DOI: 10.17058/redes.v27i1.17389
Redes transnacionales de
cuidados y nuevas ciudadanías
Elena Burgaleta
Universidade Internacional SEK – Quito – Pichincha – Ecuador
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9413-7299
Karen Garzón-Sherdek
Universidade Internacional SEK – Quito – Pichincha – Ecuador
ORCID: http://orcid.org/0000-0002-9315-6287
Resumen
El fenómeno de la feminización de la migración requiere ser analizado desde múltiples
perspectivas. En los últimos años se ha incrementado la presencia de las mujeres migrantes
en el mercado laboral, convirtiéndose en suministradoras económicas en sus hogares y
generando importantes remesas para sus países de destino. Sin embargo, este tipo de
migración tiene afectaciones diferenciadas por el hecho de ser mujeres, migrantes y por los
estereotipos sociales. El proceso de feminización de la migración y concretamente las
cadenas transnacionales de cuidado y apoyo están generando, no sólo de redes relacionales
de trabajo (formal e informal) y redefiniciones de las relaciones de género, sino también un
nuevo espacio de reflexión en la (re)conceptualización de la ciudadanía, como ciudadanía
universal transversalizada por el género y la cultura y desvinculada de conceptos como el
territorio o la nación. En este artículo se propone una reflexión sobre las cadenas de cuidado
como eje articulador de un espacio económico y especialmente político imprescindible para
la reconceptualización de una ciudadanía universal, resultado de un proceso dinámico,
heterogéneo e inclusivo.
Palabras clave: Feminismo. Migración. Redes transnacionales de cuidado. Transnacionalidad.
Ciudadanía universal.
Transnational care networks and new citizenships
Abstract
The feminization of migration needs to be analyzed from multiple perspectives. In recent
years, the presence of migrant women in the labor market has increased, becoming
economic providers in their homes and generating important remittances for their
destination countries. However, this type of migration has different effects due to the fact
of being women, migrants and social stereotypes. The process of feminization of migration
and specifically the transnational chains of care and support are generating, not only
relational networks of work (formal and informal) and redefinitions of gender relations, but
also generating a new space for reflection in the reconceptualization of citizenship, as
universal citizenship mainstreamed by gender and culture, and unrelated to concepts such
as territory or nation. This article proposes a reflection on the chains of care as the
articulating axis of an economic and especially political space that is essential for the
reconceptualization of a universal citizenship, the result of a dynamic, heterogeneous and
inclusive process.
Keywords: Feminism. Migration. Transnational care networks. Transnationality. Global
citizenship.
Redes (St. Cruz Sul, Online), v.27, 2022. ISSN 1982-6745
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Redes transnacionales de cuidados y nuevas ciudadanías
Redes transnacionais de cuidado e novas cidadanias
Resumo
A feminização da migração precisa ser analisada sob múltiplas perspectivas. Nos últimos
anos, a presença de mulheres migrantes no mercado de trabalho aumentou tornando-se em
provedoras econômicas de suas casas e gerando importantes remessas para seus países de
destino. No entanto, este tipo de migração tem efeitos diferentes devido ao fato de serem
mulheres, migrantes e estereótipos sociais. O processo de feminização da migração e
especificamente as cadeias transnacionais de cuidado e apoio estão gerando redes
relacionais de trabalho (formais e informais) e redefinições das relações de gênero, mais
também um novo espaço de reflexão na reconceituação da cidadania,como uma cidadania
universal transversalizada por gênero e cultura e desvinculada de conceitos como território
ou nação. Este artigo propõe uma reflexão sobre as cadeias de cuidado como eixo articulador
de um espaço econômico e principalmente político essencial para a reconceituação de uma
cidadania universal, fruto de um processo dinâmico, heterogêneo e inclusivo.
Palavras–chave:
Feminismo.
Migração.
Redes
transnacionais
de
cuidado.
Transnacionalidade. Cidadania global.
1 Introducción
Los estudios sobre el fenómeno de la migración desde una perspectiva de
género comienzan a tomar relevancia en la década de los 80’s incorporando las
propuestas teóricas de los estudios feministas de los años 70´s como el feminismo
negro, indígena, comunitario y, especialmente, en los 90´s los feminismos
postcoloniales. Con el inicio del siglo XXI los estudios sobre migración y género se
centran en el carácter transnacional de las redes de cuidados y apoyo que supondrá
una reconfiguración de las relaciones sociales, económicas y políticas internacionales
en su conjunto. Asimismo, las investigaciones sobre las experiencias de las mujeres
migrantes en distintos países abre nuevos debates sobre el impacto emancipatorio
de las mujeres migrantes, la reproducción de roles y estereotipos de género sumado
a los procesos de exclusión y discriminación de la población migrante en su totalidad.
En la actualidad, los debates sobre migración y género y, concretamente
sobre las redes transnacionales de cuidado y apoyo han generado un espacio de
reflexión crítica en torno concepto de “ciudadanía”, fundamentado en el sujeto
moderno masculino que pretende, a través de un sesgo androcéntrico, identificar el
el proceso de construcción histórica de la ciudadanía masculina como un proceso
universal (ZUÑIGA, 2010, pág.135). Esta visión androcéntrica en lo estudios de las
Ciencias Sociales explica la carencia de estadísticas desglosadas por sexo y, por lo
tanto, una visión sólida y a largo plazo de la presencia de mujeres migrantes en las
migraciones hasta la década de los 80´s. A pesar de ello, los datos de las cuatro
últimas décadas indican que, efectivamente, la tasa de participación de las mujeres
en la migración transfronteriza ha aumentado (BASTIA, 2009, pág.69).
En el contexto Latinoamericano los estudios de los últimos 20 años se han
centrado en el impacto en las sociedad de origen y destino, su feminización,
racialización y diversificación socioeconómica, así como un mayor interés sobre el rol
de los Estados en las políticas migratorias en un escenario de creciente globalización
de los mercados de trabajo (HERRERA, 2017, pág.15). El transnacionalismo como
marco analítico permite cuestionar la capacidad de los Estados nacionales para dar
respuesta a los cambios y retos que representan la migración internacional,
concretamente las contradicciones del proyecto moderno de ciudadanía y vida social
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Elena Burgaleta, Karen Garzón-Sherdek
restringidos al territorio nacional (VELASCO, 2009, pág. 34), frente a una nueva
concepción de ciudadanía universal.
A partir de este contexto, el presente artículo tiene como objetivo realizar una
propuesta crítica sobre los enfoques de las migraciones transnacionales que, desde
una perspectiva de género e intercultural, superen el análisis del individualismo
metodológico hacia una propuesta de ciudadanía universal. Se parte de la premisa de
que los estudios tradicionales sobre la migración están fundamentadas en el ideal
moderno como modelo de ciudadanía que resulta inadecuado para dar respuesta a
los procesos migratorios contemporáneos y, en particular, de aquellas en las que
transcurren los procesos migratorios marcadas por su carácter de género, racial y
transnacional. Así, la hipótesis general que explora este documento es que la
posibilidad de superación de los postulados teóricos que, desde una perspectiva
occidental y patriarcal interpretan los procesos migratorios como una problemática.
A través de esta propuesta crítica se propone la conformación de una ciudadanía
universal que se articule desde estos nuevos espacios sociales que responden a la
lógica transnacional en la que transcurren los flujos migratorios desde una
perspectiva de género. Para este propósito se utilizarán las bases teóricas de los
estudios feministas sobre migración y racialización, así como el concepto de
transnacionalismo migratorio. De igual manera, se realizará una investigación
cuantitativa fundamentada en datos estadísticos y fuentes oficiales que permitan
analizar los cambios y dinámicas de los últimos años en el contexto latinoamericano.
La estructura de este artículo está integrada por cuatro partes. En la primera
parte se propone una revisión de las principales propuestas desde las teorías
feministas en relación con la migración, con especial énfasis en el análisis sobre las
cadenas transnacionales de cuidado y asistencia. En segundo lugar, se analizan los
datos estadísticos que permiten analizar la evolución histórica de los flujos
migratorios desde una perspectiva de género transnacional y su impacto en las
economías y en la articulación de nuevos espacios sociales. En el tercer apartado se
analiza cómo las cadenas transnacionales de apoyo y cuidado han incorporado
nuevos enfoques en relación con el concepto tradicional de ciudadanía territorial.
Finalmente, se presentan a manera de conclusión los principales resultados de la
investigación y se plantea que los estudios y políticas migratorias deben considerar a
las cadenas transnacionales de apoyo y cuidado en la configuración de una nueva
concepción de ciudadanía universal desterritorializada, inclusiva, diversa y dinámica.
2 Teorías feministas y datos cuantitativos sobre migración en América Latina
La producción académica de las últimas cuatro décadas en torno a los estudios
sobre género y movimiento migratorios especialmente desde el enfoque del
feminismo decolonial y la interseccionalidad ha llegado a configurar un campo sólido
y autónomo de campo de estudios, el de “Género y migraciones” (GIL, 2012). Si bien,
este amplio campo de investigación ha desarrollado enfoques desde distintas
disciplinas como la Historia (GABACCIA, 1992), la antropología cultural (MAHLER &
PESSAR, 2001), la sociología (KOFMAN, 2004) o los Derechos Humanos (AÑON, 2010),
los estudios feministas se han basado fundamentalmente en dos grandes ejes: el
pensamiento etnocéntrico de signo postcolonial, común en las mujeres y hombres
inmigrantes y, el pensamiento androcéntrico de un discurso de género (NASH, 2006).
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Los procesos hacia una economía global en la que se ha ido cimentando una
progresiva dependencia de los Estados marcada por los procesos de reestructuración
económica, basada en flexibilización laboral y reducción de los servicios sociales, ha
derivado en un aumento de la precarización y vulnerabilidad de las mujeres en el
mercado laboral (SASSEN, 2008). En este contexto el proceso de feminización de la
migración responde a las dinámicas económicas y procesos de transformación social
y, concretamente, a la vinculación entre los productivo y lo reproductivo en una
escala global. Esta situación revela cómo las definiciones, las normas y las
instituciones que las personas y estructuras sociales hacen de lo masculino y lo
femenino conectan los espacios internacionales (TAPIA, 2011).
Uno de los conceptos que marca un giro determinante en los estudios críticos
sobre migración y género será la publicación en 1998 del texto “¿Puede hablar el
sujeto subalterno?” de Gayatri Spivak. En su estudio Spivak (1998) presentaba el
silencio impuesto a las mujeres indias silenciadas durante la administración colonial
preguntándose si los subordinados pueden hablar en situación de opresión. El sujeto
colonial en su estatus de subalternidad puede hablar físicamente, pero no tiene la
posibilidad de expresarse porque no tiene un lugar de enunciación y, específicamente
las mujeres ocupan ese lugar radical por su doble condición de mujer y sujeto colonial.
Otro aspecto importante de su crítica es el trabajo intelectual o de los “intelectuales
del primer mundo” que reproducen de manera consciente o inconsciente los
discursos de dominación neocoloniales, reforzando así ese silencio y la opresión
sobre el sujeto subalterno.
A pesar este paralelismo entre la opresión de las mujeres y la subalternidad de
los sujetos colonizados, las investigaciones feministas occidentales han tardado
décadas en reconocer esta lógica en sus estudios sobre las mujeres de los países
descolonizados, así como a las minorías étnicas de su propia sociedad (NASH, 2006).
Por lo tanto, el sujeto histórico continuaba siendo la mujer occidental que establece
de manera homogenizante a todas las mujeres no occidentales como “Mujeres del
Tercer Mundo” (MOHANTY, 1997; AHMED, 2021). Por lo tanto, esta construcción del
“paradigma del otro” en el contexto colonial niega la posibilidad de pensamiento,
razón y futuro, negando la diversidad de experiencias y posibilidad de construcción
de nuevos conocimientos; lo cual se traduce en una violencia silenciosa e invisible
impuesta por el pensamiento único (CRISTOFFANINI & HERNÁNDEZ, 2017;
PALERMO, 2010).
En torno a esta mirada crítica se van articulando los feminismos decoloniales
con el objetivo de construir una crítica desde la opresión de género, racionalizada,
colonial, capitalista y heterosexual desde sus cuerpos sexualizados, racionalizados,
colonizados y transfronterizos (LUGONES, 2014; MARTÍN, 2013). Los feminismos
decoloniales se han construido desde las relaciones subalternas excluidas de los
lugares de enunciación, buscando deconstruir la categoría universal (occidental) de
mujer. Se puede encontrar las primeras aportaciones decoloniales en el llamado
“feminismo negro”, y especialmente en una de sus principales representantes Bell
Hooks quien hablaba de la objetivación de las mujer negra en los discursos
antirracistas del feminismo blanco: “Las mujeres blancas que se dedican a publicar
ensayos y libros sobre cómo “desaprender el racismo” continúan teniendo una
actitud paternalista y condescendiente cuando se relacionan con mujeres negras
(…). Nos convierten en el “objeto” de su discurso privilegiado sobre la raza y como
“objetos” continuamos siendo diferentes, inferiores” (BELL HOOKS, 2004, pág. 46).
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En el contexto latinoamericano, el origen de los feminismos decoloniales se
vinculan a la necesidad de autoorganización y autogestión con una clara posición
crítica a la institucionalización, interpretada como una reproducción de la
colonialidad. Así mismo, desde los feminismos indígenas se incorpora la problemática
de la cosmovisión inválida desde el análisis occidental y, por lo tanto, relegada a la
exclusión y subordinación. Desde el denominado Feminismo Comunitario
Latinoamericano se propone la subversión de las formas de opresión (occidentales,
neoliberales o socialistas) reconceptualizando las ideas de feminismo y patriarcado
(VILLARROEL PEÑA, 2018).
En definitiva, el debate sobre interseccionalidad se preocupa por el análisis de
las categorías de raza, clase y sexo. El origen de este concepto nace de HILL COLLINS
(2019) con la “matriz de dominación”, un modelo analítico que describe la
multidimensionalidad y complejidad de las experiencias de discriminación sobre las
mujeres afro-estadounidenses frente al enfoque unidimensional del feminismo
blanco (WILLIS & YEOH, 2000). Esta alianza entre la matriz occidental de opresiones
y las diversas opresiones y desigualdades se evidencian en la vida de las mujeres
migrantes, concretamente en lo que se ha denominado como “cadenas
transnacionales de cuidado y asistencia”.
En esta primera sección, se examina la migración desde un enfoque de género
que busca determinar cómo y cuándo se incorporan elementos conceptuales en los
diferentes procesos migratorios internacionales considerando que los estudios de las
migraciones se ha asociado “con la necesidad de comprender –entre otras cosas- por
qué las mujeres han ido aumentando su participación en los movimientos de
población internacional, fenómeno al que los demógrafos han denominado
feminización de las migraciones” (TAPIA, 2011, pág.117). Esto, con el propósito de
que el género no constituya una variable más, sino que sea empleado como un
concepto teórico central (PESSAR, 1999) en los procesos migratorios.
Para abordar la temática, se parte de la relevancia y definición de la y el
migrante. La Declaración Universal de los Derechos Humanos (NACIONES UNIDAS,
1948) establece en su artículo 13, el derecho que tienen las personas para circular de
manera libre y poder elegir su residencia en un Estado, salir de su país de origen o
regresar al mismo. Por su parte, la Organización Internacional para las Migraciones
(OIM, 2019a) define al migrante como “cualquier persona que se desplaza, o se ha
desplazado, a través de una frontera internacional o dentro de un país, fuera de su
lugar habitual de residencia independientemente de: 1) su situación jurídica; 2) el
carácter voluntario o involuntario del desplazamiento; 3) las causas del
desplazamiento; o 4) la duración de su estancia”. La migración se ha incluido también
en la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) resaltando el
aporte de la migración al desarrollo en 11 de los 17 Objetivos que abarcan diversas
metas e indicadores referentes a la migración o el desplazamiento (NACIONES
UNIDAS, 2021).
Al ser la migración un fenómeno complejo y multidimensional que es
inherente al ser humano, tiene particularidades propias en determinados contextos
y regiones lo que hace que las personas se desplacen por diferentes motivos
(económicos, políticos, sociales, culturales, entre otros) (CEPAL, 2006, pág.18-19).
Con los múltiples avances industriales, tecnológicos y un mundo interdependiente,
los flujos migratorios han ido en aumento de la mano de la diversidad de elementos
que la caracterizan e impulsan. Sin embargo, si bien los procesos migratorios traen
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consigo múltiples efectos positivos para los países receptores como el incremento en
los aportes a la seguridad social, crecimiento económico, empleo, entre otros;
también experimenta restricciones, discriminación, inmigración selectiva, entre otros
(ARUJ, 2008, pág.97).
La perspectiva de género en la migración no es algo nuevo puesto que el
género influye en las motivaciones para migrar y en los destinos (CORTÉS, 2005).
Según datos de la CEPAL (2006, pág. 235), desde 1960 las mujeres han sido parte
relevante de los flujos migratorios internacionales evidenciando un incremento
constante en las principales regiones receptoras de inmigración, donde sus
motivaciones y efectos migratorios no son iguales a la de los hombres. Para SASSEN
(2003), a las mujeres inmigrantes las involucran en trabajos menos remunerados
relativos a trabajos domésticos, de industrialización con el reclutamiento masivo de
mujeres jóvenes, actividades de cuidado y reproductivas, entre otros, provocando
que las relaciones de género tengan especial preponderancia en el interés por
encontrar mano de obra barata y flexible (LIPSZYC, 2004). Así, los roles de género
influyen en el mercado laboral de los países receptores de migrantes, reproduciendo
y fortaleciendo patrones de género que discriminan a las mujeres de determinadas
razas, nacionalidades, orígenes étnicos, entre otros.
El género influye en cada uno de los aspectos de la migración. En el siglo XXI,
se ha roto el arquetipo de la mujer doméstica y del hombre como único apoyo
económico del hogar que contaba con el derecho preferencial de trabajo
remunerado y se ha construido una identidad femenina que se sostiene
constantemente con un doble eje de maternidad facultativa y de trabajo (NASH,
2006, pág. 43-44). No obstante, se continúa atribuyendo a las mujeres inmigrantes un
rol de domesticidad, lo que ha colocado a las mujeres migrantes en un camino sinuoso
y paradójico donde hacen frente a la liberación femenina en sus hogares pero al
mismo tiempo experimentan nuevas formas de subordinación laboral (MORENO,
2006, pág. 129). La literatura (NASH, 2006, pág.46) evidencia cómo se invisibiliza a las
mujeres inmigrantes negándoles el protagonismo como sujetos de inmigración y se
las cataloga con un débil reconocimiento de la individualidad femenina. Asimismo,
“aunque en algunas regiones ha habido una feminización neta de los flujos, lo que
realmente ha cambiado en los últimos cuarenta años es el hecho de que cada vez más
mujeres migran de forma independiente en búsqueda de trabajo”, en lugar de viajar
con sus esposos como dependientes de ellos (UN-INSTRAW, 2007, pág.4), pero
también al hecho de que “están expuestas a riesgos mayores en cuanto a
discriminación, explotación y violencia, ya sea durante sus travesías o en los lugares
de destino” (PALACIOS, 2016, pág.152).
De igual manera, en lo que respecta a la feminización del mercado de trabajo
a nivel mundial, las mujeres se han incorporado en las múltiples actividades laborales
generando así un aumento en la demanda de la fuerza de trabajo femenina, lo que
presiona -en el caso de países con crisis económica interna- los flujos migratorios de
mujeres de países en vías de desarrollo hacia países desarrollados (Moreno,
2006:124). Otro aspecto a considerar dentro de la migración femenina y su rol, es el
aumento de remesas enviadas por mujeres (UN-INSTRAW, 2007, pág. 4), como
consecuencia del incremento de estas en los movimientos migratorios y del
incremento de la migración autónoma femenina (MORENO, 2006, p.124).
Las mayores posibilidades laborales para las mujeres han contribuido a
enmascarar una serie de elementos simbólicos y de relaciones de género que han
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incidido en la feminización del movimiento migratorio internacional hacia España en
los últimos años. Este es un tema propio de las ciencias sociales que tiene que ver con
dos procesos paralelos: el uno es el aumento del número de mujeres en los
movimientos migratorios y el otro el aumento de la migración autónoma femenina.
En los últimos años se han desarrollado conferencias mundiales sobre la mujer
que se celebraron en la Ciudad de México (1975), Copenhague (1980), Nairobi (1985)
y Beijing (1995) (ONU MUJERES, 2022); y han existido avances normativos como la
Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) que define los derechos básicos
y las libertades fundamentales que mujeres y hombres deben disfrutar por igual. En
1979 se adopta la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación Contra la Mujer (CEDAW) que constituye un tratado internacional de
protección de los derechos humanos de la mujer; y, en 2010, ONU Mujeres se
constituye como el primer organismo de las Naciones Unidas que trabaja por los
derechos de la mujer. Aunque han existido avances importantes en materia de
igualdad de género, las mujeres continúan luchando por tener las mismas
oportunidades y acceso que los hombres. Por ejemplo, en materia política se ha
evidenciado un incremento en la participación y representación de la mujer en los
distintos cargos de elección popular, alcanzando en octubre del 2021 un promedio de
33.63% en América Latina (CEPAL, 2021), pero con apenas una mujer ocupando la
presidencia en Honduras para septiembre de 2022. Empero, entre los grandes retos
que enfrentan los 26 países de América Latina y El Caribe, los feminicidios 1 suman al
menos 4.091 en 2020, entre los cuales Honduras (4.7), República Dominicana (2.4) y
El Salvador (2.1) tienen las tasas más altas por cada 100.000 mujeres; evidenciando
que la violencia continúa afectando de manera diferenciada a mujeres y niñas (CEPAL,
2021).
En lo que respecta a los procesos migratorios, América Latina fue por varios
siglos un destino para ciudadanas y ciudadanos de Europa, África y Asia; sin embargo,
entre los años 1960 y 2010 la tendencia se revirtió y se produjo un fenómeno de región
emisora de migración. Asimismo, existen altos índices de migración al interior de la
región debido principalmente a la “intensificación de los procesos de globalización”
y también a “la agudización de crisis económicas y políticas que ha vivido la región en
distintos territorios” (HERRERA & NYBERG, 2017, pág. 13). Los principales destinos
migratorios desde la región son Europa, Estados Unidos, Canadá y Japón; y, la
constante, principalmente en Europa y Estados Unidos, ha sido la feminización de la
migración donde las mujeres comenzaron a ocupar el mercado del cuidado y servicio
doméstico (HERRERA & NYBERG, 2017, pág. 16). De igual manera, como se evidencia
en la Tabla 1, aunque los datos migratorios difieren en cada Estado, las mujeres
constituyen un importante porcentaje de inmigración y de emigración superando a
los hombres en el índice de inmigración en 10 países y de emigración en 19 países.
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Mujeres asesinadas por su condición de género.
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Tabla 1: Migración América Latina por género en 2019
Inmigración
Países
Hombres
Emigración
Mujeres
Hombres
Mujeres
Argentina
1’018.573
1’194.309
490.092
523.322
Bolivia
81.818
74.296
426.053
462.158
Brasil
435.661
371.345
737.943
1’007.396
Chile
332.929
497.063
305.822
344.329
Colombia
575.805
566.514
1’307.894
1’561.138
Costa Rica
201.934
215.834
63.749
86.651
Cuba
2.097
2.789
769.021
885.663
Ecuador
197.162
184.345
557.722
625.963
El Salvador
20.269
22.348
795.864
804.875
Guatemala
38.117
42.304
595.820
609.824
Haití
10.426
8.330
856.106
729.575
Honduras
20.440
18.493
328.695
472.012
México
531.912
528.795
6’277.644
5’518.534
Nicaragua
21.704
20.468
315.869
366.996
Panamá
94.396
90.676
78.215
82.892
Paraguay
83.412
77.107
372.270
499.368
Perú
424.317
357.852
634.541
878.379
Uruguay
36.988
44.494
291.450
341.989
Venezuela
685.975
689.715
1’216.983
1’302.797
Canadá*
3’ 786.190
4’174.467
510.314
812.773
España*
2’913.747
3’190.456
666.443
778.499
Estados Unidos*
24’488.382
26’172.767
1’593.071
1’574.001
Fuente: Datos macro / Expansión, 2022
* Se incluye a estos países como referencia de destino.
En 2019 se registraron alrededor de 272 millones de migrantes internacionales
de los cuales el 48% fueron mujeres (OIM, 2019b, p.3) y cuyos principales destinos
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fueron Asia (31%); Europa (30%); América del Norte y del Sur (26%); África (10%); y
Oceanía (3%) (Naciones Unidas, 2021). Asimismo, de acuerdo al PORTAL GLOBAL DE
DATOS MIGRATORIOS (2019) de la OIM, en 2020 se registró en América del Sur un
total de 17´612.735 emigrantes y 10´887.474 inmigrantes, que se caracterizan por tres
patrones migratorios: inmigración de ultramar, migración intrarregional2 y
emigración hacia países desarrollados.3 En esta región, el país que tiene el mayor
número de emigrantes para 2020 es Venezuela con 5´100.000 personas, seguido de
Colombia con 3´024.273, Brasil con 1´897.128, Perú con 1´519.635 y Ecuador con
1´127.891 (MIGRATION DATA PORTAL, 2022). Por su parte, los principales países
receptores de migrantes son: Argentina con 2´281.728 personas, Colombia con
1´905.393, Chile con 1´645.015, Venezuela con 1´324.193 y Perú con 1´224.519
(MIGRATION DATA PORTAL, 2022).
En Ecuador la situación migratoria es particular al ser emisor, receptor de
migrantes y personas refugiadas, y territorio de paso. También ha experimentado a
lo largo de los últimos años varias olas migratorias, entre la que se puede destacar a
la pionera de ellas originada en los años 50´s, la cual fue provocada por múltiples
factores socioeconómicos nacionales y la crisis del mercado de los “Panama hat”,
donde miles de connacionales de Azuay y Cañar, principalmente hombres, viajaron a
Estados Unidos debido a los nexos comerciales existentes con el sombrero
(RAMÍREZ, DOMÍNGUEZ & MORAIS, 2005, pág. 23). Asimismo, se evidenció otra ola
migratoria entre 1996 a 2004 que generó la salida de miles de ecuatorianas y
ecuatorianos como consecuencia de la inestabilidad política y crisis económica que
terminó con el cambio de moneda del sucre al dólar y que tuvo como principal destino
migratorio a España e Italia ((RAMÍREZ, DOMÍNGUEZ & MORAIS, 2005, pág. 31-32),
generando que las remesas se convirtieran en un ingreso importante en la economía,
constituyendo desde 1999 en el segundo rubro, luego de los réditos petroleros
(RAMOS, 2017, p.98) y aportando para el tercer trimestre de 2021 con USD 1,144.24
millones (BANCO CENTRAL ECUADOR, 2022). Esta ola migratoria se diferencia de la
anterior por su alcance nacional y también porque “las mujeres empiezan a migrar
también como trabajadoras independientes o encabezando los proyectos
migratorios de sus familias” (HERRERA & CARRILLO, 2005, p.287), enfocándose
principalmente en actividades de servicio y cuidado, pero también en la agricultura y
el turismo (CARDOSO & GIVES, 2021).
Por su parte, Venezuela registra desde 2015 un éxodo migratorio que alcanzó
las 4.8 millones de personas hasta diciembre de 2019, constituyendo el 15% de la
población total. La característica principal es que las personas que migran por
motivos económicos, sociales y políticos tienen como principal destino los países de
América Latina4 que acogió a 3,9 millones de personas migrantes y refugiadas hasta
2
En los últimos años ha existido un incremento en este tipo de migración debido principalmente al
éxodo migratorio de Venezuela, causada por la polarización económica, falta de acceso a necesidades
básicas, hiperinflación, entre otras. A julio de 2021, se registraron alrededor de 4,1 millones refugiadas,
refugiados y migrantes provenientes de Venezuela, de los cuales se ubicaron en Colombia con el 43%,
seguido de Perú con 830.000 y de Chile con 455.500 (MIGRATION DATA PORTAL, 2022).
3
Entre 1996 y 2004 existió un éxodo migratorio en Ecuador como consecuencia de una multiplicidad
de factores, entre ellos la inestabilidad política y crisis económica, donde se incrementó la pobreza en
10 puntos porcentuales alcanzando el 47% en 1999 y cuyo principal destino fue España e Italia.
4
Las personas en movilidad tienen como principal destino a Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina,
debido principalmente a los costos de viaje, las posibilidades de reunificación familiar y las facilidades que
puedan encontrar para permanecer en el país.
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2019 (R4V, 2019). Este país pasó de ser un país de acogida de migrantes a ser emisor
de personas en movilidad y las condiciones de las personas en condición de movilidad
también han variado (PNUD, 2020, pág.25). En un inicio las personas que migraban
tenían mayores niveles de educación, posteriormente lo hicieron profesionales con
menores recursos y desde 2019 han migrado personas con menores niveles
educativos y limitados o nulos recursos materiales (PNUD, 2020, pág.29). Asimismo,
las mujeres y niñas que se movilizan experimentan en el camino o en el destino
violencia sexual, agresiones o ataques, o son víctimas de redes de explotación sexual
(PNUD, 2020, pág.58-59).
3 Migración desde una perspectiva de género transnacional
Los conceptos de apoyo y cuidado son definidos como el conjunto de
actividades dirigidas a proporcionar bienestar físico, psíquico y emocional a las
personas que a su vez integran apoyo económico, suministro de vivienda, cuidado o
asistencia personal, cuidado de las y los niños pequeños, y las diferentes formas de
ayuda práctica y apoyo emocional (FINCH, 1989). El término de “cadenas mundiales
de afecto y asistencia” se refiere a los vínculos personales entre personas de todo el
planeta basadas en una función remunerada o no remunerada de asistencia
(HOCHSCHILD, 2008). Recientemente se ha acuñado el término “intercambio de
cuidado y apoyo a través de la distancia y las fronteras nacionales” que incluye cinco
tipos de cuidado: el cuidado práctico, el cuidado personal, el suministro y la habilidad
para proveer y el trabajo de parentesco (BALDASSAR et al, 2007).
En este contexto las mujeres migrantes actúan como representación del
colectivo de la comunidad migrante que homogeniza en el imaginario colectivo a un
grupo heterogéneo a través de una figura maternal (NASH, 2006). De esta manera,
las mujeres migrantes en tanto reproductoras biológicas y simbólicas se convierten
en “transportadoras del grupo”. A pesar de estas categorías homogenizadoras y
estáticas donde de las “mujeres de la cultura X o del país de origen X” niegan las
realidades, experiencias heterogéneas y cambiantes y complejas desde una mirada
desde la subalteridad que corre el peligro de colocarnos en una relación maternalista
y pasiva (TAPIA, 2011). Tal y como propone GIL (2012) es necesario sacar los cuidados
del espacio “privado” del hogar y de su contenido naturalizado en su asociación con
lo femenino para situarlos en el centro de procesos políticos e históricos que
construyen cuerpos generizados, sexualizados, racializados, etnizados y
desterritorializados.
De igual manera, no hay que olvidar que se trata de un proceso económico,
donde las transferencias económicas, especialmente las remesas monetarias,
constituyen un pilar clave de todas las tipologías que intentan acomodar la
heterogeneidad de actividades y prácticas transnacionales (PORTES et al., 2003). Este
fenómeno ha generado que los gobiernos de origen de los y las migrantes muestren
cada vez más interés en hacerse con parte de los beneficios. Así, algunos países,
como Filipinas ya han creado leyes para regular las transferencias de remesas,
obligando a los migrantes a enviarlas a través de canales gubernamentales. Los
gobiernos de América Latina actualmente están interviniendo cada vez más en los
debates sobre migración internacional, entendiendo que hay beneficios que extraer
de los y las migrantes que trabajan en el extranjero (GAINZA, 2006).
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Contrario a las estimaciones que prevalecían a principios de la pandemia, que
preveían una significativa reducción en el flujo de remesas para 2020 (algunas de las
estimaciones eran de una reducción del 20%), los flujos de remesas que recibieron los
países de América Latina alcanzaron US 101,1 mil millones de dólares al cierre de 2020.
Ello representa un crecimiento del 8.2% comparado con los flujos del año anterior,
similar a lo observado en el año 2019 (CEMLA, 2021).
Gráfico 1: Monto total de remesas recibidas en los países de América Latina y
Caribe en 2020 (millones de USD)
Fuente: CEMLA (2021).
Los escasos estudios que han intentado transversalizar el género en los
patrones de envío de remesas no han arrojado resultados concluyentes. Por un lado,
y debido a la dedicación al hogar y al cuidado de sus miembros que caracteriza al rol
femenino, se espera que las mujeres tiendan a establecer contactos más duraderos e
intensos con los núcleos familiares. Desde los roles de género se puede establecer
una mayor propensión de las mujeres a encabezar procesos de reagrupación familiar
y la constancia en el envío de remesas (RAMÍREZ, 2005). Esta feminización de la
migración se caracteriza por estar formados por mujeres en edad productiva y
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Redes transnacionales de cuidados y nuevas ciudadanías
reproductiva, por lo que, frecuentemente dejan a sus familias o hijos/hijas a cargo de
otras mujeres cuando deciden partir, dando origen a las “familias transnacionales” y
a las “cadenas de cuidado global” (TAPIA, 2011 ).
El potencial carácter “emancipatorio” de la migración ha generado división de
opiniones en las investigaciones en relación con los aspectos positivos y negativos de
la migración de las mujeres. Si bien la migración supone una renegociación de los
roles de género y reestructuración de las asimetrías y potencialidad de cambio en las
relaciones de género, estos cambios tal y como señala GIL (2012) no implican
necesariamente una eliminación de las desigualdades e incluso pueden verse
reforzadas.
Así, los estudios de PARREÑAS (2005) sobre mujeres migrantes filipinas en
Estados Unidos afirman que no se produce una reconfiguración de sus roles de
género ni de la división sexual del trabajo en las familias. Sin embargo, las
investigaciones de PARELLA (2021) sobre población migrante en España, muestran
que cuando las mujeres emigran existe un incremento en la participación de los
varones en las tareas de apoyo a otras mujeres de la familia. De manera que las
familias transnacionales suponen una reacomodación de las relaciones de género e
intergeneracionales en cuanto a los vínculos económicos y afectivos. Por esta razón,
la perspectiva transnacional de las migraciones exige alejarse del análisis del cambio
de las mujeres como resultado del proceso migratorio per sé y, por extensión, la
presencia de una estructura de género más igualitaria en el país de destino (NAVAZ,
2004). En esta línea, BASTIA (2009) considera que la disponibilidad de “ayuda”
doméstica barata y asequible contribuye al mantenimiento de las relaciones
desiguales de género a nivel mundial al ofrecer a las mujeres en relaciones
heterosexuales la posibilidad de acceder al trabajo remunerado sin renegociar el
(des)equilibrio en las responsabilidades domésticas con sus parejas, reproduciendo
relaciones desiguales de género a las generaciones futuras.
El análisis de las migraciones desde la perspectiva de género transnacional
puede construir nuevas categorías de análisis en el contexto de una ciudadanía
universal transnacional. En las últimas dos décadas se ha implementado
progresivamente el debate acerca de migraciones, género y ciudadanía universal,
entendiendo a esta última como “un reconocimiento político, social y jurídico por el
cual una persona tiene derechos y deberes por pertenecer a una comunidad o a un
territorio; dicho concepto en el marco de la globalización, ha evolucionado y tiende a
transformarse de acuerdo a las condiciones sociales” (HOYOS, 2013, pág.4).
Las cadenas transnacionales de apoyo y cuidado han incorporado nuevos
enfoques en relación con la desterritorialización de los derechos, a pesar de que en
Europa y Estados Unidos la migración se haya convertido en un instrumento que, bajo
las retóricas del miedo y la seguridad, ha consolidado un discurso en partidos políticos
y movimientos sociales de corte nacionalista y xenófobo. Las migraciones
transnacionales cuestionan, por lo tanto, las nociones de ciudadanía en el marco del
Estado-Nación para dar paso a la “sociedad compleja” en la que se reconocen las
prácticas y procesos sociales que se producen y reproducen en la vida cotidiana y en
particular las de las mujeres migrantes que pueden llegar a institucionalizarse
(HABERMAS, 1999; SOLÉ, 2013).
Por lo tanto, ante este escenario de apertura económica y política
transnacional y, tal como propone SASSEN (2007), es necesario plantear la formación
de nuevos tipos de ciudadanía y prácticas ciudadanas desde la desnacionalización del
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Elena Burgaleta, Karen Garzón-Sherdek
espacio y el reconocimiento de los actores transnacionales como agentes políticos
con nuevos derechos y reivindicaciones. Este abandono de la nacionalidad, unido a la
propuesta de una “ciudadanía inclusiva”, supone reflexionar sobre una nueva
categoría sociopolítica y económica que va más allá del origen, nacionalidad o
territorio. Estos nuevos debates proponen un análisis de la ciudadanía y migración
desde una perspectiva de género que exige repensar en una ciudadanía construida
desde las demandas de los agentes deslocalizados que, términos de SOLÉ (2013),
requiere de una estrategia efectiva desde la “integración horizontal”, a través de la
interconexión de redes de las prácticas informales de las mujeres migrantes que
logran desafiar los tradicionales modelos de participación política, diluyendo las
fronteras entre la esfera pública y privada y las prácticas formales e informales.
En definitiva, estas propuestas muestran la necesidad de establecer un debate
sobre migraciones, ciudadanía y género ante los nuevos escenarios donde estos
actores sociales exigen el reconocimiento de su central espacio político en la
economía mundial y redefinir, en consecuencia, las concepciones modernas de la
ciudadanía, nación y territorio. En este sentido, se vuelve central el concepto de
ciudadanía universal para que las personas gocen de igualdad de derechos y
obligaciones en cualquier parte del mundo.
4 Ciudadanía universal
En Ecuador se ha incorporado en la Carta Magna de 2008 el concepto de
ciudadanía universal en el Art. 416 referente a las relaciones del Ecuador con la
comunidad internacional. Así, en su numeral 6 se “propugna el principio de
ciudadanía universal, la libre movilidad de todos los habitantes del planeta y el
progresivo fin de la condición de extranjero como elemento transformador de las
relaciones desiguales entre los países, especialmente Norte-Sur” (CONSTITUCIÓN,
2008, pág. 124). La esencia de la norma es promover la libertad en la movilidad de las
y los ciudadanos a nivel mundial para que de esta manera no existan diferencias por
su condición de extranjero o extranjera. Asimismo, la ciudadanía universal ha sido una
temática de debate para los países de la región. En el caso de Bolivia, se impulsó la
Conferencia Mundial de los Pueblos por un Mundo sin Muros hacia la Ciudadanía
Universal, llevada a cabo en junio de 2017, en cuya declaración se establece que “la
movilidad humana es un derecho arraigado en la igualdad esencial del ser humano”
y se promueve “derribar los muros que nos dividen y construir una Ciudadanía
Universal, que consagre el derecho de todos y todas a tener y gozar en plenitud de
los mismos derechos, para el vivir bien de la humanidad” (DECLARACIÓN, 2017).
De acuerdo a la literatura, existen múltiples maneras de valorar y comprender
la ciudadanía universal. Cuando a Diógenes Laercio, historiador griego del siglo iii d.
C., le preguntaron de dónde era, él respondió que era Kosmopolítes, “ciudadano del
mundo” (Aragón, 2015). En ese sentido, para BURBANO DE LARA (2010, pág. 50)
sostiene que la ciudadanía universal es “de acuerdo con el Diccionario de Acción
Humanitaria, un principio, categoría o condición gracias a la cual todas las personas,
en cualquier lugar del mundo, pueden ser reconocidas en su calidad de sujetos de
derecho”. Bajo esta premisa, el ser humano se vuelve central como sujeto de
garantías y derechos indistintamente del territorio en el que se encuentre; por lo que
para RAMÍREZ (2022, pág. 364) “constituye una propuesta jurídica y política que
busca desterritorializar los derechos” dejando de lado la visión tradicional que otorga
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derechos y obligaciones únicamente a las personas que son reconocidas como
miembros de una determinada polis.
Otro elemento central que es considerado por las y los autores en el análisis
de la ciudadanía universal es que al incorporar el principio de ciudadanía universal en
la Constitución de la República, se establece un nuevo paradigma de movilidad
humana sin fronteras donde las personas no pueden ser excluidas por su estatus
migratorio, evidenciando así una evolución del concepto de ciudadanía que se
caracteriza por ser inclusivo y romper la barrera entre nacionales y extranjeros (ORIN,
2015). La ciudadanía universal implica también comprender la situación de movilidad
en la que se encuentran los seres humanos, brindarles derechos y garantías para que
puedan buscar mejores condiciones de vida. Sin embargo, su implementación
requiere no solo la voluntad de los Estados en velar por los derechos de las personas
en contexto de movilidad humana, sino también la asignación de presupuesto y
políticas públicas para su efectivo cumplimiento.
En este sentido, la ciudadanía universal se vuelve imperativa para las redes
transnacionales donde se cuestiona el hecho de que la nacionalidad debe estar
vinculada al territorio. En un mundo interdependiente y globalizado que ha registrado
la apertura de mercados, el intercambio comercial y el flujo de capitales, se continúa
restringiendo y limitando el derecho al desplazamiento contemplado en el Art. 6 de
la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Así, para Vera et all. (2019,
pág. 12), “la Ciudadanía Universal debe ser inherente a la condición humana de todos
como sujetos políticos, y no únicamente a quienes sean reconocidos formalmente
por parte del Estado”.
5 Conclusiones
Como se ha visto a lo largo de este artículo los estudios sobre género y migración van
más allá de una mera reflexión teórica sobre las “mujeres migrantes”. Retomando los
postulados y reivindicaciones de los feminismos de los años 70’s como el feminismo negro,
el feminismo indígena y comunitario y, especialmente los feminismos poscoloniales de los
90’s, el sujeto migrante aperece transversalizado por las relaciones de género,
intergeneracionales, culturales y etnicas, con un denominador común el carácter de sujeto
subalterno, silenciado, pasivo y estereotipado.
Concretamente, en las últimas tres décadas, el contexto latinoamericano los
procesos migratorios y, concretamente las remesas derivadas de los/las migrantes, han ido
despertando interés en los gobiernos que prácticamente los interpretan como un nuevo
sector productivo. Es en este escenario en el que se irán desarrollando las cadenas
transnacionales de cuidado y apoyo, encabezadas por mujeres migrantes que establecerán
nuevas relaciones económicas, sociales y, especialmente, políticas. Esta reconfiguración del
sujeto migrante como un sujeto complejo, heterogéneo y dinámico abre espacios para la
reflexión sobre un nuevo concepto de ciudadanía universal que debe ser transversalizada
desde una perspectiva de género que permita reconocer el espacio protagónico de la
migración como agente de cambio hacia una ciudadanía inclusiva.
La hipótesis general planteada en este documento sobre la posibilidad de superación
de los postulados teóricos que, desde una perspectiva occidental y patriarcal interpretan los
procesos migratorios como una problemática, se ve resuelta con los postulados de
ciudadanía universal que evidencian la importancia de que las y los migrantes sean sujetos de
derechos y obligaciones en cualquier territorio, sin restricciones o limitaciones .
Finalmente, estas conclusiones ponen de relieve la necesidad de continuar con un
trabajo reflexivo y empírico sobre las nuevas dinámicas y formas de relación política en el
escenario de los estudios de migración y género como objeto de nuevas investigaciones que,
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sin obviar la ruptura con los conceptos modernos de ciudadanía territorial-nacional, abran
nuevos horizontes sobre los procesos de cambio e impacto de los movimientos migratorios
en el escenario internacional.
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Elena Burgaleta Pérez. Ph.D. em Sociologia. Universidade Internacional
SEK. Coordenador da carreira de ciência política com ênfase em relações
internacionais.
Francisco
Compte
s/n
y
El
Calvario.
[email protected]
Karen Andrea Garzón Sherdek. Mestre em Relações Internacionais e
Diplomacia com menção em Política Externa. Universidade Internacional
SEK. Diretor de Relações Internacionais. 5ª transversal e Albert Einstein.
[email protected]
Submetido em: 24/02/2022
Aprovado em: 06/07/2022
CONTRIBUTION OF EACH AUTHOR
Conceituação (Conceptualization): Elena Burgaleta
Curadoria de Dados (Data curation): Karen Garzón-Sherdek
Análise Formal (Formal analysis): Elena Burgaleta and Karen Garzón-Sherdek
Obtenção de Financiamento (Funding acquisition): Elena Burgaleta
Investigação/Pesquisa (Investigation): Elena Burgaleta and Karen Garzón-Sherdek
Metodologia (Methodology): Elena Burgaleta
Redes (St. Cruz Sul, Online), v.27, 2022. ISSN 1982-6745
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Elena Burgaleta, Karen Garzón-Sherdek
Administração do Projeto (Project administration): Elena Burgaleta
Software: Elena Burgaleta and Karen Garzón-Sherdek
Supervisão/orientação (Supervision): Elena Burgaleta and Karen Garzón-Sherdek
Validação (Validation): Elena Burgaleta and Karen Garzón-Sherdek
Visualização (Visualization): Elena Burgaleta and Karen Garzón-Sherdek
Escrita – Primeira Redação (Writing – original draft): Elena Burgaleta and Karen Garzón-Sherdek
Escrita – Revisão e Edição (Writing – review & editing): Karen Garzón-Sherdek
Financing sources: N/A
Redes (St. Cruz Sul, Online), v.27, 2022. ISSN 1982-6745
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