Región y Sociedad
ISSN: 1870-3925
[email protected]
El Colegio de Sonora
México
Contreras Delgado, Camilo
Mobilidad laboral geográfica en un antiguo enclave minero
Región y Sociedad, vol. XI, núm. 18, julio-diciembre, 1999
El Colegio de Sonora
Hermosillo, México
Available in: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=10201803
How to cite
Complete issue
More information about this article
Journal's homepage in redalyc.org
Scientific Information System
Network of Scientific Journals from Latin America, the Caribbean, Spain and Portugal
Non-profit academic project, developed under the open access initiative
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
Derechos reservados de El Colegio de Sonora,
/
ISSN
NO.
1 8 .1 9 9 9
0188-7408
Movilidad laboral geográfica en un antiguo
enclave minero. La inversión de un
m ercado de trabajo local
Camilo Contreras Delgado*
Resu m en : Este artículo exam ina los facto res internos y externos a
una localidad que son copartícipes en la estructuración y
restructuración de su mercado de trabajo local.
A partir de la revisión de la historia social y
económica del lugar, se destaca su tránsito de enclave
m in ero a lugar de residencia de mineros y trab ajad o res de
m aq u ilad o ras.
En este caso, se presenta la constitución de los mercados de trabajo locales como un resultado del encuentro
de las condiciones del lugar de residencia de los trab ajad o res
y el lugar donde se encuentra el centro de trabajo. De aquí que
la movilidad laboral geográfica ap arezca como una de las
tácticas de los sujetos ante una situación de desempleo.
Abstract:This article exam ines the internal and external local factors shaping the stru ctu ring and restru ctu ring of a local
labor market.
By reviewing the social and economic history of
the commu n ity, this article underlines its transition fro m
* Pro fesor Investigador de El Colegio de la Frontera Norte en la Ofi ci n a
Regional de Mon terrey, N. L. Te l. ( 0 1 8) 34 8 -73 -66 y 67; 3 4 6 - 6 2 - 5 7 . Fa x :3 3 3 - 1 6 2 6 . Dom icilio postal: Argen tin a 26 0. Co l. Vista Her m o sa. Mo n t e rrey, N. L. C. P.
6 4 6 2 0 . Co rreo electrón ico: co le fm t y @ i n fo se l. m x
74
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
/
NO.
18. 1999
a m ining setting to a residence place for m iners and
m aquila wo rkers.
In this case, the constitution of local labor m arkets
is presented as a result of the condition encounter of
both wo r kers residence place and the location of the
work place. This is a reason explaining why geograp h ical
labor m obility com es to be an actor tactic to face unemp loym en t.
In tr o d u cció n
Minas de Barroterán fue una de las últimas localidades fo rm adas en
la cuenca carbonífera coahuilense. Su rgida a finales de la década de
los cuarenta del siglo XX, desde esa fecha y hasta 1989 vivió de la
explotación y beneficio del carbón m ineral. En ese perio d o, Min as
de Barroterán funcionó como un enclave. En el mapa del anexo
puede ubicarse esta localidad y la cuenca carbonífera de Coahuila.
El cierre de la últim a m ina, en 1989, fue el punto de quiebra en
la localidad. El modelo de enclave quedó desarticu lad o, se presen tó
una crisis de empleo al m ism o tiem po que em ergían dinám icas
nunca vistas (m igración, in troducción de la mujer al mercado de
trab ajo, por ejem plo).
Este trab ajo, que es parte de uno m ás amplio, destaca la fo rm ación y las im plicaciones sociales de la estructuración de los dos
m ercados de trabajo en las dos etapas de Minas de Barroterán (de
finales de la década de los cuarenta a 1989, y de 1989 a 1998) . La
estr ategia de análisis giró en torno a consideraciones geográficas en
tanto que los cambios a lo largo de la historia barroteranense (inclu yendo sus m ercados de trabajo) han im plicado fuertes m odificaciones en la espacialidad. A esto responde nuestra selección del concepto m ercado de trabajo local.1 La info rm ación de cam po fue pro -
1 Definido com o el “ área geográfica alrededor de una ciu dad central ( o sitios a corta
distancia) en la cual existe u na concentración de dem anda de trab ajo, donde los trab ajad o res pueden cambiar de trabajo sin cam biar de resid en cia” (Hunter y Reid,1968: 4 1 ) .
CONTRERAS/ MOVILIDAD LABORAL GEOGRÁFICA EN
UNANTIGUO ENCLAVE MINERO
75
ducida por medio de entrevistas no estru ctu r ad as, de una encuesta
y de observación particip an te.
La exposición consta de tres ap artad o s: el mercado de trabajo local en la época de enclave, su desestructuración y el m ercado de trabajo local en la época actual. La estrategia de análisis y expositiva sigue la lógica estru ctu r ació n - d esestru ctu r ació n - restructuración del
m ercado de trabajo local.
Antes es conveniente proponer un paréntesis conceptual. Aq u í
utilizam os el concepto enclave tal como lo define la sociología ind u strial ( Zap ata, 1 9 8 5 ) , que es muy distinto al concepto de economía de enclave desarrollado por la sociología de la dependencia
( Cardoso y Faletto, 1 9 8 7 ) . Estos últim os autores definen economía
de enclave com o el tipo de desarrollo económ ico localizado en países dependientes del exterior y que refleja el control ejercido por las
econom ías centrales sobre sectores estratégicos de econom ías periféricas. Otras características fundam entales de esta propuesta son
que su producción es una prolongación directa de la econom ía central en dos sentidos: las decisiones de inversión están dadas desde el
exterior y los beneficios tienen como destino tam bién el exterio r;
la economía de enclave no tiene conexiones con el resto de la econom ía local y, desde el punto de vista del m ercado mu n d ial, las relaciones económicas se establecen en el ám bito de los mercados
cen tr ales. En México y Am érica Latina se han docum entado mu ch o s
de estos enclaves ( minero s, p etro leros y de plantaciones).
Sin embargo, cuando nos interesa estudiar el tipo de organ ización social alcanzada en el interior de ciertos centros m inero s, p etro leros o de plantaciones, es más útil la teorización ap o rtada por la
sociología industrial: el enclave visto como “una fo rma de organ izar la pro d u cció n , en la cual la vinculación entre un centro pro d u ctor y los servicios necesarios para mantener a los trab ajad o res y a
sus familias es muy estre ch a”( Zap at a,1 9 8 5 : 3 2 ) . En un principio se
asoció esta fo rm a de organización con la existencia de empresas extr an jer as, lo que derivó en la suposición de que para la existencia de
este tipo de enclaves era necesaria la presencia de em presas extran-
De esta definición destacamos tres m omentos de la espacialidad útiles para el análisis:
cen tro de trab ajo, cen tro de residencia y el desplazamiento entre ambos.
76
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
/
NO.
18. 1999
jer as. Sin embargo, la evidencia em pírica ha demostrado que esa
“ estrecha vinculación” puede encontrarse aun en centros minero s
cu ya em presa es de capital nacional o estatal ( Zap at a,1 9 7 7 : 7 2 4 ) ,t al
como ocurrió en el caso que aquí tratam o s.
El m ercado de trabajo local en la época de enclave
En este ap artad o, reco n struim os la prim era etapa de Minas de Barroterán ( de finales de la década de los cuarenta a 1989). En fatizam o s
tanto los facto res de estructuración como el tipo de m ercado de trabajo local resu ltan te.
Si bien en este punto centram os el análisis en el m ercado de trabajo local, no podemos olvidar la presencia de facto res estru ctu r ad o res regionales y nacionales. Por tanto, dedicam os los prim eros párr afos a esta contextualización.
Lo regio n al
Las explotaciones de carbón mineral en la cuenca se iniciaron en
1884 ( SEMIP, 1 9 9 3 : 7 0 ) . La nu eva actividad, en medio de ranchos gan ad eros y haciendas, dem andó un nu evo tipo de mano de obra y
nu evos asentam ientos hum anos. La mano de obra, campesina y disp er sa, no fue suficiente para los req u erimientos de las em presas mineras (en su mayoría extranjeras) , por lo que se inició la atr acció n
de población de otras partes del país e incluso de otros países ( Rod r ígu ez, 1 9 9 6 : 6 0 ) .Así, al pie de las explotaciones, ap arecieron nu evos núcleos de población con una m ano de obra especializada, entre ellos: El Hondo, Agu jita, Clo ete, El Menor, Las Esperanzas, Palaú ,
Ran cherías y Nueva Rosita.
Los m ineros de la cuenca se constituyeron com o sujetos de los
m ás activos en el sindicalism o nacional. No sólo estuvieron presentes en la fundación del Sindicato Nacional de Tr ab ajad o res Minero s,
Metalú rgicos y Similares de la República Mexicana ( SNTMMSRM) en
1934 (Reyg ad as,1 9 8 8 :3 1 - 4 9 ) , sino que pro tago n izaron im portantes movilizaciones obreras tales com o la Caravana del Ham bre en
1951 ( Casasola et al., 1 9 8 6 ) . Esta tradición sindical fue heredada por
los m ineros de Barro ter án , com o se verá m ás adelante.
CONTRERAS/ MOVILIDAD LABORAL GEOGRÁFICA EN
UNANTIGUO ENCLAVE MINERO
77
Lo nacional
Proponemos que el funcionam iento del Modelo de Sustitución de
Im p o rtaciones ( MSI) propició una actividad industrial en la cuenca
car b o n ífera de Coahuila que repercutió directamente en la estru cturación del m ercado local de trabajo de Barro ter án . El im pulso del MSI
a los productos interm ed io s, en tre ellos el acero, alcanzó también a
ciertos prim arios com o el carbón. La localización en Monclova de
Altos Hornos de México, S.A. ( AHMSA) en 1944, afectó la dem anda
de carbón, y su expansión 2 la llevó a adquirir y fundar plantas m in er as, lavadoras y coquizadoras. Así, en 1952, AHMSA creó la Com pañía Minera Guadalupe, S.A. en Minas de Barro ter án 3 ( Sariego et
al. , 1 9 8 8 :1 9 2 ) . Esta filial de AHMSA acompañó la consolidación y auge del enclave.
Com o en las otras localidades m ineras, el lugar donde surgió Minas de Barroterán fue un rancho ganadero. Los prim eros minero s
p ern o ctaban en dorm ito rios im provisados y el fin de sem ana regresaban al lugar de residencia fam iliar. Las ausencias e impuntualidades de los trab ajad o res m otivaron a la em presa a construir viviendas
fam iliares y dorm ito rios para varones a fin de arraigar la m ano de
o b r a. Con esto, inició la “vinculación estrecha entre el centro productor y los servicios necesarios para m antener a los trab ajad o res y
a sus fam ilias” , característica fundamental en los enclaves de acuerdo con Zap ata (1985: 3 2 ) .4 La gestación del centro urbano y la demanda de m ano de obra fueron facto res de atracción hacia Minas de
Barro ter án .
La población que llegó a esta localidad tuvo su origen en otras
localidades de la cuenca y en otros estados del país con tradición m in er a. La ola de migrantes de m ayor resonancia fue la integrada por
m in eros que habían participado en la Caravana del Ham bre en
2 Esta expansión de AHMSA respondió a las necesidades de constituirse en em presa
in tegrada (Cháve z,1 9 9 4 : 6 6 ) .
3 Antes de denom inarse Com pañía Minera Guadalupe, S.A., la em presa llevó otro s
n o m b res: Com pañía Carbonífera de Coahuila; Car b o n ífera de Barro ter án , S.A.;
Com pañía Mexicana de Coke y Derivad o s, S.A. de C.V., según consta en los contrato s
co lectivos de trab ajo.
4 Esta conceptualización es propu esta desde la sociología industrial.
78
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
/
NO.
18. 1999
1 9 5 1 .5 Este contingente, además de incrementar la fuerza de trab ajo calificada en Minas de Barro ter án , tam bién transmitió y reforzó la
acción sindical. Por otro lado, al lugar también llegó población de
San Luis Po to sí, Zacatecas, Gu an aju ato y Durango, en tre otros estados que sobresalen por la actividad minera. En el cuadro 1 del anexo ap arecen los principales lugares de origen de la población de Barroterán a través de su historia.6
La demanda de mano de obra no fue satisfecha con la població n
residente en Minas de Barro ter án . La actividad minera incluyó la explotación de cinco m inas ( en diferentes periodos) y sus resp ectivo s
talleres, así com o la operación de una planta lavadora de carbón, d e
una coquizadora y de una planta de luz y fuerza. La com pañía minera debió establecer un sistem a de transporte para desplazar diariamente a trab ajad o res de localidades como Palaú , Ran ch er ías, Las
Esp er an zas, Sabinas y Nueva Rosita hacia Barro ter án . Sólo de esta
manera fue posible cubrir la demanda de m ano de obra. El m ercado de trabajo local funcionó así hasta 1989, año del cierre de la últim a mina, la número cinco.
Con lo revisado hasta aquí, podemos afirmar que en Barro ter án
se estructuró un mercado de trabajo local en el que dicha localidad
fue centro de trabajo y centro de resid en cia. Este m ercado de trab ajo alcanzó, por m edio de un sistema especial de transporte, a otras
localidades que funcionaron com o centros de resid en cia. Pero esta
m ovilidad geográfica no es nu eva ,d ebem os inscribirla en una tradición de m ovilidad geográfica laboral ya identificada por otros autores. Ro m ero ( 1992: 64) identificó un “funcionamiento trian gu lar ”
en la minería del noroeste desde la época porfirista, Sariego ( 1988:
5 De acuerdo con testim onios de excaravan ero s, la derrota del movimiento obrero
fo rtaleció a la em presa Am erican Sm elting and Refining Company ( ASARCO) en Nueva
Rosita y debilitó al sindicalismo nacion al. Con el desenlace del conflicto, la em presa
d efin ió condicion es desventajosas de reco n tr atación para los trab ajad o res; este hech o
m otivó a mu chos obreros a buscar trabajo en otras localidades de la cuenca, en tre ellas
Barro ter án .
6 Esta situación concuerda con la afirm ación de Sariego (19 88:110) en la fo rm ación de dos enclaves m ineros del norte de México. El au tor m encion a a San Luis Po to sí
y Zacatecas como origen de los poblad o res de Nueva Rosita, Coahuila y a Chihuahua,
Gu an aju ato, Zacatecas, Sinaloa y Baja Califo rnia com o origen de los poblad o res de
Can an e a,So n o r a.
CONTRERAS/ MOVILIDAD LABORAL GEOGRÁFICA EN
UNANTIGUO ENCLAVE MINERO
79
370 y 409) destaca la m ovilidad laboral geográfica en la cuenca carb o n ífera de Coahuila en la época comprendida entre 1950 y 1970.
Si bien lo que encontramos en el presente trabajo es una continu idad en el comportam iento del m ercado de trabajo local, tam b ién
d ebemos destacar algunas variaciones cualitativas en tal comportam iento (cambios que abordam os en los siguientes ap artad o s) .
Una de las características típicas de un enclave minero es que el
m ercado de trabajo es eminentemente m asculino, de lo que desp rendem os que, en estos lugares, a la vez que la mujer tiene la función de producción y rep roducción de la fuerza de trab ajo, tam b ién
existen condiciones que pueden propiciar relaciones patriar cales.
Estas dos últim as características serán trastocadas en la desarticu lación del enclave y el m ercado de trabajo local.
La desarticulación del enclave y del
m ercado de trabajo local
En diciembre de 1989, fue cerrada defin itivam ente la Compañía Minera Guadalupe, S.A. Para entender esta acción de AHMSA d eb em o s
rem ontar nu evam ente el ám bito local y considerar facto res intern acio n ales, nacionales y regio n ales.
El entorno internacional
El m ercado del acero registró sus pro blem as más severos desde los
p rim eros años de la década de los setenta. Algunas ram as com o la
electr ó n ica, la info rm ática y la biotecnología, en tre otras, d esp lazaron a otras ramas altamente consumidoras de acero. Por otro lado,
la ap arición de los sustitutos, así com o la dem anda de lam inados
m ás delgados fueron causas del estancamiento de la producción y
demanda del acero. La crisis siderúrgica se inició en los países industrializad o s, mientras que algunos países com o México gozaron de
algunos años de “ gr acia” d ebido quizá a que se trataba de una ind u stria cobijada por el MSI y a que su producción estaba orientada a
la dem anda intern a. Sin embargo, a principios de la década de los
80
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
/
NO.
18. 1999
o chenta la industria siderúrgica m exicana fue alcanzada por la propia crisis nacional y agr avada por la intern acio n al.
El entorno nacional
La crisis mexicana de 1982 terminó con la ap arente pujanza de la sid eru rgia nacional. Los pro blem as fueron múltiples. Por un lado, la
crisis financiera se encargó de reducir el consumo nacional del acero y por el otro, el endeudam iento del sector siderúrgico se m u ltiplicó debido a la devaluación del peso. Ad em ás, en em presas com o
AH MSA q u ed aron al descubierto administraciones deficientes y problemas internos tales como el equipo anticuado, exceso de personal
y baja pro d u ctivid ad , lo que denotó dudas sobre la ren tabilidad del
grupo siderúrgico (Cárdenas y Reddonet, 1 9 9 1 : 6 9 3 ) .
La crisis severa que enfrentó AHMSA am eritó la acción directa del
go b ierno fed er al. Según Cárdenas y Reddonet ( 1991:684) en 1983,
pérdidas por 16 652 m illones de pesos.7 Con Miguel
de la Madrid en la Presidencia de la República, fue anunciado el Plan
de Reconversión Industrial, de alcance nacional. Ese plan, la crisis
sid er ú rgica y la entrada de México al GATT en 1986 llevaron a una
p rofunda restructuración de AHMSA que culm inó con su privatización en 1991.
La primera m edida tomada por el gobierno federal en la crisis
p revia a la privatización fue la absorción de los pasivos de AHMSA en
1 9 8 4 . En segundo lugar, se exigiría a la empresa su m odern izació n
y m ayor com petitividad a partir de la dism inución de costos en m aterias prim as, de energéticos y m ano de obra. En 1985, según Minello ( 1990: 2 0 8 - 2 0 9 ) , el gobierno federal solicitó un estudio de la
situación y m edidas correctivas para la industria siderúrgica. En tre
los resultados de dicho estudio estaba la recomendación de cerr ar
las plantas y las filiales que no fueran estrictamente necesarias. CoAH MSA rep o rtó
7 En el caso de la operación de m inas de carbón, p ropiedad de AHMSA, la situación
también era insostenible. Por ejemplo, según el Program a de Inversiones ( AHMSA 1 9 8 4 :
an exo 2) , para 1984, eran necesarios 2 566 millones de pesos para operar las m inas del
grupo industrial en la cuenca carbonífer a; sin embargo, sólo fueron autorizados 546
m illones de pesos. El docu m ento referido sentencia: “la inversión autorizada es ab so lutam ente inadecuada, pues sólo alcanzaría para cubrir los com prom isos por pagar de
obras ya ejecutadas en las m inas nu evas” .
CONTRERAS/ MOVILIDAD LABORAL GEOGRÁFICA EN
UNANTIGUO ENCLAVE MINERO
81
m o segundas medidas, puede m encionarse el cierre de Fundidora
Mo n terrey ( FUMOSA) en 1986, y la posterior desincorp o r ació n ,
tr an sferencia o liquidación del grupo AHMSA.
La privatización de AHMSA ( n oviem b re de 1991), com o la de
otras entidades paraestatales, fue precedida de acciones tendientes a
sanear y m ejorar la imagen de las em presas ante los ojos de los posibles compradores. En tre estas acciones podem os apuntar los severos reco rtes de personal, cambios en los contratos colectivos de trab ajo, m o d ernización de equipo, así com o la ya m encionada ab so rción de pasivo s.
En ese marco, podemos argum entar que el cierre de la Com pañía Minera Guadalupe, filial de AHMSA, fue parte de la estrategia de
p rivatización del grupo siderúrgico. La presentación atr activa de
AH MSA para su venta incluía la eliminación de futuros pro blem as a
los nu evos dueños. Así, se tom ó la determinación de prescindir de
filiales no estratégicas, con pasivos y con secciones sindicales fuertes. Los costos sociales y políticos de esta determ inación fueron asum idos por la aún paraestatal AHMSA, para así evitar decisiones impop u lares a los nu evos dueños.
Por otro lado, un factor adicional que influyó en el cierre de la
Compañía Minera Guadalupe fue el em pobrecimiento de los yacim ientos de carbón. Según exfuncionarios de AHMSA, la localización
del m ineral en profundidades cada vez m ayo res hicieron incosteable la actividad. Esta info rm ación concuerda con las estadísticas que
p resentam os en el cuadro 2 del anexo; allí se ap recia que las minas
y plantas de la Com pañía Minera Guadalupe eran las de menor producción en el Grupo Siderm ex.
Para 1984, en Barroterán operaban solamente la mina 5 y una
planta lavad o r a. En tre am bas reunían 913 trab ajad o res sindicalizados y 265 de confianza ( AHMSA, 1 9 8 4 ) . La m ina 4 fue cerrada desde los prim eros años de la década de los ochenta por ago tam ien to
del m ineral ( AHMSA- AVANTE 1 9 8 1 : 4 ) .
Este último factor ( el empobrecim iento de los yacim ientos) encaja en el panoram a planteado en el párr afo anterio r: el cierre era
in m in en te, fue parte del saneam iento asum ido por el Estado. Sin
em b argo, tampoco es lejana la idea de que se pretendía evitar problem as a los futuros dueños. H oy las instalaciones y las concesiones
82
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
/
NO.
18. 1999
de los yacim ientos en terrenos de lo que fue la Compañía Minera
Guadalupe son propiedad de quien com pró AHMSA: el Grupo Acerero del Norte ( GAN ) .8 Así, el GAN com pró AHMSA in clu yendo algunas
filiales sin trab ajad o res y por lo tanto sin comprom isos con organ izaciones sindicales.
El cierre de la com pañía m inera desarticuló el m ercado de trab ajo. Fu eron liquidados 1250 trab ajad o res que lab o r aban en la m ina
n ú m ero 5, en los talleres y en la planta lavad o r a. Ya no hubo razón
para que trab ajad o res de localidades cercanas se desplazaran a Barroter án . Con esto desap areció el centro de trabajo ubicado en la localidad y las localidades centro de residencia perdieron su funcionalidad en este esquem a.
Lo revisado hasta aquí recuerda los planteam ientos de Eberts y
Stone ( 1992, 1 3 - 2 9 ) . Estos autores proponen que los cam bios o disturbios de un mercado de trabajo local pueden originarse tanto en
el interior como en el exterior del mism o. De acuerdo con sus estud io s, estos autores clasifican los facto res de disturbio en dos tipos:
aquellos originados en el ám bito empresarial y aquellos origin ad o s
en el ámbito dom éstico. En este caso, es evidente que la desarticu lación del m ercado de trabajo local fue ocasionada por facto res tanto
externos com o intern o s, p ero, si matizam o s, podem os afirm ar que
las razones principales estuvieron circunscritas al ám bito empresarial (por el cierre de la empresa) .
El cierre de la compañía m inera tuvo otros efectos im portan tes
en la localidad: la cancelación de la naturaleza de enclave (en la
acepción aquí adoptada) y la desap arición de los dos actores sociales principales ( la m ism a empresa y la sección sindical), q u ien es
fu eron tam bién gestores sociales.
Barroterán inició la década de los noventa en condiciones adversas. La desap arición de la única fuente de trabajo masiva y la ausencia de capitales de inversión que diver sificaran la actividad pro d u ctiva obligaron a los barroteranenses a buscar y crear nu evas opciones de sobreviven cia.
8 Además de la Compañía Min era Guadalupe, S.A., el GAN ad q u irió otras em presas relacion adas con la explotación de carbón: Minerales Mon clova ( MIMOSA) ;Co m p añ í a
Car b o n ífera La Sauceda; Com pañía Minera La Florida de Múzquiz; Carbón y Coke;
Carbón y Minerales de Coahuila (Consejo de Recursos Minerales, 1 9 9 4 : 6 0 ) .
CONTRERAS/ MOVILIDAD LABORAL GEOGRÁFICA EN
UNANTIGUO ENCLAVE MINERO
83
Un nuevo mercado de trabajo local
Este ap artado muestra la creación de un mercado de trabajo local
nu evo ( en la segunda etap a: 1990 a 1998) y de tipo diferente al fo rm ado durante la época de enclave de Barro ter án . Sin em bargo, co nviene m encionar que si bien encontram os cualidades que hacen al
nu evo m ercado de trabajo distinto al que ya describ im o s, tam b ién
hem os encontrado que la movilidad geográfica, así sea ahora en
sentido inver so, rep resenta una continuidad que ya es una tradición
en el mercado de trabajo de la cuenca carbonífer a. A continu ació n
revisam os estos cam bios y continu id ad es. El análisis está dividido
de acuerdo con las dos actividades económicas más im portan tes: la
minería y la m aquiladora.
El nu evo m ercado de trabajo no se fo rm ó tan pronto com o desap areció el anterio r. Antes deb ieron intentarse diversos cam inos
por parte de los habitantes de la localidad. Una de las primeras reacciones fue la emigración, cu yos destinos fueron centros carbonero s
del norte de Coahuila y, en menor pro p o r ció n , Estados Unidos ( ver
cu ad ro 3 del anexo) . En este cuadro, es notorio el incremento de
la em igración a partir de la década de los och en ta. Es decir, la emigración (nacional e internacional) es un fenóm eno nu evo para la
localidad e inaugurado con el cierre de las plantas mineras. En el caso de la m igración al norte del estado, el desplazamiento fue tanto
de los trab ajad o res com o de sus fam ilias. Esta primera reacción no
fru ctificó por los costos que im plicaba abandonar una casa pro p ia
y pagar renta en el lugar de destino; mu chos de los m igrantes regresaron al lugar de origen . En el caso de la migración intern acion al, donde particip aron preferentem ente hom bres jóven es, la tendencia se ha m antenido.
La mano de obra buscó destinos “ n atu r ales” en municipios cercanos del norte del estado: m unicipios m inero s. Sin em bargo, u n a
p roporción más importante se integró a las plantas m aquiladoras de
la frontera coahuilense. El ajuste de estos prim eros desplazamientos
que m encionam os en el párr afo anterior fue lógico desde el punto
de vista de los barro ter an en ses: ¿por qué continuar saliendo de la
cuenca carbonífera y dejar su residencia para trabajar en plantas m a-
84
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
/
NO.
18. 1999
quiladoras si en la propia cuenca ya existe esa m ism a fuente de empleo? Por esta razón los prim eros desplazam ientos no se consolidaro n . En cuanto a la m igración intern acio n al, de acuerdo con los testim onios registr ad o s, se está creando una red que facilita el traslado,
los prim eros alojamientos, así como la introducción al m ercado de
tr ab ajo. Uno de los lugares en que se concentra gente de Barro ter án
es Dallas, Texas, donde participa en la industria de la constru cció n ,
esp ecíficam ente en la reparación de tech o s. En el cuadro 4 del anexo se ap recian las actividades principales en las que se emplean los
em igrantes de Barro ter án , según lugar de destino.
El trabajo m inero fuera de la localidad
Los mineros de Barroterán pudieron integrarse a un mercado de trabajo cuyo centro de producción se encuentra en otras localidades.
Los facto res que perm itieron este encuentro fuero n , por un lado, la
p resencia de una demanda insatisfecha de fuerza de trabajo m inero
en localidades cercanas y, por el otro, la disponibilidad de fuerza de
tr abajo con experiencia y tradición m inera de Barro ter án . Ahora son
los mineros de Barroterán quienes se desplazan diariam ente a las localidades de Palaú y San José de Aura ( a 20 kilómetros de distancia
ap roxim ad am en te) . El transporte es operado por las mism as em presas. De acuerdo con las cifras proporcionadas por las empresas m ineras contratan tes, 421 personas de Barroterán trabajan en aquellas
dos localidades. Aunque esta situación es inversa a la época de enclave, puesto que Barroterán es ahora el centro de residencia de estos
m in eros cuyo centro de trabajo está en otras localidades, en el contexto histórico regional es una continuidad de la tradición de m ovilidad dentro del mercado de trabajo local.
El empleo m aquilador
La participación en el trabajo m aquilador tiene m ás implicaciones,
pues se trata de una experiencia de trabajo nu eva y rep resenta adem ás la inclusión masiva de la mujer en el mercado de trab ajo. Po r
o tro lado, tal dinám ica está imbricada en la división intern acio n al
del trab ajo. Los siguientes párr afos tratan de esas im plicaciones.
CONTRERAS/ MOVILIDAD LABORAL GEOGRÁFICA EN
UNANTIGUO ENCLAVE MINERO
85
El ingreso a las maquiladoras en los prim eros años posterio res al
cierre de la compañía m inera tuvo algunas particu larid ad es. En esa
é p o ca,t r ab ajaron en las maquiladoras incluso exm ineros y am as de
casa sin ninguna experiencia de trabajo y cuyas edades avan zad as
d esen to n aban con las edades preferidas por las maquiladoras. Sin
em b argo, el perfil de los trab ajad o res y trabajadoras se ajustó gradualm ente a la normalidad de las maquiladoras. Cada vez son contr atadas más personas jóvenes y cada vez son m ás mu jeres jóven es.
Son tres las m aquiladoras ( A, B y C) en las que han ingresado los
b arro ter an en ses. Están ubicadas en el municipio de Sabinas (a 30 kiló m etros de Barro ter án ) , q u e, junto con otros municipios de la
cu en ca, poco a poco concentra este tipo de em presas. En el cuadro
5 ap arecen algunas características de las tres maquiladoras con empleados de Barro ter án .
Los m edios de comu n icació n , y entre ellos el transporte, son estr atégicos en la am pliación de las fronteras del mercado de trab ajo
lo cal. Los residentes de Barroterán sólo ingresaron en un número
im p o rtante a las maquiladoras hasta que éstas pro p o r cio n aron el
servicio de transporte. Así, éste confiere al nu evo m ercado el carácter de local: el centro de trabajo en un lado ( Sabinas) y el centro de
residencia en otro (Barro ter án ) .
Este encuentro de la oferta y demanda de fuerza de trabajo no se
dio de m anera casual o autom ática. Deb ieron existir tanto condiciones estructurales como disposiciones de acción para crear este nu evo mercado de trabajo local. Para abordar este punto, nos auxiliaremos con la siguiente pregu n ta: ¿por qué las m aquiladoras contratan
personal de una localidad a 30 kilómetros de distancia, a quien deben proporcionar transporte diario? La respuesta conduce a la revisión de las condiciones del centro de residencia ( oferta de fuerza de
tr abajo) y del centro de trabajo (dem anda de fuerza de trab ajo ) .
Las condiciones de Barro ter án , en su época de enclave, p erm itieron una carrera ascendente en la escolaridad de las nu evas generacio n es. Si bien cada generación pudo acceder a la instrucción prim aria, secu n d aria y hasta el bach iller ato (este último fuera de la localid ad ) , el cierre de la compañía m inera y la crisis de em pleo frenó esta carrer a. Nos encontram os así con una generación que no tuvo experiencia de trabajo minero, con una escolaridad media, co n
pocas posibilidades de continuar estudiando y sin fuentes de trab a-
86
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
/
NO.
18. 1999
jo en la propia localidad. Esto es por el lado de la oferta de fuerza de
trab ajo.
Por el lado del centro de trab ajo, tenemos a las maquiladoras que
se han instalado en Sabinas ( municipio con 48 mil habitantes en
1 9 9 0 ) , una de las cabeceras municipales más im portantes de la
cuenca carbonífer a. El lugar cuenta con una economía diver sificad a
( m in er ía, agricu ltu r a, gan ad er ía, com ercio y servicios) que ofrece
m ás opciones de em pleo. Ad em ás, es una ciudad con centros educativos de los niveles medio y superio r, lo que nos hace suponer que
las perspectivas de sus habitantes están más allá de las m aquiladoras.
Un gerente de una de éstas com entó que contratan gente de Barroterán porque en Sabinas no hay gente dispuesta a trabajar con ellos.
Tenemos entonces unas plantas m aquiladoras instaladas en un centro urbano que, aunque suficientem ente grande, no satisface las necesidades de m ano de obra. Por otro lado, el proceso de trabajo en
las maquiladoras facilita el acceso a personas con escasa o nula exp eriencia de trabajo com o las nu evas generaciones de Barro ter án .
La com binación de las condiciones de la oferta y la demanda de
fuerza de trabajo estru ctu r aron este mercado. Esto explica en parte
la valoración de la “ estab ilid ad ” 9 de la gente de Barroterán por parte de los geren tes. Además de la ausencia de fuentes de em pleo m asivo en su localidad, los barroteranenses están aislados geográficam en te. El factor transporte tam bién m arca y cierra el perím etro de
las opciones dentro de ese m ercado de trab ajo, es decir, los resid entes de esta localidad sólo podrán ingresar a una de las tres m aquiladoras que proporcionan transporte. Las aspiraciones de em pleo de
estos trab ajad o res podrán am pliarse sólo si el salario es suficien tem ente atr activo para com pensar los propios gastos de transporte. La
“ estab ilid ad ” m encionada es m ás bien una condición impuesta por
el tipo de m ercado de trabajo local.
O tro punto sobresaliente en esta nu eva etapa de Barroterán es la
p articipación de la mujer en el m ercado de trab ajo, p articip ació n
que puede ser entendida en la división internacional del trab ajo. Antes de incursionar en este particular conviene comentar algunas re9 Esta “ estab ilid ad ” tam bién tiene que ver con la preferencia mostrada por cierto s
secto res en la contratación de la mujer en la división intern acional del trab ajo.
CONTRERAS/ MOVILIDAD LABORAL GEOGRÁFICA EN
UNANTIGUO ENCLAVE MINERO
87
percusiones sociales y fam iliares del nu evo papel de la m ujer barroter an en se.
En la primera etapa de la localidad, su naturaleza de enclave y el
m ercado de trabajo em inentem ente masculino dieron lugar a una
tradición con conductas cercanas al patriar cad o. Con estos anteced en tes, la incursión de la mujer en el m undo del trab ajo, “al mu ndo de los hombres” , en un principio se vio con recelo por parte de
algunos exm inero s.1 0 Los testim onios recabados nos perm iten afirm ar que la percepción de los hombre s,so b re todo de quienes vivieron la época de enclave, es que “el lugar de la mujer está en el hogar y que puede trabajar en casos de necesidad extrem a” .
Sin em bargo, para dar una visión más com pleta y cercana a la
realidad de las relaciones entre géneros en esta localidad, es necesario abundar en algunos m atices. Lo que nos interesa es destacar el
salto cualitativo que significó el ingreso de la mujer al mundo del
tr abajo asalariado una vez que cerr aron las plantas mineras. Para diferenciar las áreas donde la mujer tuvo escasas oportunidades de
aquéllas donde jugó un papel m ás activo durante la época de enclave, recu rrim os al análisis de sus ám bitos espaciales. Las entrevistas a
m u jeres de esta localidad indican que sus espacios fam iliares y educativos fueron m enores que los de los hombres: la tradición fam iliar
las situaba en las lab o res del hogar y con pocas posibilidades de continuar estudios m ás allá de los básicos. El espacio laboral fue más
bien de tipo intersticial, pues en la localidad no existía — ni existe—
otra fuente de trabajo masiva adem ás de la minería; por tanto, algunas m u jeres se las arreglaron para contribuir con un ingreso extra
mediante tácticas que recuerdan las experiencias narradas por Dom itila (preparación y venta de alim entos, tr abajos domésticos en
otras casas, etcéter a) ( Viezzer, 1 9 9 1 : 3 4 - 3 6 ) . Pero, por otro lado, llam a la atención que el espacio político y activista de la mujer fuera
m ás am plio, aunque de m anera interm iten te. En la época de enclave de Minas de Barroterán se dieron al menos tres ocasiones en que
10 Este com portam iento es com ún en sitios con tradición min era. Massey
( 1995:203) com en ta que ante la escasez de em pleo para los h om bres, es com ún
escu char a las voces m asculinas decir que lo que se necesita es trabajo para ellos. Esto es
acorde con la estructu ra social que considera al hom bre com o el sostén de la fam ilia,
p ero, tam bién con la consideración de su rol en la clase trab ajad o r a, su estatu s, y de su
m asculinidad dem ostrada con el trabajo en el ám bito de la m ina.
88
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
/
NO.
18. 1999
la mujer jugó un papel pro tagónico y estratégico : en las rep er cu siones de la explosión de 1969; en el conflicto intrasindical en 1971 y
en el conflicto entre autoridades municipales y la sección sindical en
1 9 8 8 .1 1 En este últim o, las mu jeres term in aron encabezando la m ovilizació n . De los ejem plos anterio res de la situación de la m ujer en
el antiguo enclave, lo que nos interersa destacar es que uno de sus
espacios (el laboral) es el que ha cam biado radicalmente.
En la actualidad, la percepción de los hom bres sobre la participación de la mujer en el mundo laboral no es unifo rm e. Las nu evas
generaciones de varones ( que comparten el m ism o espacio de trabajo con las mu jeres en las m aquiladoras) ven al trabajo de ellas como un “ co m p lem en to ” del pro p io. La autopercepción de la mu jer
también está cambiando, pues encuentra en el trabajo un m edio de
realización personal. Este nu evo m ercado de trabajo local está siendo un factor de cambio en las interrelaciones de los sujetos de Barro ter án . Falta, sin em bargo, p rofundizar en el aspecto del “ d o ble
tr ab ajo ” de la mu jer: el de la m aquila y el dom éstico.
La introducción de la mujer al mercado de trab ajo, y particu larm ente al trabajo maquilador, puede ser entendida en la división internacional del trab ajo ; no obstante, es necesario revisar nu evam ente la combinación de los facto res por el lado de la demanda y por el
lado de la oferta de m ano de obra fem en in a. Según Stichter y Parp art ( 1990:11-16), el crecimiento del em pleo femenino se ha dado
en aquellos países en desarrollo tales como México y Brasil, cu yas
nu evas áreas m anu factu reras están orientadas a la exportació n . Po r
tan to, indican que las variaciones en la oferta de trabajo y su patrones están influenciadas por facto res de nivel mu n d ial, n acio n al,p o r
la com posición sectorial del crecim iento del empleo o la división
in ternacional del trabajo y por los ciclos com erciales en la econom ía
glo b al. En estos ru b ro s, está la relocalización de industrias con alta
intensidad de trabajo y que exigen poca calificación de la m ano de
o b r a.Así , siguiendo a la autora, coincidimos en que la particip ació n
de la m ujer se ha incrementado principalmente en aquellas industrias que guardan relación con algunas de sus actividades tradicio11 So b re los dos últim os acontecim ientos, co n su ltar: C. Co n treras ( 1998a:65:
1998b) .
CONTRERAS/ MOVILIDAD LABORAL GEOGRÁFICA EN
UNANTIGUO ENCLAVE MINERO
89
nales tales com o los textiles y la confecció n , el procesado de alimentos entre otro s.1 2 Las consideraciones anterio res actúan m ás bien
por el lado de la dem anda de mano de obra fem en in a.
Los facto res de participación de la mujer en el mercado de trabajo (por el lado de la oferta) se deb en , en buena m edida, a los procesos de transfo rm ación socioeconóm icos y demográficos ( red u cción de niveles salariales, la fuerte inflación y el deterio ro en la calidad de vida) (De Oliveir a, 1 9 9 5 : 1 1 ) . Estos facto res estru ctu r ales
pueden influir al lado de variables personales (educación, ed ad , calificació n ) ; de los hogares ( n iveles de ingreso, edad y número de hijos) y aspectos sociales e ideológicos en la organización fam iliar ( relacio n es
de género y la división sexual del trab ajo ) , que m enciona Chant
( 1 9 9 1 : 1 3 ) . En nu estro caso particu lar, podemos agregar que el disturbio en la localidad ( en tanto sociedad de enclave) también fue una
variable que impulsó el ingreso de la mujer al mercado de trab ajo.
Pero, ¿por qué las maquiladoras contratan cada vez más mu jeres
de Barroterán? Ya mencionamos que algunas características adquiridas socialmente por la m ujer en la división sexual del trabajo están emparentadas con el tipo de trabajo que realizan en las m aquilad o r as. Sin em bargo, existen otras ramas com o la electrónica ( las
maquiladoras B y C pertenecen a ella) que no guardan esta relació n .
Tam poco es convincente la explicación de que la preferencia de la
m ujer está basada en su estabilidad, delicadeza o responsabilidad, como dicen
los geren tes. Para Iglesias ( 1985:63-64) , el em pleo de la m ujer en
la m aquiladora parte de principios ideológicos; este tipo de empresas intenta ap rovechar la escasa politización de la mujer y las ven tajas que esto conlleva en términos pro d u ctivos y lab o r ales.1 3 La tradición patriarcal de Barro ter án , co n fo rm ada en la época de enclave,
tiende a facilitar la rep roducción de las disposiciones de las m aquiladoras en la contratación de mu jeres.
Minas de Barroterán está siendo integrada a otras localidades por
m edio del m ercado de trab ajo. Si bien en la localidad no existen
fuentes de empleo masivo, la participación de su población en acti12 Sin embargo, la m isma autora señala que otros pro ceso s, com o los de ciertos productos farm acéuticos y electrónicos, también han sido trasladados a estos países para
ap rovechar la mano de obra barata.
13 Para Benería y Roldán ( 1992 :71) , la docilidad es un rasgo supuesto [aunque efectivo en sus consecuencias] que puede desap arecer incluso ante estructuras autoritarias.
90
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
/
NO.
18. 1999
vidades diversas (principalmente m inería y maquila) es el facto r
p rimordial de recu p er ació n . El cuadro 6 del anexo resume la participación de la población de Barroterán en actividades económicas a
lo largo de su historia.
En esta segunda etap a, tenem os entonces a 731 personas que radican en Barroterán y cuyo centro de trabajo se localiza en otras localid ad es. Esta situación es inversa a la que se vivió en la época de
en clave respecto de la movilidad geográfica lab o r al. A este pro ceso
podemos denom inarlo inversión del mercado de trabajo local. El proceso de
cam bio en el m ercado de trabajo que hem os revisado nos m u estr a
que esta inversión co n lleva cambios en las estructuras económica y social locales. Es decir, no es sim plemente un cam bio en el núm ero de
personas que se desplazan diariam ente entre dos localidades para
acudir a su trab ajo. In scribimos esta inversión en la movilidad lab oral geográfica que ya se ha rep o rtado en la cuenca; sin embargo, d estacamos que el cam bio cualitativo más reciente con implicaciones
sociales es la incorporación m asiva de la m ujer al m ercado de trab ajo local, así com o la participación de hombres y mu jeres en una
nu eva actividad: la maquila.
La estructuración del nu evo m ercado de trabajo local en el que
la localidad de Barroterán funciona como centro de residencia ha tenido lugar por el encuentro y ajuste de características de la oferta y
demanda de la fuerza de trab ajo. En este caso, hem os visto que no
es suficiente la presencia del desempleo y de fuentes de em pleo para la fo rm ación de un m ercado de trab ajo.
Com entarios finales
La estructuración de un mercado de trabajo local no se inicia con el
en cu en tro de la oferta y la dem anda de trab ajo. En la primera etap a
de Barro ter án , existió un modelo de funcionamiento social idóneo
para la explotación m inera, el enclave. El m ercado de trabajo local
resultante fue parte del engranaje social de la localidad. Una de las
características distintivas de esta etapa fue que las dinám icas nacionales y regionales tuvieron m ayor presencia que las globales. En
cam b io, tanto en la desestructuracion del enclave com o en la estru c-
CONTRERAS/ MOVILIDAD LABORAL GEOGRÁFICA EN
UNANTIGUO ENCLAVE MINERO
91
turación del nu evo mercado de trabajo local se ap recia con m ayo r
fuerza la presencia de facto res nacionales y globales. Sin embargo, el
mercado de trabajo en fo rmación no sólo es resultado de las intenciones y tendencias globales, sino que tam bién deben existir condiciones locales propias para su emergencia y consolidación. En
co n secu en cia, no es posible asegurar el éxito ( o el fracaso) de un
m ercado de trabajo antes de considerar en detalle la trayecto ria económ ica y social de las localidades invo lu cr ad as.
Por últim o, el desarrollo de esta investigación nos presenta un
p ro blem a práctico acerca de la consolidación del m ercado de trab ajo local, donde Barroterán asegure un lugar, al m enos com o centro
de resid en cia. Se trata del futuro de quienes hoy trabajan en las m aq u ilad o r as. Sabemos que las m aquiladoras prefieren personas jóven es. ¿Qué sucederá con aquellas personas que lleguen a una edad no
funcional para estas em presas? Con el panoram a actual, donde sólo
existe transporte para quienes trabajan en las tres m aquiladoras, es
difícil imaginar otras opciones para aquellas personas que salgan volu n taria o forzadam ente del trabajo m aquilador.
Recibido en marzo de 1999
Revisado en junio de 1999
92
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
/
NO.
18. 1999
CONTRERAS/ MOVILIDAD LABORAL GEOGRÁFICA EN
UNANTIGUO ENCLAVE MINERO
93
94
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
/
NO.
18. 1999
CONTRERAS/ MOVILIDAD LABORAL GEOGRÁFICA EN
UNANTIGUO ENCLAVE MINERO
95
96
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
/
NO.
18. 1999
CONTRERAS/ MOVILIDAD LABORAL GEOGRÁFICA EN
UNANTIGUO ENCLAVE MINERO
97
98
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
/
NO.
18. 1999
CONTRERAS/ MOVILIDAD LABORAL GEOGRÁFICA EN
UNANTIGUO ENCLAVE MINERO
99
Bib lio gr afía
AHMSA ( 1 9 8 4 ) , Programa de inversiones 1 9 84 , anexo no. 2 , Mo n clova.
Ben er ía, L. y M. Roldán (1992), Las encrucijadas de clase y género. Trabajo a
dom icilio, subcont ratación y dinámica de la unidad doméstica en la ciudad de Mé xico, México, El Colegio de México, Fondo de Cultura Económ i-
ca ( Sección de obras de economía).
Cárd en as, F. E. y V. Reddonet (1991) , “ Mo d ernización de la empresa AHMSA en Monclova, Co ah u ila, y su impacto sobre la població n ” , Estudios Demográficos y Urbanos, vo l. 6 , n o. 3 , sep - d ic., p p.
6 7 7 -7 1 6 .
Car d o so, F. y E. Faletto (1987), “Dependencia y desarrollo en Am érica Latin a” , Ensayo de interpretación sociológica, México, Siglo XXI.
Casaso la, I., et al. ( 1 9 8 6 ) , “La caravana del ham bre” , Serie Iconografías
1 , México, U n iversidad Autónom a de Puebla, Fototeca del INAH,
61 pp.
Consejo de Recursos Minerales (1994), Inventario minero y exploración del
carbón en el estado de Coahuila, México, Secretaría de Energ ía, Minas e
In d u stria Par aestatal, Su b secretaría de Minas.
Ch an t, S. ( 1 9 9 1 ) , W omen and Survival in Mexican Cities. Perspectives on Gender,
Labour Markets and Low-income Households, Man ch ester, Man ch ester
U n iversity Press.
Ch ávez Quezada, C. ( 1 9 9 4 ) , “Notas sobre la historia de AHMSA,
1 9 4 1 - 1 9 9 2 ” , en Isabel Rueda Peiro (coord.), Tras las huellas de la
privat ización. El caso de Altos Hornos de México, México, Siglo XXI, In stituto de Investigaciones Económ icas de las UNAM ( Econom ía y Dem o gr afía) , p p. 6 0 - 1 0 2 .
100
REGIÓN Y SOCIEDAD /
VOL. XI
/
NO.
18. 1999
Co n treras C. ( 1 9 9 8 a) , “La mujer en los enclaves carbonero s” , Traba jo y democracia hoy : las luchas de la mujer trabajadora de México en el siglo XX,
vo l. 7 , n o. 4 1 , México, esp ecial, 65 pp.
( 1 9 9 8 b ) , La restructuración espacial de un antiguo enclave minero. El ca so de Minas de Barroterán, tesis de doctorado, Tiju an a, El Colegio de la
Frontera Norte.
De Oliveir a, O. ( 1 9 9 5 ) , Familia y relaciones de género en México, México, El
Colegio de México, Cen tro de Estudios Sociológicos, m im eo.
Eb erts, R. W. y J. A. Stone ( 1992) , W age and Employment Adjustment in Lo cal Labor Mark et s, Mich ig an , Upjohn Institute for Em ploym ent Resear ch .
Grupo Siderm ex ( 1987), Informe de labores 19 8 6 -19 8 7 , México, Secto r
En ergía, Minas e Industria Par aestatal.
H u n ter, L.C. y G.L. Reid ( 1968), Urban W orker Mobility , Par ís,
O CDE.
Iglesias, N. ( 1 9 8 5 ) , La flor más bella de la maquiladora, México, SEP/ CEFNO MEX/ CREA, 166 pp.
Massey, D. ( 1 9 9 5 ) , Spatial Divisions of Labor. Social Structures and the Geography
of Production, N u eva Yo r k, Ro u tled ge, 393 pp.
Min ello, N. ( 1 9 9 0 ) , “El acero parece perder su tem ple”, en México en
el umbral del milenio, México, Cen tro de Estudios Sociológicos, El
Colegio de México, p p. 1 8 9 - 2 2 1 .
Reygad as, L. ( 1 9 8 8 ) , Proceso de trabajo y acción obrera. Historia sindical de los
mineros de Nueva Rosita 1 9 29 -19 79 , México, Instituto Nacional de
An tropología e Historia, Ediciones Cuicuilco (Colección divulgació n ) .
Ro d r ígu ez, H .A. ( 1 9 9 6 ) , M úzquiz: Crónicas de su historia, Saltillo, Fo n d o
Ed ito rial Coahuilense, Go b ierno del Estado de Coahuila.
CONTRERAS/ MOVILIDAD LABORAL GEOGRÁFICA EN
UNANTIGUO ENCLAVE MINERO
101
Ro m ero Gil, J. M. ( 1 9 9 2 ) , “Minería y sociedad en el noroeste porfirista” , Siglo XIX, Cuadernos de historia, vo l. I, n o. 3 , junio de 1992,
p p. 3 7 - 7 3 .
Sarieg o, J. L. ( 1 9 8 8 ) , Enclaves y minerales en el norte de México. Historia social
de los mineros de Cananea y Nueva Rosita 19 0 0 -19 7 0 , México, Cen tro de
Investigaciones y Estudios Superio res en An tropología Social, Casa Chata.
Sarieg o, J. L., et al. ( 1 9 8 8 ) , El Estado y la minería mexicana. Polí t i ca,t rabajo
y sociedad durante el siglo XX, México, Fondo de Cultura Económ ica
( La industria paraestatal en México).
Secretaría de Energía, Minas e Industria Par aestatal ( SEMIP) (1993),
M onografía geológico- m inera del estado de Coahuila, México, SEMIP, Co n sejo de Recursos Minerales.
Stich ter, S. y J. L. Parp art (1990) , W om en,Em ployment and the Fam ily in the
Int ernational Division of Labour, Lo n d res, MacMillan .
Viezzer, M. ( 1 9 9 1 ) , “Si me perm iten hablar...” Testimonio de Domitila.
Una mujer de las minas de Bolivia, México, Siglo XXI ( H isto ria inm ediata) .
Zap ata, F. ( 1 9 7 7 ) ,“ En claves y sistem as de relaciones industriales en
Am érica Latin a” , Revista Mexicana de Sociología, Año XXXIX, vo l. XXXIX,
n o. 2 , ab ril- ju n io, p p. 719-731 ( Estado y proceso político en
Am érica Latina II).
( 1 9 8 5 ) , Enclaves y polos de desarrollo en México. Notas para discusión,
México, Cen tro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México.