Seguramente
muchos de ustedes desconocerán que las habilidades motrices del gran
Fred Astaire se desarrollaron junto a su hermana Adele, un año mayor
que él, protagonizando ambos una exitosa carrera profesional hasta
que en 1932 el matrimonio de ella conllevó la disolución de una
pareja de excelentes bailarines que fueron la sensación del Broadway
de los años 20.
En
1932 digamos que Fred se busca la vida y se encuentra con la versión
teatral de The Gay Divorce donde a sus habilidades se le suman las de
el gran Cole Porter que, entre las canciones que compuso para el
film, creó la maravillosa “masterpiece” Night and Day que
precisamente fue la única canción que permaneció en la versión
cinematográfica de 1934. Fue la primera vez que Fred trabajaba sin
Adéle (su partenaire fue Claire Luce) y su último trabajo en
Broadway, pues a partir de ese momento se traslada a Hollywood.
El
año 1933 le sirvió a Fred Astaire para situarse e irse haciendo un
hueco, junto a actrices de la talla de Joan Crawford, Dolores del Río
y el propio Clark Gable, así como una chica al parecer más dotada
para la comedia que para los bailes, pongamos que hablo de Ginger
Rogers. El 34 es el año del boom, con The Gay Divorce (El alegre divorcio) convertido por mor del cine y de los cánones puristas
eclesiásticos en The Gay Divorceé (La alegre divorciada) que según
parece son más asumibles las alegrías macarenas de los divorciados
que los de una institución sinónimo de fracaso y ruptura
(obviamente olvidando sus connotaciones liberadoras). El nombre
cambia pero Fred continúa y aunque no acaba convenciéndole la tal
Rogers acaba transigiendo. Gracias, en nombre de todos los que nos
gusta el cine...
Bajo
la dirección de Mark Sandrich (quien también los dirigiría en Top
Hat y otros muchos films) Ginger y Fred empiezan a convertirse en una
pareja mítica del cine. Por méritos propios, en alas de la danza y
de las interminables horas de ensayo, nos ofrecen una actuación
magistral durante todo el film, bordeando la excelencia en Night and
Day y alcanzando el cielo artístico en The continental. Se podrá
decir que eran otros tiempos, que el cine ha evolucionado mucho, que
eran temas demasiado simples para una sociedad debilitada por las
crisis. Todo ello y mucho mas. Pero no se puede negar que si alguien
consiguió bailar “como los ángeles” desafiando gravedades y
otras leyes, esos fueron ellos.
Con
la presencia de uno de los cómicos más excepcionales que ha dado
este arte, Edward Everett Horton, otros dos ciertamente reconocidos,
Erik Rhodes y Eric Blore, amén de una jovencísima Betty Grable en
un gracioso número con Horton, la película narra en clave de
comedia de enredo las peripecias de una mujer casada en trámites de
divorcio en cuyo camino se cruza un bailarín profesional y una frase
: Casualidad es el nombre que dan los bobos al destino.
Una
canción merecedora del Oscar (The continental) y un número músical
que se prolonga durante 17 minutos ( solo superado en Un americano en
París) son momentos álgidos de un film que nos ha dejado escenas
irrepetibles, auténtico oro en celuloide de la historia del cine.
Puntuación:
8,5