Hace ya bastantes años (muchos..., tendría unos catorce o quince años creo), decidí dar unas clases para aprender a montar a caballo gracias a unos ahorrillos propios, quería fuese como fuese poder galopar y sentir esa conexión con un caballo. No pretendía saltar vallas en un circuito ni hacerlo "bailar", solamente quería sentirlo y conectar con él, ya que mi ilusión era tener mi propio caballo y que explorásemos juntos los rincones de la naturaleza. Aún siendo solamente esa mi intención, en cualquier picadero te enseñan algunos ejercicios propios de doma y así poder conocer bien las diferentes marchas de un caballo. Recuerdo que la instructora me hablaba de "galopes a mano derecha" y "galopes a mano izquierda", y que había caballos zurdos y diestros. Yo entonces me quedaba perpleja ante tantas marchas diferentes y su complejidad, y sobre todo coger el ritmo al caballo que era lo más difícil.
Hoy en día cuando observo los rastros y las diferentes marchas, sus variantes y sus transiciones, velocidades..., de las diferentes especies de mamíferos impresas en el sustrato, sigo pensando la complejidad que entraña y lo laborioso que es desenmarañar e interpretar con exactitud como se desenvolvían él o los individuos que las dejaron.
Abajo, dos nutrias en la orilla de un pantano con dos marchas distintas (trotes, galopes laterales y algunas variantes)
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