Pese a que la mayoría de los títulos de su filmografía me parezcan simplemente correctos (eso incluye la sobrevalorada “El laberinto del Fauno”) y posea algún que otro bodrio -Mimic-, no puedo negar que Guillermo Del Toro es uno de los directores más interesantes y productivos de la última década. Tiene un sello personal muy particular que encandila a los fans del fantástico, y por lo general sus historias siempre tienen algún aliciente que las hace atractivas (tanto la idea base de los guiones como lo meramente visual)
Tras apuntarse a la moda de las adaptaciones de cómics con la secuela de la estupenda “Blade” (la que propició, en cierto modo, esta dichosa moda), Del Toro se atrevió, en el 2004, a trasladar al cine la obra más conocida del escritor y dibujante de cómics Mike Mignola: Hellboy. El resultado, pese a ser bastante decente y simpático, no consiguió arrasar en cines, aunque logró salvarse del fracaso gracias a que su presupuesto fuera también ajustado (60 millones de dólares)
Hoy, cuatro años más, nos trae la secuela de las aventuras de Rojo (Hellboy), uno de los héroes/antihéroes más sugerentes que han saltado de la viñeta al fotograma, gracias no sólo al buen hacer de Del Toro sino también al rebosante carisma de su actor principal, Ron Perlman.
Hace miles de años y tras unas encarnizadas batallas, se selló un pacto entre humanos y habitantes del mundo fantástico que condenó a los segundos a vivir a la sombra de los primeros. En la actualidad, el Príncipe Nuada (Luke Goss), hijo del rey del mundo fantástico, decide romper ese pacto con tal de liberar a su estirpe y terminar con el codicioso y destructivo reinado humano.
Para llevar a cabo su venganza, el Príncipe tiene la intención de despertar el viejo ejército del reino –el ejército dorado que da título al film- para así someter con facilidad a la raza humana. Por supuesto, el único que podrá detener su diabólico plan será Hellboy y sus amigos, el equipo perteneciente a la Agencia de Investigación y Defensa Paranormal.
La suerte está echada y sólo el que luche mejor vencerá.
Lo más sorprendente y abrumador de esta segunda entrega es, sin lugar a dudas, la plasmación de ese mundo fantástico y de sus seres. Un derroche de imaginación visual que empieza desde unos cuidadísimos títulos de crédito, sigue con una ambientación realmente conseguida y fascinante, y termina con un clímax final épico digno de ser envidiado por otras producciones de corte fantástico de mayores pretensiones.
En ese aspecto, el salto cualitativo entre ésta y su predecesora es cuantioso, y eso que a parte de su poderío imaginativo, la película tan sólo ha contado con 25 millones más de presupuesto respecto a su primera parte. Así que podemos decir que el director sabe administrar cada dólar y cada centavo para conseguir unos vistosos y efectivos efectos especiales, tanto los digitales como los artesanales, estos últimos tan preciados y entrañables para un servidor que me daba la sensación de estar asistiendo a una producción ochentera al estilo “Dentro del laberinto” o “La historia interminable”.
Sin embargo, y aquí viene la otra cara de la moneda, ese ambiente tan deudor de una obra de Tolkien (por citar un ejemplo conocido y porque de la mano de Del Toro nos llegará "El Hobbit") choca un poco con el “Hellboy” del 2004. Se percibe una cierta rotura en la unidad de la saga, no sólo ya por la introducción de ese preciosista y a ratos decadente mundo fantástico, sino también por la impresión –y esto es una apreciación muy personal- de haber cedido a los cánones habituales del blockbuster yanqui.
Por supuesto, esto no es algo molesto ni tampoco impide dejarse maravillar por el sentido del espectáculo propio de cualquier película comercial comiquera, pero la impronta de Del Toro trasciende más por lo visual que por la historia en sí misma. Asistimos a una montaña rusa que cada vez va a más, maravillando y entreteniendo a un ritmo a veces estupendo, pero con un guión que va bajando el nivel a cuentagotas y que se antoja demasiado predecible.
La evolución del algún personaje es notoria, incluso afecta sobremanera a la actuación de su actriz. Me refiero obviamente a Selma Blair y su Liz Sherman, aquí mucho más espabilada y participativa y con un trabajo de la actriz bastante más convincente (para mí Blair fue lo peor de la primera entrega, con diferencia)
Por el contrario, Rojo se ha infantilizado y autoparodiado un poquito, aunque nunca llega al ridículo gracias al propio Perlman (la escena del “Can't smile without you” es simpática, pero no negaremos que está un poco fuera de lugar).
La inclusión del personaje de Johaan Krauss es todo un acierto (no así el doblaje en España de Santiago Segura, que de nuevo tiene un cameo al principio del film) al aportar savia nueva al grupo de héroes tanto por sus características “físicas” y su estética steampunk como por su personalidad. Y el villano tiene un tratamiento muy adecuado, ya que pese a sus más que reprochables métodos e intenciones, su causa no deja de parecerme justa (la humanidad somos el cáncer de la Tierra, para qué negarlo)
El diseño del bestiario que se deja ver a lo largo del metraje es estupendo, desde las devoradoras hadas hasta el gigantesco monstruo-planta. El ejército dorado impresiona tanto por su acabado técnico como por el estudiado funcionamiento de cada una de sus partes; el trabajo de fotografía es impecable y la coreografía en las peleas es una de las más conseguidas que se ha visto últimamente en pantalla, destacando por encima de todas la pelea final entre Rojo y el Príncipe Nuada.
El guiño a “La novia de Frankenstein” ayuda a conocer mejor los intereses y referentes cinematográficos de Del Toro y también a pensar en esa futura pero incierta adaptación que el director mexicano pretende llevar a cabo de la obra de Mary Shelley. Por contra, algunas secuencias, como la del paseo por las instalaciones de la Agencia, que recuerda y mucho a “Men In Black”, le restan algo de originalidad a la propuesta.
Con sus más y sus menos, “Hellboy 2: The Golden Army” es un estimulante, divertido y sumamente disfrutable entretenimiento veraniego que de seguro gustará -en mayor o menor medida- a los fans de la primera entrega, y que bien merece desde ya, una continuación que cierre la trilogía. Aunque con la ocupada agenda de su director, mucho me temo que tardaremos otros cuatro años en ver una secuela.
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