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Singularidad estética

Habría que ser muy necio para discutirle a Artaud la materialidad del pensamiento, máxime cuando la cultura es un sistema de aplazamiento y tránsito, caracterizado por una presencia sin traducción posible, a saber, el aura insoportable del sujeto (Ignacio Castro en Cultura y singularidad). Así considera la obra de arte como un devenir minoritario, una singularidad que pone en suspenso la historia y al mismo arte, una variación imprevista en la situación mayoritaria, aquella donde la obra de arte era el precipitado de una exterioridad sin paliativos, un punto de fuga inmanente que funde lo sensible con una universalidad imperceptible (estado insuficiente de estética de Deleuze). Este paralelismo con la afirmación no positiva de Foucault nos hace dudar sobre la singularidad del perpetuo recomienzo como preliminar referencial de un sistema abierto (la primacía de lo desconocido, una trascendencia "desértica"), donde no se termina nada y todo está por venir. Sin embargo como bien dice Felix Guattari, la esencia de la creatividad estética reside en la instauración de focos parciales de subjetivación, de una subjetivación que se impone fuera de las relaciones intersubjetivas, fuera de la subjetividad individual.

Singularidad estética Habría que ser muy necio para discutirle a Artaud la materialidad del pensamiento, máxime cuando la cultura es un sistema de aplazamiento y tránsito, caracterizado por una presencia sin traducción posible, a saber, el aura insoportable del sujeto (Ignacio Castro en Cultura y singularidad). Así considera la obra de arte como un devenir minoritario, una singularidad que pone en suspenso la historia y al mismo arte, una variación imprevista en la situación mayoritaria, aquella donde la obra de arte era el precipitado de una exterioridad sin paliativos, un punto de fuga inmanente que funde lo sensible con una universalidad imperceptible (estado insuficiente de estética de Deleuze). Este paralelismo con la afirmación no positiva de Foucault nos hace dudar sobre la singularidad del perpetuo recomienzo como preliminar referencial de un sistema abierto (la primacía de lo desconocido, una trascendencia “desértica”), donde no se termina nada y todo está por venir. Sin embargo como bien dice Felix Guattari, la esencia de la creatividad estética reside en la instauración de focos parciales de subjetivación, de una subjetivación que se impone fuera de las relaciones intersubjetivas, fuera de la subjetividad individual. De esta manera, tenemos una creatividad existencial, ontológica, ecosófica, quizás referencial porque el arte si se caracteriza en algo es en su indeterminación. La singularidad no tiene por qué ser creacionista ni ética, carece de adjetivos y se sirve de naturaleza, único ente demostrable y por coherencia, verosímil. Ahora bien, queda la posibilidad de recuperar la pluralidad, la multiplicidad del mundo, algo que permite recuperar la dimensión ética. Sólo a partir del reconocimiento de la alteridad la ética es posible. Y esto requiere un reconocimiento de la complejidad del universo, pero habrá que entender la simplicidad del ser antes y por extensión, reducir la complejidad del mundo a su carácter original, que es lo más simple, subsistencia y cálculo. Para los antiguos, el ojo que ve arroja su luz sobre lo visible". El romano, al enfrentarse al enigma, ve la muerte: "La fascinación significa aquel que ve ya no puede apartar la vista. En el cara a cara frontal, tanto en el mundo humano como en el mundo animal, la muerte petrifica". Esta postura acaba por influir en toda manifestación artística. (Pascal Quignard en “la Mirada deseante”). ¿y si la singularidad fuese transversal?, no por ello dejaría de ser única, solo unidireccional. El cine por ejemplo es uno de los lugares privilegiados de la reflexión estética de Jacques Rancière, el cual opta porque el arte debe extraer sus principios estéticos de su propia materialidad, sea más o menos lógica, eso es lo de menos. A pesar de que el régimen estético afirma la absoluta singularidad del arte y lo eleva a forma de experiencia propia, se produce la paradoja de que no hay criterios artísticos inmanentes para determinar dicha singularidad. Rancière propone en ese sentido un modelo estético que supone unir dos contrarios: la pura actividad de una creación carente de reglas y modelos, y «la pura pasividad de una potencia expresiva inscrita directamente en las cosas, independientemente de toda voluntad de significación y de obra». Después de todo, como dice F. J. Rubia, la división de la realidad en antinomias, es decir, en términos contradictorios es fruto de la actividad de una parte del cerebro, a saber, del lóbulo pariental inferior, por lo que cabe suponer que la distinción entre cerebro y mente también es producto de esta estructura cerebral; una dualidad por ende que no debería entenderse como un engaño del cerebro, ya que cien billones de bits comparables a las conexiones cerebrales delatan que la conciencia es un mero resultado neuroquímico. Incluso el arte es de una importancia fundamental en el proceso del desarrollo de la conciencia, ya que es el generador de la expresión creativa natural que todo ser humano trae consigo, que le sirve para inventar y transformar la realidad y que le impide dejar de ser creativo hasta en lo cotidiano, y no es creativo por ser social sino porque aspira a ser independiente de los demás, si no ¡de qué serviría hablar de singularidad!. Y esa independencia viene de la mano de la ciencia y la técnica, de poner el pensamiento al servicio de la acción, por consiguiente a más desarrollo mayor grado de conciencia. Van Gogh dijo que "la vida es probablemente redonda". Arnheim (1969) argumenta que los niños pequeños dibujan circulitos para representar gentes o animales, no porque el circulito parezca persona, sino porque expresa unidad y entidad. Plotino piensa algo similar, resaltando la característica de plenitud de lo unitario, aunque la personalidad es menos un producto terminado que un proceso fluyente y por eso como me decía Patrick, cada persona es un idioma en sí misma, una aparente violación de la sintaxis de la especie, un circulito que irá tomando forma y hasta conciencia sumándose a la especie de sistema estructural. Algunos en cambio buscarán algo más en contra de lo deseable por el sistema de categorías sociales, tratarán de superar esa copia mimeografiada de la especie a la que supuestamente pertenece, primero como individualidad y luego como personalidad al proyectarse en el futuro, el resto es tan solo intencionalidad o singularidad. La inclusividad de la personalidad puede significarse en disposiciones intencionales con las que todo lo que al arte substrae en puro efecto, donde las ideas como las interpretaciones o proposiciones sufren contracciones o dilataciones en los procesos de creación. La personalidad no es un todo que resulta del agregado de muchas conductas, sino que, inversamente, la estructura de la personalidad es la que se manifiesta en cada una de ellas. La personalidad no es homogénea, se polariza y se transgrede, desde la adaptabilidad del yo, la exigencia del super yo y el reservorio de los impulsos en el ello, inhibiendo en cada momento una parte de sí mismo. La influencia de la cultura es creciente, mientras que la influencia de los factores hereditarios es decreciente, pero eso no es todo, ya que con los años la tendencia no se invierte, se rompe. Ya no valen los estereotipos, las patrañas sociales, los instintos reprimidos ni las consignas morales, la realidad se hace consciencia en la experiencia vital, descubre su lugar que permanece siendo siempre origen, exento de tributo genético, porque somos eterno presente pero sin trascendencia, materia orgánica finita capaz de multiplicarse en la nada y que alterna en la escala psicoestésica, entre la frialdad y la ternura, la miseria humana y la grandeza de parecer persona. Como no existe una personalidad natural, no se puede evaluar una conducta natural, sin embargo al estar en el meridiano existencial de la unidad y la complejidad, no necesitamos depender de ninguna gestalt ni transferir nada del inconsciente a lo consciente como pensaba Jung. El acto de la libertad está en función de la altura de la personalidad y la singularidad tan solo es el sujeto activo, no una adjetivación de la individuación (self). Si existiera trauma materno filial al separarnos del vientre de la madre y eso explicara esa carencia de unidad obsesiva, nos quedaría la complejidad como recurso para ser, pensar y sentir en libertad, creativamente hablando. La única imagen perfecta es aquella que no carece ni es sobrante de nada, donde cada punto puede independizarse sin rendir pleitesía a ninguna convención ni prejuicio ideológico, el arte de dibujar sin un borrador. El mirar previo que lleva el arte necesita de la iluminación y la megalomanía para abrazar un campo inmenso de acción en un mundo polimorfo, donde la impulsión y la obsesión se manifiestan a través del sentido sensual de la forma o la palabra. Aunque la idea sea el fin en sí mismo y la obra u objeto esté a merced de ella, el hecho de proyectarla insistentemente ayuda a que luego suceda. Realmente, la imaginación puede llevarte donde quieras, como piensa Geoffrey Fletcher en sus guiones cinematográficos abiertos con capacidad de ser interpretados de infinitas maneras. En La imaginación de lo sublime kantiana sin ir más lejos, la belleza no es el objeto de los sentidos, sino de la conciencia de la introspección (La experiencia de lo bello es, de esta manera, el suelo donde nuestro entendimiento e imaginación se fortalecen, haciéndose capaces de brotar) que conduce al placer de lo sublime. Incluso pensaba que la imaginación permite emparentar al sentimiento de lo sublime con la admiración ante aquellos objetos e ideas que al presentarse son más grandes y poderosas que nosotros. Adjetivamos el ser del mundo sublimis, situado en lo alto (Zaratustra) porque el arte logra así ser capaz de representar lo irrepresentable, apelando a un “hinc et nunc” radical, intentando resistir al pensamiento del olvido. Si la memoria en cambio, como afirma Max Morden, prefiere mantener las cosas en quietud, las palabras son el medio para perpetuar instantes, tal y como lo hace la pintura. Recordando las citas de Octavio Paz en “El hombre es un ser de palabras”. El signo y el objeto representado eran lo mismo”. “Al cabo de los siglos los hombres advirtieron que entre las cosas y sus nombres se abría un abismo, su arbitrariedad. Paz nos descubre al hombre como un hacedor de palabras, a partir de la realidad que vive, sin embargo, es tan subjetiva esa realidad de un ser a otro, que se atreve a asegurar que “las palabras nacen y mueren, como los hombres”. Hay que hacer notar que existe un acercamiento más que comprobado entre la ciencia y el arte y en la medida que se integran y evolucionan, el conjunto exploratorio se hace evidente; Hauser, Arnold (1982) lo define así: A medida que se camina del arte a las ciencias exactas, va creciendo la autonomía de las construcciones del espíritu, de acuerdo con su lejanía de las vivencias inmediatas del individuo concreto y vinculado a la esfera del ser; de ese individuo en cuya actitud anímica se dan indiferenciados el pensar y el sentir, la contemplación y la acción, la teoría y la práctica (p. 27). El mismo Hegel diferenciaba lo bello artístico de lo bello natural con el convencimiento de que aquél era muy superior a lo bello natural por encontrarse el espíritu y la libertad, que realmente es lo único verdadero. Una complejidad creciente tiene como contrapartida, el imperativo de la simplicidad en la transmisión de la información. El sistema de Laplace, empieza suponiendo una nebulosa ígnea surgida del espacio ex nihilo, ó al impulso del azar que es la misma cosa 68 , viniendo a ser (materia) y dejando de ser (energía incondicionada) en equilibrio, como diría Leopoldo Lugones. En realidad lo único que permanece es la idea de la figura, una existencia puramente espiritual, como que es una idea solamente, y a la vez inmaterial, como si se tratara de atomizar una forma geométrica superficial, eso sí, equivalente a nuevas formas de vida. Como una forma expansiva que la transforma en poliedro y en nebulosa o espacio creativo. La experiencia visual nos permite articular nuestro juicio para reinterpretar esa imagen ambigua e incoherente a nuestra mente y al vacío de la página, al fin y al cabo arte se instala en la inconsciencia del que observa la obra desde una perspectiva única e individual que resulta inusitada. La imaginación no ve el aspecto o la similitud de los objetos tan bien como los ojos, los cuales reciben el aspecto o la similitud de los objetos, trasmitiendo todo ello a la sensibilidad para que ésta a su vez lo trasmita al sentido común, que es el que juzga. La imaginación no va más allá de este mismo sentido común sino cuando se entrega a la memoria, y se cierra si la cosa imaginada no es de gran excelencia). (Tratado de la Pintura, 66, (p. 35). Podemos reconfigurar nuestros pensamientos y emociones porque tenemos cerca de 100 mil millones de Neuronas y unos 100 trillones de conexiones entre ellas. Aunque no existieran esas nuevas haces lumínicas (orbes), como las neuronas necesitan un mínimo de actividad para sobrevivir, resulta que una persona se encarga de alimentar a diario con su interacción con la realidad el proceso imaginativo, pero Imaginar no consiste en forzar una interpretación que uno no cree sino centrarnos en aquello que nos interesa especialmente.