LA EVOLUCIÓN DE LA IMAGEN CONCEPTUAL
DE MARÍA MAGDALENA
Elena Monzón Pertejo
Grupo de Investigación APES - Universitat de València1
En el presente artículo se analiza la evolución de la imagen conceptual de María
Magdalena, uno de los personajes bíblicos que más reinterpretaciones y mitología
ha generado a lo largo de los siglos. Una imagen conceptual es aquella que se
sitúa fuera de referentes temporales y espaciales y la de María Magdalena se ha
configurado a partir de su nacimiento en el siglo XIII. Su elaboración responde
a una serie de elementos propios de cada tiempo, ya que «las imágenes deben ser
tomadas como algo producido en toda época con fines comunicativos y poéticos,
habiendo desempeñado, como tal cosa, funciones culturales. Es decir, las imágenes
han sido en cualquier tiempo un fenómeno visual vivo que opera en la historia
transformando aspectos de la vida del hombre y de la sociedad»2. El centro de este
discurso lo constituye el análisis de la evolución de la imagen conceptual, para lo
cual no podemos prescindir del resto de materiales culturales de cada época ya
que han formado parte de dicha creación y transformación. Entre los diferentes
tipos iconográficos iremos viendo, de modo diacrónico, los cambios de atributos y
funciones de la imagen permitiéndonos conocer las circunstancias, necesidades e
intenciones de cada época. En definitiva, el objetivo del presente trabajo es analizar
la evolución de la imagen conceptual de María Magdalena desde que hace aparición en los siglos centrales de la Edad Media hasta el siglo XVII. Comenzaremos
indagando en los pocos datos que los evangelios aportan de este personaje y veremos cómo la figura inicial se ha convertido en un híbrido desde los inicios del
cristianismo, para finalmente ser hoy en día la criatura mitológica que conocemos.
La novedad del presente artículo estriba en el modo de analizar la representación
de dicho personaje, es decir, hacerlo desde el enfoque de la imagen conceptual.
María Magdalena a partir de las fuentes evangélicas
La imagen conceptual de María Magdalena hace su aparición en la Edad Media,
momento en el que su representación deja de limitarse a las escenas de la vida de
Cristo y a determinados pasajes en los que es confundida con otros personajes
bíblicos. En los evangelios aparece como una de las mujeres seguidoras de Cristo
pero su presencia es destacada del resto ya que es la única a la que se nombra sin
relación a un hombre —no es la madre de Jesús, ni la hermana de Juan, ni la esposa
de Cleofás—, es presentada por su nombre y lugar de origen: María de Magdala.
Los evangelistas se aseguran de que destaque sobre el resto, lo cual induce a pen1
El presente estudio se inserta en el proyecto «Los tipos iconográficos: descripción diacrónica»,
financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (HAR2008-04437/ARTE).
2
García Mahíques, 2008, p. 13.
530
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sar la importancia que ésta tuvo en los
acontecimientos y en las primeras comunidades cristianas3. La confusión con
otras mujeres bíblicas es el caldo de cultivo sobre el que se construye el mito
de la Magdalena, haciéndose necesario
un breve repaso por estos personajes.
En el Evangelario de Enrique el León
(Fig. 1) vemos a la pecadora de Lucas,
Fig. 1. «La pecadora de Lucas a los pies de
la cual terminó fusionándose con María
Jesús». Evangelario de Enrique el León, ca.
Magdalena. En el séptimo capítulo de
1180, Wolfenbüttel, Herzog August Bibliotek
su evangelio (Lc 7, 37-38), Lucas hace
referencia a una pecadora de la que no dice el nombre y cuyo pecado ha sido fruto
de especulaciones:
Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a
la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública. Al enterarse de que estaba
comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume y, poniéndose
detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los
cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume.
Este capítulo precede la parte en la que María Magdalena es presentada por
primera vez (Lc 8, 1-2), pudiendo deducir que esta proximidad textual es una de
las posibles causas de dicha confusión. No se dice cuál era el pecado pero desde
el cristianismo primitivo se ha entendido que era de tipo sexual, por lo que fue
considerada como prostituta o mujer adúltera4. Así, de esta mujer María Magdalena
recibe la fama de prostituta además de tres elementos que la acompañan y caracterizan en la iconografía a lo largo de los siglos: el frasco de alabastro —con el que ya
estaba relacionada por los pasajes del sepulcro—, las lágrimas y la larga cabellera5.
Otra figura con la que es confundida, y con la que también comparte el tarro
de perfume, es la mujer que unge a Jesús en los evangelios de Marcos (Mc 14, 3-9)
y Mateo (Mt 26, 6-13). María de Betania fue confundida con la ungidora6 y así
también con María Magdalena. En el capítulo 10 del evangelio de Lucas (Lc 10,
38-42) se dice lo siguiente:
Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió
en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Al fin, se paró
y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que
me ayude.» Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas
cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor de una sola. María ha elegido la mejor parte,
que no le será quitada».
3
Haskins, 1996, pp. 23-159.
Fue considerada como prostituta por la tradicional asociación judeocristiana del pecado femenino
con el sexo.
5
Amo Horga, 2008, pp. 618-620.
6
La fusión de María de Betania con la ungidora se debe a que Juan, en su relato de los días inmediatamente anteriores a la crucifixión, habla de María de Betania y la relaciona con la mujer que ha
ungido los pies de Cristo, ya que ese episodio se desarrolla también en Betania.
4
La evolución de la imagen conceptual…
531
Es por este relato que los exégetas crearon la identificación de María de Betania
—y así de María Magdalena— con la vida contemplativa, discípula perfecta que
escucha al maestro sentada a sus pies. Estas son las figuras principales7 que se confunden con María Magdalena y que resultan primordiales en su desarrollo8.
La «única magdalena» medieval
Ante tal mezcla de personajes, los comentaristas medievales aceptaron como
figura oficial al híbrido creado por Gregorio Magno: la «única magdalena». En ella
se daba la fusión de las tres mujeres, predominando la pecadora de Lucas —por lo
que se termina de afianzar la idea de que su pecado era sexual— y dando lugar
a los apelativos de beata peccatrix y castisima meretrix. Esta Magdalena polivalente
ejemplifica los ideales eclesiásticos respecto al pecado, el arrepentimiento y
la salvación, además de ilustrar el concepto de mujer elaborado por la mentalidad eclesiástica: la asociación de la
mujer con la sexualidad, el pecado y la
prostitución9.
En la obra de Spinello Aretino
(Fig. 2) la santa aparece en el trono sujetando el tarro y el crucifijo. Durante
la Edad Media surgieron diversas leyendas10 en torno a la vida de la Magdalena
tras los acontecimientos de la Resurrección, siendo su vida de penitencia
el aspecto más difundido:
María Magdalena, con sus lágrimas,
lavó los pies del Señor, los limpió con
sus cabellos, los ungió con ungüento
oloroso y fue la primera que en aquel
tiempo de gracia hizo solemne y pública
penitencia (…). Santa María Magdalena,
deseosa de entregarse plenamente a la
contemplación de las cosas divinas, se re-
Fig. 2. Spinello Aretino, Estandarte de los
flagelantes de Borgo San Sepolcro, finales s. XIV,
Metropolitan Museum of Art, Nueva York
7
Existen otros personajes con los que se ha confundido a la santa: la samaritana que da de beber
a Jesús (Jn 4, 7-10), la mujer adultera que Jesús salva de ser apedreada (Jn 8, 3-11) y la novia de las
bodas de Caná (Jn 2, 1-12). Respecto a este último personaje, algunos exegetas identificaron al novio
como Juan Evangelista quien, tras presenciar el milagro, se hace discípulo de Jesús abandonando a su
prometida. El nombre de la joven esposa no aparece en los evangelios pero muchos, desde Honorio
Augustodunensis, indican que esta joven era María Magdalena, quien tras ser abandonada se convierte,
por resentimiento, en prostituta. Esta leyenda de la boda de María Magdalena en Caná tuvo especial
difusión en Alemania, Austria y en la zona italiana del Tirolo.
8
Amo Horga, 2008, pp. 618-620.
9
Amo Horga, 2008, pp. 618-620.
10
Algunos de los textos más importantes son la Vita eremitica (siglo IX), la Vita Apostólica (siglo XII)
y La Leyenda Dorada (ca. 1264).
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tiró a un desierto austerísimo, se alojó en una celda previamente preparada para ella por
los ángeles y en dicha celda vivió durante treinta años totalmente apartada del mundo y
aislada del resto de la gente11.
La penitencia era promulgada desde los púlpitos, con las prédicas mendicantes
y por las cofradías de penitentes y flagelantes. Precisamente a una de estas cofradías
pertenece esta imagen: es el estandarte de los flagelantes de Borgo San Sepolcro,
siendo María Magdalena la elegida para representar el concepto de salvación por
medio del arrepentimiento y la penitencia. A partir del siglo XIII su representación
se decanta por la vertiente de la penitencia, configurándose como una de las santas
penitentes más importantes de este momento:
(…) to take example of this woman, and hate and forsake and amend our sins, and
love and follow our Lord as she did. (…) And many more go on this sea, that is in this
world, following the light of penitence, that is, example of the admodliche polede, and
per mid bigat eche lif on blisse12.
El impulso que vive en estos siglos se debe a varios motivos: el relieve que
cobra la Pasión de Cristo —y el papel que juega María Magdalena en dichos episodios— y la preocupación de la Iglesia medieval por el pecado, el arrepentimiento
y la penitencia. Las reformas gregorianas del siglo XI acentuaron la importancia
de la penitencia y, en 1215, con el cuarto Concilio Lateranense se marcaron como
obligatorias la comunión y la confesión. La importancia de la santa se refuerza por
ser la Nueva Eva, al contrario que la Virgen que era su antítesis. La Virgen, por su
perfección, no servía como modelo de arrepentimiento ni de penitencia, al contrario que la Magdalena en la que se podían ver reflejadas las mujeres reales. María
Magdalena se ha convertido, a través de la hibridez de su personaje y las leyendas
sobre su vida, en un vehículo perfecto para las enseñanzas del arrepentimiento, la
penitencia y la salvación13.
Quentin Metsys (Fig. 3) representa a la Magdalena sólo cubierta por los largos
cabellos, arrodillada en un paraje natural y acompañada por el tarro de perfume.
En una imagen muy similar aparece María Egipciaca, tipo de la Magdalena. Ambas
santas fueron las únicas representadas desnudas en el arte medieval, y su imagen
responde a la iconografía de penitencia y ascetismo de los santos ermitaños del desierto. Cuando se trata de su vida eremítica, la Magdalena es representada desnuda
o semidesnuda ya que el cuerpo desnudo es asociado a los penitentes, ascetas y ermitaños por su retorno al estado primigenio con redimida inocencia. Al renunciar
a las vanidades del mundo, renuncian también a sus vestiduras14.
11
Vorágine, La Leyenda Dorada, p. 382.
Morris, Old English Homilies and Homiletic of the Twelfth Century, p. 140.
13
Haskins, 1996, p. 162.
14
Algunos escritores medievales asociaron los diferentes grados de desnudez a un juicio moral. En
el siglo XIV, Pierre Bercheur elabora un diccionario de moral teológica en el que el simbolismo del
cuerpo desnudo queda codificado. Entre los diferentes tipos de desnudez este benedictino señala: la nuditas naturalis —es con la que el hombre nace y muere, y conduce a la humildad —, la nuditas temporalis
—es indicadora de carencia de posesiones materiales debido a una elección personal, como hicieron
Cristo y los apóstoles, o a la pobreza—, la nuditas virtualis —se remonta a la desnudez de Adán y Eva
antes de la caída, se configura como símbolo de la inocencia y también puede designar la inocencia
recobrada mediante la confesión— y, por último, la nuditas criminalis, desnudez que denota la ausencia
12
La evolución de la imagen conceptual…
Fig. 3. Quentin Metsys, Penitente María
Magdalena, s. XIV-XV, Philadelphia,
Museum of Fine Art
533
Fig. 4. Giampetrino, Magdalena penitente,
s. XVI, Museo del Hermitage,
San Petesburgo
El Renacimiento: Amor, Belleza y Verdad
En las primeras décadas del siglo XVI surge una nueva Magdalena penitente. El
lienzo de Giampetrino (Fig. 4), discípulo de Leonardo, muestra esta nueva estética nacida en los círculos del humanismo cristiano italiano. Representada de medio
cuerpo, desnuda por completo, acompañada por el tarro y con las lágrimas resbalando
por sus mejillas, dirige la mirada al cielo mientras la disposición del cabello deja ver
sus pechos. Ésta y otras Magdalenas fueron encargos para adornar las capillas privadas
de la clientela cortesana y constituyen un buen ejemplo de la transformación de María Magdalena en Venus, reduciéndose al máximo la línea divisoria entre lo devoto y
lo profano en unas imágenes que combinan el ascetismo religioso con la sensualidad.
El origen de esta transformación lo encontramos en el círculo de Marsilio Ficino y
sus teorías15 sobre el amor y la belleza16. El amor, entendido como amor intelectual
o amor espiritual, es el núcleo de la filosofía Ficino, es la fuerza motriz de todo, la
causa de que Dios «infunda su esencia al mundo y, a la inversa, es la causa de que sus
de toda virtud y corresponde perfectamente al vocabulario benedictino de los actos pecaminosos y
relacionados con la vanidad. En el caso de María Magdalena y María Egipciaca se trata de nuditas temporalis por su repudiación de las vanidades mundanas, pero también de nuditas virtualis por su castidad
redimida, no sin por ello perder una fuerte connotación constante a su pasado de pecadoras, es decir,
a la nuditas criminalis.
15
Las ideas de Ficino se difundieron a través de una serie de trattati d’amore, convirtiéndose en la
gran moda literaria del siglo XVI. En estos tratados, la belleza de la mujer se convierte en un tema
prolífico, siendo la belleza ideal objeto de discusión de los escritores renacentistas. Dos de las obras más
destacadas de este tipo fueron Los asolanos (1505), escrito por el cardenal Pietro Bembo en forma de
diálogo, y el Libro del cortesano (1528) de Baldassare Castiglione quien trata ampliamente el tema de la
dama perfecta. Su difusión se dio por toda Europa y se convirtió en uno de los libros más influyentes
provocando toda una serie de imitaciones.
16
Haskins, 1996, pp. 264-265.
534
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criaturas busquen su unión con él. Según Ficino, amor es sólo otro nombre
para esa corriente ininterrumpida —circuitus spiritualis— desde Dios al mundo y
del mundo a Dios. El individuo amante se inserta a sí mismo en este circuito místico»17. Lo que genera amor es la
belleza, simbolizada por las dos Venus: la
celeste y la terrestre. Cada una genera un
tipo de amor, así la Venus terrestre genera amor vulgaris y la celeste amor divinus.
Ambas tienen como fin la creación de
belleza, aunque cada una a su manera. Se
trata de dos gradaciones en un mismo
camino hacia Dios, existiendo una diferencia entre ambas formas de amor: una
forma contemplativa —la de la Venus celestial— que, desde lo visible y concreto,
se eleva hacia lo inteligible y universal;
Fig. 5. Ticiano, María Magdalena penitente, ca.
1530-1535, Palazzo Pitti, Florencia
y la forma activa, que se contenta con la
esfera visual. Aquel deseo que se dirige hacia la belleza inteligible y universal y que
tiene la experiencia visual tan sólo como primer estadio imprescindible, sólo ese tipo
de deseo, alcanza el estado de amor divino, que es el mismo que el de los Santos y
Profetas. El amor humano deriva del deseo que se contenta con la belleza visual18.
Es de este modo cómo María Magdalena aparece en el humanismo cristiano
como «diosa del amor» o «Venus del amor divino». Esta Magdalena se configura, sobre todo, a partir de su asociación con la pecadora de Lucas y así se la entiende como
una mujer que, perdonada por haber amado mucho, abandona los excesos del amor
sensual para llegar al amor espiritual. También está presente su confusión con María
de Betania por la asociación de la Venus celestial con la contemplación. Es en este
ambiente donde nace la primera de las Magdalenas de Ticiano (Fig. 5), convertida en
referente principal para el resto de artistas19. La Magdalena aparece en la cueva con
su voluptuoso cuerpo cubierto por los cabellos que recoge a su alrededor; el dorado
de éstos se ha convertido en un adorno que deja entrever sus pechos. Sus brazos se
cruzan en diagonal sobre el torso a modo de Venus Pudica o Venus de la Modestia, con
lo que rechaza el papel de Venus terrestre para aspirar al amor celestial. También fue
entendida como alegoría de la Verdad por su postura y desnudez. La relación de la
Verdad con la desnudez era conocida desde tiempo atrás: la nuda Veritas de Horacio
que Alberti retoma en su tratado de 1436. Alberti, al leer la descripción que el poeta
Luciano hizo en el siglo II d.C. del cuadro desaparecido de Apeles (siglo IV a.C.), La
Calumnia, confundió la descripción del Arrepentimiento con la Verdad y le adjudicó,
erróneamente, los adjetivos de pudica o pudibunda. La representación de la Verdad
17
Panofsky, 1976, p. 200.
Panofsky, 1976, pp. 200-202.
19
Haskins, 1996, pp. 267-269.
18
La evolución de la imagen conceptual…
535
quedó asociada a un desnudo femenino del tipo Venus Pudica, conectando la
desnudez con la timidez y la vergüenza.
Boticelli en 1495 reprodujo el cuadro de
Apeles y la Verdad fue representada desnuda y en postura de Venus Pudica dirigiendo la mirada al cielo. De este modo
se entiende a la Magdalena como alegoría de la Verdad20.
Junto este tipo de lecturas filosóficas, las mujeres representadas también
responden a los cánones de belleza de
la época. Se consideraba que la belleza
femenina debía basarse en cuerpos robustos, senos pequeños y largas cabelleras doradas. Este gusto de los italianos lo
encontramos en los escritos del ensayista Michel de Montaigne quien escribió
que «para los italianos la belleza corporal
Fig. 6. Ticiano, Santa María Magdalena, 1567,
Museo arqueológico de Nápoles
ha de ser gorda y maciza (…) fuerte y
vigorosa»21. El cabello de María Magdalena suscitó muchos elogios, como los de
Giambattista Marino quién dedicó un poema22 a la obra de Ticiano alabando «la
cabellera ondulante (que) dibuja un collar dorado sobre los desnudos alabastros (pechos)». Mientras en los siglos medievales se condenaba el cabello de las mujeres, en
el renacimiento adquiere gran importancia en el ideal de belleza23, por tanto, resulta
fundamental en la representación de María Magdalena como Venus24.
20
Haskins, 1996, pp. 269-272.
Montaigne, Ensayos, p. 419.
22
Marino, «Magdalena di Tiziano».
23
Las obras de Petrarca fueron fundamentales a la hora de establecer y difundir el ideal renacentista
de belleza, teniendo el cabello gran importancia y siendo el color dorado el más deseado. Esta preocupación por el pelo de la mujer aparece de forma destacada en el Libro della bella Donna: «Principiando io
questa donna esteriormente, dico che il principio può esser difforme, altri da questa, altri da quella parte incominciando; ma io in ciò poco mi curo, e vo’ cominciare dai capelli primieramente; e siccome in prima tolgo questi, così io
giudico essi in una donna la più importante parte essere di qualunque altra, che, per dire il vero, senz’ella sarebbe
tale e quale senza fior prato, o senza gemma anello; ella sarebbe tale e quale una selva spogliata del suo onore, o un
rivo senza il suo corso; ella sarebbe finalmente tale quale alcune volte si vede essere la notte senza le stelle, e il giorno
senza il sole, che lo suole così vago e così ragguardevole far divenire a noi, che lo rimiriamo. Per questi massimamente
le donne s’insuperbiscono, e vi si veggono andare pettorute e gonfie, e di qui nasce la tanta cura, che di continuo
hanno di loro senza stancarsi mai, ch’essi ancora sanno quanto loro ornamento e quanto abbellimento questi sien
loro, delle quali qual che si voglia una, e sia quanto vuol bella, di questi priva dispiacerà affatto; se fosse ben la dea
Venere scesa dal cielo, nata nel mare, allevata nell’onde, cinta e accompagnata dalle Grazie e dalla pargoletta turba
de’ faretrati Amori insieme, circondata del suo cinto, spirando amomo, e spargendo intorno goccie di balsamo, la quale
senza crini se ne andasse or quà or là, ella non potrebbe pure al suo Vulcano piacere; e per dire brevemente quel che
io sento, io dico che alle donne tanta dignità e tanta bellezza arrecano i capelli, che, benchè d’oro, di veste, di gemme
e del resto che le abbellisce si mostrino adorne, nondimeno, se non avranno quelli con bell’arte distinti, e sotto legge
ridotti, io ardisco dire, ch’elleno non potranco parere ornate e belle in modo niuno». Federico Luigini da Udine,
Il Libro della Bella Donna, pp. 16-18.
24
Haskins, 1996, p. 276.
21
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La Magdalena del decoro tridentino
En la década de 1560,Ticiano retomó el tema de la penitente (Fig. 6). El esquema
compositivo se mantiene, al igual que la postura de Venus púdica, pero el cuerpo está
cubierto con una camisa tapando los pechos y junto al tarro se han incorporado
la calavera y el libro. Las novedades que aparecen en las obras de Ticiano, y que se
perpetúan en otros artistas, responden a la normativa sobre el decoro surgida del
concilio de Trento, reunido desde 1545. Frente al ataque de los protestantes, y como
fruto de las ideas de los humanistas del círculo de Pablo III, se reunió el concilio con
la intención, entre otras, de validar la presencia de imágenes religiosas, ordenar su
función, veneración y dar directrices para que fueran lícitas. Al concluir el concilio,
el arte surge como vehículo fundamental en la difusión de la doctrina retomando el
apelativo de «Biblia de los analfabetos». Para que cumpliera su finalidad —recordar
los dogmas de fe, cultivar la piedad e inducir a las buenas obras—, debía mostrar a los
personajes adecuados —los santos— en momentos cruciales de sus vidas —penitencia, conversión, realización de milagros — y estar compuesto con figuras sencillas,
claras y realistas. Los santos más deseados fueron aquellos que habían llegado al
reino celestial tras una vida de penitencia y arrepentimiento. Es así como María
Magdalena se convirtió en la santa favorita de la época. Se intentó eliminar toda
imagen que no respondiera a los textos canónicos, cosa imposible en el caso de
María Magdalena ya que el aspecto legendario y apócrifo de su vida —los años de
penitencia— era fundamental para que su figura fuera adoctrinadora y didáctica25.
Aunque no se dictó la prohibición total de la penitente semidesnuda sí que se prohibió la obscenidad, por lo que Ticiano
cubrió el cuerpo de la Magdalena. El
tema del desnudo fue el que abarcó más
páginas dando directrices detalladas26: la
santa debía aparecer con gestos recatados y con los brazos en acto de oración
de forma que le cubrieran su desnudez
lo mejor posible y el pelo debía cubrir
sus pechos y hombros. La función de
la Magdalena penitente así como la de
María Egipciaca era servir de ejemplo
de penitencia e incitar a las pecadoras a
dejar los placeres terrenales y adentrarse
en el áspero camino de la soledad27.
Guido Reni (Fig. 7) representa a
la Magdalena con el pecho desnudo
sin ningún tipo de cohibición ya que
muestra su voluptuosidad sin reparo: sus
Fig. 7. Guido Reni, Magdalena penitente,
brazos no le cubren y el pelo se confis. XVI
25
Haskins, 1996, pp. 280-285.
Lomazzo, Trattao dell’arte della pittura, scoltura, et architettura.
27
Molanus, De Historia SS. Imaginum et Picturarum pro vero earun usu contra abusus, XXV-XLII.
26
La evolución de la imagen conceptual…
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gura como una guirnalda que adorna
su anatomía, recordándonos a las Magdalenas velludas del norte de Europa. La
Iglesia no pudo eliminar estas imágenes
debido a que en las leyendas era descrita desnuda y cubierta tan sólo por
su cabello. De este modo, «su desnudez
se convirtió en objeto de un voyeurismo
legítimo»28. Se escribieron una serie de
justificaciones del desnudo, como las
del jesuita Pierre Sautel que al hablar
de María Magdalena indica que «esta
mujer arde de tal modo en su amor a
Dios que no soporta llevar ropa»29. Muchas de estas obras eran encargos de
pequeñas dimensiones destinados a la
devoción privada, lo que hace pensar
Fig. 8. Georges de la Tour, El arrepentimiento
en la coartada religiosa para mostrar el
desnudo femenino ya que «el realismo de María Magdalena, s. XVII, National Gallery
of Art, Washington
permite al artista retratar detalladamente el cuerpo humano, de modo que al espectador le resulta difícil saber si la fascinación del artista o mecenas por el cuadro se debió a la piedad de la santa o a sus
atributos físicos»30.
Siguiendo con la penitente, encontramos una serie de obras en las que uno de
los atributos aparece destacado: la calavera. La Magdalena, pensativa, apoya la cabeza y las manos sobre la calavera, o la sujeta mientras la observa reflexiva. Junto a la
calavera y el libro aparece la vela que alumbra los pensamientos de la santa (Fig. 8)
que medita sobre la muerte. La muerte, tema de gran importancia en los siglos
medievales, recobró relevancia al acentuarse con la Contrarreforma el tema de la
transitoriedad de la vida. Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola son
muestra importante de la consideración que de la muerte se tenía. Ésta, entendida
como un bendito y dulce reposo, era un acto que requería preparación meditando
sobre las últimas cuatro cosas: la muerte en sí misma, el juicio, el cielo y el infierno.
Las calaveras eran fundamentales para ello, y los jesuitas recomendaban meditar
en una habitación oscura con la ayuda de una calavera, tal y como vemos en estas
imágenes. Estas obras tienen la función de recordar al espectador que nadie está
libre de la muerte: Hodie mihi, cras tibi. Así, la Magdalena es representada contemplando el inevitable destino del ser humano con la finalidad teológica de recordar
a los fieles que su estancia en la tierra no es más que un preludio a la eternidad del
reino de los cielos31.
Con las reformas tridentinas aparece un subtipo iconográfico dentro de la peHaskins, 1996, p. 290.
Sautel, Divae Magdalenae ignes sacri et piae lacrimal, p. 282.
30
Haskins, 1996, pp. 291-292.
31
Haskins, 1996, p. 299.
28
29
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Fig. 9. Guido Cagnacci, Maddalena Svenuta,
1663, Galleria Nazionale d’Arte Antica,
Roma
Fig. 10. Artemisa Gentileschi, La conversión
de María Magdalena, 1613-1620, Palacio Pitti,
Galleria Palatina, Florencia
nitente: la Magdalena flagelándose. La flagelante de Cagnacci (Fig. 9) sujeta la
calavera y el cilicio y, recostada, muestra su torso desnudo. Ha sido representada en
el momento posterior a la flagelación en el que queda extasiada. Un precedente
es la personificación de la Penitencia de la Iconología de Ripa, quien presenta a una
mujer demacrada flagelándose con pesadas correas acompañada por el crucifijo y
el libro32. En la obra de Cagnacci, se han mantenido los atributos pero la protagonista dista bastante de ser una mujer demacrada. Con estos cuadros se buscaba, en
consonancia con los preceptos tridentinos, provocar remordimiento y contrición.
Sin embargo, ésta y otras Magdalenas jóvenes, bellas y semidesnudas se insertan
en esa corriente de imágenes que bajo la coartada de la religión muestran jóvenes
cuerpos desnudos en lo que Susan Haskins ha denominado pornografía devota33.
Surge también un nuevo tema artístico: la conversión de María Magdalena.
Aunque la mayoría de obras se constituyen a base de imágenes narrativas, contamos con algunas que se centran en mostrar la conversión de forma conceptual,
como el cuadro de Artemisa Gentileschi (Fig. 10). María Magdalena está sentada
con una mano sobre el pecho y la otra retirando los objetos que se encuentran en
la mesa. Su pelo está recogido y su mirada se dirige hacia lo alto. Es el momento de
su conversión. Con el gesto de su mano rechaza las joyas y así la vida mundana y
la vanidad. Al contrario que en su fase de penitente, aún viste un suntuoso vestido
muy escotado, muestra de la vida lujosa y de entrega a los placeres que rechaza
32
Candau, 2007, p. 218.
Otros temas bíblicos que sirvieron para los mismos propósitos fueron Susana y los viejos y Betshabé.
33
La evolución de la imagen conceptual…
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en ese mismo instante. En el espejo está inscrita la frase Optimam partem elegit34,
que junto a su mano en el pecho constituyen un símbolo de conversión. El tema
de la conversión fue creado como refuerzo de su reimpulsado papel de pecadora
arrepentida. A través de este gesto alcanza la sabiduría —el espejo aparece como
símbolo de la Verdad y también de la Prudencia— y se convierte en representación
de la vida contemplativa, volviéndose a la asociación con María de Betania. Así,
con estos cuadros se reincide en las prescripciones de la doctrina tridentina de la
fe y las buenas obras35.
Conclusión
María Magdalena fue utilizada por la Iglesia medieval como santa penitente por
excelencia, ejemplo máximo de pecadora arrepentida que logra la salvación. Pasó
de prostituta embriagada por la lujuria y la vanidad a santa que dedicó sus últimos
treinta años de vida a la penitencia para finalmente ser aceptada en el reino celestial. De este modo, sirvió de ejemplo a todos los fieles en general y a prostitutas
y místicas en particular. En la primera mitad del siglo XVI, el significado de la
penitente se amplía y representa la Verdad, el Amor, la Belleza y el ideal de belleza
femenina, conceptos que debemos entenderlos en el contexto del neoplatonismo
de Ficino. En la Contrarreforma, María Magdalena fue elegida para insistir en los
preceptos tridentinos de la redención por medio del arrepentimiento, la penitencia, la confesión y las buenas obras así como la conversión y la contemplación.
Para concluir, incidiremos en cómo los conceptos que representa María Magdalena derivan de la confusión con el resto de personajes comentados. Desde el
principio, el mito de la Magdalena crece desde una perspectiva manipulada y
como construcción fundamentalmente masculina y, más en concreto, del concepto de mujer, pecado y sexualidad que existe en la mentalidad eclesiástica. Cada
época ha creado a su Magdalena en función de sus necesidades e intereses. Su uso
no queda limitado a tiempos pretéritos, ya que su figura sigue estando a la orden
del día aunque sus usos se han dirigido en otras direcciones. A la figura originaria
de la Magdalena como seguidora de Cristo se han añadido una serie de leyendas
e ideas que configuran su imagen mítica. Las imágenes cambian pero son siempre
elementos fundamentales a la hora de expresar conceptos y así lo hemos visto en
la representación de María Magdalena.
34
Frase extraída del evangelio de Lucas (Lc 10, 38-42), pasaje por el cual se crea la asociación de
María de Betania con la vida contemplativa.
35
Haskins, 1996, pp. 285-287.
540
Elena Monzón Pertejo
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