jueves, 24 de enero de 2013

Una historia de mierda.

Hoy me ha pillado el tema sensible. Debo estar ovulando o algún ciclo de esos. El caso es que me ha tocado los cojones una historia leída desayunando.
Ya sin nada que creer, al final de la escapada ideológica, miro la actualidad política con perplejidad y cierta distancia. Una especie de "A ver quién nos ha saqueado hoy, si los chicos de la Cospe, los del Madrit ens roba y nosotros no vamos a ser menos, o los de los 100 años de honradez porque 40 años durmiendo con Franco no nos dio para robar a manos llenos, fascista el caudillo y tal.
Me he dejado al rey, este tío al que hay que pagarle hasta las putillas que se va calzando. Un tío macho nuestro rey, si señor. Pero que le pague las putas su puta madre, por ejemplo. Las putas y lo que no son las putas.
Asqueado de la situación, sólo me faltan payadasas teledirigidas como las del Partido X, disidencia controlada, con sus wikigobiernos y sus polladas. Hay que ser muy imbécil para no saber quién tiene el interruptor de internet. Pero mucho. O no tanto y creer que el mundo está lleno de imbéciles, esta última apreciación la creo bastante certera.
Me estoy ciñendo a mi historia personal, preocupándome exclusivamente de lo mío, viendo el mundo a través de un cordón sanitario de seguridad que no me haga salir con una metralleta a darle plomo indiscriminado a la casta bancaria, sus esbirros políticos y sus siervos votantes que no aspiran a ser libres, sino a tener buen amo que subvencione mucho actividades de caridad, llamadas en neolengua "solidaridad". 
Pero... bajo mi aparente capa de dureza, máscara de defensa contra el mundo, estaba sensible hoy. El ovario izquierdo debe ser.
Y me han acabado de joder.
A ver dónde compro una puta metralleta.
Esta historia comienza con un jugador de fútbol americano.
Me es facil suponer paralelismos con los futbolistas nuestros: Chomo onche contra onche, amo a chalí a darlo toro en el campo, me dan mucha pena lo ninios que pachan hambre, etc, todo ese catálogo filosófico que sus hinchas esperan de ellos.
Vale, yo tampoco me he leído el Ulises de Joyce, no pasa nada.

"La metaestructura espiritual no está en conexión directa con los anhelos sexuales; sino que es causa primigenia de ellos", decía nuestro hombre en esta conferencia en el Canis Club de Oklajoma o por ahí.
El notas se llama Manti Te'o y lo dejaré en Manti porque me cansa apostrofar el Teo.
Nuestro mocetón, un buen chico que seguramente no quiere que los ninios pasen hambre en el mundo, se enamoró. Se enamoró por internet. Se enamoró de una preciosidad llamada Lennay Kekua, a la que dejaré en Lenay porque me cansa ponerle dos enes en el nombre.
 "Soy muy amiga de mis amigos, sincera, y busco una relación seria. Preferentemente estrellas de Fútbol"
Sí, Manti era una estrella en ese mundo tan ajeno a nosotros que es el fútbol americano. Manti era una estrella y estaba enamoradísimo, empezó a enviar a su chica ardientes mensajes de amor que enfervorizaban a sus hinchas: la estrella tiene corazón y está enamorado, que potito, debía ser verdad que sufre por los ninios del mundo.
Ya saben como son los gringos: la novia de América, la historia de amor de libro, oh, gracias, internet, por provocar estos milagros. 
Manti y Lenay van a quedar, claro. Han anunciado al mundo internetero su amor, a los cuatro vientos, y ahora queda consumar, hacerse las fotos y un bonito reportaje en el Hola deportivo gringo. 


Que si "Qué llevas puesto", creo entender que pregunta el enamorado.

Primero intentan hablar por Skype. Oh, gracias, internet, pero ni de coña, la conexión falla. La nación pendiente de tan bonita historia. El tuíter como campo de batalla amoroso. Van a quedar y... Lenay se da un fostiazo del copón bendito, accidente de coche. Pero que se queda chunga chunga, ¿eh? de hospital y todo y mira que allí cobran por la atención médica, cómo debió quedarse.
No acaban las desgracias: a Lenay en el hospital le descubren una leucemia. Que se va a morir, troncos, que se nos muere. Y que ni se han visto. Y no se van a ver: Lenay pide a Manti que juegue por ella, que no se pierda ni un partido, que sea el mejor. Muere Lenay y Manti, cumpliendo su promesa, no va al entierro y juega el mejor partido de la temporada. Su equipo está galvanizado con el tema. La historia se convierte en un fenómeno televisado.

Y todo es una puta mentira y el mundo actual es un lugar que merece mucho plomo:
http://www.abc.es/deportes/20130123/abci-novia-falsa-ncaa-201301202036.html

Disculpen las erratas que voy con prisa. ¿Alguien tiene una metralleta barata que no use?


domingo, 13 de enero de 2013

¡Primicia mundial: encontramos a alguien que leyó el Ulises de Joyce!

La incansable labor de investigación de este blog ha dado sus frutos. Sí, hemos encontrado a alguien que parece haber leído el Ulises de Joyce, o cuanto menos ojearlo en profundidad.
Atentos al testimonio gráfico, que el tema no es baladí: la señorita en cuestión tiene abierto el Ulises por ¡casi el final! 
Esto no es todo: siguiendo con la investigación, este blog ha tenido acceso a esa edición del Ulises y ¡no tiene fotos ni dibujitos en el interior! ¡Es pura letra!
Habida cuenta de que el autor de este blog, pese a su cociente intelectual de 173,5 y me llevo 2 (Escala de Romina Power y Albano), sólo ha conseguido mal leer el Ulises hasta la página 14 el día que se puso chulo y dijo que: "por mis cojones que me tengo yo que leer esta mierda, que esto no va a poder conmigo", creemos que debemos asombrarnos ante la proeza de la señorita.
Sin más preámbulos, aquí tienen el documento:
Marilyn Monroe enfrascada en el Ulises. Observen la expresión de profunda reflexión que denota haber extraído la savia del texto.
Aunque esta entrada es de corte claramente académico, si no digo lo de: "Rubia de bote, chocho morenote", reviento.

Y el mío casi sin abrir, acumulando polvo. ¿Y si pruebo a teñirme de rubio?


lunes, 7 de enero de 2013

¡El 2013 lo empezamos con porno!: Caperucita Roja.

Queridos amigos, o lo que sean las personas degeneradas que aún leen mi abandonado blog, Feliz Año. Y felices Reyes.
Saludo especialmente a David, que si no, me dice que sólo hago caso a las chicas, y a Siestecita decirle que ya he leído su mail, aunque no haya contestado, y que está todo claro y me alegro.
Saludo a todos, pero con Siestecita tenía asunto colgando y a David quería hacerle la puñeta.
Como pueden imaginar voy muy liado por circunstancias laborales. Así que copio una entrada de un blog de cine y arte bastante ameno y documentado (es bastante serio, no es como el chiringuito este mío), acerca de Caperucita desde una perspectiva erótica, y no dejo el blog morirse.
Vendrán tiempos mejores y nos harán más buenos. Esperemos.
Un abrazo.

FUENTE:
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Caperucita roja de Tex Avery: Una maciza de los bosques.

Posted in Cuentos by Alguien on 18 octubre 2008
Cuando los hermanos Grimm convirtieron «Caperucita Roja» en un cuento para niños destinado a la audiencia victoriana del siglo XIX, nuestra heroína pasó a ser una encarnación de la inocencia y perdió todo rastro de la sexualidad que poseía en la tradición francesa. No fue hasta bien entrado el siglo XX que esta expurgada Caperucita volvió a la vida terrenal y para ello, por decirlo de algún modo, fue necesario que colgara los hábitos. Esto fue exactamente lo que ocurrió cuando el legendario animador Tex Avery se ocupó del personaje. Avery sacó a la heroína y al lobo de los bosques europeos y los llevó al Hollywood de los clubes nocturnos, y, haciendo esto, transformó el cuento en una caricatura del cortejo a la americana. En su Red Hot Riding Hood, estrenada en 1943, la dulce heroína de los libros de cuentos tradicionales (una figura que en el siglo XVII, en relato original de Perrault, había servido como advertencia sobre los peligros de la promiscuidad) se convirtió en su opuesto simbólico: una bailarina y cantante de un local de strip-tease.
Red Hot Riding Hood [You Tube Link] empieza con un paisaje tradicional, a la Euro-Disney, en el que se desarrolla la típica trama del cuento. («Buenas noches, niños. Érase una vez Caperucita roja, una hermosísima y dulce niña que portaba una cesta llena de comida… », canta la voz del narrador.) Entonces de la oscuridad del bosque sale un lobo feroz y exclama: “Estoy aburrido de estas bobadas de Hollywood. Es la misma vieja historia una y otra vez, si no pueden hacerlo de manera más innovadora yo presento mi dimisión!” Son las palabras del lobo que interrumpe al narrador para dar su punto de vista. A esta reivindicación se suman el resto del reparto, caperucita roja y su abuela. El narrador está de acuerdo y con gran amabilidad rebobina la historia y comienza de nuevo con… Red Hot Riding Hood.

El lobo es ahora una rico “depredador sexual” al que le venden “cigarrillos extra-largos”, Caperucita roja una cantante voluptuosa de un club nocturno situado en la esquina de Hollywood Boulevar con Vine Street, y la abuela una madurita ávida de sexo celosa de su nieta.
El lobo, de punta en blanco, con sombrero de copa y frac, llega en su automóvil dispuesto a pasar una noche de juerga. A pocos pasos se encuentra la casa de la abuela, ahora convertida en burdel, un apartamento coronado por un anuncio de neón en el que puede leerse: «Antro de la Abuela, ven a verme». (El anuncio incluye una mano cuyo índice se curva a la manera de Mae West e invita a los transeúntes a subir.)
Y sobre el escenario del Sunset Strip, un elegante club que se promociona con un “30 hermosas chicas, entrada libre”, hace su aparición Caperucita, de pie bajo los reflectores, cubierta de maquillaje y adornado por una capa roja que se apresura a tirar a un lado junto con su cesta. Esta Caperucita ya no es una niña, sino una explosiva pelirroja pechugona enfundada en un corto (cortísimo) vestido rojo. Empieza a cantar y bailar “Hey Daddy, you beiter get the best for me” («Eh, Papi, te conviene conseguirme lo mejor») y esto pone frenético al lobo, quien, sentado en medio del público, ulula y aúlla, aplaude y silba. Caperucita continúa cantando mientras menea sus caderas de uno a otro lado y sacude el trasero. Los ojos del lobo saltan y vuelan por el recinto, su lengua se desenrolla para hacer las veces de alfombra roja, y todo él se eleva en el aire hasta quedar petrificado en una erección de cuerpo entero. En cuanto Caperucita termina su número, el lobo estira su brazo hasta el escenario y la arrastra a su mesa. «Vámonos volando a la Riviera», dice con un meloso acento francés. [Video Link]
Caperucita es franca y directa en su respuesta, le basta un ¡ NO! ensordecedor seguido de una lámpara de mesa que destroza sobre la cabeza del lobo para apagar su ardor. Pero nuestro playboy no se conforma con la negativa. Tras la huida de caperucita en un taxi, el lobo decide seguirla, Avery introduce aquí uno de los gag más plagiados en el cine, y que muy pocos sabrían indicar el origen del mismo: El lobo se acerca a un taxi, y le indica, “sigua a ese coche”, y eso mismo es lo que hace el conductor, perseguir al primer auto – que lleva a Caperucita – pero dejando en tierra al pasajero-lobo.
El lobo llega a la casa de Caperucita, pero para su sorpresa encuentra a una abuela que “le hecha el ojo”, convirtiéndose ahora el playboy en el acosado. La abuelita es en esta ocasión una ardiente anciana que luce un ajustado vestido rojo y que, al ver al lobo, queda estupefacta. Ahora es ella la que silva, levita y ulula, a medida que lo persigue de una puerta a otra con sus labios listos para besarlo. «Este sí que es un lobo! ¡Auuuuu!»
Nada más estrenarse esta pieza, gozó de una gran popularidad, y sus personajes (o variantes de los mismos) fueron reutilizados en cinco historias más a lo largo de los años cuarenta.
Aparentemente «Caperucita Roja» era el cuento preferido de Tex Avery, quien volvió una y otra vez sobre él (o sobre algo que se le parecía) durante las décadas de 1930 y 1940, con lo que transformó el relato popular en una completa historia de amor contada en varios episodios.
En el primero de sus coqueteos con el cuento, el cortometraje Little Red Walking Hood (IMDB), estrenado en 1937, [Video Link, 51 seg] Avery dio a Caperucita el cuerpo de una niña pequeña, pero le otorgó un comportamiento de mujer adulta. Caperucita pasea por el bulevar mientras el lobo (que en esta ocasión es un seductor de barra de bar, un mar de empalagoso encanto y dudosas intenciones) la sigue despacio en un brillante automóvil negro, desde el que le lanza, a toda velocidad, tantos piropos como se lo permiten sus labios. En determinado momento, Caperucita irrumpe el relato para quejarse de la lasciva conducta de los machos y compadecer a las espectadoras por tener que soportarla.
En The Bear’s Tale (1940, El cuento del oso), Avery convierte a Caperucita en una ingeniosa y pecosa niña de Brooklynque se asocia con Ricitos de Oro para derrotar al lobo. En cierta escena la pantalla aparece dividida en dos y Caperucita se inclina sobre la línea que separa ambas historias para entregar un mensaje a Ricitos: «¡Hola, Ricitos! Soy Caperucita Roja. Acabo de encontrar una nota de ese lobo canalla…».
En Little Rural Riding Hood (1949) [YouTube Link], la última de sus parodias del cuento, Avery centró su atención en una pelirroja larguirucha y dentuda que hace el papel de prima campesina de Caperucita Roja. Este personaje tiene la habilidad de abrir y cerrar puertas con sus enormes pies y cuando frunce sus labios su boca se convierte prácticamente en un hocico.
Sin embargo, de todas las variaciones sobre el tema realizadas por Avery, fue Red Hot Riding Hood la que le proporcionó sus estrellas guía.
La pechugona pelirroja y el lobo superaron con rapidez la trama que los había inspirado y se convirtieron en personajes recurrentes en numerosos cortos de dibujos animados. Avery no sólo colocó a la pareja en sus parodias de «Caperucita Roja» sino también en dibujos animados basados en otros cuentos de hadas. La heroína de Swing Shift Cinderella[YouTube Link] (1945, La Cenicienta del turno de la tarde) es en realidad otra vez Caperucita, su Caperucita.
De nuevo aparece en el ya familiar decorado de club nocturno, con el mismo pelo rojo y ondulado y luciendo las mismas e insinuantes curvas. Otra vez luce su atrevido vestido, sólo que esta vez es producto del hechizo de su hada madrina («Agitaste una varita tacaña, verdad?», le pregunta Caperucita en un momento). Y por supuesto, está acompañada por el mismo lobo eternamente excitado que la acompañaba en su primera aparición en Red Hot Riding Hood. Como ya ocurría allí, el lobo es presa de un ataque de éxtasis cuando la ve bailar y cantar; en esta ocasión la melodía dice: «Oh Wolfie, ain’t you the one!» («Oh Lobito!, ¿no eres tú el elegido?).
Avery incluyó también a esta pareja en dibujos animados en los que parodiaba otros géneros, como The Shooting of Dan McGoo [YouTube Link] (1945, El tiroteo de Dan McGoo), su cómica versión de las películas del oeste, Wild and Wotfy [YouTube Link] (1945, Salvaje y feroz) y Uncle Tom´s Cabana [Video Link] (1947, La cabaña del tío Tom). En su última aventura, la antes mencionada Little Rural Riding Hood, inspirada en la fábula de La Fontaine sobre el ratón de campo y el ratón de ciudad, Caperucita es una vez más una bailarina y actúa en el mismo club nocturno, pero en esta ocasión lo hace para dos lobos: un pueblerino en plena fiebre hormonal y un altanero romeo urbano que luego se enamorará de la prima campesina de Caperucita.
Para Avery, los protagonistas de Red Hot Riding Hood trascendían el cuento de hadas del que habían surgido. La bailarina y su lascivo perseguidor no eran simplemente una niña y un lobo, sino personajes y símbolos del drama de la sexualidad humana. Su heroína es un objeto sexual. Su lobo, petrificado y levitando tras contemplarla, es la encarnación del pene.
En los dibujos de Avery, las metáforas que hacían referencia a la excitación sexual eran interminables y evidentes, lo que hizo que los censores del gobierno de Estados Unidos se interesaran por su obra. Es sabido que creaba escenas picantes que, estaba convencido, serían cortadas, con la esperanza de que así desviarían su atención de los chistes sexuales que realmente quería mantener, aunque esta estrategia no siempre tuvo éxito.
Semejantes chistes no eran inusuales en los dibujos animados de la primera época. El ingenioso trabajo de Avery en torno a Caperucita Roja no estaba destinado a los niños. Se trataba de dibujos animados anteriores a la difusión de la televisión que se presentaban en las salas de cine para todo tipo de públicos, como preámbulo de la atracción principal: los niños iban a las películas, pero no eran lo primero en lo que pensaba Avery. Como muchos otros dibujantes de la época, Avery incluía en sus creaciones alusiones a la vida americana durante la guerra. Y su Caperucita Roja está obviamente modelada con base en las chicas de portada encargadas de «elevar la moral» de las tropas durante la segunda guerra mundial.
En la versión de Red Hot Riding Hood que fue presentada al público estadounidense el lobo enloquece debido a las atenciones que le dispensa la abuela de Caperucita y promete matarse si vuelve a prestar atención a otra mujer. Cuando Caperucita aparece nuevamente sobre el escenario, el lobo se suicida y es  su fantasma el que celebra con silbidos y aullidos la actuación de la protagonista. La versión original era mucho más fuerte, y su explícito aire de bestialismo chocó con el código de censura creado por WilI H. Flays, vigente desde 1930. En esa versión, que fue enviada a las tropas en el extranjero pero no se mostró al público general, la abuela y el lobo se casan por obligación (con Caperucita sentada detrás de una batería antiaérea que apunta a la espalda del lobo) y en la siguiente escena aparecen de nuevo en elSunset Strip, acompañados por una carnada de lobitos llorones, para contemplar el último número de Caperucita.
Tex Avery supo captar en Red Hot Ríding Hood y su atractiva protagonista una parte de la historia de los Estados Unidos y consiguió también dar al cuento un nuevo sentido como narración de un cortejo. Su versión, además, anunciaba el nacimiento de un nuevo papel para Caperucita  Roja. En la cultura popular del siglo XX, Caperucita se convirtió cada vez más en expresión de los ideales de la mujer adulta y empezó a representar un tipo social en auge: la mujer soltera. La «señorita Caperuza», tal y como la llama el lobo en las historias de Avery.
El humorista James Thurber, contemporáneo de Avery también supo captar esta nueva característica de la mujer americana, capaz de salir airosa de las situaciones difíciles planteadas por la vida urbana, aunque no le atribuyó la explicita sexualidad de los personajes de Avery.
Esto resulta claro en la adaptación de «Caperucita Roja» que incluye su Fables for Our Time and Famous Poems(1939,Fábulas para nuestra época y poemas Famosos). «Ya no es tan fácil engañar a las niñas como lo era antes», reza la moraleja bajo el dibujo de una Caperucita muy seria, que con los brazos en jarras mira al lobo mientras éste la espera en la cama, jadeando con evidente enojo. [YouTube Link]
Una tarde, en un bosque oscuro, un gran lobo esperaba por una pequeña niña que iba a aparecer llevando una cesta de comida para su abuela.
En efecto, la niña apareció cargando con la cesta de comida. “¿Vas a llevarle esa cesta a tu abuelita?”, preguntó el lobo.
La pequeña niña dijo que sí, que así era. Entonces el lobo le preguntó dónde vivía su abuela y la niña se lo dijo, y el lobo desapareció entre los árboles.
Cuando la niña abrió la puerta de la casa de su abuela vio que había alguien acostado en la cama con el gorro de dormir puesto.
No se acercó a más de unos pasos cuando se dio cuenta de que no era su abuela sino el lobo el que yacía sobre la cama, ya que, aún con el gorro puesto, el lobo se parecía a su abuela tanto como el león de la Metro-Goldwyn se parece a Calvin Coolidge.
Por lo que la pequeña niña extrajo una pistola automática de la cesta y se la vació encima al lobo.
Moraleja: Ya no es tan fácil engañar a las pequeñas niñas como lo era antes.
© “La Niña y el Lobo” por James Thurber “Fables for our time and famous poems”, New York: Harper, 1939. Traducido por Rigoberto Rodríguez.
Al igual que los dibujos de Avery la versión ilustrada de Thurber refleja los cambios que afectaron la vida de la mujeramericana desde la década de 1920 hasta la de 1940 y que trajeron consigo nuevas ideas y actitudes: las sufragistas consiguieron el derecho al voto, el sostén reemplazó al corsé, las mujeres empezaron a utilizar pantalones (siguiendo por fin la recomendación de Amelia Bloomer, quien a lo largo del siglo XIX había intentado cambiar el vestido femenino).Amelia Earhart se convirtió en 1932 en la primera aviadora que cruzaba sola el océano Atlántico; la «Gibson Girl», representante de la mujer ideal a principios de siglo, dio pasó a las JIapper, las jóvenes a la moda de la década de 1920, quienes a su vez se hicieron a un lado ante la aparición de «Rosie la remachadora»; la «mujer moderna» iba a trabajar, utilizaba lápiz de labios y fumaba; estrellas como Joan Crawford y Bette Davis se hicieron un nombre en Hollywood interpretando el papel de fammem sfatales.
Las obras de Avery y de Thurber dan cuenta de las actitudes sexuales y políticas de una época en la que las costumbres estaban cambiando de forma radical. No faltaría mucho para que los publicistas se fijaran en nuestra “maciza Caperucita de los bosques” como icono de “mujer fatal”, y comenzara a anunciar licores, maquillaje y veloces coches.
Pero eso es otra historia que contaremos algún día… en alguna parte…
Por el momento y para finalizar…[YouTube Link]
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Ojo: permiso al señor de este blog, para copiarle, le voy a pedir ahora. Si me lo deniega tendré que borrar.
Saludos.