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Los de Abajo y el macho.docx

Análisis del discurso empleado en al novela de la Revolución los de abajo, idealización del macho y nacionalismo.

Los de Abajo. Mariano Azuela. Narrativa Hispanoamericana S.XIX-XX. Dr. César Sotelo. 259493. Génesis Márquez. La figura del “Macho” revolucionario y el caos social de la Revolución en Los de debajo de M. Azuela. Para empezar comento que el aspecto naturalista de la novela es considerable más como una novela vista en la soledad de la tierra desamparada, es una tragedia rural; refleja, si, es cierto, el atropello del cacique y la revancha de “los de abajo” es algo personal. No sólo se ve sangre y violencia, se ve el regreso al estado primitivo del hombre, el acto de la supervivencia del más fuerte. Sin embargo, a veces se vislumbra en los protagonistas un anhelo social superior. Uno de los principales pensamientos del libro es la impresión de libertad, salvaje e ilimitada, pero el mérito de esta novela es el intenso realismo con el que sabe retratar la caótica realidad que convulsionaba la vida nacional y en la cual el propio Azuela, participó. “Los de Abajo”, texto escrito por Mariano Azuela, nos lleva a recorrer la vida de Demetrio Macías, personificando a un general de un grupo revolucionario en 1913. A dicho personaje se le van uniendo paulatinamente individuos con el fin de combatir en la revolución. Mas estas alianzas no son necesariamente por el ideal revolucionario, sino el objetivo que los une es más bien porque muchos de los que se sumaban al movimiento revolucionario habían sido desterrados de sus pueblos por muy diversos motivos. Muchos de ellos por no acatar las normas de una sociedad cegadora y oclusiva. Esta historia de Azuela nos relata la vida y situaciones de este pequeño grupo. Al analizar la biografía de Azuela y al tomar en cuenta que esta novela la escribió en el periodo de la revolución nos percatamos que los relatos narrados en esta historia nos representan un plano cercano a los acontecimientos que él vivió. Toda acción humana requiere de una razón. Cada individuo ejercita hechos por razones propias, pero a un mismo tiempo existe una razón general para unir clanes, batallones y pueblos. En “Los de Abajo” este motivo es la búsqueda de un cambio en el modo de vivir, de existir, es una vuelta de hoja, es la mirada de un México mejor que implícitamente traería una forma de vida nueva para el nuevo pueblo, para el verdadero México, para las personas que en él trabajan: “…la revolución beneficia al pobre, al ignorante, al que toda su vida ha sido esclavo, a los infelices que ni siquiera saben si lo son es porque el rico convierte en oro las lágrimas, el sudor y la sangre de los pobres”. De este planteamiento nace el principal ideal que movía a Demetrio y a las masas; estas palabras representan a todos los Villas, los Zapatas, todos los insurrectos revolucionarios. Aquí propongo otra lectura de la novela que considere el entorno y el contexto en el que fue escrita la novela retomando el concepto de virilidad que se encuentra como una constante en el carácter y en el comportamiento de éstos hombres que participan en una revolución y que emergen de ella como figuras a las cuales evadir o temer. Forjadores de un nuevo sistema. Comenta Irwin Robert Mckee que : La mexicanidad del siglo XIX se definía por la fraternidad culta. Existía como modelo una masculinidad noble, honesta, valiente, jamás afeminada, pero siempre ilustrada. En el porfiriato, la masculinidad entró en una crisis, la que reflejaba tanto la nueva obsesión con la sexualidad como las ampliadas tensiones entre las clases sociales de la época, sobre todo en los espacios urbanos (Mckee , Irwin Robert. Colores nunca vistos sobre una tela: nuevos erotismos 8). Mariano Azuela entendió que en oposición al hombre –amanerado y afrancesado- que digamos, caracterizo al hombre educado del porfiriato existía un ideal de fuerza en el propio país. En este sentido pues, el indígena o el revolucionario se entienden como los Hombres que toman el mando. Podríamos considerar al pintor Saturnino Herrán muy símil al discurso de la fuerza viril atribuida al campesino, igual que Azuela, en sus representaciones de indígenas son cuerpos fornidos idealizados. Son características, citando al crítico belga Rudi Bleys, su “franco interés erótico en los hombres jóvenes y adultos”, patente en El quetzal; y El flechador de 1918 exhibe, en cambio, una androginia sexualizada y claramente referida a la fuerza del hombre. Según Bleys, esta confusión sexual que permite una nueva erotización del cuerpo masculino que no evoca una asociación reflexiva a la homosexualidad se extendió hasta los años veinte, cuando la nueva cultura nacional posrevolucionaria se definió en términos patentemente machos y homófobos. Se evidencian ya en los debates ya notorios sobre la virilidad literaria del 24 y 25 a través de los cuales se definió la obra literaria que se volvería lo que llamamos la quintaesencia de la novela de la revolución mexicana, Los de abajo de Mariano Azuela. Esta novela viril que contrastaba con la literatura “afeminada” que había sido tan fecunda en el porfiriato, literatura que se desprestigió como extranjerizante. Resulta pues interesantemente, la novela de Azuela en algunos momentos puesto que parece mostrar la misma fascinación con el cuerpo masculino del campesino que se ve en las representaciones de los cuerpos atléticos de los hombres en las obras de los pintores Ruelas, Zárraga y Herrán. En este sentido, el sujeto que cedía a su razón de actuar con violencia se le identificó con un carácter bravo. “Macho” pasó de ser insulto para volverse valor nacional. Lo inquietante es que sucedió precisamente en los años veinte, y no antes, aunque generalmente se da por sentado como rasgo eterno de la mexicanidad como señala IrwinMcKee. Por otro lado, el sentimiento revolucionario que ya había despertado en la conciencia social, es plasmado con tanta claridad y perfeccionamiento, que es imposible dejar de lado la participación del mismo Azuela en la lucha, ya que en su novela refleja su hondo sentimiento a favor de la lucha: él fue revolucionario, lo vivió y por lo tanto no duda en manifestar su repudio a los federales o a los sistemas políticos porfirianos. Sin embargo, conforme se avanza en el relato se va manifestando también la pesadez y el cansancio que resultan de participar tantos años en la lucha armada. Y al final el líder dispone: Ustedes, que me levantaron hasta la Presidencia de la Republica, arriesgando su vida, con peligro inminente de dejar viudas y huérfanos en la miseria, ahora que he conseguido mi objeto, váyanse a coger el azadón y la pala, a medio vivir, siempre con hambre y sin vestir, como estaban antes, mientras que nosotros los de arriba, hacemos unos cuantos millones de pesos. Casi se esta jugando el futuro de la revolución, de lo que pasaría, lo que le sucedería a los de abajo, a los guerreros que lucharon por un cambio social a través de su fuerza corporal y su resistencia. Esto unido al carácter violento que les llevará a sobrevivir a batallas y tomar varios lugares el medio para conseguirlo son ellos mismos en su calidad de hombre y soldado. Diremos que hay algo que se asoma en el ocaso del relato: que la vida, luego de prolongar tantos años de desgaste, la miseria incrementada tanto para los de abajo como para los de arriba, es decir para ambos grupos sociales ya no será nunca lo mismo. El pueblo reclamó y peleó por poco más que rastrojos recolectados tan lentamente que no se observa el principio y el fin. El espíritu de la lucha revolucionaria se estaba apagando, la población se hartó de tanta desgracia y guerra. Al final el pueblo se encontraba en un estado de enfado y malestar con los dos frentes: Entraron en las calles de Juchipilla cuando las campanas de la iglesia repicaban alegres, ruidosas y con aquel su timbre peculiar que hacia palpitar de emoción a toda la gente de los cañones. -se me afigura compadre que estamos allá en aquellos tiempos cuando apenas iba comenzando la revolución, cuando llegábamos a un pueblito y nos repicaban mucho, y salía gente a encontrarnos con músicas, con banderas, y nos echaban muchos vivas y hasta cohetes nos tiraban- dijo Anastasio Montañés. -Ahora ya no nos quieren- repuso Demetrio (Azuela Mariano, Los de abajo,1971). Al final los mismos hombres viriles que encarnaban el ideal de prosperidad y equidad entre los habitantes de la lacerada República Mexicana son quienes actúan como verdugos y castigadores de las poblaciones a dónde van dejando su rastro de sangre y lucha. No terminan por entender nunca el propósito real y entonces la fuerza, el carácter y la valentía de los machos que ejecutan el nuevo orden no se concreta sino en violencia, corrupción y decadencia, volviéndose, irónicamente, en la antítesis del ideal de justicia de la revolución.