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Con el descanso del viento

2020, Historias de la enfermería en Argentina : pasado y presente de una profesión

Historias de la enfermería en Argentina Karina Inés Ramacciotti (directora) COLECCIÓN HORIZONTES I+D+i Pasado y presente de una profesión Historias de la enfermería en Argentina Historias de la enfermería en Argentina Pasado y presente de una profesión Karina Inés Ramacciotti (directora) Instituto de Estudios Sociales en Contextos de Desigualdades (IESCODE) Colección Horizontes Ramacciotti, Karina Inés Historias de la enfermería en Argentina : pasado y presente de una profesión / Karina Inés Ramacciotti. - 1a ed . - José C. Paz : Edunpaz, 2020. Libro digital, PDF - (Horizontes I+D+i) Archivo Digital: descarga ISBN 978-987-4110-44-2 1. Enfermería. I. Título. CDD 610.73 1ª edición, mayo de 2020 © 2020, Universidad Nacional de José C. Paz. Leandro N. Alem 4731 José C. Paz, Pcia. de Buenos Aires, Argentina © 2020, EDUNPAZ, Editorial Universitaria ISBN: 978-987-4110-44-2 Universidad Nacional de José C. Paz Rector: Darío Exequiel Kusinsky Vicerrectora: Silvia Storino Secretaria General: María Soledad Cadierno Directora del Instituto de Estudios Sociales en Contextos de Desigualdades: Nora Goren Coordinación editorial Instituto de Estudios Sociales en Contextos de Desigualdades: Paula Isacovich Jefa de Departamento Editorial: Bárbara Poey Sowerby Corrección de estilo: Nora Ricaud y María Laura Romero Diseño de colección, arte y maquetación integral: Jorge Otermin Publicación electrónica - distribución gratuita Licencia Creative Commons - Atribución - No Comercial (by-nc) Se permite la generación de obras derivadas siempre que no se haga con fines comerciales. Tampoco se puede utilizar la obra original con fines comerciales. Esta licencia no es una licencia libre. Algunos derechos reservados: http://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/deed.es Índice Palabras preliminares NORA GOREN Y PAULA ISACOVICH 11 Prólogo ROBERTO REPETTO 15 El cuidado sanitario. Hacia una historia de la enfermería en Argentina KARINA INÉS RAMACCIOTTI 29 Trayectorias que se cruzan. Cecilia Grierson y María Elena Ramos Mejía ANA LAURA MARTIN 67 La “Escuela de Nurses” del Instituto de Medicina Experimental JOSÉ BUSCHINI 99 De enfermeros a nurses: iniciativas formativas y feminización de la enfermería en Rosario NATACHA BACOLLA Y JOSÉ IGNACIO ALLEVI 129 Enfermeras y visitadoras de higiene recorriendo el camino de la profesionalización en Santa Fe MARIELA RUBINZAL, VIVIANA BOLCATTO Y PAULA SEDRAN 161 Mendoza y la primera escuela de enfermería a cargo del Estado IVANA HIRSCHEGGER 191 La enfermería entre la empiria y la ciencia. El método Kenny DANIELA EDELVIS TESTA 217 “Con el descanso del viento”. Margarita Basomba y la enfermería platense KARINA INÉS RAMACCIOTTI Y ADRIANA VALOBRA 243 El proceso de profesionalización de la enfermería en Jujuy MARCELO JEREZ 273 Saberes, prácticas y espacios en la profesionalización de la enfermería en Tucumán MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES 303 La carrera universitaria de enfermería en Córdoba MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG 337 La Escuela de Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires en los años sesenta. ¿Un nuevo rol para las enfermeras? FEDERICO RAYEZ 371 La Escuela Provincial de Enfermeras Joaquín A. Ferro en La Pampa MARÍA JOSÉ BILLOROU 395 Un colectivo profesional, laboral y político. La enfermería en Neuquén ANABEL ANGÉLICA BELIERA 423 La profesionalización de la enfermería en Río Negro MARÍA DE LOS ÁNGELES JARA 455 Maestras y enfermeras: entre el cuidado y la enseñanza ADRIÁN CAMMAROTA 485 Enfermería y cuidado: tensiones y sentidos en disputa LÍA FERRERO 521 Enseñar metodología de la investigación en la carrera de Enfermería a partir de la experiencia en el campo práctico preprofesional PAULA LEHNER Sobre autores y autoras 549 573 Palabras preliminares Sobre la Ciencia en la UNPAZ: el debate a las aulas En mayo de 2018 tuvieron lugar las Jornadas “La enfermería en Argentina: Continuidades y rupturas entre el pasado y el presente de la profesión”, como resultado de un esfuerzo conjunto entre el Instituto de Estudios Sociales en Contextos de Desigualdades, la carrera de Enfermería y el Museo Evita. En esa ocasión, investigadores e investigadoras especializados/as en la historia de la enfermería y también profesionales de la disciplina, todos y todas de reconocida trayectoria en sus campos, expusieron y debatieron a lo largo de dos días intensos, ante la presencia de cientos de estudiantes y docentes de asignaturas del campo de la salud. Fue, para nuestra joven Universidad Nacional de José C. Paz, una de las primeras experiencias de articulación a gran escala (por la cantidad de participantes) de investigación y docencia, funciones sustantivas de las universidades que no siempre recorren caminos conjuntos. Por entonces, los Institutos de investigación de la UNPAZ no habían cumplido siquiera dos años de existencia y la editorial EDUNPAZ contaba aún con un catálogo incipiente. Pese a las enormes dificultades presupuestarias que acuciaron a las universidades en estos años, 13 hemos crecido mucho desde aquel momento. Proyectos, resultados, publicaciones, becarias se suman a dar cuerpo y volumen a la producción científica en una institución joven que avanza siempre en un marco de compromiso con las prioridades de la región, pensándose a sí misma como puntal localmente situado de un modelo de desarrollo con inclusión y justicia social. Este libro es resultado de este horizonte político y, sin dudas, de aquellas jornadas antes referidas, reelaboradas bajo la atenta dirección de la Doctora Karina Ramacciotti. El trabajo de los autores, las autoras y de la Dra. Ramacciotti logró hacer de aquellos artículos orientados al debate experto, textos accesibles para la formación especializada de estudiantes de grado, en un lenguaje simple y sin descuidar el rigor académico. Esperamos que estas páginas se incorporen a la formación de nuevos profesionales comprometidos con la salud pública y los derechos humanos. Dra. Nora Goren, Directora IESCODE. Dra. Paula Isacovich, Coordinadora editorial. Instituto de Estudios Sociales en Contextos de Desigualdades 14 Prólogo ROBERTO REPETTO ANDRADA Agradezco la posibilidad de tomar la voz para compartir una reflexión sobre la producción de Historias de la enfermería en Argentina. Pasado y presente de una profesión. Este libro nos brinda conocimiento acerca de la historia de la enfermería de nuestro país con eje en las últimas décadas del siglo XX. Es un texto elaborado con el peso de la responsabilidad de intentar dar testimonio de un proceso vigente, en el que las fuerzas vivas traccionan sobre la “agenda pública” y pujan en los diferentes planos de la vida social, ante la desvalorización, el menosprecio y la desigualdad en términos de derechos laborales y jerarquización profesional. La generación de todo libro constituye la cristalización de ideas, debates, procesos de trabajo, esfuerzos, momentos de producción colectiva e individual. Nos permite dialogar a través del tiempo y el espacio, superar ciertas barreras de la materialidad. Cuando trae a la luz voces vedadas, vidas desconocidas, experiencias alojadas en el olvido, procesos sociales poco indagados, cobra mayor peso su dimensión política. Estas palabras se escriben en un contexto de profundas tensiones y, por tal motivo, adquieren relevancia los proyectos que buscan pro17 ROBERTO REPETTO ANDRADA ducir conocimiento sobre el campo del saber y las prácticas de la enfermería como es el caso de este libro. Generar conocimiento sobre el campo de la enfermería constituye el esfuerzo por vincularse con aspectos y procesos políticos del ámbito sanitario que usualmente no son visibles; experiencias y voces que se encuentran en los márgenes de los centros de poder de ese sector. Si la historia se construye desde el presente, mediante un diálogo con los hechos del pasado, estamos en presencia de un episodio en que la historia está en movimiento. El campo de la enfermería se encuentra en un período de efervescencia. No hay armonía. La voz colectiva de este campo está constituida por múltiples voces que expresan heterogeneidad, dada la diversidad territorial, las condiciones de trabajo, los ámbitos e instancias formativas. Presenciamos la visibilización de conflictos, de lucha social; tensiones y disputas en movimiento en el campo del cuidado de la enfermería por diversas razones: compromiso, indignación y hartazgo. Hechos recientes expresan una capacidad organizativa para incidir en la agenda pública y para poder enfrentar el histórico problema de la falta de reconocimiento profesional. Vale la pregunta: ¿se ha logrado consagrar un actor colectivo? Es muy temprano para establecer una certeza; no obstante, amerita reflexionar a la luz de los hechos del pasado con el objetivo de repasar la presencia de continuidades y rupturas. Podemos señalar, a diferencia de las condiciones y los ambientes de trabajo, que en el ámbito educativo asistimos al resultado de un proceso de acumulación de acciones políticas y técnicas impulsadas por el arco de organizaciones del campo de la enfermería que, luego de décadas y con gran eficacia, han transformado las instancias formativas de la enfermería argentina. En la actualidad inciden tres 18 PRÓLOGO procesos: la ampliación del sistema universitario argentino dada en la última década; la escasez de fuerza de trabajo de enfermería en todos los niveles y subsistemas de nuestro país marcada por los indicadores internacionales y las políticas de desarrollo orientadas a la profesionalización de la fuerza de trabajo en enfermería, focalizadas en la formación en el nivel técnico superior y de educación superior. Como resultado, en el plano nacional se cuenta con 30.000 nuevos inscriptos por año y un total aproximado de 78.000 estudiantes que cursan la carrera entre universidades y escuelas técnicas. Este proceso involucra a 53 universidades y 212 escuelas técnicas. DESDE DÓNDE SE ESCRIBEN ESTAS PALABRAS El sonido de los vagones en movimiento, la locomotora marca el indicio de que parte un nuevo tren sentido estación Retiro. Puede escucharse la potencia de la locomotora que transporta a cientos de personas hacia un centro geopolítico de Buenos Aires. Ya ha comenzado el día, son las 8 de la mañana, un día de sol radiante. El frío de agosto sigue acompañando. Las aulas ya están repletas. Se escucha el silencio en los pasillos. En algunas aulas aún se están organizando, llegando, acomodando las mochilas, los bolsos. Los mates circulan. Veo a una joven estudiante con un niño en brazos junto a ella. (Jueves 29 de agosto de 2019) La Licenciatura en Enfermería de la Universidad Nacional de José Clemente Paz (UNPAZ) comenzó a funcionar en el año 2012 y actualmente depende del Departamento de Ciencias de la Salud y el 19 ROBERTO REPETTO ANDRADA Deporte. Sus inicios como carrera forman parte del momento fundacional de la Universidad. La UNPAZ se ubica en el partido de José C. Paz, zona noroeste del Conurbano Bonaerense y, al igual que el resto de las universidades nacionales creadas en el marco de la conmemoración del bicentenario de la Revolución de Mayo de 1810, ha surgido producto de la voluntad política para ampliar el acceso y el ejercicio del derecho a la educación superior. Su existencia posibilita que ingresen a la universidad a personas que pertenecen a sectores sociales para los que históricamente el acceso era imposible por las distancias geográficas que debían sortear. Según datos del último Censo Nacional 2010, solo el 1% de la población del municipio de José C. Paz (250 mil habitantes) ha accedido a un título terciario o universitario. En este momento asistimos a una expansión sostenida de la carrera. En el año 2012, tenía 200 estudiantes. Actualmente su matrícula cuenta con 2.300 estudiantes y el ingreso a primer año con 900. Un estudio reciente nos permite conocer algunas características: el 95% constituye la primera generación que accede a estudios universitarios en sus familias e incluso el 75% son las primeras personas en obtener el título del nivel medio (aspecto compartido por todas las carreras de la Universidad). Este crecimiento sostenido se condice con la expansión que vienen reflejando los datos generales a nivel país, respecto a ingresantes a las instituciones del nivel de educación superior. Ahora bien, más allá de algunos datos alentadores sobre la progresión del crecimiento de la matrícula de estudiantes de esta disciplina, el hecho de pensar en la enfermería en la Argentina nos conecta directamente con la situación de escasez de fuerza de trabajo. Nuestro país manifiesta una realidad crítica. Este problema crucial interpela al 20 PRÓLOGO funcionamiento y a la calidad de cuidados de los pacientes en las instituciones del sistema de salud. Un estudio publicado en el año 2018 en la Revista de Salud Pública, de la Organización Panamericana de la Salud, analiza la densidad del personal de enfermería y la razón enfermero-médico para la región de las Américas. Allí se pone de manifiesto que la Argentina se encuentra entre los países que expresan una relación entre el número de enfermeros cada 10 mil habitantes y el porcentaje de licenciados/as en Enfermería de las más desfavorables de los 27 países de América del Norte, Área Andina, Cono Sur, Caribe Latino y Caribe no Latino (Cassiani et al, 2018). Países como EE.UU., Canadá y Cuba se encuentran en la mejor situación: poseen una relación de 111 cada 10 mil habitantes, 106 cada 10 mil habitantes y 81 cada 10 mil habitantes, respectivamente. La Argentina posee una relación de 4,24 cada 10 mil habitantes; Chile de 22 cada 10 mil habitantes; Paraguay de 14 cada 10 mil habitantes; Uruguay de 18 cada 10 mil habitantes; Brasil de 7 cada 10 mil habitantes. De igual modo, se visualiza la dificultad al considerar el porcentaje de licenciados respecto al total de la fuerza de trabajo existente. Nuestro país posee solo el 11% de licenciado/as en Enfermería respecto a un 72% en Cuba, un 66% en Canadá y un 58% en EE.UU. (Cassiani, et al, 2018). Datos del Sistema de Información Sanitario Argentino registran un total de 179.175 matrículas en el campo de la enfermería, de las cuales 73.373 (el 40,95% del total) son enfermeros profesionales, 19.729 (11,01%) licenciados en Enfermería y 86.073 (48,04%) son auxiliares en Enfermería. La relación enfermera/médico es de 0,56; aproximadamente la mitad del mínimo indicado por la Organización Panamericana de la Salud. 21 ROBERTO REPETTO ANDRADA En el último período, las políticas de profesionalización de la fuerza de trabajo en enfermería tuvieron múltiples hechos significativos, tales como la creación de la comisión interministerial en el año 2015, compuesta por decisores claves en representación de las carteras de educación y salud, con la participación de los más importantes referentes del campo educativo de los dos niveles de formación: técnicos superiores y universidades. En 2016 se creó el Programa Nacional de Formación de Enfermería (PRONAFE), dependiente del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET), con lazos con la Secretaría de Políticas Universitarias. El PRONAFE impulsó becas, distribución de materiales didácticos y estrategias de formación docente. Se incluyó la Licenciatura en Enfermería en el artículo 43 de la Ley de Educación Superior y se generaron estándares de acreditación (Resolución ministerial N° 2721/2015). El proceso de acreditación 2016-2018 dado por la agencia CONEAU, los cambios curriculares y los consecuentes procesos de implementación, la generación de los términos de referencia para los estudios técnicos superiores, los cambios curriculares y los consecuentes procesos de implementación y la homologación de títulos técnicos para favorecer la articulación entre instituciones educativas técnicas superiores y universidades fueron medidas para beneficiar el acceso a la culminación de los segundos ciclos. Sin embargo, al considerar la situación del campo de la enfermería, a pesar de los contundentes avances, no puede dejar de mencionarse una deuda impostergable: las condiciones laborales. Una de las continuidades más preocupantes es la existencia de una profunda precarización del empleo. Una superexplotación de los trabajadores mediante la sobrecarga de tareas y una fuerte tendencia al multiem- 22 PRÓLOGO pleo a causa de la baja remuneración. Todo ello redunda en una inadecuada calidad de vida (Pereyra y Micha, 2016). Cabe preguntarse, ¿cuál es la relación entre la problemática de la escasez de enfermeros en el sistema de salud y las actuales condiciones de vida en el trabajo del personal de enfermería en la Argentina? ¿Por qué la enfermería no se muestra como una opción profesional atractiva para las nuevas generaciones en un escenario de profunda necesidad y consecuente disponibilidad de oferta laboral? ESCENARIO Y DESAFÍOS No existen políticas en salud aisladas de un marco mayor de políticas públicas en general, las cuales consideren una noción de Estado, de sujetos sociales, de sectores sociales, que se organicen en torno a una agenda y, por sobre todo, en función de intereses sociales e históricos (Testa, 2006). En tal sentido, generar condiciones para que el campo de conocimiento del cuidado humano se fortalezca es un imperativo societario de nuestros tiempos. El orden social basado en la lógica financiera, con énfasis en la implementación de políticas neoliberales se ha transformado en un orden global. Los estragos causados por las sociedades de consumo: el desamparo, la desatención y el descuido, son modos de relaciones humanas que describen a nuestro tiempo. Estas formas de relación social se expanden por diferentes latitudes, instituciones e instancias de la vida cotidiana. Pertenecemos a una época en que la internacionalización de las injusticias sociales constituye formas de relaciones sociales de las más corrientes (Sassen, 2015). 23 ROBERTO REPETTO ANDRADA Frente a este estado de situación, el acto de cuidado representa una necesidad global. Expresa un modo de respuesta social ante los múltiples padecimientos. El grupo profesional de enfermería puede llegar a cumplir un rol importante en diversos procesos instituyentes, de cambio y de transformación social en salud. Actualmente el campo de la enfermería representa una voz del universo femenino y de una masculinidad que en ciertas circunstancias interpela a la racionalidad centrada en los márgenes biologicistas, patriarcales y heteronormativos. Pensar la enfermería nos lleva a considerar la noción de cuidado. De manera que el acto de cuidado asociado al ser humano constituye el objeto de conocimiento y de práctica en este campo. Puede señalarse que la delimitación de este objeto ha institucionalizado a la enfermería como profesión. El cuidado en la enfermería es una práctica anfibia que transita por el territorio de los profesionalismos y de la fuerza de legitimidad de los profesionales de la salud y, al mismo tiempo, se ubica por fuera, constituye la voz plebeya, que viene a romper con la lógica del prestigio de las profesiones liberales que han emergido de las élites de los sectores privilegiados de las grandes metrópolis. En nuestro país, expresa una racionalidad de los sectores populares, lo que pone de manifiesto un proceso auspicioso en términos de creatividad y generación de nuevas modalidades de respuesta ante los problemas sanitarios de nuestro tiempo. Al hablar de cuidados, necesariamente tenemos que hablar acerca de las personas. Es decir, existe una especificidad humana en este fenómeno. Otras especies desarrollan prácticas de protección en distintas etapas biológicas, episodios o momentos de la vida, sin embargo, en el fenómeno humano existen singularidades. No es natural, es un fenómeno esencialmente cultural, ha sido creado por hombres y mujeres (Kurcgant, 1991 y 2005). 24 PRÓLOGO En los tiempos que corren, la advertencia de David Tejada de Rivero sobre la distinción entre cuidado y atención constituye un aporte de gran relevancia. Según el autor, la noción de atención remite a un vínculo mecanizado, fragmentado y despersonalizado que no considera la dimensión social e histórica de esta relación singular (De Rivero, 2003). Existe un fuerte nexo entre la despersonalización y la deshumanización en el abordaje que ofrece esta noción. Por ello, señalamos que es preciso recuperar la dimensión humana y enfatizamos en la necesidad de recuperar la humanización. En este punto, es significativo considerar la relación sujeto-sociedad. Esta relación permite comprender el planteo acerca de la relevancia de los aspectos sociales, culturales e históricos en el proceso de cuidado. La sociedad nos crea y nosotros creamos a las instituciones, los modos de hacer individuales y colectivos. Nosotros también creamos a la sociedad. El desafío es pensar a nivel de esa dimensión los problemas y sus posibles estrategias resolutivas. Somos seres sociales, lo colectivo es lo que nos constituye (Durkheim, 2001). Constantemente estamos obligados como humanos a adecuar nuestro conocimiento, nuestros saberes, para que estén acordes con las necesidades sociales de la época histórica, social y cultural que nos toca vivir. La noción de acto de cuidado contempla un enfoque social, cultural y por sobre todas las cosas histórico (Tejada de Rivero, 2003). Es un fenómeno dinámico, lo cual conlleva intrínsecamente la posibilidad de cambio, de transformación. Las estructuras que regulan y determinan los modos de hacer en el proceso de cuidado pueden ser trastocadas. Los modos sociales de cuidar pueden modificarse y ser alterados. El capital cognitivo del campo de saber de la enfermería constituye una gran oportunidad para desencadenar procesos, en respuesta a la 25 ROBERTO REPETTO ANDRADA necesidad de transformación institucional en el campo sanitario. Establecer un giro en la orientación de las acciones, para actuar en función de las necesidades sociales en salud, permitirá superar la mecanización de las instituciones sanitarias. Actualmente la enfermería es la profesión que posee el mayor contingente de fuerza de trabajo vinculado con el cuidado de la salud en el sistema sanitario; de allí también su potencialidad. Por eso, se torna imprescindible despojar la mirada de las tendencias dominantes para crear nuevas modalidades de abordaje (De Sousa Campos, 2001); quebrar los mandatos que refuerzan la focalización de las acciones de enfermería sobre el ámbito asistencial para lograr institucionalizar acciones que promuevan la accesibilidad a los recursos sanitarios y a un cuidado humanizado. Recuperar la creatividad, construir modos de organización que promuevan el trabajo vivo en acto generará condiciones para orientar las acciones en función de las necesidades colectivas y permitirá instituir procesos de humanización del cuidado. En este sentido, centrar la mirada sobre los modos de vida y cómo se aborda el sufrimiento constituye un desafío en constante revisión. Entonces ¿cómo hacer para generar mecanismos que recuperen la curiosidad? ¿Cómo resguardar la creatividad? ¿Cómo sostener la capacidad de transformación? Las relaciones coloniales se reproducen en diferentes campos y el campo de la salud no está exento. Las recetas de los organismos internacionales, las lógicas de formación profesional nos llevan a considerar algunas advertencias: el campo de la salud requiere de una actitud de cautela y esfuerzo para desarrollar estrategias decoloniales, políticas acordes a las necesidades de nuestras latitudes y no de los países centrales que expresan otras necesidades. El desafío es enorme. Sin embargo, los procesos están en marcha. 26 PRÓLOGO REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Cassiani, S. H. B., Hoyos, M.C., Barreto, M. F. C., Sives, K., da Silva, F. A. M. (2018). Distribución de la fuerza de trabajo en enfermería en la Región de las Américas. Revista Panamericana de Salud Pública, 42(e72). Recuperado de https://doi. org/10.26633/RPSP.2018.72 de Sousa Campos, G. (2001). Gestión en salud. En defensa de la vida. Buenos Aires: Lugar Editorial. Durkheim, E. (2001). Las reglas del método sociológico. Buenos Aires: Siglo XXI Editorial. Kurcgant, P. (1991). Administración em enfermagem. San Pablo: Editorial UPE. ----- (2005). Gerenciamiento em enfermegem. Río de Janeiro: Guanabara. Pereyra, F. y Micha, A. (2016). La configuración de las condiciones laborales de la enfermería en el Área Metropolitana de Buenos Aires: un análisis en el cruce del orden de género y la organización del sistema de salud. Salud Colectiva, 12(2), pp. 221-238. Recuperado de http://revistas.unla. edu.ar/saludcolectiva/article/view/730 Sassen, S. (2015). Expulsiones: brutalidad y complejidad en la economía global. Buenos Aires: Katz. Tejada de Rivero, D. (2003). Alma Ata. 25 años después. Revista Perspectivas de Salud. La revista de la Organización Panamericana de la Salud, 8(1). Recuperado de http://www.ccgsm.gob.ar/areas/salud/dircap/mat/matbiblio/alma.pdf Testa, M. (2006). Pensar en Salud. Buenos Aires: Lugar Editorial. 27 El cuidado sanitario Hacia una historia de la enfermería en Argentina1 KARINA INÉS RAMACCIOTTI INTRODUCCIÓN Beba, en uno de sus primeros trabajos de enfermería profesional en la ciudad de Buenos Aires en un hospital porteño en los años setenta, tuvo una experiencia que aún le sigue resonando en su memoria. Un día llegó Juan a la guardia con lesiones gravísimas producto de un accidente de tránsito. Corría más posibilidades de muerte que de vida. Beba estaba capacitada para cumplir las tareas de curación que por entonces se indicaban ante una emergencia de tal calibre, pero ella se daba cuenta de que faltaba algo más para que esa persona se pudiera “agarrar a la vida”. Apenas Juan tuvo conciencia, Beba le dijo “quédate tranquilo que tu hija no tiene ni un rasguño” y siguió con las tareas de cuidado. Beba no lo vio más a Juan, pero 1. Este libro constituye el resultado del proyecto NA00317 aprobado por Resolución N° 200 del 31 de mayo de 2017 de la Universidad Nacional de José C. Paz; del proyecto de investigación “El proceso de profesionalización del cuidado sanitario. La enfermería universitaria en Argentina (1940-1970)”, financiado por la Universidad Nacional de Quilmes (N° 1290/19), del proyecto “Modernización en clave de género (H846)” y del proyecto “Género y modernización política (Argentina, 1955- 1970)”, Proyecto Plurianual, CONICET. 31 KARINA INÉS RAMACCIOTTI sabía que había pasado varias operaciones y una difícil recuperación y rehabilitación. Al tiempo, Juan apareció en el lugar de trabajo de Beba y le dijo “¿sabe por qué estoy con vida? Porque usted me dijo que mi hija estaba a salvo”. Ese día Beba descubrió que, al margen de las técnicas de cuidado, los procedimientos y los conocimientos de los protocolos, la enfermería implicaba algo más que la mera aplicación de saberes técnicos; la empatía, el lazo afectivo y un mundo cargado de emociones iba a marcar su vida profesional. Hoy en día, ya retirada de la práctica de la enfermería, pero con un rol activo y reflexivo en cómo mejorar su enseñanza, sigue pensando en esa anécdota como una vía para para poder encontrar allí alguna pista que le permita diseñar una carrera que mixture los contenidos técnicos, cada vez más sofisticados, con una formación “sociohumanística”. Si bien este último aspecto se intenta cubrir en los actuales programas de Licenciatura en Enfermería universitaria, la inquietud gira en torno a cómo seguir potenciando este eje sin quedar atrapado por las urgencias cotidianas, que, en este contexto signado por el neoliberalismo y sus efectos trágicos para el sistema de salud, parecieran ser más urgentes y más dramáticas. Este relato de Beba nos lleva a pensar que el trabajo de la enfermería, basado en un conjunto de técnicas y saberes que tienen como objetivo la cura, la rehabilitación, la promoción de la salud, porta en el acompañamiento afectivo y en el cuidado un eje central tanto para la vida como para el tránsito hacia la muerte. Pese al aumento de tareas administrativas y a los tratamientos de alta tecnología, el trabajo corporal, relacional y de interacción con la comunidad sigue siendo la aspiración del personal que lleva adelante estas tareas, al mismo tiempo que una demanda de los pacientes. 32 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA Las páginas de este libro contienen historias de cómo se consideró el cuidado en diferentes momentos y en diferentes lugares. Como en tantos otros procesos sociales, esto remite a una construcción cultural e histórica en la que estuvieron presentes diferentes actores sociales y políticos. Retomando la idea de Lía Ferrero, quien toma la definición de cuidado de Medina, acordamos que cuidar denota un fenómeno multidimensional, dinámico y complejo, con componentes científicotecnológicos orientados hacia la dimensión biológica de la persona cuidada y componentes humanísticos orientados hacia la dimensión emocional, intelectual, social, cultural y espiritual de aquella Este libro invita a reflexionar sobre historias de vida e inflexiones biográficas, a comprender el modo en que las cofradías profesionales han delimitado el desarrollo disciplinar, comprender cómo somos resultado de ciertos procesos históricos que confluyen en nuestro presente y cómo los vaivenes de la política nacional, regional e internacional se cruzan en el quehacer cotidiano y fueron marcando esas fronteras en torno al concepto polisémico de cuidar. Se reúnen dieciocho artículos orientados a profundizar sobre las características específicas de los espacios formativos de la enfermería en la Argentina a lo largo de un período que va desde las últimas décadas del siglo XIX hasta la actualidad, con las particularidades de la enseñanza y el aprendizaje de la Licenciatura en Enfermería en una universidad del conurbano, tal como la de Universidad Nacional de José C. Paz en los artículos de Lía Ferrero y Paula Lehner. Algunos de los temas que atraviesan todo el período son la escasez de personal capacitado para atender las crecientes, múltiples y variadas demandas de los sistemas sanitarios y las dificultades que ha tenido la profesión para obtener mejoras salariales de acuerdo con 33 KARINA INÉS RAMACCIOTTI las tareas cumplidas. Otros aspectos fueron modificándose al calor de los reclamos y las luchas: un mayor reconocimiento de la profesión en cuanto a sus técnicas, procedimientos y saberes específicos; un incremento en los espacios de deliberación profesional y de representación laboral sindical; el incremento de su estatus dentro de la trayectoria educativa logrando, no sin obstáculos, ser reconocida como una carrera universitaria, y un corrimiento, por lo menos en términos enunciativos, acerca de que el sexo y la sexualidad nada tienen que ver con las vocaciones ni con las elecciones laborales. Los estudios de mujeres y los trabajos ligados a la propia historia de la profesión han brindado importantes contribuciones para comprender los procesos de profesionalización y modernización de la enfermería en Buenos Aires entre fines del siglo XIX y los años sesenta (Wainermann y Binstock, 1992; Martin, 2015; Faccia, 2015; Martin y Ramacciotti, 2016; Ramacciotti y Valobra, 2010, 2015 y 2017; Morrone, 2011; Biernat y Queirolo, 2018). No obstante, el aporte de este libro se centra en destacar y en marcar las similitudes, pero también las diferencias que se produjeron entre las realidades provinciales y, de esta forma, brindar un panorama complejo en el cual lo primero que se destaca es, sin caer en un provincialismo descontextualizado, incorporar una mirada alternativa de nuestro pasado, con el objeto de conformar una visión plural y diversa desde una perspectiva que articula las dimensiones locales, nacionales e internacionales de los casos estudiados. Como en otros temas de la historia argentina, en los procesos de profesionalización de los agentes sanitarios, el sistema federal es un elemento a tener presente a la hora de analizar la extrema heterogeneidad provincial y la multiplicidad de actores nacionales e internacionales que han intervenido. 34 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA Algunas de las preguntas que se abordan en esta propuesta son las siguientes: ¿cuáles fueron los diversos proyectos profesionales en disputa? ¿Cómo se vincularon los distintos actores sociales nacionales e internacionales? ¿Cómo gravitaron los estigmas y los estereotipos en la práctica profesional? ¿Quiénes tuvieron un papel destacado en la organización profesional? ¿Cómo influyeron los procesos políticos nacionales e internacionales? ¿Cómo impactó el régimen federal en la profesionalización de la enfermería? ¿Cómo incidieron las crisis naturales (tal como el terremoto de San Juan en 1944) o sanitarias (las epidemias de poliomielitis o los tratamientos de enfermedades tales como el cáncer) a la propia historia profesional? Si bien, como veremos, existieron diferentes recorridos y las contribuciones se focalizan en las especificidades de cada caso, podemos marcar tres momentos en la historia de la enfermería moderna en la Argentina. El primer momento, desde fines del siglo XIX, fue clave el envión dado por Cecilia Grierson a partir de la organización de los cursos de primeros auxilios; el segundo momento puede ubicarse en los años cuarenta con el rol que tuvo la Fundación Rockefeller en la región y las acciones implementadas por el peronismo, que se caracterizó por centralizar los sistemas sanitarios de salud y, en este sentido, para el área de la enfermería promover la creación de escuelas bajo la órbita de las agencias estatales; por último, se alude a los cambios acontecidos en los años sesenta a la luz de las recomendaciones de los organismos internacionales, y a las formas en que tales acuerdos se implementaron y los cambios impuestos a la enfermería, en especial sentido, la importancia del estatus universitario. Una de las hipótesis que sustenta este libro es que las ideas en torno a la prevención de enfermedades y divulgación de nociones ligadas 35 KARINA INÉS RAMACCIOTTI a la salud pública −entendiendo este concepto desde un sentido amplio− tienen una tradición que traza sus líneas desde fines del siglo XX y en el cual –con resultados disimiles, marcos ideológicos diversos y desigualdades territoriales– el papel que fue ocupando la enfermería fue clave y construyó un pilar fundamental para sostener el sistema de salud pública. PROFESIONALIZAR LA ENFERMERÍA En los grandes centros urbanos de la Argentina, las tareas de cuidado y asistencia hacia las personas que demandaban atención en el sistema sanitario estuvieron ligadas a las labores que las mujeres brindaron, dadas sus supuestas virtudes vinculadas a la caridad y al cuidado, en las cuales podían desplegar sus dotes innatas. Tal como señalan Carolina Biernat y Graciela Queirolo (2018), como las mujeres eran madres, se consideraba que poseían naturalmente ciertos atributos emocionales y físicos: la paciencia, la ternura o el amor, la predisposición para realizar tareas rutinarias, la abnegación o el sacrificio. Era esta naturaleza femenina la que se dispensaba dentro del mundo doméstico y les permitía a las mujeres gestionar y ejecutar los múltiples y permanentes quehaceres de la casa –asear, ordenar, abastecer, zurcir, cocinar–, que implicaban asistir y cuidar a otras y otros integrantes del grupo familiar. Así, las mujeres ocuparon empleos en los que desplegaron esa supuesta naturaleza femenina que las hacía eficientes en dichas labores. Las urgencias que motivaban los brotes epidémicos, los accidentes laborales y las enfermedades infantiles, entre otras cuestiones, solían tenerlas como principales dadoras de atención y cuidado. En las 36 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA salas de los hospitales fue habitual la presencia de las Hermanas de la Caridad, religiosas de otras órdenes y mujeres de sectores populares que se acercaban a los hospitales y ejercían como cuidadoras, enfermeras, mucamas, voluntarias o secretarias. El atractivo, para las segundas, podía ser tanto un exiguo salario, la esperanza de obtener, en algún momento, un cargo efectivo, la entrega de alguna propina, o tener un techo y comida. Las religiosas tenían una mayor jerarquía, ya que organizaban las salas y podían dar órdenes directas al personal que allí trabajaba (Wainerman y Binstock, 1992). Con excepción de algunos de los hospitales administrados por comunidades inmigrantes, que contaban con cursos de enfermería o pequeñas escuelas (Ej. Hospital Británico), no existían ámbitos, ni bajo la tutela estatal ni universitaria, para la formación profesional. Estas actividades, al estar guiadas por la lógica del sacrificio y la caridad, fueron argumentos funcionales para mantener sueldos bajos o ad honorem. En efecto, al considerar esas intervenciones como propias de sus condiciones naturales, se produjo una desvalorización de sus tareas y, como consecuencia, un menosprecio a su capacitación y a sus derechos laborales. La concepción del trabajo femenino como complementario al presupuesto familiar sostenido por los varones también reforzó el mantenimiento de salarios inferiores. Tal como sostiene Ana Laura Martin (2018), las instituciones sanitarias fueron poco exigentes en la titulación de las enfermeras porque usufructuaron de manera implícita los saberes domésticos que ellas portaban. En esta primera etapa los espacios formativos tendieron a orientarse exclusivamente a una formación práctica, focalizada en las tareas de limpieza, cuidado, atención de los primeros auxilios y el estricto acatamiento de las prescripciones médicas. Si bien se tendió a la fe37 KARINA INÉS RAMACCIOTTI minización, este proceso no fue unívoco ni generalizado; los centros hospitalarios contaban con varones y en algunas de las escuelas se convocó a personas de ambos sexos, tal como el caso de la Escuela de la Cruz Roja porteña en sus inicios. La profesionalización y la feminización del cuidado fue un proceso largo, conflictivo y con notables diferencias regionales que este dossier intenta reflejar. Un mojón importante de la modernización del cuidado en la ciudad de Buenos Aires, tal como lo señala Ana Laura Martin, estuvo ligado al impulso que produjo Cecilia Grierson, primera graduada en medicina de la Universidad de Buenos Aires (1889). Algunos años antes de graduarse –en 1886– organizó una serie de cursos sobre el cuidado para enfermos y sobre primeros auxilios y los dictó en las dependencias del Círculo Médico de la Capital. Esas clases estuvieron destinadas al personal que ejercía en los hospitales porteños y algunas de ellas tuvieron lugar en los consultorios de los colegas de Grierson que apoyaron su iniciativa pues consideraban necesario formar profesionales en enfermería o, al menos, instruir al personal que se ocupaba de esas tareas. Estas clases fueron el inicio de la Escuela de Enfermeras, Enfermeros y Masajistas de la Ciudad de Buenos Aires; sin embargo, fue reconocida como tal en el año 1892 cuando el Estado porteño, a través de la Asistencia Pública que dirigía el médico higienista Emilio Coni, colocó dichos cursos bajo su dependencia y promoción (Martin, 2015). Si bien la profesión no se encontraba todavía feminizada, Grierson la pensó como una ocupación ideal para las mujeres que buscaban una tarea “decente” y profesional, acorde a lo que la sociedad esperaba de ellas, es decir, ubicarse jerárquicamente por debajo de los varones (en este caso, médicos), con tareas que recordaban sus labores en el ámbito familiar. En este sentido, la enfermería podía significar una pro38 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA moción social y laboral, y al mismo tiempo implicaba una tarea –casi– altruista, pero de rigor profesional y de compromiso con la sociedad. Bajo esta premisa, para Grierson era necesario elevar la calificación profesional y las condiciones de trabajo, que incluían largas jornadas laborales, tiempos de descanso inadecuados y sitios insalubres para el desarrollo de su actividad, como, por ejemplo, sótanos (Martin, 2015). Asimismo, también se encontraban los cursos que se dictaron por parte de los hospitales de las comunidades inmigratorias o religiosas, como la Escuela de Enfermería del Hospital Británico (1890) o la Escuela de Enfermeras de las Obras de Conservación de la Fe (1914), que conformaron un conjunto de espacios formativos en los cuales las mujeres ganaron un espacio de capacitación y de trabajo (Ramacciotti y Valobra, 2015; Martin, 2015). Grierson estuvo influenciada por el sistema creado por Florence Nightingale (1820-1910), en 1860, en el Hospital Saint Thomas de Londres. La llamada “mujer de la lámpara” diseñó un dispositivo de capacitación profesional para poder quebrar la larga tradición ligada al empirismo y al fuerte sesgo religioso. Su propuesta se fundó sobre tres pilares: la dirección de las escuelas sería ejercida por una enfermera y no por un médico; la selección de las candidatas tendría que centrarse en aspectos físicos, morales, intelectuales y profesionales, y allí debería impartirse una enseñanza metódica y constante en los aspectos tanto prácticos como teóricos. La implementación en las salas hospitalarias de un estricto método de limpieza y aireación motivó una reducción de los índices de mortalidad por infecciones (Ramacciotti y Valobra, 2010). A este variado conjunto de espacios formativos debe sumarse el creado en la Universidad de Buenos Aires en 1924. La Escuela de Nurses, 39 KARINA INÉS RAMACCIOTTI impulsada al interior del Instituto de Medicina Experimental, fue un espacio de capacitación feminizado y que, por lo menos en términos enunciativos, se postuló para algunas dolencias crónicas tales como el cáncer. El personal a cargo del cuidado debería contar con una formación específica, no obstante, tal como demuestra José Buschini, el salario de estas mujeres, quienes debían cursar materias por dos años en un sistema de internado, oscilaba entre 80 a 120 pesos. Este sueldo se asemejaba al que cobraban otros trabajadores tales como, por ejemplo, los peones, el portero y el sereno. Los médicos podían cobrar entre 230 a 1500 pesos según su jerarquía. Este hallazgo da cuenta de uno de los dilemas más importantes dentro de la profesión: cómo estimular espacios de capacitación y perfeccionamiento ante patologías cada vez más complejas cuando las brechas salariales son tan amplias. El modelo impulsado por Grierson fue explícitamente retomado por otras escuelas provinciales, tal es el caso de Rosario, retomado en este dossier por Natacha Bacolla y José Ignacio Allevi. El médico Clemente Álvarez, director y fundador de la Escuela de Enfermeros dependiente del municipio rosarino (1911), tomó sus principios para organizar dicha escuela y también redactó los primeros manuales de enfermería tomando como base los traducidos por Grierson. Esto inauguraría una tendencia habitual en el armado de los materiales de estudio de las escuelas de enfermería, los cuales estuvieron redactados por figuras masculinas, a pesar de que muchos de ellos retomaban los manuales de Grierson o los contenidos impartidos por enfermeras. Si bien ellas portaban saberes asociados a su condición de mujeres, que las hacía cuasi imprescindibles en las tareas del cuidado, la transmisión de contenidos de manera escrita fue un terreno difícil de lograr por parte de ellas. 40 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA En este primer momento, no debemos obviar el papel que tuvieron las sociedades nacionales de la Cruz Roja en la preparación de enfermeras y enfermeros, guardavidas y transportistas. En Argentina, en 1864, a instancias de los Dres. Guillermo Rawson, Bartolomé Novaro y José Ayerza, se creó la primera filial, reconocida oficialmente en 1880 tanto por el gobierno nacional como por las autoridades de Ginebra. Su etapa inicial estuvo ligada tanto a socorrer a las víctimas de las revoluciones políticas de 1893 y 1889 como a auxiliar a lesionados del terremoto (La Rioja, 1894), y diferentes inundaciones de la provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Chaco, Formosa, Entre Ríos. Las emergencias sanitarias producidas por los reiterados brotes epidémicos también contaron con las activas colaboraciones de quienes integraban la Cruz Roja. A partir de 1920, y en línea con lo sucedido en otras latitudes, la Cruz Roja Argentina tuvo un rol destacado en la formación de recursos humanos, dado que fundó la primera Escuela de Enfermeras de esta institución. En 1928 estableció su Escuela de Samaritanas, que tuvo como objetivo brindar nociones de primeros auxilios, medicina preventiva, higiene y puericultura entre quienes podían ejercer estas tareas no de manera profesional, sino solo ante situaciones de emergencias (Ramacciotti y Rayez, 2018). La Cruz Roja en un principio no pretendía formar enfermeras, sino impartir conocimientos a damas y a jóvenes para proporcionar primeros auxilios y cuidados especiales a niños y enfermos, pero de ningún modo este tipo de formación era equiparable a la de las enfermeras. Las samaritanas eran personas con un año de instrucción, capacitadas para colaborar en hospitales y en situaciones de socorro toda vez que la Cruz Roja las convocaba (Martin, 2015). La Cruz Roja tuvo un accionar destacado en diferentes lugares del país. Tal como lo demues41 KARINA INÉS RAMACCIOTTI tran Mariela Rubinzal, Viviana Bolcatto, Paula Sedrán, para el caso de Santa Fe, la figura de “samaritana” fue central durante gran parte del siglo XX. Según la cosmovisión religiosa, “el samaritano” es un sujeto dadivoso que, sin contar con otro capital que su capacidad de ayudar, puede hacer por el prójimo mucho más que cualquier religioso. La parábola indica que no necesariamente los virtuosos se comportan mejor que los marginales, que el cielo se gana con buenas obras y no solo con el cumplimiento estricto de los preceptos. Sobre estas ideas las mujeres formadas bajo instancias de la Cruz Roja, las agencias estatales, las comunidades étnicas basaron su atención en las ideas de cuidado amoroso, la caridad y la dádiva y, con algunos cambios, estos conceptos perduraron durante el transcurso del siglo XX. Para el caso de Rosario, Santa Fe y La Plata, el papel de las escuelas de la Cruz Roja fue destacado. En Santa Fe se creó la Escuela de Enfermeras, en la cual la impronta católica y caritativa fue central. Si bien en esta etapa fue clara la feminización, veremos que no fue un proceso lineal ni unívoco, ya que para el caso de las escuelas de la Cruz Roja y en el período posterior se originaron, por lo menos en sus marcos enunciativos, “escuelas mixtas”. Los cruces entre el mundo caritativo, religioso y profesional tuvieron varios vasos comunicantes, y el uniforme es uno de los tantos emblemas de esas relaciones. Como lo demuestra Adrián Cammarota, el vestuario de las enfermeras diplomadas tuvo una ligazón con los hábitos de las religiosas, ya que eran ellas quienes administraban y organizaban el cuidado sanitario antes del surgimiento del hospital moderno. La presencia de personal religioso, los rituales ligados a la vida y a la muerte y la simbología católica siguió teniendo un acentuado peso en los hospitales públicos. Esta influencia se puede rastrear en la actuali42 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA dad y se pone de manifiesto en situaciones como las de los debates por la despenalización del aborto o en situaciones de abortos no punibles por la ley vigente y los escollos que se ponen, desde los diversos actores sociales de la vida hospitalaria, para limitar el cumplimiento de la normativa con el argumento de su “objeción de conciencia”. Durante gran parte del siglo XX, el vestido blanco y la cofia se constituyeron en el paradigma del cuidado y del prestigio profesional. La capa se ligaba con un ritual que de por vida les haría recordar a las enfermeras el peso de la responsabilidad que había contraído con la sociedad. La cofia estaba considerada como un elemento de distinción social y reconocimiento. Si bien el uniforme tuvo cambios con el devenir de las décadas a tono con los cambios de los textiles, las modas y la necesidad de mayor practicidad, podemos reconocer una línea, que con matices aún se mantiene, el ocultamiento de la sensualidad a partir de la eliminación de cualquier atisbo de femineidad o coquetería con el argumento de la importancia de mantener ambientes higiénicos y evitar posibles contagios que podrán ocasionar el esmaltado de las uñas o el maquillaje facial. En los años ochenta del siglo XX, se puede rastrear, para el caso de Río Negro, trabajado por Ángeles Jara, algunas resistencias sobre el uso de la cofia, ya que era motivo de disgusto y malestar reiteradamente expresado ante las autoridades hospitalarias. Como anticipamos, la mayor aceptación de las mujeres en áreas vinculadas a lo caritativo y lo asistencial se enlazó al hecho de que se fueron asociando estas intervenciones no como un trabajo sino como una extensión de las supuestas condiciones con las que la naturaleza las había dotado. Paralelamente, esa situación se supeditó a la creciente necesidad de contar con personal idóneo, el cual se profundizó 43 KARINA INÉS RAMACCIOTTI al calor de la ampliación de la estructura hospitalaria, la diversificación de las campañas sanitarias, el desarrollo de nuevas técnicas médicas que demandaban más personal para su aplicación y la creación de nuevos mecanismos de ayuda por parte del Estado. La presencia masculina tendió a ser invisibilizada en la historia de la enfermería, y si bien no llegó a ser total, la tendencia muestra el triunfo del modelo de feminización (Wainerman y Binstock, 1992). Un antecedente a favor de los primeros, lo constituye el cuidado de los enfermos en manos de varones laicos, cuando ellos estaban en las instituciones de salud en el siglo XVIII (Lobato, 2007). El porcentaje de varones empleados en la Asistencia Pública en 1907 fue del 71%; en 1909 el porcentaje osciló en diferentes hospitales como el San Roque y Álvarez entre el 54,5% y el 62,5%, respectivamente, mientras que en otros como el Argerich o el Tornú eran todos varones. La Escuela de Enfermeras de la Cruz Roja en Santa Fe, tal como demuestra el artículo de Rubinzal, Bolcatto y Sedrán, no restringió el ingreso por razones de sexo. Situación similar demuestra Marcelo Jerez para el caso de Jujuy e Ivana Hirschegger para Mendoza. Asimismo, el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires contó con una escuela de enfermeros y enfermeros paracaidistas que tampoco hizo distinciones según sexo. Cabe recordar que la primera promoción de la escuela de Cecilia Grierson tuvo siete mujeres y tres varones (Ramacciotti y Valobra, 2015). Estos hallazgos, si bien no nos permiten constatar un cambio en cuanto estereotipos y estigmas vinculados a la tendencia a la feminización de la profesión, sirven para matizar y dar un panorama complejo en torno a la historia profesional. También cabe preguntarse cómo operaron los arquetipos en 44 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA la imagen masculina que los ha colocado en lugares vinculados a su supuesta fortaleza, tanto física como emocional. LA ENFERMERÍA SANITARIA En las décadas de 1940 y 1950 la expansión de puestos laborales vinculados a las tareas de cuidado y de enfermería se motivaron por la expansión hospitalaria, el incremento de las campañas sanitarias y la modernización en las técnicas médicas que demandaban mayores tareas en su implementación. Si en la etapa anterior la prioridad en la formación fue la emergencia sanitaria, los primeros auxilios y la atención hospitalaria, en esta segunda etapa la asistencia se articuló con la faz preventiva y la preparación profesional para salir de las unidades hospitalarias y ocuparse tanto de la prevención como de la atención y derivación a los centros hospitalarios. El eje de atención fue tanto los espacios urbanos como los rurales y, por lo tanto, a las preocupaciones de las enfermedades epidémicas e infectocontagiosas se sumaron las inquietudes por las enfermedades endémicas y crónicas. En este período, el rol que tuvo la Fundación Rockefeller (FR) en América Latina no puede ser obviado, especialmente en la difusión de ideas en torno a la necesidad de incrementar la cantidad de enfermeras y mejorar su capacitación. La aspiración fue formar enfermeras profesionales, con una base educativa previa, con una inclinación científica y de este modo aspirar a jerarquizar el ejercicio de la misma desde el punto de vista del estatus profesional. La organización de programas específicos de salud pública y de enfermería surgió en Europa en el siglo XIX, pero ya en el XX, cuando se iniciaron los cursos en Estados Unidos, estos tomaron la delantera. 45 KARINA INÉS RAMACCIOTTI La mayoría de los líderes en salud pública y en enfermería fueron capacitados en las escuelas estadounidenses. Las primeras instituciones, fundadas con el apoyo de la FR, fueron Johns Hopkins, Yale, Columbia y Harvard y para el área de enfermería, Toronto. Para la FR las enfermeras sanitarias modernas deberían aunar a la tradicional asistencia hospitalaria la atención domiciliaria, la enseñanza de higiene personal y la prevención. Esto condujo a la formación de un perfil en el cual a las tareas de asistencia hospitalaria se unieran las de difusión sanitaria en las unidades domésticas de las familias tanto en los espacios urbanos como rurales (Ramacciotti, 2017). Asimismo, el sistema de becas, utilizado tanto como un atractivo para la elección de la carrera como para la constante capacitación, cobró cada vez mayor impulso luego del accionar de la FR en la región y también fue promovido en diversos casos provinciales como una vía de estimular el crecimiento de la matrícula. Dentro de este contexto, tal como lo demuestran Bacolla y Allevi, el rol que tuvo la FR en la creación de la primera escuela universitaria de enfermería en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional del Litoral (1940) fue sustantivo. Si bien el derrotero de esta escuela solo duró tres años, en esta experiencia se gestaron redes locales, nacionales e internacionales y se incitaron ideas que fueron de relevancia para los posteriores proyectos formativos, como el internado obligatorio, considerado importante para vigilar de cerca, no solo la aptitud profesional y competencia, sino también la moralidad de las jóvenes. También se le imprimió un carácter práctico a partir de la rotación por los hospitales, los servicios sanitarios y las experiencias de control y prevención sanitaria. Para estimular la capacitación como así también la permanencia en la carrera, se implementó un sistema de becas. 46 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA Las influencias de otros países, y más particularmente Estados Unidos, en el sistema sanitario local también se puede evidenciar en el brote epidémico de poliomielitis de 1943. Como se demuestra en el artículo de Daniela Testa, el gobierno de Estados Unidos envió a Buenos Aires una comisión en colaboración especial, para aplicar el método Kenny en nuestro país. Este método, ideado por la enfermera australiana Elizabeth Kenny, se utilizaba para combatir las secuelas, aliviar el dolor, evitar contracturas y deformaciones y reeducar a aquellos pacientes para que recobraran movimientos. Se trataba de una actividad laboriosa que requería de tiempo y atención personalizada. La tarea consistía en envolver los miembros afectados con franelas de algodón mojadas en agua hirviendo, escurridas previamente para evitar las quemaduras. Luego, esas envolturas se cubrían con seda aceitada y sobre ellas se colocaba una tercera capa de franelas secas. Esta capa de tres vendajes se renovaba cada dos horas, pero si los dolores eran muy acentuados, se podían cambiar cada quince minutos durante doce horas. Como se desprende de la anterior descripción, que encontrarán en el artículo de Daniela Testa, se demandaba capacitación del personal involucrado y un activo compromiso. Pero de cara al golpe militar del 4 de junio de 1943 la National Foundation of Infantile Paralysis de Estados Unidos recomendó interrumpir la estadía de las nurses en Buenos Aires y dispuso su inmediato regreso a Minneapolis. Similar reacción fue adoptada desde la Fundación Rockefeller que suspendió abruptamente sus programas de capacitación de enfermeras y otros estímulos a la investigación científica que se venían desarrollando. El breve recorrido de la primera escuela universitaria de enfermeras en la Universidad Nacional del Litoral y esta experiencia de capacitación en el método Kenny que quedó suspendido en 1943 nos lleva 47 KARINA INÉS RAMACCIOTTI a reflexionar cómo las profesiones sociosanitarias están ligadas a los proyectos políticos de las autoridades de turno. Como sostiene Anabel Beliera en su texto sobre la profesionalización de la enfermería en Neuquén, dicho proceso no es meramente un constructo de un colectivo laboral o profesional, sino también político. El golpe militar del 4 de junio de 1943 llevó a una dura intervención a la Universidad Nacional del Litoral en la que la escuela de enfermería no estuvo al margen, dado que la intervención castrense, afín a sectores católicos y nacionalistas, veía como una intromisión en los “intereses nacionales” la relación con la FR. Asimismo, los referentes norteamericanos que estaban en Argentina respondían a la política internacional de Estados Unidos que veía con resquemor la política de neutralidad que había asumido la Argentina en la Segunda Guerra y suspendieron los programas de capacitación e intercambio científico. Un suceso que ha tenido un rol importante para la promoción de la profesión fue el terremoto de San Juan de 1944 en la Argentina. Las necesidades sanitarias que se produjeron, el miedo por la potencial infección proveniente del sepulcro abierto y la inminente campaña de vacunación contra el tifus demandaron un enorme operativo médico conformado tanto por argentinos como por chilenos (Healey, 2012). Los desastres generan momentos de solidaridad, crean oportunidades laborales y suelen despertar vocaciones. Es así que muchas mujeres se sintieron atraídas para ocupar puestos de enfermería o para capacitarse luego de las urgencias y demandas sanitarias que quedaron visibilizadas por la prensa periódica, la radio y las colectas públicas. Para el caso de Margarita Basomba, enfermera egresada de la Cruz Roja porteña, quien tuvo un destacado accionar en La Plata, este suceso marcó su vida ya que fue una integrante de la delegación que fue a 48 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA Mendoza a socorrer a heridos que llegaban desde San Juan y presenció la muerte de dos colegas a causa de un desperfecto en un avión. Asimismo, las situaciones de urgencias sanitarias promueven procesos migratorios de personas, cuyo estudio es necesario profundizar para el tema sanitario. Tal como lo demuestran Fernández y Rosales en la epidemia de cólera, llegaron a la provincia de Tucumán practicantes, médicos y enfermeros de Buenos Aires, que resultaron indispensables para mitigar el impacto de la epidemia y por la escasez de profesionales y de empleados locales. Estas redes de migraciones en la historia profesional resta ser profundizado en futuras investigaciones. Durante este período, se promovieron un conjunto de actividades nuevas, propiciando el empleo femenino. Tal como señala Donna Guy (2008), el proceso de feminización implicó que las mujeres comenzaron a ser consideradas –especialmente por el Estado– como soporte de la implementación de políticas sociales, resultando ser mano de obra prácticamente gratuita. La Secretaría de Salud Pública (en adelante SSP) creada en 1946 tuvo un papel destacado en la intención de profesionalizar la práctica sanitaria. Para tal fin se impulsó la Escuela Superior de la SSP (1947) y, dependiendo de esta, la Escuela de Enfermeras de la SSP (Ramacciotti, 2009). En este último ámbito se abrió un espacio de inserción para las mujeres relacionado con la enfermería, para la cual eran consideradas especialmente capacitadas en función de las nociones de género imperantes en la época. Tres años más tarde la Fundación Eva Perón (FEP) fundó la Escuela de Enfermeras 7 de Mayo (Ramacciotti y Valobra, 2010). Ambas escuelas mejoraron la capacitación y brindaron una formación que apuntó a la atención y al cuidado de las personas hospitalizadas y a las tareas de prevención 49 KARINA INÉS RAMACCIOTTI en los espacios urbanos y rurales. Se constituyeron en una opción laboral para numerosas mujeres que veían en esta profesión una entrada al mercado laboral y también un trabajo donde no debían soportar el peso del estigma asociado a las obreras. Tal como lo ha señalado Mirta Lobato (2007), las trabajadoras fabriles sufrían una doble culpabilización; por un lado, eran estigmatizadas por ausentarse de su hogar, por otro lado, al exponer su cuerpo a las exigencias del mundo industrial deterioraban su capacidad reproductiva. La lógica de racionalización y de planificación de la acción estatal que se intentó implementar durante la gestión peronista también coadyuvó a esa demanda de enfermeras. El ideal pautado por el secretario de Salud Ramón Carrillo, quien retomaba tendencias internacionales sobre la materia, era que una enfermera atendiera cuatro camas, por lo que un hospital de 100 camas necesitaría un mínimo de 25 enfermeras. Sin lugar a dudas, esto planteaba un desafío para la planificación sanitaria en tanto no se sabía a ciencia cierta cuál era el estado real de la cuestión respecto de esa relación estadística, por lo que era imposible establecer si se ajustaba a los estándares estipulados. No obstante, durante el peronismo se mantuvo una activa política de creación de espacios formativos en función de intentar ligarse a dichos parámetros internacionales (Ramacciotti y Valobra, 2010). En las escuelas que se impulsaron durante el peronismo se mantuvieron los enunciados vinculados a la vocación de servicio y al espíritu caritativo. La apropiación de ciertas ideas del mundo religioso trasladadas a ese espíritu solidario, de ayuda al prójimo, de concreción laica del ideal cristiano influyeron para que muchas personas se sintieran convocadas para esta profesión. Sin embargo, los modelos a los que apeló estuvieron seleccionados con importantes omisiones. 50 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA La idea de asociar al pasado como una etapa oscura y sin logros y contraponerlo con un presente luminoso, ruptural y cargado de potencialidades también estuvo presente en el ámbito de la enfermería. Dentro de esta lógica se invisibilizó a quienes tuvieron un papel importante en las décadas previas en la formación de enfermeras. Tal el caso de la médica feminista Cecilia Grierson y su decidida promoción de la profesión (Ramaccioti y Valobra, 2015). Otro aspecto a destacar fue el interés de promover un modelo de enfermería centrado en la detección de necesidades sociales y sanitarias en los lugares carenciados. Las experiencias de trabajo en el barrio porteño de Villa Soldati de las enfermeras de la Escuela de Enfermería de la SSP en 1947 es un ejemplo de ello. La detección temprana de potenciales enfermedades, la enseñanza de pautas de higiene y cuidado, la administración de vacunas y la derivación, si fuera necesario, a centros asistenciales fueron aspectos que comenzaron a tener mayor protagonismo entre las tareas de la enfermería y se expandirían durante la segunda mitad del siglo XX (Martin y Ramacciotti, 2019). No es casual que, como demuestran Lila Aizemberg y María Laura Rodríguez para el caso cordobés, las imágenes vinculadas a las enfermeras de salud pública se reforzaron con la presencia de su maletín, que contenía, entre otros íconos de la tecnología médica de la época, tensiómetro, balanza para niños, fichas y cuestionarios. Estos elementos se convirtieron en el símbolo de la profesión, ya que daban cuenta de que a las actividades hospitalarias se le sumaban las prácticas domiciliarias preventivas enfocadas en las áreas materno infantiles y en las enfermedades transmisibles. Este molde profesional, que combinó lo asistencial con lo preventivo, se desplegó en Mendoza, en Jujuy, en Santa Fe, en Tucumán y en la 51 KARINA INÉS RAMACCIOTTI novel provincia Eva Perón. Desde las agencias estatales, ya sea sanitarias o sociales, se instituyeron cursos y/o escuelas de enfermería para poder enfrentar las variadas necesidades que se planteaban al intentar satisfacer las demandas sanitarias de la población, ya sea en los centros hospitalarios –algunos de ellos de una mayor envergadura edilicia, tal como el policlínico central de Mendoza– o en las campañas sanitarias. Un aspecto interesante para señalar es que en Santa Fe, en 1949, el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social creó un Centro de Enseñanza para Enfermeras Rurales. Este proceso si bien fue habitual en otros países de América Latina, en Argentina, hasta el momento, es el único antecedente con el que se cuenta. Para el caso de Mendoza, Hirschegger señala que en los centros alejados del este y sur de la provincia, la carencia de profesionales capacitados era aún mayor y se intentó subsanarla con la creación, en 1951, de la Escuela Mixta de Enfermeros en San Rafael. Otro aspecto digno de marcar para este período es el caso de Tucumán. Tal como señalan María Estela Fernández y María del Carmen Rosales, el curso de visitadoras de Higiene Social, que se dictaba en el Instituto de Higiene de la Universidad de Tucumán, se transformó en carrera de Nurses y Visitadoras de Salud Pública en 1952, antecedente directo de la Escuela de Enfermería en 1954. Así pues, luego de corta experiencia de la Universidad del Litoral (1940-1943), la Universidad Nacional de Tucumán fue la única institución de ese rango que contaba por entonces con esta carrera. Lo que generó un sustancial avance en el proceso de profesionalización de la enfermería que ya no se detuvo. Esta expansión de espacios formativos en las diversas provincias, si bien estuvo lejos de los estándares cuantitativos que circulaban en las publicaciones y congresos internacionales, permitió que la enfer52 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA mería ganara espacios de capacitación y con ello lograra una mayor visibilización como una de las opciones de capacitación y de trabajo para mujeres de clases medias. El ingreso a la universidad demandaba tener estudios secundarios completos, pero hasta entrado los años sesenta no se expandió la matricula entre las mujeres. Como veremos en el próximo apartado, muchas de las mujeres que estuvieron entre las primeras graduadas de las escuelas creadas durante esta etapa tuvieron un papel descollante en el desarrollo de otros centros de capacitación en las provincias o en el tendido de redes interprovinciales e internacionales. Otras –probablemente entre quienes tuvieran una adhesión explícita al peronismo o quienes contaran con credenciales académicas emitidas por instituciones más ligadas a ese gobierno (Ej. Escuela de Enfermeras de la FEP)– transitaron un derrotero laboral con mayores obstáculos dado el proceso de “desperonización” que se inauguró luego del Golpe de estado de 1955. LA ENFERMERÍA Y EL DESARROLLISMO La necesidad de incrementar la cantidad de enfermeras en las plantas hospitalarias cobró una mayor visibilidad a mediados de la década de 1950. En el terreno político, un golpe de Estado derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón (1955) y se inauguró una experiencia política excluyente de los grupos peronistas que declamaba que venía a liberar al país de la “tiranía” y a restaurar el orden constitucional. Los nuevos gobiernos realzaban las banderas de una democracia liberal, con modernización socioeconómica fuertemente teñida de una impronta conservadora vinculada a la Iglesia católica. En este escenario, la política de salud del peronismo fue objeto de duras críticas en las que se 53 KARINA INÉS RAMACCIOTTI destacaban la excesiva intervención del Estado o el derroche de recursos utilizados para su implementación (Ramacciotti, 2014). En oposición a aquel modelo, ahora deslegitimado, se promocionaron los conceptos de descentralización y autogestión hospitalaria en consonancia con los discursos provenientes de organismos internacionales que, desde mediados de los cincuenta, tuvieron una mayor impronta local. Estos delinearon aspectos sociales y políticos sobre los que creían que las naciones del Tercer Mundo debían trabajar a fin de modernizarse y desarrollarse. Un ejemplo de ello constituye la aprobación en 1960 del Acta de Bogotá en la que se indicó fortalecer y expandir los servicios nacionales y locales de salud. Para el sector de la enfermería, los avatares de la política también implicaron modificaciones y cambios de rumbo. La instalación del gobierno de facto imprimió la “desperonización” de la formación y la desaparición de la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón y de cualquier sesgo asociado al período previo. En algunos casos las enfermeras egresadas de dicha entidad educativa tuvieron dificultades para conseguir trabajo en ámbitos públicos y privados, ya que, al presentar sus credenciales profesionales, eran excluidas de la selección laboral. Así, la política configuró la trayectoria laboral de muchas mujeres en el ámbito sanitario (Morrone, 2011). Un claro ejemplo de cómo la dinámica política puede obturar un proyecto de modernización profesional es el que relata María José Billorou en la Escuela de Enfermería Eva Perón, fundada en mayo de 1955 en la provincia Eva Perón. Un año más tarde se derogó por decreto la creación de dicha escuela. Los nuevos funcionarios reconocían la importancia de tal iniciativa, pero la ceguera y la persecución política tuvieron un peso mayor que las necesidades imperantes en 54 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA la zona. Hubo que esperar hasta 1960 para que se estableciera otra escuela bajo la dependencia del Ministerio de Asuntos Sociales. Las escuelas que se instituyeron en este período, estuvieron en línea con la gran movilización internacional vinculada a la enfermería y a la mayor injerencia de los organismos internacionales en la temática. Tal como se indica en el artículo de Federico Rayez, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Unión Panamericana o la Organización de Estados Americanos (OEA) –entre otras organizaciones– cobraron una importancia singular a la hora de estipular esos parámetros expectables e impulsar programas específicos para la promoción social de las mujeres, cuya situación fue vista como un problema relevante a resolver por los países que pretendían salir del “subdesarrollo”. Si bien el problema de la cantidad ideal de enfermeras para la atención hospitalaria fue una constante, en este período tuvo nuevas complejidades y exigencias. En primer lugar, apareció la necesidad de tener información fidedigna. Así, se realizó el Primer Catastro Nacional de Recursos y Servicios de Salud. Este demostró que el 48,79% del personal del área de enfermería (incluyendo diplomadas y auxiliares) no contaba con título. Este porcentaje matizaba algunas afirmaciones vertidas por los observadores de la época que consideraban que “la mayor parte del personal de enfermería” carecía “de estudios previos” pues eran más lo que poseían título que los que no lo tenían. Asimismo, se ponían en cuestión los mecanismos del Estado para regularizar situaciones de hecho tales como los exámenes para titular a personal empírico. Las estadísticas, no obstante, no diferenciaban entre títulos obtenidos por estudios terciarios o universitarios de aquellos títulos que fueron habilitantes en el caso de las “empíricas”. Argentina estaba por debajo de las proporciones esperables. Si bien en las conferencias 55 KARINA INÉS RAMACCIOTTI regionales se enfatizaba la importancia del estudio de los recursos y de las necesidades de la enfermería para conocer la situación “real” sobre la que se debía trabajar (Ramacciotti y Valobra, 2017). A lo largo del período, se aprecia una enorme preocupación por la cantidad necesaria de enfermeras siguiendo estándares internacionales elaborados en países centrales. Sin mayores cuestionamientos críticos, las autoridades locales los tomaron como medida de evaluación de la situación local y los utilizaron para incitar mecanismos para incrementar la planta de enfermeras. Asimismo, se postulaba que se derogaran los decretos que habilitaban el ejercicio profesional a enfermeros sin diploma. Desde las escuelas de enfermeras con mayor cantidad de años de entrenamiento, se reclamaba al Estado que solo se reconocieran los títulos de quienes se formaban y que se evitara reconocer a quienes de hecho ejercían tareas de cuidado sin haber estudiado. En las conferencias regionales de enfermería estos planteos, que complejizaban la enseñanza de la enfermería, habían cobrado protagonismo. Se establecieron criterios que diferenciaban entre cursos básicos y los destinados a postgraduadas. En los años sesenta, se había producido una diferenciación al interior de la disciplina. Se distinguía entre las “profesionales” y las “auxiliares”. Entre las primeras, se diferenciaban las universitarias y las terciarias. Como vimos, en 1952, la Universidad Nacional de Tucumán estableció la Escuela de Enfermeras bajo su órbita. Después de 1955 se registró el mismo proceso en la Universidad de Córdoba (1956), en la de Santa Fe (1958) y en la de Buenos Aires (1960). A pesar del impulso que tuvo la formación de la enfermería asociada a los espacios universitarios, para 1967 las egresadas representaban apenas el 1% en ese año. Como demuestra Federico Rayez, las enfermeras egresa56 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA das de Diplomado de Salud Pública de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires observaban que las retribuciones eran muy bajas y no se contemplaban incentivos económicos en función del nivel de capacitación requerida. El tránsito universitario trajo como consecuencia para muchas de ellas un salto cualitativo, ya que implicó una forma de movilidad, de ascenso social, jerarquizó a la profesión e inspiró a que muchas de las universitarias tuvieran un papel importante tanto en la representación de la enfermería nacional como internacional, empezaran a ocupar cargos docentes y de supervisión en los espacios formativos y en las agencias estatales tanto provinciales como nacionales y tareas de edición en revistas profesionales. Como contrapartida, la existencia de enfermeras universitarias en los ambientes laborales amplió la brecha entre las graduadas en enfermería y potenció, aún más, diferencias regionales, intergeneracionales y de clase (Ramacciotti y Valobra, 2017). Una discrepancia central entre este momento y principios de siglo es que ya no existían vacilaciones en torno a la importancia que tenía la enfermería dentro del sistema de salud. Si a principios de siglo XX hubo algunos médicos, como Enrique Boero, que enunció algunas dudas en torno a delegar tantas tareas a las enfermeras a quienes consideraba “parásitos”, en los años sesenta ya no existían cavilaciones entre la corporación médica en torno a las múltiples tareas que debían hacer las enfermeras. En este sentido, Francisco Martone, un médico que tuvo un papel destacado en la reforma curricular de las escuelas de enfermería de la Cruz Roja en los años sesenta, buscó legitimar sus argumentaciones apelando a las directivas emanadas de los organismos internacionales de salud, los encuentros nacionales y regionales de enfermería (Ramacciotti y Rayez, 2018). Este galeno, 57 KARINA INÉS RAMACCIOTTI a diferencia de Boero, propuso que las enfermeras deberían reunir múltiples tareas en su labor profesional primero, promover la salud mediante el auxilio de los dictados de la medicina preventiva. Para ello, junto al médico, vela por el diagnóstico temprano, el examen médico periódico en estado de salud, la profilaxis por el tratamiento y la educación sanitaria; segundo, proteger la salud mediante la inmunización y la educación en saneamiento; tercero, reparar, esto es, rehabilitar en forma integral; cuarto, realizar funciones generales, que pueden ser administrativas y de supervisión […]; quinto, proceder a la evaluación de las enfermedades y secundar al médico en los procedimientos de diagnóstico y terapéutica, observación y registro de las manifestaciones clínicas, actualización de los registros y cumplimiento de las prescripciones dieto-terápicas; sexto, lograr la correcta preparación de enfermos sometidos a intervenciones quirúrgicas, exámenes radiográficos, pruebas de laboratorio y funcionales; séptimo, cuidar el mantenimiento de los equipos y realizar tareas de esterilización; octavo, presentación de informes y trabajos de investigación y programación; noveno, colaborar y asesorar a otros profesionales; décimo, instrucciones a pacientes y familiares, al personal (auxiliares, empleados), a alumnas de la Escuela de Enfermería y al público en general (Martone, 1965: 413). Como vemos, la extensión de la cita refleja una gran cantidad de labores en el plano asistencial, preventivo, rehabilitador, administrativo y de capacitación a otras enfermeras. También se subrayan variados vínculos laborales y relaciones sociales. No solo se esbozó la tradicional relación de subordinación a la “autoridad médica”; 58 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA “estar junto a”, “secundar” al médico o “asesorar” a otros profesionales, sino que se apela a relaciones en las cuales ellas están en un lugar de “dar instrucciones” a pacientes, familiares, empleados, auxiliares y a las alumnas de enfermería. La relación laboral no solo estaba esbozada en términos binarios, sino que se remarcaba un vínculo laboral en un mundo profesional complejo y por lo tanto signado por el conflicto, que en este tipo de fuentes se oculta o se trata de suavizar “por el don de paciencia y el espíritu de sacerdocio desinteresado atribuido a ellas”. El estudio del caso de Neuquén permite comprender la mayor complejidad de las tareas sanitarias y los desafíos que implicaba la formación, no siempre acompañados por demandas adecuadas en torno a sus derechos laborales. Otro aspecto a destacar en este libro constituye la de dar cuenta de una mayor cantidad de trayectorias biográficas de enfermeras. En este sentido, cabe una aclaración: las historias de las enfermeras no forman parte del “panteón” de la medicina. Sabido es que la historia de la medicina suele estar cargada de relatos de trayectorias de médicos en los que se destacan sus virtudes y logros tanto en el terreno de la ciencia como en el de la política. Estas historias laudatorias han contribuido a la difusión de información básica sobre ciertos galenos “relevantes”, pero suelen obviar a otros personajes que tuvieron un rol destacado en la especialización de funciones de las agencias sanitarias y quedaron al margen tanto de las historias oficiales como de aquellas que se proponen diferenciarse con una mirada más crítica y renovada. Tanto las médicas como el amplio abanico de tareas sociosanitarias que estuvieron en manos de las mujeres estuvieron y están invisibilizadas. Una mención merece el tema de las fotografías y las dificultades que tuvimos a la hora de conseguirlas. Si bien mu59 KARINA INÉS RAMACCIOTTI chas de ellas fueron referentes activas de su profesión, sus fotografías públicas son muy esquivas. Contamos con imágenes de enfermeras, ya sea preservadas por el Archivo General de la Nación que cedió algunas de las que se encuentran en este libro, y otras que provienen de archivos privados. De estas últimas pudimos más fácilmente asociarlas a nombres concretos. Entonces, este libro tiene como un aporte sustancial dar cuenta de historias de vida e inflexiones biográficas variables y complejas que fueron marcando trayectorias hasta llegar a desempeñarse como enfermeras; muchas de ellas asumieron un papel destacado en la institucionalización de la profesión, en la circulación de ideas y en la modernización profesional, y otras fueron más esquivas en ese rol. A través del recorrido de ciertos itinerarios de vida es posible conocer mejor las tensiones, las alianzas y los conflictos de poder que estructuraron los campos profesionales en las diferentes provincias. Una biografía académico-profesional se compone, por lo tanto, de acumulaciones, inversiones, estrategias arriesgadas o conservadoras, enriquecimientos y apuestas del tipo de capital propio del campo. En este sentido, Ana Laura Martín nos lleva a recorrer las biografías de Cecilia Grierson y María Elena Mejía y sus influencias en la formación de enfermeras profesionales en la ciudad de Buenos Aires. Billorou nos introduce en la trayectoria de Alicia Morales, quien de ser enfermera de un centro asistencial en Quemú Quemú, pasó a ser delegada del Partido Peronista Femenino; o el caso de Isabel Pereyra, alumna becada y egresada de la escuela de enfermería de la Secretaría de Salud Pública, quien luego de su formación en Buenos Aires fue designada como instructora en la Escuela de Auxiliares de la Medicina Dr. Guillermo C. Paterson en Jujuy y ocupó el cargo de directora a mediados de la 60 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA década de 1970. Lucrecia Barisch constituye otro ejemplo similar al anterior. Barish, egresada como instructora de la misma escuela porteña que Pereyra, logró ocupar el cargo de directora de la escuela de Auxiliares Técnicos de la Medicina en la provincia de Neuquén entre 1958 a 1960. Margarita Basomba, enfermera titulada en la Cruz Roja porteña, quien tuvo un destacado rol dentro de la profesión y lideró la Escuela de Enfermeras y Samaritanas de la Cruz Roja en La Plata. Su derrotero nos habla de una mujer multifacética que, a pesar de ciertas dificultades en sus inicios, pudo lograr tres titulaciones; enfermera diplomada, visitadora de higiene social y médica. Esta capacitación constante estuvo entrecruzada por un activo rol dentro de la profesión. Para el caso de Córdoba, Nydia Gordillo Gómez fue un personaje clave en la creación de la Escuela de Enfermería de la Universidad Nacional de Córdoba en 1956, e impulsó el perfil que adoptaría la profesión luego de su incorporación a la educación superior. Su accionar estuvo influenciado por sus vínculos internacionales con la OPS, creó espacios asociativos, como la Asociación de Enfermería de Córdoba (1959) e integró el grupo de fundadoras de la Federación Argentina de Enfermería (1965) y de la Asociación de Escuelas Universitarias de la República Argentina (1966). También es de destacar su participación en la promoción de la Enfermería Latinoamericana, contándose en el grupo de las precursoras de la Federación Panamericana de Profesionales de Enfermería (1960) en Panamá. El caso de Gladys Alonso, para el caso de Rio Negro, retratado por Ángeles Jara, es interesante ya que no se encuentra entre las trayectorias de enfermeras con años de gestión, dirección o activo intercambio regional, pero nos permite desenredar los hilos que forman las complejas tramas de trabajadoras mucho más esquivas, la gran 61 KARINA INÉS RAMACCIOTTI mayoría anónimas, cuyas entradas al mundo laboral vinieron con otros múltiples esfuerzos ligados a las largas distancias que debían atravesar para capacitarse, las inclemencias del tiempo, la falta del transporte público y las arbitrariedades de las relaciones genéricas. REFLEXIONES FINALES El aporte de Grierson a la profesionalización de la enfermería porteña permitió que muchas mujeres pudieran incorporarse al mercado de trabajo a través de esta ocupación, confiriéndoles un lugar en el mundo hospitalario. Algunas consecuencias del modelo profesional propuesto por ella permanecen hasta nuestros días. En primer lugar, la marcada feminización de la enfermería. Si bien durante las últimas décadas del siglo XIX y en varias provincias de la Argentina la ocupación era ejercida por varones y mujeres, el avance de la profesionalización desembocó en que sea asociada con una labor de mujeres. Esto se vio reforzado por argumentos que legitimaron la condición femenina con el cuidado hacia el otro. Así como las aptitudes de cuidado, abnegación y amor las convertían en naturalmente capacitadas para realizar tareas domésticas, encontraron también en el ámbito público un lugar donde podían desplegar esas dotes naturales. En segundo lugar, al considerar las intervenciones de las mujeres en el sistema sanitario como propias de sus condiciones naturales se produjo una desvalorización de sus tareas y, como consecuencia, un menosprecio a su capacitación y a sus derechos laborales. La concepción del trabajo femenino como un complemento al presupuesto familiar sostenido por los varones también reforzó el mantenimiento de salarios inferiores. En esta línea se ha señalado 62 EL CUIDADO SANITARIO. HACIA UNA HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA que las enfermeras quedaron, a lo largo de la historia, “presas del amor” (Folbre, 2001), ya que su ocupación respondía a una entrega altruista y desinteresada que las llevaba a atender a los enfermos sin esperar compensación material alguna. Por último, la enfermería, junto con otras profesiones sanitarias, fueron consideradas durante mucho tiempo como “auxiliares” de la medicina y, en consecuencia, subordinadas a ella. Si bien se reconoce que son profesionales importantes para asistir la práctica galena, existen muchas dudas desde el campo médico en torno a cómo ceder atribuciones y responsabilidades sin perder terreno. BIBLIOGRAFÍA Biernat, C. y Queirolo, G. (2018). 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Con esta perspectiva el interés por las trayectorias adquiere una relevancia particular y coloca las historias individuales o biográficas en diálogo con las transformaciones de la condición femenina en tanto resultado de los cambios sociales, económicos, políticos e ideológicos. 1. Este artículo constituye el resultado del proyecto NA00317 aprobado por Resolución Nº 200 del 31 de mayo de 2017 de la Universidad Nacional de José C. Paz y del proyecto de investigación “El proceso de profesionalización del cuidado sanitario. La enfermería universitaria en Argentina (1940-1970)” financiado por la Universidad Nacional de Quilmes (N° 1290/19). 69 ANA LAURA MARTIN Es decir, les otorga a las mujeres un lugar activo en los procesos de transformación y las ubica como sujetos hacedores de los cambios. En este artículo propongo recuperar la trayectoria de dos mujeres asociadas a las transformaciones del campo sanitario. Cecilia Grierson y María Elena Ramos Mejía compartieron el interés por la modernización, calificación y jerarquización de una profesión feminizada: la enfermería. Ambas tuvieron un lugar de excepcionalidad dentro del mundo sociosanitario en tanto lograron ocupar espacios de decisión y fueron interlocutoras directas de quienes tenían posiciones de poder, sobre todo en los asuntos de orden formativo de la profesión. Grierson y Ramos Mejía fueron coetáneas por poco tiempo, sin embargo, existe continuidad en una parte importante de sus apreciaciones acerca de las condiciones y de la situación de la profesión. La primera fue médica a fines del siglo XIX y encontró en profesiones como la enfermería, la partería y la educación un espacio de dignificación de las mujeres, un lugar a ocupar por ellas y sobre todo por las mejor educadas. El compromiso con el feminismo ilustrado como territorio fértil para elevar la condición de sus congéneres y como matriz de pensamiento garante de la equidad entre los géneros y del mejoramiento de la condición humana fue el telón ideológico de sus consideraciones. La historia de Cecilia es una historia consagrada, reconocida y excepcional. Grierson fue parte de un puñado reducido de mujeres que ingresó a la universidad, logró con algunos contratiempos desarrollarse en su profesión y tuvo una activa vida política y asociativa entre las feministas universitarias en la Asociación Universitarias Argentinas –una de las primeras organizaciones de mujeres con perspectiva feminista en la ciudad de Buenos Aires creada en 1902– (Vasallo, 2000; Barrancos, 2007). Grierson formó parte de 70 TRAYECTORIAS QUE SE CRUZAN. CECILIA GRIERSON Y MARÍA ELENA RAMOS MEJÍA Consejo Nacional de Mujeres a inicios del siglo XX, otra de las organizaciones de mujeres ya no solo compuesta por universitarias donde convivieron mujeres de diferente origen social, en general ubicadas en la elite porteña, aunque no era esa una condición excluyente (Vasallo, 2000). María Elena Ramos Mejía tuvo una trayectoria mucho más esquiva a la hora de rastrearla. Sabemos poco de su biografía y conocemos solo sus años como enfermera instructora entre fines de los años treinta y principios de la década siguiente, cuando se retiró de la vida profesional luego de contraer matrimonio.2 Su apellido señala el vínculo con una familia que tuvo destacados personajes en la historia argentina y en la historia de la medicina. Ambas, Cecilia Grierson y María Elena Ramos Mejía, compartieron la singular ocasión de atravesar y protagonizar dos momentos que fueron coyunturas definitorias para la enfermería y para la historia formativa de la profesión. La primera, a fines del siglo XIX cuando todo estaba por hacerse y la enfermería apenas se delineaba; la segunda, a mediados del siglo XX, formó parte de un momento crítico cuando la tarea recibió un impulso calificador sostenido en el contexto de transformaciones extensas del sistema de atención de la salud. Este capítulo recorre la trayectoria profesional de Grierson y Ramos Mejía y fundamentalmente los aportes que han hecho a la formación de la profesión de la enfermería. La producción escrita de cada una de ellas resulta un material fundamental y se agregan otros documentos producidos en los ámbitos estatales de gestión de la salud y de la formación de enfermeras. Se trata de actas, informes y resoluciones mi- 2. Entrevista a Lucrecia Barisich, realizada por Ana Laura Martin el 13 de febrero de 2007 en la ciudad de Buenos Aires. 71 ANA LAURA MARTIN nisteriales donde muchas veces las voces de quienes los producen son difíciles de percibir pero que en este caso son un aporte enriquecedor. LA ENFERMERÍA COMO “EFLORESCENCIA DE LA CIVILIZACIÓN MODERNA” (GRIERSON, 1910B) Cecilia Grierson (1859-1934) es, posiblemente, una de las mujeres más conocidas de su tiempo. La excepcionalidad de su biografía ha sido varias veces recorrida. Suele señalarse que ha sido la primera médica argentina y creadora de la primera escuela de enfermería de la ciudad de Buenos Aires. Los estudios feministas y la historia de las mujeres han recuperado figuras como la de Grierson, que ocuparon un lugar destacado en la “primera ola del feminismo”, es decir, en la primera expresión feminista que tuvo lugar desde fines del siglo XIX e inicios del XX y se trató de un feminismo ilustrado y sensible frente a la existencia de otras mujeres mucho menos favorecidas por su condición de clase. Cecilia fue una de las feministas más valorada luego de su muerte que durante su vida. Ella promovió la educación de sus pares, la elevación de la condición femenina, que por entonces estaba menguada y asimilada a la minoridad, y promovió para quienes estaban en una situación más desfavorecida que el trabajo y la formación fueran una alternativa dignificante en un mundo donde las diferencias genéricas y sociales resultaban divisorias. Sería poco justo con Grierson definirla solo como la primera médica argentina, porque su trayectoria excedió en mucho a su título. Cecilia Grierson se desarrolló en diferentes direcciones que abarcaron desde el campo universitario y la educación, hasta la política y el feminismo. Este perfil plural y 72 TRAYECTORIAS QUE SE CRUZAN. CECILIA GRIERSON Y MARÍA ELENA RAMOS MEJÍA diverso es siempre interesante de valorar cuando se la retrata como una protagonista de la historia de la medicina y del derrotero de la enfermería. A modo de hipótesis, afirmo que sus gestiones en el ámbito de la profesión hubieran tenido escasa proyección si no hubieran formado parte de una visión amplia respecto del desarrollo de la condición femenina y de la promoción de un lugar más relevante para las mujeres en el progreso de la humanidad. Grierson nació en una familia dedicada a la actividad rural, su padre era escocés y su madre irlandesa, y residieron un tiempo en Uruguay y luego en la provincia de Entre Ríos. La familia de Cecilia sufrió un revés económico cuando ella era pequeña y así aprendió lo que era la penuria económica. De muy joven comenzó a trabajar como institutriz, tenía amplio dominio del inglés por el origen familiar, y eso la ayudó en los primeros años de su vida laboral. Llegó a Buenos Aires para concurrir a la Escuela Nacional de Maestras que dirigía Emma Nicolay de Caprile (Barrancos, 2001: 36). Cecilia ejerció la docencia como otras jóvenes acomodadas de la época, aunque en 1882 también preparaba su ingreso a la Universidad de Buenos Aires. Grierson fue la primera mujer que logró graduarse como médica, aunque no la primera en intentar ser médica. Élida Paso logró ingresar a la carrera algunos años antes luego de una demanda judicial que debió iniciar para poder ser alumna regular. Élida no logró graduarse porque murió cuando cursaba 5º año de medicina (Barrancos, 2007; Lorenzo, 2016). Eran momentos de una vida universitaria poco receptiva para las mujeres y la educación superior no era una alternativa que eligieran con frecuencia. Entre 1900 y 1905, se graduaron 11 mujeres en todo el país, 0,79% de los títulos universitarios emitidos (Lorenzo, 2016: 31). 73 ANA LAURA MARTIN Las carreras médicas fueron las primeras factibles para las mujeres fuera de las estrictamente ligadas a lo educativo y pedagógico. La educación, con excepción de la universitaria, era una tarea que se consideraba apropiada para las mujeres. Asociada a los roles maternales y a los proyectos políticos de ciudadanización (Lionetti, 2017; Morgade, 1997), ser maestra o educadora era un plan posible que se consolidó conforme los varones se fueron retirando de las aulas para ocupar puestos más elevados en la gestión educativa. Las carreras médicas también contaron con el crédito social y las pocas mujeres que accedieron a la universidad en las primeras décadas del siglo XX lo convalidaron. La partería y la obstetricia fueron las más elegidas entre las mujeres, la primera tuvo un proceso de particular inserción en las aulas universitarias en condiciones que la diferenciaban de las carreras de grado como la medicina y la hicieron más accesible y subordinada a los saberes médicos (Martin, 2015). La obstetricia, en cambio, fue una especialidad dentro de la clínica médica elegida con frecuencia por mujeres (Lorenzo, 2016). La enfermería mantuvo un vínculo diferente con la educación superior, no fue una carrera universitaria en la primera mitad del siglo XX. Si bien existieron proyectos fugaces para incorporar a la enfermería como carrera universitaria en la Universidad de Buenos Aires en la década de 1920, tal como lo demuestra José Buschini en este libro, y otros como la breve experiencia de la Universidad Nacional del Litoral, tema que desarrollan Natacha Bacolla e Ignacio Allevi, la enfermería se desenvolvió fuera de ese contexto y se feminizó tempranamente. El Censo Nacional de Población de 1914 señala que el 76% de las personas que ejercían la enfermería en la ciudad de Buenos Aires eran mujeres. La tarea se mantuvo por varias décadas 74 TRAYECTORIAS QUE SE CRUZAN. CECILIA GRIERSON Y MARÍA ELENA RAMOS MEJÍA como una profesión de mujeres capaz de conciliar las tensiones, temores y estereotipos que consideraban el trabajo extradoméstico un peligro para la condición femenina. CECILIA GRIERSON: MÉDICA Y FEMINISTA María Fernanda Lorenzo (2016) propone analizar la inserción de las mujeres en la vida universitaria no solo a través de los ingresos y matrículas, es decir, de la cantidad, número y permanencia de mujeres en la universidad, sino también a través del desarrollo en la profesión una vez graduadas y en el mundo laboral. En este sentido Grierson constituye un ejemplo de las dificultades que una mujer podía experimentar para desarrollarse como profesional. En las aulas universitarias no existieron normativas restrictivas para el ingreso de las mujeres, pero el desempeño profesional no se limita al ingreso y graduación, la vida laboral posterior forma parte de la experiencia profesional. En esta dirección importa señalar que el desarrollo de Cecilia Grierson como médica no fue sencillo y posiblemente el camino que tomó no fue exactamente el que proyectó, no sabemos cuánto hubo de fortuito y cuánto de necesidad de “optar por lo posible” en su vida. En todo caso no se trata de una especulación afirmar que los intereses de Grierson se inclinaron por las ramas quirúrgicas de la medicina, su tesis estuvo dedicada al tema. En 1889 se graduó con un “Estudio sobre las operaciones de histerectomía y ovariotomía”, un trabajo de investigación que pudo concretar a partir de sus prácticas realizadas en el Hospital de Mujeres de la Sociedad de Beneficencia de la Capital Federal (Grierson, 1889), único lugar al que una estudiante de medicina podía aspirar a concurrir por esos tiempos. La 75 ANA LAURA MARTIN formación de Grierson se produjo en ese hospital, en el área de Ginecología, y cuando cursaba 6º año de la carrera de Medicina, en 1888, obtuvo el primer puesto en el concurso para Practicante Mayor en el Hospital General de Mujeres. En aquella oportunidad logró el primer lugar sobre el resto de sus colegas, todos varones (Archivo General de La Nación, Sociedad de Beneficencia, Exp. N° 6353, 26 de marzo de 1888). Seguramente la misoginia en los quirófanos la desalentó −o decididamente le impidió− seguir la carrera en esa dirección, a pesar de que sus primeros pasos en la vida profesional fueron alentadores y sin mayores dificultades, como ella misma expresó en la introducción de sus tesis. Sin embargo, los obstáculos que luego se interpusieron para insertarse en la vida como académica y catedrática en la universidad contrastan con sus dichos. Posiblemente la cátedra fue una de las alternativas que más esquivó en su vida profesional. Grierson no fue un personaje marginal en el círculo de médicos porteños: como estudiante y joven médica logró destacarse entre sus colegas. Sin embargo, en 1894 se inscribió en el concurso de Profesor Sustituto para la cátedra de Obstetricia de la Escuela de Obstetricia de la Facultad de Ciencias Médicas y fue declarado desierto, a pesar de que sus antecedentes eran acordes con el cargo. Más adelante solo logro puestos menores en la academia (Lorenzo, 2016: 70). Algo similar le sucedió a su colega Julieta Lanteri, otra de las feministas y pioneras en medicina, pero en ese caso el argumento del tribunal fue la condición de extranjera de la candidata: era italiana, a pesar de que era graduada de la Universidad de Buenos Aires. No resulta caprichoso que tanto Grierson como Lanteri formaran parte del grupo inicial de la Asociación Universitarias Argentinas. Esta asociación feminista promovió la igualdad de las mujeres en diferentes planos y 76 TRAYECTORIAS QUE SE CRUZAN. CECILIA GRIERSON Y MARÍA ELENA RAMOS MEJÍA la educación de las jóvenes (Barrancos, 2007; Vasallo, 2000). Esa militancia se prolongó en otras organizaciones, como el Consejo Nacional de Mujeres, y en la participación en eventos claves del feminismo de la primera ola, como el Primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina celebrado en 1910 en Buenos Aires. Las limitaciones en el campo académico no hicieron mella en Grierson, quien lejos de retirarse de la vida profesional se desarrolló en ella de manera privada y en hospitales de la ciudad de Buenos Aires como el San Roque. Al mismo tiempo mantuvo una vida pública que le permitió forjar vínculos entre el feminismo, las universitarias y las autoridades nacionales. Sus propuestas para la formación de enfermeros y enfermeras tuvieron mucho que ver con esas experiencias e intercambios locales e internacionales. GRIERSON, EL TRABAJO DE LAS MUJERES Y LA ENFERMERÍA El interés de Grierson por la enfermería tenía varias motivaciones. Por un lado, expresa la preocupación por la educación y el trabajo de las mujeres en tiempos de tensiones y discursos encontrados al respecto. Por otro lado, señala su atención al orden de lo social y el lugar de las mujeres en ese aspecto. Grierson, como otras de sus colegas y feministas, coincidían en que la educación de las mujeres no era un asunto marginal, era de primer orden para la elevación moral de sus congéneres y de la comunidad en su conjunto. No concebía el orden moderno con mujeres sin educación y sumidas en la ignorancia. Por otro lado, entendía la urgencia de las más desafortunadas en proveerse el sostén familiar y los riesgos que la vida laboral podía entrañar para las más humildes y sin formación alguna destinadas 77 ANA LAURA MARTIN a ejercer los peores empleos. Finalmente, en su experiencia como estudiante de medicina y como concurrente al Hospital de Mujeres, pudo observar las condiciones de una profesión que en sus términos tenía “todo por hacer” como era la enfermería (Grierson, 1907). Tal es así que antes de graduarse comenzó a promover de manera activa la formación de enfermeras y enfermeros porteños. Es importante recordar que las instituciones de provisión de salud no contaban con personal profesional de este tipo, el cuidado en el mejor de los casos estaba en manos de religiosas y de la caridad, era insuficiente, no era profesional y no se pagaba salario por hacerlo. Durante el año 1886, Grierson organizó una serie de cursos sobre el cuidado para enfermos y sobre primeros auxilios que dictó en las dependencias del Círculo Médico de la Capital. Esas clases estaban destinadas al público en general y al personal subalterno que ejercía en los hospitales porteños. Algunas se dictaban en los consultorios de los colegas de Grierson que apoyaban la iniciativa. La historiografía sobre el tema consigna en estas clases el inicio de la Escuela de Enfermeras, Enfermeros y Masajistas de la Ciudad de Buenos Aires, aunque fue recién en 1892, por iniciativa del director de la Asistencia Pública, que esos cursos se colocaron bajo dependencia municipal. Esto fue siempre reconocido por Grierson, quien encontró en el médico higienista Emilio Coni un interlocutor receptivo. Pero hubo un momento de especial trascendencia para la concepción de Grierson acerca de cómo organizar la enfermería en la ciudad de Buenos Aires y sobre el trabajo femenino en general. Entre 1899 y 1900 hizo un viaje a Europa y Estados Unidos, visitó escuelas de enfermería y hospitales, fábricas y talleres. Previo a su viaje, Grierson logró que las notas de sus observaciones fueran el material para un 78 TRAYECTORIAS QUE SE CRUZAN. CECILIA GRIERSON Y MARÍA ELENA RAMOS MEJÍA posterior informe técnico para el Ministerio de Instrucción Pública: “Educación técnica de la mujer. Un informe presentado al Sr. Ministro de Instrucción Pública de la República Argentina” (Grierson, 1902). En Europa y Estados Unidos observó cómo se resolvía la organización de la atención y el cuidado de los enfermos en instituciones y en grandes ciudades. A su regreso, propuso un diseño para la formación de las nurses que coincidió con el espíritu general del esquema técnico que Coni pretendía darle a la administración de la Asistencia Pública. Ya médica y con experiencia, volvió de su gira europea con nociones más claras respecto de la educación de las mujeres en general y de las dedicadas a la asistencia de enfermos en particular. Las nociones de Grierson, como las de otras feministas contemporáneas, sobre la educación femenina se entrecruzaron con las necesidades de una ciudad que crecía y de un sistema sanitario que se complejizaba. En 1902 propuso un amplio menú para la educación de las mujeres al ministro de Instrucción Pública de la Nación a través del informe mencionado. La idea de “técnica” en el vocabulario de Grierson tiene un lugar especial en la educación para las mujeres, pues implica otorgarle fundamentos científicos a cualquier saber o destreza, pero de aplicación eminentemente práctica. En esa línea se inscribe la instrucción para el personal subalterno vinculado al cuidado de enfermos, siempre con preferencia a que se transforme en una tarea solo de mujeres. En este sentido, estuvo muy clara la diferencia entre lo “científico” y lo “técnico” para definir la enfermería como una práctica científicamente fundamentada que compartía mucho del criterio general sobre el lugar de la higiene en el ámbito doméstico y en el urbano que debía manejar cualquier mujer, pero que era distintivo en el caso de la enfermería. Para Grierson el personal técnico, como las enferme79 ANA LAURA MARTIN ras, necesitaba una calificación particular que excedía el saber de los “cuidados hogareños”; si bien debía tener en cuenta las bases fundamentales de la administración doméstica y la higiene del hogar, la instrucción debía reforzar los conocimientos prácticos sobre la atención de enfermos, cuidando muy bien de no exagerar en los fundamentos “científicos” de sus actos, pues estos requerían, a su entender, más “arte que [de] ciencia” y especialmente de técnica (Grierson, 1902). Con la enfermería había que redoblar esfuerzos, sobre todo porque de sus agentes dependía la propalación de normas y de conductas sobre los enfermos y enfermas y sobre los hogares; y porque la ciudad aún no tenía un verdadero cuerpo de enfermeros y enfermeras. En el orden de la organización para Buenos Aires, Grierson imaginaba un sistema complejo que lograra combinar la asistencia en instituciones y la domiciliaria para los más pobres como modo de “instruir a la masa del pueblo” (Grierson, 1901). La transmisión de las leyes médicas de la higiene podía quedar en manos de mujeres formadas de un modo similar a los district nursing londinenses, dependientes de la caridad. Es decir, un sistema de atención de enfermeras a domicilio, con jurisdicciones a su cargo previamente establecidas, administrado y financiado por la caridad organizada. Se trataba de un régimen que tenía aspectos preventivos, en el cual las enfermeras de distrito tenían hogares asignados para el control de las mujeres embarazadas, los niños débiles, las personas mayores y los enfermos declarados (Grierson, 1901, 1902). La clave de las agentes del sistema británico que Grierson admiraba era que las enfermeras tenían una educación y una clase superiores incluso a sus pares trabajadoras en los hospitales. Eran de “alma filántropos y sus conocimientos variadísimos… de una perfecta mujer del hogar y [de] las ciencias y artes domésticas, especialmente con las 80 TRAYECTORIAS QUE SE CRUZAN. CECILIA GRIERSON Y MARÍA ELENA RAMOS MEJÍA que la medicina se relaciona” (Grierson, 1910b: 11 y 12). Eran enfermeras quienes asistían a puérperas, a familias pobres con enfermos graves, a niños y ancianos en su hogar, y que estaban dispuestas y entrenadas para hacer tanto las labores domésticas que cualquier hogar exige como las estrictamente vinculadas con las necesidades de un enfermo o convaleciente, siempre bajo las estrictas normas de la ciencia práctica (Grierson, 1901). Para Buenos Aires se podía aspirar a un esquema similar que integrara en un orden jerárquico al Estado −a través de la Asistencia Pública, en la formación de sus agentes y en la asistencia directa−, a las asociaciones de caridad −a través de sus aportes benéficos e instituciones− y la incorporación de mujeres de clases medias y educadas para llegar hasta los sectores desposeídos (Grierson, 1902). En el horizonte de Grierson había una “caridad científicamente guiada”, cuyas actoras claves eran las enfermeras bien formadas y seleccionadas, que podía constituirse con las jóvenes mujeres de clases acomodadas que sobraban en los magisterios (Grierson, 1901). Con un formato similar al que Domingo F. Sarmiento había ideado para la formación de las maestras, se podía convocar a matrons instruidas, norteamericanas o inglesas, para formar y dirigir nuevas escuelas y dar curso así a una verdadera corriente modernizadora en la ciudad de Buenos Aires. Por otro lado, Grierson pudo observar el esquema formativo inglés. Apreció con interés las tareas de cuidado dentro del hospital asociadas a la enfermería moderna que había promovido Florence Nightingale. Un modelo que se asentaba en una notable instrucción, en las prácticas y formación dentro del hospital, muchas veces en condiciones de internado para sus aspirantes y feminizado. Grierson tomaba del sis81 ANA LAURA MARTIN tema inglés la idea de formar “niñas de familias encumbradas que con toda probabilidad no tendrían que hacer profesión de sus conocimientos para ganarse su subsistencia”. Es decir, que la urgencia por el sustento no las empujara al trabajo sino más bien el altruismo. Consideraba que la profesión debía adquirir un lugar de prestigio de modo de ser cada vez de mayor interés para esas jóvenes (Grierson, 1907). Un poco más adelante, en 1907, Grierson produjo un informe específico acerca de las escuelas de enfermería en la región y en Argentina en particular. Al respecto, señalaba con mayor claridad que el oficio se resistía a ser un proyecto inicial y aspiraba a ser una tarea calificada de mujeres y auspiciosa para las jóvenes de clases acomodadas que buscaban un trabajo de prestigio y capaz de proveerles sustento (Grierson, 1907). En ese momento la Escuela Municipal de Enfermería creada por ella funcionaba como la principal formadora de personal para la ciudad. Sin embargo, la Escuela no lograba mejorar las condiciones del personal municipal. En muchos casos, quienes asistían a sus clases eran parte del personal en ejercicio en los hospitales porteños y la Escuela tendía más a mejorar la calificación de sus empleadas −muchas veces mucamas o aprendices sin formación previa− que a formar profesionales. Esto se reforzó a partir de 1905, cuando una ordenanza municipal obligó a los hospitales a ocuparse de la capacitación de sus empleadas y empleados destinados a la enfermería en la Escuela Municipal. Pero los directores de los hospitales encontraron en esta disposición un obstáculo para el desempeño de sus trabajadores y trabajadoras, pues en muchos casos “perdían” horas de trabajo en los cursos teóricos, o se ausentaban y solían acatar parcialmente la norma, como en algunas oportunidades Grierson reclamó. 82 TRAYECTORIAS QUE SE CRUZAN. CECILIA GRIERSON Y MARÍA ELENA RAMOS MEJÍA Sobre el final de sus días al frente de la gestión en la ciudad, Grierson reconoció que la institución no había logrado ser una verdadera escuela de enfermería y que fue una iniciativa atada a cierto grado de voluntarismo de su directora, quien daba las clases personalmente, en muchos casos en horarios extremos, para alterar lo menos posible el funcionamiento de las instituciones. Las clases se repartían entre los consultorios que los colegas de Grierson ponían a disposición, en las salas de hospital y el local que la Asistencia Pública había dispuesto, pero el resultado era una concurrencia irregular combinada con la inasistencia al trabajo de los y las estudiantes para poder cumplir con las exigencias de la Escuela. Se había generado una dinámica que no conformaba a Grierson: a su Escuela no siempre se incorporaban las mujeres que ella esperaba y se encontraba con limitaciones para seleccionar a sus estudiantes. Había diseñado una institución que pensaba más en la renovación radical de la enfermería. Grierson intentó mantener su idea de seleccionar a las mejores candidatas a enfermeras dentro de un grupo de mujeres bien ubicadas en la escala social, como había observado en Londres. En poco tiempo supo que eso no sería posible, y un modo de subsanar lo que consideraba una limitación para el desarrollo de un oficio verdaderamente calificado fue seleccionar a las mejores alumnas disponibles en su Escuela, con las que organizó la Asociación de Enfermeras y Masagistas [sic]. El objetivo era reclutar a un grupo selecto de profesionales que luego fuera capaz de formar a nuevas enfermeras que tuvieran el perfil que la tarea ameritaba. A la asociación se anexó el Servicio de Enfermeras y Masagistas, con la anuencia y el reconocimiento de la Asistencia Pública hasta 1898, que funcionó como agencia de colocación de empleo. El núcleo más 83 ANA LAURA MARTIN idóneo de nurses se ubicó allí; muchas de ellas eran jóvenes que no estaban empleadas en hospitales y que habían completado la carrera en la Escuela de la ciudad, lo que dio lugar a un modesto mercado de enfermeras que competía con las graduadas de la propia Escuela del municipio porteño. Demandantes del Servicio de Enfermeras y Masagistas en algunos casos fueron los hospitales que aún no tenían sus propias instancias formativas, pequeños consultorios y familias que podían costear el servicio de una experta. Pero el sistema tuvo una vida muy corta, de apenas unos años. En el momento en que se creó el Servicio de Enfermeras y Masagistas, el oficio tenía proyección privada dentro del acotado segmento de los sectores acomodados de la sociedad porteña que podía costearlo y estaba lejos de un sistema público o semipúblico que alcanzara a toda la población porteña. La formación de las enfermeras seguía siendo deficiente, inestable y muchas veces voluntaria. La propia Grierson reconoció años más tarde, muy cerca de su retiro en 1912, que había logrado apenas vigilar un sistema que funcionaba a los “cuatro vientos y a merced de la voluntad de las personas que colaboraban” (Grierson, 1910b). MARÍA ELENA RAMOS MEJÍA, LA ORGANIZACIÓN DE LAS ESCUELAS DE ENFERMERÍA Y LA GESTIÓN PÚBLICA María Elena Ramos Mejía fue instructora y regente de la escuela creada por Cecilia Grierson. Pertenecía a una familia porteña acomodada, era una mujer con instrucción y sobrina del médico psiquiatra José María Ramos Mejía, quien fundó el Círculo Médico Argentino y escribió Neurosis de los hombres célebres en la historia argentina. 84 TRAYECTORIAS QUE SE CRUZAN. CECILIA GRIERSON Y MARÍA ELENA RAMOS MEJÍA El origen social de María Elena y su carácter posiblemente sea el motivo por el cual algunas de sus compañeras la recuerdan como una mujer distante y rígida, “era una acorazado” afirman.3 Entre 1944 y 1945 dirigió la primera publicación periódica sobre la enfermería profesional, La Enfermera Argentina, que alcanzó a publicar al menos dos números. En sus páginas escribió otra de las regentes de la Escuela Municipal Cecilia Grierson, Elvira del Bono. Ramos Mejía fue una figura destacada en el ámbito de la enfermería local durante las décadas de 1930 y 1940, aunque su carrera profesional fue corta. Estuvo entre las pocas profesionales de la enfermería que logró el reconocimiento estatal y obtuvo funciones que hasta ese momento ninguna enfermera argentina había logrado. No solo dirigió una de las principales escuelas porteñas, también fue convocada por el gobierno de Juan Domingo Perón a reformular de manera radical la formación de la enfermería en el país. Es difícil ponderar las causas de su retiro. Tuvo inconvenientes de orden político que le impidieron un viaje de perfeccionamiento en el exterior unos años antes de integrarse a la Secretaría de Salud Pública en 1946 (Ramacciotti, 2017). En la Comisión de Cultura Sanitaria de la misma Secretaría no tuvo dificultades aunque en más de una oportunidad expresó su malestar frente a las condiciones de trabajo y contratación de sus pares. Finalmente se retiró luego de contraer matrimonio en 1947. 3. Entrevista a Lucrecia Barisich, realizada por Ana Laura Martin el 13 de febrero de 2007 en la ciudad de Buenos Aires. 85 ANA LAURA MARTIN DE LA ESCUELA MUNICIPAL A LAS ESCUELAS DE TODO EL PAÍS Desde inicios de la década de 1940 Ramos Mejía señaló algunas cuestiones urgentes en el campo de la enfermería profesional. Gracias a sus años como regente y como instructora de enfermería pudo evaluar con conocimientos concretos la situación local. “La enfermería en Argentina está aún en la adolescencia −afirmaba−, hemos salido de la infancia, pero la madurez está lejos. La suprema aspiración de todas, es conseguir formar la Escuela de Enfermeras Universitarias” (Ramos Mejía, 1942: 115). Estas palabras de Ramos Mejía fueron expresadas en el Primer Congreso Panamericano de Enfermería realizado en 1942 en Santiago de Chile. De ese evento participaron enfermeras de varios países de la región, muchas de ellas con cargos institucionales y en general con amplia experiencia en la formación de pares. Hubo representantes de varias escuelas argentinas, de la Escuela de la Conservación de la Fe, de la Escuela del Instituto Experimental de la Universidad de Buenos Aires y de la Escuela Municipal Cecilia Grierson, que junto con la escuela de la Standard Oil en Salta eran las principales del país. La década previa a la realización del encuentro había sido crítica para la enfermería. Solo si se toman los datos relevados por el gobierno porteño en 1935, apenas el 24% de las enfermeras en ejercicio en los hospitales de esa ciudad podía demostrar algún tipo de formación profesional. En cambio, el 76% estaba compuesto por trabajadoras sin titulación que ejercían distribuidas en los 25 establecimientos de salud porteños (Memoria del Departamento Ejecutivo de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1936). 86 TRAYECTORIAS QUE SE CRUZAN. CECILIA GRIERSON Y MARÍA ELENA RAMOS MEJÍA Los años cuarenta se advertían como una oportunidad de renovación de criterios y de formulación de nuevas alternativas para la enfermería estimulados por las señales locales de crisis en el sector y por un clima internacional y regional alentador. En 1941, la Fundación Rockefeller, a través de la División Internacional de Salud, creó una nueva dependencia regional en el Río de la Plata y la Región Andina que abarcaba la zona comprendida por Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Bolivia, Uruguay y Paraguay (Ramacciotti, 2017). Dicha dependencia estuvo a cargo de Lewis Wendell Hackett, quien demostraba interés por la profesionalización de la enfermería desde hacía algunos años, tal como la Fundación Rockefeller lo hacía también desde varias décadas atrás en otros países (Zárate Campos, 2017: 332). En este contexto propongo considerar algunas de las ideas principales que Ramos Mejía expuso en la década de 1940 y que se sintetizan en: elevar el nivel de la calidad profesional de la enfermería a través de la creación de escuelas universitarias, modificar el perfil de la enfermería, aumentar el reconocimiento profesional y unificar los criterios escolares de formación. Ramos Mejía asociaba la excelencia a la formación universitaria, aunque supiera que esto era una meta lejana para la Argentina. Sin embargo, esto no impedía elevar el nivel de calificación profesional volviendo más exigentes los requisitos de ingreso y de formación profesional en las escuelas existentes. En la década de 1940 los problemas que Grierson había planteado estaban aún vigentes y la enfermería estaba lejos de ser una tarea profesional y calificada. Una parte importante del problema Ramos Mejía se lo adjudicaba al tipo de aspirantes a la profesión, al bajo nivel de exigencia de las escuelas y al escaso reconocimiento −material y simbólico− de la enfermería. 87 ANA LAURA MARTIN Ramos Mejía coincidía con Grierson, entendía que no eran las mujeres de clases medias instruidas las que se interesaban por la tarea, por el contrario, esas jóvenes veían poco atractivo en la profesión, afirmaba: Cada país tiene un problema propio, en Argentina es que el excesivo bienestar de la clase media impide a la mujer, en general, el interés por el trabajo y es difícil encontrar mujeres de cultura superior dispuestas a dedicarse a nuestra profesión. Más adelante tal vez, cuando la vida en nuestra América sea más dura, la mujer argentina sienta necesidad del trabajo, muchas de ellas hallarán en lo recóndito de su ser la vocación de samaritana que está dormida en cada mujer (Ramos Mejía, 1942: 115). La demanda por la enfermería no era espontánea entre esas mujeres instruidas y el resultado se veía en las aulas, allí donde Ramos Mejía consideraba que había que reforzar las normas de conducta y las exigencias académicas. Era necesario extender el tiempo de formación, al menos tres años, aunque lo deseable fueran cuatro, siempre basados en contenidos teóricos y prácticos. El último año debía incorporar una serie de asignaturas que garantizaran la excelencia formativa que la enfermería necesitaba. Se trataba de la enfermería de salubridad pública −en sus términos iniciales− o la enfermera sanitaria −como afirmó algunos años después− (Ramos Mejía, 1942, 1947). La enfermería sanitaria podía “derribar los muros del hospital”, aunque a inicios de la década de 1940 esto adquirió diferentes clivajes. Algunas de las definiciones que circularon estuvieron en torno a la educación, el control y la vigilancia del ambiente y del hogar del enfermo, tareas que aparecen como las funciones primarias de la en88 TRAYECTORIAS QUE SE CRUZAN. CECILIA GRIERSON Y MARÍA ELENA RAMOS MEJÍA fermera sanitaria para asegurar la recuperación del convaleciente y la prevención de posibles enfermedades. En algunos casos se agregó el estudio de las condiciones físicas del individuo para el orden productivo, es decir, para la reinserción laboral del enfermo recuperado. También, desde el hospital, la enfermera sanitaria podía aplicar el método de la “encuesta médico-social”, por ejemplo, cuando el caso era clínicamente interesante o se identificaban dificultades para establecer el diagnóstico (Moya Morante, 1942: 71). El perfil profesional que Ramos Mejía estimuló pretendía dejar atrás antiguas confusiones. Se trataba de diseñar una enfermería especializada dentro y fuera del hospital y definitivamente diferenciar entre profesionales −enfermeras− y otras mujeres que sin capacitación “cuidaban” y con las cuales habían sido confundidas durante mucho tiempo. La asimilación entre mucamas y enfermeras fue un tópico recurrente en la década del treinta a la hora de señalar la precariedad de la profesión, fue el modo de subrayar la falta de formación, la sobrevivencia de modelos anticuados y la necesidad de una reforma profunda sobre el asunto (Martin, 2015; Zárate Campos, 2017). Finalmente, Ramos Mejía diseñó un modo de organización de las escuelas que proponía como modelo para unificar todas las instituciones de Argentina y de América, junto con el plan de estudios de cuatro años (Ramos Mejía, 1942: 117). Las escuelas estarían dirigidas por un consejo o comité compuesto por el decano de la Facultad de Ciencias Médicas, la jefe de Enfermeras del hospital y los jefes de los diferentes servicios médicos. La enfermera “jefe” era sobre quien recaía todo lo concerniente al funcionamiento de la escuela, incluso la selección de las aspirantes y su seguimiento. Todo el personal de la escuela, con excepción de los médicos a cargo de las clases teóricas, 89 ANA LAURA MARTIN deberían ser enfermeras. Por lo tanto, la educación de las nurses estaría a cargo de médicos para la instrucción teórica y de instructoras enfermeras para las clases prácticas. Las escuelas dispondrían de sistema de internado y de becas para estudios en el exterior para las mujeres de mejores promedios. El lugar de la enfermera profesional en la organización hospitalaria que propuso Ramos Mejía tenía vinculación con las proposiciones de sus pares norteamericanas, quienes planteaban como esquema ideal el servicio de enfermería como uno más de los servicios profesionales que presta el hospital, en total autonomía respecto de la dirección médica. Ese tipo de servicio tenía a cargo la supervisión de las enfermeras de sala, de las que cumplieran tareas fuera del hospital y de la educación de las estudiantes a través de las instructoras (Rothweiler, White y Geitgey, 1954). Posiblemente Ramos Mejía conociera bastante bien otras formulaciones relativas a su profesión fuera de Argentina. No solo era una nurse con amplia experiencia en la dirección de escuelas, también había sido candidata a la formación internacional como su par chilena Sofía Pincheira. Como afirma Karina Ramacciotti, durante la gestión de Lewis W. Hackett en la división local de la Fundación Rockefeller, Ramos Mejía obtuvo una beca para estudiar fuera del país. Sin embargo, no logró viajar porque la Embajada de Estados Unidos le negó la visa de ingreso por una denuncia anónima que la vinculaba con círculos alemanes locales. Todo esto se produjo en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y cuando Argentina mantenía una posición neutral frente a la contienda (Ramacciotti, 2017). Lo que queda claro es que se trataba de una enfermera con formación, con 90 TRAYECTORIAS QUE SE CRUZAN. CECILIA GRIERSON Y MARÍA ELENA RAMOS MEJÍA experiencia y capacidad de gestión, algo que le valió la continuidad como funcionaria en los años posteriores de signo político diferente. RAMOS MEJÍA EN LA GESTIÓN PÚBLICA María Elena Ramos Mejía fue una de las pocas mujeres consideradas en un espacio de gestión dentro del campo sanitario y de la administración estatal. Fue convocada a poco de haberse constituido la Secretaría de Salud Pública en el año 1946, a cargo del Dr. Ramón Carrillo, durante el gobierno de Juan Domingo Perón. La reorganización sanitaria durante esos años fue extensa (Ramacciotti, 2009) y tuvo impacto en diferentes esferas de la gestión estatal. Los recursos técnicos como la enfermería fueron una instancia específica dentro del organigrama de la nueva Secretaría. Ramos Mejía fue convocada para integrar la Comisión de Cultura Sanitaria (CCS) creada a mediados de 1946, luego devenida en Comisión de personal auxiliar de la Medicina y más adelante Comisión Asesora de Enseñanza en Enfermería (Secretaría de Salud Pública, Res. N° 1089, 26 de julio de 1946, Fondo Ministerio de Salud, Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón, folio 152). Dicha Comisión fue uno de los primeros dispositivos estatales y centralizados de intervención en la formación profesional encarado desde la Secretaría de Salud Pública. El objetivo de la CCS era elevar la calificación profesional de las enfermeras y aumentar su número para cumplir con los objetivos del plan del secretario de Salud Ramón Carrillo, pero inició sus actividades declamando que su premisa inicial era “estudiar la unificación de los títulos y programas de las escuelas de enfermería existentes de todo el país” (Secretaría de Salud Pública, 26 de julio de 1946). 91 ANA LAURA MARTIN Desde su creación se dedicó a analizar los planes de estudio de las diferentes escuelas del país, intentó –infructuosamente− establecer un “mapa” de la situación de las auxiliares de la medicina en todo el país y evaluó la organización de las escuelas. También asumió funciones propias de un organismo fiscalizador y centralizado de control de la educación, capacitación en el área y reglamentación de las instituciones (Secretaría de Salud Pública, 26 de julio de 1946). Avanzó en el diseño de nuevos planes de estudio, aggiornados a los lineamientos “modernos e internacionales” sobre el tema. La CCS hizo hincapié en obturar otras modalidades de ingreso a la profesión que habitualmente se hacían por fuera de la formación, a través de lo que se conocía como el “artículo 30”, una modalidad que permitía el reconocimiento de personal empírico y que hacía posible que sin titulación se ejerciera la enfermería. La experiencia de Ramos Mejía y sus análisis previos acerca de la situación de la enfermería impactó en la CCS, que discutió varios de los temas que ella había planteado en 1942, como la extensión de la carrera, el sistema de internado y la creación de escuelas universitarias. Elevar el número de enfermeras formadas terminó siendo el objetivo principal de la CCS durante sus primeros meses, en esto habría coincidencia entre sus miembros y el propio secretario de Salud. La modalidad que se eligió fue crear una escuela de enfermería propia, dependiente de la Secretaría −la Escuela Superior de Enfermería de la Secretaría de Salud Pública o Escuela Modelo−, que formara un puñado de enfermeras instructoras y enfermeras profesionales capaces de instruir a nuevas aspirantes. Ramos Mejía tuvo un rol destacado en esta gestión, dirigió durante los primeros tiempos la Escuela, inicialmente se ocupó del curso inaugural, de tres meses para cincuenta 92 TRAYECTORIAS QUE SE CRUZAN. CECILIA GRIERSON Y MARÍA ELENA RAMOS MEJÍA mujeres, que comenzó a dictarse en febrero de 1947. En el mes de junio de 1947 se inició el primer curso regular de la carrera de Enfermería de la nueva Escuela que tuvo tres años de duración, también bajo la dirección de María Elena, pero ya con la colaboración de varias enfermeras que ejercieron como instructoras, entre ellas la más destacada fue Hercilia Rodríguez Brizuela, quien remplazó a Ramos Mejía en la dirección de la institución; luego se sumaron para los cursos regulares María Teresa Molina, Amelia D’Aste, Juana Colmeiro, Lidia Rodríguez, María Celia Prieto, Eileen Lilian Boyle y la Srta. Lagos. Las últimas fueron alumnas del curso de instructoras que la Secretaría de Salud Pública dictó a través de la CCS entre febrero y abril de 1947. A pesar de las recomendaciones de Ramos Mejía y del acuerdo de la CCS, la escuela no tuvo sistema de internado y tampoco logró becar a la mayoría de sus alumnas. Esto repercutió en la matrícula que no se sostuvo satisfactoriamente. El objetivo inicial era reclutar a 30 mujeres para el primer año y 75 luego, durante los primeros tres años de funcionamiento de la nueva escuela. En el primer llamado se inscribieron 16 alumnas, pero en menos de un mes abandonaron 7 alumnas, en el quinto mes se retiraron otras 2 alumnas y finalmente de graduaron 5 enfermeras en 1949. En los años siguientes la situación se mantuvo y el número de interesadas estuvo alejado de las metas de la Comisión y de la Escuela. Entre 1947 y 1955 se graduaron 126 enfermeras. Si bien el número de matriculadas tendió a elevarse en los primeros años de gestión de Ramos Mejía, el nivel de abandono −con excepciones− estuvo en torno al 30% durante todo el período. Si bien los cursos eran gratuitos, la demanda para las alumnas era alta, las clases se dividían en teóricas y prácticas y la carga horaria era elevada, por lo tanto, era difícil para jóvenes sin recursos sos93 ANA LAURA MARTIN tenerse en la institución. Para el currículum de la Escuela Modelo se tomaron algunos ejemplos que tuvieron como idea inicial el reconocimiento universitario como garantía de calificación. Luego de una serie de intentos por obtener la colaboración formal de diferentes universidades del país, la CCS terminó por tomar en cuenta la currícula de la Escuela de Visitadoras Sociales y de Higiene de la provincia de Santa Fe (tema que trabajan en este libro Mariela Rubinzal, Viviana Bolcatto y Paula Sedrán) y el programa de la Escuela Municipal Cecilia Grierson de la ciudad de Buenos Aires, que supo dirigir la propia María Elena Ramos Mejía. En la nueva estructura curricular la clínica tuvo un lugar asentado con asignaturas básicas; por otro lado, se desarrollaron asignaturas vinculadas a las especialidades y se agregaron materias referidas a las artes y práctica de la enfermería, la deontología profesional y el perfil sanitario de las nuevas profesionales de modo similar al que Ramos Mejía planteaba desde inicios de la década. Para esto, además, se recurrió en primer lugar a la contratación de profesionales vinculadas a los organismos internacionales, como la chilena Sofía Pincheira; y más adelante se introdujo en la currícula la enseñanza de inglés para promover que las enfermeras locales viajaran y trabaran vínculos con sus pares en el exterior. Es decir, la currícula incorporó contenidos modernizantes y calificadores que profesionales como Ramos Mejía proponían desde inicios de la década; sin embargo, las tensiones en la gestión no estuvieron resueltas. Ramos Mejía, en más de una oportunidad, señaló sus divergencias con las decisiones de la CCS, fundamentalmente en dirección al reconocimiento profesional y económico de sus colegas. Sobre el final del año 1947 y en coincidencia con el final de su gestión en la CCS, Ramos Mejía expresó su disgusto frente al nivel salarial 94 TRAYECTORIAS QUE SE CRUZAN. CECILIA GRIERSON Y MARÍA ELENA RAMOS MEJÍA de sus compañeras y acerca de la inestabilidad contractual de sus instructoras. La Escuela no solo no lograba garantizar a sus graduadas que la Secretaría de Salud Pública las retuviera como profesionales calificadas, sino que tampoco podía ofrecerles estabilidad como instructoras en sus propias aulas. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS FUENTES PRIMARIAS Argentina, Archivo General de la Nación (1888). Sociedad de Beneficencia, Sección: Asilos, escuelas y hospitales. Fondo Ministerio del Interior. 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Para cumplir con sus fines, contaba con una partida presupuestaria garantizada por la UBA –complementada en ocasiones por partidas extraordinarias votadas en el Parlamento nacional o donaciones particulares canalizadas a través de la Liga Argentina de Lucha Contra el Cáncer (LALCEC)–, un predio de tres hectáreas en el barrio porteño de Agronomía donde se edificaron diversos pabellones 101 JOSÉ BUSCHINI para la internación de pacientes y para la realización de investigaciones científicas, personal médico y auxiliar, e instrumental médico y científico moderno, además de otros recursos significativos, como una biblioteca que recibía publicaciones científicas internacionales o un bioterio con animales de laboratorio. El IME, por algunas características asociadas a su creación, no limitó sus actividades a la investigación científica y la atención médica. Desde sus primeros años de funcionamiento fue, además, un lugar desde el que se llevaron adelante iniciativas para organizar la lucha contra el cáncer en el país, aunque fueran muy incipientes y tuvieran logros limitados. De este modo, allí se dictaron cursos de formación profesional, se organizaron campañas de divulgación de conocimientos médicos entre la población y sus actividades fueron articuladas con las de otras dependencias estatales con la intención, en este último caso, de que regiones alejadas de la ciudad de Buenos Aires pudieran beneficiarse de los recursos disponibles en el instituto porteño. Hacia la década de 1930 funcionaban en diferentes provincias del país centros anticancerosos que tenían algún grado de vinculación con el IME. Como parte de las tareas iniciales para organizar el funcionamiento del IME, de modo tal que pudiera cumplir con los objetivos para los que había sido creado, las autoridades del establecimiento se encontraron con una serie de dificultades no previstas. Entre ellas, plantearon que el país no contaba con suficiente personal capacitado para cumplir con las tareas de enfermería. Por esta razón, en el año 1924 solicitaron a la FCM de la UBA autorización para crear un curso de enfermeras. Luego de que fuera aprobado este pedido, se comenzó a dictar el curso en el IME y, aunque no se contara con aprobación 102 LA “ESCUELA DE NURSES” DEL INSTITUTO DE MEDICINA EXPERIMENTAL oficial por parte de la FCM, desde entonces las autoridades del IME aludieron a él como si se tratara de una “Escuela de Nurses”. En este capítulo nos proponemos recuperar la experiencia de la Escuela de Nurses del IME, considerando las razones que se invocaron para justificar su creación, las características de su organización y algunas cuestiones referidas a su funcionamiento. Como muestran algunos de los trabajos incluidos en este libro, aunque reducidas, experiencias como esta no fueron inusuales entre fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX en la ciudad de Buenos Aires y en otras regiones del país. De hecho, la creación de la Escuela de Nurses en el IME puede considerarse como un caso típico de un período en el que existieron iniciativas orientadas a establecer procesos formativos específicos para el ejercicio de la enfermería, desarticuladas entre sí y en buena medida vinculadas con las necesidades concretas de los establecimientos en los que funcionaron. Aun cuando la Escuela de Nurses del IME se mantuvo activa hasta fines de la década de 1960 –cuando el establecimiento inclusive había cambiado de nombre y se llamaba Instituto de Oncología Ángel H. Roffo–, en el trabajo solo vamos a considerar su funcionamiento hasta mediados de la década de 1940, período en el que el médico Ángel Roffo fue director del establecimiento. Además, en esa década se produjeron cambios más amplios vinculados con la creación de escuelas oficiales para la enseñanza de la enfermería, como también se muestra en este libro. El corpus documental con el que vamos a reconstruir esta experiencia, es decir, la evidencia que da sustento a nuestros argumentos, consiste centralmente en información disponible en los legajos del Instituto de Medicina Experimental (Legajo N° 30742) y de Ángel Roffo (Legajo N° 37152) de la Facultad de Medicina (ex FCM) de la 103 JOSÉ BUSCHINI UBA, los dos disponibles en el archivo institucional de esa casa de estudios, en diversos números del Boletín del Instituto de Medicina Experimental para el estudio y el tratamiento del cáncer y en las Actas del Concejo Directivo de la FCM de la UBA correspondientes a los primeros años de la década de 1920. Como información adicional utilizaremos una nota periodística de la revista Viva Cien Años y los diarios personales de Lewis Hackett, funcionario de la Fundación Rockefeller para la delegación Andes y Río de La Plata entre 1940 y 1949, quien fue un atento y crítico observador de los procesos que se sucedían en la región en materia de salud pública y ciencia. Para estudiar la Escuela de Nurses recuperaremos su contexto de creación y funcionamiento inicial del IME, de modo tal que el capítulo permita comprender el contexto en el que funcionó este curso. LA CREACIÓN Y FUNCIONAMIENTO INICIAL DEL IME La inauguración del IME en el mes de noviembre de 1922 fue, en realidad, la segunda que ocurrió ese año. Pocos meses antes, en abril, había tenido lugar una primera inauguración. En el medio, se había librado una disputa por su dependencia administrativa, en la que se vieron involucradas las autoridades de la UBA (el rector y el Consejo Superior), las autoridades de la FCM de la UBA (el decano y el Concejo Directivo) y la Academia de esa Facultad, una entidad que antes había cumplido funciones de gobierno y a la que en ese momento solo le correspondían poco precisas tareas de asesoría científica y cultural. La magnitud del conflicto fue tal que no solo fue seguido a diario por la prensa gráfica, sino que también llegó al Parlamento nacional, en donde no se logró una solución definitiva. Tres años más tarde, en 1925, el presidente 104 LA “ESCUELA DE NURSES” DEL INSTITUTO DE MEDICINA EXPERIMENTAL de la nación, Marcelo de Alvear, por medio de un decreto, le otorgó a la Academia autonomía con respecto de la UBA –en ese momento surgió oficialmente la actual Academia Nacional de Medicina– pero no le restituyó el IME, tal como pretendían sus miembros (Buschini, 2015). En cualquier caso, en relación con la experiencia que queremos reconstruir, este hecho nos muestra algo significativo. La creación de establecimientos científicos y médicos son fenómenos complejos que enlazan una multiplicidad de procesos subyacentes, que los exceden y nos ayudan a entenderlos. Este caso puntual, la creación del IME, anuda al menos tres fenómenos muy relevantes, todos ellos vinculados con la situación de los médicos porteños entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Por lo menos desde el último tercio del siglo XIX la élite médica porteña le dio forma a un proyecto que se proponía mejorar su situación como grupo ocupacional, a partir de conseguir los favores de las autoridades políticas nacionales y municipales para desplazar a sus competidores en el ámbito de prácticas relacionadas con la cura, como charlatanes, curanderos y farmacéuticos, entre otros. Una consecuencia importante de estas acciones fueron los cambios que empezaron a manifestarse en la FCM hacia la última década del siglo XIX, en donde se vieron mejoras en cuanto a la calidad de la enseñanza (González Leandri, 1997). Es en relación con este marco amplio que podemos identificar tres fenómenos que fueron muy significativos de cara a la posterior creación del IME. En primer lugar, en vinculación con actividades que involucraban la creación de revistas médicas, la difusión de innovaciones en la práctica médica y la discusión de casos clínicos, vemos cómo a principios del siglo XX algunos médicos porteños vinculados con la FCM tomaron nota de ciertos desarrollos europeos y estadounidenses por 105 JOSÉ BUSCHINI los cuales, desde la década de 1880, el cáncer se venía consolidando cada vez más como un objeto de indagación científica e intervención sanitaria. En conferencias, cursos y artículos que publicaron en la prensa médica, observamos que estos médicos conocían las discusiones a propósito de la etiología del cáncer, los diferentes métodos de diagnóstico y tratamiento, y las medidas que habían tomado diferentes gobiernos nacionales y municipales del mundo para combatir esa enfermedad. En 1907, inclusive, el ministro de Relaciones Exteriores y Culto encomendó al ginecólogo Cayetano Sobrecasas que estudiara cuál era el estado de situación en Europa en relación con el cáncer. Como resultado, Sobrecasas redactó un informe extenso y detallado que fue publicado por entregas en la revista Argentina médica durante los años 1908 y 1909. Así, toda esta información acumulada a lo largo de la primera década del siglo XX y el uso que le dieron los médicos porteños fue un primer canal por medio del cual el cáncer entró en el foco de las iniciativas que llevaban adelante médicos, políticos y funcionarios estatales en materia de la salud de la población. En segundo lugar, hay un fenómeno que acompaña al anterior, pero que tiene su propia lógica. Como parte de las transformaciones en la FCM y las exigencias para mejorar la calidad académica, hacia la década de 1890 se empezaron a montar los primeros laboratorios experimentales, algunos médicos viajaron a Europa para interiorizarse en el estudio de diferentes especialidades científicas y otros llegaron desde ese continente con alguna formación en la materia (Buch, 2006; Prego, 1998, 2001). Poco a poco, la actividad experimental comenzó a tener cierto lugar dentro de la formación profesional y, hacia la primera década del siglo XX, estudiaban en la facultad algunos jóvenes que luego iban a ser figuras importantes en el proceso de ins106 LA “ESCUELA DE NURSES” DEL INSTITUTO DE MEDICINA EXPERIMENTAL titucionalización de las actividades científicas en el ámbito médico, como Bernardo Houssay y Salvador Mazza (Buschini y Zabala, 2015). Ángel Roffo, quien cursó sus estudios de medicina en la primera década del siglo XX, fue uno de esos jóvenes y como tal fue testigo y protagonista de la incorporación gradual de las prácticas experimentales. En su caso, desde el segundo año como estudiante, se incorporó al Instituto de Anatomía Patológica, dirigido por Telémaco Susini, uno de los profesores involucrados en la recepción de la medicina experimental en la década de 1890. En ese lugar, a lo largo de la primera década del siglo, algunos estudiantes concentraron sus trabajos de tesis en el estudio del cáncer. Por pedido de Susini, Roffo destinó su tesis al estudio del cáncer; en particular, se concentró en el trasplante de tumores entre animales, entonces el sistema experimental más difundido entre quienes investigaban sobre esa enfermedad en el mundo. Por esa tesis, entregada a fines del año 1909, obtuvo en 1910 un premio de la Facultad de Ciencias Médicas (Buschini, 2014). Hacia 1910, por lo tanto, dentro del escenario médico porteño se habían ido acumulando algunas voces que atribuían importancia al cáncer y demandaban respuestas a los poderes públicos, por un lado, y se había llevado adelante un trabajo experimental sobre el tema que había recibido reconocimiento por parte de la FCM, por otro lado. Esto, por sí solo, no alcanza para que entendamos la decisión de crear un instituto destinado al cáncer ni las características con que fue pensado, de un modo que incluía a la vez investigación científica y atención a pacientes. Es aquí donde podemos introducir un tercer proceso que resultó fundamental en la decisión de crear el IME. La FCM de la que venimos hablando, en transformación desde fines del siglo XIX, no debemos pensarla como un ámbito social homogéneo 107 JOSÉ BUSCHINI en el que no había tensiones y conflictos. Por el contrario, fue un espacio donde existían diversos grupos, cada uno de ellos con ideas e intereses divergentes. En forma muy obvia, se encontraban, por un lado, las autoridades universitarias y los profesores titulares, que defendían sus posiciones de privilegio a partir de las reglamentaciones vigentes y, por otro lado, los estudiantes, quienes querían renovar las prácticas que imperaban y se manifestaban por diversos medios, como la redacción de artículos o la realización de huelgas (Bargero, 2002; Halperin Donghi, 2002; Souza, 2014). Es en este marco que se produjeron algunos acontecimientos que nos interesa recuperar en relación con el fenómeno que estamos analizando. En 1903 y 1905, huelgas estudiantiles en las Facultades de Derecho y de Ciencias Médicas generaron que poco tiempo después, en 1906, el rector de la UBA introdujera modificaciones en los estatutos que regían su vida interna, con cambios importantes en la forma gobierno de las facultades. Las Academias, que hasta entonces habían sido los cuerpos gobernantes, fueron reemplazadas por Concejos Directivos y relegadas a esa función muy poco clara de asesoría científica y cultural, que antes mencionamos. El historiador Tulio Halperin Donghi, de hecho, sostiene que las Academias fueron conservadas más para contemplar algunas situaciones personales que por su importancia real para la vida institucional (Halperin Donghi, 2002). Fue entonces, como parte de los reacomodamientos de los académicos de la FCM para ajustarse a la nueva situación –en definitiva, para darse una nueva identidad como grupo, que les permitiera intervenir desde otro lugar en la vida universitaria–, que en el año 1912 propusieron crear un instituto para el estudio experimental y el tratamiento del cáncer, que Roffo dirigiría. Como sugerí en otro 108 LA “ESCUELA DE NURSES” DEL INSTITUTO DE MEDICINA EXPERIMENTAL trabajo (Buschini, 2015), podemos pensar que al incluir la investigación experimental entre las funciones del nuevo establecimiento –no tenía por qué ser así, en otros lugares del mundo existían hospitales destinados al cáncer que no contemplaban la realización de investigaciones científicas o institutos de investigación que no ofrecían atención médica– y ubicar a Roffo en el lugar de director, los académicos respondían a los reclamos de los sectores renovadores dentro de la FCM, que los acusaban de ser refractarios a las innovaciones que venían experimentando la práctica y la formación médicas. Lo importante es que en 1913 los académicos consiguieron que las autoridades universitarias les otorgaran los permisos necesarios y la donación de un gran terreno en un barrio porteño para crear lo que entonces llamaban el “Instituto del Cáncer”, y además lograron que el Parlamento nacional les asignara recursos económicos para su construcción. Con estos antecedentes, hacia 1914 colocaron la piedra fundamental del futuro instituto y comenzaron a edificarlo. No obstante, por los problemas económicos ocasionados a raíz de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la falta de un apoyo claro por parte de autoridades políticas y universitarias, la construcción del establecimiento se demoró más de lo pensado. LA INAUGURACIÓN DEL IME Y SU FUNCIONAMIENTO DURANTE LOS AÑOS DE ROFFO COMO DIRECTOR En noviembre de 1922 el IME fue finalmente inaugurado y, poco tiempo después, abrió sus puertas al público. Inicialmente, sus condiciones de funcionamiento eran algo precarias, pues ni siquiera se había terminado de construir el pabellón destinado a las investigaciones. De a 109 JOSÉ BUSCHINI poco, sin embargo, la situación mejoró y, con los años, a lo largo de las décadas de 1920 y 1930, se fueron edificando nuevos pabellones hasta lograr la capacidad para internar a 200 pacientes y recibir a muchos otros que solo eran atendidos en los consultorios externos. En los primeros meses, la actividad estuvo concentrada en la organización del funcionamiento del IME. Sobre la base de lo que habían observado en Europa y las posibilidades materiales con que contaban, Roffo y Larroque le dieron forma al servicio médico. Una particularidad de este servicio médico, que lo distinguía de otros establecimientos que eran más unilaterales –es decir, se organizaban alrededor de un método en particular–, era el modo en que integraba diversos métodos de diagnóstico y tratamiento. Luego de ser recibido en el consultorio externo y de acuerdo con lo que allí se observaba, el paciente podía ser sometido a distintos procedimientos de diagnóstico, que incluían la biopsia y la radiografía, las dos ampliamente difundidas a nivel internacional, y una reacción biológica creada por Roffo (la reacción de rojo neutro o “reacción de Roffo”). Por su parte, quienes recibían un diagnóstico positivo eran clasificados inicialmente en dos grupos, “operables” e “inoperables”. Los primeros eran sometidos a una cirugía y eventualmente podían recibir un tratamiento complementario de Rayos X o radio. Los segundos solo recibían rayos X o radio y, eventualmente, ante casos en los que no había otra opción, se les suministraban tratamientos quimioterápicos u organoterápicos experimentales, basados en investigaciones realizadas en el IME. Junto con el servicio médico, también se organizó la sección de investigaciones. En este plano, los trabajos se dividieron entre aquellos que estaban orientados a comprender la génesis del cáncer (qué es lo que lo causa) y aquellos que buscaban aplicaciones prácticas, como 110 LA “ESCUELA DE NURSES” DEL INSTITUTO DE MEDICINA EXPERIMENTAL un nuevo método de diagnóstico o tratamiento. En relación con los primeros, durante la década de 1920 estuvieron concentrados en establecer las diferencias físicoquímicas y bioquímicas entre la célula normal y la célula cancerosa –en esto habían trabajado Roffo y Larroque durante su estadía en Europa–, y en la década de 1930 hicieron foco en la identificación de agentes químicos y físicos involucrados en el proceso de cancerización. Fue por medio de estos trabajos que Roffo pudo argumentar, en forma pionera, los vínculos entre algunas conductas, como fumar cigarrillos de tabaco o exponerse indebidamente al sol, y el desarrollo de ciertos tipos de cáncer. La organización del servicio clínico y la sección de investigaciones experimentales fueron, sin duda, los principales ejes de acción en el IME durante los primeros años. Junto a esto, podemos ver también un conjunto de actividades adicionales que sirvieron para apuntalarlas. Entre ellas, se destacan la organización de campañas de difusión de conocimientos para incrementar el diagnóstico precoz, la formación de médicos en materia de cancerología, la organización del vivero y de la biblioteca, y la creación de una asociación para el estudio del cáncer. También, aunque en este plano nos resulte difícil señalar si estas acciones realmente se concretaron, se promovieron iniciativas junto con el Departamento Nacional de Higiene para que diferentes regiones del país pudieran beneficiarse de los recursos disponibles en el IME. Aunque esta cuestión, como dijimos, es poco clara, los datos disponibles habilitan que argumentemos en favor de la existencia, hacia la década de 1930, de algunos centros anticancerosos en diferentes provincias que articulaban su actividad con la del IME. 111 JOSÉ BUSCHINI LA “ESCUELA DE NURSES”: CONTEXTO DE CREACIÓN Y FUNCIONAMIENTO Según podemos ver en un documento que forma parte del legajo del Instituto de Medicina Experimental en la Facultad de Medicina (ex FCM) de la UBA, conservado en el archivo institucional de esa casa de estudios, en sus primeros meses de funcionamiento el IME contaba con trece enfermeras. Dos de ellas eran destacadas del resto, una en carácter de jefa y encargada de despensa, la otra como enfermera de cirugía. El salario mensual que percibían estas enfermeras, de 80 pesos –la jefa de enfermeras cobraba 120 pesos y la enfermera de cirugía 100–, era el más bajo de los que se pagaban en el establecimiento, similar al que recibían los peones, el portero y el sereno, y por debajo del que percibían electricistas, carpinteros, cocineros y la encargada del criadero de animales (120 pesos), el bibliotecario, el fotógrafo dibujante, los ayudantes de las secciones experimentales y el encargado de análisis clínicos (200 pesos), los médicos (entre 230 y 500 pesos), los jefes de Sección Experimental (entre 400 y 700 pesos) y el director del establecimiento (1500 pesos).1 A esta desigualdad salarial, debemos sumar otra. Según el reglamento del IME, reproducido en uno de los boletines del establecimiento, mientras que los médicos de sala y el personal de laboratorio debían concurrir obligatoriamente todos los días al menos durante 5 horas –sin especificar el momento en que debían hacerlo–, el horario del personal administra- 1. Otro presupuesto del que disponemos, ya de mediados de la década de 1930, muestra una situación algo mejor, tanto en términos absolutos como relativos. Mientras que los salarios del director y los médicos se mantenían, el de las enfermeras –junto con el del resto del personal que percibía los ingresos más bajos– era de 160 pesos y el de la jefa de enfermeras ascendía a 260 pesos. 112 LA “ESCUELA DE NURSES” DEL INSTITUTO DE MEDICINA EXPERIMENTAL tivo era de 8 horas (de 8 a 12 y de 14 a 18) y el de las enfermeras era de 12 horas (de 7 a 19). Solo el personal de servicio las superaba, pues comenzaba su actividad media hora antes (Roffo, 1927: 710 y ss.). Aunque contamos con los nombres de esas trece enfermeras, no disponemos de evidencia documental que nos permita saber quiénes eran, entendido ese interrogante en términos de una posible caracterización sociológica. No sabemos nada a propósito de su edad, estado civil, situación económica, nivel educativo y trayectoria laboral previa. En relación con esto último, desconocemos si habían pasado por alguno de los ámbitos institucionales en los que se ofrecía formación en enfermería local (Escuela de Enfermeros, Enfermeras y Masajistas de la Ciudad de Buenos Aires, Hospital Británico, Escuela de la Orden de la Conservación de la Fe) o si solo tenían antecedentes trabajando como enfermeras, lo que en la época se denominaba “empírica”. Pese a ello, sí contamos con la caracterización que las autoridades del IME hacían de ellas, y esto es importante en función del interés que perseguimos en este capítulo. Al menos, nos permite ver cómo las describían en función de sus intereses y proyectos institucionales. Según Roffo, al comenzar las actividades en el IME se había encontrado con una situación dispar en relación con el personal de enfermería. Por un lado, había algunas enfermeras que contaban con un entrenamiento adecuado, inspirado en las enseñanzas de la enfermera británica Florence Nightingale. Por otro lado, otras tenían una notoria falta de preparación (Roffo, 1925: 242). Años más tarde, volviendo sobre ese momento inicial, Roffo se pronunció en términos más duros, hablando ya no solo del IME sino de los hospitales municipales y nacionales en general. Decía que la situación predominante, con pocas excepciones muy dignas, era la existencia de “numerosas mujeres con 113 JOSÉ BUSCHINI ambiciones de lucro –mal llamadas enfermeras– sin mayor educación, sin cultura [,] con una preparación menor aunque su falta de corazón ante el dolor” y sin otro “interés que ganar unos pesos para resolver sus problemas familiares” (Roffo, 1942: 6). Y concluía afirmando que “el enfermo era para estas mujeres un objeto de atención que se prodigaba de acuerdo con las retribuciones que recibían; haciendo de una profesión noble, algo mercenario e indigno de la asistencia hospitalaria” (Roffo, 1942: 6). Ahora bien, dado que contamos con muy poca información, cometeríamos un error si consideráramos a estas declaraciones, sin más, como una descripción precisa de la situación que existía en el IME y el resto de los hospitales porteños. Debemos entender que se trata de palabras pronunciadas con intenciones muy puntuales, ya fuera justificar la creación de la Escuela de Nurses o reivindicar retrospectivamente los cambios que había introducido ese curso en términos de la formación de personal capacitado. A mediados del año 1924, desde el IME se presentó un proyecto ante la FCM para crear un curso de enfermeras. La cuestión fue tratada el día 7 de junio en una sesión del Concejo Directivo de la Facultad que, como dijimos, era su organismo de gobierno desde 1906, y resultó aprobada sin ninguna objeción. Con la aclaración, no obstante, de que la institución no aportaría ningún recurso adicional al que ya estuviera contemplado en el presupuesto del IME. El proyecto presentado ante las autoridades de la FCM, tal como aparece reproducido en las Actas de Sesiones del Concejo Directivo de esa casa de estudios, aunque no abunda en detalles en cuanto a sus fundamentos, nos deja ver algunas cuestiones que son significativas a propósito del modo en que se buscó resolver el problema de la falta de personal especializado en enfermería. En primer lugar, vemos que oficialmente no se trató de 114 LA “ESCUELA DE NURSES” DEL INSTITUTO DE MEDICINA EXPERIMENTAL una escuela sino de algo más modesto, un curso. En segundo lugar, podemos apreciar los requisitos para el ingreso. Lo más relevante al respecto es que se trataba de un curso exclusivamente destinado a mujeres que tuvieran entre 16 y 25 años –fuentes documentales posteriores nos dicen que la edad de ingreso era de entre 17 y 20 años, con lo cual es probable que en algún momento se hayan modificado los requisitos– y contaran con certificado de sexto grado de escuelas comunes, que podía ser reemplazado por un examen de ingreso equivalente. El hecho de que el curso estuviera destinado exclusivamente a mujeres y esto no fuera objeto de reflexión, es decir, que se tomara como natural una condición que era en realidad fruto de una arbitrariedad no desentona con un contexto de época en el que la feminización de la enfermería fue parte de una concepción más amplia por la cual se asoció a este género con las ocupaciones que involucraban tareas de cuidado, según ha señalado la literatura académica (Martin, 2015; Nari, 2004; Ramacciotti y Valobra, 2015). En tercer lugar, que tras aprobar el curso se obtenía un certificado de competencia firmado por el director del IME y respaldado por el Decanato de la FCM. En cuarto lugar, que las estudiantes trabajarían en el IME mientras realizaban el curso, en carácter de aspirantes las de primer año y de ayudantes las de segundo. Por esa vía, al cuerpo estable de enfermeras con que contaba el IME se sumaban en forma permanente un número adicional que oscilaba, tal como podemos ver en las sucesivas memorias institucionales, entre las 8 y las 12 estudiantes, según los años. Por último, que todas las vacantes de enfermeras en el IME serían cubiertas por quienes tuvieran el certificado que otorgaba el establecimiento. El proyecto presentado ante la FCM postulaba que el ciclo formativo duraría dos años y sería definido por las autoridades del IME, pero no 115 JOSÉ BUSCHINI lo especificaba. Cuando finalmente cobró forma, adquirió un carácter teórico-práctico con el propósito de que las enfermeras contaran con conocimientos indispensables para su formación, pero también para que se especializaran en el cuidado del paciente canceroso, que tenía requisitos particulares si se lo comparaba con otros enfermos, debido a los intensos dolores y a las perspectivas poco alentadoras en relación con las posibilidades de recuperación. En el primer año, los cursos teóricos eran dos, anatomía general, y fisiología e higiene, y se añadían a estos los trabajos prácticos (imagen 1). En el segundo año, las enseñanzas versaban sobre terapéutica y cirugía. Todas las asignaturas, incluyendo los trabajos prácticos, se dictaban una vez por semana y duraban una hora (cada una de ellas tenía un día asignado). Los médicos del establecimiento eran los encargados de las asignaturas teóricas y la regenta o matrona de la Escuela de Nurses, la jefa de Enfermeras Anna Maud Williams, estaba a cargo de las enseñanzas prácticas. Imagen 1 . Clases de anatomía en la Escuela de Nurses del IME. Fuente: Argentina, Archivo General de la Nación, Departamento Documentos Fotográficos. Inventario 26909. 116 LA “ESCUELA DE NURSES” DEL INSTITUTO DE MEDICINA EXPERIMENTAL Según la historiadora Ana Laura Martin, quien reconstruyó las distintas experiencias relacionadas con la formación del personal de enfermería en la ciudad de Buenos Aires entre fines del siglo XIX y mediados del siglo XX, una característica distintiva de la escuela que funcionaba en el IME en relación con otras experiencias contemporáneas era que adoptaba la modalidad de internado (Martin, 2015). Tanto las aspirantes como las enfermeras del IME vivían en el establecimiento. En los primeros años, lo hacían en el subsuelo de uno de los pabellones destinados a pacientes. A partir del año 1932, con la construcción del “hogar de nurses”, en un pabellón enteramente destinado a las enfermeras, con una capacidad para 34 personas en el cual contaban con zonas para descansar y realizar actividades físicas (imagen 2). Imagen 2. Nurses en el internado del IME jugando al ludo en sus horas de descanso. Fuente: Argentina, Archivo General de la Nación, Departamento Documentos Fotográficos. Inventario 26891. 117 JOSÉ BUSCHINI Los datos que presentamos en los últimos tres párrafos nos habilitan para esbozar una breve caracterización del significado de la Escuela de Nurses. En primer lugar, el hecho de que no tuviera el estatuto de carrera o especialidad dentro de la FCM, el bajo nivel de exigencia para las aspirantes –un examen de mérito equivalente podía suplir la formación de nivel inicial– y lo exiguo del contenido impartido nos alertan sobre la necesidad de no exagerar retrospectivamente los alcances de la Escuela de Nurses. Es bueno evitar, en este sentido, la confusión de asimilar esta experiencia a otras iniciativas contemporáneas destinadas a formalizar procesos educativos de nivel superior vinculados con ocupaciones en las que primaban las tareas de cuidado y se encontraban destinadas a mujeres, como las visitadoras de higiene o las dietistas. Inclusive, si comparamos las características de este curso con los proyectos presentados entre 1942 y 1947 para modificar la currícula de las escuelas de enfermería pues, aun cuando fueran presentados hacia el final de la experiencia que estamos analizando, apreciamos que el alcance de los contenidos que se pretendía impartir era mucho más ambicioso (Martin, 2015: 281). En segundo lugar, el régimen de internado y el hecho de que las inscriptas debieran desempeñarse como ayudantes en el establecimiento hacen que no sea inapropiado plantear, como ya lo hizo Martin de una forma más amplia para experiencias similares del período (2015: 266), que la escuela constituyera para las autoridades del IME una oportunidad para contar con mano de obra a muy bajo costo, no más que aquel referido a los gastos de vivienda y alimentación (imagen 3). Nos quedan, en relación con esto, algunos interrogantes interesantes que lamentablemente no podemos responder debido a la falta de información, y que reclaman una investigación cualitativa detallada a propósito de las condiciones 118 LA “ESCUELA DE NURSES” DEL INSTITUTO DE MEDICINA EXPERIMENTAL de trabajo de las enfermeras en la primera mitad del siglo XX. Por ejemplo, resultaría bueno saber qué expectativas de desarrollo laboral futuro tenían las aspirantes y qué oportunidades veían en el ingreso al curso del IME, cuán útil era el certificado otorgado por el IME para el desempeño posterior en otros establecimientos y si la ausencia de un salario daba margen para que las propinas o retribuciones informales realizadas por familiares de pacientes, tan criticadas por Roffo, tuvieran algún papel destacado en la vida de estas enfermeras. Imagen 3. Nurses en sus clases prácticas en el IME. Fuente: Argentina, Archivo General de la Nación, Departamento Documentos Fotográficos. Inventario 31453. Por último, para cerrar esta descripción sobre la Escuela de Nurses del IME y su significado, podemos recuperar algunas concepciones subyacentes a su creación y organización. En este plano, lo primero 119 JOSÉ BUSCHINI que debemos decir es que Roffo nunca se explayó demasiado sobre lo que pensaba en relación con su “ideal de enfermera”. El proyecto presentado ante la FCM se limitaba a mencionar las condiciones de ingreso y funcionamiento, pero no decía nada en relación con el modo en que entendía a esta ocupación. En dos ocasiones, sin embargo, en las que quería ampliar los alcances de la Escuela de Nurses, hizo algunas declaraciones al respecto. Se trató, en primer lugar, de una intervención en la Primera Conferencia Nacional de Asistencia Social, en el año 1933, en donde fue invitado a participar presidiendo una sección referida a la asistencia social del cáncer. En segundo lugar, de un trabajo que presentó en el año 1942, en el Primer Congreso Panamericano de Enfermería, que tuvo lugar en Santiago de Chile. A pesar de la diferencia de años entre una presentación y otra, el contenido no difiere significativamente y abunda en generalidades sobre las condiciones que debía reunir una enfermera y las necesidades formativas consecuentes. Los dos textos, debemos señalar, fueron realizados con el propósito de presentar iniciativas para profundizar la formalización de la enseñanza de la enfermería sobre la base de lo que se había hecho en el IME. En el primer caso, se proponía crear una Escuela Nacional de Nurses, que tendría sede en el IME y sería financiada por el Estado nacional a través de una partida presupuestaria que se asignaría al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. A medida que se fueran graduando, las enfermeras del IME reemplazarían a las enfermeras de los distintos hospitales que, distribuidos en el país, dependieran del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. En el segundo caso, que el Primer Congreso Panamericano votara la creación de la figura de la enfermera especializada en cancerología, que los procesos 120 LA “ESCUELA DE NURSES” DEL INSTITUTO DE MEDICINA EXPERIMENTAL formativos para enfermeras incluyeran el internado y que se organizaran comisiones para unificar los programas de enseñanza de las distintas ramas de la enfermería, con la singularidad que tenía la enfermera especializada en cáncer, que era la que a Roffo le interesaba. Pues bien, como ya dijimos, en tanto se estaban proponiendo cambios resulta comprensible la presentación de un diagnóstico negativo que los justificara y es así como se consideraba que las enfermeras que actuaban en los hospitales del país no contaban con la preparación técnica y las condiciones morales que se necesitaban para el ejercicio de las tareas propias de la ocupación. La idea de que se requerían tanto determinada preparación técnica como ciertas condiciones morales constituyen dos aspectos alrededor de los cuales Roffo estructuró unas pocas ideas que constituyen lo más aproximado que podemos encontrar a la formulación del modo en que este médico se representaba un “ideal de enfermera”. Así, Roffo partía por contraponer una época pasada en la que “toda mujer de buena voluntad y con sentimientos caritativos se consideraba apta para atender a un enfermo” (Roffo, 1933: 596) a la situación presente, en donde los adelantos médicos exigían de “la enfermera una simbiosis de las condiciones técnicas y morales” (Roffo, 1933: 596). A la hora de especificar un poco más el significado de esta expresión, añadía algo que era común entre los médicos de esos años, quienes como grupo buscaban avanzar en el control de las prácticas vinculadas con la enfermedad y su cura, habilitando y hasta promoviendo la participación de otros grupos ocupacionales, pero siempre en relaciones jerárquicas que daban por descontado la superioridad del médico (Belmartino, 2011; Buschini, 2016; Ramacciotti y Valobra, 2015). Por eso, si bien las enfermeras debían recibir una formación 121 JOSÉ BUSCHINI que las capacitara técnicamente para secundar correctamente las prescripciones médicas, como por ejemplo la aplicación de las complejas terapias de Rayos X o radio, los requisitos morales no solo exigían “vocación y responsabilidad”, sino también “obediencia absoluta a las indicaciones del médico” (Roffo, 1933: 596). De esa forma, Roffo justificaba la necesidad de un equilibrio sutil en el diseño de los cursos para enfermeras, para que las enfermeras no se conviertan en eruditas que “saben más de lo que necesitan” y resulten así “un peligro [que] tiende a invadir el terreno del médico” (Roffo, 1942: 8). Y era en este marco, también, que reivindicaba la necesidad de establecer un internado. Decía, al respecto, que no era posible obtener esta simbiosis de funciones [la preparación técnica y las condiciones morales] sin que esta organización estuviera sujeta al ambiente del internado; en el cual la aspirante va formando su nueva personalidad y donde, como en una hermandad laica, va asimilando su vida al medio que la rodea (Roffo, 1942: 6). Cabe, para finalizar, un último comentario en relación con las posibles influencias que recibió Roffo para postular este ideal de enfermera, con los correspondientes requisitos técnicos y morales, y el diseño consecuente de la Escuela de Nurses. En estos textos, y en los relatos sobre la vida institucional presentados cada año en las memorias anuales, queda claro que Roffo valoraba positivamente el “modelo inglés” diseñado según las prescripciones de la enfermera británica Florence Nightingale y que lo utilizaba como un recurso para justificar la calidad tanto de la Escuela de Nurses como el servicio de enfermería del IME, supuestamente organizados siguiendo los lineamientos 122 LA “ESCUELA DE NURSES” DEL INSTITUTO DE MEDICINA EXPERIMENTAL de ese modelo. Es en relación con esta influencia declamada que nos interesa dejar asentado un interrogante en relación con el modo en que durante la primera mitad del siglo XX circularon en el país las ideas de Nightingale. Según analiza Ana Laura Martin en este libro, la médica Cecilia Grierson tuvo un destacado rol como pionera en el establecimiento de procesos formativos para enfermeras. A fines del siglo XIX, Grierson realizó un viaje por Europa y a su regreso propuso la creación de escuelas para enfermeras sobre la base del modelo inglés diseñado por Florence Nightingale, que consistía en feminizar la enfermería con una selección estricta de sus aspirantes; disponer de unidades escuela en hospitales donde las alumnas estudiaran, hicieran sus prácticas y gozaran de un sistema de internado; y, especialmente, que las escuelas estuvieran dirigidas por matronas o enfermeras superiores con independencia de la dirección del hospital. En suma, escuelas dirigidas por enfermeras, con sistema de internado y con práctica en hospitales destinadas a formar profesionales mujeres para el servicio de la ciudad y para el público (Martin, 2015: 264). COMENTARIOS FINALES En el año 1940, en un artículo de la revista Viva Cien Años –un emprendimiento editorial del médico Arturo León López que tenía por fin difundir conocimientos médicos relacionados con la promoción de estilos de vida saludables y funcionó entre mediados de la década de 1930 y los primeros años de la década siguiente–, las enfermeras del IME eran presentadas como “Ángeles blancos en medio del dolor”, según decía el título de la nota firmada por Julio Otermin Aguirre. No fue la única vez que Roffo y las actividades del IME aparecieron 123 JOSÉ BUSCHINI retratados en esa revista, siempre con una valoración muy positiva, especialmente por la campaña que Roffo inició en esos años contra el consumo de tabaco, que la revista secundó. En este marco, el contenido de la nota no se diferenciaba mucho de la presentación oficial sobre la Escuela de Nurses que se hacía desde el establecimiento en los diferentes números de su Boletín. Las enfermeras del IME eran un compendio de atributos positivos: “mujeres de temple de acero, formadas en un ambiente especial, comprensivas y dulces en el trato; tolerantes y nobles” (Otermin Aguirre, 1940: 721), con “cualidades físicas y morales superiores, aparte de una sinceridad, bondad, paciencia y sentido de deber y la responsabilidad consolidados” (Otermin Aguirre, 1940: 721). De igual modo, el ambiente de formación y trabajo, aunque exigente, era valorado positivamente por las enfermeras y aspirantes entrevistadas. Pocos años más tarde, Lewis Hackett, funcionario de la Fundación Rockefeller en el Río de La Plata y la región andina durante la década de 1940, encargado de orientar y supervisar la ayuda financiera que esa entidad realizaba en asuntos sanitarios y científicos que le interesaba promover –entre ellos, como se muestra en este libro, la enseñanza de la enfermería–, anotaba en su diario personal algunos comentarios que contrastan con esa versión oficial. Hackett, quien llegó a Buenos Aires en el año 1940, tomó conocimiento de Roffo poco tiempo después de instalarse –uno de sus contactos se refirió a él y a Bernardo Houssay como los dos científicos argentinos más conocidos en el exterior– y desde un primer momento adoptó una actitud de suma cautela. Con el tiempo, según leemos en las diversas entradas que le dedicó en su diario, confirmó el escepticismo inicial y consolidó una valoración negativa. Muy vinculado a Bernardo Houssay y 124 LA “ESCUELA DE NURSES” DEL INSTITUTO DE MEDICINA EXPERIMENTAL su grupo, quienes compartían esa visión, Hackett terminó por considerar que Roffo era un “fraude”. En el año 1946, siguió de cerca la desvinculación de Roffo del IME, que se produjo en medio de un escándalo. Entre mayo y septiembre de ese año, vemos en las páginas de su diario cómo fue consiguiendo información sobre el caso y sus opiniones al respecto, siempre avalando las sospechas que caían sobre Roffo. Sin entrar en detalles que nos sacarían de foco, aparecen en ese contexto algunos comentarios que nos interesa recuperar. En primer lugar, Hackett escribe que entre las múltiples acusaciones que justificaron la desafección de Roffo se incluyó la seducción de menores y enfermeras. En segundo lugar, aprovecha la ocasión para contar cómo en una oportunidad le comentó a Nicanor Palacios Costa, en ese momento decano de la FCM, que consideraba lamentable que esa casa de estudios prestara su nombre a la “Escuela de enfermeras” del IME. El contraste entre la nota de Viva Cien Años y las anotaciones de Hackett nos sirven para concluir este capítulo con algunos comentarios a propósito de sus alcances y límites. Sin lugar a duda, Roffo fue un personaje destacado dentro del escenario médico porteño de la primera mitad del siglo XX. En relación con el cáncer y la dirección del IME, se consolidó como una figura pública que gozaba de un amplio reconocimiento. Solo para ilustrar aspectos de este fenómeno, según vemos en los boletines del IME, en actos públicos del establecimiento podían darse cita figuras tan importantes de la vida pública nacional como el cardenal Santiago Copello, el rector de la UBA José Arce y el presidente Agustín Justo. Por contraste, las anotaciones de Hackett a propósito de la valoración que tenían algunos de sus colegas y el silencio que acompañó a la muerte de Roffo nos alertan sobre las dudas que generaba su figura, especialmente hacia los últimos años de su vida. 125 JOSÉ BUSCHINI Los interrogantes que quedan abiertos alrededor de la experiencia de la Escuela de Nurses, con la ambigüedad que instalan los comentarios de Hackett, forman parte de estas incertidumbres a propósito de la biografía de Roffo y del establecimiento que dirigió, favorecidas por la escasez de fuentes documentales. Todo ello nos lleva a que insistamos en señalar que la recuperación de la experiencia de la Escuela de Nurses realizada en este capítulo constituye un aporte dentro de un interés más amplio por desandar los avatares de la enfermería y su constitución como ocupación en la Argentina durante el siglo XX. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS FUENTES PRIMARIAS Hackett, L. (1946). Diary (RAC, RF, RG Special Collection – Lewis Hackett) Rockefeller Foundation records, officers’ diaries. RG 12, F-L (FA392). Recuperado de https://dimes.rockarch.org Otermin Aguirre, J. (1940). Ángeles blancos en medio del dolor. Viva Cien Años, 8(11), 720-723 y 756. Roffo, A. (1925). Memoria anual correspondiente al año 1924. Boletín del Instituto de Medicina Experimental, 2, 222-246. ----- (1927). Memoria anual correspondiente al año 1926. Boletín del Instituto de Medicina Experimental, 4. ----- (1933). Sobre escuela de nurses. Boletín del Instituto de Medicina Experimental, 10(32), 595-597. ----- (1942). 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(Álvarez, 1916: 11) A principios del siglo XX, en Argentina, las tareas de administración hospitalaria y cuidado de pacientes estaba a cargo de religiosas de distintas congregaciones en ciudades grandes o pequeñas, mientras que las y los llamados “enfermeros” cumplían simplemente tareas de guardia nocturna, bajo requisitos de admisión que apenas incluían la educación primaria completa. Hacia la década de 1930, poco había cambiado el panorama en términos numéricos, pues los grandes nosocomios de las urbes centrales del país aún suscribían contratos con diversas congregaciones que habilitaban su intervención a la par de los médicos. Sin embargo, un conjunto relativamente estable de iniciativas y expectativas sociales y profesionales comenzaban a consti131 NATACHA BACOLLA E IGNACIO ALLEVI tuirse en un nuevo horizonte de sentido respecto a las condiciones que una persona debía reunir para tomar a su cargo la vigilia de un cuerpo enfermo, tarea que rápidamente comenzó a enunciarse en femenino. Historizar la enfermería como saber y profesión convoca un conjunto importante de preguntas. En primer lugar, sobre su conformación a la par del proceso mismo de profesionalización médica, como disciplina académica y saber del Estado (González Leandri, 1999, 2006; Zimmermann, 1995), pero también como instancia de autorización de otros conocimientos y oficios que surgieron como “accesorias” a esta, como la terapia ocupacional (Testa, 2013) o la asistencia social (Rubinzal, 2014). Reflexionar sobre el desarrollo de la enfermería como profesión implica, también, deconstruir su constitución desde la subordinación a la autoridad médica: los médicos requirieron de estos/as “asistentes” especializados para llevar a cabo sus prácticas y en este registro señalaron el rumbo de su formación académica, sus condiciones de trabajo e incluso sus funciones en el marco más amplio de la sanidad pública a lo largo del siglo XX. La provincia de Santa Fe, y en particular la ciudad de Rosario, presentaba un pujante dinamismo al calor de la redefinición de estos territorios sobre el final del siglo XIX, con la definición de un modelo de incorporación de la Argentina al capitalismo. A la vera del segundo río más grande del país, Rosario creció exponencialmente como centro comercial y productivo, acogiendo un importante caudal inmigratorio. Esta rapidez en su crecimiento, sin embargo, también trajo numerosos inconvenientes, pues evidenció los límites de una urbe “nueva” para responder a las tensiones que generaba la cuestión social (Falcón, 2005; Suriano, 2000). En este contexto, los médicos 132 DE ENFERMEROS A NURSES: INICIATIVAS FORMATIVAS Y FEMINIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA ganaron una inusitada presencia en el ámbito municipal como técnicos capaces de brindar posibles soluciones a través del higienismo (Prieto, 1996; Allevi, 2018). En los inicios del siglo XX, la ciudad concentraba una infraestructura de asistencia considerable, debida no solo a su Sociedad de Beneficencia –que administraba el Hospital de Caridad–, sino también por la relevancia de hospitales y otros servicios administrados por las colectividades étnicas –como la italiana, española, británica y alemana–, y el propio municipio, que sostenía los Hospitales Rosario, Carrasco, Alberdi, las estaciones Sanitarias de los Barrios Roque Sáenz Peña y Arroyito y el consultorio policlínico de la Asistencia Pública. En esta dirección, nuestro trabajo se propone situar este proceso de profesionalización de la enfermería en la escala subnacional de esta ciudad, atendiendo a los procesos formativos desarrollados en el ámbito municipal y luego de la provincia de Santa Fe durante las primeras décadas del siglo XX, a tono con la centralidad de estos ámbitos en la implementación de políticas sanitarias. Nuestra propuesta busca reconstruir un conjunto de experiencias que dieron forma y contenido al campo de la enfermería en el cruce de la profesión médica, la academia, el Estado y las organizaciones de la sociedad civil. Con este objetivo, atenderemos diversas experiencias motorizadas por actores médicos en diversas esferas estatales y de la sociedad civil en el amplio período 1911-1948. Partiendo de la temprana Escuela de Enfermeros, promovida por Clemente Álvarez en el municipio rosarino en 1911 para formar a las y los encargados del cuidado en los hospitales de la Asistencia Pública, hasta llegar a la Escuela de Enfermeras en Salud Pública, dependiente del Ministerio de Salud de la provincia en 1948. En ese lapso temporal, diversas iniciativas 133 NATACHA BACOLLA E IGNACIO ALLEVI tomaron cuerpo, pasando dos de ellas por la novel Facultad de Medicina de la Universidad del Litoral, la acción de la filial local de la Cruz Roja Argentina, o el impulso de la Fundación Rockefeller. TEMPRANAS INICIATIVAS: INTERÉS MÉDICO, MUNICIPIO Y PRIMEROS INTENTOS UNIVERSITARIOS Hace algunos años, un grupo de médicos de buena voluntad nos propusimos formar una escuela de enfermeros en el Rosario, escuela que a pesar de sus defectos ha funcionado regularmente hasta ahora. De este modo hemos creído contribuir a salvar una de las deficiencias más sentidas en nuestros servicios hospitalarios. (Álvarez, 1916: 1) La primera iniciativa en la ciudad de Rosario surgió en 1911, en el contexto de los festejos por el Centenario de la Revolución de Mayo y la creación del Círculo Médico local, cuando médicos de reconocida trayectoria en la urbe emprendieron un ambicioso proyecto para dotarla con una Escuela de Medicina y nuevo Hospital. Fue en ese año que Clemente Álvarez, ex director de la Asistencia Pública Municipal y miembro fundador del Círculo, impulsó una Escuela de Enfermeros en el Hospital Rosario, dependiente del Municipio. El objetivo de esta primera iniciativa era la formación del personal del nosocomio que se desempeñaba en lo que, por ese entonces, se entendía por enfermeros, lo cual incluía también a los hombres. Se aceptaba el ingreso de otros alumnos y alumnas que trabajasen en alguna institución de salud local, o bien de “un cierto número de jóvenes quienes quieran dedicarse a esta carrera y que ingresarán al como internas”, sin sueldo, pero con derecho a casa y comida en la institución. El proyecto 134 DE ENFERMEROS A NURSES: INICIATIVAS FORMATIVAS Y FEMINIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA preveía que una enfermera “profesional” coordinase los cursos, bajo la tutela del director del hospital, y la formación –de un año de duración– contaba con un núcleo teórico que incluía temáticas como anatomía y fisiología humana, primeros auxilios en accidentes y cuidado de enfermos, mientras que la enseñanza práctica se llevaría a cabo en distintas salas del hospital (Digesto Municipal, 1911: 347-348). Esta primera y temprana experiencia, sin embargo, tuvo más altibajos que estabilidad. Entre 1912 y 1918, se nombraron 3 encargados distintos, muchos de los cuales eran médicos y no enfermeras profesionales, y la dirección también osciló de acuerdo a los cambios en la gestión del hospital (Digesto Municipal, 1913: 493-494; Digesto Municipal, 1924: 165, 230; 484). En 1918 se ampliaron sus funciones, cambiando su nombre por el de “Escuela de Enfermeros, Flebótomos, Masajistas y Niñeras”, nombrándose además como docentes ad honorem a médicos que no solo integraban el nosocomio hacía varios años, sino que contaban con amplia trayectoria, incluyendo al promotor del proyecto, junto con Esteban Mazzini, Alberto Baraldi, Tomas Cerruti y Artemio Zeno, Pedro Rueda para el área de niños y José Servidio para la de masajistas, (Digesto Municipal, 1924: 334; 531). En medio de estos cambios constantes, Clemente Álvarez intentó señalar un rumbo: en 1916 editó un manual para complementar que asegurase un mínimo de contenidos que buscaba asegurar para la formación del escaso personal de cuidado –no religioso– del hospital. Antes que traducir obras inglesas o alemanas sobre la materia, este galeno optó por compilar saberes de diversas procedencias que, a su criterio, resultasen pertinentes para la formación en el contexto rosarino, reconociendo, además, la influencia de producciones locales, como las de Cecilia Grierson (Álvarez, 1916: 2). 135 NATACHA BACOLLA E IGNACIO ALLEVI Es importante considerar quiénes eran las y los actores que intervenían en la administración y el cuidado en las instituciones de salud para comprender la relevancia de esta iniciativa. En el caso del Hospital Rosario donde funcionaba la Escuela, la Congregación Nuestra Señora de la Misericordia tenía un contrato con la intendencia por el cual se les entregaba la gestión del nosocomio: la Hermana Superiora era la “inspectora general de la casa”, mientras que el resto de las religiosas tenían a su cargo el cuidado, alimentación y aseo de los pacientes, así como el orden e higiene de las salas. Las tareas de los cabos de sala y enfermeros “oficiales” se limitaban a guardias nocturnas, contando con la obligación de asistir a la Escuela y observar a los pacientes por la noche, pero “siempre que algún enfermo se agrave o requiera a su juicio auxilio urgente avisara a la hermana de guardia” (Digesto Municipal, 1924: 566-573). Esto es, no solo existía una escasez de personal laico formado y autorizado para el cuidado en las instituciones, sino que la primacía era de actores no diplomados en la materia. Estas instancias formativas, entonces, obraban como puntapié para constituir un nuevo cuerpo de especialistas y tendrían consecuencias en las décadas siguientes. Tras los eventos de la Reforma Universitaria cordobesa de 1918 y la creación de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) en 1919 (Bacolla, 2018), logró concretarse un proyecto de largo aliento en la corporación médica rosarina: la Facultad de Ciencias Médicas, Farmacia y Ramos Menores, junto con la finalización de las obras del Hospital Nacional del Centenario anexo a esta última. Este ambicioso proyecto consolidaba una oferta académica que incluía no solo a las principales ramas del saber médico de época, sino también a ese amplio conjunto de disciplinas “menores” que apenas 136 DE ENFERMEROS A NURSES: INICIATIVAS FORMATIVAS Y FEMINIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA comenzaban a institucionalizarse bajo la tutela de los actores hegemónicos del arte de curar, aunque en algunos casos ganasen peso propio, como la odontología, la farmacia o bien la medicalización académica de las parteras con el desarrollo de la obstetricia. A mediados de 1925, ingresó un proyecto para conformar una nueva Escuela de Enfermeras y Enfermeros dependiente del Hospital Centenario, y con ello de casa de altos estudios (Facultad de Ciencias Médicas. Discusión CD, Exp. 411/25). Del reglamento aprobado por el Consejo Directivo, cabe destacar, en primer término, que todos los alumnos de la Escuela – varones y mujeres que tuviesen estudios primarios– se desempeñarían como internos ad honorem en las distintas salas del Hospital del Centenario, debiendo los hombres permanecer obligatoriamente en la sala de urinarias, y las mujeres en la de partos al menos por tres meses. En segundo lugar, la Escuela contaría con una encargada que dirigiría el desempeño de los estudiantes en las salas del nosocomio, que dependía del director del hospital. Esta primera experiencia universitaria, sin embargo, se orientaba exclusivamente a una formación práctica focalizada en tareas de limpieza, cuidado nocturno de los enfermos y la administración de las prescripciones médicas. Oficializada el 31 de julio de ese año, el decano de la Facultad –Rafael Araya– señalaría el interés de los galenos en la sanción de la misma: la iniciativa vendría a resolver una cuestión práctica del ejercicio profesional tanto en el hospital universitario como en otras instituciones públicas, a saber, la preparación de las y los encargados del cuidado de los enfermos, pero también velar por la observancia del mandato médico (Actas de Sesiones del Consejo Superior, 1925: 298). Junto a esto, destacaba la cuestión de la enseñanza, que articulaba asistencia y docencia, pues la atención de los pacientes dependía 137 NATACHA BACOLLA E IGNACIO ALLEVI tanto de la prescripción médica como de quienes la continuasen luego de que se retiraran los expertos en sus rondas de guardia: Trátase de una necesidad imperiosa que debía ser salvada, ya que la evidente falta de preparación del personal que sirve en los distintos nosocomios de la localidad, dificultan la asistencia de los enfermos, y para un Hospital Escuela como el Centenario traen aparejados además inconvenientes serios a la enseñanza. Por otra parte, es un hecho reconocido la falta de enfermeras competentes para el servicio público que es donde más se hace sentir y donde suele a veces ser realmente difícil el procurarlas (Memoria correspondiente a los años 1922 y 1923 elevada por el Señor Decano Doctor Rafael Araya, 1924: 39). En el mismo año, el intendente y docente de Higiene Social en la Facultad, Manuel Pignetto (1925-1927), ingresó en el Concejo Deliberante un Plan de Administración Sanitaria con el cual perseguía reformar la organización y asistencia de la salud en la ciudad, bajo un novedoso concepto de medicina preventiva que se adelantaba al menos una década a los debates que guiarían la atención a nivel provincial (Allevi, 2018; Bacolla, 2016). En este contexto, una de las áreas con que pretendía reorganizar la salud municipal incluía una Escuela de Enfermeras Visitantes. A pesar de que no contaba con grandes precisiones respecto a su formación, sí enfatizaba un nuevo concepto del rol de la enfermera en un encuadre más amplio de protección del cuerpo social. No solo definía sus tareas en clave femenina, sino que las desplazaba del ámbito estrictamente hospitalario al asignarles una tarea “formativa”, de acuerdo a la importancia que este higienista otorgaba a la educación sanitaria en la profilaxis de 138 DE ENFERMEROS A NURSES: INICIATIVAS FORMATIVAS Y FEMINIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA enfermedades (Pignetto, 1927: 13; 1923). El Plan Sanitario de este médico no fue aplicado en su conjunto, y muchos de sus proyectos se discontinuaron luego de su salida de la intendencia; entre ellos, el referido a enfermería. Sin embargo, en 1934 Pignetto elevó esta iniciativa nuevamente, pero ahora en el ámbito de la Facultad, y vinculado a su cátedra: una Escuela de Enfermeras Visitantes de Higiene Social. Nuevamente, el perfil propuesto atendía ya no a la asistencia de los practicantes de la medicina sino a la formación de un personal competente que contribuiría en la educación futura de las masas ciudadanas, lo que equivaldría a establecer unión entre el problema social y el problema médico, evitándose en gran parte la elevada morbi-mortalidad general y especialmente infantil que dice claramente que la miseria y el abandono domina en algunas esferas sociales por la ignorancia en materias sanitarias (Resoluciones, 1934, 1934: 242). LA ENFERMERÍA EN ESPACIOS EXTRAACADÉMICOS Hasta bien entrado el siglo XX, el Estado en sus distintos niveles no era el único ni el principal “prestador” de salud. Dejando de lado las instituciones pertenecientes a médicos, la infraestructura hospitalaria y la asistencia eran sostenidas por una multiplicidad de actores colectivos que iban desde sociedades de beneficencia hasta asociaciones étnicas, sumamente importantes en una provincia como Santa Fe, de gran impacto inmigratorio. Con la consolidación profesional de la medicina en la urbe portuaria, al contar no solo con su propia instancia corporativa –el Círculo Médico–, sino con una instancia formativa pro139 NATACHA BACOLLA E IGNACIO ALLEVI pia y un tendido estatal y privado más amplio, la escasez de personal capacitado en el cuidado de enfermos resultaba ineludible. Imagen 1. Entrega de diplomas a las samaritanas. Fuente: Boletín de la Cruz Roja Argentina. Comité Rosario (1937). I(10). Imagen 2. Enfermeras repartiendo frazadas. Fuente: Boletín de la Cruz Roja Argentina. Comité Rosario (1939). III(5). 140 DE ENFERMEROS A NURSES: INICIATIVAS FORMATIVAS Y FEMINIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA Sumado a esto, la Cruz Roja de Rosario editaba un Boletín de frecuencia mensual cuya importancia no debe disminuirse. Allí no solo informaban sobre las actividades locales, nacionales o internacionales de la asociación, sino que –junto a mencionar el desempeño local de las samaritanas y enfermeras que egresaban– el Boletín publicaba asiduamente artículos sobre nursing, acorde al impulso que la Cruz Roja ganaría con el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, solo en el año 1937 se publicaron trabajos de Effie J. Tailor –“El espíritu y el arte del nursing” (Boletín de la Cruz Roja Argentina, 1937: 13-15)–, Mercedes Milá –“El papel de la enfermera en la sanidad y la necesidad de una buena preparación profesional”, (Boletín de la Cruz Roja Argentina, 1937: 36-38)– y uno de Beatrice Edgell, “Obligaciones e ideales de la enfermera”, (Boletín de la Cruz Roja Argentina, 1937: 60-62). Imagen 3. Desfile de enfermeras y samaritanas. Fuente: Boletín de la Cruz Roja Argentina. Comité Rosario (1941). V(12). 141 NATACHA BACOLLA E IGNACIO ALLEVI DE ENFERMERAS A NURSES: LA EXPERIENCIA DE UNA ESCUELA UNIVERSITARIA Entre 1938 y 1939 la Facultad de Medicina de la UNL fue el escenario de una nueva iniciativa para la formación en enfermería, presentada por el director del Hospital Universitario del Centenario, Manuel González Loza. Además de sus funciones académicas, González Loza ejercía la recientemente creada dirección de sanidad de la provincia en el marco de un conjunto de nuevas instituciones implementadas por el gobierno de alineamiento concordancista, encabezado por Manuel de Iriondo. La misma formaba parte de una agenda más vasta del conservadorismo local, en la cual mantendrían un lugar destacado las políticas de sanidad y de asistencia social que se expresarían en varias reformas (Bacolla, 2016; Piazzesi, 2009; Macor y Bacolla, 2009). Este conjunto de transformaciones institucionales hizo evidente en dos principales sentidos una nueva relación entre formación técnica y administración. En primer lugar, la importancia casi permanente que mantuvieron las políticas sanitarias en la agenda de gobierno en la provincia y el proceso de complejización y despliegue de sus estructuras que encontramos a lo largo de los años 1930 pueden ser explicados en parte por las posiciones ocupadas por cuadros profesionales y técnicos, como hemos señalado más arriba, ya que sus principales cargos fueron ejercidos con relativa continuidad por figuras con trayectoria académica y ejercicio profesional en el campo, ampliamente insertos en sus asociaciones corporativas. En segundo lugar, estos nuevos vínculos entre formación técnica y administración se expresaban en la preocupación por la formación espe142 DE ENFERMEROS A NURSES: INICIATIVAS FORMATIVAS Y FEMINIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA cífica de quienes desempeñarían las tareas dentro de la gestión de la salud pública y la asistencia social. En ese sentido, desde la creación de la Comisión de Construcciones Hospitalarias, sus titulares advertirían la carencia de estas orientaciones formativas dentro de las universidades nacionales, proponiendo la organización de una carrera sanitaria dentro de la administración provincial, con ingresos por concurso, el sostenimiento de su perfeccionamiento en el exterior y una estabilidad garantida (Comisión de Hospitales y Asistencia Social, 1939). En dicha carrera no solo eran los médicos y sus auxiliares el foco de atención. Incluía también a ingenieros y arquitectos sanitarios; y con la organización de la acción social, el personal dedicado a la misma. En ese registro, durante la breve vida de las Juntas de Acción Social se pondrían en marcha en Rosario en 1942, y dos meses antes del golpe de 1943 en Santa Fe, sendos cursos de asistentes sociales, dando lugar a la Escuela provincial. Es en este marco donde debe situarse el proyecto propuesto por González Loza al Consejo Directivo de la Facultad de Medicina de la UNL. El mismo presentaba un plan de estudios elaborado y fundamentado, según se argumentaba sobre la base de las orientaciones sostenidas por la Asociación de Enfermería Americana y el Consejo Internacional de Enfermería con sede en Suiza (Pedrós, 1971). Tomaba como plataforma material la dotación que el Hospital Centenario tenía para la Escuela de Enfermeros –que funcionaba allí desde 1925– y sumaba una subvención provincial de 3.000 pesos moneda nacional –otorgada por la Comisión de Hospitales y Asistencia Social presidida por Irigoyen Freyre–. Dentro de la Facultad, David Sevlever –docente y funcionario provincial– sostendría su presentación y discusión, junto al decano David Staffieri, Juan Lewis y Enrique Hug –ambos becarios de la 143 NATACHA BACOLLA E IGNACIO ALLEVI Rockefeller Foundation (RF)– (Actas del Consejo Superior, 14/11/1939 y 17/11/1939). El proyecto encontró un consenso bastante general en el Consejo, con pequeñas objeciones referidas a limitar la injerencia de actores externos dentro del comité administrativo de la carrera, que quedaba en manos principalmente de representantes de la Facultad de Medicina y el Hospital, aunque asesorados por delegados del organismo provincial, representantes de corporaciones médicas de la provincia y un nuevo actor externo: la Rockefeller Foundation (Actas del Consejo Directivo, Acta N° 151, 23/12/1939). A pesar de la falta de enfermeras diplomadas en el país, la organización de la Escuela se encararía rápidamente gracias a las redes que algunos de los médicos involucrados, como el propio González Loza, habían tejido en estancias en diversas universidades, centros de salud norteamericanos y con organismos que apoyaban este tipo de intercambios, tal como la RF (Ramacciotti, 2017). Viabilizada por la sección internacional de esta última, se remitió un llamado a concurso a la asociación norteamericana entre las registered nurses, privilegiando la especialización, pero también la experiencia en organización de espacios formativos. La selección se realizó durante 1939, antes de la aprobación definitiva de la Escuela, siendo nombrada la candidata seleccionada, Jean Martin White, en la misma sesión del consejo directivo que aprobó el reglamento y plan de estudios de la Escuela. Graduada en el Kings College Nursing School; según el relato de Lewis Hackett, había ejercido en varios ámbitos dentro de territorio norteamericano –Bellevue, Yale–, temporariamente en China y, finalmente, dejaba un puesto en el Hospital de Mont Vernon, en Nueva York para asumir la regencia en Rosario (Hackett, 1940: 82-83). Sin embargo, la llegada de Martin White fue posible recién 144 DE ENFERMEROS A NURSES: INICIATIVAS FORMATIVAS Y FEMINIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA en mayo de 1940, debido al inicio de la Segunda Guerra Mundial a mediados del año anterior. La nueva institución comenzó así en junio de ese año, bajo su regencia y la dirección de González Loza. Imagen 4. Primera cohorte de la Escuela de Nurses de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional del Litoral, 1940. En la fotografía (c. 1940) tomada en la planta alta del pabellón de Administración del Hospital Centenario. En ella Mrs. White en el centro, flanqueada por los Dres. Irigoyen Freyre y Staffieri, el Director del Hospital Centenario y, a su derecha, entre el grupo de enfermeras y estudiantes, se encuentran las hermanas All y Rosa Pedrós. Facultad de Medicina. La Escuela admitía solo mujeres para cursar los estudios, que debían cumplir con todos los requisitos de ingreso de las otras carreras de la Facultad: nivel secundario completo –privilegiándose las egresadas de colegios nacionales y escuelas normales–, y haciendo hincapié en la “buena presencia” y certificación de buena conducta. La formación 145 NATACHA BACOLLA E IGNACIO ALLEVI se desarrollaría en tres años, contemplando un período de prueba de al menos un cuatrimestre para las alumnas postulantes, al cabo de cuyos exámenes quedarían finalmente admitidas. Si bien la carrera contemplaba el pago del arancel universitario, las seleccionadas se beneficiaban de una beca, con un modesto estipendio –subvencionado por el organismo de salud provincial–, además de asegurar la residencia durante el desarrollo de la carrera. El plan estaba compuesto por un conjunto de materias que se orientaban a dar “una formación científica y técnica en medicina”, complementadas por una formación específica en nursing. Los docentes involucrados contaban con una larga trayectoria universitaria, siendo muchos de ellos separados en 1943, luego del golpe de Estado y la intervención nacionalista y católica de Bruno Genta a la Universidad. La estructura curricular se comprendía de Anatomía y Fisiología, Bacteriología, Química, Materia Farmacéutica (elemental y avanzada), Materia Médica y Terapéutica (elemental y avanzada) y Dietética (avanzada), Patología, Clínica Médica y Psicología y Nursing psiquiátrico (Actas del Consejo Directivo, Acta N° 156. Serie A. Sesión 27/10/1941). La regenta Martin White quedó a cargo del resto de los espacios de enseñanza: Ética de nursing; Higiene personal; Nursing teórica y práctica, Nursing médico y Práctica de Nursing avanzada (Actas del Consejo Directivo, Acta N° 129 Serie A. Sesión 8/08/1940; Acta 132. Serie A. Sesión 25/09/1940). El conjunto de instructoras, también extranjeras, se completó al poco tiempo, reclutadas con ayuda de la RF, con el objeto de supervisar las prácticas: Lilette Galand –suiza–, Lisette Gorsten –del Hospital Británico de Buenos Aires– y Esther Hirst, otra norteamericana. 146 DE ENFERMEROS A NURSES: INICIATIVAS FORMATIVAS Y FEMINIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA Como relata Lewis Hackett en sus crónicas,1 el nombre de la carrera mantenía la denominación Nurses para distanciarse de la identificación con las y los enfermeros que en el sentido común de época estaba asociada a labores destinadas a sectores de bajos recursos económicos y culturales, y así reclutar a jóvenes de clase media (White, 1941).2 Con este perfil, aspiraban a formar enfermeras profesionales, con una base educativa previa y con una “inclinación científica”. El primer reclutamiento de jóvenes se organizó con Lewis, Hug y Sevlever, seleccionando unas ocho candidatas, de las cuales finalmente fueron admitidas cinco: Irene Abad, Lourdes del Rey, Hilda Cajal, Berteline Talpalar, y María de Borzi. La incorporación de alumnas no fue fácil durante los casi seis años que duraría la experiencia, aunque ascendió hasta llegar a promediar la decena por año, como podemos ver en la imagen 4, donde además destaca visualmente la centralidad de White como instructora y el nutrido grupo de alumnas que la acompañaba. Esta dificultad volvió necesaria la propaganda constante entre las estudiantes de los últimos años de las escuelas normales y liceos de señoritas de la región, llegando a “tentarlas” a minutos de inscribirse en otras carreras de la facultad mientras hacían las filas en la oficina de alumnado, como recuerda una de las reclutadas en 1943, Rosa Pedrós.3 La mayor parte no eran oriundas de Rosario, sino de ciudades aledañas, y el ofrecimiento de residencia y beca para el estudio jugaba 1. Hackett era un médico malariólogo, delegado en América Latina de la International Division Health de la Rockefeller Foundation (Ramacciotti, 2017). 2. En las entrevistas con ex alumnas además se subraya la disciplina y “la formación cultural” que recibían fuera de la sala, en el internado en el cual residían con varias de las instructoras extranjeras. 3. (Entrevista a Rosa Pedrós, 22/07/2006). Le agradecemos a Alejandra Chervo el acceso a las desgrabaciones de dicha entrevista. 147 NATACHA BACOLLA E IGNACIO ALLEVI en muchos casos un papel importante, como lo confirman varios testimonios (Entrevista a Juana D’Arco, 03/04/2007). A pesar de los apoyos dentro de la Universidad, las nuevas agencias provinciales y la RF, la experiencia tuvo varios obstáculos. En primer lugar, económicos, tanto para cubrir el funcionamiento como para el pago de los sueldos de quienes dictaban los cursos. A ello se sumaba la inadecuación de la infraestructura del hospital universitario para las prácticas de la “enfermería moderna”, sobre lo cual White afirmaba que una enfermera de finales del siglo XIX se sentiría “en casa”. En segundo lugar, si bien en sus inicios el Hospital Centenario ofreció un espacio para la residencia, el dictado de clases y las prácticas, estas condiciones cambiaron cuando González Loza dejó su dirección. Las nuevas rutinas eran vistas con reticencias por algunos sectores, pues contrastaban con aquellas de enfermeros y enfermeras prácticos, que suplían a la mayor parte del hospital, así como las hermanas franciscanas. Muchas de estas últimas, menciona White, se interesaron en ingresar en la escuela, aunque, excepto una, no lo lograrían, pues su bajo nivel de instrucción les dificultaba seguir los cursos (Hackett, 1943; White, 1941). La escuela cambió su nombre en 1943, al de Nurses y Visitadoras de Higiene. Su plan de estudios incorporaba, así, nuevos enfoques en torno a la enseñanza y prácticas de la salud pública en sus cursos básicos, siendo la norteamericana Esther Hirst –representante de la RF– la encargada del asesoramiento en estas asignaturas (Pedrós, 1971). Por otra parte, se incorporó un intenso trabajo de campo, que como señalan algunas de las egresadas, implicaba “una gran dosis de ellas (prácticas de salud Pública) en las villas, en las escuelas… yo 148 DE ENFERMEROS A NURSES: INICIATIVAS FORMATIVAS Y FEMINIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA tenía diez escuelas para poder trabajar con el médico y visitar cada semana a los niños” (Entrevista a Rosa Pedrós, 22/07/2006). Para 1944, la escuela contaba con más de una veintena de egresadas, y la incorporación de nuevas rutinas en varias salas del Hospital Universitario: biombos en torno a los pacientes, para mantener la privacidad durante el aseo u otras prácticas; armarios para las pertenencias de los internados; salas de aislamiento para el tratamiento de enfermedades infectocontagiosas; como también el mejoramiento del acondicionamiento edilicio con calefacción y agua. Sin embargo, con la reorganización del Ministerio de Salud Pública y Trabajo luego del golpe, el desplazamiento de su elenco y la consecuente pérdida de vínculos aceitados por años con los representantes de la RF, implicó un golpe para la continuidad de la Escuela, que terminó con la expulsión de Jean Martin White y sus colaboradoras en los inicios de 1945, en un tenso clima de radicalización nacionalista. La imposibilidad de reemplazarlas llevó a una desorganización de sus cursos que no pudo ser remontada, incluso poniendo al frente de las prácticas a sus alumnas avanzadas. La movilización política del estudiantado llevó, además, a tensiones que derivaron en el cierre de su internado en los inicios de 1946 (Hackett, 1945: 64). Con un funcionamiento discontinuo, finalmente en 1949, a instancias de Juan Carlos Caccia –su nuevo director–, se regularizó un plan de estudios que buscaba que las alumnas perjudicadas pudieran concluir su formación, retomando como principal objetivo el enunciado en 1943: “formar un personal técnico científicamente capacitado y moralmente respetado para colaborar en el cuidado de los enfermos asistidos por facultativos y para desempeñar las funciones propias de las visitadoras de higiene” (Actas del Consejo Directivo, Sesión 28/10/1949). Por 149 NATACHA BACOLLA E IGNACIO ALLEVI otra parte, institucionalizaba “el concurso de calificaciones” para la selección de “ayudantes instructoras” entre las nurses graduadas; y mantenía una estructura curricular similar a la vigente desde 1943, aunque reducido a dos años, siendo el primero básico y el segundo con orientación exclusiva hacia una u otra especialidad: nurse o visitadora de higiene. Sin embargo, a pesar que en las memorias institucionales se verifica un funcionamiento más o menos ininterrumpido, este período quedaría borrosamente al margen de las memorias de sus egresadas que luego serían figuras centrales para la conformación de la Escuela Universitaria de Enfermería, entre los años 1958 y 1960, con una amplia articulación nuevamente entre los organismos provinciales y la Organización Panamericana de la Salud. EL PERONISMO Y SU PROPIA ESCUELA PROVINCIAL El golpe de Estado de 1943 tuvo su correlato provincial con las intervenciones de 1944 y 1945, las cuales, junto con los primeros años de la experiencia peronista, promovieron enfáticamente la formación y capacitación de técnicos para distintas áreas del Estado (Bacolla, 2003). Esto continuaba, en verdad, un discurso presente desde finales de la década de 1930 en pos de una carrera sanitaria provincial, que en parte reformuló los contenidos propios de las carreras abocadas al cuidado de la salud y la asistencia, y la enfermería no estuvo exenta. Junto a la Escuela de Servicio Social y la organización de una Escuela de Visitadoras de Higiene por la filial local de la Cruz Roja, en base a un proyecto gestado desde el Ministerio de Salud Pública y Trabajo –creado en 1941–, se impulsó la creación de una Escuela de Sanidad, 150 DE ENFERMEROS A NURSES: INICIATIVAS FORMATIVAS Y FEMINIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA con sede en la Facultad de Ciencias Médicas rosarina. Este proyecto apuntaba a formar y generar vocaciones para un cuerpo de expertos en salud pública, con el objetivo de apuntar a “medicina de Estado de carácter integral” (Revista de Sanidad, Asistencia Social y Trabajo, 1945: 59). Esta iniciativa ofrecía un curso para especializarse como Médico Higienista, y durante 1947 se convirtió en Facultad de Higiene y Medicina Preventiva, ampliando sus terminalidades.4 Este perfeccionamiento se apuntalaba por los contactos asiduos con la Oficina Sanitaria Panamericana y sus becas para la Universidad John Hopkins. Durante el Segundo Plan Quinquenal se reforzó el papel del instituto fortaleciendo su planta docente y promoviendo un sistema de becas para funcionarios provinciales y nacionales del área (Facultad de Higiene y Medicina Preventiva, 1955: 5-8; Piazzessi y Bacolla, 2015). Junto a esta, desde 1945, también la Escuela de Servicio Administrativo y Sanitario de la provincia, bajo la dirección de Roberto Lavagna (Revista de Sanidad, Asistencia Social y Trabajo, 1945: 77-79). Como vemos, en el contexto de este conjunto amplio de iniciativas, la necesidad de fortalecer la enfermería era un corolario esperable, sobre todo para insertar su lugar en el marco de una renovada salud pública: surgió así, en 1948, la Escuela de Enfermeras en Salud Pública dependiente del Estado provincial. Esta iniciativa, sin embargo, fue concebida bajo algunos criterios radicalmente distintos respecto a la experiencia universitaria previa. Con sede en las ciudades de Rosario y Santa Fe, la concepción de 4. Entre 1948 y 1949 se agregaron las de Odontólogo Sanitario, Educador Sanitario, Técnico en Inspección Sanitaria, Técnico en Administración Hospitalaria, las que se completaron en 1952 con la apertura del curso de Ingeniero Higienista. 151 NATACHA BACOLLA E IGNACIO ALLEVI la carrera se inscribía en los planes más amplios del Ministerio de Salud: apuntaba a formar 1000 enfermeras no solo capacitadas, sino predispuestas vocacionalmente para cumplir con las necesidades asistenciales de “personal complementario” para los hospitales tanto existentes como proyectados (Ministerio de Salud Pública, 1948: Decreto N° 3055). Ahora bien, si el proyecto de la Escuela contemplaba dos sedes, en la ciudad de Santa Fe tuvo más dificultades al no contar con un espacio propio, pues inicialmente se había localizado en un piso desocupado del Hospital de Niños Eva Perón de la capital provincial. Al habilitarse dicha sala para sus funciones originales, se redujo el espacio disponible para la Escuela a tan solo dos habitaciones, y obligó a modificar su régimen hacia un semiinternado (Ministerio de Salud Pública, 1949: Nota 23/2/49; Resolución M65). El plan de estudios duraba dos años y contaba con un nutrido grupo de asignaturas. En primer año se dictaban Anatomía y Fisiología, Bacteriología, Clínica Médica, Dietética; Esterilización, Ética Profesional, Farmacología y Toxicología, Física y Química, Higiene, Historia de la Enfermería, Medicamentos, Moral, Organización Sanitaria del país, Patología, Práctica de Enfermería. El segundo año, por otro lado, se componía de Administración Hospitalaria, Cirugía General, Dermatosifilografía, Enfermedades Infecciosas, Enfermería de Salud Pública, Ginecología, Moral, Obstetricia, Oftalmología, Ortopedia, Otorrinolaringología, Pediatría y Puericultura, Práctica de Enfermería, Psicología, Psiquiatría, Radiología y Fisioterapia, Urología. El régimen de cursado contemplaba un internado, así como la gratuidad de la enseñanza, y los primeros seis meses eran preparatorios, a condición de que las “aspirantas” aprobasen todas las asignaturas obligatorias. Como puede verse en las materias que integraban su 152 DE ENFERMEROS A NURSES: INICIATIVAS FORMATIVAS Y FEMINIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA plan, la formación prevista contenía algunos elementos interesantes, pues junto con los conocimientos biológicos, químicos y sanitarios, el primer año incluía asignaturas que consolidaban la especificidad del campo disciplinar en conjunción con los intereses más amplios del peronismo en la cuestión, como historia de la enfermería, organización y administración sanitaria o enfermería de salud pública. Sin embargo, este importante avance en la potestad de las enfermeras como especialistas en la gestión de los establecimientos sanitarios y su lugar en el campo de la salud pública, se opacaba al reintroducir el plano religioso en asignaturas como “Moral” –en ocasiones mencionada como “Religión”–, cuyo dictado recaía sobre el presbítero Guillermo Muller. En este sentido, una de las mayores diferencias respecto a la experiencia universitaria residía en que la dirección de la Escuela estaba a cargo de la Congregación de las Hermanas de la Santa Cruz: Sor Seráfica Zeilnhofer era la regente, y el cuerpo de instructoras –encargadas de las actividades prácticas– se componía de las hermanas Sor Johana Thea Schappel, Sor Mónica María Glotz y Sor María Benedicta Barz, todas ellas diplomadas como enfermeras (Ministerio de Salud Pública, 1948: Decreto N° 3379). Esta contradicción no es anecdótica si recordamos los avances producidos en la secularización y especialización académica de estos ámbitos desde la experiencia municipal de Clemente Álvarez y su Escuela. El cuerpo docente también se integraba por los médicos Carlos Blanda, José María Camo Ablas y Oscar G. Bonazzola en la sede de Santa Fe, y de Emilio Solodkow, Domingo Giraudo y Eugenio Tolcachier para la rosarina. Los criterios de selección de las interesadas incluían aspectos intelectuales, morales y físicos: debían tener entre 18 y 30 años de edad, pesar entre 45 y 70 kilos, una talla entre 1,50 y 1,70m, y de contar con 153 NATACHA BACOLLA E IGNACIO ALLEVI estudios hasta sexto grado. Cada alumna tenía una ficha individual detallada sobre su estado de salud mientras cursaba sus estudios, donde se controlaba periódicamente su peso, talla, análisis de sangre y exámenes médicos periódicos. Las expectativas de conducta de sus estudiantes eran otro tema considerado. El reglamento señalaba que debía ser intachable dentro y fuera de la institución, “conservar el mantenimiento de la moral, orden y aseo en los servicios hospitalarios y en el hogar” y “guardar el más absoluto secreto profesional”, junto con su predisposición al estudio de manera constreñida y dedicada (Ministerio de Salud Pública. Escuela de Enfermeras en Salud Pública. Reglamento, 1948: 3). La influencia de la religión en la concepción de la Escuela se observaba también en los actos de ingreso, que adoptaban una liturgia específica: cuando eran admitidas como alumnas regulares –pasados seis meses y aprobadas las asignaturas reglamentarias–, se realizaba una ceremonia religiosa donde se les entregaban los uniformes e insignias especiales aprobados por el Ministerio, junto con la bendición del ministro eclesial designado por la agencia estatal (Ministerio de Salud Pública. Memoria de la Escuela de Enfermeras en Salud Pública, 1948). REFLEXIONES FINALES En este recorrido, buscamos abordar iniciativas y proyectos formativos e institucionales diversos que recogieron una preocupación epocal en torno a la especialización de la enfermería y su definición como profesionales del cuidado. Lejos se encuentran estos intentos de ser exclusivos de un puñado de ciudades y regiones de nuestro país. Bien por el contrario, reflejaban un conjunto de procesos disciplinares y 154 DE ENFERMEROS A NURSES: INICIATIVAS FORMATIVAS Y FEMINIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA sociales mucho más amplios, uno de cuyos tempranos ecos sucedió en la ciudad portuaria de Rosario. Por un lado, una corporación médica “diplomada” cada vez más profesionalizada reclamaba un mayor contralor sobre las y los encargados del cuidado de pacientes, y con ello crecía su interés por fortalecer su formación. Pero también, un conjunto no menor de debates trasnacionales y el contexto abierto por la primera Guerra Mundial ubicaban a la enfermería en un lugar distinto en el campo de la salud, al tiempo que reconocían su experticia. En este marco, pensamos y recorrimos genealógicamente la experiencia formativa de este campo específico de la enfermería en la provincia de Santa Fe, con eje en los avances institucionales concretados en la ciudad de Rosario. En el cruce entre dinamismo profesional de los galenos, reformas estatales y consolidación de la universidad, la enfermería fue conceptualizada y estimulada a partir de objetivos diversos: desde la primera Escuela de Enfermeros encabezada por Clemente Álvarez en 1911, su formalización en la Facultad de Ciencias Médicas en 1925, la propuesta del intendente y titular de la cátedra Medicina Social en 1925 y 1934, o bien las iniciativas del ámbito civil, en el caso de la Sección Rosario de la Cruz Roja Argentina. Un salto cualitativo en la materia, sin embargo, se produjo hacia fines de los treinta, con la formalización de la Escuela de Nurses de la Universidad: tanto por la concepción curricular, los contenidos dictados y la articulación con el Estado provincial en plena racionalización. Pero especial interés ganan aquí los vínculos generados con la Rockefeller Foundation, relación que habilitó la llegada de saberes y expertas en nursing. Esta experiencia se vio interrumpida por el devenir de la vida política argentina con la intervención de 1943 y su impacto en la Universidad y el Estado provincial. La siguiente propuesta se configuró de 155 NATACHA BACOLLA E IGNACIO ALLEVI manera diversa, en línea con la programación que la arena nacional trajo desde 1946 con el ascenso del peronismo, tanto por los actores convocados como por los contenidos de la formación. En este sentido, luego del derrocamiento del peronismo, ambos espacios de formación –universitario y provincial– transitaron sendas paralelas. En resumen, la riqueza de estos trayectos reside en que permiten observar una articulación particular entre el Estado –en sus distintos niveles–, la Academia, la política y la sociedad civil, la cual dio lugar a distintos intentos formativos. Dicha vinculación, además, da cuenta de las diversas formas en que el funcionariado y las agencias estatales fueron constituyéndose a lo largo de dos décadas. Desde allí, la posibilidad de analizar la profesionalización de la enfermería puede pensarse enmarcada en una serie de iniciativas que, en su vínculo con el devenir de la medicina, fueron habilitando su conformación como carrera especializada, profesionalizada y, fundamentalmente, feminizada. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS FUENTES PRIMARIAS Álvarez, C. (1916). Manual del enfermero. Rosario: Establecimiento Gráfico Woelflin. 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Se trató de formas divergentes de ejercer el cuidado del otro, que coexistieron e intercambiaron el lugar de preponderancia de acuerdo con variables como las características del Estado y de la implementación de las políticas públicas; las particularidades del sistema de salud local; las características de la modernización santafesina y los desafíos que presentó la cuestión social en las primeras décadas del siglo XX. Por esto, en la mayor parte del período coexistieron diferentes agentes, como las enfermeras empíricas devotas, aquellos que se formaron en 163 MARIELA RUBINZAL, VIVIANA BOLCATTO Y PAULA SEDRAN la Cruz Roja, las samaritanas y las visitadoras de higiene. Si bien el Estado provincial estuvo a la vanguardia en materia sanitaria, no se vinculó directamente con la profesionalización de enfermeras y enfermeros hasta 1947, cuando se creó una escuela en Santa Fe y otra en Rosario, que dependieron del Ministerio de Salud Pública. LA MATRIZ CATÓLICA EN LA FORMACIÓN DE ENFERMERAS La figura de la samaritana se mantuvo vigente como referente cultural del cuidado de la salud durante la primera mitad del siglo XX. La matriz católica que la contuvo guio la práctica en enfermería de las mujeres de los sectores acomodados. El carácter caritativo de su labor atravesó sus prácticas y puede citarse como ejemplo la atención estrictamente gratuita que brindaron a los sectores más pobres. Proveniente del discurso religioso, el arquetipo del samaritano es un sujeto dadivoso que, sin contar con otro capital que su capacidad de ayudar puede hacer por el prójimo mucho más que cualquier religioso. Si bien el samaritano atiende al desvalido, no lo lleva a su casa, ni le da todo su dinero. Es mucho menos de lo que pide Jesús, pero mucho más de lo que el común de los hombres parece estar dispuesto a hacer. En este sentido, las acciones del buen samaritano son una respuesta operativa a una necesidad inmediata ante un momento desafortunado (Carrère, 2015). En relación con lo anterior, es importante resaltar que los destinatarios del accionar de las samaritanas siempre fueron pobres, sobre todo mujeres, que atravesaban situaciones de enfermedad, viudez o pobreza extrema al momento de recibir su atención. Las asociaciones católicas que actuaron bajo el designio del buen samaritano utilizaron una particular forma de intervención: las vi164 ENFERMERAS Y VISITADORAS DE HIGIENE RECORRIENDO EL CAMINO DE LA PROFESIONALIZACIÓN sitas domiciliarias. Estas eran realizadas por laicos que relevaban los problemas que existían en los hogares pobres. De esta manera, se generaba un registro con los nombres y las necesidades de cada familia visitada cuyo objeto era dirigir el socorro de manera eficiente y, con ello, los visitadores se convertían en agentes intermedios entre las familias visitadas y la caridad. Las damas de Caridad de San Vicente de Paúl, siguiendo el modelo católico francés, intentaron dar las respuestas que el Estado no brindaba a problemas sociales (como la enfermedad, la vejez, la miseria y la desocupación) y de esta forma contribuyeron a mantener determinadas relaciones de poder. Estas mujeres, por el lugar que ocupaban en la sociedad, tenían la facultad de activar redes y contactos para obtener los recursos materiales que necesitaban (Vaca, 2013). Las mujeres de la Sociedad de Beneficencia (SB) en la ciudad de Santa Fe gestionaron, desde el período de formación del Estado, la atención sanitaria en el Hospital de Caridad (Sedran, 2014). La idea del cuidado amoroso, la caridad y la dádiva, esto es, una idea de cuidado del otro mucho más comprehensiva que la que terminaría primando como producto de la profesionalización de estas tareas y de la intervención directa del Estado sobre su gestión, se explicita en los documentos de la institución desde sus orígenes: “esta Asociación que tiene por principal objeto concurrir allá donde hay una lágrima que enjugar, un padecimiento que aliviar, una miseria que remediar” (Archivo de la Sociedad de Beneficencia de la Capital, 1900: 22). El funcionamiento de la SB estaba asegurado principalmente por las subvenciones que recibían de los poderes públicos a nivel nacional, provincial y municipal, y también por las donaciones de particulares, de firmas comerciales y de escuelas. Su actuación en el Hospital de 165 MARIELA RUBINZAL, VIVIANA BOLCATTO Y PAULA SEDRAN Caridad fue muy importante porque se trataba del único lugar de atención hasta las primeras décadas del siglo XX. Según algunas estimaciones, para los años cuarenta se atendían más de 13.000 enfermos internados cada año, además de las otras prácticas (Genolet, 2004; Piazzesi y Bolcatto, 2011). La SB no solo cuidó de los sujetos que recibía en el Hospital, sino que tuvo injerencia en decidir quiénes eran recibidos y quiénes no. Esto generó tensiones con el Estado a quien demandó sostenidamente erogación de recursos para el desarrollo de estas funciones (Sedran, 2014). Un ejemplo interesante de lo anterior es la moción, aprobada por asamblea anual de la SB, de construir un ala para presos en el hospital. Según la mirada de las damas, estos sujetos no debían alojarse junto a los demás enfermos, pero no solo por su supuesta peligrosidad, sino porque además ya habían sufrido en carne propia las privaciones de un Estado que aún no se hacía presente de manera suficiente en el cuidado de la salud. Estas mujeres pensaban que los presos no eran solo hombres peligrosos sino, antes bien, “los que sufren en el lecho del enfermo las dolencias de sus propios excesos” (Sociedad de Beneficencia de la Capital, 1900: 54). Siguiendo esta línea argumentativa, se presentó un proyecto de ampliación del Hospital ante las socias, para que aprobasen solicitar los fondos al Estado provincial argumentando la función de la piedad como alivio a los males sociales. Por lo tanto, luego de haber determinado el servicio prestado a la justicia y reafirmado su función social indelegable, concluían que el “abandono en que se encuentran los enfermos de la cárcel pública” (Archivo de la Sociedad de Beneficencia de la Capital, 1900: 43) era razón suficiente para conseguir el dinero y mejorar el asilo. Dicha idea del cuidado se materializó en la cotidianeidad del hospital en la labor de un grupo de monjas, traídas por la SB y radicadas en 166 ENFERMERAS Y VISITADORAS DE HIGIENE RECORRIENDO EL CAMINO DE LA PROFESIONALIZACIÓN la ciudad desde la creación del hospital, que se ocupó de cuidar a los pacientes y cuyos estipendios también resultaron fruto de amargas lamentaciones de las damas. El atraso en su pago resultó frecuente pues, según dejaron sentado sucesivas presidentas en sus informes anuales, las rifas y los bingos no dejaban una recaudación suficiente y el Estado, dependiendo de sus vaivenes políticos y presupuestarios, no siempre era regular en su erogación de fondos (Dalla Corte Caballero, Ulloque y Vaca, 2015). Como menciona Sedran (2014), en la ciudad de Santa Fe, las rifas y kermeses fueron prioritariamente un elemento propagandístico en el contexto de la construcción dilatada del Hospital de Caridad. Si bien el Estado avanzó conforme transcurría la primera mitad del siglo sobre tareas que antes delegaba en la SB, es destacable cómo estas mujeres integraron no solo otras asociaciones volcadas a la materia, sino los comités de las primeras escuelas para enfermería creadas en la provincia con lo cual el tejido del cuidado para la salud se forjó en buena medida por actores que sostenían la antedicha idea católica del cuidado. Otra vertiente institucional de esta idea se corporizó en la acción de la Asociación del Magisterio Católico (fundado en 1934) que, en octubre de 1935, organizó en la ciudad de Santa Fe un curso de Primeros Auxilios. El mismo estaba destinado a las maestras, que muchas veces se encontraban en la necesidad de brindar atención primaria a sus alumnos. La importancia de este curso radica en que dio puntapié a la formación de otros espacios. En efecto, el éxito de la convocatoria y el interés de las alumnas favorecieron al año siguiente la creación de una Escuela de Enfermería bajo el auspicio de la Asociación del Magisterio Católico, cuya primera cohorte de egresadas puede verse en la imagen 1. El 167 MARIELA RUBINZAL, VIVIANA BOLCATTO Y PAULA SEDRAN plan de estudios fue adoptado del de la Cruz Roja Argentina y recibió autorización del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación para funcionar en el domicilio del Colegio Nacional. Así, quedó establecida la primera Escuela de Enfermeras de Santa Fe el 17 de abril de 1936, que contó con la colaboración de reconocidos médicos de la ciudad (Asociación de Maestras Católicas, 1935: 42). Imagen 1. Primeras egresadas del curso de la Asociación del Magisterio Católico. Fuente: Archivo de la Cruz Roja Santa Fe. Estas mujeres, que pertenecían a familias patricias de la ciudad, se ofrecieron para trabajar en el Hospital de Caridad y contribuir en la obra de asistencia social. Muchas de ellas no pudieron ingresar por lo que decidieron fundar un Consultorio Gratuito de la Escuela. Raquel Gómez Iriondo manifestó que estas profesionales tenían una capacidad y “una noción del dolor distinta de la común que mueve a la filantropía y a la limosna” (Asociación de Maestras Católicas, 1935: 42). Esta primera experiencia formativa asociada a la matriz 168 ENFERMERAS Y VISITADORAS DE HIGIENE RECORRIENDO EL CAMINO DE LA PROFESIONALIZACIÓN católica estaba destinada exclusivamente a mujeres, aspecto que cambiará en otros espacios de profesionalización. De esta manera, la enfermería funcionaba como una extensión de lo doméstico y maternal (igual que la docencia) ya que, como señala Martin, la división del trabajo sanitario se estructuró respecto de cierta idea de la naturaleza femenina y masculina, la cual implicaba que “los médicos se manejaban en el campo científico y las enfermeras, en cambio, en el empírico” (Martin, 2012: 2). LA FORMACIÓN LAICA DE AGENTES SANITARIOS A contramano de la tendencia general a feminizar la matrícula de las escuelas, la Cruz Roja de Santa Fe creó una academia de enfermeras y enfermeros. Esta entidad también ofrecía otras carreras asociadas a la enfermería tales como las samaritanas, las visitadoras de higiene social, y los guardavidas. En efecto, la “Escuela Mixta de Enfermeros de la Cruz Roja Argentina” fue inaugurada en 1940 rompiendo con el paradigma predominante que excluía a los varones de esta actividad y feminizaba −casi de manera absoluta− la tarea. La inauguración fue un evento destacado por la prensa, ya que la institución contaba con el apoyo de la parte más acomodada de la sociedad santafesina, lo cual se reflejaba en la difusión regular de su labor en la prensa local a través de notas y fotografías, algunas de las cuales integran hoy el archivo de la institución, como puede verse en la imagen 2. Los recursos eran destinados, entre otras cosas, a sostener los consultorios gratuitos que funcionaban en un lugar céntrico de la ciudad, que abarcaban clínica general y diversas especialidades. También se colocaban vacunas e inyecciones; se realizaban curaciones y se entregaban remedios en forma gratuita (El Litoral, 1951). 169 MARIELA RUBINZAL, VIVIANA BOLCATTO Y PAULA SEDRAN Imagen 2. Enfermeras de la Cruz Roja con su uniforme distintivo. Fuente: Archivo Florián Paucke de la Provincia de Santa Fe, s./f. La Escuela de Enfermeros que dependía de la Cruz Roja desarrolló una importante tarea en la ciudad, ya que vino a llenar un vacío. Según la prensa, en los establecimientos hospitalarios santafesinos “venía actuando personal sanitario que salvo pocas excepciones no contaba con títulos habilitantes” (El Litoral, 1944). En esta escuela las enfermeras y los enfermeros profesionales eran preparados por médicos que dictaban los cursos teóricos y prácticos. Los egresados se insertaban rápidamente en distintos hospitales y sanatorios. Al finalizar 1943 se diplomaron 12 mujeres y 4 varones, aunque sobre la incorporación de estudiantes y egresados varones no hemos podido recabar fuentes que especifiquen si tenían una contraprestación salarial por sus servicios (diferenciada de las mujeres) ni si recibían un entrenamiento específico para tareas consideradas especiales para ellos. Las materias que debían cursar y aprobar en el primer año eran Anatomía, Puericultu170 ENFERMERAS Y VISITADORAS DE HIGIENE RECORRIENDO EL CAMINO DE LA PROFESIONALIZACIÓN ra, Primeros Auxilios e Higiene. En el segundo año Medicina Infantil, Enfermedades Infecciosas, Primeros Auxilios, Dietética. El tercer año estaba dedicado a cursar teoría y práctica. Las actividades para recaudar fondos eran múltiples e incluían desde venta de cosméticos de alta calidad hasta ventas de refrigerios en diferentes eventos tradicionales, como, por ejemplo, la exposición anual de la ganadería y la industria en la Sociedad Rural, como vemos en la imagen 3. La promoción y la venta de productos cosméticos, bajo el asesoramiento de una profesional para lograr el cuidado de una piel sana, el maquillaje moderado en rostro y uñas, el arreglo del cabello y la higiene bucal y personal sirvieron a los fines de revalorizar los atributos femeninos. De esta manera, en las actividades de visibilización y recaudación de fondos se conjugaban la imagen de una mujer moderna, el consumo de nuevos productos cosméticos, las exigencias del mercado laboral y la importancia de la apariencia externa (Queirolo, 2015). Imagen 3. Curso de belleza de Elizabeth Arden en el Hotel Castelar para recaudar fondos para la Cruz Roja Santa Fe. Fuente: El Litoral (20 de mayo 1950). 171 MARIELA RUBINZAL, VIVIANA BOLCATTO Y PAULA SEDRAN En junio de 1941, durante la gobernación de Joaquín Argonz, se produjo una reforma ministerial a través de la cual se creó el Ministerio de Salud Pública y Trabajo. La competencia de la sección dedicada a la salud pública era el estudio y diseño de la legislación sanitaria, la higiene social; las campañas y/o acciones de prevención y asistencia social; y la educación sanitaria. Es importante señalar que los principales funcionarios de esta área pensaron tempranamente en una organización sanitaria integral (Bolcatto, 2019). Bajo este prisma la enfermedad era considerada un hecho social que se relacionaba con los problemas económicos, sociales, laborales y educacionales de la comunidad (Belmartino, Blosch, Carnino y Persello, 2013). La modernización en materia sanitaria incluyó a las zonas rurales a partir de un ambicioso plan de construcción de estaciones sanitarias (hospitales) distribuidas en forma homogénea en todo el territorio provincial (Unificación y coordinación de los servicios de sanidad, 1939). El plan incluía la licitación para la construcción de 61 hospitales con el objetivo de revertir la ineficaz e insuficiente atención sanitaria en dichas zonas (El Litoral, 1942). En la zona norte, por ejemplo, existían dispensarios que no contaban con los recursos necesarios para la atención. Abelardo Irigoyen Freyre, por entonces presidente el Departamento de Salud Pública, señalaba que esta inversión −en el marco de la Ley N° 2858− pretendía transformar la realidad de los dispensarios rurales que “carecen de medios de conexión eficaces con los organismos sanitarios superiores, limitándose a realizar exclusivamente una tarea médico curativa incompleta y una reducida profilaxis por medio de la vacunación” (El Orden, 1940). Con la construcción y puesta en funcionamiento de los 61 hospitales la provincia estaría en condiciones de realizar una tarea médico-preventiva y so172 ENFERMERAS Y VISITADORAS DE HIGIENE RECORRIENDO EL CAMINO DE LA PROFESIONALIZACIÓN cial oportuna, controlar la higiene general a los efectos de la aplicación de las leyes y disposiciones sanitarias vigentes. Uno de los problemas que se plantearon al momento de diseñar este plan fue la necesidad de contar con un personal capacitado en forma permanente. La mayoría de los trabajadores sanitarios no residían en las zonas de los nuevos hospitales, por lo que se resolvió incluir en el diseño de la planta del hospital rural una vivienda para alojar al personal. Los miembros de la clase alta santafesina participaron a través de donaciones de terrenos y también de la construcción completa de un hospital. El diario El Orden aplaudió estas iniciativas que argumentaba era muy común en otros países como Estados Unidos y poco frecuentes en el nuestro. Las construcciones fueron realizadas con prontitud, y al año siguiente de la puesta en marcha del plan (iniciado en 1940) se podían constatar la existencia de varios hospitales rurales en la zona cercana a la ciudad capital. Sin embargo, muchas de las construcciones permanecieron vacías por falta de la habilitación correspondiente, con lo cual era muy difícil la aplicación del plan general de mejoramiento de la organización sanitaria. Los edificios que se inauguraron en estos años fueron bendecidos y en muchos casos las habitaciones contaban con crucifijos. Si bien la Escuela de la Cruz Roja proporcionaba personal habilitado para trabajar en los nuevos hospitales rurales, la disponibilidad de agentes era menor a la que se necesitaba. Los datos sobre egresados de esta escuela en la ciudad de Santa Fe durante sus primeros 7 años (1940-1947) fueron: 192 enfermeras y enfermeros; 48 samaritanas; 91 guardavidas; 9 instrumentadoras; 5 en especialidades que no se detallan en la fuente (El Litoral, 1951). Para subsanar esta limitación, en 1949 se crearon los Centros de Enseñanza para Enfermeras 173 MARIELA RUBINZAL, VIVIANA BOLCATTO Y PAULA SEDRAN Rurales dependientes del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social. Los estudios en estos centros educativos duraban un año, durante el cual se impartían conocimientos teóricos durante los primeros seis meses y, luego, sobrevenía una práctica intensiva en los hospitales rurales. El título que otorgaban era el de “Enfermera rural” (en género femenino), que era una ocupación comúnmente ejercida por mujeres que contaban con un conocimiento empírico. De esta manera se esperaba que los institutos rectificaran dos cuestiones: la insuficiente preparación de los auxiliares sanitarios y las magras remuneraciones (El Orden, 1949b). Durante el peronismo, se crearon dos escuelas de enfermeras, una en Santa Fe y otra en Rosario, mediante un decreto del poder ejecutivo provincial (1947). En ambas ciudades existían escuelas que “funcionan bajo el control de entidades privadas, las que, a pesar de su buena voluntad, espíritu de sacrificio y decisión humanitaria, no han podido resolver todos los problemas vinculados con la enseñanza de esa especialidad asistencial” (El Orden, 1947). Lejos de ser desplazada, la Cruz Roja sostuvo su escuela de enfermería a pesar de que atravesaba dificultades económicas que implicaban problemas para adquirir el instrumental necesario. Según un periódico local, tampoco contaba con las instalaciones capaces de albergar a todas las aspirantes ni reunía “las condiciones de higiene que requiere una enseñanza de este tipo” (El Orden, 1947). Así, la escuela de Santa Fe fue inaugurada el 12 de mayo de 1947 en el auditorio María Eva Duarte de Perón del Centro Antituberculoso. Estuvieron presentes las autoridades políticas, militares, civiles y eclesiásticas, así como numeroso público (El Orden, 1948). En el discurso inaugural se enfatizaba que ahora las enfermeras “aprenden a defender al pueblo” (El Orden, 1949a). En síntesis, 174 ENFERMERAS Y VISITADORAS DE HIGIENE RECORRIENDO EL CAMINO DE LA PROFESIONALIZACIÓN antes de la creación de estas escuelas durante el peronismo pudo constatarse el papel prioritario de la escuela de la Cruz Roja de Santa Fe en la formación de enfermeras y enfermeros en la ciudad capital, lo cual también se plasmó en la convocatoria que la institución hacía a potenciales ingresantes en los diarios locales, como se ve en la imagen 4. Imagen 4. Publicidad de 1950 de la Cruz Roja para convocar a jóvenes para los cursos de la Cruz Roja. Fuente: Archivo de la Cruz Roja Argentina. LA MODERNIZACIÓN SANITARIA LOCAL Y LA SALUD PÚBLICA Durante las primeras décadas del siglo XX, gobiernos provinciales de distintas provincias compartieron la preocupación por el estado de la salud pública. Concretamente, la disminución del crecimiento 175 MARIELA RUBINZAL, VIVIANA BOLCATTO Y PAULA SEDRAN vegetativo, a causa de la reducción del arribo de inmigrantes luego de la Primera Guerra Mundial, por el aumento de prácticas para evitar nacimientos y por la alta tasa de mortalidad infantil, constituyó un nuevo foco de atención y generó estrategias de acción de las autoridades estatales en las principales ciudades del país en torno a un nuevo destinatario: el binomio madre-hijo. Como ha señalado Bolcatto (2015), en la provincia de Santa Fe, el crecimiento vegetativo de la población llegó en 1937 a ser de 11,7 por mil, índice cercano a las provincias de Jujuy y Catamarca con 17,3 por mil cada una. La disminución del índice de natalidad sembró en los médicos el interrogante acerca de sus posibles causas y de las medidas necesarias para apuntalar el aumento de población. En los primeros meses de 1901 se puso en marcha en la ciudad de Santa Fe un Censo Sanitario de Habitación (Collado, 1998) a los fines de conocer el estado higiénico y adoptar medidas de saneamiento. La prensa comenzó a publicar datos precisos de atención médica en consultorios públicos: servicios prestados, pacientes atendidos, visitas médicas a domicilio, recetas despachadas por las farmacias, desinfecciones realizadas, curaciones practicadas, partos asistidos y servicios de ambulancia. Asimismo, se publicaron estrategias para propender a que la población aceptara la intervención médico-estatal en las prácticas sanitarias en lugar de optar por prácticas más arraigadas, como el curanderismo. Respecto de la figura del curandero, tuvo una presencia importante en el territorio provincial. Conforme avanzaba la primera mitad del siglo se consolidó como una categoría recurrente para denunciar una variedad de prácticas y sanadores alternativos. El “flagelo” del curanderismo estuvo asociado también al ejercicio ilegal de la obstetricia, que debía ser regulado por el Consejo de Higiene de la provincia. La prensa 176 ENFERMERAS Y VISITADORAS DE HIGIENE RECORRIENDO EL CAMINO DE LA PROFESIONALIZACIÓN local se ocupó de algunos casos, que planteó con espectacularidad y a través de los cuales cimentó los ejes clásicos de denuncia contra el curanderismo como la estafa económica y el peligro para la salud, ya que existían muchos sujetos “que con tal tarea hacen su ‘agosto’, haciendo víctimas y levantando una fortuna en poco tiempo” (Santa Fe, 1926). En correlación con la difusión de estas ideas y su legitimación entre sectores más amplios de la sociedad, para situar el contexto de surgimiento de la profesionalización de la enfermería es necesario considerar los aspectos institucionales y normativos de la puesta en marcha de la acción estatal en materia de salud pública. Es de destacar, como marco de este conjunto de medidas, que el régimen federal de Argentina garantizaba a las provincias el ejercicio de la administración de justicia, su régimen municipal y la educación primaria. Respecto a la cuestión sanitaria, el federalismo legitimó la coexistencia de organismos provinciales, municipales, asociaciones filantrópicas y étnicas haciéndose cargo de la misma. Si bien existieron algunos intentos de centralizar la autoridad sanitaria en un organismo con atribuciones de alcance provincial, esto no se logró hasta el gobierno demoprogresista (1932-1935). En 1932 se creó la Dirección General de Higiene, a través de la ley denominada de Sanidad, que organizaba una estructura con diferentes áreas (higiene, farmacia, veterinaria, bromatología). Además, se abrieron dispensarios y Consejos Médicos radicados en las ciudades de Santa Fe y Rosario (Bolcatto, 2019). Posteriormente, en 1939 se creó el Departamento de Salud Pública, el cual tenía como función el control y la coordinación de acciones en el ámbito de la “higiene pública, las condiciones del ambiente laboral y la asistencia médico social” (Macor y Bacolla, 2009). Unos años después, en 1941, se creó el Ministerio de Salud y Trabajo dentro del cual se insertó el 177 MARIELA RUBINZAL, VIVIANA BOLCATTO Y PAULA SEDRAN Departamento Provincial del Trabajo y otras dependencias dedicadas a la maternidad y al salario. Es importante enfatizar esta evolución institucional ya que la provincia de Santa Fe fue la primera en crear un ministerio de Salud en el país, previo a los años peronistas. En el plano legislativo, se sancionaron leyes que fueron importantes no solo por sus objetivos, entre los cuales se destaca la citada lucha contra la mortalidad infantil, sino por su visión centralizadora, integral y racionalista de la acción social. Durante el gobierno de Iriondo, en 1938, la Ley N° 2608 de Asistencia Social y Hospitalaria trazó un plan general de construcción, instalación, sostenimiento y subvención de establecimientos sanitarios como hospitales, colonias de niños débiles y convalecientes, colonias de alienados, institutos de diagnóstico y tratamiento del cáncer. En ella, se estipuló que el funcionamiento de las instituciones sanitarias podía estar en manos de las municipalidades o comunas, o de las sociedades de beneficencia. Una muestra de la perspectiva integral señalada puede hallarse en la conformación de los organismos estipulados por la mencionada ley. La Comisión de Hospitales y Asistencia Social, creada para implementar los distintos aspectos que establecía la legislación y realizar tareas de investigación, estaba dirigida por un presidente y dos vocales, los cuales debían ser médicos con cinco años de ejercicio profesional y con antecedentes probados en materia de organización hospitalaria y asistencia social. También se estipulaba la incorporación de personal técnico a los fines de asesorar al Poder Ejecutivo respecto de la mejor forma de llevar a la práctica el plan general de creaciones y subvenciones hospitalarias y de información, organización y regulación de la asistencia social (Rubinzal, 2014). 178 ENFERMERAS Y VISITADORAS DE HIGIENE RECORRIENDO EL CAMINO DE LA PROFESIONALIZACIÓN En paralelo, se sancionó la Ley N° 2607 (1938), que creaba la Comisión provincial de la Vivienda Popular. Esta ley pensada para dar una respuesta a la demanda de viviendas dentro de los sectores populares estaba directamente relacionada con la salud pública. De esta manera, se argumentaba que las pésimas condiciones de los hogares pobres, que carecían de los servicios básicos y de las condiciones arquitectónicas adecuadas como luz, ventilación y espacio físico suficiente, propagaban las enfermedades infectocontagiosas (sarampión, escarlatina, difteria, gripe, varicela, tuberculosis, sífilis congénita, entre otras) sobre todo en los niños. Por ello, la ley estipulaba la construcción de viviendas para obreros y empleados que comprobaran sus antecedentes de moralidad y buenas costumbres, y que no poseyeran otros bienes raíces cuyas rentas superaran un mínimo estipulado. Una tercera norma especialmente significativa en relación al cuidado de la salud fue la Ley de Asistencia Social N° 3069 de 1942, direccionada principalmente a cubrir las necesidades primarias de los niños para combatir la mortalidad infantil (Rubinzal, 2014). De alguna manera, esta norma puede entenderse como un intento de revertir los problemas de salud infantil estructurales que no se habían podido vencer con otras medidas, como el suministro de la Gota de Leche, la reglamentación para la atención de lactantes y la atención en los consultorios externos de la Clínica del Niño. Sus principales objetivos incluían establecer comedores infantiles, proveer vestimentas, organizar turismo escolar, implantar cursos anexos a fábricas y talleres, formar centros culturales, establecer colonias de vacaciones, propiciar el turismo y estimular la realización de espectáculos, conciertos, etc. Lo interesante de esta ley es que buscó articular distintas aristas de la problemática social y dispuso el tra179 MARIELA RUBINZAL, VIVIANA BOLCATTO Y PAULA SEDRAN bajo conjunto del Departamento de Sanidad, el Consejo General de Educación y el Poder Ejecutivo provincial. Como ha sido establecido (Rubinzal, 2016), se trató de una norma de vanguardia en la medida en que estipulaba la provisión de insumos tanto materiales como culturales para el desarrollo de la niñez. Este aspecto fue remarcado por los actores de la época que argumentaban que era la ley más completa del país (Boletín de Educación, 1943). Estas transformaciones institucionales y políticas implementadas dan cuenta de un desarrollo notable en materia sanitaria. El Estado provincial avanzó en la profesionalización con la creación de la Escuela de Servicio Social en 1943 y la Escuela de Enfermería en 1947. Con anterioridad a los años cuarenta, los agentes sanitarios auxiliares de médicos se formaban en la ciudad en diferentes espacios y bajo distintas modalidades. LAS VISITADORAS DE HIGIENE SOCIAL En nuestro país la profesionalización de las visitadoras de higiene, a diferencia de otros casos latinoamericanos, estuvo impulsada por las universidades estatales. No obstante, la iglesia y diferentes agrupaciones laicas constituyeron un antecedente importante de este proceso en la medida en que contaban con experiencias en intervención social (visitas domiciliarias, provisión de ayudas, atención de enfermos) y en registro de datos. El primer espacio de profesionalización se creó en 1924 con la carrera de Visitadoras de Higiene Social dependiente del Instituto de Higiene, radicado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Esa experiencia fue el modelo para otras escuelas, como la creada por la Cruz Roja Argentina. En este 180 ENFERMERAS Y VISITADORAS DE HIGIENE RECORRIENDO EL CAMINO DE LA PROFESIONALIZACIÓN espacio de formación se concatenaban tres títulos: el de samaritana en el primer año, el título de enfermera habilitada para actuar en hospitales o dispensarios al segundo año y, recién al cumplimentar el tercer año, se recibían de visitadoras (Oliva, 2007). En Santa Fe la Escuela de Visitadoras de Higiene Social de la Cruz Roja, estuvo dirigida por el doctor Lorenzo García, quien recalcaba que esta escuela daba a la mujer santafesina que estaba “ansiosa de volcar su afectividad y el caudal de sus nobles impulsos, un camino abierto a la creación y recreación de la emotividad productora”. (El Litoral, 1944). De esta manera reproducía los elementos esenciales de un paradigma maternalista muy difundido entre los funcionarios y médicos de la época respecto a las agentes sanitarias, aunque también englobaba otras ocupaciones que desarrollaban las mujeres en el mercado de trabajo. Según un médico de época, las funciones de las visitadoras eran la asistencia profiláctica de los individuos, las familias y los grupos a partir de aplicar una vacunación específica; la difusión de las medidas de higiene y normas de conducta en relación con los hábitos domésticos (por ejemplo, el aseo); asimismo, las visitadoras estaban preparadas para la asistencia materno-infantil, lo cual implicaba el acompañamiento de la mujer embarazada a los Centros de Salud para someterse a los exámenes periódicos. Luego del nacimiento, la visitadora podía colaborar con la madre en la preparación y aplicación de práctica de medidas higiénicas y dietéticas, además de estar capacitadas en higiene escolar. Por último, podían trabajar en las clínicas especializadas contra las enfermedades sociales (como la tuberculosis, la sífilis y la lepra). Especialmente estaban preparadas para impartir conocimientos y divulgación en lo que respecta a la 181 MARIELA RUBINZAL, VIVIANA BOLCATTO Y PAULA SEDRAN profilaxis y la prevención de dichos males. Es posible afirmar que las visitadoras se constituyeron en auxiliares ineludibles de los médicos. Así como en este discurso la visitadora tiene una fuerza y energía vivificadora, “es la que levanta la vida y el aire puro por sobre el mal”, para algunos médicos entre las enfermeras, enfermeros y samaritanos, las mujeres tienen una “misión ante el que sufre”. Esto implicaba acercarse “con humildad” al lecho del paciente cuando el médico reclama su presencia y ejerciendo la “piedad” debían reconfortar “al enfermo que requiere sus cuidados, y hagan menos pavorosas las horas de la fiebre o el desfallecimiento, o menos terrible la agonía de la muerte en los prematuramente desahuciados” (Milesi, 1944). Entre los discursos médicos también se destacaba la importancia de la caridad cristiana que tenía la facultad de hacer más buenas e indulgentes a las personas. También se valoraba la aplicación en el estudio, ya que las alumnas debían demostrar en rigurosas pruebas examinadoras que han adquirido la capacidad y competencia deseadas. Estas ideas constituyen el núcleo de las expectativas de los directores de la escuela respecto a sus estudiantes (las visitadoras, enfermeras y samaritanas eran en su mayoría mujeres, aunque se constata la presencia minoritaria de varones), independientemente de la carrera que eligiesen. Sin embargo, existían diferencias significativas entre las distintas carreras. La formación de samaritanas por la Cruz Roja en diferentes lugares del país, a partir de 1928, estaba orientada a impartir conocimientos de primeros auxilios y cuidados especiales a niños y enfermos, pero “de ningún modo consideraba que este tipo de formación fuera equiparable al de las enfermeras” (Cello, 1945). Tenían que cumplimentar con un año de instrucción y podían colaborar en hospitales y en situaciones de emergencia. No obstante, en las décadas de 1930 y de 1940, 182 ENFERMERAS Y VISITADORAS DE HIGIENE RECORRIENDO EL CAMINO DE LA PROFESIONALIZACIÓN muchas samaritanas se incorporaron como enfermeras en hospitales y sanatorios aun sin estar diplomadas (Martin, 2012). La Escuela de Visitadoras de Higiene Social de Santa Fe fue trasladada: funcionó desde 1951 hasta 1956 en la Escuela de Servicio Social (creada en 1943 por el Estado provincial). Esta fusión coincidió con el cambio de nombre de la institución educadora, que por el decreto Nº 1897 (1951) pasó a denominarse Liceo Social. A partir de esta incorporación se generó una serie de inconvenientes organizativos y educativos: desde la coexistencia de dos centros de estudiantes (uno para cada carrera) hasta la reforma de los planes de estudio. Después de muchos debates e intercambios con directivos del Liceo Social de Rosario, a finales de 1951, se elevó el proyecto del nuevo Plan de estudio al Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social. El Plan de estudio para la formación de Visitadoras de Higiene Social (1952) se dividía en tres años. Además de aprobar materias referidas a higiene, anatomía, medicina social y enfermedades, los estudiantes debían presentar una tesis o trabajo de investigación (Rubinzal, 2014; 2016). En 1952 el establecimiento pasa a denominarse Liceo Social Eva Perón. Los objetivos del Liceo eran la formación de técnicos con los títulos de Asistente Social y Visitadora de Higiene Social (cuyas integrantes del año 1952 pueden verse en la imagen 5); la capacitación de Auxiliares Médicos Sociales; la preparación permanente de los técnicos mediante cursos; el asesoramiento técnico a instituciones privadas o reparticiones públicas que lo requieran y la divulgación de los métodos del servicio social entre la población urbana y rural. Ante la disminución de estudiantes por cuestiones económicas, sobre todo de los provenientes del interior, las autoridades decidieron flexibilizar las condiciones para el ingreso y el cursado. Se reempla183 MARIELA RUBINZAL, VIVIANA BOLCATTO Y PAULA SEDRAN zó el examen de admisión por una prueba de carácter vocacional y se eliminó el pago de la matrícula y los derechos de examen. Para solucionar este aspecto del problema, se creó un internado para los estudiantes provenientes de la periferia. Finalmente, en 1956, por el Decreto Nº 6985, se restituye la Escuela de Visitadoras de Higiene Social a la Cruz Roja Argentina, que había sido su creadora. Imagen 5. Curso Visitadoras de Higiene, 1952. Fuente: Archivo de la Escuela de Servicio Social de Santa Fe. En este sentido, pudimos observar que las formaciones de enfermería y visitadoras de higiene eran complementarias, dado que la primera atendía al individuo enfermo y la segunda apuntaba a los factores sociales y a la prevención de la enfermedad. Al mismo tiempo puede verse un Estado que comienza a tomar en sus manos la formación de agentes que pudieran llevar a cabo las políticas públicas integrales en salud que caracterizaron a esta provincia desde los años treinta. 184 ENFERMERAS Y VISITADORAS DE HIGIENE RECORRIENDO EL CAMINO DE LA PROFESIONALIZACIÓN A MODO DE SÍNTESIS Los inicios de la profesionalización de la enfermería y de las visitadoras sociales en la ciudad de Santa Fe, se dio en un contexto de modernización social en el cual la sociedad civil impulsó iniciativas que marcan diferencias y continuidades con las respuestas del siglo previo. Así, en el proceso de profesionalización se puede señalar que la vertiente religiosa predominante en el siglo XIX continuó presente. A este respecto, puede identificarse que la matriz religiosa presenta un carácter cultural-civilizatorio, que emana no solo de lo estrictamente religioso sino de una tradición de cuidado del otro muy asociada, en la historia local, a la labor de las mujeres de la élite. La institución que simboliza esta vertiente desde la formación del Estado provincial es la SB. Ahora bien, es destacable que la incidencia de estas damas no fue solo caritativa. En todo caso, sería más preciso decir que su acción caritativa estructuró su acción en la esfera pública. En efecto, la negociación que llevaron adelante de manera sostenida con el Estado por recursos para el sostenimiento de la labor social que este les encomendó, sentó los cimientos de una tradición de acción social sobre la salud de los sectores menesterosos que perduró en la primera mitad del siglo. Estas prácticas se alejan del ideal maternalista en cuanto aparecen algunas mujeres que lejos de ser agentes pasivos de un mundo habitado exclusivamente por varones, ocuparon un lugar en el espacio público e interpelaron al Estado (Nari, 1995; Rubinzal, 2014; Martin, 2012; Gavrila, 2015). Por otro lado, la figura de la mujer bondadosa, amorosa, caritativa, que ayuda en tanto es una buena cristiana, una buena samaritana, impregnó los primeros alientos de la profesionalización de la enfermería. Ello puede comprobarse no 185 MARIELA RUBINZAL, VIVIANA BOLCATTO Y PAULA SEDRAN solo en qué instituciones marcaron los primeros pasos (Magisterio Católico), sino en la pervivencia de la figura de la samaritana hasta −al menos− los años cincuenta. Otra línea de continuidad puede describirse como la adscripción social de los sujetos sociales que motorizaron, hasta la primera mitad del siglo, las iniciativas más estables en materia de la formación de profesionales del cuidado de la salud. Como vimos, si bien el Estado provincial impulsó acciones crecientemente integrales en materia de salud pública, no tomó la iniciativa sistemática en la formación de recursos humanos hasta fines de este período trabajado. Fueron el Magisterio Católico y la Cruz Roja las organizaciones que más avanzaron en esta cuestión. Sin embargo, la elite santafesina fue protagonista de estos cambios, integrando las comisiones y direcciones de estas instituciones, gestionando recursos y tendiendo redes. En ellas las mujeres tuvieron un lugar destacado, convocando por lo general a sus esposos e hijos profesionales. Por último, sobresale una cierta confluencia de tradiciones distinguibles que se corporizaron en iniciativas primeramente asociacionistas y luego más firmemente estatales de formación de profesionales del cuidado de la salud. Dentro de estos avances, tanto la vocación samaritana como la preocupación estatal por la salud pública aparecen en una relación de complementariedad y tensión, corporizada en la iniciativa de la formación de las enfermeras y visitadoras de higiene de la Cruz Roja, cuyas autoridades proponían formar elementos disciplinados para los poderes públicos en función de los nuevos conceptos de protección de la salud, aunque ello se sostenía en la supuesta predisposición natural de las mujeres a 186 ENFERMERAS Y VISITADORAS DE HIGIENE RECORRIENDO EL CAMINO DE LA PROFESIONALIZACIÓN canalizar su afectividad y sus nobles impulsos. Dicha relación se resolverá, entendemos, conforme se llegue a promediar el siglo. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS FUENTES PRIMARIAS Anónimo. (3 de junio de 1942). Un edificio para hospital Rural. Diario El Litoral. ----- (12 de enero de 1944). Escuela de Enfermeros de La Cruz Roja Argentina. Diario El Litoral. ----- (9 de junio de 1951). 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Esta favorable situación en Mendoza se debe a la gran oferta académica proporcionada desde el sector universitario público y privado (UNCuyo y Universidad del Aconcagua), como así también de otras instituciones formadoras de nivel superior con asiento en diferentes departamentos alejados del Gran Mendoza.1 Este artículo propone estudiar los orígenes de la primera escuela de enfermería a cargo del Estado provincial, con el objetivo de contribuir a la historia de la enfermería tanto nacional como provincial. Se enfoca, específicamente, en las políticas estatales destinadas a la formación profesional de los enfermeros entre las décadas de 1940 y 1950. 1. https://www.diariouno.com.ar/mendoza/faltan-enfermeros-mendoza-pero-sonmas-los-profesionales-que-el-promedio-nacional-20171106-n1501819.html/amp 193 IVANA HIRSCHEGGER El sistema sanitario local, en los años cuarenta, se caracterizó tanto por una escasa capacidad técnica del sector de enfermería para abordar las diferentes problemáticas como por la constante falta de recursos humanos frente al aumento poblacional y el incremento de necesidades, producto de la complejidad de la técnica médica y la especialización. El reclutamiento de personal en los hospitales era realizado entre aquellos postulantes quienes, pretendiendo ser enfermeros, trabajaban inicialmente como “mucamos” o “peones de sala”. Luego de varios años llegaban a ocupar aquella función, pero sin los conocimientos teóricos y técnicos que, según las miradas profesionales médicas, eran necesarios para ejercer de manera eficiente la actividad. En 1927, la Ley Provincial de Sanidad N° 926 dispuso la creación, por parte de la Dirección General de Salubridad (dependiente del Ministerio de Gobierno y Asistencia Social), de una escuela de enfermería, pues aquella falta de conocimientos era de larga data en la provincia. Sin embargo, fue recién durante el período 1932-1942 que surgieron una serie de proyectos destinados a otorgarle un mayor grado profesional al sistema sanitario, mediante la formación y capacitación de técnicos en el área de la salud (Informe Anual sobre la marcha de la Administración Pública, Período 1935-1936 del Gobernador de la Provincia Guillermo Cano a la Honorable Legislatura, 1936: 11; Labor de Gobierno Período 1938-1941, Gobernador Rodolfo Corominas Segura, 1941). Por lo tanto, nuestro fin es mostrar las características de estos primeros proyectos, para luego arribar al estudio de la primera escuela de enfermería creada en 1942, y así analizar a quiénes estaría dirigida, quiénes ocuparían los cargos jerárquicos, cómo estaría organizada, cuáles serían los planes de estudio, etc. Además, daremos a conocer cuáles fueron los primeros resultados en cuanto a la forma194 MENDOZA Y LA PRIMERA ESCUELA DE ENFERMERÍA A CARGO DEL ESTADO ción de recursos humanos. Por último, se observarán algunos aspectos de la institución durante el peronismo, es decir, en el marco de un gobierno que impulsó notables transformaciones en la agencia sanitaria con la creación del Ministerio de Salud Pública Provincial en 1950. LOS AÑOS TREINTA Y LOS PRIMEROS PROYECTOS PARA LA FORMACIÓN DE ENFERMEROS En 1927, gobernaba la provincia Alejandro Orfila, de extracción radical-lencinista. Durante su mandato, fue sancionada la ley de Sanidad N° 926 que preveía la creación, por parte de la Dirección General de Salubridad –en adelante DGS–, de una escuela para enfermeros. A mediados de la década de 1930, durante la gobernación del demócrata Guillermo Cano, el director de salubridad Dr. Francisco Correas presentó el primer proyecto de creación de una escuela de enfermería, la cual tendría la misma estructura que la escuela de la Cruz Roja (filial Mendoza). Es decir, dos años de duración incluyendo, además, un curso de especialización. Debe destacarse que, hasta ese momento, la escuela para samaritanas y enfermeras a cargo de la Cruz Roja local, de la cual desconocemos fecha de fundación, era la única instancia de capacitación de enfermeras en Mendoza (Los Andes, 6 de junio de 1934: 14). Para la nueva escuela a cargo del Estado, el primer año de cursado incluiría materias como Anatomía y Fisiología; Higiene y Esterilización; Primeros Auxilios (Primera Parte); Puericultura, Alimentación, Dietética y Cocina. En el segundo, Primeros Auxilios (Segunda Parte); Puericultura (Segunda Parte); Enfermedades Infecciosas; Clínica Quirúrgica; Ortopedia y Masaje; Clínica, Obstetricia, Ginecología 195 IVANA HIRSCHEGGER y Pediatría. Las especialidades serían: ojos, oídos, nariz y garganta, urinaria, laboratorio, Rayos X. Durante esos dos años se realizarían Trabajos Prácticos y, una vez recibidos, la especialización (guardias en diferentes hospitales de la provincia). En cuanto a las condiciones de ingreso, se exigía certificado oficial del sexto grado de la escuela primaria, ser argentino nacido o naturalizado, tener entre 18 y 35 años de edad y algunas exigencias de carácter físico como una talla comprendida entre 1.50m y 1.75m para las mujeres, y de 1.60m a 1.85m para los hombres. Por su parte, el peso y el perímetro toráxico debía tener relación con la talla. Como sucedió para otras escuelas del país, este requisito excluyente se asociaba al predominio de un discurso biotipológico que determinaba ciertas condiciones físicas como indicadoras de “normalidad”, tratándose de un discurso discriminatorio que podía excluir a ciertas aspirantes. Se trató, pues, de un ideal de belleza que, reflejado también a través de la propaganda política, moldeó la profesión por varias décadas (Ramacciotti y Valobra, 2010). Por su parte, era obligatorio presentar certificado médico, de vacunación, de buena conducta, de estudios, etc. Escribir a máquina era un requisito sin el cual no podrían concurrir a la escuela. En el primer año de funcionamiento y como excepción por única vez, se eximiría de algunos de estos condicionamientos a los enfermeros en ejercicio (Los Andes, 5 de febrero de 1937: 5). Es importante destacar que el proyecto establecía la presencia de una instructora entre el personal de la escuela, la cual sería colaboradora técnica y administrativa y encargada de impartir la enseñanza práctica. La condición principal para ocupar este cargo era poseer el título de Visitadora Social y de 196 MENDOZA Y LA PRIMERA ESCUELA DE ENFERMERÍA A CARGO DEL ESTADO Higiene Escolar, otorgado por la escuela creada en 1933, cuando gobernaba la provincia el demócrata Ricardo Videla. Este proyecto no tuvo paso por la Legislatura, pero, además, ese mismo año el diputado demócrata Félix Aguinaga (y posterior director de Salubridad), junto con la colaboración de los Dres. Francisco Correas, Alberto Giménez y Pedro Ferreyra, presentarían una propuesta diferente, logrando el debate en la Cámara. Entre los fundamentos que guiaron la nueva iniciativa se encontraba la necesidad de superar las deficiencias en la atención de los enfermos internados y la inexistencia de técnicos enfermeros en el sistema sanitario, reclamando que debía estar a cargo de gente “idónea”. De esta manera, se lograrían delimitar las funciones y obligaciones del “mucamo” y regular las del enfermero, ya que el primero, tras visitar regularmente una sala, se convertía en “auxiliar” y posteriormente en “cabo de sala”. Este nuevo proyecto, creaba la Escuela Provincial Mixta de Enfermeros para preparar profesionales con conocimientos amplios para desempeñarse en sus puestos y especializarse en las distintas ramas de la medicina. A pesar de ser tratado en la Cámara de Diputados, este proyecto no tuvo sanción legislativa, y se diferenció del primero en cuanto no fijó requisitos de ingreso, planes de estudio, régimen de enseñanza, etc., dejándolo librado a un futuro decreto reglamentario. Solo establecía que la institución funcionaría bajo dependencia de la DGS, brindando enseñanza gratuita de tres años con cursos de especialización en el último año. Por su parte, la escuela estaría a cargo de un médico director y profesores designados por el Poder Ejecutivo a propuesta de la DGS, un secretario, instructores, un auxiliar y personal de servicios, todos estos elegidos 197 IVANA HIRSCHEGGER por el director general de Salubridad (Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Diputados de Mendoza, 1937: 315). Estos proyectos, que no fueron convertidos en ley, moldearon las características y alcances de la profesión, sentando las bases de la legislación futura. Por lo tanto, a continuación, se mostrará el marco legal definitivo –incluyendo modificaciones posteriores– a través del cual se creó la escuela, como así también algunos aspectos de la dinámica de su funcionamiento. LA CREACIÓN DE LA ESCUELA DE ENFERMERÍA EL PRIMER CURSO DE ENFERMERÍA En 1940, durante la gobernación del demócrata Corominas Segura (1938-1941), se puso en marcha el primer curso para todos los enfermeros que se desempeñaban en la DGS, pero con la particularidad de que dichos cursos eran exclusivos para el personal de la repartición. Se dictaban materias como Anatomía y Fisiología Humanas, Higiene y Esterilización, Primeros Auxilios (Primera Parte), Puericultura (Primera Parte), Nutrición y Técnica Dietética. Para inscribirse además de ser empleado de la repartición, el aspirante debía poseer certificado de buena conducta, saber leer y escribir, gozar de buena salud, poseer certificados de vacunas antivariólica y antidiftérica, ser argentino nativo o naturalizado (Mendoza. Resolución N° 722/1940). Fue así como en marzo de 1941 comenzó el primer curso de enfermería en el cual fueron dictadas un total de 286 clases de las materias señaladas, concluyendo el ciclo lectivo con exámenes finales (Los Andes, 24 de junio de 1942: 5). Según el Diario Los Andes, en su primer año de funcionamiento este curso fue dictado con regularidad, 198 MENDOZA Y LA PRIMERA ESCUELA DE ENFERMERÍA A CARGO DEL ESTADO no obstante, el nivel de asistencia fue muy bajo. Si bien al comenzar el año la matrícula fue de 109 alumnos, lo que representaba el 33% de los enfermeros que tenía la repartición (328) (Mendoza. Ley N° 1326/1941), una significativa deserción llevó a que solo 12 alumnos terminaran el curso, tratándose de enfermeros con varios años de antigüedad. En 1942, este curso tuvo poca convocatoria, ya que eran solo 20 los alumnos que habían comenzado el primer año (Nota enviada por el Director General de Salubridad Dr. Félix Aguinaga al Ministro de Gobierno y Asistencia Social de la provincia de Mendoza, 1950). Entre los motivos de abandono se aducía que faltaba “vocación” de los alumnos, o bien el hecho de que muchos no poseyeran instrucción primaria completa, situación que seguramente les dificultaba adquirir cierto tipo de conocimientos teóricos. Nada se decía sobre las condiciones laborales ni salariales (Los Andes, 22 de enero de 1942: 4; marzo de 1942: 5). Recordemos que en cuanto al nivel de instrucción no se requería para inscribirse más que saber leer y escribir, teniendo en cuenta un contexto en el que el 10% del total de jóvenes de la provincia (entre 14 y 21 años) eran analfabetos, siendo más grave en algunos municipios (26%) (IV Censo Escolar de la Nación, 1948: 426). Otro factor causante de la inasistencia fue que los enfermeros “tenían que llenar un horario especial en los hospitales y les resultaba sumamente difícil la concurrencia a la escuela” (Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Mendoza, 1942: 306). Por otra parte, la escasa asistencia pudo verse facilitada por el hecho de que no era obligatorio poseer certificado de estudios o titulación alguna para continuar prestando servicios en el Estado. Puede decirse que esta primera medida fue una especie de “ensayo” o de puesta en práctica inicial de lo que más tarde sería la Escuela 199 IVANA HIRSCHEGGER Mixta de Enfermeros, cuyo proyecto estaba en discusión en la Legislatura provincial, y quizás el medio utilizado por el Ejecutivo provincial para acelerar la creación de una escuela. En un informe elevado por el director general de Salubridad a la Legislatura se señalaba la necesidad de implantar el segundo curso como complemento del primero, en función de los logros que habían obtenido los enfermeros al finalizar el primer ciclo de estudios. Por otra parte, en dicho informe se observaba un avance importante en cuanto propuso extender estos cursos a todas las personas que quisieran realizarlos, es decir, no serían exclusivamente para los enfermeros en ejercicio, sino que podía inscribirse la población en general, perteneciese o no a la repartición (Los Andes, 25 de junio de 1942: 4). Esta última idea deja ver entonces que, ante la notable deserción de los enfermeros de la repartición, la búsqueda de personal capacitado se resolvería también por otras vías, y una de ellas fue realizar una convocatoria entre la población en general. LA LEY Y SU REGLAMENTACIÓN: CONDICIONES DE INGRESO, PLANES DE ESTUDIO Y OTRAS DISPOSICIONES La Escuela Mixta de Enfermeros fue creada finalmente por la Ley Nº 1492 en 1942, dictándose un año más tarde el decreto reglamentario. Puede decirse que la norma fue flexible en cuanto a las condiciones de ingreso, fijadas sin parámetros físicos ni distinción de sexo, es decir, no existió, a diferencia de otros casos provinciales, una asociación exclusiva entre enfermería y mujeres (Wainerman y Binstock, 1992; Ramacciotti y Valobra, 2008; Martin, 2015). La escuela fue pensada en un principio para formar personal de la repartición sanitaria, en la cual había gran cantidad de varones, por lo tanto, pudo ser una 200 MENDOZA Y LA PRIMERA ESCUELA DE ENFERMERÍA A CARGO DEL ESTADO causa por la cual no se hizo distinción de sexos.2 Por su parte, si bien en otras escuelas del país el perfil de los estudiantes era bastante restrictivo, ya que debían reunir ciertas condiciones físicas (de altura y peso), determinada condición socioeconómica, etc. (Ramacciotti y Valobra, 2010), en Mendoza, la dirigencia política había desechado esta vieja idea, posiblemente ante la urgencia y necesidad de formar personal (principalmente en ejercicio), independientemente de sus características físicas. Se permitía el acceso a aquellos argentinos que demostraran “buena conducta”, con el quinto grado aprobado de la escuela primaria, certificado de buena salud y de aptitud física. Debían poseer, además, certificados de vacunas antivariólicas y antidiftéricas y no padecer enfermedad “repugnante o defecto físico” (lepra). El límite de edad era bastante amplio, de entre los 16 y 35 años, salvo para los que tuvieran más de 5 años de antigüedad como enfermeros titulares de la repartición. En caso de ser menor de edad, se requería autorización de los padres (Los Andes, 25 de junio de 1942: 4). Con estos requisitos básicos seguramente se buscaba asegurar una matrícula lo suficientemente alta, es decir, el modelo de escuela se adaptaba a las circunstancias del momento que reclamaban mayor personal capacitado frente a las demandas sanitarias. El personal docente y administrativo de la institución estaría formado por un médico director, un secretario (médico), 8 profesores (médicos), 2 instructores y un celador. El hecho de que los cargos jerárquicos fueron exclusivamente ocupados por médicos varones se debía a 2. De una muestra de 122 enfermeros que ejercían la actividad a fines de 1948 y que tenían una antigüedad de más de 10 años, 49 eran hombres (Los Andes, 25 de diciembre de 1948: 5). 201 IVANA HIRSCHEGGER que no existían mujeres en esta profesión, y si bien en la década de 1950 aparecieron las primeras mujeres médicas, tuvieron dificultades para insertarse en el ámbito laboral (Lizabe, Binia y Vázquez, 2015). Para el caso de los instructores, se dejaba abierta la posibilidad –a modo excepcional– de que fueran enfermeros (diplomados o capacitados),3 pero no existían espacios para estos en los cargos directivos o administrativos. Estarían dedicados principalmente a controlar la asistencia a los trabajos prácticos, el cumplimiento de las obligaciones de los alumnos, ser intermediarios entre el alumno y los directivos, entre otras funciones. Las clases serían teórico-prácticas, de dos años de cursado y no de tres como se estableció en 1937. La enseñanza teórica sería completada con trabajos prácticos en los hospitales y laboratorios y a cargo de los profesores e instructores. Cada curso tendría una duración de no menos de 9 meses. Además, se incluirían clases prácticas (práctica hospitalaria) de dos cursos (no menos a 6 meses cada uno) en dependencias hospitalarias a cargo de los jefes de Clínicas de cada establecimiento (cuadro 1). 3. Se le permitía ocupar el cargo a un enfermero diplomado o, ante la casi inexistencia de diploma, podía aceptarse enfermeros con un alto grado de capacitación (Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Mendoza, 1942: 3110). 202 MENDOZA Y LA PRIMERA ESCUELA DE ENFERMERÍA A CARGO DEL ESTADO Cuadro 1: Plan de Estudios inicial de la Escuela Mixta de Enfermeros (1942). PRIMER AÑO Clases teóricoprácticas SEGUNDO AÑO Clases teóricoprácticas Clases prácticas Anatomía y Fisiología Técnica de la Terapéutica del enfermero Higiene Bacteriología e Infecciones Puericultura y niños Práctica General del Enfermero Primeros Auxilios (2 Parte) Primeros Auxilios (1 Parte) Clases prácticas Especialización Especialidades Médicas. Alimentación y Dietética Fuente: Decreto N° 30 (1943). Es importante destacar que los alumnos no podrían rendir el año superior sin haber aprobado la totalidad de las materias del curso anterior y, aunque reunieran las condiciones básicas de ingreso, no se podría rendir examen libre, ya que se trataba de una escuela de especialización, y ello requería una formación particular. Sin embargo, se tuvieron en cuenta dos casos particulares, amoldándose la normativa según el tipo de aspirantes. Por un lado, y a través de una cláusula transitoria, aquellos alumnos que realizaron el primer curso de enfermería en 1941, anterior a la creación de esta escuela, luego de la aprobación de un examen general podrían obtener el diploma de enfermeros (Decreto N° 30/1943). Por otra parte, como habíamos adelantado, se establecieron ciertos beneficios para los empleados en 203 IVANA HIRSCHEGGER ejercicio, como era otorgar el título a aquellos enfermeros que acreditasen 10 años o más de antigüedad en la repartición. Esto se lograría luego de rendir un examen teórico de cada una de las materias del plan de la escuela en base a un programa de nociones generales reducido en 5 bolillas con tópicos fundamentales. Este tipo de beneficios también se aplicaron en otros puntos del país (Martin, 2015: 299). ¿CÓMO FUNCIONÓ LA ESCUELA EN LOS PRIMEROS AÑOS? La escuela comenzó a funcionar en forma provisoria en uno de los salones de la escuela primaria provincial Laffinour de la capital, trasladada luego a un local de la calle Gutiérrez de la misma comuna. En 1946 se proyectó trasladar la escuela al edificio del Hospital Central, importante nosocomio construido a principios de la década (Los Andes, 26 de abril de 1946: 3). El hecho de instalarse allí la escuela es de suma importancia, dado que comenzó a contar con lo necesario para cumplir con el programa teórico-práctico. Funcionó en el primer piso del hospital para las clases teóricas, y también podían acceder al equipamiento y a los pacientes del hospital para realizar los trabajos prácticos. En 1943 la escuela tuvo sus primeros egresados, que eran aquellos alumnos que habían realizado el primer curso de enfermería en 1941 (antes de la creación de la institución) y que, una vez creada la escuela, pudieron finalizar los dos años de cursado. De los 12 alumnos que habían finalizado el primer ciclo, lograron titularse solo 8: cuatro hombres y cuatro mujeres, a quienes se les entregó el diploma en 1944 (foto 1) (Los Andes, 13 de noviembre de 1943: 4; 23 de noviembre de 1943: 4). 204 MENDOZA Y LA PRIMERA ESCUELA DE ENFERMERÍA A CARGO DEL ESTADO Foto 1. Primera entrega de diploma, 1944. Fuente: Los Andes (18 de octubre de 1944: 5). En el año 1945 se entregarían 12 diplomas más, correspondientes a la promoción de 1944; predominaban en este caso las mujeres, siendo 9 las recibidas. Como puede verse en la foto 2, sentadas, se ubicaban las personas con cargos jerárquicos; y de pie, los enfermeros que recibían su título. Estos primeros actos de nombramiento deben ser mencionados por varios motivos. Primeramente, la publicación de fotografías en el periódico puede ser vista como medio de propaganda para estimular la inscripción de alumnos. Vemos también que estos egresados se diferenciaron de otras escuelas al recibir el diploma sin uniforme y al no realizarse (o mostrarse en el diario) el acto tradicional de imposición de tocas (Morrone, 2013). Debe destacarse también en este acto que el director de la escuela, Dr. Villalobos, anunció el nombramiento de todos los egresados 205 IVANA HIRSCHEGGER en cargos del Estado, teniendo en cuenta que la escuela ya estaba abierta a personas ajenas a la repartición sanitaria. Es decir, frente al ingreso irrestricto, comienza así un proceso de incorporación de agentes capacitados en enfermería al Estado, el cual se acentuaría en los años posteriores (Los Andes, 14 de abril de 1945: 8). Foto 2. Entrega de diplomas, 1945. Fuente: Los Andes (14 de abril de 1945: 8). DURANTE LOS AÑOS CINCUENTA LA ESCUELA OFRECE NUEVAS ESPECIALIDADES Durante los primeros años del gobierno peronista y hasta 1950, las cuestiones vinculadas con la salud de la población continuaban bajo la órbita de la Dirección General de Salubridad, dependiente del Ministerio de Gobierno y Asistencia Social (Hirschegger, 2016). 206 MENDOZA Y LA PRIMERA ESCUELA DE ENFERMERÍA A CARGO DEL ESTADO En el año 1946, durante el gobierno de Faustino Picallo, el Director General de Salubridad, Dr. Labat, llevó a cabo una iniciativa para dotar a la organización hospitalaria de auxiliares destinados a secundar el trabajo de los médicos en otra área de la medicina. Así, el decreto reglamentario de creación de la escuela fue ampliado para otorgarle a los hospitales personal femenino en ciertas especialidades, ofreciendo a las mujeres cursos de anestesistas, instrumentistas y nurses. Las aspirantes a estos cargos debían seguir los cursos de enfermeros, para luego adquirir alguna de estas especialidades y el diploma habilitante. A partir de allí podían desempeñarse como ayudantes de cirugía en los hospitales y dependencias de la DGS en todo el territorio provincial. Los cursos serían de dos años, con clases teórico-prácticas y sujetos a examen final. Por su parte, estimulaba el ingreso a estas especialidades el hecho de que las egresadas tuvieran prioridad a la hora de ocupar cargos técnicos auxiliares en la repartición. Sin embargo, para la inscripción de cualquiera de estos tres nuevos cursos era necesaria mayor calificación, es decir, no era suficiente la instrucción primaria, sino que era necesario el título de bachiller o de maestra normal nacional (Los Andes, 23 de marzo de 1946: 3). En 1947, se incorporaron cursos de radiografistas, transfusionistas, laboratoristas, preparadores de farmacia y auxiliares de alimentación (Los Andes, 24 de marzo de 1947: 6). Los aspirantes debían seguir también la enseñanza que impartía la escuela de enfermería, especializándose en sus respectivas ramas, que los habilitaba como ayudantes de los servicios de Rayos X, transfusión de sangre, laboratorios, farmacias en los hospitales y demás dependencias de la Dirección en todo el territorio provincial. Los cursos eran de dos años y de tipo teórico-práctico, sujetos a examen general y de conformidad 207 IVANA HIRSCHEGGER al decreto reglamentario. Para acceder a estos era necesario poseer también el título de bachiller o de maestra normal (Los Andes, 30 de marzo de 1947: 7). Los egresados podían obtener los títulos de enfermeros y auxiliares técnicos en las distintas especialidades, y la escuela pasa a denominarse Escuela Mixta de Enfermeros y Técnicos. Debemos considerar que estas especialidades serían funcionales a las distintas agencias creadas unos años más tarde bajo la órbita del Ministerio de Salud Pública provincial, como la Dirección de Medicina de Urgencia (antes Asistencia Pública), que incluía el Instituto de Hemoterapia y Transfusión de Sangre, como así también diversos servicios de electroradiología, laboratorios clínicos, asistencia farmacéutica y odontológica. Por su parte, se centralizaron los problemas técnicos y sociales relacionados con la alimentación en el Instituto de Nutrición y la creación de Servicios de Alimentación en los hospitales (Mensaje del Gobernador a la Legislatura, 1950: 77). La necesidad de personal de enfermería respondía también a una política sanitaria que expandía la red hospitalaria a través de los planes trienales de gobierno, creando y ampliando hospitales y salas de primeros auxilios. Por su parte, la magnitud de las campañas sanitarias de carácter provincial destinadas a la lucha contra las enfermedades infectocontagiosas (principalmente la tuberculosis), en la que se destacó la “Campaña al sur mendocino”, requería de un grupo considerable de profesionales (Hirschegger, 2010). A partir de 1948, la posesión de título para los enfermeros en ejercicio se consideró obligatoria y todo personal auxiliar técnico que prestaba servicios como enfermero o enfermera dentro del radio de la capital (excluyendo los otros departamentos), para ser considerado titular en sus puestos, debía (en el término máximo de tres años) presentar su 208 MENDOZA Y LA PRIMERA ESCUELA DE ENFERMERÍA A CARGO DEL ESTADO diploma de egresado (Los Andes, 14 de abril de 1948: 4). En el caso de aquellos con antigüedad de 10 años o más y tal como se había estipulado con anterioridad, se les permitía rendir un examen especial (Los Andes, 25 de abril de 1948: 8). Por su parte, todas las exigencias y beneficios para los enfermeros de la repartición pública se extendieron a aquellos que prestaban servicios en clínicas y establecimientos asistenciales privados y particulares (Decreto N° 102/1949). Esta normativa tenía correlación con la organización y control de las profesiones médicas y ramas auxiliares impulsada desde la nación a través de la Secretaría de Salud Pública, para cuyo ejercicio se exigía la matriculación obligatoria, acreditada con título o certificado correspondiente (Plan Analítico de Salud Pública, 1947: 387). El impacto que tuvo la obligatoriedad de ser profesional para ejercer cargos en el Estado fue inmediato, y pudo verse principalmente a través de aquellos enfermeros con antigüedad, ya que al finalizar el año 1948, alrededor de 122 fueron los que aprobaron y lograron obtener el diploma (Los Andes, 25 de diciembre de 1948: 5). Esto significaba un importante avance en cuanto a la profesionalización de la agencia sanitaria, ya que, en tan solo un año, de 586 enfermeros que trabajaban para DGS, casi el 20% logró titularse (Ley Nº 1695/1948). En 1950 y en virtud del Decreto N° 448, se creó finalmente el Ministerio de Salud Pública provincial, y esto significó un mayor control en el ingreso de personal profesional. Para ello se creó un Registro Sanitario Provincial, donde debían inscribirse con carácter obligatorio las personas que, no teniendo título profesional universitario nacional, desarrollasen actividades vinculadas con la salud pública en los órdenes preventivo y asistencial, tanto de organismos oficiales como privados. En esta inscripción debían anotarse todos los antecedentes 209 IVANA HIRSCHEGGER relacionados con el lugar, antigüedad de la ocupación, certificado habilitante y aquellos datos útiles para demostrar que la persona acreditaba competencia suficiente para su desempeño. No se permitiría entonces el ingreso a los cargos públicos destinados a cumplir funciones auxiliares de farmacia, enfermeros, mecánicos dentales, auxiliares de óptica, inspectores de sustancias alimentarias, auxiliares de veterinaria, ayudantes de laboratorios clínicos y Bromatológicos, y demás actividades afines a personas que no tuvieran certificados de competencia expedidos por institutos oficiales reconocidos por la nación o la provincia. Este control estatal se ejercería también sobre el personal de establecimientos privados y las municipalidades, asociaciones de beneficio mutual y gremial, sanatorios y casas de salud, balnearios, casas de óptica y todas aquellas instituciones que directa o indirectamente ocupasen servicios auxiliares para la atención de la salud de la persona, individualmente o como colectividad (Decreto Nº 871/1950). Para finalizar, mostramos el tipo de personal (enfermeros y técnicos) y la cantidad de cargos con que contaba la repartición en 1951 (cuadro 2), especialidades que, como se sabe, no existían a principios de la década de 1940 (Ley N° 1526/1942). No se observa en dicha repartición cargos de auxiliares de anestesistas, ni radiografistas, especialidades que probablemente no llegaron a dictarse dentro de la escuela, ya que, en 1950, el gobernador Blas Brisoli señalaría que se habían realizado cursos de solo 5 especialidades técnicas (de las 8 que habían sido creadas). En el cuadro puede verse, sin embargo, cómo la provincia llegó a contar con una gran cantidad de enfermeros de primera categoría, los que seguramente tenían algún grado de formación. 210 MENDOZA Y LA PRIMERA ESCUELA DE ENFERMERÍA A CARGO DEL ESTADO Cuadro 2: Ministerio de Salud Pública Provincial: Cargos de Enfermeros y Técnicos. Tipo de Cargo Cantidad de cargos Preparadores de Farmacia 29 Auxiliares de Farmacia 45 Ayudantes de Laboratorio de Análisis 58 Nurses 3 Transfusoras 5 Auxiliar de Hemoterapia y Transfusión de Sangre 1 Instrumentistas 9 Preparador de Alimentos 7 Auxiliar de Alimentación 13 Dietista 1 Dietista Auxiliar 3 Cabo Enfermero 132 Enfermero mayor 28 Enfermeros (de primera) 434 Enfermeros (de segunda) 72 Ayudante de Enfermero 166 Total 1.006 Fuente: Argentina, Provincia de Mendoza. Ley N° 2019 (1952). Si bien no hay estudios que den cuenta de lo sucedido con la escuela en los años inmediatamente posteriores, esta mantuvo su título con validez provincial hasta 1968, año en que establecieron dos niveles de formación, con título de alcance nacional (Ley N° 1526/1942). Por su parte, en 1989, mediante un convenio de colaboración mutua entre la Universidad Nacional de Cuyo y el Gobierno de la provincia, la 211 IVANA HIRSCHEGGER Escuela Mixta de Enfermeros y Técnicos y de Enfermería Profesional fue traspasada al ámbito jurisdiccional de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Cuyo. CONSIDERACIONES FINALES En Mendoza, los gobiernos neoconservadores fueron quienes lograron crear un espacio formativo estatal para profesionales de la enfermería. Pero la conformación de este espacio no fue inmediata, dado que hubo intentos previos que, si bien no fueron concretados en todo su alcance, fueron utilizados como base para la futura profesionalización de la actividad. Como ha podido observarse en el trabajo, el modelo propuesto para Mendoza mostró ciertas diferencias con otras escuelas del país, en cuanto no exigió ciertas condiciones físicas ni asoció enfermería con mujeres. Sin embargo, pudimos ver también que hubo elementos en común, como la implementación de ciertos incentivos y beneficios para los estudiantes de enfermería. En un principio, la escuela tuvo una notable deserción y no logró titular a una gran cantidad de enfermeros, pero a través de los años y a medida que aparecieron nuevas exigencias para acceder o permanecer en cargos del Estado, la repartición pública logró contar con un mayor número de profesionales preparados por la institución, tanto de la enfermería como de las especialidades técnicas incorporadas por el peronismo. Desde un principio la institución fue creada principalmente para estudiantes residentes de la capital, quedando los enfermeros de zonas más alejadas como el este y sur, sin posibilidades de obtener el título correspondiente. Sin embargo, el gobierno peronista no tardó en te- 212 MENDOZA Y LA PRIMERA ESCUELA DE ENFERMERÍA A CARGO DEL ESTADO ner nuevas proyecciones, creando en la década de 1950 una Escuela Mixta de Enfermeros para la zona sur. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS FUENTES PRIMARIAS Argentina, Provincia de Mendoza (1936). Informe Anual sobre la marcha de la Administración Pública, Período 1935-1936 del Gobernador de la Provincia Guillermo Cano a la Honorable Legislatura. ----- (1937). Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Diputados de Mendoza. ----- (1941). Labor de Gobierno Período 1938-1941, Gobernador Rodolfo Corominas Segura. Mendoza: Imprenta Oficial. ----- (1942). Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Mendoza. ----- (1950). Nota enviada por el Director General de Salubridad Dr. Félix Aguinaga al Ministro de Gobierno y Asistencia Social de la provincia de Mendoza. ----- (1950). Mensaje del Gobernador a la Legislatura. ------ Resolución 722/1940. ----- Ley N° 1326/1941. ----- Ley N° 1526/1942. ----- Decreto N° 30/1943. 213 IVANA HIRSCHEGGER ----- Ley Nº 1695/1948. ----- Decreto N°102/1949. ----- Decreto Nº 871/1950. Argentina, Presidencia de la Nación (1948). IV Censo Escolar de la Nación. Buenos Aires: Presidencia de la Nación. Argentina, Secretaría de Salud Pública, (1947). Plan Analítico de Salud Pública. Buenos Aires: Secretaría de Salud Pública. Anónimo (6 de junio de 1934). Los Andes, p. 14. ----- (5 de febrero de 1937). Los Andes, p. 5. ----- (22 de enero de 1942). Los Andes, p. 4. ----- (marzo de 1942). Los Andes, p. 5. ----- (24 de junio de 1942). Los Andes, p. 5. ----- (25 de junio de 1942). Los Andes, p. 4. ----- (13 de noviembre de 1943). Los Andes, p. 4. ----- (23 de noviembre de 1943). Los Andes, p. 4. ----- (14 de abril de 1945). Los Andes, p. 8. ----- (23 de marzo de 1946). Los Andes, p. 3. ----- (26 de abril de 1946). Los Andes, p. 3. ----- (30 de marzo de 1947). Los Andes, p. 7. ----- (24 de marzo de 1947). Los Andes, p. 6. 214 MENDOZA Y LA PRIMERA ESCUELA DE ENFERMERÍA A CARGO DEL ESTADO ----- (14 de abril de 1948). Los Andes, p. 4. ----- (25 de abril de 1948). Los Andes, p. 8. ----- (25 de diciembre de 1948). Los Andes, p. 5. FUENTES SECUNDARIAS Hirschegger I. (2010). El bienestar social durante el peronismo clásico. La expansión de los servicios de salud hacia las áreas rurales de los municipios de la provincia de Mendoza (1946-1955). Mundo Agrario, 11. ----- (2016). La Salud Pública frente a un Estado centralizado: establecimientos y servicios asistenciales en la provincia de Mendoza durante el primer peronismo. En K. Ramacciotti y C. Biernat (coords.), Nación, Provincias y Municipios. Revista Trabajos y Comunicaciones, (46). Lizabe, G., Binia, I. y Vázquez, M. G. (2015). Historia de la medicina a través de sus mujeres, Mendoza: Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo. Martin, A. (2015). Mujeres y enfermería: una asociación temprana y estable (1886-1940). En. C. Biernat, J. Cerdá y K. Ramacciotti (dir.), La salud pública y la enfermería en la Argentina (pp. 257-286). Bernal: Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes. Morrone, B. (2013). La construcción de la identidad de la enfermería argentina: colonización avances y retrocesos emancipatorios. México: PHAIRANÉTE. Ramacciotti, K. y Valobra, A. (2008). Profesión, vocación y lealtad en la enfermería peronista. En C. Barry, K. Ramacciotti y A. Valobra (eds.), La 215 IVANA HIRSCHEGGER Fundación Eva Perón y las mujeres: entre la provocación y la inclusión. Buenos Aires: Biblos. ----- (2010). La profesionalización de la enfermería en Argentina: Disputados políticas e institucionales durante el peronismo. Asclepio (62). Wainerman, C. y Binstock, G. (1992). El nacimiento de una ocupación femenina: la enfermería en Buenos Aires. Desarrollo Económico, 32(126), 271-284. 216 La enfermería entre la empiria y la ciencia El método Kenny1 DANIELA EDELVIS TESTA 1. Este artículo fue realizado en el marco de la investigación “La enfermería universitaria en la Argentina (1952 a 1969)”, Resolución de la Universidad Nacional de José C. Paz (Proyecto NA00317) y del proyecto de investigación “El proceso de profesionalización del cuidado sanitario. La enfermería universitaria en Argentina (1940-1970)”, financiado por la Universidad Nacional de Quilmes (N° de proyecto 1290/19). INTRODUCCIÓN La poliomielitis es una enfermedad infectocontagiosa que afectó a gran cantidad de personas durante la primera mitad del siglo XX. Es provocada por un virus (tipo 1, 2 y 3) que afecta al sistema nervioso central destruyendo las células encargadas del control de los músculos; como consecuencia, estos se ven afectados con una parálisis irreversible. En casos severos, puede conducir a la muerte y, aunque aflige principalmente a los más pequeños, también son susceptibles de contraerla los niños mayores, e incluso, los adultos. Sus “olas” epidémicas recorrieron el planeta, convirtiéndose en un problema sanitario relevante a escala global. No obstante su previa existencia, fue en ese período cuando pasó a ser considerada como una preocupación y como causa de políticas sanitarias por parte de los Estados. Las razones que 1. Este artículo fue realizado en el marco de la investigación “La enfermería universitaria en la Argentina (1952 a 1969)”, Resolución de la Universidad Nacional de José C. Paz (Proyecto NA00317) y del proyecto de investigación “El proceso de profesionalización del cuidado sanitario. La enfermería universitaria en Argentina (19401970)”, financiado por la Universidad Nacional de Quilmes (N° de proyecto 1290/19). 219 DANIELA EDELVIS TESTA motivaron que se constituyera como una de las enfermedades más temidas del siglo XX, no tuvo que ver solo con el alarmante crecimiento del número de afectados ni con la mortalidad que era capaz de provocar, sino con la cantidad de personas que sobrevivían con secuelas y capacidades funcionales notablemente disminuidas. Se trataba de una enfermedad cuya cura y vías de contagio se desconocían y que afectaba principalmente a los más pequeños. Aún hoy, no existe tratamiento específico para solucionarla y las medidas de sostén para conservar la vida, preservando las funciones vitales, constituyen la única forma de atención médica en la fase aguda. La inmunización masiva a través de la vacunación es la única vía efectiva de controlar el contagio. En este capítulo, prestaremos atención a la recepción en al ámbito local, en 1943, de uno de los procedimientos de recuperación de las secuelas de polio más controvertidos y difundidos: el método Kenny. Creado por la enfermera australiana Elizabeth Kenny, consistía en un conjunto de técnicas de reeducación muscular. Sus ideas sobre la naturaleza de la poliomielitis habían suscitado acaloradas polémicas entre los especialistas. No solo porque cuestionaban los conocimientos consensuados por la medicina, sino porque procedían del mundo fáctico e intuitivo, considerado como esencialmente femenino y opuesto a lo científico. Por su personalidad y trayectoria, la enfermera alcanzó notoriedad en los medios y sus aportes se difundieron en diferentes países de occidente. La llegada de este método a la Argentina atravesó un ciclo epidémico, un golpe militar y el inicio de un período de antinorteamericanismo, propio de la primera etapa del peronismo (1946-1955). Los brotes de poliomielitis en la Argentina existieron desde el año 1906 y el reconocimiento de su carácter epidémico data de 1936. Se220 LA ENFERMERÍA ENTRE LA EMPIRIA Y LA CIENCIA. EL MÉTODO KENNY gún las tasas de incidencia cada 100.000 habitantes, las epidemias de mayor importancia fueron las correspondientes a los años 1936, (con una tasa de 6,2), 1943 (10,6), 1953 (14) y 1956 (33,3). De acuerdo al conocimiento de la época, era poco lo que se sabía sobre el origen y forma de transmisión de esta dolencia que no hacía distinciones de clases sociales, aspecto que ponía en evidencia que su contagio no se relacionaba directamente con las condiciones de vida más precarias. En tal situación de incertidumbre científica y de vulnerabilidad, se apelaba a un variado repertorio de creencias y medidas preventivas, era común que se pintaran con cal los árboles y los cordones de las veredas y que los niños llevaran una bolsita con alcanfor colgada al cuello, se aconsejaba combatir tenazmente a las moscas, alejarse de los centros urbanos y evitar determinados tipos de alimentos. La enfermedad se constituía en esos años como un serio problema colectivo, ya instalado como tema de opinión pública, en la conciencia de la gente y progresivamente en las élites nacionales. Durante los sucesivos brotes, la participación femenina en los procesos de atención y cuidados resultó una presencia insoslayable. Desde su rol de madres, esposas, filántropas, enfermeras auxiliares y/o profesionales, etc., se desempeñaron tanto en las tareas más pesadas, peor pagadas y devaluadas como en otras de mayor prestigio, complejidad y responsabilidad. Las experiencias de capacitación en tareas especializadas para el cuidado de los niños paralíticos, generalmente asumidas por mujeres, en virtud de las supuestas dotes naturales para hacerlo, abrieron camino a futuras ocupaciones profesionalizadas y delimitaron campos de asistencia y especializaciones que no estuvieron exentos de tensiones y disputas. En un contexto científico que no garantizaba soluciones eficaces, las prácticas basa221 DANIELA EDELVIS TESTA das en la prueba y el error constituyeron muchas de las experiencias terapéuticas de la época, que intentaban validar un abanico de técnicas y abordajes que iban desde la prescripción de medicamentos, ungüentos y estímulos eléctricos hasta la utilización de frío, calor, inmovilización, ejercitaciones en el agua, etc. (Testa, 2018). Como estrategia expositiva, previo al abordaje específico del problema, presentaremos un breve panorama general de la polio, necesario para vincular hechos del pasado con problemas del presente. Luego, analizaremos la llegada del método Kenny a nuestro país (1943) y los debates que surgieron en relación con su aplicación y sus alcances. Finalmente, concluiremos con la observación de un proceso que incorporó dicho método a las prácticas terapéuticas, al mismo tiempo que desdibujó el reconocimiento y la determinación de estas como prácticas autónomas de la enfermería. POLIO. HISTORIA DEL PRESENTE Aunque con frecuencia la polio suele ser considerada como algo del pasado, continúa siendo un problema de salud pública del presente. Efectivamente, los objetivos de la Iniciativa para la Erradicación Mundial de la Polio (Organización Mundial de la Salud) no se han logrado. La enfermedad aún persiste de manera endémica en Afganistán, Nigeria y Pakistán. Ello significa que el virus puede propagarse y afectar a otras regiones donde la vacunación sea insuficiente. Existen dos tipos de vacunas antipoliomielíticas de comprobada eficacia, la oral (OPV) y la inactivada (IPV). Pero, contar con recursos tecnológicos adecuados no es suficiente para lograr su erradicación, 222 LA ENFERMERÍA ENTRE LA EMPIRIA Y LA CIENCIA. EL MÉTODO KENNY ya que es necesario alcanzar a todos los niños y niñas del planeta, incluso aquellos que viven en lugares muy lejanos o recónditos. En Argentina, la poliomielitis fue eliminada en 1984 y se mantiene una estricta vigilancia epidemiológica. No obstante, los porcentajes de inmunizados contra esta enfermedad descendieron del 97% al 85%, entre los años 2009 y 2017. Lo mismo sucedió, en idéntico período, con otras vacunas como rubéola (eliminada del país en 2009), hepatitis, neumococo y tuberculosis (Ministerio de Salud, 2018). El invierno de 2019, reveló alarmas periodísticas sobre la falta de insumos necesarios para garantizar la cobertura de vacunas en el país. La denuncia de dos casos de rubéola, ocupó titulares de los diarios: uno de los contagiados fue un chico de siete años que vive en la Ciudad de Buenos Aires y que no estaba vacunado. Si bien son variadas y complejas las causas que pueden relacionarse con dicho fenómeno (dificultades en la accesibilidad, en la provisión de insumos, desinformación, resistencias culturales, etc.), entre ellas, es conocida la existencia de posturas, tanto entre médicos como en legos, que se oponen a la utilización de vacunas y postulan la libertad y el derecho de abstenerse de las mismas. En los últimos años, la presencia de los movimientos antivacunas en los medios de comunicación es cada vez más visible. No obstante que los debates que interpelan su utilización están presentes desde el momento de su invención, estas visiones aparecen como algo “nuevo” para cuestionar la compulsividad del plan obligatorio y los discursos paternalistas. En ese sentido, el reciente brote de sarampión (enfermedad erradicada desde el año 2000) en veintitrés Estados de Estados Unidos, con más de ochocientos casos declarados entre enero y mayo de 2019, resulta una alarma de interés global. De acuerdo a informes de los Centros de 223 DANIELA EDELVIS TESTA Control y la Prevención de las Enfermedades (Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos), el 1,3% (100.000) de los menores de dos años de ese país no están vacunados, por razones que se vinculan a creencias religiosas y a debates en contra de las inoculaciones. Desde esa perspectiva, sobre la vacuna de la polio advierten que podría estar contaminada con el virus tumoral SV40, originario de los monos (cuyo tejido interviene en el proceso de fabricación) que podría producir leucemia u otros tipos de cáncer; también señalan que el riesgo de la mutación de virus derivados sería mayor que prescindir de su protección y que el atribuido éxito en los indicadores que documentan el descenso de poliomielitis se debe a los criterios oficiales de registro epidemiológico y no a un verdadero control de la dolencia (Argentina sin vacunas; Libre Vacunación). La apelación sobre temas aparentemente aceptados y fuera de discusión, como puede ser el de la inmunización, indica que una parte de la población se ha empoderado y reclama información y consentimiento (Brown, 2015). Es importante considerar que estas voces debieran ser tomadas en cuenta para repensar las políticas sanitarias de prevención y las agendas de investigación y de capacitación, en pos de reformular las estrategias de intervención de los profesionales de la salud, especialmente aquellos involucrados en los primeros niveles de atención. Asimismo, en cuanto a la comunicación mediática, es importante ser conscientes de posibles enmascaramientos y simplificaciones de un problema que siempre implica múltiples aristas y dimensiones. Por eso, revisitar el pasado es importante para comprender algunos desafíos actuales, especialmente cuando se trata de los procesos de salud, enfermedad, atención y cuidados. 224 LA ENFERMERÍA ENTRE LA EMPIRIA Y LA CIENCIA. EL MÉTODO KENNY EL MÉTODO FITTE Y LA EPIDEMIA DE 1943 A pesar de contarse con algunos recursos sanitarios, la epidemia de 1942-1943, representó una coyuntura difícil. En las casi tres décadas –que iban desde 1906 hasta 1932– se habían informado 2.680 casos. Durante la década siguiente (entre 1932 y 1942) se sumaron otros 2.435 nuevos casos. Pero, entre 1942 y 1943, con 2.280 víctimas, en tan solo algunos meses, la enfermedad se había cobrado casi la misma cantidad que en últimos diez años (Plan Analítico de Salud Pública, 1947: 757). Si bien ese número de casos se distribuyó en el transcurso de varios meses, tal magnitud requirió de medidas especiales. En dichas circunstancias, para noviembre de 1942, se había instrumentado un conjunto de medidas preventivas y preparatorias para enfrentar la epidemia, a través de la habilitación especial del Pabellón Tamini (en el Hospital de Niños) y de la contratación de personal provisional y extraordinario. Por otro lado, desde la Asistencia Pública de la ciudad de Buenos Aires, su director Raúl Cibils Aguirre, aunque aún no reconocía oficialmente la existencia de un brote epidémico, también se preparaba para hacer frente a las contingencias posibles. Dispuso para ello de la “reserva” de dos salas para niños y niñas, respectivamente, y otra para adultos en el hospital Muñiz, y habilitó una sección especial para realizar análisis de líquido céfalo-raquídeo, necesario para el diagnóstico diferencial. Además, siempre con fines preventivos, recomendaba la coordinación de acciones entre las distintas reparticiones sanitarias y llamaba a los médicos a que cumplieran con el deber de denunciar a la Asistencia Pública todo caso de parálisis infantil, de acuerdo con la Ley N° 12317 de declaración obligatoria. En consonancia, durante ese mis225 DANIELA EDELVIS TESTA mo mes, el Departamento Nacional de Higiene convocó a la creación de una Comisión Permanente de la Parálisis Infantil con representantes de distintos centros científicos y administrativos. Dentro del grupo de médicos que se interesaban en temas de rehabilitación, el papel del cirujano ortopédico Marcelo Fitte fue uno de los más influyentes. En 1929, fue designado como médico por la Sociedad de Beneficencia en el Servicio de Cirugía del Hospital de Niños; un año antes había obtenido el cargo de profesor adjunto de la cátedra de Ortopedia de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, donde había comenzado como adscripto en 1924 (Fitte y Masucci, 1938). El cirujano sostenía que el tratamiento ortopédico precoz era el recurso más eficaz y adecuado para tratar la poliomielitis. Se basaba en la intervención temprana desde la fase aguda, la utilización de aparatos ortopédicos, las cirugías correctivas, la reeducación muscular y los masajes (en mesa o en el agua), la constante vigilancia de las posiciones adecuadas del cuerpo y el atento control periódico de la evolución del paciente. El galeno tenía una opinión asumida, no muy alejada del resto de la opinión académica y pública, que acentuaba el rol privilegiado de las mujeres como mediadoras entre el mundo de los enfermos y el mundo médico (Di Liscia y Maristany, 1997). En 1938, en su propuesta de organización para un servicio de poliomielitis, señalaba la importancia de las visitadoras y de las reeducadoras, basadas en las condiciones físicas y espirituales femeninas, esenciales para el éxito de un proyecto sanitario moderno que estuviera a la altura de otros similares en el mundo. Fitte destacaba, además, la necesidad de crear “verdaderos servicios elásticos”, capaces de responder a epidemias desiguales en magnitud. Dicha elasticidad estaría dada por la capacidad de aumentar rápidamente el nú226 LA ENFERMERÍA ENTRE LA EMPIRIA Y LA CIENCIA. EL MÉTODO KENNY mero de camas en el hospital y por el seguimiento de los “enfermitos” en sus respectivos domicilios, que sería realizado por las visitadoras y reeducadoras, “como si estuviera internado, sin necesidad de cargar con el costo de la internación” (Fitte y Masucci, 1938; 1939: 140). Las “reeducadoras”, bajo la supervisión del médico, eran las encargadas de movilizar miembros paralizados, aplicar masajes, estimular movimientos y evitar las malas posturas que conducirían a malformaciones. “Escasas, pero laboriosas”, se formaban desde 1939 en el servicio de parálisis infantil, dirigido por Fitte. Dicho servicio tenía 60 plazas y estaba organizado a semejanza de los servicios de rehabilitación de los Estados Unidos (contaba con 2 visitadoras, 4 reeducadoras, 3 masajistas, 3 enfermeras especializadas y 3 médicos; disponían de una piscina para realizar los ejercicios (Sociedad de Beneficencia, legajo 113, 1940). Ciertamente, la complejidad propia de asistir a niños pequeños y la necesidad de “alimentarlos, darles de beber frecuentemente, asearlos, moverlos de posición en sus camitas, muchas veces cargarlos en brazos, etc., etc.” (Sociedad de Beneficencia, legajo 113, 1942) sumaba a los requerimientos materiales otro cariz de carácter intangible, la dimensión ética del cuidado (Venturiello, 2016). Traducido en la necesidad de disponer de tiempo y de brazos capaces de consolar llantos y de mecer criaturas, este aspecto del cuidado, que atravesaba y trascendía el número de camas disponibles y las fronteras del saber médico, era considerado de tal naturaleza que hacía al específico “conocimiento de las señoras” y fue el fundamento para pedir que se contratara personal extraordinario, excluyentemente femenino (Sociedad de Beneficencia, legajo 113, 1942). Reeducadoras, enfermeras, visitadoras y ayudantas, tendrían un papel nodal en los “etcétera del cuidado”, que serían esenciales 227 DANIELA EDELVIS TESTA a los “modernos” tratamientos de rehabilitación. Los procesos de medicalización de la crianza y la maternidad, sumados a la maternalización política de las mujeres (Nari, 2004) y las preocupaciones por la desnatalidad, presentes desde mitad de la década de 1930, fueron parte del marco de ideas en que los pediatras, a partir de 1940, comenzaron a propiciar una nueva sentimentalidad en torno a los pequeños (Biernat y Ramacciotti, 2013; Rustoyburu, 2019). Esas ideas presentaban nuevas lógicas y pautas de cuidado que se pronunciaban a favor de un mayor contacto físico con bebés y niños, y veían con buenos ojos el tenerlos en brazos y estimularlos afectivamente a través de las sonrisas y de la voz. Ello se vio reflejado en los consejos médicos prodigados fundamentalmente a las madres y también en las prácticas de cuidado de asilos e instituciones sanitarias. Hacia 1938, el pediatra austríaco René Spitz había iniciado sus experimentaciones con infantes internados en asilos; sus hallazgos sobre las nefastas consecuencias que las hospitalizaciones prolongadas tenían en la salud y en el desarrollo de los pequeños serán muy influyentes en la organización de los servicios sociales y sanitarios infantiles a partir de 1945. En el ámbito nacional, el pediatra Florencio Escardó fue uno de los que impulsó estas ideas y estará entre los primeros en autorizar la permanencia de las madres en las salas, junto a los niños, durante los períodos de internación (Rustoyburu, 2019). EL MÉTODO KENNY. CONTROVERSIAS Y ASIMILACIÓN En plena epidemia de 1943, el gobierno de Estados Unidos envió a Buenos Aires una comisión en colaboración especial para aplicar el método Kenny en nuestro país. Conformada por un médico ortopé228 LA ENFERMERÍA ENTRE LA EMPIRIA Y LA CIENCIA. EL MÉTODO KENNY dico, Rutherford John, y dos nurses especializadas, Mary StewardKenny (sobrina de la enfermera Elizabeth Kenny, creadora del método que llevaba su nombre) y Ethel Gardner, llegaron a la ciudad el 16 de marzo. El médico permaneció en Buenos Aires durante cuatro semanas, y las enfermeras, quienes se alojarían en el Hospital de Niños, dos meses. John se alojó en un hotel para mantener una supuesta posición de neutralidad ante las disidencias locales sobre el método. Su paga casi cuadriplicaba la de las enfermeras, $750 por mes para él y $200 para ellas (citado en Rogers, 2013, nota 184: 61). Durante su permanencia, que finalmente se extendió de dos a cuatro meses, las nurses americanas no podían hacer declaraciones públicas por “cuestiones de disciplina”, quedando ello en la voz del médico que encabezaba la misión. Su función fue asistir a los niños internados en el pabellón Tamini al tiempo de enseñar el método a seis reeducadoras formadas previamente en el “método Fitte”. Luego se agregaron otras postulantes seleccionadas entre enfermeras, kinesiólogas y masajistas experimentadas. Si bien el modelo de formación británico, junto a la figura emblemática Florence Nightingale, había tenido un impacto inicial en la formación de enfermeras en Argentina, durante el primer tercio del siglo habían surgido escuelas que incorporaban influencias norteamericanas, como la de Standard Oil, en Tartagal (Salta), y una escuela dependiente de la Universidad Nacional del Litoral en la ciudad de Rosario, financiada por la Fundación Rockefeller, como demuestran Natacha Bacolla e Ignacio Allevi en este libro. El persistente problema de la capacitación de enfermeras había favorecido que algunas instituciones, como la Sociedad de Beneficencia, el Hospital Italiano y el Hospital Rivadavia, dictaran cursos a su personal, sin llegar a establecer escuelas (Martin, 2015). A través de 229 DANIELA EDELVIS TESTA este tipo de estrategias, en un contexto de complejización del sistema sanitario, que se veía puesto a prueba una y otra vez frente a las epidemias, se establecieron flujos y circuitos que incorporaron otras metodologías y prácticas terapéuticas en la región. En efecto, este procedimiento de reeducación muscular, ideado por la enfermera australiana Elizabeth Kenny, a partir de su amplia experiencia con esta enfermedad desde 1911, se aplicaba en los Estados Unidos desde 1940. Aunque el método no tenía valor curativo, se utilizaba para combatir las secuelas, aliviar el dolor, evitar contracturas y deformaciones y reeducar a aquellos pacientes que recobraran movimientos. Se trataba de una actividad laboriosa que requería de tiempo y atención personalizados. Se necesitaban paños de tela, agua caliente, recipientes, escurridores, toallas y camillas especiales. La tarea consistía en envolver los miembros afectados con franelas de algodón mojadas en agua hirviendo, escurridas previamente para evitar las quemaduras. Luego, esas envolturas se cubrían con seda aceitada y sobre ellas se colocaba una tercera capa de franelas secas. Esta capa de tres vendajes se renovaba cada dos horas, pero si los dolores eran muy acentuados, se podían cambiar cada quince minutos durante doce horas. La técnica se aplicaba sobre los niños sin ropa en camillas adecuadas a sus tamaños; para agilizar el secado de los fomentos se habían adquirido tres máquinas eléctricas de secado (Sociedad de Beneficencia, legajo 113, 1943). De cara al golpe militar del 4 de junio de 1943 la National Foundation of Infantile Paralysis de Estados Unidos (FNIP) recomendó interrumpir la estadía de las nurses en Buenos Aires y dispuso su inmediato regreso a Minneapolis. Similar reacción fue adoptada desde la Fundación Rockefeller, que suspendió abruptamente sus programas 230 LA ENFERMERÍA ENTRE LA EMPIRIA Y LA CIENCIA. EL MÉTODO KENNY de capacitación de enfermeras y otros estímulos a la investigación científica que venía desarrollando en Argentina. Además, habían trascendido rumores que acusaban a las nurses Kenny y Gardner de distraer tiempo de sus labores en la atención privada de niños de familias pudientes que, aunque fueron desmentidos, alimentaron el malestar y los malos entendidos. Finalmente, con el aval y el dinero provisto por Elizabeth Kenny, ya que la FNPI había retirado el financiamiento, las enfermeras permanecieron en Buenos Aires hasta pasado el pico más grave de la epidemia (Rogers, 2013). Las ideas de carácter nacionalista y antinorteamericana de las autoridades entrantes y la política de neutralidad adoptada en el conflicto de la Segunda Guerra provocaron el alejamiento de las relaciones formales entre Estados Unidos y Argentina. En el ámbito nacional, las autoridades dictatoriales aplicaron cesantías a profesores universitarios, intelectuales o personalidades de la cultura que fueran sospechados de tener ideas “extranjeras” (Ramacciotti, 2017). En un perdurable clima de incertidumbre bio-científica, en Buenos Aires también se jugaban controversias acerca de cuáles eran los métodos adecuados para tratar la enfermedad. Estaban los procedimientos tradicionales, que prescribían la inmovilización y la fisioterapia, y los más innovadores que apostaban, por el contrario, a la movilización precoz, los masajes y la hidroterapia, incluyendo la utilización de antibióticos y la experimentación con sueros y vacunas. En ese contexto, la presencia de las reeducadoras norteamericanas tuvo amplias repercusiones en la prensa local y en los países vecinos, que motivaron mayores demandas de atención, que excedieron la capacidad de respuesta del sistema. A modo de ejemplo, desde la ciudad de Concordia se solicitó la derivación al hospital de Niños de 231 DANIELA EDELVIS TESTA la capital de veinte pequeños para que recibieran ese tipo de tratamiento porque allí, como en otras provincias, se carecía “de medios para la reeducación”, de los cuales fueron aceptados solo diez, por falta de camas. También, desde la ciudad de Victoria se solicitó una “reeducadora del servicio del Dr. Fitte” para que fuera a capacitar y a dar tratamiento, en ocasión de un brote de la enfermedad. El pedido se fundamentaba en razones humanitarias y, además, por la “imposibilidad de obtener los servicios de reeducadoras que no sean las que se desempeñan en el servicio del Dr. Marcelo Fitte” (Sociedad de Beneficencia, legajo 113, 1943). Durante el mes de mayo, la enfermedad se manifestó en Misiones, por lo que la Sociedad de Beneficencia envió en misión de servicio a dos enfermeras reeducadoras, María Brisuela y Lucía Duarte, para que trabajaran en conjunto con la delegación de médicos y enfermeras del Departamento Nacional de Higiene. En cuanto a los países vecinos, el gobierno chileno había becado la estadía en Argentina de una enfermera y una kinesiterapeuta para que aprendieran el método de las nurses extranjeras, a la vez que había solicitado el envío de una reeducadora del servicio de parálisis infantil para instruir a reeducadoras chilenas, corriendo los gastos a cuenta de la embajada trasandina. Ello se debía al “prestigio del servicio de parálisis infantil dirigido por Florencio Bazán y Marcelo Fitte”, siendo ellos “preferidos antes que enviarlas a los Estados Unidos”. Por su parte, desde el Ministerio de Salud de Uruguay, una delegación sanitaria encabezada por el médico Ricardo Caritat también había sido consignada para estudiar el método Kenny en el servicio de parálisis infantil de Buenos Aires. Además, una de las reeducadoras de Fitte, Elena T. de Albino, había viajado (en abril de 1943) para perfeccionarse durante tres meses en los Estados Unidos. 232 LA ENFERMERÍA ENTRE LA EMPIRIA Y LA CIENCIA. EL MÉTODO KENNY Una densa red de relaciones científicas al interior de la región latinoamericana evidenció que no se trataba de una recepción pasiva y unívoca de influjos de otros hemisferios, sino que, por el contrario, se estableció un dinámico campo de intercambios que congregaba multiplicidad de actores. Además, seguramente las barreras idiomáticas fueron un factor importante al momento de establecer trayectorias y circuitos de formación en la región (Ramacciotti, 2017). En síntesis, a partir de la llegada de las nurses americanas, el ortopedista logró fortalecer su proyecto asistencial a partir de la provisión de insumos y equipamiento, la contratación de personal y la capacitación de enfermeras, reeducadoras y visitadoras. Luego de pasada la epidemia y con el fin de apreciar mejor los resultados de esta nueva técnica, el médico había solicitado continuar las actividades de reeducación con el fin de capitalizar los esfuerzos y aprendizajes invertidos y también de asistir a los enfermos de otras epidemias, pasadas y futuras. Sin embargo, sus reiterados pedidos no fueron contemplados y se suspendieron los recursos “extraordinarios” antes asignados, por considerarse finalizada la epidemia. De esa forma, los saberes acumulados durante la urgencia fueron relegados; la inestabilidad en el mantenimiento de programas y las reducciones presupuestarias, constituyeron un serio límite para el sostenimiento de acciones preventivas y de rehabilitación en un marco donde las coyunturas políticas tendieron a constituirse en un freno para la evolución de las políticas sanitarias. En ese momento, la Sociedad de Beneficencia enfrentaba serias dificultades financieras para mantener los servicios en condiciones, a lo que se agregaba la regularización obligatoria de la jornada laboral de ocho horas exigidas por las nuevas disposiciones de la Secretaría 233 DANIELA EDELVIS TESTA de Trabajo y Previsión (Sociedad de Beneficencia, legajo 113, 1943). Luego de la Revolución de Junio, desde dicha secretaría encabezada por Domingo Perón, se implementaron una serie de medidas destinadas a favorecer a los trabajadores que significaron una profunda reformulación de la regulación estatal en materia laboral (entre ellas, los convenios colectivos de trabajo, el Estatuto del Peón de Campo y los Tribunales de Trabajo) e implicaron el incremento de los mecanismos de regulación y control en los ámbitos laborales (Stagnaro, 2018). El creciente interés de Fitte por dedicarse a la recuperación de las secuelas paralíticas de la polio demandaba de recursos durante períodos prolongados que por ese entonces la Sociedad de Beneficencia no podía resolver. El médico refería preocupación por aquellos niños de las provincias y de escasos recursos, para quienes el regreso al hogar representaría la imposibilidad de un tratamiento correcto y aseguraba que en tales condiciones “serían rápidas víctimas de deformaciones, lo que esterilizaría el esfuerzo ejecutado” (Sociedad de Beneficencia, legajo 113, 1943). Si bien el pabellón Tamini se reabrió con el brote de 1945 y, junto con la Sala XVI, fueron importantes espacios de práctica, investigación y docencia de las nuevas técnicas desarrolladas por el ortopedista, como veremos a continuación, será en otro ámbito y en alianza con el grupo de mujeres que organizaron ALPI donde logrará afianzar su experiencia y canalizar sus vastas aspiraciones. Como se ha señalado, la maternalización del mercado de trabajo y las ideas sobre la supuesta naturaleza femenina y masculina se reflejaron en la organización social del trabajo. Así, en la división del trabajo sanitario, los médicos se ocuparían de lo científico y las enfermeras de lo empírico. Como “profesión atajo” tempranamente feminizada en nuestro país, la enfermería (junto con el magisterio, 234 LA ENFERMERÍA ENTRE LA EMPIRIA Y LA CIENCIA. EL MÉTODO KENNY asistentes de laboratorio y parteras) representaba una de las vías para el desempeño laboral de las mujeres (Martin, 2015). Siguiendo las ideas de Ramacciotti y Valobra (2015: 288), entre las variadas razones (ideológicas, institucionales, económicas, culturales, etc.) que llevaron a excluir o incorporar a las mujeres a las prácticas sanitarias, deben considerarse también ciertas coyunturas críticas que actuaron a favor de la feminización. En ese panorama de ideas y en el marco de una emergencia sanitaria que afectaba a niños de corta edad, resultaba casi obvio e incuestionable que, ante la necesidad de incrementar el personal auxiliar, se apelara a las enfermeras para aplicar las modernas técnicas médicas. A medida que aumentaban los casos, se abrían nuevos cargos, siempre de carácter “provisorio y extraordinario” y sujetos a la evolución epidemiológica. ¿Qué manos mejores que las femeninas para maniobrar los pequeños cuerpos paralizados, aliviar su dolor y llevar adelante la pesada jornada laboral que implicaba, entre otras tareas, trabajar con agua hirviendo, tolerar llantos infantiles, mecer cunas, etc.? La ecuación concertaba la aptitud y la capacidad de abnegación y sacrificio para el cuidado, esencializados como atributos propios de las mujeres, con bajos sueldos y condiciones laborales de precariedad. Ramacciotti y Valobra (2015) explican el interés de las mujeres en ocupar ese tipo de cargos públicos en un conjunto de razones que combinan la atracción por obtener un ingreso, aun siendo exiguo, con la desvalorización del propio trabajo, basado en la concepción del aporte monetario femenino como complementario al de los varones y en la naturalización de las tareas asumidas. Esta combinación las llevaría a postergar sus derechos laborales y a aceptar desventajosas condiciones de trabajo. 235 DANIELA EDELVIS TESTA A MODO DE CIERRE Como se ha mencionado, el pequeño grupo de enfermeras especializadas del Hospital de Niños tuvo un rol destacado durante la epidemia de 1943; aún bajo la tutela del médico, estas mujeres fueron solicitadas especialmente por su experticia; realizaron viajes de perfeccionamiento al exterior y capacitaron a otros en diferentes ciudades. No obstante, en 1944, los cursos de reeducación pasaron a ser privativos de los kinesiólogos. Una vez logrado cierto prestigio y reconocimiento social basado en el manejo experto de la técnica, y antes de que pudieran las enfermeras aspirar a la hegemonía de su administración, la reeducación fue designada por los médicos como función privativa de otro grupo profesional. Luego de ser probada la técnica, y finalizada la emergencia, las enfermeras fueron reubicadas en el plano subordinado de los “etcétera del cuidado”, tan invisibles como esenciales en las complejidades cotidianas de la asistencia de los pequeños enfermos. Esta exclusión puede ser comprendida dentro de los procesos de profesionalización y feminización de un campo de intervención en disputa que se venía conformando en nuestro país. Desde principios de siglo, médicos, kinesiólogos, ortopedistas, educadores y otras disciplinas actuaban en torno a la rehabilitación e intentaban consolidarse como especialistas. No es redundante mencionar que dichas controversias y sus resultados concretos demuestran que la organización del trabajo deviene de relaciones sociales preexistentes, reproduce las desigualdades entre varones y mujeres y adquiere importante peso al definir los alcances e incumbencias de las actividades (Ramacciotti y Valobra, 2015). En ese sentido, las ideas de Kenny sobre la naturaleza de la poliomielitis 236 LA ENFERMERÍA ENTRE LA EMPIRIA Y LA CIENCIA. EL MÉTODO KENNY habían suscitado no pocas polémicas entre los especialistas. No solo porque cuestionaban los conocimientos consensuados por la medicina, que la entendían como una enfermedad de tipo neurológica, sino porque procedían del mundo fáctico e intuitivo, considerado como esencialmente femenino y opuesto a lo científico. En base a su amplia experiencia clínica, y ejerciendo una autonomía que iba más allá del cumplimiento de las indicaciones del médico, la enfermera concebía la enfermedad como una alteración de los músculos y de la piel. Su teoría señalaba que esta dolencia producía espasmos musculares como consecuencia de la inflamación y del dolor, y que eran dichos espasmos, al ser tratados en forma inapropiada, los causantes de la “invalidez” que quedaba como secuela de la enfermedad. Si la enfermera Kenny estaba en los cierto, la parálisis no era, entonces, una consecuencia natural e inevitable, sino el resultado del tratamiento tradicional de inmovilización aplicado por los ortopedistas. Fueron muchas las controversias entre los médicos que, aunque reconocían la eficacia del método, especialmente en cuanto a la reducción del dolor, no aceptaban el marco interpretativo de la enfermera (Rogers, 2013). Los “hombres de ciencia” devaluaban las ideas de esta mujer de “gran firmeza de carácter y profundamente justa y tesonera”, por considerar sus argumentos como no científicos y basados exclusivamente en la empiria. Sin embargo, reconocían que aun “sin preparación científica esencial ni conocimientos de la medicina, pero con un conocimiento notable acerca de la anatomía de los músculos”, había impulsado una necesaria renovación de los métodos de tratamiento además de lograr una amplia aceptación entre familiares y una importante difusión en variadas latitudes (Berg, 1959: 181). 237 DANIELA EDELVIS TESTA Este debate entre la ortopedia tradicional y el método Kenny no se vio reflejado de igual modo en las fuentes locales analizadas. Por el contrario, de las ideas de su autora, estimar que su método no debía resultar nunca complementario a otros, sino que debía ser valorado como un método original, este fue ampliamente aceptado e incorporado a las prácticas en combinación con otras técnicas terapéuticas. En cierto modo, esto puede ser interpretado como un fracaso para Kenny, al quedar su metodología bajo el dominio del médico ortopedista que era quien prescribía las diversas técnicas (hidroterapia, calor, masajes, yesos, etc.) a las auxiliares especializadas. Así, la reeducación quedó puntualizada como tarea de los kinesiólogos y la faena de las vendas calientes o fomentaciones, en manos de las enfermeras. Examinar las tensiones que enmarcaron la llegada del método Kenny a la Argentina permite comprender mejor el lugar de la enfermería en la construcción de las políticas sanitarias, en la medida que posibilita la objetivación de modalidades peculiares y la identificación de disputas y criterios que, incluso dentro del campo asistencial específico, las excluyeron de algunos ámbitos y prácticas, y las incluyeron en otros, asignándoles determinados perfiles ocupacionales. Quizá la conclusión más importante en este sentido sea la de reforzar la importancia de construir nuevos relatos de la historia que permitan repensar críticamente los temas de salud, enfermedad y cuidados, la división sexual del trabajo y los procesos de feminización y profesionalización en el campo sanitario, tanto en el presente como en el pasado. En definitiva, la impostergable tarea de reconocer y recuperar las contribuciones de las mujeres como sujeto social a lo largo de la historia. 238 LA ENFERMERÍA ENTRE LA EMPIRIA Y LA CIENCIA. EL MÉTODO KENNY REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS FUENTES PRIMARIAS Argentina sin vacunas. Recuperado de https://argentinasinvacunas.wordpress.com/ Argentina, Ministerio de Salud. (2018). Coberturas de Vacunación por Jurisdicción. Calendario Nacional de Vacunación 2009-2017. Recuperado de https://www.argentina.gob.ar/salud/inmunoprevenibles7coberturas- de-vacunacion Argentina, Secretaría de Salud Pública (1947). Plan analítico de salud pública: tomo II. Buenos Aires: Ministerio de Salud Pública. Berg, R. (1959). La lucha contra la poliomielitis. Buenos Aires: Nova. Fitte, M. y Masucci, A. (1938). Tratamiento de las secuelas de la poliomielitis. La Prensa Médica Argentina, XXV(50), 2345-2352. ----- (1939). 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Argentina 1880-1970” (H846) y del proyecto “Género y modernización política. Argentina, 19551970”, Proyecto Plurianual, CONICET. Una versión preliminar de este artículo fue publicada en Valobra y Ramacciotti (2009). INTRODUCCIÓN El 12 de agosto del 2007, en el diario El Día de la ciudad de La Plata, uno de los tres obituarios referidos a Margarita Basomba la recuerda como “una persona excepcional, inclaudicable en la larga y dura lucha por la construcción y defensa de un sistema de salud al servicio del pueblo”. Estas semblanzas, modeladas por allegados, tienen un papel destacado para organizar el recuerdo. Habitualmente, en relación con el ámbito sanitario, conmemoran a médicos; y en los lugares donde tuvieron el ejercicio de su profesión, suelen colocarse plaquetas de homenajes, bustos, salas con sus nombres, el nombre de un hospital zonal y hasta la nominación de alguna calle. Los recordato- 1. Este artículo fue realizado en el marco de la investigación “La enfermería universitaria en la Argentina (1952 a 1969)” Resolución de la Universidad Nacional de José C. Paz (Proyecto NA00317), del proyecto de la Universidad Nacional de Quilmes “El proceso de profesionalización del cuidado sanitario. La enfermería universitaria en Argentina” (N° 1290/19), del proyecto “Modernización en clave de género. Argentina 1880-1970” (H846) y del proyecto “Género y modernización política. Argentina, 19551970”, Proyecto Plurianual, CONICET. Una versión preliminar de este artículo fue publicada en Valobra y Ramacciotti (2009). 245 KARINA INÉS RAMACCIOTTI Y ADRIANA MARÍA VALOBRA rios para las figuras femeninas son menos frecuentes, una invisibilización habitual de las mujeres en todos los aspectos de sus ejercicios profesionales. ¿Por qué recordar a Margarita Basomba? Y antes que esa pregunta, ¿quién era ella? ¿Cuál fue y dónde realizó su aporte? A retazos, nos acercaremos a su vida centenaria. Tres datos llaman nuestra atención inmediatamente: se desempeñó como enfermera diplomada, visitadora de higiene y médica, derrotero poco habitual para una mujer en los años centrales del siglo XX. Es esa singularidad la que nos invita a adentramos en esta biografía para poder comprender, a partir de su vida, las dificultades y holguras que pudo tener una mujer para ejercer un papel que mereció que fuera recordada por los medios por su labor profesional. En este artículo, nos interesa destacar los intentos de profesionalizar la enfermería en el ámbito de la provincia de Buenos Aires basculando sobre algunos momentos del itinerario experto de Margarita Basomba. Este, como señalamos, no fue el habitual de las mayorías de enfermeras, ya que ella alcanzó a ser representante de su profesión en eventos académicos nacionales e internacionales, ocupó cargos de dirección en la Escuela de Enfermeras y Samaritanas de la Cruz Roja, logró titularse de Visitadora Social en la Universidad Nacional de La Plata (1945) y de médica, en 1962, en la misma universidad. No obstante, este caso ilumina las circunstancias personales, sociales y políticas que tuvo que sortear una mujer que alcanzó un lugar alto en la escala de una profesión durante el siglo XX. En la enfermería, como en otras tantas profesiones feminizadas, el techo de cristal generó, y aún lo hace, obstáculos para el ascenso de las mujeres en la escala jerárquica. No invocamos su trayectoria en el sentido de modelo a imitar, pues lejos estamos de la entronización 246 “CON EL DESCANSO DEL VIENTO”. MARGARITA BASOMBA Y LA ENFERMERÍA PLATENSE laudatoria. Más bien, intentamos comprender sus motivaciones y sus modos de actuación y el contexto socio-sanitario que le tocó vivir, incluso cuando no coincidamos con ellos (Valobra, 2009: 17). Asimismo, será una oportunidad para revisar el matiz que tuvo la formación de la enfermería auspiciada desde la agencia sanitaria provincial y desde la Cruz Roja platense, ya que –como estamos analizando en este libro– la aspiración de implementar una carrera sanitaria y profesionalizar el ejercicio de quienes se denominaban “auxiliares de la medicina” resonó en todo el país a lo largo del siglo XX, pero en cada lugar tomó un cariz particular a tono con las acciones que ya se habían implementado previamente y las políticas diseñadas tanto por las agrupaciones de la sociedad civil, los ámbitos universitarios o las agencias estatales. Esos procesos se inscriben en los intentos de conducir el país a una modernización socioeconómica que colocara a la salud a la altura de los estándares internacionales convertidos en indicadores de excelencia. Desplegaremos el artículo en dos apartados. En primer lugar, revisaremos los espacios formativos en enfermería en la ciudad de Buenos Aires y en la capital de la provincia de Buenos Aire, durante la primera mitad del siglo XX; luego, revisaremos la biografía de Margarita Basomba teniendo en cuenta sus inicios en la profesión y los eventos más destacados de su trayectoria profesional vinculados a la enfermería argentina. LA CAPACITACIÓN EN ENFERMERÍA En la Argentina, el proceso de profesionalización de la enfermería tuvo como protagonistas un variado abanico de actores sociales y políticos. Entre ellos, el rol de la médica Cecilia Grierson en la capital 247 KARINA INÉS RAMACCIOTTI Y ADRIANA MARÍA VALOBRA porteña no puede ser soslayado, ya que fue quien organizó los nacientes cursos de primeros auxilios en los consultorios de los médicos del Buenos Aires de las primeras décadas del siglo XX, para luego ser reconocidos por la Asistencia Pública de Buenos Aires. Asimismo, los cursos que se dictaron por parte de los hospitales de las comunidades inmigratorias o religiosas como la Escuela de Enfermería del Hospital Británico (1890) o la Escuela de Enfermeras Obras de Conservación de la Fe (1914) conformaron un conjunto de espacios formativos en los cuales las mujeres ganaron un espacio de capacitación y de trabajo (Ramacciotti y Valobra, 2015 y Martin, 2015). La modernización socio-sanitaria que se esperaba lograr en nuestro país incluía un perfeccionamiento de la red de hospitales y la complejización de las actividades sanitarias tales como campañas de vacunación, difusión sanitaria, extensión de medidas preventivas, instalación de centros de salud y dispensarios en espacios urbanos y rurales, en escuelas y fábricas y aumento de “auxiliares de la medicina”. Entre “auxiliares de la medicina” se incluía un conjunto de personas que podían oficiar de enfermeras, mucamas o voluntarias, considerando como tales, incluso, a las que no tenían formación. Esto impulsó la emergencia de espacios formativos distintos a los que ya existían. Así, el 18 de junio de 1920, la Cruz Roja Argentina inauguró en Buenos Aires su primera Escuela de Enfermeras y Enfermeros y, en 1926, la de Samaritanas. Su objetivo, a tono con el ideal de la Cruz Roja Internacional, era brindar nociones de primeros auxilios, medicina preventiva, higiene y puericultura entre quienes podían ejercer estas tareas no de manera profesional, sino solo ante situaciones de emergencias tales como situaciones bélicas, inundaciones, terremotos y accidentes (Molina, 1973: 165). Todo ello debía realizarse con 248 “CON EL DESCANSO DEL VIENTO”. MARGARITA BASOMBA Y LA ENFERMERÍA PLATENSE métodos racionales propios de una enfermería moderna. A fines de la década de 1920, Margarita Pura María Basomba fue una de las egresadas de dicha escuela porteña. En 1936, a partir de la Ley N° 4534 de la provincia de Buenos Aires,2 se exigió el registro público de médicos y “auxiliares”. Luego de este control, la Dirección General de Higiene –organismo que regulaba e implementaba las políticas sanitarias provinciales—constató que solo había dos inscriptos que ostentaban títulos, pero desempeñaban funciones de “auxiliares” más de doscientas personas. En función de este informe, en 1941, Eugenio Galli, el director general de Higiene, solicitó crear una Escuela de Enfermeros y Preparadores de Farmacias y Laboratorios (Dirección General de Higiene de la Provincia, 1941: 5). Galli indicó que, para quienes no tuvieran título habilitante, debía constatarse la antigüedad de servicios y, luego, tomar un examen práctico que, de aprobarse, lo habilitaría en el cargo. Esta manera de formalizar situaciones de hecho fue muy habitual en la enfermería durante el siglo XX. Con ello, se reconocía la práctica como experiencia formativa en los sistemas sanitarios y se hacía frente a la constante necesidad de personal de enfermería; idea reñida, de todos modos, con la demanda de profesionalización que atravesaba el campo desde su organización. En efecto, asimismo, debía fomentarse la inscripción para especializarse en el área a resultas de lo cual –si se producían vacantes en los puestos de instituciones oficiales— serían privilegiadas aquellas personas que egresaran con títulos y se consideraría el orden de méritos durante la carrera. En diciembre, y a tono con estas 2. Véase la ley y sus subsiguientes modificatorias en http://www.gob.gba.gov.ar/legislacion/legislacion/l-4534.html 249 KARINA INÉS RAMACCIOTTI Y ADRIANA MARÍA VALOBRA propuestas, se decretó la creación de la escuela. Los docentes no tendrían renta, salvo excepcionales circunstancias, y el programa formativo quedaría estipulado por el personal directivo a cargo de la escuela. A partir de 1943, las Actas atestiguan los pasos de las primeras promociones regulares, así como los de los aspirantes a títulos habilitantes. En ellas, se aprecia un marcado proceso de feminización de la profesión entre las egresadas. El número de varones inscriptos para cursar la carrera era relativamente reducido (aproximadamente, el 20 %). Mientras, quienes debían regularizar su situación y se presentaban a rendir el examen para lograr el título –tras años de ejercicio de la enfermería— eran mayoritariamente varones (en algunos casos llegaron a ser el 90% de los que iban a rendir). El proceso de feminización de la enfermería también fue estimulado a partir de la creación de la Escuela de Enfermeras y Samaritanas de la Cruz Roja Argentina de La Plata el 8 de mayo de 1942. Esta, a diferencia de su homónima en Capital, creada veinte años después, no contempló el ingreso de varones, lo que indica que para los años cuarenta la asociación de la enfermería como un trabajo condicionado por la biología ya daba pasos firmes en los centros urbanos (Boletín de la Cruz Roja Argentina, 1948: 14-17). El médico Roberto Bogliano fue el director de la Escuela de Enfermeras y Samaritanas de la Cruz Roja de La Plata y, en 1947, también fue docente de la Escuela de Enfermería dependiente de la Secretaría de Salud Pública. La docencia en la escuela de la Cruz Roja fue pautada ad honorem, lo que no fue óbice para contar entre los docentes con figuras como el reconocido pediatra Noel Sbarra. A partir de 1946, la cartera sanitaria nacional –comandada por Ramón Carrillo— contó con una mayor jerarquía institucional y tuvo un 250 “CON EL DESCANSO DEL VIENTO”. MARGARITA BASOMBA Y LA ENFERMERÍA PLATENSE incremento de presupuesto que le permitieron, entre otras cuestiones, duplicar el número de camas en el servicio. Pero esta ampliación exigió personal idóneo para cubrir los distintos servicios habilitados y crear un soporte técnico y administrativo que permitiera satisfacer las demandas de la acción sanitaria y perfeccionar los equipos que ya ocupaban cargos. En ese proyecto, a las mujeres se les abrió un espacio de inserción relacionado con la asistencia social, la puericultura, la maternología, la enfermería, para las que eran consideradas especialmente capacitadas en función de las nociones de género imperantes en la época. Las necesidades de la técnica médica y las problemáticas sanitarias obligaron, entonces, a programar un tipo de intervención de mayor envergadura, encarada incluso como política de Estado, para que no quedara la profesión librada al voluntarismo individual ni al empirismo. Para lograr esa meta, la Secretaría de Salud Pública y la Fundación Eva Perón organizaron sendas Escuelas de Enfermeras (Ramacciotti y Valobra, 2015). La provincia de Buenos Aires tuvo inconvenientes aún mayores respecto de la organización sanitaria durante el peronismo clásico. En efecto, una serie de cambios en la cartera de salud sumados a ciertos reveses presupuestarios hicieron que, en los primeros años de gestión del peronismo, los logros fueran acotados e, incluso, la jerarquización institucional que suponía la creación del Ministerio de Salud y Acción Social, en 1947, no se tradujera en acciones concretas o que estas resultaran ineficaces (Valobra, 2005). Empero, existieron algunos gestos que permitieron cambiar el rumbo. En primer lugar, y dada la voluntad de ampliar la infraestructura sanitaria que caracterizó al peronismo en conjunto, surgió la necesidad de establecer áreas específicas de intervención profesional que, a su vez, se expre251 KARINA INÉS RAMACCIOTTI Y ADRIANA MARÍA VALOBRA saron en una organización diversificada. Por otro lado, se estableció un sistema de escalafones para la Administración pública en la que se contemplarían la antigüedad y los niveles formativos alcanzados. En el ideal, se planteaba la necesidad de lograr una estabilidad laboral, una remuneración adecuada según categoría y, como contrapartida, un régimen de tiempo completo en el trabajo. La Escuela de Enfermeros y Preparadores de Farmacias y Laboratorios pasó, en esa reestructuración y acorde a las nuevas exigencias, a denominarse Escuela de Auxiliares Técnicos (Decreto N° 23763, 1947). Esta extendería certificados de auxiliar sanitario menor, general y especializado (radiólogo higienista, dietista, etc.); visitadora sanitaria general y especializada, asistente social; ayudante vacunador; enfermeros generales y especializados y mucamos enfermeros. Los requisitos de formación previa aparecían por primera vez en este decreto y, a diferencia de lo que se exigía a las otras disciplinas, el título de enfermería y mucamos enfermeros era el que menor nivel de educación formal requería: 6º y 4º grado de la escuela primaria, respectivamente. La enseñanza debía ser eminentemente práctica. A la vez, se centralizaba la organización: contenidos y designación de profesores serían responsabilidad del Ministerio y se mantenía ad honorem la actividad docente (Decreto N° 23763, 1947). LA ENFERMERÍA, ENTRE VOCACIÓN Y TRABAJO Como anticipamos, Margarita cursó enfermería en la Escuela de Enfermeras de la Cruz Roja porteña. Según su relato, el despertar de su vocación vino cuando ella tenía 14 años y debió ser hospitalizada debido a una intervención quirúrgica. La atención brindada por el 252 “CON EL DESCANSO DEL VIENTO”. MARGARITA BASOMBA Y LA ENFERMERÍA PLATENSE sector de enfermería y el vínculo que entabló con el personal “auxiliar” durante su operación fueron factores que tuvieron un impacto duradero y fue lo que primó a la hora de tomar los cursos de enfermería en la Cruz Roja de Buenos Aires. Según sus palabras, la atención brindada basada en el “consuelo y la serenidad” fue un estímulo para inclinarse por esta profesión (Castillo, 1999: 2). Como señala Graciela Queirolo (2018), este interés nos permite comprender que el ingreso de mujeres a tareas que requerían más calificación evidencia que no todas las mujeres que se incorporaron al mercado de trabajo en esa época lo hicieron obligadas por la necesidad económica; hubo otros motivos que cuestionaban el carácter exclusivo del ideal maternal-doméstico. Es el caso de Margarita que, mientras cursaba sus estudios secundarios, realizó el curso de enfermería. El padre y la madre de Margarita se habían opuesto a su elección porque, según entendían, “la profesión estaba subestimada”. Para los sectores medios y acomodados la carrera portaba prejuicios ligados al contacto con los cuerpos y las enfermedades. Esto puede interpretarse como una contradicción en relación con el ideal enunciado por muchos galenos de la época y por la misma tradición de Florence Nightingale que estipulaba que las jóvenes de clases medias y acomodadas se volcaran a la enfermería como una vía de “ennoblecer” sus vidas y para dedicarse profesionalmente a la prevención de enfermedades y a la promoción de la salud. La realidad distó bastante de los ideales propulsados, ya que Margarita, como un posible ejemplo de otros tantos, tuvo que enfrentar la disconformidad de su padre dado que por su decisión no le “habló por largo tiempo”. En oposición a esta trayectoria, para las personas de los sectores populares, tomar los cursos de enfermería significó un trampolín para 253 KARINA INÉS RAMACCIOTTI Y ADRIANA MARÍA VALOBRA acceder a un trabajo más estable en los centros de salud, los servicios sanitarios en las industrias o en algún hospital público. Para muchas jóvenes pobres, posibilitó otra opción laboral a la del mundo fabril o el servicio doméstico. Como señala Ana Laura Martin (2015: 257), la enfermería fue considerada una extensión de las tareas domésticas y maternales y se convirtió en “profesión atajo” por la rapidez con la que, tras la formación, se podía salir al mercado de trabajo contando, además, con una supuesta ventaja: la posibilidad de conciliar el mundo femenino y el mundo laboral. Un imaginario inexorable promovía algunos prejuicios que conspiraban en contra de la enfermería. Según algunas enfermeras entrevistadas, había una asociación de esta práctica con la “mala vida” y una censura desde las pautas de moralidad de la época por el contacto que las enfermeras tendrían con los cuerpos masculinos de los enfermos, las largas horas que pasarían junto a los médicos, la asociación de su trabajo solo a lo vinculado con la limpieza de los cuerpos y los horarios nocturnos que muchas veces debían cumplir. Tal es así que, muchas de las legislaciones y políticas de Estado tuvieron un carácter ambiguo; buscaba proteger a las mujeres de la explotación de la que eran víctimas en las fábricas y, a la vez, esperaban que ellas volvieran a su rol doméstico y abandonaran lo que se consideraba una situación anormal para el modelo social que solo las concebía en el hogar. Un ejemplo de esto lo constituye la Ley N° 11317, sancionada en 1924. Esta normativa reguló el descanso pre- y postparto, estableció la jornada laboral de ocho horas para quienes fueran mayores de dieciocho años y de seis horas para las menores de dieciséis; prohibió el trabajo nocturno, salvo en caso de desempeñarse como enfermeras, en el servicio doméstico o en espectáculos públicos. Es decir, si 254 “CON EL DESCANSO DEL VIENTO”. MARGARITA BASOMBA Y LA ENFERMERÍA PLATENSE bien la legislación social intentó regular el trabajo femenino para resguardar su “moralidad” y asegurar cuerpos saludables aptos para la maternidad, legalizó el trabajo de enfermería nocturno de las mujeres para poder satisfacer las necesidades imperantes en el sistema sanitario (Biernat y Ramacciotti, 2013: 77). No obstante, las trabas familiares y las ambigüedades que las disposiciones sociales destinaban a las enfermeras, Margarita logró recibirse. Luego, en 1940, ella y su familia se trasladaron a La Plata y allí comenzó a trabajar en la sección de hematología y, luego, en la de cardiología del hospital Policlínico San Martín. Margarita tuvo una estrecha vinculación con el Dr. Roberto Bogliano, director de la Escuela de la Cruz Roja platense, quien la incentivó a una formación permanente y colaboró en su promoción profesional. Como persona de su confianza, Bogliano la postuló para que se ocupara de la Secretaría de la Escuela de Enfermeras y Samaritanas de la Cruz Roja de la Plata y fuera auxiliar del curso Arte de Enfermería.3 La materia Arte de Enfermería que dictó Basomba en la Escuela de Enfermeras y Samaritanas de la Cruz Roja de La Plata involucró una serie de aspectos humanísticos que se consideraban fundamentales para la formación, pues constaba de un alto contenido normativo con conocimientos éticos de cordialidad hacia el paciente y nociones prácticas acerca de, por ejemplo, cómo armar una bandeja, tender una cama, desinfectar habitaciones, etc. En la cosmovisión de la época, solía relacionarse a la enfermera con una actitud autoritaria, milita- 3. s./a., Historia de las escuelas de enfermería de la Cruz Roja Argentina, mimeo, s./d. Archivo personal de Margarita Basomba, facilitado por Mimí Suaina, representante legal de la Cruz Roja filial La Plata, a quien agradecemos el material. 255 KARINA INÉS RAMACCIOTTI Y ADRIANA MARÍA VALOBRA rizada y poco considerada hacia el paciente (Enfermería, 1954: 18.). Esta materia era central en los planes formativos, ya que se pautaba que la responsabilidad y el rigor científico en la enfermería no eran contradictorios con el buen trato. Además, la materia era impartida exclusivamente por enfermeras. Uno de los sucesos que marcaron la historia de la enfermería en la Argentina fue el terremoto de San Juan el 15 de enero de 1944. Este desastre natural sucedió en valle central de San Juan, pero se sintió en todo el país y afectó particularmente a la ciudad de San Juan que pasó a ser escombros. De las veinte mil casas que había, ninguna quedó intacta. Dejó un saldo cuantioso de muertos. No se sabe a ciencia cierta el número, por la intensidad de la tragedia y porque el Estado no pudo contar los muertos. El número que terminó imponiéndose es de diez mil muertos, aunque nunca hubo una lista completa. Como suele suceder en tragedias de este tipo, las respuestas institucionales fueron improvisadas y oscilantes. Juan Domingo Perón, recientemente designado secretario de Trabajo y Previsión, lanzó una campaña de solidaridad y recaudación de fondos en la que varias personas y asociaciones civiles tuvieron un rol activo (Healey, 2012: 73). Muchas enfermeras se movilizaron ante los relatos trágicos de las historias de vida o por ser integrante de alguna asociación civil y verse en la necesidad de ayudar, algo atinente con la propia profesión. En la vida de Margarita, este acontecimiento provocó una huella emotiva en su trayectoria profesional. Ella encabezó la delegación de la Cruz Roja La Plata que partió a Mendoza, lugar al que fueron derivadas para su atención las personas que habían sufrido las consecuencias del terremoto de Caucete. El “Gran Policlínico Central”, si bien aún no estaba inaugurado oficialmente, abrió de urgencia por 256 “CON EL DESCANSO DEL VIENTO”. MARGARITA BASOMBA Y LA ENFERMERÍA PLATENSE orden de las autoridades nacionales y provinciales y se equipó en un día para recibir los casos más graves que llegaban desde San Juan. La mayoría de los dos mil heridos enviados a Mendoza se recuperaron (Raffa, 2019 y Healey, 2012: 71). En ese contexto, otro recuerdo trágico marcó la vida profesional de Margarita: durante uno de los viajes que trasladó personal sanitario a San Juan, un avión tuvo un desperfecto, se estrelló y murieron las 5 personas que viajaban, dos de ellas eran enfermeras, María Giglione y Blanca Clermont (Basomba, s./d.). Según recuerda Margarita Basomba: “Yo no había tenido oportunidad de vivir algo así. Nos vimos de golpe ante una realidad que no habíamos conocido, un espectáculo dramático. Y tuvimos que apechugarlo. Estuvimos un mes” (Castillo, 1999: 5). Si bien Margarita, por sus labores cotidianas, estaba cercana a la muerte domesticada (en alusión a aquella que siente próxima la persona que suele estar padeciendo una enfermedad), estas muertes abruptas, trágicas y de pares en ejercicio de su labor fueron recordadas como un evento diferente, como un “espectáculo dramático” (Gayol, 2013: 13). Margarita fue premiada por su participación en este desastre natural con el Servicio Distinguido de la Cruz Roja. Este hecho se agregaba a una extensa lista de actividades solidarias que la joven Basomba realizó sin reconocimientos tal como la localización de personas que, refugiadas en Argentina durante la Segunda Guerra Mundial, buscaban a sus familias tras lograrse la paz. Margarita dejó la secretaría y comenzó a ejercer funciones directivas de la Escuela de Enfermeras de Samaritanas de las Cruz Roja, cargo que ejerció hasta los años sesenta. Durante el período que estuvo a cargo de dicha institución, se produjeron transformaciones importantes en la enfermería argentina y regional en la que ella tuvo un 257 KARINA INÉS RAMACCIOTTI Y ADRIANA MARÍA VALOBRA activo protagonismo. Contrario a lo estipulado en el área de salud pública, en la escuela de su dirección se exigió que fuera requisito de ingreso el nivel secundario completo, que los cursos duraran tres años, que los contenidos se unificaran bajo un único programa nacional, que se incluyeran materias humanísticas y que se propendiera a la formación de colegios de profesionales de la enfermería y afines. Estas ideas eran parte de una corriente internacional que, en la medida de las posibilidades presupuestarias y políticas se fueron implementando en la región. Sin lugar a dudas, la participación de Margarita en instancias de intercambio nacional e internacional fue constitutiva de su perfil profesional. Integró la delegación argentina en el Primer Congreso Nacional de Enfermería de Chile (1948); fue delegada de la Cruz Roja en el II Congreso Regional de Enfermería de Lima, Perú (1949) evento que contó con la asistencia de Fred Soper, director de la Organización Panamericana de la Salud, y que convocó a delegadas de países de América del Sur; asistió al Stage en la Escuela de Nurses de la Standard Oil en Tartagal, Salta (1949), y brindó una conferencia en las I Jornadas de Higiene y Medicina Social, Buenos Aires (1950) (Basomba, 1952). Las ideas rectoras de estos eventos, en líneas generales, fueron que se mejorara la enseñanza de la enfermería, el ambiente de estudio de la profesión, las condiciones salariales y las rutinas laborales. Asimismo, la aspiración de que las escuelas fueran gobernadas por ellas mismas, la formalización de los cursos para auxiliares de enfermería y la necesidad de contar con bibliografía en español para las estudiantes. Margarita no solo fue incrementando sus actividades, sus vínculos nacionales y regionales, sino que también sumó a sus títulos el de visitadora de higiene social, otorgado por la Universidad Nacional de la 258 “CON EL DESCANSO DEL VIENTO”. MARGARITA BASOMBA Y LA ENFERMERÍA PLATENSE Plata en 1945. Vale recordar, tal como señala Canela Gavrila (2018), que la creación de la Escuela para Visitadoras de Higiene Social en la Universidad Nacional de La Plata (1938) fue parte de un movimiento a nivel mundial iniciado por la Liga Internacional de las Naciones y la Cruz Roja, contando a nivel regional con el antecedente de la Escuela de Visitadoras de Higiene Social de la Universidad de Buenos Aires, y también, con la I Conferencia Nacional de Asistencia Social (1933). La justificación del proyecto se basó en que era imprescindible la formación de un “agente auxiliar” de la medicina preventiva para el avance mismo de la ciencia, en tanto que estas profesionales podrían especializarse en el relevamiento de las condiciones sociales. El objetivo de la formación de este personal sanitario “auxiliar” era permitir a las organizaciones de medicina preventiva un mayor rendimiento económico social a través de la ejecución de las siguientes funciones: realizar propaganda y educación popular en materia de higiene y medicina preventiva con el objetivo de modificar hábitos y atraer al individuo y la familia hacia las organizaciones sanitarias; presentar al médico los antecedentes sociales y económicos involucrados en el malestar de los individuos, educar a personas afectadas a fin de garantizar el cumplimiento de las prescripciones médicas (Gavrila, 2018). Si bien Basomba creía que la vocación era un factor importante en su carrera, no lo veía como contradictorio con sus intenciones de incrementar pericias y técnicas para quebrar las prácticas basadas en empirismo (Basomba, 1951). Es entendible, en esos términos, que fuera la filial platense de la Cruz Roja la que proyectara un congreso de la especialidad auspiciado por el gobierno. Por sus ideas y trabajo incesante, meteórica trayectoria y reconocimiento, Margarita –para entonces directora de la Escuela de Enfermeras y Samaritanas de la 259 KARINA INÉS RAMACCIOTTI Y ADRIANA MARÍA VALOBRA Cruz Roja Argentina de la Plata– presidiría el evento, un sitial de preferencia en el Primer Congreso Argentino de Enfermería en 1949. LA ENFERMERÍA Y LOS ÁMBITOS PARA ESCUCHAR Y SER ESCUCHADAS En 1949, el entonces ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, Carlos Alberto Bocalandro, presidió el Primer Congreso Argentino de Enfermería realizado en julio en la ciudad de La Plata. Según el ministro, “actos culturales” como ese congreso eran “los más eficaces vehículos de consolidación” de la profesión tanto por su “valor científico” como por la unidad de quienes luchaban por erradicar “el dolor del hombre” (El Día, 1949: 6). Era un acto apoyado por el gobierno provincial y organizado por la Cruz Roja Argentina de la Plata. A los efectos organizativos, Bogliano había estipulado que podrían participar en dicho evento quienes hubieran egresado de escuelas de enfermería y tuvieran un plan de estudio de tres años lectivos o dos años con sistema de internado obligatorio, médicos y educadores especializados (Bogliano, 1950). Esta era una pauta excluyente de un sinnúmero de escuelas que pululaban en el país, pero no alcanzaban los ansiados parámetros de profesionalización. Margarita ocupó la presidencia del Comité Ejecutivo del Congreso. En la ocasión, estuvieron presentes delegaciones de enfermeras de países vecinos y de la ciudad de Buenos Aires, así como autoridades nacionales y locales. Entre ellas, se destacaban algunas figuras que, por entonces, ya impulsaban la profesionalización de la enfermería en nuestro país a través de sus gestiones en puestos directivos sanitarios nacionales y provinciales, de la Cruz Roja Argentina y otras entidades civiles. A modo de ejemplo, podemos mencionar 260 “CON EL DESCANSO DEL VIENTO”. MARGARITA BASOMBA Y LA ENFERMERÍA PLATENSE la participación de María Teresa Molina, directora de la Escuela de Enfermería de la Secretaría de Salud Pública a partir de 1947. Los votos del “Primer Congreso” reafirmaron la necesidad de elevar el nivel requerido para los aspirantes, la reglamentación de la enfermería en el código sanitario como profesión liberal, así como la elaboración de una ley orgánica y la solicitud de escuelas universitarias de enfermería. Entre las recomendaciones, se insistió sobre la propuesta de que las escuelas de enfermeras estuvieran dirigidas por enfermeras que acreditaran idoneidad y experiencia y, a su vez, que fueran estas las encargadas de las dependencias estatales o privadas que tuvieran relación con el área. Aconsejaban que se incluyera en cada escuela un espacio para demostraciones de “Arte de la Enfermería” y que se incorporaran al plan de estudios materias humanísticas tales como Historia de la Enfermería, Ética Profesional, Salud Pública y que se intensificara Fisiología Humana. Asimismo, recomendaba que se derogaran los decretos que habilitaban a quienes no se hubieran diplomado –en explícita referencia a los exámenes de validación del Ministerio− y se exigió que el uniforme de enfermería no pudiera ser utilizado por quienes no se habían formado como tales. El uniforme, como veremos en el capítulo de Adrián Cammarota, fue un símbolo de poder, distinción social y jerarquía dentro de la profesión. Asimismo, se reclamó que las escuelas fueran de tipo escuela hospital con internado obligatorio para formar tanto en las pericias técnicas como en los valores y las conductas morales que se deseaban adecuadas para una enfermera. Se exhortó a que se abrieran becas para perfeccionamiento de posgrado y que esa instancia contara con especializaciones en odontología, que las enfermeras fueran formadas como educadoras sanitarias y que, para ejercer el rol docente, tuvieran 261 KARINA INÉS RAMACCIOTTI Y ADRIANA MARÍA VALOBRA título de instructora. Se pidió que se privilegiara la adjudicación de becas a jóvenes de los distritos rurales que estudiaran enfermería, a las que debía asegurarse a posteriori, un puesto “dignamente remunerado en las zonas rurales” así como facilidades para acceder al perfeccionamiento en estas zonas (Cruz Roja Argentina, 1950). También, se sugería el intercambio internacional, aspecto de relevancia para mejorar la práctica profesional, entablar contacto con otras colegas, comparar otras experiencias e intentar implementarlas localmente, en particular, teniendo en cuenta que muchas de ellas suponían el uso de moderna tecnología en el campo médico. Finalmente, se invocaba la realización de una campaña que atrajera a las jóvenes a la formación y al ejercicio profesional en la enfermería. Así, las principales consideraciones del congreso se centraron en el mejoramiento de la enseñanza de la enfermería, del ambiente de estudio de la profesión, de los mecanismos para atraer a las jóvenes y de las formas para incrementar el prestigio social de la profesión. Asimismo, la aspiración a que las escuelas fueran gobernadas por ellas mismas y mejorar los espacios de intercambio formativo regional e internacional Enfermería, 1949). Estos postulados fueron conflictivos para la lógica imperante. Las demandas evidenciaban que el modelo Nightingale era una meta, pero que no se había realizado ni generalizado en absoluto. Si bien se consideraba que era perentoria la formación científica de la enfermera, ello no involucraba su reconocimiento como trabajadora, algo que tampoco fue considerado cuando un año después el Ministerio de Salud Pública difundía el “Decálogo de Ética Profesional” de la Enfermería (Enfermería, 1950) donde se consideraba que era necesaria una “remuneración 262 “CON EL DESCANSO DEL VIENTO”. MARGARITA BASOMBA Y LA ENFERMERÍA PLATENSE justa y apropiada”, pero se instaba a no aceptar propinas ni sobornos –comunes en la medida en que el salario era bajo. En ese marco, dos hechos resultan interesantes. Por un lado, en 1950, Margarita publica un ensayo llamado “Florence Nightingale. Su vida y su obra” con el que pretende incidir en la divulgación del ideario de aquella figura. Por otro lado, poco después del Primer Congreso de Enfermería, varias de las partícipes, entre ellas Margarita, tomaran como un desafío personal aquellas propuestas y formaran el primer organismo que nucleaba a las enfermeras argentinas con vistas a su organización y la atención de problemas relacionados con la salud de la comunidad. Así, el 25 de septiembre de 1953, se conformó la Asociación Argentina de Instructoras de Enfermería. Margarita fue prosecretaria de la primera Comisión Provisoria que tendría la misión de preparar los estatutos que regirían a la asociación. Hasta esa fecha, no existían en la Argentina una organización que agrupara exclusivamente a enfermeras profesionales. Estas propuestas asociativas dan cuenta del intento de organizar la profesión en base a los cánones más liberales del ejercicio de la misma. No obstante, la escasez de aspirantes en las escuelas, el desgranamiento de los cursos y las multiplicadas demandas sanitarias componían un escenario variado en el cual los reclamos de las enfermeras diplomadas se referían a un grupo no muy numeroso. La década de 1960 inauguró cambios importantes en el campo de la salud pública. El peso de los organismos internacionales de salud tanto en el diseño como en la implementación de políticas sanitarias y de capacitación de recursos humanos cobraron una relevancia inusitada, puesto que era parte de una modernización sanitaria que incluía como eje fundamental la profesionalización (Ramacciotti y Valobra, 2017). 263 KARINA INÉS RAMACCIOTTI Y ADRIANA MARÍA VALOBRA Sin embargo, esa apuesta tenía tensiones. En 1962, el Ministerio de Trabajo y Previsión Social elaboraba un informe sobre la situación de las mujeres en Argentina e incluía un apartado especial sobre “Carreras esencialmente femeninas: la enfermería y la asistencia social”. Allí se consignaba que la enfermería era “mucho más que el simple manejo de la técnica y procedimientos; la habilidad manual es necesaria, pero un amplio conocimiento de las causas, tratamientos y prevención de la enfermedad no lo es menos” (Ministerio de Trabajo y Previsión Social, 1962, f. 105). Según se consignaba, se distinguían cuatro tipos de enfermeras, las universitarias, las diplomadas (graduadas en escuelas reconocidas), las incorporadas en virtud del artículo 30 del DecretoLey N° 12912 de 1944 (que facilitaba el ejercicio y jubilación de personal que desempeñaba tareas antes de esa fecha) y las enfermeras de cursos acelerados (hasta 8 meses) con un programa mínimo que se llevó a cabo en 1955. Ese variopinto de situaciones en el campo de la enfermería dejaba al gobierno en una encerrona: Existe inquietud e interés en jerarquizar esta profesión. Las categorías ya mencionadas indican por sí mismas los distintos grados de preparación, pero fácil es comprender que no podemos prescindir de profesionales que se hicieron en la práctica. Para ellas, se dictan en los locales de trabajo y dentro del horario del mismo, clases de perfeccionamiento que generalmente son seguidas con muy buena asistencia. De esta manera y sin lesionar o herir susceptibilidades y sin resentir los servicios asistenciales se irá reemplazando paulatinamente el personal de enfermería afectado a los Hospitales, especialmente en los Municipales que están en un ambicioso plan de reorganización y en los cuales el Departamento de Enfermería ocupa un lugar preferencia (Ministerio de Trabajo y Previsión Social, 1962, f. 105). 264 “CON EL DESCANSO DEL VIENTO”. MARGARITA BASOMBA Y LA ENFERMERÍA PLATENSE Por entonces, Margarita, si bien dejó la Dirección de la Escuela de Enfermeras y Samaritanas de la Cruz Roja Argentina en ese momento, continuó vinculada a la salud pública ya que fue jefa del Departamento Provincial de Enfermeros y jefa del Departamento de Enseñanza en la Escuela de Técnicos del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires. En su tránsito por la vida universitaria, desde 1956, se desempeñaba como ayudante de Semiología en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata, y el clima universitario y sus anhelos de perfeccionarse la llevaron a obtener el título de médica (1962). Se recibió con una tesis titulada “Educación Sanitaria” en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata. Ese año, habían presentado sus tesis 127 estudiantes de medicina y Margarita fue una de las 21 mujeres que lo hicieron. Las brechas de género todavía persistían en la profesión a pesar de que hasta los años cincuenta era una de las que más titulación femenina había tenido, predominando junto con derecho en la Universidad Nacional de La Plata (Gómez Molla, 2018). En esa tesis, Margarita volcó toda su experiencia en la prevención de enfermedades y la difusión de normas de higiene que venía recabando desde sus primeros pasos como enfermera en el Policlínico de la Plata, hasta su lugar jerárquico en la Escuela de Enfermeras de la Cruz Roja y su docencia universitaria (Basomba, 1962a). Participó y promovió instancias formativas, de debate y de difusión y abogó por los principios que creía redundarían en beneficio de la enfermería y el mejoramiento de las pericias necesarias para estar a la altura de las complejidades de las enfermedades y sus tratamientos. En esa búsqueda colectiva y personal, Margarita colaboró con el Dr. José Mainetti −destacado médico bonaerense, fundador de 265 KARINA INÉS RAMACCIOTTI Y ADRIANA MARÍA VALOBRA la Fundación Mainetti para el Progreso de la Medicina (1969) que se había graduado en la misma promoción que Margarita con una tesis sobre el diagnóstico médico− en la creación de la Escuela de Oncología (1971) y el Centro Oncológico (1986) destinado a la enseñanza, investigación, diagnóstico, atención y docencia en prevención, diagnóstico y tratamiento de tumores cancerígenos, lugar donde se brindó capacitación en esa especialidad a las enfermeras. Por último, merecen ser señaladas las ideas que la reconocida enfermera y médica publicó en artículo académico de su autoría en la Revista de Salud Pública en 1962. Esta revista fue un importante espacio de difusión del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires (1962-1969). Se constituyó en una plataforma de debate y explotación de nuevos métodos, conceptos y perspectivas de salud pública, epidemiología, ingeniería sanitaria y enfermería de salud pública. En su artículo, titulado “El departamento de enfermería hospitalario”, planteó: “la preparación de la enfermería no puede quedar librada a la buena voluntad de algunos o a la ineptitud de otras; la enseñanza de la enfermería debe ser integral y encauzarse hacia aquellos conocimientos que la sociedad exigirá de ésta” (Basomba, 1962b: 91). Señaló la importancia de incorporar, dentro de los hospitales, el Departamento de Enfermería. A tono con las sugerencias de los organismos internacionales y las recomendaciones que se realizaban en los congresos profesionales, este debía estar formado por personal “profesional”, entiendo por este término a quienes tenían un título universitario o se habían recibido en una escuela pública o privada con diploma de una autoridad competente, y “no profesionales”, auxiliares, personal empírico y mucamas. Este departamento tendría a su cargo tareas de cuidado hacia los enfermos, actividades administrativas, de organización y ca266 “CON EL DESCANSO DEL VIENTO”. MARGARITA BASOMBA Y LA ENFERMERÍA PLATENSE pacitación al sector. Si bien se destacaba la importancia de “cumplir estrictamente las medidas terapéuticas ordenadas por el médico”, los espacios de gestión, organización y capacitación quedaban supeditados a las “profesionales” (Basomba, 1962b: 91-102). En ese sentido, se comprende que la noción de enfermería tenía para esta figura un fuerte compromiso educacional y profesional y que ese sello marcaba una distinción respecto de las empíricas. Como corolario, entre 1940 y 1960, Margarita fue una protagonista activa de los cambios que tuvo la enfermería argentina, tanto en su consolidación profesional en el campo de la salud pública como en la alternativa laboral que significó para muchas mujeres. Un trabajo que, si bien en Argentina encontró mayores trabas para el incremento de sus pericias y la obtención de su estatus universitario en comparación con otros países de la región, se expandió dentro de un contexto de ampliación del sistema sanitario y de un incremento de las actividades asistenciales, curativas y preventivas en las que las enfermeras fueron teniendo un papel cada vez más destacado dentro de los equipos de salud. CONSIDERACIONES FINALES Reducir una historia de vida centenaria como la de Margarita a unos pocos años resulta una injusticia difícil de reparar en un artículo breve. Un amor contrariado no le escatimó, con todo, una felicidad plena, simplemente porque Margarita estaba empecinada en ella. Volcada a la profesión, que le brindó numerosos reconocimientos de sus pares, hasta el último momento de su vida trabajó en pos de la enfermería 267 KARINA INÉS RAMACCIOTTI Y ADRIANA MARÍA VALOBRA y fue referente en el área. Dedicada y rigurosa, aspiró a una profesionalización de la enfermería que, ciertamente, tuvo éxitos y fracasos. Luego de una década del Primer Congreso de Enfermería (1949), la misma Margarita hacía un balance. Según entendía en 1959, todavía no se habían unificado los programas, aunque había una tendencia a elevar los requisitos de ingreso, e incluso, varias universidades ya dictaban la carrera de enfermería (caso Tucumán y Córdoba). Aún no había una ley orgánica que reglamentara el ejercicio de la profesión y seguía vigente el decreto que autorizaba a enfermeras/os de oficio a ganar un título habilitante. La materia Arte de la Enfermería no formaba parte de la currícula y no se implementaban las escuelas hospital ni se había establecido un departamento de enfermería en la administración pública. Se había logrado que muchas escuelas fueran dirigidas por enfermeras, funcionaran salas de demostración, se otorgaran becas y, desde 1957, aunque escasas, había escuelas de instructoras de enfermería. Para Margarita, había que “continuar la lucha” pero sin que el plazo fuera “demasiado breve como para caer en la improvisación ni demasiado largo como para que el entusiasmo que nos ha congregado se disipe en vanas esperas o soluciones circunstanciales” (Boletín de la Cruz Roja Argentina, 1948: 14-17). Los estudios sobre la enfermería revelan que la aspiración a la profesionalización es actualmente problemática y las demandas del pasado aún siguen vigentes. Unas palabras de Margarita sintetizan el espíritu que la animó a trabajar junto a otras mujeres por esa profesión y pueden, bien, ser inspiradoras no solo para la enfermería: 268 “CON EL DESCANSO DEL VIENTO”. MARGARITA BASOMBA Y LA ENFERMERÍA PLATENSE Nosotros debemos trabajar […] hasta […] la victoria sólida y permanente sobre el descreimiento y la desidia. Y entonces sí, descansar […] con el descanso […] del viento que busca siempre un obstáculo más, un cansancio más sin extinguirse nunca. Descanso, sí, para renovación de fuerzas porque nuestra meta no es el premio sino la lucha (Basomba, 1949: 4) REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS FUENTES PRIMARIAS Argentina, Decreto Nº 23673/1947 Argentina, Ministerio de Trabajo y Previsión social (1962). Informe. S./d. Basomba, M. (1949). Palabras en Primeras Jornadas Argentinas de Enfermería. 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No obstante, pese a la relevancia de esta temática, es muy poco lo que se conoce acerca de lo acontecido en otras regiones alejadas del centro político bonaerense, como el noroeste. Con el propósito de contribuir a llenar este vacío, en el presente trabajo indagamos acerca de los cambios y permanencias producidos en el proceso de profesionalización de la enfermería en la provincia de Jujuy, a partir de la creación de la Escuela de Enfermería durante el gobierno del primer peronismo (1946-1955). Más allá de ciertas 275 MARCELO JEREZ experiencias de capacitaciones previas, esta institución educativa sanitaria se constituirá en el principal antecedente formativo bajo la órbita estatal en un distrito con endebles condiciones sanitarias. Con la puesta en marcha de dicha escuela, se iniciaría una etapa signada por relevantes avances en el campo de la enfermería, aunque no exenta de revisiones y reformulaciones, al calor de debates y reorganizaciones llevadas a cabo también a nivel nacional. Planteado así nuestro tema, surgen ciertas preguntas: ¿cuál fue el contexto sanitario de la provincia jujeña en los albores de la experiencia peronista? ¿Qué rasgos presentaba en ese período la labor de la enfermería? ¿Cuáles fueron los antecedentes en el perfeccionamiento de dicha ocupación a nivel provincial y regional? Y en los años de aquel gobierno popular, ¿qué permanencias y transformaciones se evidenciaron en la profesionalización de la enfermería? ¿Qué rol cumplió el cuerpo técnico y político interviniente? ¿Qué características presentaron los planes de estudio que se elaboraron para la institución educativa creada? ¿Cómo se expresaron los cambios y reorganizaciones experimentados en la Escuela de Enfermería y en qué marco se produjo? ¿Qué implicancias tuvo este proceso para la mujer en aquel ámbito sanitario? Con la intención de responder estos interrogantes, a continuación, nos dedicamos a explorar los principales rasgos de la intervención estatal en el campo de la profesionalización de la enfermería en Jujuy durante los años peronistas, haciendo hincapié en sus particularidades, así como en los cambios y transformaciones que propugnaría. Temáticas relevantes en un momento crucial para las políticas sociales en la provincia, pero cuyo abordaje no ha merecido esfuerzos 276 EL PROCESO DE PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN JUJUY de aliento hasta el momento. Las páginas siguientes procuran constituirse en una modesta contribución en ese sentido. EL SISTEMA SANITARIO EN LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX Desde comienzos del siglo XX, la historia de la salud en la mayoría de las provincias argentinas se desarrolló como un complejo proceso que presentó sus propias particularidades, sobre todo en aquellas jurisdicciones más alejadas de la región central del país, como Jujuy. Este distrito, por entonces, exhibía pésimas condiciones sanitarias. Entre otros índices, poseía las tasas de mortalidad materna e infantil más altas a nivel regional y nacional, y era, además, víctima habitual del flagelo de enfermedades como la difteria, viruela, tifus, paludismo y la tuberculosis. Las mismas hacían estragos en un territorio provincial que prestaba muy escasos servicios sanitarios y una población que, en consecuencia, recurría con habitual frecuencia a la atención de los curanderos (Fleitas, 2011). Esta deficiencia fue muy marcada sobre todo en las localidades del interior de la provincia, donde, en general, contaban con pocos edificios sanitarios e insuficientes recursos humanos. En la ciudad capital, San Salvador de Jujuy, en cambio, se radicaban la mayoría de los médicos, quienes ejercían sus funciones en el principal hospital de la provincia; el San Roque. En esta urbe se encontraba también la máxima entidad responsable del área sanitaria, el Consejo de Higiene. Creado a fines del siglo XIX, tenía funciones ejecutivas y era el encargado de dirigir las acciones en caso de endemias o epidemias. De igual modo, controlaba el cumplimiento de las 277 MARCELO JEREZ normas relacionadas con el mantenimiento sanitario de la población y de los requisitos básicos para el ejercicio profesional de la medicina. A comienzos de la década de 1930, el Consejo de Higiene estaba compuesto por un presidente, nombrado por el Ejecutivo provincial en acuerdo con la Legislatura, un vicepresidente (en ambos casos médicos) y tres vocales (representados por un médico, un farmacéutico y un veterinario). Desde el nacimiento de esta entidad, en 1892, así como en sus posteriores reformas (en 1912 y 1925), se hizo un fuerte hincapié en el carácter “honorífico” y gratuito de los servicios prestados por sus miembros, con excepción del presidente y del resto de los empleados a quienes se les asignaba un sueldo proveniente de la ley de presupuesto de la provincia. Un caso particular en Jujuy fue el de las sociedades de beneficencia. Esta entidad tenía participación en la administración de algunos hospitales del distrito, fenómeno común por entonces en otros puntos del país (Armus y Belmartino, 2001). Sin embargo, aquí, escasos establecimientos estaban a su cargo, siendo estos, además, intervenidos sin mayores problemas ante ciertas irregularidades. En este sentido, cabe señalar que el hospital central, el San Roque, se hallaba bajo el control del Consejo de Higiene. Tres hospitales más se erigían en localidades del interior de la provincia, administrados por las sociedades de beneficencia. Resulta, asimismo, interesante destacar lo sucedido con los hospitales emplazados en la zona azucarera, sostenidos principalmente con recursos de los grandes ingenios y, por ende, con una clara injerencia en su administración a través de las sociedades de beneficencia. Un hecho representativo de ello aconteció con el hospital de la ciudad de San Pedro, próxima al ingenio la Esperanza, propiedad de los herma278 EL PROCESO DE PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN JUJUY nos ingleses Leach. Creado a principios del siglo XX, este establecimiento estaba administrado por una sociedad de beneficencia, cuyos miembros provenían de sectores acaudalados y muy relacionados con los dueños del ingenio (Sierra e Iglesias, 1998). Cabe acotar, además, que el funcionamiento de estas entidades se realizaba en un marco donde el poder político de la provincia descansaba en manos de los grandes propietarios del azúcar. Si bien estas sociedades filantrópicas y los hospitales recibían recursos provinciales, e incluso subvenciones nacionales, la prestación de los servicios sanitarios, como se ha dicho, era muy deficiente. En buena medida, ello se debía a la limitada participación presupuestaria del área de salud, especialmente en los años treinta, luego de la gran crisis económica. Estas dificultades perjudicaban la continuidad y eficacia de ciertas políticas de salud, sobre todo aquellas preventivas, que habían comenzado a implementarse, como las campañas de vacunación, interrumpidas habitualmente por la falta de insumos. Esta situación, como se ha dicho, afectaba principalmente a las localidades del interior de la provincia. Las escasas salas de primeros auxilios que funcionaban en esa zona continuamente padecían aquella insuficiencia y poco podían hacer frente a estos problemas, a los que se sumaba la lentitud de las trabas burocráticas que retardaban cualquier solución. El personal que cumplía sus funciones en aquel complejo contexto estaba integrado, en general, por hombres y sus tareas estaban vinculadas a atenciones básicas y actividades preventivas sanitarias. En dichas salas de primeros auxilios se desempeñaba un enfermero, o práctico, que realizaba tareas que requerían de técnicas simples o de seguimientos con supervisión 279 MARCELO JEREZ médica y era el que elevaba aquellos reclamos a las autoridades sanitarias de la provincia (Fleitas, 2011). La presencia femenina en la enfermería, en cambio, era mucho más importante en los establecimientos sanitarios de la ciudad capital, en especial, en el hospital San Roque. La mayoría se dedicaba al cuidado de los enfermos, pues en la época su rol estuvo marcadamente subordinado al de los médicos y ligado a cuidados que no requerían calificación y a actividades específicas que exigían contacto con otras mujeres, como las realizadas por las parteras. Para la concepción de la época, esta tarea era considerada más como una extensión de lo doméstico y maternal que como una labor basada en procedimientos y conocimientos científicos que era necesario poseer y aprender (Martin, 2015). Por ello, estas enfermeras, al igual que aquellos que desarrollaban su labor en el interior del distrito, tenían una formación eminentemente empírica. Como sucedía en otros puntos del país, no poseían una educación formal y su entrenamiento dependía sobre todo de la práctica cotidiana. En las primeras décadas del siglo, comenzaron los primeros debates y proyectos oficiales en torno al perfeccionamiento de esta actividad. A comienzos de la década de 1930 se estableció un curso de parteras, que derivó en posteriores conflictos entre aquellas que desde hacía tiempo desarrollaban esta labor y las nuevas diplomadas (Fleitas, 2011). Asimismo, para 1937, se instituyó un curso de enfermería y partos, impulsado por el Consejo de Higiene y el hospital central, el cual fue de corta duración debido a las continuas tensiones entre ambas instituciones (Fleitas, 2011). Al año siguiente, por otro lado, iniciaba sus actividades quizás la más importante institución que funcionaría en la región; la Escuela de Nurses dependiente de la compañía Standard Oil 280 EL PROCESO DE PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN JUJUY en Tartagal, en la provincia de Salta. Su envergadura fue ciertamente notable, pues contaba con un internado, con instructoras norteamericanas especialistas en salud pública y un plan de estudios que seguía los lineamientos del Consejo Internacional de Enfermeras. No obstante, la labor de esta institución y sus egresadas pareció, en estos años, no haber tenido mayor influjo en el distrito jujeño. De igual modo, en el noroeste diversas entidades oficiales y civiles habían avanzado por entonces en la formación profesional en enfermería. En Tucumán, a partir de la creación de la Universidad Nacional de Tucumán en 1921, comenzaron a impulsarse cursos de visitadores de higiene social, para más adelante transformarse en carrera de nurses y visitadoras de salud pública. En la ciudad capital salteña, la filial de la Cruz Roja crearía la Escuela de Enfermería Samaritana (Sierra e Iglesias, 1994). Sin embargo, en relación con esta entidad, Martin (2015) advierte que esta no pretendía formar enfermeras, sino impartir a las damas jóvenes conocimientos de primeros auxilios y cuidados especiales. Este último organismo tendría una presencia importante en buena parte del país, como en la región vecina del nordeste, donde en Corrientes, por ejemplo, se creaba en 1921 una escuela de similares características. En definitiva, en el período previo al inicio del gobierno peronista, frente al preocupante contexto sanitario de Jujuy, podían percibirse ciertos cambios relevantes en dicho ámbito. En forma paulatina, se había avanzado en una reorientación de la labor estatal, desde contenidos defensivos hacia una acción centrada en prácticas preventivas y asistenciales. Junto a los proyectos de reforma administrativa y ampliación de la infraestructura sanitaria, los programas en torno a la profesionalización de la enfermería no estuvieron ausentes. Sin 281 MARCELO JEREZ embargo, fue evidente que ellos no constituyeron una prioridad para el sector conservador, poseedor indiscutible del poder político local. A partir de los primeros años de 1940, una nueva etapa se abría y traería consigo significativas implicancias para el desarrollo de la enfermería en la provincia. LA CREACIÓN DE LA ESCUELA DE ENFERMERÍA Luego del golpe militar de 1943, el gobierno de intervención instaurado en Jujuy, en consonancia con los lineamientos emanados del poder central procuraría implementar sus principales postulados sociales. En este nuevo contexto, cobraría un rol protagónico el grupo radical, en especial de signo yrigoyenista, cuyos miembros ocuparían distintos cargos en aquella administración de facto. Luego del emblemático 17 de octubre, sería precisamente este sector (junto con el laborismo jujeño) el que apoyaría electoralmente a Juan D. Perón y el que, a la postre, accedería al gobierno de la provincia en 1946. El ingeniero Alberto Iturbe, sería elegido gobernador de la provincia, mientras el joven abogado José Humberto Martiarena se hacía cargo del ministerio de gobierno (Jerez, 2014). El ámbito de salud dependía de esta última cartera. Por ello, aquel ministro, en uno de sus primeros mensajes, manifestaba la decisión de aumentar su presupuesto en la proporción que sea necesaria en procura de resolver sus principales deficiencias. Igualmente, proponía prestar especial atención a dos figuras sanitarias que se constituirían en partes esenciales de la política que implementaría el nuevo gobierno: médicos y enfermeros. Así, esta gestión se propuso no solo profundizar la reorganización y centralización del sistema sanitario, sino también atender todo lo 282 EL PROCESO DE PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN JUJUY concerniente a sus principales recursos humanos. No era para menos en un distrito, como se ha dicho, caracterizado no solo por su escasez sino también, en contrapartida, por la importante presencia de curanderos. Aumentar, entonces, el personal de enfermería con recursos humanos calificados resultaba fundamental en la lucha estatal por hacer llegar a los rincones más alejados del territorio provincial óptimos servicios sanitarios. Para ello, se hacía necesario avanzar prontamente en el proceso de profesionalización de la enfermería. En la consecución de esta labor, Martiarena sería acompañado por un plantel de técnicos que contribuirían de modo relevante a la creación y funcionamiento de la Escuela de Enfermería. Como es sabido, desde hacía décadas los médicos se habían constituido, a nivel provincial y nacional, en una élite sumamente influyente dentro del poder político, ocupando espacios prominentes tanto en las dirigencias políticas como en el aparato burocrático estatal. En Jujuy, esta presencia médica también había sido muy notable desde, por lo menos, principios de siglo. Durante el primer gobierno peronista, muchos de estos profesionales cumplirían así también un rol relevante en la formulación e implementación de las políticas sanitarias. Sin dudas, una de las figuras más destacadas sería Emilio Navea, responsable del organismo que recientemente había reemplazado al Consejo de Higiene, la Dirección Provincial de Sanidad (DPS). Desde su cartera, no solo se ocuparía de profundizar la centralización administrativa sanitaria, iniciada por él mismo diez años atrás (Jerez, 2016), sino que también participaría activamente en la puesta en marcha de la Escuela de Enfermería. En esta tarea, junto a aquel funcionario, otros profesionales cumplirían, asimismo, una actividad significativa como miembros tanto del cuerpo directivo como del 283 MARCELO JEREZ equipo docente de aquella institución. Entre estos, podemos citar a los médicos Manuel Sánchez de Bustamante, Jorge Zenarruza, Luis Zurueta, Dalmacio Fiad y Néstor M. Sequeiros. Todos ellos desarrollaban sus funciones en el hospital San Roque y habían desempeñado cargos en distintas dependencias oficiales, como el antiguo Consejo de Higiene, la DPS, el Consejo General de Educación, el Colegio Nacional y, como en el caso de Sequeiros, también habían ocupado una banca en la Legislatura durante los años treinta. Así, como en otras partes del país, se trataba evidentemente de un cuerpo médico donde la mayoría de sus miembros exhibían una amplia experiencia tanto en el ámbito técnico como político. Con este acompañamiento, a pocos meses de haber asumido el gobierno peronista, desde el Ministerio de Gobierno se impulsaba el decreto para la creación de la denominada Escuela de Parteras y Enfermeros. Entre sus fundamentos, se subrayaba la ingente necesidad en la provincia de personal con título suficiente y aún de idóneos en materia de obstetricia, primeros auxilios y enfermería. Esta deficiencia, se señalaba, era mayor en la zona rural alejada de los importantes centros urbanos, lo que favorecía que la población continuase recurriendo a los curanderos y sus prácticas con todo el riesgo sanitario que esto implicaba. Así, se esgrimía que esta situación: causa grave perjuicio a la población por cuanto permite que personas sin condiciones ni preparación actúen en forma ostensible o subrepticia con riesgo para la salud y la vida de quienes se ven precisados a ocuparlos. Que el mal enunciado es tanto mayor en la campaña donde el comercio del curanderismo es permanente, mechado de supersti- 284 EL PROCESO DE PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN JUJUY ciones y generalmente basado en prácticas antihigiénicas, cuando no reñidas con la moral (Escuela de Parteras y Enfermeros, 1947: 3). A partir de la creación de esta institución se resaltaba, en cambio, los avances y logros que traería consigo, pues permitiría contar con “auxiliares de la ciencia médica” debidamente capacitados, cuya actuación coadyuvaría a mejorar las condiciones sanitarias de la provincia. Además, sus ventajas redundarían en el alumnado, sobre todo en aquellos provenientes de sectores humildes de la sociedad. Así se afirmaba que el funcionamiento de la Escuela de Enfermería; “resultará el medio eficaz para corregir la deplorable situación actual, a la par que permitirá la extensión de los beneficios de la educación abriendo nuevos caminos para que muchas personas de modesta condición puedan mejorarla” (Escuela de Parteras y Enfermeros, 1947: 4). En este punto, resulta interesante señalar cómo este perfil de los postulantes que se pretendía incorporar a dicho establecimiento se distanciaba claramente de aquel tradicional arquetipo de estudiantes – vigente en el país desde principios del siglo XX– provenientes de clases acomodadas. De igual modo, en el decreto de creación de aquella institución, no se hacía referencia a “enfermeras” sino a “enfermeros”, rasgo también presente incluso en su denominación. Ello quizás matizaba de algún modo aquel conjunto destinatario de este espacio formativo, al cual la intención oficial aspiraba que concurriesen no solo mujeres sino también varones. Volveremos más adelante sobre esta cuestión. Con estos propósitos, se crea por decreto del gobierno de la provincia, el 12 de setiembre de 1946, la Escuela de Parteras y Enfermeros, que dependería en cuanto a su organización, funcionamiento y control de la DPS. La nueva entidad funcionaría dentro de las insta285 MARCELO JEREZ laciones del Hospital San Roque, el cual además proporcionaría toda la colaboración necesaria vinculada con la dotación de materiales, instrumental, personal de mantenimiento y demás elementos que se requiriese. Asimismo, también se solicitaba la cooperación del cuerpo médico del nosocomio para lograr una pronta puesta en marcha de la flamante institución. Con todo, a comienzos del año siguiente, en la mañana del 9 de abril de 1947, se inauguraban oficialmente las actividades de la Escuela de Enfermería. En dicho acto, que contaría con la presencia del gobernador y vicegobernador de la provincia, Martiarena pondría en posesión de los cargos de directores del hospital San Roque y de la Escuela de Enfermería a los médicos Jorge Zenarruza y Manuel Sánchez de Bustamante, respectivamente. Luego de los discursos del gobernador y del ministro de gobierno, Emilio Navea tomaría la palabra para resaltar el proceso de profesionalización de la enfermería que se iniciaba con la apertura de esta institución: Esta inauguración significa la superación de una etapa, en la cual la improvisación era la regla, siendo sustituida hoy por un organismo científico, que ofrecerá al cuerpo médico de la provincia, sus inmediatos colaboradores –enfermeros y parteras– adecuadamente preparados para la lucha conjunta contra las enfermedades. La función técnica e idónea en lo concerniente a la sanidad no admite improvisaciones; los problemas de orden sanitario, de vasta repercusión social exigen ser encarados con criterio ajustado a la realidad y a los conocimientos científicos. Es por ello que esta escuela viene a cumplir una necesidad apremiante y necesaria en el medio. […] Esta escuela trae también para un gran sector de la juventud de Jujuy nuevas po286 EL PROCESO DE PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN JUJUY sibilidades para sus siempre renovadas inquietudes pues es público y notorio la enorme demanda que existe de enfermeros y parteras (Diario Jujuy, 10 de abril de 1947: 6). Estas palabras de Navea daban cuenta no solo de la etapa de profesionalización de la enfermería que se iniciaba en el ámbito sanitario, en particular, sino también de las ventajas que conllevaría asimismo al campo social de la provincia, en general. En tal sentido, la respuesta del Estado, con la inauguración de esta institución sanitaria, a la importante deficiencia existente en materia de recursos humanos, especialmente en el interior de la provincia, contribuiría, sin dudas, a generar a su vez allí nuevas oportunidades laborales. De este modo, fue claro cómo el sector dirigente con esta iniciativa pretendía tanto mejorar la endeble situación sanitaria del distrito como favorecer la situación social (educativa, económica y laboral) de aquel alumnado. FUNCIONAMIENTO, DEBATES, REVISIÓN Y REORGANIZACIÓN DE LA ESCUELA DE ENFERMERÍA La Escuela de Enfermería dependía administrativamente de la DPS, organismo que, además, había elaborado el reglamento que regía su funcionamiento. El mismo establecía la gratuidad de la enseñanza. El personal directivo, docente y administrativo sería designado por el Poder Ejecutivo a propuesta de la DPS. A los egresados, una vez concluidas y aprobadas las materias del plan de estudio, se les otorgaba diplomas con el título de “parteras idóneas” o “enfermeros”, que llevaban las firmas del ministro de gobierno y de las máximas autoridades de la DPS y de la Escuela de Enfermería. Estos títulos eran 287 MARCELO JEREZ habilitantes para el ejercicio de aquellas profesiones en la jurisdicción del territorio provincial, a los cuales el gobierno daría prioridad en la provisión de cargos. La temprana creación de esta institución estatal, durante el período que nos ocupa, fue un dato distintivo en relación a otras experiencias a nivel regional. Así, por ejemplo, la gestión peronista salteña contaba, como se ha dicho, con carreras de enfermería ya existentes, como aquellas creadas por la Cruz Roja en la capital y por la Standard Oil en Tartagal, a las que les brindó un decidido apoyo. En Tucumán, por su parte, el gobierno peronista recién en 1954 inauguraría la Escuela de Enfermería, que reemplazaría la carrera de Nurses y Visitadoras de Salud Pública (Rosales, 2017). De igual modo, otras particularidades interesantes surgen al centrar la observación en el inicial plan de estudios de la escuela jujeña. A través de este análisis es posible develar cómo a diferencia de las instituciones que funcionaban en Buenos Aires, que poseían un régimen de estudio de tres años,1 aquí el plan de estudios se desarrollaba en dos años. El dictado de la carrera comprendía clases teóricas y prácticas, para lo cual, y siguiendo el modelo de Nightingale común en la época, se estableció el régimen de internado dentro del propio hospital San Roque, donde además se les proveía de alimentos y uniformes. El sistema de internado constituía, por entonces, el modo no solo de recrear un ambiente de dedicación y concentración para las estudiantes sino también de moralizar e inculcar valores. Permitía vi- 1. Nos referimos específicamente al caso de dos importantes escuelas de enfermería, una perteneciente a la Secretaría de Salud Pública (1947) y la otra a la Fundación Eva Perón (1950). 288 EL PROCESO DE PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN JUJUY gilar la conducta de las alumnas, haciendo más fácil contribuir a su orientación moral. Favorecía, asimismo, transmitir un sistema de jerarquías, moldeando con rigor disciplinar la personalidad obediente que exigía la vida laboral de la enfermera (Martin, 2015). En contraste con la experiencia porteña, donde el plantel administrativo-directivo estaba compuesto exclusivamente por mujeres, en Jujuy, ante la ausencia de enfermeras diplomadas, dicho plantel, al igual que el equipo docente, se hallaba integrado por hombres. Así, los cargos de director y secretario técnico de la Escuela de Enfermería estuvieron conformados por los médicos Manuel Sánchez de Bustamante y Ramón Puig respectivamente. Por su parte, el cuerpo docente estaba compuesto por los médicos Pablo Moulunny, Julio Linares, Luis Zurueta, Jesús Vidal, junto al director y secretario técnico que también cumplían funciones docentes. Finalmente, como secretarias administrativas fueron designadas Ana Mendoza y Rosa Salomón. Resulta interesante señalar cómo estos últimos cargos, en cambio, sí estuvieron ocupados, al igual que en buena parte del país hacia la mitad del siglo XX, eminentemente por mujeres. Como sostiene Queirolo, durante ese período se evidenció un notorio predominio femenino en puestos tales como de dactilógrafas y secretarias. Ello, en buena medida, hallaba vinculación con la equiparación existente entre los requisitos de cada ocupación y los atributos asignados a la feminidad (prolijidad, orden, delicadeza, disponibilidad, entre otros). De esta manera, la secretaria se constituyó, en aquellos años, en la “mujer doméstica” dentro del ámbito laboral administrativo (Queirolo, 2015). Entre los requisitos para ser alumnas de la Escuela de Enfermería se hallaba el de poseer instrucción primaria hasta el 5° grado y tener entre 17 y 35 años de edad. Esta amplia franja etaria estaba 289 MARCELO JEREZ vinculada al propósito de obtener una mayor convocatoria de inscriptas, para lo cual también se otorgaron becas a aquellas personas provenientes del interior de la provincia. El monto de este beneficio constituía, en aquellos años, cerca del 25% del salario mensual de un empleado público de mediana jerarquía o de un agente de policía. No obstante, si tenemos en cuenta que en el internado se cubrían los gastos de alojamiento, alimentación y uniformes, el estipendio resultaba sin duda aceptable, constituyendo un gran apoyo económico para otros gastos (no tan elevados) que pudiesen surgir durante el período lectivo en la ciudad capital. Una vez egresado el alumnado becado, se le exigiría, en palabras del gobernador, “el solo compromiso de volver a sus lugares de origen donde deberán desempeñarse como parteras y enfermeras con cargos rentados que se les otorgará oportunamente” (Mensaje del gobernador Alberto Iturbe, 1948: 73). Esta iniciativa oficial constituyó, evidentemente, en la provincia un particular modo de pensar un sistema de becas orientado a generar recursos humanos capacitados, cuya labor tendiese a mejorar las endebles condiciones sanitarias existentes en sus localidades de origen.2 Al momento de la apertura de las clases, la escuela contó con la asistencia de 42 alumnas, de las cuales 28 habían optado por el curso de parteras y 14 el de enfermeras. El aumento de la matrícula fue evidentemente gradual si consideramos que en 1955 el número de 2. Esta política, a su vez, hallaba vinculación con aquella emprendida por instituciones como la Fundación Rockefeller que, desde los años 1920, otorgaba becas de capacitación a personal de salud de diversos Estados latinoamericanos para que, entre otros propósitos, a su regreso pudieran desarrollar en sus propios países funciones en puestos jerárquicos en la administración sanitaria o en el ámbito universitario (Ramacciotti, 2017). 290 EL PROCESO DE PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN JUJUY inscriptos ascendía a 65. A este grupo se añadían, además, las parteras y enfermeras que ya se desempeñaban en el hospital San Roque, quienes, según el reglamento de la DPS, para obtener el diploma de la carrera, debían aprobar en exámenes teóricos y prácticos todas las asignaturas de su plan de estudios. En 1949 egresaba la primera promoción conformada por 29 profesionales, 18 parteras y 11 enfermeras (Coletti y Montalvetti, 2010). Pero esta graduación se producía en un contexto particular. En el plano nacional, se desarrollaba el Primer Congreso Argentino de Enfermería en la ciudad de La Plata. Entre sus conclusiones, se reafirmaba la necesidad de atraer mujeres jóvenes al ejercicio de la profesión. Se estipulaba elevar el nivel requerido a los aspirantes, fomentar el perfeccionamiento de los egresados a través de becas para desempeñarse como educadoras sanitarias (Ramacciotti y Valobra, 2010). Asimismo, por entonces, se reformaba la Constitución Nacional que transformaría la Secretaría de Salud Pública en Ministerio de Salud. La política de racionalización y planificación que, en materia sanitaria, propugnaba el primer ministro de Salud, Ramón Carrillo, contribuiría al aumento de la demanda de enfermeras. En este clima de debates, modificaciones y cambios administrativos, en Jujuy la reforma de la Constitución Provincial, también en 1949, coadyuvaría a una nueva reorganización del sistema de salud por parte de Navea, dando origen al año siguiente a la Subsecretaría de Salud Pública (SSP). Este organismo concentraría todas las funciones ejecutivas, consultivas y de fiscalización en todo lo relativo a los servicios sanitarios preventivos, curativos y estadísticos. En este marco, y siguiendo los lineamientos nacionales, el gobierno 291 MARCELO JEREZ impulsaría, asimismo, una serie de reformas a la estructura y funcionamiento de la Escuela de Enfermería. Así, se iniciaron gestiones para que los títulos expedidos por dicha institución fueran reconocidos a nivel nacional, lo que se logró en 1951, luego de que previamente un asesor del Ministerio de Salud Pública de la Nación visitase la provincia e inspeccionara las modificaciones realizadas en su reglamento y plan de estudios. Los fundamentos para impulsar estos cambios se basaban en que las orientaciones modernas en el campo de la enseñanza sanitaria, aconsejaban la transformación de dicha escuela en sus planes de estudios, en la duración de sus cursos, en las exigencias básicas para afrontar la enseñanza que impartía y en el título profesional que otorgaba. En febrero de 1950, por decreto del gobierno de la provincia, el establecimiento creado cuatro años antes llevaría en adelante el nombre de Escuela de Auxiliares de la Medicina Dr. Guillermo C. Paterson (imagen 1).3 Su dependencia de la DPS, y luego de la SSP, así como el lugar de su funcionamiento no se trastocaría. Los cambios más salientes se hallaban en el plan de estudios, integrado por asignaturas teóricas y prácticas que se desarrollarían ahora en el lapso de tres años. Una vez aprobadas estas, se otorgarían diplomas oficiales con el título de 3. Guillermo Paterson fue un reconocido médico inglés que arribó a la provincia de Jujuy en 1894 contratado por el ingenio azucarero La Esperanza, en la localidad de San Pedro. Fue el primer médico diplomado y, por más de una década y media, el único de aquella región ubicada en el oriente del distrito norteño. Fue el primer oculista en Jujuy, fundador del hospital La Esperanza, primer centro asistencial privado del país, y cofundador de la Universidad Nacional de Tucumán. Es considerado padre de la patología regional argentina, pues fue el pionero y promotor de esta disciplina en el país. Paterson falleció a los 75 años en La Esperanza, el 26 de marzo de 1946. Al año siguiente, el Poder Ejecutivo de la provincia en su homenaje designó a aquella Escuela de Enfermería con su nombre. 292 EL PROCESO DE PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN JUJUY auxiliar de la medicina, con indicación de su correspondiente especialización. De acuerdo a estos cambios, solo hasta el año siguiente se dictaría el curso de parteras (Escuela de Auxiliares de la Medicina, 1950). Imagen 1 .Desfile frente a la Casa de Gobierno de Jujuy de alumnas de la Escuela de Auxiliares de la Medicina “Dr. Guillermo C. Paterson”, comienzos de la década de 1950. Fuente: Instituto de Educación Superior “Dr. Guillermo C. Paterson”. De igual modo, entre los nuevos requisitos para ingresar a la institución se exigía poseer completo hasta el 6° grado de educación primaria, tener entre 17 y 32 años de edad y ser soltera o viuda sin hijos. Esto último, como bien señalan Ramacciotti y Valobra (2010), estaba asociado a la concepción de la época acerca de que la mujer en aquella condición civil podía canalizar su “instinto maternal” de cuidado hacia la atención de los enfermos. Por el contrario, las que eran madres no podrían cumplir satisfactoriamente con su rol profesional, 293 MARCELO JEREZ pues sus tareas domésticas serían incompatibles con los horarios y turnos de la práctica de la enfermería. Otra novedad residía en el incremento del número de asignaturas de la carrera de enfermería. Si inicialmente contaba con 3 materias por cada uno de los dos años, la nueva reglamentación estipulaba el cursado de 6 materias en primer año, 4 en el segundo y 5 en el tercero. Los contenidos de las asignaturas estaban centrados en dos grandes órdenes, por un lado, los relativos a temas médicos, en consonancia con los programas impulsados por el Ministerio de Salud. Y, por otro lado, aquellos referidos a la higiene y al orden general dentro de las salas y habitaciones hospitalarias. Al respecto, una de las materias que se repetía en los dos primeros años de cursado era Arte de la Enfermería, la que poseía un alto contenido normativo, ético y de nociones prácticas específicas de la profesión. Mientras en la escuela de Buenos Aires buena parte de las asignaturas de la carrera era impartida por enfermeras, aquí prácticamente la totalidad de las materias seguían siendo dictadas por médicos varones. No obstante, la mujer progresivamente empezaría a ocupar ciertos espacios dentro del cuerpo docente y directivo, logrando una paulatina inclusión dentro de estos ámbitos. Así, se produciría, al poco tiempo de implementarse el nuevo reglamento de la escuela, la incorporación al plantel docente de la médica obstetra Josefina Scaro. Esta profesional no solo era una de las primeras mujeres en conseguir aquel título y especialidad en la provincia, sino que luego de la experiencia peronista, en 1958, llegaría a ocupar el cargo de directora de la Escuela de Enfermería, rompiendo con la tradición masculina en ese puesto existente desde la creación de la institución. 294 EL PROCESO DE PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN JUJUY Josefina Scaro había nacido en 1918 y pertenecía a una familia jujeña de clase media acomodada. Por su condición de mujer le había costado ingresar a la carrera de medicina, luego de intentos frustrados de que aceptaran su inscripción en la Universidad Nacional de Córdoba y en la Universidad de Buenos Aires, finalmente pudo lograrlo en la Universidad Nacional de La Plata. Allí obtuvo el título de médica general en 1947, para luego realizar una especialización en ginecología y obstetricia que culminaría dos años después. Hacia 1950 regresaba a su provincia natal para sumarse al plantel médico del hospital San Roque, donde participaría activamente organizando el servicio de maternidad, incorporándose luego como docente a la Escuela de Enfermería. Pero este caso no sería el único. En efecto, hacia finales del gobierno peronista, una de las primeras egresadas de la Escuela de Enfermería sería incorporada así también como docente; se trataba de Isabel Pereyra (imagen 2). Ya a partir de 1952, desde Buenos Aires, eran enviadas periódicamente para cubrir las asignaturas específicas de enfermería las instructoras Isabel Rodríguez y luego Carmen Rodríguez. Pero, ante los avances en la profesionalización de la carrera, se hacía imprescindible una instructora permanente en la institución para la orientación de los alumnos. Con este propósito, fue designada la enfermera Pereyra para realizar un curso de capacitación acelerado para instructores en la Escuela de Salud Pública de la Nación que funcionaba en el hospital San Martín de Capital Federal. A su regreso se desempeñaría como instructora del establecimiento jujeño, donde tuvo una labor destacada en los años subsiguientes, y llegó a ocupar el cargo de directora a mediados de la década de 1970. 295 MARCELO JEREZ Imagen 2. Isabel Pereyra, una de las primeras egresadas, docente y más tarde directora de la Escuela de Auxiliares de la Medicina “Dr. Guillermo C. Paterson”. Fuente: Instituto de Educación Superior “Dr. Guillermo C. Paterson”. Con todo, otros cambios también signarían la vida dentro de la institución educativa durante el período que nos ocupa. Entre estos, se destacaría la incorporación, a diferencia de otras experiencias a nivel nacional, de alumnos varones a la institución sanitaria. Así en 1950, el gobierno provincial autorizaba a Contaduría General el pago a un grupo de cerca de 50 becados en la escuela, la mayoría alumnas, pero entre los que se hallaban Jesús Melgar y Benito Romero.4 Pese a que no fue significativo su número, esta presencia masculina tal vez ma- 4. Archivo Histórico de la Provincia de Jujuy (en adelante AHPJ), Expediente N° 421, Mesa de Entradas, Gobierno de Jujuy, 27 de octubre de 1950. 296 EL PROCESO DE PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN JUJUY tizaría en el distrito jujeño el carácter exclusivamente femenino que en la época caracterizaba a aquella profesión. Luego de esta importante reorganización, la Escuela de Enfermería experimentaría cambios en su cúpula directiva, sucediéndose, entre 1951 y 1955, tres directores. En ese primer año, Manuel Sánchez de Bustamente era reemplazado en la dirección de la escuela por Jorge Zenarruza, función que meses después abandonaría para ponerse al frente de la DPS. Su lugar sería ocupado por Nasif Fiad hasta 1954. Luego ejerció ese puesto, hasta el derrocamiento del gobierno peronista, Manuel Sequeiros (Paleari, 1992). Este establecimiento continuaría transformándose y creciendo pese a las difíciles coyunturas políticas que años después sobrevendrían. Todo ello, evidentemente, daba cuenta de la significativa labor desarrollada, pese a los pocos años de funcionamiento, en una provincia aún con múltiples deficiencias en el ámbito sanitario. REFLEXIONES FINALES En un contexto sanitario crítico, a mediados de los años de 1940, el gobierno jujeño asumió su rol como responsable de la formación de enfermeras, pero en lugar de cursos cortos, esporádicos y dispersos −característico del período previo−, ahora impulsaba la creación de una carrera profesional concreta. El inicial reglamento de dicha institución pareció estar orientado, en una primera etapa, a obtener un número importante de inscriptos. Luego, en un clima de revisiones de la enseñanza de la enfermería y de reordenamientos administrativos en la esfera sanitaria, se elaboró una nueva reglamentación que ahondaba en la profesionalización de la carrera; se aumentaron, por 297 MARCELO JEREZ ejemplo, los años de cursado, las materias impartidas, se modificó el nombre de la carrera y el título del egresado. El alumnado estaba conformado por un grupo de jóvenes de la ciudad capital y muchos provenientes de diferentes localidades del interior de la provincia. Estos últimos fueron becados con el propósito de que, una vez egresados, retornasen a sus lugares de origen. Allí, la activa labor constructiva estatal, levantando diversos hospitales y salas de primeros auxilios, hacía sumamente necesaria su presencia y labor. Con relación a sus egresados, el número de alumnos que integró aquella primera promoción auguró en las autoridades alentadoras expectativas sobre la carrera y su tarea de generar profesionales que empezaran a cubrir la demanda existente en la provincia. La mayoría de los puestos docentes y cargos directivos en esta institución, ante la falta de enfermeras diplomadas, fue ocupado exclusivamente por miembros del cuerpo médico perteneciente al hospital San Roque. Recién a comienzos de los años cincuenta comenzaría a producirse un proceso de inclusión de mujeres profesionales (tanto médicas como enfermeras) que no se detendría, ocupando inicialmente cargos docentes y llegando luego hacia el final de la década a desempeñar funciones en la dirección de la escuela. Cabe acotar que las egresadas de la escuela dependiente de la compañía Standard Oil de Tartagal recién se desempeñarían como docentes en la institución jujeña a fines de la década de 1950, con la inauguración de un nuevo nosocomio en la ciudad capital: el hospital Pablo Soria (Sierra e Iglesias, 1994). De este modo, a partir de este trabajo histórico, creemos haber avanzado sobre los rasgos más salientes de aquel inicial proceso de profesionalización de la enfermería en Jujuy. Fenómeno interesante y complejo, por las características sanitarias de la provincia y la región, así como 298 EL PROCESO DE PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN JUJUY por las implicancias que conllevaría para la mujer en una sociedad, en muchos aspectos, tradicional y conservadora. El peronismo, así, habría sentado sólidas bases para el desarrollo de la enfermería, carrera donde aquellas mujeres, como en otros ámbitos, disputarían reconocimiento profesional y espacios laborales en los años subsiguientes. 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Carlos Alberto Alvarado. Vida y obra. La Pampa: Comisión Bicentenario. ----- (1998). Un tiempo que se fue. Vida y obra de los hermanos Leach. Jujuy: Ediunju. 301 Saberes, prácticas y espacios en la profesionalización de la enfermería en Tucumán MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES INTRODUCCIÓN En la provincia de Tucumán, hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, una de las preocupaciones centrales de los poderes públicos fue el cuidado de la salud de la población. La falta de infraestructura, de profesionales y de servicios, y la recurrencia de crisis epidémicas generaron la necesidad de crear instituciones y adoptar medidas de tipo sanitario, en sintonía con las acciones a nivel nacional. Los objetivos de prevenir y curar las enfermedades y disminuir la mortalidad se vinculó con la necesidad de asistencia idónea basada en el conocimiento científico, por lo cual resultó esencial la reglamentación de la práctica médica y de instrumentos para avanzar en la consolidación profesional, en consonancia con el rol que los médicos cumplían en los organismos sanitarios estatales. Por otra parte, las nuevas concepciones derivadas de la puericultura y de la ciencia médica se expresaron en el cuidado de la salud de la primera infancia y en la divulgación de hábitos higiénicos y alimenticios adecuados; así como en la formación de parteras para la atención profesional del parto. 305 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES En este contexto, se inscribe la inclusión de la enfermería en el conjunto de preocupaciones y acciones estatales relativas al “arte de curar”, que iniciaron el camino hacia la construcción de un perfil profesional vinculado a la adopción de conocimientos y prácticas a través de un título habilitante para ejercer. En tal sentido, se pueden señalar dos momentos: el primero, que abarca la creación de la primera Escuela de Enfermeros y Enfermeras en el ámbito municipal a comienzos del siglo XX y los elementos de continuidad en la profesionalización en las décadas siguientes; y el segundo, que refleja la afirmación del campo profesional a través de la creación de la Escuela de Enfermería Universitaria y la Escuela de Enfermería de la provincia a mediados de siglo. LA ETAPA FUNDACIONAL: LA ENFERMERÍA EN LA ESCENA PÚBLICA Y LOS PRIMEROS RECORRIDOS HACIA SU PROFESIONALIZACIÓN (1900-1943) A comienzos del siglo XX, los principales organismos responsables de la atención de la salud de la población tucumana eran el Consejo de Higiene provincial y la Asistencia Pública municipal, con funciones que se complementaban y a veces se superponían, y cuyos gestores eran principalmente los profesionales médicos que dirigían las reparticiones estatales. Asimismo, existían hospitales, concentrados sobre todo en la ciudad capital, como el Hospital Mixto –luego Ángel Padilla– para enfermos varones; el Hospital San Miguel –luego Zenón Santillán– para enfermas mujeres; el Hospital de Niños y el Hospital Avellaneda o de Aislamiento. Como uno de los objetivos centrales de las políticas de salud fue la necesidad reforzar los criterios científicos en la atención de los en306 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN fermos, se aprobó una reglamentación del ejercicio de la medicina en 1895, que establecía la obligatoriedad del título para ejercer, expedido por las facultades nacionales de Ciencias Médicas, o revalidados por el Consejo de Higiene. Además de los médicos, las disposiciones incluían a los farmacéuticos, a las parteras, los dentistas y los flebotomistas, que debían actuar bajo control y supervisión de la autoridad médica correspondiente; pero no incluyó a enfermeros/as, ausentes en las normativas. Tampoco resultan visibles en otros documentos, como una Memoria del Hospital Mixto de 1897, cuando en referencia a problemas en el servicio de cirugía se alude al “personal subalterno” y a su falta de idoneidad, sin especificar quienes lo componían, y a la conveniencia de crear “auxiliares” de los médicos, sin aclarar tampoco las funciones que debían desempeñar. En general, las tareas vinculadas a la enfermería estuvieron al comienzo a cargo de las Hermanas de Caridad –congregación dedicada a los pobres y particularmente a los enfermos– y de personas que actuaban en carácter de colaboradores de los médicos, sin rango profesional y de modo informal. En las dependencias del Hospital Mixto, las Hermanas de la Caridad se encargaban del cuidado, alimentación e higiene de los enfermos, y eran responsables de las salas, del servicio administrativo y del orden y “moralidad”; también desarrollaron tareas en el Hospital de Niños y en instituciones de caridad como el Asilo San Roque. No se pudo constatar la presencia de enfermeros o enfermeras en los registros ni en las acciones desarrolladas para controlar las dolencias; pero sí de ciudadanos comunes que se ofrecían como voluntarios para ayudar a los médicos, en particular en momentos de crisis epidémicas. Este fue el caso de la epidemia de cólera, cuando cobraron especial dimensión este tipo de servicios para asistir a la población 307 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES afectada, y además fue necesario el aporte de practicantes, médicos y enfermeros de Buenos Aires, indispensables por el impacto del cólera y por la escasez de profesionales, signos de las falencias que presentaba entonces la administración sanitaria estatal (Fernández, 2012). La conformación de un sistema de atención de la salud con instituciones específicas y servicios desde una concepción más científica coincidió con un momento de recepción a nivel nacional de avances en el conocimiento de las enfermedades y de terapéuticas a seguir, derivados del desarrollo de la bacteriología y de la inmunología. A medida que la medicina se consolidaba, la práctica sin formación pasó a ser cuestionada, y se instaló la preocupación porque otras ramas del arte de curar estuvieran basadas en la idoneidad y la formación profesional. Fue en 1900 cuando en las reuniones del Consejo de Higiene se comenzó a tratar la necesidad de crear una escuela de enfermeros y enfermeras, cuya urgencia se fundaba en que no bastaban las acciones desempeñadas por las comunidades religiosas y en que los aspirantes a enfermeros debían capacitarse. La moción fue aprobada en marzo y se procedió a abrir la matrícula correspondiente en los diarios locales; pero por la falta de recursos para sostener los gastos de instalación y de funcionamiento de la escuela, se decidió que el director del Hospital Mixto fuera quien, en forma gratuita, proporcionara enseñanza práctica en el establecimiento a los aspirantes que se presentaran (imagen 1). 308 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN Imagen 1. Hospital Mixto Nuestra Señora de las Mercedes. Ámbito donde funcionó la primera Escuela de Enfermería a comienzos del siglo XX. Fuente: Álbum del Centenario de la provincia de Tucumán, 1916. Con una modalidad similar se había originado en 1897 la Escuela de Parteras, asociada a la necesidad de formación y entrenamiento para la atención profesional de los nacimientos, y también a raíz de dificultades de tipo presupuestario funcionó en el Hospital Mixto, donde el médico de la sala de maternidad impartía las clases y estaba a cargo de su dirección. La diferencia residía en que desde su inicio la Escuela de Parteras tuvo un carácter más formal, con una reglamentación y un plan de estudios que decidía su habilitación para ejercer en la provincia, donde no hubiera parteras con título de universidades nacionales, mientras que la de enfermeros careció de 309 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES este tipo de estructura. La ausencia de datos sobre esta última en la Memoria de 1908 del Consejo de Higiene –organismo que había decidido su creación−, con una reseña detallada del área sanitaria, indicaría un funcionamiento irregular o menos formal de la “escuela” iniciada en 1900, que buscó paliar la falta de idoneidad con una instrucción de tipo eminentemente práctico. Fue en 1909 cuando, a través de un decreto de la intendencia, se concretó la organización formal de una Escuela de Enfermeros y Enfermeras bajo dependencia de la Asistencia Pública municipal. La reglamentación establecía como requisitos para el ingreso tener como mínimo 20 años y no más de 40; saber leer, escribir, contar y poseer conocimientos elementales, con examen de ingreso; tener buena constitución, salud y ningún defecto físico notable, y reunir condiciones de moralidad y honradez. Para constatarlas debían presentar un certificado médico de salud y otro de honorabilidad firmado por dos personas respetables. La enseñanza, a cargo del director de la Asistencia Pública, sería teórico-práctica y duraría un año para los aspirantes a asistentes y dos años para los que optaran por ser enfermeros o enfermeras. Las clases teóricas tendrían lugar dos veces por semana y las prácticas serían diarias y obligatorias (aquellas personas que llegaban a las 30 inasistencias al año quedaban libres); y al completarse el programa de estudios se realizarían exámenes anuales ante una comisión formada por médicos de los hospitales municipales y propuesta por la Asistencia Pública. Quienes desaprobaran tenían la posibilidad de rendir un nuevo examen a los tres meses, pero con la obligación de concurrir a las prácticas hospitalarias durante ese tiempo; y se establecían becas por buen comportamiento. 310 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN El reglamento de 1909 constituyó el primer intento de formación profesional estructurada que introdujo no solo las pautas para el ingreso de aspirantes, el carácter teórico y práctico de los estudios y la obligatoriedad del examen para aprobar los cursos, sino que sentó las bases del recorrido posterior de la enfermería como disciplina. Esta escuela se dio en un momento temprano en Tucumán, con relación a otras regiones, si se tiene en cuenta que, en Buenos Aires, la primera escuela municipal de enfermeros data de 1903, siendo mencionada como la única escuela del ramo en el país en la primera década del siglo XX (Martin, 2015). En los años siguientes, distintos registros muestran ciertas continuidades del proceso de configuración profesional que permiten analizar en qué medida la enfermería ocupó mayores espacios, en qué instituciones se visibilizaron y si hubo señales de una mayor capacitación. En 1911, se pueden identificar, en la nómina de personal de los hospitales municipales, los enfermeros con que contaba cada hospital: el Hospital Mixto –luego Ángel Padilla− tenía tres enfermeros para las salas y uno para el consultorio externo, y también figuraban tres cabos de cirugía y diez Hermanas de Caridad; el Hospital Zenón Santillán tenía cuatro enfermeros y un ayudante de la sala de operaciones; mientras que el Hospital de Aislamiento poseía un total de cinco enfermeros. Las denominaciones incluidas, como ayudantes (no aclara a quién ayuda ni qué realiza) o cabos de cirugía (que podrían ser auxiliares de los médicos), resultan imprecisas y no permiten definir qué tareas cumplían ni cuál era su formación. Por lo tanto, los que aparecen como enfermeros podrían ser tanto los que habían realizado estudios como los que tenían solo algunos conocimientos o aquellos que ejercían en base a la experiencia adquirida, por las necesidades 311 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES del establecimiento de cubrir la escasez o la falta de personal (Boletín Municipal, San Miguel de Tucumán, 1911: 2-3). Quizás donde se manifestaron con más claridad aspectos referidos a exigencias de un perfil más profesional de la enfermería fue en el Reglamento General de Hospitales Municipales de 1914, que implicó reformas administrativas y de funcionamiento, y por primera vez se estipularon los deberes y atribuciones de los enfermeros que formaban parte de los establecimientos de la capital de la provincia. Según el reglamento, el enfermero del servicio de guardia, bajo las órdenes del médico interno y del médico director, tenía prohibido ausentarse del establecimiento mientras durara su turno de doce horas, y si abandonaba sus tareas, que se consideraba una de las faltas más graves del servicio, era separado de su cargo. Debía examinar a los enfermos que solicitaran ingreso en ausencia del médico interno y consultar los casos dudosos con los otros enfermeros del hospital. Además, tenía la obligación de concurrir a cualquier sala donde fuese solicitado, de día o de noche, dar aviso al médico interno de algún caso grave que requiriera atención inmediata y entregar la guardia en el cambio de turno con las observaciones necesarias. Por su parte, los enfermeros de salas estaban incluidos en un apartado junto a los sirvientes internos, dato que refleja la falta de definición de las tareas que cumplían, que incluso podían superponerse con las que realizaba el personal de servicio (limpieza, cocina, lavandería, etc.). Bajo las órdenes de las Hermanas de Caridad y del administrador; los enfermeros debían obedecer a los médicos en lo concerniente al tratamiento de los enfermos y no podían ausentarse en ningún caso sin el permiso correspondiente. Además, se les prohibía, con pena de expulsión, introducir artículos de juego, bebidas 312 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN y alimentos para los enfermos que no fueran los prescriptos por sus superiores, impedimento que indicaría la existencia de algunas prácticas que los enfermeros realizaban y que excedían el control médico. En la reglamentación, que contemplaba a todo el personal del hospital, también se enunciaban los deberes de las Hermanas de Caridad –algunos asociados a la enfermería–, encargadas del cuidado de los enfermos, su régimen alimenticio e higiene; el aseo y limpieza de las salas; el orden y moralidad en el personal subalterno y los internados. Estaban bajo dependencia del director y de los médicos, y se les imponía la prohibición de “ejercer presión por cualquier medio” sobre los enfermos y enfermeros en cuanto a “actos de conciencia”, advertencia que podría responder a situaciones previas y vinculadas a cuestiones religiosas que tal vez interferían o perjudicaban las directivas médicas (Boletín Municipal, San Miguel de Tucumán, 1914: 127-130). Las normativas dan ciertos indicios de jerarquización en relación a los servicios que se prestaban y permiten señalar criterios de diferenciación interna; por un lado, entre los enfermeros de guardia y los de sala, en tanto los primeros aparecen con funciones de mayor responsabilidad, y los segundos, con tareas no especificadas y agrupados con los sirvientes; y, por otra parte, con las Hermanas de Caridad, con atribuciones superiores de control sobre los enfermos y el personal del hospital. En relación a los enfermeros que se desempeñaban y no tenían formación adecuada, las autoridades sanitarias determinaron que debían ser los primeros en inscribirse en la Escuela de Enfermeros y Enfermeras para su capacitación, y en 1916 se introdujo el requisito del diploma para ejercer como enfermero en los hospitales municipales. Es de suponer, por relatos futuros en la prensa local, que esta 313 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES condición no se sostuvo o se cumplió parcialmente, en razón de la falta de personal y del aumento de demandas en los hospitales, donde eran constantes los reclamos por la falta de médicos, enfermeros y recursos. No todas las personas que ejercían sin estudios decidían iniciarlos y completarlos, aunque continuaban desarrollando tareas de enfermería en los nosocomios donde sus servicios eran requeridos. Así como ante la prevalencia de crisis epidémicas y enfermedades infecciosas, en una etapa formativa las políticas sanitarias se dirigieron primero a reforzar la higiene y a prevenir el contagio con medidas de tipo defensivo, en las décadas de 1920 y 1930 se puso el acento en fortalecer las instituciones mientras primaba la preocupación por la salud como problema social. Se abordaron entonces aspectos que respondían a algunas preocupaciones nuevas y otras latentes desde años anteriores, y a la luz de nuevos debates y parámetros más científicos hubo novedades en el afán de ampliar la cobertura sanitaria para determinados sectores y espacios. Asimismo, se produjeron cambios orientados a mejorar los hospitales tanto en la capital como en las zonas rurales, el área materno-infantil y la salud escolar, reformas que generaron nuevas demandas de profesionales y de servicios. Dentro del campo de las políticas sanitarias, la atención de la salud del niño –indisoluble de la salud de la madre– registró un cambio cualitativo durante los años veinte, cuando se concretaron acciones de mayor alcance. Desde el poder municipal se crearon estaciones sanitarias, con consultorios gratuitos de primeros auxilios y de lactantes (a cargo de una partera), y un servicio de protección a la infancia (con doce visitadoras de higiene), pero en ambos casos no se contrataron enfermeras, en razón de que las funciones requeridas eran más bien de asistencia social y tal vez las visitadoras podrían llegar a cumplir tareas 314 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN sencillas de enfermería si era indispensable o frente a una urgencia (Boletín Municipal, San Miguel de Tucumán, 1923: 1-2). Por su parte, desde la esfera provincial, el Consejo de Higiene reglamentó el funcionamiento de las denominadas “Gotas de leche”, destinadas a la provisión de leche y a la atención médica de niños, servicios que contaron con un médico director, una enfermera y una ayudante enfermera en su nómina de personal. Las tareas de las dos enfermeras serían distribuidas por el director de acuerdo a la evaluación de sus hábitos de trabajo e idoneidad; y sus obligaciones consistían en la preparación y despacho de leche, harinas y medicamentos según las indicaciones del médico, con quien debían colaborar en anotaciones y pesadas de niños y en difundir nociones y consejos sobre alimentación e higiene infantil. Además, debían estar presentes desde las primeras horas de la madrugada hasta que se retirase el médico y cuidar la higiene del establecimiento (Compilación de Leyes y Decretos, 1934: 979-981). En cuanto a las Gotas de leche y dispensarios de lactantes que funcionaban en la provincia, se observan variaciones en la cantidad y en las categorías de enfermeras a cargo. En los locales de la capital figuraba una “enfermera preparadora” y dos ayudantes de enfermería; mientras que en las localidades del interior en general figuraban una “enfermera de 1ª” y una enfermera, con distinta remuneración (la enfermera preparadora cobraba 100$, mientras el salario de la enfermera de 1ª era de 60$ y de la enfermera a secas, de 40$), datos que podrían indicar diferentes rangos y niveles de capacitación requeridos y algunos resultados vinculados a la adquisición de conocimientos en la escuela existente (Diario de Sesiones, 1926: 332-333). Si bien en el área vinculada a la cuestión materno infantil las deno315 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES minaciones aluden a personal femenino, lo que haría pensar en una feminización de la actividad, en la órbita de los hospitales y de las estaciones sanitarias coexistieron enfermeras, enfermeros y ayudantes de enfermero o de enfermera. Resulta evidente que en el campo de la salud materno-infantil predominaba el personal femenino (visitadoras de higiene, parteras, enfermeras bajo supervisión de un médico) por la asociación de las tareas de cuidado que realizaba con atributos vinculados a la “naturaleza femenina”. Otra de las novedades de estos años fue la presencia, por primera vez, de personal de enfermería destinado a una enfermedad específica, como la designación de dos enfermeros para consultorios de tracomatosos en el Hospital Avellaneda, y de una enfermera para la Escuela de Tracomatosos. Estos casos se vinculan a la preocupación por la salud del niño en edad escolar, donde el discurso confluía en la necesidad de preceptos higiénicos, vacunación preventiva y controles en las escuelas, cuestiones que interpelaron a las instituciones sanitarias y educativas. En este marco se inscriben las intervenciones para enfrentar el tracoma, que alcanzaron su máxima expresión con la creación de una Escuela para Tracomatosos en 1920, en ese entonces la primera y única en el país (Di Liscia y Fernández, 2014). La iniciativa reflejaba una orientación donde el cuidado de la salud se consideraba indisoluble de la cuestión social, que en estos años se tradujo, además, en programas que intentaban unir la atención médica y la asistencia social a través de mejoras en los hospitales públicos y de medidas preventivas. Las respuestas, que coincidían con una etapa de transición y de mayor intervención del Estado, formaron parte de la evolución de las políticas estatales, con limitaciones, pero también con avances en relación al concepto de salud pública y 316 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN al desarrollo institucional, con una mayor diferenciación vinculada al conocimiento científico. En ese sentido, en la década de 1930 se manifestaron en Tucumán dos aspectos significativos relativos al campo de la enfermería. Por un lado, la continuidad del objetivo de precisar y delimitar funciones de enfermeros y enfermeras en los hospitales, como en el ámbito del Hospital Avellaneda y, por otra parte, la novedad de la incorporación de la enfermería en el campo de las profesiones sanitarias a través de una nueva reglamentación para el ejercicio de la medicina y demás ramas del arte de curar, sin antecedentes en este tipo de normativas. El Hospital Avellaneda, destinado a la asistencia de pacientes con enfermedades infectocontagiosas, tuvo su reglamentación especial en 1933, en la que se incluyeron a los enfermeros con una mayor diferenciación en sus atribuciones. Se distinguían los enfermeros de sala externos (agrupados con ayudantes y sirvientes), bajo la dirección del director, médicos de sala y administrador, con pautas similares a la reglamentación de hospitales de 1914; y los enfermeros internos, con deberes más precisos en cuanto a las tareas que debían realizar y secundados por ayudantes. Se estipulaban los horarios que debían cubrir (de 6 a 12 y de 15 a 19); los turnos de 24 horas; los momentos del día en que efectuarían las curaciones de los enfermos (a las 9 de la mañana y a las 4 de la tarde) siguiendo indicaciones de los médicos; el cuidado del aseo y limpieza de los enfermos y de la sala, así como el reparto de la comida. Asimismo, se enunciaban las obligaciones de las enfermeras de los consultorios externos de oftalmología y el antituberculoso, encargadas de efectuar la limpieza de las salas y acompañar a los médicos en la visita de los enfermos, cumpliendo turnos de entre cinco y doce 317 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES horas, según se tratara de días hábiles o feriados. En estos casos las enfermeras eran destinadas a un área y a la atención de una enfermedad específica en el hospital, bajo las órdenes del médico, que era quien examinaba y llevaba un registro de los enfermos. Por último, las normativas incluyen la figura del “cabo enfermero”, sujeto a las instrucciones del médico de sala relativas a la administración de medicamentos y alimentación de los enfermos (Compilación de Leyes y Decretos, 1933: 966-970). Otra de las cuestiones para resaltar en los años treinta, donde se registraron políticas orientadas a fortalecer el sistema sanitario −como la creación de hospitales en el interior y nuevos programas contra el paludismo−, fue una reglamentación del ejercicio de la medicina, farmacia y demás ramas del arte de curar, que tuvo la particularidad de incluir a enfermeros en uno de sus apartados −agrupados junto con masajistas, pedicuros y practicantes−, a diferencia de reglamentos anteriores similares (1895, 1910 y 1915) en los que estuvieron ausentes. Si bien no se señalan las atribuciones, obligaciones y prohibiciones específicas como en las profesiones ya consolidadas de médicos o farmacéuticos, su importancia radica en que establece que los masajistas, practicantes, enfermeros y pedicuros “debían justificar ante el Consejo de Higiene su capacidad para prestar servicios profesionales” (Leyes y Decretos Reglamentarios, 1936: 736). Esto podría suponer, en primer lugar, la aprobación de un examen para los enfermeros que habían realizado estudios o para validar conocimientos adquiridos en la práctica, que tenían que avalar las autoridades médicas del máximo organismo de salud de la provincia; y, en segundo término, de mayores requerimientos para ejercer, por la enunciación de servicios “profesionales”, que remite a la idea de competencia 318 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN idónea y de capacitación. Asimismo, en todas las situaciones debían proceder bajo prescripción de los médicos, de modo que primaba la dependencia y subordinación respecto a estos. Por último, podemos señalar el aumento de personal de enfermería y las diferencias salariales existentes entre establecimientos de la capital y del interior, entre distintos tipos de servicios sanitarios y entre hombres y mujeres, relacionadas con las distintas funciones que cumplían, el perfil y localización de la institución y con marcadas desigualdades de género. Por ejemplo, el Hospital Avellaneda contaba con un enfermero (120$), dos ayudantes enfermeros (115$ cada uno), dos enfermeras (95$ cada una), tres ayudantes enfermeras (75$ cada una) y dos enfermeras para el consultorio de tracomatosos (95$ cada una); el Hospital Concepción tenía un enfermero y un ayudante (salarios iguales a los del Avellaneda), una enfermera y una ayudante (80 y 65$ respectivamente). En las estaciones sanitarias había dos ayudantes enfermeras (65$ cada una) y un enfermero (115$); en los dispensarios de protección a la infancia de localidades del interior: una enfermera preparadora (80$), en el Servicio de protección a la infancia de la provincia dos enfermeras (150$ cada una), y en el Instituto Antiluético dos cabos enfermeros (165$ cada uno) y cuatro ayudantes (130$ cada uno) (Diario de Sesiones, 1936a: 263-268).1 En suma, podemos decir que desde la agenda estatal y a partir de la creación de la Escuela de Enfermeros y Enfermeras y de su reglamentación a comienzos del siglo XX, se inició un proceso incipiente 1. Comparativamente, el salario de una enfermera era mayor que el de una lavandera o cocinera de hospital (ganaban 60$); y un poco menor al de una partera, que alcanzaba los 100$. 319 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES en la conformación de un perfil profesional, con ciertos rasgos asociados a la adquisición de saberes y prácticas, con la mayor presencia de enfermeros y enfermeras en el ámbito de los hospitales, una cierta diferenciación vinculada a las tareas que realizaban bajo la autoridad de los médicos y un avance de la feminización de la actividad −aunque no de manera contundente−, sobre todo en algunas áreas. LA ETAPA DEFINITORIA: LA CONFIGURACIÓN DE LA ENFERMERÍA COMO PRÁCTICA PROFESIONAL (1943-1963) Durante las décadas de 1940 y 1950, en años del primer peronismo (1946-1955), en Tucumán se registraron avances del Estado en materia sanitaria y primó la concepción de la salud como derecho ciudadano. Las principales transformaciones institucionales consistieron en la creación del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, la provincialización de hospitales municipales y una planificación que tuvo como eje la modernización y ampliación de la infraestructura médica-hospitalaria. Al mismo tiempo, se crearon nuevos espacios de profesionalización y de formación de recursos humanos, que buscaron dotar a las instituciones de un personal médico y técnico que se adecuara a las necesidades de la región. En el marco de las demandas generadas por los nuevos servicios, el incremento de las campañas sanitarias y de los objetivos tendientes a la expansión del sistema de salud pública, tanto desde el gobierno provincial como desde el ámbito académico se impulsaron iniciativas que contribuyeron al afianzamiento de un campo profesional orientado a la capacitación y tendiente a mejorar la calidad de la atención de la población (imagen 2) Fue en esta coyuntura cuando la preocupación por la formación de enfermeras dejó de ser un asunto municipal 320 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN para convertirse en un tema que será abordado en Tucumán desde el gobierno provincial y desde el ámbito universitario. Imagen 2. Personal sanitario (médicos, enfermeras y enfermeros) del Hospital de Trancas. Fuente: La Gaceta (18 de marzo de 1949). En consonancia con estos objetivos, en la Universidad Nacional de Tucumán se diseñaron proyectos que confluyeron en la inauguración de dos carreras pilares en el campo de la salud: la Facultad de Medicina y la Escuela de Enfermería. La gestación de la Facultad de Medicina estuvo bajo el influjo de una conjunción de factores vinculados al rol de Tucumán en la región, a la 321 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES vanguardia de los adelantos técnicos y científicos, al prestigio adquirido por la casa de altos estudios, a la importancia de los centros hospitalarios en materia de atención médica y a la impronta del peronismo en cuestiones sanitarias. Asimismo, los cambios introducidos durante el rectorado de Horacio Descole (1946-1951), a nivel organizativo y a través de la creación de nuevos institutos de investigación, potenciaron las condiciones previas en las que tuvo lugar el origen de la Escuela de Medicina en 1949, que inició su primer ciclo lectivo en 1950 y se transformó en Facultad de Medicina en 1951. En 1945, en la Universidad Nacional de Tucumán se creó la Escuela de Higiene, cuyo objetivo central fue preparar personal técnico y auxiliar para afrontar, sobre todo, los problemas de salud pública que afectaban a la región (Universidad Nacional de Tucumán, Memoria 1952: 32-34). Entre sus funciones se encontraba la organización y puesta en funcionamiento, para el año 1947, de la Escuela de Nurses y Visitadoras de Salud Pública, que se encargaría de la enseñanza y estudio de los métodos y procedimientos destinados al cuidado de la salud individual y colectiva (imagen 3). Con la aprobación del plan de estudios y el reglamento de los cursos de nurses y visitadoras de Salud Pública en 1952, la UNT se convertía en la única institución de ese rango a nivel nacional que contaba con esta carrera, lo que implicó un sustancial avance en el proceso de profesionalización de la enfermería en Tucumán (Honorable Consejo Universitario, 1954). Recordemos que la primera escuela universitaria de enfermería había sido la de la Universidad Nacional del Litoral, en la ciudad de Rosario, de existencia efímera, que comenzó a funcionar en 1940 y se cerró en 1943 (Martin, 2015). Para el funcionamiento de la carrera de nurses –y con la colaboración del Ministerio de Salud Pública de la Nación–, se inauguró un 322 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN “Hogar Escuela” donde se formarían las aspirantes, con una modalidad de cursado que se adaptaba a las normas impuestas por la Liga Internacional de Nursing, que recomendaba la instalación de un internado para las estudiantes como condición indispensable para su formación. Según los conceptos de la época, los hogares escuelas para enfermeras contribuirían al desarrollo de conductas apropiadas y a modelar el perfil que exigía la profesión. Imagen 3. Enfermera en el Hospital del Niño Jesús. Fuente: La Gaceta (06 de junio de 1947). Así, el director de la carrera, Dr. Carlos Alberto Alvarado, remarcaba que la idea de hogar remitía a un ideal de familia donde sus componentes están “vinculados entre sí por lazos biológicos, espirituales y 323 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES morales”, razón por la cual las estudiantes debían luchar por no desnaturalizar esta vocación, “donde la mística es más importante que la técnica y la técnica es más importante que la ciencia” (La Gaceta, 6 de mayo de 1952). Bajo estas premisas la formación de las enfermeras tuvo un sentido que, más que el conocimiento y los saberes aprendidos, se vinculó a la naturaleza de sus agentes, sus conductas y sus aptitudes. La actividad se veía más bien como una extensión de las labores domésticas y hogareñas que una tarea basada en procedimientos, conocimientos y técnicas que era necesario conocer y aprender, concepción que facilitó la exclusión de los varones de la actividad y la casi absoluta feminización de la tarea (Martin, 2015). Fue en 1963, y por solicitud de la Facultad de Medicina, que la antigua Escuela de Higiene −en la que funcionaba la carrera de nurses− se transforma en Escuela de Enfermería Universitaria, en razón de la necesidad de adecuar la labor docente y administrativa para desarrollar un nuevo plan de estudios, que aumentó de tres a cuatro años el ciclo de enseñanza. En 1964, un informe realizado sobre la Escuela de Enfermería destacaba la labor docente y el desarrollo normal de las actividades, bajo la dirección de Juana D’Arco. Los trabajos prácticos se realizaban bajo la supervisión de nurses instructoras y las clases teóricas estaban a cargo de instructores estables de la escuela y de colaboradores titulares y auxiliares de cátedras de la Facultad de Medicina. Se hacía constar el número de siete egresadas en 1963 y de nueve en 1964. Asimismo, se remarcaba la modificación que se introdujo en el reglamento de la carrera en cuanto al internado obligatorio, permitiendo la inscripción de alumnas externas. De igual modo, se destacaba la presencia de la Organización Mundial de la Salud mediante el otorgamiento de veinte becas para aspirantes 324 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN a primer año, que serían distribuidas a criterio de la dirección del establecimiento. En cuanto a las vinculaciones con el área de salud de la provincia, se explicitaban dos modalidades: el nombramiento, por el término de un año, de una instructora de la Escuela como adscripta al Ministerio de Salud para organizar el Departamento de enfermería y colaborar con los servicios hospitalarios provinciales; y la participación de siete alumnas, como práctica final de la carrera, en el programa “Adiestramiento en Servicio” para enfermeras y auxiliares organizado por el área de enfermería del Hospital Centro de Salud (Universidad Nacional de Tucumán, Memoria 1963-1964: 221-223). Paralelamente a este proceso de profesionalización y de desarrollo académico a nivel universitario, el gobierno de la provincia también buscó mejorar la atención hospitalaria brindada en los diferentes nosocomios a través de distintas iniciativas. Una de las primeras medidas tendientes a mejorar la capacidad técnica de los profesionales de la medicina se relacionó con la creación de la Escuela de Enfermería de Visitadoras de Ojos en 1951, que funcionaría bajo dependencia de la Dirección de Oftalmología del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social y sería costeada con el presupuesto destinado a la mencionada repartición. La carrera de enfermera-visitadora de ojos se circunscribía a las mujeres que hubieran completado hasta el sexto grado de la primaria y tuvieran entre 16 y 25 años. Los estudios tenían una duración de dos años con materias teóricas y con prácticas rotativas en las diferentes dependencias sanitarias, y el título que obtenían las habilitaba para actuar solamente en el territorio provincial (Boletín Oficial, Provincia de Tucumán, 1951: 731). El impulso otorgado a la formación de estas enfermeras se vinculaba con el histórico problema que para la 325 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES salud de los tucumanos representaba la permanencia del tracoma, enfermedad infecciosa causante de ceguera, que afectaba a gran parte de la población del interior, sobre todo a los obreros azucareros. De manera similar, con el objetivo de fortalecer la formación de personal idóneo para los hospitales y por las patologías imperantes en la región, se creó en 1954 la Escuela de Enfermería de Tucumán dependiente del Ministerio de Salud Pública, que funcionaría en el Hospital Zenón Santillán y cuyo ciclo de estudios tendría una duración de tres años. La formación de las aspirantes sería teórico-práctica y debía efectuarse íntegramente en un servicio hospitalario que permitiera a las alumnas adquirir los conocimientos “que aseguren su idoneidad y su correcta formación como colaboradoras del médico y cooperadoras en el cuidado de la salud pública” (Boletín Oficial, Provincia de Tucumán, 1954: 542). Además de los conocimientos teóricos, se incorporaban al plan de estudios los postulados establecidos por el “Committee of the Grading of Nursing Schools” [Comité de Clasificación de Escuelas de Enfermería], organismo internacional que calificaba a las distintas escuelas de enfermería. La institución consideraba que las alumnas debían ser expertas en el estudio y manejo del enfermo hospitalizado; poseer conocimientos sobre el cuidado del hogar a fin de intervenir en las emergencias domésticas que deriven de enfermedades; y poder observar e interpretar las manifestaciones psíquicas del paciente, así como los factores sociales y el medio físico que pueda acelerar o retardar su mejoría (imagen 4) (La Gaceta, 19 de abril de 1954). Estos rasgos se asociaban al proceso de feminización de la enfermería, que fortaleciendo las aptitudes “naturales” que ejercían en el ámbito do- 326 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN méstico, encontraron en el ámbito público un lugar donde también podían desplegarse (Ramacciotti y Valobra, 2015). Imagen 4. Enfermeras en el Pabellón de Lactantes del Hospital de Niños. Fuente: La Gaceta (20 de marzo de 1952). 327 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES La “ética profesional” de las enfermeras Las enfermeras debían: . . . . . prestar un alto servicio a la sociedad en la atención del enfermo y el sano y en la educación sanitaria del individuo y de la colectividad; saber “ahorrar el tiempo del médico, los materiales y su propia energía” para agilizar su tarea y “servir mejor a la comunidad”; contar con valores “morales y volitivos” en donde se resaltaba la dignidad personal, el celo, la prudencia, la justicia, la caridad, la discreción, la bondad y la recta razón; aprender a reforzar la disciplina, la obediencia y las reglas para transformarse en colaboradoras permanentes del profesional médico; poner las responsabilidades por encima de las razones de horarios u otras cuestiones, “porque una enfermera digna de ser tal, como la concibieron nuestras precursoras y como la profesión lo exige, no puede sentir ni medir su deber con el reloj y si así lo hace no es digna de la cruz como distintivo”. Conceptos extraídos del discurso de la Sra. Mercedes López, directora de la Escuela de Nurses, en la inauguración de la Escuela de Enfermería de la UNT. (La Gaceta, 08 de abril de 1954). Como la falta de personal auxiliar con carácter profesional era una problemática que afectaba a todo el espacio provincial, también se crearon escuelas de enfermería en los hospitales del interior –Hospital de Concepción y Hospital de Villa Alberdi−, que abarcaban no solo la capacitación de enfermeras, sino de visitadoras de ojos, visitadoras de higiene, asistentes dentales, y técnicos en rayos, transfusiones y anestesia. Al mismo tiempo, se dispuso que el personal que se desempeñara sin título tendría cuatro años para completar sus 328 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN estudios, vencido ese plazo la condición del título habilitante sería indispensable (La Gaceta, 7 de marzo de 1954). En este contexto, se buscó además fortalecer la rama de los auxiliares en medicina a través de la inauguración de las Escuelas de Hemoterapia y de Ayudantes Técnicos de Radiología y Fisioterapia. La primera tenía la finalidad de capacitar no solamente del personal técnico perteneciente al sistema de salud provincial, sino también el de otros establecimientos del país, ya que era la única institución de este tipo en la región. Como la carrera fue concebida como una especialización, para ser aceptadas las aspirantes debían estar cursando el último año de estudios o ser egresadas de las escuelas de enfermería. Por su parte, la Escuela de Ayudantes Técnicos de Radiología y Fisioterapia admitía personas de ambos sexos, mayores de 16 años y con sexto grado aprobado de la escuela primaria (La Gaceta, 17 de mayo de 1954). La posibilidad de acceso a los hombres implicaba connotaciones de género, en razón de que el uso de los aparatos de rayos y la práctica de masajes se consideraban tareas que requerían de cierto nivel de fuerza y destreza. Si bien una instancia decisiva en la profesionalización de la enfermería fue la fundación de las escuelas de la UNT y de la provincia en la década de 1950, en la medida en que posibilitarían el paulatino reemplazo de las enfermeras empíricas por enfermeras capacitadas y con formación, el proceso fue lento y complejo y presentó dificultades. En 1956, la Comisión Asesora de la Enseñanza de la Enfermería hizo un estudio de la situación de las escuelas existentes en el país y mostró que la mayoría de los establecimientos no cubrían los requisitos ni las normas de los planes de estudio y que los profesionales se concentraban en las zonas urbanas en detrimento de los espacios rurales, donde seguían actuando mayoritariamente las no tituladas (Faccia, 2015). 329 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES No obstante, los problemas señalados, a mediados del siglo XX Tucumán registró un afianzamiento del campo profesional, principalmente a través de la formación académica universitaria y en la administración sanitaria provincial; con un funcionamiento y una organización a tono con los lineamientos nacionales e internacionales en la materia. Así, las autoridades de la UNT destacaban la relevancia adquirida por la Escuela de Enfermería, “orgullosa de las enfermeras que hasta el momento ha dado al país”, en referencia al alto nivel de preparación técnica y práctica y a la calidad de los planes de enseñanza, que redundaban en la continuidad y profundización del proceso de capacitación de personal en el área (Universidad Nacional de Tucumán, Memoria 1963-1964: 223). CONSIDERACIONES FINALES La afirmación del campo profesional de la enfermería, que combinaba el conocimiento adquirido y la legitimación a través de un título habilitante para ejercer, formó parte de un proceso gradual iniciado en Tucumán en 1900, que mostró signos de continuidad en las décadas siguientes y que se consolidó a mediados del siglo XX. En las distintas instancias asociadas a los objetivos sanitarios que prevalecieron, se pueden destacar las siguientes singularidades del desarrollo de la enfermería en la provincia: En primer lugar, la creación de una escuela en una etapa temprana con relación a otras del país, que refleja un proceso incipiente en cuanto a la formación de un campo profesional, con elementos de continuidad en las primeras décadas del siglo donde convivieron los saberes empíricos con los provenientes de la ciencia. 330 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN En segundo lugar, la relación del tema con la agenda de políticas públicas, orientadas a mejorar la atención de la salud a través del control profesional, al tratamiento de nuevas problemáticas, a la necesidad de capacitación de personal sanitario y al aumento de demandas por la expansión de servicios. En tercer término, el encuadre institucional −municipal, provincial y nacional− muestra la coexistencia de escuelas de distinta dependencia, con un marcado predominio de la órbita estatal. En cuarto lugar, la acentuación del perfil profesional a mediados de siglo –en el contexto del peronismo y del rol de la UNT en la región– a través de nuevas escuelas, reglamentaciones y planes de estudio, que reflejan el paso de las tareas de enfermería no delimitadas por el conocimiento a la enfermería como disciplina basada en la capacitación y en mayores exigencias institucionales. Por otra parte, la feminización no se presentó como exclusiva en el período, en la medida en que en Tucumán convivieron enfermeros y enfermeras en distintos espacios sanitarios; la feminización de la actividad resultó más visible en áreas como la materno-infantil desde los años veinte y se acentuó en los años cuarenta y cincuenta, como se pudo observar en las denominaciones (nurses, enfermeras), aunque no fue explícita la exclusión de los varones. 331 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES Cuadro 1. Etapas constitutivas de la enfermería en Tucumán. 1900-1963 Años Etapa fundacional (1900-1943) Dependencia 1900 Primera Escuela de enfermeros y enfermeras Dependencia Hospital MixtoCarácter informal 1909 Escuela de enfermeros y enfermeras Dependencia Asistencia Pública Municipal-primera Reglamentación 1914 Delimitación de atribuciones y deberes de enfermeros y enfermeras Reglamento General de Hospitales Municipales 1920-1940 Mayores diferenciaciones de funciones y tipos de enfermeros y enfermeras En hospitales, dispensarios, consultorios, etc. Reglamentación de 1933 Etapa definitoria (1943-1963) 1947 Escuela de Nurses y Visitadoras de Salud Pública Dependencia Escuela de HigieneUNT 1951 Escuela de Enfermeras Visitadoras de Ojos Dependencia Ministerio de Salud Pública de la provincia 1952 Escuela de Nurses y Visitadoras de Salud Pública Plan de estudios y reglamentación Dependencia UNT 1954 Escuela de Enfermería de Tucumán Dependencia Ministerio de Salud Pública de la provincia 1963 Escuela de Enfermería Universitaria Reorganización-Nuevo plan de estudios Dependencia Facultad de Medicina-UNT 332 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS FUENTES PRIMARIAS Argentina, Provincia de Tucumán (1926). Diario de Sesiones, Cámara de Diputados, pp. 332-333. ----- (1936a). Diario de Sesiones, Cámara de Senadores, pp. 263-268. ----- (1936b). Leyes y Decretos Reglamentarios, p.7 36. ----- (1933). Compilación de Leyes y Decretos, pp. 966-970. ----- (1934). Compilación de Leyes y Decretos, pp. 979-981. Anónimo (6 de mayo de 1952). La Gaceta. ----- (7 de marzo de 1954). La Gaceta. ----- (17 de mayo de 1954). La Gaceta. ----- (19 de abril de 1954). La Gaceta. Anónimo. (1911). Boletín Municipal, San Miguel de Tucumán, pp. 127-130. -----. (1914). Boletín Municipal, San Miguel de Tucumán, pp. 2-3. ----- (1923). Boletín Municipal, San Miguel de Tucumán, pp. 1-2. ----- (1951). Boletín Oficial, Provincia de Tucumán, p. 731. ----- (1954). Boletín Oficial, Provincia de Tucumán, p. 542. Universidad Nacional de Tucumán. (s./f.). Memoria 1952, pp. 32-34. ----- (1954). Honorable Consejo Universitario. ----- (s./f.). Memoria 1963-1964, p. 223. Recuperado de https://drive.google. com/file/d/11HSCuhDoZwf2RyFt0b--NcCps6UTIhlJ/view 333 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Y MARÍA DEL CARMEN ROSALES FUENTES SECUNDARIAS Biernat, C., Cerdá, J. M. y Ramacciotti, K. (eds.) (2015). La salud pública y la enfermería en la Argentina. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes. Di Liscia, S. y Fernández, M. (2014). ¿Separados o juntos? Contagio, escolaridad y tracoma en Argentina (1884-1940). Educar em Revista, 54. Faccia, K. (2015). Continuidades y rupturas del proceso de profesionalización de la enfermería (1955-2001). En Biernat, C, Cerdá, J.M. y Ramacciotti, K. (dirs.), La salud pública y la enfermería en la Argentina. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes. Fernández, M. (2012). Salud y políticas públicas en el Tucumán del entre siglo, 1880-1916. (Tesis Doctoral inédita). Facultad de Filosofía y Letras. UNT. Tucumán. ----- (2017). La salud: instituciones, espacios y actores. Buenos Aires: Imago Mundi. Martin, A. (2015). Mujeres y enfermería: una asociación temprana y estable (1886-1940). En C. Biernat, J. M. Cerdá y K. Ramacciotti (dirs.), La salud pública y la enfermería en la Argentina. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes. Ramacciotti, K. (2015). Actores e instituciones sanitarias durante el primer peronismo. En C. Biernat, J. M. Cerdá y K. I. Ramacciotti (dirs.), La salud pública y la enfermería en la Argentina. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes. Ramacciotti, K y Valobra, A. (2008). Profesión, vocación y lealtad en la enfermería peronista. En C. Barry, K. I. Ramacciotti y A. Valobra (eds.), La 334 SABERES, PRÁCTICAS Y ESPACIOS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN TUCUMÁN fundación Eva Perón y las mujeres: entre la provocación y la inclusión. Buenos Aires: Biblos. ----- (2015). Feminización y profesionalización de la enfermería (1940-1955). En C. Biernat, J. M. Cerdá y K. Ramacciotti (dirs.), La salud pública y la enfermería en la Argentina. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes. Rosales, M. (2017). La salud como derecho ciudadano. Las políticas de salud en Tucumán durante el primer peronismo (1943-1955). En M. E. Fernández (coord.), La salud: instituciones, espacios y actores. Colección Historia Temáticas de Tucumán, siglos XIX y XX. Buenos Aires: Imago Mundi. 335 La carrera universitaria de enfermería en Córdoba1 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG INTRODUCCIÓN Con el golpe de Estado de 1955, la enfermería experimentó trasformaciones radicales en el devenir de su trayectoria. La creación de escuelas universitarias y espacios educativos enfocados en el mejoramiento de la formación y de la práctica de la enfermería, si bien permitió la jerarquización de la profesión, trajo también relaciones desiguales de género y clase dentro de la estructura sanitaria (Ramacciotti y Valobra, 2017; Faccia, 2015). Aunque el caso de la creación de la Escuela de Enfermería de la Universidad Nacional de Córdoba (1956) se puede comparar a otros procesos de profesionalización y feminización de la profesión como los de Santa Fe (1958) y Buenos Aires (1960), posee características distintivas vinculadas a procesos, actores y proyectos propios del escenario político y sanitario particular de la época en la provincia. Tres elementos claves, creemos, 1. Agradecemos especialmente a Silvina Malvárez, Irene Durá de Figueroa, Olga Filippini, Bilma Foa de Torres, mujeres claves en la construcción de la Escuela de Enfermería de la Universidad Nacional de Córdoba que han aportado significativamente al desarrollo de esta investigación desde sus comienzos. 339 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG acompañaron el proceso de profesionalización y modernización de la enfermería en Córdoba en el contexto de la autollamada Revolución Libertadora: el aval de las autoridades sanitarias provinciales y de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), los recursos y recomendaciones ofrecidas por organismos internacionales, como la Organización Panamericana de la Salud (OPS), y el rol de liderazgo de distintas enfermeras entre quienes se destaca Nydia Gordillo Gómez. En primer lugar, este artículo presenta el rol clave que jugó la enfermera Gordillo Gómez en la creación de Escuela de Enfermería de UNC en 1956, así como la impronta que dejaría su huella en la educación superior de la carrera hasta el día de hoy. La visión sobre la profesión de Gordillo Gómez no puede entenderse sin presentar la destacada influencia que jugó la OPS en la creación de la Escuela de Enfermería de la UNC y la formalización de la carrera en la provincia a partir de la segunda mitad de la década de 1950 y durante la década de 1960, época clave en la profesionalización de la ocupación en distintas provincias del país. En segundo lugar, el trabajo analiza el funcionamiento de la Escuela universitaria, a partir de los rasgos que caracterizaron la feminización de la ocupación y el perfil de clase que fue adquiriendo la enfermería universitaria cordobesa. Desde aquí ponemos en evidencia cómo el proceso de profesionalización de la enfermería moderna, bajo la influencia del modelo Nightingale, generó posiciones de autonomía, pero también de subordinación entre enfermeras profesionales y médicos llevando a dinámicas de segregación que atravesaría el “personal auxiliar” dedicado a actividades sanitarias de baja complejidad, que se mantienen hasta el día de hoy. 340 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA EL ROL DE LA NYDIA GORDILLO GÓMEZ EN LA CREACIÓN DE LA ENFERMERÍA UNIVERSITARIA: RELACIONES DE PODER LOCAL E INFLUENCIA INTERNACIONAL A sus 23 años y como enfermera de la Escuela de Enfermería de la Cruz Roja Argentina-Córdoba, la señorita Gordillo comenzó un recorrido que la llevó a convertirse en la primera directora de la Escuela de la UNC, puesto en el que permaneció ininterrumpidamente hasta 1973. En la Argentina posperonista, Gordillo conjugó una excepcional performance profesional con su vocación de dirigir la transformación de una ocupación que, por entonces, se hallaba estructurada por carriles predominantemente empíricos a través de institutos de formación privados y estatales que funcionaban en la provincia desde 1938, los cuales hoy identificaríamos como de nivel educativo terciario. La primera versión institucional de la Escuela de Enfermería de la UNC comenzó a funcionar el 23 de abril de 1956 en un reducido local del centro de la ciudad de Córdoba como curso dependiente de la Escuela de Capacitación de Profesionales Auxiliares de la Medicina, institución creada durante el peronismo. Sin embargo, no tardó en llegar al espacio anclado en los predios de la Ciudad Universitaria de la ciudad de Córdoba. A los pocos meses, para fines de junio de 1957, con la intermediación de autoridades universitarias y el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social de la Nación, la Escuela pasó a formar parte de la Facultad de Ciencias Médicas. Un año más tarde, el rector Dr. Pedro León y el decano de la Facultad de Medicina (FM) –quien en ese entonces era el reconocido médico Juan Martín Allende– entregaron el edificio en el que hasta hoy se halla emplazada la Escuela en Ciudad Universitaria (imagen 1) (Carena de Courtis, Cordero de Llobel y Fassi de Grenat, 1977: 115). 341 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG Imagen 1 . Escuela de Enfermería de la Universidad Nacional de Córdoba, Ciudad Universitaria de Córdoba, 1958. Fuente: Archivo de Biblioteca de la Escuela de Enfermería de la UNC. Como mencionamos anteriormente, el golpe de Estado de 1955 marcó un cambio de rumbo para la enfermería argentina (Faccia, 2015: 315) en general y cordobesa en particular. Entre las novedades que pueden asociarse con los tiempos inaugurados por la Revolución Libertadora pueden contarse los impulsos hacia la “desperonización” en la formación de la enfermería y la concreción de las propuestas de la OPS encaminadas a trasformar la educación de las “profesiones ligadas a la medicina” (Faccia, 2015: 316). La UNC de estos años atravesaba un período reconocido por la recuperación de su autonomía y la modernización de sus claustros (Vera de Flachs, 2013) facilitados por la llegada al poder de actores militares y pertenecientes al partido de la Unión Cívica Radical (UCR) a partir de la caída del 342 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA peronismo. Las gestiones de Gordillo Gómez, de hecho, se vincularon a sus estrechas relaciones con un conjunto de destacadas figuras del medio universitario cordobés, entre quienes se cuentan los rectores Dr. Agustín Caeiro y Jorge Núñez y los sucesivos decanos de la Facultad de Medicina, Calixto Núñez, Villafañe Lastra y Juan Martín Allende, todos ellos declarados y activos radicales antiperonistas. El escenario universitario posperonista convivía con una política provincial altamente permeable a las influencias internacionales y a las recomendaciones y exigencias en materia de desarrollo económico. La apertura se viabilizaba en los proyectos internacionales de formación y capacitación de recursos humanos en enfermería (Faccia, 2015: 316). En ese escenario, las recomendaciones de la OPS apuntaban a capacitar profesionales apoyándose fuertemente en la formación de personal auxiliar para las actividades de baja complejidad (Veronelli y Testa en Faccia, 2015: 316). En Córdoba estas nociones internacionales fueron retomadas por las autoridades provinciales, que insistían en la necesidad de una moderna administración hospitalaria donde se requerían condiciones vocacionales, pero también profesionales, donde se volvió necesario que el personal de enfermería poseyera título y capacidad técnica. Si bien estos objetivos se sustentaban en discursos de “eficiencia y desarrollo” de la época, escondían sesgos políticos que buscaban resaltar las deficiencias heredadas de los gobiernos peronistas en la provincia (Rodríguez, 2012). Los últimos, según las miradas críticas, habrían legado servicios virtualmente inexistentes donde el cuidado venía siendo realizado tanto por algunas profesionales como por una mayoría de “empíricas”, mujeres religiosas, mucamas y, eventualmente, hasta por los propios familiares del paciente (Carena de Courtis et al, 1977: 30). 343 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG En Córdoba, al compás de lo que sucedía en otras provincias interesadas en el mejoramiento de la calidad educativa y en la modernización de la ocupación (Ramacciotti y Valobra, 2017: 373; Faccia, 2015: 316), los organismos internacionales como la OPS ganaron influencia en el terreno de la enfermería argentina a partir de su reconocimiento técnico y dado el financiamiento otorgado para implementar programas y planes. Dichas ideas eran tomadas como recetas que se creían ideales para satisfacer las necesidades de una época en la que el paisaje urbano de la ciudad de Córdoba estaba en plena trasformación social y demográfica, dado el proceso de industrialización motorizado por las automotrices Fiat e IKA (Industrias Kaiser Argentina) (Tcach, 2017: 292). La influencia de la OPS fue permanente y profunda a lo largo de la profesionalización de la enfermería en la provincia. Desde sus orígenes, la Escuela recibió la asesoría estable de la consultora regional de enfermería para las Américas, Agnes Chagas, y más tarde fue incorporada a su planta la ex teniente, Lorraine Schnebly, en su calidad de consultora en educación en enfermería de la OPS, cargo que ocupó por casi diez años (Carena de Courtis et al, 1977: 4). La influencia de la OPS se formalizó a partir de un convenio firmado en 1957 en el cual la OPS fijó un conjunto de lineamientos y se comprometió a brindar asesoramiento técnico, material y equipo de enseñanza; mientras la UNC dotaría también de recursos físicos y materiales a la Escuela y conformaría su primer plantel de docentes. El primer vehículo institucional que tuvo la escuela fue donado por la OPS en 1958, como se puede observar en la figura 1. En 1960, el director general a la Asamblea Mundial de la Salud y a las Naciones Unidas informó que, desde 1957, la OMS venía procu344 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA rando beneficiar la situación de la Escuela de Enfermería de Córdoba (Argentina) y, para ello, había enviado a esa casa a cuatro enfermeras instructoras y había becado a dos alumnas y una instructora de enfermería obstétrica para realizar estudios en el extranjero (OMS, 1960). Según ese mismo documento, la escuela local tenía un papel clave en la organización de la enfermería en el interior del país, ya que en esos años se cerró la Escuela de Enfermería de Resistencia, Chaco y doce de sus alumnas, con dos instructoras, fueron trasladadas a la Escuela de Córdoba. El apoyo de la OPS permitió a Gordillo Gómez lograr un espacio protagónico en distintas instancias para la organización de la enfermería cordobesa y argentina: participó en la creación de la Asociación de Enfermería de Córdoba (1959), integró el grupo de fundadoras de la Federación Argentina de Enfermería –FAE (1965)–, fue fundadora de la Asociación de Escuelas Universitarias de la República Argentina (1966) y propulsó la creación de otros espacios regionales como la Federación Panamericana de Profesionales de Enfermería –FFEPPEN, 1960, Panamá–. 345 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG Trayectoria profesional de Nydia Gordillo a partir de los años sesenta . . . . . . . Integra el grupo de fundadoras de la Federación Argentina de Enfermería, FAE (1965) y de la Asociación de Escuelas Universitarias de la República Argentina (1966). Tiene un rol precursor en la creación de la Federación Panamericana de Profesionales de Enfermería, FFEPPEN (1960, Panamá). Egresa como Licenciada en Ciencias de la Enfermería en la Universidad Nacional de Colombia (1969) y posteriormente obtiene el Máster en Salud Pública en la Universidad de Tulane, Nueva Orleans, EEUU (1971). Se integra a un proyecto de Educación de Enfermería en República Dominicana, posteriormente, en el mismo país, como Asesora de Enfermería de la OPS/OMS (1974-1977) y, finalmente, como Consultora en Recursos Humanos (1978-1979). Es elegida en 1895 como directora de la Escuela de Enfermería de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba. Se desempeña como Profesora Titular de distintas cátedras en la Escuela de Enfermería de la UNC: Desarrollo Histórico de Enfermería, Ética Profesional y, finalmente, Deontología y Problemática en Enfermería. Codirige la Maestría en Salud Materno-Infantil de la Escuela de Graduados de la Universidad Nacional de Córdoba desde 1994 hasta su fallecimiento (1998). Fuente: Filippini, 1998. Apenas creada la Escuela, la descentralización ejecutiva provincial facilitó que las autoridades del Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública delimitaran un área ministerial, encargada de vehiculizar la 346 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA participación de las enfermeras en la organización y administración de los servicios del área y la puesta en funcionamiento de las instancias educativas de capacitación en camino. Si bien las caras visibles a cargo de la creación de un organismo central de enfermería dependiente de las instancias provinciales fueron Gordillo Gómez y la Consultora de la OPS, Schnebly, fue determinante la estrecha y temprana colaboración entre la OPS, la UNC y las instituciones de salud pública. La propia Escuela de la UNC fue la que elaboró el Anteproyecto del Departamento Provincial, habilitando espacios institucionales que la enfermería no había logrado hasta el momento en ninguna latitud del país en materia de políticas de capacitación y definición de estructuras ocupacionales. Al frente del Departamento organizado en tres áreas de trabajo (hospitales, salud pública y educación), el ministro designó como directora –mediando la recomendación de Gordillo– a Olga Filippini, agente fundamental de los cambios de la etapa, secundada por las enfermeras Luisa Ordoñez, Rosario Ceballos de Ceballos y Alice Mac Nutt (Carena de Courtis et al, 1977: 4). Alrededor de estos ámbitos y de estas mujeres se definieron las actividades de la enfermería durante todo nuestro periodo de estudio. Algunos de los desarrollos emprendidos por el Departamento indican las orientaciones y alcances de los cambios en marcha. Entre los años 1957 y mediados de la década de 1960 se reorganizaron los servicios de enfermería de los hospitales de ciudad de Córdoba dependientes de la Subsecretaría de Salud Pública provincial y los cursos de auxiliares, inaugurándose en 1956 el primero en el Hospital Córdoba. A partir de estas experiencias se comenzaron a perfilar el mismo tipo de dinámicas en ciertos hospitales ubicados en las principales ciudades del interior de la provincia (Carena de Courtis et al, 1977: 6). 347 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG EL PERFIL DE LA ENFERMERÍA UNIVERSITARIA CORDOBESA: GÉNERO Y CLASE SOCIAL La creación de la Escuela de Enfermería de la UNC estuvo atravesada por un perfil eminentemente feminizado que arrastró en realidad la presencia que ya venían ocupando las mujeres en la enfermería desde al menos fines del siglo XIX. Los pocos datos disponibles al respecto señalan que para 1957, a nivel nacional, las mujeres ocupaban el 80% de la rama sanitaria (Stábile en Ramacciotti y Valobra, 2017: 372). El mercado laboral sanitario local se conformó a principios de la década de 1930 y hasta principios de la década de 1950 a partir de los primeros centros dedicados a formar enfermeras profesionales, hasta la llegada de la Escuela de Enfermería universitaria. Nos referimos a la Escuela de Enfermería de la Cruz Roja, filial Córdoba (1932), la Escuela de Enfermeras Católicas (1938), la Escuela Nacional de Puericultura (1942), la Escuela Superior de Profesionales de la Medicina (1950) y la Escuela de Nurses del Hospital de Niños en 1950 (Carena de Courtis et al, 1977: 89). 348 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA Gráfico 1. Hitos institucionales de la educación profesional en enfermería. Córdoba, 1932 a 1956 1952 1932 Escuela Escuela de 1942 de Nurses Enfermería de Escuela del Hospital la Cruz Roja Nacional de de la Santísima Filial Córdoba Puericultura Trinidad 1938 1950 1956 Escuela Escuela Escuela de Enfermeras Superior de Enfermería Católicas de Profesionales de la Universidad Auxiliares Nacional de la Medicina de Córdoba Fuente: Carena de Courtis et al (1977). Por mucho tiempo dicha feminización no se tradujo en la presencia de mujeres enfermeras al mercado sanitario laboral en tanto la ocupación estaba compuesta predominantemente por religiosas católicas. Este protagonismo indiscutido de las monjas en el cuidado del enfermo era el emergente de un sistema sanitario mixto que caracterizó la vida de la ciudad y la provincia de Córdoba hasta entrada la segunda mitad del siglo XX. A pesar de que durante el peronismo se produjo un significativo avance del Estado provincial sobre las sociedades de beneficencia (Rodríguez, 2012), la presencia de las religiosas en los nosocomios provinciales y municipales constituyó un rasgo perdurable en varios servicios de enfermería provinciales hasta avanzada la década de 1970. Por eso, la necesidad de transformar este contexto 349 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG eminentemente empírico de la ocupación fue uno de los argumentos centrales entre las aspiraciones de las enfermeras involucradas en la organización de la Escuela universitaria. No fue casual que aquel grupo inicial de enfermeras al frente del proyecto de profesionalización fueran mujeres que poseían una experiencia previa ligada a trayectorias de formación universitaria en enfermería y, particularmente, a los lineamientos del modelo anglosajón. Efectivamente, el primer cuerpo docente de la casa estuvo integrado por visitadoras de Salud Pública de la Universidad Nacional de Tucumán, de la Escuela de Enfermería del Campamento Central de Estándar Oil (Esso) de Tartagal, Salta, y de la Escuela Helen Larroque de Roffo de la Universidad Nacional de Buenos Aires (Entrevista a Olga Filippini, 2018). Asimismo, entre aquellas “pioneras” de 1956, se encontraba la británica Julia Widdington, ex enfermera del Hospital Británico de la ciudad de Buenos Aires, único nosocomio que habría cumplido para comienzos del siglo XX con los lineamientos y exigencias proyectadas por el modelo de Nightingale (Martin, 2015: 263). En el caso particular de Nydia Gordillo, si bien ella era egresada de la Cruz Roja local, sus nociones sobre la enfermería moderna se asociaban a su estancia de beca de 1948 en la administración y supervisión de enfermería en el New England Deaconess Hospital, Boston Massachusset, EE. UU. (Entrevista a Olga Filippini, 2018). La capacitación y el rigor profesional fueron asuntos vertebrales, pero también las búsquedas de potenciar una feminización a través de la selección estricta de las aspirantes. Estas intenciones habían sido proyectadas a principios del siglo XX por Cecilia Grierson como ideales a alcanzar por la primera escuela profesional del país, como 350 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA lo era la Escuela de Enfermeros, Enfermeras y Masajistas, dependiente del municipio de la ciudad de Buenos Aires (Martin, 2015: 264). Si bien la presencia de las mujeres en la enfermería se replicaba en los cargos de directivos y de docentes de la Escuela, y aunque las materias especializadas en cuestiones médicas estuvieron a cargo de docentes varones, las enfermeras tuvieron una significativa autoridad sobre la formación de las aspirantes. En este contexto, la ascendencia de la entonces directora de la Escuela sobre la educación de sus alumnas y las relaciones sociales con las que contaba no fueron circunstanciales. Una parte considerable de la composición de la primera cohorte de alumnas en 1956 fueron escogidas por Gordillo entre un reducido grupo de mujeres pertenecientes a la clase alta y media de la sociedad cordobesa, muchas de las que, según informantes clave, eran hijas y esposas de médicos y funcionarios encumbrados de la época (Entrevista a Silvina Malvárez, 2018; Entrevista a Bilma Foa de Torres, 2018). La imagen 2 nos muestra la fotografía de las diez mujeres que formaron el primer grupo que ingresó a la Escuela, entre ellas, se destacaron reconocidos apellidos de elite como Felicitas Acuña, Martha Maldonado, Paz María Maldonado, Josefina Núñez o Marta Ferreyra. 351 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG Imagen 2. Primera cohorte de egresadas la Escuela de Enfermería de la Universidad Nacional de Córdoba, 1958. En el centro de la fotografía se ubica Nydia Gordillo Gómez (con aplique de flores en el pecho) rodeada de las nueve primeras egresadas: Teresa Alsugaray, Felicitas Acuña, Irene Durá; Marta Ferreyra, Delfina Hernández, Martha Maldonado, María Teresa Matea; Felicitas Núñez, Ana María Pereyra y Delia Tieghi. Fuente: Archivo de Biblioteca de la Escuela de Enfermería de la UNC. En términos formales el requisito para ingresar en la carrera era poseer estudios secundarios completos. No obstante, los testimonios recogidos reafirman que Gordillo procuró definir un perfil sociocultural fundado en ciertos rasgos propios de una representación ideal de la enfermera que ella entendía podía ser moldeado en un grupo se352 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA lecto de mujeres, las cuales luego podrían transmitir conocimientos, pero también moldear hábitos en las cohortes venideras. Es decir, en aquellas que por su origen de clase se distinguieran por su preparación académica, pero también por su imagen personal, sus modales y el trato hacia pares, superiores y pacientes. La experiencia analizada puede asociarse a una relectura y redefinición estratégica del modelo Nigthtingale “como un paradigma ético, moral y de comportamiento capaz de atraer [a] jóvenes probas y decentes a una actividad que aún no lograba obtener amplio interés entre las mujeres que pretendía convocar” (Martin, 2015: 265). En los primeros tiempos de la carrera, la apuesta de las enfermeras “pioneras” no parecía estar dirigida a ampliar la base de la matrícula femenina en términos cuantitativos como venía sucediendo en la UNC (Vera de Flachs, 2013: 194), sino más bien a potenciar dinámicas de formación diferencial que convertirían a estas enfermeras en un cuerpo profesional titulado, distinguido y acorde a los requisitos de la modernidad. Por eso, decimos, la carrera de enfermería se conformó inicialmente sobre una suerte de matriz elitista donde se pusieron en juego articulaciones que conjuraron sesgos de género y de clase. La selección de aspirantes convocó también a mujeres de sectores sociales medios para quienes la propuesta de la Escuela significaba una salida laboral garantizada (Entrevista a Silvina Malvárez, 2018; Entrevista a Bilma Foa de Torres, 2018). No obstante, el nivel de estudios de las ingresantes –estudios secundarios completos– y la copiosa situación económica generó una considerable tasa de deserción en una carrera que gozaba de un exiguo prestigio social. En proporción, en el período 1961-1965 la UNC otorgó 740 títulos de abogacía a mujeres (Gómez Molla, 2018), mientras en los primeros diez años de la Escuela se con353 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG taron apenas 289 aspirantes, de las cuales resultaron enfermeras tituladas 97 (Carena de Courtis et al, 1977: 121). La profesionalización universitaria, apuntalada por el Departamento Provincial de Enfermería, venía a constituir un engranaje para la cristalización de un modelo de enfermería que, en una primera etapa, estuvo dirigido principalmente a preparar profesionales especializados en la supervisión y docencia, mientras que se capacitaría al personal auxiliar para la atención directa de baja complejidad (Faccia, 2015: 316). Fue así que en este período se fue diferenciando la educación ampliada y “profesional” de aquella preparación básica. Nuestras fuentes orales señalan que el profesorado de esos años insistía constantemente por internalizar la “misión” y hacerlas “líderes” a cargo de formar, conducir y replicar la modernización de la profesión y del sistema sanitario (Entrevista a Silvina Malvárez, 2018). Por eso, el internado con el que contó la Escuela hasta el año 1969, estaba dirigido estratégicamente a “captar chicas” del interior de la provincia y del país, educarlas para el trabajo en el área y socializarlas en las visiones y valores de esta nueva enfermería profesional, como matrices que replicarían en su regreso a sus lugares de origen (Entrevista a Irene Durá de Figueroa, 2018). Para facilitar los estudios, dentro de la Escuela de Enfermería de la UNC funcionó un internado para alojar a alumnas dentro del mismo edificio donde cursaban sus estudios (imagen 3). Completando esta ayuda, las estudiantes contaban con becas y podían hacer uso del comedor universitario a precios módicos. También recibían apoyó del gobierno nacional a través del Programa Argentina 25 y del Programa 6301, y de otras instituciones como el Rotary Club (Carena de Courtis et al, 1977: 121 y 122). 354 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA Imagen 3. Habitación del internado de la Escuela de Enfermería de la UNC. Fuente: Archivo de Biblioteca de la Escuela de Enfermería de la UNC. De hecho, las reformas introducidas en 1962 en el plan de estudios de la Escuela –realizado luego de la evaluación de la OPS– aparecían como reforzando estas metas. La modificación puso sobre el tapete una concepción de jerarquización de la enfermería ligada a profundizar la calidad formativa e incrementar la carga horaria de la carrera. Al reformarse el programa inicial de 1956, esta pasó de tener una duración de tres años a una de cuatro (Carena de Courtis et al, 1977). En ese marco y por muchos años, no se generaron ofertas académicas intermedias como vía para aumentar el número de enfermeras universitarias. Las alumnas y docentes que vivieron sus experiencias antes y después de 1962 señalaron que el nivel de exigencia era muy alto y la dedicación era full time. No era extraño que se pasaran en la escuela ocho horas por día, donde las mañanas eran para las prácticas y la tarde para la formación teórica. En los hechos, esta carga horaria se sostuvo en el tiempo, lo que facilitó que se sostuviera por varias décadas 355 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG el carácter selectivo –y ciertamente de clase– que había caracterizado a la escuela desde sus orígenes (Entrevista a Silvina Malvárez, 2018). Dejé el cargo en la Escuela para irme a República Dominicana, primero… Sí, porque salí de beca… porque cuando se crea la Escuela de Enfermería y cuando Nidia Gordillo hace contacto con la OPS, una de las claves era dos becas anuales para estudiar en el extranjero porque acá no había post-grado […] Me acuerdo que como todas las chicas estaban…la que no casada o de novia, no podían ir, tuve una beca… la primera fui a Chile, donde hice Administración de Servicios de Enfermería. Después tuve otra beca en Costa Rica, donde hice Obstetricia. Tuve varias becas. Después tuve becas viajeras, pero Administración, para administrar, lo hice muy temprano, lo hice allá en la Escuela de Salud Pública de Santiago [de Chile], allá por el 59, 60. Todas salían becadas, salíamos dos por año (Entrevista a Olga Filipini, 2018). La estrecha y temprana colaboración entre la OPS, la UNC y las instituciones de salud pública provinciales fueron el engranaje para que el sistema sanitario se convirtiera en un patrón a seguir en la trasformación de la enfermería. La misma Escuela de la UNC se proponía preparar a las enfermeras profesionales para “liderar” la modernización del sistema de salud público y conducir instancias de capacitación que se reconocían como indispensables. Los objetivos fundantes de esta institución educativa corroboran esta lectura, ya que buscaban “preparar jóvenes para el ejercicio de la profesión de enfermería a través de un programa Universitario moderno” y, a la vez se proponía “colaborar en el mejoramiento de los Servicios de Enfermería en hospitales y servicios de Salud Pública” (Carena de 356 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA Courtis et al, 1977: 11). La imagen 4, evidencia el plan de difusión de la carrera de enfermería universitaria a través de una “postal” publicada a fines de los años sesenta en el marco de un amplio programa de promoción y difusión de la carrera de Enfermería Universitaria en escuelas secundarias de Córdoba y entre las instituciones asistenciales de capital e interior de la provincia. Este dato no es menor dado el rol que ha tenido la UNC a la hora de convocar a jóvenes de otras provincias para realizar sus estudios universitarios en dicha casa de estudios (Entrevista a Irene Durá de Figueroa, 2018). Imagen 4. Postal de promoción y difusión de la carrera, elaborada y difundida por la Escuela de Enfermería. Fuente: Archivo de Biblioteca de la Escuela de Enfermería de la UNC. 357 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG Aunque profesionales, auxiliares y alumnas practicantes fueron mano de obra barata que permitieron avanzar en la expansión de las políticas sociales (Guy en Ramacciotti y Valobra, 2017: 382), la oferta académica y de salida laboral que ofrecía la Escuela creó formas de movilidad social y profesional hasta entonces desconocidas. Muchas de estas enfermeras universitarias se integraron en puestos clave dentro de lo servicios hospitalarios, se articularon a las intervenciones del Departamento Provincial de Enfermería y algunas de ellas se incorporaron como docentes de la Escuela de la UNC. No obstante, en 1972 las instituciones sanitarias dependientes del ministerio provincial tenían apenas un 1,34 % de enfermeras universitarias (Carena de Courtis et al, 1977: 20), como se puede observar en la tabla 1, a continuación. Tabla 1. Personal de enfermería de instituciones sanitarias provinciales según preparación específica. Córdoba, 1972. Preparación en enfermería Número personal Enfermeras universitarias Porcentaje 32 1,34% Enfermeras no universitarias 360 15,08% Auxiliares de enfermería 294 12,32% Prácticas sin adiestramiento 710 29,7% Fuente: Carena de Courtis et al (1977). La traducción local del sistema Nightingale generó dinámicas laborales particulares para las enfermeras. Si bien la profesionalización las señalaba como las únicas capacitadas para la trasformación moderna de la enfermería, una vez insertas en el sistema sanitario se encontraban con un techo de cristal propio de las relaciones de domi358 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA nación de género que venían ejerciendo históricamente los médicos varones. Inclusive, mujeres que ocuparon puestos de poder integradas al aparato estatal, como Olga Filipipni, dejaron en evidencia que los puestos en que se ubicaban las enfermeras eran de naturaleza administrativa dentro de una organización jerárquica dirigida por hombres. En este sentido, el avance de la mujer en la enfermería cordobesa, si bien las llevó a ocupar algunos puestos directivos, sus atribuciones parecían estar profundamente condicionadas por las decisiones de los varones. De hecho, no solo los cargos de enfermería quedaban en una posición de subordinación en términos de género, sino también marginal dentro de los servicios en tanto era ubicada para solucionar los problemas de planificación y ejecución de los programas de salud (Carena de Courtis et al, 1977). En efecto, desde 1956, las enfermeras profesionales estuvieron a cargo de introducir mejoras en las condiciones del quehacer de la práctica de la enfermería hospitalaria, estableciendo una estructura formal en los servicios de enfermería de los nosocomios provinciales de Córdoba, los que, de acuerdo a los discursos de época, venían funcionando de una manera totalmente anárquica (Carena de Courtis et al, 1977: 42). A nivel de los hospitales provinciales, desde 1960 se ubicó a una enfermera profesional en cada servicio clínico con funciones de jefe de unidad, generándose una estructura jerárquica que, con el tiempo, incorporó personal para cumplir la función de supervisora (Carena de Courtis et al, 1977: 30). A partir de 1965, las supervisoras fueron las encargadas de la incorporación y distribución del personal, así como de la capacitación del numeroso personal empírico, por medio de lo que se denominó “educación en servicio” (Carena de Courtis et al, 1977: 9). A su vez, dentro de los servicios, la cooperación de los organismos internacionales como la OPS y UNICEF facilitaba la adquisición de 359 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG atributos fundamentales en la creación de profesionales, ya fuera asesorando en los lineamientos de la enfermería moderna, ofreciendo becas para la realización de cursos de posgraduación en el extranjero, así como otorgando recursos tecnológicos específicos para la formación y práctica. En la imagen 5, podemos observar un uniforme que distinguía la enfermería en salud pública y un maletín que contenía la tecnología de la época que debía portar una enfermera moderna –tensiómetro, balanza para niños, fichas y cuestionarios, etc.–. Estos dispositivos tecnológicos eran considerados imprescindibles para poder realizar los controles en los domicilios y para poder llevar a cabo los adecuados estudios preventivos. Imagen 5. Alumnas asistiendo a su curso de enfermería comunitaria. 1958. Fuente: Archivo de Biblioteca de la Escuela de Enfermería de la UNC. 360 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA Si bien los contendidos académicos de los planes de estudio vigentes en estos años tenían un fuerte componente biomédico, formó también parte de una etapa de progresiva afirmación de la práctica de la medicina preventiva, la que fue acompañada de cambios en la preparación requerida para las enfermeras cordobesas. En la figura 6, se observa el autobús donado por la OPS para trasportar a las alumnas de la Escuela de Enfermería de la UNC a sus prácticas de enfermería comunitaria. Según relataron las entrevistadas, el color amarillo del bus le valió el apodo de “canario”. Imagen 6. Autobús denominado “canario” donado por la OPS para las prácticas comunitarias. Fuente: Archivo de Biblioteca de la Escuela de Enfermería de la UNC. La primera experiencia piloto de enfermería comunitaria derivó en la creación en 1965 del primer dispensario municipal dedicado a la 361 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG medicina preventiva y la promoción de la salud materno-infantil radicado en el populoso y vulnerable Barrio Comercial (González, 2006). Sobre el trabajo de esos años, los médicos que participaron de aquel equipo de salud municipal destacaron que fueron las alumnas de enfermería, las que marcaron la diferencia en los primeros tiempos del dispensario, realizando las primeras visitas para definir perfiles de riesgo social, que fueron las guías iniciales para la atención médica y epidemiológica de los profesionales clínicos y pediatras (Bella, 2006). Por demás significativa de las brechas que existían entre médicos y enfermeras resulta la impresión que tenía el pediatra Bella de esos años iniciales del dispensario. Mientras las enfermeras establecían los primeros contactos con la comunidad, el Dr. Bella recuerda que a los pediatras les “impactó ver al niño en ‘su’ realidad social, distinto al que estábamos acostumbrados de ver en la sala de hospital” (2006: 277). Fueron las instancias estatales las que revalidaron estas ideas con la sanción de la Ley N° 17132 durante el gobierno de facto del Gral. Juan Carlos Onganía, por la que la enfermería pasó a ser una actividad auxiliar del médico o del odontólogo (Balzano, 2018). La construcción de rituales que reforzaban estereotipos sexuados en la división del trabajo sanitario y en las representaciones de las enfermeras tiene una larga historia en la enfermería (Entrevista a Irene Durá de Figueroa, 2018). La Escuela Universitaria de Córdoba no marcó ninguna excepción. Por muchas décadas, los actos de entrega del título (imagen 7) fueron convertidos en una instancia para la construcción de una “tradición”, sostenida en la Escuela de la UNC hasta los años noventa. Aquí se instauró en las graduaciones universitarias la entrega de la conocida lámpara de Florence Nighthingale y la imposición de la cofia, 362 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA símbolos vinculados a “la luz del conocimiento”, pero aunados a la idea de un saber entendido para el cuidado y la protección de los pacientes. Imagen 7. Acto de imposición de cofia en el edificio de la Escuela de Enfermería en 1960. En la imagen puede verse de frente a la graduada y detrás de ella a la enfermera Olga Filippini. Fuente: Archivo de Biblioteca de la Escuela de Enfermería de la UNC. La naturalización de este tipo de distribución desigual del poder y de la autonomía fue estructural en la configuración local. Algunas profesionales que ocuparon lugares destacados en la historia de la Escuela de la UNC promovieron a lo largo de sus carreras la necesidad de que las enfermeras mantengan distancia con el médico, argumentando que estos profesionales solo procuraban “curar” y 363 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG proteger sus intereses económicos, mientras ellas, eran más bien hacedoras de una práctica solidaria en la que realizan sus anhelos de cuidado y protección, propios de una “tradición materna”. Así, la formación de las enfermeras estuvo atravesada por la idea de que las mujeres tienen condiciones naturales para la actividad del cuidado y que ello explica la precarización de su ejercicio y las dificultades que ha tenido históricamente la ocupación para ser reconocida como una profesión moderna. Sin embrago, el proceso de feminización de la enfermería implicó formas de segregación social aún más visibles cuando a las variables de género se le sumaron las de clase históricamente ligadas a la fragmentación de ocupación. En Córdoba, como sucedía en otros espacios del país desde los años cincuenta (Ramacciotti y Valobra, 2017: 372), la capacitación de las auxiliares fue la estrategia central para incrementar la cantidad de enfermeras en las plantas hospitalarias. Entre los impulsos locales podemos mencionar desde 1956 el curso de auxiliar de enfermería identificado como Escuela de Nurses, organizado por el área educacional del Departamento Provincial de Enfermería, y demás cursos de educación continua para auxiliares de enfermería, desarrollados en el marco del Convenio Tripartito del Programa Argentina 25, firmado a fines de 1960 entre el Gobierno de la Nación, la OPS y UNICEF (Carena de Courtis et al, 1977: 5). En la imagen 8 se puede observar la entrega de diplomas del curso de auxiliares. 364 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA Imagen 8. Entrega de certificados Curso de Auxiliares de Enfermería, primer curso, Hospital Córdoba, 1956. En la foto, la licenciada Gordillo de Gómez saluda a una alumna recién recibida. Fuente: Archivo de Biblioteca de la Escuela de Enfermería de la UNC. En cuanto a los contenidos definidos para la capacitación, las enfermeras responsables fijaron una preparación de nueve meses que enfatizaba una formación con un claro sesgo práctico, dirigido a la ejecución de múltiples “tareas” poco especializadas que iban desde “hacer camas, cuidar las ropas del paciente y sus prendas de valor” hasta realizar “procedimientos terapéuticos” –que debían estar continuamente supervisados por las enfermeras graduadas o el profesional médico– que consistían en “aplicar y quitar vendas”, “recoger las muestras para laboratorio” o “hacer tratamiento post y preoperatorio” (“Anexo Documental” en Carena de Courtis et al, 1977). 365 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG También en Córdoba los resultados fueron muy pobres. En los nosocomios provinciales, junto a la escasa proporción de enfermeras universitarias se contaba para 1972 con apenas el 12,32% de personal auxiliares y con un 29,74% de personal práctico sin ningún adiestramiento sistemático (Carena de Courtis et al, 1977: 20). En síntesis, el proyecto de profesionalizar la enfermería no convirtió a la ocupación de “auxiliares” en una labor calificada. Desde el comienzo, las preocupaciones de las profesionales giraron en tono a la escasa preparación educativa de las aspirantes a enfermeras y del personal empírico, que no llegaban a tener completos los estudios primarios obligatorios para los cursos. No obstante, ese interés no logró traducirse en acciones concretas. En Córdoba, la inercia de las instancias y autoridades estatales fueron decisivas. No parece que el decreto de 1968, a partir del cual se estableció un currículo único para la enseñanza de la enfermería no universitaria (Faccia, 2015: 318), haya traído algún cambio significativo. El escaso resultado que se consiguió respondió, sin duda, a aquellos condicionamientos socioculturales, agravados por el proceso de feminización de la ocupación. Nuestra entrevista con quien fue la directora de la Escuela a comienzos de los años 1990, sobrina de Gordillo Gómez, respaldó ese tipo de lectura al manifestar que fue recién con ella al frente de la Escuela que los programas de profesionalización de la enfermería comenzaron a dar resultados palpables, a partir de la implementación de la escolaridad básica para las empíricas que trabajaban en los hospitales, en el marco de la decisión política del gobernador Eduardo César Angeloz (1983-1995) de mejorar los presupuestos dedicados a los programas de capacitación y los sueldos de las enfermeras integradas al sistema público (Entrevista a Silvina Malvárez, 2018). 366 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA CONSIDERACIONES FINALES La profesionalización de la enfermería cordobesa, que comenzó a mitad de la segunda etapa de la década de 1950, fue resultado de un proceso que logró plasmarse en el marco de un contexto desarrollista de apertura de proyectos de mejoramiento de la calidad educativa y modernización de las prácticas de la ocupación. Aquí, fue clave la articulación entre la figura protagónica de la licenciada Nydia Gordillo de Gómez, la influencia de organismos internacionales como la OPS y la presencia de actores locales del ámbito sanitario y universitario provincial. La colaboración entre la UNC, los organismos de cooperación internacional y las autoridades sanitarias provinciales permitió articulaciones institucionales claves que facilitaron la trasformación de la matriz empírica que venía prevaleciendo en la enfermería hasta ese entonces. El escenario de modernización inaugurado por el contexto posterior a 1955 creó las condiciones propicias para que la enfermería local se abriera a las instancias y a los estándares internacionales, definiendo una agenda local que fue también facilitada por vínculos sociales y relaciones de poder antiperonistas. Los lineamientos académicos y los recursos garantizados por la OPS fueron claves en la formación de las aspirantes, el tipo de articulación con los servicios y la especialización de las profesionales graduadas. El proyecto, sin embargo, encontró limitaciones dentro del sistema sanitario, producto de la débil presencia de enfermeras profesionales y de personal capacitado dentro de los servicios de salud y también de segregaciones de género y de clase ligadas al proceso de feminización de la formación y profesionalización de la enfermería local. 367 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG Evidenciamos aquí relaciones jerárquicas entre los médicos y las enfermeras, lo que resultó en la falta de autonomía de estas últimas en la formulación de los proyectos sanitarios, situación que llevó a que prevalezca una concepción instrumental y marginal de la profesión que fue ampliamente confirmada por la ley sancionada en 1966. A las problemáticas propias de la segregación por criterios de género se le sumaban otras vinculadas a vulnerabilidad social de las mujeres, que eran potenciales alumnas de los cursos de capacitación. En síntesis, estas dificultades socioculturales propias de la profesión limitaron la posibilidad de introducir transformaciones significativas en la enfermería dentro de los servicios sanitarios. Tampoco el decreto nacional de 1968 que pretendió pautar los requisitos de la formación de enfermeras no universitarias cambiaron la composición del sistema sanitario provincial que contaba con un porcentaje abrumador de “empíricas”. El rol clave que jugó Gordillo Gómez fue a todas luces transformador en la visión y concreción de la profesionalización de la enfermería universitaria. La posibilidad de traducir este modelo en el ámbito sanitario, no obstante, encontró limitaciones, producto de los sesgos de género, pero también de clase que han caracterizado históricamente al modelo médico. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS FUENTES PRIMARIAS Carena de Courtis, Z., Cordero de Llobel, M. y Fassi de Grenat, T. (1977). Evolución de la Enfermería en la ciudad de Córdoba. (Tesis de Licenciatura en Enfermería inédita), Escuela de Enfermería de la Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba. 368 LA CARRERA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA EN CÓRDOBA Entrevista realizada a Silvina Malvárez en la Ciudad de Córdoba, abril de 2018 y octubre de 2018. Entrevista realizada a Olga Filippini en la Ciudad de Córdoba, julio de 2018. Entrevista realizada a Bilma Foa de Torres en la Ciudad de Córdoba, septiembre de 2018. Entrevista realizada a Irene Durá de Figueroa en la Ciudad de Córdoba, septiembre de 2018. Organización Mundial de la Salud (OMS) (1960). Informe Anual del Director General a la Asamblea Mundial de la Salud y a las Naciones Unidas. Ginebra: OMS. FUENTES SECUNDARIAS Balzano, S. (2018). Cuidado e identidad en el quehacer enfermero en la Colonia Montes de Oca. En N. Borgeaud-Garciandía (comp.), El trabajo de cuidado (pp. 137-159). Buenos Aires: Fundación Medifé Edita. Bella, C. (2006). Centro de Adiestramiento e Investigación Materno Infantil (C.A.I.M.I.C), Barrio Comercial. En S. González, Hospital Municipal de Córdoba (pp. 277-283) Córdoba: GRAPHIC. Faccia, K. (2015). Continuidades y rupturas del proceso de profesionalización de la enfermería (1955-2011). En C. Biernat, J. Cerdá y K. Ramacciotti (dirs.), La Salud pública y la enfermería en la Argentina (pp. 315331). Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes. Filippini, O. (1998). Semblanza Póstuma. Recuperado de https://www.enfermeria.fcm.unc.edu.ar/ index.php/resena-historica/35-institucional/50nydia-h-gordillo-gomez 369 MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Y LILA AIZENBERG Gómez Molla, R. (2018). Universitarias argentinas. Desafío para contarlas. Anuario de Instituto de Historia Argentina, 18(1), 1-23. González, S. (2006). Hospital Municipal de Córdoba. Córdoba: GRAPHIC. Martin, A. (2015). 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Córdoba: Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba. Vera de Flachs, M. C. (2013). Universidad, dictadura y movimientos estudiantiles en Argentina. Córdoba 1966-1974. Rev. hist.edu.latinoam, 15(21), 191-228. 370 La Escuela de Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires en los años sesenta ¿Un nuevo rol para las enfermeras?1 FEDERICO RAMÓN RAYEZ INTRODUCCIÓN El propósito de este artículo es analizar el surgimiento de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires (ESPUBA) en la década del sesenta y mostrar cómo esta institución abrió una nueva posibilidad profesional y laboral para médicos y médicas, pero también para otros agentes del cuidado de la salud, como enfermeras. Este establecimiento universitario ofreció a partir de 1960 varios cursos de posgrado a médicos, odontólogos, enfermeras y veterinarios interesados en obtener formación profesional en bioestadística, epidemiología, administración de hospitales y sanitaria, saneamiento ambiental, higiene materno-infantil y ciencias sociales. Entre las novedades que trajo la oferta académica de esta Escuela, se encuentran 1. Este artículo fue realizado en el marco de la investigación “La enfermería universitaria en la Argentina (1952 a 1969)”, Resolución de la Universidad Nacional de José C. Paz; del proyecto de la Universidad Nacional de Quilmes “El proceso de profesionalización del cuidado sanitario. La enfermería universitaria en Argentina” (N° 1290/19) y del proyecto “Género y modernización política (Argentina, 1955-1970)”, Proyecto Plurianual, CONICET. 373 FEDERICO RAYEZ el Diplomado en Salud Pública, el Curso de Administración Sanitaria (para funcionarios de la Administración Pública) y la Tecnicatura en Estadísticas de la Salud, así como ciclos de conferencias de visitantes extranjeros, seminarios, experiencias de investigación de campo y colaboración con proyectos de gestión pública. Estas experiencias de formación fueron mayoritariamente aprovechadas por actores tradicionalmente ligados a la administración de la salud, que incluso ya poseían algún tipo de formación en temas de higiene o salud pública. Pero, por otro lado, tanto el Diplomado como los distintos cursos fueron seguidos por otros agentes, como odontólogos y enfermeras. Según Iriart, Nervi, Olivier y Testa, “del total de alumnos egresados […] el 78% son médicos, casi el 10% son odontólogos, el 2% bioquímicos, el 2% enfermeros y el 8% corresponde al resto de las profesiones admitidas” (1994: 201). Como veremos, la Escuela significó para esas enfermeras un interesante giro en sus carreras y lo que creemos fue una posibilidad de reconfiguración del rol profesional de la enfermera pese a que estas experiencias no se proyectaron ni generalizaron. EL NACIMIENTO DE LA ESPUBA. ENTRE EL BOOM UNIVERSITARIO Y LAS AGENCIAS INTERNACIONALES La Escuela de Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires nació en los años sesenta en el cruce entre dos procesos de cambio: la renovación institucional de las universidades en Buenos Aires y otras ciudades importantes y un incremento de la presencia de organismos internacionales que buscaban intervenir en la formación de recursos humanos en América Latina. 374 LA ESCUELA DE SALUD PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES EN LOS AÑOS SESENTA Varios autores coinciden en señalar el período que se abre en 1955 como el de una profunda renovación en el campo universitario (Buchbinder, 2005: 169-190; Sigal, 1991; Terán, 2013), que se caracteriza en los primeros años por un proceso de desperonización de las instituciones universitarias (Buchbinder, 2005: 169-173) y el restablecimiento de la autonomía y el gobierno tripartito (Rotunno y Díaz de Guijarro, 2003: 31-35). Desde el período de la intervención de la UBA, bajo el rectorado de José Luis Romero (1909-1977) y luego el de Alejandro Ceballos, y continuando con el rectorado de Risieri Frondizi (1910-1985) en 1957, la Universidad encaró un programa de desarrollo científico, técnico y cultural de gran escala que implicó la creación de la figura del investigador full-time, la creación de nuevas carreras y departamentos (sociología, psicología, antropología, ciencias de la educación) y la extensión de un amplio y sostenido programa de becas hasta 1966. Este proceso de modernización incluyó las primeras medidas para la construcción de una ciudad universitaria, la creación de una editorial universitaria, Eudeba, de gran relevancia cultural y éxito comercial, un fuerte apoyo a las ciencias básicas (física y matemáticas, por ejemplo) y aplicadas (como la creación del Instituto de Investigaciones Médicas dirigido por Alfredo Lanari [1910-1985]). En la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA, la agrupación de materias conexas en departamentos, la creación del investigador médico de tiempo completo y la instauración de las Unidades Docentes Hospitalarias a partir de 1961 (Romero, 2010: 663-677) y de las prácticas médicas obligatorias para los estudiantes de Medicina, apuntaban a una renovación de la manera de investigar y enseñar en esta disciplina. 375 FEDERICO RAYEZ Asimismo, estos nuevos aires que empezaron a correr primero con la intervención y luego bajo el rectorado de Risieri Frondizi, también recibieron un impulso desde organizaciones y entidades internacionales. Organismos en la esfera de las Naciones Unidas (UNESCO, Organización Mundial de la Salud, CEPAL, FAO, etc.) y fundaciones privadas norteamericanas (Ford, Rockefeller, Carnegie, Kellogg), desplegaron una amplia trama de becas de estudio, subsidios y programas de investigación que crecieron aún más desde el lanzamiento de la Alianza para el Progreso en 1961. Estos proyectos y acuerdos de “cooperación internacional” y “ayuda técnica” tenían el objetivo de asistir a los países “en vías de desarrollo” a planificar el futuro crecimiento de sus economías nacionales, desarrollar capacidades estatales mediante la formación profesional de agentes administrativos, mejorar los servicios estatales en educación y salud y promover la investigación científica y sanitaria (Sigal, 1991; Ramacciotti, 2014). Una forma de intervención más directa por parte de estas organizaciones fueron las “misiones técnicas”, compuestas por expertos internacionales que visitaban el país para colaborar en proyectos de innovación y “modernización” locales. El gobierno de la autollamada Revolución Libertadora solicitó en 1956 al representante de la zona VI de la Oficina Sanitaria Panamericana la realización de un informe sobre el sistema sanitario público nacional (Veronelli y Veronelli Correch, 2004: 549-551). Existía el proyecto en el gobierno nacional de transferir la administración de una parte de los hospitales nacionales a las provincias y municipios, por lo que un informe de validez internacional que señalara las falencias del sistema hospitalario heredado del peronismo era visto como una herramienta fundamental. La comisión que llegó al país estuvo integrada por Odair P. Pedroso 376 LA ESCUELA DE SALUD PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES EN LOS AÑOS SESENTA (1909-1981), consultor especial en materia de organización hospitalaria; Paulo Antunes, profesor de parasitología aplicada e higiene rural, de Brasil; Palmer Dearing (1905-1994), cirujano general adjunto del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos; Carlos Luis González, subdirector de la Organización Panamericana de la Salud (OPS); Abel Wolman (1901-1989), profesor de ingeniería sanitaria (Veronelli y Testa, 2002: 91). Acompañó la comitiva también el chileno Hugo Henríquez Frödden, especialista en organización hospitalaria; junto con él recorrieron hospitales de la Capital, Chaco, Jujuy, Catamarca, San Juan, Mendoza, La Rioja y San Luis. Como producto de esta visita fueron redactados varios informes: “Estudio de los Servicios de Salud de la Argentina. Informe presentado por el Consultor en Administración Hospitalaria Dr. Odair P. Pedroso” (1956) y el “Estudio de los Servicios de Salud Pública en la República Argentina” (presentado el 15 de junio de 1957). El informe de Pedroso, quizás en sintonía con el Informe Prebisch (Altamirano, 2001: 255-261) presentado en noviembre de 1955, que había sido lapidario con la administración de las finanzas públicas del peronismo, resultó en un diagnóstico muy negativo de la situación del sistema sanitario heredado del gobierno depuesto: “excesiva burocratización”, excesiva centralización y perjudicial predominio de las funciones curativas del sistema por sobre las preventivas, entre otros defectos que redundaban en lentitud, “despilfarro de fondos”, falta de información bioestadística, etc. (Veronelli y Veronelli Correch, 2004: 554). Pedroso afirmó que la administración hospitalaria como especialidad se encuentra en la infancia, por la carencia de conocimientos básicos necesarios. Le falta tecnicismo científico y es inexis377 FEDERICO RAYEZ tente la diferenciación científica; [confunde] la medicina con el hospital y el médico con un director o administrador. Se mezcla (la) técnica con la política y se subvierte el orden de las cosas, anulando las más veces la primera en beneficio de la última. De esta suerte, fallan, en la mayoría de los casos, los principios fundamentales capaces de orientar cualquier administración. Derribados éstos, claudica la organización, fallan los sistemas, se malgastan los recursos, resultan inoperantes los servicios, se distribuyen mal los elementos de trabajo, disminuye el rendimiento del personal y se reúnen datos imprecisos (Veronelli y Veronelli Correch, 2004: 556). El “Estudio” presentado en junio de 1957 tampoco ahorraba comentarios críticos, poniendo el foco sobre el problema de la falta de personal técnicamente competente en materia de salud pública: [e]n la mayoría de las provincias, los servicios carecen de asesoramiento técnico y de personal capacitado para la administración de salud pública. Por esta razón, la organización y los programas no se basan, en general, en un estudio adecuado de los problemas. No existe planificación alguna; se observa una falta de coordinación y los resultados no se evalúan. Puesto que la insuficiencia de recursos económicos no ha permitido a las provincias dar a sus servicios mayor volumen, es todavía más lamentable que las actividades provinciales no estén coordinadas con las federales y municipales, lo que da lugar a una inútil duplicidad de servicios en algunos casos y en otros a la falta de los mismos (Veronelli y Veronelli Correch, 2004: 561). 378 LA ESCUELA DE SALUD PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES EN LOS AÑOS SESENTA Con fecha 15 de enero de 1958 Hugo Henríquez Frödden presenta su voluminoso informe titulado Programa de atención médica en un Plan de Salud Pública. Aunque las observaciones de Henríquez están específicamente enfocadas en el problema de la organización de los hospitales, desde las páginas de su informe convoca a reformar la capacitación profesional que tienen los médicos que actúan en el sistema de salud pública. Entre otras recomendaciones del experto, se deja establecida la necesidad de dar prioridad a cualquier plan de acción que pueda determinar en plazo breve la creación de Escuelas de Salud Pública que tengan cursos para perfeccionar Médicos Sanitaristas y Directores de Hospital. Carreras ambas que son de urgencia impostergable ya que los becados en el extranjero no alcanzarán a llenar todas las necesidades nacionales (Henríquez Frödden, 1958: 15). En opinión del consultor, si el gobierno argentino deseaba realizar las reformas pertinentes, debía trazarse un programa con objetivos de corto y largo plazo, cuya finalidad última sea mejorar la formación de médicos tratantes, enfermeras universitarias, visitadoras médicosociales, dietistas, así como reorganizar sobre bases académico-profesionales la Dirección de Hospitales, los servicios de bioestadísticas y el sistema de fichas clínicas. Para lograr estos objetivos se recomendaba insistentemente una combinación de formación académica (escuelas de salud, de enfermería universitaria, de dietética, etc.) y una enseñanza práctica a realizarse en los establecimientos hospitalarios en la medida que estos se vayan modernizando. Por último, se aconsejaba “establecer convenios con instituciones y universidades extranjeras 379 FEDERICO RAYEZ para enviar a ellas a estudiar y adiestrarse los técnicos necesarios en: Salud Pública, Ingeniería Sanitaria, Administración de Hospitales, Enfermería, Dietética, etc.” (Henríquez Frödden, 1958: 155). Estas recomendaciones se harían muy frecuentes a lo largo de la década siguiente y serían emitidas tanto por expertos locales como por técnicos y autoridades de organismos internacionales a través de revistas especializadas, congresos y reuniones de especialistas. En un sentido general, la insistencia en una mayor y mejor división técnica del trabajo administrativo y sanitario y el fomento de la capacitación de recursos humanos preanunciaban las metas y propósitos del paradigma del desarrollo, en boga durante los años sesenta e impulsado por la Alianza para el Progreso. En un sentido más específico y nacional, esta miríada de recomendaciones se planteaban como herramientas ideales para la justificación de diversos planes de reformas, para la introducción de nuevos criterios organizacionales y como ideales de una generación de médicos/as y administradores/as prestos a colaborar con esos proyectos renovadores. CREACIÓN DE LA ESCUELA DE SALUD PÚBLICA Los ecos de estas recomendaciones se hicieron sentir pronto en el ámbito universitario y coincidieron con el boom de reformas e innovaciones que las instituciones de alta formación estaban atravesando. Con este clima local propicio, las autoridades universitarias y un grupo de médicos interesados dieron inicio al proyecto de una Escuela de Salud Pública. El número inicial del Boletín de Informaciones de la UBA, en mayo de 1958 (Escuela de Salubridad, 1958a: 7), informaba sobre la dis380 LA ESCUELA DE SALUD PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES EN LOS AÑOS SESENTA cusión del proyecto en el Consejo Superior de la Universidad y que por Resolución N°46/1958, del 5 de febrero de 1958, se promovió la creación de una Escuela de Salubridad. La propuesta fue impulsada por el decano de la Facultad de Ciencias Médicas, Florencio Escardó (1904-1992). Ante el Consejo Superior este llamó a fortalecer la “conciencia sanitaria” entre los médicos y entre la población. La epidemia de casos de poliomielitis desatada entre 1955 y 1956 y las falencias en los controles sanitarios de la leche pusieron bajo la lupa la calidad de la intervención médica sobre la población (Rayez, 2017a: 39-45). El 8 de noviembre de 1958 la misma fuente informaba la aprobación del plan de estudios de la institución, que ya era llamada “Escuela de Salud Pública”. Esta tendrá a su cargo a partir de entonces, según declara el Boletín, la tarea de “crear en los profesionales y en el resto de la población un alto espíritu de cooperación y actitud responsable frente a problemas sociales, dotando a la actividad de los primeros de un profundo sentido humano (Escuela de Salud Pública, 1958b: 5). El proceso de creación, sin embargo, fue lento. Recién entre 1959 y principios de 1960 se tomaron las medidas necesarias para organizar la Escuela de Salud Pública: la contratación de su director organizador, Dr. David Sevlever (médico santafesino, ex profesor de la Facultad de Higiene y Medicina Preventiva de la Universidad Nacional del Litoral y Master of Science in Hygiene por la Universidad de Harvard) (Salomón, 2014; Rayez, 2017b), del personal de docencia e investigación necesario y la designación de un espacio físico en el piso décimo de la Facultad de Medicina (Maceira, 2010: 49). Entre el plantel docente se encontraban el Dr. Carlos H. Canitrot (titular de la cátedra de Administración de Salud Pública, formado en la School of Public Health de la Universidad de Berkeley con una beca de la UBA); el Dr. 381 FEDERICO RAYEZ Carlos Ferrero, profesor de Bioestadística; el Dr. Joseba Kelmendi de Ustarán Viana y el Dr. Vicente R. De Pasquale, encargado del Departamento de Educación Sanitaria. Durante 1961 se incorporarán más docentes, como el Dr. Juan Pablo Abadie, encargado de Docencia e Investigación (había sido becado por la OPS en 1960 para realizar el curso de Licenciado en Salubridad de la Universidad de Chile). Según David Sevlever, el “curso [de Diplomado en Salud Pública], al igual que los que se dictan en la mayor parte de los países americanos (Estados Unidos, Brasil, Chile, México) estaba planeado para desarrollarse en el término de un año lectivo (diez meses)”, lo que equivalía, según la misma fuente, a 1.400 horas anuales y una cursada de 6 días a la semana, 7 horas diarias (Sevlever, 1962). Y agregaba que “[s]e concreta la enseñanza para 1) permitir la concurrencia de profesionales del interior del país; 2) facilitar el otorgamiento de becas de estudio por la Universidad y los poderes públicos; 3) disminuir el costo de formación del profesional en salud pública”. Por último, proyecta: [l]a organización de la Escuela, en su primera etapa llevará tres años, habiéndose dispuesto que durante este lapso la misma funcionará con personal docente contratado a propuestas del Director Organizador. Al finalizar este período se llamará a concurso para la provisión del profesorado definitivo. En todo momento se tenderá a obtener un cuerpo docente alejado de la práctica médica privada y actuando con dedicación exclusiva e funciones de Salud Pública (Sevlever, 1962: 128). Aunque en los primeros dos años solo se dictaron los cursos de Diplomados en Salud Pública, la idea inicial de cubrir un campo temático y técnico elemental para la formación de cuadros sanitarios 382 LA ESCUELA DE SALUD PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES EN LOS AÑOS SESENTA quedó realizada con las materias dictadas en los cursos en cuestión: Administración Sanitaria, Práctica en Salud Pública, Bioestadística, Epidemiología, Salud materna e infantil, Educación sanitaria y Odontología sanitaria. Como se desprende del cuadro 1, el curso tuvo en promedio 30 alumnos por año desde 1960 a 1965. La UBA proporcionó 22 becas internas al menos para egresados de Medicina, en consideración de la duración anual del Curso y la dedicación full-time que este requería de sus alumnos. Cuadro 1 Cantidad de inscriptos al Curso de Diplomados en SP por año (1960-1965) Cantidad total de inscriptos al Curso de Diplomados en Salud Alumnos becados por la Universidad de Buenos Aires 1960 1961 1962 1963 1964 1965 32 27 35 27 31 31 11 becas internas UBA Alumnos becados por el M.A.S.yS.P. 11 becas internas UBA 15 15 15 Fuente: elaboración propia a partir de datos de Sevlever (1962), Política Sanitaria y Social (1965) y el Boletín de Informaciones de la UBA. Respecto a las profesiones de origen de los alumnos, en su mayoría fueron médicos los primeros años (24 en 1960, 21 en 1961 y 16 en 1962), aunque también participaron veterinarios, odontólogos y al menos un ingeniero sanitario. Cabe agregar que desde 1963 se dictaron otros dos cursos que ofrecían diplomas: el curso de Técnicos en 383 FEDERICO RAYEZ Estadísticas de Salud y el Curso de Administración Hospitalaria, con egresados que oscilaron entre 27 y 31 dependiendo del año. Cuadro 2 Cantidad de alumnos inscriptos según curso (1963-1965) 1963 1964 1965 Curso “Técnicos en Estadísticas de Salud Pública” 27 31 30 Curso “Administración Hospitalaria” 27 30 30 Alumnos becados por el M.A.S.yS.P 17 18 24 Fuente: elaboración propia en base a datos de Política Sanitaria y Social (1965). Sobre el logro de los objetivos propuestos por la Escuela, un ex alumno de la promoción 1963 del Curso decía [l]os profesores, en su mayoría no tenían experiencia docente previa: eran profesionales destacados por su conocimiento en la gestión de diversos campos de la salud pública. No existía ningún proyecto de investigación y la bibliografía disponible era escasa. El método didáctico-pedagógico era pobre: ocho horas diarias asistiendo a clases magistrales o realizando trabajos prácticos individuales o en grupo. Éramos alrededor de treinta alumnos, con mayoría abrumadora de médicos y un par de odontólogos, con por lo menos tres años de experiencia. La edad promedio era superior a los treinta años (Hamilton, 2010: 46). Otra fuente, siguiendo esta tónica crítica, afirmó que “la Escuela de Salud Pública había comenzado a funcionar en la Universidad, con muy poco apoyo de la Facultad de Medicina” (Maceira, 2010: 51). 384 LA ESCUELA DE SALUD PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES EN LOS AÑOS SESENTA ¿UN NUEVO ROL PARA LAS ENFERMERAS EN LA ESPUBA? El lugar de las enfermeras en este proyecto institucional fue más bien acotado: solo el 2% de los alumnos eran egresados/as de alguna carrera de enfermería. Aunque contamos con pocos datos sobre estas personas y sus trayectorias previas y posteriores, la información disponible nos permite arriesgar que, en el marco de la ESPUBA y algunas instituciones relacionadas, las enfermeras contaron con un espacio inédito de formación como administradoras e investigadoras. En el marco de recurrentes invocaciones y reclamos por aumentar el número de enfermeras diplomadas, que se registran durante las décadas de 1950 y 1960 (Ramacciotti y Valobra, 2017), la Universidad de Buenos Aires abrió una carrera de Enfermera profesional en 1960 sumándose a las ya existentes en Tucumán (1952), Córdoba (1956) y Rosario (1958). Buscaban paliar el alarmante déficit de profesionales en el campo de la enfermería orientada al cuidado de pacientes, pero se vinculaban con un proyecto más general de reformas sanitarias (planeadas o en etapa de ejecución) que hacían necesaria la colaboración activa de las enfermeras en la planificación de los servicios de salud (Habichayn, 2000). La ESPUBA había sido creada para coadyuvar en eso programas y proyectos, y esto explica que ya desde temprana época sus puertas estuvieran abiertas a diferentes tipos de perfiles ocupacionales, por caso, las enfermeras. Algunos ejemplos de esto que decimos fueron las licenciadas Alicia María García Bates, Josefina Blanco y Albertina del Rosario González. Estas tres enfermeras se vincularon a la ESPUBA en las décadas del sesenta y setenta como alumnas del Diplomado de Salud Pública, pero también como profesoras e investigadoras. Como muchas otras jóve385 FEDERICO RAYEZ nes, acudieron a esta institución interesadas en adquirir conocimientos y especialización en temas de salud pública, ya sea como médicas, odontólogas, enfermeras o estadísticas. Siguiendo una tendencia creciente desde varias décadas atrás, la ESPUBA formó como alumnas y empleó como docentes a una cantidad importante de mujeres profesionales. Según Norma I. Sánchez (2007), entre 1889 (primera egresada de Medicina, Cecilia Grierson) y 1940 egresaron 150 médicas de la Universidad de Buenos Aires, aunque pocas de ellas estuvieron ligadas a temas de higiene pública. María Juliana Becker (1878-1966) estudió Medicina Social e integró el Departamento Nacional de Higiene (DNH); Adela Zauchinger (nac. 1883) también integró el DNH y se dedicó a la demografía sanitaria; Teresa Malamud (1888-1960) se desempeñó en el Servicio de Higiene Escolar del DNH y fue ayudante de Gregorio Aráoz Alfaro; Mercedes Libertad Rodríguez (nac. 1902) dictó clases en la Escuela del Servicio Social del Museo Social Argentino; Telma Reca (1904-1979) también participó del DNH. Esta situación impactaba en la cantidad de mujeres que ingresaban y egresaban a las carreras de Medicina, haciendo que las pocas que se acercaban al campo médico lo efectuaran por la vía de carreras consideradas “menores”, como Farmacia, Bioquímica y Odontología, en ausencia de la enfermería profesionalizada. Como expresaba Jorge Balán: “Entre las carreras cortas, aunque menos prestigiosas, farmacia resultó ideal para mujeres que querían estudiar y trabajar sin quedar solteras”2 (Balán, 1991: 36). 2. Como agrega el mismo autor, otro inconveniente se presentaba en el ritual de pasaje para los estudiantes de medicina, la clase de anatomía en la morgue. “El examen del cuerpo comenzaba por la visita a la morgue. Ese ritual de pasaje a la condición de aprendiz de médico era también el de la entrada a un peculiar mundo de hombres: 386 LA ESCUELA DE SALUD PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES EN LOS AÑOS SESENTA La posición de la mujer en un campo médico cuyas líneas de fuerza daban a los hombres el lugar central estaba destinada a las tareas asistenciales, médicas o no, pero lejos del lugar de la planificación, la formación de recursos humanos y la asesoría técnico-estatal. Esto es lo que empieza a quebrarse en algún momento posterior a la década de 1940. Hacia 1959, las proporciones ya habían alterado la distribución tradicional. Ese año, de 945 egresados de la Facultad de Medicina, 153 fueron mujeres; en Odontología, de 664 egresados, hubo 253 mujeres; en Farmacia y Bioquímica, 88 mujeres sobre un total de 162. Ese año, de un total de 3.909 la Universidad de Buenos Aires tuvo 932 egresadas (Graduados y nuevos alumnos, 1960: 12). Según datos de la misma fuente, había sin embargo otras carreras que seguían siendo eminentemente masculinas, como Ingeniería (8 mujeres en un total de 472 egresados) o Arquitectura (36 mujeres en 158 egresados). Este panorama contrastaba con el que se estaba viviendo en Filosofía y Letras, donde en 1959 finalizaron sus carreras 51 mujeres y 8 varones. Al parecer, las carreras nuevas, como Psicología, atraían también a un estudiantado nuevo, principalmente compuesto por mujeres (Balán, 1991: 36). Este avance sociodemográfico de la mujer en las profesiones del cuidado podía dar lugar a experiencias inéditas. Alicia María García Bates nació en 1943 en Río Cuarto (Córdoba) y en 1964, a los 21 años, egresó aquel de los que pueden ver y tocar el cuerpo de otros, hombres y mujeres, haciendo abstracción del sexo. Era un ritual masculino que se hacía particularmente difícil a las escasas mujeres que llegaban a él. Observar quizás por primera vez a un hombre desnudo, muerto, rodeada de otros hombres, vivos, era tan atroz como observar la muerte. Muerte y sexo adquirían una entidad muy concreta ante los ojos de la mujer. La presencia de ella, a su vez, sexualizaba la muerte ante los ojos de los hombres. Presencia indeseada: la mujer se abstenía de la carrera médica” (Balán, 1991: 36). 387 FEDERICO RAYEZ de la Escuela de Enfermeras Militares, título expedido por el arma de Sanidad Militar (Secretaría de Guerra de la Nación), a través del Hospital Dr. Cosme Argerich (ver Legajo FCMUBA Nº 110780). Entre 1964 y 1969 desarrolló una trayectoria brillante como enfermera con especialidad en obstetricia, docente de nivel universitario y terciario y asesora técnica en dependencias de sanidad tanto en el Estado nacional como en provincias y municipios. Como enfermera obstétrica se desempeñó en el Hospital Militar Central de Buenos Aires, tarea que combinó con asesorías en la Secretaría de Salud de la Capital Federal (gobierno municipal), en la Escuela de Enfermería del Municipio de Morón, en el Ministerio de Asistencia Social de La Pampa, así como en el área de Servicios Sociales de la empresa Siam Di Tella. Fue docente en los centros de salud de Isla Maciel (Buenos Aires), Villa Libertad (Chaco), Barrio Comercial (Córdoba) y Villa Concepción (prov. de Buenos Aires); dio clases en la Escuela de Enfermería de la Cruz Roja, filial La Plata, y en la Escuela de Enfermería del Ejército (en las cátedras Enfermería en Clínica Médica, Fundamentos de la Enfermería, Salud Materno-infantil, Enfermedades transmisibles, Introducción a la Salud Pública y Enfermería de Salud Pública). En la ESPUBA fue alumna del Diplomado en Salud Pública en 1966 y, antes de incorporarse como Ayudante 1º en 1969 al Departamento de Administración Sanitaria, fue docente en varios cursos. Otra egresada del Diplomado de Salud Pública fue la enfermera Josefina Blanco, colaboradora del Dr. Florencio Escardó. Junto a García Bates fueron autoras del artículo “Análisis de los recursos de enfermería para la Atención Médica” (1968), publicado en la revista Medicina Administrativa, donde analizaban el déficit de enfermeras diplomadas en función de los cargos existentes en la totalidad 388 LA ESCUELA DE SALUD PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES EN LOS AÑOS SESENTA del país. Blanco fue además directora adjunta de la publicación, con el sanitarista Jorge Mera, y autora de otros artículos editados por la revista (cf. Blanco, 1970). Entre otras afirmaciones las autoras decían en aquel trabajo que En materia de organización ya ha sido señalado que la falta de un plan nacional y el escaso énfasis dado al problema de la enfermería, provoca un cierto desinterés por la profesión. El déficit de personal capacitado, por otra parte, obliga a la utilización de personal empírico que no brinda una imagen adecuada dentro del equipo sanitario y en general frente a la comunidad (García Bates y Blanco, 1968: 16). También en materia económica estas enfermeras observaban inconvenientes, ya que, como afirmaban, las retribuciones eran muy bajas y no se contemplaban incentivos económicos en función del nivel de capacitación. En otro trabajo, publicado en la misma revista y en colaboración con otra enfermera, Elvira Infante (1970), las autoras resumían los resultados de una encuesta a enfermeras egresadas entre 1954-1969 de cinco escuelas de enfermería (Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Tucumán y Mar del Plata) en el marco de un proyecto de investigación lanzado por el Centro de Investigación y Adiestramiento en Salud Pública y la Federación Argentina de Enfermería. Las conclusiones del estudio eran duras, pues al déficit de enfermeras universitarias que había en el país se agregaba que el nivel de utilización del personal capacitado (cantidad de enfermeras egresadas que trabajan efectivamente como tales) era del 88%. Tanto García Bates como Josefina Blanco estuvieron ligadas de una manera u otra a la ESPUBA hasta entrada la década de 1970, a 389 FEDERICO RAYEZ medida que se iban integrando otras colegas, como Albertina del Rosario González (Legajo FCMUBA Nº 128360). Otras mujeres se incorporaron como alumnas y docentes también a los diferentes departamentos de la ESPUBA, como los de Salud Materno Infantil y Bioestadística, ambos con un alto índice de feminización durante el siglo XX. La primera especialización se asociaba a las capacidades naturalizadas que supuestamente portaban las mujeres ligadas con el cuidado del otro; la segunda a las supuestas habilidades de prolijidad y puntillosidad asociadas a ellas. En estas áreas casi todo el trabajo se hacía de manera manual. Si bien entre 1960-1985 solo el 31% de los egresados de la ESPUBA fueron mujeres (Iriart et al, 1994: 204), las experiencias profesionales de estas enfermeras nos muestran una faceta poco explorada que ayuda a ampliar el conocimiento histórico y sociológico de la profesión, así como nos agrega más información sobre la participación creciente de mujeres en ámbitos tradicionalmente masculinos. CONCLUSIONES En este trabajo hemos reseñado los orígenes de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires con el objeto de analizar qué nuevos roles y experiencias de formación profesional ofreció tanto a médicos y médicas como a otros agentes del campo de la salud. En este sentido, señalamos que la emergencia de esta institución estuvo estrechamente ligada a un doble proceso social: por un lado, un conjunto amplio de reformas en la Universidad que implicó la modernización de su dispositivo pedagógico y científico y, por otro lado, una serie de recomendaciones técnicas producidas por organismos exper390 LA ESCUELA DE SALUD PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES EN LOS AÑOS SESENTA tos internacionales. Esto dio pie a la creación de una moderna Escuela en el marco de la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA hacia 1958-1960. Como vimos, aunque su principal público estuvo formado por médicos y médicas, también hubo espacio en su plantel docente y en sus equipos de investigación para otros perfiles menos usuales. En este sentido, y en relación con el creciente número de mujeres que se incorporaban al campo médico, vimos algunos ejemplos de enfermeras que colaboraron en el proyecto, no en su rol clásico de agentes del cuidado, sino como investigadoras, docentes y asesoras. Enfermeras como García Bates y Josefina Blanco desarrollaron una amplia labor como profesoras y expertas; sus trayectorias implicaron un interesante giro en la configuración de la profesión y un valioso aporte para la producción de conocimiento sobre el rol de las enfermeras de salud pública, el estado de la profesionalización de la actividad en el país y las necesidades aún no satisfechas en ese aspecto. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS FUENTES PRIMARIAS Anónimo. (1958a). Escuela de Salubridad. Boletín de Informaciones de la UBA, 1(1), 7. ----- (1958b). Escuela de Salud pública. Boletín de Informaciones de la UBA, 1(11), 5-6. ----- (1960). Graduados y nuevos alumnos. 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História, Ciências, Saúde-Manguinhos, 17(3), 663-677. http://dx.doi. org/10.1590/S0104-59702010000300006 Rotunno, C. y Díaz de Guijarro, E. (2003). La construcción de lo posible. La Universidad de Buenos Aires de 1955 a 1966. Buenos Aires: Libros del Zorzal. 393 FEDERICO RAYEZ Salomón, P. (2014). Intervención, desperonización y elencos de gobierno. La Universidad Nacional del Litoral entre 1955-1958. Papeles del Centro de Investigación, 15, 13-33. Recuperado de http://bibliotecavirtual.unl.edu. ar/publicaciones/index.php/papeles/article/view/4393/6679 Sánchez, N. (2007). La higiene y los higienistas en la Argentina (1880-1943). Buenos Aires: Sociedad Científica Argentina. Sigal, S. (1991). Intelectuales y poder en la década del sesenta. Buenos Aires: Punto Sur Editores. Terán, O. (2013). Nuestros años sesentas. La formación de la nueva izquierda intelectual en la Argentina 1956-1966. Buenos Aires: Siglo XXI Editores. Veronelli, J. y Testa, A. (2002). 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Ferro en La Pampa MARÍA JOSÉ BILLOROU INTRODUCCIÓN La naciente provincia Eva Perón, surgida entre 1951 y 1953, establece, entre sus primeras leyes, la fundación, en mayo de 1955, de una Escuela de Enfermería para iniciar la formación del personal técnico auxiliar “efectivo colaborador del médico y del enfermo”.1 Derogada en mayo de 1956, a pesar de “considerar necesaria la creación de una Escuela del tipo señalado”,2 su importancia se mantuvo en la consecución de los logros del progreso de la nueva provincia; de esta manera, en el proyecto de creación de la universidad provincial en 1958, se previó el establecimiento de una nueva entidad de formación específica para enfermeras. Sin una efectiva concreción dentro del incipiente entramado institucional universitario provincial, el Estado provincial determinó su instalación el 26 de agosto de 1960, 1. Decreto Nº 633/55, (15 de mayo de 1955). Boletín Oficial, 37, p. 116. 2. Decreto Nº 815/56, (11 de mayo de 1956). Boletín Oficial, 74, p. 278. 397 MARÍA JOSÉ BILLOROU con la Ley Nº 199, bajo la órbita del Ministerio de Asuntos Sociales, Subsecretaría de Salud Pública y Bienestar Social.3 El devenir de esta institución de formación profesional, atravesada por los vaivenes políticos de la escena nacional y provincial, sin embargo, nos permite ahondar en una serie de aspectos de la sociedad pampeana en la segunda mitad del siglo XX. En primer lugar, la constitución del Estado provincial y su intervención en determinados ámbitos, la salud y el bienestar de la población, como responsable y garante. En segundo lugar, la concreción de políticas públicas, en diálogo con discursos internacionales, que establecieron el “desarrollo” como meta y medida de progreso. Finalmente, la vigencia de una concepción del cuidado y la asistencia, como espacios femeninos, extensión hacia otros miembros de la sociedad de los tradicionales roles de madres y esposas. Este proceso se acompañó por un desvanecimiento de la importancia de las funciones femeninas realizadas en estos ámbitos, las cuales se integraron a una estructura laboral jerárquica, dominada por varones, bajo el rótulo de la colaboración y la complementación. LA SALUD PAMPEANA: DEL TERRITORIO NACIONAL DE LA PAMPA A LA PROVINCIA EVA PERÓN Los primeros servicios de salud en el territorio nacional de La Pampa, incipientes hospitales y salas de primeros auxilios, surgieron a partir de la iniciativa de la sociedad civil. Así, entre 1884 y finales de los años veinte, las mismas comunidades a través de asociaciones locales de beneficencia con apoyo de los municipios organizaron y gestiona- 3. Ley Nº 199/60, (26 de agosto de 1960). Boletín Oficial, 297, p. 666. 398 LA ESCUELA PROVINCIAL DE ENFERMERAS JOAQUÍN A. FERRO EN LA PAMPA ron una rudimentaria red de instituciones de salud en la franja este y noreste de La Pampa. Las situaciones cotidianas de enfermedad que afectaban a los vecinos, generaron soluciones que utilizaron las donaciones, los subsidios de diferentes sectores sociales y las arcas de los municipios como fuentes de financiamiento para organizar y sostener la atención de la salud (Billorou, Di Liscia y Rodríguez, 2007). Recién en 1894, el Estado consideró necesaria la institución de un cargo específico para supervisar la salud del territorio nacional, el médico de la gobernación, con amplísimas funciones (Di Liscia, 2009). La fundación de la Administración Sanitaria y Asistencia Pública en Santa Rosa, en 1913, significó el establecimiento de la primera institución sanitaria pública en La Pampa, a instancias del ejemplo de la ciudad de Buenos Aires; sin embargo, se instituyó como un centro modesto de escasa complejidad. En sus inicios, su personal se circunscribió a dos médicos y a dos auxiliares; la falta de profesionales idóneos se constituyó en un rasgo inalterable de la institución en las primeras décadas del siglo. En la década de 1930, se consolidó la expansión de las instituciones sanitarias nacionales en la sociedad pampeana. En 1930, se creó un centro maternal transformado, en 1937, en un Centro Maternal-Infantil, dependiente de la Dirección de Maternidad e Infancia, al cual se anexó un Hogar Materno Infantil; paralelamente, se inauguró en 1938 el Hospital Regional también en la ciudad de Santa Rosa con una capacidad de internación de alrededor de doscientas camas y con la infraestructura más moderna disponible. La organización de incipientes servicios de salud se legitimó, en la sociedad pampeana de inicios de la década de 1930, por los efectos de la dura crisis agroclimática, una sequía prolongada que, sumada a los cambios en los mercados internacionales de productos 399 MARÍA JOSÉ BILLOROU primarios, perjudicó a la región. Ambos fenómenos generaron una significativa pérdida demográfica (Di Liscia y Lluch, 2014). Las limitaciones del Estado en el territorio, tanto a partir de su representación política como de su estructura burocrática, obstaculizaron el desarrollo de un sector de profesionales de la salud que pudiera erigirse como agente social y político de nuevas políticas sanitarias. Las enfermeras, profesión tempranamente feminizada en la Argentina y cuya formación se consolidó en instituciones modernas en la ciudad de Buenos Aires (Martin, 2015), constituyeron un ejemplo claro de la carencia de personal sanitario especializado. Los gobiernos peronistas produjeron transformaciones considerables en la gestión de la sanidad. La Secretaría de Salud Pública, creada en 1946, y luego convertida en ministerio bajo la dirección del Dr. Ramón Carrillo, desarrolló un proyecto sanitario que apuntaba a la centralización de la salud pública y a la ampliación de los servicios sanitarios (Ramacciotti, 2015a). Estas acciones tuvieron un fuerte impacto en el interior argentino, especialmente en La Pampa; para 1953 el número de centros asistenciales había alcanzado los 42 y el número de camas disponibles era de 1003. Se habilitó el pabellón de infecciosos en el Hospital Regional de Santa Rosa, se crearon diez establecimientos sanitarios de diversa complejidad en sendas localidades del interior pampeano (Di Liscia, Salomón Tarquini y Cornelis, 2011: 65). El Estado promovió, con las campañas sanitarias, su proyección a todo el territorio para integrar regiones excluidas con escaso contacto con servicios médicos en pos de eliminar, así, las patologías epidémicas y endémicas mediante el diagnóstico temprano; en las regiones rurales del territorio pampeano, el foco se puso sobre la tuberculosis, el raquitismo y el mal de Chagas. 400 LA ESCUELA PROVINCIAL DE ENFERMERAS JOAQUÍN A. FERRO EN LA PAMPA La salud pública se convirtió en una herramienta fundamental para propiciar el mejoramiento de vida de la población y de esta forma impulsar la ampliación de la ciudadanía social, juntamente con el otorgamiento de sus derechos políticos hacia determinados grupos exceptuados hasta ese entonces: las mujeres mediante la ley de sufragio femenino y los habitantes de los territorios nacionales gracias a la provincialización (Ramacciotti, 2015b). En julio de 1951 la sanción de la Ley N° 14037 dejó sin efecto la Ley Nº 1532 de 1884 de organización de los territorios nacionales; La Pampa y el Chaco fueron declaradas las primeras provincias. La novel provincia se denominó Eva Perón y se llevaron adelante los primeros pasos para su organización institucional. El objetivo de las nuevas autoridades provinciales consistió en organizar y ejecutar una estructura institucional que respondiera a las nuevas dimensiones estatales.4 La escasez de profesionales de la salud era un obstáculo para la gestión de las políticas sanitarias, que habían adquirido una centralidad en el Estado peronista; por lo tanto, el Estado provincial promovió la radicación de profesionales y la formación de personal técnico. El 6 mayo de 1955, mediante Decreto N° 633/55, se creó la “primera Escuela de Enfermería en la ciudad capital de la Provincia”, dependiente del Ministerio de Asuntos Sociales. La sanción de las leyes sanitarias impulsó un conjunto de nuevas actividades que consignaron a las mujeres un rol fundamental en su efectiva ejecución; la lógica 4. De esta manera, se gestaron leyes imprescindibles para el funcionamiento administrativo-burocrático: la creación del Boletín Oficial, la instauración de un organigrama institucional a través de la ordenación de diferentes agencias e instituciones: los ministerios, la fiscalía de Estado, el Registro de la Propiedad, el Banco provincial y la gestación de políticas públicas de atención a las necesidades más urgentes de la población, la salud y la educación (Zink, Moroni, Asquini y Folco: 2011). 401 MARÍA JOSÉ BILLOROU racional, planificada y centralizada de la gestión sanitaria estatal contribuyó al aumento de la demanda de enfermeras (Ramacciotti y Valobra, 2008; Ramacciotti y Valobra, 2015). En segundo lugar, se prestó atención a las necesidades provinciales para una efectiva consolidación institucional. Las autoridades justificaron la fundación de un establecimiento educativo para el personal auxiliar no solo en la insuficiencia de recursos humanos necesarios para sostener la atención sanitaria, sino la difusión de la formación empírica en aquellas que ejercían la tarea. Así, la mayoría de las enfermeras adquirían los conocimientos mediante la experiencia y la práctica bajo la supervisión médica (Folco, 2000b). De esta manera, se intentaba con entidades locales resolver necesidades de profesionalización impuestas por el discurso y la normativa nacional, pero que no pudieron encontrar una efectiva realización en La Pampa (Folco, 2000a). La escuela pampeana recibió el nombre de Eva Perón; la denominación respondió a varios factores; en primer lugar, la figura de Eva, con una importancia clave en la provincia que llevaba su nombre, estaba atravesada por múltiples construcciones. En segundo lugar, las enfermeras se erigieron como cuidadoras y sanadoras de la nación por sus condiciones femeninas innatas; de esta manera, la enfermería formó parte del proceso de movilización política de los primeros años del peronismo. En tercer lugar, una de las preocupaciones centrales de las autoridades provinciales radicó en la carencia de recursos humanos con saberes y competencias para la construcción de la nueva provincia; así, se alentó mediante diferentes estrategias su formación y radicación. 402 LA ESCUELA PROVINCIAL DE ENFERMERAS JOAQUÍN A. FERRO EN LA PAMPA El plan de estudios de la institución de formación era similar al adoptado por el Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública de la Nación para otros establecimientos. Se estableció que el título otorgado de “enfermero/a” tendría validez en el ámbito provincial; la posibilidad de un reconocimiento más amplio, el nacional, correspondería al éxito de futuros trámites de las autoridades ante sus pares nacionales.5 Así, en consonancia con las políticas sanitarias nacionales y en respuesta a sus necesidades demográficas, educativas, asistenciales y sociales, la provincia Eva Perón creaba una de sus primeras instituciones educativas, con un fin específico y que intentaba diversificar la oferta formativa existente. Las jóvenes se convirtieron en destinatarias de un trayecto profesional que, bajo la afirmación de las cualidades femeninas naturales del cuidado, buscaba su incorporación al mundo del trabajo en una función técnica definida. Sin embargo, cuatro meses después, la autodenominada Revolución Libertadora, interrumpió el proceso de formación y funcionamiento institucional del Estado provincial; sus autoridades fueron depuestas y encarceladas, se anuló su Constitución, que fue derogada cuatro años más tarde. La provincia fue nuevamente nominada por la tradicional designación: La Pampa. Martín Garmendia, interventor nacional, llevó adelante el objetivo político de la “desperonización” de la sociedad pampeana. A nivel nacional, la política de salud del peronismo fue objeto de fuertes críticas. Las ideas impulsadas por Carillo sobre salud pública que habían actuado como ordenadoras y legitimadoras del dise- 5. Decreto Nº 633/55, (6 de mayo de 1955). Boletín Oficial, 37 (15 de mayo de 1955), p. 117. 403 MARÍA JOSÉ BILLOROU ño sanitario quedaron totalmente invisibilizadas; similar situación atravesaron las obras, muchas de las cuales fueron abandonadas, mientras que el equipamiento, con marca y símbolo del peronismo, fue destruido o robado. Toda referencia solo fue elíptica (Cerdá y Ramacciotti, 2015: 206). Estos lineamientos, extendidos en todas las jurisdicciones, legitimaron la supresión de la Escuela de Enfermería; de esta manera, la intervención provincial, el 11 de mayo de 1956, mediante Decreto N° 815/56, derogó su creación. Los argumentos esgrimidos eran claramente políticos; la inacción de las autoridades peronistas quedaba así evidenciaba en un proyecto que solo se manifestó en los papeles, pero que no tuvo ningún correlato en acciones concretas. Sin embargo, los nuevos funcionarios reconocían la importancia de la iniciativa para el progreso de la sociedad pampeana; la intención de llevar adelante este proyecto se mantuvo evidente durante los meses posteriores. LA ESCUELA DE ENFERMERAS PROVINCIAL JOAQUÍN A FERRO Entre 1956 y 1960 la situación institucional de La Pampa se hallaba a medio camino entre un territorio nacional y una provincia, ya que dependía administrativamente de un gobierno central, estaba intervenida, no tenía Constitución, pero había sido declarada provincia (Zink, Moroni, Asquini y Folco, 2011: 98). Arturo Frondizi, presidente en 1958, nombró como interventor a Ismael Amit, dirigente clave en el período. Así, el Estado nacional tomó posición firme al esbozar los primeros diagnósticos sobre la problemática del desarrollo, en sintonía con el debate internacional. 404 LA ESCUELA PROVINCIAL DE ENFERMERAS JOAQUÍN A. FERRO EN LA PAMPA En este contexto, nuevas formas de pensar la medicina y el rol del Estado circularon en el campo sanitario; mientras que por un lado primaba la idea de un mayor compromiso de las agencias estatales en la prevención y el cuidado de la salud de la población, en oposición se planteó un retiro del Estado en la resolución concreta, a partir del impulso de formas de autogestión y autoabastecimiento. La planificación sanitaria formaba parte de la planificación general, en tanto los indicadores económicos positivos debían ser invertidos en el bienestar de los ciudadanos. En un contexto internacional signado por la Guerra Fría, con el creciente poderío estadounidense en la región, la guía para pensar y diseñar las políticas sanitarias se basó en los acuerdos y recomendaciones internacionales (Cerdá y Ramacciotti, 2015: 207 y 210). La Pampa se había convertido en un Estado autónomo; sin embargo, debía constituir una nueva sociedad sobre la base endeble del territorio nacional, estatus específico que encubría una situación política y económica de postergación. De esta manera, se convirtieron en materias prioritarias y urgentes la construcción de obras de infraestructura, la puesta en marcha de un aparato administrativo burocrático y la dotación de servicios adecuados a los pueblos del interior. La flamante provincia adhirió a los principios del desarrollismo bajo el liderazgo de Amit y sostuvo, pese a los vaivenes institucionales, lineamientos generales en materia de políticas estatales que involucraron esfuerzos de largo plazo.6 El clima de ideas imperante, como 6. La preocupación por la integración a la región pampeana a través de obras de infraestructura y la puesta en producción de la zona ribereña del Colorado en el sudoeste, especialmente de Colonia 25 de Mayo, Colonia El Sauzal y Colonia Chica, se constituyeron en temas permanentes en la agenda de todos los gobiernos (Zink, Moroni, Asquini y Folco, 2011: 103). 405 MARÍA JOSÉ BILLOROU ya señalamos, comprometió a la gestión caracterizada por la confianza en el progreso y la capacidad de la acción estatal para lograr los cambios deseados y alcanzar el desarrollo. Estas ideas orientaron la construcción y expansión de un Estado provincial que ramificó y profesionalizó su aparato burocrático-administrativo (Zink, Moroni, Asquini y Folco, 2011: 102-103). Con este objetivo, a inicios de septiembre de 1958, se elevó el proyecto de creación de la Universidad de La Pampa, formado por las escuelas superiores de Ciencias Económicas y Sociales, de Agronomía y Veterinaria, de Visitadoras de Higiene y Asistentes Sociales, de Electrotecnia, de Obstetricia y de Enfermeras. El plan incluía una organización de la universidad anclada en la burocracia provincial y con dependencia directa del gobierno a través del Ministerio de Gobierno y Obras Públicas.7 Comenzaron a funcionar las facultades de Agronomía y Ciencias Económicas, en coincidencia con el proyecto de provincia que se iniciaba (Billorou y Sánchez, 2011). El Estado provincial dirigió una atención especial a las políticas de salud, por varias razones. En primer lugar, el estancamiento de la población, ya mencionado, se presentaba como un obstáculo para la construcción del progreso y el bienestar. Por lo tanto, en palabras del gobernador, la salud debía gozar de una importancia central en la agenda gubernamental (Amit, 1961: 100). En segundo lugar, el proceso de reestructuración de todo el sistema de salud, recomendado por la Comisión de Consultores Internacionales dependiente de la 7. En esta etapa la Universidad Nacional de La Plata era la que otorgaba y validaba los títulos, mediante un convenio entre esta universidad y el gobierno provincial que incorporaba sus planes de estudio, designación de docentes, programas, condiciones de admisibilidad y el régimen de estudios. 406 LA ESCUELA PROVINCIAL DE ENFERMERAS JOAQUÍN A. FERRO EN LA PAMPA Organización Panamericana de la Salud en 1957, impactó con fuerza en el entramado institucional. Bajo su influencia, se organizó la desconcentración sanitaria con la transferencia de los hospitales nacionales a las provincias, proceso que se prolongó en el tiempo por las dificultades técnicas y financieras inherentes a la descentralización. El Ministerio de Salud Nacional se constituyó en el encargado de lograr la centralización normativa y orientadora, al mismo tiempo que afianzaba la descentralización operativa en las diferentes jurisdicciones (Cerdá y Ramacciotti, 2015: 211). En 1959, se firmó un convenio con el Ministerio de Salud Pública de la Nación por el cual se pusieron los hospitales nacionales bajo la dirección técnica del gobierno provincial.8 La transferencia completa y total de los establecimientos sanitarios con el personal a la órbita presidencial se concretó en 1968 mediante el Decreto Nº 5900/68, durante la Revolución Argentina (Guozden, 1970: 82). Aunque el gobernador Amit presentaba las ventajas de este proceso, se ocultaba que el traspaso se produjo sin el correspondiente soporte técnico y financiero con un efecto inmediato en el presupuesto. Así, todos los establecimientos de salud recibieron del gobierno provincial subsidios “para el personal especialmente” y “medicamentos, equipos, elementos, instrumental científico, camas” (Amit, 1961: 101). Finalmente, en 1956, la Comisión Asesora de Enseñanza de la Enfermería implementó un estudio sobre las escuelas de enfermería de todo el país; las conclusiones determinaron la desigual distribución del personal en las zonas urbanas, especialmente en las grandes capitales, en detrimento de las zonas rurales que se definió como un gran obstáculo para los servicios de salud. La epidemia de poliomie- 8. Decreto-Ley Nº 1509/55, (7 de agosto de 1959). Boletín Oficial, 242, p. 614. 407 MARÍA JOSÉ BILLOROU litis, simultáneamente, conformó el escenario apropiado para centros de formación de nivel superior. De esta manera, el Ministerio de Salud impulsó la creación de departamentos de enfermerías hospitalarios (Faccia, 2015: 317-318). El problema de la inexistencia de recursos humanos formados, que teñía toda situación provincial, adquirió, entonces, una relevancia mayor. A pesar de la presencia entre los objetivos de la fundación de la universidad de un instituto educativo específico, no logró concretarse la formación de enfermeras. Nuevamente, se sancionó una Ley Nº 199, que creó la Escuela Provincial de Enfermeras “a efectos de satisfacer las necesidades asistenciales de la Provincia” bajo la dependencia del Ministerio de Asuntos Sociales, Subsecretaría de Salud Pública y Bienestar Social.9 Recibió el nombre de Joaquín Ferro (1907-1938), joven médico municipal santarroseño, considerado como símbolo de nobleza, altruismo, filantropía, abnegación y generosidad. De esa manera, se enlazaba una institución dedicada a la formación de auxiliares con el ideal de la labor médica local, que señalaba a través de su juventud y servicio el modelo a seguir. Al mismo tiempo, el nombre de un hombre era utilizado para denominar un establecimiento de formación especializada destinado exclusivamente a jóvenes mujeres cuyas trayectorias formativas y profesionales se encontraban supervisadas bajo el colectivo médico. El Reglamento, Plan y Programas de Estudio, elaborado por el Ministerio se aprobó mediante Decreto Nº 364/61, en base a los que regían en establecimientos nacionales similares. La nueva institución funcionaba en el Hospital de Zona de Santa Rosa, en un pabellón específico. La 9. Ley Nº 199/60, (26 de agosto de 1960). Boletín Oficial, 297, p. 666. 408 LA ESCUELA PROVINCIAL DE ENFERMERAS JOAQUÍN A. FERRO EN LA PAMPA elección del espacio de enseñanza respondía al modelo de la enfermería moderna y profesional ejercida por mujeres, surgido de la mano de Florence Nightingale en Gran Bretaña y difundido por Cecilia Grierson en nuestro país, que dispuso de unidades escuelas en hospitales donde las alumnas estudiaran e hicieran sus prácticas. La dirección de la Escuela, también se ajustó a este esquema, que determinaba que la dirección de la institución se depositara en enfermeras superiores con independencia de la dirección del hospital (Martin, 2015: 264); de esta manera, estuvo bajo la responsabilidad de una enfermera, Aurora Beltrami; el personal docente también tuvo una presencia de mujeres entre sus filas, la instructora Haydee Dearriba y la nutricionista Marta Derna Peralta. En imagen 1 se observan las diferentes fotos que tratan de ilustrar el funcionamiento de la escuela, en un álbum que recoge el progreso y la modernidad de la sociedad pampeana. Imagen 1. Escuela de Enfermeras. Fuente: Ediciones Syl-Nes y Real Publicidad (1966). 409 MARÍA JOSÉ BILLOROU Se establecieron una serie de requisitos10 para la selección de las aspirantes que señalaron la vigencia de los perfiles de estudiantes determinados en los inicios de la feminización de la profesión (Ramacciotti y Valobra, 2008; Ramacciotti y Valobra, 2015). Claramente, la convocatoria se destinaba a mujeres jóvenes, de 17 a 35 años, rango etario similar al establecido por la Escuela de Enfermería de la Secretaría de Salud Pública. Las exigencias de buena salud, ya que se consideraba un estado de salud óptimo preparado para enfrentar situaciones de gran exigencia física, se cristalizaron a través de la presentación de certificados (de buena salud, expedido por la Dirección General de Salud Pública, y de vacunas). La condición moral de las candidatas también se indagó mediante la exposición de un testimonio de buena conducta; justamente, se consideraba que la formación de las futuras alumnas procuraba lograr la salud integral, física, moral y espiritual de la población. De este modo, siguió vigente en el ideario la concepción de las mujeres como salvaguardas de la recuperación física y moral de la nación, a pesar de la llegada de nuevas ideas sobre la relación entre Estado y sociedad establecidas por el desarrollismo. La modernización y el progreso, entonces, reforzaron los modelos femeninos tradicionales del cuidado y la protección hacia los más vulnerables. En un contexto mundial y nacional de transformación de los mandatos y lugares sociales hacia las mujeres, la enfermería se convirtió en un destino técnico y moderno para los atributos femeninos tradicionales. Sin embargo, la condición de estudios previos se determinó más amplia y laxa, ya que no requería estudios secundarios; en gran medida, este 10. Anónimo (24 de agosto de 1965). Está abierta la inscripción en la Escuela Provincial de Enfermeras. La Capital, p. 4. 410 LA ESCUELA PROVINCIAL DE ENFERMERAS JOAQUÍN A. FERRO EN LA PAMPA requerimiento revelaba las dificultades que enfrentaba el desarrollo de la educación en la provincia, especialmente en el interior, cuyas localidades carecían de establecimientos educativos de ese tipo.11 Los estudios duraban dos años y medio y el título tenía validez provincial. Los ritos tuvieron una importancia central en la formación: las nuevas alumnas recibían de manos de sus madrinas las togas y la directora de la Escuela les tomaba el juramento. La imposición de las cofias, acto tradicional realizado desde los orígenes de la enfermería moderna, se erigía en un rito público de iniciación a la profesión. La cofia de color blanco, que protegía el pelo recogido y colocado en el sobre interno para que no cayera sobre al campo de trabajo, constituyó un símbolo identificatorio de la enfermera como el profesional dedicado al cuidado de las personas, entre los otros miembros del equipo de salud (León Román, 2006). El cuerpo docente les brindaba a las estudiantes, mediante esta ceremonia, un sentido de pertenencia, al mismo tiempo que les otorgaba un símbolo identitario que materializaba los valores a encarnar: el orden, la limpieza, la responsabilidad y el cuidado (León Román, 2006). En la imagen 2 se retrata este acto; así, observamos a las nuevas alumnas de rodillas mientras las madrinas se las colocaban en sus cabezas. Preside toda la celebración un crucifijo y, delante de cada alumna, se erige una vela que simboliza la luz, a instancias del ejemplo de Florence Nightingale, que irradiaba la enfermera a la entera humanidad (Martin, 2015). 11. En Doblas, Victorica, General San Martín, Intendente Alvear, Guatraché, Quemú Quemú, Bernasconi, Catriló, Trenel, Macachín, Winifreda, Colonia Barón y Bernardo Larroudé se fundaron establecimientos educativos secundarios gracias al espacio que les concedía la enseñanza privada entre 1956 y 1966 (Billorou y Sánchez, 2011). 411 MARÍA JOSÉ BILLOROU Imagen 2. Ceremonia de imposición de tocas. Fuente: Ediciones Syl-Nes y Real Publicidad (1966). Esta celebración, reflejada en los periódicos locales,12 sirvió de marco para la entrega de los certificados de estudios a las egresadas del año anterior. Rodeada de un halo litúrgico, presidido por la figura del sacerdote, se destacaba el tono ritual y el simbolismo inicial del pasaje de mujer a enfermera. El discurso de la misericordia y la piedad cristiana impregnaron, notoriamente, el proceso de profesionalización (Ramacciotti y Valobra, 2008: 141). Al mismo tiempo, las enfermeras se presentaron como signo de idoneidad, eficacia y acción sanitaria moderna. Las siguientes imágenes, 3 y 4, reflejaban su ejercicio profesional, junto al médico, en una de 12. Anónimo (28 de agosto de 1965). Se impusieron las tocas en la Escuela de Enfermeras. La Arena, p. 1. 412 LA ESCUELA PROVINCIAL DE ENFERMERAS JOAQUÍN A. FERRO EN LA PAMPA las nacientes innovaciones del Estado provincial, el banco de sangre, creado por Decreto N° 1716/58 y en funcionamiento desde el 5 de junio de 1959; en dos publicaciones oficiales diferentes con un lapso de cinco años (1961 y 1966), se constituyeron en el signo evidente de la modernidad y el progreso de la medicina oficial pampeana. Mientras que en la imagen 4, se retrataba los inicios de los nuevos servicios y el entrenamiento de las enfermeras para su atención, cinco años después en la imagen 5, se captaba su consolidación, no solo a través del cambio tecnológico representado, sino también en la solvencia y eficiencia de la tarea de las enfermeras. Sin embargo, la supervisión médica fue una constante en ambas fotografías. Las enfermeras, egresadas de la Escuela, reflejaban fielmente las trasformaciones de la sociedad pampeana que amalgamaba nociones de tradición y modernidad para describir la nueva profesión. Imagen 3. Entrenamiento de enfermeras en extracción de sangre. Fuente: Amit (1961). 413 MARÍA JOSÉ BILLOROU Imagen 4. Enfermeras encargadas del banco de sangre. Fuente: Ediciones Syl-Nes y Real Publicidad (1966). La prensa local difundió las actividades de la Escuela, promocionaba la inscripción, detallaba la ceremonia de las tocas y describía su participación en diferentes momentos de la vida de la sociedad pampeana; por ejemplo, la foto siguiente que apareció en la prensa local, imagen 5, del acto de inauguración de la iluminación de mercurio en una de las avenidas de la ciudad, contó con el desfile de las alumnas de la Escuela ante el palco central.13 13. Anónimo (1 de septiembre de 1965). La Avenida Luro profusamente iluminada con luz a as de mercurio brinda ahora un magnífico espectáculo. La Capital, p. 2. 414 LA ESCUELA PROVINCIAL DE ENFERMERAS JOAQUÍN A. FERRO EN LA PAMPA Imagen 5. Alumnas de la Escuela de Enfermería desfilan frente al palco central. Fuente: La Capital (1 de septiembre de 1965: 2). En su discurso, se entrelazaban elementos de continuidad del modelo femenino tradicional, dotados de nociones religiosas, con otros significados a través de los cuales las alumnas representaban el de progreso y modernidad. Las nuevas enfermeras, con sus uniformes que acreditaban su formación profesional en la institución educativa provincial, representaban a la moderna joven pampeana. Ciudadanas activas, responsables de la salud de su comunidad y símbolos del desarrollo de la pujante provincia brindaban sus conocimientos científicos y técnicos para el cuidado de la comunidad. Los viejos mandatos de la atención hacia los sectores más vulnerables de la sociedad, los niños, los enfermos y los ancianos, en tanto atributos naturales de la condición femenina, se revestían de un nuevo ropaje: los saberes técnicos especializados. 415 MARÍA JOSÉ BILLOROU En 1967 se promulgó la Ley Nacional Nº 17132 sobre “Normas para el ejercicio de la medicina, odontología y actividades de colaboración”; en este nuevo marco legal se determinó que la enfermería era una actividad de colaboración con la profesión médica y odontológica. Esta legislación, que recogía una larga tradición en el campo sanitario sobre las relaciones jerárquicas y de complementación, podía considerarse parte de un abanico de medidas implementadas por la dictadura militar de Juan Carlos Onganía, de perfil tecnocrático y eficientista que aspiraban a impulsar la modernización estructural de la sociedad. La normativa estipulaba taxativamente que solo se considerarían auxiliares de la medicina u odontología a quienes poseían títulos expedidos por universidades públicas o escuelas reconocidas por la Secretaría de Estado de Salud Pública (Ramacciotti y Valobra, 2015: 384-385). La formación estuvo centrada en la sistematización técnica vinculada a los cuidados de enfermería, la capitación en cuidados administrativos y de planificación. La orientación de la enseñanza estuvo influenciada por el modelo medicalizado de la atención, centralizada en el carácter procedimental de las prácticas y en la supeditación de las tareas de enfermería a las acciones delegadas por el médico (Faccia, 2015: 319). El interventor designado por la Revolución Argentina, Helvio Nicolás Guozden, reorganizó, en consonancia con las políticas nacionales, la Escuela de Enfermería a partir de la aprobación del Reglamento Orgánico y Plan de Estudios de la Escuela de Enfermería mediante Decreto Nº 1858/70.14 14. Decreto Nº 1858/70, (11 de noviembre de 1970). Boletín Oficial, 831, pp. 1094-1103. 416 LA ESCUELA PROVINCIAL DE ENFERMERAS JOAQUÍN A. FERRO EN LA PAMPA Se transformó en un establecimiento superior de enseñanza de la enfermería profesional, con un plan de estudios con una duración de dos años y medio pero que modificó sus destinatarios, situación que se evidencia en su cambio de denominación de Escuelas de Enfermeras a Escuela de Enfermería; por lo tanto, mujeres y hombres se aceptaron en sus aulas. Conjuntamente, el requisito de estudios secundarios fue obligatorio. Los títulos emitidos tenían validez provincial pero reconocida por el Ministerio de Educación de la Nación. Al mismo tiempo, se constituyó un centro de capacitación para el personal que prestaba servicios de enfermería en la provincia y en la región del Comahue. Este último objetivo implicaba la implantación de cursos de auxiliares de enfermería para preferentemente personal de servicio mediante un sistema de becas, de ciclos breves de actualización en enfermería, de actualización docente y de conferencias. De esta manera, el Estado respondía a las necesidades de atención a la salud que planteaban las pequeñas localidades dispersas en el interior de la provincia, con inconvenientes de comunicación y acceso, en tanto los servicios sanitarios de mayor complejidad se localizaban en los centros urbanos. Un auxiliar de enfermería con una mínima infraestructura podía atender los primeros auxilios y cuidados, realizar tareas de prevención y asistir las necesidades primarias de salud. A MODO DE CIERRE El Hospital de Santa Rosa realizaba un registro de profesionales médicos,15 donde se inscribieron las enfermeros/as y las auxiliares 15. Registro de Profesionales Médicos (Archivo Histórico Provincial, s./f.). 417 MARÍA JOSÉ BILLOROU de enfermería hasta aproximadamente el año 1975. Ciento treinta y una personas se anotaron, ciento veinticinco mujeres y seis hombres. Ochenta y dos enfermeras, cinco enfermeros; cuarenta y cuatro fueron inscriptos como auxiliares de enfermería, solo uno de ellos un hombre. Los enfermeros varones correspondían a las primeras etapas del registro, de acuerdo al número de matrícula y ninguno de ellos residió en Santa Rosa sino en localidades del interior provincial: Rucanelo, General Pico y Quemú Quemú; en cambio el varón, auxiliar de enfermería, realizó sus actividades en Santa Rosa hacia el final del período. Por lo tanto, fueron las mujeres las encargadas de complementar la labor médica y colaborar en las tareas sanitarias en los establecimientos sanitarios de diversa complejidad a lo largo de toda la provincia. La consolidación de una profesión femenina se realizó simultáneamente con la organización del Estado provincial, por lo tanto, la Escuela de Enfermeras se erigió en la institución pionera para la gestación de políticas públicas en áreas hasta entonces de exclusiva incumbencia del Estado central: la educación y la salud. Las mujeres pampeanas aceptaron el reto, en tanto las posibilidades de acceso al mundo del trabajo a través de itinerarios educativos específicos eran escasas. Se integraron a una estructura laboral jerárquica, dominada por varones, bajo el rotulo de la colaboración y la complementación y adhirieron a una trayectoria laboral que privilegió las características de abnegación y cuidado. Sin embargo, más allá de las limitaciones, en un contexto de modernización y transformación social, obtuvieron posibilidades de autonomía económica, perspectivas de intervención social, prestigio y reconocimiento comunitario. 418 LA ESCUELA PROVINCIAL DE ENFERMERAS JOAQUÍN A. FERRO EN LA PAMPA BIBLIOGRAFÍA FUENTES PRIMARIAS Amit, I. (1961). Reseña de la obra ejecutada por el gobierno de la Provincia de la Pampa desde mayo de 1958 a 1960. Buenos Aires: Cooperativa Poligráfica Editora Mariano Moreno. Anónimo. (1955-1970). Boletín Oficial. Provincia de La Pampa. ----- (1945-1970). Diario La Capital. Santa Rosa, La Pampa. ----- (1965). Diario La Arena. Santa Rosa, La Pampa. Guozden, H. (1970). Cuatro años de gobierno en La Pampa 1966-1970. Santa Rosa: Imprenta Oficial, Consejo Provincial de Difusión. Ediciones Syl-Nes y Real Publicidad (1966). Imágenes de Santa Rosa en sus 74 años. 1892-1966. Santa Rosa: Ediciones Syl-Nes y Real Publicidad. Argentina, Provincia de la Pampa (s./f.). Archivo Histórico Provincial (AHP). Santa Rosa: Fondo de Salud Pública. FUENTES SECUNDARIAS Billorou, M. J., Di Liscia M. S. y Rodríguez A. (2007). La disputa en la construcción de la cuestión social en el interior argentino. Tensiones entre el Estado y las mujeres (ca. 1900-1940). 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Ramaciotti (dirs.), La salud pública y la enfermería en la Argentina (pp. 315-331). Bernal: Universidad Nacional de Quilmes. 420 LA ESCUELA PROVINCIAL DE ENFERMERAS JOAQUÍN A. FERRO EN LA PAMPA Folco, M. E. (2000a). La enfermería, una historia de mujeres. En M. H. Di Liscia et al, Mujeres, Maternidad y peronismo (pp. 101-122). Santa Rosa: Fondo Editorial Pampeano. ----- (2000b). La enfermera: síntesis de feminidad. Género y salud en la pampa durante los gobiernos peronistas (1946-1955). La Aljaba, Segunda época, 5, 122-144. ----- (2001). Control social, género y enfermería. (Ponencia). XXIII International Congress Latin American Studies Association, Washington. León Román, C. A. (2006). El uniforme y su influencia en la imagen social. Revista Cubana de Enfermería, 22(1). Recuperado de http://scielo.sld. cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S08643192006000100006&lng=e s&tlng=es Martin, A. (2015). Mujeres y enfermería: una asociación temprana y estable (1886-1940). En C. Biernat, J. 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Este grupo buscó construir su prestigio profesional contrariando la caracterización tradicional de la enfermería que se asoció a una práctica de “idóneos formados empíricamente”. En ese proceso, además de promover la capacitación profesional, se crearon organizaciones para expresar sus demandas corporativas y forjar la respetabilidad de sus tareas. Se registra, pues, una articulación entre las prácticas sindicales y colegiadas, en donde se puso el acento en la regulación formal del ejercicio de la enfermería de acuerdo con los cánones profesionales a los que habían accedido. Para reconstruir este proceso, se ha recurrido a diversas fuentes. En primer lugar, hemos retomado diversas investigaciones locales en las que se ha sistematizado la historia de las políticas sanitarias en esta provincia (Mases y Caminotti, 2015; Churrarín, 2015; 425 ANABEL ANGÉLICA BELIERA Taranda et al, 2008). Debe mencionarse especialmente la reconstrucción de la memoria del sector de enfermería que se encargó de reconstruir Alba Churrarín (2015), enfermera que ingresó al Servicio de Pediatría del Hospital Provincial Neuquén en el año 1967 y al año siguiente fue nombrada parte del equipo del Departamento de Enfermería. A su vez, esta enfermera nos ha cedido gentilmente parte de su archivo documental y fotográfico para poder ilustrar algunos de los procesos. En segundo lugar, hemos recurrido a diversos documentos históricos del gobierno provincial. Por un lado, documentos disponibles en el archivo del COPADE (Consejo de Planificación y Acción para el Desarrollo del Gobierno de la Provincia de Neuquén); por otro lado, hemos analizado documentos de creación de la carrera de enfermería en la Universidad Nacional del Comahue, leyes y documentos periodísticos del diario local La Mañana de Neuquén. En tercer lugar, se retoman resultados de una investigación doctoral en la que hemos analizado el sentido que los trabajadores del Hospital Provincial Neuquén le asignaban a sus prácticas laborales y políticas (Beliera, 2017). En la misma se realizaron entrevistas semiestructuradas en profundidad a los trabajadores del sector, y aquí retomamos las realizadas a los miembros del SEN en el año 2016. Mostraremos que el proceso de profesionalización de este grupo no puede ser analizado únicamente en relación con la adquisición de conocimientos académicos y laborales, sino que debe incorporarse el estudio de la construcción de sí mismos como grupo profesional y sindical con intereses específicos. 426 UN COLECTIVO PROFESIONAL, LABORAL Y POLÍTICO. LA ENFERMERÍA EN NEUQUÉN LOS PRIMEROS PASOS La provincia de Neuquén se constituyó como un Estado subnacional con autonomía recién en el año 1955; es decir, se trata de una provincia reciente. Hasta entonces, pertenecía a los denominados territorios nacionales, y sus políticas sanitarias dependían de las agencias sanitarias nacionales, primero del Departamento Nacional de Higiene y en momentos de su provincialización del Ministerio de Salud y Asistencia Social. Al no contar con instituciones sanitarias locales, parte de los proyectos sanitarios para esta región fueran canalizados a través de otras organizaciones. En primer lugar, debe nombrarse la Sociedad de Beneficencia, que en el año 1905 designó una comisión de vecinos notables para impulsar la construcción de un hospital en la capital territoriana, para lo cual hicieron una colecta a través de la organización de eventos y donaciones (Mases y Caminotti, 2015). Este proyecto terminó en un fracaso, ya que no se pudo recaudar fondos. En segundo lugar, la primera enfermería de la región se instaló en el año 1909 en el Consulado de Chile, ubicado en la ciudad de Neuquén. Se trataba de una institución ligada al ejército que contaba con personal para realizar primeros auxilios ambulatorios (Churrarín, 2015). En 28 de julio de 1913 se inauguró la primera Asistencia Pública en zona céntrica de la ciudad capital, en un local alquilado que tenía capacidad para 15 camas de internación de hombres y mujeres, un consultorio y un precario quirófano. La creación de esta institución sanitaria se derivó de la decisión del Departamento Nacional de Higiene, durante la Dirección del Dr. José Penna, de crear simultáneamente Administraciones Sanitarias y Asistencias Públicas en ocho 427 ANABEL ANGÉLICA BELIERA capitales de territorios nacionales en 1912, cuestión que terminó de realizarse al año siguiente (Mases y Caminotti, 2015). Su primer director fue el médico Ventura Robledo sucedido por Alejandro Iarcho y Antonio Mare. En 1926 arribó a Neuquén el médico Eduardo Castro Rendón, para dirigir este establecimiento, y en 1930 el médico Luis Ramón. Ambos fueron centrales en la historia sanitaria local. Las precarias condiciones edilicias, la escasez de medicamentos y la falta de recursos humanos formados marcaron la tónica de estos años. La ausencia de enfermeros capacitados hizo que los médicos de la Asistencia Publica tuvieran que instruir en prácticas de cuidado y asistencia a trabajadores de la institución que no estaban destinados a tal fin. Tal es el caso de la capacitación realizada por el médico Castro Rendón al chofer de ambulancias Oscar Arabarco, para que aprendiera a poner inyecciones, colaborar con las tareas de cuidado y asistir al equipo quirúrgico. Con el correr de los años, un grupo de enfermeros que habían sido formados empíricamente se organizó para dar atención las 24 horas del día en la Asistencia Pública para los pacientes que demandaban internación (Churrarín, 2015). Además, se contaba con el trabajo de un grupo de voluntario –María Soldano, María Salgado y Luis Zapata– que desarrollaban tareas de limpieza, cocina y enfermería ad honorem. Como vemos, en esta época era notable la superposición de tareas de atención de pacientes y de limpieza de las instalaciones. Con el correr de los años, a medida que los enfermeros se fueron delimitando como un grupo laboral con formación académica específica para las tareas de cuidado de pacientes, se fueron abandonando progresivamente, ya que fueron delegadas al sector de mucamas. La profesionalización de este grupo hizo que algunas actividades que formaban parte de las labores de un grupo luego fueron catalogadas de 428 UN COLECTIVO PROFESIONAL, LABORAL Y POLÍTICO. LA ENFERMERÍA EN NEUQUÉN “no profesionales” o “subprofesionales”, tal como ha sido señalado por Everett Hughes (1996) para el caso norteamericano. A medida que el estatus profesional se eleva, delegan las más modestas de sus tareas tradicionales a los auxiliares o a las mucamas, pues se van abandonando progresivamente las tareas menos prestigiosas. Debemos mencionar tres procesos que fueron centrales para profesionalizar la enfermería local: por un lado, la inauguración del Hospital y de una filial de la Cruz Roja en la ciudad de Neuquén; por otro lado, la creación del Centro de Higiene Maternal e Infantil y, finalmente, el desarrollo de lo que se denominó la “lucha antituberculosa”. Debido a la creciente demanda de enfermeros formados que implicaron estas políticas sanitarias, en el año 1958 finalmente se inauguró la Escuela de Auxiliares Técnicos de la Medicina. Las precarias condiciones edilicias de la Asistencia Pública llevaron a que la administración local solicitara al Departamento Nacional de Higiene la construcción de un hospital, cuyas obras comenzaron finalmente en 1937 y se extendieron hasta 1940. La inauguración se demoró debido a que las obras quedaron inconclusas y, ante el riesgo de que el edificio fuera usado para otras funciones, Castro Rendón decidió ocuparlo el 15 de abril de 1940 (Comisión Histórica por el Centenario del Hospital Provincial Neuquén, 2015). Ese mismo año, se fundó en Neuquén la primera filial de la Cruz Roja y en 1941 se llevó adelante el primer Curso de Samaritanas, que dieron origen a la primera formación de enfermeras en la región. El mismo fue dictado por el médico Luis Ramón y un conjunto de médicos del ejército (Churrarín, 2015). Debido a las alarmantes cifras de enfermedades y muertes infantiles, en 1943 se creó en Neuquén el Centro de Higiene Maternal e Infantil a cargo del médico Luis Ramón, que funcionó inicialmente en el edificio 429 ANABEL ANGÉLICA BELIERA de la Cruz Roja. Allí se contralaba a embarazadas, partos y niños en la primera infancia (Mases y Caminotti, 2015). En 1946 un incendio destruyó la casa de la Cruz Roja, por lo que se trasladaron estas funciones al hospital local y se comenzaron las gestiones para la construcción de un edificio propio. Si bien se llegó a iniciar las obras, luego quedaron suspendidas hasta 1955, cuando Ramón asumió como ministro de Bienestar Social. Tanto el Hospital como el Centro de Higiene Maternal e Infantil de Neuquén fueron instituciones centrales en el proceso de profesionalización de la enfermería local. Durante la gestión del gobierno peronista a nivel nacional, con Ramón Carillo primero como secretario de Salud y a partir de 1949 como ministro de Salud, empezaron los cambios en el territorio nacional en una dirección más universalista. El Estado buscó proyectarse en todo el territorio con el objetivo de integrar regiones excluidas de los servicios sanitarios, buscando modificar hábitos de la población que no había tenido hasta entonces mayor contacto con los servicios oficiales de salud, pero estas campañas sanitarias no alcanzaron para eliminar las diferencias territoriales (Ramacciotti, 2009). En 1947 se realizó la Primer Caravana Sanitaria para distribuir materiales en diversos establecimientos hospitalarios, y uno de los puntos de destino escogidos fue Neuquén (Ramacciotti, 2009). Entre 1947 y 1948 se realizaron diversas campañas sanitarias a la Región Patagonia que buscaban “combatir” la hidatidosis, el tracoma, la anquilostomiasis y el paludismo. En 1947 se construyeron estaciones sanitarias en las ciudades de Chos Malal y Villa la Angostura, se implementaron planes de vacunación, rápida asistencia en momentos de brotes epidémicos y se aumentó la capacidad sanitara del hospital capitalino. Sin 430 UN COLECTIVO PROFESIONAL, LABORAL Y POLÍTICO. LA ENFERMERÍA EN NEUQUÉN embargo, estas políticas no resolvieron los déficits acumulados en las décadas pasadas de prescindencia oficial (Perrén y Casullo, 2015). En el año 1955 se creó el Estado Provincial de Neuquén, aunque el desarrollo de un gobierno local constitucional se vio interrumpido ese mismo año por el golpe de Estado militar autodenominado Revolución Libertadora. El médico Luis Ramón asumió como ministro de Bienestar Social en 1955, en épocas de este golpe de Estado (La mañana de Neuquén, 2013), y decidió continuar con la construcción del Centro Materno Infantil, que fue inaugurado en marzo de 1958 bajo la dirección de la Dra. Beatriz Battisti de Peláez. Contaba con consultorios externos, sala de guardia, odontología, 12 camas de obstetricia, 20 cunas e incubadoras además de cocina, lavadero, sala para la preparación de biberones y, con posterioridad, laboratorio y banco de sangre. Se incorporaron, además, nuevas técnicas para administrar medicamentos a los pacientes (utilización de vía endovenosa en lugar de subcutánea). La inauguración de nuevos servicios y la modificación de la tecnología llevaron cambios en el trabajo de enfermería: por un lado, se contrató a un número mayor de enfermeras, quienes contaban, a su vez, con un nivel superior de capacitación; por otro lado, se organizaron cursos de capacitación y entrenamiento para el personal, y se gestionaron becas para que el personal cursara estudios de auxiliares de enfermería en la vecina ciudad de General Roca y en Buenos Aires (Churrarín, 2015). Las modificaciones en los roles laborales se validó mediante un cambio en las tareas técnicas (Hughes, 1996); es decir, se dan cambios en la organización del trabajo por la incorporación de nuevas tecnologías o técnicas que modificaron las tareas de los trabajadores y los roles que estos debían asumir. 431 ANABEL ANGÉLICA BELIERA Los cursos de adiestramiento del personal estuvieron a cargo de Lucrecia Barisich, una enfermera porteña que había sido convocado en el año 1956 con este objetivo (Comisión Histórica por el Centenario del Hospital Provincial Neuquén, 2015). Una vez finalizada esta capacitación, ella propuso la creación de la escuela de enfermería. Debido a las crecientes necesidades de capacitación del personal, el 12 de marzo de 1958 se inauguró la Escuela de Auxiliares Técnicos de la Medicina bajo su dirección. Para ingresar a la escuela se requería comprobar educación primaria completa y luego de la formación se accedía al título de Enfermero, que luego cambiaría a Auxiliar de Enfermería. La escuela tenía doble dependencia: el Consejo Provincial de Educación supervisaba los aspectos académicos y otorgaba el título, y el Ministerio de Salud de la Nación pagaba los sueldos de los instructores y supervisaba los programas (Churrarín, 2015). Para llevar adelante las tareas docentes, inicialmente se convocó a tres enfermeras profesionales: Rosa Osachuk, que migró a Neuquén con este objetivo, y dos enfermeras neuquinas que habían recibido becas los años anteriores para ir a formarse a Buenos Aires, Rosa Orrego y María Eugenia Caneo. Algunos años más tarde se incorporaría Marina Quiroga e Inés Gonzales (Churrarín, 2015). El año que se puso en funcionamiento la escuela, Lucrecia Barisich dirigió la primera ceremonia de imposición de tocas a veinte aspirantes a la carrera. La primera promoción data del año 1961. Si bien se trataba de una escuela estatal, la formación de enfermería estaba articulada con aspectos religiosos. En la ceremonia de imposición de tocas las aspirantes recibían la cofia y realizaban juramento a Dios, y en los actos de egreso era usual que el obispo de Neuquén bendijera a las egresadas y realizara la entrega de títulos. 432 UN COLECTIVO PROFESIONAL, LABORAL Y POLÍTICO. LA ENFERMERÍA EN NEUQUÉN Figura 1. Ceremonia de imposición de tocas en la Escuela de Auxiliares Técnicos de la Medicina, 1961. Fuente: Archivo personal cedido por Alba Churrarín. Figura 2. Entrega de títulos en Escuela de Auxiliares Técnicos de la Medicina, 1964. Obispo Jaime de Nevares bendice a las egresadas y entrega los títulos. Fuente: Archivo personal cedido por Alba Churrarín. 433 ANABEL ANGÉLICA BELIERA En 1960 Lucrecia Baricish regresó a Buenos Aires, y la escuela quedó bajo la dirección de la Dra. Muñoz de Toro (Churrarín, 2015). La existencia de esta escuela permitió que los enfermeros que ingresaron al Hospital cuando se crearon nuevos servicios de Laboratorio, rayos X y Hemoterapia en la década de 1960, fueran mayoritariamente egresados de allí. Otra área de acción sanitaria prioritaria por estos años que implicó una incipiente profesionalización de la enfermería fue el tratamiento de enfermedades infecto-contagiosas, como la tuberculosis e hidatidosis. La tuberculosis e hidatidosis hacía estragos entre la población rural ganadera de la provincia de Neuquén y una de las estrategias de control se basó en el tratamiento domiciliario y supervisado (López, 2010). La “lucha antituberculosa” consistía en el tratamiento y seguimiento de pacientes de regiones alejadas de la capital provincial, a través de visitas periódicas. Para esta campaña se incorporaron dos enfermeras: Evangelina Diocares –estudiante de Enfermería– y Salome Nélida Orellana –enfermera idónea del Hospital– (Churrarín, 2015). EL PLAN DE SALUD PROVINCIAL En el año 1958, con el fin del golpe militar, y en un contexto de proscripción del peronismo, se desarrollaron las primeras elecciones provinciales, resultando electo el partido Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI). En las elecciones para elegir el segundo gobierno provincial, desarrolladas a finales del año 1962, un partido local neoperonista derrotó a la UCRI: se trataba del Movimiento Popular Neuquino (MPN), con Felipe Sapag como gobernador. Este partido ha resultado victorioso en todas las elecciones gubernamentales 434 UN COLECTIVO PROFESIONAL, LABORAL Y POLÍTICO. LA ENFERMERÍA EN NEUQUÉN desde el año 1962; es decir, ha sido el partido gobernante durante los últimos 56 años, desde el segundo gobierno constitucional luego de la provincialización. Felipe Sapag fue gobernador durante cinco períodos (1963-1966, 1970-1972, 1973-1976, 1983-1987, 1995-1999), y representó en la provincia de Neuquén el desarrollo de un modelo de gestión estatal planificador y desarrollista. En sus primeros gobiernos, se montaron los sistemas públicos de salud y educación, así como viviendas y obras de infraestructura social básica. El Pan de Salud provincial puesto en marcha en la década de 1970 hizo que el sistema de salud público neuquino fuera una referencia para toda la región Patagonia. En la implementación de este Plan se registra una combinación de ideas que se encontraban en debate a nivel nacional. Tal como ha sido reconstruido por Karina Ramacciotti (2014), en los años sesenta la política de salud del peronismo fue duramente criticada y muchas de las obras sanitarias iniciadas fueron abandonadas. Se promocionaron los conceptos de descentralización y de autogestión hospitalaria. Para delegar la gestión de las políticas sanitarias en las comunidades, se produjo la primera transferencia de hospitales nacionales hacia las provincias, proceso que se prolongó por las ineludibles dificultades técnicas y financieras inherentes a la descentralización (Ramacciotti, 2014). Finalmente, en el año 1968, los establecimientos sanitarios terminaron de ser transferidos a las provincias, cuestión que fue ratificada en Neuquén por la Ley Provincial N° 556/68. En Neuquén, la continuación de Felipe Sapag como gobernador (1963-1966, 1970-1973, 1973-1976), quien se presentaba como un continuador de las ideas peronistas, hizo que algunos de sus proyectos, que aparecían como contrapuestas en el plano nacional, apare435 ANABEL ANGÉLICA BELIERA cieran articulados en la implementación de las políticas sanitarias provinciales. Como veremos, si bien se dio creciente importancia a la descentralización del sistema público de salud y se crearon numerosos puestos de control sanitarios rurales y centros de salud barriales –donde la comunidad tuvo un rol preponderante–, esta política se combinó con una fuerte inversión en la ampliación de la estructura hospitalaria instalada y la construcción de nuevos hospitales. Se amplió el Hospital capitalino, donde se construyeron nuevas salas de internación y un quirófano; se agrandó el banco de sangre y se creó el servicio de Cirugía Pediátrica del Centro Materno Infantil y se amplió la institución geriátrica dependiente del estado provincial (Poder Ejecutivo Provincial de Neuquén, 1968). En 1970 el entonces ministro de Bienestar Social de Neuquén presentó un programa de acción para el sector de salud, que luego fue conocido popularmente con el nombre de “Plan de Salud” (Perrén y Casullo, 2015). En este plan se desarrollaron diversas políticas tendientes a solucionar los problemas sanitarios de la zona: en primer lugar, respecto a la organización de recursos de salud, se abandonó como modalidad operativa la unidad hospitalaria centralizada para privilegiar un sistema de atención médica irradiada en el territorio provincial (Arias Bucciarelli y Favaro, 2008). Se reestructuró la Dirección General de Salud Pública transformándola en Subsecretaría. Se desplegó un sistema regionalizado, dividendo el territorio en cuatro zonas sanitarias y, dentro de cada zona, los establecimientos sanitarios fueron organizados en niveles de complejidad creciente. En segundo lugar, respecto al mejoramiento de la infraestructura hospitalaria, se remodelaron y ampliaron los puestos sanitarios de diversas localidades y se realizaron obras para construir nuevos hos436 UN COLECTIVO PROFESIONAL, LABORAL Y POLÍTICO. LA ENFERMERÍA EN NEUQUÉN pitales (COPADE, 1970). En tercer lugar, respecto a la provisión de elementos necesarios para el control médico, se promovieron políticas de atención integral de la salud, con normalización central y descentralización ejecutiva. Para el cuidado de la población rural dispersa, se realizaron visitas programadas periódicas. También fueron centrales las políticas relativas al personal. De acuerdo a los diagnósticos que habían elaborado, “los problemas más importantes de personal están en el sector de enfermería, donde a su escaso número se agrega la insuficiente jerarquización y adiestramiento” (Sapag, 1971: 67). Para solucionar esta situación, se generaron políticas específicas: se elaboró un “programa de adiestramiento del personal” para formar como “auxiliares de enfermería” al personal empírico y en “enfermeros” al personal auxiliar. Para planificar este programa, en 1970 las autoridades de Salud convocaron a Dina Tomio –enfermera egresada de la escuela de la Cruz Roja de la ciudad de Buenos Aires–. Entre 1970 y 1971, se formaron como auxiliares de enfermería 30 enfermeros empíricos, fueron becados 10 auxiliares de enfermería de plantel para realizar el curso técnico en la escuela de General Roca, y 4 enfermeras para realizar formación profesional en Bahía Blanca, La Pampa y Buenos Aires (COPADE, 1970). En 1971 se creó un Curso de Enfermería de tres años de duración, y fueron capacitadas seis enfermeras –que egresaron en 1974– (Secretaría del COPADE, 1971), y se creó un Curso de Docencia en Enfermería para que el personal formado pudiera capacitar a otros colegas. Dina Tomio proyectó un plan de 10 años para realizar la conversión de todo el personal empírico en auxiliares de enfermería, que se im- 437 ANABEL ANGÉLICA BELIERA plementó a partir del año 1972. 1 Para ello, se organizó el traslado de los agentes sanitarios desde el interior de la provincia hacia la capital por el término de 10 meses para realizar el Curso de Auxiliares en la Escuela de Enfermería y realizar las prácticas hospitalarias en el Hospital Rural Neuquén. Finalmente, se creó el Departamento de Enfermería en Nivel Central de la Subsecretaría de Salud. Dina Tomio convocó a la licenciada Marta Lima para que ocupara la jefatura de dicho departamento y coordinara los Cursos de Auxiliares (Churrarín, 2015). El Departamento de Enfermería tenía como objetivo poner en funcionamiento la administración de los recursos humanos y materiales de este grupo laboral: movimiento del personal (planificación de vacaciones, turnos), horarios de trabajo, insumos, capacitaciones –para lo cual se establecieron convenios con la Universidad de Rosario–. Vemos, pues, que el Plan de Salud provincial implementado durante la década de 1970 en la provincia de Neuquén fue central para dar impulso al proceso de profesionalización de la enfermería local. Aunque con el correr de los años los enfermeros fueron construyendo criterios propios de legitimación y moldearon de manera activa su identidad local, lo cierto es que este proceso no estuvo iniciado por causas endógenas al grupo, sino que estuvo vinculado a las decisiones de gestión gubernamental del sistema de salud público. La creación de nuevas instituciones y políticas sanitarias demandaron 1. A nivel nacional, el proceso de formación de los enfermeros idóneos comenzó en las décadas de 1940 y 1950, cuando se promovieron procesos de formación a cargo del Estado para el personal auxiliar de enfermería (Ramacciotti y Valobra, 2015). Sin embargo, vemos que en la provincia de Neuquén este proceso tuvo lugar a partir de la década de 1970, con la implementación del Plan de Salud. 438 UN COLECTIVO PROFESIONAL, LABORAL Y POLÍTICO. LA ENFERMERÍA EN NEUQUÉN que los enfermeros se capacitaran para poder dar respuestas técnicamente adecuadas a las nuevas demandas. LA ENFERMERÍA EN LA TRAMA LABORAL, ACADÉMICA Y COLEGIADA Aunque la dictadura militar de 1976 no desarticuló completamente el Plan de Salud, sí se vivió un lento proceso de liberalización y una progresiva transferencia de recursos del sector público al privado. La provincia entraría en la década de 1980 con un sistema de salud bifronte: con un subsistema público ampliamente legitimado y un sector privado robustecido, alimentado por las obras sociales (Taranda et al, 2008). Esta década fue importante en el proceso de profesionalización de enfermería debido a tres procesos: se realizaron modificaciones en el Departamento de Enfermería en relación con el surgimiento de nuevos servicios en el Hospital Rural Neuquén, se creó la Asociación Unión Enfermeros/as del Neuquén (AUEN) y se realizaron diversos estudios de diagnóstico y factibilidad para la creación de la Licenciatura en Enfermería en la Universidad Nacional del Comahue. Como veremos, si en la década de 1970 se había dado un fuerte proceso de capacitación y formación académica de los enfermeros, en la década de 1980 fue cada vez más notoria su organización como grupo laboral, profesional y político. En la década de 1980 se realizaron obras de infraestructura e incorporación de tecnología en el Hospital Rural Neuquén que llevaron a que se modificaran las prácticas de atención médicas y de enfermería. En el año 1981 se construyó el Sector Oncología con bomba de cobalto; en 1982 se ampliaron los servicios de Internación, Cirugía, 439 ANABEL ANGÉLICA BELIERA Obstétrica y la Terapia Intensiva; y, además, se creó la Central de Esterilización y Preparación de Materiales. Desde el Departamento de Enfermería se modificó la organización del personal en función de ganar especificidad para cada uno de los sectores. En primer lugar, se crearon nuevas “unidades de internación” y se designaron jefaturas para cada servicio (Churrarín, 2015). Para seleccionar a las personas que ocuparon dichos cargos, en 1982 se convocó a un concurso abierto para enfermeros de todo el país, realizado en la Casa de Neuquén en Buenos Aires, con el objetivo de contratar a seis profesionales enfermeras con formación, que fueron ubicadas como Supervisaras de Enfermería en los servicios ya establecidos (Camino Vela, 2015: 165). En segundo lugar, debido a que el trabajo del Departamento de Enfermería era cada vez más intenso, acordaron que los camilleros y mucamas quedaran a cargo del servicio de mantenimiento y dejaran de pertenecer a dicho departamento (Churrarín, 2015). Como indica Hughes (1996), el proceso de conversión de un “arte” o un oficio a una profesión establecida comprende a menudo una tentativa por abandonar ciertas tareas y delegarlas a otros grupos de trabajadores de los que se deberá encontrar apelación. El hecho de que el Departamento de Enfermería abandonara las tareas de organización del trabajo de los camilleros y mucamas estaba profundamente vinculado con el proceso de profesionalización de aquel grupo: debido al aumento del número de enfermeros pertenecientes al sistema de salud y al desempeño de tareas cada vez más específicas que dependían de cada uno de los sectores de atención, este grupo comenzó a constituirse como un colectivo laboral 440 UN COLECTIVO PROFESIONAL, LABORAL Y POLÍTICO. LA ENFERMERÍA EN NEUQUÉN particular y con funciones cada vez más específicas. La diferenciación respecto de otros trabajadores que realizaban tareas de limpieza debe entenderse como parte del proceso de construcción de la enfermería como colectivo laboral, profesional y político. En el marco de esta creciente importancia de la enfermería profesional en la provincia de Neuquén, surgieron diversos proyectos educativos y que sentaron las bases para la posterior creación de la carrera de pregrado en Enfermería en la Universidad Nacional del Comahue. Recordemos que en la ciudad de Neuquén funcionaba la Escuela de Auxiliares Técnicos de la Medicina, en la que se dictaba la carrera de Auxiliar de Enfermería con ingreso posprimario. En el año 1981 se produjeron modificaciones y dicha currícula se integró a la del ciclo básico común al nivel medio con salida laboral de enfermería. Se trataba de un programa de tres años con exigencia de doble escolaridad, que incluía la realización durante la mañana de la práctica hospitalaria en el Hospital Regional Neuquén. El requisito de ingreso era nivel primario y el título Auxiliares de Enfermería (Ministerio de Gobierno, Educación y Salud, 1983). En 1983 egresó la primera promoción de esta institución. Ya para este año, era visible la creciente demanda de esta escuela: los aspirantes fueron 120, pero había una matrícula de 82 en razón de la infraestructura disponible (Ministerio de Gobierno, Educación y Salud, 1983). En 1984 se dio lugar a la formación técnica en enfermería, a través de la creación de la Escuela Superior de Enfermería, que finalmente inició sus actividades en 1985. Sus primeras directoras fueron Eve Gil y Martha Kossoy. Simultáneamente, se realizaron estudios de factibilidad para la creación de un Centro Universitario de Ciencias para la Salud en la Universidad Nacional del Comahue, el cual, en el año 1985, finalmente se 441 ANABEL ANGÉLICA BELIERA inauguró. Si bien en un comienzo no contó con la carrera de Enfermería, su creación permitió que años más tarde se iniciara la formación de dicha Licenciatura –año 1998–. La carrera se inició con una duración de 5 años y al tercer año se otorgaba un título intermedio de Enfermero (Consejo Superior Universidad Nacional del Comahue, 1999). También consideramos fundamental tener en cuenta la creación, en el año 1983, de la AUEN. Esta asociación, que mantiene su existencia hasta la actualidad, es una organización colegiada cuyo objetivo era favorecer la vida asociativa de este grupo. El proyecto de creación de esta asociación contó con el apoyo de Dina Tomio (Camino Vela, 2015), y la presidencia fue ejercida por la licenciada Elsa Magnín (La Mañana de Neuquén, 2011). La expresión de los intereses colegiados y gremiales de la enfermería en la provincia de Neuquén deben ser entendidos en el marco del cambio de contexto político y económico que se vivió en esta provincia hacia finales de la década de 1980 y durante los años noventa. Luego de la recuperación de la democracia, Felipe Sapag había sido fue electo gobernador para el período 1983-1987, luego de lo cual fue sucedido por Pedro Salvatori, con Gustavo Vaca Narvaja como ministro de Salud. La gestión de este ministro implicó profundas modificaciones en el sistema de salud pública local. Respecto al sector de enfermería, se decidieron modificaciones en la estructura organizativa que fueron interpretadas como un retroceso en el proceso de profesionalización y especialización que venían atravesando: “se informó que las conducciones de Enfermería iban a ser renovadas”, “se colocó a un Auxiliar de Enfermería para que ocupara la Dirección Provincial de Enfermería” y “se tomó la decisión de desplazar a las Enfermeras Jefes del Hospital Castro Rendon, Mirta Flaherty, y de 442 UN COLECTIVO PROFESIONAL, LABORAL Y POLÍTICO. LA ENFERMERÍA EN NEUQUÉN Nivel Central, Dina Tomio” (Churrarín, 2015: 184). Estas decisiones provocaron malestar en el sector de enfermería. En este contexto, la AUEN se movilizó en defensa de los intereses de este grupo. Se reclamaba a las autoridades que hubiera mayor claridad en el proceso de selección de los cargos de coordinación de enfermería y que se garantizara la estabilidad en los cargos con el llamado a concurso (Churrarín, 2015). Luego de algunas reuniones, Flaherty aceptó la propuesta de trabajar a Nivel Central al sector de Epidemiología y Dina Tomio fue jubilada de oficio (Churrarín, 2015). Finalmente, en el año 1990 (tras la renuncia del ministro de Salud Vaca Narvaja y la asunción de José Russo), se llamó a concurso para el cargo de jefa del Departamento de Enfermería en el Hospital Provincial Neuquén, pero tras haber quedado desierto, fue designada Marta Kossoy. El crecimiento numérico de los enfermeros en Neuquén y su acelerada profesionalización no solo tuvo impacto en el interior de la vida hospitalaria y educativa, sino también en la constitución de un grupo colegiado con intereses propios. LOS CONFLICTOS GREMIALES Los cambios más radicales se produjeron en la década de 1990’ y del 2000 pues el sistema de salud comenzó a modificarse en concordancia con las políticas neoliberales acontecidas a nivel internacional, nacional y provincial. Jorge Omar Sobisch, gobernador de la provincia por tres períodos (1991-1995, 1999-2003, 2003-2007), opuesto a las políticas desarrollistas llevadas a cabo por Felipe Sapag, realizó políticas de ajuste presupuestario, disminución de las obras públicas y reducción salarial a los empleados estatales. 443 ANABEL ANGÉLICA BELIERA Se implementaron políticas de recorte específicas para el área de salud pública: se suspendieron los concursos de ingreso de residentes, se congelaron los salarios, se implementó la descentralización financiera (Camino Vela, 2015). Esto se combinó además con un proceso de tercerización, de contratación de servicios a profesionales no dependientes del sistema y de derivaciones de pacientes hacia el sector privado. Si bien se disponía de los recursos físicos y humanos necesarios para atender a la población local, se registraban “fallas y déficit en la atención” debido a “los efectos del ajuste de la economía” que se hacían notar en el sistema de salud a través de los “sueldos congelados” y “la suspensión del régimen de residencias” (Consejo Federal de Inversiones y Provincia de Neuquén, 1993: 59). En relación al sector de enfermería, en 1991, luego de 30 años de permanencia, se disolvió el Departamento de Enfermería de Nivel Central (Churrarín, 2015). El ajuste presupuestario no solo traía como consecuencia el deterioro en la calidad de atención de los pacientes, sino también múltiples problemas gremiales para los trabajadores (Beliera, 2018). Respecto al personal de enfermería, Churrarín recuerda que había una fuerte disconformidad con el salario, se imponían cargos de conducción sin concurso y había una gran discontinuidad de proyectos laborales. Las demandas laborales de los enfermeros como colectivo se manifestaron por dos vías: a través de la AUEN y de las organizaciones gremiales del sector (primero la Asociación de Trabajadores Estatales –ATE– y posteriormente el Sindicato de Enfermeros de Neuquén –SEN–). En primer lugar, en el año 1994, los enfermeros nucleados en la AUEN trabajaron en la elaboración de un proyecto de Ley Provincial N° 2219 de Ejercicio de la Enfermería, que finalmente fue sancionada en 1997. Se buscaba delimitar las incumbencias y obligaciones del 444 UN COLECTIVO PROFESIONAL, LABORAL Y POLÍTICO. LA ENFERMERÍA EN NEUQUÉN personal, dividida en dos categorías: en primer lugar, los “enfermeros/as”, cuyas incumbencias consistían en “la aplicación de un cuerpo sistemático de conocimientos para la identificación y resolución de situaciones de salud y enfermedad sometidas al ámbito de su competencia”; y por otro lado, los “auxiliares”, cuyas labores se orientan a “la práctica de técnicas y procedimientos que contribuyen al cuidado de enfermería, planificados y dispuestos por el nivel profesional y ejecutados bajo su supervisión” (Poder Legislativo Provincia de Neuquén, 1997). En el artículo 4 se establecía como prohibición “a toda persona que no esté comprendida en la presente Ley, participar en las actividades o realizar las acciones propias de enfermería”, y en el artículo 12 se estableció que para el ejercicio de la Enfermería, tanto en el nivel profesional como en lo auxiliar, se deberán inscribir previamente los títulos, diplomas o certificados habilitantes en la Subsecretaría de Salud del Ministerio de Salud y Acción Social, la que autorizará el ejercicio de la respectiva actividad, otorgando la matrícula y extendiendo la correspondiente credencial (Poder Legislativo Provincia de Neuquén, 1997). De esta forma, los enfermeros participaban en la regulación de su propio grupo laboral, imposibilitando el ejercicio de la profesión a aquellos enfermeros empíricos que no poseyeran títulos de auxiliares. En segundo lugar, los enfermeros tuvieron una fuerte participación en las organizaciones sindicales del sector. Debido a la importancia de sus labores en el entramado hospitalario, cada vez que habían desarrollado medidas de fuerza para manifestar sus demandas laborales, se había resentido el proceso de atención de pacientes y se 445 ANABEL ANGÉLICA BELIERA había tenido que reorganizar la distribución del trabajo en todos los hospitales para garantizarla. Esto había hecho que muchas veces los enfermeros consiguieran pronta respuesta de las autoridades gubernamentales. Se trató, por ejemplo, de la gran huelga desarrollada en el año 1998, en donde los trabajadores “no profesionales” del sistema de salud pública (y principalmente el sector de enfermería) habían protagonizado la huelga más corta de la historia del sector en reclamo de un aumento salarial: en tan solo 48 horas, el gobierno dio respuesta a sus demandas debido a la crisis en la que entró el sistema de salud por la imposibilidad de atender a los pacientes debido a la ausencia del personal de enfermería. El acatamiento a la huelga había sido casi total y se debieron derivar pacientes a diversas clínicas en el sector privado por no poder garantizarles la atención. Un protagonismo similar tuvo el sector de enfermería en la huelga desarrollada en el año 2005: además de las demandas generales compartidas con todos los trabajadores de salud pública, los enfermeros colocaron sus demandas particulares y desarrollaron sus propias asambleas, marcando gran parte del ritmo de aquel conflicto.2 En principio, los enfermeros se encontraban afiliados dentro ATE, de manera conjunta con el resto de los trabajadores de salud pública –y de las dependencias estatales en general–. Sin embargo, con el correr de los años surgieron conflictos internos en esta organización. En el año 2009, los enfermeros de esta provincia crearon su propia organización gremial: el SEN. El momento de mayor crecimiento se dio recién a partir del año 2013. 2. Para ampliar la descripción de estos procesos, ver Beliera (2017, 2018). 446 UN COLECTIVO PROFESIONAL, LABORAL Y POLÍTICO. LA ENFERMERÍA EN NEUQUÉN En el SEN no solo se proponían expresar las demandas laborales de este grupo, sino también lograr el “reconocimiento de la enfermería” como labor “profesional”. Una de las actividades principales del sindicato a partir del año 2013 había sido promover la “profesionalización” de los enfermeros, es decir, favorecer que los enfermeros “auxiliares” y “técnicos” se convirtieran en “licenciados en enfermería” y pudieran ser recategorizados dentro del escalafón del sistema de salud público neuquino como “profesionales”. Dado que la jerarquía de los puestos de trabajo se fundamentaba en la especialización académica, si un enfermero se capacitaba, se encontraba habilitado a solicitar su “recategorización” en el agrupamiento correspondiente al nivel de instrucción alcanzado. Los enfermeros no se encontraban limitados por el esquema institucional del hospital para solicitar una “recategorización”, y tampoco estaban completamente diferenciadas las tareas de unos y otros, por lo que no implicaba necesariamente un cambio de función ni de sector de trabajo. Para los enfermeros, su experiencia política articulaba la demanda de mejores condiciones laborales y la construcción del perfil profesional determinado. Un enfoque procesual y relacional permite comprender que la “profesionalización” de enfermería no hablaba únicamente de procesos individuales, sino de las vivencias que los enfermeros tenían como colectivo. Los integrantes del SEN afirmaban que el hecho de que los enfermeros se capacitaran no solo tenía consecuencias en sus vidas personales, sino también en su organización sindical: Nosotros incentivamos a que la gente estudie, que se capacite, que se forme y pueda acceder al título de técnico o licenciado, mejor. Una, quizá lo más urgente la remuneración, pero también por el conocimiento, 447 ANABEL ANGÉLICA BELIERA que te abre la cabeza respecto de otras cosas. Y yo creo que también de la mano del crecimiento a nivel profesional también vino la prosperidad del sindicato. Creo que también de la mano de la formación vino esto, que mucha gente abrió la cabeza, pudo verse y decir de golpe “¿por qué yo estoy representado por toda gente que nunca me va a comprender?”. Esa es la realidad, el sindicato surge como una necesidad (Manuel, enfermero profesional, sector de Guardia de Adultos). Los miembros del SEN se construyeron como un actor central en la disputa por el “reconocimiento” de la enfermería como “profesión” dentro de la vida hospitalaria y sindical, buscando alterar su posición subordinada con relación a otros grupos. REFLEXIONES FINALES En este capítulo hemos analizado el proceso de profesionalización de la enfermería en la provincia de Neuquén, argumentando que no se trataba únicamente del proceso de construcción de un colectivo laboral o profesional, sino también político. A través de la reconstrucción histórica, hemos dado cuenta de diversas etapas en las que se fueron articulando de manera progresiva los aspectos educativos, laborales, profesionales y gremiales. En primer lugar, hemos visto que, con la creación de la primera Asistencia Pública en el año 1913, los médicos comenzaron un proceso de formación empírica de personal idóneo para que pudiera auxiliarlos. Sin embargo, en este período es notoria la superposición de las tareas técnicas propias de la enfermería con diversas tareas de traslado de pacientes, limpieza y cocina. Debe resaltarse, a su vez, que parte del 448 UN COLECTIVO PROFESIONAL, LABORAL Y POLÍTICO. LA ENFERMERÍA EN NEUQUÉN trabajo era realizado de manera voluntaria ad honorem. La inauguración de una filial de la Cruz Roja en la ciudad de Neuquén hizo posible que en el año 1941 se realizara el primer Curso de Samaritanas. La inauguración del Hospital, la creación del Centro de Higiene Maternal e Infantil y el desarrollo de lo que se denominó la “lucha antituberculosa” en la década de 1940 demandaron una mayor cantidad de enfermeros formados y en el año 1958, finalmente, se inauguró la Escuela de Auxiliares Técnicos de la Medicina. En segundo lugar, sistematizamos el importante proceso de profesionalización que vivió la enfermería local en la década de 1970, al calor del Plan de Salud desarrollado durante el gobierno de Felipe Sapag. Para dicho plan, se proyectó una importante capacitación y crecimiento numérico del personal de enfermería en el sistema público de salud neuquino. Asimismo, se creó el Departamento de Enfermería en Nivel Central de la Subsecretaría de Salud, con el objetivo de organizar todas las actividades laborales de este grupo. Es decir, la creación de nuevas políticas sanitarias demandó que los enfermeros se capaciten para poder dar respuestas técnicamente adecuadas a las nuevas demandas. En tercer lugar, mostramos la relación entre el proceso de especialización de la enfermería y la construcción de sí mismos como grupo laboral y colegiado a partir de la década de 1980. En esta década se realizaron modificaciones en el Departamento de Enfermería en relación con el surgimiento de nuevos servicios del Hospital Rural Neuquén, se creó la AUEN y se realizaron diversos estudios de diagnóstico y factibilidad para la creación de la Licenciatura en Enfermería en la Universidad Nacional del Comahue. El Departamento de Enfermería dejó de coordinar las laborales de los camilleros y muca449 ANABEL ANGÉLICA BELIERA mas, cuestión que debe ser entendida como parte del proceso de construcción de la enfermería como colectivo específico. La AUEN se movilizó en defensa de los intereses de los enfermeros, presentando sus demandas ante las autoridades de salud y del gobierno provincial. Finalmente, analizaremos sus demandas gremiales y colegiadas a partir de los cambios acontecidos en la década de 1990 y la creación de un sindicato propio de enfermeros. Los enfermeros tuvieron cada vez más influencia en la delimitación de su perfil profesional a partir de la presentación de leyes que regulaban el ejercicio de la enfermería, en las que no solo estaba en juego la organización técnica del trabajo, sino también en los roles sociales y relaciones que acompañaban la dinámica laboral. Esto deja en evidencia que un trabajo no era solamente un conjunto de tareas, sino que implica procesos de identificación colectiva y construcción de prestigios. Asimismo, los enfermeros tuvieron una fuerte participación en las organizaciones sindicales del sector, primero dentro de ATE y luego a partir de la creación del SEN. Los miembros del SEN se construyeron como un actor central en la disputa por el “reconocimiento” de la enfermería como “profesión” dentro de la vida hospitalaria y sindical, buscando alterar su posición subordinada en relación con otros grupos. Esta reconstrucción histórica nos permite afirmar, pues, que los enfermeros experimentaron su profesionalización como un proceso colectivo donde se articulaban aspectos educativos, laborales, profesionales y políticos. Este grupo buscó construir su prestigio profesional contrariando la caracterización tradicional de la enfermería como una práctica de idóneos formados empíricamente. Además de promover la capacitación profesional de su grupo, crearon organizaciones para expresar sus demandas corporativas y forjar la respetabilidad 450 UN COLECTIVO PROFESIONAL, LABORAL Y POLÍTICO. LA ENFERMERÍA EN NEUQUÉN de la enfermería. La “profesión” no era un estatus al que se accediera únicamente a partir de la capacitación, sino que hablaba de los procesos colectivos –laborales y políticos– que atravesaban. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS FUENTES PRIMARIAS Anónimo (8 de mayo de 2011). Crearon la silenciosa estructura del Sistema provincial de salud. Diario La Mañana de Neuquén. Recuperado de http://w1.lmneuquen.com.ar/08-05-11/n_pioneros18.asp ----- (28 de julio de 2013). Luis Vicente Ramón, pionero de la medicina neuquina. Diario La Mañana de Neuquén. 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Este abordaje es realizado a partir del relato biográfico de una egresada que obtuvo el título de Enfermera Diplomada en el año 1963. La profesionalización de la enfermería –llevada adelante en una recién inaugurada provincia argentina– respondió a las exigencias impuestas por una nueva época signada por cambios políticos y económicos tanto en la órbita nacional como internacional. Si bien la demanda de enfermeras con capacitación profesional en nuestro país fue enunciada a principios del siglo XX y sostenida en las décadas siguientes, recién a mediados de los años cincuenta alcanzó mayor visibilidad. Por entonces, en Río Negro las instituciones sanitarias (tanto públicas como privadas) fueron aumentando en número y tamaño, al ritmo del crecimiento económico y poblacional, principalmente de ciudades como General Roca, Cipolletti, Bariloche y Viedma. Frente a la necesaria 457 MARÍA DE LOS ÁNGELES JARA ampliación de la estructura sanitaria y la mayor demanda de personal sanitario, el Estado impulsó la profesionalización de enfermeras, pero a la vez, aceptó la incorporación de personas sin formación técnica y/o académica a las tareas de cuidado de pacientes. Por una u otra vía, cientos de mujeres ingresaron a la enfermería y la gran mayoría lo hizo como “empíricas”. Con esta categoría fueron designadas las mujeres que realizaban tareas de cuidado y asistencia al médico pero que no poseían formación académica. Los conocimientos que cotidianamente ponían en práctica eran adquiridos a través de la experiencia, la cual estaba fuertemente condicionada por el saber biomédico (Jara, 2014). Creemos que la presencia significativa de mujeres en el área de la sanidad a nivel provincial (y nacional) respondió a la valoración social que aún poseía la enfermería: ellas estaban “naturalmente” capacitadas para desempeñarse en dichas tareas, de igual manera para asistir al médico en su práctica profesional. En la primera década del siglo XX, en la Ciudad de Buenos Aires fue inaugurada la primera escuela de enfermería, la cual permitió el ingreso a la carrera solo a mujeres. “No se trató de un fenómeno exclusivamente porteño ni argentino, fue un proceso experimentado en Sudamérica” (Martin, 2015: 258). La tendencia a incorporar solo a mujeres como aspirantes a enfermeras ha sido interpretada como parte de la estabilización de los roles de género y como una característica de los mercados de trabajo: los varones quedaron disponibles para otras tareas. A pesar de los intentos de convertir a la enfermería en una profesión con destreza específica, autorizada y reconocida –como es el caso de Cecilia Grierson, quien adhirió al modelo inglés de enseñanza de Florence Nightingale–, se observa que las escuelas 458 LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN RÍO NEGRO se centraron en la vocación, la obediencia y la abnegación como las condiciones imprescindibles para ser enfermera (Martin, 2015). Hasta la primera mitad del siglo pasado, la enfermería como profesión se caracterizó por un desarrollo lento y dificultoso, marcado por un atraso notable en formación y bajos salarios (Martin, 2015). Durante el peronismo hubo intentos de homogeneizar el perfil de las enfermeras y los enfermeros, pero la falta de intercambio de experiencias pedagógicas entre las escuelas y la carencia en materia de legislación y reconocimiento hizo que se mantuviera la heterogeneidad en la formación. Además, la presencia de las “empíricas” y “empíricos” no dejó de crecer, al igual que el porcentaje de mujeres como trabajadoras de la sanidad argentina. En los años sesenta, en Río Negro, la capacitación de enfermeras y enfermeros fue impartida por el Estado, dadas las necesidades para cubrir las múltiples demandas de atención médica. Advertimos que, aún en ese entonces, el perfil del enfermero se vinculaba a nociones como la “vocación” y “abnegación” y a valores morales de la cultura patriarcal (obediencia y respeto a las jerarquías, responsabilidad individual) instaurados a principios del siglo XX. A través de los datos empíricos elaborados a partir del relato biográfico de G. Alonso, sostenemos que la permanencia de estas nociones y valores comenzaron a tensionarse a partir de los cambios promovidos por organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) –entre otras–, los cuales colaboraron en la redefinición de la profesión tanto en el país como en América Latina. Estas instituciones impulsaron acciones para modernizar la atención sanitaria en toda la región, en tanto requisito para lograr la anhelada modernización y el desarrollo económico. Para ello era 459 MARÍA DE LOS ÁNGELES JARA necesario disponer de personal sanitario capacitado en las nuevas tecnologías, en gestión y en administración, siendo el profesional de enfermería una pieza central en dicho proyecto (Heckel Ochoteco, 2000). En las últimas décadas, la enfermería ha experimentado una intensa renovación como tópico para la investigación social, desde la idea de que su abordaje resulta fundamental para la reconstrucción de la historia de las especialidades sanitarias. Su estudio posibilita situar a los sujetos que han sido parte constitutiva del proceso de conformación del sistema sanitario en Argentina, y además les concede entidad a quienes fueron sistemáticamente invisibilizadas/os por la historia de la medicina. Lo interesante de esta novedad, es que muchas investigaciones incluyen la categoría género para dar cuenta del devenir de la profesión. La asociación entre enfermería y mujeres ha sido históricamente naturalizada y ello es el resultado de la concepción con la cual se dio forma a la profesión (el cuidado de otros y otras), a los discursos que operaron en ella y a las políticas aplicadas en el sector. Dicha concepción facilitó la exclusión de los varones de la profesión, fenómeno que comenzó a revertirse recién en las últimas décadas. Si bien celebramos el desarrollo de investigaciones sobre las profesiones sanitarias desde la perspectiva de género, también adherimos al planteo de Dora Barrancos (2014), quien advierte el desencuentro entre el conocimiento generizado y lo que atañe a las profesiones relacionadas con los procesos de salud-enfermedad-atención. Dicho desencuentro se manifiesta en la permanencia de significantes simbólicos enlazados a las profesiones. Recordemos que aún en nuestro presente ser médico o médica concede más prestigio que ser enfermera o enfermero. También en la no inclusión de la perspectiva de género en la enseñanza de las profesiones relacionadas con la sanidad. 460 LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN RÍO NEGRO Además, las “historias” de las profesiones o instituciones sanitarias en Argentina se enfocan en una región determinada de nuestro país: el Litoral (por no decir la Ciudad de Buenos Aires). Este “centrismo” desalienta los abordajes por fuera de esa región porque instala la creencia que la historia ya está escrita por los “grandes referentes” y que nada pudo haber sucedido de otra manera en el “interior” del país. Es por eso por lo que nos parece indispensable abordar la historia de las y los trabajadoras/es de la sanidad en clave regional. Por todo lo expuesto, nuestro propósito es analizar desde la perspectiva de género, los comienzos del proceso de profesionalización de la enfermería en la provincia de Río Negro. Con ello queremos realizar un aporte a la confección de la historia de la salud pública en el “interior argentino” y a la historia de las mujeres en Argentina. LA ENFERMERÍA COMO OCUPACIÓN Y PROFESIÓN En el siglo XIX la figura de las “mujeres consagradas” como cuidadoras desaparece parcialmente y emerge una nueva: la “auxiliar del médico”, producto de la necesidad de contar con personal de ayuda en el “arte de curar”. Las “mujeres consagradas” eran aquellas que dedicaban atención y cuidado a personas pobres y desvalidas; su presencia se remonta a la Edad Media en el marco de las comunidades religiosas. En sus inicios, las “consagradas” –mujeres viudas o solteras–tuvieron como exigencia la sumisión a sus superiores, la ayuda y sacrificio hacia los necesitados, conformando congregaciones conventuales. Más adelante devinieron en prestadoras de servicios de cuidado para la salud en hospitales e iglesias exclusivamente (Niño, 2008). Además de la 461 MARÍA DE LOS ÁNGELES JARA idea de “vocación”, las enfermeras modernas heredaron de las “consagradas” el uniforme y el vocabulario de las órdenes religiosas. Del mismo modo, la adjudicación de valores relacionados con la moral, que suponía someterse a cumplir con un determinado estilo de vida, alejado de todo acto “licencioso” y de los “malos hábitos”. La constitución de la enfermería moderna debe ser analizada en relación con los cambios económicos, políticos y sociales que afectaron a la medicina en general y a los conocimientos científicos que exigía la práctica sanitaria a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Con la industrialización y la acelerada urbanización emergieron nuevas problemáticas, principalmente en relación con el trabajo asalariado y los conflictos generados por las largas jornadas laborales y los bajos salarios. En aquella época, la medicina moderna fue experimentando significativas transformaciones a partir de innovaciones científicas, tecnológicas y terapéuticas, logrando con ello superar distintos obstáculos, especialmente en el área de la cirugía y farmacología (López Piñero, 2000). Muchos padecimientos que dificultaban la vida y el progreso de las personas y sociedades comenzaron a concebirse como curables. En este contexto, signado también por distintos conflictos políticos y bélicos en el mundo occidental (generalizados y localizados), emergió una nueva concepción de la enfermería y de su práctica. En la historia de la enfermería Florence Nightingale (1820-1910) es considerada una referente y modelo a seguir en todas las escuelas de formación profesional. Su lema “solidaridad hecha presencia y conocimientos para actuar con profesionalidad” nos advierte del comienzo de un proceso de redefinición de las tareas de cuidado de la salud. En 1860 fundó la primera escuela (laica) en el hospital Saint Thomas de Londres. 462 LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN RÍO NEGRO En Argentina, la médica Cecilia Grierson (1859-1934) inauguró la Escuela de Enfermeras y Masajistas en 1886. En sus comienzos, la Escuela era autónoma e independiente, y luego dependiente del Circulo Médico Argentino. En 1892 pasa de la esfera privada a la estatal, incorporándose a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires como Escuela de Enfermería de la Asistencia Pública (Martin, 2015). Es pertinente señalar que hacia fines del siglo XIX circulaban en nuestro país las ideas higienistas, generadas en Francia ante el avance de algunas enfermedades que eran consideradas producto de la concentración citadina. El higienismo concebía a las enfermedades como la consecuencia del hacinamiento y la falta de condiciones de higiene, pero también de “carencias” en el orden de la moral. Las enfermedades físicas y no físicas requerían de políticas sociales entendidas como los “remedios” necesarios para una vida saludable. También el denominado normalismo, entendido como la adhesión a las ideas del progreso cientificista, cuya traducción pedagógica la encontramos en el enciclopedismo, tuvo influencia en la época. Argentina formó “maestras normales” que entendían al magisterio como un sacerdocio laico, atado a los valores de la patria, de sus símbolos y con un fuerte sentido de autoridad, tal como se desprende del artículo de Adrián Cammarota en este libro. Desde estas ideas, compartidas por otras médicas y activistas de su generación como Alicia Moreau, Elvira Rawson, Julieta Lanteri, Grierson propuso que la enfermería debía ser ejercida exclusivamente por mujeres porque eran las únicas capacitadas para cuidar al enfermo y enseñar pautas de higiene necesarias para la prevención de las enfermedades. Todas ellas consideraban que la educación y la salud eran las únicas vías para liberar a las mujeres de la opresión masculina. 463 MARÍA DE LOS ÁNGELES JARA Es por ello que impartían cursos contra el alcoholismo, recorrían las fábricas para observar las condiciones de trabajo de mujeres y niños y denunciaban la explotación de la que estos eran objeto. Además de las figuras de Nightingale y Grierson, la enfermería en nuestro país se nutrió de discursos y prácticas desarrolladas por la Cruz Roja, institución que se encargó de la capacitación de enfermeras para desempeñarse en situaciones de catástrofe o emergencia. Los conocimientos impartidos a las estudiantes se limitaban a la medicina preventiva, higiene y puericultura. Para la Cruz Roja las enfermeras debían trabajar ad honórem instalando con ello la idea de que el cuidado era una obligación que no requería de remuneración económica ni de saberes propios o específicos. En sus orígenes, la enfermería moderna estuvo subordinada a la palabra del médico, quien se posicionó en un lugar de dominio y control del conocimiento científico. Existía una poderosa combinación de autoridad masculina y discriminación sexual que impedía el reconocimiento de las enfermeras como profesionales iguales que los médicos y con derecho a una práctica independiente. Esta desigualdad estuvo durante mucho tiempo fundada en teorías seudocientíficas que sostenían que las mujeres por su biología estaban predestinadas a realizar determinados trabajos y no otros, otorgando sustento a la segregación de las mujeres del ejercicio de la medicina. La diferencia sexual se presentaba como inmutable, natural y visible (Ramacciotti y Valobra, 2015). La aceptación de las mujeres en las áreas vinculadas a lo caritativo y asistencial se vinculó con el hecho de que se fue asociando estas intervenciones no como un trabajo sino como una extensión de las supuestas dotes con las que la naturaleza las había dotado. Paralelamente, esa 464 LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN RÍO NEGRO situación se supeditó a la creciente necesidad de contar con personal idóneo el cual se profundizó al calor de la ampliación de la estructura hospitalaria, la diversificación de las campañas sanitarias y el desarrollo de nuevas técnicas médicas que demandaban para su aplicación personal auxiliar. Este proceso se unió al desplazamiento de los varones del rubro de la enfermería en la medida en que se amplió la inclusión femenina. De este modo, la presencia masculina tendió a ser invisibilizada en la historia de la enfermería, lo que demostró el triunfo del modelo de feminización (Ramacciotti y Valobra, 2015: 290). Hacia los años cuarenta y cincuenta, las políticas sanitarias impulsadas por el peronismo –focalizadas en la prevención y promoción de la salud– dieron lugar a un inusitado avance del subsector público (Taranda, Perrén, Casullo, Gallucci y Mases , 2008). “Entre 1946 y 1954, se construyeron 4 mil establecimientos sanitarios en todo el país, lo que amplió la capacidad hospitalaria en 130 mil camas” (Taranda et al, 2008: 19). Estos cambios provocaron un giro importante en cuanto a la formación del personal enfermero. La Secretaría de Salud Pública –creada en 1946–, bajo la dirección del médico Ramón Carrillo, tuvo un papel destacado en la intención de profesionalizar las tareas relacionadas con el cuidado sanitario. La sanidad era considerada una especialidad compleja que requería de saberes vinculados a la sociología, la bioestadística y la psicopatología social, y también conocimientos sobre leyes, decretos y ordenanzas (Biernat, Ramacciotti y Rayez, 2018). Para tal fin fue creada la Escuela Superior de Salud Pública (1947) y dependiendo de esta la Escuela de Enfermería. Un año después comenzó a funcionar la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón. Estas instituciones se abrieron como espacios de inserción 465 MARÍA DE LOS ÁNGELES JARA de las mujeres, quienes eran consideradas especialmente capacitadas en función de las nociones de género imperantes en la época (Ramacciotti y Valobra, 2010). Siguiendo el planteo de las autoras, advertimos que el peronismo buscó crear una imagen de profesional de la enfermería en tanto sujeto central para la implementación de una nueva política sanitaria. La enfermería se abrió como un atractivo campo laboral para las mujeres, siendo revalorizada y publicitada como una nueva actividad destinada especialmente a las jóvenes que quisieran iniciar su carrera laboral. Se presentaba como un trabajo que lograba conjugar profesionalización y los atributos socialmente deseados/esperados para las mujeres. Por entonces, y a tono con lo que sucedía en otras latitudes, se definió una nueva especialización: la enfermera de salud pública, quien debía concentrarse en las actividades preventivas y en el fomento de la higiene, el cuidado y la salud en los hogares. Esta enfermera era pensada como el eslabón fundamental entre el servicio de salubridad y el individuo en el hogar. El escenario de intervención ya no estaría centrado solamente en el hospital, sino que la enfermería también tendría un rol destacado fuera de los hospitales, más particularmente en los hogares de los sectores más postergados. Según Ramacciotti y Valobra (2015) lo interesante del peronismo fue la revalorización de la figura de Florence Nightingale porque permitía desplazar la asociación entre enfermería y “mujer de mala vida”. Se retomaron las ideas vinculadas a la vocación como servicio y también a la observación del aspecto físico de la enfermera o candidata a serlo: talla, peso, belleza, cualidades exigidas en las normativas de las principales escuelas de enfermería del país. En ellas se trasluce un sutil discurso eugenésico al diferenciar qué era lo “normal” y lo “no normal”. Además, se reforzó la obligatoriedad del uso del unifor466 LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN RÍO NEGRO me y se estableció que la enfermera debía evitar cualquier signo de sensualidad (se prohibía el uso de cosméticos, joyas, perfumes, uñas largas esmaltadas); de manifestarse, debía ser rápidamente ocultado, tal como se desarrolla en el artículo de Cammarota en este libro. A pesar del impulso que tuvo la profesionalización de la enfermería durante los gobiernos peronistas, en la mayoría de los nosocomios del país, el cuidado de personas sanas y enfermas continuó en manos del personal “empírico”, con escasa o nula formación. Su trabajo dependía de que, a los ojos del médico, gozara de “buena reputación”, exhibiera “cualidades humanas” o tuviera habilidades específicas que le permitieran ser tenido en cuenta y obtener así ascensos y reconocimientos. Entre la/el enfermera/o y el médico existía una relación jerárquica, paternalista, signada por la idea de recompensa a cambio de responsabilidad, respeto e incondicionalidad. A mediados de la década del cincuenta, tras el golpe de Estado de 1955, la política de salud del peronismo fue objeto de fuertes cuestionamientos, sobre todo por “la excesiva intervención del Estado o el derroche de recursos utilizados para su implementación. En oposición a aquel modelo, ahora deslegitimado, se promocionaron los conceptos de descentralización y autogestión hospitalaria en consonancia con los discursos provenientes de organismos internacionales” (Ramacciotti y Valobra, 2015: 373). La pretensión de erradicar todo símbolo peronista provocó el cierre y desaparición de la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón. La injerencia de entidades como la OMS y la OPS en la formación enfermera es advertida en la realización del Primer Congreso de Enfermería en la ciudad de La Plata en 1949. En esa oportunidad quedó planteada la necesidad de elevar el nivel requerido de las aspirantes 467 MARÍA DE LOS ÁNGELES JARA y se solicitó la creación de escuelas universitarias de enfermería. Una de las principales recomendaciones fue que las escuelas estuvieran dirigidas exclusivamente por enfermeras. También se solicitó la incorporación de materias humanísticas, la inhabilitación para el ejercicio profesional de enfermeras/os sin título, el internado obligatorio en las escuelas, el otorgamiento de becas de posgrado para perfeccionamiento y la realización de campañas para atraer a mujeres jóvenes a la profesión, tal como se señala en el artículo de Karina Ramacciotti y Adriana Valobra en este libro. La presencia de los organismos internacionales aumentó de manera notable a partir de la configuración de un nuevo escenario político caracterizado por la proscripción del peronismo y gobiernos que “realzaron la bandera de una democracia liberal con modernización socioeconómica” (Biernat, Ramacciotti y Rayez, 2018: 644). Entre 1953 y 1959 se desarrollaron conferencias regionales de enfermería en Brasil, México y Argentina propiciadas por los mencionados organismos, donde se planteó la necesidad de formar auxiliares de enfermería para las tareas de baja complejidad. Los cursos de “auxiliar” estaban destinados principalmente al personal empírico y su adiestramiento debía realizare “en servicio”. Hacia la década del sesenta, la capacitación de las enfermeras fue expuesta como imprescindible para el desarrollo económico de la región. Las acciones y programas propuestos tenían por misión integrar al sector salud en la planificación de las políticas económicas. Por entonces, creció el número de escuelas de enfermería, pero no lograron satisfacer las pretensiones de quienes adherían a las nuevas ideas difundidas por los organismos internacionales. En principio, porque no se ajustaban a las normas impuestas para la reglamentación de los planes de 468 LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN RÍO NEGRO estudio y, además, porque no implementaron las necesarias medidas de fiscalización y control (Faccia, 2015, y Rayez en este libro). LA FORMACIÓN DEL PERSONAL DE ENFERMERÍA EN RÍO NEGRO Según Susana Belmartino (2007), el sistema de atención sanitaria en Argentina se caracterizó por su fragmentación y heterogeneidad, siendo ello un legado histórico de un proceso de constitución que comenzó hacia fines del siglo XIX y que experimentó ritmos acelerados de cambios en dos momentos coyunturales claramente identificados (1930-1940 y 1970-1990). Dichas características se traducen en la coexistencia y dificultad de integración de tres subsectores: público, privado y obras sociales. El sistema de atención sanitaria rionegrino es producto de esa fragmentación y heterogeneidad. Sus orígenes se remontan a las primeras décadas del siglo XX, cuando Río Negro era Territorio Nacional y la Comisión Asesora de Asilos y Hospitales Regionales creó el primer Hospital Común Regional para la Patagonia, ubicado en la localidad de Allen (Balmaceda y Cala Lesina, 2014). Sin embargo, este nosocomio no fue el único en prestar atención médica a la población de la región, ya que también existían en las principales ciudades consultorios privados a cargo de médicos que cobraban directamente a sus pacientes los honorarios correspondientes a su intervención. De los años treinta existen algunos datos cuantitativos obtenidos del Boletín Sanitario del Departamento Nacional de Higiene que permiten elaborar un panorama sobre la realidad sanitaria del Territorio. Se registraron 50 médicos, 1 hospital nacional, 1 hospital municipal y 2 de beneficencia (en Allen y Bariloche), 6 salas de Primeros Auxilios, 1 de Asis469 MARÍA DE LOS ÁNGELES JARA tencia Pública, 12 de Servicios Sanitarios con un total de 196 camas para una población de 128.190 habitantes. La supervisión de médicos e instituciones estaba a cargo de tres organismos que poseían influencias superpuestas: el Departamento Nacional de Higiene, la Asistencia Pública y la mencionada Comisión Asesora de Asilos y Hospitales Regionales. Estas instituciones disputaron espacios de poder con la medicina popular y tradicional, y articularon acciones para convertir a la medicina científica en un saber hegemónico (Balmaceda y Cala Lesina, 2014). Durante el primer gobierno de Juan D. Perón (19461952) las funciones de los nombrados organismos fueron absorbidas por la Secretaría de Salud Pública a cargo del médico Ramón Carrillo. A mediados de 1955, con la sanción de la Ley N° 14408, los Territorios Nacionales de Formosa, Neuquén y Río Negro mutaron a provincias. En el caso de Río Negro, dos años después logró la aprobación de la Constitución, dentro de la cual encontramos apartados relacionados con la salud pública. El artículo 27 otorgó atribuciones a la Legislatura para “promover, organizar y fiscalizar la defensa de la salud individual y colectiva y la asistencia social. Todos los habitantes de la provincia tienen el deber de cuidar la salud y de ser asistidos frente a la enfermedad” (Constitución Provincial de 1957). El artículo 28 creó el Consejo Provincial de Salud Pública (CPSP), ente autárquico dependiente del Ministerio de Asuntos Sociales. Estaba integrado por un representante del Poder Ejecutivo, por los presidentes de los consejos regionales (que eran los directores de los hospitales), por un representante del Consejo Universitario Nacional y por consultores externos. Dentro del CPSP también fueron construyendo su injerencia los colegios médicos de la provincia (Suárez, 2014). A su vez se contempló, en cada región sanitaria, la integración de conse470 LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN RÍO NEGRO jos vecinales integrados por representantes de municipios, gremios, industriales y personas relacionadas con las actividades frutícolasganaderas. El CPSP contó con un presupuesto general al que debían sumarse los generados por cada institución, por ejemplo, a través de la Cooperadora Sanitaria que debía ser propiciada por el director de cada nosocomio. En esta época, la participación de la comunidad fue propiciada por los sanitaristas latinoamericanos como una solución que se argumentaba, tal como lo explica Ramacciotti, en la crítica a la intervención del Estado, y “se nutrió tanto de las recomendaciones de organismos internacionales –Cepal, OPS o OMS– como por el principio de subsidiaridad defendido por Juan XXIII en su en cíclica Pacem in terris, sumamente crítica de los partidos políticos, y en la que reclamaba su reemplazo por otras formas de organización de la sociedad civil” (2014: 94). La superación del atraso económico solo sería posible a partir del esfuerzo de la comunidad. La conformación del subsector público en Río Negro se produjo en un contexto caracterizado por la transferencia de los establecimientos nacionales a las respectivas provincias, medida planteada por los gobiernos después de 1955 para solucionar la “catastrófica” situación económica y así alivianar la “carga” que padecía el Estado. A partir de esta iniciativa, los establecimientos hospitalarios debían erigirse como empresas públicas productoras de servicios y administradas por las provincias que debían asumir la responsabilidad absoluta de su financiamiento y administración (Arce, 2010). Entre las tareas realizadas para complementar el funcionamiento de la nueva estructura sanitaria, el gobierno de la provincia firmó el Decreto Nº 187/58 creando el curso de Enfermería a dictarse en la ciudad de General Roca. Según Rubén Suárez, “las cátedras fueron 471 MARÍA DE LOS ÁNGELES JARA dictadas por profesionales universitarios y se previó el requerimiento a la Organización Mundial de la Salud para el envío de instructoras especializadas” (2014: 114-115). El Estado provincial impulsó la capacitación frente a la evidente escasez de “personal idóneo” para desempeñarse en tareas relacionadas con el cuidado. Este no era un problema menor, sobre todo si tomamos en cuenta las características del proyecto económico y social que buscaba impulsar el Estado rionegrino en el período analizado. Para Edgardo Castello, primer gobernador constitucional de la provincia, elegido en 1958, el bienestar social (concebido como empleo estable, vida urbana y consumo) iba a ser producto de un plan económico que articulaba objetivos muy concretos: colonización del Valle medio y Valle inferior, la explotación del yacimiento de hierro de Sierra Grande y el petróleo. El desarrollo económico y social solo sería posible superando algunos obstáculos, como por ejemplo la ausencia de población en vastas extensiones del territorio provincial. Con el estímulo de actividades económicas se esperaba el arribo de miles de familias a Río Negro y el Estado debía garantizar educación, trabajo, vivienda, previsión social y salud. Con relación a este punto, Castello expresaba en la inauguración de las Sesiones Legislativas de 1958 lo siguiente: Necesitamos hospitales y salas de primeros auxilios; asistentes sociales; propagandistas de higiene; dietistas; equipos móviles que permitan llegar a todo lugar, para prestar asistencia y practicar un verdadero relevamiento social: he ahí parte de lo que se impone llevar a cabo. La acción que se desarrolle en ese sentido contribuirá al afianzamiento de la institución familiar, base de nuestra sociedad (Diario de Sesiones, 1 de mayo de 1958). 472 LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN RÍO NEGRO La salud pública ingresó a la agenda del Estado provincial como parte constitutiva de un proyecto que vinculaba crecimiento económico y “bienestar colectivo”. Hacia 1961 Castello estimaba que el panorama sanitario en Río Negro era “alentador” dado el traspaso de la conducción técnica de los hospitales nacionales a la provincia, el mejoramiento edilicio y tecnológico de los nosocomios existentes, la inauguración de dos hospitales (en General Roca y en Los Menucos) y la dotación de “modernas” ambulancias necesarias para la movilidad en una provincia caracterizada por la variedad geográfica y climática. Advertimos que el término “moderno” es mencionado de manera enfática y constante en cada uno de los discursos inaugurales de las sesiones legislativas pronunciados por el gobernador Castello durante su mandato (1958-1961). Consideramos que con ello buscó diferenciarse del pasado y a la vez, posicionarse en un proyecto de desarrollo y modernización económica que generaría grandes réditos materiales y sociales para la ciudadanía rionegrina. Las referencias sobre la primera iniciativa en la formación de enfermeras son muy escasas. Es por ello que consideramos valioso el relato biográfico para elaborar algunos datos empíricos sobre los comienzos de la profesionalización de la enfermería en la provincia de Río Negro. En 1958 y a través del CPSP se comenzó a dictar el primer curso de Enfermería en la ciudad de General Roca, ubicada en el Alto Valle de la provincia (Suárez, 2014). Nuestra entrevistada relata que ella hizo el curso en el hospital, lugar donde comenzó a funcionar la primera escuela de enfermería. Para ingresar como aspirante a enfermera, no era requisito poseer título secundario, probablemente por las dificultades que existían en términos de alfabetización entre las mujeres de sectores populares. Es posible inferir que la capacita473 MARÍA DE LOS ÁNGELES JARA ción como vía para obtener un empleo en el sector público constituyó un estímulo, para nada despreciable, en tiempos en que el mercado laboral de la región ofrecía una escasa oferta de trabajo para las mujeres pobres. El servicio doméstico, el galpón de empaque, la docencia y el empleo en el comercio eran las posibles ocupaciones “habilitadas” para las mujeres. La entrevistada nos recuerda que en la época había muy pocas escuelas de nivel medio y para ella, al residir en la ciudad de Cinco Saltos, estudiar en Cipolletti –ciudad donde funcionaba el único secundario de la zona– significaba gastos en movilidad que su familia no podía afrontar. No poseemos datos acerca de cómo era la convocatoria de las y los aspirantes a enfermeras/os, pero a través de las palabras de G. Alonso podemos suponer que la misma se realizaba de “boca en boca”: Un día entró al local comercial el director del hospital y me preguntó: “¿Vos estudiarías enfermería?”. Yo no le contesté y el señor me dijo: “No importa, hablo con tu hermana”. Así eran las cosas antes. A los pocos meses me mandaron a Roca a estudiar enfermería [...] en ese momento era una gran oportunidad, porque todavía no era requisito tener el secundario terminado. No puedo decirte que mi vocación era ser enfermera, no, no. A mí me dieron una posibilidad que podía cambiar mi vida. Cuando estuve en la tarea fui queriendo más y más mi profesión. Me dieron una posibilidad de un cambio y yo lo capitalicé. Yo creo que el director del hospital no tenía ninguna enfermera, eran todas empíricas. El director del hospital decidió enviar a gente de su pueblo a estudiar a Roca, y creo que eso no era poco para la época (G. Alonso, entrevista, 17 de diciembre de 2012). 474 LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN RÍO NEGRO Realizar el curso de Enfermería implicaba residir en el hospital a tiempo completo durante la semana. Ello significa que las estudiantes debían pernoctar en el mismo complejo edilicio donde tomaban clases y realizaban la práctica. El internado obligatorio había sido instituido en nuestro país con las primeras escuelas de enfermería y reafirmado como norma a fines de los años cuarenta frente a la necesidad de elevar el nivel formativo de las aspirantes a enfermeras (Ramacciotti y Valobra, 2015). Este sistema de aprendizaje permitía la inmediata vinculación entre teoría y práctica, el control de la conducta y la moralidad de las estudiantes y contar con mano de obra frente a la escasez de personal sanitario ante las demandas en aumento. El hecho de que las estudiantes permanecieran en la Escuela-Hospital a tiempo completo pudo haber sido una estrategia del subsistema público para resolver de manera inmediata la falta de personal enfermero, especialmente de un hospital como el de General Roca que había sido recientemente inaugurado. Pasábamos toda la semana en la escuela. Allí estudiábamos, hacíamos las prácticas, pernoctábamos y los fines de semana podíamos volver a casa. Los sábados y domingos si no nos íbamos, teníamos que quedarnos en la escuela y las instructoras nos asignaban la tarea de hacer vendas con yeso. Ellas ponían la música que querían. Siempre había algo para hacer (G. Alonso, entrevista, 17 de diciembre de 2012). Para las estudiantes, el internado fue una solución frente a las dificultades que generaban las grandes distancias entre las ciudades del Alto Valle, relacionadas con una deficiente red vial y con la falta de un servicio de transporte público que garantizara traslados frecuentes. 475 MARÍA DE LOS ÁNGELES JARA Sobre cómo era la enseñanza de las nociones para la práctica profesional, nuestra entrevistada sostiene que era “muy autoritaria” y que primaba la hegemonía médica. Expresiones como “¡no se te diera por pensar y o decidir!”, “el autoritarismo a mí me marcó” o “se valoraba más la responsabilidad que el conocimiento” son constantes en el relato de G. Alonso. El uso del uniforme era obligatorio, tal como se puede ver en la imagen 1. El mismo debía mantenerse en impecables condiciones. La cofia era considerada un elemento del uniforme imprescindible, ya que representó durante mucho tiempo a la profesión. Su origen se remonta a la Edad Media, y a fines del siglo XIX fue revalorizada por Florence Nightingale, quien impuso su uso como símbolo de pureza y servicio a la humanidad. En Argentina, las enfermeras dejaron de usar la cofia en los años ochenta, pero aún hoy en países como Ecuador, Cuba, Costa Rica, México y Colombia las estudiantes deben participar de la ceremonia conocida como la “imposición de cofias” para graduarse, no así los varones que reciben una insignia que los identifica como enfermeros. En el caso de las enfermeras en la provincia de Río Negro, la cofia era motivo de disgusto y malestar reiteradamente expresados ante las autoridades hospitalarias. Según nos cuenta la entrevistada, el uso de esta prenda comenzó a cuestionarse con la apertura democrática en 1983: Una vez nos preguntamos si era para identificarnos o para someternos eso de llevar la cabeza atada, porque el pelo de todos contamina de la misma manera. Otros profesionales no usaban cofia. ¿Por qué teníamos que usar las enfermeras la cofia? Si su uso era por una cuestión de higiene, ¡teníamos que haberla usado todos! Antes los médicos 476 LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN RÍO NEGRO entraban con la llave en la mano porque se iban al lago o a la chacra y así atendían a sus pacientes. Y yo ¡tenía que usar la cofia! Me molestaba que se le diera tanta importancia a la cofia y no al lavado de manos, por ejemplo. Cuando nos preguntaron en una asamblea en los albores de la democracia, si queríamos usar la cofia, nos dijeron, “bueno no la usen más pero que lindas se ven”. Nosotras no nos queríamos ver “lindas”. ¡La enfermería es una profesión como cualquiera! Yo quería ser útil a la sociedad, no ser linda. Eso me marcó. También la hegemonía médica que siempre estuvo presente. Nos inculcaban más sobre la responsabilidad, el aspecto, el respeto, el compromiso, el no faltar, el no llegar tarde que el defender nuestros derechos (G. Alonso, entrevista, 17 de diciembre de 2012). Imagen 1. Enfermeras del Hospital de Cipolletti, 1973. Fuente: Archivo personal de la autora. 477 MARÍA DE LOS ÁNGELES JARA Para G. Alonso los directivos y personal docente de la Escuela concedían mucha más importancia al aspecto físico, a la “presencia” (prolijidad, aseo, peinado), al respeto y a la responsabilidad que al aprendizaje de saberes técnicos, procedimentales o normativas sobre asepsia y antisepsia. Algunas técnicas con alto grado de complejidad como por ejemplo, la anestesia –competencia exclusiva de los profesionales médicos–, eran realizadas por las estudiantes de enfermería. “Hoy interpreto que era un acto doloso, pero estaba asentado institucionalmente. Las enfermeras también atendíamos partos” (G. Alonso, entrevista, 17 de diciembre de 2012). Sobre el equipo docente a cargo de la formación de las futuras enfermeras, es posible advertir en el relato de la entrevistada y también en otros registros, como la Revista de Enfermería de la Escuela Superior (REES), que si bien el curso contaba con la presencia de instructoras que poseían el título de enfermera profesional (provenientes de la Escuela de Enfermeras de la Secretaría de Salud Pública), en los servicios las encargadas de la enseñanza eran las enfermeras “empíricas”, o sea, personal que no poseía conocimiento teórico sistematizado. “Ellas estaban en el cotidiano con nosotras. Algunas se jubilaron como empíricas, otras se reconvirtieron” (G. Alonso, entrevista, 17 de diciembre de 2012). La reconversión supuso la realización del curso de auxiliar de enfermería de manera obligatoria y fue un proceso que comenzó en Río Negro hacia fines de los años sesenta y continuó hasta mediados de los ochenta. La realización del curso permitió a las mujeres no solo conservar su trabajo en enfermería sino también posicionarse dentro de la institución hospitalaria con un nuevo estatus (Jara, 2014). Estos datos contrastan con el relevamiento documental realizado por Suárez (2014), quien plantea que 478 LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN RÍO NEGRO la capacitación en enfermería se cumplió tal como lo pretendían las autoridades del CPSP, sin tensiones ni digresiones. De los datos construidos para este trabajo, es posible esbozar algunas ideas sobre la formación a cargo del Estado provincial de las primeras enfermeras profesionales. La educación impartida no solo reforzó los roles de género sino también la jerarquía de las profesiones, donde el varón es el médico, el profesional, el poseedor de un saber racional, científico e incuestionable, mientras que la mujer es la que cuida, representante de valores como la abnegación, el altruismo y la vocación. Ellas son las que deben obediencia, disciplinadas en su estética y proceder cotidiano. Las que portan un uniforme que posee una carga simbólica que condiciona el desplazamiento del cuerpo femenino y su comportamiento dentro y fuera del ámbito hospitalario. Esta primera experiencia en la profesionalización del personal enfermero –cuyas características principales son el internado, la hegemonía médica y la priorización de valores por sobre saberes específicos de la enfermería–, nos permiten esbozar las particularidades del perfil enfermero que las autoridades de Salud Pública rionegrina requerían en el período analizado. La práctica de la enfermería debía circunscribirse a la autoridad médica representada en la figura del médico varón, quien era considerado el verdadero protagonista de la constitución del sistema de salud a nivel provincial. PALABRAS FINALES En el presente trabajo hemos bosquejado tres ideas que aún no podrían definirse como hipótesis, pero que funcionaron como ejes vertebradores. En un primer momento, planteamos que a comienzos de 479 MARÍA DE LOS ÁNGELES JARA los años sesenta –en un contexto de organización de la salud pública a nivel provincial– el Estado rionegrino implementó como estrategia para garantizar el cuidado de pacientes dos acciones concretas: por un lado, impulsó la profesionalización en enfermería con la creación de la Escuela en la ciudad de General Roca y, por otro, permitió la inserción de personal “empírico”. Estimamos que la presencia de las “empíricas” no generaba controversias a partir de un dato que nos indica nuestra entrevistada: la mayoría de las instructoras de la Escuela de Enfermería eran “empíricas”. “Era lo que había”, dice G. Alonso. También sostuvimos que la significativa presencia de mujeres (estudiantes y empíricas) respondió a la valoración social que poseía la tarea de cuidado en la época analizada. Logramos advertir que los roles de género garantizaron, por un lado, la supervivencia de una jerarquía al interior de las profesiones sanitarias (varón médico, mujer enfermera) y, por otro, la exclusión de los varones de la profesión enfermera. Estos aspectos aún son perceptibles en el ejercicio de las profesiones sanitarias, lo que demuestra lo esencial que resulta el abordaje de los procesos de salud-enfermedad-atención y cuidado desde la perspectiva de género. Para comienzos de los años sesenta continuaba vigente un modelo educativo para la enfermería que había sido instaurado entre fines del siglo XIX y principios del XX. A través del relato de nuestra entrevistada sabemos que el sistema de internado continuaba cumpliendo con la misión de garantizar un constante flujo de fuerza de trabajo tan necesaria en los hospitales de la región y también servía para la vigilancia, supervisión y control de los cuerpos femeninos. Sobre estos operaban estereotipos de género relacionados con el aspecto físico (higiene, pulcritud del uniforme), la estética (belleza a partir 480 LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN RÍO NEGRO del uso o prohibición de determinada indumentaria) y las actitudes (obediencia, respecto a superiores y médicos). El modelo de enseñanza instaurado entre fines del siglo XIX y principios del XX comenzó a tensionarse con las nociones de profesionalización de la enfermería impulsadas por organismos internacionales. Si bien el objetivo era modernizar la profesión, prevalecieron los mandatos de género: vocación, subordinación y obediencia. Dicha tensión podemos advertirla en las palabras de la enfermera graduada que entrevistamos cuando hace referencia a la importancia concedida por las autoridades al aspecto y no a cuestiones técnicas o procedimentales de la práctica. El abordaje de la enfermería en una provincia del interior argentino desde la perspectiva de género nos ha permitido reflexionar sobre los comienzos del proceso de profesionalización y de la constitución del sistema de atención sanitaria, advirtiendo la heterogeneidad y complejidad de los mismos. Creemos posible que la historia de la salud pública en Argentina puede enriquecerse de manera notable con los aportes de la historia de las mujeres y de la perspectiva de género, en lo referido a las profesiones, instituciones, programas y políticas sanitarias tanto en los espacios nacionales como en los subnacionales. 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Ser maestra o enfermera en el imaginario social representaba la extensión hogareña del rol maternal. La “vocación de servicio” o el “sacerdocio de la docencia” se afianzaron en un conjunto de valores como el altruismo, la moralidad y la abnegación. Como señala Graciela Morgade, para el caso de la docencia, “la ‘madre educadora por vocación’ constituyó un nudo de sentido de fuerte adhesión social e institucional” (Morgade, 2007: 403). La maternalización de las mujeres, sustentada en un sesgo biologicista, activó en la práctica docente un dispositivo de extensión de las prácticas femeninas de la maternidad, del “buen gobierno del hogar” y del cuidado de la infancia o del enfermo por parte de la 1. Este artículo fue realizado en el marco de la investigación “La enfermería universitaria en la Argentina (1952 a 1969)”. Resolución de la Universidad Nacional de José C. Paz (Proyecto NA00317). 487 ADRIÁN CAMMAROTA enfermera. Las representaciones esbozadas sobre las maestras y las enfermeras fueron codificadas socialmente en clave femenina, estableciendo significados sobre el cuidado hacia el otro. Los aspectos constitutivos se ligaron con una serie de imaginarios fundados en la ciencia médica y la pedagogía. Dichos imaginarios no se oponen a lo real sino que son concebidos a través de prácticas y tecnologías que, siguiendo al filósofo francés Cornelius Castoriadis, se constituyen en la forma en que la sociedad experimenta el mundo (1994: 64). Los imaginarios carecen de estaticidad ya que son dinámicos, ensamblan lo cultural y lo simbólico, y se nutren de las representaciones que, a su vez, se ligan con las formas de pensamiento del sentido común socialmente construidas. En este sentido, este artículo revisará cuáles fueron los nexos en común que ligaron las construcciones genéricas entre las maestras y las enfermeras en la primera mitad del siglo XX. Optamos por un espacio temporal que tiene en cuenta los orígenes de ambas actividades y su consecuente profesionalización y feminización, aunque dicho fenómeno haya sido dispar. Por género entendemos el conjunto de prácticas, representaciones y prescripciones sociales que surgen entre los integrantes de un grupo humano en función de una diferenciación de la diferencia (Lamas, 2000: 3) Por su parte, la profesionalización abarca un cuerpo definido y organizado de conocimiento especializado, el mejoramiento de sus técnicas de educación y servicio mediante el uso del método científico en centros de educación abocados a la capacitación particular. Este trabajo se nutre de aquellas producciones que han puesto en el centro de análisis la relación entre género y profesiones feminizadas, puntualmente aquellas que abordaron la historia del cuidado y 488 MAESTRAS Y ENFERMERAS: ENTRE EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA la educación primaria (Martin, 2015; Queirolo, 2019; Ramacciotti y Martin, 2016; Fiorucci, 2016; Wainerman y Binstock, 1993; Yannoulas, 1996). La noción del cuidado del otro ha merecido la atención de diversos estudios, sobre todo, desde el campo de la historia haciendo referencia al cuidado humano como un valor, una forma de expresión y una dimensión ontológica existencial y compromiso afectivo (Guerrero, Ramacciotti y Zangaro, 2019). Para el siguiente trabajo hemos optado por un análisis descriptivo/ comparativo tomando como ejes la constitución de perfiles, el vestuario y los miramientos discursivos en torno a cada una de las profesiones con respecto a la moralidad. Para la propuesta utilizamos publicaciones periódicas del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, fotografías e imágenes de libros de texto destinados al ciclo primario. Por lo tanto, el trabajo no se encuentra estructurado por un orden cronológico, sino que responde al entrecruzamiento de análisis de los ejes señalados. Entendemos que el análisis comparado nos permite poner en diálogo el devenir de ambas profesiones y su historicidad, procurando allanar una veta de investigación que tienda nexos, a futuro, para un estudio sobre profesiones comparadas. LOS ORÍGENES DEL MAGISTERIO Y LA ENFERMERÍA EN EL RÍO DE LA PLATA Desde fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, las maestras se transformaron en la columna vertebral de la educación común proyectadas por las aspiraciones curriculares del Consejo Nacional de Educación (CNE) con la aplicación de la Ley N° 1420 (educación libre, gratuita y laica). Los maestros y maestras fueron los/as promotores/as de la alfabetización y la extensión de los servicios educativos a lo largo 489 ADRIÁN CAMMAROTA del territorio nacional. La tarea del magisterio se identificaba con la necesidad de modelar conductas, hábitos y costumbres en nombre de la “civilización” instituido a partir del proyecto de Domingo Faustino Sarmiento, quien trajo a las maestras estadounidenses que iniciaron la preparación de las futuras maestras. Con el correr de los años la formación docente se canalizó a través de dos vías: las escuelas normales y el ciclo universitario, que formaba para diversas profesiones y otorgaba también titulación docente, y los nstitutos de formación docente. El magisterio se feminizó a comienzos del siglo XX a pesar de las resistencias que mostraron intelectuales como Manuel Gálvez o funcionarios del CNE que se posicionaron en contra de ello (Fiorucci, 2016). A principios del siglo XX, un inspector escolar reflexionaba sobre la necesidad de que las escuelas laicas estén “impregnadas de un espíritu viril, y de ahí que es menester formar al maestro varón y atraerlo, dándole alicientes é individualidad, tal cual ocurre con los militares y el clero” (AIN, Caja 89, 1911). Por su parte, la enfermería surgió con las primeras corrientes inmigratorias que crearon las escuelas en el Río de la Plata, como la Escuela de Enfermería del Hospital Británico (1890). El primer impulso por profesionalizar el cuidado de los enfermos en los hospitales tuvo lugar a fines del siglo XIX. Según Martin, la calificación y la dotación de las enfermeras se mantuvieron como un asunto interno de las instituciones que las necesitaban o las empleaban, como un problema de gestión y administración más que como una preocupación dentro del esquema general de la atención y provisión de la salud. Recién en la década de 1940 la enfermería volvió a ser una preocupación dentro de las estrategias diseñadas por el Estado para resolver los problemas de atención sanitaria (2015: 11). 490 MAESTRAS Y ENFERMERAS: ENTRE EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA Cecilia Grierson (1859-1934), la primera médica diplomada en Argentina, fundó en 1891 una escuela de enfermeras tomando los principios de Florence Nightingale. Entendía que la profesionalización de la enfermería podía dotar a las mujeres de un ascenso social y laboral, aunque vio también la exigua elección que tenían las mujeres por la enfermería, siendo el magisterio un polo de mayor atracción para las jóvenes. La asociación entre mujeres y enfermería comenzó a partir de 1912, momento en el cual el modelo de Florence Nightingale fue tomado como un paradigma en el campo de la formación de enfermeras. Este modelo estaba centrado en los valores de vocación, obediencia y abnegación, tópicos que dominaron los discursos sobre la profesión desde la década de 1920 hasta la de 1940. Redactó manuales para enfermeras, entre los que se encuentra la Guía de Enfermería y Educación Técnica y Doméstica de la Mujer. Participó en el Congreso Internacional de Mujeres llevado a cabo en Londres (1899), en el que fue elegida vicepresidenta. Hay que señalar que los hospitales públicos porteños, dependientes de la Asistencia Pública, contaban con personal cuya formación era empírica, sin educación formal. En Europa, Grierson recorrió escuelas y hospitales y desarrolló el sentido de profesionalidad que quería darle a la carrera. En el campo de la formación, intentó imitar el modelo de Sarmiento ideado para el magisterio. De hecho, pensó que se podía convocar a enfermeras inglesas o norteamericanas a fin de formar los futuros cuadros de la enfermería. Sin embargo, su modelo de enseñanza desde la dirección de la Escuela de Enfermeros, Enfermeras y Masajistas (EEEyM) distaba mucho del modelo añorado, ya que el perfil de mujeres que se incorporaban a su escuela no era el deseado. En 1912 se sancionó un decreto que prohibió el ingreso de varones a las escuelas municipa491 ADRIÁN CAMMAROTA les, empalmando con los atributos deseables de la profesión, como la abnegación y la paciencia (Martin, 2015: 265-266). A partir de 1912 la matrícula de la EEEyM se feminizó y luego la mayoría de las escuelas creadas fueron solo para mujeres. Algunas de las nuevas escuelas fundadas fueron la Escuela de la Orden de la Conservación de la Fe (1914), la dependiente del Instituto de Medicina Experimental de la Universidad de Buenos Aires (1924) –trabajada por el artículo de José Buschini–, la Escuela de la Standard Oil en Tartagal (Salta, 1937) y la perteneciente a la Universidad Nacional del Litoral (UNL) en la ciudad de Rosario (1939), analizada por Natacha Bacolla e Ignacio Allevi en este libro. Por su parte, la feminización del magisterio alcanzó su máximo porcentaje en la década de 1960 cuando el 90% de los puestos de enseñanza en el ciclo primario estaban en manos de mujeres (Lobato, 2007). La enfermería atribuyó sus conocimientos en una etapa primigenia a su carácter empirista y a su condición femenina. Las “enfermeras” de barrio, antes de la profesionalización, eran mujeres que ayudaban a traer niños al mundo o nodrizas. Estas “enfermeras” competían con el saber especializado de los médicos y era difícil de regular su funcionamiento. Por lo tanto, la enfermería tardó más tiempo en adquirir su estatus profesional en la Argentina. Tempranamente el magisterio se profesionalizó con la creación de la Escuela Normal de Paraná en 1870. Las maestras, a diferencia de las enfermeras, egresaban con el título de maestra normal y se incorporaban a un circuito educativo organizado con escalafones, ascensos y controles disciplinarios, entre otras cosas. El sistema escolar abogó por una organización racional de la formación docente, con un cuerpo de especialistas cuya formación, reclutamiento y carrera están, aún en 492 MAESTRAS Y ENFERMERAS: ENTRE EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA la actualidad, reglamentados por una organización especializada y consensuada por un determinado campo académico. Las mujeres elegían el magisterio con diversos propósitos personales: desligarse de la tutela familiar, como una vía de ascenso social o simplemente por vocación. Sin embargo, a juzgar por los informes de los inspectores la “vocación”, en sí misma, no las eximía de la escasa formación y, en algunos casos, de su “mala predisposición al trabajo”. Esto se debía a que el magisterio normalista no era infalible en cuanto a la formación académica. Por ejemplo, el pedagogo Víctor Mercante daba, a principios del siglo XX, este escenario: “la población docente de grado carecía de aspiraciones intelectuales ya que no compraba libros, no leía y no se perfeccionaba” (Mercante, 1914: 174). Sin embargo, Mercante atribuía esta conducta al insuficiente salario percibido: “¿Debe con este sueldo y las 24 h, comprar libros, estudiar, escribir hacer bosquejos, medir el tiempo, dedicar 24 a la preparación, perfeccionarse, elevarse, luchar? Hacerlo es una abnegación que, sin duda, el país no recompensa” (Mercante, 1914: 175). La “abnegación” que señalaba Mercante y el “altruismo” llevan a la impronta de decodificar, soportar e intentar remediar el sufrimiento del otro. En este sentido, la idea de la maestra-madre introduce en el campo la idea de la filantropía docente, entendida como un modo de relación educativo-afectiva. Así como la enfermera visitaba cotidianamente el sufrimiento del enfermo/a y elaboraba estrategias de prevención anímica frente a esto, las maestras encontraban en la vida cotidiana del aula y del espacio escolar escenas que alejaban a la profesión de su misión real: la enseñanza. La pobreza, la marginación y la desnutrición se reproducían (y aún se reproducen), mostrando la cara de un sistema 493 ADRIÁN CAMMAROTA generador de exclusión, pero que, a su vez, pretende igualar las oportunidades brindadas por la escuela pública. El cuidado de la enfermera se encuentra sujeto a un conjunto de reglas y procedimientos técnicos. Por añadidura, estas relaciones no diferían de las pautadas en el trabajo que realizaban las maestras normales, cuyas labores transitaban de acuerdo a los valores del higienismo dominante en la cultura escolar desde fines del siglo XIX y abarcaban el auscultamiento de los cuerpos infantiles en busca de suciedad en las uñas, pediculosis o diagnósticos de los estados de nutrición. Por lo tanto, las maestras también tenían una relación directa con el cuerpo de los infantes, que apuntaba al disciplinamiento y a la transmisión de información al cuerpo médico escolar y a las familias de las condiciones físicas de sus miembros más pequeños (Cammarota, 2018). En la enfermería, la jerarquización genérica estaba más acentuada que en el magisterio, puesto que los cargos jerárquicos estaban ocupados por varones. Las enfermeras eran las “auxiliares” de los médicos de turno. La “sumisión” de la enfermera ante un saber experto se diferenciaba del “saber democratizado” y adquirido en el magisterio, con diplomas de escuelas normales. Incluso a la hora de optar por una carrera, determinados miramientos culturales decantaban en la elección. Por ejemplo, Cira F. culminó sus estudios secundarios a mediados de la década de 1950, la carrera de Medicina estaba dentro de sus aspiraciones, pero luego optó por Odontología, debido a que, según su testimonio, Medicina era una carrera para hombres, ya que ellos tienen “mayor temple y fortaleza para tratar con la enfermedad” (Entrevista a Cira F., 2010). 494 MAESTRAS Y ENFERMERAS: ENTRE EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA Acorde a lo expuesto, el perfil social en ambas profesiones se preconfiguró sobre ciertos mandatos culturales, pero también por una serie de requisitos que delineaban ambos perfiles profesionales. LOS PERFILES PROFESIONALES La procedencia social de las mujeres, quienes actuaban en uno y otro trabajo, podían diferir sustancialmente. Mientras que la caridad y la beneficencia, en líneas generales, estaban administradas por mujeres de la alta sociedad, la enfermería y el magisterio estaban hegemonizados por las jóvenes que procedían de sectores subalternos. Ambas profesiones, en cuanto a sus procesos formativos, bregaron por un arquetipo ideal para el ejercicio de la actividad. Tanto el magisterio como la enfermería llegaron a confluir en un perfil que en ocasiones asumía ribetes biologicistas, acorde a los postulados eugenésicos que ingresaron en Argentina a principios del siglo XX. La eugenesia o “mejoramiento de la raza” era una disciplina que involucraba una serie de prejuicios culturales e ideas científicas. Sus postulados ingresaron al campo de la medicina, de la biología, de la criminología, de la sociología y de la psiquiatría y estimularon un compendio de interpretaciones (Armus, 2016). Es así que en las primeras décadas del siglo XX un amplio espectro del campo científico, políticos, economistas y pedagogos bregaron por “mejorar la raza” y la “calidad” de los contingentes inmigratorios, evitando también a los individuos que arrastraban taras hereditarias, deficientes biológicamente, o detectando las posibles “anormalidades” de los niños/as en las escuelas (Armus, 2007). Esto al menos en el plano discursivo. Lo cierto es que el estereotipo de maestra u enfermera estuvo permeado 495 ADRIÁN CAMMAROTA de estas caracterizaciones que suponían la selección de las “mejores” y las “más aptas”, física y moralmente, para ejercer la profesión. Sobre este contexto, los pedagogos positivistas de fines del siglo XIX habían elaborado un perfil del maestro/a que remitía a categorías biologicistas para discriminar a los “no aptos para el magisterio”. Estaban impedidos de ejercer la docencia quienes manifestaran los siguientes defectos: “jorobados, mudos, epilépticos; ciegos, abúlicos, con ideas fijas, con enfermedades contagiosas, neurasténicos, cerebrales; histéricos, obsesivos, fóbicos y afectados en las vías digestivas”. También quedaban fuera del magisterio los “degenerados mentales, los locos morales, los impulsivos, morfinómanos y dromómanos, pirómanos y quienes juegan a los gallos, las carreras y a la ruleta, entra otras cuestiones. Locos, idiotas, cándidos, lunáticos, ridículos, excéntricos, quedaban fueran del sistema de enseñanza” (Bernetti y Puiggrós, 2006: 189). Estos requisitos fueron revocados en el año 1947 cuando se estableció una nueva normativa. La postulante debía pasar el “examen de aptitud” cuyas exigencias eran tener 16 años de edad y aprobar el examen médico y la prueba de aptitud, cuyas características eran: presentación personal sobria y correcta, elocución fácil; claridad de expresión, voz sonora y agradable; riqueza del vocabulario y dicción exacta, imaginación y memoria suficiente; oportunidad y rapidez para responder, capacidad propia de elaboración, modales finos y sueltos; disposición para el dibujo y para entonar aceptablemente una canción patriótica o de índole escolar; legibilidad en la escritura, educación y espíritu de orden (Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, 1946). 496 MAESTRAS Y ENFERMERAS: ENTRE EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA A juzgar por el siguiente testimonio, pareciera ser que determinadas prácticas “biologicistas” permanecieron aun entrada la década de 1960. La altura siguió siendo un factor que podía determinar el ingreso al magisterio. Así recordaba Rita L. su experiencia al momento de matricularse en una de las escuelas que formaban a futuras maestras: Me hicieron radiografías de los extremos de los huesos largos, fémur, húmero, para ver si había cartílago de crecimiento (o sea, expectativas de que aún iba a crecer), pero no lo había. Me indicaron los tratamientos que se suponían efectivos en esa época, en base a hormonas masculinas […]. Empecé, pero me provocaban unos espantosos calambres en las piernas. Ese año no pude hacer las actividades de Educación Física. Luego de esta etapa de píldoras con resultado nulo, me indicaron inyecciones […]. En cada citación me examinaban para saber si había algún resultado, todo inútilmente. Finalmente, después de mucho rogar, fundamentando mi sincero deseo de ser maestra, me firmaron el certificado de aptitud (Entrevista a Rita F., 2018). El caso citado vislumbra el entrecruzamiento de los usos de la ciencia como fundamento utilizado para sostener las desigualdades, los patrones de esteticidad y los patrones que en la época se consideraban “asimétricos” para el ejercicio de la docencia. El perfil demandado para las carreras de enfermería se ligaba con el de las maestras. Este cobró mayor claridad conceptual durante el primer peronismo (1946-1955), momento en el cual se sumaron dos ámbitos específicos para la profesionalización de la enfermería: la Escuela de Enfermería de la Secretaría de Salud Pública (1947) y la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón. A pesar del número de escue497 ADRIÁN CAMMAROTA las de enfermería existentes, uno de los obstáculos para el desarrollo de la carrera fue la falta de comunicación y coordinación y el reducido número de enfermeras calificadas y diplomadas en los hospitales (Ramacciotti, 2009: 293). Hay que señalar que en términos cuantitativos hubo una diferenciación en la elección que hacían las mujeres en cuanto a las profesiones durante el período analizado. Mientras las mujeres colmaban las aulas del magisterio, la calificación y la escasez de enfermeras fue (y sigue siendo) un problema recurrente. Entre los años 1946 y 1953, bajo el primer y segundo gobierno de Perón, el número de enfermeras pasó de 8 mil a 18 mil, gracias a la expansión hospitalaria y el aumento de las campañas sanitarias. Sin embargo, el gobierno había previsto titular a 46 mil enfermeras, cifra que no pudo alcanzar (Ramacciotti y Valobra, 2010: 356). Hacia la década de 1940 la disparidad de planes y recursos, tanto económicos como culturales que ofrecían las distintas escuelas de enfermería a nivel nacional, hacían imposible la profesionalización de la carrera y la valoración necesaria para que las mujeres acudieran a las escuelas de formación. La enfermera María Elena Ramos Mejía impulsó la Comisión de Cultura Sanitaria bajo la dependencia de la Secretaría de Salud Pública. Consistía en un plan para unificar todas las propuestas existentes hasta el momento. El plan de estudios de la Escuela de Enfermería de la Secretaría de Salud Pública estipulaba en su fundamentación que el campo profesional para la enfermera debía ser para “mujeres cultas” con el objetivo de generar una deseada conciencia profesional que revalorizara la profesión. En este esquema de sentidos se excluía a los varones. Según el criterio de la Comisión de Cultura Sanitaria, la enfermería debía estar en manos de mujeres, mientras que los hombres se dedicarían a la parte asis498 MAESTRAS Y ENFERMERAS: ENTRE EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA tencial en los servicios mentales, urinarios y de las fuerzas armadas. El fundamento de la mencionada Comisión anclaba en viejas estructuras al suponer que las mujeres, dada su “natural benevolencia y condición biológica las hace felizmente eficientes en la atención del sufriente, y más accesible su penetración en los hogares para impartir sus conocimientos sanitarios” (Secretaría de Salud Pública, 1947). El programa de estudios duraba tres años y su fiscalización recaía en la Comisión de Cultura Sanitaria. Las condiciones para el ingreso eran ser argentina, hablar correctamente el idioma castellano, poseer certificado de bachiller o maestra normal, no ser menor de 17 años ni mayor de 32, ser soltera o viuda sin hijos, tener una talla comprendida entre 1,55 y 1,80 y el peso corporal debía guardar relación con la talla. Era un condicionante la relación entre talla y peso corporal, en virtud de una noción vinculada a la belleza (Ramacciotti y Valobra, 2010: 295). Por su parte, la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón, sostenía otros requisitos: las aspirantes debían tener una edad que iba desde los 16 a los 21 años y preferentemente de condición humilde, no tener hijos y no estar casadas. La fotografía tomada en un curso de enfermería en la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón (imagen 1) nos muestran a estas mujeres jóvenes con sus cabellos cortos atentas a las nociones que se impartían sobre la higiene de un recién nacido. Esta fotografía se oponía al montaje propagandístico con ribetes religiosos sobre el llamado a la vocación realizado por el gobierno. El peronismo se propuso redefinir los perfiles de algunas profesiones en las que se destacaba el fuerte propósito de la vocación de servicio. La vocación de “servicio” y el traspaso de la piedad católica al cuidado del otro funcionaron como un polo de atracción para la identificación de muchas 499 ADRIÁN CAMMAROTA personas con la carrera. El “Llamado a la Vocación” (imagen 2) fue uno de los recursos propagandísticos de la Fundación Eva Perón que buscaba atraer a las mujeres a la Escuela de Enfermeras. La imagen tiene similitudes con la representación de la escena de la Anunciación de María e invita a especular sobre los elementos religiosos que pueden pensarse como componentes implícitos y subjetivos que orbitan desde los orígenes de la enfermería; por ejemplo, su postura y vestuario hacen pensar en el hábito de las monjas. Imagen 1. Curso de enfermería en la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón. Fuente: anónima. 500 MAESTRAS Y ENFERMERAS: ENTRE EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA Imagen 2: Propaganda de la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón. Fuente: Fundación Eva Perón, Escuela de Enfermeras (s./d.). Como ha señalado Virginia Huerta, en el caso de las enfermeras, la relación de estas con los pacientes es una relación que se refiere al cuerpo en condiciones de enfermedad, sufrimiento y, en ocasiones, de muerte. Así las cosas, se evidenciaba un lugar de medicación, de contención de emociones, de angustias y de contacto con los familiares (Enciso Huerta, 1997: 188), una experiencia que trasciende los bordes temporales de la medicina científica para transformarse en una experiencia de corte cuasi religiosa. En resumen, estas condiciones que delineaban los perfiles para ambas profesiones promulgaron una serie de correcciones en torno a 501 ADRIÁN CAMMAROTA una determinada estética y ciertos requisitos que debían cumplirse a la hora de postularse al ingreso de ambas carreras. Sobre este marco de sentidos, la moralidad y el vestuario actuaron como reguladores de un ideal de vocación específico. LA MORALIDAD Y EL VESTUARIO DE ENFERMERAS Y MAESTRAS Como tema tabú, la sexualidad expone los temores de una sociedad al dislocamiento de las normas sociales que estructuran determinadas cosmovisiones con patrones socioculturales bien definidos. La sexualidad aparece sobre todo en los relatos y películas sobre las enfermeras. A diferencia de las maestras, las enfermeras tienen un constante devenir con el cuerpo de los pacientes. La práctica de cuidado impone el contacto corporal con el otro, el desnudo parcial o total del enfermo y, hasta cierto punto, el erotismo refrendado en algunas revistas e insuflado por el imaginario popular. La enfermera, al igual que los médicos, no tiene el acceso vedado a la jurisdicción corporal del enfermo. La moralidad es un aspecto fundante en ambas profesiones. Entendida como la necesidad de imponer un determinado criterio en torno a las máximas establecidas por un orden social, no es un bloque homogéneo o impermeable a las “novedades”. Por parte de las maestras, estas estaban apegadas a un conjunto de reglas que regulaban su vida cotidiana en el espacio escolar. Podían ser sancionadas por la jerarquía escolar ante las denuncias fundadas en “razones de inmoralidad”, incompetencia o falta de pericia en sus funciones, de acuerdo a la Comisión de Sumarios, que fue reemplazada en 1927 por el Reglamento de Sumarios. Los casos tildados de “inmoralidad” podían ser comentarios o estimaciones personales sobre la conducta de la maestra tanto 502 MAESTRAS Y ENFERMERAS: ENTRE EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA en el espacio escolar como en la vida cotidiana fuera de la institución. Individualizados sus cuerpos, carentes de insinuaciones o sexualidad, no podían despertar suspicacias en torno a sus comportamientos. El “castigo” moral en el que podían caer fue sintetizado por el escritor nacionalista Manuel Gálvez, en su obra La maestra normal (1921). La trama transcurre en la provincia de La Rioja con las desventuras de Raselda María Gómez, una joven maestra normal que se enamora (o “da el mal paso”) de un profesor egresado de la Escuela Normal de Panamá, Julio Solís. Raselda es una mujer pobre que al momento de dar a luz a un niño de su amante, es abandonada a la buena de Dios y marginada por las autoridades al ser enviada a un pueblito perdido. La crítica de Gálvez al positivismo normalista, a sus concepciones racionalistas y a sus efectos modernizadores es elocuente. Incluso, como ha destacado Reyes de Deu, la crítica de Gálvez no solo se dirige a Raselda sino también a Solís, ya que este personaje está feminizado a lo largo del relato. Es decir, la escuela normal no solo deja indefensa a las mujeres, sino que también feminiza a los hombres (Reyes de Deu, 2016: 141). Sin atenerse a otras formas, las enfermeras también estaban sujetas a un código de cortesía que direccionaba la relación de la enfermera con el paciente. Las murmuraciones o las discusiones en los corredores del hospital o salas, reportaban una descortesía con el enfermo. Debían ser expeditivas, mostrar suavidad de maneras y su expresión en el rostro debía ser jovial. No podía pasar con el enfermo más tiempo que el necesario. La misión de la enfermera era considerada de un alto contenido espiritual y su devoción para con el enfermo era un deber para consigo misma. 503 ADRIÁN CAMMAROTA El control sobre el cuerpo, las acciones y las apariencias se sostenían sobre el vestuario que las mujeres utilizaban en ambas profesiones. Los uniformes de las enfermeras y las maestras suponían un imaginario que atribuía condiciones sociales y culturales ejemplificadas en la profesión del cuidado hacia el otro, para el caso de las enfermeras, y en la formación del futuro ciudadano, para el caso de las maestras. Los uniformes nos remiten a un símbolo de distinción profesional y, en el caso del magisterio, estaba asociado a una serie de valores y sentidos que les otorgaba a las mujeres un patrimonio cultural adquirido gracias al ideal materializado del ascenso social. El vestuario de las enfermeras tiene un nexo en común con los hábitos de las monjas antes del surgimiento del hospital moderno en Europa occidental, quienes administraban los conventos y hospitales en donde los enfermos iban a morir (Foucault, 2001). Durante esa época, la enfermedad prácticamente era pensada como un castigo divino y los enfermos iban a recibir los últimos cuidados antes de su predecible deceso. Según la tradición asentada por Florence Nightingale, el vestido blanco, la cofia y la lámpara se constituyeron en el paradigma del cuidado. La capa se ligaba con un ritual que de por vida les haría recordar a las enfermeras el peso de la responsabilidad que habían contraído con la sociedad. La cofia y la lámpara estaban relacionadas con el peligro que entrañaban las demandas del cuidado a altas horas de la noche: la enfermera se distinguía en la oscuridad con su tocado femenino en forma de cono de color blanco. El vestuario de las enfermeras sufrió modificaciones a lo largo del siglo XX. En un principio, los vestidos estaban ceñidos a la cintura, con un largo vestido que llegaba hasta los pies. Con el advenimiento de 504 MAESTRAS Y ENFERMERAS: ENTRE EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA la Primera Guerra Mundial (1914-1918) los uniformes incorporaron bolsillos y las mangas se podían recoger para agilizar el movimiento. Durante la década de 1940, los vestidos se volvieron más sencillos con un tejido justo para proteger el frente del vestido. Así, paulatinamente en los países europeos fueron dejando atrás la simbólica capa y la cofia de color blanco, símbolo del honor. Estas modificaciones se fueron incorporando en nuestro país a lo largo de la primera mitad del siglo XX. El uniforme blanco que caracteriza a las maestras y a las enfermeras niega la sexualidad, silenciando el derecho del cuerpo a expresar sus atributos naturales. La burocracia educativa había diseñado durante las primeras décadas del siglo XX la imagen que debía exponer el maestro, pero sobre todo la maestra, como eliminar la ostentación y la frivolidad en su aspecto personal. Esta burocracia patrocinaba una moralidad que evitaba la exaltación de las pasiones masculinas. Como ya hemos señalado, tanto en el circuito escolar como en el campo de la enfermería, el proceso de feminización marcó una paradoja: mientras ambas profesiones se feminizaban, los cargos jerárquicos eran ocupados por hombres que trataban de silenciar la sexualidad de sus empleadas. En otro nivel, el uniforme de la enfermera y el guardapolvo de la maestra manifestaban el símbolo del autocuidado, la pulcritud y la higiene personal. Incluso la cofia de la enfermera, de color blanco, remitía al símbolo del honor, de la distinción y la responsabilidad y, desde el punto de vista epidemiológico, protegía el pelo para que no caiga en el campo de trabajo (León Román, 2006: 2). Como símbolo de distinción, las enfermeras de la Cruz Roja portaban en su pecho el símbolo de la organización que las representaba internacionalmente (imagen 3). 505 ADRIÁN CAMMAROTA Imagen 3. Enfermera de la Cruz Roja en Argentina, 1930. Fuente: anónima. La figura de la enfermera enlazada con postuladores religiosos no era una caracterización novedosa. El vestuario definía su identidad. Incluso en el cine o en el radioteatro se jugaba con esta superposición de imágenes. En la comedia dramática La eterna samaritana de Julio de Álzaga –adaptada para radioteatro en 1941y transmitida por L.R.1, Radio El Mundo de Buenos Aires (imagen 4)–, Clara Huergo, una enfermera hija de un acaudalado comerciante que quedó en la ruina y falleció al poco tiempo, escuchaba enfadada las palabras de Pablo Falcón, un joven médico quien le trasmitía, según su óptica, la superficialidad y la existencia vacía que llevaban los millonarios en su vida. Pablo no imaginaba que Clara era enfermera en un hospital. Clara, interpretada por la conocida actriz Carmen Valdez, lo interpelaba en tono dramático haciéndole saber que ella era “Clara” –afirmando su identidad–, “la samaritana, Clara, la enfermera de hospi506 MAESTRAS Y ENFERMERAS: ENTRE EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA tal. La que muchas veces enrojeció sus manos con sangre de la mesa de cirugía”. Es decir, no es Huergo la hija de un acaudalo aristócrata, sino que ella misma redefine su identidad como samaritana, una enfermera “como lo saben en muchos hospitales en donde he servido durante meses, inducida por mi profundo amor a mis semejantes… ¡Allí no conocen mis trajes de seda, doctor Falcón, ni mis abrigos de piel! ¡Pero muchos seres aprendieron a adorar mi uniforme de samaritana!” (Álzaga, 1941: 11). Así el uniforme le daba un sentido de distinción y de pertenencia anulando las diferencias de clase. Imagen 4. La Eterna Samaritana. Fuente: Radio El Mundo (1941). 507 ADRIÁN CAMMAROTA A mediados de la década de 1940, según el tipo de escuela al que perteneciera la enfermera, correspondía el diseño de la toca, y había una marcada diferencia entre los uniformes de las auxiliares (tipo delantal, más relacionado con tareas de limpieza) y las profesionales (vestidos o chaqueta y pollera blanca). El vestuario de la enfermera de la Secretaría de Salud Pública debía ser azul marino de brin, con cinturón de tres centímetros de ancho, con cuello ancho de piqué y gorrita de organza. Se distinguía entre el uniforme de enfermera de calle y el de hospital. Las imágenes detallan los cuerpos estilizados y una expresión corporal que emula lo femenino (imagen 5). Imagen 5. Uniforme de enfermera de Salud Pública. Fuente: Secretaría de Salud Pública de la Nación (1947). Por su parte, el guardapolvo blanco para maestras y alumnos/as tenía varias acepciones y significados sociales: pureza, igualdad e inocencia en el caso de la infancia; mientras que, en el cuerpo de las maestras, también se ponía énfasis en la prolijidad, la higiene y el disciplinamiento corporal. Cabe señalar que no está dilucidado quien introdujo 508 MAESTRAS Y ENFERMERAS: ENTRE EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA efectivamente el guardapolvo en las escuelas, aunque varios pedagogos –entre ellos Pablo Pizzurno– se atribuyen la invención del delantal. En El Monitor de la Educación Común se expresaban estos sentidos en torno al vestuario: “el uniforme es malo porque es antidemocrático. No puede concebirse razonablemente una democracia, qué digo, una humanidad sin ricos ni pobres, sin presumidos ni discretos. La uniformidad no es orden, es desorden y caos” (Presas, 1922: 60-61). El blanco del delantal se asemejaba al blanco estético, lavable e higiénico de las enfermeras y los médicos. Sin embargo, no era solo en el vestuario donde se manifestaban los aspectos culturales del magisterio. Los libros de texto, destinados a la escuela primaria, reflejaba la distribución de roles socialmente asignados pautando una diferenciación que visibilizada un cierto determinismo sexual. Como veremos a continuación, las maestras fueron valorizadas como las más capacitadas para ejercer la enseñanza y el desarrollo de las emociones de los niños/as. LAS MAESTRAS EN LOS LIBROS DE TEXTO Las imágenes de la maestras fueron recurrentes en los libros de texto, donde se reproducían los esteriotipos de género. Los espacios que debían ocupar hombres y mujeres estaban encarnizados en imágenes y representaciones muy vividas y explicitadas en el currículum escolar. Desde principios del siglo XX una amplia literatura de orden moral, pedagógica y de economía doméstica perseguía un mismo objetivo: instruir a las futuras madres en la denominada “ciencia del hogar”. Estos manuales tenían una marcada estructura funcional ya 509 ADRIÁN CAMMAROTA que velaban por la buena organización y optimización del funcionamiento del mundo hogareño (Cammarota, 2012). En los textos escolares de la época son pocas las mujeres que participan del mercado laboral a diferencia de los varones. Ellas estaban empleadas en un espectro de ocupaciones que abarcaban hasta 30 actividades, concentrado en los servicios personales y la docencia. El de los varones se ampliaba a 156, cuyas ocupaciones abarcaban desde artesanos hasta ministro de Hacienda (Wainerman, 2007: 332). Los niños/as tenían padre y madre, nombre y apellido, afianzando la imagen ideal de la familia. Hasta la década de 1980 las representaciones sobre los varones, las mujeres y las familias en los libros de texto no sufrieron modificaciones sustanciales (Wainerman y Heredia, 1999). Como vemos en las imágenes seleccionadas a continuación, no sufrieron cambios durante la primera mitad del siglo XX: Imagen 6. “La Madre-Maestra”. Fuente. Niño mío (1925). 510 MAESTRAS Y ENFERMERAS: ENTRE EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA La imagen de “La Madre-Maestra” está extraída del libro de texto Niño mío de 1925, donde en el centro de la ilustración aparece la maestra afable y sonriente con un grupo de niñas que la rodean (imagen 6). En el libro de lectura Aleteos afloran dos imágenes que hacen a las labores a las que podían dedicarse las mujeres. En la escena la “curanderita” se representa a una adolescente de 14 años cumpliendo el rol de enfermera, atareada en el cuidado de sus hermanos menores y niños de la vencidad. La trasposición de roles etarios está entremezclada: la adolescente cumple con pericia y delicadeza la misión de madre y curandera, lava y desinfecta sus manos y luego la herida del paciente y prepara el jarabe de eucalipto para aliviar la tos y atenuar los efectos de la enfermedad (imagen 7) . Por su parte, la acción de la filantropía y la beneficencia, que se suponían como la acción solidaria y feminizada de la Cruz Roja, se encuentran reflejadas en la imagen 8. Gracias a la beneficencia, según reza el texto, muchos asilos y hospitales se levantan en el territorio nacional. Desde fines del siglo XIX y gran parte del siglo XX, la beneficencia y la filantropía jugaron un papel destacado en la misión de paliar los efectos de la pobreza. En la composición “Mi señorita”, del libro de lectura Amapola (1957) para primer grado superior, la maestra es descripta como mujer con “modales muy suaves y simpática”, “agradable”, que trata con mucho cariño a los niños; y por sobre todas las cosas, los niños la consideran como su madre. Las imágenes traducen la vida cotidiana en una escuela: los escolares se divierten bajo el sonriente semblante de la maestra que se funde tras el sonido de la campana anunciando el final del recreo (imágenes 9 y 10). 511 ADRIÁN CAMMAROTA Imagen 7. Curanderita. Imagen 8. Filantropía y cooperación. Fuente: Aleteos (1947). Imagen 9. La maestra dentro del aula. Fuente. Amapola (1957). 512 MAESTRAS Y ENFERMERAS: ENTRE EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA Imagen 10. Los niños y la maestra en el recreo. Fuente: Amapola (1957). Otras imágenes, menos visitadas en los textos escolares, eran las de la fábrica o el taller. Estas se oponían al mercado laboral de la enfermería o el magisterio. El mercado laboral femenino en Argentina durante las primeras décadas del siglo XX, ya sea en la industria o en los servicios, era similar al de algunos países europeos, y con una tasa de empleo femenino más alta que en otros países de América Latina. Las mujeres estaban en todas partes realizando labores diversas, asalaridas o no, como maestras, enfermeras, secretarias, prostitutas o trabajadoras fabriles. Esto es importante destacar, ya que el rostro de las mujeres trabajadoras se oponía a la pretendida pulcritud de la maestra o la enfermera. El “peligro” radicaba en que las trabajadoras fabriles no estaban protegidas contra el acoso del varón o el “mal paso” que podían dar, tentadas por las pasiones. Es cierto también que la es513 ADRIÁN CAMMAROTA tética corporal, la belleza y la virtud entraron en tensión con el mundo del trabajo (Rocchi, 2000: 224; Queirolo, 2019). A diferencia de las escuelas y los hospitales, la fábrica acechaba el honor, la reputación y la vida honesta en el imaginario colectivo y en los discursos de la elite dominante. E incluso el deteriorio fisico, producto del trabajo, o los accidentes en la vida cotidiana de la fábrica ponían en riesgo la marca de la feminidad, anulaban su realización en el matrimonio y, en términos biológicos, afectaban la herencia (Lobato, 2007: 95). Entonces, si la fábrica era una “obligación”, un forzamiento indeseable para la susbsistencia de las familias obreras y de las mujeres trabajadoras, el magisterio estaba pensado como una opción aceptable que permitía a las mujeres formarse intelectualemente y munirse de un salario. Por su parte, la enfermería incipiente, a comienzos del siglo XX, también fue madurando en términos de una vocación y una propuesta laboral más accesible que los estudios del magisterio para muchas mujeres que querían acceder al mercado laboral. En resumen: tanto maestras como enfermeras constituían la imagen deseada de una sociedad y una clase dirigente que establecía significados y representaciones sobre la profesión, extensión de un imaginario que aseguraba el funcionamiento de las convenciones sociales que a diario se reproducían en las organizaciones. La tradición instaurada por Florence Nightingale, continuada en la Argentina por Cecilia Grierson, asentó los tópicos más relevantes de la enfermería que trazarían los elementos constituyentes hasta su profesionalización. Por su parte el magisterio se vio alentado por el proyecto sarmientino, cuyo espíritu se reflejó en la Ley N° 1420 y tempranamente no solo se profesionalizó, sino que también se feminizó. Ambas pro- 514 MAESTRAS Y ENFERMERAS: ENTRE EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA fesiones estaban ligadas a una cultura compatible con una supuesta naturaleza femenina y a su condición sexual. La imagen de la maestra y la enfermera encarnaban lo material de la profesión, lo cultural y lo simbólico. El control sobre el cuerpo, las acciones y las apariencias se extendía sobre el desempeño profesional, la conducta tanto pública como privada y el uso del vestuario. Este último se ligaba con una serie de imaginarios culturales que implicaban el cuidado del otro, en el caso de las enfermeras, y la enseñanza básica y la extensión del rol maternal, en el caso de las maestras. Estas imágenes reflejaban las aspiraciones genéricas de la elite dirigente. Labores como el cuidado del otro, la enseñanza, la colecta o la filantropía se presentaban como actividades feminizadas que incidían en una distribución jerárquica y ordenada de los sentidos sociales y las costumbres en común esbozadas en la sociedad civil. 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Este artículo fue realizado en el marco de la investigación “La enfermería universitaria en la Argentina (1952 a 1969)”. Resolución de la Universidad Nacional de José C. Paz (Proyecto NA00317). Una primera aproximación a los temas que se tratan en este artículo se presentó en formato de ponencia en diciembre de 2018 en las I Jornadas sobre Democracia y Desigualdades realizadas en UNPAZ, “Estudiar enfermería en contextos de desigualdad”, de Abramovici y Ferrero. 523 LÍA FERRERO producto de la Resolución Ministerial Nº 2721/20152 del Ministerio de Educación de la Nación. Esa resolución es producto de la incorporación de la carrera de Enfermería en el año 2013 al régimen del artículo 43 de la Ley Nº 24521,3 por lo que la Enfermería pasa a ser considerada una profesión de interés público, del mismo modo que lo son Medicina, las carreras de Ingeniería, etc. La consecuencia inmediata es que las carreras incluidas en ese artículo pasan a estar reguladas por el Estado. Ello implica que los planes de estudio de las carreras deben contemplar de manera obligatoria ciertos contenidos curriculares básicos, una carga horaria mínima y criterios sobre la formación práctica establecidos por el Ministerio de Educación de la Nación en acuerdo con el Consejo de Universidades. A su vez, las carreras deberán ser acreditadas de manera periódica por la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU) para dar cuenta del cumplimiento de los criterios establecidos. 2. http://www.fcm.unr.edu.ar/files/webmaster/Resolucion-%20ministerial-Enfermeria-2721-15.pdf 3. ARTICULO 43.— Cuando se trate de títulos correspondientes a profesiones reguladas por el Estado, cuyo ejercicio pudiera comprometer el interés público poniendo en riesgo de modo directo la salud, la seguridad, los derechos, los bienes o la formación de los habitantes, se requerirá que se respeten, además de la carga horaria a la que hace referencia el artículo anterior, los siguientes requisitos: a) Los planes de estudio deberán tener en cuenta los contenidos curriculares básicos y los criterios sobre intensidad de la formación práctica que establezca el Ministerio de Cultura y Educación, en acuerdo con el Consejo de Universidades: b) Las carreras respectivas deberán ser acreditadas periódicamente por la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria o por entidades privadas constituidas con ese fin debidamente reconocidas. El Ministerio de Cultura y Educación determinara con criterio restrictivo, en acuerdo con el Consejo de Universidades, la nómina de tales títulos, así como las actividades profesionales reservadas exclusivamente para ellos. Recuperado de http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/25000-29999/25 394/texact.htm 524 ENFERMERÍA Y CUIDADO: TENSIONES Y SENTIDOS EN DISPUTA Los contenidos curriculares del nuevo plan de estudios de la Licenciatura en Enfermería –impulsados a partir de la Resolución Nº 2721/2015– se dividen en tres áreas de conocimiento: biológica, profesional y sociohumanística. Durante el primer ciclo de tres años, se obtiene el título de Enfermero/a Universitario/a, el área sociohumanística ocupa entre el 20 y el 22% de la carga horaria, mientras que las materias del área biológica ocupan entre el 17 y 18%. En el segundo ciclo, mediante el cual obtienen el título de Licenciado/a en Enfermería, el porcentaje de carga horaria para las materias sociohumanísticas se mantiene, mientras que para el área biológica se reduce a 0. El resto del porcentaje, o sea el grueso de la formación, está cubierto por materias del área profesional más un mínimo de horas dedicadas a materias optativas, idiomas e informática. Las modificaciones en los planes de estudio conllevan a su vez un cambio en el perfil de los/as egresados/as de la Licenciatura en Enfermería, ponderando sus aspectos profesionales, éticos y sociales, desarrollando capacidades diversas, entre otras, la de generar prácticas en cuidado de enfermería tanto para las personas, como para las familias y la comunidad, “mediante una actitud humanística, ética y de responsabilidad legal, social y política” (Plan de estudios Licenciatura en Enfermería, 2017: 9). El cuidado, o “acto de cuidado asociado al ser humano constituye el objeto de conocimiento y fundamento de la práctica de enfermería […] puede señalarse que la delimitación de este objeto ha institucionalizado a la enfermería como profesión” (Repetto, 2013: 1). El nuevo plan de estudios lo plantea como: 525 LÍA FERRERO una categoría central, que facilita el diálogo entre saberes y prácticas en salud; el conocimiento respecto a cómo se organizan las instituciones y el desarrollo de nuevas acciones y dispositivos de intervención dirigidos a elaborar políticas públicas en salud centrada en la afirmación de un compromiso ético-profesional con las personas (pacientes, usuarios, familiares) y comunidad para tener y acceder a otros modos de ser cuidados (Plan de estudios Licenciatura en Enfermería, 2017: 7). Considerando todo esto, producto de nuestra inserción como docentes en el 1º y 3º año de la Licenciatura en Enfermería de UNPAZ, y en el marco del proyecto de investigación nos proponemos en este artículo focalizar en la categoría mencionada, problematizando los sentidos que construyen los estudiantes4 en torno de la misma –que es lo mismo que decir los sentidos que le otorgan a la enfermería en la actualidad– con el objetivo de elaborar un insumo que logre poner en tensión y resignificar esos sentidos. Ello porque partimos del supuesto según el cual son esos significados los que van a informar las búsquedas, recorridos y demandas durante su formación y luego como profesionales en su quehacer específico. 4. Para aproximarnos a la perspectiva de lxs estudiantes en el marco de la investigación utilizamos diversos instrumentos escritos que completaron voluntariamente los estudiantes de 1º y 3º año de la carrera, durante 2017 y 2018. También recurrimos a charlas y entrevistas informales con estudiantes de la Universidad. 526 ENFERMERÍA Y CUIDADO: TENSIONES Y SENTIDOS EN DISPUTA LA POLISEMIA DEL CUIDADO Cuidado es una categoría tan inscripta en nuestras vidas cotidianas, en nuestra conciencia práctica,5 que es poco probable que los lectores piensen que son necesarias largas reflexiones y discusiones para llegar a una definición que dé precisiones sobre lo que el cuidado o el cuidar significan, aun cuando el desafío esté puesto en pensar al cuidado como categoría que encierra una definición profesional. Cuidado suele estar homologado a aquello que las mujeres aprenden a hacer en sus hogares y que luego trasladarán al ámbito de trabajo, y que, por lo tanto, depende fundamentalmente de la “cuna” de cada una; es parte de los sentidos que el cuidado adquiere cuando se ahonda en su posible definición. Sobre este punto, Elizabeth Jelin en su libro Pan y afectos (1998) ubica al cuidado como una actividad realizada por las mujeres en el ámbito doméstico, privado. Partiendo de la división patriarcal6 que hace el mundo urbano entre la esfera pública –de la producción–, mayormente reservada a los varones, y la esfera privada –de la reproducción de la vida– reservada a las mujeres, el cuidado –describe la autora– es responsabilidad de las mujeres junto con la reproducción biológica de la vida (tener hijos) y la reproducción cotidiana (las tareas domésticas). El cuidado corresponde a la reproducción social, 5. “La noción de conciencia práctica implica que los agentes sociales, en su contexto cotidiano, dejan de monitorear activamente distintas fuentes de información. Estas entran en el desarrollo de las acciones de los actores como supuestos, como ‘lo dado’” (Lins Ribeiro, 2004: 195). La consecuencia de ello es que se asume que todxs entendemos lo mismo cuando hablamos de cuidado, simplificando de facto la complejidad que implica el término. 6. Refiere a la dominación masculina. Se manifiesta en una estructura represiva y reguladora que subsume a la mujer. 527 LÍA FERRERO “o sea, [a] las tareas dirigidas al mantenimiento del sistema social, especialmente en el cuidado y la socialización temprana de los niños y las niñas, transmitiendo normas y patrones de conducta aceptados y esperados” (Jelin, 1998: 46). Incluso en los casos en que las mujeres trascienden el ámbito doméstico y se insertan en el mercado laboral muchas veces la oferta de empleos reproduce esta lógica de segmentación diferencial entre los géneros.7 Esto se traduce en que los empleos para mujeres se centran alrededor de las tareas que supuestamente ellas realizan de manera “natural”.8 En el mismo sentido, aunque más centrada en el mercado laboral, Mari Luz Esteban argumenta que en la actualidad “el trabajo de cuidar es una responsabilidad social absolutamente generizada” (2006: 16). Ello tiene consecuencias para la enfermería que retomaremos más adelante. Las mujeres entonces realizan tareas que son extensión de las tareas domésticas –entre ellas, el cuidado de niños, adultos–, incluso en el caso de mujeres que acceden a la educación superior, y allí la enfermería es un buen ejemplo, junto a la docencia, en tanto disciplinas feminizadas. A modo de ejemplo, Collière (2009) realiza un recorrido grosso modo por la historia de Occidente9 e identifica al cuidado en la historia de 7. Entendemos al género según las redefiniciones que se dieron a partir de los años 1990, que lo ubican como “efecto de un conjunto de normas y prácticas que regulan la identidad e imponen un modelo de heterosexualidad obligatoria” (Esteban, 2006: 15). Desde esta perspectiva, el género es algo que se hace y no algo que se es, no implica identidades estáticas, uniformes ni estables; sino en permanente proceso de construcción y disputa. 8. Esta identificación “natural” entre mujeres y lo doméstico, el cuidado, lo afectivo, lo emocional etc., se entiende si consideramos los estereotipos culturales acerca de lo femenino y lo masculino, que naturalizan a las mujeres ciñéndolas a los roles reproductivos. 9. La categoría Occidente se utiliza de manera muy amplia y laxa en este artículo, 528 ENFERMERÍA Y CUIDADO: TENSIONES Y SENTIDOS EN DISPUTA las mujeres sanadoras. La práctica se inicia con la humanidad misma –ya que argumenta que los cuidados son los que contribuyeron en la historia de la humanidad a su supervivencia–, con las mujeres que auxilian, pasando luego a manos de las mujeres consagradas y finalmente al rol de la enfermera. Argentina no es ajena a este proceso: durante el siglo XX se profundiza en la relación directa entre cuidado y mujeres, fomentando la feminización de la enfermería, y en algunos casos directamente excluyendo a los hombres, como en la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón (1948), entre otras de las que se han visto en este libro. Para despejar un poco la multiplicidad de significados que puede adjudicarse a la categoría cuidado y definir el tipo de cuidado al que nos referiremos durante el resto del artículo, vamos a remitirnos a la distinción que realiza Leininger10 en 1978 entre cuidados genéricos, cuidados profesionales y cuidados profesionales enfermeros (citado por Medina, 1999: 41-42). Dentro de los cuidados genéricos incluye a los actos de ayuda, soporte, asistencia, etc., prestados a individuos o grupos que necesitan ser asistidos con el objetivo de mejorar su condición. Dentro de este tipo de cuidado podemos ubicar a toda la gama de cuidados domésticos que, como decíamos más arriba, es realizado por mujeres. Este es un tipo de cuidado que se aprende durante la incluyendo en ella a aquellas tradiciones creadas por o herederas de la colonización europea, como por ejemplo la formación superior en instituciones como la universidad que entienden que la única manera legítima de abordar la realidad es la ciencia, producto de una epistemología colonial eurocéntrica que silenció epistemologías “otras” de larga data en las regiones colonizadas y/o con herencia colonial. 10. Leininger es una de las teóricas de la Enfermería, que desarrolla la “Teoría de la universalidad y la diversidad cultural de los cuidados” en la década de 1970. Además de enfermera es antropóloga. 529 LÍA FERRERO socialización, pero para el que no se estudia de manera formal y/o sistemática. Los cuidados profesionales, por su parte, son definidos como aquellas actitudes, acciones, conductas, procesos, aprendidos formalmente con base científica, para los cuales sí es necesaria una capacitación específica. Ejemplo de ello es el cuidado brindado por docentes, trabajadores sociales y rescatistas, entre otros. Finalmente, los cuidados profesionales enfermeros son: todos aquellos modos humanísticos y científicos, aprendidos cognitivamente, de ayudar o capacitar a individuos, familias o comunidades para recibir servicios personalizados a través de modalidades, culturalmente determinadas, técnicas y procesos de cuidado orientados al mantenimiento y desarrollo de condiciones favorables de vida y de muerte (Medina, 1999: 41-42). De esta definición se desprende que los cuidados profesionales enfermeros son maneras culturales11 de cuidar que tienen implícito en el caso de Occidente un proceso de profesionalización y cientifización de acciones que en otros contextos no necesariamente sufren o sufrieron el mismo desarrollo. Más allá de acordar o no con el contenido de esta definición de cuidado profesional enfermero, lo importante de la propuesta de Leininger es que recorta del espectro del cuidado una porción como propia y específica de la enfermería, y la caracteriza. 11. Por cultura entendemos al “proceso conflictivo de construcción de significados” (Wright, 2004: 131). Esto implica que los sentidos y significados que circulan en un grupo determinado son producto de procesos conflictivos en pos de determinar cuáles son legítimos y cuáles no lo son. 530 ENFERMERÍA Y CUIDADO: TENSIONES Y SENTIDOS EN DISPUTA ENFERMERÍA Y CUIDADO En una primera aproximación a la categoría cuidado, los estudiantes próximos a terminar el primer ciclo de la carrera y obtener un título habilitante para desempeñarse laboralmente, lo decodifican como ayuda, asistencia, acompañamiento, escucha, servicio. ¿Es lo mismo estipular como sustrato de la enfermería al cuidado que a la ayuda, asistencia o acompañamiento? Entendemos –a partir del pequeño recorrido que realizamos en el apartado anterior– que no. Si bien según las teóricas de la enfermería –y como venimos sosteniendo desde el inicio–, lo que define a la enfermería son los cuidados, la homologación entre cuidar y ayudar/asistir/acompañar en realidad da cuenta de una confusión entre el trabajo enfermero y quien lo realiza. Ese es uno de los grandes dilemas de la profesión estipula Collière (2009), poder establecer una definición de sí misma basada en una noción filosófica/epistemológica teórica de su objeto, o sea los cuidados profesionales enfermeros, y no en las tareas o el rol de quien los pone en práctica. La enfermería entonces aparece caracterizada por su rol y no por lo que debería caracterizarla como profesional: los cuidados. Esos cuidados no se pueden definir a partir de las acciones que lleva adelante un profesional de la enfermería, sino a partir de una definición que remita a sus cualidades intrínsecas que permita trascender al objeto de las maneras en cómo se lo pone en práctica. Para aproximarnos a esa definición deseable, podemos iniciar con una lectura detenida de Medina, quien define que cuidado “denota un fenómeno multidimensional, dinámico y complejo, con componentes científico-tecnológicos orientados hacia la dimensión biológica de la persona cuidada y componentes humanísticos orientados 531 LÍA FERRERO hacia la dimensión emocional, intelectual, social, cultural y espiritual de aquella” (1999: 84). Algo sobre lo que insiste el autor en su Pedagogía del cuidado es en que el cuidado es una práctica y no una técnica. El sentido de práctica en este caso, no debe confundirse con práctica profesional por ejemplo, sino que refiere a los cuidados holísticos de los que la enfermería es heredera, y que fueron solapados por la hegemonía de la biomedicina12 a partir del reduccionismo biológico que los tratamientos y el adelanto tecnológico13 imponen. Considerar a la enfermería como una práctica permite que la incorporación de lo tecnológico en el cuidado no transforme a la enfermería en una ciencia aplicada. El autor argumenta que, al contrario, la enfermería es una ciencia humana práctica; esto en función de una concepción de persona como sujeto y totalidad que tiene la enfermería, lo que en la praxis profesional se traduce en el encuentro entre dos sujetos activos, una que cuida y una que necesita de cuidados. Es importante remarcar la idea de sujeto en tanto persona activa con interpretaciones y representaciones sobre la salud-enfermedad,14 lo 12. Medina (1999) entiende que la biomedicina encarna visiones empírico-analíticas de la salud y de la enfermedad y la vincula a la racionalidad tecnológica. Good (1994a, 1994b), por su parte, entiende que desde el paradigma científico racionalistaempirista occidental en el que se inscribe la biomedicina, esta se constituye a partir de una representación biológico-empírica de la realidad. La enfermedad, a su vez, es entendida como biológica, universal y que trasciende los contextos sociales y culturales; para nominarla se construye un lenguaje técnico basado en las biociencias. La biomedicina conforma una realidad en la que se presenta como solo describiéndola. 13. Con tecnología no nos referimos a las máquinas o aparotología utilizada por la biomedicina, sino a “los mecanismos de organización del proceso de producción. Los saberes constituidos para la producción de productos singulares, los saberes vinculados a la organización de las acciones humanas constituyen asimismo tecnologías” (Repetto, 2013: 11). 14. “[E]l proceso salud-enfermedad-atención supone la existencia, en toda sociedad, 532 ENFERMERÍA Y CUIDADO: TENSIONES Y SENTIDOS EN DISPUTA que está bien o mal, etc. en oposición a una persona en tanto objeto continente de una patología, sobre quien se actúa en pos de curarla. Por lo que la enfermería: es una práctica porque […] implica relaciones entre personas. Relaciones que requieren un tipo particular de acción. Esa acción no constituye una acción objetiva, esto es, sobre un objeto o sobre una persona que haya sido objetivada, es una acción subjetiva, es decir, la acción de un sujeto que actúa con otro sujeto (Medina, 1999: 87). De allí que el cuidado como práctica implique un compromiso moral entre dos sujetos, y ello porque como señala Repetto (2013), cuando hablamos de cuidados, estamos hablando necesariamente de personas; el cuidado es una práctica humana cultural, creada por y para seres humanos. Ese compromiso moral es inherente a la misma acción de cuidar, ya que “la Enfermería es una práctica humana porque está fundada en el imperativo moral de potenciar el bienestar de las personas, especialmente cuando la enfermedad les incapacita, cuidándolas de manera personalizada” (Medina, 1999: 86). Otro aspecto del compromiso moral lo encontramos en los medios que utiliza la enfermería para lograr el bienestar de los sujetos en situación de cuidado. Esos medios “están estructuralmente unidos al bien buscado” (Medina, 1999: 77), o sea, los medios a los que acuden de representaciones y prácticas para entender, enfrentar y, de ser posible, solucionar la incidencia y consecuencia generadas por los daños a la salud” (Menéndez, 1994). O sea, todxs tenemos ideas, nociones, preconceptos, etc., construidos socialmente sobre la salud y la enfermedad. Ese saber puede ser lego, científico, puede estar formado a partir de varias tradiciones o vertientes, etc. 533 LÍA FERRERO los profesionales del cuidado no son instrumentales, no se implementan indistintamente en función de un objetivo o resultado, sino que forman parte de la práctica del cuidado. Detrás de esta discusión sobre el cuidado como práctica o como técnica está la discusión por los objetivos de la medicina en tanto modelo de atención de los padecimientos: ¿sanación o curación? Si la respuesta es curación, la enfermería se transforma en mera asistencia de los profesionales biomédicos en la persecución de la cura. Por el contrario, si el objetivo es la sanación, entonces el cuidado y, por ende, la enfermería ocupan un rol de mayor protagonismo y autonomía. Medina no pretende restarle valor o importancia a la curación y al rol de la tecnología en ese proceso, sino que argumenta que el cuidado en salud no debe traducirse en la intervención sobre una enfermedad, sino en fomento del bienestar y potenciación de la salud de las personas y/o poblaciones (1999: 76). Ese es el eje de su argumento al considerar la enfermería como práctica: que esta tiene como objetivo el bienestar de las personas cuidadas. BIOMEDICINA Y CUIDADO Una innovación que tuvo consecuencias globales y duraderas en el arte de cuidar fue el control de las enfermedades infecciosas y la erradicación de las enfermedades transmisibles durante buena parte del siglo XX. Esto fortaleció el rol curador de la biomedicina y la cristalización de las características que perduran hasta la actualidad.15 15. Eduardo Menéndez entiende que el Modelo Médico Hegemónico –entiéndase la biomedicina– es “el conjunto de prácticas, saberes y teorías generados por el desarro 534 ENFERMERÍA Y CUIDADO: TENSIONES Y SENTIDOS EN DISPUTA La biomedicina basa sus conocimientos e intervenciones en la racionalidad occidental científico-tecnológica, construye una noción de salud como ausencia de enfermedad, y esta última en una relación de causa y efecto producto de un único agente externo que la provoca, generando entonces un tipo de aproximación a la enfermedad que busca extirparla del organismo que la aloja. En ese proceso lo que se diluye son las personas como sujetos que padecen, sufren e interpretan la saludenfermedad de maneras diversas, superpuestas y contrapuestas. En ese proceso de desdibujamiento de la experiencia de los sujetos lo que también se invisibiliza son las prácticas intersubjetivas –como el cuidado– que no son pasibles de ser cuantificadas. La paradoja aquí radica en que, siguiendo a Medina (1999), una disciplina científica como la enfermería, con un desarrollo teórico disciplinar propio producto de la tarea de las teóricas de la enfermería durante el siglo XX, cuya práctica sostiene el sistema sanitario, es negada, invisibilizada, sometida y marginada. Ello se debe a una serie de factores de los que vamos a tomar solo tres en este escrito. Por un lado, tal como dejamos establecido en el inicio, la responsabilidad del cuidado en la sociedad occidental está generizado, esto quiere decir que descansa fundamentalmente en las mujeres y/o personas feminizadas y que no es reconocido como expertise profesional, sino como una cualidad propia intrínseca de género. Según Mari Luz Esteban “se piensa que las mujeres por llo de lo que se conoce como medicina científica, el cual desde fines del siglo XVIII ha ido logrando establecer como subalternas al conjunto de prácticas, saberes e ideologías teóricas hasta entonces dominantes en los conjuntos sociales, hasta lograr identificarse como la única forma de atender la enfermedad legitimada tanto por criterios científicos, como por el Estado” (1988: 451). 535 LÍA FERRERO el hecho de serlo poseen naturalmente esos saberes y habilidades [propios del cuidado]” (2006: 16). Esto le resta profundidad y densidad a la práctica del cuidado ejercida por profesionales de la enfermería, ya que se interpreta como una extensión de las tareas domésticas. Ramacciotti, al hacer referencia al proceso de feminización que sufrió la enfermería en Argentina advierte sobre sus consecuencias, “al considerar esas intervenciones como propias de sus condiciones naturales, se produjo una desvalorización de sus tareas y, como consecuencia, un menosprecio a su capacitación y a sus derechos laborales” (Ramacciotti y Valobra, 2015: 291). Esta idea generizada del cuidado no es patrimonio de uno u otro sector del sistema sanitario, sino que atraviesan a la sociedad patriarcal. Esto se puede percibir a partir de las demandas, expectativas y valoraciones morales que realizan estudiantes sobre la propia profesión. Las demandas por mayor conocimiento técnico, la ponderación de las materias del área biológica por sobre las del área sociohumanística, e incluso del área profesional, dan cuenta de la dificultad de reconocer en el cuidado humanizado una práctica que se aprende como parte de la formación profesional; y no depende de las cualidades morales y/o habilidades propias de cada uno. A modo de ejemplo, también podemos mencionar los proyectos de enfermería para la Argentina que se dieron durante el siglo XX. Desde Cecilia Grierson (1859-1934), pionera en el establecimiento de la necesidad de la formación para las enfermeras, para quien “la enfermería moderna era una ocupación de mujeres, ideal para las jóvenes de familias encumbradas que buscaban una tarea decente y profesional, acorde a los atributos de su sexo” (Martin, 2015: 260); pasando por María Elena Ramos Mejía, quien fue regente de la escuela Cecilia Grierson en la década de 1940 y se propu536 ENFERMERÍA Y CUIDADO: TENSIONES Y SENTIDOS EN DISPUTA so homogeneizar la formación en las escuelas de enfermería y unificar los planes de estudio, “aspiraba a que las enfermeras fueran mujeres jóvenes sin ningún tipo de preocupación ni responsabilidad familiar, mujeres de clases acomodadas, capaces de dedicar parte de su vida a una actividad considerada altruista como la enfermería” (Martin, 2015: 276). Durante el primer peronismo (1946-1955) las escuelas de enfermería que se fundaron en la entonces Secretaría de Salud Pública de la Nación a cargo de Ramón Carrillo y en la Fundación Eva Perón también favorecieron a las estudiantes mujeres en el primer caso, y excluyeron directamente a los varones en el segundo. De esa manera “el proceso de feminización se reforzó desde la esfera estatal y se cristalizó con la creación de la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón (1948)” (Ramacciotti y Valobra, 2015: 294). El segundo factor que hace a la invisibilización de los cuidados profesionales enfermeros es el sometimiento de estos a la racionalidad tecnológica de la biomedicina, lo que deriva en la sustitución del conocimiento propio de la disciplina por el saber biomédico. Ese saber homologa cuidado y tratamientos o lo reduce a un conjunto de técnicas. De esa manera el/la enfermera se transforma en un técnico en salud, perdiendo especificidad y por lo tanto autonomía (Medina, 1999). Para ilustrar lo antedicho, podemos reflexionar sobre los requisitos que una institución de salud de la Ciudad de Buenos Aires destaca como excluyentes para la contratación de un profesional de enfermería: no figuran como necesarios conocimientos filosóficos/epistemológicos sobre el cuidado, manejo de teorías de enfermería, perspectivas determinadas sobre cómo llevar adelante la práctica o adscripción a uno u otro paradigma enfermero. Solo se detallan las técnicas que el/la profesional debería saber manipular y se solicita que asista y 537 LÍA FERRERO cumpla las indicaciones de los médicos. Esto encierra en sí mismo una definición sobre enfermería: manejo de técnicas más asistencia y cumplimiento de órdenes por parte de la medicina. Enfermero Profesional Importante empresa de Salud Capital Federal, Buenos Aires, Argentina (AR) Empresa de Salud busca enfermero/a profesional para Centro Médico ubicado en Capital Federal. Principales funciones: * Brindar atención de enfermería a los pacientes de presentación espontánea en consultorio. * Asistir a los médicos y cumplir sus indicaciones. * Informar al supervisor por escrito las novedades acontecidas. * Mantener en buenas condiciones el consultorio asignado, cuidando el equipamiento médico. * Controlar y gestionar el stock de insumos médicos. * Ejecutar tareas administrativas como manejo de archivo con datos de pacientes atendidos. Requisitos Excluyentes: * Título de Enfermería Profesional o Licenciatura. * Matrícula Nacional habilitante para ejercicio de la profesión. * Experiencia en instituciones médicas con referencias comprobables.* Disponibilidad inmediata. *Se valorara conocimientos sobre esterilización de elementos médicos, experiencia en vacunación y sus criterios pertinentes, conocimiento sobre el manejo de residuos patológicos, y la correcta asistencia a distintos profesionales de la salud. Lugar de trabajo: Capital Federal Jornada: Lunes a Viernes horario 13.00 a 20.00 hs.16 16. Anuncio extraído de: https://trabajosenargentina.net/job/Argentina/enfermero?gc lid=Cj0KCQjwov3nBRDFARIsANgsdoEYTibQe87YLAvq8W98G2aB8Qf_F8lL1YDIzUvYqyNxLoqK4XdwvYMaApSbEALw_wcB&i=7 (Los errores son del original). 538 ENFERMERÍA Y CUIDADO: TENSIONES Y SENTIDOS EN DISPUTA Este proceso de sometimiento del discurso17 enfermero por el discurso biomédico se entiende si consideramos la hegemonía18 de este último. Esto se puede observar durante toda la primera mitad del siglo XX en los planes de formación en enfermería como parte del proceso de profesionalización que se inicia con Florence Nightingale en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XIX. Estos planes incluían contenidos orientados hacia los conocimientos médicos. De esa manera “la enfermera recibe una formación técnica junto con un entrenamiento para la obediencia y el orden” (Kérouac, 2007: 7). La enfermería como “disciplina auxiliar”, dependiente, al servicio del médico y en una posición de sometimiento. En el próximo apartado veremos de qué manera este proceso se tensiona en diferentes momentos históricos, de todos modos, esto también coadyuva al estatus de sumisión de la enfermería: el hecho de que parte del corpus conceptual provenga de otras disciplinas (la médica por ejemplo) y no sea propio. De esa manera, en la medida en que la práctica y las teorías del cuidado están invisibilizadas, no valoradas por profesionales del campo propio y de otros campos y que los conocimientos que se utilizan en el quehacer cotidiano provienen de 17. Medina (1999) entiende por discurso no solo el aspecto semántico de la comunicación, sino que le reconoce un aspecto práctico, en la medida en que al referirse a las cosas, las construye. Entonces, al no incluir en su discurso al cuidado, la biomedicina le quita entidad, lo hace invisible. 18. Con hegemonía identificamos sentidos o significados que son impuestos como dominantes a partir del consenso social. La hegemonía implica la imposición a toda una sociedad de un sistema de significados propio de un sector social por sobre otros que se encuentran en posición subalterna. Quienes consiguen que su perspectiva particular se transforme en la perspectiva universal lo hacen a partir de lograr que los sectores sometidos, cuyas construcciones de sentido son desestimadas, asuman los significados de aquellos que los proponen como “naturales”, “lógicos” y “dados”, del orden de lo que es “la realidad”. 539 LÍA FERRERO campos ajenos, las relaciones que se establecen entre la enfermería con otros profesionales de la salud, son relaciones de subalternidad. En otras palabras, la enfermería se forma y se utiliza en su quehacer profesional el saber médico, pero esos recursos son limitados en comparación con los que tiene unx médicx. La formación en cuidados es desestimada tanto fuera como en el mismo ámbito de la enfermería, producto de la hegemonía del sistema biomédico que desarrollamos más arriba; la especificidad que define a la profesión enfermera se deja en manos de las posibilidades que cada uno pueda tener o no, fragmentando y debilitando a la profesión como colectivo. Todo ello ubica a la enfermería en una situación de desigualdad y dependencia en relación con otras disciplinas del campo sanitario. DE LA VOCACIÓN A LA PROFESIÓN También forma parte de la invisibilización del cuidado el desconocimiento o desestimación por parte de profesionales, docentes y estudiantes del proceso histórico que confluyó en la profesionalización de la disciplina enfermera, que permitió el pasaje de la vocación a la profesión. La enfermería en la actualidad es heredera y deudora de esa historia, proceso que por otra parte nos puede acercar a las teorías sobre el cuidado, bien sea para destacar sus aspectos positivos o para descartarlas. El punto clave de todos modos es el conocimiento de las mismas, ya que es el desarrollo de las teorías durante el siglo XX lo que permitió establecer a la enfermería como una disciplina académica a la vez que profesional (Alligood, 2015). El desarrollo de las teorías permite definir a la enfermería no por lo que hace, sino por lo que sabe, desarrolla y produce, y por cómo lo aplica en la reflexión 540 ENFERMERÍA Y CUIDADO: TENSIONES Y SENTIDOS EN DISPUTA de su quehacer profesional. La teoría es una herramienta entonces tanto para el pensamiento crítico como para la toma de decisiones en la práctica del cuidado. La teoría les permite [a lxs enfermerxs] organizar y entender lo que sucede en la práctica para analizar de manera crítica las situaciones del paciente, tomar decisiones clínicas, planificar los cuidados y proponer intervenciones enfermeras adecuadas, además de predecir los resultados del paciente y de evaluar la eficacia de los cuidados (citado en Alligood 2015: 9). Esos marcos conceptuales “son estructuras sobre los seres humanos y su salud que proporcionan a los profesionales de enfermería una perspectiva del paciente para la práctica de la profesión” (Alligood, 2015: 8). Decíamos entonces que el desarrollo de las teorías en enfermería, en Inglaterra y Estados Unidos durante el siglo XX, implicó un gran esfuerzo por parte de sus autoras (todas mujeres) para lograr transformar una disciplina concebida como dependiente, bajo la tutela del médico, en una profesión autónoma, independiente y con producción de conocimiento propio. Medina nos proporciona un ejemplo de esa sujeción de la profesión de la que las teóricas pretenden emanciparse, plasmada en un manual de 1975, haciendo referencia al tipo de trato que una enfermera debía dispensarle a un médico: “Es la reverencia que un inferior debe tener a un superior. Ahora bien, el médico es superior a la enfermera por dignidad y por ciencia y por ambos motivos debe respetarle…” (1999: 34). 541 LÍA FERRERO Para el caso argentino particularmente, Karina Faccia (2015) establece que el perfil de la enfermería local durante la primera mitad del siglo XX es tributario de tres tradiciones: la religiosa, la anglosajona y la peronista. La religiosa destaca la vocación y el sacrificio como inherente a la profesión, la inglesa hace hincapié en la formación profesional y el peronismo le da un sesgo social a esa formación con la creación de las escuelas de enfermería. Pasada la mitad del siglo, Argentina también recibe la influencia de organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Durante todo el siglo XX en el país, la enfermería sufre avances y retrocesos en su proceso de profesionalización, producto de luchas hacia el interior del propio campo, pero también ligados a los cambios o interrupciones políticas que impactaban directamente en la ponderación de la enfermería como una disciplina autónoma basada en la formación, o como una actividad de colaboración basada en la vocación. Como parte de ese proceso en 1967 se sancionó la Ley Nº 17132 sobre “Normas para el Ejercicio de la Medicina, Odontología y Actividades de Colaboración”. Claramente la enfermería era incluida dentro de las “actividades de colaboración”, por lo que era definida de la siguiente manera: c) de las actividades de colaboración de la Medicina u Odontología; el de las personas que colaboren con los profesionales responsables en la asistencia y/o rehabilitación de personas enfermas o en la preser- 542 ENFERMERÍA Y CUIDADO: TENSIONES Y SENTIDOS EN DISPUTA vación o conservación de la salud de las sanas, dentro de los límites establecidos de la presente ley19 (Resaltado nuestro). Esa ley va a ser reemplazada por la Ley Nº 2400420 –resultado del trabajo realizado por las asociaciones de enfermería–, que define entre otras cosas el ejercicio de la enfermería, sus diferentes niveles (profesional y auxiliar), pero por sobre todas las cosas reconoce a la práctica enfermera como autónoma. En su artículo 2 estipula: El ejercicio de la enfermería comprende las funciones de promoción, recuperación y rehabilitación de la salud, así como la de prevención de enfermedades, realizadas en forma autónoma dentro de los límites de competencia que deriva de las incumbencias de los respectivos títulos habilitantes. Asimismo, será considerado ejercicio de la enfermería la docencia, investigación y asesoramiento sobre temas de su incumbencia y la administración de servicios, cuando sean realizados por las personas autorizadas por la presente a ejercer la enfermería. (Resaltado nuestro). El desconocimiento del camino recorrido por la enfermería en su proceso de profesionalización, aquí someramente expuesto y del que hablamos al inicio de este apartado, conduce al desconocimiento e invisibilización de también 19. http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/15000-19999/19429/norma.htm 20. La ley se sanciona en 1991 y se reglamenta en 1993. http://test.e-legis-ar.msal. gov.ar/leisref/public/showAct.php?id=5281 543 LÍA FERRERO Los trabajos teóricos [que] han llevado a la enfermería a niveles superiores de formación y práctica, conforme sus profesionales se han trasladado desde el enfoque funcional, que define lo que hacen, hasta un enfoque de conocimientos, centrado en lo que estos profesionales saben y como lo usan para reflexionar y tomar decisiones mientras se concentran en los cuidados de sus pacientes (Alligood, 2015: 8). Esto se traduce muchas veces en la consideración de la práctica profesional como resultado meramente de la buena voluntad de la o el profesional que puede o no en algún momento “comunicarse y tener una relación con el paciente, para conocer y abordar el problema con mayor fluidez”.21 Esa escucha, que debería ser y reconocerse como una escucha informada, parte de una práctica que la contiene, que es lo que suele opacarse para realzar en su lugar a los tratamientos y las técnicas como las únicas acciones válidas, valorables y destacables. A MODO DE CIERRE: ¿DE LA VOCACIÓN A LA PROFESIÓN? Homologar los cuidados profesionales enfermeros a “asistir”, “ayudar”, “acompañar” da cuenta de la dificultad que implica reconocerlos como una especificidad profesional con cualidades inherentes propias en vez de una acción cotidiana, espontánea. El discurso del cuidado como característica natural de las mujeres, amplia mayoría en la profesión enfermera, es un discurso aún pregnante. La idea de vocación de servicio, propia de la tradición religiosa, pareciera tener 21. Expresiones de estudiantes ante la pregunta por la Enfermería. 544 ENFERMERÍA Y CUIDADO: TENSIONES Y SENTIDOS EN DISPUTA aún un lugar destacado subsumiendo el espíritu profesional que caracteriza a la disciplina en la actualidad, debilitándola. La preocupación por estos sentidos sobre el cuidado y la enfermería nos llevó a desarrollar en este artículo explicaciones de diferente índole para entender la subordinación a la que es sometida la enfermería. El argumento de género es uno de ellos, en una sociedad que pondera lo masculino por sobre lo femenino, las profesiones feminizadas como la enfermería son consideraras inferiores. El desconocimiento de la historia de la enfermería, que da cuenta del derrotero que esta disciplina recorrió en su proceso de profesionalización, es otro de los argumentos que desarrollamos. Finalmente, también argumentamos que la hegemonía del discurso biomédico, fundado en la racionalidad occidental científico-tecnológica invisibiliza el discurso enfermero, de carácter humanístico. La tarea para lograr legitimidad y reconocimiento justo para una disciplina como la enfermería no es simple ni está exenta de posibles retrocesos. Sin embargo, el movimiento que obligó la Resolución Nº 2721/2015, producto de años de trabajo en conjunto de los colectivos de enfermerxs, augura un futuro promisorio. BIBLIOGRAFÍA FUENTES PRIMARIAS Argentina. Ministerio de Educación. Resolución Nº 2721/2015. Argentina. Ley de Educación Superior Nº 24521. Argentina. Ley Nº 24004. 545 LÍA FERRERO Argentina. Ley Nº 17132. UNPAZ (2017). Plan de estudios Licenciatura en Enfermería. FUENTES SECUNDARIAS Alligood, M. (2015). Modelos y teorías en enfermería. Barcelona: Elsevier. Collière, M.-F. (2009). Origen de las prácticas cuidadoras; su influencia en la práctica de la enfermería. En Promover la vida. 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Más precisamente, describe el proceso de enseñanza-aprendizaje de metodología de la investigación con un grupo de estudiantes de tercer año de la carrera de Enfermería.1 A partir de la reforma curricular diseñada para obtener la acreditación de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), el plan de estudios de la Licenciatura en Enfermería contempla un grupo de tres materias metodológicas. Introducción a la Investigación en Enfermería, la primera de ellas, se dicta en tercer año del ciclo de pregrado. Quienes continúen con el tramo de la Licenciatura cursarán Investigación Aplicada al Campo de la Salud y Taller de Investigación Aplicada al Campo de la Salud en cuarto y quinto año, respectivamente. 1. A todas ellas, el más profundo agradecimiento. 551 PAULA LEHNER El propósito de la asignatura Introducción a la Investigación en Enfermería es presentar los principales enfoques teóricos del conocimiento científico a las futuras egresadas2 y que se inicien en el uso de las técnicas de investigación propias del campo de la enfermería. A lo largo del cuatrimestre, se trabaja en las diferentes etapas de un proyecto de investigación y se analizan las decisiones teórico-metodológicas implicadas en cada paso de dicho desarrollo. Además, se busca que las estudiantes puedan interpretar investigaciones del campo de los procesos de salud-enfermedad-atención-cuidados, reflexionar críticamente sobre resultados de investigaciones, así como plantear sus propios interrogantes de cara al trabajo final con el que obtendrán el grado de Licenciadas en Enfermería. También se procura capacitar a las futuras profesionales de la salud en el análisis reflexivo y crítico de datos e información para un mejor desempeño en la atención de las personas, las familias y la comunidad. La posibilidad de interpretar correctamente indicadores del campo de la salud y del área sanitaria brinda a las enfermeras universitarias un horizonte de mayor amplitud laboral, ya que les permite extender los límites de su profesión más allá de la atención directa de las personas y también cubrir actividades de gestión, administración y planificación en establecimientos de salud. Desde un abordaje teórico-práctico, la materia se propone entrenar a las estudiantes en el uso de herramientas de investigación en enfermería con la 2. Se recurre al género femenino debido a que todas eran estudiantes mujeres. Así se evita el desdoblamiento de género en cada nominación. Sepan interpretarlo como una simplificación gráfica y de edición. Las docentes defienden la igualdad de género. 552 ENSEÑAR METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EN LA CARRERA DE ENFERMERÍA intención de que puedan desenvolverse con solvencia en cualquier escenario de la actividad profesional. En el programa de Introducción a la Investigación en Enfermería, se explicitan los objetivos que las estudiantes deben alcanzar: Leer críticamente artículos científicos de investigación del campo de la salud. Conocer las principales características del conocimiento científico y tecnológico en relación con la enfermería y las ciencias de la salud. Utilizar el lenguaje y el método científico para la producción de conocimientos. Reconocer los aspectos éticos de la investigación en torno a la salud. Distinguir los diferentes tipos de investigaciones científicas. . . . . . . Seleccionar, formular y evaluar un problema de investigación. . Diseñar los pasos de una estrategia metodológica. . Elaborar un proyecto de investigación disciplinar. En Argentina, la profesionalización de la enfermería avanzó con algunos momentos de descalificación y otros de puesta en valor de la disciplina (Wainerman y Binstock, 1993). La Resolución Ministerial N˚ 2721/15 aprobó “los contenidos curriculares básicos, la carga horaria mínima, los criterios de intensidad de la formación práctica y los estándares para la acreditación de la carrera de Licenciado en Enfermería” (Resolución Ministerial N° 2721, 2015: 406). Desde 2007, la oferta de carreras universitarias de Enfermería, junto con el número de aspirantes, no han cesado de crecer (Observatorio Federal de Recursos Humanos en Salud, s./f.). 553 PAULA LEHNER El nuevo plan de estudios de la carrera de Enfermería de la UNPAZ consta de tres áreas de formación: profesional, biológica y sociohumanística. A la asignatura Introducción a la Investigación en Enfermería, ubicada en el área profesional, le corresponden 50 horas cuatrimestrales. La adecuación del plan de estudios contempló modificaciones en los criterios de intensidad de la formación práctica preprofesional, como el aumento de la carga horaria extraáulica. Se fomenta un tipo de práctica reflexiva, que evite la imitación sin previo análisis, y se invita a las estudiantes a actuar críticamente durante el desarrollo de habilidades y procedimientos (Propuesta de Reforma Curricular Carrera Licenciatura en Enfermería, 2017). La práctica de los cuidados, la gestión, la educación y la investigación constituyen los cuatro pilares fundamentales de la formación universitaria en Enfermería. Sin embargo, como sostiene Vélez Vélez (2009) para el caso español, son pocas las enfermeras que se dedican a la investigación o la utilizan como base para sus prácticas. En general, sigue imperando el modelo de enfermería subordinada a las órdenes de la medicina (Wainerman y Binstock, 1993; Faccia, 2015). Uno de los principales desafíos de la formación de enfermeras consiste en superar el sesgo de la domesticidad y el género, que las aleja “de la ciencia y la profesionalidad” (Morrone, 2016: 45). Gran parte de la práctica clínica de las enfermeras se centra en las personas que “aquí y ahora” tienen problemas de salud y requieren de una respuesta. Así, deben atender las preocupaciones inmediatas de dichas personas, incluso los aspectos biopsicosociales. La enfermería, entonces, debe ser capaz de establecer una relación continua e íntima con la persona portadora de ese cuerpo, sus emociones y sentimientos. La conexión entre lo biológico y lo social hace posible que las 554 ENSEÑAR METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EN LA CARRERA DE ENFERMERÍA personas reconcilien el cuerpo sentido con el cuerpo objeto durante la experiencia de la enfermedad (Vélez Vélez, 2009). La relevancia de la investigación como fundamento de la profesión, ya que permite cuestionar las tradiciones y habilita realizar acciones basadas en la experiencia adquirida. Desde esta perspectiva, las enfermeras ocupan un lugar privilegiado en el escenario de los cuidados, que les permite utilizar la observación y la experienciación como herramientas metodológicas de investigación (Vélez Vélez, 2009; Pinheiro y Burg Ceccim, 2009). ¿Cómo abordar la enseñanza de la metodología de la investigación con estudiantes de la carrera de Enfermería? ¿Cómo encarar los contenidos metodológicos en una disciplina práctica que trabaja con los procesos de salud-enfermedad-atención-cuidados relacionados con seres humanos? ¿Cómo incentivar en las estudiantes la curiosidad científica por el campo de la enfermería? ¿Cómo construir la mirada crítica que toda investigadora debe tener? Estos fueron algunos de los interrogantes que se plantearon al trabajar con las unidades del programa de la materia. A continuación, se referirán las actividades desplegadas en el aula a partir de un ejercicio de redacción que permitió desarrollar y aplicar los pasos del diseño de un proyecto de investigación. LA EXPERIENCIA ENSEÑANZA-APRENDIZAJE TRABAJO PRÁCTICO Nº 1. OBSERVACIÓN RETROSPECTIVA: UN DÍA INOLVIDABLE El primer día de clase, luego de la presentación de la asignatura, las docentes y las estudiantes hicieron comentarios sobre sus trayectorias 555 PAULA LEHNER y sobre las expectativas respecto de los contenidos de la materia. Se trabajó en forma grupal y se anotaron en el pizarrón las ideas previas y los prejuicios sobre los contenidos de la asignatura. Las intervenciones tuvieron estrecha relación con los temas de la asignatura (figura 1). Figura 1 Al terminar el encuentro, se les planteó a las estudiantes un ejercicio individual: observar las actividades vinculadas a la formación en el campo práctico y, a partir de una consigna, aplicar la técnica de observación no participante. En el encabezado del trabajo práctico, se solicitaba relatar y describir en una carilla alguna experiencia de las prácticas preprofesionales. A continuación, figuraba la definición de Amezcua (2000) de observación como técnica de recolección de datos (figura 2). Fue necesario adaptar la consigna, ya que una medida de fuerza interrumpió las actividades extraáulicas del campo práctico preprofesional. Se les pidió, entonces, que redactaran brevemente algún día 556 ENSEÑAR METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EN LA CARRERA DE ENFERMERÍA inolvidable de dicha práctica. Se trataba de un relato en primera persona que reflejara una experiencia significativa como estudiantes de Enfermería haciendo enfermería. Por correo electrónico, todas enviaron el trabajo práctico: un rico material que abordaba la diversidad de temas, problemas y situaciones afrontados por las estudiantes un día en que la práctica las interpeló como futuras profesionales. Debido a la organización de las prácticas preprofesionales en los centros de salud seleccionados por la UNPAZ, los servicios mencionados en los relatos se acotaron a Neonatología, Materno-infantil, Salud Mental y Sala de Internación General. La condición de estudiantes de Enfermería las confrontó con un campo instituido –la salud pública– en el que la reflexividad les permitió desnaturalizar lo naturalizado, descotidianizar lo cotidiano y exotizar lo familiar (Lins Ribeiro en Guber, 2009; Da Matta en Guber, 2009). Esta concepción del conocimiento reflexivo permite “apropiarse de la información, transformarla en dato y organizarla en una explicación” (Guber, 2009: 77). 557 PAULA LEHNER Figura 2 INTRODUCCIÓN A LA INVESTIGACIÓN EN ENFERMERÍA TRABAJO PRÁCTICO Nº 1 Relatar en una carilla alguna experiencia del campo práctico pre-profesional que haya sido inolvidable. La observación Observar aquí es mirar y ver mientras se convive. Pero ¿qué observar? Dependerá del grado de especificidad de nuestros objetivos. En el caso de un estudio sobre una comunidad o un grupo: -lo que dicen (los discursos); -lo que hacen (las conductas y comportamientos, los gestos, las posturas); -los objetos que utilizan; -la ocupación del espacio (especialmente, los lugares donde se desarrolla la vida social); -el tiempo ordinario (trabajo) y extraordinario (ocio, vacaciones, fiestas); -el hábitat (la forma de vivir); -las relaciones (agrupaciones, distribución edad-sexo, conflictos, etc.); -los acontecimientos inesperados (visitas, catástrofes, etc.). (Amezcua, 2000: 30-35). El relato de aquel día inolvidable reveló que la práctica preprofesional de enfermería las confrontó con situaciones de tensión, angustia, alegría y miedos; en definitiva, con emociones que las llevaron a reflexionar sobre la profesión y sobre las relaciones que establecieron con pacientes, familiares e integrantes de los equipos de salud. A cada estudiante se le devolvió su relato con una serie de comentarios. Estos resaltaban los aspectos de esa primera producción con los que debían seguir trabajando para diseñar luego un proyecto 558 ENSEÑAR METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EN LA CARRERA DE ENFERMERÍA de investigación. Así, algunos comentarios señalaban la existencia de un tema de investigación o de un problema; otros sugerían un enfoque metodológico pertinente; y los restantes indicaban la existencia de fuentes de datos o las dificultades para conseguirlos, y la factibilidad de la investigación. En dichas correcciones, fue necesario resaltar aspectos de la reflexividad de las estudiantes, entendida esta como “la conciencia del investigador sobre su persona y los condicionamientos sociales y políticos” (Guber, 2001: 48). Un ejercicio de reflexividad supone, entonces, que quien investiga se pregunte sobre sus propios condicionamientos. En cierto modo, conlleva un análisis de la diversidad de identidades y de sus puntos de conexión o de desconexión. La mayoría de los relatos comenzaba con una breve ubicación espaciotemporal, el tipo de servicio y la institución de salud involucrada. Continuaba con una descripción de la persona a la que asistieron y de la situación en que se encontraba. Se trataba de recién nacides, niñes, adolescentes, mujeres en edad fértil y personas adultas mayores. Las caracterizaciones reflejaban personas vulnerables, desprotegidas, dependientes, solas o abandonadas, con limitaciones o con discapacidades. En algunos relatos, aparecían familiares; por lo general, mujeres que acompañaban a menores. En otros, en cambio, se resaltaba la ausencia de familiares o de una red de apoyos; en ocasiones, con cierto prejuicio sobre el papel esperado de un padre o de una madre. Respecto de este tema, se trabajó en el análisis de los propios prejuicios acerca de los modelos ideales o normativos de familias y de las relaciones de parentesco. En algunas observaciones, también se incluían detalles del modo en que paciente y familiares comunicaban su dolencia; se recuperaban expresiones textuales, ges559 PAULA LEHNER tos y emociones, tales como el llanto y la angustia. En otros casos, la propia condición de las personas asistidas (una beba prematura o un adulto sedado, por ejemplo) impedía la comunicación. Los relatos referidos a las relaciones interpersonales con el equipo de salud y, en particular, con las enfermeras que las recibieron durante las prácticas ocuparon buena parte de la reflexión de las estudiantes. Describieron en detalle cómo se sintieron y cómo fueron tratadas –no siempre con buenos modales–. Algunas estudiantes relataron en tono condenatorio situaciones desagradables vividas en los servicios y que, según su opinión, podían mejorarse. Por ejemplo, algunas familias debían encargarse de la “higiene y confort” de la persona internada debido a la sobrecarga de las enfermeras. Asimismo, quedaron registrados los gestos y las expresiones de enfermeras a las que les molestaba trasladar o asistir a pacientes. Sobre estos temas, las estudiantes tuvieron una mirada más crítica, que las llevó a cuestionar algunas actitudes, las relaciones de poder y de saber, así como la naturalización de ciertas prácticas de les trabajadores de la salud. También se hizo referencia a la autonomía y a la actividad profesional de las enfermeras. Otro aspecto que emergió en varias narraciones de manera transversal fue el emocional: el apego y el vínculo afectivo que establecen con pacientes y familiares, lo cual puede pensarse como el resultado de los cuidados directos que caracterizan a esta ocupación altamente feminizada (Aspiazu, 2017). Algunos relatos dejaban en evidencia situaciones de vulnerabilidad, junto con los condicionantes socioeconómicos de salud de las personas asistidas. Así, la falta de ropa en buenas condiciones o la ausencia de visitas de familiares podía deberse no a cuestiones morales, sino a las dificultades que tenían para asistir cotidianamente al servicio. 560 ENSEÑAR METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EN LA CARRERA DE ENFERMERÍA Respecto de algunos problemas de salud de las personas internadas, también se mencionaron aspectos legales, como el colecho, el aborto inducido, los intentos de suicidio, el descuido de les niñes o el abandono de las personas adultas mayores. Para la clase siguiente, a modo de devolución y con un mayor nivel de abstracción, se elaboró una síntesis de los temas abordados en los relatos. Se utilizaron los siguientes ejes temáticos: Interacciones personales y profesionales en los servicios de salud. Relaciones de poder y de saber dentro del equipo de salud. Cuestionamiento de algunas actitudes observadas en los servicios y expresado con la frase “Yo lo haría de otra manera”. Problematización de rutinas, protocolos y tradiciones. Aspectos naturalizados en la práctica. . . . . . Incumbencias profesionales. . Lo que no se dice con palabras. Lenguaje gestual de pacientes, familiares e integrantes del equipo de salud. . Dimensión emocional del cuidado de la persona enferma. Sensaciones frente a pacientes y a familias. . Violencia obstétrica. Parto humanizado. Parir sola o acompañada. Maternidad elegida y deseada. . Caracterización de las personas y de las familias que acuden a los servicios de salud. . Función educativa de la enfermería. Indicaciones a pacientes y a familiares. . Integralidad en salud. Visión holística de la salud. . Enfermedades y lesiones ocasionadas por animales. . Cuidados paliativos. 561 PAULA LEHNER En cada devolución personal, también se incorporaron comentarios generales sobre la redacción, la organización del texto y los recaudos éticos. Se indicó que resultaba necesario lo siguiente: Organizar las ideas y los temas mediante un mapa conceptual o un índice. Elaborar un hilo conductor para el relato. Describir en detalle y con precisión todo lo observado. Evitar las frases largas. . . . . Asimismo, se valoró que preservaran la identidad de las personas y de las instituciones involucradas. En las clases siguientes, se trabajó en los contenidos del programa: los fundamentos del conocimiento científico y tecnológico, el lenguaje y el método científico, los diferentes tipos de investigaciones en ciencias de la salud, la especificidad de la producción de conocimiento en enfermería, los aspectos éticos de la investigación relacionada con seres humanos, las etapas de un proceso de investigación, los diferentes diseños cuantitativos y cualitativos, la redacción de un texto académico, entre otros (De Souza Minayo, 2003). Se hicieron presentaciones de los temas, y se evaluó la comprensión de los textos. Para ello, se armaron guías de lectura y se formaron grupos a fin de elaborar pósteres a partir de algunos contenidos (figuras 3 y 4). 562 ENSEÑAR METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EN LA CARRERA DE ENFERMERÍA Figura 3 Figura 4 Se dedicaron algunas clases a repasar los textos de forma colectiva. Se hizo una lectura orientada de los contenidos junto con esquemas en el pizarrón. A esta estrategia se le sumó la utilización de la “V” de Gowin (figura 5), herramienta de aprendizaje que permite familiarizarse con los componentes de un diseño de investigación (Silva et al, 563 PAULA LEHNER 2013). Se trabajó en el “desempaquetado de textos” en clase con el objetivo de lograr una apropiación de los contenidos de la bibliografía. El diagrama de la “V” se completa respondiendo lo siguiente: 1 ¿Cuál es la pregunta determinante? 2 ¿Cuáles son los conceptos clave? 3 ¿Cuáles son los métodos de investigación utilizados? 4 ¿Cuáles son las principales afirmaciones de conocimiento? 5 ¿Cuáles son los juicios de valor? A estas preguntas se sumaron dos más: 1 ¿Cómo se relaciona con el tema que quiero investigar? 2 ¿Cuáles son los aspectos éticos que se deben contemplar? A partir de aquí, se buscó la forma de adaptar todas las unidades temáticas del programa de la materia a los contenidos de los relatos. Es decir, lograr que la presentación de los ejes temáticos tuviera relación con el rico material reflejado en las observaciones retrospectivas de las estudiantes. De esta manera, se buscaba un anclaje de los temas más abstractos de la metodología de la investigación en las propias experiencias recuperadas en sus relatos. 564 ENSEÑAR METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EN LA CARRERA DE ENFERMERÍA Figura 5 La “V” de Gowin Fuente: Silva et al (2013). TRABAJO PRÁCTICO Nº 2. ABORDAJE DEL RELATO EN CLAVE METODOLÓGICA Las clases siguientes se destinaron a convertir el relato individual en un primer borrador del proyecto de investigación. Para ello, se confeccionó una lista de pasos (figura 6). Se identificó cada uno de los puntos que se trabajarían a partir del relato. El primer paso era definir el tema que les interesaba investigar, ya que a veces aparecían varios superpuestos o aspectos transversales, tales como los vínculos afectivos y el apego a la persona asistida. El siguiente, definir el problema a partir de la formulación de preguntas que permitieran precisar el objeto de la investigación. Una vez identificado el tema, 565 PAULA LEHNER había que problematizarlo: hacerse preguntas para lograr acotarlo. Finalmente, definir los principales conceptos que contribuyeran a su abordaje a partir de la bibliografía consultada de otras materias o conocida por las estudiantes. Figura 6 INTRODUCCIÓN A LA INVESTIGACIÓN EN ENFERMERÍA TRABAJO PRÁCTICO Nº 2 1. A partir del relato personal, pensar y definir el tema que se abordará en una futura investigación. 2. Una vez identificado el tema, problematizarlo haciendo preguntas. ¿“Qué” quiero averiguar del tema? 3. Las preguntas que nos hagamos serán la materia prima para pensar y redactar los objetivos: un objetivo general y dos o tres específicos. 4. Identificar el tema nos permitirá acotarlo, buscar antecedentes y bibliografía. a. Para acotar el tema, podemos pensar qué población queremos conocer, qué problema de salud, en qué contexto, desde qué enfoque, con qué instrumentos, etc. Tener en cuenta los recaudos éticos. b. Debemos averiguar qué se sabe sobre el tema y desde qué perspectivas se ha abordado. c. Se recomienda buscar bibliografía de las materias relacionadas con el tema en Internet, en revistas o publicaciones, asegurando siempre que la fuente sea confiable. Se deberá presentar el trabajo por escrito, especificando los siguientes puntos: 1. Tema. 2. Problema. 3. Principales conceptos. 4. Interrogantes. 5. Objetivo general y objetivos específicos. 6. Enfoque metodológico pertinente y, si fuera necesario, qué instrumento para recolección de datos se utilizará o con qué tipo de datos se trabajará. 7. Citar correctamente cuatro referencias bibliográficas sobre el tema y el problema que se abordarán. 566 ENSEÑAR METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EN LA CARRERA DE ENFERMERÍA Una vez definido el tema-problema, se pudo iniciar la búsqueda de bibliografía específica sobre lo que cada una investigaría. Así, preguntarse qué población o qué problema de salud se quiere indagar, en qué contexto, desde qué enfoque ayuda a construir el objeto de estudio. Esas preguntas realizadas acerca del tema con el fin de acotarlo son luego la materia prima para pensar los objetivos de la investigación. Por eso, la formulación clara de los interrogantes facilita la redacción del objetivo general y de los específicos. Dada la importancia de la formulación de los objetivos como guía para que una investigación pueda llevarse a cabo, se puso el énfasis en su correcta redacción. Cada estudiante redactó el objetivo general y dos o tres específicos. El enfoque metodológico se trabajó en función de los objetivos, adaptando el diseño según se tratara de datos primarios o secundarios. Cuando el tema ameritó el uso de fuentes secundarias, se contempló su existencia y su disponibilidad, y se hizo referencia a la factibilidad del proyecto. Cuando se requirió la producción de datos primarios, se evaluaron las herramientas de recolección de datos más acordes con el tema, así como las posibilidades prácticas de su uso en una futura investigación. También se comentaron las posibles estrategias de análisis de datos según se tratara de enfoques cualitativos o cuantitativos. Se dieron indicaciones para la búsqueda y la lectura de bibliografía, asegurando la confiabilidad de las fuentes. Se sugirió visitar la Biblioteca de la UNPAZ, así como consultar publicaciones en Internet (LILACS, MEDLINE, Cochrane, Google Scholar Alerts), actividad desarrollada durante todo el proceso de enseñanza-aprendizaje. Finalmente, se dieron las pautas para citar correctamente la bibliografía según las normas de la American Psychological Association (APA). 567 PAULA LEHNER El trabajo práctico Nº 2 consistió en la conversión de la observación retrospectiva en un formato de proyecto de investigación. Las estudiantes también recibieron sucesivas devoluciones con comentarios de las docentes para mejorar esta segunda producción. Las correcciones resultaron más arduas, ya que suponían respetar la intención de las estudiantes y mejorar el planteo de sus proyectos sin modificar las propuestas originales. Trabajar con el material individualmente permitió que cada estudiante reflexionara sobre el tema que la motivaba, ya que tenía un anclaje real en sus experiencias en el campo práctico de la salud. Para avanzar con las correcciones, durante varias clases se adoptó la modalidad de taller, que consistió en una puesta en común de los comentarios de las docentes. Esto permitió un trabajo más horizontal y participativo donde todas podían opinar sobre cómo mejorar los proyectos. Las devoluciones de las docentes apuntaban a buscar rigor en la definición del tema, en la construcción del problema y en el diseño metodológico. Se evaluaron alternativas para que las estudiantes reflexionaran y decidieran qué hacer según sus intereses o se señaló la incongruencia entre una herramienta de recolección de datos cualitativo y un diseño cuantitativo. Un tema recurrente fue la necesidad de apropiarse del lenguaje científico y de los conceptos teóricos necesarios para nombrar el problema de estudio, evitando las definiciones coloquiales o de sentido común empleadas en el primer ejercicio. La bibliografía recopilada sobre el tema ayudó a rastrear los términos específicos para referirse al problema. Conocer otras investigaciones sirvió para dar cuenta del carácter acumulativo del conocimiento científico, así como para definir dimensiones de estudio y ejes de análisis. Si bien algunas 568 ENSEÑAR METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EN LA CARRERA DE ENFERMERÍA estudiantes ya tenían incorporados términos propios del vocabulario específico de las disciplinas de la salud, se insistió en la necesidad de utilizar el lenguaje científico. También se promovió el uso de términos en plural para ciertas generalizaciones –“las mujeres”, en vez de “la mujer”– y del lenguaje inclusivo. Otra serie de comentarios apuntaron a complejizar la formulación del problema a través de preguntas sobre algunas afirmaciones o del pedido de mayor especificidad respecto de algunas expresiones utilizadas. Se sostuvo que los conceptos reflejan el andamiaje teórico del proyecto y que, por esta razón, deben ser muy precisos. Siguiendo las recomendaciones de Hernández Sampieri, Fernández Collado y Baptista Lucio (2004), se subrayó la importancia de una correcta formulación de los objetivos como parte estructural de un buen diseño de investigación, así como la necesidad de que los objetivos específicos estén relacionados con el general. Se insistió en la necesidad de que los interrogantes sean precisos y ayuden a delimitar el objeto de estudio. En varias ocasiones, los objetivos específicos estaban redactados en términos propositivos o como consejos para resolver problemas de las instituciones de salud; en otras, aparecían confundidos con resultados esperados o asociados a sugerencias para mejorar la situación descripta. Cuando las propuestas incluyeron el trabajo con datos secundarios, se analizó la existencia o no de esos datos, así como la facilidad o la dificultad para acceder a ellos. También se contemplaron brevemente las estrategias de análisis de los datos y la futura presentación de los resultados. Desde una concepción integral del proceso de investigación, nada puede quedar librado al azar en su etapa de formulación. Todo lo 569 PAULA LEHNER expresado debe tener una coherencia lógica y estar justificado teórica y metodológicamente. Cada paso y cada decisión metodológica deben tener una justificación clara y pensada. A MODO DE CIERRE Esta propuesta pedagógica parte del supuesto de que se aprende a investigar investigando (Wainerman, 1997). En tal sentido, el dictado de la materia Introducción a la Investigación en Enfermería requirió de una estrategia de acompañamiento para que cada estudiante tomara decisiones oportunas en las diferentes instancias del diseño de investigación. Recurrimos a la experiencia de las estudiantes en el campo práctico preprofesional como un insumo valioso para enseñar-aprender metodología de la investigación. La mirada crítica, la sensibilidad y la creatividad lograron producir una serie de relatos que fueron la materia prima de los diferentes pasos del diseño de un proyecto de investigación. A partir de una producción personal anclada en la experiencia, cada estudiante pudo apropiarse de los contenidos de la materia y aplicarlos en las sucesivas reformulaciones del proyecto. Trabajar con el material concreto que ellas produjeron permitió superar cualquier nivel de abstracción y extrañamiento respecto de los contenidos teóricos de la metodología. Pudieron pensar y aprender metodología de la investigación haciendo enfermería. Las docentes consideraron que la evaluación de esta experiencia fue positiva. Por ello, se ha incorporado como estrategia de enseñanza-aprendizaje para futuras cohortes de estudiantes de la carrera de Enfermería. 570 ENSEÑAR METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EN LA CARRERA DE ENFERMERÍA BIBLIOGRAFÍA Amezcua, M. (2000). El trabajo de campo etnográfico en salud. Una aproximación a la observación participante. Index de Enfermería, IX(30), 30-35. Argentina, Ministerio de Educación (2015). Resolución Ministerial Nº 2721. Boletín Oficial de la República Argentina, 123(33).252: 406. Argentina, Ministerio de Salud y Desarrollo Social, Observatorio Federal de Recursos Humanos en Salud. (s./f.). Evolución de Nuevos Inscriptos y Egresados de la carrera de grado de Enfermería. Sistema Universitario. Recuperado de https://www.argentina.gob.ar/salud/oferhus/datos/formacion/enfermeria Aspiazu, E. (2017). Las condiciones laborales de las y los enfermeros en Argentina: entre la profesionalización y la precariedad del cuidado en la salud. Trabajo y Sociedad, (28). Recuperado de www.unse.edu.ar/trabajoysociedad. De Souza Minayo, M. C. (org.) (2003). Investigación Social. Teoría, método y creatividad. Buenos Aires: Lugar Editorial. Faccia, K. (2015). Continuidades y rupturas del proceso de profesionalización de la enfermería (1955-2011). En C. Biernat, J. M. Cerdá y K. Ramacciotti (dirs.), La salud pública y la enfermería en la Argentina. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes. Guber, R. (2001). La Etnografía. Método, campo y reflexividad. Buenos Aires: Norma. ----- (2009). El salvaje metropolitano. Buenos Aires: Paidós. 571 PAULA LEHNER Hernández Sampieri, R., Fernández Collado, C. y Baptista Lucio, M. del P. (2004). Metodología de la Investigación. México: McGraw-Hill Interamericana. Morrone, B. (2016). Soltando amarras. Claves para comprender la historia pendiente de la enfermería argentina. Mar del Plata: Ediciones Suarez. Pinheiro, R. y Burg Ceccim, R. (2009). Experienciación, formación, cuidado y conocimiento en el campo de la salud: articulando concepciones, percepciones y sensaciones para efectivizar la enseñanza de la integralidad. En R. Pinheiro, R. Burg Ceccim, L. Koifman y R. Araujo de Mattos (comps.), Enseñar salud. La integralidad y el SUS en los cursos de nivel de grado en el área de la salud. Buenos Aires: Teseo. Silva, C. C., Oliveira, A. K., Egry, E. Y., Lima Neto, E. de A., Anjos, U. U. y Silva, A. T. (2013). Construção de um Vê de Gowin para análises de produções acadêmicas de Enfermagem. Revista da Escola de Enfermagem da USP, 47(3), 709-713. Recuperado de https://dx.doi.org/10.1590/S0080623420130000300026 UNPAZ, Departamento de Ciencias de la Salud y el Deporte. (2017). Propuesta de Reforma Curricular Carrera Licenciatura en Enfermería de la Universidad Nacional de José C. Paz. (mimeo). Vélez Vélez, E. (2009). Investigación en Enfermería, fundamento de la disciplina. Revista de Administración Sanitaria Siglo XXI, 7(2), 341-56. Wainerman, C. (1997). Acerca de la formación de investigadores en ciencias sociales. En C. Wainerman y R. Sautu (comps.), La trastienda de la investigación (pp. 13-38). Buenos Aires: Editorial de Belgrano. Wainerman, C. y Binstock, G. (1993). Mujeres y varones en Enfermería. Serie Ocupación y género. Cuadernos del CENEP, (48). 572 Sobre autores y autoras I ADRIÁN CAMMAROTA Doctor en Ciencias Sociales (UNGS-IDES). Magíster en Historia (UNTREF), Licenciado en Historia (UNTREF). Profesor en Historia (ISPJ.V.G). Docente de grado y posgrado, investigador en el Departamento de Salud de la Universidad Nacional de la Matanza, donde dirige el proyecto Vincular2019 y CTyMA2, este último sobre la Profesionalización de las Carreras de Salud en Argentina. Es autor de “Somos Bachiyeres”. Juventud, cultura escolar y peronismo en el Colegio Nacional Mixto de Morón (1949-1969), (2014, Biblos). Ha publicado diversos artículos en revistas nacionales e internacionales y capítulos de libros. Sus temas de interés abarcan la historia social y cultural de la educación y la salud, la juventud y la niñez. Correo electrónico: [email protected] ADRIANA MARÍA VALOBRA Profesora de Enseñanza Primaria y Licenciada en Historia, ejerció la docencia primaria y secundaria durante más de quince años. Doctora 575 SOBRE AUTORES Y AUTORAS en Historia (UNLP). Investigadora independiente (IDIHCS-CONICET). Directora del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CInIG) y la revista Descentrada (FaHCE-UNLP). Profesora titular de Metodología de la Investigación y Problemas de Historia Argentina (FaHCE-UNLP). Su investigación enlaza género, política y metodología con un fuerte compromiso con la extensión comunitaria en el área de formación docente y estudiantil. Entre sus publicaciones, destacan: Del hogar a las urnas (2010, Prohistoria); Contigo ni pan ni cebolla (2015, Biblos); Moralidades y comportamientos sexuales (2014, Biblos), Queridas Camaradas (2017, Miño y Dávila), Ciudadanía política de las mujeres en Argentina (2018, Grupo Editor Universitario) y una compilación con Anabella Gorza sobre actualización y propuestas didáctica para las ciencias sociales, Género y Derechos. Una propuesta para el aula de ciencias sociales (2018, FaHCE-UNLP). Correo electrónico: [email protected] ANA LAURA MARTIN Doctora por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, magíster en Historia por el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín y profesora en historia graduada en la FFyL-UBA. Cursó la Maestría en Estudios de Género: Mujeres, desarrollo y culturas dictada conjuntamente por la Universidad de Vic (Barcelona), la Universitat de Barcelona y la Cátedra UNESCO “Mujeres, desarrollo y culturas”. Fue Secretaria Académica del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE) de la FFyL-UBA. Sus investigaciones son en torno a los trabajos y las profesiones feminizadas en particular en el campo sanitario en el siglo XX. Correo electrónico: [email protected] 576 ANABEL ANGÉLICA BELIERA Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Magíster en Ciencias Sociales (UNLP), Licenciada y Profesora en Sociología (UNLP). Becaria posdoctoral del CONICET con sede en el Laboratorio de Estudios en Sociología y Economía del Trabajo (UNLP/CONICET). Docente de la cátedra Sociología General (FaHCE-UNLP). Sus temas de investigación se inscriben en el campo de sociología del trabajo: particularidades del Estado en tanto ámbito de relaciones laborales, análisis del hospital como espacio de trabajo e investigación de la dinámica sindical en este sector. Es autora de Lo sindical en su multiplicidad. Trabajos, profesiones y afectos en el hospital, (2019, Miño y Dávila). Ha publicado en distintas revistas nacionales e internacionales. Correo electrónico: [email protected] DANIELA EDELVIS TESTA Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, Magíster en Diseño y Gestión de Programas Sociales y Licenciada en Terapia Ocupacional. Es docente de grado y posgrado en varias universidades nacionales. Se especializa en temas de salud, enfermedad, atención y cuidados. Sus áreas de estudio abarcan perspectivas sociohistóricas de salud y enfermedad, estudios sociales de la discapacidad, historia de las profesiones y terapia ocupacional social. Es autora del libro Del Alcanfor a la vacuna Sabin. La polio en la Argentina (2018, Biblos) y ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas. Se desempeña en salud mental comunitaria en el subsector público de salud. Correo electrónico: [email protected] 577 SOBRE AUTORES Y AUTORAS IVANA HIRSCHEGGER Doctora en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Es investigadora Adjunta del CONICET y pertenece al Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA-CONICET). Miembro de proyectos de investigación financiados por la Sectyp (Universidad Nacional de Cuyo) y el CONICET. Codirectora de proyecto de Investigación (PIP-CONICET) y miembro adscripto del Instituto de Historia Americana y Argentina (Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo). Ha publicado capítulos de libro y artículos en importantes revistas nacionales y extranjeras indexadas (Anuario del Instituto de Historia Argentina; Coordenadas. Revista de Historia local y regional; Historia Caribe; RIVAR, Travesía, América Latina en la Historia Económica, entre otras). Correo electrónico: [email protected] JOSÉ BUSCHINI Licenciado en Sociología por la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, magíster en Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad Nacional de Quilmes y Doctor en Ciencias Sociales de FLACSO. Actualmente se desempeña como Investigador Adjunto en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata. Es Docente de Sociología, Ayudante Diplomado Ordinario en la materia Teoría Social Contemporánea A y Profesor Adjunto Interino en la materia Niklas Luhmann: teoría de la sociedad y modernidad. Correo electrónico: [email protected] 578 JOSÉ IGNACIO ALLEVI Doctor en Historia y Magíster en Ciencias Sociales, ambos por la Universidad Nacional de La Plata. Egresado de la Licenciatura en Historia de la Universidad Nacional del Litoral (2013), desde el año 2015 revista como docente de Teoría Social en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario. Ha sido becario doctoral del CONICET, donde continuó su formación posdoctoral, con sede en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales del Litoral (IHUCSOUNL). Sus investigaciones y participación en proyectos se inscriben en el vasto campo de la historia social de la salud y la enfermedad y la historia de la ciencia. Ha trabajado sobre la construcción disciplinar de la psiquiatría en Rosario durante la entreguerras, así como en la dinámica sociocultural de la medicalización social y profesionalización médica en la provincia de Santa Fe durante el siglo XIX. Actualmente aborda la historia de la salud pública y sus políticas específicas en dicho espacio. Correo electrónico: [email protected] FEDERICO RAMÓN RAYEZ Doctorando en Historia (UdeSA). Magíster en Investigación Histórica (UdeSA). Licenciado en Sociología (UBA). Becario Doctoral CONICET/Universidad Nacional de Quilmes. Ha publicado artículos en revistas científicas en Brasil, Perú y Colombia. Sus temas de interés se vinculan a la salud global, la formación de recursos humanos en salud pública y la historia sociocultural de la ciencia durante las décadas de 1960 y 1970. Correo electrónico: [email protected] 579 SOBRE AUTORES Y AUTORAS KARINA INÉS RAMACCIOTTI Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Investigadora independiente del CONICET en la Universidad Nacional de Quilmes, lugar donde también es profesora titular de Historia Social. Es autora de La política sanitaria del peronismo (2009, Biblos) y, junto con Carolina Biernat, de Crecer y multiplicarse: la política sanitaria materno infantil argentina (1900-1960) (2013, Biblos). Ha compilado La Fundación Eva Perón y las mujeres: entre la provocación y la inclusión (2008, Biblos), Generando el peronismo: estudios de cultura, política y género (2009, Proyecto Editorial), Políticas sociales: entre demandas y resistencias (2012, Biblos), Historia de la salud y la enfermedad bajo la lupa de las ciencias sociales (2014, Biblos), La salud pública y la enfermería en la Argentina (2015, Ediciones UNQ), Derroteros del Cuidado (2019, Ediciones UNQ); Mujeres, saberes y profesiones Un recorrido desde las ciencias sociales (2019, Biblos) y Los accidentes de trabajo en perspectiva histórica (2019, Ediciones UNGS). En la actualidad es directora de proyectos de investigación en las universidades nacionales de Quilmes y de José C. Paz. Correo electrónico: karinaramacciotti @gmail.com LÍA FERRERO Profesora en Ciencias Antropológicas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (FFyL-UBA), Diplomada en Antropología Social y Política por FLACSO y Maestranda en Antropología Social por la FFyL-UBA. Se desempeña en proyectos de investigación en el Instituto de Estudios Sociales en Contextos de Desigualdad de la Universidad Nacional de José C. Paz (IESCODE-UNPAZ). Es docente de la Licenciatura en Enfermería de UNPAZ. También es docente en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y miembro 580 del Centro de Estudios del Deporte de la Universidad Nacional de San Martín (CED-UNSAM). Es miembro de Redes y Asociaciones que nuclean antropólogxs a nivel nacional, regional y mundial. Es coeditora de PUBLICAR En Antropología y Ciencias Sociales, revista del Colegio de Graduados en Antropología de la República Argentina (CGA) y de Deja-Lu, Journal del Consejo Mundial de Asociaciones de Antropología (WCAA). Correo electrónico: [email protected] LILA AIZENBERG Ph.D en Sociología (State University of New York at Binghamton). Master in Arts (State University of New York at Binghamton). Licenciada en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Actualmente es investigadora (asistente) de CONICET y docente de la Universidad Nacional de Córdoba. Se ha especializado en los estudios sobre salud y género con énfasis en las problemáticas sobre migración y salud intercultural. Ha publicado numerosos trabajos en revistas nacionales y extranjeras y participado de distintos espacios nacionales e internacionales de divulgación. Correo electrónico: [email protected] MARCELO JEREZ Profesor, Licenciado y Doctor en Historia por la Universidad Nacional de Tucumán. Actualmente se desempeña como Investigador Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Es miembro de la Unidad Ejecutora en Ciencias Sociales Regionales y Humanidades (UE CISOR) dependiente de la Universidad Nacional de Jujuy y del CONICET. Es docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de 581 SOBRE AUTORES Y AUTORAS Jujuy. Es autor del libro El problema de la vivienda en Jujuy durante los gobiernos populares (1946-1955) y de diversos artículos referidos a procesos socio-políticos, acontecidos durante la primera mitad del siglo XX en la provincia de Jujuy, publicados en revistas especializadas nacionales e internacionales. Correo electrónico:[email protected] MARÍA DE LOS ÁNGELES JARA Profesora en Historia. Especialista en Estudios de las Mujeres y Género. Docente e investigadora en la Universidad Nacional del Comahue. Fue docente en el nivel medio y en la Escuela Popular de Género. Se desempeñó como directora del voluntariado universitario “Envejecimiento activo”. Ha participado de proyectos de investigación sobre temáticas relacionadas con el trabajo, el cuerpo, la salud y la vejez en los tiempos presentes. Actualmente es maestranda de la Maestría en Estudios de las Mujeres y Género, en la Facultad de Humanidades, UNCo. Correo electrónico: [email protected] MARÍA DEL CARMEN ROSALES Profesora en Historia por la Universidad Nacional de Tucumán, Becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET), alumna del Doctorado de Humanidades (área Historia) de la Universidad Nacional de Tucumán. Ha publicado artículos y capítulos de libros de su especialidad referidos al desarrollo de las políticas de salud pública en Tucumán durante el primer peronismo (1943-1955). Correo electrónico: [email protected] 582 MARÍA ESTELA FERNÁNDEZ Doctora en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán y Magíster en Ciencias Sociales (orientación Historia) por la misma casa de estudios. Se desempeña como docente en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNT; como investigadora ha participado en diversos proyectos relativos a la problemática económica y social en Tucumán por el Consejo de Investigaciones de la UNT y a cuestiones sanitarias en las Universidades Nacionales de Mar del Plata y La Pampa. Ha publicado artículos y capítulos de libros de su especialidad referidos al desarrollo de las políticas de salud pública en Tucumán entre fines del siglo XIX y comienzos del XX y es autora de La salud: instituciones, espacios y actores, de la Colección de Historias Temáticas de Tucumán, siglos XIX y XX. Correo electrónico: [email protected] MARÍA JOSÉ BILLOROU Profesora de Enseñanza Secundaria Normal y Especial en Historia, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Magíster en Estudios Sociales y Culturales, Universidad Nacional de La Pampa. Profesora Titular Regular de la Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de La Pampa. Es docente e investigadora y participó en numerosas jornadas, congresos y eventos científicos como expositora, coordinadora y comentarista. Autora de artículos en libros y revistas especializadas en el ámbito de las ciencias sociales, especialmente en el área de historia de las mujeres e historia social. Correo electrónico: [email protected] 583 SOBRE AUTORES Y AUTORAS MARÍA LAURA RODRÍGUEZ Profesora y Licenciada en Historia, Master en Historia de las Políticas de Bienestar por la Universidad de Évora (Portugal) y Doctora en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Actualmente se desempeña como Profesora Asistente en la Escuela de Historia de la Facultad de Filosofía y Humanidades (UNC) y como Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS-CONICET/UNC). A lo largo de su carrera viene profundizado en líneas de estudio vinculadas a la historia de la medicina, la salud pública y las profesiones sanitarias. Ha participado de múltiples proyectos de investigación individuales y colectivos y ha divulgado los resultados de sus indagaciones en libros, capítulos de libros y numerosos artículos publicados en revistas nacionales e internacionales del área. Correo electrónico: [email protected] MARIELA RUBINZAL Licenciada en Historia por la Universidad Nacional del Litoral, Doctora en Historia por la Universidad Nacional de La Plata e Investigadora Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas Técnicas (CONICET). Ha sido docente en la Universidad Nacional de San Martín y, actualmente, es profesora concursada en la cátedra Investigación Social I en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral. Es directora del CAID 2016 “Política y cultura en la Argentina del siglo XX. Perspectivas y desafíos interdisciplinarios” (2017-2020). Entre sus publicaciones se encuentra Historia de la Escuela de Servicio Social de Santa Fe (1943-2013), (2014, Ediciones UNL) También es autora de artículos 584 y capítulos en libros colectivos publicados tanto en Argentina como en el exterior. Ha compilado dossiers académicos (2016) y ha coordinado libros para la difusión masiva de la historia de Santa Fe (2018). Correo electrónico: [email protected] NATACHA BACOLLA Graduada en Historia (UNL), magíster en Ciencias Sociales (FLACSO) y doctora en Ciencia Política (UNR), investigadora del CONICET (IHUCSO-CONICET/UNL), Profesora Asociada Regular (FHUC/UNL) y Profesora Titular (FCPyRRII/UNR). En los últimos años, entre otros trabajos relativos al tema, ha publicado “Nuevas capacidades estatales para una sociedad transformada. Instituciones y políticas sanitarias en la provincia de Santa Fe primera mitad del siglo XX” (2016), en Trabajos y comunicaciones, 44, UNLP, sobre espacios de profesionalización de las ciencias médicas; en coautoría con Susana Piazzesi, es responsable de partes del libro El reformismo entre dos siglos. Historias de la Universidad Nacional del Litoral, (2015, Ediciones UNL) y en coautoría con José Ignacio Allevi “La Escuela de Nurses de la Universidad Nacional del Litoral. Profesionalización del cuidado, circulación de saberes y políticas estatales de salud en Santa Fe, primera mitad del siglo XX”, (2019) en Trabajos y Comunicaciones, 49, UNLP. Correo electrónico: [email protected] PAULA LEHNER Doctora en Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires (UBA). Magíster en Estudios Especializados en Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona. Licenciada en Sociología, UBA. Docente de la 585 SOBRE AUTORES Y AUTORAS Universidad de Buenos Aires, de la Universidad Nacional de José C. Paz y de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Investigadora del Área de Salud y Población del Instituto de Investigaciones Gino Germani (UBA) y del Instituto de Estudios Sociales en Contexto de Desigualdad (IESCODE-UNPAZ). Sus temas de investigación están relacionados con la sociología de la familia, la salud y la organización social de los cuidados; sobre ellos ha publicado artículos y participado en reuniones científicas nacionales e internacionales. Correo electrónico: [email protected] PAULA SEDRAN Doctora en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba y Licenciada en Historia por la Universidad Nacional del Litoral. Actualmente se desempeña como becaria posdoctoral en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en la Unidad Ejecutora de Investigaciones Sociohistóricas Regionales, Rosario. Es docente Jefe de Trabajos prácticos en la Facultad de Humanidades Artes y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Entre Ríos. Sus investigaciones se centran en la historia sociocultural santafesina, desde una perspectiva regional y local. Analiza la definición y regulación de los comportamientos considerados disruptivos así como la construcción de identidades sociales y otredades ligadas a ello. Es autora de numerosos artículos en revistas especializadas y capítulos de libros, así como el libro Moral y orden. Sentidos y prácticas en la transformación de los comportamientos públicos (Santa Fe, 18561890), (2018, Teseo). Correo electrónico: [email protected] 586 ROBERTO REPETTO ANDRADA Licenciado en enfermería con formación orientada al campo de la salud pública. Es Magíster en Epidemiología, Gestión y Políticas de Salud en ISCo-UNLa. Actualmente es Director de la Licenciatura en Enfermería en UNPAZ lugar donde también es docente investigador. Correo electrónico: [email protected] VIVIANA BOLCATTO Profesora de Historia y Magíster en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional del Litoral, título de tesis “La centralización sanitaria santafesina. 1932-1935”. Profesora Adjunta en la cátedra Historia Social y Política Argentina de la Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo, y de la cátedra Historia Argentina para las carreras de Abogacía y Licenciatura de Trabajo Social, de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales (UNL). Publicó con Susana Piazzesi Hospital Iturraspe.100 años (2011, UNL), además de diversos artículos y ponencias en torno a la temática de cuestiones sanitarias en la ciudad y la provincia de Santa Fe. Correo electrónico: [email protected] 587 Historias de la enfermería en Argentina. Pasado y presente de una profesión reúne dieciocho artículos orientados a profundizar sobre las características específicas de los espacios formativos de la enfermería en la Argentina a lo largo de un período que va desde las últimas décadas del siglo XIX hasta la actualidad, así como las particularidades de la enseñanza y el aprendizaje de la Licenciatura en Enfermería en una universidad del conurbano: la Universidad Nacional de José C. Paz. Algunos de los temas sobre los que nos invita a reflexionar este libro vienen de larga data, tal como la escasez de personal capacitado para atender las crecientes, múltiples y variadas demandas de los sistemas sanitarios y las dificultades que ha tenido la profesión para obtener mejoras salariales de acuerdo con las tareas COLECCIÓN HORIZONTES I+D+i cumplidas. Otros aspectos fueron modificándose al calor de los reclamos y las luchas: un mayor reconocimiento de la profesión en cuanto a sus técnicas, procedimientos y saberes específicos; mayores espacios de deliberación profesional y representación laboral-sindical y el incremento de su estatus dentro de la trayectoria educativa para lograr, no sin obstáculos, ser reconocida como una carrera universitaria. I+D+i Instituto de Estudios Sociales en Contextos de Desigualdades (IESCODE)