LO MUSICAL EN EL HECHO RELIGIOSO.
PERVIVENCIA DEL CANTO LLANO*
María Victoria Casas Figueroa**
"yo siento que estas palabras santas sumergen mi
espíritu, en una devoción más cálida cuando las
canto, que cuando no las canto, porque todo
movimiento del alma encuentra un matiz diverso
en el canto o en la simple voz..."
San Agustín, Las Confesiones, 10,33
RESUMEN
La práctica musical aparece constantemente como un elemento concomitante en
las prácticas del hecho religioso, en las que el canto puede ser utilizado como
canal, elemento ambientador o incluso ser una oración en sí misma. Alabanza,
agradecimiento y petición se pronuncian como súplica, júbilo, y muchas otras
expresiones que se realizan a través de él. De las sociedades cristianas primitivas,
al catolicismo del siglo XXI, la práctica de la oración comunitaria, individual, en
liturgia o fuera de ella, ha incluido el canto y las manifestaciones musicales propias
del momento cultural e histórico. Es así como el canto de los primeros cristianos,
canto llano, ha continuado un camino durante siglos de transformación. La práctica
basada en la recitación de salmos y otros textos bíblicos pasó del griego, al
arameo, al siríaco y al latín. Esto creó diversos repertorios de cantos, como el
canto romano, el canto ambrosiano, el canto mozárabe, el canto galicano, entre
otros, que con el paso de los siglos, sufrieron reformas significativas, se
transformaron desde los concilios, sínodos y acuerdos. En este artículo se aborda
la pervivencia del canto llano cristiano enmarcado en los contextos históricos
desde la Edad Media al siglo XX, apoyándose en la literatura musical sacra dentro
de la Historia de la Humanidad en occidente.
Palabras clave: canto llano, canto sacro, música religiosa cristiana, canto
gregoriano, música sacra medieval.
Artículo tipo 2 de reflexión, según la clasificación de Colciencias
María Victoria Casas Figueroa. Profesora Asociada, Escuela de Música, Facultad de Artes
Integradas de la Universidad del Valle. Magister en Historia, especialista en Docencia Universitaria,
Licenciada en Música e Ingeniera Civil de la Universidad del Valle. Líder Grupo de Investigación en
Música y Formación Musical, GRIM.
[email protected]
*
**
ABSTRACT
The musical practice constantly appears as a concomitant element within the
practices of the religious event in which chants can be used as channels, ambient
elements, or even prayers. Praise, thanksgiving, and petitions are pronounced as
appeals, jubilance, and many other expressions carried out through these. From
primitive Christian societies to Catholicism of 21st century, the practice of
community, individual and liturgical prayer or non-liturgical prayer has included
chants and musical manifestations befitting the cultural and historical moment. This
is how the chants, plainchant, of the first Christians has continued on a path during
centuries of transformation. The practice based on reciting psalms and other
biblical texts went from the Greek to Aramean, Syriac, and the Latin, which created
diverse chant repertoires, like Roman chants, Ambrosian chants, Mozarabic
chants, and Galician chants among others, which over the centuries endured
significant reforms and were transformed from councils, synods, and agreements.
This article addresses the transformation of the Christian plainchant frameworked
within historical contexts since the Middle Age to the 20th century, supported on
sacred music literature within the Western History of Humanity.
Key words: plainchant, sacred chant, Christian religious music, Gregorian chant,
Medieval sacred music.
PROEMIO (INTRODUCCION)
«La tradición musical de la Iglesia universal constituye un
tesoro de valor inestimable, que sobresale entre las demás
expresiones artísticas, principalmente porque el canto
sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria
o integral de la Liturgia solemne.» (Sacrosantum Concilium
112).
Lo que hoy llamamos canto gregoriano (también canto llano “cantus planus”),
y que se conoce como colección de melodías litúrgicas recogidas y ordenadas por
san Gregorio Magno (540-604), enriquecida durante el curso de la Edad Media y
posteriormente con arreglo a las bases de la tonalidad llamada antigua y ejecutadas
convenientemente (Uriarte, 2006: 12), es una de las muchas tradiciones que, desde
las primeras comunidades cristianas, evolucionaron en distintos lugares del mundo.
Aunque herederas comunes de la liturgia judía, cada una desarrolló unas
características propias.
El Canto Gregoriano es una expresión que trascendió en el tiempo, no solo
como música litúrgica, sino impregnada de un espíritu evangélico, que pervive, pese
a todas las transformaciones que ha sufrido en general el canto sacro del
cristianismo.
La práctica del canto cristiano ha recibido múltiples influencias que incluyen
las prácticas musicales del lugar geográfico donde proceden, hasta la adopción e
imposición de otras prácticas musicales de diferentes culturas. Sin embargo el
denominador común es que la música se torna sagrada por su capacidad de
conectar al individuo con Dios, de unirle con su esencia. (Llopis, 2014: 2). El canto
da cuenta de un estado de comunicación entre el ser humano y Dios que habita en
él. El canto proviene del interior del hombre y es a la vez el que permite una perfecta
conexión con Dios (Ratzinger, 2006: 115). Aunque ya en los salmos se cita “Cantad
al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas, su diestra le ha dado la
victoria, su santo brazo” (Salmo 98), se puede observar que el canto como
expresión cultural, forma parte de la manifestación de una creencia. 1
Este documento se enmarca dentro de la reflexión que parte de la revisión
documental del proyecto de investigación “Partituras y documentos musicales en la
biblioteca del Convento la Merced en Cali: un inventario necesario”, auspiciado por
la Vicerrectoría de Investigaciones de la Universidad del Valle, proyecto que
actualmente se encuentra en ejecución. En el proceso de inventario de partituras,
se evidencia la permanencia del Canto llano en diferentes momentos históricos y
del calendario litúrgico. En este caso, los documentos musicales de la Biblioteca del
Convento La Merced2 (Cali) constituyen parte de la práctica musical realizada en el
Convento de las hermanas Misioneras Agustinas Recoletas en la ciudad; el
San Ambrosio, introdujo en su región el canto antifonal, como un género nuevo y fue autor de
muchos himnos. Sus expresiones son de alabanza y recomendación hacia el canto. Lo considera
como: bendición y honor del Pueblo Santo, alabanza de Dios, coloquio común, sonora profesión de
Fe, devoción plena de dignidad, alegría de los corazones. (Cfr. AMBROSIO Enarrationes, in Ps 134,
1, in CSEL 14: 924; Idem Hexameron 5, 12-36 in CSEL 32: 169-170). Así mismo, San Juan
Crisóstomo habla de la música y del canto de los salmos que adormecen la tiranía de las pasiones,
quitan la tristeza, alivian el dolor, elevan los pensamientos y levantan el espíritu hasta el cielo. Que
el canto es signo de la unidad de la asamblea eclesial. (Cfr. CRISÓSTOMO J. Expositio in PG 55:
387; idem Homilía 36 I Cor 6, in Pg 61: 315). San Agustín dentro de su extenso y rico pensamiento
teológico, tiene innumerables referencias al canto, sea para alabarlo, sea para llamar la atención
sobre los peligros que puede encerrar. En las Confesiones le reconoce grande utilidad, para que los
más débiles se eleven a Dios con sentimientos de piedad filial. Según él, el canto es un medio más
intenso de expresar la Palabra revelada. (Cfr. AGUSTÍN DE HIPONA Confesiones 9, 6; 10, 33; in
CSEL: 207-208 y 263-264).
2 El complejo religioso de la Merced en Cali construido en el año de 1678, conformado por la iglesia,
capillas, museo y convento, es el más antiguo referente arquitectónico religioso ubicado en el centro
de la ciudad y en ella se encuentra un importante acervo de la cultura musical religiosa.
1
convento de La Merced es ocupado por las beatas Agustinas a partir de 1825,
mientras que la Iglesia solo pasa a su custodia en 1887(Paredes, 2004: 17). En
1932, las Agustinas Terciarias Recoletas de Cali se incorporan a la familia agustinorecoleta. Lo que permite evidenciar que las partituras encontradas en la Biblioteca
del Convento, son en su mayoría ediciones y manuscritos del siglo XX. Es en este
repertorio donde hayamos en cuadernos y obras editadas, la existencia del canto
llano en oficios y música litúrgica.
Por tratarse de una reflexión sobre el tema específico del canto llano, en este
artículo no se aborda en particular los repertorios encontrados en el Proyecto, sino
el caso de una expresión como el Canto Llano que ha logrado traspasar las barreras
del tiempo y del espacio. De aquí la importancia de caracterizarlo y observar sus
transformaciones. En distintos momentos de la humanidad se ha presentado
transformaciones sobre el canto o la música sacra. Hay tres momentos claves: El
gnosticismo griego; la crisis de la Edad Media y el inicio de la modernidad; y la crisis
de los primeros años del siglo XX (Ratzinger, 2006: 37). Estos momentos han traído
consigo diferentes expresiones musicales. Repertorios que aún en el siglo XXI, se
interpretan por su sentido y propósito.
Aunque el proyecto en sí, responde a una investigación de carácter
exploratorio y descriptivo, que hace uso de técnicas como la microhistoria, la historia
oral y la etnohistoria, que hace uso de diversos tipos de fuentes para permitir la
concreción del proyecto en sus diversas etapas, el interés de este artículo es tratar
un elemento en particular. El canto llano, como una de las manifestaciones del canto
cristiano que ha perdurado en su uso, particularmente en las comunidades
religiosas, desde la Edad Media hasta nuestros días.
Una aproximación al repertorio, deja ver que si bien una partitura representa
la posibilidad de interpretar aquello que el compositor tuvo como intención de
plasmar en su obra, la misma partitura es imprecisa (Casas, 2014: 39). Siempre hay
una cantidad de detalles que el compositor no se preocupó de escribir en él
(Lawson, 2009: 16). La fuente primaria por excelencia en el proyecto es el material
de partituras manuscritas y editadas del propio convento, pero eso hace necesaria
la revisión documental tanto musical como histórica y de sentido espiritual de ellas
mismas. Por eso esta reflexión sobre el canto llano y su pervivencia en muchos
otros sectores de las comunidades cristianas.
En este artículo se abordan los siguientes temas enunciados, desde
diferentes perspectivas que conjugan: el canto desde lo musical, desde lo religioso
y desde su propio contexto histórico. He adoptado para ello secciones subtituladas
con obras representativas del canto llano.
1.
Puer natus est3: EL canto llano medieval, qué es y cómo se
caracteriza.
2.
Misa Orbis factor4: Transformaciones de las prácticas
musicales cantadas desde la baja Edad Media, la constitución de la polifonía
vocal en el Renacimiento, los corales durante el Barroco Tardío, la homofonía
y el contrapunto en la música vocal sacra de los siglos XVIII y XIX, el silencio
aparente del siglo XX.
3.
O sacrum convivium5: Reaparición pública del canto llano
frente a otras expresiones del canto sacro6.
4.
Ubi Charitas7: a manera de conclusión
Puer natus est: El Canto llano medieval
Dios mío, mi corazón está firme,
para tí cantaré y tocaré, gloria mía.
Despertad, cítara y arpa,
despertaré a la aurora. Salmo 107
Lo primero a considerar es el canto como una práctica colectiva. En este
sentido como protagonista de la historia se ha ido dando cada vez más importancia
a la colectividad frente al individuo (La Peña, 2000: 15). El canto y la música que
nacen en las comunidades cristianas pueden tener orígenes y fines diferentes. Se
puede hablar de música de inspiración religiosa o de expresión ligada a un contexto
muy preciso (por ejemplo la celebración de la liturgia) (Pierini, 1993: 231).
Un elemento a considerar es que se trata en sus primeros momentos, de
música de tradición oral, lo que representa un problema musicológico8 al momento
de develar fuentes de investigación, por lo que los primeros siglos de la práctica
musical cantada de la iglesia cristiana, presenta falencias relacionadas con la
ausencia de una escritura precisa sobre la altura y la duración sonora. Aún con la
Un niño ha nacido…. Del texto Is. cap 9, vers. 5-6
Misa Creador del mundo.
5 Texto latino en honor al santísimo Sacramento atribuido a Tomás de Aquino.
6 Bajo el nombre de música sagrada se incluyen: el canto gregoriano, la polifonía sagrada antigua y
moderna en sus diversos géneros, la música para el órgano y otros instrumentos admitidos en la
Liturgia y el canto popular sagrado, o sea, litúrgico y religioso (MS n. 4b).
7 “Donde hay caridad y amor” Mandato gregoriano de Jueves Santo
3
4
Para ello es recomendable consultar trabajos como el de Peter Jeffery, Ethnomusicology in the
Study of Gregorian Chant, The University of Chicago Press, 1992, así como el artículo de MarieNoël Colette, ‘Des modes archaïques dans les musiques de tradition orale’, publicado en Ëtudes
Grégoriennes, XXVII, Abbaye de Sait-Pierre de Solesmes, 1999, y más recientes los documentos de
las Jornadas de canto gregoriano de la Institución «Fernando el Católico” en España que se realizan
anualmente desde 1996.
8
aparición de los sistemas neumáticos, el tetragrama y más adelante el
pentagrama, se sabe que la interpretación que se deriva de un sistema como la
partitura, es tan solo una aproximación al hecho musical.
El Canto Cristiano tuvo sus orígenes en fuentes distintas:
Canto psalmódico de los judíos, que hace parte de una práctica
asiática muy extendida.
Himnodia, del círculo cultural helénico de la parte oriental del imperio
romano.
Canciones populares latinas procedentes de Milán.
Al separarse los judíos, los cristianos continuaron con la misma práctica
basada en la recitación de salmos y otros textos bíblicos (Fernández De la Cuesta,
1996: 14). En lugar de utilizar el texto hebreo, empezaron a utilizar una traducción
griega, como lengua más universal en los países ribereños del Mediterráneo. En
otras regiones se usó el Arameo, el Siríaco, etc. Sin embargo, el griego no era
entendido por las comunidades cristianas de occidente, de manera que fue
traduciéndose al latín según la conveniencia de los lugares.
Esto creó diversos repertorios de cantos, como el antiguo canto romano,
el canto ambrosiano, un canto hispano llamado mozárabe, un canto galicano,
entre otros. Con el paso de los siglos, se realizaron reformas significativas con
respecto al canto litúrgico entre las que se destaca: Cuando Pipino el Breve (h.
750-760) instaura la liturgia y el canto romano como proyecto de unificación
político-religiosa, y Carlo Magno logra hacerse depositario de la legitimidad del
Imperio, se asume la liturgia y el canto de la curia papal de Roma, para extenderlo
y unificarlo a todo occidente. Canto y liturgia reformados por los carolingios,
basados en las recopilaciones de Gregorio Magno, se extendieron por todo el
imperio.
Los más antiguos testimonios de himnos precursores de lo que llevaría la
marca de “gregorianos” se retrotraen a los siglos VIII y IX y ya en los siglos X y XI
se encuentra testimonios escritos de su música en notación neumática. El canto
litúrgico hispánico tradicional, que había resistido el embate del Islamismo y había
sido cultivado en un medio política y religiosamente hostil, logró pervivir como canto
oficial: Alfonso VI de Castilla y León impone el rito romano y el canto mozárabe es
un residuo cultural, incluso imposible de traducir en los códices más antiguos que
se contienen, tras una lenta pero inexorable penetración del rito romano, rematado
por intereses personales del monarca a los que el Papa accede a cambio de su
erradicación (Vega Cernuda, 2008: 4).
A partir del siglo IX, los clérigos carolingios copiaron su música en códices
gracias al sistema gráfico que hoy llamamos notación neumática. Lo que hoy se
llama Canto Gregoriano es el canto romano carolingio, en el que han intervenido
influencias y se han producido préstamos de diversas procedencias.
Para Dom. Luis M. Pérez (1996), Abad del Monasterio benedictino de San
Salvador de Leire (Navarra), el canto Gregoriano es por excelencia un canto
sagrado por su dedicación al servicio divino. Se ha hecho para el Templo de Dios.
Su uso es religioso, y su objeto es principalmente la oración, la alabanza a Dios. El
sentimiento artístico o el deleite que produce, es secundario y siempre va unido de
alguna forma, aunque se desconozca, al objeto primero.
Con respecto al Canto Gregoriano, es necesario retener unas
consideraciones de índole culturalmente cristiana, basadas en la revelación de
Jesucristo que fructificó en el corazón humano del artista y del compositor, por lo
que hay que tener en cuenta:
El canto gregoriano (monódico) coloca a cada uno ante Dios, no se
coloca en la fase horizontal de las relaciones humanas.
Según las diferentes tradiciones, a cada modo se le atribuye un
carácter.
Es ajeno a todo artificio armónico.
Se adapta a la lectura, oración, antífona, responsorio, etc.
Se le atribuye: belleza, capacidad de introducirnos en otro mundo, y el
mundo gregoriano es apropiado para la oración. (Pérez, 1996: 178).
Si bien no todo canto llano es canto gregoriano, pero sí todo canto gregoriano
es canto llano, Pérez invita a considerar que el canto gregoriano es un canto litúrgico
que implica la relación con el texto sagrado (trátese de la Sagrada Escritura o de
composiciones eclesiásticas, tales como himnos y diversas prosas) y l hecho de que
el canto gregoriano participe tan ampliamente de las notas propias de la Liturgia.
El texto latino no oculta lo que expresa la música. El carácter sagrado del
canto, comprueba que la afectividad supera al sentimiento y conduce a la
contemplación. Induce al mundo de la oración, a la unión con Dios (Naturalidad,
profundidad, Verdad).
El canto gregoriano aísla de un entorno que desequilibra, nos hace entrar en
nosotros mismos, para descubrir Aquel que habita en nosotros.
Estas
características se traducen en términos musicales a elementos que lo identifican
como son, el uso de modos medievales, no sobrepasar la octava en el registro
sonoro, no usar saltos superiores de cuarta, preferir el uso de sonidos conjuntos,
uso de textos en latín, al no existir para entonces la división de compás, la duración
de los sonidos y los acentos dependen únicamente del texto y su carácter. En este
sentido la apropiación de los modos medievales auténticos y plagales, dan al canto
llano su propio ethos, su propio carácter (Zaldívar, 1996: 113).
El gregoriano está compuesto por pneumas, cuyo bien conocido significado
en griego es traducido por “espíritu”. Cada nota, cada fragmento de la pieza
melódica responde, entonces, a un espíritu, a una esencia natural que posee lo
cantado antes que a una elaboración esquemática y artificial, más tonal, de la
música (Rodríguez Rojas, 2009: 54). Un pneuma podría componerse de cuatro
elementos, expuestos únicamente con el ánimo de distinguirlos más no de
segmentarlos: una nota, sumada al espíritu o esencia de lo expresado a través de
la música, más la voz que la interpreta y sus silencios, utilizados mayormente para
la respiración. Estos cuatro elementos conforman un todo lineal, en el que pueden
encontrarse, en suma, muchas y constantes similitudes entre las estructuras
musicales de las culturas humanas.
Esto implica algunos aspectos fundamentales:
1. El canto gregoriano, por ser la liturgia misma y no un componente
adyacente a ella, se convierte en la oración cantada.
2. El coro, su presencia y homogeneidad. Una comunidad en la que no
sobresale ninguna persona de otra, que imprime una necesidad de igualdad en
la interpretación, que se basa en la escucha mutua entre los miembros
integrantes del gran coro, transporta, a través de la música al nivel comunitario
de una interpretación melódica gregoriana.
3. La música está al servicio del texto.
4. El conocimiento de su significado, de su interpretación (exegética
teológica), de su dinámica y fraseo (teniendo en cuenta las ligaduras
necesarias), la escritura neumática y los valores de cada uno de los neumas, así
como las pausas que requiere la pieza para completar la estructura musical con
sonidos y silencio (orante y espiritual), son vitales a la hora de un análisis y
experiencia de acercamiento de gran valía con respecto a la música gregoriana.
5. El conocimiento y dominio de los modos, de forma tal que el ethos y el
sentimiento interior, la experiencia interiorizada de Dios a través de un texto, sea
puesta en el carácter particular que requiera cada pieza en determinado
momento del contexto litúrgico ritual.
Ya Agustín de Hipona (Citado por Pérez, 1996: 189) afirmó: “En la música
hay algo más que un deleite carnal y pasajero, como la raíz de un bien eterno. Por
ella se despoja el alma de cuanto la estorba, se acerca más a la presencia, a
Alguien, que es más que nosotros, que nosotros mismos. Por eso hay almas para
quienes la música es inseparable de toda vida”. Por eso lleva a Dios.
La música gregoriana es la misma liturgia cantada; no es un canto preparado
para la celebración cultual sino que es, en buena medida, el producto de una
preparación del compositor y de los intérpretes con respecto a un momento puntual
ritual de una comunidad específica (Rodríguez Rojas, 2009: 67). De esta manera,
si la música es creada con esta óptica de ser una unidad indivisible con lo que
expresa, entonces, tendrá que estar permeada de aquello que pretende comunicar.
El Gregoriano tiene sus límites temporales en la Baja Edad Media; pero, ha
germinado extensivamente hasta fundamentar la música occidental a partir de la
simple melopea de una recitado o de una breve y simple melodía; y ha fructificado
en nuevas formas literarias y musicales, monódicas y polifónicas, desde los 'tropos'
y el 'discantus polifónico', fecundando con su inspiración y motivación la secular
historia de la Música misma. (Calahorra, 1996: 78.)
Ramonaeda (1779), citado por Hernández, presenta las normas para el buen
uso de cantar el canto llano:
“Tocante al buen modo de cantar, se advierte que la voz no se ha de echar
con demasiada fuerza, ni tampoco con flojedad, sino en un buen medio, sin
fingirla o ahuecarla, ni hacerla más gruesa o delgada de lo que ella es; sino con
naturalidad y modestia, especialmente en la iglesia….cantando puntualmente y
bien afinado lo que está en el Libro y nada más; pronunciando la letra con toda
claridad según reglas de buena ortografía para que te entiendas y te
entiendan;….” (Hernández, 2005, p.182).
Misa Orbis factor: Transformaciones de las prácticas musicales cantadas
desde la baja Edad Media.
La música en la iglesia
debería ser una senda hacia la
oración más profunda y no una
distracción. Hilarión Alfeev (2007)
De la monodia medieval, la polifonía renacentista9, la separación de la iglesia
cristiana que permea abiertamente la práctica musical, la homofonía clásica, y todo
el trabajo de textura musical, músicos profesionales y fieles no músicos realizan la
práctica de la oración y la alabanza cantada. En este sentido Merriam (2001)10, hace
explícito, que si bien la música es una disciplina en sí misma, también puede
Poemas y cantos monódicos ya expresados en la mística carmelitana de Juan de la Cruz (Cántico
Espiritual) y Teresa de Jesús (Poemas), dan cuenta de la actividad. Aunque se ha apreciado el
legado de la Oración de Santa Teresa, desde sus escritos, cartas y poemas, es claro que la música
así como otras expresiones, formaron parte del quehacer de los conventos teresianos, y la música
fue como para muchas otras comunidades un elemento complementario de las prácticas orantes.
10 Según Merriam la música cumple un papel casi fundamental en muchas sociedades. Su
importancia es mayor cuando se la emplea como marco de integración de determinadas actividades
y más cuando es fundamental para que ciertas actividades se lleven a cabo.
9
convertirse en una herramienta que presta el servicio en función de alguna
particularidad.
Daniel Martín Sáez (2009) en su reseña sobre el libro de Garbini, indica que
bajo la matriz de la música sacra no sólo encontramos la polifonía, la cual puede
ser considerada uno de los mayores logros artísticos de toda la cultura, que para el
caso de Europa se considera que nace en el periodo medieval por excelencia: en
los albores del siglo XII y principios del siglo XIII, sino también la escritura musical,
la afinación, los modos, entre otros, el camino hacia la tonalidad (el propio paso del
ars antiqua al ars nova es incomprensible sin los avances de la música sacra).
Todos ellos son productos imbuidos en nociones sacras y creaciones operadas bajo
la tutela de lo sagrado, sin olvidar que dicha música constituye buena parte del
grueso del repertorio vocal, el cual, por su parte, no puede entenderse sin referencia
a la transformación de la música sacra. Lo musical es inherente en el hecho litúrgico,
y su desarrollo no fue ajeno a la jerarquía eclesiástica durante muchos siglos. De
manera que muchos elementos relacionados con la música se precisan o
comprenden también desde las prácticas religiosas.
Una actitud que se observa desde los primeros concilios pasa por puntos
culminantes como la reforma gregoriana, el Concilio de Trento (1545-1563), el Motu
Proprio de Pío X (1903), en el que se apoyó el cecilianismo de Perosi11 y, por tanto,
la recuperación de autores polifónicos como Palestrina o Victoria, hasta el Concilio
Vaticano II (1959-1965). El mismo Sáez indica que no podemos dudar que el amor
a Dios (con el que nosotros podemos estar o no de acuerdo), en la misma medida
que el amor a la humanidad o al propio arte, ha dotado a la música de
composiciones inigualables y cuyo valor reside en ellas mismas.
De esta manera en términos de diacronía, la historia del canto sacro pasa por
momentos claves como son: el canto de los primeros cristianos que evidencia el
paso de Jerusalén a Roma y que se ubica entre el 70 y el 313 d.C. cuando el
cristianismo se reconoce como la religión oficial del imperio. Luego del edicto de
Constantino, hasta Gregorio Magno y luego a Cluni, en el cual el canto llano
comienza su verdadero recorrido, dependiendo de la comunidad en la cual se
practica. (313-530-910 d.C.).
Sucedido de las transformaciones propias de la historia, así como se pasa de
la linealidad a la perspectiva en las artes, se comienza un recorrido en el canto que
pasa de la monodia medieval a los primeros ejercicios de la simultaneidad sonora:
Los músicos y teóricos cecilianistas reaccionaron contra los excesos de la música sacra romántica
(a la que se juzgaba excesivamente operística) y reivindicaron la interpretación en la liturgia del canto
gregoriano y de las obras de los grandes polifonistas del Renacimiento. La reforma de la música
litúrgica propugnada por los músicos cecilianistas fue fomentada por el propio papa Pío X, quien en
1903 dio a conocer su motu proprio Tra le sollecitudini en el que recoge los presupuestos de Perosi.
11
organum, conductus, hocketus, entre otros procedimientos que dan origen a la
polifonía inicial. (910-1377, de Guillermo de Volpiano a Guillaume de Machaut).
Un segundo momento (1377-1523) puede identificarse de Guillaume de
Machaut (c. 1300-1377) a Martin Lutero (1483-1546). Entrando al Renacimiento, la
música sacra se configuró principalmente desde el ámbito vocal, en un notorio
contraste con el canto monódico medieval, para transformar su discurso en una
textura polifónica escuchada en basílicas y catedrales, conformando coros hasta de
12 voces. Si bien las temáticas están siempre inspiradas en las sagradas escrituras,
grandes polifonistas como Tomás Luis Victoria (1548-1611) en España, o Giovanni
Perluigi da Palestrina (1525-1594) en Italia, muestran cómo las monodias
gregorianas se transforman en música polifónica en ocasiones poco comprensible
para la audiencia común. El canto llano sin embargo continúa vigente al interior de
monasterios y capillas, así como en las Escuelas catedralicias.
Como efecto en parte de una polifonía poco comprensible para algunos fieles,
la propuesta luterana de los himnos comunitarios en el idioma nacional, muestra
otra posibilidad de canto sacro. En los ires y venires de las luchas internas entre la
reforma y la contrarreforma, la expresión musical cristiana continúa tomando fuerza
cada vez con mayores ofertas. Entrar en un Barroco tardío sin imaginarnos la
música cristiana compuesta por J. Sebastian Bach (1685-1750) o por G. Friedrich
Haendel (1685-1759) o por el mismo Antonio Vivaldi (1678 -1741), sería realmente
necio. (Es necesario pensar entonces un momento musical de la música sacra
desde Lutero a Benedicto XIV entre 1523-1740).
El canto, en forma de corales, motetes, misas, himnos, anthems, Te Deum,
entre otros, alterna el contrapunto imitativo con la homofonía, dominante sobre todo
en la música de herencia luterana. Más sin embargo, el canto llano, recopilado,
sigue su función desde la liturgia de las horas, hasta las procesiones y eucaristías
en todo tiempo de calendario litúrgico. En la música barroca de las colonias
americanas también hubo importantes exponentes, con la diferencia de la música
europea, en que la composición de villancicos y sonatas, se hicieron en idiomas
vernáculos. En la obra de compositores como M. Praetorius (1571-1621), D.
Buxtehude (1637-1707) y el mismo Bach, se encuentra el uso de melodías de origen
gregoriano, bien sea como cantus firmus o como origen de motivos
contrapuntísticos.12
El primer himnario protestante fue publicado en Bohemia en 1532. El Conde
Zinzendorf, líder de la Iglesia Morava en el siglo XVIII, escribió unos 2,000 himnos.
Se puede referenciar particularmente piezas gregorianas usadas por Bach como el “tonus
peregrinus”, el “acceptabis sacrificium” tema del pasacalle en do menor para órgano (Fernández de
la Cuesta, 1996, p. 39), Herr Gott, dich loben wir, Vom Himmel kamm der Engel Schar (puer nobis
nascitur) según los trabajos de Manzano, (2009).
12
También los primeros escritores ingleses tendían a parafrasear textos bíblicos,
especialmente los Salmos. La aparición de la división de compás y la homogeneidad
en la verticalidad, proporciona a los textos una recitación silábica que identifica estos
himnos. Separados, ahora reformados y contrarreformados dieron rienda a un
incontable número de productos de canto sacro que recorrieron no solo Europa,
sino que afectaron directamente las colonias americanas.
Entrado el periodo de la ilustración, la expresión musical marcó sus propias
características. La llamada música del periodo clásico citó sus referencias de
música vocal religiosa en figuras como W. A. Mozart (1756-1791) en encargos como
el motete Ave Verum y sus Misas brevis y mayores. El mismo Ratzinger (2010) en
entrevista afirmó que "En Mozart todo está en perfecta armonía, cada nota y cada
frase musical; los opuestos se reconcilian y la ‘serenidad mozartiana’ envuelve todo.
Es un don de la gracia de Dios, pero también el fruto de la fe viva de Mozart que,
sobre todo en su música sacra, consigue reflejar la respuesta luminosa del amor
divino que da esperanza incluso cuando la vida humana está lacerada por el
sufrimiento y la muerte".
Sin embargo, entre el Barroco y el clasicismo (de forma diferente en el territorio católico y el protestante), se encuentra una unidad entre la música profana y la
música de las celebraciones litúrgicas, y se trató de poner al servicio de la gloria de
Dios toda la fuerza luminosa de la música, resultado de ese momento culminante
de la historia cultural. En la Iglesia se escuchó primero a Bach y luego a Mozart, y
en ambos casos se percibe aún, lo que significa gloria Dei, la Gloria de Dios. Sin
embargo, también se anuncia en ello un peligro: “la dimensión subjetiva y esa pasión
que suscita están aún como contenidos por el orden del universo musical, en el que
se refleja el orden de la creación divina. Pero amenaza la irrupción del virtuosismo,
la vanidad de la propia habilidad, que ya no está al servicio del todo, sino que quiere
ponerse en un primer plano” (Ratzinger, 2006: 67).
En Occidente el canto de los salmos de los coros gregorianos fue
evolucionando hasta llegar a una altura y a una pureza nueva, que constituyen un
criterio permanente para la música sacra, es decir, para la música que acompaña
las celebraciones litúrgicas de la Iglesia. En la tardía Edad Media se desarrolló la
polifonía y los instrumentos volvieron a formar parte de la liturgia, puesto que la
Iglesia, no sólo es continuación de la sinagoga, sino que abarca también la realidad
representada por el templo, desde la perspectiva de la Pascua de Cristo. De esta
forma, hay dos nuevos factores que se introducen en la música de la Iglesia: la
libertad artística va a reivindicar cada vez más espacio en el servicio litúrgico; la
música de la Iglesia y la música profana ahora se compenetran, sobre todo, en las
llamadas misas espectáculo, en las que el texto de la misa está subordinado a un
tema, a una melodía, que se apoya en la música profana, de modo que para los
oyentes podría incluso sonar como una canción popular pegadiza. (Ratzinger, 2006:
70).
Estas transformaciones continúan y en términos de la sucesión católica es
necesario enmarcar el periodo de Benedicto XIV a Pío IX (1740-1846). Pues en la
generalidad de la historia de la música, se continuaron las prácticas del canto sacro
en latín, hasta entrado y pasado el periodo Romántico. Las búsquedas interiores a
través del canto sacro, se evidencian en el trabajo de compositores que continúan
en los cánones establecidos por la música católica.
Todo ello hizo que en el siglo XIX, el siglo de una subjetividad que quiere
emanciparse, se llegara, en muchos casos, a que lo sacro quedase atrapado en lo
operístico, recordando de nuevo aquellos peligros que, en su día, obligaron a
intervenir a Trento. De forma semejante Pío X intentó, entonces, alejar la música
operística de la liturgia, declarando el canto gregoriano y la gran polifonía de la
época de la renovación católica (con Palestrina como figura simbólica destacada)
como criterio de la música litúrgica. Así, la música litúrgica se debía distinguir de la
música religiosa en general, igual que ocurre con el arte figurativo, cuyos criterios
litúrgicos debían de ser distintos a los del arte religioso en general. El arte en la
liturgia tiene una responsabilidad muy específica y, precisamente por esto, se
convierte en motor de la cultura que, en último extremo, se debe también al culto
(Ratzinger, 2006: 78).
Fue necesario llegar al Motu proprio a comienzos del siglo XX, para retornar
a una visión del canto gregoriano como la expresión ideal dentro del culto.
O sacrum convivium: Reaparición pública del canto llano frente a otras
expresiones del canto sacro.
Póngase cuidado en restablecer, por lo menos en las
iglesias principales, las antiguas Scholae cantorum , como se
ha hecho ya con excelente fruto en buen número de
localidades. Vaticano, 1903
En 1840 el canto gregoriano pasa a denominarse canto llano. Y en algunas
abadías como la de Seolesmes se puso en marcha el trabajo de recopilar
manuscritos, y paralelo a ello se crean escuelas de organistas y maestros cantores
laicos. El interés se fue extendiendo a distintas abadías como Sankt Gallen
(Suiza), Silos (España), Montserrat (España) o María Laach (Alemania),
recuperándose gran número de manuscritos de los siglos X al XIII. En las abadías,
el monje se identifica con la vida monástica a través de la oración, recitada siempre
según el canto gregoriano, En la liturgia de las horas: maitines, laudes, tercia, sexta,
nona, vísperas y completas.
En las primeras décadas del siglo XX, se produjeron importantes
transformaciones en las formas de organización de la liturgia católica. Una de ellas
se concentró en la música sagrada y procuró asegurar la primacía del canto
gregoriano en las iglesias. Bajo el patrocinio del papa Pio X, esta tendencia –que ya
había sido anunciada por León XIII– se afianzó, tal como aparece reflejado en el
Motu Proprio que lleva por nombre Trale Sollicitudine, del 22 de noviembre de 1903.
Los documentos pontificios inducían a implementar el canto gregoriano en la liturgia
religiosa de todo el orbe católico (Miranda, 2012: 401).
Con el propósito de que la asamblea participase activamente de la
celebración eucarística, se impulsó el canto popular y el canto en lengua vernácula.
El primer papa que habla explícitamente del canto popular es Pío XII en su
encíclica Mediator Dei, de 1947, donde exhorta a que se promueva el “canto
religioso popular y su cumplida ejecución [sea] llevada a cabo con la debida
dignidad, cosa que puede servir para estimular y encender la fe y la piedad del
pueblo cristiano” (MD, n. 192). En la encíclica Musicæ sacrædisciplina, de 1955,
reconoce el canto religioso popular como un género independiente, pero lo
considera aún como extralitúrgico: podía emplearse sólo «en las funciones no
plenamente litúrgicas», o sea en los ejercicios piadosos (Pia, s.f: 3)
La Sagrada Congregación de Ritos, en la Instrucción De música sacra et
sacra liturgia, de 1958, aprobada y firmada por Pío XII un mes antes de su muerte,
definió por primera vez el canto popular religioso como “aquél que brota
espontáneamente del sentimiento religioso con que el Creador ha dotado a todos
los seres humanos»” (n. 9) y añadió que algunas veces podía permitirse hasta en
las funciones litúrgicas (n. 51).
Para 1962 El Concilio Vaticano II confirma con su autoridad el uso del canto
gregoriano como el propio de la liturgia romana aunque abre ésta a otras formas
musicales, especialmente al canto religioso popular. A partir de entonces, su
aplicación litúrgica cae en desuso dando primacía al canto popular religioso, más
comprensible y cercano al pueblo. El canto gregoriano se recluye en algunos
monasterios, en los conservatorios profesionales de música y en las universidades.
La misa dominical y festiva, la misa y el oficio de difuntos, las celebraciones
de la Semana Santa y las Vísperas y Completas de algunas festividades solemnes
han hecho parte del repertorio de melodías y fórmulas recitativas conservado y
practicado por tradición oral. Sin embargo, estas músicas, muchas de ellas
seculares, desaparecieron a raíz de la reforma de los ritos y la autorización de las
lenguas vivas en las celebraciones litúrgicas oficiales decretada por el Concilio
Vaticano II (Manzano, 2009: 160).
Las dudosas interpretaciones del Concilio Vaticano II13, han causado lo que
Garbini. (2009) ha denominado El lamento de Ariadna. De igual manera afirma que
la recepción del Vaticano II se ha liberado de hecho de una tradición musical
bimilenaria. Paradójicamente, todo un repertorio generado en la Iglesia es
prácticamente abandonado. “Mientras que el canto con la guitarra no dialoga con
nadie, tampoco con el mundo de la música pop, que de hecho es muy variado. De
este modo, en la práctica, hoy día el canto cristiano simplemente no existe”.
Gutiérrez Marín (2011) dice además que en el postconcilio los liturgistas han cerrado
la puerta a todo dialogo con la música culta contemporánea y por ello han producido
cantos muy pobres.
El presbítero Héctor Gómez M (s.f) recuerda que en la Sagrada Liturgia la
música está al servicio de la Palabra; no está la Palabra al servicio de la música. Es
más importante, en la Liturgia, la palabra que la música sin que por eso dejemos de
afirmar que la música también tiene grande importancia en la Liturgia. Se atribuye
a la música una doble función antropológica: una función “expresiva”, ligada a la
revelación de la intimidad de la persona, una función “comunicativa” ligada al
lenguaje de una determinada cultura y a los diversos códices que permiten el envío
y la decifración del mensaje. Pero además tiene una dimensión teológica: a) forma
parte de la liturgia, b) Posee una base bíblica y patrística, c) El canto y la música
Domínguez G (2014) escribe que la reforma litúrgica que impulsó el Concilio Vaticano II supuso
un cambio importantísimo en la praxis reinante hasta entonces de la participación de los laicos en la
Iglesia. el canto pasó de ser privilegio de unos pocos a ser la expresión del Pueblo orante de Dios.
Antes del Concilio, la mayor parte del repertorio de cantos que se utilizaban en las celebraciones
eucarísticas se entonaba en latín principalmente por la Scholae Cantorum excluyendo con frecuencia
la participación del Pueblo.
13
son connaturales a la Acción Litúrgica. Indica además una dimensión eclesial de la
música sagrada. Cada intervención musical, sobre todo en la celebración
Eucarística, tiene su momento apropiado y su sentido distinto; por ejemplo: cantos
que acompañan a un rito y cantos que son rituales. Cada uno de ellos debe
conservar su identidad o función en la celebración del misterio.
La música traspasa las barreras del tiempo y la música gregoriana aunque
tenga un origen remoto de más de diez siglos, sigue estando vigente en nuestros
días (Rodríguez, 2009: 73). El criterio del traspasar las barreras del tiempo
encuentra su origen en el hecho de que una experiencia plasmada artísticamente
no se afecta con el parámetro de las modas; mucho menos en el ámbito eclesiástico.
Así, una pieza compuesta mil años atrás podría perfectamente, por ser artística,
musical, tener una significación y estar compuesta de todos los criterios
anteriormente expuestos, conducir a la formación de la imagen de Dios y otros
aspectos en un ser humano creyente.
Sin embargo, es importante considerar dos asuntos que Cortés (s.f.)
menciona como tendencias que explican la reaparición del canto gregoriano y del
canto llano a finales del siglo XX. Se trata del movimiento llamado historicista, que
propone recuperar la música antigua, la barroca, la del clasicismo y del primer
romanticismo, que había permanecido en gran parte oculta o contaminada en su
transmisión por la óptica romántica y neorromántica y la segunda, la moda por lo
medieval.
Lo que llama Cortés (s.f.: 189) “En un momento de perplejidad histórica y de
amplia insatisfacción social, el canto gregoriano, como la recreación de la música
antigua y la magia iconográfica de lo medieval, aportarían un efecto opiáceo y en
algún caso alucinógeno”. El canto gregoriano pervive en monasterios, conventos e
iglesias.
Es un canto intemporal o tal vez atemporal, en la medida en que, sometido a
las leyes de su tradición, coexiste con las diversas formas y estilos de música de
diferentes tiempos (Fernández de la Cuesta, 1996: 35). Es entonces una música
viva que coexiste con múltiples expresiones musicales.
Ubi Charitas: a manera de conclusión
Podría afirmarse que el repertorio gregoriano, encontrado en el caso de la
Biblioteca del Convento de la Merced, es como expresa Manzano, producto de un
itinerario que han seguido estas melodías: de los libros y manuales de canto a su
uso y memorización en los seminarios y casas de formación de órdenes y
comunidades religiosas.
También puede observarse que algunos de los cantos son en realidad
creaciones imitativas del canto gregoriano y la relación con las fuentes gregorianas,
tanto en el estilo declamatorio recitativo como en la sonoridad que imita algunos de
los tonos gregorianos es muy clara.
Esta época se caracteriza por el conocimiento histórico divulgado, eso
permite que conjuguemos la validez del documento histórico con la tradición y la
creencia. Entonces la práctica musical, el aspecto religioso y el elemento histórico,
pueden darnos cuenta de cómo un género vocal como el canto gregoriano puede
pervivir en el tiempo.
La música va más allá de los hechos, porque la música es el lenguaje de los
sentimientos. Pero aunque cada cultura presenta sus propios fenómenos musicales,
podemos preguntarnos si hay o no una monogénesis en la música. Al respecto
Lehrdal y Jackendorff (2003) afirman que “debe haber reglas que rebasan los
límites de las culturas, que rompen barreras etnológicas y debe haber reglas que se
aplican a toda la música”. Es así, como la música hace parte de nuestro ser, porque
al usar la música, la vibración sonora como base de su construcción, usa la misma
base de lo que somos esencialmente. Entonces la música como elemento de la
cultura, pervive y se transforma con el paso de la historia.
El canto, o más ampliamente la música es un lenguaje que puede llevar a la
percepción, a comprender algo del Misterio de Dios, y en ese sentido es, también,
teología (Piqué, 2006: 12). La iglesia siempre ha adoptado la práctica del canto
como elemento fundamental de su liturgia. En nuestro 2014 se puede citar múltiples
ejemplos de experiencias estéticas que invitan a una experiencia de trascendencia.
Y es aquí donde vuelve a surgir el canto gregoriano, aunque existen por supuesto
muchos otros como el caso de Taizé14, los poemas de Juan de la Cruz
musicalizados por Amancio Prada, o las excelentes obras de John Rutter15, entre
otros.
Así como lo afirma Karl Wallner16 “La música está destinada a regresar una
y otra vez a sus raíces”. Y el canto gregoriano es, en cierto modo, la raíz de la
música europea que permeó desde las colonias a muchas otras regiones, que en la
actualidad alimentan sus constructos musicales desde la herencia centroeuropea.
Comunidad fundada a mediados del siglo XX. Reúne a unos cien hermanos, católicos y de diversos
orígenes protestantes, procedentes de más de treinta naciones. Por su existencia misma, la
comunidad es un signo concreto de reconciliación entre cristianos divididos y pueblos separados.
15 es un compositor británico, director de coro, director, arreglista y productor. Nacido en Londres en
1945. En 1996 el Arzobispo de Canterbury le confirió un Doctorado de Música, en reconocimiento
de su contribución a la música sacra.
14
16
Monje cisterciense del monasterio austriaco Heiligenkreuz
Es por estas razones que Rodríguez recuerda que “la música que sea
concebida como una unidad indivisible con aquello que desea expresar, que
contenga en sí misma una dimensión comunitaria, siguiendo ésta un proceso
establecido riguroso, que se encuentre al servicio de la intencionalidad y el
significado de la palabra, que, además de todo, esa palabra sea una experiencia
vital de algo tomado como un ejercicio de transformación interior e introspección de
Dios mismo, que ubique la forma más adecuada para transmitir lo deseado, tanto a
nivel estructural como musical, será una música que traspase las barreras del
tiempo y se sublime como una obra artística y no solamente religiosa, pero que,
además, será una música que gestará una forma de vida que corresponderá
indudablemente a una imagen de Dios que el ser humano creyente formará y
transformará en su vida al paso de su existencia” (2009: 74).
Lo realmente importante es que la expresión musical religiosa
particularmente en el ámbito de la liturgia debe invitarnos realmente a tener una
perfecta comunión entre palabra y música, entre intención, texto, rasgos melódicos,
armónicos, que sean adecuados para la transmisión del mensaje, del espíritu de la
liturgia. Alejándose de mediocridades sin sentido y respuestas de inmediatez
comercial.
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FECHA DE RECIBIDO: 17 de junio 2014
FECHA DE APROBADO: 8 de agosto 2014