A veces ocurre que un actor o actriz, por mucho que haya trabajado en cine o tv, siempre se le recordará por una papel -o película- en concreto. Ese sería el caso, por ejemplo, de Zelda Rubinstein, que interpretó el personaje de la médium Tangina Barrons en la película que hoy nos ocupa. Rubinstein falleció el pasado miércoles por causas naturales a la edad de 76 años, pero hasta el 2006 siguió trabajando sin descanso en el mundo del cine y de la televisión.
A ella quisiera dedicar la reseña de Poltergeist, tanto para rememorar a todo un clásico del cine fantástico y de terror, como para (re)descubrírselo a aquellos que aún no lo conozcan o no lo hayan visto.
Los Freeling son una familia americana de clase media que vive en un idílico barrio, y que observan aterrorizados como en su casa empiezan a suceder cosas extrañas, fenómenos paranormales para los que no ninguno de ellos parece tener respuesta. Todo comienza con el extraño comportamiento de la pequeña Carol Anne, que cree oír voces procedentes del televisor, para luego pasar a sucesos mucho más espeluznantes, como objetos que se mueven solos, ruidos perturbadores, etc.
Al principio parece no haber peligro alguno, pero tras la desaparición de Carol Anne, Steve (Craig T. Nelson), el cabeza de familia, decidirá ponerse en contacto con profesionales en fenómenos de este tipo para que les ayuden a recuperar a su hija. Sea en esta dimensión o en otra, la pequeña sigue viva y en la casa, por lo que tendrán que encontrar una forma de poder rescatarla antes de perderla para siempre.
Un poltergeist (palabra que a raíz de esta película se haría inmensamente cotidiana en el vocabulario popular) es un fenómeno parapsicológico consistente en ruidos y/o en objetos que se mueven sin explicación científica alguna, y que por lo general, son atribuidos a los espíritus que habitan en el lugar de los sucesos. Y esto es precisamente lo que ocurre en esta película, aunque de un modo mucho más amplio/espectacular, por así decirlo.
Unos pocos años antes ya se habían estrenado películas con casas encantadas, como “Terror en Amityville” (1979) o la olvidada “Al final de la escalera” (1980), si bien en este caso, la imaginativa e impactante -a la vez que efectista- puesta en escena le otorgaría un carácter muy distintivo respecto a esos y otros tantos precedentes, y la convertiría en todo un éxito de taquilla (costó alrededor de unos 10-12 millones y recaudó 76)
Steven Spielberg, que por aquel entonces ya gozaba de una notable popularidad gracias a “Tiburón”, “Encuentros en la Tercera Fase” y a la primera entrega de Indiana Jones, escribió la historia de Poltergeist para dirigirla él mismo. Sin embargo, otra película, E.T. el extraterrestre, le tenía ocupado en la silla de director y el sindicato Director's Guild of America le impedía hacerse cargo de los dos proyectos, por lo que terminó relegando dicha tarea a Tobe Hooper, director que desde su aclamada “La matanza de Texas” no había realizado nada relativamente destacable.
Referido a esto, la autoría de Poltergeist ha sido siempre de lo más discutida, atribuyendo la inmensa mayoría el exitoso resultado al propio Spielberg, quién supuestamente se limitaba a producir y escribir el guión. Si me preguntaran a mí, sería de esa misma opinión. En primer lugar, porque el estilo de la película es muy del “Rey Midas”, con una forma muy elegante de presentar a los personajes o de abordar algunas de las secuencias más perturbadoras de la cinta, y de manejar con total acierto las escenas de mera transición, sin que éstas resulten pesadas o metidas con calzador para rellenar metraje. De hecho, la primera mitad de la película es de lo más sosegada, recayendo el interés en los personajes y en los pequeños sucesos paranormales iniciales; por el contrario, la segunda parte es puro “fuego de artífico”, dando rienda suelta al maligno poder de los espíritus y al asombroso despliegue de efectos especiales (nominados estos al Oscar de aquél año, aunque siéndoles arrebatada la estatuilla, irónicamente, por .E.T. El Extraterrestre)
Por otro lado, si repasamos la filmografía de Hooper, nos damos cuenta que es un director que apuesta por un terror mucho más grotesco y visceral que el que aquí se nos muestra. Pero además de eso, y a gusto de un servidor, la casi totalidad de su filmografía es de lo más lamentable, salvando tan sólo la aceptable “Lifeforce, fuerza vital” y, si acaso, su famosa ópera prima “La Matanza de Texas (aunque a mi particularmente siempre me ha parecido bastante sobrevalorada). Por tanto, resulta difícil creer que un director tan sumamente mediocre sea el artífice de tan notable película de terror.
De todas formas, se podría decir que Hooper dirigió bajo la batuta y estricta supervisión de Spielberg, quién, teniendo el deseo frustrado de dirigirla, se involucró más de la cuenta, llegando a tomar decisiones que influirían directamente en el resultado final de la película (aunque dicen las malas lenguas que Hooper atravesaba una mala época por culpa del alcohol y las drogas, y que esa podría ser la causa -o la excusa perfecta- de las intromisiones del productor)
Fuese quién fuese, Poltergeist sentó cátedra dentro del género de entes malignos, siendo imitada y plagiada en infinidad de ocasiones, motivo por el que hoy día, quién se acercase a ella por primera vez, podría considerarla bastante trillada. Pero está claro que para aquellos tiempos era bastante ingeniosa, con momentos realmente escalofriantes por lo inesperados que resultaban (la secuencia de la sillas sobre la mesa o la del ayudante en la cocina o en el lavabo), y otros bastante impactantes por su espectacularidad, como la escena del árbol o la del armario “aspirador”, además de aquella escena perfectamente planificada en la que JoBeth Williams -que interpreta a la madre de Carol Anne- es arrastrada por la pared y el techo del dormitorio.
Todo este espectáculo visual y técnico podía resultar un tanto desproporcionado, ya que más que un poltergeist, parecía que se cerniese sobre ellos el mismísimo apocalipsis. Y es que Spielberg no se contentaba simplemente con mover objetos, sino que pretendía mostrar al espectador el terrible poder del que podía hacer gala un furioso ente maligno (los motivos de tal enfado no son revelados hasta bien llegado el final)
Pero además de lo meramente visual, que, sin duda, fue el punto fuerte del film, quedó para la posteridad la inquietante frase “Ya están aquí” que pronunciaba la pequeña Carol Anne justo después de la “llegada oficial” de los espíritus.
También, en términos extra-cinematográficos, podríamos hablar de la leyenda negra que arrastra la película, aunque para un servidor, eso no son más que bobadas. Y es que querer relacionar las muertes de sus protagonistas con las habitual elucubraciones de “película maldita” resulta, cuanto menos, forzado. Aunque en este caso, parece que la maldición persiguió a toda la saga...
Para empezar, Dominique Dunne, que interpreta aquí a la adolescente de los Freeling, fue asesinada por su novio poco después del estreno de la película; Heather O’Rourke, que interpretó a Carol Anne en las tres películas de la saga, murió poco después de finalizar la tercera a causa de una obstrucción intestinal (enfermedad de Crohn); Will Sampson y Julian Beck, que aparecieron en la primera secuela, murieron ambos por cáncer, también al poco tiempo de terminarse el rodaje.
Por desgracia, muere gente todos los días, y en Hollywood eso ocurre antes, durante y después de los rodajes, por lo que querer relacionar esas muertes con la película simplemente porque es de terror (de tratarse de otro género, las muertes serían consideradas como meros y casuales infortunios), es algo que siempre me ha parecido bastante absurdo y gratuito (será que soy un escéptico…), y una forma de acrecentar la leyenda de la película. Ahí tenemos a Rubinstein, que nos ha dejado a los 76 años de edad, después de haber participado también en toda la saga y enfrentándose su personaje cara a cara al mal. Claro que si a uno le dicen que los esqueletos de la genial escena de la piscina eran reales porque resultaba más económico que comprarlos de plástico, pues uno ya tiene motivos para empezar a fantasear.
Maldiciones a parte, está claro que “Poltergeist: fenómenos extraños” se ha convertido, por derecho propio, en un clásico indiscutible del género de terror. Una película tan efectista como efectiva, y uno de los primeros éxitos de Spielberg como productor, el cual, además, se permitió el lujo de realizar guiños a la saga galáctica de su amigo George Lucas con absoluto descaro (unas sábanas de Star Wars, varias figuras pertenecientes a personajes y vehículos de la película, un cabezón y un póster de Darth Vader y hasta un parche de Chewbacca en la chaqueta que el niño de los Freeling usa para tapar al dichoso payaso), además de otro a Ridley Scott colgando un póster de “Alien, el ocatavo pasajero” en la habitación de los críos (o eso me pareció ver a mí)
La película consiguió aterrar con elementos tan simples como un televisor, un payaso, un árbol (estos dos últimos, miedos de la infancia del propio Spielberg) o incluso un bistec. Además, mostró efectos especiales bastante atractivos para la época y que hoy día siguen pareciéndome bastante aceptables (a excepción, quizás, de la escena del ayudante en el lavabo).
Aunque hoy día hayamos visto decenas de imitaciones, Poltergeist sigue siendo una película que funciona gracias a una trama bien desarrollada y a unos personajes creíbles y bien interpretados por su reparto protagonista (y me refiero a Rubinstein, Craig T. Nelson y sobre todo JoBeth Williams), amén de una excelente puesta en escena. Y pese a lo exagerado que resulte el poltergeist (si realmente existen, y son así, creo que nos habríamos enterado), se trata de una cinta de terror imprescindible para todo buen amante del género.
A ella quisiera dedicar la reseña de Poltergeist, tanto para rememorar a todo un clásico del cine fantástico y de terror, como para (re)descubrírselo a aquellos que aún no lo conozcan o no lo hayan visto.
Los Freeling son una familia americana de clase media que vive en un idílico barrio, y que observan aterrorizados como en su casa empiezan a suceder cosas extrañas, fenómenos paranormales para los que no ninguno de ellos parece tener respuesta. Todo comienza con el extraño comportamiento de la pequeña Carol Anne, que cree oír voces procedentes del televisor, para luego pasar a sucesos mucho más espeluznantes, como objetos que se mueven solos, ruidos perturbadores, etc.
Al principio parece no haber peligro alguno, pero tras la desaparición de Carol Anne, Steve (Craig T. Nelson), el cabeza de familia, decidirá ponerse en contacto con profesionales en fenómenos de este tipo para que les ayuden a recuperar a su hija. Sea en esta dimensión o en otra, la pequeña sigue viva y en la casa, por lo que tendrán que encontrar una forma de poder rescatarla antes de perderla para siempre.
Un poltergeist (palabra que a raíz de esta película se haría inmensamente cotidiana en el vocabulario popular) es un fenómeno parapsicológico consistente en ruidos y/o en objetos que se mueven sin explicación científica alguna, y que por lo general, son atribuidos a los espíritus que habitan en el lugar de los sucesos. Y esto es precisamente lo que ocurre en esta película, aunque de un modo mucho más amplio/espectacular, por así decirlo.
Unos pocos años antes ya se habían estrenado películas con casas encantadas, como “Terror en Amityville” (1979) o la olvidada “Al final de la escalera” (1980), si bien en este caso, la imaginativa e impactante -a la vez que efectista- puesta en escena le otorgaría un carácter muy distintivo respecto a esos y otros tantos precedentes, y la convertiría en todo un éxito de taquilla (costó alrededor de unos 10-12 millones y recaudó 76)
Steven Spielberg, que por aquel entonces ya gozaba de una notable popularidad gracias a “Tiburón”, “Encuentros en la Tercera Fase” y a la primera entrega de Indiana Jones, escribió la historia de Poltergeist para dirigirla él mismo. Sin embargo, otra película, E.T. el extraterrestre, le tenía ocupado en la silla de director y el sindicato Director's Guild of America le impedía hacerse cargo de los dos proyectos, por lo que terminó relegando dicha tarea a Tobe Hooper, director que desde su aclamada “La matanza de Texas” no había realizado nada relativamente destacable.
Referido a esto, la autoría de Poltergeist ha sido siempre de lo más discutida, atribuyendo la inmensa mayoría el exitoso resultado al propio Spielberg, quién supuestamente se limitaba a producir y escribir el guión. Si me preguntaran a mí, sería de esa misma opinión. En primer lugar, porque el estilo de la película es muy del “Rey Midas”, con una forma muy elegante de presentar a los personajes o de abordar algunas de las secuencias más perturbadoras de la cinta, y de manejar con total acierto las escenas de mera transición, sin que éstas resulten pesadas o metidas con calzador para rellenar metraje. De hecho, la primera mitad de la película es de lo más sosegada, recayendo el interés en los personajes y en los pequeños sucesos paranormales iniciales; por el contrario, la segunda parte es puro “fuego de artífico”, dando rienda suelta al maligno poder de los espíritus y al asombroso despliegue de efectos especiales (nominados estos al Oscar de aquél año, aunque siéndoles arrebatada la estatuilla, irónicamente, por .E.T. El Extraterrestre)
Por otro lado, si repasamos la filmografía de Hooper, nos damos cuenta que es un director que apuesta por un terror mucho más grotesco y visceral que el que aquí se nos muestra. Pero además de eso, y a gusto de un servidor, la casi totalidad de su filmografía es de lo más lamentable, salvando tan sólo la aceptable “Lifeforce, fuerza vital” y, si acaso, su famosa ópera prima “La Matanza de Texas (aunque a mi particularmente siempre me ha parecido bastante sobrevalorada). Por tanto, resulta difícil creer que un director tan sumamente mediocre sea el artífice de tan notable película de terror.
De todas formas, se podría decir que Hooper dirigió bajo la batuta y estricta supervisión de Spielberg, quién, teniendo el deseo frustrado de dirigirla, se involucró más de la cuenta, llegando a tomar decisiones que influirían directamente en el resultado final de la película (aunque dicen las malas lenguas que Hooper atravesaba una mala época por culpa del alcohol y las drogas, y que esa podría ser la causa -o la excusa perfecta- de las intromisiones del productor)
Fuese quién fuese, Poltergeist sentó cátedra dentro del género de entes malignos, siendo imitada y plagiada en infinidad de ocasiones, motivo por el que hoy día, quién se acercase a ella por primera vez, podría considerarla bastante trillada. Pero está claro que para aquellos tiempos era bastante ingeniosa, con momentos realmente escalofriantes por lo inesperados que resultaban (la secuencia de la sillas sobre la mesa o la del ayudante en la cocina o en el lavabo), y otros bastante impactantes por su espectacularidad, como la escena del árbol o la del armario “aspirador”, además de aquella escena perfectamente planificada en la que JoBeth Williams -que interpreta a la madre de Carol Anne- es arrastrada por la pared y el techo del dormitorio.
Todo este espectáculo visual y técnico podía resultar un tanto desproporcionado, ya que más que un poltergeist, parecía que se cerniese sobre ellos el mismísimo apocalipsis. Y es que Spielberg no se contentaba simplemente con mover objetos, sino que pretendía mostrar al espectador el terrible poder del que podía hacer gala un furioso ente maligno (los motivos de tal enfado no son revelados hasta bien llegado el final)
Pero además de lo meramente visual, que, sin duda, fue el punto fuerte del film, quedó para la posteridad la inquietante frase “Ya están aquí” que pronunciaba la pequeña Carol Anne justo después de la “llegada oficial” de los espíritus.
También, en términos extra-cinematográficos, podríamos hablar de la leyenda negra que arrastra la película, aunque para un servidor, eso no son más que bobadas. Y es que querer relacionar las muertes de sus protagonistas con las habitual elucubraciones de “película maldita” resulta, cuanto menos, forzado. Aunque en este caso, parece que la maldición persiguió a toda la saga...
Para empezar, Dominique Dunne, que interpreta aquí a la adolescente de los Freeling, fue asesinada por su novio poco después del estreno de la película; Heather O’Rourke, que interpretó a Carol Anne en las tres películas de la saga, murió poco después de finalizar la tercera a causa de una obstrucción intestinal (enfermedad de Crohn); Will Sampson y Julian Beck, que aparecieron en la primera secuela, murieron ambos por cáncer, también al poco tiempo de terminarse el rodaje.
Por desgracia, muere gente todos los días, y en Hollywood eso ocurre antes, durante y después de los rodajes, por lo que querer relacionar esas muertes con la película simplemente porque es de terror (de tratarse de otro género, las muertes serían consideradas como meros y casuales infortunios), es algo que siempre me ha parecido bastante absurdo y gratuito (será que soy un escéptico…), y una forma de acrecentar la leyenda de la película. Ahí tenemos a Rubinstein, que nos ha dejado a los 76 años de edad, después de haber participado también en toda la saga y enfrentándose su personaje cara a cara al mal. Claro que si a uno le dicen que los esqueletos de la genial escena de la piscina eran reales porque resultaba más económico que comprarlos de plástico, pues uno ya tiene motivos para empezar a fantasear.
Maldiciones a parte, está claro que “Poltergeist: fenómenos extraños” se ha convertido, por derecho propio, en un clásico indiscutible del género de terror. Una película tan efectista como efectiva, y uno de los primeros éxitos de Spielberg como productor, el cual, además, se permitió el lujo de realizar guiños a la saga galáctica de su amigo George Lucas con absoluto descaro (unas sábanas de Star Wars, varias figuras pertenecientes a personajes y vehículos de la película, un cabezón y un póster de Darth Vader y hasta un parche de Chewbacca en la chaqueta que el niño de los Freeling usa para tapar al dichoso payaso), además de otro a Ridley Scott colgando un póster de “Alien, el ocatavo pasajero” en la habitación de los críos (o eso me pareció ver a mí)
La película consiguió aterrar con elementos tan simples como un televisor, un payaso, un árbol (estos dos últimos, miedos de la infancia del propio Spielberg) o incluso un bistec. Además, mostró efectos especiales bastante atractivos para la época y que hoy día siguen pareciéndome bastante aceptables (a excepción, quizás, de la escena del ayudante en el lavabo).
Aunque hoy día hayamos visto decenas de imitaciones, Poltergeist sigue siendo una película que funciona gracias a una trama bien desarrollada y a unos personajes creíbles y bien interpretados por su reparto protagonista (y me refiero a Rubinstein, Craig T. Nelson y sobre todo JoBeth Williams), amén de una excelente puesta en escena. Y pese a lo exagerado que resulte el poltergeist (si realmente existen, y son así, creo que nos habríamos enterado), se trata de una cinta de terror imprescindible para todo buen amante del género.
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