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El mundo poscovid-19:
¿cambio de paradigma?
Auspician:
Apoyan:
Anuario 2021
El mundo poscovid-19: ¿cambio de paradigma?
© 2021 Latinoamérica21
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Director kas Partidos
Jerónimo Giorgi
Sebastian Grundberger
Coordinadora editorial
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Melany Barragán
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Latinoamérica21 es un medio de comunicación y una plataforma
diálogo político es una plataforma para el diálogo demo-
de contenidos que reúne a una amplia comunidad de expertos
crático entre los influenciadores políticos sobre temas de
y académicos, que producen textos de análisis y opinión sobre
relevancia en América Latina con base en los valores de libertad,
temas políticos, económicos y sociales de América Latina. A
solidaridad y justicia. Conecta a la región con los grandes
través de la libre difusión de opiniones expertas y diversas, busca
debates geoestratégicos en el mundo. Construye una ventana
contribuir a mejorar la capacidad de juicio crítico de los latinoa-
de difusión de proyectos de la Fundación Konrad Adenauer en
mericanos sobre los principales temas que ocurren en la región.
América Latina.
Latinoamérica21 fomenta la democracia y el diálogo con miras
diálogo político es parte del Programa Regional Partidos
a una cultura de paz y no violencia, y promueve la libertad de
Políticos y Democracia en América Latina (kas Partidos). Tiene el
expresión en línea con los objetivos de la Comunicación para
objetivo de reducir la polarización política a través de un debate
el Desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas para la
pluralista, constructivo e informado, orientado al bien común,
Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco) y la Agenda 2030 de
para fortalecer el centro político desde sus raíces socialcristia-
las Naciones Unidas. Además, impulsa un espacio de análisis
nas, liberales y conservadoras.
propio y un punto de vista autónomo sobre las diferentes reali-
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dades que hacen al acontecer latinoamericano.
Editores: Melany Barragán, Hugo Borsani y María del Carmen Villarreal
Traductores al portugués: Maria Isabel Santos Lima y Dâmaris Burity
Correctores: Alejandro Coto (español) y Alexandre Kappaun (portugués)
Diseño y armado: Taller de Comunicación - www.tallerdecomunicacion.com.uy
Imagen de portada: Pexels
isbn 978-9915-9375-8-8
Las opiniones expresadas en los artículos representan la visión personal de sus respectivos autores, no necesariamente la de los editores.
Índice
Presentación. Jerónimo Giorgi ................................................................................................................ 6
Anuario 2021. El mundo poscovid-19 ¿Cambio de paradigma?
Melany Barragán, Hugo Borsani y María del Carmen Villarreal............................................. 8
Política y relaciones internacionales ................................................................................................... 11
Introducción. Hugo Borsani ...................................................................................................................... 12
La democracia en América Latina durante la pandemia. Daniel Buquet ............................................. 14
Polarización y populismo: ¿ha supuesto la pandemia un cambio de tendencia?
Barry Ames y Scott Morgenstern ................................................................................................................ 19
Democracia digital. Martha Singer Sochet ............................................................................................... 26
Comunicación política y el fenómeno de las fake news. Luciana Fernandes Veiga ............................. 31
Multilateralismo, cooperación e integración regional. Detlef Nolte..................................................... 41
China y América Latina: un balance y varias interrogantes. Andrés Serbin ........................................ 47
Los partidos latinoamericanos bajo presión. Sebastian Grundberger ................................................. 51
Economía ....................................................................................................................................................... 58
Introducción. David Castells-Quintana ..................................................................................................... 59
Política fiscal en el mundo poscovid-19: ¿cambio de paradigma? Andrés Mejía Acosta ..................... 61
El Estado, el mercado y la reactivación económica. Gregorio Vidal ..................................................... 67
La inversión extranjera directa en Latinoamérica después de la pandemia. Ricardo Aceves ........... 71
Covid-19 y cambio climático: crisis de las finanzas y desafíos de financiamiento.
Leonardo Stanley ......................................................................................................................................... 77
La integración económica latinoamericana pospandemia. Carlos Andrés Brando ............................ 82
América Latina y la Unión Europea: transformación socioeconómica en la nueva realidad
(pandémica y pospandémica). Violetta M. Tayar .................................................................................... 88
El arte de hacer amigos. Los riesgos de cooperar con el Partido Comunista chino.
Juan Pablo Cardenal ................................................................................................................................... 93
Sociedad ......................................................................................................................................................... 98
Introducción. Rossana Castiglioni ............................................................................................................. 99
Pobreza, desigualdad y violencia en América Latina y el Caribe. Nelva Marissa Araúz Reyes ........... 102
Covid-19: impacto en protección social y políticas para aliviarlo en América Latina.
Carmelo Mesa-Lago .................................................................................................................................... 108
La salud en tiempos de pandemia. Las tres «d» de la epidemiología crítica
del sars-CoV-2 en América Latina y el Caribe: determinación, dependencia
y descoordinación. Gonzalo Basile ........................................................................................................... 116
Migraciones y pandemia en América Latina y Caribe. Leticia Calderón Chelius ................................. 123
La economía en su laberinto. Colapso climático y capitaloceno: una visión
desde América Latina y el Caribe. Alberto Acosta ................................................................................... 128
La pandemia y los movimientos sociales latinoamericanos. Breno Bringel ....................................... 134
Entre la geopolítica y las ideas. Reflexiones para una renovación democrática.
Armando Chaguaceda y Fernando Pedrosa .............................................................................................. 139
Conclusiones ................................................................................................................................................ 144
La política en América Latina tras la pandemia. Manuel Alcántara Sáez ............................................. 145
Glosario........................................................................................................................................................... 151
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Presentación
Jerónimo Giorgi
Director y fundador de Latinoamérica21. Periodista. Máster en Periodismo por la Universidad
de Barcelona y en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Complutense de Madrid.
L
atinoamérica21 es un medio especializado
en contenidos de análisis y opinión sobre
temas políticos, económicos y sociales de
América Latina producidos por expertos que busca posicionarse como puente entre la academia y
la gran audiencia para colaborar con el fortalecimiento del debate público en la región.
El anuario que aquí presentamos es el primer
proyecto editorial de Latinoamérica21, lo cual
supone un gran desafío que decidimos asumir
con el objetivo de promover una mejor comprensión sobre nuestra región. Esta publicación está
compuesta por 26 textos escritos por académicos
de diversas disciplinas, tanto latinoamericanos
como latinoamericanistas, y busca analizar, a
través de diferentes puntos de vista, el impacto
económico, político y social de la pandemia de
covid-19 en América Latina, así como sus perspectivas futuras.
A través de la libre difusión de opiniones especializadas y diversas de nuestros colaboradores,
buscamos promover un entorno plural y contribuir a mejorar la capacidad de juicio crítico de los
latinoamericanos sobre los principales temas que
ocurren en la región. Buscamos, además, fomentar la democracia, el diálogo y la creación de un
espacio de análisis propio e independiente.
En este marco, queremos agradecer especialmente al Programa Regional Partidos Políticos y Democracia de la Fundación Konrad Adenauer (kas)
y a su plataforma Diálogo Político la financiación
para realizar este proyecto editorial. Esta primera
publicación ha sido posible gracias al apoyo integral de la kas, a la sintonía que existe entre nuestro
proyecto y su labor y al compromiso que nos une
en la defensa de valores fundamentales como el
respeto a la democracia. Esperamos que este sea
el inicio de una proficua colaboración que nos permita promover un mayor conocimiento sobre los
desafíos que enfrenta América Latina, y a fortalecer el debate público sobre nuestra región.
Latinoamérica21 es, además, una agencia de
sindicación que distribuye su contenido a una
red de influyentes periódicos de la región con
el objetivo de enriquecer su oferta de análisis y
opinión sobre temas latinoamericanos. Esta red
de periódicos incluye a Folha de São Paulo (Brasil),
Clarín (Argentina), Perfil (Argentina), El Universal
(México), El Espectador (Colombia), El Universo
(Ecuador), Página Siete (Bolivia), El Deber (Bolivia),
La Tercera (Chile), El Mostrador (Chile), El Observador
(Uruguay), La Diaria (Uruguay), El Faro (El Salvador),
El Nacional (Venezuela), Tal Cual (Venezuela) y
Última Hora (Paraguay).
La Fundación Konrad Adenauer (kas) es una fundación política alemana que trabaja en el mundo
6
fomentando la cooperación internacional y el fortalecimiento de la democracia. Su Programa Regional Partidos Políticos y Democracia en América
Latina, que opera en Montevideo, Uruguay, desde
el año 2012, desarrolla importantes actividades
de cooperación y formación política, además de
editar la plataforma multimedia Diálogo Político
(www.dialogopolitico.org) que promueve iniciativas innovadoras como el Anuario 2021 que aquí
presentamos, para estimular la discusión política
responsable en la región.
Desde Latinoamérica21 queremos, además,
agradecer el auspicio de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (alacip) y el Consejo
Europeo de Investigaciones Sociales de América
Latina (ceisal), y el apoyo de la Universidad Diego
Portales de Chile, del Programa de Postgrado en
Ciencia Política (ppgcp) de la Universidad Federal
del Estado de Río de Janeiro (unirio) de Brasil,
del Instituto de Iberoamérica de la Universidad
de Salamanca y de la Coordinadora Regional de
Investigaciones Económicas y Sociales (cries) por
su apoyo y confianza en el proyecto.
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Introducción
Anuario 2021
El mundo poscovid-19
¿Cambio de paradigma?
Melany Barragán, Hugo Borsani y María del Carmen Villarreal
Melany Barragán. España. Doctora en Estado de Derecho y Gobernanza Global por la Universidad de
Salamanca. Profesora de la Universidad de Valencia. Especializada en élites políticas, representación,
sistemas de partidos y política comparada. Editora de Latinoamérica21.
Hugo Borsani. Brasil-Uruguay. Doctor en Ciencia Política por el Instituto Universitario de Investigaciones de
Río de Janeiro, iuperj (actual iesp/uerj). Posdoctorado en el Instituto de Iberoamérica de la Universidad de
Salamanca. Profesor de la Universidad Estatal del Norte Fluminense, uenf (Brasil). Editor de Latinoamérica21.
María del Carmen Villarreal. Ecuador-Brasil. Doctora en Ciencia Política por la Universidad Complutense de
Madrid. Profesora permanente del Programa de Postgrado en Ciencia Política de la Universidad Federal del
Estado de Río de Janeiro (unirio). Especializada en migraciones internacionales, cooperación, desarrollo y
derechos humanos. Editora de Latinoamérica21.
L
a irrupción del coronavirus Sars-CoV-2 supuso
un antes y un después en el mundo tal como
lo conocíamos. Lo que comenzó como una
crisis sanitaria, pronto impregnó todas las esferas
de la vida pública y privada, haciendo que el 2020
sea recordado por las actuales generaciones como
el año en el que todo cambió. La crisis económica,
los cambios en las formas de convivencia social o
los nuevos desafíos para la gobernabilidad son solo
algunas de las consecuencias de la pandemia.
La llegada del 2021 no hizo más que confirmar
estas transformaciones, que alteraron el funcionamiento del mundo. Con el objetivo de abordar
el impacto del covid-19 en nuestras vidas y en las
sociedades latinoamericanas desde una perspectiva multidisciplinar, este anuario pone en relieve las
transformaciones políticas, económicas y sociales
acontecidas desde el inicio de la crisis sanitaria y
reflexiona sobre su impacto en el futuro. A partir
del análisis de expertos, los textos recogidos en
este volumen ayudan a comprender mejor los cambios en curso y a responder una cuestión central:
¿estamos ante un cambio de paradigma mundial?
Y, en caso afirmativo, ¿cómo afectará este cambio a
la región latinoamericana?
8
Cuando a inicios de 2020 comenzó a difundirse
en los medios de comunicación la existencia de
un virus localizado en la ciudad de Wuhan (China),
pocos imaginaban las repercusiones que este
acontecimiento tendría para el orden mundial.
En cuestión de semanas, los Estados y la comunidad internacional tuvieron que tomar medidas
de urgencia para tratar de contener la pandemia.
Estas decisiones, en muchas ocasiones adoptadas
contra reloj, impregnaron numerosas esferas,
tanto del ámbito público como privado.
Por un lado, la instauración de estados de alarma
o emergencia ha afectado el funcionamiento de la
democracia. Por otro, los efectos colaterales de la
crisis sanitaria han afectado las condiciones de gobernabilidad y alterado tanto el orden institucional
y político como la continuidad de las normas. Los
gobiernos de los cinco continentes debieron hacer
frente a una situación excepcional que cambió el
orden de prioridad de sus políticas, las normas de
convivencia y la capacidad de acción de los actores.
En América Latina, las debilidades estructurales de
muchos de sus sistemas políticos no hicieron más
que reafirmar las carencias de las democracias
latinoamericanas para hacer frente a la crisis.
Este contexto, que afectó a la política doméstica,
también se vio reflejado en el equilibrio de poderes
en el ámbito internacional. La puja entre los países
por hacerse con material sanitario, las dificultades para coordinar políticas sanitarias globales
en instancias supranacionales y las asimetrías de
poder también han reordenado las posiciones de
los países en la comunidad internacional. Mientras
que China ha logrado recuperarse parcialmente y
consolidar su papel de potencia y Europa y Estados
Unidos han tratado de sobreponerse, América Latina ha vuelto a quedarse descolgada y dependiente
de las ayudas de terceros Estados.
ces de pobreza y desigualdad preexistentes en la
mayoría de los países de la región, sumados a los
bajos niveles de inversión productiva, la amplia
dimensión del sector informal y las dificultades en
el orden fiscal y financiero, son solo algunos de
los muchos problemas que desafían a los gobiernos y las economías de la región. Los seis artículos de la sección «Economía» del Anuario abordan
algunos de los principales retos económicos que
han sido ampliados y agravados por la pandemia
en América Latina.
Los diferentes aspectos vinculados a la reactivación económica, como las políticas públicas requeridas, la acción del Estado y los estímulos para
dinamizar el mercado y el empleo, constituyen, sin
lugar a dudas, una preocupación central, así como
las políticas fiscales, el endeudamiento público y
la inversión, tanto pública como privada. Asimismo, la cooperación e integración económica de la
región —o, más precisamente, su retroceso—, y la
imperiosa necesidad de desarrollarla y afirmarla,
es sin duda otro de los grandes desafíos que América Latina deberá afrontar. No solo para superar la
crisis causada por la pandemia, sino para alcanzar
economías más estables, menos desiguales y sostenibles desde el punto de vista medioambiental.
Como telón de fondo, el descontento y la crispación política se han visto alimentados en muchas
ocasiones por la proliferación de fake news, ingrediente perfecto para alimentar la tentación populista y una deriva democrática. La suma de estos
y otros factores ha desatado la tormenta perfecta
y los países latinoamericanos se enfrentan a un
contexto sin precedentes. Solo la introducción de
medidas que contrarresten la crisis y ayuden a
suplir las carencias derivadas de los estados de
alarma permitirá la continuidad de democracias
que incluso antes de la pandemia mostraban síntomas de fatiga. La voluntad política y la utilización de nuevos instrumentos como, por ejemplo,
la democracia digital —especialmente relevante
en un año electoral en el que las restricciones de
movilidad suponen un obstáculo a la participación— pueden ser la llave para evitar el estallido
de crisis políticas e institucionales.
Por último, en el caso de América Latina y el
Caribe (alc), junto con los impactos económicos
y políticos derivados de este proceso, es imprescindible dar cuenta de las consecuencias sociales
que ha generado. A pesar de su expansión global,
el covid-19 afecta con más virulencia a los grupos
más pobres, vulnerables, racializados y discriminados de la sociedad.
La economía ha sido otra de las grandes afectadas por la crisis sanitaria. Los efectos de la pandemia de covid-19 y las diferentes estrategias que
debieron asumir los gobiernos en todo el mundo
para enfrentarla derivaron en una crisis económica de carácter global y de dimensiones con pocos
precedentes. Con excepción de la economía
china, que solo vio disminuir de forma significativa su ritmo de crecimiento, la gran mayoría de
los países, desarrollados o en vías de desarrollo,
experimentaron en 2020 un profundo retroceso
de su actividad económica.
Pese a estar constituida en su mayor parte por
países considerados de renta media, la región
latinoamericana es la más desigual del mundo y,
según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal) más del 30 % de su
población se encuentra bajo la línea de pobreza.
A pesar de los avances sociales y económicos
alcanzados a principios del siglo xxi, este es el
contexto estructural en el que deben analizarse
las consecuencias de la pandemia. El covid-19 no
solo evidenció, sino que agudizó estas brechas
El panorama es sombrío a nivel global y especialmente grave en América Latina. Los elevados índi-
9
estructurales, promoviendo diversas transformaciones y desafíos en relación con el presente y el
futuro de la región. Por ello, en la tercera parte
del Anuario se analizan los impactos del covid-19
sobre fenómenos estructurales como la pobreza, las desigualdades y la violencia social. Tales
fenómenos son especialmente evidentes en los
sectores rurales y periféricos de las grandes ciudades, en las poblaciones indígenas, afrodescendientes y en las mujeres que, en el contexto de las
cuarentenas, han experimentado un aumento de
la violencia de género sin precedentes.
con la Fundación Konrad Adenauer (kas), además
de las reflexiones de columnistas y colaboradores
de Latinoamérica21, el documento incluye también tres textos: «Los partidos latinoamericanos
bajo presión», «El arte de hacer amigos: los riesgos de cooperar con el Partido Comunista chino»
y «Entre la geopolítica y las ideas: reflexiones para
una renovación democrática», vinculados a las actividades de investigación del Programa Regional
Partidos Políticos y Democracia en América Latina
de la kas, con sede en Montevideo.
Por otro lado, desde el inicio de la pandemia, las
respuestas formalmente creadas bajo la premisa
de combatir la difusión del virus, como los decretos de cuarentenas, el cierre de fronteras y el
aumento generalizado de la militarización y de los
controles migratorios, han marcado un antes y un
después en los desplazamientos regionales. Los
cambios registrados en este fenómeno, al igual
que en las políticas migratorias, ameritan especial
atención para comprender el presente y pensar
los posibles impactos futuros sobre la movilidad
humana en la región.
Todas esas cuestiones constituyen diferentes
dimensiones de un mismo fenómeno. La crisis del
covid-19 ha traspasado los límites de lo sanitario
para impregnar prácticamente la totalidad de espacios de la esfera pública. Tanto es así que algunos reflexionan sobre la llegada de un nuevo ciclo
o paradigma en el escenario pospandemia. Con
el objetivo de proporcionar un análisis crítico y reflexivo sobre el tiempo que nos está tocando vivir,
el presente volumen incluye las aportaciones de
expertos en los ámbitos de la política, relaciones
internacionales, economía y sociedad, con especial énfasis en América Latina. Los textos incluidos
en el Anuario invitan a la reflexión y alimentan
la curiosidad de todos aquellos preocupados
por lo público. Con un carácter eminentemente
divulgativo e informado, su lectura proporciona
herramientas útiles para comprender la realidad
política, económica y social de la región, así como
sus desafíos futuros.
En la medida en que este primer anuario de Latinoamérica21 es resultado de nuestra colaboración
10
Política y relaciones
internacionales
11
Política y relaciones internacionales
Introducción
Hugo Borsani
Brasil-Uruguay. Doctor en Ciencia Política por el Instituto Universitario de Investigaciones de Río
de Janeiro, iuperj (actual iesp/uerj). Posdoctorado en el Instituto de Iberoamérica de la Universidad
de Salamanca. Profesor de la Universidad Estatal del Norte Fluminense, uenf (Brasil).
Editor de Latinoamérica21.
E
sta primera sección del Anuario de Latinoamérica21 reúne artículos que analizan los
efectos más sobresalientes de la pandemia
en la política de la región y, en particular, en el
funcionamiento de las instituciones fundamentales de las democracias —las elecciones, los partidos políticos, las relaciones entre los diferentes
poderes del Estado—, en los valores y actitudes
políticas de los ciudadanos, en la comunicación
política y en las relaciones internacionales y los
procesos de integración regional.
reflejos negativos en el empleo y el ingreso de
las familias, resultado inevitable de las medidas necesarias para restringir la propagación y
mortalidad del virus. El artículo también muestra
que las derrotas políticas de los oficialismos en
las elecciones presidenciales o legislativas que
tuvieron lugar durante este período de pandemia
—un indicador de la insatisfacción de los ciudadanos con la capacidad de respuesta de los gobiernos, independientemente del perfil ideológico de
estos últimos— es una tendencia iniciada antes
de la emergencia sanitaria. Un aspecto relativamente positivo destacado por el autor es que los
temores de un avance del autoritarismo, a través
del uso abusivo de medidas de excepción, no se
concretó.
En términos generales, los autores de los seis artículos constatan que la pandemia acentuó o aceleró características y tendencias que venían manifestándose desde antes de marzo de 2020, pero
que no hubo giros sustanciales de la evolución
política latinoamericana. Esta constatación, lejos
de ser una conclusión tranquilizadora, es motivo
de preocupación y ante todo una alerta sobre la
necesidad de encontrar respuestas más eficaces
a problemas que no surgieron con la pandemia
pero fueron reforzados o agravados durante esta,
dejando un escenario aún más complejo que el
previamente existente, y que no desaparecerán
con el control total o parcial de la enfermedad.
El artículo de Barry Ames y Scott Morgenstern
está estrechamente vinculado con el anterior. Los
autores abordan dos de los temas más salientes
de la política latinoamericana actualmente, como
son el populismo y la polarización ideológica de
sus sistemas políticos y de sus sociedades. Los
autores muestran que la polarización política,
junto con el declive de la satisfacción con el funcionamiento de la democracia y sus instituciones,
presentes en casi todos los países de la región,
son también tendencias que preceden a la pandemia, pero que, en general, se incrementaron a
raíz de las dificultades que esta trajo para gobernantes y ciudadanos.
La sección comienza con el análisis de Daniel
Buquet sobre el desempeño de los gobiernos
latinoamericanos en sus estrategias para enfrentar tanto la emergencia sanitaria como la
fuerte caída de la actividad económica, con sus
12
Política y relaciones internacionales
Los dos artículos siguientes abordan, desde diferentes ángulos, el tema de la comunicación digital
y de las fake news. Como señala Martha Singer Sochet en su artículo sobre democracia digital, la extensión de la comunicación digital a casi todos los
aspectos de nuestras actividades profesionales y
personales fue, sin dudas, una de las características más destacadas y más fácilmente observables
de la pandemia, que han cambiado nuestra vida
cotidiana y acelerado de forma exponencial una
tendencia que viene manifestándose e intensificándose desde hace dos décadas. El artículo de
Singer explica las diferentes dimensiones y manifestaciones de las nuevas tecnologías de información y comunicación, resaltando las limitaciones y
peligros para el fortalecimiento de la democracia,
que se hicieron más evidentes durante la pandemia —la brecha entre los que tienen y los que no
tienen acceso a un buen funcionamiento de estos
servicios, la fácil diseminación de información
falsa y la segregación y polarización de los ciudadanos—, pero también los beneficios y potencialidades, aún escasamente aprovechadas, para una
democracia más inclusiva.
Por último, Andrés Serbin analiza específicamente
la relación de América Latina con China, mostrando el aumento de la importancia estratégica de la
región para el gigante asiático desde la primera
década de este siglo. El artículo destaca que la
proyección económica y diplomática china, y su
competición con los Estados Unidos en la región,
suponen nuevos desafíos y oportunidades para
los países latinoamericanos.
Continuando con el tema de la comunicación digital pero enfocando específicamente en el complejo tema de las fake news, Luciana Fernandes Veiga
analiza, con datos e informaciones de diferentes
fuentes e investigaciones, las principales características y manifestaciones de este fenómeno
político y social, que adquirió especial relevancia y
centralidad durante estos casi dos años de pandemia.
Los dos últimos artículos de esta sección analizan
los nuevos desafíos planteados a los procesos de
integración regional y a las relaciones internacionales. Detlef Nolte presenta un amplio panorama
de las dificultades que han enfrentado las diferentes iniciativas de integración regional en América
Latina, resaltando la persistente debilidad institucional de esos esfuerzos de integración, incrementada por la irrupción de la pandemia, lo que
reforzó el escepticismo sobre una reversión de
ese cuadro en el corto plazo. El artículo también
analiza las perspectivas de las relaciones de la
región con los Estados Unidos de Biden, la Unión
Europea y China.
13
Política y relaciones internacionales
La democracia en América
Latina durante la pandemia
Daniel Buquet
Uruguay. Doctor en Ciencia Política por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (flacso
México). Profesor titular del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales
de la Universidad de la República (Uruguay). Secretario general de la Asociación Latinoamericana
de Ciencia Política (alacip). Columnista de Latinoamérica21.
L
a democracia en América Latina ha logrado
niveles razonables de estabilidad en las últimas décadas. En la mayoría de los países
de la región los gobiernos surgen de elecciones
libres cuyos resultados son aceptados por el conjunto del sistema político, aunque no siempre sin
controversias.
satisfecha con su desempeño; también ha podido cambiar la orientación del gobierno de forma
sustantiva, lo que raramente había ocurrido con
anterioridad y, cuando ocurrió, había generado
trágicas consecuencias.
Pero este proceso de consolidación y profundización democrática no está completamente generalizado y tampoco ha transcurrido plácidamente.
En algunos casos, el giro a la izquierda cayó en
una deriva autoritaria (Nicaragua, Venezuela) y,
en otros, dio lugar a destituciones presidenciales
precipitadas o irregulares (Honduras, Paraguay).
En algunos países de la región se ha vivido una
gran inestabilidad política (Bolivia, Perú, Haití) o
se generaron reacciones populistas extremistas
(Brasil, El Salvador) y, cuando no se alcanzó alguno de estos extremos, de todas formas se produjeron altos niveles de conflicto político y social
(Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala).
Pocos países han mantenido una continuidad político institucional sin mayores sobresaltos dentro
del período (Costa Rica, Jamaica, México, Panamá,
República Dominicana, Uruguay). A pesar de sus
avances, las democracias latinoamericanas vienen
mostrando signos de fatiga, que se expresa en un
aumento del malestar ciudadano con la política,
un número creciente de protestas callejeras, reacciones represivas y autoritarias de los gobiernos
y el éxito electoral de figuras populistas enfrentadas al sistema, en el marco de una creciente
fragmentación y polarización políticas.
A partir de la tercera ola democrática, se transitó por dos períodos diferenciados. Durante el
primero, que duró hasta fines del siglo pasado, se
concretó la recuperación y consolidación democrática en el contexto de la crisis económica previa
(fundamentalmente de la deuda externa durante
la década perdida) y se aplicó de forma bastante
generalizada —aunque variada— un conjunto
de reformas y ajustes neoliberales inspirados en
el consenso de Washington. Durante el segundo
período, a partir del cambio de siglo, se produjo
la alternancia conocida como el giro a la izquierda,
que resultó de una reacción a las políticas implementadas durante la década de 1990 y sus resultados. Si bien algunos han pretendido identificar un
giro a la derecha en los últimos años, lo que realmente hemos presenciado ha sido una secuencia
de alternancias de signo cambiante, que se puede
interpretar como una profundización de la democracia política de la región, porque a la regularidad
de los procesos electorales se añadió la alternancia
entre orientaciones programáticas claramente
diferenciadas. La ciudadanía de América Latina ya
no solo puede cambiar al gobierno cuando no está
14
Política y relaciones internacionales
En ese contexto ingresó a la región la pandemia de
covid-19, generando un shock adverso que, desde
el terreno sanitario se expandió hacia la economía,
la sociedad y la política. El producto interno bruto
(pib) de la región se redujo en un 6,8 % en 2020 y
se espera una recuperación del 5,2 % en 2021, por
lo que las economías latinoamericanas estarán,
al finalizar este año, por debajo de los niveles
prepandemia. Consecuentemente, la pobreza y
la indigencia se expandieron significativamente y,
adicionalmente, la desigualdad también se incrementó (+2,9 % del índice de Gini).
dad de empresas, mantener el empleo y proteger a los sectores más vulnerables a través de
exoneraciones fiscales, subsidios y transferencias
monetarias. Asimismo, la pandemia requirió un
incremento significativo del gasto en salud. El
esfuerzo fiscal fue importante, pero claramente
insuficiente. En promedio, el gasto en este tipo de
medidas fue de un 8,5 % del pib, una cifra considerable pero inferior a la mitad de lo destinado
por los países centrales. Este promedio esconde
realidades muy diversas, porque el esfuerzo fiscal
realizado varió en función de las condiciones
preexistentes y la orientación de los gobiernos.
Un aspecto central del problema es el alto nivel
de informalidad de las economías latinoamericanas (alrededor de un 50 % en promedio) lo que
implica que la mitad de la población deba mantener su actividad para obtener ingresos. Esta
situación condujo a que las medidas de confinamiento adoptadas por los gobiernos hayan sido
impopulares y, en muchos casos, de imposible
cumplimiento efectivo.
La desigualdad es un problema crónico de la
región, la más desigual del mundo, y constituye el
principal factor de tensión para el funcionamiento
institucional democrático. Las mejoras ocurridas
durante el giro a la izquierda y el boom de las
commodities no se consolidaron, la situación se
estancó durante los últimos años y la pandemia
terminó agravándola. La desigualdad en pandemia resulta particularmente grave porque, además de la vulnerabilidad en materia de ingresos
y acceso a servicios de salud de los sectores más
carenciados, el problema se incrementa por la
brecha digital. En la región, un tercio de la población no tiene acceso a internet y, en consecuencia, amplios sectores resultaron marginados de la
principal alternativa que la tecnología ofreció al
confinamiento, al no poder continuar realizando
su trabajo o estudios de forma remota.
En esas condiciones, el resultado de las políticas
públicas llevadas adelante por los gobiernos
latinoamericanos durante la pandemia es mediocre. El ranking de resiliencia de Bloomberg, que
clasifica a 53 países, ubicaba hace algunos meses
a los de nuestra región en el final de la tabla
(Perú, México, Colombia, Argentina y Brasil), con
la excepción de Chile. Sin embargo, en su última
actualización solo Argentina se mantuvo en las últimas posiciones, mientras que los demás (Brasil,
México y Perú) se aproximaron a Chile en la mitad
de la tabla y Colombia pasó a ser el primero de la
región, en el lugar 22. Sin embargo, una encuesta
entre líderes de opinión de ipsos muestra una realidad más variada. Allí se destaca la buena opinión
de los líderes encuestados sobre el manejo de la
pandemia por los gobiernos de Chile y Uruguay,
con más de un 70 % de aprobación, y la pésima
opinión sobre Brasil, con un 95 % de desaprobación. Coincidentemente, el nivel de vacunación
muestra un desempeño muy bueno de Chile y
Uruguay, que han alcanzado en torno al 80 % de
la población y se ubican en los primeros lugares
a nivel global. Pero Brasil se ubica en un segundo
escalón junto con Panamá, Costa Rica, Argentina,
Ecuador, El Salvador y República Dominicana, que
La política en tiempos pandémicos
Para intentar analizar los efectos políticos de la
pandemia es conveniente diferenciar al menos
cuatro aspectos de la situación: i) el período de la
pandemia, que abarca desde marzo de 2020 hasta
el presente; ii) sus consecuencias sanitarias y socioeconómicas; iii) las políticas implementadas por
los gobiernos, particularmente las restricciones a
la movilidad y sus implicancias para la actividad política; y iv) la pandemia como asunto controversial
en la arena política. En este trabajo se abordan los
dos últimos aspectos en el marco del primero.
En general, los gobiernos de la región adoptaron
desde el inicio, además de medidas sanitarias,
diversas disposiciones para proteger la continui-
15
Política y relaciones internacionales
tienen más del 50 % con una dosis y están cerca
de esa cifra con el esquema completo. Colombia,
México y Perú se ubican más atrás con alrededor
de un tercio de la población con la vacunación
completa. El resto de los países de la región están
claramente rezagados, mostrando que, más allá
de mejores o peores orientaciones de los gobiernos, el factor determinante ha sido la capacidad
económica de los Estados.
na elección, mientras que Honduras, El Salvador,
Guatemala, Venezuela, Perú y Ecuador las realizaron en la fecha prevista. Durante 2021 ya no se
postergaron elecciones con la excepción de Haití.
Seguramente el caso más preocupante fue el de
Bolivia, donde las elecciones fueron postergadas
durante un gobierno de facto, lo que generó
incluso protestas masivas, pero el contundente
triunfo del mas luego de su realización permitió
superar la situación. Nuevamente, el temor de
que la manipulación del calendario electoral se
convirtiera en una amenaza para la democracia
parece haberse alejado. Si comparamos a los
organismos electorales de la región resulta que,
paradójicamente, los que tienen mayores niveles
de autonomía y capacidad, además de contar
con la confianza de la población, fueron los que
mayoritariamente alteraron las fechas (Tarouco,
2021). Es decir que en aquellos países donde los
organismos electorales no generan confianza en
la población, el mantenimiento de la fecha original sirvió para no empeorar la situación.
En el terreno político, el mayor desafío que se
percibió inicialmente para las democracias de la
región se vinculó con la declaración de estados
de emergencia, los poderes especiales de los Ejecutivos y la limitación de las libertades individuales. Prácticamente todos los países de la región,
con la única excepción de Nicaragua, declararon
alguna forma de estado de emergencia, suspendiendo diversas actividades y restringiendo la
movilidad, como consecuencia de la aparición de
los primeros casos de covid-19 durante el mes de
marzo de 2020. El más reticente fue el gobierno
mexicano, que dejó las medidas restrictivas en
manos de la Secretaría de Salud Pública a través de un acuerdo publicado a fines de marzo.
Junto al presidente mexicano, el brasileño y el
nicaragüense fueron los únicos que minimizaron
la pandemia y no promovieron activamente las
restricciones y las medidas de protección. Pero,
en general, los temores de que gobernantes
autoritarios aprovecharan la pandemia para
usufructuar poderes excepcionales y restringir las
libertades individuales fueron aventados, porque
los gobiernos que establecieron mayores restricciones fueron también los más respetuosos del
funcionamiento institucional, mientras que, tal
vez paradójicamente, algunos sospechosos de
autoritarismo hicieron lo contrario.
En términos generales, los niveles de democracia
en América Latina disminuyeron durante 2020 si
consideramos el indicador de democracia liberal
de V-Dem. Entre los países que han sufrido un
mayor deterioro democrático en los últimos años
el más preocupante es Brasil, por su tamaño y
porque la caída se mantiene desde hace cinco
años, además de que el manejo de la pandemia
se convirtió en el centro del conflicto político.
Brasil cuenta con el dudoso privilegio de ocupar
el cuarto lugar en el top 10 mundial en deterioro
democrático entre 2010 y 2020. Un panorama
igualmente preocupante es el de El Salvador,
donde el presidente, luego de un triunfo arrasador en las elecciones legislativas, ha concentrado
la suma del poder haciendo prever un recorrido
similar a lo ocurrido en Nicaragua o Venezuela.
Y el caso más trágico vuelve a ser Haití, con el Parlamento clausurado desde principios de 2020, el
asesinato del presidente en 2021 y las elecciones
postergadas para 2022. Pero el deterioro de la
democracia en América Latina y el Caribe en 2020
(de 0,47 a 0,46), más que una consecuencia de la
pandemia, muestra una continuidad con procesos
previos, ya que el valor viene cayendo sistemáticamente desde 2015, cuando se ubicó en 0,56.
Adicionalmente, uno de los primeros asuntos
controversiales en el terreno político fue la alteración de los calendarios electorales, que puso
bajo presión a la democracia, en la medida que la
pandemia transformó a las elecciones en eventos
peligrosos en materia sanitaria. Durante 2020,
muchos países modificaron sus calendarios electorales y otros los mantuvieron. Bolivia, República
Dominicana, Paraguay, Colombia, Argentina,
Uruguay, Chile, México y Brasil pospusieron algu-
16
Política y relaciones internacionales
especialmente en los momentos con altos niveles
de contagios y muertes.
Un nuevo issue para la polarización
En términos políticos, el ingreso de la pandemia
pudo generar al principio el fenómeno conocido
como rally ‘round the flag, por el cual se produce un apoyo generalizado al gobierno durante
un período, como consecuencia de una crisis
internacional o una amenaza externa. Pero esto
no siempre ocurrió o duró muy poco, ya sea por
la impopularidad previa de los gobernantes o la
rápida incorporación de las políticas vinculadas
a la pandemia al conflicto político preexistente.
Un caso paradigmático es el argentino, donde se
pudo ver en sucesivas conferencias de prensa al
presidente Alberto Fernández junto al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof,
figura destacada del kirchnerismo, y al jefe de
Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos,
Horacio Rodríguez Larreta, una de las principales figuras de la oposición. Pero el formato sólo
duró unos pocos meses, porque desavenencias
diversas, junto al descenso de la popularidad del
presidente, llevaron a que esos diferentes ámbitos de gobierno fueran sustituyendo rápidamente
la cooperación por el conflicto.
Pero no solo la evolución de los indicadores
sanitarios marcó la agenda, porque el deterioro
socioeconómico generó un rápido incremento
del malestar en segmentos importantes de la
población. Así, gobiernos derechistas e izquierdistas impusieron restricciones a la movilidad que
fueron cuestionadas por oposiciones izquierdistas
o derechistas que, crecientemente, responsabilizaron a los gobiernos no solo del alto número de
decesos, sino también de las cada vez peores condiciones de vida de la población. Luego de que
las medidas restrictivas silenciaron por un tiempo
las protestas, las manifestaciones de descontento retornaron a las calles durante el segundo
semestre de 2020. Aunque en algunos casos la
convocatoria tuvo que ver directamente con la
pandemia (como las restricciones a la movilidad
o los problemas sanitarios), los reclamos fueron
retomando como centro reivindicativo la situación
socioeconómica, el deterioro de las condiciones
de vida y la exclusión social. Para fines de 2020 la
situación política mostraba fundamentalmente
una continuidad con la que se había instalado
durante 2019, un escalón más abajo.
En términos generales, la pandemia de covid-19
en América Latina generó un novedoso clivaje político-ideológico. La posición de los gobernantes
para enfrentar la pandemia fue diversa y, llamativamente, no alineada en los clásicos términos de
izquierda y derecha. En los dos países más grandes de la región, Brasil y México, los presidentes
subestimaron la importancia de la pandemia, a
pesar de que Bolsonaro se ubica en la derecha y
López Obrador en la izquierda. En el sur del continente, los presidentes derechistas de Chile y Uruguay tomaron medidas rápidamente, al igual que
el presidente progresista de Argentina. Mientras
el gobierno uruguayo suspendía la enseñanza
presencial junto con un puñado de actividades en
marzo de 2020, la oposición argentina —con una
orientación ideológica similar al gobierno uruguayo— enfrentó duramente al presidente de ese
país por haber tomado la misma disposición. Las
medidas promovidas por los gobiernos de la región, primero para frenar la propagación del virus
y luego para llevar adelante la vacunación, se han
ubicado en el centro de la controversia política,
Los presidentes latinoamericanos se encontraban
en diferentes situaciones al comienzo de la pandemia en materia de apoyo de la opinión pública.
Algunos gozaban de niveles altos de aprobación
popular, ya sea porque estaban comenzando
sus mandatos y gozaban de la habitual luna de
miel (Argentina, Guatemala, Panamá, Uruguay)
o porque se trataba de líderes carismáticos con
niveles inusuales de apoyo (El Salvador, México,
Paraguay). Otros, en cambio, se encontraban en
una situación de gran impopularidad y enfrentando fuertes protestas callejeras (Colombia, Chile,
Ecuador). La tendencia general en la región fue
la caída de la imagen de los presidentes, ya fuera
por el rechazo a las medidas adoptadas o por
los impactos socioeconómicos de la situación.
Sin embargo, algunos líderes lograron mantener
niveles importantes de aprobación (El Salvador,
México, Uruguay), al tiempo que los electos durante la pandemia cuentan aún con cierto apoyo
de la ciudadanía.
17
Política y relaciones internacionales
En ese contexto, el primer presidente electo en
pandemia fue Luis Abinader, luego de una elección histórica en República Dominicana que cortó
con el tradicional predominio del pld. A continuación, le tocó el turno a Bolivia, donde fue electo
Luis Arce y el mas retornó al poder luego del período de facto de Áñez. Ya en 2021 fueron electos
Guillermo Lasso en Ecuador y Pedro Castillo en
Perú. Ni giro a la derecha ni giro a la izquierda; el
denominador común de todas estas elecciones
presidenciales es la alternancia, lo que da cuenta
de que la pandemia no ha favorecido la suerte
de los gobernantes, más bien, al contrario. Sin
embargo, las elecciones legislativas del período
fueron en la dirección contraria. En El Salvador,
el partido oficialista tuvo un triunfo arrasador y
en México, a pesar de un retroceso, el oficialismo también triunfó. Puede agregarse a Jamaica,
con su régimen parlamentario, que adelantó la
elección general con un contundente triunfo del
oficialismo. Pero estos últimos casos también
pueden reputarse de excepcionales, ya que otras
elecciones celebradas durante 2021, como las
varias que se llevaron a cabo en Chile (convención
constituyente, subnacionales y primarias presidenciales) o las primarias legislativas en Argentina, produjeron fuertes castigos a los oficialismos.
ritario o democrático. Hasta cierto punto resulta
positivo que los temores de que la situación de
emergencia alentara un avance autoritario en
la región no se vieran confirmados. Pero, por
otro lado, las consecuencias sanitarias y socioeconómicas de la pandemia operaron como un
acelerador del malestar ciudadano que ya se
venía produciendo en el último quinquenio. La
normalización que se avizora para los próximos
meses, lamentablemente para la mayoría de los
países de nuestra región, será la normalización de
la crisis económica, el incremento de la pobreza
y la desigualdad, el descreimiento y el malestar
ciudadano con la política. El desafío para nuestras
democracias es el mismo de antes, pero en peores condiciones socioeconómicas, mientras que
el escenario de fragmentación y polarización de
nuestros sistemas políticos no hacen prever una
reversión de estas tendencias en el corto plazo.
Referencias bibliográficas
Tarouco, G. (2021). Electoral governance in Latin
America during Covid19 pandemic: challenges
and policy answers. En Lasa Congress 2021.
Por otra parte, la derrota sistemática de los oficialismos en las elecciones presidenciales no puede
atribuirse a la pandemia, ya que en las cinco elecciones que se realizaron durante 2019 (Argentina,
El Salvador, Guatemala, Panamá y Uruguay) también triunfaron candidatos opositores. En todo
caso, la pandemia parece no haber hecho más
que reforzar la tendencia al voto castigo en países
cuyas condiciones socioeconómicas ya venían deteriorándose. Y los escenarios de fragmentación y
polarización no tienden a revertirse sino más bien
al contrario, como puede ejemplificarse con las
elecciones en Perú, donde los contendientes de
segunda vuelta no alcanzaron a obtener un tercio
de los votos entre ambos en la primera vuelta o
las de Ecuador, donde el presidente electo obtuvo
menos del 20 % en la primera vuelta.
En definitiva, la pandemia de covid-19 no representó un giro en la política latinoamericana en
ningún sentido, ni a izquierda o derecha, ni auto-
18
Política y relaciones internacionales
Polarización y populismo:
¿ha supuesto la pandemia
un cambio de tendencia?
Barry Ames y Scott Morgenstern
Barry Ames. Estados Unidos. Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Stanford. Profesor emérito de
Política Comparada Andrew Mellon en la Universidad de Pittsburgh. Especializado en política comparada,
América Latina, comportamiento legislativo, sistemas electorales y economía política.
Scott Morgenstern. Estados Unidos. Doctor por la Universidad de California. Profesor de la Universidad de
Pittsburgh y exdirector de su Centro de Estudios Latinoamericanos. Especializado en política comparada,
partidos y sistemas electorales de América Latina. Asesor académico de Latinoamérica21.
A
unque el covid-19 ha sacudido con fuerza
a América Latina, lo cierto es que ya desde antes de la crisis sanitaria casi todos
los países de la región se enfrentaban a fuertes
presiones derivadas de electorados polarizados
y movilizados y de la presencia de líderes políticos populistas. Pese a que debido a la pandemia
se carece de acceso a datos actualizados de
encuestas sobre la opinión de los votantes, es
poco probable que el covid-19 haya alterado las
tendencias políticas existentes. En este artículo se
exploran estas tendencias previas a la pandemia y
su relación con los acontecimientos políticos más
recientes.
reto para la democracia. La pandemia puede haber acelerado algunas de estas tendencias, pero
no ha cambiado los patrones existentes.
Votantes y polarización
Por polarización se entiende el movimiento de los
ciudadanos hacia los extremos ideológicos y la
consiguiente reducción de las cohortes centristas.
Las encuestas de opinión pública suelen medir la
polarización pidiendo a los encuestados que se
sitúen en una escala numérica de izquierda-derecha, en la que «1» es la extrema izquierda y
«10» la extrema derecha. Una sociedad está muy
polarizada cuando la mayoría de los encuestados
se sitúan en los extremos de la escala; es decir, la
mayoría de las personas se sitúan entre «1» y «3»
o entre «8» y «10», en lugar de entre «4» y «6».
Utilizando datos del Proyecto de Opinión Pública
de América Latina (lapop), asignamos una puntuación de polarización a un país restando la puntuación ideológica de cada encuestado del punto
medio de la escala (5,5) y sumando después los
valores absolutos de estas puntuaciones en todos
los encuestados. (La única complicación de este
método es que un número cada vez mayor de
encuestados se niegan a elegir una posición, ya
sea porque no entienden la pregunta o porque
simplemente se niegan a clasificarse ideológicamente.)
Incluso antes de la irrupción del coronavirus,
América Latina se enfrentaba al menos a dos
presiones distintas pero interrelacionadas. Por un
lado, los votantes se encontraban frustrados por
el lento crecimiento económico, la inseguridad
personal y la corrupción política. Por ello, comenzaron a descargar su frustración respecto a sus
regímenes políticos, configurándose electorados
volátiles que simultáneamente estaban polarizados y distantes de todos los partidos políticos. En
segundo lugar, los cargos electos, especialmente
los presidentes, adoptaron cada vez más estrategias populistas que implicaron un retroceso
democrático. Aunque estas tendencias no están
necesariamente relacionadas, ambas suponen un
19
Política y relaciones internacionales
Estas puntuaciones de polarización, mostradas a
lo largo del tiempo para cada país en el período
prepandémico, revelan tres patrones principales.
En primer lugar, la polarización había alcanzado
máximos históricos en gran parte del Cono Sur,
Bolivia y Colombia. Los valores de los gráficos
implican que la media de los encuestados chilenos se sitúan en el 3,7 a la izquierda o en el 7,3 a
la derecha; los encuestados brasileños están aún
más alejados, en el 3,1 y el 7,9. Por otra parte, la
polarización más baja de la región se encuentra
en Argentina, pero ha subido constantemente
desde 2010, y en 2018 ese país era muy similar a
Chile. En otros casos, como México y República
Dominicana, la polarización ha bajado. Pero los
niveles anteriores eran tan altos que los datos
más recientes arrojan niveles de polarización al
menos tan altos como los del Cono Sur.
usted de acuerdo o en desacuerdo con esta afirmación?». La pregunta utiliza una escala de siete
puntos, en la que el extremo inferior «1» implica
totalmente en desacuerdo, y la puntuación superior
«7» significa totalmente de acuerdo. Los resultados
muestran que en la mayoría de los países ese
apoyo es bajo o está disminuyendo.
Aunque podríamos imaginar que los que tienen
opiniones ideológicas más extremas serían más
escépticos con la democracia, no es así. En una
política polarizada, incluso los autodenominados
moderados pierden la confianza en la democracia.
Populismo y retroceso
durante la pandemia
Las crisis —ya sean sociales, económicas o políticas— ofrecen a los Ejecutivos la oportunidad de
usurpar el poder. Esto ha sido una preocupación
a largo plazo en las democracias avanzadas, y la
amplia experiencia de América Latina con presidentes populistas proporciona una preocupación adicional. Los presidentes ambiciosos de la
región han tratado tradicionalmente de avanzar
en su propio poder y en sus agendas personales
aprovechando el relativamente bajo apoyo a la
democracia y el muy bajo apoyo a instituciones
como las legislaturas. Por lo tanto, no sería de
extrañar que estos líderes, vestidos con las ropas
del populismo, trataran de aprovechar las nuevas
críticas a los gobiernos de la región que ha generado la pandemia. Sin embargo, hasta ahora,
aunque los presidentes de la región han ejercido poderes unilaterales en respuesta a la crisis
sanitaria, esto ha sido más una continuación de
las prácticas tradicionales que un cambio de las
tendencias históricas.
¿Por qué debería importarnos? Los altos niveles
de polarización reflejan y engendran conflictos
más fuertes, tanto políticos como sociales, y por
tanto amenazan la democracia. Pensemos en la
Alemania anterior a Hitler o en el Chile del golpe
militar de 1973. La mayoría de los politólogos
abogan por una política más centrista, como
en el debate normativo sobre las soluciones
de coalición y consociación para las sociedades
divididas (Lijphart, 1977, 2004; Reilly y Nordlunc,
2008). También está en el centro de los recientes
movimientos para utilizar el voto por orden de
preferencia, como en las elecciones de 2021 en
la ciudad de Nueva York. En el caso chileno, los
institucionalistas argumentarían que un sistema electoral de elección por rango —o de dos
vueltas— podría haber evitado que el candidato
socialista Allende ganara las elecciones de 1970,
salvando quizás al país de casi veinte años de
dictadura. En resumen, cuando los extremistas de
uno u otro bando llegan al poder, la probabilidad
de que se produzcan enfrentamientos políticos
aumenta.
En un nuevo libro editado, García Montero, Barragán y Alcántara (2021) explican que los presidentes de casi todos los países han utilizado poderes
de emergencia para responder a las exigencias de
la pandemia. Un cuadro comparativo particularmente interesante muestra qué presidentes utilizaron estados de emergencia sanitaria (llamados
decretos sanitarios) y decretos de necesidad en
respuesta a la pandemia. Los autores concluyen
que «todos los gobiernos latinoamericanos [...]
Una forma de evaluar la amenaza de la polarización es relacionarla con los niveles de apoyo a
la democracia. A los encuestados de lapop se les
hace la siguiente pregunta: «La democracia puede tener problemas, pero es mejor que cualquier
otra forma de gobierno. ¿Hasta qué punto está
20
Política y relaciones internacionales
adoptaron métodos excepcionales en su intento de mitigar la virulencia del coronavirus y su
impacto socioeconómico» (traducción nuestra). Si
bien es cierto que la pandemia ha creado circunstancias excepcionales, el hecho de que todos los
países hayan utilizado métodos excepcionales para
enfrentarla muestra la predisposición hacia un
Ejecutivo demasiado fuerte, que puede actuar sin
controles constitucionales. Sin embargo, si añadiéramos datos históricos, también sería evidente
que los decretos y otras formas de comportamiento unilateral siempre han sido comunes en la
región (Carey y Shugart, 1998). Al mismo tiempo,
no todos los decretos son acciones unilaterales,
ya que las legislaturas autorizan otros muchos.
Este fue el caso de al menos algunos de los decretos sanitarios (por ejemplo, el de Uruguay). En
otras palabras, si bien los Ejecutivos han utilizado
la autoridad de los decretos para hacer frente a
la pandemia, sería incorrecto argumentar que
se trata de un cambio brusco con respecto a las
prácticas anteriores o que los presidentes han
usurpado nuevos poderes.
recesión económica, Freedom House señala que
el Ejecutivo y el Poder Judicial se han movido en
contra de las normas democráticas:
Desde que asumieron el cargo a finales de 2019, el
presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta
Cristina Fernández de Kirchner (sin parentesco) han
atacado al Poder Judicial por su supuesta politización
y han lanzado iniciativas que, de ser promulgadas,
podrían disminuir la independencia judicial. En 2020
esto incluyó ataques verbales a la Corte Suprema y
una propuesta de reforma judicial que permitiría a la
administración nombrar nuevos jueces en tribunales
federales clave.
Tendencias por país
Para explorar más a fondo el impacto de la pandemia en la política, ofrecemos ahora las narrativas de tres países: Chile, Brasil y Perú. Estos tres
casos muestran cómo los sistemas políticos han
respondido a las presiones populares bajo diferentes tipos de liderazgo presidencial. En el caso
de Chile, donde las instituciones democráticas
han sido más fuertes, las presiones populares que
comenzaron antes de la pandemia condujeron a
una convención constitucional liderada por independientes, en lugar de partidos tradicionales. En
Brasil, un presidente populista se despreocupó
de la pandemia y, al no actuar con contundencia, quizá obstaculizó cualquier posibilidad de
aumentar su autoridad. Por último, en Perú la
polarización llevó a una rotación de presidentes
y a destituciones, y luego a unas elecciones muy
polémicas durante la pandemia. El nuevo presidente (potencialmente) de extrema izquierda ya
se enfrenta a la perspectiva de una destitución
a pesar de llevar sólo unos días en el cargo. En
resumen, los casos no muestran trayectorias paralelas pero la pandemia puede haber aumentado
las tendencias hacia la polarización y en contra
de los partidos tradicionales, pero con efectos
diferentes en los titulares.
Del mismo modo, aunque la pandemia ha creado
nuevas presiones para la gobernanza democrática, la democracia había estado retrocediendo
en América Latina incluso antes de la pandemia.
El proyecto Varieties of Democracy, así como lo
hacen otros grupos como el proyecto Freedom
House, muestra que el nivel de democracia en la
mayoría de los países no es alto, y que ha descendido en los últimos 5-10 años en muchos de ellos,
como Bolivia, Brasil, Ecuador, México y Nicaragua.
Incluso Chile, uno de los tres países de la región
con mayores niveles de democracia, ha sufrido un
descenso. Sin embargo, estas tendencias comenzaron antes de la pandemia. Y aunque no nos sorprendería encontrar alguna aceleración una vez
que haya datos para 2020-2021, sería engañoso
argumentar que la pandemia fue la única causa
de un aumento del populismo o una degradación
de la democracia.
La descripción de Freedom House de las tendencias en Argentina —un país que no ha disminuido
su puntuación de democracia— es ilustrativa y
preocupante. Después de explicar que la pandemia ha causado 43.000 muertes y una grave
Chile
Chile ha sido considerada durante mucho tiempo como una de las democracias modelo de la
región, pero en 2019 las protestas estudiantiles
21
Política y relaciones internacionales
crecieron hasta tal punto que han sido comúnmente calificadas de explosión o estallido social.
Con el tiempo, esas manifestaciones derivaron en
demandas de cambio constitucional, y el gobierno acabó aprobando unas elecciones extraordinarias en mayo de 2021 para elegir una asamblea
que revisara completamente el sistema. Estas
elecciones devastaron a los partidos políticos
tradicionales. Los independientes, en su mayoría
de izquierda y de grupos sociales asociados a las
protestas, dominaron los resultados. Mientras
escribimos estas líneas, parece probable que la
nueva constitución traiga consigo cambios radicales.
medio de la pandemia— Piñera pidió el estado
de emergencia, y su popularidad se desplomó a
un solo dígito. Algunos legisladores frustrados
propusieron avanzar hacia el parlamentarismo,
lo que podría ser un resultado de la convención
constitucional. Al mismo tiempo, la Corte Suprema confirmó el uso de los poderes de emergencia
por parte de Piñera para hacer frente a la crisis
(Court y Correa, 2020).
Brasil
El sistema político de Brasil está especialmente
polarizado desde 2010, cuando terminó el segundo mandato de Lula da Silva como presidente. Su
sucesora, Dilma Rousseff, fue impugnada y destituida en 2016 en pleno escándalo del Lava Jato,
aunque el delito específico por el que fue destituida era en realidad bastante menor. El propio
Lula, que había dejado el cargo en 2010 con unos
índices de aprobación muy altos, fue encarcelado por un delito relativamente menor, y en esta
brecha entró Jair Bolsonaro.
Las protestas generalizadas contra el gobierno y
la elección de independientes para la asamblea
constitucional se produjeron en un contexto de
rápido descenso del partidismo. Desde el final
de la dictadura, en 1990, los partidos chilenos,
altamente institucionalizados, se unieron en dos
coaliciones principales, con moderados dominando ambos lados. Las encuestas muestran, sin
embargo, que el partidismo —que alguna vez
estuvo entre los más altos de América Latina— es
notablemente bajo. En 2018, sólo alrededor del
10 % de los adultos se identificaban con alguno de
los principales partidos (Morgenstern y Siavelis,
inédito). Chile implementó un nuevo sistema electoral en 2018 que amplió la competencia partidista, y el Congreso resultante tuvo varios partidos
nuevos e independientes. La falta de partidismo
contribuyó, por supuesto, al éxito de los independientes en la elección para la asamblea constituyente. Esto se confirmó recientemente (18 de julio
de 2021) cuando políticos relativamente desconocidos (pero también relativamente moderados)
ganaron las primarias de los partidos (Reuters,
2021).
Bolsonaro, el presidente de derecha de Brasil, se
cita a menudo como el caso arquetípico del populismo latinoamericano, y ciertamente muestra
predisposiciones autoritarias. Oscuro congresista de la bancada, llegó a la presidencia en 2018
como consecuencia de la ira generalizada por una
economía que se debilitaba rápidamente y una
amplia ola de disgusto con la corrupción tanto de
las administraciones del Partido de los Trabajadores (pt) como de los partidos políticos tradicionales. La pandemia reveló el sorprendente grado
de incompetencia de Bolsonaro, aunque incluso
antes de la pandemia parecía tener poco en el
camino de un programa y poca comprensión del
sistema presidencial multipartidista de Brasil. Al
igual que Donald Trump, negó la gravedad del
covid-19 el mayor tiempo posible. Cuando la crisis
no pudo ser ignorada, impulsó remedios curanderos como la hidroxicloroquina y desalentó el
uso de la mascarilla y el distanciamiento social.
Su gobierno finalmente compró vacunas, pero
sus compras parecen ir acompañadas de una
considerable corrupción. A mediados de 2021, con
una tasa de mortalidad por covid-19 que probablemente termine como la sexta peor del mundo
Hasta la fecha, Chile ha evitado el tipo de impulsos populistas que tantos de sus vecinos han
experimentado. Desde 2018, el país está dirigido
por Sebastián Piñera, un político de centroderecha que también gobernó entre 2010 y 2014.
Ha gobernado sin mayoría en el Congreso, pero
el resultado ha sido el diálogo y el compromiso
en lugar de los ataques a las bases democráticas. Aun así, en medio de las protestas —y en
22
Política y relaciones internacionales
y la segunda de América Latina solo por detrás de
Perú, el 51 % de los brasileños pensaba que Bolsonaro estaba haciendo un trabajo malo o terrible
como presidente. En las encuestas cara a cara,
Bolsonaro estaba muy por detrás del expresidente Lula para la próxima contienda presidencial de
2022.
económico del país (alimentado por las compras
de productos básicos de China) se desaceleró después de 2012, y cuando el escándalo de
corrupción que involucraba tanto al pt como a
otros partidos principales se hizo tan masivo que
contribuyó manifiestamente a la crisis económica,
el escenario estaba preparado para un candidato
outsider exitoso como Bolsonaro.
Esta experiencia sugiere que la pandemia generó
un severo costo para Bolsonaro en lo personal, lo
que tal vez sea resultado de sus predisposiciones
populistas. Los populistas concentran el poder en
manos de una sola persona y, al hacerlo, también
concentran la responsabilidad.
Las instituciones también importan: Brasil tiene
un sistema electoral de dos vueltas. En la primera
ronda, la izquierda y el centro, ambos vinculados
al desprestigiado statu quo, dividieron el voto
anti-Bolsonaro, permitiendo así que el candidato antisistema pasara a la segunda ronda. En la
segunda vuelta, los partidos de centro se mostraron demasiado débiles y divididos para apoyar
a un candidato de la izquierda contra Bolsonaro.
Es poco probable que este escenario se repita
en 2022, especialmente porque el expresidente
Lula, que sigue siendo una figura enormemente
popular, podrá volver a presentarse.
¿Es Bolsonaro uno de los típicos líderes latinoamericanos (Hugo Chávez, Getúlio Vargas, Juan
Domingo Perón, Alberto Fujimori) que fueron
elegidos democráticamente pero que una vez en
el cargo mostraron tendencias fuertemente autoritarias? Recordemos que la inmigración, el tema
que motiva a los populistas europeos, cuenta
muy poco en casi toda América Latina. Tampoco
los clivajes sociales —aunque los evangélicos
constituyen un bloque formidable y mayoritariamente conservador— son tan prominentes como
en Estados Unidos. Por último, la base electoral
de Bolsonaro difiere de la de Chávez, Vargas y
Perón (aunque no tanto de la de Fujimori). Esos
populistas clásicos obtuvieron un fuerte apoyo en
los grupos de la clase trabajadora precisamente
porque prometieron —y entregaron— beneficios
reales a los pobres y marginados. Bolsonaro perdió los estados más pobres de Brasil, aquellos en
los que más ciudadanos se beneficiaban de programas sociales específicos como Bolsa Família.
Triunfó en los prósperos sur y sureste, donde los
votantes de clase media y baja, que luchan por
mantener sus ingresos en la recesión, se resienten de los beneficios que llegan a los pobres.
En resumen, la pandemia ha tenido un efecto
paradójico en Brasil. Como Bolsonaro decidió
ignorar la crisis, no la utilizó para aumentar sus
poderes unilaterales, a pesar de sus tendencias
autoritarias. Teniendo en cuenta que los gobernadores y otras figuras de la oposición han salido
al paso para comprar vacunas y tomar otras medidas, además del coste de la mala gestión para
la popularidad de Bolsonaro, la pandemia quizás
haya actuado en contra del populismo en este
caso. Al mismo tiempo, estos procesos no han
funcionado para reducir la polarización.
Perú
La polarización ha ido en aumento en Perú desde
el escandaloso final de la presidencia de Fujimori
en 2000. Tras su sorprendente victoria en 1990,
Fujimori cerró el Congreso, revirtió su anterior
plataforma económica de izquierdas, arrestó
al líder de la violenta guerrilla maoísta y realizó
una exitosa campaña de reelección. Cuando los
escándalos mostraron —en video— a su asesor
de seguridad repartiendo montones de dinero en
efectivo, Fujimori envió literalmente su dimisión
por fax tras huir del país a Japón.
Una pregunta clave es si la pandemia y los fracasos de Bolsonaro ayudarán a sus oponentes o
quizás trabajarán en contra de futuros populistas.
El apoyo a los partidos políticos tradicionales,
incluido el Partido de los Trabajadores, fue muy
débil en las elecciones previas a la pandemia de
2018. El pt había presidido una vez una economía de rápido crecimiento, pero cuando el éxito
23
Política y relaciones internacionales
Desde la salida de Fujimori, Perú ha mantenido la
democracia electoral, pero no ha logrado mantener una rotación constante en el poder. Además,
todos los presidentes desde Fujimori han sido
investigados penalmente o acusados, y uno de
ellos (Alan García) se suicidó cuando la policía fue
a detenerlo. Estos escándalos han llevado a la
destitución y a la reducción de las presidencias de
varios de estos líderes. En la crisis más reciente,
los peruanos se movilizaron en respuesta a los
escándalos de corrupción y a una controvertida
destitución combinada con una pobre respuesta
gubernamental a la pandemia. La movilización
fue respondida con represión policial y, en última
instancia, con la destitución de un segundo presidente. Un gobierno provisional empezó a hacer
progresos en la vacunación de la población, pero
el remolino de destituciones unido a la crisis sanitaria creó un ambiente negativo para las elecciones de 2021. La hija de Fujimori, Keiko, era la candidata más conocida de la derecha, pero perdió
frente a un relativamente desconocido maestro
de escuela y líder sindical de extrema izquierda,
Pedro Castillo, que fue el más votado (sólo el 19 %)
en la primera vuelta. La segunda vuelta, muy polarizada, que puso de relieve el contraste entre el
carácter marxista-leninista del partido de Castillo
y el pasado antidemocrático y corrupto de Keiko
Fujimori, dio lugar a un margen tan estrecho que
la perdedora, Fujimori, pudo justificar su denuncia de fraude. Sólo después de más de un mes,
las autoridades electorales confirmaron la victoria
de Castillo. Este ha tomado posesión de su cargo,
pero bajo una pesada nube. El Congreso destituyó a los anteriores presidentes, y Fujimori ya ha
propuesto que el nuevo Congreso haga lo mismo
contra Castillo. Ominosamente, la lista de Castillo
para la dirección del Congreso fue rechazada en
favor de un grupo que apoya a Fujimori.
dad, en los últimos tiempos ha sido el Congreso
el que ha echado a los presidentes. La oposición
del Congreso ya está pidiendo la destitución de
Castillo, por lo que parece que la pandemia no ha
reequilibrado el poder.
Conclusión
Si bien los efectos personales, sociales y económicos del covid-19 son sustanciales, las consecuencias políticas de este período de vacilación
aún están por determinarse. Las democracias
latinoamericanas se han visto amenazadas por
presidentes populistas y por un público justamente insatisfecho con los regímenes políticos y económicos de la región. Otros períodos de agitación
(como los años treinta y sesenta) trajeron cambios cataclísmicos al ámbito político, por lo que
no sería sorprendente que la pandemia produjera
graves consecuencias para las tambaleantes democracias de la región. Sin embargo, a lo largo de
un año y medio de pandemia, todavía no hemos
sido testigos de cambios bruscos. Los presidentes
en ejercicio han mostrado sus colores —algunos
han utilizado decretos para gobernar y otros no
han hecho más que cotorrear—, pero estos se
ajustan a su modus operandi más que sugerir
nuevos patrones. Es posible que los votantes y
los próximos candidatos fuercen nuevos modelos
políticos, para bien o para mal, en respuesta a los
efectos de la pandemia. Hasta ahora, sin embargo, la pandemia solo ha impulsado las tendencias
existentes, en lugar de remodelar el populismo
de la región, la política polarizada o sus consecuencias.
Bibliografía
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Lijphart, A. (1977). Democracy in plural societies: A
comparative exploration. Londres: Yale University Press.
También en este caso, la pandemia no ha sido
la causa de la polarización ni de la inestabilidad
política. La elección fue una clara continuación de
las tendencias anteriores e, incluso si no hubiera
una pandemia, la probabilidad de que el nuevo presidente tuviera un mandato completo y
exitoso sería baja. Una diferencia notable en este
caso es que, mientras que un presidente cerró
el Congreso en 1990 para asumir toda la autori-
24
Política y relaciones internacionales
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divided societies. Journal of Democracy, 15(2),
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notch upset wins in Chile’s presidential primaries.
25
Política y relaciones internacionales
Democracia digital
Martha Singer Sochet
México. Doctora en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) y
profesora del Centro de Estudios Políticos de la misma universidad. Especializada en el sistema
político mexicano, participación y representación política. Asesora académica de Latinoamérica21.
E
n el mundo globalizado, la comunicación digital ha ganado terreno en los últimos veinte
años, colocándose de manera vertiginosa
como parte de la vida cotidiana de las personas.
Con ello se ha creado una enorme industria que,
por una parte, facilita los intercambios comunicativos de toda índole pero que, a la vez, separa, aísla y
margina. La extensión exponencial del uso de estas
tecnologías, llamadas de la información y de la
comunicación (tic), es sin duda una de las más evidentes consecuencias de la pandemia de covid-19.
donde también se libran batallas para emplearlas
como campo de la democracia, es decir, como
espacio para ensanchar el ejercicio de las libertades y oportunidades ciudadanas para participar
en la vida política de manera directa, o bien,
enriqueciendo las estructuras y los formatos de
la representación política. Las redes sociales han
sido a lo largo del tiempo un espacio de indudable importancia para el intercambio de información, expresión de demandas y promoción de
la organización y movilización ciudadana. Son,
en ese sentido, un importante instrumento que
ensancha el espacio de la opinión pública.
La tecnología digital es solo un medio
En México, por ejemplo, las plataformas digitales
fueron empleadas por primera vez para la acción
política por el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional tras su levantamiento armado en enero
de 1994. Su presencia en las incipientes redes
no solamente permitió generar un espacio para
difundir información de primera mano, sino que
mostró su utilidad para fortalecer su visibilidad
y extender las redes de organización indígena y
solidaridad más allá de las fronteras nacionales.
En los países que promovieron y en algunos casos
incluso obligaron al aislamiento de las personas
para frenar la propagación del virus, la comunicación digital pasó a ser el principal medio de
contacto, y pronto se convirtió en una importante vía para restaurar algunas actividades de la
vida cotidiana: laborales, educativas, del entretenimiento y por supuesto la compra-venta de
productos y servicios. Sin embargo, las características mercantiles de las tic ensancharon también
de manera notable las brechas de desigualdad
social, generaron nuevas estructuras de división
en las sociedades y profundizaron la exclusión de
amplios sectores de la población.
Después de la experiencia zapatista y del movimiento indígena nacional, otras acciones colectivas se acercaron poco a poco al formato comunicativo digital para ganar presencia y capacidad
contenciosa (se destacó como ejemplo el del
movimiento #guarderiaabc, que exigía el esclarecimiento del trágico incendio de una guardería
Con sus bondades y evidentes límites, hoy en día
las plataformas y redes que han desarrollado las
tic se han convertido en un escenario de disputa,
26
Política y relaciones internacionales
infantil, a la que se subrogaban servicios de salud
en el estado de Sonora, caso que además ponía al
descubierto una red de corrupción federal).
En particular, la existencia de comunicación política democrática supone que la ciudadanía participa en la vida política desde formatos múltiples
y no solamente los que conciernen a los partidos
políticos o a los períodos electorales, para incidir
en la toma de decisiones y en el control de sus
gobernantes. Pero esta actividad voluntaria,
organizada o no, institucional o al margen de las
instituciones, exige que existan condiciones para
ejercer plenamente y con libertad sus derechos,
así como que pueda contar con información y las
herramientas suficientes para discernirla.
Casi diez años después, las tic comenzaron a ser
empleadas en este país también para incidir en
los procesos electorales. El movimiento #YoSoy132, en el contexto de la elección presidencial
de 2012, logró desestabilizar la campaña electoral,
aunque finalmente el pri regresó al poder con el
triunfo de Enrique Peña Nieto, desafiando el cerco informativo y el poder cuasimonopólico de los
medios de comunicación tradicionales al servicio
de la clase política del país.
Es claro que la comunicación política democrática
atraviesa por una serie de dificultades que hacen
compleja la realización del debate público y en
ocasiones se enfrenta a prácticas que lo distorsionan o incluso obstaculizan. En aras de la libertad
de expresión, por ejemplo, se mina el derecho a la
información; se restringe, manipula, distorsiona
o más aún se inventa y falsifica. El fenómeno del
control de la información, solapado y extendido
por los gobiernos autoritarios, se ha multiplicado de manera exponencial en las redes sociales
donde, a falta de normas, termina por tolerarse y
en algunos casos hasta se le alienta.
La tecnología solo es un medio que puede eventualmente robustecer la democracia pero también
puede empeñarse para obstaculizarla. Cuatro
elementos se han reconocido como sustantivos o
indispensables para dar soporte a la democracia:
1) la existencia de deliberación pública, 2) la solidez
y pluralidad de la representación de intereses heterogéneos, 3) la existencia cotidiana de una discusión incluyente e informada, y 4) la cultura cívica.
Estos elementos entran en juego en el encuentro,
intercambio y debate de discursos, mensajes y
signos que se intercambian no solamente entre los
políticos, sino también desde y con la ciudadanía, a
través de los distintos medios comunicativos, que,
además, se han convertido también en poderosos
actores de la vida pública. Así, los políticos desde
las instituciones o fuera de ellas, los medios de
comunicación y la ciudadanía expresando voces de
opinión pública desarrollan lo que se ha denominado comunicación política.
Fake news e infodemia
La pandemia contribuyó a la aceleración del
acceso de un mayor número de personas de
todas las edades a internet y sus redes sociales.
Con la política de confinamiento que se adoptó
como medida generalizada, se extendió el uso
de internet para múltiples actividades, desde el
teletrabajo, la educación o el comercio, hasta el
entretenimiento y la socialización a distancia. Las
condiciones especiales que se emplearon como
medidas preventivas obligaron al uso intensivo
de herramientas que ahí estaban desde hacía
tiempo, pero que no se utilizaban masivamente, y
visibilizó su potencialidad. Los intercambios mundiales acortaron tiempo y espacio pero, a la vez,
quedaron crudamente al descubierto estructuras
de división en la sociedad y desigualdad enormes.
El carácter democrático de la comunicación política no se limita a un ejercicio pactado de un modelo de intervención de los políticos y los partidos
en los medios de comunicación. Más allá de lo
que ocurre en tiempos de campañas electorales,
la existencia de procesos de comunicación política, donde se confrontan discursos heterogéneos
de intereses diversos, depende de la posibilidad
de que exista interpelación e intercambios de
argumentos y de que esa actividad de diálogo se
desarrolle de manera equilibrada, así como con
disfrute de plenos derechos y libertades para
todos los involucrados.
Según datos de las Naciones Unidas, la digitalización en Latinoamérica reporta que, como promedio de la región, 84 % de las personas cuentan
27
Política y relaciones internacionales
con un teléfono móvil, pero solo 69 % utilizan
internet aprovechando la oferta libre (wifi), ya que
solo 58 % de los hogares reportan tener acceso al
servicio, aunque en esos hogares solo 41 % disponen de computadora y únicamente 20 % están en
condiciones de llevar a cabo trabajo desde casa.
La desigualdad digital no solamente se observa
entre países, sino que también se expresa al interior de estos, con claras diferencias entre los ámbitos urbano y rural. Y es que el acceso al mundo
digital pasa por el pago de tarifas a los dueños de
las plataformas, de manera que incluso acceder
a los servicios gubernamentales pasa por el pago
de una suerte de impuesto a un particular.
América Latina arrancaron en Chile en 1999, pero
aún no se han generalizado para el conjunto
de países que integran la región. Estas normas
podrían paliar el abuso en las redes frente a esos
negocios no regulados. Hasta ahora son inútiles
los esfuerzos de las organizaciones sociales para
limitar las noticias falsas mediante verificación
de datos, o redes de colaboración de la sociedad
con el aparato de gobierno para frenar los abusos
apelando a la responsabilidad de los usuarios.
Al ser directamente beneficiarios del efecto de la
manipulación de contenidos y del impacto de las
noticias falsas, los partidos políticos han desatendido la rendición de cuentas y se rehúsan a
incorporar información de sus gastos de campaña en redes sociales, muchas veces encubiertas mediante operaciones que triangulan con
terceras empresas. Es incluso en las épocas de
campañas electorales cuando tienden a crecer y
multiplicarse las noticias falsas, la desinformación
y las amenazas en las redes.
El uso e incorporación de las tecnologías de la
información y comunicación (tic) para la interconexión de las personas tiende a favorecer su acceso a la información y hasta potenciar el ejercicio
de derechos de participación y construcción de la
representación política. No obstante, en las redes
sociales circula sin freno, lo mismo información
que involuntariamente contiene datos falsos que
aquella otra que se difunde o inventa exprofeso
hechos, noticias o escándalos para incidir en el
contexto o dirigirse explícitamente a dañar a alguien, a una institución o a alguna organización.
Hasta ahora, quienes utilizan estos espacios son
sus principales vigilantes, ya que de su confianza
depende la legitimidad que adquieren los contenidos que ofrecen y sus servicios. Pero, más allá
de los instrumentos para controlar los negocios
cibernéticos, la mejor defensa de la ciudadanía
está en la garantía de su libertad y del ejercicio de
su participación política, donde el mecanismo de
la deliberación se torna en garantía de contrapeso y control sobre el abuso del ejercicio del poder.
La falta de regulación sobre la privacidad de los
usuarios ha coadyuvado a que crezca el enorme y jugoso negocio que significa el manejo de
las bases de datos y de la llamada huella digital
para dirigir mensajes a destinatarios específicos
y nutrir campañas de publicidad, de las cuales,
además, se benefician los partidos políticos, sus
candidatos y quienes están al frente de instituciones públicas y también privadas.
Sin embargo, prevalecen enormes desigualdades en el acceso a los componentes elementales
de ese ejercicio deliberativo: desde la debilidad
de los instrumentos para garantizar la vigencia
del Estado de derecho, hasta la oportunidad
para ejercer argumentación razonada, el acceso
pleno al debate público, el derecho a ejercicios
de democracia directa y a la interlocución. Junto
a estas desigualdades que inciden directamente
en la libertad de expresión, esta además también
se coarta de maneras indirectas, mediante la
llamada espiral del silencio que se alimenta de la
autocensura, el acoso y las violencias que se ejercen hacia las voces disidentes, de manera velada
o abierta.
Con la multiplicación del uso de robots para incidir en las comunidades de las redes y plataformas
digitales, que originalmente parecían ser espacios
en donde el usuario se movía con libertad irrestricta, hoy se han tornado en grandes negocios
que además potencian la manipulación, control
de las ideas y hasta las violaciones de derechos
humanos.
Un desarrollo incipiente es el de las normas
para la protección de datos personales, que en
28
Política y relaciones internacionales
Un obstáculo más que enfrentan los medios
digitales para ampliar el diálogo político surge
del hecho de que suelen ser espacios donde
convergen personas que se ligan entre sí por sus
identidades, afinidades e intereses semejantes.
Así, la dinámica de la tecnología digital termina
por construir comunidades cerradas, donde los
participantes pocas veces pueden mirar a otras
comunidades distintas y dialogar con ellas, a no
ser para oponerse o denostar a sus adversarios.
Quizá investigaciones futuras permitan corroborar si esta condición autorreferencial está contribuyendo a fortalecer las tendencias crecientes
a la polarización política y a nuevas formas de
intolerancia que evidentemente deterioran el
sentido elemental de la convivencia en la pluralidad y heterogeneidad que está en la base de la
democracia.
Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay
cambiaron calendarios de sus elecciones.
La incertidumbre sobre los riesgos que se podrían
correr, las dificultades logísticas para controlar las
posibilidades de contagio y la necesidad de mitigar los temores de la población, sumadas a las
dificultades de los partidos y candidatos para sus
campañas, pusieron sobre la mesa del debate la
urgencia de promover el uso de mecanismos digitales para evitar obstruir el derecho de la ciudadanía al sufragio, así como para evitar distorsiones
en el período de gobierno de autoridades que
debiesen ser sustituidas. Ese debate, más allá de
las condiciones excepcionales del momento, toca
un tema central para garantizar el pleno ejercicio
de los derechos de la ciudadanía.
En ese ámbito, nuevamente las brechas de desigualdad se abren como un obstáculo adicional al
de la construcción de credibilidad y certeza para
el voto electrónico. De hecho, esa ha sido una
enorme barrera para que su puesta en marcha no
haya podido ser generalizada.
Pandemia y elecciones
La pandemia también puso a prueba el piso elemental de la democracia, al generar incertidumbre sobre la posibilidad de llevar a cabo procesos
electorales conforme a las reglas y los calendarios
establecidos. En ese ámbito, evidenció tanto la
importancia del uso de los recursos tecnológicos
para el ejercicio del voto como el rezago normativo para garantizar la ampliación de su empleo.
Es importante recordar que muchos procesos
de la actividad electoral ya se benefician de la
tecnología desde hace muchos años. Destaca por
su dimensión el de la construcción del padrón
electoral, la lista de votantes y la expedición de
credenciales para votar o, en su caso, los procesos de conteos preliminares de votos. También
cabe señalar que estos recursos no han estado
exentos de presentar anomalías y dar pie a impugnaciones.
En los primeros meses de la crisis sanitaria, y
conforme el número de muertes y contagios
se incrementaba, al menos 79 países, según la
información sistematizada por idea, suspendieron temporalmente los procesos electorales que
estaban en curso o modificaron las fechas para
elecciones que debían realizarse, mientras que en
115 países sí se llevaron a cabo según como estaban programadas. Además, el ejercicio mismo del
voto se puso en riesgo, ya que se suspendieron
campañas políticas, así como trámites de ciudadanos y de partidos políticos, lo mismo que actividades preparatorias para la jornada electoral.
En México, por ejemplo, en varias ocasiones se ha
detectado el uso ilícito de la información contenida en el padrón electoral. Por ejemplo, en 2018 se
sancionó económicamente al partido Movimiento
Ciudadano por haber permitido que la lista nominal de electores en su poder quedara visible para
un servidor de Amazon. También se ha denunciado la venta ilegal de su base de datos, no obstante, ni se ha podido frenar la ciberdelincuencia ni
se ha podido evitar que siga sucediendo.
En varios países latinoamericanos y del Caribe
se pospusieron elecciones de distinta naturaleza
(presidenciales, subnacionales, legislativas, plebiscitarias): Argentina, Bahamas, Bolivia, Brasil, Chile,
Colombia, Guyana Francesa, Haití, Jamaica, México,
De igual manera, en México ha causado polémica el uso ilegal de las bases de información que
29
Política y relaciones internacionales
están detrás de las credenciales de elector que
expide el Instituto Nacional Electoral (ine), las que
en los hechos se ha convertido en documento de
identidad. Para otros procesos de participación
ciudadana, la credencial para votar también es
instrumento indispensable. Tal es el caso de la
necesaria identificación de membresía requerida
para llevar a cabo el registro de nuevos partidos,
así como de candidaturas independientes o de
adherentes a iniciativas de consulta popular y de
revocación de mandato. Para validar su buen uso
o las prácticas de suplantación de voluntades e
identidades, el ine ha promovido el empleo de
plataformas digitales con las que se facilita verificar las firmas que deben avalarse y que se utilizan
mediante teléfonos inteligentes.
nes bancarias y de compraventa de productos se
han vuelto seguras y confiables para los usuarios,
el voto electrónico representa una valiosa posibilidad para hacer más expeditos estos procesos
e incluso facilitar el voto de las personas que se
mueven de sus lugares de residencia, o para captar el de poblaciones migrantes que poco a poco
van ganado la vigencia de su derecho no solo a
votar sino a ser votadas.
Notas conclusivas
Las redes y medios digitales contribuyen a ampliar el espacio público. En las redes y campos digitales se pueden compartir experiencias, fortalecer los lazos de pertenencia de grupo y construir
opinión pública, logrando eventualmente colocar
temas de interés en el debate político, incidir en
la agenda pública y en las políticas públicas. Estas
favorecen la participación y la movilización y, por
ese motivo, se han convertido en un terreno importante en tiempos de elecciones, ampliando las
posibilidades de que las candidaturas sean más
visibles y logren tender puentes con potenciales
votantes.
Para evitar la vigilancia estrecha, los partidos
políticos se han opuesto sistemáticamente a
estos procedimientos y apelan a la presentación
de constancias físicas imposibles de comparar,
codificar y verificar. A la vez, apoyan sus reclamos
con las exigencias de una realidad en la que, a
pesar de la enorme cantidad de suscriptores de
telefonía celular, no se ha generalizado el mismo
número de teléfonos capaces de contar con ese
tipo de aplicaciones. Muy sonado fue el caso de
las dificultades por las que atravesó la candidatura independiente a la presidencia a la que aspiró
en 2018 la representante de pueblos indígenas
Marichuy para lograr su registro. Al no contar con
apoyo tecnológico, aumentaron las dificultades
para probar el apoyo popular a su registro y finalmente se vio impedida de conseguirlo. En otro
sentido, las candidaturas independientes de otros
aspirantes a la presidencia (como fue el caso de
la candidata panista Margarita Zavala o del que
aspiró de manera independiente, Jaime El Bronco
Rodríguez Calderón) no pudieron ser dadas de
baja a pesar de que en sus registros de simpatizantes se detectaron, gracias a la tecnología
digital, múltiples evidencias de anomalías.
No obstante, el uso de estos medios en beneficio
de la democracia va más allá del voto, ya que
puede contribuir a una mejor expresión de la
acción de la ciudadanía, si para ello se cuenta con
políticas públicas que garanticen también en ese
espacio sus derechos.
Podría concluirse que todavía hay un muy largo
camino por recorrer para lograr que los medios
digitales faciliten un efectivo diálogo mediante el
cual la ciudadanía participe en la toma de decisiones y en el control de sus gobiernos. Uno de los
retos inmediatos sin duda es el compromiso de
los Estados para proveer los servicios, regularlos
y evitar que estos bienes públicos sigan respondiendo a intereses privados. A la vez, es claro que
estos servicios no podrán enriquecer la democracia mientras existan las brechas en el acceso
y en la manera como distintos segmentos de la
población pueden utilizar estos instrumentos,
cuestión de la cual también debe responsabilizarse la acción gubernamental.
En efecto, la puesta en marcha de urnas electrónicas o medios digitales para recoger votos aún
atraviesa por dificultades para garantizar que la
voluntad popular se exprese libremente, y que en
los procesos se asegure la eficiencia, seguridad y
velocidad de los conteos. Así como las transaccio-
30
Política y relaciones internacionales
Comunicación política y
el fenómeno de las fake news
Luciana Fernandes Veiga
Brasil. Doctora en Ciencia Política por iuperj (actual iesp/uerj). Posdoctorado en la
Universidad de California-Irvine. Profesora de la Universidad Federal del Estado de
Río de Janeiro (unirio). Especializada en comportamiento electoral, elecciones, opinión
pública. Asesora académica de Latinoamérica21.
E
l presente artículo aborda las estrategias
de comunicación política frente a la pandemia de covid-19, que ya se ha cobrado
la vida de más de cinco millones de personas en
el mundo, convirtiéndose así en una de las más
graves de la historia.
En este entorno de descontento generalizado,
de ataques a las instituciones de la democracia
representativa, de creciente populismo y bipolarización de la política, ganaron espacio las perturbaciones informativas y las fake news.
En este artículo se delimita el concepto de fake
news, se identifican sus elementos constitutivos,
sus formatos y formas de divulgación, a partir de
una breve revisión bibliográfica. A continuación,
se analiza la situación de la pandemia en América
Latina.
Cuando la pandemia comenzó a extenderse por
el mundo a finales de 2019, encontró a muchos
países en contextos políticos, económicos y sociales muy inestables. En América Latina, de acuerdo
con los datos del Latinobarómetro, la insatisfacción con la democracia alcanzaba un 71 % en 2018
y un 73,4 % en 2020.
Para ilustrar los debates sobre fake news y
covid-19 se utilizan datos de opinión pública, informes cuantitativos y cualitativos. Entre los datos
cuantitativos se encuentra el proyecto Latinobarómetro, realizado en 18 países de América Latina,
el cual ha dado como resultado 17.860 entrevistas
aplicadas desde finales de octubre de 2020.
Las razones que subyacen tras este estado de
ánimo son conocidas. En 2018, el 35 % de los
latinoamericanos consideraba que uno de los
problemas que más les afectaban era la situación económica —especialmente con relación
al desempleo y los bajos salarios—. A continuación, también citaban los altos índices de
criminalidad. La corrupción y la degradación
política eran nombradas, ambas, por el 9 % de
los encuestados.
Otro estudio es una ronda de investigación cuantitativa aplicada por el Instituto Datafolha, en el
período comprendido entre el 1 y el 3 de abril de
2020, con 1511 encuestados brasileños mayores
de 16 años mediante llamadas telefónicas a dispositivos móviles. La base de datos de esta encuesta
está disponible en el sitio web de cesop/Unicamp.
En 2020, la situación se agravó. La economía —en
particular el desempleo y los bajos salarios—
continuaron siendo el problema más grave para
el 35,4 % de la población, seguido una vez más
por la criminalidad, la corrupción, la degradación
política y, ahora también, el covid-19.
El estudio cualitativo se realizó mediante 116
entrevistas con guión semiestructurado aplicadas
por medio de Google Forms con votantes de todo
31
Política y relaciones internacionales
el país en el mes de abril de 2020. Fueron realizadas por el Grupo de Investigação Eleitoral (giel)
de la Unirio.
municación, Discurso y Análisis de Redes Sociales
(midiars), de la Universidad Federal de Río Grande
del Sur y la Universidad Federal de Pelotas.
A través del Latinobarómetro se constata que
Brasil es el país de la región en el que hay más
insatisfacción respecto a la gestión del covid-19.
El país arrastra una crisis sanitaria y una fuerte crisis política que llevó a la creación de una
comisión parlamentaria de investigación (cpi)
sobre covid-19 para analizar cómo fue tramitada
la pandemia por el Gobierno federal. La comisión
comenzó sus trabajos en abril y los concluyó en
octubre de 2021.
A partir de recolecciones de datos automatizadas
con herramientas y sistemas ajustados a Twitter,
Facebook e Instagram y capaces de monitorizar WhatsApp, se recogieron datos basados en
palabras clave, url o hashtags. Se trata de más
de 30 millones de tuits, 100.000 publicaciones
en Facebook, 5000 publicaciones en Instagram y
unas 1000 publicaciones en grupos públicos de
WhatsApp, realizadas entre marzo y diciembre de
2020.
Al final, el informe afirma que hubo una compleja
estructura de producción y difusión de fake news
durante la pandemia, que involucró también al
presidente y a sus tres hijos, el senador de la
república Flávio Bolsonaro, el diputado federal
Eduardo Bolsonaro y el concejal del municipio de
Río de Janeiro Carlos Bolsonaro. Según el informe,
el núcleo familiar de Bolsonaro ocupó la dirección.
En una segunda etapa estaban los formuladores
de los mensajes y, en una tercera, el equipo de
ejecución y apoyo a las decisiones. También había
un cuarto núcleo, de carácter político y centrado
en la producción de fake news y el funcionamiento
de las redes sociales. También había un centro de
difusión de noticias falsas y un centro financiero.
El segundo estudio sobre las redes sociales fue
elaborado y publicado por la Dirección de Análisis de Políticas Públicas de la Fundación Getúlio
Vargas (dapp-fgv), también sobre abril de 2020. Al
final, el objetivo es aportar e informar el debate
sobre las fake news y las debilidades que estas
imponen a la democracia.
Fake news
Cuando la pandemia se extendió por el mundo
a principios de 2020, el uso de las fake news ya
gobernaba el ambiente informativo en América
Latina. Aquí, las fake news llegaron y se consolidaron a través de las campañas electorales de los
últimos cinco años. De hecho, el propio término
fake news ganó popularidad por la misma época,
durante la campaña electoral de Donald Trump
para las elecciones presidenciales de Estados
Unidos en 2016.
La investigación también llevó a la acusación de
Bolsonaro por nueve delitos: epidemia con resultado de muerte, infracción de medidas sanitarias
preventivas, charlatanería, incitación al delito,
falsificación de documento privado, uso irregular
de fondos públicos, prevaricación, delitos de lesa
humanidad y delitos de responsabilidad (violación del derecho social e incompatibilidad con la
dignidad, el honor y el decoro del cargo), según
el informe del senador Renan Calheiros aprobado
por la cpi. El informe fue entregado al fiscal general de la República, Augusto Aras.
Pero cuando hablamos de fake news, ¿de qué
estamos hablando? Según el sentido común, la
expresión significa ‘información falsa difundida
en el entorno digital’. Sin embargo, los estudiosos
se han esforzado por establecer conceptos más
precisos sobre el trastorno informativo. Inspirado
en los autores Wardle y Deraskhan (2017), Dourado (2020) establece tres conceptos: a) información
falsa, no verdadera y creada intencionalmente
para perjudicar al otro; b) información errónea,
creada sin intención de causar daño; c) información maliciosa, basada en la verdad, pero utilizada
para perjudicar al otro.
A partir de este contexto, este artículo se centra en el caso brasileño. Para ello, también se
mencionan dos estudios sobre el uso de las
redes sociales. El primero es el desarrollado por
el Laboratorio de Investigación en Medios de Co-
32
Política y relaciones internacionales
pero prefiero morirme de coronavirus que de hambre».
Por su parte, Recuero y Soares (2020, en Recuero,
2021) presentan los tipos de noticias engañosas y
fabricadas. Los tipos engañosos ofrecen contenidos basados en elementos distorsionados de la
verdad o con encuadres falsos, mientras que los
fabricados serían falsos.
(Entrevistado de Río de Janeiro, educación superior)
Vale la pena avanzar en el debate sobre la difusión
de noticias falsas. En cuanto a las vías orgánicas,
Raquel Recuero (2021) demuestra que cuando los
funcionarios políticos hacen declaraciones públicas
que contienen desinformación, su respaldo potencia el contenido. Señala, además, que los vehículos
apócrifos fueron importantes en la desinformación
sobre el covid-19. De ellos proceden casi el 90 % de
los enlaces de desinformación sobre la hidroxicloroquina en las páginas de las redes sociales en Brasil,
que implican a Facebook y Twitter. Esta autora
define a los apócrifos como medios digitales que parecen vehículos informativos, pero que reproducen
contenidos cargados de ideología política y adoptan
el anonimato y el sensacionalismo para potenciar la
circulación de noticias falsas.
Dando un paso más, es importante entender en
qué condiciones se alimentan las fake news. Los
entornos de incertidumbre y ambigüedad son
favorables a la información falsa. La duda —en
general estimulada por agentes interesados— facilita la aceptación de las fake news.
El resentimiento que conlleva una fuerte carga
afectiva negativa también sirve para avivar el conflicto entre diferentes personas. Las situaciones de
conflicto estimulan las acusaciones y acaban dando cabida al victimismo, lo que permite eludir la
responsabilidad y revertir la acusación. El ambiente
de las fake news es de incertidumbre, resentimiento, acusaciones y victimismo desinformado. Estos
componentes son fructíferos para la difusión de
noticias falsas. La cartilla preparada por colab/uff
(2020) identifica estos componentes —de forma
más laxa— en los episodios de fake news.
Ruediger (2017), por su parte, llama la atención
sobre las cuentas automatizadas que permiten la
masificación de publicaciones falsas. Explica que a
los robots les resulta más fácil propagarse en Twitter que en Facebook. El patrón de texto de Twitter
facilita la imitación de la acción humana. Además,
el uso de @ para etiquetar a los usuarios permite
a los bots etiquetar aleatoriamente a personas
reales para introducir un factor que se asemeje a
las interacciones humanas. Los robots también se
aprovechan del hecho de que la gente no suele
ser muy exigente a la hora de seguir un perfil de
Twitter y suele actuar de forma recíproca cuando
recibe un nuevo seguidor. Por último, Ruegider
cita cifras de experimentos que demuestran que
en Facebook el 20 % de los usuarios reales aceptan
solicitudes de amistad indiscriminadamente y el
60 % las aceptan siempre que tengan al menos un
amigo en común.
Cabe mencionar que la recomendación de aislamiento social y las diferentes condiciones de empleos y salarios en la sociedad para el momento
de la pandemia promovieron más resentimiento y
victimismo en la población. Esta situación es bien
ilustrada por el discurso de un participante de la
investigación cualitativa promovida por el giel:
Tengo amigos que quieren quedarse en casa. La
mayoría son marihuaneros con buenas condiciones
por culpa de sus padres. Sin embargo, tengo un amigo
que trabaja en Light. Dice que tiene que trabajar para
mantener la electricidad para los que están en casa.
Fake news y covid-19 en América Latina
Entonces me preguntó: «¿La vida de los que están en
casa es más importante que la mía? ¿Es la vida de un
Al concluir su libro sobre el covid-19 en América
Latina, Fernández y Machado (2021) mencionan que
la coordinación política tuvo que reaccionar ante las
exigencias de las crisis sanitaria, económica y social
derivadas del covid-19. Pero lo que vimos fueron las
reacciones negativas de los líderes populistas que
se esforzaron por mantener su base de apoyo.
repartidor de Ifood menos importante que la de las
personas que piden quedarse en casa? Ah, pero se
quedan en casa, en el aire acondicionado, con Netflix,
internet, pidiendo comida en Ifood... ¡Eso es suave! En
cualquier crisis, en la económica, los pobres son los
más afectados.... No me vengas con eso de “Ah, ¿y si te
mueres de coronavirus?”. Me duele lo que voy a decir,
33
Política y relaciones internacionales
Tabla 1. Valoración presidencial
Valoración presidencial
media (de 0 a 10)
Valoración del desempeño
del país en la gestión de
covid-19 (%)*
Uruguay
4,19
94,0
Colombia
3,89
82,4
Venezuela
2,05
77,7
Nicaragua
3,20
71,7
México
4,39
61,6
Argentina
3,80
61,5
Bolivia
3,96
60,9
Chile
3,47
59,6
Brasil
3,33
59,3
Países
* Contabiliza las respuestas de las personas que respondieron que la gestión fue positiva y las que la valoraron como regular.
Fuente: Latinobarómetro 2020.
Los mismos autores citan que en Nicaragua la
crisis fue vista como una oportunidad para intensificar las restricciones a la libertad en un régimen
ya con una evidente dinámica autocrática. En México, la falta de compromiso del presidente López
Obrador para prevenir la crisis hizo imposible que
el sistema de salud respondiera según la gravedad de la situación. En Brasil, Jair Bolsonaro y sus
seguidores animaron a la gente a salir a la calle
para conseguir la inmunidad de rebaño.
alcaldes en Brasil y México (Fernández y Machado,
2021).
Estos autores ponderan que no toda América
Latina se comportó de la misma manera. Cabe
destacar que Colombia y Uruguay tuvieron gobiernos centrales que reconocieron rápidamente la
excepcionalidad de la enfermedad e implementaron la cuarentena o el aislamiento social y medidas
que ofrecían apoyo económico a los más pobres.
Finalmente, los autores señalan que Iván Duque
reaccionó de manera que concentró el poder en el
Ejecutivo y redujo las libertades civiles de los críticos en Colombia.
En los países en los que afloró el negacionismo,
otras instancias tuvieron que asumir la responsabilidad de reaccionar ante la situación crítica. En
todos estos casos, los gobiernos federales también
tuvieron dificultades para analizar y registrar los
casos de infección y las muertes por covid-19. También hubo enfrentamientos entre gobernadores y
Los datos del Latinobarómetro 2020, aunque todavía no reproducen los momentos críticos de la pandemia en 2021, ya señalan que la opinión pública
34
Política y relaciones internacionales
fue sensible a las estrategias políticas señaladas
por Fernández y Machado (2021). La población
uruguaya y colombiana muestra más satisfacción
con la lucha contra el covid-19.
Tabla 2. P.: Usted diría que está ... sobre el
coronavirus? ( %)
En el caso de Brasil, en cambio, es donde hay
menos satisfacción por la lucha contra el covid-19
y en el que Fernández y Machado apuntan que
hubo una estrategia populista para regimentar
su base electoral a través de las redes sociales.
Al igual que en Brasil, el presidente de México ha
utilizado las redes sociales para conectar directamente con sus bases, distanciándose de los
medios de comunicación tradicionales.
En América Latina, el 20 % de la desinformación
sobre el coronavirus se dio en forma de videos
difundidos en redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram, y en aplicaciones de mensajería
como WhatsApp desde plataformas como YouTube y TikTok, según se desprende de un estudio de
la agencia de verificación de información Lupa,
recogido por Queiroz (2020).
Bien informado
77,1 %
Más o menos informado
20,9 %
Mal informado
1,1 %
No tiene conocimiento
0,9 %
Total
100 %
filmaron áreas hospitalarias vacías para «demostrar» que no había pacientes ingresados allí.
El caso Brasil
Iniciamos el análisis del caso de la desinformación
en Brasil durante el covid-19 a partir de los sondeos
de opinión realizados por el Instituto Datafolha.
Lo que puede verse desde el principio es que los
brasileños en general pensaron que estaban bien
informados (77,1 %) o más o menos informados
(20,9 %) sobre el coronavirus en abril de 2020.
Además, según el estudio, la información falsa en
los videos consistía en grabaciones enteras o partes de ellas sacadas de contexto —lo que provocaba un cambio en su significado— y en secuencias
con narraciones falsas sobre la pandemia, que
incluían declaraciones de supuestos expertos con
indicaciones de curas, prevenciones y tratamientos para el covid-19.
También afirmaron estar informados principalmente por los telediarios (81 %), aunque solo el
55,5 % dijeron confiar en las noticias de la televisión. Entre las primeras y terceras opciones de
información, las redes sociales representaban
el 57,3 % de las preferencias de los brasileños, y
WhatsApp el 25 %, aunque solo confiaban en esa
información en el 8,2 % de los casos. Las cifras
muestran un fenómeno de la posmodernidad, la
incredulidad generalizada en las fuentes de información, sin embargo, una sensación de encontrarse bien informado.
Señalan que uno de los primeros videos que
circularon en Brasil, en enero de 2020, presentaba
un mercado de animales identificado como de
Wuhan, aunque estaba en Indonesia. Este video
también se difundió en Colombia, India y Filipinas. Otros videos sacados de contexto, se hicieron virales en varios países de la región.
En Brasil, al menos ocho publicaciones utilizaron videos de antiguas operaciones policiales, o
llevadas a cabo en otros países, como si fueran
órdenes ejecutadas para penalizar a las personas
que no respetaban el aislamiento social. Este
tipo de información errónea también circuló en
Bolivia, México y Argentina (Queiroz, 2020). En
varios países de América Latina, los negacionistas
Existe una correlación negativa estadísticamente
significativa (Sig.000 y coeficiente de correlación
–,186) entre la confianza en los informativos y la
opinión sobre la reapertura de los comercios no
esenciales.
Según los datos, una mayor confianza en las noticias de la televisión está correlacionada con una
35
Política y relaciones internacionales
Tabla 3. ¿Por qué medios se descubre el coronavirus? ¿Confía o no confía en la información sobre el
coronavirus difundida? ( %)
Medio
Opción 1
Opción 2
Opción 3
Confía
TV
81,0
55,5
Radio
0,9
13,9
Medios impresos
1,5
4,9
1,4
50,9
Webs de noticias
5,2
28,5
13,3
35,8
Redes sociales
4,0
25,2
28,1
8,2
WhatsApp
1,1
7,2
16,7
8,2
Otros
6,3
20,3
40,5
Total
100,0
100,0
100,0
46,8
Fuente: Investigación Datafolha, abril de 2020.
Tabla 4. En muchas ciudades se ha cerrado el comercio de productos no esenciales. ¿Cree que debería
reabrirse el comercio de productos no esenciales o debería seguir cerrado? ¿Confía o no confía en la
información sobre el coronavirus difundida en los telediarios? ( %)
Debería ser reabierto
Debería continuar
cerrado
No sabe
Total
Confía
No confía
En parte
Total
23,2
63,3
37,8
33,1
74,5
35,7
59,9
64,7
2,4
1,0
2,3
2,2
100,0
100,0
100,0
100,0
Fuente: Investigación Datafolha, abril de 2020
mayor adhesión al aislamiento social, a la respuesta
de que «el comercio debe permanecer cerrado». El
cruce que se muestra a continuación es muy ilustrativo. De todos los entrevistados, el 33,1 % creen que
el comercio debía reabrirse y el 64,7 % que debía
36
permanecer cerrado. Sin embargo, entre los que no
confiaban en el periodismo televisivo, el número de
personas que creían que el comercio debería reabrirse
aumentó al 63,3 % y que debería permanecer cerrado,
al 35,7 %. En otras palabras, la situación se invierte.
Política y relaciones internacionales
Tabla 5. Por lo que usted sabe o ha escuchado, ¿el pronunciamiento del presidente Jair Bolsonaro en la
noche del martes ayudó o dificultó la lucha contra el coronavirus? ¿Confía o no confía en la información
sobre el coronavirus difundida en los telediarios?
Confía
No confía
En parte
Ayudó
33,5
61
48,7
Obstaculizó
57,1
34,4
42,4
No ha ayudado ni obstaculizado
9,4
4,5
8,9
Total
100
100
100
Del mismo modo, existe una correlación significativa y negativa (Sig.000 y coeficiente de correlación –,155) entre la confianza en los informativos
de televisión y la aprobación del discurso presidencial sobre el covid-19. Esto significa que una
mayor confianza en el periodismo televisivo se
correlaciona con una percepción más negativa
del discurso y posicionamiento de Jair Bolsonaro
sobre la pandemia.
ya establecidas en los medios sociales, especialmente polarizados.
En los relatos de la investigación cualitativa elaborada por el giel fue posible identificar el grado
de politización política de la pandemia. Al hablar
de la actitud del presidente Jair Bolsonaro en su
declaración televisiva de abril —la misma a la que
se refiere la encuesta de Datafolha—, los entrevistados cercanos al mandatario apoyaron el discurso
de Bolsonaro respecto a sus adversarios: el Partido
de los Trabajadores, Venezuela (ícono del fracaso
de la izquierda latinoamericana entre la derecha),
el Tribunal Supremo, entre otros.
El discurso populista de Jair Bolsonaro se estructura sobre la construcción de enemigos como la
prensa, el Congreso Nacional, el Supremo Tribunal
Federal, los gobiernos estatales, etc. Lo que une a
sus aliados pasa por el enfado con las instituciones
de la democracia representativa y la prensa, así
como con la agenda conservadora en lo moral.
Lo apruebo. Si Brasil se detiene, nos moriremos de
hambre o comeremos basura como en Venezuela.
(Entrevistado de Minas Gerais, educación superior)
Los resultados reportados por Recuero (2021), en
su estudio frente al midiars, corroboran los hallazgos de Datafolha. Según esta autora, la desinformación sobre el covid-19 se enmarca, sobre todo,
en una cuestión partidista. Las acciones para
controlar la propagación del virus (como las medidas de distanciamiento y el uso de mascarillas)
se entienden como acciones ideológicas. Como la
mayor parte del teleperiodismo se posicionó a favor del control de la propagación del virus, sufrió
las represalias de una parte de la población.
Lo apruebo. El presidente actuó dentro de los límites
permitidos por los buitres del stf. (Entrevistado de Río
de Janeiro, educación universitaria)
No tenemos estructuras ni siquiera para el mínimo.
Durante el gobierno del pt, ¿no escuchamos que el
Mundial se realizó con dinero de los hospitales? ¿Te
acuerdas? Si un día te interesa, puedes investigar el origen de nuestra crisis económica. (Entrevistado de Minas
Gerais, educación superior)
Recuero advierte que este contexto también
favorece la circulación de la desinformación sobre
el covid-19 en las redes de desinformación política
También hay que destacar la contundencia con
la que el entrevistado menciona que el coronavirus no resiste el calor y menciona que lo dijo un
37
Política y relaciones internacionales
Figura 1. La pandemia de covid-19 como asunto político-partidario
Fuente: Soares, Viegas et al. (2020, en Recuero, 2021).
médico. Nótese que lo hace tras la defensa de la
actitud del presidente.
Otro tema muy presente fue el uso de la hidroxicloroquina como tratamiento o profilaxis para el
covid-19. El midiars hizo un esfuerzo por clasificar
los grupos de discusión de Facebook según el uso
de información verificada (figura 1, en verde) y el
uso de información errónea (figura 1, en azul).
Apruebo el pronunciamiento del presidente. ¿Qué es
peor: la crisis económica o cualquier enfermedad?
Hay 40 millones de autónomos. Cada uno tiene una
pareja y al menos un hijo: 120 millones de personas
Esta figura señala que los grupos que comparten
desinformación publican más enlaces (con contenido problemático) que los grupos que publican
material de comprobación y periodístico. Otro
estudio también señala la participación de Jair
Bolsonaro en las redes sociales.
sin ningún tipo de ingresos. Además, como somos un
país de clima tropical, este virus no puede propagarse a gran escala como en los países de Europa y Asia,
donde el clima es frío. Eso fue dicho por médicos, que
el coronavirus tiene aversión al calor. (Entrevistado,
Río de Janeiro, escuela secundaria)
La noticia que se difundió en la red social fue
comprobada por O Globo y se consideró falsa. La
misma información fue señalada por un estudio
de la Escuela Nacional de Salud Pública como una
de las fake news más difundidas entre marzo y
abril de 2020 (Galhardi, 2021).
En Instagram, ocho posts de Bolsonaro con contenido
favorable al uso de hidroxicloroquina o cloroquina
como tratamiento o profilaxis de covid-19 generaron
más de 3 millones de interacciones; de ellas, solo una
no contenía información errónea. (Soares, Bonoto et
al., 2020, en Recuero, 2021)
El esfuerzo de comprobación de las noticias por
parte de la prensa no anula el efecto negativo
de las fake news. Recuero (2021) advierte que los
grupos comprometidos que propagan la desinformación suelen rechazar al periodismo tradicional
y solo establecen el diálogo cuando hay afinidad
de percepciones.
Un estudio publicado por dapp-fgv, también sobre
abril de 2020, muestra que en un fin de semana la
diputada federal bolsonarista Bia Kicis (psl-df) publicó un supuesto error de notificación de muertes
por coronavirus. Según la parlamentaria, el primo
de un portero habría sufrido un accidente con
un neumático y fallecido, y fue catalogado como
38
Política y relaciones internacionales
Figura 2. Debate en Twitter sobre la muerte del primo del portero
6000
5.161
4.900
Menciones
4500
3000
2.542
1500
0
12
14
16
28 de marzo
18
20
22
00
02
04
06
08
10
12
14
16
18
20
22
29 de marzo
00
02
04
06
08
30 de marzo
Fuente: Sala de Democracia Digital (2020).
muerte por problema respiratorio. La narración no
aportó ninguna prueba o evidencia. El supuesto
caso comenzó a reproducirse y la narrativa «el
primo del portero» ganó fama y movilizó el debate
sobre la notificación de las muertes. Hubo 103.000
posts sobre esto.
informaciones falsas con elementos distorsionadores de la verdad o con elementos totalmente
inciertos, que tuvieron una fuerte repercusión en
el contexto pandémico. Tuvieron, además, un uso
político al reforzar el populismo, mientras la sociedad organizada ofreció resistencia.
Cabe destacar que los posts hasta el domingo
(figura 2) eran mayoritariamente probolsonaristas, dice el estudio de la dapp-fgv. A partir de la
publicación del diputado federal Alexandre Frota
(psdb-sp, exaliado de Jair Bolsonaro) comenzó la
onda inversa con sátira sobre la desinformación y
la acusación de fake news contra la diputada. Por
la noche, los alineados con el gobierno federal hicieron su defensa de Kicis y acusaron a la prensa
de publicar contenidos falsos.
Nota: La autora agradece a la beca de la Fundación Carolina y a
la Universidad de Granada por el apoyo brindado para la realización de este trabajo.
Referencias bibliográficas
Dourado, T. (2020). Fake news na eleição presidencial de 2018 no Brasil. Tesis de doctorado PPG
en Comunicación y Culturas Contemporáneas,
Universidad Federal de Bahía.
Dourado, T. (2021). A natureza política das fake
news sobre a eleição presidencial de 2018 no
Brasil. En E. Cervi y M. H. Weber (orgs.), Impactos
político-comunicacionais nas eleições brasileiras
de 2018. Curitiba: cpop/Carvalho comunicação.
Fernández, M., y Machado, C. (orgs.) (2021).
Covid-19’s political challenges in Latin America.
Springer.
G1. (2020, marzo 18). É #fake que novo coronavírus
não resiste ao calor e à temperatura de 26 ºC ou
27 ºC. Fato ou Fake.
Conclusiones
El argumento desarrollado en este artículo es que
las noticias falsas encontraron un contexto fértil
para su proliferación en algunos países de América Latina, debido a la insatisfacción generalizada,
el descrédito de las instituciones democráticas, el
populismo y la polarización política. A través del
resentimiento y la ambigüedad, proliferaron las
39
10
Política y relaciones internacionales
Queiroz, G. (2020). Na América Latina, 20% de
fake news sobre Covid-19 circula por vídeo.
Revista Piauí.
Recuero, R. (2021). Desinformação, mídia social e
covid-19 no Brasil: relatório, resultados e estratégias de combate. Pelotas: midiars.
Ruediger, M. (2017). Robôs, redes sociais e política
no Brasil: estudo sobre interferências ilegítimas
no debate público na web, riscos à democracia
e processo eleitoral de 2018. Río de Janeiro:
dapp-fgv.
Sala de Democracia Digital. (2020, abril 2). “Primo
do porteiro” e Impacto digital de Maia: narrativas de desinformação promovidas por bolsonaristas mobilizam debate político sobre coronavírus. dapp-fgv.
40
Política y relaciones internacionales
Multilateralismo, cooperación
e integración regional
Detlef Nolte
Alemania. Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Mannheim. Investigador
asociado del German Institute of Global and Area Studies, giga (Hamburgo) y del
German Council on Foreign Relations (dgap). Fue director del Instituto de Estudios
Latinoamericanos y vicepresidente del giga. Asesor académico de Latinoamérica21.
E
l multilateralismo latinoamericano y los
procesos de integración regional se encuentran en una fase de transformación,
empujados tanto por cambios en el sistema
internacional como por una reorientación en
las acciones y estrategias de importantes actores regionales. El regionalismo latinoamericano
aún no ha superado su crisis y la pandemia de
covid-19 ha contribuido a revelar sus debilidades.
Así, las actividades de las organizaciones regionales fueron en su mayoría muy limitadas. Aunque
las economías de América Latina se están recuperando tras el desplome de 2020, hasta fines
de 2021 no volverán al nivel que tenían antes de
la pandemia, y se espera una desaceleración del
crecimiento económico en 2022. La recesión ha
afectado al comercio interregional y ha agravado
las limitaciones estructurales para la integración
regional.
tocando fondo con un 12 % del comercio total. En
2021, las exportaciones de la región se han recuperado, debido principalmente al aumento de las
exportaciones a Asia, en particular China, y por el
alza de los precios de productos básicos (commodities). El comercio intrarregional también se ha
recuperado (especialmente en el sector manufacturero) y podría alcanzar valores cercanos a los de
2019. Así, América Latina continúa mostrando un
bajo nivel de interdependencia económica (como
base para la integración económica) y una fuerte
dependencia de las exportaciones e importaciones fuera de la región.
Aunque el Mercosur está celebrando su trigésimo aniversario, no hay un verdadero ambiente
de fiesta. Uruguay intenta romper el corsé de las
negociaciones comerciales conjuntas mientras
que, al mismo tiempo, quiere negociar bilateralmente por su cuenta. En septiembre, el gobierno
uruguayo anunció avanzar con un estudio de
prefactibilidad para un acuerdo de libre comercio con China. Brasil propone una reducción
significativa de los aranceles externos comunes.
Argentina se opone a ambas demandas, pero
aceptaría una reducción arancelaria menor y
diferenciada. El gobierno de Paraguay, a su vez,
declaró su interés en un tratado de libre comercio
con Chile. Las ideas divergentes sobre el futuro
del Mercosur albergan un potencial de conflicto y
podrían intensificar las fuerzas centrífugas en la
organización regional. Durante la presidencia pro
El regionalismo latinoamericano se ha caracterizado por una baja regionalización económica. Los
niveles de comercio intrarregional son magros
en comparación con los de otras regiones como
Europa, América del Norte o Asia. En 2019, el
comercio intrarregional (exportaciones) representó menos del 15% del comercio total de América
Latina con valores aún más bajos para la mayoría
de los sistemas de integración subregionales.
Cuando la crisis del covid-19 golpeó a América
Latina en 2020, el comercio intrarregional se
desplomó más que el comercio extrarregional,
41
Política y relaciones internacionales
tempore de Argentina, en el primer semestre de
2021, hubo algunas iniciativas para revivir el Mercosur. Sin embargo, todas ellas se vieron ensombrecidas por las demandas de Brasil y Uruguay.
En la segunda mitad de 2021, Brasil asumió la
presidencia pro tempore. No se esperan iniciativas
importantes.
cooperación regional se ve condicionada por los
cambios de gobierno.
Esto ha sido particularmente evidente en los
casos de México y Argentina. Por ejemplo, el gobierno argentino ha reducido la cooperación en el
foro prosur (Foro para el Progreso de América del
Sur) creado en 2019 para sustituir a la Unasur. El
presidente Alberto Fernández fue el único mandatario que no asistió a la cumbre presidencial virtual de diciembre de 2020 y tampoco participó en
la reunión extraordinaria de presidentes de prosur en febrero. Bajo la presidencia pro tempore de
Chile en 2020 y Colombia en 2021, los gobiernos
participantes de prosur cooperaron principalmente en cuestiones técnicas (en las áreas de salud,
transporte e infraestructura, energía y gestión de
desastres). Al mismo tiempo, Alberto Fernández
fue, junto con Luis Arce (Bolivia), el único presidente en funciones que en junio participó en el
segundo aniversario del Grupo de Puebla, un foro
de exmandatarios, excancilleres, académicos e
intelectuales de la izquierda latinoamericana que
produce principalmente declaraciones y discursos
para la galería.
El acuerdo de libre comercio con la UE, cuyas piedras angulares se establecieron en junio de 2019,
aún no se ha firmado. Este acuerdo, que podría
fortalecer la cohesión en el Mercosur, constituye
su primer gran pacto comercial. No obstante, el
retraso en la firma se debe principalmente a la
parte europea. En el Mercosur, solo el gobierno
argentino ha expresado reservas sobre el acuerdo, aunque no ha bloqueado el proceso de aprobación. En Europa, se ha formado una extraña
coalición de productores agrícolas, opositores a
la globalización, ambientalistas y partidos verdes
que rechazan el acuerdo. Los motivos puestos
como pretexto para justificar el rechazo son los
incendios forestales, la deforestación en la Amazonia y la nefasta política ambiental del gobierno
de Bolsonaro. Debido a la resistencia de los agricultores franceses y la oposición de gran parte de
la población no habrá avances hacia la firma del
acuerdo antes de las elecciones presidenciales de
Francia en abril de 2022, y es posible que la firma
se retrasará hasta principios de 2023 después de
un cambio de gobierno en Brasil.
El ejemplo de Argentina muestra que el regionalismo latinoamericano se mueve actualmente
entre dos polos: un regionalismo pragmático que,
sin perjuicio de la orientación ideológica de los
gobiernos, busca la cooperación en temas políticos específicos, y un regionalismo declaratorio o
testimonial que tiene una orientación ideológica y
está dirigido a un público doméstico.
Una de las principales características del regionalismo latinoamericano es la de ser intergubernamental, lo que significa que no hay instituciones
supranacionales. La existencia de una burocracia
supranacional puede dar continuidad y sustentabilidad a las actividades regionales en tiempos de
crisis cuando no hay consenso entre los presidentes y existen conflictos intergubernamentales. El
regionalismo latinoamericano es también interpresidencial, lo que contribuido a dar impulso
a la integración regional en épocas de fuertes
liderazgos presidenciales y de afinidades políticas
entre los presidentes. Sin embargo, estas características del regionalismo latinoamericano también
han dado lugar a bloqueos y retrasos en tiempos
de polarización y de falta de consensos políticos.
En consecuencia, la dinámica y el contenido de la
Hubo un vacío de liderazgo en América Latina
entre 2017 y 2020. Ningún país quiso asumir un
papel de liderazgo en el proceso de integración
regional. Eso cambió en 2021. Ya en 2020 se habían
realizado esfuerzos de profundizar la cooperación
entre los gobiernos de México y Argentina, que
se intensificaron en 2021. México ha utilizado la
presidencia pro tempore de la celac (Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños) en 2020
y 2021 para revivir este foro regional paralizado.
Existe un plan de trabajo para diferentes áreas
políticas e iniciativas para combatir la pandemia de
covid-19. Los ministros de relaciones exteriores se
reúnen nuevamente, y en septiembre se organizó
42
Política y relaciones internacionales
la primera cumbre presidencial después un receso
de tres años. Sin embargo, el gobierno brasileño
de Bolsonaro decidió suspender su participación
en la celac aludiendo al protagonismo de regímenes no democráticos como Venezuela, Cuba y
Nicaragua en el foro. El especial protagonismo que
el gobierno mexicano otorgó a los presidentes de
Cuba y Venezuela en la cumbre no ayudó a que la
resucitada celac sea más popular entre los gobiernos conservadores y centristas de América Latina.
Por ello, existe el riesgo de que la celac vuelva a
quedar paralizada por conflictos ideológicos.
de la fragmentación y baja institucionalización del
regionalismo latinoamericano. Las instituciones
regionales pueden quedarse dormidas y volver a
despertarse. Nuevos impulsos de cooperación regional pueden tener diferentes puntos de partida:
reiniciar la cooperación regional es relativamente
fácil y tiene poco costo. No es necesario crear
nuevas instituciones. Todo lo que se necesita es
la voluntad de ciertos gobiernos para asumir un
papel de liderazgo.
Después de un período de perfil bajo en la política
exterior al inicio de su mandato, el gobierno de
Manuel López Obrador vio en la celac un instrumento para fortalecer la presencia de México en
América Latina y para reclamar un cierto liderazgo en la región. Las razones son varias. Entre
otras causas, esta nueva iniciativa de política
exterior responde al propósito de mostrar una
mayor independencia de los Estados Unidos, al
menos simbólicamente. Desde la perspectiva
mexicana, la celac debería desplazar a la oea, la
cual también incluye a Estados Unidos (y Canadá).
Junto con Argentina, el gobierno mexicano ha
intensificado las críticas al secretario general de
la oea, Luis Almagro, quien se ha convertido en la
bête noire de la izquierda latinoamericana.
La no participación de Brasil, el país más poblado
y con la economía más fuerte de la región, sin
duda afecta a una celac que pretende representar a toda América Latina. Pero también muestra
el creciente aislamiento de Brasil respecto de la
región latinoamericana y de la política internacional. El gobierno brasileño ha renunciado a
cualquier pretensión de liderazgo en América del
Sur y está en constante conflicto con Argentina.
Las relaciones con Estados Unidos y la ue se han
enfriado y con China también son complicadas. Al
mismo tiempo, aumentó la dependencia económica respecto del gigante asiático. Los discursos
del presidente brasileño en la Asamblea General
de las Naciones Unidas debilitan la reputación de
Brasil en el mundo, aunque puedan inspirar al
núcleo duro de sus partidarios en el país.
Los ataques a la oea y su secretario general son
problemáticos. Por un lado, Luis Almagro fue
confirmado en marzo de 2020 para un segundo
mandato por una amplia mayoría (23 contra 10
votos) de los gobiernos de América Latina y el
Caribe. Por otro lado, no existe una alternativa
organizativa a la oea. La celac no es una organización internacional (sino un foro intergubernamental). No tiene secretaría permanente, ni
presupuesto propio, ni estructura burocrática u
organismos especializados (como por ejemplo la
Organización Panamericana de la Salud [ops] en
el caso de la oea). Posiblemente, la mayor deficiencia de la celac frente a la oea sea la falta total
de mecanismos de protección de la democracia y
los derechos humanos, que serían comparables
al Sistema Interamericano de Derechos Humanos
que forma parte de la oea. En tiempos de subversión de la democracia en muchos países latinoamericanos, es de gran importancia contar con
instituciones que protegen los derechos de los
A diferencia de la celac, la Alianza del Pacífico (ap)
ha perdido protagonismo en los últimos tiempos.
Esto se debe, por un lado, a los problemas de
política doméstica en Colombia, Chile y Perú, y,
por otro lado, al menor interés y compromiso del
gobierno mexicano con la ap, anteriormente su
principal vínculo con América del Sur. El presidente mexicano no participó en la conmemoración
virtual del 10.° aniversario de la creación de la
Alianza del Pacífico en abril 2021 como los otros
presidentes. Pero la alianza sigue activa: en julio
concluyeron las negociaciones con Singapur para
un acuerdo de libre comercio, lo que convertirá
a Singapur en el primer Estado asociado de la ap,
reforzando así los vínculos comerciales con Asia.
El ejemplo de la celac apunta a una ventaja oculta
(ya se han señalado algunas de las limitaciones)
43
Política y relaciones internacionales
ciudadanos y son independientes de los gobiernos de turno.
El cambio de la política exterior de Argentina y
México se refleja también en el posicionamiento
de ambos países hacia Venezuela, con declaraciones ambivalentes sobre las violaciones de
derechos en el país y el carácter del régimen
venezolano. Desde principios de 2019, México
no ha participado activamente en el Grupo de
Lima, un grupo de países con una postura crítica
hacia el régimen venezolano. Argentina se retiró
oficialmente en marzo de 2021. Con el cambio de
gobierno en Perú y la nueva dinámica de las negociaciones en México entre el gobierno venezolano y la oposición, el Grupo de Lima ha perdido
protagonismo y parece que ha completado su
ciclo de vida.
Cabe destacar la decisión (opinión consultiva
oc 28/21) de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (cidh) del 7 de junio 2021, que dispone
que la reelección presidencial indefinida no constituye un derecho autónomo protegido en el corpus
iuris del derecho internacional de los derechos
humanos, y que la prohibición de la reelección
indefinida es compatible con la Convención Americana sobre Derechos Humanos y la Carta Democrática Interamericana. Esta decisión envía una
señal clara contra la decisión de jueces sumisos
en países latinoamericanos (como en Bolivia) de
que la prohibición de reelección viola los derechos
humanos de ciertos candidatos (en este caso de
Evo Morales). Dentro de la celac el tema nunca se
ha discutido, ya que implicaría una injerencia en
los asuntos internos de uno de los miembros.
En 2021 se hizo un nuevo intento por resolver
la crisis de Venezuela, que ha envenenado las
relaciones entre los gobiernos latinoamericanos y ha contribuido a la crisis del regionalismo
latinoamericano. Luego de largas conversaciones preliminares, desde agosto, el gobierno y
representantes de la oposición venezolana están
negociando nuevamente en la Ciudad de México
para encontrar una solución pacífica. México es
el anfitrión, Noruega actúa como facilitador del
diálogo y mediador, Rusia y los Países Bajos figuran como acompañantes de las conversaciones.
Los puntos claves de las negociaciones son un
cronograma electoral y garantías para las elecciones regionales de noviembre y el levantamiento
de las sanciones contra el régimen venezolano.
Fue un buen momento para negociar. La oposición estaba debilitada y dividida, y las oportunidades para derrocar al régimen eran mínimas. El
gobierno, por otro lado, no hizo frente a la crisis
económica y humanitaria, y las sanciones económicas y políticas estaban surtiendo efecto. Tanto
la nueva administración estadounidense como la
ue apoyan una solución negociada. Las elecciones
regionales son una oportunidad para que la oposición vuelva al proceso político y ponga a prueba
la buena voluntad del régimen.
El gran reto del multilateralismo latinoamericano
y de los procesos de integración regional es que
no existe una postura común hacia la subversión
de la democracia y los regímenes autoritarios en
la región. Esto se aplica tanto a las tendencias
autoritarias de izquierda como de derecha. Los
puntos de vista de los gobiernos están polarizados y sesgados según la orientación política. Por
ejemplo, el presidente argentino Alberto Fernández criticó la violencia contra los manifestantes en
Colombia el pasado mes de mayo, pero guardó
silencio sobre las protestas en Cuba o la situación
en Venezuela. Junto con México, el gobierno argentino se abstuvo en condenar la ola de arrestos
del régimen de Daniel Ortega en Nicaragua en
una sesión extraordinaria del Consejo Permanente de la oea, en la que se aprobó una resolución
con 26 votos a favor, 3 en contra y 5 abstenciones
reclamando la liberación inmediata de los candidatos presidenciales de la oposición y de todos
los presos políticos, y pidiendo garantías para
elecciones transparentes, libres y justas. En su
comunicado conjunto, los gobiernos de Argentina
y México declararon que no están de acuerdo con
dejar de lado el principio de no intervención en
asuntos internos con la pretensión de imponer
pautas desde afuera o de prejuzgar indebidamente el desarrollo de procesos electorales.
Hay que destacar que América Latina, con México
como anfitrión, haya vuelto a tener un mayor
protagonismo en el curso de las negociaciones
entre la oposición y el gobierno venezolano. Sin
embargo, estas no son las primeras y no se puede
44
Política y relaciones internacionales
descartar un nuevo fracaso. En última instancia,
depende de cuánto poder esté dispuesto a ceder
el gobierno venezolano y con qué garantías esté
satisfecha la oposición. Depende también de
cómo se posicionen los actores extrarregionales
en el conflicto (por ejemplo, respecto al levantamiento de las sanciones). En general, parece
justificado cierto escepticismo sobre el resultado
de las negociaciones.
américa seguirá siendo un dolor de cabeza para
Estados Unidos y absorberá muchos recursos de la
política exterior hacia América Latina. Más allá del
problema migratorio, de la corrupción endémica,
del narcotráfico y de la violencia de las pandillas
centroamericanas también está el desafío de cómo
enfrentar el régimen cada vez más autoritario en
Nicaragua.
Biden ha continuado la política dura y restrictiva
del presidente Trump hacia Cuba. Las sanciones
se mantuvieron vigentes y no hubo vuelta atrás a
la política de acercamiento del presidente Obama.
Esto se debe principalmente a la política doméstica de cara a las elecciones al Congreso de 2022
y los votos cubanos/latinoamericanos en Florida
(los demócratas perdieron en 2020 dos escaños
por Florida en la Cámara de los Representantes y,
según los datos del nuevo censo, Florida obtendrá un escaño adicional en la Cámara de Representantes en 2022). Además, la represión de las
protestas en Cuba en julio dejó poco margen de
maniobra a la administración Biden que, como
reacción, impuso sanciones adicionales contra
funcionarios e instituciones cubanas.
El 2021 es el primer año después de la presidencia
de Donald Trump y se han puesto a prueba las
relaciones de Estados Unidos con América Latina.
El cambio de gobierno fue una mala noticia para
los gobiernos corruptos que Trump toleró y para
los negacionistas del cambio climático como
Bolsonaro. La política de la nueva administración
hacia América Latina aún no está completamente
articulada. La IX Cumbre de las Américas, programada para 2021 en los Estados Unidos, se pospuso para mediados de 2022.
El tema central de la política estadounidense hacia
América Latina sigue siendo la migración ilegal, un
asunto de la política interméstica (internacional y
doméstica) y por eso tan importante para el presidente Biden. En julio de 2021, la Patrulla Fronteriza
de Estados Unidos registró casi 200.000 encuentros (detenciones y expulsiones) con migrantes a lo
largo de la frontera entre Estados Unidos y México,
el total mensual más alto en más de dos décadas.
Como consecuencia, Estados Unidos reanudó los
vuelos de deportación por vía rápida para migrantes ilegales. Desde marzo la vicepresidenta de
Estados Unidos, Kamala Harris, está coordinando
la política hacia el llamado triángulo del Norte de
Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), y a fines de julio el gobierno estadounidense
difundió su «Estrategia para abordar las causas
fundamentales de la migración en América Central». La estrategia se compone de cinco pilares,
que incluyen combatir la corrupción, fortalecer la
gobernabilidad democrática y promover el Estado
de derecho. Como han demostrado los acontecimientos en Guatemala (con la destitución del fiscal
anticorrupción) y en los otros países del triángulo
del Norte, implementar la estrategia no será una
tarea fácil; requiere una combinación adecuada de
presión política e incentivos económicos. Centro-
Durante la administración de Trump, Estados
Unidos no había exportado ninguna dosis de
vacuna contra el covid-19, lo que dio a competidores globales como China y Rusia una ventaja en la
diplomacia de las vacunas. Después de los avances en la campaña de vacunación en su propio
país, el presidente estadounidense está tratando
de recuperar parte del terreno perdido en la
región. Hasta fines de julio, Estados Unidos había
regalado más de 36 millones de dosis de vacunas
(AstraZeneca, J&J, Pfizer-BioNTech y Moderna) a
países de América Latina. Al mismo tiempo, los
competidores han perdido su atractivo debido a
problemas de entrega (Rusia) y un menor grado
de efectividad de las vacunas de China y Rusia, lo
que a menudo hace necesario una tercera vacunación en América Latina. Además, el gobierno
estadounidense restringe la entrada de extranjeros que han sido vacunados con vacunas que no
están aprobadas en Estados Unidos.
La ue ha actuado con un perfil bajo en América
Latina en 2021. No solo se ha retrasado de nuevo
45
Política y relaciones internacionales
la firma del acuerdo de libre comercio con Mercosur, sino también la conclusión de las negociaciones sobre la modernización y actualización de
los acuerdos bilaterales ya existentes con Chile y
México. Aunque la demanda para productos de
exportación latinoamericanos se ha recuperado
en Europa después de la caída en 2020, la ue ha
quedado aún más atrás de China en el comercio
de bienes. Pero las empresas europeas han defendido su posición como los inversores extranjeros más importantes en América Latina. En las
negociaciones para resolver la crisis de Venezuela, la ue está dispuesta a desempeñar un papel
constructivo y de apoyo. A diferencia de Estados
Unidos y el Reino Unido, la ue no ha bloqueado
las exportaciones de vacunas y apoya la campaña
de vacunación en América Latina, principalmente
de forma multilateral. A través de Covax, la ue ha
garantizado 38 millones de vacunas para América
Latina y el Caribe. Pero después de los avances de
la campaña de vacunación en Europa y debido a
las dosis de vacuna disponibles, la contribución
de la ue y de sus Estados miembros aún puede
aumentar significativamente hasta finales de año.
(activo) respecto a ambas potencias, una cooperación renovada y avanzada con Estados Unidos
en pie de igualdad (manteniendo la autonomía
y complementada con una estrecha cooperación
regional en América Latina) y, por último, un
alineamiento automático (casi ciego) con Estados
Unidos. Las diferencias ideológicas recurrentes y
persistentes entre los gobiernos latinoamericanos
y las diferencias en su dependencia económica de
China y Estados Unidos hacen poco probable un
posicionamiento común de la región en la política
internacional. Existe el riesgo de que América
Latina como región quede aún más marginada en
el mundo poscovid-19.
China todavía tiene una amplia ventaja en la
diplomacia de las vacunas. Según informaciones
de su gobierno, ese país suministró hasta principios de agosto de 2021 más de 230 millones de
vacunas a 18 países de América Latina. China fue
el único mercado que experimentó un aumento
de exportaciones latinoamericanas en 2020. Y es
muy probable que también en 2021 las exportaciones a China y Asia crezcan de una manera más
dinámica que a otras regiones. De este modo, la
presencia económica de China como socio comercial en América Latina seguirá creciendo, así como
en términos de inversión extranjera directa (ied).
También, bajo la presidencia de Biden, Estados
Unidos se esforzará por reducir la influencia de
China en América Latina. Esta región enfrentará
presiones de ambos gobiernos y deberá posicionarse. La orientación de los gobiernos latinoamericanos varía entre estrechos lazos con China
para protegerse de la influencia o las sanciones
de Estados Unidos, una ampliación de las relaciones con China para aumentar la autonomía
en las relaciones exteriores, un no alineamiento
46
Política y relaciones internacionales
China y América Latina:
un balance y varias interrogantes
Andrés Serbin
Argentina. Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Central de Venezuela.
Presidente ejecutivo de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y
Sociales (cries) y consejero pleno del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales
(cari). Especializado en América Latina y el Caribe, Rusia, Eurasia y Asia Pacífico.
Columnista de Latinoamérica21.
L
a creciente y acelerada presencia económica y diplomática de la República Popular
de China en América Latina y el Caribe en
los últimos veinte años ha generado numerosas
interrogantes sobre los desafíos planteados para
la región y, en especial, sobre su relación con los
Estados Unidos en el marco de la disputa geoestratégica con Beijing.
Este auge de la rpc responde, por un lado, al
proceso de reforma y modernización de la economía china iniciado bajo el mandato de Deng Xiao
Ping, y por otro, a su inserción en la gigantesca
maquinaria productiva y financiera asiática que
se convirtió en años recientes en el nuevo núcleo
dinámico del capitalismo global, desplazando
al tradicional epicentro económico y político del
Atlántico.
El ascenso de China
En este marco, China emerge como una potencia
económica mundial, impulsando una globalización con características chinas en función de sus
propios intereses y objetivos geoestratégicos. La
creciente proyección e influencia de Beijing en el
sistema internacional ha generado, por otra parte, una creciente rivalidad geoestratégica entre
la potencia hegemónica tradicional —los Estados
Unidos— y la rpc, que se desarrolla principalmente en el ámbito comercial y tecnológico, pero que
no deja de tener sus aristas militares y culturales,
y que genera tensiones y fricciones en diversas
regiones y a nivel global.
La República Popular de China (rpc) se convirtió
en 2010 en la segunda economía del mundo, en
el primer productor y exportador de manufacturas y en el segundo comprador global de estas.
Asimismo, en el plano financiero, se consolidó
como el primer tenedor global de reservas
internacionales, principal prestamista del Tesoro
de Estados Unidos y tercer emisor mundial de
flujos de ied. Para ese año, 89 de las 500 firmas de
mayor facturación del planeta eran de capitales
provenientes de China. Por otra parte, en el plano
político-militar, la rpc ostenta en la actualidad el
segundo presupuesto de defensa del planeta;
ocupa un asiento permanente en el Consejo de
Seguridad de la onu y expande su influencia política en diversos ámbitos regionales mediante una
diplomacia asertiva, que ha sido impulsada, en
particular, desde que Xi Jinping asumió como primer mandatario del país y comenzó a desarrollar
una política exterior más proactiva, de proyección
regional y global.
De hecho, China ha recuperado su papel central
en Asia y, aunque su prioridad sigue siendo el
crecimiento y el desarrollo doméstico, tiende a
promover un orden mundial que la tenga como
el eje de una red diversificada de relaciones,
sustentada principalmente en acuerdos bilaterales y en la participación creciente de Beijing
en los organismos multilaterales de gobernanza
47
Política y relaciones internacionales
global, particularmente, en el ámbito financiero y
económico.
cia y su influencia y ha desarrollado una activa
presencia diplomática en América Latina y el
Caribe a través de diferentes medios. A partir
de la publicación del primer documento (White
Paper) sobre América Latina en 2008, desde 2013
se realizaron cuatro visitas oficiales del presidente Xi Jinping, numerosas visitas oficiales de
ministros y altos funcionarios, y se establecieron
relaciones diplomáticas, desde 2017, con Panamá,
República Dominicana y El Salvador, países que
anteriormente reconocían a Taiwán, considerada
por Beijing como parte de la rpc y no reconocida
como Estado autónomo.
China y América Latina
La expansión económica de China, su modernización y transformación en una economía productora de manufacturas de alto contenido tecnológico
y la disponibilidad de un surplus financiero basado en la acumulación de reservas de divisas, han
tenido importantes efectos para América Latina.
Por un lado, la conversión de este país en el corazón de la región fabril de Asia Pacifico ha implicado una importante expansión de su demanda
de productos básicos provenientes de actividades
primario-extractivas. China es el primer consumidor mundial de energía eléctrica, carbón, soja,
zinc, cobre y otros minerales y el segundo consumidor de petróleo detrás de los Estados Unidos,
lo que a su vez le ha permitido desarrollar una
industria manufacturera en busca de mercados
externos para colocar sus productos.
Estas relaciones bilaterales —junto con las asociaciones estratégicas establecidas previamente con
Brasil, México, Argentina, Venezuela, Perú, Chile,
Ecuador, Costa Rica, Cuba, Uruguay y Bolivia— se
han visto complementadas con la participación y
la vinculación con instituciones multilaterales de
la región. China fue admitida como observador
en la oea en 2004, se incorporó al bid en 2009 y
desde 2014 promovió la creación del Foro de Cooperación China-celac.
Por otra parte, el desarrollo de su disponibilidad
financiera, producto del proceso de acumulación de capital de su economía, le ha permitido
sustentar una expansión de su capacidad de
crédito y de adquisiciones en el exterior; impulsar
el financiamiento de diversas obras —particularmente de infraestructura orientadas a facilitar
el transporte de insumos a China—; invertir en
empresas locales y otorgar préstamos a diversos
países de América Latina y el Caribe.
El Foro se convirtió en la principal plataforma
para impulsar la cooperación entre China y alc en
el marco de la relación entre la potencia en ascenso y una organización regional que agrupa a un
conjunto heterogéneo de 33 países latinoamericanos y caribeños, con la exclusión de Estados Unidos y de Canadá. En la primera cumbre del Foro
en Brasilia, en julio de 2014, Xi Jinping anunció
que China aspiraba a incrementar el comercio entre Beijing y alc a 500.000 millones de dólares en
2025 y a invertir 250.000 millones de dólares en la
región en el transcurso de la próxima década. Un
ambicioso proyecto de cooperación denominado
1-3-6 —un plan, tres pilares (comercio, inversión
y finanzas) y seis sectores (energía, recursos
naturales, infraestructura, innovación científica,
tecnología de la innovación y agricultura)— para
el período 2015-2019 fue también anunciado en
esa ocasión, completado con un segundo White
Paper de China sobre América Latina publicado en
noviembre de 2016 y extendido luego con el establecimiento de un segundo plan —Plan Conjunto
China-celac para la cooperación en áreas prioritarias— para el período 2019-2021. Este último
Proyección y ofensiva diplomática china
en Latinoamérica
La proyección comercial y financiera china en
la región ha venido acompañada de una activa
diplomacia y del impulso a asociaciones estratégicas, acuerdos de libre comercio y, más recientemente, de la incorporación de numerosos países
al megaproyecto de conectividad e infraestructura encarnado en la ambiciosa iniciativa de La
Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative, bri).
En este marco, en los últimos veinte años China
ha incrementado significativamente su presen-
48
Política y relaciones internacionales
incorporó explícitamente la región a la bri desde
2017, año en el cual los presidentes de Argentina
y Chile participaron, junto a otros 30 mandatarios
mundiales, en el primer foro de esta iniciativa
realizado en Beijing. Durante el foro, el presidente
Xi Jinping anunció que América Latina era una
extensión natural de la bri. Actualmente, 19 países
latinoamericanos han firmado memorandos de
entendimiento con China y participan formalmente en la bri, aunque los países más grandes de la
región han sido renuentes a participar. Algunos
de ellos se han incorporado a otra iniciativa de
Beijing de carácter financiero —el Banco Asiático
de Infraestructura e Inversión (aiib, según sus
siglas en inglés).
los efectos negativos de la reprimarización de las
economías latinoamericanas en función de las
necesidades chinas de recursos para su desarrollo hasta la trampa del endeudamiento de la que la
acusan por sus abundantes préstamos y créditos,
la degradación ecológica causada por el incremento del extractivismo excesivo y la violación de
las legislaciones y derechos laborales en el marco
de la asimetría existente entre la rpc y la región.
La pandemia ha contribuido a que Beijing haya
potenciado —como parte de su estrategia de
poder blando y como muestra de solidaridad
y asistencia— una fuerte diplomacia sanitaria
que aventajó, por momentos, a la cooperación
estadounidense y europea, desarrollando adicionalmente una infraestructura mediática para
reforzar la imagen positiva de China a través
de información relacionada con la pandemia, la
salud pública, los insumos y suministros médicos, las vacunas y la cooperación sanitaria. Para
principios de 2021 China había enviado una ayuda
sanitaria de 214 millones de dólares en equipos y
donativos a la región.
En este marco, China se ha establecido desde
principios de este siglo como un socio comercial
y financiero fundamental de la región, a través
de acuerdos bilaterales. En 2005, Chile firmó un
acuerdo de libre comercio con Beijing, seguido
por Perú (2009) y por Costa Rica (2010), mientras
que avanzaban las negociaciones con Panamá y
con Colombia. De hecho, el volumen del intercambio comercial entre China y la región creció desde
2000, cuando alcanzaba unos 10.000 millones de
dólares, a 306.000 millones en 2018. Para 2019
China se había convertido en el principal socio
comercial de los países miembros del Mercosur y
en el cuarto mercado de exportación más grande
de México en 2014 y su segundo socio comercial
de importación más importante.
Sin embargo, con el cambio de su modelo de
desarrollo económico, al centrarse más en el
consumo, la capacidad de proyección financiera
de China se redujo a partir de 2018. En 2020, por
primera vez desde 2006, China no ofreció nuevos
compromisos financieros a los gobiernos de América Latina y el Caribe a través de sus bancos. Esta
situación marcó un viraje de las iniciativas chinas
hacia el desarrollo de inversiones prioritarias
relacionadas con los proyectos de infraestructura
y energía, y con la adquisición de commodities y
de empresas de la región.
Simultáneamente, la rpc ha devenido en un
importante inversor de los países de la región,
proveyendo capital en forma de préstamos y
servicios financieros, a la par que desarrolla una
serie de estrategias de poder blando orientadas
a impulsar una percepción positiva de su presencia. Según algunas estimaciones, China prestó a
la región, entre 2005 y 2018, un total de 150.000
millones de dólares.
Un primer balance
Más allá de los altibajos, las implicaciones más
evidentes de esta estrategia multidimensional
de China se relacionan, en primer lugar, con
objetivos estratégicos que van más allá de los
intereses económicos y que apuntan a ocupar
espacios de los que se han retraído los Estados
Unidos, en tanto que, después de Asia, América
Latina y el Caribe parecen convertirse en una de
las áreas prioritarias de la expansión global de
La percepción de China en América Latina
Es de resaltar que China ha logrado proyectar y
diseminar una imagen favorable de sus actividades en la opinión pública de la región, pese a que
han surgido numerosas críticas, que van desde
49
Política y relaciones internacionales
Beijing. Sin embargo, aún es objeto de debate
si la estrategia china —aparte de los beneficios
económicos y diplomáticos y de promover una
imagen favorable a sus intereses a través de una
activa diplomacia— también busca promover
un modelo de desarrollo similar al impulsado
en China. La narrativa oficial china enfatiza, en
este sentido, que sus objetivos son promover un
destino común de la humanidad, la solidaridad
y la cooperación para el beneficio de todas las
naciones, y una estrategia de beneficio mutuo
que favorezca a todas las partes y no implique la
imposición de sus valores. Su política de no injerencia en los asuntos de otros países pareciera
validar estos propósitos y confirmar que China no
intenta exportar su modelo político de desarrollo
ni sus valores tradicionales.
autonomía estratégica. En un mundo en acelerada
transición, la relación con China puede ofrecer a
la región desplegar este acto de equilibrio en su
propio beneficio si se cumplen una serie de condiciones: insertarse y desenvolverse en un mundo
multipolar más que bipolar; construir —pese a sus
heterogeneidades y asimetrías— una voz regional propia que permita una interlocución con el
mundo y sus diversos actores relevantes, tanto en
lo económico como en lo geoestratégico; y asumir,
particularmente después de algunas experiencias
recientes, que Estados Unidos puede seguir siendo
un socio atractivo que, sin embargo, no debería
imponer compromisos o alianzas unilaterales a
Latinoamérica.
Sin duda, la relación económica de América
Latina con China ha proporcionado beneficios
a la región —materializados principalmente en
crecimiento económico, mejora del sector externo
y mayores ingresos fiscales— pero, a la vez, la
relación configura un circuito que refuerza los estímulos a la especialización primaria de la región
y una dependencia financiera para impulsar su
desarrollo, basado en el comercio, los préstamos
chinos y las inversiones de empresas chinas. Y las
estrategias de poder blando citadas contribuyen a
aminorar los efectos negativos con el desarrollo
de una percepción positiva del sueño chino y de
las oportunidades que pueda implicar.
La relación triangular ChinaEstados Unidos-América Latina
Sin embargo, esta expansión de la presencia y
de la influencia china en América Latina afecta la
tradicional influencia hegemónica de los Estados Unidos en la región y genera tensiones en
el marco de la relación triangular China-Estados
Unidos-América Latina, particularmente en función
de la creciente disputa estratégica global entre los
dos primeros. En este sentido, los países de América Latina y el Caribe deberán calibrar los costos
y beneficios de su relación con China, equilibrar
las asimetrías existentes, evitar involucrarse en
esta disputa y asumir una posición balanceada
que les permita incrementar su diversificación y su
50
Política y relaciones internacionales
Los partidos latinoamericanos
bajo presión
Sebastian Grundberger
Representante de la Fundación Konrad Adenauer en Uruguay. Director del Programa
Regional Partidos Políticos y Democracia en América Latina, con sede en Montevideo.
Columnista de Latinoamérica21.
La pandemia ha aumentado la presión sobre
los partidos latinoamericanos. Para sobrevivir
en medio de la tormenta de protestas sociales,
promesas populistas o cortejos chinos, los
partidos de América Latina necesitan aliados
firmes y conceptos innovadores.
l coronavirus golpeó a América Latina en
medio de una prueba de resistencia para la
democracia. En varios países del continente,
la pandemia se sumó a agudos conflictos sociales, desconfianza respecto a las instituciones, la
erosión del consenso político y social y promesas
populistas de salvación. En medio de la crisis del
coronavirus los partidos políticos, ya de por sí
debilitados, apenas estuvieron en condiciones
de convertirse en los intérpretes calificados de
la crisis como portadores de conceptos políticos
coherentes. El protagonismo del Ejecutivo durante la crisis y el poco frecuente vínculo institucional
estrecho entre el Gobierno y un partido político
fuerte no bastan como explicaciones para esto.
La pandemia, además, dificulta hallar respuestas
según el clásico esquema izquierda-derecha. Si
bien los desafíos estructurales que enfrentaron
los partidos en América Latina durante la crisis
tendieron a atraer menos atención internacional,
no solo mantienen su vigencia sino que también
son de crucial importancia para el futuro de la
democracia en la región. Este artículo se propone
analizar las claves relacionadas con este tema.
E
Las democracias latinoamericanas (todavía)
siguen siendo democracias de partidos
En contraste con lo que sucedió en los notoriamente tardíos procesos de descolonización en
África y Asia, en prácticamente todos los países
latinoamericanos se formaron partidos políticos
51
Política y relaciones internacionales
apenas lograda la independencia. Las organizaciones que se constituyeron bajo este nombre en
la primera mitad del siglo xix, a pesar de su carácter elitista, expresaban incipientes contradicciones ideológicas: por un lado, una orientación
conservadora-clerical y, por otro, una liberal-comercial. A esto se sumaron en la primera mitad
del siglo xx partidos decididamente de izquierda.
Aunque a lo largo de los años hubo fundaciones
partidarias basadas en temas de actualidad, y
algunas de estas tuvieron la capacidad de afianzarse, los sistemas de partidos de América Latina
se mantuvieron notablemente estables hasta
principios del siglo xxi.1 Esto se mantuvo a pesar
de los golpes de Estado y las dictaduras militares
que se sucedieron a lo largo de la historia del
continente en prácticamente todos los países.
Al terminar estas, fueron a menudo los viejos
partidos los que jugaron un papel decisivo en la
democratización.
La polarización social agudiza la pérdida
de prestigio de los partidos políticos
y de las instituciones
Las encuestas muestran que, a pesar de tres a
cuatro décadas de gobiernos civiles continuados,
en la mayoría de los Estados del continente americano las instituciones democráticas no lograron afianzar la confianza de la ciudadanía como
garantes de un buen desempeño en el gobierno
y de la estabilidad institucional. De acuerdo con el
Informe Latinobarómetro de 2018, solamente un
24 % de los encuestados declararon estar conformes con la democracia en sus respectivos países,
lo que constituye el valor más bajo desde la primera encuesta en 1995. Estos bajos valores tienen
un impacto directo sobre un amplio espectro de
instituciones democráticas como las autoridades
electorales (28 % de confianza), el Poder Judicial
(24 %), el Gobierno en general (22 %) o los parlamentos (21 %). Sin embargo, particularmente
afectados resultan los partidos políticos, que
solamente cuentan con la confianza de un 13 % de
los encuestados. En 2013, este valor todavía era
de 24 %. La pérdida de reputación de los partidos
políticos no puede verse independientemente del
apoyo cada vez menor a las instituciones democráticas y a la democracia en su conjunto. Sin
embargo, es llamativo que los partidos políticos
sufran particularmente este daño a su imagen.
Aunque hoy en día cada vez se apunta menos
a una continuada vigencia de la tesis de los
sistemas de partidos estables en América Latina,
dos aspectos no han cambiado. Por un lado,
después de dos siglos, los Estados latinoamericanos se acostumbraron a la existencia de algún
tipo de «partido» político. Por otro lado, las
agrupaciones políticas existentes en la mayoría
de los países pueden ser ubicadas en forma al
menos aproximada en un gradiente ideológico
de izquierda a derecha, de autoritario a liberal-pluralista, y de nacionalista a cosmopolita.
Además, desde hace décadas persisten algunos
importantes partidos, que ejercen influencia en
la formación de los gobiernos. Un ejemplo claro
es el Partido Nacional en Uruguay, con 184 años
de existencia ininterrumpida, que desde el 1.º de
marzo de 2020 lidera la coalición de gobierno.
El origen de los todavía hoy relevantes Partido
Conservador y Partido Liberal de Colombia se
remonta a los años 1848/1849. Otro ejemplo es el
Partido Acción Nacional (pan) de México, que se
formó en 1939.
1
En la búsqueda de modelos de explicación, ayuda
elevar la mirada a los desarrollos globales. En
los últimos años, América Latina participa de
la tendencia global a una erosión del consenso
político básico y a una polarización del panorama
político en dos campos enfrentados en forma
irreconciliable. Lo que en Argentina es llamado la
grieta se repite en cada vez más países de la región, aunque con diferente vehemencia. En Brasil,
Chile o Perú se constatan fenómenos similares
en los últimos años, por no hablar de los países
gobernados en algún momento o en la actualidad
en forma «bolivariana» como Bolivia, Ecuador,
Nicaragua o Venezuela. Hay una tendencia a que
los contrincantes políticos sean convertidos en
enemigos irreconciliables. En este entorno del
todo vale, los partidos institucionalizados son
asfixiados en su capacidad de articular demandas
En relación con los años ochenta, noventa y comienzos de
dos mil, Manuel Alcántara Sáez (2004, p. 29) constató esa
estabilidad en los sistemas de partidos latinoamericanos.
52
Política y relaciones internacionales
sociales a través de discusiones. La disposición
a defender las instituciones democráticas contra
amenazas populistas y autoritarias desde los
extremos del espectro político tanto de izquierda como de derecha disminuye a medida que
aumenta la polarización social.
en 2016 en Brasil. A esto se suman movimientos
estudiantiles y variados colectivos, en los que es
difícil de discernir una única fuerza motora o una
figura que los lidere.
Si bien estos movimientos sustituyeron a los
partidos parcialmente en su función movilizadora, no fueron capaces de formular soluciones o
nuevas formas de liderazgo democráticamente
legitimadas. Lo que sí lograron fue empujar a los
partidos y grupos parlamentarios existentes a
través de demandas fuertemente emocionales,
amplificadas a través de los espacios virtuales de
resonancia. Las discusiones con contenido, por
ejemplo, sobre los detalles técnicos del diseño del
sistema de pensiones o del sistema electoral se
moralizan así de una manera muy perjudicial para
el debate racional que requieren estas cuestiones
con muchos detalles técnicos. Además, como
resultado de esta especie de moralización pública
se están transfiriendo cada vez más a las calles o
a las redes elementos de la toma de decisiones
democrática tradicionalmente reservados a los
parlamentos en las democracias representativas.
Si este proceso sigue avanzando y la democracia
parlamentaria se ve amenazada de ser por lo
menos parcialmente reemplazada por lógicas plebiscitarias, los partidos perderían en gran medida
nada menos que su razón de ser y, por tanto, se
vería severamente mermado su rol amortiguador
contra las ambiciones autoritarias de poder.
Grupos de interés y no partidos son
los portadores de la nueva protesta social
Severos estallidos sociales llevaron a actos de violencia de distinta intensidad y sacudieron a países
de la región como Chile, Colombia o Ecuador. En
especial, la crisis política en Chile hizo plantearse
a observadores incrédulos la pregunta de cómo
«el país más rico de América Latina [...] podría
convertirse de repente en algo así como un campo de batalla» (Peña González, 2020). Una de las
varias causas de la crisis es que «el Estado apenas
ha sido reformado y es percibido como obsoleto
por una sociedad que avanza a mucha mayor
velocidad», afirma el analista Carlos Peña González, quien agrega que de esta forma surgió una
situación en la que «la sociedad dispone hoy de
mayores grados de complejidad que un Estado,
cuya fisonomía viene del siglo xix». Este diagnóstico ciertamente puede trasladarse a los partidos
políticos como parte de este diseño institucional.
En ninguno de los contextos mencionados los
partidos políticos estuvieron significativamente
involucrados como articuladores políticos de las
demandas sociales. Por el contrario, los partidos,
frecuentemente debilitados por escándalos de
corrupción y disputas internas, a menudo eran
percibidos por los manifestantes como parte de
un sistema injusto susceptible de ser combatido.
En estos casos, los partidos no fueron capaces, en
su calidad de sistemas de alerta temprana anclados
en la sociedad, de hacerse eco de las demandas
sociales, orientarlas hacia canales institucionales
y evitar así una explosión violenta.
No hay forma de matar al caudillo,
sea analógico o digital
A pesar de todos los problemas, las protestas
sociales actuales son una expresión de la demanda de nuevas formas de participación social
y política —es decir, de más democracia— por
una clase media creciente y cada vez mejor
educada. Más anacrónico aún es que el caudillo,
una tradicional especie de la fauna política de
América Latina (Vargas Llosa, 2004), se beneficie
del descontento generalizado con la política y la
clase política. La expresión caudillo, proveniente
de la jerga militar para denominar a un líder del
ejército, se usa en América Latina siempre que
un líder carismático-populista se presenta como
un tribuno del pueblo, acapara y utiliza el poder
La motivación principal de las protestas fue a
menudo un movimiento de defensa de intereses
particulares, sin liderazgos claros, principalmente activos a través de las redes. Estos grupos se
agitaron bajo consignas como «no más afp» en
Chile o, algunos años antes, «Vem pra rúa», en
el marco de las protestas contra Dilma Rousseff
53
Política y relaciones internacionales
con medios a veces cuestionables. También los
populistas contemporáneos de América Latina se
sitúan ayer como hoy en una especie de «lucha
binaria entre el pueblo por un lado y una especie
de exclusiva élite por el otro» (Latin News, 2020) y,
de esa forma, se benefician de una moralización
de la política.2
estatales den fuerza a propuestas populistas y
soluciones supuestamente simples.
De corta vida y de poca cohesión interna.
La peruanización de los partidos
latinoamericanos
Mientras algunos caudillos se convirtieron en una
amenaza para la constitución democrática de los
Estados latinoamericanos, por debajo del límite
de percepción internacional a menudo surgen
microcaudillos que determinan a sus partidos
políticos. Particularmente, en países donde los
sistemas de partidos apenas se perfilan, candidatos presidenciales prometedores tienden a fundar
ellos mismos «partidos», cuya duración a menudo
se limita al ciclo de su propia actividad política
en primera fila como candidato o candidata. En
Perú, por ejemplo, el expresidente Pedro Pablo
Kuczynski incluso dio nombre a un partido con
sus iniciales ppk (Peruanos Por el Kambio). Con el
prematuro final de la presidencia de Kuczynski en
2018, también su «partido» se descompuso, mientras sus miembros se dispersaban para sumarse a
nuevos agrupamientos. Este fenómeno, ya típico
para Perú, llevó a que politólogos llamaran al país
andino «democracia sin partidos» (Luna, 2017,
p. 54). Tuesta Soldevilla et al. (2019) explican las
características constitutivas de este modelo: en ciclos políticos cada vez más cortos se forman franquicias políticas (p. 29) alrededor de líderes, que
se disuelven rápidamente. Una vez que alcanzan
el gobierno, carecen de cuadros del partido para
ocupar importantes funciones dentro del Estado,
lo que resulta en administraciones tecnocráticas
sin clara orientación política. A eso se suma el
peligro de que personas que se acercan a proyectos políticos de estas características lo hagan
más bien por motivos personales que por una
comunión de convicciones políticas. Esto aumenta el peligro de que estructuras ilegales ejerzan
influencia, lo que resulta en una marcada inestabilidad de la política y en una mercantilización
(p. 30) de candidaturas y campañas electorales.
Llama la atención que tres de los cinco países
mencionados con los valores más bajos de
satisfacción con la democracia, según datos del
Latinobarómetro 2018 (Brasil, México y El Salvador),
hayan entregado su fortuna a una figura populista caudillesca. Los nuevos caudillos utilizan,
mientras tanto, las herramientas digitales para
sus objetivos y logran con esto darles un barniz
de modernidad a estilos políticos en realidad
apolillados.
Un caso particularmente ejemplar es el del
presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien
se ha convertido en una especie de cibercaudillo.
Elegido para el cargo en 2019 con la promesa de
sustituir «a los de siempre», Bukele se celebró
primero en Twitter como el «presidente más cool
del mundo», para luego de recurrir al más clásico
de todos los patrones de legitimación de los
caudillos latinoamericanos, el apoyo de la fuerza
armada. Esta estrategia encontró su clímax en la
emblemática ocupación del Parlamento por las
fuerzas armadas el 9 de febrero de 2020 (Bermúdez-Valle, 2020a; 2020b). En este contexto parece
cínico que Bukele llame Nuevas Ideas al partido
fundado a su imagen y semejanza en el mejor
estilo caudillesco.
Si bien la pandemia ha demostrado claramente
los déficits de la gestión de crisis de algunos líderes populistas (Usi, 2020), no parece más que una
expresión de deseo que esta crisis pueda colocar
a los caudillos en su lugar y oriente a la ciudadanía hacia partidos moderados con programas.
Por el contrario, podría darse que el empobrecimiento como consecuencia de la pandemia y el
sentimiento de desamparo frente a estructuras
El destino de los partidos políticos, tal y como se
describe en el contexto peruano, se está volviendo cada vez más notorio hasta en países como
Colombia o Chile, hasta ahora más institucio-
2 A los caudillos les gusta equiparar retóricamente su persona
con el pueblo. Un ejemplo de ello: «Yo no me voy a divorciar
del pueblo; vamos a estar siempre juntos» (Galván, 2019).
54
Política y relaciones internacionales
nalizados en términos de política partidaria, sin
mencionar los sistemas de partidos más volátiles,
como en Ecuador, Bolivia, Venezuela o los Estados
centroamericanos con excepción de Costa Rica.
El politólogo Juan Pablo Luna (2016), por tanto,
también ve el modelo peruano como un posible
escenario futuro para otros países de América
Latina (Tuesta Soldevilla et al., 2019, p. 22).
nas hay políticos especializados que conviertan a
la digitalización en su tema principal, y ni hablar
de que existan grupos de trabajo sobre este tema
dentro de los partidos. Todo ello resulta en que
los partidos tradicionales latinoamericanos, frecuentemente sobrecargados de estatutos y reglamentos internos complejos, a menudo se quedan
en desventaja frente al estilo político emocional
y personalista de los caudillos. Como internet y
especialmente las múltiples plataformas de redes
sociales permiten a los líderes políticos dirigirse en forma directa a grupos de votantes cada
vez más segmentados, queda cuestionada una
función importante del partido político, a saber,
su presencia territorial y, por tanto, la proximidad
física con los ciudadanos. Por tanto, los partidos
latinoamericanos necesitan urgentemente encontrar respuestas estratégicas a la realidad de la
democracia digital si quieren seguir vigentes.
Los partidos latinoamericanos buscan
su lugar en la democracia digital
El término transformación digital se utiliza principalmente en relación con la economía, mientras
que los actores y partidos políticos aparecen al
final del espectro de percepción al respecto (Ford,
2019, p. 112). No obstante, los partidos políticos no
solamente tienen que afirmarse en el espacio digital; su capacidad de adaptación a la democracia
digital y sus dinámicas determina cada vez más
sus posibilidades de éxito en las urnas. Esto vale
especialmente en América Latina. Aunque la región todavía esté muy por detrás de Europa o de
Estados Unidos en la expansión de la infraestructura digital (asiet, 2020), a pesar de los avances el
continente es, según datos estadísticos, la región
con el uso diario más intensivo de las redes
sociales en todo el mundo (Navarro, 2020). Según
un estudio de 2019, los latinoamericanos pasaban
un promedio de tres horas y media al día en las
redes sociales, casi el doble que los norteamericanos (Duarte, 2019).
¿Y las nuevas generaciones?
No hay democracia sin partidos políticos. Por
esto, la pregunta primordial no es si hay un futuro
para los partidos políticos, sino cómo pueden las
nuevas generaciones transformar a los partidos
políticos para que estos tengan futuro. Algunas
ideas que emanan en gran medida de lo antes
descrito:
a. Introducir los nuevos temas de la calle en la
agenda partidaria. Un partido que no habla de los
asuntos que mueven y preocupan a las sociedades es un partido desconectado. Hay muchas
nuevas demandas y cada día surgen más. En Europa, algunos partidos están sufriendo, por ejemplo, por no haberse preocupado por el movimiento climático a tiempo. La lucha contra la violencia
de género y las demandas de una igualitaria
participación de las mujeres en la esfera política
se hace cada vez más notoria. La inseguridad y la
pobreza siguen afligiendo a las sociedades. Los
jóvenes son los más cercanos a los debates en
las calles. Y tienen una gran responsabilidad en
transmitirlos a los partidos.
No obstante, los partidos políticos de América
Latina hasta ahora se comportaron en forma más
bien pasiva con respecto a los desarrollos en la
comunicación digital, en vez de utilizar las nuevas
herramientas para trabajo partidario de manera
innovadora, por ejemplo, en el reclutamiento de
miembros, discusiones de programas o recaudación de fondos (Ford, 2019, pp. 113-114). Mientras
que en el continente en campañas electorales se
pueden encontrar enfoques muy innovadores y
profesionales en el área digital, esto difícilmente
se aplica a la comunicación y el trabajo partidario
cotidianos en épocas más lejanas a los procesos
electorales. Por otro lado, los partidos políticos
muchas veces aún no ven a la digitalización como
un campo futuro de formulación de políticas. Ape-
b. Cuidar los modales en el enfrentamiento político. La polarización empuja a los políticos a usar
palabras y expresiones cada vez más radicales,
55
Política y relaciones internacionales
insultantes y divisorias. Esto afecta a las instituciones y a los partidos. Es fundamental que los
jóvenes no caigan en este círculo vicioso y que
encuentren maneras de defender sus ideas de
una manera clara, precisa, innovadora, pero siempre respetando a las opiniones contrarias, para
proteger la democracia y la posibilidad de llegar a
acuerdos.
europeos enfrentan cada vez más desafíos similares a los de sus socios latinoamericanos. Dada
la coincidencia de ambas regiones en el concepto
de partido, un diálogo intenso en pie de igualdad
seguramente será beneficioso para todos.
Esto es especialmente válido frente a alternativas
autoritarias a las democracias claramente reconocibles, como ejemplos disuasorios en ambas
regiones. Las áreas a desarrollar en la intensificación del diálogo partidario se encuentran en todo
lo relativo a la conexión entre los partidos y sus
sociedades. Esto comprende el programa político,
la búsqueda de un consenso básico en la sociedad y la orientación estructural de los partidos
hacia los patrones de comunicación y debate
rápidamente cambiantes en la era digital.
c. Mantenerse fiel a un partido. La vida dentro
de un partido es una carrera de resistencia y los
tiempos para llegar a puestos de poder pueden
ser lentos. Esto lleva a cada vez más jóvenes a
cambiarse frecuentemente de partido o de movimiento político. Hay pocas cosas más dañinas
para estos. Para fortalecer a los partidos y avivar
el debate de ideas dentro de ellos, es fundamental no ceder ante la primera adversidad y comprometerse con el partido político que uno escogió.
Para que este diálogo funcione, y lleve a fortalecer las democracias y los partidos políticos, es
necesario que se construyan las alianzas entre
partidos que comparten valores y principios. El
compromiso fundamental es, sin ningún lugar a
duda, un compromiso pleno con la democracia y
con sociedades pluralistas.
d. Llevar a los partidos a la era digital. Las nuevas
generaciones son nativas digitales. Los códigos de la comunicación en redes les salen tan
naturales como a la generación de los mayores
las charlas en mítines. ¿Quiénes más indicados
entonces para llevar a estos grandes barcos que
son los partidos a las aguas más revoltosas de la
comunicación digital?
Referencias bibliográficas
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Galván, M. (2019, enero 19). 50 frases de amlo en sus
primeros 50 días de gobierno. Expansión Política.
e. Descifrar las nuevas amenazas externas. Es fundamental entender que la geopolítica ha cambiado drásticamente. Actores como Rusia y especialmente China tratan de usar a los partidos para
sus fines no democráticos. Un partido conectado
con la realidad tiene que entender estos cambios
y moverse dentro de ellos con un norte moral
claro. Aquí, de nuevo, las nuevas generaciones
pueden empujar a sus partidos.
La necesidad de un diálogo entre partidos
políticos democráticos
Muchos de los desafíos planteados hacen indispensable un diálogo entre partidos políticos
democráticos. Y esto no solamente aplica a nivel
internacional. Si bien los procesos de erosión en
algunos contextos latinoamericanos (palabra clave:
peruanización) pueden estar aún más avanzados
que en los países de la Unión Europea, los partidos
56
Política y relaciones internacionales
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57
Economía
58
Economía
Introducción
David Castells-Quintana
España-Colombia. Doctor en Economía por la Universidad de Barcelona. Profesor de la
Universidad Autónoma de Barcelona y docente externo en la Universidad Pompeu Fabra,
París-Sorbonne y Sciences-Po. Especializado en economía internacional, economía urbana
y desarrollo económico. Columnista de Latinoamérica21.
L
a irrupción del coronavirus sars-CoV-2 ha
dejado muchas muertes y sufrimiento pero
también ha supuesto un gran choque,
tanto para las economías nacionales como para la
economía global. Por el lado de la oferta, las políticas de contención del virus limitaron drásticamente la movilidad —interna e internacional— y
obligaron en muchos países a paralizar empresas
y cerrar comercios. Por el lado de la demanda, el
miedo al virus redujo fuertemente la confianza de
los consumidores. Mientras que a Latinoamérica
la pandemia llegó relativamente más tarde que a
otras regiones del mundo, el impacto fue en muchos casos más severo, tanto por el alto número
de contagios y muertes, como es el caso de Brasil,
como por las severas medidas de contención
aplicadas en Argentina o Colombia.
especialmente el turismo y las cadenas internacionales de valor, frenando las interacciones, paralizando inversiones y destruyendo empleo. Esto
llevó a los Estados al límite de sus capacidades.
Pero el impacto de la pandemia ha sido —y
es— tal que aún no comprendemos del todo sus
repercusiones. ¿Cómo ha afectado la pandemia a
los diferentes aspectos de las economías latinoamericanas? ¿Cuáles han sido las consecuencias
de las diversas políticas implantadas para hacer
frente a la expansión del virus? ¿Cuáles son las
expectativas de futuro en la región? Así mismo,
la pandemia también nos da lecciones y nos hace
reflexionar sobre la realidad económica latinoamericana, sus múltiples crisis interrelacionadas y
los desafíos que sobrevendrán (Villarreal-Villamar
y Castells-Quintana, 2020).
En el 2020, el pib de la gran mayoría de países se
contrajo drásticamente. En Argentina, cayó cerca
de un 10 %; en México, más de un 8 %; en Colombia, más de un 6 %; y en Brasil, más de un 4 %. La
economía global, por su parte, se contrajo en más
de un 3 % y el volumen del comercio internacional
de mercancías lo hizo en un 5,3 %, según datos de
la Organización Mundial del Comercio (omc).
Esta sección del Anuario se detiene en el análisis
de los impactos económicos de la pandemia en
América Latina a través de la visión de diferentes
expertos que pueden ayudarnos a responder las
preguntas. Los seis textos que se presentan a
continuación ofrecen perspectivas para entender
mejor las repercusiones de la crisis reciente y
comprender las opciones políticas para contrarrestar los efectos socioeconómicos de las medidas de contención del virus.
Las cifras evidencian el gran impacto económico
de la pandemia. El virus mismo, como las medidas
adoptadas para su contención, han tenido profundas repercusiones en la actividad económica general, afectando a todo tipo de empresas y sectores,
En el primer texto, Andrés Mejía Acosta profundiza en la política fiscal tras la pandemia y en la
59
Economía
posibilidad de un cambio de paradigma económico en la región. Lo hace analizando las cuentas
nacionales, diferentes instrumentos fiscales de
los gobiernos, sus consecuencias y el alcance que
pueden llegar a tener para afrontar los retos de
una recuperación fuerte y más equitativa.
en el diseño de mejores respuestas frente a una
crisis cuyas severas consecuencias aún no conocemos en su totalidad.
Referencias bibliográficas
Villarreal Villamar, M. del C., y Castells-Quintana, D. (2020). Más allá del covid-19, Foreign
Affairs LA, 20(3), 14-22.
En el segundo texto, Gregorio Vidal nos habla del
Estado, el mercado y la reactivación económica y
reflexiona sobre una recuperación muy débil pero
también muy desigual en una región lastrada
históricamente por el bajo crecimiento y la gran
desigualdad.
La tercera contribución, desarrollada por Ricardo
Aceves, profundiza en la evolución de la inversión
extranjera directa (ied) en la región, y el riesgo
y reto que su desplome significa para el futuro
económico inmediato y más a largo plazo de la
región.
El cuarto texto, de Leonardo Stanley, nos presenta
una reflexión sobre los desafíos financieros del
cambio climático y cómo a estos se suman ahora
los desafíos de la recuperación pospandemia. El
autor nos recuerda además que la crisis actual
puede ser una oportunidad para redoblar los
esfuerzos en la implementación de políticas de
mitigación del cambio climático.
El quinto análisis, de Carlos Andrés Brando, plantea las posibilidades de integración económica en
nuestra región tras la pandemia de covid-19. La
integración latinoamericana tiene una historia de
altibajos, por lo cual, la pandemia ha llegado para
recordarnos que este es un objetivo por el cual
hay que seguir trabajando.
Finalmente, el texto de Violetta M. Tayar profundiza en las relaciones entre América Latina y Europa
y la transformación socioeconómica en la nueva
realidad.
El conjunto de contribuciones de esta sección pretende aportar una visión del impacto económico
de la pandemia desde diferentes perspectivas. El
objetivo no es otro que facilitar el entendimiento
de los efectos y consecuencias que la pandemia
ha tenido en los latinoamericanos para colaborar
60
Economía
Política fiscal en el mundo
poscovid-19: ¿cambio de paradigma?
Andrés Mejía Acosta
Ecuador. Doctor en Ciencia Política. Profesor de Economía Política en Economías
Emergentes en el Departamento de Desarrollo Internacional, King’s College of London
y profesor asociado de la Facultad de Economía, udla (Ecuador).
Asesor académico de Latinoamérica21.
E
ste capítulo ofrece una breve evaluación
del fuerte impacto fiscal y las consiguientes
respuestas de los gobiernos al finalizar los
primeros 18 meses de la dramática pandemia de
covid-19 en América Latina. El impacto en esta
región de profundas desigualdades y carencias ha
sido particularmente fuerte para retroceder en la
batalla contra la pobreza y exacerbar las desigualdades socioeconómicas.
seguridad social con el fin de atender la emergencia médica y minimizar el impacto de la pandemia. Con pocas excepciones, la gran mayoría de
los gobiernos implementaron distintos tipos de
estímulos fiscales, que incluyeron un mayor gasto
en el sector salud, transferencias de efectivo para
sectores vulnerables e informales, subsidios a los
combustibles y, en casos excepcionales, la adopción de nuevos paquetes tributarios. La combinación de mayores gastos con reducidos ingresos
inevitablemente ha sentado las bases para una
posible futura crisis de la deuda en la región.
Al igual que en otras regiones, la política fiscal
en América Latina se volvió un instrumento clave
para atender la emergencia sanitaria y contener
la expansión del virus. Por un lado, la mayor parte
de los gobiernos de la región impusieron el cierre
de negocios, escuelas, comercio y fronteras,
esencialmente congelando muchas áreas de la
economía productiva, lo cual produjo un choque
negativo a los ingresos percibidos. Se estima que
el repentino y sostenido congelamiento de la
economía representó una contracción de aproximadamente 5 a 7 % del pib, dependiendo del país,
con el potencial de generar una recesión de largo
plazo equivalente a la observada durante la gran
depresión (cepal, 2021a).1
En este artículo se revisará brevemente el impacto fiscal del covid-19 en las economías de la
región, con especial énfasis en: a) la situación
fiscal preexistente, b) la magnitud del impacto, y
c) el rango y alcance de las respuestas fiscales. En
el final del capítulo se discuten los instrumentos y
prospectos de recuperación en el largo plazo.
La situación fiscal preexistente
Una evaluación de condiciones preexistentes
tiene que tomar en cuenta la precaria situación
económica y fiscal de la mayoría de países en
América Latina. Si bien es cierto que la pobreza
había mostrado una notable recuperación en
la última década, se estima que al inicio de la
pandemia la tasa de pobreza aún afectaba al 23 %
de la población que vive con menos de usd 5,50 al
día. Cerca de 4 % de la población vivía en extrema
El segundo choque fiscal vino por el lado del repentino y elevado gasto en salud, transferencias y
1
cepal estimó que la economía de América Latina se contraería 5,3 % en 2020 (América del Sur –5,2 %; Argentina –6,5 %;
Chile –4,0 %; Brasil –5,2 %; México –6,5 %).
61
Economía
pobreza (con ingresos diarios menores a usd 1,90)
y alrededor de 10 % de la población estaba en
situación de vulnerabilidad de caer en extrema
pobreza (con ingresos diarios menores a usd 3,20)
(Lustig y Tommasi, 2020). Según nuevas proyecciones de la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (cepal), se estima que la tasa de
pobreza en 2020 subió a un 33,7 % de la población, es decir, aproximadamente 22 millones más
de personas que el año anterior (cepal, 2021b).
La magnitud del impacto
Un importante desafío para el diseño de la política fiscal es producir una respuesta de política que
compense de manera proporcional el impacto
negativo de la pandemia. Como resultado de esta,
de acuerdo con un reporte de pnud, cerca de 16
millones de personas podrían retroceder a niveles
de pobreza extrema. Para mitigar el impacto se
necesitaría una inversión sostenida de gobierno
para proteger la vida, el bienestar y la condición
laboral de la población más vulnerable.
La condición de pobreza afecta a otras circunstancias de vida, que aumentan la vulnerabilidad de
la población a los efectos de la pandemia. Según
un reporte de pnud, la pobreza agrava el acceso
a una dieta saludable; se estima que alrededor
del 60 % de la población tiene un problema de
sobrepeso y obesidad y cerca del 10 % de la población sufre de diabetes. La falta de acceso a agua
potable (22 % de la población) es otro factor que
agrava las condiciones sanitarias. Por último, se
observa una enorme precariedad económica y
laboral, en tanto el 80 % de aquellos en el quintil
más pobre de la población trabajan en el sector
informal y, por ende, no tienen acceso a seguro
de desempleo, pensiones de retiro, seguridad
social ni servicios financieros (como una cuenta
de banco) (Lustig y Tommasi, 2020).
Desafortunadamente, la precaria situación fiscal
de los países también se agravó significativamente con la pandemia, lo cual redujo el margen de
maniobra fiscal para que los gobiernos pudieran
hacer un ajuste decisivo. Por un lado, la recaudación tributaria se vio afectada por la reducción del
consumo privado, los ingresos salariales y las utilidades. La contracción de ingresos en los países
de América del Sur (0,9 puntos porcentuales del
pib) fue más fuerte que en países como México y
en Centroamérica (0,3 % pib) donde la recaudación
ha sido tradicionalmente menor que en la región.
Sin embargo, se observan diferencias importantes entre los países. En Paraguay, Costa Rica,
Chile, Colombia, Perú, Ecuador, Brasil y Honduras
se registraron caídas equivalentes a 0,8 puntos
porcentuales del pib. Otros países como México y
El Salvador lograron atenuar la caída de ingresos
tributarios por la adopción de reformas para fortalecer la recaudación fiscal durante la pandemia.
Algunos países también sufrieron una contracción
por la reducción de ingresos no tributarios como,
por ejemplo, la baja internacional de los precios
del petróleo que afectó particularmente a Ecuador, Surinam y Trinidad y Tobago (cepal, 2021a).
Desafortunadamente, la precariedad socioeconómica en la región se observó en el contexto de una
diversa vulnerabilidad financiera. Precisamente en
el mes de marzo de 2020, que marcó el inicio de
las medidas para atenuar el impacto del covid-19,
la revista The Economist publicó una comparación
de la salud financiera de sesenta y seis economías
emergentes. De acuerdo con el índice, que agrega
los niveles de déficit fiscal, deuda pública, costo
de financiamiento y reservas internacionales,
mientras Perú aparece como uno de los países
con mejor posición financiera, países como Paraguay, Colombia y Chile muestran altos niveles de
endeudamiento, y Argentina, Ecuador y Venezuela
despliegan altos niveles de deuda así como un alto
costo de financiamiento por el elevado riesgo país.
Como veremos más adelante, la condición fiscal
preexistente fue un factor que influyó en la capacidad y magnitud de respuesta de alivio y reactivación económica de los diferentes países.
Por otro lado, las respuestas de política de los
gobiernos durante la pandemia representaron, en
promedio, un incremento del gasto del gobierno
central de 3,3 puntos porcentuales del pib, de 21,4
a 24,7 % del pib. El estímulo fiscal inevitablemente
generó un aumento del déficit fiscal, que subió a
casi un 7 % del pib en la región. El impacto deficitario se sintió con más fuerza en los gobiernos de
América del Sur, que experimentaron una caída
más fuerte de ingresos (0,9 % pib) comparado con
62
Economía
Gráfico 1. América Latina (15 países): resultado global del gobierno central, 2019-2020. En porcentajes
del pib
0
-1,6
-2
-1,4
-2,5
-2,3
-4,1
-2,9
-2,5
-2,8
-2,8
-3,7
-5,0
-5,7
-1,7
-2,2
-6,7
-4
-2,9
-3,7
-6
-5,0
-4,4
-6,2
-8
-8,4
-10
-9,2
-8,1
-7,8
-7,7
-7,7
-7,3
-7,0
-9,2
-12
-14
-13,8
-16
-18
2019
2020
Fuente: cepal (2021a, p. 30).
los gobiernos de Centroamérica y México que
tuvieron una menor caída de ingresos (0,3 % pib).
Los países que tuvieron un mejor rendimiento
financiero antes de la pandemia como Chile o
Perú, pudieron acomodar la situación deficitaria
de mejor manera a través del acceso a un crédito
de menor costo (cepal, 2021a).
el gasto adicional inesperado. Con excepción de
Bahamas y Trinidad y Tobago, que lograron emitir
deuda soberana en mercados internacionales, la
mayoría de los países caribeños lograron financiar los costos de la crisis de covid-19 a través de
préstamos provenientes de organismos multilaterales (cepal, 2021a, p. 33).
El resultado agregado ha sido un incremento
generalizado de la deuda pública de 10,7 puntos
porcentuales del pib en América Latina y el Caribe
en 2020, en comparación con el año anterior, para
dejar el endeudamiento promedio de la región
en 56,3 % pib. En ocho países el aumento de la
deuda estuvo por encima del promedio regional:
República Dominicana, Brasil, Panamá, Argentina,
Colombia, Ecuador, Uruguay y Honduras.
La diferencia en la composición de deuda y tipo
de acreedores será también un factor que aumente la presión de ajuste fiscal sobre los países deudores en la región cuando haya pasado la etapa
más crónica de rescate. Así, se distinguen dos
tipos de países: aquellos que tuvieron un buen
desempeño fiscal antes de la pandemia y/o lograron colocar deuda soberana en mercados internacionales bajo condiciones favorables (Brasil, Chile,
México, Costa Rica y Perú) y aquellos países que
por su elevada dependencia en endeudamiento
externo y creciente riesgo país han tenido acceso
nulo o limitado a mercados de capital y buscaron
opciones en organismos financieros internacionales como el fmi, el bid, el bcie y la caf (Argentina,
Ecuador, El Salvador, Panamá y República Dominicana) (cepal, 2021a).
La situación en países del Caribe fue igualmente
grave y heterogénea, con aumentos en el déficit
global de hasta 8 puntos porcentuales del pib.
Se destacan en particular los casos de Barbados,
Belice y Jamaica, donde la deuda pública supera
el 100 % del pib y que por ende enfrentaron un
margen más reducido y costoso para financiar
63
Economía
Gráfico 2. América Latina (16 países): deuda pública bruta del gobierno central, a dic. 2019 y 2020. En
porcentajes del pib
120
104,5
100
89,3
80
67,9
61,5
61,4
61,3
60,3
59,5
58,7
60
55,9
47,9
32,5
30,1
19,6
32,5
27,9
24,8
36,1
42,3
39,6
45,6
48,8
48,6
47,8
46,4
48,6
20
49,0
58,5
35,2
26,6
41,9
74,3
90,2
40
56,3
0
A diciembre de 2019
A diciembre de 2020
Fuente: cepal (2021a, p. 32).
De igual manera, la respuesta fiscal de los países
ha variado en su alcance, inversión y objetivos. La
necesidad de recuperación y reactivación económica ha (re)planteado debates sobre las transformaciones deseables para enfocar el papel fiscal
del Estado, fortalecer redes de protección social
y reducir desigualdades socioeconómicas en el
mediano y largo plazo (Lustig y Tommasi, 2020).
Si bien todavía es temprano para analizar con
profundidad el rango y alcance de las respuestas
gubernamentales, a continuación se ofrece una
revisión panorámica de las principales reformas
adoptadas en la región durante el primer año de
pandemia.
El rango y alcance de las respuestas fiscales
La magnitud y profundidad de la crisis provocada por la pandemia ha puesto la carga de responsabilidad sobre el Estado, a fin de proteger
a la población más vulnerable, compensar las
pérdidas causadas por la pandemia y promover
una recuperación económica de la manera más
rápida y sustentable. Si bien las reacciones de
los gobiernos en la región han sido inmediatas
y decisivas en su mayoría, comenzando por la
adopción de medidas estrictas para controlar
la circulación de ciudadanos y suspender toda
actividad económica no esencial, el tipo de respuestas y el alcance de estas ha tenido una gran
variación. Mientras algunos países como Argentina, Costa Rica y Ecuador adoptaron y mantuvieron estrictas restricciones a la circulación
y funcionamiento de la economía durante los
primeros meses de la pandemia (enero-mayo de
2020), otros países como Brasil, Chile y México
adoptaron una política más flexible, permisiva o
temporal en cuanto a las restricciones de movilidad y apertura.
La primera etapa de respuestas (hasta mayo de
2020) estuvo dada esencialmente por medidas
para contener y aliviar los efectos más inmediatos
de la pandemia. Dichas medidas, analizadas para
un grupo reducido de países, tomaron en cuenta
la necesidad de aumentar y focalizar el gasto en
salud (Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México,
Perú), el congelamiento o suspensión de pagos
inmediatos de agua, electricidad o intereses en
64
Economía
deudas (Chile, Colombia, Perú y Ecuador), diferentes tipos de amnistías tributarias y arancelarias
(Brasil, Chile, Ecuador, México, Perú), creación
de nuevas líneas de crédito para apoyar a individuos y a empresas pequeñas y medianas (Brasil,
Chile, Colombia, Perú), y la transferencia directa
de dinero o pagos adelantados para la población
más vulnerable (Brasil, Chile, Colombia, Ecuador,
México y Perú). En su mayoría, dichas medidas
fueron adoptadas con carácter de emergencia, a
través de decretos presidenciales, sin la necesidad de la aprobación del Poder Legislativo, y con
validez de corto plazo.
o explicar la necesidad de adoptar medidas de
solidaridad económica para superar la pandemia.
Conforme otros países de la región se aprestan a
tomar medidas tributarias similares, el contraste
de Colombia y Argentina ilustra que el posible
éxito de reformas fiscales dependerá en buena
medida de la fuerza y organización preexistente
de sindicatos y grupos económicos de interés,
de su influencia sobre las coaliciones políticas de
apoyo, y de la capacidad del Ejecutivo para empujar su agenda de reformas con el apoyo del Poder
Legislativo.
Los instrumentos y prospectos
de recuperación en el largo plazo
La adopción de medidas de mayor impacto en el
mediano y largo plazo, ya fuera para fortalecer
redes de protección social o adopción de impuestos progresivos han sido más esporádicas y
políticamente más complejas. Por ejemplo, países
como Argentina, Brasil y Chile adoptaron o reforzaron esquemas de seguro de desempleo, pero
esta medida no beneficia al sector informal de la
economía. La adopción de impuestos progresivos,
para aumentar las contribuciones de los sectores
con más recursos, ha sido una medida más controversial, con ningún (o limitado) impacto en el
aumento de las recaudaciones fiscales. Es interesante, por ejemplo, contrastar el inesperado éxito
en la adopción de un aporte solidario en Argentina
en diciembre de 2020 con el fallido intento del
gobierno colombiano de adoptar una medida
similar en abril de 2021. Hasta mayo de 2021, se
reportó que en Argentina el aporte solidario había logrado recaudar cerca del 80 % de su objetivo
inicial de 3000 millones de dólares, en tanto el
fondo colombiano, que buscaba una recaudación
de 6900 millones (2,2 % del pib), fue rechazado en
el Congreso y desató una cadena de protestas y
violencia callejeras que obligaron al gobierno a
retroceder en su intento de reforma. La iniciativa
argentina del aporte solidario se explica en buena
parte por la precaria situación fiscal y crediticia
que enfrentaba el país en mercados internacionales, que le obligó a buscar fuentes de financiamiento locales. El relativo éxito se explica en parte
por la temporalidad y focalización de la medida,
el repentino apoyo que tuvo el presidente en
la coalición de gobierno en el Legislativo y una
activa estrategia de comunicación para justificar
La experiencia histórica del Nuevo Acuerdo (New
Deal) que impulsó el gobierno norteamericano
para promover y recuperar la economía después
de la Gran Depresión de los años treinta o la
adopción del Plan Marshall para la recuperación
económica tras la Segunda Guerra Mundial son
referentes importantes para pensar escenarios
futuros después de la pandemia de covid-19. Al
igual que la pandemia actual, dichos momentos
de crisis ofrecieron la oportunidad para replantear la responsabilidad del Estado para reducir
las brechas de inequidad y pobreza, para crear
nuevos espacios de protección social, laboral
y ambiental, adoptar sistemas tributarios más
progresivos y facilitar un desarrollo más inclusivo
y sostenible.
La evidencia preliminar sobre el tipo de ajuste
e instrumentos fiscales adoptados en América
Latina para enfrentar la crisis de covid-19 sugiere
una interesante coexistencia entre la adopción de
nuevas prácticas e instrumentos fiscales con la
reproducción de algunas inercias existentes en la
formación de políticas públicas (Stein y Tommasi,
2009; Mejía Acosta, 2009). De acuerdo con un reporte de cepal, algunos países de América Latina
y el Caribe como Brasil, Chile, Ecuador, Guatemala
y México incursionaron en mercados de bonos
verdes, sociales y sostenibles como una manera
de generar mecanismos alternos y sustentables
de financiamiento. Si bien dichas emisiones
apenas representan el 2 % de las transacciones
globales en dichos bonos (seb, 2020), el mercado
65
Economía
de los bonos verdes, sociales y sostenibles en la
región se duplicó en 2020, con importantes logros
en la emisión de bonos sociales —por un total de
3876 millones de dólares— y emisiones de bonos
sostenibles —por valor de 1689 millones de dólares— (cepal, 2021a, p. 36).
vas es el esfuerzo que organismos de transparencia presupuestaria están llevando a cabo para
asegurar la rendición de cuentas en el uso de los
fondos para la recuperación de la pandemia de
covid-19 (ibp, 2021).
La pandemia ha puesto de relevancia el tremendo
potencial que tienen las reformas fiscales para aliviar y proteger a la población más vulnerable, crear
sistemas solidarios de protección social y sentar
las bases de un crecimiento inclusivo y sustentable
en el largo plazo. La respuesta fiscal de los gobiernos también ha subrayado la inherente naturaleza
redistributiva que tienen las reformas fiscales para
facilitar transferencias netas de recursos y oportunidades desde los más hacia los menos afortunados. Mirando a futuro, es necesario comprender y
explicar mejor las coaliciones de actores que facilitan o bloquean la adopción de reformas fiscales
progresivas en América Latina.
Si bien estos son pasos importantes para establecer los cimientos de un desarrollo inclusivo y
sustentable, quedan algunos temas pendientes en
la agenda de reformas de mediano y largo plazo.
En primer lugar, queda pendiente el reto de generar redes efectivas de protección social como una
precondición para proteger e impulsar la recuperación económica y sanitaria de la población
más vulnerable (Lustig y Tommasi, 2020). Este
reto implica que los gobiernos en América Latina
superen la tentación de hacer transferencias monetarias a la población más pobre y que avancen
con reformas integrales al sistema de bienestar social que incluyan seguros de desempleo,
atención médica universal, reforma al sistema de
pensiones y la formalización de amplios sectores
de la economía.
Referencias bibliográficas
cepal. (2021a, abril). Panorama fiscal de América
Latina y el Caribe. Los desafíos de la política fiscal en la recuperación transformadora
pos-covid-19.
cepal. (2021b, marzo). Panorama social de América
Latina 2020.
International Budget Partnership (ibp). (2021).
Managing covid funds. The accountability gap.
Lustig, N., y Tommasi, M. (2020). El covid-19 y la
protección social de los grupos pobres y vulnerables en América Latina: un marco conceptual.
cepal.
Mejía Acosta, A. (2009). Informal Coalitions and
Policymaking in Latin America. Nueva York:
Routledge.
Moore, M., y Pritchard, W. (2020). How should we
tax after the pandemic?
Skandinaviska Enskilda Banken (seb). (2020). The
Green Bond: Your Insight into Sustainable Finance.
Estocolmo: seb.
Stein, E., y Tommasi, M. (eds.). (2009). Policymaking
in Latin America How Politics Shapes Policies.
Inter-American Development Bank and David
Rockefeller Center for Latin American Studies,
Harvard University.
The Economist. (2020, abril 30). Which emerging
markets are in most financial peril?
El siguiente reto fiscal consiste en la adopción
de reformas tributarias progresivas, solidarias y
transparentes que gradualmente recauden mayores ingresos de los sectores más acomodados
para financiar las prioridades de gasto orientadas
a proteger la población más vulnerable. Algunos
ejemplos de dichos instrumentos incluyen la
adopción de impuestos a la renta, la herencia, la
propiedad y/o las ganancias de capital. Una variación e importante fuente potencial de ingresos
constituyen los ingresos generados por la nueva
economía digital, tanto en su forma doméstica
como a través de operaciones trasnacionales
(Moore y Pritchard, 2020).
Finalmente, un tercer reto para el éxito de las futuras reformas fiscales consiste en la adopción y
efectiva aplicación de sistemas de transparencia
fiscal y rendición de cuentas. Para ello es necesario adoptar legislación y mecanismos informáticos necesarios para controlar la evasión tributaria de agentes nacionales y transnacionales,
y monitorear el uso y focalización efectiva del
gasto de gobierno. Un ejemplo de estas iniciati-
66
Economía
El Estado, el mercado
y la reactivación económica
Gregorio Vidal
México. Doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Autónoma
Metropolitana (uam). Profesor e investigador titular del Departamento de
Economía de la uam, Unidad Iztapalapa, Ciudad de México. Especializado
en economía internacional, Estado y política económica.
Columnista de Latinoamérica21.
os datos sobre el comportamiento de las
economías en 2020, el primer año de la pandemia, dan cuenta de una notable reducción
en el producto interno bruto. Es una caída mucho
más drástica que la de 2009, cuando se alcanzó
el punto de mayor gravedad de la gran recesión
y de la crisis monetaria y financiera internacional
de aquellos años. La comparación es pertinente
en tanto que en la literatura sobre economía y finanzas, incluida la prensa especializada, se afirmó
que aquella crisis era la mayor desde los tiempos
de la gran depresión de finales de los años veinte y
principios de los treinta del siglo pasado.
L
en inglés) es notable la contracción en el conjunto
de América Latina y el Caribe (–7 %), destacando la
caída del pib en México (–8,3 %) y en Brasil (–4,1 %).
Esta reducción, sin embargo, ha sido igualmente
significativa en las economías de la zona del euro
(–6,5 %), Reino Unido (–9,8 %) y Japón (–4,7 %). Esta
es, por tanto, la mayor contracción en la economía mundial desde que se realiza una medición
de las actividades económicas con base en las estadísticas establecidas a partir del pib e incluso si
se compara con estimaciones sobre el desempeño para todo el siglo XX con base en los cálculos
del pib desde los años treinta.
Continuidad de la crisis, continuidad
de la pandemia
En 2021 se observa, a pesar de los diversos ritmos, una recuperación que permite considerar
que la recesión fue superada. En algunos países
y regiones el crecimiento es débil, y se destacan nuevamente la diferencia de China con un
crecimiento estimado del 8,1 % del pib para 2021 y,
como región, las denominadas economías emergentes y en desarrollo de Asia con previsiones de
7,5 % para 2021 y 6,4 % para 2022.
En 2009, la economía mundial tuvo una reducción
en el pib de 0,5 %, mientras que en 2020 la baja fue
de 3,2 %, según datos del Fondo Monetario Internacional (fmi). Mientras que en 2009 varias de las
mayores economías en desarrollo mantuvieron su
crecimiento —China, India, Indonesia y, con menor
fuerza, Argentina—, e incluso entre las economías
avanzadas Corea y Australia crecieron, en 2020 la
única de las grandes economías que creció fue China (2,3 %). En el escenario de pandemia, durante
2020 y comienzos de 2021, en todas las regiones de
la geografía mundial hubo recesión.
La desigualdad en la recuperación de las economías es notoria. Pero más relevantes son la débil
recuperación de gran parte de las mayores economías y las previsiones del fmi del pasado mes
de julio de que en muchos países no podrá mantenerse el mismo ritmo de crecimiento en 2022.
El informe reconoce que la recuperación dista de
haber llegado a término, incluso en los lugares en
Según la reciente actualización de las Perspectivas
de la economía mundial del fmi (weo, por sus siglas
67
Economía
que el producto ha retornado a los niveles previos
a la pandemia o está próximo a hacerlo. Además,
se estima un aumento de las desigualdades en
materia de ingresos y condiciones de vida de la
población en la mayoría de los países.
no crea las mejores condiciones para enfrentar la
pandemia. Tampoco es consistente con una estrategia global para enfrentar la recesión y menos
aún la crisis económica.
Un comunicado conjunto del Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud), la
oms y la Universidad de Oxford señaló que, para
el caso de los países de ingresos bajos y medios
bajos, haber contado con la pauta de vacunación
completa podría haber mejorado el pib del 2021
en USD 38.000 millones. El punto que destacan
estas instituciones es que, de haberse alcanzado
niveles de vacunación similares a los de los países
de ingresos altos, se habrían generado mejores
condiciones para la recuperación de las economías a nivel global.
A la fecha, la pandemia continúa activa y avanza
con gran desigualdad, impulsada por la capacidad del virus para modificarse. Las medidas de
contención social —incluyendo diversos grados de
disminución en múltiples actividades sociales que
afectan a la economía— y la vacunación son los
principales medios para controlar la pandemia. Por
ello, la Organización Mundial de la Salud (oms) ha
señalado la necesidad de reducir la notable desigualdad en la distribución y aplicación de las vacunas anticovid-19. Sin embargo, en los hechos, esto
no ha sucedido. A principios de julio solo el 13,6 %
de la población de los 31 países de América Latina
y el Caribe habían recibido el esquema completo
de vacunación, con diferencias importantes entre
países, según la cepal. Mientras que, según datos
de OurWorld in Data (owd), para el 26 de agosto
tan solo el 2,63 % de la población de África había
recibido el esquema completo de vacunación, en la
Unión Europea se alcanzaba el 57,05 %.
Sin embargo, la producción, distribución y aplicación de las vacunas se sigue dejando a merced de
los mercados, con el agregado de algunos paliativos puntuales de los gobiernos del G7 o del G20 y
la acción de fundaciones y otras instituciones de
las grandes empresas. El resultado es una muy
desigual recuperación de las economías y la continuidad de la pandemia de covid-19 con algunos
focos particularmente importantes.
En nuestra región, con base en datos de owd, los
países del Caribe y de Centroamérica cuentan con
un porcentaje de población vacunada notablemente más bajo que los demás. Haití es el caso
más extremo: apenas 0,23 % de su población ha
recibido al menos una dosis. En otros países del
Caribe como Jamaica y varias de las pequeñas
Antillas el escenario no es muy diferente, así como
en Honduras, Guatemala y Nicaragua. Se trata de
países con poca población, que mantienen amplias
relaciones internacionales con países desarrollados debido al turismo extranjero (las Antillas) y a la
exportación de materias primas o nuevas formas
de maquila. Sin embargo, estos vínculos no han
sido aprovechados por los gobiernos para mejorar
las condiciones de vacunación.
En América Latina se profundiza un nuevo
período de débil crecimiento económico
La contracción del pib en América Latina y el Caribe es la mayor desde el año 1900 y, en conjunto,
las economías del área tienen el peor desempeño
entre las regiones en desarrollo, según datos de
la cepal. De hecho, al cierre del año pasado, el pib
por habitante era similar al observado en 2010,
por lo que podría considerarse que se ha retrocedido una década.
La caída en el ingreso medio implica afectaciones en términos del tamaño de la pobreza, la
dimensión y formas de la informalidad laboral,
las mayores dificultades para encarar los servicios
públicos y la acentuación de la exclusión social. El
comportamiento de la economía en 2020 no es lo
único que explica la reducción del ingreso por habitante y, por tanto, no es posible sostener que es
un resultado directo de la pandemia de covid-19.
La situación de estos países es una notable
muestra de lo que implica atender la pandemia
con base en el funcionamiento de los mercados
y la acción regulatoria por los Estados. La forma
en que se procesa la vacunación a nivel mundial
68
Economía
Gran parte de los problemas que se aprecian por
la emergencia sanitaria vinculada a la pandemia
se han estado creando en años previos y son parte de las transformaciones ejecutadas desde hace
varias décadas.
de Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador y Uruguay.
Estos gobiernos tuvieron orígenes diversos y no
llevaron adelante un programa común, pero objetaron la agenda del Consenso de Washington.
En el período de 2003 a 2012-2013, en México los
gobiernos ejecutaron las políticas recomendadas
por el fmi y el Banco Mundial y tuvieron un pobre
desempeño económico y una considerable reducción en el pib en 2009, mientras las economías del
Caribe y Centroamérica, notablemente abiertas,
registraron en ese año una contracción importante.
Desde antes de 2020, el pib por habitante venía
tendiendo a la baja y la debilidad en el crecimiento se acentuó en 2018 y 2019, incluyendo a las tres
mayores economías de la región. En el período
de 2014 a 2019 se registró el peor desempeño en
el crecimiento promedio del pib desde comienzos del siglo pasado, ya que la tasa promedio de
crecimiento (0,3 %) fue muy inferior al crecimiento
de la población. En el período de 2014 a 2020 el
ingreso promedio por habitante se redujo en algo
más de 3,5 %. En los años treinta del siglo xx, la
reducción fue de más del 1 % y durante la denominada década perdida (años ochenta) fue superior
al 2 %. Al final de los noventa los ingresos también
se redujeron considerablemente, pero sin alcanzar la cifra de años recientes.
Sin embargo, desde el 2014 el crecimiento del
conjunto de la región volvió a debilitarse, incluso
en economías con gobiernos distantes de las
propuestas del fmi y el Banco Mundial. Al poco
tiempo comenzó a producirse un cambio de
gobiernos y la ejecución de las propuestas del
Consenso de Washington se hicieron nuevamente
presentes. Bajo estas condiciones apareció un
nuevo período de débil crecimiento en la región,
que es antecedente de la recesión resultante de la
crisis sanitaria por la pandemia de covid-19.
La persistente inestabilidad financiera con recurrentes crisis cambiarias, crediticias y bursátiles,
algunas de ellas con una notable repercusión
internacional, es otro dato notable del comportamiento de las economías de la región en décadas
recientes. Cuando se ha registrado un crecimiento
importante, ello se ha debido al desempeño puntual de algunas economías de América del Sur.
A la fecha, el dato importante es que en el conjunto de la región, aun considerando a los países con
gobiernos que se han distanciado de las propuestas de la agenda del Consenso de Washington y
sostienen su diferencia con lo que caracterizan
como propuestas neoliberales, no se logra un
crecimiento económico y las estimaciones para
cuando se supere la pandemia no arrojan resultados distintos particularmente significativos.
En el período de 2003 a 2008 se rompió la tendencia negativa de las economías de América Latina
de los 25 años previos, con un crecimiento promedio anual cercano al 5 %, lo que implicó un incremento del pib por habitante de 3 %. Sin embargo,
el comportamiento de la región es resultado del
desempeño de las economías de América del Sur.
Mercados oligopólicos que operan
bajo la financiarización: el incremento
de la desigualdad es el nombre del juego
La disminución del pib en la mayor parte de los
países, el importante incremento del desempleo y
la reducción del ingreso medio en muchos países
durante el año 2020 no implicaron una reducción
generalizada de la riqueza. En 2020, en el cuadro
de la pandemia de covid-19 hubo un considerable
aumento de la desigualdad social con un reducido
grupo de personas con incrementos notables de su
riqueza. Según el Instituto de Investigaciones del
Crédit Suisse, en 2020 por primera vez los millona-
En este grupo, lo que marca la diferencia es el
desigual comportamiento de sus economías en
los años 2008 y 2009. Los países que contaron
con gobiernos que se distanciaron —al menos en
parte— de las recomendaciones del fmi y el Banco Mundial (bm) y ejecutaron diversas acciones
para actuar por otros medios en los mercados
no fueron tan afectados por la crisis financiera
internacional. Fueron los casos de los gobiernos
69
Economía
rios en dólares representaron más del 1 % del total
de adultos del mundo. También, en 2020 hubo un
incremento de 23,9 % en el número de los ultramillonarios, lo que no acontecía desde el año 2003.
capital se explican por motivos financieros que no
guardan relación con actividades productivas. Se
impulsa la creación de rentabilidades financieras
fundadas en la deuda y la proliferación de activos
financieros que soportan otros activos financieros. En las corporaciones, las colocaciones y las
operaciones de arbitraje son sustanciales para
determinar la rentabilidad. Es un proceso que
crea condiciones de crecimiento en un pequeño
grupo de países con beneficios para un reducido
número de empresas transnacionales e inversionistas institucionales.
El aumento de la riqueza de unos pocos no es
corolario directo de la acción de los mercados.
Los Estados explican en gran parte estos resultados. El crecimiento en los mercados bursátiles, alcanzando máximos históricos desde hace
meses, solo se produjo después de la sistemática
y amplia acción de los bancos centrales de las
economías avanzadas, y de algunas economías
emergentes, inyectando recursos en el sistema
financiero, realizando diversas operaciones de
compra de deudas casi sin restricciones.
En América Latina, los problemas que afronta la
región se han gestado a lo largo de las últimas
décadas y no son resultado de las dificultades
producidas por la pandemia de covid-19. Como en
otras regiones, la recesión del año 2020 está relacionada con la pandemia, pero el nivel de pobreza
y de informalidad en los países en desarrollo,
no. Tampoco lo están las notables deficiencias
observadas en los sistemas de salud debido a las
privatizaciones en gran parte de los países durante las últimas décadas. Menos aún la creciente
desigualdad social y el aumento de la concentración de la riqueza, en gran parte asociada a la
propia gestión estatal de los últimos años.
Las operaciones de los bancos centrales en los
mercados financieros, conocidas como flexibilidad
cuantitativa (QE, en inglés), se están aplicando en
las mayores economías desde la crisis financiera
que tuvo su punto crucial en la quiebra de Lehman
Brothers en septiembre de 2008. Las reducciones
en las tasas de interés de referencia hasta niveles cercanos al cero o negativas son parte de las
intervenciones para que los mercados recuperen
su funcionamiento. No obstante, hasta la fecha no
se ha alcanzado un crecimiento firme y sostenido
en las economías y la situación se asemeja a la que
prevalecía antes de que se declarara la pandemia.
El combate de la pandemia expresa las dificultades para propiciar una recuperación de las
economías con base en la ampliación de las capacidades de producción. La organización de los
mercados, con su notable componente oligopólico y la proliferación de ganancias con una fuente
financiera —que es, en parte, como muchos
gobiernos enfrentan la pandemia—, no permite
superar la crisis.
Ya van varias décadas en que los gobiernos y los
bancos centrales, sosteniendo la tesis de la eficiencia de los mercados, llevan adelante acciones
de liberalización, desregulación y privatización.
Según el fmi, la integración global de los mercados es un hecho positivo y necesario; sin embargo, ha provocado sucesivas crisis monetarias,
cambiarias, bursátiles y de crédito. Estas, a su vez,
han implicado constantes y sistemáticas intervenciones de los Estados, que no logran resolver la
inestabilidad financiera y menos aún propiciar un
crecimiento sostenido con base en la inversión,
pero que promueven el avance de la desigualdad
y de la concentración de la riqueza.
A la fecha no es posible saber hasta cuándo se
prolongará la pandemia de covid-19. Pero lo que
sí se puede establecer es que, no obstante se la
pueda controlar o superar, en tanto se mantengan las mismas decisiones de política económica
y no se fomente la inversión productiva, no se
logrará reducir la desigualdad social. Tampoco
podremos contar con sistemas de salud universales, sistemas educativos de calidad y demás
servicios básicos que garanticen una vida digna a
los latinoamericanos.
También se han fortalecido los espacios y las operaciones para realizar colocaciones financieras.
Gran parte de los movimientos internacionales de
70
Economía
La inversión extranjera directa
en Latinoamérica después
de la pandemia
Ricardo Aceves
México. Posgrado en Economía y Negocios Internacionales por la Facultad de
Economía de la Hochschule Schmalkalden (Alemania). Analista de tendencias
macroeconómicas en Latinoamérica y especialista en mercados de capitales,
inversiones sostenibles y riesgos ambientales, sociales y de gobernanza.
Miembro de Latinoamérica21.
A
traer inversión extranjera a Latinoamérica nunca había sido tan necesario y
urgente como ahora para impulsar la
recuperación económica, pero también para
lograr un crecimiento económico sostenido —y
sostenible— después de la debacle provocada por
la pandemia del coronavirus. Sin embargo, atraer
flujos de capitales desde el extranjero hacia la
región nunca había sido un reto tan grande.
dólares en 2020—, América Latina sufrió la baja
más pronunciada entre los países en desarrollo:
un desplome del 45 %, muy por encima del 35 %
global y en contraste con África, donde la ied bajó
16 %, y Asia, que registró un ligero crecimiento de
4 %. En el conjunto de las economías en desarrollo, la caída promedio en inversión extranjera fue
de tan solo 8 %.
Las naciones latinoamericanas enfrentaron
principalmente un colapso en la demanda de
sus exportaciones, una bajada pronunciada en
los precios de materias primas y, literalmente,
la desaparición del turismo, acentuando así una
caída sin precedentes en la actividad económica
regional. Dramáticos fueron los casos de Brasil y
Perú, donde la recepción de ied se desplomó un
62 % (a 25.000 millones de dólares) y 88 % (a 982
millones de dólares), respectivamente.
La región venía registrando caídas en inversión
extranjera directa desde el 2013, según datos de
la cepal. Previo a la pandemia, el clima de incertidumbre política y, en general, el acotado ritmo de
crecimiento, hicieron mella en el arribo de inversiones provenientes del exterior. El año pasado,
el impasse económico derivado de la llegada del
covid-19 abonó la incertidumbre de los inversores.
Ante una falta de claridad generalizada sobre la
evolución de la pandemia y las distintas medidas
restrictivas adoptadas por los gobiernos de la
región, Latinoamérica recibió fondos en inversión desde el extranjero por 88.000 millones de
dólares en 2020. Un monto muy lejos de los más
de 160.000 millones del 2019, de acuerdo con el
último informe anual sobre las inversiones en el
mundo, de la Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo (unctad).
En el caso de Brasil —históricamente el mayor
receptor de ied en la región—, el nivel de inversiones registrado en 2020 fue el más bajo en dos
décadas, quedando solo por debajo del nivel de
inversiones recibido por la segunda economía
más grande de la región, México. El año pasado,
México registró una caída de 15 %, recibiendo
inversiones del exterior por un monto de 29.000
millones de dólares. Pese a lo exiguo, este monto
hizo que la nación norteamericana se colocara
como el país que más inversiones recibió en el
anterior ejercicio.
Y aunque la caída en los flujos de ied fue global
—de 1,5 billones de dólares en 2019 a 1,0 billón de
71
Economía
El gigante sudamericano ha experimentado la
mayor incidencia de casos y muertes por covid-19
en la región y por lo tanto una severa contracción
económica, a pesar de las fortalezas en su mano
de obra, recursos naturales y estructuras de mercado. Esto se debió a la adopción de medidas poco
eficaces para la contención de la movilidad de la
población. Por otro lado, el Gobierno implementó
algunas medidas fiscales dirigidas principalmente
a la población más vulnerable, que atenuaron la
contracción de su actividad económica; el pib de
Brasil se contrajo alrededor de 4 % en 2020, inferior
a la caída de casi 7 % de la región, según datos del
Fondo Monetario Internacional.
las industrias y proyectos de inversión relacionados con las energías verdes en la región, especialmente en estos países, parecen haber despertado
mayor interés en los inversionistas extranjeros.
Mientras tanto, la dramática caída de inversiones
en Perú fue resultado de una combinación de
factores, incluidos los confinamientos prolongados, la inestabilidad política que experimentaba el
país y que, derivado de la pandemia, la actividad
económica vivió su peor recesión en tres décadas.
El pib de Perú se contrajo un 11 % en 2020, representando la mayor caída desde el –13,4 % de 1989,
en época de hiperinflación y violencia guerrillera. Esta caída en la producción interrumpió 22
años consecutivos de crecimiento económico, de
acuerdo con cifras oficiales.
Dependiendo de la evolución de la pandemia y
de las restricciones u otras medidas que apliquen
los gobiernos latinoamericanos para contener
el virus, se espera que los flujos de inversiones
hacia y desde Latinoamérica se mantengan todavía en un nivel bajo en 2021. La unctad vaticina
que los flujos no recuperarán los niveles previos
a la pandemia hasta 2023, un año más tarde de
lo estimado para la recuperación de los flujos
a nivel mundial. De hecho, no se espera una
recuperación sustancial en América Latina en el
corto plazo, debido a las debilidades estructurales
inherentes a la región y el menor espacio presupuestario que tienen las economías, esto último
debido a los programas de estímulo fiscal que se
pusieron en marcha como respuesta a la crisis del
covid-19.
Esto es relevante, pues los componentes para
generar energías limpias y los minerales que
son críticos para estas, como el litio, el cobre y el
níquel, tienen el potencial de concentrar buena
parte de la atención de los inversores extranjeros,
ya que estas áreas están siendo impulsadas por
una nueva ola de progreso mundial hacia la recuperación sostenible y los Objetivos de Desarrollo
Sostenible.
En términos sectoriales, aunque la pandemia de
covid-19 afectó los flujos de inversiones extranjeras en todos los ámbitos, hubo diferencias notables entre sectores. De acuerdo con la unctad,
las inversiones se contrajeron severamente en
la industria de los hidrocarburos, las actividades
manufactureras, los viajes y el ocio —sectores de
gran importancia en la región—, mientras que
las inversiones orientadas hacia la exportación
de minerales y metales se mantuvieron relativamente estables. Esto debido principalmente a que
muchas empresas decidieron reducir sus gastos
de capital (capex), así como los beneficios reinvertidos.
Independientemente del progreso que muestren
los países latinoamericanos en sus campañas de
vacunación, o si llegasen a implementar nuevas
medidas restrictivas para contener la pandemia,
la recuperación en los flujos de inversión extranjera hacia la región estará fuertemente condicionada a la recuperación en el stock de capital de
los países, tanto en el ámbito público como en el
privado.
Por otra parte, aquellos países que han logrado
compromisos para la transición hacia una economía más sostenible, como es el caso de Chile, han
sentado las bases para atraer capitales extranjeros destinados principalmente a las energías
renovables. Los datos de la unctad muestran que
Aunada a esto, la recuperación en los flujos de inversión extranjera también dependerá de factores
políticos, como las implicaciones de los resultados
en las elecciones generales de Chile y, en menor medida, de las de Honduras y Nicaragua, y
también en las elecciones intermedias en México
72
Economía
y Argentina. La región es altamente dependiente
de las inversiones en proyectos de nueva creación
—usualmente conocidas como greenfield— y de
las ampliaciones en capacidad productiva, más
que de las fusiones y adquisiciones y la financiación de proyectos. Por lo tanto, es muy probable
que las empresas transnacionales y las grandes
gestoras de fondos mundiales estén monitoreando cautelosamente el pulso político de la región.
agregado, son relativamente pocos los países
latinoamericanos que la han aprovechado. En
gran medida esto se debe a la diferente inserción
de los países en sistemas internacionales de producción integrada (sipi) que tienen las empresas
transnacionales. En este sentido, la experiencia
de las economías asiáticas —en contraste con
las latinoamericanas— ha sido completamente
divergente.
Posición de Latinoamérica en el mundo y
estrategias de fortalecimiento
En los países de Asia en desarrollo, el comercio se
ha constituido en el motor de crecimiento económico y la ied ha jugado un papel preponderante
en sus extensivos procesos de industrialización, lo
que ha resultado en una proyección internacional
en forma de exportaciones de manufacturas y
el fortalecimiento de su competitividad. Latinoamérica, en cambio, no ha logrado un desarrollo
sostenido de esta índole. México, debido a su
integración con la economía más grande del
mundo a través del tratado comercial con Norteamérica, podría constituir una excepción, aunque
todavía lejana a la experiencia asiática.
Los recientes datos de la unctad sugieren que
la región ha perdido relevancia como destino
para las inversiones extranjeras, alejándose aún
más de los polos concentradores de inversiones
extranjeras. A pesar de sus ventajas en términos
de costos de mano de obra, recursos naturales
y necesidades de mercado, el desplome de ied
provocó que la región pasase de representar el
10,5 % de la cuota mundial en el 2019 a tan solo el
8,8 % en el 2020.
Ahora bien, una estrategia importante para
incentivar el fortalecimiento de la competitividad en Latinoamérica es la creación de políticas
proactivas, tanto para definir objetivos nacionales como para implementar políticas específicas
para alcanzar esos objetivos. Si bien las políticas
de apertura, liberalización comercial, desregulación de mercados y privatizaciones de empresas
paraestatales son condiciones necesarias para la
atracción de ied, la experiencia latinoamericana
demuestra que estas no han sido suficientes. La
política económica debe seguir avanzando hacia
la atracción y canalización de ied, de acuerdo con
los objetivos prioritarios de cada nación.
Mientras tanto, África y Asia, regiones consideradas también en vías de desarrollo, pasaron de
recibir respectivamente el 33,7 % y 3,1 % de la ied
mundial en 2019, al 53,6 % y 4,0 % en 2020, respectivamente. Es decir que aumentaron su peso
específico como destinos para las inversiones
extranjeras, a pesar de la caída en el crecimiento
en estas regiones.
Si bien América Latina es el segundo gran mercado emergente responsable de la llegada de
fondos extranjeros, la región no ha mostrado un
desempeño alentador en la última década en lo
que se refiere al crecimiento económico o a la
profundización en el proceso de industrialización
y el progreso de las exportaciones con alto valor
agregado y contenido tecnológico. Como es bien
sabido, la ied y las exportaciones han sido las
piedras angulares en el proceso de globalización
de las últimas décadas y, por lo tanto, la creciente
integración mundial ha otorgado un fuerte impulso a los flujos de fondos extranjeros.
Asimismo, las estrategias deben apuntar al fortalecimiento de las cadenas de suministro, la constante mejora en el talento y el capital humano
a través de planes formativos de vanguardia, la
tecnología y las actividades dirigidas a la investigación y el desarrollo (i + d), de modo que se creen
condiciones para la profundización de las actividades de las empresas transnacionales, como
también mayores y más fuertes encadenamientos
con las economías regionales.
A pesar de la oportunidad que han significado
las exportaciones de manufacturas con alto valor
73
Economía
millones de dólares en 2020 —40 % menos que el
monto recibido el año previo— y la Unión Europea recibió ied por 103.000 millones de dólares,
un desplome de 72 % con respecto al 2019.
Un escenario de alta incertidumbre con
Estados Unidos y China a la cabeza de la ied
El entorno internacional para la promoción de
inversiones continúa siendo difícil al tercer trimestre del 2021. La variante delta del coronavirus
volvió a poner en vilo una incipiente recuperación
en la actividad económica y, ante la caída en sus
ingresos, muchas empresas transnacionales
decidieron capear el temporal emitiendo grandes
cantidades de deuda corporativa. Al mismo tiempo, las fusiones y adquisiciones disminuyeron y
los gastos de capital se mantuvieron congelados.
Esto ha llevado a las empresas a aumentar notablemente sus saldos en efectivo.
Por otra parte, las salidas de ied desde China han
crecido de forma sostenida, pasando de representar un 5,5 % del caudal mundial en el año 2000 a
un 11,3 % en 2019, según la cepal. Esto ha convertido a China en el tercer país de origen de ied en
el mundo, después de la ue y Estados Unidos. La
estrategia de inversión seguida por el país asiático ha sido dual. Por un lado, para asegurar el
abastecimiento de materias primas y otros recursos naturales necesarios para su industrialización
y, por el otro, para poder acceder a tecnologías de
vanguardia por medio de fusiones y adquisiciones
en economías clave.
De acuerdo con la unctad, las cinco mil principales
empresas transnacionales que cotizan en bolsa
aumentaron sus tenencias de efectivo en más de
un 25 %, a 8 billones de dólares, en el 2020. Desde
un punto de vista basado en las oportunidades
de inversión, el monto es sustantivo para ayudar
a apuntalar la recuperación económica mundial y,
en particular, a la latinoamericana.
Esta última, y otras estrategias industriales chinas, han tenido por objetivo —y vaya que lo han
logrado— modernizar la capacidad industrial del
país, fortalecer la innovación y el desarrollo de
nuevas tecnologías y disminuir la brecha tecnológica con los países líderes. La ejecución de
estas estrategias y sus efectos se han convertido,
no obstante, en la manzana de la discordia con
gobiernos de Estados Unidos, en particular, con
la administración del presidente Donald Trump y,
más recientemente, con el gobierno de Joe Biden.
Los datos de la unctad sugieren que, de acuerdo
con el stock acumulado de ied desde 2015 hasta
2019, Estados Unidos continúa siendo el mayor inversor en América Latina en 2020, seguido de España, los Países Bajos, Luxemburgo y Canadá. No
obstante, la recuperación económica de Latinoamérica tras la pandemia de covid-19 también abre
una gran ventana de oportunidad para iniciar una
nueva etapa en sus relaciones económicas con
China. Esto con el fin de desarrollar políticas para
que las inversiones del gigante asiático contribuyan a la expansión de las capacidades productivas
en los países receptores, la recuperación en el
empleo y la promoción del desarrollo sostenible.
El antagonismo creciente entre estas dos potencias económicas se ha traducido últimamente en
disputas comerciales y conflictos por el desarrollo
de la tecnología 5G y el papel que la empresa
Huawei juega en ella, y más recientemente en los
conflictos surgidos en la industria de los semiconductores bajo el contexto de la crisis de los chips,
en la cual ambas potencias luchan por tener el
liderazgo tecnológico mundial. Por otra parte, el
gran peso que tiene la producción china en las
cadenas de suministro globales se ha puesto de
manifiesto en la crisis económica originada por la
pandemia y, por lo tanto, es un tema sensible que
alimenta las rivalidades existentes.
China es también uno de los mayores receptores
de ied en el mundo; registra flujos por 149.000
millones en 2020 —un 5,7 % por encima de los
flujos registrados en 2019—, pues el país ha
logrado crear las condiciones para atraer inversiones de las transnacionales y lograr derrames
tecnológicos para, más adelante, construir sus
propias capacidades. Estados Unidos, en comparación, recibió inversiones extranjeras por 156.000
Ante este panorama, China seguirá enfocándose
en ser un líder tecnológico mundial, poniendo
énfasis en la autosuficiencia y la seguridad tec-
74
Economía
nológica —así lo enfatizó el gobierno chino en su
14.º plan quinquenal del período 2021-2025 dado
a conocer en marzo de este año—, mientras que
Estados Unidos se volcará a impulsar la fabricación en casa de ciertos productos que considera
claves para la seguridad nacional y que, hasta el
momento, importaba. Con una orden ejecutiva
emitida en febrero del 2021, el presidente Biden
ordenó que deben examinarse las vulnerabilidades de las cadenas de valor del país y proponer
así nuevas formas para asegurar el suministro
de cuatro clases de productos: los semiconductores, las baterías de alta capacidad, los productos farmacéuticos y sus ingredientes activos, y
minerales críticos y materiales estratégicos, como
las tierras raras.
y no ha contribuido a lograr un desarrollo más
inclusivo o con capacidad para reducir la pobreza
y la desigualdad en la región.
Por otra parte, en un contexto de crecimiento
de China como líder tecnológico mundial, una
tensión comercial y tecnológica prolongada
con Estados Unidos podría llevar a un conflicto
con implicaciones negativas para la economía
global y, por supuesto, también para la región
latinoamericana. China es uno de los principales
socios comerciales de América Latina y además
ha venido cobrando protagonismo como socio
inversionista.
Según la cepal, la presencia de empresas chinas
en la región se ha venido profundizando desde
2010, fundamentalmente a través de distintas
modalidades de participación, como las fusiones
y las adquisiciones (modalidad a través de la que
se realizaron inversiones de gran calado), desarrollo de nuevos proyectos, contratos de construcción y concesiones. Según la Comisión, a partir
de 2010 se inició una época de gran dinamismo
entre China y la región, pues las entradas de ied al
continente comenzaron a superar los mil millones
de dólares anuales.
Por otra parte, la relación de China con la ue ha
sido, a priori, menos conflictiva, como ilustra el
acuerdo global de inversiones que firmaron ambas
partes en diciembre de 2020, después de siete
años y 35 rondas de negociación. Con el acuerdo,
ambas partes esperan mutuos beneficios, como
un mejor acceso a sectores como el automotriz,
el inmobiliario, los servicios financieros, el alquiler y el arrendamiento financiero. Debe tenerse
presente que este acuerdo aún debe ser ratificado
por el Parlamento Europeo y la discusión se ha
congelado debido a unas sanciones que China ha
impuesto a algunos miembros del Parlamento en
marzo de 2021. En el ámbito tecnológico, la ue ha
manifestado también su interés y necesidad de
mejorar la soberanía digital. Esto también debido a
la reciente crisis de los chips.
Además, los flujos de ied comenzaron a diversificarse, de sectores puramente extractivos como
la minería y los hidrocarburos, a sectores como
la generación de electricidad, construcción de
infraestructura de transporte —principalmente
puertos— y, en menor medida, en el sector manufacturero, financiero y de las tecnologías de la
información.
El papel de China en Latinoamérica crece;
no obstante, puede ser limitado
La presencia de China en América Latina va
definitivamente en aumento. El país mantiene un
peso específico como origen de las importaciones
de productos manufacturados y destino de las
exportaciones de materias primas de Latinoamérica. Además, la participación de empresas chinas
en las economías latinoamericanas ha aumentado a través de la ied. Sin embargo, es muy probable que esta presencia se mantenga limitada.
En este escenario en que las potencias tradicionales occidentales se disputan algunas áreas de
liderazgo económico con China, los países latinoamericanos deben avanzar hacia una mejor comprensión de la visión y estrategia chinas, a efectos
de lograr adoptar frente al gigante asiático una
postura que les permita establecer relaciones de
mutuo beneficio. Según expertos en geopolítica y
relaciones internacionales, como la estadounidense Barbara Stallins, la relación que Latinoamérica
ha tenido con China ha sido solo de dependencia
El cambio que ha sucedido en el patrón de las inversiones chinas en América Latina en los últimos
75
Economía
diez años no coincide con el proceso de sofisticación tecnológica del gigante asiático ni con la
evolución de sus empresas en el mundo. Además,
aunque las inversiones chinas en la región ya no
se destinan únicamente a las industrias extractivas, estas se concentran en un reducido número
de actividades consideradas estratégicas por ese
país, incluidas la energía eléctrica, el acceso a
minerales estratégicos (como el cobre o el litio)
mediante adquisiciones totales o parciales y una
creciente incursión en el desarrollo de infraestructura digital.
sus insumos estratégicos, materiales y tecnología
como parte de sus planes de recuperación.
Estos cambios en el equilibrio comercial y político
del mundo, así como el enfoque de recuperación
de las grandes potencias económicas, debería
llevar a los países latinoamericanos a reflexionar
sobre su propia dependencia de las tecnologías
estratégicas o de sus relaciones con las potencias
hegemónicas. Estas relaciones se pueden tornar
más complicadas si los países latinoamericanos
se tienen que enfrentar a una potencial decisión
de alinearse con China o con Estados Unidos, o
con empresas de uno u otro país.
Aunado a esto, el crecimiento de las inversiones
chinas en Latinoamérica en la última década
estuvo influenciado por decisiones estratégicas
de internacionalización del país. Sin embargo, un
cambio de énfasis en su modelo de crecimiento
en los últimos años, y más recientemente en el
marco de su 14.º plan quinquenal (2021-2025), ha
llevado a China a dar más preponderancia al consumo interno, el desarrollo y la autosuficiencia
tecnológica, lo cual tiene el potencial de mermar
las relaciones económicas entre el gigante asiático y Latinoamérica.
Para concluir
Hoy en día, la incertidumbre en cuanto a cómo
será el proceso de recuperación luego de la crisis
provocada por la pandemia de covid-19 preocupa fuertemente a América Latina. Sin duda, este
proceso de recuperación necesitará ied. Pero,
también, toda política destinada a apuntalar la
recuperación en la región debe impulsar procesos
que permitan superar los desafíos estructurales
que muchos países arrastran desde hace décadas, como son la baja productividad y salarios, la
desigualdad, la dependencia de las exportaciones
de materias primas y su limitada participación
en los segmentos de alto valor agregado de las
cadenas de suministro globales.
Por otro lado, mientras la pandemia y las tensiones comerciales mundiales continúen, las
corporaciones transnacionales seguirán dando
prioridad a fortalecer sus cadenas de suministro
y las grandes potencias hegemónicas seguirán
priorizando tener una mayor independencia en
76
Economía
Covid-19 y cambio climático:
crisis de las finanzas
y desafíos de financiamiento
Leonardo Stanley
Argentina. Máster en Ciencias Económicas por Queen Mary University of London.
Investigador asociado del Centro de Estudios de Estado y Sociedad, cedes (Buenos
Aires). Especialista en desarrollo económico, recursos naturales y sustentabilidad.
Columnista de Latinoamérica21.
L
a pandemia no solo generó cientos de
miles de muertes, también condenó a la
economía global a una crisis sin precedentes. «La pandemia ha sido por un lado un desafío
para la humanidad, pero también fue pensada
como propagadora de una transformación ética.
Lamentablemente, al día de hoy sabemos que el
desafío no logró desencadenar el cambio» (Wolf,
2020). Sin embargo, se han revivido debates olvidados que han devuelto centralidad a la economía política.
América Latina optó por el atajo
Más allá de las medidas iniciales que se orientaron al rescate económico, en América Latina las
medidas de reactivación deberían haber priorizado oportunidades de inversión ambientalmente
sostenibles. Esto es lo que se está viendo en varios países desarrollados, o al menos se discute.
Pero otra es la situación en el hemisferio Sur, ya
que muchos de los países carecen de autonomía
fiscal o enfrentan fuertes trabas a la hora de acceder al financiamiento.
En uno de sus editoriales, el Financial Times reclamaba por reformas radicales y un mayor rol del
Estado (The Editorial Board, 2020). Las medidas
de confinamiento en muchas ciudades del mundo
redescubrían paisajes previamente ocultos por
el smog y las emisiones bajaron abruptamente.
Todo parecía indicar que había llegado el momento de afrontar el mayor desafío que enfrenta la
humanidad: la amenaza del cambio climático.
Independientemente de los altos costos financieros, varios países de la región respondieron
a los avatares de la pandemia con paquetes de
ayuda. Pero a diferencia de lo observado en otras
latitudes, los fondos verdes resultaron escasos. En
cuanto al gasto ambientalmente sostenible de
covid-19, la región se encuentra a la zaga del resto
del mundo, ya que hasta mayo de 2021 solo el
0,5 % del gasto total y el 2,2 % del gasto de reactivación a largo plazo era ambientalmente sostenible, en comparación con el 2,8 % y el 19,2 % a nivel
mundial. Así lo afirma el Tracker de Recuperación
alc que analiza el destino de los fondos y sus
potenciales impactos económicos y ambientales,
incluyendo climáticos y sociales de las más de
1200 medidas aplicadas en 33 países en la región.
Un año más tarde, cuando la máquina en que
se ha convertido este mundo se volvía a poner
en marcha, estas ideas de construir un mundo
diferente fueron quedando relegadas a sus
espacios prepandemia. La urgencia por activar
las economías y recuperar el terreno perdido
llevaron a los gobiernos del mundo a retomar las
estrategias cortoplacistas, y el cambio climático,
para gran parte de los países, ya no es la principal prioridad.
El informe de esta iniciativa conjunta entre el
Programa de Naciones Unidas para el Medio
77
Economía
Ambiente (pnuma) y el Proyecto de Recuperación
Económica (Economic Recovery Project) con sede
en la Universidad de Oxford afirma además que
«el gasto en medidas ambientalmente negativas,
que exacerban los impactos del cambio climático,
la pérdida de biodiversidad y la contaminación del
aire, ha sido más común en alc que en otras regiones». La apuesta por lo verde enunciada en los
foros terminó olvidada, o confundida con el color
de la divisa norteamericana: el covid-19 terminó
reforzando el modelo extractivista.
del mundo. Los fondos recibidos por la región se
destinan, en su mayoría, a financiar proyectos no
sustentables. Se sigue invirtiendo en fósiles y se
siguen sin evaluar —de manera apropiada— los
riesgos que generan estas inversiones.
El problema también afecta a las generadoras
eléctricas; por ello, es necesario también planificar su reconversión ya que, eventualmente,
algunas podrían ver sus operaciones discontinuadas de manera anticipada. Esto plantea la
necesidad de evaluar los compromisos asumidos
y contrastarlos con las emisiones comprometidas
tanto como las originadas por inversiones proyectadas. Además, las redes de gasoductos continúan expandiéndose y el problema es que estas
inversiones poseen una larga vida útil (80 años
para los gasoductos, algo más de 40 años para
las centrales a ciclo combinado), lo cual no estaría
siendo correctamente considerado. El horizonte
de vida del equipamiento debe, necesariamente, asociarse con las emisiones acumuladas que
genera el proyecto.
El tiempo se está agotando
El último informe del Panel Intergubernamental
de Cambio Climático (ipcc, 2021) plantea que las
chances de mantener el aumento de la temperatura promedio por debajo del umbral de los 1,5 ºC
resultan extremadamente reducidas. El tiempo se
está agotando (ipcc, 2021).
Ante esta situación, los países desarrollados
tienen una mayor responsabilidad. Dicha diferenciación resulta clave en el debate sobre el financiamiento del cambio climático. Tal es la postura
adoptada por el Principio 7 de la Declaración de
Río de 1992, en el que se plantean responsabilidades comunes pero diferenciadas. La centralidad
del financiamiento en el combate del cambio
climático resultó, también, uno de los aspectos
más destacados del acuerdo refrendado por 195
países, donde se reconocieron las capacidades
diferenciadas entre los miembros y la obligación
del Norte por subvencionar los proyectos de mitigación y adaptación de los países del Sur. No solo
existe una estrecha interrelación entre cambio
climático y financiamiento, sino también entre
quiénes deberían aportar los fondos.
Por ello, en el futuro América Latina podría
verse seriamente afectada por el problema de
los activos varados, aun cuando más de la mitad
de la generación eléctrica se asocia con fuentes
renovables y aporta menos del 10 % de las emisiones globales de carbono. Según un informe
del bid, la implementación de la Contribución
Determinada a Nivel Nacional (ndc, por sus siglas
en inglés) y las consiguientes medidas de corrección para llegar a cero emisiones netas en el 2050
crearían usd 90.000 millones de activos varados o
bloqueados en el sector de energía, y ascendería
a usd 190.000 millones de inversión en plantas
eléctricas que unas metas más ambiciosas no
estarían requiriendo (bid y ddplac, 2019).
América Latina y el Caribe es una de las regiones
que menos ha contribuido al calentamiento global, al tiempo que se perfila como una de las más
castigadas por el cambio climático. Las necesidades de financiamiento verde que se requieren
resultan mayúsculas, aunque no necesariamente
ello significa una falta de fondos. No importa tanto cuánto se invierte en proyectos renovables sino
la persistencia de la banca en seguir financiando
actividades no sustentables en cualquier lugar
La región está malgastando
los escasos recursos
Cualquiera sea el origen de los fondos, ya sean de
la banca multilateral, Wall Street o se asocien con
la política de créditos políticos que emana de Beijing, todos perpetúan un esquema de producción
intensivo en carbono. La región está malgastando
sus escasos recursos, ya que el magro margen de
78
Economía
maniobra fiscal lo está usando para financiar el
pasado. Las inversiones de hoy serán los activos
varados de mañana. Se necesita de una mirada
amplia, ya que no sirve pensar el problema del
financiamiento verde de manera aislada.
finanzas, moverse hacia un nuevo paradigma centrado en el bien común, que brinde financiamiento a largo plazo. Instaurar este nuevo concepto
implica redefinir incentivos, reglas y prácticas.
Pero pese al llamado de la comunidad científica,
las finanzas tradicionales no están preparadas
para enfrentar estos desafíos. Los modelos de
crecimiento suponen que la actividad económica
puede crecer indefinidamente, la economía modela fuera de los límites que impone la biosfera.
Y es que predecir los efectos del cambio climático resulta extremadamente complejo. Es casi imposible saber hacia dónde mutará la circulación
del Océano Atlántico si se debilita la Corriente
del Golfo (Ceasar et al., 2021; Ureta et al., 2021) o
a qué tasa se derretirán los hielos que cubren la
superficie de Groenlandia (Sasgen et al., 2020).
La temperatura en la Antártida se ha venido incrementando (1,8 ºC entre 1989 y 2018) a una tasa
tres veces mayor que la observada en el resto
del mundo (Clem et al., 2020). Dicho aumento
genera un derretimiento de la superficie del mar
cubierta de hielo, lo cual induce un aumento en
el nivel del mar. El derretimiento de los casquetes polares, por otra parte, implica liberación de
dióxido de carbono (co2) y metano (ch4), fenómeno que evidencia el permafrost en el Ártico
(ccag, 2021). Un estudio reciente muestra cómo
la Amazonia pasó de captar carbono a emitirlo,
lo cual se debe al avance del extractivismo (Gatti
et al., 2021).
Es imperioso repensar el financiamiento como
parte integral de un nuevo modelo de producción
e inserción global. A pesar de que América Latina
podría aspirar a convertirse en un proveedor
de energía limpia al mundo, muchos gobiernos
prefieren seguir otorgando generosos subsidios
al sector petrolero. Lamentablemente, tal como lo
recuerdan Joseluis Samaniego y Heloísa Schneider (2019), «falta una definición consensuada y
homogeneizada para inversión y financiamiento
climático».
La región posee abundantes recursos renovables, una oferta potencial de energía limpia que
empalidece cualquier registro de producción que
muestre la industria petrolera (Bond et al., 2021).
Además, la continua reducción de costos de las
energías renovables brinda una oportunidad única de iniciar un sendero de prosperidad y crecimiento. Según estimaciones recientes de la Agencia Internacional de la Energía, el costo promedio
de reducir las emisiones resulta la mitad entre las
economías emergentes y en desarrollo de lo que
saldría en un país desarrollado (iea, 2021a). Todo
esto evidencia que no confrontamos un problema
económico-financiero, sino uno eminentemente
político: el lobby petrolero busca bloquear la transición (Mann, 2021).
La macroeconomía, tanto como las finanzas, ha
sido construida en torno al paradigma neoclásico. En lo pertinente al sistema financiero, los
modelos vigentes consideran toda decisión como
vinculada al riesgo, lo cual es visto como una
oportunidad. Cualquier riesgo puede asemejarse
a una apuesta. A menudo, los modelos también
tienden a sesgarse en favor del pasado reciente
(extrapolation or recency bias), lo cual afecta su
capacidad de predicción. Tal como reporta un
reciente informe del bid, los modelos climáticos
tampoco logran describir las amenazas físicas,
humanas y económicas que conllevan el cambio climático (Cárdenas et al., 2021). La mirada
estrecha con la que se elaboran la mayoría de los
modelos termina subvalorando los riesgos.
Finanzas, cambio climático
y la transformación de la grapa en vino
Si la crisis financiera global mostró los límites de
la globalización financiera, el cambio climático
nos plantea la necesidad de cambiar de paradigma. «El individualismo que plantea el mercado
actual puede asemejarse a la grapa, la cual no es
más que un vino destilado. Nuestro trabajo pasa
por reconvertir la grapa en vino, que el mercado
vuelva a una escala humana». En esas palabras
se expresó el papa Francisco ante un grupo de
intelectuales para hablar del futuro del sistema
capitalista. Resulta imperioso transformar las
79
Economía
financiamiento vigente y consolidar uno orientado a financiar el largo plazo bajo una mirada
inclusiva y sostenible. El financiamiento resulta
un aspecto clave, particularmente, para los países
en desarrollo. Esto fue reconocido en 2009 y los
países desarrollados se comprometieron a aportar usd 100.000 millones por año para financiar la
transición. Pero estas promesas tampoco se cumplieron: los fondos prometidos nunca llegaron.
En el marco de la cop 26 recientemente finalizada
se enunciaron nuevas propuestas, promesas de
fondos que ahora incluyen al sector privado. Tal
como viene sucediendo en otros ámbitos de la
ayuda para el desarrollo, las promesas vuelven a
asociarse a la creación de nuevos instrumentos financieros. Que prevalezca este tipo de esquemas
refleja que Wall Street sigue ganando preeminencia; no se lucha contra el cambio climático, sino
que se buscan nuevas oportunidades de negocios
para los principales actores financieros. Más que
transformar las finanzas en beneficio del bien
común, lo que se intenta es reducir el riesgo que
afrontan los banqueros.
Una incertidumbre sin precedentes
El cambio climático nos ha colocado ante una
incertidumbre sin precedentes, donde el pasado no sirve de guía y se vuelve más dificultosa
la generación de escenarios para el análisis del
futuro (Tragedy of the Horizon Program, 2017).
La impredecibilidad del cambio climático impide
caracterizar al fenómeno como de distribución
normal, y resulta proclive a la aparición de cisnes
verdes, como se denomina a las catástrofes ambientales imprevistas asociadas al calentamiento
global tanto como a los efectos de la polución,
que puede desencadenar graves crisis financieras. Los canales de transmisión se hallan interconectados y gobernados por complejas dinámicas,
que involucran la irrupción de fenómenos no
lineales, lo cual conduce a cambios de régimen
abruptos y puntos de no retorno. Todo ello vuelve
imposible toda predicción, por lo que el proceso
de evaluación económico-financiera del riesgo se
torna más complejo.
Todo esto explica el comportamiento de la industria aseguradora, que por el riesgo climático ha
elevado las primas. Cada vez más, las compañías
dejan de asegurar a personas y empresas expuestos al fenómeno climático. Ante la creciente
exposición de los hogares a eventos extremos
que se observa en diversas partes del mundo,
Swiss Re Group estima que hacia el 2040 los
premios de seguro climático representarán unos
usd 183.000 millones anuales. El aumento en la
frecuencia y la mayor intensidad de los fenómenos climáticos hacen temer que el mercado deje
de asegurar ciertos eventos, lo cual tiene en alerta a la Oficina Federal de Seguros dependiente
del Tesoro norteamericano (U. S. Department of
the Treasury, 2021). Y, a medida que los riesgos
son observados en más lugares del mundo,
crece la presión para que las compañías reduzcan su exposición al riesgo financiero o riesgo de
transición y crecen las voces para que dejen de
asegurar emisiones.
La urgencia por el cambio no solo responde al
desafío ambiental, sino también al escaso tiempo
que tiene la región para reconvertir su matriz productiva. Los paquetes fiscales o las distintas iniciativas institucionales que han surgido en la región,
como la ley de hidrocarburos presentada por el
Ejecutivo argentino, demuestran que la pandemia, en lugar de ser utilizada como un disparador
del cambio, ha sido un empujón al pasado.
Es posible que la apuesta al pasado brinde
algún retorno en el corto plazo, con beneficios
para unos pocos. Pero en el largo plazo no solo
estaremos muertos, sino también —con algunas
pocas excepciones— quebrados. Ningún país
latinoamericano tiene poder de mercado global:
la transición energética le viene impuesta. Por
ello, seguir invirtiendo en petróleo es proyectar
el pasado y dilapidar los escasos recursos económicos y financieros. Y de esta manera, antes de
vernos afectados por el ambiente, es posible que
estas decisiones terminen afectando al mercado
financiero. Si no se toman precauciones, América Latina puede resultar afectada por un cisne
verde.
La visión predominante, en definitiva, no llega
a comprender cómo puede verse afectado el
sistema financiero por el cambio climático. Ello
vuelve necesario transformar el esquema de
80
Economía
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81
Economía
La integración económica
latinoamericana pospandemia
Carlos Andrés Brando
Colombia. Doctor en Historia Económica por London School of Economics and
Political Science. Investigador de posdoctorado en la Universidad de los Andes
(Bogotá). Exdecano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad
Tadeo Lozano (Bogotá). Especializado en historia política y económica de
Colombia. Columnista de Latinoamérica21.
L
a integración económica de América
Latina estaba en crisis antes de la llegada
de la pandemia de covid-19 y sus causas
eran económicas, políticas e institucionales.
Las más importantes fueron las lentas tasas de
crecimiento económico desde 2013, la limitada
complementariedad entre los aparatos productivos nacionales, la desaceleración exportadora,
las divergencias en los intereses domésticos. A
esas causas debe sumarse, en los años previos a
la pandemia, el ascenso de varios gobiernos poco
—o nada— interesados en la integración regional
(especialmente en Brasil, pero también en Chile,
Ecuador y Uruguay), los estallidos populares en
los países andinos y la escasa preocupación por
formalizar y fortalecer organizacionalmente esas
ambiciones.
auge impulsado por la demanda de commodities
de China. La variación de bienes exportados pasó
de crecer a tasas del 14 % anual entre 2002 y 2012,
a mantenerse ligeramente negativas entre 2013
y 2019. Más importante aún, el comercio externo
dentro de la región se había desplomado desde
picos de usd 200.000 millones en exportaciones
en el período 2011-2013 a usd 152.000 millones en
2015 y usd 140.000 millones en 2019, la cifra más
baja de los últimos 17 años. Como porcentaje de
las exportaciones totales, aquellas destinadas a
América Latina habían caído del 20 % al 15 % y la
evolución del comportamiento de las importaciones era similar. En resumen, por lo menos un
lustro antes de la pandemia el comercio intrarregional ya mostraba una fuerte tendencia a la baja.
Esa tendencia, sin embargo, se vio reforzada el
año pasado por cuenta de las restricciones impuestas para combatir el virus. En 2020, el valor
de las exportaciones latinoamericanas se contrajo
en un 13 % y el de las importaciones en un 20 %.
El comercio exportador intrarregional colapsó al
registrar el 12 % del total (menos de usd 100.000
millones), un guarismo propio de la década de los
años sesenta del siglo pasado. Los sectores más
afectados fueron la industria textil, de confecciones, calzado, vehículos, minería, petróleo y gas.
En este panorama irrumpió la pandemia en
marzo de 2020. Tanto desde el punto de vista
de la severidad y duración de las medidas de
confinamiento como en el número de fallecidos
por habitante, en la presión sobre los sistemas de
salud y en la magnitud de la contracción económica América Latina ha sido una de las la zonas
del mundo más golpeadas por la pandemia de
covid-19.
El fin del auge de las commodities
El derrumbe fue generalizado en todos los mecanismos subregionales. Desde el caricom (Comunidad del Caribe) y la can (Comunidad Andina de
El desempeño de las exportaciones latinoamericanas se había deteriorado desde 2012 tras un gran
82
Economía
Naciones) con caídas del 31 %, pasando por Mercosur (Mercado Común del Sur) y la Alianza del
Pacífico con el 25 % y 24 %, hasta el mcca (Mercado
Común Centroamericano) con el 10 %.
ción han sido modestos y episódicos, contrarios
a las declaraciones y retórica megalomaníacas de
sus promotores.
Uno para todos y…
Reconociendo la naturaleza coyuntural de la
pandemia en los procesos de integración económicos de la región, debe preguntarse entonces:
¿por qué el retroceso? ¿Funcionaban o no los
esquemas subregionales? ¿Qué problemas y retos
irresueltos enfrentaban antes de 2020 y cómo los
impactó la pandemia?
Todos los organismos regionales y subregionales
de cooperación e integración en el mundo experimentan tensiones y conflictos. Sin embargo, la
inestabilidad en los cimientos (las membresías) de
los mecanismos en América Latina ha sido muy
pronunciada.
La primera limitante estructural es la naturaleza de la integración entre las economías de la
región. A diferencia de la Unión Europea, donde la
complementariedad es alta y por tanto el comercio intraeuropeo intenso, en América Latina la
complementariedad es baja. Esta se refiere al tipo
de bienes que se intercambian y al valor agregado que cada país aporta según las actividades
en las que posee ventajas comparativas. Entre
más elaborados los bienes a exportar y mayor
su volumen, naturalmente mayor será la integración. El éxito en cualquier proceso integracionista
está determinado, en buena parte, por la base
exportable de cada nación. A mayor diferencia en
las bases, mayor el potencial de integración. Y si
los productos son industriales con un alto valor
agregado, mejores los beneficios.
El caso más reciente ha sido el de la Unasur, iniciativa que desde 2004 buscó integrar a las doce
naciones del Mercosur y la can tras la Declaración
de Cuzco. Su retroceso se hizo evidente en 2019
con el retiro de Argentina, Brasil, Colombia, Chile,
Ecuador, Perú y Paraguay y más tarde el de Uruguay durante la pandemia.
La experiencia de la Alianza Bolivariana de las
Américas (alba) es instructiva. Alentada por Fidel
Castro y Hugo Chávez, se creó como mecanismo
contrahegemónico para profundizar una integración libre de las influencias de organismos
internacionales, procurando atacar los obstáculos
que hasta entonces la habían impedido: pobreza, desigualdad en el intercambio y asimetrías
entre países. Financiada con las rentas petroleras hinchadas por los aumentos en los precios
internacionales del crudo a comienzos de siglo, el
mecanismo abarcaba iniciativas en cooperación
financiera (Banco y Fondo alba), comunicacional
(Telesur), energética (Petrocaribe), y de intercambios solidarios y compensatorios que incluían la
formación de empresas públicas transnacionales
(Grannacionales).
Sin embargo, históricamente, América Latina ha
exportado principalmente commodities. Desde el
oro y la plata colonial, pasando por el guano, el
trigo, la quina, el caucho y el café en los siglos xix
y xx, hasta la matriz actual dominada por recursos
minero-energéticos (carbón, petróleo, cobre, litio,
gas) y otros bienes agrícolas (soja, azúcar, cítricos,
carne). Y dada la similitud en las matrices, los
principales socios comerciales de las economías
latinoamericanas han sido los países avanzados
(Europa, Estados Unidos) y, más recientemente,
China.
La alba se constituyó como alternativa a la política estadounidense de implementar un acuerdo
multilateral de libre comercio con las 35 naciones
del continente menos Cuba. La alianza tomó aparente fuerza al final de la década pasada gracias
al ascenso al poder de gobiernos de izquierda
en varios países. Para 2009 contaba con Bolivia
(Movimiento al Socialismo, de Evo Morales), Nicaragua (Frente Sandinista de Liberación Nacional,
de Daniel Ortega), y Ecuador (Alianza pais, de
En síntesis, las bases exportables han hecho que
la complementariedad económica entre las naciones latinoamericanas sea acotada y, por tanto,
las posibilidades de integración también. Aun con
esta limitación, los esfuerzos por forjar la integra-
83
Economía
Rafael Correa) como miembros plenos. Alrededor
de la largueza financiera venezolana se diseñaron
numerosos esquemas de donaciones financieras,
cooperación técnica, asistencia humanitaria, subvenciones, préstamos y suplementos presupuestales a sus miembros y a terceros países.
Jair Bolsonaro asumió la presidencia pro tempore del bloque en medio de la pandemia con
dudas sobre su eficacia y diferencias con los
otros miembros sobre la toma de decisiones por
consenso, y con Argentina particularmente, sobre
la necesidad de firmar unilateralmente acuerdos
de libre comercio con otras naciones. Antes de
la pandemia, el futuro del mecanismo avizoraba
tres caminos posibles: consolidación aduanera,
flexibilización parcial y tránsito hacia una zona de
libre comercio. Pero la actual crisis y las políticas
de reactivación forzarán la dilatación de cualquier
decisión.
Con la muerte de Chávez en 2013, la baja de los
precios del petróleo y la «actualización» del modelo
económico-social cubano reciente, el ocaso de alba
fue inevitable. Honduras se retiró en 2009, Ecuador
en 2018 y Bolivia anunció lo propio en 2019.
La inestabilidad también ha estado presente en
los mecanismos subregionales más antiguos.
Durante el gobierno de Pinochet en 1977, Chile
se retiró de la can (anteriormente Pacto Andino)
y Venezuela lo hizo en 2006. Sin embargo, en los
cincuenta años de vigencia del mecanismo se
destacan dos logros fundamentales. En primer
lugar, el aumento del comercio en los productos
manufacturados no tradicionales, durante sus
primeras décadas. Y el segundo logro es haber
implementado los únicos mecanismos de coordinación e integración financiera efectivos y de
tamaño significativo en el continente como la Corporación Andina de Fomento y el Fondo Andino
de Reservas.
Los mecanismos de integración en América
Latina, como se ha visto, no han escaseado. Por
el contrario, han sido tantos y tan variados que,
compitiendo entre sí, además de complementarse, a veces han resultado redundantes, han
replicado funciones y mandatos y se han superpuesto. El resultado final es el de una colección
poco efectiva o eficiente de iniciativas que antes
de 2020 mantenía la integración regional en un
nivel incipiente.
Más cooperación que integración
financiera, hasta ahora
La crisis global que afectó a Latinoamérica a comienzos de la segunda década de este siglo reveló
la precariedad en que se encontraba la arquitectura financiera, tanto en el ámbito de la cooperación
e integración financiera como en el desarrollo
de políticas macroeconómicas que de manera
colectiva pudieran asistir a cada nación. Dada la
cantidad de iniciativas y mecanismos vigentes es
sorprendente la debilidad, cuando no la ausencia,
de normas, instrumentos y organismos para lidiar
con crisis externas a nivel regional. Durante esos
turbulentos años, las respuestas financieras a la
crisis fueron implementadas desde los gobiernos
nacionales para las economías domésticas, con
escasa coordinación o apoyo regional.
El Mercosur, creado en 1991, suspendió temporalmente a Paraguay entre 2012 y 2013 por incumplimiento de sus compromisos con la democracia, y
Venezuela lo está desde 2016 por la misma razón.
Pese a esto, en sus primeros años y hasta mediados de la década del 2000, los países fundadores
avanzaron en su objetivo de liberalizar el comercio y dieron pasos importantes para lograr una
unión aduanera. El comercio intrarregional creció
aceleradamente en los años noventa.
Desde entonces, la integración se ha ralentizado.
Las medidas proteccionistas iniciadas por diferentes gobiernos en Argentina y Brasil han desatado
retaliaciones de los otros dos socios. Sumado a
eso, una mordaz polémica surgida en 2002 alrededor de la construcción y operación de fábricas
de pasta celulosa en la frontera entre Argentina
y Uruguay sobre aguas binacionales expuso la
incapacidad del grupo para resolver las disputas.
Actualmente, la excepción más interesante a este
patrón la encarna el Fondo Latinoamericano de
Reservas (flar), creado por los mismos fundadores del Pacto Andino en 1978, a los cuales se sumaron más tarde Costa Rica, Paraguay y Uruguay.
84
Economía
El flar tiene por misión tres objetivos: apoyar a
los países miembros con sus balanzas de pagos,
mejorar las condiciones de inversión de sus reservas internacionales y ayudar en la armonización
de las políticas monetarias, cambiarias y fiscales.
Desde 1998 y por lo menos hasta 2012, este fondo
había desembolsado más préstamos a sus miembros que el fmi.
fueron canalizados a inversiones que por su naturaleza o alcance integran mercados. Entre estas
se encuentran la ampliación del canal de Panamá,
el gasoducto entre Bolivia y Brasil y la carretera
Transchaco en Paraguay.
La respuesta de entidades como estas a la pandemia ha sido efectiva. Según datos de la cepal, el
incremento en las aprobaciones en 2020 (sumando las del Banco Mundial) fue un 25 % más alto
que las del año anterior, unos usd 50.000 millones. Los bancos de la región ajustaron sus procesos para hacer frente a la crisis pandémica. El
bcie por ejemplo, creó un instrumento de política
crediticia denominado Operaciones de Desarrollo
de Política y, alejándose de su habitual preferencia por financiar proyectos de inversión, aprobó
usd 750 millones para que El Salvador, Honduras y
Costa Rica enfrentaran la crisis.
En medio de la pandemia, el flar anunció la
disponibilidad de recursos por usd 2300 millones
y la capacidad de movilizar más dinero para los
bancos centrales de los países miembros con el
propósito de contribuir a la estabilidad macroeconómica y financiera. Se ofrecen recursos bajo tres
modalidades: líneas crediticias de apoyo para la
balanza de pagos, préstamos de contingencia y
préstamos de liquidez.
El recientemente formado Mercado Integrado
Latinoamericano (mila) es un acuerdo entre las
bolsas de valores de Colombia, Perú, Chile y México que aspira a crear un mercado regional para
la negociación de títulos de renta variable en los
cuatro países. Es una iniciativa innovadora a nivel
subregional de integración financiera apoyada
por la Alianza del Pacífico. A diferencia del flar,
el mila no opera como herramienta para contrarrestar crisis macroeconómicas. Sus resultados
en términos de correlaciones de riesgo y rentabilidad, así como de los volúmenes y el valor de las
transacciones, han sido modestos.
Por su parte, el bid facilitó recursos por usd 7900
millones a lo largo y ancho de la región para
financiar 36 proyectos directamente relacionados
con la crisis pandémica. Además, avaló la expansión de líneas de crédito de contingencia para
emergencias ocasionadas por desastres naturales
que incluyen riesgos para la salud pública. La otra
cara de la moneda es la ausencia de aprobaciones
que tengan como objetivo la integración regional
o de comercio. Por primera vez en años, ni un
solo proyecto se dirigió a estas actividades.
Finalmente, la caf aprobó 20 operaciones de
apoyo macrofiscal por usd 6200 millones para mitigar los efectos fiscales de la pandemia. Dentro
de esta categoría se incluyen líneas de crédito
contingentes de liquidez, swaps (para nutrición en
Argentina y Ecuador), y préstamos programáticos
que en su conjunto materializan la función contracíclica del banco. Al igual que el bid y el bcie,
la caf aceleró significativamente sus tiempos de
desembolsos durante el primer año de pandemia,
lo cual redundó en la disponibilidad oportuna de
recursos para los gobiernos prestatarios.
En las últimas tres décadas, los bancos de desarrollo en la región han sido importantes para el
financiamiento de proyectos de infraestructura
que físicamente integran mercados nacionales y
regionales. Los más destacados son la Corporación
Andina de Fomento (caf), el Banco Interamericano
de Desarrollo (bid) y el Banco Centroamericano
de Integración Económica (bcie). Estos destinaron,
entre 2010 y 2019, más de la tercera parte de sus
préstamos de largo plazo a obras de infraestructura que incluyeron mallas viales y ferroviarias, generación y transmisión de energía, proyectos logísticos, portuarios, de gas y telecomunicaciones, entre
otros. El total de los recursos aprobados durante
el período 2015-2019 sobrepasó los usd 120.000
millones, de los cuales más de usd 40.000 millones
Ciclos discordes
La sincronicidad en los ciclos económicos es otro
de los factores claves en los procesos de integra-
85
Economía
ción económica. No es claro aún si la pandemia
exacerbará las diferencias al interior de las economías y bloques de la región, pero en mi opinión el
deterioro general de las condiciones macroeconómicas durante la crisis intensificará la dificultad y
lentitud del proceso de integración. En aspectos
macroeconómicos básicos como la evolución de
los precios, los regímenes y niveles cambiarios,
las cuentas fiscales, así como en el endeudamiento, es muy poco lo que la pandemia ha hecho y
hará por animar la convergencia.
es valorada por los mercados. Estos tres países
mantienen estatus de grado de inversión, junto
con México. Colombia perdió esa distinción en la
pandemia y ahora exhibe un déficit fiscal de más
de 8 % del pib, de los más altos en la región. Argentina y Ecuador tienen altos niveles de endeudamiento público (más de 60 % del pib) y spreads
solamente superados por Venezuela.
Las economías grandes, Brasil y México, presentan grandes diferencias. Brasil tiene un déficit
fiscal que llega al 6 % del pib y tiene la segunda
deuda pública más alta de la región, mientras que
el déficit de México se mantiene por debajo de
3 % y su endeudamiento es de los más bajos del
continente.
Mientras que en Venezuela la racha hiperinflacionaria continúa, en Argentina los precios al consumidor sobrepasan la variación del 50 % anual y en
Brasil se acerca a los dos dígitos. En Cuba, Ecuador,
Panamá y El Salvador el fenómeno dominante en
el último año ha sido la deflación. Sin duda, esto
está íntimamente ligado a la dolarización vigente
en los tres últimos países y, en el caso de Cuba, el
intervencionismo en la fijación de precios por el
gobierno. Condiciones como estas presentan retos
formidables a cualquier ambición integracionista.
Si bien la inflación ha crecido en general durante la
pandemia, la habilidad de la mayoría de los bancos
centrales para contener el crecimiento acelerado
de los precios es una base necesaria ante una
eventual reactivación integracionista.
¿Integración pospandemia?
En tiempos difíciles es más complejo llevar adelante mecanismos de integración económica. La
pandemia ha arrastrado a las economías latinoamericanas hacia un mayor endeudamiento,
spreads más elevados y saldos fiscales negativos.
La escasa sincronización de la región en sus variables macroeconómicas no es nueva ni es resultado de la crisis sanitaria. Sin embargo, el deterioro
de indicadores en ese campo dilatará más la
convergencia hacia un ciclo de crecimiento con
indicadores robustos donde la integración de las
naciones sea mayor que la suma de sus partes.
En el plano de las cuentas gubernamentales, la
contracción económica ha golpeado las finanzas
públicas reduciendo la recaudación, inflando el
déficit fiscal y así minando la credibilidad y reputación de los gobiernos que realizan emisiones
de deuda soberanas que ahora se cotizan con primas más elevadas que antes de la pandemia. La
combinación de mayores diferenciales (spreads)
en las valoraciones de riesgo y los relativamente
abultados niveles de endeudamiento con saldos
rojos en las balanzas fiscales hace que los planes
de integración se mantengan en horizontes temporales de mediano o largo plazo.
El covid-19 destruyó empleo, intensificó la informalidad y aumentó la pobreza. Ante semejante
situación, los gobiernos sienten la presión de
la ciudadanía por liderar la recuperación de la
economía. Por lo tanto, los efectos de la pandemia alejarán las aspiraciones de integración en el
corto y mediano plazo.
Ante esta situación, los países de la región enfrentan un importante dilema. ¿Propiciar una reactivación integradora, abierta al comercio y con flujo
de capitales, lo cual acarrea riesgos inherentes,
o procurar un repunte nacionalista que privilegie
el trabajo y la empresa doméstica? Políticamente,
la disyuntiva es mayúscula. Optar por el camino
integrador es impopular, además de arriesgado y
representa la opción más difícil.
Entre las economías de tamaño mediano, los
niveles de endeudamiento público de Chile y Perú
son relativamente bajos, como lo son sus spreads.
A pesar de que el endeudamiento uruguayo es
dos veces mayor, sus spreads son los más bajos
de la región, lo cual indica que su fortaleza fiscal
86
Economía
Nuestros gobernantes se conformarán, probablemente, con la retórica nacionalista. Para implementar esta estrategia disponen de un arsenal
extenso y probado de prácticas paraarancelarias
y políticas industriales que truncarán, complicarán y dilatarán efectiva y sigilosamente cualquier
ímpetu integrador y, de esta manera, podrán adjudicarse cualquier logro o avance. La pandemia
legará un resurgimiento de medidas económicas
nacionalistas, proteccionistas y desintegradoras
de mediana intensidad.
A esto habrá que sumar el vaciamiento del
centro político —que antecedió a la llegada del
covid-19—, que hará del pendular movimiento
político su rasgo más fuerte y omnipresente. Una
mayor polarización electoral después del covid-19
acentuará la inestabilidad de los proyectos integradores regionales y subregionales. En ausencia
de compromisos creíbles y de políticas de Estado
diseñadas para ceder soberanía con horizontes
temporales amplios y definidos —estadio avanzado y requerido por los esquemas de integración
europea desde hace décadas—, América Latina
persistirá en sus periódicas iniciativas de integración ineficaces.
87
Economía
América Latina y la Unión Europea:
transformación socioeconómica
en la nueva realidad (pandémica
y pospandémica)
Violetta M. Tayar
Rusia. Doctora en Economía por la Academia de Ciencias de Rusia. Vicedirectora
del Instituto de Latinoamérica (ila) y jefa del Centro de Estudios Ibéricos del ila acr.
Especializada en relaciones económicas y comerciales entre la Unión Europea y los
países latinoamericanos.
A
lo largo de la última década, las relaciones entre América Latina y el Caribe y la
Unión Europea se han fortalecido de manera considerable. Ambas regiones representan,
en conjunto, el 25 % del pib mundial, la tercera
parte de los miembros de las Naciones Unidas y
casi la mitad de los del G-20. Por tanto, la acción
conjunta de estas dos regiones ha resultado decisiva para lograr acuerdos multilaterales históricos
y se ha propiciado la interacción tanto a nivel
bilateral como subregional e interregional.
larse en forma de encuentros bilaterales entre
los ministros de asuntos exteriores de los países
latinoamericanos y la ue.
En este contexto, en el período 2016-2020 se ha
producido un desvío en la asociación económica
interregional en un entorno caracterizado por la
disminución del multilateralismo, regionalismo
e interregionalismo. Entre las causas que subyacen a esta desaceleración en las relaciones entre
ambos bloques cabe destacar el proteccionismo
adoptado por la Administración Trump, el brexit,
la crisis venezolana, el fin del boom de las materias primas, la recesión económica en América
Latina y el debilitamiento de la celac. Como consecuencia de todo esto, se produjo la suspensión
temporal del diálogo interregional y de la celebración de cumbres.
Relaciones interregionales
antes de la pandemia
En 2019 se cumplieron veinte años del inicio del
diálogo estratégico interregional entre alc y la ue.
El punto de partida de la cooperación entre ambas
regiones se produjo en 1999 con la I Cumbre Interregional de Jefes de Estado de alc y la ue, celebrada en Río de Janeiro. No obstante, el diálogo entre
ambos bloques no siempre ha sido dinámico y,
últimamente, tiende a dilatarse en el tiempo.
Conscientes de este enfriamiento, desde la Unión
Europea comenzaron a impulsarse algunas iniciativas para retomar el diálogo. Josep Borrell, tras
ser nombrado alto representante para Asuntos
Exteriores y Política de Seguridad de la ue, y los
nuevos integrantes de la Comisión Europea se
propusieron reanudar la celebración de cumbres
en formato ue-celac para recuperar el diálogo
político a nivel interregional.
Por ejemplo, la cumbre con la celac planeada
para 2017 nunca llegó a celebrarse por la crisis
económica y política en Venezuela, así como por
las ambiguas posiciones tanto del bloque latinoamericano como del europeo respecto a la situación del país caribeño. El diálogo interregional
quedó prácticamente congelado y pasó a articu-
No obstante, existen obstáculos que superar. Uno
de los factores más importantes que frenan la
88
Economía
formación de una alianza estratégica entre alc y
la ue es la asimetría que persiste en el comercio
bilateral y en las inversiones. En el comercio, esta
asimetría se manifiesta, ante todo, en la estructura de exportación e importación. La circulación
de mercancías industriales entre alc y la ue pone
de manifiesto que Brasil y México están integrados en gran medida al comercio intrafirma y a
la logística. Al mismo tiempo, seis países europeos —Alemania, España, Países Bajos, Bélgica,
Francia e Italia— son los principales exportadores
e importadores de mercancías para alc, con más
del 80 % del intercambio comercial. Con todo eso,
los diseñadores principales de la política de la ue
respecto a alc siguen siendo España y Alemania.
Según evaluaciones de la unctad, la Agenda 2030
implica inversión sin precedente, ante todo para
los países en desarrollo. Las compañías europeas
lideraron en nuevos proyectos de inversión en alc
con el 39 % del total de las inversiones, adelantándose así a las compañías de Estados Unidos y
Canadá.
revolución industrial, la crisis de la globalización y
el ahondamiento del déficit del multilateralismo.
En este contexto, desde Bruselas se percibieron
demandas que apuntaban a la necesidad de retomar con urgencia el diálogo interregional, dada
la relevancia económica y geopolítica de la región
latinoamericana para Europa. Como consecuencia de ello, la Comisión Europea se encuentra
inmersa en un proceso de reconsideración de
sus políticas comerciales con la región. Y es que
el comercio constituye un eslabón de enlace
importante en las relaciones interregionales de
la ue y alc. En el período 2020 de la pandemia, el
intercambio comercial entre las dos sumó 181.580
millones de euros, un 20 % menos que en 2019.
Pero los intereses europeos en América Latina
trascienden lo meramente comercial: también
tienen un componente de desarrollo sostenible,
que trata de propiciar el tránsito verde, inclusivo y
sostenible de las políticas comerciales.
Con el objetivo de acercar posiciones, en diciembre de 2020 se celebró una reunión informal
entre los ministros de asuntos exteriores de alc y
la ue en formato virtual. En este encuentro, los ministros confirmaron su voluntad de intensificar el
diálogo político de alto nivel y acordaron trabajar
en favor de una cumbre birregional. Reafirmaron
su determinación de intensificar los esfuerzos
conjuntos para superar los retos multidimensionales planteados por la pandemia de covid-19, los
cuales pueden agravar las brechas estructurales
existentes, las desigualdades y la exclusión social,
económica y financiera.
Sin embargo, siguen existiendo puentes entre
ambas regiones. Por ejemplo, un sector promisorio para las inversiones europeas en América
Latina es el energético y el de las fuentes de
energía renovables. Asimismo, cabe destacar que
la ue brinda gran ayuda a los países latinoamericanos en la protección del ambiente y el clima, y
el cambio climático es un importante vector de la
cooperación interregional.
La pandemia cambia la situación
En el mundo pandémico y pospandémico, la
cooperación entre alc y la ue en materia de desarrollo (económico, social y ecológico) adquiere
todavía más importancia. Y es que la pandemia
de covid-19 apareció en un contexto de deterioro
de la situación económica en la región latinoamericana, unido a una crisis sistémica que había
exacerbado las diferencias sociales y las tensiones
políticas. En la esfera internacional, la pandemia
provocó una recesión mundial y enconó las tendencias globales existentes, entre las que se encuentran el carácter crítico de la crisis ecológica,
la creciente rivalidad geoestratégica entre China
y Estados Unidos, el acercamiento de la cuarta
Para que estos esfuerzos den un buen resultado
es necesario que la ue adopte un planteamiento
renovado y establezca un diálogo constructivo
con alc. En este sentido, se propone completar
los contenidos de una serie de convenios ya
concertados. En concreto, la renovación de los
acuerdos con Chile, México, los países caribeños,
América Central, la ratificación del tratado con el
Mercosur y la ampliación de los acuerdos comerciales con Colombia, Ecuador y Perú. Entre todos
ellos, el acuerdo Mercosur-ue tendrá especial
relevancia, ya que supondrá una pronta liberalización del comercio y la consolidación de los
89
Economía
vínculos transatlánticos. Comprende, entre otras,
cuestiones tales como tarifas, barreras técnicas
en el comercio, medidas sanitarias y fitosanitarias, compras estatales, propiedad intelectual y
desarrollo sostenible.
Además, es necesario reforzar los programas de
cooperación técnica y financiera de la ue para
alc para superar el contexto derivado de la crisis
sanitaria. En este sentido, la Comisión Europea ya
ha asignado un total de 918 millones de euros, y
el Banco Europeo de Inversiones, 325 millones. La
necesidad de consolidar los recursos financieros
para asegurar la salida de la crisis pandémica
pueden ser la base para impulsar soluciones
conjuntas y más eficaces a los problemas que
enfrentan alc y la ue.
No obstante, la postura de los países de la ue no
es uniforme ante este acuerdo. En ocasiones, los
europeos se muestran reticentes a la apertura
de los mercados con América Latina en favor
de la protección de sus propios productores de
mercancías agropecuarias. Pero, además, el
Parlamento Europeo advirtió en octubre de 2020
que no ratificaría el acuerdo en su estado actual
debido a la política ambiental del presidente brasileño, Jair Bolsonaro.
En esta línea, sobre instituciones financieras
como el bid, la caf y el bcie recae un papel fundamental en la financiación de las inversiones
necesarias para la recuperación de las economías
de los países de alc durante el período pospandémico. Todos los indicios apuntan a que el financiamiento de la recuperación económica y el papel
de las organizaciones internacionales ocuparán
un lugar central en el diálogo entre alc y la ue. Por
ello, es preciso reconocer como un imperativo el
proceso de renovación de las relaciones interregionales entre la ue y alc, y asimismo hacer uso
de las oportunidades que emergen en la nueva
geopolítica regional.
Pese a las dificultades, la concertación del
acuerdo ue-Mercosur brinda la posibilidad de
expansión comercial para ambas partes. Además
de los acuerdos comerciales, el tratado consagra
el compromiso de los países del Mercosur de observar el Acuerdo de París sobre cambio climático. En caso de ratificación del acuerdo comercial
con la ue, los países del Mercosur contarán con
más posibilidades para acceder a las nuevas
tecnologías y cadenas globales de creación
del valor, lo que puede llevar a reconsiderar el
modelo de incorporación de los países miembros del Mercosur a la división internacional del
trabajo y a la rectificación de las estrategias de
crecimiento económico.
La nueva estrategia comercial
En febrero de 2021, la Comisión Europea estableció su estrategia comercial para los próximos
años, que se sostiene sobre el afán de la ue de
contribuir a la recuperación económica apoyando
las transformaciones verdes y de digitalización,
haciendo un énfasis especial en la pluralidad y las
reformas a las reglas del comercio global. En su
estrategia, la Comisión Europea pone la sostenibilidad en el centro y apoya la transformación hacia
la neutralidad climática de su economía incluyendo las obligaciones globales en el comercio y las
relativas al clima junto con reglas nuevas de comercio electrónico con tal de secundar el tránsito
informático y climático.
Junto con los acuerdos comerciales, los problemas estructurales de las economías de alc y los
nuevos escenarios internacionales hacen necesario impulsar también la inversión extranjera
directa. No obstante, las políticas para promoverla deben formar parte de un proyecto más amplio
que impulse un cambio estructural progresivo
orientado a aumentar la productividad y lograr
la inclusión social, la igualdad y una creciente
sostenibilidad ambiental. Así, pese a su importancia, la inversión sigue siendo una asignatura
pendiente que, además, se vio perjudicada por la
pandemia. Según la cepal, la crisis sanitaria tuvo
efectos negativos sobre los flujos de inversiones:
en 2020, la entrada de inversiones extranjeras en
alc disminuyó entre 45 y 55 %.
Esta estrategia se extenderá a los acuerdos
cerrados con alc. Así, la ue necesita realizar un
salto cualitativo con alc e introducir en el diálogo interregional las metas de la agenda verde
comunitaria. De este modo, las relaciones entre
90
Economía
la región latinoamericana y la ue procesan un
tránsito cualitativo que conlleva la asunción de
determinadas tareas. En primer lugar, facilitar la
concesión de tecnologías para superar el modelo
extractivo de América Latina. En este sentido, las
compañías europeas pueden contribuir al cambio
del entramado energético e invertir en energías
renovables. En segundo lugar, la industria automotriz es un sector estratégico en ambas regiones y necesita reformas, por lo que los acuerdos
de cooperación tecnológica pueden ser beneficiosos para ambas partes.
En las nuevas circunstancias, es posible imaginar
un futuro en el que los principales actores tengan
la tentación de renunciar a la globalización, brotando tendencias a sustituir las importaciones y
volver al proteccionismo. Es posible que aumente
la fragmentación en los proyectos de integración
regional en alc y que se incremente el papel del
Estado en la economía nacional.
A corto plazo, es posible un escenario de renovación del diálogo interregional mediante cumbres
y con un enfoque pragmático de alc. A mediano
plazo, es de esperar un ajuste de las líneas estratégicas en las relaciones interregionales, fijando
nuevas formas de desarrollo pospandémicas y
dando prioridad al logro de los objetivos de la
Agenda 2030. A corto y mediano plazo, ambas regiones podrían desarrollar acuerdos comerciales
entre la ue y países latinoamericanos concretos o
bloques regionales dentro de alc.
En tercer lugar, es menester movilizar fondos en
las infraestructuras necesarias para asegurar el
acceso a una seguridad energética sostenible. En
cuarto lugar, los programas de ayuda oficial al
desarrollo (aod) revisten una importancia especial
en las relaciones interregionales. Por último, la digitalización abre otra nueva forma de cooperación
entre ambos bloques. En este caso, puede servir
de ejemplo el cable de fibra óptica entre Portugal
y Brasil, así como los canales de comunicación a
superficie de tierra y subacuáticas entre la ue y alc.
Es posible un tránsito hacia un planteo más pragmático en la regulación del comercio y elaborar
acuerdos comerciales renovados. Este tipo de iniciativas facilitarían, a la vez, reforzar los mecanismos de integración dentro de la propia América
Latina. A la vez, los acuerdos comerciales requieren, a mediano plazo, ajustarse a las cadenas globales de valor, a los requisitos ecológicos y a los
objetivos de digitalización. Ello implica desplazar
el acento desde las cuestiones tradicionales de
cooperación hacia nuevas esferas como el clima,
los servicios, el comercio electrónico y la defensa de la propiedad intelectual. En esta línea, la
cepal estima que es precisamente la integración
regional la clave para la recuperación de América
Latina en el escenario pospandémico.
Perspectivas de relaciones a corto,
mediano y largo plazo
América Latina debe aprovechar la oportunidad
que representa la búsqueda de liderazgo regional
de la ue tratando de competir con Estados Unidos
y China. Así, la región latinoamericana puede ver
en la ue a un aliado fundamental para el desarrollo de programas estatales por la línea Norte-Sur,
orientados a dar solución a problemas globales.
En este sentido, destaca la iniciativa europea de
contribuir a un nuevo sistema económico mundial
basado en los objetivos de desarrollo sostenible.
Desde la ue se ha asumido que los ámbitos de
actuación en América Latina donde se debilite
la influencia comunitaria serán ocupados por
China y otros socios. Por tanto, alc constituye un
espacio estratégico para desarrollar la influencia
y dimensión exterior europea. En este sentido,
conviene no menospreciar la capacidad de la ue
para adaptarse a las condiciones de desarrollo
en contextos de cambio. El nuevo orden mundial,
actualmente en formación, induce a la dirigencia comunitaria a buscar nuevas herramientas y
No obstante, un factor importante en las relaciones transatlánticas es la crisis sanitaria, económica y social provocada por el coronavirus, que
modificará las formas de cooperación y diálogo
entre países y regiones, así como el desarrollo
del fenómeno de la globalización. En el mundo
pospandémico se modificarán las relaciones económicas mundiales, lo cual se traducirá a corto
plazo en una caída de los indicadores macroeconómicos a ambos lados del Atlántico.
91
Economía
mecanismos para solucionar los problemas que
enfrenta en el diálogo regional. Mientras tanto,
es posible que se produzca una amplificación
en la cooperación humanitaria entre los países
europeos y latinoamericanos, especialmente en el
ámbito sanitario.
92
Economía
El arte de hacer amigos.
Los riesgos de cooperar con
el Partido Comunista chino
Juan Pablo Cardenal
Periodista e investigador especializado en la internacionalización de China. Coautor de
La silenciosa conquista china (Crítica, 2011) y de La imparable conquista china (Crítica, 2015).
Investigador asociado del Centro para la Apertura y Desarrollo de América Latina (cadal).
La turbulenta cumbre bilateral celebrada en
marzo de 2021 en Alaska entre China y Estados
Unidos, la primera cita entre ambos desde la
llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, ocultó
detrás del rifirrafe diplomático entre ambos
un detalle cargado de simbolismo que, sin
embargo, pasó mayormente desapercibido en
los medios de comunicación y en la opinión
pública internacionales.
l protagonista de la trifulca en el lado chino,
quien no dudó en cuestionar —en un tono
áspero— la salud de la democracia y la situación de los derechos humanos en Estados Unidos,
además de defender a capa y espada el modelo
autoritario chino, fue Yang Jiechi, presentado
como el top diplomat al frente de la delegación de
Pekín.
E
Esta etiqueta genérica nació probablemente de la
confusión que provocó que Wang Yi, el ministro
de Asuntos Exteriores, estuviera también presente en Anchorage pero no encabezara la representación. Yang Jiechi, educado en el Reino Unido
y exembajador en Estados Unidos a principios
de siglo, es considerado como uno de los arquitectos de la política exterior contemporánea de
China. Ejerce además como director general de la
Comisión Central de Política Exterior, órgano que
en el pasado estuvo bajo control del Estado pero
que hoy depende del Comité Central del Partido
Comunista. Integrado por un restringido grupo
de dirigentes chinos con Xi Jinping a la cabeza, su
función es supervisar y mover los hilos del complejo engranaje de asuntos exteriores de China.
Su comparecencia visibilizó no solo algo ya sabido, la superior jerarquía del Partido Comunista
(PCCh) sobre el Estado chino, sino también algo
no siempre evidente para los interlocutores políticos de China en el extranjero: que es el PCCh, y no
el Estado, el que guía, dirige y ejecuta la agenda
93
Economía
y la política exterior de China. Ello no impidió que
causara sorpresa que la delegación estadounidense, liderada por el secretario de Estado, Antony Blinken, cediera a la ortodoxia del protocolo
diplomático y aceptara que un miembro del Buró
Político, el máximo órgano de poder en China, y
no un representante del Estado, capitaneara la
delegación del país asiático en la cumbre. No es
difícil ver en la renuncia protocolaria de Washington una victoria moral para Pekín en términos de
legitimación del PCCh.
de aliados que China teje por toda la región en
el contexto de su programa de captación de las
élites, desde las políticas y académicas hasta las
económicas y mediáticas. Con ello, logra cultivar
una relación de cercanía, que el lenguaje político
de Pekín envuelve en una seductora narrativa de
amistad, con personas próximas a quienes en
cada país toman las decisiones. Quien pone la
primera piedra de esa relación es generalmente
el PCCh, bien a través de visitas de delegaciones
comunistas a América Latina o con la organización de eventos perfectamente tematizados, ya
sea en torno al proyecto de la Franja y la Ruta, al
supuesto éxito de Pekín en la erradicación de la
pobreza o —en el último año— a la gestión comunista del covid-19.
Sirva el anterior episodio para apuntar que el aval
concedido por Estados Unidos no es distinto al
que, desde hace décadas, los partidos políticos
latinoamericanos llevan otorgando al régimen
chino luego de haber construido una relación
estrecha, en algunos casos incluso simbiótica, con
el PCCh. Además de los innumerables encuentros
oficiados entre representantes institucionales de
China y de los países latinoamericanos, a los que
hay que sumar los celebrados con entidades más
periféricas en la estructura estatal china aunque
igualmente influyentes —entre ellas, las asociaciones de amistad—, Pekín juzga valioso cultivar
los vínculos con los partidos políticos de la región,
sin importar el posicionamiento ideológico de
cada uno de ellos. Estos lazos interpartidistas son
parte de la diplomacia total del gigante asiático.
Pero, con diferencia, lo que mejor funciona para
atraer a los representantes de los partidos políticos regionales son las invitaciones periódicas
del PCCh para visitar China con todos los gastos
pagados. Muchos visitan China por primera vez, o
lo hacen sin un conocimiento cabal para entender
la realidad detrás del telón de bambú: su historia,
su sistema de partido único o su capitalismo de
Estado. Por tanto, ocurre con frecuencia que la
legendaria hospitalidad china, la vibrante atmósfera comercial que se respira en China, los
rascacielos de neón, las impresionantes infraestructuras, la enigmática cultura china y el relato
—convenientemente destilado— de la transición
desde el maoísmo a segunda potencia económica
del planeta tienen efectos hipnóticos sobre muchos de sus huéspedes extranjeros. Se convierten
así en aliados de Pekín.
Ello explica que el PCCh organice unas cuatrocientas actividades al año con formaciones extranjeras y que, en los últimos veinte años, haya mantenido al menos 326 encuentros exclusivos con sus
homólogos de América Latina. Esta es una cifra
de mínima, pues su principal fuente es el propio
Departamento Internacional del PCCh, cuya web
no recoge la totalidad de las audiencias celebradas. Pero sí es un guarismo suficientemente
significativo como para deducir que la formación
comunista, en tanto que principal promotora de
la relación interpartidista, alcanza los objetivos
que con ellos se propone. Entre otros, monopolizar el discurso de la China actual, legitimar
internacionalmente al PCCh o apoyar los intereses
de China en política exterior.
Y en peones de su estrategia, pues en sus propios
países asumen el rol de embajadores de facto de
todo aquello que para Pekín es importante y que
defiende el PCCh. Quizá con los partidos políticos
situados más a la izquierda en el arco ideológico,
entre ellos los partidos comunistas latinoamericanos, comparten afinidad ideológica y política
en cuanto a lo que el socialismo con características
chinas y el PCCh representan. Pero los partidos de
centroderecha regionales que no dudan en estrechar los lazos y la cooperación con la formación
comunista, y que creen —quizá alegremente—
que no arriesgan capital político por vincularse
También busca establecer relaciones personales
con los representantes políticos y ampliar la red
94
Economía
a un partido iliberal y autoritario situado en sus
antípodas ideológicas, deben saber que dicho
nexo no es exactamente inocuo.
elemental— lo que es moralmente correcto y no
aceptar puntos intermedios entre el autoritarismo y la democracia. Es también que la normalización de los encuentros, diálogos, visitas, adhesiones, elogios y cooperación con el PCCh conlleva
una tácita depreciación —por comparación— de
los principios y valores democráticos universales
que estas formaciones dicen suscribir. En una
época de creciente insatisfacción con la democracia en América Latina, a la que se suma la crisis de
representación de los partidos y una corrupción
política galopante, los gestos de camaradería,
complicidad y apoyo hacia el autoritarismo de
Pekín solo contribuyen a comprometer su propia
credibilidad. Marcar territorio democrático es
un compromiso inherente de cualquier partido
liberal que se precie.
Por lo pronto, no es difícil concluir que quienes
se prestan a iniciativas de esta naturaleza con
frecuencia quedan atrapados en la telaraña
de la propaganda del PCCh. Así ocurrió —por
ejemplo— a finales de 2017, cuando más de 300
representantes de partidos políticos de 120 países,
incluidos latinoamericanos, fueron invitados por
el PCCh a una cumbre partidista en Pekín y, a la
conclusión del evento, estamparon su firma detrás
de una aduladora y propagandística declaración
conjunta: «Elogiamos el enorme esfuerzo y la gran
contribución del PCCh y de su líder, Xi Jinping, para
construir una comunidad para un futuro compartido y un mundo pacífico», rezaba el comunicado.
En abril de 2020, en pleno desconcierto por los
estragos de la pandemia y con China en el punto
de mira por su supuesta responsabilidad, el PCCh
impulsó una declaración conjunta de partidos políticos para promover la cooperación internacional
pero cuyo principal propósito era incidir en la «actitud abierta, transparente y responsable» de China.
Según los medios oficiales chinos, fue apoyada por
240 formaciones políticas de 110 países.
Esto es importante en el contexto de cómo el
modelo chino, que combina autoritarismo político
y capitalismo de Estado, es percibido por ciertas élites en América Latina y en otras regiones,
principalmente en el mundo en desarrollo. Un
modelo del que se destaca su eficacia para sacar
a cientos de millones de personas de la pobreza y
que ha permitido a China convertirse en la segunda potencia económica del planeta. Pero, ya que
esta visión un tanto estereotipada tiene muchos
matices y enfatiza únicamente la cara amable
del llamado milagro chino, esas élites políticas
regionales serían quizá más consecuentes con lo
que representan si se replantearan la homologación —tácita o expresa— que hacen del modelo
autoritario chino. Sobre todo, porque ese modelo de desarrollo sin contrapesos, participación,
transparencia y libertad del que se destaca solo
su eficacia, no es necesariamente mejor.
Adhesiones de esta índole sirven para promover
la equivalencia moral del PCCh con las democracias, generar un consenso global a favor del
régimen chino y contrarrestar a quienes ven con
reservas la creciente influencia internacional
del gigante asiático. Semejante legitimación del
autoritarismo chino se antoja un desliz que ningún partido democrático se debería permitir, de
entrada, por la propia deriva del régimen chino
desde la llegada de Xi Jinping al poder en 2013 y,
más recientemente, con la represión en la región
musulmana de Xinjiang o en la antigua colonia
de Hong Kong. Si durante décadas predominó la
esperanza de que China iría democratizándose a
medida que fuese desarrollándose, hoy resulta
obvio que debemos ir abandonando esta idea. Es
una circunstancia a la que los partidos democráticos de la región no deberían sustraerse.
Es justamente este discurso, aunque adaptado a
las distintas audiencias políticas, el que el PCCh
divulga —subliminal o abiertamente, según los
casos— en sus encuentros y eventos con sus
interlocutores partidistas latinoamericanos. Xi
Jinping marcó el camino en 2017: «El socialismo
con características chinas abre un camino nuevo
para la modernización de otros países en desarrollo», declaró. Tres años después, en medio
del desconcierto en las principales democracias
occidentales por la gestión de la pandemia y con
No solo es cuestión de que todo partido democrático deba defender —por congruencia ideológica
95
Economía
Pekín cantando victoria por lo que sus autoridades describen como una gestión modélica de la
crisis, el PCCh no oculta ya su convicción de la
superioridad de los valores comunistas. Así quedó
reflejado en tantos encuentros políticos virtuales
celebrados con sus homólogos latinoamericanos
durante la pandemia. Y así lo constató también
Yang Jiechi, el hombre fuerte de la diplomacia
china, en Alaska.
embajador rápidamente llama a los parlamentarios. Y muchos de esos legisladores que fueron a
China se abstienen o se ausentan de la votación»,
denuncia.
El peaje del que tan claramente habla el legislador
chileno tiene varias formas de plasmarse. Pueden
ser meras declaraciones de intenciones, desde
secundar el multilateralismo que China promueve en las organizaciones internacionales hasta
apoyar la Franja y la Ruta, el proyecto estrella
de la diplomacia china. En ocasiones, son más
sustantivas, por ejemplo, el mencionado respaldo
a los manifiestos propagandísticos del PCCh, la
adhesión pública al principio de una sola China o,
como es el caso desde hace décadas en los países
latinoamericanos que reconocen a Taiwán, su
contribución para impulsar el reconocimiento de
Pekín y aislar a Taipéi. Y, en otras, el peaje implica
la total ausencia de críticas al régimen chino no
solo con respecto a su situación doméstica, sino
también en cuanto a los efectos negativos de sus
inversiones en los países receptores o en relación
con actuaciones de China que les afectan. La supuesta responsabilidad de China en la pandemia
de covid-19 es buen ejemplo.
No sabemos qué réditos concretos obtienen de
esos encuentros partidistas, tanto las formaciones de la región como el PCCh. Su seguimiento
y evaluación son complejos por su naturaleza
aparentemente protocolaria y por el secretismo
que los rodea. Pero podemos deducir que los
líderes comunistas ponen énfasis en transmitir su
visión de China y su rol en el mundo, al objeto de
que sus interlocutores entiendan y respeten los
intereses y valores que para el régimen comunista son importantes: desde la inquebrantable
unidad de China o su versión de las disputas de
soberanía en el Mar de la China Meridional, hasta
su visión del multilateralismo, el comercio mundial o los derechos humanos. En ese entorno más
flexible e informal anticipan así los objetivos de la
política exterior de China, mientras en clave económica asfaltan el terreno a sus empresas estatales. Los representantes de los partidos políticos,
por su cercanía con los mandatarios nacionales,
se convierten así en un valioso activo.
Al silencio que China logra imponer a sus interlocutores políticos extranjeros gracias a su diplomacia total, incluida la relación interpartidista,
no es ajena la percepción del mundo político
y económico latinoamericano de que China es
irremplazable como fuente de oportunidades. Y
más aún: que para que el comercio, las inversiones, los préstamos y los negocios fructifiquen, es
requisito indispensable que el clima político sea el
óptimo para Pekín, lo que implica —ante el temor
a represalias comerciales— que sean las autoridades comunistas las que marquen el rumbo y
los términos de la relación. Una relación que, con
frecuencia, deriva en desigual, en el pago de un
precio político y en ausencia de crítica, cuando no
en pleitesía. Ello sirve para consolidar la relación
asimétrica que muchos países de la región ya
padecen con China.
Lo que sí sabemos, por otro lado, es que, una vez
establecido el vínculo personal con sus interlocutores políticos a través de encuentros, conferencias y viajes al país asiático, la contraparte china
no duda en explotar a su favor la amistad labrada
entre ellos. En especial, cuando el viento sopla en
dirección contraria a los intereses chinos: «Nada
es gratis, los chinos cobran peaje después», apunta Jaime Naranjo, diputado socialista de Chile.
Según este político, el llamado turismo parlamentario a China supone para el régimen chino una
inversión diplomática que pretende neutralizar
cualquier crítica contra Pekín por su política
interna, su violación de los derechos humanos
o su forma de penetrar económicamente en el
extranjero. «Cada vez que hay un proyecto de
resolución contra China en el Congreso chileno, el
Por todo lo expuesto, China representa para el
resto del mundo un desafío mayúsculo también
en términos políticos. De ahí que los partidos
96
Economía
políticos de América Latina, en especial, los que
se jactan de ser y ejercen de democráticos, deberían abstenerse de contribuir. Del mismo modo
que sería deseable que los gobiernos evitaran
compartimentar el trato con el gigante asiático
para que la economía, las oportunidades y el
pragmatismo sean el eje principal de la relación,
los partidos políticos tienen ante sí la ocasión de
defender, en ese entorno amistoso e informal
de los encuentros partidistas, las virtudes democráticas y los valores que son importantes en las
sociedades libres. No solo es su obligación. Los
partidos políticos no pueden pensar que el autoritarismo chino no nos afecta.
97
Sociedad
98
Sociedad
Introducción
Rossana Castiglioni
Chile-Uruguay. Doctora en Ciencia Política por la Universidad de Notre Dame (eua).
Decana de la Facultad de Ciencias Sociales e Historia de la Universidad Diego Portales
(Chile). Especializada en política social comparada de América Latina y los problemas
de la representación democrática.Asesora académica de Latinoamérica21.
D
esde fines de los años noventa hasta
mediados de la década de 2010, América
Latina experimentó diversos logros en el
ámbito de la protección social y la inclusión. La
elección de gobiernos progresistas en un período
signado por la bonanza económica, producto de
un incremento de los precios y la demanda internacional por materias primas, generó un contexto
favorable para la ampliación de políticas sociales
(Arza et al., 2021). Una combinación de factores,
tales como la irrupción de programas de transferencias condicionadas, la expansión de beneficios
contributivos y no contributivos adicionales, y el
crecimiento del gasto público social, trajo consigo
un avance notable en el desempeño de varios
indicadores sociales. En efecto, la mayor parte de
los países de la región lograron no solo reducir
sus niveles de pobreza e indigencia, sino también ampliar coberturas alcanzando a una parte
importante de quienes, hasta entonces, recibían
poco y nada del Estado.
género, raza, etnia y clase social, siguen siendo
escandalosamente elevadas (Arza et al., 2021). A
esto se suma un creciente incremento de la migración intrarregional que da lugar a una población particularmente vulnerable que enfrenta problemas de acceso tanto a protección social como
a un trabajo digno (Maldonado Valera et al., 2018).
Asimismo, la calidad y suficiencia de los beneficios sociales presentan claras diferencias no solo
entre países sino al interior de estos, según nivel
de ingresos y unidad territorial de residencia.
Adicionalmente, varios países han experimentado ajustes y recortes que han puesto en jaque
los avances previos en materia de protección
social. Algunos ejemplos sirven para ilustrar esta
tendencia. En Brasil, el presidente Michel Temer
adoptó un nuevo régimen fiscal que provocó una
marcada reducción de las políticas de protección
social (Sátyro, 2021), al tiempo que el presidente Jair Bolsonaro impuso estrictos controles al
programa Bolsa Escola, lo que se tradujo en un
millón menos de familias beneficiarias (Cecchini, 2021, p. 242). En Uruguay, el gobierno del
presidente Luis Lacalle Pou introdujo recortes
al Programa Nacional de Cuidados, uno de los
proyectos más emblemáticos impulsados por el
Frente Amplio (Rossel, 2021). En México, bajo la
administración de Andrés Manuel López Obrador,
se puso fin al Seguro Popular, un programa no
contributivo que brindaba cobertura de salud a 53
millones de mexicanos, sin ofrecer una alternativa
Sin embargo, esos notorios logros no resolvieron algunos de los problemas de más larga data
de América Latina, que se han hecho aún más
apremiantes en contexto de pandemia. Por un
lado, esta región convive con elevados niveles de
desigualdad de acceso y oportunidades, con una
marcada segmentación social. Más allá de que
varios países pudieron reducir moderadamente la
desigualdad del ingreso, las inequidades territoriales y socioestructurales, en particular, por
99
Sociedad
comprehensiva que se hiciera cargo del vacío aun
con la creación del nuevo Instituto de Salud para
el Bienestar (Reich, 2020).
país, la pobreza por ingresos se redujo de 68,8 %
en 1990 a 8,6 % en 2017 (Ministerio de Desarrollo
Social-pnud, 2020). Esta reducción dio origen a
una marcada ampliación de personas y hogares
cuyos ingresos se sitúan entre 1,5 y 3 líneas de
pobreza, es decir, entre 240 y 480 dólares per
cápita, aproximadamente, segmento que representa algo más del 40 % de la población total del
país (LyD, 2019). Las cifras muestran que estos
sectores de ingresos medios bajos gastan más de
lo que ganan, se encuentran altamente endeudados, acceden a empleos inestables y de baja
calidad y tienen muy poca capacidad para hacer
frente a contingencias tales como la enfermedad
o el desempleo (Castiglioni, 2021). Sin embargo,
deben resolver por sí solos estos problemas, pues
tan solo el 4 % de sus ingresos autónomos totales
corresponden a subsidios del Estado (LyD, 2019,
p. 5). Más allá de la experiencia chilena, existe
evidencia de que en América Latina los sectores
de ingresos medios pagan más de lo que reciben
en servicios sociales (undp, 2019, p. 247), lo que
ciertamente ha contribuido a ahondar el malestar
que cada vez más decididamente albergan.
Estos cambios, junto con un contexto económico
crecientemente más adverso desde el fin del auge
de las materias primas, fue acompañado de un
conspicuo hartazgo y malestar ciudadano que se
refleja en, al menos, dos dimensiones. En primer
lugar, como lo muestran las cifras del Latinobarómetro, la insatisfacción con la democracia ha ido
en franco aumento en los últimos 25 años. Si en
1995 el 56 % de las y los latinoamericanos decían
sentirse insatisfechos con el funcionamiento de
la democracia, esa cifra creció a un alarmante
70 % en 2020 (Latinobarómetro, 2021, p. 38). Más
problemático aún resulta constatar que el apoyo
a la democracia como régimen político ha manifestado una caída. En efecto, a inicios del nuevo
milenio, 60 % de las y los latinoamericanos decían
apoyar a la democracia, pero en 2020 había caído
a 49 % (Latinobarómetro, 2021, p. 19).
En segundo lugar, la protesta social como
mecanismo privilegiado para (re)politizar las
desigualdades, visibilizar el descontento o forzar
a los gobiernos latinoamericanos a producir
cambios, se ha vuelto cada vez más frecuente.
La inequidad ha sido un problema estructural en
la región, pero las pugnas distributivas han sido
crecientemente politizadas, en un contexto en el
cual porciones importantes de la ciudadanía no
confían en las instituciones propias de la democracia. Como sugieren las experiencias de Brasil
(2013 y 2014), Chile (2019), Colombia (2019, 2020 y
2021), Paraguay (2017) y Perú (2020), entre otras,
la acumulación de demandas y el malestar social
se han vuelto evidentes en las calles. Este, sin
dudas, no es un fenómeno inédito. Sin embargo,
a diferencia de lo ocurrido en oleadas de protesta
anteriores, estas movilizaciones parecen apuntar
fundamentalmente al desencanto de los sectores
de ingresos medios emergentes.
En este complejo escenario irrumpió la pandemia
de covid-19, que supuso desafíos muy similares
para todos los países afectados. Desde el punto
de vista sanitario, dado su alto nivel de contagio,
el virus ha tensionado la capacidad de los sistemas de salud de absorber un número inédito
de pacientes críticos, que requieren atención
especializada y de largo aliento. Por otro lado,
los efectos económicos adversos de la pandemia
durante 2020 han repercutido particularmente en
los niveles de empleo e ingresos, comprometiendo la capacidad de subsistencia y el bienestar de
individuos y familias, sobre todo, entre los más
vulnerables. Para América Latina, donde más de
la mitad de las y los trabajadores poseen empleos
informales, acatar las medidas de distanciamiento social supone un desafío adicional.
Si bien estas dificultades han afectado en mayor
o menor medida a todos los países, independientemente de su nivel de desarrollo, las marcadas
diferencias en términos de capacidades estatales
delimitaron el repertorio de respuestas posibles
y el manejo de la crisis sanitaria. Las capacidades
El caso de Chile es probablemente el más representativo de la situación antes descrita. La reducción de la pobreza trajo consigo la expansión de
sectores de ingresos medios bajos e insuficientes,
enormemente precarizados y vulnerables. En este
100
Sociedad
estatales limitadas suelen estar asociadas con
bajos niveles de recaudación (algo fundamental
para poder financiar iniciativas de protección social), la ausencia del Estado en parte del territorio
nacional (lo que limita la provisión de servicios
públicos esenciales) y profundas debilidades en
la infraestructura pública, entre otros problemas.
De manera general, al menos tres dimensiones
de las capacidades estatales son particularmente
relevantes para enfrentar la crisis: la administración básica de servicios, la provisión de seguridad
y la extracción de los recursos requeridos para
garantizar los servicios y la seguridad necesaria a
ciudadanos y ciudadanas (Soifer, 2012). Asimismo,
en términos prácticos, los Estados han exhibido
variaciones importantes en torno a su alcance, al
punto que, en porciones importantes de su territorio, el Estado parece estar ausente.
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Si bien el desarrollo de capacidades estatales
es lento y complejo, los gobiernos de la región
no podrán desentenderse de este problema, al
tiempo que deberán lidiar, en el corto plazo, con
los coletazos sanitarios y socioeconómicos de la
pandemia. Asimismo, como sostienen Enríquez y
Sáenz (2021), los países de la región enfrentarán
importantes desafíos. Avanzar hacia sociedades
más democráticas e inclusivas requerirá de un
enorme compromiso para robustecer la gobernabilidad democrática, generar nuevos mecanismos de participación, construir amplios pactos
sociopolíticos y fortalecer la cooperación intrarregional (Enríquez y Sáenz, 2021). Solo así podremos
hacer frente al complejo escenario actual.
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101
Sociedad
Pobreza, desigualdad y violencia
en América Latina y el Caribe
Nelva Marissa Araúz Reyes
Panamá. Doctora en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (unam).
Investigadora del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales, cieps (Panamá).
Especialista en derechos humanos, género y docencia superior.
Columnista de Latinoamérica21.
L
a pandemia de covid-19 desnudó las
vergüenzas preexistentes de una región
caracterizada por ser la más desigual y
violenta del planeta. América Latina y el Caribe es,
en efecto, una región donde estas características,
en conjunto con la pobreza —es decir, la privación
inaceptable de condiciones materiales, sociales y
económicas, o según Sen (2006) y Mancini (2018),
junto con la violación y falta sistemática del pleno
ejercicio de los derechos económicos, sociales,
culturales y ambientales de su población—,
conformaban un panorama desalentador, lleno
de urgencias que invitaba a la creación de nuevos
pactos sociales.
que la desigualdad era más elevada y la tendencia al descenso disminuía en comparación con la
estimada solamente a partir de las encuestas de
hogares.
Por otro lado, desde el año 2015, hubo una
predisposición al aumento de la pobreza. De
hecho, comparando los últimos dos años de la
era prepandémica del covid-19, para fines de 2018
un 30,1 % de la población de la región vivía por
debajo de la línea de pobreza y un 10,7 % vivía
en situación de pobreza extrema; sin embargo,
para el 2019 la cepal proyectaba que estos valores
aumentarían a 30,8 % y 11,5 %.
Esta realidad era vivida de manera más profunda
por algunos sectores sociales más vulnerables. Se
ilustran tres de ellos, atendiendo a la zona donde
viven, la etnicidad y el género. En una comparación de quince países que realizó la cepal, se
reflejan grandes desigualdades en la estructura
socioeconómica entre las zonas urbanas y rurales.
En las zonas urbanas, los estratos altos, medios
altos, bajos no pobres y medios intermedios
sumaban el 49,4 % versus el 28,4 % de la población rural. Por su parte, los estratos en pobreza
no extrema, medios bajos y en pobreza extrema
representaban el 50,1 % de la población urbana
versus el 71,6 % de la población rural.
Un infortunado panorama de pobreza
y desigualdad antes de la pandemia
La década previa a la pandemia culminó con
retrocesos en materia de desigualdad, pobreza
y violencia. Diversos informes regionales daban
cuenta de ello.
Respecto de la desigualdad en la distribución del
ingreso, expresada en el índice de Gini con base
en las encuestas de hogares, el Panorama social
de América Latina 2019 de la cepal reportó que
hubo una tendencia a la disminución de dicha
desigualdad. Sin embargo, apuntaba también
que, si se corregía el índice de Gini utilizando
otras fuentes de información, capaces de captar
mejor los ingresos del 1 % más rico, se observaba
Por razones étnicas, también se observan diferencias sustanciales respecto de la desigualdad de la
102
Sociedad
estructura socioeconómica. Así, la población indígena y afrodescendiente se encuentra sobrerrepresentada o en mayor cantidad en los estratos
socioeconómicos bajos.
La región más letal del mundo
antes de la pandemia
En lo que respecta a la violencia, antes de la
pandemia la región latinoamericana presentaba
considerables problemas que marcaban retrocesos, producto de algunos factores como el crimen
organizado, las pandillas, el narcotráfico, las
condiciones socioeconómicas, entre otros.
De forma transversal, las mujeres padecían las
peores condiciones en materia de desigualdad,
atravesando toda la estructura social. Como ejemplo de ello se puede mencionar la desigualdad
de acceso y condiciones de permanencia en el
trabajo, por ser una de las principales fuentes de
ingresos y de movilidad social de la región.
Según el estudio mundial sobre el homicidio
realizado en 2019 por la Oficina de las Naciones
Unidas contra la Droga y el Delito (undoc), en el
2010 el continente americano registraba una tasa
de homicidios de 15,7 por cada 100.000 habitantes
y en el 2017 la tasa ascendió a 17,2. La situación
era más cruda en Centroamérica, en donde la
tasa alcanzó a 25,9 homicidios por cada 100.000
habitantes, y en Sudamérica, con 24,2, cifra cuatro veces mayor que la cifra global. De hecho, el
informe refiere que en el continente americano
se registra el 37 % de los homicidios del planeta, la
mayoría cometidos en América Latina, donde vive
el 8 % de la población mundial.
En este sentido, la brecha salarial entre hombres y mujeres asalariadas de 25 a 59 años que
trabajan 20 horas o más a la semana refleja que,
independientemente del estrato socioeconómico
al que pertenezcan, las mujeres tienen una remuneración inferior, ya que el pago por el trabajo
asalariado femenino equivale a alrededor del 75 %
del masculino. En los estratos altos, donde hay un
predominio de ocupaciones directivas o cargos
profesionales altos, estas diferencias aumentan,
puesto que las mujeres reciben en promedio una
remuneración poco mayor al 70 % de la que reciben los hombres. Por su parte, existe una ligera
disminución de la brecha salarial en los estratos
intermedios y medios altos, ya que las mujeres
perciben salarios equivalentes a alrededor del
80 % de los salarios de los hombres. En los estratos bajos no se observan diferencias sustantivas.
En lo que respecta a la violencia basada en
género, hacia las mujeres, el continente ha sido
definido como la región más letal e insegura para
las mujeres. Según datos del Observatorio de
Igualdad de Género de América Latina y el Caribe
de la cepal, en 2019 se registraron 4.640 casos
de feminicidio en 24 países (18 latinoamericanos
y seis caribeños). Al mismo tiempo, a partir del
análisis que dicha organización realizó de encuestas nacionales de seis países de la región, se
evidencia que entre el 60 y el 76 % de las mujeres
(dos de cada tres) han sido víctimas de violencia
por razones de género en distintos ámbitos de su
vida.
Otro ejemplo de la desigualdad transversal de
género es que, en la región, el reparto por género
de las tareas domésticas era abrumadoramente
desigual antes de la pandemia. Las mujeres se
encargaban del 80 % de las tareas del hogar, con
amplias diferencias en las áreas rurales. Esto estaba asociado a la falta de políticas de cuidados y a
los sesgos socioculturales de género.
Además, en promedio, una de cada tres mujeres
ha sido víctima o vive violencia física, sicológica
o sexual por una persona que era o es su pareja,
lo que conlleva el riesgo de muerte o femicidio.
En los países de América Latina, las tasas más
altas de femicidio por cada 100.000 mujeres las
poseen Honduras (6,2), El Salvador (3,3), República Dominicana (2,7) y el Estado Plurinacional de
Bolivia (2,1).
De hecho, en una encuesta desarrollada por Gallup en asociación con la Organización Internacional del Trabajo (oit) en 2017, se evidencia que en
América Latina y el Caribe un 71 % de los hombres
manifiestan querer que las mujeres participen en
el mercado laboral pero solo el 36 % de ellos están
de acuerdo con que ellas se dediquen exclusivamente al trabajo remunerado fuera del hogar.
103
Sociedad
Por su parte, acerca de la violencia basada
en género hacia las personas lesbianas, gais,
bisexuales, trans, intersexuales y otras minorías
sexuales (lgbti+), la década anterior a la pandemia estuvo llena de contrastes y tensiones.
Hubo avances importantes en el reconocimiento
de normas protectoras de derechos, así como
retrocesos expresados en la persistencia de
férreos estancamientos y endurecimientos de
posturas conservadoras, que generaron violencias desde la ciudadanía hacia personas lgbti+
pero también desde los Estados, mediante el no
reconocimiento de las personas de este colectivo como tales, expresado en la invisibilización
y exclusión en las leyes, políticas públicas y
medición de datos demográficos en la mayoría
de los países.
protección amplia contra la discriminación basada
en la orientación sexual en su legislación, existiendo en ese mismo porcentaje responsabilidad
penal por delitos motivados por la orientación
sexual de la víctima; y un 48 % tienen protección
laboral contra la discriminación basada en la
orientación sexual.
Frente a este panorama de desigualdad, pobreza,
exclusión y violencia se esperaría que los países
aumentaran su gasto social para reducirlas; sin
embargo, lejos de ello, el Panorama social de América Latina 2019 de la cepal señaló que hubo un
estancamiento y disminución del gasto social de
los gobiernos centrales de la región, sobre todo
de los países que presentaban mayores desafíos
para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ods). Es el caso de los países
centroamericanos, México y República Dominicana, que volvieron a los niveles de gasto social de
2011; y de los países del Caribe de habla inglesa
(Bahamas, Barbados, Guyana, Jamaica y Trinidad
y Tobago), que retrocedieron al gasto social de
2014.
En el informe, violencias contra las personas
lgbti+, de la Comisión Interamericana de Derechos humanos, se afirma que las personas lgbti+,
especialmente las personas trans y las personas
trans de grupos discriminados interseccionalmente, se encuentran inmersas en un ciclo de exclusión y pobreza que las hace más vulnerables a la
violencia. Tales exclusiones han sido visibilizadas
por los informes Homofobia y transfobia de Estado
y Mapeo legal de las personas trans de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales,
Trans e Intersex (ilga).
Las vulnerabilidades se exacerban
tras la pandemia
La desigualdad, la violencia y la pobreza luego
de la pandemia es vivida de forma sin precedentes y con mayores consecuencias por los grupos
humanos con algún nivel de vulnerabilidad, es
decir, aquellos que poseen condiciones que,
según Chambers (1989), están relacionadas con
«la falta de defensa, inseguridad, susceptibilidad
a riesgos, traumas y estrés», bien porque no
se consideran en leyes y políticas públicas para
satisfacer sus derechos o bien por condiciones
socioculturales y económicas que les hacen sufrir
discriminación o desigualdad de trato, limitaciones, privaciones o exclusiones en el goce de sus
derechos.
Respecto de la violencia institucionalizada hacia
personas lgbti+, conforme a ilga, antes de la
pandemia, en el 27 % de los países de América
Latina y el Caribe eran ilegales las uniones consensuales entre personas adultas del mismo sexo,
restringiendo incluso jurídicamente la libertad de
expresión en cuestiones de diversidad sexual y
de género en el 3 % de ellos. Al mismo tiempo, el
matrimonio civil entre personas del mismo sexo
era posible en el 18 % de los países de la región,
producto de leyes que fueron aprobadas en su
mayoría en la última década.
Entre tales grupos humanos están las personas
migrantes, niñas, niños y adolescentes, rurales,
personas con discapacidad, lgbti+, y de forma
transversal dentro de estos grupos humanos,
personas a las que de manera superpuesta les
atraviesa la etnicidad, la pobreza y el género.
Además, tan solo el 2 % de los países cuentan con
normas que prohíben las llamadas terapias de
conversión; 12 % cuentan con una protección constitucional contra la discriminación basada en la
orientación sexual; un 33 % de los países ofrecen
104
Sociedad
El Panorama social del año 2020 así lo reportaba,
señalando que como consecuencia de las medidas sanitarias que se tuvieron que adoptar producto de la pandemia, allí donde hubo un paro
de la economía, el trabajo, las escuelas y la vida
en sociedad en general, los niveles de pobreza y
pobreza extrema no solo aumentaron sino que
implicaron un gran retroceso, de 12 y de 20 años
respectivamente.
mujeres (18,1 %) que para los hombres (15,1 %).
Además, la salida de las mujeres del mercado
laboral (15,4 %) fue mayor con respecto a los hombres (11,8 %).
Es importante precisar que, a las condiciones desfavorables en las que se encontraban las mujeres
antes de la pandemia, ya enunciadas, se adiciona
su presencia en sectores económicos más feminizados y con mayores condiciones de precariedad.
Al mismo tiempo, tienen una tasa de participación
mayor en ocupaciones informales (54,3 % para las
mujeres versus el 52,3 % en el caso de los hombres).
El informe revela que este aumento de la pobreza
se ve reflejado en los descensos de los estratos
socioeconómicos. Así, los estratos de ingreso bajo
crecieron 4,5 puntos porcentuales. Alrededor de
115 millones de personas empeoraron su situación económica, 59 millones de las cuales pertenecían a los estratos de ingreso medio en 2019.
Además, el cambio de la dinámica social en
la que, por períodos largos, la mayoría de las
actividades se desarrollaron dentro de la casa,
en confinamiento, aumentó el ya sobrecargado
trabajo no remunerado que realizan las mujeres
en materia de trabajo doméstico y de cuidados,
con adición de la escuela virtual, limitando su
participación en el mercado laboral, tanto en el
acceso, en el reingreso como en su sostenibilidad.
Todas estas condiciones han representado mayor
riesgo, vulnerabilidad y desigualdad de género.
Por su parte, se proyecta que tras la pandemia
la tasa de pobreza extrema alcanzaría el 12,5 % y
la tasa de pobreza el 33,7 %. Dicho de otro modo,
las últimas proyecciones de la cepal estiman un
total de 209 millones de personas pobres a finales
de 2020, 22 millones más que el 2019. De ese
total, 78 millones de personas se encontrarían en
situación de pobreza extrema, 8 millones más que
el año anterior.
Por otro lado, según un análisis de ocho países
realizado por la cepal, el grupo etario más afectado por la reducción del empleo durante la pandemia fue el de los más jóvenes. Y en todos ellos,
las mujeres jóvenes tuvieron la mayor afectación.
Como ejemplo de ello, en Costa Rica la reducción
de la ocupación fue del 23,5 % para los hombres
de 15 a 24 años y del 38,8 % para las mujeres del
mismo grupo etario. En el grupo de 25 a 34 años,
los hombres registraron una reducción del 20,8 %
y las mujeres del 29,7 %.
Además, se produjo un empeoramiento de los
índices de desigualdad en la región y en las tasas
de ocupación y participación laboral, sobre todo
en las mujeres.
Cierto es que los países de la región vivieron los
efectos de la pandemia en los mercados laborales
de manera distinta, producto del tipo y la duración de las medidas adoptadas ante la propagación del covid-19 y también dependiendo de los
sistemas de protección social preexistentes. Sin
embargo, se pueden destacar entre los efectos
comunes la enorme salida de la fuerza de trabajo
de la población en edad de trabajar, con mayor
impacto en las mujeres, las y los trabajadores
informales, jóvenes, personas con bajos niveles
de educación, personas afrodescendientes y
migrantes.
Por otro lado, las personas migrantes tuvieron
impactos socioeconómicos importantes. Conforme a la encuesta sobre el impacto de la pandemia
de covid-19 realizada por la Organización Internacional para las Migraciones (oim) en el 2020, sobre
la población migrante en Centroamérica y México,
el 51 % de las personas migrantes encuestadas
refirieron haber perdido su trabajo por la pandemia. Solo un 20 % de migrantes participantes
de la encuesta se encontraban trabajando. Otro
La cepal afirma que, en promedio, la reducción
del empleo a nivel regional fue mayor para las
105
Sociedad
dato importante es que el 53 % de las personas
migrantes que no perdieron su trabajo, sufrieron
una reducción de sus ingresos laborales o no recibieron pagos a causa de la pandemia del covid-19.
satisfacer las necesidades básicas, sumadas a que
los esfuerzos públicos encaminados en materia
de salud han recortado presupuestos de otros
rubros como la prevención de la violencia.
Por su parte, no hay datos regionales que a la
fecha muestren los efectos de la pandemia en la
población lgbti+, en parte, por la exclusión de los
indicadores demográficos en la mayoría de ellos.
Sin embargo, sí se cuenta con estudios cualitativos realizados en diversos países que muestran
distintas formas de exclusión y de discriminación
de estas personas.
Es importante indicar que en la mayoría de los
países se incrementaron las llamadas telefónicas
de auxilio por víctimas de violencia doméstica, lo
que refleja síntomas importantes del aumento de
este flagelo en la región. Algunos ejemplos son
los casos de Chile, Colombia, Panamá, Argentina
y México.
Retos urgentes
Un ejemplo destacable es el de la población trans,
por las medidas llamadas de pico y cédula o de
circulación por sexo y cédula, que permitían una
salida controlada para la realización de actividades esenciales, atendiendo al sexo y género indicado en el carné de identificación personal. Perú,
Colombia y Panamá fueron los únicos tres países
en el mundo que aplicaron una medida similar;
sin embargo, tanto en Colombia como en Perú
fueron de corta duración, por la presión de los
colectivos lgbti+, organizaciones de derechos humanos locales e internacionales, que reclamaron
por abuso policial y restricción de movilidad, ya
que en esos países se carece de la posibilidad de
cambiar el género en el documento de identidad.
La pandemia provocada por el covid-19 ha aumentado los retos que se tenían antes de ella en
América Latina y el Caribe. Retos que hubieran
sido aún mayores si no se hubiesen implementado medidas para transferir dinero a las personas
que quedaron sin empleo o a los hogares más
vulnerables.
Pero la temporalidad de estas medidas sumada
a las infortunadas realidades pre y pospandemia empiezan a perfilar un futuro que llama con
urgencia a los Estados a frenar el aumento de la
pobreza, la desigualdad y la violencia y a repensar sus pactos sociales, su forma de gobernanza
y sus sistemas de protección social. Esto deberá
realizarse mediante procesos de reactivación política y socioeconómica participativos, incluyentes
de los grupos vulnerables y paritario de género.
En Panamá, pese a presiones y reclamos similares, y a la sistemática violación de los derechos
humanos de las personas trans con dicha medida,
el Estado se mantuvo rígido y, por el contrario,
la medida se extendió casi seis meses continuos,
desde el 30 de marzo hasta el 13 de septiembre
de 2020, y posteriormente en diciembre de 2020 y
enero de 2021 se volvió a aplicar.
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covid-19, organismos internacionales han advertido que la pandemia ha ocasionado mayor
riesgo de algunos delitos como el narcotráfico,
los sicariatos, la trata de personas, el femicidio y
la violencia ocurrida en el ámbito familiar. Estos
riesgos se consideran altos, por las condiciones
de desesperación, por las pérdidas de empleo y
falta de recursos para afrontar los compromisos y
106
Sociedad
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107
Sociedad
Covid-19: impacto en protección
social y políticas para aliviarlo
en América Latina
Carmelo Mesa-Lago
Cuba-Estados Unidos. Doctor en Derecho por la Universidad de Madrid y en Relaciones
Laborales y Seguridad Social por la Universidad de Cornell (eua). Catedrático emérito de
Economía y Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh. Expresidente
de la Latin American Studies Association (lasa). Columnista de Latinoamérica21.
E
a) Pensiones contributivas (financiadas con aportes
sobre el salario de trabajadores y empleadores).
Los veinte países de la región tienen estas pensiones con dos tipos. Las públicas se caracterizan
por: ser reguladas en la ley (prestación definida);
el pago de una contribución sobre el salario
(por el trabajador y su empleador) que tiende a
crecer en el tiempo debido al envejecimiento de
la población y la maduración del programa de
pensiones; un financiamiento que usualmente
tiene un fondo de contingencia que asegura el
pago de las pensiones por un período (reparto),
y administración por el seguro social o el Estado.
Por el contrario, en las privadas: el asegurado (y
a veces su empleador) contribuyen a una cuenta
individual que se invierte y, al tiempo de retiro, la
pensión se basa en lo acumulado en dicha cuenta
(contribución definida porque teóricamente no hay
que aumentarla en el tiempo) y la administración
se hace por compañías privadas con ánimo de
lucro (Mesa-Lago, 2020).
n este capítulo, se resumen los programas
de protección social (pensiones, salud,
desempleo y asistencia social) en América
Latina antes de la pandemia, se evalúa el efecto
adverso de la pandemia sobre estos en 2020
(salvo en la salud), se explican las políticas económico-sociales tomadas por los Estados frente al
deterioro social y se explora de forma preliminar
el efecto de dichas políticas en la protección social
en 2021 y las estrategias futuras.
La situación de la protección social
en la región antes de la pandemia
Los programas de protección social latinoamericanos vigentes en 2019, antes de la pandemia, se
resumen en la tabla 1: a) pensiones contributivas
de seguro social para proteger la vejez, la discapacidad y sobrevivencia de los dependientes
del asegurado; b) auxilio a la enfermedad y la
maternidad, a través de pagos monetarios (como
licencias) y atención médico-hospitalaria; c) ayuda
a los desempleados tales como un pago mensual
proporcional al salario y al número de contribuciones hechas por el empleador; y d) asistencia
social (no contributiva) a los adultos mayores o
discapacitados.1
1
b) Programas de salud. Estos son de tres tipos. Los
públicos, administrados por el Ministerio de Salud
y financiados totalmente por el Estado; existen
en tres países. Los de seguro social, gestionados
por este y financiados con contribuciones sobre el
salario pagadas por los asegurados y sus empleadores, mientras que el Estado financia la atención
de los no asegurados; solo existen en Costa Rica.
Y los mixtos, una combinación de los dos anteriores; existen en 16 países.
Sobre los desafíos, avances y políticas de protección social
prepandemia véase oit (2018).
108
Sociedad
Tabla 1. Programas y gasto en protección social en al, 2019
Países
Pensionesa
Salud b
Desempleoc
Asistenciad
Gasto/pibe
Argentina
Público
Mixto
Seguro
Prueba
17,5
Bolivia
Público
Mixto
No
Universal
8,9
Brasil
Público
Público
Seguro
Prueba
19,7
Chile
Privado
Mixto
Seguro
Prueba
11,3
Colombia
Privado
Mixto
Seguro
Prueba
13,9
Costa Rica
Privado
Seguro social
Seguro
Prueba
12,7
Cuba
Público
Público
No
Prueba
16,9
Ecuador
Público
Mixto
Seguro
Prueba
9,6
El Salvador
Privado
Mixto
No
Prueba
10,0
Guatemala
Público
Mixto
No
Prueba
3,4
Haití
Público
Público
No
Prueba
2,0
Honduras
Público
Mixto
Seguro
Prueba
3,6
México
Privado
Mixto
No
Universal
10,3
Nicaragua
Público
Mixto
No
Prueba
5,4
Panamá
Privado
Mixto
Seguro
Prueba
5,7
Paraguay
Público
Mixto
No
Prueba
9,2
Perú
Privado
Mixto
Seguro
Prueba
5,9
R. Dominicana
Privado
Mixto
No
No
4,3
Uruguay
Privado
Mixto
Seguro
Prueba
15,4
Venezuela
Público
Mixto
Seguro
Prueba
8,9
a
Seguro social contributivo de pensiones de vejez, discapacidad y sobrevivencia. b Enfermedad-maternidad. c Seguro social y/o cuentas
individuales de desempleo. d Programas no contributivos de pensiones. e Gasto en protección social como porcentaje del pib, 2018.
Fuente: Elaboración del autor basada en us ssa/issa (2020); gasto de oit (2018, 2021).
109
Sociedad
Tabla 2. Impacto de la crisis en los fondos de pensiones en al, 2020 ( % de cambio entre junio de 2019 y
junio de 2020)a
Aportantes
Cobertura de
la pea
Fondos usd
millones
Rentabilidad realb
Chile
-11,9
-1,0
-8,1
-8,9
Costa Rica
-0,1
-1,9
15,5
-2,5
El Salvador
-9,4
-2,3
-3,1
-2,3
México
-5,6
-2,2
-3,1
-3,4
Perú
-9,9
-1,7
-14,6
-10,1
R. Dominicana
-23,4
-9,7
0,0
0,4
Uruguay
-2,3
0,0
-4,9
1,0
Total
-7,9
Países
-5,7
a
Sistemas privados, no hay data igual de los sistemas públicos. b Rentabilidad de la inversión del fondo ajustada a la inflación en los
últimos 12 meses, entre junio de 2019 y junio de 2020.
Fuente: Elaboración del autor basada en aios (2019, 2020).
c) Programas de desempleo. Son de seguro social
o cuentas individuales (once países) y no existen
en nueve, usualmente los menos desarrollados
(algunos tienen asistencia social); también hay
indemnización pagada por el empleador cuando
despide al trabajador de forma injusta o por causas económicas.
Impacto adverso de la pandemia
sobre la protección social en 2020
d) Programas de asistencia social (financiados por
el Estado). Los más típicos están focalizados en
los pobres y supeditados a una prueba de ingreso
sobre la necesidad de los beneficiarios; pero en
dos países son universales: se otorgan a toda la
población, incluso aquella que recibe una pensión
contributiva.
La pandemia evidenció las debilidades y vulnerabilidad de los sistemas de protección social
frente a shocks: redujo la cantidad de la población
cubierta y el acceso a las prestaciones, reafirmó
la necesidad de un sistema integral de protección
con una gobernanza adecuada y sostenibilidad
financiera, y confirmó la insuficiencia del financiamiento contributivo para brindar cobertura universal de la protección social (Casalí et al., 2020).
Es prematuro evaluar el impacto completo del
covid-19, pues a mediados de 2021 todavía aflige a
la región, pero adelantamos algunos efectos.
El gasto en protección social como porcentaje
del pib ayuda a visualizar la efectividad de estos
programas (tabla 1). Estos han jugado un papel
fundamental en evitar la pobreza o en reducirla
en el caso de la asistencia social.
a. Pensiones contributivas. El impacto adverso
de la crisis económica en los sistemas privados
entre junio de 2019 y junio de 2020 se muestra
en el tabla 2. El incremento del desempleo (véase
el punto b, a continuación) redujo el número
110
Sociedad
informática. El desempleo afectó más a los grupos
vulnerables, como los trabajadores informales, las
mujeres, los menos educados y los inmigrantes;
de ahí que la desigualdad se agravó y esto podría
intensificar las tensiones sociales. La cepal (2021)
calcula la incidencia de pobreza en 33,7 % de la
población en 2020, o 209 millones, 22 millones más
que en 2019, mientras que la desigualdad empeoró
en 2,9 % en el índice de Gini.
de aportantes (y el ingreso del sistema) en un
promedio de casi 8 % (entre 9 % y 23 % en cuatro
países); esto a su vez mermó la cobertura de la
población económicamente activa (pea) entre 1 %
y 10 %. Entre los sistemas públicos, el número
de aportantes disminuyó en 1,8 % en Argentina,
7 % en Brasil y 1 % en Paraguay. En 13 países, la
caída de aportantes promedió 5,3 % (cepal, 2021).
La merma en el ingreso provocó una caída en el
fondo acumulado en las cuentas individuales que
promedió casi 6 % (entre 8 % y 16 % en tres países),
lo cual fue un obstáculo para que los asegurados
se jubilaran, pues su pensión hubiese sido menor
—este efecto no ocurrió en los sistemas públicos
porque la prestación está garantizada por la ley—.
Debido a la caída en el valor de los instrumentos
de inversión (por ejemplo, acciones de la bolsa),
el rendimiento real menguó entre 2 % y 10 % en
cinco países, lo cual explica en parte la reducción
del fondo. Los sistemas privados de Chile y Perú
—que tenían entre 40 % y 50 % invertidos en acciones extranjeras— fueron los que más sufrieron,
mientras que aquellos concentrados en deuda
pública padecieron menos porque no ocurrió una
devaluación similar (El Salvador, R. Dominicana,
Uruguay y la mayoría de los sistemas públicos)
(Mesa-Lago, 2020). Esto a su vez redujo el acceso
y monto de las prestaciones.
c. Asistencia social. Debido a las políticas públicas
para amortiguar el impacto de la crisis, este programa fue ampliado (véase sección siguiente).
Políticas económico-sociales para enfrentar el deterioro de la protección social
a. Políticas internas. Los gobiernos han implementado paquetes de rescate internos para reactivar
sus economías o evitar una profundización de la recesión, mediante políticas económico-sociales que
enfrentan los efectos sociales dañinos del covid-19.2
A las medidas económicas se asignó 3,9 % del pib:
expansión del gasto público para la protección
social; concesión de créditos blandos; posposición
del impuesto al valor agregado (iva) a alimentos y
medicinas, del impuesto a la renta y de los aranceles a las importaciones; reducción de la tasa de
interés bancaria y devaluación monetaria.
b. Desempleo. Antes de la pandemia, la región sufría un bajo crecimiento económico: un promedio
de 0,3 % entre 2014 y 2019, más débil que antes de
la crisis global de 2008, lo cual fue agravado por
el covid-19. En 2020, la economía latinoamericana
cayó en 6,8 % (entre 8 % y 30 % en la mitad de los
países), lo que la cepal (2020c, p. 11) juzga como «la
peor crisis económica, social y productiva que ha
vivido la región en los últimos 120 años». El cierre
productivo provocó un incremento del desempleo
promedio de 8,4 a 10,5 puntos porcentuales entre
2019 y 2020 y osciló entre 11 % y 19 % en cinco países (tabla 3). cepal (2020c) estima que se perdieron
47 millones de puestos de trabajo durante 2020,
mientras que el bid (2021) calcula la pérdida de
empleos en 13 países latinoamericanos, en 15,5
millones, entre febrero de 2020 y marzo de 2021.
La expansión del teletrabajo fue un factor que contribuyó a que no hubiese mayor paro, pero se concentró en los trabajadores con mayor educación
Algunas medidas respecto a los tres programas
de protección social explicados han sido:
Seguros de pensiones. México reformó su sistema
en diciembre de 2020 para mejorar las pensiones
y reforzar su financiamiento, incluyendo: reducción de las semanas de cotización para obtener
la pensión de vejez; incremento del monto de la
pensión mínima garantizada y otorgamiento de
un seguro de sobrevivencia, ambos por el Estado;
aumento de la contribución de los empleadores y
del aporte estatal (ambos diferidos hasta 2023 en
espera del fin de la crisis). Otros países otorgaron
2 Estas políticas fueron apoyadas, entre otros organismos
internacionales, por el bid (2020a), la cepal (2020a) y la oit
(Casalí et al., 2020); véanse los cuadros sinópticos sobre las
medidas tomadas en todos los países.
111
Sociedad
Tabla 3. Impacto de la crisis en el pib y el desempleo en al, 2020 y proyección 2021
Desempleob
piba
Países
2020
2021c
2020
Argentina
-9,9
6,3
11,6
Bolivia
-8,0
5,1
8,3
Brasil
-4,1
4,5
13,5
Chile
-5,8
8,0
10,7
Colombia
-6,8
5,4
16,1
Costa Rica
-4,1
3,2
19,5
-10,8d
2,2
Ecuador
-7,8
3,0
El Salvador
-7,9
5,0
Guatemala
-1,5
4,6
Haití
-3,3
0,1
Honduras
-9,0
5,0
10.9
México
-8,3
5,8
4,5
Nicaragua
-2,0
2,0
5,0
Panamá
-17,9
12,0
18,5
Paraguay
-0,6
3,8
7,7
Perú
-11,1
9,5
7,4
R. Dominicana
-6,7
7,1
5,9
Uruguay
-5,9
4,1
10,3
Venezuela
-30,0
-4,0
América Latina
-6,8
5,2
Cuba
8,2
10,5
a
Caída porcentual en el pib ajustada a la inflación (Gil, 2020). b En porcentaje de la PEA. c Las proyecciones del fmi (2021) son mucho
menores. d Cifra oficial de Cuba.
Fuentes: Elaboración del autor basado en cepal (2020c); cepal/oit (2021); cepal (2021).
112
Sociedad
bonos complementarios a los jubilados y pensionados. La medida más generalizada fue el retiro
de fondos de pensiones debido al estado de necesidad causado por el covid-19: Perú autorizó cinco
retiros, el primero de 95 % a todos y el segundo
de 25 % a los que tenían muy poco acumulado
en sus cuentas individuales; Chile autorizó tres
extracciones sucesivas de 10 %, cada una en 20202021, y Bolivia retiró un 10 % (Mesa-Lago, 2020). Lo
extraído se ha dedicado al consumo, reduciendo
o dejando sin pensión futura a los asegurados: a
mediados de 2021, en Chile, el 30 % de los hombres y el 40 % de las mujeres habían hecho retiros
y más de tres millones de cuentas individuales se
habían quedado sin fondos (cepal, 2021).
a los desahucios; inversión en infraestructura de
salud (Casalí et al., 2020; cepal, 2020c, 2021).
b) Ayuda externa. América Latina y el Caribe
(alc) han recibido ayuda financiera internacional (excluyendo condonación/reducción de la
deuda externa) por un estimado comprometido
de usd 31.717 millones, incluyendo donaciones,
créditos para compra de insumos y préstamos;
se dio prioridad a los países más pobres y con escaso acceso al crédito externo. Esta suma parece
muy alta, pero equivale a usd 48 per cápita. La
distribución fue de: 68 % del bid para los 26 países
miembros; 17,7 % del fmi en fondos de emergencia a 17 países y líneas de crédito flexible a otros
tres; 7,6 % de la Unión Europea mayormente en
donaciones; 6,3 % del Banco Mundial en donaciones, créditos y préstamos a 22 países, mayormente a pequeñas naciones en el Caribe no hispano
y Centroamérica; y 0,3 % de usaid equivalentes a
0,01 % del total de usd 1.000 millones concedido
para donaciones por la pandemia3 (tabla 4).
Ayuda a los desempleados. El mantenimiento del
empleo ha sido esencial para disminuir el efecto
dañino en la protección social. Las políticas incluyeron la creación de un seguro de desempleo o la
extensión del existente, la prohibición de despidos
sin justa causa o a trabajadores en cuarentena, el
pago adelantado de las vacaciones y programas
públicos de empleo. La mayoría de los despidos
ocurrieron en pequeñas empresas de servicios y
las medidas abarcaron préstamos subsidiados, créditos y donaciones para ayudar a dichas empresas
a mantener empleo; en Brasil, el pago de la nómina a las pymes afectadas por la crisis, y en El Salvador el pago de 50 % de dicha nómina (cepal, 2020c).
Estos programas no fueron tan importantes como
en los países desarrollados, porque la mayoría
de la fuerza laboral latinoamericana es informal;
por ello se dio más peso a la asistencia social, que
favoreció a los informales (Barría, 2021).
No hay una estimación de la ayuda total para el
covid-19 dada por China a la región. En préstamos
ha ofrecido usd 1.000 millones para la compra de
vacunas (Suárez, 2020), y en donaciones, usd 215
millones a 30 países: 27 millones de mascarillas,
batas y kits de prueba y 1.100 respiradores (Yi,
2020).4 Durante la pandemia, los dos bancos
mayores (Desarrollo e Importación de China)
cambiaron su política previa de préstamos hacia
inversiones principalmente en infraestructura—
más recientemente en salud—y producción de
materias primas (González, 2021; Enrique Dussel,
comunicación personal, 10 de junio de 2021).
Asistencia social. En 2020, se aprobaron 263 medidas de protección social que beneficiaron a 326
millones de personas vulnerables (la mitad de la
población regional). México estableció la pensión
no contributiva universal que reciben 8,5 millones
de adultos mayores. Algunos países aumentaron
el monto de dichas pensiones. Las transferencias
monetarias en efectivo, generalmente de una sola
vez, fueron la medida principal y más eficiente: se
expandieron las existentes y se crearon nuevas;
el monto promedió usd 78. Otras medidas fueron:
distribución de alimentos; suspensión del pago
de tarifas de electricidad, gas y agua; moratorias
Efectos de las políticas de protección
social en 2021 y estrategias para el futuro
Al terminarse este artículo a mediados de 2021,
no había cifras precisas sobre los efectos de las
políticas en la recuperación y la protección social.
3 Cuba no es miembro del bm ni del bid, así que no recibió
ayuda de estas entidades. Venezuela no ha recibido ayuda
del bm ni del fmi; no se sabe si la ha recibido del bid
4 Casi la mitad fue a Venezuela: usd 100 millones en 4.000 kits
de pruebas y equipo sanitario.
113
Sociedad
Tabla 4. Ayuda externa para aliviar los efectos del covid-19 en alC, 2020-2021
Donantes
Millones de usd
% del total
Banco Interamericano de Desarrollo
21.600
68,1
Fondo Monetario Internacional
5.607
17,7
Banco Mundial
2.000
6,3
Unión Europea
2.400
7,6
Estados Unidos-usaid
110a
0,3
Organismos financieros internacionales
Países desarrollados
China
b
Total
31.717
100,0
Administración Donald Trump; Joseph Biden ha prometido seis millones de vacunas para países necesitados en alc. b No disponible
(véase texto).
a
Fuente: Elaboración del autor basado en: bid (2020); bm (2021); European Commission (2020); Georgieva (2020); Pforheimer (2021).
Según el fmi, el pib crecería en 4,1 %, mientras que
la cepal (2021) proyecta 5,2 %, pero esta tasa no
recobraría la pérdida de 2020, y en 2022 el crecimiento se desaceleraría a 2,9 %. Se predice que la
recuperación será lenta y los costos sociales de
la crisis podrían seguir aumentando en 2021. En
el tercer trimestre de 2020, la tasa de ocupación
regional aumentó levemente con la apertura gradual pero centrada en puestos de trabajo de baja
calidad (en el sector informal) entre los hombres,
aunque con mayor desocupación entre las mujeres; también en ese período comenzaron a crecer
los ingresos laborales. Pero en el primer trimestre
de 2021 la región solo había recuperado un 58 %
del total de empleos que se perdieron en 2020.
vas para promover el empleo productivo
y mejorar los ingresos laborales a fin de
apoyar el crecimiento, la inclusión social y la
universalización de la protección social.
• La política anterior contribuiría a la recuperación de los aportes a las pensiones y de
los fondos previsionales.
• Terminar con los retiros de los fondos pensionales para evitar reducir o eliminar las
pensiones futuras.
• Mantener, ampliar y crear donde no existan
programas de seguro social o cuentas
individuales de desempleo, suplementándolos con programas de asistencia social o
subsidios especialmente para los trabajadores informales.
• Integrar los programas de protección
social con un rol importante del Estado,
fortalecerlos para enfrentar shocks futuros
y mejorar su cobertura, gobernanza y sostenibilidad financiera.
Recomendaciones para el futuro (Casalí et al.,
2020; Mesa-Lago, 2020; cepal, 2021):
• Promover la reactivación rápida y sostener
las políticas fiscales y monetarias expansi-
114
Sociedad
• Mantener y expandir las pensiones con-
Comisión Económica para alc (cepal). (2020a).
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en la reactivación (Santiago: Informe Especial
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tributivas, suplementándolas con aportes
fiscales donde las contribuciones sean
insuficientes.
• Complementar los programas contributivos
con pensiones no contributivas, financiadas
por el fisco y focalizadas en la población
adulta mayor en estado de necesidad y
carente de pensiones contributivas.
• Continuar y expandir las transferencias
monetarias para personas en edad de
trabajar (las que requieren mayor atención
por su escaso desarrollo previo), personas
mayores, mujeres, infantes y otros grupos
vulnerables, lo cual expandirá la protección
social.
• Ampliar la ayuda internacional, especialmente para los países menos desarrollados.
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115
Sociedad
La salud en tiempos de pandemia.
Las tres «d» de la epidemiología
crítica del sars-CoV-2 en América
Latina y el Caribe: determinación,
dependencia y descoordinación
Gonzalo Basile
Argentina. Doctor en Epidemiología y Salud Pública por la Universidad Autónoma
de Barcelona. Director e investigador del Programa de Salud Internacional
de flacso República Dominicana. Coordinador regional del Grupo de Trabajo
de Salud Internacional y Soberanía Sanitaria de clacso.
H
istóricamente, la región latinoamericana
y caribeña se ha caracterizado por una
baja inversión en salud (3,7 % del pib en
promedio) y por tener sistemas de salud segmentados y fragmentados a los que no todos los
ciudadanos tienen acceso (cepal y ops, 2020). En
este contexto, la llegada de la pandemia puso en
evidencia varios de los problemas estructurales
de la región y los límites y desafíos que enfrentan
sus sistemas de salud. América Latina y el Caribe
es un espacio del capitalismo mundialmente periférico, y es posible comprender, a esta altura de la
crisis epidemiológica global, los eslabones críticos
en la respuesta al sars-CoV-2 desde una especificidad geopolítica.
La «d» de determinaciones internacionales
del sars-CoV-2 para América Latina
y el Caribe
Comprender la dimensión general de las crisis
epidemiológicas significa asumir una escala de
observación basada en la categoría de determinación internacional de la salud, lo cual implica
hacer visible los evidentes condicionantes y adversidades para una vida saludable en la periferia
(Dos Santos, 2020).
Ahora bien, la irradiación y reproducción de la
determinación internacional parte de comprender
la complejidad de condicionantes y adversidades
en multiniveles del sistema mundo contemporáneo para la especificidad de alc como espacio del
capitalismo mundialmente periférico: la aceleración financiera extractiva del capitalismo global
con las zonas sacrificiales del desarrollo del Sur, la
dependencia de las tecnocracias de salud global
liberal y panamericana, el lugar de compradores
periféricos en el complejo médico industrial farmacéutico, los patrones de reproducción universal de matrices de afrontamiento a emergencias
sanitarias (cuarentenas empíricas, neohigienismo,
etc.), la geopolítica de seguridad sanitaria global y
la creciente militarización ante las amenazas epidemiológicas para el Norte global (Basile, 2020b).
Este artículo busca caracterizar la respuesta a la
emergencia de salud pública del sars-CoV-2 en
América Latina y el Caribe desde una matriz de
análisis epidemiológico crítico elaborada para
el estudio de casos comparados (Basile, 2020a).
Esta matriz asume para su diseño una combinación metodológica observacional descriptiva y de
análisis hermenéutico (Almeida Filho, 2003) para
trabajar sobre tres categorías claves que denominamos las «d»: determinación, dependencia y
descoordinación.
116
Sociedad
Estos componentes fueron aplicados a las particularidades territoriales excluyentes y desiguales
de alc, dejando una marca registrada de cada vez
más reducidos espacios de autonomía y soberanía sanitaria regional (Basile, 2020c).
do 2020-2021, pero que ya tenía antecedentes
en otras crisis epidemiológicas como las gripes
aviares, el síndrome respiratorio agudo grave
(sars-CoV) o el ébola, definidos como amenazas
internacionales y considerados temas de agenda
de la seguridad nacional especialmente para el
Norte global (Basile, 2020d).
La determinación internacional de la salud se
expresa en diferentes dimensiones y niveles. Para
comprenderla es necesario modificar la unidad de
análisis en escala espacial y temporal de observación, pasando a estudiar procesos del sistema
mundo contemporáneo en cuatro divisiones
claves: el orden superior-inferior jerárquico racial,
la división internacional del trabajo, la división
internacional de la naturaleza y la división internacional entre centro y periferia como marcadores epidemiológicos globales claves. Esto implica
asumir un cambio de categorías y de escalas.
La seguridad sanitaria global (Flor, 2018) es un
ideario que obliga a los Estados del Sur a tomar
una serie de medidas sanitarias que responden
más a las vulnerabilidades de los Estados del Norte global que a las necesidades reales de salud
colectiva de sus sociedades (Rusthon, 2011). Parte
de un nexo intrínseco entre seguridad y salud que
se convierte en una narrativa dominante dentro
del campo de la salud internacional en las últimas
tres décadas.
La lectura sanitaria del sars-CoV-2 en los perfiles
epidemiológicos de las sociedades de alc a partir
de la cosmovisión eurocéntrica-panamericana
todo el tiempo coloca la idea de un recetario a
imagen y semejanza de las sociedades del Norte
global. Se trata de sucesivos momentos históricos
instrumentales de imitación. En definitiva, este
proceso de determinación también se transforma
en un gran artefacto de legitimación y naturalización de la jerarquización de poder y de conocimiento epidemiológico-sanitario como condicionante fundamental para la soberanía sanitaria en
el Sur.
Flor (2018) presenta la emergencia de la seguridad sanitaria global como el producto de un proceso de medicalización internacional denominado
biomedicalización de las relaciones internacionales.
A partir de este proceso se diseña el vigente sistema de vigilancia epidemiológica global (Global
Outbreak Alert and Response Network, goarn)
que fue y es considerado como una herramienta
geopolítica en manos de los Estados occidentales que los expertos de la oms contribuyeron a
construir. Este andamiaje es el que entró en crisis
durante el 2020.
Así, las agencias de seguridad y los centros de
investigación de Estados Unidos no dirigieron sus
esfuerzos a estudiar y transformar los procesos
determinantes de estas enfermedades, sino a
construir un sistema de vigilancia epidemiológica global que pudiera responder y alertar las
amenazas a su seguridad (Aldis, 2008). De ahí la
aparición en cadena de los centros de estudios
que desde el Norte global centralizan este marco
teórico y metodológico que coloniza la comprensión de las epidemias, pandemias y otras emergencias de salud pública como el Johns Hopkins
Center for Health Security o el Oxford Centre for
Tropical Medicine and Global Health. Muchos de
estos instrumentos y marcos teóricos son profusamente utilizados por las Universidades en el
Sur global.
Es decir, un conjunto de teorías, tipologías,
marcos de análisis y metodologías que las universidades, campos profesionales y diplomacias
sanitarias, espacios de gestión y gobierno en
salud (ministerios de salud pública, organismos
regionales, etc.) toman desde un saber-hacer instituido eurocéntrico-panamericano como el canon
a reproducir, copiar, asimilar y considerar como
la ciencia única y positiva. La imitación. Quijano
(2015) lo categoriza como el proceso de colonialidad de poder y conocimiento.
Una segunda determinación internacional para
revisar es la geopolítica de la seguridad sanitaria
global que fue aplicada como dirección única de
la respuesta a la crisis del sars-CoV-2 en el perío-
117
Sociedad
La seguridad sanitaria global es un concepto
ordenador que puede ser modificado dependiendo del contexto, el patógeno y quién/qué está
en riesgo, pero siempre priorizando los mismos
intereses geopolíticos (Flor, 2018).
de (re)activación de promulgación de medidas extraordinarias que pueden ser siempre necesarias.
Una política de la excepcionalidad como nueva
regla constitutiva en la respuesta a las emergencias de salud pública y desastres en el siglo xxi.
El discurso del excepcionalismo (Ingram, 2013), con
o sin fracasos generalizados, está produciendo un
cambio sistemático más amplio para la securitización de la salud al normalizar el uso de las fuerzas
de seguridad (incluso militares, según el país) y
unos instrumentales técnicos operacionales (por
ejemplo, cuarentenas, etc.) en la respuesta de
emergencias de salud pública.
Hoy, esa excepcionalidad es aplicada a las migraciones y las fronteras, a las barreras sanitarias
sobre la movilidad humana, en los pasaportes
sanitarios de acuerdo al tipo de vacuna recibida,
al acceso a camas de cuidados críticos, entre
otras. Intervenciones que ya tenían antecedentes
en los programas de medicina del viaje y salud
internacional eurocéntrica en hospitales y centros
universitarios de países del Norte global.
El estado de guerra a una enfermedad —demostrado en el caso del ébola en África durante 2015,
o con el zika en Brasil y actualmente en sarsCoV-2— puede debilitar gravemente las acciones
fundamentales de los servicios de salud pública
generales (Heymann et al., 2015): desde la atención básica centrada en la comunidad, la vacunación general, la respuesta a las enfermedades
endémicas, la salud de las mujeres, el cuidado
integral y la protección en salud ambiental, es
decir, produciendo arreglos en sistemas de salud
con inyección de anabólicos de respuesta y reduciendo sus acciones de salud colectiva.
La «d» de dependencia: una epidemiología y
salud pública colonizada por la biomedicina
La dependencia a ciertos sustentos ideológicos,
concepciones, acciones técnico-políticas y su
proyección sobre las sociedades, en el marco
de sars-CoV-2, cristalizaron un entramado de
colonización de la ciencia biomédica del individuo
en el gobierno de la salud pública. Esto produjo un complejo espiral de patologización de las
interacciones humanas, un sobredimensionado
conductismo individual punitivo como cuerpo
teórico-metodológico para afrontar procesos de
salud-enfermedad epidémicos en sociedades
inequitativas y malsanas (Basile, 2020b).
La narrativa de seguridad sanitaria mundial y
de seguridad sanitaria nacional, que ya se había
afianzado en el panorama mundial de la salud y
el discurso de formulación de políticas, encuentra
en la «guerra» al sars-CoV-2 una plataforma de reproducción global. Este proceso sigue la lógica de
titulización de la Escuela de Copenhague, según
la cual cualquier problema epidemiológico puede
ser percibido como una amenaza a la seguridad:
«no necesariamente porque exista una amenaza
existencial real, sino porque el problema se presenta como una amenaza».
La complejidad de epidemias particulares, en
momentos específicos, en territorialidades y
poblaciones particulares como las de alc en su
especificidad geopolítica y demográfica, fueron estudiadas y problematizadas con diversas
unidades de análisis y escalas de observación (clínico-individual, biomedicalizadas, asistencial-curativa), y especialmente con demasiado copiado/
pegado de la evidencia dependiente de lo que
produce la respuesta de Europa y Estados Unidos
a sus epidemias.
Las repercusiones tangibles de las operaciones
de seguridad sanitaria mundial para afrontar el
sars-CoV-2 pusieron de manifiesto la naturalización y aceptación futura por las sociedades en alc
de intervenciones de seguridad sanitaria a partir
de intervenciones militares y de policía médica, y,
por lo tanto, asociada a esto también la capacidad
En tiempo real se continuaron enunciando conclusiones de carácter general, totalizante y de
puro empirismo científico sobre el sars-CoV-2,
basado en ciertos presupuestos reduccionistas
y de enfermología pública internacional (Granda,
118
Sociedad
2004). El problema no solo fueron las dificultades
para leer y comprender las limitaciones de estos
datos de una epidemiología funcionalista, reduccionista y sesgada (Breilh, 2010) en su producción
clásica de información sanitaria, sino que quizás
lo más complejo fue que sobre esta base informacional sesgada, multiplicidad de actores públicos
y sociales en la región construyeron permanentes
escenarios sobre los impactos epidémicos y fueron base de una lógica de toma de decisiones de
gubernamentalidad.
2018). Es una hegemonía céntrica compartida con
la salud global liberal.
El cuerpo teórico-metodológico del panamericanismo sanitario tiene como unidad de análisis a
los Estados nación, el control de enfermedades y
fronteras (Basile, 2020c). Aunque mucho de sus
bases teóricas se encuentra en la salud como
asunto internacional en el proceso colonial, la medicina tropical y el desarrollismo sanitario.
Entre estos marcos de dependencia del panamericanismo y de la salud global liberal es desde
donde se acrecienta y se asienta una descoordinación regional de salud internacional desde el Sur
(Basile, 2020c). Esta descoordinación evidencia
procesos de una frágil (des)integración regional en
salud en alc que se identificaron en la respuesta
al covid-19:
Una gubernamentalidad sanitaria asumida no solo
por los gestores sanitarios de Estado controlando
a la sociedad, sino por ciertas representaciones de
lo que se denomina sociedad civil (Foucault, 2008).
La «d» de descoordinación: los vacíos
de integración regional en salud en la
respuesta al sars-CoV-2
• La débil autonomía que cada Estado en la
región tuvo en general para afrontar las dependencias de las cadenas globales de valor
de los mercados de salud, del complejo médico industrial farmacéutico, especialmente
en el acceso clave a insumos y equipamientos de China y Estados Unidos, y en vacunas
a las big pharma como AstraZeneca, Pfizer,
Johnson & Johnson/Janssen, entre otras.
• La ausencia de stocks estratégicos de insumos, tecnología sanitaria y equipamiento
médico que implicó una gran dispersión
y disparidad de esfuerzos compradores,
disponibilidad de financiamiento y negociaciones internacionales para adquirir respiradores, materiales sanitarios y de protección
personal, entre otros.
• Aunque en algunas reuniones regionales de
ministros de salud se analizó la posibilidad
de realizar compras públicas en materia de
insumos hospitalarios y médicos en forma
conjunta, esta opción no se concretó. La
mayoría de los países y gobiernos de la
región siguió utilizando el fondo rotatorio
de la Organización Panamericana de Salud
(ops-oms) en una figura de intermediación
que le permite a la ops-oms administrar
compras y adquisiciones para cada Estado
nación adscripto.
Toda la matriz de operacionalización de mandatos
globales condicionados por las determinaciones
y dependencias no pudo expandirse sin el auxilio
de la plataforma de la doctrina panamericana
(Rapoport, 2008) que una vez más operó sobre
alc como un territorio de su dominio tecnocrático-diplomático y expansión de sus intereses
político-sanitarios.
La salud internacional panamericana y la salud
global liberal en general orgánicamente responden a una geopolítica del poder y conocimiento
del sistema mundo contemporáneo (Basile, 2018).
Desde un punto de vista decolonial es importante
describir al panamericanismo como la corriente
que hegemoniza la salud pública internacional en
alc desde fines del siglo xix y durante todo el xx
con impactos también en las academias, diplomacias y tecnocracias sanitarias (Basile, 2020c).
Traer el panamericanismo es un ejercicio conceptual sustancial, porque esta geopolítica tiene
incidencia directa sobre el nacimiento y desarrollo
del regionalismo latinoamericano y caribeño en
salud. El campo de la salud internacional en alc
no se puede comprender sin la matriz panamericana en su constitución y genealogía (Basile,
119
Sociedad
• A través de la promoción de la ops y oms,
liberal que quedó olvidada en el tránsito de la
actual pandemia: las fundaciones filantrópicas,
el complejo industrial farmacéutico y organizaciones financieras y de comercio incluyendo
el Banco Mundial (bm), la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (ocde),
el Banco Interamericano de Desarrollo y la Organización Mundial del Comercio que pasaron a ser
actores centrales de la agenda sanitaria global
(Basile, 2018). La llegada del Banco Mundial y
sus planes neoliberales aplicados a las reformas
de los sistemas de salud tuvieron asociación y
coordinación directa con la propia oms y ops,
agencias que actualmente lideran la respuesta
sanitaria regional.
todos los Estados nación de alc ingresaron
al mecanismo Covax con la coalición cepi y
la alianza gavi neutralizando una política de
vacunas como bienes públicos, y a la espera
de una filantropía de caridad del propio
complejo de big pharma global.
• alc tiene una alta dependencia de las importaciones de medicamentos, tecnología y
principios activos de la industria farmacéutica global y una balanza comercial deficitaria permanente con el complejo médico
industrial farmacológico.
• alc se convirtió en un laboratorio a cielo
abierto de ensayos clínicos de fases experimentales de la industria farmacéutica
global con los cuerpos y vidas latinoamericanas y caribeñas. Actualmente existen
más de 600 ensayos en curso, varios de
ellos fueron por covid-19, y los Estados
buscan darle una especie de plataforma de
promoción económica y regulación a este
fenómeno, desconociendo las implicaciones
de la ciencia/negocio y riesgo/beneficio
que rodea la implementación de esto para
la bioética y salud colectiva (Homedes y
Ugalde, 2016).
• El proceso de desarrollo de vacunas nacionales de covid-19 se dio de forma fragmentada. Actualmente Cuba, México y Brasil
tienen los procesos más avanzados. En
Cuba, cinco vacunas en el Instituto Finlay de
Vacunas (ifv) y Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (cigb), el Instituto Butantan en Brasil (ButanVac) y Avimexen México
(vacuna Patria). Existen también universidades con etapas preclínicas en Argentina,
Ecuador, Chile, Perú y México.
• La descoordinación regional en cooperación transfronteriza en salud donde cada
Estado nación tomó medidas y restricciones
de cierres, aperturas, barreras terrestres y
aéreas, en formatos, momentos y profundidades dispares.
En definitiva, aproximarse a las tres «d» de determinación, descoordinación y dependencia sanitaria es un fenómeno interno regional que nos
ayuda a repensar la realidad de nuestra región
desde el pensamiento crítico latinoamericano en
salud, partiendo de que existen dependencias
consentidas y satélites tanto de la doctrina panamericana como de la salud global liberal.
La dependencia sanitaria funciona con base en
una estabilización y naturalización de la descoordinación y desintegración regional de la salud
desde el Sur.
Partiendo de este problema epistémico-político
relacional, la significación de pensar y practicar
una salud internacional desde el Sur global implica un giro decolonial y epistémico (Maldonado-Torres, 2008). Es quizás el camino que alc aún se
debe a sí misma para profundizar en el estudio,
formación y construcción de un pensamiento-acción geopolítico sanitario regional.
En este contexto, es necesario conjugar y complementar la teoría de la dependencia de Dos Santos
(2020) a los desafíos del siglo xxi y la teoría de la
autonomía de Helio Jaguaribe (1979; 1986), lo que
implica abrir una búsqueda de la máxima capacidad de autonomía en la toma de decisiones.
Contrarrestar las lógicas hegemónicas de la salud
panamericana y la salud global liberal es quizás
una premisa sustancial que permita una genuina formulación de políticas, metas y estrategias
Más allá de la región, cabe destacar que el sistema mundo tiene una nueva autoridad sanitaria
internacional que emergió con la salud global
120
Sociedad
emancipatorias basadas en los propios actores y
voces del Sur. A esto se conceptualiza como una
aproximación a la soberanía sanitaria (Basile,
2019).
Avanzar hacia la integración regional desde la
soberanía sanitaria es conjugar una territorialización concéntrica de flujos y arquitecturas de nuevas tramas territoriales, comunitarias, de gestión
y gobierno y académicas de una salud desde y
para el Sur. Parte de una ruptura epistémica, pero
implicando una ruptura geopolítica de poder y
conocimiento sanitario.
La crisis epidemiológica internacional de sarsCoV-2 y el más de un millón de muertes provocadas en la región hasta mediados de 2021 nuevamente colocan en el centro de la integración
regional latinoamericana y caribeña el horizonte
de una estrategia de soberanía sanitaria regional
como un sistema complejo (Morin, 1995). Para
ello, debemos considerar tres flujos y movimientos claves de aprendizajes en este período pandémico-epidémico:
Si no, continuaremos repitiendo las mismas tesis
cándidas del desarrollismo sanitario de dependencia y reproducción de asimetrías. De condena a la
impotencia y padecimiento para los pueblos del Sur.
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1. Problematizar, estudiar, comprender y
deconstruir los condicionantes, adversidades, dependencias para la salud desde el
Sur en clave teórico-conceptual decolonial
y técnico-metodológica a nivel territorial,
local, nacional y regional.
2. Hacer visible las dependencias sanitarias
consentidas y satélites, sus formas diplomáticas, sus formas gubernamentales,
técnicas y académicas, sus mecanismos de
reproducción y perennización.
3. Profundizar las bases teórico y técnico-políticas para la construcción de espacios de
autonomía regional (márgenes de maniobra) que se definen como soberanía sanitaria regional.
Revisar y revertir la descoordinación y dependencia sanitaria implica repensar una integración
regional basada en la estrategia de soberanía
sanitaria por círculos concéntricos y progresivos.
La soberanía sanitaria no es una teoría-acción
basada en la unidad de análisis de Estado nación
y fronteras, sino en la construcción permanente
de espacios de autonomía político-sanitaria. Este
concepto parte de reconocer la interdependencia
en el sistema mundo contemporáneo (imperio y
economía mundo) y sus determinaciones internacionales en salud que se expresan en adversidades y condicionantes para el Sur.
121
Sociedad
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122
Sociedad
Migraciones y pandemia
en América Latina y Caribe
Leticia Calderón Chelius
México. Doctora en Ciencias Sociales con especialidad en Ciencia Política
por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (flacso México).
Profesora investigadora en el Instituto de Investigaciones José María Luis Mora.
Especialista en migraciones internacionales.
U
na de las consecuencias directas de
la pandemia de covid-19 es el enorme
impacto sobre los procesos migratorios.
No hay duda de que en este tema hay un antes
y un después que debe considerarse para entender el escenario migratorio contemporáneo.
En el marco de la pandemia quedó claro que
no hay nada más contrario a la migración que
el llamado mundial a quedarse en casa y evitar
la movilidad física de las personas. Sin poder
moverse, caminar, trasladarse de un lugar a
otro, ¿cómo buscar el propio sueño o huir de la
pesadilla de la que tantos escapan al migrar? ¿De
qué manera este llamado a evitar la movilidad
reconfiguró el escenario migratorio regional que
estamos viviendo?
Antes de la tormenta planetaria
A finales de 2018 ocurrieron algunos eventos de
gran trascendencia para el proceso migratorio
internacional. Luego de un largo período de
negociaciones y debates que duraron varios años,
en diciembre de 2018 se firmaron tanto el Pacto
Mundial para la Migración Segura, Ordenada y
Regular como el Pacto Mundial sobre Refugiados.
Ambos acuerdos de carácter internacional son
nuevos marcos para enfrentar tanto la necesidad
de movilidad laboral internacional como la migración forzada. Dichos pactos están enmarcados
a su vez en la Agenda 2030, que es un acuerdo
internacional que propone metas de cambios
colectivos en cada nación a fin de enfrentar las
condiciones de pobreza, desigualdad y desventaja
que el modelo económico ha generado no solo en
el ámbito nacional sino como una característica
del sistema capitalista global: la migración no
deseada es una de sus consecuencias.
Para tratar de dar respuesta a estas preguntas
dividiremos este texto en tres momentos. Primero, el inicio de la pandemia y el impacto en la
movilidad internacional, después el largo limbo
que causó la espera por covid-19 y, finalmente,
las consecuencias previsibles del aumento del
flujo migratorio al retomar la actividad en una
nueva normalidad, con especial énfasis en el
caso de América Latina y Caribe. Para entender
estos procesos con mayor claridad ubicaremos
algunos elementos generales que presentan un
escenario panorámico más allá de la movilidad
humana.
En ese mismo período, en la región latinoamericana ocurrían eventos sociopolíticos de gran importancia para enmarcar los procesos de migración
intrarregionales. Uno de ellos, tal vez el más notorio por su visibilidad, es el de la migración masiva
desde Venezuela, que se calcula que alcanza ya
los cinco millones de personas desplazadas fuera
de su país de origen. A su vez, migraciones desde
distintos países con un impacto muy importante
en países como Argentina, Brasil, Chile y Perú.
123
Sociedad
Un ejemplo de ello es la llegada de haitianos que,
desde el terremoto de 2010 en su país, iniciaron
un éxodo hacia Sudamérica, donde en su momento encontraron condiciones de integración
socioeconómica favorables, no sin sufrir discriminación y exclusión. Sin embargo, las condiciones
de muchos de estos países cambiaron política y
económicamente, mientras que las leyes migratorias liberales y progresistas que hubo alguna vez
fueron cerrando espacios para la estancia de diversos grupos que reiniciaron un flujo migratorio
a lo largo de todo el continente (por ejemplo, en
Chile, Perú y naturalmente Brasil). Este proceso ya
estaba en curso cuando inició la pandemia.
Esto colapsó muchas ciudades de las fronteras
mexicanas con Estados Unidos (Tijuana, Ciudad
Juárez, Nuevo Laredo, Reynosa) y generó una
situación de cierre militarizado de las fronteras
en el sur del país, principalmente con Guatemala (Tapachula). A pesar de estas medidas que
pretendían blindar la frontera mexicana, el flujo
migratorio nunca se detuvo, sino que continuó a
través de grupos organizados de traficantes de
personas. Estos grupos asedian, abusan, extorsionan e incluso secuestran y desaparecen a personas que supuestamente ofrecen ayudar a cruzar a
lo largo de varios países, atravesar México y llegar
finalmente a Estados Unidos, donde la mayoría
busca reencontrarse con sus familias, conseguir
un empleo y escapar de las situaciones de violencia extrema que viven en sus lugares de origen.
Un ejemplo de esta dinámica se ubica en la experiencia que se dio a finales del 2018 con la conformación de las caravanas de personas de diversos
países, sobre todo de Centroamérica, rumbo a
Estados Unidos. Miles de personas caminaron
para cruzar el territorio mexicano y pedir asilo en
Estados Unidos, lo que funcionó como escudo por
la visibilidad que adquirió el grupo. Esto generó
una recepción positiva a los primeros grupos de
caravaneros migrantes de parte del gobierno
mexicano, que en ese momento se encontraba en
un cambio de poder presidencial, lo que explica,
en parte, el descontrol de las autoridades en la
respuesta que dieron a estas movilizaciones masivas de personas. Primero las autoridades fueron
muy cordiales y después se impidió el paso a
territorio mexicano.
Un dato central es entender que la mayor migración del continente latinoamericano se da entre
países de la misma región, por lo que esta dinámica se mantuvo en el período prepandemia, con
momentos de gran impacto como la llegada masiva de venezolanos a la frontera con Brasil (Roraima), la continua movilidad de distintos grupos
con alta tradición migratoria en la región como
los paraguayos y bolivianos hacia Argentina, o
la incorporación de los haitianos y venezolanos
de una manera más estable en la mayoría de los
países del sur del continente. México mantuvo su
papel de país de tránsito, principalmente, aunque
aumentó el número de personas que se establecen en territorio mexicano.
Si bien a inicios de 2019 las caravanas como
estrategia de migración continuaron, el escenario
geopolítico cambió. En países como México se
inició un nuevo gobierno de corte más social y de
izquierda (1 de diciembre de 2018), mientras que
en países como Brasil la derecha tomó el poder (1
de enero de 2019). Aunque las caravanas continuaron intentando cruzar el territorio mexicano,
el gobierno de ese país recrudeció en sus estrategias ante la presión de Estados Unidos, que impuso de manera unilateral el programa «Quédate
en México» (mpp, por sus siglas en inglés) (junio
de 2019) y obligó a cerca de cien mil personas
solicitantes de asilo político en Estados Unidos a
esperar su trámite en territorio mexicano.
La primera pandemia de nuestras vidas
El 13 de marzo de 2020 se cerró el espacio aéreo
estadounidense por órdenes de Donald Trump,
quien frente al anuncio de la expansión del contagio por covid-19 tomó decisiones con profundos
impactos más allá de sus fronteras. Por la importancia de Estados Unidos, la presión de ese país
sobre el mundo y el efecto político de alinearse a
los dictados de esa nación, la gran mayoría de los
países, incluidos los europeos, pusieron restricciones e incluso cierres a la movilidad aérea y
terrestre. En el caso de América Latina, la mayoría
de los países cerraron su espacio aéreo limitando
las posibilidades de movilidad en toda la región.
124
Sociedad
Luego del anuncio hecho por Donald Trump que
de alguna manera marcó el inicio del encierro planetario, en pocos días se generó una experiencia
de movilidad reducida al máximo, que se prolongó durante más de un año. Esto provocó nuevas
formas de desigualdad porque quienes tuvieron
condiciones, sobre todo económicas, atendieron
el llamado de permanecer en casa y extremar
el encierro, mientras que una inmensa mayoría
que vive al día se vio obligada a seguir moviéndose para sobrevivir. En el caso de los migrantes
pobres, desplazados y sin papeles, el efecto fue
doblemente doloroso; por un lado, la mayoría
de las fronteras internacionales se cerraron y las
que no lo hicieron (como México), extremaron
de tal manera las posibilidades de ese tipo de
movilidad que, de facto, se cerraron a este tipo de
migrantes, mientras que la posibilidad de entrar
y salir del país para otros perfiles de población —
incluso por motivos de turismo— se mantuvo sin
restricciones, con poca vigilancia y seguimiento
epidemiológico. Otros países se atrincheraron
y algunos otros incluso prohibieron todo tipo
de movilidad de sus ciudadanos más allá de sus
propias fronteras.
México fue uno de los pocos países y el único en
América Latina que no cerró sus fronteras terrestres ni aéreas a la movilidad de las personas. De
esta forma, se convirtió en un país puente desde
el que miles de personas se redirigieron a otros
países a donde se podía entrar, pero no salir, o
viceversa.
En pocas horas, esta situación causó un caos
internacional y generó fenómenos nunca vistos.
Uno de ellos fue el de las personas atrapadas en
yates de lujo llenos de turistas que tuvieron que
permanecer literalmente a la deriva por temor a
que expandieran el contagio si llegaban a tierra
firme. Otro fenómeno fue el de los varados, personas que se encontraban en tránsito por razones
laborales, educativas, de ocio o familiares, entre
un sinfín de opciones más y que, de un día a otro,
no pudieron moverse del lugar donde estaban
debido a que se decretaron las medidas restrictivas por la pandemia. Tal fenómeno provocó una
especie de migración forzada que implicó que las
personas, sin proponérselo, quedaran a la deriva
impedidas de trasladarse por su propia voluntad.
Esto provocó la respuesta de los gobiernos que,
cuando pudieron, llevaron a cabo acciones de
literal rescate de sus connacionales en el mundo
para llevarlos de nuevo a su país. La lección de
esta experiencia es que, sin proponérselo, estas
personas se volvieron desplazados forzados aun
con condiciones de cierto tipo y acceso económico, lo que mostró la fragilidad de las personas
ante decisiones o fenómenos que pueden definir
su propia vida: «cualquiera se puede volver un
refugiado».
Los migrantes en tránsito enfrentaron situaciones aún más complejas porque los albergues
humanitarios que suelen apoyar a los andantes
cerraron sus puertas para evitar contagios y nadie
salió ni entró en esos espacios durante meses.
Naturalmente, la gente salía por víveres y apoyos,
pero no recibían a personas migrantes. Lamentablemente, en México, muchos personajes icónicos de la protección humanitaria a las personas
migrantes, tanto en los albergues religiosos como
en los de la sociedad civil, se contagiaron y hubo
pérdidas muy dolorosas como el caso del padre
Pedro Pantoja, del albergue Casa del Migrante en
Saltillo, Coahuila.
Hubo países donde, tras el regreso de sus ciudadanos, se decretó que fueran llevados a albergues y hoteles aislados para evitar que trajeran el
contagio al país (El Salvador, por ejemplo). A esto
también se sumó un debate que se generalizó,
particularmente en América Latina, sobre si había
sido el turismo VIP de la élite de cada país el que
había importado el contagio de covid-19 a sus
propios países. Este debate, ubicado en la población de alto nivel socioeconómico, por lo menos
en un primer momento, evitó que se generara
cierta hostilidad hacia las personas migrantes de
perfil más popular o humanitario.
Una de las lecciones que dejó la pandemia fue
el intento de ofrecer respuestas parroquiales a
situaciones globales. Una de ellas fue la decisión
del cierre de fronteras, que la propia oms no
recomendaba como un criterio capaz de detener
un tipo de pandemia como la que provocó el
covid-19. Esta decisión se impuso incluso en los
países líderes en científicos y especialistas que, a
125
Sociedad
su vez, habían redactado los protocolos de atención a las pandemias. Cerrar las fronteras es un
acto medieval, una decisión de miedo atrincherado frente a la propagación de un virus que no se
detiene por impedir el paso de las personas. Por
el contrario, esta experiencia generó un auténtico
caos y mucho dolor e incertidumbre en quienes la
padecieron en su momento.
migrantes como trabajadores esenciales, dado
el papel fundamental que cumplieron al permitir
que la sociedad estadounidense funcionara en el
momento de mayor encierro. Los trabajadores
agrícolas continuaron trabajando «para llevar los
alimentos a la mesa de cada familia», lo mismo
que trabajadores del sector servicios que siguieron haciendo entrega de infinidad de productos y
servicios básicos. Hay que sumar una parte muy
importante de personas extranjeras y muchas
indocumentadas en el sector de la salud, desde
personal de limpieza, enfermería hasta atención
médica. La presencia laboral de esta comunidad
migrante en parte explica la alta mortalidad de
mexicanos radicados en Estados Unidos, tanto
por sus comorbilidades —diabetes, obesidad,
afecciones cardiovasculares—, a pesar de la edad
promedio de esa comunidad (32 años), como
porque nunca pudieron «quedarse en casa», sino
que siguieron trabajando y por tanto en plena
movilidad.
Países como Estados Unidos incluso cerraron por
casi dos años sus fronteras terrestres para evitar
el cruce cotidiano en sus ciudades gemelas con
México y Canadá. Esta decisión, sin embargo,
tiene una carga completamente racista y desigual, ya que la población estadounidense nunca
estuvo impedida de cruzar a México o a Canadá,
mientras que la población local de las ciudades
fronterizas de estos países no pudo cruzar por vía
terrestre a Estados Unidos. Se trata de una experiencia única en la historia de países como México
y Estados Unidos que jamás habían experimentado un cierre total al cruce local fronterizo. Esta
medida debe entenderse primero desde la lógica
política de Estados Unidos, cuyo proceso electoral
culminó en noviembre de 2020 con el triunfo del
candidato demócrata Joe Biden sobre el republicano Donald Trump. Posteriormente, la medida
se mantuvo como propaganda de falsa seguridad
para la ciudadanía de Estados Unidos, ya que, al
mismo tiempo que se impedía el cruce terrestre,
se intensificaba lo que se conoce como turismo
covid, que se dio incluso en los momentos más álgidos del contagio de personas de todo el mundo,
principalmente de Latinoamérica, hacia Estados
Unidos. Este último país acumuló un número
de vacunas muy por encima de sus necesidades
y, por tanto, estaba en capacidad e interés de
generar recursos con el derrame económico de
visitantes en busca de vacuna contra el covid-19.
Después del covid-19,
las nuevas formas de desigualdad
Hacia el futuro, el covid-19 será un contagio
estacional pero hoy el impacto es de dimensiones
catastróficas. Los efectos sobre la economía, la
salud física y mental, las sociedades resquebrajadas y, lejos del espíritu que imperó en algún
momento de acompañarse en la soledad, los
problemas medioambientales y, sobre todo, las
nuevas desigualdades son parte de la estela que
dejó a su paso. En el caso de la migración, el
escenario es parecido al que ocurre con un flujo
de agua que se detiene de manera forzada y,
al momento inmediato que se lo suelta, avanza
con más fuerza que antes. Eso es lo que estamos
viendo desde que la migración retomó su cauce.
Luego de tanto tiempo en una demora desesperante por no tener un panorama certero, en
cuanto el contagio se reguló, o normalizamos su
impacto, el flujo migratorio arreció y en países
como México la llegada de miles de personas ha
generado una crisis, incrementada por la violencia en la respuesta (oficial y criminal) contra
quienes buscan transitar el país con la esperanza
de llegar a Estados Unidos.
Es interesante constatar que hubo respuestas
diferenciadas al flujo y presencia de personas migrantes en distintos países durante los momentos
más duros de la pandemia. En Portugal, Italia e
incluso España se habló de programas de regularización extraordinaria para los trabajadores
migratorios, a fin de salvaguardar sus condiciones
de seguridad sobre todo sanitaria. En Estados
Unidos, incluso Donald Trump habló de los
126
Sociedad
Un dato importante posterior a la pandemia en
su forma actual es que debe atenderse a la población migrante en cada país, ya que la vacunación
sigue siendo insuficiente. De hecho, aunque se logró incluir a la población extranjera en la mayoría
de los esquemas de vacunación, incluso de países
de la región latinoamericana, la movilidad misma
implica que muchos de ellos —la mayoría— no
estén vacunados y que incluso haya quienes no
quieren hacerlo. Esto genera una nueva desventaja porque el requisito de la vacunación se volverá cada vez más rígido y constituirá una nueva
forma de discriminación. Este es un punto que los
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Sin duda, la cooperación resulta fundamental
para un escenario pospandémico donde la
migración acelerada obliga a pensar en formas
de integración de población que no buscaba
quedarse en algunos países como, por ejemplo,
México; pero ante la incapacidad de llegar y
entrar a Estados Unidos, se tendrán que generar
acuerdos que flexibilicen no solo la documentación de las personas, sino incluso nuevas formas
y mensajes que eviten los niveles de xenofobia
que se están registrando con la movilidad de
miles de personas.
Desde la perspectiva de la pandemia se requerirá
generar procesos de revisión sanitaria compartida con los países de la región, sin exclusión por
origen nacional, ya que lo que debería quedar
claro, aunque no parece que sea tan evidente para la mayoría ni de los gobiernos ni de la
población mundial, es que un virus no reconoce
origen nacional, étnico, edad o sexo. La lección
que tendríamos que haber aprendido es que la
única manera de enfrentar una catástrofe como
la primera pandemia del siglo xxi es cooperando,
pues para salvarse uno, se necesita salvar al resto. Sin embargo, como humanidad, hasta la fecha
no parece que hayamos aprendido esta lección.
Bibliografía
Bauman, Z. (2016). Extraños llamando a la puerta.
México: Paidós.
Svampa, M. et al. (2020). La fiebre. Pensamiento
contemporáneo en tiempos de pandemia. Buenos
Aires: aspo.
127
Sociedad
La economía en su laberinto.
Colapso climático y capitaloceno:
una visión desde América Latina
y el Caribe
Alberto Acosta
Ecuador. Diplomado en Economía, especialidad Economía Energética por la Universidad
de Colonia (Alemania). Profesor visitante en diversas universidades y conferencista.
Exministro de Energía y Minas y expresidente de la Asamblea Constituyente del Ecuador.
L
a economía se encuentra en una encrucijada cada vez más compleja. Los problemas
que la acosan y los retos que tiene que
resolver son cada vez mayores y más difíciles de
asumir. Y lo que desespera es ver cómo la economía se ha transformado en una suerte de gran
tótem al que se le rinde permanente y sumisa
pleitesía. Se despliegan acciones para protegerla,
presentándolas como alternativas para intentar
resolver justamente los problemas que la economía, tal como la conocemos, provoca. Así emergen las economías sustentables, circulares o de
colores: verde, azul, naranja, violeta o como se las
quiera denominar o pintar, pero que, sin desconocer algunas buenas intenciones, terminan por no
cuestionar la esencia perversa del economicismo
y menos aún del capitalismo.
Es evidente que no será fácil superar tantas supersticiones y falacias disfrazadas de ciencia. Nos
toca vencer tanto visiones miopes como reticencias conservadoras y prepotentes que esconden y
protegen varios privilegios. Eso, a contrapelo del
mensaje dominante, no puede ocultar que se siguen construyendo estrategias de acción diversas
y plurales en el mundo entero.1
Del desarrollo sustentable
a la economía verde
Lo que nos interesa es destacar que, como consecuencia de muchas reflexiones desatadas especialmente desde inicios de los años setenta del
siglo xx, se produjo la entrada en escena a nivel
global de la preocupación ambiental. Como fecha
referencial tenemos 1992, durante la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y
Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro. Entonces
la comunidad internacional se propuso articular
un modelo de desarrollo que trazara parámetros
comunes para asegurar el ansiado crecimiento
económico y el deseado bienestar social, incluyendo el bienestar ambiental de la humanidad.
El punto inicial de esta decisión fue el Informe
Brundtland, elaborado en 1987, que confrontó el
desarrollo con las demandas ambientales.
En síntesis, precisamos otra economía, no simplemente un nuevo apellido para la actual. Otra
economía pensada y sustentada en la vigencia
plena de los derechos de la naturaleza y de los
inseparables derechos humanos, en este caso
estructurada y proyectada desde y para nuestra
América. Una economía para otra civilización, que
empiece por entender que no vivimos un simple
cambio climático. Estamos frente a un colapso
climático en el marco de lo que se conoce como
antropoceno, que en realidad debería considerarse como capitaloceno, sustentado en el faloceno y
el racismoceno (Acosta, 2018).
1
128
Recomendamos el libro de A. Kothari et al. (2019), con
contribuciones de 110 personas de todos los continentes y
ediciones en español, portugués e italiano.
Sociedad
Proponerse satisfacer las necesidades del
presente sin comprometer las necesidades de
futuras generaciones fue un cambio importante.
Aún más, se planteó que el uso de los recursos
naturales pudiera sostenerse en el tiempo. Este
fue un punto de inflexión para empezar a reflexionar —en serio— sobre los límites del desarrollo
tradicional, luego del impacto que provocó el
Informe del Club de Roma en 1972. Y de hecho
fue evidente la urgencia de revisar el papel que
cumplía la economía.
crecimiento económico y la liberalización del
comercio, ignorando los inocultables conflictos
entre esa economía, la justicia social y la sostenibilidad ambiental.
Las imposibles promesas
del capitalismo verde
Asumidos como válidos los principios de un equilibrio tripartito, la economía ambiental ofrecía y
ofrece aún asegurar un crecimiento económico
permanente, resolviendo los problemas sociales,
sobre todo de pobreza, y da cuenta también de
las cuestiones ambientales; esta es la esencia de
la economía verde.
Resumiendo, al hablar de desarrollo sustentable
se abrió la puerta para buscar un equilibrio entre
economía, sociedad y ecología. Sin haber resuelto
el reto de fondo, sin embargo, lo que se logró
significó un paso trascendente. El tema ambiental
ganó terreno pero, a la vez y esto es lo preocupante, quedó expedita la vía para el capitalismo
verde, es decir, intentar resolver los problemas
por la vía de una creciente mercantilización de la
naturaleza.
Desplegando ese instrumentario económico se
asumió el reto de enfrentar los destrozos ambientales. Desde la política fiscal, por ejemplo,
apareció el mito de que «quien contamina paga».
Además, para poner en marcha esta aproximación, nada mejor que asegurar las salidas de mercado, que establezcan los precios «adecuados»,
y así —garantizando por supuesto la propiedad
privada— conseguir los resultados de eficiencia y
sostenibilidad propuestos, como reza el mensaje
dominante. Esto se complementa con la fascinación por la ciencia y la tecnología.
Desde entonces la tarea fue introducir el tema
ambiental en la economía pero sin afectar su
esencia ni interiorizar aquellos complejos elementos que configuran el marco en donde se
desenvuelven los procesos económicos. Veamos
algunos ejemplos. No se consideraron las pesadas herencias coloniales o los desproporcionados
niveles de consumo de recursos de unos pocos
países, que son, además, los principales responsables de los gases de efecto invernadero o de
la contaminación con plástico, para mencionar
apenas dos fuentes de distorsiones ambientales
cada vez más complicadas y preocupantes.
Tampoco se ha tomado en consideración lo que representa en el mundo «el modo de vida imperial»
(Brand y Wissen, 2021), que es posible sofocando
la vida de otros pueblos y de la naturaleza. No se
consideran las estructuras patriarcales que ahogan
la posibilidad de la vigencia plena de los derechos
humanos. No encuentra espacio, en estas consideraciones verdes, la misma colonialidad con
todas las cargas históricas que de ella se derivan,
o los proyectos extractivistas con sus enormes
destrucciones de territorios y comunidades, o la
mismísima transición energética corporativa que
demanda más y más minerales como el litio para
seguir inflando el monstruo urbano exacerbado
por millones de vehículos eléctricos particulares...
La economía verde, en suma, busca soluciones a
los problemas que emergen del sistema capitalista
al cual procura proteger pero, al acelerar la mercantilización de la naturaleza, ha profundizado los
desequilibrios gemelos: ecológicos y sociales.
Inclusive esta aproximación al tema ambiental
afincada también en soluciones tecnológicas, no
solo margina a aquellos grupos humanos —los
pueblos originarios— que no están integrados en
los procesos de modernización capitalista, sino
que los considera casi como los causantes de los
problemas, al ser vistos inclusive como enemigos
del progreso.
Las respuestas económicas verdes, ya en tiempos
neoliberales, aparecieron casi como la panacea
para resolver estas cuestiones, respaldando el
129
Sociedad
Tal como el desarrollo sostenible, la economía
verde es un oxímoron utilizado para legitimar
los intereses de los grupos de poder. Sus límites
están a la vista.
Toda esta complejidad, desde una perspectiva
ecológica, se grafica en la fecha de la sobrecapacidad de la Tierra, que se acerca cada vez más al 1
de enero. El día 28 de julio se agotaron los recursos disponibles en el 2021. El primer registro, en
1970, se ubicó el 29 de diciembre, en el 2019 fue el
29 de julio y en el 2020, el 22 de agosto. El retroceso del Día de la Sobrecapacidad de la Tierra en
2020 se debió a la pandemia del coronavirus. Se
registró tres semanas más tarde que el año anterior, o sea el 22 de agosto, como resultado de la
desaceleración económica, pero ya en el 2021 volvimos nuevamente a la senda de la normalidad,
que era una verdadera anormalidad. Por cierto,
hay una enorme desigualdad entre los países.
Por ejemplo, los Estados Unidos ya cumplieron
su cuota el 14 de marzo. En Europa, España el 25
de mayo: así, si toda la humanidad adoptara un
estilo de vida similar al del español promedio,
necesitaría 2,5 planetas para mantenerse.
Los límites insalvables de la economía
Siempre habrá quienes argumentan que el
problema radica en la ausencia de coherencia en
la aplicación de las medidas económicas —que
ellos consideran adecuadas—, las que, por lo
demás, son presentadas como técnicas, es decir,
carentes de juicios de valor. Así, los defensores de
la economía verde o ambientalmente responsable o de las otras economías convenientemente
bautizadas o pintadas argumentan pidiendo que
se profundicen sus recetas y que se las cumpla a
cabalidad; lo que implica ampliar las lógicas de
una economía socioambiental de mercado. No les
importa que este pedido sea imposible, pues lo
que proponen es que la realidad se ajuste a sus
teorías.
En América Latina, esta presión es menos dramática, salvo en el caso de Chile que fue el primer
país de América Latina en agotar su cuota del
2021 y lo hizo el 17 de mayo. En Brasil, Colombia,
Perú, Venezuela, México, Argentina, Costa Rica
y el resto de países, el sobregiro comienza más
tarde. En países como Cuba, Nicaragua y Ecuador,
la sobrecapacidad se alcanza cerca de fin del año.
Tomando como referencia el indicador de las emisiones totales, la región América Latina y Caribe
es responsable de solo el 8,3 % de las emisiones
mundiales, ubicándose cerca de la media global,
alrededor de un tercio de las emisiones de Europa
o Estados Unidos.
Los resultados de estas pretensiones están a la
vista. La acumulación material –mecanicista e
interminable de bienes–, asumida como progreso, carece de futuro. Tampoco tiene futuro el
desarrollo, que es un derivado de dicho progreso.
Los límites de los estilos de vida sustentados en
la bonanza antropocéntrica son cada vez más
notables y preocupantes.
Los orígenes profundos de una crisis multifacética, agravada por la pandemia sanitaria,
son fáciles de avizorar. Mencionemos algunos.
Consumismo y productivismo. Tecnologías que
aceleran la acumulación del capital. Estados cada
vez más autoritarios. Ambición y egoísmo desaforados. Individualismo a ultranza transformado
en enfermedad social. Hambre de millones de
personas, no por falta de alimentos. Extractivismos desbocados. Flexibilización/precarización
laboral. Predominio de las finanzas, sobre todo
en su trajinar especulativo. Culto a la religión del
crecimiento económico permanente. Inclusive el
coronavirus, por sus orígenes zoonóticos, resulta
de la destrucción de la biodiversidad alentada por
la codicia de riqueza y poder.
Sin embargo, estos indicadores —como muchos
otros— no son suficientes para graficar la gravedad de la situación en América Latina. Tomemos,
a modo de ejemplo, que Centro y Sudamérica
han sufrido una dramática disminución del 89 %
de poblaciones de especies en comparación con
1970. La creciente destrucción de sus selvas es
más que preocupante. La pérdida de cantidad y
calidad del agua es otro punto a considerar. La
creciente desaparición de biodiversidad tampoco
puede pasar inadvertida. Además, América Latina
y el Caribe son particularmente vulnerables: las
afectaciones al equilibrio ecológico global en
130
Sociedad
expectativas y oportunidades de futuro. Sin ser la
causa de los problemas actuales, la pandemia del
coronavirus también a través del inequitativo acceso a las vacunas, ha agravado esta realidad. Por
su origen, todos estos desequilibrios son múltiples y crecen aceleradamente, provocando procesos sociales que superan las fronteras nacionales,
por ejemplo, a través de crecientes flujos migratorios. Todas estas duras realidades, por otro lado,
explican el aumento de los niveles de represión y
exclusión existentes, con el consiguiente deterioro de la institucionalidad política.
otras partes del planeta, por ejemplo, debido a
la masiva contaminación en los países del Norte
global o la pérdida de permafrost en Siberia o
la deforestación en África o Asia, impactan en la
Amazonia y esto a su vez repercute en el mundo.
La cepal (2020) reconoce esta asimetría fundamental entre las emisiones y la vulnerabilidad.
Igualmente, este organismo de Naciones Unidas
destaca la gravedad de los problemas sociales
profundizados en medio de la pandemia de covid-19, al estimar que el total de personas pobres
ascendió a 209 millones a finales de 2020: 22 millones de personas más que el año anterior. Este
organismo también destaca el empeoramiento
de los índices de desigualdad en la región y en las
tasas de ocupación y participación laboral, sobre
todo en las mujeres.
Vistas así las cosas, es vital asumir la crisis socioambiental como parte de una crisis multifacética, que a todas luces configura una crisis civilizatoria, que acarrea también la crisis del pensamiento:
si somos honestos y vemos las soluciones planteadas a nivel gubernamental y de casi todos los
organismos internacionales —la Cumbre de París
de 2015 obra como muestra fehaciente de esta
aseveración— se ha menoscabado la construcción
—o siquiera discusión— de las grandes soluciones
que el mundo necesita en muchos aspectos, especialmente en el ámbito de la economía.
A pesar de esas constataciones, no se puede desembocar en la torpe conclusión de que América
Latina y el Caribe pueden continuar por la misma
senda de crecimiento económico y de extractivismos desbocados para intentar alcanzar un fantasma que ya ha ocasionado terribles destrozos: ¡el
desarrollo!2
La imperiosa necesidad de pensar
en otra economía3
Tampoco se puede caer en la trampa de las soluciones tecnológicas. Muchas veces las mejoras
que se pueden conseguir con avances tecnológicos solo se reducen a pocos espacios locales,
sobre todo urbanos. Las sociedades de la externalización (Lesenich, 2019), las de los países del capitalismo metropolitano e incluso de los espacios
de privilegiados en el Sur global, mejoran sus
niveles de sostenibilidad ambiental y de bienestar
social a costa del sacrificio ambiental y social de
otros territorios. En paralelo, debemos considerar
las inequidades socioeconómicas, propias del
capitalismo.
En definitiva, es preciso iniciar la discusión
reconociendo los límites ecológicos que tiene el
ambiente que nos alberga, aceptando que los
seres humanos forman parte de la naturaleza, y
cuestionando al sistema de reproducción del capital como base de crecientes inequidades socioeconómicas y culturales. Sintetizando, es preciso
plantearnos otros objetivos y otras acciones. Más
de lo mismo será cada vez más de lo peor.
Tanta barbarie exacerba cada vez más las brechas
entre ricos y pobres, deteriorando la alimentación, la salud, la educación y la vivienda de las
actuales generaciones, algo que limitará sus
De ninguna manera puede creerse que todo el
sistema económico debe estar inmerso en la lógica dominante de mercado, pues hay muchas relaciones inspiradas en otros principios de indudable
importancia; por ejemplo, la misma solidaridad
dentro de la seguridad social o las prestaciones
2 Sobre este tema se pueden consultar las reflexiones plasmadas en varios artículos del libro de Acosta, García-Macías y
Munck (2021).
3 Consúltense los textos de Acosta y Cajas Guijarro (2018;
2020a).
131
Sociedad
poderes de acción democrática política, económica, social, medioambiental y cultural. Desde ellos
se podrán forjar embriones de una nueva institucionalidad estatal, de una renovada lógica de
mercado y de una nueva convivencia social. Esos
contrapoderes serían pilares para materializar
una estrategia colectiva que construya un proyecto de vida en común, participativa y solidaria.
sociales, a más de las diversas formas de relacionamiento solidario y recíproco en las economías
de los pueblos y nacionalidades ancestrales.
Similar reflexión se podría hacer para los servicios
de educación, salud, transporte público, financieros y otras funciones que generan bienes públicos y comunes que no se producen y regulan vía
oferta y demanda. En este punto, para recuperar
una de las tantas lecciones de la pandemia del
coronavirus, la salud no puede ser un privilegio ni
una mercancía: la salud —íntegramente replanteada— es un derecho. No todos los actores de la
economía, por lo demás, actúan movidos por el
lucro, ni todos los problemas se resolverán con la
intervención estatal.
Lo que sí debe quedar claramente establecido es
que una economía extractivista, es decir, prioritariamente primario-exportadora, solo nos conduce
a una situación de permanente postración y de
creciente destrucción de los equilibrios socioambientales. Así, se requieren estrategias de transición, a desplegarse mientras se siguen extrayendo los recursos naturales de alguna manera
portadores de la «maldición de la abundancia»
(Acosta, 2009). El éxito de la salida dependerá de
la coherencia de la estrategia alternativa y, sobre
todo, del grado de respaldo social que tenga una
estrategia posextractivista (Acosta y Brand, 2017).
Un manejo diferente y diferenciador en lo económico exige cambiar las demás dimensiones sociales, que no se agotan en la racionalidad y calidad
de las políticas sociales. Su reformulación debe
basarse en la eficiencia tanto como la suficiencia
y la solidaridad, fortaleciendo las identidades
culturales de las poblaciones locales (empezando
desde los barrios y comunidades), promoviendo
la interacción e integración entre movimientos
populares y la incorporación económica y social
de las masas diferenciadas.
Eso nos conmina a superar la civilización capitalista transitando del antropocentrismo al biocentrismo. Una nueva civilización no surgirá por generación espontánea, ni será el resultado de la gestión
de un grupo de personas iluminadas. Se trata
de una construcción y reconstrucción paciente y
decidida, especialmente desde ámbitos comunitarios, que empieza por desmontar varios fetiches
(el fetiche del dinero, la ganancia, el crecimiento
económico, entre otros temas asumidos como
verdades indiscutibles) y propiciar cambios radicales a partir también de experiencias existentes.
Amplios segmentos de la población, tradicionalmente marginados, pasarían de su papel pasivo
en el uso de bienes y servicios colectivos a propulsores autónomos de los servicios de salud,
educación, transporte, etc., impulsados desde la
escala local-territorial; asumiendo el reto en cada
comunidad. En lo político, este proceso conformaría y fortalecería instituciones representativas de
las mayorías desde espacios locales, municipales y
parroquiales, ampliándose en círculos concéntricos
hasta cubrir el nivel nacional. Solo así se puede enfrentar la dominación del capital y de las burocracias estatales, ambos reacios al cambio. Si en este
empeño se cuenta con el concurso consciente y
activo del gobierno central, tanto mejor, pero no se
debe jamás ser dependiente de este. La autonomía
comunitaria es vital en este proceso.
Este es el punto. Contamos con valores, experiencias y prácticas civilizatorias alternativas, como
las que ofrece el buen vivir o sumak kawsay o suma
qamaña de las comunidades indígenas andinas
y amazónicas.4 A más de las visiones de nuestra
América, hay otras muchas aproximaciones a
pensamientos filosóficos de alguna manera emparentados con la búsqueda de una vida armoniosa desde visiones filosóficas incluyentes en
Bajo un enfoque autocentrado, esto implica una
emancipación concertada desde lo local, el real
espacio para que emerjan los verdaderos contra-
4 La lista de textos que abordan este tema es cada vez más
grande. Como referencia, mencionamos Acosta (2013), publicado también en portugués, francés, alemán y holandés.
132
Sociedad
todos los continentes. Aunque mejor sería hablar
en plural de buenos convivires, para no abrir la
puerta a un buen vivir único, homogéneo, imposible de realizar, por lo demás. Y este esfuerzo de
recuperación de memorias largas en el mundo de
los pueblos originarios debe darse también rescatando todas aquellas valiosas y todavía vigentes lecturas y propuestas formuladas desde las
diversas teorías de la dependencia, superando,
por cierto, su sesgo antropocéntrico y modernizador. Este esfuerzo demanda también recuperar el
enorme potencial del paradigma feminista de los
cuidados y las visiones decoloniales.
Acosta, A., y Cajas Guijarro, J. (2018). Reflexiones
sobre el sin-rumbo de la economía. De las
«ciencias económicas» a la «posteconomía».
Revista Ecuador Debate, 103, caap, Quito.
Acosta, A., y Cajas Guijarro, J. (2020a). Del coronavirus a la gran transformación. Repensando la
institucionalidad de la económica global. En P.
Amadeo (ed.), Posnormales. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias.
Acosta, A., y Cajas Guijarro, J. (2020b). Naturaleza, economía y subversión epistémica para la
transición. En G. Günther y M. Meireles, Voces
latinoamericanas: mercantilización de la naturaleza y resistencia social. México: Universidad
Autónoma Metropolitana.
Acosta, A., García-Macías, P., y Munck, R. (eds.)
(2021). Posdesarrollo. Contextos - contradicciones
- futuros. Quito: Abya-Yala.
Brand, U., y Wissen, M. (2021). Modo de vida imperial. Vida cotidiana y crisis ecológica del capitalismo. Buenos Aires: Tinta Limón.
cepal (2020). La emergencia del cambio climático en
América Latina y el Caribe ¿Seguimos esperando
la catástrofe o pasamos a la acción?
Kothari, A., Salleh, A., Escobar, A., Demaria, F., y
Acosta, A. (eds.) (2019). Pluriverso. Un diccionario
del posdesarrollo. Icaria-Abya Yala (ed. original:
Pluriverse: A Post-Development Dictionary, Nueva
Delhi: Tulik Books).
Lesenich, S. (2019). La sociedad de la externalización. Barcelona: Herder.
Si no hay espacio para vanguardias que asuman
un liderazgo privilegiado, tampoco es una tarea
que se resuelve exclusivamente en el espacio
nacional. La conclusión es obvia, la acción pasa
por todos los ámbitos estratégicos posibles, sin
descuidar el nivel global (Acosta y Cajas Guijarro,
2020b). Para América Latina es cada vez más
urgente un regionalismo autónomo expresado en
otras formas de integración, que debería pensarse de forma contrahegemónica, multidimensional, solidaria, autónoma y autocentrada, no
simplemente volcada al mercado mundial.
Sin una sociedad mucho más igualitaria y equitativa es imposible que funcionen a cabalidad la
economía ni los mercados y, mucho menos, la democracia. Por ello es preciso reformular la esencia
misma del Estado desde visiones y prácticas de
equidad, igualdad y plurinacionalidad.
En suma, nos toca construir —en clave de pluriverso— un mundo donde quepan otros mundos,
sin que ninguno de ellos sea víctima de la marginación y la explotación y donde todos los seres
humanos vivamos con dignidad y en armonía con
la naturaleza.
Referencias bibliográficas
Acosta, A. (2009). La maldición de la abundancia.
Quito: cep, Swissaid y Abya Yala.
Acosta, A. (2018). Antropoceno, capitaloceno, faloceno y más. Rebelión.
Acosta, A., y Brand, U. (2017). Salidas del laberinto
capitalista. Decrecimiento y postextractivismo.
Barcelona: Icaria.
133
Sociedad
La pandemia y los movimientos
sociales latinoamericanos
Breno Bringel
Brasil. Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense
de Madrid. Profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro.
Director de la Asociación Latinoamericana de Sociología (alas) y
presidente del Comité de Movimientos Sociales de la Asociación
Internacional de Sociología. Asesor académico de Latinoamérica21.
L
a pandemia del coronavirus se expandió en
nuestro mundo acelerado e interconectado
con una rapidez increíble, desbordando
a todos y convirtiéndose en un acontecimiento
crítico con impactos múltiples. Su aparición y
propagación, además, se produjo en un contexto
particularmente complejo para América Latina y
el Caribe.
Los movimientos sociales latinoamericanos
fueron actores centrales durante la pandemia
por tres motivos principales. En primer lugar,
expusieron a través de protestas y estallidos su
descontento, impugnación y veto hacia diferentes tipos de derivas autoritarias, políticas
neoliberales, antipopulares y ecocidas, así como
a la gestión ineficiente de la crisis sanitaria. En
segundo lugar, allí donde los gobiernos no llegan,
proliferaron una serie de iniciativas ciudadanas
y redes de cuidado, solidaridad y apoyo mutuo.
Desde los barrios y las comunidades se buscó, en
carácter de emergencia, dar respuestas prácticas
a necesidades diversas de la población, incluyendo el hambre y la salud. Por fin, los movimientos
sociales también desplegaron en 2020 y 2021
una serie de marcos discursivos e interpretativos que trataron de disputar los sentidos sobre
cómo generar alternativas y transiciones justas
en el mundo pospandémico, desafiando las voces
que abogaban por una vuelta a la normalidad o
por un supuesto cambio de rumbo cosmético
para que, en el fondo, nada cambiara. Estos tres
planos de actuación de los movimientos sociales
se complementan (las protestas en las calles, el
trabajo territorial y la disputa de sentidos) y serán
discutidos en cada una de las partes del presente texto, articulando contribuciones previas del
autor sobre el tema.
Inmediatamente antes de la pandemia, una de las
grandes preocupaciones del debate público era el
proceso de derechización vivido en la región, visible en la sociedad y en la política, en la economía y
en la cultura, mediante retrocesos democráticos y
de derechos, la radicalización de la dinámica de expoliación capitalista, la ampliación de las fronteras
extractivas o las victorias electorales de gobiernos
conservadores y autoritarios. Súmase a eso una
enorme desconfianza y rechazo hacia los sistemas
políticos y actores establecidos, el incremento de
las desigualdades y el deterioro de las condiciones
de vida de buena parte de la población, el resquebrajamiento de los tejidos sociales y, por si fuera
poco, también un escenario de emergencia climática y medioambiental. Por un lado, estas múltiples
crisis se profundizaron y se visibilizaron todavía
más con la pandemia. Pero, por otro, emergieron
también una serie de acciones, experiencias y
protestas tejidas por colectividades diversas que
trataron de incidir ante este escenario de crisis
sistémica, buscando construir nuevos horizontes
de sentido para un mundo más justo.
134
Sociedad
militantes: «es más fácil morir por ser negro que
por el coronavirus», decían militantes brasileños en protestas antirracistas en 2020 contra el
genocidio del pueblo negro; o «el gobierno nos
mata más que la covid» se podía escuchar en las
marchas de Colombia de 2021. Eso, junto con la
gestión deficiente (cuando no catastrófica) de
la mayoría de los gobiernos fue, paulatinamente, aumentando la indignación de la población.
Sin embargo, hay que matizar también que las
calles estuvieron en disputa y en muchos países
también vieron desfilar banderas negacionistas,
antivacunas y de apoyo a gobiernos conservadores y autoritarios. La disputa de las calles por las
derechas latinoamericanas que se había expandido durante los últimos años no se frenó tampoco
con la pandemia, sino todo lo contrario.
La explosión en las calles:
los estallidos y la pandemia
En el período inmediatamente anterior a la
pandemia, muchos países latinoamericanos y
caribeños vivieron protestas de alta intensidad.
La chispa que desató los levantamientos se debió
a motivos diferentes en cada país: las reformas
de la seguridad social (Nicaragua) en 2018; el alza
de los precios de la gasolina (Ecuador y Haití); los
escándalos de corrupción política (Puerto Rico);
el precio de los transportes (Chile); o el paquetazo
de Iván Duque (Colombia) en 2019. En todos los
casos, la represión gubernamental avivó todavía
más las protestas, que desbordaron tanto los
movimientos iniciadores como las reivindicaciones específicas. No obstante, más que un rechazo
a una política o a un tema concreto, lo que ha
estado en juego, en la mayoría de los casos, ha
sido una impugnación mucho más amplia a la
representación, a la política institucional y a los
sujetos políticos establecidos.
El caldo de cultivo pandémico potenció nuevas
protestas e, incluso, nuevos estallidos que se
conectan pero a la vez se diferencian de los levantamientos previos de la década de 2010 que marcaron la geopolítica de la indignación global. Eso
es así en términos individuales, colectivos y subjetivos, pero también geopolíticos. La pandemia
acentuó el caos global, pero también la idea de
que estamos experimentando una gran inflexión
histórica, en la cual lo que hagamos ahora será
muy decisivo para el futuro de la humanidad. El
caos, sin embargo, no implica la ausencia total de
algún tipo de orden, sino que evoca la turbulencia
y la indefinición geopolítica contemporánea ante
múltiples riesgos globales y destinos posibles. La
imprevisibilidad e inestabilidad pasan a ser regla,
y eso se refiere tanto a mayor volatilidad ante
amenazas como a dinámicas propias de lo social,
lo político y lo económico. Frente a este escenario,
cobra mucha fuerza el sentido de urgencia ante
una coyuntura crítica y también, como veremos,
la disputa de sentidos sobre el futuro pospandémico.
Esta ola de protestas, por cierto, no fue exclusiva
de América Latina y del Caribe. Desde principios
de 2019 varios países del mundo vivieron protestas masivas. Fue el caso de Argelia con los Hirak,
de Francia con los chalecos amarillos o de Hong
Kong con las manifestaciones prodemocracia.
También en Irak miles de jóvenes ocupaban las
calles cada semana para exigir mejores empleos
y más democracia, mientras en Líbano salían para
tratar de poner fin a un sistema político corrupto
y confesional. Como muestra el libro Alerta global
(2020a) que compilé con Geoffrey Pleyers, buena
parte de estas manifestaciones se interrumpieron temporalmente con el inicio de la pandemia.
Muchos creían que el confinamiento y la situación
sanitaria impedirían que proliferaran. Aunque
es cierto que la movilización masiva en las calles
remitió en los primeros meses de 2020, la politización de la sociedad en varios países no cesó.
En los estallidos y en las protestas pandémicas
latinoamericanas podemos entrever buena parte
de las angustias, crisis, emociones, fisuras, pero
también contradicciones, del actual momento
histórico. El antagonismo de las calles en algunos
casos se mostró más reactivo, como fuerza de
veto y oposición (Perú) o como grito de indigna-
Pasados los primeros meses, las protestas
regresaron con otra intensidad y temporalidad.
Las brutales desigualdades sociales existentes en
nuestra región se visibilizaron todavía más con la
pandemia. Y el debate público sobre eso se debe,
en buena medida, al trabajo de las activistas y
135
Sociedad
ción (Nicaragua, Haití). En otros, fue más propositivo y generó un movimiento instituyente cuyas
consecuencias han llevado al éxito de reivindicaciones específicas (Ecuador), a un fortalecimiento
de la organización social (Colombia) y a cambios
constituyentes (Chile). Nada garantiza que la
apertura societaria resultante de los estallidos
genere cambios estructurales y político-institucionales. Eso dependerá de muchos elementos que
solo se pueden leer con el desarrollo del proceso
político, el cambio de la correlación de fuerzas y la
forma por la cual los actores sociales y políticos se
reubican frente al nuevo escenario.
individuos, pequeños colectivos, redes preexistentes o incluso grandes movimientos sociales y
organizaciones de la sociedad civil que pusieron a
la disposición de la población diferentes tipos de
recursos e infraestructuras.
Si miramos al otro lado de la moneda, más allá
de las protestas y su expresividad pública, la
crisis contemporánea también ha puesto en
cuestión la importancia de la colectividad y la vida
comunitaria. Paradójicamente, en un momento
donde el aislamiento y el confinamiento tuvo
un carácter eminentemente individual, varias
iniciativas sociales pasaron a valorizar más la vida
en común. Nos sentimos más solos y estamos
más vulnerables, pero también se ha potenciado
la empatía, la solidaridad y una serie de redes
de apoyo mutuo que subrayan cuán interdependientes y ecodependientes somos. Jóvenes que
se ofrecieron voluntariamente a hacer la compra
de alimentos o medicamentos para población de
riesgo que no podía salir de casa; donaciones que
no esperaban nada a cambio; familias que se dispusieron a cuidar de niños de otras familias que
tenían que seguir trabajando en el momento más
duro de la pandemia; iniciativas que promovieron
intercambios y trueques en momentos de cierre
de los comercios y de necesidades económicas
apremiantes; colectivos que ofrecieron y ofrecen
ayuda psicológica y/o laboral para los que están
sufriendo de manera más directa las consecuencias de la crisis.
La trama invisible: apoyo mutuo
y solidaridades
No podemos entender los movimientos sociales
mirando solo su parte visible y los momentos
extraordinarios. El debate sobre la rutinización
de la acción colectiva nos recuerda precisamente
cuán importante es detenernos también en las
configuraciones más sumergidas y ordinarias de
los actores sociales y políticos. Durante la pandemia, en las casas, en los barrios, en las comunidades y en los territorios se activó la autogestión,
los vínculos comunitarios, el apoyo mutuo, las
ollas populares, los tejidos sociales resilientes y
las solidaridades cotidianas. En el caso de Chile,
por ejemplo, buena parte de la fuerza callejera de
octubre de 2019 se volcó luego a los cabildos y las
asambleas barriales. En el caso de Colombia, un
segundo estallido brotó en 2021 con mayor fuerza
incluso que el de 2019 articulando múltiples territorios y tradiciones de movilización.
El fortalecimiento de los lazos sociales y de los
vínculos comunitarios, por lo tanto, ha sido una
de las potencialidades de resistencia en tiempos
de coronavirus. Sin romantizarlos, forman parte
de esta trama más invisible, y tan necesaria, que
garantiza la posibilidad de existencia y la vida cotidiana. En un momento dramático de verdadera
depresión colectiva como el que estamos viviendo, eso no es poca cosa.
El Observatorio de Movimientos Sociales de América Latina del Núcleo de Teoría Social y América
Latina (netsal), con sede en Río de Janeiro, ha
realizado desde el inicio de la pandemia un acompañamiento de las iniciativas de la sociedad civil
que buscan dar respuestas a la crisis multidimensional generada y exacerbada por la pandemia
de covid-19. Más allá de algunas especificidades
de cada caso, en los informes trimestrales y en
la cobertura de 18 países de la región, se puede
vislumbrar de forma transversal una tendencia a la formación de acciones emergenciales y
solidarias en los territorios, que se tejieron por
Aprendizajes societales, transiciones
y horizontes de futuro
Además de las protestas y la actuación territorial, los movimientos sociales latinoamericanos
han sido centrales durante la pandemia para
136
Sociedad
crear y disputar sentidos y horizontes de futuro
alternativo. Obviamente, se trata de una batalla
dura y totalmente asimétrica, teniendo en cuenta
que para las colectividades dominantes, tanto
en la política como en la economía, la crisis del
coronavirus también es vista como una oportunidad para reforzar proyectos más autoritarios u
otros que buscan remodelar el capitalismo en las
próximas décadas, con pactos verdes en el Norte
(principalmente, en Estados Unidos y en la Unión
Europea) que tendrán un brutal impacto socioambiental, económico y político en el Sur, sobre todo
en América Latina.
tiempo insistiendo en ello y ahora la pandemia lo
volvió todavía más explícito. Casi es escandaloso.
Para que las tareas del cuidado no sigan recayendo casi exclusivamente en los cuerpos de las
mujeres, la pandemia debería ser vista también
como una oportunidad de inflexión para que los
hombres puedan involucrarse activamente en un
cambio de escenario, transformando la organización del trabajo en casa y fuera de ella. Solo
así se podrán construir, en términos prácticos,
sociedades más igualitarias y alternativas antipatriarcales.
La defensa de lo público. Un tercer eje de
aprendizaje tiene que ver con la defensa y
reconstrucción de lo público. Tras décadas de
desmantelamiento de los servicios públicos por
el neoliberalismo, la lucha contra el coronavirus
ha visibilizado la importancia de la salud pública,
gratuita y universal. Se trata del principal sostén
para proteger a las personas, lidiando con los
múltiples determinantes de la salud. Asimismo,
las luchas vinculadas a la reivindicación de derechos básicos con fuerte sentido de lo público que
buscan frenar la creciente conversión mercantil
de los derechos han sido potenciadas.
A lo largo de estos dos años pandémicos, los
movimientos sociales han elaborado una serie de
aprendizajes y desafíos que se proyectan como
horizontes importantes para el mediano y largo
plazo, tratando de trasladarlos a la sociedad
como un todo en la búsqueda de futuros alternativos.
La lucha contra el antropocentrismo y la
centralidad de la agenda socioambiental. Si
la propia emergencia del coronavirus es resultado de nuestros desequilibrios ecosistémicos,
la desaceleración de la economía y poco más de
una semana de restricciones de coches y vuelos
sirvieron para que la mayoría de las capitales del
mundo hayan visto sus estratosféricas tasas de
contaminación bajar hasta la mitad, mientras se
daban insólitas imágenes de animales circulando por calles vacías. Eso sirvió para recordar, al
menos temporalmente, que sin lucha contra el
cambio climático, por alternativas al desarrollo y
por la justicia ambiental no habrá planeta ni vida
que se sostenga en el futuro inmediato. La agenda socioambiental se vio, sin dudas, fortalecida
durante la pandemia, pero el gran desafío para
los movimientos sociales es que esta no sea reapropiada sistémicamente solo como capitalismo
verde, sino que camine hacia la redefinición de las
relaciones entre sociedad, cultura y naturaleza.
La construcción de lo común. Además, y más
allá de lo público, los movimientos sociales latinoamericanos profundizaron durante la pandemia la construcción de lo común, un horizonte de
vida que viene ganando cada vez más fuerza. Sus
matrices de referencia son múltiples y pueden
oscilar desde los feminismos y el vínculo entre
lo común y la reproducción social o los bienes
comunes estratégicos, tales como el agua o la
tierra. Durante la pandemia se visibilizó que es
una alternativa política, dada su importancia para
el sostén comunitario a la vida.
Política de la(s) emergencia(s). Las transiciones
necesarias. Ante la urgencia del presente, los
movimientos sociales están configurando una
nueva praxis y un pensamiento de transición. Se
trata de construir una agenda hacia el futuro, de
alternativas al actual patrón civilizatorio, basada
no en un horizonte utópico abstracto, sino en utopías concretas que existen y son territorializadas.
Pensemos en la construcción de un cambio de
La política de los cuidados y el sostenimiento
de la vida. Otro aprendizaje societario de la política en tiempos de coronavirus es la centralidad de
los cuidados para mantener la vida y su reparto
absolutamente desigual. Las feministas llevan
137
Sociedad
paradigma hacia una nueva matriz económica y
ecosocial, articulada por movimientos combativos
y diversos actores sociales y también religiosos,
anticapitalistas y ecologistas, que a lo largo de
las últimas décadas han apostado y construido,
principalmente a nivel local y en los territorios,
iniciativas y agendas vinculadas a la justicia
socioambiental, la comunalidad y el buen vivir.
La transición (alimentaria, energética, climática,
etc.) hacia un nuevo modelo de carácter posextractivista se coloca como una transición justa, en
un contexto de sendas propuestas capitalistas de
transiciones sistémicas desde arriba.
sabilidad colectiva. También sacrificios y cambios
que van desde lo personal (cambio de hábitos,
reducción del consumo o disminución de viajes) a
lo más macro (políticas que posibiliten un cambio en el sistema alimentario o el decrecimiento
radical en sectores como el petróleo, el gas y la
minería), pasando también por las relaciones de
trabajo y la vida social como un todo. Los gobiernos y todos aquellos que, en tiempos de pandemia, decían defender la vida deberían contribuir a
construir este cambio de paradigma ecosocial, ya
que si el capitalismo es un destino de muerte, la
naturaleza, por el contrario, es nuestra principal
fuente de vida.
Para que el medioambiente no sea solo una
bandera para salvar al capitalismo, sino para
cuidar nuestra casa común, los propios movimientos sociales, las experiencias territoriales y una
diversidad de luchas y frentes populares y político-intelectuales han impulsado estas iniciativas
durante la pandemia que buscan romper con las
narrativas hegemónicas de la nueva normalidad.
Los puntos de partida son los acúmulos y resistencias históricas de los pueblos de la floresta, de
los movimientos indígenas, campesinos, negros
y feministas, bien como de luchas por la agroecología, la soberanía alimentaria, los derechos de la
naturaleza y el derecho a la vida. Además de las
luchas territorializadas, en algunos se ha buscado
también generar plataformas políticas amplias,
propositivas y transformadoras, que contribuyan
a frenar la destrucción de ecosistemas y a combatir las múltiples desigualdades agravadas con la
crisis sanitaria del covid-19.
Referencias bibliográficas
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escalas de la crisis y escenarios en disputa.
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Bringel, B., y Pleyers, G. (eds.) (2020a). Alerta
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y Lima: clacso y alas.
Observatório dos Movimentos Sociais da América
Latina (omsal). (2020, marzo-2021, octubre). Comunica América Latina, n.º I a VI. Río de Janeiro:
Núcleo de Estudos de Teoria Social e América
Latina, Instituto de Estudos Sociais e Políticos,
Universidade do Estado do Rio de Janeiro.
Una de las iniciativas latinoamericanas en esta dirección ha sido el Pacto Ecosocial del Sur. Creado
en 2020 por intelectuales y organizaciones sociales latinoamericanas, formula la articulación de la
justicia redistributiva con la justicia ambiental, étnica y de género. Para ello, se combinan propuestas concretas, difundidas también en varios otros
ámbitos (tales como la transformación tributaria
solidaria, la anulación de las deudas externas
de los Estados y una renta básica universal), con
horizontes más amplios asociados a la construcción de economías y sociedades posextractivistas
y el fortalecimiento de espacios comunitarios y de
cuidado. Avanzar en esta dirección exigirá respon-
138
Sociedad
Entre la geopolítica y las
ideas. Reflexiones para una
renovación democrática
Armando Chaguaceda y Fernando Pedrosa
Armando Chaguaceda. Doctor en Historia y Estudios Regionales especializado
en el estudio de la relación sociedad civil-democratización-autoritarismo en
Latinoamérica y Rusia. Investigador en Gobierno y Análisis Político AC (GAPAC).
Fernando Pedrosa. Doctor en Procesos Políticos Contemporáneos por la
Universidad de Salamanca. Profesor e investigador de la Universidad de Buenos
Aires, donde coordina el Grupo de Estudios de Asia y América Latina del Instituto
de Estudios de América Latina y el Caribe.
En la intelectualidad regional se
mantienen dobles raseros a la hora de
evaluar y confrontar los autoritarismos
y populismos criollos. Si los demócratas
no actúan decidida y tempranamente en
defensa de sus instituciones, derechos y
principios, los próximos años no augurarán
escenarios sencillos para las democracias
latinoamericanas.
Qué hacer con el pasado
(para que sea útil en el presente)
La reflexión sobre el pasado es poco útil cuando se vuelve celebratoria o melancólica, pero
se convierte en un arma potente si se usa para
interrogarlo desde las perplejidades del presente.
Y en este presente que vivimos la pregunta sigue
siendo, como en otras épocas, por el futuro de la
justicia, la libertad y la democracia. La mirada al
pasado se vuelve entonces pragmática y proactiva, pues busca pistas para desarmar el relato y la
legitimidad de los autoritarismos actuales.
En esa mirada vital hacia al pasado, la Guerra Fría
es un momento culminante, donde las fuerzas
del autoritarismo y el orden estamental fueron
derrotadas por una coalición de actores y una
conjunción de estrategias que llevaban el discurso de la libertad en su centro vital. Es necesario
volver a leer atentamente esa experiencia con los
ojos de hoy.
Viejas cuestiones y nuevos escenarios
Esta vista atrás es necesaria porque consideramos que la contraposición autocracia versus
democracia constituye la polaridad básica que
139
Sociedad
debemos analizar para comprender los conflictos
políticos que caracterizan al mundo de hoy. En
plena globalización también ha cobrado renovada
vigencia una polaridad cultural, capaz de diferenciar posturas cuyos extremos son enfoques
conservadores, por un lado, y progresistas, por el
otro.
de derecho, la región es hoy un caleidoscopio de
tipos de regímenes y capacidades estatales.
En ese sentido, la combinación de neoliberalismo
y democracia ha sido tóxica para esta última.
Notables desigualdades en los terrenos social y
económico se mantuvieron y, en algunos casos,
se ampliaron. Para sobrevivir, las democracias latinas han tenido que pactar con diversos poderes
corporativos: capitalistas extractivos, sindicatos
rentistas, burguesías especulativas, clase política
corrupta o burocracias estatales colonizadas por
intereses diversos.
El polo conservador considera natural una visión
tradicional caracterizada en la existencia de
jerarquías entre naciones, clases, razas, géneros,
religiones y culturas. El progresista opone la necesidad de reconocer y empoderar a sujetos considerados oprimidos, emergentes o minoritarios
por el poder establecido. A medio camino entre
los impulsos reaccionarios o revolucionarios que
se desprenden, las posturas liberales acomodan
agendas reformistas varias, aunque en ocasiones
quedan sumergidas entre los gritos y acusaciones
de tradicionalistas y canceladores.
La aparición del chavismo actuó como un catalizador de las energías supervivientes de la Guerra
Fría, sobre todo con la potencia del franchising
cubano que llevaba años buscando infructuosamente una oportunidad como la que se le abrió
en Venezuela. Pero a eso le sumó el peso de la
tradición populista latinoamericana y las heridas
de la década neoliberal. Los años que siguieron a
los noventa volvieron a mostrar la débil confianza
de grupos sociales y elites políticas en la democracia liberal y, esa vez, la ola autoritaria se vio
fortalecida por una etapa de bienestar regional
inédita.
A ese mapa hay que añadir una dimensión
geopolítica. El vertiginoso ascenso global de
China y la renovada presencia rusa ocupan un
lugar muy importante en esta historia. Esto es así
porque permite darle un horizonte más amplio a
la orfandad que produjo la disolución del socialismo soviético, la falta de liderazgo regional con las
muertes de Hugo Chávez y Fidel Castro y la salida
de Lula del poder. Pero, sobre todo, para sobreponerse al fin de la bonanza de los commodities
y la pérdida del control en algunos Estados que
profesaban la religión del socialismo del siglo xxi.
La izquierda neocomunista entendió que una
de las tantas causas de su derrota en el siglo xx
había sido centrarse en una agenda material
poco atractiva y dejarle a Occidente el discurso de
la libertad, la extensión de derechos y la democracia. Por eso, con el nuevo siglo, sus cabezas
más lúcidas fueron activas en generar un cambio
estratégico y así apropiarse y modificar con éxito
las tradiciones liberales antes dejadas de lado.
El plan fue retomar los postulados generales de
un programa en que no creían, con el objetivo de
modificarlo y así hacerlo funcional a una relectura
autoritaria sobre cómo organizar a las sociedades
contemporáneas.
A través de la creciente expansión de China y
Rusia, los sectores antiliberales latinoamericanos
pueden sublimar su aversión hacia Occidente y
el capitalismo, encontrando además un paraguas
que coincide con ellos en la visión jerárquica y
autoritaria para la sociedad.
El caleidoscopio latinoamericano
y el renacer autoritario
La estrategia populista alcanzó un éxito peculiar
allí donde el pluralismo y el disenso eran condiciones consolidadas y deseadas, logrando instaurar
ahora un teatro de operaciones en el que se juega
la lucha por la hegemonía. La estrategia de los
socialistas del siglo xxi (aunque finalmente sean
No hacen falta demasiados reportes especializados para observar que en América Latina la coyuntura democrática no transita su momento más
halagüeño. Pese a la vigencia formal de un marco
mayoritario de orden democrático y del Estado
140
Sociedad
lo mismo que en el siglo xx) resultó en quitarle el
contenido liberal a los reclamos y conflictos identitarios que se desparraman por toda la sociedad
y, en ese mapa de tensiones, llevarlos por vías
autoritarias y estrategias de suma cero.
ca, como el Consejo Latinoamericano en Ciencias
Sociales (clacso), se transformaron en espacios
de reproducción de un tipo de discurso intelectual
y político de vocación crecientemente hegemónica, identificado con el llamado progresismo, en
su variante nacional popular o del socialismo del
siglo xxi.
Una gran parte de la izquierda heredera de la
tradición marxista del siglo xx se mantuvo dentro
del orden democrático pluralista en los años
ochenta y noventa. Pero luego asomó renovada y
desafiante con el chavismo, que venía a fusionar
las influencias estalinistas tamizadas de Cuba con
la tradición antiliberal y corporativa del populismo
latinoamericano. Eso lo dotó de emocionalidad y,
sobre todo, logró construir un aparato conceptual
que le dio solidez teórica y que lo blindó frente a
las viejas críticas.
Redes tradicionalmente propicias para la reflexión
y el intercambio, como la Latin American Studies
Association (lasa), han mantenido un carácter
más abierto, pero hoy muestran también la
presencia reforzada de discursos (poscoloniales,
decoloniales, etc.) que ven a la democracia liberal,
la economía de mercado y la sociedad abierta
como meros constructos colonizadores de un
Occidente imperial.
Mientras que los cultores de las ideas populistas y
estalinistas parecen crecer sin oposición, quienes
se oponen a ellos se encuentran disgregados,
fragmentados, aislados y, en muchas ocasiones,
sin apoyos institucionales y abandonados al voluntarismo individual.
La ciudad de las ideas: un territorio en disputa
Pese a que entre la Europa y la América Latina
postransicionales pueden hallarse diferencias de
grado en la calidad de sus instituciones y culturas
políticas, así como en sus políticas económicas y
sociales, hay áreas donde las distancias parecen
más notables. Una de ellas es la cultura democrática de la intelectualidad.
Paradójicamente, los ganadores ideológicos de la
Guerra Fría todavía no han mensurado la importancia de esta batalla en tierras latinoamericanas.
Por eso es más necesario advertir que a esa estrategia del populismo es necesario oponerle una
estrategia que la enfrente, y esto es conformar
una coalición que retome organizadamente los
postulados de la libertad y el pluralismo.
La conquista del mundo académico, científico y
cultural y su fusión con las élites políticas y las
nuevas burguesías surgidas de la década de
abundancia por los commodities en alza crearon
una sólida alianza que se consolidó con el paso de
los años y la falta de una orientación opuesta que
le pusiera freno.
Pensar el presente y actuar
antes de que sea tarde
No pocos intelectuales formados en los sesenta
y setenta mantuvieron una sistemática política
de recursos humanos basada en diversas estrategias, entre ellas, la ideologización y el apoyo
a quienes, además de excelentes profesionales,
fueran obstinados militantes. Y todo esto contó
en demasiadas ocasiones con el apoyo naif de
redes y asociaciones europeas y norteamericanas,
que, hasta el día de hoy, sostienen el soft power
autoritario en la región.
Es preciso comenzar a articular redes trasnacionales que enfrenten crecientemente la legitimidad autoritaria que se está construyendo. Los
gobiernos y sociedades de países democráticos
deben mirar un poco hacia atrás y recordar cómo
articulaban soft power, símbolos y recursos para
dar disputas por los sentidos que también estaban entonces en cuestión. Este es el desafío que
debe proponerse para estos tiempos: construir
o consolidar redes de influencia intelectual, pero
también asociaciones de especialistas, artistas y
profesionales pluralistas y demócratas.
Espacios nacidos al calor del exilio de intelectuales y la necesidad de renovar las ideas de la épo-
141
Sociedad
Es imprescindible aportar a las carreras y al
éxito de quienes pueden convertirse en voceros,
modelos y ejemplos que propugnan un mundo
democrático, abierto y pluralista. Y a los que ya
lo hacen, es necesario potenciarlos aun más. El
mundo occidental debe recrear visiones de proyectos colectivos en que la libertad y el bienestar
se presenten de nuevo como un par posible, retomando así algún tipo de aspecto ejemplarizante y
abandonando discursos parroquiales y localistas.
redes sociales, establecidas y emergentes,
del mundo de la cultura y las industrias del
entretenimiento.
Incidencia global
• Articular la acción colectiva coordinada para
influir y retomar puestos de decisión en
instituciones académicas internacionales.
Mientras se participa y debate en las instituciones tradicionales, hay que crear nuevas
con capacidad de autonomía económica y
agendas definidas.
• Apoyar a académicos, científicos y personajes del mundo de la cultura perseguidos
o apresados en países no democráticos, y
denunciar a sus contrapartes autoritarias
ante la comunidad internacional.
• Instalar una agenda de coordinación y cooperación con fundaciones e instituciones
europeas y norteamericanas, para que no
apoyen militantes del autoritarismo.
• Estrechar una cooperación con centros
de pensamiento occidentales para que
retomen discursos y ejemplos de liderazgo
global.
• Plantar debates públicos contra los discursos y las ideologías populistas y autoritarias, con adecuada amplificación regional.
Es necesario apoyar y promover, en los
medios de comunicación, caras frescas,
reconocibles y populares que actúen como
voceros de un ideario democrático.
Enfrentar al autoritarismo disfrazado de progresismo requiere de estrategias integrales. No son
útiles acciones voluntaristas innecesariamente
arriesgadas y prácticamente sin resultados trascendentes. Hay que pensar una mancomunidad
de socios articulados, diversos y orientados a
objetivos de corto, medio y largo plazo. En ese camino, las posibles acciones pueden ir, entre otras,
por los siguientes ejes:
Formación humana
• Identificar activistas, líderes jóvenes, funcionarios y académicos para conformar redes
de reflexión e incidencia democráticas.
• Apoyar perfiles personales destacados.
• Nuclear especialistas en temas tecnológicos, con similares propósitos.
• Crear espacios de reflexión sobre temas de
agenda del futuro en temas de consumos
culturales, ambiente, inteligencia artificial,
tecnología o vínculo con los animales.
Fortalecimiento institucional
Conclusiones
• Estimular la inversión pública y privada en
formación de recursos humanos rompiendo
las dinámicas autorreferentes de las élites
regionales.
• Buscar nuevos stakeholders, creando redes
y vínculos trasnacionales con colegas asiáticos y africanos incluyendo empresarios
exitosos de empresas con alto nivel de innovación, programadores, jóvenes gamers,
nuevos activismos, entre otros.
• Definir agendas de fortalecimiento de los
actores y valores democráticos, en todas las
Entre la geopolítica y las ideas, los valores e
influencias erosionan los principios y funcionamiento democráticos republicanos. Por todo
ello, la región es un archipiélago con claroscuros. El fenómeno chavista volvió a dar volumen
a la amenaza autoritaria, la dotó de estructura,
ideología, héroes, pasado, épica y construyó una
maquinaria que, antes de darnos cuenta, ya se
había devorado a Venezuela. Frente al avance del
relato populista y leninista aggiornado, instituciones y organizaciones democráticas parecen haber
142
Sociedad
aceptado el lugar al que les han relegado en
América Latina y otras partes del mundo. Como si
una especie de culpa histórica les impidiera tomar
cartas en una realidad que ya está recorriendo un
rumbo alarmante.
En la intelectualidad regional se mantienen
dobles raseros a la hora de evaluar y confrontar
los autoritarismos y populismos criollos. Si los
demócratas no actúan decidida y tempranamente
en defensa de sus instituciones, derechos y principios, los próximos años no augurarán escenarios
sencillos para las democracias latinoamericanas.
143
Conclusiones
144
Conclusiones
La política en América
Latina tras la pandemia
Manuel Alcántara Sáez
España. Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid.
Catedrático de la Universidad de Salamanca y profesor de Ciencia Política de la
Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín). Especializado en élites parlamentarias,
elecciones, partidos políticos y poderes legislativos en América Latina.
Asesor académico de Latinoamérica21.
L
a política en América Latina cuenta con
rasgos muy heterogéneos y existen países
con profundas diferencias en lo atinente al
grado de calidad de sus democracias. Sin embargo, a finales de 2021 se da un contexto inmediato
de notable homogeneidad influido por la pandemia de covid-19 que ha dado paso a un escenario
todavía difícil de precisar que, a su vez, se superpone a otro de mayor peso configurado paulatinamente a lo largo del último cuarto de siglo. Una
época definida por la era exponencial, según el
término acuñado por Oszlak (2020) para analizar
el impacto sobre el estado de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (tic)
que crecen a una velocidad mucho más rápida
que la capacidad del ser humano de adaptarse a
ese crecimiento.
quedar recluidos en la arena académica. Algunos
de los puntos abordados requieren una validación empírica tanto de su contenido como de su
impacto.
Los legados del pasado reciente
Durante el segundo semestre de 2019, la vida
política latinoamericana confirmaba la inercia
que había venido configurándose en la región a
lo largo de las tres décadas anteriores, integradas
las peculiaridades de la coyuntura del momento.
Las elecciones servían para brindar la alternancia
en el gobierno (Argentina y Uruguay), pero también para mostrar que a veces el conflicto no se
canaliza a través de ellas, ya que eran manipuladas, de manera que terminaban formando parte
de él, llegando incluso a incrementar la polarización como aconteció en el caso de Bolivia que, de
manera diferente, se sumaba a las serias irregularidades electorales que se habían producido en
Nicaragua en 2016, Honduras en 2017 y Venezuela
en 2018. En la economía, los datos no habían
resultado satisfactorios con un crecimiento anual
del 0,2 %, aunque se vaticinaba que en 2020
sería del 1,8 %. En el día a día, estallidos sociales
de naturaleza dispar estaban presentes en una
parte notable de las ciudades de la región. San
Juan de Puerto Rico, Santiago de Chile, Bogotá,
Lima, Quito y La Paz eran testigos de movilizaciones que ponían de relieve un profundo malestar
ciudadano. El hilo conductor no era único, pero
El texto que cierra este informe se divide en tres
partes. En la primera se describen los legados del
pasado reciente de la política latinoamericana.
En la segunda parte se abordan seis aspectos
de cariz teórico que van a tener una relevancia
notable en los tiempos venideros. En la tercera
se analiza el impacto inmediato de la pandemia
sobre la democracia, en cuatro ejes, y se finaliza
considerando el panorama electoral de la región
para 2022.
El texto es de carácter especulativo y su finalidad
principal estriba en abrir debates que son necesarios en el ámbito público y que no debieran
145
Conclusiones
recogía la crispación existente contra el poder,
por la arrogancia en su conducción, la corrupción
generalizada, las promesas incumplidas y la incertidumbre ante un futuro problemático.
por individuos con aspiraciones personalistas.
Además, los sistemas de partidos mostraban de
una elección a la siguiente que su número crecía,
así como su volatilidad electoral.
Todo ello acontecía en un medio dominado por el
mantenimiento de pautas históricas de dramática
y extendida inseguridad y de profunda desigualdad y precariedad, en las que las narrativas dibujaban un panorama de polarización extrema. Del
lado institucional, el panorama se delineaba sobre pautas asentadas con cierto arraigo histórico:
el presidencialismo, la regularidad de los procesos electorales, la tibieza en los procesos descentralizadores, el sempiterno y omnipresente papel
de la corporación militar, la existencia de partidos
políticos de naturaleza muy diferente y la inevitable referencia a la presencia de Estados Unidos
que paulatinamente, desde el inicio del nuevo
siglo, y al menos en el ámbito de la economía,
venía siendo disputada por el creciente activismo
de China. Paralelamente, la región se encontraba
cerrando un período de agotamiento de la marea
integracionista con el finiquito de la Unasur, la
grave crisis del Mercosur, el anquilosamiento de
la celac y la tibieza de la Alianza del Pacífico.
Un último elemento de estas democracias fatigadas lo constituían los Estados con capacidades mínimas en sociedades con altos índices de
informalidad y abatidos por la corrupción. Tras
dos largas décadas de recetas neoliberales, el
achicamiento estatal había llegado a un nivel en
el que su posibilidad de intervención mediante
políticas públicas era extremadamente menguada. A ello se añadían la incapacidad para establecer una función pública meritocrática, profesional
e independiente del poder político, por lo que
las pautas de reclutamiento eran claramente
discrecionales e inciertas, y predominaba la
negligencia a la hora de llevar a cabo una política
fiscal mínimamente progresiva, permaneciendo
la presión fiscal en valores promedio inferiores a
diez puntos porcentuales de la media de la de los
países de la ocde.
Este panorama se ha visto trastocado radicalmente durante todo 2020, a causa de la pandemia de
covid-19 (Martí i Puig y Alcántara, 2020). Si bien
esta impactó a América Latina con cierto desfase
con respecto a Europa, el furor de su presencia
fue sobresaliente y con un alcance en términos
nacionales también muy diferente.
Al finalizar el año 2019, los países latinoamericanos vivían en un escenario de democracia fatigada (Alcántara, 2020). Este se proyectaba en el ya
citado malestar imperante en unas sociedades
líquidas, según la concepción de Bauman (2002),
donde el imperio cultural del neoliberalismo
había exacerbado el individualismo y el egotismo.
La gente, desafecta con lo público, incrementaba
sus niveles de desconfianza en las instituciones y
subrayaba su insatisfacción con el funcionamiento de la democracia. Las formas tradicionales de
acción colectiva y las lógicas de solidaridad se
encontraban profundamente debilitadas y solo
había expresiones consistentes mediante la citada
ocupación de las calles, que daban un alto sentido
de pertenencia a las multitudes congregadas.
Seis aspectos clave
Sin dejar de reconocer la importancia de la reflexión sobre la tragedia humana que supone la
pandemia, el objeto de este apartado trasciende a
esta última para centrarse en sus efectos políticos, económicos y sociales.
Dentro del amplio temario que abarca el poder en
el ámbito público, en este apartado abordo media
docena de asuntos concernientes al ámbito latinoamericano que considero claves para avanzar
en la discusión. Constituyen una agenda intelectual de indudable urgencia para su consideración
en un momento en el que la globalización alcanzada a lo largo de las últimas tres décadas se ha
evidenciado con la expansión a una velocidad
A su vez, la democracia estaba fatigada por el
quebranto de la función tradicional de partidos
políticos que soportaban un severo desgaste a
la hora de articular identidades. Por otra parte,
fueron capturados en sistemas presidencialistas
146
Conclusiones
vertiginosa, afectando potencialmente a más de
la mitad de la humanidad en un tiempo inverosímil. Se trata de la autoridad, el Estado, la nación,
el liderazgo, la virtualidad institucionalizada y la
ciudadanía líquida.
no en lo referido a la limitación de la movilidad de
las personas. La dimensión de la seguridad se ha
adueñado de la narrativa en la gestión de la crisis;
y las fuerzas armadas, así como las diferentes
policías, han adquirido inmediatamente un protagonismo enorme que puede llegar a hipotecar
el futuro. Del mismo modo, han cobrado vigencia
otras vinculadas con viejas y fundamentales políticas públicas como la de salud. Impedir que no se
produjera el colapso sanitario fue la primera de
ellas. En seguida ha ganado espacio alguna nueva
como la propuesta del ingreso básico universal.
Sin embargo, la crónica fragilidad presupuestaria
de ese Estado ha abierto una discusión inaplazable vinculada con su financiación.
La autoridad, de su ejercicio, riesgos
y limitaciones
Uno de los asuntos que se consideran generalmente estriba en el papel de la autoridad, en
el necesario acatamiento de sus decisiones en
un ámbito excepcional como el presente y en el
ejercicio de los mecanismos de control de esta. La
pulsión hacia el autoritarismo por mor de satisfacer a veces ambiciones personales bajo el señuelo
de querer obtener resultados positivos, la pérdida
de credibilidad de los decisores y el papel desempeñado por los técnicos han socavado las bases
de la siempre frágil legitimidad. Ello contribuye a
incrementar el escenario de fatiga referido anteriormente.
En muchos países, en los que siempre se ha
registrado algún tipo de tensión territorial, se
han dado diferencias entre el poder central y los
de los grandes municipios, estados, provincias y
departamentos. No obstante, en otros casos, el
peso de la delincuencia organizada en la gestión
de la economía local ha sido el elemento decisivo
del pulso. A ello debe sumarse la incapacidad del
Estado a la hora del control de ciertos territorios
dominados por variopintos actores informales.
Ello explica las razones de que cierto tipo de
violencia, como la ejercida contra líderes sociales en Colombia, no se haya reducido durante el
confinamiento como sí ha ocurrido con el crimen
común.
La pandemia ha exacerbado tres aspectos de la
autoridad en América Latina. Se trata, en primer
lugar, de la percepción por parte de una gran
mayoría de que la autoridad ha actuado sin
eficacia por su improvisación, falta de experiencia
o de conocimiento y por el mantenimiento de
patrones de amiguismo rozando la corrupción. En
segundo lugar, por la equívoca comunicación de
las decisiones tomadas, con ausencia, en muchas
ocasiones, de un lenguaje claro y de una estrategia comunicacional pedagógica. Finalmente, por
la deriva hacia actitudes autoritarias en las que
las decisiones se imponían porque sí, ausentes de
todo tipo de deliberación o de consenso, evidenciando una notable incapacidad a la hora de
llegar a establecer pactos con la oposición o con
variopintos sectores sociales.
La nación revalorizada
La débil configuración de esas comunidades imaginadas que son las naciones, y que había sido
cuestionada en los últimos tiempos por razones
identitarias basadas en lo étnico, fundamentalmente, pero también en lo religioso y en el género, cobró de pronto un insólito vigor. Arropados
en la bandera nacional, se trataba de cerrar filas
frente a un desconocido enemigo que venía de
afuera. La retórica patriótica llenó las locuciones
públicas con palabras como defensa y solidaridad
nacional, o con programas basados en las proclamas de juntos saldremos y de salimos más fuertes.
Del mismo modo, y en conjunción con el punto
anterior, la lógica de la centralización se impuso
bajo la idea de una sola nación.
El Estado ha vuelto
El Estado en América Latina, en un escenario previo de histórica debilidad incrementada por la ola
neoliberal, ha recompuesto urgentemente viejas
funciones. Algunas derivadas de quehaceres tradicionales como el control del territorio, tanto en
lo relativo a las fronteras como en el ámbito inter-
147
Conclusiones
El segundo nivel se refiere a la operatividad de las
instituciones. A lo largo de los primeros meses,
la casi total inactividad de los poderes Legislativo
y Judicial fue la nota dominante para una mayoría de los países latinoamericanos. Dominados
por una lógica de funcionamiento, basada en la
presencia física de los actores y atados por reglamentos muy rígidos, los Congresos han decaído
en sus funciones, reforzando el papel de los
gobiernos libres de todo tipo de control o de una
contraparte que pudiera ofrecer alternativas a las
políticas puestas en marcha. Esta situación se fue
aliviando poco a poco, aunque su operatividad
distó de alcanzar las cotas del periodo previo a la
pandemia (García Montero, Barragán y Alcántara,
2021).
El liderazgo
En países en los que el presidencialismo es el régimen de gobierno imperante, el liderazgo viene
condicionado al propio proceso de elección presidencial, así como a las facultades y experiencia
de quien alcanza la presidencia. El alejamiento del
mundo partidista, la pugna con los otros poderes
del Estado y, consecuentemente, el dominio de la
escena política son rasgos habituales del presidencialismo en la vida política latinoamericana.
La crisis ha permitido el ejercicio de formas de
comunicación verticales, ajenas al debate o al
cuestionamiento con interlocutores. La eliminación de ruedas de prensa con preguntas sin guion
previo, el permanente uso de exposiciones presidenciales directas a la nación y la búsqueda de la
construcción de una imagen presidencial fueron
instrumentos de uso permanente. Paralelamente,
se construyó un discurso arropado con técnicos
para avalar las decisiones.
En tercer lugar, se encuentra la participación de
los individuos. El activismo de buena parte de
la sociedad en las redes sociales apenas si tiene
su correlato en instancias públicas, donde la
participación ciudadana no está reglada. Estos
ámbitos, que se vinculan con el de las capacidades estatales, también se conectan con la precariedad generalizada a la hora de la obtención de
estadísticas públicas. La pandemia ha puesto de
relieve severos déficits en el funcionamiento de
registros civiles, la inexistencia de datos censales
actualizados, así como registros vinculados con
prácticas existenciales y de convivencia. Las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación son grandes instrumentos de ayuda, pero
el hecho de estar en manos de empresas privadas
que, además, hoy dominan la economía mundial
condiciona su uso por los poderes públicos.
Las inercias institucionales desbordadas
por lo virtual
La pandemia ha evidenciado en qué medida las
transformaciones hacia lo virtual se han enseñoreado del quehacer cotidiano de algo más de la
mitad de la sociedad a través de las comunicaciones interpersonales, del trabajo en casa y del
entretenimiento en los hogares. Sin embargo,
en el ámbito del juego político se registra una
pereza notable a la hora de dar el salto digital.
Tres son los niveles en los que esta situación se
ha hecho patente. En primer lugar, la pandemia
obligó a aplazar los comicios presidenciales y
legislativos en República Dominicana (una vez,
hasta el 5 de julio de 2020) y en Bolivia (dos veces, la primera al 6 de septiembre y la segunda y
definitiva al 18 de octubre de 2020), así como el
plebiscito constitucional chileno de abril al 25 de
octubre de 2020. Sin embargo, las citas previstas
para 2021 se mantuvieron en tiempo y forma.
Las instituciones electorales han tenido capacidad para articular el ejercicio del voto seguro
con mecanismos que reduzcan la presencialidad
simultánea del electorado el único día señalado
para la elección.
La ciudadanía líquida
Por último, parece evidente que los efectos del
confinamiento en la población van a agregarse a
alguno de los rasgos que se habían ido configurando en los últimos tiempos, vinculados fundamentalmente a los hábitos de vida creados en la
era exponencial. Las tic impactaron severamente
en una sociedad líquida, surgida tras el éxito del
neoliberalismo al menos en el terreno cultural.
Los valores del individualismo y de la competencia
se encontraban asentados en amplios sectores
de la población latinoamericana. El resultado, en
148
Conclusiones
términos de la nueva cultura política pergeñada,
impactó en dos ámbitos fundamentales de la política, como la confianza y la identidad que, a su vez,
están viéndose afectados durante la pandemia.
de las muertes registradas en el mundo, hay evidencias suficientes para tener una idea del impacto habido en sus sistemas políticos. No obstante,
cualquier análisis es provisional y puede sufrir
profundas alteraciones, habida cuenta de que la
pandemia no está aún controlada. Simultáneamente, la habitual imbricación de la política con
la economía y con lo que sucede en la sociedad
cobra especial relevancia en esta circunstancia.
La construcción y la pérdida de la confianza
están en tensión permanente. El escenario de
confinamiento y el imperio del miedo probablemente han socavado su ejercicio. Si se hablaba
continuamente de la falta de confianza en las
instituciones o en la clase política en relación con
las consecuencias que ello conlleva con respecto a la legitimidad de la política, es posible que
ahora este escenario se haya potenciado. Por otro
lado, se encuentra el asunto de la densidad del
capital social ante la que Putnam (2000) brindaba una propuesta de definición, según la cual la
confianza no era producto de una acción individualista, sino un activo social que construyen los
individuos de manera colectiva en el marco de las
comunidades.
A lo largo del año 2020, el profundo deterioro
de la economía latinoamericana con una caída
promedio en torno al 9 % del pib, el incremento
de la desigualdad, por ser el mayoritario sector
informal el más golpeado, y los efectos psicóticos
en diferentes grupos sociales, tienen y tendrán
un efecto substantivo. La disminución de la
confianza respecto a las instituciones políticas, el
incremento del malestar, así como la potenciación
de movilizaciones sociales demandando servicios, trabajo —en definitiva, atención— ocupan y
seguirán ocupando la agenda política. Esto es, un
escenario, por otro lado, muy heterogéneo, que
no hace sino agudizar aún más el cariz de democracia fatigada en el que se encontraba la región
al inicio de la pandemia.
En la generación de Facebook existe una creciente preocupación por el aprecio del ego y del narcisismo, los cuales se extienden en la sociedad.
Paralelamente, el diálogo como categoría política
en el rango, hasta hace poco conocido, aparece
como una antigualla, e incluso queda criminalizado en la medida en que en las redes en las que la
gente se mueve por innumerables estímulos se
potencia el resentimiento identitario y se anula el
pensamiento complejo. Se construyen identidades sobre la definición del yo que tienen dificultades de expresarse políticamente. Son identidades
que se basan en emociones que exigen no solo
respeto sino garantía de que los sentimientos no
sean ofendidos o que, como señala Lilla (2018),
cuando se presenta un asunto exclusivamente en
términos de identidad, se invita a que el adversario haga lo mismo.
Como ya se puso de relieve para mediados de
2020, la pandemia sorprendió a la región con un
marco muy desigual de capacidades estatales
(Martí i Puig y Alcántara, 2020). En efecto, los ingresos fiscales sobre el pib mostraban una horquilla que iba del 33,1 % de Brasil al 12,1 % de Guatemala, país que se veía acompañado por otros seis
con una cifra inferior al 20 % (Colombia, México,
Panamá, Panamá, Perú, República Dominicana y
Venezuela). La informalidad laboral, según la oit,
era superior a las dos terceras partes de la población en Bolivia, Guatemala, El Salvador, Honduras,
Nicaragua, Paraguay y Perú, mientras que solo
era inferior a un tercio en Uruguay (24,5 %). Esta
precariedad, no obstante, no dejó de ser óbice
para la implementación de diferentes paquetes
de apoyo puntual a sectores vulnerables como
ocurrió en Brasil, Colombia y Perú, entre otros.
Paralelamente se pusieron en marcha medidas
coercitivas desde el Ejecutivo, con evidente uso de
músculo estatal, que evidenciaron cierta diligencia en términos del establecimiento de confina-
La democracia en América Latina
bajo el covid-19
Veinte meses después de la llegada a la región
del virus sars-CoV-2 y de su rápida y profunda
expansión que ha supuesto que los países de
América Latina acumularan más de 1,5 millones
de fallecidos, lo que viene a suponer casi un tercio
149
Conclusiones
mientos más o menos generalizados, suspensión
de garantías, control de fronteras interiores y
exteriores.
los derechos civiles. De esta forma, 80 países de
entre 192 considerados habían visto cómo su democracia se debilitaba en mayor o menor grado
durante los nueve meses previos. Dentro de este
grupo el texto integraba a buena parte de los
países latinoamericanos. Era el caso de Argentina,
Bolivia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala,
Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay y Venezuela (Francia también estaba incluida en este
grupo).
En segundo lugar, la región intensificó la personalización de la política gracias al reforzamiento de
los presidentes. Si ya de por sí el presidencialismo
es una forma de gobierno que potencia la figura
del titular del Poder Ejecutivo, la pandemia fue
un marco en el que se exacerbó dicha tendencia
(García Montero, Barragán y Alcántara, 2021). Por
una parte, los otros poderes que habitualmente
tienen la tarea de contrapeso quedaron fuera de
juego durante los primeros meses por su condición de órganos pluripersonales con enormes dificultades para sesionar. Complementariamente,
el carácter unipersonal de la presidencia facilitó la
cadena de mando, la concentración de decisiones
en la mayoría de los casos de carácter técnico, así
como la centralización de la información.
Por otra parte, el trabajo del V-Dem Institute, Pandemic Backsliding: Democracy and Disinformation.
Seven Months into the Covid-19 Pandemic analiza
siete tipos de violaciones de estándares democráticos que vulneran los derechos humanos o que
desempeñan prácticas autoritarias. El resultado
del estudio para América Latina muestra que Brasil, México, Nicaragua y Venezuela han registrado
violaciones en mayor medida, mientras que las
acaecidas en Guatemala y Honduras adquieren
un matiz algo inferior. El Salvador, por su parte, es
uno de los países que tienen mayor riesgo de ver
deteriorada su situación democrática.
El período bajo la pandemia ha sido de transición,
en términos electorales, entre dos ciclos en los
que se concentran los comicios de la mayoría de
los países latinoamericanos. Durante su desarrollo, República Dominicana y Bolivia en 2020
y Ecuador, Perú, Nicaragua, Chile y Honduras
condujeron a sus ciudadanos a las urnas para
llevar a cabo elecciones presidenciales y legislativas (solo de estas últimas hubo también comicios
en El Salvador, México, Argentina y Venezuela). En
los dos primeros países las elecciones debieron
ser aplazadas por la pandemia una y dos veces
respectivamente. Los efectos de la pandemia
fueron poco relevantes a la hora de incidir en el
resultado, en gran medida por el hecho de que
—salvo en Nicaragua, país en que por otra parte
no se dieron las condiciones mínimas para la
celebración de unos comicios competitivos— los
presidentes en el poder no se presentaron para
revalidar sus mandatos.
Referencias bibliográficas
Alcántara, M. (dir.) (2020). América Latina vota,
2017-2019. Madrid: Tecnos.
Bauman, Z. (2002). En busca de la política. México:
fce.
García Montero, M., Barragán, M., y Alcántara,
M. (2021). Los Parlamentos en América Latina en
tiempos de pandemia. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
Lilla, M. (2018). El regreso liberal. Más allá de la
política de la identidad. Barcelona: Debate.
Martí i Puig, S., y Alcántara, M. (eds.) (2020). Política y crisis en América Latina. Reacción e impacto
frente a la Covid-19. Madrid: Marcial Pons.
Oszlak, O. (2020). El Estado en la era exponencial.
Buenos Aires: cedes-clad.
Putnam, R. (2000). Bowling Alone: The Collapse and
Revival of American Community. Nueva York:
Simon & Schuster.
Conviene señalar también la erosión que han
sufrido la democracia y el respeto a los derechos
humanos en la región, en perspectiva mundial.
El informe de Freedom House, Democracy under
Lockdown, señalaba que la pandemia ha exacerbado el declive que se venía registrando en el
mundo en los últimos 14 años de la libertad y de
150
Glosario
aiib
Asian Infrastructure Investment Bank
/Banco Asiático de Infraestructura e
Inversión
alba
Alianza Bolivariana para los Pueblos
de Nuestra América
alc
América Latina y el Caribe
aod
ayuda oficial al desarrollo
bcie
Banco Centroamericano de Integración Económica
(cabei, por sus siglas en inglés)
bid
Banco Interamericano de Desarrollo
bri
Belt and Road Initiative/La Franja y la
Ruta
caf
Comunidad Andina de Naciones
(anteriormente Pacto Andino)
caricom
Comunidad del Caribe
cdn
Contribución Determinada a Nivel
Nacional
(ndc, por sus siglas en inglés)
celac
cepal
Corte Interamericana de Derechos
Humanos
covid-19
enfermedad causada por el coronavirus sars-CoV-2
flar
Fondo Latinoamericano de Reservas
fmi
Fondo Monetario Internacional
ied
inversión extranjera directa
iva
impuesto al valor agregado
mcca
Mercado Común Centroamericano
Mercosur Mercado Común del Sur
Corporación Andina de Fomento
/Banco de Desarrollo de América
Latina
can
cidh
mila
Mercado Integrado Latinoamericano
ocde
Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos
oim
Organización Internacional para las
Migraciones
oit
Organización Internacional del Trabajo
omc
Organización Mundial del Comercio
oms
Organización Mundial de la Salud
ops-oms
Organización Panamericana de la
Salud
owd
OurWorld in Data
pea
población económicamente activa
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
Comisión Económica para América
Latina y el Caribe
151
pib
producto interior bruto
picc
Panel Intergubernamental de Cambio
Climático
(ipcc, por sus siglas en inglés)
pnud
Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo
pnuma
Programa de Naciones Unidas
para el Medio Ambiente
tic
tecnologías de la información
y de la comunicación
ue
Unión Europea
unctad
Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo
undoc
Oficina de las Naciones Unidas
contra la Droga y el Delito
weo
Perspectivas de la economía mundial,
fmi.
152