AcAdemiA, clausura y reflexividAd
Rafael Miranda Redondo
Cátedra Interinstitucional Cornelius Castoriadis
resumen
En el presente artículo se valoran los efectos de la determinidad en la tradición filosófica
heredada y de su inevitable destino como ideología de sustento en la burocratización. Asimismo,
se consideran los efectos de la renuncia a la posibilidad de que, desde una reformulación de la
ontología, las disciplinas antropológicas estén en grado de manejar la reflexividad en el abordaje
de las transformaciones contemporáneas en América Latina y del proyecto de la sociedad
autónoma. Para ello, exponemos cómo Castoriadis renueva el debate en torno a la filosofía y
el psicoanálisis, asumiendo el efecto analizador de un evento de la historia contemporánea de
México: la clausura de la Facultad de Humanidades en San Luis Potosí, en 1962. Enseguida,
se proyecta ese efecto en una viñeta referida al ejercicio 2016 de la Cátedra Interinstitucional
Cornelius Castoriadis en su relación con dos instituciones académicas: la Facultad de Psicología
de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y El Colegio de San Luis. Cerramos este
escrito dejando abiertas algunas líneas en el sentido de una antropología filosófica capaz, desde
el hacer pensante, de abordar la dimensión imaginaria de la sociedad.
Palabras clave: disciplinas antropológicas, determinidad, ontología, reflexividad, psicoanálisis,
antropología filosófica.
AbstrAct
AcAdemy, closure And reflexivity
This article evaluates the effects of determinism in the inherited philosophical tradition and its
inevitable destiny as an ideology that sustains bureaucratization. We also consider the effects of
the renunciation of the possibility that, based on a reformulation of ontology, anthropological
disciplines can manage reflexivity in the approach to contemporary transformations in Latin
America and the project of the autonomous society. To this end, we show how Castoriadis
renews the debate on philosophy and psychoanalysis, assuming the analyzing effect of an event
in the contemporary history of Mexico: the closing of the Faculty of Humanities of San Luis
Potosi, in 1962. Next, this effect is projected in a vignette referring to the 2016 exercise of the
Interinstitutional Cornelius Castoriadis Chair in its relationship with two academic institutions:
the Faculty of Psychology of the Autonomous University of San Luis Potosí and El Colegio de
San Luis. We close this work leaving open some lines in the sense of a philosophical anthropology
capable, from the thought process, of approaching the imaginary dimension of society.
Key words: anthropological disciplines, determinateness, ontology, reflexivity, psychoanalysis,
philosophical anthropology.
Akademos, vol. 23, n.os 1 y 2, 2021, pp. 219-246
Akademos, vol. 23, n.os 1 y 2, 2021 pp. 219-246
Rafael Miranda Redondo
résumé
AcAdémie, clôture et réflexivité
Cet article évalue les effets du déterminisme dans la tradition philosophique héritée et
son destin inévitable en tant qu'idéologie sous-tendant la bureaucratisation. Nous considérons
également les effets du renoncement à la possibilité que, sur la base d'une reformulation
de l'ontologie, les disciplines anthropologiques puissent gérer la réflexivité en abordant les
transformations contemporaines en Amérique latine et le projet de la société autonome.
À cette fin, nous montrons comment Castoriadis renouvelle le débat sur la philosophie et
la psychanalyse en assumant l'effet d'analyse d'un événement de l'histoire contemporaine
mexicaine : la fermeture de la faculté des sciences humaines de San Luis Potosí en 1962.
Cet effet est ensuite projeté dans une vignette faisant référence à l'exercice 2016 de la Chaire
interinstitutionnelle Cornelius Castoriadis dans sa relation avec deux institutions académiques
: la Faculté de psychologie de l'Université Autonome de San Luis Potosí et El Colegio de San Luis.
Nous clôturons ce travail en laissant ouvertes quelques lignes dans le sens d'une anthropologie
philosophique capable, à partir de la pensée, d'aborder la dimension imaginaire de la société.
Mots clés: disciplines anthropologiques, déterminité, ontologie, réflexivité, psychanalyse,
anthropologie philosophique.
resumo
AcAdemiA, fechAmento e reflexividAde
Este artigo avalia os efeitos do determinismo na tradição filosófica herdada e seu
inevitável destino como uma ideologia de apoio à burocratização. Também considera os efeitos
da renúncia à possibilidade de que, a partir de uma reformulação da ontologia, as disciplinas
antropológicas sejam capazes de gerenciar a reflexividade na abordagem das transformações
contemporâneas na América Latina e no projeto de uma sociedade autônoma. Para isso,
mostramos como Castoriadis renova o debate sobre filosofia e psicanálise, assumindo o efeito
analítico de um evento da história contemporânea mexicana: o fechamento da Faculdade
de Humanidades em San Luis Potosí, em 1962. Este efeito é então projetado em uma
vinheta referente ao exercício de 2016 da Cátedra Interinstitucional Cornelius Castoriadis
em sua relação com duas instituições acadêmicas: a Faculdade de Psicologia da Universidade
Autônoma de San Luis Potosí e o Colégio de San Luis. Encerramos este trabalho deixando
em aberto algumas linhas no sentido de uma antropologia filosófica capaz, a partir do
processo de pensamento, de abordar a dimensão imaginária da sociedade.
Palavras-chave: disciplinas antropológicas, determinismo, ontologia, reflexividade, psicanálise,
antropologia filosófica.
220
AcAdemiA, culturA y reflexividAd
“Pero esta inteligencia (…) se mueve en la clausura instituida”.
( Castoriadis,. 1997, p. 201)
La praxis “hace hablar al mundo en un lenguaje a la vez singular y universal”.
(Castoriadis, 1975, p. 122)
1.
introducción1
Lo que se ha dado a conocer como el fin de los grandes relatos,
refiriéndose a la segunda mitad del S. XX , periodo en el que tuvo lugar en
occidente una crisis de referentes teóricos, filosóficos y políticos, tuvo un
impacto definitivo en el campo de las disciplinas antropológicas. La puesta
en entredicho de los alcances explicativos por un lado del positivismo
científico y por el otro del marxismo y en particular de los elementos que
esas dos corrientes comparten respecto a una ontología racionalista, se iba a
manifestar a través de una renuncia no solo a valores tales como aquel de la
autonomía, sino incluso a cometidos como el de la búsqueda de una verdad
en contexto. Todo ello iba a ponernos ante la disyuntiva de los relativismos
culturales y el pensamiento débil.
Esa crisis y sus efectos en el contexto de América Latina se han
manifestado de manera gradual. Si bien el marxismo sigue siendo un referente
para un importante sector vinculado con la academia y los movimientos
sociales, el llamado pensamiento posmoderno ha ido ganando terreno. Del
tercermundismo mesiánico al estilo de Fanon a los relativismos culturales
inspirados de Levi-Strauss, pasando por los sueños pastorales de Ivan Ilich y
Freire y la simulación de ritual de auto flagelo del pensamiento decolonial 2 ,
el poder instituyente en nuestro continente se debate entre la “identidad
esencial” y una modernidad chatarra.
Paralelo a este panorama y en nombre de la hipercategoría de la
determinidad o de su puesta en duda, en nombre de nuevos substancialismos,
como las formaciones discursivas o la metáfora paterna, los ambientes
académicos, enfrascados en un abierto proceso de burocratización, se
consolidan como un sector en ascenso arropado por el credencialismo y la
“excelencia académica”. En el plano de las categorías, la institucionalización
1
2
Versión revisada y ampliada, Miranda (2016).
Desde la comodidad de las cátedras en los “países del Norte”.
221
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de las disciplinas antropológicas en particular se ha nutrido de la tradición
filosófica heredada en donde ser es ser determinado, para dar la espalda a la
emergencia de lo nuevo, el instituyente como forma mundana del imaginario
radical.
Las humanidades habrían pasado así de ser un factor instituyente, por
largo tiempo evitado tanto por la verdad revelada de las iglesias como por
las oligarquías en el poder en nuestro continente, a ser una institución. Es
claro que, como veremos más adelante, este desenlace está inmerso en el
debate, todavía abierto, entre liberalismo en sentido clásico y religión. Muy
particularmente y aquí el encuentro entre el marxismo y la teología, en nuestra
región en particular, está ampliamente documentado, dicha institucionalización
va a venir acompañada de la asimilación de la filosofía a la teología.
Ejercer el instituyente, frente a esa institución de las disciplinas antropológicas,
y muy específicamente respecto a su sustento ontológico, es hoy un desafío
inaplazable. Lo es en particular teniendo a la vista esa remota fuente de la
reflexividad que, contrario a la simple crónica del hecho consumado que
caracteriza a la filosofía como se practica en la contemporaneidad, retoma su
fuente original de inspiración según la cual debemos sobre todo pensar-nos lo
cual conlleva inevitablemente el hacer-nos.
En el texto a continuación y en consecuencia con lo dicho, se ilustra el
debate contenido en líneas anteriores a través de un procedimiento que va a
llevar de la descripción del lugar desde el cual se formula esta interrogación
—lugar como contexto institucional pero también lugar como posicionamiento
reflexivo— a la formulación detallada y pausada del problema planteado,
respecto a la institución de las disciplinas antropológicas y su deriva. En
particular se hace referencia a nuestra región, en donde dicha deriva —según
la hipótesis de trabajo de este escrito—está inspirada de una ontología unitaria
que ignora la capacidad de creación del imaginario radical.
Este panorama se va a ilustrar, a título de metáfora, haciendo uso de
un evento analizador (Lourau, 1980, p. 67) para la historia moderna de México,
pero que pudiera perfectamente ubicarse en otra latitud de nuestro continente,
se trata de la clausura por el “cacique” Gonzalo N. Santos de la Facultad de
Humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en 1962.
La interrogante que dicha deriva conlleva se discutirá haciendo uso
de la propuesta de Castoriadis, misma que, pasando por una interrogación
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AcAdemiA, culturA y reflexividAd
radical respecto a los aspectos filosóficos, se precipita a reivindicar el
enorme potencial del psicoanálisis para abordar la dimensión imaginaria
de la sociedad. Dimensión compulsivamente negada en su radicalidad
por las disciplinas antropológicas y más en general por el pensamiento
contemporáneo. Una vez establecido el lugar desde el cual se formula esta
interrogación, se abrirá sucintamente el debate en torno a la tradición
filosófica heredada frente al elemento imaginario, haciendo un énfasis en
algunos aspectos referidos a México.
De dicho debate se extraerán las nociones que acompañan el estatus
ontológico de la institución y el instituyente, así como de los contenidos
social-históricos que para cada caso involucran la emergencia del sujeto.
Por contraste se pasará a valorar la tendencia a la clausura de las disciplinas
antropológicas haciendo referencia metafórica al cierre de la Facultad de
Humanidades de la Universidad de San Luis Potosí y llevando ese planteamiento
al terreno de la experiencia de ejercicio de la Cátedra Interinstitucional
Cornelius Castoriadis.
En el cierre provisorio se hará la proyección de lo analizado en el sentido
del encuentro, o mejor desencuentro entre la institución y el instituyente,
enfatizando en la incompatibilidad entre clausura y alteridad para finalmente
cerrar con una proyección en el sentido de una antropología filosófica inspirada
de la teoría y el hacer psicoanalíticos.
2.
¿Quién y desde dónde se interrogA?
La Cátedra Interinstitucional Cornelius Castoriadis tiene sus orígenes más
lejanos en Ferdinand Freinet (1985, p. 48) y la pedagogía institucional (Lourau,
1991, p. 253). Lo tiene igualmente en un paso por establecimientos fundados
por los anarquistas españoles refugiados en México (Reyes Navarrete, 1982,
p. 195), así como por aquellos que practican una versión oficializada de esa
propuesta pedagógica puesta en práctica a raíz de la crisis de las universidades
tradicionales de los años 60 en este país. Versión que iba a materializarse en
el sistema modular puesto en práctica por jóvenes docentes formados, ya desde
entonces, en el marxismo y en la cultura oficial de izquierda, en el marco de
la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Xochimilco. Por supuesto, la
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condición de discípulos de Lourau y Castoriadis, de los fundadores de la CICC3
es igualmente un elemento de peso.
Más recientemente, la creación del Taller de Investigación e Intervención
Institucional, justamente en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad
Xochimilco, así como la creación en Chiapas del Seminario El proyecto de autonomía
hoy, iban a convertirse en los antecedentes más cercanos de la iniciativa. La CICC,
como un dispositivo de intervención respecto a las instituciones de la academia
comprometida y la cultura política tradicional de izquierda en el continente,
tuvo sus fuentes de inspiración de todos esos contextos institucionales. Es
desde el marco de éste dispositivo que surge la reflexión presente. Se trata de
una iniciativa que aspira a convertirse en una paideia en la era global, que se
sirve de las nuevas tecnologías puestas a disposición por los establecimientos
universitarios convocantes y que asume justamente el pensar lo que se hace y el saber
lo que se piensa así como la capacidad del imaginario instituyente de crear sociedad
por la vía de lo que denominamos la obra institucional. Veamos ahora el lugar de la
reflexión desde donde se asume la presente tarea.
3.
lA trAdición filosóficA
Primer AcercAmiento
heredAdA y el elemento imAginArio.
El ejercicio de esa paideia global de la que se habla en el parágrafo
anterior, como vía para hacer sociedad, remite al núcleo de la problemática que
nos ocupa. En la tradición filosófica heredada, de cuyos rasgos más definitorios
me ocupo puntualmente más adelante, el reemplazo de la transformación del
mundo como autocreación por la sociedad, por el comentario —reemplazo que
sobrevino en el momento en que, gracias a la torsión platónica (Castoriadis,
2002, p. 101) la filosofía se convirtió en una teología racional—, ocultaba, con
la condena de la democracia de la doxa, la opinión, la dimensión imaginaria de
la sociedad como fuente de dicha autocreación.
3
Roberto Manero Brito quien fungió durante algunos años como coordinador, por parte
de la UAM-X, de la CICC y que posteriormente se distanció de la iniciativa y quien
suscribe, respectivamente.
224
AcAdemiA, culturA y reflexividAd
La institución de las disciplinas antropológicas y la ontología que a ellas
subyace no haría más que confirmar esa clausura de la ruptura, ruptura que
había significado el nacimiento de la filosofía como interrogación ilimitada
y como lugar de la resignificación perpetua de lo dado. La hipercategoría de
la determinidad como criterio de cientificidad, bajo sus múltiples variantes
de función, estructura, causalidad etc., iba a recorrer todos los ámbitos, de la
economía a la lingüística.
La ontología unitaria, incluso en aquellas versiones que conceden al ser
un sentido per se, iba a precipitarse en un ejercicio solo capaz de dar cuenta del
conjunto y la identidad, la dimensión ensidica (Castoriadis, 1975, pp. 358 y ss.),
privilegiando la cosa en detrimento de la dimensión creadora del imaginario y
a favor del sujeto substancia.
Paralelamente y en parte en la sombra, la institución de las disciplinas
antropológicas será permanentemente sometida a los embates del instituyente.
La emergencia de nuevos fenómenos y realidades, respecto de los cuales
dicho dar cuenta por el conjunto y la identidad permanece a la zaga, nos enfrenta
al desafío de articular los saberes en cuyo desarrollo, aunque sea de manera
parcial, se ha dejado un registro del elemento imaginario en su condición de
fuente de creación de sentido nuevo. Por razones que explicaré más adelante
este cometido, a diferencia de lo que ocurrió con la filosofía heredada a la
que nos referimos en líneas anteriores, esta intrínsecamente vinculado con
el hacer. Praxis que interroga y hace hablar al mundo y a las instituciones
que tenemos delante por la vía del hacer pensante. Veamos a continuación la
manera como este hacer pensando se verifica en el espacio, para el caso, de
la historia moderna de México.
3.1. La historia como lugar de ejercicio del hacer pensante. Una referencia al caso mexicano
Ese hacer pensando, siguiendo la propuesta de Castoriadis, está inspirado,
justamente, de una sociedad que se sabe el origen de su propia institución y
es, en su ejercicio como historia, espacio donde tiene lugar la autocreación,
del orden de lo inesperado, del salto y de la sorpresa. Lejos de reducirse a la
ratio, la racionalidad, ese hacer pensante es el ejercicio de una subjetividad que
reflexiona y delibera y que se expresa a través de un colectivo anónimo.
De ese hacer pensando tenemos destellos en la historia universal y en
aquella contemporánea de nuestro continente. Para el tema que aquí nos
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ocupa, ese se ilustra en el caso mexicano a través del conflicto entre una
visión religiosa del mundo y la laicidad que caracterizó en sus orígenes al
liberalismo clásico. Conflicto que da cuenta nuclearmente del social-histórico correspondiente. Para el caso muy especialmente la figura de Benito
Juárez, artífice de la secularización mexicana, indígena zapoteco presidente
de la república —corresponsal con Víctor Hugo4 —, marcó de manera definitiva el curso posterior de las instituciones que están en el origen de ese
Estado —nación, muy particularmente de la educación pública. Con todas las
variantes que esto conlleva y de las cuales, por cuestiones de espacio, solo se
hace una somera mención.
Es justamente en el periodo sucesivo al de las Leyes de Reforma cuando,
siempre para el caso de México, llegaría al continente un representante del
llamado socialismo utópico, Plotino Rhodakanaty5, furierista inspirado de lo
que él consideraba la experiencia más cercana a los falansterios: la comunidad
indígena. De esa influencia se iba a nutrir, al menos en parte, el imaginario
social instituyente que inspiraría la Revolución Mexicana6. Había antecedido a
este evento emblemático, de la misma manera, aunque posterior a los efectos
de las prácticas derivadas del liberalismo clásico de Juárez y del pensamiento
libertario de Rhodakanaty, un periodo de profundas transformaciones en
particular, en el contexto urbano del Porfiriato.
El contexto en el que se iba a desarrollar en la antesala de la Revolución de
1910 el Partido Liberal Mexicano, de los hermanos Flores Magón, de orientación
anarco-sindicalista, era aquel de una profunda desazón de parte de medios
intelectuales, respecto a la política practicada por el dictador Porfirio Diaz.
Será entonces este contexto institucional de origen el que permite ilustrar
el problema que nos ocupa y que consiste en dilucidar sobre las disciplinas
antropológicas, su vocación por asumir los desafíos que supone la dimensión
imaginaria de la sociedad, su fundamento filosófico y su proyección en el
sentido de la transformación. Esta tarea exige algunas precisiones de orden
conceptual. Basándome en la propuesta castoridiana se hace a continuación
un paréntesis en éste sentido.
4
5
6
Cf. Miranda(1984a).
Cf.
Miranda (1984-86) e Illades(2002).
Cf. Miranda(2014).
226
AcAdemiA, culturA y reflexividAd
4.
estAtus ontológico de lA institución y el instituyente
En este nivel de la discusión, habiendo introducido la problemática
y proporcionado algunos rasgos de contexto social-histórico, se incluye a
continuación una formulación somera de los conceptos y el adelanto de
dos líneas de fuga. En primer lugar y a título provisional, se entiende por
“institución de las disciplinas antropológicas” un magma de significaciones
imaginarias sociales que aspiran a dar cuenta de lo dado en el campo del
anthropos, partiendo de una concepción ontológica. Se entiende entonces
por instituyente, la forma que adquiere, en el espacio de lo social histórico,
el imaginario radical y que se expresa por la elaboración del sentido y la
resignificación de las formas instituidas y socialmente disponibles.
En consonancia con Castoriadis (1975, pp. 532 y siguientes) el imaginario
social instituyente es radical porque en su ejercicio de elaboración y
resignificación crea nuevas formas, significaciones e instituciones, siempre
solidarias. La sede de esta vis formandi, (1997, p. 133), fuerza de creación
inmanente, como capacidad en cuanto imaginario social instituyente, es el
colectivo anónimo y más en general, el campo social-histórico. La dimensión
imaginaria de la sociedad que está atravesada por el sentido, sentido que
supone representación, afecto e intención inconsciente, nos muestra cómo la
sociedad misma no es otra cosa que la institución de sentidos, bajo la forma
de significaciones imaginarias sociales. Se entiende entonces, siempre a título
provisorio de este escrito, que el imaginario es sustantivo y no adjetivo.
En el sentido que se da al término imaginario en su condición de instancia
radical, social instituyente, se consideran esas significaciones centrales para
la reflexión y para una reconsideración del conjunto de la tradición filosófica
heredada. Condición de la subjetividad nunca reconocida en su centralidad
por la filosofía que, por el contrario, se ha esforzado por ocultarla.
Hablar de la institución de las disciplinas antropológicas en singular,
como magma de significaciones imaginarias sociales que se erigen a partir de
un entendido del ser, conlleva un debate de venerable ancianidad. Todo ello
nos remite a la revaloración, desde la contemporaneidad de dichos saberes,
de la disyuntiva para el hombre entre saber y creer. Ahora bien ¿cómo se
precipita esta constatación en el campo de los fundamentos ontológicos y del
social-histórico de las disciplinas antropológicas como institución? ¿cuál es
el contexto institucional de este ejercicio?
227
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Para responder a estas interrogantes referidas al caso que ocupa este
escrito se parte de la segunda mitad del Siglo XX . Periodo caracterizado
por la puesta en entredicho de las grandes certezas que habían acompañado
la reflexión sobre lo social y la cultura política en el siglo precedente; por
la emergencia del fenómeno burocrático —en el Este como en el Oeste—,
como materialización de la puesta en práctica de la significación imaginaria
del dominio racional; por la crítica de la modernidad y de la centralidad del
racionalismo, del “sujeto substancia”, de la estructura y de la función. Un periodo
caracterizado por la recaída en los nuevos substancialismos, las formaciones
discursivas y la metáfora paterna; por el carnaval académico de la antropología
culturalista y los relativismos culturales; por la culpa de los occidentales
respecto a la empresa colonial y los “horrores de la política” y finalmente,
un periodo caracterizado por la mistificación del deconstruccionismo y el
neosubstancialismo identitario del pensamiento decolonial.
La evolución de ese contexto —que fue en su momento igualmente un
instituyente que se hizo institución— iba a ponernos ante la generalización
del pensamiento débil y del relativismo, en demérito de la reflexión que,
en efecto, también estaba en el origen de esa crítica. Una reflexión sobre la
cuestión de la determinidad, reitero, determinidad que oculta la dimensión
imaginaria de lo social. Con el ocultamiento del elemento imaginario,
entonces, como fuente no determinada de creación de nuevas formas,
tendremos de nuevo el ocultamiento no solo del caos que subyace a lo social,
sino sobre todo de la alteridad emergente. Ocultamiento característico de la
heteronomía en las sociedades humanas —en particular sociedades religiosas
o de repetición— y que, en el caso que nos ocupa, será puesto en práctica
gracias a la determinidad como hipercategoría. Significación imaginaria
social sui géneris por la que la ciencia social y las disciplinas antropológicas
ponen en práctica su deseo, no confeso, de creer.
Sin pretender ni siquiera puntualizar sobre este vasto recorrido, digamos
tan solo que la imaginación radical, en su condición de instancia de creación
de nuevas formas, aparece en la evolución de esos saberes como imaginación
segunda o secundaria, imitativa, reproductiva o combinatoria ya desde la
noción de phantasia en Aristóteles. No obstante, y de manera excepcional,
en la mitad del libro tres del tratado Del Alma (Aristóteles, 1993) nos vamos
a encontrar con una phantasia concebida como condición para que haya
pensamiento y eventual origen de todo pensamiento. Un cometido insólito
228
AcAdemiA, culturA y reflexividAd
que sugiere lo que Castoriadis va a llamar la imaginación radical y que será,
en el caso de Aristóteles, objeto de ocultamiento en su condición primera.
Dicho ocultamiento en la filosofía se va a inspirar en diversas
fuentes, la primera tendrá que ver con el privilegio ontológico acordado a la
institución social de la cosa (Castoriadis, 1975, p. 514), el objeto, incluso cuando
éste es inmaterial. Otro elemento importante tendrá que ver con la declarada
búsqueda de la verdad Aletheia opuesta a la doxa, la opinión considerada “fuente
de error”. Esa verdad se va a relacionar con el logos en la evolución posterior,
a contracorriente de la tradición y/o la religión que hasta entonces habían
suministrado una visión del mundo y se va a vincular finalmente, de manera
intrínseca, con un fundamento que residiría en las cosas, las ideas o los sujetos
—por lo tanto sujetos substancia—, y que debía ser inquebrantable, la Razón.
En este punto la tradición filosófica heredada va a afirmar el axioma
constitutivo de la lógica de conjunto e identidad, a la que nos hemos referido,
negando así la facultad de la imaginación radical del sujeto y el imaginario
social instituyente, de crear y de crear ex nihilo 7. El sujeto substancia de la
racionalidad estará, en esa tradición, caracterizado por la permanencia,
la eternidad y finalmente la atemporalidad características del ser verdadero
inmutable. Mientras que el nacimiento de la filosofía y la democracia habían
significado una ruptura con la heteronomía como clausura, el proceso
descrito de ocultamiento de la facultad del imaginario de crear nuevas formas
iba a significar una clausura de la ruptura.
La “torsión platónica”, que “se caracteriza por el dominio, en la
filosofía, de lo que puede llamarse, de modo casi equivalente, una ontología
unitaria o una ontología ensídica 8 o, en definitiva, una teología racional”
(Castoriadis, 2002, p. 101), alcanzará y recorrerá la tradición determinista
en el pensamiento y tendrá una influencia decisiva para el campo de las
disciplinas antropológicas y el de otros saberes y quehaceres, incluido el
psicoanalítico. Esa torsión hará imposible pensar la creación/destrucción
y con ello hará imposible pensar la alteridad. Como consecuencia de esa
torsión la filosofía deja de serlo, haciéndose institución en un movimiento
en el que la condición ontológica del imaginario radical entrará en
contradicción con una concepción del ser como determinación. Es así como
7
8
'de la nada' o 'desde la nada'.
De la pareja ens-sembliste/ident-itaire, conjuntante-identificatoria.
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la filosofía deviene teología y la creación solo puede ser privilegio divino,
por definición inaccesible a un ser finito.
4.1. El lugar de autocreación del sujeto y la promesa del psicoanálisis
Las aseveraciones anteriores, respecto a la evolución en occidente de
una ontología unitaria como sustento de la tradición filosófica y por lo tanto
de las disciplinas antropológicas y del llamado pensamiento único, nos van a
conducir al núcleo central de esta discusión, constituido por la pertinencia y el
alcance del saber y la práctica psicoanalítica. Con la institucionalización de la
filosofía que hemos anotado se va a negar el rol cognitivo de la imaginación. El
punto de partida para esa empresa de negación lo representa la conciencia de la
mismidad, que se apoya en el signo o la palabra y que es lo propio de la psique
humana. En contraste, esa misma consciencia presupone un giro decisivo en
la historia de la imaginación, al mostrarse en su condición de capacidad de ver
una cosa en otra cosa y que además esa cosa no tiene ninguna relación con lo
que esa otra cosa representa.
Pero esa consciencia presupone también el lenguaje como creación del
imaginario social-histórico. Estamos entonces ante condiciones que solo
se encuentran en el dominio humano, la imaginación radical de la psique y
su desfuncionalización, y que suponen la separación de la representación y
el “objeto” y de ambos respecto a la necesidad biológica. Es gracias a esta
separación que emerge la posibilidad de que las actividades de la psique se
tornen, en sí mismas, “objetos psíquicos”, y es gracias a ella, como condición,
que emerge la posibilidad de la reflexión como facultad del sujeto.
La segunda condición, igualmente importante, es la creación por el
imaginario social radical de instituciones que tendremos oportunidad de
ilustrar no sin antes profundizar un poco en algunos aspectos psicoanalíticos.
Para Castoriadis hay, además de la vía filosófica, como la hemos presentado en
líneas anteriores, una segunda vía para tener acceso a la imaginación como
instancia de creación de formas radicalmente nuevas, esa vía es el psicoanálisis.
En este campo el aporte de Freud, no obstante es fundamental, también es
contradictorio. Mientras la alusión explicita al elemento imaginario, en
sentido de imaginación primera o radical es inexistente en su obra, los
contenidos que aborda a lo largo de su desarrollo se refieren de manera
constante a dicha instancia. En esa obra el phantasma o el fantaseo viene
230
AcAdemiA, culturA y reflexividAd
presentado como actividad recombinatoria, derivada y secundaria, en todo
caso no referido a la condición creadora del imaginario. Al mismo tiempo en
algunos pasaje referidos al trabajo del sueño, inesperadamente, Freud va a
formular que “ese trabajo no piensa, no calcula y de una manera general, no
juzga, sino que se limita a transformar” (Castoriadis, 1997, p. 162).
De nuevo como para la tradición filosófica heredada, en este caso el
motivo del ocultamiento debemos buscarlo en la supuesta incompatibilidad
entre la imaginación y la anhelada “cientificidad del psicoanálisis”. A pesar
de dicha incompatibilidad asumida en los esquemas de Freud, por ejemplo
en lo referido al desplazamiento y la condensación9 en el trabajo del sueño, va
a emerger la puesta en imágenes, el trabajo creador de la imaginación, como
dimensión central. Van a continuación entonces las consecuencias de lo dicho
para el tema principal que aquí nos ocupa.
5.
lA institución de educAción suPerior y el instituyente
Veamos ahora cómo se precipitan las consideraciones anteriores respecto
a una reformulación de la ontología en la que se fundamentan las disciplinas
antropológicas y del provecho que dicha reformulación puede obtener de
la teoría y de la práctica psicoanalíticas. Para tal efecto haré uso de un caso
referido a la historia moderna de México, concretamente utilizaré a título de
evento analizador la clausura de la Facultad de Humanidades de la Universidad
Autónoma de San Luis Potosí por el cacique Gonzalo N. Santos.
A dicha clausura a título de metáfora, como un caso testigo, asimilo la tradición
filosófica y la teoría social que, al negar el elemento imaginario como lo entiende
9
“El desplazamiento es un mecanismo de defensa inconsciente, en el que tiene lugar la
redirección de emociones de un objeto que se percibe peligroso a uno aceptable. El
diccionario de Mijola nos dice “Proceso primario, el concepto de desplazamiento indica
que el “acento psíquico” o las “intensidades psíquicas” del sujeto se han desplazado en
el “trayecto de la asociación” significando por ello que representaciones fuertemente
envestidas son desplazadas hacia otras que lo están menos. La condensación es una
representación conteniendo diversas cadenas asociativas en el sentido de “evadir la
represión”. El diccionario Mijolla nos dice “Con el desplazamiento, la condensación es
uno de los dos procesos esenciales del trabajo del sueño y más en general del pensamiento
primario. Se tiene tendencia a contemplar a un personaje o a un objeto figurado con las
características y las propiedades que, desde el punto de vista del pensamiento latente,
pertenecerían a otros personaje u objetos.” (Freud 2002, pp. 446-447).
231
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Castoriadis, da la espalda a aquellos aspectos fundamentales del sujeto y de la
sociedad como sujeto, que, desprendiéndose del condicionante de la dimensión
de conjunto e identidad, resignifican radicalmente lo dado, haciendo emerger
así la facultad de la sociedad de autoalterarse. Estamos pues delante de la
institución que se cierra ante el empuje de la forma mundana del imaginario
radical que es el instituyente.
5.1 Un apunte historiográfico de contexto
No es este el espacio para abordar con seriedad la importancia de la
Revolución Mexicana de 1910 a la que me refiero puntualmente en líneas
anteriores. Con el fin exclusivo de contextualizar el evento que nos va a servir
de caso testigo analizador respecto a la temática que nos ocupa, se harán solo
algunas valoraciones muy genéricas respecto a ese acontecimiento. Se mencionó
en líneas anteriores la emergencia de un sector ligado al liberalismo en sentido
clásico, urbano, laico que se había posicionado respecto a la dictadura de
Porfirio Díaz. En la historia secreta de los componentes más contestatarios
de dicho movimiento, aquí incluyo al zapatismo histórico, la influencia
en particular de los movimientos de huelga de Cananea y Río Blanco que
precedieron a la gran movilización de 1910 es innegable. Los alcances limitados
del movimiento y la institucionalización del mismo, no obstante habían logrado
derrocar al dictador e introducir cambios importantes respecto a un sistema
precario de representatividad, no lograron los cometidos más radicales que el
movimiento se había propuesto, al menos en sus reivindicaciones respecto al
reparto equitativo de la tierra, la justicia, la igualdad y la libertad.
La institucionalización de la protesta y la emergencia de sectores nuevos
que mencionamos iban a dar al proceso un signo claramente definitorio en
el sentido de la toma del poder de una incipiente oligarquía semi-liberal.
Paralelamente y acorde con un elemento cultural sumamente arraigado en
la historia colonial, pero también precolombina, del país, el fenómeno del
caciquismo, el mismo que había llevado a Porfirio Díaz al poder, siguió
definiendo la historia postrevolucionaria de la sociedad mexicana. He aquí
un primer elemento para ser analizado, mientras que el sector emergente
vinculado con el liberalismo de Madero se posicionaba en lo formal al frente
de los gobiernos, una institución profundamente arraigada, la del caciquismo
insisto, seguía prevaleciendo como el lugar en donde se decidían los destinos
del país. Este rasgo definitorio se iba a mezclar, por momentos de manera
232
AcAdemiA, culturA y reflexividAd
muy conflictiva, con el viejo pero todavía presente conflicto entre los sectores
liberales, laicos y los sectores vinculados a la iglesia católica.
Es este el contexto en el que iban a nacer la educación pública10 en México
y los establecimientos de enseñanza superior en el país, la Universidad Nacional
de México en 1910 y sucesivamente su conversión en Universidad Nacional
Autónoma de México. Es ese mismo contexto, en el plano nacional, en el que se
daría el debate precisamente en la UNAM, en torno a la autonomía universitaria.
Es apenas unos años después cuando durante el periodo de la presidencia de
Lázaro Cárdenas (1934-1940), miembro del Partido Nacional Revolucionario11,
gracias a una política explicita en el plano internacional, llegan a México
alrededor de 25.000 refugiados españoles. En lo que fue considerado un exilio
intelectual —con clara orientación de tres sectores principales hacia los valores
republicanos, de izquierda oficial filoestalinista en la época y de socialismo
libertario respectivamente12 —, visto que al menos una cuarta parte de esos
exiliados eran personas con altos niveles de instrucción, además de militares,
obreros calificados y campesinos (Reyes Navarrete, 1982, p. 101).
5.2. El caso de la Facultad de Humanidades en San Luis Potosí. Un analizador
Mientras que el debate en la Universidad Nacional Autónoma de México
en Ciudad de México había tenido un feliz desenlace en la proclamación de la
autonomía (1929) de ese establecimiento, que significaba la libertad de cátedra y
de investigación, así como la adhesión a los valores republicanos de la laicidad,
la situación en las provincias de México distaba mucho de esos adelantos. Para
el caso excepcional de San Luis Potosí la herencia del porfirismo, que hemos
comentado en líneas anteriores, hizo que el debate en torno a la autonomía
universitaria se definiera en sus orígenes en el contexto del conflicto más
amplio entre laicos y religiosos. Ese mismo conflicto había estado en el origen
10
11
12
Constitución de 1917. Art. 3. http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf_mov/
Constitucion_Politica.pdf y la creación por Álvaro Obregón de la Secretaría de Educación
Pública en 1921. https://www.cndh.org.mx/noticia/decreto-de-la-creacion-de-la-secretaria-de-educacion-publica#:~:text=Jos%C3%A9%20Vasconcelos&text=El%2025%20de%20
julio%20de,(DOF)%20%5B1%5D.
Posteriormente, durante su mandato, Partido de la Revolución Mexicana y finalmente
Partido Revolucionario Institucional, PRI del 1946 a la fecha.
Ver aquí Ricardo Mestre con quien algunos de nosotros nos formamos políticamente y la
Biblioteca Social Reconstruir en el centro histórico de la Ciudad de México. http://www.
anarquia.com.mx/quienes.htm
233
Akademos, vol. 23, n.os 1 y 2, 2021 pp. 219-246
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de la huelga estudiantil de 1912, como he señalado. La Universidad Autónoma
de San Luis fue la primera universidad autónoma de México (1923), heredera
del Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí (1900-1923).
Dicho debate arrastraba el lastre del periodo posrevolucionario, en
particular en términos de los poderes acumulados por los caciquismos
locales, en su momento vinculados con los jefes militares de las zonas
correspondientes. La emergencia en las esferas del poder de una oligarquía
liberal como resultado de la Revolución Mexicana, convivía igualmente con
los movimientos acomodaticios de los grandes terratenientes que, al cobijarse
a la sombra de los poderes reales, perpetuaban su cuota de poder e incluso
lograban no ser objeto de la expropiación de sus latifundios, expropiación
prevista en el papel, por la Reforma Agraria.
En el plano internacional lo menos que podemos decir es que,
mientras en el vecino país del norte, en la época que aquí nos ocupa, estaba
en boga el macarthismo (1950-1956) como política anticomunista exterior,
la emergencia de los fascismos, la consolidación en el poder del partido
bolchevique y la emergencia del fenómeno burocrático en la ex- URSS
se había traducido en la llamada Guerra Fría (1947-1985), la política de
bloques y la Segunda Guerra Mundial.
Es ese el escenario en el que en el año de 1943 un grupo de intelectuales
potosinos en la Ciudad de México es convocado por el maestro Ramón
Alcorta y por el Licenciado Jesús Zavala (Estrada Alcorta, 2011, p. 161)
dando como resultado, después de algunos años de negociación, la creación
en 1949 de la Academia Potosina de Ciencias y Artes13.
La Academia, que no exigía requisito alguno para el ingreso a los cursos
abiertos y gratuitos para el público en general y que solo solicitaba el pago
13
Algunos de los colaboradores de la iniciativa eran, en el campo de la filosofía Raúl Cardiel
Reyes; José Gaos, Francisco Larroyo, Samuel Ramos, Valentín Saldaña. En el de la historia
de México Arturo Arnaiz y Freg, Alfonso Caso, Daniel Cosio Villegas, Joaquín Meade,
Edmundo O´Gorman, Manuel Ramírez Arriaga, Silvio Zavala. En el de literatura Miguel
Álvarez Acosta, Francisco Giner de los Rios, Alfonso Reyes, Rodolfo Usigli, Agustín Yañez,
Jesús Zavala y en el de arte mexicano Julian Carrillo, Justino Fernández, Francisco de la
Maza, Manuel Tussaint. Algunos profesores llegados con el exilio español fueron Amancio
Bolaño e Isla, Agustín Millares Carlo y Manuel Pedroso, otros como José Luis Lorenzo,
Luis Rius y Juan Espinasa Closas también exiliados pero jóvenes se habían formado en
México. Entre los 63 catedráticos había 13 mujeres (Estrada Alcorta, 2011, pp. 161-162).
234
AcAdemiA, culturA y reflexividAd
de 10 pesos para quienes aspiraran a una constancia, se convertiría en el
antecedente inmediato de la Facultad de Humanidades. Fue entonces en 1955
cuando el entonces rector de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí
Dr. Manuel Nava y el Profesor Ramón Alcorta crearon dicha Facultad.
5.2.1. Hacer institución para crear sociedad
la cité…
quien educa al hombre.
(Castoriadis, 1990, p. 131)
La situación de las disciplinas antropológicas en el México de principios
del S. XX era muy precaria, Justo Sierra había fundado la Escuela Nacional
de Altos Estudios en la capital, posteriormente Facultad de Filosofía y
Letras de la UNAM , con el fin de promover los saberes relativos al quehacer
humano. En las ciudades de provincia dichas formaciones estaban ausentes
y fue esta situación la que llevó a Nava y a Alcorta a fundar la Facultad
de Humanidades. La situación que hemos descrito respecto a la naciente
universidad y concretamente al periodo de formación y consolidación
posrevolucionaria condicionaba —y en el país sigue condicionando por la vía
de la burocratización de los medios académicos— el hecho de que miembros
de la clase política, sin trayectoria académica, eran designados a puestos de
dirección ligados a la educación superior. El propio Dr. Nava no obstante
tenía una trayectoria consistente como académico, pertenecía a una familia
entre cuyos miembros había aspirantes a los puestos gubernamentales locales.
Esta coincidencia, como veremos, tuvo un particular efecto con respecto al
debate en torno a los términos de la autonomía de la UASLP.
El primer director y fundador en 1958 de la Facultad de Humanidades,
el maestro Ramón Alcorta, geógrafo de formación, se había beneficiado
del apoyo y la iniciativa del rector de aquel entonces, el Dr. Manuel Nava.
Ambos promovieron un programa para la Facultad que incluía las materias
de filosofía, letras españolas, historia, antropología además de geografía. En
su ceremonia de investidura como director de la facultad el maestro Alcorta
diría en el Teatro de la Paz el 2 de enero de 1955:
Queremos acabar de esta manera con la universidad que no está en ninguna parte
o que se sitúa en un lugar cualquiera de espaldas a las necesidades e inquietudes
de la comunidad, a la que simplemente se venía ignorando. […] la Universidad
comprende bien que es necesario crear un nuevo tipo de universitario […] La
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misión política del hombre de cultura —nos dice Benedetto Croce— es una
misión política en tanto es una misión moral: la de salvar los valores permanentes
y universalmente humanos contra toda superposición de valores empíricos,
particulares y contingentes. (citado por Contreras Servin, 2008, p. 4)
Es justamente en este punto en donde entrará en escena el exgobernador
Gonzalo N. Santos, quien durante su mandato recurrió a una estratagema
legalista para no reconocer el artículo 100 de la Constitución Política del
Estado de San Luis según el cual la Universidad era autónoma, arguyendo
desde un precepto anterior que “un auditor del gobierno tenía que darle
cuenta del subsidio recibido por la Universidad y que debería el director
ajustarse a la ideología y las enseñanzas dictadas por el gobierno o ser
removido.” (Estrada Alcorta, 2011, 73).
5.3. Crónica de una clausura
Mejor conocido como el “cacique” Gonzalo N. Santos, gobernador de
San Luis Potosí del 1943-1949, provenía de lo que localmente se conocía como
el Clan Huasteco14, dedicado a la ganadería y protegido por el militar Manuel
Ávila Camacho, Presidente de la República de aquel entonces (1940) por el
PRI. No obstante Santos ya no era gobernador cuando se cerró la Facultad, ya
desde entonces en el país los gobernadores reemplazantes solían provenir del
gabinete del gobierno saliente y por los cuales se ven fuertemente influenciados
por sus antiguos jefes.
Lo que en un momento dado se presentó como una oposición entre
Santos y el “Navismo”15 primero a raíz de las aspiraciones de Manuel Nava
para reelegirse en la rectoría de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y
después, una vez que el rector Manuel había fallecido y su hermano Salvador se
estaba postulando —por la Unión Cívica Potosina opuesta a Santos y al PRI—,
para presidente municipal de San Luis Potosí, se convirtió en un atentado
directo en contra de la autonomía del establecimiento. El conflicto tuvo lugar a
la hora de la elección del nuevo rector. Fue en éste contexto, inmediato anterior
del año 1960, en el que el maestro Ramón Alcorta presentó su renuncia como
14
15
En los años 60s a la familia de Gonzalo N. Santos se le expropio un rancho de 87 000
hectáreas (Padrón, 2011, p. 15).
Por los hermanos Nava, Salvador político local y Manuel rector de la Universidad
Autónoma de San Luis Potosí.
236
AcAdemiA, culturA y reflexividAd
director de la Facultad de Humanidades. Alcorta sería remplazado por el
director suplente Lic. Antonio Rosillo.
En agosto de 1962 el entonces rector de la UASLP, Dr. Noyola, convoca
a una sesión extraordinaria y urgente del Consejo Universitario en la que, en
media hora, se rindió informe de la situación de la Facultad de Humanidades
ante la renuncia del Lic. Rosillo. El Consejo decidió, gracias al quórum
necesario de 23 miembros, realizar una restructuración de la Facultad de
Humanidades y para tal efecto suspender sus actividades. También se
acordó integrar una Comisión para encargarse de la citada restructuración.
En ese entonces la Facultad contaba con 46 alumnos y 13 maestros
(Estrada Alcorta, G. 2011, 234-235).
6.
lA institución de lA AcAdemiA se PronunciA Ante el instituyente
En los parágrafos anteriores hemos descrito brevemente lo que desde
este documento consideramos un evento analizador. La clausura de la Facultad
de Humanidades de la Universidad de San Luis Potosí por conducto de los
allegados y bajo la consigna del exgobernador Gonzalo N. Santos, no solo
hace hablar a la institución de la academia, sino que incluso da cuenta de la
historia social reciente de esa entidad federativa y más en general del país que
es hoy México.
Los conflictos entre los sectores laicos y los religiosos, el referente
lejano de la llegada de las ideas libertarias al continente y su acción soterrada
como contenido del poder instituyente de la primera Revolución Mexicana
(Miranda, 2014, p. 1), el ascenso de un sector oligárquico —asimilado,
pensamos, de modo precipitado al liberalismo clásico—, el fracaso de los
ideales más populares del movimiento de 1910 y finalmente la complicidad de
los sectores académicos con ese sector en ascenso, que todavía hasta fechas
recientes está al frente de los gobiernos, son solo algunos de los rasgos que
dicho evento analizador desvela. En particular interesa para este escrito la
cuestión de la autonomía universitaria, su alcance como analizador para
la sociedad mexicana de aquel entonces y muy especialmente la negativa a
reconocer por parte de la sociedad pensante de la época en San Luis Potosí,
pero también al nivel de los sectores de la capital, la relevancia definitiva de
las disciplinas antropológicas y las ciencias sociales, en el sentido de lo que
Castoriadis denomina el hacer-se de la sociedad.
237
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Rafael Miranda Redondo
Veamos ahora a título no representativo16, sino solo ilustrativo la viñeta
que da cuenta de esa tendencia de la institución académica a repetirse gracias
a la supuesta condición incuestionable de la significación imaginaria social del
dominio racional —repetición que redunda en la emergencia del fenómeno
burocrático—, para negar la alteridad que conlleva el instituyente.
6.1. Academia y repetición institucional
Se abre este paréntesis para tomar un momento de replica que ilustra
cómo la institución académica opta por la repetición ante el ejercicio del
instituyente. Se trata de un caso testigo que se refiere a la clausura real y
metafórica que hemos descrito y en la que en esta ocasión dos establecimientos
de la institución académica, la misma UASLP y El Colegio de San Luis optan
por esa forma mundana de la significación imaginaria social del dominio
racional que se manifiesta como burocracia.
Para el caso que nos tocó vivir desde la CICC la institución académica
optó por la clausura negando así la reflexividad del pensar-se. El analizador
que operó al abordar la cuestión del cierre de la Facultad de Humanidades por
“el cacique” N. Santos y que ilustramos en líneas anteriores, vino a nuestro
encuentro durante el ejercicio de la CICC de 2017 como una reiteración de la
repetición institucional ante los desafíos contenidos en la acción instituyente.
La institución de la academia volvió a hablar por la vía de dicha repetición al
presentar el evento de San Luis como si se tratara de una iniciativa propia de
esa institución en boca de dos de sus establecimientos y en la que la CICC era
solo una “invitada”, entre otros. La exclusión del colectivo coordinador de la
CICC de las mesas en las que se daba por inaugurado el evento; la mención solo
marginal de la participación de la CICC en la formulación y puesta en práctica
del dispositivo, ante la evidencia en sentido contrario, reiteraba la necesidad
para la institución de la academia de repetirse en el enésimo intento por
apropiarse y disecar lo emergente. Al tiempo no solo la burocracia universitaria
en sentido lato estaba operando este acto fallido, también los académicos
“comprometidos” y sus poblaciones cautivas (Miranda, 2019, p. 61), los
estudiantes maestrantes, doctorantes profesionales inmersos en el taylorismo
16
A lo largo de sus 11 años de ejercicio la CICC, en su relación con la institución académica
y sus establecimientos en México y América Latina, pasó por numerosas situaciones
similares a la descrita. Situaciones analizadoras que serían materia para un trabajo aparte
y de cuya relevancia en este escrito solo podemos hacer mención.
238
AcAdemiA, culturA y reflexividAd
de la eficiencia terminal, cumplían con aquello que estaba previsto que hicieran
en su condición de tipos antropológicos replicantes.
Ese acto fallido iba a derivar en las habituales certezas disciplinarias de
nosotros los antropólogos “expertos” de la alteridad en total menosprecio
del otro que nos habita y reafirmando la inercia de una tradición cerrada ante el
pensar-se. El culmine de esta tendencia se iba a manifestar a la hora en que
expusieran su experiencia la Colectiva Cereza, que trabaja en el penal femenino
de San Cristóbal de las Casas, Chiapas y cuyas ponentes Patricia Aracil y Jessica
Sarmiento, ésta última exreclusa y miembro de la Colectiva. Fue entonces
cuando de las certezas disciplinarias se pasó a las fronteras de sentido de
quienes “somos académicos” y quienes “no lo son”.
No cabe duda de que la clínica de la alteridad, que acompañó este
ejercicio y cuyos pasajes más álgidos describo en estas líneas, dio cuenta del
enorme alcance del psicoanálisis en el abordaje de los grupos y las instituciones.
Enormes consecuencias para seguir analizando no solo la ignorancia y el
desprecio por parte de la tradición filosófica heredada respecto al elemento
imaginario, sino, sobre todo, su tenaz negativa como paliativo para perdurar
en la reiteración, llámese esta el expertise en política, las leyes de la historia, las
leyes del mercado, la voz del secretario de partido o la condición supuesta de
a-historicidad de la determinación del ser. Enormes consecuencias igualmente
en el sentido de la repetición institucional y por lo tanto del ocultamiento de
la alteridad y con ello de la posibilidad de la sociedad autónoma de autocrearse
explícitamente como radicalmente opuesta a la repetición burocrática.
7.
clAusurA y AlteridAd
Para cerrar este escrito a continuación se reitera sobre el plano metafórico,
pero también en el plano real, un paralelismo entre la clausura de la Facultad
de Humanidades que hemos descrito y la clausura que supone, en la tradición
filosófica heredada y muy particularmente en la ontología que subyace a las
disciplinas antropológicas, el recurso infalible a la determinidad y sus relatos.
Veo en dicha clausura, en consonancia con Castoriadis, la denegación a
reconocer el elemento imaginario como fuente radical de creación de sentido
nuevo y a reconocer, por lo tanto, la posibilidad de la alteridad. Una denegación
que por la vía de la religión de la determinidad se vuelca a repetir la institución,
para el caso la institución académica entonces burocratizada. Una alteridad que
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no solo supone lo otro sino sobre todo que supone la alteración, la autoalteración.
Castoriadis nos dice respecto a las disciplinas antropológicas,
La situación de las disciplinas antropológicas (o “ciencias humanas”) es la más
problemática […] visto que, por otro lado, escuchamos periódicamente, […]
proclamar de manera abusiva que la llave de todos los problemas antropológicos
ha sido finalmente encontrada (es así como sucesivamente ocurrió en el caso de
la economía, el psicoanálisis y la lingüística). (1978, p. 244)17
Esas disciplinas antropológicas, a las que se refiere el autor en la cita
anterior, en su condición de institución, magma de significaciones imaginarias
sociales, para constituirse establecen una frontera de sentido. Dicha frontera,
como ocurre en la enorme mayoría de las instituciones conocidas, se
fundamenta en una metanorma, una norma de normas. Es, en el contexto
de la situación contemporánea la determinidad justamente la que, en las
disciplinas antropológicas y en la ontología que les subyace, la metanorma
que establece lo que tiene y lo que no tiene sentido.
Cuando Castoriadis se refiere a la teología racional (2002, p. 101) a partir
de la torsión platónica está haciendo una formulación directa a esa clausura.
La determinidad, en versión funcionalista, causalista o estructuralista, es la
metanorma de los saberes sobre el hombre. Es esa misma clausura ante la
alteridad la que inspira al cacique Gonzalo N. Santos al momento de cerrar
la Facultad de Humanidades, la misma que inspira la negativa respecto a
la política como institución del conflicto, también ella está en la base de la
forma mundana de la significación imaginaria social del dominio racional,
que es la burocracia. Es esa clausura ante la alteridad finalmente la que orilla
a la filosofía al simple comentario y a las disciplinas antropológicas a dar
cuenta, por disecación de los fenómenos de modo exclusivo, de la dimensión
de conjunto e identidad de lo social18. Es, en fin, esa clausura la que hace que
el psicoanálisis ignore el contenido social-histórico de la sublimación.
17
18
Trad. del autor.
En sus seminarios en la École des Hauts Études en Sciences Sociales (EHESS) de
Rue de la Tour, Castoriadis solía hacer uso de una metáfora inspirada de Shakespeare
diciendo, parafraseo, “de las huellas que deja el caballo sobre la arena podemos saber
en qué dirección avanza, si corre, trota o camina […] pero no podemos saber en qué va
pensando su jinete si se dirige al encuentro de su amada o hacia la muerte” (Castoriadis,
inédito).
240
AcAdemiA, culturA y reflexividAd
No obstante lo anterior, dicha clausura nunca se verifica de modo
integral. La institución del poder político, la burocracia, el psicoanálisis, la
filosofía contemporáneos y la academia tienen perpetuamente que lidiar con el
empuje del imaginario social instituyente (Premat, 2014, p. 62). La política en
sentido noble —no lo que hacen los “políticos”, por lo tanto—, la autogestión
educativa, la formación por intervención, el psicoanálisis que avizora el fin del
análisis en la explicitación de los procesos transferenciales y por lo tanto en la
emergencia del sujeto autónomo, han asumido explícitamente el componente
de alteridad que conlleva dicho imaginario social instituyente. En todos esos
casos es la relación nueva, con la institución que está en el propio origen, lo
que se verifica. Ante este empuje de las pulsiones de vida —en el espectro
que va de la sociedad de repetición o heterónoma a la sociedad autónoma en
proyecto— la institución se refugia en la muerte. Veamos pues, en palabras
de Enriquez, a continuación, la proyección de lo dicho: “Sin trabajo de la
muerte, magro sería el hecho de que el hombre se interrogue sobre sí mismo,
de deshacer los lazos a veces esenciales que ha tejido largamente, de provocar
rupturas en sí mismo” (1987, s.p.) 19.
Sobre este trabajo de la muerte al que se refiere Enriquez interesa a
título de cierre provisorio valorar los procesos de sentido que subyacen a la
institución de la academia, su clausura y la posibilidad de su incorporación
a un trabajo verdaderamente reflexivo que contribuya por lo tanto a hacer
sociedad. Va pues a continuación una línea de fuga en esa dirección.
8.
un APunte resPecto A lA víA de lA reflexividAd
Las implicaciones de lo dicho respecto al ocultamiento de la imaginación, en
el campo de la psique humana, tienen consecuencias definitivas para las disciplinas
antropológicas. Un comentario muy provisorio sobre este aspecto, retomando a
Castoriadis, me va a permitir introducir el debate en torno a la posibilidad de una
antropología filosófica sustentada en el saber y la práctica psicoanalíticos.
Partiendo de la concepción que aquí hemos expuesto, respecto a la
instancia del imaginario como creación de nuevas formas, hemos querido
enfatizar sobre, en primer lugar, la substitución del placer de órgano por el placer de
19
Trad. del autor:"Sans travail de la mort, mince serait l’éventualité pour l’homme de se remettre
en cause, de défaire des liens (parfois essentiels) qu’il a longuement tissés, de provoquer de
ruptures en soi"].
241
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Rafael Miranda Redondo
representación. Representación y placer que están desfuncionalizados y que están
presentes, en esa condición, en la antelación y supremacía de los procesos
proyectivos frente a los procesos introyectivos. La transferencia respecto a la
madre del esquema de omnipotencia de la psique en estado monádico no es
más que el ejemplo más elocuente.
Ese mundo de sentido, que caracteriza la condición por excelencia del
ser humano, contrasta con la creación del mundo por parte de lo viviente en
general, que está bajo el signo de la función. El viviente en general, si se me
permite y aquí incluyo al hombre, crea la información para él. Las condiciones
bajo las cueles un enunciado constituye una información para alguien,
dependen, en lo esencial, de lo que ese alguien ya es.
En este contexto vale la pena preguntarse ¿podemos asumir la facultad
creadora de la imaginación en el dominio cognitivo, científico o filosófico?
Para responder provisoriamente a esta interrogante, debemos partir del hecho
de que el hombre es un animal radicalmente inepto para la vida y que es esta
condición lo que antecede a la creación de sociedad. Esta creación supone
centralmente la fabricación por la sociedad del tipo antropológico que a ella
corresponde, mediante la interiorización de las significaciones imaginarias
sociales para cada caso de sociedad. Se trata de una imposición de la lógica social,
lógica de conjunto e identidad, que encuentra puntos de apoyo en el psiquismo.
El para sí, que involucra antes que nada el sentido y la no funcionalidad
en el ser humano, la dominación del placer de representación sobre el placer
de órgano a la que hemos aludido, pone de relieve el alcance del saber
psicoanalítico como fundamento para una antropología filosófica. Sin dicha
dominación no habría sublimación ni vida social. El acto de la palabra conlleva
lo esencial de la sublimación, es decir el abandono de los objetos originarios
de la psique a cambio de formas socialmente disponibles y valoradas, ese acto
inaugura el ejercicio del instituyente al que hemos aludido.
Un instituyente que, a lo largo de la historia conocida se ha enfrentado a
una institución social fundada en la clausura. Es esta clausura, su lógica y sus
significaciones imaginarias sociales, la que será impuesta, en la gran mayoría
de los casos, a la hora de fabricar a los individuos, por cada sociedad de que
se trate. Es esa clausura la condición por excelencia de la psique en estado
originario, es decir ahí en donde la separación entre yo y todo no ha tenido
lugar todavía. Es esta clausura del estado monádico que, al someterse a los
242
AcAdemiA, culturA y reflexividAd
procesos impuestos por la institución social, va a ser obligada a sublimar por
la vía de figuras con los contenidos social-históricos correspondientes a la
sociedad de que se trate.
La sublimación y sus contenidos, social-históricos repito, ofrecerán a la
psique la posibilidad, promesa nunca cumplida íntegramente, de una nueva
clausura. La interiorización no es solo normativa, también es un pensamiento
que se desarrolla en la repetición “individual”. La clausura como contenido de
la sublimación es consubstancial respecto a la idea de que “lo que se piensa”
no puede esencialmente ser puesto en cuestión. La inteligencia se mueve en la
clausura instituida, nos dice Castoriadis (1997, p. 201). La búsqueda del sentido
es siempre parcialmente satisfecha por el sentido ofrecido/impuesto por la
sociedad, por sus significaciones imaginarias sociales. Esta saturación conlleva
la suspensión de la interrogación (Premat, 2014, p. 62). En ese mundo clausurado
toda pregunta tiene una respuesta canónica en boca de iloles, caciques, ayatolas,
teólogos, magos, sacerdotes, mandarines, teóricos, secretarios generales o
expertos en política, unos más y otros menos académicos.
Pero el pensamiento no involucra la reflexión, ésta aparece, nos dice
nuestro autor, cuando el pensamiento se vuelve sobre sí mismo y se interroga,
no solo sobre sus contenidos particulares, sino también sobre sus presupuestos
y sus fundamentos. Esta puesta en cuestión inmediata de la institución dada
de la sociedad, institución que está en el propio origen, pone en entredicho las
representaciones socialmente instituidas e implica el trabajo de la imaginación
radical del sujeto. Se trata de una autorepresentación no como objeto sino
como actividad representativa, como un objeto no-objeto. Este ejercicio de
la reflexividad debe comprometer de manera central a la ciencia social, a las
disciplinas antropológicas y al saber que esas ponen en juego.
El ejercicio de dicha reflexividad, que es, en su condición explícita, la
puesta en práctica del poder instituyente, en la medida en que se traduce
en un pensamiento logrado, establece de nuevo una clausura. Difícil de
aceptar este movimiento perpetuo entre la institución y el instituyente,
por la vía de los procesos de sentido y por lo tanto gracias a la puesta en
práctica del imaginario radical. Es cierto que solo podemos conocerlo en sus
manifestaciones, sus efectos y sus productos.
No obstante esto último o precisamente por ello, sabemos que dicha
instancia instituyente, en su condición de forma mundana del imaginario
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radical, se hace patente por la vía del salto, de lo inesperado y lo discontinuo,
todo ello, no casualmente, inasible para la tradición filosófica heredada y sus
derivaciones en explicaciones de la historia por la economía, la búsqueda del
bienestar, la geografía del país, etc.
El imaginario social instituyente, finalmente, desde el cual nos
interrogamos y sopesamos el alcance de la institución de la ciencia social,
supone antes que nada que la sociedad es autocreación por la vía de creación
de instituciones y significaciones, autoalteración ocultada por la institución
misma; que la sociedad es siempre histórica, siempre un proceso de
autoalteración, que nos pone ante el desafío de saber cuándo una sociedad
deja de ser “la misma” para ser “otra”; que dichas instituciones y las
significaciones imaginarias sociales que ellas contienen no son causalmente
producibles, ni deducibles racionalmente, que ellas son creaciones libres e
inmotivadas de un colectivo anónimo.
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