Especial
Manos
Editoriales
40 años
(1981-2021)
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Revista Comunicación y Medios
Indexar
o ¿morir?
Hans Stange
Profesor Asistente, Universidad de Chile, Chile
[email protected]
En el año 2008 acepté el encargo de editar Comunicación y Medios, la revista académica sobre comunicación más antigua del país y que había tenido una notable trayectoria entre los años ochenta
y comienzos de los noventa en tanto publicación
que alojaba los primeros trabajos importantes de
los profesores de periodismo de la Universidad de
Chile de la época que se empezaron a preocupar
científicamente sobre el fenómeno de la comunicación. Me refiero a artículos sobre semiología,
lingüística, textos sobre la teoría de la información, sobre cuestiones de legislación de prensa,
libertad de expresión, etcétera… Dichos trabajos
servían, principalmente, al propósito de legitimar
el lugar de la comunicación en la universidad, que
uno percibía hasta ese momento minusvalorada
en tanto ámbito de conocimiento universitario y,
por decirlo coloquialmente, “mirada en menos”,
por sociólogos, economistas e, incluso, los propios
periodistas, bajo la noción de que la comunicación
no ameritaba un campo teórico propio y de que el
periodismo, más que una profesión, era un oficio.
Muchos periodistas sostenían esa idea.
La revista se interrumpió el año 1993 y se volvió a
editar el año 2000, coincidiendo con el proceso institucional que transformó a la antigua Escuela de
Periodismo en una unidad dentro del nuevo y flamante Instituto de la Comunicación e Imagen. En
ese contexto, no sólo la carrera de Periodismo se
revitalizó, sino que también se abrieron la carrera
de Cine y Televisión, el magíster en Comunicación
Política, el postítulo en Cine Documental (que luego se transformó en magíster en Cine Documental), dando forma a las escuelas de pregrado y de
postgrado del Instituto tal como los conocemos
ahora. Este proceso de independencia y crecimiento institucional y académico transcurre durante la
primera mitad de la década de los 2000.
En este marco, Comunicación y Medios se propuso reflejar este nuevo impulso a los estudios de
la comunicación en la Universidad de Chile, dando espacio, además, a una perspectiva sobre la
comunicación que promovía el cuerpo académico
que organizaba los estudios del área del ICEI en
ese momento. Me refiero, principalmente, a Carlos
Ossa, Carlos Ossandón, Eduardo Santa Cruz, Guillermo Sunkel, Loreto Rebolledo, Rafael del Villar
y Juan Pablo Arancibia, influidos por la perspectiva
de los estudios culturales, inscritos en la tradición
crítico-culturalista de la comunicación, bajo el
enfoque de Jesús Martín-Barbero. Según MartínBarbero, la comunicación es un lugar estratégico
para pensar la sociedad y, por lo tanto, no se limita
a los estudios sobre periodismo ni sobre medios,
sino que se abre a unas interacciones provocativas entre comunicación, sociedad, arte y cultura.
Si uno revisa los monográficos de esa época, la
revista abordó cuestiones como la participación
democrática, la globalización, la transición, los
estudios visuales, la comunicación política, dando
señales evidentes de esta nueva perspectiva para
comprender la comunicación como un fenómeno
amplio, complejo, pero al mismo tiempo central
para entender la sociedad contemporánea. Una
Especial
perspectiva que no se limitaba a los medios o, en
otras palabras, que rehuía el medio-centrismo.
La revista dejó de tener continuidad después del
2006 por problemas de los cuales no estoy plenamente en conocimiento, así que no me referiré a
ellos. Así, el año 2008 se me encargó asumir su
edición. Yo no tenía, prácticamente, experiencia
previa en trabajo de edición. Por lo tanto, la revista
fue un aprendizaje para mí y lo agradezco mucho.
Durante los años previos a asumir como editor,
había realizado algunos trabajos acotados editando cuadernos de investigación del Centro de Estudios de la Comunicación que existía a la sazón en
el ICEI y habíamos hecho un trabajo interesante
divulgando el quehacer de los académicos adscritos a dicho centro, algunos estudios por encargo y,
sobretodo, dándole visibilidad a los trabajos de los
estudiantes.
Yo creo que por esa razón, por los buenos resultados de esos modestos cuadernos, se me ofreció
hacerme cargo de la revista. Los objetivos eran
principalmente dos. El primero era mantener la
línea de la revista en términos editoriales, es decir,
esta mirada amplia y compleja sobre el fenómeno
de la comunicación. Pero, en particular, se me pidió profesionalizar la revista. O, en otras palabras,
introducir la revista a los procesos de normalización editorial que se empezaban a utilizar preferentemente en todas las publicaciones académicas, “normalizar” la revista, esto es, incorporar en
el trabajo editorial el uso de elementos como los
resúmenes y los metadatos y organizar el flujo del
trabajo editorial. Ello con miras al propósito mayor que era la indexación, es decir, transformar a
Comunicación y Medios en una publicación con las
características de las revistas “científicas” que son
comunes en prácticamente todas las áreas de conocimiento y de investigación académica y con las
cuales hoy estamos familiarizados.
La artesanía
Durante todo el primer año me dediqué a sentar las
bases y armar ese proceso. En 2008, de hecho, publicamos un solo número: Durante el primer semestre
de ese año me dediqué a leer todas los números de
la revista publicados previamente, a conocer el pro-
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ceso de indexación, a interiorizarme en el manejo
de los procesos editoriales, a aprender respecto de
los roles que era necesario organizar. Fue una tarea
tremenda. Ardua. Debí, por ejemplo, reorganizar el
comité editorial de la revista que hasta el 2006 estaba nominalmente conformado por un grupo de unos
veinte académicos de mucho renombre y adscripciones internacionales. Sin embargo, muchos de ellos
estaban ahí sólo nominalmente: no participaban de
reuniones editoriales ni evaluaban artículos ni sugerían números monográficos. Al mismo tiempo, era
necesario construir una nómina de evaluadores para
los artículos, de manera de implementar el sistema
de revisión de pares por doble ciego. Ello implicaba, a su vez, construir una rúbrica de evaluación. En
otras palabras, era un trabajo que me tomó mucho
esfuerzo y tiempo que fue, también, un proceso de
aprendizaje y resultó tremendamente gratificante.
En el camino, aprendí mucho del funcionamiento interno de las revistas académicas y de sus aspectos
positivos así como de aquellos que no lo son tanto.
Podría afirmar que en ese período logramos grandes
cosas. Una de ellas fue, precisamente, conformar un
comité editorial realmente activo, que encarnaba en
la trayectoria de sus integrantes lo que queríamos
desarrollar como perspectiva de la revista y que,
eventualmente, también se involucraba en las revisiones de los artículos. Logramos constituir una lista
de pares evaluadores, que durante algún tiempo funcionaron perfectamente bien como comisión científica para los dictámenes y referatos de los artículos
que se sometían a evaluación. Logramos, por lo tanto, constituir un flujo editorial que, por primera vez,
funcionaba de manera más o menos automatizada;
no sin dificultades, ciertamente, pero que funcionaba
bastante bien.
En ese sentido, conseguimos “profesionalizar” el
proceso. Incorporamos los títulos en inglés y en español, los resúmenes de los artículos en inglés y en
español, comenzamos a utilizar los metadatos para
la indexación de la revista. Normalizamos en un formato único (APA) el estilo de las citas y referencias,
estandarizamos más o menos la extensión de los artículos y tratamos de organizar y de mantener, en ese
sentido, más o menos todas las secciones habituales
de una revista de este tipo las que podían dividirse
en una sección general o monográfica de artículos,
una sección de referencias. Ahí sacrificamos, lamentablemente y a mi pesar, aunque no fue una decisión
que tomé individualmente, las entrevistas, que era
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una sección que la revista tenía previamente y que, a
mi entender, era muy importante.
guo presupuesto que, además, apenas se ajustaba
a lo que se hacía antes y que incluía imprimir entre
trescientos y quinientos ejemplares y no contemplaProbablemente el mayor logro en este período fue
ba financiamiento para formar un equipo de trabajo,
la implementación del sistema OJS, sigla de Open
incluyendo un asistente editorial, por ejemplo, un rol
Journal System, que es un software de
clave en el funcionamiento del proceso
código libre que la universidad comeneditorial de una publicación como ésta.
una buena
zó a implementar para la comunicación
Comunicación y
de todas sus revistas académicas y que
En ese momento, yo figuraba en la reMedios, hacia el
permitió, a su vez, tenerla en línea. De
vista como editor general. Sin embargo,
futuro, podría ser
hecho, hasta el año 2006, la revista exisen la práctica, era la única persona enuna revista que
tía solamente en papel y algunos artícargada de la revista. Entonces, en ese
pudiera expresar
culos que habían sido previamente esmarco, se trataba de un trabajo muy voclaramente una
caneados y archivados en formato .pdf
luntarista, de la misma manera en que
visión determinada
podían consultarse a través del antiguo
había trabajado Carlos Ossa en la etapa
acerca del campo
sitio web de la Escuela de Periodismo,
previa, llevando la revista y empujándode la comunicación.
aunque los números completos no esla a punta de empeño personal, con un
Que exprese, como
taban disponibles, por ejemplo.
presupuesto mínimo. En mi experiencia,
publicación, un
solicité presupuestos para el trabajo
punto de vista. Que
Hicimos un enorme trabajo y necesario
editorial de la revista, distintos al finanpudiera recuperar,
digitalizando toda la colección de los
ciamiento destinado a su impresión. Y
a lo mejor, un
números anteriores; es decir, todos los
en esos tres años de gestión, entre el
sentido crítico
artículos publicados entre el año 1981 y
2008 y el 2011, durante los cuales traespeso, profundo,
el año 2006 se les hicieron metadatos,
bajamos bajo ese esquema, nunca se
en la selección de
se organizaron los números para que
consiguió un presupuesto estable para
sus artículos.
quedaran disponibles en línea, de mael trabajo editorial y la impresión de la
nera abierta y gratuita. Hoy, es posible consultar y
revista en papel se tragaba todo el financiamiento
acceder en el sitio web de la revista no solamente las
de ésta. Una fracción se destinó a pagar por la vía
ediciones actuales o más recientes, sino que la code honorarios modestos a la diseñadora encargada
lección completa de Comunicación y Medios. Esto es,
de la diagramación, Alicia San Martín, quien fue un
considero, un gran logro de la revista en esta etapa.
gran pilar para la revista, pues no solo maquetó cada
número, sino que creó una nueva imagen para la reIncorporamos la revista a la Red Latinoamericana de
vista, organizó el nuevo formato de la página, ajustó
Publicaciones Científicas que comenzó a articularse
el tamaño de la hoja y encontró una tipografía y una
en esos años al alero de la Asociación Latinoamediagramación que fuera amable tanto para la imprericana de Investigadores en Comunicación (ALAIC) y
sión como para la versión digital de los textos. Alicia
en la que también participaban varias revistas de la
realizó un trabajo que vale mucho más que los honored de la Federación Latinoamericana de Facultades
rarios que recibió.
de Comunicación (FELAFACS). Estos esfuerzos nos
permitieron internacionalizar relativamente el comiTodo el resto del equipo que colaboró en la revista,
té editorial y, al mismo tiempo, darnos cuenta de que
en distintos momentos, con distintos factores, lo hilo que nosotros estábamos haciendo era un proceso
cieron restándole horas a sus respectivos trabajos ,
por el que estaban transitando muchas otras revistas
apoyando desde sus unidades, sin contar con horas o
en las facultades de comunicación de América Latina
jornadas propias, reconocidas, para la revista. Entre
del momento.
ellos quiero mencionar a Loreto Rico, que me ayudó muchísimo con la digitalización de los números
En la época, abogué, sin mucho éxito, por la total diantiguos, a Cristian Calabrano de la Vicerrectoría de
gitalización de la revista, propuesta que fue rechazaInvestigación y Desarrollo, que nos asistió en levanda pues se insistió en que la revista debía imprimirtar la plataforma OJS, a capacitarnos en su uso, y a
se. Esta decisión acarreó grandes dificultades para,
Alejandro Morales, a quien debo mucho en el aprenpor ejemplo, el proceso de indexación de la revista.
dizaje de la gestión de las revistas digitales y que en
La persistencia en imprimir la revista estresó el exiesa época trabajaba en el Sistema de Información y
Especial
Bibliotecas de la Universidad, lo que supuso un gran
apoyo para el soporte informático de la revista. Gracias a ello hicimos todo el trabajo de la revista en esa
época a punta de pura voluntad, desde la capacitación para utilizar el formato OJS, hasta los trámites
para obtener el ISSN electrónico.
Lidiar constantemente con un presupuesto exiguo
impidió organizar un equipo editorial en propiedad.
Habría sido ideal, por ejemplo, contar con subeditores para cada sección y con un asistente editorial
que pudiera encargarse de mantener un contacto
fluido con los autores y los pares evaluadores, el flujo del proceso editorial (si se enviaron y recibieron
las evaluaciones, si faltan evaluadores, si los artículos ya tienen una revisión completa para emitir
un dictamen, etc.), chequear que se cumplieran los
plazos comprometidos por la revista para responder
a los autores, que éstos entregaran a tiempo sus correcciones y, con ello, permitir que el editor general
—o sea, yo— dedicara el tiempo que requieren los
procesos de gestión editorial e indexación. Habría
sido más adecuado trabajar de esa manera: Contar
con un presupuesto más holgado, publicar la revista
exclusivamente en formato digital y sin la obligación
de, dos veces al año, llamar a licitaciones públicas
para imprimir, dedicarle tiempo y esfuerzo a las gestiones administrativas de aquéllo e, incluso, revisar
las galeras. En una ocasión, la licitación se la adjudicó una imprenta ubicada en Paine (en las afueras del
Gran Santiago). Fui en tren hasta allá para revisar
las galeras de la revista y dar el visto bueno para su
impresión. En otras palabras, hubiera sido fabuloso
que Comunicación y Medios contara con un equipo y
un presupuesto adecuado para las tareas que nos
habíamos impuesto.
Todo ello incidió en que, por ejemplo, los números
21 al 24 (correspondientes a los años 2011 y 2012)
fueran publicados con retraso. Entonces, y a pesar
que la revista cumplía con los criterios que exigía la
indexación, que se había normalizado, se había profesionalizado, no conseguimos sostener la periodicidad de la revista, uno de los criterios que los procesos de indexación toman en consideración. Por lo
tanto, sin poder garantizar la periodicidad, impidió
indexar la revista en ese momento.
Yo renuncié a la edición de la revista el año 2012,
tras editar el número 24. La profesora Lorena Antezana asumió, entonces, el desafío de editar Comunicación y Medios. Consciente de los obstáculos para
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el funcionamiento fluido de la revista, interiorizándose del trabajo ya avanzado y estructurado, bajo
su gestión como editora las autoridades del ICEI
aceptaron la publicación exclusivamente digital de
la revista, lo que significó reasignar el presupuesto
al trabajo editorial y no a la impresión de Comunicación y Medios. Lo que permitió a Lorena contar con
un asistente editorial y cumplir con los plazos de
periodicidad mínimos exigidos. Ella y, luego, Javier
Mateos, quien asumió como editor tras la gestión
de la profesora Antezana, lograron colocar la revista
en las plataformas de indexación que tienen hoy día
a Comunicación y Medios como una de las revistas
centrales del campo. Me gusta pensar que, si bien
durante mi período como editor no conseguí indexar
la revista, sí senté las bases para que ese proceso
editorial se hiciera de buena forma. Hoy, la revista está en SciELO, en el Web of Science (ESCI), en
Clase y en Latindex. Ésta última fue una indexación
que alcancé a tramitar bajo mi gestión como editor,
igual como su incorporación a Dialnet. Por lo tanto,
contribuimos a ubicar a la revista en el estatus que
hoy tiene.
Por qué
y para qué
Tengo sentimientos encontrados por la forma en que
se abordó el proceso de indexación, no solamente en
el Instituto de la Comunicación e Imagen, sino que
en muchas universidades, distintos departamentos
y numerosas unidades académicas. El proceso de
indexación se asumió como una necesidad fundamental para acreditar las universidades, las facultades, los institutos, los departamentos y las unidades
académicas, en general. Y se hizo todo lo posible por
entrar en los índices.
Al transformarse en un criterio para las acreditaciones, las indexaciones de las publicaciones académicas comenzaron a considerarse indicadores de
calidad científica, en lugar de ser considerados sólo
como lo que son: instrumentos bibliométricos. La
consigna era “indexarse o morir”. De alguna manera, siento, eso desdibujó y desperfiló las líneas
editoriales de las revistas y, al mismo tiempo, en
algún grado, desvinculó a las revistas académicas
de las instituciones que las editan. Hay una serie de
normas que desembocan en aquello: por ejemplo,
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la mayoría de los autores no debe estar adscrita a
la institución que edita la revista o dar preferencia
a los textos que informan sobre resultados de investigación en desmedro de otros géneros de escritura. Si uno toma al pie de la letra estas orientaciones, que fue un poco lo que nos ocurrió entre el
2010 y el 2012, el centro de la preocupación es que
los artículos recibidos cumplan con las normas editoriales y la pregunta sobre si esos artículos, cumpliendo las normas editoriales, responden también
al perfil editorial de la revista es desplazada a un
lugar secundario.
En ese sentido, me siento en parte partícipe de un
proceso a través del cual la perspectiva crítica y
culturalista que caracterizó a Comunicación y Medios se desdibujó en los números siguientes, dando paso a una visión más neutra o “ecuménica” del
campo que, a ojos de un observador externo, probablemente no se diferencie de las perspectivas y
contenidos de otras revistas del campo. Me siento,
en parte, responsable de ese proceso. Ahora, también, uno debe estar imbuido en la “máquina” para
darse cuenta de que el proceso de indexación no
opera naturalmente de esa forma, que no exige sacrificar la línea editorial ante la indexación: El equipo editorial decide finalmente qué se indexa y qué
no. Hay revistas que han optado por dedicar una
sección de artículos indexados y mantener otras
secciones que las perfilan editorialmente, pero
fuera de indexación. Podría, incluso, decidirse, por
ejemplo, que la revista publique sólo ensayos, no
de reportes de investigación o papers, pero que los
ensayos serán revisados y cumplirán los requisitos.
El sistema de indexación permite aquello. O, bien,
decidir que la revista asumirá explícitamente una
postura política de la comunicación que es tal o cual
y que solamente recibirá artículos relacionados con
esa perspectiva, bajo procesos de revisión de doble
ciego. Y así. De alguna manera, el equipo editorial
es el que decide cómo funcionará bajo el sistema
de indexación, pero eso uno lo aprende después de
haber vivido el proceso.
Este aprendizaje me permitió comprender cuáles
son las nuevas lógicas y los mecanismos neoliberales que funcionan hoy en las universidades y en las
unidades de investigación y publicación como mecanismos para promover, precisamente, la productividad “científica”. Y me refiero aquí a este escenario
amplio por el cual nos damos cuenta de que los académicos colaboran o forman núcleos de investiga-
ción en la medida en que eso implique la obtención
de fondos o adjudicarse concursos de agencias nacionales o extranjeras, la publicación de papers en
revistas indexadas, y así. Porque es lo que da puntaje
para las mediciones internacionales de los currículums y para figurar en ránkings internacionales.
En cierto sentido, lo que hicimos con la revista, si
bien profesionalizó el sistema de publicación, también incorporó a Comunicación y Medios a esta ola
neoliberal de productivización y de capitalización del
conocimiento, de transformación del conocimiento
en capital cognitivo, que da un poco de escozor. Pienso: “bueno, ¿no podrá ser esto diferente?”. Mi apuesta hoy es que podría ser perfectamente diferente en
la medida que las revistas puedan salvaguardar sus
líneas editoriales y sus perspectivas científicas o sus
perspectivas críticas acerca del campo, sin necesidad de sacrificarlas al cumplimiento de las normas
y de los estándares de publicación que exigen y demandan los distintos índices académicos.
En ese sentido, yo creo que una buena Comunicación
y Medios, hacia el futuro, podría ser una revista que
pudiera expresar claramente una visión determinada
acerca del campo de la comunicación. Que exprese,
como publicación, un punto de vista. Que pudiera recuperar, a lo mejor, un sentido crítico espeso, profundo, en la selección de sus artículos. Que pudiera
orientar sus publicaciones monográficas o que pudiera orientar sus perspectivas también en un sentido político, expresando la identidad y la cultura de
la institución a la cual pertenece –eso supone que
esa institución y esa cultura tienen que estar clara y
explícitamente definidas previamente.
Me gustaba mucho algo que hacían las revistas en
los años setenta y ochenta, que era reflejar la vida
cultural de las instituciones a las que pertenecían
y que, por lo tanto, no eran sólo revistas que publicaban artículos originales de académicos, sino que,
además, se daban espacios, por ejemplo, para reflejar algo de la vida universitaria que ocurría al interior
de esas instituciones.
Recuerdo haber leído revistas muy lindas que incluían secciones donde informaban sobre las tesis
de grado defendidas durante el semestre, que incluían espacios para, por ejemplo, reproducir discursos o conferencias que habían marcado ciertos
hitos en la discusión contingente, que permitían reseñar no sólo nuevas publicaciones, sino que tam-
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bién las memorias de título o las obras de creación
más destacadas del período de publicación de la revista. Informaban, por ejemplo, sobre los profesores
que se iban o jubilaban, quienes se incorporaban,
aquellos que fallecían o se homenajeaba a profesores o funcionarios destacados o que cumplían cierta
cantidad de años de servicio o trayectoria. Revistas
que reproducían documentos institucionales valiosos. Es decir, tenían una sección donde la vida institucional está contenida. De alguna manera la revista
se transforma no solo en el medio de comunicación
de la productividad científica del momento o en la
expresión de la línea editorial de la publicación, sino
que también se transforma en la memoria de la comunidad a la que la revista pertenece. Que no sea
una revista sin identidad, solo un recurso de productividad, sino una publicación situada, en el sentido
más pleno del término.
Esos serían elementos que me gustaría rescatar.
Son, quizás, anacronismos, pero si uno lo piensa
bien, no hay ninguna parte del ICEI hoy día donde
uno pueda revisar ese tipo de huellas. Por ejemplo,
¿qué charlas se hicieron durante el primer semestre
de este año? La revista que salga publicada en julio,
por ejemplo, nos diga “en este primer semestre vino
tal destacado activista, tal destacado artista a dictar
esta charla”. Entrevistar a una personalidad prominente y, al mismo tiempo, indicar, por ejemplo, qué
profesores se incorporan a los claustros, qué profesores o funcionarios cumplen veinte o treinta años de
servicio. Qué estudiantes se graduaron con honores
y de qué se trataron sus tesis. Mostrar que ellos no
solo son números, que la docencia tiene sentido, que
no se trata solamente de estadísticas de ingresos,
40 años
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aranceles y acreditaciones. Dar espacio, por ejemplo, para que los estudiantes que están a cargo del
Centro de Estudiantes de la Comunicación pudieran
desplegar su palabra. Una revista que mantenga los
criterios profesionales normalizados y estandarizados de publicación, que son fundamentales hoy día
para incorporar los contenidos de la revista al universo científico y sus intrincados circuitos, pero que
sea capaz de recuperar una perspectiva crítica y una
perspectiva política (cuando digo política digo también epistemológica) respecto del campo y que, sobre todo, sea capaz de figurar la memoria de la vida
universitaria que ocurre dentro de la institución a la
que pertenece.
Celebro el cuadragésimo aniversario de la revista
Comunicación y Medios y agradezco a los editores actuales por este espacio para compartir mis reflexiones y contar de mi paso por la revista.
Sobre el autor:
Hans Stange es escritor y académico.
Doctor (c) en filosofía, estética y teoría
del arte. Periodista. Ha sido profesor e
investigador en la U. de Chile (2007-act.),
U. de Santiago (2009), U. del Desarrollo
y U. Santo Tomás (2007-2009), y profesor
invitado en la U. de la Frontera, Temuco.
Editor de la revista Primer Plano.
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