14 octubre, 2023

SOL NEGRO



SOL NEGRO


 para Juan Coronado y Arturo Souto Alabarce, 
mis maestros.




Llevamos tantos abismos ensartados a la sombra,
que rauda se nos puede venir encima la lápida.

Hoy un sol negro devoró la mañana
y nos enredó a la noche.

Ella,
danza con sus cuchillos y fusiles.
Ella,
nos ronda y con la mirada perdida
nos atrapa todo aire.

Su voz rancia invade la piel como ponzoña.
La ponzoña es tibia como la memoria
y nos sube, poco a poco en el alma.

Sólo somos si recordamos.
Sólo somos si no nos dividen

Ella,
danza hasta el centro de mi piel
y mis órganos sucumben con su ritmo frío y seco.
Ella, danza... aún soy.
Ella, danza...
y todo aire se me escapa entre los ojos.
Ella, danza...
el tiempo queda suspendido.

Todo es hoy en mañana de ayer
y mi abuela la observa.
Ella, trastoca mis latidos,
ahora mi piel es nieve arena,
mi piel es agua niebla.

A lo lejos alguien me grita mi nombre,
no lo escucho, miro la nada.
Sólo miro a esta mujer sin pechos
desangrándose del vientre.
Todos los sueños
se le escurren entre las piernas.
Piernas secas, sin carne.
Me mira y levito.

Hay un sol negro inundando vacíos en el mundo.
Y mi piel es aire vagabundo, aire contenido.
Ella, me mira y su lengua repta mis latidos
y ella, sólo ríe, siempre ríe.

Alguien grita nuevamente mi nombre…,
y éste, estruendosamente cae
como cadena de roca al abismo.
Me tomó, me agarró de mi nombre.
Huyó de ella, su lengua, su aire.

En un instante he cruzado el abismo y he regresado.
Ahora tengo un sol negro enmarañado a la sombra.
Soy nube a gajos y la luna negra,
Soy una seca transmutación del tiempo.

Las montañas son ayeres lejanos,
sensuales aberturas de tierra
donde el aire se cuela sus secretos.
Y nosotros, árboles solitarios envueltos en hierba.

Algo en la vida nos cerca el destino, cárcel de sombra.
En este páramo de silencio,
sólo la yerba conoce los secretos del universo.
Así amaneció,
en tinieblas y una lengua de miles de voces
entre ramas de selva delataron cada uno de mis pasos.

Hay tintas sangre que emanan del vacío.
Hay gritos que rondan secretos
y en este caminar
la muerte es río de lunas encadenadas,
nos ronda cada huella de la memoria.

Sumergidos en el vértigo nos olvidamos del aire.
Y ella, aguarda, me aguarda, se detiene,
aún no me rompe el alba en el alma
y la palabra entre vacío cae despeñada.

¿Somos?
Mundo deshabitado de astillas
Mundos que amanecen entre vapores
y aletean cantos pardos.

No habitamos el mundo sino su imagen,
somos un destello púrpura,
insinuación tras la ventana.

Y somos...,
somos sangre,
seguimos siendo sangre,
pueblo devorador de serpientes.

Somos atuendos de maíz,
somos un pasado de rostros mutilados.

De un pecho sangre brota leche,
su sabor envuelve la petrificación de toda memoria.

Y ahí estamos,
sombras detenidas,
mundo de conejos, jaguares,
punto de olvido.

Éramos hombres y mujeres de barro
con pensamientos hechos lanza de jade.
Ya nada nos surca el pasado
más que una sombra roca.
Petrificación de la historia.
Entre piedras nos florece el agua.
Una voz de pluma quetzal
humedece con aires la tierra,
diálogo eterno de miradas.

No vamos a ningún lado,
nuestras pies corren el tiempo,
tiempo enmohecido,
tiempo jaguar, lagarto,
tiempo piedra,
tiempo de muerte,
un día más ha sido parido.

Pero al final..., nada,
ni siquiera el tiempo.
Sólo un sol negro
nos arranca la mañana.

Y ella, danza...




Lucía de Luna 1997