Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
OSAL Observatorio Social de América Latina
Año XIV Nº 36 / publicación semestral / Diciembre 2014
Editor
Pablo Gentili, Secretario Ejecutivo de CLACSO
Director
Massimo Modonesi
Secretaria de redacción
Luz Estrello
Comité de redacción
Luz Estrello, Massimo Modonesi, Mina L. Navarro, Manuel Ortiz
Comité Editorial
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Consejo consultivo
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Walter Porto Gonçalves [Brasil], Pierre Salama [Francia], Boaventura de Sousa Santos [Portugal],
Joan Subirats [España], Luis Tapia [Bolivia], Juan Valdés [Cuba]
Escriben en este número
Julio César Guanche. Pablo Rodríguez Ruíz, Boris Nerey. Julio Antonio Fernández Estrada. Ailynn Torres Santana. Diosnara
Ortega González. Dmitri Prieto Samsónov. Isbel Díaz Torres. Raúl Garcés. Alejandra González Bazúa. Armando Bartra. Daniel
Inclán. Julián Rebón. Marcelo Badaró. Ana María Osorio López. Juan Esteban Franco Jaramillo. Sebastián Pérez Arbeláez.
Jaime Rafael Nieto. Lorena Bottaro. Marian Sola Álvarez. Roberto Agustín Follari.
Abstracts: María Vignau Loría
Fotos: Alejandra González Bazúa
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Año XIV Nº 36 - Diciembre de 2014
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Sumario
Editorial
Massimo Modonesi
9
Miradas sobre Cuba
A propósito de la relación entre política y economía
Julio César Guanche
13
Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
17
La actualización del modelo y la (des) actualización de la prensa:
consensos, disensos y silencios mediáticos en torno a la Reforma cubana
Raúl Garcés
47
Actores económicos y ¿sujetos de la política? La reforma cubana y
los trabajadores autónomos
Ailynn Torres Santana y Diosnara Ortega González
61
Notas para una aproximación a la cultura del rebusque en Cuba
Pablo Rodríguez Ruíz
El nuevo Código del trabajo. Trabajo y reforma
Boris Nerey
81
101
Marco institucional de protección de la ciudadanía ante las consecuencias
de la reforma
Julio Antonio Fernández Estrada
115
Una polémica rizomática. Más allá de la discusión coyuntural originada
en torno a una entrevista a Leonardo Padura en La Nación
Alejandra González Bazúa
135
Debate
Rejuvenecer la protesta
Armando Bartra
Derivas urbanas latinoamericanas: anestesia y control social
(aproximaciones teóricas)
Daniel Inclán
157
183
Experiencias latinoamericanas
La legitimidad social de las formas de lucha. Una aproximación a
partir de la investigación por encuesta
Julián Rebón
193
As lutas da classe trabalhadora no Brasil dos “mega-eventos”
Marcelo Badaró
215
El ciclo de protestas sociales en Colombia y la movilización agraria
Ana María Osorio López, Juan Esteban Franco Jaramillo,
Sebastián Pérez Arbeláez y Jaime Rafael Nieto
227
La promoción del modelo minero en contextos subnacionales. Un
recorrido analítico por las provincias de La Rioja y San Juan, Argentina
Lorena Bottaro y Marian Sola Álvarez
241
Aportes al pensamiento crítico
Ernesto Laclau: variaciones sobre el populismo
Roberto Agustín Follari
263
Editorial
Cuba, qué difícil es Cuba, a quien la deiende le
duele más
MASSIMO MODONESI
La revolución cubana como acontecimiento y como proceso, como movimiento
emancipador y como institucionalización socialista, ha acompañado a la izquierda
latinoamericana en su relexión sobre sí misma. En los años heroicos, como estrella
polar que orientaba e iluminaba el camino, en los años de la derrota y del relujo,
como trinchera defensiva o como refugio ideológico. En los años del repunte, la década de los movimientos populares y los gobiernos progresistas, el modelo cubano
quedó superado aunque el mito siga vivo en la memoria y, por lo tanto, ronde las
ideas de socialismo que circulan por la región. Al mismo tiempo, desde hace unas
décadas, Cuba duele y duele más para quienes siguen defendiéndola como nación
soberana frente al acoso imperialista, quienes deienden la Revolución como ideal
concreto y como un horizonte o campo de búsqueda de caminos anticapitalistas
o los que están convencidos que allí se logró, a pesar de las diicultades, realizar
el o un socialismo y, por lo tanto, hay que apuntalar, sostener y fortalecer el orden
existente.
Pero el socialismo cubano duele porque sigue, por más de cincuenta años,
asediado. Duele porque su población sufre y, aunque haya aprendido a sufrir sin
perder el sentido del humor, ningún socialismo puede lorecer en medio de las carencias materiales, ni a costa de los principios de libertad y de autodeterminación
colectiva e individual.
Aún asumiendo la debida y disciplinada postura antiimperialista -con la correspondiente solidaridad práctica-, es difícil no sentirse incómodos respecto de una
realidad que, a diferencia de lo que irradiaba en la década del sesenta y setenta, no
aparece como un escenario de esperanza sino de resistencia, de estoico aguante
en medio de un mar de diicultades objetivas, económicas y políticas, de origen
externo e interno. Además cuando, como en la actualidad, se abren escenarios de
cambio que apuntan a dinamizar la economía como apuesta de sobrevivencia y de
desarrollo, las reformas apuntan a introducir más elementos de mercado y de capitalismo y con ellos vislumbran, aun en el escenario de su éxito en clave macroeconómica, la profundización de brechas de desigualdad, de prácticas de corrupción
10
Editorial
y la acumulación de riqueza y de poder por parte de grupos y sectores, nacionales
e internacionales, cuyo proyecto es claramente el de convertirse en amos y dueños
del país. En estas apuestas, amén de la ausencia de iniciativas oiciales que apunten
a la autogestión y la liberalización política para impulsar un pluralismo socialista
a través de dinámicas de politización autónomas –único recurso a mediano-largo plazo para sostener un horizonte socialista-, aparece el fantasma de la derrota
ideológica y la sombra del modelo chino: autoritarismo político y liberalismo económico. Como debería resultar obvio a estas alturas de la historia, el socialismo
difícilmente será obra de burócratas y empresarios, ni de su alianza ni de su lucha
por el poder.
Por ello Cuba duele y, aun defendiéndola o, mejor dicho, para defenderla mejor, es necesario abrir el debate y el espacio de la crítica. En esta dirección, en este
número de OSAL publicamos un dossier coordinado por Julio César Guanche, destacado intelectual cubano y colaborador de nuestra revista.
Quisiera aprovechar este espacio para anunciar que con este número se termina mi ciclo como director (nueve números desde el 2010). Me despido deseándoles, una vez más, que tengan una buena lectura.
Miradas sobre Cuba
A propósito de la relación entre
política y economía
Las reformas cubanas: imaginarios,
contestaciones y miradas críticas
La actualización del modelo y la
(des) actualización de la prensa:
consensos, disensos y silencios
mediáticos en torno a la Reforma
cubana
Actores económicos y ¿sujetos de
la política? La reforma cubana y los
trabajadores autónomos
Notas para una aproximación a la
cultura del rebusque en Cuba
El nuevo Código del trabajo. Trabajo
y reforma
Marco institucional de protección de
la ciudadanía ante las consecuencias
de la reforma
Una polémica rizomática. Más allá
de la discusión coyuntural originada
en torno a una entrevista a Leonardo
Padura en La Nación
A propósito de la relación entre
política y economía
JULIO CÉSAR GUANCHE
Miembro del Consejo Editorial de la revista OSAL.
Compilador del dossier.
Dentro de cinco años, el triunfo de 1959 arribará a su 60 aniversario. Sesenta años es
bastante tiempo. El proceso soviético duró apenas quince años más. Es imposible vaticinar cómo recibirá Cuba el 1 de enero de 2019, pero existen algunas certezas. Entre
ellas, sobresale una: los representantes de la generación llamada “histórica” —en verdad, todas las generaciones son asimismo “históricas”— vivos para esa fecha tendrán
cerca de 90 años. Por otra parte, Raúl Castro, cuando limitó a dos periodos el mandato
de los más altos cargos representativos de la nación, impuso a su gobierno el tope de
2018. Entre una razón y otra, nadie que habitase la isla a la caída de Gerardo Machado
(1933) podrá ya conducir el rumbo nacional.
Es un escenario novedoso, aunque no sea terra incognita. El país ha vivido ya sin
Fidel Castro. La salida del poder del líder revolucionario fue imaginada por décadas
como el anuncio de cambios sísmicos en el mapa del país. Lo que ha ocurrido desde
entonces hasta hoy ha comportado cambios, pero bastante alejados de la escala de
los terremotos. A su vez, la sucesión de Raúl Castro parece haber sido asumida en las
máximas esferas de decisión como un evento planiicado en el que ocupen el poder
los siguientes en la jerarquía institucional. Dado el nivel de problemas acumulados en
la sociedad cubana, de conlictividades y tensiones que encuentran escasos canales
de circulación y procesamiento, todo ello unido a la muy diversa localización, ideológica y geográica, de los actores sociales y políticos interesados en el carácter del
régimen político cubano, es una apuesta situada en la escala de lo posible, aunque
interpretada en clave optimista.
Esa imaginación, entrenada en hacer política bajo control, en tanto administración
de las cosas, sobredimensiona la capacidad de planiicar y regular circunstancias, y no
encara como posibilidad que la política adquiera dinámicas que, si bien sigan trayectorias de dependencia condicionadas por su historia, también dejen abierto el cambio súbito que desestabiliza las formas anteriores de control y/o legitimidad. Entre
los datos que no toma en cuenta esa planiicación del futuro se encuentra el número
de cubanos que, dentro y fuera de Cuba, viven ya sin Raúl Castro, esto es, que hacen
su vida por “cuenta propia”. Si un número determinado de personas no encuentran
14
A propósito de la relación entre política y economía
vínculo entre el sistema político insular y su forma de vivir —o lo encuentran no satisfactorio— es contradictorio hacer descansar la legitimidad de un cambio sobre las
mismas bases que son criticadas.
Durante estas seis décadas, Cuba ha sido una excepción en muchos campos respecto a América latina. Con frecuencia, ha sido una nota a pie de página que consigna
la diferencia cubana con la media regional, ora porque los indicadores nacionales sean
superiores, por ejemplo en escalas de medición de salud y educación, ora porque no
se dispone de datos para la comparatística, o bien porque la estructura política institucional es de una singularidad tal que la hace inconmensurable con la existente en
el resto del continente, sea propia de procesos de derecha, de centro o de izquierda.
Tradicionalmente, el discurso oicial cubano ha hecho uso de dicha excepcionalidad
como celebración narcisista de su diferencia. Sus críticos la emplean para lo contrario:
mostrar cómo el país se ha quedado patológicamente “atrás”. Un hecho parece irrebatible: existe una asincronía entre Cuba y América latina que se expresa, entre otros
lugares, en el tipo de problemas debatidos en la isla y, sobre todo, en la imaginación
de los discursos y las prácticas que buscan darles respuestas. Por lo mismo, ha sido
escasamente percibido cómo, en varios aspectos (algunos de ellos son tratados en el
presente dossier), Cuba se parece a América latina en la medida en que comparten un
rango de problemas similares.
Con todo, la asincronía ha sido captada también por el discurso oicial cubano,
que llama “actualización” al proceso de modiicaciones experimentado en el país desde 2008. Se trata de una búsqueda de puesta al día cuya referencia no es tanto la “política” de contenido socialista más contemporánea, sino la “práctica” que resulte eicaz
para encarar los problemas propios y del sistema de relaciones en que el país debe
insertarse. El foco de esos problemas “prácticos” ha sido ubicado en la “economía”. La
reforma/actualización cubana se presenta como una intervención sobre la organización de la economía que, también ella, airma que progresará sin estar conectada a
cambios en el modelo político. Como se ha dicho expresamente por funcionarios a
cargo de la “actualización”, este último ámbito no experimentará reformas.
La escisión entre economía y política está irmemente asentada en la imaginación
desde la cual se dirige el país. El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, principal
instancia de decisión de ese organismo, se dedicó por entero a “la economía”, mientras
que “la política” fue atendida tiempo después en una “Conferencia Nacional”, conclave
de inferior jerarquía en el diagrama de autoridad partidista. Hoy el discurso oicial cita
de modo continuo los “Lineamientos de la política económica y social del Partido y la
Revolución”, aprobados en el Congreso —al punto que ese documento hace las veces
de Constitución, mientras la vigente Carta Magna espera pacientemente por ser reformada y las incongruencias con su texto se cobijan bajo el rótulo de “experimentos en
curso”-. En contraste, no existe referencia alguna a los acuerdos tomados en aquella
Conferencia.
Diversas posiciones entienden que poder separar la política de la economía es un
logro largamente ansiado para el contexto cubano. Sería un paso necesario en tanto
evita la enorme interferencia que ha sido inligida a la economía, misma que ha comprometido sus resultados de eiciencia a manos de una planiicación altamente burocrática. Al propio tiempo, la celebración de la separación entre economía y política
Julio César Guanche
dice mucho sobre el marxismo oicial cubano, que desconoce un hecho crucial: airmar esa separación es renunciar ya no al contenido crítico del marxismo sino también
a la posibilidad de una democracia que sea expansiva, al unísono, en lo que respecta
a los derechos políticos y a los sociales, culturales, ecológicos, etcétera.
Dicha premisa desconoce las reelaboraciones institucionalistas y marxistas sobre
la relación entre Estado y economía. Para los institucionalistas, el Estado y el mercado
no son modos diferentes de organización de la actividad económica, sino esferas de
actividad mutuamente constituyentes. Si el problema del desarrollo es crítico para la
teoría del Estado, este se obtiene de la construcción de sinergias entre Estado, economía y sociedad civil, y no de agregar más o menos “interferencia” estatal. Para los
marxistas, no hay nada que pueda ser llamado “economía” que no se constituya desde
el mundo de la “política”: el mercado (sea el inmobiliario, el inanciero, el de fuerza de
trabajo, o el “mercado” a secas) es resultado de la sucesiva intervención estatal y de la
creación, también desde la “política”, de las condiciones materiales y legales necesarias para su existencia y despliegue.
Si se atiende a la democracia, la relación entre economía y política resulta clave
para construir la dependencia entre la libertad política y la capacidad de controlar
los medios materiales necesarios para la existencia personal y social. La libertad tiene
fundamentos materiales, no sólo políticos. Sin un umbral de igualdad social, o de independencia material, es impracticable la ciudadanía. A través de la politización de la
“economía” se hace posible complementar la dimensión formal de la ciudadanía con
la dimensión material de esta relación política, colocando como un problema político
—y como una responsabilidad ciudadana y estatal— la exclusión y la desigualdad
sociales.
Son tesis distintas a las liberales, que encuentran en la disociación entre política y
economía la manera de proteger a ambas: si la política no interviene en la economía
no limita la expansión del mercado y la producción capitalistas; y si la economía no interviene en la política es porque esta se procesa ya entre ciudadanos “iguales”. Por ese
camino, el problema para el liberalismo es el imperium, el exceso de poder político
concentrado, que promete dispersar, pero no el dominium, el poder nacido de ámbitos “privados” de decisión, como la hacienda terrateniente o la empresa capitalista.
En ello, si el liberalismo busca dispersar el poder, la democracia aspira a redistribuirlo.
Este dossier de OSAL se hace cargo de los cambios políticos, que, quiérase reconocer o no, están operando en la Cuba actual. Sin embargo, no atiende sólo a las
“consecuencias políticas” de los cambios económicos, sino a la dimensión política que
atraviesa toda decisión económica. Por ello, a diferencia de la mayor parte de los abordajes sobre la reforma se evitan aquí los estudios de los economistas —que tienen
similar importancia, pero son los mayormente disponibles— y se recorren rutas de
análisis que han permanecido a la sombra del proceso de “actualización”, o en todo
caso han sido objeto de insuiciente debate oicial y público.
Los lectores encontrarán aquí un campo de temas a cuya importancia intrínseca
se le ha de sumar la forma en que el enfoque de este dossier los organiza, de modo
que queden relacionados: el marco institucional de protección de la ciudadanía ante
los resultados de la reforma; el papel de la ley, la soberanía, la representación popular
y la Constitución como cauce de los cambios, y no como apéndices de este; el análisis
15
16
A propósito de la relación entre política y economía
del nuevo Código de trabajo, de la regulación de nuevas relaciones laborales, y de la
cultura de sobrevivencia en el país; la cultura política de los trabajadores “por cuenta
propia” (que la tienen, claro está, más allá de ser estadísticas de empleados en el sector no estatal); y el rol de la prensa y del debate intelectual en el proceso.
Quienes escriben integran, en su mayoría, una izquierda socialista cubana, con
conciencia histórica de sí misma, formación teórica y visión del mundo. Algunos de
ellos no son los especialistas más conocidos fuera de Cuba sobre temas cubanos, pero
aquí radica otra ventaja: se sugiere atender a estos nombres que, junto a otros que
están en la isla y fuera de ella, vienen haciendo desde hace años investigación concreta, y aportando información nueva, necesaria para salir del vasto cruce de opiniones
sobre la isla y contribuyendo a colocar la discusión sobre la realidad cubana en el
campo contrastado del debate cientíico y en el terreno de las discusiones políticas
potencialmente más fértiles. Su mirada se detiene sobre estos aspectos preocupada
al unísono por la política y por la economía porque su interés es redistribuir el poder
y hacer crecer el PIB, pero, sobre todo, contribuir a elaborar una concepción democrática tanto de la política como de la economía, poniendo en perspectiva contemporánea el aquí y el ahora de Cuba.
Las reformas cubanas: imaginarios,
contestaciones y miradas críticas
DMITRI PRIETO SAMSÓNOV
ISBEL DÍAZ TORRES
Red Observatorio Crítico, Cuba.
¿De qué nos sirven las ideas, si no tenemos esa guía
de estudiantes en su tiempo, Generales hoy en día?
(Canción presentada en “DAR+”,
programa juvenil de formación vocacional trasmitido
por la televisión cubana en el verano de 2014).
Resumen
En este texto se ofrece una aproximación
crítica a la situación actual de la sociedad
cubana y al profundo proceso de reforma
que experimenta la isla. Analizando el orden socio-clasista conformado durante
las últimas décadas, contrastando el contenido sistémico de los procesos de reforma y contemplando los escenarios que
su implementación puede tener en el orden y jerarquización social. Finalmente se
ofrece una vista de las voces críticas ante
este panorama.
Abstract
In this text we ofer a critical approach
to the current situation of Cuban society
and to the profound process of reforms
experienced in the island. This is done
through the analysis of the socio-classist
order conformed during the last decades, by contrasting the systemic content
of the reform processes and by looking at
the scenarios that their implementation
can produce in the social order and hierarchy. Lastly, we ofer a view of the critical voices in face of this panorama.
Palabras clave
reforma, precariado, nomenclatura, capitalismo, resistencia, propiedad privada.
Keywords
Reform, precarious, nomenclature, capitalism, resistance, private property.
Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
18
Cuando hablamos de quiénes y cómo generan posturas/acciones de cuestionamiento, oposición o “frenado” frente a las reformas en curso dentro de la sociedad cubana,
la problematización gravitará inevitablemente (si somos honestos y perseverantes)
hacia la consideración de las prácticas/vivencias de actores sociales concretos. Tales
actores están inmersos en, y al mismo tiempo son parte y fuente de un universo de
olvidos, ocultamientos, re-escrituras y revelaciones que marcan un decursar de tiempo (una actualización1 –en su sentido más ilosóico, que por casuales razones engloba también el sentido propagandístico del término2-) a veces imperceptible pero sin
duda notoriamente grávido de acontecimientos puros y duros, y de futuros posibles
que se abren en abanico como los mundos paralelos en las novelas de Alexander Lukiánenko.
Este texto se inscribe en el empeño de desocultamiento (explicitación) de las relaciones de poder implícitas tanto en el discurso oicial como en el sentido común
operante en nuestro país en sus variantes más confomistas. Nuestra base analítica es
el análisis crítico de la sociedad cubana: base cuyo punto de partida lo constituyen
los esfuerzos unitarios por comprender las complejas dinámicas en que está inmersa.
Las búsquedas de sentido por quienes convivimos en Cuba ante los momentos
grávidos de futuro que no están explicitados en los discursos generados desde la oicialidad o desde los consensos no-relexivos pueden llegar a ser fuentes de novedad
tanto en la interpretación del hecho social como en la producción eicaz de propuestas de cambio acordes con los proyectos más integrales de liberación social, ambiental y humana.
La proyección social del proyecto reformista oicial cubano
El programa oicial de las reformas está codiicado en los Lineamientos de política
económica y social del Partido y la Revolución, texto ampliamente citado por puntos
en los actuales contextos políticos y mediáticos. Los Lineamientos fueron aprobados
por el VI Congreso del PCC después de una amplia discusión popular en diversos
espacios oiciales, discusión que indujo a algunos cambios en el borrador inicial del
documento; sin embargo, no ha habido claridad sobre la extensión de tales o cuales
críticas concretas, emergidas en el debate. Los Lineamientos constituyen un documento bastante ecléctico, donde se nota la diversidad de las fuentes institucionales
que aportaron contenidos al texto puesto en discusión, y han recibido respuestas
críticas especíicas en algunos de sus puntos así como en la concepción en general,
tanto desde la derecha como desde la izquierda de la postura oicial.
La crítica desde la izquierda se centra en el tono tecnocrático del documento, en
que no esclarece desde una perspectiva teórica consistente las razones de la proyección estratégica que se adopta (argumentación de que ha adolecido el discurso oicial, sobre todo frente a la promoción del modelo conspicuo de las reformas en China
y Vietnam), y que a los aspectos de las reformas económicas se les da mucho más
espacio que a las políticas sociales y la atención a sectores desprotegidos del pueblo
que emergen con cada vez más visibilidad en medio de la “actualización del modelo”
1
2
“Lo actual no es lo presente, lo actual es lo actuante”, como escribía un poeta cubano hace ya 2 décadas.
La “actualización del modelo económico”, eufemismo para “reforma” en cierto discurso oicial.
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
en marcha3.
La postura de la izquierda, además, es de sospecha frente a la aplicación de elementos de la economía de mercado y al consecuente empoderamiento del gerenciado
y de segmentos importantes del sector privado al que conduciría. Hay que destacar
que –al menos en la izquierda que predica la autogestión (Observatorio Crítico, SPD,
Proyecto Arcoiris)- tales críticas no se plantean en términos del mantenimiento del
estatismo y del poder de la burocracia, sino más bien se expresan a favor de un incremento radical de la auto-organización de los trabajadores y del control popular tanto
sobre las relaciones mercantiles como sobre la función pública, en un marco creciente
de derechos y libertades ciudadanas.
La derecha critica, por su parte, la permanencia de un enfoque directivo de la economía y el escaso rol que se le da a mecanismos de mercado, así como la persistencia
del control político-estatal.
La aplicación de los Lineamientos refuerza la apertura internacional de la economía cubana con base en relaciones no-socialistas con empresas de capital mixto
proveniente fundamentalmente de España, Canadá, China, Francia, Brasil, Italia e Inglaterra. Además de su principal rubro, que es la exportación de servicios médicos a
Venezuela y Brasil, hay otros sectores como el níquel (Sherrit), el turismo de hoteles
(Sol Meliá), el tabaco, las bebidas alcohólicas, y el azúcar, que permiten una entrada
nada desdeñable de recursos al país.
En coherencia con ello, se han introducido reformas que permiten el más rápido crecimiento económico de estas empresas, manteniendo en operación un Estado
burocratizado marcado por mecanismos parasitarios, cada vez más inserto en una
economía de mercado. Por otra parte, las circunstancias de las actuales reformas en
Cuba (la denominada “actualización del modelo económico”) involucran a nuevos actores sociales –grupos precarizados, emergentes, intersticiales- así como la apertura
de espacios estratégicos donde se enfrentan lógicas de comunidad y privatización;
la oportunidad, entonces, puede derivar del robustecimiento de lo que se llama “el
común” (common, en inglés).
Cuba se ha constituido en un territorio donde es cada vez más importante lo que
Hardt y Negri llamaron –en su libro Multitud- producción biopolítica4 del afecto y del
3 “Con el eufemismo de ‘actualización del modelo’ contemplamos la deriva, lenta pero decidida, hacia una transición que nos recuerda a China: un sistema de economía de mercado bajo el control irme de una fuerza política
burocratizada y autoritaria. No hemos llegado a ese punto, pero la apertura al pequeño capitalismo nacional y al
gran capital trasnacional que se produce hoy, más los recortes en políticas sociales y derechos de los trabajadores,
nos inclinan a esperar ese desarrollo” (Díaz Moreno, 2013) “Año tras año: Nuevas luchas para viejos empeños. Notas
manuscritas para la intervención en el Comité Ejecutivo Internacional”.
4 El proyecto emancipatorio para nuestras sociedades no puede excluir la dimensión medioambiental. El socialismo será ecologista, o no será. Es preocupante cómo Cuba se aparta cada día más de diseños realmente alternativos, para incorporar del sistema-mundo las prácticas depredadoras. De manera sigilosa, avanza la introducción
de cultivos genéticamente modiicados en la agricultura cubana, sobre todo maíz y soya, con la colaboración del
Estado y empresas de Brasil, pero con una casi nula participación de los consumidores y productores nacionales,
siempre fuera del diseño de las políticas y estrategias en esta área. La tecnología de los transgénicos resulta totalmente incompatible con el modelo agroecológico cubano, desarrollado por más de 20 años, y que aún espera
por ensayarse en toda su amplitud. Cuba tiene la imperiosa necesidad de detener la liberación y propagación a
escala productiva de estos cultivos, y generar su propia tecnología y su propia visión acerca de la producción de
alimentos. Para ello dispone de personal cientíico especializado y reconocido internacionalmente, además de una
puesta en práctica reducida, pero de gran valor. La deforestación es otro de los problemas cubanos, tanto en entornos urbanos como rurales. Ello, combinado con la decisión estatal de desarrollar el turismo de primer nivel, sig-
19
20
Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
común. La cuestión clave de la economía-política y de la revolución social misma, sobre qué actores sociales se apropian del poder/producción, está nuevamente vigente
para nuestra Cuba.
El peso de la mistiicación: mirar sin máscaras la Cuba socio-clasista de hoy
En aras del análisis de los posicionamientos sociales frente a los actuales cambios en
Cuba, resulta útil elucidar grosso modo la estructura de la sociedad cubana en cuanto
a los principales actores colectivos que la componen. Para ello, debemos abandonar
algunos de los enfoques cómodos y ajenos a la relexión crítica, heredados de la escolástica “marxista-leninista” al uso del adoctrinamiento y la apologética en los países de
intención socialista5 que derivaron en el capitalismo de 1988-1991:
1. El “modelo estándar” de interpretación socio-clasista de la realidad
cubana…
Ese modelo, estrenado en la Unión Soviética en 1936 y posteriormente mimetizado
en múltiples ocasiones durante el siglo XX, en su aplicación a Cuba durante la década
de 1970 rezaba que la composición socio-clasista del país se desglosa en una clase
obrera (considerada la vanguardia del proceso revolucionario socialista) acompañada de sus aliados: una clase campesina (los agricultores pequeños, homogenizados
después de las dos reformas agrarias) en plena cooperativización y las capas de intelectuales revolucionarios y servidores públicos, en su mayoría de ascendente social
humilde. Después de 1968 (la “Ofensiva Revolucionaria”: estatización de los pequeños
negocios), se habría reducido a una mínima expresión la pequeña burguesía (pequeños propietarios urbanos: transportistas, artesanos).
niica un escenario inmediato de duras luchas. Cuba permitirá que millonarios extranjeros adquieran posesiones
a perpetuidad en modernísimos campos de golf enclavados en áreas naturales. El objetivo inal parece ser ediicar
enormes complejos residencial-hotelero-golistas para los turistas y potencialmente la burguesía cubana. Para
ello, ya se ha negociado con varias compañías extranjeras de Canadá y México para la constitución de las primeras
empresas mixtas que aportarán los millones necesarios. Por otra parte, a pesar de la imagen de Cuba como país de
energías limpias, se continúa apostando por el uso de fuentes de energía contaminante, sobre todo combustibles
fósiles, ahora con la explotación de la Zona Económica Exclusiva en el Golfo de México, estimada en unos 20 mil
millones de barriles. Según especialistas, en cinco a siete años Cuba podría estar produciendo 250 mil barriles
diarios de crudo. El área fue dividida en 59 bloques, 22 de ellos en contrato de riesgo con las compañías StatoilRepsol-OVL (Noruega, España e India), PDVSA (Venezuela), Petrovietnam, Petronas (Malasia), Sonangol (Angola),
CNOOC (China) y Gazprom (Rusia), entre otras. Hasta el momento los resultados han sido negativos, y después
de varios iascos la plataforma de exploración en aguas profundas ha debido retirarse. Pero los iascos no alcanzan a difuminar el sueño petrolero elitista, y se continúa invirtiendo millones en infraestructura. Después de la
intensiva modernización de las plantas termoeléctricas llevada a cabo hace diez años, se trabaja en la reinería de
Cienfuegos, el ducto de Cienfuegos a Matanzas, el almacenaje para 600 mil barriles en Matanzas, el megapuerto
de El Mariel a un costo de unos mil millones de dólares, y mucho más. Mientras tanto, Cuba importa de Venezuela
un promedio de 100 mil barriles diarios, de los que Petro Caribe inancia unos 30 mil, según acuerdo establecido
por 25 años y con tasa de interés solo del 1%. Por último, vale aclarar que en Cuba no hay un sistema óptimo de
reciclaje; la gran mayoría de las materias primas recuperables se pierde en vertederos, contaminando las ciudades
cubanas. El país completo recicla anualmente apenas 430 toneladas de desechos; las políticas encaminadas a que
los ciudadanos participen de ese proceso son ineicaces. La reciente noticia de la posible apertura de doce nuevas
cooperativas para la recogida de materias primas es un elemento a evaluar en este 2014.
5 Acá por lo general utilizaremos el término –que consideramos más preciso- de países “de intención socialista”, pero debemos tomar en cuenta que históricamente aquellas sociedades de las cuales constituyó la URSS
constituyó paradigma, fueran denominadas de “socialismo real”, “socialismo realmente existente”, “de transición
al socialismo” o –en clave más crítica- “socialismo de Estado” (o simplemente “regímenes socialistas estatistas”). El
término “intención socialista” da fe de la existencia para grandes grupos de su población de una intención de crear
una sociedad más justa, pero se reserva el juicio acerca de la eicacia o no del correspondiente empeño.
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
Con el inicio de los cambios estructurales en los años noventa, surgirían nuevos grupos (asociados en su mayoría a formas de organización económica no-estatal), sobre
los cuales la relexión cientíico-social cubana generó diversas opiniones en cuanto
a su naturaleza: a) miembros de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa
(UBPC), que derivan de colectivos obreros agrícolas pero ahora gestionan con mayor autonomía su producción a partir de la igura jurídica del usufructo cooperado
(se sugería para ellos un carácter clasista intermedio entre obreros y campesinoscooperativistas); a quienes ahora se juntan b) usufructuarios individuales de tierras
agrícolas (nótese que los productores agrícolas están autorizados a contratar fuerza
de trabajo asalariada, y los medios oiciales de comunicación han presentado más
de un testimonio de nuevos obreros agrícolas para quienes “se trabaja bien porque
el dueño paga bien”; así como c) integrantes de cierta fuerza de trabajo asalariada
(caliicada o no) mejor posicionada materialmente que la mayoría de sus compañeros
de clase, constituyendo algo similar a una “aristocracia obrera” –nos referimos a quienes laboran en las empresas mixtas y de capital extranjero, así como en el creciente
sector turístico y de servicios, donde se ha vuelto un lugar común la constatación de
que “un maletero de hotel gana hoy más que un neurocirujano-; y por último -last
but not least-, d) quienes engrosaron las ilas del “trabajo por cuenta propia” –sector
económico dinámico reconocido en 1993 y actualmente en plena expansión a partir
de las decisiones gubernamentales de hace dos años, sector cuya heterogeneidad
social reclama una consideración más cuidadosa de su composición clasista que su
simple adscripción a la “pequeña burguesía”-. El “trabajo por cuenta propia” como forma no-estatal incluye no sólo la forma individual, sino también (D´) la cooperativa noagropecuaria (CNA), donde sobre las relaciones salariales prevalecen las del trabajo
cooperado; tales cooperativas han sido autorizadas en una serie de casos (transporta-
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Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
ción de pasajeros, comercio mayorista y minorista, artesanías, gastronomía, textiles)
cuidadosamente seleccionados por la Comisión de Implementación de Lineamientos,
instancia superior en la conducción de las reformas (se trata en parte de empresas
estatales que pasan a régimen cooperativo-arrendatario, y en parte en cooperativas
creadas “desde abajo”).
Tal “modelo estándar”, sin embargo, aun cuando logra discernir adecuadamente
algunas de las diferencias sociales más prominentes (como la que corre entre las áreas
urbanas y las rurales) no se presta para el abordaje crítico de las dinámicas de poder
socio-económico y cultural, por cuanto oculta varios hechos que consideramos trascendentales para cualquier mapeo serio de los procesos ideológicos y culturales en
Cuba. ¿Cuáles son, entonces, las “falsas consciencias” incrustadas en el “modelo estándar” de la estructuras socio-clasistas cubanas?
“Hay un patrón interesante en cómo se han ido re-ciclando
en Cuba las técnicas de dirección y gestión social provenientes de países capitalistas desarrollados”
2. Y sus “falsas consciencias…”
a) La cuestión del “cuentapropismo”: El discurso establecido en los medios oiciales
cubanos en torno al “trabajo por cuenta propia” lo focaliza como una fuerza productiva no-estatal emergente y dinámica, capaz de resolver toda una serie de problemáticas de subconsumo y desabastecimiento con las cuales el Estado no ha sido históricamente capaz de lidiar. El “cuentapropismo” es de algún modo una de las navesbandera de la “actualización del modelo económico” y parte reconocida del diseño de
un “socialismo próspero y sustentable”.
Sin embargo, tras la uniformidad del discurso se ocultan las fracturas del tejido
social que contienen semillas de futuros conlictos de clase.
Bajo el cartel de “trabajo por cuenta propia” se agrupan varios tipos de microempresas, de características diversas y hasta antagónicas: 1) la microempresa individual o
familiar (los vendedores de callejeros de cucuruchos de maní son técnicamente cuentapropistas) involucrada en esquemas de producción mercantil simple para el mercado interno de consumo, sin involucrar relaciones salariales ni explotación del trabajo;
2) los empleadores de la pequeña empresa capitalista (dueños de restaurantes, cafeterías privadas de mediano y gran tamaño, hostales privados y lotillas de taxis), que
siendo hombres y mujeres de negocios corresponden a la pequeña y mediana burguesía emergente; y 3) la fuerza de trabajo contratada por dichos empleadores, que
también es técnicamente cuentapropista (“trabajadores por cuenta propia contratados”, quienes constituyen la mayoría en la categoría estadística de “trabajadores por
cuenta propia”) pero que no son burgueses sino asalariados (parte del proletariado o
del precariado cubano).
b) La cuestión de la nomenklatura: En el diseño organizacional tanto de instituciones estatales como para-estatales cubanas (organizaciones políticas, sociales y de
masas; empresas propiedad del Estado y S. A.) prima el principio de la cooptación
por encima de la representación y la participación directa. Los cuadros inferiores son
nombrados por los superiores; sobre la toma y ejecución de decisiones pesa la prácti-
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
ca del acuerdo previo en ámbitos cerrados. La nomenklatura se impone por sobre los
espacios públicos de debate y las instituciones electas, muchas veces enmascarada
de representación (por ejemplo, en las elecciones para conformar las Asambleas Provinciales y Nacional del Poder Popular). En todo caso, las grandes asambleas y reuniones de las instituciones estatales, partidistas, sociales o de masas no siguen las pautas
ijadas por un Paulo Freire dentro de la metodología de la educación popular, sino
lógicas netamente bancarias, donde la posesión del saber, el poder y la palabra está
claramente distribuida, habiendo una élite que la ostenta.
“Enemigo interno más importante del socialismo”, según un planteo atribuido al
mismísimo V. I. Lenin, la burocracia evolucionó en los países de intención socialista
hasta adquirir un rostro propio, pero siguió utilizando el aval y la coartada de un supuesto “poder obrero-campesino”. En especial, su grupo directivo –la nomenklatura
burocrática- contrariamente a su imagen ideológica, ha sido una entidad alienada y
alienante de la capacidad real de construir poder por parte de quienes trabajan. La
palabra nomenklatura hace referencia a la lista (nomenclatura) de cargos públicos o
partidistas, la potestad de cuya nominación previa a la oicial corresponde a un determinado nivel (Comité) dentro de la estructura del Partido gobernante. El término fue
de uso cotidiano por el aparato del partido bolchevique de la URSS desde los años
veinte, y se generalizó como categoría sociológica por el escritor disidente soviético
Mijaíl Voslensky en su libro La Nomenklatura. Los privilegiados en la URSS.
La realidad social permanecía oculta por una falsa consciencia. Tal falsa consciencia, sin embargo, resultaba del todo insuiciente para producir un paradigma operativo útil para lo que esa misma ideología denotó orgullosamente con el término de
“dirección cientíica de la sociedad”. Hay un patrón interesante en cómo se han ido
re-ciclando en Cuba las técnicas de dirección y gestión social provenientes de países
capitalistas desarrollados. Y es tremendamente sintomático que en materia de técnicas de dirección institucional, cultura organizacional y gestión empresarial desde el
inicio de la NEP en las Repúblicas Soviéticas (1921) y hasta hoy mismo en los Estados
de intención socialista, la línea directriz en las investigaciones y la praxis ha sido la
incorporación de las técnicas y métodos “de avanzada” provenientes del discurso en
torno al management, generado por intelectuales orgánicos del sistema capitalista; el
rango va desde el taylorismo hasta la –todavía considerada novedosa en Cuba- “gestión por valores”.
Lev Trotsky murió en 1940 sin aportar claridad sobre si considerar la burocracia estalinista sólo una “casta” o como una verdadera clase explotadora (en sus últimos escritos, hace depender el discernimiento entre ambas posibilidades del resultado inal de
la segunda guerra mundial: si el in de la contienda vendría acompañado de la victoria
de una revolución social anticapitalista en Europa occidental y una revolución política
antiburocrática en la URSS, ello signiicaría que el monopolio del poder burocrático
habría sido un mero fenómeno histórico-coyuntural debido, fundamentalmente, al
atraso económico y cultural del país eurasiático en el momento de gestarse la revolución rusa del 1917, y así la burocracia estalinista habría sido una mera casta parásita
que oportunistamente apropió el poder estatal y la dirección del partido bolchevique;
si, en cambio, en la geometría de poder al interior de esas sociedades persistía esencialmente el statu quo ante bellum, ello habría de ser la señal de que –ya desde los
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Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
años veinte- la burocracia había entrado a la arena histórica en calidad de nueva clase
dominante). Milovan Djilas fue pionero (1957) en analizar La Nueva Clase (título de su
innovador libro) desde la experiencia empírica de un país de intención socialista (en
vida de Trotsky ya había emergido en el debate –sobre todo en Estados Unidos- la
opinión de quienes sugirieron la idea de una nueva clase burocrática-gerencial tanto en la URSS como en el capitalismo avanzado –The Managerial Revolution-, siendo
este el título del libro principal (1941) de uno de sus promotores, J. Burnham, cercano
en su tiempo al movimiento trotskista). El soviético expatriado Voslensky completó y
precisó las ideas de una nueva clase burocrática en la URSS en su libro Nomenklatura,
donde argumenta cómo el sistema de cuadros políticos estructura una nueva lógica
clasista.
Las explosiones sociales en Hungría (1956) y Polonia (1980) –donde el verdadero
proletariado creó instituciones propias frente al orden heterónomo gestionado por
las burocracias-, así como el frustrado proceso autocrítico de la primavera de Praga
(1968), no condujeron a los ideólogos de los autodenominados “Partidos Comunistas
y Obreros” a ninguna modiicación de sus tesis estalinistas, quedando la burocracia
falsamente asimilada a los otros grupos sociales dentro de un diagrama que proveía
la existencia de una clase obrera “hegemónica”, una clase campesina (en los más de
los casos “colectivizada” o “cooperativizada”), una “capa” intelectual (dentro de la cual
se solía camular un importante segmento de las burocracias), y –donde la había- una
“pequeña burguesía”“patriótica”.
De ahí que haya habido en los países del “socialismo realmente existente” tantos
experimentos para “crearle sentido de pertenencia a los trabajadores”, de ahí el valor
de las críticas autogestionarias y anarquistas, de ahí el desastre de los “socialismos de
Estado” en 1989 y la catástrofe etno/bio/geopolítica de la desintegración de la URSS
en 1991.
Cuba, lamentablemente, no ha estado ajena al proceso de gestación de una nueva
clase6. El sistema de cuadros está legalmente regulado y empoderado, y su lógica de
funcionamiento es distinta a la del resto de quienes trabajan. Nos tomamos por tanto
la libertad de plantear la existencia en Cuba de la clase de la nomenklatura, cuyo poder está en la posibilidad explícita de tomar y ejecutar decisiones a puertas cerradas,
con muy bajo nivel de transparencia, y de perpetuar su propio ser mediante complejos mecanismos de cooptación, a veces complementados con procesos similares a los
de las llamadas “democracias representativas”.
c) La cuestión del precariado: En el socialismo, teóricamente, no debe haber proletariado.
La palabra “proletariado” se reiere a una clase que carece de propiedad y sólo posee su prole. El término –históricamente- nació en la antigua Roma. En el capitalismo
clásico, se aplicó a la clase obrera, libre, según Karl Marx, de dos maneras: libre como
personas (es decir, nunca esclavos), y libre de propiedad.
La propaganda de la antigua URSS y las doctrinas sociales desarrolladas en aquel
país después de la década del treinta rectiicaron las loas al “Estado proletario” y sentaron la pauta de que la clase obrera en el “socialismo soviético” no constituye un proletariado, ya que (junto con el campesinado y otros grupos aliados, conglomerado
6 El proceso en el que emerge una nueva dominación, que ha marcado probablemente todas las grandes revoluciones de la modernidad, lo llamamos transdominación. Ver Prieto Samsónov (2010).
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
denominado en la década del cincuenta “todo el pueblo”) “es dueña de los medios
fundamentales de producción” por cuanto el Estado –teóricamente suyo- es, constitucionalmente, propietario de fábricas, talleres, minas y grandes granjas agrícolas, así
como escuelas, institutos de investigación, centros culturales, etc.
Entonces, un obrero soviético no podía pensarse como “proletario” por cuanto la
mayor parte de la riqueza del país era propiedad suya por tratarse de un titular de lo
que se llamaba “propiedad estatal socialista” o “de todo el pueblo”: términos que pasaron a la constitución cubana. En Cuba, sin embargo, todavía se habla oicialmente de
“proletariado”, a diferencia de lo que pasaba en la URSS. Pero quizás la realidad cubana
sea más compleja…
Hace poco –y no precisamente en Cuba- apareció un nuevo término: “precariado”.
Se usa en los países capitalistas, como pudieran ser España, Grecia o Estados Unidos
para referirse a aquel sector de la población que realiza trabajos dentro de la economía formal (es decir, no se encuentra desempleado), pero en una situación en que
tales trabajos (debido a regímenes de lexibilidad laboral o a otros factores similares)
no aseguran su subsistencia, como debería ocurrir si habláramos del proletariado clásico. Especialmente resulta útil este término para describir los llamados procesos de
precarización, que derivan de la implantación masiva de la lexibilización laboral, con
la desaparición o profunda erosión de las garantías clásicas que protegían a quien
trabaja frente al gerenciado o al capital propiamente dicho; se trata, por ejemplo, de
contratos concertados por cortos periodos de tiempo, o de salarios por debajo del
mínimo reconocido. Ello conigura una situación psicológica de falta de seguridad.
En lo subjetivo, por tanto, ser parte del precariado suele implicar el vivir día a día y
no hacer planes coherentes para el futuro a mediano y largo plazo, debido a la sistemática falta de recursos…
En Cuba, ya es muy conocido a través de la experiencia cotidiana, de la investigación social y de los medios comunicativos, que a la mayoría de quienes trabajan
sus salarios mensuales y otros ingresos laborales concomitantes7 no les alcanzan para
poder vivir el mes8. Entonces, deben recurrir a otras fuentes, que pueden ser legales
como las remesas, o no tan legales como la llamada “búsqueda” o “lucha”9: aquello que
el antropólogo cubano Pablo Rodríguez Ruiz denominó con el término bíblico de “el
rebusque”10.
7 Como los diversos “estímulos”, algunos de los cuales se pagan en CUC (pesos cubanos convertibles), así como
el estipendio para almuerzos, adoptado hace unos meses para sustituir el uso de los comedores obreros.
8 El propio presidente Raúl Castro ha expresado en más de una ocasión que “el salario no alcanza”. Ver, por
ejemplo, sus discursos en la Asamblea Nacional del Poder Popular.
9 Todo modo de sustraer recursos al Estado (desde el hurto sistemático hasta el soborno o la realización de
servicios “por la izquierda” utilizando medios públicos) o bien de recurrir a las redes económico-sociales informales (ilegales o a-legales) para resolver problemas concretos; tales redes constituyen todo un espacio dotado de
autonomía con respecto a las autoridades donde se genera valor añadido que después se re-distribuye a través
del “rebusque”, de acuerdo con lógicas mercantiles no exentas -sin embargo- de ciertas manifestaciones de solidaridad. Al tiempo, el “rebusque” es en muchos casos una frágil garantía de la funcionabilidad de la propia unidad
productiva: el chofer de ómnibus urbano sabe que si su carro se rompe, le toca a él mismo arreglarlo, consiguiendo
“por la izquierda” (informalmente) las piezas necesarias; si no lo hace y espera por los mecánicos, las piezas nunca
llegarán. Continuará percibiendo su salario básico, pero no el dinero adicional que se le paga cuando el ómnibus
da el servicio: es decir, se reforzará su condición de precario, mientras la población tampoco podrá hacer uso de su
ómnibus. Así, lo arreglará recurriendo a la informalidad, dándole al mismo tiempo una oportunidad a su segmento
de economía formal (tanto doméstica como social) de mantenerse a lote.
10 Ver su ponencia presentada en el Encuentro sobre Pensamiento Complejo, La Habana (2014). Una versión de
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Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
Por supuesto, tales personas no dejan de tener las garantías sociales básicas existentes en Cuba, como la educación y la salud, así como los subsidios sociales, que pueden
encontrarse deterioradas pero no han sido abolidas. A través de ellas, hay una transferencia efectiva de recursos a favor de quienes trabajan. Pero se trata sólo de un grupo
bien limitado de servicios.
“La movilización de sentidos en lo individual-personal está
así en función de la dinámica concomitante del común: si
prevalece la tendencia privatizadora, el imaginario social
se torna también absorbentemente competitivo y excluyente”
Estas y otras circunstancias le dan a las vivencias de ese gran grupo social características distintivas respecto a sus contrapartes en otros países. Como el propio Pablo Rodríguez ha señalado11, en Cuba la pobreza tiene rasgos propios – pero eso no signiica
que no exista.
Ha habido distintos acercamientos investigativos a las clases sociales en la Cuba
de hoy.
El debate social y académico gira en torno a la permanencia de la clase obrera12,
o la consideración o no como clases sociales distintas de los demás estratos conformados por quienes integran las Unidades Básicas de Producción Cooperativa13 o por
quienes usufructúan las tierras del Estado, en conformidad con la nueva legislación.
Discusiones más recientes se desarrollan alrededor del tema del llamado “Trabajo por
Cuenta Propia”, nombre que recibe en Cuba toda la gama de microempresas urbanas,
independientemente de si emplean fuerza de trabajo asalariada o no.
Pero lo que llama la atención es que tales estudios se basan casi exclusivamente
en las relaciones formales que la gente establece entre sí y con las instituciones para
hacer su economía. Sin embargo, el rebusque es un tipo de relación informal por deinición; y es –como lo dijimos- estructural y esencial para que un número grande de
cubanas y cubanos (probablemente la mayoría) puedan subsistir de sueldo a sueldo
(cuyos montos, como hemos dicho, no alcanzan para la subsistencia).
Se trata de un hecho social de amplísimo alcance en Cuba, cuya consideración
se hace indispensable para cualquier tipo de estudio con pretensiones de abordaje
adecuado de la realidad. No es posible ignorar ese segmento informal, inevitable en
las vivencias del día a día de la mayoría de las cubanas y los cubanos.
Considerar tal informalidad implica –si pasamos a tomar en cuenta la dimensión
clasista del fenómeno del rebusque- admitir la existencia en Cuba del precariado: una
clase social que construye todo tipo de relaciones y ardides para poder subsistir mienla misma se publica en este volumen. En la biblia, el rebusque es la actividad de colectar informalmente plantas
para comer en campos cultivados “por fuera” de la propia actividad de la cosecha.
11 En Los marginales de las Alturas del Mirador, una investigación etnográica sobre un asentamiento “ilegal” aledaño a la capital cubana. Libro publicado por la Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2011. Otras indispensables
investigaciones recientes sobre el tema de la pobreza en Cuba han sido aportadas por María del Carmen Zabala y
Mayra Espina Prieto.
12 Véanse los debates organizados por la revista Temas.
13 Microempresas agrícolas donde la tierra pertenece al Estado (a diferencia de las Cooperativas de Producción
Agropecuaria, que poseen sus propias parcelas en propiedad) y quienes trabajan se organizan de manera cooperativa.
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
tras lo que le pagan sus empleadores (en Cuba, el Estado y otras entidades formales)
no le alcanza para cubrir sus necesidades básicas.
El precariado cubano sería el territorio social que nuclea la (re) construcción –desde la propia realidad cubana- de los lujos culturales internacionales y las identidades
múltiples, conjugados con los propios procesos productivos bio-políticos y de sentido
requeridos internamente para dar vida a la comunidad que en él con-vive. Una subjetividad precarizada es congruente con la ausencia de grandes proyectos colectivos
explícitos (i.e. visión social).
La movilización de sentidos en lo individual-personal está así en función de la dinámica concomitante del común: si prevalece la tendencia privatizadora, el imaginario
social se torna también absorbentemente competitivo y excluyente, como lo expresa
la cultura del reggaetón; la visualidad, el poder de convicción de la tecnología, las
redes alternativas de medios no son meras vías de contestación, airmación o disfrute,
sino vehículos conformadores de ese imaginario operante. En cambio, la re-actualización del común conlleva a una re-vitalización práctica de los vehículos culturales correspondientes. Una cultura de la solidaridad o del compartir no puede ser una mera
retórica que “se añade” a un sistema de economía política montado axiológicamente
en claves que –esencialmente- la desprecian. Tales sentidos se re-alimentan hacia la
vitalidad del tejido social y refuerzan así su “disonancia cognitiva”, tributando así a la
inestabilidad del sistema en su conjunto. Esa disonancia llega a funcionar como un
campo de energía. Las visiones de futuro son como las partículas virtuales en la física
cuántica: surgen, desaparecen, y vuelven a surgir. No se llegan a estabilizar. Pero los
medios –tecnológicos y bio-políticos- que les proveen el soporte “material” son (recurrentemente) parte del propio proceso, al tributar la gestión de tales medios a la creación y ampliicación de las propias señales que re-conducen dentro del tejido social.
La existencia misma del precariado en Cuba, hecho evidente para quienes debemos “luchar” de maneras diversas para obtener el sustento diario cuando los ingresos
formales no alcanzan, es prueba de que el solo estudio de las relaciones socio-económicas oiciales o formalizadas jurídicamente no es para nada suiciente si se quiere
entender la realidad cubana, sus potencialidades, tendencias y escenarios.
3. Entonces, ¿cómo se producen el sustento y el sentido en Cuba, y qué
tiene esto que ver con las reformas?
A partir de lo expuesto, es posible aprehender el proceso de los cambios actuales
en Cuba desde la noción compleja de una sociedad cuya base económica establece constreñimientos/emergencias hacia un conjunto de mundos de vida donde se
gestan los sentidos que animan a quienes habitamos este país y esta época. La producción de sustento y de sentido varía obviamente de clase a clase, de género a género, de identidad a identidad, y se mantiene luida ante las circunstancias en pleno
desenvolvimiento. La base económica estará constituida por un conjunto de modos
de producción en pugna. Sin ánimo de desarrollar analíticamente acá este tema, podemos al menos enumerarlos:
a) Modo de producción estatal-contingentista, típico de los regímenes estatistas de intención socialista del siglo XX, que involucra a la nomenklatura como clase
explotadora y a un segmento del precariado como clase explotada, así como a una
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Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
aristocracia obrera (proletaria), la intelectualidad “de cuello blanco” y grupos de trabajadores asalariados agrícolas con diversos grados de autonomía.
b) Modo de producción capitalista, en tres segmentos: empresas mixtas, empresas totalmente extranjeras y empresas de capital nacional (“cuentapropismo”), que
involucra a burguesías nacionales y extranjeras, gerenciado “de cuello blanco” y grupos de aristocracias obreras y de precariado, todo ello bajo el control político de la
nomenklatura.
c) Modo de producción cooperativo, en el agro y fuera de él, con diferentes niveles
de acceso al mercado, a la contratación laboral fuera del cuerpo de integrantes de las
cooperativas, y de control por la nomenklatura.
d) Modo de producción informal-familiar-doméstico: el universo de la informalidad y el “rebusque”, fuente de sustento para el precariado cubano y de sentido para
las nuevas manifestaciones de la cultura de masas como el reggaetón, con poca regulación estatal y poco control de la nomenklatura, amalgama de relaciones tanto
mercantiles como de reciprocidad en favores y lealtades, así como de solidaridad,
parentesco; muy coagulado con la economía propiamente doméstica, el trabajo reproductivo y el ámbito de consumo directo de la gente. Transversal y conectado a
espacios/territorios de ilegalidad y exclusión. Probablemente vinculado a los que Alejandro Moreno llamó el “mundo de vida popular” y a las “tácticas” (que no estrategias)
de vida de las que habló Michel de Certeau.
e) La producción mercantil simple (el segmento más “micro” del “cuentapropismo”).
Las actuales reformas gubernamentales inciden en esta “formación económicosocial” (Karl Marx) o “socio-cultural” (Darcy Ribeiro) cubana, induciendo dinámicas de
cambios a partir de variaciones de sentido que afectan los proyectos personales de
vida. No siempre estos coinciden con los acápites de los Lineamientos de la Política
Económica y Social del Partido y de la Revolución. Tampoco mecánicamente se pueden interpretar en términos de contestación versus aceptación de las reformas. En
tal clave –como se ha señalado, por ejemplo, en un debate realizado por Temas-, ha
disminuido radicalmente la reproducción de la (precarizada) clase obrera cubana: las
expectativas proletarias/precarias no estimulan a los hijos de obreros a optar por la
continuidad socio-clasista, prevaleciendo la motivación de derivar al “cuentapropismo” u otros planes (como la emigración); sorprendentemente, una dinámica similar
afecta el atractivo de la nomenklatura: ya pocos quieren ser “cuadros”. Es la deriva al
modo de producción capitalista, cuyo atractivo tendería a aumentar si no fuera por la
sobre-regulación estatal.
Aunque no pretendemos exponer las críticas que desde la sociedad cubana se
plantean a las reformas gubernamentales en una clave conductista de estímulo-respuesta (o en la de un determinismo económico pseudo-marxista “de palo”), resulta
claro que los posicionamientos contestatarios expresan ansias, aspiraciones y proyectos de grupos bien concretos dentro y fuera del país, no en códigos de propuestas
o ideologías políticas, sino de visiones artísticas o de cultura de masas, llegando en
algunos casos a verdaderas muestras de (anti) utopías sociales.
“No tener una agenda política personal es renunciar a tener sueños”, en las palabras de la activista de izquierdas Yasmín Silvia Portales Machado. Pero lo recíproco
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
también vale: los sueños de las personas que navegan sus mundos de vida también
construyen agendas políticas, aunque éstas sean meramente implícitas y no se anuncien como tales en las calles y las maniguas de Cuba. Lo que sí se explicita en Cuba es
la consolidación de una realidad dicotómica:
1. Por un lado, el funcionamiento de la extendidísima economía informal depende
de la credibilidad de los actores personales que se involucran en ella: es lo que en
inglés se llama trust; pero al no existir ningún tipo de normación jurídica explícita
de tales procesos que permita invocar garantías legales, emerge una interesantísima
red de relaciones no-escriturales, comunizadas, donde las personas responden con su
propio prestigio y reputación frente a sus contrapartes cuando les resulta necesario
recurrir a ello/as en función de algún negocio que involucre recursos costosos.
2. Por otra parte, precisamente el carácter personal (y muchas veces familiar, o –en
todo caso- fundamentado en historias de vida conocidas14 por el entorno y por las
contrapartes involucradas) de tal construcción de la credibilidad social dentro de la
comunidad, desestima el entorno más distante de la misma: es decir, aquello que no
codiica como “mío”, “de la casa”, “de la familia” o –en una perspectiva muchas veces ya
demasiado abstracta15- “del barrio”. Se construye así una actitud de apropiación rapaz,
y su complementaria, la contaminación, de lo que no es “mío” prueba la erosión de
las fronteras entre lo privado y lo público. ¿Quién no recuerda aquella consigna pro
consumo de productos nacionales -“lo mío primero”- usada en los años noventa? Así
se crean las premisas ético-epistemológicas para la “lucha” o apropiación/personalización/resigniicación de los recursos sociales a través de complejas redes de vínculos
informales que integran la economía política del rebusque: verdadero sector sumergido de gran relevancia para las cadenas reales de valor en Cuba.
Por otra parte, hay más posibilidades que hace un par de años para la construcción
de lazos estables con el entorno internacional del país, lo cual implica un dramático
incremento del involucramiento de la población cubana en lujos transnacionales de
personas, bienes y sentidos. Mientras el planeta se agita por las protestas contra el
modelo neoliberal, el país caribeño debe optar por modelos propios, y se trata cada
vez más de una opción plural, en la que unos actores sociales ya escogieron sus patrones, y otros aún no lo han hecho porque justamente acaban de emerger a la vida…
Una competencia solapada de modelos societales y dinámicas crecientemente antagónicas, que para todo investigador comprometido clama por un posicionamiento
claro y explícito.
Posicionamiento que necesariamente requiere de la producción de una visión de
futuro.
Visión que no ha sido provista desde las instancias gubernamentales e ideológicas, más preocupadas ahora en generar la normatividad de tránsito (“actualización”)
que en la concepción del modelo económico-social (“actualizado”) al cual se transita.
Las nociones normativas bajo las cuales se produce tal actualización no tienen el carácter de un diseño dotado de capacidad movilizativa, sino que apuntan más bien
14 Precisamente tal es el principio de funcionamiento de la construcción de credibilidad en la fraternidad afroancestral masculina de los Abakuá, de la cual hablaremos más adelante.
15 Investigaciones antropológicas indican que en los barrios populares habaneros las zonas comunes de convivencias, como las calles, parques, plazas, tienden a ser percibidas como “tierra de nadie” debido a la enajenación
por entidades burocratizadas del protagonismo comunitario directo en su gestión efectiva.
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Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
a rectiicaciones de elementos estructurales o coyunturales concretos. Queda así un
vacío precisamente en el lugar donde debería estar la visión.
Visión que puede –para ciertos sectores- construirse a partir del mega-proyecto
de la Zona Especial de Desarrollo asociada al Puerto del Mariel (actualmente en plena
reconstrucción con apoyo del capital brasileño): un esfuerzo de incorporación masiva
de inversiones extranjeras y facilidades para el capital y el gerenciado, en torno al cual
los medios cubanos de comunicación social16 ya utilizan una retórica fuertemente tecnocrática marcada por el sistema salarial en su variante más depurada, que habla de
“precio de la fuerza de trabajo”, “adquisición de recursos humanos”, “precio en Cuba de
determinado profesional, comparado con aquel al que se cotiza en el país originario
de la inversión”, etc. Bajo la consigna oicial de “por un socialismo próspero y sustentable”, está claro que no necesariamente existe una unidad social en la interpretación
que se le puede dar a esas palabras, debido a la diversiicación de los intereses económicos operantes en la sociedad cubana.
No hay duda de que Cuba necesite de un aggiornamento tecnológico, empezando por la conectividad del país a través de Internet17. Ello, sin embargo, no signiica la
pertinencia de una consigna del tipo “todo el poder a la tecnocracia”, consigna en la
que sin embargo coniaría un amplio continuum de “asesores”, “decisores”, e incluso
“disidentes” y “opositores”18 (situación poco común, que involucra actores con lealtades políticas normalmente interpretadas como contrarias), quienes apuestan por un
concepto de reformas de mercado transitando hacia lógicas económicas que favorecen una propuesta de prosperidad, derivada de la ampliación de la inversión privada y
de las relaciones económicas de mercado, especialmente las de empleo salarial, donde quienes trabajan son conceptualizados como “recursos humanos”, “capital humano”, o simplemente “fuerza de trabajo”.
De ahí: hay que reconocer la actual relación ambivalente de la tecnocracia cubana
con el resto de la sociedad. Ella misma –tecnocracia- es ambivalente en cuanto a su
postura respecto a los cambios, a la apertura a la sociedad hacia un estado de mayor
reconocimiento de la pluralidad propia y del diálogo entre sus segmentos (la ambivalencia de la relación de la tecnocracia como grupo de poder-saber con el resto de la
red social y la ambivalencia al interior de los grupos tecnocráticos son esencialmente
una misma ambivalencia). Esa ambigüedad o ambivalencia de la tecnocracia frente a
la pluralidad social radica esencialmente en la existencia dentro de ella de posturas favorables a una “apertura” o favorables a la conservación de un status quo excluyentes.
Temas “contestados” y sus valencias ideo-clasistas
Algunas de las más signiicativas que afectan directamente la vida de amplios sectores del pueblo cubano han sido:
Ley Tributaria
La drástica ampliación y sistematización en 2013 de un complejo sistema tributario
16 Noticiero Nacional de Televisión, emisiones del 20 y 21 de mayo de 2014.
17 Ver: documental OFF LINE de la realizadora Yaíma Pardo (2013).
18 Anticomunistas de la disidencia clásica (oposición de derecha) han mantenido olímpico silencio en el debate
reciente en torno al anteproyecto del código de trabajo, que provee un signiicativo empoderamiento de actores
económicos del sector privado vis-a-vis quien trabaja.
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
(que había sido reducido al mínimo en la década del sesenta pero re-introducido en
1994 durante el llamado “Periodo Especial”) mediante la aprobación por la Asamblea
Nacional del Poder Popular de una nueva ley tributaria, sin que le antecediera una
discusión pública del proyecto, la cual establece 19 tipos de impuestos, tres contribuciones, y tres tasas. No se ha explicitado aún el gravamen a los salarios de empleados
estatales (el monto de los mismos desde la década del sesenta se ha basado en valores netos después del descuento de lo que antes ya existía como impuesto y dejó de
considerarse tal por aquella fecha). La repartición de los fondos recabados entre las
diversas partidas del presupuesto estatal tampoco es objeto de un debate popular,
pues se genera en las oicinas del Estado sin transparencia en el manejo de las cifras.
Los productos en los comercios minoristas en divisa son grabados hasta con un 240%
de su precio en el mercado internacional, hecho que afecta a una elevada parte del
pueblo cubano, por cuanto no se puede acceder a esos productos por otras vías ya
que existe un monopolio al respecto (recientemente, se adoptaron medidas aduanales proteccionistas que afectan la importación particular de numerosas categorías de
bienes).
Ley de Seguridad Social
Comenzó a funcionar a partir de 2012, aumentó en cinco años la edad de jubilación:
para los hombres 65, y a 60 para las mujeres. Afecta a la totalidad de la población
que se retira, en un país que ya sufre un notorio envejecimiento demográico de su
pueblo19.
Canasta básica
La reducción de la cantidad de alimentos que llegaban mensualmente a la población
con un signiicativo subsidio estatal (libreta de abastecimiento o canasta básica), hasta convertirse en una insuiciente cantidad de granos que apenas alcanza para una
semana, y con tendencia a desaparecer. Durante el pasado Congreso del PCC fue imposibilitado el debate sobre el tema. Se han utilizado argumentos como que “la gente
revende los productos subsidiados”; en realidad, aun cuando casos puntuales como
estos pueden existir, generalmente la cantidad per capita de aquellos apenas alcanza
para el consumo doméstico. La reducción de los alimentos subsidiados por la libreta
afecta sobre todo a los sectores más pobres de la población, sin que se haya provisto
alternativas para apoyarlos económicamente. A ello se opone un creciente movimiento en la academia de izquierda y el activismo social cubano que muestra interés por
las propuestas de un ingreso ciudadano o renta básica, como posibles alternativas al
racionamiento.
19 La CTC (Central de Trabajadores de Cuba, oicial) colaboró en 2008 para que la Ley de Seguridad Social adicionara cinco años a la edad de retiro, bajo pretexto de envejecimiento poblacional y de necesidad de reforzar
el potencial laboral en el sector público. En 2010, sin embargo, el liderazgo político declaró que había exceso de
fuerza laboral en el sector estatal, y la CTC apoyó oicialmente las medidas gubernamentales para desinlar las
plantillas laborales y brindarle mayor cobertura al trabajo por cuenta propia, para lo cual propuso “reducir los abultados gastos sociales y eliminar gratuidades indebidas, subsidios excesivos, el estudio como fuente de empleo y la
jubilación anticipada”. En la actualidad, la central sindical oicial hace esfuerzos para ailiar en las mismas secciones
a cuentapropistas empleadores (patrones) y sus cuentapropistas contratados (empleados).
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Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
Recortes de gastos sociales
El recorte del gasto público en las esferas de salud (cierre de consultorios y policlínicos, concentración los servicios especializados en zonas “céntricas” a veces de difícil
acceso para personas enfermas que vienen desde las periferias de los municipios),
cultura (reducción de presupuesto, cierre de instituciones y premios a la creación artística y literaria), y deporte (reducción de presupuesto), reconocido en los propios Lineamientos, limitando el amplio y tradicional acceso popular a estos servicios (sobre
todo a quienes menos recursos poseen).
Propiedad privada
El reconocimiento y legalización de la propiedad privada y los micronegocios privados (trabajo por cuenta propia), todavía tímido, pero en franco proceso de expansión;
los asalariados en estos negocios no cuentan con suicientes garantías jurídicas. Así,
se ha recomendado la creación de “sindicatos” (¿?) agrupando tanto a empleadores
como a empleados (¡!), ailiados a la oicial Central de Trabajadores de Cuba; por otra
parte, muchos dueños de negocios han asumido responsabilidades en los Comités
de Defensa de la Revolución locales, organización que teóricamente debe controlar
la ética y legalidad en el ámbito barrial. Mientras importantes segmentos de la disidencia de derecha, de la diáspora cubana y también de la academia especializada
en economía afín al gobierno (así como a algunas instituciones religiosas) solicitan a
éste la ampliación del margen de maniobra de la nueva empresa privada en aras de
“aumentar su eicacia y su contribución al producto nacional”; sectores aventajados
de la nomenklatura capitalizan sus ahorros en negocios privados a través de familiares y amistades o incluso a título propio, creando así un fast track para la reconversión
de la burocracia en burguesía sin necesidad de recurrir a privatizaciones de bienes
públicos ni a la mediación de un gerenciado aún bajo control estatal-partidista. Lo
mismo vale para quienes capitalizan las remesas recibidas desde Miami y otras capitales de la diáspora cubana, creando un sector privado ya transnacionalizado en plena operación. En Cuba existe legislación criminal enilada contra el lavado de dinero,
pero hasta el momento no hay sonados casos judiciales en ese delito. En todo caso, la
creación de negocios privados es notoriamente asimétrica: favorece, por supuesto, a
quienes ya tienen, dándole además la posibilidad de expandir propiedades y de estabilizarse dentro de la clase capitalista. Ello también es válido para el pujante negocio
inmobiliario, legal después de las nuevas normas que permiten la compraventa de inmuebles (viviendas y locales para posibles negocios), así como el acceso de personas
extranjeras a dicho mercado (aunque todavía no a la propiedad) mediante la igura
de “residente inmobiliario”. La ley permite a las personas vender su propia vivienda,
quedándose sin titularidad de ningún inmueble, al tiempo que reduce la protección
a ocupantes de viviendas ajenas (que anteriormente tenían derechos bajo amparo e
incluso en la sucesión legal de las mismas), lo cual en principio podría estimular un
proceso de erosión en la titularidad de personas menos aventajadas (que venderían
sus casas para hacer algo de dinero…) como otro rasgo asimétrico en los efectos de
las reformas en curso.
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
Despidos en el sector público
A partir de 2011, el despido masivo de miles de trabajadores provenientes del sector
estatal (recordar que el Estado ha sido casi el único empleador en las últimas cinco
décadas), cuyo destino supuesto es engrosar el ámbito del sector privado emergente
(cuentapropismo). El plan explicitado en los medios es alcanzar la cifra de 1,5 millones
de personas en cinco años19.
Vínculo económico-militar.
Empresas subordinadas al ejército, que controlan renglones como la producción
agrícola (incluyendo cultivos transgénicos), las info-comunicaciones, la seguridad
ambiental y manejo de áreas protegidas, de la lora y la fauna, las inversiones en infraestructura, el turismo, la construcción, y en cualquier sector estratégico en vías de
expansión.
Código de Trabajo
La aprobación de un Código de Trabajo que avala legalmente la explotación privada
del trabajo asalariado no garantiza la real participación obrera en la gestión y toma de
decisiones, reduce las vacaciones remuneradas para los empleados por cuentapropistas (donde a quienes trabajan no se les concede el derecho a establecer Convenios
Colectivos de Trabajo ni recurrir a Órganos de Justicia Laboral), no aplica el enfoque
de género, y deja fuera de su regulación a los cooperativistas y otros grupos de trabajadores que emplean esquemas organizativos distintos al salarial. Habiéndose “hecho
innecesario” el derecho a huelga en Cuba al desaparecer la empresa privada en los
años sesenta, esta vez a quienes se emplean en el sector privado tampoco se les reconoce el derecho a la huelga, dejando al proletariado/precariado sin un arma estratégica de presión y negociación frente a la emergente clase de la burguesía nacional
y extranjera en Cuba.
Las asimetrías socio-clasistas en las posibilidades reales del ejercicio de los derechos anteriormente limitados a lo largo de 55 años de proceso institucional se hacen
notar en los casos de:
- El turismo nacional e internacional, actualmente accesible para la ciudadanía cubana (estancias en hoteles que cobran en CUC, antiguamente prohibidas, e incluso
viajes turísticos al exterior) pero en la práctica sólo a su segmento económicamente
más pudiente (nomenklatura, burguesía, receptores de remesas…), excluyendo así a
grandes mayorías y en especial a jóvenes, ancianos y proletarios del disfrute de esas
posibilidades (antiguamente existían esquemas de “viajes por estímulo” y otras variantes a precios módicos, pero no está prevista su recuperación).
- Nueva ley migratoria. Ya no se exige el “permiso de salida” (complejo, oscuro y
extremadamente caro proceso burocrático) para salir temporal o deinitivamente del
país. Ese proceso implicaba además un iltro ideológico, y formaba parte esencial de
los reclamos de la tradicional disidencia de derecha en la isla. El iltro ahora es económico, pues el pasaporte cuesta cinco veces el salario promedio; y muchos de los
países de destino exigen garantías económicas al conceder visas.
- Otorgamiento de tierras en usufructo. Para los campesinos cubanos este apenas
llega a diez años, si logra hacerlas productivas; mientras que a las personas extranjeras
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Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
se les puede llegar a otorgar usufructos por 99 años, si se establecen en terrenos aledaños a campos de golf, con posibilidad de obtener posesión vitalicia.
- Libre comercialización de casas y autos. Se ha permitido el comercio privado
de estas propiedades, cuyo tráico antes estaba monopolizado estatalmente y podía usarse para ejercer presiones políticas. El proceso ya liberado abre un importante campo para la acumulación de capital por intermediarios privados nacionales, así
como inmobiliarias y empresas automotrices capitalistas; mientras que para la “gente
de a pie” los problemas del transporte y de vivienda se agudizan día a día.
- Cooperativas. A inales de 2012, fueron emitidas las disposiciones legales regulando la constitución en Cuba de Cooperativas no-agropecuarias (CNA). La cooperativización como vía de empoderamiento del trabajo asociado mediante la autogestión
en el seno de la sociedad, la economía y la cultura cubanas ha sido una reivindicación
permanente de la izquierda, en especial de los colectivos Socialismo Participativo y
Democrático (SPD), Cátedra Haydée Santamaría (KHS), Observatorio Crítico (OC), Taller Libertario Alfredo López, y de personalidades de la academia y el activismo como
Camila Piñero Harnecker, Pedro Campos Santos, Félix Sautié e Inti Santana. Sin embargo, la legislación adoptada (aun cuando mantiene como base el esquema cooperativo de trabajo asociado, lo cual es una virtud) prevé un proceso muy complejo para
la aprobación de las cooperativas, siendo su última instancia la Comisión Nacional
para la Aplicación de los Lineamientos que centraliza todas las decisiones de manera
muy poco transparente. Así, la mayoría de las empresas cooperativas aprobadas hasta el momento son las dedicadas al comercio mayorista y minorista (mercados agropecuarios; recordemos que en la URSS las cooperativas comerciales fueron una de
las rampas de lanzamiento del maioso capitalismo “post-soviético”), transportación,
artesanías, etc.; y están ausentes las cooperativas de profesionales, las de ines culturales, y las de consumo (que en otros países han sido importantes núcleos de socialización solidaria y de resistencia económica ante las crisis). Prevalece la constitución
de cooperativas “desde arriba” (reconversión de empresas estatales), donde a quienes
trabajan (y sobre todo a sus dirigentes) les cuesta cambiar de marco cultural hacia
relaciones sociales basadas en la labor asociada, protagónica y no salarial. Ello hace
persistentes las asimetrías y distancia a las CNA de su esencia cooperativa, máxime
esas iniciativas no poseen una organización nacional que represente sus intereses y
pueda ailiarse a la Alianza Cooperativa Internacional (ACI).
- Profesionalización del deporte. En 2013 han aparecido reformas en el esquema
de pago a los deportistas por sus resultados en competencias nacionales e internacionales. Los cubanos ya han comenzado a participar en ligas profesionales de algunos
deportes, a título personal, pero también como equipos representando el país. Antes,
el gobierno de Cuba había defendido una práctica “amateur” y ampliamente socializada del deporte.
- Acceso a Internet. En 2013 la empresa estatal ETECSA abrió 133 puntos públicos
en todo el país, a un exorbitante precio de 4,50 CUC la hora. Estos nuevos puntos colectivos no permiten el tráico de voz ni acceso de forma inalámbrica, y poseen restrictivas “condiciones de uso” que funcionan como iltros políticos e ideológicos. Además,
en las salas se registra el nombre y carné de identidad de cada usuario, que carece
de privacidad al ser inspeccionado por oiciales de vigilancia. Actualmente, existen
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
posibilidades más económicas de acceso al correo electrónico en tales puntos o por
teléfono móvil, pero se mantiene la diicultad de la conexión internacional on-line, y la
práctica imposibilidad de lograrla en casa o por wi-i si no se es funcionario o empleado de alguna institución autorizada a proveerla17.
El impacto popular de todas estas reformas es por tanto reducido y asimétrico; se
favorecen las desigualdades y una ya evidente estratiicación de la sociedad, contraria
al estándar moral generado por el triunfo insurreccional de 1959. Los beneicios son
repartidos con preferencia a grupos de élites ya existentes o en plena consolidación
como nuevas clases empoderadas. Mientras, en la cultura de masas son cooptados los
talentos creativos de la juventud y –mercado mediante- se construye socialmente un
nuevo modelo de individuo “exitoso”: consumidor, egoísta, sexista e hiper-competitivo, ajeno a la solidaridad, a la relexión crítica y al respeto a las diferencias, así como
con un compromiso político limitado al pragmatismo más cínico. ¿Es contestación o
conformismo?
Circuitos de paciencia y resistencia. Imaginarios de la reacción y la
contestación
1. Valencia ideológica de la cultura de masas: valores individualistas y
construcción social de la violencia, o cómo la contestación emergente
cubana perdió su virginidad junto al Capital
La incertidumbre vivencial, ética, estética y cotidianamente política siempre hay
quien la pueda achacar a la cultura juvenil más difundida en Cuba hoy: la del reggaetón (que también deriva hacia muchos “adultos”, quienes la consumen por vía de
servicios vinculados al sector privado: taxis, cafeterías, vendedores callejeros de CD,
“paquetes” digitalizados de materiales audiovisuales), asociada ideológicamente a
la llamada “pérdida de valores”. Sin embargo, ver la cultura del reggaetón como una
mera expresión musical de la crisis moral generada por el “Periodo Especial” que inluye unidireccionalmente sobre una sociedad solidaria “por naturaleza”, o como un
simple pasatiempo inocente constituye una simpliicación peligrosa. Otro modo –simétrico- de percibir “intelectualmente” el reggaetón es interpretarlo como un agente de cambio (algunos sectores opositores al gobierno cubano, sobre todo fuera de
Cuba, predican esa opinión), o incluso como “música de resistencia” (¿a qué?). Pero
el reggaetón en la Cuba de hoy es concebible como una ideología fundamentalista,
que tiene un aparato promotor (cuyo protagonismo oscila desde las megaempresas paraestatales de espectáculo como la oicialmente reconocida PMM20 a las redes
productivas informales –pero bien dotadas de recursos, provenientes de los propios
reguetoneros y del negocio del transporte privado- que, por ejemplo, han publica20 PMM (“Por Mundo Mejor”) es el principal promotor del reggaetón cubano en el mercado local del espectáculo
y a la vez la empresa contratada por el gobierno y por las organizaciones políticas (y esporádicamente también
otras, como Casa de las Américas) para el montaje de los grandes actos públicos “político-culturales” en espacios
como la Tribuna Antimperialista. También fue convocada esta empresa para-estatal a sustituir a la productora autónoma Matraka en la gestión del festival anual de música electrónica “Rotilla”, que con PMM pasó a llamarse
“Verano en Jibacoa”, reemplazo debido presumiblemente a conlictos relacionados con la adecuación de Matraka
a los esquemas oiciales de promoción cultural. Sin embargo, la problemática de en cuánto hay continuidad y en
cuánto ruptura entre Matraka y PMM como operadoras culturales del veraniego festival constituiría otro campo
fascinante de investigación que no corresponde desarrollar en estas páginas.
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Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
do recientemente en sus circuitos extra-legales productos fílmicos representativos
como “El Buquenque21” y “Corazón Cubano”) y que consolida lo ya conquistado para
las prácticas (que se expresan en conductas y valores) en tanto ideología legitimada
por cierta opinión pública.
Basta con recordar que la prácticamente singularísima ocasión en que el reggaetón fue usado para “trasmitir” valores “positivos” (el videoclip “Creo”, del cantante Baby
Lores, dedicado a promover la idelidad a la igura histórica del Comandante en Jefe)
ha nacido a la luz una pieza que, más allá del culto a la personalidad del líder, establece una pauta de comportamiento basada en el uso de la fuerza bruta, en despreciar
las ideas diversas el pensamiento en general (“la verdad no se ensaya”)… Creemos
que la referida pieza de Lores muestra una esteticidad marcadamente fascista, que
muestra la inconsistencia para las miradas provenientes desde fuera de la cultura del
reggaetón y del círculo de íntimos de Lores: la portada del CD que la contiene está
perimetrada por la cuádruple consigna “La máquina de hacer dinero”. Pero es que para
Lores y seguidores no hay contradicción entre ese slogan y que el cantor de “Creo”
aparezca en la misma portada con una boina “turística” que lleva la imagen del Che:
el propio sentido lógico de “verdad” ha sido suprimido, todo se permite, bajo un concepto de inclusividad que no contravenga la íntima estructura de sociabilidades que
expresa y anima el reggaetón.
Y es esta una estructura de sociabilidades con base en el individualismo, el consumo enfocado al goce desenfrenadamente materialista, la conversión de la mujer
en efímero objeto sexual, la apología del poder del dinero, la hiper-competencia, la
supresión de las solidaridades más allá de la conveniencia recíproca y la supresión de
toda creación estética, de todo trabajo, de todo ejercicio intelectual o simplemente
de pensamiento más allá del interés concentrado en “resolver” para después pasar al
disfrute de la gozadera. Una estructura que es también una espiritualidad, y ahora digámoslo sin ambages: el reggaetón es una cultura que expresa y es animada por una
espiritualidad descarnadamente capitalista. Y globalizada, se podría añadir (¿necesita
demostración esta tesis?). El Opus Magnum de Osmani García22 –como su videoclip
“Chupi-Chupi”, sobre el que gravitó la polémica decisión del Ministerio de Cultura
de sustraerlo de la competencia de los Premios Lucas (otro mega-espacio para los
discursos musicales aquí confrontados), decisión censuradora que a su vez generó
campañas a favor y en contra- es una excelente muestra de los caliicativos que acá
acumulamos.
Se trata, por tanto, no de un hecho meramente musical y ni siquiera de uno cultural (en sentido estricto) sino más bien de una expresión ritualmente estructurada e
ideológicamente consistente de una transmutación (que no “pérdida”) de los valores
en la sociedad cubana. Quizás exageremos; pero vivimos en una sociedad que cambia
aceleradamente, y es el tejido social mismo lo que está en problemas.
Esta tesis resulta fácilmente contrastable si visualizamos las recientes (2013-2014)
producciones audio-visuales autónomas realizadas por reguetoneros cubanos: “El Bu21 Buquenque: término popular que designa a un despachador de taxis ruteros privados, cuyos servicios son
pagados por los choferes de éstos en las llamadas piqueras (primeras paradas); singular muestra de auto-organización cubana.
22 Artista del reggaetón cuyo paso por Miami mostró la tremendamente consistente compatibilidad, luidez y
transparencia de las estéticas de la gozadera entre ambas orillas del Estrecho de la Florida.
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
quenque”, de Osmani García, y “Corazón Cubano”, de Michel Li. Son verdaderas películas de icción, pero con cada artista haciendo su propio personaje en una suerte de
Cuba-universo-paralelo. Films que exhiben fuertes escenas de violencia, homicidios,
torturas, y actitudes típicas de las pandillas y del crimen organizado. Mimetizan arquetipos centroamericanos y colombianos, posicionándose como gente de pueblo (en
Cuba fue popular la serie sobre Pablo Escobar, que circuló de USB a USB por redes informales, tanto “pagas” como gratuitas; y es el mismo medio que utilizan los referidos
productores para “mover” su obra, no les interesa recuperar la inversión sino la promoción que genera su visibilización pública en el contexto de los roles que asumen).
En cuanto a “El Buquenque”, la producción la garantizó el propio artista con el dinero de sus giras y conciertos; respecto a “Corazón Cubano”, algunas fuentes indican
al negocio de taxis privados (“almendrones”) como fuente de recursos. En cualquier
caso, llama la atención el vínculo del reggaetón con uno de los negocios más conspicuos del sector privado en Cuba, al cual además los reguetoneros deben agradecerle
parte de la enorme difusión de su obra musical. Marcel Mauss tenía razón: el regalo
gratuito no existe.
Tanto los almendrones como el imaginario del reggaetón ofrecen una mezcla, una
amalgama o collage de clichés de lo popular, lo “de abajo” y lo “repartero” con el más
descarnado consumismo transnacionalizado y la hipercompetencia.
En el caso de “Corazón Cubano” la película de tres horas muestra cómo pandilleros
de La Habana van por sus calles y tejados disparando con fusiles AKM (algo totalmente insólito en Cuba, por lo cual resulta impactante verlo, y tremendamente contrastante con lo que sería teóricamente una visión “oicial” del futuro de Cuba, que no ha
sido promovida), cómo torturan a sus víctimas, cómo matan a una muchacha a tiros
de pistola por incurrir en una inmoralidad con su pareja. Son personas que en el ilm
llevan tatuajes de íremes (espíritus danzantes de la sociedad masculina Abakuá) en
sus brazos y visten vistosos T-Shirts con la conspicua eigie del Che, mientras golpean
implacablemente a un ex-compañero por el rostro a punta de pistola, hasta dejarlo
inconsciente en un charco de sangre.
Un gesto-autónomo/mega-producción frente a la indeterminación de escenarios:
grito de guerra en el vacío.
Y es que se trata de una verdadera construcción propia de una visión (de futuro)
para Cuba, de un país/otro paradójicamente deseado por los actores/personajes de
esos ilms “autopoiéticos”: el deseo es siempre el deseo del otro (Lacan), y la paradoja
consiste en que se desea un país violento y no pacíico, en que los modelos de roles
que atrapan el deseo no tienen nada que ver ni con una visión “gubernamental” como
hipotético registro “victoriano” de una falsación de gobernanza precaria, ni tampoco
con una “utopía” de la resistencia. Los supuestos sujetos resistentes han producido
como deseo (del otro) y como visión de futuro verdaderos imaginarios anti-utópicos.
Ello podría ser temerario, y a la vez terrible.
La falta de visión colectiva ha sido caracterizada en otros países como un síntoma
conspicuo del precariado.
Que las descritas “declaraciones de independencia” en lo audiovisual (pues se propone un modelo de sociedad que difícilmente aceptaría la mayoría de la población
medianamente cuerda de Cuba) propongan ejercicios de visión donde la sociedad
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Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
está claramente jerarquizada por la fuerza, que sus propios productores exhiban patrones de consumo muy superiores al medio del país no entra en contradicción con
su génesis autogestionaria y con la ostentación de signos identitarios conectados con
el mundo popular… Tanto la autogestión como lo popular resultan cooptados en dinámicas de las más feroces que puede generar el mercado y la jerarquización cuando
son mediatizadas por una gestión que privilegia la privatización del común, y por nociones de orden donde prima una institucionalidad que no deja lugar para el ejercicio
solidario del protagonismo, ocupándolo (el lugar) la soberanía entendida como monopolio de la violencia del Estado y la competencia exacerbada de suma cero. Tanto el
fascismo como todo tipo de estructuras maiosas han hecho galas históricamente de
aprovechar “lo popular” como un valioso recurso ideo-práctico-institucional.
“Sería bastante preciso expresar que en Cuba no existen movimientos sociales stricto sensu, como se entienden en América
Latina o el resto del mundo; y ello no debido a la ausencia de
problemáticas muy similares, sino a la gravitación de la burocracia ideologizada que limita derechos personales y capacidades auto-organizativas”
Después de la reciente liberalización de la pequeña empresa (conocida en Cuba como
“trabajo por cuenta propia”, que abarca las formas de autoempleo, de empresa familiar, o de empresa privada con fuerza de trabajo asalariada), la privatización ha ido objetualizando como recurso los espacios marcados históricamente como “populares”.
Así, zonas capitalinas como Centro Habana han ido adquiriendo un nuevo rostro, que
hace pensar en futuros escenarios de gentriicación. Es absolutamente cierto que las
fachadas de los ediicios proyectan cada vez más imágenes de éxito, ligado a lógicas
de fuerte competencia; que crece el grado visible de “civilización”; que surgen indicios
de nuevas sociabilidades orientadas a modos de disfrute y ocio aines a lo transnacional, y por tanto más atractivas para el turismo y en general personas con dinero que
gastar en función de los nuevos servicios ofertados por pequeños empresarios. Pero
las dinámicas territoriales pueden ser bombas de tiempo porque bajo el concepto de
“actualización” socio-económica aplicada en Cuba éstas transitan necesariamente por
lógicas de clase.
2. El circuito de los debates intelectuales y populares
Sería bastante preciso expresar que en Cuba no existen movimientos sociales stricto
sensu, como se entienden en América Latina o el resto del mundo; y ello no debido
a la ausencia de problemáticas muy similares, sino a la gravitación de la burocracia
ideologizada que limita derechos personales y capacidades auto-organizativas23.
23 La Constitución establece en su artículo 54 los “derechos de reunión, manifestación y asociación” en el seno
de “organizaciones de masas y sociales” donde “sus miembros gozan de la más amplia libertad de palabra y opinión, basadas en el derecho irrestricto a la iniciativa y a la crítica”. Hay también una Ley de Asociaciones con su
Reglamento. El trámite propiamente burocrático para lograr una asociación es complejo y está sujeto a decisiones
políticas discrecionales. Ello hace que sea difícil recorrer el proceso completo (desde un grupo iniciador, hasta
la aceptación y constitución de la asociación), por lo cual analistas hablan de una virtual moratoria sobre la inscripción de nuevas entidades en el Registro de Asociaciones desde hace varios años. A pesar de que ya existen
diversas asociaciones reconocidas legalmente y ONG (que, usualmente con fondos provenientes de donaciones,
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
Sin embargo, la asociatividad autónoma en Cuba está mucho más cerca del patrón
organizativo de los movimientos sociales (sin membrecía ija, ni ejecutivos centrales
electos, etc.) que de las asociaciones clásicas. El patrón de sociabilidad es más espontáneo, aunque ello no signiica que no haya rigor o que el autoritarismo esté ausente.
Pero, dado el “minimalismo” de sus integrantes, sería mejor hablar de “micro-movimientos”. Así, por ejemplo, frente a la re-emergencia (o des-ocultamiento) de la problemática del racismo y la discriminación racial24, lo más parecido a un movimiento
social fue el movimiento de la cultura hip-hop, que sin embargo quedó algo disperso
debido a conlictos internos a principios del siglo. Sin embargo, grupos de intelectuales y activistas se han sumado al debate del tema desde la academia, las organizaciones existentes y las comunidades, localizando incluso interseccionalidades de la problemática racial con cuestiones como el carácter discriminatorio del nuevo Código de
Trabajo, cuya propuesta se discutió en 2013 también en el seno del Capítulo Cubano
de la Articulación Regional de Afrodescendientes (ARAAC).
Frente a la cultura de masas “auto-propulsada” (emergente: el caso del reggaetón),
existen propuestas “conscientes” (crítico-relexivas, con aspiraciones de solidaridad
colectiva o social) que catalizan participaciones fundamentalmente desde ámbitos
intelectuales y comunitarios, de diverso signo político-ideológico.
En el campo pro-capitalista dentro de la esfera pública/sociedad civil cubana, colindan un conjunto de actores colectivos de la disidencia tradicional (con o sin vínculos a la política de EEUU hacia Cuba) y entidades sociales que –desde otras lealtades- promueven la fascinación por el modo capitalista de organizar la convivencia
humana, a partir de discursos generalmente marcados por el cientiicismo, el liberalismo, el imaginario tecnocrático o el recurso a la democracia en abstracto (es decir, sin recurrir al análisis explícito sobre a quiénes favorece “en la vida real” la posible
aplicación en Cuba de determinadas medidas o de determinado modelo económico
o democrático). Es sintomático que en uno de sus documentos de propaganda, Arco
Progresista (de proclamada tendencia social-demócrata) critique a la empresa estatal
y a la empresa de capital mixto, sin mencionar la empresa de capital nacional. Otras
promueven diversas causas positivas según su objeto social, aun cuando en los segmentos oiciales prevalecen
lamentablemente enfoques poco críticos de la realidad), por fuerza de los factores mencionados una gran cantidad de iniciativas de agrupamientos han tenido lugar fuera del ámbito asociativo organizado. Tales espacios
mueven públicos a veces numerosos, pero no operan dentro de la lógica asociativa clásica (estatutos, elecciones,
presupuestos, donaciones, etc.). Al no haber garantías institucionales y visibilidad, su labor se hace más difícil, pero
un minoritario grupo de colectivos sin personalidad legal ni jurídica alguna, de diverso signo político-ideológico,
intentan hacer visible los problemas sociales más agudos.
24 Hay reemergencia en Cuba de expresiones de racismo y discriminación racial, tanto entre personas y en ámbitos convivenciales, como al interior de las instituciones estatales y estructuras de poder. La profunda crisis de los
noventa y la pequeña “retirada” del Estado, junto a las forzosas aperturas que debió permitir entonces, condujeron
a que el racismo oculto alorara, esta vez con una carga de cinismo y desnudez verdaderamente ofensivos. De tal
modo, las actuales reformas económicas relacionadas con la liberalización del mercado, ensayadas sin ninguna
legislación que proteja de modo efectivo los sectores más vulnerables, han signiicado a la postre ejercicios más
o menos ocultos, pero siempre evidentes en alguna medida, de discriminación racial. El racismo institucional ha
pasado con total “naturalidad” a las exclusiones por motivo de color de la piel en los negocios vinculados al turismo, a la sub-representación de afrodescendientes en las aulas universitarias, y su sobre-representación en cárceles
y barrios marginales. Después de más de 50 años del triunfo insurreccional de 1959, al interior de las poblaciones
afrodescendientes también se reproducen los estereotipos discriminatorios, y se siguen los patrones de consumo
y estándares de belleza producidos desde las élites de poder económico y político. Valiosas iniciativas ciudadanas
e institucionales como la Cofradía de la Negritud, y el capítulo cubano de la Articulación Racial Afrodescendiente
de América Latina y el Caribe han constituido hitos recientes de lucha en este aspecto.
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Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
entidades quizás más relevantes para la vida cotidiana –pues trabajan con emprendedores de carne y hueso, y no con proyectos políticos abstractos- son las consultorías
de negocios y sociedades de hombres de negocios, asociadas a algunas Iglesias. Dada
la tolerante propensión de la oicialidad a la imaginación tecnocrática, tales espacios
intersticiales serían especialmente eicaces en la promoción de imaginarios capitalistas en Cuba.
Y es que los “intersticios” sociales –a lo Hardt y Negri- son actualmente espacios
de validación ideológica/biopolítica, en los que penetran múltiples “estímulos” por vía
sobre todo de medios digitales y audiovisuales. En ese sentido, el proyecto Estado de
SATS, también de marcada tendencia pro-capitalista, hace un uso extensivo de tales
medios.
Resulta interesante comparar ese proyecto –que comenzó en 2010 su labor en
el espacio oicial de teatro Casa Gaia, en La Habana Vieja, y posteriormente ha sesionado principalmente en la casa de su fundador Antonio Rodiles, en Miramar- con el
Observatorio Crítico; ha habido en 2012 algunas propuestas mediáticas sobre la “ainidad” entre ambos. Pues, aun cuando ambos espacios se proyectan como favorables
a la libertad de expresión y a determinadas modalidades de auto-organización social,
resulta evidente que el propósito político de Estado de SATS (y de toda la derecha
cubana, independientemente de sus lealtades) es que Cuba cambie para convertirse
en un país “normal” (es decir, inserto convenientemente en el sistema-mundo capitalista actual), mientras el del Observatorio es que Cuba cambie y tribute al cambio de
un sistema-mundo que de “normal” no tiene nada (pues promueve la explotación,
la exclusión, la dominación, la depredación y la alienación del ser humano y de la
naturaleza).
En tal sentido, volvemos a insistir en que –en gran medida- la dicotomía explícita
aun usada en diversos medios en términos de “revolucionario versus contrarrevolucionario”, “patriota versus pro-imperialista”, “oicialista versus disidente”, “pro-totalitario versus demócrata”, etc., hace hoy referencia a un juego de lealtades más que a
contenidos de propuestas políticas sistémicas, ya que en materia sobre todo de la
economía el imaginario de la inserción global, de las virtudes del mercado y del poder
de las tecnologías (sin adjetivos) lo comparten tanto ciertos voceros de posturas oicialistas como “disidentes” de derecha25.
Ello, por supuesto, afecta el campo de la intelectualidad cubana y en general el
segmento “conectado” (a internet o al e-mail) de la esfera pública. Existe cierto núcleo
25 Este continuum se vuelve marcadamente explícito cuando se tratan temas (issues) relativamente periféricos
respecto a los núcleos duros ideológicos de cada bando (lealtad a la “dirección histórica de la revolución”, diferendo
Cuba-Estados Unidos), como pudiera ser la ecología, la prevención del SIDA, e incluso el feminismo, la discriminación racial o la cuestión LGBT. Ello hace que muchas de las “promociones” publicitarias pro-gubernamentales
o “disidentes” que pretenden incidir en tales ámbitos lleguen a veces a ser indistinguibles entre sí. Esta realidad
se evidenció en los últimos meses con la iltración de información sobre la penetración de la USAID en Cuba;
sus contratistas utilizaron propuestas discursivas, prácticas y organizativas similares a las que se usan en algunos
ámbitos comunitarios o participativos juveniles que se promueven desde la oicialidad, llegando a veces a resultar
indistinguibles. Pero tales temas “periféricos” mientras más ligados están a los problemas de la cotidianidad de
ciertos sectores sociales y por tanto a sus “proyectos políticos personales”, más pueden catalizar la consolidación
de una cohesión social alrededor de un núcleo duro de consensos, ajeno a discursos, prácticas o posturas que
tienden a ser percibidas como radicales o demasiado “ideologizadas”, porque ese núcleo duro, vinculado con el
“mundo de vida” y no los núcleos duros ideológicos, es lo que se vivencia por las mayorías y las minorías activas.
Esto lo entienden muy bien los operadores de soft-power de todos los bandos.
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
duro de consenso sobre algunas cuestiones operativas, pero de él derivan posturas
radicales que poco tienen que ver entre sí. Esta pluralidad en el debate ideológico
contrasta con su (in) eicacia real: su (falta de) impacto en los procesos sociales cubanos actuales.
No obstante, el circuito de los debates intelectuales (presenciales, como los debates públicos organizados por la Revista Temas, o virtuales, como los boletines que se
envían por “mailings”26 o los blogs) ha logrado incidir (aunque en contadas ocasiones)
sobre decisiones políticas explícitas o no. Así fue en 2006, cuando la “guerrita de emails” indujo a estructuras oiciales (incluso al Consejo de la UNEAC) a dar garantías
de “no-retorno” al llamado quinquenio gris (época de censura masiva, mimetismos,
prohibiciones y homofobia en los años setenta), o cuando más recientemente a través
de varios blogs vinculados con el activismo LGBT en Cuba27 se logró modiicar una
política de votos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba en un Comité de la
ONU (ver la Tesis de Maestría de la profesora de la UH Elaine Díaz).
En otros casos –paradójicamente, más vinculados con el mundo de la cotidianidad
popular-, como la reciente (2014) prohibición de los cines 3D privados, la intervención
de la “esfera pública conectada” en el debate no tuvo ningún efecto práctico. Parece
que el impacto del debate intelectual y del blogging en la realidad se reduce más a
ámbitos de grupos especíicos de interés cuya “imagen pública” (sobre todo internacional) hay que preservar, y no trasciende a la ciudadanía en general.
26 En el ámbito de la izquierda, resultan signiicativos los boletines SPD, Compendio (del Observatorio Crítico),
Desde la Ceiba (de Cofradía de la Negritud), El Guardabosques y Arcoíris (de proyectos del mismo nombre), así
como la labor del intelectual Félix Sautié con la revista mexicana Por Esto! que se hace sentir en Cuba. También hay
que resaltar las publicaciones digitales de ámbito ideológico más general, como Espacio Laical, Havana Times, On
Cuba o las del proyecto Criterios, coordinado por Desiderio Navarro.
27 La comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, y transgéneros ha obtenido logros signiicativos en los últimos
años, después de sufrir represión en décadas anteriores. Un rol decisivo en ello lo ha tenido la presencia de esa
comunidad y sus problemáticas en la obra de los artistas del patio, así como el involucramiento de Mariela Castro
(hija del actual presidente), con un trabajo serio y profesional de visibilización y sensibilización sobre esta realidad.
Al frente del Centro Nacional de Educación Sexual, Mariela ha logrado capacitar y extender la promoción de la
educación sexual por toda la isla, recabando para ello el apoyo de las instituciones estatales. La acción más visible
de ese trabajo son las Jornadas Contra la Homofobia, celebradas anualmente, y que ya han logrado llegar a la hermética televisión nacional. En el último congreso del PCC, se logró incluir un acápite que refrendara el derecho de
las personas a no ser discriminadas por motivo de orientación sexual. Sin embargo, la concreción de esta política
en leyes y prácticas reales todavía no se ha logrado del todo. Un reciente éxito ha sido la inclusión de una cláusula
al respecto en el nuevo Código de Trabajo, motivo de congratulación para activistas LGBT. No obstante, tales victorias no son frutos de verdaderos movimientos sociales ejerciendo presión real sobre las estructuras de poder.
Las propuestas modiicativas del Código de Familia para reconocer uniones legales entre personas del mismo
sexo han sido relegado para su aprobación durante años. Hay en Cuba grupos diversos planteando demandas
concretas sobre los derechos de las personas LGBT dentro de una sociedad aun profundamente homofóbica. Es
imprescindible establecer alianzas entre estos grupos sociales discriminados, y para ello muchas veces hay que
empezar por reconocerse como discriminador(a). La autocrítica y la humildad nos serían muy útiles en esta lucha
en la que la sociedad cubana ha tenido modestos pero hermosos avances. Existen colectivos como Proyecto Arcoíris, que se declara independiente y anticapitalista, y promueve acciones e información sobre las luchas contra
la discriminación por motivo de sexo, orientación sexual, o identidad de género en Cuba. Aún falta por conformar
una verdadera comunidad LGBT en la isla que pueda plantear las demandas que necesita para sentirse plenamente libre y jurídicamente protegida.
Cierto pensamiento de izquierda durante décadas quiso reducir todo este problema a “conlictos de clases”. Es
imprescindible sumarle otros muchos conlictos que enriquecen, complejizan, pero sobre todo, dan pistas de por
qué muchos proyectos emancipatorios al inal se fueron por el retrete, cuando intentaron homogenizar individuos
y desconocer diversidades.
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Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
3. Efecto Casa Cuba
Tal dinámica fue parcialmente subvertida por la revista del arzobispado católico de La
Habana Espacio Laical, que fue la primera publicación en conectar el amplio público
lector (principalmente habanero, pero no necesariamente “cristiano” ni “intelectual”)
con los debates que están ocurriendo en nuestra sociedad civil y en la academia.
Además de organizar encuentros públicos sobre temas polémicos, Espacio Laical ha
compilado dossiers con opiniones de distintos autores sobre los problemas sociales
concretos, vinculados generalmente con la cotidianidad (además de proveer artículos de información, opinión y relexión sobre temáticas internacionales, ilosóicas y
culturales). Fue durante más de una década (al menos, hasta el cambio de su directiva
en verano de 2014) probablemente el medio de discusión socio-política más abierto
y profesional al que se tenía acceso “en la calle”. No tenemos información sobre impactos reales de Espacio Laical en las decisiones políticas del momento, pero sí nos
consta su eicacia informativa general en cuanto a temas y enfoques ideológicamente
muy diversos.
Precisamente Espacio Laical fue el punto de partida del Laboratorio Casa Cuba28,
un esfuerzo singular, diverso y plural para interpretar la realidad y pensar el futuro del
país, aunando investigadores de diversas tendencias ideológicas (marxistas-republicanos, socialistas críticos y libertarios [anarquistas], y cristianos de vocación social).
En 2013, el Laboratorio publicó el documento titulado Cuba soñada Cuba posible
Cuba futura que –sin constituirse en programa político- reúne una serie de propuestas consensuadas que se espera tengan aceptación en los sectores más amplios de la
sociedad cubana, centradas en la idea de que la soberanía de la patria no es más que
el ejercicio íntegro de todos sus derechos por todos los cubanos. Es un documento
que deiende la autogestión de los trabajadores y la democracia política en su sentido
más amplio y libertario, en todos los segmentos de la vida social.
No conviene aquí ampliar más el tema, ya que el documento publicado por el
Laboratorio Casa Cuba recibió una amplia aceptación y generó un número enorme
de comentarios en los más diversos ámbitos políticos e ideológicos. Una muestra
de la capacidad de sus autores de producir un lenguaje básico que permita generar consensos en puntos clave, evitando que el debate sea parasitado por cuestiones
siempre interesantes, pero lastrantes a su operatividad. Hay dos puntos que hay que
mencionar en torno a dicho documento: a) Puede constituir la base para la discusión
de una agenda de actualización del modelo político cubano, sobre base popular e
incluyente, que integre el necesario empoderamiento de los sectores más vulnerables
frente a las fuerzas generadas por el mercado y por la persistencia del autoritarismo
en sus variantes diversas, a las que ya nos referimos; b) contribuyó a explicitar la diversidad ideológica en la sociedad cubana, y particularmente entre intelectuales políticamente comprometidos; así, a contrario sensu de algunas analistas que identiicaron
como “marxistas” al componente socialista del Laboratorio, hay que destacar que ya
el activismo socialista en Cuba es diverso y no incluye sólo a marxistas sino también a
quienes no lo son: el pensamiento y la praxis anarquistas son componentes clave para
entender cómo los anti-capitalistas cubanos nos pensamos en tanto comunidad fren28 El nombre del colectivo remite a la metáfora Casa Cuba, del recientemente fallecido monseñor Carlos Manuel
de Céspedes.
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
te al fenómeno de la transdominación, es decir, la pérdida de la intención socialista en
Eurasia durante el siglo XX producto del surgimiento de nuevas dominaciones en el
seno del movimiento emancipador.
En cualquier caso, Cuba soñada Cuba posible Cuba futura, obra clave del Laboratorio, es sin duda el documento político cubano de mayor y más amplia aceptación
pública plural en las últimas décadas.
Respecto a la participación de la izquierda autogestionaria en el colectivo Casa
Cuba, resulta clave que fueron incorporadas sus propuestas. La noción de la autogestión como remedio empoderador de quienes trabajan, garantía dinámica del poder popular contra burocracias que lo usurpan y fuerzas “impersonales” del mercado,
defendida por las izquierdas cubanas, quedó así como parte de un amplio y diverso
consenso práxico.
4. Discusión del Anteproyecto del Código de Trabajo: mayoría de edad de
la Izquierda cubana
La discusión del Anteproyecto del Código de Trabajo en 2013 involucró dinámicas
oiciales y alternativas. Bajo orientaciones del liderazgo del PCC, la CTC promovió un
debate sindical en los centros de trabajo (no se involucraron esta vez organizaciones
como la Federación de Mujeres Cubanas, la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media ni la Federación de Estudiantes Universitarios, cuyos integrantes sin embargo tenían interés directo en los futuros contenidos normativos del futuro Código).
Según reportes y testimonios, aparecidos tanto en la prensa oicial (por ejemplo, Periódico Trabajadores, 2013) como en medios alternativos, muchas de las asambleas
de trabajadores transcurrieron en ambientes de formalismo y de deseos de “terminar
rápido la discusión” pues había “problemas más urgentes” -cotidianos o laborales- que
resolver (aunque ciertamente algunos trabajadores socialmente activos protestaban,
según reportes). Ello releja en gran medida el pesimismo y la enajenación existentes
en el mundo del trabajo en Cuba hoy.
Por su parte, Observatorio Crítico organizó una discusión digital a través de su
blog y de su boletín Compendio, compilando opiniones tanto de activistas del propio
OC como de todas las procedencias que circulaban en el ciberespacio; también se
hizo un debate público en el parque El Curita, en Centro Habana.
Asimismo, se procedió a redactar un informe sobre el Anteproyecto del Código a
partir de la Asamblea del Observatorio y el trabajo de un comité de análisis y redacción29. El informe propositivo fue despachado el 15 de octubre a la oicina de la CTC
que coordinaba el debate a nivel nacional. Entre otros detalles, el dictamen señalaba:
Es preciso dedicar un apartado de este documento a relaciones de trabajo no remuneradas, las que
abarcan el voluntariado y el trabajo reproductivo doméstico. En ambos casos debe quedar refrendado
el carácter e importancia de estas labores, tan importantes como las del trabajo remunerado aunque
no reciban una recompensa en salario. Deben quedar protegidos adecuadamente, incluidos bajo el
paraguas de la seguridad social. Se considerará el caso de trabajo voluntario, con aporte de la ciudadanía de un barrio determinado, con recursos aportados por una o más empresas. También deben encontrar su lugar en el código las relaciones de trabajo remuneradas por sistemas distintos al salarial, como
pudieran ser los basados en la repartición de utilidades (ya empleado fácticamente en algunas empre29 Formado por Deyni Terry Abreu, Yasmín Portales Machado, Dmitri Prieto Samsónov, Ramón García Guerra y
Rogelio Díaz Moreno.
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Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
sas gastronómicas “por cuenta propia”) y en diversos sistemas de Economía social, incluyendo las cooperativas. Si no hay aún posibilidad de regular taxativamente las situaciones jurídicamente relevantes
derivadas de tales sistemas, debe preverse una reserva de ley, pero en ningún caso dejar fuera esas
posibilidades por cuanto las mismas aportan nuevas dimensiones a la socialización de la economía […]
Debe considerarse la posibilidad del autoempleo (tanto individual como colectivo), puesto que ahí se
deinen los sujetos de las relaciones laborales, y el autoempleado debe tener su personalidad jurídica establecida. Acá entendemos por autoempleo no el actual “trabajo por cuenta propia” que –cuando intervienen más de una persona- suele enmascarar tanto relaciones de explotación salarial como
otras igualmente deletéreas, de explotación familiar marcada por relaciones de género asimétricas,
sino aquellas formas de gestión del trabajo humano donde quien (es) trabajan y quien (es) emplean
corresponden a un mismo conjunto de una o más personas, coincidiendo así individuos trabajadores
y emprendedores que formarían una sola entidad legal sin relación de subordinación por medio. También es un espacio útil para valorizar el trabajo doméstico-reproductivo.
[…] Debe eliminarse [el expediente laboral…] que internacionalmente es considerado como invasión
de la privacidad de quienes trabajan.
[…] Deben crearse Órganos de Justicia Laboral de Base (OJLB), a nivel de Consejo Popular para que
atiendan los reclamos y conlictos en la esfera privada, previendo los casos de pequeñas unidades económicas que se acojan a esta facilidad por no tener capacidad para unos OJLB propios, o bien prever
la posibilidad de utilizar para tales litigaciones OJLBs ya existentes en entidades laborales geográicamente próximas, con la debida participación sindical30.
Igualmente, fue promovido un debate bajo auspicios del Capítulo Cubano de la Articulación Regional de Afrodescendientes (ARAAC), donde también participaron activistas del OC y de diversos proyectos comunitarios relacionados con la temática afro
y el mundo de vida popular de La Habana. ARAAC también despachó un informe del
debate a la oicina de la CTC rectora de la discusión del código.
La prensa oicial, incluyendo Trabajadores (órgano de la CTC) tuvo una participación dual en el debate: aparecían tanto trabajos críticos (aunque no tocaban la naturaleza socio-clasista de la reforma laboral propuesta, sino más bien detalles) como apologéticos. Por su parte, algunos de los llamados blogueros oicialistas (especializados
en temas relacionados con el diferendo Cuba-Estados Unidos y no en la vida cotidiana
del pueblo ni en el análisis social crítico de la realidad cubana) atacaron algunos artículos divulgados por OC.
Fuera de estos (pocos y poco profundos) ataques, intelectuales cubanos que suelen proyectarse internacionalmente como “personalidades de izquierda” no hicieron
mención del código en sus blogs ni en intervenciones públicas.
Conspicuamente, hasta donde sabemos la disidencia regular de derecha –en otros
casos crítica en extremo con las posturas gubernamentales- no emitió ningún criterio
30 La conclusión inal a la que llegaba el dictamen era que “en su forma actual, el Anteproyecto del Código de
Trabajo no debe ser aprobado por la Asamblea Nacional de Poder Popular, por contener disposiciones que contradecirían la Constitución de la República y otras contradictorias entre sí, así como por pretender separar la esfera
laboral en dos ámbitos distintos, con sus propias normas cada uno (estatal y no estatal) mientras a quienes trabajan les atañen un mismo conjunto de derechos sin diferencia de circunstancias del tipo de empresa (principio que
debe aparecer explícitamente reconocido como prohibición a discriminar por ese causal). Consideramos asimismo
que debe ser ampliada la discusión del Anteproyecto, tanto a espacios institucionales de sectores sociales especíicos (estudiantes: FEEM, FEU; mujeres: FMC; discapacitados: ACLIFIM, ANSOC, ANCI; grupos de intereses especiales: CENESEX, ARAAC; comunidades: CDR, Consejos Populares; empresariales: Cámara del Comercio, cooperativas;
profesionales: ANEC, UNJC, UNEAC, UPEC, ACAA…) así como en la prensa, de manera abierta y respetando la diversidad de criterios (periódicos Granma y JR, TV, Radio). Debido a la trascendental importancia de este documento,
que va a determinar los principios por los cuales se regirá la actividad laboral en los próximos años, y que inluirá
por tanto en la vida de todos los cubanos de una manera esencial, se debe someter a referendo para su aprobación
o no, por todos los electores de la nación.”
Dmitri Prieto Samsónov e Isbel Díaz Torres
sobre la reforma laboral, convalidando así la postura oicial de reactivación legal de las
relaciones sociales capitalistas en el mundo del trabajo.
Como un caso particular muy interesante y que hace diferencia, el colectivo laboral de la Empresa Nacional de la Goma, donde trabajan varios especialistas en temas
ocupacionales, elaboró un dictamen alternativo sobre el Anteproyecto del Código
con base en la teoría marxista, y lo circuló públicamente vía email en septiembre de
2013. En él, señalaban la notoria discrepancia entre la Constitución de la república y
el proyecto de código (señalada también por activistas de Observatorio Crítico, como
Rogelio Díaz Moreno), al posibilitar explícitamente la explotación del trabajo humano.
Otras críticas notorias se centran en el derecho que se da a la patronal de rescindir
unilateralmente la relación laboral y a la limitación de la auto-organización sindical.
También apuntaban los críticos a la autorización por el Anteproyecto de contratos
no escritos (peligrosa convalidación de relaciones laborales ilegales con migrantes de
las provincias orientales trabajando en agricultura alrededor de la capital del país), el
control del sistema salarial, etc.
Independientemente de esta discusión “alternativa”, en su sesión de diciembre de
2013 la Asamblea Nacional procedió a aprobar el Código en lo fundamental, delegando a una Comisión ad hoc la redacción inal (sin que ésta fuese sometida a nueva votación del parlamento), mecanismo denunciado públicamente como inconstitucional
por notables juristas, como el Dr. Julio Antonio Fernández. El público no tuvo acceso
al proyecto votado por la Asamblea (fruto de modiicaciones en el anteproyecto discutido meses antes en el seno del pueblo trabajador).
La corrección del texto legal llevó a eliminar algunos errores técnicos lagrantes,
manteniendo no obstante el contenido en lo fundamental, como se había previsto.
Sin embargo, un hecho cardinal lo fue que en la votación inal del nuevo Código
de Trabajo por primera vez existieron votos en contra en un Parlamento acostumbrado a votar por unanimidad, entre ellos el de la diputada Mariela Castro Espín.
El debate sobre el Código de Trabajo marcó la mayoría de edad de la izquierda
cubana frente a un universo de acción tanto intelectual e institucional como popular.
Consideraciones inales
La existencia de colectivos autónomos se percibe como una novedad de estos tiempos, y a veces se mira con sospecha. Un factor muy negativo para el trabajo es la concomitancia de la ausencia de una cultura de organización autónoma formal (la gente
milita en organizaciones oiciales, pero no está acostumbrada a crear otras nuevas, a
partir de iniciativas “desde abajo”) por un lado, y por el otro de un individualismo atroz
que después de décadas de colectivismo paternalista hace que las personas tiendan
a segregar sus intereses propios de los comunes, e incluso a contraponer la dimensión
vital personal y la social.
En lo económico, la hegemónica asociación de la noción de “socialismo” con la
empresa estatal y las prácticas de “ordeno y mando”, ha generado en el “sentido común” una identiicación reversa de auto-organización y libertad con el ordenamiento
capitalista. Se hace necesario gestar una cultura de la diversidad de formas de propiedad y gestión, con predominio de variantes donde prima la auto-organización de los
trabajadores: socializadas, cooperativistas, dotadas siempre de autogestión democrá-
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Las reformas cubanas: imaginarios, contestaciones y miradas críticas
tica, como contrapartida al predominio del autoritarismo estatista y del interés privado. En su caso, los sindicatos y otras organizaciones de trabajadores y consumidores
deben ser también un espacio privilegiado de auto-organización.
La capacidad transformadora de las nuevas iniciativas depende hoy casi por entero de la sabiduría, energía y coraje de sus integrantes, y sobre todo de su capacidad
de apreciar correctamente las señales de los tiempos. Esperamos que la auto-organización salga mejor parada, gracias sobre todo al protagonismo de quienes la integran
y promueven desde la base social, sobre todo si se logra no claudicar ante los cantos
de sirena del capitalismo, y desarrollar diálogos con mucho sentido implícito, desde
la humildad, el respeto y la más dura convicción de que una Cuba mejor es posible.
Bibliografía
Díaz Moreno, Rogelio 2013 “Año tras año: Nuevas luchas para viejos empeños. Notas manuscritas para
la intervención en el Comité Ejecutivo Internacional, diciembre de 2013”. Disponible en: < http://www.mundosocialista.net/>.
Díaz Torres, Isbel 2014 Ponencia presentada en la Universidad de Sao Paulo (USP), Brasil, durante la 7ª
Escuela Latino-Americana del Comité por una Internacional de los Trabajadores (ELA-CIT).
Prieto Samsónov, Dmitri 2010 Transdominación en Haití. Ciencias Sociales, La Habana, 2010.
s/a 2013 “Ni opiniones, ni sugerencias” en Periódico Trabajadores (Cuba), 9 de octubre.
La actualización del modelo y la
(des) actualización de la prensa:
consensos, disensos y silencios
mediáticos en torno a la Reforma
cubana
RAÚL GARCÉS
Resumen
Los últimos años son vestigio de profundas discusiones sobre las transformaciones económicas, sociales y políticas que
experimenta Cuba. En este panorama,
una de las cuestiones más complejas se
sitúa en la discusión sobre la dinámica y
legislación de la prensa y los medios de
comunicación en la Isla. Tomando como
referencia dicho contexto, el artículo discute el estado actual de los medios de
comunicación así como la proyección y
el empuje de diversas voces que desde
el gremio periodístico discuten un cambio. De esa manera se abordan distintas
discusiones, todas ellas entrelazas, que
versan sobre la relación entre política y
periodismo, la libertad de información
y edición y que nos colocan en el debate actual sobre la transformación de la
prensa en Cuba.
Abstract
The last years have been vestiges of
profound discussions of the economic,
social and political transformations experienced by Cuba. In this panorama, one
of the most complex issues concerns the
discussion regarding the dynamics and
legislation of the press and media in the
Island. Having this context as a reference, this article argues the current state
of media as well as the projection and
thrust of diferent voices that, from the
journalist guild, debate over a change.
Thus, we approach diferent discussions,
all of them intertwined, that deal with the
relationship between politics and journalism, freedom of information and edition;
discussions that place us in the current
debate regarding the transformation of
the press in Cuba.
Palabras clave
prensa, medios de comunicación, reforma, discurso, Estado, ideología.
Keywords
Press, media, reform, discourse, State, ideology.
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La actualización del modelo y la (des) actualización de la prensa
A tres años de iniciada la llamada “actualización del modelo económico cubano”, los
pesimistas y los optimistas tienen la mesa servida para sostener con argumentos cada
una de sus posiciones. Los primeros critican la supuesta lentitud de los cambios y la
gradualidad excesiva con que se articulan las diferentes formas de propiedad en el
nuevo mapa productivo. Los segundos, por su parte, encuentran un alivio en la promesa de las autoridades de la isla de no retroceder en el actual camino, sino aianzarlo
sobre la base de modiicaciones estructurales, interconectadas como sistema e integradas a un diseño con proyecciones estratégicas a mediano y largo plazos.
La condición, históricamente atribuida a los cubanos, de querer saber y discutir
sobre todo, ha encontrado en los “lineamientos de la política económica y social”
una válvula de escape para criterios encontrados y encendidas polémicas. Las deiciencias y oportunidades tanto del sector público como del privado -dentro de un
contexto que demonizó por mucho tiempo la propiedad individual-, los tortuosos
procedimientos para constituir y poner en marcha cooperativas –circunscritas en su
mayoría, hasta hace poco tiempo, al sector agrícola-, los precios excesivos que han
caracterizado la liberalización de la venta de autos, la inexistencia de mercados mayoristas a donde puedan acudir los “trabajadores por cuenta propia”1 para abastecer
sus negocios, la ley de inversiones aprobada por la Asamblea Nacional, la esperada
uniicación monetaria, iguran entre los temas más sistemáticamente debatidos en
la esfera pública de la isla a través de plataformas disímiles: lo mismo blogs, que redes sociales, que espacios de encuentro organizados por determinadas instituciones
o asociaciones culturales. Tales intentos, sin embargo, a pesar de que muchas veces
expresan o contribuyen a estructurar corrientes de opinión útiles para la toma de decisiones, suelen sobrevivir como islas fragmentadas en medio del océano, en la misma
medida que carecen del potencial articulador y el alcance masivo que podría otorgarles su abordaje en los medios de comunicación.
La incapacidad de la prensa cubana para tratar de modo crítico e interpretativo la
realidad del país ha sido advertida, tanto dentro como fuera de Cuba, incluso por sus
amigos más incondicionales. “La prensa cubana parece de otro planeta”-escribía en
los años ochenta Eduardo Galeano en el diario español El País, reiriéndose a los maniqueísmos y estereotipos presentes en el discurso de los periódicos nacionales. Por
esa misma fecha, Raúl Castro reconocía el problema en términos igualmente crudos:
[…] hemos meditado acerca del por qué muchos de nuestros amigos en el exterior, gente franca y conocedora, que sinceramente se alegran de nuestros éxitos, tienen con frecuencia palabras de recriminación para la prensa cubana, y no paran mientes en caliicarla de aburrida y machacona. No podemos
ser sordos y dar la callada por respuesta, y tampoco debemos rechazar de plano tales críticas, porque
lo cierto es que en ellas hay elementos de veracidad (Marrero, 2006: 66).
Tras un largo viaje, la oleada de inconformidades llegó al más reciente Congreso de la
Unión de Periodistas de Cuba, celebrado en julio de 2013: no está siendo comunicado
eicientemente el proceso de cambios –se dijo- dentro de un contexto que sobrevive
a la ausencia del liderazgo carismático de Fidel Castro y sus dotes excepcionales como
propagandista. El eventismo, el estilo informativo atiborrado de cifras, los enfoques
excesivamente didácticos y pedagógicos, han podido más que la voluntad de impo1 También llamados “cuentapropistas” dentro del discurso público de la isla, equivalentes a propietarios individuales.
Raúl Garcés
nerle audacia intelectual y fuerza creativa al lenguaje de los medios de comunicación. La desprofesionalización del sector periodístico -compuesto en una proporción
importante por no graduados de las aulas universitarias-, el impacto negativo de las
restricciones económicas sobre la edición de los periódicos o las trasmisiones de radio
y televisión, la insuiciente masa crítica de directivos capaces de encauzar un movimiento de modernización, forman parte de un clima de inercia que, según se expresó
en una de las ponencias introductorias, ya toca fondo: “o resolvemos el problema de
una vez, o colapsarán la credibilidad y el poder persuasivo de nuestros medios” (Garcés, 2013)
Desde la acera de enfrente a la prensa, las regulaciones extramediáticas suelen hacerle pocos favores a las aspiraciones de renovación. Las fuentes informativas, por un
lado, levantan murallas allí donde perciben el acceso de los periodistas como factor
de riesgo a su reputación. Los burócratas, por otro, elevan tales muros a la dimensión
de verdaderas plazas sitiadas, de cuyos límites –argumentan- no debiera salir nada
“que le dé armas a los enemigos de la Revolución”.
Aunque la administración de Barack Obama se publicita como partidaria de lexibilizar el bloqueo contra Cuba, lo cierto es que la política de agresiones y subversión
sostenida a lo largo de cinco décadas por diferentes gobiernos de los Estados Unidos
pareciera incólume en algunas de sus esencias. Dos reportajes recientes de la agencia
norteamericana Associated Press han documentado las partidas de inanciamiento
dedicadas a promover, ya sea a través de las redes sociales o proyectos de asistencia a
centros universitarios, el protagonismo juvenil en una política de “cambio de régimen”.
No parece fácil medir el impacto concreto de tales programas. Lo que sí es evidente es
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La actualización del modelo y la (des) actualización de la prensa
su efecto nefasto sobre un entorno que, en términos de acceso a la información, encrespa las reacciones en proporción directa a los niveles de confrontación ideológica.
Durante un encuentro con estudiantes norteamericanos de periodismo, uno de
los periodistas y académicos más reconocidos de la isla, Julio García Luis, fundamentaba hace algunos años las lógicas de esta dinámica sobre la base de compararlas con
lo ocurrido en Estados Unidos dentro del contexto post 11 de septiembre. “¿Acaso
alguien pudo estar satisfecho con las fuentes después del ataque a las torres gemelas?
¿Acaso el periodismo norteamericano no estuvo marcado por una “psicología de guerra” durante los meses y años posteriores a aquel hecho? Pues, en cierto sentido, Cuba
ha vivido en los últimos cincuenta años un permanente 11 de septiembre”- concluía.
Más allá de los pesares, sin embargo, las propias transformaciones en que está
enfrascada la isla conciben, al menos teóricamente, la posibilidad de darle un vuelco
radical al trabajo de la prensa. Algunos de los objetivos de la política del Partido Comunista aprobados en su pasado Congreso y en la Conferencia Nacional pocos meses
después, se reieren a potenciar el papel de los medios de comunicación en los términos siguientes (Partido Comunista de Cuba, 2012):
Aprovechar las ventajas de las tecnologías de la información y las comunicaciones, como herramientas
para el desarrollo del conocimiento, la economía y la actividad política e ideológica [objetivo 52].
Enfrentar las manifestaciones de formalismo, falta de creatividad y criterios obsoletos que existen en
la labor de comunicación social y propaganda que no motivan e impiden que los mensajes lleguen
con efectividad a sus destinatarios. Prestar particular atención a la diversidad de públicos [objetivo 67].
Relejar a través de los medios audiovisuales, la prensa escrita y digital con profesionalidad y apego
a las características de cada uno, la realidad cubana en toda su diversidad en cuanto a la situación
económica, laboral y social, género, color de la piel, creencias religiosas, orientación sexual y origen
territorial [Objetivo 69].
Lograr que los medios de comunicación masiva informen de manera oportuna, objetiva, sistemática
y transparente la política del Partido sobre el desarrollo de la obra de la Revolución, los problemas,
diicultades, insuiciencias y adversidades que debemos enfrentar; supriman los vacíos informativos
y las manifestaciones del secretismo, y tengan en cuenta las necesidades e intereses de la población
[objetivo 70].
Garantizar que los medios de comunicación masiva se apoyen en criterios y estudios cientíicos, sean
una plataforma eicaz de expresión para la cultura y el debate y ofrezcan caminos al conocimiento, al
análisis y al ejercicio permanente de la opinión. Exigir de la prensa y las fuentes de información el cumplimiento de sus respectivas responsabilidades, a in de asegurar el desarrollo de un periodismo más
noticioso, objetivo y de investigación [objetivo 71].
Actualizar la política de programación del Instituto Cubano de Radio y Televisión sobre la base del uso
racional de los recursos, la calidad en la producción nacional y el rigor en la selección de la producción
extranjera [objetivo 72].
De veriicarse, los lineamientos arriba enunciados signiicarían una cruzada de largo
alcance a favor de la transparencia y contra el tan llevado y traído secretismo, pero en
esta como en otras ocasiones del pasado periodístico más reciente, el espíritu contenido en las orientaciones y documentos programáticos necesita no sólo de formulaciones progresistas, sino del ambiente objetivo y subjetivo que contribuya a hacerlo
realidad. Las relaciones entre política y comunicación en Cuba pasan, una vez más,
por una prueba de fuego trascendente: o se reconiguran de manera funcional a las
demandas de participación y movilización social del proyecto socialista, o sucumben
nuevamente a la vieja práctica de “se acata pero no se cumple”, letal, a estas alturas,
Raúl Garcés
para la legitimidad del modelo frente a los ojos de la ciudadanía.
¿Es posible hacer política sin información económica?
Hasta hace poco, probablemente muchos creyeron en la isla que podía responderse
airmativamente esa pregunta. Acostumbrados a un Estado omnipresente, capaz de
satisfacer demandas básicas y ofrecer con calidad servicios gratuitos de salud, educación y cultura para todos, los cubanos vivieron en su mayoría al margen de términos
como rentabilidad, costos y ganancias. Favorecida por relaciones estratégicas con la
URSS y países del antiguo campo socialista, Cuba se convirtió en una suerte de paraíso donde, hacia la década del ochenta, era posible hacer turismo nacional o viajar a la
antigua Europa del este por precios absolutamente irrisorios.
La historia se conoce. El espejismo comenzó a desvanecerse con la caída del muro
de Berlín y terminó de desplomarse con el desmembramiento de la URSS. Prácticamente de la noche a la mañana la isla perdió el 70% de su intercambio comercial y,
desde entonces hasta hoy, viene tanteando caminos para hacer crecer su economía
en medio, por un lado, del velo neoliberal que se tendió sobre el mundo casi de manera uniforme, y por otro, de la ola de descrédito contra las izquierdas que recorrió
buena parte del planeta.
En abril de 2011, el Congreso del Partido dejó clara la necesidad de construir un
socialismo de nuevo tipo y ajustar con realismo las expectativas que el país podía
cumplir a corto y mediano plazos. “Próspero y sostenible”, fueron los adjetivos que
empleara Raúl Castro para sentar las bases de un modelo que, declaradamente o no,
preirió oponer a las utopías del pasado un recio pragmatismo. “No habrá mayores
salarios si no crece la productividad”, “no pueden redistribuirse los ingresos que no
se generan”, “hay que reducir la burocracia y las plantillas inladas”, “el Estado debe librarse de las cargas que asume innecesariamente”, son conceptos que, para cualquier
persona mínimamente informada en Cuba, marcan hoy un giro de timón respecto a
los paternalismos de antaño.
En las nuevas condiciones, extender a toda la sociedad una cultura económica,
fomentar la participación de la gente en la confrontación de las políticas trazadas, discutir abiertamente los riesgos que el socialismo afronta frente a las imposiciones del
mercado, parecerían prioridades ineludibles a in de construir sujetos protagonistas y
no simplemente espectadores de los cambios. Es un dilema que subraya el investigador Fernando Martínez Heredia con particular lucidez:
Cuba vive una pugna cultural crucial entre el capitalismo y el socialismo. Hoy tenemos enfrente dos
riesgos: a) que no triunfe el socialismo; b) que en algún momento se rompan los equilibrios que rigen
esa pugna. Necesitamos ser capaces de elaborar una economía política al servicio del socialismo para
la Cuba actual y la previsible, y un pensamiento social crítico y aportador, capaz de participar con eicacia en la decisiva batalla cultural que se está librando (Martínez Heredia, 2014).
Desde la perspectiva de los periodistas, el desafío anterior no resulta nada fácil. Si bien
se pide a la prensa transformar radicalmente su discurso, dicha transformación sería
impensable al margen de la transparencia de las fuentes, el activismo de la opinión
pública y una comprensión menos instrumental de los medios por parte de los decisores políticos.
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La actualización del modelo y la (des) actualización de la prensa
Apenas unos meses antes de iniciada formalmente la llamada “actualización del modelo”, las opiniones de periodistas especializados en temas económicos daban cuenta
de la vigencia de deformaciones históricamente atribuidas al sistema de comunicación de la isla, tendientes a decidir en espacios extramediáticos lo que debiera resolverse dentro de las lógicas de la práctica profesional periodística:
Lo que debería prevalecer es que los medios tengan sus agendas, tengan sus temas, los planiiquen y
las instituciones le den respuesta a las necesidades de las agendas […] Hoy son las instituciones las que
dicen de qué tema se debe hablar, con qué punto de vista se deben abordar esos temas, a veces incluso
hasta cuáles son las palabras más adecuadas para tratarlos.
Que las fuentes tracen la agenda de los medios es un disparate redondo.
Es bastante frecuente que las fuentes subestimen a los medios de comunicación masiva y cuando
menos le maten la agilidad propia de la profesión: te piden revisar el trabajo, a veces solicitas una información y te dicen “espérate, si en estos días queremos citar para una conferencia de prensa”. No se dan
cuenta de que el periodismo es inmediatez.
Las fuentes tienen una percepción utilitaria de la prensa, irrespetan el periodismo como profesión,
piensan que solo somos una cadena de trasmisión […] quieren que se publique el mensaje que ellos
creen que es importante, sin tener en cuenta las otras aristas de la vida.
Hay fuentes que se cierran arbitrariamente, hay secretismo. Con todo este fenómeno sería ingenuo
negar que Cuba está sujeta a una guerra económica, pero sería ingenuo negar que muchos cuadros se
escudan en ese argumento […] Esos cuadros no se dan cuenta de que la gente necesita información
para vivir (Fariñas, 2011).
En rigor, las quejas sobre el secretismo no provienen únicamente del ámbito de los
medios. Durante varias décadas, investigadores de diversas ramas de las ciencias fundamentalmente las ciencias sociales-, han reclamado la posibilidad de profundizar
y complejizar sus acercamientos a la realidad cubana, a partir de una mayor disponibilidad de datos, cifras y documentos hoy virtualmente restringidos.
Mayra Espina, socióloga de larga tradición en la investigación social, identiicaba
hace unos meses el secretismo entre los obstáculos insuperados para los profesionales de su campo, especíicamente en el terreno de los estudios sobre desigualdad.
Las estadísticas cubanas sobre estos temas, amplias y abarcadoras en otros tiempos, se han ido reduciendo, al menos la información pública, y con frecuencia varía la forma de captar la información. Ello
genera brechas informativas, obstaculiza la identiicación de tendencias y obliga a usar data proxi y a
trabajar un poco a ciegas (Espina, 2013).
Un criterio similar compartía el director de la Revista Temas, Rafael Hernández, a
principios de los años 2000, quien subrayaba, además, como parte de un diagnóstico sobre las deiciencias que caracterizaban en las décadas del ochenta y noventa el
pensamiento social cubano, la insuiciente conexión entre los resultados de las investigaciones y el trazado de políticas.
Aunque determinados resultados, por la naturaleza de sus fuentes o de las propuestas surgidas del
proceso de análisis, podrían tener un carácter sensible para la seguridad nacional, hay otros muchos
que no tienen estas implicaciones y que, sin embargo, no se difunden porque se han establecido normas demasiado rígidas, que han dado lugar a una especie de cultura del secreto. La falta de circulación
de los resultados de la investigación y la relexión perjudica el desarrollo del conocimiento, de la conciencia social y de la ideología (Hernández, 2003: 22).
Raúl Garcés
Las expectativas en torno a superar estos y otros problemas acumulados han vuelto
a dispararse en los últimos años. Los llamados de varios dirigentes cubanos –particularmente el presidente Raúl Castro- a cambiar la mentalidad, las metas de mayor
participación ciudadana contenidas en los “lineamientos de la política económica y
social”, y la conciencia generalizada en torno a la necesidad de revitalizar el consenso
socialista como parte del proceso de transformaciones, parecerían puntos de partida
inmejorables para acompañarlo exitosamente. En lo concerniente a la prensa, pocas
coyunturas como esta permitirían desplegar sus potencialidades como plataforma
de discusión y debate, y como conectora de las diferentes corrientes de opinión que
pugnan por visibilidad en la esfera pública.
Una vez más, sin embargo, las evidencias apuntan hacia factores estructurales que
median como “piedras de tranca” entre la realidad y la voluntad recogida en los documentos. Un estudio sobre la cobertura del periódico Granma al Congreso del Partido
y la Conferencia Nacional que le sucedió, identiicó, entre otros rasgos, la utilización
mayoritaria de un lenguaje lineal y formal, la recurrencia constante a fuentes oiciales,
la ausencia de interpretación y el protagonismo de una “intención orientadora”, casi
siempre expresada a través de excesivos didactismos. La propia investigación reconoce tales características como parte del “ejercicio cotidiano del periodismo” en Cuba
y sugiere que, para que se produzca cualquier cambio, primero debe materializarse
en las conciencias de los actores políticos y sociales a todos los niveles. “Se hace imprescindible crear estructuras e instrumentos sobre los cuales anclar esa voluntad de
mejoramiento”, concluye (González, 2012).
Dos años después, un grupo de tesis de grado, también de estudiantes de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana2, ha vuelto a la carga con el
mismo objeto de estudio. Cruzando algunos de sus resultados, es fácil deducir conclusiones como las siguientes:
a) La reforma económica se releja predominantemente a través de géneros informativos, en detrimento de la interpretación y el análisis. Es más común, por ejemplo,
encontrar en las noticias la cifra actualizada de trabajadores por cuenta propia, que
una discusión sobre sus expectativas, inconformidades, avatares en el ejercicio de sus
respectivos oicios; y menos un debate sobre el alcance ideal del sector privado y sus
potenciales integraciones con el sector público, dentro de la coniguración del socialismo cubano actual.
En entrevistas hechas para una de las investigaciones citadas, los propios cuentapropistas dejan entrever la carencia de un periodismo interpretativo, al exponer su
visión sobre la prensa a la que aspiran: que “dé mayor prioridad a segmentos económicos”, “priorice los temas nacionales sobre los internacionales”, “profundice en las
consecuencias de los cambios económicos para la nación”, “evalúe de manera com2 Pool de tesis tutorados por el profesor Abel Somohano y el autor de este artículo, durante los años 2013 y
2014, que comprende las investigaciones siguientes: Cabrera Morejón, Elizabeth: “¿Actualización en primera plana? Un estudio sobre la correspondencia entre la agenda pública de un grupo de cuentapropistas habaneros y
la de medios nacionales en torno a la actualización del modelo”, Ferrer Brenda: “El consumo informativo en torno
a las noticias de la actualización del modelo”, Guía, Geisy: “Actualización, ¿por dónde empezar? Un estudio sobre
el discurso de los periódicos Granma y Juventud Rebelde en torno a la actualización del modelo”, Medina, Raúl E:
“Escribir la Reforma. Mediación socioprofesional en el proceso de producción periodística sobre la actualización
del modelo”, Mieres, Anabel: “De las agencias y otros demonios. Un acercamiento a la construcción del discurso
periodístico en torno a la actualización del modelo en Reuters, AFP, EFE, AP y Xinhua”.
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La actualización del modelo y la (des) actualización de la prensa
prensible los lineamientos que se han ido aplicando”, “disponga de columnas ijas en
los periódicos para abordar la actualización del modelo”, “confronte más a los ministros y responsables del país sobre la situación económica”, “se adelante a los rumores”,
“exponga opiniones buenas y malas sobre los cambios que se producen”, y “dé opiniones que, aunque critiquen el proceso, ayuden a que se produzcan transformaciones
reales” (Cabrera, 2014).
Lo curioso es que una perspectiva análoga es compartida también desde el interior de los medios: “quisiera que se siguieran los temas con trabajos indagatorios que
acerquen los grandes propósitos del proceso de actualización a la práctica”/ “tenemos
que organizarnos más, preguntarnos qué está pasando, que la agenda esté en concordancia con lo que le preocupa a las personas” (Medina, 2014) / “las medidas generan problemas, contradicciones, frenos, tienen fuerzas que se les oponen: los medios
tienen que estar ahí para denunciar eso […] y disponer de la capacidad y autonomía
para señalar cuando las medidas sean desacertadas” (Guía, 2014).
b) Un acceso restringido a las fuentes, condicionado, de un lado, por prejuicios y
trabas institucionales y, de otro, por falta de agresividad periodística a la hora de gestionar la información para los trabajos.
El uso instrumental de la prensa que ha prevalecido históricamente dentro del sistema de comunicación cubano, el enfoque predominantemente trasmisivo al hacer
drenar las noticias hacia la opinión pública, las propias complejidades que entrañan
las medidas de la “actualización” a la hora de implementarse, conforman un clima de
hipersensibilidad poco favorable a la crítica y la confrontación de ideas. “Consultar” a
las fuentes o a decisores económicos y políticos es la opción que asumen periodistas
y directivos para, a su juicio, disminuir posibles márgenes de error.
A veces, puede que dicho procedimiento resulte en un mensaje inal más argumentado. Otras, en intromisiones letales a la práctica profesional desde la lógica de
agentes externos. “No puedes pensar que el trabajo lo va a validar la fuente, dadas las
dilaciones del aparato burocrático y verticalista que ha caracterizado a las instituciones cubanas y que pudieran provocar la muerte del interés público sobre los acontecimientos” –comenta una joven reportera de un diario nacional- (Medina, 2014).
La queja sobre el secretismo abarca también a corresponsales extranjeros: “cada
vez que queremos escribir sobre economía –dice el representante de una agencia
exterior de prensa- nunca conseguimos que nos den estadísticas”. Según el entrevistado, dicho obstáculo podría tener un efecto boomerang al propósito de difundir los
avances en diferentes rubros logrados por la isla. “En ocasiones queremos hacer cosas
que le convienen al gobierno cubano que se publiquen, y nos demoramos tres semanas en conseguir el permiso; entonces ya no lo hacemos porque no viene al caso”
(Mieres, 2014).
Pero los propios periodistas reconocen que no todos los males son atribuibles a
las fuentes, sino también a la desprofesionalización que se ha ido apoderando progresivamente del campo, motivada por la emigración de parte del sector hacia otras
esferas con mejores retribuciones económicas, el desánimo de algunos frente a políticas comunicacionales demasiado rígidas, la falta de formación de los directivos y
la desproporción entre la escasa cantidad de reporteros en las redacciones y el gran
volumen de trabajo a enfrentar. La redacción nacional de uno de los diarios cubanos
Raúl Garcés
más populares, por ejemplo, cuenta con apenas diez profesionales para cubrir demandas de diarismo, reporterismo y trabajos de fondo.
Con todo, virtualmente nada impediría que los medios dieran más voz a los hombres y mujeres de la vida cotidiana. Diversos canales rutinizan hacia las fuentes oiciales la búsqueda de información e invisibilizan a protagonistas de historias que se
entretejen diariamente en las calles. No es excepcional, por ejemplo, lo que documenta Guía (2014), en torno a un reportaje sobre vendedores ambulantes de verduras
–conocidos popularmente como “carretilleros”-, publicado por un diario nacional. El
trabajo aborda interioridades de este oicio -que forma parte de la lista de “trabajos
por cuenta propia” reconocidos legalmente-, y mientras contiene entrevistas a representantes del Ministerio de la Agricultura, los gobiernos locales, la Administración Provincial de la Habana, se abstiene de tomarle declaraciones a los propios carretilleros
o a los clientes que se beneician de sus servicios.
c) Un contraste entre la noción de dirección política de la prensa –entendida como
la capacidad del Estado y el Partido Comunista para planear estratégicamente, coordinar y socializar a través de los medios determinadas prioridades del país, y estilos
excesivamente “dirigistas” implementados en la práctica. Por las razones que sean, los
medios en Cuba han funcionado más como “aparatos ideológicos del Estado” –en el
sentido de ampliicadores acríticos de la información emitida por las institucionesque como plataformas de confrontación entre las diferentes corrientes de opinión
existentes. Aunque numerosos documentos programáticos asignan a los directores la
máxima autoridad para decidir editorialmente sobre sus trabajos, lo cierto es que no
parecen despreciables las distancias entre el dicho y el hecho. En la versión extrema,
la radio, la prensa y la televisión son muchas veces depositarios de “notas oiciales”
enviadas por las instituciones, sobre temas que perfectamente podrían ser abordados
desde códigos y gramáticas de producción estrictamente mediáticas.
El ex decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana,
Julio García Luis, documentó la opinión de varios profesionales en torno a cómo congeniar el carácter marcadamente partidista del sistema de prensa cubano con una
vocación inclusiva de las visiones de los diferentes sectores sociales:
[…] muchas veces ocurre que la dirección partidista pasa a ser lo que comunicológicamente se nombra como newsmaking. Es decir, que se deina el qué se debe tratar no tiene por qué entrar en contradicción con el cómo se debe tratar el hecho-noticia.
El criterio del Partido debiera ser la interpretación del derecho del pueblo a recibir una buena información y de cómo lograrlo. Si ello falla, la autorregulación del periodismo y del cuadro se bifurca.
El Partido tiene que desempeñar un papel central. El desmerengamiento de los países socialistas y
el papel que en aquellos procesos desempeñó la prensa tiene que enseñarnos algo. Pero eso no nos
puede llevar a un control cuasi administrativo del pensamiento, porque eso no cabe y se vuelve contra
nosotros mismos.
El pasado Congreso del Partido parecía un balón de ensayo inmejorable para darle
un vuelco al uso instrumental de los medios y desatar las potencialidades de un pool
de periodistas, escogidos y convocados por su amplia trayectoria profesional para reportar el evento. Paradójicamente, durante la misma jornada inaugural en que el presidente Raúl Castro llamaba a “cambiar la mentalidad” a in de resolver los problemas
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La actualización del modelo y la (des) actualización de la prensa
del país, en la prensa se reproducían las prácticas históricamente criticadas tanto dentro como fuera del gremio: una nota informativa sobre el inicio de la reunión, idéntica
para todos los periódicos, y más tarde la publicación del Informe Central al Congreso
con las mismas fotografías y las mismas divisiones en epígrafes.
Más allá de coyunturas especíicas, periodistas de diferentes medios coinciden en
señalar el costo que tiene, en términos de estancamiento e inercia profesional dentro
del debate de ideas, cualquier intento de usurpar el papel de los reporteros como
responsables naturales de los contenidos periodísticos de sus organizaciones. Al mismo tiempo reclaman un espacio de autonomía en el ejercicio de la profesión, que,
por cierto, nada tiene que ver con los supuestos de “independencia de los medios” o
“perros guardianes” frente al poder, asentados a través del tiempo por el periodismo
liberal.
La singularidad de esta visión podría, probablemente, capitalizarse como fortaleza a favor de la cobertura del actual proceso de reformas: a diferencia de lo que
ocurre en otras latitudes, la cultura profesional de los periodistas cubanos no mira con
acomplejamientos la toma de partido o la declaración explícita de un compromiso
político, pero sí aspira, en el ideal de sus valores, a complejizar su representación de
la realidad, a una mayor apertura de las fuentes, a denunciar los problemas sociales
sin encubrirlos con ambages y eufemismos. Decenas de reuniones celebradas por el
gremio expresan consenso en torno a un modelo de prensa revolucionaria, que se
realiza como tal en la medida que contribuye a vigorizar la esfera pública socialista y
media activamente entre las prioridades del Estado y las demandas de información
de las audiencias.
Una prueba de cuánto ha calado esta manera de verse a sí mismos, es la transferencia eicaz de tales nociones a las generaciones más jóvenes de reporteros de los
medios. Estudiantes entrevistados hace pocos años en torno a su ideal profesional, se
distanciaban claramente de los patrones de “oposición prensa-gobierno” expandidos
por el liberalismo, y simultáneamente defendían, dentro del contexto del socialismo
cubano, un grado de autonomía razonable para fomentar la discusión sobre los asuntos públicos. Así, los más jóvenes se identiican con un periodismo “en función del
pueblo, que alerte y denuncie los males sociales; por naturaleza humanista, ético, relexivo, participativo, crítico, revolucionario, que releje la realidad y que lo haga siempre comprometido con su tiempo y sus principios” […] “Debe ser un espejo donde el
pueblo sea actor real del cambio revolucionario” (Estenoz, 2006).
El futuro de la prensa cubana o ¿la luz al inal del túnel?
En la clausura del pasado Congreso de la UPEC, el primer vicepresidente cubano Miguel Díaz Canel (2014) encuadró la necesidad de cambios en la prensa en términos
bastante realistas: “El problema no es sólo de los periodistas, ni es sólo de los medios,
es del Partido en primer lugar, y nosotros también tenemos que autocriticarnos en lo
que no hemos logrado para potenciar nuestra prensa”.
Desde entonces hasta la fecha, el propio Díaz Canel ha encabezado una cruzada
contra el secretismo en instituciones, ministerios y organismos públicos donde se han
abolido directrices – explícitas o no- entorpecedoras del trabajo mediático. La mentalidad de plaza sitiada había condicionado absurdos tales como impedir el acceso de
Raúl Garcés
reporteros a una simple escuela local, sin la autorización de la sede central del Ministerio de Educación.
Para algunos, incluso desde las ilas de la prensa extranjera acreditada en Cuba, el
panorama empieza a ofrecer signos alentadores, si bien todavía demasiado tímidos.
“Comparado con épocas anteriores –dice uno de los corresponsales en la Isla de AFPhay gente capacitada que se siente con la posibilidad de hablar que antes no había.
Me reiero a investigadores muy serios del Centro de Estudios de la Economía Cubana
de la Universidad de La Habana o del Centro de Estudios de la Economía Internacional
[…] Esto va conformado un panorama creíble en el exterior en el sentido de que la
noticia va completa”. “El hecho de que Díaz Canel esté tan inmiscuido en el tema de la
prensa –añade un ex corresponsal de la BBC en La Habana- te demuestra también que
hay una intención de cambio” (Mieres, 2014).
Otros preieren ser más conservadores en sus expectativas, conscientes de que
las transformaciones en la prensa están insertas dentro de otras más generales de la
sociedad. El reconocimiento, por parte del primer vicepresidente cubano, de la escasa
cultura comunicacional del país, es una evidencia de que el problema tiende sus redes
hacia la política y, por consiguiente, hacia las prácticas de construcción del consenso
dentro de la democracia socialista cubana a todos los niveles. Darle a la comunicación
un lugar protagónico implica favorecer la participación de la opinión pública en la
toma de decisiones, acortar las distancias entre gobernantes y gobernados, y multiplicar la capacidad del sistema político de reproducirse sobre la base de encauzar las
discrepancias, tras ventilarlas públicamente con autoridad y transparencia.
Durante el pasado Congreso de la UPEC, varios de los principios presentados por
la investigadora Rosa Miriam Elizalde como parte de un diagnóstico del ideal profesional compartido por los periodistas cubanos, destacan precisamente la necesidad
de políticas comunicacionales más plurales y dialogantes: defensa de la diversidad
comunicativa, establecimiento de agendas que garanticen la participación efectiva y
activa de la ciudadanía, acceso abierto a la información, el conocimiento y la cultura, y
sobre todo, la comprensión de lo público como “punto de encuentro de la población
dispersa y segmentada” o “espacio de reconocimiento y consenso social” entre sectores heterogéneos (Elizalde, 2013).
La consolidación de blogs y redes sociales como plataformas comunicativas de
un potencial alcance masivo, la extensión generalizada de memorias USB, discos externos, reproductores de DVD o dispositivos móviles como potentes canales de circulación de contenidos, la existencia eicaz de redes encargadas luego de actualizarlos
periódicamente, conforman un panorama que trasgrede los límites establecidos por
los medios tradicionales y dota a la producción comunicativa de lógicas cada vez más
reticulares. Si los roles de emisor y receptor presumían antaño de deiniciones claras,
ahora son perfectamente intercambiables. Si los mensajes luían en una sola dirección
y “bajaban” de los medios a las audiencias casi por gravedad, ahora compiten desde
todas partes por ganar reputación sobre la base de su posicionamiento y visibilidad.
Lo público ha dejado de ser lo público-mediático para dar paso a una gestión de la
comunicación mucho más horizontal y democrática.
Aun cuando, ciertamente, los cambios hacia una prensa más participativa vienen
reclamándose en Cuba desde hace décadas, las características del contexto actual po-
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La actualización del modelo y la (des) actualización de la prensa
drían catalizar el salto por más de una razón:
- A diferencia de escenarios anteriores, el silencio o la opacidad mediáticos sobre
determinados asuntos no impide hoy que ellos formen parte del espacio público; antes bien los alientan, sobre la base de estimular la curiosidad y la inclinación de las
audiencias hacia canales informales. El costo para el capital simbólico de la prensa es
más alto, a medida que es más fácil para los receptores informarse sin recurrir a los
medios, e inferir las agudas diferencias entre la agenda pública y la propuesta por los
mensajes masivos. Lo que está en juego, entonces, no es el rating de determinada
televisora o la tirada de un periódico, sino la credibilidad de un sistema de comunicación pública que, aún con sus virtudes y defectos, ha jugado un papel de acompañamiento clave a las batallas políticas de la Revolución cubana.
- De mantenerse muchas de las prácticas actuales, no es difícil pronosticar una mayor erosión en la capacidad del sistema comunicativo para responder a las demandas
del sistema social de la isla. Sería, como han demostrado largamente las investigaciones sobre efectos, un resultado lento, pero suicientemente hondo como para dañar
las lógicas de reproducción del consenso conquistadas durante décadas por Cuba y
su liderazgo histórico.
El llamado de la dirección del país a potenciar el papel de las instituciones, tendría
que traducirse dentro de este campo en un fortalecimiento de la institucionalidad
comunicativa, que estimulara en los directivos de la prensa la capacidad de decidir
con autonomía, disparara el liderazgo de los medios como fuentes de información y
debate en la esfera pública, se articulara hábilmente con otros canales y prácticas de
comunicación emergentes, y produjera, en suma, todos los ajustes estratégicos que
resulten funcionales a la construcción de la hegemonía de la nueva época.
La intervención de Díaz Canel en el pasado congreso de la UPEC dejó entrever respuestas que el sistema político baraja a tales demandas: desde la célebre posibilidad
de una ley o decreto-ley para la prensa (añorados históricamente por el gremio periodístico), pasando por nuevos modelos de gestión de medios, hasta una política nacional de comunicación concebida, instrumentada y articulada más desde “lo público”
–entendido como espacio plural de construcción del consenso-, que desde “lo estatal”
–visto como instancia exclusiva en la producción /distribución masiva de contenidos.
Aunque la UPEC ha contribuido a conigurar durante décadas un modelo de
prensa, las diferencias entre la teoría y la práctica han situado progresivamente a los
periodistas al borde de una fatiga cuyas consecuencias no son marginales: por un
lado, como se ha dicho antes, son notables las huellas de la desprofesionalización del
sector sobre la producción comunicativa; por otro, la motivación a superarse choca
contra un peligroso muro de inercias y resignaciones.
Desde un extremo opuesto, las discusiones del último Congreso de la UPEC, junto
a los debates en torno a las propuestas contenidas en el libro Revolución, Periodismo
y Socialismo, obra póstuma de Julio García Luis, han fomentado un movimiento “desde abajo” dispuesto a presionar por mejores prácticas. En lugar de iniciativas generalistas, la UPEC apuesta hoy a proponer experimentos concretos en las rutinas productivas y profesionales de los medios. En lugar de una vanguardia desconectada, se trata
ahora de un discurso gremial crecientemente articulado, cuyo mayor desafío está, por
un lado, en expandir el espíritu del cambio, y, por otro, en contribuir a desbrozar las
Raúl Garcés
condiciones económicas, políticas y culturales para hacerlo viable.
Sobre la cabeza de algunos, sobrevuela el fantasma de la “glasnost” como referente paralizante. Hay también quienes siguen invocando la “plaza sitiada” para advertir
los riesgos de un campo lleno de minas. Y aunque a unos y otros no les falte parte de
razón, los más parecen comprender que, en medio del salto civilizatorio supuesto por
la sociedad de la información y tomando en cuenta el capital cultural acumulado en la
isla a lo largo de cinco décadas, nada se paga más caro que el inmovilismo.
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Partido Comunista de Cuba 2012 Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución.
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Actores económicos y ¿sujetos de
la política? La reforma cubana y los
trabajadores autónomos
AILYNN TORRES SANTANA
DIOSNARA ORTEGA GONZÁLEZ
Resumen
El texto analiza el actual proceso de reforma en Cuba desde una mirada escasa
hasta el momento: las culturas políticas
de actores económicos de importancia.
Se parte de la premisa de que la relación entre economía y política requiere
ser leída para comprender el sentido, el
curso y el futuro de la llamada “actualización del modelo económico”. Basado
en una investigación empírica, el artículo se preocupa especíicamente por los
“trabajadores por cuenta propia”, y revela
que, además de actores económicos, son
sujetos de la política. Más que conclusiones, el texto muestra tendencias y especiicidades de los discursos de trabajadores autónomos concretos. Sus valoraciones, creencias y prácticas, dan cuenta
de universos políticos heterogéneos y
complejos, imprescindibles de atender
por quienes se pregunten por las posibilidades democráticas de la isla.
Abstract
This text analyzes the current process
of reforms in Cuba from what has been
a lacking approach until now: the political cultures of important economic actors. We start of from the premise that
the relationship between economy and
politics needs to be analyzed in order to
understand the sense, course and future
of the so-called “economic model update”. Based on empirical research, the article focuses speciically on the “workers
on their own account”, and reveals that,
besides being economic actors, they
are subjects of politics. More than conclusions, the text shows tendencies and
speciicities of the discourses of actual
autonomous workers. Their assessments,
beliefs and practices show heterogonous
and complex political universes, indispensable to take into account by those
who ask about the democratic possibilities of the island.
Palabras clave
Cuba, reforma económica, culturas políticas, trabajadores por cuenta propia,
espacios de la política, sujetos políticos, tiempos de la política.
Keywords
Cuba, economic reform, political cultures, workers on their own accord, political
spaces, political subjects, political times.
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Actores económicos y ¿sujetos de la política? La reforma cubana y los trabajadores autónomos
En el sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba (2011) se discutió y legitimó la
reforma que desde 2007 había comenzado a gestarse con la presidencia de Raúl Castro. El núcleo del Congreso fue “la actualización del modelo económico”, a través de
su instrumento rector: los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido
y la Revolución. Aunque el proceso puede analizarse desde perspectivas culturales,
sociales, políticas, ecológicas, etc., hasta el momento ha predominado el interés por
sus contenidos económicos. Efectivamente, se han producido cambios de importancia en ese orden —se amplía y diversiica la inversión extranjera, se autorizan sectores
cooperativos en ámbitos de producción y servicios antes prohibidos, se crea y amplía
un creciente sector privado de diferentes escalas, se autoriza la compra y venta de
bienes inmuebles y de autos, etcétera— mismos que han constituido el primer plano
del proceso. Tal énfasis ha tenido como mayor vocera a la política oicial; que aunque
ha acompañado su discurso de la airmación de que “nadie quedará desprotegido”, no
ha ahondado en las garantías contra la desprotección.
Ahora, “la interpretación de la actualización no debe limitarse al ámbito puramente económico, al margen de la política, la sociedad y la ideología. Se trata de un proceso de transformación del modelo de reordenamiento político y social” (Hernández
y Domínguez, 2013). De hecho, la nueva estrategia económica ha supuesto —y dado
lugar—, capitalizado y (re) creado, sentidos y prácticas políticas. Es de ello de lo que
se ocuparán las páginas que siguen; donde la relación entre economía y política es
central —como indicador del curso de los cambios, como núcleo de análisis prospectivo y como eje para desentrañar los modos en que actores económicos se posicionan
y reformulan las posibilidades políticas para el país—. La relación entre economía y
política no es una opción teórica o normativa; antes bien, aquí se entiende como un
Ailynn Torres Santana y Diosnara Ortega González
vínculo consustancial a la vida social. Sin embargo, su fragmentación en la práctica,
agendas y discursos políticos hace parte de lógicas especíicas de poder que (re) producen imaginarios de esferas autónomas, funcionales a las jerarquías tanto políticas
como económicas: así se sostienen los proyectos liberalizados de la economía y de
la política, sistemáticamente excluyentes de amplios grupos, desposeídos de la posibilidad de intervención en las condiciones de su existencia. En la Cuba presente,
dicho vínculo, como veremos enseguida, evidencia una relación deinida por la puja
entre criterios rentistas y políticos, entre el proyecto de una economía regulada por
el mercado —productor de eiciencia y rentabilidad— y una economía política cuyo
horizonte sea un país “para todos”1.
El interés de este artículo por leer la reforma más allá de sus expresiones económicas, se concreta en una relexión sobre las culturas políticas de uno de sus actores fundamentales: los cuentapropistas: trabajadores “independientes”, autónomos, insertos
en el sistema tributario2, que han constituido un centro fundamental de la reforma.
Aun cuando desde la década del setenta el gobierno cubano autorizó la existencia
de un pequeño sector privado, y desde 2007 las actividades por cuenta propia son
una de las apuestas más notables de la actualización del modelo económico3, hasta
el momento, esos trabajadores no pueden considerarse un grupo social homogéneo
ni estable; sino en conformación, caracterizado por los factores coyunturales —y no
pocas veces ambiguos— de las transformaciones actuales. Cuentapropistas, es así
una categoría difusa, que integra a los trabajadores de un sector privado “emergente”,
que provienen de muy diferentes espacios sociales —amas de casa, profesionales,
obreros, técnicos, estudiantes, jubilados de los sectores militares, etcétera— y en el
que, además, están teniendo lugar evidentes procesos de estratiicación. Desde la dirección política, desde los estudiosos de la reforma y desde el propio imaginario de
otros grupos, los trabajadores por cuenta propia se consideran actores económicos,
y desde allí se interpretan e interpelan. Nuestra hipótesis es que, también, los cuentapropistas son sujetos de la política.
Para abordar el campo de problemas que ello supone, las páginas que siguen
reieren un estudio sobre culturas políticas en Cuba, donde los cuentapropistas fue1 La noción de un país “para todos” será especialmente importante al inal de este trabajo, como contenido
relevante y a la vez conlictivo de las culturas políticas.
2 Según la Oicina Nacional de Estadísticas, los cuentapropistas son aquellos trabajadores que siendo o no propietarios de los medios y objetos de trabajo no están sujetos a un contrato laboral con entidades jurídicas y no reciben remuneración salarial. Los trabajadores que ejercen trabajo por cuenta propia están acogidos a la Resolución
32/2010 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y son debidamente autorizados y registrados en la Oicina
Nacional de Administración Tributaria (ONAT), donde pagan sus impuestos (Anuario Estadístico de Cuba, 2010).
3 Aun cuando las actividades por cuenta propia se autorizaron con mayor amplitud en Cuba desde la década
del noventa, como respuesta a las crisis, no fue hasta el 2007 que adquirió fuerza tanto en la estrategia económica
como en el discurso político. En 1976 el gobierno cubano aprobó el Decreto Ley 14 que autorizaba la existencia de
un sector privado por cuenta propia muy pequeño en el cual se incluyeron muy pocas actividades, como taxista
y algunos trabajos manuales (carpinteros, plomeros, electricistas y artesanos). En 1981 aparece la Resolución 9, la
cual incrementó las actividades permitidas para el sector por cuenta propia a 63 categorías (Togores, 1996). En
1993 se aprueba el Decreto Ley 141, estableciendo en detalle quién podía crear una empresa por cuenta propia, en
cuáles actividades, los compromisos iscales, la fuente de los insumos y las formas de control estatal. Se aprobaron
cuatro categorías de personas para poder ejercer el trabajo por cuenta propia: trabajadores de empresas estatales,
jubilados, desempleados que recibieran subvenciones del estado y amas de casa (Hernández, 2005).
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Actores económicos y ¿sujetos de la política? La reforma cubana y los trabajadores autónomos
ron uno de los sectores sociales explorados4 (Torres y Ortega, 2014). El análisis sobre
las culturas políticas nos permite dar cuenta del universo de nociones, valoraciones,
ideas, símbolos y prácticas respecto a la política.
El recorrido del texto consta de tres momentos: un primer apartado donde se presentan los espacios de la política reconocidos por estos sujetos, y con ello las relaciones entre economía y política. A continuación se relexiona sobre quiénes componen
esos espacios, cuáles son los imaginarios sobre ellos y sobre sus roles; para ahondar la
medida en que se coniguran sujetos políticos y/o sujetos de la política. Finalmente,
se reieren los futuros —individuales y colectivos— imaginados por estos actores, con
lo cual se aludirá a sus propias posibilidades como actores más allá de los marcos de
la economía.
Espacios de la política. El lugar de la economía y la política
Ya se ha dicho que la reforma se ha anunciado como un espacio económico. Tal enunciado, sin embargo, debe problematizarse. Un modo de hacerlo es preguntarnos: si el
de la economía es el espacio de la reforma, ¿cuál es el espacio de la política?
Al respecto es posible sugerir una primera idea: aquello que los trabajadores autónomos estudiados creen, conocen, sienten, piensan y hacen en cuanto a la política,
parte de una fuerte relación con sus espacios vitales de existencia. En primera instancia, esto podría parecer una simple corroboración de la teoría: la subjetividad social se
construye a partir de determinaciones sociales, biológicas y psicológicas; las dinámicas de vida social deben analizarse indefectiblemente atendiendo a los contextos materiales, culturales, identitarios —todos sociales— de los sujetos y grupos; al proceso
de producción social, en el sentido marxiano del concepto.
Sin embargo, a lo que se alude aquí, es a que las referencias y posibilidades de
involucramiento con la política se remiten constantemente —y casi en exclusiva— a
aquello que se logra o no se logra hacer para reproducir básicamente la vida propia
y la de las personas más cercanas (la familia). De ello se derivan dos planteos: primero, existe una fuerte asociación entre los contenidos de las culturas políticas y la
reproducción de la vida cotidiana en términos de posibilidades de subsistencia y de
movilidad social ascendente. En segundo lugar, el individuo y la familia, constituyen
espacios privilegiados de referencia. El último es un proceso que se ha venido corroborando en el análisis de la sociedad cubana desde la crisis de los noventa: un retorno
a los espacios más “íntimos” de la vida social como principales de la existencia; un
“retraimiento” hacia la familia como espacio casi único de preocupación y satisfacción
de los sujetos, y como anclaje social trascendental (Martin y Perera).
Ahora, ello tiene amplias consecuencias políticas y analíticas. El espacio social puede ser, o no, co-gestionado. En el socialismo, la gestión colectiva es central —incluyendo la co-gestión de la escasez— en todos los ámbitos: tanto en lo que se reiere a
las relaciones sociales de reproducción como a las relaciones sociales de producción,
que incluyen la división del trabajo y su organización en la forma jerárquica de fun4 La investigación tuvo lugar como parte del programa académico del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello. El trabajo de campo que ella comprende transcurrió en la ciudad de la Habana, lo cual supone
un sesgo que impide generalizaciones. Se utilizó una metodología de trabajo cualitativa, a través de entrevistas
y cuestionarios. Teniendo en cuenta lo anterior, las ideas que se comentan en este artículo no deben entenderse
como representativas, sin que ello disminuya en sentido alguno su legitimidad.
Ailynn Torres Santana y Diosnara Ortega González
ciones sociales. El retraimiento hacia los espacios más descolectivizados de la vida
no es un resultado directo de la escasez; es una de las respuestas posibles a ella, que
está conectada con la disolución de lazos colectivos o con su manifestación explícita
allí donde el tejido social ya es endeble. Así, la co-gestión hace parte de dinámicas
sociales históricamente constituidas; su presencia o ausencia no es natural ni permanente. La construcción no capitalista supone su incentivo, educación, potenciación,
supone lo común; por el contrario, el desinterés hacia los espacios de deliberación,
confrontación y cooperación —todos componentes del trabajo en común— denota
debilitamiento del espacio político5.
Para al menos un sector de trabajadores por cuenta propia, esto se mostró de dos
formas diferentes, pero relacionadas: como rechazo a la política en tanto espacio de
conlictividad social, y una consecuente necesidad de “escape” de los mismos —“la
gente no se interesa más en la política, para nada / la gente no quiere saber nada de
política / la gente lo que quiere es ver novelita y muñequitos / la gente no quiere ver
ni el “estado” del tiempo / la política es problemas na´má”— y como una convicción
de que la política es irrelevante.
¿Pero, dónde radica su irrelevancia? Esa pregunta indica uno de los “núcleos duros”
de las culturas políticas de estos actores económicos, aquel que se deine por la relación entre política-vida cotidiana; y cuyo contenido principal alude a que la política
es considerada irrelevante —en primera instancia— por su deslinde de la “vida real”.
En su propia voz: la política no sirve para comer / no hace ningún cambio / no se
discute de política porque las personas están adentradas para sobrevivir, para salir
adelante / la gente de la calle que tiene que sudar trabajando, no tiene tiempo para
eso [para la política]6. Tales planteos son sólo algunos ejemplos de los registros en los
que se entiende una escisión entre economía y política que les es central.
A ello se suma que la política se considera un espacio de inmovilidad, de encallamiento, limitante del potencial dinamismo que puede representar la economía. En
consecuencia, una idea de fuerza es que los cambios que necesita Cuba tienen que
ser en todos los sentidos, pero principalmente económicos. Mientras, la política se
asocia a los ámbitos institucionales de la administración —que son irrelevantes— y
5 Aquí es importante considerar una diferenciación: las personas con condiciones de vida más precarias, que
han “perdido” de modo más evidente un vínculo con el Estado y han pasado a depender en exclusiva de las relaciones con un mercado poco estructurado con tendencia a la desprotección social, se mostraron con mayores críticas
hacia la política como campo de relación (o sea, no sólo con relación a la política cubana sino con el “espacio de la
política”) y, en consecuencia, muestran descreimiento y rechazo a hablar de ello. De esto se pudo dar cuenta atendiendo a dos elementos: su vinculación laboral previa con el Estado y las condiciones de los negocios de los que
participan. Aquellos sujetos que vienen de tener un vínculo con el Estado, generalmente como profesionales o en
cargos administrativos y que han quedado en el cuentapropismo como única opción de empleo –en términos de
posibilidades de obtener ingresos para su reproducción diaria-, tienen una crítica mayor hacia la política que se
hace en Cuba. Lo mismo sucede con los integrantes de negocios menos rentables, identiicables por la actividad
que realizan -por ejemplo los vendedores de CD, de piezas de plomería, útiles del hogar- y por la ausencia de contratación de empleados. En sentido contrario, los trabajadores de negocios más prósperos alegaban muchas veces
que no creían nada de la política o no tenían nada que criticar porque “a mí me va bien”.
6 Tal rechazo hacia la política es explicado también por su poca credibilidad, su carácter contradictorio, su falta
de transparencia, su imposibilidad de divergencia: “A mí no me gusta la política, no me interesa. La hallo sucia,
cochina”, “política es blablablá, al inal la política es muy sucia”, “en la política ni quiero pensar, asumo una posición
neutra”, “la política no me interesa”, “¿política? indiferencia”, “a mí no me gusta la política, porque unos dicen verdad
y otros dicen mentira.” Pero aun cuando esos argumentos componen las culturas políticas analizadas, es la disociación entre la política y la vida cotidiana, el argumento de mayor importancia para explicar el rechazo y el desinterés
hacia la política.
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Actores económicos y ¿sujetos de la política? La reforma cubana y los trabajadores autónomos
se entiende restrictiva. Ese último elemento está relacionado con el vínculo expreso
que los trabajadores autónomos establecen entre la política y la ley. Los “vicios” de
una y otra son recurrentes y recíprocamente determinados. La ley, como la política,
se caliica como ambivalente, poco clara, desvirtuada en la práctica, y disociada del
discurso oicial —que anuncia políticas que no se asisten de leyes—; lo cual se acompaña de una falta de credibilidad de la constitucionalidad existente, de fuertes críticas
a su incumplimiento, y de un cuestionamiento de los beneicios de la legalidad: “No
hay papeles, no hay legislación, sé que estamos aprobados por la Asamblea Nacional
pero qué pasa […] que la gente está desinformada [...] Es una desorientación, no hay
nada escrito”7.
De acuerdo con todo lo anterior —y aun para quienes sí reconocen un interés
hacia la política y la conexión de ella con su cotidianidad— se entiende que la política
afecta —o no afecta— únicamente en la medida que deine el espacio económico; de
lo contrario, son ámbitos independientes. Es de acuerdo con ello que, por una parte,
se puede hablar de una fractura política versus economía: la gente —se aludió— no
está para la política, porque no es la forma que ayuda a superarse económicamente pero —se añadía consecutivamente— sí está para los cambios; a la gente no le
interesa la política, lo que le interesa es discutir sobre temas de economía, mientras
tengamos lo necesario no hay problema. Y por otra parte, de una relación utilitaria
entre ambos espacios, expresada en el siguiente sentido: la política no es útil, porque
no cambia, porque no impacta “favorablemente” en la vida de las personas; y la economía sí lo es. Por ello, la relación entre uno y otro espacio es —cuando existe— de
determinación unívoca de la economía sobre la política: los criterios de racionalidad
económica han de regir la vida política para que esta funcione, para que recupere, si
fuera posible, algo de su sentido. El espacio de la política sólo puede “salvarse” —esto
es, recobrar legitimidad— en tanto recupere su vínculo con la economía y con los
cambios en curso.
Esos elementos se encuentran mediando y conigurando la subjetividad política
de al menos una parte de estos actores económicos, tanto como su experiencia como
sujetos políticos. Según los sentidos de los discursos, la política debería servir para
vivir, para hacer posible que podamos trabajar para ganarnos el pan. El trabajo, de hecho, constituye un núcleo importante dentro de las culturas políticas de estos actores
económicos, pero es debido realizar algunas especiicaciones al respecto. En primer
lugar, el trabajo se reirió como un espacio de la economía —no de la política—, y
7 El 26 de septiembre de 2013 fueron publicadas en la Gaceta Oicial de la República varias regulaciones sobre
el trabajo por cuenta propia, que establecieron el otorgamiento de autorizaciones en 18 actividades adicionales
y regulan el alcance del resto de ellas. En la nota oicial se hizo saber que el objetivo era “prevenir indisciplinas e
ilegalidades”. Asimismo, con el objetivo de aclarar aún más a los trabajadores por cuenta propia lo establecido en
dichas regulaciones, consignó la información, “se les está informando individualmente el contenido de la actividad
que realizan”. En enero de 2014, las resoluciones 41 y 42 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, además de
incorporar otras 10 ocupaciones y otorgar licencia para nueve que hasta el momento se encontraban suspendidas,
se declaró que tienen como objetivo, más que promover un mejor ordenamiento y control de las formas no estatales de gestión, incentivar la cultura de la legalidad en la sociedad cubana como garante del desarrollo sostenible
y racional de la nación en todas sus esferas. El resultado de este proceso ha sido el retiro de licencias otorgadas a
la creación de salas de cine en 3D y salas de juegos computacionales, con un alto costo de inversión, así como un
regulación de las actividades de modista/sastre, vendedor de bisutería y útiles del hogar, las cuales deben vender
artículos producidos por ellos mismos. Teniendo en cuenta la precariedad de materias primas y la inexistencia de
un mercado mayorista, estas actividades aún cuando están “aprobadas”, las imposibilita por su alta restricción.
Ailynn Torres Santana y Diosnara Ortega González
en tanto tal, como necesidad de producir: los que trabajan son los que producen, en
el sentido de producción material de bienes. El objetivo del trabajo, y su prioridad, es
la obtención de un resultado económico positivo, lo cual resulta el centro único de la
actividad laboral. No se alude en ese sentido a las condiciones de trabajo, a conlictos
presentes o posibles, ni a como ellos se pueden resolver políticamente; el esfuerzo
ha de dirigirse a trabajar más para ganar más. Así, para que el espacio de la economía
tenga un curso positivo, hay que producir/mantener la unión, la disciplina/eliminar a
las personas que no produzcan.
¿De dónde proviene este tipo de argumentación liberalizadas del mundo del trabajo, que resulta escindido de la vida política real e imaginada? Una hipótesis puede sugerir que ello responde a la asimilación, dentro de las culturas políticas de este
grupo, de ciertos contenidos del discurso oicial. El énfasis en la producción, como
horizonte e indicador del trabajo, inauguró el proceso de actualización del modelo
económico cubano; desde entonces, ha sido regulador de las decisiones y agenda de
cambios. Una discusión política sobre qué signiica la producción, bajo qué condiciones y cuáles son sus costos, no se ha dado; sin embargo, la “lógica” existente la asocia
con un tipo de trabajo en especíico, cuyo signo principal es la rentabilidad económica. Esta imaginación ha comenzado a hacer parte de las culturas políticas de los
integrantes de este grupo, y convive con las críticas a la política antes mencionadas,
que la reconocen como un espacio desvinculado, y a veces opuesto, a esa necesaria
producción8.
Con todo, el desinterés mostrado hacia la política muestra, más allá de una desafección hacia ella, las razones de esa desafección; sobre la base de: inoperatividad de
la política para la vida cotidiana y de problemas de la política misma, institucionales
—los cuales serán profundizados más adelante-.
Teniendo en cuenta lo comentado hasta aquí, es posible ensayar algunas interpretaciones posibles sobre este “secuestro” de la política por la economía, y preguntarnos
por qué se ha asentado ese tipo de relexión en las culturas políticas de trabajadores
autónomos, por qué es tan central en sus modos de pensar/actuar la política. Ello
podría responder a distintos factores relacionados:
- La presente y larga crisis económica, que desde la década del noventa incrementó la precarización de la vida de gran parte de la sociedad cubana, y la acumulación
de necesidades básicas insatisfechas, que han dado lugar a un ensanchamiento de
la desigualdad (Espina, 2008), y ha hecho más sostenidas y profundas las diferencias
sociales y las carencias materiales.
- Un énfasis en la economía, producido desde el gobierno de Raúl Castro y en especial a partir del proceso de actualización del modelo económico, sostenido, como
ya se ha dicho, en un aumento de la eiciencia y productividad económica.
8 Llegadas a este punto, es necesaria una acotación: la apuesta por la lógica económica como reguladora del
desempeño social se expresó en un ámbito de reproducción de la existencia, y no en la acumulación continua e
ilimitada de capital. ¿A qué responde ese hecho? ¿Puede decirse que ello caracteriza la existencia socioeconómica
de estos actores económicos? Aquí pueden tener lugar dos explicaciones, potencialmente relacionadas. Por una
parte, los trabajadores por cuenta propia entrevistados en la investigación referida fueron, en su mayoría, empleados o propietarios de negocios medios/bajos. Los propietarios de los negocios más “prósperos” no accedieron a
dar entrevistas. Con ello se decantó una parte, minoritaria pero relevante, de los actores dentro del sector. Los
entrevistados, entonces, resultaron trabajadores y propietarios de negocios de subsistencia; que son precarizados
y cuyos ingresos permiten, en su mejor versión, la satisfacción de las necesidades básicas.
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Actores económicos y ¿sujetos de la política? La reforma cubana y los trabajadores autónomos
- El asentamiento de una lógica fragmentaria entre política y economía; relacionada con el reforzamiento de la necesidad y apertura hacia un capital, muchas veces
extranjero, y en apariencia despolitizado, que aseguraría el despegue económico necesario.
- Los vínculos entre los cubanos que viven en la isla y su diáspora, que de modo
creciente realizan inversiones de pequeña y mediana escala, como modo de asegurar
un sitio en el posible mapa futuro de la economía cubana; pero que no se encuentran
integrados en redes ni espacios de discusión política.
Tales factores —y otros— combinados, coniguran ideas sustantivas sobre un espacio de la política relativamente autónomo, irrelevante, y muchas veces restrictivo.
Pero, ¿quiénes son los sujetos que (re) componen y se mueven en ese espacio de la
política? Los análisis al respecto pueden tener múltiples entradas. Una de ellas, especialmente sustantiva, es la exploración sobre los representantes políticos y sobre la
ciudadanía. Antes de abordarlas, permítasenos algunas observaciones.
¿Quiénes son los sujetos políticos?
Uno de los núcleos importantes del proyecto y la práctica de la Revolución en sus primeras décadas fue la trasformación en sujetos políticos a grandes grupos sociales. Ese
acceso a la política supuso la modiicación radical de la relación individuo-sociedad.
Los intereses individuales y los colectivos fueron centro de esos debates, tanto como
los derechos de uno y otro signo. Los modos en que se entendieron las responsabilidades sociales fueron cruciales para emprender procesos políticos de gran calado,
que aseguraron los triunfos y épicas más grandes de la Revolución9.
Desde la crisis de los noventa —crisis que no fue solo económica sino también
política, cultural— se ha producido un creciente distanciamiento, consignado por algunos autores como “apatía” o “apoliticismo”10. Antes en este texto se ha llamado la
atención sobre una de las formas de expresión de ese proceso: el estrechamiento de
los espacios de interés dentro de la sociedad cubana. En nuestra opinión, ese es un resultado de la combinación de la pérdida progresiva de espacios de autonomía social
—en un contexto de centralización que expropia la organización social de grupos en
las bases y circunscribe sus posibilidades políticas a los marcos de un sistema político
altamente formalizado— con una situación de crisis económica que buscó enfrentarse con soluciones más familiares e individuales que sociales o comunitarias. Sin
embargo, ese proceso no indica que la vida social cubana haya devenido, sin tensiones, en un proceso de individuación agotador de otros modos de relacionamiento y
pertenencia social. Por el contrario, son evidentes los conlictos entre lo individual y lo
colectivo; esto es, entre soluciones individuales a condiciones de precariedad económica y responsabilidades sociales conscientemente asumidas, y luego abandonadas.
La participación en actividades valoradas socialmente, como la de profesores del
sistema de educación que luego emigraron hacia el cuentapropismo, es uno de los
9 Entre ellas la campaña de alfabetización, la labor internacionalista de hombres y mujeres en África y Centroamérica etc.
10 “El alejamiento de lo político crece, en una población que tiene una alta cultura política. […] Sin duda, el auge
religioso actual forma parte de la disminución de la politización de la vida”, y más adelante el autor sostiene: “son
reales los avances del conservatismo en nuestro país, del apoliticismo y de relaciones y representaciones ajenas al
socialismo” (Martínez, 2001: 62).
Ailynn Torres Santana y Diosnara Ortega González
ejemplos a señalar. Un joven graduado de licenciatura en educación, ahora empleado
en un negocio de venta de CD, expresa ese conlicto del siguiente modo: yo di un
paso que no fue positivo para muchas cosas, dejé a niños sin maestro, pero, imagínate, son decisiones que uno tiene que tomar para ver si mejora la calidad de vida.
Otros trabajadores autónomos entendieron ese tránsito como una airmación de
su individualidad; como un hecho natural de querer mejorar, y de usar los medios
necesarios para ello. En cualquier caso, ese no fue un contenido naturalizado, una obviedad en la cual no se detiene el curso del argumento; ya sea como conlicto o como
airmación, la relación individual-colectivo constituyó un elemento importante, un
espacio de decisión.
Las preocupaciones que trascienden el sí mismo se expresan en similar sentido,
por ejemplo, de este modo: si quitan la canasta básica yo siento que en Cuba se va a
pasar hambre, porque todo el mundo no es cuentapropista, y no tiene una entrada
diaria, por de decir… a mí me entran 50 pesos diarios. La conciencia de la precariedad
colectiva, y una relexión/preocupación por ello, acompaña de ese modo las decisiones que en primera instancia podrían caliicarse como tendientes a la individuación
acrítica. Por el contrario, es posible sugerir la existencia de una zona de conlicto que
es necesario atender. Ahora, ¿pasarán a ser naturales las alternativas individuales, centradas en las ganancias capitales, desconectadas del otro? ¿O será posible re-capitalizar el potencial sociopolítico que ello tiene para generar verdadera participación y
co-gestión de un espacio social liderado por sujetos colectivos?
La actual coyuntura de cambios en Cuba priorizó un curso: el de las alternativas
individuales, los sujetos individuales, como protagonistas de lo que el país necesita:
producir. Tiempo después —para algunos a destiempo— se comenzaron a ensayar
alternativas colectivas en la forma de autorización del trabajo cooperativo. No cabe
duda, al ver el cronograma hasta el momento, que se ha priorizado un camino de
profundización de relaciones no colaborativas, sino mercantiles de los espacios laborales. La premisa de la producción no se ha relexionado en términos de cómo y
quiénes producen. ¿Deberá ser esta una discusión imprescindible para solucionar,
positivamente hacia el freno del establecimiento de relaciones capitalistas, esta zona
de conlicto antes mencionada?
Ciudadanos y representantes: “Nosotros, los de abajo”.
Antes de abordar directamente los contenidos relativos de las culturas políticas de los
representantes políticos, son precisos unos comentarios generales.
El modelo de democracia cubano concibe en su diseño para la regulación e intervención en el poder estatal, la representación indirecta o mandato representativo,
y la participación directa. Sin embargo, en el propio diseño del sistema político, la
representación prevalece —y habitualmente agota— sobre los mecanismos de participación directa, que, además, quedan reducidos en la práctica11, donde el poder real
de agencia lo recaban los órganos estatales12.
Pero, a la vez, investigaciones recientes en Cuba muestran cómo en las bases, las
11 Las posibilidades de participación directa son: la iniciativa legislativa popular, referendo y las elecciones. En
la historia política revolucionaria nunca se ha utilizado las dos primeras, de modo que queda sólo las elecciones
como modo de intervención directa de la ciudadanía en el espacio político del Estado.
12 Al respecto ver Guanche (2011).
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Actores económicos y ¿sujetos de la política? La reforma cubana y los trabajadores autónomos
relaciones entre electores-delegados-órganos del poder popular, se restringen a la
agregación de demandas sobre un ámbito estrecho de vida comunitaria; que, aun
así, no contiene posibilidades de transformación de la política ni siquiera a su interior. De hecho, lo que muestran los estudios es que la forma política de relación entre
mandantes y mandatarios en el nivel de base —que es al que los ciudadanos tienen
acceso universal— es casi en exclusiva la de las rendiciones de cuenta. Dicho espacio, altamente formalizado, realiza sólo procesamientos administrativos —y no políticos—de las agendas y demandas13. Estos, entonces, no son lugares de redeinición,
imaginación, y (re)construcción de relaciones de poder. Siendo así, los representantes
políticos en las bases están imposibilitados de insertarse en los procesos de toma decisiones. Por ello, de acuerdo con los trabajadores autónomos, ese es un lugar al que
a casi nadie le interesa llegar.
Ese escenario condiciona —y es condicionado por— las culturas políticas; mismas
que maniiestan: la creencia sobre la ausencia de espacios de participación ciudadana
—no hay modo de decir lo que se piensa— y la valoración negativa sobre los espacios
que existen —sí se puede decirlo, pero eso no tiene implicaciones en la trasformación
de la realidad/no se ponen en práctica los criterios de la ciudadanía—. Con ello como
base, se argumenta el descreimiento sobre el sistema electoral, que se entiende vaciado de contenidos políticos, y completamente formalizado. De hecho, el sistema
electoral y los procesos de representación, fueron reiterados en la investigación que
ofrece estas relexiones, como una muestra de la limitación real de la ciudadanía para
la intervención política.
En general, las culturas políticas exploradas se componen de ideas y valoraciones
de esta naturaleza: débiles conocimientos sobre el sistema político y los mecanismos
de participación institucionales; soluciones individuales y ancladas en relaciones uno
a uno; ausencia de mecanismos efectivos de participación, de espacios de opinión
pública y deliberación; poca credibilidad en los mecanismos de participación existentes debido a su inefectividad. Teniendo en cuenta lo anterior, es que airmamos que
a nivel de las culturas políticas, existe una crisis de representatividad, sostenida en un
quiebre entre la política popular y una política vertical que se disuelve en el recorrido
de las altas esferas a las bases. Siendo así, se produjo una crítica dirigida a la falta de
legitimidad de los representantes políticos de base, y a su imposibilidad de constituirse en decisores políticos.
Las culturas políticas emergentes del estudio, permiten sugerir que el sistema
político no ha logrado concretar, aun dentro de su propio diseño, una relación de
mandato entre representantes y representados14. La ausencia o limitaciones de los
mecanismos de participación política —como la rendición de cuentas, la revocación,
la iniciativa legislativa— coniguran nociones de concentración del poder político en
los más elevados niveles de representación, quedando los espacios ciudadanos des13 Ver: Ortega (2010); Torres y Ortega (2012); y Torres (2012).
14 La siguiente cita de Bulté (2004) es reveladora al respecto: “Algunos hablan, lo cual es admisible, de que los
gobernantes o los legisladores tienen un mandato representativo. En ese sentido, si se entiende que en el fondo de
la elección no hay enajenación de la voluntad política, de la soberanía, entonces es admisible aceptar la existencia
de un mandato, donde el llamado representante sería el mandatario. El problema es, como veremos enseguida,
esencial, de fondo, funcional, y no se resuelve con algunos simples cambios de apelativos. Quien entienda la subordinación del llamado representante al pueblo, al elector, al soberano, está en los caminos de la democracia y no
precisamente en los de la representación auténtica, liberal-burguesa” (Bulté, 2004: 100).
Ailynn Torres Santana y Diosnara Ortega González
provistos de opciones de procesamiento y redeinición del poder. Ese escenario se ha
asentado en las culturas políticas estudiadas que expresan, al tiempo que condicionan, el comportamiento político.
Tales elementos explican por qué estos sujetos no reconocen su actuación dentro de los espacios políticos, no se consideran actores ni sujetos políticos, y tampoco
consideran como tales a sus representantes en las bases: yo no soy un actor político,
a mí no me interesa la política. Sin embargo, la política los “afecta” a través de marcos
regulatorios sobre su actividad económica, y de la imposibilidad de actuación en un
sistema con fallas para la participación directa y sistemática. Por ello se airma aquí
que, de acuerdo con la investigación realizada, los trabajadores por cuenta propia se
constituyen en sujetos de la política, en su sentido de sujeción. Esto no quiere decir
que sus comportamientos no sean completamente políticos, sino que los marcos y
dinámicas del espacio de la política se consideran una exterioridad a su vida, en la
medida que no son controlados por ellos. Es posible decir, en general, que las demandas de trasformación del sistema político de representación y de participación—cuya
frustración se entiende como deiciencia en términos de derechos— tipiican las culturas políticas de los trabajadores por cuenta propia.
En coherencia con lo anterior, respecto a la ciudadanía se pueden referir importantes limitaciones de contenidos y formas. Una delegada poder popular, cuentapropista, deine en estos términos la condición de ciudadanía: Tengo derechos, por supuesto, a caminar libremente por la calle, a hacer todo lo que yo quiera, a ir al cine, al teatro,
respetar la bandera, el himno. Como ciudadana no tengo límites, lo que no tengo es
dinero. El fragmento es profundamente relevador. Por una parte, evidencia la escasa
elaboración de la noción y alcance de la ciudadanía, como estatus, como derecho y
como práctica política; y por otro revela un quiebre producido entre la “ciudadanía
material” y la “ciudadanía formal”: la primera disocia y se desentiende de la posibilidad
de la vida real, cotidiana, y relevante para los grupos sociales concretos. Nuevamente
la política, ahora referida a la condición de ciudadanía, no sirve para reproducir materialmente la vida.
La ciudadanía formalizada, componente de las culturas políticas, es tan irrelevante
como la política misma. A ello se añade un desconocimiento sobre los contenidos,
deberes y derechos ciudadanos; pero, eso sí, una percepción de falta de garantías a
esos derechos, tanto económicos como políticos. El ejercicio de la ciudadanía, resulta
inalmente lastrado.
Ahora, si ellos no se entienden como sujetos políticos, ni tampoco lo son los representantes de base —a quienes eligen con su voto directo—. ¿ Quiénes son los sujetos políticos? La respuesta de los trabajadores autónomos es que son “los políticos”.
Pero, ¿quiénes son esos políticos?, ¿qué los deine?
Ciudadanos y representantes: “Ellos, los de arriba”.
Para los trabajadores autónomos estudiados, el espacio de la política se deine por
los sujetos que participan de él —“los políticos”, exclusivamente—; en consecuencia,
dicho espacio responde a sus intereses; y se circunscribe a aquello que hacen los políticos en un marco especíico: el del Estado, la administración, la ley.
De esos enunciados generales derivan elementos de distinto alcance. Tal criterio
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Actores económicos y ¿sujetos de la política? La reforma cubana y los trabajadores autónomos
de exclusividad de la política se relaciona con la antes mencionada disociación entre
política y vida real, y circunscribe a la política a la “pequeña política” —en el sentido
gramsciano; esto es, por su alusión a un poder administrativo que tiene lugar exclusivamente dentro de la institucionalidad gubernamental, dentro del sistema político—.
En consecuencia, no es reconocida actividad ni poder político entre los ciudadanos,
las organizaciones no gubernamentales (incluidas las organizaciones de masas), ni
ningún otro actor social. Como resultado, quienes trabajan de manera autónoma —y
que son considerados por la política económica estatal como uno de los actores más
importantes de la reforma cubana— no se reconocen a sí mismos como actores políticos, sino como actores económicos, mínimamente estructurados.
Con ello, su relación con la política se registra en un continuo que va desde el
desinterés, hasta la participación en la agregación de demandas, en forma de queja
o de malestar, siempre gestionado individualmente. Siendo así, al menos desde las
culturas políticas, es posible sugerir que dichos actores económicos no reconocen
posibilidades de participación organizada en el marco político, ya sea directa o indirectamente.
“La política resulta entonces —además de un espacio de líderes— un
espacio totalmente androcéntrico, donde se otorga a los varones, y a
su visión del mundo, de la cultura y de la historia, un lugar central”
Ahora, la ausencia de vida política no se restringe a sus ámbitos laborales, sino que se
extiende, en general, a cualquier posibilidad de participación, incluyendo a las comunidades políticas de base; donde, como ya se mencionó, es inexistente la vida política
y por ello irrelevante. Con esta última airmación se quiere señalar que el carácter irrelevante de la política no es a todos los niveles, sino en los espacios que conciernen a
los “ciudadanos comunes”, cuyo anclaje político primario —la comunidad, el Consejo
Popular— está vaciado de posibilidades de gestión efectiva.
Pero la ya mencionada crisis de representatividad no está exenta de conlictos y
tensiones. A continuación un testimonio de una mujer de 51 años, empleada de modista/sastre y ex -directora de recursos humanos en una empresa mixta:
[…] siempre he sido muy revolucionaria y muy integrada. Fui militante de la juventud hasta la edad
natural, hija de padres combatientes, mi padre lo dieron por muerto cuando Batista, lo salvó un campesino. Entonces cuando te educas en un núcleo revolucionario eres revolucionario también. La mayoría
no fue así. Los 26 ponía mi banderona cubana y no me importaba lo que dijera la gente, porque hay crítica si uno hace eso. Cuando hay elecciones trabajamos, aunque sabemos que el delegado no resuelve
nada, porque de verdad no resuelve nada; pero movilizamos gente y nos acostamos a las dos o tres de
la mañana para que salga todo bien y no haya fraude. Ya los CDR [Comité de Defensa de la Revolución]
no funcionan, la Federación [Federación de Mujeres Cubanas] tampoco funciona, ya casi nada funciona. No hay una atención a la ciudadanía que te permita quejarte y te dé respuestas.
El fragmento da cuenta de varios temas que iremos tratando en las páginas siguientes. Pero vale la pena ahora llamar la atención sobre las conlictividades al interior de
las culturas políticas, producidas por las transformaciones de sus contenidos, y por
los cursos psicosociales de los que los sujetos hacen parte: nuevamente, emerge la
Ailynn Torres Santana y Diosnara Ortega González
inefectividad de la política, pero ahora en conlicto con una socialización política que
no permite desentenderse de ese espacio, aun en su irrelevancia.
Llegadas aquí, tenemos algunas ideas trabajadas que podemos puntear: la política es un espacio separado de la economía, y dependiente de él; la política es irrelevante en los ámbitos de actuación de las bases; la política no sirve para vivir; la política es
un espacio de los políticos, pero los políticos no son los representantes de las bases.
Entonces, ¿quiénes y cómo son?
Las respuestas a la pregunta anterior indicaron un fuerte consenso, coherente
con lo visto hasta aquí: existe una alta asociación entre la política y los dirigentes e
instituciones de más alto rango político en el país15. Así, se reairma que la política es
entendida como un ámbito reservado de poder vertical y de liderazgo de alto nivel;
este último, una de las cualidades más señaladas en la descripción de los políticos.
Queda ausente de la imaginación de los trabajadores por cuenta propia, la posibilidad
de acción política independiente de la conducción de esas iguras/organizaciones de
alta legitimidad oicial.
Además, las alusiones a los políticos mostraron una completa exclusividad de iguras masculinas. La política resulta entonces —además de un espacio de líderes— un
espacio totalmente androcéntrico, donde se otorga a los varones, y a su visión del
mundo, de la cultura y de la historia, un lugar central —aun cuando en el sistema político cubano existan mujeres ministras, delegadas del Poder Popular, diputadas, algunas de las cuales fueron entrevistadas, ya que también son trabajadoras autónomas.
Esta visión patriarcal de la política se expresó de distintos modos en la investigación, no sólo en relación a los íconos. Pongamos por ejemplo el argumento de una
mujer, propietaria de un negocio de bisutería, frente a la pregunta sobre qué se necesitaría para ser político: yo no podría serlo porque no estoy a la altura, yo sólo terminé
primer grado, soy ama de casa, tengo dos niños, no podría serlo. La condición de mujer/madre/cuidadora se repitió a lo largo de la investigación. El trabajo del cuidado,
central en las discusiones de muchos países y movimientos sociales, se entendió, por
las mujeres cubanas entrevistadas, como su (des) anclaje con la vida política, y como
la razón de los cambios en su vida laboral, y sus intereses sociales.
En otro orden, es posible hablar de un nudo conlictivo de importancia alusivo a
quienes, efectivamente, se reconocen como los políticos: una disociación entre el ser
y el deber ser. Por una parte, los políticos deben ser los que respondan al pueblo, esto
es, ser sus representantes: los políticos deben tener una visión de las cosas que el pueblo necesita/alguien que piense que de las decisiones que está tomando depende la
calidad de vida de esas personas/ser representante del pueblo, de los humildes que
no tiene nada, del pueblo trabajador. Y, por otra, como hemos visto hasta aquí, en la
práctica, la política no sirve/no interesa /no “resuelve”.
Este nudo se complejiza en términos de una brecha expresamente señalada entre
“políticos, dirigentes” y ciudadanos; expresada como ruptura entre “pinchos” y “pueblo”, entre “ellos, los de arriba” y “nosotros, los de abajo”; entre “los dirigentes” y “los
que trabajan”. Hablamos entonces de un evidente proceso de diferenciación social
cristalizado en la cultura. Pero es importante señalar nuevamente que “los de arriba”
no son todos los políticos, sino aquellos que toman decisiones, que no son los dele15 Es interesante señalar aquí que, al indagar en las imágenes de la política, estas fueron: Fidel Castro, Raúl Castro, Camilo, Che, Martí, el Consejo de Estado, el Partido, el Gobierno.
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gados del poder popular, ni en general los representantes de las estructuras medias y
bajas —donde los entrevistados incluyen hasta los diputados.
Ahora, en esos registros, “los de abajo” perciben a los dirigentes como sujetos con
ventajas económicas y políticas, que toman decisiones separadas de la realidad ciudadana16. Pero el asunto es más complejo, la condición de político —de ser “de arriba”, de
llegar a serlo— se relaciona con méritos morales y personales: liderazgo, destaque intelectual, estudios, vocación por responder al pueblo; y no con condiciones económicas ni herencias políticas. Lo llamativo, entonces, es que a pesar que esas cualidades
se enuncian como positivas, cuando caracteriza a los políticos, se hace negativamente, y se alude a una ausencia de representación, un desentendimiento de ellos de las
necesidades y criterios ciudadanos. Este hecho, entre otros, muestra que las culturas
políticas hay un diálogo permanente entre el “deber ser” y lo realmente existente. Este
vínculo a veces se da como complementariedad y otras veces de modo disonante,
pero siempre está presente en la (re) coniguración de las culturas políticas.
Pero además, es notable que a los políticos no se los caliica como acumuladores
de capitales económico, los políticos no son los “ricos” del país; por el contrario, hay
desconocimiento de vínculos entre monopolios de poder económico y político. Esto
es, una ausencia de relevancia de poder económico como condición de acceso a la
vida política. Sin embargo, al mismo tiempo, sí hay una percepción de mejores condiciones de vida en “los políticos de arriba”. Con ello, si bien el poder económico no es
condición del acceso a la política, los políticos se encuentran en la cima de la pirámide
social, no por acumulación de capital inanciero sino por el marco de poder que ofrece
el ejercicio de la política en altos niveles, y que les diferencia del resto de la sociedad.
Lo anterior se vincula con que la desigualdad sea uno de los contenidos de las
culturas políticas emergentes de la investigación, expresada en términos de mejores
posibilidades y condiciones de vida para quienes se representan como la “clase política” —que incluye los militares de alto rango en activo— y los nuevos empresarios y
extranjeros con negocios en Cuba. De hecho, las desigualdades se evidenciaron como
una importante mediación de los contenidos de las subjetividades individuales y colectivas.
Todo lo anterior indica la reproducción de una cultura que entiende a la política
como espacio selecto —y desconoce los campos cotidianos de lucha y negociación
de poderes en todos los niveles de la sociedad— donde el más común de los hombres y mujeres no se reconoce como actor político, y donde la imaginación política se
distancia de los espacios institucionales —que no funcionan o la limitan—. Es en esos
términos que es posible hablar de la evidencia de desinterés por los espacios institucionales de la vida política del país, lo cual hace de estos actores económicos sujetos
de la política; en su sentido de sujeción.
La política parece sujetar su presente, pero ¿y el futuro?
Los tiempos de la política
Descubrir la gama de trayectorias históricas que son imaginadas por los distintos actores sociales permite una comprensión amplia sobre la política y sus cambios. Esta
dimensión contribuye a ofrecer una perspectiva dinámica, procesual y prospectiva de
16 Esos políticos, “los de arriba”, constituyen una élite de poder de la cual se excluye, incluso, a los diputados a la
Asamblea Nacional.
Ailynn Torres Santana y Diosnara Ortega González
las relaciones políticas: el campo político no sólo es lo que es, sino también lo que ha
sido, y las opciones imaginadas y deseadas de lo que será, las que construyen igualmente el presente. Ahora, el futuro imaginado no es una preiguración de los deseos
—aunque también— sino un ejercicio analítico de las posibilidades consideradas
reales, de acuerdo al curso presente. En este sentido se intersectan las vinculaciones
entre el futuro del país y el de los sujetos, la dimensión individual y la colectiva.
La exploración sobre los futuros deseados e imaginados resultantes de la investigación en la que se basa lo comentado hasta aquí, permite corroborar elementos ya
vistos: una crisis de representatividad, la separación entre el ámbito de la economía
y la política, la reducción de la política a ciertos sujetos, espacios y funciones. Pero,
además, aporta otros indicadores que interpelan algunos de los planteos realizados.
Antes de comentar lo que las culturas políticas nos informan sobre los futuros para
Cuba, recordemos algo de lo dicho sobre los tiempos presentes de la política en la isla:
la política actual se caracteriza por su inmovilidad, su falta de dinamismo, su repetitividad y, en ese sentido, se aleja de las demandas del pueblo.
Ahora, el curso futuro, liderado por el sentido de la actual reforma, se deine por
una creencia altamente compartida sobre la ausencia e imposibilidad de cambios en
la política, y por el esperanzamiento y optimismo en torno a los cambios económicos.
De ello emerge una tesis consensuada: el cambio en la política dependerá de ponerse “a la altura” de los cambios en la economía. La economía así entendida, continúa
absorbiendo las posibilidades de futuro, y en ocasiones encontrándose como único
espacio posible a imaginar, tanto en sentido positivo, como negativo. Veamos.
Me imagino a Cuba: mejorando, los cambios son para mejor: no sé en lo social,
pero en lo económico bien / mejor, si seguimos como vamos y se dan oportunidades
a pequeños negocios iremos mejor / en estos momentos se están haciendo transformaciones, y las transformaciones son para mejorar, sé que es un problema económico
general / un poquito mejor porque se están dando buenos pasos / yo pienso que
Cuba dentro de 5 años pueda ser una Cuba transformada, no como ahora que se está
pasando un poquito de trabajo, aunque se han abierto algunas puertas como este
negocio del cuentapropista / en candela, esto cada día está peor / peor, en el sentido
en que cada vez las cosas se ponen más malas y la economía está peor y nosotros
tenemos que regirnos a lo que venga.
Así, aunque la economía se visualiza como independiente de la política, se vuelve
su centro: sobre ella y desde ella se construyen las esperanzas, críticas, observaciones
sobre la Cuba que se vive y se espera vivir en el corto plazo. Pero, recordemos, no es
posible democratizar la economía si no se democratiza la política.
Ahora, sin desconocer lo anterior, debe decirse que de las prospectivas realizadas
por los trabajadores autónomos, la más habitual fue la de un futuro inimaginado —
tanto en el ámbito social como en el individual, caracterizado por el no sé, o no me lo
puedo imaginar—. Habiendo avanzado en los análisis, podemos sugerir que esta incapacidad para pensar el futuro puede estar dada por la poca claridad, la ambigüedad
y vaguedad del campo sociopolítico y socioeconómico que perciben estos sujetos,
que les genera altos niveles de incertidumbre. Así, el carácter azaroso y vertiginoso de
los cambios y regulaciones que aún no llegan a asentarse, dan lugar a una desorientación, a quienes emprenden negocios por cuenta propia.
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El giro en el modelo económico, en el discurso político, y en los repertorios de la
política evidenciados en el actual gobierno, al parecer, han producido un quiebre de
importancia, que hace inimaginable el futuro posible. Siendo así, quizás es más revelador preguntarnos por el futuro deseado.
El futuro deseado para Cuba
Al respecto, uno de los elementos más interesantes es los modos en que el futuro deseado diiere en función de criterios generacionales: quienes tienen más de 45 años
de edad, desean un futuro para Cuba como retorno a la década del ochenta; momento en el cual se podía vivir con el salario, con lo que uno ganaba. Las generaciones
más jóvenes, por el contrario, no parecen contar con ese referente, sino que imaginan
y desean una “Cuba nueva” o parecida a otros países —generalmente Estados Unidos
y China.
Pero a pesar de esas diferencias, es posible identiicar acuerdos: por una parte, y
en coherencia con lo dicho hasta aquí, la Cuba deseada es, casi en exclusiva, una Cuba
mejor económicamente. Pero, también, es “una Cuba para todos”. Este elemento, que
emerge casi al término de las relexiones, complejiza las visiones sobre estos actores,
algunas de las cuales sugieren que prima el interés individual sobre el colectivo. Sin
embargo, contrario a ello, puede indicarse que en sus culturas políticas, la referencia
a un país “para todos” expresa una preocupación por la condición política de la sociedad cubana: la inclusión. Ello se expresó en términos como los siguientes: Quisiera
que fuera un país diferente, pero para bien de todos los cubanos / Yo quisiera que hubiera una economía un poco mejor, que hubiera más posibilidades para nosotros los
jóvenes, que pudiéramos resolver con nuestro trabajo los problemas de todos / Hay
que pensar en lo que la gente quiere, hay pensar en lo mejor, lo que va a beneiciar a
todos, porque claro, sino cada uno va a tirar pa´ su lado… pero hay que sacar lo que
le viene bien al pueblo.
Lo anterior se relaciona, por un lado, con una zona de conlicto individual-colectivo: mientras se estimulan y se emprenden opciones de futuro individuales, se sostienen preocupaciones y sentidos colectivos sobre el futuro político. Cuando se dice
aquí que esta es una zona de conlicto, no es porque se consideren que son opciones
excluyentes, sino que se manejan conlictivamente a nivel de las subjetividades.
El énfasis en una Cuba “para todos” devela otro eje de importancia: las desigualdades crecientes y estructurantes de las relaciones sociales en el país, tanto de acuerdo a
criterios económicos —los que tienen dinero y los que no lo tienen— como políticos
—los políticos/“los pinchos” y el pueblo—. Las desigualdades pueden considerarse
como uno de los componentes más estables dentro de las culturas políticas estudiadas; y ellas condicionan las posibilidades de futuro para Cuba: como vamos, me imagino tratando de imitar al capitalismo / antes, todo el mundo era más o menos igual,
ahora no; quisiera que el socialismo siguiera siendo socialismo, con los beneicios que
tiene el socialismo para todo el pueblo.
El testimonio de una mujer entrevistada es relevante para esta discusión, por lo
cual se reproduce in extenso:
Ailynn Torres Santana y Diosnara Ortega González
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“Por una parte, y en coherencia con lo dicho hasta aquí, la
Cuba deseada es, casi en exclusiva, una Cuba mejor económicamente. Pero, también, es ‘una Cuba para todos’”.
Cuando empecé a trabajar en el 83 yo ganaba 111 pesos, 55 en una quincena y 56 en la otra —y disculpa que me meta— pero es algo que nos toca a todos. Yo llegaba al Mercado Centro con mis 55 pesos y
hacía una factura, compraba maltas, helado y le compraba juguetes a mi sobrino. Es verdad que la vida
cambia, que la crisis es a nivel mundial, que la economía, toda esa serie de cosas, pero ¿cómo se explica
que si todos nacimos con la revolución nuestros hijos tengan que pasar tanto trabajo con esta revolución y este mismo gobierno? ¿Qué es lo que está pasando? Yo entiendo que aquí ha habido un mal
de fondo y se están cometiendo errores porque no es posible que nosotras, las madres, para poderles
poner un par de zapatos a los muchachos para que vayan a la escuela, que se lo exigen, tengamos que
comprarlo en la shopping para que les dure una semana [Otra mujer interrumpe y dice: es verdad]
¿Cuánto te cuestan? ¿Veinte dólares, tú tienes veinte dólares? Por qué el Estado no vende colegiales.
Cuando nosotros estudiábamos, vendían colegiales, y no tenían muerte, pasaban de hermano a hermano, pal’ primo, el amiguito. Entonces te exigen, pero tú no puedes exigir lo que tú no das. ¿Tú crees
que se puede? Nosotros salíamos y iestábamos todos los ines de semana, con los cuatro metros de
tela que te daban, íbamos todo el mundo igual, pero éramos felices. ¿Quiénes se vestían de shopping?
Los hijos de los marineros y los hijos de los pinchos, pero todos los demás éramos felices.
Agregar una palabra al testimonio de esta mujer sería casi un exceso imperdonable;
con su experiencia de vida enuncia problemas de fondo reiterados a lo largo de este
texto: la importancia de las redes de solidaridad y co-gestión de la escasez, desigualdad creciente, escasez también creciente, demandas de responsabilidad estatal frente
a ese escenario, el patriarcado asentado como parte de las relaciones de poder (son
las madres las que tienen que “ponerle los zapatos a los hijos”); todo ello sintetizado
en las posibilidades de felicidad colectiva: todos éramos felices.
Por último, ¿cómo estos procesos deinen los sujetos relevantes para el futuro de
Cuba? ¿De quiénes dependerán los futuros individuales y colectivos?
¿De qué dependerá el futuro de Cuba?
Del mapa de opciones manejadas por los cuentapropistas —el futuro dependerá de
voluntades individuales, voluntades colectivas, de la fe, de los altos dirigentes del gobierno— dos marcaron la tendencia: el futuro de Cuba dependerá de los dirigentes
políticos y de todos los cubanos, en ese orden. O sea, primero se reirió que el curso
del país lo determinarán los dirigentes políticos, de su capacidad para plantear y conducir el cambio, insuiciente hasta el momento —si personas que han estado arriba
no lo han podido arreglar ¿quién lo va arreglar?—. Y, además, el futuro dependerá
de todos. Ahora, esas opciones se manifestaron de dos modos: como complementariedad —dependerá de ambos—, o como exclusión. Una parte de los entrevistados
mostró una co-gestión del futuro por ambos actores —lo cual supone un reconocimiento del pueblo como actor político; elemento disonante con los análisis realizados
hasta el momento—. La otra parte consideró la predominancia de las decisiones de
los dirigentes políticos como reguladores de la vida, tanto económica como política
del país.
La convivencia, al interior de las culturas políticas, de ambas opciones, puede interpretarse como la evidencia, nuevamente, del contraste entre el “deber ser” y lo real.
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Actores económicos y ¿sujetos de la política? La reforma cubana y los trabajadores autónomos
El curso de los argumentos comentados hace imprevisible que se considere que el
futuro dependa del pueblo, de todos; más bien, este puede ser un ideal normativo,
un ámbito de deseo político; mientras lo real revela a los políticos como decisores
presentes y futuros.
A la vez, al pensar en la política futura, se entendió que ella debía regular, al menos
potencialmente, la mercantilización de lo social: el futuro de Cuba no lo deinirán los
que tienen más dinero, porque la gente que tiene más dinero en este país lo que hace
es arregostarse, vivir con su dinero, no le interesan los que no pueden vivir. Entonces,
la política deberá interesarse por ellos, por los que no pueden vivir.
Lo anterior muestra, por una parte, otra de las zonas de conlicto encontradas en
la investigación de las culturas políticas: cuál es/debe ser el ámbito de regulación del
Estado. Para algunos, debe ser mínimo —que la gente resuelva—, para otros, el Estado debe intervenir, regulando, el curso de la economía, evitando los monopolios y la
desprotección social. De acuerdo con el estudio, se consigna la función del Estado a
la de la política social, a la protección, pero no se reiere su función como garante —
además de derechos sociales— de derechos políticos; de cuya combinación emerge
la democracia.
Comentarios inales
Al término regresamos un poco al inicio. El curso de este texto ha evidenciado complejos procesos en los que se reconstruyen las subjetividades políticas, se deinen los
objetos políticos y se entienden los contextos en los que ello transcurre.
Una de las líneas gruesas a señalar es la pluralidad de las culturas políticas; las subjetividades políticas, podemos concluir, no pueden entenderse en singular, los sujetos
individuales y colectivos redeinen en sus procesos de vida, y en relación con las estructuras sociales, contenidos, relaciones y opciones políticas diversas. Así, debemos
señalar la emergencia de estructuras heterogéneas de las culturas políticas referidas,
que se transforman en los procesos cotidianos de su reproducción; mismos que permiten identiicar “núcleos duros” de las culturas políticas, y contenidos en transformación y redeinición.
Para nuestro argumento, la relación política–economía es central. Este vínculo se
expresó de distintas formas, una de ellas fue un quiebre en el vínculo entre ambos
espacios, de modo que se conciben como independientes. Otra fue el entendimiento de la política como obstáculo para el desarrollo económico. En ambos casos, las
apuestas de futuro se concentraron en el logro de mejoras en la economía con escaso
procesamiento político de ello.
Por otra parte, la relación política-economía develó un desconocimiento de vínculos entre monopolios de poder económico y político. Esto es, una ausencia de relevancia de poder económico como condición de acceso a la vida política. Pero si bien el
poder económico no es condición del acceso a la política, los políticos se encuentran
en la cima de la pirámide social, no por una acumulación de capital inanciero sino
por el marco de poder que ofrece el ejercicio de la política en altos niveles, y que les
diferencia del resto de la sociedad.
Al parecer, lo anterior se vincula con que la desigualdad sea una de las mediaciones importantes de las subjetividades políticas analizadas, expresada en términos
Ailynn Torres Santana y Diosnara Ortega González
de mejores posibilidades y condiciones de vida para quienes se representan como la
“clase política”. En consecuencia, la demanda de una Cuba para todos fue reiterada y
devino uno de los contenidos estables dentro de las culturas políticas.
Además, es posible sugerir que no se reconocen como sujetos políticos al pueblo,
a grupos organizados fuera de las instituciones deinidas por el sistema político ni
tampoco, y esto es muy importante, a los representantes políticos de las bases. O sea,
los sujetos políticos, aquellos con posibilidades de decidir, debatir y ejecutar decisiones, conforman un grupo reducido; y los espacios, mecanismos y los representantes
directos del pueblo quedan fuera de ese campo. Ese hecho se entiende como una crisis de representatividad, que se ha solidiicado en las culturas y que deine la práctica
y actitudes políticas de los sujetos.
Conjuntamente, las caliicaciones de los políticos son negativas, y el argumento
alude a su desapego de los intereses y necesidades populares. El campo al que pertenecen, además, es exclusivo de los hombres, teniendo las mujeres escasa participación dentro de los imaginarios.
Por otra parte, se evidenció una tensión importante entre lo individual y lo colectivo, y ese fue, de hecho, uno de los contenidos en tránsito que se mostraron en
este estudio. Ello se expresó en términos de la elección de caminos individuales de
enfrentamiento a las situaciones actuales de carencias en desmedro de intereses colectivos conscientemente procesados, y conlictivos. La resolución de esta tensión es,
consideramos, uno de los grandes desafíos del actual proceso de cambios.
Además, se dio cuenta de incertidumbre asociada a los cambios en curso, que provoca más rechazo aún al espacio de la política, y que tiene que ver con incertidumbre
legal, del sentido de los cambios, de su estabilidad. La ley, fue entendida aquí con los
mismos “vicios” que son atribuidos a la política, y también se le consideró fuente de
inseguridades y restricciones.
Los tiempos de la política, por su parte, se expresaron en dos dimensiones: la política del ahora y la del futuro. En ese sentido, la actual fue deinida como una política
inmóvil, mientras que la Cuba del futuro es, en buena parte, inimaginada —lo cual se
asocia a la incertidumbre expresada antes—, tanto como la propia vida de los sujetos
entrevistados. En caso de imaginar un futuro mejor, se hace en términos de aumento
de la productividad y de cambios económicos, con poco procesamiento político de
sus sentidos. Sin embargo, una Cuba socialista, donde quepan todos, emergió en varias ocasiones; pero frente a las incertidumbres ya mencionadas y los pocos anclajes
políticos en el presente, el futuro se entendió como dependiente, sobre todo, de las
agencias individuales.
La existencia de “mayores” o “menores” culturas políticas, así como de culturas políticas “ideales”, ha sido refutada en este texto. Por el contrario, emergieron complejos
procesos de reconiguración de los sentidos y las prácticas políticas, todos los que
deberán atenderse en el análisis de las subjetividades colectivas. Las nociones, valoraciones, ideas, símbolos y prácticas respecto a la política que fueron exploradas —y
que los cubanos y cubanas concretos reconstruyen en torno a los objetos y contextos
políticos—, no ofrecen certeza alguna; antes bien, participan del mapa real de relaciones de poder en el que transcurre el momento actual del país. Solo su consideración
y procesamiento político colectivo, permitirá que el futuro no quede en manos del
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Actores económicos y ¿sujetos de la política? La reforma cubana y los trabajadores autónomos
pasado, sino que se abran nuevas puertas democráticas y se cierren otras, quizás a
tiempo. Pensar la reforma en estos términos, podría permitir deliberar sobre las posibilidades de sujetos políticos, no sujetos de la política.
“Los sujetos políticos, aquellos con posibilidades de decidir,
debatir y ejecutar decisiones, conforman un grupo reducido;
y los espacios, mecanismos y los representantes directos del
pueblo quedan fuera de ese campo”
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Notas para una aproximación a la
cultura del rebusque en Cuba
PABLO RODRÍGUEZ RUIZ
Investigador del Centro de Antropología, La Habana.
Resumen
El texto desarrolla las líneas generales
para el estudio de lo que denomina cultura del rebusque, concepto con el que
se reiere a las actividades informales, ya
sean legales o ilegales que realizan las
personas para obtener un ingreso para
poder sobrevivir en la marginación. Se
hace una exploración de las distintas maneras en que se ha abordado el tema de
la economía informal en el contexto latinoamericano y se explican las características especíicas del caso cubano. En la
Isla, la cultura del rebusque se ha expandido en todo el cuerpo social como forma de subsistencia frente a las enormes
diicultades económicas sufridas por la
población a partir del “Periodo especial”.
Finalmente, se realiza una aproximación
hacia los espacios, acciones y estructuras
que coniguran las formas de rebusque
con miras al estudio de este fenómeno
desde el punto de vista antropológico.
Abstract
The text develops the general aspects for
the study of what is called rebusque culture, this concept refers to the informal
activities, legal or illegal, that are done
in order to get an income and survive
marginalization. It explores the diferent
ways informal economy topic has been
tackled in the Latin American context
explaining the speciic characteristics of
the Cuban case. In the Island, rebusque
culture has expanded to the entire social
body as a way to survive and face the
enormous economic diiculties sufered by the population since the “Special
Period”. Finally, the article gives an approach to the spaces, actions and structures that form rebusque culture looking
forward to study the phenomenon from
an anthropological point of view.
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Notas para una aproximación a la cultura del rebusque en Cuba
Palabras clave
Cuba, rebusque, cultura, economía informal, mercado negro
Keywords
Cuba, rebusque, culture, informal economy, black market
La cultura cubana está profundamente marcada por la intensidad de los cambios -en
cierto sentido asincrónicos respecto a su entorno regional-, que registra la historia del
país. De ellos no está exenta la actualidad socioeconómica mas reciente. Los que se
están produciendo en los últimos años, bajo la orientación política del partido, ponen
énfasis en lo económico. El acento puesto a esta dirección es comprensible. Toda la
obra social y humana del proceso revolucionario cubano se pondría en entredicho, se
desgajaría, si no desarrolla una sólida base económica que la sustente. Mas la cuestión
no es sólo de producción, sin restarle nada a la trascendencia que ello tiene en la etapa actual, sino también de reproducción de las condiciones económicas y sociales, del
tipo de sociedad a que se aspira; o sea, una sociedad que minimice la explotación del
hombre por el hombre y maximice la justicia social y digniicación humana hasta el
punto que los limites históricos y sociales permitan aspirar y en la que siempre exista
espacio para soñar y actuar en función de trascender dichos límites.
La centralidad económica deja traslucir cierta ausencia de las determinaciones
culturales. El agente principal de consecución de todo proceso transformativo, el
hombre, aparece subsumido dentro de estructuras o relaciones de este corte que lo
desdibujan. Ello es propio de los enfoques económicos y estructuralistas que tienden
a diluir al ser humano en las estructuras e instituciones. Desde esta perspectiva, las
personas son convertidas en un factor de la producción, en simples piezas de un mecanismo productivo que conforma, en el peor de los casos, una representación reduccionista de lo humano contribuyendo a instituir la noción de lo que he dado en llamar
el hombre tuerca. Sin embargo, dichas transformaciones pasan necesariamente por la
acción de personas concretas, resultado de experiencias históricas e inscritas en una
tradición, una cultura.
Es un hecho innegable que el humano aprende a ser y comportarse como tal. Que
esa capacidad de aprender y trasmitir lo aprendido es lo que nos separa y distingue
del mundo animal. Es lo que nos determina, en cada época y lugar. Lo que la genética
nos aporta para adaptarnos y funcionar en la vida es insigniicante, al lado de toda la
apropiación de lo creado por generaciones anteriores que necesitamos para existir
como personas. No se trata sólo de herencia cultural, sino de un proceso continuo de
reactualización y creación de esta en el propio hacer en circunstancias y condiciones
determinadas. De este modo, la cultura se nos representa como el resultado de la
actividad humana acumulada y acumulable.
La cultura no es la suma de hábitos y costumbres de una sociedad determinada.
Tampoco se reduce a la recreación escenográica de la misma, ni a la acumulación de conocimientos librescos. Es un fenómeno mucho más complejo, dinámico y
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contradictorio del que los diversos mecanismos de manipulación de representaciones1 brindan apenas un boceto de trazos muy generales. Está en la esencia misma
del devenir y el existir de nuestra humanidad. Envuelve todos nuestros actos en todos
los contextos, los condiciona, signiica y se recrea en ellos. Forma parte sustancial -y
concurren en ella-, del proceso de producción y reproducción tanto simbólica como
material de la sociedad, conigurando una unidad contextual e históricamente diferenciable y aprehensible. Aparece, por tanto, profundamente imbricada a todas las
prácticas y relaciones sociales. No hay seres humanos incultos en sentido estricto, ni
cultura sin seres humanos actuantes. El limbo cultural sólo es posible registrarlo en
organismos en estado vegetativo.
“La vinculación de la cultura con la actividad práctica nos devuelve una noción viva, compleja y alejada de todo esencialismo”
Esta idea de la cultura induce a romper una concepción del hombre fragmentada que
se fue formando desde un orden social sectorizado y verticalista, y una tradición de
pensamiento cientiicista. Nos evita quedar apresados en la noción, en cierto sentido frustrante para la trasformación social, de una naturaleza humana, esencialista e
inamovible. Por el contrario, conduce a mirar al ser humano como un ser actuante
en unas circunstancias dadas. En in, a complejizar la mirada y hacerla más integral.
La concepción de la cultura como resultado de la actividad práctica –material y espiritual-, aporta un presupuesto conceptual importantísimo para orientar la labor trasformadora y de mejoramiento humano: la convicción de que no es la naturaleza, sino
la red de formas culturales y prácticas concretas en circunstancias determinadas lo
que constituye el ámbito dentro del cual el hombre llega a ser lo que es, lo que nos
determina y nos hace.
Llegamos a ser individuos concretos, personas actuantes, guiadas por esquemas
culturales, por sistemas de signiicación históricamente creados en virtud de los cuales formamos, ordenamos, sustentamos y dirigimos nuestras vidas. Este mundo de
objetos signiicados y signiicaciones, símbolos, representaciones, gobierna nuestras
conductas y actos, le dan un sentido y una dirección. Estos forman una especie de
programa desde el que leemos y organizamos nuestro accionar. Las anticipaciones
culturales que lo coniguran son un componente esencial para la práctica y la interpretación de las realidades en las que vivimos.
La vinculación de la cultura con la actividad práctica nos devuelve una noción viva,
compleja y alejada de todo esencialismo. Permite comprender cómo en ella se interconectan y ponen en juego valores universales, epocales, nacionales, locales y aun
familiares. A la vez, deja traslucir cómo en la práctica las expresiones culturales y las
mentalidades que les son concomitantes se actualizan, transforman y recrean en un
constante y dinámico proceso.
Ese proceso complejo, contradictorio y multilateral de actualización que experimenta la cultura desde las prácticas, pone en juego, en ocasiones de forma conlictiva,
1 Cuando decimos mecánicos de manipulación de representaciones nos referimos a todo ese complejo entramado de industrias culturales, medios de difusión de masas, y sistemas de creación intelectual puestas al servicio
de crear y sostener ciertas hegemonías.
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Notas para una aproximación a la cultura del rebusque en Cuba
expresiones emergentes con tradiciones y valores hegemónicos. A ello no le es ajeno
que formas culturales que permanecen ocultas, inadvertidas o vinculadas a pequeños
grupos sociales se puedan actualizar, traspasar las barreras grupales, de clases o regionales, mestizarse, dispersarse y aun generalizarse. Este punto de vista es signiicativo
para comprender lo que sucede con lo que hemos dado en llamar la cultura del rebusque en las condiciones de la crisis cubana de los noventa.
¿Cultura de rebusque?
El término rebusque se deine en los diccionarios como buscar o escudriñar con mucho cuidado y ahínco, mirar en algún sitio para sacar algo o para seleccionar lo mejor.
También con el sentido de recoger lo que queda en el campo después de la recolección.
En contextos como los de Argentina, Nicaragua, Uruguay, Colombia y Venezuela
se utiliza con el signiicado de acción y efecto de rebuscársela y también en sentido
de solución ocasional e ingeniosa con que se resuelve una diicultad. En tal sentido
se utiliza indistintamente para referirse a fenómenos tales como, tipos de actividad
comercial muy modesta, trabajos ocasionales, tarea adicional que permite complementar los ingresos que se requieren para subsistir. En general se identiica el rebusque con la actividad informal ya que este es el escenario en que prolifera con mayor
visibilidad. En consecuencia, al abordar la cuestión de la llamada cultura del rebusque
es necesario considerar las características que adopta la informalidad en el contexto
concreto en el que se reproduce.
En determinadas corrientes psicológicas la idea de rebusque se deine como una
conducta emotiva inadecuada, patológica, modelada por los padres o iguras parentales de la infancia, que sustituye a una emoción auténtica no permitida o prohibida. Generalmente tiene un carácter manipulador que tiende a encubrir una reacción
emocional que no es permitida o que se considera mal juzgada. Con frecuencia entre
lo que se siente y lo que se llega a expresar hay mucha diferencia. No hay permiso para
expresar lo que se siente y se reemplaza por un “rebusque” o sentimiento sustituto.
Por estas razones en ocasiones se le denomina también sentimiento parásito.
El núcleo de la idea deja traslucir varios elementos fundamentales en interacción
que lo caracterizan. Uno, el vínculo de lo que se denomina rebusque con condiciones
de desventaja, fundamentalmente con la pobreza o escasez de recursos. Otro tiene
que ver con la inmediatez de las actitudes y prácticas que despliega. Un tercero hace
referencia a condiciones de opresión, en muchas ocasiones determinada por una normatividad hegemonizada, que propicia la simulación y el escapismo.
Tales prácticas no son nuevas. Es posible seguir su rastro en prolongados espacios
temporales en los sectores más empobrecidos de la población. En la literatura picaresca española del siglo XIX se describen múltiples ejemplos de dichas conductas. En
documentos antiguos, como la biblia, encontramos relatos que hacen testimonio de
estas manifestaciones. Ello le asigna una cierta profundidad y continuidad histórica
que induce a pensar en respuestas humanas relativamente estandarizadas a condiciones de desventajas en las que se vive, se actúa y se siente. Se estructuran desde
las prácticas de sobrevivencia de los sectores excluidos o limitados en el acceso a los
medios de producción, los bienes producidos, el poder y los saberes de todas las so-
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ciedades jerarquizadas y clasistas que han existido a lo largo de la historia. Las mismas
ponen de maniiesto actos y acciones, relaciones, moldes de comportamiento y una
cierta subjetividad que al instaurarse en determinados grupos le da un sello cultural.
Aunque no son privativas de los grupos subordinados, dichas formas culturales
existen y se hacen visibles en nichos de pobreza y marginación. Tienen mucho que
ver con la manera en que son vividas, experimentadas y sentidas las condiciones de
vida. Resultan de la inmediatez con que se vive el cotidiano en esos entornos y las
tensiones que imponen a la vida la escasez y la precariedad. En gran medida, ello determina que permanezcan como poco visibles o muy circunscritas en la mayoría de
las sociedades.
“En el acto del rebusque es posible descubrir el despliegue de
una serie de tácticas encaminadas a sacar ventaja”
Generalmente el deber ser que instituye ciertas formas de hegemonía cultural tiende
a ocultar y a estigmatizar a tales expresiones. Las élites y grupos dominantes tratan
de apartarse, de distanciarse de estas realidades a pesar de que muchas de dichas
prácticas reproducen -en pequeña escala y desde las condiciones de subordinación y
deslegitimación en que actúan los grupos dominados-, moldes de comportamiento
que el campo de batalla de la competencia y el modelo de relaciones capitalistas
instituyen y, en cierto, sentido enmascaran y legitiman con la parafernalia ideológica
y legal del sistema. El competidor es el otro al que debo derrotar y convertir en objeto
de mi propia ventaja a toda costa y sin detenerme ante ningún escrúpulo. Tal actitud
no es ajena ni a la competencia ni a ciertas formas de rebusque.
No todo lo que produce la informalidad y el consecuente rebusque, es disfuncional, se hace disfuncional en determinadas circunstancias. En Argentina, personas que
vivían de la basura, se auto-organizaron para crear formas cooperadas de la actividad.
El trabajo se digniicó y ha generado lo que puede ser una rama económica con base
en la localidad: la industria de la basura, con resultados humanos y ecológicos inapreciables. La modiicación de las circunstancias que han propiciado tales prácticas
abre un panorama de posibilidades digniicadoras y creadoras de bienestar material y
humano que no debe ser subestimado.
En su extensión la idea del rebusque hace referencia a una gama muy amplia de
prácticas encaminadas a obtener ingresos complementarios que van desde la venta
de objetos personales, reventas o trabajos circunstanciales, hasta pequeños fraudes
y tácticas de apropiación. Los modos en que se interconectan y maniiestan dichas
prácticas determinan un posicionamiento ante el sistema legal imperante. Incluye
formas y expresiones legales e ilegales, así como otras manifestaciones que contravienen las normas, la legitimidad o el deber ser establecido por la costumbre del sistema
económico y social dominante. Muchas de estas manifestaciones pueden ser entendidas como estrategias de sobrevivencia a las que se acude de modo coyuntural. Sin
embargo, cuando se inscriben de forma estable y normalizada en los comportamientos y prácticas de determinados grupos adquieren un carácter cultural, se conigura
como una cultura del rebusque.
En el acto del rebusque es posible descubrir el despliegue de una serie de tácticas
encaminadas a sacar ventaja. Estas son contextuales, de situación, momento y se en-
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Notas para una aproximación a la cultura del rebusque en Cuba
ilan al resultado inmediato. El después no cuenta o cuenta muy poco. Se basan en el
conocimiento del terreno o la actividad que se realiza, por lo que tiende a aprovechar
las circunstancias de tiempo y lugar para el logro de los beneicios. No se estructuran
con una proyección de crecimiento progresivo. El tipo de relaciones que se generan
son más reticulares, lexibles e inestables, que estructuradas y estables. El resultado
obtenido se encamina fundamentalmente a la satisfacción de necesidades inmediatas, y sólo en casos excepcionales a la acumulación.
Un ejemplo de cómo las circunstancias de tiempo, lugar y conocimiento del terreno son consustanciales al rebusque es el la utilización de las monedas de tres cup en
los vueltos en cup. Esta práctica se basa en el parecido en cuanto tamaño y color de
la moneda metálica de tres cup con la de un cuc y en el modo que funcionan en un
mismo contexto dos sistemas de valores monetarios a pesar de su limitada segmentación estructural. También en el conocimiento de las condiciones de aglomeración,
del tipo de personas que concurren al lugar y el ambiente en el que se realiza la transacción.
A pesar de que el valor nominal de la primera es mayor, la tasa de cambio existente
determina que al enfrentarse -y en el cotidiano de la gente, por encima de las consideraciones tecnocráticas, los dos sistemas de valores se enfrentan intensa y sistemáticamente-, la de un cuc sea 8 veces más valiosa. Tal diferencia garantiza una ganancia
sustanciosa que estimula el acto de pasar una por la otra. A la vez, la relación objetoobjeto que entraña el timo, pone de maniiesto el vínculo entre espacios económicos
concebidos como segmentados.
El lugar es otro aspecto que se pone en juego en el acto. Él se produce en el mercado minorista. Un espacio compartido por personas para las que este es su espacio
que ocupan todos los días, al menos durante 8 horas -los que se sitúan del lado de la
oferta, los vendedores-, y por otras que concurren circunstancialmente, los que están
del lado de la demanda que están en una situación de no lugar. Es una situación de
encuentro de un lugar con un no lugar. Los primeros son expertos que se mueven y
actúan en su lugar y enfrentan todos los días a ese público que circula. Las aglomeraciones y la amplia circulación de personas en determinados mercados y el ansia que
se produce en el comprador, favorecen al ofertante. Las características del espacio y el
tipo de oferta también facilitan el acto. Las condiciones de semioscuridad de muchos
centros nocturnos y restaurantes, así como el tipo de consumo disipador y alegre coniguran las condiciones ideales para obtener ventaja.
La concurrencia de extranjeros y turistas se torna una ventaja ideal. Por un lado,
estos no están adaptados al sistema monetario del país y, por otro, esa fracción, ante
su experiencia y niveles de ingresos, tiene muy poca signiicación para ellos. Encontrar
una moneda distinta, con la imagen del Che Guevara, en la fracción que le devuelven,
le resulta curioso y hasta puede llegar a resultar una especie de suvenir que obtiene
por “casualidad”. En la mirada del objeto se ponen en juego dos experiencias culturales distintas y dos maneras de signiicarlo.
La táctica es muy simple, introducir una moneda de 3 cup en la vuelta en cuc,
generalmente camulada junto a otras de esta última denominación. Los riesgos son
mínimos porque siempre queda la posibilidad de la justiicación del error si la persona
se percata. Tres o cuatro monedas que introduzca de este modo, le genera un ingreso
complementario de entre 66 y 88 cup diarios. Aunque en estos medios existen tácti-
Pablo Rodríguez Ruiz
cas más sustanciosas ello constituye una alternativa poco riesgosa para los días malos.
La economía sumergida y/o el sector informal urbano, espacios del
rebusque...
La idea del rebusque aparece vinculada con la informalidad, la economía sumergida o no registrada. Se impone, por tanto, considera el tratamiento que ha tenido la
cuestión en las ciencias sociales. En Cuba, las pocas aproximaciones que se han hecho
son muy puntuales y han estado focalizadas a algunos de los ángulos de la cuestión.
Generalmente se han concentrado en el diagnostico de la informalidad o en aproximaciones desde nociones como la de mercado negro o economía sumergida. El tratamiento cultural del fenómeno es prácticamente inexistente. Un ejemplo de ello lo
encontramos en la deinición que hace Alfredo González (1995), de lo que él denomina la economía sumergida. Esta la deine como:
[…] El espacio económico de las transacciones de bienes y servicios no autorizados oicialmente, de
carácter legal o ilegal que surgió en nuestro país por la insuiciencia del surtido de la oferta estatal a
la población y se acrecentó y consolidó por la emisión monetaria sin contrapartida mercantil …Este
espacio económico tiende a la formación de un mercado donde operan las leyes de la oferta y la demanda y la circulación del dinero, a diferencia de las economías de mercado, en la cubana los precios
son superiores a la estatal lo que evidencia de que se trata no tanto de una estrategia de captación de
ingresos de capas marginadas de la población, sino de un mercado que se creó por desequilibrio entre
la oferta y la demanda […] (González, 1995).
En la deinición que propone el autor se atribuye la existencia de la economía sumergida a dos condiciones: 1) Desbalance estructural entre la oferta y la demanda; 2) el
exceso de liquidez y su transformación en demanda.
Es incuestionable la inluencia de estos factores en el crecimiento e impacto social
que tuvo durante la crisis de los años noventa la economía sumergida, informal, el
mercado negro o como guste llamarlo. Sin embargo la deinición tiene una serie de
limitaciones lógicas que no contribuye a la comprensión integral del fenómeno. Entre
ellas es posible destacar:
1. Limita el fenómeno a la esfera de la circulación y en sentido estricto al área del
mercado o el cambio no autorizado.
2. La relación de este tipo de actividad con el orden legal, al ser apenas esbozada
resulta poco descriptiva y se torna contradictoria. ¿Cómo explicar una actividad que
no está autorizada pero que es legal? Lo que la ley legitima está de hecho autorizado.
Por otro lado, lo que es legal no tiene ninguna razón para sumergirse. La deinición
termina encerrada en la autorización.
3. Uno de los rasgos esenciales de la deinición es la formación de un mercado
en el que opera la oferta y la demanda y en el que circula el dinero. La oferta y la demanda y la circulación del dinero, con independencia de las constricciones que puedan tener en determinadas circunstancias, es consustancial a cualquier mercado o al
mercado. En tal sentido resulta tautológica. La circulación del dinero es universal en la
sociedad cubana. Aunque la oferta y la demanda inluyen en la circulación de bienes y
servicios en la economía sumergida, esta está inluenciada de forma especíica por su
ilegalidad, los tiempos en los que se mueve, las fuentes de su aprovisionamiento, etc.
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Notas para una aproximación a la cultura del rebusque en Cuba
Una gran mayoría de los bienes y servicios que se mueven en este espacio provienen
de la economía estatal y una buena parte de ellos se realiza en ese entorno, por lo que
más que una economía sumergida se le puede deinir, por lo menos a la parte que
tiene por fuente y escenario al sector estatal, como una economía del raspado2.
4. Plantea como una de las características que particulariza la economía sumergida en Cuba el hecho de que los precios son superiores a los de la economía estatal.
1
Aunque en muchos bienes escasos y en la punta de las redes de comercialización
este es el comportamiento, no es posible airmar que sea así absolutamente. Muchos
bienes se realizan por debajo de lo que ofertan las cadenas comerciales y al interior de
las cadenas, estos generalmente bajan. Depende de la masa de productos, la forma
en que fueron obtenidos, la prisa por realizarlos y el nivel de organización y vitalidad
de las redes. Los preciso lo que hacen es mirarse unos a los otros para mostrase en la
oferta. En este sentido se conigura un vínculo invisible con la economía estatal.
5. Se hace una incursión al aspecto sociológico del problema, pero muy fugaz.
Deduce de los precios superiores que no se trata de una estrategia de captación de
ingresos de capas marginadas de la población. ¿Por qué caminos se puede llegar de
la premisa anterior a tal conclusión? Este tipo de deducción introduce una visión de
los actores sociales en la que no aparecen diferencias entre ellos. Una noción de ellos
en general, sin determinaciones sociales. Aun con precios superiores, pueden ser estrategias para unos y lucro para otros. Todo depende del lugar que ocupen en la red
de intercambio y, en consecuencia con ello, de la forma en que se distribuyen las ganancias. Llama la atención que la relación costo-ganancia, que se sitúa más al centro
del fenómeno y en las determinaciones del mismo, no se relaciona en el concepto.
Reducir el análisis a la categoría precio, al margen de la relación anterior, es dejar la
cuestión en sus manifestaciones externas.
6. Por último el concepto que se propone, al situar el fenómeno como una simple
expresión del desbalance estructural entre la oferta y la demanda y la conversión del
exceso de liquidez en demanda (cuestión esta última que constituye un momento del
desbalance señalado), le quita profundidad histórica a la cuestión.
En el concepto la cuestión es presentada como resultado de la coyuntura. La pervivencia en toda la historia anterior es borrada. En este aspecto llega a asumir una
de las debilidades metodológicas fundamentales que ha tenido un buen número de
aproximaciones conceptuales a la economía informal o sector informal urbano.
El segundo término (economía informal), se fue acuñando para describir un fenómeno característico de los países de la periferia capitalista3. En estos escenarios, condicionado por las particularidades de la implantación y despliegue de las relaciones
capitalistas, aparece una serie de características distintivas de este tipo de economía;
muchas de las cuales ya se habían intentado describir con el concepto de subdesarrollo propuesto por la CEPAL.
2 Raspado deriva del verbo raspar y tiene como sinónimos en el sentido que se utiliza, arañar, frotar, rasguñar,
rasgar, desgarrar, escarbar. De este modo, cuando se hace referencia a una economía del raspado se alude a las
fuentes y los procedimientos en los que se ceba esta. Desde esta perspectiva es posible comprender al rebusque
como una manifestación cultural que se sustenta y retroalimenta en esa economía.
3 La variedad de circunstancias que trata de explicar este concepto ha dado lugar a que las características atribuidas a dicho sector, con el correr del tiempo, hayan ido creciendo de 7 que originalmente propuso la OIT, a 18
que identiicó la CEPAL, hasta 21 que registró Lautier.
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La idea de sector informal ha tenido diferentes elaboraciones teóricas. Para los neoliberales, con su noción de espíritu de emprendimiento que se enfrenta y trata de
burlar el exceso de normativas de los Estados, constituye una justiicación ideológica
del efecto pernicioso previsto de la acción de las trasnacionales sobre el empleo en
los contextos nacionales. Los marxistas, por su parte, relacionan este concepto con el
ejército industrial de reserva o el polo marginal consustancial al sistema en su propensión a mantener altas tasas de ganancias a costa de la explotación de los trabajadores.
La OIT, a quien se debe la primacía en la deinición del concepto, realza las condiciones
de inserción de la fuerza de trabajo en un mercado de trabajo limitado y segmentado.
En general el concepto ha sido utilizado para destacar: a) un conjunto de unidades
económicas, individuos y empresas; b) un segmento de la población económicamente activa; c) un estrato socioeconómico de la población.
Según el posicionamiento, cada uno de estos enfoques asigna juegos distintos
de hipótesis y abordajes de la cuestión. El primero centra la mirada en el tamaño de
la empresa, el capital, el tipo de tecnología y los niveles de producción. La segunda,
enila la atención hacia el mercado del trabajo y la facilidad de acceso al empleo determinada por los bajos capitales y requisitos de habilidad. Como estrato social, el sector
informal, alude a los sectores más empobrecidos de la población, principalmente de
las áreas urbanas.
La idea sector informal trata de referirse a un conjunto de circunstancias que pueden variar de un país a otro. De aquí su ambigüedad. En ella se engloba una amplia
gama de actividades, tales como la de los vendedores de las calles, el servicio doméstico, los de reparaciones domésticas, los de vigilancia, los patrones de las microempresas y sus empleados.
Un fenómeno característico de algunos de los países que han vivido la experiencia
colonial, es la permanencia de vestigios más o menos desestructurados de modos de
producción pre-capitalistas, sobre todo en el ámbito rural. En determinada literatura
estos aparecen referidos como sector tradicional, comunidades tradicionales, etc. Al
emigrar parte de estas poblaciones hacia las ciudades llevan consigo hábitos, formas
de producción y costumbres que adaptan a los nuevos escenarios. Ello constituye un
imperativo de adaptación a las condiciones. Por lo general se trata de personas no
caliicadas para incorporarse al sector moderno de la economía, con un alto índice de
analfabetismo y, en ocasiones, hasta de desconocimiento de la lengua vehicular de
estos países. Tampoco cuentan con experiencias de producción en las condiciones
de la organización del trabajo de la economía moderna. De este modo, al sumarse a
la masa de desempleados y subempleados que genera el escaso y deforme desarrollo industrial, contribuye a enrarecer el cuadro económico social. La noción de sector
informal, trata de aprehender estas realidades, que se presentan en oposición al sector moderno. En tal sentido lo describen como el resultado de la existencia de dos
regímenes productivos4, a saber, el taylorista-fordista, propio de la organización del
trabajo en la industria moderna y la iliales de las transnacionales en estos países y el
de cooperación simple, arraigado en las economías tradicionales. Con ello, llegan a
4 Se asume la propuesta que hace Javier Contreras Carbajal cuando escribe: “[…] por régimen productivo estoy
entendiendo el conjunto de normas de los distintos procesos de trabajo que se han presentado en la historia del
capitalismo como la cooperación simple, manufactura, gran industria y taylorista- fordista” (Contreras Carbajal,
1997).
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acuñar cierto dualismo, que esconde muchas de las dinámicas que se producen en
estos países.
Los estudios de la cuestión en Cuba generalmente tienden a identiicar al sector
informal con el de los trabajadores por cuenta propia. Tal enfoque se basa en el tamaño de las microempresas y la capacidad de generar autoempleos. Sin embargo, este
es un sector que paga impuestos y aparece registrado y legitimado por la legislación.
En las condiciones de la crisis de la década del noventa se ha desarrollado bajo un
marco de legalidad. La informalidad en este caso se da en determinadas relaciones
que se reproducen en su interior dadas las condiciones en las que se han venido desarrollando. Por otro lado, otras características de sociedades multiétnicas y de grandes
contrastes culturales y socioeconómicos en la población que dieron lugar al a elaboración del concepto de sector informal urbano, no existen con la misma intensidad
en el país.
La cultura cubana es resultado de intensos procesos de transculturación en el
que no pervivieron sectores poblacionales fuertemente contrastantes. Los grupos
humanos autóctonos, poco numerosos y en un estadio de desarrollo propio de la
comunidad primitiva fueron prácticamente extinguidos muy tempranamente. Salvo
pequeñísimas comunidades en la región oriental del país que conservaron el fenotipo
a la vez que comparten los rasgos distintivos de la cultura cubana, no han tenido una
signiicativa visibilización en el escenario sociodemográico del país. Sus aportes culturales y tecnologías productivas se han anclado en lo cubano. Por otro lado, la forma
particular de apropiación del suelo en los primeros años de la colonización y conquista y el tipo de poblamiento de la Isla, esencialmente por inmigrantes -con la fuerza y
por la fuerza, como dijera don Fernando Ortiz-, inluyeron en la coniguración del cuadro sociocultural de la isla, marcando la diferencia con otros contextos. La propiedad
del suelo la detentaron fundamentalmente los inmigrantes europeos, imponiendo los
sistemas productivos. Los representantes de los pueblos africanos, se incorporaron
a la economía cubana como simples bestias de trabajo, por lo que necesariamente
fueron asimilados por las condiciones productivas imperantes.
El dualismo de base que permea muchas de las deiniciones del sector informal
urbano, no solo ha contribuido a brindar una visión fragmentada de los contextos
estudiados, sino también a que se deina más por lo que no es, que por lo que es: lo
informal como lo no formal, como lo no registrado, lo no legalizado.
No obstante, el carácter ilegal, no registrado de estas actividades constituye un aspecto signiicativo para su comprensión. Este marca signiicativamente el tipo de relaciones sociales que se reproducen en él. El estudio del tipo de relaciones de producción que se gestan, tanto en las unidades de producción, como en las cadenas y redes
existentes, constituye un enfoque prometedor para su caracterización. En general las
relaciones de producción en el sector informal que se reproducen en estas condiciones de ilegalidad se caracterizan por generar compromisos de palabra y relaciones
reticulares en las que la conianza y el intercambio de información sufren constantes
tensiones. Los contratos y el despido de los empleados se efectúan verbalmente y con
base en acuerdos imprecisos por lo que los trabajadores no son protegidos por las
leyes y los derechos laborales, lo que redunda en claras ventajas para los patrones que
quedan con las manos libres para la explotación más despiadada de estos.
Pablo Rodríguez Ruiz
Ambos conceptos esbozados tratan de describir un espacio económico y social
con pretensiones de ser medidos, contabilizados. La idea del rebusque que se utiliza
en este trabajo hace referencia fundamentalmente a las practicas y relaciones que se
estructuran en esas condiciones de desventaja social. Se enila más a la comprensión
del problema que a su medición. Aunque de alguna forma se vinculan, tales prácticas
desbordan la informalidad y los ambientes marginales. Están en condiciones de expandirse en el cuerpo social.
Ante tales circunstancias es posible comprender que ni los problemas, ni las características que se le atribuyen a la categoría de sector informal se veriican en el caso
cubano. Si se tienen en cuenta, además, la ambigüedad que se le atribuye a este concepto, se comprenderá por qué no es aconsejable asumirla como concepto analítico
fundamental para estructurar estudios que pretendan aproximarse al conocimiento
de esa parte de la economía no registrada que se veriica en la realidad cubana.
El rebusque en Cuba, sus determinaciones contextuales.
Los fenómenos culturales se enmarcan en contextos concretos. Se producen y reproducen dentro de escenarios temporales y espaciales especíicos de interacciones y
prácticas sociales. Si bien, en sentido general es posible identiicar el campo de coniguración de la cultura del rebusque en los nichos de pobreza, el contexto regional y
nacional aporta particularidades a la cuestión.
El contexto contiene muchos elementos de historia, tradiciones, situación e interinluencias de los entornos socioeconómicos y sociales en el que se reproducen y encuentran sus particularidades tales expresiones. En consecuencia, para aproximarse
a la cuestión del rebusque en Cuba se requiere considerar un conjunto de aspectos,
tanto de carácter histórico como estructurales, que lo condicionan y particularizan.
La informalidad y las consecuentes prácticas de rebusque que le son concomitantes no es un fenómeno nuevo en el contexto cubano. Incluso, en cierto sentido es posible airmar que lo cubano es resultado de la transgresión y la informalidad. Mucho le
debió al comercio de contrabando o de rescate, el desarrollo de la región de Bayamo
en la que comenzaron a germinar las gestas por la independencia de Cuba.
El país en su historia comparte muchas de las deformaciones estructurales de los
países del sur. La estructura económica de país monoproductor de azúcar, no sólo
generó una dependencia comercial y tecnológica de los Estados Unidos, sino también una clase trabajadora que debió adaptarse al carácter cíclico de esta industria.
La culminación de la zafra, marcaba para una masa de unos 250 mil trabajadores el
comienzo de una etapa de sobrevivencia que se extendía hasta el comienzo de la
próxima cosecha. En los centros urbanos existía también una masa de informales y/o
buscavida que se desempeñaba en las más disimiles ocupaciones. El latifundio, por
otra parte, sometía a la masa de campesinos no propietarios en verdaderos parias del
campo. Sobrevivir para esa población, constituyó un imperativo y una práctica que
por reiterada y constante se fue instaurando en las mentalidades y las conductas. Las
circunstancias los hicieron rebuscadores consuetudinarios.
A grandes rasgos, ese era el cuadro social y económico que se encontró la revolución cuando triunfa el primero de enero de 1959. A las deformaciones estructurales
encontradas se sumó el hecho de que las divisas del país habían sido robadas, carga-
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Notas para una aproximación a la cultura del rebusque en Cuba
das en maletas, apropiadas y llevadas a Estados Unidos, por los personeros del gobierno de Batista. Toda la labor de transformación comenzó, desde el primer minuto,
con una escasez crónica de recursos inancieros y materiales. Una balanza comercial
negativa a lo largo de la historia del proceso revolucionario acuñó como un rasgo
estructural: las tensiones inancieras y la capacidad de compra del país.
Las primeras medidas de carácter nacionalista adoptadas por la dirección de la
revolución, enfocadas en cambiar la estructura deformada y deformante del país, dio
lugar al conlicto de intereses con los Estados Unidos y el consecuente diseño de la
política hacia Cuba, uno de cuyos ejes básicos es el bloqueo económico o embargo,
como los norteamericanos gustan llamarlo. Un país dependiente casi en su totalidad
de la tecnología norteamericana -de lo cual es testimonio la cantidad de autos viejos que todavía circulan por las calles en un paisaje único-, como consecuencia de
esta política no pudo recibir ni una pieza de repuesto más. De este modo no sólo se
quedó sin dinero y desconectado del socio comercial fundamental, sino también sin
tecnologías. Toda se hizo obsoleta, haciendo de su reconversión un imperativo de la
sobrevivencia del proyecto revolucionario.
Tales circunstancias contribuyeron a ir gestando una mentalidad centralizadora
que se manifestó en la práctica, los estilos de hacer y la organización de las instituciones. El analfabetismo, los bajos niveles de instrucción y formación técnica del sujeto
popular que asumió en sus manos la dirección de los procesos sociales reairmó la
coniguración de esta mentalidad. El “socialismo real” que nos llegó con la ayuda de la
URSS, la acuñó y contribuyó a darle un carácter institucional. El costoso modelo administrativo que persiste en la organización, gestión y dirección de la economía nacional
es su manifestación más clara.
La etapa siguiente se caracterizó por las continuas y aceleradas nacionalizaciones.
Este proceso se puede considera terminado para 1968 cuando se produce la llamada
ofensiva revolucionaria. En ese momento se liquidó al sector informal preexistente, al
expropiarse, nacionalizarse y pasar a la administración del Estado todos los pequeños
negocios, puestos de fritas y hasta los limpiabotas que existían. Este sin embargo no
desapareció. Se sumergió y siguió existiendo de modo clandestino. Ello se relejó en el
campo de la actividad delictiva. De este modo, en los años setenta los delitos de malversación, fraude y contra la economía nacional acusaron un notable incremento, pasando a ser el 13% de la actividad delictiva nacional y el 37 % en ciudad de la Habana5.
Una mirada a los bienes especíicos que más eran sustraídos, en una especie de
arqueología social, nos muestra que estos eran alimentos, dinero en efectivo, artículos
de ferretería, electrodomésticos, materiales de construcción, tejido, combustible y bebidas alcohólicas. Todos relacionados con el consumo directo de la población, siempre constreñido. No hay que tener mucha imaginación para prever el curso que estos
siguieron: un mercado sumergido. Cuando a principios de la década del ochenta se
liberaron determinados segmentos de mercado, resurgió con una vitalidad ostensible. Todo lo anterior, constituyen elementos y hechos que niegan por sí mismos la
tesis que atribuye la economía sumergida a una situación coyuntural y actual. A la vez,
deja ver una característica que fue adquiriendo el sector informal en Cuba, su vínculo
5 Ver Dirección de información del MINIT (1976), tesis sobre los delitos de malversación, fraude y contra la economía nacional popular. Doc. 240-e, La Habana.
Pablo Rodríguez Ruiz
con la economía estatal en tanto fuente de aprovisionamiento y condicionamiento
de la oferta.
No obstante, este se producía dentro de determinados segmentos de la población y en escalas controlables por medidas punitivas. El estado de relativo bienestar y satisfacción de necesidades básicas alcanzadas y una movilidad social asentada
fundamentalmente en la caliicación en este periodo, hacían de estas actividades un
fenómeno marginal y rechazado por la población. No tenían un impacto profundo en
el modo de vida de los cubanos.
A inales de los noventa se producen acontecimientos que arrastran al país a una
nueva crisis. Se había apostado a la tecnología y el intercambio con los países socialistas con los cuales el país tenía algo más del 80% de su intercambio comercial. Los
acontecimientos son conocidos, y como resultado de los mismos Cuba se ve nuevamente sin dinero, sin vínculos comerciales y con el parque tecnológico, que había sustituido, prácticamente obsoleto. En estas condiciones se produce un recrudecimiento
de la política del bloqueo económico con la promulgación de las leyes Helms Burton
y Torricelli por el gobierno de los EEUU, en un franco y declarado intento de rematar
lo que ya les parecía muerto.
En sentido general el contexto que se conigura a partir de ese momento presentaba los rasgos siguientes:
- Su conexión directa con los procesos de desintegración del campo socialista y la
URSS, por lo que el impacto que produjo no fue sólo en el terreno material, sino también en las ideas e ideales sociales. Llegó aparejada a una crisis del modelo económico
y social a nivel global, lo que ha tenido su repercusión en la psicología social.
- Un brusco descenso de la economía en un corto período de tiempo. En apenas
cuatro años el PIB descendió casi un 34%. Muchas industrias se paralizaron al faltar los
insumos. El sector energético se resintió sensiblemente, se limitaron las posibilidades
de la industria y los apagones se convirtieron en parte del modo de vida de la población. Según Marquetti Nodarse (1997: 50), para 1993 apenas el 13% de la capacidad
industrial del país se utilizaba, lo cual trajo aparejado un aumento del desempleo y
de la subutilización de la mano de obra.
- La tecnología existente, ante la necesidad de reabrirse a mercados más competitivos y las nuevas condiciones de intercambio, fue sufriendo un deterioro moral.
- La política planteada en el momento de no lanzar a nadie a la calle sin protección
determinó que la masa de dinero en circulación aumentara exponencialmente.
- La parálisis de la producción y la interrupción o reducción al mínimo de un intercambio comercial del que se dependía en más del 80% y que incluía no sólo energéticos, medios de producción y materias primas, sino también rubros importantes
del consumo de la población, contrajo la oferta social hasta límites insostenibles. De
modo que esta se presentó como una crisis de oferta deprimida. Todo escaseaba,
desde la alimentación hasta los más elementales artículos de aseo personal. La vida
cotidiana de todas las capas y grupos de la población se vio drásticamente afectada.
- Los precios de los productos de primera necesidad en el mercado de libre oferta
se lanzaron hasta niveles que rayaban en lo absurdo. Una libra de aceite de mesa de
soya o girasol de tercera calidad se llegó a vender en el mercado negro en 150 pesos
y ese era el salario mensual de casi el 50 % de la fuerza laboral activa en el país. O sea,
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Notas para una aproximación a la cultura del rebusque en Cuba
una libra de aceite se llegó a cambiar por un mes de trabajo. El deterioro del salario
real fue abismal. Todo llegó a valer menos el trabajo, situación de la que todavía no se
ha podido salir.
- A la poca disponibilidad de recursos inancieros, se unía una deuda externa que
según Carranza (1997: 35), llegó a abarcar más del 58% del PIB.
- Todo ello generaba una especie de círculo vicioso del que aparentemente era
imposible salir. El desaliento y la falta de visión de futuro asentándose en sectores
signiicativos de la población.
En estas circunstancias tan adversas se estructuraron diversas estrategias de sobrevivencia en toda la sociedad. Las redes sociales se pusieron en función y movilizaron recursos. Las sociedades nacionales –españolas, de chinos, árabes, judías, etc-,
que en la década del ochenta languidecían como cobijos de la nostalgia de ancianos
nacionales, se activaron, lorecieron y comenzaron a movilizar recursos desde el exterior. En muchas de ellas han venido loreciendo prósperos negocios. De la ciudad
circularon hacia el campo productos de la industria y de este, a través de las redes
familiares llegaban a la ciudad alimentos y productos del agro. Todo el que contó con
algún capital social, cultural o material, lo puso en función de sobrevivir.
Las estrategias fueron muy diversas y de carácter tanto legal o como ilegal, pero
en su mayoría conllevaron un reajuste de los valores preexistentes. Comprendieron
las más disímiles actividades, desde la limitación y la jerarquización del consumo en
los hogares, dando determinadas prioridades a los niños y ancianos, pasando por la
refuncionalización y/o venta de objetos ya en desuso, hasta la comisión de delitos
para la obtención de recursos. Las prácticas para captar ingresos o recursos necesarios
se expandieron por todo el cuerpo social. La noción popular de la lucha o luchar las
acuñó con un término que justiicaba y aun enaltecía dichas prácticas que en otros
contextos y momentos llegaron a ser reprochables. Se luchaba por la vida con lo que
se tenía a mano, ya sea el cuerpo, la vivienda o el recurso bajo su custodia o manipulación.
Las formas de rebusque y la informalidad se hicieron presentes en todos los ámbitos de la vida social y todos los sectores económicos, a pesar de tener una mayor
visibilidad en el sector terciario y en especial en el comercio. El mercado negro fue
el punto universal de encuentro de todos, consumidores y vendedores clandestinos.
Su expansión en el cuerpo social fue evidente. En los informes policiales de la
década del setenta, las pérdidas económicas a la economía nacional que resultaban
de los delitos económicos se estimaban en algo más de unos 5 millones de pesos.
Para mediados de los noventa, los estimados que hiciera Alfredo González (1995), del
capital que movía la economía sumergida, comprendía un porcentaje considerable
del PIB, superior al 35%. Se trataba en este contexto de miles de millones de pesos
comprometidos en la movilización de recursos y la acumulación de capitales, redes
sociales y relaciones, muchas de las cuales se legitiman y lavan hoy bajo el impulso de
la nueva reforma. Este, sin embargo, no fue el peor mal, ni releja todas las pérdidas
económicas y sociales que esconden dichas cifras.
El comercio estatal no estuvo al margen de estas realidades. De este modo, entre 1996 y el 2000 se importaron un promedio de 5.800 toneladas de trapos y ropas
Pablo Rodríguez Ruiz
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viejas, destinándose unos 9,1 millones de dólares6 promedio anual a su importación
(ONE, 2003:152). Ello permitió abastecer a las populares trapishoping, en las que una
gran parte de la población satisfacía una buena parte de sus necesidades de vestuario
y alimentación al convertir algunas de las piezas compradas en objetos de trueque
con campesinos o personas de las áreas rurales. La práctica de un doble rebusque,
al seleccionar las piezas y al convertirla en objeto de trueque, se fue asentando para
muchas de estas personas como actos normales de su cotidianidad.
“En estas circunstancias tan adversas se estructuraron diversas
estrategias de sobrevivencia en toda la sociedad. Las redes sociales se pusieron en función y movilizaron recursos”
Las medidas de ajuste económico que se adoptaron dieron efectos limitados. Lograron una recuperación momentánea pero no la necesaria vitalidad a la economía para
rebasar la crisis. Esta se ha prolongado durante un largo periodo de tiempo. Muchos
de sus efectos perniciosos se conservan aun hoy, 24 años después del momento en
que empieza la brusca caída del PIB. O sea, un tercio de la expectativa de vida de una
persona en Cuba. Al menos la siguen relejando el salario real, o mejor, las condiciones
cambio del trabajo con una masa de productos esenciales para la vida. Todavía en la
actualidad, para acceder a un kilo de carne de cerdo un trabajador con un salario mínimo debe trabajar unas 50,9 horas, algo más de una semana. Ese aumento desmesurado del mundo de las cosas ha venido trayendo aparejado la disminución proporcional
del mundo de los seres humanos y del trabajo como principio estructurador de cualquier sociedad y en particular de una sociedad que aspira al socialismo. De este modo,
la doble circunstancia de la caída muy brusca de los niveles de actividad económica y
el intercambio –lo cual constituyó de hecho un shock social-, y la prolongación de la
situación de crisis por aproximadamente un tercio de vida de las personas, han generado que las condiciones para muchas de las estrategias de sobrevivencia adoptadas
ante la coyuntura hayan pasado a instituirse como pautas culturales. Coniguran y
forman parte del modo de ser y hacer de una parte signiicativa de la población actual
de Cuba. En consecuencia, cualquier modelo de reajuste o enfrentamiento a la crisis
que no considere este factor cultural puede conducir a resultados inesperados.
La idea de rebusque como práctica -ya instituida culturalmente-, permite aproximarse a un conocimiento más dinámico de la realidad social. Examinarla en sus manifestaciones y consecuente vínculo con la actividad delictiva y las formas de corrupción
sin generar etiquetas que tiendan a confundir. Del mismo modo permite distinguirlas
tanto por el tipo de redes sociales que coniguran, como por los escenarios en los que
tienen lugar.
Espacios, actores y estructuras del rebusque
Uno de los efectos más visibles del llamado período especial ha sido la expansión del
rebusque por todo el cuerpo social. Tiene presencia en todos los sectores y ámbitos
de la vida. De él se participa directa o indirectamente, como sujeto o como objeto
o víctima del mismo. Sus manifestaciones y tácticas son muy variadas y están en re6 Estas cifras permiten calcular el costo aproximado de importación de un, 1,5 dólares el kilo. En este tipo de comercio ello se recupera con la venta de de una sola pieza. En ocasiones una sola pieza deja ya una cierta ganancia.
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Notas para una aproximación a la cultura del rebusque en Cuba
lación con los espacios desde los que se estructuran, el tipo de actividad, los posicionamientos ante el sistema legal y el delito, las fuentes de aprovisionamientos y
las características de las redes que se coniguran. Estas condiciones se presuponen y
condicionan para generar un cuadro complejo y abigarrado ante el cual siempre se
está en peligro de esquematizar cuando se intenta describirlo.
Atendiendo al tipo de actividad fundamental se pueden distinguir las de tipo empresarial-productivo, las laborales, las mercantiles y las apropiativas. Las formas de
rebusque de tipo empresarial-productivo incluye a los que reciclan piezas y partes de
equipos electrodomésticos de la basura para reconstruir, reparadores, llenadores de
fosforeras, hasta a quienes laboran en las fábricas clandestinas de tabaco, refrescos y
otros rubros. En las laborales se encuentran desde los que se emplean después de su
jornada trabajo en el sector formal en diferentes ocupaciones -jardinería, mantenimiento constructivo menor de la vivienda, jornaleros de ocasión, etc.-, pasando por
los empleados domésticos hasta los que laboran en las empresas ilegales. Las mercantiles son muy diversas y se expresan sobre todo en la expansión que ha tenido el
mercado negro en todo este periodo. Las apropiativas, por su parte, son el conjunto
de prácticas que desde determinada posición de las personas se realizan para obtener ingresos. Esta última está muy vinculada a la pequeña corrupción o corruptela.
Incluye desde la vieja práctica de agua al vino, hasta la coima que el funcionario saca
aprovechando su posición de poder.
Las fuentes de aprovisionamiento y el ámbito en el que tiene su origen permiten
diferenciar las actividades que se despliegan en el sector privado, las que suceden
en el público o la economía estatal y sus relaciones mutuas. Las características de las
redes que se estructuran en la actividad y las relaciones a que ellas dan lugar permiten
por su parte ver los nexos entre las diferentes manifestaciones.
Pablo Rodríguez Ruiz
La relación con el delito es un problema complejo y de múltiples aristas. La misma
puede ser abordada desde el punto de vista jurídico, económico, sociológico y cultural. Cada enfoque por separado, puede descubrir puntos de convergencia o tangenciales en los que se veriica la relación, pero también, poner en evidencia áreas en la
que una y otra cuestión se tornan indiferentes.
En su sentido más amplio, se trata de dos fenómenos distintos, pero con puntos
comunes. El delito está relacionado con el incumplimiento o violación del sistema
legal que en determinado contexto histórico, sociológico y cultural la sociedad deine
e impone para regular la vida y la actividad común de sus miembros. Su deinición
está determinada por el principio formalista de la legalidad7, acuñado por el pensamiento liberal: son delitos sólo aquellos actos de mayor o menor peligrosidad social
que hayan sido prescritos por la ley. Por tanto, abarca una gama de familias y iguras
delictivas diversas. El rebusque, por su parte se reiere a un sin número de prácticas
que pueden dar lugar a la comisión de delitos o no. Muchas quedan en el campo de la
trasgresión legal o ética y otras sencillamente son perfectamente legítimas. En determinadas expresiones son propiciadoras de estos o llegar involucrarse indirectamente.
Algo semejante sucede con los actos de corrupción administrativa, aunque su campo
más visible es el de la pequeña corrupción o corruptela.
Por la cantidad de determinaciones que inluyen en cada una de sus partes, dicha
relación constituye en sí misma un problema que exige examinarla en cierto orden
metodológico. Con la intención de que se vayan descubriendo los trazos del objeto
de estudio, se han separado tres momentos lógicos principales en los que dicha relación encuentra explicación. Estos son:
1. El primero tiene que ver con el contexto en el que subsisten los elementos de la
relación. Las condiciones históricas y sociales en las que ambos fenómenos se reproducen y los vinculan de algún modo.
2. El segundo apunta a la dinámica de aquellas familias de delitos más próximas al
rebusque y una de sus expresiones es el mercado negro o sumergido. Ello conduce a
plantearse: ¿cuáles son estas familias?, ¿cuál es el peso y la dinámica experimentada
por estos delitos?
3. El tercer momento, inseparable del anterior, hace énfasis en el aspecto cualitativo de la relación, y está encaminado a comprender cómo, desde que ángulo, las
diferentes familias delictivas se relacionan con el fenómeno que nos ocupa.
No obstante, el carácter ilegal o transgresor de este tipo de actividad impone sus
características a su realización, organización y el sistema de relaciones. En este sentido, estar situado al margen de la ley le plantea a una pregunta a este tipo de actividad:
¿qué diferencias le impone el hecho de ser ilegales? Ante la cual aparecen diferencias
de signiicación para su estudio, entre las que se pueden señalar:
1. Los bienes y servicios que intervienen en las transacciones y el propio acto
del intercambio suceden al margen de la ley. Es la ilegalidad lo que determina la existencia de condiciones especiales para los actores que toman parte de los procesos de
producción e intercambio.
7 En el código penal cubano, capitulo 1 artículo 8,1 se considera delito toda acción u omisión socialmente
peligrosa prohibida por la ley bajo conminación de una sanción penal.
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Notas para una aproximación a la cultura del rebusque en Cuba
2. Están en primer lugar expuestos al riesgo de la persecución policial y de coniscación de los bienes.
3. Los actores no pueden exigir ningún tipo de garantías legales en sus relaciones comerciales. No pueden exigir ni el cumplimiento de los contratos, ni aspirar a la
integridad personal, ni a la protección de la propiedad.
En la actividad económica ilegal se organizan también procesos de transformación que se coniguran de manera diferente, según sean las condiciones especíicas
del mercado, el producto y la producción. Ellos deben resolver problemas funcionales
normales, tales como la consecución y ubicación de materias primas, el reclutamiento
y la socialización del personal, la distribución y venta de productos, etc. Sin embargo,
la ilegalidad es la que impone el sello distintivo a este tipo de actividad. Aparecen
dilemas especiales que deben ser calculados al emprender este tipo de negocios y
que los caracterizan en sus relaciones con el medio, así como en la estructura interna
que adoptan.
En el mercado, los actores se enfrentan a un gran dilema. Por un lado, tienen que
procurar el secreto, el encubrimiento de sus operaciones. Reprimir la salida de información hacia el exterior con el in de protegerse de la persecución estatal. Pero por
otro lado, como empresa o negocio económico, no puede cumplir sus objetivos, concurrir a un tipo de mercado, si no difunde información. Debe difundir información
especíica como cualquier otra empresa si quiere manejar exitosamente los negocios.
Las sociedades secretas para no permitir que la información trascienda y reducir los riesgos de la persecución evitan hacerse visibles y procuran impedir que los
miembros puedan llevar información hacia fuera que permita su identiicación y represión, lo que se logra mediante: a) el compromiso del silencio; b) reforzando este
compromiso con el juramento o la amenaza; c) por la transmisión de esa información
de modo oral; d) la estigmatización y castigo de los violadores; e) compartimentando
la información. De este modo los riesgos se neutralizan o disminuyen; f) por medio de
jerarquías y subordinaciones compartidas que limita las interacciones directas entre
personas y con ello el conocimiento de los implicados; aunque sin sustraerlos a las
relaciones de autoridad y de lealtad, el compromiso y la legitimidad.
Las empresas ilegales procuran encubrir sus operaciones dependiendo de las
expectativas de riesgo: 1) separando las diferentes fases de la producción; 2) manteniendo reducidos los volúmenes de producción y almacenamiento; 3) cambiando
continuamente de ubicación a in de reducir al máximo las pérdidas eventuales; 4)
conigurando su estructura de manera que contribuya a reducir los prejuicios.
El carácter ilegal también se releja en la organización y las relaciones sociales. De
este modo: a) los riesgos de la persecución policial y estatal determinan la existencia
de formas de organización descentralizadas, poco formalizadas en la división del trabajo y en cuanto a los lujos de información; b) los procesos laborales se coordinan
por estructuras de tipo más reticulares que jerárquicos; c) los contactos personales
son reducidos; d) la información sobre las personas y las transacciones aun dentro de
la empresa es estrictamente controlada y fragmentada; e) los miembros de los subsistemas descentralizados conocen muy poco del personal de dirección, sólo unas
cuantas personas se desempeñan como puentes de comunicación entre la dirección
y la pandilla; f) los participantes están especialmente comprometidos al silencio y este
Pablo Rodríguez Ruiz
compromiso se sanciona, incluso por medio de la violencia; g) las estructuras internas de los negocios no están deinidas con rigor; h) las relaciones entre diferentes
negocios son relativamente abiertas y, en gran medida, esporádicos; i) las relaciones
laborales son más bien puntuales y laxas, suelen producirse solamente en torno a
tareas determinadas y están altamente personalizadas.
Un ejemplo en el que se pueden comprobar estas formas es en el sistema de organización de la bolita8. El banco sólo es conocido por uno o dos recogedores, cuya
función es establecer el contacto con un grupo limitado de listeros a los que, en ocasiones, se les subordinan otros listeros. De este modo se protege el banco mediante
la limitación de relaciones y funciones. Otro caso a estudiar puede ser el de la producción y venta ilícita de tabaco. Este es todo un sistema bien compartimentado, de
producción, distribución y venta. Las redes son muy extensas y segmentadas. De un
lado aparecen los productores clandestinos, generalmente artesanos especializados
que cuentan con los instrumentos necesarios para el desempeño del arte de producir
un buen habano. Pero estos requieren materia prima, envases y etiquetas de modo
que la falsiicación responda a las exigencias del mercado. El suministro de estas genera redes que penetran tanto en la economía privada (campesinos que les venden
de las cosechas), como la estatal, que incluye desde las marcas y anillos de los puros
provenientes de la industria litográica, las cajas y en ocasiones los propios puros o
el tabaco en rama para su elaboración. Esta diversidad de fuentes da lugar a nodos
de redes muy lexibles y de fácil reconstitución si son descubiertas. En ocasiones el
artesano se limita a la producción del puro, dejando la cuestión del anillado y embalaje para otros en la red, en otras desarrolla el proceso completo. La realización de la
mercancía es otro segmento de la red generalmente separada de la producción. En
la punta de estas se encuentran los jineteros de calle. Estos ganan una comisión que
puede ser de entre 5 a 10 cuc por identiicar y llevar al cliente hasta el punto de venta. En este lugar, generalmente un ediicio multifamiliar, existen dos o tres viviendas
comprometidas en el negocio. En una se esconde la mercancía o parte de ella, y en
otra se realiza el negocio, de modo que si son sorprendidos infraganti, sólo ocupen
las muestras al cliente.
Los participantes en actividades económicas ilícitas se enfrentan a un dilema
especial. Necesitan de una gran conianza para la regularidad de los negocios y la
seguridad de las personas. Sin embargo, ni las motivaciones de las personas, ni las
estructuras de organización ayudan a construir la conianza.
Es difícil generar y asegurar la conianza mediante la organización propia en medio de relaciones que se deinen como puramente instrumentales en torno al nexo
del dinero. Por otro lado, los instrumentos para sancionar la violación de las normas
son muy rudimentarios: la exclusión del negocio y la violencia, aunque esta es un último recurso ya que la misma provoca acciones de retaliación, de represalias, poniendo
en peligro la estabilidad de los involucrados.
El dinero y la violencia no bastan para imponer la normatividad y la coniabilidad.
En estas circunstancias de inseguridad, en las cuales los riesgos personales dependen irremediablemente del comportamiento de los otros, las relaciones demandan
un alto grado de iabilidad, la cual se procura, durante la organización del negocio,
8
Sistema de lotería clandestina e ilegal.
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mediante: a) la seguridad normativa del negocio solo se alcanza en la medida que
los intereses sean compatibles. Es por eso que: b) en el sistema de interacciones el
atractivo más importante para el socio está en la perspectiva de una buena ganancia.
El lucro se ubica bien por encima de las expectativas que tiene en los trabajos legales
similares. El precio de un alto riesgo se paga; c) la elección cuidadosa de los socios
comerciales brinda cierta seguridad contra la traición y la denuncia; d) la complicidad mutua ofrece cierta protección; e) la violencia, especialmente su amenaza creíble,
contribuye al desarrollo coniable del negocio.
El conjunto de circunstancias enumeradas, descubre la existencia de una serie de
actitudes, normativas y comportamientos en las personas involucradas en este tipo
de actividad, que sugiere la conformación de un tipo de mentalidad y pautas culturales especíicas, lo que permite que se aborde e interprete el fenómeno desde el punto
de vista antropológico.
Bibliografía
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El nuevo Código del trabajo. El
Trabajo en la reforma
BORIS NEREY
Centro Martin Luther King de Cuba
Resumen
El autor nos presenta una lectura crítica
del nuevo Código de Trabajo cubano y su
Reglamento que se producen en el marco
de la reciente etapa de reforma enfocada
en la regularización de lo económico en
la vida cotidiana en la isla. Para esto, Boris
Nerey resalta las contradicciones entre
las intenciones declaradas por las autoridades estatales en torno a estas reformas
y el contenido del CT, y argumenta sobre
la inconstitucionalidad de algunos fragmentos del mismo sosteniendo que, en
vez de subvertir las relaciones capitalistas, el nuevo CT reproduce la concentración decisional en el trabajo intelectual y
las autoridades estatales impidiendo la
democratización de los procesos de trabajo.
Abstract
The author presents a critical reading of
the new Cuban Labour Code and its Regulations, which were produced in the
context of the recent stage of reforms
focused on the economic regularization
of the everyday life in the island. To accomplish this, Boris Nerey highlights the
contradictions between the declared intentions of the State’s authorities on these reforms and the content of the Labour
Code. He also argues on the unconstitutionality of some of its fragments, stating
that, instead of subverting the capitalist
relations, the new Labour Code reproduces the concentration of decisionmaking on intellectual work and State
authorities, hindering the democratization of the processes of labour.
Palabras clave
Actualización del modelo económico, Cuba, Código de Trabajo, socialismo.
Keywords
Updating of the economic model, Cuba, Labour Code, socialism.
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El nuevo Código del trabajo. El Trabajo en la reforma
“Si trascendemos lo declarativo, las líneas fundamentales de la actualización se dirigen mayoritariamente hacia lograr una mayor eiciencia
en la actividad estatal, o sea, reducir sus gastos y aumentar los ingresos, tratando de minimizar el costo político que ello implica...”
El nuevo Código del Trabajo y su Reglamento (publicados en la Gaceta Oicial N° 29
Extraordinaria del 17 de junio de 2014) nos deja, luego de una lectura minuciosa, una
impresión contraria a la que, como norma, debe generar una pauta jurídica de este
nivel. Más que aportar certezas, motiva una larga serie de interrogantes que intentaremos explorar a lo largo de este trabajo, muchas de ellas fundadas desde su naturaleza
contradictoria, pero como mostraremos, coincidente con la lógica central del proceso
de reformas en curso.
Dicho de otro modo, esta naturaleza no implica un desencuentro con el diseño
real de política adoptado en la “actualización del modelo económico”, pero sí es contradictorio con su intencionalidad declarada, que es la conservación del modelo socialista a partir de rediseñar un conjunto de relaciones, sobre todo económicas, que
posibiliten su subsistencia.
Si trascendemos lo declarativo, las líneas fundamentales de la actualización se dirigen mayoritariamente hacia lograr una mayor eiciencia en la actividad estatal, o sea,
reducir sus gastos y aumentar los ingresos, tratando de minimizar el costo político
que ello implica: tanto en términos de generación de desigualdades como en la competencia por lo legítimo con otros actores tradicionales y emergentes.
Es un proceso donde, más que una franca apertura a las relaciones mercantiles,
se intenta “regularizarlas” desde el reconocimiento de su funcionamiento en la vida
cotidiana. Aunque predomina aún la fuerza institucional del estado, los circuitos mercantiles han estado ampliándose en un movimiento constante desde la primera etapa
de reforma en la década del noventa. Muchos de los cambios han consistido en tratar
de poner bajo control estos espacios que escapaban a su vigilancia, y a reconocer
(limitar) el poder de grupos emergentes desde lo económico. Resulta exagerado, por
el momento, señalar la intencionalidad hacia un socialismo de mercado; se trata en
realidad de un intento desde la política económica de controlar relaciones mercantiles que funcionan de forma relativamente independiente y que disputan el poder
económico al Estado desde la cotidianidad.
Por ello, es necesario precisar, tanto desde la narrativa del discurso político como
del diseño de políticas, qué se entiende por conservación del modelo socialista. El
término asumido desde las narrativas para caracterizar la actual etapa de reforma,
“Actualización del Modelo Económico” es, como lo fue su ancestro, el llamado “Período Especial en Tiempos de Paz”, un término ambiguo que oculta la magnitud y calidad de la transformación que se propone, y a la vez no da cuenta de la multiplicidad
del profundo proceso de cambio social que hoy tiene lugar en Cuba. A la vez, resulta
explicativo de la direccionalidad adoptada, pues tras la aparente ambigüedad se ma-
Boris Nerey
niiesta un proyecto político que desde una sucesión generacional en las estructuras
gubernamentales, trata de reconstruir sus propias bases de legitimidad más allá de lo
carismático.
En el diseño de políticas, tras el reduccionismo economicista se impone una visión
del socialismo donde una parte de la estructura de derechos comúnmente llamada
desde este discurso “conquistas de la revolución y el socialismo” es modiicada en función de un criterio de eiciencia diseñado según óptimos locales: es re-operacionalizada en tanto dispositivos de protección social que deben entregar saldos positivos,
ya sea mediante reducir sus costos (aumentar ingresos) o aportar legitimidad y contención social.
El presente Código del Trabajo (CT) contiene además una interpretación poco
ortodoxa de su anclaje en la Constitución de la República. Modiica la estructura de
sujetos constitucionales de las relaciones de trabajo con una visión bastante simple:
Según los incisos A y B del artículo 9, se deine al trabajador como aquel que se subordina a un empleador autorizado, y esta subordinación es la que hace posible la
posterior estructura de derechos y deberes. Mientras, un empleador es una entidad o
persona natural dotada de capacidad legal para concertar relaciones de trabajo, que
emplea uno o más trabajadores.
Si el artículo 1 constitucional establece que Cuba es un “estado socialista de trabajadores”, resulta contradictorio que su deinición como sujeto de las relaciones de
trabajo sea precisamente la subordinación a un empleador. En el tercer Por Cuanto
de la fundamentación del CT, se establece que el mismo “reairma la autoridad y responsabilidad de la administración”, lo que se produce en detrimento de la capacidad
decisional del otro sujeto de las relaciones de trabajo, precisamente el trabajador.
La propia deinición de un “Estado socialista de trabajadores” implica necesariamente una democratización de las relaciones de trabajo que debe expresarse en la
igualdad de derechos en cuanto a capacidad decisional sobre los asuntos fundamentales que tienen lugar en los procesos productivos. Por el contrario, el CT preconiza
una concentración de esta capacidad decisional en los empleadores. Su artículo 5
establece que:
La formalización, modiicación y terminación de la relación de trabajo, así como la disciplina de los trabajadores designados para ocupar cargos de dirección, funcionarios, contralores, auditores y otros; los
elegidos para ocupar cargos profesionales, de los trabajadores de los Tribunales Populares, la Fiscalía
General de la República, Aduana General de la República y otras que se establezcan legalmente, se
rigen por la legislación especíica dictada para ellos.
Queda claro entonces que tanto los nombramientos como la reglamentación y evaluación de su actividad queda fuera de la esfera de inluencia de los trabajadores, que
no cuentan con recursos legales para incidir en lo anterior, lo que apunta hacia la concentración de la capacidad decisional ya comentada.
Lo anterior es reforzado por otro conjunto de resoluciones acompañantes. La resolución 203/2014 del ministro de Finanzas y Precios autoriza que las empresas retengan como mínimo un 50% de utilidades después de impuestos, y que además ya no
efectúen pagos por concepto de amortización ni depreciación, ingresos que pasan a
formar parte de los fondos de estimulación, inversión y otros, por lo que el margen
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El nuevo Código del trabajo. El Trabajo en la reforma
de recursos en control de los empleadores aumenta sustancialmente. La resolución
134/2013, del ministro de Economía y Planiicación permite la lexibilización de los
objetos sociales de las empresas estatales, responsabilidad que recae en los directores
y sus superiores, donde las organizaciones sindicales son convidadas a expresar su
parecer, pero sin que se reglamenten procedimientos de participación de los trabajadores y sus representantes. Siguiendo esta lógica, la resolución 38/2013 del ministro
de Finanzas y Precios los faculta como únicos responsables de ijar los precios para
sus producciones. Lo que resulta aún más sintomático es que su resolución 181/2014
los autorice además a ijar los precios de las producciones excedentarias al encargo
estatal a precios de oferta y demanda. En el artículo 28 del CT se autoriza a los empleadores a sostener contratos de trabajo a tiempo determinado o por obra con otros
empleadores, sin otra especiicación, por lo que pueden ser empleadores personas
naturales, lo que podría generar una desviación de los ingresos de los trabajadores y
el Estado hacia el sector privado, pues no se establecen candados regulatorios donde al menos se fundamente la necesidad del producto o servicio a recibir, cómo se
acordó el precio establecido, si dicha obra se licitó legítimamente, o si se propuso
su producción a los trabajadores de la entidad, entre otros. Como lo anterior puede
producirse sin que el empleador deba informar, como mínimo, a la organización sindical, además de reforzar la concentración de la capacidad decisional, puede generar
además elevados índices de corrupción.
Por su parte, en el resuelvo tercero de la resolución 17/2014 del ministro de Trabajo
y Seguridad Social, se establece que los sistemas de pago a rendimiento se aprueban
anualmente por los empleadores, previo acuerdo con el sindicato, pero no se establece una reglamentación para este acuerdo, por lo que dicha negociación se resolverá
generalmente siguiendo los intereses del actor más empoderado.
Además, en el artículo 53 de la resolución 203/2014 se establece que los gastos
de las organizaciones superiores de dirección corren a cargo de las empresas que lo
componen, que a su vez son las encargadas de aprobar la cuantía de aporte por la
inversión estatal luego del pago de impuestos, siendo sus directivos además los encargados de nombrar generalmente a los directores de empresas de base, según su
marco regulatorio especíico, lo cual cierra el círculo de concentración de la capacidad
decisional y el empoderamiento de los empleadores sobre los trabajadores.
Otro elemento que contraviene lo expresado en la Constitución tiene que ver con
los principios establecidos para la remuneración del trabajo. El artículo 45 constitucional expresa que “el trabajo es remunerado conforme a su calidad y cantidad”, mientras
que en el artículo 2, inciso c del CT, que establece la igualdad en el salario, se establece
que el trabajo se remunera “en correspondencia con los productos y servicios que genera, su calidad y el tiempo real trabajado”. No obstante, en su artículo 109 se expresa
que “se considera salario la remuneración en dinero que el empleador paga al trabajador, atendiendo a la calidad y cantidad del trabajo realizado y al tiempo real laborado,
según corresponda”, lo cual entra en contradicción con lo expresado anteriormente.
Esta contradicción expresa un elemento de singular importancia, pues el artículo
14 constitucional expresa que las remuneraciones deben efectuarse según “el principio de distribución socialista de cada cual según su capacidad, a cada cual según su
trabajo”. En la forma de pago por rendimiento, que debe abarcar a la mayoría de los
Boris Nerey
trabajadores del sistema empresarial, la resolución 17/2014 establece, en su resuelvo
séptimo, que “el salario a recibir no tiene límites, siempre que no se deteriore el gasto
de salario por peso de valor agregado bruto planiicado” para el período de referencia. La anterior relación, en tanto referencia fundamental para calcular la parte de la
riqueza creada que se distribuirá como salarios, implica que formarán parte de estos
ingresos que no provienen del aporte del trabajador, sino de, entre otros: ganancias
por condiciones favorables en la circulación y precio de las mercancías; del diferencial
tecnológico en procesos productivos similares; de escaseces relativas provocadas por
causas naturales, geopolíticas (como el bloqueo); de dinámicas favorables de importación-exportación; errores de la planiicación; de precios que se rigen por oferta y
demanda, etc.
Otra contradicción introducida tiene que ver con el trabajo extraordinario, pues en
el artículo 122 del CT se establece que se retribuye con un incremento del veinticinco
por ciento (sin explicar la base de cálculo de esta cuantía, ni otras razones), en relación
con el salario del cargo, violando los preceptos constitucionales señalados de remunerar según el trabajo aportado.
Introduce además otro importante sesgo en la planiicación: Las empresas más
eicientes, y aquellas que por razones tecnológicas se encuentran muy cerca de su límite productivo o de agotar el mercado disponible para sus producciones y servicios,
se verán obligadas a subplaniicar sus objetivos productivos, de lo contrario serían
penalizadas por deteriorar la relación gasto salarial-valor agregado bruto, al no poder
aumentar de manera sustancial sus ingresos, pues caerían en la penosa contradicción
de que si planiican un salto productivo importante, se acercarían peligrosamente a
su límite, situación que les obligaría a disminuir su fondo salarial. O sea, puede ser que
mientras más productivos sean sus trabajadores ganen menos, lo que contradice los
principios de elaboración de los sistemas de pago a rendimiento comprendidos en el
presente CT. Otro caso parecido es el de las empresas cuyos ingresos fundamentales
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El nuevo Código del trabajo. El Trabajo en la reforma
provienen de la aplicación de un margen de ganancia. Si aumentan su margen de
ganancia, estarían encareciendo las producciones y servicios de cara a las empresas
y a la población, y si no lo hacen, sus salarios prácticamente no crecerían. Por esta
razón, se verían obligadas a manipular sus sistemas de formación de costos y precios
para cumplir los planes de ingresos y poder aumentar el gasto salarial, lo cual se vería agravado mucho más en el caso de producciones y servicios con precios ijados
según oferta y demanda. Para los organismos superiores de dirección empresarial,
encargados de diseñar y/o aprobar los planes, sería necesario adoptar una dinámica
de planiicaciones según lo comentado, pues sus ingresos dependen del aporte de las
empresas de base, so pena de ser sancionadas salarialmente ellas mismas. Si en la economía cubana se generalizaran este tipo de prácticas, se estaría provocando, desde
el marco regulatorio, que el desarrollo social se produzca según lo que en la doctrina
económica se denomina un ajuste a mínimos, o sea, que la mejor solución para todos
los actores involucrados en la generación de riqueza sea planiicar un crecimiento ininitesimal, y de este modo, Aquiles nunca alcanzaría a la tortuga.
Todas las razones anteriormente expresadas indican que desde el marco regulatorio se estaría induciendo un diferencial salarial que no depende del aporte entregado
por el trabajador en cantidad y calidad. Esto impide que se cumpla el precepto expresado en la constitución, artículo 43, donde se enuncia que los trabajadores “perciben
salario igual por trabajo igual”, y el artículo 2, inciso c del CT, que expresa la igualdad
en el salario. De esta forma, se rompe con el intercambio de equivalentes recogido
en el principio de distribución socialista establecido en el artículo17 constitucional,
que instituye “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”, pues
según lo establecido en el CT y la resolución 17/2014, habrá trabajadores que cobren
por encima o por debajo del trabajo aportado según cantidad y calidad, que dejaría
de ser entonces el indicador fundamental de las remuneraciones, por lo que el estado
incumple un precepto al que la constitución lo obliga.
Lo anterior implica además que se “naturalice” una estructura de desigualdades salariales no legítima según el principio anterior, pues permite que los trabajadores sean
beneiciados o penados por factores que escapan a su control directo, pues como se
demostró anteriormente, los procesos de trabajo están signados por la concentración
de la capacidad decisional en los empleadores.
Otro elemento que contraviene la Constitución cubana es el siguiente: esta prohíbe en el artículo14 la explotación del trabajo. El artículo 21 prescribe que si bien
el Estado garantiza su propiedad, los medios e instrumentos de trabajo personal o
familiar no pueden ser utilizados para la obtención de ingresos provenientes de la
explotación del trabajo ajeno. Según lo anterior, no podría autorizarse a una persona
natural a ser empleador si la actividad productiva o de servicios se realiza con la explotación de trabajo ajeno, lo cual contraviene el CT al catalogarlos como sujetos con capacidad para concertar relaciones de trabajo. Otra severa contradicción con el marco
constitucional señalado tiene que ver con el establecimiento de marcos regulatorios
diferentes para los trabajadores que tienen un empleador estatal, y los que trabajan
subordinados a una persona natural. En este último caso, el CT es omiso o discriminador, lo que conspira contra la igualdad de derechos señalada en la Constitución. Por
ejemplo, no se establecen contratos de trabajo por tiempo indeterminado y sus regu-
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laciones para los trabajadores con un empleador persona natural, sólo los temporales
y por obra, lo que pone a dichos trabajadores a merced de su empleador, e impide su
estabilidad laboral y de los ingresos familiares. No se les reconoce, en el CT artículo 74
inciso c, más que un día de descanso semanal y 7 días naturales de vacaciones pagadas al año, como mínimo, menos que a los trabajadores estatales, lo que constituye
una discriminación y limitación de sus derechos. De la misma forma, su empleador
no se obliga, mediante este código, a mantener garantías salariales en caso de que
la producción o el servicio se interrumpen por causas ajenas al trabajador, ni a irmar
un convenio colectivo con sus trabajadores, lo que signiica una precarización de la
relación de trabajo en este ámbito. Además, se establece como único límite al salario
percibido por los trabajadores que laboren para personas naturales la cuantía mínima
establecida, en su artículo 74, inciso b.
“La situación se complejiza si observamos el papel asignado a los sindicatos dentro del marco regulatorio propuesto. Aunque en el papel
se reconoce la estructura de derechos tradicional, se profundiza la
asimetría decisional”
Para el salario mínimo del país no se establece ningún indicador relacionado, como
puede ser la variación del costo de la vida, ni se instituye un período deinido para su
determinación, sólo se aporta una deinición abstracta en el artículo 2, inciso c del CT:
“El Estado, atendiendo al desarrollo económico-social alcanzado, establece el salario
mínimo en el país”. Esto cobra especial relevancia porque la resolución 17/2014 del
ministro del Trabajo instruye que: “Cuando se deteriore el gasto de salario por valor
agregado bruto planiicado, el salario base de cálculo aprobado […] se afecta hasta
el límite del salario mínimo del país”, lo que implica que los ingresos provenientes del
trabajo podrían ser reducidos, como ya se demostró, por razones ajenas al desempeño del trabajador, hasta una cuantía no cotejada con el costo de la vida, y con ello
crear masas de trabajadores cuyos salarios podrían estar por debajo de la línea de pobreza, o súper explotados al recibir un ingreso inferior a dicho costo cuando laboren
para personas naturales.
La situación se complejiza si observamos el papel asignado a los sindicatos dentro del marco regulatorio propuesto. Aunque en el papel se reconoce la estructura
de derechos tradicional, se profundiza la asimetría decisional ya comentada, pues
su participación en estos procesos, en tanto representantes de los trabajadores, se
instaura como formal y con pocas posibilidades de actuación efectiva. En Cuba es
tradición que las organizaciones sindicales incluyan entre sus miembros a sujetos que
se encuentran en posiciones distintas de las relaciones de trabajo (artículo 12 del CT
“con independencia de la naturaleza o características de su relación de trabajo”), o
sea, que entre sus ailiados están tanto trabajadores como empleadores, elemento
que muchos analistas consideran explicativo del papel poco efectivo que han tenido
estas agrupaciones. Cuando la relación establecida es de subordinación, tal como lo
establece el presente CT, y cuando las regulaciones acompañantes acentúan la asimetría decisional, nada garantiza que esta relación de subordinación no se traslade a la
dinámica de las decisiones.
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El nuevo Código del trabajo. El Trabajo en la reforma
El artículo 14 del CT establece los derechos de las organizaciones sindicales, y en su
inciso c, se dice que puede “participar en la elaboración, ejecución y control de los
planes de desarrollo económico y social, del presupuesto del Estado, así como proponer medidas encaminadas al perfeccionamiento de la gestión de la entidad”. Pero
no se regula la naturaleza de esta participación, ni la capacidad de incidencia de sus
propuestas, por lo que aplica lo señalado antes. Lo mismo ocurre en el artículo 18 del
CT, donde se establece que los trabajadores participan en la dirección de las entidades en que laboran, pero esta participación no está procedimentada, caso similar al
de los sindicatos. Las formas individuales y colectivas de participación que se señalan
resultan discriminatorias para los trabajadores que decidan no sindicalizarse, pues la
ailiación se reconoce como voluntaria. No se establece nada especíico para los casos en que existan varias organizaciones sindicales en una entidad, ni como sería su
participación en la toma de decisiones, ni se reglamenta como deben funcionar las
asambleas de trabajadores, la rendición de cuentas de los diferentes directivos a estas
y qué efectos producidos a partir de la participación individual deben ser vinculantes.
De igual manera no se establece ninguna regulación especíica para los sindicatos
de trabajadores que laboran en las llamadas relaciones de trabajo entre personas naturales. Si en ellos se repite además que empleadores y trabajadores formen parte del
mismo sindicato, es posible imaginarse, por la experiencia de este tipo de organizaciones en el mundo, como sería la naturaleza de la participación trabajadora. Aunque
sus derechos están recogidos en el presente CT, no se especiica cómo los mismos
deben ser representados en este tipo de relación, ni como participarían los trabajadores en la toma de decisiones fundamentales, lo que evidencia un caso de severa
omisión. Ello representa además una visión que se complementa con los procesos
de concentración de la capacidad decisional, que según se observa, abarca tanto a
empleadores que “representan” al Estado en la gestión de la propiedad social, como
aquellas personas naturales autorizadas a fungir como empleadores. La participación
de los trabajadores, laboren para el sector estatal o privado, estará circunscrita a los
circuitos formales de la toma de decisiones, y en muchos casos estarán excluidos de
ellos, lo que contraviene la declaración constitucional del carácter del Estado cubano,
o sea, un Estado socialista de trabajadores.
Obsérvese, a modo de ejemplo, cómo se diagrama esta asimetría en varios de los
circuitos fundamentales de toma de decisiones en los procesos productivos, y véase
con detenimiento las narrativas expresadas para estipular la actuación de cada sujeto
de las relaciones de trabajo en el presente CT:
• Artículo 56: El empleador a partir de la autorización correspondiente, está obligado a informar previamente a la organización sindical a su nivel y a los trabajadores,
sobre la aplicación del proceso de disponibilidad, su organización y control.
• Artículo 83: Las plantillas de cargos de las organizaciones superiores de dirección
y de las empresas se aprueban por los jefes respectivos y por los órganos, organismos
y entidades nacionales con relación a sus unidades presupuestadas, oído el parecer
de la organización sindical correspondiente.
• Artículo 113: El salario mínimo del país, así como el nivel general de los salarios
se aprueban por el Consejo de Ministros, atendiendo al desarrollo económico-social
alcanzado, oído el parecer de las organizaciones sindicales correspondientes.
Boris Nerey
• Artículo 151: El empleador o la autoridad facultada en los reglamentos disciplinarios, oído el criterio de la organización sindical, puede imponer directamente mediante resolución o escrito fundamentado y con efecto inmediato, las medidas disciplinarias a aquellos trabajadores que violen la disciplina de trabajo establecida.
Para el presente Código del Trabajo, además de su análisis especíico o de derecho comparado, pensamos que es mucho más importante su análisis desde el nuevo
contexto regulatorio en que se inserta. Asimismo, es ya tradición que las regulaciones
establecidas, en materia de ordenamiento jurídico, se tergiversen, limiten o incluso se
contradigan con las legislaciones especíicas dictadas desde el ejecutivo. Por ejemplo,
según se declara en el anteproyecto que se sometió a consulta, su versión anterior
(aprobada en 1984) ya había sido modiicada o sustituida en al menos la mitad de
su capitulado por resoluciones especíicas. Para el actual, obsérvese las resoluciones
publicadas en la Gaceta Oicial Extraordinaria N° 21 del 28 de abril de 2014, por lo que
podría esperarse la continuidad de este tipo de prácticas.
El nuevo marco regulatorio, establecido desde la coyuntura política donde una sucesión generacional en las estructuras gubernamentales debe reconstruir sus propias
bases de legitimidad más allá de lo carismático, resulta una continuidad con el proceso de reformas iniciado en los años noventa, pero incorporando ahora su naturaleza especíica hasta el punto de convertir muchos de los preceptos constitucionales,
como la propia esencia del estado socialista de trabajadores, en un signiicante vacío.
La continuidad se expresa en la forma desde la que tradicionalmente se ha interpretado y constituido la centralidad del trabajo en una sociedad que pretende construir el socialismo. La estatalización permanente y centralizada en la gestión de la propiedad no ha producido históricamente, ni en el actual período de reforma, procesos
de socialización donde los trabajadores trasciendan su estatus de fuerza de trabajo
asalariada, subordinada a un empleador, para desarrollarse como productores libremente asociados. En la gestión de la propiedad social existe una evidente asimetría
de las relaciones de poder entre sus sujetos, y una gestión verticalista del sistema de
decisiones en todos los sentidos, pero sobre todo en las relaciones económicas, lo que
implica, como muestra el actual CT y otras resoluciones producidas desde la actualización, la perpetuación de la concentración de la capacidad decisional a favor de los
empleadores e impide la democratización de los procesos de trabajo. La lógica de la
socialización sigue siendo asincrónica en la producción, el conocimiento y la capacidad decisional, por lo tanto, impide que la socialización del conocimiento se traduzca
en elevación de la productividad y en un proceso de empoderamiento real de los
trabajadores, por lo que resulta incongruente a los ines de la construcción socialista.
El segmento de alta capacidad decisional, que hoy resulta el sujeto fundamental
en la reforma, ha tenido un largo desarrollo histórico. En un inicio estuvo integrado
por la llamada “vanguardia” de la clase obrera, que sustituyó en la administración de la
economía a la clase propietaria (y a sus administradores) del período pre revolucionario. Caracterizado en sus orígenes por elevados niveles de permeabilidad, se constituyó como garante de la aplicación de las bases del modelo de desarrollo socialista, convirtiéndose en un canal de comunicación entre la dirección del proceso y el resto de
los sectores sociales. Lo anterior signiicó también que se produjera un vaciamiento
de sus características deinitorias iniciales en los grupos aportantes (obreros, campe-
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El nuevo Código del trabajo. El Trabajo en la reforma
sinos, trabajadores de los servicios, etc.) hacia una actividad social caracterizada por
el trabajo intelectual y la concentración en sus manos del poder decisional. A la larga,
esta tendencia consolidó un grupo de baja capacidad decisional en un régimen de
administración estatal de la propiedad; y otra de alta capacidad decisional, encargada
de la gestión de dicha propiedad.
Al mantenerse relaciones de trabajo donde esta capacidad queda en manos de
grupos representantes del Estado, mientras que el resto de los trabajadores tienen
poca participación real en los procesos productivos, se genera desde el diseño de políticas de la reforma una división social del trabajo que no subvierte la lógica capitalista, todo lo contrario, la reinstaura además en el sector no estatal de la economía. Por
ello, a los grupos decisionales tradicionales se suman ahora de manera legal otros que
se empoderan desde una lógica mercantil, y su impacto combinado origina un nuevo
ordenamiento social con características inéditas en el período revolucionario, tanto
en su componente estructural, distribución y origen de las desigualdades, como en
su correlato desde las mentalidades.
Consecuencia de lo anterior es la continuidad en la coniguración de un ethos de
la participación en las relaciones de trabajo que se construye de forma diferente a las
relaciones solidarias de producción, donde la acumulación se presenta a los trabajadores como una realidad externa a su contribución, pues no tienen participación real
sobre qué parte debe destinarse al bienestar (indirecta) y cuál al consumo (directa).
El anclaje de la percepción de lo colectivo, fundado sobre todo desde lo político distributivo por encima de la democratización de las relaciones de trabajo, comienza a
fracturarse cuando se individualizan (descolectivizan) los patrones de eiciencia de la
acción individual en los sistemas productivos.
En materia de política salarial, el abandono del pago por la cantidad y calidad del
trabajo aportado, y la instauración de la remuneración por resultados, implica, como
señalamos, una nueva lógica distributiva ajena a la construcción socialista, de la que
podemos esperar resultados discretos tanto en materia de elevación de la productividad como en la generación de un ordenamiento social coherente con los ines
declarados del modelo.
Si a lo antes expuesto le sumamos que la obtención de los salarios directos es
poco sensible a la forma en que el nuevo valor se genera, podemos explicar cómo
funciona este círculo vicioso, donde aunque las cuantías obtenidas mediante salarios aumenten, no se constituyen como estímulo a la productividad, por lo que las
remuneraciones nunca alcanzarían a compensar la brecha entre los salarios reales y
los nominales, ni se convierten en estimulación para aumentar la generación sostenida de nuevo valor. Según comentamos, el reciente marco regulatorio propicia que los
sujetos de las relaciones de trabajo pudieran participar en los sistemas productivos
según una lógica de arreglo a mínimos, y por eso nunca se originaría el crecimiento
económico necesario para solventar tanto el desarrollo del país como los ingresos
necesarios para las economías familiares.
Este marco regulatorio no permite crear procesos de experimentación que prueben paradigmas productivos socializadores, como la cogestión, autogestión y cooperativización de la propiedad estatal, que basados en el fortalecimiento de un funcionamiento productivo solidario, puedan integrar tanto los elementos vinculados a
Boris Nerey
los saberes y producciones tradicionales como los asociados a las nuevas tecnologías,
innovación tecnológica y servicios de alto valor agregado. Tampoco posibilita incorporar al diseño de los puestos de trabajo las funciones de autodirección, imprescindible desde el entendimiento que organización del trabajo en el socialismo no puede
ser organizar bien el trabajo no emancipado.
En este sentido, los sistemas de remuneración planteados en el CT no permiten
la creación de condiciones para la progresiva desalarización de las relaciones de trabajo, lo que coarta el compromiso y la participación de los productores directos en la
producción y redistribución de la riqueza. Es una vez más contradictorio con los ines
declarados del proceso de actualización, teniendo en cuenta que construir el desarrollo socialista con trabajadores asalariados, y no con productores colectivos, contiene
una imposibilidad en sus términos. Mientras subsista la actual división social del trabajo, y los grupos directamente vinculados a la producción sean sujetos asimétricos
de la acumulación, quedando relativamente excluidos de los procesos decisionales,
se originarán imaginarios colectivos contrapuestos acerca de qué entender como desarrollo, con la correspondiente generación de lógicas de asignaciones encontradas
sobre qué parte de lo producido debe destinarse hacia el consumo y las economías
familiares y cuál debe tributar a completar el proceso de modernización, al sustento
de la política social y al perfeccionamiento del propio aparato productivo.
La presente actualización del modelo de desarrollo implica además el tránsito de
un socialismo de control estatal sobre las relaciones de propiedad a otro que debe
construir hegemonía ante la entronización de propiedad y apropiación privada, y
de relaciones de explotación en diversos ámbitos de la vida social cubana. Desde los
marcos regulatorios, aunque mantiene aún el control sobre los objetivos económicos
de alto peril, se establecen como legítimas relaciones capitalistas de propiedad y
apropiación, lo que equivale también a reconocer a sus actores conforme a derecho,
por lo que se obliga a convivir (competir) con ellos. Por primera vez en el período
revolucionario, adquiere legitimidad política una clase capitalista que, conforme a su
esencia, luchará por imponer relaciones de explotación y controlará desde esta perspectiva los procesos de trabajo que estén bajo su dominio. En un sistema de actores
que se hace complejo y contradictorio, los sujetos que se propongan la construcción
anticapitalista deberán participar en un contexto político que resultará, cercado por
los grupos decisionales empoderados y la clase capitalista que regresa, como mínimo,
hostil.
Debe enfrentar esta compleja dinámica desde la herencia de una estrategia de
modernización que generó numerosas contradicciones estructurales, y una coyuntura que sigue siendo adversa desde el capitalismo internacional. Aunque los grupos
asociados a las relaciones mercantiles (y apropiación privada) en la gestión de la propiedad todavía no tienen una expresión visible en cuanto a capacidad de incidencia
en las relaciones políticas, puede esperarse que en el futuro ejerzan presión para “liberalizar” aún más los marcos regulatorios, y entonces habría que preguntarse también si la inclusión universalista en la política social de la mayoría de los cubanos sería
suiciente para mantener “bajo control” las relaciones de explotación.
Cabe preguntarse también cómo en una sociedad caracterizada hoy por la multiespacialidad económica y la diversidad de formas de producción se puede construir
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El nuevo Código del trabajo. El Trabajo en la reforma
la hegemonía socialista sin que se potencie y legitime, desde el marco regulatorio,
la democratización de las relaciones de producción. La complejidad del escenario se
ve agravada porque la propia dinámica de la reforma ha preterido las medidas tendientes a la socialización de la propiedad y la experimentación en formas organizativas autogestionarias en la empresa estatal socialista, lo que sumado a la apertura en
cuanto a relaciones de apropiación privadas, debilita las posibilidades de lograr dicha
hegemonía.
Lo paradójico de la intencionalidad de este proceso de reforma es que considera necesaria la introducción y/o ampliación de relaciones capitalistas para salvar las
conquistas sociales del proyecto. Lo preocupante es que, en aras de la sobrevivencia a
corto plazo, resulten afectadas o competidas las relaciones sociales de contenido solidario (las relaciones de trabajo especialmente), proceso que puede, en deinitiva volverse contra dicha sobrevivencia. Lo alarmante es que se privilegie la apertura hacia
formas de propiedad no estatal, donde el énfasis fundamental no es la constitución y
experimentación en formas de gestión colectiva de la producción, sí el autoempleo,
las pequeñas y medianas empresas privadas y la inversión extranjera. Lo incoherente
es que, en el diagnóstico oicial sobre los problemas de la empresa estatal socialista,
se insista en que la baja productividad y eiciencia económica que hoy amenaza la
sobrevivencia del socialismo cubano es debido a que los trabajadores no se sienten
“¡dueños!” (nunca productores libremente asociados), de los medios de producción, o
sea, no han conseguido ser los capitalistas de sí mismos.
En una sociedad que propone el socialismo como in explícito, las relaciones de
trabajo deben poseer una calidad especíica, o sea, ser expresión de un proceso de
socialización progresiva de las relaciones de propiedad que subvierte la división social
del trabajo heredada del capitalismo, a través de la instauración de un paradigma productivo capaz de generar un patrón de sociabilidad emancipatorio. Dicho paradigma,
sustentado desde los marcos regulatorios, debe propiciar el aumento de la capacidad de empoderamiento de los sujetos fundamentales de los procesos de trabajo,
favoreciendo, a través de un entramado institucional que lo permita, su capacidad
de autotransformación para generar relaciones solidarias en la producción, reproducción, distribución y redistribución de la riqueza social. La hegemonía socialista sólo
puede lograrse a partir de proponer un salto cualitativo en las relaciones de trabajo
que pueda limitar cada vez más a las relaciones capitalistas recientemente entronizadas. Estamos hablando de la necesidad de refundar el carácter socialista del proyecto
de nación.
Boris Nerey
Bibliografía
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Marco institucional de protección de
la ciudadanía ante las consecuencias
de la reforma, Cuba 2014
JULIO ANTONIO FERNÁNDEZ ESTRADA
Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor titular del
Centro de Estudios de Administración Pública, de la
Universidad de la Habana. Conferencista, docente y
ponente en universidades y eventos de América Latina
y Europa.
Resumen
El artículo caracteriza la institucionalidad
política y jurídica cubana en los momentos actuales y realiza un análisis de la forma en que el Derecho y las instituciones
públicas han respondido en Cuba a las
transformaciones económicas en curso.
Por último se ocupa de explicar la manera en que la institucionalidad trata de defender a la ciudadanía de las consecuencias de la reforma.
Abstract
This article discusses the Cuban political and legal institutions at the present
time and performs an analysis of how the
law and public institutions in Cuba have
responded to the ongoing economic reforms. Finally deals with explaining how
institutional tries to defend citizens from
the consequences of the reform.
Palabras clave
Institucionalidad, Derecho, Reforma, Ciudadanía.
Key words
Institutionalism, law, reform, citizenship.
116 Marco institucional de protección de la ciudadanía ante las consecuencias de la reforma, Cuba 2014
Introducción
Los cambios económicos, políticos, jurídicos, institucionales y sociales al in, que se
han producido en Cuba desde el año 2006, momento en que Fidel Castro hizo pública mediante proclama la delegación de todos sus cargos en el Estado y el gobierno
cubanos, -no así en el partido, donde conservó la jefatura del comité central1-, no han
sido denominados por el discurso oicial cubano ni por la prensa nacional como reformas.
En Cuba los procesos de reestructuración y de transparencia se han dado de forma
diferente a como, por ejemplo, se dieron en la URSS, porque aquí se han hecho y se
desarrollan aún como actualización del modelo socialista cubano, sin que se entienda con claridad a qué se reiere el partido -ha sido esta una serie de ajustes liderados
por el Partido Comunista de Cuba, desde el sexto Congreso y sus Lineamientos de la
Política Económica y Social del Partido y la Revolución2- cuando se reiere a actualización, pero en apariencia se trata de una puesta al día de la economía cubana, no de la
política, con las maneras de organizar teórica y prácticamente una economía próspera y sostenible, siempre según las consignas oiciales de Cuba.
En la historiografía cubana -sobre todo la del siglo XX- el reformismo no ha sido
bien llevado, sobre todo por los manuales de historia de Cuba o hasta en los tratados
o monografías sin intenciones didácticas, porque desde su manifestación en el siglo
XVIII, se ha considerado como una solución que no resolvía los problemas principales
de la sociedad cubana: la esclavitud3 y la falta de independencia.
El reformismo cubano, sin embargo, ha sido si no defendido, al menos sí apreciado por otro gran grupo de historiadores, dentro y fuera de Cuba, porque desde su
espacio se inició el auge de las ideas críticas sobre Cuba y su relación con la metrópoli
española, como ya dijimos, desde el siglo XVIII.
Los reformistas cubanos hicieron gala de su patriotismo al intentar una modernización de la isla, también en lo económico y en lo social, sin olvidar lo político, y sus
voces se convirtieron en instituciones culturales y de desarrollo económico, tan importantes como el Consulado de Agricultura y Comercio, nacido del impulso creador
1 El 31 de julio de 2006 se hizo pública la proclama del comandante Fidel Castro. Durante el sexto Congreso del
Partido Comunista de Cuba en el año 2011 fue electo Raúl Castro como primer secretario del Comité Central del
Partido.
2 Los Lineamientos fueron aprobados durante el sexto Congreso del Partido, que se celebró en la Habana en el
mes de abril de 2011. Antes un proyecto de ellos había sido discutido y aprobado en el sexto período ordinario de
sesiones de la séptima legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, del 15 al 18 de diciembre de 2010
como parte de una consulta y discusión popular de este proyecto que se realizó en todo el país. De este proceso surgieron más de medio millón de propuestas y quedaron inalmente aprobados 313 lineamientos. La propia
Asamblea Nacional dio el mandato estatal para que se comenzaran a implementarlos. Para esto se ha creado una
comisión que dirige la implementación de ellos y que monitorea los avances de esta instrumentación, por lo que
ha tenido una fuerza determinante en la creación de una institucionalidad jurídica acorde con las necesidades de
esta implementación.
3 En 1811 Arango y Parreño escribió una representación para las Cortes españolas en defensa del tráico de esclavos, en este documento el célebre reformista cubano justiica históricamente la esclavitud y su necesidad en la
provincia cubana de ultramar (Pichardo, 1965: 238-278). Para representar a Cuba en las Cortes de 1822 y 1823, uno
de los diputados electos fue el presbítero Félix Varela, que presentó un Proyecto de Decreto sobre la abolición de la
esclavitud en la isla de Cuba, acompañado por una Memoria, que demostraba la necesidad de lo anterior. El padre
Varela fundó en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio la primera Cátedra cubana de Derecho constitucional,
que estudiaba en idioma español la Constitución liberal, de Cádiz (Pichardo, 1965: 291-299).
Julio Antonio Fernández Estrada
de un ilustrado moderno cubano, Francisco de Arango y Parreño4, sin olvidar las obras
de “actualización” que fomentó y logró en la Habana el Obispo Espada, o las ideas
de José Antonio Saco, o la radicalización hacia el autonomismo5 que esta corriente
desarrolló dentro de sí.
Pero el separatismo6 primero y el independentismo después ha sido considerado
el movimiento político y de ideas que permitió cuajar el proyecto de soberanía nacional en Cuba, por lo que los reformistas7 han cargado una cruz demasiado pesada en la
historia de la isla: la reforma no es revolución.
Y fue una revolución iniciada en 1868, la que después de esta y otra guerra de
independencia, logró que Cuba no fuera española -sin contar para no recordar, el ultraje norteamericano consistente en robarle a los cubanos más de diez años de lucha
contra un imperio desesperado- cuando el autonomismo8, hijo adelantado a inales
del siglo XIX del reformismo de inicios de esa misma centuria, intentaba demostrar
que a España había que trascenderla sin violencia, sin desprenderse de ella por medio
del machete, sino por medio de un Estado de Cuba con España.
La Revolución ganó la partida de la historia de los hechos y de la historia de los
héroes, los geniales oradores del autonomismo, sus pensadores, sus patriotas, fueron
olvidados por la marea de la Revolución que todo lo legitimaba, y no sin razón.
José Martí, y su Partido Revolucionario Cubano demostraron que la Revolución era
una necesidad que debía desencadenarse sin odio y con rapidez, para llegar lo más
pronto posible a la República donde todos cupieran, hasta los derrotados que acepta4 En 1792, Arango y Parreño escribió su Discurso sobre la agricultura de la Habana y medios de fomentarla, para
ser enviado al rey de España por medio de la Suprema Junta de Estado. En este documento se expone, a partir de
conocimientos cientíicos, datos, estadísticas, una profunda investigación en in, una comparación entre la forma
en que la agricultura se desarrollaba en Cuba y sus diferencias, y causas de atraso, en relación a la misma actividad
en España, Francia, Portugal, y las colonias de norte América (Pichardo, 1965: 179-218).
5 En 1811 José Agustín Caballero ya escribía una exposición para ser llevada a las Cortes por los diputados
cubanos de la Habana y Santiago de Cuba, llamada Proyecto de Gobierno Autonómico para Cuba, que resume en
quince proposiciones concretas. Este proyecto se coniesa seguidor del modelo constitucional inglés y reniega de
las conquistas políticas de la revolución francesa (Pichardo, 1965: 232-238).
6 Las primeras conspiraciones separatistas en Cuba son de la primera década del siglo diecinueve, en una de
ellas fue encausado el jurista bayamés Joaquín Infante, que en el exilio venezolano escribió en 1812 su Proyecto de
Constitución para la Isla de Cuba, primera propuesta separatista cubana, que entre otras singularidades diseñaba
cuatro y no tres poderes estatales, pues incluía el militar, establecía la declaración y anulación de todo acto inconstitucional por el órgano legislativo y conservaba la diferencia de clases donde prevalecían los blancos, además
mantenía la esclavitud mientras fuera precisa para la agricultura pero bajo los principios de equidad, justicia y
retribución (Pichardo, 1965: 279-287).
7 El reformismo cubano fue muy diverso. Pasó de sus propuestas modernizadoras de inales del dieciocho y
principios del diecinueve, amparadas en la defensa de la esclavitud, a posturas más cercanas al anexionismo en las
primeras décadas del mismo siglo. A la vez dentro del reformismo hubo lugar para su inclinación hacia el autonomismo, más o menos radical, diferente en Caballero que en Varela. Reformista fue Arango y Parreño, defensor de la
esclavitud y Saco, crítico feroz de la trata, como medio de defensa de los intereses de los terratenientes cubanos. El
mismo Saco se opuso a la expulsión de los diputados cubanos de las Cortes de 1837, y fue un opositor preclaro de
la anexión de Cuba a los Estados Unidos. En 1865, un Maniiesto del Partido Reformista fue irmado por más de 25
mil personas (Pichardo, 1965: 346-375).
8 El primero de agosto de 1878 se constituyó el Partido Liberal en la Habana. En el año 1881 este partido convirtió su programa al autonomismo y así su nombre quedó como Partido Liberal Autonomista. Esta organización
resumió el espíritu del Pacto del Zanjón, acuerdo irmado por algunos jefes del Ejército Libertador de la República
de Cuba en Armas y por las autoridades españolas, y que recibió la protesta de Antonio Maceo en los Mangos
de Baraguá, en los idus de marzo de 1878. Maceo no sólo se opuso a la paz sin independencia y sin abolición de
la esclavitud, como proponía el pacto, sino que dictó una Constitución para continuar la guerra, más allá de sus
posibilidades de éxito.
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118 Marco institucional de protección de la ciudadanía ante las consecuencias de la reforma, Cuba 2014
ran la mejoría ética y social que signiicara la independencia.
Fernando Martínez Heredia lo ha dicho más bellamente: “El pueblo de Martí será
el protagonista, no la comitiva de una casta, ni de los doctores, ni de los caudillos”
(Martínez, 2009: 138).
Las revoluciones del siglo XX en Cuba se hicieron también con el amparo moral de
la protección martiana, porque Julio Antonio Mella fue el primero en vislumbrar un
Martí más que poeta y orador, como lo quería la promoción política dominante durante las dos primeras décadas de la República neocolonial, y quedó así relacionado
el pensamiento martiano con la radicalidad comunista, como después lo hará con la
Revolución de “los años cincuenta”, en el año del centenario del apóstol.
Sobre lo anterior ha escrito Julio César Guanche: “Mella tiene el mérito, con las
«Glosas al pensamiento de Martí», de buscar dónde podían encontrarse Martí y Marx
sin desmedros respectivos, sin necesidad de justiicar la «debilidad» martiana al no
suscribir las ideas de Marx […]” (Guanche, 2003: 343)
Martí fue declarado autor intelectual de las acciones armadas del 26 de julio de
1953, que comenzaron la última revolución cubana y ha quedado como el guardián
de la pureza nacional, único capaz de superar con su presencia y su simple mención
las diferencias ideológicas internas y los extremos políticos.
En 1992, cuando la Constitución socialista cubana de 1976 recibió su modiicación
más importante para adaptarse al mundo unipolar, después de la caída del campo
socialista de Europa del este y en el contexto de la crisis económica cubana, llamada
por el Estado período especial y que se ha reconocido oicialmente como no vencida,
la igura y el ideario martiano salvó otra vez las isuras del sistema político cubano.
El artículo 5 de la Constitución reconoció que el Partido Comunista no era solamente la fuerza dirigente de la sociedad y el Estado -única justiicación jurídica del
monopartidismo en la Isla- sino que su ideología era marxista, leninista y martiana.
Así mismo el artículo 1 del magno texto se reiere sin citarla a la frase martiana de
la República con todos y para el bien de todos, en una clara demostración de la forma
en que Martí es asumido como parte de los soportes políticos o de la legitimación
oicial de la política gubernamental, sobre todo en momentos de crisis.
En 1968, Fidel Castro lanzó una idea, en un discurso por los cien años del inicio
de la Guerra Grande, que después se hizo oicial en el Programa del Primer Congreso
del Partido Comunista de Cuba, de 1975 y de inmediato en los planes de estudio de
las enseñanzas primaria, media y superior: la Revolución cubana comenzó el 10 de
octubre de 1868 y no triunfó ni cumplió su cometido histórico total hasta el primero
de enero de 1959.
Con esto no sólo quedaron fuera de la obra transformadora de la historia de Cuba
los reformistas del siglo XIX, sino los del XX que siguieron sin entender la Revolución
durante la República Neocolonial, de 1901 a 1959.
Así, es más fácil entender por qué a lo que nos hemos volcado en Cuba, desde el
sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba en adelante, ha sido un proceso de
actualización, del que nadie quiere mencionar su apariencia o esencia reformista.
I
Si existe otro concepto político poco utilizado en Cuba, por las instituciones, por los
Julio Antonio Fernández Estrada
mensajes del Estado y del Partido, por el pueblo que es soberano en Cuba, según el
artículo 3 de la Constitución de la República, de 1976, hasta por la academia; es el de
la ciudadanía.
Con esto tenemos un trío de conceptos de poco uso -hasta cuando alguno de
ellos esté de moda en la actualización del socialismo cubano- para abordar este trabajo: institucionalidad9 -este es el que más se menciona sin explicarse a qué parte o
noción de ella se reieren-, ciudadanía y reforma.
Con la ciudadanía pasó, como concepto, algo parecido a lo que sucedió en Cuba
con la sociedad civil o los derechos humanos, por sólo mencionar dos casos extremos:
el triunfo de la Revolución en 1959, y la rápida alianza económica, política, ideológica,
militar, estratégica en total, con la URSS, nos hicieron dependientes, cuando no rehenes de una manera muy particular de entender la política. Tal vez esta relación fue menos subyugante para las altas esferas de decisión del Estado y el gobierno cubanos,
que para la reproducción de las ideas, argumentos, soportes teóricos, ideológicos,
éticos, de la Revolución cubana, dentro de la sociedad civil de la isla, que aunque tuvo
fuertes evidencias de autonomía y lectura crítica y auténtica de lo que debía ser el socialismo y el desarrollo en Cuba,- recuérdese el pensamiento del Che y la experiencia
de la revista Pensamiento Crítico, por mencionar dos evidencias célebres- quedó al in
atrapada, a nivel cultural, tanto material como espiritualmente por los postulados del
dogmatismo soviético.
En este ambiente dominado por un pensamiento reproductivo de la burocracia
cubana y que recitaba los manuales de Filosofía Marxista y de Economía Política del
Capitalismo, todos ellos producidos en la URSS, se perdió el carácter singular de la
Revolución cubana, que aunque tenía su cuota particular de símbolos, hechos, ideas,
9 En el año 2009, el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, general Raúl
Castro Ruz, declaró que la importancia del fortalecimiento de la institucionalidad era tan importante como la tarea
de producir alimentos para la población (Castro, 2009).
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120 Marco institucional de protección de la ciudadanía ante las consecuencias de la reforma, Cuba 2014
valores, paradigmas, los confundió o trastocó con un universo de conceptos, que de
pronto permitió que se identiicaran como lo mismo a la Patria, el Socialismo y el Estado cubanos.
Todo esto fue alimentado por una cultura jurídica y política que consideraba burgueses a los derechos, que no entendía la interpretación marxista de la sociedad civil
y que creía que los ciudadanos eran sólo los que en el discurso liberal hegemónico
se plantean como esfera de libertad, la no intromisión del Estado en sus derechos
individuales -que deben ser protegidos y garantizados por una constitución- y la no
intromisión del Estado en su relación con el mercado.
Como nos recordaba Hugo Azcuy: “No sólo se criticaron las leyes de la sociedad
burguesa, sino que el propio Derecho fue considerado como un instrumento inapropiado para la necesaria agilidad y eicacia de las medidas políticas y administrativas”
(Azcuy, 2010: 284).
De lo anterior ha resultado, después de 55 años de Revolución, que en Cuba la
Constitución no mencione a la sociedad civil, que esta tenga un mínimo de espacio de
asociación fuera del control estatal, que no exista una ley de ciudadanía como lo manda la misma desde hace 38 años, y que la frase derechos humanos no esté presente en
ninguna parte importante de nuestra institucionalidad jurídica.
Lo anterior no signiica, sin embargo, que en Cuba no haya derechos, y que estos
no se protejan, que la sociedad civil10 no tenga ámbitos de resistencia y autonomía,
peleados por ella misma, y que la ciudadanía no esté consciente de que su relación
con el Estado ha sido difícil, pero especial, en el último medio siglo.
II
¿De qué marco institucional nos ocuparemos entonces? ¿De qué ciudadanía? ¿De
qué reforma?
Hemos oído muchas veces en los últimos años que una de las áreas de cambio que
se debe priorizar es la de la institucionalidad. Esta debe reforzarse, según los propósitos estatales, pero no se ha aclarado a qué institucionalidad se reieren, por lo que se
ha hecho posible que esta idea se repita sin que se discuta su contenido.
Ha quedado más claro que la institucionalidad que debe perfeccionarse hará un
uso más racional de los recursos, cambiará la mentalidad -tampoco sabemos qué caracteriza en el pensamiento oicial a la mentalidad anterior- y eliminará el Derecho
obsoleto o riguroso sin sentido.
10 La sociedad civil cubana encuentra su marco legal fundamental en la Ley 54 de 1984, Ley de Asociaciones,
que funda un vínculo singular entre las ONG y el Estado porque estas deben conectarse con un órgano del Estado,
llamado de relación, que autoriza y aprueba los movimientos inancieros y hasta las importaciones de un producto
indispensable para la realización del objeto social de la asociación. Las fundaciones, sociedades, centros, ONG en
general, sin embargo han alcanzado un lugar importante en la sociedad civil cubana porque han llevado adelante
campañas y acciones que el Estado ha demorado más en entender, como las relacionadas con la protección del
medio ambiente y la educación de las nuevas generaciones, la cultura de paz, la mediación en conlictos sociales,
la educación popular, la permacultura, la defensa de la libre orientación sexual, la protección de los derechos de
las mujeres, niños y niñas, entre otras. La no existencia en Cuba, de una ley de cultos diiculta, por otra parte el
reconocimiento legal de ONG de carácter religioso y su actividad social, aun dentro de un ambiente de laicismo
imperante desde 1992. Es notable la diicultad para inscribir una organización social nueva en el Registro de Asociaciones del Ministerio de Justicia, desde hace más de una década.
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“En este ambiente dominado por un pensamiento reproductivo de la
burocracia cubana y que recitaba los manuales de Filosofía Marxista
y de Economía Política del Capitalismo, todos ellos producidos en la
URSS, se perdió el carácter singular de la Revolución cubana”
Tal vez todo esto ya haya comenzado a suceder pero también que el Derecho se considera un mero instrumento de la actualización y en ningún caso como una expresión
de la voluntad del pueblo de transformar lo que impide el desarrollo del socialismo
cubano.
Todos están de acuerdo en que la Revolución es fuente material de Derecho, pero
lo que ha sido más difícil de entender por la burocracia es que el Derecho puede ser
la vía por la que la Revolución se transforme desde dentro, con la razón y el dato de la
reforma o con la utopía que debe alimentar una Revolución.
Por eso entenderé el marco institucional de este ensayo como el ámbito de instituciones, estructuras estatales o de la sociedad civil que permiten la protección de la
ciudadanía en un sentido amplio, así como las principales disposiciones jurídicas que
delinean esta protección, al menos en el diseño jurídico trazado, sin olvidar que las
aspiraciones de las normas sólo se convierten en realidad por causas que trascienden,
casi siempre, lo que el Derecho entiende.
El pueblo de Cuba vive en Revolución, esto ha signiicado, en las últimas décadas,
extremos tan interesantes como estos: el Estado y cualquiera de sus políticas es llamado, paternalmente, la Revolución; los funcionarios o representantes estatales han sido
los líderes de la Revolución; por lo tanto la Revolución no ha terminado, sino que se
convirtió en Estado.
A la misma vez se repite y cita la idea de Fidel de que Revolución signiica cambiar
todo lo que debe ser cambiado, se promueve la espontaneidad y valentía política de
los cuadros intermedios del Estado y el ejercicio de la crítica, llamada siempre con el
apellido constructiva, pero a la vez saltan las señales de lo contrario: las nuevas ideas
son desechadas por las que ya se conocen, la teoría y el pensamiento es denostado
como autosuiciencia, la creatividad social y los intentos de instrumentar justicia social más allá del Estado son considerados peligrosos o deben pasar por tamices inacabables, toda nueva forma de organización social debe canalizar sus intenciones revolucionarias en alguna forma institucional ya existente, a no ser que tenga el amparo
estatal de nacimiento.
Esto ilustra un ambiente donde la Revolución ha dejado un sentido de lo justo
muy particular en el pueblo cubano, porque este considera que por haberse hecho la
Revolución es que merece lo que siempre le han dado. Hasta el día de hoy es común
escuchar que el Estado sacó un producto para su compra por el pueblo, o que están
dando alguna cosa necesaria para la vida. En los dos casos la ciudadanía sabe que se
trata de algo que se vende, pero a tan poco precio que se considera casi una entrega.
Ante la pobreza y las nuevas formas de desigualdad, infrecuentes o menos claras hasta principios de “la década del noventa”, el pueblo esgrime a veces el destino
histórico: estamos en una Revolución o para algo esto es socialismo, en ambos casos
122 Marco institucional de protección de la ciudadanía ante las consecuencias de la reforma, Cuba 2014
deslegitimando cualquier exceso administrativo que limite un derecho o desplace al
pueblo del centro de los beneicios sociales.
En apariencia al menos, no hubiera sido disparatado, entonces, que el Partido y el
Estado cubanos enfrentasen esta actualización o reforma en curso, como la Revolución de la Revolución.
III
Entonces, ¿qué parte de la reforma, que llamamos actualización, ha tenido más consecuencias para la ciudadanía cubana?
La implementación de los lineamientos aprobados en el sexto Congreso del Partido, tiene un núcleo económico aunque la medida de cambio más trascendente e
impactante en la ciudadanía haya sido política: la reforma migratoria11 que abrogó
el permiso de salida que daba el Ministerio del Interior y que alargó a 24 meses el
tiempo que un ciudadano cubano puede estar en el extranjero y regresar para no ser
declarado emigrante -en caso contrario debe repatriarse para recobrar sus derechos
como ciudadano- y que dejó sin sentido el trámite, conocido hasta este momento
como salida deinitiva del país.
El anuncio de que antiguas normas de agotadora rigidez se estudiarían para su
modiicación, tuvo su expresión en la autorización legal a la compra-venta libre de
viviendas12 -la compra-venta no estaba prohibida ni por el Código Civil ni por la Ley
General de la Vivienda, sino que existía un derecho preferente de adquisición por parte del Estado, llamado Tanteo, y la facultad de revertir una compraventa que no pasara
por esta preferencia, llamada retracto-.
De la misma manera fue autorizada la compra-venta sin pasar por tanteo estatal,
de autos en propiedad personal, que antes podían ser enajenados sólo por disposición expresa, conocida popularmente como traspaso13.
La consecuencia jurídica de más peso, de ambas reformas, además de la marea de
compra-ventas y donaciones que se acumularon en los primeros años, fue la abrogación de una ley paradigmática de la Revolución, la número 989 de 1961, que amparaba la coniscación de todos los bienes de las personas naturales que salieran de forma
deinitiva del país.
Pero el marco institucional de la defensa de los derechos ciudadanos en este ámbito no ha quedado exento de problemas. Para ambas reformas jurídicas, que dieron
lexibilidad al tráico jurídico patrimonial de los cubanos, se crearon nuevas disposiciones jurídicas, con su propio andamiaje burocrático acompañante, cuando podía
haberse esperado la plena vigencia del código civil, sin más.
Lo anterior ha tenido consecuencias como esta: contra el Derecho de contratos vigente en Cuba y en todo el sistema de derecho romano francés, que rige por ejemplo
11 El Decreto Ley 302 de 11 de octubre de 2012, modiicativo de Ley 312 de 1976, aprobó las nuevas normas
migratorias cubanas y estas entraron en vigor el 14 de enero de 2013.
12 A raíz de la entrada en vigor el 10 de noviembre del 2011 del Decreto Ley 288, publicado en la Gaceta Oicial
el día 2 del mismo mes, se ven eliminadas las prohibiciones existentes respecto a la compra-venta de viviendas y
en el mismo se establecen los procedimientos y requisitos para la formalización de dicho acto.
13 El Decreto 40 de 22 de noviembre de 1979, regulaba esta modalidad de traspasos. Desde el 31 de diciembre
de 2013, en publicación de la Gaceta Oicial 046 Extraordinaria, el Decreto 320 -del propio Consejo de Ministrosregula las nuevas formas sobre la trasmisión de la propiedad de vehículos de motor, su comercialización e importación.
Julio Antonio Fernández Estrada
en toda América Latina, la compra-venta de una vivienda entre nosotros sólo es posible al contado y mediante un complicado trámite bancario conirmado ante notario
público, sin posibilidad de una venta a plazos aunque el inmueble tenga un valor de
un millón de pesos cubanos convertibles.
La enajenación de autos no se queda detrás, por una razón desconocida ahora es
posible vender o donar un carro de uso pero no es posible permutarlo, aun cuando la
permuta sea un contrato reconocido en el Código Civil cubano y tenga una existencia
para el Derecho de dos mil años.
Por lo tanto, junto a las nuevas libertades se ha asomado la cara del desprecio del
valor cientíico del Derecho, siempre por razones relacionadas con el uso burocrático
e instrumental de este.
De la misma manera fue de gran popularidad la reforma que amplió los oicios
que el Estado reconocía como legales para su desempeño como actividad por cuenta
propia14, después de la larga lista que se había abierto a principios de los años noventa. Esta apertura se acompañaba de algunas buenas nuevas para el desarrollo de
algunos negocios, porque se pudo contratar mano de obra no familiar y establecer
servicios ilimitados -de mesas- para restaurantes.
Lo anterior llegaba con el anuncio -no cumplido- de que el Estado dejaría disponibles, pero no abandonados, a medio millón de trabajadores estatales que debían
integrarse a la ola del trabajo por cuenta propia, supieran o no supieran establecer y
administrar un negocio.
Además, la Constitución de la República prohíbe expresamente la explotación del
hombre por el hombre, a la usanza del constitucionalismo socialista y no reconoce la
propiedad privada sino la personal, con importante presencia del Estado, sobre todo
en la parte del contenido de la propiedad relacionada con la disposición de los bienes
por los propietarios.
Miles de nuevas licencias de trabajo por cuenta propia se dieron por las administraciones locales y más rápido que lo que aletea un colibrí, comenzaron los excesos
de los lamantes propietarios. Despidos, rebajas injustiicadas de salarios, tratamiento
llano de capitalista.
Pero el pueblo en Cuba, como dijimos, lo que conoce es la Revolución socialista.
A los trabajadores por cuenta propia se les permitió unirse al Sindicato Nacional perteneciente a la Central de Trabajadores de Cuba, más relacionado al tipo de actividad
que desempeñara el nuevo ailiado, pero en este participaba, en cualquier caso, tanto
el dueño como el empleado.
Después de una larga consulta popular, se discutió y aprobó, un nuevo Código de
Trabajo15. Ha sido extraño que este no contenga una regulación que proteja de for14 La Resolución 33, de 2011, del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social dictó el Reglamento del Ejercicio del
Trabajo por Cuenta Propia, modiicativo de otro anterior del año 2010. Relacionados con la anterior medida se
aprobó una serie de legislaciones de diferente rango, que complementan y apoyan la apertura del trabajo por
cuenta propia: Decreto Ley 275 de 2010 del régimen de arrendamiento de viviendas, habitaciones o espacios;
Resolución 368 de 2011, del Ministro de Transporte Reglamento de licencia de operación de transporte para personas naturales; Resolución 750, de 2010, del Ministro de la Agricultura, que regula la contratación permanente
de trabajadores agrícolas asalariados y trabajadores agrícolas eventuales; Decreto Ley 284, de 2011, del régimen
especial de seguridad social para los trabajadores por cuenta propia, entre otras.
15 La Ley 116, de 2013, Código de Trabajo, aparecida en Gaceta Oicial 29 Extraordinaria de 17 de junio de 2014,
se aprobó acompañada por normativa complementaria, en esta misma publicación: Decreto 326, Reglamento del
Código de Trabajo; Resolución 44 del Ministerio de Cultura, Reglamento para el sistema de relaciones de trabajo de
123
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ma especial a los empleados privados -el trabajo por cuenta propia tiene un espacio
propio en la nueva ley pero no hay un régimen de derechos para estos trabajadores-,
porque aunque se consideren con los mismos derechos que el resto de los trabajadores, el ámbito de acción del empleador es más lexible y menos limitado para la
arbitrariedad que el del empleador estatal.
Solo dígase que los trabajadores privados no tienen derecho a obligar al dueño
del negocio a un convenio colectivo de trabajo y que las condiciones laborales dependen del contrato que empleador y empleado suscriban. De la misma manera no
se reconoce el derecho a la huelga contra el empleador privado.
De manera general se esperaba que se reconociera por esta ley, la existencia de
medianas y pequeñas empresas que permitieran que el régimen de garantías de los
derechos de los trabajadores y dueños, entraran en la lógica establecida del Derecho
mercantil o económico, pero no fue así.
A la misma vez se dan relaciones extra laborales en algunos de los nuevos negocios, que no contratan a sus trabajadores sino que les permiten trabajar sólo por la
veleidosa propina, sin que los que así laboran tengan derecho a nada.
Es inevitable que fenómenos como estos nazcan en ambientes de aperturas capitalistas pero sólo son aceptables si existen las herramientas socialistas para contrarrestarlas, no solo tributarias sino sociales.
En este contexto, a la vez, se han dado pasos políticos inesperados como este: sin
respetar ninguna consecuencia jurídica y sin más explicación, el gobierno cubano cerró de la noche a la mañana el más popular negocio de los que se habían abierto: las
salas de cine en 3D16, que se apoyaban en licencias que la administración entregaba
por desempeñar actividades recreativas para niños y jóvenes.
Los miles de dólares invertidos por los particulares no fueron resarcidos, ningún
pleito legal fue establecido, nadie habló de la legalidad de las licencias que amparaban la actividad, ni del principio olvidado de que la administración no debe ir contra
sus propios actos.
Más raro aún fue el hecho de que el gobierno tenía una razón tan pesada como la
Constitución, y no la usó: en el capítulo séptimo del magno texto cubano, dedicado a
los derechos, deberes y garantías, se prohíbe la privatización de la actividad cinematográica.
Estas medidas han sido tomadas en relación a reformas de la política aduanal cubana, que ha recortado las posibilidades de importación por la vía individual17 y ha
los trabajadores pertenecientes a la rama artística; Resolución 160 del Ministerio de Educación Metodología para la
evaluación de los resultados del trabajo del personal docente; Resolución 66 del Ministerio de Educación Superior
Procedimiento para la evaluación de los profesores universitarios; Resolución 9, del Ministerio del Interior Procedimiento sobre la clasiicación migratoria de residente temporal para realizar actividades profesionales o laborales
de cualquier otra índole en el territorio nacional; Resolución 282 del Ministerio de Salud Pública Reglamento sobre
la contratación, ubicación, reubicación, promoción, inhabilitación y suspensión temporal en el ejercicio de la profesión de los profesionales y técnicos de la medicina, entre otras.
16 El dos de noviembre de 2013, el periódico Granma, órgano oicial del Partido Comunista en Cuba, informó
sobre un acuerdo del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros que prohibía la continuación de la actividad de
proyección cinematográica particular en salas de cine con tecnología de tercera dimensión.
17 La Aduana General de la República, en su Resolución 143 de 2013 y 206 de 2014- Gaceta Oicial 30 Ordinaria
de 11 de julio de 2014-, ha regulado el Límite para la determinación del carácter comercial a las importaciones. En
la propia publicación del Ministerio de Justicia apareció el régimen de valoración monetaria de los bienes importables.
Julio Antonio Fernández Estrada
reconocido en la prensa oicial, que la razón es que la población compre en las tiendas
del Estado y pague más impuestos para soportar los servicios sociales principales, que
como se ha extendido en la publicidad televisiva, ahora se reconocen como gratuitos
pero costosos.
Por último, ha aparecido en el panorama institucional jurídico cubano, la nueva
Ley de la Inversión Extranjera18, que viene a dar sentido y espacio a los grandes proyectos de desarrollo que los lineamientos mencionaban, como la Zona de Desarrollo
Especial del Mariel y la construcción de campos de golf en zonas cercanas al litoral
cubano.
Esta ley, apenas en su artículo 4 descubre una inconsecuencia técnica que puede
ser síntoma general del estado legislativo en Cuba: “Las inversiones extranjeras dentro
del territorio nacional gozan de plena protección […] y no pueden ser expropiadas,
salvo […] por motivos de utilidad pública […]” (Gaceta Oicial, 2014).
La expropiación forzosa, en todo el Derecho, incluido el artículo 25 de la Constitución vigente en Cuba, sólo es posible por motivo de utilidad pública, por lo tanto el
artículo citado de la nueva ley regula algo parecido a una prohibición a la expropiación salvo la necesidad de la expropiación. Esto es tan contradictorio como regular
que una persona no puede cometer delito a no ser que cometa delito.
De manera particular la discusión, publicidad, deliberación sobre el impacto
medioambiental o social de proyectos de desarrollo como los mencionados, no han
sido impulsados con la misma intensidad, aunque en Cuba el Estado tenga la única
forma de Poder Popular y el principio de organización y funcionamiento del Estado
sea la Democracia Socialista.
Algunas de las claves que han impedido que estos proyectos de desarrollo sean
más consensuados ha sido que, por ejemplo, el Mariel se encuentra en la nueva provincia de Artemisa, donde se desarrolla un experimento de funcionamiento alternativo del poder popular local, permitido por el Decreto 301 del Consejo de Ministros,
que se concentra en la eiciencia del trabajo de la administración, antes llamada Consejos de la Administración, y no tanto en nuevas formas de participación popular.En
ambos proyectos son conocidos casos donde el gobierno debate la posibilidad de
desplazamientos de personas que habitaban en las zonas actuales de desarrollo, sin
que se tenga conocimiento por la administración de estas localidades de la importancia de priorizar los procesos correspondientes de expropiación forzosa, que son los
que la ley establece en Cuba, y los que más garantías darían a los perjudicados en caso
de demostrarse ante los tribunales competentes, la razón social de la expropiación.
La nueva ley de inversión extranjera, por su parte, se concentra en los beneicios a
los inversionistas foráneos y ha sido muy llamativo, dentro y fuera de Cuba, el hecho
de que no tenga la misma apertura la inversión nacional de personas naturales.
18 La Ley 118 de 2014, de la Inversión Extranjera se publicó en Gaceta Oicial 20 Extraordinaria de 16 de abril de
este año y da garantías a los capitales extranjeros en Cuba. Entre los contenidos más interesantes están la posibilidad de que la parte inversionista adquiera en propiedad inmuebles en Cuba, el derecho de la empresa foránea de
determinar el régimen laboral de los extranjeros que se empleen, el empleo de cubanos y cubanas solo a través
de entidad empleadora, no así a los directivos, que pueden ser contratados directamente. La Resolución 16 de
2014 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social aprobó, por su parte, el Reglamento sobre Régimen Laboral en
la inversión extranjera, que regula la extraña indemnización por la empresa extranjera a la entidad empleadora,
por sustituciones de trabajadores, sin tomar en cuenta que esta indemnización debe ser, sobre todo, a favor del
trabajador.
125
126 Marco institucional de protección de la ciudadanía ante las consecuencias de la reforma, Cuba 2014
Pero lo más delicado que se encuentra en el marco institucional que se abre con la
nueva ley de inversiones, es la cantidad de excepciones que se prevén en la norma,
todas ellas contentivas de gran peligro, sobre todo, para el ejercicio y protección de
los derechos de los trabajadores, que al inal, se contraten en Cuba, por las partes extranjeras establecidas en territorio nacional.
Se extrañan en esta ley las instituciones legales y políticas que deiendan en caso
de ser necesario, el universo de derechos propio de una sociedad socialista.
Lo aparente es que la inercia de la marcha de la Revolución es tan grande, que
será imposible detener este impulso, ni por más inversión ni por más pequeños empresarios que emerjan, pero la historia cuenta otra verdad: el capitalismo no es sólo
la preponderancia del interés del gran capital sobre la justicia social, o de las grandes
empresas sobre las pequeñas, o del mercado sobre los derechos sociales, sino la cultura que propicia que todo esto sea posible, de un golpe o poco a poco.
IV
La Constitución cubana consagra a la Fiscalía General de la República como la institución principal en la defensa de los derechos ciudadanos y en la custodia de la legalidad socialista. Para esto la Fiscalía, desde el municipio hasta la nación, puede realizar
veriicaciones iscales a entidades estatales que deban ser investigadas por el uso y
administración de los bienes del Estado, tiene la facultad de velar por el cumplimiento
de la ley en los establecimientos penitenciarios, de recibir quejas de la población e
investigarlas por violación de derechos, y puede dictar resolución instando al responsable de la ilegalidad a que se abstenga de hacerlo. Además la Fiscalía representa a
los menores de edad en conlictos de intereses con sus tutores y es la responsable de
presentar la acción penal pública en representación del Estado en las causas penales.
Para la aplicación del Derecho por vía jurisdiccional, forma más contundente de
realización del mismo, en Cuba existen los Tribunales Populares, desde el municipio
hasta el Tribunal Supremo, con la función de administrar justicia y por lo tanto cristalizar la defensa de los derechos ciudadanos mediante resoluciones judiciales de diferente peso.
La Administración Pública cubana sufre una contradicción interna, es una de las
más extendidas del mundo, con más presencia en la administración de recursos y más
bienes a su disposición para su uso, pero con una mínima presencia en las disposiciones normativas y con altos niveles de centralización que dejan sin posibilidades de
acción a las instancias locales de ella19.
Si la Fiscalía juega un papel principal en la vigilancia del cumplimiento de la legalidad,
en la práctica su función más reconocida es la de la actuación penal como parte acusadora, lo que en la vida cotidiana de la institución se convierte en un arma de doble
ilo, porque muchas de las quejas de la ciudadanía son sobre la actuación de la Fiscalía
en los casos penales, por demoras en la tramitación, por la extensión de la prisión preventiva antes del juicio oral, por no cambiar la Fiscalía la medida cautelar sobre un reo,
de prisión preventiva a ianza, por poner algunos ejemplos frecuentes.
19 En el último año el Centro de Estudios de Administración Pública de la Universidad de la Habana ha hecho
propuestas en espacios académicos y gubernamentales para propiciar el perfeccionamiento del marco regulatorio de la administración pública cubana, entre ellas han estado la aprobación de una Ley de Municipios y de una
Ley de Protección a los Consumidores (Fernández, Tamayo y Blanco, 2013).
Julio Antonio Fernández Estrada
127
“Pero lo más delicado que se encuentra en el marco institucional que
se abre con la nueva ley de inversiones, es la cantidad de excepciones
que se prevén en la norma, todas ellas contentivas de gran peligro”
Por otro lado los tribunales sufren los vaivenes de las políticas criminales, que no
son públicas, como tampoco lo son las políticas patrimoniales o económicas que el
Estado iltra hacia los órganos jurisdiccionales. Esto trae como consecuencia que la
independencia judicial se quebrante, pues los tribunales ya no pueden juzgar sólo
en obediencia a la ley sino a un mandato administrativo que los supera, pero que es
inconstitucional.
También es notoria la presencia en la legislación cubana, penal sobre todo, de muchas áreas de regulación que impiden la máxima neutralidad de los tribunales ante
cada caso, acumulándose en la práctica una gran cantidad de situaciones donde se
evidencia la indefensión de los reos penales ante la preponderancia del Estado.
En una investigación muy reciente en la Universidad de la Habana, se adelantaban
como situaciones que propiciaban la parcialidad de los tribunales, y que por lo tanto
dañaban la protección de la ciudadanía, las siguientes:
a) El empleo por parte del Tribunal de la fórmula del Artículo 350 de la Ley de Procedimiento Penal; que
consiente la posibilidad de que el órgano jurisdiccional asuma la función de acusador, con infracción
de lo establecido en el Artículo 127 de la Constitución cubana.
b) La prerrogativa atribuible al órgano jurisdiccional de devolver las actuaciones al Fiscal -fundamentalmente recogida en el Artículo 263 de la Ley de Procedimiento Penal-, en relación a la discusión que
entraña que los propios jueces que dispongan la apertura a juicio oral sean los mismos que participen
en el juicio y acuerden la sentencia.
c) La disposición de oicio, por parte del Tribunal, de nuevas diligencias de pruebas o de una sumaria
instrucción suplementaria, al amparo del artículo 351 de la Ley de Procedimiento Penal.
d) El impedimento legal atinente al perjudicado en punto a hacer uso de la facultad de recusar a algún
miembro del Tribunal.
e) La polémica relativa a los jueces encargados de dictar segunda sentencia en la primera instancia
(provincial), por haber sido declarado un quebrantamiento de forma por el Tribunal Supremo al resolver casación.
f) La polémica relativa al interrogatorio por parte del Tribunal a acusados, testigos, peritos, y otros intervinientes en el acto de juicio oral (Quinta, 2013).
Tal vez más peligroso para el ambiente de protección institucional de la ciudadanía
es la gran cantidad de situaciones jurídicas, donde las partes involucradas no cuentan
con recursos legales para acceder a la administración de justicia, lo que se ha convertido en una moda legislativa cubana, tal vez propiciada porque nuestra Constitución
no consagra como derecho el acceso a la justicia.
Sobre este mal, las últimas investigaciones académicas cubanas han arrojado las
siguientes conclusiones:
Con el triunfo revolucionario y la necesidad de centralizar y concentrar la toma de decisiones en una
Administración fuerte que pudiese adoptar las medidas necesarias para la transformación social y luego la instrumentación de la Constitución de 1976, se extrajo del control judicial, como regla, la posibilidad de cuestionamiento de las normativas y actos de la Administración Pública, lo que ha conllevado
a limitar el acceso a justicia.
128 Marco institucional de protección de la ciudadanía ante las consecuencias de la reforma, Cuba 2014
En los últimos tiempos han proliferado normativas infraconstitucionales sancionadoras, que limitan
tanto el acceso como el control judicial de algunas decisiones con la consiguiente afectación a la legitimidad de la función jurisdiccional y, en particular, la defensa de los derechos, motivo por lo cual urge
la revaloración de tales regulaciones restrictivas (García, 2014).
Lo anterior nos lleva a una cuestión de caracterización general del marco institucional
de protección de la ciudadanía que no puede ser soslayada. La creación del Derecho en Cuba está concentrada en los órganos estatales, la única fuente de Derecho
reconocida es el acto normativo del Estado, que se expresa en Leyes de la Asamblea
Nacional del Poder Popular; Decretos Leyes del Consejo de Estado, este último órgano
de la Asamblea que la representa cuando no está reunida en plenaria y que constitucionalmente asume la máxima representación estatal; Decretos del Consejo de Ministros, más alto órgano de gobierno; Resoluciones de Organismos de la Administración
Central del Estado y de otras instancias como empresas u estructuras dependientes
de Organismos Centrales.
Este panorama deja fuera dos fuentes formales del Derecho reconocidas y válidas dentro del Sistema de Derecho al que pertenece Cuba: la costumbre y la jurisprudencia, lo que ha impedido que se aprecie la posibilidad de aincamiento de una
costumbre, digamos, socialista, ni la práctica de acumulación de jurisprudencia por el
Tribunal Supremo, que ayude a depurar cientíicamente la actividad jurisdiccional y a
elevar la calidad de la administración de justicia, la riqueza de las sentencias, la perdurabilidad del Derecho cubano socialista.
A lo anterior debe sumarse que la creación de la Ley ha sufrido un detrimento
creciente en relación a los Decretos Leyes y Decretos, que el Estado ha convocado
consultas populares incompletas sólo en casos excepcionales en los últimos años,
para discutir proyectos legislativos y que las propuestas normativas son realizadas sin
contar con la participación de los destinatarios fundamentales de las normas, dígase
la población y las formas de organización de la sociedad civil.
Las políticas legislativas son infranqueables, por lo tanto el marco de regulación
pensado originalmente por un grupo no público de funcionarios, sin especialidad en
la forma y método cientíico de creación de la norma, no se puede modiicar y sí, sólo
los asuntos relacionados pero no decisivos. Por lo tanto muchas disposiciones normativas nacen con defectos que afectan, claro está, no sólo a la técnica legislativa en su
esencia sino a la ciudadanía en su reproducción vital.
A todo esto debe sumarse que, como habíamos adelantado, los órganos locales
del Poder Popular, dígase Asambleas Provinciales, Municipales, y sus correspondientes Consejos de Administración, no crean Derecho, sólo Acuerdos, que no trascienden
su demarcación y no tienen efecto vinculante ni son esgrimidos jamás en un Tribunal,
porque, entre otras causas, son desconocidos por la ciudadanía.
Estos órganos locales no dictan ordenanzas y dependen para las decisiones más
importantes de los órganos superiores del Estado.
Ya en 1987, a sólo once años de la nueva institucionalidad socialista, una investigación promovida por la Asamblea Nacional tuvo resultados alarmantes que se publicaron como Estudio sobre los factores que más afectan al desarrollo de una cultura de
respeto a la ley. En el resumen de este estudio se airmaba:
Julio Antonio Fernández Estrada
Con respecto a la necesaria sistematización del Derecho, se demuestra cómo el pueblo constata, por
diferentes vías y medios, la existencia de leyes respetables por su rango, que en ocasiones, son contradichas por otras de menor entidad, o lo que es peor, no son aplicadas y son sustituidas por orientaciones o interpretaciones arbitrarias o ilegítimas y que en general existe poca sistematización en nuestro
ordenamiento jurídico, lo que se expresa de diversas formas, pero siempre inluye en la falta de respeto
a la ley (Asamblea Nacional, 1987: 2).
V
Entonces, ¿quién protege a la ciudadanía? El trabajo de la Fiscalía y los Tribunales, en
Cuba, no disminuye por las razones antes presentadas. Su función de protección de
los intereses ciudadanos es apreciada por la mayoría de la población, pero esta también preiere resolver sus asuntos de otra manera.
El derecho de queja tiene consagración constitucional en Cuba, no sólo el que
hemos mencionado que debe resolver la Fiscalía sino el que cualquier ciudadano o
ciudadana puede presentar ante la administración. En los últimos años ha proliferado
en Cuba la queja ante las oicinas especializadas del Estado, para recibir este tipo de
demandas. Entre ellas la más popular es la fundada por idea de Celia Sánchez Manduley, y que pertenece al Consejo de Estado, llamada Oicina de Atención a la Población,
con un seguimiento de los casos y constancia en la tramitación que ha ganado celebridad entre la ciudadanía.
No escapan de la obligación de tramitar quejas o de desviarlas hacia sus responsables, oicinas del Partido, de los órganos locales del Poder Popular, de los organismos
centrales del Estado como Ministerios o Institutos, o de la Asamblea Nacional.
Pero esta realidad deja al descubierto algunas carencias. La institucionalidad cubana no cuenta con una Defensoría del Pueblo, que ayude a la Fiscalía General de
la República en su labor de proteger a la ciudadanía, tampoco existen recursos genéricos que puedan ser presentados ante los tribunales para exigir la defensa de un
derecho fundamental cualquiera, sin tener que pasar por el engorroso y lento proceso
especial reconocido en alguna de las leyes procesales.
No existe en Cuba el proceso de amparo, que desde la Constitución mexicana
de 1917 es un clásico del Derecho constitucional americano y garantista en general, ni con un Tribunal Constitucional que ayude a la Asamblea Nacional a defender
a la Constitución de los numerosos ataques que recibe. El propio órgano legislativo y
constituyente en Cuba tiene la misión de declarar la inconstitucionalidad de las leyes
y disposiciones normativas de cualquier tipo, que contradigan al magno texto, pero
para esto no existe un proceso que permita que la población interponga un recurso
en busca de esta defensa, porque no se trata de un trámite judicial sino político. El
colmo de esta situación es la evidencia histórica de que la Asamblea Nacional no ha
declarado jamás la inconstitucionalidad por ningún motivo, esto desde 1976.
Nuestra Constitución no cuenta con las garantías especiales que la mayoría de los
derechos tienen en las constituciones modernas, y la realidad ha demostrado que no
basta con las garantías materiales a la realización de los derechos sociales, que sí tenemos, como el acceso libre y gratuito a la educación y la salud, porque las herramientas
jurídicas y políticas que garanticen un derecho nunca sobran y refuerzan, en último
caso, las ganancias sociales de la Revolución.
129
130 Marco institucional de protección de la ciudadanía ante las consecuencias de la reforma, Cuba 2014
Esta idea es subrayada por un nuevo libro del jurista e historiador cubano Julio César
Guanche:
Ampliar la base institucional de la soberanía del ciudadano supone considerar al elector, o a la comunidad ciudadana de base, como el principal o mandatario en la relación de representación y ampliar
el ámbito de atribuciones del mandato o comisión: hacer política y controlar a la administración. Con
el mismo objetivo, es preciso ampliar —actualizándolos— el catálogo de derechos individuales y su
sistema de garantías materiales y jurídicas, y establecer un mecanismo dinámico de control constitucional a favor de los ciudadanos y de los distintos órganos del poder público (Guanche, 2013: 124).
“Ni los derechos humanos, ni la democracia, ni la fraternidad y la
igualdad que debe garantizar la ley, ni los controles políticos institucionales al funcionamiento estatal, son obra del capitalismo ni de la
sacrosanta burguesía; sino del pueblo y de la tradición socialista, democrática, republicana”
Es lógico esperar que la declaración de derechos de la Constitución cubana de 1976,
que no ha sido modiicada desde su aprobación popular en aquel año, esté a la altura
de un texto socialista de la década del setenta, inscrito en la Guerra Fría, con su particular voto político a favor de los derechos sociales, sin el habeas corpus, -que sí está
consagrado en la Ley de Procedimiento Penal- sin el habeas data, que era impensado
en la Cuba de aquellos años.
Sin embargo, ya en el siglo XXI, la ciudadanía cubana necesita un texto a la altura
de lo que la propia Revolución ha alcanzado. Las reformas constitucionales han sido
anunciadas, no por el pueblo, sino por el Estado, lo que nos hace dudar de la profundidad del cambio. Nadie sabe si la modiicación será parcial o total, si se tocará al Estado,
si sólo se actualizará la Constitución para que se parezca a la reforma en curso, o si se
comenzará un viaje sin retorno al presidencialismo, conocido en América Latina. Más
difícil es esperar que todo este cambio se haga, como muchos queremos, por una
Asamblea Constituyente.
Conclusiones
Las consecuencias de la reforma en Cuba no están todas sobre la mesa. Los efectos
de los cambios económicos solamente han comenzado. El propio marco institucional
de protección de la ciudadanía ha cambiado, han nacido nuevas normas, algunas de
ellas han ofrecido espacios de acción patrimonial, política, social, de desarrollo personal, que antes no existían.
Junto a estos nuevos espacios han nacido nuevas trabas, indefensiones, inseguridad jurídica e institucional, que sería el peor panorama que adelantaríamos como
conclusión de este trabajo.
Es decir, no se trata sólo de instituciones inservibles, avejentadas, superadas por
el paso del tiempo, sino de una cultura de desprecio al orden legal, que no es consecuencia de una alta politización que haya propiciado una conciencia del papel dominante del Derecho en la historia y su complicidad con la opresión, más bien se trata
de una cultura de aprendizaje del carácter voluble del Derecho, de la superioridad
histórica de la arbitrariedad, de la utopía de la justicia.
Julio Antonio Fernández Estrada
Ninguno de estos paisajes propicia la consciencia socialista ni la necesidad de reforzar como acción democrática la institucionalidad política, social, jurídica, desde la
creatividad de la ciudadanía, a la medida de las necesidades que sólo el pueblo conoce.
El deterioro de la cultura del Estado de Derecho, no signiica, en todos los casos,
una salida superior, social, revolucionaria, que supere la comprensión hegemónica
y moderna sobre la justicia y ponga a la ciudadanía en condiciones de entender su
carácter soberano y de único dueño de su historia.
Puede ser también todo lo contrario, un desvío hacia la ley del más fuerte, un acomodo de las formas explotadoras del capital, que siempre ha preferido un ambiente
sin Derecho y sin derechos, o al menos, sin cultura del orden, de la presencia constante de la legalidad, de la institucionalidad que protege y controla.
Debe recordarse hasta el cansancio que ni los derechos humanos, ni la democracia, ni la fraternidad y la igualdad que debe garantizar la ley, ni los controles políticos
institucionales al funcionamiento estatal, son obra del capitalismo ni de la sacrosanta
burguesía; sino del pueblo y de la tradición socialista, democrática, republicana.
El marco institucional que con más fuerza conserva Cuba para proteger a la ciudadanía proviene de su historia revolucionaria, de la fuerza del cambio que signiicó el
socialismo en Cuba, también con todos sus fracasos e inconsecuencias. No hay mejor
lugar para construir, reparar, lo que a la ciudadanía le toca que en una Revolución.
No es tan importante si esta Revolución se conserva en movimiento, se observa en
el espejo de la historia, o se dispone a rehacerse desde los tuétanos, siempre que haya
quien piense y crea que es bueno seguir usándola como punto de partida, o lo que es
lo mismo, para que haya Revolución tiene que haber revolucionarios.
131
132 Marco institucional de protección de la ciudadanía ante las consecuencias de la reforma, Cuba 2014
Bibliografía
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Una polémica rizomática. Más allá
de la discusión coyuntural originada
en torno a una entrevista a Leonardo
Padura en La Nación
ALEJANDRA GONZÁLEZ BAZÚA
Doctora en Estudios Latinoamericanos por la UNAM,
profesora de la Facultad de Ciencias Políticas de la
UNAM.
Resumen
En torno a la entrevista a Leonardo Padura publicada en La Nación se formó un
debate sobre el cual en el presente artículo se presta mayor atención a lo referente a la correlación entre la cultura, la
política y la Revolución Cubana, así como
también al abordaje crítico de la realidad
y la transmisión del conocimiento. La
relexión de Alejandra González Bazúa
consiste en un recorrido a través de diferentes polémicas que están implicadas
en aquella suscitada a partir de la entrevista a Padura, buscando ofrecer una
perspectiva rizomática del pensamiento
de la problemática actual cubana, principalmente desde la literatura y el arte en
general.
Abstract
This article addresses the debate formed
around Leonardo Padura’s interview published in La Nación, paying speciic attention to the correlation between culture, politics and the Cuban Revolution, as
well as the critical approach to reality and
transmission of knowledge. The relection of Alejandra González Bazúa consists of a review of the diferent controversies that are implied in the one raised
by Padura’s interview, looking to ofer a
rhizomatic perspective on the thought of
the current Cuban problematic, mainly
from literature and art in general.
Palabras clave
Arte y política, polémica, rizoma, crítica, realidad cubana.
Keywords
Art and politics, polemic, rhizome, critique, Cuban reality.
136
Una polémica rizomática
Cambiábamos de país como de zapatos
a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos
donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella.
Y, sin embargo, sabíamos
que también el odio contra la bajeza
desigura la cara.
También la ira contra la injusticia
pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros,
que queríamos preparar el camino para la amabilidad
no pudimos ser amables.
Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos
en que el hombre sea amigo del hombre,
pensad en nosotros
con indulgencia.
Bertolt Brecht
“En búsqueda de una cubanía extraviada” es el subtítulo del libro que Leonardo Padura recientemente presentó en la Feria del Libro de Buenos Aires. El viaje más largo es
el título que aparece en la portada con una fuente casi del mismo tamaño que la del
nombre del autor. Pero lo que salta a la vista no son las letras blancas y amarillas, es
la fotografía de dos niños que juegan a la pelota, los dos sonríen, el del primer plano
sostiene con fuerza un bate, el guante está en aire; el niño que aparece en segundo
plano, expectante, también sonríe.
Fue la publicación de una entrevista al escritor cubano a propósito del evento editorial en el que se presentaría este libro la que suscitó una serie de reacciones cuyas
consecuencias pueden quedarse en lo meramente anecdótico, o bien contribuir a la
historia del pensamiento latinoamericano y su tradición en la problematización de las
relaciones entre cultura y política.
Dos datos son imprescindibles para comprender las posteriores reacciones a este
hecho; el primero es que la entrevista fue publicada en el diario argentino La Nación,
el cual tuvo probados vínculos con el régimen dictatorial argentino y ha sostenido
una política editorial en la que son evidentes los ejercicios de censura por determinadas relaciones con estructuras de poderes políticos y económicos (punto sobre el
cual cabe ampliar la pregunta e indagar acerca de las relaciónes entre las políticas
editoriales de los periódicos, sea cual sea su politicidad, y el ejercicio de la censura en
cualquiera de sus formas).
El segundo dato se relaciona directamente con las temáticas abordadas por los
ensayos periodísticos compilados en El viaje más largo, a los cuales los une un momento preciso de la Revolución, la década del ochenta, tiempo en el que se percibió
una efervecencia creativa en el ámbito cultural, que se expresó como una reacción a
las políticas de parametrización y censura llevadas a cabo en los años setenta.
Esta compilación forma parte de una serie de ejercicios de recuperación de la memoria histórica en los cuales es importante resaltar la común intención de periodizar
y distinguir diferentes momentos y virajes dentro de la política cultural en Cuba. En
este caso particular, Padura hablará de una ruptura en los años ochenta que dará otro
Alejandra González Bazúa
vuelco al iniciar el Periodo Especial en los años noventa, el cual, por cierto, es un momento de la historia latinoamericana reciente cuyo conocimiento y problematización
pueden dar luces acerca de las relaciones entre soberanía, dignidad, resistencia y las
contradicciones sociales, políticas, económicas y culturales en el marco de la hegemonía capitalista.
Metafóricamente, y haciendo uso de un término proveniente de la biología, podemos pensar que la polémica generada tras la publicación de la entrevista a Padura
conforma una especie de rizoma, es decir, que puede ser concebida como un tallo
subterráneo que ha crecido indeinidamente, desde el cual han brotado raíces y que
no se comprende en sí mismo sino en su relación con otros rizomas y formaciones
similares.
En un primer momento, esta entrevista fue replicada por Atilio Bórón e Irene Rosa
Perpiñal, directora del Museo Ernesto Che Guevara de Buenos Aires; después circularon las opiniones de Guillermo Rodríguez Rivera, Orestes H., Marlene Azor Hernández,
Fernando Butazzoni, Juan Carlos Tabío, Arturo Arango, Juan Antonio García Borrero,
Jorge Ángel Hernández Pérez, Julio César Pérez Verdecia y algunos más que participaron haciendo comentarios a los textos publicados en la red.
El 11 de mayo apareció una nueva entrevista a Padura realizada por Guillermo E.
Pintos, en la que el escritor cubano no responde directamente a Borón, aunque a lo
largo de sus argumentaciones existan una serie de pistas que pueden ser pensadas
como respuestas. El texto que sí respondió el galardonado en 2012 con el Premio Nacional de Literatura en Cuba, fue el de la cubana Susana Aulet titulado “Leyendo el
texto ‘La generación saltada’, de Leonardo Padura”, en el que la autora dice:
En un país hoy más urgido de pensamiento que nunca, acribillado por carencias de todo tipo y empeñado en corregir sus rumbos con el concurso de todos sus hijos, el discurso de Padura, en mi opinión,
lejos de nutrirnos como nación o irrigarnos el surco del pensamiento crítico, nos desorienta y desmoviliza. Nos cae encima como una niebla que oculta las piedras más difíciles y tremendas del camino a
recorrer (Aulet, 2014).
Padura respondió en una carta abierta publicada en el sitio de Rebelión señalando
que además de ser un error que le atribuyan la autoría de “La generación saltada”, le
parece que no es su literatura la que genera corrupción, marginalismo, etc. (Padura,
2014b). En la misma argumentación hace referencia al dato de la reciente circulación
de un texto del profesor de economía Esteban Morales, experto en relaciones CubaEstados Unidos, quien en su blog publica una serie de textos que contribuyen a ampliar los horizontes de esta polémica y, sobre todo, plantearnos preguntas acerca de
las nuevas reconiguraciones geopolíticas y su relación con la dominación económica.
Lo que está sucediendo actualmente en América Latina nos da pistas para mirar
procesos antes de que sus consecuencias sean más que evidentes, en concreto para
alertar acerca de las formas positivas, poco críticas, con las que están siendo asumidos
los recientes acuerdos económicos con Rusia y China. Aquí cabe preguntarse si estamos mirando la voracidad neoliberal en cuyo arrasamiento de territorios participan
potencias que se promueven como aliadas de nuestros países.
Sin embargo, más allá de este punto, lo que interesa resaltar en este ensayo es que
para Esteban Morales si bien esta coyuntura podría ser favorable para Cuba, habrá
137
138
Una polémica rizomática
que ver lo que sucede al interior: “Aunque los avances externos puedan contribuir
sobremanera a la superación de las diicultades de la economía cubana, el centro está
en la dinámica interna de la sociedad cubana, en particular, dentro de su economía
interna” (Morales, 2014).
Con este ejemplo, existen muchos espacios en los que se difunden posturas críticas hacia el capitalismo y que no obvian ni voltean la mirada para no hacer explícitas
las diicultades internas o reconocer las contradicciones que operan desde los espacios más amplios de poder, hasta en lo más íntimo.
Uno de los nudos problemáticos en Cuba relacionado también con la mirada hacia el interior, es que constantemente se reproduce en la cotidianidad un viejo esquema que asume una dicotomía dogmática entre trabajo manual e intelectual. Padura
dice al respecto en su respuesta a Susana Aulet:
[…] quiero referirme a sus opiniones sobre el trabajo literario, el mío en particular y el de cualquier
escritor en general. Ya sé que usted no pertenece al gremio, que es una humilde cubana, pero también
veo que maneja prejuicios contra el trabajo artístico que, casualmente, han estado sobre el tapete de la
opinión del “gremio” en los últimos días. Ante todo me parece muy tendenciosa la contraposición que
hace entre su iliación y la mía (de intelectual): da la impresión de que todavía estamos en el decenio
negro cuando se utilizan esas retóricas y se aplican esas divisiones. Y luego me parece muy peligroso
intentar decirle a los escritores sobre qué sectores de la realidad deben escribir y que el hecho de escoger unos u otros puede erosionar su responsabilidad intelectual. La realidad de un país es muy compleja y contradictoria, y precisamente de esas complejidades y contradicciones se vale muchas veces el
artista para realizar su trabajo. Además, ¿le va a negar al artista -o al ciudadano más común- el derecho
al pesimismo, a la tristeza, a la nostalgia? ¿Se le va a decir al creador sobre qué debe crear y sobre qué
no debe hacerlo porque puede resultar pesimista? ¿No le parecen extemporáneos esos juicios, como
aquellos otros que alguna vez no endilgaron de ser “intimistas” y cosas por el estilo (Padura, 2014b).
“Metafóricamente, y haciendo uso de un término proveniente
de la biología, podemos pensar que la polémica generada tras
la publicación de la entrevista a Padura conforma una especie
de rizoma”
Desde la página de internet de Cubadebate, el reportaje gráico “Leonardo Padura y
Mario Conde, de los más populares en la Feria del libro de Buenos Aires”, del fotógrafo
cubano Kaloian Santos, fue un espacio para dar cita a más de cuatro decenas de comentarios cruzados sobre esta polémica en los se despliega una pluralidad de puntos
de vista que reasaltan diversos aspectos problemáticos de Cuba.
El pasado 9 de agosto se publicó un artículo en el diario Juventud Rebelde llamado “Gramsci y las cosas de intelectuales” de Mayra García Cardentey (García, 2014),
una joven periodista cubana. Este artículo ha generado una serie de reacciones con
vínculos inmediatos a la polémica mencionada que no sólo se relacionan con el punto
anteriormente mencionado en torno a la dicotomía entre trabajo manual e intelectual o artístico, sino que ponen en el centro un tema fundamental: la transmisión de
experiencia y conocimiento entre generaciones diversas.
Más allá de los cuestionamientos puntuales al artículo, algunos de los cuales se
retomarán en líneas subsecuentes, la pregunta que surge es: ¿qué estamos haciendo
Alejandra González Bazúa
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140
Una polémica rizomática
para transmitir y conocer experiencias acumuladas todos aquellos que pensamos que
en este presente es fundamental el conocimiento crítico del pasado para esbozar futuros distintos en medio de la hegemonía neoliberal?
Una tarea pendiente es encontrarnos en la crítica, en la polémica y disenso, no
para hacer un elogio estéril de la diversidad política, intelectual, cultural o académica,
sino para encontrar algunos nudos problemáticos que compartimos con otras experiencias desplegadas en distintos tiempos y espacios y a partir de los cuales se pueden
generar discusiones en varios niveles, en los cuales se encuentren y expliciten de forma más clara tanto las conluencias, como los desacuerdos.
Un rizoma, además de originar nuevas raíces e incluso otros rizomas, tiene la función de almacenar agua y nutrientes. Siendo así, la polémica inciada con la entrevista
a Leonardo Padura en La Nación ha sido rizomática porque ha nutrido y provocado
nuevos temas de relexión no sólo en torno al presente cubano, sino a los tiempos
actuales en los que se reconigura de múltiples formas el papel de la cultura en la vida
social.
Lo es también porque tendrá una relación con otros tallos subterráneos, aquellos
provenientes de la historia de otros debates, confrontaciones, disensos y disputas. De
las formas en que recuperemos las polémicas del pasado, cuyas matrices resurgen o
se transforman en el presente, depende en parte la creatividad que tengamos para
conigurar futuros; de otra forma corremos el peligro de entramparnos en una especie
de círculos estériles en los que la memoria crítica no tiene lugar porque siempre se
vive un presentismo en el que los disensos parecieran surgir por generación espontánea y no formar parte de procesos históricos colectivos.
Etimológicamente la palabra “polémica” hace referencia a la guerra, aunque también se relaciona con la acción de sacudir. Retomemos entonces esta otra raíz para
elogiar a la polémica como una práctica indispensable para construir conocimiento
acerca de lo social y elaborar preguntas colectivas que sacudan e inciten a la relexión
en torno a las relaciones entre conocimiento y política, entre indagación racional y
experiencia. Polemicemos, pero de forma paralela recuperemos críticamente la historia de las formas en las que se han expresado disputas entre distintas concepciones
estéticas, políticas y culturales en nuestro continente.
El acto de polemizar habrá que someterlo a una crítica profunda en cuanto a las
formas mismas en que se construye y expresa, ¿cómo se polemiza?, ¿en qué medios?,
¿bajo qué formatos?, ¿quiénes participan?, ¿cúando marcamos el comienzo?, ¿cómo
se recupera críticamente la memoria de otras polémicas con dilemas similares?, ¿se
disputan problemas reales o se inventan falsos disensos?, ¿qué sucede cuando alguno
de los participantes acepta un error, omisión o miopía en la perspectiva de su análisis
u opinión?, o incluso, ¿hay cabida para expresar el error?, ¿se polemiza también para
aprender o sólo para ganar batallas políticas desde el campo del saber?, ¿se practica la
acción de escuchar y relexionar o sólo se generan discursos reactivos de fácil y rápida
resolución?, ¿polemizamos entre individuos o entre colectivos o comunidades?
Elogiar la polémica como acción y método de conocimiento y praxis implica también mirar históricamente cómo se han expresado en la dimensión cultural de nuestras sociedades algunos de los disensos y confrontaciones. Diversos ánimos polemistas han estado presentes en la historia cultural de América Latina.
Alejandra González Bazúa
Sin tener pretensiones de exhaustividad sobre el tema, bastará con recordar algunos
ejemplos de interesantes polémicas que expresaron y sintetizaron las complejas relaciones entre cultura y política en nuestro continente durante o después de los años
sesenta.
El proceso revolucionario cubano generó un gran consenso entre la izquierda
mundial no sólo por la radicalidad de transformaciones sociales que se llevaron a cabo
en esa pequeña isla en un tiempo bastante corto, sino porque rompía con los textos
normativos acerca de cómo debería darse una revolución, en palabras de Fernando
Martínez Heredia era una revolución socialista de liberación nacional cuya naturaleza
no aparecían en los textos de marxismo que circulaban en Cuba por aquellos años.
Ese carácter le fue dado por la praxis consciente y organizada, primero de una minoría combatiente
que se ganó el apoyo popular, y a partir del triunfo, de cientos de miles de personas que se concientizaban y organizaban, y de un consenso popular muy activo y muy decidido. De ese modo, la Revolución
rompió una y otra vez los límites de lo posible, y creó nuevas realidades. Por consiguiente, el hecho
mismo de la Revolución, su fuerza y su pervivencia, no se explicaban por un requisito ijado por aquellos textos tan normativos: la obligada correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones
de producción; más bien lo contradecían. Unir la liberación nacional y el socialismo fue un gran logro
revolucionario que Cuba le aportó a la cultura del siglo XX (Martínez Heredia, 2014).
Una primera etapa de la Revolución produjo un pensamiento creativo; de hecho la
apropiación masiva del poder emancipador de la palabra escrita fue una de las primeras concreciones de la Revolución Cubana, y junto a ella vino la necesidad imperante
de generar un pensamiento no dogmático.
El llamado Caso Padilla fue uno de los primeros momentos que evidenciaron el
resquebrajamiento de esta especie de consenso que había existido acerca de la Revolución Cubana. No es que durante los años sesenta no se tuvieran disensos sobre
determinadas concepciones políticas y culturales sobre Cuba y la Revolución, para dar
cuenta de ello bastaría con mencionar el libro compilado por Graciela Pogolotti Polémicas culturales de los sesenta, sino que el caso Padilla fue un hito a nivel internacional porque generó una nueva alineación de intelectuales y artistas que se detractaron
del apoyo que habían mostrado a la Revolución Cubana.
De hecho, a propósito de la reciente polémica en torno a la entrevista de Padura
en La Nación, Irene Rosa Perpiñal comienza su texto con la siguiente frase: “Nunca
leeremos a Padura, ya tuvimos bastante con Vargas Llosa” (Perpiñal, 2014).
En este enunciado existe una evocación directa a una época en la que algunos
defendían la idea de que no habría que leer a los autores con los que se discrepara
profundamente en lo político, independientemente de las consideraciones acerca de
la calidad literaria de su obra o de la politicidad de la misma.
El ensayo Calibán, de Roberto Fernández Retamar, debe ser leído en relación con
las disputas sobre la cultura, la política y la revolución en un contexto en el que se
estaban redeiniendo las relaciones entre el trabajo intelectual y artístico y el devenir
político no sólo de la revolución cubana, sino de otros procesos emancipatorios en
América Latina y el mundo. Con un sentido histórico hay que leer no sólo Calibán, sino
los posteriores textos que escribió Retamar en los que acotaba, criticaba o redeinía lo
dicho en aquel escrito de 1971 y que en conjunto muestran el proceso de construc-
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Una polémica rizomática
ción de ideas a partir del debate con otros pensamientos y concepciones.
El libro Literatura en la revolución y revolución en la literatura comparte el mismo
origen de preguntas y disensos que el que dio origen a Calibán. Esta compilación de
textos recupera un debate entre Óscar Collazos, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa
que apareció originamente en la publicación uruguaya Marcha y en la cual se leen
tensiones en torno a las relaciones entre lo político, el lenguaje, la realidad, la creación,
la cultura y lo latinoamericano.
Como parte del mismo rizoma del que forma parte Calibán, la polémica anteriormente mencionada y una gran diversidad de textos producidos por varios autores al
calor de aquella coyuntura, puede verse el diálogo compilado en forma de libro bajo
título El intelectual y la sociedad, en el que se dan cita las voces de Roque Dalton, René
Depreste, Edmundo Desnoes, Roberto Fernández Retamar, Ambrosio Fornet y Carlos
María Gutiérrez para bordar acerca de una relación que en aquel entonces estaba en
disputa: la del intelectual con la sociedad.
¿Qué será lo que tendrán que decirnos todos estos diálogos y polémicas en un
momento en el que nuevamente se pone sobre la mesa no sólo la relación del intelectual con la sociedad, sino la propia concepción de intelectual y sociedad? Más adelante veremos cómo la reciente polémica sucitada por la entrevista de Leonardo Padura
tiene una estrecha relación con cuestionamientos del pasado, lo cual no quiere decir
que las polémicas actuales se reduzcan a interrogantes ya planteadas.
Dada la importancia histórica que han tenido los diferentes procesos de la Revolución Cubana, la recuperación de las polémicas culturales en torno a ella puede darnos
luces para, por ejemplo, problematizar una de las frases inales de la entrevista otorgada por Padura después de haber sido cuestionado por el futuro cubano y sus anhelos:
“¡Esta es la pregunta que nunca me deberían hacer! Todavía no tengo la bola mágica.
Y como anhelo, pues anhelo la normalidad. Un país que sea normal, no excepcional”
(Padura, 2014a)
Podríamos preguntarle a Padura por qué la pregunta por el futuro cubano es problemática, pero también podemos preguntarnos por qué siempre y de manera casi
obligada se pretende que los cubanos respondan acerca de sus deseos futuros en
relación con su singularidad histórica y su presente. ¿Por qué Cuba ha sido un excepción que se pone a pie de página en estudios generales sobre América Latina? La
Revolución del 59 la hace singular, pero también hay procesos compartidos con otras
latitudes. ¿En qué radica esta singularidad y por qué puede decir algo sobre el futuro
más allá de su insularidad? ¿Qué la hace un espacio social profundamente diferenciado en ciertos procesos? ¿Qué la une a otros? ¿Qué la relaciona con el Caribe? ¿Qué con
América Latina? ¿Qué con Argelia y Angola?
Quizá quienes preguntan por Cuba fuera de ella están indagando acerca de ellos
mismos y sus futuros, preguntan para corroborar que el desánimo por el porvenir es
generalizable, que el futuro prometido en décadas pasadas no se encontraba al doblar la esquina del siglo XX al XXI o, en caso contrario, preguntan buscando respuestas
para no tecniicar el futuro, no hacerlo un lugar de llegada en términos teleológicos
sino de contrucción colectiva e incesante.
Volviendo a la última frase de lo dicho por Padura nos preguntamos: ¿qué signiica
vivir en un país normal?, ¿existe algún país normal?, ¿lo normal lo entendemos en
Alejandra González Bazúa
relación con la norma o con la justicia y dignidad?
En torno a este tema entran en disputa las nociones de justicia, libertad, democracia, dignidad y la propia idea de revolución incesante en donde todo aquello que se
asuma como normal tendría que ser puesto en cuestión; cómo resolver en la práctica
la articulación entre estas nociones es lo que está en juego en Cuba, esa es una de las
razones por las que son tan potentes y complejos los debates internos.
Es verdad que un gran número de las polémicas con un mayor grado de sistematicidad suelen desarollarse vía intranet, lo que reduce el número de participantes
y condiciona su procedencia social. Sin embargo, lo cierto es que a pesar de que se
construyen en un campo intelectual determinado, son muestra de la confrontación y
encuentro de una pluralidad de posturas que dan cuenta de las limitaciones de aquellas visiones que reducen la experiencia social del presente en Cuba a una serie de
esquemas binarios que aún se reproducen al momento de pensar o problematizar las
realidades de aquel país: el adentro versus el afuera, lo revolucionario versus lo contrarrevolucionario, lo popular versus lo culto, lo estatal versus lo autónomo, trabajo
intelectual versus trabajo manual, etc.
Para ejempliicar este dinamismo, bastará con mencionar algunos de los disensos
o disputas en torno a la dimensión cultural de la vida social que se han difundido
en los últimos tiempos. Aunque ya han pasado siete años de este aluvión de polemizantes correos electrónicos, esta exposición de ejemplos no puede omitir aquel
momento en el que un programa de televisión sucitó una larga polémica en la que
participaron varias decenas de personas de diferente nacionalidad, edad, género, disciplina artística, residencia, postura política, profesión, experiencia, etc.
El 5 de enero de 2007, en el programa Impronta del canal de televisión Cubavisión
apareció Luis Pavón Tamayo, quien fue un polémico personaje de la cultura cubana,
al ser uno de los principales ejecutores de las políticas de censura y parametrización
cultural durante la década del setenta. Posteriormente se realizaron una serie de conferencias en las que participaron varios intelectuales cubanos cuyas ponencias conforman el libro La política cultural del período revolucionario: memoria y relexión1 y
el cual fue signo de que en Cuba se tenía no sólo la necesidad de revisitar críticamente
el pasado de las políticas culturales, sino las formas de transmitir diversas experiencias
a las generaciones venideras.
Dicho programa tenía como objeto hacer breves cápsulas sobre personalidades
que hubiesen dejado una huella en la cultura cubana. Luis Pavón Tamayo lo había
hecho aunque su papel en la cultura cubana no fuese valorado positivamente, lo cual
se puede rastrear en la instantánea reacción a este programa televisivo, cuyas participaciones rebasan la centena y fueron acopiadas en formato digital por la revista
Consenso desde Cuba.2
El 2011 terminó en Cuba con la polémica en torno a la nominación a los Premios
Lucas del videoclip de la canción “Chupi chupi” del reguetonero Osmani García, en
el cual tanto la letra como el contenido visual reproducen códigos compartidos por
aquello que podría generalizarse como cultura del reguetón. La nominación se realizó mediante el envío de mensajes vía celular, lo que agregó a la discusión el factor
1 El libro completo puede consultarse en el sitio «http://www.criterios.es/pdf/navarrointrociclo.pdf»
2 El debate originado puede consultarse en el sitio «http://www.desdecuba.com/polemica/articulos/25_01.
shtml»
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Una polémica rizomática
socioeconómico del público.
Temas como lo culto y el gusto, el papel de la cultura en la educación, la relación
del PCC y el Estado con la formación de gusto artístico, el poder y las relaciones de
género, sexualidad y representación, tradición y modernidad, fueron ejes problemáticos en una serie de participaciones en torno al tema que, claramente, evidenciaron la
existencia de disensos en torno temas fundamentales no sólo de la cultura, sino de su
relación con otras dimensiones de lo social.
El Centro Teórico y Cultural Criterios, espacio que propició el encuentro mencionado sobre la política cultural del periodo revolucionario y la posterior publicación
escrita de las participaciones orales, ha procurado que la discusión sea un elemento
constante en la construcción de la esfera pública cubana. A propósito de sus cuarenta
años de existencia, este Centro organizó una sesión de pláticas, en febrero de 2012,
sobre la esfera pública que tuvieron una gran acogida en un público en el que se
observó amplia presencia de jóvenes. Dos de los panelistas en aquella presentación
participaron de la polémica actual sobre la entrevista de Padura: el entrevistado por el
periódico La Nación, es decir el propio autor de El hombre que amaba a los perros, y
el también escritor Arturo Arango.
A propósito de las condiciones existentes para el debate y la discusión pública
en Cuba, Leonardo Padura señaló en su presentación, titulada Sentidos y sinsentidos
de la esfera pública cubana, que “el debate público implica no solo la existencia de
diversas opiniones, sino la posibilidad de expresarlas y, como bien lo dice su nombre,
debatirlas” (Padura, 2012a).
El panel en el que se expresó este par de escritores cubanos, también se escucharon las opiniones de Rafael Hernández, director de la revista Temas, Jorge Luis Acanda,
Yasmín Portales autora del blog “En 2310 y 8225”, Roberto Veiga editor de la revista
Espacio Laical, y Mario Castillo.
Como eje de las presentaciones se tomaron algunas de las ideas planteadas por
Bernhard Peters en su texto El sentido de la esfera pública. De las apropiaciones de
este texto a partir de la experiencia cubana, vale la pena citar dos ideas, la primera es
la expresada por Arturo Arango en el sentido de pensar que en Cuba
[…] la conversión del término ‘disidente’ en sinónimo de oposición contrarrevolucionaria opera también a favor de la demonización del disenso, y en contra no ya de su necesidad sino, incluso, de su
legitimidad. Es una palabra que el pensamiento revolucionario cubano se ha dejado arrebatar, y que
es imprescindible recuperar. De esta manera, el disenso ha sido víctima del “empleo de un vocabulario
con fuerte carga moral”, lo que, de acuerdo con Peters, “obliga a aquellos a quienes se dirige la palabra
a meterse en el lenguaje preestablecido y con ello asumir tácitamente ciertas premisas de valores”
(Arango: 2012).
La experiencia como editor de la revista Espacio Laical, del Consejo Arquidiocesano
de Laicos de La Habana, llevó a Roberto Veigas a formular la idea de que si bien existe
un diálogo entre cubanos sobre
Alejandra González Bazúa
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[…] la cosa pública, en la familia, el barrio y entre amistades”, habría que dar un paso hacia su institucionalización aunque exista “un cansancio provocado por el diálogo sin respuestas efectivas”, ya que
“la diversidad de la nación tiene que expresarse políticamente” y se “debe crear un clima de conianza
política entre quienes piensan diferente”, para llegar a un consenso público mediado por “los criterios
de las mayorías y las minorías” (Veiga, 2012).
Estas ideas pueden contribuir a pensar problemáticamente el presente cubano, en
particular interesa resaltar aquellos conlictos o disensos en los que claramente están
en juego visiones, posturas, experiencias e intenciones distintas acerca de lo político
y su relación con lo cultural. Además de la polémica que ocupa un espacio central en
este texto, existen tres ejemplos de relaciones en torno a lo cultural, en los que están
presentes desencuentros, disensos o disputas de diversa índole.
El primero se originó a raíz de la publicación de un texto de Roberto Zurbano,
director del Fondo Editorial de Casa de las Américas, aparecido en diario estadounidense The New York Times bajo el título “Para los negros cubanos, la revolución no ha
comenzado” (Zurbano, 2013). Más allá de indagar acerca de si el diario respetó o no el
sentido original del título puesto por Zurbano, lo cierto es que el revuelo ocasionado
tras su publicación evidenció que es un tema sobre el cual se tienen experiencias y
puntos de vista encontrados.
“Estas ideas pueden contribuir a pensar problemáticamente
el presente cubano, en particular interesa resaltar aquellos
conlictos o disensos en los que claramente están en juego
visiones, posturas, experiencias e intenciones distintas acerca de lo político y su relación con lo cultural”
Aunque no se trató de una polémica, en sentido estricto, también es imprescindible mencionar al que quizás pueda ser uno de los conlictos de más largo alcance.
A partir de mayo de 2013, enterados de que el Estado había emprendido transformaciones en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográicos (ICAIC) sin
contar con la participación y sin consultar a los artistas, los cineastas se reunieron
en una asamblea abierta, exigieron formar parte del proceso, y eligieron un grupo
que los representara en su diálogo con las instituciones estatales. Desde entonces,
se han realizado varias asambleas abiertas en las que han sido puestos en discusión
todas las decisiones y documentos en proceso, se logró cambiar la manera en que las
transformaciones estaban siendo concebidas, y se ha establecido un diálogo luido y
constructivo entre los artistas del audiovisual y los directivos del ICAIC. Es un proceso
lento que busca la legalización del cine independiente y la discusión acerca de una
nueva Ley de Cine.
El tercer dato con el cual se ejempliican puntos de quiebre y disenso tiene que
ver con el espacio cibernético. Hace meses que el portal Cartas desde Cuba, cobijado
entonces por la BBC de Londres, se separó de ese consorcio de la comunicación por
pretender cambiar el sentido de los reportajes del periodista Fernando Ravsberg, el
cual denunciaba tanto el bloqueo estadounidense como las condiciones deplorables
en las que viven (y mueren) los enfermos de un hospital público psiquiátrico.
El espacio que actualmente dedica la BBC a Cuba cambió de nombre a Voces des-
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Una polémica rizomática
de Cuba, en el cual publican, en palabras del propio consorcio “El escritor Leonardo
Padura, la bloguera opositora Regina Coyula, el periodista oicialista Yuris Nórido y
el joven emprendedor Alejandro Rodríguez”3. Las preguntas que ha provocado este
cambio tienen que ver con un tema coyuntural: la llamada democratización de los
medios ¿Así se traduce esta exigencia social?, ¿la democratización pasa solamente
por hacer coincidir en un espacio a voces divergentes?, ¿es más cómodo lidiar con
este disenso aparentemente ordenado que con posturas complejas expresadas por
un autor que no reducen al blanco y negro la realidad cubana?
Después de mostrar algunas de las posibilidades rizomáticas de ver la reciente polémica en torno a la entrevista que La Nación le hizo a Padura, las siguientes líneas expondrán algunos nudos problemáticos presentes en las distintas opiniones vertidas
a raíz de este hecho. De las respuestas del escritor cubano a la entrevistadora Astrid
Pikielny resaltaremos aquellas en las que se centrarán los posteriores comentarios.
La periodista argentina no pregunta, sino airma que, a cincuenta años de la Revolución Cubana, se advierte que hay anhelos truncos y promesas que no sucedieron, a
lo que Padura responde
Yo recuerdo que se hablaba mucho del futuro, de un futuro que llegaría en algún momento y cuando
ese futuro llegó, no trajo esas promesas que nos habían hecho. Más bien por el contrario, fue esa década del noventa en que mi generación está su momento de primera madurez y apogeo y nos sorprende
una crisis que paraliza al país y que fundamentalmente paraliza a las personas. No hubo muchas posibilidades de desarrollo. Yo tuve la suerte de que mis posibilidades de expresión estaban en la literatura
y que en esos años la literatura me salvó de la desesperación y de la locura (Padura, 2014 a).
Atilio Borón publicó, en el sitio de Rebelión, algunos señalamientos a la entrevista
al escritor cubano en torno a varios de los puntos de vista expresados por Padura. En
su texto “Padura en Buenos Aires” el politólogo y sociólogo argentino comienza con
una pregunta eje sobre la cual girarán algunas otras opiniones: “¿Cómo es posible
que los fracasos o distorsiones de la revolución, que, según Padura provocan ‘la nostalgia, el desencanto, las esperanzas perdidas’ de una sociedad puedan ser señaladas
sin decir una palabra sobre el imperialismo norteamericano y su criminal bloqueo de
55 años a Cuba?” (Borón, 2014).
Desagregando elementos de este enunciado podemos plantearnos la pregunta
por las formas en las que se construyó la idea de futuro desde la izquierda a partir
del triunfo de la Revolución Cubana y hasta la derrota sandinista en las urnas. ¿Qué
función se le otorgó a la acción de los hombres en la coniguración de esa idea futura?
¿Cómo opera la nostalgia por esas utopías que se teleologizaron? ¿Nos quedamos en
el simple regodeo melancólico o pensamos, con Tomás Segovia, que habrá de defender el derecho de una nostalgia por el futuro?
Atilio Borón es un estudioso del Imperialismo, para él ese concepto es fundamental para comprender la realidad mundial actual, por lo tanto su mirada supone el realce del imperialismo frente a otros temas.
3
Ver «http://www.bbc.co.uk/mundo/temas/blog_voces_desde_cuba/».
Alejandra González Bazúa
¿Padura y Borón entenderán lo mismo por Imperialismo? Sí en una dimensión más
lega y coloquial que les permite comunicarse en una primer momento, pero no en
cuanto a la capacidad de esta palabra para dar cuenta de la complejidad de la realidad.
Habrá que ver desde qué contexto habla Borón de imperialismo, en el cual es generalizable la complicidad de los medios con el poder económico. En el caso cubano es pertinente el cuestionamiento acerca de cómo se ha construido una idea de
imperialismo que, de tanto repetirse de manera casi mecánica en muchos espacios
sociales, ha dejado de nombrar aquella realidad de la que pretende dar cuenta. El
bloqueo estadounidense está presente de muchas maneras en las novelas de Padura;
el lector podrá mirar la complejidad en la recreación literaria de la vida cotidiana; la
politicidad de sus novelas no obvia la existencia del bloqueo, pero los conlictos que
Padura recrea en sus novelas no se reducen a esta mirada.
Leonardo Padura airma que la necesidad que él tiene de comunicar se vale del
uso de la palabra, la cual comunica
[…] las más disímiles actitudes, realidades, sentimientos. Cuando uno escribe literatura o periodismo
tiene que preguntar para qué lo escribe. Y muchas veces la respuesta a esa pregunta está en un pequeño detalle de la vida cotidiana o en un gran acontecimiento. Depende de muchas razones que no
siempre son las mismas. A veces veo a una persona y eso me da pie para crear un personaje literario
o escribir una crónica periodística, pero siempre tratando de que eso tenga una dimensión dentro de
la sociedad que yo vivo y me permita comunicar una historia de esa sociedad y le permita al lector,
identiicarla (Padura, 2014).
Así, cabe decir que una relexión rizomática y nutricia puede cuestionar el largo proceso de mercantilización de la literatura y sus autores, ¿qué se espera que diga Padura en
una entrevista periodística?, ¿por qué en téminos mediáticos no basta con la difusión
de la existencia de sus libros y se busca entrevistarlo?, ¿por qué darle centralidad a lo
dicho en un medio como La Nación sin relacionar su postura con las formas de identiicación del lector con, por ejemplo, las experiencias del personaje Mario Conde?
A propósito de la politicidad de lo que se escribe atendiendo no sólo a lo dicho,
sino a lo callado, vale la pena hacer una digresión histórica a la que se ha hecho referencia en esta polémica en el sentido de traer a la memoria el año de 1882, cuando
Bartolomé Mitre, entonces director de La Nación, remitió una carta a José Martí en
la que le comunicó que suprimiría una parte de una carta enviada a propósito de las
duras y precisas críticas hacia la política de los Estados Unidos.
La anéctoda acerca de la censura del texto martiano tiene una segunda parte que
no ha sido mencionada en el debate en cuestión. Efectivamente, la primera carta que
Martí envió a La Nación fue censurada; a pesar de ello, Martí decidió seguir publicando durante varios años en este periódico argentino, tiempo en que dio cuenta,
aunque fuera de la mano de ciertos silencios o nombrando las cosas indirectamente,
de la crudeza y violencia que el gobierno de Estados Unidos reproducía no sólo afuera
de sus fronteras, sino en sus entrañas.
Roberto Fernández Retamar, en el prólogo a una compilación de escritos del autor
de Nuestra América, analiza este suceso y menciona que la dirección del periódico le
hizo saber que la carta enviada había sido juzgada “en su escencia, extremadamente
147
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Una polémica rizomática
radical en la forma asoluta de las conclusiones”, las cuales se apartaban de la dirección
que el periódico deseaba que tuviera la sección de cartas martianas.
Martí se encontró pues, al inicio mismo de su enjuiciamiento de los Estados Unidos para La Nación,
con esta amarga disyuntiva: o perdía esa tribuna leída en todo el ámbito de la lengua, o procedía de
manera astuta e indirecta. Optó, naturalmente por lo segundo. Hechos así explican que a unas horas
de su muerte, al confesarle a su amigo mexicano Manuel Mercado que cuanto había hecho y haría era
luchar para impedir la expansión criminal de los Estados Unidos sobre nuestras tierras le añadiera: “En
silencio ha tenido que ser y como indirectamente” (Fernández, 1985: 31).
En aquellos años lo que Martí defendió “en silencio y como indirectamente” fue la politicidad de sus cartas en un sentido profundo, el cual siempre sostuvo una clara visión
crítica del capitalismo norteamericano. Por lo tanto sin duda es importante indagar
acerca del medio en el que aparecen las opiniones con las que cuales se disiente, pero
también mirar más allá de lo evidente.
En este caso particular habría que preguntarse por qué Leonardo Padura, teniendo conciencia del medio en el que publicaba, optó por poner el acento en las formas
de ejercicio del poder por parte del Estado al esbozar algunos problemas de la Cuba
actual y no mencionó la relación existente entre la crisis cubana y el bloqueo estadounidense.
¿Por qué poner el acento en una parte y no en otra?, ¿por qué no hablar tanto
del bloqueo como de la corrupción interna?, ¿por qué no hablar del imperialismo
no como entidad externa, sino en su dimensión y despliegue cultural al interior de
Cuba?, ¿por qué reproducir en un medio como La Nación una mirada que pareciera reforzar las simples dicotomías en donde se pone el foco en los errores internos?,
¿por qué no hacerle saber a los muchos lectores de un periódico de circulación nacional que para entender a Cuba lo que menos sirve son planos bifocales y que por
lo tanto se puede denunciar la escasez de medicamentos provocada por el bloqueo
al tiempo que se señalan los límites existentes en la representación popular?, ¿por
qué no colocarse en un lugar tanto de denuncia por la política económica interna,
como de señalamiento de las nuevas formas de imperialismo (las cuales, por cierto,
no son privativas de Estados Unidos e incluso podemos encontrarlas en las relaciones
entre países latinoamericanos)? Pero también cabe preguntarse, ¿por qué hablar de
los errores internos impediría hacer visibles las admirables muestras de resistencia,
creatividad, dignidad y emancipación que se viven en Cuba cotidianamente?, ¿tienen
escucha aquellos puntos de vista en los que están presentes tanto el imperialismo, la
corrupción interna, el neoliberalismo en su dimensión cultural y la resistencia y creatividad que genera la educación popular?
En todo caso, lo que se deiende es el valor de uso de la literatura y no el valor de
cambio, habrá que atender a la politicidad del arte y del pensamiento. El personaje
Mario Cuende puede desplegar una politicidad disrruptiva, que opere transgrediendo en el marco de la micropolítica los cánones establecidos. Mario Conde es tan complejo como la realidad cubana, pero también como muchos sujetos que habitan el
mundo actual. Es un personaje a veces desencantado, triste, agobiado, melancólico y
gris, tal como se revela el presente en muchos momentos, pero también es un gran
des-encubridor, un detective que busca más allá de lo visible, desempolva huellas no
Alejandra González Bazúa
para tomarlas como simples indicios, sino para cuestionarlas en su carácter de huellas,
porque lo que le importa a un detective no son sólo las huellas evidentes, sino lo que
ha sido borrado ex profeso.
¿No es acaso esta mirada una exigencia de nuestro presente? Nuestras preguntas,
¿en algo están contribuyendo a recuperar los pasados empolvados y acallados?, ¿esta
mirada no es indispensable para reencantar el futuro sin tecniicarlo? ¿Qué hubiese
dicho Mario Conde si fuese él el entrevistado por La Nación?
Regresando a los cuestionamientos que Borón le hace a Padura por la ausencia
en sus explicaciones de elementos que recreen en un plano analítico la totalidad del
momento histórico, habría que citar la conclusión a la que llega.
El inventario de los errores y las insuiciencias de la Revolución es incomprensible, un galimatías infernal, en ausencia de una adecuada contextualización. Creo, modestamente, que quien no esté dispuesto a hablar del imperialismo norteamericano debería llamarse a un prudente silencio a la hora de emitir
una opinión sobre la realidad cubana (Borón, 2014).
Después de otras intervenciones que mencionaremos más adelante, Fernando Butazzoni, escritor uruguayo que vivió en Cuba durante varios años, plantea con razón que
si Padura se hubiese quedado en un “prudente silencio”, no tendríamos el gran relato
La novela de mi vida acerca del poeta universal José María Heredia, o la recuperación
de experiencias periodísticas y literarias expuestas en El viaje más largo. “Sin esos libros”, dice Butazzoni,
[…] Padura no sería quien es, Cuba no tendría hoy a una de sus glorias nacionales, La Nación no lo
hubiera entrevistado y Borón no habría relexionado sobre ello […] En cuanto al imperialismo norteamericano, es indudable que la política exterior de Estados Unidos ha causado grandes estragos
y sufrimiento alrededor del mundo. Es indiscutible que la misma ha condicionado muchos procesos
políticos en la América latina y, en el caso particular de Cuba, es clarísimo que su incidencia en la vida
social ha sido determinante aun desde antes de su tardía independencia. Pero también me parece
necesario señalar que, en muchas ocasiones, el “imperialismo norteamericano” (así, con infames comillas) ha sido y sigue siendo apenas una gran coartada para que, desde ciertos ámbitos de la izquierda,
se eluda la relexión autocrítica, se evite la rectiicación de políticas equivocadas y se desatiendan las
demandas urgentes de los ciudadanos, en aquellos países en que esa misma izquierda detenta el gobierno o incluso el poder” (Butazzoni, 2014).
Vale la pena acercarse a otro brote rizómatico de esta polémica que despliega sus
raíces más profundas en Cuba, pero cuyos nutrientes pueden alimentar pensamientos y prácticas de otras latitudes. Fue Guillermo Rodríguez Rivera la primer voz que
habló desde Cuba; en su texto “Padura, la literatura, el compromiso”(Rodríguez: 2014),
relexiona acerca de las relaciones entre política y arte, o llevándolo a un terreno más
amplio, entre política y cultura.
La primera entrevista que el diario La Nación hiciera a Padura a propósito del éxito
de su novela El hombre que amaba a los perros, se tituló “Leonardo Padura: No se
puede jugar a la política desde el arte” (Padura, 2012b). En aquel entonces la periodista Hilde Pomeraniec, a propósito de la temática central de su novela, le planteó
la pregunta: ¿hasta dónde es un sujeto capaz de llegar por una idea? ¿Le parece que
existe todavía en el mundo el modelo de ciudadanos o colectivos militantes por una
idea? A la cual el autor respondió:
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Una polémica rizomática
Los compromisos de las militancias, ya sean políticas, religiosas, hasta deportivas, que impliquen una
aceptación acrítica y muchas veces fanática de una idea, la realización de un acto o la entrega de la
voluntad individual, son siempre asuntos muy complejos que deben verse cada uno en su contexto y
condición. Por principio creo que el ser humano no tiene por qué responder airmativa y fanáticamente a una política determinada sólo por idelidad a una pertenencia o militancia. Siempre pienso que el
hombre tiene el deber de pensar y luego la responsabilidad de aceptar (Padura, 2012b).
Esta idea es fundamental para comprender no sólo la intervención de Guillermo Rodríguez Rivera, sino el posterior intercambio de correos electrónicos entre él, Juan
Carlos Tabío y Arturo Arango. Dice Rodriguez Rivera que contrario a las opiniones de
Padura en el sentido de un compromiso del artista que deriva de su militancia, argumenta que casi siempre la relación es a la inversa, “Son las grandes conmociones
históricas las que han impulsado a grandes artistas a eso que Padura llama (minimizándolo) jugar con la política desde el arte” (Rodríguez, 2014), y es que en aquella
entrevista, el escritor cubano dijo que
Los artistas comprometidos de manera militante con un partido, ilosofía, Estado o poder terminan
siendo siempre -o casi- marionetas de ese poder. No se puede jugar a hacer política desde el arte porque al inal los políticos son los que utilizan a los artistas para sus ines políticos. Creo que el compromiso del artista debe ser con la ética ciudadana, con su sentido de la verdad y de la justicia, o cuando
menos, con su arte, con la mayor distancia posible de los círculos de decisión política y con la intención
de hacer política desde el arte (Padura, 2012b).
Entonces Rodríguez Rivera, a propósito de esta idea, trajo a la memoria el poema de
Neruda Explico algunas cosas que escribió el poeta chileno en medio de la Guerra Civil Española: “Preguntaréis por qué su poesía/no nos habla del sueño, de las hojas,/de
los grandes volcanes de su país natal?/Venid a ver la sangre por las calles,/venid a ver/
la sangre por las calles,/venid a ver la sangre/por las calles!” (Neruda, 1937).
Y también habla del “Guernica” de Picasso, cuyos trazos dan cuenta del brutal
bombardeo de la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana a la población civil de la ciudad de Guernica. Ni ellos, ni Alberti, Maiacovski, Bertolt Brecht, Paul
Eluard, Roque Dalton, dice Rodríguez Rivera “se resisten a degradarlos, y mi lengua –y
me precio de tenerla bien mala– rechaza cometer el parricidio de llamarlos marionetas” (Rodríguez, 2014).
El cineasta Juan Carlos Tabío entra a la polémica con un acertado punto de vista
dirigido, en un primer momento, a lo expresado por Atilio Borón. El cineasta dice que
está de acuerdo en que alguien que emprenda un análisis global de carácter histórico
sobre la realidad cubana estaría en la obligación de situar el bloqueo como un elemento clave. Sin embargo, se cuestiona si “la nostalgia, el desencanto y las ilusiones
perdidas” son provocadas por el imperialismo y el bloqueo, o por “el inmovilismo y
las absurdas restricciones que nuestra querida burocracia ha impuesto verticalmente
durante todos estos años” (Tabío, 2014). Y continúa su argumentación “¿Es que cada
vez que en un artículo periodístico, en una novela o en una película, se aborda de manera relexiva, de manera crítica, algún aspecto de nuestra realidad actual [...], habría
que comenzar con la coletilla previa del imperialismo y del bloqueo?” (Tabío, 2014).
Alejandra González Bazúa
Arango también se sumó al debate alarmado por los ataques a Padura, el cual
comparte con Reina María Rodriguez el haber sido galardonado con el Premio Nacional de Literatura y formar parte de los escritores que escriben obras “inconformes,
adoloridas, críticas, centradas en la Cuba que han vivido” (Arango, 2014). Al también
guionista cubano le interesa alertar sobre el resurgimiento de visiones que subordinan la creación y las fronteras entre lo decible en el arte, la literatura, las ideas a las
grandes batallas políticas. El arte y el pensamiento, entendido de esta forma difundida y practicada en Cuba durante los años setenta, tendría que ocultar las contradicciones en las propias luchas y procesos revolucionarios en pos de mantener la unidad
nacional o la cohesión de bloques, lo cual tendría que alertarnos sobre cómo concebimos las relaciones entre arte y política.
El intercambio entre estos correos fue mucho más profundo y detallado de lo que
se expone en estas líneas, sin embargo, lo que evidencia más allá de los pliegues inos, es que existen interrogantes que reaparecen en el tiempo y que la experiencia
acumulada, el lugar de enunciación y la visión de futuro juegan un papel crucial en el
sentido de las respuestas y la calidad del allanamiento a interrogantes más amplias.
La revista El Caimán Barbudo, con la elocuencia que la caracteriza, también participó en este debate que se enmarca no sólo en los comentarios suscitados tras la
entrevista de Padura en La Nación, sino del revuelo causado por el texto que Juventud
Rebelde publicó y en el que la periodista habla de su primo mecánico que
[…] no es “intelectual” o al menos como usualmente lo clasiican. No le gusta la música de cámara,
no resiste un concierto de jazz y de seguro no podrá deletrear o conocer el signiicado de palabras
como multidisciplinario, empoderamiento, deconstrucción, panóptico o hipertexto […] Mi primo, por
supuesto, tampoco sabe diferenciar entre Bukowski y Chaikovski y de seguro los confundirá con el
bálsamo de Shostakovski. ¡Vamos! Que a más de uno le puede pasar eso, ¿no? (García, 2014).
Más adelante sigue argumentando que su primo de vez en cuando le dice “Sigue leyendo que te vas a volver loca. Si quieres de verdad escribir, deja el libro y sal al mundo. Conocer lo que hicieron otros te servirá pero ya está dicho. Aprende de la vida,
que sólo los que viven pueden escribir grandes textos”. El primo mecánico, a decir de
la autora, no necesitó libros, ni ínfulas de seudolector, le enseñó que la realidad no se
lee: se siente, e “—indispensablemente— se la acepta y uno se integra a ella, o se la
rechaza por incompatibilidad de piel o conveniencias personales”, frase que para la
periodista Mayra García releja la capacidad de su primo de expresar “cosas de intelectuales” (García, 2014).
El hecho de que estas ideas fuesen publicadas un diario tan importante como Juventud Rebelde nos lleva a preguntarnos por los procesos que están sucediendo en
Cuba que llevan a una joven periodista a reproducir esta visión de los artistas e intelectuales en la que se reproducen ideas antinómicas que, por cierto, no podrían ser
puestas en boca de Gramsci.
El Caimán Barbudo desempolvó un texto de Abel Prieto publicado en 1996 en un
momento en el que se expresaron opiniones acerca del trabajo artístico e intelectual
en el que parecían reproducirse la imagen fabulesca de la cigarra haragana y la hormiga trabajadora.
Dice Abel Prieto:
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Una polémica rizomática
Existe una visión dogmatizada acerca del trabajo intelectual y manual, la cual se recrea en la fábula de
la cigarra y la hormiga […] El dogma es sinónimo de incultura, estrechez mental, sectarismo, rigidez
antidialéctica, mediocridad intelectual, subvaloración de los ámbitos espirituales en que ese Hombre
(con mayúsculas) se realiza. ¿Puede el dogma llevarnos a alguna parte? […] Y no sólo obstaculiza el
arribo a una cultura humanista, solidaria, socialista: el dogma puede cerrarnos el camino hacia ese
socialismo renovado, marxista, leninista y martiano, al que no hemos renunciado ni renunciaremos.
Un socialismo de ciudadanos “libres y cultos”, que disfruten de una “prosperidad” colmada de poesía
(Prieto, 1996).
Múltiples experiencias nos hacen ver que la articulación entre diversos dogmas vuelve sedentario al pensamiento. Cuando Félix Guattari y Gilles Deleuze hablaron de los
libros como rizomas, apuntan no a pensar al libro en sí, sino a las relaciones en él implicadas, habría siempre que pensar no en una cosa y la otra, en un acto y otro, sino en
aquello que sucede entre ellos; un camino relexivo similar podríamos recorrer al volver la mirada a rizomas de las muchas polémicas de nuestra historia. “Haced rizoma y
no raíz”, (Deleuze y Guattari, 2013) decían estos autores franceses en los años setenta;
hoy, en medio de la hegemonía neoliberal contra la que se maniiestan multiplicidad
de luchas y resistencias, es indispensable practicar y ejercitar la crítica, la polémica,
el disenso, la controversia, ello para hacer rizoma y no raíz, para escapar del dogma
y el fanatismo; pero también, retomando el poema A los hombres futuros de Bertolt
Brecht, cuya pertinencia se alarga hasta el presente, habremos de pensar en cómo
polemizar sin que se juzgue el acto de hablar sobre los árboles como casi un crimen,
o cómo hacer para saber que, si bien la lucha contra la injusticia endurece el rostro y
pone ronca la voz, es urgente la escucha no para imponer la unanimidad de pensamiento, sino para aprender.
Justamente sucede que tanto el pensamiento crítico, como las prácticas contrahegemónicas, emancipadoras y/o libertarias, tienen mucho que aprender y escuchar
acerca de las experiencias recientes vividas en Cuba; aquellas que se remiten a la historia de la Revolución para establecer puntos de quiebre y continuidad con el presente; que hablan de sus contradicciones para hacer más fuertes sus rebeldías, su
dignidad; aquellas que no esconden su desazón o incertidumbre pero tampoco se
conforman con la quietud derrotista de brazos caídos; que se reconocen en la poesía
cubana, tanto la de José Martí, José María Heredia, Roberto Fernández Retamar o de
Luis Rogelio Nogueras o Reina María Rodríguez; y que también se buscan en la poesía de jóvenes como Sergio García Zamora o Jamila Medina Ríos, quien comienza su
poema Emigro con las palabras “Hay algo ahí con la desposesión: raíces sin tener dónde agarrar”. Así, polemizar rizomáticamente no enraizados en dogmas, puede darnos
múltiples puntos de apoyo no para agarrarnos, sino para sacudir profundamente al
pensamiento y la práctica.
Alejandra González Bazúa
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DEBATE
REJUVENECER LA PROTESTA
DERIVAS URBANAS
LATINOAMERICANAS: ANESTESIA Y
CONTROL SOCIAL (APROXIMACIONES
TEÓRICAS)
Rejuvenecer la protesta. Los
movimientos sociales van a la
escuela
ARMANDO BARTRA
Investigador e intelectual mexicano.
Resumen
Tomando distancia de las visiones instrumentales de la política que adopta cierta
sociología anglosajona, se abordan los
recientes movimientos juveniles como
performances y utopías autocumplidas a
los que cabe aproximarse con conceptos
tales como grotesco y carnaval. Un repaso sobre rebeldías recientes como las de
México en 2012 y las de Brasil en 2013,
permite ubicar provisionalmente algunas
de sus características destacadas como la
imaginación, el humor y la voluntad de
forma que les otorgan un carácter visionario, grotesco, festivo y celebratorio, sin
soslayar su limitada eicacia y poca persistencia que los ponen en desventaja
frente a otros actores contestatarios más
estructurados. Pese a lo cual, se concluye
que los recientes movimientos juveniles
están llamados a ser parte sustantiva de
la nueva rebeldía social.
Abstract
Stepping away from the instrumental
visions of politics adopted by a certain
Anglo-Saxon sociology, this article addresses recent youth movements as performances and self-fulilling utopias that
can be approached with concepts such
as grotesque and carnival. A review of
recent rebellions like the ones in Mexico
in 2012 and the ones in Brazil in 2013,
allows us to ind –provisionally– some
of their prominent characteristics, like
imagination, humor and willpower, that
give them a visionary, grotesque, festive
and celebratory character, without circumventing their limited eicacy and
little persistence which place them at
a disadvantage in front of other more
structured non-conformist actors. However, the author concludes that the recent
youth movements are called to be a substantive part of the new social rebellion.
Palabras clave
Movimiento social, jóvenes, carnaval, grotesco, utopía, imaginación política.
Keywords
Social movement, youth, carnival, grotesque, utopia, imagination, politics.
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Rejuvenecer la protesta. Los movimientos sociales van a la escuela
La revolución no tiene que ser experimentada como la serie e
penalidades que tenemos que sufrir para la felicidad y libertad
de las generaciones futuras, sino precisamente como esas
penalidades presentes sobre las que esa felicidad y libertad
futuras proyectan ya su sombra. En ellas ya somos libres
cuando estamos luchando por la libertad y ya somos felices
mientras luchamos por la felicidad
(Zizek, 2010).
No entendemos lo que está ocurriendo. Ni en nuestros
tiempos conseguimos llevar 100 mil personas a la calle en
pocas horas. Ellos, los jóvenes, dicen que nosotros usamos
un repertorio del siglo pasado para dialogar y que no
entendemos lo que está pasando. Nosotros estábamos
acostumbrados a un vehículo con altoparlantes y líderes para
negociar. Ellos no usan ni vehículo ni comando…
Gilberto Carvalho1.
1 Viejo luchador social brasileño y en 2013 jefe del gabinete civil de la presidente Dilma Roussef (La Jornada,
2013).
Armando Bartra
Los tiempos que corren -y vaya que corren- son tiempos de jóvenes. Lo testimonian
las movilizaciones que desde 2011 y aun antes han ocurrido en calles y plazas de Chile, Egipto, Túnez, España, Grecia, Estados Unidos, Colombia, Canadá, México, Turquía,
Brasil, Ucrania... Y cuando los tiempos rejuvenecen hay que deshacerse de vejestorios
intelectuales y jubilar ideas rancias que no sirven más.
“El programa somos nosotros”
Una de las añejas presunciones que se han ido desacreditando con el desgaste de la
modernidad es el carácter puramente instrumental de la política. Visión pragmática
que viene desde Maquiavelo y que tiene una de sus expresiones extremas en las propuestas de cierta sociología anglosajona contemporánea que reduce los movimientos sociales a acciones colectivas protagonizadas por individuos racionales a los que
no mueve más que el atisbo de oportunidades y el cálculo de costos y beneicios.
Pero no sólo se desfonda el chato y calculador utilitarismo sociopolítico, también
se erosiona el providencialismo: la idea de que hay una predestinación, una “razón
histórica” que trabaja a favor del curso progresivo de los tiempos.
La experiencia juvenil de la crisis va acompañada del descreimiento en las profecías cientíicas decimonónicas: en las viejas promesas de futuro que reclamaban a los
militantes libertarios los sufrimientos que hicieran falta para abrirle paso a las arcadias
precontratadas y mil veces anunciadas por los agoreros casi bicentenarios de la emancipación humana.
Y en esa medida la praxis contestataria va transitando de simple lucha revolucionaria o reivindicativa de carácter inalista que se agota en la siempre pospuesta consecución de ciertos objetivos inamovibles, a ser también performance emancipatorio
que satisface por sí mismo; deja de ser sólo un medio a ser también un in; pasa de
utopía siempre posdatada a utopía autocumplida. Rasgo performativo (Turner, 1986)
de las luchas, que junto con el carácter celebratorio, carnavalesco y grotesco de las
acciones libertarias colectivas, me parece fundamental en las experiencias de la crisis,
sobre todo en las que protagonizan los jóvenes.
Y es que los jóvenes tocan de oído. Inexpertos en los andamiajes que aprisionan
el accionar de grupos formales y partidos, las nuevas generaciones improvisan, inventan, jazzean; marchando a campo traviesa enilan por rumbos poco transitados.
Por eso a los políticos profesionales -tanto de izquierda como de derecha- los sacan
de quicio protestas que no dicen claramente lo que quieren porque seguramente
-piensan los carcamales- ni siquiera saben lo que quieren. Pero es precisamente la
inmediatez de los movimientos juveniles lo que les permite sacar a lote lo sumergido,
ponerle palabras (cantos, bailes, gestos, gritos) a lo indecible. La insatisfacción de los
jóvenes de clase media, que por lo general son los que protagonizan estas luchas, no
es la única ni es por fuerza la socialmente prioritaria cuando hay sectores mayoritarios
también agraviados y más lacerados que a veces permanecen silenciosos y a la expectativa. Pero el malestar de los jóvenes es el más signiicativo porque mira al futuro.
Un futuro que no tienen o que no quieren como se les anuncia, pero que en cualquier
caso quisieran diseñar a su aire y por su pie.
Ante el sorpresivo activismo de los proverbialmente inmaduros, analistas de todo
signo se afanan en descubrir lo que realmente buscan pero no saben formular. Así los
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Rejuvenecer la protesta. Los movimientos sociales van a la escuela
desarrollistas dicen que los jóvenes encolerizados expresan los deseos de los que recientemente llegaron a las clases medias pero no ven satisfechas sus expectativas en
términos de educación, transporte, salud… es decir calidad de vida. Y seguramente
lo que airman es cierto. Los posdesarrollistas sostienen que en el fondo los jóvenes
representan la vocación anticapitalista de nuestros pueblos y quisieran acabar con el
neoliberalismo, el extractivismo, el colonialismo interno y otras maldiciones sistémicas. Y sin duda algo de verdad hay en sus aseveraciones. Pero mi impresión es que se
quedan cortos al confundir sus propios planteos programáticos con los deseos profundos de los protagonistas sociales.
Habría que escuchar sus propias voces: “¿Qué queremos de Wall Street? Nada,
porque nada puede ofrecernos. Hemos venido a desvanecer nuestros fantasmas”,
escribieron en 2011 los ocupantes del Parque Zuccotti, junto al gran centro inanciero. Y cuando se les preguntaba por su plataforma reivindicativa decían: “El programa
somos nosotros” (Tidal, 2011). A ines de ese mismo año en un mitin celebrado en
Tel-Aviv, una pancarta proclamaba: “El triunfo es ya habernos reunido”. En 2012 un
estudiante mexicano sintetizaba así el sentido de su movimiento: “La meta del 132
es la reapropiación de la política por la sociedad” (Muñoz, 2012: 241). Sobre los jóvenes que en junio de 2013 desquiciaron Brasil, escribió el Movimiento de los Sin Tierra
(MST): “Ellos quieren participar de alguna forma. Aunque sea caminar por la calle sin
represión”2.
No trivializo sus proyectos y visiones de futuro aprovechando la presunta falta de
perspectiva histórica de los rebeldes principiantes. Al contrario, quiero destacar su
radical negativa a que se les convierta en simples peticionistas. “¿Que quieren?” Dice
el poder. “Nada que nos puedan dar. Nada que pueda ser concedido por ustedes”, contestan. “Pero ¿algo desean?”, insiste. “Deseamos desear”, reviran recuperando a Freud a
través del Antiedipo de Deleuze y Guattari (1972).
La necesidades radicales (Márkuz, 2007) que subyacen en los movimientos trascendentes, se hacen visibles -incluso ante sus propios protagonistas- sólo en la medida en que el accionar colectivo va removiendo lo “políticamente correcto”, va disolviendo la capa de lugares comunes y rompiendo las inercias que conducen a repetir
lo tan sabido. Así en la primera Declaración de la Selva Lacandona los pueblos chiapanecos insurrectos enumeraban el consabido rosario de demandas: tierra, trabajo,
educación, salud, vivienda… reivindicaciones legítimas y hasta vitales pero periféricas
a sus agravios ancestrales; a sus exigencias profundas que fueron aparecieron al calor
de los combates armados y pacíicos que los iban empoderando. Y estas necesidades
radicales fueron dignidad y derechos autonómicos, dos cuestiones que de hecho no
pueden concederse pues más que un tener son un hacer.
A quienes acostumbran poner sus propios deseos en boca de los movimientos, les
convendría relexionar sobre la paradoja de que los históricamente más desfavorecidos en la distribución social de satisfactores no pongan por delante la exigencia de
que mediante recursos públicos compensatorios se remedie dicha injusticia, sino que
por el contrario prioricen necesidades radicales que en rigor nadie puede conceder
pues su satisfacción será obra de ellos mismos, y sólo demanden que no se les obstaculice. Cuando el gobierno les ofrecía “piso irme” y otras bagatelas, los indios
2
Ver s/a “La grave crisis urbana motor de la protesta: MST” en La jornada (México), 22 de junio de 2013.
Armando Bartra
insumisos exigían derechos. Y cuando se les preguntaba por el más importante, decían que era el derecho a tener derechos. Quién los entiende.
En algún sitio Marx dijo que el proletariado tenía que hacer la revolución no sólo
para construir el socialismo sino también para salir del fango en que se encontraba,
valga decir: para recuperar su dignidad (la dignidad de una clase, de un género, de un
pueblo, de una generación…). Y una vez más el viejo Marx tenía razón.
No perderse la diversión
Quizá porque nuestra revolución fue una larga guerra con un millón de muertos, quizá
porque nuestras mayores huelgas obreras terminaron en represiones militares, quizá
porque nuestro 68 culminó en un baño de sangre, quizá porque casi todos nuestros
líderes justicieros murieron asesinados… en México tenemos una visión necrológica,
panteonera de la rebeldía social y con frecuencia olvidamos su lado jubiloso, festivo,
lúdico, carnavalesco. Mariana, del 132, describe así el ánimo de las marchas. “Era indignación, no enojo. Marchábamos con mucha alegría. Las consignas eran distintas, con
humor” (Muñoz, 2012: 69). Por fortuna los jóvenes, que hoy están saliendo a las calles
en muchos países del mundo, a bailar y cantar su indignación, nos recuerdan que,
como decía Monsiváis ayer, “la seriedad es un robo” y, como decía Herzen en el siglo
XIX, “la risa es revolucionaria”. No es primera vez que el espíritu burlesco politizado
toma la calle, ocurrió en el 68 del pasado siglo y también a principios de los ochenta
cuando, acosados por los revolucionarios de corsé, los neosituacionistas de la Escuela
Nacional de Antropología e Historia que “reivindicaban el sentido del humor como
herramienta crítica”, les gritaban “¡Falócratas los solemnes!” (Paredes Pacho, 2014: 192).
Pero al leer lo que sobre los nuevos y novísimos movimientos se escribe, sentimos
con frecuencia que algo falta, que algo nos estamos perdiendo. Y este algo que los sociólogos y analistas nos escamotean es la insensatez, la desmesura; es el “momento de
la pasión” que diría Benedetto Croce, es la “catarsis política” que diría Antonio Gramsci.
Ambos seguidores en esto del vitalismo de Henri Bergson: “nuestro pensamiento, en
su forma puramente lógica, es incapaz de representarse la verdadera naturaleza de
la vida” (1999: 319), y sobre todo de la teoría de la acción revolucionaria de Georges
Sorel, para el cual no la razón sino el mito es lo que permite “comprender la actividad,
los sentimientos y las ideas de las masas populares” (1963: 46).
En algunos meritorios académicos que se ocupan de la llamada “acción colectiva”,
encuentro la tendencia a trabajar con modelos, deiniciones, enumeraciones y clasiicatorias que en el mejor de los casos soportan una analítica de los movimientos sociales, una disección más o menos pertinente de sus elementos constitutivos a la que sin
embargo se le escapa el pathos crociano, la catarsis gramsciana o, en otros términos,
su dimensión dialéctica entendida hegelianamente como nihilización creativa.
Porque la clave de los movimientos que hacen historia está en que ejercen el poder de la imaginación política para saltar fuera del tiempo lineal, en un ejercicio del
todo semejante al que Gastón Bachelard veía en la imaginación poética; la imaginación que “escapa a la causalidad” y al “desprendernos del pasado y de la realidad, se
abre al porvenir” (1965: 28). Los tiempos calmos hablan en prosa, los movimientos
sociales son los poetas de la historia.
Bien lo sabía Hugo Chávez, cuya creatividad política le abrió la puerta a una La-
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Rejuvenecer la protesta. Los movimientos sociales van a la escuela
tinoamérica si no del todo justa y libertaria sí cuando menos inesperada y sorprendente, una Latinoamérica que antes de su primer triunfo electoral en 1998 ninguna
prospectiva hubiera pronosticado. Decía Chávez: “El camino que elegimos nos obliga
a crear permanentemente. No hay modelos anteriores. Hay que crear en la marcha de
los acontecimientos”, y concluía: “Esto es lo revolucionario” (Caloni, 2013).
El cartesianismo del pensamiento instrumental propio de la modernidad busca
reducirlo todo a causas y efectos, a medios y ines. Por su parte el providencialismo de
derecha o de izquierda con su visión unilineal y progresiva de la historia, nos convoca
a ver en los acontecimientos sociales la sucesión de escalones por los que ascendemos a un futuro preestablecido. En la misma tesitura cierta sociología se ocupa sólo
de las “leyes” o “regularidades” presuntamente explicativas del curso social e ignora el
acontecimiento imprevisible, irrepetible, inexplicable, imposible. En todos estos enfoques se pierde el lado carnavalesco y performático de la acción multitudinaria; una
praxis por lo general imaginativa y creadora que en la visión sociológica positivista es
reducida a eventuales convergencias de individuos racionales movidos por el cálculo
de los costos y los beneicios.
Mascarón de proa de esta sociología es la propuesta de Mancur Olson (1999): un
modelo racionalista de la acción -tanto de la individual como de la colectiva- cuyo
protagonista es un siempre sensato y calculador hommo economicus, un paradigma
neoutilitarista incapaz de adentrarse en las abismales vetas de transgresión e irracionalidad siempre presentes en los movimientos sociales, rupturas que en esta visión
aparecen como exabruptos marginales e indeseables, como epifenómenos de una
acción racional que es lo que en verdad importa.
Algo semejante sucede con las lecturas estructuralistas y funcionalistas que, reconociendo la existencia no residual de comportamientos colectivos insensatos, los
ven como producto de sistemas integrados y efecto de órdenes normativos previos, a
cuyas necesidades responden o de cuyas contradicciones dan cuenta.
Aunque diversos, estos enfoques son todos herederos de la ilustración, el iluminismo y el positivismo de Augusto Comte: “el verdadero espíritu positivo consiste sobre
todo en ver para prever, en estudiar lo que es para deducir lo que será, según el dogma general de la invariabilidad de las leyes naturales” (1962: 60). Legado chatamente
determinista que reformuló nítidamente Durkheim en sus Reglas del método sociológico:
Nuestro principal objetivo es extender a la conducta humana el racionalismo cientíico, haciendo ver
que, considerada en el pasado, puede reducirse a relaciones de causa-efecto que una operación no
menos racional puede transformar, seguidamente, en una serie de reglas para el porvenir. Lo que se ha
llamado entre nosotros positivismo no es más que una consecuencia de este racionalismo (2011: 9).
Gracias a Nietzsche y Freud, entre otros, la insensatez recuperó el lugar que el radical
desencanto del mundo había querido quitarle. Pero no hay vuelta atrás. El iluminismo,
el cientiicismo y su lucha contra el oscurantismo y la superstición no fueron en vano y
la recuperación de lo oscuro de lo irrelexivo se hace hoy desde la razón, aunque la de
ahora es una razón descentrada que reconoce sus límites; es desde la ciencia que se
valora la importancia de las intuiciones totalizadores del que Levy Strauss llamó “pensamiento salvaje”; es desde la conciencia que se explora el inconsciente develado por
Armando Bartra
el sicoanálisis; y es desde la universalidad -ciertamente incluyente y relativizada- que
se reconoce la irreductibilidad de las singularidades.
Pero tampoco es posible volver atrás, a un racionalismo positivista previo a la crisis
del ego cogito, como lo hacen las corrientes sociológicas de las que aquí tomo distancia. Y es que desde estos miradores la acción -individual o colectiva- es vista o como
manifestación de una racionalidad ontológica constitutiva del sujeto y previa a todo
acto posible, y/o como efecto y función de un sistema estructurado y coherente. En
ninguna de estas atalayas la praxis aparece como originaria, como constituyente de
relaciones sociales y no sólo como constituida por ellas. Y por lo mismo ninguno da
cuenta de la dimensión impredecible y poiética de los movimientos sociales, en tanto que verdaderos acontecimientos creadores de fugaces experiencias inéditas y con
ello -quizá- de relaciones sociales más estables pero también nuevas.
Si a ciertos sociólogos se les escurre la realidad por las rendijas del andamiaje conceptual, es frecuente que por engolosinarse en los detalles a los etnólogos se les extravíe la vida de sus exóticas criaturas. La recuperación del pathos, de la catarsis, del
alma de la “acción colectiva”, es un desafío de las ciencias sociales que ya enfrentaron
antes los literatos y los cronistas de viajes. Decía Stendhal, autor de la novela El rojo y
el negro: “Describir usos y costumbres deja frío. Hay que transformar la descripción es
estupor, (…) transformar la descripción en un sentimiento”3.
En un brillante capítulo de El antropólogo como autor, titulado signiicativamente
“Estar allí”, Cliford Geertz escribe:
La habilidad de los antropólogos para hacernos tomar en serio lo que dicen, tiene menos que ver con
su aspecto factual o su aire de elegancia conceptual, que con su capacidad de convencernos de que
lo que dicen es resultado de haber podido penetrar (o, si se preiere, ser penetrados por) la otra forma
de vida; de haber, de un modo u otro, realmente “estado allí”. Y en la persuasión de que ese milagro
invisible ha ocurrido es donde interviene la escritura (1997: 14).
El problema con ciertos sociólogos de la acción colectiva es que no sólo no me convencen de que estuvieron ahí, ni siquiera me convencen de que les hubiera gustado
estar ahí. Yo, en cambio, soy de la opinión de que cuando uno realmente estuvo ahí
tiene que hacer valer sociológicamente esa vivencia. Y que ponerla en acto a la hora
de escribir no es incompatible con la necesaria “vigilancia epistemológica”, que entre
otros preconizan Gastón Bachelard y Pierre Bourdieu. Sigo en esto no únicamente
las -arriba mencionadas- recomendaciones de Geertz, sino también su ejemplo en el
espléndido libro que es Tras los hechos, donde reconoce que, como sus informantes,
también él tiene “historias que contar, visiones que revelar”. Y lo hace seleccionando
fragmentos “arreglados y cortados a propósito para que encajen”, con el in de “tratar
de inducir a alguien en algún sitio a mirar ciertas cosas de la misma forma” en que yo
las miro (1996: 67). Seguiré pues, su consejo.
Veamos. El 27 de julio de 2012, un exitoso novelista policíaco algo pasado de peso,
un joven historiador y un ilósofo entrado en años narraban episodios de la revolución mexicana a un público bullicioso y participante que se arracimaba en la esquina
derecha de la carpa que el 132 había instalado bajo el Monumento a la Revolución.
En la otra esquina de la gran tienda de campaña se afanaban los encargados de orga3
Citado en Ginsburg (2010: 262).
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Rejuvenecer la protesta. Los movimientos sociales van a la escuela
nizar el cerco a Televisa, en el que iban a participar también los del Frente de Pueblos
en Defensa de la Tierra, despedidos del Sindicato Mexicano de Electricistas y otros
contingentes. Fuera, bajo una llovizna persistente de la que mal protegía la alta cúpula del monumento, la banda se ocupaba en los más diversos menesteres: desde
botear y pintar carteles hasta comer y fajar. Y no podían faltar los curiosos, tránsfugas
del balneario en que los chilangos hemos transformado la fuente de la Plaza de la
República. Otros días había ahí tocadas, teatro callejero, slam poético, debates, batucada… Aquello era un desmadre, un espléndido desmadre. Más allá de los consensos
y disensos políticos que bajo esas carpas se cocinaron, las semanas de la acampada
Re-evolución fueron una iesta, un carnaval y a veces un aquelarre con hartas brujas
y machos cabríos. Un trance utópico, un performance contrahegemónico, un ritual
contestatario que tatuó para siempre el alma de sus oiciantes. Cierto, después del
primero de diciembre todo se fue al carajo y el 132 anda a los tumbos, entre desfondándose y refundándose, pero lo bailado ¿quién se los quita? […]
¿Qué nos dice este texto? Ante todo que yo estaba ahí y que lo disfrutaba. Y también que además de denostar al duopolio televisivo y tratar de impedir la imposición
de Peña Nieto, las acciones del 132 fueron epifanías, trances extáticos durante los cuales los oiciantes eran visitados por el “duende” al que invocaba el poeta García Lorca
(1965), tocados por el “aura” mesiánica de Walter Benjamin (2008), de modo que si
bien en términos de logros, por una parte, y de daños corporales, por la otra, el balance del movimiento es francamente rojo (dicho esto sin metáfora) es de esperarse
que, como el 68 del pasado siglo, el 132 irá calando en el imaginario colectivo de ésta
generación y de las próximas. Que no le digan, que no le cuenten, ésta hornada de
mexicanos insumisos ya tuvo su mito fundacional.
Va otra. El primero de diciembre de 2012 yo protestaba por la imposición de Peña
Nieto, y lo hacía con Andrés Manuel López Obrador y los de Morena y en el ángel de
la Independencia, un lugar futbolero donde era difícil que prendiera la provocación.
Mientras tanto, a dos kilómetros de ahí, en los alrededores de San Lázaro, el 132 y
algunos contingentes de la Convención Nacional contra la Imposición, merodeaban
por las proximidades de la muralla metálica que acordonaba el Palacio Legislativo.
Todos sabíamos que de haber violencia el día de la toma de posesión del copetes, el
beneiciado sería el gobierno, y que -tal como ocurrió- las proximidades de la barricada eran el lugar perfecto para la provocación. Sin embargo, mientras que mi cabeza
racional estaba en el ángel con los prudentes, mi corazón apasionado estaba con los
que protestaban de bulto y arriesgaban el pellejo por el rumbo del Congreso de la
Unión. Porque en los movimientos sociales hay algo más que cálculo político y a veces
las palabras no bastan, hay que poner el cuerpo.
¿Qué podemos leer aquí, además del íntimo desgarramiento de un activista setentón que ya no se anima a poner el cuerpo, porque se lo rompen? Sin duda, que
los movimientos sociales se desarrollan en “arenas” donde los “actores” muestran su
“agencia” en “interfaz” con otros “actores” y otras “arenas”; que hay “ciclos de protesta”
y que ésta responde a “agravios”, aprovecha las “oportunidades”, echa mano de sus
“repertorios de confrontación” y tiene “costos de transacción”; como nos enseñan Norman Long, Mancur Olson, Sidney Tarrow, Charles Tilly y otros connotados especialistas
en la acción. Pero, además de cosas que podemos nombrar con los términos por ellos
Armando Bartra
acuñados, debiéramos percatarnos de que los movimientos también tienen que ver
con el cuerpo y escurren sudor, adrenalina, sangre; una dimensión irreductible al cálculo y que, en el fondo, es lo que los hace invencibles.
Como invencibles son las comunidades zapatistas que a ines de 1993 decidieron
por asamblea que en vez de morir de pobreza, hambre, enfermedad, parto, borrachera, ilo, bala o humillación, que en vez de morir muertes impuestas por los otros, iban
a morir su propia muerte, una muerte elegida que los hace invencibles. Y si alguien
piensa que esto no es más que literatura, le recomiendo leer al Sup o de perdida la
Fenomenología del espíritu, de Hegel, quien en el apartado sobre lo que se ha dado
en llamar la “dialéctica del amo y el esclavo”, escribe: “Solamente arriesgando la vida se
mantiene la libertad […] El individuo que no ha arriesgado la vida puede ser reconocido como persona pero no ha alcanzado la verdad de ese reconocimiento”.
Sin subestimar la capacidad explicativa de paradigmas más o menos novedosos
como “acción colectiva”, “acción racional”, “movilización de recursos”, “interaccionismo
simbólico”, “actor red”, “conductividad estructural”, “teoría de las oportunidades”…
creo que también puede ser útil ver las experiencias juveniles debutantes a la luz de
viejos resortes y añosos comportamientos como el mito, el aquelarre y el carnaval. Un
mitin, una marcha, un bloqueo carretero, la toma colectiva de espacios públicos con
ines contestatarios -lo que ahora llaman “ocupar” o “acampar”- no son aquelarres ni
carnavales ni ritos que actualicen mitos, no hay ahí brujas ni machos cabríos (bueno,
no muchos) ni comportamientos previamente codiicados, además de que se celebran cuando hace falta y no por fuerza en semana santa. Hoy de lo que se trata es de
carnavalizar la política. El desafío es seguir sacando al carnaval de la cuaresma y de su
acotamiento como espectáculo, empleando sus poderosos recursos en desquiciar el
orden que nos agobia.
Las voces de la calle
En muchos lugares del mundo esta carnavalización ya está ocurriendo. En Chile el 14
de agosto de 2011, los “pingüinos” de secundaria y otros estudiantes que exigen educación superior gratuita y de calidad, organizaron en Valparaíso una Marcha carnaval
hacia la sede del Congreso, en la que hubo consignas políticas pero también disfraces,
pintura corporal, batucada. Dos meses después, en Nueva York, los manifestantes de
Ocupa Wall Street desilaron por las calles de Manhattan devorando puñados de dólares y disfrazados de zombis: muertos vivientes como los banqueros que sangran a
la humanidad. Ese mismo año en Colombia los jóvenes de la Mesa Amplia Nacional
Estudiantil se movilizaban contra la reforma educativa. Al año siguiente en Quebec,
Canadá, los estudiantes emprendían una huelga contra el incremento en el pago de
la matrícula, que duraría 100 días y movilizaría a 200 mil personas por las calles de
Montreal. A mediados de 2012 el movimiento #YoSoy132 rejuvenecía en México a la
anquilosada protesta social con marchas multitudinarias y una alharaquienta acampada en el Monumento a la Revolución. En 2013 los jóvenes turcos que se maniiestaban en la plaza Taksim y el parque Gesi, en Estambul, primero contra un desarrollo
urbano inconsulto y luego contra la represión gubernamental, sacaron un piano de
cola a la calle para acompañar sus canciones y el coreógrafo Erdem Gunduz inventó
una forma inédita de protesta: las vigilias inmóviles y solitarias en la plaza, que pronto
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Rejuvenecer la protesta. Los movimientos sociales van a la escuela
fueron replicadas por cientos de nuevos imperturbables “solitarios”. En junio de 2013,
en Brasil, tras de varios días de protestas multitudinarias y espontáneas disparadas
por un alza en el precio del transporte, los manifestantes decidieron acampar con sus
hijos pequeños frente al Congreso Nacional, en Brasilia, ahí una pancarta decía “Cuidado, protestas jugando”.
Hay muchas cosas destacables en estos movimientos, entre ellas la imperiosa necesidad de teatralizar, de ritualizar y en deinitiva de estetizar sus acciones. Estetización de la protesta que nada tiene que ver con la belleza y sí con que, para una generación graduada en los videojuegos y en los videoclips, continente mata contenido o,
dicho de otro modo, forma es fondo.
Una generación a la que no dejaron intervenir el mundo, hecho por sus mayores
de una vez y para siempre, y a la que no dejaron intervenir la historia porque dizque
ya había terminado. Pero que a cambio de estas prohibiciones y ataduras, mediante el
graiti y el esténcil, intervino los muros; mediante el fotoshop intervino las imágenes
serializadas de los medios; mediante tatuajes y piercing intervino su cuerpo; mediante música tecno, tachas y sicotrópicos intervino sus sentidos. Una generación así no
puede escalar sus intervenciones expandiéndolas ahora al ámbito sociopolítico, sin
exaltar la dimensión formal, estética de la acción colectiva.
Algunos verán en esta voluntad de forma un eco del barroco con el que presuntamente se estetizó el mestizaje americano (Echeverría, 2000). Yo veo más bien una
intención grotesca (Bartra, 2013), una necesidad de transgredir que se maniiesta primero en el orden de las apariencias. Una actitud iconoclasta que se expresa a través
de prácticas de inversión por las que se carnaliza el espíritu, se mundaniza lo sublime,
se trivializa lo elevado y en general se pone al mundo de cabeza, es decir sobre sus
verdaderos pies, si admitimos que desde hace mucho andamos alrevesados.
Transgresión carnavalesca que aplica para las propias prácticas contestatarias: la
primera marcha grande del 132 no fue del ángel de la Independencia al Zócalo, como
se estila, sino al revés: del Zócalo al ángel; la siguiente manifestación fue una paradoja
pues no la convocó nadie, o más bien fue desconvocada para evitar provocaciones,
y sin embargo se realizó y fue multitudinaria; en contraste con los prolongados y retóricos mítines con que concluyen las movilizaciones convencionales, en las del 132
por lo general no hay tribuna, ni sonido, ni oradores… No es de intención, es que así
suceden las cosas al otro lado del espejo, como bien sabían Alicia y Lewis.
Los más recientes fueron años con aura, que diría el ilósofo, con duende, que diría
el poeta. Años de desmecatadas carnestolendas donde el Corán y la Biblia compartían
en buen plan las alharaquientas plazas magrebíes; pandemoniun altermundista de
encimosos ocupa y chimiscoleros piratas cibernéticos; aquelarre contestatario donde grotescos activistas, unos tiernitos y otros que ya no se cuecen al primer hervor,
suplían con ventaja a los íncubos y súcubos del medioevo… Quizá entre 2011 y 2013
no cambiamos el mundo pero sin duda lo hicimos menos siniestro y opresivo, más
aireado y luminoso.
El testimonio de un aganaktismeni griego ilustra bien el talante neoutópico de los
activistas del tercer milenio:
Armando Bartra
¿Cómo se hace la revolución? Sepa. Pero hoy, en Grecia, se despliega desobediencia popular en todos
lados. Vivimos dentro de su sistema, vivimos entre ellos, pero pensamos, actuamos y respiramos como
si estuviéramos más allá de su mundo cerrado. Nos sentimos más libres. Rompemos todos los días la
disciplina que intentan imponer […] Vivimos entre ellos y sin ellos, trabajando por la mañana y participando en marchas, protestas, asambleas en la tarde […] Creamos en cada barrio pequeños grupos
de apoyo para no pagar los impuestos, para reconectar la luz en las casas que no pueden pagar, para
ocupar los espacios de trabajo, para reaprender a hacer las cosas a nuestra manera, para no sentirnos
solos […] (en Esteva, 2011).
En el número uno de la revista Tidal de los Ocupa Wall Street, aparecido en diciembre
de 2011, el movimiento estadounidense se explica:
Nos nacieron en un mundo de fantasmas e ilusiones que han perseguido nuestras mentes a lo largo
de todas nuestras vidas […] Crecimos en este mundo de pantallas e hipérbole e imaginería surrealista
[…] No tenemos una idea clara de cómo se siente realmente la vida […] Hemos venido a Wall Street
como refugiados de esta tierra nativa de sueños, buscando asilo en la realidad […] ¿Qué queremos de
Wall Street? Nada, porque nada puede ofrecernos […] Hemos venido a desvanecer nuestros fantasmas
[…]; a construir relaciones genuinas entre nosotros y con el mundo; y a recordarnos que otro camino
es posible […] (en Esteva, 2012).
Restablecer la multidimensional convivencia, propia de las comunidades verdaderas,
es la función especíicamente carnavalesca de las acciones colectivas contestatarias.
Tienen razón los Ocupa Wall Street, el programa son ellos mismos, no lista de demandas justas sino utopía vivida, altermundismo en acto, aquelarre. Algunos habrá que
vayan a verlos como quién visita un zoológico, pero de lo que se trata es de meterse
en la jaula hasta que la especie en extinción sean los otros.
“Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir”, han dicho los indignados de la
madrileña Plaza del Sol, citando a Shakespeare. Consigna memorable que no desmerece frente al “Seamos realistas, pidamos lo imposible” de sus abuelos, los enragés del
Barrio Latino.
La sorpresiva marejada juvenil brasileña iniciada en junio de 2013, documenta nítidamente el nuevo tipo de activismo social cuyo nacimiento -o renacimiento porque
ya existió en los sesenta del pasado siglo- estamos presenciando. El jueves seis de
ese mes dos mil manifestantes protestaban en Sao Paulo por una alza de pasaje en el
transporte urbano, el jueves siguiente ya eran 50 mil en Sao Paulo y había réplicas en
otras ciudades, pasada una semana más un millón 250 mil personas se manifestaba
en 460 ciudades brasileñas y ya para entonces las demandas se habían extendido del
transporte a la educación y la salud, además de la exigencia de acabar con la corrupción y con el dispendio motivado por la preparación del mundial de fútbol de 2014,
del que Brasil fue sede. Un factor incendiario que calentó la lucha y propició el vandalismo fue la violenta represión de la fuerza pública. Aunque las primeras acciones las
convocó a través de las redes sociales Movimiento Pase Libre (MPL), que tiene unos
270 mil seguidores y demanda la gratuidad del trasporte público, las movilizaciones
subsecuentes se extendieron casi sin convocatoria sin dirección aparente y sin que los
participantes estuvieran formalmente estructurados, hasta que a ines de junio algunas convergencias sindicales como la Central Única de Trabajadores (CUT) y la Unión
General de Trabajadores (UGT), y organizaciones campesinas como el Movimiento de
los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), anunciaron que se incorporaban al movi-
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Rejuvenecer la protesta. Los movimientos sociales van a la escuela
miento respaldando sus propuestas y esgrimiendo demandas propias.
Al principio la perplejidad de muchos por el estallido, pretendía sustentarse en el
hecho cierto de que en la década reciente han gobernado Brasil Luiz Inácio “Lula” da
Silva y Dilma Roussef, militantes del Partido de los Trabajadores, y que durante sus
administraciones se crearon casi dos millones de empleos anuales, los salarios reales
aumentaron 50% y cerca de 40 millones salieron de la pobreza e ingresaron en la clase
media. Medio pelo al que pertenecen la mayoría de quienes se movilizan y que, según
esto, no tendrían razón para protestar.
Con el paso de los días fue resultando evidente que si bien es constatable y plausible el ascenso social de muchos brasileños antes extremadamente pobres, Brasil
sigue siendo uno de los países socialmente más polarizados del continente con un
Coeiciente de Gini de 0.547, también lo es que la calidad de la vida urbana empeoró dramáticamente en la década pasada, pues no se invirtió en transporte público y
otros servicios básicos, mientras que la especulación inmobiliaria elevaba el precio
de la tierra y el monto de los alquileres que se incrementaba 150% en los últimos tres
año4 ; además de que si bien en los años recientes se duplicó el número de universidades públicas la oferta educativa sigue siendo de mala calidad e insuiciente pues el índice de escolaridad es de apenas 7.2 años. A esto se agrega que la moderada prosperidad de millones de pobres ha ido acompañada del ofensivo enriquecimiento de un
puñado de ricos; que la infraestructura destinada el mundial de 2014 está suponiendo
un gasto exorbitante, y que desde 2011 la economía casi se estancó mientras que se
disparaba la inlación. Entonces, hay factores estructurales que explican el malestar.
Pero ¿eso es todo? ¿En el fondo lo que hay son sólo indicadores socioeconómicos
insatisfactorios?
Según encuestas recientes, el 80% de los brasileños quisiera mejor transporte y
otro tanto demanda mejores servicios médicos, mientras que uno de cada tres quiere
mejor educación y menos corrupción. Paradójicamente el 70% maniiesta estar satisfecho con lo que hoy tiene… y sin embargo el 75% apoya las marchas. ¿Quién los
entiende? A menos que las marchas no sean sólo un medio para conseguir mejores
servicios sino algo más: un modo de decir “¡Aquí estamos y el país es nuestro!”
Porque en Brasil la millonaria inclusión social ocurrida en la última década fue impulsada desde arriba por el gobierno, pero sin que mediara participación social. Los
mayores de 30 años posiblemente participaron en la resistencia a la dictadura entre
1964 y 1979, en las grandes movilizaciones para destituir al presidente Collor de Melo
en 1992, o para llevar a Lula al gobierno en las elecciones de 2002, pero los nacidos
en la última década del siglo XX, la llamada “generación del milenio”, ha visto pasar los
años sin participar en la historia.
Y están hartos. No sólo porque los que gobiernan no lo hacen del todo bien, sino
porque gobiernan sin ellos; porque en el gigante del Cono sur los jóvenes -no los
inventados por los medios o por las estadísticas sino los realmente existentes- son
espectrales, son invisibles.
A diferencia de lo que ocurre en todos los demás países donde los jóvenes protes4 La tesis de la crisis urbana es sostenida por el MST, que la recoge de los análisis de la especialista Erminia Maricato. Ver: “Es hora de que el gobierno se alíe con el pueblo: MST”, publicado inicialmente en Brasil da fato, y después
en La Jornada (México) 25 de junio de 2013.
Armando Bartra
tan, en Brasil hay un gobierno de izquierda encabezado por una mujer, Dilma Roussef, que cuando tenía los mismos veinte años que han cumplido o cumplirán pronto
muchos de los que hoy gritan en las calles, era guerrillera. Y da la impresión de que
Dilma se dio cuenta de lo que el movimiento representaba. Después de unos días
de pasmo, la presidente declaró enfáticamente: “Mi gobierno está oyendo las voces
democráticas que piden cambios […] Yo los estoy oyendo […] Las calles quieren más
salud, educación, seguridad, transporte […]”. Y reconoció que “las manifestaciones
trajeron importantes lecciones” y que “tenemos que aprovechar el vigor” de ese movimiento. Tres días después se reunió con representantes del MPL y después con gobernadores y alcaldes, y propuso cinco pactos para responder a las “voces de la calle”,
puntos que como era de esperarse se reieren a educación, salud y trasporte, rubros a
los que se piensa destinar toda la renta petrolera.
Pero lo que me parece más importante del planteamiento hecho por Dilma el 24
de junio, es la propuesta de que el Congreso convoque a una asamblea constituyente
y si no es posible un referendo, que deberá discutir una reforma política destinada a
acotar a los partidos y a los parlamentarios, grupos de interés que el sistema actual de
inanciamiento privado a las campañas mantiene sumidos en un fangoso mundo de
chantajes y pago de favores, que es la base de la incontrolable corrupción. De hecho
lo que se propone es abrir un período de amplia participación ciudadana que permita
construir un nuevo pacto social, cuando menos en lo tocante a las reglas del juego
político. Y con esto la presidente rebasa por la izquierda al movimiento, no a base
de concesiones, dádivas y promesas sino buscando que la movilización popular sirva
para modiicar la correlación de fuerzas a favor del polo progresista. La iniciativa era
buena pero, a principios de 2014 cuando escribo esto, las fuerzas conservadoras no la
habían dejado pasar.
En la postura del gobierno brasileño encuentro un eco del planteamiento sobre
las “tensiones creativas” que hace unos años hiciera otro gobernante progresista, Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, reiriéndose a que cuando hay un cambio social en curso, las contradicciones “al interior del amplio bloque popular”, es decir
entre los diferentes sectores del pueblo, que quieren democratizar las decisiones, y
el gobierno, que por deinición tiende a concentrarlas, son deseables y constructivas
pues pueden resolverse a favor del proceso .
YoSoy132
En 2012 también en México los chavos se hartaron, y su coraje cobró la forma de multitudinarias, airadas, carnavalescas movilizaciones.
Despliegues callejeros como el del 19 de mayo de 2012, una acción no partidista
pero claramente política y en repudio a Enrique Peña Nieto, entonces candidato del
PRI a la presidencia de la República, y contra las televisoras que lo respaldaban, que
fue convocada por estudiantes de la Universidad Iberoamericana a través de las redes
sociales y movilizó a 40 mil personas en el D. F. y a 10 mil en los estados. Como el mitin
del 20 de ese mismo mes, también convocado vía web, pero esta vez por activistas
culturales del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), y que congregó a 20 mil
jóvenes en el Zócalo, en apoyo al candidato de la izquierda a la presidencia de la República. Como la concentración del 21 en la Plaza de las Tres Culturas, donde jóvenes ad-
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Rejuvenecer la protesta. Los movimientos sociales van a la escuela
herentes de Morena provenientes de todo el país escucharon a López Obrador. Como
la acción del 23 del mismo mes, ya convocada por el recién constituido movimiento
estudiantil YoSoy132, que llevó a la llamada Estela de la Corrupción conocida por los
jóvenes como “la suavicrema” a unas 20 mil personas críticas de la manipulación mediática en favor de la derecha.
El punto más alto de una movilización social juvenil que a la postre resultó intensamente política y claramente electoral pero a la vez tajantemente apartidista, fueron
las grandes marchas del 10 de junio de 2012, que convocaron a más de 100 mil personas en la capital de la República, seis mil en Guadalajara, dos mil en Cuernavaca y
contingentes mayores o menores en 18 ciudades más.
A esto siguieron una Asamblea Cultural que con el apoyo de Circo Demente y la
música de Panteón Rococó, Los de abajo, Los músicos de José, Los malditos cocodrilos, Botellita de jerez, Natalia Lafoucade y Barricada Azul reunió a 100 mil en un Zócalo
lleno de banda aperrada por la aglomeración. A la algarabía sigue el 30 de junio una
“marcha del silencio” en acatamiento de la prohibición de hacer política en la inminencia de los comicios. Tras del anuncio de los resultados electorales se convoca una
marcha contra la imposición y el 26 de julio un nuevo cerco a Televisa.
Así, con una breve pero intensa secuencia de acciones callejeras, los estudiantes
reaparecieron multitudinariamente en la escena política mexicana después de un
mutis histórico de casi medio siglo, apenas interrumpido en 1986 y 1999 por huelgas
en la UNAM motivadas por cuestiones educativas. Y lo hicieron con una añeja bandera antisistémica: el repudio al autoritarismo maniiesto en la imposición de gobernantes, leyes y políticas, pero también de decisiones menudas igualmente opresivas.
Una antidemocracia cuya contraparte es el “masaje” mediático que nos recetan las
televisoras.
Sorprendió a algunos que el antiautoritarismo juvenil se asociara con la defensa
de los comicios como espacio no único pero si privilegiado de la democracia. Pero
ellos lo tenían claro. “Nos han tratado de separar del término “política” como si fuera una enfermedad […] Somos apartidistas (pero) todo el tiempo hacemos política”
(Muñoz, 2012: 134), observa Virginia de la UNAM y del 132. Y redondea la idea Melissa:
El movimiento se declara apartidista porque no sigue la línea ideológica de ningún partido, pero no
es apolítico porque lo que hacemos es política. López Obrador […] no hubiera sido la solución a todos
los problemas que hay, pero creó el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), que tiene una línea
electoral pero con una base ciudadana. No queríamos plantear el voto nulo, queríamos que la gente
pudiera decidir entre las opciones que hay. Sin embargo el movimiento fue claro y dijo que la lucha iba
a seguir adelante aunque ganara López Obrador (Muñoz, 2012: 154).
La politización electoral de un movimiento que sin embargo era ajeno a los partidos
abrió la puerta para que, a través de la Convención Nacional contra la Imposición,
organizaciones sociales que hasta ese momento se habían abstenido de participar
abiertamente en la campaña, se incorporaran a la lucha contra el candidato de la
derecha y así, de soslayo, apoyaran al candidato de las izquierdas. Por cierto, habría
que recordar que en el segundo encuentro de la Convención, realizado en Oaxaca,
participó entre otras muchas una delegación de Morena sin que la abuchearan por
protopartidista.
Armando Bartra
No podemos saber de cierto si en 2012 los jóvenes votaron y por quién. Pero declaraciones como las arriba citadas, planteamientos del 132 como el Posicionamiento
ante las elecciones, hecho público el 26 de junio: “Respetamos el voto libre, crítico e
informado de quien ha decidido dar la lucha electoral”, y también el haber participado
en las movilizaciones del 132, coreado sus consignas y leído algunos de los incontables carteles personalizados que los marchantes exhibían, da sólidos elementos para
suponer que los estudiantes de enseñanza media y superior no son, en su mayoría,
ni conservadores ni electoralmente abstinentes. Lo que explica, en parte, que en la
elección presidencial la izquierda haya ganado la mayoría de los distritos urbanos de
clase media, donde se concentra gran parte de la población escolarizada en edad de
sufragar.
En el principio estuvo el tropezón de Enrique Peña Nieto en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde no pudo mencionar tres lecturas que lo hayan
marcado. El tuit de su hija Paulina, que llamó a los críticos “prole” y “bola de pendejos”, profundizó el escándalo. Pero, lo que catapultó el movimiento fue su respuesta
al ser cuestionado durante una comparecencia ante estudiantes de Universidad Iberoamericana campus Santa Fe, institución privada propiedad de los jesuitas a la que
concurren jóvenes de posición económica más que desahogada (tan así que cuando
con mala leche los periodistas les preguntan quién inancia sus movilizaciones, responden: “¡Papi!”… En broma, claro). Ahí, el candidato del PRI alardeó de la cruenta
agresión a los pobladores de Atenco perpetrada durante su gobierno en el Estado
de México, en un balconeador desplante verbal digno del ex presidente Díaz Ordaz:
el chacal del 68. Lo de Atenco, dijo, “fue una acción determinada personalmente para
restablecer el orden y la paz, en el legítimo derecho que tiene el estado mexicano de
hacer uso de la fuerza”. Tampoco le ayudó al hombre que se apuntaba para cumplir y
hacer cumplir la Constitución, no saber que signiica “anomia”. Todo aderezado con el
impúdico manipuleo del duopolio televisivo, que haciéndose eco de personeros del
candidato como Pedro Joaquín Coldwell, acusó a los inconformes de la Ibero de ser
porros al servicio de López Obrador.
Con base en las decenas de entrevistas realizadas por los periodistas de la revista electrónica Desinfórmemonos, traté de reconstruir los acontecimientos del 11 de
mayo. Y lo hice recuperando el habla de los chavos, neolalia que los balconea como
nativos digitales de la generación que nació con un mouse en la mano.
Démosle clic. En 2006, cuando ocurrió la represión en Atenco ordenada por el presidente Calderón y el gobernador Peña Nieto, seis emputados chavos y chavas de la
Ibero bajaron y repartieron Romper el cerco, el devedé del Canal 6 de julio, y aventaron unos lyers en el campus. Nadie los peló y la seguridad les quitó todo. En 2012 fue
distinto.
En cuanto saben que el 11 de mayo Peña Nieto irá a la Ibero de Santa Fe, los que
estudian comunicación se coordinan por WhatsApp para hacer en la compu máscaras
de Carlos Salinas y lyers sobre Atenco, que en la mañana imprimen, además de varios
stenciles y una manta de las tradicionales hecha sobre la sábana que uno de ellos
expropia a su familia. Los de historia, por su parte, editan un devedé documentando
las trapacerías del PRI y lo reparten. La tarde y la noche anteriores, y la mañana del
11, los tuits y retuits se multiplican y la red de followers se extiende. Cuando llega el
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candidato a la Ibero, además de sus fans con copetes de goma, lo esperan la manta, los lyers, las máscaras de Salinas, gente con las manos pintadas de rojo, decenas
de carteles con mensajes injuriosos y unas chavas con playeras pintadas que debajo
solo traen el brassiere para que la seguridad no se las pueda quitar. Además, los inconformes han preparado preguntas comprometedoras y algunas de ellas salen en el
sorteo. Peña Nieto primero se balconea, luego se paniquea y al inal se esconde en el
baño. Cientos de celulares registran y suben las imágenes, que los ausentes captan en
el streeming y otros reciben por skype. El livestream, los innumerables memes y hasta
un quizz en el que participa un medio digital del norte, hacen del hashtag #EPNlaiberoNoTeQuiere un duradero trendingtopic. Saturadas, algunas compus crashean… En
los días siguientes los videos delatores se suben al YouTube mientras que el Twitter y
el Facebook se calientan y más hashtags sobre el candidato y sus desiguros se vuelven trending topic. Y el colmo, algunas intervenciones en las asambleas de la Ibero
emplean Power point… Lo demás es historia.
La web y los recursos digitales le dieron enter al 132, pero como ha insistido la chilena Camila Vallejo, reiriéndose al movimiento estudiantil de su país, los movimientos
necesitan trascender a la red.
“Las redes sociales posibilitan la articulación del movimiento -dice Tania, del 132Sin embargo perdemos donde las plataformas no han sido desarrolladas. Necesitamos encontrarnos en la interuniversitaria para hacernos escuchar, vernos fuera de las
redes sigue siendo fundamental” (Muñoz, 2012: 240-241).
Desde mayo de 2012 la nación comenzó a hablar por boca de sus jóvenes. Y era
elocuente: “El futuro es ahora”, decía un tuit; “La vida empieza después de los comerciales”, puso en su cartel un manifestante; “Si no ardemos ahora ¿Quién iluminará esta
oscuridad?”, garabateó otro. “Es mi primera vez, y votaré por el pez”, escribió una niña,
aludiendo a López Obrador, candidato de la izquierda y proverbial Pejelagarto.
A ines de 2012, cuando la imposición se había consumado, acuñaron frases como:
“Me duele México”, “Me gustas democracia porque estás como ausente”, “México lindo
y qué herido”, y una que resulta premonitoria cuando la reforma energética que nos
asestó el debutante gobierno de Peña Nieto amenaza con entregar a las trasnacionales y otros inversionistas privados, no los ierros de Pemex pero sí la renta petrolera:
“Quien compra la presidencia, venderá el país”.
No encuentro en el discurso verbal del 132 escritos memorables como los del Sup,
por ejemplo, pero sí frases contundentes, lapidarias. Capacidad de síntesis atribuible a la disciplina del twitter. En el discurso con el que agradeció que le otorgaran el
Premio Nobel, el poeta Joseph Brodsky dijo. “Creo que para quien ha leído mucho a
Dickens, disparar contra el prójimo en nombre de una idea es más problemático que
para quién no lo ha leído”. El anónimo manifestante del 132 escribió con plumón en su
cartulina. “Quien lee poco dispara mucho”. No cabe duda: tuit mata rollo.
En un mes, los escolares de educación media y superior pasaron de ser público
desatento a ocupar el centro del escenario político. Antes de junio de 2012, los jóvenes estudiantes ya estaban ahí, agazapados en las redes sociales del mundo virtual
donde hoy conviven. Y siguen en la red que por ratos se transformó en un carnaval
contestatario lleno de humor y de ira: “Sesenta años durmiendo, doce años soñando.
Yo ya desperté ¿Y tú?”. Pero también están en las calles: “No vine por mi torta, vine por
Armando Bartra
mis huevos”. “El poder está en nuestras manos -han dicho- no perdamos la oportunidad de hacer y cambiar la historia de nuestro país”.
Al principio el movimiento se orientó contra los medios electrónicos y en particular las televisoras que los descaliicaban y eran los gestores de la imposición presidencial. Pero en pocos días amplió su perspectiva y para el 28 de junio ya se deinía
como “anti-neoliberal” . “Nuestros pasos tienen memoria”, proclamaba un cartel, y el
maniiesto leído el 26 de julio en el cerco a Televisa es, entre otras cosas, un puntilloso
memorial de los agravios sufridos por las dos últimas generaciones de mexicanos:
Cuando llegamos estaba el mundo y éramos ya un pueblo con hambre y siglos de opresión. Éramos
cúmulo de descontento, éramos fraudes electorales sin revolución, éramos Chiapas y 500 años sin
nombre levantados en armas, éramos Aguas Blancas y el pueblo en la tierra asesinado, éramos crisis
y deudas ajenas, manos sin trabajo, éramos huelga, barricadas aplastadas, Atenco y Oaxaca, mujeres
violadas y asesinadas, víctimas de represión. Éramos trabajo de esclavos, familias migrantes, infancia
calcinada, cuerpos en puentes colgados, víctimas del terrorismo de Estado, moneda de cambio en una
campaña, asesinato como libre mercado […] Dijimos que #YoSoy132 es ponerse de pie ante la afrenta
y negarse a bajar la cabeza. Es no aceptar la representación que nos imponen como realidad5.
Si “el sistema” es todo lo que nos jode, las movilizaciones juveniles de 2012 fueron
antisistémicas y lo dejaron claro en el ya citado discurso del cerco a Televisa, que ija
seis puntos programáticos: “Democratización de los medios de comunicación”, “Cambio del modelo educativo, cientíico y tecnológico”, “Cambio del modelo económico
neoliberal”, “Cambio en el modelo de seguridad nacional”, “Vinculación con los movimientos sociales” y “Cumplimiento del derecho a la salud”.
Pero sobre todo tienen una espontaneidad y una frescura infrecuentes. A fuerza
de foto shop y plotter, la marcha del 10 de junio de 2012 fue una iesta de la imaginación en la que cada manifestante llevaba su propio mensaje. Batucada, aquelarre,
carnaval contestatario en el que no faltaron consignas tan políticamente incorrectas
como el “¡Peña puto!, ¡Peña puto!” que coreaban alborozadas un puñado de niñas “bonitas pero no pendejas”, como dice su cartel, que hace no demasiados años debían
gritar “¡moco, pito y caca!”, con idéntico ánimo transgresor.
Una somera revisión de las grandes eclosiones populares empezando por la Revolución Francesa y la Comuna de París y pasando por los carnavales contestatarios
de 1968, permite constatar que más allá de sus resultados tangibles las grandes emergencias sociales son eventos culturales a veces míticamente fundacionales, que metamorfosean a quienes las viven y a la postre transforman también los imaginarios
colectivos de los pueblos que las reciben como herencia. Todos los enrolados participan de la experiencia extática pero algunos se animan a comunicarla y a darle el peso
político que tiene.
La Gran Revolución de 1789, puso patas arriba el imaginario de occidente; la Comuna de París de 1871, redeinió el talante del socialismo; la revolución rusa de 1914
inauguró el mundo bipolar del siglo XX; el 68 francés dio banderazo de salida al protagonismo de los movimientos sociales. Y si estas emergencias populares ocurridas
en lapsos de alrededor de medio siglo, no fueron simples eslabones de una cadena
causal preestablecida sino verdaderos acontecimientos, es decir disruptivos y fundacionales, hay que verlas también como trances iniciáticos, como vivencias inauditas
5
Ver “Discurso leído durante la toma pacíica de las instalaciones de la empresa Televisa” (Muñoz, 2012 : 321).
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de cuyo vértigo dan fe sus protagonistas más abismados.
Ese día todo era posible… El futuro fue presente, es decir, ya no hay tiempo sino un relámpago de
eternidad. Jules Michelet, Francia, 1789 (en Leví-Strauss, 1970: 189).
Era una iesta sin principio ni in… Parecía que el universo entero estuviera al revés; lo increíble se había
convertido en habitual, lo imposible en posible. Mijaíl Bakunin, Francia, 1871 (en Reszler, 1974: 40).
Y luego la palabra… Conferencias debates, discursos… en teatros, circos, escuelas, clubes, salas de reuniones de los soviets, locales sindicales, cuarteles… Los 40 mil obreros de la fábrica Putilov saliendo en
torrentes para escuchar a socialdemócratas, socialistas revolucionarios, anarquistas… Durante meses,
en Petrogrado y en toda Rusia, cada esquina era una tribuna pública. John Reed, Rusia, 1917 (1974: 41).
En el momento de la explosión, un lunes cualquiera, todos nos echamos a la calle por primera vez…
Había mucha gente… Las primeras piedras… He vivido momentos de libertad que me parece muy
difícil que vuelva a tener en mi vida. Julián G., Francia, 1968 (Durandeaux, 1970: 24).
Idéntica vivencia encontramos en los debutantes chavos del 132. Habla Mariana:
Cuando entran los contingentes al Zócalo, todos guardan silencio. Volteas a ver y muchos están llorando. Es un silencio tan solemne… Pero luego se escucha el grito ¡YoSoy132!... Conmueve mucho…
Hay un compa que dice que este movimiento es lúdico y terapéutico; que sabemos que hay cosas
inevitables pero cuando estamos juntos es mucho menos peor. Una de las grandes aportaciones del
movimiento fue sacarnos de la soledad… y darnos algo que se nos había negado a los jóvenes: tener
comunidad (Muñoz, 2012: 95).
Y digo yo: el que al irrumpir en el gran comal cívico del Zócalo saliendo en contestatario tropel de la caja de ecos que es Madero, no haya sentido ñáñaras y sabido que
ora sí tenía comunidad, que alce la primera ceja sociológica.
El 132 no cambió a México pero cambió a sus participantes y esto, tarde o temprano, cala en los sentimientos de la nación. Hablan tres de los entrevistados por Desinfórmemonos:
Dice Luis: “Lo que viví en el ITAM, cambió mi vida, nunca lo voy a olvidar”. Recuerda
Virginia: “A mí también me cambió la vida un montón… El día de la marcha de la suavicrema, de verdad, nunca había sentido esta cosa en la panza y en la piel, así que dije,
no mames, es un montón de gente”. Remacha Sandra: “El movimiento cambió mi vida.
No fue sólo en la Ibero. Luego el enojo se contagió a los jóvenes que estaban en el D.
F., en los diferentes estados o en otros países… Yo no creo que sólo haya cambiado
mi vida, cambió la vida del país en general”. “Esta marcha es más grande que las del 68
¿verdad?”, pregunta esperanzado un manifestante adolescente a su acompañante canoso. Claro que es más grande, y más alegre, y más creativa… Por in esta generación
se libró del ritornelo con que las anteriores fueron atosigadas por padres y abuelos.
Ya no el proverbial: “Yo a tu edad…”, sino el más insidioso: “Porque nosotros, los estudiantes del 68…”. Pase lo que pase en los años por venir este es el 68 del tercer milenio.
Los del viejo 68 ya podemos morir en paz. En una manta portada por estudiantes del
Instituto Politécnico Nacional, leo el mensaje que los chavos nos envían: “Somos nietos de los que no pudieron matar, hijos de los que no pudieron callar y alumnos de los
que no pudieron comprar”.
Armando Bartra
El 132 se apagó y para muchos de sus participantes el languidecimiento todavía duele. Así las cosas, no me animo a terminar esto con una conclusiva conclusión sociológica, sino con un alentador Continuará y dándoles la palabra a los protagonistas que
hablan mucho mejor que los académicos. Dice Melissa:
Mi temor… Yo tengo 30 años y a mi generación le han tocado los tres grandes fraudes electorales…
Nos ha tocado la crisis política, la crisis económica, la devaluación; nos tocó todo, los 70 mil muertos, la
invasión del narcotráico. El otro día mi padre hablaba de la marcha que hubo después del 88, y de que
querían la revolución, y que los paró Cárdenas. Y yo le dije, bueno y porque no hiciste nada… Me daría
miedo decirles a mis hijos dentro de 30 años que viví algo así, y que nos cansamos, nos gastamos. Y que
ellos sufran un México todavía peor que el que a mi generación le ha tocado vivir (Muñoz, 2012: 167).
Dice Max:
La generación del 132 se planteaba como una generación perdida, hija del neoliberalismo, apática,
individualista. Demostramos que no era así. Pero podríamos entrar en lo que los zapatistas llaman la
larga noche; podríamos entrar en el espíritu de decepción, de desánimo, de desmotivación que nos
estanque (Muñoz, 2012: 169).
El debe y el haber de los movimientos juveniles
Seamos realistas, pidamos lo imposible, reza la consigna del mayo francés de 1968,
pero su complemento no menos válido es Seamos utópicos, hagamos lo que se pueda. Dicho de otro modo: no olvidemos nuestros sueños pero empujemos aquí y ahora
los cambios necesarios para mejorar nuestra penosa situación.
La experiencia utópica y la subversión carnavalesca de las que me he ocupado, no
niegan ni suplen otra dimensión igualmente importante del altermundismo: la que
conforman la estrategia política contestataria y la ingeniería social reformista. Prácticas instrumentales que se mueven en la esfera del posibilismo y demandan irmeza
en los principios pero también eicacia y eiciencia. Ahora bien, desde la insoslayable perspectiva de la llamada realpolitik, el saldo del excéntrico activismo con el que
arranca el tercer milenio parece bastante modesto.
El asunto tiene historia. Recordemos que después del mayo francés de 1968, en
las elecciones de julio a la Asamblea Nacional, los partidarios del gobernante, general
De Gaulle, con una mayoría absoluta de 7 millones de votos, derrotaron ampliamente
a la izquierda electoral formada por el Partido Comunista Francés y la Federación de
Izquierda Democrática y Socialista, que obtuvieron menos de 3 millones cada uno. Y
así sucede en el cabalístico año de 2011: en la España de los indignados el derechista
Partido Popular de Mariano Rajoy gana abrumadoramente la presidencia y la mayoría legislativa; en Egipto los jóvenes manifestantes de la Plaza Tahrir -en su mayoría
libertarios y laicos- que en enero defenestran a Hosni Mubarak, y los partidos seculares que bien que mal los representan, son barridos en las elecciones legislativas de
noviembre por agrupaciones integristas como los Hermanos Musulmanes y la Alianza
Islámica, que juntos obtienen casi el 70% de los votos; en Estados Unidos el activismo
de los Ocupa Wall Street no hace mella en el imparable avance de la derecha Republicana y su Tea Party; en México la pasmosa emergencia del YoSoy132 no fue suiciente
para impedir que su bestia negra, Peña Nieto, llegara a la presidencia.
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En lo que toca a nuestro país es claro que desde 2013 el 132 oscila entre el desiguro y la reconiguración. Y es que, guardadas las proporciones, el primero de diciembre de 2012 fue el 2 de octubre del nuevo movimiento estudiantil. Por las granadas
lacrimógenas y las balas de goma que la policía federal disparaba al cuerpo de los
manifestantes un joven perdió un ojo, un teatrero terminó en coma y un año después
falleció, y muchos más fueron heridos. Mientras tanto, la policía de la ciudad detenía
injustiicadamente a 100 personas de las que 14 fueron enjuiciadas. La agresión de la
autoridad defeña ha sido cuando menos investigada y cuando escribo esto, en mayo
de 2014, se está en proceso de resarcir el daño. En cambio a la brutalidad de la fuerza
federal no se le ha dado ningún seguimiento y siguen impunes sus responsables dentro de la administración de Peña Nieto, que ese mismo día tomaba las riendas del país.
El cerco de San Lázaro el día de la toma de posesión del nuevo gobierno, causó
polémica y divisiones desde su planeación. Una corriente del movimiento contra la
imposición proponía movilizarse en torno al palacio legislativo pero evitando los choques, mientras que otros insistían en la necesidad de “acciones contundentes”. A mi
juicio la idea misma de desplazarse frente a las barricadas era discutible por riesgosa.
Algunos, quizá los del Frente Popular Revolucionario, provenientes de Oaxaca y participantes en el movimiento de la Alianza Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), en
2006, debieron recordar que la movilización con que la insurgencia oaxaqueña trató
de cercar el centro de la ciudad ocupado por la policía federal, terminó en una sangrienta confrontación que no se proponían ni deseaban. Y es que salir al encuentro
de las posiciones fortiicadas de la fuerza pública, cuando es cantado que el gobierno
que la maneja está buscando el choque que justiique la satanización del movimiento
por presuntamente violento, es siempre una decisión impertinente o cuando menos
arriesgada.
Y los meses que siguieron al primero de diciembre de 2012 fueron aún más traumáticos que el propio día de la represión inaugural del régimen. La emblemática
acampada del Monumento a la Revolución se desmanteló y muchos de los participantes originales en el 132 se desmovilizaron regresando a sus rutinas académicas.
Aunque quizá no a sus viejos hábitos mentales, pues marchar por las calles en compañía de decenas de miles deja huellas imborrables. El resto se ha ido desgajando en
diferentes tendencias. Creo reconocer entre ellas a una corriente narodniki, que se
autodenomina “clasista” y busca conectar con las luchas de diferentes sectores populares, en el D. F.; esta postura está representada sobre todo en el llamado Frente Oriente. Otros, que ya estaban cerca del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) o
que se vincularon posteriormente con esta organización, no sólo están rejuveneciendo a un obradorismo donde predominaba la tercera edad, también están llevando
al futuro partido de las izquierdas un pertinente aire contestatario y movimientista.
Otros más radicalizan el discurso, se ponen el pasamontañas y emprenden acciones
de confrontación, por lo general con poca pertinencia y ningún consenso. De ellos se
dice que son “provocadores” e “iniltrados”. Yo en cambio, sin compartir sus dichos ni
sus hechos, pienso que más allá de los colados que cobran en Gobernación, lo que llaman “la ultra” es el producto natural de un movimiento que no alcanzó sus ines: Peña
Nieto es presidente, Televisa sigue siendo el “gran hermano” y con el regreso del PRI al
poder la imposición se extiende a todos los ámbitos. Pero que además fue reprimido
Armando Bartra
y calumniado. ¿Qué esperaban de los jóvenes? ¿Qué se fueran a sus casas a chatear y
lamerse las heridas?
Por si no fuera suiciente la “guerra contra el narco”, en la primera mitad de 2013
la violencia social creció exponencialmente en México a resultas de las formas de autodefensa armada con que las comunidades rurales se deienden de la delincuencia
organizada, incluyendo en ésta delincuencia a la de la propia fuerza pública. Y también entre los estudiantes se van extendiendo las medidas drásticas y, en ocasiones,
las acciones violentas. La Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) vivió
una huelga de más de cien días; en el mes de octubre varias escuelas del Instituto
Politécnico Nacional se fueron al paro; en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH)
de Naucalpan un grupo de estudiantes incendió la dirección, posteriormente otros
jóvenes tomaron la dirección general de los CCH, en Ciudad Universitaria y dos meses
después un pequeño grupo ocupó la base de la rectoría de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM); más recientemente un puñado de estudiantes tomó
las instalaciones de la Preparatoria 6, de la UNAM, y días después un grupo ocupó las
oicinas de la rectoría de la Universidad Autónoma Metropolitana- Iztapalapa; el 10 de
junio pasado, en el 42 aniversario del halconazo, jóvenes encapuchados se enfrentaron a la fuerza pública en el Zócalo…
Interrogado sobre la presunta violencia de una parte del movimiento juvenil un
miembro del Frente Oriente declaró recientemente:
La violencia viene del Estado. Es violencia que haya medio millón de jóvenes analfabetos; que 8 millones de jóvenes no tengan acceso a la educación… El sistema no nos da respuestas ni alternativas;
nos han cerrado todas las puertas: la electoral, la del trabajo, la de la educación… eso es violencia (en
Rodríguez, 2013).
Al llamar la atención sobre el aporte de los nuevos y novísimos movimientos juveniles
no busco disminuir las virtudes de otros activismos sociales como los que protagonizan los sindicatos obreros, las uniones campesinas, los ciudadanos políticamente
encuadrados o los cada vez más visibles pueblos originarios.
Los movimientos con estructura gremial o político partidista aprendieron de antiguo a deinir con claridad sus plataformas programáticas, a planear, a coaligarse, a
negociar; aprendieron a ser en la medida de lo posible eicientes y hasta eicaces. Por
otra parte, quizá a causa de sus raíces ancestrales, los movimientos indígenas -aunque
a veces estallan- son por lo general sordos profundos, perseverantes, han aprendido
a encuevarse y durar. En cambio, sin duda por la condición transitoria de sus protagonistas individuales, a los movimientos juveniles les falta el pragmatismo aprendido
que tienen los institucionales y la telúrica persistencia de que gozan los étnicos pero,
en compensación, su rechazo a las esclerosadas rutinas políticas, su carácter creativo,
su imaginación desbordada, su polimórica perversión, su desconcertante imprevisibilidad les permiten desquiciar ordenes prácticos y simbólicos que parecían eternos.
Los movimientos partidistas o gremiales trabajan en el ámbito de lo coyunturalmente
factible y los pueblos indios reivindican lo históricamente necesario, mientras que en
sus momentos de inspiración los movimientos juveniles son un salto a lo imposible a
través de lo grotesco.
El malestar de los jóvenes es global. El primero de junio de 2013 los chavos y otros
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inconformes estallaron en Turquía, país árabe donde sin embargo hay elecciones y cuyas estructuras la actual administración ha modernizado, cuando menos en lo aparente. Pero sin duda en Turquía hay mar de fondo, pues un desarrollo urbano inconsulto
desató la furia popular, encabezada por los jóvenes clasemedieros que ocuparon la
plaza Taksim y el parque Gezi, en Estambul, y la plaza Kugulu, en Ankara, exigiendo la
renuncia del mandatario Recip Tayyip Erdogan.
Más recientemente, el 6 de junio de 2013, decenas de miles de brasileños, en su
mayoría jóvenes clasemedieros con educación superior, salieron a las calles a protestar por el alza del transporte público, en un movimiento sin dirigencia clara y convocado mediante las redes sociales, que pronto incorporó otras reivindicaciones sobre
todo referentes a los servicios públicos. Rebelión popular de la que ya dimos cuenta
más arriba.
En noviembre de ese mismo año fueron las grandes protestas mayormente juveniles esceniicadas en la Plaza Maidán de Kiev, Ucrania, las que provocaron la caída del
autoritario, represivo y proruso, presidente Víctor Yanukovich. Participación popular
que no impidió que lo sucediera un gobierno proccidental y neofascista.
Todo parece indicar que además de los agravios y carencias físicas hay en el mundo de los jóvenes un malestar cultural, una inconformidad metafísica como la que en
el 68 del pasado siglo globalizó la lucha estudiantil. Una palanca contestataria que a
los chatos cultores del posibilismo de plano se les escapa. Y es que los que se movilizan no son los de hasta abajo, sus motivos son diversos y a veces confusos y no los
encabezan ni partidos ni direcciones gremiales. Pero todo hace pensar que los novísimos movimientos juveniles llegaron para quedarse y que con ellos -también con
ellos- habrá que construir la historia del tercer milenio.
Vivimos un inextricable entrevero de estructuras, aparatos, inercias, intereses y rutinas, esto por el lado de la necesidad; y de procesos, movimientos, creatividad, deseo
e imaginación, esto por el lado de la libertad. Nos movemos en una dialéctica política
que va del estable centro a los luidos márgenes. Un activismo de múltiples rostros
donde subestimar lo excéntrico revolucionario porque supuestamente lo limita su
condición voluntarista y efímera, achata la política; pero subestimar del centro conservador por su condición pragmática y gradualista, la banaliza. El precio de separar
sueño y vigilia, posibilismo y experiencia utópica, es la inmovilidad, es el aquietamiento en uno u otro de los extremos. Tan necesaria es la negatividad de la llama, inaprensible pero quemante, como la contundencia sólida y airmativa de la piedra.
Como el arte, la política demanda una pizca de inspiración y mucho de transpiración. En ausencia de movimientos visionarios -generalmente minoritarios- que actualicen la utopía, el conservadurismo inmovilizaría a la sociedad; pero sin las morosas y
por lo general prudentes mudanzas de los más, los estallidos fugaces no le harían ni
cosquillas al status quo. Al principio los carnavales contestatarios asustan a los tímidos
y a veces provocan corrimientos mayoritarios a la derecha pero, tarde o temprano,
las experiencias altermundistas calan en el conjunto social. Y ésta debiera ser su principal apuesta. Así ocurrió con los aquelarres sesentaiocheros del pasado siglo, que
en muchos países fueron estallidos socialmente circunscritos y sólo con el tiempo se
volvieron parte entrañable del imaginario colectivo.
Armando Bartra
Posdata: un joven en vilo
Hijo de una disfuncional familia provinciana de origen campesino y reciente adscripción a la clase media, que en su ascenso social se había vuelto claustrofóbica y conservadora, Arturo es un niño solitario y sin amigos al que sus compañeros llaman “el
cochino santurrón”. De él un profesor recuerda “sus uñas siempre limpias, cuadernos
sin borrones, tareas asombrosamente correctas y buenas caliicaciones; en resumen
uno de esos pequeños monstruos ejemplares que encarnan la igura del nerd” (citado
en Gascar, 1971: 27).
Un día, a los 16 años, Arturo se rebela contra la familia, la escuela, la provincia…
y convocado por un amigo mayor algo gay que escribe poemas, se marcha a la capital. En la gran ciudad el reprimido se destrampa: cultiva una larga melena, viste ropa
estrafalaria, fuma pipa con la cazuela hacia abajo y un día sí y otro también se pone
hasta atrás con su amigo Pablo.
Al año siguiente se desencadena ahí un movimiento popular tan confuso como
radical, una revolución sin vanguardia ni estructura pero vehemente y apasionada,
una “iesta de la imaginación” que sacude profundamente al joven provinciano.
Se imagina sin esfuerzo el milagro que representa esta insurrección, esta explosión de fraternidad para un joven sometido a la opresión materna, religiosa, escolar
-escribe Pierre Gascar-. Vivir joven una revolución, un gran alzamiento popular, es algo
que modiica para siempre nuestra sensibilidad, nuestra conciencia, nos une a la familia humana por lazos de los que no podremos nunca deshacernos, incluso en la
soledad y a veces hasta en la negación (Gascar, 1971: 91).
El joven es Rimbaud, el alzamiento es la Comuna de París de 1871 y el resultado de
la conjunción será una obra literaria desgarrada pero esplendente de la que forman
parte poemas y prosas poéticas como Iluminaciones y Una temporada en el inierno.
Años después André Bretón ubicará el aporte de Rimbaud junto al del otro gran crítico de la modernidad:
Transformar el mundo, dijo Marx.
Cambiar la vida, dijo Rimbaud.
Estas consignas son para nosotros una sola (en Gascar, 1971: 7).
Hace un siglo y medio, en septiembre de 1870, poco antes destripar del colegio, dejar
a su madre e irse a París con el grueso de Paul Verlaine, el casi niño Arthur Rimbaud
escribía:
Con diecisiete años no puedes ser formal.
-¡Una tarde, te asqueas de jarra y limonada,
de los cafés ruidosos con lustros deslumbrantes!
-Y te vas por los tilos verdes de la alameda (Rimbaud, 2003: 141).
Y en carta a un amigo confesaba su íntimo desgarramiento: “Estas locas cóleras me
llevan hacia la batalla de París, donde tantos trabajadores mueren mientras yo estoy
escribiendo” (en Gascar, 1971: 44). Años después recordaría:
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¿No transité una vez una juventud amable, heroica, fabulosa? […]
¿Cuándo iremos, más allá de la playas y los montes, a saludar el nacimiento del trabajo nuevo, de la
sagacidad nueva, la huida de los tiranos y los demonios, el in de la superstición, a adorar -¡los primeros!- la Navidad sobre la tierra?
¡El canto de los cielos, la marcha de los pueblos! Esclavos, no maldigamos la vida (Rimbaud: 2003: 43).
Pero más allá de sus poemas dedicados expresamente a la Comuna, como Canto de
guerra parisiense, quiero terminar este breviario con fragmentos de un texto que contiene una poderosa imagen carnavalesca de la revolución. Empleando una prosa tan
heterodoxa como la de los comunicados en red de sus pares del tercer milenio, el poeta adolescente abomina de los desiles militares, al tiempo que celebra los carnavales:
las marchas grotescas y contestatarias que se esceniicaban en París en los años del
siglo XIX bien llamados “primavera de los pueblos”. La confrontación entre el ominoso
cartesianismo de la soldadesca marchante y la desquiciante grotescidad de las carnestolendas tradicionales o políticas, dramatiza de manera insuperable la colisión de
mundos en que hoy nos jugamos la vida.
Solidísimos bribones […] ¡Ojos alelados a la manera de la noche de estío, rojos y negros, tricolores, de
acero punteado por estrellas de oro; semblantes deformes, plomizos, lívidos, incendiados; alocadas
ronqueras! ¡El paso cruel de los oropeles! […] Los envían a pavonearse en la ciudad, ridículamente
ataviados de un lujo repugnante […].
Sin comparación con nuestros Faquires y demás bufonadas escénicas. En trajes improvisados con el sabor del mal sueño representan endechas, tragedias de malandrines y de semidioses espirituales como
nunca lo han sido la historia y las religiones. Chinos, hotentotes, zíngaros, necios, hienas, Molocs, viejas
demencias, demonios siniestros, mezclan giros populares, maternales, con las posturas y las ternuras
bestiales […] Maestros juglares, transforman el lugar y las personas y emplean la comedia magnética.
Llamean los ojos, la sangre canta, los huesos se ensanchan, las lágrimas y unos hilillos rojos chorrean.
Su burla o su terror duran un minuto, o meses enteros.
Sólo yo tengo la clave de este desile salvaje (Rimbaud, 2003: 56).
San Andrés Totoltepec, junio, 2013.
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181
Derivas urbanas latinoamericanas:
anestesia y control social
(aproximaciones teóricas)
DANIEL INCLÁN
Doctor en estudios latinoamericanos. Académico
del Instituto de Investigaciones Económicas UNAM.
Investigador del Observatorio Latinoamericano de
Geopolítica, proyecto PAPIIT IN301012 “Territorialidad,
modos de vida y bifurcación sistémica”.
Resumen
En este artículo se aborda la compleja
relación entre estética, capitalismo y la
producción del espacio en las ciudades
latinoamericanas. Tomando como referencia las ideas de Max Weber sobre la
ética protestante se avanza sobre el planteamiento de una estética del espíritu del
capitalismo, articulada a la producción y
consumo de mercancías y expresada en
la constitución de las ciudades actuales.
Abstract
This article addresses the complex relationship between aesthetic, capitalism
and production of space in Latin American cities. Using as a reference the ideas
of Max Weber on the protestant ethic, the
author moves towards a proposal of an
aesthetic of the spirit of capitalism linked
to the production and consumption of
goods and expressed in the constitution
of the current cities.
Palabras clave
Estética, cotidianidad, capitalismo, modernidad, mercancías, producción,
consumo, espacio urbano.
Keywords
Aesthetic, everyday life, capitalism, modernity, goods, production, conmsuption,
urban space.
184 Derivas urbanas latinoamericanas: anestesia y control social
O es que ese era el lenguaje del poder, así se hablaba
desde arriba para amedrentar a los de abajo, que era un
lodazal membranoso al que todavía había que ensuciar
con palabrerío zanguango y luego con balas y muerte.
Un enorme escupitajo, al in.
Daniel Sada, El lenguaje del juego.
La clásica observación de Max Weber (2004) sobre la ética protestante, fundada en la
ascética mundanidad del tiempo cotidiano, permite pensar la existencia de una estética del espíritu del capitalismo, igualmente fundada en su cotidianidad. La ética y la
estética en el espíritu del capitalismo comparten una racionalidad como fundamento
de ambos procesos. Así como la ética capitalista no es sólo una forma de bien actuar,
la estética no sería la expresión de su forma deseable o bella; sino, ambas, resultado
de creer y practicar una racionalidad que se impone por sobre otras para organizar los
espacios y tiempos de la vida cotidiana de manera adecuada. En este sentido se puede suponer que si la ética capitalista deriva del trabajo, la estética está determinada en
el consumo. La esfera de la producción hace a la ética lo mismo que la de la circulación
y consumo a la estética1.
Ambas dimensiones se complementan para lograr un comportamiento adecuado, acorde con las necesidades de la economía capitalista. Ética y estética funcionan
como mecanismos de disciplinamiento social. Referir a una estética capitalista no implica, ni por mucho, hablar de las múltiples formas que la estética puede tener en el
capitalismo, lo mismo que sucede con la ética. La forma concreta en que se expresa,
como parte del espíritu del capitalismo, depende de las transformaciones históricas
de este sistema social. Lo que acá interesa es relexionar sobre la forma en la que la
sensibilidad, como parte de la construcción del sentido de la vida cotidiana, se acopla
a las necesidades de acumulación de capital en un emplazamiento particular: las ciudades latinoamericanas del siglo XXI en el nuevo contexto autoritario.
Estética de las mercancías o el espectáculo de la vida cotidiana
La estética del capitalismo no sólo se expresa en la forma de los objetos que se intercambian (incluidos los sujetos transformados en mercancía fuerza de trabajo). El espíritu del capital contiene una dimensión formal que se actualiza en la organización
de los actos de la vida cotidiana (de ahí su mundanidad). El proceso civilizatorio de la
modernidad capitalista, además del disciplinamiento y normalización de las prácticas, requiere formas sensibles que expresen la manera legítima de ser modernos, el
compromiso con la racionalidad del capital. Se constriñe el percibir (producir percepciones y recibir percepciones) por medio de una racionalidad que lo organiza, que se
expresa no sólo en el mundo de los objetos o el de las formas de comportamiento
social, sino en los cuerpos de los sujetos sociales, masiicados bajo el cobijo de las
identidades nacionales.
Esta dimensión sensible del espíritu de capitalismo es lo que Bolívar Echeverría
1 Aunque vale recordar la dialéctica que ambos procesos guardan, ya que hay un consumo productivo y una
producción consumidora.
Daniel Inclán
185
llama la blanquitud de la modernidad, la forma estética de la ética protestante; que
no es un simple dato formal: el color blanco; sino una articulación y composición que
está detrás de las formas, independientemente de su color. Si bien la blancura asecha
por debajo de la blanquitud, ésta no requiere necesariamente de la otra para actualizarse (Echeverría 2011)2.
“El proceso civilizatorio de la modernidad capitalista, además
del disciplinamiento y normalización de las prácticas, requiere
formas sensibles que expresen la manera legítima de ser modernos, el compromiso con la racionalidad del capital”
Además de las formas sensibles fundadas en la blanquitud, la estética capitalista
puede identiicarse en dos dimensiones que son complementarias: el mundo de las
mercancías y el espacio, el urbano por excelencia3. Las mercancías construyen una
constelación de signiicaciones paralela a la circulación y distribución de su objetualidad, que se adelantan, preigurativamente, a la percepción de la realidad que hace el
consumidor. De tal forma que las mercancías también son medios de comportamientos, de uso adecuado y pleno de las cualidades que en sí contiene, que implícitamente
son un estilo de vida, una forma de estar en el mundo.
Marx había preigurado esta singularidad del mundo de las mercancías, siempre
ligada a la producción, al decir que ésta da al consumo: 1) su material, su objeto; 2)
su carácter (“el objeto no es un objeto general sino un objeto determinado, que debe
ser consumido de una manera determinada, que a su vez debe ser mediada por la
producción misma”); y 3) “provee un material a la necesidad [de consumo] y una necesidad al material” (1990: 42). En cierto sentido la producción crea al consumidor. Aunque la modernidad tardía se preigura una inversión, se consumen experiencias que
demandan objetos, invirtiendo la relación clásica, diríamos burguesa, de la posesión
de las mercancías como garantes de una posición social; en su lugar se poseen experiencias reiicadas en objetos intercambiables, como la experiencia del consumo de
productos orgánicos, o el vegetarianismo, o el comercio justo, etcétera (Žižek 2003).
A pesar de esta mudanza, el mundo de los objetos sigue imponiendo, delimitando
y produciendo sensibilidades. Este universo de las mercancías es la expresión de lo
que Guy Debord llamó la sociedad del espectáculo, que durante la segunda mitad del
siglo xx funcionó como el terreno de la contrarrevolución, a través del cual se universalizó una forma singular de consumir: la estadounidense y su american way of life. La
2 Para este ilósofo la blanquitud fundamenta un racismo distinto al del color de la piel; por el contrario, construye una política de segregación y exclusión sobre la base de la adecuada reproducción del ethos capitalista, del
cumplimiento de la demanda de un comportarse aséptico, necesario para la reproducción del sistema capitalista.
Esta idea es cerca, y complementaria, a la del mestizaje colonial andino que elabora Silvia Rivera Cusicanqui (2010),
que analiza las relaciones identitarias en Bolivia como resultado de la segregación y de la reproducción de un
colonialismo interno que rebasa los límites formales del color de la piel.
3 Lo urbano se entiende aquí no como un resultado, sino como un proceso de producción de espacialidad, cuya
realidad concreta más acabada es la ciudad pero no se reduce a ella, ya que no se limita al conjunto organizado
de las formas del espacio habitable, sino al proceso de articulación de actividades prácticas y de las signiicaciones
que tienen en la reproducción material de una espacialidad. De tal forma, que puede reconocerse una dimensión
urbana en espacios rurales, que se organizan por esquemas de comportamiento que no son propios de su espacialidad (p.e. el consumo de ciertas mercancías, la organización de actividades en el espacio privado, etc.).
186 Derivas urbanas latinoamericanas: anestesia y control social
espectacularización del consumo no es un adorno del sistema capitalista avanzado,
sino un complemento necesario para su reproductibilidad; no es un mundo de imágenes, sino un mundo mediado por ellas, no es que se viva en la apariencia, sino que
ésta sirve para ocultar la negación de la vida histórica que hay detrás de la circulación
de mercancías (Debord, 2002).
“La ciudad para habitarse requiere de mapas, y no
sólo cartográicos, sino también cognitivos, mapas
que organizan la percepción de la múltiple información que se emite y recibe en ella”
Esta relación mediada por las mercancías convertidas en imágenes sólo es posible si
la enajenación se despliega como articulación de las relaciones del sujeto con los objetos del mundo de la vida. La imagen del mundo y la mercancía se radicalizan con el
desarrollo de la técnica mediática y de la mediación por la técnica, la sobreproducción
de contenidos visuales tiene detrás un desarrollo tecnológico acelerado, que intenta,
a veces con mucho éxito, invadir con imágenes todos los espacios de la vida. Transformando la percepción al sobre-estetizar la existencia y modiicar la experiencia estética, convirtiendo en regla su excepcionalidad y anulando así su potencial político.
La sobre-estetización de las mercancías pretende obliterar una violencia fundante
contenida en el mundo de las cosas dentro del capitalismo: la violencia que intenta
convertir en mercancías todo aquello que se pueda y que subsume la diversidad de
formas técnicas al modo de producción capitalista (Echeverría 2006). El privilegio de
la mirada y la proliferación de lo atractivo producen un efecto anestésico de la percepción, ante la proliferación de la estética de la violencia y la miseria que se extiende
aceleradamente a lo largo del planeta. Junto a las mercancías de diseño se extiende
cuerpos lacerados y moribundos, resultado de la misma racionalidad social que demanda un mundo de objetos bellos.
Estética del espacio urbano o el laberinto de las percepciones
Como la enajenación nunca es completa, hay otras mediaciones de la sensibilidad en
el capitalismo por las que se deine la percepción del mundo. Tal vez la más importante es la producción del espacio urbano, como síntesis de múltiples determinaciones
de la vida social, en las que la percepción se organiza como garantía de la validación y
legitimación implícitas del telos productivista. La ciudad es por excelencia el espacio
de la urbanización y de los sueños progresistas de la modernidad capitalista, al tiempo que es el escenario de disputa por los sentidos (como in y como sensibilidad) de
las historias singulares. La ciudad es la expresión de las aporías de la modernidad y sus
políticas estetizantes, desde el siglo xix es un campo de batalla de la guerra de clases
en sus múltiples dimensiones.
Este conlicto por la ocupación del espacio urbano no es, ni por mucho, equitativo
ni en igualdad de condiciones. En principio porque la forma de la ciudad está dada a
partir de una racionalidad que excede a los usos de quienes la habitan, y que está al
servicio de la reproducción de las estructuras necesarias de la acumulación de capital.
Primero como espacio ideal, expresión acabada de un proyecto civilizatorio al que
tienen acceso pleno los ciudadanos modernos: los propietarios privados. Segundo,
Daniel Inclán
como contracara de la producción, espacio por excelencia de la circulación de las
mercancías, con la intención de ocultar, alejar o enmascarar la estética abyecta de la
producción.
La ciudad para habitarse requiere de mapas, y no sólo cartográicos, sino también
cognitivos, mapas que organizan la percepción de la múltiple información que se
emite y recibe en ella4. Estos mapas tienen que vérselas con los mapas que organizan
la vida económica: además de ordenar la circulación de las mercancías, de su durabilidad formal y objetual, ordena la división del tiempo social productivo, la división
del trabajo social (Buck-Mors, 2005). Esta cartografía de la experiencia urbana se hace
más complicada cuando los modos de acumulación de capitales se complejizan; en el
modelo de acumulación lexible, con su aparejada desterritorialización de capitales,
la composición organizada de la vida en la ciudad requiere de nuevas coniguraciones
del tiempo y el espacio (Jameson, 2002).
No obstante, la ciudad sigue siendo el espacio de los mundos soñados del capital y su correlato de masas legitimadoras, en ella se sintetiza el telos productivista y
el telos consumista, se veriica un reencantamiento del mundo por la circulación de
fetiches, una nueva versión mítica de la vida colectiva (Buck-Mors, 2001). El poder social implícito en la producción del tiempo y el espacio se comprime en el capitalismo
tardío, se compacta por la aceleración de sus usos y sus signiicados, privilegiando la
instantaneidad, expresada en imágenes (Harvey 2004). El espacio del ensueño cede
su volumen formal a la volatilidad temporal de las imágenes. De tal forma que la experiencia estética enajenada conjunta el ensueño del espacio por la mediación de las
imágenes.
En este entramado de relaciones que construyen una política de la percepción
estética (producir sentidos y recibir sentidos), es donde existen las posibilidades para
que acontezca la pérdida del sentido del mundo, una deriva sin rumbo de la existencia, pero no como decisión colectiva, sino como consecuencia de la percepción cansada por la sobreinformación y por carecer de estrategias ideológico-políticas para
procesarla y darle un lugar en una temporalidad que esté por encima del fugacidad
instantánea y unívoca de las imágenes mercantiles. El sujeto abstracto que surge de
esto es aquel
que hace de sí su propia icción coyuntural, es un sujeto que ya no se comporta respecto de sí mismo
en el modo de la pasión, de la raigambre afectiva. Un sujeto que descree de las ilusiones que lo hicieron
posible históricamente como magnitud entitativa, es también un sujeto que entiende que su viabilidad actual tiene más bien que ver con no tomarse demasiado en serio y, sobre todo, con mantener el
control (Oyarzún 2001:80).
En esta dinámica el sentido ausente puede llevar a una absoluta ausencia de sentido, sobre todo en aquellos momentos en los que la mediación de imágenes para la
4 Kevin Lynch (2000) construyó el concepto de mapa cognitivo para explicar las formas en las que se construyen
las imágenes de la ciudad por sus diseñadores y sus habitantes, que sirven como formas de organizar la habitabilidad de los espacios. Walter Benjamin decía que “No orientarse en una ciudad: esto quizás sea poco interesante
y banal. Para eso se necesita desconocimiento y nada más. Pero perderse en una ciudad –igual que uno se pierde
en un bosque– es algo que requiere ya una formación distinta. Para ello, letreros y nombres de calles, transeúntes,
tejados, quioscos, o tabernas tienen que hablarle a callejeante como ramas que crujen en el bosque bajo sus pies,
como el espantoso grito de un avetoro a lo lejos, como la súbita calma de un claro del bosque en cuyo centro un
lirio ha brotado” (1996: 193).
187
188 Derivas urbanas latinoamericanas: anestesia y control social
reproducción del sistema capitalista no es suiciente, como el caso de las violencias
políticas que actualmente vivimos en todo el continente.
La inversión de la bardas
Las ciudades en América Latina también son el escenario de la catástrofe, la geografía
del terror y el espacio en el que el miedo organiza las vidas cotidianas. En ellas se realiza con éxito la construcción de sujetos abyectos, aquellas “amenazas” que merecen
ser anuladas; “el otro-enemigo interno (inimicus) sirve de paradigma y motivo para
construir al otro-enemigo exterior (hostis) a ella, para instaurar a las otras comunidades como comunidades enemigas” (Echeverría 2006: 67). Los enemigos internos proyectan la construcción de un enemigo externo, del cohabitante, el vecino incómodo,
se vuelve una exterioridad radical que debe ser eliminada antes que vencida, pero
no por una razón de odio, sino por un principio instrumental. La fundamentación es
de cálculo, porque en sentido estricto el odio es un sentimiento que se tiene hacia
alguien concreto y la construcción de los enemigos eliminables es una abstracción
que intenta deinir negativamente una autenticidad y una legitimidad a partir de un
principio moral binario (bueno, malo) y un antagonismo pronominal (nosotros, ellos).
De la construcción de los sujetos abyectos tiene una doble matriz. Por un lado, es
resultado de la militarización de la vida cotidiana, que en los últimos años ha transitado de la construcción de estados de excepción en contextos de amenaza (la suspensión legal de la ley para su protección) a la legalización de la excepción (leyes antiterroristas, leyes de seguridad interna que conviven con las dinámicas jurídicas de un
estado de derecho en contextos de paz). Toda violencia funda derecho (Benjamin,
2010), y en contexto contemporáneo es una violencia militar que funda un derecho
militarizado (más allá de los contextos de guerra históricamente aceptados).
Por otro lado, los medios de comunicación se encargan de construir la imagen y
el sentido de los sujetos abyectos. En estos casos la producción y circulación de imágenes no intenta re-presentar el comportamiento inadecuado o anormal de los enemigos y el “castigo que merecen”; las imágenes de la violencia asociada a los sujetos
abyectos son parte del ejercicio mismo de la violencia (Sontag, 2005). La construcción
simbólica del enemigo es un proceso complementario a la instrumentación de las
tareas represivas y la coniguración de un nuevo tipo de legalidad.
El sujeto abyecto ya no es un representante de un proyecto político alternativo,
como lo fue en la segunda mitad del siglo XX el enemigo comunista. A diferencia del
periodo dictatorial latinoamericano, hoy el enemigo encarna en todo aquel comportamiento negativo, que cuestiones o se oponga a las imposiciones de las distintas
versiones del capitalismo (desde las más progresistas hasta las más reaccionarias). En
la construcción del enemigo ya no se le identiica como el promotor de un mundo
incompatible con los “verdaderos” destinos nacionales; ahora son presentados como
simples radicales, insensatos y fundamentalistas; por lo que pueden ser caracterizados por grupos étnicos en resistencia al despojo o por sectores urbano populares que
disputa el derecho a la ciudad.
Desde este mirador se pude entender de otra manera el amurallamiento de las
ciudades y la radicalización de la segregación del espacio. Las bardas no se construyen para que la gente no entre, sino para que los que están adentro no salgan y per-
Daniel Inclán
ciban la complejidad de una realidad que es simpliicada por la sobre-estetización,
tanto de la vida cotidiana, como por las imágenes de la violencia. La fundamentación
pública de las murallas es la de servir para protección de los externos, el asilamiento
de los otros; pero en la práctica opera a la inversa, el peligro no es la existencia de los
otros, sino reconocer el orden de falsedades que sostienen el control de las sociedades contemporáneas. Las bardas sirven para legitimar el fetiche de la seguridad y
alimentar el miedo a la diversidad.
La muralla está ahí para evitar que la gente salga, no para que nadie más entre;
este es el ícono de la ley que construye la frontera entre lo auténtico del comportamiento dentro del capitalismo, es el ícono de la ética del capital. Un ícono que preigura una percepción y un sentido, su dimensión estética no sólo está en sus formas (por
muy diversas que estas sean: altas murallas que impiden la visión; vallas de alambres
electriicados que muestran amenazantemente el interior inaccesible; o muros invisibles controlados por cámaras de seguridad y cuerpos para-policiacos), está, sobre
todo, en los sentidos que detona. La dimensión estética de las murallas funciona de
manera metafórica e hiperbólica, se asocia con realidades no enunciadas y con sentimiento exagerados: la amenaza y el miedo, respectivamente.
El peligro real es salir del mundo amurallado y reconocer la verdadera violencia
que articula las prácticas cotidianas: la del capitalismo salvaje intentando superar la
crisis civilizatoria. Afuera de las vallas existe un sinfín de violencias desnudas, algunas
muy parecidas a las violencias que ocurren al interior de las bardas, sólo que desprovistas de mediaciones estetizantes (como la violencia de género); pero su fundamento no es una naturaleza salvaje, sino la violencia excluyente del capital. Las actuales
murallas latinoamericanas sintetizan las tensiones por alimentar y conservar la ética
del capital, al tiempo que operan como formas sensibles que intentan dar sentido al
capitalismo en una época de decadencia.
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EXPERIENCIAS
LATINOAMERICANAS
LA LEGITIMIDAD SOCIAL DE LAS FORMAS DE LUCHA.
UNA APROXIMACIÓN A PARTIR DE LA INVESTIGACIÓN POR
ENCUESTA
AS LUTAS DA CLASSE TRABALHADORA NO BRASIL DOS
“MEGA-EVENTOS”
EL CICLO DE PROTESTAS SOCIALES EN COLOMBIA Y LA
MOVILIZACIÓN AGRARIA
LA PROMOCIÓN DEL MODELO MINERO EN CONTEXTOS
SUBNACIONALES. UN RECORRIDO ANALÍTICO POR LAS
PROVINCIAS DE LA RIOJA Y SAN JUAN, ARGENTINA
La legitimidad social de las formas de
lucha. Una aproximación a partir de
la investigación por encuesta
JULIÁN REBÓN
Investigador IIGG-UBA y CONICET.
Resumen
La lucha social representa un elemento
signiicativo de la historia de la Argentina
reciente. El presente trabajo indaga con
base en la investigación por encuesta las
formas dominantes de la lucha social a
partir de su práctica y representación en
la población. El análisis de los datos establece que a pesar de las innovaciones en
la práctica de la protesta en las últimas
décadas, la forma clásica de la protesta
social, la movilización, y la de la protesta
laboral, la huelga, son los esquemas que
revisten mayor nivel de participación.
Con relación a la legitimidad de las formas de lucha, esta guarda correspondencia con sus niveles de institucionalización. Sin embargo, formas disruptivas y
extra-institucionales pueden constituirse
en exitosas en términos de valoración social a partir de la moralización de su uso
en particular con base en valores con
amplio anclaje en la sociedad.
Abstract
The social struggle represents a signiicant element of Argentina society. This
paper is based on survey research. It is
focus in the dominant performances of
collective action from his practice and
representation in the population. The
analysis of data sets that despite innovations in the practice of protest in recent
decades, the classics forms of social protest, mobilization and strike, are the schemes that are higher level of participation.
Regarding the legitimacy of forms of
struggle, this keeps correspondence with
their levels of institutionalization. However, disruptive and extra-institutional
forms can become successful in terms of
social value from moralizing use in particular based on values with large anchor
in society.
Palabras clave
Lucha social- Formas de Lucha- Legitimidad social- repertorio de confrontación.
Keywords
Social protest - forms of struggle- Social Legitimacy-repertoire of contention.
194
La legitimidad social de las formas de lucha
Introducción
La lucha social protagonizada por la sociedad civil representa un elemento signiicativo de la historia de la Argentina reciente. Desocupados cortando un puente urbano
reclamando por trabajo y planes sociales. Cacerolazo y movilización contra el estado
de sitio decretado por un gobierno ante una crisis de gobernabilidad. Huelgas por
mejoras de salario y condiciones de trabajo. Ocupación de una fábrica por sus trabajadores con el objeto de ponerla a producir de forma autogestionaria. Corte de las principales rutas del país y escraches a políticos oicialistas por parte de los propietarios
rurales contra el aumento a las retenciones a las exportaciones. Cacerolazo contra un
gobierno por restricciones a la compra de divisas. Estas situaciones, representan entre
otras muchas posibles, postales de las formas que asume este heterogéneo y activo
campo de acción colectiva en un país que desde larga data se ha caracterizado por
una rica historia de lucha y organización en sus clases populares.
Las personiicaciones de las luchas son diversas. Obreros, capas medias, estudiantes, vecinos, ecologistas, pueblos originarios e incluso cámaras patronales, que entre
otros muchos eligen este campo de acción como la forma del reclamo. A veces con
un fuerte contenido político, en otras ocasiones este es desplazado parcialmente por
otros contenidos económicos y corporativos1. El campo de la lucha social también es
heterogéneo en sus formas. En las últimas dos décadas, junto a sus formas clásicas
como la movilización y la huelga, emergieron recreaciones con características innovadoras de distintas formas: cortes de vías de tránsito, cacerolazos, bloqueos, acampes, escraches, entre otras acciones, adquirieron un inusitado protagonismo (Auyero,
2002; Farinetti, 2000; Schuster et. al: 2006; Gómez, 2014). La difusión de algunos de estos formatos, como por ejemplo los cortes, junto a la debilidad institucional y cambios
culturales de diverso tipo, promovieron una tendencia al desborde de los canales institucionales dominantes de procesamiento del conlicto (Giarracca y Teubal, 2007; Anton et. al, 2011). Estos cambios también condujeron a algunos académicos y activistas
a plantear el desplazamiento de los “viejos formatos” por los “nuevos”. Más allá de que
dicho cambio nunca aconteció con la intensidad propuesta -incluso retomando vigor
en el último período la actividad huelguística-, asistimos probablemente a una protesta social más heterogénea en sus formas y contenidos que en otros períodos de
nuestra historia, en donde las formas extra-institucionales del reclamo mantienen una
presencia signiicativa.
La profusa producción académica sobre la temática con diversidad de orientaciones teóricas y metodológicas abordó la dinámica de la protesta, así como las estructuras de movilización e indentitarias que la sustentan (Antón et. al., 2011; Auyero,
2002; Giarracca y Teubal, 2007; Schuster et. al, 2006; Svampa, 2008; Svampa y Pereyra,
2003; Maneiro, 2009; Pereyra, Pérez y Schuster, 2008; PIMSA, 2012). A diferencia de
las aproximaciones dominantes en los estudios del conlicto social, nuestro trabajo
desplaza el eje de análisis de los conlictos y las organizaciones al conjunto de la po1 La protesta social es una forma signiicativa que asume la política entre nosotros. En paralelo a los mecanismos institucionales de la democracia representativa, las acciones colectivas contenciosas son un fuerte mecanismo informal de canalización de intereses hacia el Estado argentino. La protesta y la movilización pública son una
herramienta signiicativa para la resistencia o legitimación de políticas y gobernantes. En el pasado fue un campo
central de la resistencia a la reestructuración neoliberal y sus efectos, más recientemente también fue el espacio
de protagonismo de las capas media-altas contra el ciclo del gobierno reformista inaugurado por Néstor Kirchner
y posteriormente continuado por Cristina Fernández de Kirchner (Gamallo, 2013).
Julián Rebón
195
blación. El enfoque del presente trabajo se centra en el análisis de los niveles de experiencia y la percepción social de las formas dominantes de la lucha social ¿Cuáles
son los niveles de experiencia alcanzados por la población en los distintos formatos?
Y más allá de su práctica, ¿cuáles son las percepciones en torno a los mismos? ¿Cuáles
son sus niveles de legitimidad social? En el presente artículo avanzamos preliminar y
descriptivamente en la respuesta a estos interrogantes teniendo como eje el análisis
a partir de la estadística descriptiva de una encuesta representativa de la población
mayor de 18 años del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), que tuvo entre sus
objetos de indagación la percepción social sobre las formas de la acción colectiva. La
misma fue realizada por nuestro equipo de investigación en el mes de agosto del año
2012, en el marco del proyecto UBACyT “La cultura de la recuperación de empresas.
Representaciones y valoraciones de los trabajadores sobre el proceso”, con sede en el
Instituto de Investigaciones Gino Germani y el Centro de Estudios para el Desarrollo
de la Economía Social en América Latina. Se trabajó con un diseño muestral polietápico, estratiicado y probabilístico. La muestra es de 599 casos con un margen de
error ±4%. El que la muestra se circunscriba a la población metropolitana hace que los
resultados no sean generalizables al conjunto del país. No obstante, cabe resaltar que
constituye una región de alta relevancia tanto por su peso demográico como por su
centralidad en los procesos políticos argentinos.
En el primer apartado presentamos una breve introducción conceptual a la problemática de las formas de lucha, en particular en torno a las dimensiones culturales
involucradas en las modalidades de la protesta y lucha social de los sectores populares. En el segundo apartado presentamos, basándonos en la encuesta ya señalada,
el análisis de la participación de la población en las principales formas de la protesta social y la percepción de las mismas en términos de legitimidad. En este análisis
encontramos que la participación y en especial la legitimidad varían en función de
los niveles de institucionalización de las modalidades. En el tercer apartado, a partir
del estudio de dos modalidades de toma u ocupación –una vinculada a procesos autogestivos y otra con ines habitacionales- indagamos más detenidamente algunas
claves de procesos exitosos de legitimación de formas de acción extra institucionales.
Finalmente, compartimos unas breves relexiones a modo de cierre.
Las formas de lucha
Como toda relación social, la relación de lucha nos reiere a una correspondencia de
acciones o de coniguraciones de acciones. Su especiicidad estriba, como señaló Weber (1984), en que la acción de una de las partes va dirigida a obstaculizar o resistir
la acción de la otra. Las modalidades de acción materializadas con este objeto nos
reieren a las formas de lucha. Representan coniguraciones de acciones mediante las
cuales se instrumentaliza el enfrentamiento entre fuerzas sociales, cualquiera sea el
carácter o nivel de desarrollo de éstas. Dependiendo de la sociedad, el tipo de conlicto, los protagonistas, entre otras dimensiones, estas formas de acción varían. Pero en
la práctica estas siempre representan un número relativamente limitado frente a todas las formas que teóricamente podrían ser realizadas o empleadas ante situaciones
semejantes. Incluso representan un número marcadamente limitado en comparación
con las que efectivamente han sido instrumentalizadas en otros contextos histórico-
196
La legitimidad social de las formas de lucha
sociales ante conlictos relativamente semejantes. Como señala Charles Tilly, “Cualquier actor colectivo emplea una gama mucho menor de performances colectivas
que las que podría utilizar en un principio” (2000: 14).
Esta limitación práctica de los esquemas de acción efectivamente empleados nos
indica la presencia de culturas de luchas. Los grupos sociales actúan con modelos de
acción (Thompson, 1979) que conocen y valoran como posibilidades de respuesta
frente a determinado tipo de agravio2. Las culturas de lucha median las acciones en
todo conlicto promoviendo que estas tiendan a asumir unas formas y no otras. De
este modo limitan los horizontes de posibilidad de las mismas e incluso las transformaciones subsecuentes que pudieran ocurrir. Los esquemas de acción instalados en
la cultura de un grupo constituyen la “caja de herramientas” con las cuales cuenta el
mismo para materializar sus reclamos. Esta metáfora nos es útil para entender que
todo grupo materializa la expresión en el campo de la lucha de sus intereses a partir
de la acumulación instrumental de esquemas de acción -con distinto grado de elaboración- que posee previamente. Estos habilitan y potencian la acción colectiva. Nunca
un actor es una tabla rasa ni su acción una expresión espasmódica de tensiones o
intereses. No obstante, esta metáfora puede dar a equívocos que deben ser señalados. En primer lugar, se trata de representaciones de formas sociales y no de cosas,
como tales aun cuando estén formateadas y esquematizadas en su representación,
su uso depende siempre de la composición situacional -de la dinámica de coordinación, cooperación con unos y confrontación con otros- existiendo una gran cantidad de prácticas de cada forma. En segundo lugar, los grupos sociales, o al menos
en la totalidad de los mismos, no existe una plena racionalidad y en tal sentido una
especialización de las “herramientas” según situaciones. Implican más bien un saber
práctico, un “saber hacer”, que puede incluso en casos límite estar naturalizado como
lo único posible o lo que se “debe hacer”. Así algunas herramientas pueden presentar
una sobrecarga de funciones atribuidas y tiendan a ser percibidas como un recurso
para afrontar prácticamente cualquier situación. En esta dirección, como en ocasiones
ocurre entre el artesano y sus herramientas, hay una relación emotiva-valorativa que
excede lo meramente instrumental.
Otro concepto acuñado por Tilly (2000), anclado en el término de origen teatral, es
el de repertorio, el cual nos permite articular el contenido cognitivo y práctico referente al uso limitado de los esquemas o performance de acción. Con el término repertorio
de acción o confrontación este autor plantea a la práctica de la acción colectiva como
combinación de libretos históricos e improvisación. Así, el repertorio nos habla de la
existencia de culturas, abiertas y dinámicas, que inluyen y son redeinidas por la práctica. En el caso especíico de los trabajadores asalariados en la Argentina la huelga y
la movilización han formado históricamente parte de su repertorio de confrontación.
2 En su célebre trabajo Economía moral de la multitud, Thompson (1979) encuentra en los motines de subsistencia de la Inglaterra del siglo XVIII un modelo de acción instalado culturalmente en la plebe para actuar en
situaciones de escasez y alza del precio del pan. Dicho modelo de acción se encontraba vinculado a la existencia
de un consenso popular -al cual denomina economía moral- que le permitía a los sujetos distinguir las prácticas
económicas en función de su legitimidad, estableciendo un marco cultural que inspira y legitima la acción colectiva.
Julián Rebón
197
Otras formas históricamente con menor presencia han incrementado su presencia (el
corte por ejemplo) o ampliado las ocasiones de su uso (la toma de establecimientos
productivos)3.
“Los esquemas de acción instalados en la cultura de un grupo constituyen la “caja de herramientas” con las cuales cuenta el mismo para
materializar sus reclamos”
La noción de repertorio implica que las modalidades de acción tienen su dinámica de
cambio social.
Estas surgen, por una parte, de la interacción en el marco de las relaciones de conlicto, donde los esquemas preexistentes son redeinidos por innovaciones, aprendizajes y adaptaciones. Los disconformes en el marco de la acción innovan, en especial
cuando se generan situaciones novedosas, o como respuestas a limitaciones o imposiciones del adversario. En la medida que estas nuevas adaptaciones sean percibidas
como exitosas serán incorporadas por el propio grupo y por otros a partir de un efecto
imitación que promueve su difusión. En este caso, la acción original irá siendo objeto
de un formateo social. La emergencia y difusión cultural de una forma de lucha es
necesariamente seguida por un proceso de representación de ciertos atributos de la
forma de acción y exclusión de otros que incide en los modos concretos en los cuales
3 La toma históricamente estaba asociada a una acción de fuerza en la lucha contra despidos y suspensiones.
A partir de inicios del siglo XXI esta comienza a incorporarse a la caja de herramientas de los trabajadores como
una forma de enfrentar el cierre de unidades productivas a partir de la apropiación de las mismas y su puesta en
funcionamiento mediante la autogestión (Rebón, 2007).
198
La legitimidad social de las formas de lucha
esta se practica4.
Otra fuente, en permanente interacción con la ya mencionada, son los cambios
institucionales y estructurales que impactan en la relevancia o condiciones de posibilidad de las formas de lucha. Estas revisten necesariamente universos de posibilidad.
Algunas por su misma constitución presuponen un universo especíico de instrumentalización. La huelga laboral por ejemplo, requiere del desarrollo del trabajo asalariado, dado que sólo puede ser materializada por trabajadores empleados en esta
condición. Pero incluso otras formas de acción más modulares –capaces de ser instrumentalizadas por composiciones sociales heterogéneas- implican requisitos para
su materialización. Por ejemplo, la movilización o marcha tal como la conocemos hoy
como elemento deinitorio de los repertorios de los movimientos sociales presupone
entre otros requisitos la existencia del monopolio de la violencia por parte del Estado
y de ciertas garantías civiles y políticas (Tilly y Wood, 2010). Estos requisitos posibilitan
que habitualmente éstas puedan desarrollarse pacíicamente sin derivar en ataques
y enfrentamientos.
Las formas de lucha en origen pueden avanzar desbordando y vulnerando la institucionalidad dominante y los canales de procesamiento de la conlictividad. Cuando se difunden y convencionalizan tienden a su institucionalización. El orden social
tiende a institucionalizar las formas de lucha que no puede eliminar frenando su
carácter disruptivo, tornándolas previsibles, ordenando e incluso estableciendo sus
condiciones y contenidos posibles. En sus etapas más primarias esto se produce a
partir del establecimiento de reglas implícitas o informales que promueven la tolerancia y permisividad hacia una forma de lucha. En un nivel más pleno, esto supone
el cambio jurídico-normativo. Se trata de procesos adaptativos, donde se coniguran
diferentes puntos de equilibración entre el proceso de acomodo de la institucionalidad dominante a la innovación protagonizada por los disconformes y la asimilación
de la misma por dicha institucionalidad. Una ejempliicación histórica en este sentido,
es la institucionalización de la huelga en Europa occidental del siglo XIX, producto
de una alianza entre fracciones de la clase obrera y de la burguesía. De esta manera,
a una fracción de los obreros se les legitimó un instrumento para su enfrentamiento
económico pero a expensas de dejar excluidos de tal derecho a las fracciones más
pauperizadas de los trabajadores. Por otra parte, si bien la legalización de las huelgas
protegió el derecho de los trabajadores a reunirse, deliberar y abandonar el trabajo de
manera colectiva; al mismo tiempo, en contrapartida, declaró ilegal un amplio rango
de acciones que eran frecuentes entre estos, como por ejemplo, la coerción de los no
huelguistas y el ataque a la casa de los empleadores (Tilly, 2000; Marín, 2007). Con sus
particularidades, este proceso se extendió, posteriormente, a diferentes territorios, no
estando exento de reversiones.
De este modo cada Estado regula la conlictividad habilitando y deshabilitando
canales para su procesamiento y, subsidiariamente, prescribiendo ciertas formas de
acción y proscribiendo otras. Este conjunto de formas de lucha proscriptas por el
4 En esta dirección, en ocasiones, en este proceso de difusión tienden a “fetichizarse” las formas de lucha, es decir absolutizarlas, atribuyéndose a las mismas propiedades intrínsecas. La representación dominante de la forma
de acción tiende tornar inobservable la sociogénesis de la forma de lucha, al otorgarle atributos que la independizan del conjunto de relaciones sociales que median en cada situación concreta. Así, la toma, el corte, la huelga, o el
foco guerrillero, fueron en distintos momentos hipostasiadas a un absoluto estratégico para todo tiempo o lugar
(Marín, 2007).
Julián Rebón
199
ordenamiento institucional dominante las hemos conceptualizado en otro trabajo
como acción directa (Rebón y Pérez: 2012). Dicha proscripción adquiere carácter jurídico, es decir está sustentada en reglas codiicadas formalmente, que poseen carácter
imperativo y cuyo cumplimiento está asegurado en última instancia por el uso de
la coacción externa a los individuos o, en otras palabras, por el uso del monopolio
de la fuerza del Estado. A diferencia de las acciones institucionalizadas, a través de la
acción directa los actores sociales procuran lograr sus objetivos sin la mediación de
los canales institucionales dominantes del orden social para el procesamiento de sus
demandas5. Estos son desbordados o vulnerados en el campo práctico. En toda acción directa su fuerza moral es un elemento central para inhibir procesos de carácter
punitivo. En la medida en que la acción no alcance legitimidad social tenderá, con
mayor facilidad, a ser criminalizada y tipiicada por el orden social como un delito. En
este sentido, el estudio de los procesos de construcción de legitimidad social es uno
de los elementos signiicativos para entender las condiciones que promueven su uso.
Práctica y percepción de las formas de lucha
En este trabajo nos focalizamos en la indagación de las modalidades recurrentes de la
acción colectiva y protesta social en la Argentina actual. Las principales formas en las
cuales se expresa la protesta social como las movilizaciones, huelgas, cortes, cacerolazos, escraches y tomas, son indagadas en sus niveles de participación y legitimidad
entre la población de la zona metropolitana. Se trata de formas con distintos niveles
de modularidad, institucionalización y como después veremos, también distinta recurrencia y masividad en su uso.
Abordemos en primer lugar a la participación en general en el conjunto de estas
formas de protesta. ¿Qué tan difundida es? ¿Es aleatoria su distribución en el conjunto
social?
Sin desmerecer la importancia que tienen estas formas de lucha en la expresión
del conlicto social y político en el país, un primer hecho signiicativo registrado por
nuestra encuesta es que la participación en los reclamos colectivos y protesta social
no es un atributo de la mayoría de la población adulta del área metropolitana del país.
Alrededor de un tercio de la población (32%) admite haber participado al menos una
vez en alguna de estas modalidades de reclamo6. No obstante, este valor no debe ser
5 Supone desde nuestra conceptualización tanto la no mediación de la autoridad - aquellos que personiican
la función de dirección del Estado- en la realización del reclamo y en ocasiones incluso en la resolución del mismo, como la existencia de tensión entre la acción y el conjunto de regulaciones normativas que estructuran los
comportamientos permitidos y esperables. Por otra parte, una de sus características, a diferencia de muchas de
las formas institucionales como por ejemplo la democracia representativa, es que su ejecución no se delega en
terceros. En este sentido, la acción directa es también acción no intermediada, involucrando necesariamente la
participación personal y física de los interesados en su organización y realización. El uso del propio cuerpo, habitualmente junto a otros, es el recurso primordial de la acción directa.
6 Este valor es relativamente semejante al 31% registrado en la “Encuesta sobre predisposición a la acción colectiva y nuevas prácticas reivindicativas” realizada entre la población del AMBA por el CINEA UNTREF, en las semanas
previas a la crisis del 2001. No obstante, es signiicativamente menor que el registrada por Gómez (2014) en una
encuesta realizada entre la población del AMBA por el CINEA UNTREF, en 2007. En este estudio se estima que el
47% de la población ha participado en alguna acción colectiva. Los valores no son comparables dado que en
este estudio a diferencia del nuestro se registra huelga de hambre y apagones y no se registra escraches. En las
formas de lucha que se registran en ambos relevamientos los valores tienden a asemejarse para todos los formatos
a excepción del cacerolazo que registra valores signiicativamente superiores en el relevamiento de Gómez por
cuestiones metodológicas. Lamentablemente carecemos de registros en otras zonas del país o en otros países que
200
La legitimidad social de las formas de lucha
subestimado.
En primer lugar porque es probable la existencia de subregistro. El mismo entendemos está vinculado a lo que es considerado socialmente participar, probablemente participaciones secundarias o cuasi pasivas pueden ser soslayadas. También puede
incidir la posible existencia de cierta reticencia a reconocer abiertamente dicha participación dado el carácter controversial que las mismas tienen o temores de tipo represivo anclados en otros momentos de la historia del país. Por otra parte, existen los
problemas típicos de los registros retrospectivos, en tanto el instrumento indaga en el
presente por acciones pasadas, estas pueden ser subestimadas en función del contexto personal y social actual. Lamentablemente, hoy no contamos con estudios que nos
permitan ponderar este subregistro. En suma, como otros acercamientos investigativos al campo del conlicto, esta aproximación tampoco está exenta de limitaciones7.
En segundo lugar, el valor registrado no debe desmerecerse, porque estas formas
pueden interpelar y expresar en determinados contextos a la mayor parte de la población aunque no participen activamente en las mismas. Al in y al cabo, los grandes
cambios sociales acaecidos en la historia, incluso los procesos revolucionarios, suelen
ser resultado de la acción de minorías activas que procuran representar a las grandes
mayorías.
La participación en la protesta está vinculada a procesos identitarios y de participación más amplios. Reviste un signiicativo anclaje en el involucramiento activo
en el rico entramado organizativo de partidos políticos, sindicatos y organizaciones
gremiales de distinto tipo que han caracterizado nuestra historia8. En concordancia
con la amplia y diversa composición social de estos entramados asociativos, la composición social de la participación en las formas de la lucha es diversa. Sin embargo, su
distribución no es azarosa teniendo diferentes intensidades según las posiciones en
la estructura social y los clivajes políticos. Reseñemos sucintamente algunos de estos
elementos.
En primer lugar, condiciona a la participación la pertenencia de clase del encuestado. A pesar de la signiicativa historia de lucha y organización de las clases trabajadoras, entre aquellos que personiican sólo fuerza de trabajo la participación en las
acciones y reclamos colectivos alcanza alrededor de un cuarto de la población. Por
el contrario, esta proporción se eleva a algo más de la mitad entre las capas medias
–aquellos que personiican en algún grado propiedad, autoridad o credenciales educativas-. En consonancia con otros estudios (Gómez, 2014; Rebón y Pérez, 2012) la
podamos utilizar con ines comparativos para situar los niveles registrados en el AMBA.
7 Por ejemplo, la utilización de la prensa como fuente para la elaboración de un catálogo o serie de conlictividad tiene un signiicativo uso en las ciencias sociales a pesar de no estar exenta de limitaciones (Silver, 2005;
Schuster et al, 2006). Entre estas corresponde destacar que la muestra de hechos que nos provee está sesgada por
una estrategia editorial. Dicha estrategia tiende a incluir más a unos hechos que a otros, con el agravante que dicho
sesgo no tiene carácter sistemático en el tiempo. En la prensa acontecimientos de diverso tipo pueden alterar el
peso y relación entre los distintos eventos.
8 La participación en la protesta está condicionada por la asociatividad político-social. En el relevamiento citado encontramos que entre aquellos que participaron en alguna organización gremial o política casi tres cuartos
presentan experiencia en las formas de lucha indagadas. Por el contrario, en aquellos sin experiencia asociativa
política-social la participación en estas formas de reclamos desciende a sólo un cuarto de la población. De este
modo, podemos hipotetizar que una parte signiicativa de la participación en la lucha social no asume características “espontáneas” o “inorgánicas”. La participación en la protesta, tiende a implicar procesos identitarios en torno
a la lucha y a la organización colectiva. “Participar” tiende a formar parte de procesos más amplios que reieren a
redes sociales de diferente carácter y culturas que valorizan la organización colectiva.
Julián Rebón
201
extracción de clase más elevada, otorga mayores posibilidades de participación en la
acción colectiva. La distribución en la estructura social condiciona los recursos para
reclamar incluso allí donde se requiere de menos recursos institucionales como en el
campo de la protesta social9.
Cuadro 1. Participación en acción colectiva según posición en la estructura de clases de la población del AMBA (2012).
En segundo lugar, la participación guarda correspondencia con el principal clivaje
político organizador del período, la autoidentiicación frente a la fuerza social en el
gobierno del Estado nacional, la ubicación en la antinomia “kirchnerismo-antikirchnerismo10. En esta línea, la base social del kirchnerismo, con su dinámica movilizante
encuentra una mayor presencia de población participante (42%) que en el campo
opositor (26%). También se registra una correlación con el clivaje izquierda-derecha.
Entre los sectores autoidentiicados en la izquierda y centro izquierda del espectro
político, este valor alcanza a más de la mitad de la población (54%), restringiéndose
a alrededor de un quinto de la misma (22%) entre quienes se posicionan en el centro
y la derecha. Regístrese a pesar de estas correspondencias, que los niveles de participación aunque con un peso menor tienen un nivel signiicativo entre opositores y
población identiicada con posiciones de centro y de derecha. Esto guarda estrecha
relación con las características heterogénea de las protestas en el período reciente.
9 La aproximación social a la pertenencia de clase se realiza a partir de una adaptación del esquema clasiicatorio de Dalle (2012) a nuestro registro. Los patrones, los asalariados con alta caliicación y/o personiicación de
las funciones de dirección en el proceso productivo, y los cuentapropistas con tareas de alta caliicación fueron
clasiicados en las capas medias. En cambio, los asalariados sin jerarquía ocupacional y baja caliicación, junto los
cuentapropistas con baja caliicación, fueron clasiicados como clase trabajadora. Regístrese aquí que una parte
signiicativa de estas capas medias representa a sectores asalarizados de la pequeña burguesía con importantes
niveles de sindicalización.
10 En la encuesta también se registró la autoidentiicación en el clivaje peronismo-antiperonismo, en esta ocasión el cruce con esta variable no se presenta porque no ha mostrado ser signiicativo. El clivaje posición frente a
la fuerza en el gobierno -kirchnerismo-antikirchnerismo- ha mostrado en líneas generales ser el de mayor ordenamiento del conjunto de los encuestados. Corresponde destacar que este clivaje al momento de la encuesta divide
la población del AMBA en prácticamente tres tercios. Por supuesto, los clivajes plantean correlaciones entre sí, el
kirchnerismo tiene una intensa correlación positiva con el peronismo y una de menor intensidad con la izquierda.
202
La legitimidad social de las formas de lucha
Cuadro 2. Participación en acción colectiva según autoidentiicación en clivajes políticos de la
población del AMBA (2012).
Focalicémonos ahora en los usos especíicos de las formas de acción que indagamos
en nuestra encuesta: la movilización, la huelga o paro laboral, el corte de vías de tránsito, el cacerolazo, el escrache y la ocupación de ediicios y espacios. Reseñemos brevemente algunos atributos asociados a los mismos.
La movilización reiere al desplazamiento de un conjunto de manifestantes por la
vía pública. Representa la forma clásica de los repertorios de los movimientos sociales
en la sociedad contemporánea (Tilly y Wood, 2010). Se caracteriza por su modularidad (heterogeneidad potencial de personiicaciones y metas), y en el caso especíico argentino, por su convencionalización (ritualización) e institucionalización. Dos
formas vinculadas a esta modalidad pero con menor modularidad son el cacerolazo
y el escrache. La primera consiste en blandir cacerolas, utensilios de cocina u otros
elementos que emitan sonidos con el objeto de hacer sentir su disconformidad o malestar con una situación. Los cacerolazos han sido signiicativos en diversos sucesos,
por ejemplo, fue la forma que dio inicio a la rebelión del 19 de diciembre de 2001
en la Ciudad de Buenos Aires que enmarcó la caída del gobierno de Fernando De la
Rúa. Más recientemente, han sido herramientas frecuentes de la movilización opositora protagonizadas por las capas medias-altas de la población. (Gamallo, 2013) Por
su parte, el escrache consiste en atacar simbólicamente a una persona o grupo con
el objeto de marcar públicamente su responsabilidad o involucramiento en un hecho
que se considera agraviante. De origen en el movimiento de derechos humanos de
mediados de los años noventa, esta forma se ha generalizado a distintas situaciones.
Puede variar de modalidades muy ritualizadas y simbólicas, a formas que no excluyan
elementos de violencia y que representan como tal verdaderas formas de acción directa.
La huelga, la no cooperación en el ámbito laboral, es un elemento central y típico
del repertorio del conlicto laboral, como tal posee poca modularidad. En Argentina
presenta un alto grado de institucionalización, estando dicha forma inscripta en el
derecho laboral11.
11 No obstante, en la práctica concreta la huelga por su uso especíico o por su combinación con otras formas
Julián Rebón
203
El corte de vías de tránsito, la obstaculización de la circulación, es una forma de acción
de signiicativa convencionalización en la Argentina actual. Si bien posee una larga
historia en el país, alcanzó una fuerte difusión en la última década del siglo XX, asociada a movimientos de desocupados (“piqueteros”) en un contexto de alto desempleo.
Hoy su empleo es heterogéneo, siendo un instrumento recurrente de distintos grupos en la materialización de sus reclamos. Su realización al interrumpir el lujo vehicular tiene un fuerte carácter disruptivo y de desborde institucional.
Finalmente, la ocupación de establecimientos laborales, de ediicios públicos, de
viviendas y de tierras representa una modalidad de acción de larga historia en el país
pero de escasa institucionalización como forma de reclamo.
Ahora bien, ¿cuáles de estos esquemas de acción concitan mayor participación
entre la población en la Argentina reciente?
Contextualicemos los niveles de participación, en el campo de la frecuencia relativa de las distintas formas en el conjunto de la protesta. Diversos registros de la forma
de conlictividad que habitualmente se denomina protesta o lucha social elaborados
con base en la prensa escrita nos permiten realizar una aproximación en este sentido.
El relevamiento del Grupo de Estudios sobre la protesta y la Acción colectiva del Instituto de Investigaciones Gino Germani encuentra que en el período 2000-2007 las
tres formas más implementadas en la protestas fueron las movilizaciones en el 42%
de los casos, los cortes en el 21% y las huelgas en el 17% de los episodios. El Programa
de Investigación sobre el movimiento de la sociedad Argentina (PIMSA) para el período 2000-2010 registra que la movilización es la principal forma de lo que denomina
hechos de rebelión con el 46% de los episodios (incluye aquí también “escraches” y
“cacerolazos”). Le siguen en orden de importancia los cortes con el 25%, las huelgas
con el 11% y las ocupaciones con el 4% de los casos. Para el período de nuestra encuesta, segundo semestre de 2012, este mismo programa estima que más de la mitad de los hechos (52%) representaron manifestaciones en sus distintas variantes (con
un importante componente de cacerolazos), seguidas a un nivel muy menor por los
cortes de calles, rutas, accesos a ciudades y vías férreas (12%), las huelgas (8%) y las
ocupaciones (6%).
Pasemos ahora de la descripción de las protestas, a las huellas o efectos de las protestas en el conjunto de la población. Cambiemos la unidad de análisis y evaluemos
continuidades y rupturas. En líneas generales encontramos correspondencia entre las
prácticas de las formas de acción recién presentadas en Argentina y los niveles de
participación reconocidos por la población de la población adulta del Área metropolitana. En primer lugar, al igual que los distintos relevamientos se destaca la movilización como el esquema de acción con mayor nivel de participación. Un cuarto de
la población reconoce haber participado alguna vez en esta modalidad de acción.
En segundo lugar, encontramos la huelga con el 18% y en tercero los cortes de vías
de circulación con algo menos del 8%. El que los cortes registren un menor nivel de
participación que las huelgas –pese a la menor frecuencia registrada por estas en los
distintos relevamientos- nos está indicando un número medio de participantes menor en esta modalidad de acción, junto al carácter más reciente de su generalización
como acción colectiva. También en valores cercanos al 8% de la población encontramos la participación en los escraches y cacerolazos. Finalmente, encontramos las
puede implicar desbordes prácticos de los canales institucionales.
204
La legitimidad social de las formas de lucha
ocupaciones de los ediicios y espacios como la forma con menor participación (algo
menos del 4%).
Las distintas modalidades de reclamo no sólo poseen desiguales niveles de uso
por la población. También son heterogéneas en cuanto a la legitimidad que esta le
atribuye como forma de plantear los reclamos.
Con relación a la legitimidad atribuida a las distintas formas de acción –de acuerdo
con su uso en la Argentina reciente- encontramos un gradiente que va desde las formas más generalizadas e institucionalizadas, como la movilización y la huelga, donde
quienes acuerdan con su uso habitual superan levemente a quienes la rechazan, al
extremo de las formas que expresan nítidos atributos que vulneran los canales institucionales de procesamiento de las demandas como el corte y la ocupación, donde sólo
una pequeña minoría, entre el 17% y el 19% para cada caso, legitima su uso. En valores
intermedios encontramos el cacerolazo (36%) y el escrache (35%).
“El corte de vías de tránsito, la obstaculización de la circulación, es una forma de acción de signiicativa convencionalización en la Argentina actual. Si bien posee una larga historia
en el país, alcanzó una fuerte difusión en la última década del
siglo XX, asociada a movimientos de desocupados (“piqueteros”) en un contexto de alto desempleo”
Cuadro 3. Participación y grado de acuerdo con su uso para distintas modalidades de acción
colectiva entre la población del AMBA (2012).
Destaquemos tres aristas salientes.
En primer lugar, la legitimidad de las formas de acción siempre excede ampliamente su uso. Consistentemente con lo anteriormente señalado, en nuestra hipótesis,
esto nos está indicando que la identiicación en general con las protestas excede a
quienes efectivamente participan.
En segundo lugar, las formas dominantes de la lucha social son siempre contro-
Julián Rebón
205
versiales. La legitimidad de las formas de acción colectiva de la protesta en un país
donde esta representa un elemento signiicativo de expresión y articulación de intereses nunca es plena, aun en sus formas más recurrentes e institucionalizadas como
la movilización y la huelga esta apenas alcanza algo más de la mitad de la población.
Finalmente, la marcada ilegitimidad de la acción extrainstitucional. El corte y la
ocupación, las formas menos institucionalizadas en su uso actual, no sólo entran en
tensión con la legalidad, también se encuentran en contradicción plenamente con
la atribución de legitimidad por parte de la población. Menos de 2 de cada 10 encuestados están de acuerdo con su uso habitual. En este sentido, nos interrogamos:
¿Cómo se desarrollan estas formas de acción en un contexto de amplia ilegitimidad
social? Esta pregunta es relevante por dos razones. Por una parte, la actitud hacia las
formas es un elemento clave que hace a la predisposición a su uso. Un esquema de
acción al que se le atribuye legitimidad, es de más probable uso ante una situación
especíica que aquel que se considera ilegítimo12. Por otra parte y relacionado con
este elemento, la legitimidad social como instrumento de protesta promueve la tolerancia social a su uso, diicultando que la misma sea reprimida, riesgo inmanente de la
acción directa. ¿Puede aun cuando la forma en general es considerada en sí ilegítima,
ser la acción especíica legitimada? Si esto es así, ¿de dónde deviene dicha legitimidad? Con el objeto de avanzar en esta dirección, en el próximo apartado analizaremos
como ejempliicación dos usos de la toma u ocupación presentes en el repertorio de
acción de los trabajadores y sectores populares. La hipótesis propuesta señala que la
legitimidad de cada caso depende de la capacidad de activación de valores morales
con base en sus atributos singulares.
La toma. Condiciones para su legitimidad
La toma u ocupación como modalidad de acción colectiva implica el avance sobre
un territorio que se encontraba bajo el control de un otro, alterando de este modo
las relaciones de propiedad. Dado que desborda los mecanismos institucionales dominantes para el procesamiento de los conlictos, la toma se inscribe en el conjunto
de acciones que caen bajo la categoría de acción directa, las cuales están vedadas por
el ordenamiento social y son susceptibles de ser penalizadas (Rebón, 2007; Rebón y
Pérez, 2012). Esta forma de acción se caracteriza por ser un esquema de lucha fuertemente disruptivo; la toma u ocupación genera incertidumbre y altera el orden social.
Al mismo tiempo, se diferencia de otras formas de acción por su carácter modular. Si
nos remitimos a la historia de esta forma de acción en nuestra sociedad, distintos espacios han sido objeto de ocupación: fábricas, tierras, viviendas, universidades, radios,
escuelas, dependencias gubernamentales, entre otros; variando las personiicaciones
sociales que llevan adelante la acción y las metas perseguidas. Habitualmente, dicha
forma está asociada como una respuesta frente agravios o situaciones de alta relevancia para sus protagonistas como la pérdida del empleo o la falta de vivienda.
12 Esta atribución no es la única signiicativa en esta dirección. Por ejemplo, en ocasiones estas formas pueden
tener cierta atribución de efectividad. En una situación en la cual se perciba un agravio como muy intenso la
atribución de efectividad promueve su uso por los disconformes aún a expensas de su falta de legitimidad. Por
otra parte, corresponde destacar que entre la percepción de una forma y la disposición a su uso práctico median
todo un conjunto de atributos sociales y personales. Por ejemplo, en un estudio sobre una serie ataques violentos
protagonizados por usuarios de trenes hemos encontrado que pese a que la actitud hacia dichos episodios no
mostraba diferencia por género, en la práctica ésta era muy signiicativa (Rebón y Pérez, 2012).
206
La legitimidad social de las formas de lucha
A pesar de su extensa historia social y su carácter modular, como ya señalamos, la
toma es un formato cuya utilización y legitimidad es relativamente baja. En este sentido, resulta sugerente preguntarse: ¿Es posible que la utilización de este esquema de
acción en ocasiones alcance altos grados de legitimidad social? ¿Y si esto es así cuáles
son los elementos que colaboran para entender este proceso?
Corresponde señalar que la repuesta a esta pregunta no es trivial. En tanto la acción directa corre permanentemente el riesgo de la represión, una de las formas de
obstaculizar los procesos punitivos resultantes es constituir una legitimación especíica del conlicto. En esta dirección, en nuestra hipótesis esta posibilidad depende
de su moralización. En este sentido, los protagonistas de la acción directa tienden a
personalizar el hecho a expensas del carácter intrínsecamente impersonal de la normativa transgredida. Moralizar el acto de reclamo en cuestión, implica presentar las
particularidades de la situación que justiican la violación de la norma legal. Con tal
objeto los cuadros promotores y organizadores emplean diversas tácticas en el campo expresivo con la doble inalidad de movilizar al conjunto de la propia base social de
la acción y lograr por parte de la opinión pública su comprensión en términos positivos. Las características personales de quienes protagonizan el acto, la historia de maltratos, la intensidad de las injusticias, las metas que se buscan satisfacer con la acción;
suelen ser el conjunto de atributos que son presentados y comunicados como los que
convierten a la lucha en singular. Esta singularización tiene mayor posibilidad de ser
exitosa en tanto se vincule con valores morales de amplia difusión social que operen
como nociones legitimantes (Thompson, 1979). De este modo, se promueve la posibilidad de reconocimiento moral por parte de terceros, pese a la transgresión que
introduce en el orden social y la afectación que de este modo puede ocasionar a otras
personas no directamente involucradas en el conlicto. En la medida en que la acción
no alcance legitimidad, tenderá con mayor facilidad, a ser criminalizada y tipiicada
como un delito. Por lo tanto, su legitimidad dependerá de su capacidad para activar
valores morales compartidos o complementarios entre los demandantes y terceros, o
incluso hasta con el mismo adversario (Rebón y Pérez, 2012).
En este sentido, como ejercicio investigativo es sugerente pasar del análisis abstracto de las tomas, a una búsqueda de aproximación empírica a las formas que esta
se desarrolla en la práctica. Con tal propósito vamos a plantear un ejercicio analítico con dos modalidades de signiicativo uso en la Argentina reciente. Por una parte,
abordaremos el caso de las tomas de terreno que tienen como objeto el acceso a
la vivienda por personas que carecen de ellas. Se trata de una forma de larga data
en la historia de nuestro país, que reiere al acceso informal a la tierra y la vivienda.
En ocasiones, se hace de un modo espontáneo e individual, en otras de un modo
organizado y planiicado, formando parte estas últimas de procesos de organización
y lucha colectiva (Cravino, 2001). Esta modalidad representa una de las formas de acceso al hábitat urbano, donde la lógica de la necesidad conduce a la autoproducción
del hábitat (Rodríguez et. al, 2007). Por la otra parte, nos centraremos en la ocupación
de establecimientos productivos que tienen como objeto los denominados procesos
de recuperación de empresas por sus trabajadores. Desde ines de la década del noventa, y especialmente a partir de la inédita crisis general de 2001, las recuperaciones
de empresas se desarrollaron en nuestro país, representando un proceso aún abierto
Julián Rebón
207
en la actualidad. Asalariados de unidades productivas en crisis asumen de forma colectiva, organizados en cooperativas de trabajo, la responsabilidad de llevar adelante
la producción. Frente a la vulneración de la relación salarial por parte del capital, los
trabajadores en la defensa de su puesto laboral avanzan sobre la dirección de la producción. La toma ha sido la forma de acción colectiva emblemática de dichas experiencias. Ha cumplido un rol central como medio eicaz de apropiarse en los hechos
del espacio de la fábrica para evitar su vaciamiento y reiniciar la producción de manera autogestionada (Fajn et. al, 2003; Rebón, 2007; Salgado, 2012). Comparemos a
continuación la legitimidad social de estos dos usos de la ocupación.
Cuando indagamos sobre la legitimidad en términos de justicia de estas formas
de acción encontramos una amplia variación13. Mientras en el caso de la toma de terrenos con el objeto de habitarlos predomina la representación de injusticia (65%),
por el contrario en el caso de la toma de fábricas con ines productivos los valores
cambian signiicativamente, el 84% considera justo este tipo de toma. Estas diferencias signiicativas nos muestran que la legitimidad no depende sólo de la modalidad
de acción colectiva, sino que está determinada por el conjunto de atributos sociales
en los cuales esta se enmarca. La legitimidad o no de un esquema de acción colectiva, no reiere a una característica intrínseca del instrumento sino de su singularidad:
quiénes la usan, cuál es el objeto de su acción y su objetivo. De este modo, aun en una
forma extrainstitucional de plantear y resolver reclamos colectivos y que es resistida
en términos de legitimidad social, el tipo especíico de singularización conigura las
condiciones de su legitimación. Exploremos brevemente los procesos de legitimación
en cada una de estas formas.
Cuadro 4. Percepción de toma en términos de justicia según modalidad entre la población del
AMBA (2012)
13 La pregunta textual que se realizó para indagar la legitimidad de la toma con el objeto de recuperación productiva fue: ¿es justo que un grupo de trabajadores de una fábrica que está por cerrar la ocupe para ponerla a
producir? Para el caso ocupación con objeto de hábitat la pregunta fue: ¿considera que es justo que personas que
no tienen vivienda ocupen un terreno deshabitado para vivir? Regístrese que si bien en ambas preguntas la forma
de acción es una (toma), cambian el protagonista, la meta y el objeto de la toma. Posteriormente desarrollaremos
con más detalle estas diferencias.
208
La legitimidad social de las formas de lucha
Analicemos en primer lugar el ejemplo referente a la ocupación de empresas. Como
ya señalamos en contraposición a la valoración de la toma como forma de lucha genérica y la atinente al caso de apropiación con ines de vivienda, la ocupación de la unidad productiva con el in de recuperar la empresa es considerada una forma legítima
de acción. ¿Sobre qué elementos se funda dicha valoración positiva? La defensa de la
fuente de trabajo es el criterio que convalida la acción directa (65%). Los trabajadores
son acreedores de una solidaridad social que legitima alterar las relaciones de propiedad -si fuera necesario- para defender su fuente laboral. En menor medida, la falta de
otra alternativa de elección y por ende de decisión moral, legitima la acción (20%).
Como señalan los encuestados: lo hacen porque es la única alternativa que les queda.
En este caso, el trabajo aparece como elemento implícito que funda la valoración, no
siendo una opción posible perderlo. Otra respuesta convierte al trabajo en fuente de
propiedad, es justa la ocupación o toma de la fábrica ya que “les pertenece porque es
fruto de su propio trabajo” (15%). Así, el esfuerzo de los trabajadores y el trabajo adeudado, torna difusas las fronteras entre propiedad establecida y propiedad merecida,
promoviendo la legitimidad de la toma del establecimiento.
Por el contrario, la minoría de los encuestados que no considera legítima esta forma de acción colectiva destaca, en su mayoría, la existencia de otras formas de reclamo. Frente a la percepción de ausencia de alternativas, emerge aquí la existencia de
otros canales que podrían ser utilizados. En menor medida, el valor de la propiedad,
en relación a la legitimidad que le coniere el marco legal, o enfatizado en sí mismo,
son los elementos que se destacan.
Cuadro 5: Razones de percepción en términos de justicia de la toma con el objeto de recuperación productiva de la población del AMBA (2012).
Julián Rebón
209
En el caso la ocupación con ines habitacionales, el valor de la propiedad -aquelloque no lograba subsumir al trabajo en el caso de las empresas recuperadas-, aparece
como el eje central que funda la percepción dominante. Para casi la mitad de los encuestados es ilegítima porque el terreno no es de su propiedad. En segundo lugar,
con algo más de un cuarto de las respuestas encontramos el carácter jurídico de las
relaciones de propiedad, (“viola la ley“). Finalmente, con un valor algo menor, encontramos la crítica desde la lógica del merecimiento, “las cosas hay que pagarlas”. Es el
esfuerzo personal –elemento vinculado frecuentemente a la cultura del trabajo- la
forma justa de acceder a esta clase de bienes.
En cambio, entre aquella minoría que justiica este tipo de ocupación es la lógica
de la necesidad, lo signiicativo y urgente de la carencia, el principal elemento que
permite conigurar como justo el acto de la ocupación de terrenos. Para prácticamente la mitad de los encuestados no se trata de un merecimiento, de algo que es justo
porque es la resultante de su propio trabajo o esfuerzo, sino de una necesidad que
urge ser satisfecha. En segundo lugar, un tercio de los encuestados no le otorga carácter electivo al acto, la acción es planteada como la única alternativa para enfrentar la
situación. Nótese, que esta respuesta adquiere mayor intensidad que en el caso de las
empresas recuperadas. Este mayor peso de la desresponsabilización se debe en nuestro entender por la menor fuerza que tienen otras formas argumentativas positivas.
Finalmente, con menor valor emerge la valoración del derecho a la vivienda (18%).
Acá no es la mera necesidad o el merecimiento el punto argumentativo, se trata de
una relación que debe ser garantizada a todos los ciudadanos independientemente
de su situación o acción.
Cuadro 6. Razones de percepción en términos de justicia de la toma con el objeto de habitar de
la población del AMBA (2012).
En suma, mientras la alteración del valor de la propiedad –elemento implícito en las
tomas planteadas- es relativizado y subsumido por el valor del trabajo en el caso de la
recuperación, este alora como el núcleo ordenador de la ilegitimidad de la toma con
210
La legitimidad social de las formas de lucha
objeto habitacional. La singularidad del uso de la toma en el caso de la recuperación
de empresas, logra construir una fuerza moral a su favor que le otorga legitimidad aun
cuando transgreda normas y valores dominantes en la sociedad argentina. En nuestra
hipótesis, el proceso exitoso de singularización se basa en cuatro elementos.
En primer lugar, el valor social del trabajo como elemento legitimador de la acción. Como hemos señalado en otro artículo, el trabajo como bien social aglutina
diversos valores, signiicados e ideas los cuales le imponen límites a su mercantilización, promoviendo el pasaje por parte de los trabajadores de la privación a la acción
contenciosa. En nuestra hipótesis esto se produce porque las empresas recuperadas
han logrado quedar signadas en el marco de un elemento clave de la coniguración
cultural argentina que hemos denominado –inspirados por Thompson (1979)- economía moral del trabajo. (Rebón, Kasparian, Hernández: en prensa). La economía
moral del trabajo está en nuestra perspectiva deinida por los modos concretos en
que una forma histórica de trabajo es socialmente valorada, en articulación y oposición a otros valores. En nuestro país una forma especíica de trabajo -asalariado a
tiempo completo, estable y con beneicios sociales- es un elemento clave en términos
identitarios. Representa tanto el modo legítimo de obtener medios de vida, como de
brindar pertenencia y reconocimiento social, orientar la vida y proyectar el futuro. El
orgullo por trabajar y por ser trabajador son dos expresiones de esta cultura (Danani y
Grassi, 2009). Si bien durante la última década del siglo XX esta cultura entró en crisis,
ha seguido operando bajo nuevas condiciones, en las cuales el continuar u obtener
trabajo se independiza de la forma salarial (Rebón, Kasparian y Hernández: en prensa).
La defensa de la fuente de trabajo adquiere la suiciente fuerza moral como para relativizar el valor de la propiedad privada frente al valor del trabajo. Esto no ocurre en el
caso de la vivienda. A pesar de que el acceso a la vivienda, al igual que el trabajo, es un
derecho constitucional, éste tiene un rol más relevante en el entramado institucional
y cultural; precisamente se lo considera el medio legítimo para obtener una vivienda,
entre otros bienes y necesidades. El trabajo con su cultura del esfuerzo y sacriicio
es considerado socialmente la principal vía de integración social. Los trabajadores al
ocupar para producir realizan este valor. Por eso en las respuestas anteriormente encontradas hallamos que el “trabajar” legitima la toma por recuperación, y el que las
cosas “deben ser pagadas y no regaladas” estructura argumentativamente la ilegitimidad de la toma de terrenos.
En segundo lugar, el espacio afectado por la ocupación es la fábrica o empresa,
es decir, un bien de carácter lucrativo y no generalizado. Es de carácter lucrativo, en
tanto que persigue una ganancia y no simplemente una retribución a un esfuerzo. Es
de carácter no generalizado, en tanto que sólo una ínima minoría de la población es
propietaria de establecimientos productivos. Además, la recuperación de empresas
es un fenómeno acotado, esta característica favorece que ni siquiera se generalice el
miedo a su expansión en el conjunto de los sectores empresarios. Por estas razones,
no se propicia una identiicación inmediata con la personiicación afectada por la ocupación. Precisamente, a nivel simbólico, es más generalizado el temor a la pérdida de
la fuente de trabajo que el ver afectado un bien lucrativo pasible de ser ocupado; esta
última es una situación más ajena para la mayoría de la población. Por el contrario, en
el caso de los terrenos estamos ante un espacio de posesión más generalizado y no
Julián Rebón
211
necesariamente relacionado a la obtención de ganancias. Aquí, en nuestra hipótesis
aumenta el temor en parte de los encuestados a ser afectados directa –pérdida de
terreno o casa- o indirectamente –depreciación- en su propiedad personal.
En tercer lugar, otro elemento sobre el cual se funda la legitimidad es el carácter
defensivo y restaurador de la meta perseguida por los trabajadores. Toda defensa pretende la preservación de una condición o relación previa. En el caso de las empresas
recuperadas se busca mantener la condición de trabajador, representando el trabajo
un derecho adquirido e institucionalizado. Precisamente, la búsqueda de la defensa
de una relación legitimada socialmente es la que permite deinir la situación como un
“agravio”. La toma persigue un principio de restablecimiento o restauración de una
situación. Por el contrario, la toma de terrenos tiene un carácter ofensivo, es decir,
apunta a transformar las relaciones preexistentes, buscando obtener una condición
que anteriormente no se poseía, implicando de este modo un desafío de otro tipo.
Finalmente, la legitimidad suscitada se sostiene en la no aleatoriedad o arbitrariedad de la acción. En el caso de la recuperación de empresas existe una vinculación entre el espacio que se ocupa, los actores que llevan a cabo la acción y la fuente del conlicto, que hace que la ocupación no sea considerada como arbitraria. Es decir, hay un
principio de vinculación especíica y causal entre el causante del agravio y el afectado
por la acción. La fábrica tomada pertenece o pertenecía a quien es percibido como el
responsable de la pérdida de la fuente laboral. Los agraviados no son un grupo genérico, no son los trabajadores en general, se trata del personal de la empresa especíica
que cierra o entra en crisis. Esto hace que el mecanismo de vinculación sea plenamente consistente. Dado que el trabajador afectado por la crisis empresarial aportó
productivamente en dicho establecimiento, entablando un conjunto de relaciones
de diverso tipo que preexisten al desarrollo del conlicto, la legitimidad se potencia.
Incluso, habitualmente en los procesos de recuperación, este aporte productivo no ha
sido remunerado en los términos establecidos por ley, existiendo deudas laborales,
tales como salarios caídos o indemnizaciones. Por el contrario, generalmente en la
toma de terrenos, no existe una relación previa entre el espacio que se ocupa y los
actores que llevan a cabo la acción. De este modo, no se logra establecer un criterio
de justicia que legitime la relación ya sea basado en la compensación de un agravio
previo, o en un merecimiento en torno a un aporte o esfuerzo realizado previamente
en torno al objeto.
En suma, la brecha en términos de percepción de justicia entre la generalizada ilegitimidad de un formato de acción -la ocupación-, y la alta legitimidad de una forma
especíica que la misma asume -la recuperación- se explica por el proceso exitoso de
singularización. El mismo se logra a partir de la combinatoria del valor que la fundamenta, su objeto, el carácter de la meta que persigue y la no arbitrariedad de la acción.
La toma u ocupación del establecimiento productivo en el caso de la recuperación
de empresas funda su legitimidad en la moral del trabajo. Pero esto no implica que
toda legitimación basada en dicha moral sea exitosa. En nuestra hipótesis, el proceso
legitimador es posible porque se combina con el principio de no aleatoriedad y el
de restauración de una situación deinida en términos de derecho. De este modo, la
singularización o moralización del proceso de recuperación de empresas, construida
sobre las particularidades de la situación, justiica la violación de la propiedad privada,
212
La legitimidad social de las formas de lucha
permitiendo activar valores morales entre los demandantes y terceros, dotando a la
acción de amplia legitimidad social.
Comentarios inales
El ejercicio aquí presentado con base en la investigación por encuesta nos proporciona un panorama de los repertorios de confrontación presentes en la población.
A diferencia de otras aproximaciones que tienen como unidad de análisis los conlictos, aquí abordamos los mismos a partir de la experiencia adquirida por la población aportando algunos elementos que entendemos colaboran en una comprensión
integral de los eventos contenciosos. Nuestra aproximación a la población del Área
Metropolitana nos permite destacar tres elementos.
En primer lugar, la participación en las formas de la protesta es reconocida por una
porción signiicativa pero minoritaria de la población. A pesar de las innovaciones en
la práctica de la protesta en las últimas décadas, la forma clásica de la protesta social,
la movilización, y la de la protesta laboral, la huelga, son los esquemas que revisten
mayor nivel de participación. En términos generales, la participación en los reclamos
está ordenada según clivajes políticos y sociales, siendo mayor en sectores organizados, de estratos medios y favorables a la fuerza en el gobierno y los sectores progresistas y de izquierda en general.
En segundo lugar, los esquemas de acción colectiva indagados son controversiales. Una parte signiicativa de la población rechaza el uso del conjunto de las formas
de acción colectiva indagadas. No obstante, las legitimidades son diferenciales. Entre
aquellas modalidades clásicas y más institucionalizadas las opiniones, favorables y
contrarias, se encuentran divididas en magnitudes relativamente semejantes. Por el
contrario, entre las formas menos institucionalizadas la crítica es lo dominante.
Finalmente, nuestro análisis de la toma en la recuperación de empresas por sus
trabajadores, nos proporciona un abordaje que aporta en comprender los procesos
constituyentes de la legitimidad de las formas extra institucionales y disruptivas. Es
la singularización y moralización resultante, que retoma ciertos valores en articulación con elementos contextuales que viabilizan su expansión, lo que permite en el
caso abordado tornar a la acción directa objeto de una alta legitimidad. No se trata
de la forma de lucha en abstracto, sino de cómo ésta se instala en una lucha logrando
activar nociones legitimantes de más amplio alcance. Indagar en futuras investigaciones con más detenimiento las condiciones constituyentes de la legitimidad, no debe
ser sólo un objeto de curiosidad intelectual. Puede sin lugar a dudas representar un
aporte que enriquezca las cajas de herramientas con las que contamos en los sectores
populares y, sobre todo, perfeccionar la artesanía social de su uso.
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As lutas da classe trabalhadora no
Brasil dos “mega-eventos”
MARCELO BADARÓ MATTOS
Universidade Federal Fluminense, Brasil.
Resumen
Existe una conexión indirecta entre las
protestas masivas de junio de 2013 y el
ciclo ascendente de luchas y huelgas de
los trabajadores en Brasil, ya que este
episodio multitudinario surge en medio
de un proceso ya iniciado y, al mismo
tiempo, lo impulsa. El recurso a la huelga,
como arma para enfrentar los bajos salarios, la pérdida de derechos y las pésimas
condiciones de trabajo, volvió a ser un
instrumento de lucha a pesar, o a contrapelo, de las tradiciones y las prácticas
de las principales direcciones sindicales.
En la manifestaciones de junio de 2013
prevaleció un peril de jóvenes precarios
con bajos salarios y, no obstante, sus demandas tenían contenidos universales
y clasistas: transporte, salud, educación,
libertad de expresión y de manifestación,
contra la represión policiaca y los monopolios de los medios de comunicación
de masa. Actualmente, en los meses siguientes al mundial del fútbol, el número y el impacto de las huelgas no se está
repitiendo, posiblemente por la escalada
represiva y criminalizante contra los militantes de los movimientos sociales.
Abstract
There is an indirect connection between
the massive protests of June 2013 and the
ascending cycle of struggles and strikes
of workers in Brazil, given that this multitudinous episode emerges in the middle of an already initiated process and, at
the same time, propels it. The resource
of striking as a weapon to confront low
wages, the loss of rights and the terrible
working conditions, became again an
instrument of struggle, in spite, or even
against, the traditions and practices of
the main union leaderships. In the protests of June 2013 a proile of precarious
youth with low wages prevailed and, nonetheless, their demands had universal
and classist contents: transport, health,
education, freedom of expression and
assembly, against police repression and
monopolies in mass media. Currently, in
the months that followed the World Cup,
the number and impact of the strikes has
not repeated, possibly because of the rise
in repression and criminalization of social
movement militants.
Palabras clave
Brasil, clase trabajadora, huelga, protestas de junio de 2013.
Keywords
Brazil, working class, strike, protests of June 2013.
216
As lutas da classe trabalhadora no Brasil dos “mega-eventos
A emergência de diversas e múltiplas manifestações de protesto social no plano internacional, no período dos últimos cinco ou seis anos, tem gerado caracterizações
sobre a novidade ou especiicidade desses movimentos, seja pelo peril dos manifestantes, seja pelas modalidades organizativas que os convocam ou deles surgem, seja
ainda por seus programas de reivindicações implícitos ou explícitos. Entre tais caracterizações e análises predomina a valorização de elementos como: a rejeição às formas tradicionais de organização das lutas da classe trabalhadora desde o século XIX
(os partidos e sindicatos em especial); um peril de lideranças e bases distinto daquele
tradicionalmente associado à classe trabalhadora; um horizonte organizativo diferenciado, pautado pela rejeição a formas institucionais e estruturas hierarquizadas e um
conjunto de propostas e demandas muito diversiicado e fragmentado, que possui
por pontos de contato uma difusa rejeição à ordem política e uma reação decidida
aos modelos de ajuste econômico típicos das estratégias de enfrentamento da crise
capitalista pelos governos de diferentes matrizes partidárias após 2008.
Este artigo está longe de pretender questionar em bloco tal caracterização dominante. Porém, a partir do caso brasileiro, estudado com ênfase sobre o caráter das
manifestações multitudinárias que eclodiram, em meio à chamada Copa das Confederações de futebol, em meados de 2013 (denominadas como “jornadas de junho”) e
das lutas sociais que a estas se relacionaram - ocorrendo antes ou depois - espera-se
demonstrar uma conexão entre protestos coletivos que aparentemente se encaixam
plenamente na caracterização acima resumida e formas mais tradicionais de luta e
organização da classe trabalhadora, como as greves e o movimento sindical.
Isso porque as “jornadas de junho” ocorreram em meio a uma retomada progressiva de lutas sindicais típicas, como as greves, ainda que com tais movimentos não
mantivessem uma relação direta. Mais que isso, as mobilizações de massa de 2013
impulsionaram uma nova onda de movimentos grevistas (entre outros movimentos
sociais) que se estendeu, pelo menos, até meados de 2014, quando o Brasil recebeu a
Copa do Mundo de futebol. Explicar essas “coincidências” exige uma relexão que vá
além dos elementos mais aparentes desses fenômenos. Comecemos por uma recuperação rápida das informações gerais sobre os ciclos grevistas no Brasil recente, para
em seguida retomar a discussão sobre as jornadas de junho e seu efeito multiplicador
de lutas. Ao im, esperamos conseguir esboçar uma avaliação do quadro atual.
O retorno das greves?
Um dos mais visíveis indicadores do recuo das lutas coletivas da classe trabalhadora
brasileira, a partir dos anos 1990, foi a diminuição do número de greves. Em 1989,
no auge do ciclo de lutas sociais que marcou o im da ditadura empresarial-militar
instalada em 1964, ocorreram cerca de 4000 greves no Brasil. Nos anos seguintes
este número foi caindo, até atingir 1228 greves em 1996, 525 em 2000 e 299, em
2005, num dos pontos mais baixos da curva (o menor número foi de 298 em 2002)1.
Para explicar tal declínio das mobilizações organizadas dos trabalhadores, podemos
elencar diversos fatores: o desemprego e a precarização das relações de trabalho
decorrentes do processo de reestruturação produtiva que se acelerou a partir da
década de 1990; o progressivo apassivamento da maioria da direção sindical mais
1 No Brasil, os levantamentos mais sistemáticos sobre greves são os produzidos pelo Departamento Intersindical de Estatística e Estudos Econômicos (DIEESE) e podem ser consultados em <www.dieese.org.br>.
Marcelo Badaró Mattos
combativa (reunida em torno da Central Única dos Trabalhadores, a CUT), que ao
longo dos anos 1990 aderiu progressivamente a uma lógica conciliatória e amoldouse à ordem do capital e à estrutura sindical oicial; e, já nos anos 2000, a incorporação
de dirigentes sindicais aos governos capitaneados pelo Partido dos Trabalhadores,
acompanhada da transformação da CUT em braço sindical dos governos petistas e
de sua deinitiva incorporação à estrutura sindical oicial. Explicar detalhadamente
cada um desses fatores demandaria mais espaço e tempo do que dispomos aqui.
O que nos interessa neste momento, porém, é assinalar uma inlexão. Depois de
446 greves contabilizadas em 2010 e 554 em 2011, no ano de 2012 aconteceram 873
greves no Brasil, segundo os estudos do DIEESE. É o maior número registrado desde
1996 e revela um crescimento signiicativo nos últimos anos do recurso à paralisação
do trabalho, como arma para enfrentar os baixos salários, a perda de direitos dos trabalhadores e as péssimas condições de trabalho, geradoras de uma crescente onda de
acidentes de trabalho, especialmente em setores como o da Construção Civil, que se
viu mais aquecido com as grandes obras do Programa de Aceleração do Crescimento
(PAC) e dos “mega-eventos” (Copa do Mundo de Futebol e Olimpíadas). A relativa estabilidade do nível de emprego (relativa porque os números oiciais contabilizam cerca
de 6 milhões de desempregados, mas também 62 milhões de brasileiras e brasileiros
em idade ativa que por alguma razão não buscam empregos) também pode ajudar
a explicar porque cresce o número de greves. Ainda não foram divulgados os dados
sobre as greves no ano de 2013, mas tudo indica que a tendência ao crescimento se
manterá.
No entanto, o crescimento do número de greves está longe de ser o principal
fenômeno das lutas sociais no Brasil na conjuntura recente. Em junho de 2013, milhões de brasileiros foram às ruas em protestos que chegaram a envolver mais de 400
cidades e cerca de 2 milhões de pessoas, apenas na noite de 20 de junho, quando as
manifestações atingiram seu ponto mais alto. Há certo consenso em avaliar que tais
protestos, ao menos naquelas dimensões, não eram esperados e não alcançaram tamanha amplitude por terem sido convocados por alguma força política ou movimento social organizado. Embora existissem organizações e movimentos impulsionando
as primeiras manifestações, que reuniram algumas centenas ou poucos milhares de
pessoas contra os reajustes das tarifas do transporte urbano, a explosão das multidões nas ruas foi um efeito em grande medida “espontâneo”, típico daquelas situações
históricas nas quais descontentamentos sociais latentes, extravasam por canais não
institucionais. Diante disso, que relações poderiam ser estabelecidas entre as “jornadas de junho” e as greves?
As jornadas de junho: sentido de classe?
No momento das grandes manifestações de meados de 2013, uma das características
mais discutidas de seu peril foi a rejeição aos partidos políticos e, em alguma medida, às organizações sindicais proclamada por parcela signiicativa dos manifestantes.
Quando as centrais sindicais tentaram aproveitar o embalo das grandes passeatas
para impulsionar dois dias nacionais de luta uniicada, o que se viu foram manifestações de escala muito reduzida e, em grande medida, restringidas a dirigentes e
funcionários dos aparatos sindicais. De que relação com as greves se poderia tratar
217
218
As lutas da classe trabalhadora no Brasil dos “mega-eventos
então?
Antes de qualquer resposta apressada, tentemos entender melhor junho de 2013.
É fato que o peril de seus participantes, dimensionado por um pequeno número de
levantamentos realizadas por institutos de pesquisa de opinião, cujos critérios de
estratiicação dos entrevistados são questionáveis, revelam uma composição social
heterogênea. No entanto, revelam também uma clara predominância de manifestantes nas faixas de rendimento de 0 a 5 salários mínimos e nas faias etárias mais
jovens2. Indo um pouco além da aparência dos acontecimentos, podemos perceber
que apesar de terem sido palco para todo tipo de propostas, inclusive algumas de
teor claramente reacionário, as grandes demandas daquelas manifestações que permaneceram em pauta ao longo do processo – pela redução do preço e melhoria da
qualidade do transporte coletivo, contra a violência policial, contra as corporações
empresariais de mídia, em defesa da saúde e da educação – possuíam um claro peril de classe. Isso se vislumbrava desde o momento em que icou evidente a ampla
simpatia que despertou a sua reivindicação original. Capitaneadas pelo Movimento
pelo Passe Livre de São Paulo e organizações semelhantes em outros estados, que já
possuem cerca de uma década de lutas acumuladas, mobilizando especialmente os
estudantes, as primeiras passeatas se opunham ao aumento das tarifas do transporte
urbano. Os transportes públicos urbanos, muito caros e de péssima qualidade, são um
pesadelo no orçamento e no cotidiano justamente dos setores mais precarizados da
classe trabalhadora, que moram mais distante do trabalho e não recebem qualquer
tipo de auxílio para o transporte3. Quando as manifestações reuniram milhões nas
ruas, mesmo após a revogação dos reajustes de tarifas na maioria das capitais, a pauta
mais sensível foi justamente a demanda por serviços públicos de qualidade – além do
transporte, também saúde e educação –, reivindicação nitidamente orientada pelos
interesses da classe trabalhadora, que exige, ainda que de forma difusa, mais do que
o acesso a serviços no mercado, seus direitos sociais universais.
Os que foram às ruas naquelas “jornadas” protestaram também contra a violência
policial, não apenas para garantir seu direito à manifestação, mas também para denunciar o sentido opressivo de um aparato militarizado de coerção estatal, que constitui uma das faces mais visíveis do tratamento dispensado pelo Estado aos setores
mais precarizados da classe trabalhadora em um país com os níveis de desigualdade
social do Brasil.
Diante da extrema violência empregada pelos policiais contra os primeiros atos
contra os reajustes das passagens, nas primeiras semanas de junho, alguns comentários enfatizaram que a polícia cometeu “excessos”, enquanto outros airmaram que
os policiais eram despreparados. Análises como essas geram equívocos e confusões.
Não é despreparo o que os policiais demonstram quando atiram a queima roupa em
manifestantes – eles foram treinados para fazer isso todos os dias nas favelas e periferias das grandes cidades brasileiras (com a diferença de que lá as balas não são de
2 Ver a esse respeito os dados de pesquisas comentados por Ruy Braga, a partir de sistematização de André
Singer, em “Cenedic: uma sociologia à altura de Junho”, in http://blogdaboitempo.com.br/category/colunas/ruybraga/
3 Estimativas de 2014 apontam para 29% da população brasileira vivendo nas periferias dos centros urbanos.
Ver
<http://revistaforum.com.br/blog/2014/01/quase-um-terco-dos-brasileiros-vive-nas-periferias-urbanas/>,
consultado em fevereiro de 2014.
Marcelo Badaró Mattos
borracha)4.
Para quem tinha alguma dúvida, isso icou nítido em plena onda de manifestações, quando na madrugada do dia 24 pra 25 de junho, na sequência à repressão
a um ato de protesto, que segundo a polícia teria dado ensejo a atos criminosos, os
helicópteros e carros blindados de uma polícia militar armada para a guerra, foram
empregados contra a população da favela Nova Holanda, no chamado “complexo” da
Maré. O resultado noticiado foi a morte de nove moradores, e um sargento da polícia.
O mesmo “complexo” de favelas que, meses depois, em abril de 2014, seria ocupado por tropas da Marinha e do Exército. Localizado à margem da via expressa que
liga o maior aeroporto do Rio de Janeiro ao centro da cidade, o conjunto de favelas,
cuja visão desde a autopista já era obstada por muros acrílicos pintados, estaria assim
“neutralizado” como potencial de perigo para a circulação de delegações e turistas
durante o mundial de futebol. No entanto, a ocupação prossegue após o im da Copa
do Mundo, tendo resultado desde abril em outro tanto de mortes de moradores, sempre sob a acusação de pertencerem ao “mundo do crime”.
Nesse sentido, da mesma forma que a demanda por direitos sociais, como transporte, saúde e educação, a reação à violência policial possui também um sentido de
classe. Questionar a violência policial é questionar um pilar central da forma atual da
dominação de classes no Brasil. As jornadas de junho também questionaram outro
dos pilares fundamentais dessa dominação: os monopólios empresariais de comunicação de massas, onde alguns poucos grupos familiares privados controlam a imensa
maioria dos canais de comunicação jornalística e rádio-televisiva. Os manifestantes
denunciavam a cobertura tendenciosa desses canais sobre os protestos, contribuindo
assim, ainda que com muitas contradições, para abrir caminho para o esclarecimento
de alguns setores sobre o papel de classe fundamental exercido pelos monopólios
empresariais de comunicação.
Por isso alguns intérpretes associaram as “jornadas de junho” a uma explosão de
protesto político justamente daqueles setores da classe trabalhadora brasileira que
se submetem às novas formas (ou velhas formas reinventadas) de precarização das
relações de trabalho. Ruy Braga, por exemplo, acredita que os que foram à rua eram
os representantes do “precariado”: “a massa formada por trabalhadores desqualiicados e semiqualiicados que entram e saem rapidamente do mercado de trabalho, por
jovens à procura do primeiro emprego, por trabalhadores recém-saídos da informalidade e por trabalhadores sub-remunerados” (Braga, 2012: 96).
4 Alguns números: entre 2005 e 2009, a polícia de São Paulo matou 2.045 pessoas, registrando as mortes como
resultantes de “confronto” e “resistência à prisão”. O número, para se ter um grau de comparação, é superior aos
dos mortos por todos os órgãos policiais dos Estados Unidos no mesmo período. No Rio de Janeiro, a polícia militar, campeã de homicídios registrados como “resistência”, matou 416 pessoas somente em 2013, quase o mesmo
número do ano anterior (em 2008 foram 649). Dados que podem ser bem maiores, diante dos mais de 6.000 registros de “desaparecimentos” em 2013, números nos quais por certo se incluem muitos assassinatos por policiais
que resultaram em ocultação de cadáveres , como no caso do pedreiro Amarildo, morador da favela da Rocinha,
morto por policiais que sumiram com seu corpo, em pleno contexto das jornadas de junho, ou no rumoroso caso
recentemente documentado de morte por policiais de um jovem de 14 anos, relatado por outros dois jovens com
eles levados para uma área desabitada da cidade, ao que tudo indica utilizada rotineiramente para “desova” de
corpos pelos policiais. Ver <http://odia.ig.com.br/noticia/rio-de-janeiro/2014-07-27/pms-envolvidos-em-mortesno-sumare-queriam-executar-mais-jovens-infratores.html>. Informações sistemáticas sobre a violência policial
podem ser encontrados nos relatórios de organizações como a Justiça Global, ver <global.org.br>.
219
220
As lutas da classe trabalhadora no Brasil dos “mega-eventos
É importante ressaltar que, ao contrário do uso dominante do termo pela literatura sociológica francesa, Braga não distingue completamente o “precariado” da classe trabalhadora, mas considera-o uma parte dela, deinindo-o como “a fração mais
mal paga e explorada do proletariado urbano e dos trabalhadores agrícolas”, que se
diferencia tanto dos “setores proissionais”, mais qualiicados e melhor remunerados
da classe trabalhadora, quanto da população pauperizada e do lumpemproletariado
(Braga, 2012: 19). Não é necessário aceitar o conceito de “precariado” sem reservas
para concordar com Braga na avaliação de que a explosão política de junho de 2013
teve como protagonistas setores mais precarizados da classe trabalhadora brasileira, justamente aquele setor mais distante da organização sindical tradicional, porque
menos representado por ela.
Ainda assim, e voltando à questão da relação entre as jornadas e as greves, é possível enxergar as manifestações de junho de 2013 como potencializadas por/e potencializadoras de lutas sindicais.
Em primeiro lugar, porque as reivindicações dos manifestantes estavam longe de
ser novidades. Trata-se de um conjunto de bandeiras assumidas e propagandeadas
pelos movimentos sociais que mantiveram uma perspectiva mais mobilizadora e
combativa, mesmo em meio à maré vazante de lutas dos anos 1990 e 2000. Em especial a defesa de mais verbas e melhor qualidade para saúde e educação públicas teve
nos sindicatos de trabalhadores desses dois setores no serviço público brasileiro seus
principais propagadores. Em 2012, por exemplo, uma grande greve dos trabalhadores
da educação no serviço público federal atravessou mais de três meses de enfrentamentos com o governo de Dilma Roussef, colocando em evidência as condições precárias de expansão do ensino nas instituições federais. Ou seja, as lutas sindicais, ainda
que fragilizadas e fragmentadas, das duas décadas passadas foram essenciais para
manter em pauta a defesa desses direitos fundamentais. Por isso, não é possível desconsiderar que palavras de ordem ouvias nas manifestações de junho de 2013 - como
“- Da copa eu abro mão. Quero dinheiro pra saúde e educação” - possuíssem alguma
possibilidade de emergir porque foram antes elaboradas em lutas dos trabalhadores
desses serviços públicos.
Por outro lado, as manifestações de 2013 impulsionaram greves e táticas de lutas
dos sindicatos mais combativos. Em vários estados do país, sindicatos de proissionais
da educação das redes públicas de ensino básico, percebendo o clima de apoio popular à causa pela qual sempre lutaram, izeram greves no segundo semestre de 2013.
No Rio de Janeiro, a greve foi longa, enfrentou a intransigência dos governos estadual
e municipal, mas gerou uma nova onda de passeatas multitudinárias em seu apoio,
chegando a reunir novamente cerca de 100 mil pessoas nas ruas do centro da cidade
em outubro. Muitos dos manifestantes de junho foram às ruas novamente concretizar
a palavra de ordem da defesa da educação, consubstanciando-a em apoio ativo à luta
dos trabalhadores do setor.
A mesma tática de levar a greve para a rua, na forma de grandes manifestações, foi
empregada pelos trabalhadores da limpeza urbana do Rio de Janeiro (os garis), que
em pleno carnaval carioca deste 2014 paralisaram suas atividades para garantir melhorias salariais e de condições de trabalho. Apesar do incômodo com o acúmulo de
lixo nas calçadas e ruas, em plena festa carnavalesca, a maioria da população da cida-
Marcelo Badaró Mattos
221
de apoiou a greve e quando, em 7 de março, os garis izeram sua maior manifestação
pelo Centro foram fortemente aplaudidos e receberam muitas adesões em seu protesto. Imediatamente após essa demonstração de força, a Prefeitura do Rio de Janeiro,
que havia classiicado a greve como “motim” e mobilizara escoltas policiais para forçar
os garis a trabalharem, chamou os líderes da greve para negociar e a paralisação se
encerrou com ganhos substantivos para os trabalhadores.
Greves como essa colocam em questão também a natureza do sindicalismo brasileiro hoje. Embora continue a existir um setor combativo do movimento sindical, que
se mobiliza e comanda greves (como entre os proissionais de educação, ou entre os
metroviários de São Paulo, que realizaram uma forte greve em junho de 2014, às vésperas do mundial de futebol) e apesar de até mesmo a burocracia mais acomodada
em alguns momentos ser obrigada a convocar paralisações do trabalho, o que chama
a atenção em muitos desses movimentos grevistas recentes é que eles se fazem à
margem das, e muitas vezes contra as, direções sindicais.
Nos anos inais da ditadura e até inais da década de 1980, a emergência do chamado “novo sindicalismo” se fez não apenas através da explosão das mobilizações
grevistas, mas também através de um questionamento à estrutura sindical corporativista (vigente no Brasil desde os anos 1930) que valorizava a “autonomia” dos sindicatos. A formação da Central Única dos Trabalhadores (CUT), em 1983, e as lutas
levadas adiante por aquela central, como as diversas greves gerais da década de 1980,
foram a face mais visível de um movimento combativo que explicitava a diferenciação
dos interesses e projetos de classe dos trabalhadores brasileiros em relação à classe
dominante. Um quadro complexo de situações - que envolve, entre outros elementos já rapidamente mencionados, a reação dessas direções sindicais ao processo de
“reestruturação produtiva”, sua progressiva adaptação à estrutura sindical que antes
criticara e a adesão a mecanismos novos de colaboração de classes (como câmaras
de negociação tripartites, conselhos de fundos de pensão de empresas estatais e de
fundos públicos, etc.) - explica a progressiva conversão do polo sindical antes combativo a uma lógica de atuação mais propensa aos acordos que viabilizaram a retirada
de direitos dos trabalhadores e a ampliação da produtividade/lucratividade do capital
desde os anos 1990. A chegada do Partido dos Trabalhadores ao governo Federal,
em 2003, levou esse processo de incorporação à ordem a um novo patamar, com a
nomeação de centenas de dirigentes sindicais para cargos públicos e de gestão de
empresas e a transformação da CUT em braço auxiliar das políticas de governo, quebrando a resistência mesmo àquelas contrarreformas de matriz neoliberal às quais tal
setor do sindicalismo ainda se opunha5.
Na greve dos garis cariocas, a direção sindical, encastelada há décadas no sindicato de trabalhadores da limpeza urbana e sempre disposta a colaborar com os governos e a conter mobilizações, não só se posicionou contra a greve, como tentou
evitá-la, boicotando a assembleia dos trabalhadores que iria delagrá-la e anunciando
acordos com a municipalidade que nunca foram discutidos pela categoria. Mesmo na
greve dos proissionais da educação do Rio de Janeiro no segundo semestre de 2013,
dirigida pelo Sindicato Estadual dos Proissionais da Educação (SEPE), cuja compo5 Estudei tal processo, aqui apresentado de forma muito esquemática e resumida, em diversos trabalhos, como
os reunidos no livro Marcelo Badaró Mattos, Reorganizando em meio ao reluxo: ensaios de intervenção sobre a
classe trabalhadora no Brasil recente, Rio de Janeiro, Vício de Leitura, 2009.
sição é majoritariamente de militantes da esquerda mais combativa, houve uma nítida tensão entre o posicionamento da direção (mostrando disposição para negociar
acordos que pusessem im à greve, ainda que sem maiores garantias de conquistas) e
uma parcela expressiva das bases, mais radicalizada.
Outro exemplo, bastante signiicativo, é o das várias greves dos operários da
construção civil nos canteiros de obras do Complexo Petroquímico do Estado do Rio
de Janeiro (Comperj). Duas delas ocorreram em 2013 e uma terceira, de maiores dimensões, atravessou mais de 40 dias nos meses de fevereiro e março de 2014 (outras
menores ocorreriam depois). Novamente aí a direção do sindicato local colocou-se
contrária à greve e buscou “negociar” com as construtoras à revelia dos 28 mil grevistas, que por mais de uma vez mantiveram a paralisação dos trabalhos após anúncios
de acordo e im de greve por parte dos dirigentes sindicais. Os protestos dos trabalhadores em greve envolveram fechamento de estradas e incêndio de ônibus e logo
no início do movimento, na madrugada de 6 de fevereiro, dois trabalhadores foram
feridos à tiros. Várias declarações de envolvidos no protesto acusaram “seguranças”
contratados pelo sindicato como responsáveis pelos disparos.
Nos meses seguintes, chamaram a atenção greves de rodoviários, em várias capitais brasileiras, reivindicando melhores salários e condições de trabalho (como o im
da “dupla função” de motoristas obrigados a também fazer a cobrança das passagens). De certa forma, assim como na greve dos trabalhadores do metrô paulistano,
as paralisações de rodoviários indicaram o outro lado da questão dos transportes públicos que estava no centro dos protestos do ano anterior, qual seja, as das péssimas
condições de trabalho e baixos salários dos trabalhadores neles empregados. analogamente ao caso dos trabalhadores em educação, também nesse caso é possível
avaliar que as “jornadas de junho” exerceram um papel de impulso para tais greves.
Tanto quanto nas greves da limpeza urbana, nas greves de rodoviários os também trabalhadores paralisaram suas atividades sem o apoio das direções sindicais, ou mesmo
se enfrentando com diretorias de sindicatos identiicadas com as formas mais tradicionais de colaboração de classe no meio sindical brasileiro.
Não é, entretanto, apenas no plano sindical que podemos observar um efeito
“bumerangue” das “jornadas de junho” em relação a lutas anteriores e posteriores. No
caso dos movimentos sociais urbanos de luta pelo direito à moradia, por exemplo,
o crescimento recente das mobilizações é bastante signiicativo. O déicit de moradias no Brasil é enorme - com cerca de 7 milhões de famílias (mais de 20 milhões
de pessoas) carecendo de um teto - e as grandes obras urbanas relacionadas aos
mega-eventos (Copa do Mundo de 2014 e Olimpíadas de 2016), gerando um amplo
número de despejos e remoções agravou as tensões sociais em torno do problema. O
melhor exemplo é o do Movimento dos Trabalhadores Sem Teto (MTST) que, em junho de 2013, organizou diversas manifestações em conjunto com outras organizações
nas periferias dos grandes centros, especialmente em São Paulo, e protagonizou uma
série de ocupações de terrenos urbanos por milhares de famílias em busca de uma
moradia digna, tendo tido desde então expressivas conquistas nesse terreno, o que
conirma a importância das lutas territoriais e por direitos reprodutivos, numa coniguração das relações de trabalho marcada pela precariedade e fragmentação espacial
da exploração6.
6
Sobre o déicit de moradias, as lutas do MTST e o impulso das “jornadas de junho” a uma onda de ocupações,
224
As lutas da classe trabalhadora no Brasil dos “mega-eventos
Em que ponto estamos?
Este texto foi concluído em meados de setembro de 2014. O número e o impacto
público das greves do primeiro semestre não está se repetindo nos meses seguintes
ao mundial de futebol. Podemos especular que as direções sindicais mais comprometidas com o apoio ao governo federal, que estão à frente do maior número de sindicatos e da principal central sindical do país (a CUT), tem todo o interesse em conter as
mobilizações numa conjuntura de eleições gerais, que ocorrerão em outubro. Há, no
entanto, um outro fator explicativo relevante.
Em 11 de julho deste ano de 2014, às vésperas do jogo inal do torneio mundial
de seleções de futebol que se realizava no Brasil, a justiça do Rio de Janeiro, local da
partida decisiva, expediu um mandado de prisão temporária contra 19 pessoas acusadas de planejarem e executarem atos criminosos durante manifestações públicas,
que se realizaram desde 2013. Presos os 19 acusados, após escaramuças judiciárias
alguns foram libertados (em um segundo momento se decretaria a prisão preventiva dos 19 e mais outros 4 ativistas), e outros permaneceram encarcerados, até que
os mandados acabassem por ser revogados via habeas corpus de instância superior,
em 23 de julho. Do ponto de vista das regras jurídicas brasileiras, os mandados eram
aberrações completas, pois baseados em inquéritos policiais montados a partir de
evidências inexistentes ou muito frágeis. Sua base seriam depoimentos de supostos
ex-militantes, que teriam se apresentado espontaneamente à polícia em decorrência
de traições amorosas, ou rancores pessoais, somados a escutas telefônicas de conteúdo pouco esclarecedor, chegando-se ao ponto de se arrolar entre os suspeitos
(porque mencionado em uma mensagem) o revolucionário russo Mikhail Bakunin,
até que provem o contrário, falecido em 1876.
A primeira impressão da maioria dos militantes e analistas era de que tal aberração
jurídica estava sendo utilizada de forma “preventiva” pelo Estado brasileiro, com o objetivo de tentar evitar manifestações de vulto no dia da “grande inal” entre os selecionados de Argentina e Alemanha. De fato, ocorreram manifestações, no domingo
13 de julho, em um bairro próximo ao estádio do Maracanã e a repressão policial foi
brutal, com um contingente de 2.000 policiais utilizado para cercar, manter acuados
por horas em uma praça, atacar com bombas de gás e muita pancada, um número
igual ou inferior de manifestantes desarmados.
No entanto, a Copa do Mundo acabou e as prisões arbitrárias se mantiveram,
ampliando-se as informações sobre outros acusados e novos inquéritos que estariam
em curso, como, por exemplo, contra organizações sindicais, acusadas de inanciar
os atos de “vandalismo” dos grupos e militantes encarcerados e/ou processados. O
que faz surgir outra indagação: seria toda essa fúria repressiva motivada pela garantia
à realização da Copa do Mundo de futebol ou, ao revés, o campeonato mundial de
seleções foi utilizado como pretexto para mais um avanço na escalada repressiva e
criminalizante sobre os movimentos sociais e militantes que se mobilizam com algum
tipo de perspectiva de confronto contra a ordem estabelecida?
Ainal, em todos os movimentos que emergiram nos últimos meses, sociais em
sentido mais amplo e sindicais em um sentido mais restrito, uma característica em
comum pode ser destacada: todos, sem exceção, enfrentaram dura repressão estatal.
ver Guilherme Boulos, Por que ocupamos? Uma introdução à luta dos sem-teto, 2ª. Ed., São Paulo, Scortecci, 2014.
Marcelo Badaró Mattos
Despejos violentos, no caso das ocupações urbanas; decisões judiciais favoráveis à
punição dos grevistas e violência policial na repressão às manifestações das categorias em greve foram elementos constantes a comprovar a prioridade conferida pelo
Estado à repressão das mobilizações, com recurso à criminalização de movimentos,
organizações e militantes combativos.
Não é novidade que essa mesma força policial militar seja cotidianamente empregada contra todos os movimentos da classe trabalhadora que nas últimas décadas
tenham ousado enfrentar os interesses do latifúndio no campo, da especulação imobiliária nos grandes centros urbanos ou da “paz industrial” nos espaços da produção.
Basta lembrar, para icarmos em poucos exemplos, os massacres de trabalhadores
rurais sem-terra (como em Eldorado dos Carajás, Pará, em 1996), o despejo violentíssimo dos moradores do Pinheirinho, em São José dos Campos, São Paulo, em 2012
(com inúmeras denúncias de espancamento, incluindo uma resultante em morte),
ou a repressão às greves dos últimos anos nas obras das grandes hidroelétricas em
construção na Amazônia, como nos canteiros da usina de Jirau, em Rondônia, que
também envolveram relatos de operários mortos por espancamento, desaparecidos
e mais de uma centena de presos.
No entanto, tendo em vista a ascensão das lutas que se seguiu às “jornadas de
junho”, podemos voltar ao caso das prisões no período inal da Copa do Mundo combinado à extrema violência na repressão às manifestações naquele momento, para levantar a hipótese de que assistimos agora a um esforço de contenção no nascedouro,
pela via do uso desabrido da violência exemplar do Estado, de um novo ciclo de lutas
da classe trabalhadora brasileira que ameaça despontar no horizonte. Um esforço que
se combina ao papel de colaboração com a ordem instituída, desempenhado pela
maior parte das direções sindicais e que, ao menos até onde se pode avaliar neste
momento, parece estar sendo bem sucedido.
Só com o passar do tempo poderemos ter condições para avaliar realmente se
estamos diante de um novo ciclo de crescimento das lutas organizadas da classe trabalhadora no Brasil, que crie condições para a superação de tais obstáculos, em seus
aspectos de coerção e consenso. No entanto, pode-se dizer desde já que, entre outras questões importantes postas pelas manifestações, greves e ocupações, parece
ser fundamental compreender que uma nova onda de mobilizações grevistas, que
possa recolocar a classe trabalhadora organizada no centro do debate político nacional, dependerá, por um lado, da capacidade das bases sindicais e dos dirigentes mais
combativos de alargarem as lutas, através de mobilizações de massas que envolvam
também os setores mais precarizados e menos organizados da classe trabalhadora,
que demonstraram seu potencial de descontentamento em junho de 2013 e nos movimentos seguintes, de forma a unir sindicatos e movimentos mais combativos em
uma só frente de lutas. A formação de frentes de lutas entre mobilizações sindicais/
grevistas e lutas territoriais urbanas, por exemplo, pode gerar um outro patamar de
organização para a retomada das mobilizações de rua. Por outro lado esse novo crescimento do patamar de lutas sociais dependerá também - tanto no plano sindical
quanto no que tange à maioria das direções dos movimentos sociais - de uma renovação dos quadros organizativos, com a substituição de burocracias, esclerosadas em
função do colaboracionismo de classes, por novas lideranças surgidas das greves e
225
226
As lutas da classe trabalhadora no Brasil dos “mega-eventos
mobilizações que se enfrentam com esses burocratas.
Bibliograia
Badaró Mattos, Marcelo 2009 Reorganizando em meio ao reluxo: ensaios de intervenção sobre a classe
trabalhadora no Brasil recente (Rio de Janeiro, Vício de Leitura).
Braga, Ruy 2012 A política do precariado: do populismo à hegemonia lulista (São Paulo: Boitempo).
Braga, Ruy 2014 “Cenedic: uma sociologia à altura de Junho”, in <http://blogdaboitempo.com.br/category/colunas/ruy-braga/>.
Boulos, Guilherme 2014 Por que ocupamos? Uma introdução à luta dos sem-teto, 2ª. Ed., (São Paulo,
Scortecci).
Departamento Intersindical de Estatística e Estudos Econômicos (DIEESE) en <www.dieese.org.br>.
Fórum 2014 “Quase um terco dos brasileiros vive nas periferias urbanas”, janeiro.
Justiça Global in <global.org.br>.
El ciclo de protestas sociales en
Colombia y la movilización agraria
JAIME RAFAEL NIETO LÓPEZ
Sociólogo, Profesor Titular del Departamento de
Sociología de la Universidad de Antioquia, miembro del
Grupo de Investigación: Cultura, política y desarrollo
social del CISH-FCSH.
ANA MARÍA OSORIO LÓPEZ
JUAN ESTEBAN FRANCO JARAMILLO
SEBASTIÁN PÉREZ ARBELÁEZ
Estudiantes del Departamento de Sociología de la
Universidad de Antioquia, Colombia.
Resumen
Las movilizaciones agrarias de Colombia de los últimos años y en particular
desde 2013 han adquirido mayor fuerza
alcanzando a articular diferentes sectores del ámbito rural, en congruencia con
una escalada de protesta que también
ocurre en espacios urbanos. El presente
artículo nos ofrece una mirada amplia de
este nuevo ciclo iniciado en 2008 y con
especial atención a algunos casos de
productores agrícolas para echar luz a la
conformación de la Cumbre Agraria en la
lucha contra los avances del capital en la
reprimarización de la economía colombiana y en la irma de Tratados de Libre
Comercio, principalmente durante el gobierno de Juan Manuel Santos.
Abstract
The agricultural protests in Colombia in
recent years, and particularly since 2013,
have gained more strength by linking
diferent sectors of the rural sphere consistent with an escalation of protests that
are also taking place in urban spaces.
The present article ofers a broad view of
this new cycle that started in 2008 with
special attention to some cases of agricultural producers, in order to shed some
light on the conformation of the Agrarian
Summit that struggles against the advances of capital in the “re-primarization”
of Colombian economy and the singing
of Free Trade Treaties, mainly during the
government of Juan Manuel Santos.
Palabras clave
Sector agrario, movilizaciones agrarias, Cumbre Agraria, Colombia.
Keywords
Agricultural sector, agrarian protests, Agrarian Summit, Colombia.
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El ciclo de protestas sociales en Colombia y la movilización agraria
Quieren más parches,
pero no un cambio estructural.
Quieren que marche,
pero sin tocar su propiedad.
(porta voz hip-hop chileno)
Desde comienzos de la segunda década del siglo XXI, Colombia asiste a un nuevo
ciclo de movilizaciones sociales populares. Las movilizaciones de protesta comprenden un amplio espectro de actores sociales y de exigencias ciudadanas alrededor de
la tierra, el despojo, el territorio, el agua, el medio ambiente, la educación, la salud,
los servicios públicos, el empleo, la producción agropecuaria, el medio ambiente, la
defensa de las opciones sexuales y los derechos humanos, entre otros. Un enjambre
sostenido en el tiempo de protestas sociales protagonizadas por campesinos, afrodescendientes, población LGTBI, ambientalistas, trabajadores agrícolas, desempleados, estudiantes, pobladores urbanos y víctimas; surca el territorio nacional, tanto en
el campo como en las ciudades.
El eje aglutinador y detonante de este ciclo vigoroso y múltiple de movilización
popular se encuentra en los efectos sociales y económicos perversos producidos por
la entrada en vigencia de los Tratados de Libre Comercio y la nueva fase extractivista y reprimarizadora del modelo neoliberal de desarrollo ejecutado por el gobierno
de Juan Manuel Santos. Todo lo cual lesiona duramente las condiciones de vida y el
medio ambiente de amplios sectores de la sociedad colombiana, especialmente de
los históricamente subordinados, agravando situaciones de pobreza y exclusión de
muchos más. Este nuevo ciclo de movilizaciones populares se produce además bajo
condiciones extremas de criminalización de la protesta social, determinadas por un
degradado y prolongado conlicto armado interno, en el que destaca el terrorismo
de Estado y la acción del paramilitarismo, que ha destruido y destruye el tejido social
popular y los liderazgos ciudadanos.
En los últimos años, además de la gran movilización universitaria de 2011 contra la
reforma educativa del gobierno de Santos y la defensa de la universidad pública, descolla la amplia y poderosa movilización social agraria de 2013 y 2014, convirtiéndose
en epicentro de este nuevo ciclo de protesta y movilización social. Desde la década
del setenta del siglo pasado, durante la cual el movimiento agrario colombiano protagonizó históricas movilizaciones sociales, con tomas de tierra y paros cívicos locales, Colombia no había presenciado un despliegue de acción y de protestas agrarias,
como las desarrolladas durante 2013 y parte de 2014. Teniendo en cuenta el papel
protagónico que este sector social ha jugado en este nuevo ciclo de la protesta social,
en este artículo intentaremos efectuar un análisis acerca de sus desarrollos y potencialidades en el corto y mediano plazo.
Para comprender el auge de la movilización social agraria en el año inmediatamente anterior y los intentos de coniguración de un movimiento agrario en Colombia, se hace necesario ubicar algunos de los elementos históricos que determinaron
dicho auge. Por esta razón, proponemos hacer una mirada retrospectiva de los últimos seis años, con el in de identiicar los acontecimientos más relevantes que per-
Universidad de Antioquia, Colombia.
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mitan analizar el hilo conductor de las movilizaciones sociales agrarias en Colombia.
En primera medida, cabe mencionar que si bien los diversos autores que abordan
el tema de los movimientos sociales en Colombia hacen referencia a momentos totalmente distintos para comprender el curso actual de los mismos, nos basamos en la
premisa de que los acontecimientos acaecidos a partir de inales del 2008 representaron elementos de ruptura y continuidad, que dieron pie a una serie de movilizaciones
sociales que hoy en día se relejan como frutos para las luchas del sector agrario. De
esta forma, nos proponemos mostrar cómo las protestas de los y las campesinas entre
el 2013 y el 2014, fueron el punto culmen de un proceso de acumulación de fuerzas, que posibilitó que tales movilizaciones adquirieran la contundencia que alcanzaron. Así mismo, que es necesario entender que las movilizaciones sociales agrarias
en Colombia de los últimos 15 años se han visto transversalizadas por dos procesos
económicos relevantes: las políticas extractivistas y la irma de los Tratados de Libre
Comercio, ambos enmarcados dentro de la fase de desarrollo neoliberal del modo de
producción capitalista.
De acuerdo con esto, partimos metodológicamente del año 2008 como elemento
clave para la comprensión de las tres movilizaciones más representativas que se llevaron a cabo en el año 2013 por parte del movimiento agrario en Colombia: el paro
cafetero, el paro del Catatumbo y el paro nacional agrario, las cuales desembocaron
en un salto cualitativo hacia la construcción de un movimiento agrario: la Cumbre
Nacional Agraria, étnica y popular.
“En los últimos años, además de la gran movilización universitaria
de 2011 contra la reforma educativa del gobierno de Santos y la
defensa de la universidad pública, descolla la amplia y poderosa
movilización social agraria de 2013 y 2014, convirtiéndose en epicentro de este nuevo ciclo de protesta y movilización social”
El movimiento social agrario colombiano: una retrospectiva de los
últimos seis años.
Como antecedente inmediato nos remitimos a los hechos acaecidos en el 2008, en
especial al paro de los corteros de caña más conocido como la huelga de los machetes caídos, y a la gran jornada de protesta indígena, conigurándose este año como
un referente de suma importancia para el análisis de la movilización social agraria en
Colombia durante la última década.
El 15 de septiembre de 2008 se dio inicio en el Valle del Cauca a la huelga de los
machetes caídos, un paro sin precedentes en el país, pues pocas veces en la historia
colombiana los trabajadores de caña de azúcar eran protagonistas de una movilización de semejante magnitud. Con una duración de dos meses, el paro fue la plataforma para la reivindicación y la exigencia de mejoras en la estabilidad y la igualdad
laboral, por parte de unos dieciocho mil trabajadores en este departamento ubicado
al suroccidente del país. Los reclamos planteaban un alza en los salarios, la ailiación y
prestación de la seguridad social y la contratación colectiva directa por encima de la
tercerización de la mano de obra.
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El ciclo de protestas sociales en Colombia y la movilización agraria
De acuerdo con Gloria Montoya (2011: 104), “el paro de corteros evidencia una
reivindicación de los derechos laborales, un conlicto de clase, a su vez se patentizan alternativas de cara a la exclusión e inequidad. Igualmente, están cuestionando
el modelo de Estado, el ejercicio del poder y los efectos de la crisis económica bajo el
neoliberalismo”. Por tal razón, esta movilización se coniguró como unas de las acciones de protesta más reveladoras en la coyuntura social y económica del país durante
los últimos seis años, pues representó el levantamiento de los trabajadores agrícolas
frente a las condiciones laborales indignas sobre las que se erige el “agro-negocio”
propio del modo de producción capitalista en su fase de desarrollo neoliberal.
La minga indígena por su parte, tuvo lugar el 12 de octubre de 2008 en el departamento del Cauca, un territorio histórico de disputa entre los actores de la confrontación armada que vive Colombia y escenario de luchas de resistencia de los indígenas
paeces por el respeto a su cultura, territorio y autonomía. En esta ocasión, cerca de
12 mil indígenas se dispusieron al cierre indeinido de la vía Panamericana, la cual
conecta a los países de Colombia y Ecuador. Los y las indígenas se movilizaron en
relación a temas como el “Tratado de Libre Comercio, pasando por terror y seguridad
democrática, legislación de despojo, acuerdos incumplidos y carencia de democracia
y participación real”1. Entre las exigencias de la movilización, la minga planteaba que
era importante “avanzar en el cumplimiento de los acuerdos irmados desde 1988 entre el Gobierno y diferentes pueblos, principalmente indígenas y campesinos. Entre
ellos, el arreglo amistoso pactado como reparación de la masacre de El Nilo, Cauca, en
1991, por la cual el Estado reconoció su responsabilidad; el pacto que selló la masiva
movilización indígena y campesina de 2005” (PNUD, 2009: 4). El diálogo y la irma de
“acuerdos” con los movimientos sociales de protesta, que luego incumple, ha sido una
estrategia desmovilizadora recurrente utilizada por los gobiernos de turno, casi siempre cuando las protestas tienden a salírseles de las manos.
De esta jornada de protesta indígena salió a relucir, más que su variado y creativo
repertorio de acción, el llamado a la unidad del movimiento social, al alzar el pueblo
indígena su voz para gritar “solos no podemos”; convocando así a la coniguración de
la minga de resistencia social, como una plataforma articuladora de diferentes sectores y organizaciones, que correspondiera con nuevas formas de construcción social
y política y de trabajar con la gente, marcadas por la construcción desde abajo y con
referentes de autodeterminación, soberanía y trabajo popular.
El cardiógrafo de la movilización: no en datos pero sí en vitalidad
Tomar el ritmo de un movimiento como el agrario es la posibilidad de ubicar el orden acompasado y zigzagueante en la sucesión o acaecimiento de hechos y acontecimientos, en donde lo fundamental es hallar aquellos momentos que se podrían
denominar como vitales, relevantes o desencadenantes. Además de la conluencia
casi simultánea en tiempo y espacio entre el paro de los corteros de caña y la minga
indígena, en el 2008 fueron también protagonistas otras expresiones sociales como,
por ejemplo, el paro de trabajadores de la rama judicial de mediados de agosto, que
duró aproximadamente 40 días. Así mismo, entre el 2009 y principios del 2011, hace
presencia una serie de movilizaciones sectoriales como las de la salud y los transpor1
Veáse: “La minga continúa”, disponible en: <http://www.dhcolombia.info/spip.php?article683>.
Universidad de Antioquia, Colombia.
tistas. Esta irrupción social, nacional, regional y local, se convierte en caldo de cultivo
para que surjan así mismo nuevos agrupamientos de izquierda, como Marcha Patriótica y Congreso de los Pueblos, integrados por fuerzas sociales y políticas múltiples y
plurales, en estrecha conexión con este nuevo ciclo de protestas.
El cardiógrafo de la protesta social intensiicó su ritmo durante el 2011, año en el
que las protestas universitarias inundaron las calles de las grandes ciudades colombianas, exigiendo educación pública gratuita y de calidad para todos. Había aprendizajes
mutuos y efectos repotenciadores entre las múltiples manifestaciones de protesta,
pese a la inexistencia o escasa coordinación entre ellas. Según Cristian Rodríguez y
Luis Alexander Díaz, directores del documental El sur de la universidad, el movimiento
estudiantil tomó este fuerte impulso gracias a la movilización indígena del 2008.
No obstante, el 2013 es sin lugar a dudas el año de mayor conlictividad social
y movilización de las últimas cuatro décadas en la historia del país. De acuerdo con
el Centro de Investigaciones y Educación Popular – CINEP (2014), en el 2013 se presentaron 1.027 protestas, registro que demuestra la convulsión social del momento,
aunque el dato aislado no evidencie la contundencia o vitalidad misma de los acontecimientos.
Los elementos anteriormente expuestos, nos llevan a preguntarnos cómo se enlazan los acontecimientos que desde el 2008 han dado lugar al movimiento social
colombiano actual y, en especial, a la movilización social agraria.
Movilizaciones sociales del sector agrario en el 2013
El año 2013 fue epicentro de una multiplicidad de luchas populares que exigen al
gobierno nacional, a la cabeza del presidente Juan Manuel Santos, la coniguración
de una política agraria integral, que llegara al fondo y diera solución a la crisis del
sector agrario en Colombia. Esta crisis emanaba de un enfoque neoliberal en el que
resaltaban: 1) la producción minero energética como eje fundamental de desarrollo
propuesto desde el gobierno anterior hasta el actual, y que trajo consigo la concesión
de grandes extensiones de territorio a empresas privadas multinacionales y nativas
para la explotación de minerales y el monocultivo de caña y palma aceitera para la
producción de bio-diesel; y 2) la entrada en vigencia de Tratados de Libre Comercio con varios países, principalmente con Estados Unidos, tratados que se dieron en
condiciones desiguales y que implicaron, según los mismos sectores movilizados, un
detrimento de la producción agropecuaria nacional debido a la importación directa
de productos sin aranceles. Teniendo como trasfondo la tradicional estructura latifundista de la propiedad agraria y el despojo de cerca de 8 millones de hectáreas de
pequeños y medianos campesinos a manos de grupos paramilitares y latifundistas.
La disminución de la producción del café da cuenta de la caída del dólar en relación al peso, la reducción de las utilidades en las exportaciones y la ausencia de
precios y subsidios de sustentación, desencadenaron el paro cafetero acaecido entre
los meses de febrero y marzo de 2013, el cual buscaba llamar la atención del gobierno
nacional en temas fundamentales como la regulación del precio del grano, el establecimiento de subsidios para la producción y un considerable freno de las importaciones del café en el país.
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El ciclo de protestas sociales en Colombia y la movilización agraria
El paro cafetero tuvo varias particularidades a resaltar. La primera de ellas es que aún
ante las propuestas de diálogo planteadas por el gobierno nacional y la Federación
Nacional de Cafeteros, los caicultores optaron por movilizarse, dando inicio al paro
el 25 de febrero en 21 puntos de concentración territorial distribuidos en los departamentos del eje cafetero: Huila, Cauca, Valle del Cauca, Tolima y Nariño. La segunda
es que si bien la Federación Nacional de Cafeteros caliicó el paro de injustiicado,
los grandes empresarios cafeteros participaron de la movilización “[…] por cuanto sabían que serían los principales beneiciados al obtener un subsidio estatal al precio
de compra de café (PIC). Por eso ayudaron apoyando económicamente las movilizaciones y bloqueos” (Dorado, 2014: 4). De esta manera se logró recoger al grueso del
gremio cafetero, siendo partícipe del paro tanto los grandes propietarios como los
pequeños y medianos caicultores, gracias a que las exigencias radicaban en el precio
del café, y no de acuerdo a la extensión del área sembrada.
Por su parte, aunque el paro cafetero no encontraba en su hacer un sustento
político, sino por el contrario, correspondía a un proceso reivindicativo con orientación económica; diferentes sectores políticos, tanto de derecha como de izquierda,
intentaron instrumentalizarlo políticamente con miras a las elecciones presidenciales
y legislativas del 2014. Todo lo cual no interirió ni su autonomía como tal ni la legitimidad social de sus exigencias. De esta movilización surgió como organización “las
Dignidades Cafeteras”, propuesta que reunía a los dirigentes cafeteros y que luego se
extendería a otras ramas de producción como la papera y la cacaotera. El 8 de marzo
culminó el paro cafetero, luego de días de negociaciones con el gobierno nacional,
dejando como resultado la concesión de un billón de pesos en subsidios para la producción. El paro cafetero, además de despertar grandes sentimientos de solidaridad a
lo largo y ancho de la región cafetera, fue la base sobre la que se coniguró la oleada
de protestas agrarias devenidas a lo largo del 2013, gracias a los efectos ejemplarizantes producidos.
La otra gran movilización agraria se produjo en el Catatumbo, al nororiente del
país. El paro del Catatumbo que tuvo lugar entre los meses de junio y julio de 2013
en el departamento Norte de Santander, zona limítrofe con Venezuela, representó
igualmente un punto de quiebre para el gobierno nacional en relación con las políticas neoliberales y sus efectos sobre lo agrario. Como zona de encuentro de diversos
grupos armados, epicentro de gran actividad petrolera, y vía para el tránsito de drogas entre ambos países, el Catatumbo es la ejempliicación de las crisis sociales que
afronta la sociedad civil en aquellos territorios en los que la presencia del Estado ha
sido nula.
Dando comienzo el día 11 de junio, en este paro conluyeron pequeños cultivadores no organizados y la Asociación de Campesinos del Catatumbo, instaurada en
el 2009. Inicialmente, el paro del Catatumbo encontraba como principal exigencia el
cese de la erradicación no concertada de los cultivos de coca2, actividad agrícola que
era fuente vital de ingresos y recursos para gran parte de la población –por no decir la
única–; argumentando que el gobierno nacional les quitaba el sustento, pero que al
mismo tiempo no les proponía alternativas de vida.
2 Referenciado por el reportaje ¿por qué arde el Catatumbo?, disponible en: <http://www.semana.com/nacion/
articulo/reportaje-que-arde-catatumbo/348448-3>.
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Ante el abandono estatal y la ausencia de otras alternativas de sobrevivencia, la erradicación de tales
cultivos signiicaría condenar al hambre y la miseria a decenas de familias campesinas. Por tal razón la
convocatoria del paro obtuvo un respaldo generalizado y unánime entre los campesinos y labriegos
de la región. Habiéndose iniciado en la zona rural del municipio de Tibú, la voz del paro se regó como
pólvora por veredas y pueblos de siete municipios más, que poco a poco y en forma entusiasta se
fueron sumando al torrente de la movilización. Desde el inicio, el paro adoptó la forma del bloqueo
y el cierre de vías y carreteras, acompañado de una formidable presencia de masas en permanente
movilización (Nieto, 2013: 6).
Eventualmente, se fueron sumando a las peticiones la creación de una Zona de Reserva Campesina, contemplada en la ley 160 de 1994, proyectos productivos de
sustitución, subsidios al agro, entre otras peticiones que habían sido recogidas en la
propuesta Zona de Reserva Campesina del Catatumbo, la cual pretendía ofrecer al
gobierno nacional una alternativa al problema de los cultivos ilícitos. No obstante,
éste fue reacio ante la propuesta, lo que derivó en la prolongación del paro, a pesar
de la desembozada represión militar a que fue sometido por los grupos policiales de
choque del gobierno nacional.
Al igual que el paro cafetero, lo acontecido en el Catatumbo se convirtió en detonante de la protesta social para otros actores colectivos del país, que paulatinamente
se fueron sumando frente a la necesidad de reclamarle al gobierno sus agravios e
inconformidades.
Casi inmediatamente después del levantamiento del paro del Catatumbo, se desencadena el paro nacional agrario, que articuló una multiplicidad amplia y plural de
gremios y actores, que buscaban de manera uniicada hacer sentir su descontento
generalizado frente al gobierno nacional, dando pie a un cese de actividades el 19 de
agosto. Los persistentes intentos de deslegitimación de la protesta agraria por parte
de los entes gubernamentales y los medios de comunicación, atribuyéndoles un carácter “subversivo” a las movilizaciones y la famosa frase desaiante “el tal paro agrario
no existe” expresada por el presidente Santos a los medios, generó altos grados de
indignación nacional tanto del sector agrario como de la población de las áreas urbanas y otros actores sociales, lo que le imprimió una fuerza social descomunal al paro,
encontrando a su vez un respaldo importante por parte de la opinión pública.
Pese a que la construcción de los pliegos de peticiones de la protesta agraria signiicó un intento sustancial por consolidar una propuesta unitaria en la que se vieran representados los diversos sectores agrarios, el paro desde su organización no encontró
una forma efectiva de articular a los dirigentes y las zonas en las que se focalizaban las
acciones. Además, al plantear dentro de los pliegos la renegociación de los Tratados
de Libre Comercio como una de las principales reivindicaciones, los grandes empresarios y terratenientes que inicialmente se vincularon al paro, se echaron para atrás y
decidieron no apoyar la movilización. Ello se relejó en la débil participación de los pequeños productores que, por falta de organización, dependían del apoyo económico
de los grandes cafeteros para poder sostener el movimiento (Dorado, 2014).
Al establecerse inalmente las mesas de diálogo a lo largo del país como estrategia
de desmovilización del gobierno nacional, en las que cada gremio negoció por separado, se debilitó fuertemente la contundencia de las manifestaciones y se fragmentó
el movimiento, lo que le facilitó el trabajo al gobierno nacional para lograr pequeñas
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El ciclo de protestas sociales en Colombia y la movilización agraria
victorias y cooptar algunas de las expresiones, reduciendo así considerablemente
cualquier intento del sector agrario por conigurarse como un movimiento de carácter político.
Como se planteó en líneas anteriores, enmarcar procesos coyunturales en miradas
de larga duración implica necesariamente preguntarse por los elementos de continuidad y ruptura, que dan pie a transformaciones estructurales. En este sentido, cabe
mencionar que la constitución del Frente Nacional a mediados del siglo XX coniguró
nuevos repertorios de acción en lo político, en la medida en que los partidos políticos dejaron de ser los sujetos de la representación y de la acción política, como idea
fundamental de la democracia liberal (Nieto y Beltrán, 2011: 146). Diversos autores
han argumentado que el Frente Nacional (1957) produjo una serie de cambios en el
espectro político que redeinieron la articulación entre los partidos políticos, el Estado y la sociedad. Al respecto, Pizarro (1991) plantea que como consecuencia del
pacto bipartidista, la sociedad no tuvo un papel real dentro de la coniguración de
las estructuras estatales y de los aparatos políticos, viéndose así reducida a asumir su
rol dentro de un juego de contraprestaciones, lo que impidió la consolidación de una
cultura política representativa. Esta democracia sin pueblo, conllevó a la necesidad
de buscar espacios de acción e inluencia dentro de los “estrechos marcos de participación deinidos en las instituciones y partidos políticos colombianos” (Pizarro, 1991:
304), por parte de las nuevas fuerzas políticas y capas sociales que iban emergiendo.
Las movilizaciones agrarias conirman esta tendencia larga de desarticulación entre lo político y lo social. Es así como las movilizaciones sociales agrarias que surgieron de manera espontánea en el 2013 empezaron a adquirir un papel protagónico
y autónomo, pues no se veían representadas por las cabezas visibles de los gremios
hasta ese momento –como la Federación Nacional de Cafeteros– y mucho menos por
la clase política tradicional. De esta manera, podría hablarse de un resurgimiento de
nuevas formas de hacer y vivir la política por parte de los sectores subalternos, expresiones que no están ya mediadas por los partidos, ya que no encuentran en el espec-
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tro político una alternativa para hacer valer sus reclamaciones.
Del paro a la cumbre y otra vez al paro: intentos de construcción de un
movimiento agrario en Colombia
Luego de este panorama de movilización que podríamos deinir como regional-sectorial, en el que cada rama del sector agrario luchó por reivindicaciones propias, las
cuales en algunos puntos iban incluso en contravía de otras propuestas, aunado a las
negociaciones regionales; hacia el 2014, diferentes organizaciones intentaron generar una articulación que permitiera la construcción de un pliego nacional único y la
posibilidad de instaurar una mesa nacional de diálogo para negociarlo. De esta manera, empezó a tomar forma lo que se denominó como la Cumbre Agraria que además
intentó acercar sectores indígenas y afro-descendientes, pobladores urbanos, entre
otros.
Esta cumbre fue la muestra de la experiencia adquirida por los sectores populares
en los años pasados, entendiendo la organización como una de estas experiencias,
haciendo presencia como impulsoras de esta cumbre la Marcha Patriótica y el Congreso de los Pueblos y otras organizaciones sociales y políticas con gran experiencia
de lucha como la Organización Indígena de Colombia (ONIC), el Proceso de Comunidades Negras (PCN), el Coordinador Nacional Agrario (CNA) y la Mesa de Interlocución
Agraria (MIA), entre otros3.
La cumbre se consolidó entonces como el resultado de las movilizaciones anteriores y fue fruto del análisis hecho por los diferentes sectores. Se resalta en este punto el
carácter democrático de estas construcciones, gracias a la realización de precumbres
regionales que desembocaron en la Cumbre Nacional del mes de marzo en Bogotá y
en la que participaron cerca de 4000 líderes sociales y de base; hablamos de democrático desde una perspectiva de democracia directa y popular, en la que los diferentes
asistentes a nivel nacional participaron de manera abierta y donde se pretendía la
construcción de consensos. De esta manera, como objetivo central de la cumbre estaba la construcción de un pliego nacional uniicado de exigencias y la convocatoria
a un nuevo paro nacional.
La crisis de representación política ha traído consigo varios movimientos que han
planteado la consigna de no nos representan, proponiendo una forma de hacer política en la que cada quien se represente a sí mismo, es decir, una democracia directa o
asambleísta de singularidades. Para el caso colombiano, y como fruto de estas discusiones y reuniones, surgieron acumulados políticos que más que exigidos al gobierno
fueron cumplidos por las mismas comunidades que los desarrollaron, emergiendo así
3 Por convocatoria de la Mesa de Interlocución Agraria - MIA; la Marcha Patriótica; el Coordinador Nacional
Agrario - CNA; el Congreso de los Pueblos; el Proceso de Comunidades Negras - PCN; la Mesa de Unidad Agraria MUA; la Coalición de la Organización Nacional Indígena de Colombia - ONIC; el Movimiento por la Constituyente
Popular - MCP; Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria; FENSUAGRO; Asociación nacional de Zonas
de Reserva Campesina – ANZORC; y Asociación Campesina Popular, se realizó en la ciudad de Bogotá del 15 al 17
de marzo la Cumbre Agraria, campesina, étnica y popular. La Cumbre reunió a 30 mil personas provenientes de
todas las regiones del país. La Cumbre es un proceso que ha venido construyéndose a partir de los paros agrarios
e indígenas del 2013, movilizaciones que cobraron la vida de 19 compañeros, otros 600 resultaron heridos y decenas fueron detenidos y encarcelados. El gobierno nacional se sentó a concertar una serie de pliegos y acuerdos
en mesas de interlocución y negociación. La Cumbre nace porque después de esta “rebelión de las ruanas, los
ponchos y bastones” que suscitó el más amplio respaldo nacional e internacional. El presidente Santos convocó a
un Pacto Agrario con las élites agroindustriales y gremiales del campo, excluyendo con esto al movimiento agrario
de las deiniciones y medidas a adoptar en materia agraria. Veáse: Declaración Cumbre Agraria: campesina, étnica
y popular. Bogotá, marzo 16 de 2014, disponible en: <http://www.prensarural.org/spip/spip.php?article13260>.
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El ciclo de protestas sociales en Colombia y la movilización agraria
el término mandato o proceso constituyente, que salieron como partes fundamentales del pliego en el proceso de la Cumbre Nacional.
Titulamos este apartado como intentos de construcción de un movimiento agrario en Colombia por varios puntos: 1) la articulación regional-nacional; 2) el intento
de superación de los segmentos de producción por un movimiento agrario, étnico y
popular; y 3) la construcción de un pliego que en varios puntos rebasó lo meramente
reivindicativo.
Frente a la articulación regional-nacional la Cumbre Agraria tomó la experiencia
de los paros pasados y, basándose en los elementos negativos de estos planteó nuevos pasos. Por ejemplo, frente a las negociaciones regionales y por ramas de producción que hicieron que las ganancias políticas para los campesinos fueran pocas, la
Cumbre Agraria planteó que “no es con la fragmentación de nuestras luchas, sino con
la comprensión de nuestras experiencias, que daremos fuerza a la transformación de
nuestro país” (Comunicado Cumbre Agraria, 2013), proyectando la articulación de los
diferentes procesos, organizaciones, movimientos de carácter regional en un proceso
nacional; poniendo además como prioridad la instauración de una mesa nacional de
negociación con el gobierno, en la que se aborde la totalidad del pliego construido
en el encuentro en Bogotá.
El pliego de la cumbre agraria, fruto de varios encuentros regionales y un encuentro nacional, se agrupó en ocho ejes temáticos que partían de un enunciado general,
desde el cual se exigían y mandataban varios puntos. Como ya se indicó, el tema de
mandatar implica no sólo delegar en el Estado el cumplimiento sino que es entendido
como un ejercicio de soberanía, autodeterminación y legislación popular, sino que
además el pliego se convierte en punto de disputa que rebasa lo meramente reivindicativo, llegando a esbozar incluso un modelo de economía propia, planteando:
La transformación del modelo productivo del país, apuntando a una política económica planiicada
y agroecológica que regule el mercado, basada en el fortalecimiento de la economía campesina, indígena y afrocolombiana. Ese nuevo modelo debe impulsar un sistema de economía campesina que
desarrolle una política pública para recuperar el campo colombiano de la quiebra generada por las
políticas aperturistas y de libre comercio” .
Además del modelo económico, se plantearon a su vez temas de tierras, territorios
colectivos y ordenamiento territorial, economía propia contra el modelo del despojo,
minería, energía y ruralidad, cultivos de coca, marihuana y amapola, derechos políticos, garantías, víctimas y justicia, derechos sociales, relación campo-ciudad, paz, justicia social y solución política.
Estos puntos comenzaron a generar articulación nacional, haciéndose el llamamiento a un nuevo paro nacional para el primero de mayo de 2014. A la par, se conformaron comités de paro regionales, se empezó a trabajar en la logística necesaria para
el paro, se crearon comisiones de derechos humanos, entre otras planiicaciones, que
permiten vislumbrar los intentos de organización y superación de la espontaneidad y
dispersión de las movilizaciones anteriores.
En cuanto a las formas como se desarrolló este paro agrario, hay que decir que no
se distanciaron mucho de los anteriores, donde el repertorio de acción fue muy amplio, partiendo de la amenaza de dejar perder la cosecha cafetera hasta los bloqueos
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de vías y la toma indeinida de carreteras principales y secundarias en los diferentes
departamentos colombianos. Hay que advertir de igual forma que ante esta medida
de presión la respuesta del gobierno fue desmedida incluso mandando tanques de
guerra para desalojar las barricadas, además el Escuadrón Móvil Anti Disturbios (ESMAD) adscrito a la policía nacional tuvo una respuesta feroz y desmedida contra los
campesinos.
“Frente a la articulación regional-nacional la Cumbre Agraria
tomó la experiencia de los paros pasados y, basándose en
los elementos negativos de estos planteó nuevos pasos”
Las movilizaciones agrarias anteriores a la cumbre estuvieron marcadas por la espontaneidad en la medida que no había puntos de concentración deinidos, no había
criterios claros de exigencia del paro ni de negociación. Además, los apoyos de otros
sectores se dieron en parte a raíz de los atropellos por parte del Escuadrón Móvil Anti
Disturbios (ESMAD) hacia los campesinos, lo que conllevó a que pobladores urbanos
convocaran varios tipos de movilizaciones, como marchas, plantones, cacerolazos, entre otros; las cuales rebasaron por completo las posibilidades de la fuerza pública para
controlarlas. Ese carácter disperso y la negociación por partes y sin muchas claridades,
implicó que, si bien el impacto mediático fue muy amplio por los cortes de vías, el
desabastecimiento, entre otros; las ganancias para los sectores agrarios fueron pocas.
En otro sentido el paro de la Cumbre Agraria tenía más organización con puntos
claros de concentración y movilización, este hecho sumado a la capacidad de aprendizaje de los diferentes sectores posibilitó una nueva respuesta estatal frente a la movilización, lo que a su vez hizo que las concentraciones y los cortes de vías no fueran
de la magnitud que se esperaba, aunado al uso de gases lacrimógenos, balas y tanquetas, el no dejar pasar la comida a los puntos de concentración . Sin embargo estas
estrategias fueron incompletas y amplios sectores se lograron movilizar, pudiendo
avanzar en varios puntos como la instauración de la mesa nacional para negociar el
pliego, algunos términos para los subsidios, quedando aún pendientes de discusión
los puntos más gruesos del pliego construido en la Cumbre.
Conclusiones
Las movilizaciones sociales agrarias que han encontrado cabida desde el 2008 hasta
2013 tensionan la crisis del neoliberalismo y cuestionan de manera concreta el curso
que viene tomando la economía nacional, en relación a la reprimarización de la misma.
Así mismo, estas movilizaciones se desarrollaron en un marco de criminalización y
estigmatización de la protesta, así como de represión estatal. De esta forma, se lanzaron acusaciones de iniltración guerrillera dentro de las estructuras organizativas de
las movilizaciones, por parte de miembros de ministerios y de altos mandos militares,
pretendiendo con esto deslegitimar las reivindicaciones sociales, por de más justas,
de campesinos y agricultores, y derivando eventualmente en fuertes enfrentamientos
entre los manifestantes y la fuerza pública.
Frente a los intentos de organización y la espontaneidad de los paros anteriores,
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El ciclo de protestas sociales en Colombia y la movilización agraria
sería interesante incluir dentro del análisis los impactos y los alcances de los mismos.
Como se mencionó anteriormente, la espontaneidad en las movilizaciones sociales
agrarias de 2013 posibilitó un gran impacto pero limitó sus alcances. Por su parte, si
bien el paro de la Cumbre Agraria no tuvo mayor trascendencia para la opinión pública, en términos de alcances fue más signiicativo.
Sobre el balance y el signiicado del paro agrario nacional las valoraciones son
diversas. Para algunos, las movilizaciones agrarias fueron “[…] masivas, beligerantes,
sacriicadas, importantes pero no contundentes. Representan un destacado auge de
las luchas populares en Colombia pero la división y dispersión del movimiento debilitaron su accionar y le mermaron la fuerza que hubiera podido tener si se combinara
la unidad con la claridad política” (Dorado, 2014: 2).
Para otros, pese a sus evidentes limitaciones, las movilizaciones agrarias de 2013 y
2014 marcan un hito en la historia de las luchas y protestas de los sectores subalternos
en Colombia. Bien lo anota Nieto:
Después del Paro Cívico Nacional del 14 de septiembre de 1977, convocado por las cuatro centrales
sindicales de la época, el país no había vivido un despliegue de la protesta social con las dimensiones,
intensidad, radicalidad y cobertura socio espacial como el que se acaba de vivir con el paro nacional
agrario de los meses de agosto y septiembre. Es cierto que el paro agrario de este año no tuvo los alcances del paro cívico de 1977, tampoco sus protagonistas fueron los mismos; sin embargo, vale resaltar
que uno y otro tuvieron en común una formidable e inusitada movilización de fuerzas y sectores sociales comprometidos con la protesta, adquiriendo ambos características propias de la huelga general de
masas como rasgo distintivo. Lo vimos igualmente en el Catatumbo, como paro de carácter regional.
Típicos episodios de lucha de clases, en los que lo social y lo económico reivindicativo aparecen entrelazados con lo político (Nieto, 2013: 7).
A un año del paro de agosto-septiembre de 2013, y ante el incumplimiento de los
acuerdos irmados por el Gobierno Nacional con los líderes agrarios, la Cumbre Agraria Nacional se apresta para el lanzamiento de un nuevo paro agrario nacional para el
mes de septiembre de 2014.
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239
La promoción del modelo minero
en contextos subnacionales. Un
recorrido analítico por las provincias
de La Rioja y San Juan, Argentina
LORENA BOTTARO Y MARIAN SOLA ÁLVAREZ
Investigadoras docentes del Área de Sociología,
Universidad Nacional de General Sarmiento1.
Resumen
Las estrategias desplegadas por los Estados provinciales en el proceso de implementación, consolidación, institucionalización de la megaminería presenta
similitudes en nuestro país, pero sus
discursos, temporalidades y conlictos
emergentes encuentran una expresión
particular en los diferentes contextos
subnacionales. Este artículo se reiere a
dos provincias que han sido promotoras
del modelo minero, desde la década de
los `90: San Juan y La Rioja. La pregunta
central es, entonces, si ambas provincias
comparten una matriz económica y política similar y fueron promotoras de la
megaminería ¿por qué la minería a gran
escala se halla fuertemente instalada en
San Juan y no sucede lo mismo -no con
igual alcance- en La Rioja? ¿Por qué en
San Juan se ha instalado un MineraloEstado, mientras que en La Rioja, las resistencias existentes han impedido o demorado tal consolidación?
Abstract
The strategies deployed by Argentina’s
provincial States in the process of implementation, consolidation and institutionalization of mega-mining present similarities in the country, but their discourses, temporalities and emerging conlicts
ind a particular expression in the diferent subnational contexts. This article
adresses two provinces that have been
promoters of the mining model since the
nineties: San Juan and La Rioja. The main
question is; if both provinces share a similar economic and political matrix and
both were promoters of mega-mining,
why is large-scale mining irmily settled
in San Juan and not –at least not with the
same reach– in La Rioja? Why is it that a
Mining-State has been installed in San
Juan while in La Rioja the existing resistances have blocked or delayed such
consolidation?
1 Las relexiones que se presentan forman parte de las investigaciones realizadas por las autoras en el marco
del proyecto PICT Modelos de desarrollo: actores, disputas y nuevos escenarios en la Argentina contemporánea y
en sus respectivas tesis doctorales. Agradecemos a Maristella Svampa por los comentarios realizados a la versión
preliminar de este artículo.
242
La promoción del modelo minero en contextos subnacionales
Introducción
Desde nuestras primeras investigaciones sobre la problemática de la megaminería en
Argentina hemos señalado la importancia de analizar las características que asumen,
tanto el desarrollo del “modelo minero”, como la conlictividad socioambiental que
este desencadena en sus diferentes escalas (local, regional, nacional, global) (Svampa;
Bottaro; Sola Álvarez, 2009). El carácter multiescalar del fenómeno obliga a que su
abordaje remita a cada uno de estos ámbitos. En esta oportunidad nos adentraremos
en la escala subnacional, la que para el caso argentino, tiene una especial relevancia.
En efecto, en el marco legal vigente se le asigna a las provincias un rol central: por un
lado, a partir de la provincialización de los recursos naturales consagrada en la reforma constitucional de 1994 y, por otro, por el reconocimiento de la facultad, que éstas
tienen, de otorgar la concesión de explotación de las minas dispuesta en la actualización del Código de Minería1. Esta potestad de los gobiernos provinciales hace que
las características que asume el modelo minero en cada territorio dependan, en gran
parte, de cómo se articulen en la escala provincial diferentes variables que van a conigurar el devenir de la actividad y del conlicto. Indagar en la escala subnacional nos
permitirá analizar y comparar dos provincias con gran protagonismo en el proceso de
implementación de la megaminería.
Las provincias de San Juan y La Rioja, junto con Catamarca las hemos deinido
(Svampa; Bottaro; Sola Álvarez, 2009) como aquellas que forman parte de lo que denominamos el núcleo duro del modelo minero debido a que fue desde esos gobiernos provinciales desde donde se promovió el arribo de la megaminería al país. En
efecto, los legisladores y miembros del ejecutivo de esas provincias fueron los que
trabajaron activamente en las reformas legislativas de los años noventa que habilitaron el ejercicio de la actividad con las características que actualmente presenta.
A pesar de las similitudes en las estrategias desplegadas por los Estados provinciales y las empresas mineras para avanzar en la implantación de la megaminería,
este proceso se desarrolló de manera particular en cada provincia, generando como
resultado diferentes grados de consolidación, institucionalización, aceptación y conlictividad.
Las dos provincias que abordaremos en este artículo, San Juan y La Rioja, comparten una matriz económica y política similar y fueron promotoras de la megaminería
desde la década del noventa. Sin embargo, el modelo minero pudo consolidarse en la
provincia de San Juan erigiéndola como el paradigma a nivel nacional, el cual supone
la instauración de un Mineralo-Estado2, mientras que en La Rioja, a pesar de las activas
políticas y estrategias del gobierno provincial, el modelo no cuenta con el mismo grado de avance. A tal punto que, en el Valle de Famatina, las estrategias desplegadas por
las empresas y el gobierno provincial, vieron frustrados, en reiteradas oportunidades
y desde hace ya varios años, los intentos de instalación de diversas empresas, entre
ellas la canadiense Barrick Gold, mientras que en San Juan la misma empresa explota
desde el año 2005 el emprendimiento Veladero y tiene en construcción el proyecto
1 Los estados provinciales ya contaban con el reconocimiento del dominio originario de los recursos mineros
pero, a partir de la reforma del Código, el Estado no puede explotar ni disponer de las minas motivo por el cual se
las debe conceder a particulares.
2 Término utilizado por William Sacher (2010) para caracterizar al Estado canadiense como promotor de la megaminería a nivel mundial, más adelante volveremos sobre este concepto.
Lorena Bottaro y Marian Sola Álvarez
243
binacional –hoy suspendido- más importante de América Latina, Pascua Lama3.
La pregunta central en este capítulo es, entonces, ¿por qué la minería a gran escala
se halla fuertemente instalada en San Juan y no sucede lo mismo -no con igual alcance- en La Rioja? ¿Por qué en San Juan se ha desarrollado un Mineralo-Estado, mientras
que en La Rioja, a pesar de los esfuerzos muchas veces efectivos, se ha impedido o demorado tal consolidación aunque se registran avances en el otorgamiento de diversas
concesiones y en lo que respecta a la exploración de uranio?
“¿por qué la minería a gran escala se halla fuertemente instalada en
San Juan y no sucede lo mismo -no con igual alcance- en La Rioja?
¿Por qué en San Juan se ha desarrollado un Mineralo-Estado, mientras
que en La Rioja, a pesar de los esfuerzos muchas veces efectivos, se ha
impedido o demorado tal consolidación aunque se registran avances
en el otorgamiento de diversas concesiones y en lo que respecta a la
exploración de uranio?”
Hacia una caracterización socioeconómica de ambas provincias
Las provincias a las que aquí hacemos referencia tienen prácticamente una supericie
similar, sin embargo, San Juan duplica a La Rioja en lo que hace al tamaño poblacional4. Ambos territorios se caracterizan por la aridez del suelo y la poca disponibilidad
de agua, motivo por el cual las actividades productivas se concentraron en localizaciones especíicas (oasis naturales o irrigados) con importantes niveles de intervención para el desarrollo de sistemas de riego.
Como punto de partida es posible remitir a un estudio comparativo sobre la evolución económica de ambas provincias realizado por Francisco Gatto (2008). En dicho
trabajo, el autor señala que La Rioja y San Juan son provincias económicamente débiles caracterizadas por un “retraso relativo”, que en la etapa expansiva de la convertibilidad ambas tuvieron un crecimiento sustancialmente menor al promedio nacional
pero una caída semejante a la del promedio nacional en el período de la posconvertibilidad, con lo cual su situación relativa, en relación al escenario nacional, empeoró.
Algunos indicadores relevantes para describir las características de la matriz económica de las provincias son: la composición del Producto Bruto Geográico (PBG) y
su posición en la escala nacional, la capacidad de las provincias para la generación de
ingresos propios y su dependencia de las transferencias del Estado nacional. El PBG,
indicador frecuentemente utilizado para evaluar el funcionamiento y la evolución de
las economías provinciales, sitúa a San Juan en el puesto 11 del ranking, dejando a La
Rioja en el lugar 22 respecto del resto de las provincias del territorio nacional (Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, 2012). En cuanto a la estructura del PBG, en ambas provincias el sector terciario es el de mayor magnitud (supera el 60%), le sigue en
importancia el sector secundario (alrededor del 30 %) y en tercer lugar, el sector pri3 El proyecto original de Pascua Lama, aprobado en 2006, contemplaba la remoción de 13 hectáreas de hielos
glaciares, este fue uno de los motivos que alentaron la movilización social contra el proyecto desde sus inicios
tanto en Chile como en Argentina. Desde el año 2013 se encuentra paralizado debido al incumplimiento de las
medidas especiicadas en su caliicación ambiental para proteger los glaciares.
4 Supericie y población: San Juan: 89.651 km2 - 681.055 hab.; La Rioja: 89.680 km2- 333.642 hab. (INDEC, 2010).
244
La promoción del modelo minero en contextos subnacionales
mario (inferior al 10%). Es decir, en ambas provincias el PBG se conforma mayoritariamente por actividades del sector terciario, en un nivel próximo al promedio nacional.
Sin embargo, la importante presencia del empleo público es signiicativamente
superior en el escenario riojano. El mismo tiene una alta predominancia en la estructura económica provincial, a tal punto que triplica la media nacional. Al menos entre
los años 1988 y 2002, La Rioja tuvo el promedio más alto del país de empleados públicos por habitante económicamente activo5 (Giraudy, 2011). Esta tendencia pareciera
sostenerse y, según datos del año 2009, La Rioja duplicaría la cantidad de empleados públicos que posee la provincia de San Juan; mientras que La Rioja registra 84
empleados públicos cada 1000 habitantes, en San Juan se reportan 43 (Ministerio de
Economía y Finanzas Públicas-Dirección de Planiicación Económica, 2009).
En relación a la generación de ingresos, ambas provincias se encuentran entre las
que reciben importantes transferencias del gobierno nacional. En el año 2010, La Rioja recibió de la Nación el 92% de sus ingresos y San Juan el 78%6. En este sentido, La
Rioja constituye una de las provincias con menor autonomía inanciera respecto del
gobierno nacional: su baja capacidad tributaria se articula con uno de los más altos
niveles de endeudamiento a nivel subnacional del país. En efecto, más del 90% de los
ingresos de la provincia proviene del Estado nacional y solo alrededor de un 60% de
ese 90% llega a la provincia en concepto de copartipación provincial (Giraudy, 2011).
El caso de la provincia de San Juan es similar, en el año 2011, el 84% de los ingresos de
la provincia provinieron de la coparticipación federal (más el Fondo Federal Solidario7)
(IARAF, informe Nº 156, 2012).
En la provincia de San Juan el desarrollo del modelo minero en los últimos años
-a partir de la puesta en marcha de tres megaproyectos: Veladero (2005), Gualcamayo
(2009) y Casposo (2010) y alrededor de cincuenta proyectos en etapas de exploración
y factibilidad- ha impactado fuertemente en la composición de las exportaciones provinciales. Según un informe del Ministerio de Producción y Desarrollo Económico de
la Provincia el año 2011 fue el mejor en materia de exportaciones desde 1997. En la
composición de las exportaciones destaca la minería con más del 75 %, seguida por
los productos vitivinícolas que representan alrededor de un 12% (Ministerio de Producción y Desarrollo Económico de la Provincia, 2012)8.
Sin embargo, la expansión de la megaminería no se encuentra relejada de igual
manera ni en la composición de PBG, ni en los indicadores de empleo y pobreza. Por
un lado, en relación al PBG, a pesar de presentar un crecimiento en los últimos años,
no se modiicó sustancialmente su estructura, ya que el peso relativo de los sectores
mantiene una tendencia similar a la que tenían antes del desarrollo del modelo minero9. Por otro lado, si bien la provincia ha experimentado una importante mejora de los
5 Según Giraudy (2011) el empleo público provincial tuvo para ese periodo una media de 127 cada 1000 por
habitante económicamente activo.
6 Fuente: Elaboración propia con base en Ministerio de Economía y Finanzas Públicas. Dirección de Planiicación Económica, 2012.
7 El Fondo Federal Solidario creado por Decreto en el año 2009, se conforma con el 30% de las sumas que el
Estado Nacional percibe en concepto de exportaciones de soja, sus variedades y derivados.
8 Los datos coinciden con los presentados para el mismo año por el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas
que señala que el 76% de las exportaciones corresponde al sector minero cuyo principal país de destino es Canadá
(Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, 2011).
9 Para el año 2011 las cifras del sector secundario y terciario rondaron el 31% y 62% respectivamente, por-
Lorena Bottaro y Marian Sola Álvarez
indicadores de empleo y pobreza a partir de 2003, en términos relativos, son similares
o incluso peores a otras provincias (con matrices económicas similares) en donde no
se consolidó, del mismo modo, el modelo minero, por ejemplo en La Rioja. Ambas
provincias parten del 2001 con un porcentaje similar de población bajo la línea de pobreza, en La Rioja 44,1% y en San Juan 44,5 %; en el tercer trimestre de 2011, La Rioja
contaba con un 12% y San Juan con un 12,8%. La tasa de desocupación para el mismo
trimestre, en La Rioja representaba un 3,9 % y un 8,1% en San Juan10.
Ambas provincias están marcadas por una trama productiva débil y poco diversiicada, con una alta dependencia inanciera del Estado nacional, y aunque en retroceso,
importantes niveles de desocupación y pobreza. Frente a este escenario, desde los
gobiernos provinciales se propone a la megaminería como la alternativa capaz de
promover el crecimiento y el desarrollo, y como una estrategia para alcanzar mayores
niveles de autonomía provincial.
Las características socioeconómicas provinciales, resultado de una matriz económica y política, que se fueron conigurando incluso desde la conformación del Estado
nación, presentan determinadas condiciones de posibilidad para el desarrollo del modelo minero. Estas condiciones, en articulación con los imaginarios presentes en estos
territorios, y los discursos proferidos desde los gobiernos provinciales para promover
la actividad, conforman un escenario complejo en el cual se despliega el modelo minero en la escala subnacional.
Periferia, megaminería e imaginarios del desarrollo
Las provincias de San Juan y La Rioja compartieron un lugar marginal en el modelo
agroexportador hegemónico de nuestro país. La incorporación desde un rol periférico además de constituir una determinada matriz económica y política, también abonó a la conformación de un imaginario de territorio relegado, subsidiario de la Pampa
Húmeda. Se trató de un modelo en el cual algunos sectores económicos pudieron
integrarse, pero que excluía, ya sea a las regiones más áridas o a aquellas que no proveyeran un “insumo estratégico” para el modelo hegemónico. Más aún, en ocasiones,
la incorporación al modelo vigente, a partir del suministro de un determinado bien,
signiicó la devastación y el empobrecimiento de los territorios. En consecuencia, se
fueron consolidando desigualdades regionales de carácter interprovincial e intraprovincial.
La gran asimetría entre las regiones que componen el territorio de nuestro país
debe su origen a la modalidad de organización asumida en la última etapa del siglo
XIX. En ese contexto, el modelo agroexportador de base pampeana que ocupó el centro de la dinámica nacional, generó una brecha con el resto de los territorios que nunca pudo cerrarse (Cao y Vaca, 2006: 96). Para un número importante de las provincias
argentinas, este patrón geográico de desarrollo no se modiicó prácticamente en dos
siglos de historia.
Desde nuestra perspectiva, es precisamente en esta brecha, esto es, en el senticentajes similares al año 2005, cuando estos sectores representaban el 28,4% y el 58,4%, mientras que hay una
disminución de alrededor del 50% en el sector primario (Ministerio de Producción y Desarrollo Económico de San
Juan, 2012; Garnero, 2007).
10 Los datos corresponden al tercer trimestre del año 2011 y fueron extraídos del Informe de Coyuntura Económica Regional del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, ICER Nº 5.
245
246
La promoción del modelo minero en contextos subnacionales
miento de postergación histórica que habita en los imaginarios11 de las provincias que
han quedado al margen de los procesos de industrialización o que participaron de un
modo débil, donde se pretende anclar un imaginario en el cual la megaminería tenga
incluso un “efecto redentor” , o de “reparación histórica”, como se esgrimía en los años
noventa. Crecimiento, desarrollo, progreso forman parte del discurso legitimador que
resuena en territorios históricamente excluidos de la modernización.
Es preciso señalar que la proyección del imaginario del modelo agroexportador
más allá de los límites territoriales de las propias actividades agrícola ganaderas, fue
posible debido al accionar de diversos actores sociales que mediante representaciones, símbolos, emblemas lo engrandecieron, velaron por su protección y procuraron
instituirlo como propio del conjunto del país. De este modo, en Argentina el modelo
exportador vinculado al agro se extendió y consolidó por más de un siglo, mientras
que no ocurriría lo mismo con la minería. Por esta razón, la república Argentina suele
ser evocada a partir de la imagen de un país agrícola y ganadero y es por ello que
la promoción del modelo minero requiere precisamente un esfuerzo en términos de
construcción de una identidad diferente (Svampa y Antonelli, 2009) que torne pensable e, incluso, deseable el despliegue de la actividad megaminera.
En el marco de una disputa entre diferentes valoraciones sobre el territorio12 quienes impulsan el modelo minero apelan al imaginario de desierto o territorio postergado como una estrategia para generar consenso en torno a la actividad; mientras
quienes lo resisten se sustentan en otras valoraciones que reenvían a registros bien
diversos y propios de cada territorio13.
En torno a la construcción de la matriz económica
La principal actividad económica de la provincia de San Juan a lo largo del siglo XX
fue la vitivinicultura, emprendimiento que se desarrolló con las características propias
de las economías regionales, cuyos elementos centrales son su carácter de monoproducción provincial y su principal destino, el mercado interno nacional (Favaro, Iurno,
Cao, 2006). La hegemonía de la vitivinícultura que se asentó en el Oasis central de la
provincia generó grandes asimetrías hacia el interior de la misma entre las regiones
cordilleranas y la región central.
Alrededor de 1930 se terminó de consolidar en San Juan el modelo vitivinícola en
el Oasis central, y se profundizó la postergación de las regiones cordilleranas, orientadas al desarrollo de otras actividades como la ganadería, la producción frutihortícola
o la minería. De este modo, la economía provincial se estructuró cada vez más con
su mirada hacia el Atlántico, dándole la espalda a la cordillera. La región central de la
provincia concentró todo el lujo poblacional y el mayor desarrollo económico en la
etapa de especialización productiva.
La Rioja, por su parte, se incorporó al modelo agroexportador desde un lugar subordinado y este peril marcará también su inserción en el modelo de industrialización por sustitución de importaciones. Las obras y los servicios inanciados por el inci11 Cuando referimos a imaginarios, aludimos a la construcción de un relato uniicador, que reposa sobre ciertas
marcas identitarias, mitos de origen, que van moldeando las representaciones colectivas acerca del presente y del
futuro (Svampa, 2011 a partir de Baczko, 1993).
12 En nuestros trabajos adoptamos la noción de lenguajes de valoración desarrollada por Martínez Alier.
13 Sobre este tema ver: Svampa (2008), Svampa, Bottaro y Sola Álvarez (2009) y Sola Álvarez (2012).
Lorena Bottaro y Marian Sola Álvarez
piente Estado moderno tendieron a perpetuar y profundizar su posición periférica. La
actividad minera de principios del siglo XX tuvo, en este sentido, un lugar privilegiado.
La importante inversión en la construcción del cablecarril en el cordón serrano de
Famatina así como la extensión del ferrocarril, no redundó en el progreso que en la
época se profesaba. La actividad forestal, promovida tanto por la minería como por la
construcción del tendido de vías del ferrocarril y, en menor medida, para la utilización
en la vitivinicultura, fue la actividad económica que primó en la región de Los Llanos
desde 1920 a 1960 (Natenzon, 1994, y Rojas, 2013 b).
La progresiva modernización agrícola hizo que la supericie cultivada aumentara
a lo largo del siglo XX aunque dicho proceso se concentró en el Valle de Famatina y en
Arauco, departamento en el que en la década de 1940 comenzó a registrarse el impulso de la olivicultura (Rojas, 2013ª). En el Valle de Famatina, la vitivinicultura en manos
de pequeños y medianos productores tuvo un importante desarrollo. No obstante y
aun cuando la región a mediados del siglo XX, basaba su economía en las actividades
vinculadas a la uva, “el volumen y las características de estas producciones no lograron
revertir el escaso desarrollo y estancamiento con que todos los especialistas reieren a
la situación del oeste riojano hasta por lo menos la década de 1970” (Rojas, 2013a: 35).
En ambas provincias, las acciones adoptadas desde el gobierno nacional en materia de promoción agrícola e industrial hacia ines de la década de 1970 son fundamentales para explicar la isonomía de la matriz económica actual. En efecto, a partir
de la Ley de Desarrollo Económico 22.021 que establecía un régimen de promoción
para las explotaciones, agrícolas, ganaderas, turísticas e industriales se pretendía “estimular el desarrollo económico de estas regiones, atrayendo la radicación de capitales en los sectores agropecuario, industrial y turístico” y “radicar empresas sólidas que
terminaran con el estancamiento económico de la provincia” (Ley Nº 22.021)14. Atraer
capitales para “acortar la distancia con el resto del país y conseguir un desarrollo equilibrado”, fue el propósito explícito de esta norma.
La promoción basada en diferimientos impositivos consistió en que las empresas que invirtieran y establecieran en las provincias de la región podrían postergar el
pago de una parte o del total de los impuestos nacionales siempre y cuando lo destinen a la inversión productiva agrícola (Allub, 1996: 475).
En La Rioja se hicieron presentes nuevos agentes económicos provenientes de
sectores no agropecuarios para los que el régimen de promoción y los diferimientos
constituyeron atractivas oportunidades. Estas producciones coniguran un nuevo sistema agrícola en la provincia, cercano al agronegocio, que cuenta con agentes con
mayor poder económico y político que los agricultores medianos y pequeños (Giarraca y Hadad, 2009).
Estas leyes no tuvieron el efecto deseado para el desarrollo regional. Por el contrario, la política de diferimientos no alcanzó a los pequeños productores, los cuales
empeoraron su condición relativa, aunque si cambió la tradicional estructura minifundista a partir de la incorporación del sistema productivo de grandes extensiones de
tierra que estaban en desuso o que fueron vendidas por los pequeños productores
(Narodowski y Garnero, 2010: 98)
Estas transformaciones de la economía regional y la crisis del modelo vitivinícola
14 Esta ley que se promulgó para La Rioja en 1979 se extendería en 1982 a Catamarca y San Luis y un año más
tarde a San Juan.
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248
La promoción del modelo minero en contextos subnacionales
en San Juan, afectaron especialmente a los actores locales tradicionales, viñateros y
bodegueros, que debieron amoldarse a la nueva situación económica. El productor
agrícola, miembro de la clase política tradicional sanjuanina fue reemplazado por el
productor internacionalizado con menos vínculos con el territorio, y con los actores
políticos y económicos locales (Favaro, Iuorno y Cao, 2006).
Es así que la implementación de los regímenes no permitió atenuar las crisis económicas ni mejorar las condiciones de vida de la población que, muy por el contrario,
se deterioraban a un ritmo acelerado en el marco de políticas neoliberales que se profundizaron en la década del noventa.
Características que coniguran la matriz política
Durante los años noventa, tanto la provincia de San Juan como de La Rioja mantuvieron un fuerte vínculo con el gobierno nacional. Esto supuso la transferencia de importantes sumas de dinero a la vez que la implementación de políticas de ajuste.
La llegada de Carlos Menem a la presidencia en el año 1989 signiicó para la provincia de La Rioja una fuerte injerencia del gobierno nacional que, aunque adjudicó
un apoyo inanciero diferencial, ejerció presión en pos de promover medidas tendientes a implementar el ajuste iscal (Olmeda, 2003).
Como en otras provincias, la alianza con el gobierno nacional durante este periodo supuso adherir a un proceso de ajuste y reforma que daría lugar a diferentes movilizaciones y protestas, especialmente de los empleados de la administración pública
y de los docentes. En La Rioja fue durante diciembre de 1993, luego de que la Legislatura votara una ley de reforma del Estado provincial15, que se produjo una manifestación de la que participaron estudiantes, miembros de la Pastoral de los Barrios de la
Iglesia (Católica), de organizaciones profesionales y vecinales. La movilización incluyó
el incendio de la casa de gobierno y desencadenó una fuerte represión. Numerosos
manifestantes apedrearon casas y empresas de políticos, protagonizaron choques
con la policía y, inalmente, la gendarmería ocupó la ciudad (Iñigo Carrera y Cotarelo,
s/f; Schulman, 2002). El Riojanazo fue un adelanto de los sucesos que días después
se desarrollarían en Santiago del Estero, asumiendo éstos últimos mayor visibilidad a
escala nacional.
En San Juan, por su parte, la “Ley de Emergencia Económica, Financiera, Administrativa y Previsional” sancionada por el legislativo provincial, en junio de 1995, impulsaba un paquete de recortes que afectaba especialmente a la administración pública
provincial. A partir de la sanción de la ley se desarrollaron una serie de movilizaciones
y manifestaciones protagonizadas principalmente por los sindicatos estatales. Con el
correr de los días, se intensiicaron las protestas ocurriendo algunos incidentes graves
(destrozos e incendio de vehículos, roturas de vidrieras, saqueos de algunos comercios y choques con efectivos de la policía provincial). Estos hechos van a ser recordados con el nombre del El Sanjuanazo (Favaro; Iuorno; Cao, 2006).
A pesar del crítico escenario riojano, no se produjo un cambio en el signo político de sus gobernantes. Como dijimos, desde 1983 el peronismo resultó vencedor en
todas las elecciones a gobernador y diputados provinciales, siendo La Rioja la única
provincia en la que el justicialismo se impuso de manera consecutiva en los comicios
15 La ley votada fue la Ley de Emergencia Financiera Nº 5923, a partir de la cual se ponían a disposición todos los
empleados públicos y se dejaba abierta la posibilidad de despidos masivos y recortes salariales.
Lorena Bottaro y Marian Sola Álvarez
para elegir diputados nacionales. De allí que, por lo menos en estos más de 30 años
ininterrumpidos de mandato peronista, la vida política a nivel local haya estado signada por las disputas internas del partido gobernante.
A diferencia de una matriz política signada por la hegemonía del Partido Justicialista en La Rioja; en San Juan la “alternancia política” que caracterizaba al sistema provincial inaliza en el 2003 con la llegada de José Luis Gioja a la gobernación. A partir
del 2002 la política provincial atraviesa una crisis de los partidos políticos locales lo
cual produce el in de la alternancia y asienta las bases de la hegemonía del Partido
Justicialista, en este caso inscripto en el Frente para la Victoria, representado por los
hermanos Gioja. La carrera política de José Luis Gioja fue en ascenso durante toda la
década del noventa, de la mano del menemismo tanto a nivel provincial como nacional. En 1995 fue reelecto Diputado de la Nación por el periodo (1995-1999) cargo al
que renunció para asumir como Senador Nacional en 1995. En esta función, integró
diversas Comisiones relacionadas con la minería y fue presidente de la Comisión de
Coparticipación Federal. Además, su hermano, César Gioja también ocupó diferentes
cargos legislativos y ejecutivos desde la década del noventa16.
El sistema político provincial en San Juan, está organizado en los últimos diez años
en torno a un fuerte liderazgo del gobernador José Luis Gioja (reelecto por tercera vez
en 2011). Como objetivo central de su plan de gobierno planteó, desde su asunción
en el 2003, la “Segunda Reconstrucción de San Juan” sobre la base de cuatro pilares
fundamentales: agroindustria, ganadería turismo y “nueva minería”17. En el marco de
este proyecto la megaminería se convertiría en la punta de lanza del gobierno provincial, y sería presentada como la actividad económica que posibilitaría a San Juan el
“Desarrollo y el Progreso largamente postergado”.
El escenario riojano está caracterizado también por la permanencia en el tiempo
de sus iguras políticas. Ángel Maza fue gobernador de La Rioja por tres períodos consecutivos (1995–2007) y el actual gobernador, Beder Herrera, cumple funciones en el
ejecutivo desde el año 1991, cuando se desempeñó como ministro Coordinador de
Gobierno; asimismo, entre 1995-2007 fue vicegobernador de la provincia. Su primera
llegada a la gobernación estuvo imbuida de un fuerte discurso en contra de la explotación minera. Sin embargo, como analizaremos más adelante, una vez que resultara
electo gobernador se convirtió en un impulsor del modelo.
En San Juan, desde su llegada a la gobernación el “giojismo” ganó en las diferentes
instancias electorales en la provincia, desde el 2003 el caudal de votos en apoyo a la
gobernación de Gioja, como en las elecciones legislativas fue en incremento, logrando de este modo, una hegemonía del Frente para la Victoria no sólo en la gobernación
sino también en los cargos de importancia en la función pública provincial.
El estilo de conducción de corte personalista y decisionista encuentra similitudes
entre ambos gobernadores. Este tipo de liderazgo político del ejecutivo provincial tie16 Cesar Gioja fue, en 1991, Subsecretario de Seguridad Interior dependiente del Ministerio del Interior de la
Nación; en 1992, Ministro de Gobierno de la Provincia de San Juan. Desde el 2003 hasta el 2005, ocupó el cargo de
asesor del Gobernador de la Provincia de San Juan, y entre el 2005 y 2011 fue Senador Nacional por la Provincia y
presidente de la Comisión de Minería, Energía y Combustible del Senado de la Nación.
17 En el segundo periodo de Gioja como gobernador (2007-2011) la ganadería dejaría de ser un pilar y será
reemplazada en la plataforma de gobierno por la “Integración”, incluyendo en este ítem la integración con Chile, la
salida al Océano Pacíico y diferentes obras de infraestructura vinculadas, en la mayoría de los casos, a la accesibilidad y transporte de la actividad minera.
249
250
La promoción del modelo minero en contextos subnacionales
ne importantes repercusiones en lo que hace a la dinámica de la división de poderes.
Pioneros en la promoción y en la defensa del modelo minero
Las reformas legislativas que tuvieron lugar durante la década del noventa fueron la
puerta de entrada para la incorporación y expansión de la minería metalífera a gran
escala en el país. Más precisamente la ley de inversiones mineras (Ley 24.196) sancionada en 1993 fue el puntapié inicial para un conjunto de transformaciones legislativas
conducentes a la Reforma del Código de Minería. Dicha norma fue impulsada por los
representantes legislativos de aquellas provincias que veían en la existencia de la ley,
la oportunidad para la radicación de capitales extranjeros y el desarrollo de la actividad. De esta manera, el proyecto de ley presentado por Carlos Menem y Domingo
Cavallo, fue recomendado para su sanción por las comisiones de Presupuesto y Hacienda y de Minería, y fue apoyado por el Secretario de Minería de aquel entonces,
Ángel Maza, y por José Luis Gioja, por entonces integrante de la Comisión de Minería
de la cámara de diputados de la nación.
En este escenario, la ley de inversiones mineras fue tratada con urgencia y contó
con el apoyo de los partidos de la oposición. Así lo atestiguan las intervenciones que
se dieron en el marco del debate parlamentario que tuvo lugar en marzo de 1993. El
“Acuerdo Federal Minero” irmado entre las provincias y la nación en mayo de ese mismo año contó con el aval de los distintos partidos políticos y fue ratiicado dos meses
después por el congreso nacional, a través de la Ley 24.228 que brindó una plataforma de ventajas impositivas a las empresas que invirtieran en la actividad .
En 2004, siendo presidente Néstor Kirchner, éste conirmó la continuidad del modelo minero, declarándolo como un “objetivo estratégico”, avanzando incluso en la
exención total del Impuesto al Valor Agregado (IVA) para la minería y otros puntos
favorables para el desarrollo del sector minero. La continuidad de la política, el involucramiento de la estructura del Estado nacional, y por supuesto, el compromiso
aún mayor de sus homólogos provinciales, demuestran hasta qué punto este tipo de
minería se había convertido en política de Estado.
A ines de 2007, la presidente Cristina Fernández de Kirchner aumentó las retenciones de las exportaciones a los hidrocarburos y productos agrícolas. En ese marco,
también se introdujeron retenciones móviles a las exportaciones mineras, llevándolas
del 3 al 5%. Sin embargo, en el marco de la puesta en agenda a nivel nacional a partir del conlicto en Famatina (enero de 2012), la línea general del gobierno nacional
cambió, observándose un viraje entre el apoyo fáctico a la política minera, que había
coexistido con la ausencia de un discurso oicial más explícito sobre estos temas, hacia
una proclama favorable a la megaminería y sus beneicios para el país (Svampa y Viale,
2014).
Estructura de oportunidades políticas y desarrollo del modelo minero
La megaminería constituye algo más que una actividad económica, propone una reconiguración de las economías y del territorio a través de los cuales se despliega de
manera inconsulta. Es decir, avanza sin recurrir a los mecanismos con los que cuentan
las democracias contemporáneas para dirimir proyectos que impactan fuertemente
en las condiciones de vida de la población. De allí, la necesidad de indagar en las estructuras de oportunidades políticas que habilitan o desalientan instancias de partici-
Lorena Bottaro y Marian Sola Álvarez
251
pación ciudadana en torno al desarrollo del modelo minero.
En el caso de La Rioja y San Juan, ambas provincias presentan una estructura de
oportunidades políticas restringida para la manifestación y expresión pública de disconformidad en relación al modelo minero. Sin embargo, en La Rioja la acción colectiva encontró ventanas de oportunidad a partir de las cuales pudo expresarse y, de este
modo, profundizar la resistencia (al menos, en ciertos territorios hoy emblemáticos
respecto de la megaminería, como Famatina). A diferencia de San Juan donde el modelo minero se consolidó tempranamente a partir de la explotación de Veladero y la
progresiva conformación de un Mineralo-Estado.
El concepto Mineralo-Estado es deinido por Sacher (2010) para caracterizar al
Estado canadiense en su rol promotor del modelo minero. Según el autor, Canadá,
como líder internacional del sector, busca difundir el modelo más allá de sus fronteras.
Con este in, el gobierno proporciona apoyo político, inanciero y moral sostenido a
las empresas mineras multinacionales en su territorio y en otros donde se instalan
(Sacher, 2010). Muchas de las dimensiones que el autor contempla para el caso canadiense se encuentran presentes en la política implementada para la promoción de la
megaminería en los últimos años por el gobierno sanjuanino y, como veremos más
adelante, con menor intensidad por el gobierno de La Rioja18.
San Juan, la conformación del Mineralo-Estado
“La megaminería constituye algo más que una actividad
económica, propone una reconiguración de las economías y del territorio a través de los cuales se despliega de
manera inconsulta”
El inicio de la explotación de Veladero cristalizó una alianza estratégica entre la empresa Barrick Gold y el gobierno sanjuanino para el desarrollo de la megaminería en
la provincia. A pesar de las resistencias sociales, que por ese entonces se expandieron
en los departamentos cordilleranos y en la Ciudad de San Juan, Veladero inició su
explotación19. A partir de entonces, puede observase un reforzamiento institucional
de la política minera por parte del gobierno provincial, acompañada de una fuerte
inserción de la empresa Barrick Gold en el territorio.
Durante el segundo gobierno de José Luis Gioja, comienzan a consolidarse los
elementos que caracterizarían al Estado sanjuanino como un Mineralo-Estado. Por
un lado, a través de la institucionalización de la megaminería por medio de diferentes agencias estatales y la promoción de inversiones extranjeras en el sector. Por otro
lado, a partir de la profundización de un discurso “ecoeicientista” y un reforzamiento
en la criminalización de las resistencias.
18 El concepto Mineral-estado (o mineral política) es también utilizado por Marcelo Arancibia (2011) para caracterizar al Estado sanjuanino durante los dos primeros gobiernos de José Luis Gioja.
19 El periodo de mayor movilización contra la megaminería en la provincia tuvo lugar entre los años 2004 y 2007
a partir de la organización de asambleas socioambientales en la ciudad de San Juan, Jáchal, Iglesia y Calingasta
y la participación de otros actores movilizados. El momento de mayor expresión del conlicto en torno a la megaminería en estos departamentos, coincide con los momentos previos a la explotación de Veladero y los años
inmediatamente posteriores.
252
La promoción del modelo minero en contextos subnacionales
En el año 2007 entró en funciones la Secretaría de Estado de Minería, creada en marzo
de 2006 a través de un decreto de necesidad y urgencia del ejecutivo provincial. Esta
secretaría tiene por objetivo la promoción del sector “[…] a través de la puesta en
exploración y explotación de las riquezas mineras de la provincia […]” (Ley Nº 7687).
En el año 2010, pasará a tener el estatus de Ministerio de Minería. Por otra parte, en
diciembre de 2007 se creó la Agencia San Juan de Desarrollo de Inversiones la cual
tiene por objeto promover la inversión en la Provincia. Si bien este organismo no tiene atribuciones exclusivas en el sector minero, la política de atracción de inversiones
extranjeras hacia el sector se encuentra entre sus principales objetivos. Según un informe elaborado por la Agencia Nacional de Desarrollo de Inversiones (Prosper.AR) la
provincia logró el primer lugar en el ranking de provincias receptoras de inversiones
extranjeras, entre los años 2008 y 2009, concentrándose principalmente en la actividad minera y la agroindustria. A esta política de promoción de las inversiones en el
sector minero se suman los viajes realizados por el gobernador a Toronto, desde el
año 2004 (generalmente acompañado por una comitiva) con el in de participar en
eventos vinculados al sector y mantener reuniones con los principales CEOs de las
empresas mineras multinacionales más importantes a nivel mundial.
La consolidación en los últimos años de un Mineralo-Estado en la provincia de
San Juan se realizó a través del discurso del desarrollo sustentable, concepto compartido por aquellos que promueven la actividad a nivel nacional, e incluso por los
organismos multinacionales y empresas que a lo largo de las últimas décadas lo han
instalado en el marco de procesos hegemónicos de producción de sentidos sociales
(Antonelli, 2009). Este discurso evoca diferentes mecanismos de control ambiental
que harían posible que no se produzcan efectos negativos sobre el ambiente apelando a la capacidad humana para controlar y/o remediar, los efectos negativos de
las actividades económicas. Esta, es una dimensión más a través de la cual opera el
Minerlo-Estado en San Juan, y quedó claramente plasmada en las intervenciones del
gobierno provincial en la discusión en torno a la Ley de Presupuestos Mínimos de
Protección de Glaciares20.
En el marco del debate sobre los glaciares las intervenciones del gobierno sanjuanino fueron acompañadas por un plantel de técnicos especialistas que asesoraban al
gobernador de la provincia en diferentes instancias en las que se discutió la ley. En el
marco del debate, las intervenciones tanto el gobernador como sus asesores tuvieron
como principal objetivo que dicha ley no fuese aprobada.
Una vez sancionada, la misma no llegó a reglamentarse en San Juan donde los
gremios, las empresas mineras y las cámaras empresariales de la provincia presentaron medidas cautelares denunciando la inconstitucionalidad de ley ante un juez
federal con asiento en San Juan. Este juez en un fallo acelerado (apenas 20 horas) dio
lugar a los reclamos y suspendió los artículos que ponían en riesgo la continuidad de
la actividad minera en zona de glaciares
A pesar de que las tres medidas cautelares fueron levantadas y denegadas -en
20 El 22 de octubre de 2008 el Congreso sancionó la Ley Nº 26.418, que exigía la creación de un inventario nacional de glaciares. Esta ley había sido votada por una amplia mayoría del Congreso Nacional y fue vetada por la
presidente de la nación a través del decreto N°1837/08. A pesar del veto, el movimiento socioambiental, en articulación con otros actores sociales (intelectuales, políticos, académicos, artistas, entre otros), continuó con la puesta
en agenda del tema a escala nacional. No obstante el accionar del lobby minero y de algunos estados provinciales
que presionaban para que la ley no se aprobara, inalmente fue sancionada en septiembre de 2010.
Lorena Bottaro y Marian Sola Álvarez
julio de 2012 por la Corte Suprema de Justicia de La Nación- el gobierno provincial no
renunció al propósito de que sean organismos provinciales los encargados del monitoreo y control de los glaciares . Con este in, en agosto de 2012 creó por decreto la
Unidad Especial de Auditoría Ambiental21.
En esta etapa de reforzamiento del modelo minero en la provincia, no podemos
dejar de mencionar el paso decidido hacia la criminalización de la protesta ambiental,
a través de la aprobación en el 2007 de un nuevo régimen contravencional, que incorpora importantes sanciones para quienes desarrollaran “contravenciones contra la
tranquilidad y el orden público” (Svampa; Bottaro; Sola Álvarez, 2009).
Desde el “Primer Congreso en defensa de los Recursos Naturales” -realizado en Jáchal en el 2004 y organizado por las asambleas locales, la Asamblea de vecinos autoconvocados de Esquel y otras organizaciones sociales de la provincia-, se presentaron
diferentes denuncias relacionadas con la censura y la persecución a periodistas e integrantes de las asambleas por difundir información contra la minería a cielo abierto.
Esta va a ser la primera de una serie de denuncias que presentarán, tanto las organizaciones contra la megaminería, como periodistas, y pobladores de la provincia de San
Juan ante la justicia en sus diferentes jurisdicciones. La censura y la criminalización de
la protesta socioambiental por parte de los gobiernos provinciales, es un rasgo que
comparten San Juan y La Rioja.
Como una muestra más del compromiso del gobierno sanjuanino en el desarrollo
del modelo minero, hacemos referencia al enfrentamiento entre los hermanos Gioja,
durante el año 2011, a raíz de la enmienda constitucional que habilitó la realización de
un plebiscito para la re re-elección de José Luis Gioja como gobernador de la provincia. En este contexto, César Gioja acusó a su hermano, entre otras cuestiones, de ser un
“instrumento de las mineras” y de buscar la re-reelección para garantizar las “abusivas
ganancias” de la minera canadiense Barrick Gold. La disputa por la gobernación entre
los hermanos sacó a la luz la intrincada trama política y económica que se teje por
detrás del modelo minero en San Juan. Por primera vez, desde el mismo arco político
que durante años apoyó e impulsó el modelo, en esta ocasión ocupando el rol de
opositor, el senador César Gioja, acusó a su propio hermano de habilitar ganancias
extraordinarias a las empresas mineras, así como el interés de las mismas de que sea
José Luis Gioja, y no otro, el que gobierne la provincia.
La Rioja, la reactualización de las resistencias inscriptas en la memoria
larga
Como señalamos anteriormente, la estructura de oportunidades políticas restringida
es, en muchas ocasiones, sorteada por diversos actores en la dinámica del conlicto
en La Rioja. Para indagar en esta dinámica es preciso situarnos en diversas temporalidades; por un lado rastrear en las tradiciones y representaciones en torno a experiencias de resistencia de la historia riojana, que entran en juego y son reeditadas en el
marco del conlicto por la llegada de la megaminería a la provincia. Algunas de ellas
inscriptas –incluso- en la memoria larga, le dan a estos territorios la densidad de un
21 En agosto de 2012, bajo el decreto Nº 1246, el gobierno de San Juan estableció que la investigación quedaba
a cargo de la Unidad Especial de Auditoría Ambiental, integrada por el Consejo Provincial de Coordinación para
la Protección de Glaciares (que reúne a responsables de distintas áreas del gobierno provincial) y expertos de la
Universidad Nacional de San Juan.
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254
La promoción del modelo minero en contextos subnacionales
palimpsesto22. Por otro lado, el devenir de la megaminería en la provincia está marcado, en gran medida, por las coyunturas que atraviesa el partido político dominante.
Con relación a lo primero, no es exagerado airmar que tanto las leyendas indígenas como las secuelas propias de los conlictos políticos del siglo XIX brindan un
sustrato que interviene en la argumentación que se construye para la oposición al
modelo minero. La exhortación a la defensa del territorio vincula con los importantes
levantamientos indígenas que se produjeron en la región contra el dominio español.
Más precisamente, la llamada Gran Rebelión, que tiene a los famatinas como protagonistas, hizo que los conquistadores desestimaran los proyectos que implicaban internarse en territorio sublevado (Ansaldi, 1985).
Si bien los procesos de exterminio, la inmigración y el mestizaje, explican que actualmente las comunidades indígenas no sean un actor de trascendencia, tan central
en los conlictos que se suscitan en otras áreas andinas de América Latina, es en las
instituciones, los rituales y las tradiciones orales donde permanece latente el contenido de las resistencias pasadas.
La acción colectiva rural tuvo en la provincia de La Rioja un escenario privilegiado. No sólo por la actuación de los legendarios Juan Facundo Quiroga (1788-1835) y
Vicente Peñaloza (1798–1863), sino por los sucesivos levantamientos que protagonizaron los caudillos federales riojanos y los gauchos que los seguían. Estas movilizaciones, en nombre del federalismo, tenían como destinatario tanto el gobierno nacional
y como el provincial.
Los conlictos y la resistencia que el proceso de constitución del Estado desencadenó en la provincia de La Rioja, constituyeron experiencias de participación y
compromiso, que se presentan como antecedentes que si bien se concentraron en la
región de Los Llanos, luego en Famatina y, en menor medida, en otras regiones, dejaron huellas en la identidad provincial. En este sentido, el legado de las montoneras
remite a las posibilidades de resistencia frente a los modelos que buscan imponerse
y subordinar territorios.
La historia riojana, sostiene Ricardo Mercado Luna (1991: 18 y 51) está marcada
por la existencia de una “cultura de los hechos consumados”, por los aparentes fatalismos y por la “tolerancia cómplice”, pero frente a ella se levanta la cultura de la resistencia; “una resistencia vigilante y viva” que no se agota con los caudillos federales.
En este sentido, expresiones de organización y resistencia serán casi una constante
en la historia riojana y en esta línea es posible inscribir el movimiento en contra de la
megaminería. Sin embargo, también es preciso señalar la centralidad que asumió la
coyuntura de la política provincial en el momento en que se produjo la expulsión de
la empresa minera transnacional.
En efecto, la crisis política provincial pondría de maniiesto el alcance de las internas del peronismo, al tiempo que abriría la estructura de oportunidades políticas,
dando mayor visibilidad a las demandas ciudadanas. Así, la sanción de la ley que
prohibiera la explotación minera en la provincia exigida por las asambleas, llegaría de
manera coincidente con el inicio de un corte permanente y selectivo en el camino de
acceso a la zona donde la empresa Barrick Gold se encontraba realizando la explora22 Tomamos la idea del territorio como palimpsesto de André Corboz (1996).
Lorena Bottaro y Marian Sola Álvarez
ción23. Es decir, en el caso riojano, para comprender las características que asumió la
promulgación de la ley que prohibía la megaminería, así como también su posterior
derogación, es preciso hacer referencia al convulsionado escenario político riojano
marcado por la crisis del partido hegemónico.
En marzo de 2007, el entonces gobernador Ángel Maza fue suspendido en sus
funciones en medio de una crisis institucional, acontecimiento que se produjo a menos de una semana de promulgada la ley que prohibía la minería a cielo abierto. El
discurso “antiminero” fue empleado por el vicegobernador Beder Herrera, desde entonces a cargo del ejecutivo de la provincia, como estrategia para destituir a su excompañero de fórmula. En este contexto, para la promulgación de la ley que evitara la
explotación del Cerro Famatina, las asambleas de Famatina y Chilecito contaron como
aliado estratégico al vicegobernador.
Ahora bien, una vez superada la contienda electoral por la cual Beder Herrera retuvo la gobernación, la apuesta del gobierno provincial hizo que la ley de prohibición de
la megaminería fuera derogada, así como también aquella que establecía el llamado
a consulta pública. Se obturó, de esta manera, la posibilidad de hacer uso de un mecanismo que permitiese conocer la opinión de la población en torno a la deseabilidad
o no del proyecto. Se instaló, en cambio, un escenario en el que la amenaza a perder
los puestos de trabajo24, la represión y judicialización de los integrantes de las asambleas y otros miembros de la comunidad se volvieron una constante. Paralelamente,
la prohibición de brindar información crítica, por ejemplo en las instituciones educativas, se fue conjugando con campañas publicitarias que procuran instalar la noción
de “minería sustentable”. Las represiones y judicializaciones sobre quienes participan
de acciones que cuestionan el modelo minero se fueron incrementando a medida
que se consolidaba la alianza del gobierno provincial con las empresas mineras, para
atenuarse en épocas electorales.
Los más que favorables resultados obtenidos por el partido gobernante en las
elecciones provinciales y nacionales de 201125, fueron presentados desde las autoridades locales como un apoyo de la población al “modelo minero”. Sin embargo, los
acontecimientos que tuvieron lugar desde los primeros días de enero de 2012 lo desmentirían categóricamente. La instalación de un acampe permanente, la masividad
de las movilizaciones en Famatina y la capital riojana, fueron una señal clara y contundente de oposición al proyecto por parte de los pobladores de la región.
La pueblada de Famatina fue ganando cada vez mayor visibilidad y se instalaba
con potencia en la agenda pública, el gobierno riojano, que en un comienzo había
planteado una intervención situada por fuera de los cánones de la licencia social (argumentando que en cumplimiento del Código de Minería se realizaría la exploración,
aun con la oposición de los pobladores), anunció la suspensión del proyecto. Ahora
23 La cámara de diputados de la provincia sancionó tres leyes que impedían la minería a gran escala: la Ley Nº
8137, prohibiendo la explotación minera a cielo abierto con usos de sustancias tóxicas, la Ley Nº 8138, convocando
a una consulta popular y la Ley N° 8139, que ordenaba la formación de la comisión investigadora legislativa sobre
los contratos de concesión irmados entre el gobierno provincial y la empresa Barrick Gold.
24 Se trata de puestos en la administración pública, principal fuente de empleo en la provincia.
25 En las elecciones provinciales, realizadas en mayo de 2011, Beder Herrera fue reelecto gobernador con el
67,20%. En octubre 2011, en las elecciones legislativas, el Frente para la Victoria - alianza política que gobierna a
nivel nacional- obtuvo un 51,28 % de votos.
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La promoción del modelo minero en contextos subnacionales
bien, no menos importantes son las acciones que encaró el gobierno provincial luego
de los acontecimientos del 2012, las cuales poco remiten al inicio de un camino de
diálogo democrático para la resolución del conlicto.
Por un lado, la ausencia de una institucionalidad que regule la asignación y distribución de fondos destinados a los municipios le valió al ejecutivo provincial para
desinanciar al municipio de Famatina, cuyo intendente se posicionó públicamente
contrario al proyecto minero26. Es decir, la falencia que supone la inexistencia de una
ley de coparticipación al interior de la provincia, fue utilizada como una herramienta
de castigo y disciplinamiento. Por otro lado, mientras que en los medios de circulación
nacional, la Cámara de Empresarios Mineros lanzó una importante campaña publicitaria cuyo contenido aludía a la imposibilidad de concebir un “mundo sin minería”, en
la provincia de La Rioja fue la pauta oicial la que se empleó para instalar la imagen
de una “minería amigable”. Esta acción dista enormemente de lo que una campaña
de información puede suponer y mucho más aún de lo que la democratización del
proceso de discusión en torno a la licencia social exige.
A pocos meses de transcurridos los momentos más álgidos del conlicto, mediante dos actos administrativos, desde la Secretaría de Ambiente se dieron claras señales
del rumbo político a adoptar. En primer lugar, el órgano de competencia ambiental,
estableció un nuevo sistema provincial de áreas protegidas por el cual la reserva Laguna Brava27 es puesta a disposición de los capitales mineros. En segundo lugar, se
aprobaron nuevos informes de impacto ambiental para la exploración de uranio en
proximidades de la ciudad capital28. Asimismo, a partir de la aprobación del Informe
de Impacto Ambiental para la prospección del Famatina presentado por la empresa
estatal –EMSE– y la Osisko Mining, se otorgó la Declaración de Impacto Ambiental
que autoriza el inicio del ciclo minero (Res. Nº 271/12)29 allí donde el poder judicial
local había ordenado su suspensión invocando la Ley de Protección de Glaciares30.
En la ciudad capital, la amenaza percibida por la expansión de proyectos de explotación de uranio condujo a que se promulgara una ordenanza que declara al departamento Capital como “municipio no tóxico, no nuclear y ambientalmente sustentable”
26 Es preciso señalar que el Intendente de Famatina llegó a su cargo integrando un frente departamental que
acompañaba la candidatura del actual gobernador.
27 Para ser más precisos, el viraje hacia la categoría “reserva de uso múltiple” ratiica la autorización que fuera
otorgada en el año 2007 para la explotación minera, a la vez que ija nuevos requisitos sumamente lexibles para
que las empresas puedan operar.
28 Diversas acciones, aunque con un tenue impacto, desarrollaron los habitantes de las localidades en las que
se iniciaron tareas de exploración de uranio. Tal vez, como consecuencia del “efecto Famatina”, y su fuerte resonancia a nivel provincial, la ciudad de La Rioja promulgó una ordenanza que declara al departamento Capital como
“municipio no tóxico, no nuclear y ambientalmente sustentable” y que prohíbe el uso del agua en los procesos
mineros. Desde entonces, se intensiicaron las actividades de resistencia a la vez que, a diferencia de las empresas
transnacionales mineras, la Comisión Nacional de Energía Atómica pareciera haberse dado una estrategia de comunicación en los territorios a la vez que avanza con los cateos.
29 Boletín Oicial de La Rioja Nº 11.025. Disponible en: <http://www.boletinolarioja.gob.ar/boletin/2012‐11‐06.
pdf>.
30 En el departamento de Chilecito, el 18/07/12 un juez dictó una medida cautelar para suspender la vigencia del
convenio irmado por el ejecutivo provincial y la minera Osisko hasta que se cumpla con el inventario que exige la
Ley Nacional de Protección a los Glaciares.
Lorena Bottaro y Marian Sola Álvarez
y que prohíbe “el uso del agua para procesos mineros de cateos, prospección, exploración, explotación y/o industrialización de minerales metalíferos y radiactivos” (Ord.
390/12). Es de destacar que la norma reiere al agua como bien común y natural (art.
2).
El derrotero del conlicto que se desarrolla por el arribo de la megaminería en la
provincia de La Rioja ilustra la fragilidad de los instrumentos legales frente a la presión
de las empresas trasnacionales, que encuentran en la baja calidad institucional, atributos propicios para el desarrollo de esta actividad. Como señalamos, la alianza del
gobierno provincial con el sector minero ubica a este actor público, proclive a prácticas clientelares y autoritarias, como el principal promotor de la actividad extractiva.
El año 2012 se inició en La Rioja con movilizaciones masivas que pusieron de maniiesto el rechazo que la minería a cielo abierto genera en estos territorios. En el devenir de los acontecimientos quedó claro el compromiso del poder político con el
“modelo minero”. Más aún, en pleno contexto de efervescencia y pocos días antes
de la pueblada que sacudiera a la provincia, la Cámara de Diputados declaró al 2012
“Año Provincial del cuidado del ambiente, el fomento y la promoción de la actividad
minera”.
Poco tiempo después, el proceso de debate iniciado a partir de la visibilización
que asumió el caso Famatina a escala nacional a partir de la presencia en los medios
de comunicación fue obturado rápidamente. Sin embargo, el “efecto Famatina”, tuvo
consecuencias directas en la formulación de un nuevo “Acuerdo Federal Minero” que
se irmaría en marzo de 2012.
Las diferencias de este acuerdo con respecto al primero (irmado en 1993) son importantes. Por un lado, se celebra en un contexto de alta conlictividad socioambiental en torno a la megaminería que alcanzó por primera vez visibilidad y trascendencia
en la escala nacional. En este escenario, son las provincias de la recientemente conformada Organización Federal de Estados Mineros (OFEMI) las que se convocan para
refundar el modelo minero y garantizar en él un lugar destacado para las provincias31.
La iniciativa de los gobernadores condensada en el Acuerdo contempla el desarrollo de empresas públicas provinciales y de acciones tendientes a ampliar la participación de las provincias en la renta generada por la actividad minera. Además estipula que la OFEMI tiene la potestad para instrumentar mecanismos que incorporen
valor agregado industrial en los territorios donde yacen los recursos mineros. Al mismo tiempo que actuará como organismo interjurisdiccional de asesoramiento con
una mesa de conducción integrada por la gobernadora de Catamarca y los gobiernos
de Jujuy y San Juan.
Este acuerdo no fue tratado por el Congreso Nacional32 lo cual, tal vez, le hubiera
dado continuidad a un debate que ya estaba en declinación y que se inició con la
aprobación de la Ley Nacional de Glaciares. Por el contrario, las cámaras de diputados
ratiicaron, en mayo del mismo año en la provincia de La Rioja (Ley 9192) y en septiembre (Ley 8301) en San Juan, la vigencia e importancia del acuerdo.
31 La irma del acuerdo estuvo presidida por el ministro de Planiicación Federal, Julio De Vido. Lleva las irmas de
los gobernadores de: Jujuy, quien preside la OFEMI; Salta, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, y Santa Cruz;
por las provincias de Neuquén y Chubut, asistieron funcionarios.
32 Nótese que aun habiendo mayoría en las cámaras, el tema no fue puesto en la agenda del Congreso.
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La promoción del modelo minero en contextos subnacionales
Conclusiones
En el marco de los procesos de implantación del modelo minero en nuestro país en
las últimas décadas, las provincias de San Juan y La Rioja han tenido un importante
protagonismo en lo que hace a la promoción del modelo, tanto en la escala provincial
como nacional. Sin embargo, San Juan se posiciona como el paradigma del modelo
minero a nivel nacional, referencia obligada para el resto de las provincias que tienen
por objetivo desarrollar la megaminería. Por su parte, La Rioja, se presenta como el
emblema de las resistencias, donde las asambleas socioambientales y la comunidad
pudieron expulsar a Barrick Gold y otras empresas de su territorio, y donde, más recientemente han comenzado a expresarse acciones de rechazo a la explotación de
uranio.
Como señalamos a lo largo del artículo ambas provincias presentan condiciones
económicas y políticas similares, sin embargo, mientras que en San Juan se consolidó tempranamente un Mineralo-Estado, en La Rioja, las resistencias sociales, pudieron evitar la consolidación del modelo minero. Consideramos que las claves para dar
cuenta de estas diferencias se encuentran, por un lado, en la manera particular en la
que se articulan en cada territorio la matriz económica y política, con los imaginarios
sociales. Por otro, en el acelerado proceso de conformación de un Mineralo-Estado en
San Juan, y la capacidad de resistencia de las asambleas socioambientales en La Rioja.
Los discursos proferidos desde ambos gobiernos provinciales que apelan a los
imaginarios sobre el territorio postergado, recalan con más fuerza en San Juan debido
a las grandes asimetrías intraprovinciales que históricamente dividieron a la provincia
entre los departamentos cordilleranos y el Oasis central. De este modo, el modelo minero, que se impulsa principalmente en los departamentos cordilleranos, encuentra
un terreno fértil en el imaginario de postergación histórica que han tenido los habitantes de estas regiones durante la hegemonía del modelo económico vitivinícola.
No es el caso de La Rioja donde el primer proyecto de explotación minera aurífera
a cielo abierto pretende localizarse en el Valle de Famatina, región con cierto desarrollo de la actividad productiva y turística y donde la proximidad y valoración que los
pobladores tienen del Cerro, explican que el imaginario de territorio postergado no
resuene con tanta fuerza como en el caso sanjuanino.
Las diferentes temporalidades en las que se desarrollan los proyectos mineros en
las provincias en cuestión, también parecieran conjugarse con otros procesos aquí
mencionados. En el caso de San Juan, como vimos, se consolidó rápidamente un
Mineralo-Estado, a partir de un reforzamiento de las políticas y organismos del gobierno provincial para desarrollar la megaminería. Esto tuvo como consecuencia un
acelerado proceso de implantación del modelo minero en los territorios cordilleranos que se vio impulsado a partir de 2005 por la explotación de Veladero de la mano
de la expansión de las acciones de responsabilidad social empresaria de Barrick Gold
y la censura y criminalización por parte del gobierno provincial, elementos que se
conjugaron para precipitar la desarticulación de las resistencias en los departamentos
cordilleranos.
En La Rioja, más especíicamente en Chilecito y Famatina, la experiencia y resigniicación de un pasado minero, sumados a la tradición de movilización de la región,
se convirtieron en factores relevantes en el proceso de resistencia. De este modo, a lo
Lorena Bottaro y Marian Sola Álvarez
largo del conlicto, las asambleas socioambientales pudieron sortear las restricciones
para la acción colectiva presentes en la estructura de oportunidades políticas, al mismo tiempo que tuvieron la capacidad para acumular experiencias que fortalecieron
su posición a lo largo de estos años.
Las diferentes dimensiones que se encuentran en juego en la implementación del
modelo minero en la escala subnacional ponen de maniiesto un escenario, además
de complejo, dinámico y cambiante, donde la estructura de oportunidades políticas
puede abrir ventanas para el desarrollo de la acción colectiva. De este modo, si bien,
las resistencias tienen más posibilidades de éxito en aquellos contextos provinciales
donde aún no se ha iniciado la explotación -esto es donde las empresas mineras aún
no se han constituido en actores locales de gran protagonismo en la vida social, económica y política local– la propia dinámica del conlicto puede generar acciones de
resistencias en territorios donde el modelo se encuentra ya consolidado. En este sentido, la paralización del proyecto Pascua Lama evidencia que, aun en el marco de un
territorio con una fuerte tradición minera y con políticas que abrazan la noción de la
“megaminería como motor de desarrollo”, la actividad extractiva puede, ser puesta en
cuestión.
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Aportes del pensamiento
crítico
Ernesto Laclau: variaciones sobre el
populismo
ROBERTO AGUSTÍN FOLLARI
Resumen
El artículo se propone rendir homenaje
a la obra del recientemente fallecido Ernesto Laclau, en especial se reivindica su
compromiso político con los gobiernos
nacional-populares latinoamericanos,
particularmente el de su natal Argentina.
Se pondera su teorización del populismo
por haber convertido este fenómeno en
un objeto conceptual complejo y digno
de respeto. Posteriormente se muestran
los avances de la teoría política de Laclau
sobre el populismo tomando los aspectos demócratico, plebeyo y republicano
del fenómeno y defendiéndolo frente a
las posturas liberales y pluralistas.
Abstract
The article pays tribute to the work of the
late Ernesto Laclau, especially his political commitment with Latin American
national-popular governments, starting
with his native Argentina. His theoretical
approach to populism, which turned it
into an object both complex and worthy
of respect, is praised. Later, the democratic, plebeian and republican aspects of
populism are taken into account in order
to show the accomplishments of Laclau’s
political theory. Liberal and pluralist stances are confronted.
Palabras clave
Laclau, populismo, democrático, plebeyo, republicano.
Keywords
Laclau, populism, democratic, plebeian, republican.
264
Ernesto Laclau: variaciones sobre el populismo
La muerte de Ernesto Laclau nos entristeció a muchos. No a todos, claro: están los
que calladamente se regocijaron, en tanto los antagonismos de los que el teórico argentino tan bien supo teorizar, llevaron a que en alguna revista le hubieran dedicado
una tapa que debiera avergonzar a sus autores (Noticias, 2012). Los perpetradores
de ese sitio donde se airmaba que Laclau era “el ilósofo que divide a los argentinos”,
mostraban una vez más que el teórico de la política tenía razón: la política cuando es
tal es parteaguas, es ruptura, es enfrentamiento de intereses y posiciones. En ese limitado sentido, un reaccionario como Carl Schmitt mostró acierto en sus nociones; y es
evidente que concepciones como las de Rancière (1996), insistiendo en la distinción
entre política y administración de lo dado (a la cual una poco afortunada traducción
transformó en “policía”), se hacen plenamente pertinentes. La política es lucha entre
posiciones diferentes, o no es ninguna cosa.
Y Laclau fue coherente en este sentido. Contradijo punto por punto el lugar de
privilegio que suele concederse a los intelectuales. Estaba situado en el panteón internacional de las ciencias sociales, junto a Negri, Zizek, Butler, Badiou, Agamben y unos
pocos más. Podía vivir tranquilamente de congresos y homenajes, conferencias y premiaciones. Había ascendido a la cúspide del prestigio académico. Y sin embargo, fue
capaz de dejar Europa para visitar permanentemente la Argentina, y de abandonar
el pedestal para pisar el barro de la política concreta; donde se cambiaría los elogios
académicos por los insultos exaltados de aquellos que no podrían comprender quizá
media página de su obra, pero advirtieron su compromiso con los gobiernos nacional/populares latinoamericanos, y le dedicaron al soisticado autor la misma gama
de ataques burdos y primarios que llenan día a día los principales medios gráicos y
electrónicos de países como Venezuela, Ecuador, Bolivia y la Argentina, en contra de
esos gobiernos que el stablishment detesta sin miramientos.
Laclau bajó de un sitial del que pocos bajan; o, mejor, fue capaz de combinar su
condición de intelectual destacado con la de quien opina en la discusión políticomediática, y asume los riesgos de la misma. Se habla allí de temas no decididos siempre por el autor, a diferencia de lo que suele ocurrir en el campo intelectual; y hay
que responder a la rápida, hacia auditorios masivos y desconocidos. El autor asumió
esa difícil condición, que rara vez los intelectuales suelen reconocer como espacio
de incertidumbre en que se da la política práctica, a menudo despreciada desde el
pináculo intelectual.
Además, supo mantener una sencillez realmente notable. Me tocó, casi azarosamente, compartir la que luego sabríamos fue su última tarde en la Argentina: concurrimos juntos a la Universidad Nacional de La Plata para presentar el número 5 de
la revista Debates y Combates, que él dirigió hasta el inal de su vida. No se mostró
conversador, pero sí dispuesto y afable. Y esto implicaba no poco en relación con mi
persona, pues yo (en tiempos en que no imaginé que llegaría a conocerlo personalmente) había planteado una serie de diferencias teóricas importantes para con sus
trabajos (Follari, 2010: 65). Nos habíamos conocido en Mendoza en el año 2011 y él
entonces había recibido mi libro y había podido leer las críticas, a veces bastante ácidas, si bien siempre expuestas desde un claro acuerdo en la posición política.
Frente a tales situaciones de diferenciación conceptual muchos suelen tomar distancia, más aún si tales diferencias vienen desde personas que no están en el mismo
Roberto Follari
nivel de estatuto y reconocimiento dentro del campo académico, como obviamente
sucedía (y sucede) con quien suscribe este texto.
El comportamiento de Ernesto Laclau fue por completo diferente, ajeno a lo que
podríamos llamar la regla de correspondencia entre académicos, basada en la complacencia mutua y la sumisión a quien ya está consagrado. Por el contrario, en los breves años que mediaron entre que nos conociéramos y su muerte, el comportamiento
de Laclau fue de aliento y apoyo a mis escritos, en la medida en que ellos convergían
plenamente con los suyos en el campo principal de sus inalidades: las estrictamente políticas, colectivas y suprapersonales, desprovistas de referencia a los acuerdos y
desacuerdos en el plano de la discusión propiamente teórica.
Vaya, entonces, el homenaje a uno de los pocos intelectuales de relevancia mundial (otro podría ser Bourdieu) que han contradicho aquella pretendida ley de hierro
que implica que la radicalización ideológica es inversamente proporcional a la altura
que se logra en el campo del prestigio y poder académicos.
El respetable populismo
Uno de los principales aportes del politólogo argentino, fue su puesta del populismo
en un lugar de objeto de teoría digno de respeto. En ese sentido, las “rupturas epistemológicas” solicitadas desde posturas de origen bachelardiano (Bourdieu, 1975)
no se habían cumplido para este caso: el sentido común establecido para las clases
medias y altas, según el cual el populismo reiere a gobiernos demagógicos, corruptos y autoritarios, se había venido repitiendo considerablemente en el espacio de la
sociología y la ciencia política “oiciales”. De tal modo los partidarios del populismo (en
la Argentina, no pocos: Cooke, Hdez. Arregui, Jauretche, Walsh entre otros) resultaron
marginales a la academia oicial, “ideólogos”, “ensayistas”, pero en ningún caso considerados cientíicos, ni tampoco parte de un pensamiento humanístico que valiera la
pena considerar dentro del espacio de la ilosofía a secas, y no más que marginalmente dentro de la ilosofía política.
Hijo conceptual de la obra de Jorge Abelardo Ramos, Laclau partió desde otro lugar: el marxismo como teoría social desde la cual se interpretaba al peronismo como
un fenómeno contradictorio pero positivo para los sectores populares, una especie
de “momento” en la constitución gradual de la autoconciencia emancipatoria de los
sectores populares de la Argentina.
Ya radicado en Europa, Laclau no pudo dejar de sentirse atraído por la obra de
Louis Althusser, como a todos los universitarios ocurría en las décadas del sesenta y
setenta del siglo pasado. De tal manera, con base en el intento del pensador francés,
con su compleja visión del marxismo como una ciencia incluso comparable con las
matemáticas, derivó de nuevo al análisis del populismo.
Con un Althusser que había apelado a Lacan para forjar la noción de “interpelación” en relación a la constitución ideológica del sujeto, Laclau pergeñó su primera
sistematización teórica sobre el populismo en aquel libro inicial, uno de cuyos tres
capítulos fue dedicado al tema (Laclau, 1978). Se trató de pensar cómo la constitución
del sujeto populista se daba por vía de la interpelación discursiva del líder, en la medida en que la categoría de “pueblo” podía sintetizar diferencias de posición social en la
identidad común del sujeto popular.
265
266
Ernesto Laclau: variaciones sobre el populismo
Lo fecundo de esta posición no radicaba solamente en la apelación al psicoanálisis
para pensar la constitución de la identidad colectiva (un aporte impensable para el
marxismo oicial soviético de la época), sino en la más sutil cuestión de que el autor
advirtiera que el sujeto “se constituye”; es decir, que –no es un a priori y, además, que
no responde a la sola expresión de condiciones objetivas previas, como estaba pensado en la dialéctica lukacsciana de despliegue de la conciencia a partir del ser social
(Lukacs, 1979).
“La referencia al peso de la cadena equivalencial de demandas en la constitución del sujeto político popular,
marca la posibilidad que tiene el liderazgo de uniicar la
heterogeneidad estructural de esas demandas, y posibilitar la constitución de un sujeto, ‘el pueblo’”
De tal manera, este despegue entre las condiciones objetivas y las de la signiicación,
ubicaba a la noción de populismo dentro de los cánones del giro lingüístico por entonces en pleno auge. Laclau pensaba al populismo con las categorías teóricas más
avanzadas de la época, sacándolo –de tal modo- del espacio de “rechazo a lo plebeyo”
que daba lugar a su sempiterna consideración como objeto conceptual de segunda
clase, cuando no lisa y llanamente como modalidad del barroso espacio de lo político
en una de sus peores manifestaciones.
El libro fundamental sobre populismo escrito a comienzos del siglo XXI, a partir
de lo abierto por las experiencias de Chávez y de Néstor Kirchner, implicó un paso
más decisivo aún para la “presentación en sociedad” del populismo dentro del espacio
académico (Laclau, 2008). Con una sutil apelación a las obras de Lacan y de Derrida, el
texto se volvió difícil de refutar, además de nada fácil de comprender. Y en la complejidad de sus categorías de análisis, se pudo y se debió discutir con/contra Laclau con
una altura que no permitían ni los marxismos ortodoxos (carentes de categorías para
enfrentar a la deconstrucción o al psicoanálisis de Lacan), ni las sociologías empiristas
o las teorías políticas ortodoxas, ajenas por completo a una relexión que viniera de
fuentes ilosóicas o psicoanalíticas tan aggiornadas y difíciles de asimilar, de comprender y –consecuentemente- también de refutar.
Ha habido que tomar al populismo como objeto de análisis, entonces, ya sin anatemas ni desprecios previos. Es no poco cuando eso se logró en el plano de la academia mundial, no sólo de la latinoamericana, en la cual el tema del populismo tenía un
cierto recorrido, si bien siempre cercano a sociologías disciplinarmente cerradas sobre
sí, tal es el caso de la conocida discusión abierta en su momento por Gino Germani
(1962).
Lo democrático en el populismo
Sin dudas que este es un punto capital en el desarrollo laclausiano. La democracia no
es sólo lo procedimental, como nos ha acostumbrado a pensar cierta versión liberal
que se autoproclama republicana. Esa versión basada en la desconianza hacia la política y hacia el Estado, deja de tener en cuenta el hecho principal de que la política es
el único medio que tienen los ciudadanos para enfrentar a los poderes fácticos (igle-
Roberto Follari
sias, multinacionales, empresas mediáticas, geoestrategia de Estados Unidos y otros
países centrales, etc.).
De tal manera, la referencia al peso de la cadena equivalencial de demandas en la
constitución del sujeto político popular, marca la posibilidad que tiene el liderazgo de
uniicar la heterogeneidad estructural de esas demandas, y posibilitar la constitución
de un sujeto, “el pueblo”, capaz de establecerse como representante de intereses mayoritarios, y pasible de enfrentar al bloque político que ostenta el poder real (el cual,
obviamente, es siempre mucho más que el poder exclusivamente político).
Lo democrático entonces, retomando el más genuino sentido de esa expresión,
es “el gobierno del pueblo”. El pueblo en esa duplicidad de ser entendido como “populus” –toda la polación- o como “plebs” –los pobres, las clases “de abajo” (Laclau,
2008); y en la superposición/confusión que suele producirse entre ambas acepciones.
Lo cierto es que a partir de “demandas democráticas” se constituye el sujeto popular
(Laclau, 2008), y el gobierno que represente a este sujeto será un gobierno democrático, por fuera de los procedimentalismos habituales que se utilizan para referir a la
cuestión de la democracia.
De tal manera, la cuestión de lo democrático es llevada a su punto preciso: el gobierno por parte de las mayorías sociales, en la medida en que las mismas incluyen a
los sectores populares y explotados. Fuertemente diverso de la versión edulcorada
que primó (y todavía predomina) en buena parte de la politología oicial, para la cual
democrático es igual a elecciones, instituciones ya establecidas y división de poderes, con lo que se deja fuera de consideración la explotación, así como la simple y
llana expulsión del sistema de amplias capas sociales, las que no están representadas
habitualmente por aquellos que consiguen los votos según la medida en la cual están comprometidos con las políticas que favorecen y sirven al statu quo económicoinanciero.
No está de más recordar cuánto la pretensión de ser “democráticos” legitima a esos
regímenes políticos ligados a la mantención del privilegio y la dominación de clase.
Cuestión que, por cierto, bien asumieron los neoliberales; a diferencia de sus antecesores en estrategias de dominación planetaria, se propusieron ligar economía de mercado con la noción de “libertades democráticas”. De tal modo se re-semantizó el sitial
del mercado, que de ser espacio para el enriquecimiento y la codicia, pasó de pronto
a ser entendido como lugar de la libertad y de las garantías individuales (Follari, 1988).
Por supuesto que ello no impidió que el neoliberalismo fuera la política económica concreta de todas las dictaduras latinoamericanas, con éxitos diferentes en cada
caso (el ejemplo chileno fue sin duda el que implicó más alto cumplimiento de las
expectativas de plena privatización y mercantilización de las relaciones sociales). Pero
el cinismo alcanzó como para pretender que se la disimulara con declaraciones equívocas. Así Milton Friedman, luego de ser separado de su lugar como asesor de las
políticas económicas del pinochetismo, declaró ufano que el fracaso de su rol seguramente se debió a la incompatibilidad que –según él- existe entre el libre mercado
y una condición política dictatorial. Aún ante la prueba concreta de su colaboración
abierta con lo dictatorial, los popes de la pseudodemocracia neoliberal insistían en
presentarse “democráticos”.
267
Ernesto Laclau: variaciones sobre el populismo
268
Por ello, la operación de Laclau no es para nada menor: la democracia no es problema
de régimen político en primera instancia, sino de quién es el sujeto efectivo y mayoritario que está representado en los actos de gobierno y las políticas de Estado. Y si
bien cabría discordar en que el acento puesto en el protagonismo popular pudiera
hacer olvidar -como si fuera secundaria- la cuestión del régimen como tal, lo cierto es
que la posición laclausiana pone en otro espacio de problemática la cuestión, y lleva
a acabar con la rutina teórica por la cual se denomina habitualmente democráticos, a
gobiernos que están muy lejos de serlo efectivamente.
Lo plebeyo en el populismo
Lo popular es lo plebeyo, en una de sus principales acepciones. Y si “pueblo” puede
entenderse también como la población, como el conjunto de la sociedad en cuanto
tal, Laclau muestra cómo en el populismo habita la tendencia a que lo plebeyo sea la
representación del todo social, es decir, cómo la parte busca la (imposible) representación del todo, al deslegitimar a aquellos que se le oponen como ajenos a la nacionalidad, o a la cohesión social en general.
Habita allí la tendencia hegemonizante del populismo que algunos han rechazado
en el plano de la teoría Aboy-Carlés (2013)1 y muchísimos más en el plano cotidiano
de la opinión y los sentidos comunes. El populismo atropellaría al pluralismo, lo cual
sería un logro altamente valioso de los regímenes políticos modernos, y un bastión de
lo propiamente democrático.
Pero el pluralismo divide la voluntad popular, e impide consiguientemente la
construcción de poder político suiciente para imponerse a los poderes fácticos. El
único modo en que se vuelva cierto aquello de “la política al puesto de mando”, es que
se pueda construir un sujeto político fuerte y robusto, capaz por ello de imponerse a
los poderes de hecho. El pluralismo sería aquello que se juega en lo que el líder Juan
Perón solía llamar despectivamente “partidocracia”; división del poder social en una
fragmentación de opciones que garantizan solamente un efecto: el de impedir la suiciente acumulación de poder ciudadano que pusiera dique a que el gobierno efectivo
de la sociedad lo hagan las multinacionales, la geoestrategia imperial, los dueños de
los grandes medios de comunicación, y parecidos múltiples agentes sociales.
Por supuesto que el del pluralismo no es nunca un problema menor y no podría
agotarse sólo con esta referencia, pero es bueno advertir que los populismos latinoamericanos en ningún caso han abandonado el juego parlamentario, o han suprimido
a los partidos políticos opositores. Y esto, más claramente aún si nos referimos a los
“neopopulismos” surgidos desde el gobierno venezolano de Chávez en adelante, gobiernos que han instaurado condiciones de garantía pluralista muy superiores a los
de sus antecesores sedicentemente “democráticos” (por ejemplo, la claúsula de rescisión de mandato presidencial en el caso venezolano –usada luego por las oposiciones
contra Chávez-, o la eliminación del delito de injurias para periodistas por iniciativa del
gobierno de Néstor Kirchner, que ha recibido luego ataques inauditos en el espacio
mediático, haciendo provecho de esa concesión gubernamental previamente inexistente).
En todo caso, con su sutileza teórica pero a la vez sana crudeza política, Laclau
1
Hemos discutido esto en la reseña de ese libro publicada por Utopía y praxis latinoamericana 2014.
Roberto Follari
deja claro un nuevo escenario para discutir: lo democrático requiere un margen de
concentración de fuerza política; el pluralismo, a menudo va en contra de esa posibilidad. De modo que quien quiera defender el pluralismo en nombre de lo democrático,
deberá responder la fuerte objeción que surge desde la obra del autor argentino: no
hay democracia si no hay gobierno desde la política, no hay democracia si gobiernan
poderes no elegidos, que no se van, que no rinden cuentas, que gobiernan sin decirlo
desde el poder económico, el religioso, el mediático o el geopolítico. Recuperar la
democracia es algo que sólo el populismo consigue, en la medida en que es capaz de
constituir fuerza para que desde el Estado efectivamente se gobierne, en vez de estar
en permanente falencia ante poderes no-políticos y no-controlados, que gobiernan
secretamente en los hechos e impiden así todo ejercicio de democracia, para colmo
presentándose como si fueran la forma perfecta de la democracia misma.
Lo plebeyo también implica la reivindicación de los de abajo, frente a un institucionalismo que los excluye. Los excluidos no saben de envío de notas, leyes y reglamentos, normatividad social hegemónica. Por ello, las instituciones establecidas por
el orden liberal los dejan fuera sin remedio. Y es imperativo de cualquier noción seria
de democracia el incluirlos efectivamente en las condiciones de funcionamiento del
Estado y de los gobiernos.
A su vez, ello implica reivindicar a los sectores populares en su cultura y sus modalidades de vida (Laclau, 2008). Se trata de quitar a lo no-calculado el mote de “irracional” con que a menudo se lo etiqueta. Lo “afectivo” suele ser considerado sinónimo de
ajeno a la razón; con ello, los sectores populares son pensados como sentimentales,
manejables por el lado de la demagogia, insuicientemente pensantes.
Pero podemos considerar racional a todo aquello de lo que podamos a posteriori
dar razón argumentativamente. Racional no es siempre lo calculado. Si alguien me
asalta, podría ser racional gritar. Si se muere alguien muy querido será razonable que
yo llore. De ningún modo las manifestaciones de exaltación, de pasión o de tristeza
son ajenas a la razón: sólo lo serían si fueran absurdas en relación al caso del cual se
trata (alegría por la ausencia de alguien querido, por ejemplo). Y, en el mismo sentido,
sería irracional no llorar cuando viene a cuento, no gritar cuando parece necesario
hacerlo, no apasionarse cuando está en juego el amor, la amistad, la identidad propia
o colectiva, etc.
De tal modo, queda expulsada la dupla civilización/barbarie que estableciera Sarmiento, donde el primer polo es siempre el de la gente que ha pasado por la educación formal y –a menudo- que por ello es incapaz de hacerse cargo de sus propias pasiones y afectos, como bien mostraría la invectiva de Nietzsche: “¡Hipócritas amantes
del conocimiento puro, desconocéis la inocencia del deseo!”, bramó el gran ilósofo,
echando por tierra la pretensión de idealidad que suele asignarse a esa entelequia
que es el “pensamiento puro”, siempre asignado como propio de las clases acomodadas.
Mucho mejor que Sarmiento, esto lo pensó Benjamin: “Todo documento de cultura lo es a la vez de barbarie”; algo que la historia de la “culta” Europa muestra muy
bien, construida sobre el sufrimiento de quienes por entonces poblaban América,
haciendo buena parte de la acumulación originaria en base a los materiales que se
saqueaban de nuestros territorios, denominados hoy “latinoamericanos”.
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Ernesto Laclau: variaciones sobre el populismo
En esta dirección trabajó Laclau al apoyar y teorizar el populismo. La mirada de superioridad que los ilustrados nos hacemos respecto de los más pobres, es horadada
por la advertencia de que no toda la razón es ilustrada, y que no todo lo ilustrado es
racional. De tal manera, mucho de irracional se esconde bajo los pliegues prolijos y
excluyentes de la democracia liberal.
Lo republicano en el populismo
Es Rinesi quien mucho ha insistido en que el populismo se combina con el republicanismo en los nuevos gobiernos latinoamericanos populares (Rinesi, 1988). Ello es
indudable, a mi juicio, pues si de lo que se trata es de la res publica, es notorio que
más se la resguarda con un Estado activo que con un Estado ausente como el propuesto por los liberales y algunos pretendidos “republicanos”, que solamente guardan
la expresión para referir a las formas de la división de poderes y respeto al resultado
electoral, identiicando con ello, también y equívocamente, los rasgos de lo que entienden –limitadamente- por “democrático”.
Se cuida lo público cuando se cuida los derechos de la naturaleza (como en la nueva Constitución ecuatoriana), cuando se da salud y educación para todos (como ha
ocurrido en Venezuela), cuando se democratiza la palabra pública (como con la Ley de
Servicios audiovisuales en la Argentina). Sin duda que hay un “momento” republicano
de estos gobiernos, pensado como momento lógico, obviamente no como momento
cronológico.
En todo caso, puede discutirse –y lo hemos hecho en alguna ocasión- que si los
gobiernos que Laclau llama populistas (habiendo él adherido sólo a los populistas de
izquierda, como bien se sabe) guardan una serie de condiciones propias de la tradición republicana, ello no obsta para que el aspecto dominante de tales gobiernos sea
el populista, y que por ello no se requeriría poner nuevos nombres o adjetivos para
caracterizar a tales gobiernos.
Pero lo del párrafo anterior es menos importante que lo decisivo: que lo populista
no sólo no es anti-republicano –como a menudo se pretende presentar-, sino que
muchas veces resulta más propiamente republicano que los gobiernos que se ponen
a sí mismos ese rótulo.
Lograr que todos los sectores sociales participen de la cosa pública no es sólo democrático, sino que es obviamente republicano. Y cuidar que el gobierno elegido por
elecciones sea el que efectivamente gobierne, en vez de que lo hagan los poderes
“de hecho”, es sin dudas una muestra de cuidado de lo público, que en esos casos es
puesto fuera de la propiedad y voluntad de unos pocos “propietarios” que nadie eligió
para que se pudieran adueñar de la condición de gobierno de la sociedad.
La cuestión de la ciudadanía pensada en término de acceso a derechos, es sin
duda una muestra de republicanismo. También la defensa de los derechos humanos,
sostenida con claridad en el caso argentino respecto de las responsabilidades en los
crímenes de la última dictadura.
Aquí se liga la cuestión de la institucionalidad. En su libro capital sobre populismo,
Laclau había opuesto la misma al “momento populista”, como momento de ruptura
con esa institucionalidad establecida. Ello ponía su posición en un lugar anti-institucional no fácil de sostener. Ante posteriores críticas, en sus últimos tiempos no cam-
Roberto Follari
bió, pero sí matizó su postura (Follari, 2014): de tal modo, ya no se trató de liquidar
sino de modiicar –siempre parcialmente- las instituciones. Por cierto que, por su parte, el institucionalismo propone la insostenible idea de defender todo lo instituido
como intocable. Frente a ello el populismo postula cambiar las instituciones, sin dejar
de sostener la necesidad de que ellas existan como cristalización –en cada caso diversa- de relaciones sociales de fuerza.
En parecido sentido cabe pensar sobre el pluralismo como aspecto ligado, según
suele señalarse, indisolublemente a lo republicano. Ya un tanto hemos dicho al respecto. Pero valga señalar también una paradoja de la lógica subyacente a la “ética de
la responsabilidad” que se suele oponer, weberianamente, a la “ética de la convicción”.
Se ataca a los neopopulismos suponiéndolos demasiado aferrados a una ética de
la convicción, lo que los haría cuasi-fanatizantes, excluyentes de otros pensamientos,
y otras objeciones parecidas, por de más conocidas. Nunca se sospecha de la posición
opuesta: la de los que carecen de convicción y por ello niegan en los hechos a la política y a la defensa de la res pública. La falta de convicción jamás debiera considerarse
como virtud, salvo que la existencia de un gobierno débil y luctuante fuera tomada
por maravillosa, y el gobierno del mercado y de otros poderes de hecho fuera asumido como valioso.
Pero, además, la lógica pura de la “ética de la responsabilidad” linda también en
el absurdo. Así como una pura ética de la convicción lleva a la exclusión de los otros
(vuelvo a subrayar que tal ética excluyente nunca se ha expresado institucionalmente
en los actuales gobiernos del populismo latinoamericano), la de la responsabilidad lleva a la extraña idea de que habría actores sociales para los cuales daría igual cualquier
idea ajena que la propia, dado que todas tendrían que ser igualmente atendibles y
respetables. Tal licuación de las convicciones lleva a una especie de punto cero de las
creencias y una atención al pluralismo que conlleva una enorme desafección por las
propias posiciones, lo que linda en la total indiferencia en cuanto al diferencial valor
intrínseco que pudiera asignarse a creencias y posiciones distintas entre sí. Es decir, la
pura ética de la responsabilidad es irresponsable respecto a las propias convicciones
y sus pretensiones de validez, lo cual las hace políticamente inermes e impotentes.
In memoriam
Mucho más podría discutirse en términos de teoría a partir del legado de Laclau,
quien no solamente reirió al tema del populismo, pero que en ese punto centró la
teoría y el compromiso durante los últimos años de su vida.
Hay que advertir que sin duda, para quienes pudimos saber de su testimonio de
vida, no es sólo inmanente al plano de la teoría aquello que de él podremos retener.
Un modelo diferente de intelectual, el de quien pone el cuerpo y el corazón a la altura
de su cerebro y su pensamiento, es aquello a que Laclau supo abrir su decisión y su
práctica.
Una decisión que, por cierto, no es del todo exógena a su toma de posición en
favor del populismo. Porque está claro que en alguna época se habló de los “izquierdistas de café”, en referencia a ideólogos de lo irrealizable que hacían interminable
verborragia respecto del socialismo siempre por venir. Pero el populismo es una realidad en estado práctico, nunca sólo una promesa de futuro: por eso sería absurda e
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inconsistente la aparición de algún inopinado “populista de café”.
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Utopía y praxis latinoamericana 2014 (Maracaibo) N° 64, enero-marzo.