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Ambigüedad en ​ El viento distante

Breve ensayo literario acerca de la ambigüedad interpretativa del cuento "El viento distante", de José Emilio Pacheco.

Ambigüedad en ​El viento distante Karen Barba El viento distante es un relato incluído en la colección homónima de cuentos del autor José Emilio Pacheco. Este cuento, al igual que mucha de la obra del autor, presenta problemas a la hora de la interpretación debido a la ambigüedad que se emplea en el manejo de la intriga. El relato narra dos historias que se rozan en un punto, en un instante que marcará el destino de la segunda. Tenemos, por un lado, la triste y misteriosa historia de un hombre y su tortuga. Este hombre gana dinero gracias que, en un puesto distante de una feria, cobra a las personas porque escuchen el relato de la tortuga. La segunda historia narra un paseo dominical que una pareja realiza en la feria. Al ver el espectáculo de la tortuga, algo cambia tan drásticamente en ellos que terminan por separarse. El texto presenta cierta dificultad para el lector que busca analizarlo profundamente, pues éste se puede encontrar con obstáculos debido a la gran ambigüedad del texto en sí, de su estructura y su contenido. En el ​Diccionario de retórica y poética, ​Helena Beristáin centra el concepto de ambigüedad en su concepción relacionada con el sentido literal de las oraciones y las isotopías, que pueden dar pie a más de una interpretación. Sin embargo, la ambigüedad que apreciamos en la obra de Pacheco va mucho más allá de problemas que se solucionarían con un signo de puntuación distinto. Nos topamos con trampas que el autor pone al lector para que su mente sea la que tiene que transformarse en una herramienta hermenéutica y crear caminos para las diferentes interpretaciones. Diferentes teorías de la recepción se han aproximado al escrutinio de la mente del lector para poder medir el nivel de participación de éste en la interpretación de la historia. Se cree, por lo general1, que el lector está constantemente construyendo más con su mente que lo que lee en el papel. Esto es algo relativo, pues existen, además, “comunidades interpretativas”, que encierran dentro de sí a lectores que comparten ciertas convenciones, hábitos y niveles de lectura; lo que resulta en definir sólo cierto grado de subjetividad en la interpretación y en llenado de los “vacíos”, es decir, lo que el autor no narra, pero que nuestra imaginación complementa. Son, quizá, estos vacíos donde encontramos el problema interpretativo en ​El viento distante. ​Empecemos por los vacíos que se nos presentan en el texto literal. Como se mencionó antes, el texto cuenta dos historias, la primera se desarrolla en el primer y tercer párrafo del cuento, y la segunda, en el segundo. El cuento empieza por presentar a dos personajes, un hombre y una tortuga; y un lugar, una feria ambulante. Sólo podemos ver, escrita con frases muy cortantes, directas, en presente actual, y con un narrador extradiegético, la situación de un hombre que, indudablemente, se encuentra en un estado melancólico. El autor no da datos acerca del hombre, ni antecedentes. No sabemos por qué suda tanto si es de noche, o qué pasa por su mente mientras se ve a sí mismo fumando. Sabemos que hay una tortuga, y al principio, dado el contexto de la feria, se podría pensar que se trata de uno de estos puestos de feria en que, luego de lograr alguna proeza, el ganador es premiado con un pez, una tortuga, un canario o un conejo. Pero es la última oración de este primer párrafo la que nos advierte que el asunto no es tan sencillo: ​“Piensa en el tiempo que los separa y en los días que se llevó un viento distante”. ​Nos damos cuenta, entonces, de que hay una relación, una historia entre el hombre y la tortuga. El segundo párrafo nos habla de una pareja que visita la feria, y luego de participar en varias actividades ven una barraca alejada. Movidos por la curiosidad, entran. Esta segunda historia es narrada por el hombre de la relación, cuyo nombre no conocemos. Sabemos algo de su personalidad gracias a que él quiere probar que lo que vieron es un truco nada más. Sabemos de su pareja, Adriana, que es una mujer que se mueve más en los sentimientos. No sabemos la edad de ninguno de los dos. 1 Considerando las ideas de Iser, Jauss y Fish. Sabemos que no son niños, pero sus edades podrían estar en cualquier lugar entre la adultez temprana y la madura. Nada nos dice que no puedan ser una pareja de señores divorciados, o que apenas están descubriendo un romance en la cuarentena de sus vidas. El lector, sin embargo, parece optar por imaginarlos jóvenes2. Ahora bien, el lector suele llenar los huecos que se presentan en la historia con aquello más cercano a su realidad, pero cuando un relato no determina sus especificaciones, se deben de ampliar los horizontes. Cuando el horizonte de expectativas es muy vasto, se tienen, desde luego, más dificultades para su interpretación. En ​El viento distante, ​se nos plantea una feria como escenario. No sabemos realmente el ​cuando​. Lo único que podemos asegurar es que existía ya la electricidad, por lo tanto podríamos ubicarla casi en cualquier contexto desde los inicios del siglo XX; y aunque el texto fue escrito en 1963, por la falta de información su escenario podría considerarse aún vigente. Nos encontramos, en esta parte del relato, con Madreselva, la tortuga que, según el hombre del primer párrafo, perdió su forma de niña como castigo por no ir a misa y desobedecer a sus padre. La atracción de la feria empieza. La tortuga narra una historia, pero nosotros como lectores no la conocemos directamente. Creemos, pero sólo porque el narrador así lo cree, que la tortuga es hija del señor. Aquí encontramos algo interesante en al carácter del narrador. Durante su estancia en la barraca, envuelto en la atmósfera de misterio y dispuesto a creer, él se adelanta a aseverar que la tortuga y el hombre son padre e hija. Cuando Adriana expresa su desaprobación, éste enseguida toma un papel práctico y escéptico, pues está seguro de que es un truco, pero ¿realmente él está convencido de que es un truco, luego de que su primera impresión lo llevó a relacionar sanguineamente a ambos personajes? ¿O es algo que dice sólamente para tranquilizar a su acompañante? En su ensayo ​José Emilio Pacheco: Umbrales de lo fantástico, ​Hugo J. Verani suele referirse al narrador y a Adriana como “los jóvenes”. Varias personas que se que han leído el libro (bajo mi petición), se los imaginaron, también, como una pareja jóven, en sus veintes. 2 Estos huecos, y las posibilidades que existen para llenarlos, son precisamente lo que hacen que nuestra mente no se sienta segura (en terreno racional, por decirlo de algún modo), y se involucre entonces con el ámbito de lo fantástico; y es que a continuación se nos presenta un hueco enorme, donde reside, precisamente, una ambigüedad de lo fantástico. Para hacerle ver que todo se trata del truco de un ventrílocuo, el narrador y Adriana espían al interior de la barraca en el breve momento entre una función y otra. Lo más lógico sería pensar que aquello que se narra en el tercer párrafo (donde regresamos al narrador extradiegético del primero), es precisamente lo que ve la pareja, como si esta parte no la viéramos desde los ojos de ellos, sino desde una perspectiva más impersonal. Pero cabe también la posibilidad de que nosotros, nunca sepamos qué es lo que vieron. Si la intriga no corresponde en tiempo a la fábula, entonces se podría considerar que el primer y el tercer párrafo narran la continuidad de la acción del hombre de la tortuga, y que es después de que llora abrazado a ella, que el hombre sale a vender las entradas al grupo en donde se encuentran Adriana y el narrador, y que, por lo tanto, lo que ellos contemplan haya sido otra cosa que no aparece en el relato. Algo que, sin duda, resulta muy perturbador. Si consideramos esta opción, entonces el lector es libre de imaginar la visión que quiera; y en estas posibilidades incómodas es donde la carencia de motivos que ofrece el autor generan lo fantástico. Incluso, dado que no tenemos ningún conector de tiempo que de un orden a la intriga, y volteamos la lectura, esta vez, leyendo primero el segundo párrafo,luego el tercero, y por último el primero, podríamos pensar que cuando la historia comienza, en realidad está terminando, pues si “sólo hay silencio en la feria ambulante”, ¿querría decir, quizá, que ya acabó, que el hombre hizo su trabajo, lloró con su tortuga y luego fuma en la soledad y melancolía absolutas? Estas posibilidades pueden sonar un poco aventuradas en sus propuestas, pero no podemos confiarnos mucho de una voz narrativa de la que no conocemos nada. Esto hace que incluso lo fantástico se ponga en duda en un sentido clásico de la palabra. Lo neofantástico, que está presente en la aceptación de esta nueva realidad que irrumpe en lo cotidiano, puede aclarar más la ambigüedad del relato, siendo en sí mismo un subgénero que se mueve en las aguas de lo ambiguo. Cuando la pareja acepta aquella realidad verosímil de lo insólito, de lo siniestro, se plantea la disyuntiva de la credibilidad de la metamorfosis de niña a tortuga; detonante de una separación (como pareja) y un estado de alienación o enajenación en sí mismos, pues presenta una imagen en la que ellos no se pueden reconocer. Al toparse con este violento golpe de la otredad, el desasosiego que los invade es tan grande que es inarticulable. Es justamente aquí donde el lector debe de entrar a tomar su papel como constructor de la historia. ¿Qué vieron realmente, qué pasó por sus cabezas? Sabemos que, aunque la pareja sigue viéndose de vez en cuando, nunca más han podido hablar sobre lo que presenciaron. Y es el narrador-personaje el que no nos quiere revelar más, es él quien nos obliga a tratar de resolver el misterio como podamos. La participación del lector en ​El viento distante es esencial para poder tener una lectura rica del texto, aunque nunca podrá ser del todo una lectura completa. Muchas interpretaciones son válidas, así como variados son los lectores que pueden ir más allá de lo que se lee en una primera y ligera lectura. La distorsión de la realidad en el relato y sus vacíos llevan al lector a un inquietante mundo en donde podemos creer que todo es posible, hasta lo indecible. Referencias: Beristáin, H. (2013). ​Diccionario de retórica y poética. ​Distrito Federal, México: Porrúa. Pacheco, J. E. (2016). ​El viento distante. ​Ciudad de México, México: Era. Rall, D. (Ed.). (2008). ​En busca del texto. Teoría de la recepción literaria. ​Distrito Federal, México: UNAM. Verani, H.J. (2007). ​José Emilio Pacheco: Umbrales de lo fantástico. ​En Popovic, P. y Chávez, F. (Ed.), ​José Emilio Pacheco Perspectivas críticas. ​(pp. 11-29). Distrito Federal, México: Siglo XXI, ITESM.