ROMANISTIK
Fraseopragmática
Inés Olza/Elvira Manero Richard (eds.)
Frank & Timme
Verlag für wissenschaftliche Literatur
Inés Olza/Elvira Manero Richard (eds.)
Fraseopragmática
Romanistik, Band 15
Inés Olza / Elvira Manero Richard (eds.)
Fraseopragmática
Verlag für wissenschaftliche Literatur
Umschlagabbildung: David Prieto García-Seco
Editoras del volumen:
Inés Olza (Instituto Cultura y Sociedad (ICS) y Grupo GRADUN. Universidad de Navarra,
España)
Elvira Manero Richard (Grupo FRASEMIA. Universidad de Murcia, España)
Comité editorial:
David Prieto García-Seco (FRASEMIA. Universidad de Murcia, España)
Mª Ángeles Solano Rodríguez (FRASEMIA. Universidad de Murcia, España)
La publicación de este volumen ha contado con el soporte económico de los proyectos de
investigación “El discurso público: estrategias persuasivas y de interpretación” (Instituto
Cultura y Sociedad, Universidad de Navarra) y “Metodología de análisis del discurso:
propuesta de una lingüística del texto integral” (Ministerio de Ciencia e Innovación, ref.
FFI2010-20416).
ISBN 978-3-86596-448-9
ISSN 1860-1995
© Frank & Timme GmbH Verlag für wissenschaftliche Literatur
Berlin 2013. Alle Rechte vorbehalten.
Das Werk einschließlich aller Teile ist urheberrechtlich geschützt.
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www.frank-timme.de
ÍNDICE
I NÉS O LZA / E LVIRA M ANERO R ICHARD
Introducción: el necesario “giro pragmático” en la Fraseología .................................... 7
Primera parte. Perspectivas fraseográficas y contrastivas
I NMACULADA P ENADÉS M ARTÍNEZ
La imagen subyacente a las locuciones como criterio de marcación
diafásica .......................................................................................................................... 23
P ABLO Z AMORA / A RIANNA A LESSANDRO
Unidades fraseológicas periféricas, marcadores discursivos e
interjecciones: consideraciones pragmáticas y discursivas en la
traducción italiano/español ........................................................................................... 49
A NA M ANSILLA
El lenguaje hostil en la fraseología contrastiva alemán-español
desde un enfoque pragmático........................................................................................ 83
Segunda parte. Funciones textuales y discursivas
J EAN -C LAUDE A NSCOMBRE
Paremias, normas de acción y estructura semántica .................................................. 109
E LVIRA M ANERO R ICHARD
En boca cerrada no entran moscas. Algunos apuntes
sobre el valor discursivo del refrán en textos periodísticos ...................................... 127
L EONOR R UIZ G URILLO
Apuntando maneras: el papel de la fraseología en el humor ...................................... 167
I NÉS O LZA
Marcadores de unidades fraseológicas y actitudes de enunciación
en la argumentación periodística ................................................................................ 185
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5
Tercera parte. Procesos de fijación y gramaticalización
C ARMELA P ÉREZ -S ALAZAR R ESANO
Sobre las fórmulas nada de eso, de eso nada; por cosa (del mundo),
por nada (del mundo). Cronología, valores y especialización pragmática ...............231
C ATALINA F UENTES R ODRÍGUEZ
Marcadores argumentativos escalares y gramaticalización .......................................263
C ARMEN M ELLADO B LANCO
La gramaticalización de las restricciones y preferencias de uso
de las unidades fraseológicas del español y alemán desde un enfoque
cognitivo-pragmático ...................................................................................................303
Cuarta parte. Nuevos acercamientos desde la Pragmática
G LORIA C ORPAS P ASTOR
Detección, descripción y contraste de las unidades fraseológicas mediante
tecnologías lingüísticas ................................................................................................335
E STEBAN T. M ONTORO DEL A RCO
Valores pragmáticos de las locuciones pronominales ................................................375
A INA T ORRENT
El rol de las locuciones como elementos de intensificación .......................................399
6
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E STEBAN T. M ONTORO DEL A RCO (Universidad de Granada)
Valores pragmáticos de las locuciones pronominales1
Resumen
La locución pronominal ha sido una categoría olvidada, tanto en la descripción
gramatical como en la fraseológica. Ello se ha debido, en gran parte, a la complejidad
teórica que encierra el concepto mismo de pronombre. El propósito de este trabajo es
doble: en primer lugar, se describe el recorrido teórico del concepto de locución
pronominal desde la formulación de Julio Casares hasta la actualidad; en segundo
lugar, se exponen los valores pragmáticos que caracterizan el uso de las locuciones
pronominales frente a los pronombres equivalentes, a partir del análisis de ejemplos
contextualizados de unidades pertenecientes a las subcategorías personal e indefinida.
Palabras clave:
fraseopragmática
locución
pronominal,
pronombre,
pragmática,
fraseología,
Abstract
The category of pronominal locutions has been neglected in grammatical descriptions
as well as in phraseological studies. This is mainly due to the theoretical complexity of
the very concept of pronoun. This chapter has a double aim: on the one hand we describe the theoretical development of the category of pronominal locutions since its first
formulation by Casares; and on the other hand we approach to the pragmatic values
that motivate the use of pronominal locutions instead of pronouns. These values are
illustrated here by means of contextualized examples of personal and indefinite pronominal locutions.
Keywords: pronominal locution, pronoun, pragmatics, phraseology, phraseopragmatics.
............................................
1
Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto PASOS-GRANADA (Patrones sociolingüísticos del español
de Granada), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (Ref. FFI2011-29189-C05-05).
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1
La locución pronominal: una categoría preterida
Como es sabido, las clases de palabras propias de la descripción gramatical
constituyen la base de los diferentes tipos de locuciones de la descripción
fraseológica. La equivalencia entre palabras (unidades monoverbales) y locuciones (unidades pluriverbales) se suele interpretar, como mínimo, desde dos
puntos de vista: a) funcional: palabras y locuciones pueden ocupar un mismo
hueco funcional en el eje sintagmático; b) designativa o categorial: unas y otras
no son sino manifestaciones formales de un mismo “modo de significar”
(Coseriu 1978). Es decir, aunque un sustantivo (por ejemplo, ventana) y una
locución sustantiva (por ejemplo, ojo de buey) sean unidades diferentes desde
el punto de vista de su forma y estructura interna, se entiende, por un lado,
que pueden ocupar un mismo lugar en la cadena sintáctica y, por otro, que
“categorizan” la realidad de un modo similar por pertenecer a la categoría
sustantiva.
El lexicógrafo granadino Julio Casares (1992 [1950]) supo encauzar una
tradición gramatical y lexicográfica en la que hubo referencias dispersas y
aisladas a las locuciones (identificadas con diversos términos como frase,
expresión, modismo, etc., vid. Montoro 2002) y en la que, de forma general, se
asumía implícitamente el criterio de equivalencia funcional antes señalado.
Aunque previamente los gramáticos de la tradición habían ido mostrando la
relación entre algunas categorías (preposiciones y locuciones prepositivas;
conjunciones y locuciones conjuntivas; adverbios y locuciones adverbiales),
suyo es el primer intento de extensión de esta relación al sistema completo de
las clases de palabras. Los fraseólogos posteriores han asumido este sencillo
principio y han basado sus clasificaciones en dicho paralelismo; las posibles
diferencias entre ellas, por tanto, se deben a la existencia de opiniones diversas
sobre la propia clasificación de base de las palabras2.
Continuando una larga tradición gramatical, Casares distingue, en primera
instancia, entre locuciones conceptuales (o significantes) y locuciones conexivas:
las primeras son concebidas como “las que constan de uno o más elementos
significantes”, esto es, las que integran lo que hoy conocemos como palabras
............................................
2
Un ejemplo de ello es la controversia en torno a la locución conjuntiva: por ejemplo, Ruiz Gurillo (2001) no
considera la conjunción como una clase diferenciada de la de los marcadores del discurso, por lo que engloba
todas las locuciones equivalentes a conjunciones en la categoría de las locuciones marcadoras. González
Calvo (2003), por su parte, se desmarca de la mayoría de los fraseólogos al considerar la existencia de
locuciones determinativas (equivalentes a determinantes) como categoría específica.
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léxicas3: nominales (ojo de buey), adjetivales (de brocha gorda), verbales (poner
de vuelta y media), participiales (hecho un brazo de mar), adverbiales (en un
santiamén), pronominales (cada quisque) y exclamativas (¡Ancha es Castilla!);
las segundas son aquellas cuyo “humilde oficio se reduce a establecer un nexo
sintáctico”, esto es, las conjuntivas (con tal que) y las prepositivas (en pos de).
Como se comprueba, la locución pronominal encontró también su espacio
teórico en la propuesta de Casares, en función de su equivalencia sintácticofuncional (“oficio”) con la clase de los pronombres, cuyo estatus como clase
verbal diferenciada ningún gramático o lexicógrafo discutía por aquel
entonces:
Hay también locuciones pronominales, porque hacen oficio de pronombres. Este cura, un servidor, representan a la persona que habla;
cada quisque, el que más y el que menos equivalen a los indeterminados
“cualquiera” o “cualesquiera”; uno que otro es tanto como “algunos”
(Casares 1992 [1950]: 171-172).
Sin embargo, en su trabajo no encontramos más mención que la anterior, pues,
según él, la existencia de un número muy limitado de unidades susceptibles de
ser identificadas con el término “locución pronominal” hacía que esta no
tuviera ninguna relevancia para la marcación lexicográfica, según la perspectiva aplicada que adopta y que gobierna su estudio: “algunos de los casilleros
de nuestra terminología, como el de ‘locución participial’ o el de ‘locución
pronominal’, tienen tan escaso contenido que no parece indispensable inventar
para el caso una abreviatura especial” (Casares 1992 [1950]: 184). Por
consiguiente, Casares tuvo la virtud de reconocer la existencia de las locuciones pronominales, pero, al mismo tiempo, su estudio tuvo un efecto
negativo para esta categoría: las relegó a un segundo plano y provocó que
cayeran en el olvido.
En efecto, desde entonces estas unidades han recibido muy escasa atención
en los estudios fraseológicos. Como detalla Montoro (2006: 112-113), algunos
gramáticos españoles posteriores asumieron la teoría de Casares y se limitaron
a mencionar la categoría pronominal en sus respectivas clasificaciones de las
............................................
3
Las palabras léxicas, según sus palabras, son aquellas “a las que corresponde una representación mental, una
idea, un concepto, aunque no sea el mismo que tienen normalmente fuera de las locuciones” (Casares 1992
[1950]: 171).
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locuciones, pero no profundizaron más en ello: así lo hacen, por ejemplo,
Melendo (1965), Marcos Marín (1972) o Hernando Cuadrado (1990). Otros
autores, ya más directamente vinculados a la tradición específicamente
fraseológica (Zuluaga 1980; Corpas Pastor 1996; Ruiz Gurillo 2001; GarcíaPage 2003), optaron por desmarcarse incluso de esta costumbre y eliminaron
dicha categoría, que con frecuencia pasó a integrarse como un subtipo más de
la genérica locución nominal. Esta es la propuesta de Zuluaga (1980), quien se
hace eco de la clasificación del granadino en un pasaje aislado de su
monografía:
El valor categorial no es una ‘función’ en la oración sino un modo de
significación que representa la posibilidad de determinadas funciones;
por ej., indicar que una locución es nominal significa, desde el punto de
vista funcional, que dicha locución puede ser sujeto, objeto directo o
indirecto […] Así pues la caracterización categorial o gramatical es el
punto de partida para la descripción funcional de las locuciones.
Dicha caracterización permite tener en cuenta todas las locuciones
posibles, tanto las que presentan significado léxico como las que
carecen de él. Por ejemplo, la locución cada quisque presenta solamente
valor categorial de sustantivo, debe ser considerada dentro de las
locuciones nominales (Zuluaga 1980: 150).
[…] Como ya indicamos, la locución cada quisque, clasificada aparte como
pronominal, por Casares, puede ser considerada como perteneciente a esta
clase [nominal], precisamente porque tiene el significado categorial de
sustantivo, común a todas (Zuluaga 1980: 152).
Zuluaga –siguiendo a Coseriu4– entiende la categoría nominal como categoría
conceptual abstracta o categoría del hablar, la cual se puede ver materializada a
través de distintas formas o categorías formales. La locución pronominal, en
definitiva, no sería sino una de las categorías formales de la locución nominal.
............................................
4
En el término valor categorial del texto de Zuluaga encontramos claramente la huella coseriana: “una
categoría puede presentar varios modos categoriales y, por consiguiente, la clase que le corresponde
comprenderá, como miembros, varias clases. Así, a la categoría del sustantivo corresponden los modos del
pronombre sustantivo, del nombre común y del nombre propio […] las categorías verbales son, pues,
categorías del hablar, modos significativos “universales” que se comprueban en la actividad lingüística
concreta y se definen sin referencia necesaria a una lengua determinada” (Coseriu 1978: 63-64).
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Corpas Pastor (1996) opta también por subsumir varias de las locuciones
significantes de Casares bajo la categoría de la locución nominal:
Dentro de las locuciones nominales se engloban también las ‘locuciones
infinitivas’ de Casares […] así como las expresiones deícticas carentes
de otro significado léxico, del tipo menda lerenda (‘se refiere a la
primera pers de modo aún más expresivo’, GDLE), el mismo que viste y
calza (‘fr. fig. y fam. Con la que se corrobora la identidad de la persona
que habla o de quien se habla’, DRAE), cada quisque (‘Todos sin
excepción, cada uno, LDPL), ni torta/ni jota (‘Nada en absoluto’, LDPL), ni
dios (‘Absolutamente nadie’, LDPL) o todo dios (‘Todo el mundo, todos
sin excepción, LDPL) (Corpas Pastor 1996: 96).
Decisiones del mismo tipo, por otra parte, vienen de la mano de gramáticos
para quienes la existencia misma del pronombre como categoría diferenciada
es cuestionable, pues la conciben más bien como una categoría transversal
(que se reparte por el resto de las clases de palabras en virtud de su función
sintáctica nominal, adjetiva o adverbial). Es el caso de González Calvo (2003),
en cuya clasificación no figura la locución pronominal:
“locuciones según la ‘función
sintáctica’ o el tipo de núcleo”
“equivalentes a nexos de relación
y determinantes”
locución nominal (sustantiva)
locución adjetiva
locución verbal
locución adverbial
locución interjectiva
locución determinativa
locución prepositiva
locución conjuntiva
Figura 1: Clasificación de González Calvo (2003)
Curiosamente, en otras tradiciones fraseológicas la locución pronominal ha
tenido una trayectoria muy parecida. Así, en el ámbito alemán, Fleischer
(1997), siguiendo a Černyševa (1975), reconoce la existencia de pronominale
Phraseologismen (‘fraseologismos pronominales’), pero reduce su nómina a
solo cuatro ejemplos de binomios fraseológicos (phraseologische Wortpaare):
“sich nach allem und jedem (erkundigen) (‘nach allem ohne Ausnahme’)”,
‘(interesarse) por todos y cada uno (‘por todos sin excepción’)’; “dies und das
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(‘allerlei Verschiedenes’)”, ‘esto y aquello (‘mezcla de diferentes cosas’)’; “dieser
und jener (‘einige’)”, ‘unos cuantos (‘algunos’)’; y “der und der (‘ein bestimmter
Mensch, der nicht genauer bezeichnet wird’)”, ‘este y aquel’ (‘una persona
determinada que no se identifica de forma concreta’)’. Sin embargo, tras
afirmar que su número es muy escaso (“ihre Zahl ist auβerordentlich gering”,
Fleischer 1997: 139), los deja a un lado y se dedica preferentemente a las clases
prototípicas: las locuciones sustantivas, adjetivas, adverbiales y verbales. Y
Burger (2003: 41-43) hace lo propio, pues ni siquiera menciona la existencia de
las locuciones pronominales en su clasificación sintáctica de los Phraseolexeme.
La imprecisión teórica propia de estas unidades tiene lógicamente sus
repercusiones en obras de corte más aplicado. García-Page (2008) pone de
manifiesto la confusión terminológica que afecta a estas unidades si se utiliza
el criterio de equivalencia categorial, como se comprueba en las marcas de los
diccionarios:
[…] la existencia de la locución pronominal como clase distinta de la
locución nominal estaría sustentada en su equivalencia a un pronombre
(todo dios = todos, el que más o el que menos = cualquiera), si bien con la
restricción de que el pronombre equivalente es preferentemente
personal o indefinido; tal equivalencia no manifiestan las locuciones
nominales propiamente dichas (noche toledana, cuento chino, el más
allá…). No obstante, el criterio de la equivalencia ha provocado
vacilaciones en el tratamiento de algunas expresiones concretas, como
ilustran las expresiones ni rey ni roque y todo el mundo, descritas, unas
veces, como locuciones pronominales y, otras, como nominales (comp.
p. ej., el DRAE y el DEA) (García-Page 2008: 91).
Este problema no solo afecta a los diccionarios generales mencionados por este
autor, sino también a los diccionarios fraseológicos. Por citar un caso paradigmático, en la introducción del Diccionario de locuciones nominales, adjetivas y pronominales para la enseñanza del español de Penadés (2008) se explica
de forma muy escueta que se ha utilizado un criterio de equivalencia (se
entiende que funcional) para la selección de las entradas:
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Los fraseologismos incluidos son propios del español peninsular y
corresponden a las locuciones que equivalen a un nombre o a un
sintagma nominal (Mi madre era un alma de Dios, una mujer muy
entregada a su casa), a un adjetivo o a un sintagma que funciona como
un adjetivo (Son unos tomates de cine) y a un pronombre (Vamos a
pedir dinero a todo Dios) (Penadés 2008: 9).
El modelo de locución pronominal elegido en este último texto, todo Dios
(‘todos’, ‘todas las personas’), no ofrece dudas, pues el hueco funcional que
ocupa es prototípicamente pronominal (‘Les vamos a pedir dinero a todos’) e
incluye el morfema de persona gramatical (3.ª del singular, aunque por el
significado sea plural). Sin embargo, en el cuerpo del diccionario se marcan
también como pronominales secuencias como un cojón o un comino
(equivalentes a los indefinidos ‘mucho’ o ‘poco’, respectivamente):
un cojón pron. (c1) vulg. Mucho: Lleva un terno italiano que vale un
cojón. *un cojón. Se construye generalmente con los verbos costar o valer:
En algunas tiendas de licores, tienen alcohol etílico puro, pero cuesta un
cojón.
un comino pron. (b2) infor. Nada: Solía repetir: La vida no vale un
comino. *ni gorda. La locución se utiliza en oraciones negativas: El capó
levantado no te deja ver un comino (Penadés 2008: 155).
Por contra, no se marcan así otras como un Congo (y, por extensión, cuatro
cuartos), que equivalen tanto funcional como semánticamente a un cojón e incluso se colocan con los mismos verbos:
un Congo m. (b2) infor. Una cantidad grande de dinero: La blusa no es
de seda natural, sin embargo es italiana y cuesta un Congo. *cuatro
cuartos. Se construye con los verbos costar, valer u otros semejantes: Les
he comprado unos a mis hijos que me han costado un Congo. El
elemento Congo de la locución puede escribirse en minúscula. La
compañía telefónica, por las conexiones a la red de Internet, cobra un
congo (Penadés 2008: 155).
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Se intuye que el motivo de no marcar como pronominales tanto un Congo
como cuatro cuartos consiste en que no se utilizan como proformas genéricas,
pues incluyen el sema específico ‘dinero’ en su significado (como en otras
unidades que tampoco aparecen marcadas así: un duro, un riñón, un pastón, un
Perú, un sentido, etc.); pero, si este fuera realmente el motivo, no habría de
considerarse tampoco la anterior un cojón como locución pronominal, puesto
que hace referencia también a una cantidad grande de dinero, tal y como se
refleja en todos los ejemplos propuestos en la entrada correspondiente.
En realidad, cabría incluso preguntarse si estas secuencias son realmente
pronombres o si, por el contrario, están más cerca de la categorial adverbial
(adverbios de cantidad). El uso del criterio de equivalencia funcional, de
hecho, entraña este peligro cuando se mezcla con el semántico: una forma
indefinida como mucho tiene una referencia nominal e indica semánticamente
un número elevado, pero puede funcionar unas veces como adjetivo determinativo (“Ha costado mucho dinero”) y otras como pronombre indefinido (“Ha
costado mucho”/“Lo ha costado”) o como adverbio de cantidad (“Ha costado
mucho convencerle”). Esta confusión la resuelve la Academia en la última
edición de su gramática a través del concepto transversal de cuantificador5:
En la tradición gramatical hispánica ha sido frecuente analizar los
indefinidos y los numerales cardinales como clases de adjetivos,
entendiendo adjetivo en sentido amplio, es decir, como aquella
categoría que modifica a los sustantivos (alguna oportunidad, tres
árboles, varios aciertos, todo cuerpo, sin duda {ninguna~ alguna},
¿Cuántos gorriones viste?), y también como una clase de pronombres, en
tanto que pueden subsistir sin los sustantivos y desempeñan las mismas
funciones sintácticas que ellos (No me queda ninguna; He leído tres;
Llegaron todos; Alguno habrá; ¿Cuántos viste?). […] Si los indefinidos
han de constituir una subdivisión de los adjetivos (No le dio muchas
oportunidades), otra subdivisión paralela de los pronombres (No le dio
muchas) y otra de los adverbios (Últimamente no viajo mucho), habrá de
reiterarse buena parte de sus propiedades cuando se analice por
separado cada una de estas tres clases de palabras.
............................................
5
No obstante, como puede observarse, no se prescinde de la categoría de pronombre, entendiendo por tal el
elemento que puede sustituir a otro que ejerce una función específicamente nominal.
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[…] Estas consideraciones y otras similares justifican que haya pasado a
ser de uso general en la lingüística contemporánea el concepto
transversal de cuantificador, en el sentido de ‘categoría gramatical que
expresa cantidad, número o grado’. […] los cuantificadores pueden ser
elementos adverbiales (La película no me gustó nada), pronominales
(Hoy he preparado poco, refiriéndose al café) o adjetivales (Te quedan
algunos días). Pueden ser también nominales, como en la inmensa
mayoría de los ciudadanos (NGRAE 2009: 47).
Sin embargo, en el texto académico, aunque se tiende a integrar la fraseología
en la descripción gramatical, no se recogen las locuciones pronominales, como
podría esperarse tras lo dicho hasta aquí. La institución dedica un apartado a
las que denomina “expresiones lexicalizadas y semilexicalizadas” (NGRAE
2009: 53-54), donde se tratan las locuciones nominales, adjetivas, preposicionales, adverbiales, conjuntivas, interjectivas y verbales. Frente a ellas, a los
pronombres tan solo se les aplica el concepto de grupo (empleado en esta obra
como ‘sintagma’), de modo que se utiliza el grupo pronominal para los casos en
que no se puede hablar estrictamente de grupo nominal (‘sintagma nominal’) a
causa de las propiedades sintácticas específicas del pronombre que actúa como
núcleo:
Se distingue algunas veces como unidad sintáctica el grupo pronominal
(quién de ustedes, aquellos de los que me están escuchando), pero otras
muchas no se reconoce como tal porque se suele asimilar al grupo
nominal en varias propiedades. A pesar de que esta asimilación parcial
es correcta, en esta gramática se usará ese concepto, que se aplicará
específicamente a los casos en que los nombres y los pronombres no
compartan algún aspecto fundamental de su sintaxis (NGRAE 2009:
60).
En otros pasajes aislados de la obra se recogen locuciones pronominales, pero
bajo otras denominaciones genéricas, vagas e imprecisas, como la de expresión,
con la que se identifica la unidad mi menda:
Está en decadencia el empleo de otras formas que se ajustan al mismo
esquema. Son propias de la lengua popular de España, así como de
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ciertos registros sumamente informales, las expresiones (mi) menda y
(mi) menda lerenda, que tienen su origen en el caló. Son hoy de escaso
uso, pero se atestiguan en la lengua literaria como parte de los recursos
idiomáticos que caracterizan a determinados personajes. El posesivo de
primera persona que contienen es potestativo (a diferencia del que
aparece en fórmulas como la citada mi persona). Concuerdan siempre
con el verbo en tercera persona: […] Se registran también estas
expresiones con demostrativos: este menda/esta menda. Con el
demostrativo este, esta se crean más libremente otros grupos nominales
que se refieren al hablante (este cura, este abogado). Se forman otros
similares con artículos definidos y complementos determinativos que
introducen mayores circunloquios, como el hijo de mi madre (NGRAE
2009: 1163-1164).
En suma, la existencia de la locución pronominal como clase de locución no es
sino un corolario automático del paralelismo que se estableció entre las clases
de palabras y las clases de locuciones. Sin embargo, el pronombre es una clase
verbal muy especial, de difícil definición y clasificación, lo que ha dificultado
sin duda el estudio de las locuciones equivalentes.
2
Pronombres y locuciones pronominales
El pronombre es una categoría tradicional que entra en casi todos los sistemas
de clases de palabras que se han ido sucediendo a lo largo de la historia de la
codificación gramatical del español (Calero Vaquera 1986; Gómez Asencio
1981). Tradicionalmente se definía, aplicando el criterio etimológico subyacente al propio término, como clase vicaria de la clase del nombre (y, en concreto, del nombre propio): esto es, como palabra que sustituye al nombre para
evitar su repetición. En este tipo de definición se aplicaba un criterio
sintáctico-colocacional e intraoracional, puesto que la función del pronombre
era representar a un nombre solo en sus rasgos gramaticales y colocarse en los
mismos contextos que este. A esta “teoría sustitutiva” (así llamada por Gómez
Asencio 1981: 172-178), se unía su relación con las personas que intervienen
en el discurso, esto es, con la deixis implícita en la categoría morfológica de
“persona”. Esta asociación hizo que se incluyesen en el paradigma pronominal
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también los posesivos y demostrativos. Con ello, además, se relacionaba el
pronombre no ya solo con elementos de tipo nominal, sino también adjetivos;
aparte, por la vía particular de la tercera persona (o no-persona) se engrosó
también con la categoría de los pronombres indefinidos. Como consecuencia,
el pronombre aúna dentro de un mismo grupo paradigmas muy diferentes
entre sí, con un elenco propio de unidades y un funcionamiento muy dispar
(Satorre 2002), lo que ha provocado múltiples discusiones acerca de su
verdadera naturaleza, para algunos meramente semántica (Barrenechea 1969),
para otros funcional (Álvarez Martínez 1984), etc.
A pesar de ello, hoy día parece aceptarse que la categoría pronominal reúne
los paradigmas antes señalados (personales, posesivos, demostrativos e
indefinidos), y que estos son cerrados y están formados por unidades del
sistema. Las locuciones pronominales, en principio, serían equivalentes a los
pronombres correspondientes, de acuerdo con el principio de equivalencia
funcional y categorial. Esto es, unos cuantos equivale a ‘algunos’ y mi menda a
‘yo’ (este último en cuanto a su referente deíctico, no desde el punto de vista
gramatical). ¿Cuál sería, entonces, el valor de las locuciones pronominales?
Pueden aventurarse dos explicaciones: la menos probable es que la locución
nazca como solución para una necesidad no resuelta del sistema pronominal,
pues es bien conocida la ambigüedad potencial de algunos pronombres, como
en el caso de los posesivos de tercera persona (su, suyo, etc.). La más probable
es que la locución aporte un matiz especial, de forma que, para determinar su
valor con respecto a los pronombres equivalentes, habría que añadir a los
conceptos de equivalencia funcional y equivalencia categorial otro tipo más de
equivalencia, que es el que realmente implica una diferencia: el de equivalencia
pragmática. La definición categorial de un pronombre y una locución puede
ser idéntica, pero uno y otra se diferenciarán por los valores pragmáticos que
la última aporta. Ello nos exige considerar un valor neutro frente a uno
marcado según los siguientes posibles puntos de vista: a) la estrategia
pragmática vinculada al uso de la locución (intensificación, atenuación, etc.);
b) la estratificación sociolingüística o la variación dialectal; c) la asociación a
alguna modalidad lingüística (oral/escrita); o d) la fijación textual (en una
parte específica del texto, cumpliendo alguna función en determinado tipo de
texto, etc.).
A continuación, vamos a ejemplificar los valores que aportan las locuciones
pronominales a través de locuciones equivalentes, por un lado, a pronombres
personales y, por otro, a pronombres indefinidos.
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3
Locuciones pronominales personales
En español, lengua en la que la presencia del sujeto no es obligatoria (a
diferencia del francés o del alemán, por ejemplo), la presencia/ausencia del
pronombre personal en esa posición es altamente significativa desde el punto
de vista pragmático. Su aparición, en muchos casos, ha de entenderse como
una marca que enfatiza el contraste con una alternativa que se infiere a partir
del contexto. Cumple, pues, con la primera heurística (o principio C) de
Levinson (2004) –basada en la máxima de cantidad de Grice–, según la cual
“lo que no se dice no es el caso”. Así ocurre con el uso del pronombre personal
tónico de segunda persona en (2), en una situación donde la expresión no
marcada o neutra sería la representada en (1):
(1) Deberías venir.
(2) Tú deberías venir.
[++> ‘hay otros que quizá no deberían venir o cuya presencia no
es necesaria’]
El uso del pronombre en (2) implica una oposición con respecto a ‘otros’ que
no está presente en (1) y que resulta altamente informativa, pues no tendría
sentido utilizar el pronombre si lo que queremos implicar es que ‘todos
deberían venir’; es decir, sería improbable (2b):
(2b) # Tú deberías venir y los demás también.
De igual modo que la presencia/ausencia de sujeto, el uso de locuciones
pronominales frente a los pronombres personales rompe con lo esperable y,
desde un punto de vista pragmático, supone una intensificación, entendida, de
acuerdo con Briz (1998) y Albelda (2007), como estrategia destinada a obtener
una mayor eficacia comunicativa. En este caso, se trata de la reafirmación del
contraste entre la persona representada por la locución y las posibles
alternativas. Nos vamos a fijar, como ejemplo, en las siguientes locuciones pronominales, que equivalen referencialmente a la primera persona del singular
(‘yo’): mi menda y mi polla.
El menda, mi menda o mi menda lerenda son variantes de una locución
procedente del caló que el español ha asumido como suya y que está asociada fundamentalmente a contextos conversacionales y coloquiales. En (5),
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el uso de mi menda implica, frente a la ausencia de pronombre en (3) o el
uso del pronombre regular (4), una voluntad de imposición de una realidad,
la muestra de una decisión propia e inamovible frente a posibles objeciones:
(3) Me voy.
(4) Yo me voy.
(5) Mi menda se va.
Obsérvese que el contraste resulta más marcado conforme se avanza en la
escala formada por las tres posibilidades anteriores: ausencia de sujeto >
pronombre > locución pronominal6. Así es como debemos interpretar la
rotunda declaración de un político recogida por el periodista en el siguiente
texto (6), donde el primero se autoafirma a través del uso de la locución y dota
de mayor fuerza ilocutiva a su enunciado (frente a un hipotético “A mí nunca
me van a ver en una lista electoral”):
(6) “Si Fraga marcha de aquí mañana, yo marcho también”, asegura el
empresario Rosendo Naseiro, secretario de Finanzas del Partido
Popular (PP), citado repetidamente en los últimos días como
presunto inductor de sobornos políticos. La fidelidad a don
Manuel, junto a sus múltiples negocios y aficiones, pesan mucho
más en él que la política y que el PP. “A mi menda nunca le van a
ver en una lista electoral”, asegura; “nunca he cantado el Cara al
sol y nadie me ha dado nada en la vida” (España, El País, 1989,
ápud CREA <www.rae.es> [fecha de consulta: 23/11/2010]).
Con el mismo valor deíctico de primera persona, encontramos un caso muy
llamativo en el habla de Granada, donde se usa la locución pronominal mi/su
polla7. Esta se ha formado a partir de una metonimia en la que se escoge una
............................................
6
Así define Levinson el concepto de escalaridad: “A linguistic scale consists of a set of linguistic alternates, or
contrastive expressions of the same gramatical category, which can be arranged in a linear order by degree of informativeness or semantic strength. Such a scale will have the general form of an ordeded set (indicated by angled brackets) of linguistic expressions or scalar predicates, e1, e2, e3… en, as in: [(117) <e1, e2, e3, … en>] (e1),
A(e2), etc.; and where A(e1) entails A(e2), A(e2) entails A(e3), etc., but not vice versa” (Levinson 1983: 133).
7
Pueden encontrarse ejemplos también en los que la locución cumple una función deíctica de segunda
persona (tu polla): “¡Olé tu polla!”; y también de tercera persona (su polla), como en el siguiente ejemplo,
extraído de un foro de internet: “que CABRON!!!!!!!!!!!!! y te lo digo con todas las letras!!!!!!! tanto que si de
segunda mano que si hostias y va su polla y se compra uno new, no hay miseria!!!!!!!!!!!!!!!!”
(<http://www.fansdeapple.com/showthread.php?t=6063> [fecha de consulta: 23/11/2010]).
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parte (el órgano sexual masculino) como representante del todo (el individuo
en cuestión). Aparte de ser dialectal, este uso está localizado en niveles
socioculturales bajos y es más bien propio del ámbito juvenil.
El ejemplo (7) forma parte de un titular publicado en un periódico
granadino, el diario Ideal de Granada, en el que se transcribían las palabras
textuales del individuo protagonista de un suceso, cuando menos, llamativo:
(7) Condenado un chatarrero por irrumpir con una pistola en un
puticlub al grito de “esta noche manda mi polla” (Ideal, 6/8/2008).
Dentro de la violencia implícita del acto del que se informa, un hipotético “esta
noche mando yo” se localizaría en un grado inferior en una escala de fuerza
ilocutiva y no se correspondería de forma tan precisa con la vehemencia del
sujeto en cuestión.
Frente a lo que alguien podría inferir en primera instancia, esta unidad no
es una creación ocasional relacionada con el contexto específico de las
actividades que se llevan a cabo en el establecimiento mencionado en el ejemplo anterior, sino que está totalmente gramaticalizado o pragmat(ical)izado. Al
ser una expresión coloquial y vulgar, se encuentran escasos testimonios en la
red, los cuales además, en la mayoría de los casos, consisten en meras reproducciones en estilo directo de lo dicho por otros hablantes. Estos son algunos
ejemplos:
(8) “Cuidadito con lo que hacéis”, “ya he cortado cabezas”, “aquí se
hace lo que manda mi polla”, “que te enteres de que lo he puesto
en conocimiento del partido”. Estas frases las pronunció Antonio
Lopera López, gerente de la Agencia de Innovación y Desarrollo
de Andalucía (IDEA) en Granada desde 2004 hasta febrero de
2009, quien ha sido sancionado por falta laboral muy grave con el
“traslado forzoso” de esta provincia durante tres años para “evitar
cualquier tipo de contacto” con los 26 trabajadores que cuenta ese
centro. Es la primera vez que ha trascendido una medida de este
tipo en la Administración autonómica (<http://elpais.com/diario/
2009/08/01/andalucia/1249078924_850215.html> [fecha de consulta: 3/9/2012]).
(9) Y este cubata pa’ mi polla (<http://es.erasmoos.com/blogs/new_
blogtblog/que-pollas-dices.html> [fecha de consulta: 3/9/2012]).
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A pesar del contenido literal de esta locución, tan vinculado al sexo masculino,
puede encontrarse también con un referente no animado y de género femenino (10), lo que no es sino un indicio del grado de gramaticalización que la
unidad ha alcanzado:
(10) Porque en Granada tenemos una Federación que da auténtica
vergüenza, diría que la peor de las ocho provincias. La Andaluza
sacó una circular en la que obligaba a las delegaciones a finalizar
las competiciones provinciales a 12 de Abril y tener un campeón
para la fase de ascenso. Pues bien, la granadina va su polla y hace
un calendario con 20 equipos y fecha de finalización en Junio.
Como tenía que dar un campeón, sacó una circular en la que
decía que el que fuese primero en la clasificación a día 19 de abril,
ese jugaba la fase de ascenso. Vamos, que la Provincial Femenina
ha sido una competición totalmente adulterada (<http://
www.lapreferente.com/index.php?comp=843&IDpartido=181139>
[fecha de consulta: 23/11/2010]).
El hablante ya no percibe el significado original de los elementos componentes
de la locución, sino su valor idiomático conjunto, enfático o intensificador; y
en consecuencia, lo utiliza como aposición a “la [federación] granadina”.
Ahora bien, las locuciones pronominales deícticas equivalentes a la primera
persona no solo tienen codificado el valor de intensificación, sino que pueden
relacionarse también con una estrategia pragmática diferente e incluso opuesta,
como la de atenuación. Este es el caso de un servidor (de usted), mediante la cual
el hablante se sitúa voluntaria y estratégicamente en un eje jerárquico inferior
para mitigar la posible incomodidad que pueda provocar el uso de la primera
persona para hablar de sí mismo. Así ocurre en los siguientes ejemplos:
(11) Esta visión, que es la del director artístico del festival (un servidor),
se ve complementada por la opinión de los integrantes del comité
de selección (Milewicz, Monteagudo, Sapir y Valdez) y por el
intercambio constante con algunos de mis colaboradores “en las
sombras” (no puedo dejar de mencionar en especial las pesquisas
incansables de Sebastián Rotstein, en la producción artística, de
Hernán Mussaluppi, coordinador de programación, de Rosa
Martínez Rivero, programadora de la sección de cortos, y de Silvina
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Szperling, coordinadora de las actividades paralelas) (Argentina,
Revista El Amante, 2000, ápud CREA <www.rae.es> [fecha de
consulta: 23/01/2012], el subrayado es nuestro).
(12) Señor director:
En Proceso 1042 aparece un texto, bajo la firma del señor
Francisco Ortiz Pinchetti, que me menciona como integrante de
la generación de ingenieros civiles a la que pertenece el ingeniero
Raúl Salinas de Gortari.
El dato es inexacto, ya que un servidor de usted no estudió
ingeniería, sino derecho, de tal suerte que soy abogado, hijo de la
Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de
Derecho, generación 1971, con cédula profesional número
508094, a fojas 350 del libro 380 de la Dirección General de
Profesiones (México, Proceso, 1996, ápud CREA <www.rae.es>
[fecha de consulta: 23/01/2012], el subrayado es nuestro).
4
Locuciones pronominales indefinidas
Es en este grupo donde encontramos mayor número de locuciones, dado que
quizá sea el más laxo de todos los paradigmas pronominales. Los pronombres
cuantificadores indefinidos se caracterizan, frente a los numerales, por denotar
cantidad de modo aproximado o impreciso, sin especificar número exacto. Se
pueden distinguir los siguientes tipos (Sánchez López 1999): a) universales o fuertes
(todo, cada uno, ambos, cualquiera), que denotan la totalidad de los valores que
puede tomar la expresión cuantificada; y b) no universales o débiles, que no
denotan la totalidad: estos pueden ser afirmativos, cuando señalan una parte (algo,
alguien, uno, alguno, varios, pocos, muchos, bastantes, demasiados) o negativos,
cuando la cantidad denotada equivale a cero (nada, nadie, ninguno, alguno).
En principio, entre todos estos cuantificadores se establece una escala de
tipo denotativo u objetivo, donde cada uno ocupa un lugar según la cantidad
indefinida que exprese:
UNIVERSAL
todos
NO UNIVERSAL
demasiados
muchos
bastantes
varios
algunos
Figura 2: Pronombres indefinidos cuantificadores (afirmativos)
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Se trata de una típica escala de Horn (o escala de entrañamiento, vid. Levinson
2004)8. En estas, el uso en una aserción de un elemento inferior en la escala
(hacia la derecha en la figura 2) implica que el hablante no se encuentra en
posición de afirmar una de grado superior, porque, de estarlo, habría de haber
afirmado la opción más fuerte. En otras palabras, el hablante, en principio,
elige la opción informativamente más fuerte (según la primera heurística de
Levinson, “lo que no se dice no es el caso”), porque “entraña” semánticamente
los elementos más a la derecha de la escala.
Si tuviéramos que informar sobre el número de asistentes a un evento,
tendríamos varias opciones, como las siguientes:
(13a)
(13b)
(13c)
(13d)
Del departamento vinieron algunos.
Del departamento vinieron bastantes.
Del departamento vinieron muchos.
Del departamento vinieron todos.
La elección de (13d) implica las anteriores. Sin embargo, elegiremos (13b) si
no estamos seguros de afirmar (13c) ni (13d). Todos los elementos de esta
escala de cuantificadores forman parte de la misma clase, pues son elementos
del sistema lexicalizados en el mismo grado. Resulta, pues, difícil introducir
grados en dicha escala, porque los elementos que introduzcamos no estarían
en oposición prominente con el resto.
Al ser un paradigma tan cerrado, las locuciones pronominales no aparecen
para insertar grados más específicos dentro de esta escala, sino que se suman
paradigmáticamente a alguno de estos grados y, frente al pronombre
correspondiente, añaden efectos de diversa índole. Entre el pronombre y la
locución se establece una relación también escalar, pero no basada en una
distinta parcela de significado gramatical, sino en la diferente fuerza ilocutiva
implicada, como se refleja en el eje vertical de la figura 3:
............................................
8
Este tipo de escalas se define como “un n-tuplo ordenado de expresiones opcionales como <x1, x2, …, xn>,
donde O es un marco oracional simple arbitrario y xi > xj, O(xi) entraña unilateralmente O(xj)” (Levinson
2004: 131).
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Escala pragmática (intensificación)
Escala denotativa (gramatical)
–
UNIVERSAL
todos
NO UNIVERSAL
nadie, ninguno
todo el mundo
todo quisque
todo dios
todo Cristo
todo bicho viviente
[…]
+
ni dios
ni las águilas
ni un alma
ni el Tato
ni el más pintado
[…]
Figura 3. Valor escalar de las locuciones pronominales
La locución todo el mundo se sitúa en el eje paradigmático del cuantificador
universal todo(s) y, en consecuencia, entraña los elementos más a la derecha de
la escala mostrada en la figura 2. Como señala Bustos (1986: 151), este pronombre cuantifica sobre un conjunto definido y bien especificado, cuyos
límites son conocidos por hablante y oyente, pero en ningún caso sobre el
conjunto de los elementos existentes o posibles. Como curiosidad, de esto se
dio cuenta ya el padre Feijoo, quien advierte de que no se han de interpretar al
pie de la letra las locuciones y explica de una manera muy peculiar la diferencia entre el significado recto o denotativo de esta unidad y el significado implicado en el uso que habitualmente se le da:
Cualquiera que pronuncia que todo el mundo afirma tal ó tal cosa,
¿tomó por ventura úno por úno, ni áun en monton, el parecer de todos
los hombres? Todo lo que puede significar esa absoluta de todo el
mundo, bien entendida, es que el vulgo lo dice así comunmente. ¿Y qué
fuerza debe hacer que el vulgo lo diga, ni que lo digan la mayor ni áun
máxima parte de los hombres que tratamos? En la Sagrada Escritura leo
que es infinito el número de los tontos; y en ninguna escritura, ni sagrada
ni profana, leo que sea infinito el número de los sabios, discretos, ó
prudentes (Benito Jerónimo de Feijoo, “Falibilidad de los adagios”, ápud
Sbarbi 1878: 108).
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En efecto, si consideramos el ejemplo (14), se comprueba que el conjunto en
cuestión está definido por el enunciado previo; pero en (15) se trata de un
conjunto muy poco definido cuya interpretación literal violaría la máxima
griceana de cualidad (“No decir nada que se crea falso o de lo que no se tengan
pruebas”). Por ello, se percibe más bien un matiz intensificador, parafraseable
como ‘mucha gente te admira’:
(14) Han venido tus amigos. Todos te admiran.
(15) Todos te admiran.
Precisamente esta función intensificadora, vinculada al cuantificador universal, es la que parecen vehicular habitualmente las locuciones pronominales
de este tipo, como se muestra en (16) y (17):
(15) Todos te admiran.
(16) Todo el mundo te admira.
(17) Todo dios te admira.
Aunque la referencia sigue siendo la misma desde un punto de vista
estrictamente gramatical y denotativo –pues se trata de cuantificadores universales–, desde el punto de vista pragmático las unidades todos, todo el mundo y
todo dios constituyen distintos grados situados en una escala de intensificación. La elección de cada una de las tres posibilidades no es baladí, sino altamente significativa: todo dios hace más ostensiva la intención de ensalzar la
figura del interlocutor.
En otra escala paralela de cuantificación se sitúan los indefinidos no
universales de tipo negativo (nada, nadie, ninguno, etc.), y las locuciones que
se sitúan en esta esfera, tales como ni dios, aportan también un grado de
intensificación frente a los pronombres. La partícula escalar ni es muy relevante, pues informa de que el elemento al que acompaña ha de concebirse
como el más fuerte argumentativamente en ese contexto, al estar en el nivel
más alto de una escala de posibilidades (Albelda y Gras 2011). Así, se puede
entender que “los bedeles” es el elemento más fuerte en un enunciado del tipo
de (18), porque se supone que son las personas que más obligación tienen de
estar en el recinto de la facultad, o cuya presencia es más habitual:
(18) No hay nadie en la facultad. No están ni los bedeles.
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Ni dios funciona del mismo modo, pero con la diferencia de que se convierte
en una proforma válida para cualquier contexto: es siempre la opción más
informativa de todo el universo de posibilidades que podría ocupar ese mismo
lugar, pues “se presupone” que Dios está en todas partes.
De igual forma se ha de interpretar la locución (ni) el más pintado (19):
(19) La décimocuarta jornada de la Liga BBVA deparó sorpresas que
ni el más pintado se hubiera atrevido a pronosticar (<http://
www.laopiniondemalaga.es>, [fecha de consulta: 23/3/2012]).
El más pintado simboliza la persona más importante o capaz (esto es, en otro
tiempo, la persona que más merecía ser retratada por los pintores); la partícula
ni sitúa al elemento focalizado en la parte superior de la escala y otorga mayor
eficacia al enunciado, pues refuerza el mensaje que se intenta trasmitir: que el
resultado de la jornada de liga era muy difícil de predecir.
Tanto en el caso de los cuantificadores universales de la escala positiva
como en los de la negativa, podemos decir que el efecto de intensificación es
otro ejemplo de implicatura conversacional generalizada, esto es, de información pragmática codificada e implicada en el uso de estas unidades. Prueba
de ello son las reacciones que suscita su empleo. Veamos algunos ejemplos
ilustrativos.
El candidato a las elecciones catalanas por Esquerra Republicana de
Cataluña, Joan Puigcercós, pronunció en un mitin político (celebrado el 13 de
noviembre de 2010) las siguientes palabras (ejemplo 20), de las que se hicieron
eco al día siguiente todos los periódicos en España:
(20) España no nos tiene respeto, nunca nos lo ha tenido, utiliza
nuestro dinero para ir contra Cataluña. El régimen tributario español está yendo en contra de las empresas catalanas cada día.
Cuántas empresarias de este país, y empresarios, tienen en su casa
instalado un inspector de Hacienda, cuando en Madrid es una
fiesta fiscal, cuando en Andalucía no paga ni dios. Ni dios
(<http://www.vozbcn.com/2010/11/14/42095/indignacionpuigcercos-andalucia-paga/> [fecha de consulta: 23/3/2012]).
Estas declaraciones generaron una gran indignación, sobre todo en Andalucía,
y fueron interpretadas públicamente como un grave insulto por la mayoría de
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los políticos y medios de comunicación. Es particularmente la última frase, la
que contiene la locución ni dios, la que causó especial malestar. Sin duda, el
político catalán podía haber seleccionado otros pronombres indefinidos de
cuantificación no universal negativa pero de valor más neutro, aunque fueran
también contrarios a la máxima de cualidad, como en (21):
(21) En Andalucía no paga nadie.
O podía haber recurrido directamente a procedimientos de intensificación
propios del sistema lingüístico del español (22 y 23), menos agresivos:
(22) En Andalucía mucha gente no paga.
(23) En Andalucía hay mucho fraude fiscal.
Sin embargo, en el uso de la locución pronominal ni dios se ha de suponer en
el hablante una voluntad de intensificación en un grado máximo, que no deja
lugar a equívocos. Por ello, de nada sirvió que a los pocos días intentara
justificar los hechos y afirmar que no había sido su intención ofender a nadie.
Otro ejemplo es el que nos brinda el siguiente titular de un periódico
digital (24), en el que un periodista destaca una de las frases pronunciadas por
su entrevistado, el prestigioso cirujano plástico Pedro Cavadas, célebre por sus
inverosímiles transplantes y arriesgadas intervenciones:
(24) Pedro Cavadas: “Si yo me trasplantara la cara, no dejaría que me
viera ni Dios” (Público, 21/11/2010, <http://www.publico.es/
ciencias/347715/pedro-cavadas-si-yo-me-trasplantara-la-cara-nodejaria-que-me-viera-ni-dios> [fecha de consulta: 23/3/2012]).
Algunos de los comentarios que aparecieron inmediatamente eran del siguiente tenor:
Que de toda la entrevista saqueis de contexto ese titular es una
verguenza. Dais a entender que se burla, cuando dice todo lo contrario.
No vale todo por llamar la atención. Esto no es periodismo.
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A ver si empezáis a ser serios, un poco de respeto que este hombre
que os ofrece su tiempo desinteresadamente es un referente mundial
en transplantes y no Belén Estéban […] (Kokiano, 21/11/2010,
<http://www.publico.es/ciencias/347715/pedro-cavadas-si-yo-metrasplantara-la-cara-no-dejaria-que-me-viera-ni-dios> [fecha de consulta:
23/3/2012]).
Aunque no puede atribuírsele exclusivamente al uso de la locución
pronominal la reacción de este lector –pues el periodista, efectivamente, peca
de sensacionalista con la elección del titular– la unidad ni dios contribuye a
generar esa sensación de “burla” a la que se refiere, por cuanto supone una
intensificación por parte del médico que puede ser malinterpretada si se saca
de su contexto9.
En suma, podemos decir que, también en el caso de los indefinidos, las
locuciones pronominales son más “expresivas” que los pronombres equivalentes, pues llevan implícito un valor de intensificación o énfasis del que
carecen estos últimos.
5
Conclusiones
En este artículo hemos dado una muestra del valor pragmático de las
locuciones pronominales, unidades que han recibido muy escasa atención en
los estudios gramaticales y fraseológicos. La descripción de este tipo de
locuciones ha de realizarse, por un lado, partiendo de la gramática, no del
léxico: aunque ocupen huecos funcionales similares a los de las locuciones
nominales, son muy diferentes desde un punto de vista conceptual, del mismo
modo que un sustantivo común y un pronombre. Por otro lado, su valor frente
a los pronombres con los que guardan identidad denotativa solo se explica a
partir de criterios pragmático-textuales y sociolingüísticos. En concreto, opinamos que constituyen un recurso al servicio de una estrategia pragmática
determinada. Hemos ofrecido aquí tan solo una muestra de este funciona............................................
9
“Mire, si yo me trasplantara una cara, no dejaría que me viera ni Dios. Es el paciente el que tiene que decidir si
se expone o no a los medios y, si lo hace, sabe que lo van a freír. Eso sí, lo que él decide, se respeta. Pero a mí lo
de enseñar mascotas exóticas nunca me ha gustado. No me gusta ese tipo de medicina” (Público, 21/11/2010,
<http://www.publico.es/ciencias/347715/pedro-cavadas-si-yo-me-trasplantara-la-cara-no-dejaria-que-meviera-ni-dios> [fecha de consulta: 23/3/2012]).
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miento, a partir de algunos tipos de pronombres escogidos (personales, cuantificadores universales y cuantificadores no universales), pero este análisis
podría aplicarse perfectamente al resto de los paradigmas (y así esperamos
hacerlo en próximos trabajos).
En nuestra opinión, dado que la categoría del pronombre conforma un
paradigma cerrado, la existencia de locuciones equivalentes es un indicio de la
búsqueda de expresividad por parte de los hablantes, así como un campo
neológico muy interesante. Su existencia implica que las relaciones discursivas
reales (las que se dan entre los participantes en el discurso) son un conjunto
muy rico en matices, que no puede reflejarse con un sistema tan limitado; y
son síntoma clarísimo de que los hablantes superan las limitaciones del sistema
a través de la fraseología.
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