«MULTUM LEGENDUM»
ACTAS DEL XII CONGRESO INTERNACIONAL
JÓVENES INVESTIGADORES SIGLO DE ORO
(JISO 2022)
Carlos Mata Induráin, Ariel Núñez Sepúlveda y Miren Usunáriz Iribertegui (eds.)
BIADIG | BIBLIOTECA ÁUREA DIGITAL DEL GRISO | 71
LA MUERTE EN LA POESÍA AMOROSA
DE QUEVEDO Y GÓNGORA ∗
Laura Castro Álvarez
Grupo de Investigación Francisco de Quevedo
Universidad de Santiago de Compostela
1. INTRODUCCIÓN
El amor y la muerte han sido dos de los principales temas en la
historia de la literatura universal. A pesar de su carácter aparentemente opuesto, en muchas ocasiones han aparecido de forma comple-
∗ Este trabajo forma parte del proyecto de tesis doctoral Góngora y Quevedo
ante la poesía amorosa, dirigido por la profesora María José Alonso Veloso y financiado con una Ayuda para la Formación del Profesorado Universitario
(FPU21/01541) del Ministerio de Universidades. Dicha tesis es resultado de los
proyectos del Grupo de Investigación Francisco de Quevedo (GI-1373) de la Universidad de Santiago de Compostela: «Consolidación 2021 GPC-GI-1373. Edición
crítica y anotada de las obras completas de Quevedo. EDIQUE» (ED431B
2021/05), del Programa de Consolidación y Estructuración de Unidades de Investigación Competitivas de la Xunta de Galicia; y «Edición crítica y anotada de la poesía
completa de Quevedo, 2: Las tres musas» (PID2021-123440NB-I00), del Programa
Estatal de Generación del Conocimiento, del Ministerio de Ciencia, Innovación y
Universidades.
Publicado en: Carlos Mata Induráin, Ariel Núñez Sepúlveda y Miren Usunáriz Iribertegui
(eds.), «Multum legendum». Actas del XII Congreso Internacional Jóvenes Investigadores
Siglo de Oro (JISO 2022), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2023, pp. 135-146. Colección BIADIG (Biblioteca Áurea Digital), 71 / Publicaciones Digitales del GRISO. ISBN: 978-84-8081-780-6.
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LAURA CASTRO ÁLVAREZ
mentaria en los textos de numerosos autores, en general, y poetas, en
particular 1.
Los poetas latinos del siglo I a. C. compusieron ya versos sobre el
amor y su relación con la muerte 2. Por ejemplo, Virgilio, Horacio y
Propercio 3, entre otros. Es Catulo, de acuerdo con Bekes, quien «fija
la primera expresión latina del vínculo entre amor y muerte» 4. Lo
haría en su quinto poema, dedicado a Lesbia. El tópico del carpe
diem incluye en esta composición una invitación a vivir y a amar
antes de que la muerte lo imposibilite:
viuamus, mea Lesbia, atque amemus,
rumoresque senum seueriorum
omnes unius aestimemus assis!
soles occidere et redire possunt:
nobis cum semel occidit brevis lux
nox est perpetua una dormienda 5.
1
También ha existido una equiparación en el terreno de la representación iconográfica de los dioses que encarnan amor y muerte. En el período helenístico y
romano Thánatos era representado con alas, de forma muy similar a la caracterización de Eros. Ver González Zymla, 2022, p. 254.
2 Cabe señalar también la relevancia de la descripción del amor que puede leerse
en El banquete de Platón tres siglos antes. De hecho, Bekes (2009, p. 143) sitúa en
este diálogo «la base para la esencia contradictoria que la tradición de Occidente
atribuye al amor».
3 Este último destaca entre los demás y podría haber influido especialmente en
Quevedo. Ver Bekes, 2009, p. 157; y Sánchez-Lafuente Andrés, 2005, p. 941.
Como ejemplo puede citarse su elegía IV, 7, en la que se describe la visión de la
amada después de muerta: «sunt aliquid manes: letum non omnia finit, / luridaque
exstinctos effugit umbra rogos. / Cynthia namque meo uisa est incumbere fulcro, /
murmur ad extremae nuper humata tubae, / cum mihi somnus ab exsequiis
penderet amoris / et quererer lecti frígida regna mei» (Propercio, Sexti Properti
Elegos, pp. 171-172, vv. 1-6); «algo resta de las almas: la muerte no acaba todas las
cosas / y la pálida sombra huye de las piras vencidas. / Así me pareció Cintia inclinarse al pie de mi lecho, / un murmullo de la sepultada poco ha a la vera del camino, / cuando el sueño me tenía pendiente del entierro de mi amor / y me lamentaba de los fríos reinos de mi lecho» (Propercio, Elegías completas, p. 230, vv. 1-6).
4 Bekes, 2009, p. 143.
5 «Vivir, Lesbia, y amar. Vamos a ello. / Los chismes de los viejos amargados /
nos tienen que importar menos que nada. / Puede ponerse el sol, salir de nuevo, /
pero la breve luz de nuestros días / una vez que se apague, será noche / que habremos de dormir, interminable» (Catulo, Poesías, pp. 196-197, vv. 1-7).
LA MUERTE EN LA POESÍA AMOROSA DE QUEVEDO Y GÓNGORA
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Petrarquismo, amor cortés y neoplatonismo, tres de las tradiciones amorosas más importantes, incluyen también la muerte en su
imaginario. Petrarca había aunado amor y muerte al dedicar la segunda sección de su Canzoniere a las «rimas tras la muerte de Madonna Laura» 6. La dama es amada incluso después de muerta y, en
consecuencia, sigue siendo objeto de poemas amorosos. En la tradición del amor cortés la muerte por amor es, entre otros, un tópico
recurrente 7. El sentimiento amoroso conduce al poeta-amante a un
sufrimiento equiparable a la muerte y que, en ocasiones, le hace
desearla como único bálsamo posible. Por último, la concepción
neoplatónica renacentista convierte el amor en un medio para conseguir la inmortalidad del alma 8. La unión de los amantes se simboliza
como el camino para la unión, en última instancia, con el dios cristiano.
Por lo tanto, los poetas auriseculares son herederos de una tradición amorosa en la que la muerte había estado presente de forma más
o menos notable. Francisco de Quevedo es uno de los autores del
Barroco español en cuyos textos amor y muerte aparecen conectados
de manera más habitual. Su poesía amorosa será el primer objeto de
estudio del presente análisis. Otro de los grandes poetas auriseculares,
Luis de Góngora, también introdujo la muerte en sus poemas amorosos aunque de manera mucho más sutil y menos constante. El
análisis propuesto permitirá establecer similitudes y diferencias entre
la producción de estos dos autores.
El corpus elegido para acotar el análisis es el de los sonetos amorosos, uno de los metros más cultivados por ambos poetas. La musa
Erato, la dedicada a la poesía amorosa de Quevedo en El Parnaso
español (1548), publicación póstuma de su obra en verso, recoge 101
6 Por ejemplo, el poema CCCLXIV representa la inmortalidad del amor tras el
fallecimiento de Laura, el sentimiento que profesa el poeta-amante no se extingue
tras la muerte sino que permanece indeleble: «tennemi amor anni ventuno ardendo,
/ Lieto nel foco, et nel duol pien di speme, / Poi che madonna e ʼl mio cor seco
inseme / Saliro al ciel, dieci altri anni piangendo» (Petrarca, Rerum vulgarium
fragmenta, p. 588, vv. 1-4) / «me tuvo Amor veintiún años ardiendo, / ledo en el
fuego y de esperanza henchido; / y desde que con ella al cielo ha ido / mi corazón,
diez años más gimiendo» (Petrarca, Cancionero, p. 596, vv. 1-4).
7 La muerte se convierte en la consecuencia del desdén de la amada o en la única
solución para el fin de su dolor, entre otros tópicos. Ver Martínez-Falero, 2012, pp.
174-177.
8 Ver Cabello Porras, 1995, pp. 32-33.
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LAURA CASTRO ÁLVAREZ
sonetos amorosos. Menos numerosos son los de Góngora: el manuscrito Chacón, fuente más fiable de su poesía, incluye 48 sonetos
amorosos. Debido a la limitación de espacio resultaría inabarcable un
estudio pormenorizado de todos estos textos. En su lugar, se realizará
una selección representativa de los poemas de estos autores. En ambos casos las ediciones consultadas son las más actuales: la de la Poesía
completa (2021) de Rey y Alonso en el caso de Quevedo; la de los
Sonetos (2019) de Matas Caballero en el de Góngora.
2. FRANCISCO DE QUEVEDO Y EL AMOR MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
Quevedo introdujo de manera constante la idea de la muerte en
su poesía amorosa 9, especialmente en la segunda sección de la musa
Erato, Canta sola a Lisi 10. Amor y muerte son dos conceptos a priori
de naturaleza opuesta. Por ello, en los versos quevedescos seleccionados, y también en los gongorinos como se verá a continuación, las
paradojas son constantes 11.
Por ejemplo, en el soneto «Si hija de mi amor mi muerte fuese»,
se expresa el deseo de que la muerte sea hija del amor. Se aúnan así
nacimiento y muerte, cuna y sepultura, elementos antitéticos que en
el Barroco aparecen unidos de forma recurrente. El amor se presenta
como origen ideal, como causa idónea para la muerte, convirtiéndola
en algo positivo. La voz poética exclama:
¡qué parto tan dichoso que sería
el de mi amor contra la vida mía!
¡Qué gloria que el morir de amar naciese! 12
Se cierra la composición con un verso que resume todo el poema. La muerte, el no ser, perdería su carácter negativo si fuera causada por el amor:
y el no ser por amar será mi gloria 13.
9 La noción de muerte en la obra quevedesca es estudiada, entre otros, por Olivares, 1995, pp. 142-143.
10 Esto podría explicarse por la impronta petrarquista que domina estos poemas.
El amor más allá de la muerte será una constante, como se verá.
11 Ver González Palencia, 2001, p. 65.
12 Quevedo, Poesía completa, p. 397, vv. 2-4.
13 Quevedo, Poesía completa, p. 397, v. 14.
LA MUERTE EN LA POESÍA AMOROSA DE QUEVEDO Y GÓNGORA
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Cabe recordar el tópico del amor más allá de la muerte, que hunde sus raíces en la ya mencionada tradición petrarquista 14. Quevedo
introduce en sus poemas una novedad con respecto al tópico, hiperbolizando la inmortalidad del amor: el poeta-amante quevedesco
sigue amando incluso tras su propia muerte y no solo tras la de su
amada 15. Cabe señalar uno de los poemas más analizados del autor,
«Cerrar podrá mis ojos la postrera», y sus conocidos versos finales en
los que se vuelve a incidir en la neutralización del temor ante la
muerte gracias al amor:
serán ceniza, mas tendrá sentido,
polvo serán, mas polvo enamorado 16.
Así, partiendo también del neoplatonismo renacentista, la inmortalidad del amor lleva implícita la supervivencia del poeta-amante 17.
El amor y, en consecuencia, la amada se convierten en un instrumento. El sentimiento amoroso queda en un segundo plano y prevalece la angustia ante la muerte del poeta-amante y, en último término, el alivio que supone para él encontrar una posible vía de
salvación.
14
Señala Blanco que «la visión de la inmortalidad del amor tiene, por lo tanto,
en Quevedo, caracteres infernales y no celestes: no es un consuelo sino una condena, a veces exaltada como una costosa gloria, a veces execrada como una maldición.
No hay ningún otro poeta, al menos en la lengua española, en quien esta particular
relación del amor con la muerte se halle inscrita con tanta insistencia y tanta precisión» (1998, p. 9).
15 Aunque se aleja de Petrarca en este sentido, también expresa Quevedo la pervivencia de su amor tras la muerte de la amada. Por ejemplo, en el soneto «¿Cuándo
aquel fin a mí vendrá forzoso»: «celosa debo de tener la suerte, / pues viendo, ¡oh
Lisi!, que por verte muero, / con la vida me estorba el poder verte» (Quevedo,
Poesía completa, pp. 418-419, vv. 12-14). En otro poema se aúnan ambas ideas: el
amor eterniza a amante y amada. Se trata del soneto «Mandome, ¡ay Fabio!, que la
amase Flora»: «eterno amante soy de eterna amada» (Quevedo, Poesía completa, pp.
324-325, v. 14).
16 Quevedo, Poesía completa, p. 405, vv. 13-14.
17 Han analizado la supervivencia del amor tras la muerte en Quevedo autores
como Cabello Porras, 1995, p. 32; González Palencia, 2001, p. 65; o SánchezLafuente, 2005, p. 941, entre otros.
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El fuego amoroso 18, de raigambre también petrarquista, aparece
como símbolo de ese proceso de muerte metafórica por amor que
debe sufrir el poeta-amante para conseguir la inmortalidad de su
alma. La muerte da paso a una nueva vida, el alma del poeta arde en
el fuego amoroso para no perecer tras la corrupción del cuerpo. A
menudo se recurre a la mitología para expresar esta idea. Por ejemplo, en el soneto «Aminta, para mí cualquier día», se emplea la metáfora del ave fénix, animal mitológico ígneo, para desarrollar la idea
de los ojos de la amada como verdugos y salvadores a un tiempo del
poeta-amante:
arde dichosamente la alma mía;
y aunque amor en ceniza me convierte,
es de fénix ceniza, cuya muerte
parto es vital y nueva fénix cría 19.
La muerte también aparece en los versos quevedescos como consecuencia catastrófica del desprecio de la amada 20. El poeta-amante
muere metafóricamente por amor en numerosos poemas. Por ejemplo, en «Molesta el Ponto Bóreas con tumultos» no existe una visión
positiva de la muerte. El amor y la amada son verdugos, sin ningún
otro tipo de implicación positiva que sí estaba presente en los poemas anteriormente analizados:
yo ansí, náufrago amante y peregrino,
que en borrasca de amor por Lisis muero 21.
Amor cortés, neoplatonismo y petrarquismo 22 colocaban al poeta
amante en una posición de constante anhelo de lo inalcanzable. El
18 El fuego está presente en muchas de las composiciones como símbolo de la
pervivencia del sentimiento amoroso. Por ejemplo en el soneto «¡Qué perezosos
pies, qué entretenidos»: «del vientre a la prisión vine en naciendo, / de la prisión iré
al sepulcro amando / y siempre en el sepulcro estaré ardiendo» (Quevedo, Poesía
completa, p. 407, vv. 9-11).
19 Quevedo, Poesía completa, p. 308, vv. 5-8.
20 Ver Olivares, 1995, p. 152; y Rey Álvarez, 2013, p. 328, para el tópico de la
muerte por amor en Quevedo.
21 Quevedo, Poesía completa, p. 393, vv. 12-13.
22 Como apunta Naderi, «the lady herself is often portrayed according to Petrarchan formulae as simultaneously an icon of perfect beauty and a sadistically hard-
LA MUERTE EN LA POESÍA AMOROSA DE QUEVEDO Y GÓNGORA
141
amor era un sentimiento que, por definición, no era correspondido.
En algunas composiciones el poeta se dirige a su amada como «homicida» 23 y al amor como «dios verdugo» 24. Se emplea así léxico
relacionado con la muerte que revela los peligros que conlleva el
sentimiento amoroso.
En otros casos el dolor que causa el amor no correspondido lleva
al propio poeta-amante a desear voluntariamente la muerte como
única solución para ponerle fin a su sufrimiento 25. Por ejemplo, en el
soneto «Mejor vida es morir que vivir muerto»:
en mí la crüeldad será piadosa
en darme muerte, y sólo el darme vida
piedad será tirana y rigurosa 26.
Lo que destaca en todos estos poemas es la focalización en los
sentimientos del poeta-amante ante el amor, es cierto, pero más todavía ante la muerte y el dolor. El amor y la dama son instrumentalizados en muchos poemas y la muerte se convierte en coprotagonista
junto con la voz poética.
3. LUIS DE GÓNGORA Y LOS PELIGROS DEL AMOR
Los sonetos amorosos de Góngora también introducen el tema de
la muerte, aunque de una forma menos notable 27. Las paradojas aparecen constantemente en los versos gongorinos, como ya se había
señalado en los quevedescos. Una de las dualidades más utilizada por
hearted, occasionally dangerous woman. The latter qualities are imputed to her
because, unlike the speaker, she is not struck by love» (1986, p. 486).
23 Por ejemplo en el poema «Alimenté tu saña con la vida» (Quevedo, Poesía
completa, p. 402, v. 4).
24 Ver soneto «¿Tú dios, tirano y ciego Amor? Primero» (Quevedo, Poesía
completa, p. 321, v. 12).
25 De hecho, algunas composiciones se convierten casi en morales en tanto que,
como apunta Roig Miranda, «el poeta aparece como un ser desengañado, puede
servir de ejemplo de lo que no hay que hacer: él sabe y puede aconsejar a los engañados» (2005, p. 179). Ejemplo de ello es el soneto «Éstas son y serán ya las postreras»: «yo me seré epitafio al caminante, / pues le dirá sin vida el rostro mío / “Ya fue
gloria de Amor hacerme guerra”» (Quevedo, Poesía completa, p. 406, vv. 12-14).
26 Quevedo, Poesía completa, p. 416, vv. 9-11.
27 Amor y muerte también aparecen entremezclados en los sonetos fúnebres de
Góngora, analizados por Perotti, 2007.
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LAURA CASTRO ÁLVAREZ
el autor es la del néctar 28 y el veneno 29. Estos elementos representan
la falsedad de las apariencias, el engaño que esconde el amor y el
peligro que conlleva 30. Por ejemplo, en el poema «¡Oh niebla del
estado más sereno»:
¡oh entre el néctar de Amor mortal veneno
que en vaso de cristal quitas la vida! 31.
No parece haber rastro en Góngora de la inmortalidad del amor.
En su lugar, las referencias a la muerte se centran en la descripción de
un sentimiento que puede destruir al poeta-amante. En este sentido,
el fuego también es utilizado como metáfora amorosa a través de la
mitología. Cabe destacar, el soneto «No enfrene tu gallardo pensamiento», en el que la trágica muerte de Ícaro al acercarse al sol no es
presentada como una advertencia. Por el contrario, se anima al destinatario del poema a arriesgarse, a no temer al fuego amoroso a pesar
de que las consecuencias puedan ser fatales:
No enfrene tu gallardo pensamiento
del animoso joven mal logrado
el loco fin, de cuyo vuelo osado
fue ilustre tumba el húmido elemento.
Las dulces alas tiende al blando viento
y, sin que el torpe mar del miedo helado
tus plumas moje, toca levantado
la encendida región del ardimiento 32.
28
«Bebida fabulosa, de que fingían que usaban los dioses» (Aut.).
«Cualidad de alguna cosa maligna, nociva y opuesta a la vida. Y con particularidad se toma por la bebida, polvos u otra composición de simples de esta cualidad,
que se prepara para matar a alguno» (Aut.).
30 La alusión al veneno, en oposición al néctar o a otro elemento positivo, aparece en varios poemas como «En el cristal de tu divina mano»: «en el cristal de tu
divina mano / de Amor bebí el dulcísimo veneno, / néctar ardiente que me abrasa
el seno» (Góngora, Sonetos, p. 908, vv. 1-3). También en «La dulce boca que a
gustar convida»: «amantes, no toquéis, si queréis vida, / porque entre un labio y otro
colorado / Amor está, de su veneno armado, / cual entre flor y flor sierpe escondida» (Góngora, 2019, p. 409, vv. 5-8).
31 Góngora, Sonetos, p. 328, vv. 5-6.
32 Góngora, Sonetos, p. 431, vv. 1-8.
29
LA MUERTE EN LA POESÍA AMOROSA DE QUEVEDO Y GÓNGORA
143
En otras ocasiones, el marco elegido para presentar este amor
mortal es el bucólico. Cabe señalar que la naturaleza está muy presente en la poesía gongorina en general. Por ejemplo, en «Verdes
juncos del Duero a mi pastora», la dama es presentada como una
pastora «homicida», de igual forma que se ha visto en el análisis precedente de algunos poemas de Quevedo. La amada es un ser engañoso que trae la perdición al amante 33. Sus ojos, como los de las mujeres quevedescas, cazan y matan metafóricamente. Así, se sigue la
tradición neoplatónica de acuerdo con la cual el amor nace en los
ojos de la dama. Estos se describen en el soneto gongorino como dos
arcos que disparan al poeta-amante:
los coturnos que calza esta homicida;
bien tal, pues, montaraz y endurecida,
contra las fieras solo un arco mueve,
y dos arcos tendió contra mi vida 34.
Los ojos no son el único elemento de atracción y perdición en la
poesía áurea. Por ejemplo, la voz poética gongorina hace alusión al
pelo de la amada en el soneto «Al sol peinaba Clori sus cabellos»:
esto Amor solicita con su vuelo,
que en tanto mar será un arpón luciente
de la Cerda inmortal mortal anzuelo 35.
También hace referencia a la atracción que ejerce la voz de la
amada, como si de una sirena mitológica se tratara, en «Oh marinero,
tú que, cortesano»:
cual su acento, tu muerte será clara
si espira suavidad, si gloria espira
su armonía mortal, su beldad rara.
33 También el propio amor genera desconfianza. Por ejemplo, es comparado con
un mar tempestuoso en «Aunque a rocas de fe ligada vea»: «he visto blanqueando las
arenas / de tantos nunca sepultados huesos / que el mar de amor tuvieron por seguro / que de él no fío, si sus flujos gruesos / con el timón o con la voz no enfrenas»
(Góngora, Sonetos, p. 474, vv. 9-13).
34 Góngora, Sonetos, p. 651, vv. 11-14.
35 Góngora, Sonetos, p. 848, vv. 12-14.
144
LAURA CASTRO ÁLVAREZ
Huye de la que, armada de una lira,
si rocas mueve, si bajeles para,
cantando mata al que matando mira 36.
El foco en estos poemas se ha colocado en la doble naturaleza del
amor y de la amada, el peligro que esconden tras las apariencias. La
muerte no quita protagonismo al amor, sino que lo caracteriza, se
une a él como fatal consecuencia. La tradición se conjuga para crear
poemas amorosos que la muerte complementa y enriquece. En ellos
no se aprecian grandes notas de originalidad, pero sí elementos claramente característicos de su poesía.
4. CONCLUSIONES
Quevedo y Góngora conjugan en sus versos una larga tradición
en la que el amor y la muerte confluyen en no pocas ocasiones. Es el
primero de ellos el que aporta una nota de originalidad más importante al proclamar la inmortalidad del amor tras la muerte del poetaamante. Así se acerca y se aleja al mismo tiempo del petrarquismo.
Ni rastro en Góngora de esta concepción de inmortalidad del amor.
En este segundo prevalece la advertencia sobre lo engañoso del
amor.
En cuanto al plano formal, ambos coinciden en el uso de paradojas. Los dos utilizan también la simbología ígnea, especialmente a
través de la mitología. El fuego amoroso en el que arde el poetaamante es habitualmente interpretado como un sufrimiento necesario
para lograr la inmortalidad en Quevedo. Góngora no muestra esta
concepción, pero sí cabe apuntar que, al menos en uno de los poemas analizados, invita a no temer a ese peligro abrasivo que es la
dama y, por ende, el amor.
Amor y muerte, Eros y Thánatos, se complementan en los poemas analizados dando lugar a todo un corpus poético en el que distintas tradiciones se aúnan para buscar nuevos caminos en un ámbito
en el que cualquier innovación parecía imposible. Quevedo y Góngora aportan su nota personal al amor, a la muerte y a la poesía.
36
Góngora, Sonetos, p. 903, vv. 9-14.
LA MUERTE EN LA POESÍA AMOROSA DE QUEVEDO Y GÓNGORA
145
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