18 diciembre, 2014

Violeta I


La tarde en la sierra es una grisácea melancolía que hierve en el suspiro de la luna distante. Pesado zambullido de estrellas que se adhieren como pájaros silenciosos en canto de luz, violeta barro, violeta hierba, en parra nocturna.

¿Estás...? Perdida aún de ti misma, el sueño se te escapa de las manos, llevas una finita cantidad de estudios en la cabeza pero desmayas ante el canto de la noche, universo extraño donde el silencio no habita nada porque lo gobierna todo.

Tu maleta llena de lo que no necesitas pero cargas como una imperiosa necesidad, a favor de la moda, en pro de causas ajenas que te ayuden a escapar de ti misma y a la devastación interna de tus sombras. Los hilos negros se van enredando violentamente, recorren tu cabeza y se convierten en la soga que te determina, laten enredados a tus recuerdos embalsamados de llovizna.

Toda sierra es fría como el recordar el abrazo de tu padre. Tu presencia aquí es tan absurda, clavada en un ambiente que no puedes descifrar, esto es otro sitio, sus leyes y códigos te observan escondidos en la vegetación, una voz emerge en algún lugar a tus espaldas:

- La mujer es la que más ama a la naturaleza y al hombre ¿no es cierto maestra?
¿Te lo pregunta a ti? Ahora que caes en un precipicio hecho trinchera.


No hay comentarios:

Publicar un comentario