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LLEGADA DEL CHICO, REPIQUE Y PIANO A LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

“Este trabajo intentará dar cuenta de la fundamental importancia del candombe afrooriental, emblema de la negritud, en la reconstrucción de un grupo social, cultural y político moreno en la Argentina a partir del éxodo oriental de los años '70. Para ello me referiré a mis vivencias junto a un grupo de vecinos de los barrios Sur y Palermo, este último al cual pertenezco. He tratado de reconstruir una historia, en el libro de mi autoría; Chico, Repique y Piano (Breve historia de la llegada del candombe a la ciudad de Buenos Aires). Cada hecho que describo en ella está corroborado esencialmente por los actores de la misma, documentación fotográfica y de la prensa. Es inevitable la auto referencia habida cuenta que el libro mencionado es mi primera producción literaria, y sobre todo que no provengo del mundo académico. Intenta ser un aporte más, pero firmemente arraigado en el relato de quienes hicimos la historia desde la activa participación política y cultural en los duros tiempos de la desocupación, las medidas prontas de seguridad y la represión de la dictadura uruguaya, así como en los años que posteriormente vivimos en Argentina. Es un intento de hacernos reflexionar, en la realidad cosmopolita de buenos aires, sobre la antecedencia de un grupo de afroorientales en la práctica de nuestra cultura, nuestro candombe, en espacios públicos, narrando y contando hechos que nos ocurrieron. Dejando documentado los esfuerzos que, juntos hombres y mujeres hicimos para llevar adelante, una comunidad de afrodescendientes en una segunda diáspora, llevando nuestros tamboriles y nuestra cultura e instalándolas como paisaje permanente en la ciudad de buenos aires. Este aporte habla, desde adentro, de la experiencia vivida, de la dureza de la vida del inmigrante pero también de la del suelo natal expulsivo, del período de la dictadura y su política racial y las condiciones de vida de los antepasados. Aprovecho este momento para manifestar mi agradecimiento a Roxana Prieto; Hellit Tabares “Pedrito Ferreira” (h); Luis Alberto Madruga Santos “Jimmy Santos”; Juan Carlos Prieto Nazareno “Candamia”, Washington Montiel "El Carioca, protagonistas de la historia y a Rodolfo “Cacho” Rodríguez que colaboró en la desgrabación de los reportajes realizados a los arriba citados y en la corrección del libro. Y muy especialmente a CORIÚN AHARONIÁN, hoy lamentablemente fallecido. A él le conté el trazo grueso de la historia, me trasmitió su entusiasmo, y me alentó a escribirla. dándome las pautas y me sirvió de guía para encarar este trabajo, sintetizada en la siguiente frase; “esa historia merece ser contada, reconstruí los hechos y hacé el esfuerzo por documentarlos”. Hugo Ferreira – 15/07/2017

1 LLEGADA DEL CHICO, REPIQUE Y PIANO A LA CIUDAD DE BUENOS AIRES1 INTRODUCCIÓN Este trabajo intentará dar cuenta de la fundamental importancia del candombe afrooriental, emblema de la negritud, en la reconstrucción de un grupo social, cultural y político moreno en la Argentina a partir del éxodo oriental de los años 70'. Para ello me referiré a mis vivencias junto a un grupo de vecinos de los barrios Sur y Palermo, este último al cual pertenezco. He tratado de reconstruir una historia, cada hecho que describo en ella está corroborado esencialmente por los actores de la misma. Para ello me referiré al contenido del libro “Chico, Repique y Piano: (Breve historia de la llegada del candombe a la ciudad de Buenos Aires)” Ferreira (2015), de mi autoría. Es inevitable la autorreferencia habida cuenta que el libro mencionado es mi primera producción literaria, y sobre todo que no provengo del mundo académico. Mi participación en este foro “Memorias afro e indígenas: narrativas, resistencias y producciones identitarias de las singularidades culturales en los Estados-nacionales latinoamericanos", intenta ser un aporte más, pero firmemente arraigado en el relato de quienes hicimos la historia desde la activa participación política y cultural en los duros tiempos de la desocupación, las medidas prontas de seguridad y la represión de la dictadura uruguaya, así como en los años que posteriormente vivimos en Argentina. Es un intento de hacernos reflexionar, en la realidad cosmopolita de Buenos Aires, sobre la antecedencia de un grupo de afrouruguayos en la práctica de nuestra cultura, nuestro candombe, en espacios públicos, narrando y contando hechos que nos ocurrieron. Dejando documentado los esfuerzos que, juntos hombres y mujeres hicimos para llevar adelante una comunidad de afrodescendientes en una segunda diáspora, llevando nuestros tamboriles y nuestra cultura e 1 Hugo Ferreira 1 2 instalándolas como paisaje permanente en la ciudad de Buenos Aires y en algunas ciudades del interior a lo largo de toda la República Argentina. Este aporte habla, desde adentro, de la experiencia vivida, de la dureza de la vida del inmigrante, pero también de la del suelo natal expulsivo, del período de la dictadura y su política racial y las condiciones de vida de los antepasados. Aprovecho este momento para manifestar mi agradecimiento a Roxana Prieto, Hellit Pedrito Ferreira (h) Tabares; Luis Alberto Jimmy Santos Madruga Santos; Juan Carlos Candamia Prieto Nazareno, y Washington Carioca Montiel protagonistas de la historia y a Rodolfo Cacho Rodríguez que colaboró con la desgrabación de los reportajes realizados a los arriba citados y en la corrección del libro y especialmente a Coriún Aharonian, que me alentó a escribirla y me dio las pautas y me sirvió de guía para encarar este trabajo, sintetizada en unas palabras que me que me dijo y me quedaron grabadas; “esa historia merece ser contada, reconstruí los hechos y hace el esfuerzo por documentarlos” CONTEXTO Este aporte comienza poniendo en contexto regional el fenómeno migratorio de buena parte del pueblo uruguayo a partir de los tempranos años setenta del siglo pasado. Efectivamente, Latinoamérica fue el escenario de grandes confrontaciones entre el poder hegemónico imperialista y la voluntad de los pueblos oprimidos. Las revoluciones y contrarrevoluciones, las guerras y los genocidios a nivel mundial tuvieron su reflejo en nuestro continente con la consecuencia de masivas migraciones de poblaciones campesinas y urbanas. Estos movimientos forzados de las víctimas de la violencia estatal nativa y de la violencia imperialista generaron inevitablemente el desgarro del tejido social y la descomposición cultural de 2 3 los colectivos originarios. Del mismo modo, las culturas herederas de los pueblos africanos que tanta importancia tuvieron en la conformación de las identidades de los pueblos americanos, desde New Orleans, pasando por todo el Caribe y Brasil y llegando hasta Montevideo, sufrieron también el impacto de estos procesos. Fundamentalmente durante fines de la década del 60' y principios del 70', por motivos no sólo políticos, sindicales y económicos sino también raciales, la negritud fue objeto de represión, cárcel, muerte y exilio a lo largo de todo el continente. En el presente trabajo me centraré en los acontecimientos y consecuencias en el área del Río de la Plata. EL CANDOMBE Hablar del candombe afrooriental es poner en manifiesto un fenómeno que trasciende al ritmo, la danza y la música. Se trata, en realidad, de la expresión de un conjunto complejo y diverso de elementos simbólicos propios de comunidades afrodescendientes, de negros y morenos. Cuando hablamos de candombe, nos referimos a una cultura que vino traída desde el África por los esclavizados y se fue construyendo a lo largo de 200 años en la ciudad de Montevideo. Definir a los afrodescendientes me obliga aquí a efectuar un recorte adecuado: me refiero en este trabajo a aquellos seres humanos que supieron vivir en el continente africano en sociedades agrícolas más o menos desarrolladas, con sus conflictos tribales, sus guerras y sus alianzas, con sus modos de producción y de relaciones sociales e intrapersonales, es decir con su cultura propia y su identidad y sentido de pertenencia. Personas que, en el marco de la expansión colonial, cuando los imperios necesitaron mano de obra para las explotaciones algodoneras, azucareras, mineras, etcétera, en sus colonias, fueron víctimas de cacería, secuestro, desarraigo y posterior esclavitud, arrojadas a otro 3 4 mundo en el cual tuvieron que sobrevivir a como diera lugar, en medio de la mayor explotación y opresión. El candombe, entonces, es la síntesis de lo que aquellos hombres y mujeres originarios del África pudieron conservar, alimentar, reconstruir y desarrollar a actores de diferentes culturas africanas[1] –maguises, nagos, calabaries, congos, benguelas y mozambiques, como un fuego sagrado que les dio el ánimo y voluntad para soportar la inefable realidad de haber sido convertidos por la fuerza en esclavos y esclavas en un mundo desconocido y hostil. Forma de comunicación, danza y religión que mezcla alegrías, sufrimientos y rebeldías y que se fue construyendo al paso de los años en América Latina. Mi objetivo al escribir este libro fue el intento de dejar sentado por escrito una parte del recorrido de los tamboriles afroorientales, en la ciudad de Buenos Aires. Charlando con algunos memoriosos y memoriosas, que aún quedaron vivos, de los que fuimos parte de ese movimiento sociocultural, recorriendo archivos, recuperando fotografías, en una época en que estas eran una excepción. Desde el lugar de quien vivió y vive inmerso en la construcción, desmembramiento y posterior reconstrucción de la cultura afrooriental en este lado del Plata. URUGUAY, EL COMIENZO DEL EXILIO La ciudad de Montevideo, por su proximidad con el puerto, es el lugar donde se concentró la mayor parte de la población afrodescendiente y morena del Uruguay. Dentro de la ciudad, desde fines del siglo XIX estaban en distintos barrios, la Ciudad Vieja, el Cordón, la Unión, etcétera y en los vecinos barrios Sur y Palermo. En la historia del siglo XX, como es público y notorio, en los conventillos y alrededores de estos últimos dos barrios, se forjaron comparsas exponentes de la cultura, ya integrada a lo largo de dos siglos al mundo capitalista y sus modos de producción y 4 5 relaciones sociales en estos lares. Así el candombe se convirtió en emblema representativo de la negritud que habitaba fundamentalmente en esos barrios, y en el Cordón alrededor del conventillo conocido como Gaboto. A partir de 1968 la economía uruguaya se desbarrancó a niveles desesperantes, con un impacto feroz sobre todo en los sectores populares, de aumento de la desocupación y de los precios de los productos básicos para la subsistencia. Esta crisis tuvo respuesta del campo popular en luchas, huelgas y protestas obreras y estudiantiles que fueron reprimidas por el Estado con métodos variopintos. Tanto sea los contemplados por las normas represivas del régimen democráticoburgués, salidas de la constitución o el parlamento, o por los “decretos democráticos presidenciales”. También recurrieron a los métodos ilegales, cobijando a escuadrones de la muerte parapoliciales y otras formaciones políticas de choque, como la JUP, CREI, etcétera. El año 1973 fue la ocasión del golpe cívico militar que, con la excusa de “poner orden”, vino a ubicar al país en sintonía con el resto de las dictaduras latinoamericanas de la época. Todas ellas signadas por la obediencia debida de las burguesías locales a los Estados Unidos, se plegaron en masa al plan Cóndor, poniendo a disposición de éste todas las fuerzas represivas del estado. Marina, Ejercito, Aeronáutica, las policías, organismos de inteligencia, etcétera, pusieron en marcha un plan de exterminio desde los estados. En ese contexto, la resistencia popular se manifestaba, como queda dicho, en huelgas y manifestaciones, obreras y estudiantiles, y tuvo también sus expresiones en el arte y la cultura. Describo situaciones en las cuales el candombe no estuvo ajeno ni a las manifestaciones de rebeldía ni a las consecuencias represivas de la misma. A partir de la prohibición de toda actividad política, sindical y estudiantil, comenzó la persecución abierta y feroz hacia individuos que participaban de estas: dirigentes, afiliados, simpatizantes o vecinos de estos. A esta medida se sumó la prohibición de ciertas expresiones culturales, en todas 5 6 las disciplinas artísticas, con la excusa de que “encubrían o promovían la subversión”. Esa persecución planificada y feroz incrementó de forma exponencial la cantidad de presos políticos entre los gobiernos “constitucionales” de Pacheco Areco y Bordaberry y la posterior dictadura. Pero no es menos cierto que esas políticas represivas se combinaron con la interminable crisis económica y el clima asfixiante en el plano laboral y cultural, generando una corriente migratoria que, a lo largo de todo el período en cuestión, fue in crescendo de manera incesante en la búsqueda de mejores perspectivas en el exterior y en muchísimos casos en pos, simplemente, de conservar la vida y la libertad. La República Argentina, particularmente la ciudad de Buenos Aires y su conurbano, fue un destino común para un porcentaje significativo de los autoexiliados por motivos sociales y económicos y para los perseguidos políticos. Buena parte de esos miles de uruguayos que cruzaron el Río de la Plata buscando nuevos horizontes, de un mejor porvenir, fueron personas negras y morenas candomberos quienes, una vez en Buenos Aires, se ganaron la vida y el sustento de sus familias en diferentes oficios. Sólo fue una minoría la que se relacionó con el ámbito de la cultura en términos profesionales, pero sin alejarse de su comunidad, manteniendo sus lazos culturales, afectivos y de pertenencia. En su gran mayoría, mujeres y hombres y niños, familias enteras conservaron encendida la llama de sus costumbres puertas adentro de los humildes hogares y también en las calles cada vez que la ocasión así lo permitió, así fuera en forma esporádica y desorganizada. BUENOS AIRES. EXILIO Y REAGRUPAMIENTO Fue en ese contexto que un conventillo ubicado en Avda. Rivadavia 1525, pleno barrio de Congreso de Buenos Aires, bautizado irónicamente El Sheraton por sus habitantes, se constituyó entre los años 1978 y 1981 en un punto de referencia en el que vivimos, junto con argentinos de provincia, 6 7 muchos uruguayos provenientes de los barrios Sur y Palermo de Montevideo, en su gran mayoría personas negras y morenas, los varones muchos de ellos tamborileros y las mujeres bailarinas integrantes de las comparsas Fantasía Negra, del barrio Palermo y Morenada, del barrio Sur que traían consigo la riqueza cultural propia de sus comunidades. Asimismo, fue el espacio donde quienes andaban fugitivos o sin domicilio fijo, o familias recién llegadas, sabían que podían encontrar un lugar para dormir y un plato de comida caliente. En la cuadra de El Sheraton se fue formando un microclima particular, allí estaban también el Bar del oriental Tito y su compañera Raquel, que tuvo durante muchos años, un medio-tanque en Montevideo, en la esquina de Isla de Flores y Yaguarón, y la plomería del argentino Patín Zárate (que daba empleo a uruguayos afrodescendientes que habitaban o frecuentaban el Sheraton). Tanto el Tito como Patín que abrieron estos espacios en los cuales la orientalidad y de los barrios negros convergían de a poco y cada vez más y en los que se fue gestando, al calor de la nostalgia por el barrio y al son de los tambores, lo que hoy se puede ver desplegado y formando parte del paisaje cultural porteño y en casi toda la Argentina: la movida contemporánea en la ciudad de Buenos Aires que emula nuestro candombe. Corría el año 1978. Cuando la Argentina ganó el campeonato Mundial de fútbol, los habitantes de El Sheraton nos sumamos a la algarabía popular y salimos a la calle con instrumentos, muchos de ellos improvisados, con lo que había. Para todos nosotros, el hecho de caminar por la calle tocando sin temor, ya que al estar estas tan atestadas de gente, era imposible pensar en una represión, en una ciudad que estaba bajo una dictadura, significó un puntapié inicial para comenzar a dar forma concreta a la presencia del candombe afrooriental en tierras argentinas. Los primeros años del exilio habían sido quizás los más largos y penosos de toda la vida, lejos de la familia, de los amigos, del barrio, de la rambla, etcétera. Pero las actitudes solidarias del pueblo argentino y la que se gestó con sentido de morenada por afinidades barriales, culturales, fueron fundamentales para templar los 7 8 ánimos. Las tardes de tambores en los patios del conventillo, los festejos de cumpleaños, casamientos, nacimientos, Año Nuevo en la intimidad de las humildes casas de los barrios de Balvanera, La Boca, San Telmo, Floresta, Chacarita, Soldati, Lugano y el conurbano bonaerense nos reencontraban con nuestras costumbres, de tocar, bailar y cantar, alimentando al mismo tiempo nuestras raíces. Eso sí, de puertas para adentro, cuando salíamos a templar y probar el sonido, a los vecinos no les gustaba mucho y se metían adentro de sus casas, nosotros por respeto a estos en algunos casos, tocábamos adentro. Tampoco faltaban los que llamaban a la policía, por tocar adentro de nuestras casas. Otro de los lugares de agrupamiento, fueron algunas playas de estacionamiento ubicadas en el centro porteño. Eran espacios muy visibles para los transeúntes que pasaban por el lugar, entre ellos muchos compatriotas. Estas, eran administradas, y trabajaban en ellas una gran mayoría de afrouruguayos. En las horas que aflojaba el trabajo, se realizaban asados y comidas con invitados, estos eran generalmente del barrio, o cercanos a este, conocidos de comparsas, o murguistas, conocidos del carnaval que se vinieron a Buenos Aires, y pasaban por allí. Así se iba sumando gente, del mundo del candombe y la murga montevideanos. Generalmente en las sobremesas, se tocaba y se compartían los pocos tamboriles que había en Buenos Aires, que estaban en esas playas, cantando viejas canciones de comparsa y se armaban coros murguísticos. De modo que a esas ganas se le fueron sumando propuestas de tocar en fiestas, eventos, de sumar ritmo a una ciudad tan necesitada de este. En ese momento, para el argentino común el negro estaba referenciado en Brasil, el estereotipo; negro+tambor+baile+alegría: Samba Brasileño. Este era bien aceptado entre los porteños, y para pucherear había que disfrazarse de brasilero, tocando en fiestas privadas, boliches, en la calle, hasta el famoso espectáculo: “Brasil Canta y Baila”, que se mantuvo durante años en el Hotel Savoy ubicado en la Avda. Callao, pleno centro de Buenos Aires, donde cantaba una brasilera que supo ser figura del espectáculo porteño, Yuyú da Silva; la mayoría de los que tocábamos allí, éramos todos afrodescendientes uruguayos. 8 9 Más adelante, la iniciativa particular de Patín Zarate, maravillado por la música del candombe que se improvisaba en el bar de Tito y Raquel, y las ganas de Carlitos Da Silva, que trabajaba allí con Patín, en la búsqueda de conformar, en Buenos Aires, una comparsa de candombe oriental, se encuentran ante una oportunidad. La Asociación de Amigos de Avda. de Mayo, que integraba Patín, y que organizaba el desfile de carnaval por esta Avda. es invitado a una reunión a mediados de enero y se entera de la proximidad de un corso en febrero. En ese mismo momento, arranca para la plomería y le pregunta a Carlitos Da Silva que trabajaba allí ¿te animas a armar una comparsa, te doy la plata para las telas? y allá fueron los dos a inscribirla. Ante la pregunta de cómo se llamaba Carlitos con su impronta contestó; Comparsa de Negros y Lubolos Patindombe. Así fue como en febrero de 1980 hace su debut la primera comparsa, fundada fuera del Uruguay: Patindombe, creada por estos dos últimos, un argentino y un oriental. A esta se sumaron afroargentinos, descendientes algunos de ellos, de afrouruguayos, radicados hace muchísimos años en este país. Esta salida fue muy importante, muchos salimos del gueto, nos aplaudieron, la prensa nos elogió, fue como decir, “ojo, acá estamos nosotros, tocamos, bailamos y cantamos, tenemos nuestra cultura”, la hicimos pública y seguía sumándose gente a la “flota”. De allí en más el impulso fue expandiéndose en organización y presencia. No fue un camino fácil en una ciudad militarmente ocupada por su propio ejército y cuya policía se ensañaba particularmente con los negros, casi siempre de aspecto humilde. No fue sencillo en una sociedad que podía efectivamente ver con simpatía a estos negros tocar samba brasilero pero que nos miraba de reojo cuando templábamos los cueros alrededor de fogatas de papel de diario, en la vía pública para tocar los tamboriles del candombe. Pero a pesar de las detenciones, allanamientos y temporadas en los calabozos de la policía federal, el candombe afrooriental comenzó a tener cada vez más presencia en las calles y escenarios de la ciudad, como fueron las primeras llamadas en el barrio de San Telmo y las que se realizaban en la puerta del conventillo de ese barrio, ubicado en 9 10 Balcarce y Cochabamba, donde vivían varias familias negras y morenas, antiguas moradoras del Sheraton. Así fue como crecieron las participaciones de “cuerdas de tambores” en recitales de importantes músicos uruguayos que tuvieron la iniciativa de invitarlas. Rubén Rada en el teatro Margarita Xirgu y Beto Satragni –a propuesta de Jimmy Santos- en el ex-Teatro Cómico, hoy Lola Membrives de la avenida Corrientes fueron pioneros en esta saludable costumbre, propiciando así la difusión del candombe afrooriental en este lado del Río de la Plata. Los primeros cautivados por los tamboriles del candombe, fueron algunas figuras notorias del rock, como Lito Nebbia, Oscar Moro, Pajarito Zaguri, León Gieco o Javier Martínez que estuvieron presentes en la presentación del grupo Raíces y se conmovieron con la cuerda de tambores. Simultáneamente ocurría lo mismo con músicos del jazz, como Néstor Astarita, el Negro González, Andrés Boiarski, Roberto Fats Fernández, Benny Izaguirre, Ricardo Lew, por nombrar algunos de los que nucleaba Ruben Rada. En este sentido, la fundación a comienzos de 1982 de AROJA (Asociación de Residentes Orientales José Artigas) tuvo un papel destacado no solo en la difusión del denominado Canto Popular Uruguayo, que comenzó a ganar miles de adeptos aquí en la Argentina. Que organizó un recital masivo que colmó el Estadio de Obras Sanitarias con uruguayos y argentinos, y que sirvió de difusión masiva para juntar a los orientales residentes en Buenos Aires alrededor de hechos culturales, difundir el ideario artiguista y desarrollar, con esas herramientas, alguna forma de resistencia a la dictadura. Asimismo las peñas y festivales, en la sede de AROJA, la creación de Por la Vuelta, primera murga estilo montevideana fuera del Uruguay, fundada por Hugo Hueso Ferreira y Tito Negro Bado, la gestación de Hijos de Morenada y Fantasía, segunda comparsa de candombe fuera del Uruguay, fundada por tres afrouruguayos: Carlos Abril Pichi Lasalvia, Juan Carlos Candamia Prieto Nazareno y Hellit Tabares Pedrito Ferreira (h), integrada por experimentados candomberos provenientes en su mayoría de Morenada, y Fantasía Negra, a los que se sumaron integrantes de 10 11 Las Lonjas de Gaboto. La irrupción de esta comparsa por la puerta grande, con sus tamborileros, banderas, estandartes y personajes típicos, en el estadio de Obras Sanitarias y de la mano de Ruben Rada en 1983, que generosamente la invitó para la apertura y cierre en ese recital que tuvo una gran repercusión en los medios y en los jóvenes. La figura de Rada se masificó, salió del circuito exiguo de los músicos de jazz, impactando fuertemente en la masa de jóvenes adeptos al rock, fue un punto de inflexión de este proceso de expansión y crecimiento cultural y de inserción en la sociedad porteña, del candombe afrooriental. En el mismo año del mencionado recital de Rada en Obras, ocurre la fiesta de Re-Inauguración de Teatro Abierto, evento histórico de la resistencia cultural en la Argentina a la dictadura, en el que participaron más de 30.000 personas como espectadores, con una cualitativa intervención de uruguayos radicados en Buenos Aires. Desde Aquiles Fabregat y Julio César Castro, Juceca en la elaboración de los textos, hasta la participación destacada en un desfile de 40 cuadras por Buenos Aires, en la que Hijos de Morenada y Fantasía y Por la Vuelta tuvieron una actuación preponderante como cierre de la misma. A partir de estas apariciones públicas, las llamadas, en San Telmo a partir de 1983, respetando las fechas que se salía en Montevideo, 25 de diciembre, 1º de año, 6 de enero y 12 de octubre, se tornan masivas, incrementándose la presencia de familias uruguayas con hijos argentinos y la presencia de jóvenes argentinos que descubrían una nueva cultura. PERO TENÍAMOS EL CANDOMBE El proceso que brevemente sintetizo en este trabajo se encuentra, como dijera al principio del mismo, reflejado en sus detalles en mi libro “Chico, Repique y Piano: (Breve historia de la llegada del candombe a la ciudad de Buenos Aires)” (2015). 11 12 Relatos, anécdotas, entrevistas y fotografías dan allí testimonio de las vicisitudes, penurias y alegrías que quienes las vivimos debimos atravesar en el Uruguay desde los Expendios de Subsistencia y la tarjeta azul y la dictadura, y en la Argentina durante los años del exilio. Muchos de los protagonistas de tales momentos nos encontrábamos, al principio, dispersos en Argentina. Se trataba de sobrevivir en el día a día y de asegurar, dentro de lo posible, el sustento propio y de nuestros hijos trabajando de lo que se pudiera y a veces, en algunos casos, en situaciones de explotación extrema. Y no fueron pocos los compañeros que, empujados por la angustia de la situación, tuvieron que vivir en situaciones indignas, el difícil acceso a la documentación y el color de piel, impedía el acceso a un trabajo y tener una vivienda digna. La migración desde el Uruguay no fue, por supuesto, un movimiento organizado, planificado ni deseado por los migrantes y, como tal, produjo en sí más quiebres que aglutinamientos. Sobre todo, en los años de dictadura y los albores de la democracia en Argentina, sufriendo el hostigamiento cotidiano, de clase y de raza, de parte de las fuerzas policiales. Se debe sumar a esto la heterogeneidad de pensamientos y de autopercepción que teníamos. Los distintos -y en algunos casos inexistentes- niveles de conciencia política del fenómeno que nos absorbía como un huracán, junto con la bronca y el resentimiento hacia un sistema que nos excluía en nuestro propio país, provocaron que desde el principio nos encontráramos desperdigados, sin un rumbo ni objetivos en común y con el “sálvese quien pueda” a flor de labios. Podíamos haber perdido nuestra identidad cultural completamente, no habría sido la primera vez en la historia humana que sucediera que aquella se diluyera en las aguas del olvido, que genera en los seres humanos, el exilio de su pueblo. Pero teníamos el candombe. TODOS LOS FUEGOS, EL FUEGO 12 13 Entonces, amén de lo testimonial, creo que aquí es preciso destacar por qué fue posible, desde el fondo de la derrota que significó el exilio, alzar la mirada y construir en otro país un espacio propio que, sin ser sectario, pudo conservar la identidad, sin deformaciones, y respetando la esencia, en esos momentos, supo integrarse a la sociedad argentina y cautivarla sin necesidad de maquillajes. Recuerdo que me preguntaron si estaba loco, porque en plena dictadura, requerido en Uruguay, me animaba a salir a la calle con el tambor, estando plenamente consciente del peligro que significaba. Pero el tambor nos juntaba a los del barrio, y para hacerlo sonar en serio precisábamos calle, y salíamos igual, pero no por estar locos, o ser inconscientes, cuando sonaba la música de los tamboriles eran irresistibles las ganas de tocarlos, lo hacíamos y lo hacemos con el corazón, tironeados por una fuerza extraña. Sostengo que el sonar de los tamboriles afroorientales, trajo añoradas remembranzas, también a los orientales emigrados, exiliados, a ellos también les tocó el corazón y el tambor les “resonó en la panza”. Y se sintieron identificados con la cultura que nació con los esclavizados africanos traídos al Uruguay. Y así la llamada que empezamos un puñadito, ensambló con la revalorización del propio candombe en Uruguay, con la latinoamericanización de la Argentina y la incorporación de la percusión a la música popular, con las ganas de expresar el deseo de que se vaya la dictadura en el Uruguay y el reencuentro de los orientales en la Argentina. La cultura del candombe fue adquiriendo adeptos en los jóvenes argentinos cautivados por ella. El surgimiento contemporáneo de nuevos movimientos sociales de afrodescendientes logró, en el caso del Uruguay, en el curso de la década de 1990, a través de luchas en las arenas políticas nacionales e internacionales de Organizaciones Mundo Afro, que los estados incluyesen en sus estadísticas la variable de identidad étnica, afro. Esto ha incidido, en la divulgación, en avances en el reconocimiento de la existencia de la herencia de esas raíces culturales. 13 14 Los antiguos allá en África, antes de formar parte de los millones de seres secuestrados y esclavizados, convocaban a la benefactora lluvia con fuegos. Hay un fuego sagrado entre todos los fuegos. Hay un fuego metido en la sangre nuestra y es el fuego de la ancestralidad de los tambores. Cruzó encadenado el Océano Atlántico, fue consuelo de dolores y alimento de rebeldías. Así le permitió a la raza construir la alegría en medio del desastre cotidiano de servidumbre y trabajo forzado. Alimentó la esperanza. Negros y morenos orientales hemos podido reagruparnos en tierras argentinas y volver a hacer sonar los tamboriles afroorientales, en estas calles, como símbolo de nuestra identidad. Hemos sido factor de unidad del conjunto de emigrados por razones políticas y sociales. Atrás de los tamboriles iban desde el más humilde de los anónimos, hasta los artistas más renombrados. Desde el emigrado solitario, hasta familias enteras. Sin ese sustento del fuego de los tambores quizás no hubiera sido posible aprovechar la grieta que le abrió el pueblo argentino con sus luchas a la dictadura genocida, que nos permitiera comenzar a resurgir con nuestra identidad en los años de plomo en la costa vecina y hermana. Cierto es que las condiciones políticas y sociales fueron cambiando allí y que la expansión de nuestra cultura facilitó el interés y acercamiento de muchísimos argentinos y argentinas que abrevaron de ella, aprendieron nuestros ritmos y nuestras danzas, bien que con resultados dispares, pero esto último sería motivo de otro debate que no es el caso desarrollar aquí. Cierto es que fue necesario -y difícil- superar en muchos casos nuestro individualismo y que en ese rumbo la coyuntura política, la lejanía de nuestro barrio, y las añoranzas, cumplieron un rol imprescindible. Pero el primer aglutinante, el principal, fue el candombe. Esa fuerza extraña e inexplicable que nos tira de las venas, que se mantuvo viva por más de 200 años a pesar de las persecuciones del régimen esclavista, el racismo solapado o abierto y la exclusión social. Que pese 14 15 a una cruel dictadura cívico-militar que se mantuvo en el poder durante 10 años, y que tuvo entre sus objetivos conscientes y planificados, destruir el candombe. Este igual se mantuvo vivo, por esa fuerza extraña e inexplicable que nos corre por las venas, que seguramente viene de muy lejos. Y que aún nos conmueve en lo más profundo, cuando tocamos los tamboriles como se debe, y se nos suman el arte que despliegan con su danza los personajes típicos que mantienen su esencia y los cantos de comparsa, esencialmente los compuestos por el gran Pedro Ferreira que nos hace gozar llorando de alegría. AGRADECIMIENTOS Y DEDICATORIA Quiero dejar sentado mi agradecimiento a Alejandra Guzmán, Rodolfo Cacho Rodríguez y Luis Ferreira, que sin su ayuda y colaboración me hubiera sido imposible presentar este trabajo. También a la editorial porteña CICCUS que me editó el libro en la Argentina en el 2015 y autorizó una segunda en coedición con la editorial uruguaya Yaugurú en 2016. Trabajo dedicado a la memoria del maestro Coriún Aharonián BIBLIOGRAFIA Ferreira, Hugo (2015). Chico, Repique y Piano (Breve historia de la llegada del candombe a la ciudad de Buenos Aires. Buenos Aires), Ediciones CICCUS. 2ª edición editoriales YaugurúCICCUS 2016. (1) Como han mostrado distintos cronistas y estudiosos desde Isidoro de María a fines del siglo XIX, a los intelectuales afrouruguayos Marcelino Bottaro y Lino Suárez Peña en los 1920-30, a Lauro Ayestarán e Ildefonso Pereda Valdés en los 1940-60, a Oscar Montaño y Luis Ferreira a partir de los 1990. 15