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La localidad de Sacramenia está situada al norte de la provincia de Segovia, muy cerca de los
actuales límites administrativos con Burgos y Valladolid, a la vera de la Ribera del Duero. Podemos acceder desde San Martín de Bernuy y Fuentidueña, desde Peñafiel por Rábano y Castrillo de Duero (Valladolid), o desde Nava de Roa (Burgos) y Cuevas de Provanco (Segovia).
Dista 19 km de Peñafiel, 31 de Cantalejo y 35 de Sepúlveda.
La población se asienta a la vera del arroyo de la Vega, subsidiario del río Duratón, alzada sobre la ladera que desciende desde las amplias parameras cercanas. En la temprana data de
912 ya se registran dos donaciones a San Pedro de Arlanza donde aparece el nombre de Sacramenia, una de Fernán González y doña Sancha y otra de Gonzalo Téllez y Flámula. El conde
castellano ratificaba la suya en 937. Martín Postigo no duda de la falsedad verificable en el
diploma del 912, datándolo en 937 en función del fenómeno repoblador (de hecho, difícilmente podríamos aceptar una fecha tan antigua pues la villa de Sepúlveda no se alcanzó hasta
el 940).
Sacramenia volverá a aparecer en otras donaciones a San Pedro de Cardeña (en Fuente
Adrada) y Covarrubias en 943 y 978 respectivamente. Probablemente en el origen estemos
Panorámica
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ante un viejo eremitorio, fenómeno habitual en tierras segovianas durante la etapa altomedieval, que años después se convertiría en cenobio cisterciense. Tal casuística recordaba a Linage
el caso de San Frutos de Duratón, cedido al monasterio benedictino de Silos por Alfonso VI
en tierras recién repobladas.
Texto: JLHG - Foto: RMB
Bibliografía
DÍAZ MARTÍN, L. V., 1997, II, doc. 592; GONZÁLEZ GONZÁLEZ, J., 1960, II, docs. 175, 212, 213, 461; SÁEZ SÁNCHEZ,
C., 1991, docs. 7, 9, 11, 14, 20; SERRANO PINEDA, L., 1925, docs. 2, 3, 15; SERRANO PINEDA, L., 1910, doc. 361;
SERRANO PINEDA, L. (ed.), 1907 (1987), doc, 12; MARTÍN POSTIGO, Mª de la S., 1979, pp. 12-31; CUADRADO SÁNCHEZ, M. y LÓPEZ DE GUEREÑO, Mª T., 1991, pp. 159-162; VILLAR GARCÍA, L. M., 1990, docs. 140 y 141.
Iglesia de San Martín
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A IGLESIA DE SAN MARTÍN está ubicada en la parte alta
del caserío, a escasos metros del edificio de Ayuntamiento. Se encuentra rodeada por un pretil que delimita el atrio que a su vez está abierto al este por un arco
de grandes dovelas. A la misma altura en la trama urbana y
unida a esta por la calle de las Iglesias como se ha dicho,
se encuentra la de Santa Marina, dejando patente la pujanza de Sacramenia en época medieval ya que a estos edificios habría que unir la ermita de San Miguel y el cercano
monasterio de Santa María en el coto de San Bernardo. A
mediados del siglo XIX el culto estaba suprimido en ella.
El presente edificio ha experimentado la variación en
su estructura tantas veces repetida en la arquitectura románica rural segoviana, esto es, se ha conservado de la primitiva fábrica la cabecera, siendo por completo modificados
y ampliados el cuerpo de la nave, la torre y la sacristía en
tiempos del barroco. En cualquier caso, la planta del primitivo San Martín en poco diferiría del modelo de cabecera semicircular adosado a una nave rectangular y sacristía al sur. No quedan restos del pórtico que, de existir, no
alcanzaría un gran desarrollo por lo escarpado del terreno
en el costado meridional; no parece descabellado que la
torre se situara a los pies dadas las características del terreno o adosada al costado septentrional de la nave como en
el caso de la cercana Santa Marina.
Al exterior son exiguos sus restos, reduciéndose como
hemos dicho a la cabecera y alguna pieza reaprovechada
con perfil de bocel o marcas de labra a hacha incrustada en
los muros, preferentemente en el meridional. El ábside se
divide mediante dos semicolumnas que lo articulan en tres
tramos y apoyan en basas formadas mediante un toro,
escocia, y otro toro oblongo de mayor diámetro y con
garras sobre plinto y basamento; los capiteles, hoy segados, alcanzaban la línea de cornisa primitiva. Cada uno de
los tramos está presidido por un ventanal habiéndose
agrandado el vano de los dos extremos en reformas posteriores. En su diseño primitivo los tres responderían a la
misma estructura de aspillera bajo un arco de medio punto
y arista cóncava que apea en columnillas, todo acogido
por una chambrana abiselada. Sólo se decoran los capiteles de los ventanales sur y este, todos ellos con toscos y
carnosos motivos vegetales que recuerdan la escultura del
monasterio de Santa María. La primitiva línea de cornisa
conserva sus canes con perfil en nacela, a excepción de
uno de temática fálica; el recrecimiento pertenece a época
posterior a la que aquí se trata.
A este caso como a pocos se adapta el verbo al decir
que el cuerpo de la nave ha sufrido intervenciones hasta llegar al estado que hoy nos muestra. No hay rastro en él de
obra románica. Únicamente sirven de peanas a distintas
imágenes una basa y dos capiteles de los que desconocemos la procedencia. En el muro oeste se encuentra dispuesta la columna, invertida, cuya basa formada por un
toro achatado y deteriorados plinto y basamento sostiene
un San Sebastián barroco. Arrimada al muro del evangelio
y cercana al de los pies, hace las mismas funciones una
cesta torpemente superpuesta y unida con cemento a una
columna con la que nunca convivió, dado que el capitel se
diseñó para recibir columnillas pareadas, al igual que su
compañero de fatiga. En el lado más ancho muestra dos
aves con la cabeza vuelta, picoteando unos racimos de uvas
en alusión eucarística. En la cara más corta, hoy dispuesta
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Capitel reaprovechado
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hacia el oeste y con las lógicas limitaciones de espacio, se
repite el anterior tema, mientras que en el opuesto se dispone un batracio, quizá en contraposición como alusión al
maligno. La cronología parece tardía, perteneciente a bien
entrado el siglo XIII, a juzgar por el movimiento de las aves
y el trato que recibe el plumaje. En cualquier caso es obvio
que nada tienen que ver su factura, de mayor calidad, y
temática con la del resto de la escultura conservada del
templo. Similares conclusiones transmite el segundo de los
capiteles, proveniente a juzgar por sus dimensiones y disposición del mismo lugar que el primero. En este caso la
escena que representa en las tres caras que quedan vistas es
la psicostasis. En el lado mayor se representa el núcleo principal de la escena, donde San Miguel sostiene con la mano
izquierda la balanza del peso de las almas ante una figura
deteriorada que hemos de entender como el demonio
valiéndose de argucias para desequilibrarla en su favor. La
figura del arcángel es de canon achaparrado, limitado por
el marco espacial de la cesta, de su rostro las únicas facciones aún reconocibles son unos grandes ojos almendrados y
orejas circulares y despegadas de la cabeza. Viste túnica de
pliegues circulares en la parte inferior y cuenta con grandes alas que en el caso de la derecha se explaya por todo el
frente menor del capitel para servir de base a la representación de los justos –de esquemático rostro circular y disposición isocefálica–. En el lado opuesto se disponen los
condenados representados por dos personajes que se
encuentran muy deteriorados.
La cabecera es la zona del templo que, aunque retocada en sus bóvedas –hoy yeserías barrocas de medio cañón
y horno–, se conserva con una mayor fidelidad a sus orígenes medievales. Se forma mediante los usuales tramos recto
presbiterial y curvo absidal. Da paso a ella el triunfal de
medio punto sustentado por esbeltas columnas pareadas
que comparten capitel a ambos lados: el del norte se desfiguró por completo al picarlo para realizar el enyesado de
la zona aunque aún se intuyen motivos vegetales; el del sur
conserva una escena de tosca labra donde una pareja de
dragones de aspecto “naif” con colas terminadas en bucle y
carentes de estudio anatómico, acechan a un personaje
humano arrinconado en el costado este. El mismo tipo de
representación de animales monstruosos se emplea en la
cercana iglesia parroquial de Castro de Fuentidueña. El
muro del tramo presbiterial se articula mediante una teoría
de tres arquillos por lado de medio punto, compartiendo
apeos los tangentes. Ninguno de ellos ha conservado la
decoración de sus capiteles y sus basas se forman mediante una escocia entre dos toros, aplastado el inferior sobre
un plinto y garras en las esquinas. Al sur la arquería se ha
abierto en su arco más occidental para abrir la puerta de la
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Presbiterio
actual sacristía. Las bóvedas arrancan de una imposta de
nacela y listel que debió correr por la totalidad del ábside.
El hemiciclo se encuentra oculto por un retablo barroco
dedicado a San Martín obispo, titular de la parroquia.
En la zona de los pies se conserva la pila bautismal de
traza románica, que al decir del actual párroco fue intercambiada con la de Santa Marina en el tercer cuarto del
siglo pasado tras un intento de venta. Se trata de una pieza
de copa semicircular de 117 cm de diámetro sobre pie
cilíndrico de 43,5 cm de altura. Ostenta una de las ornamentaciones más descollantes en las pilas segovianas de la
época, decorándose con grandes gallones bajo una cenefa
de palmetas y tallo ondulante. Asoman en las enjutas entre
gallones rostros, de la misma manera que en Sebúlcor, o
Castroserracín, o en la provincia de Burgos en los casos de
Fuentelisendo (procedente del despoblado de Corcos),
Hontangas, Torregalindo y una de las de Moradillo de
Roa; con la diferencia de que en este caso en el frontal se
dispone un gran ángel de alas explayadas, vestido con
túnica de gruesos pliegues y portando una tela. Entre los
rostros destaca uno barbado que comparte características
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Pila bautismal
formales con el Moisés de San Miguel de Fuentidueña y el
mismo personaje en Pecharromán, lo que unido a los rostros y cabellos de las demás figuras nos hacen pensar en un
escultor ligado al denominado por Ruiz Montejo taller de
Fuentidueña. El pie también está decorado, representándose rosetas terapétalas con botón central insertas en clípeos, a excepción de una cruz patada que aparece en zona
cercana al ángel, al modo de la pila del antiguo poblado de
Corcos y ahora ubicada en Fuentelisendo (Burgos).
Bibliografía
GARMA RAMÍREZ, D. de la, 1998, p. 158; HERBOSA, V., 1999, p. 41; HERNÁNDEZ USEROS, P., 1889, p. 90; MADOZ, P., 1845-1850 (1984), p. 146;
QUADRADO, J. M., 1884 (1979), p. 715; SANTONJA GÓMEZ-AGERO, G.,
1992, p. 113; VILLAR GARCÍA, L. M., 1990, docs. 140 y 141.
Texto y fotos: RMB - Planos: APL
Iglesia de Santa Marina
L
A IGLESIA DE SANTA MARINA está ubicada en las faldas
de la colina en que se asentaba la Sacramenia medieval, a la misma altura que su vecina San Martín, a la
que se une mediante la calle Iglesias. Desde el sur se accede a ella mediante unas escaleras que salvan el desnivel con
la calle y desembocan en el atrio. A diferencia de hoy, a
mediados del siglo XIX era el templo parroquial de la localidad para posteriormente, ya en el siglo pasado, utilizarse
como aula alguna de sus dependencias. La planta actual
responde a un sencillo modelo de nave rectangular adosa-
da a la cabecera semicircular, torre en el costado septentrional y capilla y sacristía a mediodía, que debió llevarse
a cabo en la primera mitad del siglo XIII. En poco ha de
diferir del plan primigenio de la fábrica, pese a encontrarse rehecha y alargada la nave reutilizando antiguos materiales y no desechándose la posibilidad de la existencia al
sur de un pequeño pórtico.
Al exterior son contados los restos que nos han llegado de la fábrica románica, centrándose en la cabecera,
compuesta con sillares calizos, muy desgastados los infe-
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Exterior
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riores, que evidencian rastros de haber sido dispuestos en
distintos intervalos de tiempo. La única huella medieval se
centra en la decoración que ostenta el ventanal central con
derrame al exterior, formado por una saetera trasdosada
por arquillos de medio punto incisos y dos sumarios boceletes. El remate exterior lo forma un bocel corrido y festoneado con el mismo tipo de decoración incisa, aunque en
este caso de tamaños desiguales, rematando en un guardapolvo ajedrezado. Adosada al costado norte se conserva la
torre, que parece desmochada, construida con sillares
escuadrados en los esquinales y enfoscada al exterior, se
cubre con una cubierta de madera a cuatro aguas repuesta
durante la amplia intervención de principios de la década
de 1990. El acceso interior se realiza mediante dos tramos
de escalera de caracol.
No quedan restos románicos al interior de la nave,
siendo bien distinto el caso de la cabecera, aunque como
al exterior con huellas de haber sido muy reformada en
sucesivas etapas. Se accede a ella por medio de un triunfal
doblado y remontado que apea en semicolumnas de capitel liso y jambas al exterior. El presbiterio se articula
mediante altos arcos de medio punto que alcanzan la altura de la imposta –de listel y chaflán– perforados en su interior para acoger un vano y el acceso a la sacristía respectivamente. Corre por el hemiciclo un banco de fábrica que
se ornamenta con una cenefa de billetes –perdida en buena
Relieve en la cabecera
parte– sobre el que se asientan cinco arcos de medio punto
quedando el primero, tercero y quinto abiertos para iluminación. Los tangentes comparten elementos sustentantes
que arrancan, según los casos, de dobles basas formadas
por dos toros contrapuestos con incisiones a bisel o directamente sobre el banco para continuar con escuetos fustes
y rematar en capiteles de largas hojas planas de punta avolutada –los dos centrales– o lisos, al igual que los cimacios.
En el interior del cuarto arco y cercano al capitel izquierdo se encuentra reutilizado un relieve cuyas significación
y datación son complicadas por igual debido a la descontextualización y lo peregrino de la iconografía. Se trata de
una figura femenina de ruda talla, con las manos alzadas
–abierta la izquierda desde el punto de vista del espectador y cerrada la derecha– que viste traje engalanado con
volantes ondulados que caen en distintas capas. Se adorna
con un colgante esférico que pende de grueso cordón y
varias esferas a la altura del pecho. El rostro es completamente circular e inexpresivo, de incisa nariz recta, ojos
almendrados y escueta boca enmarcada por prominentes
labios; el cabello se dispone alrededor del perímetro craneal asemejándose a un nimbo.
De época posterior a la que aquí se trata datan las pinturas que adornan el hemiciclo, fechadas en la más alta de
sus cartelas en 1436. En la bóveda del hemiciclo, ocupando la parte superior del cuarto de esfera aparecen restos de
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Interior
Interior del ábside
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lo que en su día fue un Pantocrátor representado en el interior de una mandorla y acompañado, entre otras figuras, en
el exterior por el tetramorfos.
En el interior de la capilla adosada al costado de la
epístola se ubica la pila bautismal. El vaso es una pieza
hemisférica de 137 cm de diámetro alzada sobre un pie
cilíndrico de 51,5 cm de altura cuya única decoración es
una faja lisa cercana a la embocadura y un bocel en la zona
de unión de copa y pie.
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Bibliografía
ANÓN., 1991, pp. 21-30; GARMA RAMÍREZ, D. de la, 1998, p. 159; HERBOSA, V., 1999, p. 41; HERNÁNDEZ USEROS, P., 1889, p. 90; QUADRADO,
J. Mª, 1884 (1979), p. 715; SANTONJA GÓMEZ-AGERO, G., 1992, p. 113;
VILLAR GARCÍA, L. M., 1990, doc. 141.
Texto y fotos: RMB - Planos: CER
Iglesia de San Miguel
L
OS MAGNÍFICOS RESTOS DE SAN
MIGUEL se encuentran
sobre un otero que cobija por el norte la localidad de
Sacramenia desde el que se obtiene una impresionante vista del valle del Duratón. Se accede allí tomando
la carretera que une el pueblo con Laguna de Contreras,
para poco después de salir de la localidad, tomar un camino carretero en buen estado a la derecha. Por él iremos
ascendiendo sin dificultades la ladera, primero por su vertiente oeste y a continuación por el costado septentrional,
desde el que accedemos a la parte superior, presidida por
el edificio.
Exterior desde el sureste
Aun habiendo sido declarado Monumento Histórico
Artístico por Real Decreto de 16 de febrero de 1983, la
falta de actuación por parte de la Administración está ayudando de forma eficaz a su continuo expolio y ruina, que
dadas las circunstancias será completo a no mucho tardar.
La primera descripción del templo y causa del estado
de abandono la proporciona Quadrado hacia 1884, siendo
posteriormente seguido por autores como Hernández
Useros menos de una década después: “Era este una pequeña pero acabada joya del arte románico en su edad primera, que habían guardado intacta los siglos, sin mudarle ni
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Exterior de la cabecera
Portada
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añadirle cosa alguna. Asombra conservación tan perfecta
en aquella rasa y ventosa altura circuida por vastísimo
horizonte: la portada lateral mantiene enteras sus dos
columnas á cada parte, las hojas y figuras de sus capiteles,
las labores de su cornisa y arquivolto; y obra de ayer parece el torneado cascarón de la capilla, guarnecida dentro y
fuera de medias cañas, perforada por tres ventanas en el
hemiciclo y figurando dos grandes ajimeces en la parte
baja de sus muros interiores, como si del cincel acabaran
de salir los rudos follajes y caprichosos grupos de personas
y animales que visten los capiteles ó forman los canecillos.
No es de consiguiente por vetustez ó por flaqueza que se
hayan venido abajo la bóveda y la fachada: culpa es, se
asegura, de los franceses que hasta allí treparon quemando
las puertas de la ermita, y el huracán que más tarde hallándola abandonada la derribó.”
A la vista de los distintos restos arqueológicos exhumados en el templo y sus inmediaciones, hemos de pensar
que su localización prosigue una tradición venida probablemente de época altomedieval. Restos de aquel hábitat
quedan en las covachas situadas en la vertiente meridional
de la colina. Asimismo se hallan varios enterramientos en
la zona del ábside, dos de ellos infantiles, que mantienen
una alineación diferente a la del resto. Las tumbas pertenecen según Zamora Canellada al tipo de “enterramientos
en suelo de talla antropomorfa” pertenecientes a la época
de repoblación, y por tanto anteriores a la edificación del
templo.
Los restos que nos han llegado muestran una construcción de sencilla planta formada por una nave rectangular unida a la canónica cabecera románica de tramo
recto presbiterial y curvo absidal orientado a levante. También se encuentran diferenciadas sus partes en cuanto a los
materiales empleados en su construcción, utilizándose
sillería bien escuadrada para la cabecera y portada, y encofrado de cal y canto en la nave. Como excepción queda la
zona inferior del codillo meridional entre el presbiterio y
la nave donde se emplea el ladrillo, y que en opinión de
Zamora Canellada, podrían ser restos provenientes de una
construcción anterior a la iglesia.
Escasos son los restos de decoración que podemos
encontrar en la nave tras su incendio, en el que perdió la
cubierta, que suponemos lignaria, y el hastial de occidente. Únicamente nos han llegado algunas muestras de pintura en el lienzo norte, donde quedan huellas de un despiece de sillares pintado en tonos rojizos similar al que se
conserva en el muro oeste de Aldea Real.
Por el contrario sí nos ha llegado en buena medida la
portada, adelantada respecto al muro, formada por la sucesión de un arco de medio punto, cinco arquivoltas y cham-
brana abilletada que reposan sobre jambas y columnillas
acodilladas cuyos fustes y basas han desaparecido. Por el
arco corre un zarcillo ondulante en cuyos meandros se inscriben palmetas planas de variado número de pétalos.
Similar decoración, aunque quizá de distinta mano, encontramos en la tercera rosca cuyas hojas adquieren un mayor
volumen quedando divididas por incisos nervios centrales.
Igualmente comparten forma las arquivoltas primera y
cuarta de bocel entre listoncillos, y la segunda y quinta de
arista viva. Los cimacios se prolongan a lo largo del derrame a ambos lados a modo de impostas, repitiendo de
nuevo el tema del zarcillo ondulante con palmetas en su
interior. Se han conservado tres de los cuatro capiteles que
exornaban la portada, pinjantes. El del lado oeste muestra
hojas de helecho en los ángulos con tallos avolutados
entre ellas que rematan en formas romboidales, muy similares a las vistas en la ermita de San Vicente de Pospozuelo en Fuentesoto. En la zona oriental completan el grupo
una pareja de cuadrúpedos que comparten cabeza de orejas puntiagudas, larguísimas patas y estrecho cuerpo; y un
ave de alas explayadas, cuerpo oval y cabeza de perfil de
la que parecen salir formas serpenteantes. Ambos responden a criterios de ejecución poco depurados.
Al exterior el ábside se articula mediante dos sobrias
semicolumnas que se alzan sobre plinto y basa ática y
alcanzan el alero poblado de desgastados canes de nacelas
superpuestas, frutos carnosos y animalísticos. En cada uno
de los tres lienzos se abre un vano en forma de aspillera,
todas ellas trasdosadas por un bocel de medio punto que
reposa sobre cortas columnillas. Las cestas del vano meridional muestran ruda decoración incisa en la que se muestra un personaje de rostro ovalado y barbado cuyos largos
cabellos se ondulan dando lugar a palmetas; y una extraña
figura, quizá femenina, de largo cabello al viento que aunque lejanamente, recuerda algunas figuras de la portada
meridional de la iglesia de Castrecías en la provincia de
Burgos. En el ventanal central la decoración repite los
modelos de hojas de eucalipto vistos en la portada y en
Fuentesoto. Los capiteles septentrionales quedaron sin
tallar, quizá por economía, dado que serían los que quedasen más ocultos a la vista de los fieles.
Se accede al interior del ábside por medio de un triunfal de medio punto doblado que reposaba sobre columnas
geminadas hoy desaparecidas en su práctica totalidad,
aunque en los capiteles aun se conserva la iconografía. El
del lado norte muestra la imagen de Sansón desquijarando
al león, que además es acosado por otro personaje vestido
de forma arabizante, blandiendo una lanza y que muestra
un abultamiento en la parte superior de su torso, rasgo
característico de los pórticos de San Esteban de Gormaz
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Interior de la cabecera
Capiteles del interior del ábside
Capitel del arco triunfal
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(Soria). La escena se amolda a los cánones convencionales
en que el protagonista se sitúa sobre el animal y con sus
propias manos le rompe la quijada, sin embargo todo ello
queda lejos de las leyes de la proporción y de la anatomía
como ya observara Ruiz Montejo. Su par en el costado sur
muestra una intrigante escena en la que un personaje vestido al modo de los campesinos musulmanes ase por los
cuernos a un vacuno. En la zona central asoma, muy desgastada, una figura que en opinión de la misma autora
representa un “monstruo cuadrumano”, muy utilizado en la
iconografía soriana. Ambas cestas muestran motivos ornamentales en las caras que miran al ábside al igual que algunos de los capiteles reaprovechados en la ermita de Nuestra Señora del Río en San Miguel de Bernuy.
El tramo presbiterial se cubre con bóveda de medio
cañón que arranca sobre una imposta de listel y nacela.
Originalmente se articulaban y reforzaban sus muros
mediante parejas de arcos de medio punto que compartirían soporte central en cada uno de los lados. De ellos hoy
nada queda a excepción de algún arranque y restos de la
imposta vegetal que sigue los modelos de las arquivoltas
vistas en la portada sur.
El hemiciclo se estructura de una forma muy parecida
a la ermita de San Vicente de Pospozuelo en cuanto a la
decoración interior de los vanos, sin embargo, dado el
menor diámetro en este caso, faltan los arcos ciegos que
allí rematan los laterales. Así pues, del mismo modo tres
arcos mayores enmarcan los vanos en cuyo acusado derrame presentan la aspillera, una rosca de arista viva y otra
abocelada que reposan sobre columnillas rematadas en
capiteles. A la altura de los alféizares corre una imposta
ajedrezada que incluso abraza los fustes de las columnas.
En sentido de las agujas del reloj, los capiteles del ábside
muestran la siguiente temática: el primero de ellos muestra
un gran cuadrúpedo, quizá un felino por la forma de su
cola, en lucha con dos hombres, de los que el que le ataca
por detrás presenta el tronco y cabeza de frente y las piernas de perfil. Las cuatro siguientes cestas repiten las hojas
de eucalipto. En último lugar aparece una sucesión de cuadrúpedos, quizá equinos, donde en la cara mayor también
parece asomar una imagen al modo del monstruo simiesco
aparecido en el capitel meridional del arco triunfal.
Vistos los modelos representados en San Miguel
hemos de pensar, al decir de Ruiz Montejo, que aun apareciendo la escena de Sansón desquijarando el león, maestros de tan corta formación fueran capaces de transmitir
una simbología elevada. Por ello hemos de pensar en que
tanto esta representación como las figuraciones de pelea
entre humanos y animales se acerquen más a simples ejemplos de lucha del hombre con las fuerzas del mal.
En cuanto a la técnica, y para la misma autora, parece
que se constata en este caso la penetración de formas procedentes del románico soriano a través de una mano de
obra mudéjar.
Dada la repetición de los cercanos modelos de la iglesia de San Vicente de Pospozuelo, y pese a la falta de
varios elementos, todo parece indicar a una cronología tardía, bien rebasada la mitad del siglo XIII.
Texto y fotos: RMB - Planos: APL
Bibliografía
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VIVES, J., 1972-1975, p. 2396; ANGULO LÓPEZ, J. M., 2004, p. 222;
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1979, p. 45; QUADRADO, J. M., 1884 (1979), p. 715; RIVERA BLANCO, J.
(coord.), 1995, pp. 702 y 703; RUIZ MONTEJO, I., 1988, pp. 112-114;
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1992, p. 113; ZAMORA CANELLADA, A., 1991, p. 366.
Monasterio de Santa María la Real
“A
ÚN, EN 1866, alcanzamos á ver preciosos restos de
su archivo; aún, ¡cosa más extraña! alcanzamos un
resto de su comunidad, un buen sacerdote que
viviendo en las cercanías iba á encerrarse allí por temporada, y que vistiendo su majestuoso hábito blanco nos hizo los
honores de la casa con fruición sólo igual á la nuestra.
‘¿Quién sobrevivirá á quién? se nos ocurría con lágrimas en
los ojos; ¿el monje o el monasterio?’. Y al despedirnos del
ignorado monumento, aún sin previsión de los nuevos trastornos que iban á caer sobre nuestra patria, parecíamos oírle
murmurar como á todos los que en desamparo se quedan,
pero entonces con voz más perceptible, aquellas palabras de
Job tan indefiniblemente melancólicas: Voy á dormirme en el
polvo, y si mañana me buscares, ya no existiré” (José Mª QUADRADO, España: sus monumentos y artes, su naturaleza e historia. Salamanca, Ávila y Segovia, Barcelona, 1979 (1884), p. 718).