viernes, 22 de diciembre de 2023

Me rindo

     No sé cuántos nuevos comienzos ha tenido mi sumisión, lo que sí sé es que cada uno de ellos me ha hecho profundizar y madurar mucho más. Al final todo lo que vivimos permea a todo lo demás. Si yo maduro mi sumisión madura conmigo. No os engañaré, han sido tiempos muy difíciles como pareja, me he cuestionado absolutamente todos los cimientos de mi forma de ser, de mi forma de amar… Pero algo muy curioso es que, incluso en los peores momentos en los que creí que quizá tendríamos que separarnos, renunciar a nuestra vida juntos, jamás me planteé renunciar a mi sumisión. Me venía ese tuit que hace muchos años escribí, en el que decía que si Él se marchaba, se llevaría mi sumisión en la maleta. Es decir, elegir separarme de Él no podría ser nunca un “dejo a un lado mi sumisión y como “mujer normal” elijo irme”. Era más bien un desgarro, un “qué duro es irme de aquí siendo tan absolutamente Suya. Qué duro será seguir con mi vida siéndolo aún”. Aunque ese sentimiento de pertenencia traía también un, en aquel momento doloroso, rayo de esperanza, un “esto tiene que ser una pesadilla y en algún momento despertaremos”. Sé que puede parecer un rollo que os cuento, pero lo cierto es que así fue. Un día Él volvió, yo volví. No es tan sencillo, hubo que pagar precios, pero Dios sabe que no me dan miedo los precios a pagar por las cosas que de verdad son importantes para mí. Eso es la entrega al fin y al cabo. No renunciar nunca a ella, no renegar de ella, tuvo sus consecuencias, sus recompensas. Y, tras unos meses de reconstrucción, aquí estamos de nuevo, con una relación más fortalecida, madura y maravillosa que la que teníamos antes de toda esta crisis. Quería hacer este breve resumen porque siempre me ha gustado ser honesta en lo que cuento. A veces creo que peco de mostrar mi vida como si fuese de color de rosa siempre, pero lo cierto es que no es así. Siempre cuento mis procesos, en mi blog están reflejadas mis crisis, nuestras dificultades. Pero es que mi manera de ver las cosas es siempre desde el aprendizaje y desde el placer que también se puede obtener del dolor… Vaya, quizá es que sea entregada y masoquista en general. Aunque no desde una búsqueda del sufrimiento, pero sí como una gestión del dolor que me hace extraer lo mejor de lo peor. De esta crisis solo diré que doy gracias por el aprendizaje de ambos, doy gracias porque, a pesar del dolor que los dos hemos vivido, ha permanecido y ganado el amor tan real y profundo que nos tenemos.

    En fin, que tras unos meses de ajustes y sanación me he reencontrado con la sumisa. No es que en este tiempo dejase de serlo, pero cuando las prioridades son otras es difícil profundizar en ello. En el último mes me he enfrentado a sentimientos que no tenía en estos años. Y no estaban ahí porque yo no estaba en el lugar interno en el que estoy. Lo peor de esos sentimientos es que previos a ellos es como si pudiese dar un paso atrás y elegir tenerlos o no. Y lo que vengo a analizar es el porqué los elegí. Soy una soberbia, es una realidad. Soy una líder, inteligente a muchos niveles, una sabionda que siempre sabe cómo deberían ser las cosas. No siempre acierto, me equivoco mucho, pero esos errores suelen venir de la inconsciencia. Es decir cometo errores sin darme cuenta. Pero en raras ocasiones he puesto consciencia en algo, lo he meditado y he sacado una certeza de que algo era de una manera o que iba a pasar tal o cuál cosa, o que se debería hacer otra… y no he acertado. Soy muy bruja, eso es así, no puedo evitarlo. Que cada uno traduzca eso como quiera, pero es una realidad. Eso trae consigo la soberbia y un conflicto con mi otra naturaleza: la entrega. Y no pongo sumisión porque esta es solo una parte de la entrega. En general en mi vida he conectado con una fuerza interior única, ese saber que soy algo más grande que “Ángela”, pero que precisamente por eso he de entregarme, rendirme a que “Ángela” no es la que tiene que llevar las riendas, que tiene que darse a esa fuerza, esa energía. Mi relación de pareja es un reflejo de esto, es un lugar tangible en el que manifestar esto. Todo esto es muy espiritual y profundo, pero tengo un ego como todo el mundo y a veces sale. De hecho he descubierto que siempre anda al acecho para encontrar la oportunidad de quedar por encima. Como detecte un posible “fallo” una ocasión de un “yo tengo razón”, salta. Y no me gusta, porque no me hace bien a mí ni a nadie. La sumisión es para mí la forma más maravillosa de mantener el ego a raya. Una parte de mí quiere ser la que manda, pero cuando esas ocasiones aparecen mi sensación interna es de una profunda insatisfacción. Y me he trabajado mucho mis carencias para saber que no es una respuesta a patrones o heridas, esas aparecen pero las identifico enseguida y no me dejo llevar por ellas. Esto es algo más consciente… es una certeza, una vocecita sabia que me dice “te estás equivocando”.

    Todo esto es para decir que me he dado cuenta que, inconscientemente, he ido poniéndome de igual a igual. Al estar resolviendo y reconstruyendo partes de nuestra relación “normal” me he subido. Y ahora que la tormenta ha pasado quiero rendirme. Esa palabra lleva días rondándome, apareció en una conversación que nada tenía que ver conmigo, pero generó una especie de obsesión, como si fuese un misterio que resolver. Me cuesta rendirme, mucho. El marido de mi tía dijo de mí que era fácil ser sumisa siendo yo, alguien que se sabe poderosa y que en cualquier momento puede ponerse por encima. Me escoció, pero tiene mucha verdad. (Debo aclarar que también puedo mostrarme muy muy insegura, suele pasarme cuando me desconecto de ese poder por miedo a ser soberbia). Mi Amo es un gran Dominante, no porque sea el más experimentado en cuanto a prácticas, pero sí es un experto dominando para que la entrega sea real. Algunas personas al conocernos juntos lo han infravalorado, los que han insinuado que la que mandaba era yo… No saben lo equivocados que estaban porque, precisamente en esa “apariencia”, está la clave. Se me percibe dominante porque lo soy, no desde el mandato, sino desde la seguridad profunda de saberme poderosa, sé que podría conseguir lo que quisiera de cualquiera, y no me costaría mucho la verdad. Y si no lo consiguiera me iría sin problema. Pero Él es mi criptonita. Con Él no funciona, siempre consigue que me doblegue, que me rinda, disfruta de esa energía que tengo pero no deja que lo domine. Sé que puedo parecer muy fantasiosa, pero es que la única forma que tengo de expresarlo para que se entienda es como mi “historia” del humano que dominó a la diosa.

    Admitir que soy Suya de la forma en que lo soy me hace sentir terriblemente vulnerable, más después de los malos tiempos que hemos pasado. Ojalá fuese mentira, ojalá pudiese decir “si la cosa se pone fea que le den por saco, me voy a entregarme a otra parte”. Pero no puedo, puedo amar a otros, pero no puedo entregarme a otro, al menos no de verdad. Puedo jugar a ser sumisa y disfrutar de ello, pero la entrega para mí es otra cosa. En mi relación es algo tan grande e intenso que solo puedo apostarla una vez y, si pierdo, se la lleva la banca en su maleta.

    Así que toca rendirse, toca dejar de tirarme faroles y mostrar que con Él me lanzo al vacío, que soy Suya en cuerpo y alma. Me entrego a Él, con Sus luces y sombras, con Sus aciertos y errores. Toca volver a la paz que me da ese hogar que Él me ofrece.

viernes, 14 de abril de 2023

Mi sumisión y la herida de abandono

    He estado muy enfadada con el BDSM, bueno no, he estado muy enfadada con la niña que fui, la que eligió el BDSM. Sé que lo hice por sobrevivir, siempre quise que mi vida fuese una fantasía, siempre quise vivir mi vida como si fuese un cuento. Así que no es de extrañar que buscase la manera de no sufrir, de volver bonito lo que no lo era.

    Si me leéis desde hace tiempo sabréis que llevo implícita la necesidad de conocerme, auto indagar y trabajarme. Sí, otra cruz... Con lo felices que veo a otros en su ignorancia y yo aquí hurgando sin descanso en mi persona y mi ser. A eso súmale la etapa más difícil de mi vida, en la que todo se puso patas arriba, donde esa pátina de magia que siempre le di a todo se cayó dejándome en bragas ante la realidad. Sé que era necesario, pero ahora ando buscando desesperadamente recuperar esas gafas con las que ver la vida, porque sin ellas la vida pierde mucho. Me gusta pensar que esa magia no es algo que le añado a la vida, más bien es algo que soy capaz de percibir. Pero que en estos meses grises la anulé. Todo tiene un sentido, eso también forma parte de esa magia y, por muy desorientada y flotando en la incertidumbre que me encuentre ahora, también es cierto que nunca me había amado tanto, nunca me había visto con tanta claridad ni me había sentido tan fuerte. Ya sabéis, todo tiene sus pros y sus contras.

    El caso es que en estos meses me he dedicado a mirar mi sombra. A mí me gusta verla como si fuesen habitaciones oscuras dentro de nosotros que no nos hemos atrevido a alumbrar. Por miedo a que nos rechacen, por miedo a tener que cambiar o a descubrir asuntos dolorosos que nos cueste gestionar. Así que no me quedó más remedio que encender la luz en esas habitaciones y comerme el desorden y la angustia de los recuerdos y creencias que allí había acumulados. Y sí, duele. 

    Respecto al tema que nos interesa, el día que descubrí lo que era la herida de abandono se me cayó el mundo a los pies, literalmente, mi mundo se cayó. De repente fui consciente de que yo tenía esa herida desde que tengo uso de razón que, por lo tanto, había condicionado absolutamente toda mi vida. Por resumir un poco, la herida de abandono surge cuando te has sentido abandonada en algún momento de tu infancia. Esta herida tiene como características el no valorarte y creer que tienes que ser lo que otras personas esperan de ti para que te amen. Por lo tanto te entregas en cuerpo y alma a los demás (sobre todo a tu pareja) para que no te abandonen. Porque crees que tú, en tu esencia, tal y como eres, no eres merecedora de amor. Así que si el otro te "descubre" te va a abandonar. Evidentemente esto es un resumen chapucero y todo esto está cargado de matices y creencias inconscientes que no es fácil de identificar. De hecho, al final te mimetizas tanto con este comportamiento que no sabes distinguir cuándo has hecho algo por ti o por tu herida. Por eso el día que identifiqué que tenía una herida de abandono de libro todo saltó por lo aires. Recuerdo que aquel día no sabía ni cómo me llamaba prácticamente. No quería hablar de nada ni tomar ninguna decisión porque, literalmente, no sabía quién era. Y claro, el BDSM y mi forma de amar y entregarme, fue lo primero que me golpeó. Siempre vi mi entrega como algo profundo y trascendental y de repente lo veía como un mecanismo de defensa, de pura supervivencia. 

    No ha sido fácil, no lo es, enfrentarme a todo esto. Para mí esa profundidad es real, es una certeza que siento de que así debía amar. Sé que esto refuerza esa idea de que los que estamos en el BDSM tenemos traumas pero yo me pregunto, tras todos estos meses de leer, investigar y buscar... ¿Acaso hay alguien que no los tenga? ¿Existe la persona cien por cien liberada de condicionamientos marcados por su historia de vida? Yo lo que creo es que por algún motivo cada persona elige cómo afrontarlos y cómo ser feliz junto a sus "traumas". Tras todo esto el BDSM no me parece la opción más oscura, maligna o enferma. Al revés, finalmente el BDSM y sus protocolos han hecho que esa herida se mantenga a raya. Veo muchas personas "vainilla" viviendo en esa entrega absoluta por una herida, diluidas en sus relaciones sin plantearse nada, ni contrato, ni límites, ni palabra de seguridad, ni leches. El BDSM al menos me ha dado algo de mesura. 

    Pero aquí llega la gran pregunta, o preguntas más bien: ¿Y ahora qué? ¿Debo dejar totalmente de lado mi forma de amar? ¿Debo rechazar esa paz que siento al entregarme? ¿Debo ignorar esa llamada y esa naturaleza que me lleva a ser Suya? ¿Debo hacer oídos sordos a esa certeza de que lo soy, realmente lo soy? Esto me ha atormentado mucho hasta que conecté con mi forma de entender lo que es vivir. Para mí venimos a esta vida a vivir en consciencia. Y la consciencia no es más que ser lo suficientemente valientes para mirarnos a nosotros y a nuestra historia, para que nada se quede tomando decisiones en el inconsciente por nosotros. Esa es la verdadera libertad en mi opinión, saber por qué queremos las cosas que queremos y así no nos condicionen incluso cuando las elijamos. Para mí la gran diferencia ha sido la distinción entre entrega y sacrificio. Mi miedo a que me abandonasen me llevaba a la entrega, pero no a una sana al cien por cien, ya que en realidad podía tornar en sacrificio, en saber que vas a hacer lo que la otra persona desee para que no te abandone y porque si decides decir "no" crees que eres merecedora de que te dejen. Eso ha cambiado, no quiero más sacrificio, quiero entrega consciente un "me doy entera" siempre y cuando no me haga sufrir. Evidentemente me refiero a sufrir de verdad, no me refiero a aguantar dolor, obedecer cuando no me apetece, o cosas así... me refiero a cosas que van en contra de lo que tú sientes y quieres en profundidad.

    Este es un post que creo será polémico, no me importa. Siempre he sido sincera con mis reflexiones basadas completamente en mis vivencias y experiencias. Creo que si he logrado conectar con personas a través de este medio ha sido por mi honestidad. Esto es lo que hay, no tengo nada que ocultar...

    Pero prefiero aclarar que no estoy diciendo que a todos los que les gusta la sumisión tengan una herida emocional o trauma. Pero creo que es importante contar esto que he descubierto en mí, ya que a mí me ha ayudado a ir hacia una relación aún más sana y sobre todo, a sentirme más ligera y liviana. Poner en el BDSM más amor y menos miedo. Porque, como siempre digo, desde dónde haces las cosas es muy importante. Y yo me pillé a ratos entregándome desde el amor pero también otros tantos haciéndolo desde el miedo. Las personas que estamos en el BDSM no somos seres perfectos que ya han sanado todo. No es realista creer que para empezar una relación, del tipo que sea, ya tienes que ser "perfecto", con todo sabido o conocido de ti. Básicamente porque crecer, madurar y sanar es experiencial, no teórico. Necesitamos vernos en las situaciones, relacionarnos con los demás, tener relaciones... solo tocando nuestros puntos de dolor podemos saber que los tenemos.

    Por eso he estado tan ausente. No sabía cómo hablar de BDSM en esos momentos de tanta incertidumbre. He tenido que recordar que no empecé este blog para ser ejemplo ni abanderada de nada. Lo empecé porque no me entendía, porque me costaba gestionar algunas sensaciones y necesidades. Así que aquí estoy de nuevo, tal y como empecé, preguntándome a qué viene esta necesidad de entregarme tan potente y profunda, tan honda que cuesta llenarla. No siempre es así, pero hay días que el estómago se me vuelve un pozo sin fondo en el que necesitaría vivir en mis fantasías y que la realidad fuese el sueño del que despiertas. 

    Sigo siendo Suya, por si cabía alguna duda, creo que ambos estamos viendo y tanteando cómo es nuestra D/s después de tanto vivido, aprendido y descubierto. Pero el vínculo permanece, eso es irrompible. Nuestros cuerpos pueden vivir todas las peripecias que deseen, nuestras almas siempre se pertenecen. 

    Y sí, cerré mi web y vuelvo a este humilde blog, con la única intención de exteriorizar lo que siento y vivo. Quiero volver a mis orígenes, esos que surgieron de la esencia.