MIGRACIÓN
E INTERCULTURALIDAD
Perspectivas contemporáneas en el abordaje
de la Movilidad Humana
José Berríos Riquelme
Idenilso Bortolotto Bernardi
(Coordinadores)
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2ª edición – 500 ejemplares
Julio de 2017
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Migración e interculturalidad
ÍNDICE
Presentación del Libro. ......................................................... 5
Marcela Tapia Ladino
PERSPECTIVAS CONTEMPORÁNEAS EN EL ABORDAJE
DE LA MOVILIDAD HUMANA
1. Políticas de Integración Social para contextos de diversidad cultural. ................................................................... 21
Carla Vidal Figueroa y Gustavo Castillo Rozas
2. Políticas y acciones en el área de la educación que favorecen la interculturalidad. ................................................... 65
Andrea Riedemann y Carolina Stefoni
3. Inmigración e interculturalidad en los medios de comunicación: representaciones y percepciones. ....................... 111
Laura Perucho García
4. La infancia migrante como un nuevo actor global. ....... 149
Iskra Pavez Soto y Sònia Parella Rubio.
5. Cadenas Globales de cuidado y migración circular. .... 181
Andrea Comelin Fornes y Sandra Leiva Gómez.
341
Migración e interculturalidad
6. La Mediación intercultural: una propuesta de intervención
para la integración. ........................................................ 215
José Berrios-Riquelme y Viviana Vargas-Salinas
7. Reflexiones sobre la figura del extranjero y la cuestión de la
integración desde una mirada intercultural. .................. 249
Claudio Bolzman
8. Movilidades Humanas e Intervención Social. ............... 275
Norma Montesino
9. Investigación Social Cualitativa con migrantes y familias
transnacionales. ............................................................ 305
Dolores Frias-Navarro, Laura Badenes-Ribera,
Héctor Montder-i-Bort, Óscar García-Buelga
y Marcos Pascual-Soler.
342
Migración e interculturalidad
CAPÍTULO 5
CADENAS GLOBALES
DE CUIDADO
ENTRE CHILE Y BOLIVIA
Y MIGRACIÓN CIRCULAR
Andrea Comelin*
Sandra Leiva**
* Académica de la Carrera de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Universidad
Arturo Prat.
**Académica del Instituto de Estudios Internacionales,
INTE, Universidad Arturo Prat.
181
Migración e interculturalidad
182
Migración e interculturalidad
INTRODUCCIÓN
La migración femenina relacionada con el trabajo de
cuidado en los países de la región ha aumentado considerablemente. Las trasformaciones globales en el mercado y
la creciente inserción laboral de las mujeres, han impulsado
flujos migratorios femeninos similares a los que ocurrían entre el Sur y el Norte, generando una interdependencia entre
los países de la región. Esta relación se gesta en función
de los servicios de cuidados femeninos que se transan en
el mercado, la que aparece como respuesta a las necesidades de cuidados de niños y personas dependientes en
países que presentan una economía con altos estándares
de crecimiento, en detrimento de aquellos que presentan
mayores indicadores de pobreza y ausencia de políticas de
protección social (Williams, 2012; Salazar, 2010).
A la vez, esta realidad responde a la ausencia o escasa
presencia de intervención estatal y formas de organización
social del cuidado, llevando a la concertación de arreglos
privados que la mayoría de las veces responden a trabajos
precarios. Así, a partir de la década del 90, muchos de los
1
2
Esta contribución se inserta en un proyecto más amplio financiado por
CONICYT, proyecto ANILLO SOC 1109 “RELACIONES TRANSFRONTERIZAS ENTRE BOLIVIA Y CHILE: PARADIPLOMACIA Y PRÁCTICAS
SOCIALES 1904-2004”, desarrollado por investigadores del Instituto de
Estudios Internacionales de la Universidad Arturo Prat y del Instituto de
Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile.
Las autoras agradecen la colaboración de la Hermana Ema Hormazábal,
de la Congregación del Buen Pastor, de Janett Gómez, de la Pastoral
Migratoria, y de todas las migrantes bolivianas entrevistadas.
183
Migración e interculturalidad
países de América Latina y el Caribe se constituyeron como
países de origen y/o de destino, donde la migración femenina se dirigía principalmente hacia países de la región o del
hemisferio norte, con el fin de desarrollar trabajo doméstico
y de cuidado (Carcedo, Lexartza y Chaves 2011; Molano,
Robert y García 2012). Este nicho laboral es posible porque las familias en las sociedades de destino, no pueden
cumplir con estas demandas sin los adecuados arreglos por
parte del Estado (Comelin, 2014). Sin embargo, la particular
realidad de Chile, da cuenta de un mayor flujo inmigratorio
desde sus países colindantes, presentando un tipo de migración que no se caracteriza totalmente en los términos tradicionales que supone un lugar de origen y uno de destino,
en donde el desplazamiento se realiza con el fin de establecerse por un tiempo prolongado en un lugar. Más bien, este
fenómeno suele presentarse como un cruce de fronteras por
períodos no prolongados, sin el proyecto determinado de
establecerse en el lugar de destino, sino de volver constantemente al lugar de origen.
Este tipo de migraciones, conceptualizadas por algunos como migración de “idas y venidas” (Hinojosa, Pérez
y Cortez, 2000), cuestionan el concepto tradicional de migración, prefiriéndose por algunos investigadores el término
de “movimientos de población” (Tapia, 2015; Tapia y Parella,
2015). Algunas personas que se desplazan no necesariamente buscan el establecimiento, más bien muchas veces
se observa una circulación de personas (Tarrius, 2000, Cortés, 2009). Tal circulación se observa con frecuencia en las
regiones fronterizas, entendidas como aquellas en que “confluyen territorios colindantes de dos o más países” (Meza,
2012, p. 25). En efecto, Tapia y Parella (2015, p.176) afirman
que en las regiones fronterizas se dan “prácticas sociales
de cruce y de circulación de quienes buscan asegurar su
reproducción y satisfacer sus necesidades vitales”. Por esto,
es relevante comprender cómo se desarrolla la migración
que ocurre en una región fronteriza y conocer el rol que jue184
Migración e interculturalidad
gan las migrantes bolivianas en la organización de los servicios de cuidado en Chile.
En efecto, la prestación de servicios domésticos y de
cuidado en el país, por parte de migrantes bolivianas, es
un tema que recién en el último quinquenio ha comenzado
a investigarse (Leiva, 2016, Leiva y Ross, 2016, Martínez y
Soffia, 2013, Correa y Vidal, 2013), lo que ocurre como respuesta a una doble crisis, la crisis de cuidado observada
en Chile (Acosta, 2015) y la crisis económica presente en
el vecino país boliviano (Wanderley, 2009). Esta condición
de doble crisis es necesaria para que tengan lugar las cadenas globales de cuidado entre dos países (Hochschild,
2001, Salazar Parreñas, 2001, Yeates, 2012), cadenas que a
la vez, originan el establecimiento de una maternidad transnacional (Hondagneu-Sotelo y Ávila, 1997).
Es en el contexto de esta doble crisis y su incidencia
en las cadenas globales de cuidado, que el presente
capítulo entrega luces acerca de una forma de migración
que hasta el momento ha sido escasamente estudiada en
Chile: la migración circular. Se trata de migrantes bolivianas
que realizan trabajo de cuidado en el norte de Chile,
particularmente en la ciudad de Iquique y que permanecen
en su trabajo por un período de tres meses, para luego
salir y volver a ingresar al país; incluso cuando teóricamente
es factible que ellas soliciten un permiso de trabajo y
permanezcan por más tiempo en el territorio. Diversos son
los motivos que juegan a favor de esta elección y son los
que se detallarán en el presente capítulo.
Perfil sociodemográfico de la inmigración en chile
y demanda de servicios de cuidado
La migración en Chile se ha incrementado considerablemente en los últimos cuatro años. En el año 2009
habían 352.344 personas migrantes en el país, los que
185
Migración e interculturalidad
representaban un 2,08% de la población (Departamento de
Extranjería y Migración, 2010), cifra que ha aumentado en el
año 2014 a 410.988, representando un 2,3% de la población
nacional (Departamento de Extranjería y Migración, 2016).
Respecto al origen de estos Inmigrantes, en el mismo
documento se señala que la inmigración provendría
principalmente de países de América del Sur. En el 2014,
un 56,8% de la población de inmigrantes en Chile cumpliría
con esa característica, proviniendo principalmente de Perú
31,7%, Argentina 16,3% y Bolivia 8,8%. Esta población se
distribuye mayoritariamente en cuatro regiones respecto
al total de población inmigrante, en que lidera la región
metropolitana (61,5%), seguida por Antofagasta (6,9%),
Tarapacá (6,0%) y Valparaíso (5,8%). No obstante, al analizar
el porcentaje de inmigrantes con respecto al total de
población por región, Tarapacá lideraría, ya que un 7,4% de
su población corresponde a inmigrantes, seguidos por las
regiones de Arica y Parinacota con 5,8% y de Antofagasta
4,6% respectivamente. También se señala dentro de la
información que entrega el mismo documento, que un
52,6 % de los inmigrantes son mujeres y que la mayoría
se encuentra dentro de la edad productiva, un 65,5% que
resulta de la suma de los intervalos entre los 20 y los 35
años de edad (43,3%) y entre los 36 y 50 años (22,2%).
Un dato relevante es el aumento que la población de
origen boliviana adquiere desde el 2009 (24.116), al 2014
(36.036), aumentando desde un 6,8%, a un 8,8% de la
población inmigrante total del país. Por último, respecto
al nivel socioeconómico de los inmigrantes, las últimas
estadísticas disponibles en los resultados de la CASEN
2013, indican que una medición multidimensional de la
pobreza arroja que un 25,2% de la población inmigrante se
encontraría viviendo en tal condición, por sobre un 20,3%
de la población no inmigrante en el país. La mayor parte
de la población migrante en estas condiciones provendría
de Perú y Bolivia, con un ingreso per cápita mensual de
186
Migración e interculturalidad
$210.000 (Ministerio de Desarrollo Social, 2015a). Los datos
señalados, muestran que la migración Sur – Sur en Chile,
responde a una población que va en aumento y que se
caracteriza por ser en su mayoría femenina, proveniente de
países limítrofes y con niveles de pobreza mayores que la
población nacional.
El perfil migratorio descrito, en parte respondería a las
demandas de cuidado generadas por el aumento de la incorporación de la mujer chilena al mercado laboral, requiriéndose servicios de cuidado y de trabajo doméstico, como
estrategia de conciliación de la vida laboral y familiar (Leiva
y Comelin, 2015). En efecto, el aumento sostenido de la participación laboral femenina en Chile durante la última década, ha pasado de un 32,5% en 1990, a un 45,6 % en 2013
(Ministerio de Desarrollo Social, 2015b). Al mismo tiempo, la
población femenina nacional ocupada en trabajo doméstico
disminuyó desde un 20,3% en el año 1992, a un 10,8% en
el año 2009 (PNUD, 2010).
Recientemente, un estudio realizado en la Universidad
Católica (Sepúlveda, 2016), revela que el porcentaje de
mujeres que hoy trabajan en servicio doméstico en Chile ha
disminuido de 35% en 1957, a 9% en el 2013 y que dentro
del rubro, la modalidad de puertas adentro fue la que mostró
una caída mayor, desde un 30% en los años 90 a un 6%
en el 2013. Así, al disminuir el mercado laboral interno de
servicios de cuidado, las familias chilenas han comenzado
a contratar servicio doméstico extranjero, especialmente
peruano (Stefoni, 2009) y últimamente boliviano (Correa y
Vidal, 2013; Martínez y Soffia, 2013; Ramos y Urbina, 2012).
Cuidado y cadenas globales de cuidado
Conceptualizar el cuidado aún es un tema controversial,
debido a que el care es un término relativamente nuevo en
las Ciencias Sociales, el cual presenta múltiples aristas y en187
Migración e interculturalidad
foques en su abordaje. Las primeras referencias al tema de
cuidados se encuentran en la década del 80, refiriéndose a
“el cuidado”, “los cuidados” o “el trabajo de cuidados”, para
dar cuenta de lo que expone el concepto de “care”, aunque
ninguno de estos términos es una fiel traducción del mismo
(Carrasco, Borderías y Torns, 2011). El surgimiento de este
concepto se vincula con el cuestionamiento que se realizó
al término “trabajo” a finales de los años 80 en las Ciencias Sociales, permitiendo que las tareas domésticas fueran
consideradas dentro de la categoría de trabajo. Al ampliar
el concepto de trabajo e incluir al trabajo doméstico o reproductivo, se releva un trabajo por años invisibilizado y por
tanto naturalizado (Torns, 2008).
El cuidado implica aspectos materiales como lavar,
limpiar, alimentar, trasladar, vestir, como también tareas de
formar o socializar. Por desarrollarse como una actividad
cara a cara, presenta un carácter relacional, implicando
además un ámbito afectivo emocional que se expresa en
las relaciones familiares (Acosta, 2015; 2013; Aguirre, 2007).
Siguiendo a Batthyány (2004), el trabajo de cuidados tendría
entonces una dimensión material, que es la realización del
trabajo, una económica, que se relaciona con el costo y
una psicológica, en tanto se da un vínculo afectivo con la
persona cuidada. Este trabajo que se desempeña dentro
del ámbito privado, por lo regular ha sido un trabajo no
remunerado de mujeres, que generalmente presenta costos
ocultos para quienes lo realizan, pero que al mismo tiempo
implica un aporte a la economía de los países que hasta
hace una década era invisibilizado. Solo hace unos pocos
años se comenzó a reconocer el aporte que las mujeres
realizan por medio de su trabajo reproductivo a la economía
de los Estados, a través de la provisión de bienestar
(Esping-Andersen, 1999). Es a raíz de este reconocimiento,
que se entiende la relevancia de considerar el cuidado
como un eje clave de las políticas públicas dentro de los
Estados de Bienestar (Carrasco, Borderías y Torns, 2011).
188
Migración e interculturalidad
Un concepto que aporta a comprender la importancia
del trabajo de cuidados para los Estados y el rol de
corresponsabilidad entre las partes involucradas. es el de
social care, acuñado por Daly y Lewis (2000) y que se
traduce como organización social del cuidado (Torns 2008;
Carrasco, Borderías y Torns 2011). Este término se refiere a
la particular manera en que un Estado de Bienestar organiza
socialmente el cuidado, articulando la responsabilidad y
participación de los actores involucrados y garantizando el
mismo.
Responder a las necesidades de cuidado, que cada vez
son mayores en nuestra sociedad, resulta un gran desafío,
debido a que existen menos recursos familiares para poder
desempeñarlo por la familia, sobre todo porque las políticas
de bienestar son escasas en esta temática. Esta situación,
entendida como “care drain” (Bettio, Simonnazzi y Villa,
2006) o “fuga de cuidado”, ha llevado a las familias a buscar
estrategias, generalmente desarrolladas por las mujeres bajo
el mandato social del contrato de género naturalizado (Pérez
Orozco, 2006), las que muchas veces pasan por reducir las
jornadas laborales, buscar apoyo en mujeres de la familia o
contratar personal de servicio doméstico.
Hasta hace poco tiempo, esta última estrategia había
sido desempeñada en Chile por mujeres nacionales. Sin
embargo, en los últimos años cada vez menos mujeres
chilenas se desempeñan en este rubro, lo que ha suscitado que este trabajo sea realizado por población migrante
(Stefoni, 2009). Esto deja en evidencia la crisis de cuidado
en nuestro país, en donde la migración femenina ha
sido la respuesta para resolverla. De esta forma, las
mujeres provenientes de los países del sur, que presentan
condiciones económicas menos favorables, ofrecen su
trabajo como cuidadoras, migrando hacia los países
más desarrollados, dejando en manos de otras mujeres,
generalmente familiares, el cuidado de sus hijos, familiares
189
Migración e interculturalidad
enfermos o adultos mayores. Bajo esta estrategia y
empujadas por la crisis económica de su país de origen,
dan respuesta a la crisis de cuidado en los países de
destino (Arriagada y Todaro, 2012). Este proceso se ha
conceptualizado como “cadenas globales de cuidado”
(Acosta 2015; Carrasco, Borderías y Torns, 2011, Salazar
Parreñas, 2001) y es uno de los fenómenos que caracteriza
el proceso de feminización de la migración (Pérez Orozco,
2007), conformando verdaderas cadenas transnacionales
para el sostenimiento de la vida cotidiana, al transferir el
cuidado de unos a otros.
Las cadenas de cuidado, junto con visualizar desigualdades de género, permiten dar cuenta de los diversos ejes
de poder y desigualdad entre las mujeres que requieren el
trabajo de cuidado y en quienes lo entregan, considerando
variables como etnia, clase social y lugar de procedencia
(Pérez Orozco, 2009), lo que presenta múltiples efectos. En
primer lugar, la transnacionalización del trabajo de cuidado
expone a una mayor vulnerabilidad a quienes desarrollan
este tipo de tareas, en tanto las sitúa ante una triple discriminación: mujer, inmigrante y trabajadora (Parella, 2003),
con consecuencias de posibles discriminaciones, mayor
posibilidad de caer en situación de pobreza y precariedad
laboral (Leiva, 2015). En segundo lugar, no sólo afecta a la
mujer que efectúa este trabajo, sino también a su familia,
pues deben distribuirse el trabajo de cuidado entre sus familiares, generalmente mujeres, a la vez que se desarrollan
los hogares transnacionales en los que se mantiene una relación mediante fronteras, en la que se cruzan proyectos y
decisiones, afecando tanto al grupo familiar que se queda
en el país de origen y al que se encuentra en el destino
(Acosta, 2011, 2013). En tercer lugar, se cuida a distancia,
de distinta manera a través de las fronteras y se desarrolla
un nuevo tipo de maternidad, la transnacional, ejercida en
geografías distantes, cambiando la construcción social tradicional de la maternidad (Ariza, 2012; Stefoni, 2013).
190
Migración e interculturalidad
Esta realidad implica costos que deben ser asumidos
por las mujeres que desempeñan estos trabajos y sus familias. En el caso de las migrantes que realizan labores
de cuidado, estos costos incluso son más altos, tanto para
ellas, como para sus hijos, quienes usualmente se quedan
en el país de origen. Este contexto no puede ser resuelto de
forma privada por acuerdos regulados solamento por la familia y el mercado, ante este panorama, es necesario que el
Estado se involucre y articule diferentes respuestas que garanticen los derechos de cuidado, no sólo para quienes deben ser cuidados, sino además, para quienes cuidan (Leiva,
2015). Ante esta perspectiva crítica al trabajo de cuidado,
diferentes propuestas han salido a la luz, las que tienen
como énfasis evidenciar la diversidad de actores que deben
estar presentes y garantizar el cuidado holísticamente.
Organización social del cuidado
A través del concepto de social care (Carrasco,
Borderías y Torns, 2011; Daly y Lewis, 2000; Lewis,1998),
Daly y Lewis (2000) demandan una acción del Estado
orientada a la creación de políticas y arreglos institucionales
para resolver y organizar el trabajo de cuidado de dependientes. Bajo esta perspectiva, si el Estado debe articular
respuestas y garantizar derechos de cuidado, se necesita
entender el cuidado no como una situación a resolverse en
el mundo privado familiar, sino como la base del mundo
productivo, en concordancia con uno de los ejes que
sustentan el Estado de Bienestar. Por tanto, las políticas
orientadas al cuidado, también deben responder a esta
lógica, permitiendo articular las acciones del Estado, familia,
mercado y sociedad civil, para así dar respuesta a estas
demandas y al mismo tiempo, garantizar dichas acciones
bajo un marco normativo que le dé sustento.
De esta manera, son tres las dimensiones implicadas
dentro del mismo concepto. Como primer aspecto
191
Migración e interculturalidad
reconoce al cuidado como trabajo, lo que lo enmarca
dentro de una categoría productiva, no sólo perteneciente
al mundo reproductivo. Como segunda dimensión, al
comprenderlo como derecho para todos los involucrados,
obliga al Estado a establecer un marco normativo que
permita corresponsabilidad entre los actores involucrados
y lo garantice. Por último, se sitúa en la esfera pública y
privada, en tanto en él se articulan no solamente la familia, sino otros actores públicos, como la sociedad civil,
el mercado y el Estado. Daly y Lewis (2000) definen la
organización del cuidado como las actividades y relaciones
que hacen posible la satisfacción de las necesidades físicas
y emocionales de las personas adultas dependientes y
de niños y niñas, considerando los marcos normativos,
económicos y sociales en que tales actividades se
desarrollan.
Para comprender la complejidad del concepto y de
los diversos ámbitos que articula, el social care puede ser
observado y analizado a nivel micro y macro. A nivel micro
se refiere a la relación que se establece entre la persona
receptora de cuidado y quien cuida, analizándose sus
procesos, vínculos, emociones, las condiciones económicas
y sociales bajo las cuales se desarrolla este trabajo, como
los efectos sobre quienes reciben el cuidado. A nivel macro
se analizan las prestaciones de cuidado y los arreglos
institucionales para brindarlo por los distintos sectores o
actores sociales; Estado, mercado, familia y comunidad y
las interrelaciones que estos arreglos tienen entre sí. Interesa
conocer el aporte que cada uno realiza a la carga global de
cuidados que presenta la sociedad, sus responsabilidades y
los costos asociados a ello.
Al relacionar este concepto, con el de las cadenas
globales de cuidado, se analizan las políticas, los arreglos
institucionales, los marcos normativos y las interacciones
a nivel macro de estas esferas, como las interacciones a
nivel micro de quienes vienen a ofrecer y realizar su trabajo
192
Migración e interculturalidad
de cuidado y la situación de quienes reciben el cuidado.
Lo anterior se observa tanto en el país de origen, como
en el de destino. Conjuntamente, se analiza la realidad de
quienes demandan servicios de cuidado y la organización
política, económica y social de los Estados de Bienestar
que enmarcan esta situación en particular (Gonzálvez, 2013;
Molano, Robert y García, 2012; Pérez y López, 2011). En el
fondo, implica considerar la demanda y la oferta de cuidado
de las personas que lo necesitan y quienes lo proveen,
ampliando la mirada más allá de quienes realizan el trabajo
de cuidado para situarla a nivel del Estado, sus instituciones,
sus políticas de bienestar social, los actores comunitarios
y las regulaciones del mercado, en toda su complejidad
interaccional, en función de la corresponsabilidad de
actores en torno al cuidado y los derechos que deben ser
garantizados para sostener el Estado de Bienestar.
Migracion circular y trabajo de cuidado
La “fuga de cuidados” aludida anteriormente, motivada
entre otras razones por el aumento de la participación
laboral femenina, ha llevado a las familias a una búsqueda
de soluciones para el cuidado de sus hijos y personas
dependientes. Una de las soluciones utilizadas para ello,
es la contratación de personal que lleve a cabo las tareas
de cuidado, las que últimamente en Chile han comenzado
a ser desarrolladas por personas migrantes. Así, a la
contratación de servicio doméstico peruano (Stefoni, 2009)
se ha sumado el empleo de trabajadoras domésticas
bolivianas (Correa y Vida, 2013; Martínez y Soffia, 2013).
Algunas migrantes bolivianas que vienen a desempeñar
trabajo de cuidado, que son contratadas normalmente como
trabajadoras domésticas, realizan una migración circular
entre Chile y Bolivia. Este fenómeno de migración circular,
en el ámbito del cuidado en Chile, si bien no ha sido
estudiado, ha sido investigado en otras latitudes (Marchetti,
2013; Vianello, 2013; Marcu, 2013, 2009), mostrando con
193
Migración e interculturalidad
esto que no se trata de un fenómeno aislado. Qué se
entiende por migración circular, para qué actores sería
beneficiosa y cuáles son las desventajas de la migración
circular en el sector del trabajo de cuidado, son los puntos
que se propone analizar este apartado.
A la fecha, no existe una definición que sea consensuada sobre la migración circular (Solé et al. 2016; LópezSala y Godenau, 2015), aun cuando la terminología sobre
ella supone siempre un movimiento circular realizado por
migrantes. Wickramasekara (2011) afirma que la migración
circular se trata de repetidas experiencias de migración, que
implican más de una migración y retorno. Por otra parte,
para Vertovec (2007) se trata de un patrón de movilidad
repetitivo, rotatorio, múltiple, estacional o cíclico. A su vez,
Triandafyllidou (2011) ha definido la migración circular
como una migración internacional, temporaria, repetitiva,
por razones económicas, siendo ésta la conceptualización
adherida en este texto. Además, se destaca que incluso al
ser conceptos similares, es necesario hacer una distinción
entre la migración circular y la migración temporal. Mientras
la migración temporal puede ser una acción que ocurre
una vez, la migración circular implica más de un paso,
es un movimiento de ir y venir entre dos o más países y
está relacionada con la libertad de movimiento y el acceso
libre al mercado laboral (Trifan, 2015). Por lo tanto, en este
capítulo se resalta el uso del concepto de migración circular
como un movimiento que se produce repetidamente, entre
el país de origen y el de destino.
Es interesante destacar que la migración circular
no es un fenómeno nuevo. Son varios los organismos
que en la última década han comenzado a hablar de
las bondades de la migración circular en las economías
de los países, proponiendo por ello impulsar políticas
públicas que las fomenten (Solé et al. 2016, Zimmermann, 2014, Wickramasekara, 2011). La migración circular
implicaría beneficios para los países emisores, para los
194
Migración e interculturalidad
países receptores e incluso para los propios migrantes,
estableciéndose una situación de ganancia triple – win win
win - para estos tres actores (Zimmermann 2014, Vervotec,
2007, Wickramsekara, 2011). La Organización Internacional
de Migración (2006) hace diez años atrás ya afirmaba que
la migración circular podría traer beneficios, especialmente
a los países en desarrollo. La OIM defendía que los países
receptores de migrantes deberían proponer más vías de
migración laboral regular, repetitiva, temporal, y brindar
incentivos a los migrantes ofreciendo un retorno futuro a
su mismo empleo. También sugería implementar una doble
residencia o doble ciudadanía para ciertos migrantes y
establecer regímenes de visa más flexibles. No obstante, las
investigaciones realizadas en los últimos años han puesto en
duda que la migración circular sea realmente una situación
favorable para los migrantes, puesto que muchas veces se
trata de trabajos precarios y realizados en la esfera privada,
lo que hace aún más difícil su control (Triandafillydou, 2013).
La migración circular se da en varios sectores de la
economía (servicios, turismo, construcción, agricultura), pero
aquí el análisis se restringirá a la migración en el trabajo
de cuidados. Ottonelli y Torresi (2016) plantean que existen
tres tipos de problemas asociados a la migración circular
de las migrantes que realizan trabajo de cuidados. El primer
problema se refiere a la marginalidad y vulnerabilidad de
los migrantes involucrados en este tipo de experiencia
migratoria. Esto se debe a que el trabajo no sólo está
“generizado”, sino también confinado a la esfera privada y
por ello más expuesto que otros tipos de empleo a abusos
e incluso a formas sutiles de violencia y de maltrato. La
ausencia de una red de conocidos e instituciones y grupos
de apoyo hace a los migrantes más vulnerables a abusos
no detectados. Un segundo problema es la carencia de
soluciones de salida, o bien, el alto riesgo de ser atrapado
en este tipo de condiciones, sin ser capaz de llevar a cabo
su plan original de retorno. Esto pude ser un efecto del
aumento de expectativas que los migrantes provocan en sus
195
Migración e interculturalidad
niños y en su familia en el país de origen. Finalmente, estos
migrantes pueden ser sometidos con mayor frecuencia
que otros trabajadores a un trato económico injusto. Estas
personas migrantes a menudo reciben bajos pagos, trabajan
sin contrato u otra garantía legal, aceptan duras condiciones
laborales y finalmente, no tienen acceso a seguro social y
pensiones.
Migracion circular entre bolivia y chile en el trabajo de
cuidado
Es posible encontrar estudios que evidencian el trabajo doméstico realizado por migrantes en la región de
Tarapacá. En efecto, los inmigrantes menos calificados de
los países fronterizos en el norte de Chile se insertan diferenciadamente de acuerdo a su sexo. Generalmente los
varones se dedican a la construcción y a la agricultura,
mientras que las mujeres se emplean mayoritariamente en
el servicio doméstico (González, 1998; Gavilán y Tapia,
2006). Los varones realizan trabajos riesgosos y pesados y
las mujeres trabajos socialmente devaluados (Tapia, 2012).
Cabe destacar, que estos estudios no se han referido a
la migración circular realizada por las migrantes bolivianas
que se dedican al trabajo doméstico y de cuidados en
la zona fronteriza del norte de Chile. Con base en esto,
a continuación se presenta evidencia de esta migración
circular estudiada en la ciudad de Iquique. Se trata de
migrantes bolivianas que vienen a cuidar niños o ancianos,
que entran con un permiso de turismo que les permite
permanecer en el país tres meses y regresan a Bolivia al
cumplir ese plazo, ya sea para volver a ingresar nuevamente
a Chile por un período temporal o para quedarse un tiempo
en sus hogares y evaluar la posibilidad de volver a cruzar la
frontera en un futuro cercano.
Para conocer parte de esta realidad, se realizó una investigación cualitativa que consideró el análisis de docu196
Migración e interculturalidad
mentos y aplicación de entrevistas en profundidad. Fueron
entrevistados seis informantes claves, personal profesional,
administrativo y religiosas que trabajaban tanto en la Pastoral Migratoria como en la Congregación del Buen Pastor en
Iquique. También se entrevistaron seis migrantes bolivianas
que trabajaban sin un permiso de trabajo y que realizaban
labores de cuidado, ya sea cuidando niños o ancianos; estas entrevistas fueron realizadas en Septiembre y Octubre
de 2015. Los resultados muestran que las migrantes van y
vienen constantemente entre su lugar de residencia habitual
en Bolivia y su lugar de trabajo ubicado en Iquique. Este ir y
venir constante determina que tengan una trayectoria laboral
bastante fragmentada, correspondiendo su trabajo la mayoría de las veces al cuidado de niños o ancianos, aunque
puede ser alternado con otro tipo de actividades.
Para comprender a cabalidad la migración circular de
las cuidadoras bolivianas, es necesario considerar el marco
legal chileno y binacional en que se da la migración. En
primer lugar, Chile tiene una ley antigua sobre migración,
del año 1975, la que fue promulgada durante la dictadura
militar y que contiene resabios discriminatorios, como la
doctrina de seguridad nacional imperante en esos años que
consideraba a los extranjeros como una amenaza (Stefoni,
2011). Si bien ante esta situación se ha planteado una
nueva ley migratoria, de la cual existe un anteproyecto de
ley (Leiva, 2016), ésta aún no ha sido ingresada a discusión
en el parlamento. La actual ley migratoria considera variadas
restricciones al ingreso al territorio nacional, algunas de las
cuales se ven facilitadas por la firma de diversos tratados y
acuerdos bi o multinacionales. Uno de ellos lo constituye el
Acuerdo sobre Residencia para Nacionales de los Estados
Parte del MERCOSUR Bolivia y Chile, implementado en
el año 2009, y que rige para los países de Chile, Bolivia,
Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay (Tapia, 2015). Según
este acuerdo, los ciudadanos bolivianos pueden ingresar
al territorio nacional solamente con su cédula de identidad,
197
Migración e interculturalidad
pudiendo permanecer en el país un año, para lo cual deben
solicitar una visa temporal, sin necesariamente contar con
un contrato de trabajo. Para acogerse a este convenio, los
nacionales bolivianos deben realizar este trámite en las
gobernaciones locales3.
Esta circularidad se aprecia en otros sectores de la
economía de la región de Tarapacá, como se evidencia
en el estudio realizado por Tapia y Chacón (2016) en el
Barrio Boliviano de Iquique, el que entrega antecedentes
de una circulación de migrantes bolivianas entre Bolivia y
el norte de Chile, que se insertan al mercado laboral como
garzonas, costureras, vendedoras ambulantes, trabajadoras
domésticas o mucamas. Los casos estudiados dan cuenta
de una circulación de personas, puesto que su estancia en
Chile no lleva asociado su establecimiento en el país, sino
que han optado por un constante ir y venir entre ambos
países, estableciéndose así un territorio circulatorio (Tarrius,
2000).
La migración circular de las migrantes bolivianas que
realizan labores de cuidado y que han sido entrevistadas,
tienen lugar porque no se encuentran acogidas al convenio
Mercosur. Ellas ingresan al país con su documento nacional
de identidad y suscriben un permiso de turista, según el
cual pueden permanecer un tiempo máximo de 90 días
en el país. Una vez transcurrido este plazo, deben salir del
territorio nacional, aun cuando pueden volver a ingresar
enseguida a él. Las migrantes bolivianas que realizan
trabajo de cuidado con el permiso de turista, no solicitan
un permiso de trabajo, lo que lleva a que laboren fuera de
la ley, aun cuando su estancia en el país se efectúa en un
marco de regularidad. Se da entonces el híbrido de que se
3
198
El Acuerdo MERCOSUR, creado en 1991 para ampliar el libre comercio
entre sus Estados Parte, se compone de países miembros y asociados.
Los países que firmaron el acuerdo en 1991 erigiéndose como Estados
Miembros son Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Bolivia y Chile ingresaron al MERCOSUR en calidad de Estados Asociados en 1996.
Migración e interculturalidad
encuentran de manera regular en el país, pero trabajando
fuera de la legalidad, ya que no poseen un permiso de
trabajo. En estas circunstancias no pueden aspirar a la
firma de un contrato de trabajo, lo que las expone a abusos
laborales y a malos tratos.
Las migrantes entrevistadas declaran salir cada tres meses a Bolivia, a fin de reactivar su permiso de turista. Algunas de ellas vuelven a ingresar casi de inmediato, pero
otras se demoran algunos meses en volver. Lo que es común a todas ellas, es que han dejado a sus hijos en Bolivia
y manifiestan que este ritmo de viajes periódicos a su país
es beneficioso para ellas y sus familias, pues de esa manera pueden ver a sus hijos. Todas llevan remesas a sus
hogares de origen, ayudando a cubrir sus necesidades, tratándose la mayoría de las veces de necesidades básicas
como alimentación, vestimenta, transporte o compra de útiles escolares. Las migrantes entrevistadas provienen de las
ciudades de La Paz, Cochabamba, Oruro y El Alto; realizan
el viaje a sus localidades en buses urbanos. Algunas de
ellas tienen hijos pequeños, otras tienen hijos adolescentes y
otras, adultos. Cuando se da ese último caso, las migrantes
colaboran económicamente con el cuidado de sus nietos.
Sobre las labores de cuidado que realizan como trabajo remunerado en Iquique, cuatro de ellas cuidan a niños o adolescentes y dos cuidan a adultos mayores. Además, todas
ejercen cuidado a distancia, contactándose con sus familias
por teléfono, Skype o Whats App. El uso de la tecnología
se ve facilitado por la labor que realiza la Congregación del
Buen Pastor, la que brinda servicios de capacitación en tecnologías de la información de forma personalizada y gratuita
a migrantes.
Las seis migrantes entrevistadas trabajan sin contar con
un permiso de trabajo, por tanto la labor es realizada fuera
de la ley. Esta situación se presta para abusos laborales,
como el no pago del dinero a fin de mes o un pago inferior
a lo acordado, lo que efectivamente han experimentado en
199
Migración e interculturalidad
varias ocasiones. Otro abuso laboral es que son sometidas
a extensas jornadas de trabajo, más allá de lo que la ley
permite. Así, algunas deben levantarse a las 6 de la mañana y trabajar doce horas diarias, sin que exista tampoco
una compensación adicional por las horas extras trabajadas.
Las migrantes entrevistadas que trabajan puertas adentro,
declaran trabajar hasta 15 horas diarias, mientras que las
migrantes que lo hacen puertas afuera, llegan a 10 horas y
media diarias. Normalmente se les da el descanso semanal
legal que prescribía la ley en el tiempo en que se realizaron
las entrevistas, vale decir, un día a la semana, aunque a algunas de ellas no se les da este día de descanso, sino que
se lo descuentan de su sueldo. Junto con esto, todas deben
trabajar los días feriados sin recibir ningún tipo de compensación. Con respecto a la remuneración, no se observa diferencia entre lo percibido por las mujeres que están trabajando con un contrato y las migrantes sin permiso de trabajo
(Leiva y Ross, 2016), de acuerdo a la información entregada
por la Dirección del Trabajo (Celedón, 2015). Efectivamente, en Iquique la remuneración bruta del trabajo doméstico
puertas adentro es de $ 250.096 –sobre este valor debe
realizarse el descuento por imposiciones–, mientras que la
renta bruta por ell trabajo doméstico puertas afuera corresponde a $239.040. En el caso de las migrantes circulares
entrevistadas, las trabajadoras puertas adentro perciben en
promedio $285.000, mientras que quienes se desempeñan puertas afuera reciben una remuneración promedio de
$260.000.4 Estos valores, cancelados incluso sobre el salario mínimo, están reflejando la escasez de oferta de trabajo
de cuidado existente en la sociedad chilena.
4
200
En la diferencia de valores de la Dirección del Trabajo y los datos obtenidos por las migrantes circulares debe ser considerada la fecha distinta
en que se recabó la información. Mientras los datos de la Dirección del
Trabajo fueron recogidos entre el 1 de enero y el 11 de mayo de 2015,
las entrevistas se realizaron en septiembre y octubre de 2015.
Migración e interculturalidad
Otro aspecto a destacar, también motivado por la alta
situación de vulnerabilidad a la que están expuestas las migrantes sin un permiso de trabajo, es que todas ellas tienen
una trayectoria laboral altamente fragmentada. Esto quiere
decir que algunas veces trabajan un mes, otras veces un
par de semanas y otras ocasiones, solamente un día, lo que
encuentra su razón en los abusos laborales a los que son
sometidas y también, por la discriminación de la que son
objeto por su situación de inmigrantes. Por lo tanto, es usual
que antes de encontrar un trabajo realizado con regularidad
para una misma empleadora -con regularidad, pero aun así
inestable, por la ausencia de legalidad con la siguiente falta
de un contrato-, existe la posibilidad que las migrantes hayan trabajado unos días o semanas sin haber obtenido paga
alguna o que hayan trabajado un cierto tiempo una cantidad
de horas que supera todo lo imaginado a veces terminando
sus labores en la madrugada, otras veces cuidando a niños,
realizando tareas del hogar y además, cuidando a ancianos
día y noche.
Es importante destacar que las herramientas para que
las migrantes bolivianas puedan trabajar tanto en servicios
de cuidado, como en otros rubros de manera legal existen.
Como se señaló anteriormente, el Acuerdo sobre Residencia
para Nacionales de los Estados Parte del MERCOSUR
Bolivia y Chile permite a los nacionales bolivianos el
ingreso al país solamente con su cédula de identidad. No
obstante, si quieren permanecer un año en Chile, deben
iniciar los trámites en la gobernación local para solicitar
una visa temporaria, debiendo presentar su pasaporte.
Adicionalmente, si desean trabajar, deben solicitar un
permiso de trabajo, el que también se les facilita por ser
parte del mencionado Acuerdo.
Son varias las migrantes bolivianas que realizan estos
trámites y se dedican a las labores de cuidado cumpliendo con las normativas vigentes, según las declaraciones de
los informantes claves entrevistados. Sin embargo, es posi201
Migración e interculturalidad
ble observar un conjunto de migrantes bolivianas que no los
realizan. En algunas situaciones sucede que algunas no conocen la posibilidad que tienen de trabajar de manera legal
en el país, pero en otros casos, una de las razones para no
realizar los trámites asociados a la permanencia de un año
y a la obtención del permiso de trabajo, son los costos involucrados, según lo manifestaron varias entrevistadas. La visa
temporaria costaba al momento de realizar las entrevistas
US$ 283 dólares, aproximadamente $197.000. Por otro lado,
el permiso de trabajo tenía un valor de US$ 150, alrededor
de $104.000, disponiendo de 30 días para cancelarlo (Leiva, 2016). Adicionalmente a estas razones económicas, hay
quienes no desean realizar esta regularización, argumentando que prefieren realizar este movimiento circular de tres
meses, a fin de poder visitar a sus hijos que han dejado en
Bolivia al cuidado de otra persona.
202
Migración e interculturalidad
CONCLUSIONES
En este trabajo se han analizado los arreglos que
surgen a partir de la crisis de cuidado, ejemplificando
con el caso de una ciudad del norte de Chile, cuando
se demandan servicios de cuidado por la familia, en un
contexto de arreglos institucionales y políticas públicas
que no logran responder en su totalidad a la escasez de
prestaciones de cuidado existente. Esta situación lleva a
que muchas familias intenten satisfacer esta carencia de
manera privada mediante el mercado. Se hace referencia
explícitamente a la articulación de dos crisis señaladas, la
de cuidados en Chile como país de destino y la económica
en el país de origen, principalmente de la vertiente migratoria
en aumento de mujeres bolivianas que vienen a desarrollar
trabajos de cuidado, lo que surge bajo el marco regulatorio
facilitado por el acuerdo Mercosur. Tal normativa hace
posible el ingreso de forma transitoria de esta población
migrante, lo que produce una migración de características
no tradicionales, con procesos específicos de circulación
permanente entre el país de origen y de destino, sin el
proyecto de establecerse en el país de destino. Comprender
la especificidad del proceso migratorio de estas mujeres,
desde los arreglos privados del mercado, permite observar
la particular organización social del cuidado en nuestro país.
Una de las soluciones a la crisis de servicios de
cuidado en Chile, lo constituye la contratación de servicio
doméstico migrante, prestado en el país por nacionales
203
Migración e interculturalidad
peruanas y en menor medida bolivianas. A pesar de que el
trabajo doméstico migrante se realiza en varias ocasiones
con un contrato de trabajo (Stefoni, 2009, Acosta, 2015,
Arriagada y Todaro, 2012), el trabajo de cuidados realizado
en clave de migración circular por nacionales bolivianas,
estudiadas en este trabajo, se realiza de manera fuera
de la ley. Las migrantes circulares bolivianas no poseen
un permiso de trabajo, facilitando el escenario para toda
clase de abusos laborales y de malos tratos, dando lugar
a la triple discriminación de la que habla Parella (2003), en
que la cuidadora boliviana es discriminada por ser mujer,
migrante y trabajadora.
Según los datos estadísticos, la migración boliviana
está cobrando relevancia en la zona de Tarapacá. Se
han firmado acuerdos que han tendido a incrementar la
migración boliviana, como el Acuerdo de Residencia de
los Nacionales de los Estados Partes del MERCOSUR. En
virtud de este acuerdo, los migrantes bolivianos pueden
obtener una visa de residencia temporaria por un año sin
que deban contar con un contrato de trabajo al momento
de realizar la solicitud. Si en ese tiempo desean trabajar,
pueden solicitar un permiso especial de trabajo en el marco
de este acuerdo. Aun cuando existen estas regulaciones
especiales para los nacionales bolivianos, las entrevistadas
manifiestan que si obtuvieran este permiso, ello les dificultaría satisfacer sus necesidades de realizar visitas
constantes a Bolivia para ver a sus hijos, situación que se
ve resuelta cuando ellas realizan una migración circular, por
lo que el hecho de ingresar a Chile y de trabajar careciendo
de un permiso de trabajo, les permite realizar esa migración
circular. A pesar de la irregularidad en la que desarrollan las
labores de cuidado y evidentes abusos laborales y maltratos
experimentados, las migrantes bolivianas no vivencian estas
situaciones necesariamente un como riesgo, sino más bien
como una oportunidad.
204
Migración e interculturalidad
Otro elemento a considerar, es la condición fronteriza
de Iquique en relación a Bolivia. En zonas fronterizas, el
movimiento poblacional que implica una circulación de
personas es algo habitual (Tapia y González, 2014; Tapia y
Parella, 2015), circulación favorecida en parte por el Acuerdo
entre Chile y Bolivia ya aludido. La cercanía geográfica
de Iquique con Bolivia podría explicar entonces en parte
esta migración circular. Si a esto se suma la opción que
han manifestado las entrevistadas, de realizar constantes
visitas a sus hijos para desarrollar labores de cuidado, ello
permite explicar los movimientos rotarios y repetitivos de las
migrantes bolivianas entre Bolivia y Chile, dando forma así
una migración circular.
En este contexto, sería recomendable que la próxima
ley de migraciones considerara las especificidades de los
trabajadores fronterizos e implementara acuerdos específicos
para ellos (Leiva, 2016), lo que les permitirá a las migrantes
circulares en el rubro del trabajo de cuidado, realizar
los constantes viajes de idas y venidas de una manera
relativamente programada, pudiendo desarrollar su labor
sobre todo en un marco de legalidad. El establecimiento de
una categoría de trabajadores fronterizos y la determinación
de condiciones especiales de trabajo, podría contribuir a
disminuir los márgenes de un trabajo desarrollado en la más
absoluta precariedad.
205
Migración e interculturalidad
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