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LAS AGUAS CELESTIALES
Arqueoastronomía*
E
N LA ACTUALIDAD, LOS TELESCOPIOS ASTRONÓMICOS más
potentes son instalados en las partes más altas de una región; las montañas son un buen
lugar para evitar las distorsiones atmosféricas que afectan la visión del
universo. En México, hace 1500 años, los astrónomos llegaron a la misma conclusión; eligieron el Nevado de Toluca para instalarse y observar
los astros y los fenómenos naturales. ¿Qué evidencia tenemos para hacer tal afirmación? Nada menos que el hallazgo de un monumento que
se resistió al tiempo, al frío y al abandono. Se trata de una estela encontrada, en 1962, en el cráter norte de este volcán. Su descubrimiento y las
conjeturas que llevaron a su interpretación son el tema de este artículo.
En 1989, recorrí el Nevado de Toluca con los alumnos del curso de
Arqueología en Alta Montaña, de la Escuela Nacional de Antropología e
Historia ( ENAH). Íbamos en busca de información, por lo que entrevistamos a vecinos y a guardabosques del lugar. Uno de ellos, ahora ya
jubilado y de nombre don Bernardino, nos refirió:
Hace añ os, m ás arriba del Paso del Quetzal, com o quien va para el Pico
El Águila, se en con tró un a piedra labrada, de ésas de an tes, bien bon ita
y gran de. Un grin go se la llevó y ya n ada supim os de ella.
Una sensación de pesadumbre nos invadió, aunada a la frustración por
el saqueo y a la incertidumbre ante el destino desconocido del objeto
arqueológico y la pérdida de su información. Pasó el tiempo y nos olvidamos del asunto; es más, llegamos a dudar de esa historia.
En 1991, la señora Ofelia Fernández de Guzmán, interesada siempre
por la arqueología y conocedora del Nevado de Toluca –que junto con
su esposo buceaba en las lagunas cercanas desde la década de 1960–,
nos llevó hasta un sitio en el borde norte del cráter. Ahí encontramos
cerámica prehispánica, fragmentos de obsidiana y huellas de ofrendas
recientes, consistentes en arreglos florales y veladoras. En el extremo
oeste, había mojoneras de medio metro de altura. Concluimos que se
trataba de un sitio de rituales campesinos tanto antiguos como contemporáneos. Registramos el lugar con el nombre que le daban los que ya
lo conocían: El Mirador, y le asignamos la clave NT -03.
En el año 2001, acompañado también de estudiantes de arqueología
de la ENAH, regresé a El Mirador, y comprendimos la razón de su nombre: desde ahí es posible mirar el Popocatépetl, el Iztaccíhuatl, el monte Tláloc y el Ajusco. Es un paisaje extraordinario y distante, que no
pudimos apreciar durante la primera visita porque una ventisca hacía
que la visibilidad fuera escasa.
Un año después, de vuelta de Ixtapan de la Sal, un fenómeno singular nos llamó la atención: el Sol se ocultaba entre los altos picos del
Nevado de Toluca; nos encontrábamos cerca de Teotenango, y era el
mes de marzo. Pensamos que tal vez podría existir una relación entre
Teotenango y el ocaso del Sol detrás del Nevado de Toluca durante el
equinoccio de primavera. Este suceso y el de los efectos de luz y sombra que, por ejemplo, se producen en la pirámide de El Castillo, en
Chichén Itzá, son significativos.
* Ism a e l Ar t u r o
Mo n t e r o Ga r cí aa,
Su bdir ección de
Ar qu eología
Subacuática, INAH .
Izqu ierda:
Los picos Heilprim vistos
desde el sitio El Mirador, al
amanecer del día de paso
cenital del Sol, mayo 16 de
2007 (Ileana Cruz).
O BSERVACIONES CELESTIALES
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Para comprobar nuestra hipótesis, fuimos a Teotenango durante el
equinoccio de primavera. Antes del ocaso recorrimos el museo de sitio,
asesorados por el arqueólogo Martín Mondragón. Ahí nos mostró una
estela que había sido hallada en el Nevado de Toluca años atrás. ¿Sería
acaso la enigmática «piedra labrada» cuya existencia nos fue revelada
por don Bernardino? La investigación nos llevó a un artículo publicado
po r Pilar Luna ( 2000) , en el que c itaba un do c um ento de No em í
Quezada, de 1972:
En un a visita al Xin an técatl, el profesor Otto Sch ön dube localizó en la
orilla del cráter un a estela del Posclásico tardío fragm en tada y ya m uy
deteriorada. La piedra represen taba a un person aje del que se aprecian
las piern as y el torso cubierto por un a gran «estrella», así com o algun os
n u m er ales m exicas, qu e n o se h a p odido deter m in ar a qu é fech a se
refieren (Quezada, 1996:63).
Era fundamental ponernos en contacto con el arqueólogo Otto Schöndube
para confirmar si la estela del museo de Teotenango era la que él había
bajado años atrás. Schöndube, galardonado arqueólogo jalisciense, nos
ratificó su hallazgo y, para comparar la pieza y poder dar con el lugar
exacto del descubrimiento, nos entregó unas fotografías del momento
del salvamento, ocurrido en 1962. Con esas fotografías como guía, recorrimos la arista norte del cráter, y después de varios días de búsqueda
encontramos el sitio. Habían pasado 40 años y sorprendentemente los
cambios en el paisaje eran mínimos. Estábamos en El Mirador. Ahora
to do c o nc o rdaba: la e ste la de Te o te nango e ra la re c upe rada po r
Schöndube, sin duda la misma de la que nos habló don Bernardino, y,
coincidentemente, era el lugar que la señora Ofelia Fernández nos había mostrado.
Conforme avanzó la investigación, hallamos más referencias: una
en la tesis de Carlos Álvarez y otra en un artículo del mismo autor
publicado en 1983. En ambos documentos se afirma que la escultura
corresponde a la tradición cultural de Teotenango, del periodo Epiclásico,
asumiendo la analogía de un par de motivos iconográficos compartidos
con la Lápida Trapezoidal de Teotenango, del edificio 2D (Álvarez, 1983:
242) .
Al consultar al arqueólogo Stanislaw Iwaniszewski (comunicación
oral, 2002) sobre la iconografía de la estela, nos dijo que lo que se
aprecia en la parte central no es una estrella, sino la representación del
Sol, como se ilustra en el Códice Borgia . Posteriormente, al revisar el
Códice Nuttall (pág. 26), encontramos otra analogía con el Señor-LluviaSol. En el Códice Borgia (pág. 27), otra imagen sugerente es la de Tlapayahua,
Comparación de fotografías
tomadas con 40 años de
diferencia:
A. Estela recuperada por
Schöndube en 1962;
B. Prospección arqueológica
2002 (Arturo Montero).
70
LAS AGUAS CELESTIALES
Arriba:
Según relata el vulcanólogo
Claus Siebe, fueron sus padres
quienes descubrieron la estela
en 1961, y lo notificaron a
Otto Schöndube, el cual se dio
a la tarea de extraerla para su
resguardo (familia Schöndube,
1961).
Derecha:
La pieza es una escultura al
bajorrelieve bien trabajada,
de buena ejecución y estilo,
y se denomina «Estela del
Nevado de Toluca».
Lamentablemente, está
mutilada en su parte
superior. Dimensiones: 143
cm de alto, 40 cm de ancho
y 18 cm de espesor (Arturo
Montero).
Sol
Cola
felina
Fecha «2
casa».
Pierna
Rodilla
Sonajeros
Pie-garra
Izqu ierda:
Detalle iconográfico.
O BSERVACIONES CELESTIALES
71
Izqu ierda:
a) Tonatiuh, dios del Sol,
con su característico disco
solar a la espalda, Códice
Borgia; b) El Señor-LluviaSol, Códice Nuttall;
c) Tlapayahua, el límite
entre el día y la noche,
Códice Borgia; d) El Sol sale
de una montaña que marca
el límite entre el día y la
noche, Códice Vindobonense
(p. 17).
Arriba:
Tlalchi Tonatiuh, el Sol
cercano a la Tierra, según el
Códice Borbónico , lám. 16.
Para Gómez Gastélum (comunicación oral, 2002), a las
olivas se les ha retirado la espira y sólo presentan el último giro para el sonajero.
1
72
LAS AGUAS CELESTIALES
el límite entre el día y la noche con la presencia de Tláloc. Sin embargo, la imagen más parecida se registra en el Códice Vindobonense (págs. 17
y 23), la cual ilustra la región por donde sale el Sol.
Asumiendo que la figura mencionada representa al Sol, cabe ahora
preguntarse qué personaje lo porta en el abdomen. Al revisar el Tonalamatl
del Códice Borbónico, podemos ver (lám. 16) al regente de la decimosexta
sección, el Tlalchi Tonatiuh, el Sol cercano a la Tierra, la frontera entre
la luz y las tinieblas (Seler, 1988, t. I:149 y ss). Tlalchi Tonatiuh encarna
al Sol como precioso bulto mortuorio en las fauces de la Tierra; es la
puesta del Sol.
Ahora bien, si desde Teotenango la cima mayor del Nevado de Toluca
coincide con la puesta del Sol durante el equinoccio, estas líneas vienen al caso, pues subrayan la relación entre la estela, Teotenango y la
montaña donde la metáfora del declive cobra sentido con la muerte del
Sol durante el ocaso. Tal vez el horizonte del atardecer fuera importante dentro del año agrario para una fase productiva; por ejemplo el otoño
–muerte–, con la cosecha en el mes Tepeilhuitl, el mes de los montes,
cuando se recogen los frutos de la tierra, y ésta queda como muerta; la
muerte con descendencia en los frutos, o bien con algún rito a Xipe
Totec en espera de la primavera como un amanecer. Las garras y la
cola de felino que pasa entre las piernas del personaje representado en
la estela son elementos iconográficos que conducen a motivos terrestres propios de Tlalchi Tonatiuh, en su advocación del Sol cercano a la
Tierra.
Estimamos que entre las piernas del personaje se representa la fecha calendárica «2 casa». Posiblemente es el nombre del protagonista,
que podría ser un sacerdote. Singular es la terminación del numeral «2»
en un elemento bifurcado. Para Francisco Rivas (comunicación oral,
2002), puede tratarse de una raíz, como se aprecia en los murales de
Teotihuacán (Berrin, 1988:139-142, placa 1A -F) y en los relieves de la
escalinata del Templo de las Serpientes Emplumadas de Xochicalco
(López Luján, 1995:75). Los adornos que cubren las piernas y los tobillos son similares a los que portan algunos individuos plasmados en las
pinturas de murales de Cacaxtla, y tal vez sean olivas de caracol 1 utilizadas como sonajeros. Por los trazos del numeral del glifo de casa, los
numerales y los adornos, se corrobora que corresponde al Epiclásico.
Entre la geografía y la estructura celeste, las estelas tenían funciones relacionadas con el calendario y la astronomía; se empleaban como
marcadores o como puntos de observación y mantenían una memoria
colectiva de una estructura de larga duración que, como una información pasiva, se reactivaba cuando entraba en relación con el paisaje
c irc undante. Así pue s, había que reto rnar a El Mirado r. Cálc ulo s
astronómicos previos señalaron el alineamiento de este lugar con los
Picos Heilprin Norte y Sur para el día de paso cenital del Sol durante el
amanecer. ¿Sería posible que un suceso como el registrado en Xochicalco
se avistara también en el Nevado de Toluca? En Xochicalco, cuando el
disco solar pasa por el cenit, el Sol sale por detrás del Popocatépetl al
amanecer (Morante López, 1990).
El paso cenital del Sol es un fenómeno natural que ocurre cuando la
posición del astro es completamente vertical, ocupando el lugar más
alto en el cielo. Esto sucede únicamente dos días al año, durante los
cuales no se proyecta sombra lateral alguna al mediodía. El fenómeno
sólo es perceptible en las regiones situadas al sur del Trópico de Cáncer
y al norte del Trópico de Capricornio; más al norte y más al sur, el Sol
nunca llega al cenit. La fecha difiere según la latitud, lo cual obedece a
la inclinación de la Tierra; así pues, el Sol ilumina a plomo distintas
zonas del planeta en diferentes fechas. El Mirador se ubica a 19º 06’
47.2’’ de latitud norte y le corresponde el paso cenital los días 16 de
mayo y 27 de julio.
Nuestro ascenso al Nevado comenzó antes del amanecer del 27 de
julio de 2002. La verificación de los cálculos nos dejó impresionados
ante el fenómeno que presenciamos, al ver salir el Sol entre los Picos
Heilprin. El Mirador hacía justicia a su nombre.
Es necesario advertir que el lugar en donde se encontró la estela
corresponde al borde interior del cráter. Por esto y por el estado en el que
se hallaba la pieza hace pensar que primero fue quebrada y luego arrojada a la pendiente, separándola del punto original donde se realizaba
Arriba:
Abajo:
Desde el sitio arqueológico
El Mirador, el Sol sale en la
horqueta natural que
conforman los Picos
Heilprin Norte y Sur para el
día del paso cenital.
(Jorge Espinosa, 16 de mayo
de 2007).
Debido a la inclinación de la
Tierra, el Sol ilumina
perpendicularmente
distintas regiones del
planeta –entre los trópicos
de Cáncer y Capricornio–
en diferentes fechas, este
fenómeno sólo sucede dos
días al año, en nuestro caso
acontece el 16 de mayo y el
27 de julio, cuando al
mediodía el Sol no proyecta
ninguna sombra lateral,
posiblemente la estela
puesta a plomo servía como
un gnomon (reloj solar) para
marcar este suceso
(Gamaliel FM).
O BSERVACIONES CELESTIALES
73
la observación. Infructuosamente hemos buscado más fragmentos. El
hecho de no estar en su posición original hace suponer que fue un acto
deliberado que se perpetró en tiempos remotos. Posiblemente, debido a
las disputas locales, este emblemático recinto sirvió para hacer merma
a los enemigos, que, al parecer, era costumbre en el México antiguo,
tal y como sucedió en el monte Tláloc:
[…] y que en tiem po de las guerras an tiguas en tre Guaxocin go, y México y Tlascala y Tezcu co, los de Gu axocin go, p or h acer en ojo a los de
México, h abían qu ebr ado el dich o ídolo Tlaloc en la dich a sier r a […]
(Góm ez de la Puen te, 1968).
No se descarta otra hipótesis de que durante el Virreinato el celo religioso de los evangelizadores haya sido la causa de la destrucción de la
estela.
Si bien es cierto que el sitio había sido localizado, quedaba por resolver el punto exacto en donde fue alzada originalmente. Nos dimos cuenta
de que un movimiento sobre la arista del cráter o parteaguas, en dirección NO -SE, modificaba significativamente la posición del Sol entre los
Picos Heilprin, lo cual ocurre por la proximidad entre el punto de observación y los picos, que es de 1600 m, y no así con los elementos distantes del paisaje, como son los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl, a 117
km. Calculamos que una variación de 40 m resultaba en un grado de
diferencia, que es el mismo valor entre ambos picos. Esto demuestra
que los astrónomos del pasado, siguiendo una práctica de ajuste y búsqueda, enfatizaron un lugar a partir de una escala cenital que destacaba la horqueta natural formada por los picos para acomodar el Sol de
forma exacta. Estos picos son los marcadores de precisión de un horizonte crítico por su proximidad. De esta manera, el paisaje adquiría un
perfil ideal: una estructura fiel para la observación (Montero, 2004b:150).
Al igual que en el pasado, seguimos un proceso de ajuste y búsqueda para determinar la posición óptima. Apoyados en el cálculo y la
prospección, encontramos factible una ligera elevación de superficie
aplanada c o n m ate rial arque o ló gic o , ubic ada e n λ 99º 45’14.7"
ϕ19º 06’47.2’’, a 4335 msnm, distante 80 m del lugar en el que se halló
la estela.
La propuesta de asociar el paso cenital del Sol para ajustar el calendario al año trópico no es reciente en la literatura arqueológica. Algunos investigadores sostienen que no hay necesidad de registrar el año
bisiesto para un calendario de horizonte; sólo se promedian las posiciones para calibrar el año tomando en consideración la fecha de inicio de
la cuenta. En un calendario promedio de 365.25 días, el Sol no aparece
siempre en el mismo lugar, porque hay una oscilación anual de 20
minutos, o sea 2/ 3 de disco solar. 2 A simple vista, 1/ 3 de disco solar es
perceptible con una «luneta», porque menos de 10 minutos de arc o
es muy difícil de valorar. 3 Por ejemplo, los mayas del periodo Clásico
no tenían año bisiesto, porque no había la manera de intercalar un día
adicional para hacer coincidir la fecha del año solar con el ritmo de las
estaciones. Hay que distinguir, por lo tanto, que una corrección en el
calendario es un problema que todas las civilizaciones han sufrido, y
que en Occidente representó un inconveniente que el papa Gregorio XIII
tuvo que solucionar en 1582, al sustituir el calendario juliano para
eliminar un desfase de 10 días producido desde el Primer Concilio de
Nicea en el año 325. Tal desfase provenía de un inexacto cómputo del
74
LAS AGUAS CELESTIALES
El disco solar tiene 32 minutos de diámetro.
2
Posiblemente en la antigüedad observaban el Sol a través
de un vidrio de obsidiana o de
una mica.
3
número de días con que cuenta el año trópico. Según el calendario
juliano, que instituyó un año bisiesto cada cuatro, el año trópico estaba
c o nstituido po r 365.25 días, m ie ntras que la c ifra c o rre c ta e s de
365.242189 días. Esa diferencia, que a través del tiempo acumuló el
error de 10 días, procede del hecho de que la traslación de la Tierra
alrededor del Sol no coincide con una cantidad exacta de días de rotación de la Tierra alrededor de su eje.
Una solución pragmática para quedar al margen de esta situación es
lo que suponemos hicieron los astrónomos prehispánicos en el Nevado
de Toluca al calibrar el calendario a través de la posición del Sol con
referencia al marcador de horizonte, que es la horqueta natural de los
Picos Heilprin, para un momento específico determinado por el paso
cenital del Sol. Todo procedimiento científico requiere de una comprobación, y esos astrónomos lo lograron al articular dos sucesos para un
mismo día: la salida del Sol entre los Picos Heilprin y la ausencia de
sombra lateral en la estela al mediodía. De esta manera, la estela funcionó no sólo como marcador, sino también como un gnomon.4
Además de estos elementos que implican el conocimiento del año
solar, no dudamos de que registraran los ciclos de Venus, de las Pléyades
y parcialmente el de la Luna, a diferencia de los mayas, los cuales
tuvieron un conocimiento muy completo de estos periodos. Aunque en
el centro de México no se conoce ningún registro de tipo lunar, es
posible suponer que en toda el área mesoamericana existía cierta familiaridad con estos cómputos. En el Altiplano central, la cuenta lunar
nunca fue integrada directamente en la estructura del calendario, sino
que era un sistema puramente solar, al que los mexicas denominaban
xihuitl. El xihuitl de 365 días proporciona las referencias cronológicas para
las actividades de la sociedad en su conjunto; al mismo tiempo se contaba con un calendario místico de 260 días, al que llamaban tonalpohualli,
utilizado para realizar horóscopos y predicciones. En Mesoamérica la
Iztaccíhuatl.
Se hace referencia a un objeto alargado cuya sombra se
proyectaba sobre una escala
graduada para medir el paso
del tiempo.
4
Popocatépetl.
Picos Heilprin
Sitio El Mirador.
Derecha:
La línea muestra el
alineamiento solar del sitio
El Mirador, en relación con
los picos Heilprin para el
día del paso cenital (Arturo
Montero/ SAS-INAH ).
O BSERVACIONES CELESTIALES
75
unión de ambos sistemas produjo ciclos de 52 años de duración denominados xiuhmopilli o atadura de años. En cuanto al tonalpohualli, hasta el
momento no se ha podido aclarar satisfactoriamente si estaba basado
en la observación de la naturaleza o si resultaba más bien de la combinación de los ciclos rituales de 13 por 20 días. No obstante, en el estudio sobre el horizonte visible desde El Mirador, las constantes 105 y 260
(260 [tonalpohualli] + 105 = 365 [xihuitl]) son perceptibles, considerando la
diferencia de 105 días que hay entre el orto solsticial del 21 de junio y la
salida del Sol por detrás del Popocatépetl para el 4 de octubre, lo cual
abre una línea de investigación respecto a las posibilidades que guarda
este horizonte.
Si hacemos conjeturas con los números como un mero ejercicio conceptual, tenemos, por ejemplo, que para el Templo Mayor, el Sol desciende
al inframundo a través del horizonte, alineado con el gran templo. Esto
sucede el 9 de abril y el 2 de septiembre. Después del ocaso del 9 de
abril, transcurren 73 días para que el Sol llegue al solsticio de verano el
21 de junio; a partir de ese momento el Sol regresará a la segunda
alineación con el Templo Mayor el 2 de septiembre. El número de días
transcurridos del 2 septiembre al 9 de abril es de 219, o sea tres veces 73.
Es decir, de acuerdo con Galindo Trejo (2000), la alineación mexica
desde su gran templo divide al año en una relación de 2/ 3. Fuera de la
curiosidad numérica de que 73 es la única división exacta del año en 365
días entre un dígito, el 5, justamente en el periodo de 52 años ( xiuhmopilli)
de 365 días ( xihuitl), caben 73 años rituales de 260 días ( tonalpohualli).
Por otra parte el periodo sinódico 5 de Venus es de 584 días, el cual
queda expresado como ocho veces 73. Por lo tanto, una sucesión de
76
LAS AGUAS CELESTIALES
Tiempo promedio observado
desde la Tierra de un ciclo
completo de apariciones como
estrella de la mañana y de la
tarde, y de las dos desapariciones debido a su cercanía
con el Sol.
5
Abajo:
Calendario de horizonte del
sitio El Mirador.
Izqu ierda:
Calendario de horizonte al
poniente de Teotenango,
visto desde la Estructura “1A” (Arturo Montero, 2002).
puestas de Sol están separadas justamente por un periodo sinódico de
Venus. Así que observar tal sucesión de ocasos solares permitió a los
astrónomos mexicas calibrar minuciosamente este periodo esencial.
Un caso similar sucede en nuestro horizonte: la diferencia de días entre los pasos cenitales es de 73 días; otros 73 días y el Sol aparece en el
sinclinal visual entre el Popocatépetl y el Pico Sahagún; 73 días más y
estamos en el solsticio de invierno y así regresamos al sinclinal, para
retornar al primer paso cenital del 16 de mayo.
Estos son los juegos de los números y las posibilidades que demuestran que el recinto El Mirador fue elegido con sumo cuidado para tener
cierta coincidencia de conceptos calendáricos, astronómicos y rituales,
donde el valor «73» hace conmensurables los ciclos sinódicos de Venus
con el año solar de 365 días. Aún queda por investigar la combinación
de los fenómenos solares con los estelares, particularmente con el orto
heliaco de constelaciones o estrellas cuando éstas anunciaban el primer paso del Sol por el cenit o durante el equinoccio con Orión y con
las Pléyades para el solsticio de verano, así como el periodo sinódico de
la Luna como un tiempo recurrente que es inalterable y que sin duda
tuvo sus equivalentes en la vida cotidiana.
La observación del primer paso del Sol por el cenit durante el mes de
mayo establecía la vinculación con la llegada de las lluvias, e indirectamente también con las actividades sociales. Los objetivos de este tipo
de observaciones, hechas por los astrónomos durante una paciente labor de siglos, estaban íntimamente vinculados con la vida económica y
con el cumplimiento de los ciclos agrícolas, de lo cual derivaba también la importancia del calendario. Al mismo tiempo, el calendario
regulaba la vida social, y su dominio fue importante en la legitimación
del poder de los sacerdotes/ gobernantes.
Con la estela se demuestra la deificación del tiempo y del paisaje.
Su posibilidad antropomórfica expresa la construcción simbólica del
tiempo, que, con sus rasgos de jaguar, nos introduce a la fenomeno logía del tremendis,6 donde se apela al temor y, por lo tanto, a la autoridad y al poder. La estela es un símbolo de supremacía que ordena el
En las interpretaciones de la
plástica hay mecanismos gen e rale s de l in c o n sc ie n te
universal y supraperso nal
que Jung denominó “inconsciente colectivo”.
6
O BSERVACIONES CELESTIALES
77
espacio y el tiempo. ¿Acaso entre las piernas
de l pe rso naje se c o nm e m o ra una fe c ha de
inicio? ¿Marcaba el inicio de una era que forjó una identidad?
La utilidad de El Mirador radicaba justamente en su capacidad para descifrar el movimiento
de l So l, ade m ás de re pre se ntar la e xiste ncia del tiempo como un mecanismo de adaptación al espacio y expresar el movimiento del
Sol como una escritura celeste que los hombres podían interpretar. Todo el entorno al sitio
–lagos, astros, valles, nubes, granizo, picachos,
nieve, etc.– comprende un paisaje que argumenta una realidad, y que a su vez resume el
modelo del universo. Era un espacio absoluto
porque era sagrado.
A la par del encuentro con la estela, la observación del Nevado de Toluca desde Teotenango 7
para el o c aso tam bién es relevante. Desde
marzo de 2002 realizamos la lectura espacio/
tem po ral so bre punto s bien definido s, a lo s
cuales el Sol retorna de manera cíclica, indagando la po sibilidad de un m arcado r de ho rizo nte que, utilizando la m o ntaña, sirviera
como referencia para señalar con exactitud el
cómputo del tiempo, que en la época prehispánica era un ejercicio relativamente fácil para
determinar la duración del año trópico.
Para efectuar la lectura empleamos los edificios «1A» y «1B» como puntos de observación,
po rque, al igual que la pirám ide del So l en
Teotihuacan y el Templo Mayor en la ciudad
de México, las estructuras preponderantes de
Teotenango miran al poniente.
Lo s resultado s m ás im po rtantes so bre el
estudio de este calendario de horizonte apuntan a la puesta del Sol para el equinoccio en la
cúspide de la montaña, el Pico del Fraile, y
para el solsticio de verano sobre la cima del
Cerro Putla, al cual Basurto (1977:67) traduce
c o m o «c am arada» o «c o m pañero », que parec e c o herente: el c o m pañero del Nevado de
Toluca. La preferencia por el solsticio estival
está relacionada con la época de lluvias, en
tanto que el equinoccio pudo ser calculado por
la cuenta media de los días entre los solsticios,
que son los puntos distales como la mitad del
año. Para efectuar sus cálculos, los teotenangas
pudieron apoyarse en un gnomon.
Teotenango se inició como
una ciudad religiosa con rasgos teotihuacanos y reminiscencias de Xochicalco, y se
convirtió en una entidad militarista para el año 1150 d.C.
Alcanzó su apogeo del 750 al
1162 d.C.
7
Derecha:
La Luna corona los picos de
la arista sureste del Nevado
(Alejandro Boneta).
78
LAS AGUAS CELESTIALES
A partir de estos resultados, inferimos que
la elección de la edificación de Teotenango en
el sitio específico que actualmente ocupa fue
determinada por la orientación, que permitía
computar el tiempo y fijar las fechas del ciclo
agrícola anual con base en la relación, para
ellos comprobada, entre eventos astronómicos
y determinados perfiles conspicuos del terreno, entre los que destacan el Nevado de Toluca
y el Cerro Putla.
Es cierto que las construcciones de funciones seglares están orientadas de acuerdo a necesidades prácticas, pero los edificios dedicados a las actividades ceremoniales obedecían
a ideas basadas en la cosmovisión, es decir, en
las creencias del funcionamiento del universo.
Estas ideas llegaron a ser particularmente importantes y sofisticadas en el México antiguo.
Por lo tanto, no es de extrañar que los preceptos religiosos dictaran la disposición de la traza del complejo ceremonial de Teotenango.
La sociedad de Teotenango fue una comunidad obsesionada por el calendario y la astronomía. Así lo demuestran la «Estela de Teotenango » y las e sc ulturas que re pre se ntan a
Venus; además de un eclipse que parece corresponder al suceso del año 1325 d.C. (Galindo
Trejo, 2000), que por su impacto social fue registrado al bajorrelieve en un talud de la urbe.
Ya sean los edificios de Teotenango, o la estela proveniente de El Mirador, ambos emplazamientos nos conducen a la construcción y representación de un modelo de tiempo, donde la
duración no es tan importante como lo es la secuencia; secuencia de las actividades agrícolas,
en asociación temporal con actividades y representaciones fenoménicas que destacaban la duración del año y no tanto una fecha. La posición
del Sol sobre el horizonte marcaba los tiempos.
Con la introducción del calendario cristiano
después de la Conquista de México, los marcadores de horizonte perdieron su razón de ser.
El observatorio solar en el majestuoso volcán
fue olvidado, pero quedaron las pirámides mirando a la montaña. Ahí están como testigos
las estelas; los contornos de la montaña persisten; está el Sol y están los astros, que ahora nos
acompañan para demostrarnos cómo aquellos
hombres lograron descifrar el universo.
O BSERVACIONES CELESTIALES
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154
LAS AGUAS CELESTIALES
P RESERVANDO PARA LA POSTERIDAD
155
Referencias
Acuña, R.
1986 «Relación geográfica de Temazcaltepec», en Relaciones Geográficas del siglo XVI, segundo tomo, Instituto de Investigaciones
Antropológicas, UNAM, México, D. F.
Albores, B.
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AIM
AMCELA
apunte
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BUAP
CEPANAF
cfr.
CNCPC
CONABIO
CONACULTA
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CONAFOR
CONANP
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Instituto Nacional de Bellas Artes.
INEGI
Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática
Ma
Millones de años.
MO
Materia orgánica.
N. del E. Nota del editor, no corresponde al texto del autor.
PNNT
Parque Nacional Nevado de Toluca.
PROBOSQUE Protectora de Bosques del Estado de México.
Red MexLTER
Re d Me xic ana de Mo nito re o de Estudio s
Ecológicos a Largo Plazo.
SAG
Secretaría de Agricultura.
SARH
Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos.
SAS-INAH
Subdirección de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
SMAGEM
Sec retaría de Medio Am biente del Estado de
Mé xic o .
SEMARNAT Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
SINAFO
Sistema Nacional de Fototecas.
UAEM
Universidad Autónoma del Estado de México.
UNAM
Universidad Nacional Autónoma de México.
U. K.
Reino Unido.
IGECEM
ABREVIATURAS
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