Catulo, c. 59. El castigo de Rufa
Catullus, c. 59. The Punishment of Rufa
Emilio Zaina
Universidad Nacional del Sur, Argentina
[email protected]
Resumen: El poema 59 de Catulo ha recibido escasa atención de la crítica
especializada, probablemente por su apariencia fragmentaria y su obscenidad irremisible. También por el lugar que ocupa en la colección1 y por
estar dirigido a una mujer de ínfima condición que aparece sólo una vez
en todo el corpus. Sin embargo, los versos del c. 59 pertenecen con todo
derecho al universo catuliano por su contenido2 y también por su técnica
compositiva.
abstRact: Catullus’ poem 59 has received minor attention from specialized
critics, probably due to its fragmentary nature and wide obscenity. It is also
so, because of the place that the poem occupies in the collection, as well as
being addressed to an ill-reputed woman who only appears once in the whole
corpus. Nonetheless, the verses from this poem belong completely to the Catullian universe, given its content and compositional technique.
PalabRas clave: Catulo; c. 59; colección; obscenidad; técnica compositiva.
KeywoRds: Catullus; c. 59; Collection; Obscenity; Compositional Technique.
Recibido: 14 de septiembre de 2014 • acePtado: 1 de febrero de 2016.
doi: 10.19130/iifl.nt.2016.33.2.710
Bononiensis Rufa Rufulum fellat,
uxor Meneni, saepe quam in sepulcretis
vidistis ipso rapere de rogo cenam,
1
Skinner 1980a, p. 74: “a jumble of unrelated and curiously unfinishe verses”.
Hubbard 1983, p. 220: “C. 52-60, which, while not without moments of inspiration, on
the whole form a rather embarrassing grab-bag of doggerel and fragments at the end
of the polimetry section”. Más acertada es la opinion de Quinn 1970, p. 262: “An elegantly structured epigram, rather than a lampoon”.
2
Si atendemos a algunos de sus aspectos temáticos más obvios, constatamos que el
motivo del hambre reaparece en cc. 21; 23 y c. 23 (que se refiere a la pobreza de Aurelio y su familia e, indirectamente, al hambre que soportan) y cc. 28.5 y 47.2. Podría
añadirse la voracidad sexual y monetaria, según Richlin 1988, pp. 355-363. La práctica
de la fellatio se reitera en cc. 10.12; 16.1,14; 21.8,13; 28.10; 37.8; 74.5 y 80 passim.
Cito sólo aquellos poemas en que aparecen los verbos irrumare y fellare. Añado c. 80
en el que no se citan dichos verbos, pero es obvia la actividad sexual que se lleva a
cabo. El robo aparece en los cc. 12, 25, 29, 33, 42, entre otros poemas.
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Zaina / catulo, c. 59. el castigo de Rufa
cum devolutum ex igne prosequens panem
ab semiraso tunderetur ustore.3
El poema presenta dos escenas sucesivas. La primera de ellas alude a
las prácticas sexuales de Rufa y la siguiente describe el latrocinio de
esa misma mujer y el castigo que el ustor le propina. De la segunda escena han sido testigos frecuentes los destinatarios explícitos de la pieza
(saepe … vidistis); la otra escena, que en la sucesión de los versos es la
primera, introduce información novedosa para esos mismos destinatarios
explícitos.4 El cuadro que el poema expone podría calificarse como fulgurante: una pira funeraria encendida, dos seres pelirrojos y otro con la
cabeza rapada a medias.
1. Testas coronadas
Rufa era un cognomen usual en la Galia Cisalpina y también un epíteto
referido a la coloración de la cabellera.5 Por supuesto, las dos posibilidades coexisten sin conflicto, si admitimos que los cognomina latinos
aludían muchas veces a alguna característica distintiva de quien lo portaba. Por otra parte, el término rufa podía contener una carga semántica
negativa, muy adecuada a la oprobiosa conducta de una mujer que fre-
3
Utilizo la edición de Goold, 1983.
Me refiero a los destinatarios en los poemas de Catulo, Zaina 2010, pp. 1-23.
5
En la colección de Catulo la referencia al cabello es recurrente, al punto que puede
esbozarse un principio de clasificación. El rubio cabello de los héroes (flavus): Teseo, c.
64.98 y Protesilao, c. 68.130. El cabello también rubio, flavua, de las mujeres mitológicas: Ariadna, c. 64.63 y Berenice, c. 66.62 (podrían agregarse otras mujeres terrenales,
si bien el adjetivo utilizado es candida, referido con más seguridad a la coloración
de la piel, aunque el cabello no queda exento: la amiga que podría traer Fabulo en c.
13.4; la enamorada de Cecilio en c. 35.8; Lesbia, c. 68.70, Quintia, c. 86.1); la costumbre de llevar largos cabellos por parte de los provincianos: la Gallia comata en 29.3
y el hispano Ignacio, capillatus en c. 37.17. Los ancianos, naturalmente canos: Egeo,
c. 64.224; las ancianas que pierden a sus hijos en la guerra en c. 64.350; Tetis, en c.
66.70; un viejo en c. 68.124 y Cominio, en c. 108.1. El vello crecido de los exoleti: tal
vez Furio y Aurelio, pero no queda claro en c. 16.10 y Vibenio en c. 33.7. La ausencia
de vello, glaber, de los pueri que el amo, pronto a contraer nupcias, debe abandonar
en c. 61.135. Sobre la diferencia entre capillus y pilus y capillatus y pilosus, se puede
consultar en André 1991, pp. 212-213.
4
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cuentaba las tumbas.6 Con Rufulus la cuestión es parecida. Algunos especialistas pretenden que se designaba así a una clase de tribuno militar,7
pero es mucho más natural considerarlo un diminutivo y una derivación
de Rufa para describir a alguien también pelirrojo.8
Por otra parte, el ustor, que en el poema se ocupa de los cuerpos de
los difuntos, tiene la cabeza semirrapada, tal como la portaban los esclavos que habían cometido algún crimen. Rasurar la cabeza, marcar el
cuerpo con signos o atenazarlo con collares escritos constituían diferentes medios de escarmiento y también de identificación de los esclavos
criminales.9 El poeta toma una parte del cuerpo y la pone de relieve, una
técnica descriptiva usual en su colección10 que aquí se actualiza con el
cabello de las testas de Rufa, Rufulus y el ustor. No hay ninguna sorpresa
en las têtes couronées de c. 59 para un lector avezado que recuerde la
nariz de Fabulo (c. 13), los dientes de Emilio (c. 97.5) o el pie de Lesbia
(c. 68.70-71). Los teóricos de la literatura han señalado que éste es un
dispositivo utilizado para lograr el effet de réel.11 En muy pocas ocasioMunro 1878, p. 134, observa que “rufus was a common term of reproach” y cita
los siguientes pasajes en apoyo de su afirmación: Plaut., Asin., 2. 3.20; Tert., Heaut., 5.
5.17, y Mart., 2. 32 y 12. 32.4.
7
Cf. Ellis 1889, p. 205, retomado por Thomson 1998, p. 345.
8
La paronimia es frecuente en Catulo: Veranius… Veraniolus c. 12.16-17; Cato, Catullum c. 56.3; Aufillenum … Aufillenam c. 100.1.
9
El hecho de que fuera semirasus permite suponer que era un esclavo fugitivo, cf.
Apul., Met., 9.12: “frontem litterati et capillum semirasi et pedes anulati”. En Marcial
8.75.9, inscripti alude a los esclavos públicos que estaban encargados de transportar cadáveres. Extensa información puede hallarse en Jones 1987, pp. 139-155, y Gustafson
1997, pp. 79-105. Sobre los collaria servorum fugitivorum, cf. Dessau 1906, inscripciones 8726-8733. Un pasaje lleno de interés se encuentra en la lex locationis de munere
publico libitinario (AE, 1971, 0088) en el que se excluye a los esclavos marcados (neve
stigmat(ibus) inscript(us) de las tareas funerarias. Por el contrario, Marcial, 8.25.9, describe el modo en que unos libitinarii tatuados transportaban un cadáver vil: “quattuor
inscripti portabant vile cadaver”. Catulo está más cerca de Marcial cuando amenaza a
Talo con escribir sobre su cuerpo con latigazos quemantes en c. 25.11: “tibi conscribilent
flagella”. Sin duda, el castigo consistía en denunciar el latrocinio de Talo por medio de
signos taraceados sobre su carne.
10
Cf. Zaina 1995, pp. 19-25.
11
“C’est la prédominance de la métonymie qui gouverne et définit effectivement le
courant littéraire qu’on apelle ‘réaliste’… Suivant la voie des relations de contigüité,
l’auteur réaliste opère des digressions métonymiques... Il est friand de détails synecdochiques” explica Jakobson 1966, pp. 62-63.
6
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nes Catulo se refiere a la entera superficie del cuerpo y a su contorno
general. Prefiere, en cambio, tomar una de sus partes y colocarla en el
centro de la escena, para exponerla a los ojos del lector. El effet de réel
es un procedimiento próximo a la evidentia,12 un recurso retórico que
tenía como propósito hacer surgir ante los ojos del receptor las imágenes
descritas. Las cabezas rojizas de Rufa y de Rufulus y la cabeza semirrapada del ustor13 sobresalen visibles en virtud de un dispositivo descriptivo que inclusive es reforzado por medio del uso del verbo vidistis, en v.
3. De este modo, los lectores alejados en el tiempo y en el espacio verán
levantarse ante oculos la escena en la que tres seres de têtes couronées
trajinan entre las tumbas de un cementerio antiguo.
II. El poema y las inscripciones sepulcrales
Vulpius consideró que era posible vincular el poema con un pasquín
desplegado intra muros.14 Sin embargo, parece mucho más adecuado
considerar que Catulo aprovechó la estructura de los epitafios para concretar el escarnecimiento público de una mujer que frecuentaba las tumbas. Los poetas latinos vivían inmersos en un paisaje epigráfico sobre
el que influían y por el que eran influidos.15 La detallada identificación
de Rufa es un dato sorprendente que debió haber despertado sospechas
entre los lectores.16 De hecho, los loci similes citados por la crítica especializada, constituidos por repetitivas y escuetas inscripciones parietales,
Sobre evidentia o enargeia, cf. el artículo de Zanker 1981, pp. 297-311.
Ustor, el encargado de atizar el fuego —ignis, v. 4— de la pira funeraria, se vincula
por su etimología con el verbo uro, “quemar”. Usta era un pigmento rojo que se utilizaba
para teñir, cf. Vitr., 7.11.2, y Plin., HN, 35.38.
14
Vulpius 1710, p. 187: “Libelli in principes viros contumeliosi, editi ab hominibus
audacibus, et iracundia elatis, Romae hoc tempore vocantur pasquinate”.
15
En un brevísimo artículo, Horsfall 1986, pp. 44-45, ofrece una perspectiva diferente sobre el vínculo entre los poetas latinos y la epigrafía. Desde su punto de vista, los
poetas canónicos vivían en un paisaje epigráfico que influía sobre ellos, por consiguiente también hay que buscar en los poetas del canon el influjo de la epigrafía sepulcral.
El vínculo entre los cle y Catulo ha sido estudiado especialmente por Popova 1970, pp.
312-366; Gómez Pallarès 1992, pp. 201-230, y Cugusi 1996, pp. 345-348.
16
Varios especialistas señalan la detallada identificación de Rufa, pero no la relacionan con las inscripciones sepulcrales. Por ejemplo, Thomson, op. cit., p. 345, y Fernández
Corte y González Iglesias 2006, p. 600.
12
13
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se parecen sólo en parte al c. 59:17 Saluia felat Antiocum cil IV 1427;
Sabina fellas non bene facis cil IV 1485; Fortunata fellat cil IV 2275;
Ionas cum Fileto hic fellat cil IV 2402; Rufa ita uale, quare bene felas
cil IV 2421. A diferencia de los lacónicos mensajes de las paredes, que
contienen nombres sin mayor especificación, verbos y poco más, Catulo
se demora en indicarnos el gentilicio y el cognomen Rufa, además del
nombre de su cónyuge. Estas señas de identidad son datos inusitados en
una inscripción parietal, pero constituyen noticias naturales en un epitafio.18 La explosión epigráfica, que se dio entre los siglos i a. C. y iii de
nuestra era,19 tuvo como fin principal salvar al nombre del olvido en una
sociedad mayoritariamente escéptica respecto de la vida de ultratumba.20
Catulo parece utilizar los recursos típicos de los epitafios durante la casi
totalidad del verso que abre el c. 59 con el mismo objetivo que tenían las
inscripciones sepulcrales de su época: conservar en la memoria de los
vivos los nombres, aunque en este caso con el propósito de hacer visible
y mantener viva la identidad de una mujer acusada de cometer atrocidades entre las tumbas. Los cementerios, ubicados en las embocaduras
de las ciudades antiguas, eran un lugar concurridísimo21 y las lápidas
17
Citados, entre otros, por Baherens 1885, p. 289; Kroll 19685, p. 105, y retomados
por Quinn 1970, p. 262.
18
Palmer 1891, pp. 7-8, propuso leer Rufuli en lugar de Rufulum: “Rufulum or rufulum is generally read for rufum, and Bononiensis is taken as nominative. It is in my
judgment certainly accusative (cf. 58, 5). We should therefore read rufuli, which is nearer
rufum than rufulum is. L is often undistinguishable from i, and from one of the strokes
of an, m, n, or u”. Los editores actuales de Catulo no consideran la conjetura de Palmer.
Sin embargo, es lícita desde el punto de vista paleográfico y podría coadyuvar a sostener
nuestra postura. Si añadiéramos la filiación —Rufa Rufuli— al gentilicio, el cognomen y
la mención del cónyuge, tendríamos la identificación más completa de cualquiera de los
personajes de Catulo. Si aceptáramos la lectio de Palmer, deberíamos mantener Bononiensis como nominativo y, en consecuencia, desestimar la posibilidad del incesto que
percibe buena parte de los estudiosos del poema.
19
Además del clásico estudio de MacMullen 1982, pp. 233-246, cf. Meyer 1990, pp.
74-96, y Woolf 1996, pp. 22-39.
20
Pikhaus 1987, pp. 159-188, ofrece pruebas y porcentajes del extendido escepticismo respecto de la vida en ultratumba que se constata en la epigrafía sepulcral.
21
A esto alude saepe … vidistis en vv. 3-4 y no a un mecanismo que convierte a los
lectores del poema en blanco de insultos como supone Nappa 1999, pp. 329-335, que cree
ver en el poema el mismo dispositivo que en cil IV 2360 y 4008. Aquello que Svenbro
denomina “el paradigma pederástico de la escritura” no se constata en c. 59 sino, por
ejemplo, en c. 37 donde el amante amenaza a los contubernales de la salax taberna con
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Zaina / catulo, c. 59. el castigo de Rufa
colocadas a la vera del camino tenían en su superficie une écriture en
quête de lecteurs,22 apropiada para exponer a la vista de todos los paseantes no sólo las virtudes de los difuntos, sino también las inconductas
humanas.23 En una época en la que el estado no tenía en sus manos la
administración completa de la justicia, la denuncia pública era una forma
usual de venganza y los cementerios un sitio privilegiado para llevarla a
cabo. Acusaciones de crímenes, latrocinios o expresiones de encono eran
frecuentes en las inscripciones sepulcrales antiguas, circunstancia que
Catulo utilizó para trazar su invectiva en contra de Rufa.
¿Cómo conciliar la presencia del escazonte con la apertura “funeraria” del c. 59? La historia del coliambo está ligada a Hiponacte, un
poeta satírico del s. vi a. C. y su uso en la epigrafía sepulcral latina,
aunque atestiguado, es escaso.24 Es de mucho interés señalar que, antes
de reconocer el verso como un escazonte, los lectores leemos las diez
primeras sílabas como si se tratara de un trímetro yámbico y sólo cuando
arribamos a las dos sílabas finales, coincidentemente con la aparición
del brutal insulto implicado en el verbo fellat, advertimos que estamos
ante un coliambo. Al menos esto es lo que percibía Marius Victorinus
para quien alcanzaba con cambiar una sílaba para convertir un trímetro
en un escazonte: “Fiat mutatu acenttu pro sedet sedit, erit claudus”.25 Es
sabido que la forma métrica sepulcral que alcanzó mayor difusión hacia
el final de la República fue el senario yámbico, un verso popular derivado de la comedia, que permitía una cantidad de sustituciones en las
cantidades inaceptables para el poeta neotérico.26 En cambio, el trímetro
someterlos por medio de la escritura. Cf. Svenbro 1993, pp. 187-204, y Zaina 2009, pp.
59-67.
22
De gran interés son los artículos de Corbier 1987, pp. 27-60 y 1991, pp. 114-116.
El epitafio de Trimalción es un ejemplo famoso de los dispositivos para atraer la atención
de los lectores caminantes. Aquellos transeúntes que desearan conocer la hora, necesariamente debían leer su inscripción sepulcral.
23
Cf. Kajanto 1968, pp. 185-186.
24
Sobre el uso del escazonte en las inscripciones sepulcrales latinas, cf. Galletier
1922, pp. 281-282.
25
Marius Victorinus 174 G. 2575 P. Cf. también Atilius Fortunatus 2673 P. 314 G.:
“ac pro sedet, sedit erit scazon”. Ambos gramáticos toman como ejemplo el segundo
verso del c. 52 de Catulo, un pequeño poema que, justamente, combina el tema de la
muerte con la invectiva.
26
Catulo utiliza el trímetro yámbico puro en cc. 4 y 29, y el trímetro yámbico que
admite sustituciones en las sílabas iniciales del primero y tercer pie en c. 52. El metro se-
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“a la griega” fue utilizado, si bien de manera restringida, por un público
romano sumamente cultivado para trazar versos sobre las tumbas.27 Los
lectores del c. 59 leemos las diez primeras sílabas del verso de apertura
como si se tratara de un trímetro yámbico, un metro adecuado, en manos
del poeta neotérico, para una inscripción sepulcral.28
El epitafio de Arquímedes, que Cicerón conservaba en la memoria,
también estaba trazado en este metro:
... cuius ego quaestor ignoratum ab Syracusanis, cum esse omnino negarent, saeptum undique et vestitum vepribus et dumetis indagavi sepulcrum.
tenebam enim quosdam senariolos, quos in eius monumento esse inscriptos
acceperam, qui declarabant in summo sepulcro sphaeram esse positam cum
cylindro.29
El pasaje de Cicerón proporciona una preciosa información sobre el
uso del trímetro yámbico en la epigrafía sepulcral griega30 y sobre
el conocimiento que los latinos tenían de esta práctica. Sin duda, los
senariolos que el orador recordaba eran un dato cultural compartido por
sus contemporáneos para quienes un epitafio bien podía estar construido
con este metro.
pulcral más utilizado durante la época de Catulo fue el senario yámbico, nunca usado por
el poeta neotérico seguramente a causa de las excesivas libertades y licencias prosódicas
que esta forma popular, derivada de la comedia, permitía. Sobre el uso del senario en las
inscripciones sepulcrales durante el periodo de la República, cf. el extenso y pormenorizado estudio de Massaro 1992, especialmente pp. 8-25.
27
Cf. Galletier, op. cit., p. 297.
En c. 59, la línea se revela como un coliambo hacia el final del verso, en tanto
que la primera parte se comporta como un trímetro yámbico. Cada sección aludiría
a diferentes esferas, la primera (Bononiensis Rufa Rufulum/i) funeraria, la segunda
(fellat) satírica. La apertura del poema bien podría ser la de una inscripción sepulcral,
en tanto que el verbo que clausura la línea, típico de una inscripción parietal, permanece
encerrado, también por el comienzo del segundo verso (uxor Meneni), por las señas de
identidad de Rufa. El mismo recurso es utilizado por Catulo en c. 95.1 que comienza
como un hexámetro heroico (Annales Volusi) y finaliza con burlones yambos (cacata
charta), cf. Morgan 2010, pp. 88-92.
29
Tusc., 5.64.
30
Sobre el uso del trímetro yámbico en la epigrafía funeraria griega, cf. Kantzios
2005, p. 142.
28
104
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III. El poeta airado
Catulo utiliza las posibilidades que ofrece la escritura expuesta de los
sepulcros para castigar la conducta de Rufa. En el marco de la tradición
del poeta airado, elaborada por Arquíloco e Hiponacte, el poeta revela
los crímenes del adulterio, la fellatio y el hambre desmesurada de una
mujer que viola los tabúes del mundo de los muertos. El poema guarda
un castigo interno para Rufa, un ajusticiamiento que, de nuevo, no proviene de la administración estatal. El incinerador semirrapado a causa de
sus crímenes, y probablemente por este motivo condenado a un trabajo
ímprobo en las márgenes de la ciudad, es el encargado de la punición a
las faltas de Rufa.31 Si Catulo sanciona por medio de la denuncia verbal, desde el lugar de superioridad que la tradición le concede al poeta airado, el ustor apalea,32 desde su condición de igual o semejante, y
mantiene en su estado de hambrienta desesperada a Rufa.33 El delegado por Catulo para aplicarle a la mujer el castigo por sus crímenes es,
él mismo, un castigado por crímenes previos, tal como lo advierten los
signos de su cabeza. Rufa concentra sobre sí acusaciones gravísimas: es
una bustirapa34 sospechosa de cometer adulterio, además de trajinar en
el cementerio como una moecha bustuaria. Su ajusticiador es otro marginal, un esclavo que ejerce la horrible tarea de ustor, una tarea que era
inherentemente “sucia”. El incinerador de cadáveres ocupaba el punto
más bajo de la escala de los que se dedicaban a los trabajos funerarios
y, si bien colaboraba en limpiar la ciudad de la polución, él mismo era
Baehrens, op. cit., p. 289, señala: “admodum graphice persequitur poeta furantis
de rogo feminae imaginem: adstat illa anidos circumiciens oculos, uidet flammae late
sparsae ui detrudi ex rogo panem (liba maxime inicere solebant: cil. III, 2919), adsilit
detrusum captatura, a seruo ignes rogi custodiente baculi ferrei ictu feritur abigiturque
mulier contempta ab homine contempto”. Lateiner 1977, p. 18, en la misma línea que
Baehrens, define el castigo de Rufa como “a tiny universe of just retribution”.
32
Syndikus 1984, p. 287, señala las aliteraciones Rufa/Rufulum, saepe/sepulcretis,
rapere/rogo, prosequens/panem y no tunderetur/ ustore que imita los golpes del ustor.
Sobre las implicancias sexuales de tundo, cf. Adams 1982, p. 148, y Skinner 1980b, pp.
306-307, quienes citan pertundo de c. 32.11 y recuerdan a Pertunda, la deidad que presidía la pérdida de la virginidad.
33
Baehrens, op. cit., p. 290, considera que los “ustores sumebantur ex seruis pessimis” y añade las referencias correspondientes: Cic., Pro Mil., 33, 90; Lucan., 8, 738, y
Mart., 3, 93, 26.
34
Cf. Plaut., Pseud., 361.
31
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105
alcanzado por la mácula que, como una infección, se propaga cuando se
pone en contacto con Rufa,35 la otra impura de la escena. Como si no
fuera bastante, los citadinos son convocados como terceros para desempeñar el papel de cómplices del escarmiento a Rufa y, al mismo tiempo,
todos los futuros lectores del libellus entregado a Cornelio para que dure
plus uno saeclo.
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La práctica de la fellatio convierte a Rufa en impura: “oral sex was stigmatized as
particularly reprehensible for the pollution it was thought to bring upon the performer”
señala Richlin 1992, p. 27. Cf. también Williams 2010, pp. 218-224, en donde analiza
el par purus/impurus en relación con el sexo oral. Por su parte, el ustor es también un
personaje manchado. Los que manipulaban cadáveres contribuían a la higiene de las
ciudades antiguas pero esa misma tarea los convertía en maculati. Entre quienes consideran la cuestión están: Bodel 2000, pp. 134-143, y Kyle 1998, pp. 155-160.
35
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