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La construcción de la conciencia histórica en la literatura regional de Baja California Sur:
El retorno de la hoguera de Omar castro
The construction of historical awareness in the regional literature of Baja California Sur:
The return of the bonfire from Omar Castro
Tonatiuh Morgan Hernández
Universidad Autónoma de Baja California Sur
[email protected]
Abstrac
El presente artículo tiene por objeto mostrar cómo la conciencia histórica es construida a
través de un lenguaje simbólico que emerge de la memoria compartida por una sociedad,
tanto a nivel individual como colectivo. Este proceso, a su vez, conforma otros mecanismos
derivados del propio pensamiento, como lo es la ideología y la identidad. Se parte de la
hipótesis donde se considera a la memoria colectiva presente en la literatura regional de Baja
California Sur, como constructora de un lenguaje simbólico a través de imágenes del pasado,
las cuales son importantes para comprender el presente y futuro de la sociedad actual. El
resultado obtenido es la creación de un discurso crítico en voz del narrador y de los
personajes, este discurso adquiere una connotación política al reflexionar sobre sí y
cuestionar el presente, agrupando, delimitando y estableciendo posturas subjetivas con
respecto a la sociedad y otras identidades.
Palabras clave: memoria colectiva, símbolo, conciencia, discurso, literatura.
INTRODUCCIÓN
La memoria colectiva es el mecanismo a través del cual una eventualidad del pasado se
reconstruye a través de una narrativa o relato en el presente. Se establece una imagen del
lugar mediante una postura de carácter subjetivo que rememora al tiempo acontecido, es a
través de una experiencia vivida de forma colectiva e individual, la cual tuvo un impacto que
trascendió a toda una comunidad o colectividad. Este hecho conforma una estructura socio-
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histórica y da continuidad a un tiempo vivido y aprehendido, donde la memoria coelctiva
forma parte de los actos de la vida cotidiana, sea a través de comportamientos, actitudes e
interacciónes. Este proceso propio del pensamiento humano moldea las formas de ver y
percibir el presente a través de representaciones del espacio compartidas. Así, esta dimensión
social subjetiva muestra una forma de experiencia humana en los espacios de convivencia
social, al orientar un sentido histórico y cultural en torno al lugar.
A su vez, este relato, la memoria colectiva, adquiere una función instrumental, pues
es un elemento importante para la construcción histórica, y a su vez, establece las bases
teóricas y metodológicas que fundamentan la construcción de la identidad personal y
colectiva en base a esta forma histórica subjetiva. Por medio de esta estructura histórica, la
experiencia de lo vivido y aprehendido, establece una reestructuración a nivel sincrónico y
diacrónico, a causa de la nueva orientación del tiempo y el espacio por efectos de la
construcción de la imagen subjetiva de la memoria vivida y compartida, la cual influye en la
estructura socio-histórica, al inscribir una versión paradigmática y sintagmática indefinida de
la realidad a través de una narrativa del pasado que simboliza socioculturalmente cada acto
humano del presente.
Este proceso adquiere relevancia porque a través de esta nueva narrativa y perspectiva
subjetiva que emerge del pasado, por medio de la rememoración de hechos colectivos, se
establece un sentido de pertenencia e identificación social hacia lo territorial, al compartirse
esta herencia del pasado, la cual es reescrita por la mirada subjetiva del pasado desde el
presente a través de los modos de vida heredados históricamente. Este nuevo sentido histórico
es importante para la construcción de nuevos discursos en el presente sobre el pasado, sitúa
al tiempo lineal junto a una narrativa subjetiva que moldea una perspectiva espacial de lo
vivido socialmente junto a otros. Se construye, además, una dimensión colectiva más
compacta al situar la perspectiva subjetiva sobre el tiempo, dando como resultado, una
memoria colectiva que narra al pasado para darle forma al presente y futuro.
Una unión de lo individual y colectivo a través de la mediación simbólica del lenguaje
transforma, tanto al sujeto y su sociedad al generarse un orden, estructurando significantes
en torno a lugares, costumbres, creencias y tradiciones compartidas, donde eventualidades
vividas son aprehendidas como parte de una estructura sociocultural específica que expresa
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la narrativa y mentalidad subjetiva que norma al sujeto. A su vez, al reflexionar sobre la
aprehensión de la memoria histórica, ésta se torna en un significante importante porque
emerge una conciencia humana, la cual cuestiona al presente desde las formas cotidianas del
vivir, convivir, interaccionar, comportarse, pensar, ver y habitar ante otros. La aprehensión
de la memoria colectiva como forma sociocultural, muestra el cómo se reconstruye a sí
misma una identidad mediante una narrativa pasada que fue vivida, percibida y compartida
por medio de significantes históricos, los cuales se tornan en nuevos significados en el
presente al reflexionar sobre su mundo y su circunstancia, eso que lo delimita e identifica
con un grupo, comunidad o sociedad.
LA MEMORIA COLECTIVA
La memoria colectiva (Hallbwachs 2004, Erll, 2012) se concibe como una narrativa que
emerge del contexto de la vida cotidiana, donde los aconteceres del pasado son recordados
en el presente a través una memoria compartida en común que orienta la experiencia del
espacio en torno a una perspectiva subjetiva. Se configura, un significado específico de
temporalidad y forma de ver al mundo a través de un pensamiento que entra en sincronía con
una dimensión colectiva. Esta dimensión colectiva crea un proceso cognitivo de
agrupamiento que, a través del lenguaje estructura una red de significados en torno al lugar.
Así, esta narrativa del pasado, como forma histórica, relata a los modos de vida que son
testimonio de una experiencia de vivida por un grupo social.
De hecho, cada grupo se divide y se afianza, en el tiempo y el espacio. Dentro de
estas sociedades es donde se desarrollan todas las memorias colectivas originales
que mantienen durante un tiempo el recuerdo de acontecimientos que sólo tienen
importancia para ellas. […] En estos entornos, todos los individuos piensan y
recuerdan en común. Cada uno tiene, como es natural, su punto de vista, pero en
una relación y una correspondencia tan estrecha con los de los demás que, si sus
recuerdos se deformaran, basta con situarse en la perspectiva de los demás para
rectificarlos. (Hallbwachs 2004, 79)
La unión de la memoria personal a la dimensión de una colectividad se establece y debe su
relevancia al evento que se narra, pues este relato resulta crucial para la identificación que
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realizan los sujetos entre sí al interior de un grupo, comunidad o sociedad, al ser un evento
que vivieron, ya sea, en forma personal o se tiene noción de alguien que lo vivió. A partir de
esta eventualidad se deriva un horizonte de posibilidades, donde se afecta a toda una
comunidad por igual, de ahí su carácter de trascendental.
Nuestra percepción es propia de un grupo específico, nuestros recuerdos
individuales están determinados socialmente y ambas formas de relación con el
mundo y creación de significado no se pueden pensar sin la existencia de una
memoria colectiva. […] La memoria colectiva y la memoria individual mantienen
una relación de dependencia recíproca, de manera que el individuo recuerda en la
medida en que asume la perspectiva del grupo, y la memoria del grupo se hace
real y se manifiesta en las memorias individuales. (Erll 2012, 21)
Esta narrativa territorial enlaza a un determinado contexto social por medio de las vivencias
de los sujetos y es una expresión subjetiva de carácter cultural, porque establece una
perspectiva subjetiva y humana, cuyo significado ocurre por medio de un comportamiento.
Esta memoria se extiende de forma colectiva al ser un testimonio de lo vivido y es una prueba
en base a testigos presenciales del hecho histórico. Representa a la memoria colectiva porque
es fundamental para la construcción histórica del pasado, así, el hecho individual adquiere
un carácter colectivo, pasa a formar parte de la historia al ser un testimonio vivido por una
persona y una sociedad.
Así, la memoria puede ser concebida, en primera instancia, como una
construcción discursiva que se constituye de manera diferente en contextos
diferentes. […] La memoria colectiva es un concepto genérico que cobija todos
aquellos procesos de tipo orgánico, medial e institucional, cuyo significado
responde al modo cómo lo pasado y lo presente se influyen recíprocamente en
contextos socioculturales. (Erll 2012, 8)
Se adopta colectivamente una perspectiva subjetiva narrativa que es fundamental para la
articulación de la memoria histórica de un lugar. Esta memoria colectiva simboliza a toda
una comunidad, establece un sentido en común al compartirse simbólicamente una imagen
del lugar, esta imagen se construye a través del relato que expresa el acontecer dentro de los
marcos definidos de la estructura socio-histórica. Emerge así, una narrativa específica que
representa al espacio territorial haciendo alusión a la identidad y los vínculos emotivos que
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son trascendentales a nivel colectivo como: eventos violentos que adquieren un sentido
traumático, lugares del deseo, o los espacios de la infancia donde se fijan lazos emotivos de
unión.
La mediación simbólica es una especie de dialéctica, que se resuelve en la
proporcionalidad analógica, en la proporción que se debe dar cada parte, para que
se dé la adecuación mutua. Conecta lo emocional y lo conceptual, lo incosnciente
y lo consciente, lo sensorial y lo espiritual. El símbolo conecta los aspectos del
hombre, lo une a él mismo con sus propias partes, lo hace entrar a la paz y al gozo.
Es la conjunción de lo onírico y lo vigilante, lo empírico y lo trascendental, lo
formal y lo material. El enclave de lo vivencial y lo teórico, de lo histórico y lo
poético. (Beuchout 2004, 145)
Esta memoria subjetiva simbólica se constituye en torno a las prácticas compartidas del
pasado, las cuales perduran en el presente. La memoria colectiva busca aglutinar y dar
continuación a una identidad del lugar y de las personas por medio de la narrativa. Por ello,
la importancia del lenguaje simbólico presente en una sociedad, pues adquiere el sentido de
una herramienta que conjunta formas de pensamiento, creencias y valores a través de
imágenes del pasado, estas representaciones del pasado crean una línea histórica e ideológica
continua que deriva en la construcción de una perspectiva subjetiva. Hecho que deriva en una
literatura de carácter regional donde se representa cómo se desarrollan modos de vida
históricos delimitados, tanto, territorialmente como simbólicamente. La representación
literaria genera una dimensión cognitiva (Graesser 2001) por medio de una estructura mental
que expresa un punto de vista con respecto a la realidad. Esta perspectiva implica formas de
sociabilidad y temporalidad, donde una conciencia constituye significados en torno a
eventos, lo cual deriva en nodos de memoria. Estos nodos transmiten información a otros
nodos, y así sucesivamente, ello deriva en la conformación de una estructura de significado
dentro de un contexto sintáctico, semántico y pragmático de una narrativa. Estos nodos dan
vida al flujo histórico continuo por medio de la perspectiva subjetiva, donde un personaje
construye un flujo histórico continuo, una corriente de significado que se proyecta del pasado
al presente y está presente en una narrativa, donde se constituye una forma de ver y pensar a
la sociedad por medio de un horizonte humano.
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LITERATURA E IDENTIDAD SUDCALIFORNIANA
Comúnmente, cuando se habla de literatura sudcaliforniana se habla de una región y forma
del habitar en torno a un territorio aislado del resto del país, lo cual es característico de la
parte sur de la península de Baja California por su posición geográfica al ser casi una isla, a
no ser por las diversas vías de comunicación terrestre, marítima y aérea. La categoría de
regional adquiere sentido en esta literatura por un sentido subjetivo de un aislamiento dentro
de los límites de un desierto y un mar, una perspectiva fronteriza presente en la mayoría de
esta literatura. El concepto de región está principalmente vinculado con la geografía, por ello,
surge la necesidad de una aclaración de qué es el territorio para así, posteriormente,
comprender el comportamiento y las acciones del hombre dentro de un espacio. La postura
geográfica establece una lógica de los entornos donde, por medio de la acción humana se
genera un paisaje con el cual el sujeto colectivo establece interacciones y una red de sentidos,
creencias, valores, hábitos, costumbres, tradiciones, reflexiones, experiencias, imágenes,
marcas, normas, etc., que imponen vínculos de significación, es decir, construye su realidad
por medio de una dimensión cognitiva que representa su contexto de acción social. Un
conocimiento necesario para lograr comprender un proceder humano dentro de los espacios
sociales actuales, lo que es el sujeto social y su localidad. Para ello, la compresión de la
región es imprescindible para el análisis de las relaciones políticas, económicas, sociales y
culturales de toda extensión territorial.
Por ello, quizás, el concepto de región es uno de lo de más difícil definición, debido
a su inquebrantable naturaleza territorial y subjetiva que en ella ejercen los sujetos sociales,
considerados como los elementos centrales de la dinámica interna que define al espacio
regional. Los sujetos mantienen una relación directa con el espacio geográfico-territorial que
les es natural, les une, sobre todo un pasado histórico y cultural en el cual despliegan modos
de vida, pertenencia y comunidad. Entonces, la región se caracteriza por su dinámica interna
y externa, pues se conforma una escala geográfica donde se comparten elementos de similitud
en relación con otros espacios territoriales. La comprensión de este concepto es importante,
para comprender a las formas de vida, pensamiento, comportamiento e interacción de una
sociedad, y sobre todo, considerando el nuevo contexto planteado por la globalización.
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A veces la región se define desde una perspectiva completamente materialista
(cualidades físicas del terreno, régimen climatológico, entornos construidos,
límites tangibles), pero en otras depende de ideas, lealtades, un sentimiento de
pertenencia, estructuras de sentimiento, modos de vida, recuerdos e historia,
comunidad imaginada y similares. En ambos casos es importante reconocer que
las regiones se hacen o se construyen tanto en la imaginación como de forma
material, y que aun siendo como entidades, las regiones se cristalizan como forma
distintiva de una mezcla de procesos materiales, sociales y mentales. (Harvey,
2007, 243)
Por tanto, el espacio puede se comprende como un territorio que establece un sentido de
significado impuesto por un grupo social o comunidad. Es el escenario donde ocurren
procesos sociales producto del hombre, derivado de sus acciones, donde los modos de vida
históricos compartidos colectivamente, unen a los individuos dentro de un orden desplegado
sobre una superficie territorial y, con ello, un conocimiento de lo sociocultural. Entonces, el
concepto de región adquiere vida cuando se le asigna una función, sea la de un valor, tomando
en cuenta, ya sea, al elemento humano o elemento natural, o puede ser un punto geográficoestratégico, dependiendo de la función que cumpla.
Concepto que surge desde la geografía y con el paso de tiempo ha reflejado una
multiplicidad de paradigmas e intereses de índole diverso, tanto en el ámbito
geográfico como en el de la economía, la política y el urbanismo. La atención de
la categoría se centra en dos dimensiones: la del conocimiento de los recursos
naturales y sociales existentes a su interior, diferenciándolos de los que
caracterizan a otras regiones; la de una unidad que sirve como instrumento de
planeación del desarrollo y gestión de los recursos para impulsarlo. (López 2015,
526)
Así, la región adquiere un sentido general con respecto al proceso donde intervienen agentes
sociales y elementos naturales, este sentido opera por medio de un agrupamiento de patrones
de semejanza presentes en un territorio, se unen lo que son las características similares u
homogéneas. “Además, como las poblaciones humanas se organizan con frecuencia
territorialmente, la regionalidad se convierte en un elemento tan fundamental para la
formación de conciencia e identidad y para la subjetividad política como cartográfica y la
percepción del espacio-tiempo” (Harvey 2007, 243 - 244). Una lógica impuesta por acción
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de los procesos políticos, históricos, económicos y sociales históricamente determinados
mediante los usos y formas diversas del espacio. “La región se convierte en una importante
categoría de análisis, importante para que se pueda captar la manera como una misma forma
de producción se plantea en partes específicas del planeta o dentro de un país, al asociar la
nueva dinámica a las condiciones pre-existentes”. (Santos 1996, 47).
Derivado de ello, en el acontecer de una localidad, la región es una realidad
delimitable de acuerdo a parámetros de identidad o modos de vida presentes en las personas,
el emblema (Gímenez 2005) que los agrupa y proyecta como una dimensión sociocultural.
Esto es una estructura identificable a través de las prácticas y representaciones presentes en
una sociedad, grupo o comunidad, de ahí que, se comprenda a una región como un espacio
delimitado por factores tanto naturales, históricos y sociales. En algunos casos puede darse
que una región no coincida con las fronteras políticas presentes en un territorio, esta es una
de las características del espacio literario regional, en ocasiones no coincide con los límites
de una región geográfica. Sobre todo, porque la frontera que los limita e identifica está
presente en los individuos mismos y pueden recrear un pasado histórico en común en
cualquier territorio por medio de sus tradiciones, costumbres, creencias y usos.
Entonces, una región adquiere sentido cuando una sociedad le asigna una función en
base a sus necesidades sociales, políticas, culturales, y económicas. Dentro de lo literario,
una región adquiere sentido en base a las normas que establecen la expresión de la perspectiva
sociocultural, por ello, la literatura regional adquiere un carácter distintivo con respecto a
otras regiones con las cuales se relaciona, es decir, posee características únicas que la
distinguen de otras literaturas regionales, por consiguiente, es la que no se escribe en una
capital. “En principio, el término regional aplicado al quehacer literario se traduce como
literatura de provincia o departamental, es decir, una producción que emergió alejada de los
centros de poder económico y cultural”. (Piña 2010, 15).
Por ello, se considera a la región literaria como más flexible que la región geográfica.
El espacio literario siempre se construye dentro de un límite social donde acontece una
realidad integrada por personajes y circunstancias en torno a objetos, tiempos y lugares, sin
estas características no se le puede considerar como regional, sobre todo, porque toma en
cuenta los procesos socio-históricos edificadores de una noción cultural, puesto que la
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literatura es parte de esta dimensión sociocultural. De ahí que, el prolongado aislamiento que
vivió el, entonces, territorio de Baja California Sur determinó a los elementos de sus rasgos
distintivos, agrupando así características únicas en lo regional. Por medio de esta expresión
literaria se recrea reiteradamente un contexto de encierro que, derivó en la creación de una
imagen del tiempo y espacio determinados por lo territorial y la frontera natural del mar, lo
que hace de literatura sudcaliforniana una frontera identitaria que simboliza este tipo de
fronteras presentes en la mayoría de las perspectivas de sus personajes o narradores.
Para continuar, y aunque parezca contradictorio, aclaro que para fines
metodológicos de este trabajo, la región cultural literaria que estudio si coincide
con los limites político-administrativos del estado de Baja California Sur. Claro
está que si hablamos de literatura de la península de Baja California o de literatura
californiana o del noroeste, el estado se integra a una región mayor. (Piña 2010,
30)
La región como un espacio físico-simbólico y humano establece un profundo sentido de
pertenencia al territorio, un lazo emotivo presente en el habitante sudcaliforniano. En la
narración literaria se narra ese vínculo de amor a la tierra, la cual simboliza un sentido
afectivo similar al espacio familiar de la casa habitada por varios años. Este vínculo hacia el
territorio agreste y aislado de Baja California Sur está presente en la mayoría de esta
literatura. Lo cual pone al elemento geográfico del territorio, por sus características como el
constructor del sentido de una soledad y lejanía con respecto al resto del mundo. Esta
característica con respecto al territorio es narrado por varios autores, ello establece un marco
comparatorio de contraste con el presente de la modernidad e híper-comunicación con otras
regiones.
La falta de comunicación de antaño, el modelo de vida insular que han
sobrellevado los sudpeninsulares, la sensación perenne de estar siempre lejos de
todo ha forjado una hermética ideología del destierro, del auto-destierro que
obliga a mirar que lo único seguro con lo cual cuenta la tierra sudcaliforniana es
el mar que la rodea. Los sudcalifornianos han vivido un auto-destierro espiritual
desde siempre, han vivido desterrados de la otra tierra conocida como macizo
continental, seguimos y seguiremos viviendo, como lo dijo sabiamente Fernando
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Jordán, en El otro México y esa mentalidad se manifiesta en la literatura. (Piña
2010, 34)
Así, en la representación literaria se muestra cómo se establecen las formas de percibir e
interpretar las tramas del significado presentes en el mundo vivido por medio de las prácticas
de la región de sudcaliforniana, donde el individuo recrea un contexto y una experiencia
vivida que es compartida colectivamente en la dimensión espacial fronteriza de la otredad.
La literatura regional recrea las narrativas del espacio vivido y las estructuras de significado
que aprehende el sujeto al reflexionar sobre su pasado, ya sea a través de eventualidades,
hechos políticos trascendentales o una historia personal. Sin embargo, son las eventualidades
acontecidas las que determinan una época, pues las condiciones del pasado, recreadas por la
literatura, muestran cuáles fueron las adversidades que tuvo que enfrentar una sociedad como
una colectividad al vivir una situación en común. Una experiencia de lo real que habita en la
memoria, sea individual o colectiva, lo cual constituye al discurso identitario que representa
a lo histórico compartido socialmente. Por ello, las formas narrativas como la literatura
adquieren relevancia, pues expresan la experiencia de ese espacio histórico vivido a través
de la perspectiva de los personajes y el narrador omnisciente, donde emerge una conciencia
con respecto al territorio.
Esta narrativa, el discurso identitario, conecta al pasado con el presente al establecer
cómo lo hechos del pasado rememorados en voz de un narrador o personaje, moldean el
presente, lo cual constituye a un significante que emerge del pasado a través de esta relación
histórica de significado, los nodos de memoria (Graesser 2001) por medio de la perspectiva
subjetiva del narrador o personaje. Además, la memoria colectiva construye a la identidad
que se proyecta indefinidamente de forma continua, integrando nuevos elementos, pero, lo
relevante de este proceso, es que conserva ese núcleo constructor de la representación, los
modos de vida desarrollados históricamente que son compartidos socialmente. La toma de
conciencia en el presente, la reflexión que genera esta narrativa del pasado, se contextualiza
en el presente, ello ocurre por medio de la cognición social (Condor, 2001), donde la
construcción de una percepción y conocimiento, un proceso mental vinculado a la memoria,
establecen una experiencia personal y creación de una temporalidad y espacialidad
subjetivas, una dimensión social compartida colectivamente. Esta información deriva en un
discurso, cuyo significado se vincula dentro de una circunstancia social, cultural, política o
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comunal. Por tanto, el hecho histórico es fundamental, muestra a la memoria colectiva como
una forma socio-cultural que determina y delimita a un territorio, a su gente y comunidades,
lo cual explica al carácter de su idiosincrasia presente en cada acto cotidiano del habitante
sudcaliforniano, donde las formas del habitar y compartir vivencias, por medio de una
identidad colectiva, expresan su mundo, el otro territorio de la parte sur de la península de
Baja California.
INTERPRETANDO AL DISCURSO
La metodología elegida para abordar esta postura subjetiva con respecto al habitante
sudcaliforniano, su identidad presente en la literatura, como una forma de percibir la realidad
por medio de sus formas de ser y habitar, como una estructura de significado producto de un
desarrollo histórico, es el análisis del discurso. Se considera al discurso como emisor de una
dimensión simbólica sociocultural, la cual genera una red de significados donde, la
subjetividad, el espacio y el tiempo nos sitúan dentro de un acontecer social de una localidad,
el territorio de Baja California Sur.
El análisis del discurso (Van Dijk 1999) permite la interpretación del proceso
comunicativo donde un grupo humano establece códigos sociales que constituyen su propio
lenguaje. Este lenguaje codificado expresa los comportamientos y acciones de una sociedad
por medio del punto de vista de los protagonistas emisores de una narrativa, diálogo o relato.
Este canal comunicativo transmite cómo se construye la mediación simbólica del hombre,
una dimensión cognitiva (Frawley 1999), con respecto a su entorno inmediato de acción, el
contexto, donde establece una conexión hacia objetos, espacios, personas, vínculos sociales,
marcas, paisaje, hábitos, costumbres, tradiciones. Esta mediación simbólica genera un marco
de comportamiento humano compartido socialmente (Condor 2001) sea a nivel individual o
colectivo, una estructura de significado sociocultural que expresa un horizonte humano desde
donde es posible interpretar una realidad.
Este esquema de comportamiento es una guía para el investigador por medio del
discurso identitario se emiten actos, perspectivas, actitudes, pensamientos, recuerdos,
experiencias, etc. Este esquema subjetivo organiza, jerarquiza y simboliza una información
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lingüística presente en discursos, diálogos, relatos o narrativas, es decir, genera un orden
discursivo que proyecta un punto de vista. Una sistematización sociocultural por medio de
un modelo mental, la conciencia histórica o memoria colectiva (Hallbwachs 2004). Así, el
discurso establece representaciones de un mundo vivido mediante la experiencia humana,
este esquema sociocultural explica el por qué y para qué de las prácticas sociales donde se
genera un lenguaje compartido colectivamente. El discurso identitario crea un orden interno
dentro de un límite territorial sea por medio de fronteras de tipo físico o simbólico. Edifica
un sistema simbólico presente en los actos cotidianos de los actores sociales, lo que son sus
comportamientos. Ello, pone en el centro al ser humano y su condición, sus acciones, puntos
de vista, perspectivas, creencias, etc., con respecto a una circunstancialidad que vive,
aprehende y experimenta.
La noción de sujeto humano en esta perspectiva es bastante diferente de la
utilizada en las investigaciones de la cognición social mentalista […] que
consideran al individuo un portador y manipulador de las ideologías comunes.
Aquí, en cambio, el centro de interés es la forma en la que el actor social habla y
piensa como parte de, y en nombre de, una identidad colectiva. (Condor 2001,
469)
No se debe de pasar por alto la importancia de la percepción del sujeto local, porque es la
constructora de los sentidos simbólicos y de su propia circunstancialidad espacial, por lo cual
la postura subjetiva colectiva, la identidad, es un elemento central dentro de este análisis
como una perspectiva de conocimiento. Este proceso cognitivo integra al individuo dentro
de una postura subjetiva y comportamiento grupal, donde se identifican a sí mismos al
compartir posturas similares. Ello deriva en una integración colectiva y en la delimitación de
una frontera sociocultural, emerge una identidad que integra esquemas de significado,
memoria, modos de vida y actitudes, integrando, así, una ideología que los gobierna y genera
acciones con respecto a los otros. La cognición social por medio de las acciones crea
representaciones colectivas, un discurso en el cual una colectividad comparte prácticas,
puntos de vista, costumbres, tradiciones, con respecto al acontecer social, lo que es una
estructura de significado, identidad y territorio.
Por ejemplo, las historias y los argumentos no sólo tienen estructuras abstractas e
involucran procesos y representaciones mentales (como conocimientos), sino que
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son, al mismo tiempo, una dimensión de los actos comunicativos de narración y
argumentación realizados por usuarios reales del lenguaje en situaciones reales.
(Van Dijk 2000, 22)
Las representaciones sociales de los modos de vida históricos se consideran como códigos
nucleares que indican la forma en que una dimensión socio-cultural integra un puente
comunicativo entre sí para establecer una percepción identitaria, pues se comparten imágenes
en común que dan vida a un imaginario, las narrativas asociadas a una territorialidad. “Lo
que llamamos el espacio no es un objeto en sí que se nos presenta mediatamente y se nos dé
a conocer mediante signos, sino que es una modalidad, un esquematismo peculiar de la
representación misma” (Cassirer 1998, 128). Así, los individuos se posicionan como los
protagonistas de la construcción de sus realidades que deriva en una forma de comunicación
colectiva y representación social. Se establece un sentido de realidad a través del empleo del
lenguaje, una estructura humana donde los actores plasman el acontecer de su cotidianidad.
Por tanto, la literatura como fuente documental muestra al espacio donde acontecen los
distintos procesos sociales, ya sean históricos o de relevancia social, y el discurso identitario
muestra una percepción del espacio por medio de una percepción colectiva que comparte un
pasado histórico en común.
Los textos literarios: el término de lo literario lo empleamos acá del modo más
amplio posible para implicar a los textos que tienen una coherencia y una
organización interna y son producidos bajo las regulaciones específicas del
lenguaje. En este sentido, son textos literarios desde las obras narrativas, los
poemas hasta las noticias escritas. Sin embargo, pueden implicar la lectura y por
tanto la sonorización del sistema. (Mendizabal 1999, 116)
De ahí que, la localidad encuentra expresión por medio del documento literario como de un
mundo colectivo, donde se describen los distintos procesos sociales que enmarcan, definen
y forjan la realidad. Los individuos en su diario trascender cotidiano son portadores
inconscientes de un pasado histórico y cultural, la memoria colectiva (Hallbwachs 2004),
pues a través de sus prácticas discursivas representan a este pasado histórico-cultural,
rememoran eventos relevantes que comparten entre sí. Por ello, la expresión literaria muestra
la dimensión humana, indica el cómo es y se desarrolla la vida de los núcleos sociales
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poseedores de un discurso. Además, construye el simbolismo de un territorio significado por
los lazos de pertenencia de un actor social.
El análisis del discurso implica ir desde la base del relato a la lógica del discurso,
es decir, desde la descripción hasta su comprensión: como se ve, si bien el relato
nos sitúa en la enunciación de un actor social, el discurso formulado y que
comprende, está determinado por el complejo aspecto de las representaciones.
(Mendizabal 1999, 144)
El relato como forma expresiva crea un nexo indisoluble entre el sujeto, el espacio y las
representaciones, lo cual delimita el territorio ante lo otro. Son los sujetos quienes le asignan
un sentido propio al espacio, adquiriendo así, una connotación con respecto al lugar, donde
convergen los comportamientos, acciones, posturas, experiencias. El individuo es el
epicentro de esta representación social porque manifiesta una condición humana dentro del
documento literario, la cual manifiesta emociones, sentimientos y formas de ser. Una
proyección subjetiva dentro de una delimitación espacial constructora de un entorno
paisajístico. La narrativa es una ventana para acceder a la dimensión de la identidad colectiva
y su espacio, esculpiendo estéticamente al espacio, al sujeto y su mundo, la sociedad a la cual
pertenece. Esta identidad expresa distintas posturas que buscan hacer una conciencia dentro
del seno de la sociedad o comunidad a la cual se dirige, siempre tiene un propósito implícito
por medio de su postura como elemento social.
El análisis del discurso va más allá de la propia semántica. En parte, se puede
decir, que a través del análisis del discurso vemos los procesos sociales que están
detrás. Esto más bien nos marca quizá una dimensión más sociológica en el
proceso de análisis que eminentemente lingüística. (Mendizabal 1999, 158)
Por medio de la interpretación del discurso se accede a sus problemáticas sociales, además,
se pueden comprender, los procesos donde una identidad colectiva se contrapone ante los
fenómenos de la otredad, las realidades que provienen fuera de sus fronteras simbólicas,
nuevos significantes socioculturales, lo que es, una forma de ver, de ser y de interpretar el
mundo. Los discursos identitarios son un referente de la realidad interna de toda sociedad, a
partir de su interpretación se puede deducir cuál es la problemática que comunica y la base
ideológica que los respalda, la estructura de significado sociocultural. El cómo se afecta
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principalmente a la percepción del sujeto local que se asume como un yo representante de
una colectividad.
La noción socio-cultural puede interpretarse, entonces, como un sistema
simbólico regido por un espacio caracterizado y erigido por las necesidades de un
lenguaje, donde la subjetividad, la persona, la voz y el tiempo nos sitúan dentro
de una problemática que implican al discurso y la sociedad. “El discurso debería
estudiarse no sólo como forma, significado y proceso mental, sino también como
estructuras y jerarquías complejas de interacción y prácticas sociales, incluyendo
sus funciones en el contexto, la sociedad y la cultura. (Van Dijk 2000, 26)
Por tanto, una interpretación semiótica del discurso (Courtés 1997) (Blanco 1980) muestra
cómo la memoria colectiva establece una estructura de significado, considerando a las
representaciones sociales (Abric 1994) como un ámbito donde se generan construcciones
objetivas de la realidad dentro de un esquema de organización, la estructura de significado
sociocultural (Condor 2001), que permite interpretar un comportamiento y mentalidad social.
Esta representación se genera por acción de las prácticas, el discurso que muestra cómo el
individuo reflexiona sobre su realidad, su mundo vivido, el cual cambia y genera una nueva
experiencia del espacio ante la cual se confronta y reconoce como un fenómeno ajeno a su
mundo. Esta experiencia de la realidad opera dentro de la lógica de una conciencia colectiva,
un orden perceptivo y de conocimiento presente en la narrativa.
La conciencia puede ser representada en un texto literario en tercera persona o
primera persona. En tercera persona hay tres modalidades de expresar lo que un
personaje siente o piensa: el escrutinio, elucidación y puesta en contexto de sus
eventos subjetivos (psiconarración), la cita entre comillas de sus pensamientos
(monólogo citado) y la presentación en forma del discurso del propio narrador
(monólogo narrado). En primera persona los equivalentes de estas tres
modalidades serían la descripción y evaluación de la propia experiencia
(autonarración), la cita entre comillas de los pensamientos propios (monólogo
autocitado) y la identificación con la experiencia pasada (monólogo autonarrado).
Finalmente, está el monólogo interior o autónomo, en el cual el personaje describe
sus percepciones, estados de ánimo, recuerdos o imágenes en una correspondencia
completa en tanto ocurren. (Díaz 2008, 463)
16
Esta auto-narración hace posible la expresión y proyección de la conciencia humana e imagen
que constituye la memoria colectiva, agrupando a una colectividad por medio de un orden
sociocultural que explica al personaje, lo que son sus vínculos sociales e identitarios como
parte de una colectividad. Sus experiencias que vive en el presente se generan por medio de
recuerdos, estos los establece por medio de la construcción de imágenes pasadas, juicios,
creencias, emociones, acciones y actitudes. Por consiguiente, se considera que dentro del
espacio de Baja California Sur el sentido de pertenencia se manifiesta a través de la
representación de su identidad y su conciencia, lo cual proyecta la imagen de la memoria
colectiva. Estas imágenes del pasado habitan en el pensamiento de los protagonistas del
discurso literario, en sus diálogos los protagonistas reconstruyen eventos del pasado que
habitan en el recuerdo y conciencia de toda la colectividad, identificándose al revivir y
compartir estas eventualidades, ello delimita una frontera sociocultural con respecto a los
otros y establece una estructura de significado territorial.
Sin embargo, la identidad sudcaliforniana hoy día enfrenta, un nuevo proceso que
afecta a sus fronteras simbólicas, la globalización socioeconómica que gradualmente va
instituyendo una nueva realidad a través de nuevas dinámicas interactivas. Una nueva
realidad que la literatura de carácter local expresa, donde la perspectiva subjetiva del yo
colectivo muestra una realidad de cambio sociocultural. Esto afecta a la estructura de los
modos de vida desarrollados históricamente, donde los vínculos afectivos hacia los espacios
se modifican ante la manifestación de nuevos fenómenos y significados sociales propios del
mercado, ello afecta a las tradiciones, costumbres y hábitos del habitante local. De acuerdo a
los últimos indicadores del Plan Estatal de Desarrollo de Baja California Sur 2015-2021 la
sociedad sudcaliforniana está transformándose internamente debido a evidentes cambios en
los ámbitos que competen a lo político, económico y social, ocurre un acelerado crecimiento
demográfico a lo largo de toda la geografía territorial del Estado. Este incremento poblacional
es propiciado por el fenómeno migratorio venido al estado, motivado, en gran parte, por el
crecimiento económico de Baja California Sur en los últimos años en la industria turística,
minera, agropecuaria y de la construcción. Al Estado llegan constantemente inversiones
millonarias que crean nuevas empresas y oportunidades de empleo por medio de la industria
turística.
17
Hoy en día el Estado es sometido a evidentes cambios culturales, donde se adoptan
nuevos patrones de conducta social ante el contacto con otro tipo de costumbres y tradiciones
diferentes a la de los pobladores locales. Igualmente, también, ocurren cambios en la
conformación física de las comunidades, las principales poblaciones del Estado crecen
aceleradamente debido a la fuerte presión que ejerce el alto flujo migratorio de personas. El
paisaje se modifica rápidamente día a día, la percepción del actor local cambia ante el
desconocimiento y fragmentación de su espacio de interacción. Acontecen nuevas realidades
que modifican su punto de vista, como la edificación acelerada de hoteles, nuevas colonias,
nuevas avenidas, nuevas plazas comerciales y la aparición de nuevas modalidades
comerciales.
Por ello, se debe comprender que en el nuevo contexto de globalización económica
(Harvey 1998), las localidades con mayor beneficio por parte del capital, son, precisamente,
las sociedades que viven una mayor fragmentación social, se edifican fronteras sociales que
son parte del desarrollo de la vida cotidiana por medio de nuevos espacios y dinámicas
interactivas, fabricas enormes, zonas residenciales, áreas comerciales, largas jornadas
laborales, aumento de la criminalidad, zonas turísticas, etc. La compresión del tiempo y el
espacio, sumado al flujo de dinero de forma instantánea, crea una crisis de representación.
Esta problemática se manifiesta por medio de la creación de un poder económico que da vida
a paisajes fragmentarios con el apoyo de las imágenes, donde se constituye un imaginario
global que utiliza elementos territoriales para configurar una nueva configuración ficticia y
utópica del espacio. Ello deriva en la creación de nuevas comunidades e identidades en
espacios de exclusividad social, donde la arquitectura temática une a las personas, las atrae
al lugar por medio de elementos retóricos, cuya finalidad es atraer la mirada, ya sea de
inversionistas, consumidores o turistas.
Podría considerarse que la experiencia cambiante del espacio, del tiempo y del
dinero ha formado una base material particular para el surgimiento de sistemas de
interpretación y representación específicos. […] Si vemos a la cultura como un
conjunto de signos y significaciones (incluyendo el lenguaje) que se engranan en
códigos de transmisión de los valores y significados sociales, […] analizar sus
complejidades en las condiciones presentes, reconociendo que el dinero y las
18
mercancías constituyen los soportes primarios de los códigos culturales. (Harvey
1998, 330-331)
Esta nueva configuración espacial genera un paisaje territorial que se origina por medio de
la integración de un sistema socio-económico que integra a una localidad, ciudad, pueblo o
comunidad, a las dinámicas del sistema financiero y económico global, por medio de un flujo
continuo de dinero, personas, imágenes y personas. Integrando, consecuentemente, un nuevo
tipo de sociedad, identidad, comunidad y ciudad. Ello genera nuevos tipos de discurso,
representación y práctica a través de nuevos códigos y lenguajes. Emerge un nuevo tipo de
representación sociocultural, la del capitalismo global, que modifica al territorio, la
percepción del espacio entra en conflicto porque emite otro tipo de mediación ante el nuevo
espacio y su carácter fragmentario, de exclusividad social, este espacio ya no genera una
integración hombre territorio, sino al contrario, lo excluye por medio de fronteras físicas y
simbólicas como zonas prohibidas, muros, rejas, avenidas, etc. En consecuencia, se considera
a la inserción de la dimensión de la modernidad, la globalización económica, como la
generadora del contraste sociocultural presente en el espacio social, los fenómenos de otredad
ante los que se confronta la identidad colectiva. Las nuevas significaciones establecen
problemáticas que afectan al individuo sudcaliforniano, derivando en una confrontación
identitaria ante esta nueva construcción social. La región de Baja California Sur es poseedora
de modos de vida únicos donde la significación estructuraba las dinámicas internas de la
población local y sus ritmos de vida, los cuales evidentemente entran en conflicto con la
nueva realidad social que se les plantea.
La cultura es la sociedad considerada como estructura de sentido, como signicidad
o semiosis, como representación, símbolo, teatralización, metáfora o glosa de sí
misma. Es aquella dimensión de la sociedad por la que ésta se expresa o se muestra
a sí misma en forma de rasgos distintivos, sistemas de diferencias o de
singularidades formales. (Giménez 2005, 133)
Estas transformaciones políticas, económicas, culturales y sociales detonantes del
crecimiento poblacional nos remiten y confrontan de inmediato al orden simbólico y
geográfico de la región, el actor local se ve trasgredido por los nuevos elementos de
significación cultural ante la alta presencia de migrantes y sus nuevas prácticas como: el
trabajo esclavizante,
nuevas formas de entretenimiento en casinos, movilidad urbana
19
deficiente, nuevas periferias urbanas, delincuencia organizada, etc. Nunca antes se había
vivido algo similar con anterioridad, ni en los registros históricos del pasado más reciente. El
habitante de Baja California Sur enfrenta una reconstitución sociocultural de su espacio, éste
ya no es el mismo que solía ser con anterioridad. Se enfrentan nuevas realidades donde los
nuevos significantes que se añaden al contexto social, imponen nuevos ritmos que contrastan
con la forma de vida desarrollada anteriormente. Hechos que derivan en la construcción de
un discurso crítico por medio de la consciencia colectiva que reflexiona y genera nuevas
estructuras de significado que cuestiona la realidad actual. Las experiencias retrospectivas
crean un estado mental de reflexión, un nivel consciente de la realidad a partir del presente.
Esta experiencia genera un cúmulo de información, los nodos de memoria (Graesser 2001),
que fluyen del pasado hacia el presente, emerge una corriente de la conciencia que se
cuestiona a sí misma y cuestiona la realidad del tiempo presente a través de una comparación
con el tiempo pasado. La experiencia humana por medio de su propio auto-análisis se
reconstruye, lo cual influye en el comportamiento social por medio de la construcción de una
imagen de lo que debe.
ANÁLISIS DE “EL RETORNO DE LA HOGUERA DE OMAR CASTRO1”
A través de un diálogo, el autor construye este relato que nos aproxima a la realidad de la
vida cotidiana de Baja California Sur, en concreto en la ciudad de La Paz. La narración se
construye a través de una plática entre tres personajes, éstos comparten anécdotas en torno a
su diario acontecer como parte de la comunidad local, hablan de aspectos que conciernen a
todo el colectivo sudcaliforniano. Este diálogo construye mediante la memoria colectiva
(Hallbwachs 2004) (Erll 2012) de la localidad, el mundo vivido hacia el que se establecen
los vínculos emotivos por parte del habitante local hacia su ciudad, pues la ciudad representa
1
Omar Castro es profesor normalista, egresado de la Benemérita Escuela Normal Urbana Profesor Domingo
Carballo Félix y de la Escuela Normal Superior de Nayarit. Maestro en Desarrollo Humano y Social por la
Universidad Mundial. Autor de Porque nos asiste la razón (1990), Este desierto que llamamos mar (1992),
Días de sol, la lucha magisterial en B.C.S. (1995), Cuando se seca la raíz y otros cuentos (1998), Los últimos
días del General (2003), Pueblo de madera y otros relatos (2006), El retorno de la hoguera (2010), La cicuta
y el veneno de la pasión (2011).
20
ese espacio considerado como la extensión territorial de su casa (Bachelard 1979). En este
espacio habitado, los protagonistas establecen un sentido territorial de significado al
considerar sus formas de vida y percepción sensorial como una continuidad de las
tradiciones, costumbres y creencias locales, pues habita en ellos la identidad sudcalifornia
(Castorena 2007). Esta identidad simboliza su unión con el pasado territorial a través de la
adopción de las formas de vida del indígena nativo de esta región, de ahí su fuerte sentido de
arraigo y pertenencia territorial por medio de sus modos de vida.
Este discurso identitario asigna al diálogo emitido por los personajes un sentido de
significado (Condor 2001) que ordena y estructura socioculturalmente sus acciones. Así se
conoce y comprende la realidad contextual acontecida dentro de este espacio dentro de un
marco de comportamiento que expresa formas del ser y existir, se representan lo que son las
experiencias vividas del espacio. Expresándose así, el “nosotros” identitario colectivo que se
contrapone a lo “otro” porque se evoca al pasado, la memoria colectiva desde un presente.
Una analepsis (Pimentel 1998), una reconstrucción del pasado desde el presente por parte de
un personaje, lo cual establece un quiebre temporal en la linealidad textual. Esta técnica
añade profundidad a la narrativa porque reconstruye a través de la memoria imágenes
históricas, los nodos de memoria (Graesser 2001) que fluyen del pasado hacia el presente y
generan un contraste con el presente, al ser una estructura de significado que justifica la
percepción identitaria que cuestiona su presente. Este desplazamiento temporal por medio de
un enlace de actos anecdóticos acontecidos cronológicamente a través del accionar de los
personajes, traslada la linealidad histórica del relato literario a escenarios sociales del pasado.
Esta reconstrucción de imágenes mentales genera una percepción pasada de lo que fue la
ciudad donde ocurrieron los hechos colectivos. El personaje relata. “Me acuerdo que todo
eso que está arriba de la calle Isabel la Católica era puro monte, y cuando se empezaron a
levantar las primeras casitas, también apareció la primera iglesia de la zona”. (Castro 2010,
15).
La secuencia narrativa ubica lugares dispersos en el espacio, construye y enlaza una
cartografía mental de la ciudad pasada por acción del relato. Esto enlaza a la memoria
colectiva (Hallbwachs 2004) (Erll 2012) con las etapas del desarrollo de la ciudad de La Paz,
donde los asentamientos humanos apenas comienzan a estructurar el entorno urbano. Este
21
fragmento de relato muestra cómo se genera la dimensión cognitiva (Frawley, 1999) con
respecto al paisaje percibido. El diálogo de los personajes muestra cómo comparten un
pasado como un grupo social, una confluencia entre distintas memorias por medio de la
imagen del recuerdo que establece una conciencia colectiva (Díaz 2008). Ello conforma un
conocimiento compartido por toda una comunidad a través de la representación perceptiva
de los personajes, quienes expresan un cúmulo de información sociocultural, opiniones y
actitudes, pensamientos, comportamientos, etc. Un conocimiento que muestra el cómo ven y
piensan desde un punto de vista colectivo.
Los tiempos en que daba gusto ver tantas flores y hortalizas sembradas allá en el
rumbo de la escuela Bocanegra. Era ir muy lejos, pues la terracería de caliche
empezaba en la secundaria Morelos, ya fueras para el sur o para el norte. Eran los
tiempos en que este pueblo se moría de tres a cinco de la tarde. Ni una pinche
alma en las calles; eran una putas soledades que para que te cuento. Pero cayendo
en cuenta, yo pienso que es el clima; aquí siempre ha hecho un calor de la
chingada, y así quién diablos querría andar en la calle. (Castro 2010, 17)
Sin embargo, una imagen fuerte de unión colectiva se proyecta por medio de la memoria
cuando ocurren eventos extraordinarios, de carácter relevante porque se manifiestan hechos
trágicos como los accidentes o crímenes de personas de relativa importancia, pues son hechos
impactantes que quedan alojados en la experiencia social de toda una población debido a su
impacto. Así, surgen relatos que trascienden lo individual y pasan a ser parte de toda la
colectividad, agrupando por del evento extraordinario una experiencia compartida. A través
de esta vivencia histórica, también, se puede reconstruir el plano social y espacial porque se
recuerda la ubicación del evento trágico. Este ejemplo de relato habita en la memoria
colectiva de los paceños que fueron testigos de una eventualidad de este tipo como la que se
narra a continuación.
Aquí volaban los famosos DC-3; aquellos bimotores que hacían el viaje a Sinaloa,
y según decían que eran de los aviones más seguros. Pues dirán misa pero ése se
cayó. Yo andaba por el rumbo podando unos árboles y andaba en mero arriba de
la escalera […] dejé las tijeras y el machete cuando divisé el avión, y desde el
principio se me hizo que venía muy bajito. Como que no levantaba y no levantó.
Se me figuró que el piloto se quiso regresar al aeropuerto porque dio una vuelta
22
pero en vez de levantar la nariz, se empezó a clavar y a clavar y ya no pudo
sostenerlo. Agarró recio para abajo y dije yo, ese avión va hacer un desmadre
donde caiga. Y sí, hizo un desmadre porque cayó sobre unas casitas humildes. La
trompa casi se enterró en el suelo y pues allí quedaron los pilotos. Del panzazo el
avión se rajó y con tanta suerte que la mayoría de los pasajeros se salvó, gracias a
la valentía de los bomberos que sacaron a la gente a como dios les dio a entender.
Se dijeron muchas cosas, pero la mayoría de los mirones dijo que el avión nunca
tuvo potencia para levantarse y otros dijeron que ya venía echando humo de los
motores. (Castro 2010, 50)
El diálogo entre los tres personajes evoluciona, cambia de escenarios, temáticas y
temporalidades constantemente. Esto deriva en la construcción de una experiencia del
espacio (Lévy 2006) generalizada, se abarcan varias temáticas que les conciernen
colectivamente. Se pasa de la rememoración del pasado a la actualidad del tiempo presente,
dónde establecen una postura de inconformidad y asombro, una estructura de significado
adversativa, los nodos de memoria, que critica el cambio acelerado del presente, lo cual
genera repercusiones sociales. Se expresa el cómo el habitante nativo presencia la
transformación social de su localidad, la ciudad crece aceleradamente en su demarcación
territorial, por efectos de una presión urbana originada por el incremento poblacional. La
comunidad originaria crece, pero el grueso del crecimiento demográfico obedece
principalmente al fenómeno migratorio venido a la localidad. La ciudad muestra una nueva
faceta, la contrastante diferencia social entre ricos y pobres. Desintegrándose por completo
la anterior visión de la localidad, ahora la realidad social es determinada por la dimensión
económica del consumo (Harvey 1998), presente en todas partes, configurando una nueva
contextualidad fragmentaria donde todos se tornan en agentes económicos independientes,
preocupados por sus necesidades más elementales, como lo es el alimento, la salud y los
bienes materiales.
Sales a la calle, y allí lueguito se nota. Mucha gente amolada, a pata, porque ni
para el pesero. Otros tantos como sardinas en los camiones. Los menos, en unos
carrazos, y la mayoría de los que pasan, en carros que están para llorar nomás por
el humo que van echando por el mofle. Los pobres como nosotros, quejándose:
que el agua, el drenaje, que el pavimento, que el hospital, que el centro de salud,
23
que las medicinas, que las tortillas, que la leche, que la carne, que el gas, que la
luz, que el predial. (Castro 2010, 64)
A partir de este acto reflexivo, la postura reflexiva de los personajes establece un punto de
vista crítico con respecto al presente. Se expresa cómo el incremento demográfico trae
consigo problemáticas sociales ante la insuficiencia en la capacidad operativa del gobierno
local, que ve rebasada por la realidad, donde el contexto urbano día a día se torna caótico y
complejo. La localidad vive nuevos fenómenos nunca antes vividos, un entorno negativo se
establece ante la ausencia de la autoridad. La violencia de la delincuencia se desborda al
grado de llegar a afectar el desarrollo de la vida cotidiana, la población opta por ya no salir
de sus viviendas durante la noche ante la incertidumbre que priva en todas las colonias de la
ciudad.
Los tres habían nacido en esta ciudad que ya no conocían. Ya no sabían dónde
empezaba y dónde terminaba. […] El callejón, en completa oscuridad sólo era
amenizado por los ladridos esporádicos de los perros callejeros cuando veían
amenazado su territorio con la presencia de otros peros. Oscureciendo, los vecinos
prácticamente se encerraban a piedra y lodo, habida cuenta de la inseguridad que
privaba en la colonia, refugio de malandros de reconocida calaña, drogadictos,
narcos, cacos y grafiteros. (Castro 2010, 70)
Es, sobre todo, la violencia generada por el narcotráfico y, en específico, la modalidad del
narcomenudeo lo que golpea a toda la colectividad social local. Una problemática invisible
ante los ojos de la autoridad que derivó en un incrementó de la inseguridad, a pesar de los
esfuerzos de los cuerpos policiacos. Todas las colonias y poblaciones aledañas a la ciudad de
La Paz son blanco de una acción del crimen organizado. La colectividad sudcaliforniana ve
cómo su región territorial cambió, el habitante local con arraigo territorial se confronta ante
un fenómeno de otredad, la realidad socioeconómica de la globalización. El libre tránsito por
la ciudad se ve trasgredido, ante la amenaza de sufrir un daño colateral durante algún
enfrentamiento armado del crimen organizado. Una problemática seria que difícilmente
podrá ser resuelta en el corto plazo, pues el crimen organizado es una entidad global que
afecta y tiene presencia en muchas localidades, es un fenómeno global presente en la ciudad
que genera un poder económico importante y, ello deriva en una lucha por el control del
territorio.
24
Estas nuevas realidades socio-culturales que vive la ciudad muestran una postura de
consternación por parte del habitante local y su postura identitaria establece una dimensión
colectiva confrontación ante esta eventual degradación de la sociedad y la calidad de vida de
los habitantes. Por ello el autor reflexiona y resalta el carácter de resistencia permanente del
habitante sudcaliforniano, presente en su espíritu idiosincrático, dado a que el
sudcaliforniano es un sujeto forjado por el aislamiento y el alejamiento y lucha en contra de
un territorio agreste y desértico (Castorena 2007). Por ello, los personajes expresan una
postura de resistencia ante el cambio actual que vive, porque su localidad está sumida en una
descomposición social, todo lo actual es visto de forma negativa.
Precisamente ese aislamiento no sólo político sino también geográfico fue
perfilando la idiosincrasia y manera de pensar e nosotros los californios, quienes
en la práctica nos asumimos como habitantes de una larga, larga y desierta isla
desprendida del macizo continental, con casi dos mil kilómetros para conectarnos
con el resto del país, y no pocas millas del interpuesto mar de Cortés. Aquí todo
llegó tarde: las noticias de la independencia, de la reforma, de la revolución;
llegaron tarde los automóviles, la radio, la televisión, los aviones de turbina; es
más, algunas comunidades rurales apenas empiezan a tener acceso a la
electricidad y a la telefonía. […] Cuando las comunicaciones se fueron
fortaleciendo entre los años cincuenta y los sesenta y el contacto se hizo más fuerte
con nuestros compatriotas del interior –porque nosotros nos sentíamos en y del
exterior- hubo un choque cultural difícil de matizar por ese exacerbado
regionalismo alimentado por los siglos de la soledad […] Y a pesar de lo mucho
que hemos avanzado en el fortalecimiento de la diversidad, todavía decimos: no
es de aquí, es del interior. Con un marcadísimo y soterrado sentido de pertenencia
de esta California del Sur. Un rencor mezclado con egoísmo, victimas del olvido
y de la geografía austera. Escépticos al cambio y al intercambio. (Castro 2010,
150-151)
El cambio representa una confrontación de los modos de vida desarrollados históricamente
ante las nuevas realidades que, desde un punto de vista identitario y colectivo, son fronteras
socioculturales que generan un acto reflexivo y de significado por medio de la rememoración
del pasado, los nodos de memoria, estructurando un discurso que establece una postura
adversativa ante el presente. El habitante nativo siempre verá de forma negativa todo tipo de
25
cambio en su localidad, porque todo el vínculo patrimonial establecido por lo tradicional se
pierde. Esta postura adversativa que asume la identidad sudcaliforniana, la resistencia al
cambio, obliga a reconsiderar la importancia de los valores culturales, porque pueden ser
propuestos para hacer un rescate de la golpeada cohesión social, Esta postura pone a la cultura
como un eje de desarrollo social en la búsqueda de mejoras en la calidad de vida y la
seguridad.
Esta exposición de hechos por parte del autor a través de su obra narrativa, hace
emerger una conciencia histórica a través del diálogo de sus personajes, quienes aluden a
esos eventos del pasado relevantes para una sociedad, ello crea una dimensión colectiva e
identitaria importante. La narrativa literaria a través de la acción retórica simboliza el proceso
de identificación y de apropiación del lugar, por medio de vínculos afectivos en torno al
espacio y eventualidades. Esta mediación simbólica genera una dimensión cognitiva
(Frawley, 1999), una conciencia colectiva, que ubica al sujeto dentro de una estructura de
tiempo presente, enlazando así, al pasado, la memoria colectiva. Sin embargo, lo interesante
de esta narrativa es que genera una estructura de significado adversativa que cuestiona al
presente por medio de la generación de una conciencia que emerge del pasado hacia el
presente, los nodos de memoria (Graesser 2001), lo cual pone al discurso identitario como
una estructura de significado importante para comprender al presente.
En la medida en que formamos parte de un orden simbólico colectivo, podemos
otorgar un lugar a los hechos pasados, podemos interpretarlos y recordarlos. Pues
los marcos sociales, de nuestro entorno social, en el sentido estricto de la palabra,
se derivan de marcos sociales en el sentido metafórico de la palabra; esquemas de
pensamiento que llevan nuestra percepción y nuestro recuerdo por determinados
caminos. Los cadres sociaux conforman el horizonte abarcante que se forma
basado en la dimensión material, mental y social de las formaciones culturales.
En este horizonte están insertos nuestra percepción y nuestros recuerdos. (Erll
2012, 20)
Esta conciencia histórica establece una estructura de significado sociocultural que reflexiona
sobre sí a través del discurso que construye (Giddens 2011), sobre la situación que vive, lo
cual es la construcción de la noción ideológica que gobierna al sujeto, o también puede
analizarse a esta conciencia histórica como parte de la vida cotidiana a través de la percepción
26
subjetiva de las prácticas, conformando una dimensión normada por el propio sujeto dentro
de un orden social (Condor 2001). Así, a través del análisis de narrativas de tipo históricoliterario, puede verse cómo opera esta construcción del significado adversativo por acción de
las prácticas reflexivas, enfocándose en esa voz de la conciencia que establece una identidad
en torno al tiempo histórico a través de una perspectiva subjetiva que simboliza el accionar,
pensar, vivir y aprehender lo real por parte de una comunidad, grupo o sociedad. Se pasa de
lo subjetivo a la sociedad en su conjunto, un proceso de construcción social colectivo.
El yo que narra la historia reflexiona y muestra cómo sus recuerdos son construidos
por la experiencia del pasado y situaciones que le afectan en el presente. Este discurso
individual representa la visión colectiva que tiene una sociedad de sí misma. El modo
reflexivo crea una retórica a través de la imagen del pasado positivo desde un presente
negativo, y crea la posibilidad de establecer una postura crítica por medio de los nodos de
memoria que cuestionan el actuar de la autoridad de gobierno ante las problemáticas que les
afectan como colectividad, el autor agrupa distintas posturas subjetivas, individuales y
colectivas de lo que es la sociedad. Este proceso, a través de la construcción de imágenes del
lugar ancladas en la memoria colectiva, ejecuta el accionar retórico de la metáfora al
simbolizar colectivamente una perspectiva individual, crea una iconicidad textual que une al
hecho ficticio, la representación literaria, con la realidad, las problemáticas sociales de una
región. El lenguaje simbólico une a la ficción literaria y la realidad social y, le añade un
nuevo sentido a la memoria colectiva, por medio de los nodos de memoria que unen lo
imaginario, simbólico y lo real, una representación donde el hombre crea y transforma su
realidad.
CONCLUSIONES
En esta narrativa la atención se centra en los campos de referencia generados por la memoria
colectiva, al rememorar eventos del pasado, donde el texto literario los toma como objeto de
una percepción, un punto de vista ofrecido por un personaje o la voz del narrador
omnisciente, donde, se refieren a los procesos sociales como el cambio urbano actual, nuevas
problemáticas como la delincuencia, imágenes del pasado como la ciudad de antes. Se ve,
entonces, a la nueva realidad del presente como algo negativo que afecta a todos.
27
La conciencia histórica a través de la reflexión crea un conocimiento sociocultural
creado a partir de la memoria colectiva, un esquema del pensamiento con características
ideológicas fundamentales para la creación de discursos identitarios y políticos porque se
critica a la sociedad actual por medio de una estructura de significado que emerge del pasado
hacia el presente, los nodos de memoria. Se cuestiona cuál es el papel de las instituciones
ante el nuevo contexto de cambio, lo cual genera un conocimiento que puede aplicarse
metodológicamente para comprender procesos políticos y socioculturales que afectan a una
localidad o región. El modo reflexivo crea la retórica que establece la imagen de una
dimensión sociocultural, y abre la posibilidad de establecer una postura crítica que cuestiona
la realidad social actual, se crea un discurso adversativo, incluso, político en base al recuerdo
de un pasado, memoria colectiva y nodos de memoria que fluyen hacia el presente, una
experiencia de lo vivido, lo cual configura estructura de significado importante a través de la
experiencia colectiva.
A su vez, esta conciencia histórica también es mediada por las emociones y aspectos
éticos que, también ejercen un peso cognitivo en el aspecto reflexivo y la construcción de los
significados a través de la narrativa que explica al presente a través del pasado. Esto muestra
al accionar de la mentalidad como parte de una expresión social que explica al presente
mediante una temporalidad. En esta acción, también se simboliza al lugar y adquiere el
denominativo de patrimonio histórico, lo cual muestra a ese vínculo emotivo de la identidad
colectiva hacia el lugar con el cual se identifica por las vivencias acontecidas. Un uso del
pasado que orienta al tiempo y espacio social del presente.
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