¿Testimonio O Ficción
¿Testimonio o Ficción? Actitudes Académicas
Silvia Nagy-Zekmi
SUNY at Albany
"La única manera de construir
la memoria histórica de los pueblos
era escribiendo."
Rigoberta Menchú:
Rigoberta, nieta de los mayas
1. El contexto postmodernista del testimonio. El rol del intelectual.
El postmodernismo tiene muchas (demasiadas) definiciones hoy en día, algunas se centran en la ruptura
con el proyecto modernista, específicamente, con el campo estético de la modernidad. Otros, como
Jameson y Baudrillard sugieren que el postmodernismo se refiere a algo enteramente nuevo, a un
momento "esquizofrénico". Ihab Hassan hace incapié sobre el anti-elitismo y anti-autoritarianismo que
caracteriza al postmodernismo además del "diffusion of the ego" (99). Sin embargo, en lo que todos los
críticos parecen estar de acuerdo es que el comienzo del postmodernismo es marcado por el admitido
fracaso del proyecto de la modernidad.(1) Baudrillard, a su vez, abandona tanto su apego al marxismo
como sus presuposiciones con respecto al Siglo de las Luces y en L'Echange symbolique et la mort
(1976) desarrolla sus teorías sobre la Postmodernidad sugiriendo que, con el siglo XX, entramos en una
época histórica radicalmente diferente a todas las anteriores y pasamos de una sociedad "metalúrgica" a
una "semiurgica" - (de semiosis).
De acuerdo a José O. Alvarez, el postmodernismo, "se presenta como una visión filosófica que pretende
reemplazar los argumentos finiseculares del mundo moderno con algo nuevo que abre la puerta a la
incertidumbre. El período moderno en su declinación exigía una nueva visión y ésta, aunque no se
quiera, ha convertido al oeste en una pluralidad de culturas donde ninguna ideología impone su
dominio." (José O. Alvarez)
Con respecto a la relación entre el poder y el discurso, que es uno de los puntos cardinales de esta
investigación, Lyotard se posiciona en contra (con sus palabras "desconfía") de las narrativas
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totalizantes, porque en la modernidad los discursos monolíticos y homogeneizantes han excluido las
voces contestatarias. Alvarez sugiere que Lyotard retoma la idea Wittgensteiniana del lenguaje como
juego(2) y la usa como paradigma de conocimiento porque es la clave de las ‘narrativas
pequeñas’ (petits récits) opuesta a las ‘narrativas grandes’ (grands récits). Según Lyotard los grands
récits(3) de la modernidad que representaron ideas (utópicas), tales como la acumulación de riquezas, de
la emancipación de los trabajadores y la sociedad sin clases, han perdido toda credibilidad. Por eso
favorece el surgimiento de una multitud de discursos manifestando la heterogeneidad cultural, racial,
nacional del tejido social y los que resisten propósitos de control que se manifiestan en los intentos
críticos de clasificar las prácticas representacionales y de esa manera mantener firmes los límites del
canon literario. Linda Hutcheon comenta:
Postmodern representational practices that refuse to stay neatly within accepted
conventions and traditions and that deploy hybrid forms and seemingly mutually
contradictory strategies frustrate critical attempts . . . to systematize them, to order
them with an eye to control and mastery - that is, to totalize (37).
En la postmodernidad se eliminan los cánones tradicionales (y totalizantes) de la literatura, pero también
los de la crítica (explication du texte y otros). Surgen diversas aproximaciones teóricas y críticas a las
obras literarias que pueden clasificarse dentro del postestructuralismo, feminismo, nuevo historicismo,
teorías postcoloniales, etc. A partir de estos ángulos se articulan postulados con respecto a la
representación literaria, la construcción del sujeto, la agencia, y las cuestiones fundamentales con
respecto a las relaciones de poder.
Michel Foucault, sobre todo, en La arqueología del saber, nos da claves esenciales tocante al
funcionamiento del poder y es uno de los pocos teóricos que pone de manifiesto la conceptualización
general y abstracta de lo que entiende por poder; véanse sus postulados sobre el poder disciplinario,
poder afirmativo/productivo, poder panóptico, poder carcelario, y finalmente, las vías de transmisión del
poder, esencialmente el discurso(4). Foucault, en desacuerdo con la posición de Marcuse(5) sugiere que
el deseo humano de expresar la verdad puede convertirse en un instrumento de control y conformismo
social. Para los propósitos de este artículo me detendré en la discusión del nexo entre la producción de
conocimiento y las relaciones del poder que se encuentran vinculados dialécticamente. El poder se
ejerce, dice Foucault, mediante la producción de discursos que se autoconstituyen en verdades
incuestionables. Consecuentemente, el discurso, en realidad, pasa a ser una forma específica del poder.
Ceballos Garibay comenta: "Los discursos que produce el poder en forma institucionalizada se
caracterizan por adquirir la función de constituirse en "verdad" aceptada por la sociedad" (55). Voy a
hacer una referencia a, la reciente polémica(6) Menchú-Stoll, (que trataré más adelante) además de la
resistencia de D’Souza al testimonio de Rigoberta Menchú porque ambas reacciones ilustran el miedo a
que ciertas "verdades" penetren en la sociedad, las que están en oposición a lo que se acepta como
"políticamente correcto."La "verdad" (siempre entre comillas) existe, dice Foucault, como forma de
poder en la medida que a partir de ella se crea un determinado "código"mediante el cual se regulan las
maneras de actuar (o pensar) de los individuos.(Microfísica... 147, 187) Pero como la postmodernidad
frecuentemente se concibe como la liberación de la búsqueda de una sola verdad, deduzco que debemos
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aceptar las diferentes "versiones(7)" de la historia sin aferrarnos a una sola versión privilegiada.
Volviendo a la postmodernidad como marco ideológico de los testimonios en cuestión, señalaré una
serie de características que se observan como rasgos sobresalientes en la producción literaria
postmoderna:
1. la ausencia de los grandes metarrelatos,
2. la atención a lo marginal (y como tal, a lo femenino y a la alteridad),
3. la desborramiento de los límites entre lo literario y lo no-literario, lo popular y lo elitista, lo público y
lo privado, etc.
4. la desaparición de la importancia del autor como individuo creador (Cf. Bartes, "La muerte del autor"
45) y la creciente importancia del papel del lector en armar la obra literaria en cuestión.
De acuerdo a estas pautas, además de lo discutido arriba, el testimonio (femenino) sería un producto
postmodernista por excelencia. Examinémoslo a la luz de las características señaladas: El testimonio
consta de un relato de experiencias vividas que se publica en forma impresa, y que, por el momento, se
encuentra en el centro de discusión sobre lo que constituye lo literario.(8) Frecuentemente el testimonio
femenino se ofrece por una (varias) mujer(es) marginada(s), cuyos derechos individuales y/o grupales
han sido violados y que vive para representar ese grupo introduciéndose en el mundo académico, a
veces, a través de la relación con un intelectual (antropólogo/a, escritor/a, etc.) que aparece como autor
(!) del libro que resulta de esta colaboración.(9)
Generalmente, la voz testimonial parte de la experiencia individual, es decir, de lo privado y hay una
razón explícita para divulgar estas experiencias individuales, entrando en el dominio de lo público. La
razón más frecuente es el deseo de denunciar injusticias cometidas por representantes de instituciones
públicas (policías, militares, burócratas, etc.) contra individuos civiles (que representan lo privado).(10)
Del desborramiento del límite entre lo público y lo privado emerge un espacio híbrido desde el cual el
sujeto ofrece su testimonio. John Beverly fue el primero en señalar que, en efecto, el testimonio es un
espacio apropiado para una labor conjunta, positiva y creativa del intelectual y del marginal y un espacio
ideal para que se desarrolle una verdadera solidaridad entre los dos. ("Anatomía..." 14-15)
Quisiera profundizar aquí sobre el rol del intelectual en esa coyuntura y analizar tres contribuciones que
se puede atribuir al intelectual en relación al testimonio: el estudio, el análisis y la difusión. El primero
consiste de recoger el testimonio, (d)escribirlo(11) o ficcionalizarlo(12). Los dos tipos principales de
discusión en los círculos académicos en general, y en los círculos académicos estadounidenses en
particular en torno al testimonio se centran en dos problemáticas: La subalteridad del/a que ofrece su
testimonio y la presencia (o carencia) de ficcionalización de los hechos marcados. Ante la ya famosa
pregunta de Gayatri Spivak: "¿Puede hablar el subalterno?" - ella misma se había respondido que no,
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porque el espacio del subalterno en representaciones ficcionalizadas es tan remoto que hacerlo hablar
sería inconcebible.(13) Neil Larsen(14) nos advierte sobre los riesgos de creer que se accede fácilmente
el subalterno, porque se lo observa y Robert Carr, a su vez, llama la atención al peligro de creer que en
el testimonio se está ante un subalterno transparente que se puede estudiar desde la comodidad
académica. A todo esto, Beverly sugiere una especie de solución, un compromiso: el/la que habla no es
subalterno, sino que es "intelectual orgánico de la clase subalterna." Este deslinde es interesante, ya que
implica, según Beverly, que ese intelectual se mueve en el mundo y es capaz de trascender las barreras
de lo nacional (rasgo postmoderno en sí) y se proyecta sobre otras culturas. Yo prefiero no considerar la
subalteridad como una clase, porque esto llevaría a una innecesaria e injusta homogeneización de grupos
subalternos.
Con respecto al tópico de sumo interés en círculos académicos al menos, la veridicción en el testimonio
(15). Yúdice nos dice que no es procedente plantearse esa preocupación, pues "la verdad" como tal, es
irrelevante; ya que el testimonio, al margen de la verdad de los acontecimientos narrados, es testimonio
siempre y cuando cumpla la condición de generar una praxis transformadora. Dice Yúdice que es lícito
el uso de la "maravilla" así como lo era en la épica, para darle más efectividad al relato. Sin embargo,
hablando de Randall, Barnet y otros, Beverly señala que al centro del testimonio se encuentra la cuestión
de la función ético-estética del mismo. Esa función sólo se cumple cuando se concluye que el relato es
verdadero. La publicación del libro de David Stoll,(16) Rigoberta, and the Story of All Poor
Guatemalans retoma esta disputa, ya que el antropólogo hace incapié en la veridicción en su análisis del
testimonio de Rigoberta Menchú descartando sus posibles méritos, porque "[it] cannot be the eyewitness
account it purports to be." (9)(17) David Stoll intenta caracterizar la recepción poco favorable de su libro
en círculos académicos como un asunto político:
The first time I presented my doubts about enshrining Rigoberta's story was at
Berkeley in October 1990. The Western Humanities Conference was addressing
the issue of political correctness. This was a meeting of left-liberal scholars, not the
conservatives who would soon be using the "p.c." label to polemicize against them.
(239)
Sin embargo, las disputas iniciadas por Stoll y retomadas por muchos críticos e inverstigadores no han
cesado aún (cf. nota 10). Uno de los puntos discutidos es la mediación que pudo haber distorcionado,
manipulado, corregido lo relatado por Rigoberta.
En los testimonios mediados el/la mediador/a debe reducir su intervención a lo mínimo para no influir,
dentro de lo posible, en lo narrado y para no poner en duda el elemento de veridicción, una característica
fundamental del testimonio.(18) Burgos y Viezzer, las mediadoras de los testimonios de Rigoberta y
Domitila en su prólogo enfatizan la dificultad de "efectuar el paso de la forma oral a la escrita" (Burgos
17) El resultado es un texto depurado de preguntas y de verba dicendi, un texto monologizado, tanto
formal como ideológicamente. La diferencia marcada entre la voz del testimoniante y la voz subyacente
de la mediadora preserva la personal del testimoniante como la de la Otra. Achugar opina: "La voz del
Otro aparece como una voz distinta de la del mediador que se hace presente en notas a pie de página y
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otros paratextos." (65)
La postura de académicos como Molloy y Sklodowska, postula Beverly, en tanto que cuestiona lo
ficcional del relato testimonial, le permite su entrada en el canon, pero a costas de sacrificar su función
ético-estética. Ante este problema Beverly se plantea que los dos tipos de lectura son aceptables y que se
pueden adaptar la postura del crítico para que éste pueda resolver "the struggle over the teaching and
interpretation of literature." M tarde añade: "our battlefield is the classroom." ("All Things Modern"
128). Volviendo al tema de la función del intelectual, me gustaría añadir que el académico
norteamericano gana un sueldo (relativamente) bueno, está titularizado y no corre riesgos de ningún
tipo, sino que más bien es recompensado por investigar estos nuevos fenómenos literarios, no creo que
se pueda hablar de un rol como luchador. A diferencia de Yúdice y Beverly y, adhiriéndome a la
posición de Sklodowska, considero que el testimonio aprovecha la hibridez de formas discursivas
postmodernas para expresar el compromiso socio-político y las aspiraciones estéticas e ideológicas de
las élites progresistas postcoloniales. (Sklodowska 87) Al mismo tiempo, el testimonio es un ejemplo
importante de la "literatura de resistencia," (Harlow)(19) un género contestatario.
2. El género del testimonio
El título de este trabajo rinde homenaje a dos de los celebrados testimonios femeninos de nuestra época:
Hasta no verte, Jesús mío (1969) de Elena Poniatowska y Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la
conciencia (1985) de R. Menchú y Elizabeth Burgos. Según lo anteriormente dicho, en la época
postmoderna se diluyen las fronteras canónicas y se incluyen géneros hasta ahora marginalizados en el
discurso histórico, cuyo contenido frecuentement desmiente "la historia oficial," escrita(20) (!) por el
vencedor, el colonizador el europeo, el hombre blanco manifestando, por consiguiente, una perspectiva
eurocéntrica, (21) colonialista y, a veces, racista basada en el concepto descartesiano de una verdad
existente. Sin embargo, en yuxtaposición con la "historia oficial" está la manifestación contestataria, las
versiones subalternas de la historia, que llena los vacíos de la "historia oficial" y da a conocer otro punto
de vista, digamos, la "visión de los vencidos"(Miguel de León Portilla). Esta visión incluye eventos,
detalles y personajes que, en conjunto con la versión en los registros oficiales, y a veces en oposición a
ellos, presenta una realidad muy diferente a la que se delinea en la "historia oficial". Por esto los
intelectuales derechistas --de quienes D’Souza es un ejemplo impresionante– se esfuerzan por mantener
las versiones no oficiales (las contra-historias) fuera del alcance para el público y especialmente fuera de
la Academia. Refiriéndose a este aspecto contrahistórico del testimonio de Rigoberta Smorkaloff
comenta: "El testimonio de Rigoberta Menchú, como toda narrativa testimonial revela una realidad
inédita, la historia y cultura no 'oficiales,' sin precedentes literarios canónicos...." (114). De modo que, la
contrahistoria es de carácter contestatario, su función es contradecir o corregir ciertos aspectos de la
historia oficial, o revelar otros aspectos no incluídos.(22) Si el recurso principal de la historia "oficial" es
la escritura, la contrahistoria tiende a ser oral, ya que, frecuentemente se basa en memorias, testimonios,
entrevistas, etc. Por lo tanto, el testimonio se destaca como un instrumento de la contrahistoria, un
género contestatario. Según Emma Sepúlveda, "[E]l testimonio ha ganado una reputación como discurso
de resistencia que capacita a los marginados, a los colonizados los reprimidos." (11-12), por ofrecer una
perspectiva diferente que frecuentemente viene de fuentes carentes de poder y revela aspectos del
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comportamiento del vencedor que éste no incluye en su versión de los hechos.(23) El testimonio de los
marginados ofrece la posibilidad de influir en la opinión del lector y, de este modo, opera como
literatura contestataria.
Algunos críticos, entre otros Beverly, remontan las raíces del testimonio latinoamericano hasta las
crónicas, en todo caso, las partes no inventadas de las mismas. En ellas el indígena se expresó, aunque
no exclusivamente (Guamán Poma sería la excepción por excelencia) mediante un agente: el/la que puso
en papel el testimonio oral del informante (como en las crónicas de Sahagún, de Titu Cussi, y de Sta.
Cruz Pachacuti). Este tipo de testimonios se acompañan por un prólogo escrito por el agente que, a su
vez, pone en contexto el testimonio para el lector. Por un lado el prólogo es informativo, pero por otro,
puede ser manipulativo, aunque quizás no intencionalmente, sino que por causa de la transición de
códigos: de una lengua a la otra, de una cultura a la otra, de lo oral a lo escrito. (Cf. Mignolo.) La
mediación, dependiendo de su grado de interferencia, produce un género híbrido, entre el testimonio y la
(auto)biografía novelada. Quién decide cuál es el género de Hasta no verte, Jesús mío, tomando en
cuenta que Josefina Bórquez (Jesusa en el libro) lo rechazó rotundamente.(24) Se debe reconocer que el
caso de Hasta no verte, es bastante sui generis, porque Poniatowska reconoce su interferencia en el
texto, reconociendo que tuvo que armar el texto a base de sus notas y memoria, debido a que Josefina
Bórquez no le dio permiso de usar grabadora. "Llévese esa chingadera, quién va a pagar por eso, esa luz
que Usted me está robando..." (García Pinto 182)
No obstante, Beth Jörgensen incluye Hasta no verte... en la categoría del testimonio, junto a los libros de
Rigoberta y Domitila.(25)
Hasta no verte de ninguna
manera es una
novela, sino que
es un testimonio,
como Me llamo...
de E. Burgos y R.
Menchú y Si me
permiten hablar de
M. Viezzer y de D.
Barrios. Es
ampliamente
reconocido el hecho
que muchos libros
de Poniatowska
expanden el límite
entre ficción y noficción, novela,
cuento y relato;
novela y biografía,
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poniendo la
clasificación
literaria
convencional en un
sano estado de
confusión. (142)
(La traducción,
abreviaciones y
destacados son
míos.)
(26)
No del todo convencida de estos argumentos, sugiero que el género de Hasta no verte... sigue siendo
problemático. Uno de los puntos de cuestionamiento es el uso del alias, un filtro más entre el
testimoniante, la autora y la narradora, el personaje y el lector, el cambio de nombre de Josefina Bórquez
a Jesusa Palancares, hecho que Josefina resintió: "la [debía haber] hecho con su nombre y con
fotografías de ella" dice Poniatowska refiriéndose a la recepción de Josefina (García Pinto 181)
Los críticos, por lo general, no prestan mucha atención al aspecto autobiográfico, sino que los libros de
Domitila y Rigoberta se consideran como narraciones etnográficas o se destacan sus características
ideológicas y se acentúa su dimensión política. En cambio, la mayoría de los mismos críticos (Tatum,
Poot Herrera, López González) consideran Hasta no verte.... como novela biográfica.
La otra posibilidad es considerar el testimonio como discurso autobiográfico, en cuyo caso se hace
evidente que el carácter mediado no permite que el destinatario se entere directamente del proceso de
autodescubrimiento (característica inherente del discurso autobiográfico. Cf. Lejeune) del testimoniante.
Aunque el sujeto individual es evidente en el título: "Me llamo..." Rigoberta insiste que "es la historia de
todos" (Menchú 3), sugiriendo que hay un sujeto colectivo por lo cual habla la que ofrece el testimonio.
Por eso las inconsistencias postuladas en el libro de Stoll no deben tomarse con demasiada seriedad. Con
respecto a la capacidad del público de evaluar el testimonio Sklodowska comenta,
lo único que sí podemos evaluar son las partcularidades discursivas que van
configurando el poder de persuasión del testimonio: su capacidad de hacernos creer
en sus intenciones, su éxito en armonizar su objetivos (aspecto ilocutorio) con los
efectos que de hecho tiene sobre el destinatario (aspecto perlocutorio)." (120-121)
El testimonio mediado, a diferencia de una autobiografía, en la cual la autora y la narradora es la misma
persona, no se realiza por iniciativa propia, sino que es iniciado más bien por el/la mediador/a. Sin duda,
no es la expresión de un sujeto que "preexiste", como en la autobiografía, sino que es la forma, el
testimonio mediado, que determina el sujeto. (Cf. Lejeune 192)
Concluyo que el testimonio es poco definible como género, o que al menos debe considerarse un género
híbrido, ya que comparte rasgos con la etno-historia, con la crónica, con la auto/biografía y la escritura
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memoralística. Además, la relación compleja entre el/la testimoniante y el/la mediador/a, sus
consecuencias con respecto a la distribución del testimonio deben tomarse en cuenta al hablar del género
del testimonio. Debo argüir, sin embargo, que el testimonio ha sido reconocido como parte del canon
literario en su propio derecho (aunque D’Souza no esté de acuerdo) en nuestra época de "late
capitalism" (Jameson) cuando la necesidad de tener discursos contestatarios es obvia.
Notas
(1). Además del libro indispensable de Lyotard, La condition postmoderne, (1979) se debe considerar
The End of Modernity (1985) de Gianni Vattimo, entre muchos otros.
(2). Wittgenstein ve el lenguaje como un juego que jugamos y en el cual hay ciertas reglas que nos
permiten ciertos movimientos, pero no otros. (i.e. saber cómo y dónde usar un verbo, un sustantivo, es lo
mismo que saber utilizar los elementos de ciertos juegos) . (Stern 88)
(3). Grand récit es traducido por Craig Owens como "narración maestra/master narrative" dando las
razones por su traducción de la manera siguiente: La narración maestra no pone de manifiesto "la
incompatibilidad de las diversas narrativas modernas, sino su solidaridad fundamental. Pues, ¿qué es lo
que hizo de los grands récits de la modernidad narraciones maestras, si no el hecho de que todas eran
narraciones de dominio, del hombre buscando su telos en la conquista de la naturaleza?" (106)
(4). Cualquier discurso aparece como un conjunto variable de enunciados que conforman a una
estructura específica y movible. Foucault centra su investigacion en las relaciones de coexistencia de los
enunciados que se convierten en prácticas o conductas sociales.
(5). Marcuse critica tanto los regímenes comunistas como los capitalistas por su carencia de procesos
democráticos. Opina que ninguno de estos sistemas crea circunstancias justas e iguales para sus
ciudadanos.
(6). Además de las mencionos intentos de desacreditar el testimonio de Rigoberta Menchú Tum, The
Rigoberta Menchú Controversy, el libro editado por Arturo Arias que presenta varios ángulos de la
disputa contiene una serie de documentos que apoyan y los que desmienten lo que se expone en el
testimonio, Me llamo....
(7). Foucault dice que no hay Historia (con mayúscula) sólo versiones del mismo evento. "The point is
to turn history into a counter-memory." (Nietzsche... 88)
(8). Me refiero al famoso debate público sobre Cultura Occidental en Stanford University provocado
parcialmente por Dinesh D’Souza quien no consideraba aceptable Me llamo Rigoberta Menchú... para
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que formara parte del curriculum, porque no le parecía ser "great literature." (Beverly, "The Real Thing"
271) D’Souza escribe: "To celebrate the works of the oppressed, apart from the standard merit by which
other art and history and literature is judged, it is to romanticise their suffering, to pretend that it is
naturally creative, and to give it an esthetic status that is not shared or appreciated by those who actually
endure the oppression." (87)
(9). Pensemos por un momento dónde se encontraría el testimonio de Rigoberta Menchú o de Domitila
Barrios de Chungara (para dar algunos ejemplos) en una biblioteca, ¿bajo el nombre de Elisabeth Burgos
y Moema Viezzer respectivamente?
(10). No todos los testimonios tienen como eje principla la denuncia. Hunger of Memory de Richard
Rodriguez [sic] es un ejemplo. De acuerdo a Beverly, Rodriguez es un autor más que testimoniante y su
recuento manifiesta a "self-imposed separation from his community and culture of birth." ("Through All
Things Modern..." 134)
(11). Como ha hecho Neira Samanez con el de testimonio de Huillca, un campesino cuzqueño y Miguel
Barnet en su Biografía de un cimarrón, Moema Viezzer con el testimonio de Domitila Barrios, Elisabeth
Burgos con el de Rigoberta Menchú, para mencionar algunos casos. E. Burgos en el prólogo de Me
llamo... consagra amplio espacio a la descripción de su relación con Rigoberta; lo cual, según Beverly,
"es un testimonio sobre la producción de un testimonio." ("Anatomía..." 14)
(12). El testimonio de Josefina Bórquez ha sido ficcionalizado en Hasta no verte, Jesús mío de Elena
Poniatowska. La protagonista lleva el nombre de Jesusa Palancares, sin embargo Poniatwska ha
declarado varias veces que su novela se basa en los testimonios de Josefina.
(13). Spivak sugiere en su famoso artículo que el subalterno auténtico no puede hablar, porque no tiene
acceso al público, a menos que obtenga una educación formal. En cambio, si se educa, se contamina con
las ideas eurocéntricas institucionalizadas por el colonizador y deja de ser un subalterno auténtico. Por
eso, de acuerdo a Spivak, no existe la posibilidad del discurso anticolonialista auténtico.
(14). En su libro, Modernism and Hegemony (1990) Larsen habla de la comercialización de testimonios
ficcionalizados. Aunque no menciona este caso en particular, viene a la mente De amor y de sombra de
Isabel Allende que ha tenido sumo éxito comercial en los Estados Unidos, pero mucho menos
reconocimiento en círculos académicos o críticos.
(15). Un antropólogo comentó sobre la tergiversación que él había descubierto en el relato de Rigoberta
Menchú sobre el asesinato de su hermano. (Citado de una ponencia de Alicia Partnoy presentada en el
Coloquio de Literatura Hispana que tuvo lugar en la Universidad Católica de América en 1995)
Seguramente es David Stoll a quien Partnoy se refiere.
(16). Siguiendo lo dicho en las ponencias presentadas en dos sesiones ideológicamente opuestas en el
Congreso del Latin American Studies Association en Miami (2000) una colección de artículos
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interesantes apareció recientemente sobre la disputa iniciada por Stoll y continuada por una serie de
latinoamericanistas (David Stoll, Emile Volek y Elisabeth Burgos por un lado, y John Beverly, Ileana
Rodríguez, Arturo Arias y Doris Sommer por el otro; la lista no es completa) editado por Arturo Arias:
The Rigoberta Menchú Controversy (2001).
(17). En el artículo que apareció en el New York Times su autor, Larry Rohter dice que "using contacts
provided by Dr. Stoll" ha entrevistado a gente que conocía a Rigoberta. Los que se manifestaban en
contra del testimonio eran notoriamente asociados con el gobierno de Guatemala, entre otros, Alonso
Rivera quien trabaja en el gobierno municipal, or Efraín Galindo, el alcalde de Uspantán. Este hecho se
ofrece para el cuestionamiento de las intenciones de Stoll y surge la pregunta si el antropólogo no ha
sido un instrumento en las manos de los oficiales gubernamentales guatemaltecos que deseaban
desmentir y descartar el testimonio de Rigoberta. Una serie de académicos están cuestionando lo
postulado en el libro de Stoll, incluyendo a Ilan Stavans que califica el libro "inflammatory" aunque el
manifiesta considerablemente menos simpatía por el testimonio de Rigoberta que yo.
(18). Raquel Gutiérrez trata en su artículo, "Acerca de la crónica: Texto, veridicción y mimesis" la
problemática de veridicción en las crónicas (que en sí son un tipo de testimonio) distinguiendo
marcadamente entre lo verdadero y lo verosímil en su análisis semiótico.
(19). El término resistencia (muq_wamah) se utilizó primero en un contexto literario por Ghassan
Kanafani, escritor y crítico palestino (Harlow 2) Kanafani fue asesinado en 1988.
(20). En La ciudad letrada Angel Rama analiza el papel de la escritura en el proceso de colonización de
América Latina. Hoy en día aún entre los iletrados la palabra escrita tiene gran importancia. Hugo
Blanco, guerrillero en el Departamento de Cuzco (Perú) escribe en sus memorias (mientras cumple una
sentencia de 25 años por sus actividades): "It is necessary to understand that for centuries the oppressors
of the peasants made them regard paper as good. Paper became a fetish: Arrest orders are paper. By
means of paper they crush the Indian in the courts. The peasant sees papers in the offices of the
governor, the parish priest, the judge, the notary - wherever there is power; the landowner too keeps his
accounts on paper. All the reckonings you have mande, all your logical arguments, they refute by
showing you a paper; the paper supersides logic, it defeats it. ... There is the famous saying: Quelqan
riman (the paper speaks). (84)
(21). El historiador Eric Wolf declara en su libro, Europe and the People Without History que la base de
su historiografía es la necesidad de reescribir la historia para incluir a los "pueblos sin historia."
(22). Para ilustrar la diferencia entre los registros oficiales de la historia y lo que surge como
contrahistoria, me gustaría poner de manifiesto lo siguiente: en los libros sobre la historia (sobre todo en
los libros escolares) de Latinoamérica al tratar el período colonial, por lo general, no se hace referencia a
las numerosas sublevaciones indígenas con la excepción de la de Túpac Amaru en 1781-82.. De acuerdo
a Moreno Yáñez solamente en la Audiencia de Quito hubo al menos 314 rebeliones indígenas durante la
Colonia (17).
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(23). Se puede comparar las Cartas de relación de Hernán Cortés y La Historia verdadera de las cosas
de la Nueva España de Bernal Díaz de Castillo con la versión de los informantes de Fray Bernardino de
Sahagún en su Historia de General de las cosas de Nueva España o con la Crónica de Chac-XulubChen, que describe la conquista del territorio mayanse y la evangelización.
(24). Poniatowska confiesa en una entrevista: "[Jesusa] dijo que no tenía nada que ver con eso. Fue un
rechazo absoluto." (García Pinto 181) Es interesante observar que Rigoberta también se distanció de su
testimonio (que le trajo fama). "That is not my book" dijo en 1997 en una entrevista publicada en El
Periódico. "It is a book by Elizabeth Burgos... [it] does not belong to me morally, politically or
economically." (Qtd. in Stavans TLS)
(25). Domitila Barrios de Chungara y Moema Viezzer. "Si me permiten hablar..." Testimonio de
Domitila, una mujer de las minas de Bolivia. [1977] México: Siglo XXI, 1978.
(26). "Hasta no verte... is not a novel at all but a testimonio along the lines of E. Burgos and R.
Menchú's Me llamo.... and M. Viezzer and D. Barrios' Si me permiten hablar... It is widely
acknowledged that many of Poniatowska's books straddle the line between fiction and nonficion, novel,
novella, and short story; and novel and biography, throwing conventional literary classification into a
healthy state of confusion.
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