martes, 24 de marzo de 2015

Lo maravilloso de no tener ni puñetera idea

Como he repetido mil y una vez, yo conozco el BDSM incluso antes de saber lo que era, pero durante muchos años, mi única referencia y de lo único que aprendí algo fue de ver Historia de O. Y a mí me bastaba. Claro que tenía acceso a internet, claro que podía haber buscado información acerca de ello, pero sencilla y tontamente no se me ocurrió.
La primera vez que lo hice fue cuando le confesé mis necesidades, y lo hice por enseñarle definiciones concretas de lo que quería. Intento hacer memoria de esa primera vez ante el ordenador, de esa primera vez que leí algo sobre BDSM, pero no puedo, al igual que no puedo recordar la primera vez que me azotó como Amo. Me gustaría decir que toda esa información me ha ayudado, pero ahora, fríamente y con lo vivido hasta el momento en la mente, creo que ayudó un poco a nuestra relación por darle nombres a lo que debíamos hacer, pero a mí no. Yo buscaba un sentimiento y pienso que toda esa información lo enturbió. No sabía de protocolos, no sabía de prácticas, ni de otras maneras de verlo… solo sabía cómo quería sentirme. No sabía que existiera una comunidad, no sabía ni del Sano Seguro y Consensuado. Qué barbaridad pensaréis… pues a mí me parece maravilloso, hubiera sido más sencillo, creo, guiarnos por emociones no por manuales, cosa que Él, a pesar de todo sí consiguió, yo hasta ahora no. Cuando descubrí todo eso se me crearon una serie de necesidades más superficiales. Quería que me hiciera esto o aquello, simplemente por haberlo leído, o por creer que sino no era sumisa. Aunque lo cierto es que, dentro de mi búsqueda hubo cosas que no descubrí, palabras, términos que no he leído y que aún hoy voy descubriendo. En este tiempo creo que Su continua lucha ha sido alejarme de esas informaciones, llevarme por el camino de las emociones más que el de las prácticas, y sentir esos conceptos en la piel antes de darles nombre. Sinceramente creo que eso es lo que nos hace especiales, somos inocentes y naturales, hacemos lo que queremos sin patrones. Voy a poner un ejemplo que fue el que me hizo reflexionar sobre todo esto, quizá quede de tonta o ignorante pero es lo que hay. Un chico me preguntaba una duda, me preguntó que cómo me sentía tras una sesión, quería saber qué hacer él como Amo para que ella se sintiera lo mejor posible, me nombró la palabra “Aftercare”. Por el contexto supe a qué se refería, pero ni me sonaba. Al poco lo volví a leer en varias publicaciones, como cuando estas embarazada y no paras de ver a otras por todos lados. Nunca hemos pronunciado esa palabra, nunca leímos que tuviera que haber ese tratamiento tras una sesión o una humillación más cotidiana, pero sí lo hacíamos. Él siempre me ha dado cariño tras ser duro conmigo, pero no solo en una sesión, quizá tras unas bofetadas por una falta, un castigo más duro o simplemente un regaño. Tiene esa capacidad de ponerme al límite y rescatarme antes de caer. Y nunca leyó que como Amo debía hacerlo, le salió solo. Llevo ya un tiempo en contra de la sobreinformación, creo que es la lacra de nuestra generación, es fácil leer e imitar, lo duro es sacar lo que llevas dentro. Pero me parece más fiable, lo auténtico es real, me fio mas de alguien que busca por instinto que de alguien muy leído. ¿Estoy diciendo que no hay que informarse? NO, me pongo a mi Amo y a mí de ejemplos de lo que hacer y no hacer. Yo busqué información y me puse a imitar, a sentirme triste por no hacer ciertas cosas, o no soportar otras. Creí que lo prioritario era cumplir con esas premisas, y he sufrido mucho estos 6 años por eso, estaba en constante lucha interna, porque evidentemente repetía esas prácticas y no sentía lo que deseaba sentir. Sin embargo Él no buscaba, solo me repetía que olvidara todo aquello, que me dejase llevar, que es lo que tiene que hacer una sumisa cuando encuentra un Amo en el que confiar, que esas prácticas ya llegarían solas, que no había que forzar. Recuerdo recriminarle no buscar información sobre BDSM, recuerdo llorar porque no leía sobre el tema, darle vueltas a la cabeza: quizá no le gusta realmente, quizá sea peor Amo por ello… Mierdas que estropeaban lo bonito que teníamos, a parte de los castigos que me he llevado por ello. Ahora lo comprendo, en mi caso buscaba un sentimiento y, si existe, sale solo sin tener que buscar tanta información. Si tuviera que elegir dos conceptos que describen mi manera de sacar al Amo o la sumisa que llevamos dentro es el “Poco a poco” e “instinto”. Si lo llevas dentro saldrá.
Ya no busco nada, he comprendido que confiar y entregarse a Él es estar expectante a su proceso, al momento en el que está. Es dejar que Él marque el ritmo, que decida cuándo probar prácticas nuevas, cuándo ir más allá o cuándo cree que es demasiado pronto para algo. Os pondré un último ejemplo: las cuerdas. En estos 6 años me ha atado pocas veces y no con cuerdas, el bondage era algo que no le llamaba la atención y ¡Cómo no! Ya tenía a mi diablillo susurrando: ¡Como no le van a gustar las cuerdas a un Amo! Si a todos los que he leído les encantan, son unos expertos, y a Él ni siquiera le atraen… y mil cosas más que prefiero no decir. Este año, unas semanas antes de su cumpleaños, me dejó caer que le gustarían unas cuerdas de regalo, había pensado que para castigarme quería atarme, que me revolvía mucho. Se las regalé pero sabiendo que sería para usarlas de manera simple, para atarme a la cama, ya tenía aceptado que el bondage no le gustaba nada. El mismo día que se las di nos pusimos a ver videos y demás ( para estas cosas que hablan de seguridad y no de sentimientos sí me parece muy importante la información). Un rato más tarde ya estaba probándolo sobre mi cuerpo. Desde ese día ya lo busca y me ata, le gusta ver la cuerda sobre mi cuerpo y hacerme diabluras teniéndome así. Y ya está, ya le gusta el bondage, tanto tomento de mi cerebro para nada, tendría que haber sido paciente, esas dudas eran tonterías. Ahora sé que cualquier cosa que me hace es porque realmente la desea no por repetir lo que lee, o porque “es lo que debe hacer un Amo”.
Conclusión, que me enrollo, usad la información como apoyo no como dogma. Usadla para aprender a hacer las prácticas que realmente os guste hacer, todo lo demás es complicar las cosas. Sed naturales, es lo que hace la vida sencilla y bonita. Porque a nosotros lo que nos salva muchas veces es no tener ni pueñetera idea de muchas cosas.

viernes, 20 de marzo de 2015

La historia de la reina de los mares y el niño bueno

Esta canción me encanta, me translada a otra época...


Sixteen Tons - Tennessee Ernie Ford


Nació una mañana con el sol en lo alto, las nubes viajando suaves por el cielo azul, fue una niña preciosa, de ojos negros y bien abiertos. Estaba destinada a ser feliz, a que la mimaran, a que su madre le cuidara la piel con fresca crema hidratante. No se cayó mucho, sus rodillas no estaban marcadas, no había cicatrices en su descafeinada piel, ninguna aguja la había profanado, nunca un llanto por el castigo. Sus padres sólo la tenían a ella, así que decidieron ensalzarla y protegerla de todo daño. Ella sonreía con sus dientes grandes y su pelo aturullado, una chiquilla simple, alegre, fantasiosa y normal.


Él nació otra fría mañana de Enero, otra mañana bonita, su madre lo sostenía sonriendo, jurando que haría lo que fuese por él. Por las mañanas iba alegre al colegio, con su mochila llena de deberes bien hechos, la mente de exámenes bien aprendidos. Le gustaba llegar a casa, encontrar la comida hecha, y a su abuela preguntándole qué nuevo capricho quería. Llenaba de orgullo a las mujeres de su vida, sus primas, sus tías, su abuela, su madre… Mujeres a las que demostraba amor, a las que se sentía unido, vinculado, mujeres a las que proteger, a las que hacer sonreír con su buen carácter, con su buena cabeza, con su preciosa risa. Jugaba en la placeta del barrio con los chiquillos, era un niño muy querido, del que era fácil ser amigo. Él sonreía con sus paletillas un poco montadas, con sus hoyuelos a cada lado. Un chiquillo simple, alegre, inteligente y normal.


Aquí os traigo la historia de dos personas a las que les dijeron que nacieron, una para no ser dañada y otra para no dañar. Pero el mundo no es así, ella no quería sentir finos ungüentos sobre su piel, quería sentir la fuerza de un cinturón, quería que alguien la tratara sin sobreprotección, quería sentir el poder sobre ella, quería que la humillaran, que la bajaran del pedestal en el que nació. Y él, él no quería ser complaciente, no quería dejarse llevar por los demás, quería tomar el control de la vida, de una mujer, poseerla, hacerle sentir lo que duele el cuero sobre la piel y acariciar las heridas después, por calmarla o por sentir lo que era capaz de hacer con una tierna mujer. Sentir el poder en su mano, sentirse duro y dominante. Y es que da igual el día que nazcas, en qué familia lo hagas, el alma no entiende de sol si quiere oscuridad, no entiende de seda si quiere cuero, el alma no entiende de dominación cuando quiere ser sumisa, ni entiende de sumisión cuando quiere ser dominante. Esta es la historia de dos personas que se conocieron cuando ella se creía la reina de los mares y él creía que debía aguantar por hacerla feliz. Es la historia de dos almas que se encontraron e ignoraron a las personas. Y dice la historia que la reina de los mares acabo lamiendo la suela de los zapatos del Amo, acabó azotada y sometida, entre lágrimas y sonrisas. Cuenta la historia que él dejó de aguantarse las bofetadas que quería darle, por caprichosa e insolente. Él dejó de aguantarse por hacerla feliz. Cuenta la historia que el que escucha bien lo que la vida le dice puede acabar con la suave piel escocida, y con la tierna mano convertida en puño de hierro. Cuenta esta historia que si olvidamos lo que nos dicen el día que nacemos podremos, al fin, vivir.

viernes, 13 de marzo de 2015

De "La sirenita" a "O"

Este viernes por variar un poco no os traigo una entrada musical, os traigo una película, ponéos cómodos, voy haciendo las palomitas:


Historia de O completa en Español


Una niña de once años buscando en la caja de las VHS su película favorita.


Estaba sola y aburrida en casa, decidí ver una vez más La sirenita, era mi película favorita y la única de Disney que no tenía original, un amigo de mi padre que tenía un videoclub me la había grabado. La había visto tantas veces que la pegatina en la que estaba el título, escrito a mano con rotulador verde, había desaparecido. Buscaba enfadada en la caja de las cintas, refunfuñando el por qué mis padres no me habían comprado la original, tenía que estar buscando a ciegas en aquella caja de cartón entre un montón de cintas más. Cogí una, creyendo que sería esa, bueno, todas eran negras y parecidas, pero algo me dijo que era esa. La metí en el vídeo, y en la pantalla no apareció la sirenita. Había una pareja en un coche, era una película un poco antigua, daba la impresión de que la imagen estaba un poco en nebulosa, como en un sueño. Él, un joven extraño, miraba a la chica con unos grandes ojos claros. Ella, una mujer preciosa, con el pelo demasiado voluminoso para mi gusto, pero una cara muy bonita, una belleza de las que me gustaban. Normalmente hubiese sacado la cinta para seguir en mi búsqueda de La sirenita, pero decidí ver un poco más. El hombre dijo algo, y la chica se quitó las braguitas, La sirenita pasó a un muy segundo plano. Comencé a ver esa película, esa película que sería la clave de todo. No la vi seguida, iba pasando hacía delante, hasta las escenas en las que había sexo o azotes. La que más me gustó que ese día, y el resto de mi vida, reboniné una y otra vez era la de O a cuatro patas, solo se veía su cara, pero detrás se sabía había un hombre, que al penetrarla hacía que ella hiciese un movimiento brusco, a medias entre el dolor y el placer. Yo, tumbada en el sillón, bocabajo, lo más pegada posible a la tele. Notaba un hormigueo entre mis piernas, no era nuevo para mí, desde que tenía recuerdo lo había notado, jugando con mi vecina a cualquiera de nuestros juegos secretos, aunque en esas ocasiones era un hormigueo suave, bueno, fue un poco más intenso el día que jugué con los hijos de unos amigos de mis padres. Yo tenía siete años, ellos eran dos hermanos un poco mayores que yo, para mí eran muy guapos, y nos dijeron de jugar a los prisioneros. Recuerdo cómo me sacaron de la habitación, cada uno me cogía de un brazo y me llevaban a “su guarida”, imaginariamente me ataban y no me dejaban salir. Creo que es el mejor juego de mi infancia, el día que mejor me lo pasé. Ese día sí noté ese hormigueo un poco más intenso. Pero allí, en mi sofá azul, descubriendo la Historia de O, el hormigueo era casi insoportable. Me senté y crucé las piernas, clavaba mi talón en el chochito, por ver si aquello desaparecía, pero no. Miré a mi alrededor, qué podía hacer, necesitaba algo y no sabía qué, las caderas se me movían solas… A mi lado había un cojín, uno cuadrado, de rayas azules, a juego con el sillón. Lo cogí, me puse de rodillas con el cojín entre las piernas y me balanceé. Aún recuerdo las sensaciones, rebobinando una y otra vez la bienvenida de O a Roissy, y moviéndome, apretando todo mi cuerpo contra aquel cojín, cada vez más fuerte, el sudor cayéndome por el esfuerzo, y de repente lo sentí. Algo desconocido y muy intenso había ocurrido en mi cuerpo, no sabía lo que había sido pero mis músculos se tensaron y relajaron en un segundo. Me tumbé exhausta, con las rodillas temblonas y las braguitas mojadas. Estaba pletórica, una película había dado voz, imagen, nombre… a todas las sensaciones que había tenido desde pequeña, me había masturbado por primera vez y en consecuencia había tenido mi primer orgasmo.
Desde aquel día esa cinta me acompañó en casi todos mis orgasmos pero nunca la vi entera, hasta que muchos años después le confesé a mi novio mis anhelos y vimos la película juntos. Hasta ese momento solo iba de escena en escena, usando las imágenes de manera repetitiva. Y ahora, escribiendo esto, me he dado cuenta de que mi mente adoptó ese sistema como estímulo. Cuando me masturbo o fantaseo, no imagino una historia, sino que escojo un par de escenas que repito una y otra vez en mi cerebro hasta lograr correrme.
Sé que "Historia de O" es una película imprescindible para todo aquel que le guste el BDSM, en sí es una película muy especial, pero para mí lo es más. "O" me enseñó mi esencia, me descubrió lo que me pasaba, el por qué me había sentido siempre una niña rara. Fue la llave que abrió la puerta de mis deseos y, si ese día no la hubiese puesto por error, quizá hoy no os estaría hablando.
No sé si os ha surgido la duda, pero ¿Qué hacía esa película en mi casa? Es algo que me he preguntado siempre, quizá mi madre tenía esos deseos, o mi padre, o quizá ambos… Cuando le confesé a mi madre mi condición de sumisa lo primero que hice fue preguntarle por ello, le dije, que yo era como O, que esa cinta estaba en casa, que ella la había visto. Pero no, la había visto una vez, pero ni se acordaba, y no estaba disimulando: “No sé, creo que tu padre me dijo que la viésemos juntos, pero a mí no me hizo mucha gracia… Era de una chica que encerraban en un sitio o algo así ¿No?” Bueno, como todos habréis pensado, ya sé quién tenía esas inclinaciones en casa, dando fuerza a mis teorías… así que ya solo me queda coger fuerzas y confesárselo a mi padre ¿Qué dirá?¿Qué me confesará?... tantas preguntas me llenan de curiosidad. Descubrí "Historia de O" por curiosa, qué descubriré en esta ocasión... ¡Qué emocionante!

lunes, 9 de marzo de 2015

Mi nueva vida (2ªparte)

Y vamos con la conclusión de la que hablé en mi anterior entrada y que tanto me ha costado asimilar o admitir. Para poneros sobre el terreno os contaré que un comentario de El Rincón de Pelusilla, comenzaba diciendo que admiraba mi labor como esclava. Era con toda la buena intención del mundo, me lo decía como algo muy bueno, pero en mí algo se removió, ¿Esclava? Yo no era esclava, no quería serlo. No me creeréis si os digo que en todos estos años en el BDSM ni me había parado a leer lo que implicaba ser esclava, a ver, lo sabía, pero no me atraía, al revés lo rechazaba, no sé explicar el por qué. Yo siempre seré sumisa, me decía, las sumisas tienen una parte de elección, algo de poder albergan, lo veía más como de princesita, y tened en cuenta que en mi interior seguía siendo una princesita malcriada. Así que ese comentario me rechinó. Me encanta analizarme, así que me pregunté por qué, por qué me había puesto nerviosa ese comentario hecho con toda la buena fe.
Para explicarlo mejor, saltaré a unos días después, cuando mi Amo y yo estábamos en este proceso que os relaté anteriormente, yo ya había decidido cruzar esa puerta hacia un mundo que me asustaba, lleno de nuevas normas y entrega. Él había cambiado, o quizá cómo lo veía yo. Estaba más serio, mucho más autoritario, seguía mostrándome Su cariño, pero observaba cada paso, sentía que mis lloriqueos o mis intentos de quitarle importancia a mis actos no servían como antes. Me recriminaba mi inmadurez y egoísmo. Fueron días muy duros, pero de los que aprendí muchísimo. Él me preguntaba si sentía algo malo hacía Él por esas cosas, y os juro que no, sentía que me ayudaba, sentía que le había tocado ese papel para ayudarme, ya que hay cosas que sólo aprendo por las malas. Una noche nos sentamos en el sillón, me preguntó que en qué pensaba, esa pregunta era una nueva norma que implicaba mi sinceridad más absoluta, claro que podía mentirle sobre mis pensamientos y Él no lo sabría, pero yo sí. “Amo, le doy vueltas a una pregunta: ¿Por qué no me gustó que me llamaran esclava?” era una pregunta a la que dentro de mí había dado respuesta, pero mi soberbia no me dejaba ver. Era tan sencilla que me molestaba: es cierto, me había convertido en esclava sin darme o sin querer darme cuenta. Lo era antes, pero los acontecimientos de esos días lo habían puesto de manifiesto, no podía estar sin Él, aunque eso significara no tener condiciones aunque, si observaba bien, nunca las tuve. Confiaba y confío tanto en Él que si algo le vale a mí también. Esa noche lloré, sentí que una parte de mí moría, y aunque esa parte me estuviera haciendo mal me daba pena. Él me acurrucó “No te agobies con los nombres, si no te gusta la palabra esclava no la usaremos, piensa que eres una esposa muy obediente y yo un marido cabroncete”. Para que me quedara más tranquila buscamos información en internet, las definiciones y ejemplos que encontrábamos no paraban de darle aún más fuerza a lo que acababa de aceptar. Ese día fue muy importante, a partir de ahí, vi las cosas de otra manera, le quité esa parte negativa que le había atribuido, sin argumento, al concepto de esclava. Ahora voy descubriendo nuevas sensaciones, mucho más intensas y me siento libre, qué ironía. Parece que necesito definirme para limpiar esos pensamientos y emociones que se me aturullan dentro.
Al fin con el concepto asimilado respiré tranquila, hice recuento de mis fantasías y anhelos infantiles, cuando nada me reprimía, cuando era más sencilla, y otra pieza de este puzle que soy encajó perfectamente: Nunca he deseado ser sumisa, yo siempre quise ser esclava.

viernes, 6 de marzo de 2015

Un viernes, un vino y un vestido que me siente genial

Os traigo una de mis canciones preferidas, llevo muchos años escuchándola, cantándola a voz en cuello, y siempre me llena de optimismo y energia. Os dejo una de mis joyas. Ya sabéis: Play y a leer...


Chicken Fried - Zac Brown Band


Me maquillo en mi viejo tocador, perfilo mis labios de rojo y lo veo pasar. Sin camiseta, con los pantalones y el cinturón desabrochados, dejando ver parte de los boxers. Está guapo, fresco, atractivo, lleno de magia. Dicen que la sumisión es un camino difícil, yo sé que lo es, pero verlo pasar distraído y sexy, metido en la rutina de vestirse para ir al trabajo, ver a ese hombre de espalda ancha y cintura estrecha, de sonrisa con hoyuelos y ojos intensos, saber que le pertenezco es algo que lo vale todo. Y es que la vida tendría que ser un viernes, un vino, un vestido que me siente genial y Su sonrisa mirándome. Eso es para mí la sumisión, mirar a una persona y sentir orgullo, tranquilidad, paz y encima mojarte al pensar que harías cualquier cosa por Él, por buscar Su felicidad, con la certeza de que Él quiere lo mismo para ti.
Lo que me gusta de la sumisión son los detalles de la rutina, poner mi mano en Su brazo y que Él me acaricie cada vez que salgo de una habitación en la que está, es preguntar cada noche si entro en la cama desnuda o vestida, es que me obligue a ir al médico y me tranquilice con cariño y comprensión en la sala de espera cuando estoy asustada. Lo que me gusta de la sumisión es un viernes, un vino, un vestido que me quede genial y Su sonrisa mirándome sabiendo que debajo llevo las medias que le gustan, que voy sin bragas porque es Su deseo, que llevo dos pulseritas en los tobillos porque le gusta sentirme atada, que mi culo está ligeramente escocido por las marcas de la noche anterior, no, no unas grandes marcas, no unas marcas de sesión, las marcas de corregirme por una falta leve. Sí, lo que me gusta de la sumisión es no necesitar grandes sesiones para sentir lo que soy, me gusta que cada noche me castigue por las faltas del día, y tener sexo, mucho sexo, pero no el sexo de un matrimonio vainilla, ni el de una sesión, me gusta el sexo rutinario de un Amo y una sumisa, ese que el lunes puede ser que me folle atada, el martes que me use sin dejar que me corra, el miércoles que sí me deje mientras me abofetea sin parar, el jueves sea comérsela como si no hubiese un mañana terminando lamiendo Su semen de un plato, el viernes desnudándome mientras bailo, el sábado… el sábado quizá sólo nos quedemos dormidos viendo NBA en el sillón y no pasa nada, tenemos el domingo, y de nuevo el lunes y el martes y el resto de nuestra vida para follar y amarnos. Las sesiones, las fiestas, las cruces, las jaulas y los potros me encantan, no voy a decir lo contrario, e incluso lo necesito… pero como un complemento, eso no es lo que me gusta de la sumisión. Lo que me gusta es un viernes, un vino, un vestido que me quede genial y Su sonrisa mirándome, sabiendo que es mi Amo las 24 horas del día los 7 días de la semana, que vivimos en una sesión continua, en la que no sé cuándo me abofeteará, me azotará, me acariciará o me dirá lo mucho que me quiere mientras me sodomiza sin piedad. La vida es nuestra sesión, la rutina nuestra forma de vida, el D/s nuestro sentimiento. Adoro verlo pasar sin camiseta mientras me maquillo, verlo comer, conducir, descansar en el sillón en pijama, verlo cotidiano y natural, esa es Su magia, eso es lo que me vuelve loca, saber que Él ha decidido compartir Su rutina conmigo, que me ha incorporado como sumisa a ella.
Cada uno necesita cosas distintas, tanto en la vida como en el BDSM, y yo necesito un viernes, un vino, un vestido que me siente genial, Su sonrisa mirándome y saberme Suya en ese momento tan sencillo.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Mi nueva vida (1ªparte)

En lo que va de año he sentido tanto o más que en estos 6 años a Su lado, no sé explicar bien el proceso que se ha producido en mí, pero probaré. He comprendido muchas cosas y voy a intentar transmitirlas.
Lo primero que he comprendido es que puedes repetir mil veces, incluso hasta creértelo, que eres o comprendes algo y no tener ni puñetera idea. Sí, eso me ha pasado. Yo hablaba y hablaba, transmitía y transmitía sobre dominación y entrega, pero no lo tenía interiorizado, no lo comprendía. Él me miraba silencioso, como un tranquilo mastín mira a un chiguagua ladrar y ladrar intentando compensar su pequeño tamaño. Hasta que un día me calló y directamente me lo dijo. Dijo que no creía que fuese Suya, dijo que no me había entregado, al menos no del todo, que siempre me reservaba una parte de la mente sólo para mí y al Él lo apartaba. Me dolió como no me ha dolido nada, me resistí y finalmente lo admití. Todo esto fue después de mi maravilloso cumpleaños, en el que me sentí en el cielo y me creí feliz, pero claro, cuando no sabes qué aspecto tiene algo es fácil confundirlo. Pues justo un día después de sentirme pletórica a Su lado me encontraba ante una dura encrucijada: separarnos para siempre o seguir con Él, pero con unas nuevas normas mil veces más restrictivas, entregando todo de mí, sufriendo si así lo deseaba, privándome de la poca libertad que aún me quedaba. Si creéis que la decisión fue fácil os equivocáis. Me enfadé con la vida, no podía ponerme la felicidad en los labios y arrebatármela después. Siempre me he considerado una persona débil, admito que mis padres me sobreprotegieron y fueron muy blandos conmigo, no soporto enfrentarme a las consecuencias de mis actos y tengo una tendencia natural a huir. Pero no podía huir, no de esto. Qué iba a hacer, pasarme el resto de la vida llorando y triste, viéndolo cuando viniera a por las niñas, hablando fríamente por teléfono tomando decisiones de padres sin ser pareja, sabiendo que nos queremos como no podremos querer a nadie en esta vida. Me pareció una broma del destino, sentí que la vida me hablaba directamente gritándome que ya era adulta y tenía que comprometerme de verdad, ser consecuente con lo que he pedido: "¿No querías entregarte, no me pedías dominación? Pues ya acabó tu etapa de niña, sí, una niña que se comprometía lo máximo posible y se tomaba lo más en serio que se puede tomar un juego, pero eso, un juego. Eres adulta, es hora de vivir y sentir, no de jugar”. Qué cabrona es la vida cuando te habla.
Y tomé la decisión, cogí aire y fui valiente por primera vez... al fin pude ver la realidad sin filtros. Lo primero que cambió ante mi mirada fue Él, la soberbia me hacía creer que yo le había enseñado este mundo, que Él era como era por mí y que llegaría hasta donde yo quisiera… nada más lejos de la realidad. De repente vi que Él sólo había sacado lo que llevaba dentro, de forma auténtica y natural, sin manuales ni libros, y me estaba esperando a la puerta de un mundo nuevo y distinto, me tendía la mano para que entrase también. Sentí una extraña frialdad, como si una parte de nuestra complicidad se transformara en un respeto que me daba escalofríos… dónde estaba aquel muchacho, dónde aquel novio con el que jugaba, dónde ese sentimiento de que me lo perdonaría todo. En Su mundo las normas serían duras, restrictivas, el obedecer sí o sí sería el lema. Pero decidí vivir, no podía arriesgarme a pasar la vida como si de un juego se tratase, sin profundizar o ahondar en su significado. Soy muy consciente de que quiero envejecer sin arrepentimientos, sin que me queden asuntos pendientes, y no me refiero a viajes, divertimentos… creo que al final, la vida son sentimientos y emociones, quedarnos a medias en ellos es un error que jamás te perdonas.
Así que me he entregado al descubrimiento de mis emociones más profundas, esas que hasta el momento han asomado sólo como la punta de un iceberg. Me he entregado a Él de verdad...



El objetivo de esta entrada era concluir con otro descubrimiento, pero creo que por hoy ya me he extendido bastante, así que habrá que esperar.