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Algunos de los más bellos versos vallenatos

2020, Algunos de los más bellos versos vallenatos

En este artículo se hace una revisión cronológica de las canciones vallenatas que manejan en su temática la dualidad: amor/desamor, haciendo una antología personal de algunos de los más bellos versos de la música vallenata, resaltando aquellos que logran sostenerse al ser despojados de la música.

ALGUNOS DE LOS MÁS BELLOS VERSOS VALLENATOS LUIS CARLOS RAMÍREZ LASCARRO https://www.facebook.com/elrobavion https://www.instagram.com/elrobavion/ La música vallenata, como toda expresión humana, cambia con el tiempo, aunque a veces se pretende que algunas formas o códigos, de algunas épocas específicas, queden detenidas en el tiempo, olvidando que las aguas estancadas se pudren. En las letras de la música vallenata, a grandes rasgos, podemos ver que en sus inicios predominaban letras regularmente sencillas, de lenguaje directo y con pocas muestras de introspección y lirismo, lo que paulatinamente cambió, porque el centro se fue desplazando al Yo, coincidiendo esa preeminencia del lirismo en las canciones de la música vallenata con la que se denomina época de oro de esta expresión, llegando luego a caerse, en no pocas ocasiones, en un sentimentalismo enfermizo que se hizo moda y casi caricatura, para volver en tiempos más recientes a un lenguaje que, más que directo y sencillo, ha llegado a ser ramplón y chabacano. Esto, sin que dejen de encontrarse, en las épocas recientes, canciones de lenguaje sencillo, pero muy eficaces y encantadoras o de un hondo lirismo, aunque sean en mucha menos cantidad que en las épocas en las que fueron la moda y el canon. Pareciera, sin embargo, que la industria, en cuanto a las letras, mas no a las sonoridades, está teniendo un viraje a un lenguaje un tanto más cuidado, aunque no igual al que muchos anhelan con nostalgia. No volveremos a tener –y es normal– un Rosendo Romero, un Octavio Daza o un Fredy Molina. No podemos esperar canciones como las de ellos y, menos, como las de Alejo o Luis Enrique, pero sí, confío, iremos teniendo de nuevo un lenguaje cada vez más poético y que se sintonice con los tiempos actuales y venideros. Me gusta buscar versos o estrofas que destaquen entre sus pares, no solo en la música vallenata, y hago el ejercicio de desligar estos versos de la música, buscando ver cómo se sostienen sus imágenes desprovistas de todo lo que le aportan la interpretación e instrumentación. Me propongo hacer, a continuación, un pequeño recorrido por la historia moderna, grabada, de la música vallenata, mostrándoles los que son, para mí, algunos de los más bellos versos vallenatos, aunque no son, por supuesto, los únicos, ni los mejores, pues el criterio de que su belleza se sostenga por sí sola, leyéndose en silencio, puede no ser válido ni suficiente para algunos o muchos. El recorrido lo haré revisando canciones que tocan en su temática la dualidad: amor/desamor, que son las más abundantes en el cancionero vallenato, y buscando encontrar versos, a lo sumo estrofas, cuyas imágenes, aunque puedan ser construidas en un lenguaje llano, sean muy bellas y dicientes, alejadas de los lugares comunes y que logren, desprovistas del respaldo musical, como dije antes, tocar mi sensibilidad, que no sólo se dejen cantar sino leer con fruición. El primer verso que debía incluir con orgullo se le atribuye a Don Toba: porque quiero morir bajo tus ojos, lamentablemente debo reconocer que a don Tobías Enrique sólo le puedo aplaudir la música y la letra de las estrofas de su inmortal Mírame fijamente, pues el coro, a donde pertenece el verso que tanto me gusta, pertenece a la canción Mírame siempre de Pedro Puche y José Padilla. Visitando el cancionero de los pioneros en la lírica poética vallenata me encuentro los siguientes versos: dime si el sol te enamora, para bajarlo del cielo, del cósmico y metafísico Juancho Polo Valencia. Son bastante arrogantes estos versos, si se quiere, atrevidos, y sin embargo de una luminosidad sobresaliente no sólo entre otros raros versos, incomprensibles, aunque funcionen en la estrofa y en la canción Mujer de adorado pelo, tales como: amor guardiando de aroma. Adriano Salas, por su parte, en El cóndor sin pluma nos regala el verso tu dejaste en mi alma un lampo azul de centella, en el cual no se sabe si es más poderosa la desolación que transmite o la imagen empleada para lograr ese cometido. El maestro Leandro Díaz, en su gran cercanía con la naturaleza, parecida a la de Adriano y que, frecuentemente manifiestan en sus canciones, nos comenta con una sencillez pasmosa que Cuando Matilde camina, hasta sonríe la sabana. Del amplísimo y variado repertorio del maestro Calixto Ochoa siempre me resuenan esas pupilas que brillaban Como gotas de sereno en noches de luna clara. En la voz de varios artistas vallenatos he oído los versos del misterioso Julio Arzuaga en la bruma, como espuma, nuestro amor se disolvió, aunque debo reconocer que la versión que más me gusta de este bolero es la del bárbaro del acordeón Aníbal Velásquez y, finalizando el recorrido por los pioneros del romanticismo vallenato, de mi polifacético paisano Julio Erazo Cuevas, les debo compartir Un pedazo de mi alma, que va muriendo de frío. El sensibilísimo Freddy Molina abrió el camino por donde transitaría luego Gustavo Gutiérrez y, ampliando los horizontes, una legión de compositores posteriores que cambiarían para siempre los motivos líricos y el temple anímico de las canciones vallenatas. Molina, con la fuerza del Guatapurí tutelar le dice a su luz de esperanza que, por más fuerte que este sea, Mi gran pasión le iguala el ímpetu de su corriente. Tavo Gutiérrez tiene un enorme repertorio, dentro del cual siempre me produce estremecimiento ese doloroso susurro: Quiero decirte al oído cuanto en la vida mi dolor será, confesando una tristeza tan onda, una ausencia tan devastadora como la que expresa Durán Escalona al decir que los ausentes son sombras del alma, o sombras de amor. Las antípodas de los idilios los condensó magistralmente doña Rita Fernández en un par de hermosísimos versos: Un cielo colmado de estrellas, en noche veranera, fuiste tú para mí… Hoy solo eres sombra perdida, vagando en recuerdos de ayer. Un tiempo después, alimentados de muchas lecturas y levantados sobre la herencia de sus predecesores, una pléyade de compositores dueños de un lirismo bastante refinado, consolidaron el paradigma de la canción romántica vallenata, con versos tales como ese en el que el doctor Fernando Meneses, en una Canasta de ensueño, dice a su amada: De tormentos hago flores, agigantándose con su amor y contrastando con la agonía del amor expresada, posteriormente, pues trinan pájaros cantores cuando el amor va naciendo, buitres amenazadores vuelan sobre corazones si el amor está muriendo. El poeta de La Gloria, nuevamente de la mano del Binomio, nos ofrece, en las dos estrofas finales de Muere una flor, dos versos que condensan la terrible desolación que causó la pérdida de ese amor, del cual, al parecer, fue testigo: En la penúltima… y ardiendo desvanece su luz de pasión y en la última: y así el lucero de su cielo se extinguió. El abanderado, Mateo Torres, al ver partir a su amada, no sólo convierte, en su silencio, en llanto a su amor, sino que nos regala esta delicada y dolorosa imagen: Vi diluir en mis pupilas empañadas mi embeleso, llena del mismo vitalismo con el que expresa su amor total, de tal manera que llega a decir en cada gota de sangre que tengo cabalga un recuerdo. ¿Será de esa que se le metió como la luz que atraviesa el cristal? El poeta de Villanueva ha compuesto la que, quizá, sea la más bella metáfora de la música vallenata habida y por haber: si tu mirada tiene el filo de una espada, mi corazón es un ejército al querer. Sublime. No menos rutilante es la imagen de reemplazarle el nido a una mirla por un gajo de luceros. Asociada al firmamento está la terrible sentencia del gran Yeyo Núñez, quien dice a la mujer que desprecia su amor: eres estrella del cielo, que no tenía vida y que no tenía luz. Con una imagen, un poco más bucólica, pero también asociada al firmamento, la maestra Rita Fernández le dice, con un dolor acentuado por la magnífica interpretación del Binomio, a aquél, quien pasó a ser sólo una sombra perdida, que un día un cielo colmado de estrellas en noche veranera fuiste tú para mí. Empleando astros del firmamento, como la juglaresa samaria, pero en el sentido opuesto, el maestro Luis Egurrola dice a su amada, en la voz del Cacique: desde aquí en esta noche no hay luna, mi luna eres tú… queriendo dejar esos caminos de viejas heridas. Volviendo a Yeyo Núñez, en la canción El más fuerte, nos regala una compleja metáfora unitaria que exige total atención para separar la alusión de la derrota del Juez Sansón, al perder su cabellera, con el despecho que a su pesar no da pie contundente al olvido del amor perdido al autor, en la cual siempre me resuena el verso: de que sirve tener lo más fuerte del mundo y vivir sin tu amor. Luis Egurrola recurre en Una aventura más a los pájaros, como elementos que le permitan sus penas, al decir, por la voz del Jilguero: pero al fin fue tu vuelo tan corto y tu olvido más fuerte que yo. En contraposición, el gran Octavio Daza, al volver a su pueblo, se deja guiar por un ave hasta su amor, diciendo y la paloma voló, como mostrando el camino. El maestro Adolfo Pacheco recurre a un mochuelo para hacerlo la perfecta ofrenda de amor a su amada que, como aquél es, entre más viejo más fino. El doctor Hernán Urbina, un dedicado ensayista, tiene entre sus muchas y muy bellas canciones, una Página de oro que sólo te dirá por última vez, cuanto quise y cuanto pudo romper tu desdén entre nosotros… queriendo, como Marciano en Mar de olvido, borrar de ti el más mínimo recuerdo, que si te veo ni me acuerdo, se así una desconocida. En la misma línea de dolor desbordante se inscribe el que, para mí, es el rey del despecho vallenato: el Chiche Maestre, cuando dice en la voz del Cacique a ese amor imposible te amaré hasta que mueran los cielos, más allá del cielo en esa hermosa canción donde también pide a Dios que le arranque ese amor, por el bien de ella, contrario al amor dañino, al cual con tanta rabia desea eternidad pa’ que puedas mirar tu propia estrella, pa’ que nunca te mueras y tengas tiempo de podé’ arrepentirte ante tu espejo, porque es tu vanidad ser la más bella. Un amor a quien no quiere más que decirle, como Nando Marín, tu eres como un mar sin olas… como una parranda sin un acordeón. El profe Nando, también tiene, sin embargo, uno de los más bellos poemas de amor que podamos encontrar en la música popular: La creciente. Podría transcribirse aquí entero, pero me quedaré con la magia de los versos con los que finaliza, diciendo: a todo río le pasa la creciente, menos el amor que llevo en mi alma. Siguiendo los pasos de Nando Marín y otros grandes de la época dorada, Corrales y Geles han cultivado un lirismo que se acerca en muchas ocasiones al lenguaje cotidiano y busca interpretar el sentir de las nuevas generaciones, convirtiéndose en una especie de bisagra entre las glorias de la época de oro y las nuevas generaciones, siendo, de alguna manera, los iniciadores del estilo compositivo predominante en la extinta Nueva Ola. Omar Geles dice a su musa, en la voz de Silvestre, que ella es la que puede pintar con mil colores, mi mundo a blanco y negro, y en la voz del desaparecido Martín Elías le dice que es la única mujer que puede organizar mi mundo en dos cuadritos. Fabián Corrales, por su parte, dice a su amada, al volverse a encontrar, fugazmente: quiero al momento de amar estrecharme a la muerte. Franco Argüelles, aunque es contemporáneo de los anteriores, descolló tiempo después como compositor, caracterizándose por manejar en sus canciones, como los anteriores, un lenguaje menos elaborado que muchos de sus predecesores, sin dejar de producir, por ello, piezas cargadas de emoción, belleza y sentimiento, como El amor se impone, donde dice: Después de mi vida vienes tu, después de tu vida vengo yo mostrando a su amada la fuerza de su amor, pidiéndole ven a ser la confidente de mi soledad… inventándome senderos de felicidad. Casi llegando a la actualidad encontramos el fenómeno de La nueva ola, que vino a significar una nueva ruptura en la historia del vallenato. Música que, contrario a lo que se cree o acepta, es la más adaptable de las músicas populares del país. Renovación, que en su momento causó mucho resquemor y que era, sin embargo, natural, considerando varios antecedentes, incluso entre los grupos más tradicionales, pero eso es materia de otro escrito. Lo lamentable es que esa frescura que trajo la nueva ola, sobre todo en lo rítmico, ya no tiene espacio, prácticamente, en el mainstream de la cultura popular actual, dominado por los ritmos que genéricamente se conocen como urbanos y que han venido a imponer una nueva tendencia y unificación, para poder mantenerse en el top internacional. Dos de los miembros del que suelo llamar trío de oro de la nueva ola desaparecieron trágicamente en accidentes automovilísticos, dejándonos canciones de gran factura, conjugando ritmos refrescantes y un lenguaje juvenil con letras cargadas de sentimiento, las más de las veces. Leo Gómez, el segundo de ellos en fallecer, dice en Culpable de tu amor, canción que se oye aún más bella en su versión acústica: Voy a convertir mis noches en canciones… Kaleth, la figura más descollante de este movimiento, muestra un amor total al decir: Ella es mi todo, mi comienzo, desenlace y mi fin, en un tema lleno de romanticismo. No obstante, en la canción que lo lanzó al estrellato, en medio de un ritmo vertiginoso soltó los versos que me hicieron admirarlo, como letrista, apenas pude escucharlo: sin ti yo no puedo estar, me siento el rey de la soledad, soy el patrón y el dueño de ná’, es como estar en ningún lugar… Los oximorones que empleó me sorprendieron gratamente y eran, de algún modo, una muestra del nuevo sentido que él y sus compañeros de generación le estaban dando a nuestra música. El doctor Lucho Alonso completa el trío de oro de la nueva ola, manteniendo su vigencia con canciones tan bellas como Tu verás si me crees, interpretada recientemente por Rafa Pérez. Una de las canciones que más me gusta de él es Mis cinco sentidos, por el juego de palabras el coro, el cual termina: Así viven mis cinco sentidos, solamente en contacto contigo… y ¡así es que vivo yo! Mención aparte me merecen Carlos Vives y Martín Madera, dado que no sólo componen música vallenata y que sus experimentaciones llevaron, en su momento, a otro nivel de internacionalización y posicionamiento nuestra música. Madera, quien irrumpió en el ámbito vallenato con la novedosa corazón.com, en el exitosísimo álbum Déjame entrar, nos regala estos versos: Déjame entrar en tu silencio, déjame ver en tus recuerdos. Vives, por su parte dice, en La foto de los dos: los besos que tanto nos dimos fueron como el agua. En su voz, pero de la autoría del Pitufo Valbuena, en Diez razones para amarte, nos dice: No me sobra espacio para nadie, soy sólo tuyo, en una de las más bellas canciones que ha grabado en los últimos años. En los años más recientes, a pesar del giro a que han obligado las circunstancias, para que los grupos puedan mantenerse sonando en las emisoras y las discotecas, además de tratar de conservarse vigentes en medio de la avalancha de lo urbano, podemos encontrar canciones que, aunque su sonoridad es un poco diferente a las de la nueva ola, conservan aún el mismo tipo de lenguaje cotidiano, conectado con las juventudes, que son, al fin de cuentas, quienes siempre han llenado los conciertos, en todas las épocas, como en A metros de mi vida, donde Rolando desliza una estrofa digna de un bolero o una ranchera bien corta venas: Abraza bien fuerte tu soledad, besa bien delicioso a tu maldad y hazle el amor a tu ambición. No soy mendigo de tu a amor fatal, hoy decidí marcharme a otro lugar y sacudir tu miserable amor. Esta canción, como muchas otras de las últimas generaciones, se desestima por los puristas debido a sus fusiones y su ritmo. Muchas canciones nuevas son buenas, efectivas, funcionan, aunque no estén cargadas de un lirismo deslumbrante, como las de otras épocas. Para eso basta oír Llegaste tú o Diez mil veces tú de Diego Daza, Tú verás si me crees de Lucho Alonso, Tú me gustas mujer de John Mindiola y la más bella y más desconocida de todas las que me gustan de años recientes: Los recuerdos de mi niñez de Luifer Cuello, en la cual conserva el sonido que lo hizo figurar en los inicios de la nueva ola, por lo que, aunque fue grabada el año pasado, pareciera haber visto la luz hace unos quince años. Hasta aquí este breve recorrido por la letrística de la música vallenata, queda en ustedes, queridos lectores, sacar su propia selección, quizá coincidente en algunos versos con la mía. También podrían no coincidir en nada. ¿Cuáles son para ustedes los más bellos versos de la música vallenata?