Una aproximación a la división de poderes y cómo se viven los derechos políticos,
con referencia al voto
Ricardo Sucre Heredia
1.-Preliminar
Para la constitución, lo cotidiano es el espacio en donde los derechos toman vida,
mediante la participación del pueblo. El artículo 62, y así lo presenta la Exposición de
motivos, permite “la participación en los asuntos públicos de todos los ciudadanos y
ciudadanas, ejercido de manera directa, semidirecta, o indirecta”, para “devolverle a la
sociedad su legítimo protagonismo”. Un espacio importante son los derechos políticos.
El artículo 70 habla de los distintos medios de “participación y protagonismo del pueblo
en ejercicio de su soberanía”, por lo que la cotidianidad tiene dos caras: la participación
y el protagonismo, éste último, como capacidad para cambiar las cosas de la vida diaria;
como el poder para modificar el ambiente en donde se vive o interactúa. De tal modo
que este “ciudadano político” que promueve la carta magna -más cercano a la
“democracia de los antiguos”- debe tener el contexto y los instrumentos institucionales
para participar y desarrollarse en lo público, es decir, los derechos liberales (de
asociación, para votar, manifestar, libertad de expresión).
En el caso de los derechos políticos que define la constitución –que van desde el
artículo 62 hasta el artículo 74, con los referendos- si bien el texto fundamental no se
circunscribe al voto, éste mantiene su relevancia porque es una tradición política que, al
menos en tiempos modernos, se remonta a la constituyente elegida en 1946, y tal vez
porque políticamente, es el medio que el pueblo privilegia para los cambios políticos
que afectan su cotidianidad, como lo experimenta la sociedad al vivir de forma directa
las decisiones buenas o malas que tomen los gobiernos que los electores escogieron,
sean de cualquier nivel, nacional, regional, municipal, o parroquial/comunal.
Hoy parece que hay una vuelta a la necesaria responsabilidad política del votante al
momento de sufragar, justamente porque su voto, habilitará a funcionarios cuyas
decisiones afectarán su cotidianidad. La idea que la política es distante y no afecta
mucho la vida de las personas, cede al planteamiento que sugiere evaluar las opciones
por las que se votarán, porque lo escogido influirá en el día a día de las personas, para
bien o para mal. La política también es responsabilidad. En este punto es donde la
división de poderes se hace concreta, real, a las personas.
El propósito de este ensayo es evaluar el derecho político al voto y la división de
poderes desde la perspectiva de la cotidianidad, mediante indicadores subjetivos como
estudios de opinión, y reportes objetivos sobre denuncias vinculadas a este derecho. El
problema a abordar es algo como ¿Realmente el voto se percibe como un mecanismo
para cambiar las cosas? Y, luego ¿Este derecho es ejercicio a plenitud, o hay obstáculos
derivados sobre cómo se percibe la división de poderes? A partir de esto ¿Se le percibe
eficaz o no, en el sentido de permitir cambios de políticas o de gobiernos? La idea es
evaluar si la división de poderes que establece la carta magna influye en esta
percepción. Qué exista división de poderes o ésta esté debilitada ¿Influye en la vivencia
cotidiana de los derechos políticos, al tomar el sufragio como caso?
En una primera lectura, la opinión pública valora el poder del voto para transformar
las cosas. En marzo de 20161, un 98,2% expresó que el voto es importante para
mantener la democracia, un 97,6% que con el voto se logra el bienestar del pueblo, un
96% que el voto permite que el país progrese, y un 95,5% opinó que con el voto, se
alcanzan los cambios que el país necesita.
En estudios cualitativos (Izquierdo, 2013)2, se registraron afirmaciones que valoran
de forma positiva el voto.
Una persona de la oposición afirmó que:
“Votar es tu decisión, tu opinión, es ejercer tu derecho y es un deber con el país”
Un adherente del oficialismo dijo que el voto es:
“Mi derecho por mi familia, definir el futuro, es un derecho para poder hablar, es tu
participación, es un aporte, una esperanza para algo positivo para el país, se impone la
mayoría”
Si el voto es apreciado por el público ¿Cómo se percibe su ejercicio con la división
de poderes?
2.-Cómo se percibe el sufragio y la división de poderes ¿Es posible acercarse a
una medida que dé cuenta de los dos?
El propósito de esta parte es acercarse a cómo se percibe el derecho al sufragio y
vincularlo a la división de poderes, al evaluar las opiniones acerca de poderes del
Estado. Se trata de construir una medida que se acerque a describir si hay relación entre
la evaluación del CNE y la de otros poderes del Estado, y la opinión sobre el voto y su
eficacia. Se asume que si la evaluación de un poder es negativa –en este caso, el poder
electoral- influirá en la eficacia que las personas atribuyen al sufragio, como medida que
da cuenta sobre cómo se vive la división de poderes en lo cotidiano.
2
Cómo opinión general en una encuesta de diciembre de 20163, un 62,5% expresó que
“algunos poderes están bajo la influencia o control de otro poder”. De este grupo que se
expresó así, el 79% afirmó que el poder que controla o influencia a los otros poderes es
el Ejecutivo. Un 70,9% enumeró que la designación de los integrantes del CNE podría
estar influenciada por “intereses de partidos políticos”. Esa influencia es del 70,3% para
el nombramiento de los integrantes del TSJ.
De entrada, el público no percibe que exista la división de poderes en los poderes
venezolanos –entendida como la no influencia de algún poder sobre otros- y a la hora de
evaluar el funcionamiento del CNE, el 64,3% comentó que su funcionamiento “no es
correcto”. Un 67% expresó lo mismo para el TSJ.
En el pasado, la opinión era un poco mejor a favor de la independencia de los
poderes, pero no tanto. En estudios durante 2009-20104, en promedio, un 49% expresó
que los poderes tenían “mucho + algo” de independencia, contra el 51% que manifestó
lo contrario. Lo que ha pasado en el tiempo, es que la percepción de poderes
independientes, se ha deteriorado más ¿Cómo influye lo anterior en la evaluación del
voto y su eficacia, y cuál dirección tiene?
Un vector que puede ayudar a acercarse a la percepción en el día a día de la dupla
división de poderes-voto, es la clase social. Se toma la clase social, porque si se analiza
el vector identidad partidista, sus resultados son los esperados: es probable que las
personas del gobierno tengan una evaluación favorable de los poderes, mientras que los
individuos cercanos a la oposición, posean una opinión negativa. Buscar un vector
distinto a la identidad política, ayudará a tener una apreciación más acertada sobre cómo
se percibe el par división de poderes- voto en la cotidianidad, y la clase social puede dar
cuenta de esta relación de manera más completa porque no es una identidad política,
sino una categoría social más amplia, la que también encierra la identidad política.
Cuadro 1
Los poderes están controlados o influenciados por otro poder
Clase social
Valores absolutos (valores relativos)
Estudio Croes, Gutiérrez, y asociados/IVAD (diciembre 2016)
Categoría
Independientes
Controlados
Total
AB
41 (17,1%)
176 (73,3%)
217
C
276 (33,1%)
514 (61,7%)
790
D
161 (37,7%)
247 (57,3%)
408
Chi² = 27,85 GL = 2 p= 0,0001
3
El Chi² es estadísticamente significativo5 en los valores absolutas, lo que sugiere que
la independencia o no de los poderes está asociada a la clase social. Aunque en todas las
clases la opinión que predomina es que los poderes están controlados, cerca de 4 de
cada 10 de la clase D, piensan que los poderes son independientes. En la clase AB, la
proporción es cerca de 2 de cada 10.
Cuadro 2
Nombramiento de los integrantes del poder electoral influenciado por partidos políticos
Clase social
Valores absolutos (valores relativos)
Estudio Croes, Gutiérrez, y asociados/IVAD (diciembre 2016)
Categoría
Sí
No
Total
AB
195 (81,3%)
39 (16,3%)
234
C
586 (70,3%)
228 (27,4%)
814
D
283 (66,3%)
128 (30%)
411
Chi² = 27,94 GL = 1 p= 0,004
Se repite el patrón que es congruente con la opinión general que los poderes no son
independientes en el vector clase social, pero con diferencias entre cada clase. Cerca de
7 de cada 10 de la clase D expresaron que el nombramiento de los integrantes del poder
electoral sí está influenciado por intereses partidistas. Cerca de 2 de cada 10 de la clase
AB afirmó que no hay influencia de intereses de partidos políticos en las designaciones.
Destaca que la influencia de los partidos políticos es reconocida en las tres clases
sociales, como importante. Los partidos influyen en la autonomía de los poderes, en la
percepción que tiene la opinión pública.
Cuadro 3
Si hay un correcto funcionamiento del poder electoral
Clase social
Valores absolutos (valores relativos)
Estudio Croes, Gutiérrez, y asociados/IVAD (diciembre 2016)
Categoría
Sí
No
Total
AB
44 (18,3%)
183 (76,3%)
227
C
277 (33,3%)
539 (64,7%)
816
D
169 (39,6%)
243 (56,9%)
412
Chi² = 11,44 GL = 1 p= 0,0007
De nuevo, la clase popular tiende a tener mejor evaluación del poder electoral en
términos de su independencia y funcionamiento, que clases más boyantes como la AB y
C.
Destaca algo que puede ser un patrón interesante sobre cómo se vive la división de
poderes: se percibe de forma diferencial de acuerdo a la clase social, y aunque se critica
la influencia de intereses partidistas y del Ejecutivo, en la clase D, cuatro de cada 10
opinaron que el funcionamiento del poder electoral es correcto. Aquí puede aparecer
4
algo como una “división de poderes pragmática”, que asume que los poderes no son
independientes, pero si funcionan bien –en este caso, ofrecer los resultados de una
elección- se tienden a evaluar de forma positiva, al menos en la clase D. Por lo que en
esta clase, la eficacia y la autonomía son cosas diferentes, y que no parecen estar
totalmente relacionadas. Posiblemente, la eficacia se valore más que la autonomía,
aunque normativamente, aquélla se valore más como lo que “debe ser”, pero si un poder
funciona en lo que se espera haga, la autonomía parece importar menos. La pregunta
que queda es ¿Puede un poder funcionar bien si no es autónomo de otros poderes? ¿Qué
se entiende por un funcionamiento correcto?
Lo anterior abre una veta para mensajes o para el discurso sobre los poderes, al
invitar a relacionar autonomía con eficacia ¿Poderes autónomos son más eficaces que
poderes controlados, o el control implica niveles de eficacia o ineficacia? A la luz de
este estudio, lo cotidiano es el reino de la eficacia y menos de lo normativo, además que
puede ser lo visible para el público cuando se habla de la autonomía de poderes
Cuadro 4
Confianza en el poder electoral
Clase social
Valores absolutos (valores relativos)
Estudio Croes, Gutiérrez, y asociados/IVAD (diciembre 2016)
Categoría
Sí
No
Total
AB
42 (17,5%)
185 (77,1%)
227
C
273 (32,8%)
549 (65,9%)
822
D
160 (37,5%)
258 (60,4%)
418
Chi² = 11,91 GL = 1 p= 0,0006
La clase que tiende a confiar más en el poder electoral es la D. La que confía menos,
es la AB. Luce que opera un proceso parecido a lo hallado al comentar el Cuadro 3: una
cosa es lo normativo –los poderes deben ser independientes- y otra lo pragmático:
aunque no confío en su totalidad en ellos –el poder electoral aquí- se le otorgan
porcentajes de más confianza en la clase D. Muchas razones pueden darse para esto: tal
vez los sectores más boyantes tengan más información sobre la independencia de
poderes o éste concepto forme parte de su cosmovisión política; pero también puede ser
así en la clase D, pero la vivencia es distinta: se vive desde lo cotidiano, desde para
quien las elecciones pueden significar mucho, y por eso se tiende a confiar en el poder
electoral con más fuerza que en las clases AB y C. Tal vez para los sectores populares,
el voto tenga una valoración diferente o mejor en cuanto a su eficacia política, porque
permite cambiar condiciones que se perciben son más desfavorables que las que se
viven en las clases AB y C. Posiblemente, el voto se perciba eficaz para cambiar
5
gobiernos que hagan más por los sectores populares, por diferentes causas: pobreza,
desempleo, inseguridad, malos servicios públicos, ayudas y subsidios públicos,
programas sociales, entre otras políticas.
Pero también los números anteriores pueden ser un ejemplo de nuestra “ética
pragmática”: así como muchos “no ven malo” que alguien en una cola, de repente,
traiga a su familia a última hora, sin importarle las personas que están detrás de la cola o
llegaron antes; un principio parecido puede operar aquí: si el CNE cumple su función
más o menos bien –ofrecer los resultados de una elección- “no se ve malo” que su
independencia del Ejecutivo no sea mucha, por ejemplo, y así se percibe de forma
diferencial de acuerdo a la clase social: mejor en la D y peor en la AB, en función de
esta “ética pragmática”.
Cuadro 5
Si el CNE acata los principios constitucionales
Clase social
Valores absolutos (valores relativos)
Estudio Croes, Gutiérrez, y asociados/IVAD (diciembre 2016)
Categoría
Siempre
Nunca
Total
AB
28 (11,7%)
114 (47,5%)
142
C
164 (19,7%)
371 (44,5%)
535
D
95 (22,2%)
172 (40,3%)
267
Chi² = 4,02 GL = 1 p= 0,04. Nota: la pregunta incluye otras dos respuestas, “En general” y ‘Pocas
veces”. Se tomaron las respuestas más intensas, que ofrecen un sí o un no. Por eso, los porcentajes no
totalizan el 100%
La clase D es la que con mayor intensidad, opina que el CNE acata “siempre” los
principios constitucionales. La clase AB que “nunca” lo hace: casi 5 de cada 10 de esa
clase, se expresó así.
Cuadro 6
Medias de las respuestas temas cuadros 1-5
Opiniones críticas y no críticas hacia los poderes (incluye poder electoral y el CNE)
Clase social
Valores relativos
Estudio Croes, Gutiérrez, y asociados/IVAD (diciembre 2016)
Categoría
No críticas CNE
Críticas CNE
AB
16,1
71,1
C
29,2
61,4
D
33,4
48,9
Chi² = 10,02 GL = 2 p= 0,0067
Este cuadro muestra el promedio sumado de las respuestas críticas –por ejemplo, el
CNE no es independiente, o no acata los principios constitucionales- y no críticas –por
ejemplo, el CNE funciona correctamente, o acata los principios constitucionales- de los
cuadros 1-5, por clase social. Es estadísticamente significativo, y sugiere asociación
6
entre las respuestas y la clase social, con una conclusión tentativa: a medida que se
asciende en la clase social, las críticas hacia el poder electoral son mayores. En la clase
D, uno de cada 3 tiene una opinión favorable acerca del poder electoral en diferentes
tópicos, y cerca de 5 de cada 10, albergan una opinión crítica, mientras que en la clase C
son 6 de cada 10, y en la clase AB 7 de cada 10 los que manifestaron una opinión crítica
hacia el poder electoral. En los términos del problema que formuló este ensayo, el poder
electoral se percibe con mayor independencia, capacidad, y confianza en las clases
populares que en los grupos más boyantes, como se observa en el Gráfico 1, aunque en
todas las clases y en la opinión nacional, el valor predominante es que no hay
independencia de los poderes, y que el Ejecutivo influye en los otros poderes.
Gráfico 1
Medias respuestas cuadros 1‐5
Opiniones críticas y no críticas hacia los poderes (incluye poder electoral y el
CNE)
Clase social
Valores relativos
80
71.1
70
61.4
60
48.98
50
40
29.2
AB
33.4
C
30
20
16.18
D
10
0
No críticas poderes
Críticas poderes
Este hallazgo cuantitativo puede reforzar lo encontrado en estudios cualitativos
(Izquierdo, 2013), en personas de la clase DE (en este caso, pertenecientes al
oficialismo), sobre el CNE. Opinaron:
“Capriles ganó la Gobernación de Miranda por poco margen de votos, se le reconoció su
victoria y la derrota de Elías Jaua, y también cuando le ganó a Diosdado…en las que le ganó a
Jaua no protestó, y fue por muy pocos votos que ganó”
“Con estas elecciones de Abril el CNE reconoció que la oposición ha crecido, y dijo cuantos
son ahora”
“Han venido auditores internacionales y hasta un ex Presidente de Estados Unidos, y han
certificado que es un proceso transparente, el más moderno del mundo”
En síntesis, las investigaciones de opinión pública revelan que las personas no
consideran que los poderes sean independientes, aunque tampoco los estudios aclaran o
7
bosquejan qué se entiende por independencia o autonomía de los poderes. Solo que
puede ser la no influencia de un poder sobre otro, una no influencia, lo que si es así, es
sano, en tanto sería un concepto negativo desde el punto de vista de la filosofía política:
la idea de límites al poder para caracterizar la división de poderes.
Esto está claro en la opinión pública: debe haber no influencia, pero no sucede en la
realidad. Un hallazgo interesante del ensayo es que la influencia de un poder sobre otro
se percibe de forma diferencial de acuerdo a la clase social. La clase DE tiende a
percibir mayor independencia del poder electoral que las clases AB y C. Si esto se debe
a formación, educación, conocimientos, quedará para estudios posteriores, pero aquí se
avanzó en la hipótesis que este resultado se puede explicar por la forma cómo se vive en
el día a día la “división de poderes”. Se vive más hacia el lado de la eficacia; del hacer,
del “para qué sirve”, y menos desde lo normativo, de la independencia de poderes en el
diseño o en la teoría constitucional; de lo que debe ser, que no significa que no interese.
En la clase DE, cerca de 4 de cada 10, opinaron que el CNE cumple correctamente su
trabajo, y tienen confianza en este organismo. Si bien cerca del 60% de esta clase criticó
al CNE, que 4 de cada 10 no lo vea así frente a 1 de cada 5 de la clase AB o 1 de cada 3
de la clase C, no es un valor desdeñable.
La hipótesis del trabajo es que la autonomía de los poderes desde lo “popular”, se
vive más desde la eficacia y menos desde lo normativo, lo que puede dar cuenta del
atributo pragmático, que también puede ser la “viveza” o el “Tío Conejo”, que se lleva
en Venezuela. Si es moralmente bueno o malo, escapa a estas líneas, pero vivirlo así,
permite a las personas interactuar con la realidad y aterrizar la división de poderes,
porque posiblemente no sea solo moral la evaluación, también de cultura política: tal
vez en las clases DE el voto signifique mucho, más que en las clases AB o C en
términos de participación y cambio político. Es, también, algo instrumental: cambiar un
mal gobierno o elegir un buen gobierno, si es el caso, para mejorar la vida en la
cotidianidad, con lo que la división de poderes aterriza nuevamente en la eficacia. Si
hay resultados favorables en lo que esos poderes hacen, tienden a evaluarse mejor que si
no la hay. Para la clase DE hay más eficacia percibida en el poder electoral que para las
clases AB y C, luego, tienden a opinar que el poder electoral funciona mejor, y esto
explica las diferencias entre las clases en el par independencia de los poderes-valoración
del sufragio.
8
Pero ¿esa evaluación ha sido así en el tiempo? Y si la eficacia cuenta ¿cuál es la
posible relación entre la opinión sobre el CNE y el voto? Es lo que se tratará de
bosquejar en la próxima parte.
3.-La autonomía de los poderes, el voto, y su eficacia en el tiempo
En el tiempo ¿Cómo se ha percibido el voto? El propósito de esta parte es buscar otro
momento en donde se evaluaron los poderes y la eficacia del voto, para tener una
comparación. Se tomó 2009 y 20106 ¿Cómo fue la percepción en ese entonces?
Cuadro 7
Medias respuestas evaluación de los poderes (AN, TSJ, CNE, y Poder Moral) y la eficacia del voto
Mucho + Algo
Valores relativos
Monitor País Instituto Delphos (2009-2010)
Fecha del estudio
Julio 2009
Septiembre 2009
Noviembre 2009
Febrero 2010
Abril 2010
Media
Opinión poderes
37,2
33,6
31
35,9
33,7
34,2
Opinión eficacia del voto
65,6
65,6
64
62,6
64,7
64,5
En casi un año entre 2009 y 2010, la opinión sobre los poderes y la eficacia del voto
se mantuvo en valores relativamente constantes. Poco más de 1 de cada 3 expresó una
visión favorable de los poderes, pero 2 de cada 3 opinaron que el voto es eficaz.
¿Cómo es esa percepción a partir del gobierno de Maduro? Se evaluaron 4 estudios
de opinión7:
Cuadro 8
Respuestas evaluación favorable del CNE y sí vale la pena votar
Mucho + Algo de confianza (evaluación del CNE)
Valores relativos
Estudio “Percepciones ciudadanas sobre el sistema electoral venezolano y situación país” UCAB
2013-2016
Fecha del estudio
Julio 2013
Octubre 2014
Abril 2015
Marzo 2016
Media
Evaluación del CNE
48%
43,7%
36,1%
39,9%
41,93
Sí vale la pena votar
54%
63,5%
69%
62,17
Si se compara con 2009, la variación en las opiniones favorables hacia el CNE tiende
a ser estables aunque el promedio es mejor a lo que tuvo entre 2009-2010, y algo así
aunque con menos intensidad, pasó con la percepción acerca de la eficacia del voto, con
un cambio entre julio de 2013 y octubre de 2014.
Sobre el CNE hasta 2014, tuvo evaluaciones más altas que las logradas durante
2009-2010 (aquí, todos los poderes). A partir de 2015, el CNE regresa a la evaluación
9
que tuvo durante 2009-2010. La percepción sobre la eficacia del voto tuvo una baja con
respecto a 2009-2010 en julio de 2013, al llegar al 54% pero se recuperó a sus valores
cercanos a los 2/3 luego de esta fecha, similares a los que tuvo entre 2009-2010. Es
decir, en momentos diferentes, se mantiene la constante de una evaluación menos
favorable de los poderes, y una evaluación positiva sobre la eficacia del voto.
También los años 2009-2010 ofrecen elementos para confirmar lo planteado en el
punto 2 sobre la evaluación diferencial de la eficacia del voto por clase social. Los
sectores populares tienden a poner en el voto más eficacia que los sectores más
boyantes.
Cuadro 9
Medias evaluaciones favorable poderes y eficacia del voto
Valores relativos
2009-2010
Monitor País Instituto Delphos (2009-2010)
Clase social
ABC
DE
Evaluación poderes
32,6
33,8
Eficacia del voto
56,6
65,35
Los dos grupos sociales perciben igual la independencia de los poderes. Uno de cada
3 opinó que tienen “mucha y algo” de independencia. Sin embargo, a la hora de evaluar
el voto como recurso para cambiar las cosas, el 57% de las clase ABC dijo que es
eficaz, mientras que esta respuesta ascendió a 65% en las clases DE8. Una diferencia
importante: los sectores populares perciben más eficacia en el voto que los grupos más
boyantes de la sociedad en un valor que no es para nada despreciable: cerca de 10
puntos entre la clase DE y ABC.
Cuadro 10
Medias evaluaciones favorable poderes/CNE y eficacia del voto/sí vale la pena votar
Valores relativos
Estudios 2009-2010 y 2013-2016
Fecha del estudio
2009-2010
2013-2016
Evaluación del CNE
34,2
41,93
Eficacia del voto
64,5
62,17
Lo que puede concluirse es que la eficacia del voto parece autónoma de la evaluación
de los poderes, y tal vez esta autonomía tenga alguna relación con la realidad que los
poderes no son independientes. Aferrarse al voto y darle una alta eficacia, puede ser la
manera para comunicar en lo cotidiano que los poderes no son independientes, pero al
mismo tiempo, el deseo que lo sean, por eso el apego al sufragio. Algo como, “si los
poderes no son independientes, me aferro al voto para comunicarlo, y ver si son
autónomos”.
10
4.-Lo cualitativo: las denuncias hechas a Transparencia Internacional
A través de la aplicación “No más guiso” de Transparencia Internacional, capítulo
Venezuela, los ciudadanos pueden hacer denuncias sobre comportamientos alejados de
las normas electorales (propaganda, uso de recursos públicos, abusos de candidatos u
organismos).
En una serie de denuncias registradas entre julio y octubre de 2015 (n=50 casos)
hechas a Transparencia Internacional, capítulo Venezuela, el patrón de las denuncias
electorales apunta a hacer visible la no división de poderes a la hora de hacer campaña
electoral.
Del total de 50 casos, 32 denuncias fueron por hacer propaganda electoral desde
instituciones públicas, que totalizaron el 64 por ciento. Ocho denuncias (16%), por
hacer propaganda desde centros de votación. Seis denuncias (12%), por el uso de bienes
públicos con propósitos electorales, y 4 denuncias (8%) no pudieron clasificarse en
alguna de las categorías previas.
Destaca que lo más denunciado tiene que ver con el empleo de espacios públicos
para fines proselitistas, y que pudiera dar cuenta sobre cómo se percibe la participación
política cuando no hay o es débil la división de poderes. Se percibe como abuso de
organismos públicos, en tanto este tipo de denuncias componen cerca de 2/3 del total
registrado. El público critica este comportamiento, y es lo que los estudios de opinión
hallaron a la hora de evaluar a los poderes. Estos se perciben como espacios –
principalmente el poder Ejecutivo- para el proselitismo político, y eso no debe ser así
para el público.
La no división de poderes en la participación electoral, se vive como abuso desde
organismos públicos; se expresa el desacuerdo como denuncia por el uso de espacios
públicos para apoyar candidaturas particulares.
5.-Conclusiones: la separación de poderes en lo cotidiano y el derecho al voto
El ensayo intentó responder a dos interrogantes ¿Cómo impacta la no división de
poderes en la participación electoral, y la participación política en general? Por ejemplo,
si quiero votar ¿Cómo influye esa no división de poderes?
El público opinó que la división de poderes es débil o inexistente en Venezuela, sabe
que hay poderes que influyen en los otros –el poder Ejecutivo- y por las denuncias, las
personas asumen que la competencia electoral es desigual, caracterizada por ventajas a
favor del gobierno. Los espacios públicos son para el proselitismo, para la campaña
electoral. Esta percepción es lo que explica en los estudios de opinión la evaluación
11
negativa que hay hacia los poderes públicos, en tanto no se les evalúa como imparciales,
sino sesgados a favor de una posición política, en este caso, la del gobierno.
No obstante esta percepción, su efecto en el deseo de votar es separado por las
personas, que va contra lo esperado. Se esperaría que si los poderes se perciben no
autónomos, la evaluación del voto tuviera la misma dirección, pero no, no ocurre así. En
otras palabras, a pesar de la evaluación negativa que hay hacia el poder electoral, la
gente valora el voto, lo aprecia como instrumento para cambiar las cosas,
independientemente de su opinión acerca del CNE.
Muchas razones pueden explicar lo anterior: desde que “tradicionalmente” las
elecciones en Venezuela se evalúan como sesgadas a favor del gobierno de turno, y la
gente lo asume como “normal”, pero con todo, vota por lo que le gusta o castiga a un
gobierno; hasta la idea que las personas separan la autonomía de las instituciones de la
eficacia del voto, que es lo concreto en la vida diaria.
El público, puesto en balanza la no independencia y la eficacia del voto, puede
apreciar en el segundo la posibilidad de compensar la falta de lo primero, al votar para
cambiar las cosas, con la certeza que el voto sí es contado. Posiblemente, entonces, la
“raya amarilla” sea que ese voto efectivamente sea tomado en cuenta, al margen si el
CNE es autónomo. En otras palabras, posiblemente el CNE no sea lo imparcial que se
desee, pero cuenta bien los votos, y eso lo aprecia el público. Pero está un escenario ¿Si
no cuenta bien los votos? Escapa a este ensayo analizarlo, pero se postula que en un
escenario así, las personas lo rechazarán, y tal vez lo manifestarán en público (marchas,
protestas, voto castigo con rebelión, si es el caso; abstención, votos nulos).
Otro hallazgo sobre este impacto de si hay o no división de poderes, es que la
evaluación de los poderes y del voto es diferencial, de acuerdo a la clase social. Los
sectores “populares” con una mejor evaluación del CNE y de la eficacia del voto, que
los sectores “boyantes”. Como hipótesis, se planteó que el pueblo tiene un sentido
pragmático, de eficacia de las cosas, menos normativo que los sectores medios y altos,
que ponen peso en lo normativo, en el “deber ser”. En el pueblo la lógica parece ser
otra, “lo que es”, “lo que hay”, “lo que funciona”, “con qué se come eso”. No es que lo
normativo se desprecie o no interese, sino que en conocimiento que en Venezuela lo
normativo no se cumple o no tiene importancia, la vida política sigue, y la respuesta del
público es separar la evaluación de los poderes de la del voto, y centrarse en el último,
como mecanismo que sí es eficaz para cambiar las cosas, “que se sabe cómo se come”;
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para que la vida prosiga, al margen de la independencia de los poderes, que se asume
como algo más engorroso o lejano.
Este descubrimiento tiene su pro y su contra. Su pro, es que el pueblo ha hecho del
voto parte de su vida, lo empotró en su cotidianidad, lo hizo suyo porque cree en él,
porque es la respuesta a los abusos de los poderes, porque en su experiencia, es lo que
hace que las cosas cambien. De aquí que como se observa en el Cuadro N° 8, aunque la
evaluación hacia el CNE no es buena, la gente quiere votar. La no división de poderes
se vive más en clave de la eficacia del voto que de la independencia de los poderes
públicos.
Lo contra, es que puede significar conformismo, y el apego al voto, es la forma para
hacer potable un conformismo con el sistema, un status quo que no se quiere cambiar: el
voto no cambia nada, pero creemos que sí lo hace, y por eso se separa el valor del voto
de las instituciones encargadas de su administración. Como no puedo cambiar las cosas,
se hace “como si” se pudiera, y el voto se cosifica; deja de ser lo que es. Es, en este
caso, un mecanismo para mantener un sistema que no cambia.
Es la otra cara de la moneda: la gente vota y vota, pero nada cambia. La no división
de poderes se vive como conformismo, en una suerte de “falsa conciencia” en el sentido
de creer que el sufragio cambia las cosas, pero no ocurre, pero al votar, se legitima la no
división de poderes, que a su vez apoya un sistema que oprime para no cambiar. Es un
círculo vicioso que se perpetúa en el tiempo.
Si en la primera explicación, el pueblo muestra una suerte de sabiduría política; en
esta segunda explicación, el pueblo sería moralmente cómplice de un orden injusto, que
le hace creer que va a cambiar, pero su voto es su condena para no cambiar.
Sin embargo, la intensidad de las opiniones en los estudios y las denuncias hechas a
través de la aplicación “No más guiso”, apuntan a la primera explicación: el voto
también es una forma de protestar o para quejarse de la no división de poderes; es un
recurso para la protesta o un símbolo de protesta. Tal vez el más importante. Algo que
puede ser subversivo, eventualmente. Al sufragar, también se cuestiona que la deseada
independencia de los poderes no exista, y se quiere que exista, para que el sufragio sea
una totalidad; el voto como campaña electoral, pero con instituciones que lo garantizan,
de forma libre e imparcial. Tener el continente –las instituciones- y el contenido –el
voto.
Es la fe puesta en el voto, pero en quienes se eligen, para cambiar una situación que
no se quiere, pero que está allí, y hay que modificar. No es la negación la respuesta del
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elector, sino reforzar su creencia en el voto como instrumento de cambio. Posiblemente,
esto explique el apego que la sociedad venezolana también muestra hacia la alternancia
o a su posibilidad, que asocia al voto, y la usa para cambiar gobiernos cuando lo
considera necesario.
En definitiva, pese a la percepción que no hay división de poderes, su impacto en la
participación electoral es reforzar el valor del voto en la dimensión eficacia política. El
sufragio permite cambiar lo que no gusta. Tal vez esta relación independencia de
poderes-voto es similar a buena parte de la historia de Venezuela: la larga marcha del
pueblo para conquistar la libertad, la democracia, la alternancia, y ahora con respecto a
la participación electoral y política, la independencia de los poderes para que el sufragio
sea no sólo un recurso pragmático –cambiar las cosas- sino normativo, como expresión
de un conjunto de valores que la sociedad quiere comunicar acerca de la política, la
democracia, las elecciones, la república.
La no independencia de poderes se vive de forma pragmática –el voto para cambiar
las cosas- pero se desea normativa, que realmente se den en los hechos los diseños
constitucionales que llenan la historia de Venezuela, pero que casi siempre quedan
como metas a alcanzar para el ejercicio de la democracia plena, tanto en el pasado como
ahora.
6.-De aquí ¿Hacia dónde?
Si el análisis previo tiene bases, abre la puerta para nuevos mensajes y campañas por
parte de las ONG. Si se quiere avanzar en la autonomía de los poderes, el voto es un
camino para hacer de ese asunto algo saliente para la población.
El voto prendió en la sociedad desde hace mucho tiempo, lo que no parece estar
establecido con la misma intensidad es la autonomía de los poderes, o su concepto. No
porque no interese, sino porque posiblemente su conexión, su aterrizaje en la vida diaria
es más complicado. Al fin y al cabo, el sufragio puede ser representado de muchas
formas: una papeleta, una máquina, un cambio de gobierno, pero ¿Cómo representar en
el conocimiento del sentido común la división de poderes? Es más complicado. No es
un solo poder, son cinco, cada uno con sus atribuciones y competencias. Tal vez el
vínculo para representarlo sea lo justo de una competencia electoral, para que las
personas agarren en lo concreto la división de poderes.
Es aquí donde Transparencia Internacional, capítulo Venezuela y la ONG vinculadas
al área política, pueden intervenir al comunicar esa relación, no sólo desde el plano
normativo –“lo que debe ser”, “lo que dice la constitución”- sino en cómo esos poderes
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influencian la vida diaria. Ahora que el país pasa por desafíos en todos los órdenes,
comunicar el valor práctico de la independencia de los poderes, tenga mayor terreno.
Una ruta pueda ser argumentar que la eficacia del voto está asociada a la autonomía de
los poderes, que garantiza una competencia libre y justa. Interpelar al país: si se percibe
que el CNE no tiene independencia ¿Tendremos la certeza que contará bien los votos,
en un momento de alto conflicto político en Venezuela? Hasta ahora, la percepción y los
hechos indican que “cuenta bien los votos” ¿Pero será así en el futuro? En este punto,
entra la autonomía de los poderes, como vía para que se mantenga esa correcta
contabilidad electoral, y sea mejor, porque la competencia será libre y justa. Algo como,
“Contar bien los votos no es suficiente” o “Poderes con independencia son la garantía
que tus derechos políticos los ejerzas a plenitud”.
La idea es bajar lo normativo a lo cotidiano, al día a día, en términos de un clima que
ayude a que la vida se desarrolle, y las cosas asociadas a ellas: la justicia de paz, o la
defensa pública, las denuncias a la Fiscalía; es decir, estas acciones cotidianas
vinculadas a los poderes –por ejemplo, denunciar en la Fiscalía o en la Defensoría un
hecho de maltrato infantil o de pareja- no solamente deben funcionar –“lo práctico”sino que ese funcionamiento tiene una condición fundamental: es que esos poderes
tengan la autonomía e interdependencia que la constitución establece, para que ese
funcionamiento cotidiano tenga buenos resultados. Algo como, “Sin poderes
autónomos, los resultados no son los mejores”.
La sociedad tiene el concepto, tiene la norma sobre lo que es la división de poderes,
el trabajo que hay que hacer es vincular la norma con las prácticas cotidianas, entre las
que destaca el voto, como recurso para cambiar las cosas, para mejorarlas, y es aquí
donde se abre la puerta para ir a la noción de independencia de los poderes. Para que
siga la eficacia del voto, es menester contar con la segunda. Si se logra, podrá cerrarse
el círculo que vincula los derechos políticos con la independencia de los poderes
públicos, como meta no alcanzada de la sociedad venezolana.
1
En “Percepciones ciudadanas sobre el sistema electoral venezolano y situación país”, estudio de opinión
patrocinado por la UCAB dentro del “Proyecto integridad electoral Venezuela”. Campo realizado por el
Instituto Delphos entre el 5 al 20 de marzo de 2016. N = 1.200 entrevistas. Cobertura nacional
2
En “Estudio exploratorio en torno al CNE y el clima post electoral (estudio cualitativo)”, hecho para la
UCAB por Dhamelys Izquierdo en junio de 2013. Estudio con 8 grupos de enfoque de hombres y
mujeres, de 25 a 55 años de las clases DE, en Guarenas y Acarigua.
3
En “Evaluación de los poderes públicos nacionales” elaborado por Croes, Gutiérrez, y asociados. El
campo fue hecho por el IVAD entre el 29 de noviembre al 9 de diciembre de 2016. N = 1.500 entrevistas.
Cobertura nacional. En este estudio, la población venezolana se clasificó en 16% de la clase AB, 55,5%
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de la clase C, y 28,5% de la clase E. En número de casos de la encuesta, AB = 240 entrevistas, C = 833
entrevistas, y D = 427 entrevistas, que suman 1.500 entrevistas.
4
Ver la nota siguiente, para detalles de los estudios.
5
Se hizo uso de estadísticos no paramétricos (Chi cuadrado y la T de Student), con el propósito de medir
asociaciones entre variables, para apoyar ideas del ensayo sobre posibles asociaciones o diferencias entre
la división de poderes y el sufragio como derecho político.
6
Los años 2009 y 2010, fueron buenos para el gobierno. Arrancó con la victoria en el referéndum de
febrero de 2009 y la AN en 2010. Chávez gozó de apoyo en la opinión pública. También se seleccionó
este año por contar con una encuesta en diferentes tiempos, pero con el mismo diseño y preguntas, de
manera que las preguntas son constantes en el tiempo, lo que permite ver diferencias en las respuestas en
el tiempo. Se analizó el Monitor País del Instituto Delphos con N = 1.500 entrevistas con cobertura
nacional, en las siguientes fechas de campo: 13 al 26 de julio de 2009, 16 al 29 de septiembre, 20 de
noviembre al 5 de diciembre, 3 al 17 de febrero de 2010, y 15 al 30 de abril de 2010.
7
En “Percepciones ciudadanas sobre el sistema electoral venezolano y situación país”, estudio de opinión
patrocinado por la UCAB dentro del “Proyecto integridad electoral Venezuela”. Campo realizado por el
Instituto Delphos. N = 1.200 entrevistas. Cobertura nacional. Fechas de los estudios: julio 2013, 17 de
septiembre al 5 de octubre de 2014, del 10 al 25 de abril de 2015, y del 5 al 20 de marzo de 2016.
8
La T de Student fue significativa al 0,05 cuando se empleó para medir las diferencias entre las medias
sobre la percepción acerca de la independencia de poderes, y la eficacia del voto. Al ser diferentes las
medias y tener significancia estadística, se puede conjeturar que la eficacia del voto es percibida de forma
diferente de acuerdo la clase social
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