lunes, 29 de octubre de 2012

«Los poemas están sobre la mesa, mostrándonos los dientes»



Entrevista a Facundo López





por Paula Seufferheld

 

A días de presentar su segundo poemario  El monstruo –el 2 de noviembre en La Feria del Libro de Mendoza–, Facundo López, autor de Mariposa sobre las cenizas (Libros de Piedra infinita, 2007),  ganador de la Beca del Fondo Nacional de las Artes para el taller de poesía dictado por Alicia Genovese; además de hablarnos de su libro más reciente, hace un recorrido de su obra: analiza los cambios que ha experimentado su escritura en estos últimos años, nos refiere su experiencia en el colectivo poético La Moledora de Carne y con palabras contundentes nos cuenta cómo su trabajo en el área de Educación de la Penitenciaría no sólo lo ha modificado como hombre sino también como poeta.

 –En la contratapa de tu primer poemario, el texto que aparece funciona como un arte poética contundente. Allí afirmás que dejás correr los días buscando un poema que te justifique... ¿seguís en esa búsqueda? 
–Creo que en definitiva me busco a mí mismo, pero esto termina siendo una trampa en la que aceptamos caer; es hundirse en la contradicción, es disgregarse en palabras y  estar cada vez más lejos. El poema no necesita, ni debe justificarse, por lo tanto hoy no creo que pueda justificar a nadie. Simplemente está allí y eso es suficiente. Lo que se pude decir está sobre la mesa, mostrándonos los dientes desde el plato y cada uno se come ese bocado como puede y si puede.  

–Hay un Facundo que, en Mariposa sobre las cenizas, usaba el cincel para marcar en la piedra poemas breves y certeros, y otro, en este nuevo libro, que se desliza con soltura en la creación de poemas de largo aliento. ¿Qué causas te llevaron a este cambio de registro y estilo?  
–Escribir es salirse del camino; por qué debería  mantenerlo si no sé hacia dónde voy. Busco escribir desde un lugar incómodo, forzarme al cambio, romper los diques de contención y dejar que el torrente me arrastre. El poema es quien termina por sorprenderme.



–Hablemos de El monstruo (Colección El Desaguadero, Libros de Piedra Infinita). En la prosa poética que abre el libro, describís a este ser como algo que emerge desde un fondo profundo, pulsa por salir, se zafa de las cuerdas. Tuve la sensación como lectora y también como poeta de que ese «monstruo» era, ni más ni menos, la palabra, sobre todo cuando escribís: «él nos necesita».¿Es descabellada mi asociación o hay algo de verdad en lo que infiero? 
–No es descabellada, El monstruo, es mucho más que la palabra. Esta puede transformarse en un monstruo y fagocitarnos. Estamos indefensos ante lo que desconocemos y la única forma de enfrentarlo es abrir la puerta para que ingrese. No es «lo ajeno», no es «el otro».  Es apretar los dientes y rascar la llaga con las uñas. Asomarse a ver quiénes somos, aunque nos dé asco. Aceptar que no necesitamos ayuda para ser «hijos de puta», que nos sale muy bien y que tal vez  hasta nos aplaudan por serlo.  

El poema Un poco rota cuyo título alude justamente a la memoria sobre la última dictadura y su saldo negro de desaparecidos. Es, para mí, el escrito más comprometido con un hecho social concreto y también el más desgarrador, ¿cómo fue la génesis de este texto? 
–Justamente, era entrar a un tema del que me cuesta hablar, porque me despierta emociones dolorosas. Es un  intento de encarnar la llaga. Un poco rota es una mujer a la que se intenta destruir con minuciosa perversidad. Estos textos fueron  escritos desde la oralidad, son imágenes que surgieron de los sonidos y a partir de allí comenzaron a coagular hasta quedar en poema. La voz sobreviviente. Avanzando débil a través del tiempo en un dolor profundo y común, transmitida sin necesidad de un texto que la sostenga y la renueve. Una voz innata. Fueron textos que costaron mucho digerir. 

–¿Cuáles creés que fueron los cambios más notables que produjo en tu escritura el haber sido becario del Taller del Fondo Nacional de las Artes aquí en Mendoza dictado por Alicia Genovese?  
–Un cambio notable para mí  fue aprender a trabajar en grupo. A aceptar y aplicar las críticas de otros poetas. Me ayudó a terminar de perderle el respeto al poema y destruir sin remordimientos lo que no funciona, sabiendo que nada se pierde para siempre. Madurar y acechar el poema. Obviamente Alicia es una gran poeta que, además, supo transmitir lo que cada uno de nosotros necesitábamos. 

–Sabemos que el colectivo La Moledora de Carne surgió entre los integrantes del taller, ¿qué los llevó a agruparse?, ¿qué rescatás de esa experiencia? 
–Prolongamos el trabajo que veníamos realizando. Decidimos seguir con lo que habíamos comenzado. La experiencia de trabajar con La Moledora fue genial, porque se trataba de un grupo de poetas muy distintos entre sí, lo que nos permitía ampliar la mirada sobre el objeto poético. De hecho, sigo disfrutando mucho las presentaciones que siguen haciendo Eliana (Drajer), Mercedes (Parral) y Gabriel (Jiménez). 

–En una entrevista anterior que diste a esta revista decías que escribías desde la incomodidad de la palabra, supongo por esta afirmación que reescribís tus poemas... ¿cuándo los visualizas «terminados»?, ¿cuándo esa «incomodidad» se vuelve muelle y empezás a trabajar en algo nuevo?  
El monstruo es un libro inconcluso. Es un libro en construcción. Esa es la idea; no es un libro cerrado. Esto no quiere decir que tenga una continuación o una segunda parte. El libro es inacabado, imperfecto es algo que quiere ser un libro, por eso importantísimo el papel del lector, que va a tener que vérselas con esta cosa amorfa. 

¿Cómo influye tu trabajo cotidiano en la producción de tu poesía?  
Hace dos años que estoy trabajando en el Penal de Boulogne Sur Mer, en el área de Educación. Mi trabajo ha ido modificando la visión que tenía acerca de la sociedad y esto seguramente ha influido en la escritura. A veces siento el penal como una gran alfombra con la que tapamos todo lo que no queremos ver. Allí abajo metemos todo lo que no queremos que ande dando vueltas o haciendo daño en la calle. Metemos todo lo que no nos sirve. El problema es que tarde o temprano rebalsa, se pudre y la suciedad sale por algún lado. Entonces sentimos que el olor ofende nuestro olfato y culpamos a la alfombra por no cumplir con su función. Trabajo junto a las personas que la gente no quiere tener cerca, aquellos que según ellos deben seguir ocultos bajo la alfombra. Escribir no deja de ser una forma de supervivencia, no puedo tapar el mal olor con perfume.  

–¿Cuál es tu opinión de la poesía que se viene gestando en la última década en la provincia, ¿qué diferencias encontrás (tópicos, modos de circulación, influencias) con la que se hacía en la generación anterior a la tuya? 
–La poesía es una sola, tome el rumbo que sea. No me interesa marcar una diferencia generacional. Me parece que a veces perdemos demasiado tiempo discutiendo hacia dónde vamos. Más que diferencias he encontrado algunas similitudes en las posturas de la mayoría de los poetas que se han tomado demasiado a pecho su lugar en el mundo. Alguien debería avisarles que no son tan importantes. A mi entender, en el modo actual de circulación de los poemas todo es válido y eso nos ha permitido acceder a poetas y textos que estaban fuera del alcance. También, se podría llegar a decir que esto ha favorecido a que se cascoteen desde el comedor de casa con discusiones pedorras acerca de quién es popular y quién es mediático; pero mientras se mantengan escribiendo, que sigan los cascotazos; aunque yo voto por una piñadera bien organizada, una vez al año, para limar asperezas y después abrimos el micrófono para que lean chorreando mocos y sangre. Una vez al año es suficiente. Creo que hay en Cuyo dos grandes poetas como Leónidas Escudero y Raúl Silanes; pero me faltaría lugar para nombrar otros muy buenos poetas como Levy, Rodón, Valle, López, Vallejo, Salas Astorga y más cercanos a mi generación, por supuesto mis ex compañeros de la moledora antes mencionados; Ortiz Bandes, Segura, Piccolo, Benacot, Toledo, Schillagi, Restiffo, Seufferheld, Diego Roel un poeta de la Plata con un trabajo muy interesante. Es interminable la cantidad de buenos poetas que actualmente están escribiendo en Mendoza, sólo falta que fijemos un día al año para que se hagan escuchar.



Poemas de 
El monstruo
de Facundo López



1_El monstruo


Comienzo a escribir este poema junto a una botella de Spiritus. Lucas me entregó esta botella. Bebo el destilado y recuerdo a mis amigos. Ellos no son el tema del poema. Tampoco el frasco, que voy soltando hilo a hilo. Me gusta la botella, sentirla en la palma de la mano. Es agradable saberla algo más pequeña que la de vino. Cuatro lados planos de quinientos mililitros y cuarenta y cinco de graduación alcohólica para que pase la Aduana y salga del país. El mate también a mi lado, falta el perro. Me va bien mate y el agua ardiente. No luchan por sobresalir, se acomodan, se acompañan. Es agradable su sabor. Ambos se llevan bien conmigo que no sufro del estómago, con el café tengo un problema que hoy no viene al caso. Lo que debía venir era el poema. Lo tengo, no es que no exista. Sucede con él que se trata de un monstruo. Sabemos todo lo que implica desenfundar a estos seres que cruzan el cerco sin que uno los llame, a su antojo. No quiero confundirlos, pero debo comenzar por el principio de todo monstruo. No puedo describir la realidad de su forma, porque es monstruo por mí y en mí, y ahora en ustedes; es una mancha que asoma, que se insinúa en todo lo terrible, donde también cabe la posibilidad de lo bello. Olviden lo bello, no sé qué cosa sea eso, quizás otro monstruo inexplicable, como la poesía o la música. Olvídenlo, es un buen ejercicio. Volvamos. Soñé con un ser al que arrastraba desde un pozo, como quien pesca junto al mar con una red. Allí estaba. Él. Estaba también yo que luchaba. Ahora entran otros, que ya entonces eran ustedes, tiraban de la cuerda conmigo. “Otros” desaparecen, quedo solo. Yo. Suele suceder en los sueños. Él estaba atrapado. Lo hacíamos nacer de la tierra,  de ese agujero fangoso. Era nuestro monstruo. Aunque yo estaba solo. Era nuestro monstruo. Atrapado en la red, liberado del pozo. Corta los nudos. Zafa de las cuerdas. Nunca vimos sus ojos que miraban hacia abajo. Apestaba el aire con su hedor inmundo, algo de esa peste quedó en mi piel, luego de que huyera. Así desde entonces. Nos tememos el uno al otro. Él nos necesita. Nos acechamos. Cerca. Ustedes lo saben, porque también rondan los límites y los cruzan. A veces. Solo para oírlo respirar; para estar seguros de que sigue allí, a tiro de piedra.

Espera.


I

Emerge
de la habitación vacía
parido sobre la mesa
oscura
sin nombre
ni palabra
apenas una voz
anhelante
que deforma lo que toca.

(…)


2_Un poco rota
  
A unos
conviene olvidar
otros no pueden.
De padres
a hijos
una memoria.
De padres
a hijos
otra opuesta.
El mundo
es lucha.
A unos
conviene olvidar
otros no deben.

*

Cuarenta y nueve días de interrogatorio
la llave que abre el pozo de la pena
donde dejamos el cuerpo
y salimos
sin beber del olvido.

*

Pretenden convertirme
en un animal.
Intentan convencerme
de ser un animal.
Saben que soy
una persona
que piensa peligroso.

(…)

El monstruo fue editado por Libros de Piedra Infinita, como parte de la colección El Desaguadero que dirigen Fernando G. Toledo y Hernán Schillagi. El diseño del libro es de Romina Arrarás.

domingo, 14 de octubre de 2012

Reportaje haiku: Fabián Almonacid y sus máscaras mutantes

Fabián Almonacid




Intro 

La sección consiste en que los poetas nos respondan tres preguntas (tres versos tiene el haiku), que están referidas a las tres características esenciales –según Matsuo Basho– del haiku japonés: «en este momento, en este lugar, atravesados por una reflexión».

Fabián Almonacid nació en Mendoza en 1972. Estudió la Licenciatura en Letras en la Facultad de Filosofía y Letras (UNCuyo). Trabaja como corrector en el Diario Uno. Bajo el heterónimo de Antonio Nogueira publicó en 2005 Trampas de la noche, por la editorial Libros de Piedra Infinita. Allí aparecen una treintena de poemas breves, intensos, de alto voltaje lírico, pero con la hondura del que sabe que la palabra es siempre una trampa abierta en la oscuridad. En estas tres respuestas nos irá revelando las diferentes máscaras que utiliza para atravesar la poesía.


1/En este momento

–¿Después de la publicación de Trampas de la noche, ¿qué direcciones tomó tu escritura poética? ¿Estás preparando un nuevo libro?

–Luego de Trampas de la noche, ya que me había acostumbrado al poema breve y no había camino que seguir por ahí, salvo el silencio, según el precepto de la poesía pura; la profesora Cristina Salatino, quien es desde siempre «la mano que escribe sobre mi mano», me recomendó ejercicios de amplificatio: «lo que dijo en una línea debe decirlo en cuatro», era la propuesta. Así fue que tomé primero poemas que había escrito para «extenderlos» y luego, como me aburrí con los míos y me resultaba muy complicado, opté por tomar poemas de poetas en serio. De ese modo lúdico aparecieron muchos que he dado en llamar «variaciones», porque son «ejercicios intertextuales» conscientes y evidentes. Básicamente, consiste en leer un poema o conjunto de ellos y, al mismo tiempo, ir elaborando una escritura paralela. Una especie de «improvisación» sobre una base melódica ya existente. De ese modo pude escribir unos 40 poemas, todos con la misma particularidad.

Eso sucedió hasta 2008, cuando dejé de escribir. Este año he retomado y tengo varias ideas en carpeta. Quiero escribir «libros», es decir, tomos que tengan un eje aglutinador claro. Diez, quince poemas que pueda publicar en internet. Entre ellos, la idea es concretar viejos anhelos, como un libro que he rumiado años y años sobre números y otro, que tendría alguna semejanza con Variaciones, relacionado con una intertextualidad bíblica. También estoy trabajando en una serie de personas que leen, con título tentativo de Gente leyendo, y otro relacionado con un texto de Derrida que se encarga de analizar las implicancias estéticas e ideológicas que supone escribir con dos manos, con el auge de las computadoras. ¿Qué viene a decir esa mano que estuvo apartada del proceso creativo durante centurias?, ¿cómo son los poemas escritos en una pantalla?, ¿qué supone la facilidad de borrar, no tachar, en los textos que escribimos cotidianamente?

 
2/En este lugar

–¿Cómo es tu relación con la poesía actual de Mendoza? ¿Tenés en claro alguna pertenencia estética o generacional?

–Hace unos años participé en algunos ámbitos, pero ahora ya no, aunque gracias a varios blogs estoy en contacto con poetas que trato de seguir, como vos, Dionisio Salas Astorga o Rubén Valle, por ejemplo. Además de Pablo Gullo, aunque es narrador. No creo pertenecer a ninguna generación ni grupo con una misma estética en particular.

 
3/Una reflexión

–En tu obra utilizaste un heterónimo para publicar y has escrito Variaciones, un libro que interviene poemas de autores renombrados ¿Existen, además,  procesos de ficcionalización en tu poesía?

–Variaciones es propiedad del heterónimo Francisco Robles, un español remolón que escribe mientras toma café por las mañanas. Muy distinto del Antonio Nogueira que escribió Trampas de la noche. Una forma de explicar esto podría resumirse en estos cuatro conceptos:
1.El uso (ficcional) de heterónimos responde, en primer lugar, a una forma concreta de dejar en claro la fuerte influencia que lo literario tiene sobre lo que escribo, mucho más que lo anecdótico o meramente biográfico. Unos versos leídos al azar en cualquier libro me inclinan al papel mucho más que un sentimiento o un paisaje. Podría decir que el 90% de mis poemas están basados en palabras, frases, climas provenientes de la literatura. Es obvio, entonces, que el modo de presentarme ante los demás sea basado en un artilugio literario.

2. Antonio Nogueira es parte del nombre verdadero de Fernando Pessoa, ya que su nombre completo es Fernando Antonio Nogueira Pessoa. Seguramente él no sabía que hasta su propio nombre encerraba también un heterónimo. Y me gusta pensarme así, como un heterónimo tardío de Fernando Pessoa, como dice Santiago Kovadloff.

3. «Si el artista debe asumir una actitud exterior cualquiera, como de todas maneras será falsa, que por lo menos sea exageradamente falsa, evidentemente ilusoria. Es un homenaje al escepticismo del interlocutor». Esta frase aparece en un ensayo de Juan José Saer. Y me parece que define de manera precisa el «chiste» de los heterónimos. Como los carteles que colocaba Brecht en sus obras de teatro del tipo: «No ponga esa cara de tristeza, esto es sólo teatro». Al llamarme Nogueira, les estoy advirtiendo a los que leen, y hasta a mí mismo, que lo escrito es sólo literatura. Aunque duela.

4. Y por último, si cabe alguna duda, lo que decía un personaje de Pío Baroja: «como el andaluz a quien le preguntaban si era Gómez o Martínez y contestaba: es igual, la cuestión es pasar el rato».


Algunos poemas de Fabián Almonacid 



14

Descansa en el viento
una blanca presencia de luna.

Anzuelos de sombras
penetran el sueño de los hombres.

Duerme solo 
ajeno al poema. 


23

El asombro del niño
perdido en la noche.

Sin hombros
padres
aplausos
ni mar.


30

En la profundidad de la noche
se deja adivinar
la sorda lucha

–peso muerto
apagado eco–

Careces de todo lo que nombras.


de Trampas de la noche (2005)

*

Fugacidad / variación Arrieta


Contrafiguras a través de un espejo:
bruma del sueño indolente y firme
que despierta al tumultuoso día
como un raso cerrar de malogrados ojos.

Es la noche sin astros, una túnica
de invisible desdén, de compás mudo.
Duplicado abrazo, imagen fugitiva:
noches doradas armonizan en la ventana.

¿Vive aquel? ¿Vivo yo? ¿Vivimos?
Renace el tenebroso trueno de la soledad:
ser dos en uno, uno mismo dividido en dos,
la improbable unidad de la lucidez.
  

Estepario y las ovejas / variación Hesse
 
Lobo perdido entre nosotros
que yerra en las ciudades
hacinadas de rebaños.

Lobo que no se sabe lobo
sosegado instinto que se afana
con violencia hacia adelante.

Lobo sin arma ni grito de combate,
altivo, procaz, procesión en pos
de una redentora materia humana.

Aunque una noche impostergable,
cegado de plata, reclamos y celo,
nos dedique una única mirada primitiva.


de Variaciones (inédito)


*


Adiós

Los viajeros no mienten,
sólo lo hacen los establecidos,
los que hacen viajes cortos
y deben ver a las mismas personas,
a sí mismos,
todos los días.


Certezas

Después de tantas noches sin escribir
sin encontrar la gracia prometida,
ni la semilla de la calma,
ni la raíz de la indolencia,
sólo oyes el despertar ocioso de las cosas.

Y tiendes a creer que en este río sin márgenes,
revuelto de camalotes sin sentido,
no queda nada,
nada encontrarás,
desvanecido a fuerza de ir a tientas…

Pero, como siempre, estás errado.
  
de Poemas inéditos