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Asistencia espiritual en la depresion

Dr. Jorge Iuorno Facultad de Teología Universidad Adventista del Plata ASISTENCIA ESPIRITUAL EN LA DEPRESIÓN “Dios mío, tú iluminas mi vida; tu alumbras mi oscuridad.” 2 Sam 22:29 INTRODUCCIÓN Más allá de que numerosas investigaciones consideran que hay una relación inversa entre la fe y la depresión (Miller, 2014), los creyentes no están exentos de sufrirla. Tanto religiosos en la función de orientación como psicoterapistas buscamos que las personas que se encuentran en situaciones delicadas logren un cambio para superar su padecimiento por el de una vida más sana. Jesús mismo declaró en el evangelio según san Juan 10:10 con respecto a una parte importante de su misión “…yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10:10). Desde esta perspectiva la religión con su contenido espiritual, valores éticos y sentido de trascendencia resulta en una vertiente valiosa, al momento de abordar pacientes creyentes para complementar la estrategia terapéutica (Kendler, Liu, Gardner, McCullough, Larson & Prescott, 2003). En este sentido es oportuno tener en cuenta que más de un 80% de la población en Argentina se declara religiosa (Mallimaci, 2019). Dicho en otras palabras, las ciencias de la salud mental y la religión no debieran ser enemigas que compiten para estar en el centro de la asistencia, sino que más bien debiéramos interpretar que resultan en socias con el aporte de recursos complementarios. Explicar cuadro Terapia Nouthetica y Terapia Psiquiatrica/Psicológica ¿Cuáles debieran ser nuestros objetivos en el marco de un apoyo espiritual a personas que sufren depresión? ¿Qué tiene la fe para ofrecer en el desafío de buscar sacar a una persona del poso de la depresión? ¿En qué sentido puede contribuir una cosmovisión cristiana en el abordaje de la depresión? La Biblia nos refiere el siguiente marco: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Rom 12:2 NVI). Seguramente que el apóstol Pablo no tenía en mente la psicología ni la psiquiatría o la neurología mucho menos los psicofármacos en el desafío de la “renovación de la mente”. Sin embargo entendemos que la ciencia no ha hecho más que descubrir recursos que Dios a creado en la naturaleza y puesto en nuestra mente para que sumado al apoyo espiritual, con un uso inteligente de ambas vertientes, podamos corregir nuestros pensamientos alterados que limitan nuestro acceso a la felicidad e inclusive a un pleno conocimiento de Dios (Fayard, 2017). LA FE TRAE CONSUELO Siempre me ha sorprendido que uno de los nombres que se le atribuye a Jesús como Mesías en el Antiguo Testamente es “Experimentado en sufrimiento” (Isa 53:3). No es un título que nos gustaría exhibir en nuestra tarjeta personal. Nuestro contexto social nos lleva a presentarnos asociados a grandes logros que produzcan admiración en el resto. En su encarnación Jesús no le sacó el cuerpo a ninguna de las miserias humanas. El apóstol Pablo en Filipenses 2 llega al fondo de la Kenosis de Cristo diciendo que se hizo obediente hasta la muerte “¡y muerte de cruz!” (v 8). Si la vivencia espiritual pasa por una relación con una persona divina y esa persona comprende perfectamente mi dolencia, debilidad, vulnerabilidad, etc. porque las ha vivido den carne propia, entonces estoy frente a alguien que seguramente puede traerme consuelo. Nos consuela saber que Jesús como nuestro mayor ejemplo también tuvo que lidiar con crisis injustas. En el huerto del Getsemaní (que quiere decir prensa de olivos) las emociones de nuestro Señor fueron “prensadas” al extremo poco tiempo antes de su crucifixión. Su humanidad se expuso profundamente cuando exclamó “… si es posible, pase de mí esta copa” pero también muestra su consagración cuando agrega “pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mt 26:39). Si Jesús nuestro Señor tuvo que convivir con el dolor y la tristeza ¿por qué razón nosotros debiéramos estar exentos? Otro aspecto no menor es que al conformar una comunidad de fe, que fomenta la solidaridad como un valor significativo, resulta altamente factible que contemos con una red de apoyo personal bien dispuesta para acompañarnos al afrontar la depresión. Tener la seguridad de ese apoyo incondicional con un sentido práctico, como así también la certeza de las plegarias intercesoras elevadas por nuestros correligionarios, resultan en uno de los mayores respaldos para alcanzar la necesaria serenidad para afrontar la crisis (Larson, 2003). Además hay que tener en cuenta que la experiencia de haber pasado por distintas crisis que nos llevaron a experimentar dolor y depresión nos capacitan para poder consolar a otros que también sufren (Smith, McCullough & Poll, 2003). El apóstol Pablo lo expresa de la siguiente manera en 2º Corintios 1:3-4: “Toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Dios es nuestro Padre misericordioso y la fuente de todo consuelo. Él nos consuela en todas nuestras dificultades para que nosotros podamos consolar a otros. Cuando otros pasen por dificultades, podremos ofrecerles el mismo consuelo que Dios nos ha dado a nosotros”(NTV). LA FE LE DA SENTIDO AL DOLOR Tener la confianza y la seguridad de que nuestra vida descansa en las manos de un Dios que nos ama, contribuye significativamente al desarrollo de la paz interior y de un sentido trascendente de la vida (Melgosa, 2013). Esa paz es muy valiosa, porque no depende de las circunstancias que nos rodean, sino de una experiencia interior que hace eficaz la expresión paulina en la epístola a los Romanos (8:28): “y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” A partir de esta perspectiva tiene sentido el proverbio que dice “alimenta tu fe en Dios y tus temores morirán de hambre”. Al analizar nuestro pasado frecuentemente encontramos que aquellos momentos en los cuales nos tocó pasar por “valles de sombra y de muerte…” fueron momentos de profundo contenido espiritual. Es más, muchas personas se han encontrado con Dios en medio de la depresión. Llegaron a vislumbrar el amor divino en medio de las tormentas de distintas pruebas y pudieron encontrar una luz de esperanza para salir de ese triste estado. Estos éxitos en la vida van forjando un carácter resiliente y una profunda comunión con Dios. Como en el caso del oro, el fuego termina forjando una cosmovisión que permite visualizar los momentos oscuros de nuestra vida como oportunidades de aprendizaje y crecimiento. Estas experiencias frecuentemente contribuyen a afrontar funcionalmente nuevos desafíos. LA FE TRAE ESPERANZA Dentro de la mitología griega Pandora recibe una tinaja que Zeus le regaló por su casamiento, ¡Con la recomendación que no debiera abrirla! Cuando finalmente la abrió todos los males escaparon para afligir la raza humana, sólo quedó en la caja elpis: la esperanza (de allí nos viene el dicho “la esperanza es lo último que se pierde”) un detalle es que elpis era ciega. Esto nos lleva a entender que dentro del pensamiento griego el concepto de esperanza (elpis) tenía el sentido de esperar, conjeturar, estar preocupado o tener una cuota de miedo. La esperanza era por lo tanto en momentos confiable y cierta, y en otros momentos insegura y de desconfiar. Esta limitación asignada a la esperanza por los griegos parece encontrar un eco en la visión humana de corte existencialista, que cree en un futuro incierto y sin mayor significación. Hoy en día la palabra, y particularmente las promesas, son tomadas con una cuota de inseguridad. Hemos escuchado tantas que no se cumplieron que nos hemos vuelto escépticos. En contraste cuando hablamos de las promesas de Dios encontramos que pasan dos cosas: a) siempre se cumplen y b) no siempre de a manera y en los tiempos cen los tiempos que esperamos. La esperanza, desde una perspectiva bíblica, no está anclada en alguna circunstancia o señal en especial. No se trata de un optimismo voluntarista (Seamands, 1981). Tampoco tiene que ver con la Teología de la Prosperidad que anticipa un bienestar inevitable a partir de determinadas acciones o creencias (superstición). En pocas palabras no se define por el eslogan de una facción del mundo evangélico que repite hasta el cansancio: “pare de sufrir”. La esperanza bíblicas está fundada en la confianza de un Dios poderoso y amante, que más allá de que conoce y permite que vivamos en un mundo de dolor, a través de su escatología nos anticipa un futuro en el que restaurará al ser humano y su ecosistema a su estado original pre lapsario generando un ambiente de eterna paz y seguridad. Esta esperanza le da un sentido especial y trascendente a nuestra vida, aún en un mundo de dolor como el que a todos nos toca vivir. Esto resulta particularmente valioso con una persona que está lidiando con la depresión. El apóstol Pablo declara (Rom 15:13) “Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en la fe, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.” Después de una extensa investigación realizada en EE.UU, la Dra Sonja Lyubomirsky (2008) intentó identificar las causas de bienestar y felicidad. Su trabajo constató que el 50% de las causas están relacionadas con aspectos determinados genéticamente. Apenas un 10% de los niveles de felicidad que alcanzamos tiene que ver con circunstancias experimentadas. Por último su investigación constató un tercer factor en el sentimiento de bienestar y este tiene que ver en un 40% en la actitud. Un aporte valioso de este estudio es que tenemos el control de una parte importante de los factores que nos pueden ayudar para salir adelante. No hay nada que podamos hacer con respecto a nuestra herencia genética, tampoco podemos determinar todas las circunstancias de nuestro entorno, pero si podemos determinar nuestra actitud que si desarrolla sus raíces en la esperanza del cumplimiento de las promesas divinas llenará nuestra vida de sentido y trascendencia. ROL DEL ORIENTADOR ESPIRITUAL/CAPELLÁN AL PACIENTE DEPRESIVO Como se mencionó al comienzo el religioso colabora con el profesional de salud mental manifestándose predispuesto a la asistencia espiritual de aquellos pacientes en los cuales el terapeuta perciba oportuna una entrevista con el religioso al advertir la necesidad y receptividad para un apoyo espiritual. El religioso enfoca la entrevista con el paciente dejando de lado intenciones proselitistas de una determinada confesión. Responderá a las necesidades propias del paciente y avanzará en su apoyo hasta donde las expectativas del paciente y sus propias responsabilidades lo permitan. El orientador religioso puede ayudar a comprender al paciente creyente que la depresión no es consecuencia de la falta de fe . La depresión es una padecimiento que puede sobrevenir a cualquiera sin importar su edad, género o religión. También puede enfatizar que hace muy bien en procurar la ayuda profesional de psiquiatras y psicólogos, además de la oración y otras prácticas personales como la lectura de la Biblia, la alabanza cantada. También puede alentarlo a participar en cultos de adoración dentro del servicio de la iglesia. No estaría de más ofrecerle que se integre en algún ministerio de la iglesia orientado al servicio comunitario. El estar atento y servicial en necesidades de otras personas, suele bajar la ansiedad sobre nuestras propias preocupaciones. Elena White declara: “La conciencia de estar haciendo el bien es la mejor medicina para los cuerpos y las mentes de los enfermos.” (Mente Carácter y Personalidad T II p. 414) El orientador espiritual también puede contribuir para que el paciente pueda llegar a ver el vaso medio lleno de su situación al confirmar la seguridad que el Señor lo va acompañar en esta situación y confiar en que puede recurrir a Él por ayuda. CONCLUSIÓN Cuando el corazón se deprime por el sólo hecho de estar vivo, debiéramos buscar con mayor perseverancia más al Señor y dejar que Él nos sostenga y nos lleve hacia la luz. El apóstol Pablo resume los desafíos y crisis por las que le tocó pasar con las siguientes palabras “Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos”.(2 Corintios 4:8-9) REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Braam AW, Beekman AT, Deeg DJ, Smit JH, van TilburgW. 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