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"Estudio Preliminar: La identidad política de las FARC-EP"

2022, Libro: OLAVE ARIAS, GIOHANNY, "El discurso de las Farc-EP : identidad guerrillera y lucha armada en Colombia"

Este estudio preliminar pretende analizar a esta agrupación en cuanto organización político-militar enfrentada al establishment de su país auscultando la construcción del lazo identitario en el interior de sus filas guerrilleras y de sus organizaciones políticas subsidiarias. Para ello, analizaremos textos normativos en los cuales se establecen ciertos patrones de comportamiento interno de las organizaciones clandestinas conducidas por las Farc: el Movimiento Bolivariano (MB) y el Partido Comunista Clandestino Colombiano (PCCC o PC3). Haremos también referencia al documento Principios de trabajo clandestino difundido por la organización fariana entre 1999 y 2001 y, por último, al Estatuto Farc-EP de la Novena Conferencia de la agrupación de 2007. Todos estos textos son relevantes en cuanto reflejan la construcción de una identidad guerrillera; construcción que le atribuye un rol incontestable a la disciplina interna.

Giohanny Olave Arias Universidad Industrial de Santander Facultad de Ciencias Humanas Escuela de Idiomas Bucaramanga, junio de 2022 OLAVE ARIAS, GIOHANNY El discurso de las Farc-EP : identidad guerrillera y lucha armada en Colombia Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2022 162p. : il., tablas ISBN del impreso: 978-958-5188-39-6 ISBN del E-PUB: 978-958-5188-37-2 1. FUERZAS ARMADAS REVOLUCIONARIAS DE COLOMBIA (GRUPO GUERRILLERO) 2. GUERRILLAS – COLOMBIA – ANÁLISIS 3. ANÁLISIS DEL DISCURSO – ASPECTOS SOCIALES – COLOMBIA 4 SOCIOLOGÍA POLÍTICA – COLOMBIA 5. IDENTIDAD SOCIAL – COLOMBIA 6. LUCHAS SOCIALES – COLOMBIA 7. REVOLUCIONES – COLOMBIA 8. COLOMBIA – POLÍTICA Y GOBIERNO CDD : 322.4209861 Ed. 23 CEP - Universidad Industrial de Santander. Biblioteca Central El discurso de las Farc-EP Identidad guerrillera y lucha armada en Colombia Giohanny Olave Arias Profesor, Universidad Industrial de Santander © Universidad Industrial de Santander Reservados todos los derechos ISBN: 978-958-5188-39-6 Primera edición, junio de 2022 Diseño, diagramación e impresión: División de Publicaciones UIS Carrera 27 calle 9, ciudad universitaria Bucaramanga, Colombia Tel.: (607) 6344000, ext. 1602 [email protected] Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin autorización escrita de la UIS. Impreso en Colombia El discurso de las Farc-EP. Identidad guerrillera y lucha armada en Colombia Contenido Prólogo, por Ana Soledad Montero 9 Introducción 13 Sobre la metodología 14 Orden del libro 16 Estudio preliminar: La identidad política de las Farc-EP, por Cristian Acosta Olaya Conclusiones 33 1. Una aproximación discursiva a las Farc-EP 35 Una visión discursiva de la identidad política 38 Cinco acentos discursivos 41 Cinco tensiones 53 2. Del insulto como discurso político: los vituperios de la guerrilla 59 Las formas vituperantes 63 Los modos de intensificación 67 El vituperio y la política 72 3. Escenificación discursiva de la resistencia guerrillera 75 El panfleto 79 El homenaje y las efemérides 96 El comunicado y el parte de guerra 104 La carta abierta y la entrevista clandestina 112 El manual de formación guerrillera 120 7 8 4. Luchas de la memoria en el discurso guerrillero 125 La memoria socialista 129 Las luchas de la memoria 134 Las luchas epidícticas 136 Epílogo: De las Farc-EP a la Farc y viceversa Cuestiones pendientes Fuentes primarias Referencias bibliográficas 148 Introducción 18 Estudio preliminar: La identidad política de las Farc-EP 4 Cristian Acosta Olaya5 Durante al menos la última década, la preocupación académica por el futuro colombiano se ha abocado a indagar sobre las formas políticas y económicas que podría tener la sociedad del «posconflicto». Este libro sobre la identidad guerrillera se une a esas preocupaciones, con un enfoque centrado en el discurso de la lucha armada en Colombia. El análisis en esos términos, sin embargo, requiere pensar primero en el problema de las identidades políticas, su configuración general en el trayecto extenso de la historia guerrillera y su asentamiento en el aspecto organizativo de lo político-militar. Estos aportes ofrecen la base analítica sobre la cual se apoya, a lo largo del libro, el despliegue de las construcciones discursivas de la identidad guerrillera. En el interés del libro subyace la pregunta sobre lo que sucedió durante casi cinco décadas de conflicto armado en el país, sin tener todavía a la vista una respuesta común y definitiva. Dicho en otras palabras: plantear la pregunta hacia el futuro —el posconflicto— no parecer ser posible sin tener en cuenta, paradójicamente, los acontecimientos que trazaron la historia de Colombia, al menos, desde la década de los sesenta6. A lo anterior, es cierto, se agrega un factor adicional y no menor de la contemporaneidad colombiana; el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y un sector disidente de las Farc-EP mantienen en pie su llamado a la lucha armada contra el Estado colombiano7. Es verdad que un sector mayoritario del 4 Este capítulo retoma ideas expuestas en el artículo «“Férrea pero consciente”: disciplina y lazo identitario en las organizaciones clandestinas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (Farc-EP)», de Acosta Olaya (2020). 5 Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Investigador del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín (Idaes-Unsam) y becario posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Argentina. 6 Recordemos que, si bien la Violencia de mediados de siglo xx signó el surgimiento de diversas agrupaciones guerrilleras que tendrían un rol determinante en la historia colombiana de siglo xx, lo cierto es que el devenir de las confrontaciones armadas en el país tendría una serie de mutaciones; esto, debido a factores y variables internos y externos que no cesaron de agudizar la emergencia de actos bélicos en todo el país. Para una lectura que abarca diversos periodos de la centuria pasada, remitimos al lector a la clásica obra de Sánchez y Peñaranda (1986). Al respecto, ha sido fundamental el trabajo realizado en los últimos años por la Comisión Nacional de Memoria Histórica. 7 Respecto al ELN, el fracaso en la construcción de una agenda de diálogo con el gobierno de Santos y el cerramiento de cualquier tipo de negociación por parte de Iván Duque parecen dar muestra de que el futuro de esta organización político-militar parece ser el de continuar El discurso de las Farc-EP. Identidad guerrillera y lucha armada en Colombia secretariado de las Farc-EP tomó la decisión de hacer política sin armas gracias a los Acuerdos de Paz de La Habana firmados entre dicha organización insurgente y el gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018): como es sabido, desde 2017 las Farc-EP cambiaron su nombre de agrupación político-militar por la de un partido, Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (la Farc, en singular), y de “Comunes”, en enero de 2021, con lo que constituyeron una empresa política que, al corto plazo, no ha tenido un apoyo considerable del electorado8. Pero no es menos cierto que la delicada situación de orden público, el incumplimiento de distintos puntos de los Acuerdos de la Habana por parte del Estado, la reticencia a su implementación por el gobierno de Iván Duque (2018-2022) —basándose en los resultados del Plebiscito por la paz de 2016 y en el rechazo de su partido político a la participación de exguerrilleros en política—, entre otros factores, fueron cuestiones determinantes para que un sector de la tradicional dirigencia fariana, encabezado por Iván Márquez, Jesús Santrich y El Paisa, decidiera rehusar de su participación en la política institucionalizada del país. De hecho, a fines de agosto de 2019, este sector disidente realizaría un llamado a retomar la lucha armada (ver el último capítulo de este libro). Por nuestra parte, y retomando lo dicho al inicio de este capítulo, aquí nos enfocamos no en el futuro sino en el pasado del conflicto armado. Por supuesto, nuestra ambición aquí no es indagar acerca de las raíces del conflicto armado colombiano y el rol de las Farc-EP en este; tampoco se pretende discutir sobre las causas del enfrentamiento entre grupos alzados en armas y el Estado colombiano. Puntualmente, el presente apartado busca indagar sobre algunos rasgos propios de identidad política de las Farc-EP como organización guerrillera activa en Colombia durante gran parte del siglo xx. Así pues, este estudio preliminar pretende analizar a esta agrupación en cuanto organización político-militar enfrentada al establishment de su país auscultando la construcción del lazo identitario en el interior de sus filas guerrilleras y de sus organizaciones políticas subsidiarias. Para ello, analizaremos librando luchas intermitentes contra las fuerzas armadas colombianas. Ciertamente, parece difícil que el ELN logre concretar una mesa de diálogo político con el gobierno de Duque, ya que este arribó al solio presidencial gracias al partido político liderado por el exmandatario Álvaro Uribe. Como se sabe, Uribe exacerbó un discurso antiinsurgente en Colombia, tanto en sus dos periodos presidenciales (2002-2010) como en su actual rol de senador de la República. 8 En efecto, en lo que fueron sus primeras elecciones en el ámbito regional en octubre de 2019, el partido Farc tuvo resultados magros pero su participación fue un hecho poco desdeñable. Dicho partido contó con 308 candidatos, 111 de ellos excombatientes, disputando lugares de poder en 23 departamentos de Colombia. La Farc obtuvo solo una alcaldía en Guapi, Cauca (el exguerrillero Julián Conrado ganó la alcaldía de Turbaco, en Bolívar, pero bajo la rúbrica de Unión Patriótica y Colombia Humana); no obtuvo ningún concejal o diputado (Registraduría Nacional del Estado Civil, 2019). 19 Introducción 20 el Estatuto, Reglamento y Normas de las milicias bolivarianas de mayo de 1989, textos normativos en los cuales se establecen ciertos patrones de comportamiento interno de las organizaciones clandestinas conducidas por las Farc: el Movimiento Bolivariano (MB) y el Partido Comunista Clandestino Colombiano (PCCC o PC3). Haremos también referencia al documento Principios de trabajo clandestino difundido por la organización fariana entre 1999 y 2001 y, por último, al Estatuto Farc-EP de la Novena Conferencia de la agrupación de 2007. Todos estos textos son relevantes en cuanto reflejan la construcción de una identidad guerrillera; construcción que le atribuye un rol incontestable a la disciplina interna. Estos documentos, en sus objetivos, tareas, justificaciones de la lucha armada y demás elementos discursivos permiten una reconstrucción de varios de los rasgos solidarios más importantes de la agrupación fariana. Esto nos permitirá, finalmente, plantear un vínculo entre la exacerbación de la disciplina interna y la construcción de una alteridad política irredimible con quien solo se puede establecer una relación de eliminación física o de victoria táctico-militar. Las Farc-EP como identidad política revolucionaria En una sugestiva propuesta tipológica, el sociólogo argentino Gerardo Aboy Carlés considera a las identidades políticas populares como una serie de solidaridades que se constituyen cuando una «parte» de la sociedad (plebs), al sentirse negativamente privilegiada respecto al todo comunitario (populus), establece una imprecación particular al orden existente, y lo desnaturaliza. De allí que este tipo de identidad política9 no se distingue necesariamente por su pertenencia a un lugar determinado por el sistema de producción vigente —por ejemplo, «los sectores subalternos», «los pobres», «los desposeídos», etc.—: el sujeto popular precisa solo sentirse dañado por un estado de cosas dadas. La forma de procesar dicho privilegio negativo, es decir, de cómo establecen y procesan a sus alteridades —su «principio de escisión» frente al enemigo—, es lo que permite distinguir al menos tres tipos distintos de identidades populares (Aboy Carlés, 2013, pp. 21-24). 9 Aboy Carlés define a las identidades políticas como «el conjunto de prácticas sedimentadas, configuradoras de sentido, que establecen a través de un mismo proceso de diferenciación externa y de homogeneización interna, solidaridades estables, capaces de definir, a través de unidades de nominación, orientaciones gregarias de la acción en relación a la definición de asuntos públicos. Toda identidad política se constituye y transforma en el marco de la doble dimensión de una competencia entre las alteridades que componen el sistema y de la tensión con la tradición de la propia unidad de referencia» (Aboy Carlés, 2001, p. 54). Para este autor, toda identidad política precisa de tres elementos para su conformación: la construcción de una alteridad, una dimensión representativa y la formulación de su propia tradición. El discurso de las Farc-EP. Identidad guerrillera y lucha armada en Colombia En términos de Aboy Carlés, existen 1) las identidades totales, donde la plebs busca su expansión solidaria casi siempre de manera violenta e intransigente a toda la comunidad para convertirla a su imagen (las luchas anticoloniales inspiradas en Frantz Fanon, por caso); 2) las identidades parciales, como contracara de las totales, no pretenden el copamiento de sus rasgos identitarios a todo el populus sino que procuran coexistir —aunque de manera endogámica— con las otras identidades (por ejemplo, las Panteras Negras en Estados Unidos), y finalmente, 3) las identidades con pretensión hegemónica, las más recurrentes de la democracia liberal. Estas emergen cuando la plebs busca la transformación progresiva del populus a su solidaridad y, a diferencia de las dos identidades anteriores, establecen fronteras porosas frente a su alteridad, renegando de cualquier tipo de segregación propia (por ejemplo, los partidos socialdemócratas europeos preocupados por el mantenimiento y extensión de su electorado) (Aboy Carlés, 2013, pp. 24-35). La pretensión de este último tipo de identidades, en definitiva, es no clausurar el espacio de discusión política, sino más bien transformar la composición del populus a través de la persuasión de —para decirlo en términos de Verón— «el paradestinatario» (1987). En nuestro caso, consideramos pertinente referirnos a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia —como organización guerrillera— como una formación histórico-política de las identidades totales en Colombia, debido a su pretensión de transformar y expandir su solidaridad al todo comunitario por medio de la eliminación física de sus adversarios. Estos rasgos, por supuesto, no son exclusivos de las Farc-EP. En cambio, son propios de muchas organizaciones armadas de izquierda que surgieron entre los años sesenta y setenta del siglo xx en América Latina. Como lo resaltan Daniela Slipak y Sebastián Giménez, la característica definitoria de las «identidades revolucionarias» es justamente la ausencia de porosidad en el límite solidario que establecen frente a sus adversarios: el «ellos» nunca podrá pertenecer al «nosotros». Así, las organizaciones revolucionarias —como identidades totales— realizaron un trazado infranqueable de su frontera identitaria que impedía la conversión del enemigo al propio campo solidario. Por consiguiente, esta forma particular de construir pueblo generalmente ha implicado la exacerbación violenta e irreversible de la eliminación física de los adversarios políticos (Slipak y Giménez, 2018, pp. 104-105).10 Por otra parte, recordemos que para Claudia Hilb el uso de la violencia política tan peculiar en organizaciones guerrilleras como Montoneros 10 Reiteramos que, en consonancia con lo propuesto por Aboy Carlés, todas las identidades políticas se configuran estableciendo una alteridad constitutiva; sin embargo, es el procesamiento que se le da a esta otredad lo que hace posible discriminar entre distintos tipos de solidaridades políticas. 21 22 Introducción en Argentina durante la década de los setenta11 —y también, agregamos nosotros, el de las Farc desde 1964 hasta la segunda década del siglo xxi—12 traía consigo un renunciamiento a la «pretensión hegemónica» del actuar político. En palabras de la autora: La tesis de la vanguardia política de cuño leninista es reformulada por los grupos guerrilleros en términos de vanguardia armada; y si ya la tesis originaria de la vanguardia aspiraba a poder prescindir de una legitimación mayoritaria expresa, su reinscripción en términos de vanguardia armada permite resolver la cuestión de la hegemonía política suplantándola por la lógica del enfrentamiento de aparatos militares (Hilb, 2013, pp. 27-28)13. Así pues, el establecimiento de una frontera identitaria infranqueable contra el adversario y la renuncia a una construcción hegemónica de la política —el lugar del «paradestinatario» es suplantado por el del tibio o «moderado»— son los rasgos más destacables de las guerrillas revolucionarias colombianas14. En lo que respecta al devenir de las Farc, aquellos rasgos tuvieron ciertas mutaciones durante la existencia de la organización armada. Como lo resalta el investigador Mario Aguilera, se puede hablar de cuatro momentos en el devenir 11 Sobre la construcción identitaria de Montoneros, ver el excelente trabajo de Slipak (2015). 12 El académico francés Daniel Pécaut afirma que entre los años sesenta y setenta del siglo xx en Colombia se conforma una serie de guerrillas «que en las décadas siguientes confieren a la lucha armada un rol central; las Farc, fieles al Partido Comunista ortodoxo; el ELN que se reclama del guevarismo; el EPL (Ejército Popular de Liberación) que reivindica tesis maoístas. Un poco más tarde, después de las elecciones de 1970, el M-19 aparece con un rechazo del dogmatismo y un llamado sobre todo a un nacionalismo bolivariano» (Pécaut, 2015, p. 24). 13 Si bien la referencia a la construcción hegemónica de la política ha tenido una impronta netamente gramsciana dentro de la tradición marxista, en este capítulo tomamos las disquisiciones al respecto de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Según estos autores, la hegemonía es un tipo de relación política —o conformación de identidades políticas— que supone la articulación equivalencial y progresiva de demandas sociales que se anudan en oposición a un lugar que las desconoce. Dicha progresividad sucede gracias a la puesta en cuestión de los límites de la propia identidad, lo que le permite la asimilación de su alteridad al propio campo solidario, «la conversión de los adversarios a la nueva fe» (Laclau y Mouffe, 2004, pp. 182-183; Aboy Carlés, 2013, p. 34). 14 En Colombia, las identidades con pretensiones totales, de avasallamiento de la pluralidad comunitaria por parte del propio espacio solidario, no son exclusivas de las guerrillas insurgentes de los años sesenta; aun antes de la proliferación de agrupaciones armadas liberales y comunistas en la década de los cincuenta, desde el bipartidismo dominante, se obviaba la existencia misma del paradestinatario que mencionábamos antes. El jefe conservador Laureano Gómez, por ejemplo, se refería —en 1938— a «el moderado» como aquel cercano a la izquierda y que ataca de manera soterrada; no podían haber, entonces, «conservadores tibios»: «el marxista nos ataca de frente, puede ser repelido y circunscrito. El moderado no ataca en la apariencia, por lo tanto, no es sospechoso […] Y sin embargo todos los días entrega algún baluarte o recinto de la venerable fortaleza» (Gómez, 1982, pp. 267-268). El discurso de las Farc-EP. Identidad guerrillera y lucha armada en Colombia de la agrupación fariana: el primero abarca los años 1949-1978, años en los cuales se configura un movimiento guerrillero comunista en las zonas rurales del país, a partir de grupos de autodefensas campesinas que surgieron en el periodo de La Violencia, lo que dio origen a las Farc a mediados de los años sesenta. Un segundo periodo inicia en 1978 y culmina en 1991, en el que surgen dentro del contexto de la Séptima Conferencia de la organización dos directrices cardinales para su accionar posterior: por una parte, se adopta la sigla ‘Ejército del Pueblo’ (EP) —giro de lo defensivo hacia lo ofensivo, adoptando la estrategia de «guerra popular prolongada»— y, por otra parte, se crea el «Plan Estratégico» para la toma del poder, el cual plantea la ocupación de Bogotá como objetivo principal de las acciones armadas. El tercer momento de las Farc-EP (1991-2008) comprende el surgimiento de un «ideario bolivariano» (el PCCC y MB antes mencionados), el fracaso de los diálogos de paz con el gobierno de Andrés Pastrana entre 1999 y 2001, y la victoria de Álvaro Uribe bajo la promesa de acabar militarmente con la insurgencia del país. Finalmente, el cuarto y último periodo de este grupo guerrillero, según Aguilera, va desde la muerte de su máximo líder histórico, Pedro Antonio Marín («Manuel Marulanda Vélez» o «Tirofijo») en marzo de 2008 hasta las negociaciones de paz con el gobierno de Santos, todo esto en un contexto de una inusitada degradación del conflicto armado, especialmente por los vínculos entre actores armados y el narcotráfico (CNMH, 2013b, pp. 337340)15. Frente a todo lo anterior, en efecto, surge una serie de interrogantes sumamente complejos de responder: ¿a qué se debe la permanencia de las FarcEP?; y, suponiendo que su permanencia, como organización militar, implicó el reclutamiento constante de solados, ¿cómo se convertían y permanecían ellos como miembros del «ejército del pueblo»?16. Efectivamente, en su larga etapa 15 Por su parte, para Carlos Medina Gallego la dinámica de las Farc-EP fue la de oscilar entre la contracción y el crecimiento —«flujos y reflujos»— en su influencia política y militar. Para este autor, la historia de la guerrilla fariana se divide en tres periodos: el primero se da en el paso de autodefensas campesinas entre las décadas de los cincuenta y los sesenta a guerrillas móviles en los años setenta adoptando la estrategia —en relación con el Partido Comunista (PCC)— de «la combinación de todas las formas de lucha». El segundo periodo comprende las fracasadas negociaciones de paz con el gobierno colombiano de 1984, el asesinato sistemático por parte de fuerzas del Estado y paramilitares de miembros de la Unión Patriótica (UP) — coalición política entre el PCC y las Farc-EP— y su crecimiento militar a fines del siglo xx gracias al control geográfico de la zona del Caguán, al sur de Colombia. El tercer y último periodo de la historia fariana se inicia con el gobierno de Álvaro Uribe en 2002, y llega hasta la administración del presidente Santos (Medina Gallego, 2011, p. 295). 16 Sabemos que una primera objeción a este interrogante es justamente afirmar que por las condiciones estructurales de Colombia —la falta de oportunidades económicas y laborales, por ejemplo—, los jóvenes no tuvieron otra opción que reclutarse en las organizaciones armadas de cualquier cuño político. Si bien lo anterior resulta más que evidente, no dejamos 23 24 Introducción de surgimiento y consolidación, las Farc-EP pretendieron realizar la adhesión de combatientes a sus filas por medio de la difusión ideológica insurgente —sin obviar los elementos societales y militares de la agrupación—, atribuyéndose el rol de vanguardia política consolidada que, en nombre del pueblo colombiano, había establecido la enemistad total contra el establishment del país (Pizarro, 1996, p. 59). Sin embargo, es importante destacar que, con su paso de una guerrilla móvil a un ejército regular en 1982, los vínculos societales de las Farc-EP en sus epicentros de acción se fueron transformando; los farianos cambiaban su carácter netamente partisano al aumentar su movilización militar. De esta manera, creemos que la pérdida de un vínculo exclusivamente telúrico con distintas zonas del país terminó generando que las Farc-EP dieran prioridad a la disciplina castrense en detrimento del compromiso político17. Entre lo militar y lo político: las normas de los revolucionarios El renunciamiento a la pugna hegemónica y el enaltecimiento de una «vanguardia armada» marcados anteriormente, además de la prolongación por décadas del conflicto armado, trajeron problemas no menores para las Farc-EP en los albores del siglo xxi. La sobreestimación de una causa incuestionable en nombre del pueblo, y el simple hecho de que la lucha armada precisara cada vez más de justificaciones, tendría como corolario una genuina preocupación de la dirigencia fariana por la construcción política de su organización18. Esto, ciertamente, explica por qué desde fines de la década de los noventa las FarcEP implementaron una serie de transformaciones organizativas e ideológicas. Por una parte, realizarían una reformulación de la imaginería propia, cuya de plantear la pregunta sobre los «soldados políticos», en cuanto los textos farianos tomados en este capítulo no renuncian a usar dichas «condiciones estructurales» como argumentos para convencer a hombres y mujeres a ingresar sus filas. Por supuesto, la pregunta puntual de este apartado remite a la cuestión de la permanencia de los integrantes de las Farc-EP a través de la disciplina. 17 Para el jurista alemán Carl Schmitt, existen cuatro criterios para entender el actuar guerrillero o partisano: irregularidad, movilidad acentuada, intensidad del engagement político y el carácter telúrico (Schmitt, 2005, pp. 30 y 148). 18 Recordemos que Hannah Arendt considera que si bien la violencia como instrumento de trasformación política puede ser justificable, esta nunca puede ser legítima; la constante permanencia de una distancia entre medios y fines, propia de la violencia, impide que de allí surja el poder. En términos de Arendt: «La legitimidad, cuando este desafiada, se basa en su apelación al pasado, mientras que la justificación remite a un fin que yace en el futuro» (Arendt, 1972, p. 151). ¿No es, finalmente, el problema de la toma del poder versus la construcción del poder la tensión constitutiva de toda identidad revolucionaria? El discurso de las Farc-EP. Identidad guerrillera y lucha armada en Colombia transformación giró en torno a retomar la figura de Simón Bolívar en detrimento de la iconografía del marxismo-leninismo19. Por otra parte, y en relación con lo anterior, esta guerrilla crearía una nueva estrategia ofensiva que implicaba no solo su fortalecimiento militar en las zonas rurales, sino también la creación de organismos políticos subsidiaros y clandestinos cuyo centro de acción se daría fundamentalmente en los principales centros urbanos de Colombia. Dichos organismos fueron el Partido Comunista Clandestino Colombiano y el Movimiento Bolivariano. Es innegable que la Séptima Conferencia Nacional20 de mayo de 1982 supuso una transformación inédita de las Farc desde su fundación a mediados de la década de los sesenta. En dicho año, esta agrupación político-militar estableció una estructura basada en la verticalidad de mando acorde a su pretensión de ser el «Ejército del Pueblo», lo que en otras palabras significaba una modernización definitiva de su estructura bélica. Esto dio como resultado la consolidación de una jerarquía bastante radical de mando, estableciendo como cabeza de la organización al Estado Mayor Central y al Secretariado del Estado Mayor Central (Medina Gallego, 2011, pp. 56-57). En la mencionada Conferencia Guerrillera también se ratificaron y difundieron tanto las «Normas internas de comando», estipulaciones que regulaban la vida de los guerrilleros y de sus respectivos campamentos, como también el «Reglamento de régimen disciplinario» para cumplimiento de todos los estratos jerárquicos. Al respecto, Mario Aguilera enfatiza que la normas de las Farc-EP —vigentes hasta su desmovilización en noviembre de 2016—: Cumplen con la función de regular la vida cotidiana de la organización con firmeza y severidad. Este rasgo diferencia a las Farc de otras organizaciones guerrilleras cuyas normas se aplican o aplicaban con mayor flexibilidad, 19 Esta torsión iconográfica, sin embargo, no fue exclusiva de las Farc-EP. Otras organizaciones, especialmente las guerrillas urbanas de los años setenta, empezaron a utilizar «un lenguaje y una simbología que los conectaba con la tradición de la independencia nacional: los uruguayos con […] Túpac Amaru II, nombre genérico usado por los españoles para denominar a los rebeldes; los argentinos, con los levantamientos de comienzos del siglo xx [las montoneras]; los colombianos, con Simón Bolívar» (Giraldo Ramírez, 2015, p. 50). De hecho, uno de los golpes mediáticos más emblemáticos del M-19 fue el robo de la espada de Bolívar en enero de 1974. Asimismo, una fugaz alianza política y militar entre distintas organizaciones guerrilleras que tuvo lugar entre 1987 y 1990 fue bautizada como Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB). Lo anterior, en definitiva, demuestra la importancia de la dimensión de la tradición —su inscripción en una heredad particular— para la constitución de identidades políticas. 20 En respuesta al interrogante «¿qué es la Conferencia Nacional de Guerrilleros?», desde las Farc-EP se decía lo siguiente: «En la Conferencia se plantea […] qué es lo que vamos a hacer, cómo adelantamos el proceso revolucionario, cómo va a ser la confrontación de orden militar y también necesariamente de orden político»; también se rescata la idea de «centralismo democrático» para la toma de decisiones en dicha Conferencia (Farc-EP, 1993). 25 26 Introducción lo cual a veces impide cumplir las metas que se proponen: el M-19, por ejemplo, no se caracterizó precisamente por su rigidez en las aplicaciones normativas (CNMH, 2013b, p. 83)21. La norma interior de la organización establecía una relación directa con el lazo político que las Farc-EP establecieron con sus alteridades durante varias décadas en Colombia. Hacia el exterior de sus filas, esta guerrilla había pretendido imponer el monopolio de la fuerza en muchas zonas rurales donde el Estado colombiano parecía ausente: el castigo a ladrones, violadores sexuales, etc. Si bien estos «ajusticiamientos» y «juicios revolucionarios» pudieron generar alivio —sensación de seguridad— o malestar en la sociedad civil —cuando resultaban infundados o reiterativos—22, lo cierto es que aquellos actos sirvieron para instaurar un mecanismo particular de la guerrilla en el procesamiento particular de sus adversarios y enemigos, a saber, la implacabilidad contra quien fuera considerado enemigo del pueblo que aseguraban conducir. En este orden de ideas, y más importante para los fines de este trabajo, hacia el interior de sus filas la normativa interna de las Farc-EP sirvió como un entramado de reglas que definió conductas censurables —divididas en «faltas y delitos»—, estableció las formas de realizar juicios, los derechos de los procesados y las sanciones que ameritaba cada conducta reprobable dentro de la organización. En síntesis, las Farc-EP parecían replicar su relación exterior en el interior de su organización, clausurando el espacio a cualquier brote de moderación o cuestionamiento a las directrices o la causa revolucionaria. Por supuesto, la preocupación respecto a la posibilidad de tener infiltrados o colaboradores del Estado colombiano en el interior de la organización se volvería un tema central para el accionar militar y de justicia fariano. Aunque en las normativas remitidas de las Farc-EP no se consigne explícitamente, por ejemplo, que la ejecución de sus propios integrantes era un recurso válido para castigar la delación, este método fue varias veces reconocido como método para depurar las filas de la agrupación. En una entrevista originalmente publicada en 1984, alias Jacobo Arenas —uno de los fundadores y personajes emblemáticos de las Farc-EP — afirmaba que la «sanción máxima» de la guerrilla «es el fusilamiento, pero para delitos como la deserción consciente, el ponerse al servicio del enemigo» (Arango, 1984, p. 47). Frente a lo anterior, una disidencia de las Farc-EP conocida como el Frente Ricardo Franco brindaría algunas pistas de cómo el enfrentamiento 21 Recordemos que la organización Movimiento 19 de abril (M-19) surgió en la primera mitad de la década de los setenta como una organización de guerrilla urbana inspirada, básicamente, en los Tupamaros uruguayos. 22 En el informe coordinado por Aguilera (CNMH, 2013b, p. 103) se relata que, incluso, las primeras escisiones internas de las Farc datan de 1978, y se dan justamente por ejecuciones arbitrarias por parte de los altos mandos que controlaban parte del Urabá antioqueño. El discurso de las Farc-EP. Identidad guerrillera y lucha armada en Colombia armado había generado una paranoia colectiva en la comandancia guerrillera. Si bien es cierto que en el año 1982 el dirigente del Frente Ricardo Franco, alias Javier Delgado, había sido expulsado de las Farc-EP por malversación de recursos y por el uso excesivo de torturas y ejecuciones para resolver las tensiones internas de su tropa, Delgado posteriormente formó su propio frente disidente argumentando que el Estado Mayor de las Farc-EP traicionaba los postulados de la Séptima Conferencia. El hecho más conocido del Frente Ricardo Franco sería la ejecución de 164 de sus hombres entre noviembre de 1985 y enero de 1986, acusados por el mismo Javier Delgado de ser infiltrados de las fuerzas del Estado o miembros de la inteligencia estadounidense; estos hechos fueron conocidos posteriormente como la «masacre de Tacueyó» (corregimiento ubicado en el departamento del Cauca, suroccidente del país (CNMH, 2013b, p. 121). De cualquier manera, como lo resalta el investigador Santos Alonso Beltrán, la mencionada Séptima Conferencia fue el hito clave que estableció para las Farc-EP el credo en la disciplina militar. Como ya se mencionó, desde 1982 la organización fariana buscó configurarse como grupo bélico moderno implementando jerarquías, rutinas y dispositivos militares, y como un partido en armas gracias a sus conexiones con el Partido Comunista Colombiano. Sin embargo, la separación definitiva con el PCC —por divergencias ideológicas que surgieron tras a la caída del Muro de Berlín— obligaría a que las Farc-EP construyeran sus propias organizaciones o plataformas políticas, el PCCC y el MB, orientadas a la consolidación política y al crecimiento militar de la guerrilla (Beltrán, 2009, p. 73). En este sentido, a lo largo de la década de los ochenta y del decenio siguiente, la organización de las Farc-EP tendría dos componentes principales: en primer lugar, la guerrilla entendida cabalmente como la agrupación de «revolucionarios profesionales», «combatientes internos que tienen una conexión menor con la población civil, más nómadas, algunas veces concentrados en los campamentos y con una orientación mucho más militar»; y, en segundo lugar, las milicias, compuestas por combatientes dentro de la población civil, «asentados en el territorio de presencia del actor armado [que] siguen una vida cotidiana [;] además cumplen tareas militares de inteligencia, encuadramiento militar de la población y hostigamiento ligero a unidades militares enemigas» (Beltrán, 2009, p. 78). En términos de Beltrán: La diferencia fundamental entre el guerrillero interno y el miliciano estriba en la permanencia del miliciano dentro de la población, su menor entrenamiento militar, su papel de tropa ligera y de ocupación, la posibilidad de seguir desarrollando una vida cotidiana y de que solo en ocasiones particulares (entrenamiento, adoctrinamiento político, preparación y cumplimiento de misiones o preparación previa a un posible enfrentamiento) sea «acuartelado» [reclutado como soldado guerrillero] Las milicias responden a los mandos de Frente (Beltrán, 2009, p. 78). 27 28 Introducción En resumen, con la normativa que surgió de las Conferencias Guerrilleras de fines de los setenta y principios de los ochenta, las Farc-EP buscaron establecer una disciplina incuestionable vinculada a un ordenamiento puramente vertical. Ahora bien, creemos pertinente preguntarnos: ¿cuál es el papel que juegan la exacerbación de la verticalidad, la jerarquía estrictamente militar y la disciplina interna en la identidad política de la organización? La disciplina «férrea pero consciente»: Estatuto de las milicias bolivarianas y Principios del trabajo clandestino El Estatuto de las milicias bolivarianas23 data de 1989, momento de total distanciamiento de las Farc-EP con las negociaciones de paz que el gobierno de Virgilio Barco (1986-1990) había emprendido con distintos grupos armados, especialmente con el M-19. El Estatuto parte de considerarse como pieza vital del «Plan Estratégico» de las Farc-EP, es decir, el método trazado para la toma definitiva del poder en menos de una década. Dividido en cinco breves capítulos, dicho documento considera a las milicias como un espacio político y militar en el que pueden ingresar «todas las personas cuya integridad física e intereses sean amenazados por la represión reaccionaria, la guerra sucia y sus funestas secuelas» (Farc-EP, 1989, p. 1). Después de explicar la organización militar a partir del número de milicianos y de su clara subordinación a los comandantes de los frentes guerrilleros, se estipulan los «requisitos» para ser miembro de la organización: ser recomendado por alguien de confianza, ser persona «normal» y «honesta», tener entre 16 y 30 años, sostener una posición «clara» de defensa de los intereses populares, no ser traficante o consumidor de drogas, y no ser informante «del enemigo» ni tampoco una persona «inmoral» (Farc-EP, 1989, p. 2). Asimismo, en el capítulo iv de este Estatuto se afirma que, para asegurar la unidad de los milicianos, es indispensable la implementación de «normas disciplinarias» obligatorias sujetas a sanciones. Se puede leer en el documento lo siguiente: La disciplina de las milicias es férrea pero consciente y están obligados a acatarla sin reticencia todos los integrantes del movimiento de las milicias tanto en escala veredal, regional, y nacional partiendo de que las milicias bolivarianas son parte integrante y fuerza de esencial significación del movimiento revolucionario (Farc-EP, 1989, p. 2). 23 Recordemos que en este documento están incluidos el Estatuto y el Reglamento de las milicias, así como también las Normas generales internas de comando. El discurso de las Farc-EP. Identidad guerrillera y lucha armada en Colombia En el Estatuto se consideran como faltas «graves» el robo, el tráfico de drogas, la extorsión, la calumnia y «la inmoralidad», por lo que las sanciones van desde la «crítica pública y autocrítica» hasta la «expulsión del movimiento de milicias» (Farc-EP, 1989, p. 3)24. De manera similar al Estatuto, el Reglamento de las milicias hace hincapié en que es importante implementar la «disciplina política» y en la necesidad de establecer una disciplina militar que sea «proletaria, férrea pero consciente» (Farc-EP, 1989, p. 4). Pese a ser muy similar al Estatuto, la particularidad del Reglamento miliciano no es solo su particular exacerbación de la obediencia incuestionable a los mandos superiores25, sino también la exaltación del valor de la «reserva» del miliciano, es decir, el mantenimiento en secreto de la información para sostener la organización clandestina. En esta reglamentación, ciertamente, se estipulan sanciones de tipo militar, como hacer guardia —o «patio»— en horarios nocturnos, realizar trabajos prácticos individuales o grupales, el «acuartelamiento» y los llamados a la «autocrítica». Por último, las Normas generales internas de comando remiten al ordenamiento específicamente militar, estando ausente cualquier referencia a objetivos políticos de la guerrilla. Por otra parte, en los Principios de trabajo clandestino26 se mencionan los tres fundamentos para el correcto funcionamiento de las organizaciones secretas y de inteligencia revolucionarias: «la clandestinidad, la compartimentación y la verticalidad» (Farc-EP, ¿1999 o 2001?, p. 1). En primer lugar, la clandestinidad es descrita como un valor que tiene como base «el secreto», no solo como protección hacia fuera sino también a nivel interno de la organización. En consecuencia, el miliciano debe mimetizarse con su entorno y pasar desapercibido, sin atraer la atención o caer en el vicio del «clandestinaje», esto es, caer en una «apatía sospechosa». Al igual que en parte del Estatuto remitido anteriormente, en los Principios se insiste en la importancia de la «reserva» para el trabajo clandestino, pero en este documento se hace una mención explícita de la dimensión afectiva y de la vida privada del miliciano: 24 En contraste a la «expulsión» de las milicias se puede encontrar la postura de las Farc-EP sobre el reclutamiento indeterminado en las guerrillas. Según el Estatuto de la Novena Conferencia de las Farc-EP —que trataremos más adelante—, y citado por Santos Alonso, desde la organización fariana se afirmaba que «a filas se llega por tiempo indefinido. Los combatientes de las Farc-EP son profesionales revolucionarios hasta el triunfo de la revolución» (Beltrán, 2009, p. 78, énfasis agregado). 25 Las milicias «están bajo la dirección inmediata de los Estados Mayores de los Frentes de las Farc, del Estado Mayor Central, de los Plenos del Estado Mayor y de las Conferencias Nacionales de las Farc-EP» (Beltrán, 2009, p. 78). 26 El documento carece de fecha, pero se presume que empezó a ser difundido entre 1999 y 2001. 29 30 Introducción La fuerza del revolucionario reside en gran parte en su capacidad de reserva. Se trata de una necesidad. El afecto que se profese al amigo, al amante, al confidente, no debe, en modo alguno, ser motivo para revelarle datos respecto al trabajo clandestino, porque al hacerlo se coloca en peligro a la persona y a la organización (Farc-EP, ¿1999 o 2001?, p. 1). La «reserva» tiene como función evitar la revelación de la pertenencia política clandestina que tiene el miliciano y la información que este tiene sobre las labores en curso. Por ende, la clandestinidad es descrita como «la única forma» de preservar la existencia de redes urbanas; dicha clandestinidad, entonces, exige asumir un «compromiso revolucionario» para mejorar —según el documento— «nuestra formación política-militar y […] nuestra disciplina» (Farc-EP, ¿1999 o 2001?, p. 2). En segundo lugar, la compartimentación se basa en fragmentar la información para garantizar que «un golpe del enemigo» haga un daño «parcial» y no «total» a la organización: «Cada uno debe saber únicamente lo necesario para su trabajo»; para que este proceso sea llevado a cabo habría tres requisitos: primero, la absoluta confianza en la dirección político-militar; segundo, la claridad en el aporte individual a la revolución, y tercero, la precisión en la planificación y el control de las tareas27. El tercer y último fundamento del trabajo clandestino es la verticalidad, esto es, el respeto estricto de la jerarquización «de arriba abajo y viceversa» de la organización y la aplicación de los principios leninistas del «centralismo democrático». Al respecto, las últimas líneas del documento problematizan y ponen en cuestión cualquier posibilidad de discrepancia frente a las labores que ordenan los altos mandos. Al final del documento se puede leer lo siguiente: La existencia de la Democracia Interna […] permite la discusión seria y responsable de los distintos aspectos políticos y militares en los marcos de la estructura clandestina. […] Lo que ocurre es que este (centralismo) o aquella (democracia) se fortalece o se reduce de acuerdo al carácter específico de las tareas o a la confrontación que tome la lucha de clases. En el marco de la legalidad la democracia prima sobre el centralismo, mientras en lo militar y mucho más en lo clandestino, el centralismo se hace más férreo y la democracia se estrecha, para permitir la realización de los planes que se concretan a través de las órdenes. DE NUESTRA DISCIPLINA DEPENDEN MUCHAS VIDAS Y EL AVANCE DEL PROCESO REVOLUCIONARIO (Farc-EP, ¿1999 o 2001?, p. 4, mayúsculas en el original). 27 En estos Principios de trabajo clandestino se agrega, entre comillas y sin referirse a autor alguno, lo siguiente: «Nuestra organización se compone de combatientes, pero no de cualquier tipo de combatientes, sino de hombres que conscientemente han comprendido que su misión histórica es la de transformar nuestro país y que escogen la lucha armada, no solo como una forma de lucha revolucionaria, sino como la forma más elevada de la acción del pueblo contra sus enemigos de clase» (Farc, s. f., p. 3). El discurso de las Farc-EP. Identidad guerrillera y lucha armada en Colombia De esta manera queda en evidencia que en las organizaciones clandestinas de origen fariano los pilares de su accionar eran la disciplina y el respeto a la verticalidad de mando. Esta rigidez del sistema jerárquico censuró el cuestionamiento a las tareas encomendadas por la cúpula guerrillera; esto podía, en efecto, ser entendido como indisciplina y peligro para la agrupación clandestina misma. De lo anterior se puede inferir que en el proceso revolucionario impulsado por parte de las organizaciones milicianas de las Farc-EP, la obediencia primaba sobre la opinión o creencia que pudiera tener cada miliciano; de hecho, la compartimentación de los milicianos sugería justamente el respeto irrestricto a una orden, al acometido incluso de una acción fragmentaria en nombre de los «planes» fraguados por la cabeza de la organización. Así pues, el mandato leninista del «centralismo democrático» promulgado por la agrupación fariana era puesto en cuestión por las premisas organizativas de esta: al ser expresada la disciplina como derrotero imprescindible, la inclinación por el polo centralista de la consigna de Lenin —en detrimento del polo democrático— parecía revelar una tendencia irresistible hacia la rigidez militar de la guerrilla. Esta cuestión, reiteramos, iba en detrimento de las reivindicaciones y propuestas netamente políticas de las Farc-EP. Estatuto Farc-EP de la Novena Conferencia: el rol de la disciplina en la identidad fariana El Estatuto divulgado por las Farc-EP en 200728 reitera la organización jerárquica de la organización político-militar, enarbolando al Estado Mayor Central como el organismo superior de dirección y mando: sus acuerdos, órdenes y determinaciones «obligan a todo el movimiento y a todos sus dirigentes» (Farc-EP, 2007a, p. 10). Si bien se estipula la forma de ascender a posiciones de dirigencia en la organización, su composición militar (escuadras, guerrillas, frentes, etc.) y hasta el himno fariano, gran parte de dicho Estatuto está abocado a resaltar los deberes de los combatientes, las faltas que puedan ser cometidas por ellos y, por ende, sus posibles castigos. Entre los deberes principales de los farianos, según el documento, se encuentra «guardar y hacer guardar los secretos y la reserva del movimiento» y probar «firmeza ante el enemigo en todas las circunstancias». Respecto a los derechos del combatiente, el Estatuto afirma que es posible «criticar a sus compañeros y superiores», incluso a través de «notas o cartas» enviadas al Estado Mayor 28 Al final del Estatuto se dice que el documento fue aprobado en la Sexta Conferencia de enero de 1978, corregido y ampliado en la Séptima de 1982, y actualizadas y modificadas tanto en la Octava como en la Novena Conferencia guerrillera del 9 de abril de 2007. 31 Introducción 32 Central. Finalmente, se asegura, sin dar explicación alguna, que «los deberes y los derechos en las Farc-EP son iguales para todos sus integrantes, pero sin igualitarismo pequeñoburgués» (Farc-EP, 2007a, pp. 14 y 15, énfasis agregado). Como se había mencionado anteriormente, el Estatuto asevera que la pertenencia de sus combatientes a las Farc-EP es «hasta el triunfo de la revolución»; ir en contra de esto equivaldría a ser desertor: «a las filas se llega por tiempo indefinido» (Farc-EP, 2007a, 16). Precisamente, lo estipulado por el apartado «Reglamento de régimen disciplinario» considera —en su artículo 3— como delitos la deserción, y la considera como equivalente a otras transgresiones disciplinares tales como el asesinato de compañeros, la traición, la delación, entre otras. En este sentido, la justificación de una disciplina «consciente, firme y seria», en contraposición a los «métodos brutales y discriminatorios que se aplican en los cuarteles del ejército burgués», remite a la lucha armada como un enfrentamiento inexorable contra el «régimen oligárquico y la dominación imperialista yanqui»; dicha disciplina, según el Estatuto, se perfecciona a través del enfrentamiento armado de clases: el cumplimiento «de la disciplina proletario-militar es un honor para todo combatiente de las Farc-EP» (Farc-EP, 2007a, p. 23). Así pues, disciplina y constitución de un «ejército del pueblo» son factores necesarios para enfrentar la «estrategia total de la guerra total» de los enemigos de las masas colombianas (Farc-EP, 2007a, p. 25). Dicho en otros términos: solo a través de una homogeneización de la conducta y de los valores político-militares en el interior de la organización es posible establecer una relación implacable con su alteridad. Y frente a esta interioridad, el Estatuto establece faltas leves, graves de segunda y primera instancia, y los delitos anteriormente mencionados. Las sanciones frente a las faltas son, ciertamente, de carácter simbólico: se le demanda al infractor la crítica, la autocrítica y, llegado el caso, se le releva de cargos de representatividad que impliquen algún grado de responsabilidad con sus compañeros. Sin embargo, para los delitos —incluyendo la insubordinación, el «sabotaje al movimiento» y «la violación sexual»—, los castigos implican desde realizar trabajos impuestos por un juicio revolucionario hasta el «fusilamiento en caso de extrema gravedad», en los que se incluye justamente la deserción (FarcEP, 2007a, pp. 30-31). En este orden de ideas, el trato total e implacable contra la alteridad fariana también se puede aplicar en el interior de sus filas: el desertor y el traidor devienen rápidamente enemigos del pueblo y de su ejército. Conclusiones Para 1997, un miembro importante de la cúpula de mando de las Farc-EP condenó los fusilamientos internos de alias Javier Delgado en la llamada «masacre de Tacueyó». En el documento Habrá insurrección de masas —presuntamente El discurso de las Farc-EP. Identidad guerrillera y lucha armada en Colombia escrito por el comandante del Bloque Oriental fariano Jorge Briceño Suárez, alias «Mono Jojoy»—, se puede leer: El drama de Tacueyó —en el que la dirigencia del disidente Frente Ricardo Franco, con razón o sin ella, prácticamente acabó fusilando a toda su militancia—, ha sido la mayor derrota política y militar que ha sufrido la guerrilla en Colombia: la pérdida de absoluta credibilidad (Farc-EP, 1997b, p. 9, énfasis agregado)29. Establecer un vínculo automático entre la rigidez militar y una violencia ejercida en el interior de las organizaciones de izquierda alzadas en armas podría resultar problemático si tenemos en cuenta que muchas veces dicha violencia es frecuentemente condenada por los mismos actores revolucionarios. Sin embargo, llevada al extremo, como en el caso de la «masacre de Tacueyó», la preocupación por la delación y la deserción parece haber sido el motivo principal de desavenencias y problemas en el interior de muchas de las organizaciones político-militares de izquierda en Colombia y en América Latina.30 En lo que respecta a las Farc-EP, el establecimiento de un límite infranqueable entre un «nosotros» guerrillero y un «ellos» (el antipueblo), tan propio de las identidades populares totales —en las que podemos incluir a otras organizaciones político-militares de izquierda latinoamericanas—31, revela que su rigidez identitaria precisaba elementos que exacerbaran el orden en el interior de sus filas. Así, factores como la disciplina y las dimensiones del trabajo clandestino sirven como medidas para evitar cualquier negociación del propio límite solidario establecido con la alteridad, y cuya lógica puntual es la de erradicar físicamente a la diferencia. Por otra parte, para el investigador Medina Gallego (2011, p. 294), «en general, excluyendo los mandos altos, la formación política y académica del militante promedio [de las Farc-EP] es precaria y el discurso político se reduce a su mínima expresión». Este autor considera que en el interior de la organización fariana el ordenamiento militar sobresale en detrimento del reclutamiento político; por 29 Posteriormente, algunos relatos periodísticos de los fusilamientos del Frente Ricardo Franco le valieron a alias Javier Delgado el apodo de «el Monstruo de los Andes». 30 Este problema, es cierto, sigue suscitando debates en el interior de las ciencias sociales colombianas y de la región. En Argentina, por ejemplo, la relectura del papel de las organizaciones guerrilleras en los ajusticiamientos internos —el fusilamiento entre militantes, puntualmente— generó una discusión intelectual sin precedentes acerca del uso de la violencia por parte de la izquierda armada de los años sesenta y setenta del siglo xx. Gran parte de esta discusión quedó plasmada en la obra de Del Barco (2007). 31 Como es el caso de Montoneros y del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP). Sobre este último ver el trabajo de Iazzetta (2015). 33 34 Introducción consiguiente, la disciplina fariana sería «férrea», pero dudosamente «consciente». Rescatando los términos esbozados por Carl Schmitt, la verticalidad guerrillera y la ampliación estratégica de sus combatientes y filas —perdiendo su dominación telúrica— irían en detrimento del engagement político, fundamental para toda agrupación guerrillera moderna. Si bien reconocemos que las conclusiones de Medina Gallego son argumentativamente tentadoras, creemos sin embargo que pueden perder de vista el principio identitario fundacional de las Farc-EP en su enfrentamiento irrestricto contra el orden político vigente en Colombia. Es decir, la importancia de las normas y reglamentos estrictos, de posibles castigos, «ajusticiamientos» ejemplarizantes y fusilamientos se correlacionan con una pretensión de homogeneidad y orden interno que son funcionales a la rigidez de límite solidario establecida por la organización guerrillera en su renunciamiento a la construcción hegemónica de la política. Finalmente, consideramos que es una tarea todavía pendiente analizar el rol de la disciplina interna en el reciente proceso de paz entre las Farc-EP y el gobierno de Santos. Dicho en otros términos, nos preguntamos por la importancia de la verticalidad político-militar de dicha agrupación no solo como estrategia para hacer la guerra, sino también para alentar la desmovilización y la firma de los Acuerdos de Paz de la Habana. En todo caso, en este capítulo preliminar al análisis discursivo que ofrece el libro quisimos brindar luces para la comprensión del papel de la disciplina en la propuesta identitaria de las Farc-EP, la cual consideramos central para comprender su retórica, pues esta última es funcional, precisamente, a esas identidades construidas en la diversidad de sus discursos. Este análisis puede ser un punto de partida para seguir indagando, en general, acerca de la particular forma en que las identidades políticas en Colombia se han conformado desde la segunda mitad del siglo xx. En particular, el capítulo nos permite aproximarnos a la construcción de la identidad fariana a partir de su propia discursividad. El discurso de las Farc-EP. 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