y mucho ms que omitimos, encontrarn nuestros lectores en este epistolario, en que, dirigindose su paisano y amigo el Sr. Laverde, ha triturado tan por completo los Sres. Azcra'.e, Salmern y Revilla, eminencias de la ciencia racionalista en Espaa, reducindolos de tal modo al silencio, que el primero se ha visto precisado decir que en los tres siglos de falla de actividad cientfica que se referia, no incluia al siglo XVI, sino al XIX; y al ltimo, pesar de su indisputable talento y de sus grandes medios, slo se le ha ocurrido abandonar el campo con una salida tan impertinente como desventurada, diciendo que no quera continuar la polmica, para evitar que su costa se fabricasen reputaciones ilegitimas, aadiendo en otro lugar, que el Sr. Menendez Pelayo es un neo indigesto y atrabiliario, notable slo por su apego las mts rancias preocupaciones, y su odio toda idea de libertad y de progreso. Palabras que, aparte aquello e reputaciones ilegitimas, que no tiene precio, se parecen bastante las que el pavo de la fbula arrojaba al cuervo, vindose en la imposibilidad de seguir su vuelo. Y' examinado ya, aunque muy superficialmente, el trabajo del Sr. Menendez Pelayo, otrodia, y en otro artculo,
19a expondremos nuestro difercHte modo de pensar en^algunos de los interesantisimos puntos que en l trata con tan indisputable superioridad este nuevo atleta de la Religin catlica y de la ciencia patria, de quien se puede decir que si sigue estudiando con la misma aplicacin y provecho y Dios le concede larga vida, ser con el tiempo la personificacin majestuosa de la ciencia espaola que se levanta en el ltimo tercio del siglo XIX, para derramar sobre los hijos espurios de la patria que corren tras los fuegos iatuos de la impiedad extranjera, los raudales de luz que el sol de la verdad catlica arroj en tiempos ms felices sobre el glorioso suelo espaol.
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Pocos son los dias que, por una otra razn, no recordemos una chistosa aunque amarga y profunda caricatura que vio la luz no h mucho tiempo en un peridico ilustrado del extranjero. Representaba esta caricatura tres cucaas de esas que, con un premio en lo alto, levantan en forma de un palo, untado de sebo, en las plazas de nuestros lugares en los dias de fiesta y de regocijo Por la primera, trepaba un robusto mozo en presencia de un numeroso pblicoque le animaba con sus voces y ademanes para que llegase desatar el premio, y un rtulo decia debajo en caracteres rojos: Cucaa francesa. Por la segunda ascendia otro individuo, y la gente lo veia subir silenciosamente, aunque atenta, y otro rtulo de letras blancas decia al lado: Cucaa inglesa. Por la ltima se esforzaba en subir un tercero, y la gente que por all habia, en vez de ayudarle en su ascensin de verle subir tranquilamente, procuraba desanimarle con gritos y silbidos, y hasta habia algunos que se colgaban de sus pies para echarle abajo. Esta tercera y ltima cucaa ostentaba en caracteres negros este lema: Cucaa espaola. Y as es, en efecto. Apenas despunta en nuestra patria una notabilidad en cualquier arto ciencie, y se apresta trepar con bro por las speras cumbres de la gloria,
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cuando le sale al encuentro la ruin envidia, que, como herencia, nos legaron, con su sangre, los Kioros, para hacer estriles sus esfuerzos introduciendo en su nimo' el desaliento y la confusin. Y luego los mismos que esto hacen se quejan de nuestra falta de sabios y de artistas. Estos mismos das vimos en un peridico de esta corte amargas quejas y lamentos porque los estudios histricos no florecan en Espaa, y en el mismo peridico y por aquellos mismos dias se censuraba agriamente el que la Academia de la Historia, respondiendo los fines de su instituto hubiera elegido para acadmico uno de nuestros ms ilustres epigrafistas, infinitamente ms conocido en el extranjero qvie en Espaa, al sabio hijo de San Ignacio, el P. Fidel Fita. No, no nos faltan, ciertamente, sabios; lo que falta en Espaa, por desgracia, es pblico ([ue los estudie y gobiernos que los protejan. iVo tenemos bien la vista numerosos ejemplos de hombres doctsimos, cuyas obras, que corren impresas por el extranjero, apenas son conocidas en Espaa? Citemos, entre mil que pudiramos, tres ejemplos: D. Aureliano Fernandez-Guerra, verdadera gloria nacional, sabio historiador ilustradsimo literato, cuyos trabajos encomian los sabios alemanes con admiracin y con respeto, tiene, entre sus colosales trabajos histricos, propios de un benedictino, escrita una obra histricogeogrfica referente pocas y lugares importantsimos de Espaa. Fragmentos de esta obra han visto ya la luz en Alemania. En Espaa no se ha podido publicar, porque el Sr. Fernandez-Guerra, modesto empleado que fu en la direccin de Obras pblicas, no podia costear la edicin de una obra que, de seguro, en Espaa no se habria vendido. D. Pascual Gayangos, cuyo nombre es familiar todo literato en Inglaterra y Francia, recorre hoy los archivos de Espaa, es verdad, pensionado... por el gobierno espaol, por encargo de alguna rica casa editorial? No;, por
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encargo del Gobierno ingls, que, ms atento que los nuestros sus graneles intereses intelectuales, tan ntimamente relacionados con los morales y materiales, desea conocer los documentos referentes su historia que encierran los archivos espaoles. El difunto marqus de Pidal, de cuyas condiciones personales no hemos de decir una sola palabra, pero cuyo nombre, conocido de antiguo en la repblica de las letras, y la circunstancia de haber encontrado en los archivos de la Inquisicin documentos inditos importantsimos, parece que debia despertar la curiosidad sobre una obra histrica relativa al punto ms importante de nuestra historia, tuvo que regalar la edicin que hizo de Las alteraciones de Aragn durante el reinado de Felipe II, mientras M. Magnabal, que la tradujo al francs, vendi en el extranjero con profusin la misma obra. Estas reflexiones, que casi sin querer se nos vienen los puntos de la pluma, atradas por sucesos recientes, tienen aqu un lugar oportuno, tratndose del joven espa- ol D. Marcelino Menendez Pelayo. Apenas vio la luz pblica nuestro artculo referente este ilustradsimo joven, en La Espaadei sbado ltimo, cuando algunas personas se apresuraron tacharlo de hiperblico, fundadas en que, si no hubiese exageracin en lo que decamos, el Sr. Menendez Pelayo seria mucho ms conocido; error manifiesto imperdonable en personas que conocen nuestro modo de ser. Hubiera nacido en Francia en Alemania el Sr. Pelayo, y tendra fuerza el argumento; hubiera l sentado plaza en las filas del armonismo, del neo-kantismo, 6 del positivismo; escribiera en tono dogmtico y sibilino prrafos en jerga de la moderna germania, frecuentase el Ateneo, el Casino de la prensa el saln de Conferencias del Congreso, y ya sera otra cosa. La Correspondencia nos tendra al pormenor hasta de sus ms ntimos detalles; pero tratndose de un individuo de la generacin que se educa con estudios de cal y canto; tratndose de un ultramontano, que es ultramontano porque sabe, y que no vocifera
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en los clubs, ni excomulga desde los peridicos* quin se ha de acordar de l como no sean los que, aunque de lejos, siguen el movimiento del verdadero progreso intelectual de nuestra patria? Y los que esto hacen, se encuentran con que, lejos de ponderar con exceso los merecimientos de Menendez Pela yo, los hemos expuesto con moderacin manifiesta, por temor la inverosimilitud que de su cotejo con la edad de su poseedor resulta. Pero ms audaces ("sin duda por la autoridad que les asiste) pregonronlos nlsofos ilustres, como fray Zeferino Gonzlez, y Caminero; literatos y cr/ticos, como Laverde y Ruiz, y Mil y Fontanals; y escritores, como el P. Mir, el cual asegura que contrasta maravilla el verdor de sus aos con la grandeza del ingenio, la madurez del juicio y su erudicin inmensa y bien aprovechada, que sus obras honrarian cualquier autor, cuya cabeza hubiera encanecido en el estudio, y cuya pluma se hubiese ejercitado largos aos en escribir sobre las cuestiones ms arduas y difciles, asegurando Laverde que ha dado muestras de estar cortado por el patrn de los Nebrijas, Vives y Brocenses, y que el caudal de doctrina y de noticias (muchas harto nuevas), la madurez y penetracin de juicio, la destreza polmica, el orden amplio y desembarazado, y la soltura, originalidad y abundancia de estilo que ostenta en sus Cartas, hcenlas dignas de ponerse con los dechados del gnero en nuestra lengua, considerando mar-' villoso en un joven de veinte aos tal conjunto de cualidades, que pocas veces aparecen reunidas, y llamndole mulo de Burgos por sus Estudios poticos; todo lo cual autoriz Caminero para considerarle ya como una gloria nacional, y para que el P. Zeferino, en cartas que tenemos la vista, declare que, atendidos su extraordinaria erudicin, su criterio recto y bastante seguro, podr ser con el tiempo una gloria del Catolicismo y de Espaa, y una espada temible los adversarios de la patria y de la Iglesia. Qu tiene, pues, de extrao que nosotros, que despus de todo no hemos hecho ms que relatar sucesos y
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mencionar hechos incontrovertibles, rindamos tributo tales merecimientos, haciendo por fin nuestras estas palabras de Laverde relativas Menendez Pelayo: Niegenle su admiracin con afectada superioridad la ruin envidia y la vanidosa pedantera; yo no s reprimirla ni quiero disimularla ; hallo en abandonarme ella especial fruicin mezclada de noble y legtimo orgullo? Y dicho esto, fcilmente se comprender la natural repugnancia y embarazo con que entramos en la segunda parte de nuestro estudio, descartada ya la primera, que consista en dar conocer nuestros lectores Menendez Pelayo y la victoria que sobre los ejrcitos racionalistas habia obtenido. Pero si el nombre y las condiciones de .Menendez Pelayo nos imponen cierto justo temor al oponer algunas de sus afirmaciones doctrinales otras nuestras, alintanos en tan difcil empresa la firme y arraigada conviccin que abrigamos de la bondad y la justicia de la causa que defendemos. Hay filosofa espaola? Fu esta la mayor manifestacin de nuestro genio? En la ruina de toda verdadera filosofa que asistimos, debemos volver los ojos, para reparar tanto dao, la filosofa espaola? H aqu, con la mayor claridad que es dado nuestra tosca pluma, planteados los tres poblemas ms fundamentales relativos la existencia, importancia y valia de la (iencia espaola en su parte filosfica especulativa. Procedamos con mtodo y procuremos fijar bien los trminos de cada cuestin. Hay filosofa espaola? Si por filosofa entendemos aquel conocimiento de verdades relativas Dios, el mundo y el hombre, O'ue con determinadas limitaciones nos da la ciencia filosfica, claro est que no puede haber filosofa espaola, ni alemana, ni francesa, porque ni la verdad tiene patria, ni los conceptos de Dios, del nombre y del mundo se pueden encerrar en los estrechos lmites de una nacionalidad cualquiera. Si en vez de considerar la filosofa bajo el punto de vista de su organismo cientfico, la consideramos bajo el
punto de vista de su desarrollo histrico, claro es que all donde haya habido filsofos habr habido filosofa, y en este punto el Sr. Menendez Pelayo ha puesto la ceniza- en la frente los Sres. Azcrate, Sanz del Rio, Salmern v Revilla, como dijimos ya en otra parte. Pero la existencia defilsofosea un pas, autoriza para bautizar con su nombre un organismo cientfico, cuando no se considera el aspecto histrico de la ciencia? Ms claro: se puede decir, en lenguaje tcnico, filosofa alemana Y filosofa espaola? Distingo: si los caracteres generales dominantes de todos los filsofos de aquel pas coinciden en una nota caracterstica, s; si no, n. El trmino//)so/?!a alemana, en rigor, es malo (siempre bajo el punto de vista filosfico, no histrico), porque comprende bajo una comn denominacin filosofas tan distintas y aun opuestas como las de Leibnitz y Hegel; y slo se le admite en cuanto, bajo este nombre, comprendemos el conjunto de los sistemas que, partir de Kant y hasta Krause, vienen ms menos informados f)or la nota comn y caracterstica del idealismo panteista. En este sentido, propiamente hablando, no se puede decir que hay filomfia espaola; pues la nica nota caracterstica de gran importancia que une casi todos nuestros filsofos y sistemas es la del Catolicismo; pero esta nota, considerada slo, por decirlo asi, negaivamente, es muy vaga y no basta para dar carcter una filosofa. Para que el Catolicismo imprima este carcter, no basta que en ella se salve el Catolicismo quo ad substantiam; es necesario, como dice elocuentemente el sabio filsofo espaol fray Zeferino Gonzlez, que el principio catlico se revele y palpite en el fondo de la solucin no slo de todos los grandes sino hasta de ios secundarios problemas filosficos; es necesario que el principio catlico informe y vivifique el organismo filosfico hasta en sus derivaciones ms remotas y en sus miembros todos, la manera que el alma informa y vivifica y extiende su accin hasta las extremidades y partes menos principales del cuerpo. As, pues, podremos decir, contra lo que creen los ra-
cionalislas, que en Espaa hubo filsofos ilustres y originales, fundadores de sistemas tan clebres como el senequismo, el isidorianismo, el averroismo, el maimonismo V principalmente el lulismo (no admitimos e' siiarismo, como sistem'afilosficodistinto del tomismo) y el vivismo; [)odremos decir que estos ltimos sistemas representan las tendencias del genio nacional en dos momentos distintos de su historia; podremos decir que seria incompletsimatoda historia de la filosofa que no tuviese en cuenta estos y los anteriores sistemas que florecieron en Espaa; pero no podemos decir que, con nombrar la filosofa espaola. liemos indicado una tendencia importante, ya porque fuese comn los filsofos, como cuando al decir alemana nos referimos al idealismo panteista, que en su momento ms importante doniin.i; ya porque fuera nica y universalmente reconocida su trascendencia, como cuando decimos francesa nos referimos al cartesianismo, nica y trascendental, aunque con bien inmsla trascendencia, filosofa original y propia que poseen los franceses. Fu la filosofa la mayor manifestacin de nuestro genio? Entendiendo por filosofa los sistemas puramente filosficos que hemos aludido, no; pues por eminentsimos ([ue fueran, que lo fueron mucho, nuestros filsofos, y por variados y completos que fueran sus sistemas, ms briilai'on todava nuestros telogos y nuestros literalos, sin que por eso pretendamos nosotros disminuir en lo ms mnimo el mrito que en ellos, con mayor fundamento que nosotros, reconoce el Sr. Menendez Pelayo. En la ruina de toda verdadera filosofa, que asistimos, debemos volver los ojos la filosofa espaola? Entendiendo por filosofa espaola el senequismo, el averroismo, el maimonismo, el lulismo y elvusiio, claro es que no; y la razn es obvia: el error total slo con la verdad total se destruye, y para nosotros la verdad total no se contiene en esos sistemas incompletos unos, errneos otros, y otros, nuestro humilde parecer, un tanto kabaIticos un tanto eclcticos.
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No faltar seguramente alguno que, al leer nuestras respuestas, no acierte comprender cmo salen de nuestra pluma semejantes afirmaciones, ni pueda concordarlas con todo lo que anteriormente llevamos dicho; pero su asombro cesar fcilmente cuando le hayamos manifestado el resto de nuestra opinin sobre el asunto, con lo que se da fcil solucin todas estas dudas. Si alguna filosofa merece el nombre de filosofa en absoluto, el nombre de perennis philosopha que dijo Leibnitz. y el nombre de filosofa espaola en particular, no es otra que la grande y sublime filosofa escolstica, tal como la fij la diestra inmortal del doctor anglico Santo Toms de Aquino. Espaa, liel la tradicin de las escuelas cristianas de Sevilla y de las mozrabes de Crdoba, vio con pena arribar sus costas al avcrroismo, el gran corruptor de la filosofa de las escuelas, y vio, ruegos de uno de sus mayores Santos, venir escrita especialmente para ella misma la Suma contra gentiles de Santo Toms de Aquino. Los hijos de Santo Domingo de Guzman, maestros en esta filosofa, esparcieron su conocimiento en Espaa, cuna de su Orden, y cuando la cristiandad llam concilio sus sabios, Espaa asombr ala cristiandad, convocada en Trento, con el nmero y calidad de sus filsofos y telogos. La filosofia escolstica, esta filosofa la que Leibnitz llamaba filosofa espaola, no tena nombre particular, porque no era una idea ni sistema parcial, na-invencin particular; era la verdad toda, y completada por la teologa, que explicaba su vez, formaba un todo vivo y compacto, un verdadero organismo cientfico, al que vena estrecho el nombre de filosofa, y al que hubiera sido menoscabar bautizarle con un nombre particular que no fuera el de filosofa del ngel de las Escuelas. Y no porque no tuviera nombre indgena como el vivismo el lulismo, ni pudiera llamarse secas filosofa, dado que estaba completada con la teologa, formando completo y acabado organismo, hemos de negarle el carcter de filosofa espaola, dado que la profesaron nuestros mayores
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la filosofa cristiana por excelencia, que, completada por la Revelacin, forma, como hemos dicho, un organismo vasto, profundo y elevado-, que se llama la teologa escolstica, en que tan alto rayaron los colosales ingenios que florecieron en Espaa, cuyas doctrinas y cuyos nombres es necesario recordar para proclamar la existencia de la ciencia espaola; para demostrar que esta ciencia fu la ms alta manifestacin de nuestro genio, y para asegurar que en la ruina de toda verdaderafilosofa que asistimos, debemos volver los ojos esta ciencia como remedio tanto dao. No somos solos, por fortuna, los que as pensamos; el P. Zeferino en sus Apuntamientos sobre una Biblioteca de telogos espaoles, regocijndose ante la idea de que se iba formar una sociedad literaria con objeto de publicar una Biblioteca de filsofos espaoles, objeto sus ojos patritico, digno y elevado, por no ser l de los que miran con injustificado desden la filosofa espaola, ni de los que afirman que no merece figurar al lado de la de las otras naciones, ni asentir al dictamen de los que parecen estar persuadidos de que la filosofa espaola carece de todo mrito y originalidad, se pregunta, sin embargo, si no sera ms conveniente, ms til y hasta ms patritico publicar um Biblioteca de telogos espaoles,>> y se decide por la afirmativa, porque cualquiera que sea \ opinin que se adopte sobre la importancia absoluta relativa de la filosofa espaola, es innegable que el movimiento filosfico realizado en la Pennsula Ibrica no puede ponerse en parangn con el movimiento teolgico que comunicn especial brillo la historia eclesistica de Espaa, y siempre ser preciso reconocer que la importancia de la filosofa en Espaa es muy inferior la de la teologa espaola, la cual se puede decir, con razn, que ocupa un lugar, no slo preferente y distinguido, sino acaso el primero en la historia de las ciencias teolgicas; porque la verdad es, aade el sabio dominico, que si Espaa puede presentar algunosfilsofosms menos recomendables y distinguidos, no puede presentar cscriLo'.'eB uc rPjOn liiii ,ili,o .;M filosofa como rayaron en teologa Torquemada, los dos
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Sotos, Cano, Carranz, Molina, Suarez, Vzquez, Alfonso de Castro, Prez de Ayala, Baez, Lemos, Valencia, con tantos otros que dieron gloria inmortal nuestra patria. Sin duda alguna, continua el obispo de Crdoba, que una Biblioteca de telogos espaoles que, arrancando de San Isidoro y Tajn y pasando por Juan de Torqueniada, con otros telogos de los siglos XIV y XV, y despus por los grandes telogos del siglo XVI para terminarse en el siglo XVII, ya que no se quiera continuar hasta el XVIII con el oratoriano Calatayud, sera un monumento literario digno de la gran nacin que en siglos anteriores figur al frente de las dems. Asi, pues, no vacilaremos en repetirlo, aunque sea enfrente de adversarios tan temibles por lo eruditos como los Sres. Laverde y Pelayo. Proclamen en buen hora la superioridad cientilica de Espaa sobre las dems naciones; afirmen una y otra vez que la mtolerancia religiosa y la Inquisicin favorecieron, en vez de coartar, el librrii. o vuelo de la ciencia; aseveren que el genio espaol es de suyo filosfico V profundo, sin estar tocado de la ligereza francesa, de la nebulosidad alemana, ni de la lentitud inglesa; exhiban como nacionales glorias, en testimonio de esta verdad, los nombres ilustres de Sneca, de Lulio, de Vives, y hasta los de Avcrroes y Maimnides; vindiquen l nombre de Vives del olvido que sobre l pretenden esparcir los discpulos de Sanz del Rio; celebren su genio poderoso, su maravilloso saber, su buen juicio, sus sanos propsitos; recuerden, para justificarle, la decadencia que por entonces haban llegado algunas ramas desgajadas del tronco vigoroso de la escolstica; pero no traten, por Dios, de sincretizar en un eclecticismo vivista todas las escuelas espaolas, reivindicando como glorias de Espaa el empirismo de Bacon, la duda de Descartes, el psicologismo escocs, ni los dems errores verdades incompletas que sucedieron al abandono de la escolstica; y sobre todo, no traten de hacer olvidar, presentando Vives como superior A Soto, Suarez, Melchor Cano, y al vivismo como superior al tomismo, que la doctrina de Santo Toms,
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nico organismo completamente cientfico y catlico, fu, si no por casualidad de su nacimiento, por derecho de conquista, la filosofia espaola, como la llam Leibnitz, la que hizo brillar Juan de Torquemada en Basilea, la que predic Vicente de Ferrer en toda Europa, la que foment Cisneros y restaur Francisco de Victoria, el Scrates de la teologa espaola; la que inspir Diego de Deza, el protector de Cristbal Colon; la que inmortaliz Carranza, el gran campen del Concilio de Trenlo; Domingo Soto, el encargado por los Padres del mismo Concilio de redactar sus decisiones y decretos; Pedro Soto, el restaurador de las universidades de Dilingen y Oxford, el primer telogo de Pi IV en el Concilio Tndentino, que le calific de prncipe de los telogos, y que pareci, segn dice Palavicini, que quedaba sumido en la oscuridad con la muerte de una de sus mayores lumbreras; la (ue profes Melchor Cano, que pensando como Santo Toms, escriba como Cicern; la que form Baez y Lemos, Salmern y Lainez, Prez Ayala y Jan de Santo Toms y al gran Suarez, que lejos de proponerse separarse do Santo Toms, le sigui en su filosofia y pretendi no apartarse de l en sus innovaciones teolgicas; la que se ense en nuestras universidades de Salamanca y Alcal; la que dio direccin y guia nuestros msticos como Santa Teresa y Fray Luis de Granada, y la que inspir nuestros artistas, dndonos, entre otras obras maestras, e! gran lienzo de Zurbaran, en el que el Emperador de las Espaas y el clero secular y regular espaol y la nobleza de Castilla asiston de hinojos al Tritinfo de Sanio Toms de A quino. Que no procuren hacerlo olvidar, por Dios; antes bien, dediquen su maravilloso saber y su incontestable talento recordarlo; que slo as podr renacer en Espaa el estudio de la teologa filosfica, de la filosofa escolstica y, con ella, nuestra grandeza intelectual, moral y poltica; slo as volver florecer, como floreci en otros tiempos, la ciencia, espaola!
ALEJANDRO PIAAL Y MON. 16
IN DUBIIS LIBERTAS,
Florencia 13 de Abril de 4877. Sr. D. Alejandro Pidal y Mon.Mi bueno y docto amigo: En Roma tuve ocasin de leer los dos brillantes arliculos que usted ha dedicado mi pobre librejo acerca de La Cientia espaola. De inmodesto pecara yo si no dijera que me parecen en alto grado hiperblicos los elogios que usted, manos llenas, ha derramado sobre aquel pobre trabajo, que si alguna consideracin merece, ha de alcanzarla tan solo por el fin que se endereza y como anuncio de ulteriores tareas, que, de cierto, no le superarn en mucho. Pero de ingrato se me tacharia, con razn, SI no diese usted alguna muestra de mi agradecimiento por la lluvia de flores con que ha tenido bien regalarme. Por eso escribo estas lneas, y aado ellas, modo de postdata, algunas observaciones sobre el segundo artculo, en que usted, vuelta de rail encomios, manifiesta aguda y sabiamente su discordancia de parecer en alguno de los puntos que directa incidentalmente he tocado en mi libro. Superfluo me parece advertir que en esta polmica no me mueve otro inters que el de la ciencia espaola, por
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cuya mayor difusin y esclarecimiento trabajo. Por fortuna, los puntos en que disentimos no son capitales. En lo sustancial estamos conform.es, y no juzgo im,posible queen lo dems lleguemos entendernos. Harto conocia yo, al tiempo en que escribi aquellas cartas, el vigor y pujanza actual del tomismo entre nosotros. Entonces, como ahora, confesaba y confieso que eso restaurada escuela es en Espaa el ms firme valladar contra las invasiones del racionalismo. Pero como ste se le puede combatir de muchos modos, y no era lo ms oportuno en aquella discusin, puramente histrica, afectar exclusivismos de escuela, no quise hacer hincapi en el tomismo, ni empearme de propsito en demostrar los adversarios que Espaa habia dado grandes expositores de la doctrina del egregio Aquinate; cosa generalmente sabida y que ellos no negaban, por lo cual hubiera tenido escasa fuerza el argumento. A los que me preguntaban por creaciones filosficas nacionales, por escuelas y sistemas peninsulares, claro es que no podia responderles con una filosofa extraa de origen, aunque nuestra por derecho de conquista, cu.'iio' ya luvu cuidado de advertir. Bajo el aspecto histrico nacional, nico que yo entonces consideraba, pesa y significa ms Averroes que los expositores de Santo Toms. Aqu tiene usted explicada una de las causas de lo que en m pudo parecer ligereza desden respecto al tomismo. Yo hablaba entonces como bibligrafo espaol, nada ms. 'J.os tomistas no me servan para el caso; era necesario presentar filsofos de grande originalidad de pensamiento, l)ien mal encaminada, que de esto hablaremos luego. Por eso acud Sneca, Averroes, Maimnides, Lulio, Vives, Koxo, Suarez y algunos ms, sin desdear, no obstante, la escolstica, la cual algunos de ellos pertenecieron, y de la cual dije que era, no una, snodos terceras parles de nuestra filosofa. Pero de estas dos partes hice gracia a los contrarios, insist en la tercera, en la ms curiosa y menos estudiada hasta ahora, en la dlos pensadores independientes^. Y precisamente por lo menos estudiada me fij en eWa.
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Yo veia que el neo-tomismo cobraba de dia en dia mayores fuerzas, y que sus sectarios, tan respetables por el nmero como por el saber, eran muy capaces de ilustrar, docta y concienzudamente, los anales de su escuela. Justo, era, pues, dejarles el campo libre y no meter la hoz en mies ajena. Pero advertia en ellos, al mismo tiempo, cierto espritu, sobrado exclusivo, que los llevaba seguir y ensalzar tan solo las obras y doctrinas del ngel de las Escuelas, con veneracin laudable, si, pero, segn mi pobre entender, daosa por lo extremada. Proyectbase una edicin de las obras de Santo Toms, tantas veces reproducidas por la estampa, tan conocidas, que se encuentran en todas las bibliotecas, en todas las manos. Y esto, cuando en Italia, patria del Santo, y en Francia, y en Alemania, y en todo el orbe cristiano, se trabaja sin cesar sobre sus admirables, escritos, y en cien formas se los expone y reproduce. Y mientras se pensaba en esta empresa magna, nadie se le ocurria, sino mi docto y entraable amigo Laverde, no ya publicar una biblioteca de filsofos ibricos, sino reimprimir el ms insignificante opsculo de cualquiera de nuestros pensadores. Tenemos una reimpresin completa, aunque no muy esmerada, de las obras de Suarez; pero no se ha hecho en Espaa, sino en Pars. Tenemos una buena traduccin del Guia de los extraviados Director d los que dudan, de Maimnides; pero no la ha hecho ningn espaol, sino el francs Munck. Al mismo y otros compatriotas suyos debemos el conocimiento de la Fuente de la vida, de Avicebron. El Filsofo autodidacto Rgimen del solitario, de Aben Thofail, est traducido al latin, al ingls y al alemn; pero no al castellano. El Cuzary, de nuestro gran pensador y poeta Jehuda-Ha-Levi, hemos de buscarle en la vieja y rara versin de Jacob de Avendaa. En todos los pases civilizados se han hecho ediciones completas de Sneca, menos en Espaa. De San Isidoro no han reproducido las prensas espaolas, en lo que va de siglo, un solo tratado. A Raimundo Lulio hay que estudiarle en la vetusta edicin maguntina, que. Iras de incompleta, es rara y de dilicil manejo. Pues no di-
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gamos nada de los filsofos posteriores a! Renacimiento... No piense usted por esto que yo juzgase intil (blasfemia cientfica sera) una reimpresin de Santo Toms h e - ' cha en Espaa. Pero hoy por hoy importa ms nuestro crdito cientfico popularizar nuestros sabios, que los extranjeros, aunque, como el ngel de las Escuelas, sean de los que tienen por patria el mundo y la humanidad por discpula. Todo esto pensaba yo, y encontrando demasiado tirante el arco por una parte, prob doblarle por la otra, quiz con exceso. Exceso digo, no respecto al mrito de nuestros filsofos, que cada dia reconozco mayor que cuanto yo acierto encarecer, sino exceso respecto la alteza del tomismo, que tal vez ofend (si ofensa cabe) con palabras ligeras indiscretas. En ello influyeron adems otras causas que tampoco ocultare. No soy tomista; quiz lo ser maana. Lo cual no quiere decir que yo tenga pretensiones filosficas, que en un. pobre biblifilo fueran absurdas. Pero s que cada hombre est obligado tener ms menos su filosofa, no slo prctica, sino especulativa. Ahora bien; esa filosofa, por lo que m toca, no es otra que el criticismo vivista. Pero como ste no es^adverso al tomismo, ni mucho menos, aunque s distinto, de aqu que venere, respete y acate yo la doctrina tomista, como puede hacerlo el ms fervoroso de sus adeptos. Es ms: sospecho que el no haber llegado yo ella, depende ms de mi debilidad de entendimiento que de otra razn alguna. Tambin pueden influir en ello ciertas preocupaciones literarias humanislicaa de que no es preciso tratar ahora, y las cuales quise aludir con lo de la santa ira. Ocasin tendr de volver este punto. Si usted ha seguido con paciencia todo el relato anterior, habr comprendido las causas de mi posicin (si tal puede llamarse) respecto al tomismo. Ahora entrar examinar parte por parte las discretas y amistosas reflexiones que vienen apuntadas en su artculo. Fijndose en un punto claro y luminoso, pregunta us-
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ted: Hay filosofa espaola? y, distinguiendo, contesta: a Bajo el punto de vista de su organismo cientfico, no hay filosofa espaola, ni alemana, ni de ningn otro pais: la verdad no tiene patria. Hasta aqu vamos conformes. .Bajo el punto de vista de su desarrollo histrico, donde haya filsofos habr filosofa.Tampoco en esto cabe duda^ aunque siempre es necesario que entre estos filsofos medie algn lazo ms menos ntimo. Yo creo que le hay siempre entre los pensadores de un mismo pueblo, y en tal concepto ninguno carece de filosofa nacional, ms menos influyente y desarrollada. Y si nunca oimos hablar de filosofa rusa, ni de filosofa escandinava, ser, por<jue estos y otros pases no han tenido pensadores de primero ni de segundo orden, porque nadie se ha cuidado de. investigar sus relaciones y analogas, porque estas investigaciones no han entrado en el general comercio cientfico. De otra suerte, es imposible que filsofos de un mismo pueblo y raza no ofrezcan uno y aun muchos puntos de semejanza en el encadenamiento lgico de sus ideas. Y sigue usted preguntando: Se puede decir en lenguaje tcnico filosofa alemana, filosofa espaola?' Y la contestacin es: Si losfilsofoscoinciden en una nota caracterstica, si; si no, n.y> Por eso, en concepto de usted y en el mi tambin, es exacto el nombre de filosofa alemana aplicado los sistemas germnicos que han aparecido desde Kant hasta nuestros dias, y no la doctrina de Leibnitz, ni la de Wolfio, ni ninguna otra anterior. Tiene usted asimismo por exacto el trmino de filosofa francesa aplicado al cartesianismo exclusivamente, y yo aado que en este sentido es tambin legtimo el nombre de filosofa escocesa, con que se designa el psicologismo de Reid, Dugald-Stewart y Hamilton, y nunca el escepticismo de Hume, aunque ste naciera en Escocia. Pero en cuanto Espaa, no descubre usted ms nota caracterstica que una sus filsofos, que el Catolicismo, nota de suyo harto vaga y no suficiente para justificar el nombre de filosofa espaola. -
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En rigor, la cuestin de los nombres importa poco, pues una vez admitida la existencia y confesado el mrito de nuestros filsofos, de alguna manera hemos de designar el conjunto de sus especulaciones, puesto que no aparecen aisladas ni independientes unas de otras. Mas, por lo que importe, conviene aclararla. Y se aclara con dos preguntas sencillsimas: Existe'la filosofa griega? Es exacto este nombre? A lo que yo entiendo, no hay medio humano de reducir esa violenta unidad aquella variedad y riqueza de sistemas. Cul toma usted por l\po del genio filosfico de la Grecia? Y aun limitndose los dos principales, llamar usted filosofa griega \dplatnica, y negar este nombre la aristotlica, viceversa? O ms bien, reconocer usted que el ingenio filosfico de los helenos no ha de buscarse en una ni en otra de sus escuelas, sino en el conjunto de todas y en su desarrollo histrico? Sin duda que en esto ltimo; y por eso es legtimo el trmino de filosofa griega, y no menos legitimo, aunque no tan usado, el de filosofa espaola. Inexactos fueran uno y otro, si mdicasen series de fenmenos aislados, sin ms enlace que el de lugar y el de tiempo. Mas no sucede en estos dos casos. Nadie lo duda eu cuanto Grecia; y por lo que toca Espaa, vse claro el organismo de su historia cientfica. poco que en ella se penetre. En Sneca estn apuntados ya los principales caracteres del genio filosfico'nacional. Dos de ellos, el espirita critico y el sentido prctico, llaman desde luego la atencin del lector ms distraido. Sneca es uno de losjtrgs grandes maestros de la raza ibrica; todos nuestros moralistas descienden de l en lnea recta. Sneca, gentil en verdad, pero quien San Jernimo llama noster, y pone en el catlogo de viris illustribus al lado de los primeros cristianos, preludia nuestra filosofa ortodoxa. La heterodoxa (tomado el vocablo en su ms lato sentido) presenta siempre un carcter distintivo, el pantesmo. Porque hay una filosofa panteista, espaola, resuelta y clara, que se anuncia por primera vez en Prisciliano;
isombra el mundo en Ayerroes y en Maimnides, con todas las escuelas rabes y judas que preceden y siguen al uno y al otro; pasa Francia con el espaol Mauricio; se vislumbra en Fernando de Crdoba, que en pleno siglo XV formula el principio ontolgico de lo uno^ en que se r e suelven al ser y la nada; inspira en el siglo XVI al audaz y originulisimo Miguel Servet, y alcanza su ltima expresan en ei XVII, bajo la pluma de Benito Espinosa, cuya filiacin hebraico-espaola es indudable. Si el pantesmo est en el fondo de toda la filosofa espaola no catlica, informa lo mismo el averroismo y el avicebronismo, que el misticismo quietista de Molinos, y persigue como un fantasma todo espaol que se aparta de la verdadera luz, en cambio la filosofa espaola ortodoxa y castiza de todos tiempos conviene en ser crtica y armnica, y cuando no llega la armona, tiende al sincretismo. Obsrvelo usted en todos nuestros pensadores de las grandes,pocas. San Isidoro condensa y sincretiza la ciencia antigua. Raimundo Lulio forma un sistema del todo armnico, y levanta el espritu critico contra la enseanza averroista. Luis Vives es la critica del Ilenacimientj personificada. Foxo Morcillo, en su tentativa de conciliacin platnico-aristotlica, formula el desidertum del arm,onismo. Toda3 las escuelas nacidas al calor de la doctrina de Vives, son criticas por excelencia; sobre todo la valenciana. De todo lo cual deduzco que al principio ya formulado por varios escritores, la filosofa espaola es esencialmente dogmtica y creyente, principio que usted juzga demasiado elstico, debe aadirse este otro: la filosofa espaola ortodoxa es critica y armnica: la filosofa espaola heterodoxa es panteista, y como tal, cerrada y exclusiva. Tales son, salvo error, las notas caractersticas de la filosofa ibrica. Harto ms difciles de sealar v ms controvertibles son las de la italiana, y nadie duda de su existencia, por lo menos desde que Mamiuni public su libro del innovamento. No hemos de reir por averiguar si la manifestacin filosfica es la ms brillante de nuestro genio, y si es igual
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superior la teolgica y la artstica. Yo las creo iguales, cada cual en su esfera, y pienso que se completan mutuamente. Y pienso ms: que hasta hoy no se ha entendido bien la historia de nuestra literatura, por no haberse estudiado nuestros telogos y filsofos. En la ruina de toda verdadera filosofa que asistimos, debemos volver los ojos la filosofa espaola? No, contesta usted: si por filosofa espaola entendemos esos sistemas, incompletos unos, errneos otros, porque el* error total slo con la verdad total se destruye. Y aqu siento disentir de usted, y precisamente por las mismas razones. La verdad total no la ha alcanzado el tomismo ni ninguna filosofa, como filosofa, pero debemos aspirar ella. Y dnde encontrar mejor direccin que en el armoimmo de la filosofa espaola, sobre todo en Foxo Morcillo? El no hizo ms que indicar la concordia; pero tuvo en cuenta los dos trminos del problema. El aristotelismo, aunque sea el aristotelismo tomista, no nos da ms que uno. Por (]u hemos de pararnos en el tomismo? Cree usted que si Santo Toms hubiera conocido Platn y Aristteles en sus fuentes, como los conocieron los sabios del Renacimiento, se hubiera detenido donde se detuvo? En suma: El tomismo es la verdad toda. En su parte teolgica, concedo. !n su parte filosfica, niego. Es una gran parte de la verdad, pero no toda. La verdad total est en la deseada armona de Platn y Aristteles, polos eternos del pensamiento humano. Por ventura se agot en Santo Toms el entendimiento humano? Dice usted que la percnnisphilosophia de Leibnitz es la escolstica. Yo creo (jue son slo aquellos principios fundamentales inmutables, leyes comunes toda inteligencia y que, ms menos, yacen en el fondo de todo sistema no panteista. Dudo mucho que Leibnitz, que llamaba brbaro estircol la escolstica, aunque en ella encontrase oro, viera all otra cosa que materiales aprovechables para nuevas conetrucciones. Equivocbase en In primero, como todos los de su siglo; pero, en rigor, qu es la escolstica? dnde principia y dnde acaba? Es escolstica
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Hora es de terminar. Mas no he de hacerlo sin advertir que Melchor Cano tiene bien poco de tomista, no ser que por tomista se entienda vestir el hbito de Santo Domingo y seguir la doctrina de Santo Toms en lo teolgico; doctrina oficial, digmoslo as, en la Orden que perteneci Melchor Cano. Pero en lo dems, el autor de la obra De locis theologicis, pertenece la plyade de escritores del Renacmiiento. No es tomista en la forma ni en el estilo, porque Santo Toms escribi mal, como se escribia en su ticm[io, y Melchor Cano fecriLe aiaruvillosarsicnle. Ni> es tomista en filosofa, porque entre Platn y Aristteles no se atreve decidir, y escribe: Divo Augustino sum,miis est Plato, Divo Thom.a; Aristteles... Milii quidem nec Avgustini nec Thomcp videtur contemnenda sententia. Lo cual equivale decir que en filosofia no desprecia la autoridad de Santo Toms, pero tampoco la sigue, ni ms ni menos que hacian los vivistas. Y no vale decir que Melchor Cano fu poco afecto Vives, y afirma de l que seal con acierto las causas de la corrupcin de las ciencias, pero que no anduvo tan atinado en proponer los remedios, puesto que en realidad l se aprovech ampliamente de Vives y de muchos vivistas, como Juan de Vergara, cuyo libro de las Cuestiones del Templo traslad en cuerpo y alma, al tratar de la historia humana. Y nada mejor podia hacer, puesto que Vergara es el padre de la crtica histrica entre nosotros. En resumen; todo lo que en el libro De locis no es teologa pura, procede de fuentes distintas del tomismo. Por eso he llamado y sigo llamando vivista Melchor Cano. Su gloria est en haber puesto al servicio de la teologa la ciencia profana y el criticismo de Vives. Nada dir del congruismo, cuestin para debatida entre los dominicos y los jesutas. Yo he ensalzado el congruismo por ser creacin cientfica espaola. El sistema tomista sobre la gracia no lo es, y por eso no hice particular mencin de l. No censuro los escolsticos que prefieren Sanseverino Liberatore h Snchez Ruarte. Puede perdonarse-
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les el que desconozcan estos escritores, pero en ningn modo el que dejen de estudiar Suarez Domingo de Soto, con preferencia los renovadores italianos y franceses del escolasticismo. Sobre esto versaba nicamente mi censura, que por otra parte no se dirige los doctsimos filsofos que boy son en Espaa cabeza del movimiento neo-tomista. Harto s que estos conocen de perlas el desarrollo anterior de sus doctrinas en nuestra Pennsula. Prubamelo el curso de Philosophia Elemaitaria de fray Zefcrino Gonzlez, y el ureo articulo de usted sobre mis desdichadas Cartas. Y propsito del ilustre obispo de Crdoba (cuyas bondades para conmigo, de nuevo y pblicamente, y con toda la efusin de mi alma agradezco), uno mis votos los suyos respecto la Biblioteca de telogos espaoles, sin que para encarecer su importancia sea preciso rebajar en un pice el mrito de nuestros filsofos. Nequid tiimis, amigo mi. Muchos de los autores que Fr. Zeferino cita, tienen tanta mayor importancia como filsofos que como telogos. Testigo Suarez, ninguna de cuyas obras teolgicas llega en mrito su Metafsica. No demos ocasin que los racionalistas nos digan en son de triunfo que hemos tenido telogos (lo cual, en boca suya, equivale sacristanes), y to filsofos. Suscribo, con todo el entusiasmo de que soy capaz, los elogios que usted hace de los tomistas espaoles. Constituyen, en efecto, una de las pginas ms brillantes de nuestra historia cientfica. Pero tampoco hemos de exagerar las cosas. Cisneros foment muy poco el tomismo; lo que ms poderosamente alent, fueron los estudios orientales y escriturarios. Y como era muy buen espaol, favoreci asimismo la escuela luliana. manifestando su deseo de que se ensease en todas las escuelas, como es de ver en la carta que dirigi los mallorquines. En cuanto los estudios del Renacimiento, que haban de obtener su ms cabal expresin en Vives, sabida es la betifica influencia de Fr. Francisco Ximenez, comparable, en algn modo, la de Lorenzo el Magnfico la de Len i)cimo.
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Nada dir de Carranza, tan respetable por su saber como por su desdicha. Pero es lo cierto que sus mritos cientficos se reducen para nosotros al opsculo de la residencia de los obispos, la Summa Conciliorum, que es una compilacin, y los comentiirios al Galhecismo christian, en que hay frases de sabor protestante, como lo demostr ampliamente Melchor Cano, y vino confirmarlo la sentencia de Gregorio XII, seguida de la abjuracin por el mismo arzobispo, de diversas proposiciones. No creo que el tomismo diese direccin y guia nuestros msticos. A lo sumo puede decirse esto de Fr. Luis de Granada y algn otro asctico de los que impropiamente se llaman msticos. Los msticos puros no son tomistas. Es seguro que Santa Teresa habia leido muy pocos tratados escolsticos. En cuanto los dems, aunque sea cierto que conocan bien la Summa como todo el mundo entonces, eslo tambin que seguian con preferencia Hugo de San Vctor, Gerson, San Buenaventura, y aun Suso y Tauler, sin olvidar la fuente comn de todos que era el libro De divinis nominibus atribuido al Areopagita. Fuera de esto, tenian muy bien leido Platn, y aun los neoplatnicos de Alejandra, y los de la escuela toscana del Kenacimiento. Cuando Maln de Chaide en la Conversin de la Magdalena quiere tratar de la hermosura y del amor, no pide enseanzas Santo Toms, sino que acude al Convite de Platn, y le glosa y comenta. El que haya leido Len Hebreo sabr de dnde bebi Cristbal de Fonseca gran parte de sus especulaciones sobre el amor divino. Tan verdad es esto, que en el trabajo que preparo sobre la Historia de la lsttica en Espaa, no he podido menos de considerar nuestros msticos como la ms brillante personificacin del platonismo del Renacimiento, enlazndolos, no con los tomistas, sino con los poetas erticos de entonces. Y no cede esto en desdoro, sino en gloria suya; porque la doctrina esttica contenida en los dilogos del hijo de Aristn es tan alta y sublime, que, aun en nuestros dias, el escolstico P. Jungmann ha escrito un tratado de la belleza y de las bellas artes, segn los prin-
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cipios de la filosofa socrtica y de la cristiana, considerndolas peco menos que como idnticas. Ni tampoco creo que contar usted entre los tomistas al incomparable Fr. Luis de Len, el cual, segn refieren sus contemporneos, solia decir que tres sabios habia tenido el mundo; el primero, Adn; el segundo, Salomn, y el tercero... no Santo Toms de Aquino, sino Raimundo Lulio. Bien clara est la tendencia al armonismo luliano en muchos pasajes de aquellos platnicos dilogos sobre los nombres de Cristo. Como poeta, se inspira en todo, hasta en la teora dlos nmeros pitagricos, pero pocas veces en el tomismo. Que Suarez, y antes de l otros jesutas, y despus todos hasta el siglo pasado, son disidentes y constituyen una disgregacin del tomismo, harto lo han repetido y ponderado en todas pocas los tomistas puros, especialmente los dominicos. Hasta qu punto llega esta disidencia, y si basta constituir escuela aparte, es lo difcil de determinar con precisin. En la parte teolgica no cabe duda, y usted lo confiesa, puesto que opone el congruismo al sistema tomista sobre la gracia. En la filosfica no es menos honda la divisin. Ni puede decirse que Suarez es en elia expositor de Santo Toms, pues lo que expone directamente es la Metafsica de Aristteles, separndose en muchas cuestiones de Santo Toms, planteando otras que ste no le pasaron por las mientes, y mostrndose tan original en desarrollos y conclusiones, que su ontologa es uno de los ms preciosos monumentos de la ciencia ibrica. Pretendi no separarse de wSanto Toms, porque todos los escolsticos hacian otro tanto; pero Santo Toms, como Aristteles, como Averroes y otros grandes nombres, ha'sido un pabelln que ha cubierto todo gnero de mercancas.. Aparte esto, no pasan por sistemas distintos del tomismo el escolismo, el okamismo y otros? Pues por qu no ha de serlo el suarismo, que es tanto ms mdependiente que ellos? Cada una de las infinitas divisiones y subdivisiones de la filosofa griega tiene un nombre especial, y buen seguro que muchas de ellas no difieren
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tanto entre s como la doctrina del Doctor anglico y la del eximio jesuta de Granada. El tomismo es filosofa espaola, porque fu enseado en nuestras universidades. Pero.no fu la nica filosofa enseada en ellas, puesto que el lulismo tuvo ctedras aparte, y las tuvieron los dems sistemas escolsticos, v, lo que es ms, las tuvo en todo el siglo XVI el peripatetismo clsico, lo cual, para gloria de nuestra nacjon, dejaron registrado los extranjeros. Segn ellos, en las aulas espaolas se enseaba Aristteles ntegro y en griego. Y sin que ellos lo dijeran, sabrnoslo por los escritos de Pedro Juan Nuez, fundador de la gloriosa escuela valenciana, en.la cual fu tradicional el culto de la sabidura antigua ex ipsis primis fonlibus. A Nuez sucedieron en la misma enseanza Monz, Monllor y Server. En Barce-. lona propag su mtodo el mismo Nuez; en Zaragoza, Simn Abril; en Alcal, Cardillo de Villalpando, quien muchos, malamente, juzgan tomista; en Coimbra, Pedro de Fonseca, lazo de unin entre los peripatticos clsicos y los suarisas. A la sombra de este peripatetismo ilustrado, tolerante y de acendradas formas literarias, se desarroll nuestra libertad filosfica. Merced l levantaronlla cabeza los ramistas, especialmente en Salamanca; procam Dolese el atomismo en Valencia; siguironle Valles en Alcal, y Gmez Pereira en Medina del Campo; examin Pedro de Valencia con segura crtica todas las opiniones ^ de los antiguos sobre el criterio de la verdad, hizo Quel^vedo la apologa de Epicuro, anticipndose Gassendo. T" El escolasticismo no contrari sistemticamente este movimiento, nts bien, recibi su influencia. Siglo y medio dura esta poca, la ms gloriosa, en todos conceptos, para Espaa, De los peripatticos clsicos sali Gouvea, el vencedor de Pedro Ramus; sali Seplveda, el adversario terrible de Erasmo y de Lulero. De las dems disgregaciones del vivismo salieron los fundadores de todos los sistemas modernos. Usted recordar lo que sucedi al pararse este movimiento. Lleg un dia, all mediados de! siglo XVH, en
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que el escolasticismo se present intolerante^ y aspir dominar solo en las aulas. Y entonces, como por encantoj huy de nuestras Universidades aquella grandeza, nose estudi la filosofa en sus fuentes, olvidse la critica de Vives, falt independencia y serenidad en el juicio, dise de mano las ciencias auxiliares, y cosa rara! el escolasticismo, alcanzado el absoluto' imperio que aspiraba, empez decaer rpidamente, se durmi sobre sus laureles y no produjo ya Sotos, ni Molinas, ni Vzquez, ni Suarez, sino sumulistas y compendiadores de compendios y disputadores en el vaco. Y cundo se durmieron! precisamente cuando se levantaba el cartesianismo y venan en pos de l Malebranche y Espinosa. La ciencia escolstica, que en el siglo XVI y en la primera mitad del XVII estaba al nivel de la ciencia independiente, empez quedarse atrasada. En la Espaa de Carlos II quedaba todava mucho arte y mucha ciencia, aunque uno y otra decadentes, pero no estaban en las universidades. Habia que buscarlos en aquel grupo de crticos histricos que se reunan en la celda de Fr. Hermenegildo de San Pablo; grupo formado por Nicols Antonio, D. Juan Lucas Corts, el marqus de Mondjar y otros; en las producciones de algn erudito que conservaba la tradicin antigua, ms menos alterada, en las de los ltimos msticos, en el teatro. El escolasticismo de las aulas slo despierta con algn bro cuando asoma en nuestro horizonte cientfico la estrella vivista del P. Feijo. Tan necesaria es una prudente libertad en las indagaC- clones del espritu! f Y ahora, si no temiera prolongar esta carta, mostrara cmo el espritu de la doctrina de Vives informa toda nuestra civilizacin. Mostrara que l debemos lo poco mucho que hemos trabajado en ciencias naturales; que de l arranca una reforma en la enseanza de la teologa y del derecho; que nuestra crtica histrica, desde Juan de Vergara hasta el presente, es una aplicacin del vivismo; que l dio luz y guia los estudios de erudicin y humanidades, y que sin l nuestra literatura clsica del gran
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siglo no hubiera tomado el sesgo que llev y que la condujo la gloria. Haria ver que Vives tiene todas las cualidades buenas del Renacimiento y ninguna de sus exageraciones; que no es un fantico enemigo de la Edad Media; que no condena en poco ni en mucho la civilizacin cristiana, y que l fu el primero en sealar las bellezas literarias de autores entonces tenidos por barbaros. Pondra en claro que toda restauracin total parcial de los estudios en Espaa ha sido restauracin vivista, y deducirla de todos estos hechos, y de otros que puedo alegar y alegar en su da, la necesidad de volver Vives para salvar la ciencia espaola del olvido y de la muerte. Pero lodo esto, Dios mediante, hallar oportuno lugar en un libro que con el ttulo de Exposicin historia del Vivismo pienso escribir. Libro ser malo y rudo como de tosca pluma y pobre Lentendimiento, pero til si llama la atencin de los doctos hacia nuestra prstina y olvidada ciencia. Siento, amigo mi, tentaciones de romper esta carta. Ha salido larga, machacona, y llena de repeticiones. Pai'ece un quodlibeto escolstico de los malos tiempos. No he escrito nada peor con haber escrito cosas tan malas. Y pensar que la he escrito en Florencia, en la moderna Atenas, donde parece que aun vagan las sombras de Lorenzo el Magnifico y de Angelo Poliziano, uno de mis amores literarios ms ntimos y verdaderos! Tambin es fatal coincidencia. Mas no es lo peor el estilo, ni el haber escrito esta carta apedazas y sin ver un libro. Es el temor que me aqueja de haber hablado con irreverencia del tomismo, sistema tan luminoso, tan sublime, tan fecundo. Es, de elra parte, el recelo de haberme mostrado ingrato con usted, que es todo bondad para conmigo, y que ha honrado mis borrones de estudiante con elogios correspondientes slo un trabajo maduro y sazonado, pero elogios que no olvidar nunca, porque s que nacen de una alma nobilsima. Decididamente rompo la carta... Pero n, porque anda mezclado el buen nombre de Vives con el asunto. Lome-
^ r es remitrsela usted para que, una vez leda, haga de e'SUo que le plazca. Publquela usted, si quiere; rasgela quipela si no, que nada se perder en ello. Pero en ningn itfiaso li considere usted como rplica su artculo ni como escrito anti-tomista, sino como observaciones y notas que tienden explicar, ms que defender, mi opinin en ciertos puntos. Suyo siempre devotsimo.
M. MENENDEZ PELAYO.
Venecia 6 de Mayo de 1877. Sr. D. Alejandro Pidal y Mon.Mi querido amigo: A tiempo llega el recipe de la Revista contempornea. Ya comenzaba impacientarme por el largo silencio de esos seores sabios. Loado sea Dios, que al fin han resollado, y de veras! Ya no es el caballero de la Revilla quien entra en liza, sino su amigo y conmilitn el caballero del Perojo, como si dijramos, el de la ardiente espada el de la triste figura. Tristsima la van haciendo ellos en este lance. Pero loado sea Dios una y mil veces, pues tengo otra vez enfrente los perpetuos enemigos de la Religin y de la patria, y con ellos ne de cruzar las armas, Aqu do la lanza cruel nunca yerra, y no con V., mi buen amigo, de quien slo me separan diferencias relativamente mnimas y casi imperceptibles. A m, como en ocasin semejante decia Caminero, me consuela y me anima la polmica con los impos, al paso que me contrista y desalienta la discordia con mis hermanos. Demos, pues, de mano por un instante nuestras rencillas domsticas, y acudamos los brbaros, ya que
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los brbaros llaman las puertas. Comencemos, pues, y que Dios nos ayude, pues sin l no hay principio ni obra buena. Si no mienten mis clculos... astronmicos, el artculo del seor del Perojo tuvo (como ahora dicen) la gnesis siguiente: All por Agosto del ao pasado escrib, para refutar ciertas afirmaciones del seor de la Revilla, un articulejo que al seor de la Revilla le amosc grandemente, y dio ocasin aquel su clebre exabrupto, rotulado por mal nombre La Filosofa espaola. En el mismo nmero de la Revista contempornea en que sali aquel porteflto, vino cierta notita al pi de unos cuadros de enseanza alemana, en la cual nota (que sonaba como de redaccin) hacase causa comn, poco menos, con el seor de la Revllla. Desde aquel momento (y aunque me hubiesen tallado otros datos) no poda yo menos de considerar la Contempornea como publicacin antiespaola y rgano oficial de los negadores de nuestra ciencia. Y como la Contempornea viene ser el corazn y los ojos del caballero contrincante, que, despus de todo, se gasta en ella honradamente su dinero, como otros en coleccionar cajas de fsforos, hubo de enojarse grandemente el seor del Perojo por lo que yo decia de aquella bija de sus entraas, merced la cual, y como per saltum, ha llegado l a jefe de cofrada y aun de escuela. En la misma carta que aludo (y perdone usted la necesidad, ahora inevitable, de citarme m propio) tuve la desdichada ocurrencia de decir no s qu respecto al elegante estilo y castiza frase de los contemporneos, citando entre ellos los seores Montoro y del Perojo, si la memoria no me es infiel. Con cuya inocente observacin literaria bast para que el segundo de estos caballeros, herido en lo que ms le dolia, sin duda porque apunt bien, perdiese los estribos y comenzase jurar y perjurar que haria y que aconteceria, y que yo se las nabia de pagai" todas juntas. Mas como por reparos de estilo no est bien romper la cabeza nadie, y como por otra parte, hubiera
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sido soberanamente ridicula de parte suya una apologa de sus mritos filolgicos y literarios, hbose de contentar por entonces con el deseo de armarla, aleccionado, sin duda, por aquel rasgo sublime con que cort la pelea el seor de la Revilla. Pero otra le quedaba en el cuerpo al director de la contem'pornea, y tengo para mi que solo le detenia el temor de dar con su rplica demasiada importancia tan menguado antagonista. A pesar de lo cual, afanoso, y dia tras dia, iba cogiendo de aqui y de all noticias, hechos y apreciaciones tiles para la grande empresa que meditaba, sin que dejase al propio tiempo de construir tal cual silogismo en brbara, y vociferar, triviis et angiportis, en loor del triunfante y esplendente seor de la Revilla Toda esta elaboracin dur algunos meses, y aunque habia recogido el seor del Perojo ripio de sobra para rellenar su torta, la torta no acababa de salir, por aquella maldita dificultad de la importancia. En esto aparecieron los dos excelentes artculos de usted sobre mi libro, y tal aparicin el seor del Perojo vio el cielo abierto; comprendi que podia jugar por tabla, y sac del horno la torta, calentita y abrasando. Reshaen: i. El Sr. Perojo escribe contra m por un pique literario, es saber, porque dije mal de su estilo. 2. El seor del Perojo ha limado y lamido su nuevo parto durante cinco seis meses por lo menos. 3. El seor del Perojo no quiere escribir directamente contra m, por no darme importancia, y prefiere hacerlo contra usted, con la precaucin (si ser listo el mozo!) de elogiar usted mucho (no tanto como usted se merece ), y ponernos Laverde y m los pies de los caballos: tem ms, exagerando las diferencias que unos de otros nos separan, con la sansima intencin de aislarnos. Como si no tuviramos bien entendida la treta, que, por lo deroas, revela escassimo ingenio! Tras estos preliminares, tiles para fijar la situacin del Sr. Perojo en este lance, entremos considerar punto por punto su lucubracin, que tiene la friolera de 40 pi8
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ginas en 4. Necio sera yo si emplease otras tantas para refutarle. En su parto sietemesino el seor del Perojo ha echado el resto, ha dicho cuanto saba y mucho ms. All hay de todo, Botnica, blasn, cosmografa sacra, profana, universal tiistoria; all'exposiciones de sistemas filosficos, altas y encumbradas disquisiciones histricas, peregrinos apuntes bibliogrficos, catlogos de todos los sabios del globo terrqueo, arranques oratorios dignos de fray Gerundio de Campazas. Para que sea un cumplido tratado de todas las cosas y otras muchas ms, slo falta un poco de espiritismo y otro poco de arte de cocina. El ttulo es ya resonante y terrorfico: La ciencia espaola bajo la Inquisicin. Si esto se aadiesen una portada seis tintas y algn grabado que representase un quemadero, el alegato sera mucho ms convincente. frescindir casi del todo de las lindezas que de m se dicen en el artculo. El enfadarse por tales cosas sera una inocentada propia del seor de la Revilla. Para m no hay msica ms agradable que las insolencias racionalistas. Harta fuera mi desgracia si me aplaudiese el Sr. Perojo. Sera prueba indudable de que yo andaba dando por las paredes. Pase, pues, lo de la sociedad de socorros mutuos, como si los krausistas por un lado, y los contemporneos de otro, no diesen los mejores modelos de tales sociedades. Entre los catlicos puede haber exceso de benevolencia mutua; pero no abundan rasgos parecidos al siguiente: Anunci cierto dia la Revista de Westminster, all en la nonagsima plana, cerca de los anuncios de mquinas de ' coser, y de carne Liebig, que habia recibido un librito espaol intitulado Ensayos sobre el movimiento intelectual de Alemania, del cual se deduca que el autor era un joven muy guapo y muy aprovechado, y muy al tanto del movimiento germnico, aadiendo que le daba gracias por su regalo. Todo esto dicho en cuatro lneas, modo de
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suelto de La Correspondencia. Pues h aqu que cierta Revista, de la cual era director y propietario el autor del libro, reproduce los pocos dias, muy satisfecha y muy oronda, el encomio antedicho, precedido de un comentario suscrito por cierto amigo ntimo del autor, empeado en hacernos creer que aquella frmula de cortesa era una glorificacin y una apoteosis, sin duda porque estaba en lengua anglo-sajona. Si el Sr. Perojo sabe estas y otras cosas, por qu habla de sociedades de socorros mutuos? Que yo he buscado deliberadamente ocasin de camorras, tampoco es exacto. Yo no me acordaba del Sr. Azcrate, hasta que el Sr. Azcrate dijo que la intolerancia habia anulado por tres siglos toda actividad intelectual en Espaa; ni pensaba en el Sr. Revilla, hasta que el seor Revitla afirm que la ciencia espaola era un mito; ni en el Sr. Salmern, hasta que escribi todas aquellas barrabasadas en el prlogo del Draper. Esos seores fueron los que buscaron camorra al sentido comn y lodo sentimiento patritico, con sus destempladas negaciones. Yo no hice ms que lo que debe hacer todo buen hijo cuando se ataca su madre. En lo dems, soy enemigo de dimes y diretes, porque s el tiempo precioso que se pierde en ellos. No he lidiado ni lidio ms que por el honor literario de la patria. Al Sr. Giner no le he atacado nunca, y de los seores Montero y Perojo he escrito una sola frase, que no llevaba sabor polmico, pero que al segundo se le ha atravesado en las entraas. Y ciertamente que, si era injusta, no valia la pena de tomarla por lo serio, viniendo de tan oscuro escritorzuelo como yo. Dice el Sr. Perojo que yo buscaba ser sacado pila por .cualquiera de los ingenios quienes atacaba. Buenos padrinos me hubiera echado! Y qu es eso de sacar pila? Ser fuerza de pila, como si dijramos fuerza de palanca? En tierra castellana se dice y ha dicho siempre sacar de pila. Niego que el Sr. Revilla dejase en el artculo de marras resuelta la cuestin de la filosofia espaola en modo
alguno, y remtome sobre este punto la contestacin que entonces le di, y que el Sr. Perojo no se ha tomado la molestia de leer, como mostrar luego. Niego asimismo haber tergiversado los puntos que toc el Sr. Revilla. Esta es una de tantas afirmaciones sin pruebas como llenan el artculo del Sr. Perojo, que es largo, pero de poqusima sustancia. Qve yo llev inocentemente al Sr. Revilla la polmica. El inocente ser l que se dej llevar. Aos tiene y experiencia para que no le engae un estudiantuelo inocente como yo. Y si inocencia fu el contestar primero, inocencia mayor fu callarse despus Pero todas estas inocencias tienen una explicacin muy fcil que el Sr. Perojo, con su natural travesura, no dejar de vislumbrar. Entramos ya en la miga del artculo, y es forzoso proceder con ms seriedad... digo, con la que consiente el argumento. A la manera de aquel abogado de los Litigantes de Racine, que comienza su arenga desde la creacin del mundo, y va discurriendo por los babilonios, los persas y los meaos, sin llegar nunca al asunto en litigio, el Sr. del Perojo toma tambin las cosas ad ovo, y con toda la seriedad de un doctor alemn cuando prorumpe en una perogrullada, nos ensea primeramente que la filosofa tiene siempre en su historia problemas que presenta al espritu humano. Enunciado este descubrimiento, nos habla delosjonios, de los pitagricos, de los eleatas, de Herclito y su proceso (que ser sin duda alguna causa criminal que le formaron los efesiacos, pues el vocablo proceso, as secas, no tiene otra significacin en castellano), de los eleticos y su explicacin (no dice de qu), de los sofistas con su imposirhilidad (le conocimiento y su demostracin (como si imposibilidad de conocimiento y demostracin entrasen en el mismo saco). Dice tambin (recndita noticia!) que en lo antigedad encontramos Scrates, Platn, Aristteles, tras de lo cual pone dos et cestera, y termina con gran satisfaccin: Toda pocafilosficatiene, pues, su problema. Est bien, dice, al llegar aqu, el lector; pero de todo
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eso se deduce que la antigedad tuvo no uno, sino muchos problemas filosficos, y los tuvo de todas castas, unos cosmolgicos, otros teolgicos, otros morales, otros lgicos, pues nadie dir que son uno mismo el problema de la fuerza y de la materia, y el problema de las ideas, el problema del conocimiento y el de la voluntad, etc. Yo s bien, por lo menos adivino, lo que el seor del Perojo ha querido decir. En la historia de la filosofa griega se distinguen generalmente, y con bastante aunque no con entera exactitud, tres perodos: el cosmolgico, en que mecnicos y dinmicos quieren explicar su modo la constitucin del universo; el dialctico lgico, en que imperan los eleticos y sofistas; el metafisico, que empieza con las escuelas socrticas, aunque Scrates, por lo que de su doctrina ilcanzamos, fu, ms que todo, moralista. Repito que esta divisin es muy imperfecta; pero apoyado en ella el Sr. Perojo, ha querido decir que en cada poca de la filosofa helnica predomina una tendencia sobre las restantes, lo cual, dicho as, es una verdad como un templo. Pero ha de advertirse que muchas de esas direcciones coexistieron, y que muchos de esos filsofos tendieron resolver diferentes problemas y aplicaron su actividad varias ramas de la ciencia. Y advierto esto, porque las ideas del Sr. Perojo, aunque confusamente expresadas, me parecen nacidas de un criterio pobre y estrecho que se empea en encerrar la historia de la filosofa en un molde inflexible y reducirla una especie de mecanismo, mediante el cual, en una poca determinada, ha de plantearse tal problema y resolver tal cuestin, sin que pueda plantearse otro ni resolverse de distinto modo, cuando precisamente la historia demuestra que en todas las pocas se plantean todos los prob'emas y se resuelven bien mal todas las cuestiones, y que nada hay nuevo debajo del sol, y que en el terreno filosfico no pueden presentarse ni resolverse ms cuestiones que las presentadas y resueltas por la filosofa griega, no ser que aadamos una nueva facultad al entendimiento humano alteremos esencialmente sus condiciones.' En filosofa no se con-
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cibe el progreso de la manera que los adversarios le entienden. Puede formularse en distintos trminos el problema, puede trabajarse sobre los datos del conocimiento dando ms importancia unos que otros, perfeccionando los mtodos, naciendo aplicaciones, etc., pero de ah no se pasa. Formular un problema realmente nuevo es tan imposible como crear un sexto sentido. Lo que hacen los problemas es tomar una forma nueva en cada poca; pero una de dos: estn bien puestos, y entonces son idnticos los antiguos, estn mal puestos y son abortos de una mente enferma, nacidos de torcimientos y mutilaciones de la conciencia. La conciencia humana, una y entera, no formula ms cuestiones que las que ha formulado siempre. Todas las ideas filosficas (ha dicho un contemporneo ilustre) pueden'escribirse en una cuartilla de papel. Esa conciencia universal, verdadera piedra de toque para toda creacin filosfica, es la que Vives proclam en toda su amplitud, como iremos viendo. De lo expuesto se deducir que yo no creo, como el Sr. Perojo, que la filosofa moderna tiene un problema propio y peculiar, sino que digo y sostengo que tiene k s mismos problemas que la filosofa de todos tiempos. Y M no los tiene, no debe llamarse filosofa, sino aberracin del entendimiento humano. No tiene cada facultad humana su objeto propio? Han variado estos objetos desde Platn y Aristteles hasta nosotros? Pues si son los mismos, aun suponiendo que se hayan perfeccionado las facultades cognoscitivas, stas habrn llegado ver con ms claridad y precisin sus respectivos fines; pero no crear otros nuevos. Y no variando la facultad ni su objeto, el problema sigue planteado de la misma manera que para los griegos, y as estar hasta el fin del mundo, si Dios no nos infunde sobrenaturalmente nuevos medios-de conocer, algo por el estilo. Y en efecto, el problema que el Sr. Perojo supone propio y exclusivo de la filosofa moderna, saber, el conoc-
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miento de las cosas mediante nuestras solas facultades, lejos de ser nuevo, es el ms viejo de la tierra, es el que debi proponerse el primer hombre que filosof... qu digo? nuestro padre Adn cuando abri los ojos en el Paraiso: es la definicin y la esencia misma de la filosofa. Mediante nuestras solas facultades, qu quiere decir esto? Rechazando el yugo de la autoridad? Pues no lo hicieron todos los pensadores griegos que fueron cabezas de sectas? No lo hicieron asimismo muchos escolsticos? Qu filsofo, que lo haya sido de veras, ha reconocido en el campo puramente filosfico otro medio de conocer que las facultades humanas? La proposicin del Sr. Perojo es, una perogrullada, un error muy comn en los filsofos de su temple. Es un error, si el desprecio la autoridad y el examen individual se entienden en e! sentido absurdo de que cada cual, por su cuenta y riesgo, como si nadie hubiera pensado ni discurrido antes, construya, como dicen los krausistas, su propia ciencia, cual si hubiese una ciencia al gusto de cada consumidor. No; la conciencia individual, que es siempre imperfecta y est siempre oscurecida por el predominio de una facultad sobre las restantes (de lo cual nace la diferencia personal), debe acrisolarse y purificarse en la conciencia universal, en la conciencia histrica, que pocas veces yerra ni sufre mutilaciones. De ah la justa importancia de las grandes doctrinas y de los grades nombres en la indagacin filosfica. Por lo dems, repito que, antes de la filosofa moderna, estaba reconocida universalmente la necesidad del racionalism.0 en metafsica. Nadie la habia afirmado con ms bro que San Anselmo. Y algunos escolsticos habian pasado ms all del justo limite, extendiendo la razn donde no puede llegar. Tal fu el pecado de Abelardo. Cita el Sr. Perojo unas palabras que atribuye Vives y que le parecen encerrar esa proclamacin del libre examen: Nada rebaja rijAs el espritu humano que la costumbre de pensar por otro, y de conceder la autoridad lo (tie slo la razn corresponde.-A Realmente Vives condena en un pasaje que cit en otra ocasin el auctoritatc
sola acquiescere, et fide semper aliena accipere omnia; pero no basta citar estas palabras, sino parar mientes al sentido en que Vives, fervoroso catlico, las toma. Ms adelante volver sobre esto. No es exacto que la filosofa moderna, al dar su primer paso, sea dogmtica. Al contrario, presenta un carcter critico, y muchas veces escptico. Pero todas estas son generalidades que pierden mucho de su fuerza, puestas en cotejo con la realidad de los hechos. Entre los filsofos del Renacimiento los hay crticos como Vives; dogmticos, como los peripatticos clsicos, y los mismos neoplatnicos de Florencia; escpticos, como Snchez, Montaigne, Charron y alguno ms: en una palabra, los hay de todas castas y condiciones. Es absurdo el empeo de ponerlos todos en fila, como reclutas, y hacerlos dogmticos la fuerza, slo porque as nos viene bien para la clasificacin, y porque as se retrasa el criticismo hasta la poca de Kant. Establece el seor del Perojo las dos direcciones principales indudables del pensamiento moderno, la baconiana y la cartesiana, el empirismo y el psicologismo idealismo que l dice*. Pero no han de olvidarse varas cosas: primero, que las lios direcciones existen desde que hay filosofa en el mundo; segundo, que la doctrina de la conciencia razn universal proclamada por Vives (como el mismo Sr. Perojo reconoce), est por cima de l una y de la otra, porque dentro de ella caben entrambas; terpero, que Bacon y Descartes no hicieron ms que recoger, cada cual por su parte, mermada y como Dios quiso, la herencia de los filsofos espaoles italianos del siglo XVI. El seor del Perojo nos hace un cargo tan injusto como gratuito, suponindonos ignorantes de lo que l llama proceso histrico de la filosofa moderna. Imagina adems que la historia de la filosofa espaola, como nosotros la concebimos, contradice ese proceso. Para contestar estas afirmaciones, no necesito ms que remitirle la brillante carta con que mi buen amigo Laverde encabez mis Pol-
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micas. All ver de qu manera entroncamos nosotros con Vives el movimiento filosfico moderno. All .ver que Bacon, exagerando la induccin proclamada por Vives, par en el empirismo, y engendr Locke, como Locke Condillac, y Condillac Destutt-Tracy y Cabanis. All leer asimismo, que a Descartes, lomando de los vivistas espaoles (no precisamente de Vives) su racionalismo, pero sin atenuacin ni limites, y dejando al descubierto altas verdades, abri cpnscia inconscientemente la puerta todos los idealismos posteriores, v Y all, finalmente, escribi mi docto amigo que nReid, huyendo del escepticismo sensualista de David Hume y no acertando d salir del sentido comn i desprenderse de las reminiscencias baconianas, cre un empirismo psicolgico, sabio y fecundo, pero estrecho, que su vez extrem Hamilton desterrando de la filosofa toda especulacin acerca de lo absoluto incgndicionado. Todo esto, y algo ms, dijo Laverde; 7 si el seor del Perojo hubiera leido aquella carta, se hubiera ahorrado el trabajo, bien intil, de escribir algunas pginas y repetirnos cosas que sabe cualquier alumno de segunda enseanza. De Hobbes ni de Berkeley no habl entonces mi amigo, porque no vena cuento. Ni tampoco es muy oportuno en el artculo del Sr. Perojo aquello de Quin ser tan insensato que pretenda introducir en la evolucin de la escuela de Bacon un nuevo aspecto, una nueva forma?i> Nadie pretende semejante cosa: lo que decimos y afirmamos es que la historia de esa escuela no empieza donde debe empezar; pues prescindiendo de sus antecedentes en la antigedad y en los tiempos medios, no cabe desconocer que lo que se llama baconismo es una mera disgregacin de la escuela de Vives, como prob en la carta contra Revilla y repetir luego; y es indudable asimismo que con Telesio y Galileo tiene el empirismo un verdadero proceso como diria Perojo) en Italia. No decimos, por tanto, que la historia de la filosofa baconista no tenga pids, sino que le falta cabeza. Sigue el seor del Perojo exponiendo sus anchas los
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sistemas cartesianos y desarrollando todo lo que aprendi en Heidelberg de la aistoria de la filosofa. Pero como la historia de la filosofa no salva nadie de cometer solecismos, el seor del Perojo da un batacazo tremendo en aquello de la causa efficientis, que (segn el latin (jue yo aprend en la Montaa) debe ser causa efficiens. Y, ciertamente, que para hacer una concordancia vizcaina, poniendo en genitivo lo que ha de ser nominativo, no era preciso gastar tanta prosa. En la pgina siguiente el Sr. Perojo comete la debilidad de llamar filsofos Voltaire, La Metrie, Holbach y otros pobrecillos del siglo pasado, que fueron cabalmente la caricatura ms perfecta de la filosofa. Verdad es que tambin el seor de la Revilla llam filsofo Rabelais. Y por qu no al Aretino, y al autor de La lozana andaluza, y Beroaldo de Verville? All se van todos en punto ' filosofa, y no s por qu ha de ser preferido el cura de Meudon. Luego nos anuncia el Sr. Perojo la aparicin de Kant en estos retumbantes trminos: Kant fu la involucin de la evolucin de la filosofa. No diria otro tanto Feliciano de Silva, y tengo para m que este rasgo habia de dejar patitieso al Dr. Miguel de Silveira, pues en todo su Macabeo no hay mayor embrollo. Verdad es que el seor del Perojo habla aqu en trminos hegelianos. Bendito sea el lujo y quien lo trujo! es decir, quien nos trajo esta sal Castilla! Ha terminado el Sr. Perojo sus preliminares? No, que ahora habla de Kant, y dice que fundi las dos direcciones en que venia dividido el pensamiento humano, como si nadie las hubiera fundido antes, y truena luego contra los que confunden el criticismo con el escepticismo, error en que o s quin habr podido incurrir. Lo que dicen muchos, y pienso que con razn, es que el criticismo kantiano (que es cosa muy distinta de la critica, la cual es en el mundo harto ms antigua que Kant), 6 no es el escepticismo puro, es el camino ms derecho para llegar l, poca lgica que pongamos en la mollera del raciocinante. Kant salv, como pudo, las consecuen-
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cias de la critica de la razn pura en la critica de la razn prctica; pero los remedios de esta hafi parecido generalmente paos mojados, cuando no contradicciones palmarias. Pero todo esto, dir usted, viene tanto al asunto, como las coplas de Calanos, la glosa de la mal maridada. Y yo le confesar que tiene razn; pero la culpa es del seor Perojo, que se ha empeado en demostrarnos que posee toda la dosis de filosofa necesaria para aspirar al grado de bachiller en artes. Ahora que estamos plenamente convencidos de ello, pesar de aquel lapsus de latinidad notado ms arriba, veamos si entra en harina. Y van ya nueve pginas de las 40. Pues tampoco en la dcima encontramos nada de provecho, sino la afirmacin, muy verdadera, de que las ciencias florecieron extraordinariamente durante la antigedad y en los tiempos medios en nuestro suelo, y la afirmacin fcjlssima, y destituida de pruebas, sin duda por economa, de que la JjiquisinQn paraliz este movimiento, ensandose con toda clase de hechos (qu ser esto de ensaarse con un hecho?) que en algo manifestaran actividad independencia. Y no deja de aadir que el Santo Oficio encontraba en cada pensador hombre cientfico un hereje contaminado con los sacrilegios que por el mundo se estaban propagando. El seor del Perojo, que tanto aparato cientfico ha desplegado hasta aqu, se pone ahora sencillamente al nivel de cualquier orador progresista. A todas esas absolutas sin prueoas, que vienen despus de medio siglo de trabajos histricos que demuestran lo contrario, se contesta en dos palabras por el mtodo de Scalgero en su controversia con Cardano, poniendo si donde dice no, y no donde dice si. De todas esas declamaciones inquisitoriales me be hecho cargo repetidas veces, refutando los Sres, Azcrate, Salmern y Revilla: al analizar mis cartas ha hecho usted de nuevo la debida justicia^de ellas; y, no obstante, como si nada hubiera pasado ni nada se hubiera dicho, el seor de! Perojo, sin invalidar uno solo de nuestrosfllatos.
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una sola de nuestras afirmaciones, vuelve, tan fresco, despotricar como sus adlteres. Esto ser procedimiento neo-kantiano, pero no racional ni lgico. Ciertamente que si algo hubiera capaz de desalentar quien slo trabaja por la verdad y la justicia, y espera y confia que la justicia y la verdad triunfen siempre, sera esa terquedad sin ejemplo con que, pruebas y hechos cien veces alegados, se responde, por todo argumento: no, porque no. Es esto la ciencia moderna? Se concibe que en 1877 se haya escrito, para afrenta de la cultura espaola, un prrafo del tenor siguiente: No hay ms que recorrer las pginas del sangriento libro del martirologio espaol, para advertir cmo al primer paso de un talento extraordinario, la primera creacin de un espritu reflexivo, acuda presurosa la Inquisicin extinguir con el fuego de las hogueras toda su obra... Cuntos hombres ilustres tuvieron que sucumbir!... Larga seria la lista de cientficos que perecieron en las hogueras de la Inquisicin? Y yo ahora, con la conciencia tranquila, seguro de la verdad y de la razn que sustento, pido al Sr. Perojo las pruebas de todo eso; le-pido, es ms, le ruego que me nombre un sabio, un solo sabio espaol que pereciera en las hogueras inquisitoriales. Dnde estn? Yo no los^veo. Las vctimas de la Inquisicin pueden distribuirse del modo siguiente: Judaizantes: Todos genle oscura: ni un solo nombre ilustre entre ellos. Algunos dicen que Menaseh ben Israel fu atormentado; pero es falso. El atormentado fu su padre, mercader de Lisboa y hombre sin letras. El nico judaizante literato que, segn mis noticias, padeci tormento fu David Abenatr Mel, mediano traductor de los Salmos. Pero nadie le persigui por poeta, sino por judaizante. La Inquisicin de Portugal quem principios de este siglo (cuando en el resto de la Pennsula apenas se quemaba nadie) otro judo dramaturgo, Antonio Jos da Silva. Cientficos, cero. Entre los conversos y los judaizantes hubo hombres de gran vala; pero nadie les persigui
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mientras fueron cristianos, lo menos en apariencia. Isaac Cardoso, Isaac Orobio de Castro y otros muchos, d&spues apstatas, habian alcanzado en Espaa honores y reputa, cion, desempeando hasta ctedras en nuestras Universidades, sin que fuera obstculo la mancha de su origen, lis ms: en Espaa imprimieron libros filosficamente muy atrevidos, y nadie les fu la mano, ni los quem, ni los puso en el ndice. Moriscos: Gente indocta tcdos. Los que algo sabian, como Miguel de Luna y Alonso del Castillo, vivieron en paz con los cristianos, y lograron hacer su agosto. Quemados, cero. Atormentados, idem. Protestantes: Ni uno slo de los que algo valieron fu chamuscado por la Inquisicin. Juan de Valds muri tranquilo y sosegado en aples. A Servet le tost Cal- . vino. El doctor Constantino Ponce de la Fuente muri en las crceles, y lo que quemaron fu su estatua. Juan Prez, Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera. etc., anduvieron casi toda su vida por el extranjero. Ninguno de ellos era un sabio del otro jueves. Total de sabios protestantes (\uemdos, cero. Nigromantes y brujas: No creo que los sabios abundasen en el aquelarre de Zugarramurdi. De nigromantes doctos slo se proces (que yo recuerde) al Dr. Torralba, que era un loco de atar. As lo entendi la Inquisicin, y por eso no perdi el tiempo en atormentarle ni en quemarle. Alumbrados, confesores solicitantes y otros excesos. Tampoco en esta seccin parece ningn sabio. Dios nos tenga de su mano. Procesos polticos de Aragn. dem id. Resumen de todo: la Inquisicin de Portugal quem un judio, que haca sanetes, no por hacer sanetes, sino por haber judaizado. La Inquisicin de Valladolid quem un predicador de fama, llamado el Dr. Cazalla, por haber esparcido el luteranismo en aquella ciudad. La Inquisicin de Sevilla quem los huesos de otro predicador famoso, por igual causa.
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Teneaios, pues, que el sangriento martirologio de ms de cinco siglos, desde fines del XIII, en que entr la Inquisicin en Catalua, hasta principios del XIX, se reduce tres, por mejor decir, dos hombres, un poeta dramtico y un predicador, entrambos medianos, y sin los cuales se pasarla muy bien nuestra historia literaria. De Cazalla ni aun sabemos que imprimiera nada, por lo cual nadie le nombra, sino los que escribimos de herejas. A Antonio Jos le ha dado alguna fama su trgico fin; pero sin la circunstancia de haber trabajado para un teatro tan pobre como el de Portugal, maldito si representaria nada en la historia de las letras. Que entre las gentes castigadas en diversos conceptos por la Inquisicin poda haber muchos sabios inditos, como el poeta D. Panfilo, ni lo niego ni lo afirmo. Pero esto es bueno para dicho en la elega de Gray sobre el cementerio de una aldea, no para aducido en una discusin cientfico. Ni es cierto que la Inquisicin anduviese caza de sabios p.jra tostarlos. La Inquisicin, como todc tribunal, se componia de hombros, y, segn las ocasiones, procedi ms monos rectamente, pero nunca con es? intencin deliberada y sistemtica de matar el pensamiento, no ser que por pensamiento se entienda nicamente el pensamiento heterodoxo. Pues qu diremos de esos famosos procesos con que siempre se da en cara los defensores de la Inquisicin? La Inquisicin proces Carranza, porque Carranza habia enseado proposiciones de sabor luterano. La Inquisicin proces Damin de Gocs, porque Damin de Goes era protestante. Pero no proces al primero por telogo, ni al segundo por humanista; como en el siglo pasado no proces Anastasio da Cunha por matemtico, sino volteriano. Pero qu prolongar esta resea? De otros procesos he hablado ms de una vez, y no quiero repetirme. El del Brcense fu una cuestin de escuela: era ramisla, y se conjuraron contra l los aristotlicos salmantinos. La Inquisicin, para hacerlos callar, le llam su tribunal tres veces; pero no le impuso castigo alguno. Lo de Fr. Luis
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de Len fu cuestin ms honda; sus acusadores no eran gente vulgar, y por eso dur tanto la causa; pero ni Bartolom de Medina ni Len de Castro pudieron impedir que se hiciese la luz y se reconociese la inocencia del procesado. Hay otros procesos que son (como diria el seor de la Revilla) verdaderos mitos: en esta categora coloco los que se suponen fulminados contra Fr. Luis de Granada, Pablo de Cspedes, Arias Montano, el P. Sigenza, y no s cuntos ms; procesos que nadie ha visto y que, segn toda probabilidad, no han existido nunca sino en la imaginacin de Llrente, que converta en proceros la ms insignificante referencia, el ms leve registro que encontraba en los libros de la Suprema. Esos que l llama procesos fueron acusaciones frustradas, que ni la Inquisicin ni tribunal alguno del mundo puede impedir. Si la Inquisicin no extingui el pensamiento con hogueras ni con potros, de qu otra suerte ejerci su malfica' influencia? Con la prohildcion y expurgo de libros, se dir, aunque no lo dice el seor del Perojo. Otra preocupacin infundada. Los libros que la Inquisicin podia condenar, se reducen las clases siguientes: \ ." Libros de la antigedad, ya pecaran de obscenos, ya contuvieran errores anticristianos. La inquisicin los permiti todos lpropter eleganliain sermonisy>. Prohibi nicamente que se enseasen en las aulas los poetas demasiado erticos, y ved asimismo una dos traducciones en lengua vulgar. 2 . ' Libros licenciosos modernos, especialmente italianos y espaoles. Prohibi algunos, pero sin proceder con excesivo rigor en este punto. En los que eran modelos de lengua y de estilo, mand borrar slo ciertos pasajes. Por lo dems, en todo lo que'toca amena literatura, pec ms bien de laxa que de rgida, como todo el mundo confiesa. 3 . ' Libros protestantes. Prohibi todos los que llegaron su noticia, hizo perfectamente. 4." Libros de filosofa y ciencias escritos por espaoles. No prohibi ninguno. Quit en el libro de Huarte un capitulo sobre el temperamento de Jesmcristo', y con l al-
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gunas frases de sabor excesivamente materialista. Las expurgaciones en el libro de Doa Oliva fueron de poca monta. Fu expurgado asimismo un discurso de Ambrosio de Morales, en que el cronista pretendia demostrar que las estrellas tienen podero sobre todo el hombre. Esta es toda la persecucin contra nuestra filosofa! (1) 5.' Libros de filosofa, escritos por extranjeros. No prohibi casi ninguno, ni siquiera la tica de Espinosa. Y no se diga que las doctrinas de Bacon, Descartes, Gassendi, etc., eran desconocidas en Espaa, pues afortunadamente quedan los libros de Isaac Cardoso, Caramuel y otros, en que estn expuestas, y aun comentadas y defendidas. Esto por lo que hace al siglo XVII. En el XVIU, muy principios, el P. Tosca ense, sin que nadie le pusiese trabas, el gassendismo, y hasta tuvo muchos discpulos. Por el mismo tiempo, el P. Feijo y otros ensalzaiDan sin reparo Bacon. A la entrada del cartesianismo no se opuso la Inquisicin en manera alguna. Prohibi todos los libros materialistas impos del siglo pasado, hizo muy bien, y merece alabanzas por ello. 6." Libros de mstica. Recogi mand expurgar los que encerraban doctrinas de alumbrados y quietistas, los ue mal interpretados por el vulgo ignorante podan conucir tales errores. Por eso se prohibieron temporalmente algunos de Fr. Luis de Granada y otros varones piadossimos y hasta santos. Pero pasado el peligro, hechas las oportunas correcciones por los autores, volvieron circular sin trabas, coincidiendo esto con el mayor desarrollo y esplendor de nuestra mstica. 7.' Libros de nigromancia, hechicera, etc. Obr cuerdamente en vedar tales simplezas. Esta es, reducida breves trminos, la historia de las persecuciones y prohibiciones inquisitoriales. Con esto slo (1) La Violeta del alma, prohibida en los ndices no tiene que ver con el compendio de la Teologa Natural, de Sabunde, que lleva el mismo Ululo.
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ueda reducida humo toda la argumentacin del seor el Perojo. Y cuenta que, para hacerlo, no he tenido que acudir datos recnditos, sino repetir noticias que sabe todo biblifilo, algunas de las cuales fueron ya presentadas con anlogo intento por mi erudito amigo D. Adolfo de Castro en una ocasin semejante. Si despus de estas demostraciones de hecho, y de las que aadir cuando sea necesario, contina el seor del Perojo hablando de los sabios quemados y de otras vulgaridades por* el estilo, tolerables slo en una gacetilla, yo tendr el derecho de encogerme de hombros y dejarle por incurable. A lo ms, aplicar el procedimiento de Scalgero, que, para ahuyentar todo gnero de tbanos literarios, es probado. No me lache el seor del Perojo de duro ni de incisivo. Vim vi repeliere licet. Lo cual en castellano quiere decir que donde las toman, las dan. Su articulo, por el bulto, ya que no por la sustancia, merece que le dediquemos una segunda carta. En ella llegaremos la cuestin capital, la fHosojia espaola. Harto persuadido estoy de que nada de cuanto yo diga ha de hacer mella en la dura cerviz de esos seores, pero puede convencer otros que piensan y raciocinan, aunque no son neo-kantianos. Quedamos, pues, en la seccin tercera del artculo perojino. La sntesis de lo que llevamos recorrido es esta: alarga seria la lista de los hombres de mrito cientfico (ue perecieron en las hogueras de la Inquisicin-^ La sntesis de lo que yo he contestado es esta otra: u Ningn hombre de mrito cienlifico fu qucina-fo por a inquisicin. Yo he demostrado la mia. La del seor del Peiojo est sin pruebas. Bsquelas, y se lo agradecer en -j uima. Quedo borrajeando la segunda carta. Suyo siempre buen amigo
M. MENENDEZ PELA YO.
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Venecia 8 de Mayo de i877. Sr. D. Alejandro Pdal y Mon.Charissime: Tras breve descanso vuelvo a comenzada y enojosa tarea, es decir, la diseccin anatmica del engendro perojino. Estbamos en la seccin 3.", folio 336, en que el discpulo de Kuno Fischer pregunta : Es sostenible que hayamos tenido filosofa espaola? Desde luego puede usted imagiiiarse cmo resolver la cuestin; pero siendo infinitos los modos de errar y de hacer las cosas mal, el seor del Perojo yerra de distinto modo y por diverso camino que el seor de la Revilla y los dems. Elige posicin opuesta y trae al combate nuevas armas, que l cree de finsimo y bien templado acero toledano, pero que son realmente de mala y quebradiza hoja de lata. Empieza por decir que el desarrollo de la filosofa moderna, desde Bacon y Desearles hasta Kant, es prximamente el tiempo mismo del dominio de la Inquisicin, por lo cual, en su concepto, no pudieron filosofar los espaoles. Ahora echemos cuentas: la Inquisicin nace en el siglo XIII como protesta instrumento contra la hereja albigense; sigue dominando en Catalua durante los siglos XIV y XV, y fines de este se establece en Castilla, donde dura tres siglos justos. Total de dominio de la In-
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quisicion en una otra forma, con tribunales ms menos regulares, pero siempre activos independientes de la jurisdiccin episcopal: cinco siglos. No se pierda de vista el dato, porque es importante. Ni se diga que en las dos primeras centurias la Inquisicin estuvo reducida una parte sola del territorio, pues cabalmente era entonces Catalua lo mejor y ms ilustrado de Espaa y lo que ms participaba del general movimiento europeo. Ni se alegue tampoco que esa Inquisicin fu benigna y tolerante, pues vemos aquellos buenos dominicos, entre los cuales se distingui Eymerich, perseguir y condenar implacablemente todo vestigio de heterodoxia. As fueron sucesivamente castigados con penas espirituales y temporales los herejes siguientes, y alguno ms que ahora omito: Alhigenses: Duran de Baldach y otros. Valdenses: Pedro Oler, cabeza de los Beyardon; Arnaldo de Villanova, Jacobo Justi y sus discpulos, tambin Begardos; Berenguer de Montfalc, Raimundo de Tarrea, Nicols de Calabria y Gonzalo de Cuenca, Bartolom Janoesio, fray Arnaldo de Montaner. Todos estos procesos son de corifeos de herejas. Quiz no tuvo que instruir tantos la Inquisicin castellana en todo el tiempo de su influencia. El modo de proceder de esta Inquisicin est expuesto en el famoso Dircctorium de Eymerich. Tampoco se puede decir que faltasen tizonazos. Pedro Oler y Fr. Bonanato fueron quemados en S.iicclna; Duran de Baldach lo fu en Gerona; los cadveres de Guillermo Gelabert, Bartolom Fustr y otros herejes fueron entregados las llamas en Valencia. Nicols de Calabria, fantico rabioso, pas al brazo secular en Barcelona, y no hay que preguntar cul fu su suerte. Esos dos siglos de Inquisicin dura y constante debian, segn los adversarios, extinguir toda actividad; pero como la historia se empea en ser ultramontana, nos dice (qu lstima!) que durante esos 200 aos fueron los catalanes el pueblo ms rico, ilustrado y feliz de h tierra. Disfrutaban de libertad poltica; tenan una industria para aquellos tiempos muy respetable; el comercio de Barcelona competa con el de las ms florecientes ciudades ita-
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lianas; sus armas triunfaban en todas partes; el terror de su nombre penetraba hasta el remoto Oriente; los peces no se atrevian moverse sin llevar las barras en sus escamas, y, en fin, aquel pueblo gigante engendraba al mismo tiempo reyes del temple de Pedro III, de Pedro IV y de Alfonso V; filsofos como Raimundo Lulio; mdicos de la casta de Arnaldo de Vilanova; alquimistas al modo de Raimundo de Trrega; historiadores como Desclot y Muntaner; poetascomo Mosen Jordi y Ausias March; novelistas como Juan de Martorell, y juristas y telogos, y cuanto puede engendrar una potente raza en todo el vigor de la juventud y de la vida. 200 aos de Inquisicin deben de bastar para matarlo todo, y sin embargo, medida que el tiempo pasa, el movimiento crece, y Catalua cierra ese perodo abrindose en cuerpo y alma al Renacimiento, que entra en el arte con el petrarquismo de Ausias March y con las imitaciones ovidianas de Mosen Ruiz de Corella, y entra en la ciencia filolgica con los humanistas de la corte de Alfonso V. Guando Catalua se une la Espaa central, ns trae un solo sntoma de decadencia, pesar de las dos centurias inquisitoriales. Establcese la Inquisicin en Castilla (y no mucho despus en Portugal), y comienza la segunda y ms famosa poca, el tercer siglo de Inquisicin, el XVI. En l no hubo opresin alguna para la ciencia, lo he mostrado en la carta anterior; hubo s mucha persecucin de judaizantes, menor de moriscos, alguna de protestantes, casi nada de brujas, y mucha de malos clrigos, en lo cual la Inquisicin se mostr seversima y cooper la gran reforma iniciada fines del siglo XV por la Reina Catlica y por Cisneros. En este perodo, que abraza todo el siglo XVI, fu polticamente Espaa la primera potencia de Europa. Si descendi de este rango no fu por la Inquisicin, sino consecuencia de la lucha generosa y desesperada que, en cumplimiento de un deber sagrado como catlicos y como espaoles, sostuvimos contra el torcido espritu de la poca y contra media Europa coligada en defensa de la Reforma. Fuimos, la postre, vencidos en la liza, porque
estbamos solos; pero hicimos bien, y esto basta: que las grandes empresas histricas no se juzgan por el xito. Espaa, en ese siglo, fu el brazo de guerra del Catolicismo en todos los campos de batalla de Europa. En la poltica interior cometimos desaciertos aciertos, de que en manera alguna es responsable el Santo Oficio, quien slo ltima hora emple como instrumento Felipe II, cuando las alteraciones de Aragn. Pues en lo relativo al desarrollo intelectual de esa era, quiere el Sr. Perojo que (para no repetir lo que tengo dicho noventa veces) condense en dos docenas de nombres, de todos sabidos, nuestras grandezas cientficas? Pues elija los siguientes: Telogos. Fray Luis de Carvajal, que renov del todo el mtodo y la forma en su libro De restitua Theologia, uno de los ms bellos que produjo el Renacimiento.Alfonso de Castro, cuyos libros De hceresibus han sido por ms de dos siglos la nica autoridad en la materia, y hoy mismo son de provecho grandsimo para telogos y no telogos, por lo rico y portentoso de la doctrina, y lo maduro y reposado del juicio.Diego Lainez, primera gloria de la Compaa de Jess, despus del fundador. Salmern, orculo de Trento, y expositor de la Escritura, puesto hoy mismo en las nubes por todos los que entienden de esto.Maldonado, restaurador de la enseanza teolgica en Pars, uno de los ms grandes telogos que han existido, encomiado porfa por catlicos y protestantes.Domingo de Soto, cuyos libros De natura et gratia constituyen el ataque ms terrible que el luteranismo padeci en toda aquella centuria.Melchor Cano, de quien basta el nombre.Molina, padre del congruismo. Suarez, Valencia, Vzquez Pero no quiero seguir, porque para el seor del Perojo todo esto ser paja. Sus grandes telogos sern el zapatero Jacobo Boehme y aquel Schleiermacher, que decia (sin que le llevasen un manicomio, porque en Alemania se oyen cosas muy raras): Ofrezcamos un rizo de nuestros cabellos los manes del Santo Espinosar> ( Spinoza, como
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diria el Sr. Perojo). A la profundidad y elocuencia de ese rasgo, nunca lleg ciertamente la teologa de Domingo de Soto ni la de Melchor Cano. Escriturarios. El nombre slo de Arias Montano basta para llenar un siglo, y es por s tan grande como el de cualquiera de esos luminares de las ciencias de la materia, que para el seor del Perojo parecen ser las nicas en el mundo. Pero Espaa posee una larga serie de cultivadores ilustres de las ciencias bblicas, serie que empieza con los colaboradores de la Poliglota Complutense, y con aquel Diego Lpez de Estiga que tan malos diiis y tan malas noches hizo pasar Erasmo, y termina, bien entrado el siglo XVII, con Pedro de Valencia y Fr. Andrs de Len. Msticos. Quin no conoce San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Fr. Juan de los Angeles, Maln de Chaide...? El Sr. Perojo es muy dueo de preferir los msticos alemanes, que probablemente no habr leido (1). Nosotros nos quedamos con los nuestros, y creo que ganamos en el cambio. As como asi, en la redaccin de la Contempornea est el Sr. Revilla, cuyo uicio nuestros msticos son quiz los primeros del mundo. All ajusten el seor del Perojo y el Sr. Revilla estas cuentas. Yo quito el quiz, pesar del respeto que tengo San Buenaventura, y sigo adelante. Juristas. A los dos grandes luminares de la jurisprudencia extranjera en la poca del Renacimiento, que son Alciato y Cujacio, opone la Espaa inquisitorial del siglo XVI, sin desventaja alguna, otros dos: Gouvea y Antonio 7^ustin. Los de segundo orden no tienen cuenta. En otro gnero de disquisiciones, Victoria, Soto, Molina, Suarez y B^ajtasar de Ayala fundan (puede decirse) el derecho de gentes. No lo digo yo: lo mdic ya Brucker, respecto Francisco de Victoria. Lo han afirmado de los restantes: Mackintosh, en la Revista de Edimburgo; Weathon, en la Historia del derecho natural. Creo, no (i) Como que hace vivir al maestro Eckart cerca de siglo y medio despus de su muerte.
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obstante, que exageraron un poco. Algunos de esos autores son tomistas, y en Santo Toms bebieron los fundamentos de la doctrina que maravillosamente desarrollaron. Pero es indudable que en la constitucin de ese derecho, como ciencia separada, precedieron Grocio, Puffendorff, etc., los espaoles. Mdicos. El Sr. Revilla dijo ya que la nulidad de la ciencia espaola no se entendia de este ramo del saber. El seor del Perojo tampoco ha insistido en semejante punto, y ha hecho bien. Bastaran Laguna y Valles, Mercado y Val verde para poner muy alta la ciencia mdica espaola de los tiempos inquisitoriales. Humanistas. No se interrumpe la serie en todo el siglo XVI. Si el seor del Perojo quiere saber algunos nombres, vaya mis Cartas polipicas. Entre tanto, le citar slo i\ Antonio de Nebrija, Juan de Vergara, FernanNuez Pinciano, Lorenzo Balbo, Arias Barbosa, Andrs Resende, I^edro Juan Nuez, Antonio Agustn, Alvar Gmez de Castro, Juan de Verzosa, Antonio Luli, Alfonso Garca Matamoros, Aqules Estel, Francisco Snchez de las Brozas, Juan Luis de la Cerda, Vicente Marner y mil ms, cuantos quiera, que no me dueleii prendas en el asunto, y estoy dispuesto darle un compendio de la vida y milagros de cada uno. Critica histrica. Sienta las bases Juan de Vergara. Continan su obra Foxo Morciflo, el aragons Costa, Ambrosio de Morales, Luis Cabrera, Fr. .ernimo de San Jos. Esta ciencia slo llega k cumplida sazn fines del siglo XVII, como su tiempo veremos. En cuanto lo que hoy llaman filosofiade la historia, uno de cuyos funaadores, juntamente con San Agustn, fu nuestro Qjcasifi ' algo y aun mucho puede aprenderse en el admirable ) prlogo de Fr. Jos de Sigenza su Vida de San Jernimo. Nada digo de otras ciencias como la Esttica, cuya Historia en Espaa trazar en su da con la mayor copia de datos que;ne sea posible, no siepdo pocos los que ya engo recogidos.
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Literatura. Es excusado hablar de ella, porque nadie niega su prodigioso desarrollo pesar de la Inquisicin; antes bien, el Sr. Revilla la considera como vlvula abierta las expansiones del genio nacional. Solo dir que en ese siglo nace y se acrisola la prosa didctica, se perfecciona la histrica, llega la poesa lrica su mayor auge con Fr. Luis de Len y Herrera, obtiene inusitado cultivo en variadas formas la novela, y crece y se agiganta por dias el teatro, pesar de las trabas que alguna vez le opuso la Inquisicin, prohibiendo tal cu;i[ obra demasiado liviana. Los nombres de este perodo no hay para qu recordarlos. Debe saberlos todo el que ha mamado leche castellana. De las ciencias exactas y naturales hablar despus. Si toda esto se agrega el progreso d? las artes plsticas y de la msica, as en la prctica como en la teora; tem ms dos tres invenciones, de distintos gneros, tan benficas como ingeniosas, tendremos casi completa la herencia intelectual del siglo de oro, herencia bastante para que la contemplemos y traigamos la'memoria con legtimo orgullo, en contraposicin la miseria y bajeza de los tiempos presentes. Todo esto produjo Espaa bajo el dominio de la Inquisicin en el tercer siglo de su existencia. Todo esto, y adems capitanes de la talla de D. Hernando Davales,'Antonio de Leiva y el duque de Alba, marinos como D. Alvaro Bazfn,' embajadores al estilo de Vargas y de don Diego de Mendoza, y navegantes y conquistadores de regiones incgnitas, quienes los griegos hubieran puesto en el nmero de sus semidioses. Esta fu Espaa desde el 1500 al 1399. Qu importa que en ocasiones decayese una rama de la actividad, cuando al propio tiempo surgia otra lozansima y pujante? Todo no se da en un dia, ni maduran todos los frutos al mismo tiempo. En el ltimo tercio, y slo en el ltimo tercio de este siglo, tercero ya de dominio inquisitorial, es cuando aparece en Inglaterra la filosofa de Bacon, que ni era gran
novedad ni tuvo mucho squito por entonces. La primera edicin del tratado De dignitate et augmentis scientiarum fu en ingls, como es sabido, y apenas la ley nadie fuera de Inglaterra. A loe diez y ocho ass apareci una traduccin latina, obra de varias manos, corregida por Bacon, que refundi y aument considerablemente su trabajo, dividindole en nueve libros, cuando antes tena dos tan solo. Con esto empez a ser conocido en Europa el nombre de Bacon, y no fueron los espaoles los ltimos en tener noticia de sus obras. La Inquisicin no las prohibi nunca. Conste, de todas suertes, que lejos de haber sido contemporneos el predominio de la Inquisicin y el de la filosofa baconiana, fu anterior la primera en tres siglos Bacon, en tres siglos y medio Hobbes y Locke, en cuatro siglos y medio Berckeley y Hume. La poca baconiana por excelencia fu el siglo XVIl, en que el poder de la Inquisicin estaba completamente anulado. La filosofa de Descartes vino cerca de medio siglo despus de la de Bacon. Su desarrollo llena la segunda mitad ael siglo XVII. Malebranche, Espinosa, Leibnitz, son todos de este tiempo. Volvamos ahora la hoja, y veamos lo que entretanto suceda en Espaa. Muchos consideran el siglo XVII como ominoso y de fatal recordacin. A decir verdad, es decadente respecto al anterior; pero no en todo ni por las causas que generalmente se sealan. Investigar el modo y ocasin de esta decadencia, no es muy fcil. Los crticos de la Revista contempornea lo resuelven las mil maravillas con el Deus eco machina consabido; pero est probado hasta la saciedad; \." Que en los tres siglos anteriores, la Inquisicin no habia estorbado el progreso de los estudios, aunque harto tiempo tuvo su disposicin para hacerlo. 2. Que en este siglo la intolerancia fu menor, mucho menor que en los anteriores. y l cosa es clara: en el siglo XVI encontramos algn
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proceso de gente docta, aunque generalmente con resultado favorable los procesados: el nico escritor del siglo XVII encausado por la Inquisicin (que yo recuerde) fu el P. Froilan Diaz, autor de un Curso filosfico que corri con algn aplauso. Pero el motivo de la causa no fu su filosofa, que es harto mediana, sino un enredo poltico que todo el mundo sabe. En el siglo XVI se quemaba los protestantes; en el siglo XVII, en los tiempos de Carlos II, Jaime Salgado, fraile apstata, que en Inglaterra habia abjurado pblicamente el Catolicismo, se le mand por toda penitencia reclusin en un convento de ' su orden. No fu mucho mayor la pena que se impuso al famoso jesuta Juan Bautista Poza, aunque (si hemos de creer su acusador, Juan del Espino) estaba convicto de herejas enormes. Las listas de los autos de fe en esta poca no contienen ms que nombres oscuros de judaizantes, apstatas sacrilegos, de sacerdotes concubinarios, de bigamos, etc.; ni uno solo de pensadores, ni de filsofos, ni de copleros, ni de autores de artes de cocina. Nada, absolutamente nada. Era porque no habia hombres de ciencia quienes quemar? Eso lo veremos luego. En el siglo XVI se prohibieron muchos libros: en el XVII, relativamente, muy pocos. Llega una poca en que los ndices expurgatorios no son ms que reimpresiones. Ergo, las causas de la decadencia hay que buscarlas por otro camino. No es posible que una causa sola haya producido efectos contradictorios. Y contradiccin perpetua inexplicable debe ser la historia espaola del siglo XVI' para quien con ese criterio parcial y errado la examine. En esa' centuria descendi Espaa del apogeo de su gloria militar y poltica por la causa que seal su tiempo, y adems por los sucesivos desaciertos de gobernantes y consejos, de todo lo cual la misma culpa cabe la Inquisicin que al moro Muza. La Inquisicin no era Lerma, ni Uceda, ni Olivares, ni el hijo de la Calderona. A fines del siglo XVII podia notarse un espantoso descenso de poblacin respecto al tiempo de los Reyes Catlicos, descenso producido, no por una causa, sino por muchas, casi todas inevitables:' pri-
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mera, ia expulsin de los judos, medida poltica que vino salvar aquella desdichada raza del continuo y feroz amago de los tumultos populares, que era imposible contener, como lo demostraban recientes casos en la mayor parte de las ciudades de Espaa; segunda, l colonizacin del Nuevo Mundo, en el cual sembramos manos llenas religin, ciencia y sangre, para recoger ms tarde cosecha de ingratitudes y deslealtades, propia fruta de aquella tierra: tercera, las guerras incesantes de dos siglos, y en veinte partes la vez; cuarta, la expulsin de los moriscbs. providencia necesaria para salvar de peligros muy ciertos y muy graves la unidad y la integridad nacionales; quinta, * el excesivo nmero de, religiosos de ambos sexos. Contra S este exceso, nacido de intenciones muy piadosas y muy ' respetables, clamaron repetidamente nuestros economistas y clam el Consejo de Castilla en su clebre Consulta; pero no fu posible atajarle, porque el espritu de la poca iba decididamente por ah. A consecuencia de la expulsin de los JAuts habia bajado considerablemente la balanza del comercio en nuestras ciudades martimas: el comercio de Levante, que ya no- tena la importancia que en la Edad Media, lo monopolizaron los venecianos: el de Amrica, que podia ser fuente inagotable de riqueza, lo monopolizamos nosotros; pero lo hicimos psimamente, gracias los errados principios econmicos y la impericia de nuestros gobernantes. Caido el comercio, cay la industria, ni habia brazos para ella, porqu lo esencial entonces (lo digo de todas veras) no era tejer lienzo, sino matar herejes. Por todas las causas hasta aqu indicadas, y adems por la expulsin de los moriscos, grandes cultivadores del suelo, qued atrasada la agricultura. Y llegamos fines del siglo XVII con la poblacin disminuida, sin agricultura, sin industria y sin comercio. Pero en cambio, habamos sido el nico pueblo de Europa que comprendi su deber en la poca de la pseudo-Reforma; habamos permanecido fieles al espritu de nuestra civilizacin en todo y por todo; ramos tan cristianos y tan espaoles en 1699 como en 1492; habamos regalado l civilizacin un mundo.
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Total, nos habamos desangrado por la religin, por la cultura, por la patria. No debamos ni debemos arrepentimos de lo hecho. Por eso, ni V. ni yo renegamos de nuestros abuelos, sino que los admiramos en sus grandezas y los compadecemos en sus desdichas. Pero hay que tener sangre espaola en las venas, para sentir y entender esto. Loa Perojos, Revillas y compaa, ni hablan nuestra lengua, ni son de nuestra raza. Fu en lo cientfico y artstico siglo de decadencia el XVII? En unas cosas si, en otras no. Por lo que hace al arte, no en el primer perodo, si en d segundo. Las maravillas de nuestras escuelas pictricas pertenecen casi ^odas ese siglo. Por lo que hace la literatura, si, en cuanto la prosa y la poesa lrica; no, en cuanto al teatro, cuya poca de oro es el siglo XVII. Por lo que hace la ciencia, si, en cuanto la teologa que se sostiene con, honra sin embargo; ??o, en cuanto al derecho que produce an los Ramos del Manzano y los Fernandez de Retes. Si, en cuanto la mistica, cuya decadencia es manifiesta, aunque gloriosa, como que la cierran Sor Mara de Agreda y el P. Nieremberg. No, en cuanto la critica histrica, que cabalmente toca su apogeo en los tiempos de Carlos II, fenmeno que sin duda sorprender al seor del Perojo, pero que m no me sorprende, porque es ley de la humanidad que cuando unos estudios Suban, otros bajen. La critica histrica en Espaa habia nacido muy, principios del siglo XVI con Vergara, que tritur y desmenuz con segura mano las ficciones de Anio Viterbiense. A Vergara sigui considerable grey de escritores que se afanaron en trazar, cada cual su manera, los principios del arte histrico. Zurita los llev la prctica con tal xito, que aun hoy asombra. Vino en seguida Ambrosio de Morales para constituir un verdadero aparato cientifico la Historia de Espaa, aplicando la numismtica, la epigrafa, la diplomtica, cuantas ciencias auxiliares hall manoT Al lado de esta corriente critica habia existido, durante todo el siglo XVI, otra manera infantil y candorosa de escribir la historia, representada por
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cronistas generales, como Ocampo, y ms an por los crdulos bigrafos, historiadores de ciudades, etc. De ambas partes la elaboracin era inmensa. Llega el siglo XVII y se inaugura con una serie estupenda de falsificaciones, que muchos les escandalizan y asustan. Esos/a/sos cronicones son, como si dijramos, los estudios prehistricos de aquel tiempo, una tentativa para poner historia donde no la hay.. Mas precisamente de esa tentativa escandalosa nace una reaccin que ha iie levantar nuestra crtica histrica al ms alto punto. J.os primeros intrpretes de ese movimiento son Pedro de Valencia en su fulminante informe sobre el pergamino de la Alcazaba, y el insigne Obispo de Segorbe, D. Juan. Bautista Perez~2'Crece la ola de las falsificaciones, y cuando parece haberlo inundado todo, surgen de un golpe, y se renen por instinto comn, all en los calamitosos tiempos de Carlos II, que muchos recuerdan con rubor, cinco seis eruditos de tal calidad que para encontrarlos iguales, no mayores, hay que venir hasta el P. Florez. Fueron (conviene no olvidarlo) fray Hermenegildo de San Pablo, D. Gaspar Ibaez de Segovia, marqus de Mondjar, D. Juan Leas Corts, D. Nicols Antonio, el Cardenal Saenz de Aguirre y el futuro den de Alicante Manuel Mart. Y no fueron ellos solos; pero en estos cinco nombres, los cuales puede agregarse el de Pellicer. despus de su conversin, se cifran y compendian las grandezas crticas de ese perodo. Lo que esos hombres hicieron no hay necesidad de recordarlo; que no habr erudito (si es espaol) que lo ignore. Sus obras se llaman la Collectio Mxima Cohciliorum Hispanice, la Bibliotheca Hispana, la Censura de Historias Fabulosas, la Bibliotheca Genealogico-Herldica, la Themis Hispana, las Disertaciones Eclesisticas, la Era Espaola, las Memorias de Alfonso VIII y de Alfonso el Sa-. bio, la Disertacin sobre el teatro de Sagunto... en una palabra, el desbrozamiento de toda maleza, la luz llevada todos los senos de nuestra historia poltica y eclesistica, de nuestra cronologa, de nuestra arqueologa, de nuestra bibliografa, de nuestra jurisprudencia. Va compren-
diendo el Sr. Perojo que no andaban en cuatro pies los hombres del tiempo de Carlos II? Se convence de que no ramos una nacin de frailes, de beatas y de mendigos? O es que no hay ms estudios tiles que la astronoma y las matemticas? ^ero hay ms, y es preciso decirlo. La raza de los humanistas no se habia extinguido. La prosa y los versos latinos del den Mart son un portento de pureza y de elegancia Otro tanto acontece con los de su amigo Fr. Juan Interian de Ayala. Uno y otro hacan, adems, con primor, versos griegos. Hoy nos extasiamos con las dos odas anacrenticas que forj Leopardi; pero ciertamente que no superan, ni potica ni filolgicamente, una tentativa exactamente igual hecha por el P. Ayala. El den Mart tradujo en dsticos griegos gran nmero de epigramas de Marcial; y, lo que yo alcanzo, estas versiones, por lo poticas y por lo concisas, son de gran precio. Otro famoso humanista, amigo de los anteriores, fu el trinitario fray Manuel Miana, elegantsimo historiador en prosa latina. Estos tres escritores alcanzaron al siglo XVIII, pero se educaron y formaron y escribieron sus principales obras en los ltimos aos del XVII, es decir, en el ominoso periodo de marras. Niegue el Sr. Perojo todos estos hechos, si le place. Niegue que en 1698 tenamos un matemtico como Hugo de Omcrique, quien no se desde de estudiar y de elogiar Newton. Niegue que por entonces se estableca en Sevilla una Academia de Medicina y Fisica experimental. Diga que fu broza todo lo que he citado, que dispuesto estoy probarle que no ha hecho otro tanto la Espaa del siglo XIX con todas sus iluminaciones y grandezas. Otros estudios decayeron, pero de qu manera! El ltimo fulgor de los estudios orientales fu la brillante controversia de Pedro de Valencia y del P. Andrs de Len. El ltimo hebraizante ilustre es Trilles, que no encuentra sucesor digno hasta mediados del siglo XVIII, en Prez Byer. A muchos les extraar el oir que todava se cultivaba la esttica en los ltimos aos de la fatal centuria. Y sin embargo, entonces vieron la luz dos tratados de no poco
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precio, el Discurso de la hermosura y del amor, del conde de Rebolledo, y el libro De la hermosura de Dios, del P. Nieremberg, fieles entrambos la gran tradicin platnica de los Len Hebreo, los Cristbal de Fonseca, los Maln de Chaide y los Calvi. Luego, tampoco se interrumpi la historia de la ciencia en este punto. Y no tuvo li!^()^l)ri V pensadores el siglo XVII? S (jue los tuvo, y muy notables. Tuvo al sapientsimo Pedro de Valencia, que en su ureo libro De judicio erga verum mostr decidida tendencia al escepticismo de Sexto Emprico. Tuvo al infatigable peripattico Vicente Mariner, que dot la lengua castellana de una traduccin completa, fiel y esmeradsima de Aristteles. Tuvo Isaac Cardoso, propugnador eximio del atomismo gassendista, que enlaz con precedentes peninsulares. Tuvo al Obispo Caramuel, uno de esos portentos de sabidura y de fecundidad que abruman y confunden el pobre entendimiento humano. Este hombre extraordinario proclamaba y segua el libre examen filosfico, y estaba muy al tanto de todas las doctrinas cartesianas, gassendistas, etc. de entonces, doctrinas que discute, sin adoptarlas tontas y locas, como hacemos hoy con cualquier sistema extranjero. Tuvo Uriel de Acosta, fogoso materialista, y David Nieto, pantesta decidido en el tratado De la naturaleza naturanfe, y Molinos, partidario de la aniquilacin y del nirwana. Ha ledo el seor del Perojo la Guia Espiritual? Pues lala, y ver que aquel hereje no era ningn sacristn de monjas, y que su doctrina tiene ms intrngulis de lo que parece. Tuvo adems el siglo XVII moralistas como Quevcdo y Griciaii, polticos como Saavedra, Hernndez Navarrete y bastantes ms, porque, como arreciaban los males de la monarqua, pululaban los arbitrios y los remedios, sin que faltasen economistas como Struzzi y Dormr que solicitasen la libertad de comercio. Todo esto, ms la pintura, la crtica histrica y el teatro, nos dej en herencia el cuarto y ms calamitoso de los siglos inquisitoriales. El quinto, sea el XVIII, nada tiene de inquisitorial.
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y por lo tanto es excusado hablar de l. Religiosa y politicamente, la dinasta francesa nos trajo grandsimas calamidades: e\ jansenismo y el enciclopedismo; la centralizacin y el cesarismo admmistrativo manifestados con hechos brutales, inconcebibles casi, como la expulsin de los Jesuitas; la ruina completa de nuestras libertades provinciales que, lo menos en la forma, hablan respetado mucho ms los reyes austracos. Torcise completamente el espritu de la civilizacin espaola, torcimiento que dura an por desgracia; no se combati ya por el Catolicismo, sino por el pacto de familia; mud') de carcter la literatura; alterse radicalmente la lengua. El Santo Oficio, la ms espaola y castiza de nuestras instituciones, sigui la universal decadencia Su ltimo acto de energa fu el proceso de Macanaz. Despus, regalistas y jansenistas le oprimen, le anulan y le convierten en instrumento. De otra suerte, se conciben siquiera los infinitos atropellos contra la Iglesia cometidos por los consejeros-de Carlos III? Cuando hombres como Aranda y Roda podan con un decreto deportar Ordenes religiosas, llamar ajuicio Obispos, anular fundaciones pas, qu podia ser la Inquisicin sino un nombre y una sombra? Qu podia ser all los fines del siglo, cuando eran inquisidores Arce, Llrente y Villanueva? No se hable,, pues, de la Inquisicin del siglo XVIII, porque se reirn hasta las piedras. Por fortuna, como la nacin no estaba reducida sus ministros, continu su desarrollo literario y cientjic, que fu notable, aunque no tan espaol ni tan influyente como el de tiempos anteriores. Pero en muchas ciencias hubo evidente progreso, y otras renacieron, sin contar una, y es la filologa, en que nos pusimos la cabeza del mundo con Hervs y Panduro. Lstima que la Espaa del siglo XIX no haya recogido la tradicin gloriosa de aquel jesuita, y que alemanes y rusos sean los que hayan venido contiuuarla. Y eso que no ha habido Inquisicin en cincuenta aos. Pero la haba cuando se imprimi el Catlogo de las lenguas. Si tendremos que convenir en que la Inquisicin
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era un graa medio para purificar la atmsfera y avivarlos ingenios? Ya lo ve usted; con el simple objeto de poner en claro la cronologa inquisitorial embrollada de propsito por los adversarios, he tenido que tocar un poco de todo, lo cual no me pesa, porque as quedan sentadas las bases histricas que nos han de servir para resolver la cuestin magna. Esta es la de la filosofa: pero como esta carta se va prolongando con exceso, y no es cosa de atrepellar en cuatro lineas punto de,tanta entidad, prefiero guardarle integro para una tercera epstola. As como as, el engendro del Sr. Perojo es tan clavadito y tan mono, que lo mismo da cogerle por los pies que por el cogote. Salto, pues, provisionalmente, la pg. 348, y seccin cuarta, en que nuestro sabio comienza hablar de las ciencias exactas_ji_naturales;__, '*"" ~" Acostumbraban los malos predicadores de la poca gerundiana, cuando les faltaba verdadero asunto no sabian desarrollarle, acudir ciertos registro almacenes llamados Polianteas y Teatros de la vida humana. En tales fuentes hacian acopio de una erudicin indigesta que propinaban luego, pegara bien no, sus cristianos oyentes. Por lo visto, el Sr. Perojo top en Heidelberg con algn discpulo de estos predicadores, que le ense las mil maravillas el susodicho mtodo. Para escribir su kilomtrico artculo, sepultse en alguna de esas Polianteas modernas que se llaman enciclopedias y diccionarios, se atarug bien de vulgaridades y noticias de segunda mano, y las aderez luego en forma de execrable almodrote. Con lo cual pens haber puesto una pica en Flandes, y es seguro que dijo para s: Qu fcilmente se hace uno erudito en este siglo de las luces! Ahora bien; todo ese castillo de naipes se viene tierra con una observacin sencillsima. No hay, no ha habido ni habr en la tierra pueblo que en una misma poca presente en igual grado de desarrollo todas las ramas del rbol de la cultura. Ni los griegos mismos, privilegiados dentro de la humanidad, consiguieron eso. Cundo florecen las ciencias naturales en
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Grecia? En tiempo de Aristteles y de Teofrasto, es decir, en tiempos de decadencia literaria, cuando los oradores empezaban sustituir los retricos semejantes Demetrio Falereo, cuando la tragedia agonizaba, cuando la vigorosa comedia antigua habia sustituido la prosaica y burguesa (como ahora dicen) comedia nueva. Cundo florecen las matemticas? En tiempo de Arqumedes y de Euclides, es decir, en tiempo de ms general y sealada decadencia, desde la poca alejandrina hasta la romana inclusive. Pues vamos las naciones modernas. La literatura alemana de los siglos XVI y XVJI (1), por lo que de ella alcanzamos con hasto y con asco los meridionales, no existe, es barbarie pura pedantera insufrible. El Sr. Perojo habr aprendido en Heidelberg entusiasmarse con esos poetas tudescos; pero ios que en esos dos siglos produjimos Ariostos y Tassos, Cervantes y Calderones , Shakspeares y Miltones , Corneilles y Racines, nos crispa los nervios toda esa literatura hiperbrea. Total: que, para llegar los alemanes al punto k que han llegado en este siglo, con direccin buena mala, que esto no es del caso, han tenido que pasar por doscientos aos de ignominia literaria, en que italianos, espaoles, franceses ingleses podamos llamarles boca llena (y se lo llambamos) brbaros. Careca entretanto Alemania de todo gnero de cultura? Nada de eso: presenta grandes nombres en ciencias naturales y humanidades; posee adems algunos msticos... pero en cuanto gusto, Dios le d. La barbarie se mascaba. Pues veamos otro punto: Dnde naci Coprnico? En Polonia. Qu ms dio Polonia en el siglo XVI? Nada, que sepamos. Cundo florecen Galileo y Torrice^lli en Italia? A principios del siglo XVH, cuando decaa todo andar el gusto literario en la Pennsula transalpina. Cundo nacen en Francia los Laplace, los Monge, los Lavoisier? En el siglo XVIII, poca de espantoso descenso filosfico, teolgico, moral y tera(1) No hablo do la de la Edad Media que tiene altsimo mPito, bastante ms que la de la Reforma.
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rio. Dnde naci Franklin? En la Amrica inglesa. Qu literatura, qu filosofa, qu crtica histrica poseian entonces aquellas colonias? Ninguna. Y siempre lo mismo, porque es justo designio de Dios que las ciencias peregrinen de unas gentes otras. A veces sucede que tres cuatro cinco de ellas se encuentran en el viaje, pero todas jams coinciden. Y esto ha sucedido en Espaa. En los tiempos medios florecen aqu la astronoma y las matemticas. En cambio, nuestra literatura de esos tiempos es ruda incompleta an; nuestra teologa no liega, ni por asomo, la que tuvimos en el siglo XVI. Humanidades no podia haberlas; los estudios histricos estaban asimismo en la infancia. Por el contrario, en el siglo XVI florecen la teologa, la filosofa, la jurisprudencia, las humanidades, la medicina, la poesa lrica, la prosa; v decaen los estudios matemticos y astronmicos. En el XVH imperan el o.atro y la crtica histrica, y decaen la teologa y otras ciencias, decaen la poesa lrica v la prosa. En el XVn desaparece, poco menos, el teatro, renacen la lrica y la prosa, falta casi del todo la teologa, cultvansen con empeo las ciencias naturales, prosigue su camino la critica histrica, y nace con Hervs la filologa comparada, y con Andrs la historia literaria. Y este es el giro constante y perenne que han llevado las ciencias en nuestro suelo. Hasta podemos decir que somos afortunados entre todos los pueblos de la tierra, pues, ms menos, y en una poca en otra, lo hemos tenido todo. Con lo cual quedan, ipso [acto, invalidadas todas las deducciones que el seor del Perojo saca malamente del menor adelanto de algunas ciencias en diversas pocas, atraso reconocido por m una porcin de veces. Ahora voy hacer algunas observaciones de pormenor sobre el frrago pero jino. Astronoma. En sta se detiene con particular predileccin, haciendo grandes y justos encomios de la ciencra rabe y hebrea, en todo lo cual estamos conformes. Tambin lo estoy en cuanto las Tablas A Ifonsinas, y todo
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lo dems que luego dice. Hay, sin embargo, en este prrafo dos/ajostts de cuanta: primero, suponer que nuestros padres, ?ites de la, infiltracin del saber semtico, no tenan otra cosa recomendable que su fe cristiana. Este es un despropsito que no merece respuesta. Los cristianos conservaban en cuanto ciencia nada menos que la tradicin isidoriana; y ni un momento se inlcrrumpi durante la Edad Media el estudio de las Etimologas. En los tiempos ms calamitosos, en el sigo VIJI y en el IX, vive, y no sin gloria, la ciencia espaola. Los muzrabes cordobeses, San Eulogio, Alvaro, Sansn, Spera in Deo, conservan por su parte el tesoro de las antiguas enseanzas. Que entre los crislienos no sometidos duraban de igual modo las ciencias teolgico-filosficas, nos lo demuestran Elipando y Flix, Heterio y San Beato de Libana, Claudio de Turin y Prudencio Galindo. Repito (ue hay en el mundo algo ms que astronoma. Prescindamos, por otra parte, de la opinin eruditanaente sostenida por nuestro Simonet y otros orientalistas, segn los cuales, mucha de la que pasa por ciencia rabe es ciencia mozrabe y de cristianos renegados, de suerte que, en vez de infiltrarse el saber rabe (que al tiempo de la conquista no era gran cosa) en el pueblo vencido, se infiltr en el pueblo vencedor la poderosa ciencia hispano-romana de la era visigtica. Alguna exageracin habr en esto, pero hay hechos que hablan muy alto. Y por otra parte, sbese muy bien hoy que Gerberto (despus Silvestre II) no se educ con los rabes, como parece indicar el Sr. Perojo, sino bajo el magisterio de Ato Athon, obispo de Vich, en Catalua, es decir, en la parte de Espaa que menos tiempo estuvo sometida y menos particip de la influencia sarracena; y lo que Athon le ense, no pudo ser otra cosa que la ciencia isidoriana, mejorada y ampliada. El segundo lapsus es la inocente repeticin de aquel cuento de viejas con que historiadores sin critica pretendieron oscurecer el nombre de Alfonso el Sabio, cuento que han repetido otros en son de elogio. Qu cronista contemporneo del Sabio Rey asevera semejante patraa?
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Cmo haba de decir Alfonso la blasfemia que se le atribuye, l, que, lejos de ser despreocupado, sase impo, cantaba con la devocin ms pura y candorosa los loores de Nuestra Seora; l, que, como legislador, tan altos puso los derechos de la Iglesia? Ah! No busquen \s contemporneos antecesores tan ilustres como Alfonso el Sabio. Resumen de lo que el Sr. Perojo dice en esta seccin: En astronoma fuimos los maestros de Europa. Y luego aade: Decaimos en el siglo XVI. Y pregunta por qu? sin reparar que l ha respondido pocas lneas antes con decir: Es difcil mantener ab get^erno, esta posicin, \ porque las ciencias no se casan con ningn pueblo, y no siempre habamos de guiar al mundo. i> Pues qu es esto sino lo que decimos nosotros? A todo gran desarrollo sigue inevitablemente la decadencia; y cuanto mayor es el primero, ms terrible es la segunda. Todo lo cual equivale decir que la astronoma, que haba esfado algunos siglos entre nosotros, se fu visitar otros pases; y en cambio vinieron nuestra casa huspedes nuevos. Ni ms ni menos. Lo de la Inquisicin (reptelo por centsima vez) es falso. La Inquisicin espaola no persigui ningn astrnomo. Cteme uno el Sr. Perojo, y le Jar las gracias. Lo dems es andarse por las ramas. Nosotros no fuimos los que condenaron el sistema de Coprnico, hasta que vino de Roma el decreto de la Congregacin Apostlica que prohiba ensearle como tesis. Entonces hicimos lo que todo e! pueblo catlico, someternos. Hasta entonces la Inquisicin no haba tomado cartas en el asunto, y ms de un espaol haba enseado y defendido el sistema famoso. Ah est Diego de Estiga en su Comentario Job, ue no me dejar mentir! Cuando Roma conden el trozo e este libro que se refiere al sistema del mundo, la Inquisicin (que hasta entonces le haba dejado correr sin reparo) le puso en sus ndices con la frase doee corrigatur, pero advirtiendo que no era prohibicin suya, sino de la Santa Sede, con lo cual ni prejuzgaba la cuestin ni haca otra cosa que cumplir una orden superior.
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Lo de cum tali opinione clament debe ser otro desatino como la causa ef/icientis, porq^ue no hace sentido, hace otro diverso y contrario del que el Sr. Perojo supone. Gritar con una opinin ser favorecerla. Probablemente el autor de donde tom esta frase el seor del Perojo, diria contra talem opinionem clament, y mejor acaso clamant, porque aqu est fuera de su lugar el subjuntivo. Pero si dijo lo que el Sr. Perojo supone, dijo tambin una verdad como un templo, porque nubo espaoles que clamaron con Coprnico, es decir, que siguieron su sistema. No ser la primera vez que, por' ausencia de latinidad, dice un sabio de la Contempornea lo contrario de lo que se propone decir. No fuimos de los que perseguimos Galileo, ni s de dnde ha sacado el seor del Perojo tan estupenda noticia. A Galileo le proces la Inquisicin romana, y si en el tribunal habia algn espaol, no por eso diremos que Galileo le proces Espaa, porque ni uno, ni dos, ni veinte espaoles, y ms estando fuera de su tierra, son Espaa. Y propsito de Galileo, no s cmo el seor del Perojo concebir el desarrollo de las ciencias astronmicas en Italia, donde se proces un copernicano y se quem Giordano Bruno, que tambin lo era. Aqu tendria alguna probabilidad su teora; pero los hechos la contrarestan, porque los hechos son ultramontanos. Lo dems que el seor del Perojo dice de la astronoma, se reduce una sarta de nombres de astrnomos, que empieza en Coprnico y acaba en Arago, una declamacin ridicula contra la mil veces maldita Inquisicin (que sin duda le habr dado muchos disgustos), y algunos insultos contra Laverde y contra mi, de los cuales hago caso omiso. Matemticas. Otra disertacin sobre la ciencia rabe, tan pedantesca impertinente como la anterior. Mucha cita del Al-gebr we'l mukabala de Alkhowarezmi, advirliendo en una nota que almukaba significa oposicin. Sabe rabe el seor del Perojo? Pues si no lo sabe escriba esos ttulos en"cristiano, como hacemos los dems, y no se em-
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pee en echarnos humo los ojos, convertido en nuevo D. Hermgenes. Y, propsito, tampoco estara de ms (y ste es aviso para l y para otros) que en la trascripcin de los nombres arbigos siguiese la costumbre y la prctica de nuestros orientalistas y no se empease en ponerlos la tudesca, porque siendo ellos de suyo enrevesados y confusos, trascritos de esa manera cruda y brbara, llegan ser ininteligibles, ms de no haber oreja castellana que los resista. Cmo se traducen al castellano los nombres morunos, ya lo ense Fr. Pedro de Alcal, y recientemente lo ha explanado mi buen amigo Eguilaz, que sabe lo que se pesca en tales cosas. Pero precisamente los que menos rabe saben son los que ms empeo tienen en dar formas exticas y desusadas las palabras de aquella lengua introducidas en el habla comn, para dejar los profanos estticos ante tal erudicin aljamiada. En cuanto las persecuciones de cientficos y pensadores, lo de siempre: cteme uno slo, y veremos. Usted comprender bien cuan desvariada es la manera de discurrir de estos seores. La Inquisicin no impidi que brotase en nuestras escuelas el congruismo, sistema teolgico referente un punto delicadsimo, el de la gracia, y esto con los protestantes la puerta. La Inquisicin no impidi que se enunciasen libremente atrevidas ideas filosficas. La Inquisicin permiti en poltica defender gobierno democrtico, la soberana popular y el tiranicidio. La Inquisicin permiti discutir la autoridad de la Vulgata. La Inquisicin no impidi nuestros crticos relegar al pas de las quimeras multitud de Santos y de mrtires, con cuyas reliquias se envanecan muchas ciudades. La Inquisicin permiti atacar el mal gobierno y los errores administrativos. La Inquisicin consinti todo gnero de licencias al teatro, la novela y la stira. Y habia de meterse la Inquisicin con los pobrecillos matemticos, que son la gente ms inofensiva de la repblica de las letras! Qu importa que algn fraile ignorante contundiese los matemticos con los astrlogos judiciarios? La Inquisicin saba distinguirlos.
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Sigue otra sarta de matemticos de las siete partidas del mundo, y como entre ellos no va incluido ningn espaol, el seor del Perojo triunfa y se recrea en su obra, y clama contra la Inquisicin que quem tanta buena gente, toda, ya se ve, de genio colosal (1). Y luego nos cita como autoridad excepcional en materia de bibliografa matemtica al Sr. Echegaray. Por los clavos de Cristo' Cmo ni por dnde ha adquirido el Sr. Echegaray autoridad entre los bibligrafos espaoles? Podr el Sr. Echegaray hacer llorar diputados progresistas con el descubrimiento de la trenza incombustible, sustituir el Catecismo del P. Astete con las nebulosas, crispar los nervios del auditorio en dramas lo Bouchardy, tejidos de horrores morales, apagadoras de luz, engendramientos por sorpresa, y pualada final ftiodo de sangra de barbero; pero cundo se ha visto citado su testimonio en asuntos de bibliografa ibrica? Y qu nos dice el Sr. Echegaray en el prrafo de su discurso que copia el Sr. Perojo? Pues nada en sustancia: que fu buscar matemticos al ndice de Nicols Antonio, y que encontr libros de cuentas y geometra de sastres. Yo me contentar con observar: 1. Que el Sr. Echegaray no encontr nada, porque si no vio ms que los ttulos de los libros, mal pudo saber (ni por adivinacin) su mrito demrito. 2. Que en ninguna rama de bibliografa espaola podemos atenernos nicamente la autoridad de Nicols Antonio, porque Nicols Antonio era un hombre solo, y su trabajo, aunque titnico incomparable, adolece de inevitables errores y omisiones. Enterado saldra de la historia del teatro espaol el que fuese buscarla Nicols Antonio. Tambin es una y menguada la pgina del teatro en el ndice de nuestro insigne bibligrafo, y precisamente el teatro espaol es el ms fecundo y copioso de la tierra. La misma pobreza se nota en la seccin de novelistas, y en (1) Y asmbrese el lector! pone Hugo de Omerique, contemporneo del Rey Hechizado, entre los malemtics anteriores al establecimiento de la Inquisicin.
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la de traductores, y en la de humanistas, y en la de escritoras, y en la de filsofos, y en las de botnicos, y en la de historiadores, y en todas aquellas, finalmente, que han sido exploradas nasta ahora, en las que yo he explorado personalmente. Y puede afirmarse que en las secciones donde est ms completo, Nicols Antonio presenta tan slo la mitad de la riqueza positiva, y en el mayor nmero de secciones, una tercera parte escasa. Los dos voluminosos tomos impresos del Ensayo de Gallardo constan en la mayor parte de ttulos omitidos por Nicols Annio. Y as de los dems. 3.* Que tampoco debi contentarse con ver el ndice, sino acudir los artculos mismos, donde se da mayor noticia de cada libro. 4. Que tampoco es exacto que todos los ttulos all registrados sean de libros de cuentas ni de geometras de sastres. No son geometras de sastres las obras de Pedro Nuez, ni es libro de cuentas la Algoritmia de Pedro Ciruelo, ni son para despreciados los siete ocho comenta-^ rios de Euclides que all se registran, ni creo que merezcan desprecio las obras de Fernandez de Medrano, de Caramuel y del P. Zonigoza. Yo no entiendo de matemticas (porque el entender de todo se queda para la escuela del Sr. Perojo), y no le podr decir con seguridad si alguno de los nombrados y de los que omito trajo algn progreso la ciencia la dej como estaba, porque para esto sera preciso conocer la ciencia, y yo no la conozco. Sin duda por tal razn me suenan poco en el oido los nombres de esos Pretorius, Stifel, Reise, Van Coln y Metins que l cita como grandes matemticos extranjeros del siglo XVI. All en su tierra sern muy conocidos esos caballeros; pero lo que yo puedo decir es que Nuez, Ciruelo y algn otro tuvieron en su tiempo tanta notoriedad como cualquiera de ellos, y que sus libros se impriman y traducian, y corrian grandemente en tierras extraas, lo cual, siendo geometra de sastres, no tiene explicacin plausible. Y propsito de los matemticos espaoles modernos,
no s de dnde haya sacado el Sr. Perojo que son la mejor anttesis de los del siglo XVI. Lo que los profanos vemos en Espaa son hombres doctos y serios, que parecen estar al corriente del estado de la ciencia en otras.partes; pero de ninguno sabemos que haya descubierto la cuadratura, ni asombrado al mundo con ninguna demostracin inaudita. Fuera de ^ey Heredia que (al decir de los que entienden estas cosas) mostr verdadera originalidad de pensamiento en la Teora de las imaginarias, no s que ninguno haya escogitado cosa nueva digna de particular memoria. Quiz Lanz, y algn otro de principios del siglo, tena asimismo genio inventivo; pero ae entonces ac (con la excepcin antedicha), no s que hayamos tenido ms que buenos calculistas y buenos expositores. Qumica. Nueva disertacin sobre la ciencia rabe, y luego una serie de errores de grueso calibre respecto los alquimistas espaoles. Todo el mundo sabe que \h Clavis Sapientice, atribuida al Rey Sabio, es apcrifa; que es apcrifo el descubrimiento del cido ntrico, por Ramn ^Lulb que son apcrifos todos los libros de alquimia publicados nombre del gran pensador mallorquin, y qu est en el aire la autenticidad d la mayor parte de los atribuidos Arnaldo de Vilanova, quien llama Villanueva el seor del Perojo. Mi doctsimo amigo don Jos R. de Luanco demostr irrefragablemente, ante la Academia de Ciencias Naturales de Barcelona; 1., que Raimundo Lulio jams crey en los trampantojos de la Crisopeya, ni siquiera en la posibilidad terica de la trasmutacin; 2., que sus obras estn llenas de invectivas contra los alquimistas; 3., que los tratados susodichos son un laberinto de anacronismos y contradicciones, y estn llenos de fechas y alusiones cosas posteriores la muerte de Raimundo Lulio; 4., que las operaciones qumicas atribuidas ste no estn apoyadas por ninguna autoridad slida; 6., que el cido ntrico y la destilacin alcohlica se conocian mucho antes de R. Lulio. Y yo aadir que los tratados alqumicos de A. de Vi-
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lanova (que real y verdaderamente fu alquimista) son, en gran parte, y con uno con diversos ttulos, los mismos atribuidos Raimundo, y les cogen muchas veces las mismas razones de ilegitimidad, aunque no todos. Luanco sospecha asimismo que el Raimundo alquimista fu real y verdaderamente Raimundo de Trrega. Pero ya se ve,' ios libros alemanes del Sr. Perojo dicen otra cosa, y no es vergenza desconocer los trabajos de la erudicin espaola y seguir llamando alquimista Raimundo Lulio. Los libros trasmutatrios atribuidos ste, asi como Alberto el Magno y Santo Toms, son tan autnticos como e\ Testamento de rmes Trimegistro. Fueron falsificaciones de alquimistas proletarios que quisieron escudarse con aquellos grandes nombres, y por eso un mismo tratado anda nombre de varios autores. De los metalurgistas, dice el seor del Perojo que acabaron en Bernal Prez de Vargas, olvidando varias cosas: i., que' la obra De re metallica pertenece al siglo XVI, ya muy entrado, como que est dedicada al prncipe don Carlos, hijo de Felipe II; 2 , que aunque obra notable, tiene originalidad escasa y est tomada en sustancia de Jorge Agrcola; 3., que hay otros metalurgistas espaoles ' contemporneos y posteriores Prez de Vargas, y de mayor originalidad que l, especialmente Alvaro Alonso Barba. La Inquisicin no acab con la qumica, por la sencilla razn de que nn \\]hi? v^rdMflftp_q""T'^fl ^nlfWs. La metalurgia floreci bastante. Y luego, la Inquisicin no persegua (que sepamos) los qumicos. Sigue la lista consabida, la cual quiz no fuera inoportuno aadir, por lo menos, el nombre de CarbonellQuede para los doctos el resolverlo. Fsica. No hay ms que una lista de nombres, la cual se puede contestar: Quedamos enterados. Y no s por qu falta en ella Salva, quien se debe algo ms que atisbos de una invencin de primer orden, como recientemente ha demostrado la Academia de ciencias de Barcelona,
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Zoologa. Bajo este titulo habla tambin el Sr. Perojo de los botnicos, como si las plantas fuesen animales. En lo dems tenemos la cancin acostumbrada: grandes ponderaciones del estado de la ciencia en la Edad Media, grandes lamentaciones de la tirana inquisitorial que la ahog. Y yo digo que el verdadero desarrollo de la zoologa y de la botnica espaolas no se verifica sino en el siglo XVI, con los Oviedos, los Acostas, los Garca de Orta, los Monrdes, los Hernndez, que se suceden durante todo aquel siglo. Si el movimiento cesa se va disminuyendo y no se contina hasta el siglo pasado con los Ortegas, los Mutis, los Quer, los Cavanilles y los Lagascas, la culpa no es de la Inquisicin, que no persigui ningn naturalista. No se hable de ciencia zoolgica en la Edad Media. Aunque los tres autores citados por el Sr. Perojo aadamos otros, y especialmente Fernando de Crdoba, que aventur una clasificacin ictiolgica; aunque busquemos los autores de libros de caza, y todas las fuentes directas indirectas que pueden bailarse, todo ello es nada respecto lo que se hizo en el siglo XVI. Tenemos, pues, que la zoologa j ^ ^ botnica se desarrollan en el siglo inquisitorial por excelencia, como se desarrolla la metalurgia y un poco tambin la mineraloga, de todo lo cual la Edad Media estaba en ayunas. Total, que las ciencias decadentes son la astronoma y las matemticas, pues la fsica no existia como ciencia emprica y aparte. En cuanto la qumica, ya he dicho que es grilla la mayor parte de lo que se cuenta de nuestros alquimistas, y que no hubo ciencia seria y formal de los metales hasta el siglo XVI con Jorge Agrcola, cuyos principios adoptaron en seguida los nuestros. Conque la decadencia se reduce astronoma y matemticas, es decir, dos ciencias que se reducen una sola. Pero en ese tiempo hubo filosofa, hubo teologa, y jurisprudencia, y medicina y otras cien cosas ms. Y propsito de la medicina, cmo se concibe su desarrollo sin el de las ciencias naturales? Observe usted una cosa. En todas las ciencias que en el siglo XVI estaban adultas y formadas, tuvimos hombres
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de primer orden, porque nadie negar que lo fueron Luis Vives, Melchor Cano, Domingo de Soto, Arias Montano-, Suarez, Nebrija, el Brcense, Valles, Laguna, Antonio Agustia, Fr. Luis de Len, etc. En las que estaban en la cuna, como la zoologa y la botnica, tuvimos lo que podamos tener: observadores diligentes y concienzudos, comparables cualquier extranjero de su siglo. Por eso en la lista de zologos y de botnicos que da el Sr. Perojo, noto la omisin de siete ocho espaoles, quienes la ciencia debe mucho. Qu nos falt, pues? Astrnomos y matemticos, es decir, lo que habamos tenido en la Edaa Media. Nada dir de aquella barrabasada del. Sr. Echegaray sobre los libros msticos y los casos de conciencia. Desdichado el que no concibe en el mundo ms que ecuaciones y cotangentes! El alma humana tiene abismos ms insondables que todos los abismos de la materia, y coa frecuencia solian poner el dedo en la llaga esos msticos y casuistas. En la carta siguiente hablar de la/?/oso/ia es/>ao/a. Suyo siempre buen amigo,
M.
MENENDEZ PKLAYO.
III.
1877.
Sr, Director de La Espaa.Mi buen amigo: Hora es de terminar con la famosa perojada. Comprendo que he incurrido plenamente en la necedad de contestarle largo y tendido, pero ya no tiene remedio, y lo que conviene es acabar pronto. En la tercera seccin de su articulo habla el seor del Perojo de la filosofa espaola, y decide eco cathedra que no tuvimos tradicin y que no hay enlace entre los filsofos. Sobre esto me remito lo que dije en la carta usted escrita hace veinte das, y publicada en La Espaa. A continuacin llama errneas, sin razn ni criterio las clasificaciones de filsofos que hacemos Laverde y yo, y propone por su parte otra, con gran satisfaccin. Divide, pues, la historia de la filosofa espaola en tres periodos. 1. Grupo en que comprendemos (dice) cristianos y paganos: San Isidoro, Sneca y Columela (!!!) 2. rabes y hebreos. 3." Escolsticos y neo-platnicos. El desatino del primer miembro de la divisin salta la vista. Cmo es posible identificar cristianos y paganos, cuando est por medio nada menos que el cristianismo? Pero lo ms original es poner San Isidoro antes de S-
eca, y comprender entre los filsofos Colunnela, que escribi nicamente de agricultura. Esto de meter el libro De re rustica entre los de filosofa, nos recuerda el caso de aquel bibligrafo que puso entre los libros de matemticas un tratado de clculos... de la vejiga, el de Auberto Mireo, que incluy entre las obras que tratan de los deberes del cura prroco, el Pastor Fido de Guarini. Al menos, stos tuvieron alguna disculpa por el sonsonete de los ttulos. Si tendr bien leido Columela el seor del Perojo! Y en cambio omite los verdaderos filsofos de este periodo, cuales fueron (prescindiendo de Sneca y San Isidoro) %\ gnstico Prisciliano, que hizo un sincretismo de todas las herejas anteriores, como observa San Len el Magno en la epstola donde largamente expone los errores de aquel heresiarca; Prudencio, autor del bello poema filosfico de la Psicomquia y del de la Hamartigenia; Liciniano, cuya carta sobre "I-alma es de originalidad importancia no pequeas; Prudencio Galindo, digno de honrossima memoria por su libro De la 'predestinacin contra Escoto Eri'gena. Estos y otros varios que pueden citarse son verdaderos pensadores, no Columela, escritor elegantsimo de las cosas del campo. Luego habla de los rabes y de los hebreos, y elogia jjistamente sus mritos, aunque cometiendo el error imperdonable de afirmar que, mediante ellos, resucit en Europa el pensamiento filosfico. Pues qu, no haban tenido pensamiento filosfico, en bien y en mal, Escoto Ergena y Prudencio, Berengario y Lanfranco, San Anselmo de Cantorbery y Roscellino, Guillermo de Champeaux y Pedro Abelardo, Gilberto de la Porree y Hugo de San Vctor? Debieron algo la ciencia rabe? Cundo nos veremos libres de esa mana de judos y de moros! Entre los nombres de filsofos que el seor del Perojo cita (casi todos mal, segn su sistema), los hay que no fueron espaoles, como Al-Gozel que ser Algazl, f' cual real y verdaderamente naci en el Khorasan, y Avicena. En cambio, se le qued en el tintero nada menos que Avempace. Ni tampoco nace distincin alguna entre ara-
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bes y judos, siendo asi que los segundos rayaron mucho ms alto que los primeros, como lo demostrarn, falta de otros nombres, Avicebron, Jehud-Ha-Lev, y Maimnides. De los dos primeros hace tambin caso omiso. Al terminar este prrafo hay otro descubrimiento estupendo: el referir los rabes y hebreos el origen de nuestra mstica. Por amor de Dios, cundo de las tinieblas ha salido la luz'' La mstica espaola es, por ventura, cosa distinta de la mstica cristiana? No son bien sabidos sus orgenes? No tuvo la Iglesia una serie de msticos desde los primeros tiempos? No hay misticismo en San Agustn?No fueron msticos Hugo de San Vctor, Gerson, San Buenaventura? No se amamantaron en las obras atribuidas por error al Areopagita? Nuestra mstica slo difiere de la de la Edad Media en la perfeccin artstica y en un poco de platonismo que entr durante el Renacimiento. Cmo, de sistemas francamente panteistas, cual Jos de Avicebron y Maimnides, habia de salir una escuela mstica ortodoxa? Es seguro que nuestros msticos no supieron el nombre de Rabbi Moseh sino por las referencias de Len Hebreo. Fr. Luis de Len, el nico de ellos que conoca los rabinos, no presenta vestigio de ms influencia semtica que la de la Escritura. Y lo mismo los restantes. En cuanto los alumbrados y quietislas, es decir, los msticos heterodoxos, ninguno de ellos saba rabe ni hebreo, y aunque coinciden en ciertas doctrinas, es coincidencia casual y derivada de leyes generales del pensamiento humano, y de leyes particulares del pensamiento ibrico. Juan de Valds es mstico tambin, y mstico heterodoso; pero forma campo aparte. Desciende, por lnea recta, de los msticos alemanes, aparte de su originalidad, que es grandsima. El tercer grupo, el de escolsticos y neo-platnicos, est horrorosamente formulado, aunque l nos acusa de confusin horrible en las clasificaciones que hacemos. Quin le ha dicho al seor del Perojo que son escolsticos y platnicos todos los filsofos espaoles del siglo XVI? Son escolsticos ni neo-platnicos los
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peripatticos clsicos? O cree el Sr, Perojo que son una misma gente todos los que en el mundo han invocado el nombre de Aristteles? Pues medrado est, de veras. Por esta regla Alejandro de Afrodisia y Averroes, Avempace y Santo Toms, Pomponazzi y Suarez, Escoto y Nuez pertenecen la misma escuela y caben en el mismo saco. Y, en efecto, todos son peripatticos. Pero apurado se ha de ver el Sr. Perojo para conciliar los que afirman la eternidad del mundo y los que la niegan; los que dudan de la inmortalidad del alma y los que la afirman; los que defienden el intelecto nico y los que le suponen mltiple, et sic de cceteris. Hubiera ido el seor del Perojo uno de aquellos cultos ingenios del Renacimiento, que se llamaban peripatticos helenistas, Melancton, por ejemplo, a Gouvea, Juan Gins de Seplveda, Gaspar Cardillo, decirles que eran escolsticos, y veria qu cara le hubieran puesto. No se le ocurri siquiera decir, en vez de escolsticos, peripatticos, y salvaba, en apariencia, la dificultad, aunque juntando cosas irreductibles? Y contino diciendo: Es escol.-tico ni neo-platnico Gmez Pereira? Lo es Francisco Valles en su segunda poca, es decir, en la Philosophia Sacra? Lo era el Brcense, que lleg hasta aborrecer el nombre de Aristteles, sin ser platnico por eso? Lo son Huarte ni doa Oliva? Lo es Snchez el Lusitano? Lo son Pedro de Valencia Isaac Cardoso, etc., etc.? Porque de esta manera iramos sacando gente que est fuera de la clasificacin del seor del Perojo. Precisamente neo-platnicos decididos no hay ms que uno, Len Hebreo. Foxo Morcillo es en muchas cosas aristotlico, y lo mismo Fernando de Crdoba, que le precedi en medio siglo. Los que ms participan del platonismo, en cierto sentido, son los msticos. Vamos ver por qu son erradas nuestras clasificaciones. Niego desde luego que en ellas estn confundiuos horriblemente partidarios de sistemas distintos. Los dos tres errores de por menor que hay no los sabe ni los
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puede saber el seor del Perojo, pero yo los mostrar luego. Todo el mundo ha venido considerando, por espacio de tres siglos, al lulismo como sistema aparte. Ni los lulianos han entrado en otras sectas, ni otras sectas han recibido los lulianos. El seor del Perojo habla de Lulio sin conocimiento alguno, y cree que su sistema se reduce una combinacin de nombres. Si el tiempo que ha gastado en leer librotes alemanes lo hubiera empleado mejor, sabria qu atenerse en este punto. Si hay en la Edad Media una creacin original, completa y coherente en todas sus partes, es la de nuestro mallorqun, hombre de genio verdaderamente divino, como le llam Giordano Bruno. El arte cabalstico es lo menos de su filosofa, y slo jos llenos de telaraas puede aparecerles otra cosa. Eso que el seor del Perojo llama combinacin de nombres es un ingenioso y, en gran parte, nuevo sistema de lgica. Y qu es la lgica sino el mtodo y la forma, es decir, ms de media filosofa? Y una escuela que emplea procedimientos lgicos, distintos de los comunes, no est por este solo hecho bastante separada de las dems? Pues en qu se diferencian' peripatticos y baconianos sino en la lgica? Cree adems el seor del Perojo que slo de lgica discurri y escribi Raimundo Lulio? Pues se equivoca grandemente Qu es lo ms alto de la filosofa? La Teodicea, sin duda alguna. Pues Lulio tiene una Teodicea con ideas atrevidas ( veces demasiado atrevidas) y originalsimas. Quiere saber el seor del Perojo cmo expone el filsofo mallorquin la doctrina de las relaciones entre la fe y la ciencia, punto capital, si hay alguno en filosofa? Pues sin ms trabajo que ir al captulo 63 del Ars Magna, ver que, segn el pensador del monte Randa, la fe est sobre el entendimiento, como el aceite sobre el agua. El hombre que no es filsofo cree que Dios es: el filsofo entiende que Dios es. Con esto el entendimiento sube con la inteleccin aquel grado en que estaba por la creencia. No por esto se destruye la fe, sino que sube un grado ms; como si aadisemos agua en
el vaso, subira sobre ella el aceite. El entendimiento alcanza naturalmente muchas cosas. Dios le ayuda con la e y entiende mucho ms. La fe dispone y es preparacin para el entendimiento, como la caridad dispone la voBiuntad para amar el primer objeto. La fe hace subir el entendimiento la inteligencia del ser primero. Cuando el entendimiento est en un grado, la fe le dispone para otro, y as de grado en grado hasta llegar la inteligencia del primer obje'to, y reposar en l, identificndose la fe y el entendimiento...,El entendimiento (dice en otra parte) es semejante un hombre que sube con dos pies por una escalera. En el primer escaln pone el pi de la fe, y luego el del entendimiento, cuando el pi de la fe est en el segundo, y as va ascendiendo gradualmente. El fin del entendimiento no es creer, sino entender; pero se sirve de la fe como instrumento. La fe es el medio entre sel entendimiento y Dios. Cuanto mayor sea la fe, ms crecer el entendimiento. No son contrarios entendimiento y fe, como al andar no es contrario un pi al otro. Esta docrina peligrosa, por no decir heterodoxa, pero profesada de buena fe por un mrtir y bienaventurado; esta doctrina alta, profunda, ingeniosa, pero en la cual se confunden dos rdenes de verdades que estn perfectamente distinguidos en la doctrina tomista; esta doctrina de la fe propedntica, ni era adoptada en el siglo XIII, ni puede negarse que es trascendentalsima, y separa Raimundo .ulio de todas las corrientes escolsticas de su tiempo. Y cuenta c^ue no es un pasaje aislado, sino uno de los puntos cardinales de su doctrina, punto que l desarrolla donde quiera con particular fruicin, y que es su grande argumento contra los averroistas que distinguan la verdad teolgica de la filosfica, aseverando que una cosa podia ser verdadera segn la fe, y falsa segn la razn. A este error monstruoso impo contesta Lulio con la soberana concepcin que hemos visto, cayendo, es verdad, en el error opuesto, por no advertir que la identmcacion de fe y ciencia, en los trminos que l la establece,
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equivale la destruccin de la primera. Pero de cuntas escuelas alemanas modernas, de carcter teosfico, no puede descubrirse la filiacin en esa doctrina? Y doctrina es que informa toda lafilosofade Raimundo Lulio, desde la metafsica hasta la moral, y hasta los ltimos ramos del rbol scientice. De ah su unidad que responde la unidad de la ciencia, tal como la concebia Lulio, con dos medios de conocer que se reducen uno solo. Esa teora es el centro donde convergen todos los radios de la doctrina luliana. Dios no es parte, es todo, dijo Lulio en Paris; y estas palabras, bien entendidas, dan la clave de su sistema, fundado sobre la verdad nica, de la cual veces est pique de pasar la nica sustancia. Por lo dems, los pasajes que se refieren la doctrina antedicha abundan tanto en sus obras, que abriendo la ventura el grueso volumen luliano que llevo en la maleta (1) he tropezado con el texto que traduje, y s bien que por cualquier tratado que hubiera abierto e! libro, me hubiera acontecido otro tanto. Tiene adems Raimundo Lulio notabilsimas doctrinas psicolgicas, morales y polticas, enlazadas todas con su metafsica y con su lgica. Si todo esto, y el haber tenido la ciencia luliana ctedras aparte y haber sido considerada como escuela y sistema por hombres como Cisneros, Juan de Herrera, Cornelio Agripa, Giordano Bruno Ibo Salzinger, no basta para que la demos ese nombre, all se las haya el Sr. Peroio. Ser en todo caso una disputa de nombres ociosa y ridicula. Es doctrina, y doctrina importante y en partes nueva, la de Lulio; ha tenido hasta el siglo pasado representacin visible y oficial (digmoslo as) en Mallorca; ha promovido acres polmicas y contado gran nmero de secuaces, todos los cuales se han honrado con el ttulo de lulianos, y esto en toda Europa... y sin embargo, no es escuela. Venga Dios y valo. (1) Es de la ed. de Slrasbusgo, 1599, con los comentarios de Cornelio Agripa y Giordano Bruno.
Y dnde est la horrible confusin en los que sealamos como discpulos de Lulio? Invaldeme el Sr. Perojo un solo nombre, y veremos. Hay uno, sin embargo, que est fuera de su lugar, aunque l ni lo ha notado ni podido notarlo. Es Fernando de Crdoba. La notabilsima obra de este filsofo intitulada De artificio omnis scibilis, que se conserva manuscrita en las bibliotecas del Vaticano y de San Marcos de Venecia, y de la cual poseo copia colacionada con los dos y sacada por estos pulgares, no pertenece la escuela luliana, antes comienza con una invectiva contra Lulio. Pero cuando hice aquella clasificacin, no haba examinado yo el manuscrito de Crdoba, y para suponerle luliano me dej llevar, no del ttulo de la obra,^ sino de los respetables testimonios de Zetzner, Ibo Salzinger y los PP. Tronchon y Torreblanca'. Ahora que he visto que se equivocaban, soy el primero en corregir el yerro. Y luego dice el Sr. Perojo: Sealan como fundadores de sistemas los Sres. Laverde y Menendez Huarte, Suarez, Gmez Pereira, Francisco Snchez y Foxo MorBcillo. Dnde ha visto el Sr. Perojo semejante cosa? Exceptuando Suarez, de los de^nas, quin ha dicho que sean fundadores de sistemas? Cmo se llama en castellano esta manera de discutir, diciendo exactamente-lo contrario de la verdad? Ni Laverde en sus Ensayos criticas y en la carta que precede mis Polmicas, ni yo en estas, hemos dicho semejante cosa. Laverde, en los primeros aos de su generosa cruzada en pro de nuestra ciencia, cuando no tena an los dalos que tvc despus, public en una Revista un artculo en que interinamente y no como sistemas, sino como direcciones, (lo cual no es inexacto), habl de huartismo yde pereirismo. Pero cuando reprodujo aquel artculo en sus Ensayos, inapresos el ao 67, suprimi ese prrafo, y ni l ha vuelto decir nada que se parezca, ni yo lo he dicho en todo el curso de esta polmica. El primer articulo de Laverde es poco conocido, y buen seguro que el Sr. Perojo no sa-
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ba lo que acabo de contarle, cuando cre aquellos fantasmas para tener el gusto de combatirlos... digo, de de-' clarar que insista en que no son sistemas. Vaya un descubrimiento! Combatir ahora una idea emitida en el ao 59 y retirada por su autor antes de que pudiese combatirla nadie! Por lo que m hace, torno decir que he hablado del armonismo de Foxo Morcillo y no de su escuela, porque no tuvo discpulos; del escepticismo de Snchez y no de su escuela, por idntico motivo; del sensualismo de Huarte, y no del huartismo, del cartesianismo antecartesiano de Gmez Pereira, y no del pereirismo. Hablar del racionalismo del Sr. Perojo, es decir que el Sr. Perojo sea fundador del racionalismo'' Jams hemos creido nueva la cuestin platnicoaristotlica, como supone el seor del Perojo, con la buena fe que acostumbra. Es la cuestin ms vieja de la "tierra; es, digmoslo as, la expresin ms clara del dualismo en el pensamiento humano.. Histricamente se ha presentado ms de una vez, y seguir presentndose hasta el fin del mundo, como que su resolucin es el desidertum de la filosofa. Bessarion no es superior, sino inferior, harto inferior Foxo Morcillo; Bessarion no trat de conciliar Platn y Aristteles; lo que hizo fu defender Platn de los ataques que en nombre de Aristteles le diriga Jorge Trapezuncio. Bessarion es platnico puro, y nada tiene que ver con Foxo. Si el seor del Perojo insiste en esta cuestin, yo que (aunque erudito de lomos de libros) he ledo, gracias Dios, de capo fondo, como dicen los italianos, las obras de Bessarion y las de Foxo, le presentar un paralelo entre ambas, y celebrar que le haga provecho, y le ensee andarse con U D poco de tiento en juicios y decisiones. Otro tanto digo de Gmez Pereira. Estamos hartos de saber que el cogito cartesiano es muy antiguo, como que es pura afirmacin de conciencia; y no est ciertamente en el cogito la originalidad de G. Pereira, ni nadie podr sostenerlo, so pena de confesar que no ha ledo la
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Antoniana Margarita. No por el seor del Perojo, que es incurable, sino por lo que pueda conducir al mayor conocimiento de un libro de que tanto se ha hablado en todos tiempos, ofrezco usteu un artculo sobre l, y antes de mucho. Que el cogito es el modo de salir de la duda cartesiana, y por tanto, la base del cartesianismo y la causa principal de sus errores, no lo duda nadie que tenga ojos en la cara, ni lo dud el obispo Huet, que saba algo ms que los redactores de la Contempornea, aunque no habia sido discpulo de Kuno Fischer. Despus nos da el seor del Perojo una muestra de su erudicin peregrina, diciendo que hemos omitido, entre los nombres de nuestros filsofos, dos que estn por cima de todos, saber: Raymundo Sebunde y Baltasar Gracian. Pobre Sr. Perojo! Empiezo por advertir que R. Sabunde est citado en el lugar correspondiente, es decir, entre los lulianos, y aado que hice mal en citarle, porque es muy dudoso que Raymundo Sabunde fuese es)aol, por ms que Montaigne se lo llame, y por ms que o digan en la portada muchas ediciones de la Teologia Natural. Segn recientes investigaciones, era provenzal. nacido en Tolosa. Yo me alegraria de probar lo contrario; pero, hasta ahora, no he encontrado datos que oponer, aunque s algunas presunciones. El seor del Perojo, que tan al corriente quiere estar de la erudicin extranjera, debia saber esto, y as se hubiera evitado el rasgo biblio-^ grfico de la nota. Yo no tolero que se menoscabe una sola de nuestras glorias; pero tampoco quiero que nos atribuyamos las ajenas. A Baltasar Gracian no le ne citado, ni debido citarle, porque no es escritor de'filosofa. Es un literato agudo y singularsimo, un moralista delicado ingenioso; pero no escribi de filosofa. El seor del Perojo le cita, sin duda, porque le tradujo al alemn Schopenauer; pero esto es oir campanas, y no saber dnde. LoB que hemos ledo Gracian en castellano podemos afirmar que de sus obras se saca bastante filosofa, aunque ms prctica que terica; pero tambin se saca de los poe-
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tas, y de los novelistas, y de otras cien castas de escritores que no son filsofos. El Criticn es una novela alegrica, filosfica en su base, y en algunos incidentes ingeniossima, pero no es un tratado de metafsica. Lo que predomina all es la observacin de costumbres, y la crtica contempornea. El Hroe y El Discreto son libros de moral; pero no de moral especulativa. El Poltico es un panegrico de Fernando el Catlico. Y El Orculo Manual, que es el traducido por Schopenauer, sin duda porque es muy oscuro y enmaraado, es sencillamente el que menos vale de todos los escritos de Gracian. Se reduce una serie de mximas, algunas ingeniosas, otras notables slo por lo enredado de la expresin. Es curioso que estos seores alemanes, tan doctos y tan graves, vengan siempre traducir y copiar lo peor menos bueno que dimos en nuestros siglos de oro! De citar Gracian (y ahora que me acuerdo, creo que lo cit), cuntos moralistas nuestros habria que enumerar! Despus dice que los filsofos alem&nes del siglo XVI, especialmente Ectart (1) y el zapatero Boehme, valen ms ue los nuestros. El sabr por qu. Y luego dice otro tanto e los italianos, porque, ya se ve, hemos de ser siempre lo peor de la tierra. Con la particularidad de que cita malamente casi todos los nombres italianos, sin duda porque los aprendi en algn diccionario alemn, que, tratndose de cosas de Italia, es para un espaol la fuente inmediata y el camino ms derecho. As es que nos habla de un Ficinius, que ser Marsilio Ficinio, y de un Ge~ mistus y un Pleto, que sern probablemente una sola persona, es saber: Gemisto Plethon, el cual, entre parntesis, no fu italiano, sino griego, y tampoco descubri, que sepamos, la piedra filosofal. Tambin mienta un Patritius, que ser, si no me equivoco, Palrizzi (Francisco). Y hasta al pobre Giordano Bruno, l, el cajista, le llaman Breno, como si se tratase del jefe de los
{{\ El Maestro Eckart, queflorecien el siglo XIV, puesto entre losfilsofosdel siglo XVI!
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galos que asaltaron el Capitolio. Y tambin asegura que toda esta gente existe en Italia, cuando yo ninguno de ellos he podido echar la vista encima. Ser que existieron ... Todo aquello de los nombres derecha izquierda es faramalla y afirmacin sin pruebas. Demuestre el seor del Perjo que no son escolsticos, peripatticos, clsicos, etc., los que yo doy por tales, y habr hecho una cosa til. Al Sr. Revilla no le present nombres, sino agrupaciones, ninguna de las cuales ha destruido el seor Perojo, en medio de tanta prosa. Ni puse los nombres en el orden que el Sr. Perojo los pone. Ni ha notado el seor Perojo los verdaderos defectos de la clasificacin. No ha advertido que Toledo no debia ir despus de Suarez, porque escribi y muri antes; ni al salmantino Herrera se le puede llamar discpulo de Pedro Ramus, porque fu anterior en algunos aos; ni Juan Montes de Oca est con propiedad entre los aristotlicos puros, sino entre los averroistas mitigados. Estos, que son verdaderos lapsus notados por m por muy doctos amigos mios, tengo aqu especial gusto en corregirlos, como corregira ciento que notase, porque trovando riprovando es como se hace la historia de la ciencia. Con lo particularidad de que casi siempre estas rectificaciones son mayor honra y gloria de nuestra filosofa. No es un gozo descubrir que Fernando de Crdoba no fu un simple discpulo de Lulio, sino que escogit una nueva doctrina lgica y ontolgica, y esto en el siglo XV? No he debido experimentar ntima satisfaccin al ver en tres rancios y enredados manuscritos pruebas irrefragables de que Montes de Oca fu un pensador original ingeniossimo, el ms terrible de los contradictores de su comprofesor Pomponazzi, y al ver asimismo que aquel olvidado profesor nuestro plante en 1523, su modo, pero clarsimamente, el famoso problema del conocimiento, con que nos vienen rompiendo la cabeza los admiradores de Kant? No es gloria que la rebelin anti-aristotlica entre nosotros, el ataque en toda regla las formas sustancia-
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les, iniciado con las ocho levadas de Herrera, preceda la tentativa de Pedro Ramus? De los yerros antes notados pudo haber sacado el seor del Perojo algn provecho; pero lejos de parar mientes en ellos, fu estrellarse contra la barrera dando nada menos que en Vives. Y cmo! Clama contra Forner y contra nosotros porque aplaudimos todas las obras de Vives, sin reparar que las hay con dos tendencias opuestsimas. Y cmo lo prueba? De ningn modo. Esa es una afirmacin al aire, un distingo de los que se suelen hacer cuando hay empeo en darse tono y fingirse competentes en una materia dada; un medio como otro cualquiera de cazar moscas y de sorprender los incautos. El seor del Perojo nos dice con una frescura que verdaderamente asombra y que no s admirar bastante: El pensamiento de Vives tuvo dos perodos, el primero escolstico entusiasta, el segundo anti-escolstico y neo-platnico. No usted, mi buen amigo, sino los que no estn al tanto de los procedimientos polmicos de cierta escuela, se quedarn asombrados cuando yo diga que no hay tales dos momentos y que el pensamiento de Vives tuvo siempre las mismas tendencias. Y las fechas van cantar muy claro. La cronologa de los tratados filosficos de Vives es la siguiente: 1318. El opsculo De initiis, sectis et laudibus philosophioB, en que hay elogios de Aristteles y censuras para sus intrpretes latinos. Cosa breve y de poca monta. 1519. In pseudo-dialecticos liber. Ataque" virulento y terrible la escolstica. Desde 1520 1531 estuvo trabajando Vives en las obras siguientes, todas las cuales dedic en el ao 31 al rey de Portugal: De causis corruptarum artium. Libro lleno de ataques la escolstica y toda la filosofa antigua. De tradendis disciplinis. Exposicin de sus mtodos, que nada tienen de escolsticos y estn sazonados con nuevas invectivas.
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De prima philosophia. Tratado de metafsica, nada escolstico. De explanaiione cujusque essentice.De censura veri. De instrumento probabilitatis.De dispuiatione. El ltimo lleva la fecha de 1531, lo cual indica que fu el postrero que escribi Vives para cerrar esta enciclopedia. Unidos los cuatro, forman un curso de lgica, aristotlica en gran parte, pero no escolstica, y ajustada al plan que el autor habia trazado en la obra De tradendis disciplinis. 1538. De anima et vita. Tratado de psicologa. En el prefacio promete'la obra siguiente que vino completar la serie de sus trabajos filosficos, y ocup los ltimos aos de su vida. De veritate fidei christiance. Tiene alguna semejanza con la Summa contra gentiles de Santo Toms, en la materia, no en la forma. Ahora sera bien que el Sr. Perojo nos dijese cules fueron los libros en que Vives se mostr escolstico fantico. Entre los que andan impresos (y no se sabe que quede ninguno indito), no he encontrado cosa alguna que justifique semejantes afirmaciones. Por tanto, Forner, Laverde y yo, con pleno conocimiento de causa, hicimos bien en elogiar todas las obras filosficas de Vives, porque todas forman un organismo coherente. Tampoco es exacto que Vives en su segunda poca sea neo-platnico. Vives en su nica poca escribi algunas frases de pronunciado sabor platnico, que citar luego, pero no neoplatnico, que es cosa muy diversa. Ni constituye tampoco el platonismo la base de su sistema, pues al lado de esas frases, en el mismo tratado, encontramos otras de sabor absolutamente diverso. El Sr. Perojo no se ha tomado la molestia de leer mi segunda carta contra Revilla, y para juzgar lo que digo de Vives, se limita trascribir un prrafo en que usted resumi, con la brevedad que su intento convena, mis conclusiones. Y luego hace rail apostrofes y mil aspavientos, porque llamamos al neo-platnico Vives, predecesor de Bacon. y dice que nos ha cogido en una contra-
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diccin grande, y nos invita que sin subterfugios de ningn gnero (n califico esta frase, porque basta copiarla: cundo hemos empleado subterfugios?) le probemos, texto mano (ser en mano), con citas de Vives, qu fu un tiempo peripattico y ramista, escptico y partidario de las ideas innatas, baconiano y sensualista, etctera. Pues la cosa tiene dificultad! Aunque estoy en viaje, y tengo mano pocos libros, no tan pocos que falte en mi maleta algo de Vives, con lo cual hay sobrado para dar gusto al Sr. Perojo. Si cada texto de los que voy citar quiere que aada otros ocho nueve del mismo tenor, no hay mconveV_^niente. Sensualismo. Ingredimur ad cognitionem rerum januis sensuum, nec alias habemus clausi hoc corpore; ut qui in cubiculo tantum habent speculare unum qua lux admitlitur, et qua foras prospiciunt nihil cernunt nisi quantum speculare illud sinit. Lo cual, en castellano, quiere decir: Entramos al conocimiento,de las cosas por slas puertas de los sentidos, y no tenemos otras, mientras estamos encerrados en este cuerpo, la manera que los que estn en una habitacin donde slo entra la luz por una ventana, no ven ms que lo que aquella ventana les consiente ver. Este pasaje es del tratado De prima philosophia, perteneciente al ao 1531, en que (segn las cuentas del Sr. Perojo), Vives debia de ser neo-platnico. Buen platonismo est el de ese trozo! Se quiere otro ms claro aun, y que no deje lugar dudas? Pues en el tratado De anima et vita se lee esta proposicin: Prima ergo cognitio est illa sensuum simplicissima, hinc reliquce nascuntur omnes; lo cual quiere decir en nuestra lengua: El primer conocimiento y el ms sencillo es el de los sentidos: de aqu nacen todos los dems. Y el libro de donde est tomado es de los ltimos que compuso Vives. Baconismo.\ Dados estos precedentes, ya no se escandalizar el seor del Perojo, porque supongamos al neoplatnico Vives predecesor del emprico experimenta-
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lista Bacon. Y as es la verdad. Vives, en el libro I De prima philosophia, declara natural infalible el testimonio de los sentidos y de la experiencia: Naturaliter dicuntur judicari quce ab mnibus eodem modo et semper, ut qu(B usurpantur a &ensibus. Quod naturaliter est, non potest esse ex falso; que, traducido, es: Llamamos natural al juicio que es siempre y para todos el mismo, como es el que versa sobre las cosas que conocemos por los sentidos. Lo que es natural no puede ser falso. Cmo se constituye para Vives la ciencia experimental? Del mismo modo que para Bacon. All va una muestra tomada del mismo tratado: Ex singulis enim aut quce viderunt oculi vel audierunt aures et alii sensus in sua quisque functione cognoverunt, mens nostra prcecepta efficit universalia, postquam illa inter se contulisset nec quidquam simile observaret in contrarium. Que en romance es como si dijramos: De todas y cad? una de las cosas observadas por los sentidos, deduce el entendimiento los universales, despus de comparar los datos unos con otros y ver que nada hay en contrario. Es decir: observacin, cotejo, induccin. Total: empirismo puro. As se forman los universales. Confunde Vives la observacin con la experimentacin? De ningn modo. A la primera la llama observatio et usus rerum; la segunda, experimentatio. Cmo adelantan las ciencias naturales? Empleando los dos procedimientos. Cmo se comprueban los universales as obtenidos? Sujetndolos nueva experimentacin. Exparticu^aribus aliquot experimentis colligit mens universatitatem, quce compluribus deinceps experimentis adjuta et confirmata, pro certa explorataque habetur. Digmoslo en lengua vulgar: De algunos experimentos particulares deduce el entendimiento el principio general; ycomprobndole luego con muchos experimentos, podemos asegurarnos de su certeza. Este pasaje es del primer libro D^ tradendis disciplinis. Si ahora quiere el seor del Perojo enterarse de las dems condiciones que Vives seala la experiencia, siempre en sentido baconiano, vaya f^' carta segunda contra Revilla, que all trascribo un pasaje
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relativo esto. Y alli est copiado continuacin otro, que es la condenacin anticipada de los extravos experimentalistas, porque nuestro tlsofo atendia todo. Ahora vamos ver una cosa del todo distinta. Ideas innatas. Et quemadmodum vis qucedam indita est terree ad producendas herbas omnis generis, ita animce nostrce... omnium ac disciplinarum sunt indita semina. Sunt anticipationes et monitiones a natura impressoe et infxae. Ea est causa cur puer evidentissime veritati statim consentit, nunquam antee visee. Esto es: A la manera que la tierra posee una virtud natural para producir todo gnero de hierbas, as nuestra alma posee las semillas de todas las artes y ciencias. Son como unas anticipaciones y advertencias impresas y grabadas en nuestra alma por la naturaleza. Esta es la razn de que el nio consienta con plena evidencia la verdad, sin haberla visto antes. ,De quin es este pasaje? Del mismo filsofo que los anteriores. Est tomado de alguna obra compuesta en distinto periodo que las dems? No: se lee en la De tradendis disciplinis, donde est la proclamacin del experimentalismo antes trascrita. Y en qu parte del libro? Inmediatamente despus del pasaje emprico que copiamos antes. Buenos andan los dos periodos dla vida filosfica del ilustre valenciano, que sealaba el seor del Perojo! Se quieren otros' pasajes del mismo sabor? All van dos: Mens humana, quee est facultas veri cognoscendi, naturalem quamdam habet cognationem atque amicitiam, cum veris illis primis et tanquam seminibus, undereliqua vera nascuntur. Estoes: El entendimiento humano, que es facultad de conocer lo verdadero, tiene estrecho parentesco y amistad con aquellas verdades semillas primeras, de donde nacen todas las dems verdades. Y prosigue diciendo: De aqu naci la opinin platnica, segn la cual recordamos y no aprendemos, y las almas de los hombres han tenido el conocimiento ae muchas y grandes cosas antes de ser sumergidas en los cuerpos. Pero realmente no tienen ms noticia que la que los ojos pueden tener de los colores, antes de verlos,
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es decir, potencia, no acto. De estas primeras verdades va deduciendo la inteligencia otras, como de las semillas crecen las plantas. Este pasaje, cuyo texto no copio, porque no es necesario, y quiero abreviar, est en el libro De instrumento probabilitatis. amismo. Vives no es discpulo, sino maestro, de Pedro Ramus, y esto debe constar ante todo. Por lo dems, abundan las pruebas. Qu atac Pedro Ramus? La dialctica de Aristteles. Pues Vives nos dice en el libro III De causis corruptarum artium, que de las partes del Organon las categoras son embrolladas, confusas incompletas; que el libro de la ermenea pertenece la gram-^ tica y no la lgica; que los Analticos primeros son tiles, agudos y doctos, pero estn llenos de cuestiones suprfluas; que los Analilicos posteriores no pertenecen la dialctica, porque tratan de la demostracin, y sta no la alcanza la lgica, y que los Tpicos son un ndice de botica, aunque tienen buenas cosas. Tras de esta diseccin que es largusima, por lo cual no la reproduzco, cierra contra Porfirio y los averroistas. Y ha de observarse que casi todos los argumentos de Vives contra el Estagirita fueron reproducidos exactamente por Ramus, aunque con menos tino (4). Ahora volvamos !a hoja: Aristotelismo. En el tratado De disciplinis que es "exactamente una continuacin del anterior, en la cual el lilsofo se propone edificar un mtodo de enseanza sobre las ruinas amontonadas en los siete libros precedentes, qu lgica recomienda? La de Aristteles, escardndola de todo lo suprfluo. Qu es Aristteles para Vives, desde el primero hasta el ltimo de sus tratados? El ms docto y perspicuo de los filsofos gentiles. Qu libro de Metafsica recomienda al que siga su mtodo? El de Aristteles. Quin, entre los infieles, se elev ms en la consideracin del fin del hombre? Aristteles, segn el autor (1) Y reproducidos tambin por el insigne filsofo escocs WiUiam Hamillon en su ensayo contra la Lgica del Dr. Watheley.
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de los libros De veritate fidei christiance. Y si quisiera trascribir ditirambos en loor de Aristteles, hay en Vives dos tres pedir de boca. No era difcil prolongar este anlisis. Quiere ver el seor del Perojo Vives, afirmando la subjetividad de las sensaciones, la manera cartesiana,^.. digo mal, la subjetividad de todo conocitiiento, y pasar ms adelante, y declarar con Protgoras que el hombrees la medida de todas las cosas? Pues en De primaphilosophia leemos: vErgo nos quce dicimus esse aut non esse, hcec aut illa, talia aut non talia, ex sententia animi nostri censimus, non ex rebus ipsis: illa! enim non sunt nobis sui mensura. sed mens nostra.Quocirca censendoe sunt nobis res non in ipsorum nota, sed nostra aestimatione et judicio. Lo cual reza as en el habla materna: Cuando decimos que una cosa es no es, que es de este modo del otro, juzgamos por el parecer de nuestro nimo, no por las cosas en s. IJ medida de las cosas para nosotros es nuestro entendimieato, no las cosas mismas. Quiere verle escptico poco menos? Pues repare el trozo en que parece dudar hasta de la posibilidad de la demostracin (1). Y as podramos continuar usque ad inpnilum, que textos hay para todo. Estas son las grandes contradicciones en que nos ha cogido el seor del Perojo, y que le han dado pi para llamarnos admiradores fciles, y calificar de entusiasmo priori el nuestro, y decir que somos poco serios y des>reciar nuestros datos, como si l los diera buenos ni maos! (2) Contradicciones que pueden apoyarse en textos expresos y que no admiten interpretacin ni doble sentido. Y no tenemos derecho para seguir afirmando que no han leido Vives los que nos piden en son de mofa cosas que con tan poco trabajo podemos presentar? Estos son los
(1) Lib. III. 2)tf causis corruparum artium. (2) Bueno ser advertir que toda su erudicin sobre este punto est tomada de un detestable articulo del Dictionnaire de sciences Philosophiqws.
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errores estupendos y los engendros sobrenaturales! Y si ahora me objeta el seor del Perojo cmo nacen de Vives cosas tan opuestas y discordantes?, no tengo ms que remitirle la pg. 333 de su aborto, en que dice ni ms ni menos lo siguiente: Kant no es un simple creador de un sistema, sino el creador de una escuela, de un perodo histrico. En l e funden las dos direcclones en que venia dividida la filosofa. De Kant... arrancan multitud de direcciones: la idealista de Fichte, Hegel y Schelling, la pesimista, la realista, la experimental y todas las que hoy llamamos neo-kantianas, positivistas, naturalistas, etc. Slo los que inician un perodo pueden producir creaciones tan aparentemente opuestas, pero que se explican y resuelven con facilidad, retrocediendo la fuente madre de sus diferentes cursos. Este prrafo viene clavado mi asunto, con poner Vives donde dice Kant, y hacer luego en los nombres de escuelas las respectivas sustituciones. Ahora retrocedamos la fuente madre para ver cmo en Vives se explican y resuelven las que parecen contradicciones. Advierto que algunas lo son me lo parecen realmente, aunque melas explico, habida consideracin al tiempo crtico en que escriba Vives, como me explico las inconsecuencias de la Razn prctica respecto de la Razn pura. Esto, aparte de las debilidades, flaquezas y vacilaciones inseparables del entendimiento humano, aun en gigantes como Platn y Aristteles. Por eso no extrao que de vez en cuando asomen la cabeza en Vives ciertas ideas que no apruebo, y que por otra parte rien con el resto del sistema. La fecundidad portentosa de aquel sembrador de sistemas las engendra: su juicio reposado y certero, como pocos en el mundo, los mata en seguida. Tiene la doctrina de Vives, como yo la entiendo, la ventaja grande, y por muy pocos alcanzada, de abrazar con lucidez igual todos casi todos los trminos de la indagacin filosfica. De aqu resulta que en ocasiones parece que da predominio un elemento, y en ocasiones otro, lo cual es fuente de contradiccin para quien est acostumbrado ver un
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solo aspecto de las cosas, y ese mal. Pero todo se explica refirindolo al principio capital del sistema. Este no es otro que la conciencia humana en toda su amplitud, lo mismo que en la moderna escuela escocesa; pero ms amplia y ubrrimamente entendido. Cmo caben dentro de este sistema las semillas innatas? Vives nos ha dado la respuesta: en potencia, no en acto, es decir, no como ideas, sino como disposicin para formarlas, como actividad del alma anterior las sensaciones. Por dnde comienza histricamente el conocimiento? Nacen dlos sentidos las dems ideas? No, sino de la actividad del alma que trabaja sobre el dato de la experiencia. Pero histrica y oca'sionalmente puede decirse que nacen de los sentidos, y por eso Vives unas veces les atribuye un orgen, otras otro, y por eso unas veces parece partidario de las ideas innatas, otras sensualista. No hay ms ideas que las que directa indirectamente se fundan sobre el dato sensible? En modo alguno. Hay en el hombre otra facultad superior y capaz de las ideas puras, capaz de la divinidad, es decir, de llegar ella. Qu facultades tiene, pues, el hombre, prescindiendo de la primitiva actividad del alma? Seis en concepto de Vives, saber: los sentidos, que perciben los objetos sensibles particulares; la fantasa, que percibe las cualidades sensibles generales; el juicio, facultad de comparacin, y la razn, facultad de las ideas puras. La conciencia humana, pues, est completa. Por qu ensalza Vives la experiencia,. sin que por eso debamos calificarle de emprico? Porque la experiencia es el instrumento propio de las ciencias naturales. El lo dice expresamente. Pero la experiencia, juicio de Vives, ha de ser guiada por.la razn, que es como el piloto en la nave. De otra suerte, la experiencia ser fortuita y el arte incierto. Quin puede decidir si las condiciones de lugar, tiempo, etc , en la experiencia han sido cumplidas, y si la experiencia es vlida? La razn, que est sobre la experiencia. Pero la experiencia cabe perfectamente en el sistema de Vives, aun-
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que no es nica como en el de Bacon, sino que est en su propio lugar y con su valor legitimo. La contradiccin aristotlico-ramista es fcil de explicar. Vives no ataca todo Aristteles; se fija principalmente en la Dialctica, y no quiere destruirla sino depurarla de lo que l juzga intil. Por CO es ramista (antes de Ramus) porque censura algunas partes del Organon; y es peripattico porque acepta otras, y en la esencia lo acepta todo, con un poco ms de procedimiento inductivo y un poco menos de deductivo. Respecto de la Fsica, juzga que no se ha detener Aristteles por el limite de la inteligencia humana; y que el gran maestro es la naturaleza observada y experimentada. Los vislumbres escplicos no son ms que excesos de criticismo rfagas pasajeras. Por lo dems, no slo de los sistemas citados, sino de algunos otros, se pueden encontrar formulados claramente los principios en sus obras. Hasta tiene ms de un pasaje tradicionalista, en que parece rebajar las facultades humanas y fundar toda enseanza en la palabra, al paso que en otros anatematiza como en profeca el escepticismo mstico de los Pascal, los Hiiet y los Donoso Cortes, afirmando con maravillosas palabras, como l sube encontrarlas siempre, el poder independencia relativa de la razn. Cmo entendia Vives esta independencia, qu lmites la puso y en qu sentido es partidario del libre examen, sbelo quien haya tomado alguna vez sus libros en la mano. Vives no exagera nada ni incurre en herejas. Era catlico piadossimo, y consideraba como juegos pueriles (pueriles lususj todas las ciencias que directa indirectalamente no sirviesen para el gran fin. Aunque contemporneo y amigo de algunos de los corifeos de la Reforma, jams se rindi sus halagos ni empa en un pice la pureza de su fe catlica y espaola. La intolerancia que l combati no es la de la Iglesia, sino la de las escuelas. Una de las razones que ms excitan sus iras contra Aristteles y Averroes es la impiedad de las consecuencias que algunos sacaban de estos autores. La tercera partes de sus
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obras son tratadlos ascticos cual ms ortodoxos. Acaudill el Renacimiento sin contagiarse con ninguna de sus exageraciones. Como catlico y como espaol, el hijo de Blanca March es una de las figuras ms simpticas de nuestro gran siglo. Qu extrao que nos refugiemos bajo su bandera! No son sus nietos legtimos los impos de nuestro tiempo, ni nadie ha dicho semejante cosa. Son lo ms descendientes de una rama ilegitima, y que en cada individuo ha ido bastardendose ms y ms y mezclndose con peor sangre. Pero esto reza con los impos de veras, no con los de la Contempornea, que son gente inofensiva y de pocas agallas. No he leido en los dias de la vida cosa ms agradable que aquel apostrofe del Sr. Perojo: Oh, Vives, ilustre pensador!... Me trae la memoria aquel de Diderot que tanto hizo reir Voltaire: Oh, Rousseau, mi bueno y respetable amigo. Veo que ciertas lindezas retricas an deben de estar en auge all por Heidelberg. Pues y aquello que le dice Vives: T que chasqueaste el ltigo, no es un primor y un asombro? Esto de dar ua chasco al pobre ltigo, no es el chasco ms gracioso que hay en todos los chascarrillos? Y luego cita en vano, como si dijramos en falso, al pobre Gassendi, en el prlogo de su obra, sin decir cul, siendo as que escribi siete tomos en folio. Pero yo lo dir por l. El pasaje en que Gassendi habla de Vives est en el proemio de las Exercitationes Paradoxicce adversus Aristotlicos. Y sabe usted cul es el temor de que dice Gassendi que le libr la lectura de Vives y de Charron? El temor los peripatticos, y lo arraigado de tal escuela. No se nos venga, pues, con temores, que los hay de muchas clases en el mundo, y no ha sido el de la Inquisicin el ms fuerte. Tan enterado est de las cosas de Charron, que le llama amigo de Vives, cuando ni siquiera fueron contemporneos, y el libro De la sagesse se imprimi cuando ya Vives pudra en el sepulcro. Pero de estas hay tantas, que
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ya es pesadez sealarlas. Hora es de cerrar esta caria. Las tres pginas en que habla de usted, usted le tocan, y usted sabr dar cuenta de ellas. Una observacin final sobre el proceso de Servet. El Catolicismo puede ser intolerante, porque es infalible y proclama esta infabilidad; el protestantismo, es decir, el libre examen, no tiene el derecho de serlo nunca, so pena de faltar su esencia misma. Y bueno es saber que el primer proceso de Servet, el de Viena del D<ilfinado, se form por intrigas y manejos de Calvino, manejos odiosos y viles, si los hubo nunca. El tribunal que all le proces no era la Inquisicin, sino un tribunal eclesistico ordinario, que, entre parntesis, slo fulmin la sentencia cuando ya el pjaro habia escapado de la jaula, y segn toda probabilidad, hacindole puente de plata sus carceleros, y hasta el Obispo, que le estimaba mucho como mdico. El suplicio de Servet (ya lo dijo Voltaire) es mil veces ms censurable que todas las hogueras de la Inquisicin espaola, porque stas no abrasaron un slo sabio. Y basta ya de perojismo. Por todo lo que el director de La Contempornea dice de m, no he de quejarme. Motivos tiene por aquella endiablada frase para estar de mal humor conmigo. Yo no le cit ni censur como filsofo, ni habia para qu, sino como uno de los infinitos que exornan y atavan con peregrinas galas nuestra pobre lengua. Lo que procedia despus de esto era enmendarse, y el Sr. del Perojo se enmienda escribiendo un artculo donde, entre otras gallardas de estilo, se halla un fuer de ser pesados, capaz de conmover en sos cimientos la Academia de la calle de Valverde. S, por experiencia propia, cuan fcilmente se deslizan en artculos de revistas y peridicos incorrecciones graves, como aquel rebajar por bajo y aquel ocuparse de, que nos espet en la de marras el seor de la Revilla, con ser catedrticfo de literatura, y escritor que, cuando quiere, habla bien el castellano. Pero no comprendo que se deslicen, ni aun en conversacin familiar, vocablos y frases con sentido absolutamente diverso del que tienen en la lengua.
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A fuer de podr significar en el castellano de Heidelberg riesgo de, pero, lo que es en nuestra tierra, significa una cosa distinta, y conforme en todo con el origen del modismo. Estas aue parecen puerilidades son cosas serias. La perversin ae la lengua indica siempre perversin y trastorno en las ideas. Por eso, apenas se puede hoy coger un libro espaol, sin que se revuelvan los hipocondrios. De esto la lengua franca de los piratas argelinos no hay ms que un paso. Cuando un pueblo liega no entenderse, y cada individuo se forja una lengua aparte, ese pueblo se le llevan infaliblemente, y todo andar, los demonios. Suplico, finalmente, al Sr. Perojo que en las invectivas que dirija contra m no incluya al Sr. Laverde, de cuyos zapatos no merezco yo desatar la correa, ni lo merecen el Sr. Perojo ni el Sr. Revilla, ni otro alguno de esa schiera infinita d'inmortali. El Sr. Laverde que, como hombre, es un ngel, sin ms defecto que la tolerancia excesiva, es, como literato y erudito, una de las glorias ms puras y acrisoladas de la Espaa de nuestros dias. Nadie le excede en amor la ciencia y en inteligente laboriosidad (harto mal recompensada por desdicha), y poqusimos se le acercan en la erudicin, que es inmensa, en el gusto finsimo y delicado, en el juicio alto, firme y maduro. Sus ideas, sus proyectos todos, llevan un sello de grandeza que asombra. Oprimidos por dolores tenaces, y heroicamente sobrellevados, que ya en vida le dan la corona del martirio, no vive ni respira sino para la ciencia patria. Hablista castizo, poeta genial y de una pureza exquisita, prosista limpio y acendrado, su nombre y sus escritos estn demasiado altos para que puedan alcanzarlos los mal certeros tiros de la insolencia racionalista. Ahora que me separan muchas leguas de mi buen amigo, y l no puede borrar este prrafo, repito, con toda la efusin de mi alma, que soy indigno de figurar su lado, ni aun en los artculos del Sr. Perojo, como no sea en concepto de aprendiz y discpulo oscuro. Adis, por ahora, amigo mi. Contine el seor del Perojo sus doctas lucubraciones; forme un martirologio de cientficos quemados por la Inquisicin, ya que (segn
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l) es larga la lista; repase un poco en el Arte de Nebrija la declinacin de efficiens, efficientis, que va por prudens, prudentis, y en el Diccionario de la Academia la definicin del modismo fuer; descubra esas obras inditas en que Vives fu escolstico entusiasta, y escriba luego contra mi ms pliegos que legajos tiene el Archivo de Simancas, si es que los suscritores de la Contempornea son de tan buena pasta que quieren, no ya leer (que fuera mucho pedir), sino contemplar artculos tan exorbitantes inverosmiles como el de La ciencia espaola bajo la Inquisicin. Y usted, amigo mi, que estar ya cansado del frrago presente, en que casi he excedido, fuer de molesto, al Sr. Perojo, no le deje de la mano, sino cumpla y ejecute en l la justicia, como de usted se espera. Suyo siempre y en todas partes.
M. MENENDEZ PELATO.
LA ANTOSIANA MARGARITA
D E 60HSZ PEBEIRA. CARTA AL SR. D. JUAN
DE LA ACADEMIA
VALERA
BSPAOI.A.
Mi docto amigo: A usted que es de los pocos y escogidos defensores del pensamiento nacional y castizo, enderezo esta carta con el declarado propsito de arrimarla buena sombra, y cubrir mis audacias (ya que hoy pasa por atrevimiento nefando toda palabra de paz y de justicia lacia la antigua Espaa) con el nombre y la amistad del escritor que hoy simboliza entre nosotros la alianza de la pyreza clsica y de la gracia espaola. Mi voz tendria poca o ninguna autoridad para que se leyeran y tomasen en alguna consideracin mis escritos. Y casi estoy tentado no firmarlos. Usted sabe cmo he sido recibido en esta repblica de las letras, de ordinario tan quieta y pacfica. Apenas dije algo en pro de la ciencia espaola, que me pareca y sigue parecindome la cosa ms clara y evidente de la tierra, no hubo piedra ni palo que no se levantase Contra m. Unos me dijeron soador; otros neo; los de '''i'is all erudito indigesto, falto de criterio y de ciencia; no falt quien supusiera caritativamente, que de los libros slo conoca, yo los tejuelos, cos via discorrendo. Todo esto y mucho ms debia de merecer yo por mis pecados: pero como quiera que semejantes calificativos no daban luz
Mi grande, que digamos, en la.cuestin debatida, claro est que no me convencieron ni por asomos. Contest, replicaron, torn contestar, respondieron tomando un ano de tiempo para la respuesta: volv la carga con un frrago escrito de prisa en una posada veneciana, y hasta la fecha han callado, quin dice que por desprecio, quin que por esperar otro ao... dos, porque esos seores gustan slo de escritos lamidos y limados. Con tales y tan perversos antecedentes, necesario era que para asomar de nuevo la cabeza ese escenario, donde basta ser espaol y cristiano viejo para ser recibido con silbidos y alharacas, buscase yo el amparo y patrocinio de un Mecenas como usted, respetado y bienquisto de todas las banderas, y m, y todos- los amantes de la cultura indgena, en grado particular, simptico. Ponjue usted ha dicho que la historia de la filosofa espaola debe escribirse: que en la filosofa del Renacimiento Espaa disputa Italia la primaca, y casi la vence con Vives, Soto, Suarez, Gmez Pereira, Foxo Morcillo, Servet, Snchez y tantos otros, sin olvidar nuestros prodi' giosos inspirados msticos (1). Usted ha tenido valor para decir esto y otras cosas ms, sin temor de desprestigiarse ni perder su envidiable fama, la faz del Ateneo y dems centros de ciencia movediza y extranjerizada. A usted tam)oco le han de tener por sospechoso de ultramontanismo os nuevos apstoles. Usted ser, pues, mi padrino en esta demanda. De tiempo atrs me he convencido que el principal obstculo para que la idea de la filosofa espaola cunda y se propague (aparte de las preocupaciones antinacionales y antireligiosas) es la rareza de nuestros libros, la lengua en que por lo general estn escritos, y la pereza y falta de resolucin que mucha gente aparta de leerlos. Usted lo dijo con su nabitual gracia ante la Academia Espaola (2). A unos les falta la paciencia del biblifilo, y no leen los (i) Prlogo los Estvdios de Laverde. (2) Vase la contestacin al discurso del Sr. Nuez de Arce.
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libros porque no los encuentran mano, 6 porque no quieren buscarlos ni gastaren ellos buena cantidad de dineros. A otros, por falta de latinidad, les estorba lo negro. Los biblifilos, que tanto podan ayudarnos, hacen coro con los enemigos de nuestra cultura, y cuando de reimprimir rarezas se trata, no salen de Celestinas y libros de jineta. Temiendo estoy que el mejor dia nos obsequien con el Libro de guisados de Ruperto de ola, obra de grande trascendencia, como que se refiere al llamado arte til; que es, no dudarlo, el que los krausistas (sales la tierra ligera) mandaban estudiar en los Institutos, en el clebre plan de estudios de 3 de Junio de 1873. ^ Por todas estas causas y otras que fuera prolijo exponer, son contados los que toman en la mano un libro espaol de filosofa, aunque por otra parte no haya gran mrito ni dificultad en tomarle. Algunos salen del paso con decir que la filosofa espaola es un mito, disimulando (como decia Moratin de los despreciadores del teatro castellano) con un desatino su ignorancia (i). Otros (y de stos soy, aunque indigno) procuran haber las manos esos libracos y estudiarlos. Desde que supe (gracias mi incomparable amigo Laverde, quien corresponde la primera honra y prez en este campo) que habia filsofos espaoles y quines eran, tuve empeo en conocerlos un poco de cerca, y con tal mira he ido y voy reuniendo una coleccioncita de libros filosficos espaoles, donde no faltan algunas rarezas, y extractando, y copiando casi, en las bibliotecas pblicas, los que ni poseo ni tengo apenas esperanza de poseer nunca. Uno de estos es, por mi desdicha, la Antoniana Margarita, de la cual pudiera decir, " parodiando otro propsito unas palabras de Escalgero, C[ue en ms estimara poseer un ejemplar que ser rey de Celtiberia. Pero aunque no la tengo (auiera Dios que algn dia se me muestre de buen talante el numen que preside las empresas bibliomnicas!) la he leido entera dos veces, nuy (i) Prlogo los Ordenes del teatro.
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despacio, y con la pluma en la mano, y tengo de ella extractos bastante copiosos, en los cuales ir fundado este anlisis, que no ser (Dios mediante) el ltimo que yo haga de libros de filsofos espaoles. Discurramos, pues, familiarmente y sin aparato cientfico acerca de Gmez Pereira, y reciba usted este trabajo como leve muestra de mi gratitud y amistad, ya que (como decia Catulo): Tu solebas meas esse aliquid putare nugas. Del autor se sabe poco, casi nada. Los dos diligentes historiadores de nuestra Medicina no han aadido cosa alguna lo que de su libro resulta. Su nombre y su patria andan en controversias. Llmanie casi todos los que de l escriben, Antonio: algunos extranjeros mal informados y de poca autoridad, y su frente el abate Ladvocat, compendiador de Moren', le apellidan Jorge (i). La verdad es que su nombre no fu Antonio ni Jorge, sino Gmez, y su apellido Pereira; de la misma manera que se llam Gomes Arias aquel mal caballero cuyas fechoras pusieron en las tablas Luis Vlez de Guevara y Caldern, y conocemos por Gomes Manrique al autor del Regimiento de principes: no siendo en ninguno de estos casos patronmico el Gomes, como no lo es en el caso de Pereira. As lo indica la misma forma de latinizacin de su nombre; (JOmetius Pereira. Nicols Antonio debi de pensar como yo en esta parte, y por eso coloc nuestrofilsofoen la letra G de su Diccionario, y no en la lista de los autores nomi-' nis ignoti. Lo que se ignora de todo punto es su patria. El apellido Pereira ha inducido muchos suponerle gallego portugus: el jesuita Ulloa, en un pasaje que citar adelante, le llam resueltamente, y en latin bastante macarrnico, gallegus; pero la verdad es que en sus libros, ni Galicia ni Portugal alude una sola vez, que yo sepa. Lo (1) El Jor^fg debe de proceder de que alguno vio escrito G. "*' r*ira, y ley Oeorgiut en vez de Cfometius.
317 que de l consta es que vivi y escribi en Medina del Campo, donde quiz habria nacido, aunque sus padres abuelos procediesen de otra regin de Espaa. Si es verdad, como ha dicho Florentino (1) que u?i filsofo es ciudadano del pueblo donde piensa y escribe, como un guerrero toma nombre y patria de la bandera bajo la cual combate, la gloria de Gmez Pereira pertenece sin duda Medina, que por tal hijo ser famosa entre las villas castellanas, ms que por los recuerdos de su antigua prcspeperidad y de sus riqusimas ferias. El padre de Gmez se llam Antonio, su madre Margarita: nombres que l mismo dej registrados con piedad filial en el titulo de su obra maestra, y aun interrumpe en Una ocasin el hilo de sus razonamientos pera rogar cristianamente sus lectores que encomienden Dios el alma de sus padres. Estudi, presumo que en .Salamanca, filosofa y medicina, inclinndose de preferencia, segn discurro, el sistema de los nominalistas, que l trasform en sensualismo la moderna. Los Nominales habian penetrado fines del siglo XV, no sin oposicin, en Salamanca, donde fu su primer corifeo Alfonso de Crdoba. Sus discpulos llegaron tener igual nmero de ctedras que los reales realistas (2). All se explicaron las doctrinas de Gregorio de Himini, las de Durando y quiz las de Ockam, aunque por traer este nombre cierto sabor de heterodoxia no son tanto como los otros dos. Gmez Pereira los cita todos, y es visible la influencia que en su nimo y enseanzas (1) Piero Pomponazti. Studi Storici. Firenze, 1868. (2) Extendise por todas parles la fama de los filsofos y lelo8os nominales que en la Universidad de Pars florecan, y porque al estudio de Sidamanca no le fallase nada de lo que en otros habia, enviaron ciertos hombres doctos Pars para que con grandes salados trajesen los ms principales y lamosos hombres que de los Nominales hallasen, y as trajtron personas de mucho nombre para leer teologa nominal, de que entonces se hizo una ctedra, en que se 'e'a Gregorio de Arimino y ahora Durando, y para cuatro cursos Qe lgica y llosofia, dos por la orden de los nominales y dos de los i'eales por el modo y forma que en la Universidad de Pars se leian. tPedro Chacn, Historia de la Universidad de Salamanca.)
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ejercieron, pesar de la independencia de su carcter y de su marcada tendencia la paradoja. Adems de los autores nominalistas, estudi Santo Toms y sus principales expositores; ley todas las parfrasis y comentarios averroistas, entonces tan en boga en la escuela de Pdua; y aun penetr en la filosofa de los Padres de la Iglesia latina, naciendo mucho caudal de las doctrinas de San Agustin. Su libro muestra erudicin copiosa, aunque no_ rara en los filsofos de su siglo. Su ciencia mdica rayaba muy alto, segn parece por el libro De las fiebres. G. Pereira, sin ser en su latin rudo ni brbaro, tampoco puede ser calificado de humanista. No habia hecho con preferencia una educacin literaria como Vives, Seplveda, Gouvea, Cardillo, Foxo, Nuez y tantos otros pensadores sexcentistas. Habase educado entre los gritos de la escuela: all aguz su ingenio sutilsimo con la disputa, y de all tom el arte de separar, distinguir y subdividir hasta lo infinito, robando la escolstica sus proias armas para combatirla con ellas, y enriqueciendo a nueva filosofa con los despojos de Egipto. Luce, sin embargo, cualidades de escritor en la Antoniana, despecho de la prolijidad y falta de artsticas proporciones de tal libro, cortado la continua por interminables digresiones y controversias que apartan de la vista y de la memoria del leyente el principal asunto. Pero G. Pereira no se pierde nunca; cuando ms distrado pareca, vuelve tomar el hilo, y prosigue eslabonando consideraciones. Lstima que estas externas cualidades de la obra hagan un tanto fatigosa su lectura! El latin no es mejor ni peor que el de los buenos escolsticos de entonces, Domi ngo de Soto, vg. Pero el autor no se diriga los humanistas, sino los mdicos, filsofos y telogos: as lo anuncia desde la portada. A falta de otras noticias acerca del carcter ingenio de G. Pereira, de sus libros se deduce que era buen cristiano y buen hijo, pero en lo dems hombre arrojado, impaciente de todo yugo, rebelde toda autoridad no fundada en razn, amigo de ir contra la corriente, y de
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sacar luz paradojas extraas que asombraran los nacidos; y al mismo tiempo observador sagaz, dialctico agudsimo, hombre, en suma, de poderosas y no mal dirigidas facultades intelectuales. Mdico se titulaba de Medina del Campo, cuando en 1554 y 58 divulg en aquella villa los dos volmenes, hoy rarsimos, que debe toda su fama. Titlase el primero, cuyo rtulo copiar exactamente para satisfaccin de los biblifilos: (Anoniana Margarita, opus nempe Physicis, Medicis et Theologis non minus utile quam necessarium. Per Gometium Pereiram, medicum Metimnce- Duelli, quce Hispanorum lingua Medina del Campo appeUatur, nunc primum in lucem editum. Anuo MDLIV, decima quarta die Memis Augusti (1). Tiene 6 hojas no foliadas de preliminares, 832 colunnas y 10 hojas ms sin foliar, con las erratas ndices. Al.fin dice: .Metymnce Campi ecocussum est hoc opus ex officina Chalcographica Guilielmi de Millis ?554. Esta primera edicin es el colmo de la rareza. He tenido la vista dos ejemplares de ella, perteneciente el Uno la Biblioteca de la Academia de Ciencias de Lisboa, Y el otro la Nacional de Bruselas, que lo adquiri con IOS dems libros del biblifilo gantes Van-Hulthem, amigo y discpulo de mi paisano La Serna Santander. La segunda edicin de la Antoniana se hizo en Francfort (si hemos de creer N. Antonio) medio siglo despus ^ue la primera, en \&\0. Pero yo jams la he visto, ni encuentro otra noticia de ella. La tercera es de Madrid, 1749, por Antonio Marin. La portada es idntica la de la edicin antigua, excepto en el final. Ex integro correcta in hac secunda editione. Tomus (i) Tiene esta portada en Ja parte supeviov las ardas del Cardelal Siliceo, con el lema Eximnnt tangentia ignem.
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Primus. Cum licentia. Matriti, Ex Typographia Antonii Marn, anno MDCCXLIX. Tiene 355 pginas, y se titula tomo primero, porque hace de segundo el oti'o tratado de Gmez Pereira, impreso por primera vez en 1558, y encabezado asi: (Novae Veraeque Medicinae experimentis et evidentibus ralionibus comprobatae per Gometium Pereiram Medicum, etc. (lo dems igual que en el frontis de ia Antoniana.) De este libro no s que haya otra reimpresin que h'de Marin, que hace juego con- la Antoniana. nNunc secundum in lucem edita: quae in hoc volumine tractantur elenchusversae paginae docebit. Tomm Secundus. Cum licentia. Matriti: Ex Typographia Antonii Marn, anno MDCCXLIX, 432 pginas. Con aprobaciones que para esta reimpresin dieron los PP. Aravaca y Gallo. Este segundo libro tiene mucho inters mdico, per' poco ninguno fdosfico. Su objeto es combatir la.doctrina de Galeno acerca de las fiebres, porque juicio de Pereira (hombre en todo de singulares opiniones y nullius addictus jurare in verba magislrij elmdico de Prgamo ignor las causas, esencia y especies de la fiebre, y con su ignorancia caus irremediables daos las sucesivas generaciones, que le tuvieron por luz y espejo de la Medicina. Pero dejando este punto para que los inteligentes le discutan, y sentencien si en los descubrimientos del teraputico de Medina, y en los de Doa Oliva Sabuco de Nntes, que levant asimismo bandera contra Galeno, hay (como parece) ideas, al par que atrevidas y originales, tiles 7 basadas en larga experiencia, cerremos nosotros esta parte bibliogrfica, haciendo constar la inusitada escasez de la ltima edicin de la Antoniana y de la Vera, Medicina. Dada su fecha, relativamente moderna, deba de abundar, y sin embargo, es casi tan peregrina cotnp las dos anteriores. He visto un ejemplar ele ella en la Biblioteca de la referida Academia de Ciencias, y s q'je
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existen otros en la del Colegio de San Carlos de Madrid, y en las Universidades de Oviedo y Salamanca (1). A la vuelta de la primera hoja de la Antoniana hay un Elenchus resumen de las materias de la obra, especie de hilo de Ariadna, muy til para no perderse en aquel laberinto de cuestiones incidentales. La dedicatoria es Nuestro Seor Jesucristo, y ni aun all pudo contener el autor su ndole satrica y desenfadada. Una de las razones tjue aduce para dar tan santa nuncupacion su libro es la siguiente: Muchas veces tropiezo con libros de antiguos escritores, conservados y tenidos en no poca estima, aunque su utilidad sea ningun'a y su leccin nada tenga de deleitosa. Lo cual atribuyo la piedad de sus autores, por cuyos mritos concediles Dios que sus obras Jurasen largas edades, al paso que se perdieron las de autore.s doctos pero impos. En pos de esta dedicatoria viene una carta al cardenal arzobispo de Toledo D. Juan 3Iartinez Guijarro, alias Silceo, quien se muestra muy agradecido, no sin indicarle que fu su intencin primera ofrecerle la obra, pero que luego lo pens mejor y la enderez al Rey de los reyes y Seor de los seores. Una breve advertencia informa los lectores de la Tazn del titulo de la obra, que no se llama Paradojas, para que no parezca el rtulo soberbio: y otro prlogo, algo ms extenso, muestra el fin y propsito del autor en la composicin del tratado. Su profesin de fefilosficano puede ser ms explcita: Sabed (dice) que slo el celo de la verdad me mueve divulgar esta obra y muchas otras (queriendo Dios), unas especulativas, otras de medicina prctica, tan tiles como nuevas y singulares. Comenc dudar de machas opiniones que mdicos y filsofos tenian por indubitables y seguras: problas en la piedra de toque "6 la experiencia, y resultaron falsas: al paso que mis doctrinas, confirmadas primero por la razn y luego por el () Tambin la Biblioteca Nacional de Pars posee las dos ediciones de la Antoniana, segn me avisa Morel-Felio.
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txito, ms y ms se arraigaron en mi nimo (1). Y entonces deliber dar la estampa estas primicias de mi labor, para que difundidas por toda Europa (si no me engaa el amor propio), sean como nuncios de la verdad que sustento. Hablar de cosas que nadie ha dicho ni escrito antes que yo. En no tratndose de cosas de religin, no me rendir al parecer y sentencia de ningn filsofo, si no est fundado en razn. En lo que atae la especu))!acion y no la fe, debemos despreciar toda autoridad. La razn sola es la que puede inclinar el entendimiento una parte otra (2). Como ve usted, G. Pereira" es racionalista en el buen sentido de la palabra, y no lomada in malam partem s e gn ahora hacemos: es pensador independiente y ciudadano libre de la repblica de las letras, al modo de muchos otros filsofos nuestros. Dice como Vives, de quien en lnea recta desciende: Tantum mihi habeatur fidei quantum ratio mea evicerit... Ideoque rationes atiuli petitas ea> natura, non divim's oraculis, ne ex philosophia in Theologiam transirem (3). Tambin Vives juzgaba cosa mala y daosa auctoritate sola acqitiescere et fide semper aliena accipere omnia, y repeta con Sneca: Patei mnibus veritas, nondum est occupata. Multum ex illa etiam futuris relictum est. No quiero (dice en otra parte) que se me compare coo los antiguos, sino que se pesen sus razones y las mias... (i) Quam in re medica exeqwm adeo prosperi et ad votum gva ratus f'mram contingebant, ut dein plus eventibus riostra opinio robororaretur qu&m prioriius raionibus esset fulla. Q,ubfirmiorindecretis propriis ef/ectus, etc., ele. (2) Avdebo in his disserere qum nnllus ante nos nec scriptis ntc verbis protulit... Prim vos moneo me nullius qvantumvis grav%> author sententiam recepturum, dum de religione non agitur, sea tantum rationibus innixurnm... Inrebus guee speculatiuni et non fidft attinent, authoritalem quamlibet contemnenmm... Rationes entiH tuntquibus intelleelus potius in unam quam in aliam partem labatvf ducitwque. (3) PrcBfatio los libros De disciplnis. Poseo cuatro ediciones; la de Lyon, 1551; la de Basilea, 4555; la de [,eydn, 1636, y la de aples, 4764: prueba evidenie de lo conocida y estimada que fu siempre y en todas parles la doctrina delfilsofovalenciano.
3S3 ni deseo ser autor fautor de ninguna secta; ni quiero que nadie jure en n)is palabras sistemticamente me siga. Si encontris algo de verdad en mis escritos, seguidlo y defendadlo, no por ser mi, sino por ser verdadero. No rompis lanzas en mi defensa.,, sed discpulos y secuaces de la verdad donde quiera que la encontris (-1). Cmo habia de sospechar Vives que precisamente por su independencia y manifiesto propsito de filosofar con libertad, nabian de negarle algunos la cualidad de filsofo, fundados en que no form escuela! Efugio pobre y miserable todas luces. Pues qu, no fund la mejor y ms amplia escuela, la del pensamiento libre? Qu otra cosa es lo que yo he llamado y sigo llamando vinismo? Como Vives y Gmez Pereira pensaba el Brcense, cuando pronunci aquellas memorables palabras registradas en su proceso: que en cuanto las cosas que son artculo de fe, l siempre tena captivdo el entendimiento la obediencia dela fe, pero que en las otras cosas que no lo eran, no queria captivar su entendimiento, sino interpretar conforme lo que ha estudiado, y que lo mismo haca con Ios autores antiguos, porque Platn y Aristteles, si no es que le convenciesen con razn, no queria creerlos, y as tena escrito contra ellos; y que cuando comenz estudiar Smulas, las tres Cuatro lecciones dijo: juro * Dios y esta cruz, de no creeros palabra que rae di*gais... y que as tena por malo creer los maestros, *porque para que uno sepa, es necesario no creerles sino "ver lo que dicen, como Euclides y otros maestros de matemticas, que no piden que los crean, sino que con la razn y evidencia entiendan loque dicen (2). (1) eque vero ipse me (Bqua antiquis illis postulo, sed rationes '"^m comparan cummeis... NoUm quemquam se miM addicere, nec ovCor nungmn secta nec suasor ero, etiam si in mea verba jurandum **. Si quid noiis, amici, recte videdor admonere, tuemini illud quia '*>, non guia meum. Nam pro me diglaiiari nec proderit mihi el ".oerit vodis... veritaCis sectatores, ubicumque eam esse putabitit, ab ^^"f State. (Prefacio citado.) _ (2) Coleccin de documentos inditos, tomo 2." Proceso del Brcense.
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En lo cual, si bien se mira, no haca Francisco Snchez ms que glosar lo que habia dicho en el tratado. De los errores de Porfirio (i) al combatir la mxima Oportet addiscentem credere: .Mihi cert divinitus arbilror contigisse, ut per totum triennium quo Philosophicis studiis mpenditur opera, niagislris meis nunquam aliquid assentircm.v Y en la obra admirable donde formul por rimera vez, con aplicacin la lengua latina, las leyes e la filosofa del lenguaje, no se hart de encarecer el dao que resultaba de no investigar las causas y las razones, y contentarse con ver por ajenos ojos y oir por ajenos oidos(2). Muchas cosas se ocultaron Platn, que luego descubri Aristteles: muchas ignor ste, que fueron sdespues sabidas, porque la verdad est oculta, pero nada hay ms precioso que la verdad. No do otra manera pensaba Sebastian Fox Morzillo, cuando al frente de su ureo libro De naturce philosophia seu de Platonis et Aristotelis consensione, escriba: l^l mtodo que siempre me propijse en mis estudios y escritosfilosficosfu no seguir por sistema ningn maestro, sino abrazar y defender lo que me parecia ms probable, ya viniese de Platn, ya de Aristteles, ya de cualquier otro. No dudo que esta manera de filosofar desagradar a hombres divididos en varias sectas y pertinacsimos en defenderlas; pero juzgo que el amor ele la verdad debe anteponerse toda autoridad humana. Yo slo doy fe los testimonios divinos, y los de la Iglesia catlica, y los acato y defiendo en todo como infalibles y eternos orculos(3). fEam enim semper rationem inire in studiis tnets vel scriptis decrevi, ut nullius iwerba auctoris jurare velim, sed quce mihi magis proba^lia videantur, ea fna-
(1) Tom 4." de sus obras, ed. de Ginebra, pg. 453, , {% Itaque nisi te totum inguisitioni tradideris, nisi artis t*f guam tractat, causas rationesgue prob/ueris ^erscrutatvs, crede ^ alien oculis videre, aliengue auribus audtre. (Minerva, pg- ' ed. de Ginebra, 1789.) ^ (3) Sebast. Foxii MorzilU, Hispalensis, De natura P^^^'"Si.\i He cotejado dos ediciones do este libro; la una de Lovaina, iooi; otra de Pars, 4560.
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(cime complectar, sive ab Aristotele, sive Platone, sive quovis alio dicatur: quce vero niinus probabilia, rejiciam. Hoc san philosophandi genus quamvis multis qui ut varias sectas adamarunt, ita pugnacissiin tue?itur, displicere, adeoque in varias reprehensiones incurrere me posse non dubito, lamen... anteponendum est studium veritatis opinioni de alterius auctoritate temer sumptce. Nos tantum divinis et Eclesice catholicoe testimoniis fidem adhibemus, eaque tanquam certa et stabilia oracula amplectimur et tuemur.) Ea el tratado de Studii philosophici ratione [\) seala Fox como una de las principales fuentes de error el jurare in verba magistri, y adherirse un sistema. Y tan all lleva elfilsofohispalense este principio, pesar de sus tendencias platnico-aristotlicas, que en el tratado De demonstratione ejusque necessitate ac vi (2) anuncia que prescindir de todo loque hall escrito, guindose slo por sus propias observaciones, basadas muchas de ellas en el estudio de las matemticas. Esta tendencia crtica se extrema en manos del Hipcrates complutense, Francisco Valles, que juzg necesario, para no caer en error, dudar de todo, hasta de lo ms probable (3). (iNecesse est ut in rationum invesligatione... etiam de his quce sibi videntur probabilissima, nisi se ipsos velint fallere (homines) dubitent, pesar de lo cual. Valles no es del todo escptico, dado que admite las verdades per se notas con todas sus consecuencias, siempre (^ue tengan aquella evidencia matemtica que el Brcense pedia. En cuanto al conocimiento de las cosas sensibles, no pasa de opinin ms menos probable, y ni nay ni puede haber verdadera ciencia fsica (4). De tales doctrinas al escepticismo puro y neto no ha(1) Ed. de Leyden, 1621. (2j Ed. de Bisilea, por Juan Oporino, 155B. (3) PhilosopAia Sacra: de iis quce scripta snnt physice in librit *acr, cap. 64 (Ed. de Turin, 1587). (i) Materialium vero notitia cum pertineat ad sensum, nonpotest *ltra opinionem proceder. (Pg. 478 de la Sacra Phosophia.)
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bia gran distancia, y de cierto la anduvo el mdico portugus Francisco Snchez, cuyo agudo ingenioso libro'Z?e multum nobili, prima et universali scientia quod nihil scitur (1), conoce usted sobradamente. Pero justo ser advertir que la ciencia que Snchez principalmente ataca es la de su tiempo, no la ciencia en general, sobre cuyo mtodo ofrece escribir un tratado : Interim nos ad res eaoaminandas accingentes, an aliquid scitur et quomodo, libello alio prceponemus, quo methodum sciendi, quantum fragilitas humana patietur, exponemus, Pero como este libro falta, y slo queda el de las dudas y objeciones, de aqu que el nombre de Snchez aparezca en primera lnea entre los escpticos. Con audacia no menor, aunque con tendencias empricas en vez de escpticas, mostraron igual desprecio la tradicin Doa Oliva Sabuco de Nantes en su Nueva filosofia de la naturaleza del hombre, y Juan Huarte de San Juan en su conocido Examen de ingenios. A juicio de la doctora de Alcaraz, los antiguos se habian dejado intacta la filosofa que ella daba luz, con ser la verdadera, mejor y de ms fruto para el hombre. Y el que no la entendiere ni comprendiere (dice en otra parte) djela para los otros y para los venideros, crea la experiencia y no ella (2). La experiencia es para Huarte, lo mismo que para Doa Oliva, la piedra de toque de todo conocimiento. Estas citas, las cuales fcilmente pudieran aadirse muchas, asi de aristotlicos clsicos como de ramistas, escpticos, etc., bastan", segn entiendo, para establecer cierta manera de conformidad en cuanto independencia filosfica entre nuestros pensadores no escolsticos del si-
(1) Este libro se imprimi por vez primera en 1577. La edicin que yo tengo es de Francfort, QiH, sumptibus Joannis Berneri Bibliopolae. Est adems incluido en la coleccin completa de las ob^s de Snchez. Francisci Snchez Opera Medica. Hisjuneti sunt troca tus quidam Philosophiee. Tolosa Tectosagum, 1636, 4. (2) Prlogo al lector.Carta dedicatoria Felipe II, en la NW>^ /tfoo/Za, ediciones del Dr. Marlin Martnez y de D. Ildefonso aitinez.
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glo XVI. El influjo de Vives es, en mi juicio, la causa primera de esta direccin. Por lo dems, cada autor, segn las particulares aficiones de su espritu, escogi diverso criterio de verdad, inclinndose unos la experiencia, otros la razn como facultad de las ideas puras, algunos al sentido comn, y otros la evidencia matemtica. Pero todos convinieron en ser ciudadanos libres de la repblica de las letras. As se mostr en los fines de aquel siglo y principios del siguiente, Pedro de Valencia, al exponer y analizar con vislumbres escpticas las doctrinas de los antiguos sobre el juicio de la verdad [De judicio erga verum) en el precioso opsculo que intitul Acadmica (1). As, en tiempo de Felipe IV, el P. Poza en su leccin de plactis philosophorum. As el jesuta logrones Rodrigo de Arriga, que con ser escolstico no dud en contradecir Santo Toms y Suarez. As, en 1673, Isaac Cardoso, que en su egregia Philosophia Libera se propuso no admitir las opiniones como demostraciones dogmas. Ita mentem disponemus ut eque alicui sectce addicti aut sapientiam primoribus alligati, illius tanlunmodo placita, aliis despectis, amplectamur, neo opiniones tanquam fides aut demostraliones recipiendce (2). As el obispo Caramuel, que en su Melalgica exclama: No soy enemigo de los peripatticos, aunque tampoco sea ni quiera ser llamado peripattico: busco la verdad sola; slo la verdad amo (3). Lo mismo Camaruel que Cardoso, pertenecen los ltimos aos del siglo XVII; dos pasos de ellos estn los
() Acadmica. Antuerpiee, ex ofjidna Plantiniana, apud vidiMim tt Joannen Morttum, 1596. (Hay dos reimpresiones, ia de Cerda en sus Clarorum Hitpanorwm Oputcula, y la incluida en el tomo 12." de las obras de Cicern, impresas en Madrid, 1797.) (2) Prohemio de la Philosophia Libera. Ya volver hablar de este libro. (3) Non 0^0 peripateticorwm hostem, tametsi nec esse nec dici v ^vi,peripatehcus, unicam veritaem qucero: veracitatem amo. (Cita y aducida por nuestro amigo Laverde. Es del lib. IV, disp. VUI de la Hetalgica.)
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PP. Tosca y Feijo. Dudar alguno de la persistencia del espritu vivista en nuestra cultura? Si mayor prueba- se necesitara, bastara recorrer las inestimables pginas dla Philosophia Libera, donde hormiguean las citas de nuestros pensadores, desde Vives en adelante. Harto me he detenido en esta digresin, enderezada probar que la tendencia crtica de Gmez Pereira es slo nna fase del espritu general de nuestra ciencia libre en los dos siglos XVI y XVII, aunque menoscabada en el segundo. Ahora conviene entrar en el examen de la An/OMana, tjue por no ser un tratado meldico de psicologa, de. fsica ni de metafsica, sino un libro de controversia, una serie de paradojas, presenta las cuestiones en orden poco riguroso y sistemtico. Como la exposicin que voy hacer es puramente analtica, no hay inconveniente en tratarlas por el orden en que l las trae. Lo que me propongo no es reconstruir el sistema, sino dar conocer la obra. I.Automatismo de las bestias.Acepto esta expresin como admitida por el uso, aunque no es del todo exacta ni corresponde la verdadera tesis de G. Pereira. Por lo dems, si hace algunos aos podia juzgarse vano ejercicio escolstico y pura sofistera la cuestin del alma de los brutos, nadie ha de parecerle tal, boy que anda en boga esa nueva ciencia apellidada con escasa propiedad psicologa comparativa. Cuestin de psicologa comparativa es la que discute el mdico castellano, y justo ser oir los fundamentos de su primera paradoja, la cual est formulada en estos trminos: Bruta sensii carere (los brutos no sienten). Nada ms opuesto la psicologa peripattica que, concediendo al bruto alma sensitiva, slo le negaba la racional. Y no faltaban filsofos y aun telogos que admitiesen en los brutos cierta manera de raciocinio, negndoles slo el conocimiento de lo universal (1). En cuanto al valor de la (i) ferum cum sciam non defuisse ex Teologorwn numero aligi asseveranles eliam ratiocinari aciqua bruta, inde que inferant no hoc solum homines a brulis distingu, sed alio quodam proprio mo pura coffnitione unitersalis {Ant. Marg.) Cito siempre por la primera edicin.
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palabra ratio, casi todos decan con Pereira que es Vis animi distinguendi ac connectendi (la facultad de distincin y relacin). La doctrina del alnna de los brutos pasaba por axioma tan cierto como ste: el todo es mayor que una de sus partes. Algunos suponian del todo idnticos los juicios del bruto y los del hombre, afirmando que si hablara el primero, llamaria, como nosotros, lbum al color blanco, y (uadratum la figura cuadrada. E! primero y ms fuerte de los argumentos de G. Pereira es sle: Si el animal siente, tiene forzosamente que juzgar; si juzga, raciocina; si raciocina, forma proposiciones universales: luego no habr distincin esencial entre l y el hombre; consecuencia inadmisible y absurda. La conclusin es peregrina, y se funda en las premisas siguientes: Si los brutos ejerciesen los actos de los sentidos exteriores como el hombre, al ver un perro un caballo su dueo, concebira lo mismo que un hombre cuando ve su seor, y afirmara mentalmente que aqul era su dueo... Y si no queris confesar esto, ni conceder tanto los brutos, no negareis, lo menos, que el bruto forma proposiciones mentales, lo cual no puede hacerse sin alguna facultad interior estimativa cogitativa. El bruto distingue al amigo del enemigo; luego hay que concederle !a distincin, prcecipuum. rationis opus. Pensarn algunos destruir esta razn, diciendo que no todos los que conocen afirman la existencia de un objeto, puesto que en el conocimiento de simple aprehensionnose afirma ni niega nada. Vov simple aprensin pueden conocer los brutos l?s cosas sensibles sin afirmar si son, no, cules son. La cuestin toma aqu nuevo giro, y G. Pereira impugna de esta manera el primer modo de conocimiento imaginado por los peripatticos: Si la sensacin y el conocimiento de la cosa que se desea antecede forzosamente al movimiento prosecutivo hacia la cosa misma, necesario es que la nocin de la cosa
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apetecida sea distinta, con afirmacin de lo que es y donde est fquod est aut ubi estj. Fuera absurdo imaginar ue el bruto se mueve hacia un fin ignorando cul es y onde se halla. No niego que se d algn conocimiento sin afirmacin de existencia como el de la quimera, pero tengo por imposible huir de una cosa cuando se ignora hasta su existencia. El que afirma que los brutos conocen sus amigos enemigos, ha de confesar que forman juicios proposiciones mentales (1). Si el cordero conoce al lobo presente, ser porque forma esta proposicin mental: el que est presente es el lobo. Afirmacin particular que slo puede fundarse en el conocimiento universal del lobo y todo lobo, como dirian los modernos sofistas. El cordero, por tanto, deduce la conclusin de las premisas. En nada favorece los adversarios la distincin de los dos modos de conocimiento hecha por Aristteles. No basta la simple aprensin sin juicio para buscar huir dela cosa apetecida. Tambin hemos de conceder las bestias la segunda operacin del entendimiento, la facultad de componer y dividir, porque nadie puede afirmar: esto debo hacer, sin haber aseverado antes: esto es lo que es, estableciendo una relacin entre dos juicios.) Y los que recurren al instinto, les responde: O el instinto es una facultad y propiedad natural, es algo diverso. Si lo primero, para qu introducir una facultad distinta de la razn? Si lo segundo, .fer bien que los adversarios expliquen lo que es eLinstinto, porque yo no veo medio entre la propiedad que nos mueve hacia nos aparta deuna cosa, y la facultad de sentir y juzgar,
(i) Si sensus et cognitio m quee diligitur et quam consequi ewp ravis, aniecedi motum prosequtivum, necesario non tanvm sensus plieiter aprehendens anteceder debet hunc motum, sed cognitio fineta ret prosequendm cum assertione quod est aut ubi est, aliter e cpete intellectus nonpotest brutum sic aliguid cognoscere, ut nes an sil vel non sit, eque ubi sit. Quippe non negamus aliquid cogn ei posse absque assertione... %t de chimcBra... sed impossibile re mus/i^i quod esse ignoramus.
33i que busca la til y huye de lo daoso (1). El instinto era (como las especies inteligibles, la materia prima, etc.) uno de los fantasmas de la filosofa escolstica que, daban ms pesadilla G. Pereira. De las obras admirables de los animales, de sus costumbres referidas por Aristteles y Plinio, saca el autor de la Margarita la consecuencia de que son mquinas prodigiosamente organizadas, so pena de concederles las mismas facultades que al hombre, si no mayores. Y razonando siempre por reduccin al absurdo, afirma que pensarn en la inmortalidad del alma y temern los castigos de la otra vida (2), puesto que hacen todo lo posible por conservar sta, defendindose de la inclemencia de las estaciones y de todo linaje de peligros. Argumento este de bien poca fuerza, porque basta el amor la conservacin natural para explicar tales actos. Tendrn asimismo los brutos el don de pronosticar los fenmenos naturales, como lo advertimos en los alciones cuando se acerca la tormenta, segn aquello de nuestro poeta: Ni baten las alas ya los alciones. Ni tentan jugando de se rociar, Los cuales amansan la furia del mar Con sus cantares y lnguidos sones. <,No indica maravilloso discurso apenas por el hombre 'gualado la industria de las abejas y e" buen orden y regimiento de su repblica? et sic de cceteris, porque G. Pereira prosigue acumulando ejemplos. Si los brutos sienten como nosotros y juzgan, componen y distinguen, sacarn de las premisas la conclusin, y conocern, por tanto, los universales. Si huyen del fuego,
. (1) Si quid aliud, cwn instinctvm natwalem dicwn, intelligunt, *d eipUcent, nam mdium nullum iner proprietatem qua irahitnr aut ^gaur guidpiam, et vim sentiendi et eastimatidi qua proseqnitwr *tile etfugatwr inutile, percipi ^otet. (2) Si concedatur quod periti aique indocti phitosophorwn opinati *vnt, contenire in sentiendo homine ac brutos, tpsa etiam de sede an ^"torum suorumpost obitum curam habitv/ra.
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es porque conocen la proposicin universal: Omnis ignis est calidus (i), la cual han inducido de muchas proposiciones singulares. Dnde queda la diferencia especfica del hombre? Por qu le llamamos animal racionaf Sigese otro inconveniente mayor: las almas de los brutos tendrn que ser indivisibles como el alma humana, porque una sustancia divisible no puede engrendrar el pensamiento. Lo que conociese la parte anterior, no sera percibio por la posterior y vice-versa. La distincin fuera imposible. Mas, por experiencia, vese claro que el bruto distingue y conoce la cantidad (2). Concedida la sensibilidad, hay que conceder los brutos la conciencia. Conocern que ven, conocern que oyen; podrn juzgar de su propios actos y distinguir los accidentes de la sustancia. Dejemos un lado otros argumentos de menor fuerza, y vamos la extraa solucin que G. Pereira da al problema. Los brutos (segn l) se determinan obrar y moverse mediante ciertas cualidades trasmitidas por los objetos extrnsecos los rganos de los sentidos, por los accidentes que producen en la economa animal los fantasmas encerrados en el rgano de la memoria (in loco memorativo). G. Pereira cree en las cualidades ocultas, y por ellas explica el movimiento de los graves, la reflexin de la luz, etc. (Est enim talis naturce ordo quid quanto a magis ciato loco grave descendit, ac cum majore mpetu cadit, tanto in altiorem partem resilit J De aqu procede tambin, y no de la sensacin, el movimiento de los brutos. Conviene saber que los brutos se mueven:
(1) Eliciunt enim ex mnibus singulabut universalem propotitionem. (2) Illiits cognitionis dimidia pars certa part coanitivce inhereret, et altera dimidia alteri... Eapars facultatis cognitricis bniti ^f a//lcitur sensatione anterioris parts non potesi cognoscere poster rem, eque gua cognoscit posteriorem vatebit percipere aneriore Brgo nulla pars bruti poteri distinguere nter utrague.
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\.' Por las cosas presentes que mandan su imagen algo equivalente los rganos que impropiamente decimos sentidos. Por eso huye el animal cuando alguno le amenaza, y se arroja sobre el alimento cuando le ve cerca 2. Por los fantasmas de las mismas cosas que, presentes, fueron causa de movimiento en otra ocasin. As buscan los perros su dueo ausente, etc. 3." Por hbito y enseanza. 4. Por causas ocultas, que es lo que llaman instinto natural. Slo as pueden explicarse ciertas operaciones de las hormigas y de las abejas. No valia la pena de haber destruido con hbil dialctica el sistema antiguo, para levantar despus tan frgil edificio. Estas soluciones son una pura contradiccin- admite el instinto algo parecido !, despus de haberle negado: supone al bruto capaz de enseanza, cuando antes ni aun le concedia sensibilidad, y vuelve los fantasmas y las cualidades ocultas de la escuela, faltndole- paco para decir que el fuego quema perqu tiene virtud ustva. En la explanacin del sistema hay cosas muy peregrinas y de sabor crudamente materialista. La primera especie de movimiento puede ser de tres clases: natural (el de los graves), voluntario (el del hont bre), orgnico vital (el de los brutos.) La especie imagen del objeto, recibida en algn rgano, se trasmite aquella parte del cerebro, de donde arrancan los nervios motores. La cual parte produce una reaccin que contrae dilata los miembros ciel animal forzndole moverse. Este movimiento es doble: de simpata, de antipata (i). Al dar esta explicacin fisiolgica, no pens Gmez Pereira, no vieron los calificadores del Santo Oficio, que con un poco de lgica era fcil aplicarla los actos huma-
(1) Spedes r inducta per nontiuUum organum usgue ad eam partem cerebri quce origo nervorum est quie necessario sic stati contrahil etdistend diversas partes animalis ut eas decet ad motum eioequendwn.
334 nos? A uno y otros su firme creencia en la espiritualidad del alma y en la libertad humana debi de ocultarles las consecuencias de aquella atrevida paradoja, sostenida con una cadena de sofismas. Segunda especie de movimiento. Los fantasmas son para Gmez Pereira, unos corpsculos sutilsimos fspirituosaj trasmitidos de oculto modo por los Dbjetos exteriores. En ausencia de los objetos mismos, se conservan, en el triclinio de la parte posterior de la cabeza, asiento de la m e moria, y obrando aveces sbrela parte anterior, determinan un movimiento anlogo al que produjo la primera vista del objeto ( i ) . Lo peor es que G. Pereira aplica proporcionalmente esta misma explicacin de la memoria y de la abstraccin al hombre. Habis de saber que tienen los brutos en la parte occipital una celdilla, donde se conservan al vivo las imgenes de los objetos. En esto somos muy parecidos las bestias. Pero adems de esta potencia conservadora de los fantasmas que decimos memoria, tenemos en el synciput otra facultad para conocer los objetos de quienes los fantasmas proceden, por vista y consideracin del fantasma mismo que ante la parte anterior de la cabeza se presenta: y este conocimiento es el que llamamos abstractivo. En el bruto hay algo semejante, situado tambin en la parte syncipital. Cuando sta facultad entra en ejercicio, los miembros del animal se mueven (2). Tercera especie de movimiento. Para explicar a educacin de los animales, cosa apenas compatible con UH (1) PAantasmit/i esse quceiam corpscula spiritmsa, oculto qito-^ dam modo a^fecta ab extrinsecis objectis afjicieiido partem cerebri mteriorem... Bruta moventwphantctsrmtibus illarum rerum moiis in partem anteriorem cerebri proporlionulem nostras cognoscenti abstractive, indeque ipsa, bruta compulsa versus rem gua indigent ferri(2) Scire decet in occipiti brutorum este quoddam scrinium sen celam quamdam in qua imagines eorum... ad vivum... asservantwr.-que in re brutis simtUimi sumus. Sed in, nobis ultra potentiam hanc tenatrictm phantasmatum, qum memoria appellatur, est in synciptt* facultas alia qua cognoscimus res illas quiut phantasmata getta fuere, etc., ete.
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sistema, supone que la onda sonora hace mover las cosas que toca y hiere. El sonido de la voz humana se trasmite, hiere los nervios: llega la impresin al cerebro, ste reacciona y produce el movimiento: quemlibet aerem motum sic conari mover quascumque res ab eodem contactas, prout ipse movetur. De la cuarta y ltima razn de las operaciones del bruto dice poco nada. Dase por satisfecho con atribuirlas una causa exterior y oculta, llmese occulta vis, causa prima, alma del mundo, etc. Tal es, sucintamente, pero con fidelidad expuesto, el famoso automatismo de Gmez Pereira, acerca del cual corren muchas ideas incompletas y equivocadas entre los que slo de oidas conocen su libro. Dicen que neg el alma las bestias; pero la verdad es que les concede una alma divisible y perecedera, que se engendra por partes como el alma de la planta fquoe ab ortu usque ad intertum deperdatur et gignatur per partes, ut anima plantee). Otras veces la identifica con el aliento vital, otras con el organismo. Tiene cuantidad y est sujeta la muerte fquanta et interitui obnoxia). Guando hacemos pedazos un gusano, queda en cada trozo una alma que le hace moverse, vivir y propagarse, y en cada una de las partes divididas se conservan los fantasmas. Pedro Ba y le demostr prolijamente (y no hay para qu rehacer su trabajo) que esta opinin del automatismo (llammosle as, para excusar rodeos) fu parto del ingenio de Gmez Pereira, sin que se encuentren rastros de ella en toda la antigedad griega y latina (1). Algunos la han atribuido los estoicos; pero hubieran salido de su error con slo leer en el lib. I de las disertaciones de Arriano sobre Epicteto el cap. VI, donde se niega que los brutos tengan razn, pero no se pone en tela de juicio el que sientan. De los nuestros llev la misma opinin Juan Luis Vi(i) Iluel opina lo conlrario; pero son atisbos insignificantes las sentencias que el cita. (V. Censura Ph. Cart.J
33C ves en el libro II de su bello tratao De anima el vita[\), donde leemos: Brutum sequitur id quod vel sensu est simpliciter cognitum, vel a phantasia copulalum compaclumque^ vel ab exlimatrice stimulatum, lanquam tcito calcari naturce; homo autem componit ac dividit, el ab aliis ad alia transit, conferens ea inler se, ex quibus aliquid parial atque eliciat. Admite Vives en los brutos sensacin, fantasa y existimativa, pero de ningn modo razn ni menos inmortalidad (irrationabiles esse et mortalibus animis prwditas). Esta era la doctrina corriente entre escolsticos y no escolsticos, con muy leves diferencias. Francisco Cervantes de Salazar, en la continuacin del Dilogo de la ilignidad del hombre, afirma que ste es igual con las plantas en el crecer, lo cual en ellas se llama nima vegetativa; igual con los animales en el sentir, lo cual en ellos se dice nima sensitiva; pero tiene razn, de la cual las plantas y bestias carecen. Peroe/ sentir, en opinin del humanista toledano, es de dos maneras, interior y exteriormente, porque el hombre (lo que no hace el animal) siente dentro el mal y el bien, es decir, tiene conciencia (2). Los tomistas glosaron en diversos sentidos estas palabras de la Summa contra gentes (lib. ll): Actus creaturarum irrationalium prout ad speciem, pertinent, diriguntur a Deo quadam naturali inclinatione (el instinto) quce naturam speciei consequitur. Ergo supra hoc dandum est aliquid hominibus, quo in suis personalibus actibus dirigantnr. Algunos escolsticos, entre ellos nuestro insigne Francisco de Toledo, juzgaron que en ciertas especies de animales, notables por la sabidura y prudencia de sus operaciones, habia una fantasa imagi(i) Joannis ludovici Vivis Valentini, de anima et vita Hbri tresO^us imigne, nuncprimum in lucem editwn. Basilae, 1538. Ej. d^ mi Biblioteca. Es la ed. prncipe. P. 69. (2) Otras de Francisco Cervantes de Salazar, pgs. 56 y * > 7 (ed. de Cerda y Rico, Madrid, 1772. La primera es de Alcal, poi* Juan de Brocar, 1S46.
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nacin (que de ambos modos la llamaron) no disciplinable ai capaz de enseanza: Ben concluditur habere illa animalia (formiccB et apesj phantasiam, sed non disciplinahilem (4). Juzgese qu escndalo producira en las aulas la resbaladiza paradoja de Gmez Pereira . El primero que sali impugnarla fu el granadino Miguel de Palacios, telogo yfilsofoperipattico de los ms notables, autor de un comentario al tratado De anima, y profesor muchos aos en Salamanca. El opsculo que escribi contra algunas paradojas de h Antoniana imprimise en 1535 en Medina del Campo, y es muy raro. He visto un ejemplar, encuadernado con la obra de G. Pereira, en la Academia de Ciencias de Lisboa, y su descripcin bibliogrfica es esta: Objectiones Licenciati Michaelis a Palacios, Cahedratici Sacrce Theologice in Salamantina Universitate, adversus nonnulla ex multiplicibus Paradoxis Antoniance Margaritce, et Apologia eorundem. Al fin: Excussum est Melhymnce Campi in officina f'halcographica Guillelmi de Millis vigsima die Martii. Anni i 555. El argumento principal, el Aquiles, como dicen, de Gotnez Pereira, est contestado en los trminos siguientes: Dices que si los brutos estn dotados de sensibilidad, tambin lo estarn de razn. Pero no ves que la fuerza sensitiva interior en los brutos es slo aprensiva y no discursiva bjudicativa? No basta la aprehensin interior para excitar el apetito, y ste el movimiento exterior? j^osotros mismos experimentamos esto en los movimientos epenlinos, huyendo la sola aprehensin de un mal ter'ble que de pronto se nos ofrece. El que nunca oy el estruendo de las bombardas, ni sabe qu cosa sean, tiembla y se estremece cuando por primera vez lo escucha, por () D.Franeisci Toleti... Commentaa una cum qucestionibu in '/"fs libros ristotelis De anima... Venetiis apad Juntas, d586, folio lo3 vio.
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sola la aprehensin, sin que intervenga el juicio... La simple percepcin del mal induce huirle; la simple, percepcin del bien buscarle (1). Tampoco admita Miguel de Palacios que de la sensacin se dedujese lgicamente la conciencia. Cosas muy diversas, escribe, son el sentir y el saber que se siente. La primera de estas operaciones es directa, la segunda refleja. En el hombre mismo suelen andar separadas, cuanto ms en el bruto. El que ste sienta no implica en manera alguna que reflexione (2). En esto, como en otras cosas de su rplica, anduvo Palacios discreto y sagaz, y puso verdaderamente el dedo en la llaga. G. Pereira se defendi habilsimamente, dando cierta especiosidad su paradoja, pero ponindose dos dedos del materialismo. Al ao siguiente (1556) apareci en la misma villa de Medina, centro entonces de gran comercio de libros, uno, hoy rarsimo, con el ttulo de Endeclogo contra Antoniana Margarita, sin duda por constar de once proposiciones. No he visto este opsculo, pero ustedes tienen en Madrid dos ejemplares, uno en 'a Biblioteca Nacional entre los libros que fueron de D. Serafn E. Caldern, y otro en la coleccin de Salva, que hoy posee D. Ricardo Heredia. Yo slo puedo decir, por te*limonio de D. Andrs Piquer en su Discurso sobre el sistema del Mechanismo, que el Endeclogo est escrito en romance (contra lo que generalmente se usaba en libros de filosoia), y tiene la forma de un dilogo satrico y burlesco, en que hablan el jim'P el murcilago, el cocodrilo, el len, el guila y otros animales, y presentan Jpiter una demanda criminal contra
(1) Vereris enim si sensu prceiita sint bruta, ratione item W* pradita... Primum enim facile tibi dicerem, vim sensitivas intenrem, esse solum aprehensivam, et nonjndicativam, in bru'is, etc., ^^ (2) Sunt enim ducBmutationes dioerscB, etsentire, et sentir se sen re. Alteraquidemdireclaest, utnosti,alterarejlexa. Quaredissocto^ sBpissime in hominibas, nediim in brutis. Fieri igitur poterit *'*'' . ^ sensionem habere et sensu potiri, citra rejlexionem. (Lo "^^^^A\. Objectiones que II Apologa estn reimpresas al fin de la tercera cion de la Antoniana.)
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G. Pereira, por haberles despojado de la posesin de sentidos, apetitos, etc. Nombran procurador, hacen un pedimento y alcanzan favorable sentencia. Por la lectura de este dilogo (aade Piquer) se echa de ver cuan extravagante pareci los espaoles la opinin de Pereira, que despus fu recibida con tanto aplauso fuera de Espaa por su novedad, y se ve tambin que el autor del Endeclogo era mas satrico que filsofo. El divino Francisco Valles atac la doctrina de G. Pereira, aunque sin nombrarle, en el captulo LV de h Sacra Philosophia. Un escritor nuestro (dice) por no conceder los brutos la razn, temeroso (alo que sospecho) do tener que atribuirles asimismo la inmortalidad, les neg hasta el sentido, explicando todas sus operaciones por naturales simpatas y antipatas. Admitida esta tesis, sigese una de dos cosas; que nadie siente sino el hombre, que todos los animales estn dotados de razn y entendimiento (1). La primera opiniones absurda, porque en tal caso ninguna fe podremos dar nuestros SQntidos, y ser verdadera locura el negar que tienen sensibilidad unos entes quienes vemos huir del peligro, acudir la voz y al reclamo, observar las leyes de la amistad y de la enemistad, etc. Dejado aparte este delirio, resta considerar si los brutos poseen alguna manera de. razn. Y de hecho Valles se la otorga: aCert rationem aliquam esse brutis negare non possumus dir proterviam, y lo prueba por sus maravillosas operaciones, haciendo una brillante retorsin de los argumentos de G. Pereira en pro de la tesis contraria: Si negamos los lirutos la razn, hemos de negarles el sentido; pues cmo se conocen las facultades sino por sus actos, y los actos sino por sus operaciones? (2) El mismo procodimiento
. (1) Qmdam nostrativ,m nuper, i bruiis conceierct rationem, timens (arbilror) ne el inmorlalitatem, cogeretur conceder, sensum etiam abstulit, negavitque uUiprmler hominem esse sensum, sed qucee%mgue brutis sensu quoiam agi viierenlur, symp'ilkia quixdam et <'''>i'tipalhia potius agi, el naturae magis quam anima esse opera etc. (2) Sed et opinio ipsa per se est absurda: nnlla enim Jides haberi Poest seasibus nosris, proceditgue dubiatio usque ad insamam, si ?M cernimus intuitu quorundam rervm pertcrnta fingere, sursum
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lgico que llev al autor de la Margaritak asentare! aw/omatsmo, convenci Valles de que todo animal era .racional, aunque con razn muy diversa de la humana, no slo en grados, sino en la misma esencia, por ser el entendimiento humano capaz de las ideas puras: ex sese nata est (mens) ratiocinari simpliciter et circa quidvis. Por lo cual ccrrigi la antigua definicin del hombre, en estos trminos: animal cienlifico capaz de ciencia, es decir, de conocimiento ordenado, metdico y dependiente de los universales. De otro pasaje se deduce que concedia los brutos la simple cogitacion, cum pra>sensione fins, pero sin eleccin de medios. Lo cual le indujo A afirmar con buen sentido que slo por analoga debia llamarse racionales las bestias, aunque tuvieran imaginacin y estimativa, que l llama razn sensitiva. La paradoja de G. Pereira, discutida en Espaa tan ampliamente como hemos visto, pas ultra-puertos en el siglo XVII, y alcanz mucha notoriedad cuando la expuso Descartes, por encontrarla ajustada al divorcio que l ponia entre el pensamiento y la extensin, entre la materia y el espritu. La opinin cartesiana es ms sencilla y menos ingeniosa que la de G. Pereira. Los animales no son ms que materia, y estn sujetos las leyes del mecanismo: son autmatas (ya pareci la palabreja). Escribe Descartes en la quinta parte del Discurso del Mtodo: Por estos dos medios podemos conocer la diferencia entre el hombre y las bestias. Cosa es digna de notarse que no haya hombre tan necio, ignorante insensato que no sea capaz de juntar unas cuantas palabras y dar entender su pensamiento; lo cual no hace ningn animal por perfecto y h^bil que le supongamos. Y no es por falta de rganos, dado que vemos las picazas y los papagayos pronunciar pa" labras como nosotros, pero n hablar, quiero decir, no tener conciencia de lo que dicen. Por el contrario, los sordo-
qutbusdam rebus allici, jmJsata vociferan, amiciiie et *'*^*S,* ieges observare, sensum ullum habere negaverimus. (P. 413 de la Philosophia.) Debo iepse todo el captulo, que abunda en cunosd y nolables observaciones.
341 mudos, careciendo de rganos, estando por ende ms incapacitados que las bestias, inventan por s propios algunos signos, y se hacen entender de los que habilualmente les tratan. Lo cual prueba, no slo que las bestias tienen menos razn que el hombre, sino que absolutamente carecen de ella (1). Ni hemos de confundir las palabras con los movimientos naturales que indican las pasiones, y que pueden ser imitados por mquinas lo mismo que por animales, ni creer con los antiguos que las bestias hablan aunque no entendemos su lenguaje: cosa imposible, puesto que sus rganos son proporcionados los nuestros. A lo cual se agrega que muchos animales muestran industria grande y mayor que la nuestra en muchas operaciones, y son del todo inhbiles para muchas otras: lo cual prueba, no que tengan entendimiento, pues entonces sera superior al nuestro y nos vencerian en todo, sino que carecen de alma, y que slo la naturaleza guia sus actos segn la disposicin de sus rganos, la manera que un reloj, compuesto slo de ruedas y resortes, cuenta las horas y mide ti tiempo mejor que nosotros (2). Si en las primeras lneas llescartes glosa G. Pereira, en las ltimas compendia lo que habia dicho Valles, c o piando hasta sus palabras textuales y sus ejemplos: quare cum illorum pertiam non agnoscamus, superest ut ad peritiam authoris referatur velut quod horologium, motu gnomonis et puhalione cymbali, meiiatur et distinguat nostra tmpora, refertur ad peritiam artificis... (3). En la respuesta las objeciones de Arnauld repiti Descartes que el nico principio de movimiento en los (\) Todo este argumento est calcado en otro de G. Pereira, que ya cit y tradujo Chinchilla en sus Anales de la Medicina Espaola: Si los brutos tienen bastante juicio y razn para verificar acciones / tan sublimes, por qu no aprenden comunicarse con los hombres, si ya no por medio de la palabra, lo menos por acciones y movimientos, como los sordo mudos? (2) (Emres de Descartes, ed. Jules Simn, pg. 39. (3) Diiscartes dice: Ainsi qu'ot volt gu'une horloge, qai n'est campos que de roues et de ressorts peat compter les heures et mesurer le temps,plus jmtement que noitsavec toute nostre pruience. La traduccin es literal.
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brutos era la disposicin de los rganos y la continua afluencia de espritus animales producidos por el calor del corazn, que atena y sutiliza !a sangre. En la respuesta las sextas objecciones hechas por diversos telogos y gemetras, se jact de haber probado con razones fortisimas el automatismo de las bestias, sin nombrar para nada los espaoles que tanto habian especulado sobre esta materia. Objetronle algunos que aquella opinin saba materialismo, y el afirm que la contraria induca creer de la misma naturaleza, y slo diversas en grados, el alma del hombre y la del bruto. AI fin de su docta y acre Censura Philosophice Cartesiance puso el sapientsimo Obispo de Avranches Pedro Daniel Huet una especio de catlogo de los plagios de Descartes. All textualmentedice: (1) i^Nadie defendi con ms calor, ni ense mas las claras esta doctrina (la del automatismo) que Gmez Pereira en su Anloniana Margarita, el cual rompiendo las cadenas del Lyceo en que habia sido educado, y dejndose llevar de la libertad de m genio, divulg en Espaa esta y otras muchas pairado] as. De Huet tom esta especie Bayle primero en las Nouvelles de la Republique des lettres, y despus en su famoso Diccionario, donde trata bastante del asunto, y reEite algunos argumentos de G. Pereira. Los discpulos y igraosde Descartes procuraron defenderle, alegando que lea poco, que el libro era muy raro, y no pareca natural que hubiese llegado sus manos: presunciones harto dbiles, al lado del convencimiento que mi parecer resulta de todo lo expuesto. Y aun suponiendo que no conociera la Antoniana, pudo haber tenido noticia de ella por cualquiera de sus impugnadores, y sobre todo por la Philosophia sacra de Valles, que tena muy leida.
(1) At nemo doclrinam han-; vel tradid apertius vel foriuspropv^nau qv,am Onmetius Pereira, qui in Antoniana sua Margarita^ per/ractis Lycei, in quo ediicalus fuerat, repagulis, el ingenii sui U' hertati obsecutus, novum hoc Hispaniaeparadoxum, aliaqw mnltaproposuit. (Censuraphilosophiae cartesianae)... Venetiis, 1734.
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Para acabar de una vez esta materia ya enojosa, apuntar las opiniones de otros filsofos nuestros que despus de Desearles tocaron la cuestin del alma de los brutos. El mdico judio Isaac Cardoso, en su Philosophia Libera, calificadla de opus sane cgregium por Fr. Ceferino Gonzlez, escribe que el alma de los brutos es corporal, y se reduce la armona de los elementos. Y como el fuego es el elemento ms sutil, ardiente y movible, de aqu que el alma sea una partcula gnea que, templada por otros elementos, produce en el animal admirables opera-^ cienes (1). La filiacin de esta doctrina de la de G. Pereira, es indudable, aunque tiene asimismo procedentes en Galeno, que confundi el alma con el temperamento. El P. Feijo trat de h racionalidad de los brutos en un agradable discurso, que es el noveno del tomo III del Teatro critico. No da muestras de conocer la Antoniana Margarita, sino por las referencias de Bayle, y se inclina la opinin de los que negaron que Descartes hubiese leido el libro del mdico castellano. Pero se equivoca de todo en todo al aseverar que este no tuvo squito alguno y que su doctrina cay muy luego en olvido, cuando de lo contrario dan testimonio las objeciones de Palacios, el Endeciogo, y las obras de Valles Isaac Cardoso, el segundo de los cuales invoca cada paso, con respeto grande, la autoridad de G. Pereira. Por lo que hace la cuestin en s misma, el P. Feijo sin afirmar positivamente cosa alguna, se inclina la sentencia ms admitida, que niega 'los brutos discurso y les concede sentimiento, aunque no deja de proponer y esforzar algunos argumentos en pro de la racionalidad, defendida por Valles entre los modernos y por Lactancio entre los antiguos. Para el benedictino de Oviedo la racionalidad no implica espiritualidad, y el alma de los bru-
(1) CoUigimus ergo aniraam corpoream non esse aliud quam ele'Oientorum harmoniam, et cnm pracipua operatio igni attribuatur, cwm *il subtilior, ardeniior ac mobilior, anima erit pars illa gnea animalibus admixa, quce aliU elementis temprala mirabiles edidit operationes. (Ph. libera, Veneis.J
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tos, sin ser materia, puede ser forma material, esto esi dependiente de la materia en el hacerse, en el ser y en el conservarse (1). El clebre mdico y elegantefilsofoD. Andrs Piquer, en su Discurso sobre el sistema del Mecanismo (2), escribe: Los nuestros (filsofos) en los tiempos pasados no han tenido reparo de llamar en los brutos alma al principio de sus operaciones, como lo hacen en el hombre, dando ocasin que compendiando ambos principios en una idea, les atribuyesen los poco advertidos y los impos idnticas facultades. Al principio, pues, interno, que en el hombre y en las bestias produce las sensaciones, vegetacioa, nutricin y cuantas acciones conducen sostener la vida, lo llamaremos ^.v?/c/e... y al principio que en el hombre ejercita la razn con libertad inteligencia, lo llamaremos alma (pneuma), para evitar la confusin y conformarnos con el uso comn de nuestra lengua. Las puras sensaciones se hallan en los brutos: las sensaciones con conocimiento en los hombres. Piquer habia leido \a Antoniana, el Endeclogo y la Philosophia sacra, que cita y juzga con acierto. Es reminiscencia pereirista la de este pasaje: Al modo que el hierro se va hacia el imn y las pajas al mbar, se van los brutos huyen de los objetos que impresionan sus rganos sensibles. La psyche de Piquer es material; es, como el dice, la lor de la materia, y no difiere mucho de la partcula gnea de Isaac Cardse. En concepto de D. Juan Pablo Forner, sobrino, y discpulo en muchas cosas, de Piquer, los brutos tienen facultad de sentir, pero ajena enteramente de conocimiento reflexivo: de manera que su facultad de sentir no pasa ms all de la sensacin. La sensacin obra en la fantasa representando las imgenes, para que stas pongan en movimiento los conatos siempre uniformes del apetito... ED suma, el bruto siente, imagina, apetece, se mueve, pero
(1) Obras escogidas del Padre Fr. Benito Jernimo Feijo, (edicin de Rivadeneyra) pgs. 130 441. (2) Discurso de D. Andrs Piq%er, mdico de c&mara de S. M. sO' bre el sistema del Mecanismo... ^iiA, Ibarra, 1768, pg. 83.
348 no conoce. Todos sus actos dependen del principio brutal lie en ninguna manera puede llamarse alma. Porque es e advertir que Forner admitia dos principios en el hombre, el racional y el sensitivo. Este ltimo, comn con los brutos, no era para l sustancia, sino una energa vital principio activo, semejante al de las plantas (1). Otros tratadistas de filosofa del siglo pasado y c o mienzos del presente no dieron en tan singulares opiniones, contentndose por lo general con las proposiciones de Wolfio, que supuso inmateriales, pero no espirituales, perecederas por aniquilacin, y en ninguna manera inmortales, las almas de los brutos. Una cita ms y concluyo. Para Balmes, en quien renaci con nueva gloria nuestra tradicin filosfica, el alma del bruto no es material, porque la materia no siente; tampoco es espritu, por no ser inteligente ni libre el principio activo en el animal. Su naturaleza es desconocida: su final destino tambin. No perecer por corrupcin, porque no es orgnico. Quiz ser aniquilado (Balmes admite la aniquilacin); quiz al ser absorbido de nuevo en el pilago de la naturaleza, prosigue ejerciendo su actividad en diversos sentidos y animando nuevos seres (2). Basta con estas indicaciones histricas sobre un punto que no es de mera curiosidad. El desarrollarlas fuera asunto de una larga monografa. Otras materias de mayor trascendencia llaman y solicitan nuestra atencin en el libro de G. Pereira. II. Modos de conocimiento.Especies inteligibles. Para apreciar debidamente el mrito y originalidad del filsofo de Medina, es necesario fijarse en su teora del conocimiento. El nico mtodo que para llegar ella preconiza y defiende es la experiencia psicolgica. Antes de explicar las nociones internas y externas del alma huma-
(1) Fornep desarroll con grande extensin y novedad esta doctrina en IHS ilislraciones sus Discursos flesficos sobre el hombre (Madrid, 1787, pginas 482 499 y 296 321. (2) FilosofM fundamental, tom. il, cap. II, 3.' ed., de Barcelona, 180, pginas 12 16.
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na, debo prevenir mis lectores que juzguen de la verdad de lo que digo por lo que ellos mismos en el sentir en e\ entender hayan experimentado y experimenten. No se trata aqu de cuestiones cosmogrficas, donde conviene creer al maestro, sino que se discuten y explican las operaciones de nuestro espritu, de las que todos tenemos plena conciencia (I). Admitida como nico criterio psicolgico la experiencia interna, la tacita cognitio, mal podia resistir los ataques de G. Pereira la doctrina escolstica, que l formula as; Convienen todos en afirmar que nuestra alma no puede sentir ni entender nada, si no se modifica por algn accidente realmente distinto de s propia esencia. De donde infieren que el conocimiento es realiter distinto del sujeto cognoscente (2). A todo lo cual se agregaba la invencin de las especies inteligibles, por analoga con las sensibles. G. Pereira rechaza todo esto. En primer lugar, las especies no son sensaciones, y la sensacin no se verifica sin la atencin animadversin dla facultad sensitiva. La impresin (affectusj en el rgano y la atencin son sus nicas condiciones. En cuanto al conocimiento, no es cosa distinta de la facultad de conocer, ni esta se distingue tampoco del alma. El conocimiento puede ser intuitivo abstractivo. El conocimiento intuitivo envuelve siempre una afirmacin de existencia. Nihil aliud est hominem cognoscere distincte intuitive aliquam rem quam animam illius esse certissimam exislentioe rei. Lo cual no implica ()ue el conocimiento sea verdadero, porque hay sensaciones deceptorias.
(i) Explicaluras animci twtiones interiores exterioresque, omnil>'us_ haec lectoribus suadere mo ea guae me dicentur tera futura si..- ?* mentem meam his scriptis noverint sese cum absentia aut praesenia cognoscant sicprout ego fateor, sentir aut inlelligere, ea expertt fuerint. Non enim hic agilur de siluorbis, ut)ifldem docentiadhibere expedit... sed actus animce discuduntur, explicanturque, quorum quf vis... conscius est. (2) Conveniunt omnes nonposse animam nostram quidquam sentir aut inlelligere, si ipsa ullo non afficiatur accidente realiter a se distincto. Ad eandem normam inferunt ipsi fatendum fore nullum cognoscens dici tale sine cognitione realiter dtstincta cognoscente.
3 Las ideas nociones son el alma misma modificada diversamente fAnimamipsam taliter se habeniem, tantum universas noliones suas esse.J La visin no es ms que un modus habendi del alma, provocado por otro modus habendi que es la atencin (i). Si me preguntas en qu consisten estas modificaciones del alma, te dir que no las conozco a priori, sino a posteriori y por sus efectos; pero conjeturo que guardan cierta proporcin con las parates de nuestro cuerpo. No realmente, sino por un procedimiento racional, podemos separar el conocimiento, de la facultad de conocer, y esta de la esencia del alma, flmpossibe enim existimamus cognitionem ullam esse rem distinctam, entitativ a cognoscente.j Aplica el mismo principio las sensaciones que l llama exteriores, prueba que no son entes, ni accidentes corpreos ni espirituales: slo resta que sean modos del alma. La sensacin no nace del objeto y de la facultad, sino de la facultad sola: a sola vi sensitrice. Los fantasmas que son causa ocasional de la sensacin, difieren del alma y son corpreos: quidab homine sejunctum et in homine inclusum. El alma es libre en cuanto al conocimiento de si misma, pero no por lo que hace al de los fantasmas que muchas veces se le presentan sin quererlo ella (2). Combate luego G. Pereira la proposicin de San Agustin:
(i) Quid sit illa animes attentio sine qvA visio gigni nonpotest? Si dixerint quod sit aliguod accidens disUnctwm ah ipsa anima, quaero cum ad producHonem visionis figuras illvd in anima sit, cur non iv,fflciat ai producendum aliorum objectorum visionem? Reslal ergo neguagriam dicendam esse atlentionem animw accidens ullum al> anima distinctnm, sed eandem volenlem taliter se habere circa illud objeclum gualiter non se kabel circa alia. Ergo si hoc, sine guoyisio celebrari ^n potest, modum habendi anima certum esseprobavi, cur visionem ipsam etiammodum habendi animce non appellabimus, ut est? Si ame ^nterroges guid sit ille modus habendi anima dictus attentio et quo ^^/ferat ab alio modo dicto visto, et modi habendi anima quid sint... dicam me eos modos non cognoscere sed conjectari eos proporlionale esse diversis sitibus corporum nostrorum. if) En este lugar aade: Sed non aliud est videre aliquam rem aut Ko vkllo sensn sentir quam animan per modum a me explicitum certam esse emstentiat coloris cogniti intuitive.
348 Illa informatio sensus quae visio dicitur, a solo imprimitur corpore quod videtur, en lo cual, como advierte el autor de la Antoniana, claro se ve que el Doctor Hiponense confundi la impresin con la sensacin percepcin. El alma necesita atender para ser modificada y sentir. El mismo santo parece reconocerlo en este otro pasaje: Gignilur ergo ex re non visibili visio, sed non ex sola visione, nisi adsit et videns. Aade G. Pereira que la visin es la atencin del al na que se siente afectada por el objeto YWO/WS habendi animoe animadvertentis se affectam); y niega que se vea slo la especie, sino el objeto mediante la impresin. No respeta el atrevido reformador la antigua clasificacin de las facultades del alma. Para l no existe el sentido romun la manera que lo entendan los peripatticos, sensus qui ab Aristotele communis dicitur quo judicantur sensilia abseniia et discernuntur ea quce variorum sunl sensuum (1). Este sentido, que discerna las percepciones de los dems, solan localizarle los escolsticos en la parte anterior del cerebro. Pero Gmez Pereira nota que, si este sentido comn es facultad orgnica, ser del todo intil, habr dos sensaciones. Para juzgar las cosas sensibles comunes, vg. el movimiento y la quietud, el nmero, la magnitud, etc., tampoco vale, porque estas cosas no son sensibles per se, sino per accidens, conforme la opinin de los nominales, la cual G. Pereira se inclina. Y quin sostendr que es necesario para distinguir las percepciones de los dems sentidos? Para qu inventas esa faculla( orgnica interior, cuando para dar razn de lo que nosotros experimentamos, es saber, que existe una potencia que distingue entre los objetos de los diversos sentidos, basta decir que el alma informando el ojo conoce (1) Vives, De anima et vita, pg. 32. (ed. Basilea, dSSS.) La verdadera opinin de Aristteles sobre el sentido comn es bastante diversa; pero aqui no trato de lo que debia entenderse, sino de lo que se enieaidia en tiempo d! G. Pereira. Por lo dems, vase el cap. H. lib. III del tratado aristotlico De anima, y los comentarios de Treodelemburg y Saint-Hilaire.
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el color, informando el pi siente en l la frialdad, v afectada en el rgano del olfato percibe el olor, etc., y que ella sola es la que juzga y distingue entre varias sensaciones, y nn entre los actos de varias facultades? Y si esto afirmamos, para qu sirve ese vano sentido comn puesto en la parte syncipital? Como si no bastaran los cinco exteriores! ( i ) . No hay distincin real entre la facultad sensitiva y la intelectiva, ni entre el conocimiento directo de lo singular y el conocimiento por reflexin. El uno depende del otro, y la misma alma que conoce lo universal percibe tambin lo singular (eamdem animam quae univenale cognoscit, et singulare perciperej. El alma misma, sin ningn accidente distinto de ella, es virtud sensitiva y virtud intelectiva, y es sentido comn cuando discierne las percepciones dlos cinco sentidos (2). Tampoco es facultad orgnica la fantasa, que Avicena supuso colocada en la parte anterior de la cabeza para guardar los fantasmas. A lo de la localizacion replica e! autor que herida lesionada dicha parte anterior, no se pierde la memoria; al contrario de lo que sucede si se hiere la parte posterior. Por lo cual niega que haya semejante facultad ni que se distinga de la memoria. Tampoco admite la imaginativa como exterior, pero si como facultad interior de componer y dividir, que no se distingue de la esencia del alma. Otro tanto acontece con la estimativa. La memoria, s, es facultad externa y loca(1) Our machinaris illam intimam facnliatem organicam, cwm od rattonem reddendam eorum quce in noliis expenmur, esse scilicet "I quam vimquae distinguit tnterobjectadiversorums-nsunm, sufAcit hos extintos sensus poner et dicere qmd anima informans oculum, colorem modo dicto cognoscit, et eodem numero sians m vede, frigiditatem inductam in eo tentit, et a^fecta in rgano olfar.lns odores percipit.. eamque esse illud unum quod inter diversa discernit et *liam inter diversarwn facultatnmactns? Quodsi assevsrarelur... ut Ud tnanis Ule sensus communis situs in syncipite ngelur? Frustra ^i'fwpe, cum exteriores quinqu sufjiciantl (2) Anima ipsa sine ullo accidente... est virtus seniens, aut intelligens... et appellatur sensus communis cum quinqu sensibilium Propriontm dxfferentiam percipit.
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lizada en el occipucio, como lo comprueban los experimentos. Las potencias que no se distmguen del alma no tienen rganos especiales su servicio; lo cual parece estar en contradiccin con unas palabras anteriores (1). Hemos llegado las entraas del libro, la discusin contra las especies inteligibles; y como ste es punto de capital importancia en que G. Pereira se adelant ms de dos siglos Reid, me permitir usted que sea un tanto prolijo y acumule extractos para convencer, si es posible, los incrdulos. Cmo se verifica el conocimiento? La explicacin escolstica, segn G. Pereira la expone, era esta: Cuando el entendimiento desea conocer lo universal, pone delante de la imaginativa los fantasmas de algunos individuos de aquella especie conocidos antes: prescinde de todas las condiciones individuales, convierte el fantasma as modificado en especie inteligible, y por este mtodo, abstradas todas las particulares condiciones que distinguen un ser de otro, queda desnuda y escueta la naturaleza del ser, que, por medio de las especies inteligibles, produce en el entendimiento un acto de inteleccin universal, y esta inteleccin es accidente espiritual distinto del mismo entendimiento. Toda esta fantasmagora se disipa ante las siguientes observaciones del mdico de Medina del Campo (2): Ante todo, de los fantasmas no pueden extraerse las es(1) Comprense estos dos lugares: nNutlam organicamfacuUatem iis faculUlibus quae ab anima non distingunntur, assignamus... Sed conjectari eos modos habendi animae proportionales esse diversis siti' buscorporum nostrorum.ii (2) Nnllo modo percipere voleo naliler ver dici possit ex eodem Jieri species viteligibilis. Nam si id velint, quod, corupio ipso, giff' natur species intelligibilis. dncens in, cognitionem universalis, mitif modis a vero discedm. Nam eque phanasma corrumpiiir post universalis inleliectionem, cum non minas mediante eodem cujusvis alierius rei recordinur qmm prius, eque el si corrumpereUr, materta essepotest speciei intelligibilis, pUsqmm lapis materia esse vaiei naturtg angelices. Absurdum quippe est existimare nobis inesse v'M gignendi aliquid spirituale ex corprea re, cum, materia corporVM subjici non potest intellectricibus rebus, sic ut ex eadem et inteliectrice forma incorprea res resultet.
361 )ecies inteligibles, por ser el fantasma cosa corprea, y as especies inmateriales. Y si suponen que de la corrupcin del fantasma nacen las especies inteligibles que guian al conocimiento de lo universal, enganse de todo punto. Porque ni el fantasma se corrompe despees de la inteleccin de lo universa], dado que seguimos conociendo y r e cordando como antes, ni aunque se corrompa puede ser nunca materia para especies inteligibles, cmo una piedra no es materia para producir un ngel. Absurdo es SUDOner que tengamos la facultad de sacar lo espiritual de lo corpreo. Como los agentes intelectuales no obran sobre la materia, es imposible que del fantasma corpreo y de una forma intelectual, como es el alma, resulte un ser incorpreo. Me responders con los tomistas que la luz del entendimiento f lumen intellectus) produce ese fenmeno, y le volver preguntar qu luz es la que el entendimiento comunica los fantasmas para producir la especie inteligible como de materia ex qua... No puede el entendimiento trasmitir al fantasma su propia sustancia inteligible, que slo Dios crea. Y aunque el entendimiento |)articipe de ella, en modo alguno puede crear una sustancia espiritual en el fantasma, que es sustancia corprea. Ni dar al fantasma ningn accidente espiritual, porque estos (fuera de un milagro) no caben en las cosas corpreas. L;i luz del entendimiento no da, pues, al fantasma virtud para producir las especies inteligibles (1). Ni la especie inteligible puede ser engendrada por el entendmiiento mediante la consideracin del fantasma.
(i) Slatim le sciscitahor quid conferat intellectus hic phantas inati lum'me suo, ut mlea cum tilo producere ex se speciem intelligibibem, velut ex materia ex qua, aut ex agente, et nihilquod inductvm fuei-it in phantasmate ab intellecu sufficiet vires eidem trihuere ullius Tei recen.iiim. Namqne intellectus phantasmati substantiam intellegibilem non truet, cum solus Deas possit hatic creare. Etqmmvis ipse intellerAas hujits facttatisparticeps sH, neququam posset in phaninsmate quod substantia corprea est, substantia^n aliam spiritualem creare. eque acciens ullum spirituale concedet, cnm hoc inesse cifra iniraculum corporeis rebus non valeat: res tal ergo tiih confer posse phantasmati, quod mquet vim producenJi speciem inlelligibem.
382 separando de l por abstraccin propia las que llaman condiciones individuales, y produciendo luego la especie inteligible que represente lo universal, porque si as fuera, de trabajo excusado calificaramos el del entendimiento en fabricar la especie apariencia de lo universal, que l conoce antes y de un modo ms exquisito. Y no se entiende por qu esa representacin ha de tener existencia ms perfecta fuera que dentro del alma, siendo as que esta la contiene por alta manera como la causa a su efecto, al modo que aquella Venus Charita(esto es, graciosa) pintada por Apeles, distaba mucho de la Venus que el mismo Apeles habia concebido en su mente, porque ni los rganos le obe-decieron en todo, ni logr vencer las resistencias del material, ni cumplir perfectamente sus anhelos. Y si en esta obra externa no logr su propsito el inmortal artfice, verosmil ser que el entendimiento en ninguna manera puede e n gendrar una especie que retrate lo universal tan al vivo como ya lo conoce y posee la inteligencia misma, productora de la especie [\)-'> Y aun dado que esta fuera del todo exacta, frustra fil per plura quod potest fieri per pauciora. La experiencia de cada uno demuestra que el entendimiento puede alcanzar lo universal sin la consideracin de ningn fantasma. Tampoco la nocin de una cosa singular y cuantitativa puede dar al entendimiento la facultad
(1) Weque species intelligibilis gtgnipotest ab intellectu, per considerationem phanlasnalis, sejungendo ab eodem animadversione propria eas qvMS individui condiones nominant, etpost speciem inteigi' bilem gignendo quat universale ibi reprmsente, quoniam si ista jfere in ea ineUeclns fabricassel speciem univers"lis, quod ipse prius ac exquisius inlelligit, quant species mleat illvd re/erre. Porro neququam intedigi potest, speciem referenlem universale enitam ab intellectu, non habere (jam quod calera sileumj in representando perfecius esse tn intellectu qui eminenler eam continet, ut causa quavis propriim effectum quam extra, ut illa Venus (.harita singulari cura depic'.a, quam mxime distabat ab ea quam Apelles, ejusdem author> mente propria con>,eperat, sed cum certi simus rgana lam viventia quam inanimata, quibus ipsa depicta fuit, non sic in toum oltenp' ratafuisse illustri pictori, prout ipse cupiebat, membris et fabriliovit ferramentis resistenlibus, arti^ex egregius voti compot esse 'Mn valuit, ele, etc.
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de conocer lo universal, porque las cosas indivisibles slo se perciben y conocen por una facultad indivisible. Los (jue inventaron estas especies cayeron en el mismo yerro que un pintor que dijera: Yo que nunca he visto elefantes, ni s cul es su forma ni su figura, voy formar una nocin mental que me represente al elefante. Cmo ha de pintar nadie lo que no ha visto ni concibe? (1). Al leer esta briosa refutacin, en que hasta el estilo de G. Pereira toma una elocuencia desusada; al oirle defender con tanta energa los fueros del conocimiento directo, tal y como la experiencia nos le muestra, quin no cree tener la vista una pgina psicolgica de la escuela escocesa? Sern intiles estas lecciones, hoy que el renovado escolasticismo ensea y sostiene an la conversin del fantasma en especie inteligible por la luz del entendimiento? Aun habia otras malezas que desbrozar en este campo, y G. Pereira prosigui lgico inflexible, deduciendo que la inteleccin no es producida por ningn objeto facultad distinta del entendimiento, ni puede llamarse accidente, sino que es la inteligencia misma taliter se habens; negando que fuese necesaria una nueva entidad para entender lo que antes no se entendia, cuando bastaba con una simple modificacin; y repitiendo una y otra vez, antes de Descartes, que la esencia del alma era el pensamiento (actus intellectus idem cum anima), de cuyo principio sac el partido que adelante veremos en su tratado De la inmortalidad del alma. A los telogos les dice: Si Dios concediese inteleccin la piedra, la llamaramos
(1) ffac cognitio neqitaqmm poiest dar intellectu facultatem cognoscendi universale, quod indimibiter percipitur et a facltate indimibili noscitur. Tndem intelligant qm hasspecies intelligibiles Mieerunt, ut eisdem intellectus cognoscat universale, in eum errorem fie opinantes incidere in qitem incidisset pictor qui referret: quia consciits mihi sum me nwiqvam elephantem eque ejus Jiguram vidiss ^que cvjus forma erat, audivisse, volfingereelephantem qui mihi in mente reprasentet eum. Stultum est enim putare possepingi aliquid SWd prius a pictore conceptum non sit. 53
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sujeto inteligente? De ninguna manera, porque el pensa'miento no est en su esencia (1). En la cuestin de los universales, G. Pereira es nominalista, pero su modo. I.o universal es para l un trmino incomplejo, que se predica univoce de muchas cosas diferentes en especie en nmero (2). El conocimiento de los universales es de dos maneras: confuso, disiinto: Universal confuso es el todo respecto sus partes. Universales distintos son la sustancia y los otros nueve predicamentos, con todo lo que cae bajo cada una de las categoras (dentro de la sustancia, el cuerpo, el animal, etc.) (3). Lo universal confuso es conocido antes que lo singular; el todo antes que las partes, y as sucesivamente. Primero decimos ste es un ente un cuerpo, que ste es un animal un hombre; y primero ste es p*bdre sta es madre, que ste es Antonio, sta Margarita. Por eso los nios llaman todos los hombres padres, y madres todas las mujeres (4). El conocimiento arranca de los universales confusos; de all pasa los singulares, y por eso tenemos siempre un conocimiento vago del objeto de la ciencia antes de estudiarla (5). Los universales distintos no son conocidos por s mismos, sino por accidente, per accidens, mediante los sentidos interiores y exteriores. Sin haber visto los acci(4) Si Deus abstulisset intellectmiem ab anima intelligente et ean'dem lapidi inhcesisset lapis esset dicendus intelligeiis? Nnilo modo. (2) Est enim imiversale (relicta Ule disinctione qua in efficiendo Deus dicilur universahs causa, et in essendo idea Platonis etiam wniversale) terminus incomplexus, vocalis aut scriptus, qui de pluribus dif/erentibus specie aut numero quidquid univoce pradicat. (3) Hcec ments cognitio duplem esse potest, confusa scilicet aitt distincla... Nomino con/usum universale totum respectu suarumpartium. Universale dislinctum porro est substantia, corpus, animal, heec omnia in predicamento substantia sita et costera novem genera qvce decem prasdicamenta constituunt. (4) niversalia illa qua confusa nominantur, notiora nobis sunt quam singularia eorundem. Tutum enim quod universale con/usuM dicilur, notius est nobis quam suoe partes, et hoc ens aut hoc corpvi quam hoc animal vel hic homo, et hic pater aut haec mater quam hw Antonius aut haec Margarita, etc. (5) Esta observacin es ya de Aristteles en la Fsica.
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denles del caballo (color, figura, magnitud) no tenemos idea de la sustancia del caballo. A los universales distintos se llega por abstracciori. El )asaje siguiente, notable por el anlisis psicolgico y por a propiedad y limpieza de la expresin, explicar de qu modo: Yo nunca dir que entiendo lo que por experiencia s que nunca he entendido, y escribir slo las operaciones intelectuales de que puedo decirme testigo ocular. Cuando deseo conocer la sustancia de una pared blanca y cuadrada, aparto mi entendimiento de la blancura, de la cantidad, de la figura, del sitio y de las dems condiciones individuales de aquella pared, todas las cuales yo he conocido antes por los sentidos exteriores concebido abstractamente por la imaginacin. Finjo mentalmente que la blancura, la cantidad, el nmero, etc. pueden dividirse y separarse de la sustancia en que residen, y entonces adquiero la nocin da esta. Nunca la he conocido en si misma, porque est velada por los accidentes; pero tampoco necesito formar una especie inteligible que rae la represente, sino que vengo su nocin por la nocin de los accidentes. Al contemplar mi entendimiento que aquellos accidentes varan cada paso, sucedindoles otros, mfiero Por necesidad la existencia de un objeto en quien residan los accidentes que se corrompen y los que de nuevo se engendran. Y as que infiero esto, conozco el sujeto, sin 'ntermedio de especie alguna, sin que importe nada al entendimiento que el objeto sea deje de ser tomo l lo entiende. As se conoce lo real y lo fantstico, la quime^, vg., trayendo la memoria partes de animales ya "Conocidos. Este conocimiento es por abstraccin (abstrac^ive nosciturj (1)'.
() Negu intelligi me fatehor qme me numquan intelligere po~ ^!*isse experus fuero... std dumtaxat id scripturis mandaba, cujus *?* tesls oculalus dici ver possim. Ergo cupiens ego parietis albi et ^adrai substantiam intelligere, averio mentem meam conderaone albedinis et guantitatis etfiguraet situs et ubi et aliarum con<*ttionum individualivm illius parietis guas universas ipse aut prius "^ierioribus sensilms cognoveram aut abstractive olim imaginaione
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Refuta luego los realistas y los partidarios de las especies inteligibles conceptualistas, y aade : Todas las conclusiones matemticas se van deduciendo unas de otras, sin generacin de ninguna especie.- Los objetos inteligibles se distinguen de los sensibles en que no producen inmutacin formal en nuestros rganos, ni son conocidos por si, sino por el intermedio de otros. Los seres indivisibles: Dios, los ngeles, las inteligencias y las almas, se conocen por la nocin de las cosas sensibles. Invisibili Dei creatura mutidi. Niega G. Pereira todo conocimiento intuitivo. Para formar una imagen especie inteligible de Dios, de los ngeles y del alma, sera preciso conocer antes el objeto, del cual la especie es copia (1). Adems, la experiencia no nos informa de tal conocimiento intuitivo, Lo universal no se halla en los entes ; todos son singulares. Lo universal, como conocido, tiene ser en el entendimiento. Conocemos la quimera; luego existe. Por lo dems, toda la cuestin de los universales se funda en el antiguo error de los gramticos, que tomaron por sustantivos una infinidad de connotativos adjetivos que desig-
conceperam, cognitionemqne elido rei nunquam sensatae, justa, suij'ecli eorum. Fingo enim posse albedinem, quantitatem, Jiguram, numerwn et ccetera sejungi separarique ab ea substantia quae subjectuiri' ipsorum es, et tune notionem ejusdem habeo. eque ut Jianc subslafitiam noscam, quae nunquam ulla sui specie me afficit (cum tecta acci' dentibus semper incedat) oportel in mente nostra aliquam specifjt intelligibilem gigni, quae ipsarn repreesentet, sed[ut\rationem nostH *" notionem iliius, quod nunquam noveram, divenioper notionem alior'i>i'> justa, suorum accidentium, cum enim intellectus noster contmplate' accidentia illa pasim variari, aliis succedentibus, slaim infer sw' jectum aliquod eorum quae nunc genita sunt et aliorum quae corrupl^ fuere, cui insint, necessario esse... quod cum infer, subjectum nosctt, ad quod noscendum nuUa specie referente subditam illam substantwn^ utilur, eque intellectus interest, an etiam rettliter tale subjectum qi*<il^ intelligit sit aut non sit... O) Deus, angel, anima quae indivisibilia sunt, a viatoribus '*" Iliguntur, nulla specie ab eodem nostro intellectu genita, quia intuttinf nosceretur, quodfalsum esse omnes experimur. Quae cumque indn^' bilia sunt, ui Deus, angeli, intelligentiae et animae, noscuntur ex 0.lVir rum rerum notione. Invisibili Deia & creatura mundi.
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naban cualidades accidentes y no individuos (1). El alma, como activa, es entendimiento agente, como pasiva es intelecto posible, f Anima inlellectrix dicitur intellecius possibilis in quantum nata est omnia fieri ad affectionem, proprii organi, ab mnibus sensilibus rebus nali affici.J El omnia fieri est tomado en el sentido de Aristteles. Hasta aqu el autor fielmente expuesto y compendiado. Apuntemos ahora los resultados de la especulacin noolgicade la Antoniana Margarita, para que se vea de un golpe la trascendencia de sus afirmaciones. i. El nico criterio en cuestiones psicolgicas es la experiencia interna. 2. La sensacin (bajo este nombre comprende G. Pereira las percepciones) no se verifica sin la atencin animadversin del alma, ni puede confundirse con la impresin afeccin en el rgano. La sensacin no nace del objeto y de la facultad sensitiva, sino que es una modificacin modus habendi del alma. 3. La inteleccin acto de entender no se distingue de la inteligencia, ni sta de la esencia del alma. 4. El conocimiento es directo, sin especies imgenes intermedias, como lo prueban una el razonamiento y la experiencia. 5. ' No existe un sentido comn. La facultad de discernir las percepciones no se distingue de la esencia del alma. 6. La imaginacin fantasa es facultad interior y no orgnica ni localizada. Lo mismo la cogitativa estimativa. 7. La memoria es facultad orgnica, y reside en la parte posterior de la cabeza. 8. La facultad sensitiva y la intelectiva no se distinguen mas que en grados. El conocimiento principia por la sensacin. As conocemos los objetos externos.
(1) Universale in entibus non reperiri; omnia enim singularia unt. Universale itt cognitwn tantum habet esse inintellectu. ChiTti ram noscimus, ergo est.
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9.* Conocemos los universales por abstraccin. As se forman las ideas de sustancia y causa. 10. No hay conocimiento intuitivo. 14 . Los universales slo tienen realidad en la mente. 12. De la nocin de los objetos sensibles nos elevamos la de los indivisibles. No est, sin embargo, en estas proposiciones la doctrina psicolgica completa y definitiva de G. Pereira. Lo ms curioso anda oculto en el tratado De animae inmortalitate, que estudiar luego. All veremos que no hay motivos para calificarle de sensualista, aunque hasta ahora las apariencias sean fatales. Como partidario dla experiencia interna, figura el autor de la Antoniaia entre los padres de la moderna psicologa, representada especialmente por los escoceses. Verdad es que aun en esta parte le precedi Vives. Su tratado De anima et vita no es ms que el desarrollo de este principio: Anima quid sit, nihil interest nostra scire : qtcalis autem et quae ejus opera, permultum, nec qui jussit ut ipsi nos nossemus, de essentia animae sensit, sed de actionibus... Opera autem mnibus pen sensibus et internis et externis cognoscimus (1). Por eso Vives en la obra citada raciocina poco y observa mucho. G. Pereira, aunque emplea el procedimiento dialctico contra las teoras escolsticas, basa siempre las suyas en la observacin. En la identificacin del acto de entender, del entendimiento y de la esencia del alma, precedi el filsoto de Medina Descartes. Tria igitur in eo ipso agnoscit Cartesius quod unum idemque esse dixerat: facuUatem scilicet cogitandi, cogitationem et ideam, dice Huet (2). Para no extremar la semejanza, conviene tener presente que G. Pereira no admite ideas al modo cartesiano ni platnico, y que es francamente nominalista. Como adversario de las especies inteligibles (invencin de los rabes de los escolsticos, nunca conocida por
(1) ^ anima et vita, pg. 39, lib. i. (2) Gensura Philosophiae Cartesiana, pg. 111.
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Aristteles (1)3 quien malamente se la achac Reid) tena G. Pereira por nicos predecesores los Nominales, y especialmente Durando. De ellos aprendi el gran pnncipio de que no se han de multiplicar los entes sin necesidad , tan elogiado por Leibnitz: Secta nominalium, omnium inter scholasticas profundissima et hodiernaereformatae philosophandi rationi congruentissima est... Generalis auteni regula est qua nominales passim utuntur: entia non esse multiplicanda praelernecessitatem... quae (sententia) etsi ohscuriusproposita, huc redil, hypothesim eo esse meliorem quo simpliciorem... Ex hac jam regula nominales deduxerunt omnia in rerum 7iatura explicari posse, etsi universalibus et (ormalitatihus realihus prorsus careatur, qua sententia nihil verius, nihil nostri temporis philosopho dignius [%). . Adems, uno de los argumentos de (T. Pereira se encuentra tambin en Durando : El entendimiento, que es virtud reflexiva, se conoce s mismo y sus facultades por certidumbre y casi experimentalmente. (G. Pereira suprimit) el casi, porque para l la experiencia interna es ms cierta infalible que la externa.) As sabemos por experiencia que existe en nosotros el principio de la inteligencia. Si en ella hubiese especies, conoceramos con certidumbre su existencia en nosotros, como conocemos los dems actos y hbitos de nuestro entendimiento (3).
(i) Vid. Haureau. Idees-Images en sus Singnlars Mstoriques et Utteraires (Pnris, 1861). Yerra, sin embargo, e! historiador de la Escolstica en atribuir Ocltam lo que fu gloria de Durando de S. Poursain, como noto en el texto. (2) Leibnitz De stilo pUlosopMco Mart Nizolii, al frente de su edicin (Francfort, 1670) del clebre libro de Nizolio De veris princiPiis et vera ratioiepMlosophandi, publicado por primera vez en IS.'ia. (3) Intellectus, cum sit virtus reexim, cognoscit se et ea quie sunt in eoper cerlitudinem et quasi experimentaliter. Unde experimur nos intelligere et habere in nohis principium quo intelligimus. Si ergo in intellctu nos tro essei aliqua talis species, tidetur quod possumus per '^titudinem cognoscere eam esse in nobis, sicut cognoscimus per cerlitudinem alia q%(B sunt in intellectu nostro, tam actus quam habitus. (No tengo las obras de Durando, y tomo esta cita de Jourain. La Philosophia di S. Tonmaso d' Aquino. (Traduccin italiana, Florencia, 1859.)
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Guillermo Ockam, el ms arrojado de los nominalistas, escribi: Pluralitas non est ponenda sine necesitate, sed non apparet necessitas ponendi tales especies producas... ab objectis, quia omnes istce species non possunt sentiri ab aliquo sensu (1). De Durando y de Ockam tomaron estos argumentos los nominalistas de Pars y de Salamanca, y en la ltima de estas escuelas debi de orlos G. Pereira de boca de algn discpulo de Alfonso de Crdoba; pero tras de aadirles novedad y fuerza, imagin otros muchos tan profundos ingeniosos, y los enlaz por tal arte, que no sin motivo podemos darle la palma entre todos los predecesores de Red, y afirmar que ninguno mejor que l comprendi y expuso la doctrina del conocimiento directo, de la cual los nominales no tuvieron ms que atisbos y vislumbres. En psicologa experimental G. Pereira est, no dudarlo, ms adelantado que la filosofa de su tiempo, ms que la del siglo XVI, ms que Bacon, ms que Descartes. Ninguno observa ni analiza como l los fenmenos de la inteligencia. El lord Canciller es casi extrao estas cuestiones: le absorben demasiado la clasificacin de las ciencias y el mtodo inductivo. Es partidario de la experiencia, y toma puesto en las filas de los nominalistas, Pero su experiencia predilecta es la externa, con la cual adelantan y prosperan las ciencias naturales. De la interna habla poco y confusamente. Como todos los grandes lgicos, estudia ms que nada, en el entendimiento el lado pragmtico. En cuanto Descartes, el Dr. Reid ha notado que de la antigua teora de la percepcin slo rechaza una fase. Esta teora (dice el patriarca de la escuela escocesa) puede dividirse en dos partes: la primera establece que las imgenes, especies formas de los objetos externos proceden del objeto y entran por los sentidos al entendimiento: la segunda es que no percibimos en s mismo el objeto e i temo, sino slo su imagen especie inteligible. La pn(1) Apud. Jourdain, op. cit. (tomo ii, pg. 138.)
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mera parte ha sido refutada por Descartes con slidos argumentos, pero la segunda ni l ni sus discpulos la pusieron nunca en duda, estando todos muy persuadidos de que no percibimos el objeto, sino su imagen representativa. Esta imagen que los peripatticos llaman especie, l la llam idea, cambiando slo el nombre, pero admitiendo la cosa (1). En honor de la verdad, debo advertir que estas explica ciones del Dr. Reid no estn muy conformes con el significado que dan la idea cartesiana los modernos espiritualistas como Bordas y Martin Mateos, ni quiz se ajusta ala verdadera de Descartes, aunque en los escritos de ste pueden hallarse proppiciones casi contradictorias en este punto. Que rechazaba los fantasmas, se deduce de este pasaje de la Diptrica: Observandum praeterea animam nullis imaginibus ab objectis ad cerebrum missis egere ut sentiat, contra quam communiter philosophi nostri statuerunt (2). Pero contra las esnecies no tiene ninguna refutacin directa. Tampoco ha de entendrsela idea de Descartes en e^ sentido platnico, porque (como advirti Hamilton) el autor del Discurso del Mtodo la extiende los objetos de nuestra conciencia en general (3). Yo bien
(1) Tkat theory may be divided into two parts: the fint that tmages, species orform ofexterml objects, come from the objecU and enter by the avenues of the senses to the mind: the seconi part s that the exlerml object itself is not perceived, but only the species ortmage ofit in the mnd. Theflrstpart Descartes and his followers rejecUd and refuted by solid arguntents, but the secondpart, neither he or hts foUowers have thought ojfcalling in question, being persuaded tt ts only a representativeimage in the mind of the exterml object that we percetue, and not the object itself. And this image, mhich thepenpatettcs called species, he cali an idea, changing the ame, uhite he admite the thing. . . , . . , (2) Captulo 4 s 6.*, Vid. sobre el juicio de Red acerca de la docirina de Descartes una nota de Dugald Slewai-d en sus Elements ofthe PMlosophy ofthe Suman Mind. (London, 1837.) (3) The fortune o f this mord is curious. Employed by Plato to . express the realforms of the intelligible morid, in lofty contrast to the unreal images of the sensible, it mas lowered only tvhen Descartes extended it to the objects ofonr consciousness in general. (Hamilton, en el artculo titulado Philosophy of perceptipn, impreso por primera vez en la Revista de Edimburgo, de Octubre de 1830.)
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s que el Dr. Brown, disidente de la escuela escocesa, afirm en sus Lectures on the Philosophy of the mind que la opinin de Descartes era diametramente opuesta la que Reid le atribuia; pero basta leer la brillante refutacin que de aquella obra hizo Guillermo Hamilton para convencerse de que Descartes 'admitia una representacin mental (como si dijramos especie inteligible) distinta del objeto conocido y del conocimiento mismo , and consequently that in the act of knowledge the represenation is really distinct [rom the cognition proper. Malebranche present como doctrina cartesiana la de las representaciones distintas de la percepcin, y fu refutado por Arnauld, el cual sostuvo, como G. Pereira, que todas nuestras percepciones son modificaciones del alma; pero aadi: esencialmente representativas. La representacin, ni aun en ese sentido la admite G. Pereira; ni tampoco Reid, que, partidario acrrimo del conocimiento directo, califica el parecer de Arnauld de tentativa desgraciada de reconciliacin entre dos opuestas doctrinas. En el precioso Ensayo que cit antes prob Hamilton evidentemente que ni Locke ni otros filsofos de menor cuenta dejaron de admitir el sistema de la representacin en una en otra forma. Leibnitz rechaza ciertamente las especies inteligibles, pero es para sustituirlas con hiptesis d otro gnero, no menos opuestas la teora de la percion directa. La gloria de haberla asentado sobre firmsimos fundamentos pertenece la escuela de Edimburgo, y especialmente al Dr. Reid. No es mi intento disminuir en un pice el mrito de esta prudente y sabia escuela que fund en el sentido comn el sistema del realismo natural, destruyendo para siempre la hiptesis de la representacin con la cual [dice Hamilton) no hay medio entre el materialismo y el idealismo (1). Pero same lcito pedir algn recuerdo y alguna justicia para los antiguos nominalistas, para Du-_
(i) On the Aypothesis of a representative persception, there i, fact, no salvation from materialism on the one side, shortof idealum on the other.
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rando y Ockam, y sobre todo para G. Pereira, cuyo nombre se enlaza una de las mayores y ms positivas , aunque menos ruidosas, conquistas de la ciencia. Las brillantes concepciones a priori, los sistemas germnicos de lo absoluto van uno tras otro desapareciendo; pero quedarn en pi el hecho de conciencia primitivo irreductible, la observacin psicolgica y la crtica que de ella nace. Osar decir que en estos resultados han influido, ms de lo que parece, Vives , Gmez Pereira y otros filsofos peninsulares? El Dr, Miguel de Palacios, en sus Objectiones ya citadas, combate dos de las paradojas que en psicologa sent Pereira: la identificacin del acto de sentir y de la facultad sensitiva: la no existencia del sentido comn. Pero sus argumentos, aunque presentados con habilidad, son dbiles, y G. Pereira lleva la ventaja en esta parte de su Psicologa. III. Principios de las cosas naturales.La materia prima.La sustancia y el accidente, etc.En el campo de la psicologa ejercit principalmente su actividad Gmez Pereira; pero tampoco dej de sostener atrevidas novedades fsicas y ontolgicas en algunas cuestiones que trat por incidencia y modo de digresin. Una de ellas fu la de principiis rerum naturalium, que no resolvi en sentido platnico como Foxo Morcillo, ni aristotlico como Benito Pererio, sino inclinndose al atomismo, no tanto, sin embargo, que podamos decir con Isaac Cardoso: Gomezius Pereira in sua Antoniana Margarita, Aristotelem deserens, in castra Democriti se recepit (). Aunque sea evidente la inclinacin de G. Pereira la fsica corpuscy31", no me atrevo decir que se pasase los reales de Demcrilo. La exposicin siguiente mostrar su verdadera octrina. Empieza por apuntar, siguiendo Aristteles, los pareceres de los antiguos filsofos mecnicos, dinmicos, etctera; refiere luego el del mismo Aristteles, segn re(1) Philosophia Libera,
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sulta de la Fsica, y aade los de Hipcrates y Galeno. En seguida comienza impugnar los tres principios de la Escuela: materia, forma y privacin; pero sobre todo la materia prima. Los elementos se corrompen del todo por la accin de disposiciones contrarias su conservacin, y se engendran de la corrupcin de los otros, sin que exista materia alguna. Ninguna generacin se verifica sin la corrupcin de otro ente, ninguna corrupcin sin la generacin de un nuevo ser (i). La materia prima es intil, segn el axioma de que no se han de multiplicar los entes sin necesidad. Es condicin de la materia ser un todo compuesto (totum compositumj: por consiguiente, la materia prima ser generable y corruptible, se resolver en otra y sta en otra usque ad infinitum, hasta que lleguemos los elementos, verdaderos principios de las cosas. Si no es materia como la materia que conocemos, slo resta que sea mera potencia de la forma, capacidad de recibirla, y por ende cosa vana y ficticia, ente de razn, porque la inherencia no es distinta de la cosa inherente, como la cantidad no se puede separar de la cosa quanla, ni la figura de la cosa figurada.^) Por ventura podremos llamar ala materia prima, potencia de todo el compuesto, entendiendo que en la composicin no tiene otro ser que el ser total de la cosa? Pero, cmo hemos de decir que tiene el mismo ser de la cosa compuesta, sino afirmando que el compuesto y el componente son una sola y misma cosa? Y entonces tendrn que confesar que la parte componente es igual al todo compuesto. Ajeno es de todo buen discurso el imaginar que la materia no tiene ms ser que el que recibe de la forma, y que de ambas resulta un solo ente. Si la forma da su ser la materia, las dos entidades vienen convertirse en una sola. Acaso supondrs que la materia da pri-
(1) Elementa in totwm corrumpunturper actionem eorum qiMf ducunt contrarias dispositiones suae conservalioni et de novo gignw ^^'ji "** *^** corrupta fuere, citra uUins materiae existentiam-.Nulla generatio Jieri valet sine allerius entis corruptione, eque um corruptio absgue alicujus entis nova naturali generatione.
36 mero el ser la forma, cuando sta es educida sacada de la potencia de la misma materia, y que, despus, de ella y de la forma resulta el todo esencial; pero esto es un delirio (1). Y entonces, quin da el ser la materia? Ms verosmil ser afirmar que los principios de la sustancia corprea y mixta son los cuatro elementos, que sucesivamente se engendran y corrompen. De esta manera no habra necesidad de fingir entidades que ni percibimos en s mismas ni conocemos por sus efectos. Tal es ese fantasma de la materia prima (2). Verdad es que la distincin de materia y forma servia de base la doctrina del compuesto humano de los telogos; pero G. Pereirano se detiene por eso: Sospecho, dice, que los grandes telogos, atentos la especulacin de las cosas divinas yil cuidado de la salvacin de las almas, despreciaron no pocas veces la observacin de las cosas naturales, y cayeron as en algunos errores. Poco importa que Santo Toms hable de materia y forma en el hombre: sus razones minim probant, porque est en contra la experiencia (3). (4) npotentia totius compositi materia prima dicatw intelligendo ipsam in toto composito nulmm esse haere quam id guod est totius. Quomodo aliqmd intelligipotest componere aliud quod idem esse cum re compostta habeat, nisi illam rem composiam esse idem numero cum re componente intelUgant, et sic parten componentem esse idem toti composito, fatehuntur? Et formam non minus quam matenam idem esse toti dicant, guod imphcai... Fingere enim materiam ex se nullum esse habere, sed suum esse forma illi conferri, et ex ^trisque unicum ens resultare, captu hominum... alnissimum judicatur... Primb quod si forma dat esse materiae vl suum esse datura est vel aliud. Si suum esse.jam duae entitates idem essent... Fortassis opinaheris materiam primo dar esseformae cum a potentia ejusdem eliciatur, ac postea ex ea et forma educa resultare totum essentiale, quod non minus dehrium est. (2) Vereque similius dixerit qui principia corporeae substantiae mistae esse elementa quatuor testaretur ac illoritm quod liiet corrumpi omnino posse existimasset, corruploque suceder elementum ejusdem speciei cum corrumpente, fateretur: hac enim assertione non flngitur entilas quae nec seipsam ostendii, eque ullum sui ipsius effectum lentius, ut ciim materia prima f da machinatur. {^) Advirtase que squl no hago ms que exponer la doctrina de la Antoniana. Por lo dems, antes me inclino , y menos inconvenientes veo en, la doctrina del compuesto humano que en el dualismo de G. Pereira v Descartes.
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Tambin escribi algo G. Pereira acerca de la Educcin de las formas de la potencia de la materia, impugnando la opinin de un grave doctor moderno quien no nombra, segn el cual, educirse las formas de la materia, de la cual todas, excepto el alma racional, dependen, es convertirse la potencia en acto, el fieri en esse. Los elementos son entes corpreos, simplicsimos, los ms imperfectos entre todas las sustancias corpreas, porque son los menos compuestos, y la esencia de la materia es la composicin. De las mil cuestiones, muchas veces menudas y ftiles, que G. Pereira promueve acerca de la generacin y corrupcin, no har memoria, porque slo conducira molestar Vd. y hacer olvidar los lectores los verdaderos principios fsicos de la Antoniana., Como adversario de las formas sustanciales, G. Pereira tiene innegable importancia; pero no es el nico ni el primero en Espaa. Antes que l habia escrito Dolese, en sentido francamente atomista, su Suma de filosofa y medicina, libro que no he llegado ver, pero que encuentro citado por Isaac Cardoso, autoridad de gran peso en todo lo que nuestra ciencia se refiere: En Espaa Pedro Dolese, caballero valenciano, de profesin mdico, public una Suma de filosofa y medicina en que sigue Demcrito, y defiende sus opiniones acerca de los principios naturales, los tomos, y la incorruptibilidad de los elementos (1). Dolese es el ms antiguo de los atomistas modernos: lo menos as lo afirma Isaac Cardoso, que saba bien Ip historia de estas controversias (2). Contra las formas sustanciales se levantaron principalmente los mdicos. Adems de G. Pereira, las combati Francisco Valles en su Philosophia Sacra. Rognabat pa(1) Petrus Dolese in Hispania, medicus etegues Valeittitius Summam PAilosopMae et Medidme edidit, Democriti philosophiam sequulus^illiuique placila de principiis rerum naturalium, de atomts, de elementorum incorruptibtlitate. (2) Susciiavit prinmm Petras Dolese Valentinus... (Pkosophta Libera, pg. 10.)
367 cific et fehciter san regnabat (escribe el jesuita Ulloa) in scholis mnibus EwopcB, aristotelicorum entis naluralis systema, compositio nimirum ex materia et forma reciproc distinctis. Sed medid do Hispani, alter complutensis Valles, satis notus ex Sacra sua Philosophia, gallegus alter Pereira, haud ignotus ex sua Margarita Antoniana, enti naturali quod bene se habebat mederi volentes, ipsum necavere (i \. Valles confiesa que en sus primeros escritos y en sus lecciones de lsica habia defendido la materia prima, pero que ya la consideraba como hiptesis inventada para los ms rudos fhypothesin quandam esse ob rudiores confictam.) Para Valles \os principios son los elementos, que estn en potencia en las cosas concretas, en acto en ninguna parte (2). Ni existen, ni han existido, ni pueden existir puros y sin mezcla, ni tienen formas sustanciales. Los que llamamos elementos son cuerpos de composicin ms sencilla y ms prxima la naturaleza elemental, pero en ninguna manera simples. La forma de la cosa es su esencia. Los seres se dividen en corpreos incorpreos, no en materiales inmateriales, no ser que llamemos materia al conjunto de los cuerpos. El principio de individuacin no es la materia sino la cantidad (3). El modo cmo Valles explica y defiende estas ideas no es para tratado de pasada. Dia vendr en que yo escriba de propsito acerca de la Sacra Philosophia. Ahora baste advertir que en lo esencial conviene su autor con G. Pereira, afirmando la corruptibilidad de los elementos. De la alteracin nace la generacin. Si no existiera en los seres una lucha por la existencia, nada (1) Phis. speculat. prol. Citado por Lnverde, Ensayos, pg. 354. (2) Elementa prima sunt poteniia in rehus concretas, actw vero mUibi... Utnullibi munda sint aut fuerint unquam, aut etiamesse possint... Element primis niillas formas substantiales atiribuo... (I'gina 21 de la Sac. Phil.) Rei mtwralis forma nihil aliud est quam res ipsa qua Jioec et talis. . . (3) Principium quod vocant inatviditattonis non esse materiam sed quantitatem. Et tota rerim, universalium proprius dividitur in corpoream et corpore carentem substaniiam, quam in malerialem et inmaterialem, nui qvs his nominibus easdem res intelligat.
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se engendrarla, la generacin de cada cosa procedera basta lo infinito. Citar las palabras textuales: Data autem est rebus natura prente ea contrarietas et necessitas pugnandi ad generationem: quia si aliter quam per pugnam generare possent, eque talem repugnandi vim haberent, aut nihil generaretur, aut generatio re cujusque procederet in infinitum. Nada atajarla el progreso de la generacin (aade) si todas las cosas no se pusiesen reciprocamente lmites, peleando entre si. Por eso fu necesario que hubiese entre las cosas lid y contrariedad y que unas se engendrasen de otras, aunque no tienen una materia comn (1). Tal es el sentido de la lucha por la existencia en el sistema de Valles. Los elementos diversamente combinados forman todos los cuerpos que en continua lucha se alteran y destruyen para dar lugar nuevas composiciones, que se diferencian en la cantidad. Si los antiguos ponian la vida del Universo en el amor, Valles en la contrariedad y discordia (2). Esta doctrina tuvo mucho squito en Alcal. Isaac Cardse cita, entre sus defensores, Torrejon, que ser sin duda el telogo Pedro Fernandez Torrejon , autor de un comentario exposicin la fsica de Aristteles, asi rotulado: AntiqucB Philosophice enucleatio per expositionem in octo libros Physicorum; y al mdico Barreda, autor de un tratado de temperamentos. Uno y otro pertenecen ya al siglo XVII, porque la tradicin aom/s/ca (llammosla as siguiendo Cardoso, aunque el nombre no sea del todo exacto) no se interrumpi entre nosotros un momento. Fuera de aqu, todos los reformadores filosficos de mediados y fines de aquel siglo convinieron en rechazar las formas sustanciales, inclinndose los ms al mecanismo y algunos al dinamismo. Gassendo redujo sistema las concepciones atomsticas de Demcrito y Leucipo. Siguironle
. ("i) Nihil enim esset quod mdium poneret rei cujuspiam produ tioni, nisi omnes sibi ponerenl mutuo, mutuo repv^nando. ACM conrarietatem indere, eaque contrarietas necessitatem affert, u ex rebusfianl,etsi communem materiam non habeant. (Valles, Sa Ph, pginas 524 y 25.) (2) tmpdocles admita, como es sabido, las dos fuerzas.
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muchos, y entre los espaoles, Isaac Cardoso, que dedic todo el primer libro de su Philosophia Libera, impresa en 1673, tratar de principiis rerum naturalium, mostrndose acre y tenaz en la reprensin de Aristteles. Cunto no se hubieran reido (dice) Demcrito, Platn, Empdocles y Anaxgoras, si hubieran oido que la privacin es el principio de las cosas, y que hay una materia nuda informe, de cuyo vientre, como del caballo Troyano, proceden todas las formas, que, sin embargo, estn slo en potencia, producindose, por consiguiente, de la nada todos los seres naturales? l mismo Herclilo Horaria al oir tan monstruosa enseanza. Si la privacin es nada, por qu se Id cuenta entre los principios? (1) Y qu es la materia prima? Ser un punto un cuerpo? No puede ser cuerpo, porque no tiene forma ni cantidad. Si es punto, depender de otro sujeto en quien persista, y por tanto, no ser principio. Si es cuerpo, no ser ya pura potencia: ienArk cantidad, porque todo cuerpo es quanto. Vacio no ser, porque los escolsticos no concedern que se d vaco en la naturaleza. Dnde est, pues, ese cuerpo insensible, sin cualidad ni cantidad; dnde ese fantasma vana sombra? Ni en los elementos, ni en el cielo, ni en los mixtos... en parte alguna, no ser en nuestro pensamiento. Y cmo ha de crear nuestro pensamiento entes naturales? Los principios de toda composicin natural no son lgicos ni gramaticales, sino reales, naturales, fsicos, sensibles (2). Vaginam et amphoram form,arum llama por donaire la materia prima. Cardoso difiere de Valles en un punto muy importante: sostiene !a incorruptibilidad de los elementos, y procura
(d) Quid riderent DemocriHs, quid Plato, Empedocles et Anaxgoras, si privationem avdirent rerum esseprincipium, siquandam nudam materiam cnnffnctam et informem, et illius ventre exiri formas, tamquam ex eqvto Trojano, etc., etc (Phil. Lib., pAg. 2.) (2) Quid erit, quaeso, talis materia. Eritnepunctum aut corpus? Corpus non erit, quia necformam nec quantitatem halet... Si punctum *st, indigehit alio subjecto in quo persistat, acproinde non erit primum tvbjectum... Si corpus est, ergojam non erit pura poientia, etc. (Pngina 4.)
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comprobarla con razones y experiencias, tomadas algunas de ellas de Maignaii y Beligardo. En la cuestin de atomis et illorum natura, el mdic) hebreo se declara partidario de Dolase y de Gassendo: Doctrina de aloinis tametsi apud vulgares Philo&ophos mal audiaf, lamen iis qui libertatem in philosophando sortiuntur, verhsima existimatur... utpote qua' melius rerum causas earumque affcctiones asserit. Los tomos son: mininia et indivisibia rerum naturalium principia, ex quihus componunlur et in qua' ultima fit resolutio. Vocantur semina rerum, elementa primee magnitudinis, prima corpora , et apud Pithagoricos unitates. Solida sunt ac inanis experlia, individua, insectilia, imensibilia ac invisibilia corpuscula, et quainvis sint partes individen, non sunt instar punctt mathematici, sed ila sunt solidce, compactan et minima> ut divid nequeant, infrangibiles ob exiguitatem, invisibilesob parvitatem (1). Cardoso desarroll largamente estos principios, y su libro, pesar de ser judaizante el autor, fu muy leido y apreciado en Espaa, lomando puesteen las bibliotecas de conventos y universidades. Adems, se conoca directamente Gassendo y Maignan, cuyas doctrinas, as como las de Descartes, fueron ya tenidas en cuentd por Caramuel. Y aun algunos espaoles entablaron polmica con los atomistas de ultra-puertos. El P. Palanco, obispo de Jan, public un Dialogus physico-theologicus contra philosophiae novatores. Replicle el P. Saguens, de la orden de los Mnimos, en su Atomismus demonstratus. Iba entrando el siglo XVIII, y creciendo el nmero de adeptos de la ftloso/ia corpuscular. Defendironla el padre Juan de Njera , en su Maignanus Redivivas, y el presbtero Guzman en su Diamantino escudo atomstico (2)! pero ms que todos se distingui el insigne valenciano pa' are Vicente Tosca, restaurador de la manera de filosofar crtica, libre y amplia que llamamos vivismo. Atendiendo ^ PJ^j^^oph. lib.. pg. 9. (2) Vid.Laverde, Ensayos, pg. SOn.
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su doctrina sobre \os principios de los cuerpos, le he apellidado alguna vez gassendista; pero lo cierto es que en el conjunto de su doctrina no se at ningn sistema extranjero, porquo era hombre de larga experiencia y contemplacion, de indecible amor la verdad y libertad en profesarla, que supo contenerse donde convenia, y no d e sjarse llevar ni de las preocupaciones de la antigedad ni de los hyhigos de las novedades modernas; amigo de elegir de cada secta filosfica lo que mejor le parecia (1). Y por eso dijo un clebre satrico del siglo pasado, (que veces hablaba en veras) impugnando Vernei (Alias el Barbadio): El insigne valenciano Vicente Tosca, no slo nos dio larga noticia de todas las recientes sectas filosficas, sino que aun se empe... en que habia de introducirlas en Espaa, desterrando de ella la aristotlica. No logr del todo su empeo, pero lo consigui en gran parte, por-que en los reinos de Valencia y de Aragn se perdi del todo el miedo al nombre de Aristteles, se examinaron sus razones sin respetar su autoridad, y se conservaron aquellas opiniones suyas que se hallaron estar bien establecidus. Y al mismo-tiempo se abrazaron otras de los modernos (ue parecieron puestas en razn : de manera , que en las universidades de aquellos dos reinos se tiene tanta noticia de lo que han dicho los novsimos terapeutas de la naturaleza, como se puede tener en la mismsima Berln (2). En la difusin del experimentalismo y de la filosofa natural influy cuanto es sabido el P. Feijo, aunque en la fuestion de principios anduvo indeciso y no se atrevi prescindir de las formas sustanciales, como hacan Tosca y sus discpulos. Volvamos al libro d e G . Pereira, que, por ser un semi"ero de ideas y de paradojas, me hace caer la continua (1) Mayans, dedicatoria del libro intitulado Cartas morales, mili'^'s, etc. (Madrid, por Juan de Ziga, 1734), varias veces reimpreso. (2) El P. Isla en Fr. Gerundio de Campazas, pg. H8, de las ^oras escogidas de aquel jesuta, edicin Rivadcneyra.
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en interminables digresiones. El resto de su cosmologa ms se distingue por la extravagancia que por los aciertos. Notar slo una teora del fuego, bastante rara y original. Investiguemos (dice) si en la concavidad de la luna existe un fuego elemental que excede en dcupla proporcin la mole del aire, si el tal fuego es una vetusta fbula de los poetas, semejante los Campos Elseos, la Stigia y las infernales furias, pues no parecen muy fuertes las razones que se traen para probar la existencia de ese inmenso fuego, y la verdad es que Aristteles anduvo dudoso en esta parte. Tras este comienzo era de esperar una negacin rotunda; pero esta vez G. Pereira nos da chasco. A mi parecer (dice) hay en la regin superior que linda con el cielo, una sustancia clida y seca, no desemejante por su consistencia al aire. Llammosle fuego exhalacin: poco importa... Este fuego entra en la composicin de todos los mixtos... Si quieres experimentarlo, mete la mano en las entraas, especialmente en el corazn, de un animal medio muerto, tenia algn rato y sentirs un calor grande y como de llama. El mismo ardor notars en- la descomposicin de las lanas de los estircoles, de otros mixtos semejantes. El fuego inferior que decimos llama no es simple como ste, sino compuesto (1). Valles imagin otra teora del fuego mucho ms ingeniosa, y adoptada despus por Boerhaave. Para el mdico de Alcal, como para el de Leiden, no existe ese fantstico fuego elemental en el orbe de la luna; el fuego en ninguna parte se encuentra separado, sino que es el alma del mundo, el padre de toda generacin , el agente universal de las combinaciones, el que mantiene y alimenta todo ser, el espritu de Dios que corra sobre las aguas. Todas estas
(1) Expedit dcurrere an... ignis elementum simile huic nostro cavo orhis lunaris situm est, excedens aeris molem in decupla pr tione, an id sit commentwm quoddam ac qnadam vetusta/dio siin poeiarum campis Elysiit, etc.. Est ergo meum decretwm in super gione ccelo contrmina substantiam quamdam calidam sicea esse, etc., etc.
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cosas estn defendidas en la Filosofa Sacra (1), y la concepcin no carece de grandeza. No me detendr en una porcin de extraas cuestiones fsicas que trata G. Pereira, y que luego trat Cardoso con soluciones no menos extraas. Pero s advertir que el autor de la Antoniana anduvo muy en lo cierto al defender 3ue slo una causa extrnseca (forinseca causa) puede inucir el alma vegetativa y sensitiva en el feto, y cuando prueba contra los expositores de Aristteles semen non esse animalum. De ontologa trat poco nuestro autor; pero en eso poco cort por lo sano, negando una porcin de distinciones que estableca la ciencia escolstica. Ajuicio suyo, los realistas haban confundido os accidentes reales y distintos de la sustancia (blanco, negro, caliente, dulce, etc.) con los que no son ms que distmciones intelectuales. Para separar los accidentes, en realidad, distintos, seal dos mtodos: Son distintos, los accidentes que producen impresin diversa en la parte sensitiva, y nos traen la nocin de una cosa nueva. As distinguimos la blancura de la leche, de su dulzura, percibiendo con los ojos la primera y con el gusto la segunda. Si ambas fuesen la misma cosa en la leche, uno de los dos juicios habra de ser falso deceptoHo. De la misma suerte distinguimos la sustancia de Scrates de su blancura, porque la sustancia queda, y el color se muda. Y por la misma razn distinguimos de la sustancia el olor y las dems cualidades realmente distintas. Pero en este juicio podemos engaarnos, porque veces la sustancia se modifica, perdiendo la figura, la cuantidad y otros accidentes, que no por eso son separables de la sustancia. Entonces tenemos otro medio de distinguirlos. Podemos alterar nuestro arbitrio la cantidad, la figura, el lugar, etc. de la cosa; pero no su color, ni su sabor, ni su '^'or. No podemos trocar lo blanco en negro , ni lo ftido en oloroso, ni lo caliente en fro. Al contrario, estas cua(1) Vid. principalmente las pginas 28, 29, 30, 31, 457, etc.
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lidades nos afectan en ocasiones contra nuestra voluntad. Adems, hay muchas sustancias incoloras, inodoras, etc.; pero ninguna sin cantidad sin figura, porque estos acciaentes no se distinguen realmente dla sustancia (1). Prueba ms adelante que las relaciones no se distinguen de los fundamentos ni de los trminos, y que Aristteles jams admiti tales distinciones reales, sino meramente lgicas, asi en las Categoras como en la Metafsica. En cuanto la percepcin de los universales de accidente (el coloren general) la cuestin es sencilla: se consideran como singulares y entonces se perciben como sensibilia per se, como verdaderos universales, y entonces se conocen per accidens y por el entendimiento (2). Aun lleva ms all su horror las distinciones reales. Para l el ente no se distingue de la esencia, ni sta de la existencia, y as debi de entenderlo Santo Toms, aunque sus expositores lo expliquen de otro modo. Illa essentia qucB concipilur cum ipsa non sunt, postea cum sunt el eocistunt, est illa sua existeniia. Concipimus quae sunt et quae non sunt eodem modo. Esta cuestin capital de la Metafsica (y resuelta del mismo modo por Suarez) est tratada muy de paso en la Antoniana. En la no distincin de ciertos accidentes oitiativos, sigui G. Pereira los antiguos nominalistas, especialmente Ockam y Gregorio de Rimini, y tuvo su vez muchos
(1) Illa tamen habenda sunt accidentia realiter dislicta d suisiantia,,guibus si homo parte sensiHm afjiceretur, notionem novee rei sensisset. Ideo distinctas res esse qum sunt, sensibus cognoscimus, quid' vel diversis in locis contineri eapercipimus, et sic singulares subsiantias Socratis et Platonis, et hujus lapidis et itlius tupi... quod non simul ac penetrative se habeant... vel quod res penetratioe se kabentes, ac simul existentes, aliter sensus nosros afficiant. Ideo enim albedinern lactis distingu dulcedine ejusdem judicanus, quod oculisperdpimus nitorem aUi, elgustudulcorem lactis, ele, ele. . . (2) Utmm accidentium universa lia per accidens, nper se sensih' lia sint... nica distinctione posita... aulaccidentiaconsiderantw * singularia sunt, et sic sensu ut sensibilia propria percipiuntur, aut utaliquid commune cum aliis habentia, et sic intellectu, etper accident eognoscunur.
375 lls en las Controversias (1) neg que la cantidad se distinguiese de la sustancia. El mismo parecer llevaron muchos escolsticos, principalmente jesutas, como Pedro Hurtado de Mendoza, Torrejon y Rodrigo de- Arriaga (2). Francisco de Oviedo, tambin de la Compaa, identific con el cuerpo la figura. Y as otros, otras cualidades. No hay que decir si Isaac Cardoso se acostaria las mismas opiniones, tan conformes las novsimas filosofas cartesiana y gassendista. El valenciano Benito Pererio en su elegante tratado De rommunibm omniim rerum naturalium principiis, no admite distincin entre la esencia y la existencia, separndose en este y en otros puntos de la doctrina de Santo T o ms (3), con aquel espritu de libre indagacin que en el siglo XVI solia acompaar los pensadores jesuitas. Miguel de Palacios en sus Objectiones dej pasar sin impugnacin todas las novedades hasta aqu expuestas, e x cepto la negacin de la materia prima, y la teora de la generacin y corrupcin, que es su consecuencia. IV. Tratado de la inmortalidad del alma. En la pg. 496 del volumen que voy recorriendo, acaba lo que propiamente se llama Antoniana Margarita; pero continuacin se leen dos tratados adicionales. Del primero poco hay que decir. Titlase Paraphrasis in tertium librum Aristotelis Be anima. G. Pereira, apartndose, como desde el principio advierte, del camino de todos los expositores, trata de conciliar la doctrina del Estagirita con la suya, interpretndola en sentido muy lato, pero con agudeza. Opina como Cardillo de Villalpando (4), Marlinez de
(i) Francisci Vallesii Covarrwviani, Oontroversiiram Medicarum ft PMlosophicarum. Editioquarta... Venetiis, apud Pawlvm Meietum, Ib^i. 4." 14 ps. sin loliai-, una blanca y 323 folios, (2) Ctalos todos Isaac Cardoso, lib. i, qmest. xv. Be quantitate. (3) Benedicti PereHi Societatis Jesu De communibus omnium refv,ni naturalium principiis et affectionibus, Ci&ri xv... Venetiis, 1586 Jbro6.Zff/,)ra. 14) Apologa Aristotelis adversus eos, qui ajunt sensisse animam '^m, corpore extingu... Auctore Oasparo Cardillo Villalpandeo. OomPlnti, xo/Jicina Joannis Britonii, 1S60. (Me valgo do la reimpresin oe Cerda en los Opsculos.)
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Brea (1) y casi lodos los nuestros, que Aristteles crey eii la inmortalidad del alma. La parfrasis va acompaada de algunas notas en letra ms menuda. All vuelve sostener el automatismo de las bestias. Como iiuslracion esta parfrasis sigue otro fragmento en que el autor repite que las sensaciones intelecciones no son actos diversos del que siente y entiende, por ser el sentir y entender la esencia del alma, no obstante el parecer contrario de los escolsticos, quienes procura convencer trayendo pasajes de Aristteles y de San Aguslin Be Trinitate en su abono. El segundo tratado se rotula as: a De inmortalilate animorum Antonianae Margaritae, ubi poHora quac de re hac scripta sunt, adducuntur et solvuntur, el novae radones, quibus a mortalitaie ralionalis anima vindicatur, proponuntur. G. Pereira declara haber leido todas las apologas de la inmortalidad del alma, sin que ninguna le convenciese, por lo cual va refutarlas una por una. En cuanto l, ha encontrado argumentos de tanta fuerza como las demostraciones matemticas, argumentos ignorados hasta entonces, como se ha ignorado siempre la cuadratura del crculo. La primera parte del tratado ms se puede llamar de la mortalidad que de la inmortalidad , y si no estuviera yo bien convencido de la libertad filosfica que reinaba en la Espaa del siglo XVL motivo tendra para admirarme de que el Santo Oficio hubiera permitido la impresin, y el cardenal Silceo admitido la dedicatoria de un libro, en que se tienen por vanas y da poco momento, y se critican speramente, las razones todas en que la humanidad vena fundando una de sus ms indestructibles creencias, para darla luego un fundamento ms menos slido, pero nacido de una opinin psicolgica individual, que pugnaba con la generalmente'admitida en las escuelas. . * (1) Tractatw qm ex Peripateiea SchoU nima inmortalitas asserituretprobatur. Segontia, 1575. fl. al fin de su comentario al tratado De anima.
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El primer documento que en esta cuestin de la inmort-tlidaa se presenta es el Fedon platnico, dilogo admirable que ha infundido en tantos el dulce deseo de la muerte. Pero G. Pereira permanece sordo aquel encanto: todo aquello de la frtil Flia le parece retrica pura: retrica el argumento fundado en la justicia de las penas y de las recompensas. Rhetorican plus quam Physicam sapiunt. Las razones puramente filosficas son muy dbiles, por estar fundadas en el sistema de la transmigracin y de la reminiscencia, que el autor de la Margarita rechaza con toda energa. En representacin de los platnicos cristianos viene San Agustn con su libro De inmortalitate animae , pero sus razonamientos (prosigue imperturbable el mdico de Medina) son nullius valoris, y adems estn faltos de todo enlace lgico. El mismo Santo reconoci el poco orden y la oscuridad de aquel ivalao en sus lietractiones. Tiempo perdido ser el que invirtamos en destruir estas cavilaciones, porque no habr nadie tan ignorante de la Dialctica que no pueda desatarlas fcilmente; pero temo que algunos se de;en llevar de la autoridad y nombre del escritor, y no pesando las palabras, sino el autor, den crdito sus discursos (1). V en efecto, qu cosa ms ftil que este modo de razonar: toda ciencia es eterna, la ciencia est en el sima; luego el alma es eterna. Este argumento slo servir para probar la inmortalidad de la especie, el intelecto ^no. No menos vano es este otro: La razn es inmortal, y el alma no se puede separar de la razn; luego el alma cs inmortal. Este argumento, sin embargo, aunque no expuesto con bastante precisin, es en la sustancia idntico a otro de G. Pereira y de Descartes, que veremos luego. Des pues de haber tratado tan cavalirement San Agustn, la emprende con el Peripato. De Aristteles dice
(') Nullum lahorem nec tempus ego consumplurus in hujnsmodi '"^w.is solvendis, gwd credam paucos pericos DiakcHcts non eosfactMwte extricare posse, nisi vererer aucloritate scriptoris aliquos adeo *^*l'^itos fuisse^ ut non verba, sed auclorem pensando, jcm omnimodam Mern, ilfig rationibus ab eis tributan.
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poco, porque el Stagirita nunca trat de propsito esta cuestin, y anduvo oscuro en ella. Y qu diremos de Averroes, ese hombre rudo, crassae et confusae Minervce^ brbaro y antes caliginator que expositor? Ni l ni los dems rabes sabian griego ni latin. Se dejaron guiar por intrpretes, asimismo indoctos, ciegos que guiaban otros ciegos y les hacian caer en e! hoyo. G. Pereira, tras estas invectivas que estaban de moda entre los filsofos Renacientes, aconseja sus lectores que no pierdan el tiempo ni la paciencia leyendo las parfrasis de Averroes impresas |en 1 5n2 por los Juntas, ni menos su libro de medicina intitulado Colliget. Averroes es el padre del famoso argumento escolstico Intellectus recipiens omnes formas materiales debet esse denudatus subslantia recepti. Pero si el entendimiento ha de ser inmaterial porque recibe formas materiales, claro est que para recibirlas mmaena/es debia de ser material. El argumento es, pues, contraproducente. Fuera de esto, todas las razones de Averroes y de la Escolstica se fundan en la doctrina dlas especies inteligibles, del intelecto agente y del posible, fantasmas ya destruidos ahuyentados por G. Pereira. El cual aqu persigue y anonada los partidarios del intelecto uno, con las razones generalmente usadas en la escuela contra el panteismo averroista, pero expuestas con mucha fuerza. Los que quieren demostrar la inmortalidad del alma, suponindola partcula de la esencia divina, yerran en los fundamentos. Los que acuden al Lumen intellectus que trasfurma en inteligibles las especies sensibles, apy'nse en un sistema errado sobre los modos de conocer, y en la vana distincin de dos clases de entendimiento. Antes de entrar en la exposicin de sus inauditos argumentos, G. Pereira, que se repite ada paso, vuelve a traer cuento el automatismo de las bestias, y vuelve a emprenderla con San Agustn, que en su libro De quantitate animoB, se mostr ms telogo que fsico, plus theoloijicis negotiis vacavit quam physicis. La razn primera y capital que G. Pereira aduce en pro
379 de la inmortalidad del alma, es la que despus adopt Descartes, y que se conoce en las escuelas con el nombre de prueba cartesiana. Est fundada en el dualismo humano y en la independencia de las operaciones del alma, que tiene el cuerpo por instrumento. En estos trminos d e s arrolla el mdico espaol su argumento: El alma puede ejecutar sin el cuerpo sus principales operaciones (el entender): luego puede vivir sin el cuerpo, porque no depende de l, como el accidente de la sustancia, en el ser, ni en el conservarse, ni necesita de las disposiciones del sujeto para reparar las partes perdidas, porque como es inmaterial, no tiene partes. El alma ejerce sin el cuerpo, noslola operacin de entender, sino la de sentir, porque una y otra son operaciones inmanentes... El alma no tiene instrumentos con que fquibusj hacer sus obras, sino por medio de los cuales fper qucBj las haga, porque en el estado actual no puede prescindir de los sentidos (1). El alma racional que informa el cuerpo es semejante un hombre encerrado en una crcel, puesto dentro de un enrejado y sumergido en profundo sopor, del cual slo le despierta algn golpe en el enrejado algn objeto visible, odorfero, gustoso, etc., que por alguna de las ventanas se le ofrece. Entonces despierta sobresaltado, y siente los golpes en la red, percibe por. una ventana los colores y las luces, por otra el sabor, etc.Los objetos exteriores que impresionan nuestros rganos no concurren la sensacin de otra manera que como el que despierta un hombre dormido. Podremos llamar este hombre causa de nuestro conocimiento inteleccin? Causa eficiente en ninguna manera: ocasin si, porfjue sin l no se hubiera verificado aquella sensacin. Pero . (1) t anima sine corpore potest pracipus operaiionibus exequi.. *c sine eodem potest manere, qnia o ai eo pendet in esse et conser*i, ut accidenlia subdita substania, nec eget subjecti dispositionio* M resitiMt partes amissas, qand anima rationalis, indivisibilii. '^sit, utas mrtes habet quas amittere possit... Porro humana unima non tantum intelligendi operationes sine corpore efficit, vtrvm 't sentiendi... Instrumentispropriis non utente ut quibus opera flant, *fd per qumtttmedia exequantw.
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slo el hombre 4ue dormia es el verdadero productor de sus actos de Mentir y entender. ))Y si me preguntas de qu utilidad sirve el cuerpo al alma, puesto que no concurre producir la sensacin ni la inteleccin, te responder que sirve para despertarla y excitarla, porque mientras anda unida este cuerpo corruptible, no puede percibir nada sin que antes se verifique una alteracin en cualquiera de los sentidos. Pero la sensacin nace solamente del alma, y no debe confundirse con la impresin hecha por el objeto en el rgano (1). De las operaciones del alma no puede aducirse otro testimonio que la experiencia interna. Ella nos dice que el alma no se conoce si misma, si antes no I0 impresiona algn objeto extrnseco... Por eso en nosotros ha de preceder siempre alguna nocin de cosa extrnseca al conocimiento del alma que se conoce h si misma. Esta consecuencia es evidente. Y de aqu se seguir tambin que esa nocin slo puede servir de antecedente, para que el alma saque despus el consiguiente, procediendo as: Conozco Dque yo conozco algo. Todo lo que conoce es; luego yo soy (2).
(1) Fingenda qviippe est rationalis anima informant corpus este hominem inclusum in carcere qitodam... giti. homo semper sopare quodam correpus esset, nisi tum cwn vel retimlum sensibiliter percutlar au per/eneslras... aliqmd objectum visibile per unam, aut audibile per alerarii. seu gustabile per aliam... eque ex'erioribus efJcientibus objecHs non aliter ad sensationem concurrenlihus quant qui excitat hominem dormientem, dicitur cognilion et inel/ectionis ejnsdem causa, non quidem efciens, sed sine qua sensatio illa /acta non esset... solo homine qui dormiebat suorum uctuum sentiendi e' *'telligendi vero proditctore. Uum enim quceritur in quem usum deserviat Corpus animis, si nec ad sensationem neo inetectionem prodttcendam concurrat ipsum? Respondendum est ut... excitet eamdem * dwm corpus hoc corruptibile informal, nullam rem extrinseczm negu intrinsecim percipere valeat, nisi prius tactus aul alter ex quatuor sensibus alteretur... Sensationem tantumgigni ab anima post a^/tciionemab objecto/actam. (i) Porro si memores estis eorum quparum supra legistts, anima, dum Corpus hoc corruptibile in/ormat, nihil percipit, nisi ab extrinsecis objectis exterius vel a pkantasmatis interius afflcialw aa affectionem organorum exteriorum aut interiorum, alias nempe wwper sopil'im et veluti somno oppressam esse eventus docet. Nuiam
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Aqu tenemos el famoso cogito cartesiano, mal formulado en G. Pereira lo mismo que en Descartes, pero idntico. Ni como silogismo ni como entimema (reducible como lodos los entimemas un silogismo) resiste el ms leve ataque. De dnde saca G. Pereira la proposicin: todo lo que conoce es, si hasta ahora no ha conocido ms que objetos sensibles? Con qu derecho dice Descartes luego, sobreentendiendo la mayor de un silogjsmo, cuando ha empezado por dudar de lodo? Ni uno ni otro prueban la proposicin: todo lo que conoce existe. Ser sta una de las universales confusas, cuyo conocimiento precede, segn G. Pereira, al de lo singular? Evidentemente, el cogito cartesiano y pereirista slo tiene fuerza incontrastable como hecho y afirmacin de conciencia fde qua quivis conscius est, dice G. Pereira). Descartes lo reconoci muy bien en su rplica lasobjecciones recogidas por el P. Mersenne: Cuando conozco que soy una cosa que piensa, esta primera nocin no est sacada de ningn silogismo; y cuando alguno dice: yo pienso, luego soy, no infiere ael pensamiento la existencia como por medio de un silogismo, sino como cosa conocida en si misma, por simple inspeccin del esprituM (1). En tal sentido, el cogito es la base del psicologismo moderno. G. Pereira, como salido de las filas del nominalismo, no poda extremar tanto sus conclusiones. Harto haca con separar del todo las operaciones del espritu de las de la materia, identificar el pensamiento con la esencia del
nempe aliam probationem posse adduci in hujusmodi de anima negots ni guam quivis de M actibus experitur... Si ergo res ita habet, ut me asserlum est, animam ipsam seipsam noscere non posse, nisi prins ab altero relatorum, scil. objecto extrnseco vel phantasmate a/Jciaur. certum erit.. Unde nois aliqm rei extrinsecm pracessura *iecessario erit cognitionem anima seipsam noscentis. Consequentia hiBcsalis nota est. Hinc gum ulterius etiam sequetur, si hac preccessura 'S non in alium uswn deservir valebit qiixm ut sit quoddam antecedens cognitum ex qm anima post eliciat consequens, scil. quod ipsa seipsam nosci, sic procedendo: Nosco me aliqnid noscere, et quid-quid noscit est; ergo ego sum. (i) Descartes, Oemres, ed, Jules Simn, pg. 170.
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alma, y repetir que es tan evidente la experiencia que t e nemos de nuestros actos internos como la que adquirimos de las cosas extrnsecas ( I ) , todo lo cual es cartesianismo puro y neto. No conozco ms que otros dos autores que antes de la publicacin del discurso del Mtodo formularan un razonamiento anlogo al de Descartes. El primero es San Agustn, en aquellas sabidas palabras contra los Acadmicos: Nulla in his vero academicorum argumenlorum formido dicentium: Quid'si falleris? Si enim fallor, suiu, nam qui non est, utique nec falli potest: ac per hoc sum, si fallor; argumento que repite en el libro II De libero arbitrio, casi en idnticos trminos. El segundo es Fr. Bernardo Ochino, famoso hereje italiano, de peregrina historia, discpulo de nuestro Juan de Valds. En su catecismo, impreso en Basilea en 1561 (que no he visto sino citado por Rosmini), uno de los interlocutores dice: Me parece que existo, pero no estoy seguro. Quiz me engae. Y replica el maestro: Es imposible que lo que no existe crea que existe: t crees que existes; luego existes. Cierto es, dice el discpulo. Ochino divulg esto aos despus de la impresin de la Atoniana; pero en la manera de presentar el argumento hay poca semejanza. Tampoco el de San Agustn se parece mucho en la forma al de Descartes (2). El segundo argumento de G. Pereira por la inmortalidad del alma, dice as: Toda forma (3) puede dejar el sujeto que informa y tomar otro nuevo: puede abandonar uno y otro, y existir sola. De este gnero es el alma racional; luego podr existir por s y sin el cuerpo informado. Adems no habr objeto que exteriormente la afecte, (1) Non enim minm evidtntes sunt res qnas de nostris actibus en)pertmw guam illae qwie de extrinsecis rebus habentr. (2) Las condiciones que G. Pereira seala para el conocimiento inlerior son las siguientes: i<Haec, puta, anima semper tibipraesens, non te temper noscit^uia indiget ex natwrae f acto pro stati* isto eBCttatore, et vohntatis imperio ut se noscat. (3) Recurdese que U forma no tiene para G. Pereira el mismo sentido que para los escolsticos.
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y como interiormente no tiene principio de corrupcin, ser eterna (1). En todo el curso de esta obra hemos mostrado que el alma es indivisible, no como un punto, sino como un ngel, otra de las sustancias separadas; es decir, toda en todo el cuerpo, y toda en cada una de sus partes. Separada del cuerpo, no se llamar forma; pero tampoco permanecer ociosa, antes ejercer, con mayor pureza que cuando informaba al cuerpo, su obra principal, la de entender, puesto que ya he demostrado antes que la inteleccin nace del alma sola. Cuando deje el cuerpo, entender por otro modo ms perfecto todos los entes, sin necesidad de ser excitada por los objetos exteriores. Ms natural es que el espritu entienda sin el cuerpo que no unido l (2). La tercera prueba est fundada en la identidad del alma: Quin, no ser un insano y un delirante, podr negar que conoci en su infancia algunas cosas de que se acuerda en su vejez? Lo cual sera imposible si el alma no fuese una idntica en todas las edades (3). Entran luego las razones que llama retricas; es saber: la justicia divina, la sed de lo absoluto, etc., y mezclado con ellas una especie de comentario la gloga 4." de Virgilio. En el argumento del consenso comn, cita la creencia de los indios en la inmortalidad, segn me lo han participado, dice, mi hermano y mi sobrino, que han vivido muchos aos entre ellos [ex fratre et nepote qui per mullos annos apud Indos vixerunt.J (1) Quaecumque forma potest suijectum qnod informat relinquere et alium novurn acquirere, poterit utrumque deserere et sola esse: sed anima rationalis est hujusmodi, ergo ipsa per se et sine corpore durare potest, et en exuto derelictoque, non est amplius qui eam extrinsece p'ssi a/Jcere, nec ullum inrinsecum prtnctpinm haiet q%o corrumpatur: ergo aeierna eril (2) Per universum hoc opus ostendimus animam esse indivisibilem non ut puncM sed ut ngelus vel alia de suisaniis separatis, tota S'ilicet in loto et tota in qualibetparte... Primitusenim forma corpar% dicebur, et sejuncta corpore non talis dicitur, etc., etc. . (3) Quis enimnisi delirus et insanus negare poterit se aliqua in tnfantia cognovisse quorum insenectute recordatw, etc., etc.
384 Finalmente, desata las razones que suelen alegarse contra la inmortalidad. i .* El entendimiento crece, se desarrolla y decae con la edad. G. Pereira contesta que lo que se altera no es el entendimiento, sino sus operaciones, causa de la debilidad de los rganos instrumentos. Notoria inconsecuencia es esta despus de haber afirmado que los actos intelectuales no se distinguen del entendimiento. 2.* Inutilidad del alma despus de la muerte por falta de rganos de los sentidos. A esto replica que el alma separada puede entender de ms perfecto modo que unida, porque el cuerpo slo le sirve de estorbo. Las dems objeciones eran ftiles, y G. Pereira las desata sin dificultad.A nadie sorprendan el atrevido estilo y singular proceder de este tratado. Sobre las pruebas de inmortalitate, reinaba gran libertad en las escuelas. Scoto y Cayetano afirmaron que la inmortalidad era verdad de fe, y como tal, indemostrable por razones naturales. Lo que en aquellos piadosos escolsticos naci de excesiva desconfianza en las luces de la razn, fu cmodo efugio en la escuela de Pdua para cubrir impiedades. Pedro Pomponazzi dijo que el dogma de la inmortalidad era verdadero, segn la fe; falso, segn la razn ( i ) . Quiz no andaba muy distante de este sentir su comprofesor y amigo, el ilustre sevillano Juan Montes de Oca, autor de unas importantes y desconocidas lecciones sobre el libro tercero De nima (2). En ellas, despus de refu(d) Sobre los libros de Pomponazzi y sus controversias con Agustn Niptio, Contarini, etc., vase el erudito libro de Florentino y }* reciente publicacin de los comentarios De anima, hecha por Luis Ferri. (Roma, en las Actas de la Academia de los Linceos.) (2) He visto dos cdices de ellas: el mejor y ms antiguo pertenece la Biblioteca de San Marcos, de Venecia; el otro la Nacional, de Pars. Yo tengo un extenso extracto formado con presencia de ambos. En la Marciana vi adems las lecciones de Montes de Opa sobre los libros 1 y IV D CCBIO y sobre el I y II de la Fnica de Aristteles, dadas respectivamente en los aos 1522 y 1523. Montes ue Oca comenz explicar en Pdua en 1520 con el estipendio de w "
383 tar con crtica aguda, y sutil el famoso argumento Omne recipiens debet esse denudatum substantia recepti, y las dems pruebas averroistas, tomistas, etc., basta entonces presentadas, acaba diciendo: quod nulla estratio naturalis qucp. cogat intelleclum ad assentiendum quod anima sit inmortalis... Assentiendum est quod anima sit inmortalis solo verbo Cristi... Verdad es que aade que tampoco las pruebas de la mortalidad concluyen, y procura escudarse, en cuanto lo primero, con la autoridad de Escoto; pero al decir sus discpulos: Si tuvieseis razones naturales, creeriais en la inmortalidad ms de lo que creis fsi... haberetis, magis crederetis quati creditisj harto induce sospechar que tambin l le haban tocado los vientos de duda que corrian en la escuela paduana. Por lo menos, no se libra de temeridad notoria, enseando y escribiendo tales opiniones en 1 5 2 1 , despus del decreto del Concilio lateranense de 19 de Diciembre de 1512. Quiz este mismo decreto le oblig expresarse con menos claridad y ms cautela, porque en otras muchas cosas va de acuerdo con Pomponazzi. Desde Montes de Oca hasta Uriel de Acosta, no s que ningn espaol dudase de la inmortalidad del alma. Qu importaba que algunos de los argumentos por ella alegados fuesen dbiles, cuando la creencia en un destino superior tiene sus races en lo ms hondo de la conciencia humana? Por sostener esta verdad lidiaron bizarramente Sebastian "ox Morcillo, con las armas del platonismo (1), Cardillo de Yillalpando y Martnez de Brea, con las del peripatetis^^, D. Pedro de Navarra y otros, en concepto de moramonedas de plata, sueldo que se le acrecent al ao siguiente. Muri en 1524, sucedinole en la ctedra el averroista Marco Antonio Zi-
niapa. (Vid. Facciolati, Fasti Oymmsii Patavini, 1757, tomo II, pgina 274.) (^) Vid. principalmente In Platonit dialogumqui Phcedo seu de ^f^orum inmortalitate inscribitur, Sebastiani Foxii Mortilli HisP*'iw Commentarii. Basilea, per Joannem Oporinum, 1556. (El *'Plar que poseo de esia edicin primera y nica, est encuader"V?.'=on los comentarios del mismo Fox Morcillo al Timeo y lai*PV'bttca.)
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listas. Pero ninguno mostr tanta novedad y atrevimiento comoG. Pereira al fundar la inmortalidad de nuestro e s pritu en la independencia de sus actos y en el conocimiento que el alma tiene de s misma. Slo se le acerca en mritos Juan de Mariana en su hermoso tratado De morte et inmortalitate, no impreso hasta 1609, medio siglo despus de la Antoniana (1). Pero el jesuita talaverano, que anduvo tan feliz al desarrollar el argumento platnico anima se ipsam movet, no vio toda la trascendencia y el alcance del Animiis corpore non dependet, y en su exposicin se muestra harto dbil. Descartes no haca otra cosa que repetir el razonamiento de G. Pereira cuando escribia: Concebimos claramente el espritu, es decir, una sustancia que piensa, sin el cuerpo, es decir, sin una sustancia extensa... Luego, lo menos, por la omnipotencia de Dios, el espritu puede existir sin el cuerpo, y el cuerpo sin el espritu. El autor de l a i l n loniana no tuvo necesidad de hacer intervenir la omnipotencia de Dios en una prueba de filosofa natura!. Ntese que l profesaba, msemenos mitigado, el sensualismo de los nominalistas; con lo cual es ms de admirar su clara comprensin de la naturaleza del espritu. He terminado el anlisis del libro deG. Pereira, no ms ue en sus puntos y cuestiones esenciales (2). Para acabar e caracterizarle, aadir que su autor, como casi todos nuestros grandes pensadores, era hijo sumiso de la Iglesia y excelente catlico. Quiz por esto, y pesar de sus au(4) Vid. Joannis Mariame... TratactM Vil, Coloniae AgrippinMt iwnptibus Antmii Hierali. El De morte et inmortalitate es el itimo de los tratados. (2) Entre las opiniones ideas sueltas de G. Pereira, que omito porque no me he propuesto hacer un compendio de su obra, sino un anlisis, estA el principio quoe continuahtwr seifsis continan, conrmado por este otro: corpora]homngeneapartibus ejusdem rationis wnta wnt, lo cual ilustra con ejemplos y observaciones curiosas. Tampoco es despreciable esla cuestin, que no es la nica do materia estiica en la Antoniana: An aliqua naturaliter sint pulchra, alia de/ormia, an sic ex usu vel Del imperio talia sint. Vase sobre la soUicionque G. Pereira da al problema, la historia que pronto (Dios queriendo) he de publicar de la Esttica en Espaa.
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dacias de otra ndole, no ser acepto los modernos impos, que tal extremo han trado nuestra desdichada patria. En cuanto m, no puedo menos de mirar con admiracin y simpata al hombre que independiente y desligado de toda autoridad cientfica, slo doblla frente ante la eterna verdad, escribiendo: Quapropter nequis putet nos pertinaci cervice pcrsisturos, in nonullo errare, si forte ignari eum dictaverimus, confitemur, nos ipsos et riostra scripta subjici correctioni Summi Pontificis ac Eclessice Rornante. Con ser gentil, dijo ya nuestro Sneca , el ms antiguo de los filsofos ibricos* Parere deo libertas. Pocos de sus sucesores han sido infieles esta mxima. Y ahora, qu me falta para cumplir, aunque mal, mi propsito en esta carta? Lo primero advertir que la Anto~ niana tiene al fin una tabla de erratas precedida de una advertencia al lector Cautio lectoribus observanda , antequam opus hoc legere aggrcdiantur, y un ndice de las cosas notables de la obra, (hidex sive tabula eorum quce in hoc opere reperiuntur.] Lo segundo, formar una especie de catlogo de los escritores que hasta ahora han hablado (casi todos de pasada) de la Anfoniana, y notar sus aciertos errores. Pero ya esta carta crescit in inmmsum, y me parece eportuno dar de mano la tal lista, limitndome citar algunos nombres que marcan ciertas alternativas en la manera de estimar y juzgar, por lo general de segunda mano, G. Pereira. Ya habl de las cuestiones promovidas por el libro al tiempo de su aparicin, y de lo que de l escribieron en el siglo XVII Huet, Bayle Isaac Cardoso. Pero Huet, con ser tan erudito, no debi de leer entero el libro, puesto que no seala ms analogas entre su doctrina y la de Descartes que el automatismo. Bayle solle conoci de oidas, como l mismo confiesa. Slo Cardoso da muestras de tenerle estudiado y convertido en sustancia pnpia. En el siglo XVIII le menciona Feijo sin haberle visto, y ms tarde Martin Martinez. Excitada la curiosidad de
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algunos, tuvo no s quin la feliz idea de feimprinrrle en 1759 con esmero grande; pero su intento sali vano, porque los pocos aos, y como por virtud mgica, el libro volvi ser tan raro como antes. Pero ya se conocia mejor la doctrina fsica y psicolgica de Perora, y muchos le citaban como primer innovador filosfico, sobre todo en lo relativo las formas sustanciales. En este sentido dijo el P. Isla en su novela famosa: Dejo un lado que el famoso Antonio Gmez Pereira no fu ingls, francs, italiano ni alemn, sino gallego, por la gracia de Dios, y de! obispado de Tuy , como quieren unos, portugus, como desean otros; pero sea sto aqullo (que yo no he visto su fe de bautismo), al cabo espaol fu, y no se llam Jorge, como se le antoj monsieur el abad (sic) Lavocat, compendiador del diccionario deMoreri, y no tuvo por bien de corregirlo su escrupuloso traductor, sin duda por no faltar la fidelidad. Pues es de pblica notoriedad en todos los estados de Minerva, que este insigne hombre, seis aos antes que hubiese en el mundo Bacon de Verulamio, ms de ochenta antes que naciese Descartes, treinta y ocho antes que Pedro Gassendo fuese bautizado en Chantersier, ms de ciento nles que Isaac Newton hiciese los primeros puchericos, en Volstrope, de la provincia de Lincoln, los mismos con coMa diferencia antes que Guillermo Godofredo, barn de Leibnitz , se dejase ver en Leipzig, envu.lto en las secundinas... ya habia hecho el proceso al pobre Estagirita. Habia llamado juicio sus principales mximas, principios y axiomas (1). En trminos parecidos, aunque con manera ms cientfica, juzgaron la importancia de la Antoniana, Piquer, Forner, Ulloa y otros, cuyos pareceres quedan ya referidos. El P. Castro, autor de una docta aunque indigesta Apologa por la teologa escolstica, particulariz ms. Es fcil (dice) descubrir en la Antoniana algunos otros principios de la nueva filosofa, vg., que 'no se distmguen de la sustancia del alma sus conocimientos, que s(i) Ff. QervMdio de Campazas, pg. 116 (ed. Rivadeneira).
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T)tos no son otra cosa que diversos modos de ser de saberse, que no todas las que llaman cualidades sensibles son accidentes entitativos de los cuerpos, y otras cosas que, hasta que se demuestre lo contrario, deben merecerle el distinguido honor de ser el primer innovador en materia de filosofa, el ejemplar de imitacin y la causa, siquiera ocasional, de los nuevos sistemas (1). El abate Lampillas escribi que despus de Vives y antes de Bruno, abri nueva senda la filosofa el espaol G. Pereira, que tuvo valor de publicar. . nuevo sis))tema de fsica, contrario ai de Aristteles, estableciendo nuevos principios opuestos la materia y formas sustanciales. de las escuelas. Los dems juicios del siglo XVIII t'stn calcados en ste. En el siglo XIX el nombre de G. Pereira ha tenido menos notoriedad, por el general abandono de nuestras gloriosas tradiciones. Los dos historiadores de la Medicina espaola, Sres. Morejon y Chmchilla, juzgaron bajo un parcial aspecto la Antoniana, hicieron de ella justsimos elogios, y aun ms del tratado De las fiebres. Chinchilla expuso con fidelidad, pero muy en compendio, la opinin de G. Pereira sobre el alma de los brutos. En un erudito opsculo sobre descubrimientos de los ispaoles atribuidos los extranjeros, que dio luz el escritor sanlanderino D. Ramn Ruiz de Eguilaz, hombre curioso y aficionado estas investigaciones (sobre las cuajes escribi un libro extenso, que no lleg imprimirse) apareci por primera vez (que yo sepa) el silogismo de G. Pereira osco me aliquid nosse... Como original del entimema cartesiano. Cundi esta especie, y reprodjola en su ingenioso discurso de entrada en la Academia Espaola el Sr. Campoamor. De all la lomaron los Sres. Vidart, Salmern y muchos otros. Hoy ha entrado en el general coTnercio cientfico, por lo menos en Espaa. Para las posteriores vicisitudes del nombre de G. Pe"^eira, pueden verse mis Polmicas, as las coleccionadas W Citado por Laverde, Ensayos crticos, pg. 354.
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como las que anclan todava sueltas, aunque con noticia de su dueo. Aun tengo que aadir una noticia, y por cierto la ms lastimosa. A fines del ao pasado oi que varios miembros influyentes de la Sociedad de Biblifilos trataban de reimprimir la Margarita, y aun se me pregunt por tercera persona dnde habia algn ejemplar que pudiera servir de texto para la reproduccin. Excuso decir usted el jbilo que me caus la noticia. A los pocos meses, la Sociedad publica un libro. Mi gozo en un pozo: la obra reimpresa no era la Antoniana, sino el Libro del potro y descendencia de los caballos Guzmanes. Confieso que toqu el cielo con las manos, y que en mis adentros maldije de la bibliofilia y del primero que tuvo tal mana en el mundo. Cuatro cinco sociedades de biblifilos tenemos en Espaa: ninguna se le ha ocurrido publicar un solo libro de filosofa. Qu importa ave.iguar si hubo no un espaol que se anticipase Descartes, Gassendo y Reid en la discusin de las formas sustanciales de las especies inteligibles? Lo que importa es poner en claro los oficios del mozo del bacin (1) el modo de melesinar los halcones (2). Si yo fuera capitalista^ poco tardarla en hacer una coliosa y regia edicin de la Antoniana y de otros muchos ibros filosficos espaoles. Pero como no lo soy, ruego usted, con las lgrimas' en los ojos, que si conoce y trata alguno de esos seores filo-biblion, que entienden en el gobierno y manejo de la dicha Sociedacl, les pida por Dios y la Virgen Santsima que reimpriman la vinom'ana (acompaada de las Objectiones y del EndeclogoJ, no y por ser libro de importancia filosfica (consideracin que no ha de hacerles mella), sino por ser rarsimo y muy difcil de adquirir ningn precio. Dgales usted que, por lo menos, vale tanto y es tan digno de conservarse como el Libro del potro, y que hasta puede hombrear sin desdoro con las Campaas de Carlos V, de Cereceda, y con el Henn-
(1) Libro de la Cimara Real del principe D. Juan. (2) Libro de las aves de caa.
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que fi de Oliva. Dgales usted... pero no les diga nada, porque sera predicar en desierto. A los sabios que no son biblifilos y que desprecian la ciencia indgena , creyendo con simplicidad columbina que hoy empieza nuestro movimiento filosfico, gr< cias al trasiego de ideas vertidas medio mascar en el A.neo y en las Revistas, me limitur decirles con pj'labras ms autorizadas que las mias, como que son de uno de los mis rofundos, la, vez que ms modestos pensodores espaoes de nuestro siglo, del inolvidable Dr. Llorens, profesosor que fu de metafsica en la universidad Barcelonesa: Cuando la civilizacin de un pueblo ha salido de sus corrientes primitivas; cuando la masa de sus ideas es ms bien un agregado informe que un conjunto ordenado y su energa natural se ha ido gastando en empresa poco meditadas en imitaciones serviles, no hay que esperar que la imp^ ^cion de una doctrina filosfica venga llamar la vida un cuerpo desfallecido y exhausto. Podr acontecer en ocasiones que un sistema filosfico, que lisonjee la pasin se enlace con opiniones p clicas favoritas, se propague fcilmente y aun tome cierto aire que haga sospechar la exisicncia de un pensamiento propio: mas venidos al hecho se desvanecer esta apariencia cuando fijemos la vista en lo hondo de la sociedad donde esto aconteciere, que all descubriremos una degeneracin de su constitucin ntima, un antagonismo entre el elemento propio y el extrao: accidentes todos que no pueden menos de traer mal terminla vida nacional. El pensamiento filosfico no es un nuevo eh ment de la conciencia humana, sino una forma especial que el contenido de la conciencia va tomando: por manera, que la masa de ideas elaboradjs por cada pueblo, debe ser la materia sobre la cual se ejercite la actividad filosfica. Y en otra parte aade: El pensamiento filosfico viene naturalmente formar parte de aquel organismo invisible que existiendo en el seno de cada nacin determina.su individualidad (1).
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Esto dijo Llorens en 1854, cuando el desorden de las ideas y el desprecio la tradicin no habian llegado al punto en que noy los vemos. Lo mismo, aunque con menos gravedad y elocuencia, he procurado yo inculcar en ms de una ocasin. Sigo creyendo y afirmando que en Espaa lievamos, lineo ms (h medio siglo, errado el camino en lodo. Kl que seguimos slo puede conducirnos la aniquilucion y lu muerte de nuestra conciencia nacional. De?/s lale ornen avertat. Aparte Dios tan mal agero, mi respetable amigo, y djenos ver de nuevo esta pobre y maltratada Espaa, ya que no temida en Flndes ni respetada en Trento, lo menos cristiana y espaola en la ciencia como en la vida. No pretendo yo (ni quin tal pretendiera?),restaurar la variada trama de ideas y opiniones que desde Sneca hasta Blmes y aun ms ac, constituyen lo que llamamos filosofa espaola. Quiero slo que renazca el espk-itu nacional que Llorens se referia, ese espritu <jue vive y palpita en el fondo de todos nuestros sistemas, y les da cierto aire de parentesco, y traba y enlaza hasta los ms discordes y opuestos. Adis, mi Sr. D Juan; harto he molestado usted con las inauditas prolijidades'de esta carta. Tngala por recuerdo de su apasionado amigo
M. MENENDEZ PELA YO.
Le meses h en el Polybiblion (revista bibliogrfica catlica) un articulito compte-rendu en que por incidencia, y cual de cosa sabida y notoria, se hablaba dala patria provenzalde R. Sabunde, con referencia una monografa del abate Reulet, autor de este descubrimiento. Causme no poco pesar la nueva, pues admirando como admiro al autor del Liber creaturarum, no podia yo llevar con paciencia que se nos despojase de esta gloriafilosfica,haciendo olosano al que por cataln tuvieron y juzgaron todos los doctos, desdo el abad Trithemio ac. Pero como tengo natural propensin creer todas las malas, noticias, di aserto, con ligereza sobrada (lo confieso), la indicacin del Polybiblion, y n la repet en dos pobres ensayos mios, por creer entonces oportuno no hacer hincapi en ttulos dudosos controvertibles, sino en los ciertos y averiguados de nuestra ciencia. Despus he tenido ocasin de leer la niemoria del abate Reulet; y visto que no prueba lo que intenta, ni por asomos, "creme en la obligacin de hacer entera penitencia de mi pecado. No es otro el fin ni otra la causa de haberse escrito estas lneas. -
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A ninguno de mis escasos lectores parecer nuevo ni peregrino el nombre de Sabunde. Por grande que sea el olvido en que yacen los naonumentos de nuestro pasado cientfico, no quiero ni debo suponer que este olvido se extienda la Teologa Natural. El atrevido propsito de su autor, aunque los mritos de la ejecucin n6 correspondieran, bastaria para librar de la oscuridad su nombre. En el ltimo y decadente perodo de la escolstica, cuyo imperio se dividian msticos y nominalistas, apareci en Toosa un profesor barcelons que, sin pertenecer ninguna de las banderas militantes ni ajustarse al mtodo y forma universalmente adoptados en las aulas, antes puesta la mira en la reforma del mtodo y de toda enseanza, como si obedeciera la poderosa voz del Renacimiento que comenzaba enseorearse del arte, concibi la traza de un libro nico, no fundado en autoridades divinas ni humanas, que sin alegar textos de ningn doctor, llevase la inteligencia de lodos; libro fundado en la observacin y en la experiencia, y sobre todo en la experiencia de cada cual dentro de s mismo. Nulla autem certior cognitio quam per experientiam, et mxime per experientiam cujushbet intra seipsum. Traz, pues, una Teologa Natural en que la razn fuese demostrando y leyendo, cual si escritos estuviesen en el gran libro de las criaturas, todos los dogmas de la religin cristiana. El plan era audaz y no libre de peligros, que las veces evit mal Sabunde; pero la concepcin misma es indicio claro de su vigorossimo entendimiento. Al desarrollarla mostrse potente en la argumentacin, abundante en los recursos, Y hasta inspirado y facundo veces en el estilo, libre 1^ continua de arideces escolsticas. El libro habia nacido en tiempo y sazn convenientes, y su xito fu brillante, aunque ms bien fuera que dentro de las escuelas. Difundido en abundantes copias por FraPcia, Italia y Alemania, lleg ser estampado por ios trc^los de Deventer en 1484 (si es que no existe edicin anterior, como algunos sospechan), y entre los ltimo^ aos del siglo XV y todo el XVI aparecieron ms de doce
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ediciones del primitivo texto, sin que fuera obstculo la prohibicin que del Prlogo de Sabunde hizo el Concilio ae Trento. Suprimise el prlogo, y la obra sigui imprimindose sin otra mudanza. Y como su extensin y lo incorrecto de su latin retrajesen muchos de su lectura, acudieron dos elegantes humanistas admiradores de Sabunde, Pedro Dorland y Juan Amos Comenio, con sendos extractos rotulados Viola animae y Oculus fidei. Y por si algo faltaba la mayor difusin y renombre de la doctrina de Raimundo, un caballero gascn, anttesis viva del piadoso catedrtico del siglo XV, se entretuvo en verter la Teologa Natural en encantadora prosa francesa, que aquel escptico caballero hablaba y escribia como pocos ninguno la han vuelto escribir y hablar. No satisfecho con esto, tom pi del libro de Sabunde para su ms extenso y curioso ensayo, que con ttulo de Apologa (aunque de todo tiene menos de esto) anda desde entonces en moiios de todos los aficionados ingeniosas filosofas y desenfados de estilo. El Lber creaturarum, que por tales caminos habia llegado la cumbre de la celebriaad, mantvose desde entonces en estimacin honrosa, y si no muy leido, continu siendo muy citado, veces con oportunidad escasa. De la patria del autor nadie dudaba, hasta que el abate Beulet public su paradoja intitulada, como dicho queda. Un clebre desconocido. Veamos si hace fuerza su alegato.
II. Aunque el escrito de que voy hablar no tiene ms de 316 pginas en dozavo, fcilmente pudiera reducrsele menor volumen con solo suprimir algunas de las infinitas amplificaciones y redundancias en que se complace su autor. Es el estilo del abate Reulet elegante, pero desleido y fallo de nervio, abundando adems en ornamentos y
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amenidades de dudoso gusto. Pero no conviene hacer hincapi en los defectos de un libro que tiene partes recomendables y demuestra haber eido trabajado con amore inters hacia el asunto. Divdese en dos partes, concernientes, la primera Sabunde, la segunda su libro. En la Biblioteca de Tolosa se guarda un precioso cdice del Lber creaturarum. Por la descripcin del abate Reulet vemos que el tal manuscrito es un volumen de 280 hojas en 4. con profusin de adornos y miniaturas. Los ttulos de los captulos estn en letra colorada, y en la foliatura sigese la numeracin r(>mana. La inscripcin final dice la letra: ^ sic explicit Lber Creaturarum fseu NaturaeJ seu Lber de Homine nchoatus et inceptus in alma universtate venerabilis studii Tholosani, anno Domini millesimo quadringentesimo tricsimo quarto et completus et termnatus in eadem universtate anno 1436 in mense Februarii, undcima die, quae fuit dies sabbat, etctera. L importancia de este documento salta la vista. Hasta hoy ignorbamos la fecha precisa en que fu escrito el Libro de las Criaturas. Cnstanos hoy que se empez en i 434, y que su autor le puso trmino en el mes de Febrero de 1436. Pero aun no ha acabado la nota final del cdice tolosano. Hic liber est Berengarii Operarii, auctoritate regs notarii, Tholosae habitatoris, extractus consimili copia magistri Alrici de Rupe, etiam notarii ibidem: etcorrectus per ambos jara dictos notarios subscriptos cum originah libro manu reverendi magistri Ramundi Sibiude (sic) in sacra pagina, in artibus et in medicina magistri... finitus corrigidie raercurii Cinerum, XIII mensis Februarii, anno ab incarnatione D. mili, quadringentesimo tricsimo sextoCujus quidem compilatoris vita fund penltima Aprli'^ eodem anno, etc. Otra revelacin inesperada. Raimundo Sabunde mu" en Abril de 1 436, dos meses despus de haber dado cima su Teologa Natural. La contradiccin aparente entre
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las fechas del libro y de la copia ha sido discretamente salvada por el abate Reulet, mediante la diferencia entre el cmputo eclesistico que Sabunde, como profesor, debi seguir, y el vulgar que forzosamente adoptaban los notarios. Estos debieron de acabar la confrontacin de su copia en 13 de Febrero de 1437. La autoridad desemejante traslado, que pranos otros hace veces de original, no puede ser ms decisiva, y merece bien de las letras el abate Reulet por este su nico descubrimiento, aunque entusiasmado con l ha querido darle ms valor del que realmente liene, y convertirle en arma para su antiespaola pretensin. Veamos cmo. La primera dificultad que acerca de Sabunde se ofrece, es su nombre, que ha sido escrito de todas estas maneras: Sebeide, Sabunde, Sebundius, Sabundanus, Sebundus, Sebn, St.-Sebeide, y en cinco seis formas ms. La ms antigua y autorizada parece la de los notarios tolosanos, que escriben Sibide. No me parece de grande importancia tal cuestin, aunque Reulet la discute en forma y largamente, explicando su manera los cambios y trastrueques que en el nombre de Raimundo hicieron copistas y editores, guiados generalmente por razones eufnicas. Pero conviene advertir que en Espaa nunca hemos llamado al filsofo cataln Sabeydem ni Sant-Sebeide, por ms que nos cuelgue este milagro su bigrafo y aada que tan exticos nombres se ajustan las conveniencias de nuestra lengua. Sabunde Sebunde se ha escrito siempre del lado ac del Pirineo, y nada conducen 'os rasgos de^;)n7que con esta ocasin se permite el clrigo francs. Llegamos al nudo de la cuestin, al captulo de la/ana. El abad Trithemio, que en 1 494 public su catlogo de escritores eclesisticos^ afirma en l que Sabunde era natione Hispanus. SinforianoChampier, en los primeros aos del siglo XVI lo repite. Montaigne hace correr de gente en gente la misma asercin. El docto Maussac, en los prolegmenos al Pugio Fidei de Fr. Ramn Marti, impreso en 1651, adelanta ms: llama Sabunde natural de Barcelona y profesor en Tolosa. Desde entonces todos los cri-
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ticos historiadores de la filosofa han repetido estos datos. El abate Reulet se levanta contradecirlos, y con toda la jactancia francesa (aqu de bastante mal gusto) anuncia que las pretensiones del Ebro van sucumbir ante tos derechos del Carona. Y qu derechos son esos? Ha parecido la partida de bautismo de Sabunde?Se ha encontrado la indicacin de su patria en algn registro de la Universidad de Tolosa? Hay el ms insignificante documento que disculpe tales fanfarronadas? No hay ms que la rotunda afirmacin del abate Reulet, escritor de 1875, contra el testimonio del abad Trithemio en 1498, cuando aun debian vivir gentes que conocieron Sabunde. Y cmo ha querido invalidar semejante prueba el apologista de la causa francesa? Fantaseando con escasa formahdad crtica uncuadro de novela en que el abad Trithemio aparece en su celda hojeando el Librode las Criaturas, para redactar el artculo concerniente Sabunde, quien llam espaol, que no saben mis lectores por qu? Porque en un manuscrito citado en una Historia del Langeuoc se habla de un magister Hispans, mdico del conde Raimundo de Tolosa en 1242! Y ya se ve, el pobre Trithemio tom el rbano por las hojas, confundiendo un filsofo del siglo XV con un mdico oscuro del XHI, del cual hay noticia en un manuscrito. Y qu prueba tenemos de que Trithemio hubiera visto semejante manuscrito? Y suponiendo que le viera, por qu hemos de suponerle capaz de un yerro tan enorme inexplicable? Puede llamarse este modo de razonar procedimiento critico? Que Trithemio, aunque laborioso y muy erudito, era veces ligero. Est bien; pero quin prueba que lo haya sido en este caso'' En reglas de crtica, y tratndose de un autor del'siglo XV, la palabra de .los contemporneos inmediatamente posteriores vale y hace fuerza, mientras no haya datos en contrario. Tampoco los hay para destruirla afirmacin de Maussac respecto la patria barcelonesa de Sabunde. Maussac sabia demasiado para confundir Sabunde con S. Raimundo de Peafort. Anchas tragaderas debe de tener el que con-
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sienta en atribuir tal desatino al ilustrador del Pugio fidei. Por lo dems, es cmodo, ya que no muy ingenioso, este medio de explicarlo todo y desembarazarse de las dificultades. Quin ha dicho Reulet que Maussac no tuvo dalos documentos que hoy desconocemos, para poner en Barcelona, y no en otra ciudad de Espaa, la cuna de Sabunde? Los ha presentado l buenos ni malos para hacer su hroe hijo de Tolosa? No confiesa que todos los analistas tolosanos guardan acerca de l alto silencio, y que la tradicin local asimismo calla? Pruebas de hecho no alega ninguna el abogado de Francia; conjeturas una sola, que le parece fortsima, pero que es dbil y deleznable por descansar en un falso supuesto: la lengua. Dista mucho, en verdad, de ser clsico el latin del Libro de las Criaturas; pero muy de ligero ha procedido Reulet al asentar que est lleno de galicismos. Razn tiene cuando estima por de ningn valor el texto de Montaigne: (iCelivre est bastd' unespagnol baragouin en terminaisons latines, y> si por espa?zo/se entiende el castellano; pero tal interpretacin sera aqu absurda. Cmo se le ha de ocurrir nadie que Sabunde, cataln del siglo XV, hablase castellano? No es esto olvidar del todo la historia literaria de la pennsula? Dcenos el abate Reulet que l sabe el espaol (sic) y que no ha encontrado cas<e//am's?nos en la Teologa Natural. Y cmo los habia de encontrar, si Sabunde fu barcelons? Ignora el respetable clrigo que los barceloneses, lo mismo ahora que en el siglo XV, no tienen por lengua materna el castellano, sino el cataln, es decir, una lengua de oc, hermana del provenzal, hermana de la lengua de Tolosa, donde se escribi el Libro de las Criaturas en un latin bastante malo, que abunda en catalanismos por ser cataln el autor, y en provenzalismosporque habia residido mucho tiempo en Tolosa, y en repeticiones y desalios y redundancias como todos los libros de profesores no literatos, y ms en el siglo XV? Djese, pues, el abateReulet de traer cuento la lengua espaola, frase malsonante y nunca oida de nuestros cl-
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sicos, que se preciaron siempre de escribir en castellano. Tan espaola es la lengua catalana como la castellana 6 la portuguesa. Lo que conviejie averiguar es si son realmente galicismos las frases de Sabunde que con dudosa exactitud filolgica apellida as el crtico, sin distinguir tampoco el francs del Norte del del Medioda. Por qu han de ser francesas y no catalanas, castellanas, italianas, de cualquiera otra lengua romance, expresiones tan sencillas como estas: Vol quod omnes dicant bonum de me; Hoc est clavis et secretum totius cognitionis? No son espaolas de buena ley estas otras: Quiero que todos digan bien de mi. Esta es la llave y el secreto de todo conocimiento? No se puede y debe decir en cataln: Aquesta es la clau de tot coneixement, y en toscano Questa la ckiave ed il segredo, etc.? Kstar el galicismo en el uso frecuente de la partcula quod por ut? Pero quin no sabe que este es resabio general de la escolstica? En otro caso habra que declarar francs al mismo Santo Toms de Aquino. De este tenor son casi todas las pruebas alegadas por Reulet; algunas hasta contraproducentes. El necesse est quod in homine, etc. sigue mejor el giro castellano Necesario es que en el hombre haya algo que siempre dure, que el de la francesa Jl est necessaire. El despreciativo de ipso nullum computum facimus es provenzalismo italianismo, pero no buen francs del Norte,' aunque haya pasado al lenguaje familiar. La repeticin de los pronombres personales, sobre lodo del nos, aunque contraria la ndole suelta y generosa de las lenguas peninsulares, est en los hbitos acadmicos y profesorales: nosotros dijimos, nosotros creemos. En las palabras que como francesas cita, anda an ms desacertado el abate Reulet. Bracha es traduccin del cataln branca y no del francs branche, como bladum lo es de ble (trigo). Y no es algo nocente poner como galicismos las expresiones unus cattus (un gato), omnes culpabiles (todos los culpables), addiscere ad legendum (aprender leer)?
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Argumento que prueba demasiado nada prueba. Sabunde, como todos los malos latinos, tenda la construccin directa y atada, con poco ningn hiprbaton, peroraciones de sum, es, fui y primeras de activa. Esto es lo que su bigrafo llama construccin francesa, cuando realmente es el modo de decir propio de todo el que escribe con dificulted una lengua, atento solo la claridad y enlace lgico de las ideas. Con todos estos poderossimos argumentos mezcla el buen clrigo sabrosas burlas propsito del nfasis castellano, que nos hace llamar batallas todas las escaramuzas (vg. la escaramuza de Pava, la de San Quintn, la de Bailen, las de Zaragoza, etc.). Con todo lo cual, si su tsis no gana mucho, lo menos el autor lograr fama de hombre de sprit o de chispa, como decimos por ac. Dios d buena manderecha, y mejor gusto y novedad en sus gracias. De todo lo expuesto se deduce que el abate Reulet no ha alegado razn chica ni grande que invalide la autoridad de Trithemio. Seguimos, pues, contando Sabunde en el le nmero de nuestros filsofos. Los documentos, solo con documentos, no con vanas conjeturas, se destruyen.
III. Si en la primera parte de este artculo no he podido monos de decir mucho mal de la memoria de Reulet, deplame en cambio grata tarea el retazo de su libro en que expone y juzga las producciones de Sabunde: y digo mal las producciones, puesto que una sola sali de su pluma, lo menos una sola nos queda, conforme demuestra con buenas razones nuestro abate. La Viola animae, compendio del Lber Creaturarum, en seis dilogos de elegante latin y sabroso estilo, obra es del brabanzon Pedro Dorland, y as lo indican los versos laudatorios que, usanza
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dej tiempo, acompaan la Violeta en la impresin de Miln de 1517. Y fuera de la diferencia de estilo entre este libro y el de las Criaturas, acaban de persuadirnos de la verdad los elogios que el compendiador nace de Sabunde, y que en boca de ste fueran impropios y desmesurados. En la Violeta, pues, (que en 1616 fu trasladada al castellano por Fr. Antonio de Ares con rtulo de Dilogos de la naturaleza del hombre), lo que Sabunde pertenece no es la forma, sino la doctrina: lo propio acontece con el Oculus fidei, compendio ms rido y menos feliz, que en 1661 estamp en Amsterdam el sociniano Juan Amos Comenio. Slo por un inexplicable yerro de Jos Escaligero ha podido atribuirse Sabunde el Pugio fidei del insigne orientalista cataln Fr. Ramn Mart, obra de erudicin rabinica maravillosa, cuando del autor de la Teologa Natural ni siquiera consta (y puede muy bien dudarse) que supiera hebreo. El nico escrito de Sabunde, aparte de su obra magna, fueron, pues, las Quaestiones Controversae citadas por Trilhemio, sin que de ellas quede otra memoria. Tampoco es imposible que hubiese compuesto Quodlibetos, como Josas Simler y Possevino afirman. Limpio ya de malezas el terreno, procede estudiar el Libro de las Criaturas, primero por el lado bibliogrfico, y luego al modo crtico. Halo intentado no sin fortuna el erudito francs, aunque la parte bibliogrfica peque de ligera y sucinta, mucho ms si la cotejamos con el excelente estudio que en la Revista de Instruccin pblica (ao 4857) estamp el modesto y malogrado bibliotecario de Oviedo, Sr. Sua ez Barcena. Las ediciones citadas (aunque sin descripcin bibliolgica) por Reulet llegan diez y seis, mejor dicho quince, pues la existencia de la prim^ ra de Deventr, 1 480, esmuy incierta, y solse afirma po"" una referencia del Lexicn de Ebert, quien acaso la confundi con otra hecha en la misma ciudad en 1 484. Lo ra\Sr mo las ediciones incunables que las impresas en la pritn^r mitad del siglo|XVI, insertan el prlogo, y son por ende las msapreciables. Ni Reulet indica ni yo hepodido averigua*"
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la fecha de la ms antigua de las expurgadas; pero el prlogo falta ya en la d&Venecia, 1581, que poseo. Todos los textos impresos, incluso el moderno de Solsbach (1852), adolecen de alteraciones y faltas (no siempre tan sustanciales como Reulet imagina), cotejados con los cdices del siglo XV (en la Biblioteca Nacional de Pars hay tres), y especialmente con el de Tolosa. Urge, pues, una reimpresin esmerada y completa del Liber Creaturamm, y los espaoles nos toca hucerla. Mengua sera que mientras los libros de jineta y de caza salen del polvo, permanecieran en l los ms gloriosos testimonios de nuestra intelectual cultura. Todava no anda en castellano la Teologa Natural que Montaigne en el siglo XV tradujo al francs y puso sobre su cabeza. Sabunde entre nosotros es principalmente conocido por los Dilogos de Fr. Antonio de Ares (libro muy raro) y por la versin de un rifacimento italiano, vulgarizada pocos aos h en la Librera Religiosa. En ocasin ms oportuna hablaremos de Sabunde, considerado como filsofo.
APNDICE.
CONTESTACIN DE D. ALEJANDRO PIDAL Y MN, DUBIIS LIBERTAS.
LA CARTA IN
Encontrando demasiado tirante el arco por una parte, prob & doblarle por la otra, quizi con exceso.
(CABTA DB PBLATO. La Etpaa, 21 Abril 77.)
Sr. D. Marcelino Menendez Pelayo. Querido amigo: La carta de usted, que contesto, cay sobre mi como una bomba, rompime en mis propias manos la pluma con que habia empezado refutar el extenso artculo del racionalista Sr. Perojo, publicado en el ltimo nmero de la Revista Contempornea sobre La Ciencia Espaola, y aunque ninguno cedo en fe y entusiasmo, juzgeme dbil y sin fuerzas, y sobre todo sin autoridad para contestar usted como se debia. El desaliento y la tristeza de que mi nimo se halla apoderado con el repugnante espectculo que diariamente presencio n las columnas de ciertos peridicos, que ceri'adas para todas las grandezas del movimiento catlico y jas luchas cientficas, slo se abren la calumnia, la njuria y la acusacin contra sus hermanos los catlicos; 'as tareas polticas que tanto absorben la actividad del espritu distrayndole de los libros y asuntos literarios; y ^obre todo la previsin de los grandes males que al renacimientofilosficode nuestra patria acarrearian sus ataques ^e usted la escolstica, si no se le oponian, como fuerte
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dique que atajara el mal ea su nacimiento, la autoridad cientfica y doctrinas de algn nombre ilustre en la repblica filosfica, hicieron que cuando volv tomar la pluma no lo hiciese paj-a responder usted, sino para invitar privadamente los grandes filsofos escolsticos, los sabios hijos de Santo Domingo, los esclarecidos discpulos de Santo Toms, para que saliendo la palestra contrarestasen los esfuerzos de usted en contra del renacimiento escolstico en Espaa. Quiz, si olas mismas, anlogas semejantes causas les obligaron deplorar en silencio que el joven erudito que tan valientes asaltos acababa de dar la impiedad y al racionalismo, volviese ahora sus armas contra la filosofa tomista, nica filosofa cristiana que ha quedado en pi y que reverdece con vigor despus de la inundacin del racionalismo. Lo cierto es que, si bien me animaron la pelea, suministrndome armas defensivas con que acudir los flacos de mi coraza, me dejaron m solo el empeo, m, siempre impotente para medirme con usted, pero mucho ms en la presente ocasin y en el' presente estado de mi nimo; estaao de postracin y abatimiento, ms propicio para el recogimiento y la meditacin que pava la lucha. Pero sea como quiera, heme aqu casi sin libros tambin, pues plgome no abrir casi ninguno, no porque pueda sin ellos, como usted, inundar con prodigiosa erudi cion estas pginas, sino por falta de nimo y de tiempo, y por hacer ms explicable mi torpeza. Heme aqu, repito como David, enfrente del gigante Goliat; como David, sin fuerzas, pero armado de la honda escolstica, cuyos disparos, bien que por ms certera y ruda mano dirigidos, dieron ya en tierra con otros gigantesque salieron desafiar tan altafilosofadesde los campos del Renacimiento, de I* Reforma y de la Enciclopedia. Bien se me alcanza que rechazar usted este papel q"^ con justicia sin embargo en la ocasin presente, le atribi^' yo de enemigo de la filosofa de Santo Toms, recordndome que si en suscartas Laverde lecolm ya de elogios, pi* esta que contesto, con ser su objeto probar que el vivts-
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mo no era inferior al tomismo, califica usted este de el ms rnae valladar que en Espaa hallan las invasiones racionalistas, asegurando que le aquejaba el temor de haber hablado con irreverencia del tomismo, tan luminoso, tan sublime y tan sesudo sistema, rogndome que no considerase esta carta como escrito anlitomista,)> pues usted,aunque sin serlo TODAVA, venera, respeta y acata el tomi'^mo como el ms fervoroso de sus adeptos, conviniendo que el ngel de las escuelas tiene por patria al mundo y la humanidad por discpulo. Pero si bien es cierto que usted nos es enemigo sustancial y sistemtico del tomismo, no lo es menos que las preocupaciones humanistas que usted se confiesa un tanto accesible, le asaltaron de tal manera en esa Florencia, en esa moderna Atenas, como usted la llama, donde aun vagan las sombras de Lorenzo el Magnfico y de Angelo Poliziano, que sin detenerse contemplar sobre ellas la sombra ras augusta por cierto del ilustre Savonarola, se entreg usted sus naturales inclinaciones, dejndose llevar de las corrientes apacibles de la literatura renaciente, hasta dar ms importancia la forma que al fondo; nota caracterstica que dom.ina en su carta de usted y que es el eco que travs del baluarte de su fe y de su ciencia resuena en su trabajo, eco producido por el grito de rebelda que ahoga en la sociedad la carne, reivindicando sus derechos sobre el espritu, espritu y carne vueltos, si no su primitiva concordia, su ordenada subordinacin en los grandes dias de la Edad Media. Obra santa y grande llama usted la obra del Renaciaienlo; y h aqu, aiulgu mi, la clave de sus erradas equivocaciones. La obra de! Renacimiento ni fui grande ni y^U? como no fu santa ni grande la oba do u Reonna. La grandeza y la santidad fueron los caracteres de la verdadera Reforma y del verdadero Renacimiento, que tuvieron lugar, aquella en el siglo XVI, por medio de los grandes telogos escolsticos reunidas en Trento; este en el siglo XIII, por medio de aquel irresistible movimiento de Condensacin, depuracin y adelanto que se apoder de
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todas las inteligencias y corazones en todas las esferas de la vida y del que, como causa y efecto la vez, aparece como dominndole, impulsndole y dirigindole la gran figura del telogo y filsofo escolstico Santo Toms de Aquino. Y como este es el nudo vital de sus apreciaciones y como el foco de donde irradian los tiros que en la carta de usted dirige la ciencia y la literatura de la edad cristiana por excelencia, creo ms conducente al asunto, y al fin que me propongo, herir con mano firme y de una vez en el corazn de sus doctrinas, que irme de rama en rama y de espina en espina para abatir el rbol peligroso que usted ha levantado y que pesar de mi flaqueza confo en que ha de venir al suelo en cuanto aplique su robusto tronco la acerada segur de la incontrastable lgica escolstica. Y para proceder con mtodo, fijemos bien de antemano el sentido histrico de la palabra Renacimiento. Es indudable que merced los restos de las primitivas revelaciones conservados por la tradicin ms menos desfigurados, y los poderosos esfuerzos de la razn humana en todo su vigor natural, se hablan elevado antes del cristianismo en medio de las aberraciones del espritu, esclavo incondicional de la carne en los antiguos dias, monumentos de imperecedera grandeza en casi todos los ramos del saber humano. lia personalidad humana, posesionada ya de la conciencia de su propio valer, se habia proclamado s misma enfrente de la tirana de la madre naturaleza, entre cuyos brazos se perdia y como se anegaba despus de la revuelta ocasionada por el pecado original, el hombre racional y libre. Platn y Arislleles en filosofa, Homero y Demos-_ tenes en Ja palabra, Fidias y Praxiteles en las artes, hablan elevado la meta del progreso posible en la antigedad, sustrayendo con mano firme y vigorosa la individualidad humana, en cuyo conocimiento basaban la sabidura, '^ absorbente presin de la totalidad panteista en que perdida la luz de la revelacin se habia anegado el hombre, al verse
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dbil y solo ante las imponentes manifestaciones de una naturaleza exuberante y virgen. Pero si la razn natural, en sus condiciones ms propicias para su total desarrollo, les babia permitido fijar con caracteres inmortales los eternos fundamentos de toda obra intelectual, esa misma razn, privada de la luz sobrenatural que da la gracia, no les habria impedido caer en todos los crmenes y vicios que solicitan y tientan todo ser racional en este valle de miserias. As es que el progreso . intelectual, falto del apoyo y de la luz del progreso moral, empez caer por la pendiente de la decadencia con direccin la sima de la barbarie. Entonces vino el Cristianismo, y esta doctrina celestial cuyo fin est contenido en aquellas palabras casi divinas caidas de los labios del Apstol: instaurare omnia in Chrisfo, empez por restaurar lo ms esencial, las almas, que restaur no con las ciencias y las letras, sino con las virtudes. Las ciencias y las letras que se bautizaron entonces, se bautizaron ya viejas. Eran catecmenos decrpitos. Las artes decapitaron Jpiter para colocar sobre sus hombros la cabeza de Jesucristo, y el Cristianismo, que necesitaba salir de las catacumbas, no pudiendb habitar en los santuarios de la abominacin, improvis sus templos en las baslicas. ^ Lo principal estaba ya conseguido. El camino del cielo estaba expedito para las almas. Pero el Cristianismo es divino, y como divino fj^cundo con fecundidad que todo lo abarca. Ag^i fu que, una vez restauradas las almas en Cristo, emprendi la restauracin de todo lo dems, y en medio de las vicisitudes humanas, y travs de luchas y de azares, conservando siempre el elemento natural y operando siempre sobre lo existente, mejorando sin destruir, lo pacific y lo transfigur tudo, restaurndolo todo en Cristo; y completando la antigua filosofa con las verdades de la revelacin, form la teologa escolstica, y combinado el elemento socialista del Paganismo culto con el elemento individualista del Paganismo
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brbaro, form el organismo poltico, jurdico y econmico de la Cristiandad, y utilizando los adelantos que en. el metro y la rima habian hecho los antiguos y hasta las alegoras paganas, dndoles su verdadero sentido trascendental inspirndolo todo en el espritu de la nueva ley que nos dio la Divina comedia, y hasta las piedras mismas informadas por la divina aspiracin, se escalonaron hacia el cielo formando en el espacio, como si las sostuvieran las alas de la fe, con los arcos ojivos de la catedral, el templo verdaderamente cristiano. Y no nos venga la erudicin demostrando el proceso de la mecnica, la genealoga de la ornamentacin, la gnesis del simbolismo; que no ignoramos que adems de ser esto prueba de lo mismo que sostenemos. Dios se vale de causas naturales para sobrenaturales efectos, que la historia vieja de la humana libertad es la apoteosis de la Providencia divina ; y ciertamente cuando el primer dspota infame eligi para primer suplicio de su primer esclavo la cruz, no sospechaba que conspiraba de antemano la exaltacin deesa misma cruz, que de suplicio del esclavo habia de convertirse en rbol de libertad, cuya savia fuese la sangre de un Dios, siendo su fruto la redencin del universo. El hecho es que el ideal cristiano estaba patente. La hora de su realizacin marcada en el plan divino se habia ido preparando por medio y despecho de los mismos hombres y de los mismos enemigos eternos de Dios. Pero Dios, por no s qu ley histrica que respetuosamente reverencio, pero que humanamente deploro, nunca nos permite realizar por completo los ideales; abre los .pliegues de su manto misterioso para dejrnoslos entrever, y luego nos los cierra como si quisiera ensearnos que su realizacin absoluta slo es posible en el cielo. Todos los monumentos ideales de la humanidad estn incompletos, lo mismo los poemas que las catedrales, que las grandes empresas de los hroes del cristianismo. Parece que el pecado original que destruy aquel magnfico plan del universo armnico se cierne sobre todas las obras de los
hombres; su concepcin es maravillosa, su ejecucin em)6za bajo magnficos auspicios, pero lo mejor sobreviene a catstrofe, y la obra queda interrumpida. Esto le sucedi la Edad Cristiana travs de invasiones y de peligros, en medio de luchas y de tinieblas: entrevio el ideal de todas las cosas atraidas hacia su perfeccin Eor la cruz en que Rey del Universo redimido se levantaa Nuestro Seor Jesucristo. Con los pies sumidos en el lodo que salpica la tierra, pero fija la vista en el cielo, presentaban unnimes aquellas generaciones todas las cosas su Dios, idealizndolas y trasfigurndolas la luz de su ideal divino. Casi lo habian conseguido ya, cuando sobrevino la ineludible catstrofe. Cerr Dios los entreabiertos pliegues de su manto. Baj el hombre sus miradas hacia la tierra, y al grito de/ama/que habia resonado en todos los corazones exaltados por el ideal celeste, sucedi el grito de abajo! que hizo resonar en su centro la totpe voz de las groseras realidades. Y como todo lo que se verifica en la historia, la consecucin de este tristsimo fin conspir con el plan de Dios, que le permitia, el abuso que el'hombre hizo de su libertad propia en todas las esferas de su accin y las infernales maquinaciones del abismo. El Paganismo, estoes, la idolatra, sea la adoracin del demonio con el culto del vicio en que nos sumi el pecado original destronado por la redencin de las almas, ms tarde de la sociedad, y por ltimo de las ciencias, de las letras y de las artes, se habia refugiado en el misterioso seno de las heregas durante el tiempo de la fe en la Edad Cristiana; pero apenas vio que la humanidad bajaba la tierra sus ojos antes fijos en el cielo, la llam con su cntico de sirena por la voz de las letras renacidas; tom posesin del cuerpo de los dolos aun no despojados de las cabezas postizas de los santos, se infiltr en brazos de la forma en el fondo de las obras cientficas, de la cabeza de los sabios que teorizaban el vicio para no avergonzarse de cometerlo, se corri al brazo de los reyes, ansiosos de esgrimir las dos espadas que les presentaba el cesarismo
pagano, y si no pudo sentar su Irono en el tabernculo, subi las gradas del altar, y con la venia de los mismos pontfices tom posesin de los retablos-. Gramticos, legistas , artistas y monarcas llevaron cabo la descristianacin de las artes, de las letras, de las ciencias y de la poltica en ese periodo que se conoce en la historia con el nombre de Renacimiento. La religin no se podia descristianizar, pero podia forzrsela habitar en aquellos templos que no habia querido ocupar cuando abandonando las catacumbas habia tomado posesin de las baslicas. Y lo que no se puede se intenta. El Paganismo, fingiendo avergonzarse de si mismo como los estoicos se avergonzaban de los epicreos, intent posesionarse de la religin con el nombre de la Reforma y destruir sus dogmas proclamando el cesarismo en poltica, el sensualismo en las costumbres, el fatalismo en la conciencia, el racionalismo en el entendimiento, el paganismo, en fin; y en brazos de estos vientos que asolaron la mitad de Europa, se meci el monstruo de la Revolucin, que en vez del Papa-Rey quiere el Csar ateo, que ofrece en la Roma de los dolos vctimas humanas en holocausto Luzbel, el ngel de la revuelta que cree llegada ya por fin la hora suprema de su revancha contra Dios. Tal fu ia obra del Renacimiento, que, causa la vez que pretexto y ocasin de la Reforma, Inici la Restauracin del paganismo que abiertamente hoy proclama la Revolucin cosmopolita. As, pues, conste que entiendo por Renacimiento el movimiento pagano que, predominando sobre el elemento cristiano en la Edad Media, tuerce el camino de la civilizacin cristiana presentndola como ideal en artes, ciencias, letras, poltica, costumbres y religin la sociedad que cae al otro lado de la cruz. Todo el que trate de aprovechar los elementos de aquella sociedad depurndolos y convirtindolos para hacerlos servir en su respectiva esfera al ideal cristiano, no es renaciente. Eslo, por el contrario, todo el que aunque conserva
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la significacin cristiana, la busca su expresin ideal en las frmulas del Paganismo. No entiendo por Renacimiento el hablar mejor el latin ni el griego, el esculpir mejor que los artistas de la Edad Cristiana. Entiendo por Renacimiento el anteponer en absoluto Homero la Biblia y Platn San Pablo; representar la Virgen Mara con la formas de Venus, y proclamar la omnipotencia del Csar sobre la libertad de reinos y repblicas, asilos de las libertades locales y regidas por el navio almirante que dejando al respectivo piloto el interior gobierno de cada nave, las conduce >en ordenada escuadra al fin ltimo de hombres y naciones juntamente. Y para entendernos de una vez, llamo Renacimiento lo que la historia se lo llama, la invasin del Paganismo que con la venida de los griegos arrojados de Constantinojla, hace de la Europa cristiana, que acudia las alturas de a gloria, la Europa pagana primero, protestante despus y revolucionaria por lt.mo, .[ue hoy miramos abismarse en la insondable sinia de la barbarie. Y sentado esto, claro es que para m, como tampoco ^ara usted seguramente, no puede ser obra grande ni santa la obra del Renacimiento. Que la manera de todas las herejas y de todos los males en la historia haya sido causa ocasional de bienes, no lo niego. Que en determinadas esferas, en la filolgica por ejemplo, haya producido incontestables ventajas, lo aseguro con completa seguridad; pero que estos bienes y ventajas compensen de tal modo sus extravos, ni menos los justifiquen hasta el punto de considerar el Renacimiento como una obra santa, lo rechazo con toda conviccin, y estoy seguro de que entendido el Renacimiento as, tampoco usted lo admite. Aunque usted seguramente no, no faltar quien exclame, al leer mi opinin- sobre ambos momentos de la historia, toda esa serie de lugares comunes de pocas brbaras y de tinieblas, de supersticin y de ignorancia, con que se atrevieron bautizar la Edad Media los pedantescos renacientes. Usted mejor que yo sabe el valor y significa-
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cion de esas palabras en boca de humanistas y protestantes, volterianos y secuaces de la revolucin que nos deshonra; y usted mejor que yo tambin sabe qu han quedado reducidas despuesde los trabajos de Chateaubriand, Schelegel, Lenoir, Caumont, Guizot, Thierry, Ozanam, Montalembert, Mller, Leo, Vogt, Hurter, Ranke y tantos otros como han puesto de manifiesto las incontestables grandezas de aquella edad, que no podr nunca suspender las almas enamoradas de los ideales griegos y romanos. No, la verdad es que el Renacimiento pagano, es decir, enacimiento del paganismo, no haca falta mi ver, dando por supuesto la maldad y el error que el cristianismo habia destruido y aniquilado, sustituyndole como religin y como doctrina; y Renacimiento clsico, esto es, renacimiento de la ciencia, de las letras, de la poltica y de las artes de las pocas paganas, no haca falta tampoco si se habria de comprar tanta costa, por las siguientes razones: 1 .* Porque ya se venia verificando desde mucho antes, mejor, porque no habindose perdido nunca por completo el caudal, se iba aumentando poco poco, depurndolo, purificndolo incorporndolo la ciencia cristiana. 2.' Porque mejor que volviendo l por medio de parodias ridiculas por lo impotentes y por serviles imitaciones de sus obras literarias y artsticas, se volvan como habian empezado volver los grandes hombres de la Edad Cristiana, acudiendo las fuentes perennes del saber y los inagotables veneros de la inspiracin biertos por Dios en el gran libro de la naturaleza, para recorrer cuyas (aginas tenan sus hombres la luz preclara de la fe, en ugar de la antorcha vacilante de la razn que slo habian tenido los paganos. 3 . ' Porque siendo la forma como irradiacin suprema del fondo de que es expresin y manifestacin completa, la forma literaria y artstica completa de los errores paganos no podia convenir sino deshacindola de nuevo para informar sus elementos con la doctrina opuesta para expresin de las verdades cristianas. Y 4.* Porque era, como lo confesaron los mismos que
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lo intentaban, materialmente imposible la vuelta una sociedad muerta, cuyas claves literarias nos eran desconocidas y cuyos resortes artsticos nos estaban vedados. La historia confirma ampliamente est(s aserciones de la razn. El verdadero renacimiento del saber y de la virtud, del bien, de la belleza y de la verdad, cuyos elementos guard la Iglesia en sus altares, depositarios de la gracia, en sus dogmas, y en sus claustros y archivos conservadores de la tradicin y fieles comisarios de las letras, lo verificaron personificndolo, despecho de los combates de la barbarie pagana y del paganismo brbaro, Santo Domingo y San Francisco en las costumbres, Santo Toms en la ciencia, San Buenaventura en la mstica, Rogerio Bacon y Vicente de Beauvais en las ciencias, Dante en la literatura y Gioto en el arte, precedidos, acompaados y seguidos de aquella plyade de santos sabios, msticos y artistas cue hicieron del siglo XIII el gran siglo de la Edad Cristiana. De tal modo, que no ser por la consabida catstrofe la civilizacin hubiera llegada su plenitud sobre la tierra, en esos mismos siglos XIV, XV y XVI en que pesar de haber sobrevenido, todava nos dieron una Santa Catalina de Sena, un Savonarola, un Fray Anglico y los directores del Concilio tridentino, en los que tanto por el hbito que vestian como por la ciencia con que iluminaban los senderos de su virtud, de su religin y de su arte se veia, travs del Renacimiento y la Reforma, como la verdadera Reforma y el verdadero Renacimiento del mundo estaban en aquellos hombres del siglo XIII, cuyas religiones profesaban, cuyos escritos estudiaban para aplicarlos, y cuya obra magna,colocaban en el mismo siglo de Len X junto con las Sagradas Escrituras al uno y otro lado de la cruz de Nuestro Seor Jesucristo. Y mientras tanto, los que se llaman renacientes cuando en realidad debieran llamarse desenterradores, poseidos de un vrtigo suicida, y sin mirar dnde habian conducido los griegos de Constantinopla el abandono de la
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unidad y con ella del espritu y de las letras cristianas, acogen con trasportes de exaltacin y de locura cada fugitivo que escapando de la cimitarra de Mahometo, aborda Italia trayndoles la peste entre los pliegues de sus afeminadas vestiduras, entonan cnticos alrededor de cada manuscrito que aparece, y se forman en procesin para honrar cada estatua que se descubre. Las letras y las ciencias que profesaron un San Agustin y un Santo Tomas, son calificadas de brbaras. poca de barbarie se llama la Edad Cristiana, religin de los brbaros al Cristianismo, gtica con desprecio la arquitectura religiosa; y mientras al culto de Jesucristo sucede el de Platn y los divinos rostros de las vrgenes y los ngeles los rostros de las rameras en los altares, y la gran ciencia escolstica el aristotelismo no purificado, el averroismo revivido, el neoplatonismo divinizado y un eclecticismo ms repugnante que el de la escuela de Alejandra. Y el cesarismo renace en toda su desnudez, y los nombres cristianos se abandonan por brbaros , latinizando los prenombres tomando en su lugar los paganos, y se llama Jpiter Dios, diosa la Virgen, Padres conscriptos los cardenales, augures los obispos y asnos los monjes. Savonarola es quemado vivo por los adoradores del Renacimiento, y Lulero acecha el momento de tomar por asalto como Mahometo la Gonstantinopla romana, arrojando sobre el Occidente una nube de brbaros no menos temible que la que acaba de caer sobre el Oriente, ambas semejantes las que habian arrasado en el siglo V la antigua sociedad pagana. No creo que usted me tache de exageracin estas lneas; su asombrosa erudicin de usted anotar seguramente con la memoria y la imaginacin estas pginas mejor que yo pudiera hacerlo en muchos dias revolviendo libros y papeles. Pero por si alguno que no posea no ya la colosal erudicin de usted, pero ni aun la pobre y cada vez ms arruinada que yo supe juntar, creyera exageradas estas lneas, tachndolas de vanas y huecas declamaciones, cmpleme
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recordarle aqu las obras de aquellos renacientes, la mayor parte eclesisticos, como Ficino, quedaba culto Platn, manteniendo siempre encendida delante de su imagen una lmpara; que llamaba al Criton su segundo evangelio, y parodiando el evangelio de San Juan aplicaba las palabras referentes al Verbo de Dios Juan de Mdicis, reservando Lorenzo del mismo nombre las palabras relativas al Padre Eterno; de aquel Ficino que ayudaba morir al gran Cosme de Mdicis, al Padre de las letras renacidas, leyndole las obras de Platn, cuya lectura prefiere aquel pagano los ltimos consuelos del sacerdote. Del ilustre renaciente Pomponio Leto, que se arrodillaba todos los dias ante un altar erigido Rmulo; que fund una de aquellas academias en que se sacrificaba anualmente un macho cabro en el aniversario de la fundacin de Roma, y que se negaba leer obra alguna en latin posterior la decadencia del imperio, incluso los Santos Pudres y la Biblia. De aquel Besarion que anunciaba l muerte de su maestro el impo Gemislo, diciendo que ya podia emprender en el cielo con los espritus celestes la mstica danza de Baco; de aquel Policiano que se quejaba de que se prefiriesen los salmos de David sus propias composiciones; de aquel Bembo que escriba Sadoleto que no leyese las epstolas de San Pablo para que su latin brbaro no corrompiera su gusto con aquellas futilidades indignas de hombres serios; de aquel Beroaldo, que canta sus amores sacrilegos, y sus hijos sacrilegos tambin, en versos que juntamente con su piedad alaba Bembo; de aquel Sanna2aro que no pronuncia el nombre de Jess porque no era 'atino; de aquel Sadoleto que pesar de su austera piedad fecita de memoria los versos ms impdicos de Bautista el Mantuano; de aquellos Guichardini y Maquiavelo que consideraban la religin como un gran medio de gobierno y ^e represin por el imperio que ejerca sobre los tontos, pesar de que la religin y la Iglesia haban acarreado la fuina y la deshonra de Italia, y cuyas obras protegan aquellos pontfices del Renacimiento que llamaban inteligencia ^ermx)sa Lotero, que se valan de la excomunin para
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proteger la propiedad literaria de Ariosto, que se despojaban de la prpura y se coronaban de laurel para improvisar versos latinos ante la exhumacin de una estatua de la autigedad, y que se coronaban de modo que hubiera podido preguntarse si era el Pontfice de la religin pagana el que iba coronarse, pues las alegoras inscripciones gentlicas se unian los elogios de cardenales como Bembo, que decia al tribunal apostlico que Len X habia sido elegido por el favor de los dioses inmortales, llamando diosa Lauretana la Virgen de Loreto y haciendo escribir al Papa mismo cartas en que, llamndose la Santsima Virgen diosa, se pedia el auxilio de un monarca por los hombres y por los dioses. Y lodo esto, mientras acaso en el fondo de misteriosos antros se realizaban ya las ltimas consecuencias del Renacimiento pagano, inscribiendo su nombre Pomponio Leto como Pontfice mximo del Paganismo renacido, y tejindose la corona de lauro que apareci suspendida sobre la puerta de la habitacin del mdico de Adriano VI al dia siguiente de la inesperada muerte de este Papa enemigo del Renacimiento, corona en torno de la cual se leia: Al libertador de la patria, el Senado y el pueblo remano.'i) No quiero alargar ms esta carta, que al fin y al cabo va dirigida usted, recordndole cmo, pesar de todos estos errores, la obra del Renacimiento literario fu incompleta, pues si la adoracin de todo lo pagano pudo rehabilitar los vicios del Paganismo, el arte griego no pudo resucitar impulso de aquel falso movimiento de galvanismo extrao todas las energas de la vida. El mism" idioma latino perdi su precisin filosfica en los escritores renacientes, sin haber adquirido, por propia confesin, '* elegancia y la fluidez de los grandes escritore:? clsicoSi cuyo uso, norma del lenguaje segn ellos, y cuya pr"' nunciacion les fueron totalmente desconocidos. Pero aunque comprendo que como literato sostenga "^"J ted la superioridad del latm del Renacimiento sobre e latin de la Edad Media, no lo comprendo si lo sostiene
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tisted como filsofo. La belleza de una obra cientfica es naturalmente pdica, ha dicho un filsofo de este siglo, y esquiva todo ornamento que no sea la propiedad en los vocablos y el orden de su disposicin en el discurso. Qu bueno fuera que Santo Toms, por ejemplo, en vez de aquel estilo cuya densidad metlica ensalzaba Gratry y cuya exactitud precisa enamoraba Balmes, que decia que Santo Toms pesaba las palabras como metal precioso, estilo que comparaba Lacordaire con los lagos lmpidos, y con los cielos trasparentes, porque dejan ver la verdad en sus mayores profundidades, como aquellos dejan ver los peces y las estrellas, y que el P.Secchi compara por su celeste serenidad con el mismo verbo de Dios, usara un estilo de Renacimiento, en que despus de invocar los dioses y las musas, sacrificara la triste parodia de una frase de Cicern, la precisin de una palabra tcnica de la que pendiera la inteligencia de un misterio divino de la religin catlica! No, las lenguas no son ni pueden ser Fetiches, objeto eterno impasible de la adoracin de las generaciones aue pasan; la lengua tiene que ser, ante todo, fiel expresin de nuestros pensamientos, y una nueva religin y una nueva ciencia un nuevo idioma. Slo que as como la r e ligin catlica no destruia la naturaleza, ni la sociedad, ni la ciencia, sino que las purificaba y diriga; as la Iglesia no destruy el latn, antes bien hizo de l su propia lengua, menos armoniosa acaso los oidos de un retrico, pero ms propia para explicar los sublimes principios de la metafsica cristiana informada por los misterios divinos de la religin catlica. Vives, el mismo Vives, quien usted tanto respeta, lo '^'jo, si no mienten los autores, en estas tres cientficas palabras: .A christianis christiane. Que lejos de considerar como brbaras, como hacian los renacientes italia'los, las letras sagradas, decia que los escritores cristianos ran iguales con frecuencia en elegancia y belleza, y veces superiores, los antiguos. Deshecha, mi parecer,esta clave fundamental del error,
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mejor de la preocupacin que avasalla hoy su ingenio, seducido por los brillantes recuerdos de una literatura que usted posee y en cuyos senos ha penetrado usted tan adelante, merced al gran conocimiento de las lenguas sabias de la antigedad que usted tiene, rstame slo recordar que, si bien es cierto que, adems de la soberbia, de la codicia y de la lujuria del heresiarca y de sus corifeos, fu efecto Unibien la protesta de la envidia salvaje de los herejes, pudindose considerar la Reforma como brutal retroceso del grosero espritu germnico contra el espritu latino cultivado y brillante en aquellos dias, no es menos cierto que la Reforma encontr pretexto y causas la vez en el malhadado Renacimiento, que le dio ocasin con sus vicios y fuerza con sus elementos, que 'le prepar el terreno descristianizando las muchedumbres y que le franque la entrada en la cristiandad, siendo causa de que no se le pusiera pronto y enrgico remedio, y de que los sabios renacientes, ms fuertes en Platn que en los Santos Padres, no esgrimieran armas contundentes contra el monstruo de la hereja, hasta que de Espaa, sobre todo, vinieron aquellos grandes escolsticos, hijos fieles de Santo Toms, que ms apartados del movimiento renaciente combatieron la Reforma con las bien templadas armas de la Edad Media. Lutero, discpulo del humanista Trebonius, asombro, segn Melanchthon, de la academia de Erfurth por sus conocimientos renacientes, que le hacen ensaarse joven an contra la barbarie escolstica, y despreciar las Sagra" das Escrituras hasta el punto de confesar que los veinte aos no habia leido una lnea, y que hasta cuando, herido )or el rayo, abandon la vida mundanal por el convento, leva debajo del brazo, como preciosas reliquias, Plauto y Virgilio; Lutero, encanto de la universidad de " i j ' temberg, foco del humanismo en Alemania, que haciendo coro Hutten, Reuchlin y Erasmo en sus burlas sangrienlas contra la Edad Cristiana, contra la escolstica Y contra las rdenes religiosas, esa trinidad odiada por 6 Renacimiento, la Revolucin y la Reforma, se deshace en
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elogios de las bellas letras, del latin y del griego renacientes; Latero, que ante la Roma de los Mediis siente retorcerse en sus entraas el torcedor de la envidio, que le hace deprimir loque ambiciona, y que como aventurero que en dia de saco entra sangre y fuego en una ciudad para gozarse con sus riquezas y placeres y destruir lasque no puede utilizar, arrojando el nombre de sus vicios la frente ensangrentada de sus vctimas, clama contra los vicios paganos que cuidadosamente guarda entre los pliegues de su hbito para adorarlos en Alemania; Lutero, que mientras esmalta sus sermones con los nombres adorados del Renacimiento, quema con las Sagradas Escrituras las obras de Santo Toms, tan odiadas dlos renacientes, y que muestra proclamar la emancipacin del pensamiento, la emancipacin de la carne y la emancipacin del estado, esto es, el racionalismo, el sensualismo y el cesarismo, los tres principios fundamentales del Paganismo que rehabilit el Renacimiento, se desata en diatribas contra Santo Toms y la iglesia tomstica, como llama la iglesia catlica; prueban evidentemente lo que ya dijo Erasmo del Renacimiento y la Reforma: nEgo posui ovum, Liitherus exclusit. Y no se olvide usted que Erasmo es, la vez que juez dursimo en la materia, prueba incontrastable de lo que afirmo. Krasmo era la personificacin del Renacimiento por excelencia. No es pedante como Pomponio Leto, ni ignorante como Pomponazzi; no es pagano como Ficino; y aunque para l vale ms saber griego que saber todo lo dems, y aunque no se cansa de atacar la escolstica, los frailes y la Edad Media, y aunque el pobre Lulero, segn l, no ha cometido ms pecados que atontar contra la tiara de los pontfices y contra la panza de los monjes, se conserva, al menos exteriormente, dentro del campo catlico, y sin embargo usted recuerda aquel dicho comn tan elocuente que atestigua la casi identidad de estas dos personificaciones y de estos dos movimientos: aAut Eras^us lutherizat, aut Lutherus erasmizat.-n
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No, no cabe negarlo. Los crticos modernos ms amantes del Renacimiento y ms enemigos de la Reforma lo confiesan; por masque no hace mucho que el original Letamendi haya llamado al Renacimiento la Grecia en gracia de Dios, frase que hubiera seguramente indignado los renacientes italianos, ms cuidadosos y amantes que de la gracia de Dios, de las gracias y de los dioses. Pero aun disculpando los renacientes, no se puede negar que en ellos encontr aun pesar suyo sus auxiliares la hereja, sin contar los que la siguieron, que no fueron en menor nmero, pues como el conde Alberto de Carpi escribia Erasmo, que lo reconocia tambin, nentre los alemanes todos los amantes de las bellas letras se han convertido en fautores de Lulero.-D Como en Italia, aparte aquellos espritus inconscientes y tmidos que siempre se detienen en las premisas, los aemasse habiaa entregado al Paganismo por completo, no puede negarse, so pena de negar la historia, lo que con frase elocuente confiesa un partidario del Renacimiento en nuestros dias: ()we la tea de la Reformase encenda en la antorcha del Renacimiento, i) Por las mismas razones que nos prueban de dnde nos vino la enfermedad, se prueba de dnde nos vino el remedio. A la sociedad cristiana paganizada no le quedaban ms que tres caminos: morir pagana como Cosme de Mediis en brazos de Platn; precipitarse en brazos de Lulero con Melanchtori; volver los ojos la fe de los grandes dias del Cristianismo, como el magnfico Lorenzo volva en sus ltimos instantes los moribundos ojos, apartndolos dlas maravillas neopaganasque decoraban su estancia, al tosco Crucifijo de madera que le presentaba la diestra del mrtir tomista Savonarola. Europa sigui este ltimo camino, y Europa se salv, recordando que all en el siglo XH, en el momento ms crtico de su existencia, cuando por todas partes la cercaban peligros, Santo Toms la salv con su doctrina de los errores aristotlicos, averroistas y escolsticos, del cesa-
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rismo pagano, del fatalismo oriental, del antimonarquismo universitario, del racionalismo y panteismo claustral, del kabalismo judaico y del misticismo de los herejes. Volvi los ojos esta doctrina con la que Juan de Montenegro habia vencido los griegos en el concilio de Florencia, y Torquemada habia brillado en Basilea, y Fr. Diego de Deza habia comprendido Colon, y Cayetano habia asombrado Italia y Alemania, y Vitoria habia restaurado las universidades europeas; y llamando en su auxilio los grandes tomistas alemanes como Getino , polacos como Stono, ingleses como Fischer, italianos como Toms de Vio, clam con ronco acento hacia Espaa, donde el Renacimiento propiamente tal no habia penetrado apenas, donde el estudio de las lenguas sabias se utilizaba imprimiendo la Poliglota complutense en vez de las obras impdicas de la antigedad pagana, donde en lugar de Erasmo brillaba Vives, y donde, como efecto la vez que como causa de todo esto,se cultivaba el estudio de Santo Toms; y Espaa entonces abri los claustros gloriosos de sus conventos y sus universidades, y envi contra el monstruo de la Reforma aquel batalln sagrado de telogos tomistas que pelearon en Trente derrotando al protestantismo para siempre con la doctrina de Santo Toms de Aquino, que cada paso se consultaba, deteniendo las deliberaciones hasta conocer su opinin, pesar del desprecio con que la cubra el Renacimiento; plagindole hasta sus palabras mismas para ponerlas en los decretos del concilio, pesar de estar escritas en latin brbaro segn los pedantescos renacientes, y cuya obra magistral, la Suma, se coloc en pleno siglo XVI con las Sagradas Escrituras en la cina ms culminante de la cristiandad verdaderamente renacida. En tanto Lulero, ejecutando la sentencia que contra unas y otras habia fulminado el Renacimiento, las quemaba constituyndose en su verdugo, y tanto l como todos sus secuaces, considerando los renacientes como adversarios de escaso mrito y valor como auxiliares, slo decan al atacar los alczares del Cristianismo: Tolle Tho-
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mam et diasipaho ccclesiam De.y> A- lo que los doctores cristianos, defenrlindolos, contestaban, arrojando de Sus manos los adoradores de Platn: tuConsulamus divum Thoinam. Que tanto en uno como en otro campo, venidos ya las manos y metidos en lo ms recio de la pelea, se procuraba para herir en el corazn despojar al enemigo de su pavs, y si buscaban para esgrimir las armas ms templadas los enemigos de la cristiandad, la cristiandad del siglo XVI no encontraba escudo ms resistente para defenderse ni arma de mejor temple para atacar que la doctrina de Santo Toms, forjada en los grandes dias de la Edad Media por aquel gigante de la escolstica. Aun considerando los renacientes incompletos que pelearon por la verdad, los papas que los haban preferido los tomistas debieron recordar aquella fbula del pastor que troc su fuerte y poderoso mastin por diez gozques pequeos, creyendo resguardar mejor su rebao, y que cuando vino el lobo, tuvo que buscar de prisa su mastin porque los ladradores gozquei.'illos no impedian el destrozo de sus ovejas. Si usted, que es uno de los hombres que ms respeto y admiro, no slo por su erudicin asombrosa en tan cortos aos reunida, sino por su crtica atinada y lucido criterio, se detiene, dejando aparte toda pasin de polmica y toda impresin de momento y de lugar, considerar estas razones, no dudo ni por un instante que, aparte tales diferencias, convendr usted conmigo en lo sustancial, confesndome sin rebozo que la mayor parte de los cargos que usted hizo al /omismo fueron alardes de ingenio y de erudicin con que usted quiso, parodiando los actos acadmicos de otros dias, probar que se podian defender los excesos del Renacimiento, acaso con cierta secreta satisfaccin del amor propio envanecido, producida por la ntima conviccin de que entre los que cultivamos las letras no habia ninguno capaz de deshacer su tesis de usted, aun teniendo de su parte el auxilio de la razn y el testimonio de la historia.
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Yo, despus que usted me confiese lo primero, no tengo reparo en confesarle lo segundo. Asi es que en vez de pelear contra usted, lo que hago es un llamamiento su sentido moral, para que no abusando ms dla broma, sin deslustrar el mrito de Vives y las grandezas del Renacimiento espaol, que soy el primero en proclamar, contribuya usted con su recto juicio y su prodigiosa ilustracin al glorioso Renacimiento cristiano que, despus de tres siglos de Reforma, de Enciclopedia y de Revolucin, estamos asistiendo en nuestros das. Si usted, atento la voz de este llamamiento amistoso, no ve en estas pginas una tesis que combatir, ni en esta discusin un juego de retricos, y encerrndose dentro de si, V posponiendo sus tentaciones literarias y su arsenal de erudicin su deber filosfico, trata usted de restablecer toda la verdad en la cuestin presente, trocndose de mi adversario en mi maestro, nada me quedar ya ms que hacer sino soltar la pluma, para batir con ms facilidad las palmas al ver cmo usted me ensea las paradas y respuestas que tienen las estocadas y tajos con '|;;c i; ' 1 nio maltrat en su epstola. ;Q;i('' (irla entonces la de usted, amigo mi! Qu gran vindicacin de la ldad Media! Qu panegrico de la escolstica y del tomismo! Qu flagelacin de los excesos del Renacimiento! Qu anlisis tan profundo del Renacimiento espaol, tan distinto del italiano! Como" abogado del diablo en la causa de beatificacin de la Edad Cristiana, que al ver que por torpeza de sus defensores va h quedar sin honor el varn justo quien tuvo por exigencias de su papel que atacar, restablece en su rplica la verdad sobre las virtudes de su alma y sobre la santidad de su vida; as usted en esta carta deshar con mayor crtica y erudicin los cargos que amonton usted en su acusacin primera. De seguro empezar usted acusndome de (ue no supe leer su epstola, en la que adms de los elogios ya citados sobre Santo Toms y su doctrina, me recuerda usted que hablaba como bibligrafo espaol y no como filsofo al
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ponderar autores antiescolsticos; que la escolstica llam usted no una sino las dos terceras partes de nuestra filosofa; que pesar de que el neotomismo cobra de dia en dia fuerzas mayores en Espaa, y que sus secuaces son tan respetables por su nmero como por su saber, sera una hereja cientfica considerar intil una reimpresin ms de las obras de Santo Toms en nuestra patria, pesar de haber sido tantas veces reproducidas por la estampa, de ser tanconocidas que se encuentran en todas las bibliotecas y en todas las manos, y cuando en todo el orbe cristiano se trabaja sin cesar sobre sus admirables escritos y en cien formas se le expone y se le reproduce; que aunque usted no es todava tomista, quiz lo ser maana,^^ pues aunque, hoy por hoy, es vivista, el vivismo no es adverso al tomismo, ni mucho menos, antes bien lo considera como un hermano mayor, v razn por la que usted lo venera, respeta y acata como puede nacerlo el ms fervoroso de sus adeptos. Que si habl usted del brbaro estircol de la escolstica, debajo del cual se hallaba oro segn Leibnitz, aadi usted que Leibnitz se equivocaba en lo del estircol como todos los de su poca, y que si biendice usted que aplaude las invectivas del Renacimiento contra la barbarie de la escuela, rengln seguido tiene usted cuidado de aadir que no es usted partcipe de la preocupacin en otro tiempo general contra el lenguaje y estilo de los escolsticos, porque sabe que, habindose encontrado con un latin decadente y de malas condiciones para la filosofa, crearon una lengua y un estilo especiales analticos y precisos, en la que escribieron con vigor y con fuerza, y que aunque Santo Toms de Aquino sobresalga ms como pensador que como artista, no ha de ser usted el que haga observaciones literarias tratndose de un Santo Toms de Aquino; que al ponderar la obra de Vives no halla usted mayor elogio para l que compararla con la obra de Santo Toms, y que al ensalzar los tomistas-del Renacimiento no encuentra usted alabanza ms grande que llamarles dignos discpulos de Santo Toms de Aquino. Que tiene usted buen
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uidado en advertir que por lo general no fueron tomistas los escolsticos que sucumbieron la Reforma; y finalmente, que aunque suscribe usted con todo el entusiasmo de que es capaz los elogios que yo hice de los tomistas espaoles, que constituyen una de las pginas ms brillantes de nuestra historia cientfica, le aqueja usted ei temor de haber hablado con irreverencia del luminoso, sublime y fecundo tomismo,r> por lo que encarecidamente me ruega no considere su carta como un escrito antitomista, sino como palabras ligeras con que usted, encontrando demasiado tirante el arco por una parte, prob doblarlo por la otra quizs con exceso; y despus de darme esta leccin preliminar para que ((.aprecie su posicin de usted respecto al tomismo, me ir usted enseando los quites propios de cada acusacin con estas parecidas palabras. Al cargo de que el tomismo no es la verdad total, porque esta se encuentra en la deseada armona de Platn y Aristteles, y Santo Toms slo tuvo en cuenta Aristteles, y Aristteles incompleto, pues no le conoci en sus fuentes como le conocieron los renacientes, usted contesta diciendo que Santo Toms tuvo en cuenta Platn, como se echa de ver en los elementos platnicos que se hallan en sus obras, y que tom no slo de Platn mismo, sino de San Agustin y dems padres de la Iglesia griega y latina que le siguieron y de los msticos que le estudiaron; que lo que tom de Aristteles principalmente fu el mtodo; y como lo que Santo Toms tuvo que hacer fu ms que un tratado crtico de Aristteles, una creacin filosfica nueva en vista de los problemas suscitados por estos genios de la filosofa, y una refutacin de sus errores, tal como entonces emponzoaban la cristiandad, le fue ms til conocerlo como lo conoci entonces, completado con menos errores y comentarios para bien de la cristiandad y de la filosofa; y esto sin olvidar que escritores muy graves sostienen que Santo Toms ley Aristteles en griego, y sin olvidar que instancia suya lo tradujo el famoso Wiliermo de Moerbeka, renombrado orientalista.
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Que al cargo de que la escuela con Averroes y antes de Averroes habia sido un semillero de herejes conno Scoto Erigena, Berengario, Abelardo y Roscelin, usted contesta que.estos herejes salieron en tiempo y al lado de la escolstica, pero no de ella, sino pesar de ella, como todas las herejas salieron de las verdades dogmticos y de la Escritura, pero no producidas por estas, sino pesar y con ocasin de estas; y de la escuela salieron los que los derrotaron, como San Francisco, San Anselmo y San Pernardo, Guillermo de Champeaux, Hugo y Ricardo de San Vctor, Alberto Magno, x\lejandro de Hales, Enrique de Gante, y finalmente Santo Toms que los enterr bajo el inmenso peso de su gloria. Que al cargo de que obreros del Renacimiento y no tomistas eran los que trabajaban en la Poliglola complutense^ se debe contestar diciendo que sobre que falta averiguar si eran no torimlas algunos de los que trabajaron en la Poliglota, no so puede en justicia llamar obreros del Renacimiento, que llamaba las Escrituras letras brbaras, posponiendo su estudio al de Platn y alguno al de sus propias obras, los que impriman tan soberbiamente en sus primeros tomos la vulgata, tan despreciada por el Renacimiento y quemada despus por la Reforma, sino ms bien obreros que trabajaban por impedir que el Renacimiento paganizase nuestra patria, y que lo que est averiguado es, que si no lo fueron no fu porque no pudieran serlo, pues tomistas eran Agvistin Justiniani, autor de la Ocfapla. y Sanies Pagnini, autor de obras que aun hoy son muy estimadas de los orientalistas, y que escribieron al mismo tiempo que se imprima la Poliglota complutense, mientras vena al seno de la Iglesia el famoso orientalista Pablo de Santa Mara, convertido por la lectura de las obras de Santo Toms, y su hijo, y sucesor en el obispado de Burgos, D. Alfonso de Cartagena; y esto sin contar los grandes orientalistas compaeros de Santo Toms en religin y doctrina, como Fray Hugo y Fray Pedro, enviados por Gregorio IX conferenciar con los griegos y que tan brillante papel desempearon en Nicea
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y Ninfea; como Raimundo Martin, autor de la obra del Pugio Fidei que plagia un escritor en el Renacimiento, y sus siete compaeros destinados por el captulo de la orden en Toledo para desempear ctedras de estudios orientales como las que por el mismo tiempo abrieron los hermanos predicadores en Murcia, Jtiva y Estella; como Pablo Cristiano y Puigventor y dems hijos de Santo Domingo, que San Raimundo de Peafort asign al estudio y enseanza de estas lenguas; como Fray Aroldo de Florencia y los dominicos que escribieron contra erroresgrcecori/m; como los sabios hermanos de Santo Toms que, tres siglos antes de que se imprimiese la Poliglota, presentaban Europa una Biblia de cuatro tomos en folio, fruto de la reunin, comparacin y estudio de gran nmero de manuscritos antiguos, griegos, hebreos y latinos; como Guillermo de Moerbeka, que traslad del griego al latin varios libros de Aristteles instancia de Santo Toms de Aquino; como el clebre Bonanerrio, que escribi en griego el Thesaurus fidei, obra llena de erudicin y de ciencia; como Gofredo de Walerfodia y como Nicolao de Florencia, y Andrs Doto y tantos otros dominicos como, en medio de la general rudeza, cultivaron el griego, el rabe y el hebreo, no para resucitar las obras impdicas del arte antiguo, sino para defender la religin y la civilizacin europea de los errores orientales que amenazaban hacer del Oriente un bajo imperio un estado del Asia, los cuales merecieran atraer por sus herticas cavilaciones y por su fatalismo panteista la barbarie asoladora de Ornar el azote cruel de Mahometo. Que al cargo de que Pomponazz dud de la inmortalidad del alma siendo escolstico y no se levant responderle ningn tomista, sino un peripattico clsico, Npho, se le refuta contestando que Pomponazzi fu un aristollico renaciente la sombra de Alejandro de Afrodisia, muy ensalzado por los protestantes y los racionalistas, que era tan escolstico que llamaba ilusiones y decepciones falsas y absurdas las doctrinas de Santo Toms, y que slo consentiria en aceptar sus doctrinas, imposibles segn
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l, y en someterse las sagradas Escrituras, por obedecer, Platn, que dice que es una impiedad no creer en los dioses ni en los hijos de los dioses. Que este renaciente naturalista le,contestaron, adems de Nipho (que entre parntesis era panteista), Alejandro Achillini, que aunque averroista era escolstico; Contarini, de la ilustre familia veneciana, que fu despus cardenal; Ambrosio, arzobispo de aples, y los tres frailes, probablemente tomistas, Bartolom de Pisa, Jernimo Banelliere y Silvestre Pereira, sin contar aquel ermitao de aples que le denunciaba como hereje impo, mientras el ilustre renaciente, el famoso cardenal Bembo lo defendia delante deja corte romana, sosteniendo que su libro De inmortalitate no encerraba nada contrario la verdad; sin olvidar que mientras Pomponazzi y sus amigos se quejaban continuamente de los portadores de hbito que, educados con la doctrina tomista, les perseguian en sus errores, los obreros del Renacimiento se adherian las doctrinas de Pomponazzi, como lo hicieron Simn Porta, Lzaro Bonamico, Julio Csar Escalgero, Santiago Zabarella, Daniel Brbaro, Simn Porcio, cuya obra sobre el alma era ms digna de un puerco que de un hombre segn Gessner; Andrs Cesalpioo, partidario de la generacin espontnea; Galeotto Marcio, protegido por los reyes y los pontfices, y obligado retractarse por los tomistas dominicos, y tantos otros sofistas como florecieron en el Renacimiento al calor de aquella filosofa, verdadero producto hbrido de mezclas tan extraas y cuya personificacin ms ilustre es el famoso Juan Pico de la Mirndola, educado en la corte de Lorenzo de Mdicis con aquellas doctrinas mixtas compuestas de kbala y'gnosticismo, neoplatonismo y judaismo, revestidas con el brillante manto de la literatura clsica y adornadas con trofeos de Aristteles, Averroes y Epicuro, que le hacen caer en la hereja, de la que, semejanza de la sociedad que simboliza, slo se levanta cuando, abandonando sus errores renacientes, muere en brazos de los hermanos de Santo Toms de Aquino. Que al cargo de que el tomismo era incapaz de acabar
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con el averrosmo, se contesta con la lectura de las obras de Santo Toms, especialaiente de la Summa contra gentiles, con la expresin de los mismos renacientes que dijeron por boca del mismo Pomponazzi que Averroes fu talmente zurrado por Santo Toms, que no le qued otro recurso que vomitar contra l injurias, y por el testimonio de la cristiandad, que celebr con magnficos y colosales frescos por manos de Gozzoli, de Gaddi y de Traini el triunfo de Santo Toms de quino, debajo de cuyos pies victoriosos se revuelca impotente y vencido, con el Gran comento en la mano, el temible Averroes. Que al cargo de que los escolsticos olvidaron un poquitoh experimentacin, se contesta no slo con recordar Miguel Scoto, Vicente de Beauvais, el gran Rogerio Bacon, Raimundo Lulio y los alquimistas, y sobre todo Alberto el Magno, tan ponderado por sus observaciones naturalistas por Humboldt, sino con las mismas palabras de la acusacin, pues habiendo sido por lo general la fsica escolstica un comentario de Aristteles, si Aristteles no descuid la experimentacin tampoco la descuidaron los escolsticos, pudiendo adems aadir guisa de posdata los nombres de Alejandro Spina, inventor de los anteojos, Domingo Cgva, que escribi sobre gnomnica, Ignacio Dante, uno de los matemticos ms insignes que brillaron en la corte del gran Cosme de Mdicis; que no slo fueron escolsticos, sino hasta tomistas y dominicos, coronando estos nombres con el de Toms Campanella, que sin dejar de ser tomista, se dedic con ardor la experimentacin, fundando antes queBacon, sobre este procedimiento exclusivo, el estudio de las ciencias naturales. Que al cargo formulado con las palabras barbarie de la escuela sinnimo en su carta de usted de barbarie literaria, esto es, que Santo Toms y los grandes escolsticos de la Edad Media no escribieron un latin digno de Cicern Y de Virgilio, se debe responder, adems de que la belleza de la forma en una obra filosfica consiste en la claridad y la precisin ms que en la elegancia de los giros y en lo castizo de las palabras, de que no es razn juzgar
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del fondo por la forma y de que los famosos renacientes que, todo lo sacrificaban escribir como Cicern, nunca pudieron conseguirlo, acusndose mutuamente de su impotente ignorancia y confesando que mejor que ellos hablaran el latin los palafreneros de Roma, estas palabras arrancadas por la mana pedantesca de los renacientes italianos al mismo rasmo, tan enemigo de la Edad Cristiana y de los frailes y tan adorador del latin y del griego: Es maravilla , exclama dirigindose los renacientes italianos, cmo rebajis los Santos Padres de la Iglesia, los grandes escritores de la Edad Media, Santo Toms, Escoto, Durando y dems. No hallis palabras con que denunciar su BARBARIE, y sin embargo, considerando el caso con sangre fra, esos GRANDES HOMBRES que no hacen alardes de ser elocuentes ni ciceronianos, SON MAS CICERONIANOS QUE TODOS VOSOTROS JUNTOS. Erasmo lo prueba con las enseanzas mismas de los clsicos y la confesin de los renacientes, que califican de gran escritor (esto es, de ciceroniano) al que habla bien, exigiendo para merecer este nombre dos condiciones precisas: conocer fondo el asunto, y tener corazn y conviccionpara expresarlo. Ahora bien, anadia irritado Erasmo, probadme que los escritores cristianos no conocen las cosas de que hablan ni tienen el corazn y la conviccin para expresarlas. Es evidente, el latin escolstico les pareca brbaro los paganos renacientes porque no comprendan las ideas de que eran expresin, y as como el latin pagano no podia servir al cristianismo, al paganismo renaciente no podia servir de intrprete el latin cristiano. Por eso nosotros, al oir cmo llaman brbaro el latin de la Iglesia los renacientes, no podernos menos de recordar aquel verso de Ovidio: (Barbarus hic ego suin quia non intelligor ulli.i\ Erasmo, adems de probar los renacientes que, segn su criterio, tambin Cicern fu un brbaro, puesto que emple palabras desconocidas y nuevas, se burla de los que quieren hacer nuevos Cicerones con el estudio del latin pagano, diciudoles que harn charlatanes, pero no grandes orado-
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res y escritores como el antiguo cnsul; y tena razn Erasmo: si la palabra suponed pensamiento, el calor y la vida, qu vida y qu calor poda tener el pensamiento pagano en una sociedad, pesar de todo, cristiana, en boca de eclesisticos y despus de quince siglos de cristianismo? A esto solo cabe responder que, continuando el Renacimiento pagano, hubiramos podido olvidar del todoel cristianismo, y acaso entonces hubiramos llegado escribir como Cicern, lo que no valia seguramente la pena de deshacer la obra de Cristo; pues esto si que seria barbarie, y barbarie del peor gnero. Y contestados estos cargos, me recordaria usted, en auxilio de mis palabras sobre el amor que las universidades profesaron al luminoso tomismo, la historia de la universidad de Alcal, fundada por el ilustre Cisneros, y de la cual dice D. Yicente de Lafuente que tiene la gloria de haber vivido y muerto tomista desde su fundacin hasta su ltimo nstame, teniendo la honra de morir abrazada la Suma\y y como prueba de que aun en las pocas de ms decadencia cientfica en nuestra patria, tuvo elocuentes defensores el tomismo que se opusieran la invasin cartesiana, me citaria usted el nombre clebre de Alvarado, conocido con el pseudnimo de El filsofo rancio; y en prueba de que la tradicin tomista no se interrumpe en Espaa, Balmes, educado en el seminario iomi&ta de Vich, consagrado Santo Toms por su madre, y que sus bigrafos nos presentan meditando sobre la Summa; y para justificar nuestros elogios los tomistas espaoles que usted con tanto entusiasmo suscribe, nos presentar nuestros msticos, que, como usted dijo en aquella incomparable carta Perojina, tomaron los orgenes de su doctrina en la no interrumpida serie de msticos cristianos, en San Agustin, en Hugo de San Vctor, Gerson y San Buenaventura, amamantndose en las obras atribuidas con error al Arcopagita (elementos todos que se encuentran depurados y sintetizados en las obras de Santo Toms), hacindole usted exclamar con evidente justicia que nuestra mstica slo difiere de la de la Edad Media en la perfeccin, arts30
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tica, y en un poco de platonismo, que entr durante el, enacimiento; y me recordar usted que Santa Teresa, s no estudi autores escolsticos, encontr direccin y guia las exaltaciones de su amor espiritual y mstico en los tomistas dominicos que estaban encargados de su direccin espiritual primero, y en los tomistas carmelitas autores de los Salmanticenses, que la dirigieron despus. Adems me dir usted cosas que ni siquiera sospecho, y que ha recogido usted de seguro en sus protundas y vastas investigaciones cientficas en los archivos y bibliotecas del mundo sabio. Y despus de recordarme todo esto, me traer usted la memoria, como desagravio artstico de Santo Toms, la influencia de su doctrina en Dante, y por Dante en las escuelas pictricas que iniciaron y llevaron cabo, elevndolo su mayor perfeccin, el progreso artstico en Italia, y sus famosos himnos , aquellos himnos traducidos y puestos en msica por los poetas y los artistas religiosos ms clebres de la edad contempornea, y do los cuales por slo cuatro versos decia el poeta Santeuil que daria gustoso todas sus obras; y la resurreccin de sus principios estticos en el santo y mrtir Savonarola, que aparece en la orga artstica del Renacimiento como un nuevo Pedro el Ermitao, que predica la cruzada de todas las virtudes contra los vicios renacientes fin de arrancar el sepulcro que Dios tiene en los altares, de manos del paganismo renacido, mientras enfrente de las tirnicas teoras de Maquiavelo, cuyo libro El Principe llamaba el'dspota Federico II el Breviario de los reyes, coloca las doctrinas polticas de Santo Toms; y la reaccin que hoy mismo en nuestros dias se levanta contra el realismo grosero de las artes en las obras de Flix, Taparelli, Jungmann y Mrchese, que vuelven buscar la determinacin y guia de sus investigaciones estticas en las obras de Santo Toms, punto de partida inevitable de todo progreso filosfico en s y en su aplicacin todas las esferas de la ciencia y del arte. Y finalmente, y para acabar, como modo de leccin prctica de dialctica, me ensear usted cmo se deshace
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el ingenioso sofisma con que usted quiso mostrarme qu extremos puede llegar un ingenio y una erudicin como la de usted cuando, por probar el ingenio la paciencia del adversario, se propone sostener una paradoja tan contraria la opinin corriente como que Melchor Cano no fu discpulo de Santo Toms, sino de Vives. Este sofisma, que empieza por separar, para oponer, lo que en este sentido es inseparable, como es la teologa de la filosofa en la escolstica, olvidando que, aunque distintas en su origen, formaron en los escritos de Santo Toms un perfecto organismo en el que compenetrndose se completan, siendo por lo tanto imposible ser lgicamente tomista en teologa sin serlo en filosofa, como se puede ver estudiando la relacin de la cuestin de la gracia con la cuestin de la naturaleza y la causalidad eficiente, la que liga la cuestin del sacramento de la Eucarista con la de la esencia concepto de los accidentes, la que encadena la de la naturaleza, existencia y propagacin del pecado original con la teora del compuesto humano y de la generacin sustancial del hombre, la que une y aprieta estrechamente la de los actos humanos, la de las virtudes y vicios, la de las pasiones, la de la voluntad y el libre albedro y hasta de la vida eterna con los fundamentos y desarrollos de su tica y de su psicologa, relaciones que podramos ir sealando en todos los puntos de la doctnna de Santo Toms, y que plenamente confirma modo de contraprueba la inevitable y perpetua consecuencia con que de toda derivacin tomista en las cuestiones teolgicas se desprende una derivacin filosfica de las doctrinas de Santo Toms, como plenamente se ve en el cot^gruisnio que, puesto enfrente de la gracia eficaz en teologa, exigi que se presentase inmediatamente, como teora filosfica, el concurso simultneo enfrente del principio de la premocin fsica ; este sofisma que sigue sealando como carcter principal para filiar las escuelas y los sistemas filosficos el estilo literario del autor que los explica y los defiende, con lo cual se echa por tierra toda '8 genealoga filosfica, pues ninguno de los tomistas de
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hoy escribe como Santo Toms y los tomistas del siglo XIII ni estos como Aristteles, ni aun hoy Vera escribe como Hegel, ni Tiberghien escribe como Krause, ni es posible que variado el gusto literario con las pocas y generaciones, pudiera trascender ninguna doctrina filosfica, ni continuar ninguna escuela, si estas hubieran de clasificarse no por sus soluciones cientficas, sino por su estilo literario. Este sofisma, que contina valindose de la palabra forma como equivoca para diferenciar la de Santo Toms de la de Melchor Cano, y que aparentando referirse slo al estilo, se refiere en realidad al mtodo, suponiendo as diferencias donde hay slo identidad, como sucede en el mtodo que usaron Melchor Cano y Santo Toms, que no es otro que el mtodo escolstico, que consiste en proponer la cuestin, presentar los argumentos en contra, establecer su tesis con las pruebas correspondientes y contestar las objeciones. Este sofisma, que pretende apoyarse en unas palabras de Melchor Cano sobre quin es superior, si Aristteles Platn (cuando despus de todo viene coincidir con Santo Toms en dar la preferencia Aristteles con cierta moderacin y completndolo con doctrinas platnicas) (Probanda vero magis est divi Thomae opinio, ut adhibeatur moderatio quaedamj, para deducir de aqu que no sigue la doctrina de Santo Toms, cuando no rechaza en sus obras ni una sola de sus teoras teolgicas ni filosficas, antes bien, levemos citarlas y aprobarlas cada paso,, como sucede, sobre todo, en su obra felectiones de sacramentis; y calificarlo de vivista cuando l mismo dijo, sin que lo invalide el confesarlo (que es otra de las habilidades del sofisma), que si Vives seal con acierto las causa* de la corrupcin de las ciencias, no anduvo tan atinado en proponer los remedios, lo cual (con permiso del sofisma) quiere decir que, en vez de declararse partidario de su filosofa, se declara abiertamente su contrario. Sofisma al cabo que prueba, por lo absurdo y descomunal, el grado de sutileza de su claro ingenio y la opulencia de su atesorada erudicin, que le ponen usted en
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estado de asentar y casi probar, como cosa cierta y evi <lente, lo que es contrario la realidad y la comn opinin de todos los doctos. Lo mismo podria decir del suarismo presentado como doctrina distinta de la de Santo Toms, que en casi todo lo que no sea relativo las exigencias de la doctrina congruista y en alguna otra, como la distincin entre la esencia y la existencia, es idntica al tomismo, habiendo bastante ms distancia de ciertos pretendidos suaristas al gran Suarez que de ste Santo Toms; pero no quiero alargar ya ms esta carta, que por lo pesada indigesta lo mancha, ubre y llena de repeticiones, y por lo hinchado del estilo parece una produccin de los pedantescos renacientes. Ms valiera que, siguiendo el mtodo escolstico, hubiera desenvuelto en dos cuartillas una serie de proposiciones que f)robadas posteriori v lgicamente encadenadas entre s, ueran al par que una demostracin terica, una demostr-^ cion prctica de las excelencias del escolasticismo. Pero qu hacer? ya est escrita, y sin contestar Perojo, de quien dio usted tan buena cuenta (y mucho siento no poder aceptar sus elogios, porque no me creo digno de merecerlos), teniendo orgullo reconocer la inmensa superioridad de usted sobre mi, y dejando un lado las ya'para m secundarias cuestiones referentes la ciencia espaola, termino con un ruegoque fervientemente le dirijo. . No s lo que contestar ustea esta carta; pero puede Hsted darle dos contestaciones: una que me atrevera lamar contestacin de erudito; otra que calificar de can*testacion de crtico y de filsofo. La primera consiste en desenterrar, cosa para usted que tiene toda una biblioteca *n la cabeza sumamente fcil, todas las acusaciones que el Renacimiento primero, la Reforma despnes, el Cartesianismo ms tarde, la Enciclopedia en seguida y el Racionalismo contemporneo hoy, han formulado contra la Escolstica. A esta carta podria yo contestar vicloriosanente despus de muchos dias de trabajo, de meditacin y de consulta; pero como en el terreno de la erudicin nuestras fuerzas son muy desiguales, me costara mucho tra-
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bajo vencer, aun teniendo la razn de mi parte. La segunda consiste en colocarse en el observatorio de la crtica filosfica histrica, y dejando aparte toda pasin y toda paradoja, apreciar los principios fundamentales, los efectos histricos y los resultados finales de los sistemas filosficos en sus relaciones con la religin, coa la poltica, con las artes, con las letras, con las ciencias y con la sociedad en que se formaron. A esta contestacin no tendra ms respuesta que dar que mi total aprobacin. Estoy seguro de ello. Lo conozco usted demasiado para saber que si usted, cuyo prodigioso saber en edad tan temprana es un misterio que slo puede explicarse reconociendo en usted un. talento comprensivo, organizador y sinttico que haya determinado priori una direccin profunda y vasta en sus posteriores estudios, una memoria colosal, fcil y tenaz, como que conserva estereotipado para siempre lo que fugazmente atraves por delante de los ojos y de los oidos, y una aplicacin portentosa por la vocacin intelectual y por la resistencia fsica que supone; se propone, eie.vndose sobre toda pasin de polmica y toda preocupacin literaria, determinar fijamente el valor de la doctrina de Santo Toms de Aquino, ha de rendir usted esta gran manifestacin cientfica de la verdad catlica un homenaje profundo y completo, como el que espontneamente ha rendido usted la Inquisicin espaola en su obra de civilizacin, en el transcurso de sus cartas. Si as no lo hiciera usted, impotente yo para contrarestar sus ataques, slo me restara apelar, como ahora apelo, del erudito que se coloc en un siglo que no era el nuestro, para esgrimir armas definitivamente relegadas al panten del olvido por el fallo de la critica histrica, y del erudito que pertrechado con interminable arsenal de hechos sueltos y al parecer contrarios, apedrease el monumento levantado por esos hechos mismos completos y encadenados, < > pesar de ellos por la historia, al eminente crtico, teolgico, filosfico, histrico y literario autor de la Historia de los heterodoxos espaoles. ALEJANDRO PIDAL Y Mor.
Mi carsimo amigo: Gracias mil por la brillante carta con que ha respondido usted la mia de Florencia, de Abril de 1877, dndole ms importancia que la que en s tena, y honrando su autor con excesivos, aunque en boca de usted harto sinceros, elogios. Gracias tambin por 'a claridad con que usted ha explicado su opinin en los untos en que disentamos (ms en apariencia que en reaidad), proporcionndome con esto bien templadas armas, y abrindome fcil y expedito camino para acabar esta amistosa escaramuza, que no quiero llamar polmica. Ser brevsimo, porque apremia el tiempo para la publicacin de la segunda Ciencia Espaola, de la cual sern el mejor remate y corona las epstolas de usted. Confieso que al comenzar leer la ltima que contesto, sent cierta pena de ver usted apadrinar las antiestticas y peligrosas opiniones de cierta escuela, cuyos descarros han merecido ms de una vez las censuras de la Iglesia y de toda sana filosofa, especialmente de aquella cuyas banderas usted sigue. Dolame de ver convertido usted en tradicionalista, de la noche la maana. Que el bate Gaume ( quien Dios haya perdonado) condenara.
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en Le Ver Rongeur, en La Revolucin y en cien parles ms, el Renacimiento, y se empeara en entroncar con l todas las herejas, errores y revoluciones modernas, de Norte y Medioda, de Oriente y Occidente, atribuyndolo todo con pobre y estrecho criterio al estudio de los clsicos, ni ms ni menos que esos historiadores progresistas que lo explican todo por la Inquisicin y los Jesuitas, lamentable es, pero nada extrao. AI cabo, Gaume era tradicionalista, y, en consonancia con los principios de su escuela, debi discurrir asf: todo lo que el hombre hace ha hecho, entregado las fuerzas de su razn natural y sin el auxilio de la revelacin, es malo, vitando y pernicioso. Es as que los paganos no tuvieron lumbre de la revelacin: l u ^ o debemos hacer con sus libros un auto de fe, abrir cuenta nueva, y figurarnos que no hubo ms que hebreos en el mundo, hasta que vino Nuestro Seor Jesucristo. Tales raciocinios, reducidos aqu su forma ms precisa y seca, moverian risa, si lo piacfoso de la intncion no los disculpase. Esto es lisa y llanamente sancta simplicitas. Y es adems, con leve diferencia, una de las propesiciones herticas de Lutero, condenadas por la Bula de Len X: que todas las virtudes de los paganos son vicios. Pero usted, discpulo de Santo Toms, y por ende de Aristteles; sectario de una escuela pagana, en cosmologa , en antropologa y hasta en tica y poltica: usted , quien el traaicionalismo ha de parecerle uno de los ms funestos errores que han afligido la Iglesia: usted, que tan briosamente afirma el poder y las fuerzas naturales de la razn humana: usted, de cuyos labios he oido que tiene al Estagirita por hombre casi divino por lo admirable de su teora de la materia y de la forma: usted, que acepta y pone sobre su cabeza todas esas enseanzas griegas, se me habia de convertir en eco de ese sentimentalismo la francesa, entre devoto y atrabiliario, que aqu han repre* sentado slo algunos periodistas religiosos, discpulos de Donoso Corts! Qu dirian Melchor Cano y su maestro Francisco de Victoria, el Scrates de la teologa espaola, si levantasen la cabeza? Pues qu, imagina usted que en el
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auto de fe que Gaume sus amigos hiciesen, haban de escapar inmunes la Metafsica, ni el Organon, ni la Poltica del hijo de Nicomco, aunque la sombra de Santo Toms los escudase? Capaces eran de quemar Santo Toms mismo por haber gastado el tiempo en comentar esas profanidades, y San Agustin por sus aficiones platnicas, y San Jernimo por sus alios ciceronianos, y San Juan Crisstomo por la picara aficin que tena Aristfanes, y San Basilio por aquel tratado suyo Del provecho que se saca de los antiguos, y todos los Padres de la Iglesia, en suma, por lo mucho que se acordaban de las ollas de Egipto. Y entonces la educacin catlica no sera aquella amplia, generosa y esplndida de las universidades ae los tiempos medios, ni la del siglo XVI en que San Carlos Borromeo haca imprimir para lo jvenes milaaeses las comedias de Terencio, sino una educacin hipcrita, raqutica y endeble, incapaz de resistir al ms leve ataque de la impiedad moderna, que no es ignorante y ligera como la del siglo pasado, sino docta, razonadora y fria (en todas partes menos en Espaa, se entiende), y que busca armas en todos los arsenales de la erudicin sagrada y profana. No es que se pretenda hacer tnico's los muchachos desde los bancos de la escuela: lo que deseamos es unir en fecundo y estrecho abrazo, como lo han estado en todas las grandes pocas de la Iglesia, el estudio de ambas antigedades, para que dentro de un espritu cristiano, ortodoxo y 1>urisimo, la vida, la animacin, la serenidad y la armona o penetren informen todo, as en la ciencia como en el arte. Pero repito que usted est con nosotros, y en manera alguna con Gaume y los suyos. Usted es un espritu recto y delicado, amante de todo lo que es verdad y belleza, y usted no puede condenar ni quemar lo que sus maestros adoraron. Su carta de usted hace tales concesiones, que ellas bastan para tejer mi defensa. Un solo punto nos separa, y ste es una cuestin de nombre: el distinto significado que damos la palabra Renacimiento. Usted le limita los siglos XV y XVI: se fija en algunos a'spectos suyos, en las
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aberraciones de algunos artistas, y enrgicamente le condena. Pero el Renacimiento no es eso, ni as le entiendo yo, ni as le he entendido nunca, y usted mismo va darme la razn. No llama usted verdadero Renacimiento al de su adorado siglo XIII? Y Renacimiento de qu? pregunto yo. Acaso del espritu cristiano, que no estaba muerto, y que fu ,poderossimo en toda la Edad Media? Quiz de la ciencia de los Padres? Pero cmo, si stos eran la habitual lectura de entonces! Algo renacera para que aquello pudiera llamarse Renacimiento. Y venimos sacar en consecuencia que este algo es la ciencia pagana de Aristteles, mejor interpretada por Santo Toms que poi' los anteriores; y es el arte de Dante, que toma por gua y maestro un pagano, salva de las llamas eternas los gentiles que se le antoja, llena su triloga de smbolos y alegoras mitolgicas ( veces con muy mal gusto), dndoles, eso s, lodo el sentido catlico que usted quiera; y llama Jesucristo el sumo Jove que fu crucificado por nosotros: E se licito m' , o sommo Giove, Che fosti 'n Ierra per noi crocifisso, Son li giusti occhi tuoi rivolti altrove. Ya s que como se trata de Dante, quien hemos convenido en llamar el poeta catlico por excelencia, se encontrarn esto mil disculpas, y volveremos al arte simblico y al alto sentido, etc., etc.; pero, con franqueza: qu diria usted si encontrase esas enormidades en un pobre poeta renaciente, en Sannazaro en Vida? No tocara usted el cielo con las manos? Pues de esa injusticia me quejo yo, y dir siempre los admiradores incondicionados del siglo XIII, que no es muy puesto en razn tirar piedras al tejado del vecino, teniendo de vidrio el propio, ni hay para qu escandalizarse tanto de la inofensiva pedantera de llamar los cardenales Padres conscriptos. Ya ve usted que el llamar Jpiter Dios tampoco fu invencin de los humanistas. Cosas son estas que, despus de todo, ms atacan los fueros del buen gusto que los del
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dogma. Cree usted que ninguno de aquellos paganos del tiempo de Len X era bastante inocente para tomar por lo serio esas retricas imaginarse que vivia en la Roma imperial, y que iba tornar levantarse el ara de la Victoria, abrirse las puertas de Jano bifronte, caer la blanca victima del Clitumno bajo la segur del sacrificador, y humear de nuevo el incienso ante las aras de Jpiter Capitolino?Todo esto no pasaba de ser un dulce recuerdo, bueno para dicho en verso en oraciones de aparato; una pura convencin acadmica, como lo ha sido en tiempos ms cercanos el amor los trajes, usos y muebles de la Edad Media, trado por el Romanticismo. Si el Renacimiento no hubiera sido ms que eso, antes deberamos calificarle de pueril y oo, que de cosa mala y vitanda como ustedes
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Yo entiendo el Renacimiento de un modo ms amplio: para m, lo que hubo en el siglo XVI no fu ms que el remate el feliz complemento de la obra de reaccin contra la barbarie que sigui las invasiones de los pueblos del Norte- para mi, la historia de la Edad Media no es ms que la gran batalla entre la luz latina y cristiana y las tinieblas germnicas. A esta obra, que llamo grande y santa, contribuyeron por igual Casiodoro y Boecio en la corte del rey Teodorico, San Martin Dumiense entre los suevos de Galicia, San Isidoro y sus discpulos entre los visigodos, Alcuino y Teodulfo en la corte de Cario Magno. Lo que estos hombres sabian no era ms que una empobrecida reliquia, pero reliquia al cabo, de la antigua ciencia profana y sagrada, y al hacer entrar en el espritu de los brbaros algo de la lgica de Aristte es, de la gramtica de Prisciano y Donato, de la moral de Sneca, hacan obra de Renacimiento, como la hacia San Eulogio al llegar Crdoba, cual solaz para los muzrabes en la horrenda persecucin que sobre ellos pesaba, las obras de Virgilio Horacio y Juvenal. Y obra de Renacimiento haca el mismo Cario Magno en su tentativa de imperio; y la causa latina servia Gregorio VII al poner su planta sobre la dura cerviz de los emperadores alemanes. Todo el que
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en medio de la desmembracin y desorden de la Edad Media tuvo un pensamiento de unidad social cientfica, fu renaciente. Y b fueron los que en Occidente dilataron el conocimiento de Aristteles, y lo fu su maestro de usted Sanio Toms, que le cristianiz. Y como no el ms ni el menos, sino la esencia misma de las cosas, determina el carcter de toda gran evolucin histrica, no me negar usted que el movimiento de los siglos XIV, XV y XVI es una prolongacin del anterior, pues tan renaciente y pagano es el que comenta Aristteles como el que comenta Platn..., el que estudia Homero como el que estudia Virgilio, el que sabe griego como el que sabe latin; y si absolvemos Gualtero de Chatillon, y Jos Iscano, y Benoit de Saint-More y todos los que en la Edad Media escribieron malos poemas sobre el cerco de Troya, las hazaas de Alejandro otros temas clsicos por el estilo, no s por qu hemos de condenar los que con mejor estilo y ms limados versos hicieron lo mismo en el siglo XVI. La medida debe ser una para todos; y yo, por ms que hago, no puedo encontrar esa zanja entre el mundo antiguo y el nuevo, ni s punto fijo cundo dej de gritarse arriba! y empez gritarse abajo! como usted con ms poesa que exactitud dice. Porque, francmente, entre un viejo fabliau francs y un cuento de Boccacit, ni en el asunto ni en la desvergenza de la narracioa hallo diferencia alguna, y slo la veo en ser ms elegante y donairoso el estilo del novelador de Certaldo. Y si le escandaliza usted la Mandragora de Maquiavelo la Car landra de Bibiena, no me escandalizan mi menos los brutales desahogos del cruzado Guillermo de Poitiers loH feroces serventesios de nuestro Guillermo de Bergadan, y vayase lo uno por lo otro. Fcil es tejer un ramillete de poesas de la Edad Media, as latinas como vulgares, que son una verdadera spintria. Pero ni esto prueba nada contra la Edad Media, ni lo que usted dice v contra 1 Renacimiento sino contra los desafueros de algunos artistas que con Renacimiento sin l hubieran hecho de la suyas. Citando hechos particulares y aberraciones de OTO
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y de otros, toda causa se puede defender, pero sin llegar resultado ni sentencia alguna. Abominaciones, errores y pecados en todos tiempos hay, y no son patrimonio ni afrenta de una poca sola. Ojal fuera verdad lo que usted dice de aue ia carne estuvo subordinada al espritu en la Edad Media! Usted reconoce y acata la grandeza de los filsofos y artistas gentiles, atribuyndola no slo los restos de la primitiva tradicin, sino los poderosos esfuerzos de la razan humana en todo su vigor natural (sic). Usted, atento aquellas palabras del Apstol: Instaurare omnia in Chisto, llama restauracin al Cristianismo, y no dice que destruyese lo antiguo, sino que lo pacific y lo transfigur todo, completando la antigua filosofa, y aprovechando el elemento social del paganismo antiguo. Qu ms defensa necesito yo? No estamos conformes en todo? No es esto lo que con su habitual agudeza ha dicho nuestro amigo Letamendi: la Grecia en gracia de Dios? Y despus de esto, qu significa el que usted, sin duda por involuntario olvido de esta su apologa del paganismo (voz tan complejo como que abraza una civilizacin entera), venga confundirle luego con la idolatra? O que convertido involuntariamente, como tantos otros catlicos, en eco de las diatribas protestantes contra Roma, censure indirectamente los pontfices por el amor con que miraron el arte renacido? Pues qu, hay algn parentesco (sacrilegio es slo el pensarlo) entre la Iglesia y la barbarie? Repito que en lo sustancial estamos conformes. Usted encuentra bien que se aprovechen los elementos de la sociedad antigua convertidos y depurados: eso mismo digo yo. A usted le parece mal que se anteponga en absoluto (nota ben) Homero la Biblia y Platn San Pablo: yo creo lo mismo. Tiene usted por una profanacin el representar la Virgen con las formas de Venus, y yo lo tengo no slo por una profanacin sino por un error esttico que el verdadero clasicismo reprueba. Usted confiesa las ventajas que en la esfera filolgica y en otras hizo el Renacimiento. Qu es, pues, lo que nos separa? El per-
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sistir usted en llamar Renacimiento una sola de sus fases, y no de las ms decisivas, la venida de los griegos de Constantinopla, como si admitido todo lo que se dice de esos pobres griegos (que despus de todo, no lo dude usted, son autores poco leidos y por nadie menos que por el abate Gaume), bastara la publicacin de dos tres gramticas griegas ni de algn indigesto comentario sobre Platn, para hacer la Europa, pagana primero, protestante despus, y revolucionaria por ltimo. Qu picaros griegos! El hermoso y clarsimo entendimiento de usted no puede asentir tales filosofas de la historia. Usted sabe que nunca de causas tan pequeas han nacido tan granaes efectos. , Usted dice que el Renacimiento clsico no haca falta porque ya vena verificndose, y m no me parece mal que continuara, por la misma razn. Si sabamos ya latin, bueno era que aprendisemos griego: si sabamos algo de la poesa de los antiguos, tampoco estaba de ms que conocisemos su escultura. Usted cree que las imitaciones que se hicieron entonces fueron ridiculas impotentes. Esta es cuestin de gustos, y m me agradan mucho las silvas de Poliziano, y me encanta Fr. Luis de Len imitando las odas morales de Horacio y el himno de Aristteles Hermias. Todo eso deformas muertas tampoco me convence; porque si la forma es bella, resplandece con eterna y no marchita juventud, y usted sabe y siente como'los platnicos que aunque la Venus Urania descienda al sepulcro, resurgir siempre tan hermosa y radiante como al principio. No hay preocupacin, ni sistema, ni escolstica que resista la pura luz de la belleza. Que en el siglo XVI no gustaba la arquitectura gtica. Error de gusto, pero que no contradice ningn artculo del Credo ni definicin dogmtica. Emparentar el Renacimiento con la Reforma es un lugar comn que me parece may poco fundado. El Renacimiento es cosa demasiado compleja, y la Reforma es una
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hereja harto sencilla, para que sea dable confundirlos. Concediendo que entre los italianos hubiera impos, materialistas y paganos de toda especie, faltaria demostrar que profesaban la doctrina del servo arbitrio y de la fe sin las obras para identificarlos con los discpulos de Lulero. Y si se me responde que ste se parecia Pomponio Leto, Machiavelli y Pomponazzi en ser revoltoso y dscolo, contestar que el desorden y la rebelin son en el mundo harto ms viejos que el Renacimiento y la Reforma y que los romanos y los griegos, como que el primer protestante fu aquel prncipe de la luz que dijo: Pondr mi trono sobre el Aquiln y ser semejante al Altsimo. Pues qu, no ha habido herejas impiedad en el mundo cuando no se estudiaba los clsicos? Luterc era sencillamente un brbaro, y usted confiesa que l no comprendi una palabra de los esplendores de la Roma de los Mdicis. Y esa decantada cultura de las Universidades alemanas no era ms que una barbarie pedantesca que se reduca al conocimiento material de los textos, sin que tuviera nada que ver con la penetracin ntima y profunda del espritu de la antigedad que haba en Italia. Lutero fu quien declar que todas las virtudes de los gentiles haban sido vicios, quien execr el paganismo de la Roma papal; y su discpulo el dulce Melancthon, en quien bajo la corteza humanstica duraba la herrumbre germnica, no se cans de acusar los cristianos de haber apostatado en las aras de Platn, tomando de l la doctrina del libre albedro. Es ms, rechaz constantemente la filosofa aristotlica, excepto la dialctica. Con Renacimiento y sin Renacimiento hubiera sido el siglo XV una edad viciosa y necesitada de reforma, dados los precedentes de la Edad Media. Slo que en el siglo X, por ejemplo, habia vicios y no habia esplendoV de ciencias -y artes, 7 en el siglo XV brillan y florecen tanto stas, que muchos crticos les hacen incurrir en el paralogismo: post hoc, ms \>'\Qn juxta hoc, ergo propter hoc, sin considerar que en ltimo caso no es el arte el que corrompe la sociedad, sino la sociedad la que corrompe al
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arte, puesto que ella le hace y produce. Y esta sociedad habia sido producida y educada por aquellos benditos siglos medios, en que el concubinato, la simona, la rapia, el hierro de los emperadores y la ambicin de los barones toscanos dilaceraron la iglesia hasta llevarla aquel lamentable estado que as describe y deplora el Cardenal Baronio (pondr sus palabras en latin, para que no me saquen los ojos los extticos adoradores de aquella edad de hierro): Quam foedissima Ecclessice romance facies, quum Romee dominarentur potentissimae ceque ac sordi(iissimce meretrices, quorum arbitrio mutarentur sedes, darentur episcopatus, el quod auditu horrendum et infandum est, intruderentur in sedem Petri eorum, amasii pseudo-pontifices, qui non sunt nisi ad consignanda tantum tmpora in Catalogo Romanorum Pontificum, scripti! Prefiere usted estos pontificados al gloriossimo de Len X , cuyo nombre no deshonra, por otra parte, ningn hecho vituperable? O le agradan ms los tiempos en que la Iglesia era abofeteada en Anagni y conducida como vil cautiva Avion? Se han perdido por ventura los escritos de San Pedro Damiano que tan claramente nos dice que ningn vicio, aun de los ms nefandos y contra naturaleza, era extrao los clrigos de su tiempo? Por ventura han perecido los libros De consideratione de San Bernardo, el Planctus ecclessice de Alvaro Pelayo, el mismo poema de Dante, para que concedamos tan de barato que todo era luz y virtudes en la Edad Media, y que hasta que vinieron esos pobres griegos ensear gramtica, estbamos como en el paraso? A no ser que toda la gente mala de la Edad Media fuera renaciente en profeca. Me cita usted el testimonio de Erasmo contra el Renacimiento, y yo respondo: \.', que Erasmo no es la personificacin del Renacimiento, porque, como los demas^septentrionales, se qued en la corteza; %.", que las invectivas de Erasmo contra los ciceronianos no son ms que un despique por lo mucho que ellos se haban burlado de su latn y de lo plmbeo ae sus gracias.
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Otro tanto digo de la frase de Alberto Carp de que en Alemania todos los amantes de las bellas letras se habian hecho fautores de Lutero. Lo primero que convendria averiguar es si habia entonces algn alemn que pudiera llamarse amante de las buenas letras. y aun dando por supuesto lo que se quiera suponer, qu tiene que ver el neo-platonismo de Florencia, ni el materialismo de Pomponazzi, ni la impiedad poltica de Maquiavelo con el fatalismo fideista y la supersticin escrituraria de los luteranos? Slo en ser herejas y errores pueden parecerse. Lo de que el Renacimiento propiamente tal no habia penetrado en Espaa, slo probaria, en caso de ser verdad, que habamos sido ms incultos y rudos que los demas meridionales, y no sera para alegado como ttulo de gloria; pero ( Dios gracias) creo que esta suposicin est refutada en todo el curso de este libro y en otros escritos mios. La verdad es, si, que a nuestro Renacimiento no podemos acusarle de ninguno de los pecados que se achacan al italiano, y que, despus de todo, no son suyos esenciales, sino peculiares de algunos de sus representantes. No puede ser ms delicado ni galante el modo como usted cierra su epstola. Y yo, correspondiendo en lo posible l, no dir ni ahora ni en adelante una palabra ms que pueda interpretarse como desdeosa del tomismo, aunque en justa rcclprociiiil i^oso^, ;IIO no se ensaen ustedes en trminos tan generales con el Renacimiento, en el cual hay muchas cosas buenas y bellas, y que todo hombre de buen gusto (y usted le tiene exquisito) debe reconocer y venerar. Ni me parece buen modo de servir la Iglesia el suponer que tantos y tan ilustres pontfices, y tantos y tan venerables obispos, modelos en costumbres y doctrina, como Jernimo Vida, Sadoleto y Antonio Agustn, fueran tan necios que no comprendieran nunca el e s trago que hacan en la sociedad con sus aficiones gentlicas. Acordes como lo estamos, en lo esencial, slo har alguna leve indicacin sobre otros puntos secundarios que trata usted en su carta. As, dir:
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1." Que Santo Toms tom de Aristteles bastante ms que el mtodo, pues tom toda su doctrina cosmolgica acerca de los principios de los seres, toda su doctrina ideolgica del entendimiento agente y posible (bien mal entendida, que esto no es ahora del caso), toda su lgica, y de la Etica y la Poltica cuanto era compatible con la doctrina catlica. Usted sabe muy bien que ni aun sus ms ardientes admiradores tienen Santo Toms por un tilsofo original inventivo, ni miran su sistema como una creacin filosfica nueva, sino como una vasta sntesis en que se aplaude sobre todo la grandeza del conjunto. Por eso, la Santidad de Len Xlll en su reciente Encclica lo que alaba principalmente en Santo Toms es el haber reunido y congregado los miembros antes dispersos. Santo Toms no puede ser llamado con entera propiedad fundador de un sistema: es un filsofo derivado de Aristteles y de los Padres. 2. Que no puede sostenerse que Santo Toms supiera griego, pues aunque se hallan palabras griegas en sus escritos (como noym, yle y otros muchos vocablos tcnicos, cuyo valor discute), las toma siempre de las versiones latinas de Aristteles; ni ms ni menos que el gran nmero de voces griegas que se usan y explican en los modernos tratados de medicina y ciencias naturales no nos autorizan para calificar de helenistas sus autores. Lo que hay que aplaudir en Santo Toms es la diligencia que tuvo en proporcionarse distintas versiones, y compararlas entre s, y un en encargar otras nuevas (pero todava muy imperfectas) Moerbeka y algn otro. Por esta razn, y por lo que su sagacidad natural le hizo adivinar, es benemrito Santo Toms del texto de Aristteles, y debe contrsele entre los precursores del Renacimiento, que continu la tarea de corregir y depurar los textos y las versiones. 3.* Que si los herejes escolsticos nada prueban contra la Escolstica, tampoco los impos italianos que usted menciona (ninguno de los cuales es humanista de primera talla) prueban nada contra el humanismo. Ex nobis prO' dierunt, sed non erant ex nobis, pueden contestar ustedes
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y podemos contestar nosotros, con palabras de San Juan. Y si no parece del todo justo atribuir una escuela filosfica los errores de algunos de sus adeptos, todava lo es menos hacer responsable de ellos un movimiento filolgico, pues no se ve aqu reliicion alguna entre la causa y el efecto. 4. Que bien averiguado est que no eran tomistas de profesin los que trabajaron en la Poliglota, sino discpulos unos del humanismo, y otros de la tradicin rabnica; y bien sabidos son sus nombres: Nebrija, Diego Lpez de Stiga, el Comendador Griego, Vergara, Alfonso de Zamora, Alcal, Coronel, etc. Y lo racional era que para una empresa filolgica se buscase los que mejor saban el hebreo y el griego, y no los que mejor disputaban simpliciter y secundum quid, al modo de las escuelas. 5. Que no es lo mismo ser dominico que tomista, y que Fr. Toms Campanella fu lo primero, pero no lo segundo, y no bastan todas las irgeniosidadcs y fours de forc del P. Zeferino para hacerle entrar en el gremio. 6. Que Pomponazzi era escolstico, auntjuc no tomista, y considerado como escritor, pasaba por un brbaro entre los cultos ingenios de su tiempo, y era del todo extrao los estudios helnicos. 7. Que al cargo de que los escolsticos olvidaron un poco la experimentacin, me contesta usted citando Miguel Scoto, averroista, y (]ue por lo tanto queda, segn usted, excluido del gremio: . Raimundo Lulio, quien en rigor no se le puede llamar escolstico: los alquimistas que tampoco lo eran, y Vicente de Beuuvais, mero compilador. Ni basta que Aristteles fuera partidario de la experimentacin para decir que tambin lo serian los escolsticos, pues stos, con dos tres excepciones, prefirieron al estudio de la naturaleza el de las obras del Estagirita. 8." Que cuanto ms leo Melchor Cano, ms me convenzo de que no es escolstico, sino discpulo de Vives (con quien fu injusto como con tantos otros) y escritor del Renacimiento. Pues cabalmente lo que caracteriza y da valor propio al libro de Melchor Cano es lo que ni so
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Santo Toms ni pudo soarse en la Edad Media: la critici de las fuentes de conocimiento, el criticismo aplicado la teologa. Idea era sta que no podia brotar en tiempos de ignorancia filolgica histrica como fueron los anteriores al siglo XVI, idea era tan nueva y peregrina, aun en ese mismo siglo, que el canciller Bacon contaba todava entre los desiderata de las ciencias particulares el estudio de los respectivos tpicos, lugares fuentes. Cmo he de tener por escolstico un hombre que con tanto desden habla de las cuestiones relativas al principio de individuacin, y aun los universales? Ciertamente que si Melchor Cano hubiera sido un dominico vulgar que se hubiera limitado exponer mejor peor lo que en Santo Toms haba aprendido, nadie se acordara de l estas fechas. Porque supo escribir y porque trajo algo nuevo la ciencia, dura hoy venerada su memoria. 9. No se puede admitir esa compenetracin tan absoluta que ustedes suponen entre la teologa tomista y la filosofa, pues bien se puede estar de acuerdo con las conclusiones teolgicas de Santo Toms sin que para esto sea preciso declararse partidario de la teora peripattica de la materia y de la forma y no de la hiptesis atomstica; sin que sea necesario tampoco admitir toda ia fintasmagora de las especies inteligibles, y del entendimiento agente y posible, sino antes bien propugnando la doctrina del realismo natural y del conocimiento directo. Y tan telogo tomista puede ser el que niegue la distincin entre la esencia y la .ei^is.tg5.cia como el que la admita. Yo no tengo inconveniente en decirme tomista, si el tomismo se entiende en el sentido amplio en que le toma nuestro actual Pontfice (gran partidario de los estudios clsicos, entre parntesis). Despus de decir en su hermosa Encclica que maestros posteriores desarrollaron con abundante fruto las semillas que esparci el Doctor Anglico, no se descuida de apuntar sabiamente que asi en los doctores escolsticos se hallc algo tratado con demasiada sutileza con poca consideracin, algo que no concierte bien con los descubrimientos posteriores, que de cualquier modb no parezca p''""
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hable, de nincjuna manera debe proponerse como dechado de imitacin. Si as se entiende el tomisnfio (y este es el nico sentido autorizado por la cabeza visible de la Jelesia), soy tomista; pero no si se me quiere imponer, como ltima razn de todo, la doctrina cerrada de la Suma, y ,un esta no como la entienden los jesuitas, sino como la quieren los dominicos, y no slo en lo esencial y en lo que se relaciona con la teologa, sino en una multitud de problemas antropolgicos y cosmolgicos que entreg Dios las disputas de los hombres: y no slo en la doctrina sino en el mtodo y forma, y hasta en el estilo, de suerte que lafilosofacatlica venga reducirse un puro y escueto comentario de uno de los comentadores de Aristteles, sH que en ella entre nada del criticismo de Vives ni del experimentalismo baconiano (en lo que no tiene de exclusivo), ni de las observaciones psicolgicas de la escuela escocesa, ni de lo que en la lgica inductiva han adelantado los positivistas, ni de los modernos estudios filolgicos que han restaurado del todo la historia de la filosofa griega, ni nada, en suma, de loque Santo Toms no alcanz no supo. No: la filosofa cristiana y tomista, si lo es de veras, no puede caer en ese particularismo estrecho, que si le daria fcil victoria sobre el eclecticismo francs el idealismo alemn y todos los sistemas priori cada dia ms decadentes, la dejaria impotente para resistir la furiosa avenida de las hordas positivistas, de los lgicos ingleses, de los escritores crticos, de los filsofos de la asociacin de ideas y de la induccin, que desde los laboratorios qumicos y los anfiteatros anatmicos amenazan la sana Metafsica, despus de haber exterminado casi la Metafsica vaca y nebulosa de allende el Rhin. Aqu est el peligro verdadero: no en los trampantojos krausistas hegelianos; y si la batalla ha de darse, forzoso es presentarnos con armas tan buenas como las suyas en el combate. La crtica histrica y literaria, las lenguas sabias las ciencias naturales, la antropologa en todas sus ramas la lgica en todas sus formas y procedimientos, las ciencias escriturarias y patrsticas, todo esto debe ser el principal
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estudio del apologista catlico, en vez de afincarse tanto en cuestiones (]ue ya pasaron, en errores que ya no volvern y que nadie sigue ni defiende. Todo lo que Santo Toms tiene de telogo y filsofo cristiano es admirable y vividero: lo que tiene de filsofo peripattico y medioeval puede y debe discutirse, y en algunos casos abandonarse. Por algo han ppsado seis siglos desde el siglo XIII. Y usted comprende muy bien que es tal la fuerza expansiva del entendimiento en las cuestiones de tejas abajo, que aunque aparente estar sumiso una doctrina y un nombre, siempre halla algn resquicio por donde recobrar su libertad pristina; y as como en nombre de Aristteles han lidiado entre s alejandristas y averroistas, panteistas individualistas, tomistas yescotistas, moros y cristianos, as vendr suceder que esa filosofa tomista que ustedes proclaman (y en la cual Santo Toms, si levantase la cabeza, veria ya muchas novedades), fuerza de adiciones, enmiendas interpretaciones quedar tan desemejante de lo que fu en sus principios, como aquella ftimosa nave de Atenas, en la cual se sustitua cada ao una pieza nueva las viejas y gastadas, hasta que no qued ninguna de las que habia tenido en tiempo de Teseo. Quiranlo ustedes no, la restauracin tomista lleva este camino, y vale ms ser franco como los jesutas, y decir como dice el P. Vungmann en el prlogo de su Esttica: No es nuestro intento significar con el nombre de filosofa cristiana la de ningn periodo ni tiempo particular, ni de ningn sistema ni escuela determinados, sino la que tiene siempre presente que toda sabidura viene de Dios, loque es lo mismo, el conjunto ordenado y cientfico de conclusiones del pensamiento racional que convienen bajo todos conceptos con la divina revelacin. En suma: el espritu general, el sentido, la mente del Anglico Doctor, no la letra que mata. Y decimos del Anglico Doctor, por ser la suya la ms vasta y grandiosa de todas las concepciones filosficas cristianas, pero obra humana, al fin, y que en sus pormenores admite controversia.
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Asi entiendo la filosofa cristiana, y aplaudo y bendigo su restauracin, sin que para seguir su lbaro importe gran cosa el ser aristotlico platnico, ni mucho menos el profesar tal cual doctrina sobre los modos del conocimiento. Ni creo que esa restauracin tenga nada que ver con las aficiones clsicas ni con el Renacimiento. Qudese el confundir estas cosas para el abate Gaume y otros cejijuntos y severos Aristarcos, de quienes podemos decir con el poeta que Ni les sientan los Dioses su mesa, ni les admiten las Diosas su lecho No les d usted oidos, pues muchas veces (no quiero creer que ciencia y conciencia) han falsificado la historia achacando, vg., Policiano un desprecio por los Salmos de que no hay el menor vestigio en sus obras (que tengo muy ledas), y que pugna con todo lo que sabemos de su vida y gusto literario. El espritu de usted es demasiado alto y generoso para dar asenso tales invenciones, ancdotas y cuentecillos, y condenar por ellos el arte y la civilizacin en una de sus pocas ms esplndidas. Usted tiene alma de artista, y gusta sin duda de coronarse con las flores de la antigua sabidura, y repite conmigo aquella plegaria de Tecrito: Haz que las Gracias sean Compaeras eternas de mi vida! De usted afectsimo amigo,
M. MENENDEZ PELA YO.
P. D. Confio me precio de catlico sincero, sin embajes ni restricciones mentales, y quiz en sta y otras cartas, donde hablo de la Escolstica y de Santo Toms, se me haya deslizado alguna frase poco exacta que suene irreverencia, algo, en suma, que de cualquier modo pueda dar fundado pretexto que algn escritor raciona-
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lista tenga la mala ocurrencia de citarme en apoyo de sus lucubraciones (si es que merezco ser citado), desde luego retiro tales palabras y las doy por no dichas, lo menos en ese sentido, sin que esto obste en nada ala libertad que tengo y deseo conservar ntegra en todas las materias opinables de ciencia y arte, al modo de aquellos espaoles de otros tiempos cuyas huellas, aunque de lejos y longo intervallo, procuro seguir, no captivando mi entendimiento sino en las cosas que son de fe, como dijo el Brcense.
Sr. D. Gumersindo de Azcrate. Mi distinguido amigo: Quebrantando, aunque levemente, mi propsito, involuntario por desgracia, de no volver tomar la pluma para otra cosa que la correspondencia privada, voy hacerme cargo, con la mayor concisin que me sea posible, de la carta benvola y discreta, como suya, que usted ha tenido la bondad de dedicarme en el ltimo nmero de la Revista Europea. Muvenme ello la cortesa y buena correspondencia que usted tanto se merece, juntamente con el deseo de poner en su verdadero punto algunas especies, no el intento, que seria ya inoportuno, de renovar una discusin para la que me faltan fuerzas. Cordialmente felicito usted, y me felicito m mismo que, fuer de amigo suyo y justo apreciador de sus relevantes dotes personales, sentia en el alma verle capitaneando los detractores de nuestras glorias cientficas por los trminos en que rectifica la inteligencia, sobrado literal segn veo, que, tanto el Sr. Menendez Pelayocomo yo, dimos al prrafo de su artculo de la Revista de Espaa, de donde tom pi aquel amigo para escribir la serie de eruditsimas epstolas insertas en la Europea. No
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iba tan all su intencin como sus palabras. Con su muy respetable padre, reconoce y proclama usted los merecimientos de la ciencia espaola del siglo XVI. Con nuestro comn amigo el doctor Sr. D. Federico de Castro , ama la antigua filosofa nacional y desea que, saliendo del olvido en que la tenemos, sirva de base y punto de partida las futuras especulaciones de los pensadores espaoles. Verdad es que, pesar de tan satisfactorias explicaciones, todava subsisten entre usted, por una parte, y el seor Menendez Pelayo y yo, por la otra, diferencias de no escaso bulto, pues si convenimos en la estimacin del siglo XVI, no as en la de los dos siguientes, durante los cuales ve usted casi por completoy nosotros m.ucho menos; paralizada la actividad intelectual de la Pennsula. Como el prejuicio sisleritlico de (]ye "ii mi ((tria prlogo las del Sr. Menendez le supona usted imbuidoj no precisamente por su cualidad de krausista, sino por otra ms genrica, la de libre-pensador; prejuicio que consiste en reputar imposible la vida cientfica donde y cuando quiera que est vedado el poner en tela de juicio los dogmas religiosos; como este prejuicio, digo, de ser cierto, lo mismo y aun ms implicara la negacin de la cultura patria de la primera quede las dems centurias referidas, no puedo ya atribuir l la pobrsima idea que de estas tiene usted formada, y debo considerarla hija de otras, aparentemente al menos, ms positivas razones. Cules? Una sola apunta usted (aparte la cita del absurdo parntesis de tres siglos de Donoso, fcil y victoriosamente refutado tiempo h por el Sr. Valera); la de que si el movimiento intelectual del siglo XVI no se hubiese interrumpido , no le ignoraramos. Era preciso para esto que semejante interrupcin durase dos siglos, ni mucho menos? Cabalmente en Espaa abundan, de un modo lamentable por cierto, los ejemplos de obras cientficas del todo casi del todo olvidadas por nuestros compatriotas poco de haber salido -lz. Recordar algunos por va de muestra. Menester fu que un facultativo residente en Pars participase al P. Feijo, que de los escritores all en boga era uno por
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aquel tiempo el nunca bastantemente ponderado Solano de Luque, para que el erudito polgrafo benedictino supiese que habia existido pocos aos antes y ejercido su profesin en Antequera el clebre autor del Lapis Lydius Apolinis. Con no ser muy posterior al marqus de Santa Cruz de Marcenado, el general Alvarez de Sotomayor, enviado Berlin por el Gobierno espaol para estudiar la tctica prusiana, lo que hace presumir que no sera sujeto indocto, hubo de confesar, sin embargo, Federico el Grande que slo de oidas conocia las Reflexiones milares de mi ilustre paisano, de las cuales aquel monarca sacara el procedimiento blico que debi tantas victorias. De Hervs y Panduro y de su Catlogo de las lenguas, quin se acordaba en nuestro suelo, mientras no comenzaron divulgar su nombre los Discursos del cardenal Wisseman sobre las relaciones entre las Ciencias y la Religin revelada? Quin recordaba tampoco al sabio anatomista Martin Martnez, mdico de Felipe V, y al profundo matemtico Toms Vicente Tosca, lumbreras de la ciencia de su poca, hasta que la Academia Espaola los incluy en su precioso Catlogo de Autoridades? Quin haca caso, de las Investigaciones filosficas sobre la belleza ideal, de Arteaga, impresas, como la obra de Hervs, fines del siglo ltimo, hasta que el Sr. Fernandez y Gonzlez las encomi en su Historia de la critica literaria en Espaa desde Luzah, premiada por la Academia Espaola? A vista de estos y otros muchos casos que pudiera aducir, cabe dar valor alguno al argumento li observacin que usted propone en apoyo de su dictamen sobre la casi completa nulidad cientfica de nuestra nacin en los siglos XVII y XVIII? No pretendo con estas reflexiones negar la decadencia de nuestros estudios despus del siglo XVI; miradas las cosas en globo, nadie la niega. Fu grande, en verdad, comparada con la altura que anteriormente habamos llegado; pero no tan absoluta, general y profunda como usted aa entender y yo mismo, con menos datos que ahora, h algn tiempo creia. La falta de una bibliografa que con-
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tinuase hasta el reinado de Garios I la de D. Nicols Antonio ha influido no poco en que errneamente nos figuremos como de tinieblas palpables todo ese perodo. Por de pronto, en ciertos ramos del saber humano hubo, bajo los ltimos reinados de la dinasta austraca, manifiesto progreso, segn ha puesto fuera de duda el Sr. Cnovas, contestando en la.Academia Espaola al discurso de recepcin delSr. Silvela. Aunque es largo el pasaje delSr. Cnovas, lo inserto continuacin en inters de la causa que defiendo, ya que las Memorias de la Academia Espaola, de donde le tomo, no son tan conocidas como merecen: Grave error sera deducir de los falsos principios y extraos ejemplos citados hoy por el Sr. Silvela, que fuera el decimoctavo siglo, no ya los fines la mitad, sino ui aun al comienzo, perodo de general decadencia de la cultura patria. Es sta de aquellas cosas que se dicen ms que se piensan, pasando tal vez de boca en boca por pereza de analizarlas. Porque la poesa lrica habia ya caido del lodo hacia la segunda mitad del siglo XVII, sin que el brillo de sta ni el de la dramtica pudiera renovarse en los dos primeros tercios del siguiente, se suele condenar de plano una poca, por otros conceptos digna de honrada memoria en nuestros anales literarios. Sabido es por demas que el cultivo de las ciencias entonces conocidas, de la erudicin, de las lenguas, fu no menos asiduo que el de las bellas letras en los reinados de Carlos V y Felipe II; debindose, no dudar, el maravilloso vuelo que tomaron aqu a u n tiempo todos los ramos de cultura el frecuentsimo trato que tenian la sazn nuestros compatriotas con los pueblos ms civilizados del mundo. Vise los espaoles, durante el siglo XVI, aprender y ensear en las sabias universidades de Francia Flandes; rimar y construir estrofas en la ribera de aples las orillas del P, al tiempo mismo que el Ariosto y el Tasso, estudiando la par con ellos al Petrarca y al Boccacio; predicar en Inglaterra la verdad catlica los mal convertidos subditos de la reina Mara; disputar doctamente en Alemania, secundando con sus silogismos los golpes de la temida espada de Carlos V;
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plantear, profundizar, ilustrar en Trento las mis complicadas cuestiones teolgicas; contribuir ms que nadie extender el imperio de la filosofa escolstica, produciendo con arreglo su mtodo y principios, abundantes y preciados libros, no ya slo de teologa, sino de dereclio natural y pblico, de jurisprudencia cannica y civil. Ni los estudios lingsticos, ni los escriturarios, ni las matemticas, ni la astronoma, ni la topografa, ni la geografa, ni la numismtica, ni la historia en general, materias tan descuidadas ms tarde, dejaron de florecer tampoco durante el perodo referido, con ser aquel mismo el que vio nacer, por causa de la oculta y amenazadora invasin del protestantismo, los mayores rigores de la censura real v eclesistica en Espaa. Pero desde los dias de Felipe II hasta ya bien entrados los de Carlos II, la decadencia en todo gnero de estudios graves, eruditos y profundos fu luego rpida, palpable, total, precisamente la hora misma que con rayos ms altos resplandeca en nuestras letras la inspiracin dramtica. Plena prueba es de este aserto una consulta, que poseo indita, acerca de las personas que deberan acompaar Inglaterra la infanta Mara, presunta mujer del Prncipe de Gales, y en la cual el Consejo de Estado recomend muy particularmente Felipe IV, que comenzaba reinar entonces, cierto jesuta escoces, porque tena (dice textualmente el documento citado) todos los estudios que all estiman y ac no se usan, como son lenguas, controversias y matemticas. Hablando en secreto al Rey sobre asuntos de pblico inters, y siendo los que tal hablaban sabios ministros, no hay ms remedio que prestar fe esta mala noticia literaria. En el postrer reinado de la dinasta austraca, los primeros diez y seis aos del cual ilumin Caldern, como esplndida luz de ocaso, notse otra vez cierto calor en los buenos estudios, comenzando por los histricos, cuyas excelencias ya habia celebrado, mejor que nadie, Fr. Jern imo de San Josef en su conocida obra intitulada El genio de la historia, y continuando por los de lenguas y controversias, erudicin y crtica, derecho civil y cannico, cual se echa de ver en
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las obras insignes de D. Nicols Antonio, Ramos del Manzano, D. Juan Leas Corts, el Arcediano Dormer y el Manjus de Mondjar, predecesores maestros de Mncanaz. Perreras, Berganza, Burriel, Florez, Mayan?, Velazquez y Prez Bayer, tiles faros an de la literatura nacional. El Santo Oficio, siempre inflexible con los judaizantes y moriscos, ni vigilaba, ni asustaba mucho realmente las personas de calidad y fama en los dias de Carlos II, porque el poder real, de donde tomaba fuerza, andaba tiempo haca en manos flacas; y en el entretanto el espritu de examen, dejando en paz por de pronto las cosas divinas, y ocultndose, bajo el manto de las ciencias positivas, se abria fcil paso por todas partes, llegando penetrar advertido hasta en la misma Espaa. A tales causas se debi, en mi concepto, aquel inesperado renacimiento literario. Mas, sea cualquiera el origen del fenmeno, su realidad no puede negarse; y no ser culpa mia, sino 'le la verdad estricta , que filte en esta ocasin tambin aijuella rigurosa unidad simetra, tan pretendida por algunos tericos, y que tanto suele escascar en la sucesin verdadera de los hechos humanos. Tampoco hallo que en estudios econmico-polticos retrogradsemos ni tuvisemos nada c;ue envidiar las naciones entonces ms adelantadas: tal impresin, al menos,deja en mi nimo la lectura de la Biblioteca de Jos economistas espaoles, del Sr. Colmeiro. En jurisprudencia sospecho que no eran unos pigmeos, vg.. Salgado, Ramos del Manzano y Fernandez de Retes, cuyos libros alcanzaban crdito allende los Pirineos, y eran reimpresos en Holanda por Meerman. Y para no amontonar citas, cuntos sabios ha producido la Espaa contempornea, con todas sus luces y libertades, dignos de ponerse al lado de Pedro de Valencia, Isaac Cardoso, Caramuel, y Nieremberg, siquiera de Quevedo y Saavedra? Pues qu diremos del siglo XVIII? Srvase usted citarme, si desea que asienta su opinin, una serie de escritores de poca posterior que en calidad y nmero compitan con Tosca, Feijo, Campomanes, Piquer, Prez Bayer, el P. Ceballos,
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los autores de La Espaa Sagrada, lloa, D. Jorge Juan, D. Juan Bautista Muoz, Cavanillas, Jovellanos, Andrs, Serrano, Eximeno, Hervs y Panduro, los cannigos Castro y Martnez Marina, Capmany, etc., etc. Puede reputarse aletargada la actividad cientfica en un siglo que tan esclarecidos varones produjo? Que fuese inferior la del XVI, concedido; pero negarla casi en absoluto?... Aquello del ingenioso procedimiento de aadir ciertos nombres la terminacin ismo, y de las listas de escritores, no muchos para dos siglos, y eso que no se olvida ninguno, tngolo por una broma hiperblica de usted, nacida acaso de su continuo trato con los filsofos andaluces, pues no puedo suponerle lector tan ligero de las cartas del Sr. Menendez Pelayo y de la mia, que no haya advertido que en ellas slo suena un ismo de nuestra invencin, el vivismo, sobradamente justificado, y amn de esto, no correspondiente los siglos XVII y XVJII, ni figurrmele tan ayuno de noticias bibliogrficas, que desconozca que dicho amigo y yo, lejos de apurar la materia, hemos omitido centenares de autores, entre ellos algunos que, si hoy vivieran, tal vez pasasen por de primer orden. Cuanto las causas de la decadencia en cuestin, usted sigue considerando como la principal, si no nica, la tirana del Santo Oficio; yo, mi vez, persisto en creer que no fu la nica ni la ms eficaz, digan lo que quieran Montalembert y otros escritores. Los argumentos expuestos en pro de esta opinin no han sido invalidados, ni se ha intentado siquiera contestarlos, y parceme innecesario repetirlos. Sobre mi modo de pensar en orden la filosofa moderna, la que tal se denomina, aunque en el fondo sea tan aeja como las que pasan por rancias, dir usted que nicamente la rechazo en lo que tiene de incompatible con el Credo catlico. Fuera de esto, entiendo que podrn extraerse de ella, como en otros tiempos se extrajeron de la ateniense y de la alejandrina, materiales para ampliar y perfeccionar el edificio de la espaola. No me permiten ms laxitud respecto al particular mis convicciones religiosas.
464 Por lo tocante la absolucin que otorgo ciertas formas de discusin, sanoe licito observar que en el caso de que se trata no hubo ni aun asomo de ofensa verdadera, sino vivezas y frases irnicas, que podrn menoscabar un tanto, cundo ms, el crdito cientfico literario, nunca declarado inviolable, pero de ningn modo el honor y reputacin moral del adversario, que es lo nico que constituiria pecado grave. No estn haciendo continuamente lo mismo, sin que nadie se escandalice, no ya los crticos de gacetilla, sino los ms encopetados de las revistas contemporneas? Y si al propio tiempo, como la equidad exige, tenemos en cuenta la holgura y franqueza propias del gnero epistolar, el calor de la improvisacin y de la controversia, la ndole de las negaciones contrarias, y ms an la pertinacia en sostenerlas sin oponer pruebas pruebas, que todo esto contribuye encender el nimo y desatar la pluma sin que lo advierta el que la maneja, qu queda reducida la culpa por cuya absolucin usted amigablemente me censura? Desendole prosperidades, es de usted siempre apasionado amigo,
GUMERSINDO LA VERDE.
NOTA FINAL.
Esta carta de mi amigo Laverde puede servir de cumplida respuesta, no slo la del Sr. Azcrate (que tuvo buen cuidado de no mentarme en la suya, l sabr por qu: sin duda por desprecio de sectario), sino lo que apunta D. Luis Vidart en unos artculos sobre la Historia Literaria de Espaa, insertos en la Revista Contempornea. El Sr. Vidart, que ha escrito un libro sobre la filosofa espaola, no incurre ni podia incurrir en tan enormes yerros como otros racionalistas llamando, vg. como el Sr. Azcrate, siglo de absoluta nulidad cientfica al siglo en que un espaol, jesuitapor aadidura, cre la Filologa Comparada. Tales cosas se quedan para los krausistas, y el Sr. Vidart estas fechas ya no lo es. Pero con todo eso tiene por irrefutable el argumento del Sr. Azcrate, de que sin duda debi interrumpirse el movimiento fines del siglo XVI, porque si as no fuese, ahora no ignoraramos nuestro pasado cientfico. A lo cual responder con dos tres proposiciones, para no repetir cosas ya dichas. 1. Que fines del siglo XVII no estaba ignorado el movimiento, puesto que nuestros escolsticos no se cansaban de leer y citar los escolsticos del siglo XVI, v otro
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tatito hacan los tilsofos independientes, como el judaizante Isaac Cardoso, que tena una erudicin estupenda en materia de filosofa espaola, no habiendo pensador nuestro cuyas obras no hubiese leido y no aprovechara en su Philosophia Libera, impresa en 1673. Y no digamos nada de Curamuel, de Aguirre y de otros filsofos de entonces; siii (juo la intolerancia religiosa perdiera el tiempo en akocjur el recuerdo de nuestra pasada (/loria cientfica. Lo que digo de los filsofos y telogos es aplicable los economistas y polticos, los humanistas, los eruditos como Nicols Antonio y D. Juan Leas Corts, y hasta los matemticos como Hugo de Omerique. 2." Que tampoco se cort la tradicin en el siglo XVIII, y nos lo prueban, entre otros ejemplos, Feijo, aprovechando doctrinas de Vives sobre la Reforma de los Estudios; el P. Tosca, continuando la serie de nuestros alomistus; ]\!avtii\ Martnez, veimpr'.mcndo la iVwerrt, Fosojia de doa Oliva; Mayans, sacando luz innumerables obras de sabios espaoles, principalmente todas las de Vives; un editor de Madrid reimprimiendo la Antoniana Margarita, y otro de Granada, el Examen de ingenios; Hervs, utilizando los trabajos lingsticos de nuestros misioneros, y Piquer, Forner, Lampillas, Andrs y Cerda y Rico, con sus citas, apologas y reimpresiones de todas clases. 3. Que el olvido y desprecio de nuestra tradicin cientfica se inicia en los ltimos aos del siglo XVIII, y es debido exclusivamente al enciclopedi.^mo y al espritu francs, que no podian menos de condenar y tener en poco una cultura catlica indgena. 4. Que extender este desprecio y esta ignorancia han contribuido en lo que va de siglo las g/irrulas declamaciones de los polticos, la extincin de las comunidades religiosas, conservadoras de la tradicin antigua; las mal nacidas reformas y planes de esludios, el olvido de la lengua latina, la vandlica destruccin de muchas bibliotecas, la pereza intelectual y falta de seriedad cientfica que nos corroe, y finalmente, el nfasis germanesco de esos seo-
-lores que se jactan de ignorar nuestras cosas (como si ninguna clase de ignorancia fuera mrito), y traen su propia insipiencia por prueba de su dicho, como si las cuestiones histricas se resolviesen con un trabaiengua un sofisma. Tena, pues, razn el Sr. Azcrate en afirmnr que /a vida intelectual en Espaa debi interrumpirse durante largo tiempo. slo que este largo tiempo comienza por los aos de 1790 fplm minusvej v contina en el presente, sin que se vean trazas de remedio, como que la decadencia intelectual de Espaa, lejos de coincidir exactamente (como el Sr. Vidart dice) con la unidad catlica fundada y sostenida por el Tribunal de la Fe (es decir, con el tiempo de los Reyes Cath'cos!) coincide, con exactitud matemtica, con la corte volteriana de Cros IV, con las constituyentes de Cdiz, con los acordes del himno de Riego, con la desamortizacin de Mendizbal, con la quema de los conventos y las palizas los crrigos, con la fundacin del Ateneo de Madrid, y con el viaje de Sanz del Rio Alemania. Y bueno ser advertir, propsito de nuestra decantada intolerancia, que habiendo dominado los espaoles por cerca de tres siglos en Italia, hizo la suerte que del espaolsimo reino de peles saliesen los ms audaces pensadores de la pennsula itlica: Giordano Bruno ( quien quem la Inquisicin de Roma, pero no la nuestra), Telesio, Camponella. Vanini (ajusticiado en Francia), y, finalmente, .Juan B. Vico Qui potest capere, capiat. Qu maa nos dbamos los espaoles para matar la luz de la ciencia'
NDICE,
PAOS.
ADVERTENCIA
A GUISA DE PRLOGO
Y
yil
Al Sr. D. Gumersindo Laverde. I. Indicaciones sobre la actividad intelectual de Espaa en los tres ltimos siglos II. De re bibliograpAica III. Mr. Masson redivivo IV. Monografas expositivo-crlticas V. Prosigese el pensamiento de las cartas anteriores VI. Mr. Masson redimuerto
3 29 57 81 H9 139
SEGUNDA PARTE.
Al Sr. D. Al^andro Pidal y Mon. Dos artculos del Sr. Pidal sobre las cartas anteriores In dubiis libertas La ciencia espaola bajo la Inquisicin, por el Sr. del Perojo. La Antoniana, Margarita de Gonnez Pereira.Carta al seor D. Juan Valera La patria de Raimundo Sabunde 175 211 239 343 393
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APNDICE.
Pas.
Contestacin de D. Alejandro Pidal y Mon la carta In dvMis libertas Instaurare omnia in CAmo.Carta al Sr. D. Alejandro Pidal y Mon Contestacin del Sr. D. Gumersindo Laverde la ltima rplica del Sr. de Azcrate Nota final
BIBLIOTECA GLSICA.
OBRAS PUBLICADAS.
HOMEHO.a Ilada, traduccin directa del griego en verso y con notas deD. Jos Gmez HermosiUa S tomos CERVANTKS.ifotwa ejemplare y viaj del Parnato 2 HERODOTO.ios nuere libro de la hUtoria, traduccin directa del griego, del padre Bartolom Pou i AIJGWJL. Q-IK^O .Reeuerdot de un anciano 1 VIRGILIO.io Eneida, traduccin directa del latin. en verso y con notas de O. Miguel Antonio Caro 2 Las glogas, traduccin en verso, de Hidalgo.Xa jerfrp'joj, traduccin en verso, de Caro; ambas traducciones directas del latin, con un estudio del Sr. Menndez Pelayo. Un tomo . . . . I MACAULAY.BMdios lilerarioe, traduccin directa del ingls de D. Mariano Juderas Bender 1 Estudios histricos, traducion directa del ingls de D. Mariano Juderas Bender 1 Estudios palilicos, traduccin directa del ingls de D. Mariano Juderas Bender. Un tomo 1 iiW'Pi..Vidas de etpaoiei clebres 2 CICERN.rroadoj didcticos de la elocuencia, traduccin directa del latin de B. Marcelino Menende Pelayo I SALUSTIO.CoB/wrocion de Catilina.Querr de Jugara, tra.ducciou del infante D. Gabriel.Prajwanto de la qrande historia, traduccin del Sr. Jlenendez Pelayo, ambas directas del latin 1 TCITO.oonaj, traduccin directa del latin de D. Cirios Coloma 2
E N^IPRYKTS A .
PLUTARCO.iMetai JoroWos, traduccin directa del griego por D. Antonio Ranz Romanillos. Cinco tomos.
EN PREPARACIN.
UACAVhAYestudios biogriflcos; traduccin directa del ingls de D. Mariano Juderas Bender. Un tomo. TCITO.iffl historias, traduccin de D. Cirios Coloma. Un tomo. ESQUILO.reoro completo, traduccin directa del griego por D. Fernando Brieva Salvatierra. Un tomo. CICERON.OftroscoTOieaj, traduccin directa del latin, por D. Marcelino Menendea Pelayo. Tomo segundo. ARISTFANES.IVoro completo, traduccin directa del griego por D. Federico Baraibar, Tres tomos. CONDICIONES E D I T O R I A L E S . La BIBLIOTECA CLASICA se publica en tomos en 8., de 400 S O O pginas, y el precio de cada tomo es DOCE REALES en toda Espaa. A las personas que deseen suscribirse en Madrid, costar cada tomo 40 rs. Basta para ser suscritor en Madrid, avisarlo al administrador de la BIBLIOTECA CLSICA, D. Jos Santal, calle de la Colegiata, 6, bajo. Las personas que, residiendo en provincias, quieran recibir los lomos directamente de la Administracin de la BIBLIOTECA CLSICA (Colegiata, 6, Madrid), remitirn la misma por cada tomo 12 rs. en libranzas de correos letras nombre del administrador D- Jos Santal.