madrid
ciudad de imágenes
colección Biblioteca de Ciencias de la Comunicación
Juan Carlos Alfeo
Luis Deltell Escolar
(Editores)
madrid
ciudad de imágenes
MADRID MMXXII
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Título: Madrid, ciudad de imágenes
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índice
el entusiasmo de la gran vía
José Luis Garci
9
introducción
Juan Carlos Alfeo
Luis Deltell Escolar
11
i
cine policíaco y negro en la autarquía.
edgar neville y sus tres películas criminales madrileñas
Elios Mendieta
15
ii
la ciudad de madrid
en el cine de luis garcía berlanga (1951-1960)
Alberto Fernández Hoya
33
iii
madrid en el cine negro de los años cincuenta
Tamara Canuto Olivares
51
iv
naufragar en «costa fleming» o morir matando a lo quinqui.
de madrid al cielo entre los setenta y los ochenta
Váleri Codesido Linares
67
5
83
v
elementos de verosimilitud en el cine fantástico:
madrid como espacio fílmico y la construcción de sus personajes
a través de la expresión vocal
Aída Cordero Domínguez
Gema Fernández-Hoya
vi
la cabina. un madrileño condenado a muerte
Luis Deltell Escolar
Juan Carlos Alfeo
105
vii
123
WELCOME TO MADRID.
cuando josé luis garci cambió la gran vía por la séptima avenida
Ana Asión Suñer
viii
david trueba: la historia en primera persona
Daniel Toledo Saura
139
ix
el escenario de LOS ILUSOS Y LAS ILUSIONES de jonás trueba.
notas sobre la ciudad, el cine y las ilusiones perfectas
Lucía Pitters Pérez
151
x
alberto garcía álix: la estética del duende
Aramis Guerrero Muñoz
165
xi
cine doré: historia, rehabilitación y relevancia cultural
Heyi Wang
Isabel Arquero Blanco
181
6
xii
veinticinco años de luz. enseñando fotografía en la ecam
Nadia McGowan
Marta García-Sahagún
195
xiii
antecedentes y orígenes de la fotografía en madrid
Rafael Gómez Alonso
209
agradecimientos
227
colofón
229
7
iv
naufragar en «costa fleming»
o morir matando a lo quinqui.
de madrid al cielo
entre los setenta y los ochenta
iv
naufragar en «costa fleming»
o morir matando a lo quinqui.
de madrid al cielo
entre los setenta y los ochenta
Váleri Codesido Linares.
Universidad Complutense de Madrid, España
madrid de cine: una mirada atrás
La configuración del espacio urbano como escenario cinematográfico
supondría un aporte de particular interés cultural, y también económico.
Los relatos proyectan la identidad de una ciudad a través de sus personajes
y los sucesos que experimentan, y ponen rostro y banda sonora, entre otros
aspectos —como aportes lumínico-cromáticos, rítmicos y, también,
referencias dialógicas o incluso notas humorísticas— a la arquitectura
metropolitana. Si las ciudades operan como marca, los símbolos de la
mismas proyectados en el relato cinematográfico, posicionan al espectador
como quien ya ha estado ahí o lo estará si lo desea. Apuntamos, por tanto,
que las películas y series de ficción pueden ser uno de los mejores reclamos
para una ciudad o enclave geográfico gracias a su narrativa y su difusión
mediática.
Si hemos tratado, como es el caso, de sintetizar en extremo qué puede
hacer lo cinematográfico por la ciudad, cabría preguntarse qué ofrece la
ciudad a la ficción narrativa audiovisual. El enclave urbano opera como un
personaje más, un/a intérprete más y, como todo actor, actriz y/o estrella,
enriquece con su presencia la sustancia de la expresión en el texto, escapando
en su influencia incluso, en cierta medida, al control del/ la cineasta que lo
dirige. Para explicarlo con mayor claridad, continuemos con el símil
69
Váleri Codesido Linares
intérprete, actor / actriz; en palabras de Bettetini: «a veces, parece casi la sola
presencia del mismo divo en películas distintas pueda constituirlas en
género» (1984: 53). Tal vez, no resultara tan descabellado plantear si ocurre
de manera similar con el enclave urbano y si serían, de este modo, textos
ficcionales audiovisuales localizados de manera subrayadamente simbólica
en una misma ciudad —véase Miami, París, Londres o Roma— sensibles de
ser categorizados bajo una misma etiqueta a razón de un escenario común.
En cualquier caso, las ciudades son representativas de su historia y la
misma puede fluctuar enormemente y presentar una estampa acorde con los
tiempos y casi tan cambiante como los mismos: pongamos el caso de
Madrid. El giro de ciento ochenta grados que realizó el régimen desde los
años cincuenta tuvo su plasmación en el paisaje arquitectónico de la ciudad.
En palabras de Deltell, «el cine de los años cincuenta y sesenta muestra esa
transformación veloz de Madrid. “El último caballo” permite ver cómo
Madrid era poco más que un pueblo, que terminaba en lo que hoy es Madrid
Río y la zona de Ventas» (2022). Pero en los años siguientes, los límites de
la ciudad se van a ensanchar notablemente; modificaciones que, de manera
irremediable, afectan el enclave madrileño como escenario cinematográfico:
En estas películas de los años cincuenta, influidas en mayor o menor
medida por el neorrealismo, el espacio urbano periférico ocupa un lugar
preferente. Los barrios retratados, que mezclan elementos urbanos y
rurales, acogerán el descontrolado y exponencial crecimiento metropolitano del Desarrollismo y se convertirán en el futuro escenario de los dramas
periféricos del cine de la Transición (Alfeo y González de Garay, 2011: 7).
Las transformaciones urbanas se producen al compás de profundos y
vertiginosos cambios socio-económicos y los mismos serán reflejados en la
narrativa fílmica tamizados por la disidencia cinematográfica de los años
sesenta. De este modo, tal y como puede ser aplicado a las relaciones cine /
ciudad y a la representación de esta última: «Aparecían otras motivaciones,
que iban desde aspectos estrictamente cinematográficos —como el impacto
provocado por el conocimiento del neorrealismo italiano—, hasta otros
entroncados con una tradición del pensamiento español como era el llamado
“regeneracionismo”» (Monterde, 2005: 279).
Durante el franquismo desarrollista, Madrid se internacionalizó y
redimensionó. Sin embargo, sería desacertado asumir que fueron los filmes
de esfuerzo estético-narrativo —aquellos autores preocupados por traer
notas neorrealistas al cine español o por avanzar de algún modo en las
estéticas fílmicas— los únicos o incluso los que mejor plasmaron las
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naufragar en «costa fleming» o morir matando a lo quinqui.
de madrid al cielo entre los setenta y los ochenta
transformaciones urbanísticas. De hecho, si hubo un discurso que abordó lo
que las construcciones arquitectónicas supusieron en el día a día de la
ciudadanía, de manera, incluso, propagandística, fue el llamado cine
«alimenticio». Un ejemplo de narrativa monográfica sería la comedia
comercial Venta por pisos (1972) dirigida por el prolífico Mariano Ozores.
Este relato coral expone las dificultades para adquirir una vivienda en
propiedad y asumir una hipoteca y, a la vez, las bondades de la misma como
inversión desde diversos perfiles y casos: una pareja joven de prometidos,
otra en la mediana edad, una vecina de origen rural, etc. que se encuentran
simultáneamente en trámites para la adquisición de una hipoteca. El
voice-over del narrador introduce el relato con las siguientes palabras:
Ahora, si una familia necesita un piso, tiene que comprarlo... ¡Y de qué
manera! Muchos de ustedes han pasado ya por esto en estos momentos. A
los que todavía no son copropietarios, como tarde o temprano tendrán
que acabar siéndolo, hacia la simpatía que se siente por el perro apaleado,
hacia el débil, hacia el pobre árbitro de futbol, les dedicamos esta historia
que, en su honor, titulamos: ¡Venta por pisos! (Mariano Ozores, 1972).
El sueño de convertir a toda familia en inversora por la mera compra de
su propia vivienda prometía cierta escalada social accesible a golpe de
hipoteca. Cabría apuntar, sin embargo, que el flujo económico se relacionaba con la apertura nacional al comercio exterior y novedosos acuerdos
internaciones, desdeñados anteriormente por el régimen franquista en su
fase autárquica. Cierto porcentaje, tal vez minoritario, del cine español
popular plantea narrativas que reflejan dicha internacionalización bajo una
luz neutra, o incluso ligeramente positiva. De este modo, la popular estrella
infantil Marisol, por ejemplo, protagoniza filmes de «cambios más que
evidentes en sus papeles cinematográficos, que corren parejos a los que se
están produciendo en España» (Viadero, 2016: 271). En la década de los
sesenta, la estrella, ahora juvenil, se conformaría como parte de la estructuración simbólica de filmes de gran popularidad cuyas propuestas narrativas
refuerzan lazos internacionales por medio de viajes —como en Marisol
rumbo a Río (Fernando Palacios, 1963)— o la representación de intereses
románticos, tal es el caso de La nueva Cenicienta (George Sherman, 1964)
cuyo partenaire es un cantante de origen estadounidense. En la hegemonía
del discurso franquista, estas películas de entretenimiento familiar reflejan la
perspectiva más inocente del paradigma desarrollista integrada por el público
al que van dirigidas: la infancia y la juventud.
Por otro lado, la producción cinematográfica del momento nos ofrece
una serie de textos, considerablemente abundantes, de cine «alimenticio»
71
Váleri Codesido Linares
que difieren en este sentido. Estas películas presentan un humor un tanto
grueso basado comúnmente en los estereotipos e insinuaciones de naturaleza erótica. En los mismos, el concepto de internacionalidad y de europeo
pasa por el libertinaje sexual primordialmente. Por ejemplo, en El reprimido
(Mariano Ozores, 1974), Lucas (Alfredo Landa) embargado de deseo por
«ver una mujer desnuda», recibe la ayuda de su amigo (Antonio Ozores)
para hacer un viaje corto a Francia y tener su primera experiencia íntima
antes de casarse con su virginal novia española; cosa que ocurre gracias a
que, en el hotel, conoce a Brigitte, una stripper francesa que habla español
y le ofrece disponibilidad afectivo-sexual desde el inicio. Sin embargo, la
extranjera se convierte en antagonista cuando se presenta en el pueblo
causando una revolución pública antes de la boda.
Un caso más extremo sería la animación al inicio del largometraje Zorrita
Martínez (Vicente Escrivá, 1975), cuyo voice-over indica, mientras muestra
una serie de ilustraciones animadas, que: «Las mujeres malas se dividen en
dos: las celtibéricas y todas las demás. Esta es una mujer mala francesa,
llamada también pindogué»; concluyendo «pero, no se inquieten. Esta
película tampoco va dedicada a promocionar las frías, insaciables e interesadas furcias europeas. Va dedicada únicamente a la dulce y generosa cepa
hispánica, capaz de las mayores ternuras y los más conmovedores sacrificios».
De este modo, en el discurso cinematográfico nacional comercial en la
primera mitad de los setenta, lo europeo y lo internacional se relacionan, no
ya con la liberación sexual, sino el libertinaje y, de manera indirecta pero
frecuente, la prostitución. Desde Mariano Ozores a Vicente Escrivá pasando
por Ignacio F. Iquino, el binomio decencia (español y represión) / vicio
(foráneo y/o prostitución) se presenta asiduamente establecido. Lo europeo
sería retratado como una amenaza a la institución familiar, una infidelidad
—a la «madre patria»— y sería aludido bajo una luz negativa en menor o
mayor medida.
cinematográficamente, ¿qué significa «costa fleming»?
En los años cincuenta, «por la zona de los alrededores de la calle Doctor
Fleming solo había pastos y casas de labranza antes de la llegada de los
“yanquis”» (DCE, 2019). Pero cuando los estadounidenses aterrizaron en
Madrid, hicieron de lo que es ahora el barrio de Chamartín su entorno
particular, y el edificio Corea se erguía como emblema de esta nueva
presencia en la zona; la misma contaba con muy buenas comunicaciones:
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naufragar en «costa fleming» o morir matando a lo quinqui.
de madrid al cielo entre los setenta y los ochenta
sirva como simbología a un país en transición que se abría a la democracia
y un planteamiento socio-político paulatinamente alineado con la sociedad
europea. Así, nuevas construcciones albergaban comercios con productos
extranjeros, los bares ofrecían más whisky que vino español y los sonidos
musicales que ambientaban las largas juergas nocturnas fusionaban la
canción española con el jazz y el blues hasta crear un ambiente estival y
cosmopolita. De este modo, la «Costa Fleming» fue la denominación
popular de una zona emergente en las proximidades del norte centro de la
ciudad de Madrid, término que acuñó «el reportero Raúl del Pozo guiado
por la relajación de costumbres y horarios de la zona. “Y tú en qué costa
veraneas? –Yo en la Costa Fleming” decía. El barrio se convirtió en la zona
más golfa de Madrid» (DCE, 2019). Suponía una suerte de oasis de cultura
extranjera en el que se respiraban nuevas libertades y un desenfado que
precedió a la transición y la época del «destape». A su vez, la calle Doctor
Fleming y sus contornos ofrecían una manzana de agradables terrazas.
En general, sería oportuno añadir que las referencias a las potencias
europeas en la narrativa de la comedia del desarrollismo estarían también
vinculadas con la migración y las posibilidades de prosperidad económica.
Hablamos de años de crecimiento financiero en España, auge de publicidad
—que subraya nuevos cánones de belleza femenina— y extensión inmobiliaria. Pero en el escenario cinematográfico de Madrid, allí donde ejerce como
significante fílmico de la comedia alimenticia, la «Costa Fleming» alude a lo
extranjero con notas de cierta perversión relacionada, de nuevo, con la
prostitución. De este modo, en el cine comercial1, la «Costa Fleming» es el
lugar de Madrid donde se ejerce el comercio sexual y con descaro.
Un ejemplo de la comedia alimenticia del tardofranquismo sería La
graduada (1971), con guion y dirección de Mariano Ozores. El filme nos
presenta a Lina Morgan en el papel de una treintañera de provincias quien,
tras cobrar una herencia, se traslada a la «Costa Fleming» para ejercer la
prostitución con la finalidad de «ver mundo». Ciertamente tras varias
escenas de enredo, la tentativa de ejercer se verá oportunamente frustrada
una y otra vez, hasta que se enamora de un apuesto médico en la clausura
del relato. Posteriormente, Ignacio F. Iquino retratará la prostitución desde
1. Es de notar que, simultáneamente, el cine de la «tercera vía» plantearía los vínculos con
otros países de Europa como oportunidades de mejora económica —como ocurre en la
pionera Españolas en París (Roberto Bodegas, 1971)— y, con ello, crea un distintivo en
relación a las generalidades de la comedia desarrollista: huelga decir que, en los textos
cinematográficos representativos de la tercera vía, no se alude a la «Costa Fleming» ni por
referencia dialógica.
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Váleri Codesido Linares
un enfoque dramático en un sexploitation que lleva por título Chicas de
alquiler (1974). La cinta, enmarcada en la colección de propuestas
film-denuncia2 del director y productor catalán, plantea un relato coral que
escenifica las experiencias de una serie de meretrices en la Costa Fleming:
Máximo Valverde encarna a un despiadado y maltratador proxeneta,
mientras una joven Nadiuska, acompañada por Ivonne Sentis y Silvia Solar
interpretan bellas y sufridas prostitutas; el largometraje contó con una doble
versión que, en su montaje para el mercado internacional, ofrecía desnudos
y algunas escenas que desafiaban la censura de la época.
En Madres solteras (1974), dirigida por Antonio del Amo y escrita por
Luis de los Arcos, Paca Gabalón interpreta una médico y madre soltera
quien ayuda a chicas desesperadas al haber quedado embarazadas, todas, de
su propio exnovio. El discurso resulta a todas luces antiabortista; aparecen
personajes que el relato señala de dudosa moralidad —pues están a favor del
aborto— y procedencia británica junto con proxenetas que envían a las
trabajadoras sexuales embarazadas de la «Costa Fleming» a Reino Unido.
Ese mismo año, Vicente Escrivá estrena la comedia Polvo eres (1974). El
largometraje, ambientado fuera de Madrid, presenta a una ex prostituta de
la «Costa Fleming», de nuevo encarnada por Nadiuska que, sin empleo dada
la libertad sexual de las nuevas generaciones —lo que, según plantea el
relato, operaría en detrimento de las profesiones del sexo— va a parar a un
patronato de provincias.
Para clausurar la batería de ejemplos, volvemos al filme anteriormente
citado Zorrita Martínez (Vicente Escrivá, 1975) en el que la actriz de origen
alemán interpreta de nuevo a una prostituta y vedette de procedencia
extranjera que causa sensación en la «Costa Fleming» hasta que se ve forzada
a casarse para regularizar su permanencia en el país. Como ha sido señalado
anteriormente, el monólogo inicial se construye sobre paralelismos entre la
prostitución y las relaciones internacionales: avanzada la trama, en una
escena del film, Zorrita es prostituida junto con sus compañeras a los socios
estadounidenses de unos empresarios de mejillones cuando estos terminan
de cerrar un trato con los mismos.
Aunque la «Costa Fleming» cesará de ser aludida en la narrativa fílmica a
partir 1976, se ofrece como espacio protagonista del largometraje Madrid,
Costa Fleming (José María Forqué, 1975). La novela en la que se basa el
2. «Habría de calibrar cuáles eran las intenciones reales de sus películas: el erotismo o la
denuncia. Por otra parte, no era un hecho nuevo en el cine, ya que sus films-denuncia
entran claramente de lleno en los exploitation movies y, más concretamente, en los
sexploitation movies» (Comas, 2003: 176).
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naufragar en «costa fleming» o morir matando a lo quinqui.
de madrid al cielo entre los setenta y los ochenta
argumento, publicaba un par de años antes, que supone «todo un clásico de
la Transición» (Merino, 2016, párr. 6). El relato equipara a la ciudad de
Madrid con diversas notas de lo que la «Costa Fleming» simbolizaba:
conexiones internacionales, bares, vida nocturna, prostitución, desenfreno,
farándula e intercambio cultural. El voice-over del narrador, característico de
la comedia comercial aún de esos años. introduce el relato indicando que
«en el barrio Costa Fleming se respira “europeidad”». La historia cuenta la
experiencia de una joven universitaria (Verónica Forqué) que ha dejado los
estudios para incorporarse al mundo laboral como agente inmobiliario. Por
medio de ella, conocemos tanto los fraudes de las empresas constructoras
como el perfil de los compradores: mayoritariamente señores maduros o
ancianos que, implícita o explícitamente quieren verse rodeados de las
atractivas prostitutas que allí habitan.
Con una portada en la que una mujer rubia, en bragas y sujetador y con
unas medias a franjas horizontales, se ofrece a un individuo que aparece al
fondo. La sinopsis tampoco miente: es la historia de un edificio madrileño
bautizado como «Zivago» de la zona de Castellana, donde el Santiago
Bernabéu, en torno al que conviven, entre otros personajes poco
recomendables, una baronesa de pasado turbulento que dirige negocios de
prostitución de categoría (Merino, 2016: párr. 2).
Si lo que se había mostrado del enclave en los filmes citados anteriormente habían sido los burdeles o los pisos en los que habitan las meretrices, no
es hasta Madrid, Costa Fleming, que el escenario se expande levemente, y se
muestran no solo a las prostitutas y su lugar de trabajo, sino también a los
constructores, los vecinos, etc. Sin embargo, ni el filme contentó a Forqué
ni fue su mejor largometraje en términos de audiencia. En cualquier caso, la
película logró el puesto 21 de taquilla3 de su año, en el que se produjeron al
menos 117 largometrajes. En palabras del director:
Fue un encargo que realicé sin demasiada ilusión. La supeditación a una
novela de éxito gravitó negativamente sobre el resultado final. Los
personajes son convencionales, pero así eran en la obra original. Algunos
efectos técnicos, como el hundimiento de la casa, a base de maquetas,
estaba bien realizado. Lo más recordable para mí, es el haber servido para
dar paso, en su carrera cinematográfica, a mi hija Verónica (Soria, 1990:
122-123).
Como significante, el espacio —en este caso, el escenario urbano— puede
3. 915.329 de espectadores con 332.528,34 ptas. de recaudación en taquilla.
75
Váleri Codesido Linares
ser diferencial y, también, presentar polaridades con respecto a otros
escenarios del relato a modo de ensalzar el subtexto y atildar el discurso.
Como ha sido elaborado, la «Costa Fleming» se presenta como sinónimo de
vicio y, a la vez, de glamour: todo un escenario diferencial en el entramado
simbólico de la comedia alimenticia. Tenemos en cuenta «diferenciar entre
los espacios diferenciales per se y los que adquieren el rasgo de diferenciales
a partir del uso que los personajes hacen de ellos» (Alfeo, 2003: 196). La
conjunción del espacio-tiempo posibilita, a su vez, el escenario y la acción.
Aunque planteamos la «Costa Fleming» como espacio diferencial, resulta
difícil distinguir entre la verdad y la leyenda sobre la zona. En términos
fílmicos, lo que sí que se puede exponer sería que los largometrajes que
hacen alusión a la «Costa Fleming» como emblema de libertinaje y frenesí
se enclavan en el cine comercial más simpatizante con el discurso hegemónico del tardofranquismo, el mismo que impulsa el turismo y el consumo
relacionado con los planes de desarrollo, pero ridiculiza y aborrece los modos
y estilos de culturas provenientes de fuera de las fronteras patrias.
representaciones del madrid transicional
La Corea (1976), con guion y dirección de Pedro Olea, ubica su escena de
inicio en el set de la película anterior dirigida por el mismo: Tormento
(1974); en particular una secuencia emplazada en una estación de tren. El
relato había sido un drama galdosiano que retrata las desaventuras de dos
hermanas de procedencia humilde en un Madrid decimonónico. El inicio
de La Corea, en un Madrid que hace las veces de escenario de cine y viaje en
el tiempo para aludir a la lucha de clases en un contexto temporal pretérito,
contrasta con el lumpen moderno en el que se centra el relato: Toni es un
adolescente que acaba de llegar del pueblo a la capital para buscarse la vida
y tiene como contacto a su amigo Paco. Este le consigue trabajo como chico
de alquiler de «La Corea» —Queta Claver en el papel de una madame del
ejército estadounidense en Madrid—. La proxeneta lo convertirá en su
amante pese a la nimia atracción que el joven siente por ella. Oficialmente
el favorito de la madame, Tony despierta los celos de otros trabajadores y
recibe represalias por ello. El muchacho, asustado, busca empleo en la base
americana como camarero, pero «La Corea» va a buscarlo y lo presiona para
que vuelva. Le advierte que no se deje embaucar por su amigo Paco, pero
este lo involucra de nuevo en un trato que implica que Tony se prostituya a
un potentado estadounidense. Sorprendidos por su esposa en la habitación
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naufragar en «costa fleming» o morir matando a lo quinqui.
de madrid al cielo entre los setenta y los ochenta
de un hotel, los dos chicos se esconden en la cornisa de la fachada. Tony
logra saltar a otra ventana y, aunque trata de ayudar a Paco, este cae al vacío
y muere en el acto. En su huida, Tony se encuentra de nuevo con el ex
trabajador de la madame que lo amedrentaba y recibe una paliza mortal. El
relato concluye con el joven agonizante en las escaleras mecánicas del metro.
Si bien los rasgos del cine quinqui tomarían su forma definitiva con la
trilogía de Perros callejeros un año después, en 1977 —emplazada en
Barcelona y dirigida por José Antonio De la Loma—, La Corea presenta
significativas notas de esas mismas características, como delincuencia juvenil,
prostitución y acto sacrificial en la clausura del texto. El filme ostenta la
etiqueta de «cine quinqui» y supondría la primera muestra del mismo
localizada en Madrid. En esta manifestación incipiente del género, es de
notar el propio título, que remite al edificio emblema de la llegada del
ejército estadounidense al barrio de Chamartín; aquel que había propiciado
la leyenda en torno a la «Costa Fleming». Pero, definitivamente, en la
segunda mitad de la década de los setenta, Madrid como escenario cinematográfico participa de un cambio de discurso; sin embargo, aun en 1976,
ciertos aspectos pueden ser calificados de «mismo perro con distinto collar»:
en La Corea, la estructura simbólica se yergue sobre lo internacional y su
vinculación con la prostitución como motivadores del drama —«prostituirse»
a lo estadounidense sería el principio de la mayor de las decadencias,
empezando por la propia madame—. Sin embargo, y pese a la cercanía
geográfica e incluso temporal del escenario, la «Costa Fleming» ha cesado de
figurar. La acuciante crisis económica, la creciente tasa de paro y la muerte
de Franco parecen haber liquidado la exacerbación de auge constructor y
frenesí en su punto más álgido. La corrupción en el sector inmobiliario
continuará siendo tratada puntualmente durante la Transición, como en El
fascista, la beata y la hija desvirgada (Joaquín Coll Espona, 1978). La película
satiriza la corrupción y el favoritismo de cierta élite. En la misma, el
acomodado cabeza de familia Juan (José Luis López Vázquez) pretende
edificar en unos terrenos que compró como zonas verdes y no comprende,
tras la democracia, que sus influencias no le sirvan para hacer como quiere:
el gag de esta comedia reside, en parte, en la obstinación de Juan en este
sentido.
Sin embargo, en relación a la evolución narrativa cinematográfica en
torno al conflicto de clases, apuntamos a la siguiente reflexión del propio De
la Iglesia:
En cuanto se consigue un cierto grado de especialización laboral se
abandona el lumpen y a la inversa, perder el trabajo u otras circunstancias
hacen que un proletario se transforme en lumpen (...) el primer enemigo
77
Váleri Codesido Linares
de un pobre es otro pobre. La burguesía convive mucho más
pacíficamente, no existen tantos roces y cuando los hay se llevan a través
de abogados, etc. porque lo malo es el hacinamiento, las colas, los enfrentamientos primarios, cara a cara, que no tienen lugar apenas entre la
burguesía. No existe competitividad entre proletario y burgués porque
viven muy lejos el uno del otro y su problemática es muy diferente. No
entenderlo así es desconocer sus luchas internas y entender la lucha de
clases desde una perspectiva sublimada. Creer que la conciencia de clase
procede del enfrentamiento con la burguesía es una idealización absoluta
(Aguilar y Llinás, 1996: 153).
Si el filme dirigido por Forqué apuntaba a corrupción inmobiliaria de
una élite en los estertores finales del franquismo desarrollista y el ocaso de la
censura, las alusiones a estas corrupciones por parte de cargos de denotado
privilegio durante la Transición no avanzarán en la narrativa cinematográfica de los años siguientes salvo contados casos.
el madrid quinqui y la democracia
A finales de los setenta, el relevo generacional tomaba los espacios públicos
de Madrid como había sido inusitado durante el franquismo. Cierta neurosis
por la seguridad ciudadana en los espacios abiertos, que se insuflaban
paulatinamente con novedosos aires de democracia, iba a poblar los medios
de comunicación, que también incluyen el cine.
Diferencia, ignorancia, desconfianza, miedo, tal es la escala de reacciones
que la juventud de 1977 podía provocar en los sujetos formalizados por el
mundo anterior, cuando estos comprobaron que la democracia tenía ya
sus hijos, que había comenzado por su cuenta a producir a personas nunca
vistas; miedo a que los cambios cambien el mundo y este no pueda
reconocerse y, con él, las identidades que habitaban en un mundo anterior
se fracturasen. En ocasiones esta desconfianza se expresa con la simple
visión de un grupo de jóvenes modernos reunidos en una plaza o en una
esquina, para una sociedad que no acostumbraba a ver a la gente en el
espacio público fuera de horas y prácticas perfectamente codificadas. Algo
tan simple como los hábitos nocturnos de esta juventud era ya complicado
de aceptar (Labrador, 2017: 515).
Ya a finales de los setenta y principios de los ochenta, los abundantes
relatos fílmicos de alto dramatismo y generoso contenido violento plasmarían
la ciudad como lugar de caos y perversión, si bien, los relatos sobre marginali78
naufragar en «costa fleming» o morir matando a lo quinqui.
de madrid al cielo entre los setenta y los ochenta
dad y delincuencia juvenil no serían exclusivos del cine quinqui —ni del
contexto patrio4—. Con la atención puesta en la capital, en cualquier caso,
ya desde Miedo a salir de noche (1979), Eloy de la Iglesia establece un diálogo
fílmico, una suerte de referencia intertextual entre el escenario de Madrid y
la atención mediática que se prestaba a la delincuencia juvenil, retratada
cinematográficamente en la ciudad de Barcelona bajo la dirección de De la
Loma con un tremendo éxito de taquilla. En Miedo a salir de noche, el
cineasta vasco parodia creativamente y con notas de negro humor algunos
de los constructos forjados a lo largo de la trilogía de Perros callejeros (1977),
aunque posteriormente, abrazará el cine quinqui de pleno para convertirse
en uno de sus mayores referentes.
En palabras del fotógrafo Sáenz de San Pedro, en aquellos años: «lo que
yo vi fue un Madrid en construcción bajo la atenta mirada de sus gentes»
(Sáenz de San Pedro, 2017: párr. 2). Con el fin del franquismo, la narrativa
cinematográfica se traslada al otro lado de la carretera de circunvalación
m-30 y construcciones, como los edificios de Barrio de la Concepción,
conocidos como Las colmenas, y retratados en Qué he hecho yo para merecer
esto (1984), y que
subrayan también en Colegas (1982) «casi
metafóricamente, la opresión de los personajes» (Aguilar y Llinás, 1996:
151).
Como ha sido elaborado, el discurso cinematográfico, como medio de
comunicación, reproduciría el discurso hegemónico, y el mismo cambia
estéticamente, con cierta radicalidad, del tardofranquismo a los primeros
años de la Transición, pero no en su mensaje sustancial. Si la comedia
alimenticia se sirve de la «Costa Fleming» para representar lo pecaminoso en
lo foráneo, los primeros años de la transición plasman lo errático y
autodestructivo de una juventud en democracia, y traza con ello un salto
escénico-temporal entre el barrio Chamartín y el de la Concepción por el
que se refrendaría la ingobernabilidad de un país sin, tanta o nula, dictadura.
Tristemente, a principios de los ochenta, la droga se extenderá con rapidez
en general; ya fuera entre las clases pudientes u otras. Sin embargo, en los
suburbios copados de hacinada juventud, sin oportunidades laborales ni
medios para formarse en plena crisis, ciertamente, se dejó notar dando los
medios buena cuenta de ello. En todo caso, la construcción inmobiliaria y
la situación económica del país han supuesto factores clave en la proyección
histórica de la capital como rasgo argumental fílmico, ya sea desde la
4. «En su día, hubo quien le reprochó a Pasolini esta fijación por el mundo lumpen, más
que en la clase obrera clásica» (Aguilar y Llinás, 1996: 151).
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Váleri Codesido Linares
conveniente edificación de pisos de lujo en el barrio de Chamartín, y más
concretamente en la manzana popularizada como «Costa Fleming», a la
distópica estampa del extrarradio desde el que la juventud en los albores de
la democracia observa el horizonte urbano en el cine quinqui.
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