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Cultura clandestina: Los intelectuales del PSUC bajo el franquismo

2016, Historia Actual Online

Reseñas / Book reviews Para Navarro el problema principal es la mala redistribución de los recursos con los que contamos y para cambiar esta orientación se precisa una democracia real. Una democracia tanto representativa como directa; toda una demanda revolucionaria en un país donde los partidos políticos, verdaderas castas, son verdaderos aparatos con estructuras que controlan la administración del Estado en sus tres vertientes: ejecutiva, legislativa y judicial. Esa democratización real creará las condiciones para los cambios que se precisan en la economía. Entre otras propuestas señala, en primer lugar, la creación de una banca pública, sistemas bancarios predominantemente públicos, actores centrales en el desarrollo económico del país garantizando el crédito y gravando las actividades especulativas del sector financiero y en segundo lugar el desarrollo de políticas de pleno empleo donde se desarrollen los servicios públicos del Estado del bienestar y donde la integración de la mujer sea prioritaria posterior democracia. Muchos son elementos que ponen de manifiesto la baja calidad democrática que vive España, donde la continuidad de la estructura de poder dentro del Estado ha conducido a la apatía política, al descrédito hacia los partidos políticos, a la permanencia de la corrupción y al mantenimiento de los intereses de una minoría enarbolando la bandera del patriotismo. Una democracia puesta en tela de juicio en el 2011 por jóvenes que reclamaban una transformación profunda de las estructuras del Estado y una manera diferente de hacer política. Hay alternativas posibles. Así pues, urge alcanzar el verdadero Estado de derecho. Se precisa superar el capitalismo creando una base social con fuerza para transformar la sociedad. Tarea ingente según el autor cuando las propias instituciones tratan de transformar la frustración de la población en resignación. Navarro encuentra en el 15-M un brote de desobediencia civil y pacífica como un medio efectivo para la participación política y por consiguiente ideológica. Un instrumento para denunciar estructuralmente al sistema en su conjunto. Pero a la vez no renuncia la participación en las instituciones formales como instrumento para difundir sus ideas, para manifestar que se precisa un nuevo orden social que pueda enfrentarse y superar el que se nos quiere imponer. Tras su más que interesante estudio –publicado en 2008 junto a Tommaso Nencioni- sobre la actuación de los comunistas españoles en torno a lo que constituyó un parteaguas histórico, como fue la condena de la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia de Checoslovaquia en 1968, y su posterior obra sobre el PSUC y la política de alianzas antifranquistas durante la segunda mitad de la dictadura y el inicio de la Transición, Giaime Pala centra su último trabajo en los intelectuales comunistas catalanes. En concreto, en su a menudo confusa trayectoria a partir de las diferencias surgidas en la dirección del PCE –extendidas al PSUC- con motivo del punto de no retorno al que se llegó entre las posiciones optimistas de la dirección –con Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri a la cabeza- y el diagnóstico –realista para unos, pesimista para otros, incómodo a la par que disfuncional para la mayoría- al que llegaron, en base al análisis de la evolución socioeconómica de la España de inicios de los años sesenta, Jorge Semprún y Fernando Claudín. Mientras que el primero experimentó en Madrid los cambios derivados de una progresiva consolidación y bienestar de una clase media mayoritariamente despolitizada, el segundo, influido por los análisis de Semprún desde el interior, y a través de un debate iniciado con motivo de una conferencia suya sobre la problemática agraria –en el marco de Por último, al autor plantea la cuestión de la calidad democrática española, de la consolidación de una democracia débil y sesgada como fruto del camino que se optó en esa transición del régimen franquista al modelo democrático liberal. El proceso de cambio se debió al acuerdo de las élites militares, económicas y políticas del franquismo, a las concesiones de la izquierda y a la propia debilidad de la sociedad española. Ese carácter modélico que se plantea como virtud de nuestra Transición no tuvo en cuenta las deficiencias que conllevaban para la 190 Pala, Giaime, Cultura clandestina: Los intelectuales del PSUC bajo el franquismo. Granada, Editorial Comares, 2016, 184 pp. Por David Jorge (Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM) © Historia Actual Online, 42 (1), 2017: 169-193 Historia Actual Online, 42 (1), 2017: 169-193 un seminario celebrado en Arrás (Francia) en el verano de 1963- concluyó que la ruptura del orden capitalista tras el fin del franquismo se antojaba harto complicada, y lo que procedía era aceptar con realismo que lo que tendría lugar, en el mejor de los casos, sería una suerte de evolución controlada. Dado que Semprún estaba al frente del Comité de Intelectuales del PCE, dicho sector se vio ineludiblemente afectado y puesto en la encrucijada de decidir su adscripción a las tesis de la dirección, lo que mandaba la vertical estructura de un partido comunista, factor acentuado dadas las condiciones de clandestinidad y exilio del español (tesis recurrida siempre por un Carrillo que alegó su disposición al debate, siempre que éste se limitase a la intimidad del partido, evitando polémicas públicas consideradas como debilitadoras) o las de aquél que había contribuido decisivamente a la apertura del PCE a la universidad (con cooptaciones como las de Javier Pradera, Enrique Múgica, Ramón Tamames o Fernando Sánchez Dragó) y al mundo de la intelectualidad (desde Gabriel Celaya en la poesía, hasta Ricardo Muñoz Suay en el cine, pasando por otros ámbitos) con una eficacia reconocida unánimemente. Las divergencias se antojaban inevitables. La cuestión estribaba en la posición formal a adoptar, así como en el convencimiento real con que ésta se produjese –lo que influiría claramente en las firmezas y desafecciones en el tiempo-. La repercusión más notoria de la crisis del PCE en el PSUC fue la expulsión de dos destacados miembros del Comité de Intelectuales catalán: Jordi Solé Tura y Francesc Vicens. Denostación que no fue exclusiva de la dirección española, sino que tuvo sus apéndices catalanes de apoyo a la expulsión, con Josep Serradell o Gregorio López Raimundo a la cabeza como firmes defensores de las tesis carrillistas. El segundo de ellos, junto a su compañera Teresa Pàmies, cuestionaron abiertamente las tendencias centrífugas de aquellos intelectuales catalanes que se salían de la más firme fidelidad a la ortodoxia soviética. La adopción convencida de las tesis gramscianas, y del PCI en general –incluidas a menudo las de Togliatti-, que tanta influencia tenían entre el PSUC, constituían a menudo un elemento de inquietud entre una vieja guardia que consideraba que Moscú era el único centro de referencia del movimiento comunista interna© Historia Actual Online, 42 (1), 2017: 169-193 ISSN: 1696-2060 cional. Ni que decir tiene que el apoyo a tesis emanadas de fuentes ajenas al campo socialista era considerado directamente un error, como comprobó el historiador Josep Fontana con la crítica por parte de Pàmies hacia una reseña favorable que el historiador publicó acerca del clásico del hispanista Gabriel Jackson sobre la Segunda República y la Guerra de España. Al mismo tiempo, la crisis vino a marcar una nueva línea de acción para dichos intelectuales catalanes, más apegada al plano estrictamente cultural, y renunciando a una movilización política que ya había causado frustración tras el fracaso de las manifestaciones en protesta por el fusilamiento de Julián Grimau en la primavera de 1963. Una línea que los intelectuales de Madrid ya venían siguiendo tras la constatación del fracaso de la Huelga Nacional Pacífica de 1959. Dado que el PCE/PSUC constituía la única fuerza real de resistencia organizada al franquismo, la alternativa era el abandono de la misma. Un precio moral demasiado alto para la mayoría de intelectuales, por mucho que la crisis Claudín/Semprún produjese una brecha, que derivaría en crónica, entre estos y la dirección. Sin embargo, cabe enfatizar que no fue un problema derivado exclusivamente de la dirección del PCE. Se dieron también buenas dosis de sectarismo en el PSUC (Serradell, López Raimundo, Pàmies y un largo etcétera, entre el que se incluye incuso a un Manuel Sacristán que no titubeó en el momento de examinar severamente, en proceso conducente hacia la pertinente fustigación en forma de autocrítica, y aislar a aquellos en relación con el excomulgado Solé Tura). Una de las meritorias aportaciones de este trabajo es la constatación de que al debilitamiento de la importancia de los intelectuales del PSUC contribuyó, de forma importante, la decisión de la dirección de neutralizar las influencias de Claudín y Semprún entre las células sectoriales. Ello se hizo, como detalla Pala, mediante la desprofesionalización de las mismas, y a través del establecimiento de células interprofesionales cuya composición garantizase que en ninguna de ellas predominasen las tendencias de los renegados (hasta entonces, tanto en el sector de historiadores como en el de médicos se con- 191 Reseñas / Book reviews centraban las simpatías hacia las tesis de Claudín y Semprún). Un tema central en el libro que nos ocupa es el del papel del intelectual en política. Y, más concretamente, en el marco de un partido repartido entre las frecuentemente irreales visiones del exilio y la siempre cruda realidad de la clandestinidad. Unas condiciones clandestinas condicionantes de los debates en el partido –tanto en sus temas como en sus formas- y, sobre todo, de las condiciones en que éste se producía. La figura de Sacristán personifica los dilemas, evolución y amargo desencanto que experimentó buena parte de los intelectuales catalanes según se acercaba el final del franquismo. El entrelazamiento de factores personales con frustraciones colectivas fue aislando progresivamente a buena parte de los intelectuales comunistas, cuyo papel en la organización partidista nunca recuperó el peso previo a la crisis Claudín/Semprún. Si bien resulta claro que el estudio está concebido con voluntad de ligereza narrativa, se echa en falta una profundización en los orígenes del PSUC, en su papel durante la Guerra de España y en los años bajo liderazgo de Joan Comorera, posteriormente denostado mediante acusaciones de titismo. Acusaciones fundamentadas en el acento nacionalista y la voluntad de autonomía que imprimía al partido y que desde el PCE optó por cortar, ante el temor al fraccionalismo, mediante su expulsión en 1949. Se aprecia también cierto reduccionismo contextual en la parte inicial del trabajo, donde se mezclan tiempos y fases diferentes. No se menciona la reunión clave que Dolores Ibárruri, Francisco Antón y Santiago Carrillo mantuvieron con Stalin en el Kremlin, en 1948, y a través de la cual se explica la decisión de poner fin a la lucha guerrillera y llevar a cabo una labor de inserción en las estructuras legales del régimen franquista –lo que, con el tiempo, derivaría en el sindicato Comisiones Obreras-. Lo que acontece en 1956 obedece a otras razones. Desde diciembre de 1955 se ha producido, en la práctica, el relevo generacional en la cúpula del PCE. Las divergencias en torno al ingreso de la España de Franco en la ONU van a terminar motivando la cesión de la Secretaría General a Carrillo por parte de Ibárruri. Se trata de la toma del poder por parte de los cuadros que durante la Guerra 192 de España se curtieron en la JSU, en sustitución de una vieja guardia claramente desgastada en sus energías por los vaivenes de la guerra y el exilio. A ello se une la reflexión en torno al movimiento estudiantil que tiene lugar en la universidad madrileña en febrero de 1956, del cual Carrillo concluye la necesidad de encauzar la voluntad de unión de los hijos de los vencedores y de los vencidos en la guerra. Ése será el verdadero germen de la Política de Reconciliación Nacional impulsada a partir de entonces por la dirección del PCE, y que cambia de forma radical la estrategia del partido de cara al futuro de España. Sí capta bien Pala el relevo generacional que tiene lugar a partir de dicho año 1956. También se echa de menos, en un estudio de esta temática, un análisis de las dinámicas, movimientos, grupos y debates existentes en ámbito de la universidad catalana durante aquellos años. Resulta fundamental el estudio de los textos publicados en los órganos de expresión del PSUC, algo que Pala lleva a cabo de forma muy satisfactoria; sin embargo, no parece suficiente si lo que se pretende abordar es el marco de la intelectualidad en su conjunto. Cabría también, desde luego, comparar las posiciones planteadas en Nous Horitzons con aquellas que tuvieron cabida en las revistasà delà pa tidoà he a o à español,à o oà Realidad y, sobre todo, Nuestra Bandera. Resulta discutible que elà i elàdeà alidad àdeàNous Horitzons no tenga o pa a ió à o à i gu aàot aà e istaà ultu alà delà PCE ,à o oà afi aà Pala.à Basteà e o da à Nuestras Ideas o su sucesora, Realidad, en cuyas páginas precisamente tuvo su origen parte de la crisis Claudín/Semprún, lo que convendría recoger en un libro de la temática que nos ocupa. La polémica surgió en el otoño de 1963, a raíz de la publicación del primer número de dicha revista y la inclusión en la misma de un a tí uloàpo àpa teàdeàClaudí ,àtituladoà Laà e olu ió àpi tó i aàdeà uest oàtie po ,à àlaàposterior réplica del pintor y muralista Josep Renau. Mientras el primero defendía el arte humanista –incluyendo la comprensión hacia el arte abstracto, tan mal visto desde Moscú-, el otro abogaba por la ortodoxia del realismo soviético. Para la dirección del PCE, tal artículo fue una nueva constatación del desviacionismo en que consideraban estaba cayendo Claudín, que ya © Historia Actual Online, 42 (1), 2017: 169-193 Historia Actual Online, 42 (1), 2017: 169-193 había causado alerta aquel verano con su intervención en el ya mencionado seminario. ISSN: 1696-2060 tanto rememoraría Semprún-, en los alrededores de Praga. Ofrece Pala un buen análisis acerca de los orígenes y trayectorias de los principales intelectuales del PSUC. Se detiene fundamentalmente, como resulta lógico, en uno de sus más notables representantes, el ya mencionado Sacristán. Pero tampoco deja de lado el compromiso y evolución de otros militantes encuadrados en el Comité de Intelectuales catalán. Además de ello, se captan con acierto los disensos generacionales entre quienes habían vivido la guerra y aquellos nuevos miembros ingresados en la clandestinidad de los años cincuenta. Divergencias que desde la dirección del partido se interpretaban como fruto de una debilidad ideológica derivada del origen mismo del PSUC,à aà laà falta de tradición marxista en Cataluña [y] a la fuerte influencia nacionalista y anarquista entre laà laseà o e a ,à o oà apu ta aà Lópezà ‘aimundo ante el Comité Central en 1956, año clave en el viraje estratégico de los comunistas españoles, tras el ascenso de Carrillo al liderazgo de los mismos y la promulgación de la Política de Reconciliación Nacional. Y, si bien el movimiento anarquista había desaparecido prácticamente del mapa de oposición organizada al f a uis o,àelàpesoàdeà d adasàdeà a io alisoà u gu s à seguíaà a a doà elà problema nacional català à pa aà losà di ige tesà delà P“UC.à También para la dirección del PCE, con Carrillo instando a luchar por arrancar definitivamente de las manos de la burguesía nacionalista la bandera del catalanismo. Los debates en el PSUC enmarcados dentro de la cuestión del catalanismo, tanto a nivel político como socioeconómico, así como las frecuentes brechas entre intelectuales/universitarios y el sector obrero, se ofrecen en el volumen a través de una buena síntesis explicativa. En definitiva, el estudio de Pala constituye una notable contribución al conocimiento de la nada cómoda situación a la que los comunistas vinculados al PCE y al PSUC tuvieron que hacer frente tras la crisis de 1963-1965, derivada de las divergencias planteadas por Claudín y Semp ú ,à a uellosà i tele tualesà o à a ezaà deà ho lito à aà losà ueà seà efe íaà Pasio a iaà e à elà Co g esoàdelàPCEà ele adoàe à 9 4àe àelà antiguoà astilloà deà losà e esà deà Bohe ia à –que © Historia Actual Online, 42 (1), 2017: 169-193 193