Santa María Magdalena a través de sus imágenes
Análisis de algunos de sus modelos narrativos en la pintura
Torres Hernández Ana Laura
Seminario de investigación II
Introducción
Santa María Magdalena es una de las figuras más emblemáticas de la cultura cristiana.
Su presencia en diferentes pasajes bíblicos la colocan como a una de las pocas mujeres
que estuvo en contacto directo con Jesús en momentos clave de su vida terrenal. Debido
al prestigio que esto le otorgó, las leyendas hagiográficas que surgieron con posteridad,
se encargaron de reconstruir las etapas de su vida pasada creando así todo un corpus
narrativo del cual se nutrieron las obras que representaban a la Santa.
En este texto proponemos un breve recuento de las características iconográficas y
los modelos narrativos en los que se ha representado a María Magdalena. El objetivo es
enriquecer, específicamente, el estudio de una obra de la autoría de Juan Correa, pintor
novohispano activo en la Ciudad de México durante la segunda mitad del siglo XVII. La
obra en cuestión obedece al nombre de La Conversión de Santa María Magdalena, y
forma parte de la colección del Museo Nacional de Arte.
La finalidad es identificar los diferentes modos de representación de la Santa para
así situar la pintura de Correa en relación con otras obras de temática análoga,
destacando su originalidad en el contexto novohispano. 1
La vida de María Magdalena: Identificación de la Santa en los Evangelios y La
Leyenda Dorada
A María Magdalena se le identifica, en primer lugar, en algunos pasajes de los Evangelios
canónigos. Por ejemplo, según Lúcas, la Magdalena ya formaba parte del grupo de
seguidores de Jesús cuando éste predicaba: “Jesús iba recorriendo ciudades y aldeas
predicando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y
también algunas mujeres a las que había curado de espíritus malos o de enfermedades:
María, por sobrenombre Magdalena, de la que habían salido siete demonios.” (Lc, 8, 1-2)
1
Este trabajo constituye un apoyo para nutrir la investigación que se está realizando para el artículo:
Pecado, recogimiento y conversión, en donde uno de los apartados del análisis versa específicamente
sobre la obra de Correa y su posible relación con los discursos en torno a la moral femenina de la época,
específicamente, sobre la idea de que las prostitutas eran susceptibles de ser redimidas de su pecado, tal
como había sucedido con María Magdalena, si éstas ingresaban a un recogimiento y se arrepentían.
La autora Susan Haskins en su estudio María Magdalena. Mito y metáfora,2
sugiere que ésta, así como otras escenas en las que las mujeres aparecen como parte
del grupo que acompañaba a Jesús, constituyen una prueba de la inicial aceptación de
conformar una comunidad de carácter heterogéneo e inclusive igualitario.
En unos pasajes anteriores a éste, Lucas da cuenta de un episodio ocurrido en
casa de Simón el Fariseo, en donde una mujer pecadora se aproximó a Jesús y mediante
el acto de lavar sus pies con sus propias lágrimas le imploró perdón:
“Un fariseo invitó a Jesús a comer. Entró en casa del fariseo y se reclinó en el sofá para
comer. En aquel pueblo había una mujer conocida como una pecadora; al enterarse de
que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, tomó un frasco de perfume, se colocó
detrás de él, a sus pies, y se puso a llorar. Sus lágrimas se empezaron a regar a los pies
de Jesús y ella trató de secarlos con su cabello. Luego le besaba los pies y derramaba
sobre ellos el perfume.”(Lc, 7, 36-38)
Estudios sobre la asociación de María Magdalena con esta pecadora anónima,
señalan que es probable que la escena de la pecadora en casa de Simón el Fariseo fuera
la antesala de la expulsión de esos siete demonios que aquejaban a la mujer que vivía en
pecado, misma que después será presentada como María. En este sentido, ambos
pasajes aludirían a diferentes momentos en la vida de una misma mujer.
Ahora bien, con el paso del tiempo los pecados cometidos por esta mujer
comenzaron a ser asociados con un motivo sexual, ¿por qué? Con el descubrimiento de
la supuesta patria de María Magdalena el enigma de su pasado como prostituta tomó el
estatus de hecho irrefutable. Se dice que María Magdalena provenía del poblado de
Magdala, sitio reconocido en la época por su fama libertina, que derivaba de su ubicación
portuaria. Magdala era un centro pesquero en donde las relaciones comerciales
favorecían el establecimiento de vínculos sociales de muchas calidades. Investigaciones
arqueológicas posteriores realizaron algunos hallazgos para documentar la existencia de
este lugar:
A sei chilometri a nord della moderna e affollata Tiberiade, sulla sponda
occidentale di quel lago di Galilea che fa da fondale a molte pagine evangeliche, ci
si imbatte in un sito archeologico messo in luce dal 1971 in avanti ad opera di due
francescani archeologi, Virgilio Corbo e Stanislao Loffreda. Qui sorgeva l'antica
Magdala, in epoca ellenistica centro commerciale per la pesca, la stagionatura e
2
Susan Haskins, María Magdalena. Mito y metáfora, Barcelona, Herder, 1996, p. 23-52.
l'esportazione ittica, tant'e' vero che il suo nome greco era diventato Tarichea, da
tarichos, “pesce salato3
En esta misma zona los arqueólogos han encontrado una pequeña sinagoga de 8
x 7,30 m., y también una torre que data de la época romana. Se cree que, probablemente,
del conjunto arquitectónico de este edificio derivó el nombre de Magdala, pues Magdala
deriva del hebreo “migdol” que significa torre. En conclusión, por el sitio en que María
Magdalena vivía era casi seguro que antes de arrepentirse había llevado una vida
licenciosa.
Sin embargo, la figura de María Magdalena aún engloba un personaje bíblico más,
se trata de María de Betania, hermana de Marta y Lázaro. En La Biblia es Juan quien
vincula a la mujer que había lavado los pies de Cristo, con la misma María que vivía en
Betania: “Había un hombre enfermo llamado Lázaro, que era de Betania, el pueblo de
María y de su hermana Marta. Esta María era la misma que ungió al Señor con perfume y
le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el enfermo.” (Jn, 11, 1-2)
Según Santiago de la Vorágine en La Leyenda Dorada, la patria natal de María
Magdalena era el poblado de Betania, pero como fue heredera del castillo de nombre
Magdalo, con el tiempo pasó a ser más reconocida como María Magdalena. Según el
autor María Magdalena vivía con sus hermanos Marta y Lázaro, pero debido a la riqueza
heredada de sus padres y a su prodigiosa belleza, ella comenzó a llevar una vida disoluta
que hizo que su fama como pecadora creciera. Mas cuando supo de la presencia de
aquel Cristo en casa de Simón el Leproso,4 se decidió a ir y una vez ahí se postró delante
de Él, lavó sus pies con lágrimas y luego derramó sobre ellos un perfume.
Lucas también habla de una María, hermana de Marta y Lázaro, que permanece
en la cercanía de Jesús para aprender de sus enseñanzas:
“Siguiendo su camino, entraron en un pueblo, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su
casa. Tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del señor y se quedó
escuchando su palabra. Mientras tanto Marta estaba absorbida por los muchos
quehaceres de la casa. En cierto momento Marta se acercó a Jesús y le dijo: Señor ¿no
te importa que mi hermana me haya dejado sola para atender? Dile que me ayude. Pero
3
Giovanni Testori, Maddalena, con una ghirnlda di testi e di immagini, Milán, Franco Maria Ricci, 1989, p.
15.
4 En La Leyenda Dorada la misma escena sucedida en casa de Simón el Fariseo, tuvo lugar en la casa de
Simón el Leproso. Cfr. Santiago de la Vorágine, La Leyenda Dorada, vol. I, Trad. Fray José Manuel
Macías, Madrid, Alianza Editorial, 1982, p. 384.
el Señor le respondió: Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas: una sola es
necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada.” (Lc,10, 38-42)
Esta misma visita de Jesús a Betania tiene su versión en el evangelio de Juan, en
donde nuevamente encontramos la presencia de María que unge los pies de Cristo con
un perfume: “Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, a
quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Allí lo invitaron a una cena. Marta
servía y Lázaro estaba entre los invitados. María, pues, tomó una libra de un perfume muy
caro, hecho de nardo puro, le ungió los pies a Jesús y luego se los secó con sus cabellos,
mientras la casa se llenaba del olor del perfume.” (Jn, 12, 1-3)
Estos tres personajes, la pecadora, la mujer de los siete demonios y María de
Betania, quedaron fundidos en la figura de María Magdalena a partir del siglo VI, con el
mandato del papa Gregorio Magno (540-604). Aun cuando, según el testimonio de La
Biblia, la única coincidencia fundamental entre estas tres mujeres fue haber ungido los
pies de Cristo con perfume.
Hacia el final de la vida de Jesús, María Magdalena vuelve a aparecer como una
de las mujeres que lo acompañó hasta el momento de su crucifixión: “Unas mujeres
miraban de lejos. Entre ellas, María Magdalena, María, madre de Santiago el Menor y de
José, y Salomé. Ellas lo seguían y lo servían cuando estaba en Galilea.” (Mc, 15,40 -41)
No obstante, las escenas más significativas respecto de la cercanía que tuvo María
Magdalena con Jesús, son aquellas que narran la resurrección. A continuación citamos
pasajes de los evangelios de Marcos y Mateo, donde se narra la visita al sepulcro.
“Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María, madre de Santiago, y Salomé
compraron aromas para embalsamar el cuerpo. Y muy temprano en ese primer día de la
semana, llegaron al sepulcro apenas salido el sol. Se decían unas a otras: ¿Quién nos
removerá la piedra del sepulcro? Pero, cuando miraron, vieron que la piedra había sido
echada a un lado, y eso que era una piedra muy grande.” (Mc, 16, 1-4)
“Pasado el sábado, al salir la estrella del primer día de la semana, fueron María
Magdalena y la otra María a visitar el sepulcro. De repente se produjo un gran temblor: el
Angel del Señor bajó del cielo y, llegando al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapaba y
se sentó encima.” (Mt, 28, 1-2)
A diferencia de las dos citas precedentes, el evangelio según Juan indica que sólo
la Magdalena fue al sepulcro en busca de Jesús. Fue en esa ocasión cuando el recién
resucitado se reveló ante ella y la envió a difundir la buena nueva de su regreso entre los
apóstoles: “El primer día de la semana, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro,
María Magdalena fue a visitar el sepulcro. Vio que la piedra de entrada estaba removida.
Fue corriendo en busca de Simón Pedro y del otro discípulo a quien Jesús más amaba, y
les dijo: Han sacado al Señor de la tumba y no sabemos dónde lo han puesto.”(Jn, 20, 12)
La complejidad de la vida de María Magdalena fue abordada posteriormente por
algunos recuentos hagiográficos. El más famoso fue la ya mencionada Leyenda Dorada
que data del siglo XIII. En el capítulo dedicado a María Magdalena se trata de generar una
síntesis que vincule a las diferentes mujeres, que antes mencionamos, en una sola,
apelando a que cada una de las referencias bíblicas formaban parte de distintas etapas
en la vida de una misma persona. Así lo expresó Santiago de la Vorágine:
En resumen: María Magdalena, con sus lágrimas, lavó los pies del Señor, los
limpió con sus cabellos, los ungió con ungüento oloroso y fue la primera que en
aquel tiempo de gracia hizo solemne y pública penitencia; ella fue también la que
eligió la mejor parte y sentada a la vera de Cristo escuchó atentamente sus
palabras; también fue ella quien derramó sobre la cabeza del Señor un tarro de
bálsamo perfumado y quien permaneció junto a la Cruz de Cristo durante su
Pasión y quien compró los aromas para ungir su cuerpo muerto, y quien se quedó
velando su sepulcro cuando los demás discípulos se marcharon; también fue la
primera a quien Jesús resucitado se apareció y la encargada por Él de comunicar
su resurrección a los demás, convirtiéndose de ese modo en apóstola de
apóstoles.5
Con el antecedente de estas caracterizaciones de la Magdalena daremos paso al
análisis iconográfico y de los distintos modelos de representación de los que fue objeto
esta Santa, principalmente durante los siglos XVI y XVII, no sin antes señalar que las
obras de arte referentes a la Magdalena también se nutrieron de la tradición oral y de los
Evangelios apócrifos.
5
Ibidem.
La imagen de María Magdalena: propuesta de análisis
La representación de María Magdalena como santa individual,6 comenzó a tener éxito
luego del Concilio de Trento (1545-1563), que organizado como un medio para hacer
frente a la reforma luterana. En ese momento la imagen del pecador arrepentido se
convirtió en uno de los discursos recurrentes enarbolados por la Iglesia católica, que
además apoyaba el uso de la imagen para reforzar las enseñanzas cristianas: “La
conversión personal de cada pecador es una de las grandes consignas del Concilio de
Trento, que no admite la doctrina luterana de la predestinación. La gracia indispensable
no basta, sino que cada hombre debe arrepentirse y expiar sus faltas terrenales. ¡Qué
mejor ejemplo de la necesidad de conversión que la Magdalena!”7
Las imágenes, además de impactar la sensibilidad del espectador, constituyen una
herramienta didáctica sumamente útil pues, tal y como veremos con el ejemplo de
Magdalena, mediante una adecuada conjunción de elementos y escenas es posible
transmitir un mensaje claro y efectivo. En las imágenes de los santos son los atributos
iconográficos los que permiten su identificación a partir de objetos, símbolos o actitudes
que los singularizan. Mientras que ciertos escenarios, como jardines, desiertos, campos,
entre otras posibilidades, configuran el modelo narrativo que da cuenta de un momento
clave de sus vidas.
Los atributos vinculados con María Magdalena se pueden dividir con base en las
etapas de su vida. La primera es su etapa libertina como pecadora, a ésta pertenecerían
las imágenes de las joyas, los vestidos lujosos, el espejo como reflejo de la vanidad y el
cuidado corporal. La segunda etapa es la del arrepentimiento o conversión, en ésta
podemos ubicar objetos y actitudes de contrición, por ejemplo el llanto, las lágrimas son
uno de los grandes distintivos de Magdalena, sus cabellos sueltos con los que limpió los
pies de Cristo y, el objeto más asociado con esta Santa en este momento de su vida es el
6
Atendiendo a la búsqueda de imágenes que realizamos nos percatamos de que las primeras
representaciones de María Magdalena la incluyen en las escenas de la Crucifixión, Descendimiento y
Resurrexión de Cristo, en las que aparece como una más de las mujeres que estaban en la cercanía de
Jesús, pero sin hacer ninguna referencia a su historia personal, que es tan rica y compleja según lo
expuesto en el primer capítulo de este trabajo. Será a partir de Trento, siguiendo los argumentos de la
Reforma cristiana, que la imagen de la Magdalena se vuelva significativa en sí misma y no sólo en función
de su cercanía con Cristo. Esta es una de las razones por las que consideramos que a partir de finales del
siglo XV, y durante los siglos XVI y XVII, la personalidad de la Magdalena se afirmó individualmente con la
finalidad de promover el mensaje del arrepentimiento y la conversión de los pecadores.
7
Odile Delenda (coord..), María Magdalena: éxtasis y arrepentimiento, Milán, Landucci Editores, 2001, p. 35.
frasco de perfume con el que ungió los pies de Jesús. Finalmente, para la etapa de
penitencia, en donde se presume que la Magdalena llevó una vida eremita por 30 años,
los atributos iconográficos que distinguen son la calavera como símbolo de vida ascética,
un crucifijo, vínculo directo del amor por Cristo y sus enseñanzas, en ocasiones también
se pueden encontrar flagelos como instrumentos de penitencia, la presencia de ángeles,
quienes según La Leyenda Dorada, la elevaban al cielo para alimentarla de alimento
espiritual. En algunas representaciones que vinculan la conversión con la penitencia,
vemos la imagen de una vela encendida que se consume, ésta significa la fugacidad del
tiempo y la vida terrenal.
En cuanto respecta a los escenarios en que la Magdalena es representada de
forma individual, éstos podemos dividirlos en dos tipos, el primero generalmente es una
habitación lujosa que destaca la supuesta riqueza de María Magdalena, así como su
etapa pecadora repleta de apegos mundanos. El segundo escenario es un espacio
abierto, a veces con naturaleza y otras veces desierto, en donde por lo regular se aprecia
la cueva en donde la Magdalena cumplió su periodo de asilamiento y penitencia después
de la muerte de Jesús.
La obra La conversión de Santa María Magdalena de Juan Correa, constituye un
ejemplar excepcional ya que, aun cuando se incorpora a una tradición de modelos
narrativos que ya existían, su originalidad consiste en presentar la vida de la Magdalena
en una secuencia que reúne en una misma obra las etapas de conversión y penitencia en
la vida de la Santa, incorporando en cada caso una riqueza notable en cuanto a sus
atributos iconográficos. A continuación introduciremos la pintura de Juan Correa con su
descripción formal para así identificar todos los elementos presentes en la pintura, y
después buscaremos vincularla con otros cuadros de temática análoga con los cuales
consideramos pertinente señalar posibles puntos de convergencia.
La conversión de Santa María Magdalena, de Juan Correa
Juan Correa (1646-1716), La Conversión de Santa María Magdalena, Óleo sobre tela,
107.5 x 166 cm.8
I.
Descripción formal de la obra:
Se trata de un lienzo de grandes dimensiones cuya composición puede ser dividida en
dos zonas, una izquierda y una derecha, ambas separadas por la arquitectura figurativa
en la pintura. En el lado izquierdo vemos la imagen de una mujer de tez blanca, que
representa a María Magdalena, está ataviada con un vestido color marrón, prenda que a
su vez se divide en dos partes, un faldón café con algunas figuras de flores en tonos azul,
blanco y carmín, y un corsé de un tono más claro con mangas largas de material
transparente. El corsé, decorado con motivos florales en color blanco, está ceñido a su
cintura y de su cuello pende un collar de perlas. Ella está sentada en una silla de madera
que tiene cubierto el respaldo y el asiento con un tapiz decorado. La postura de su cuerpo
8
En los Anexos del presente texto incluimos la entrada correspondiente a esta pintura incluida en el catálogo
del Museo Nacional de Arte.
es frontal y revela un poco de tensión, su torso erguido está ligeramente volteado hacia la
derecha así como también su cuello. Su brazo derecho se posa sobre un buró recubierto
de una tela roja, mientras que su brazo izquierdo se eleva a la altura de su rostro
sosteniendo un pañuelo blanco. El gesto de la Magdalena es de pesadumbre, tiene las
cejas caídas, los contornos de los ojos ensombrecidos y hay lágrimas que resbalan de
sus mejillas. Sus cabellos largos, rubios y rizados están atados en su nuca.
El entorno en el que ella se encuentra es elegante. Se trata de una habitación de
la cual sólo podemos apreciar el ángulo recto formado por dos paredes que convergen en
el fondo. El piso está formado por cuadrados en tonalidades terracota y hay un pilar
rectangular en la parte derecha. En el ángulo superior izquierdo vemos un cortinaje rojo
suspendido del suelo, y en la parte intermedia superior una especie de nube de color
amarillento. Sobre el buró que se encuentra en la habitación vemos un espejo enmarcado,
la imagen de un caballero barbado y con bigote y alrededor de éste una serie de joyas y
piedras preciosas que se revuelven por toda la superficie. Podemos distinguir collares de
color oro, perlas y piedras preciosas. Asimismo en el suelo, en torno a la Magdalena,
vemos un cofre abierto que contiene más joyas y diamantes que se desperdigan fuera de
él, detrás del cofre hay un montículo formado por ropajes que asemejan al vestido que
ella porta, y del lado izquierdo del cofre encontramos un par de cepillos y un recipiente de
cristal colocado en forma horizontal derramando un líquido.
En el plano derecho de la composición, fuera de la habitación antes descrita,
vemos un par de jardineras con fuentes que lanzan chorros curvos de agua, éstas están
rodeadas por cemento de color rojizo. A lo largo de las dos jardineras, siguiendo una línea
horizontal, encontramos una división de poca altura formada por trozos de madera. Esta
especie de valla natural separa las jardineras, que aún pertenecen a un tipo de
ambientación más doméstica, respecto del paisaje agreste que vemos en la parte de
atrás. Ahí encontramos arbustos de diferentes tipos y una pequeña cascada de agua que
desemboca en una depresión frente a una cueva.
Al interior de esta cueva distinguimos la figura de una mujer que descansa
recostada sobre un tipo de tapete. Ella aparece en un ambiente más bien humilde,
descalza y sin lujos. Está vestida con un atuendo holgado, color azul con mangas largas
de material transparente, enredado a su cuerpo se aprecia un tipo de capa de color
dorado. La mujer sostiene un crucifijo con su brazo derecho y de frente a ella vemos un
libro cerrado sobre el que se apoya una calavera. Aunque los rasgos faciales de esta
mujer son distintos de la que se encuentra en la habitación, el programa iconográfico de la
imagen, así como las leyendas que están escritas en la pintura, nos sugieren que las dos
mujeres son una misma, mostrada en diferentes etapas de su vida.
En el ángulo inferior izquierdo de la pintura vemos la inscripción: Converçión d Sta
Mar.a Magdalena, y en el ángulo derecho, frente al cofre, está escrito el nombre del
artista, a saber, Juan Correa.
La obra tiene un marco metálico de color dorado.
II. Atributos iconográficos y modelos narrativos en la representación de la Magdalena
Sobre Juan Correa sabemos que fue un pintor de origen mulato que trabajó en la Ciudad
de México. Obtuvo su título como maestro del arte de pintar en 1687. Tuvo renombre en
su época sobre todo debido a su obra de temática mariana. En el texto Juan Correa, su
vida y obra,9 encontramos una recopilación de todo su trabajo pictórico, donde es posible
constatar que la figura de María Magdalena no fue un tópico recurrente en su arte, de
hecho la pintura que aquí describimos no está fechada y hasta el momento no se han
encontrado fuentes para saber para qué lugar o qué finalidad perseguía su ejecución.
Actualmente sólo sabemos que antes de pasar a formar parte de la colección del Museo
Nacional de Arte, estaba en la Pinacoteca Virreinal, cuyo acervo fue trasladado a la
Pinacoteca de la Profesa. A continuación incluiremos algunas obras que, en primer lugar,
nos ayudan a comprender qué tipo de modelos iconográficos y narrativos pudo conocer
y/o seguir Juan Correa para su propia creación, y en segundo lugar, nos permiten
aventurar una posible datación del cuadro tratado.
Ordenaremos la selección de obras en un cuadro comparativo que sigue un orden
cronológico según las pinturas. Las primeras corresponden a ejemplos de representación
de María Magdalena como pecadora y le siguen las representaciones que competen a la
etapa penitente de la Santa. Hemos decidido seguir esa secuencia con la finalidad de
abarcar los dos momentos propuestos en la pintura de Correa, ya que no encontramos
ninguna otra pintura que conjuntara en un mismo lienzo esas dos etapas.
9
Elisa Vargas Lugo, José Guadalupe Victoria, Juan Correa. Su vida y obra. Repertorio pictórico, t. IV, 2ª parte,
México, UNAM, 1994.
Artemisa Gentileschi (1597-1652)
La Magdalena renuncia a la vanidad, 1620, Ó/T,
146 x 109, Florencia, Galería Palatina.
En esta obra observamos a una Magdalena de
rasgos caucásicos con cabellos rubios y rizados,
está ricamente ataviada aunque con los pies
descalzos. Ella está al interior de una estancia
lujosa, aparece sentada de perfil, con su espalda
ligeramente reclinada hacia el frente y con su
brazo derecho oprimiéndose el pecho en acto de
contrición. Detrás de su asiento se aprecian tres
cofres apilados, todos decorados con filigrana
en color oro. Del lado derecho de la imagen se
observa un pequeño buró cubierto con un
mantel verde, sobre éste observamos el marco
de un espejo que la Magdalena se rehúsa a ver
y lo cubre con su mano izquierda. En la parte
superior de la imagen no se aprecia más que
una profunda oscuridad, mientras que la parte
inferior la dominan los pliegues del vestido de la
Magdalena . Llama la atención que en el ángulo
inferior derecho aparece casi furtivamente el
frasco de perfume que caracteriza la unción de
Cristo efectuada por la Magdalena.
Charles Le Brune (1619-1690), La conversión de
Magdalena, 1650, Colección Museo del Louvre,
París.
En esta obra apreciamos a María Magdalena
bien vestida y enjoyada, despojándose de sus
atavíos, mientras que observa una nube que
avanza en dirección hacia ella. Esta escena se
desarrolla al interior de una habitación con una
ventana de fondo desde la que se distingue un
celaje azul, algunos árboles y una torre. La
Magdalena está sentada de espaldas a ese
paisaje y aunque su postura es sedentaria, la
manera en que sus piernas están apoyadas en
el suelo, así como la flexión de sus brazos,
indican movimiento, tal vez esto también se
deba al pliegue de sus ropas y a los elementos
que vemos desperdigados por el suelo en torno
a ella. Justo a sus pies encontramos un cofre
abierto del cual se asoman perlas, joyas y un
pequeño perfumero color negro, mientras que en
el ángulo inferior derecho vemos más telas
preciosas
y
un
cojín
bordado.
Del lado derecho de la pintura vemos la imagen
de un mueble donde se apoya un espejo.
Grabado a partir del lienzo de Charles Le Brun,
10
La Magdalena arrepentida.
Este grabado reproduce todos los motivos
presentes en l a obra de Charles Le Brun, sólo
que los elementos están invertidos. Es decir, las
imágenes que antes estaban en el flanco
derecho ahora aparecen en el flanco izquierdo.
Esto permite apreciar mejor la imagen del espejo
sobre el mueble y ocasiona que la nube hacia la
que dirige la mirada María Magdalena quede
casi
sobre
su
cabeza.
Observando la obra de Charles Le Brun: La
Conversión de Magdalena, en comparación con
La Conversión de Santa María Magdalena, de
Correa, es claro que hay muchos elementos de
coincidencia. Sin embargo, encontramos aún
más semejanzas entre este grabado, basado en
la obra de Le Brun, y la obra del pintor
novohispano. Si la pintura de Le Brun está data
en 1650, el grabado debió ser posterior y es
probable suponer que éste haya llegado a los
ojos de Juan Correa, quien lo tomó como
modelo de inspiración para su propia pintura.
Puede ser que el motivo del paisaje visible a
través de la ventana en el fondo haya inspirado
a Correa a continuar con la escena en su
pintura, y lo motivara a incluir el jardín en el que
aparece la Magdalena penitente.
Juan Tinoco (1617-1699) (atribución), María
Magdalena, s.a.
Esta obra fue atribuida a un pintor novohispano
activo en Puebla durante la segunda mitad del
siglo XVII. En esta obra observamos la
representación de una María Magdalena pálida,
con los ojos llorosos dirigidos hacia un halo de
luz que desciende sobre su cabeza. La
Magdalena está sentada, casi en acto de
resignación, con su codo izquierdo apoyado
sobre la base de una columna. Está ricamente
ataviada con un vestido que cubre todo su
cuerpo, excepto su seno derecho que aparece
desnudo debido a una rasgadura en sus ropas.
Del lado derecho a la altura de su apreciamos
una mesa cubierta con un mantel verde, sobre
éste distinguimos una rica variedad de joyas y
collares de perlas que caen contra el suelo,
simbolizando lágrimas. Esta pintura no está
fechada, no obstante sigue, aunque con algunas
variantes, los modelos narrativos antes
descritos, a excepción de dos elementos
novedosos que también encontraremos en la
obra de Correa, nos referimos al pañuelo y a los
cortinajes rojos en los extremos superiores de la
10
El éxito de la obra de Le Brun motivó para que se realizara un grabado inspirado en su composición, de tal
modo que otros pintores pudieran conocer la obra y reproducirla. Cfr. Odile Delenda (coord..), María
Magdalena: éxtasis y arrepentimiento, Milán, Landucci Editores, 2001, p. 34.
representación.
Antonio González Ruíz (1711-1788), La
Magdalena arrepentida, Colección particular.
Esta obra fue realizada en España ya durante el
siglo XVIII, sin embargo, aquello que nos
interesa destacar es el alcance que tuvo el
modelo propuesto por Charles Le Brun. Pues en
esta obra, al igual que hizo Correa, el pintor
Antonio González tomó la mayor parte de los
elementos presentes en la obra original, pero
reinterpretó los rasgos de María Madalena
relacionándolos con el espacio geográfico para
el que estaba pensada la pintura.
A partir de estos ejemplos nos dimos cuenta de la imagen de María Magdalena
sentada al interior de una habitación lujosa, fue un modelo recurrente para retratar el
momento de su renuncia a las vanidades mundanas. Como antes sugerimos, es probable
que a partir del grabado inspirado en la obra de Le Brun (1650), se hayan realizado otras
pinturas que conservaron las características fundamentales del original. Un caso pudo ser
también la pintura de Juan Correa, pues encontramos una enorme cantidad de
coincidencias entre ésta y el grabado, inclusive respecto del lugar donde están ubicados
los elementos de la imagen original. Si Correa tuvo como inspiración ese grabado, parece
necesario suponer que La Conversión de Santa María Magdalena no puede ser anterior a
1650. Sin embargo, el cuadro de Correa es aún más rico ya que la secuencia narrativa
incluye también a la Magdalena penitente, a continuación mostraremos algunas imágenes
que nos ayuden a comprender qué modelos pudo conocer Correa y si es que éstos
también datan de la segunda mitad del siglo XVII.
Orazio Gentileschi (1563-1639)
La Magdalena penitente, 1619/1621
Ó/T, 131 x 215, Viena, Museo
Kunsthistorisches.Varese,
de
Basílica
San
Víctor
En esta obra observamos a la
Magdalena
penitente
con
sus
cabellos sueltos y muy largos, está
recostada al interior de una cueva,
su cuerpo
desnudo está medio
cubierto por una tela color café. La
Magdalena está apoyada sobre su
brazo izquierdo y mira hacia arriba
siguiendo una tenue luz que proviene
de las alturas. Debajo de su brazo
izquierdo
encontramos
un
libro
abierto, símbolo del mensaje de
Cristo, y una calavera que remite a la
vida eremítica.
Gerard Seguers (1591-1651, María
Magdalena, 1630. Colección Museo
de Louvre.
En esta obra vemos a una María
Magdalena que reposa sobre un
tapete tejido, está en la entrada de
una cueva rodeada de naturaleza
agreste. Su descalcez es sinónimo
de renuncia al mundo, aun cuando
sus atavíos son más bien ricos. La
atención de la Magdalena se
concentra en un crucifijo que
sostiene con su mano izquierda, en
su cercanía identificamos algunos de
los atributos iconográficos propios de
su etapa penitente, es decir, la
calavera, el libro de Las Escrituras
abierto y un flagelo.
Lucas Vosterman I., Magdalena.
Grabado a partir de una composición
de Gerard Seguers.
En este caso tenemos un grabado
que retoma el modelo de Sergues y
que consideramos que pudo ser
conocido en la Nueva España y
empleado
como
modelo
de
representación por pintores como
Juan Correa, como veremos a
continuación.
Juan Correa (1646-1716), Santa
María Magdalena penitente, Museo
de Arte de la Universidad de Nuevo
México, Albuquerque.
Esta obra es una de las nuevas
atribuciones realizadas a la obra de
Correa por la investigadora Elisa
Vargas Lugo. En esta pintura vemos
a María Magdalena penitente,
rodeada de un ambiente natural, está
recostada sobre un tapete o tela, su
cabeza descansa en su brazo
izquierdo y su mirada fija en el
crucifijo que sostiene con la mano
derecha la muestran en un acto
totalmente
contemplativo.
Observamos también la figura de un
libro cerrado sobre el que descansa
una calavera y detrás de estos
elementos vemos un recipiente que
nos remite al frasco de ungüento.
Anónimo novohispano, siglo XVII,
Ó/T, 101 x 182 cm.
Otro ejemplo del influjo de este
modelo de la Magdalena penitente
es este anónimo novohispano. Aquí
vemos a la Magdalena a las afueras
de una cueva, en un estado
contemplativo, con la mirada fija en
el crucifijo que está frente a ella. La
calidad de su atavío, así como la
disposición de sus piernas nos
recuerdan a la obra Santa María
Magdalena penitente de Juan
Correa.
Si comparamos los elementos de la pintura Santa María Magdalena penitente,
atribuida a Juan Correa, con los del grabado de Vosterman que es posterior a 1630,
encontramos muchos elementos de convergencia, no sólo en el hecho de que aparezcan
los mismos atributos iconográficos referentes a la penitencia, sino en la ubicación de
estos elementos: en ambos casos tenemos la misma postura de la Magdalena, el lugar
que ocupa el crucifijo, la naturaleza que en el grabado aparece en el ángulo superior
izquierdo, en la obra de Correa se vuelve más visible y el cántaro que encontramos en el
grabado detrás de la Magdalena, en el ángulo superior derecho, en la pintura de Correa
se convierte en un rico recipiente pero no desaparece. Luego el ejemplo del Anónimo
novohispano, es otra constatación de que probablemente ese grabado llegó la Nueva
España hacia la mitad del siglo XVII, y fue tomado como modelo por parte de diferentes
pintores. Ahora bien, es cierto que esta representación de la Magdalena penitente, no se
apega totalmente a la imagen que aparece en la pintura La Conversión de Santa María
Magdalena, sin embargo, si como Elisa Vargas Lugo señaló es probable aventurar que las
obras dedicadas a esta Santa en el repertorio pictórico de Juan Correa, pertenezcan a
una misma serie, es entonces posible suponer que Correa tomara los elementos del
grabado para su obra Santa María Magdalena penitente y luego retomara algunos
elementos de ésta para representar la etapa penitente de la Magdalena en La Conversión
de Santa María Magdalena, sin la necesidad de realizar una copia del grabado.
Conclusiones
En el primer apartado de este texto, realizamos un breve recuento de la historia de la
Magdalena con la finalidad de explicar el contenido de las obras presentadas en la
segunda parte. Con la inclusión de estas pinturas, inspiradas en la conversión y
penitencia de la Santa, pretendemos orientar nuestra investigación sobre los posibles
modelos que Juan Correa tuvo al alcance para crear su pintura y a partir de estos
ejemplos aventurar un rango cronológico para la datación de la misma.
Queda explícito que la originalidad de la obra de Correa, consiste en la
incorporación de dos momentos diferentes en la vida de María Magdalena en un mismo
lienzo. Sugerimos dos posibles modelos de representación que debieron ser conocidos en
la Nueva España mediante grabados, como los antecedentes para la creación del pintor
novohispano.
Este trabajo forma parte de una investigación que pretende vincular la pintura de
Correa con los discursos moralizantes en torno a la imagen de la prostituta arrepentida,
que tuvieron lugar en la Ciudad de México durante la segunda mitad del siglo XVII.
Bibliografía
Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte. Nueva España. Tomo I.
México, 1999. pp. 83-85. Jaime Cuadriello
Delenda, Odile, La Magdalena en el arte. Un argumento de la Contrarreforma en la pintura
española
y
mexicana
del
siglo
XVII
en
www.upo.es/depa/webdhuma/areas/arte/3cb/documentos/021f.pdf
Delenda, Odile, (coord.), María Magdalena: éxtasis y arrepentimiento, Milán, Landucci
Editores, 2001, 235 p.
El amor de Magdalena, Barcelona, Herder, 1996, 94 p.
Haskins, Susan, María Magdalena. Mito y metáfora, Barcelona, Herder, 1996, 517 p.
Testori, Giovanni, Maddalena, con una ghirnlda di testi e di immagini, Milán, Franco Maria
Ricci, 1989, 251 p.
Vargas Lugo, Elisa y Gustavo Curiel, Juan Correa, su vida y su obra. Cuerpo de
documentos, t. III, México, UNAM, IIE, 1991, 366 p.
Vargas Lugo, Elisa y José Guadalupe Victoria, Juan Correa, su vida y obra. Repertorio
pictórico 2a parte, t.IV, México, UNAM, IIEM 1994, 676 p.
Vorágine, Santiago de la, Leyenda Dorada, Madrid, Alianza Editorial, 1982, 498 p.
Anexos
Referencia de La conversión de Santa María Magdalena de Juan Correa en el Catálogo
del MUNAL.
.“Acerca de la pieza: Una de las imágenes paradigmáticas de la religiosidad barroca es
sin duda la mujer de vida pública que, arrepentida por un golpe de gracia, termina
convertida y alcanza
la santidad. El contraste y la fascinación entre el mundo sensual y la vida ascética
encarnó en la figura de María Magdalena, como en ninguna otra, esa expresión
paradójica del mundo barroco y fue un tema recurrente en innumerables cuadros
cargados de teatralidad y efectismo; sobre todo cuando se retrataba el momento
mismo de la conversión y la consecuente renuncia a las vanidades del mundo.
Pero, de hecho, este pasaje es una reelaboración literaria, sin sustento
preciso en la escritura ni tampoco en las narraciones legendarias de Jacobo de
la Vorágine. Debe recordarse que en el Evangelio según san Lucas (7, 48 - 50), María
Magdalena escuchó la predicación del Salvador y, embelesada por sus conceptos, cayó a
sus plantas
envuelta en llanto para luego derramar sobre "su maestro" un valioso
perfume y limpiar con sus propios cabellos los pies de Jesús.
Correa, como muchos otros artistas barrocos, ha preferido realizar una abstracción de
este pasaje para señalar didácticamente que el cambio de vida obedece también a una
transformación interior. Sin embargo, en esto parece ser que seguía una estampa, habida
cuenta de otra versión idéntica de Juan Maldonado que se localiza en la colección
Morgenstern de Miami.1
Es menester recordar que las escenas de conversión eran un punto privilegiado por la
hagiografía barroca: el quiebre con el mundo y la carne, el encuentro de la vocación
religiosa, la revelación de la voluntad de Dios o el inicio de un camino de
perfección espiritual. Todos estos momentos decisivos planteaban visualmente un
verdadero gozne entre un "antes" ciego, inconsciente y sin sentido, y un "después" lleno
de certidumbre y luminosidad. No en balde De la Vorágine daba al nombre de la
Magdalena la equivalencia de un vocablo cualitativo: "la iluminada".2
Las "conversiones" que incluyen la representación de un hecho violento o patético (en
este caso el don de lágrimas) fueron muy del gusto de la pintura novohispana a partir de
la emergencia de sus pintores barrocos y, en algunos casos, formaron series narrativas
para estimular a los internos de las casas de ejercitantes.3
Ha sido ponderada como una de las obras más características de su autor.4 Fue
adquirida en 1929 por la Secretaría de Hacienda y donada entonces a las colecciones de
la Academia.5 Procedente de la Pinacoteca Virreinal de San Diego, ingreso como acervo
constitutivo del Museo Nacional de Arte en 1982.
Inscripciones
Conrerpon de S[an]ta. Mar[í]a. magdalena
NOTAS
1También pudo
darse el caso, aunque más remoto, de que el tal Maldonado haya conocido y
copiado la composición de Correa. Vid. México en el mundo de las colecciones
de arte, México, INBA, Secretaría de Educación Pública (en adelante SEP),
UNAM, Azabache, 1994, t. 1: Nueva España, p. 238.
2 Jacobo de la
Vorágine, La leyenda dorada, Madrid, Alianza Editorial, 1982, pp.
382-392.
3 Una de las más
famosas, aunque tardía, es la de José de Páez que se conserva en la Pinacoteca de
la Casa Profesa.
4 Elisa Vargas
Lugo y José Guadalupe Victoria, Juan Correa, su vida y su obra, México,
IIE-UNAM, t. IV, pp. 401-416.
5 Archivo de las
Galerías de Pintura y Escultura de la Escuela Nacional de Bellas Artes (Munal),
años 1926-1929, exp. 9.”
Cfr. Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte. Nueva España. Tomo I.
México, 1999. pp. 83-85. Jaime Cuadriello