Antonio Castillo Gómez (ed.), Culturas del escrito en el mundo occidental, Madrid, Casa de Velázquez, 342 p., 2015
En la segunda mitad del siglo XV se abrió un ciclo particularmente brillante para la cultura escr... more En la segunda mitad del siglo XV se abrió un ciclo particularmente brillante para la cultura escrita cuyas consecuencias pueden rastrearse durante toda la Edad Moderna y, aún más, en los siglos contemporáneos. A fin de analizar algunas de sus manifestaciones, este libro se interesa especialmente por las formas gráficas y significados de las escrituras expuestas, desde la inscripción renacentista a la pintada política en la dictadura chilena; las prácticas epistolares en cuanto que testimonio de la importancia social de la comunicación escrita; los libros de memorias, considerados como objetos donde se configura la memoria personal y familiar, susceptibles incluso de ser interpretados en clave autobiográfica; y, por último, distintos acercamientos a la apropiación de los textos con la mirada puesta en los consumidores e intermediarios, desde la nobleza culta hasta los lectores más débiles, prestando atención tanto a la cultura manuscrita como a la impresa entre los siglos XVI y XIX. Frente al fetichismo libresco que caracteriza no pocas aproximaciones a la historia de la cultura escrita, esta obra se interesa por esta en la diversidad de sus formas textuales – epigráficas, murales, manuscritas o impresas, permanentes y efímeras –, pues solo así se puede captar la riqueza de cuanto una determinada sociedad, integrada por gentes de letras pero también por semialfabetizados y analfabetos, escribe y lee. Culturas del escrito, en suma, que certifican la vitalidad de esta corriente de investigación y tratan de contribuir a la Historia que escribimos en estos tiempos de incertidumbre.
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Papers by Pedro Araya
Nadie escribe solo, nunca. El etnógrafo es el que escribe etnografías, no importando quién fuere. Notas y breves inscripciones como ayuda para la memoria desmemoriada, impresiones oblicuas acaso, retazos de pensamiento en ciernes, tejidos de experiencia e imaginación. La etnografía para nosotros no es sinónimo de “trabajo de campo”. El trabajo de campo, desde comienzo a fin, está inmerso en la escritura, intentando observar lo que está sucediendo.
¿Qué significa observar y qué quiere decir escribir? ¿Quién observa y quién escribe? ¿Qué se observa y qué se escribe? ¿Cómo se escribe y para quiénes se escribe? ¿Cuáles son las escrituras del presente?
Estas son algunas de las cuestiones y preguntas que rondan en este Cordero con luche. Etnografías, cuadernos de campo y poéticas, fruto de discusiones e intercambios, de encuentros y enredos. Se trata de un cúmulo de antropologías, y no necesariamente escritos por antropólogos en el estricto sentido del término, sino también por especialistas de otras disciplinas que ejercen el oficio de ir y volver, observar y dejarse observar. En estas páginas, las etnografías aparecen como formas de conocer y de participar de la contingencia del mundo, como una cierta forma de conocer más que como un marco para el conocimiento. En esa disposición, los imaginarios de la diferencia se permean y se cubren de indicios de mutua presencia. Y los cuadernos de campo aparecen viajando, primero hacia nuevos lugares, segundo hacia nuevas ideas.